Está en la página 1de 19

EJE TEMÁTICO N° 1: LOS PROCESOS DE EMANCIPACION Y LOS PROBLEMAS DE

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO-NACIÓN EN AMÉRICA LATINA.

El legado colonial y el contexto Latinoamericano en el siglo XVIII y principios del siglo


XIX. Génesis de los Movimientos de emancipación. Las políticas exteriores de las
grandes potencias, y sus incidencias en los sucesos históricos de la región. Los
procesos y escenarios independentistas: grupos y proyecciones políticas. Guerras por
las Independencias. Hacia una hipótesis sobre los movimientos de ruptura. La pugna
federal-unitario. Los conflictos entre liberales y conservadores. Guerras civiles:
anarquía y caudillismo. La actitud internacional ante los procesos de independencia. El
Congreso de Panamá. Conflictos interamericanos.
Desarrollo

El legado colonial y el contexto Latinoamericano en el siglo XVIII y principios del siglo


XIX.

España era una metrópoli antigua, pero sin desarrollar. A fines del siglo 18
Hispanoamérica aun encontraba en su madre patria un reflejo de sí misma, que, si las
colonias exportaban materias primas, lo mismo hacia España, si las colonias eran
dominadas por una elite señorial lo mismo sucedía en España, pero se puede decir
que diferían en una actividad, ya que las colonias producían materiales precisos y la
metrópolis no. Es aquí un caso extraño: una economía colonial dependiente de una
metrópolis subdesarrollada.
La España borbónica busco la manera de modernizar su economía, sociedad e
instituciones, el punto de arranque de las reformas se estableció especialmente en lo
referente a la disminución de la productividad. Las soluciones se buscaron en distintas
escuelas como en la fisiócrata, el mercantilismo, el liberalismo económico.
El deseo principal consistía más en reformar las estructuras existentes que en
establecer nuevas, y el principal objetivo económico residía más en mejorar la
agricultura que en promover la industria. España perdió la oportunidad de efectuar un
cambio fundamental en el siglo 18 y termino por abandonar el camino de la
modernización. Ellos no deseaban acumular capital para invertirlo en la industria, sino
más bien preferían adquirir más tierras e importar productos santuarios.
Bajo Carlos IV la monarquía perdió toda credibilidad como gestora de la reforma, los
hombres de gobierno dieron paso a los cortesanos y se produjo la designación de
Manuel Godoy, primer secretario, quien trato a América como si fuera exclusivamente
una fuente proveedora de metales preciosos y a sus gentes como simples
contribuyentes.
Entretanto Hispanoamérica buscaba una alternativa. Durante el siglo 18, la economía
británica desde 1870 a 1800 tuvo un crecimiento impresionante (Resolución industria),
un crecimiento comercial sin precedentes. Así, en este momento Gran Bretaña no
tenía virtualmente rival. Gran Bretaña apreciaba su comercio con la América Española
y busco el medio para expandirlo, ya fuera a través del comercio de reexportación
desde España, o ya fuera a través de las redes de contrabando.
Estos factores no significaron una política británica de carácter imperialista en
Hispanoamérica, ni un propósito de expulsar de ella a España por la fuerza. El
gobierno británico no tenía proyectos ni de conquista ni de liberación. El mercado
hispanoamericano, aunque era valioso y lo suficientemente importante como para que
se incrementara hasta donde fuera posible, nunca fue tan vital como para exigir su
incorporación al imperio británico.
Durante los años de guerra con España (1796-1802) las exportaciones británicas
cubrieron los consiguientes escases en las colonias españolas. El contraste entre
Gran Bretaña y España, entre crecimiento y estancamiento, entre potencia y debilidad,
ejerció un poderoso efecto en la conciencia de los hispanoamericanos. Además,
existía otro tipo de componente psicológico: si una potencia mundial como Gran
Bretaña podía perder la mayor parte de su imperio americano, ¿Con que derecho
perduraría el de España?
El imperio español en América descansaba en el equilibrio de poder entre varios
grupos, la administración, la iglesia y la elite local.
La política borbónica altero las relaciones existentes entre los principales grupos de
poder. La propia administración fue la primera en perturbar el equilibrio, los borbones
revisaron el gobierno imperial, centralizaron el control, se designaron nuevos
funcionarios, se introdujeron nuevos métodos de gobierno. Estos consistían en una
supervisión más estrecha de la población americana. Las elites locales la tomaron
como un ataque a los intereses locales por ejemplo los alcaldes mayores y
corregidores, funcionarios no obtenían sus ingresos de un sueldo, sino a través de
actividades mercantiles, tales como comerciar con los indios que tenían bajo su
jurisdicción, proporcionar instrumentos de trabajo y ejercer un monopolio económico
en su distrito, así los funcionarios forzaban a los indios a tomar prestamos en metálico
y en suministros. Los indios se veían forzados a producir y consumir, los funcionarios
recibían un salario y la corona se ahorraba los sueldos, esta práctica estaba extendida
en México, y en Perú influyo en la gestación de la rebelión indígena de 1780.
Después de esto, la ordenanza de intendentes (1785 en Perú, y 1786 en México),
acabo con los repartimientos y sustituyo a los corregidores y alcaldes mayores por los
intendentes. La nueva legislación introdujo funcionarios pagos y garantizo a los indios
el derecho de comerciar y a trabajar como quisieran. Debido a esto hubo confusión y
la producción y el comercio salieron perjudicados, así en México y Perú reaparecieron
los repartimientos, y la política de los borbones fue saboteada en las mismas colonias.
Los borbones debilitaron la iglesia. En 1767 expulsaron a los jesuitas, unos 2.500
individuos tuvieron que marcharse de su propia tierra, así como de sus misiones. La
expulsión fue más que todo una reafirmación del control imperial. Porque en América
los jesuitas gozaban de gran libertad, y de un gran poder económico independiente.
Los bienes de los jesuitas, sus extensas tierras y sus ricas haciendas fueron vendidas
a la gente más rica de las colonias, y así los hispanoamericanos consideraron la
expulsión como un acto de despotismo, un ataque directo contra sus compatriotas y a
sus propios países.
El ejército constituía otro foco de poder y privilegio. España no disponía de los medios
para mantener grandes guarniciones en América y se apoyaba principalmente en
milicias americanas, pero igual las medidas borbónicas tenían a menudo
consecuencias contradictorias: para estimular el reclutamiento, se les brindaba a los
miembros de la milicia el fuero militar, un estatus que daba a los criollos, y hasta cierto
punto incluso a las castas, los privilegios y las inmunidades de que ya disfrutaban los
militares españoles. Así, España creo un arma que en última instancia podía volverse
contra ella (se produjo la americanización del ejército regular, y probo ser un proceso
irreversible).
Al mismo tiempo que limitaban los privilegios en América, los borbones ejercían un
mayor control económico, obligando a las economías locales a trabajar directamente
para España, y enviar a la metrópoli excedente de producción y los ingresos que
durante años se habían retenido en las colonias. Los nuevos ingresos normalmente no
se gastaban en América ni en trabajo ni servicios públicos.
