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La independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social

resuelto con las armas que puso fin al dominio español mediante una guerra civil
multifacética que tuvo lugar en la mayor parte de los territorios de Nueva España,
2 y que tuvo como resultado el surgimiento del Primer Imperio Mexicano. La pérdida
de esta posesión tuvo una importancia decisiva para la economía del Imperio
Español, ya que los ingresos mexicanos representaban el ochenta por ciento del
total de los caudales americanos al final del periodo colonial.3 La guerra por la
independencia mexicana comenzó el día 16 de septiembre de 1810, y termina con la
entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el día 27 de septiembre de
1821.

El movimiento de la independencia de México tiene como marco la Ilustración y las


revoluciones liberales de la última parte del siglo xviii. Por esa época la élite
ilustrada comenzaba a reflexionar acerca de la ideas de soberanía popular y las
relaciones entre la España peninsular y el resto del imperio. Los cambios en la
estructura social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se
sumó una profunda crisis económica en Nueva España, también generaron un malestar
entre algunos segmentos de la población.

La ocupación francesa de la metrópoli en 1808 desencadenó en Nueva España una


crisis política que desembocó en el movimiento armado. En ese año, el rey Carlos IV
y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, que dejó la
corona de España a su hermano José Bonaparte. Como respuesta, el ayuntamiento de
México —con apoyo del virrey José de Iturrigaray— reclamó la soberanía en ausencia
del rey legítimo; la reacción condujo a un golpe de Estado contra el virrey y llevó
a la cárcel a los cabecillas del movimiento.

A pesar de la derrota de los criollos en Ciudad de México en 1808, en otras


ciudades de Nueva España se reunieron pequeños grupos de conjurados que
pretendieron seguir los pasos del ayuntamiento de México. Tal fue el caso de la
conjura de Valladolid, descubierta en 1809 y cuyos participantes fueron puestos en
prisión. En 1810, los conspiradores de Querétaro estuvieron a punto de correr la
misma suerte pero, al verse descubiertos, optaron por tomar las armas el 16 de
septiembre en compañía de los habitantes indígenas y campesinos del pueblo de
Dolores (Guanajuato), convocados por el cura Miguel Hidalgo y Costilla.

A partir de 1810, el movimiento independentista pasó por varias etapas según el


estado militar de la insurgencia, pues los sucesivos líderes fueron derrotados,
capturados y puestos en prisión o ejecutados por las fuerzas leales a España. Al
principio se reivindicaba la soberanía popular pero se reconocía a Fernando VII
como rey de España y sus colonias, luego los líderes asumieron después posturas más
radicales, incluyendo cuestiones de orden social como la abolición de la
esclavitud. José María Morelos y Pavón convocó a las provincias independentistas a
conformar el Congreso de Anáhuac, que proclamó la independencia del trono de
España, disuelta para siempre jamás, y se atribuyó toda la soberanía y un marco
legal propio. Tras la derrota de Morelos, el movimiento se redujo a una guerra de
guerrillas. Hacia 1820, solo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la
sierra Madre del Sur y en Veracruz.

En 1820, otra revolución de carácter liberal en España a partir del pronunciamiento


de Riego, para someter el gobierno despótico de Fernando VII y restablecer la
Constitución de Cádiz. Al ver afectados sus intereses, los criollos decidieron
apoyar una monarquía independiente en Nueva España, para lo cual buscaron el apoyo
de la resistencia insurgente. Agustín de Iturbide dirigió el brazo militar de los
conspiradores, y a principios de 1821 pudo encontrarse con Vicente Guerrero. Se
proclamó el Plan de Iguala que convocó a la reunión de todas las facciones
insurgentes y contó con el apoyo de la aristocracia y el clero de Nueva España. Una
tímida y desacertada reacción del virrey Apodaca provocó la desbandada militar y
determinó el cambio de postura de las élites novohispanas que hasta entonces habían
respaldado el dominio español. Finalmente, la independencia de México se consumó y
se declaró independiente el 27 de septiembre de 1821.

