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ALMONACI ARANDA JESUS ALBERTO


Historia económica general de México. De la Colonia a nuestros días. Sandra
Kuntz Ficker, Coordinadora.

SEGUNDA PARTE. 5. La economía de la guerra de independencia y la


fiscalidad de las primeras décadas de México independiente, Luis Jauregui.

Tánto por cuestiones de estructura como de coyuntura, en la primera década del


siglo XIX la economía novohispana mostró una relativa desaceleración respecto al
crecimiento de los últimos años del siglo anterior. Ante las enormes desigualdades
que existían en el espacio colonial, en apenas una década se generó una serie de
graves descontentos que se agregaron a los del pasado. Los acontecimientos
políticos ocurridos en la Península Ibérica después de 1808 añadieron el elemento
necesario para el inicio de lo que hoy llamamos la rebelión de Independencia.

El espacio novohispano contaba con 6.1 millones de personas: 60% eran indígenas,
22% castas y 18% criollos y españoles. La mayor parte de esta población se
asentaba en la Intendencia de México, seguida de lejos por la de Guadalajara. En
la península de Yucatán se contaba medio millón de habitantes y en el extenso norte
había poco menos de 350 000 personas “civilizadas". En aquellos años la población
estaba equilibrada en términos de género y poco más de la mitad era menor de 25
años.

La Nueva España era vista por la metrópoli como proveedora de materias primas,
específicamente de plata. Este metal se extraía del espacio colonial mediante
fuertes exacciones fiscales y préstamos. El proceso por el cual se realizaba esta
extracción y cómo la Nueva España actuaba como subtesorería de la monarquía
(tanto en materia de obtención de ingresos como de asignación de gastos), se
analiza en el magnífico trabajo de Carlos Marichal (2007) sobre la bancarrota del
Imperio español.

La plata también salía del virreinato para pagar un cúmulo de importaciones. Y es


que entonces la Nueva España acusaba un importante atraso tecnológico respecto
a las otras economías atlánticas: todo lo que se extraía de la tierra o se fabricaba
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(telas, cerámica, bebidas alcohólicas, etc.) era el producto del esfuerzo humano, y
si había máquinas, éstas operaban esporádicamente y de manera experimental.
Los caminos eran poco más que brechas que prácticamente dejaban de existir
durante la época de lluvias y todo el transporte del espacio colonial se hacía en
muías y en alguna que otra carreta.

Una situación similar ocurría con la minería. El óxido de plata era extraído y refinado
por trabajadores con la ayuda de la fuerza animal y cualquier posibilidad de utilizar
la máquina de vapor se consideraba demasiado costosa y riesgosa. De la misma
manera, los obrajes utilizaban mano de obra y máquinas impulsadas por fuerza
humana o animal. El barón de Humboldt decía que muchos mineros eran
conscientes de lo atrasado de su tecnología, pero consideraban que tales
innovaciones eran inaplicables en un pueblo que no gustaba de las novedades, de
ahí la idea común de. que Jos novohispanos de principios del siglo XIX apreciaban
más lo bello que lo útil.

En estas condiciones, a finales de 1810 comenzó, en la zona más rica del virreinato
novohispano, una rebelión que pronto se extendió a prácticamente toda la geografía
de aquella posesión española. Al principio, el movimiento tuvo tanto momentos
álgidos como de relativa paz debido a la fuerte represión de las autoridades
virreinales. Después del fusilamiento del caudillo Morelos a finales de 1815, el
movimiento insurgente se convirtió en un conjunto de guerrillas aisladas, sobre todo
en el sur. La alianza en 1821 entre una parte del ejército realista y el último bastión
insurgente fue motivo de un plan político que propuso la pacificación del reino y la
independencia respecto a España.

La agricultura era la actividad económica más importante del espacio colonial


conocido en la época como la América septentrional y al que comúnmente se le
denomina Nueva España. La insurrección de Hidalgo se planeó para diciembre de
1810, una vez levantada la cosecha, pero se adelantó porque fue descubierta la
conspiración. El Bajío, lo que ahora es Michoacán, la zona de Guadalajara y los
valles al occidente y norte de la ciudad de México, eran zonas agrícolas de alta
producción que fueron saqueadas en sus aperos, almacenes, archivos, etc. Más
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grave aún fue que los campesinos, aquéllos que trabajaban la tierra con sus manos
y uno que otro instrumento, abandonaron su trabajo para unirse o para combatir la
rebelión. Muy variados fueron los motivos por los que los campesinos dejaron las
tierras que trabajaban y emprendieron la lucha. Las razones económicas no fueron
las detonadoras primarias de la insurgencia, pero frente a una fuerte sequía que
inició en 1808 y que aún no cejaba dos años después, las condiciones políticas
cayeron en terreno fértil para el descontento generalizado.

La guerra en sí agravó aún más las condiciones económicas del sector agrícola y
generó una especie de círculo vicioso: la rebelión inicial tuvo efectos negativos
sobre la agricultura; la represión realista también los tuvo, la respuesta insurgente
la afectó de nuevo, y así sucesivamente. Como es lógico pensar, la devastación
rural fue dispareja. El Bajío sufrió daños importantes, ya que fue una zona de guerra
casi total, lo mismo puede decirse de Michoacán y algunas partes entre Zacatecas
y Durango y la región de Guadalajara. Todas zonas muy fértiles cuya decadencia
agrícola se convirtió en desabasto de las ciudades más importantes, como México,
Querétaro, León, Salamanca, Guanajuato, Valladolid y Guadalajara.