La confiscación de la riqueza de la iglesia fue el resumen de la política colonial
española en la última década del imperio. Si bien los efectos de tal medida no
condujeron a la catástrofe y la rebelión, de todos modos, resultaron nefastos para
España. La expropiación unió a ricos y a pobres, españoles y criollos, en su oposición
a la interferencia imperial y en busca de un mayor control sobre sus propios asuntos.
Los reformadores borbónicos al principio reorganizaron el comercio colonial para
rescatarlo de la mano de los extranjeros y para asegurar los retornos a beneficio
exclusivamente de España. Estos bajaron la tarifa y autorizaron el comercio entre las
colonias. Se fue extendiendo un comercio libre y protegido entre España y América,
que en 1778 se aplicó a Bs As, Chile y Perú, y en 1789 a Venezuela y México.
España siguió siendo una casi metrópolis, apenas más desarrollada que sus colonias.
Pero, ¿Qué hizo el comercio libre en favor de Hispanoamérica? Sin duda estimulo
algunos sectores de la producción colonial. Las rutas comerciales tradicionales de
América se ensancharon y las exportaciones americanas a España se multiplicaron a
partir de 1782. Igual, las colonias aún estaban excluidas del acceso directo a los
mercados internacionales a excepción de las vías que abría el contrabando.
La función de España como imperio y la dependencia de América fueron puestos a
prueba por última vez durante la larga guerra que hubo con Gran Bretaña desde 1796.
En abril de 1797, tras la victoria sobre la flota española, el almirante Nelson coloco a
un escuadrón británico frente al puerto de Cádiz e impulso su bloqueo total. Al mismo
tiempo, la armada real británica bloqueo los puertos hispanoamericanos, y las
consecuencias fueros nefastas, produciendo un descenso de las importaciones
españolas.
El gobierno español temía perder el control en beneficio del comercio puesto que
durante este periodo el comercio colonial quedo casi completamente en manos de los
extranjeros. Los barcos españoles no podían hacer la ruta comercial, debido al
dominio británico. El gobierno español prohibió de nuevo el comercio con neutrales por
el decreto en 1800, pero para entonces América se había habituado a tratar
directamente con sus clientes y proveedores y el comercio con los extranjeros ya era
imparable, y así tuvo que aceptar la realidad.
El monopolio comercial español concluyo de echo en el periodo de 1797-1801.
Entretanto, el comercio de los Estados Unidos con las colonias españolas alcanzo
unas cifras espectaculares. Es cierto que la paz de América de 1802 permitió que
España restableciera su comunicación con las colonias y que los comerciantes
llegaran de nuevo a los puertos y marcados de América. Hubo un resurgimiento
comercial, en si era imposible restaurar el viejo monopolio: las colonias ahora tenían
establecido unos fuertes vínculos comerciales con los extranjeros, especialmente con
los Estados Unidos.
Los últimos restos del poderío naval español fueron barridos. El 5 de octubre de 1804,
anticipándose a la guerra formal con España, una fragata británica interceptó una gran
flota que trasportaba metales precisos. Al año siguiente, en Trafalgar, se completó el
desastre, España quedaba asilada de América.
Al desmoronarse el mundo hispánico, las colonias empezaron a protestar, ya que sus
exportaciones quedaban bloqueadas y se devaluaban, y las importaciones eran
escasas y caras. Y de nuevo otros países concurrieron a sustituir a España.
Así, la situación favorecía de nuevo la expansión del contrabando inglés, que
proporcionaba beneficios y a la vez la fuerza para la guerra, demostrando a las
colonias como “los ingleses sacan de nuestras mismas posiciones el dinero que les da
la fuerza con que nos destruyen”. Para España existía un solo medio para
contrarrestar el contrabando, y era la admisión del comercio con neutrales, así, en
1805 se autorizó de nuevo este tipo de comercio, pero esta vez sin la obligación de
regresar a España. Ahora la metrópolis quedaba virtualmente eliminada del atlántico.
En 1806, una fuerza expedicionaria británica procedente del cabo de Buena
Esperanza ocupo Bs As. Los invasores calcularon correctamente que tenía poco que
temer al virrey español, pero subestimaron el deseo y la habilidad de la población de
Bs As para defenderse a sí misma. Un ejército local dirigido por Liniers ataco a los
británicos y los obligo a capitular. La original expedición no había sido autorizada, pero
el gobierno británico cayo en la tentación de querer continuara y le envió refuerzos en
1807.De nuevo la reacción local fue decisiva. El incompetente virrey fue depuesto por
la audiencia y Liniers fue nombrado capitán general.
La invasión británica a Bs As enseño varias lecciones. Quedo bien claro que los
americanos no querían pasar de un poder imperial a otro, también se puso en
evidencia la inoperancia de las defensas coloniales y se humillo a la administración.
En la segunda de la mitad del siglo 18, las nuevas oportunidades existentes llevaron a
un creciente número de españoles a América. Algunos buscaron empleo en la
burocracia y otros en la ruta del comercio, y los inmigrantes llegaron a conformar una
exitosa clase de empresarios.
Los americanos se sentían víctimas de la nueva invasión, de una nueva colonización,
de un nuevo asalto español sobre el comercio y los cargos públicos.
Todos los españoles podían ser iguales ante la ley, pero la ley no lo era todo.
Esencialmente, España desconfiaba de los americanos en puestos de responsabilidad
política, los peninsulares aun eran preferidos para los cargos altos.
La primera generación de americanos se sentía bajo una gran presión porque
continuamente eran desafiados por una nueva ola de inmigrantes y, al estar más cerca
de los europeos, era más agudamente consientes de las desventajas que pesaban
sobre ellos. Para los criollos, la obtención de una plaza de funcionarios constituía una
necesidad y no un honor.
El gobierno imperial salió de su largo compromiso con los americanos y desde 1750
empezó a reafirmar su autoridad, reduciendo la participación criolla tanto en la iglesia
como en la administración. Los más altos cargos eclesiásticos se reservaron de nuevo
para los europeos. Entre los nuevos intendentes era raro encontrar un criollo.
El objetivo de una nueva política era desamericanizar el gobierno de América, y esto
se consiguió. Se acabó con la venta de los cargos de la audiencia, se redujo el número
de puestos ocupados por los criollos y a partir de entonces raramente fueron
designados para ocupar puestos en su zona de origen.
La conciencia de las diferencias existentes entre criollos y peninsulares se acrecentó
con el nuevo imperialismo. Tal como observo Alexander von Humboldt: “el europeo
más miserable, sin educación y sin culto intelectual, se cree superior a los blancos
nacidos en el Nuevo continente”.
Si los criollos tenían un ojo puesto en sus amos, tenían el otro sobre sus sirvientes.
Los criollos eran muy conscientes de la presión social existente desde abajo y se
esforzaron por mantener a distancia a la gente de color. Los peninsulares eran blancos
puros, aunque fueran pobres inmigrantes. Los americanos eran más o menos blancos,
incluso los más ricos eran conscientes de la mezcla racial existente, y estaban
preocupados por demostrar su blancura, aunque fuera necesario ir a los tribunales. La
cuestión racial se complicaba con los aspectos sociales, económicos y culturales, y la