De esta forma, Nueva España se convirtió en el Imperio Mexicano, una efímera


monarquía independiente que, tras una revolución, dio paso a una república federal
en 1823, entre conflictos internos y la separación de América Central.

Después de acabar con la resistencia de la fortaleza de San Juan de Ulúa, Veracruz,


entre otros episodios de los intentos de reconquista, incluyendo la expedición de
Isidro Barradas en 1829, España reconoció la independencia de México en 1836, tras
el fallecimiento del monarca Fernando VII.

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Etapa de Iniciación
1810-1811
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Etapa de Organización
1811-1815
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Etapa de Resistencia
1815-1821
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Intentos españoles de reconquista de México
1821-1829
Antecedentes
Situación económica y social del virreinato de Nueva España

Una representación de mestizos en una "Pintura de Castas" de la era colonial. "De


español e india produce mestizo".
La sociedad novohispana estaba dividida en varios estratos, cuya posición estaba
condicionada por cuestiones de orden económico, cultural y político. Una de ellas
era su papel respecto a la posesión de los bienes económicos. Había un grupo muy
pequeño de personas que controlaban la mayor parte de la riqueza, mientras que la
gran parte de la población era pobre. Los pueblos indígenas debían pagar un tributo
al gobierno y estaban sujetos a un régimen de autoridad que, por ambiguo, provocaba
numerosas confrontaciones entre españoles, criollos y mestizos. Muchos de estos
enfrentamientos tenían relación con cuestiones agrarias, como por ejemplo la
tenencia de la tierra y el control del agua.4 A lo largo de los tres siglos de
dominio español hubo varios estallidos sociales en la Nueva España, entre ellos la
rebelión de los pericúes de 1734 a 1737 en Vieja California,5 la rebelión de 1761
de los mayas, encabezada por Jacinto Canek6 y las rebeliones de los seris y los
pimas en Sonora a lo largo de todo el siglo xviii.7

Como un corolario de los múltiples orígenes de la población de Nueva España surgió


el sistema de "castas". Estos grupos estaban caracterizados por el origen racial de
sus integrantes, encontrándose en la cúspide los españoles, y entre ellos, los
europeos. El mestizaje entre español, indígenas y africanos dio como resultado un
número de grupos cuya posición estaba determinada por la cantidad de sangre
española que poseían. El sistema aspiraba a mantener la supremacía de la sangre
española, y aunque nunca tuvo base legal, no siendo más que una nomenclatura
aceptada, reflejó la división y la exclusión existente en la Nueva España, donde
los grupos no españoles ocupaban un lugar marginal en el sistema social.8

El pilar de la economía del virreinato de Nueva España era la minería,


particularmente la explotación de oro y plata. Durante el siglo xviii la producción
minera vivió una de sus mejores épocas. Como resultado, la producción de oro y
plata se triplicó en el período de 1740 a 1803.9 La bonanza era tan grande, que la
mina llamada La Valenciana, en el estado de Guanajuato, llegó a ser considerada la
operación minera de plata más importante del mundo. Al finalizar el siglo xviii,
Nueva España producía más de 2 500 000 de marcos de plata, y sus principales
regiones mineras eran Guanajuato, Zacatecas y el norte de la intendencia de
México.10 La importancia de la minería para la economía novohispana era tal que
Carlos III reconoció al Cuerpo de Minería de Nueva España en 1776; un poco más
tarde, permitió el establecimiento del Real Tribunal de Minería, así como también
del Colegio de Minería.