La minería se vio afectada por el bloqueo de la ruta México-Veracruz, por donde


ingresaban al espacio colonial muchas mercancías importadas, entre las cuales las
más valiosas eran las destinadas a este sector, y de éstas la más importante era el
azogue, material imprescindible para transformar el óxido de plata en metal. Al
menos hasta 1816, la situación era igualmente grave en los caminos que llevaban
de la ciudad de México a Querétaro y de aquélla a Toluca, pues desabastecía del
ingrediente a los minerales del Bajío, norte y occidente del virreinato. Para paliar el
problema se decidió establecer una ruta que iba desde Altamira (en el actual estado
de Tamaulipas) hasta San Luis Potosí (que en ciertos momentos sustituyó a la
ciudad de México como almacén general de depósito de azogues) y de ahí a
Zacatecas, Durango, Guadalajara, etc. La situación parecía corregirse, pero no se
contaba con el desorden institucional que tanto la guerra interna virreinal como la
que se lidiaba en España provocaban en la distribución, por parte del tribunal y
diputaciones territoriales de minería, del azogue. Al menos hasta 1814, en varias
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ocasiones fuertes cantidades del ingrediente provenientes de España fueron
detenidas por los comerciantes de Veracruz que especularon con el mismo, ante la
imposibilidad de actuar tanto de las autoridades reales como virreinales.

Se ha llegado a sugerir que la desigualdad del ingreso en América Latina es un


fenómeno del siglo XX; sin embargo, muchos estudios de historia económica
muestran con claridad que en el caso de la Nueva España la política del Estado
Español desde la segunda mitad del siglo XVIII generó desigualdades y una fuerte
concentración de la riqueza. Esto permite señalar que la creciente desconfianza que
se dio entre los más ricos del espacio colonial durante los años de la guerra de
Independencia, motivó una importante disminución del crédito que, dadas las
características monetarias e institucionales del virreinato, tuvo fuertes efectos
negativos en la actividad económica. Esta situación tuvo un efecto aún más
pernicioso sobre aquella economía que desde las últimas décadas del siglo XVIII
venía experimentando una fuerte fuga de capitales, tanto por la vía de préstamos a
la Corona como por la extracción privada de numerario, así como por la llamada
Consolidación de Vales Reales de 1804.

El comercio exterior de los últimos años de Nueva España responde a la política


española implementada en las postrimerías del siglo XVIII. El establecimiento de los
consulados de comerciantes de Veracruz y de Guadalajara en 1795, en parte con
el objetivo de disminuir el poder que había adquirido el grupo de mercaderes de la
ciudad de México, terminó creando dos poderes regionales muy consolidados y
exitosos. Esto resulta de las características del mercantilismo español, que permitía
a los miembros de estas corporaciones grandes oportunidades de hacer negocio y
riqueza. Con algunas excepciones regionales, en el caso de la Nueva España
destaca la obligación de que todas las importaciones europeas debían salir de un
puerto español y llegar exclusivamente a Veracruz. Por su parte, las exportaciones
debían salir de este puerto y dirigirse a España o a algún puerto hispanoamericano.
Podría pensarse que estas restricciones significaron problemas de abasto para la
Nueva España en tiempos de crisis comercial, como durante el periodo de las
guerras imperiales. Pero cuando esto sucedió, se recurrió al comercio en barcos
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con bandera de países neutrales, lo cual salvaba el abasto del virreinato y daba
salida a caudales mexicanos destinados a países que habían prestado a la Corona
española o que por su condición neutral podían comerciar con sus posesiones
americanas.

Las exportaciones, que fueron fundamentalmente de metales preciosos y algo de


grana cochinilla, muestran también una tendencia decreciente a partir de 1809, cuyo
nivel fue inusualmente elevado en vista de que se normalizó el comercio después
de la casi suspensión de los años de la segunda guerra naval con Inglaterra (1805-
1808). Como en todos los indicadores, después de este año los datos muestran una
precipitada caída hasta 1812, como producto de los movimientos de Independencia.

México comenzó su vida independiente en condiciones económicas muy


desfavorables. El país poseía un territorio enorme: la antigua Nueva España con las
Provincias Internas del Norte, la península de Yucatán y, por algunos meses, la
capitanía de Guatemala; tenía una población reducida y concentrada en la zona
central del país; una economía basada fundamentalmente en la agricultura; una
actividad minera que requería fuertes inversiones para salir del abandono. Había
pocos capitales con qué echar a andar ésta y otras actividades manufactureras, y
las instituciones eran viejas y poco orientadas al crecimiento económico y a la
defensa de los derechos de propiedad; y los grupos regionales reclamaban sus
posiciones logradas durante la guerra. Por otra parte, las naciones europeas no
reconocían la independencia del nuevo país y España amenazaba con la
reconquista. No había gobierno: el libertador Iturbide formó una junta que pronto fue
copada por intereses militares, eclesiásticos y burocráticos. Cómo se financiaron
éste y los gobiernos que siguieron es el tema de la siguiente sección.

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