supremacía blanca no fue discutida, tras estas estaban los indios, mestizos, los negros
libres, mulatos y esclavos.
En sí, la política borbónica dio mayor movilidad social, los pardos fueron admitidos en
las milicias, también pudieron comprar su blancura legal con las cedulas de gracias al
sacar, los solicitantes que la obtuvieran fueron autorizados a recibir educación, a
casarse con blancos, a tener cargos públicos y a entrar en el sacerdocio. De este
modo el gobierno imperial reconocía al creciente número de pardos y buscaba la
manera de calmar la tensa situación social existente al hacer desaparecer las mayores
formas de discriminación. El resultado fue que las líneas entre los blancos y las castas
se diluyeron, y los blancos reaccionaron vivamente ante estas concesiones.
Si bien existió una reacción española en las últimas décadas del dominio imperial,
también hubo un contragolpe criollo. Los criollos perdieron la confianza en el gobierno
español y empezaron a poner en dudad la voluntad de España en defenderlos. En
estas circunstancias, cuando la monarquía se derrumbó en 1808, los criollos no
podían permitir que el vacío político se mantuviera así, y que sus vidas y bienes
quedaran sin protección. Tenían que actuar rápidamente.
Las gritas de la economía colonial y las tensiones de la sociedad colonial se mostraron
con claridad en el motín y la rebelión. La política borbónica respecto a los indios
también resultaba contradictoria, arrancaba con el deseo de protegerlos de los abusos
y la explotación excesiva que padecían y como contribuyentes y abastecedores de
mano de obra.
Las rebeliones mostraron la existencia de profundas tensiones sociales y raciales,
conflictos e inestabilidad, que habían permanecido adormecidas a lo largo del siglo 18
y estallaron de repente cuando la presión fiscal y otros agravios dieron lugar a la
alianza de distintos grupos sociales contra la administración y ofrecieron a los sectores
más bajo la oportunidad de rebelarse.
¿Aspiraba Estas rebeliones a la independencia? Las autoridades españolas lo
aseguraban. Pero la auténtica rebelión era contra los privilegios de los blancos, ya
fueran criollos o españoles, y su deseo final era acabar con el sometimiento de los
indios.
Los hombres eran primeramente mexicanos, venezolanos, peruanos, chilenos y era en
su propio país y no en América donde encontraban su hogar nacional.
¿De qué fuente se alimentaba esta conciencia nacional? Gracias a una original
literatura americana. Los escritores criollos de México, Perú y Chile expresaban y
nutrían un y nuevo despertar. Entre los primeros se encuentran los jesuitas criollos que
fueron expulsados de su tierra en 1767, los cuales en el exilio se convirtieron en los
precursores del nacionalismo americano. La mayoría de los jesuitas exiliados tenían
otro objetivo: escribían para hacer desaparecer la ignorancia que los europeos tenían
sobre sus países. Aunque no se trataba aun de una literatura nacional, contenía un
ingrediente esencial del nacionalismo: la conciencia del pasado histórico de la patria.
El periodo de la pre independencia vio el nacimiento de una literatura de identidad en
la que los americanos glorificaban a sus países, exaltaban sus recursos y valoraban a
sus gentes. Aunque se trataba de un nacionalismo cultural más que político y que no
era incompatible con la unidad del imperio, preparo a la gente para la independencia,
al recordarles que América tenia recursos independientes y que los tenía en sus
manos.
El nuevo americanismo tuvo un poder más fuerte que la ilustración.
La América española pudo conocer la nueva filosofía directamente de sus fuentes
originales en Inglaterra, Francia y Alemania, ya que la literatura de la ilustración
circulaba con relativa libertad. En México existía un público para las obras de Newton,
Locke, Adam Smith, Voltaire, Rousseau. En Perú había un grupo de intelectuales,
algunos de ellos salidos del real colegio de San Carlos que admiraban a Locke,
Descartes y Voltaire, y estaban familiarizados con las ideas de contrato social.
¿Pero qué significaba todo ello? La ilustración de ningún modo era universal en
América, su expansión fue escasa. Cronológicamente su impacto fue tardío. Las
revoluciones de 1780-1781 tenían muy poco, si es que algo tenían, del pensamiento
de la ilustración. Su difusión se incrementó en la década de 1790.
En general, la ilustración inspiro en sus discípulos criollos, más que una filosofía de
liberación, una actitud independiente ante las ideas e instituciones recibidas, significo
una preferencia por la razón frente a la autoridad.
Pero aun así había cierto número de criollos que miraban más allá de la reforma, hacia
la revolución. Francisco de Miranda transformo la ideología en activismo. Lo mismo
hizo Simón Bolívar, cuya educación liberal, amplias lecturas y extensos viajes por
Europa les abrieron la mente a nuevos horizontes, en particular al ejemplo político
inglés y el pensamiento de la ilustración. Hobbes y Locke, Rousseau todos le
imprimieron el gusto por la razón, la libertad. En el rio de la Plata, Manuel Belgrano,
Mariano Moreno, en Nueva Granada Pedro Fermín de Vargas, Antonio Nariño.
Las revoluciones de América del Norte y Francia condujeron la ilustración a la vida
política. En torno a 1810 la influencia de los Estados Unidos se ejercía por su misma
existencia, el cercano ejemplo de libertad y de republicanismo se mantuvo como una
activa fuente de inspiración en Hispanoamérica. Los trabajos de Tom Paine, los
discursos de John Adamns y Washington circulaban por el continente suramericano.
Varios precursores y dirigentes de la independencia visitaron los Estados Unidos y
vieron en directo el funcionamiento de las instituciones libres.
El modelo de revolución que ofrecía Francia conto con menos adeptos. En 1799
Miranda dijo “Dos grandes ejemplos tenemos delante de los ojos: la revolución
americana y la francesa”. A medida que la revolución francesa se volvió más radical,
atraía menos a la aristocracia criolla. La vieron como un moustro de democracia
extrema y anarquía, que, si era admitida en América, destruiría el mundo de privilegios
que disfrutaban.
En 1807-1808 cuando Napoleón decidió reducir a España totalmente a su voluntad e
invadió la península, el gobierno borbónico se hallaba dividido y el país se encontraba
sin defensas al ataque. En marzo de 1808 una revolución cortesano obligo a Carlos IV
a despedir a Godoy y a renunciar en favor de su hijo Fernando. Los franceses
ocuparon Madrid y Napoleón indujo a Carlos y Fernando VII a desplazarse a Bayona.
Allí, en 1808, obligo a ambos a renunciar y al mes siguiente proclamo a José
Bonaparte rey de España y de las Indias.
En España el pueblo se levantó y empezó a luchar por su independencia. A finales de
mayo de 1808 las juntas provinciales habían organizado la resistencia ante el invasor y
en septiembre se formó la Junta Central. Esta quería unificar la oposición frente a
Francia, y en 1809 publicó un decreto estableciendo que los dominios de América no
eran colonias, sino que eran una parte integrante de la monarquía española.
En América estos sucesos crearon una crisis de legitimidad política y de poder.
Tradicionalmente la autoridad había estado en manos del rey, pero ahora no había
rey. Esta situación planteo la cuestión de la estructura del poder y de su distribución
entre los funcionarios imperiales y la clase dominante local.