El apogeo de la explotación minera favoreció el desarrollo de otras actividades


económicas, particularmente el comercio y la agricultura. Por ejemplo, la creciente
importancia de Guadalajara y El Bajío se debía a su relación con los minerales de
Zacatecas y Guanajuato. Dado que la exportación de plata y oro constituía el nodo
de la economía novohispana, en torno a esta actividad creció un complejo sistema
que consolidó al grupo de comerciantes peninsulares, pero que también permitió la
ascensión de un poderoso grupo criollo. Este grupo estaba concentrado en los
consulados de México y Guadalajara, que constituyeron la pieza fundamental en la
circulación de capitales en el territorio novohispano. El poder económico de los
consulados respaldaba su capacidad de representación política, gestión y
cabildeo.11

La economía novohispana entró en crisis a final del siglo xviii, período que
coincide con las reformas borbónicas adoptadas por la Corona. Las reformas tenían
por objeto modernizar la administración de las colonias y hacer más rentable la
explotación de sus recursos, porque en Nueva España había una escasez de capitales
en circulación debida al monopolio sobre la plata ejercido por los comerciantes y
por la propia política financiera de la metrópoli.12 Una parte importante de las
rentas derivadas de la explotación de las colonias no llegaba a las arcas reales,
repartiéndose entre distintas corporaciones de acuerdo con los arreglos antiguos
entre la Corona y estos grupos.13 Ciertamente, la reforma afectó los intereses de
las clases más privilegiadas. Al establecerse además el libre comercio entre el
virreinato, creció el poder económico y político de los criollos y los mestizos que
comenzaron a ocupar también más espacios en la administración virreinal.14

En las últimas décadas del siglo xviii, Nueva España estaba en bancarrota a causa
de la expoliación de sus finanzas por parte de la metrópoli.15 Paradójicamente,
fueron los miembros de la élite económica —muy golpeada por la política económica
de la monarquía— los que apoyaron el golpe de Estado contra el virrey José de
Iturrigaray en 1808, cuando el Ayuntamiento de México intentó ejercer la soberanía
en ausencia del rey de España.16

Patriotismo criollo en Nueva España y expulsión de los jesuitas


La segunda mitad del siglo xviii fue escenario de un movimiento de reivindicación
patriótica por parte de los criollos en la Nueva España.n. 2 Este fenómeno es una
respuesta al dominio peninsular en la vida del virreinato, tanto en el campo
económico, como en el político, el social y el cultural. Los protagonistas de este
movimiento eran miembros del pequeño grupo de personas que tenía acceso a la
educación. En la sociedad novohispana esto era posible solo a través de los
establecimientos eclesiásticos, pues la Iglesia era la única institución que
prestaba este servicio. Por lo tanto, este grupo estaba integrado notablemente por
religiosos.

El nacionalismo criollo de Nueva España ensalzó al virreinato frente a las


afirmaciones de los peninsulares por las que se pretendía justificar el dominio
español en las tierras americanas. La pugna ideológica entre España y América no
era nueva, tiene su origen en la Conquista misma. La diferencia a aquellos primeros
contactos de los hechos que tuvieron lugar durante el siglo xviii es que son los
criollos los que toman la defensa de la tierra de la que son nativos. Al hacerlo,
reivindican un pasado del que se proclaman herederos por el hecho de compartir el
espacio, aunque la civilización mesoamericana no es antecedente directo de la
sociedad novohispana del XVIII ni son indígenas los que defienden con orgullo su
historia y su territorio ancestral.

Varios de los representantes del nacionalismo criollo novohispano eran miembros de


la Compañía de Jesús. En el siglo xviii esta congregación desempeñaba una
importante labor en la evangelización de los indígenas del norte del virreinato.n.
3 A la par de esta obra, produjeron un conjunto de documentos que dan cuenta de
pueblos que hoy se encuentran extintos. La importancia de la Compañía en la vida de
Nueva España radicaba en su gran actividad a favor de la cultura, tanto a través de
la educación como en la producción y difusión del conocimiento.n. 4 Esta actividad
le permitió establecer una red de relaciones que involucró a la Compañía en otras
esferas, especialmente con miembros de la élite agrícola, comercial y minera.17