Génesis de los Movimientos de emancipación

El reforzamiento del sistema colonial y el nuevo contexto internacional motivaron


diversos movimientos de protesta a fines del siglo 18. Algunos proyectaban
independencia, otros eran más limitados.
En Perú, en 1780 fue escenario de un levantamiento indígena conducida por Túpac
Amaru. Este episodio fue considerado como un antecedente del movimiento de
emancipación. Sin embargo, en el fondo, pertenece más a la categoría de protestas
sociales, ya que su principal causa eran los abusos contra los indígenas por parte de
los corregidores, acusados de explotar, maltratar, destruir los obrajes. De igual manera
el movimiento era vago, ya que, en la mayor parte de su duración, Túpac se dijo fiel al
rey. Solo en la etapa final, se hizo proclamar rey. Se trató, sin embargo, de un episodio
de gran importancia, que hizo temblar el virreinato y tuvo repercusiones en toda la
región, en 1781, otro líder indígena, Túpac Catarí, dirigió una nueva rebelión, que
amenazo seriamente a la ciudad de la Paz.
La revuelta conocida como la de los comuneros, tuvo orígenes sociales diferentes. Los
comuneros no aspiraban a tomar el poder, sino a imponer un conjunto de peticiones a
las autoridades coloniales. Entre ellas figuraban: baja de impuestos, libertad para
cultivar por ejemplo el tabaco, respeto de las tierras indígenas. El gobierno imperial
fingió negociar, pero solo se trató de una maniobra para preparar un contrataque
militar, con el cual se logró recuperar el control de la situación.
Las diversas conspiraciones que se dieron en este fin de siglo tuvieron un contenido
más político, de inspiración claramente subversiva, ya que apuntaban a la
independencia. No lograron transformarse en movimientos de masas, pero indican un
estado de ánimo que buscaba trasformaciones importantes. La serie comienza en
1781 con la “conspiración de los tres Antonio” en Chile, dicho plan incluía medidas
sociales, como el reparto de tierras, en México se llevaron dos conspiraciones en 1794
y 1799 las cuales no fueron viables y terminaron con arrestos y fusilamientos, como a
menudo se resolvían estos asuntos.
En Brasil, en 1778 encontramos una rebelión armada en Minas Gerais no solo con el
fin de establecer una república sino también había intensiones de abolir la esclavitud y
anular las deudas con Portugal, pero fueron descubiertos, y su mayor referente, José
Joaquín da Silva (tiradentes) fue decapitado. Un movimiento más radical, también en
las colonias portuguesas conocida como “los sastre de bahía” en 1798 precisamente
en Bahía, hizo visualizar el descontento social el cual iba en aumento.
Las aspiraciones nacionalistas se habían manifestado también en las obras de ciertos
intelectuales. No eran obras destinadas a la independencia, pero continuaban forjando
una conciencia patria. Una de ellas por ejemplo fue “la historia natural y civil del reino
de Chile, obra del jesuita Juan Ignacio Molina, o en 1780, el Mexicano Francisco Javier
Clavijero público “una historia del México antiguo” obra destinada a combatir los
prejuicios de ciertos sabios europeos contra el nuevo mundo.
Otros intelectuales, El ecuatoriano Francisco Santa Cruz y Espejo, había puesto en
1791 que se concediera una situación de autonomía a los dominios americanos. En
ese mismo año, Juan Pablo Viscardo público su “Carta a los españoles americanos”
contenido favorable a la independencia. En México Fray Servando de Mier.
Es una época en la que no existían partidos políticos, las discusiones ideológicas y la
difusión de las ideas se llevaban a cabo en las logias masónicas. En Europa, Miranda
había formado una logia dedicada específicamente a los hispanoamericanos, en el
cual se encontraban varios de los futuros líderes independistas, como ser O’Higgins,
San Martin, José Sucre, Simón Bolívar etc
El hecho decisivo para el comienzo del proceso de independencia fue la invasión de la
península ibérica por Napoleón, entre 1807 y 1808. El rey Carlos IV fue obligado a
renunciar al trono y su hijo, que debía reinar con el nombre de Fernando VII,
abdico(renuncio) en favor de Napoleón, y así, José Bonaparte, hermano de Napoleón,
se instaló en el poder. Al mismo tiempo, la familia real portuguesa huía hacia Brasil.
Ambos acontecimientos iban a cambiar el curso de la historia, pero siguiendo distintas
vías.
Los sucesos en España provocaron una crisis política, causada por la ausencia del
rey. Además, se temía que Napoleón extendiera sus ambiciones territoriales hacia el
nuevo mundo. En este contexto, los criollos optaron por destituir a las autoridades
coloniales, remplazándolas por Juntas de gobierno, encargadas de ejercer el poder
durante la ausencia del rey, así se seguía el ejemplo de los españoles en la península,
formando juntas en oposición a Napoleón.
Este movimiento comenzó en 1809, con experiencias pioneras en Quito, Chuquisaca y
La Paz, pero que habían fracasado. Al año siguiente, los criollos tuvieron más éxito,
los vecinos de clase alta de Bogotá, Caracas, Bs As, Quito, formaron juntas, obligando
a las autoridades coloniales a renunciar. De igual manera, varias colonias
permanecieron sin cambios, controladas por las autoridades realistas.
Así, los criollos estaban en el poder solamente en una parte de la colonia. Además, la
formación de las juntas no significaba una declaración de la independencia. Al
contrario, los nuevos dirigentes se habían comprometido a gobernar en nombre del
amado monarca Fernando VII, mientras durara su prisión en España.
JOSE DEL POZO
En Hispanoamérica, las reformas borbónicas, que reafirmaban, con éxito parcial, el
poder de España en sus colonias y la ubican como intermediadora entre estas y las
potencias industriales, tuvieron algo que ver sin dudas, pero no hay que exagerar, dice
Halperin, su importancia. Las reformas borbónicas habían mejorado la eficacia de la
administración: ello implica malestar de los sectores criollos, que ahora se sentían más
controlados por la Metrópolis. Además, este malestar se potenciaba por que las
reformas habían otorgado los cargos burocráticos a los peninsulares. Pero según el
autor, el proceso de reformas político-administrativo de las colonias no pueden explicar
la rapidez del proceso de independencia política respeto de las metrópolis, más bien,
las reformas prefiguran cambios y conflictos a largo plazo.
La causa principal del fin del orden colonial tampoco radica en la renovación ideológica
del siglo XVIII que, si bien era ilustrada, no era por ello precisamente revolucionario o
anticolonial, a lo sumo, se le achacaba al régimen colonial sus limitaciones
económicas, su cerrojo social o sus características monopólicas. Sera pues, de
fundamental importancia, los hechos ocurridos en el frente extremo, más precisamente
en Europa: la revolución francesa y sus consecuencias jugarían un papel fundamental
para darle el golpe de gracia la decadente España y a Portugal también.
Antes de la independencia, más allá de la reforma, se visualiza la degradación del
poder español, sobre todo a partir de 1775. La revolución francesa había llevado a la
guerra marina a Francia e Inglaterra, de cual España no estaba exenta. Las
consecuencias de ello fue una incomunicación entre España y sus colonias, que
imposibilitaba él envió de soldados y el monopolio comercial. Así, España adoptaría
algunas medidas de emergencia que flexibilizaban el comercio de las colonias (y era
bien vista por los criollos). Pero las colonias ahora no tenían mercados asegurado y se
acumulaban el stock, los productores y comerciantes criollos comenzaban a ver en
España el principal obstáculo a sus intereses. Se empieza a plantear la disolución del
lazo colonial, con distintos matices.
Luego de la guerra por la independencia española, que aseguro la vuelta al trono de
Fernando VII y la alianza con Inglaterra, España pudo retomar el vínculo –ya muy
trasformado y sin vuelta a tras-con sus colonias. Pero España se encuentra debilitada,
militar y económicamente, y la presencia de Inglaterra daba el golpe final al viejo
monopolio. Además, a nivel local, las elites criollas y los peninsulares son hostiles
entre sí. El problema más importante era el del lugar de los peninsulares en las
colonias. Las revoluciones comenzaron por ser intentos de las elites criollas urbanas
por reemplazarlos en el poder político. La administración colonial, por su parte, apoyó
a los peninsulares.
La ocupación de Sevilla en 1810 y el traslado del poder real español a Cádiz
estuvieron acompañados de revoluciones pacíficas en muchos lugares, que tenían por
centro al Cabildo, institución con fuerte presencia criolla (variable según las regiones).
Los cabildos abiertos establecerán las juntas de gobierno que reemplazarán a los
gobernantes designados desde España.
Una aclaración: los revolucionarios no se sentían rebeldes, sino herederos de un
poder caído, probablemente para siempre. No hay razón alguna para que
se opongan a ese patrimonio político-administrativo que ahora consideran suyo y
al que lo consideran como útil para satisfacer sus intereses.
Se abrirá entonces una guerra civil que surge en los sectores privilegiados (criollos
versus peninsulares): cada uno de los bandos buscará, para ganar, conseguir
adhesiones en el resto de la población. La participación de las masas en la revolución
será muy variable según las regiones. Por ello, hay que tener cuidado de no reducir el
proceso revolucionario a un mero conflicto interno entre las elites del orden colonial.
Hasta 1814, España no podrá enviar tropas contra sus posesiones sublevadas.
HALPERIN DONGHI

Las políticas exteriores de las grandes potencias, y sus incidencias en los sucesos
históricos de la región

Los procesos y escenarios independentistas: grupos y proyecciones políticas.

Ante la desconfianza entre criollos y españoles, pronto estallo el conflicto armado. La


guerra, que comenzó desde 1811, se desarrolló principalmente en el norte de
Sudamérica, en donde Simón Bolívar fue protagonista, en el Alto Perú, Noroeste
Argentino, Chile Central, y el área cercana a Bs As.
En esta última región (Bs As), La Junta fracaso en su tentativa de mantener la
cohesión del antiguo virreinato, que se fragmento en pedazos debido a los constantes
desencuentros entre las distintas regiones, sobre todo el intento porteño de centralizar
el poder. Los porteños debieron aceptar la existencia de gobiernos autónomos en las
ciudades del interior, que mantenían una relación áspera con la capital.
Paraguay fue la primera colonia en definir su propio destino, declarando la
independencia desde 1811, esto se dio en buena medida por la situación aislada del
país y por la actitud de una sociedad dominada, analfabeta y sumisa. Los criollos de la
pequeña colonia, dirigido por Francisco Yergos y Gaspar Rodríguez de Francia,
vencieron sin muchas dificultades a Bs As, después de estos los porteños no tuvieron
muchas ocasiones de insistir, ya que sus fuerzas estaban destinadas a la guerra en el
Alto Perú, donde la suerte le fue generalmente adversa.
En esta región (Alto Peru), donde la influencia del virrey Abascal se hacía sentir, los
porteños hicieron cuatro campañas con el llamado “Ejercito del Norte”, con la que
contaba con el apoyo indígena, pero no pudieron derrotar a los realistas. Estos últimos
ganaron varias batallas entre 1813 y 1815, especialmente la de Sipe-Sipe.
Bs As perdió también el control sobre la llamada Banda Oriental. El líder criollo
Gervasio José Artigas, que desconfiaba de los porteños, prefería participar de la liga
federal, formada por las provincias del noroeste (Santa Fe, Corrientes, Misiones, Entre
Rio y Córdoba). Pero, Artigas no pudo mantener por mucho tiempo el dominio del país:
tuvo que luchar con las fuerzas de Bs As y más tarde contra los portugueses. El
destino final de la banda oriental solo se decidiría a fines de los años 1820.
Las numerosas derrotas militares sufrida por el ejército de Bs As fueron causa de
inestabilidad. La violencia política hizo su aparición: el virrey Liniers, fue fusilado en
1810, y más tarde Martin de Alzaga, español que intento derribar al nuevo gobierno,
corrió la misma suerte. En 1812, José de San Martin, un joven militar, que había
abrazado la causa de la independencia llega a Bs As. Su aporte fue de suma
importancia, ya que reorganizo las fuerzas militares porteñas, creo la logia Lautaro y
preparo más tarde a los ejércitos de los Andes, en Mendoza, que sería clave para
liberar Chile y Perú. Pero la inestabilidad siguió presente, estableciendo un sentimiento
de inseguridad ante un posible ataque realista. Por ello, en 1814 Manuel Belgrano fue
enviado a Europa, intento interesar a algún príncipe europeo a ascender al trono en Bs
As. Y Carlos Alvear, tras llegar a dirigir el gobierno de la ciudad en 1815, preparo un
plan secreto donde se pedía la anexión del país a Gran Bretaña. Estos planes por
suerte no se concretaron, en 1816 Alvear perdió el poder y Bs As logro organizar un
congreso en Tucumán, que proclamo oficialmente la independencia del país,
denominad “Provincias Unidas de América del sur”. Más tarde, el congreso dicto una
constitución centralista, la que nunca fue aceptada plenamente, y así el nuevo país
viviría en medio de una estabilidad permanente por las rivalidades entre Bs As y las
provincias.
En Chile, los patriotas tuvieron éxito en algunas batallas, en 1813, pero la situación se
hizo más incierta al año siguiente. Las noticias de la derrota de Napoleón, la
evacuación de España por los franceses y el inminente regreso al trono de Fernando
VII, llevaron a los dirigentes criollos a negociar con los jefes españoles. Abascal
redacto un tratado en el cual Chile conservaría su autonomía, pero reafirmando su
lealtad al rey, de igual manera ninguna de las partes respeto el tratado, y así la guerra
continua. Los patriotas estaban divididos por la rivalidad entre sus principales líderes,
José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, que llegaron a enfrentarse en una
verdadera guerra civil. En estas circunstancias, los patriotas perdieron la batalla de
Rancagua, este hecho provoco el exilio masivo a Mendoza y marco el comienzo de la
reconquista española, que duro hasta comienzos de 1817. En este mismo año, el
ejército formado en Mendoza por San Martin, junto a O’Higgins atravesó la cordillera,
derroto a los realistas y recupero el poder, así la independencia fue proclamada en
1818, con O’Higgins como jefe de gobierno del nuevo país.
En el antiguo virreinato de Nueva Granada, la lucha fue aún más larga. Tanto en
Colombia como en Venezuela los patriotas estaban divididos. Además, los patriotas
tuvieron muy poco éxito en ganar el apoyo de los negros y mulatos, poco
entusiasmados en acompañar el movimiento.
En Venezuela, una primera experiencia republicana, entre 1811 y 1812, terminó mal,
ya que los patriotas fueron vencidos por los realistas. Miranda, que había vuelto de
nuevo de Europa a participar a la lucha por la independencia, fue acusado de traición,
y por ello Bolívar lo entregó a los españoles, terminando su vida en una cárcel de
España. Bolívar hizo una segunda campaña, la cual lanzó su famosa proclama
llamando a la “guerra a muerte”, con la que intentaba afirmar el sentimiento patrio.
Reconquistó Caracas, pero terminó siendo vencido nuevamente, y se exilió en
Jamaica. Luego fue a Haití, donde recibió una generosa ayuda del gobierno, dos
barcos, armas y 200 hombres. Esta experiencia le hizo tomar mayor conciencia de la
necesidad de una actitud más decidida respecto a la abolición de la esclavitud.
Mientras, en Colombia, los patriotas se enfrentaban por las armas para decidir si el
país sería organizado siguiendo una orientación federalista o centralizada. Esto
favoreció la reconquista española, por parte del ejercito dirigido por Pablo Portillo, el
cual procedió con una importante represión y fusilamientos contra los principales