A la salida de los jesuitas, fueron sus pupilos los que retomaron el impulso
renovador de la Compañía. Entre ellos se puede señalar al astrólogo Antonio de León
y Gama, al físico José Mariano Mociño, al filósofo Benito Díaz de Gamarra y al
enciclopedista José Antonio Alzate.18 Un importante número de personas adheridas a
la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País eran familiares, alumnos o
patrocinadores de miembros de la Compañía. Esta corporación adquiere importancia en
la historia novohispana porque ayudó a conservar el espíritu renovador de los
jesuitas y favoreció la difusión de la Ilustración en Nueva España. A través de los
miembros de este grupo, los jesuitas pudieron mantener contacto con el país del que
fueron desterrados y eventualmente pudieron volver cuando la colonia accedió a su
independencia.19

El estilo de trabajo de la Compañía de Jesús puso en alerta a varios gobiernos


europeos, tanto por su apoyo al papado como por su actividad intelectual y las
alianzas que habían establecido. Los jesuitas fueron expulsados de varios
territorios durante la segunda mitad del siglo xviii, incluyendo los dominios
españoles por la Pragmática Sanción de 1767.n. 5 Esto no solo implicó la salida de
miembros extranjeros de la congregación, sino el destierro de numerosos criollos.
Algunos autores opinan que la expulsión de los jesuitas es la primera afrenta de
los monarcas españoles hacia sus súbditos americanos.20

Algunos de los jesuitas desterrados habían sido figuras centrales de ese movimiento
intelectual que reivindicó a Nueva España frente a su metrópoli y que llegó,
incluso, a proponer la necesidad de emancipar a la colonia. Uno de ellos fue
Francisco Xavier Clavijero, que tuvo que publicar su Historia antigua de México en
Italia y en el idioma de ese país. En esa obra Clavijero emprende una amplia
defensa de América frente a Europa, comenzando por las cuestiones naturalesn. 6 y
concluyendo con la reafirmación de todos los americanos a través de la
reivindicación del pasado indígena.n. 7 En este movimiento, Clavijero como otros
criollos novohispanos rechaza que sus declaraciones estén influidas por otra
"pasión o interés […] que el amor a la verdad y el celo por la humanidad" y asume
decididamente la defensa de los indígenas, con los que no tiene lazos consanguíneos
"ni podemos esperar de su miseria ninguna recompensa".21 La aparición de la
Historia antigua de México puso a los intelectuales de Nueva España ante un pasado
tan glorioso como el de la Antigüedad europea que favoreció el arraigo del
sentimiento patriótico y también las reivindicaciones de igualdad de derechos entre
españoles peninsulares y españoles americanos.22

Las consecuencias de la expulsión de la Compañía de Jesús no se circunscribieron


únicamente a cuestiones ideológicas. En varios puntos de Nueva España hubo
manifestaciones de rechazo a esta medida tomada por la Corona. El virrey Carlos
Francisco de Croix envió a José Gálvez con quinientos soldados a contener la
oposición en ciudades como Guanajuato, San Luis de la Paz, Pátzcuaro, Uruapan,
Valladolid y San Luis Potosí. En Guanajuato fueron decapitados los promotores de la
oposición.23

Revoluciones liberales: Francia y los Estados Unidos


Sin duda, dos movimientos marcaron la historia del final del siglo xviii. Uno fue
la Revolución francesa, y el otro, la independencia de Estados Unidos. Tanto una
como la otra tenían su sustento en las ideas de la Ilustración. A su triunfo, las
revoluciones en Francia y los Estados Unidos proclamaron la igualdad de los hombres
ante la ley y dieron amplias libertades a los ciudadanos; una categoría que nacía
precisamente con el iluminismo francés. 24 Desde luego, estas ideas no eran del
todo desconocidas en las colonias españolas. Se sabe, por ejemplo, que el cura
Miguel Hidalgo era simpatizante de la Ilustración, y que muchos de aquellos que
participaron en la Guerra de Independencia de México conocían con mayor o menor
profundidad las ideas del liberalismo.

España durante la ocupación francesa

Fernando VII, rey de España. Cuando los franceses obligaron a la familia real
española a ceder sus derechos al trono de la península en favor de los Bonaparte,
en varias ciudades de América se establecieron Juntas provisionales que gobernaban
en nombre del soberano español. En Nueva España, la Junta de México fue suprimida
por los españoles el 15 de septiembre de 1808.
Véase también: España durante la ocupación francesa
Este factor fue determinante, pues el clero español sabía que si Napoleón tomaba el
poder en España, al tener una ideología diferente al catolicismo, perdería el poder
sobre el pueblo; por esta razón, el cura Miguel Hidalgo y Costilla junto con el
padre José María Morelos y Pavón se convencieron de iniciar la lucha armada. De ese
modo, el poder de Napoleón no afectaría directamente al clero de la Nueva España.n.
8

La invasión de Portugal por parte de las tropas de Napoleón en 1807 obligó la huida
de la Casa de Braganza a Brasil. En España, este suceso había provocado la división
de la familia real española. Instigado por Manuel Godoy, el príncipe de Asturias
había planeado un complot para destituir a sus padres de la corona. 24Finalmente,
logró que Carlos IV abdicara en su favor el 19 de marzo de 1808. Tal suceso no
complació en nada a Bonaparte, que intentó forzar a Carlos IV a declarar nula su
abdicación. Aunque Fernando VII intentó formar un gobierno propio y organizar
España, Napoleón le condujo con engaños a Bayona, donde el 5 de mayo de 1808 lo
forzó a ceder la corona a su padre, para que luego este la entregara al francés.

Los dominios españoles en América ante la ocupación de la metrópoli


Véase también: Guerras de independencia hispanoamericanas
Aunque aparentemente no hubo ningún cambio en la organización y los vínculos entre
España y sus dominios ultramarinos en América, en realidad en cada una de las
colonias había una discusión sobre quién era el verdadero soberano de las tierras
americanas. El problema era que, nominalmente, la soberanía de los dominios
españoles radicaba en el titular de la Corona de España. No había una claridad
sobre la posición que se debía guardar ante la ocupación extranjera de la
metrópoli. Para algunos, la opción era reconocer al gobierno francés de ocupación.
Para otros, la soberanía radicaba en Fernando VII, y por lo tanto, no estaban
dispuestos a reconocer a Bonaparte como soberano. Y había un tercer grupo, influido
por las ideas de la Ilustración y la reciente independencia de Estados Unidos, para
quienes la opción era la separación de las colonias de su metrópoli. Estas
facciones estaban formadas sobre todo por los miembros de las clases altas y
medias, es decir, por españoles peninsulares, criollos y algunos mestizos —muy
pocos— que habían llegado a ocupar algún cargo en la estructura de poder colonial.

En varias ciudades americanas se formaron Juntas de Gobierno, cuyo propósito fue


conservar la soberanía en sustitución del legítimo rey de España y hasta que
Fernando VII fuera reinstalado en el trono, entre ellas la Junta de Montevideo en
1808, la Junta Tuitiva de La Paz en 1809, o la Junta de Quito en 1809.25 Casi todas
ellas tenían su origen en la estructura municipal, una de las instituciones de
gobierno más arraigadas en el mundo hispánico, y casi todas fueron dominadas por
criollos ilustrados pues en su gran mayoría los españoles peninsulares se oponían a
la formación de gobiernos soberanos.26

Crisis política de Nueva España en 1808-1810


Crisis política de 1808

Francisco Primo de Verdad fue uno de los personajes del Ayuntamiento de México que
solicitó en 1808 al virrey José de Iturrigaray la instalación de una Junta
Provisional que gobernara en nombre de Fernando VII. Iturrigaray simpatizaba con
estas ideas. Finalmente, la Junta fue reprimida por un golpe de Estado contra el
virrey.
Artículo principal: Crisis política de 1808 en México
La noticia del Motín de Aranjuez (18 y 19 de marzo) llegó a Ciudad de México el 8
de junio de 1808.2728 El virrey José de Iturrigaray, elegido por intervención del
primer ministro Manuel Godoy, se mostró consternado por los sucesosn. 9 y por el
apoyo de los españoles peninsulares residentes en Nueva España al partido
fernandista.n. 10 No obstante, ordenó los preparativos para realizar la jura y
proclamación de Fernando VII como soberano de España e Indias. El 23 de junio los
novohispanos tuvieron conocimiento del levantamiento del 2 de mayo en la metrópoli
y, vía la Gaceta de Madrid, el 14 de julio estuvieron al tanto de las abdicaciones
de Bayona y el nombramiento de Joachim Murat como lugarteniente general del
reino.29 30 El virrey se reunió con los miembros de la Real Audiencia y acordaron
guardar secreto de sus preocupaciones y cabildeos, en cambio dieron a conocer la
abdicación de Fernando VII a través de La Gaceta de México el 16 de julio.