dirigentes patriotas. La tercera campaña de Bolívar trajo la liberación de los dos
países. Su éxito se debió en parte al debilitamiento del ejército español por las
enfermedades tropicales y la organización de tropas llaneras bajo el mando de José
Antonio Páez. Otro jefe militar que empezó a distinguirse en esta etapa fue el
colombiano Francisco de Paula Santander, Ambos serían más tarde presidentes de
Venezuela y de Colombia. En 1819 los patriotas ganaron la batalla de Boyacá. Este
éxito fue seguido por la organización de un congreso en Angostura, que proclamó la
creación de la Gran Colombia, que unía Colombia con Venezuela y con lo que sería
más tarde Ecuador, con Bolívar como jefe de Estado.
Estos éxitos permitieron iniciar la liberación del Perú, el último bastión español de
América del Sur. Pero el virreinato era un enemigo temible. La voluntad de
independencia de los peruanos era débil: el único movimiento de importancia contra el
poder español había sido protagonizado por un cacique indígena de la región de Puno,
Mateo Pumacahua, pero la rebelión no tuvo éxito. Esta experiencia reforzó la actitud
conservadora de la elite peruana. El virrey Abascal siguió instalado sólidamente en el
gobierno y logró éxitos significativos contra los ejércitos de Buenos Aires. Pero su
sucesor, Joaquín de Pezuela, debió afrontar un ataque venido desde Chile,
comandado por San Martin y acompañado por O’Higgins. San Martín logró ocupar
Lima y declaró la independencia, en julio de 1821, siendo nombrado “Protector” del
país. Pero estaba lejos de controlar la totalidad del país, ya que los realistas
dominaban gran parte del interior. San Martín prefirió negociar: ofreció a los dirigentes
españoles que aceptaran la independencia peruana, diciéndoles que el país sería
gobernado por un príncipe nombrado por Fernando VII, conversaciones que no dieron
sus frutos. El general argentino se reunió en Guayaquil con Bolívar, en 1822, para
diseñar una estrategia común. Pero sus tendencias monárquicas no eran compatibles
con el republicanismo del líder venezolano. Decepcionado, San Martín optó por
abandonar la política, partiendo a Europa en un exilio voluntario, que duraría hasta el
final de su vida.
Así, la liberación definitiva del Perú sería la obra de Bolívar. Pero la organización de
una fuerza capaz de ganar la victoria tomó tiempo. Entre 1823 y comienzos de 1824,
el contexto no era favorable, poseía una economía destruida, Simon Bolivar no pasaba
por un buen momento de saludu, muchos de sus seguidores políticos se pasaron para
el bando contrario, y asi Lima fue ocupada por las fuerzas realistas.
La llegada de tropas desde Colombia permitió cambiar la situación. En el norte del
Perú se formó un ejército internacional compuesto principalmente por colombianos, de
peruanos, chilenos, argentinos y europeos. Bajo el mando de Sucre, ese ejército ganó
las victorias de Junín y de Ayacucho, esta última, la batalla decisiva en diciembre de
1824. La derrota realista fue en parte causada por la división de sus fuerzas. La
liberación de América del Sur estaba asegurada.
Dos nuevos países nacieron en los años posteriores. En el Alto Perú, Sucre completó
la victoria patriota, en 1825, venciendo a Olañeta. Cediendo a las presiones de la elite
criolla, declaró que la región constituiría un nuevo país, llamado Bolivia en homenaje al
libertador venezolano. Esta decisión se tomó pese a la decepción de Lima y de
Buenos Aires, ya que cada una de las capitales reclamaba su derecho a integrar ese
territorio. En fin, en 1828, la Banda oriental, que era objeto de una guerra entre Brasil y
Buenos Aires, se transformó en un país independiente, Uruguay, decisión tomada
como solución a una confrontación sin vencedor, y en la cual infl uyó una mediación

Guerras por laIndependencia

Hacia una hipótesis sobre los movimientos de ruptura

La pugna federal-unitario

A la hora de establecer la estructura política y jurídica, apareció un factor que va a


influir de manera relevante en la ruptura de Hispanoamérica, la cual fue la pugna
creada por los diferentes planeamientos políticos que sostenían sobre cómo organizar
los nuevos estados independientes. Para unos, la formula federal, a imagen de los EE.
UU, esta era la ideal para conseguir la solidaridad, y evitar las rivalidades internas.
Para otros, por el contrario, el federalismo amenazaba con la desintegración y frente a
él defendían el centralismo, siguiendo el patrón francés y el modelo tradicional
español. Cada postura poseía intereses económicos diferentes.
Las provincias unidas sufrieron importantes choques entre unitarios y federales,
representado en el enfrentamiento de Buenos Aires con las provincias. Ese largo
conflicto estuvo determinado por la estructura socioeconómica existente, en la que una
clase alta, formada por ricos estancieros, dominaban sobre el resto de la población.
Cuando en 1826, bajo la presidencia de Bernardino Rivadavia, se produce una
constitución centralista iniciándose un programa de reformas destinadas a modernizar
el país, tales como la libertad de prensa, la creación de una banca nacional, el recorte
del poder de la iglesia, a la cual la iglesia misma, los estancieros y los federalistas se
opondrían con todas sus fuerzas. Los estancieros apoyaron a uno de ellos, Rosas,
quien será nombrado gobernador de Bs As, donde practico una política dictatorial
(dictadura) claramente favorable a la capital.
Después de la dictadura de Juan Manuel, se convocó a un congreso bajo la
presidencia de Justo José de Urquiza, y se llevó a la constitución nacional de 1853 la
cual establecía la división de los poderes, un parlamento bicameral (dos cámaras) con
sufragio masculino, y una estructura administrativa que buscaba el equilibrio entre el
poder central y las aspiraciones provinciales, pero eso no significo la desaparición de
los caudillos, prueba de ello fue que Bs As se separó del congreso y constituyo un
auténtico estado formado por la gran ciudad y su provincia frente al resto del país, o
sea frente a la Confederación con capital en Paraná, gobernada por Urquiza.
Recién en el año 1862 Bartolomé Mitre fue elegido primer presidente constitucional de
la nación que, por primera vez, podía llamarse propiamente Argentina.