La situación en la metrópoli supuso una situación inédita que puso a discusión en


quién radicaba la soberanía de los territorios bajo el dominio español. El estado
de excepción originado por la abdicación de Fernando VII y la ocupación francesa
dividió en dos partidos a la élite de Nueva España. Para algunos —en su mayoría
españoles peninsulares cuyo portavoz era la Real Audiencia de México— el poder en
Nueva España seguía radicando en el rey Fernando VII, aunque momentáneamente se
encontrara ausente. De aquí que la estructura social y política del virreinato
debía seguir inmutable y subordinada a la Corona española. Algunas de las figuras
más representativas de esta postura fueron el inquisidor Bernardo Prado y Obejero y
Ciriaco González Carvajal.n. 11 Para los otros —en su mayoría criollos
representados por el Ayuntamiento de México— la situación era más compleja porque
para ellos la naturaleza del vínculo entre España y Nueva España estaba encarnada
en el rey, pero en su ausencia eran los pueblos a través de sus autoridades quienes
debían ejercerla. En medio de la crisis política, los simpatizantes de esta última
postura encontraron una oportunidad para reformar el régimen virreinal. Son
representantes de este grupo el síndico Francisco Primo de Verdad y Ramos, el
auditor de guerra José Antonio de Cristo y el regidor Francisco Azcárate y Lezama.
Todos ellos fueron apoyados por el fraile mercedario Melchor de Talamantes.31

El 19 de julio de 1808 los miembros del Ayuntamiento propusieron al virrey


Iturrigaray la creación de una Junta de Gobierno que ejercería la soberanía en
Nueva España. De acuerdo con la propuesta, la junta sería autónoma respecto a
aquellas que estaban formándose en España y estaría en vigencia mientras no se
restituyera en el trono a Fernando VII o uno de sus herederos de la Casa de Borbón.
El Ayuntamiento planteó la posibilidad de nombrar gobernador y capitán general a
Iturrigaray, como medida para defender la integridad del territorio ante una
eventual invasión de los franceses.3233 El virrey acogió con beneplácito la
propuesta, pues creía amenazada su posición tras la caída de su benefactor, sin
embargo la Real Audiencia ratificó su postura con la excepción del oidor dominicano
Jacobo de Villaurrutia —único miembro criollo de la Audiencia—, quien secundó
inicialmente las propuestas e incluso propuso un congreso menos numeroso,
representado por corporaciones civiles, eclesiásticas y militares.34 De esta forma,
para el Acuerdo, se invitó a participar a los ayuntamientos de Xalapa, Puebla, y
Querétaro, debatiendo de esta forma la manera en que debía proceder la colonia. El
28 de julio llegaron nuevas noticias de España: se conoció el levantamiento general
de los habitantes de la península y de los establecimientos de juntas de gobierno
en nombre de Fernando VII.35

El virrey José de Iturrigaray convocó a una junta para el 9 de agosto, a la que


asistieron los representantes civiles, militares y eclesiásticos, hasta sumar
ochenta y dos participantes. El fin de la junta fue debatir la situación.36 A
excepción de Villaurrutia, los miembros de la Audiencia asistieron bajo protesta
pues consideraban que había que seguir las indicaciones de la Junta de Sevilla. Por
lo tanto, calificaron de innecesaria la reunión convocada por el virrey.37 El
Ayuntamiento de México recibió el apoyo de los ayuntamientos de Xalapa y Veracruz,
de hacendados de esas regiones, así como de algunos gobernadores de las
parcialidades de indios. Primo de Verdad y Azcárate propusieron que, en ausencia
del monarca, la soberanía de la colonia debería quedar en manos del pueblo.n. 12 el
cual estaría representado por los diversos ayuntamientos, así como con los
diputados de cabildos seculares y eclesiásticos. De esta forma la soberanía estaría
delegada en un congreso.n. 13

El Ayuntamiento de México apelaba a las Leyes de Partida para justificar la


existencia de una junta que ejerciera la soberanía en ausencia del rey.n. 14 Con
algunas excepciones, como Primo de Verdad o Talamantes, los integrantes del
Ayuntamiento y sus simpatizantes eran más bien conservadores. Al apoyar el
establecimiento de la junta no pensaban en la representación popular, sino en la
instalación de un gobierno formado por autoridades reconocidas y representantes de
los cabildos municipales.38 La opción del Ayuntamiento no contemplaba la separación
de España, sin embargo, el bando opuesto entendió lo contrario. Para ellos, el
establecimiento de la Junta de México era una amenaza contra la permanencia del
sistema colonial del que eran beneficiarios. El reconocimiento de la Junta soberana
implicaba la renuncia a la hegemonía económica y política de los españoles
peninsulares durante tres siglos. Los peninsulares fundaron sus ideas en las Leyes
de Indias aduciendo que era el virrey quien debía conservar la autoridad y sus
acciones deberían ser consultadas con el Acuerdo.37

La tesis de la soberanía de los pueblos anatematizada por el inquisidor Prado y


Obejero con el apoyo del oidor Guillermo Aguirre.n. 13 La discusión entre los
bandos fue acalorada y no logró conciliar posturas. Iturrigaray ironizó sobre la
posibilidad de reconocer al duque de Berg, con la negativa unánime de los
presentes. Al apoyar la postura del Ayuntamiento, el virrey se distanció de los
partidarios de la Audiencia. Como conclusión de la reunión del 9 de agosto se
acordó que las autoridades establecidas en Nueva España seguirían vigentes, en
tanto que el virreinato no reconocería otras que no fueran las instituidas por
Fernando VII o por "quienes tuviesen sus poderes legítimos".39

El 13 de agosto de 1808 se realizó la jura a Fernando VII en un acto público. Para


atraerse la simpatía de los habitantes, Iturrigaray envió cartas a las juntas de
Sevilla, Valencia y Zaragoza para informar sobre las resoluciones acordadas en
México.40 Los dictámenes de la junta del 9 de agosto fueron rechazados por los
intendentes Juan Antonio Riaño (Guanajuato) y Manuel de Flon (Puebla), así como por
la Audiencia de Guadalajara. Estos declararon nulas las decisiones tomadas en
México y se declararon adherentes a las juntas de España. Asimismo, el Ayuntamiento
de Querétaro —conformado en su mayoría por europeos— decidió retractarse del apoyo
inicial ofrecido.41 El día 27 de agosto, la Inquisición de México publicó un
edicto, declarando "heréticas y sediciosas" las proposiciones que atacaban a la
autoridad divina de los reyes y que proponían la "herejía de la soberanía del
pueblo".42

Bando del 16 de septiembre de 1808, en el cual se anuncia a la población de Nueva


España la deposición del virrey Iturrigaray y el nombramiento de Pedro Garibay como
sustituto.
El 31 de agosto se celebró una nueva reunión. Los miembros de la Audiencia
aprovecharon para secundar a los comisionados de la Junta de Sevilla que habían
llegado a la capital novohispana. De esta manera manifestaron su rechazo a la
resolución del 9 de agosto y tacharon de inepto a Iturrigaray. Respaldado por una
carta de la Junta de Asturias, el virrey convocó una nueva reunión para el 1° de
septiembre, donde expuso que ninguna de las juntas formadas en España reconocía la
soberanía de las otras. Después de una votación, la Junta de México volvió a
desconocer a la de Sevilla.43 Iturrigaray notificó por carta a las juntas españolas
la postura de los novohispanos, y procedió a solicitar a los ayuntamientos del
virreinato el envío de representantes a la capital. Para apoyar a la metrópoli, el
virrey ordenó embarcar catorce y medio millones de pesos del Tesoro, y cien mil
pesos adicionales para ayudar a la Junta de Sevilla.44