. Los conflictos entre liberales y conservadores

Durante la lucha emancipadora y en los primeros años de vida independiente, no se


puede hablar de la existencia de partidos políticos, sino más bien de grupos con
afinidades en sus planteamientos que se reunían en logias masónicas, que, con el
amparo de la libertad de prensa, se crean medios de comunicación a través de los
cuales se conectan y extienden sus ideas. En la segunda mitad del siglo, factores tales
como la maduración de las clases dirigentes, una circunstancia económica favorable, y
la llegada de grandes cantidades de inmigrantes harían que estos grupos se
convirtieran en partidos políticos.
No obstante, desde el principio se fueron perfilando dos grupos claramente distintos,
los liberales, y los conservadores, en cuanto a los primeros se incorporaban en las
ciudades de categoría secundaria y que pertenecían a la intelectualidad y a las clases
medias, en tanto que los conservadores provenían del campo y de las elites
tradicionales capitalinas y entre ellos predominaban los terratenientes y los altos
cargos de la milicia y el clero.
Algunas diferencias eran que los liberales, que dominaron los primeros momentos de
la independencia, se mostraron partidarios al federalismo y defendieron con más
firmeza los derechos de los ciudadanos, libertad, igualdad y derechos civiles. En
economía, las diferencias son más difíciles de establecer, ya que ambos grupos eran
partidarios del libre mercado y coincidían con la política fiscal y económica.
Uno de los lemas de la independencia había sido la libertad de los pueblos y de los
individuos, en determinados lugares como en México de Hidalgo, Venezuela de
Bolívar, Chile y Bs As, se abolió la esclavitud, pero su importancia como factor
económico llevo a que tanto liberales como conservadores se negaran a decretarla, si
bien, en un proceso temprano e irreversible, hacia los años 50 toda Iberoamérica
había declarado la abolición, a excepción de Brasil, Cuba y Puerto Rico.
La difícil convivencia entre los grupos políticos estuvo marcada no solo por los debates
razonables, sino también por los trágicos episodios que sucederían en todas las
jóvenes republicas.

Guerra Civil, anarquía y caudillismo


En 1825 terminaba la guerra de Independencia dejando un fuerte legado: ruptura de la
estructura colonial. De las ruinas se esperaba que surgiera un orden nuevo, pero se
demoraba en nacer.
En sí, concluida la lucha, no desaparecía la gravitación del poder militar. Sin embargo,
los cambios ocurridos son impresionantes: no hay sector de la vida hispanoamericana
que no haya sido tocado por la revolución. La más visible de las novedades es la
violencia. Esa violencia llega a dominar la vida cotidiana, y los que recuerdan los
tiempos coloniales en que era posible recorrer sin peligro una Hispanoamérica casi
vacía de hombres armados, eso no es ya posible: luego de la guerra es necesario
difundir las armas por todas partes para mantener un orden interno tolerable; así la
militarización sobrevive a la lucha. Pero la militarización es un remedio a la vez
costoso e inseguro: los jefes de grupos armados se independizan bien pronto de
quienes los han invocado y organizado. Para conservar su favor, deben tenerlos
satisfechos: esto significa gastar en armas lo mejor de las rentas del Estado.
Las nuevas repúblicas llegan a la independencia con nutridos cuerpos de oficiales y no
siempre se atreven a deshacerse de ellos. Pero para pagarlos tienen que recurrir a
más violencia, como medio de obtener recursos de países a menudo arruinados, y con
ello dependen cada vez más del exigente apoyo militar. Los nuevos estados suelen
entonces gastar más de lo que sus recursos permiten. La imagen de una
Hispanoamérica prisionera de los guardianes del orden (y menudo causantes del
desorden) comienza a difundirse.
La democratización (proceso de transición política de un tipo de régimen a otro, en
este caso a una democracia ) es otro de los cambios que la revolución ha traído
consigo. Ha cambiado la significación de la esclavitud: si bien los nuevos estados se
muestran con poca voluntad a aboliría, la guerra los obliga a liberaciones cada vez
más amplias; las guerras civiles serán luego ocasión de otras. La esclavitud doméstica
pierde importancia. Sin duda, el negro emancipado no será reconocidos como iguales
por la población blanca, ni aun por la mezclada, pero tienen un lugar profundamente
cambiado en una sociedad que, si no es igualitaria, organiza sus desigualdades de
manera diferente que la colonial.
La revolución ha cambiado también el sentido de la división en castas. Frente al
mantenimiento del estatuto real (y a menudo también del legal) de la población
indígena, son los mestizos, los mulatos libres, en general los legalmente postergados
en las sociedades urbanas. Ya la guerra, como se ha visto, creaba posibilidades
nuevas, en las filas realistas aún más que en las revolucionarias: Iturbide, nacido en
una familia de élite provinciana en México, y en Perú Santa Cruz, Cas-tilla o Gamarra
pudieron así alcanzar situaciones que antes les hubieran sido inaccesibles.
La revolución introducía un nuevo equilibrio de poder, la cual favorecía a la población
rural, que era mayoritaria, en contra de la reducida población urbana
Sin duda, la revolución no había pasado por esas tierras sin provocar bajas y nuevos
ingresos en el grupo terrateniente; al que el orden colonial había mantenido en
posición subordinada, el que asciende en la sociedad postrevolucionaria. Frente a él
las élites urbanas no sólo deben adaptarse a las consecuencias de ese ascenso.
Además, la ha empobrecido: la guerra devora en primer término las fortunas muebles,
tanto las privadas como las de las instituciones cuya riqueza, en principio colectiva, es
gozada sobre todo por los hijos de la élite urbana: la Iglesia, los conventos, las
corporaciones de comerciantes o mineros, donde las hay.
La victoria criolla tiene aquí un resultado paradójico: la lucha ha destruido lo que debía
ser el premio de los vencedores. Debilitadas las bases económicas de su poder por el
coste de la guerra (y por la rivalidad triunfante de los comerciantes extranjeros),
despojados de las bases institucionales de su prestigio social, las élites urbanas deben
aceptar ser integradas en posición muy subordinada en un nuevo orden político, cuyo
núcleo es militar.
Esos cambios derivan, en parte, de que en Hispanoamérica hubo un ciclo de quince
años de guerra revolucionaria. No fue el único hecho importante de esos tres lustros:
desde 1810 toda Hispanoamérica se abrió plenamente al comercio extranjero; la
guerra se acompaña entonces de una brutal transformación de las estructuras
mercantiles, que se da tanto en las zonas realistas como en las dominadas por los
patriotas. HALPERIN DONGHI
America Independiente no va a ser sinónimo de America en Paz. El nuevo camino
estará plagado de enfrentamientos que obstaculizarían la puesta en practica de los
ideales republicanos de convivencia en libertad, y por ende limitaron el desarrollo
económico, duramente afectado por las luchas emancipadoras. La guerra de los
Chihuahuas contra el Gobierno de Juan Jose Flores en Ecuador (levantamiento
armado contra el gobierno autoritario del primer presidente y fundador del ecuador),
también la que protagonizaron los liberales partidarios de Morazan frente a los
conservadores de Carrera en Centroamerica, o la devastadora Guerra Grande de
Uruguay entre los colorados y los blancos, son algunos de los conflictos acaecidos.
Esto, sera el escenario propicio en el que destaquen las figuras de los caudillos. En su
mayoría con origen en la milicia, partidarios del federalismo o de la unión, de
orientación liberal o conservadora, los caudillos, por tanto, ofrecen una imagen
compleja y difícil de definor. No obstante, se ha visto en todos lados la existencia de
fuertes lazoz de lealtad personal con sus seguidores, creados durante la convivencia
en las luchas de liberación.
Las investigaciones mas recientes añaden, que entre el jefe y su grupo, el primero
graftificara a sus seguidores pero, a la vez, el seria cliente de ricos payrones,
generalmente de terratenientes, aunque también los hubo apoyados por el ejercito.
Favorecidas por la debilidad de las instituciones recién creadas y por el deseo de
orden frente a la inseguridad, derrocaron o ayudaron a derrocar gobiernos de forma
violenta con la justificación de representar la voluntad de los oprimidos. En numerosas
ocaciones, su asunción era estimulada por la misma clase política, que veía en elos
elinstrumento necesario parabterminar con el desorden o frenar las peligrosas
aspiraciones de las masas.
Un ejemplo fue el argentino Juan Manuel de Rosas. En 1830 fue elegido gobernador
de Bs As apoyado en la oligarquía terrateniente que se oponía al gobierno unitario y
liberal de Rivadavia. Rosasa, desde el poder creo el Rosismo y defendió y practico
una política que favorecio a los terratenientes y a sus fieles, impulsando el poblmiento
y el reparto de tierras a costas de las zonas indígenas, negándose a gobernar sobre
una constitución, mantuvo la apariencia democrática. Entonces, imponía, interpretaba
y aplicaba leyes, creo la Sociedad Popular Reformadora, club político en el que se
agrupaban sus seguidores: loas apostólicos, que contaban con un grupo armado, la
mazorca, que imponía el etrror y movilizaban a las masas en situaciones que el
consideraba de peligro nacional. Se mantuvo en el poder hasta 1852.
Otro ejemplo lo constituye Gaspar Rodriguez de Francia, el cual favorecido por el
aislamiento geográfico del país y por su propia política, gobernó desde 1814 a 1840
sin congreso, sin constitución, sin prensa, y con un ejercito y red de espias que lo
protegían e informaban, practicando el terror sobre una sociedad dominada.
Practicamente, durante todo el siglo, las guerras civiles y la violencia dejaron su
terrible rastro por todo Iberoamerica. BLAS ZABALETA.