El 9 de septiembre se celebró una última junta general que solo sirvió para irritar
los ánimos y aumentar el antagonismo entre criollos y europeos. Durante los días
siguientes corrieron la Nueva España unos rumores difamatorios hacia la persona del
virrey.n. 15 Los peninsulares, respaldados por los comisionados de la Junta de
Sevilla, decidieron deponer al virrey.

Encabezados por Gabriel de Yermo, los enemigos de Iturrigaray se sublevaron el 15


de septiembre de 1808. El palacio virreinal fue asaltado por un contingente de
trescientos hombres y al mismo tiempo fueron aprehendidos Primo de Verdad, Cristo,
Azcárate y el fraile Talamantes.45 El virrey y su familia fueron conducidos a Cádiz
para enfrentar un proceso judicial. Villaurrutia fue excluido en su calidad de
oidor. Pedro de Garibay fue nombrado virrey sustituto de Nueva España, cargo que
ocupó hasta mayo de 1809 siguiendo siempre la línea dictada por la Audiencia de
México. El 4 de octubre de 1808, Primo de Verdad murió de forma extraña en la
cárcel del Arzobispado.45 El 9 de mayo de 1809, Talamantes murió de fiebre amarilla
en la cárcel de San Juan de Ulúa.46 Después de un breve tiempo en prisión, Antonio
de Cristo fue destituido de la Auditoría de Guerra. Azcárate fue encarcelado en el
convento de Betlemitas, lugar en donde permaneció preso hasta diciembre de 1811.47

La Real Audiencia de México informó a la Junta de Sevilla acerca de los


acontecimientos, argumentando que el "pueblo enardecido" había sido el responsable
del derrocamiento del virrey. El nuevo gobierno virreinal envió cartas a la Suprema
Junta de Sevilla reconociendo su soberanía.48 A diferencia de lo que sucedió en
otros virreinatos, el golpe de Estado en Nueva España impidió que se estableciera
una junta local.49

La cuestión de la soberanía durante 1809


Véanse también: Junta Suprema Central y Conjura de Valladolid.
José Bonaparte fue designado monarca de España por su hermano, y en julio de 1808
llamó a los virreinatos de América y a las capitanías generales de Cuba y Guatemala
a enviar seis representantes para trabajar en el Estatuto de Bayona. Los americanos
declinaron la invitación.50 Tras ser derrotados en Bailén los franceses se
retiraron temporalmente de Madrid. Su ausencia permitió que las múltiples juntas
soberanas en la península acordaran formar la Junta Suprema Central el 25 de
septiembre en Aranjuez. Por cuestiones de seguridad, la Junta se trasladó luego a
Sevilla, Cádiz y a la isla de León. El apoyo económico brindado por Nueva España
fue empleado para reorganizar al ejército español en su lucha contra el Imperio
napoleónico.51

La Junta Suprema Central emitió un decreto el 22 de enero de 1809 por el que


reconoció a los dominios americanos como parte integrante de la monarquía con
derecho a representación en el órgano. Para ello se pidió elegir un representante
de cada virreinato y capitanía general.n. 16 La elección se realizó por sorteo e
involucraba a los ayuntamientos y al Real Acuerdo. En contraste, cada provincia de
la península tenía derecho a un diputado, de modo que hubo treinta y seis o más
vocales por España y solo nueve para toda América.52 Los americanos protestaron por
la representación desproporcionada. Los criollos novohispanos con ideas
autonomistas perdieron la esperanza de obtener resultados favorables para su causa
en la metrópoli.53

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