La actitud internacional ante los procesos de independencia

Indudablemente debemos trazar un paralelismo entre los acontecimientos mundiales y


los sucesos en Iberoamerica. Las principales potencias no permnecieron ajenas a los
conflictos independistas y sus reacciones oscillarian en funsion de sus propios
intereses.
Cuando Napoleón domino la monarquía española intento atraer a las colonias para
que acepten la situación, pero los hechos sucedidos en Haití y las juntas que juraban
lealtad al rey cautivo desvanecieron las esperanzas de este.
Gran Bretaña, estaba interesada en el rico comercio americano, en el cual participaba
de manera activa con el sistema de contrabando, pero mantuvo durante todo el
proceso de emancipación una postura marcada por la habilidad y el pragmatismo
(Tendencia a conceder primacía al valor práctico de las cosas sobre cualquier otro
valor), esta potencia emprendió actividades de propaganda en las colonias e incluso
estudio la posibilidad de organizar una expedición militar que favoreciera la ruptura de
las colonias con España. Las intervenciones que hicieron efectivos militares en
distintos procesos americanos siempre fueron sin autorización oficial del Gobierno que
prefirió ejercer un papel de mediador en determinados momentos.
En cuanto a los Estados Unidos, si bien se manifestaron posturas en apoyo a los
movimientos independentistas, la necesidad de mantener relaciones cordiales con
Gran Bretaña y España para favorecer las negociaciones sobre territorios que ofrecían
en aquellos momentos interés prioritario, como ser Florida, de alguna manera
impidieron su apoyo pleno de esta potencia mundial al proceso emancipatorio.
La derrota de Napoleón, y la restauración del poder absoluto, trajo consigo la
persecución de los principios liberales, y por ende el apoyo de las potencias europeas
a el rey y al mantenimiento del régimen colonial, ese apoyo buscaba debilitar la fiebre
revolucionaria como también asegurar los diferentes intereses económicos que los
europeos tenían en América.
Especial importancia tuvo la postura de los Estados Pontificios. Desde el inicio el
papado se declaró en contra de la ideología liberal debido a que afectaba
negativamente a los tradicionales privilegios que la iglesia poseía. Además, el apoyo
decidido a Fernando VII y a pesar de que el catolicismo no fue puesto en cuestión por
los lideres revolucionarios, las decisiones de estas ideas de eliminar el fuero religioso,
de prohibir los diezmos, hicieron que el papa dedicara toda su fuerza y prestigio al
bando realista.
Pero igual no hubo unanimidad, el bajo clero, que era de procedencia criolla y mestiza
apoyo al grupo revolucionario, en cambio el alto clero, defendía a los realistas debido a
que poseían intereses acordes a los mismos.
En cuanto a España, ya se ha visto que la postura fue la de no aceptar, no negociar la
independencia, sino mas bien tomar en consideración las diferentes propuestas que se
plantearon y que significaban el mantenimiento de la relación de amistad e incluso de
la formula monárquica. Ejemplo de ello fueron el proyecto de Iturbide en Mexico, el de
Belgrano y Rivadavia para instaurar en el rio de La Plata una monarquia constitucinal
con un príncipe español, o el similar proyecto para el Peru, considerado en su
momento por Jose de San Martin. Pero todos estos proyectos fracasaron, en gran
parte por la oposición de Fernando VII, confiado en recuperar su poder de manera
intacta, pero también por el temor de los liberales a perder la importante fuente de
riqueza que America suponía y que tan necesaria era para la debilitada economía
española. Entonces, la aceptación por España de que la perdida de sus antiguas
pocesiones, era algo inrreversible, sera un proceso tardío que marco las futuras
relaciones entre la antigua metrópolis y los países que durante siglos habían
conformado el imperio español.
‘si, las relaciones diplomáticas estuvieron interrumpidas durante muchos años. Los
intentos fallidos de recuperar la presencia en determinadas republicas (guerra del
pacifico frente a Chile y Peru en 1863/66, intervención, junto a Francia, en Mexico en
1861, el intento de incorporar Santo Domingo en 1861/65) mantuvieron viva la
hostilidad de las antiguas colonias y explican la ausencia de las relaciones
diplomáticas.
BLAS ZABALETA

El congreso de Panama

También podría gustarte