Está en la página 1de 17

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS

DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL. LA CONSTITUCIÓN DE


1812

Introducción

La guerra de Independencia (1808-1813) supone el comienzo de la revolución liberal en España


que liquidará al Antiguo Régimen, aunque es un proceso que será muy conflictivo y alargado
en el tiempo, no culminando, tras el reinado de Fernando VII, hasta el de su hija Isabel II.

El reinado de Carlos IV (1788-1808)

Rey carente de talento y voluntad, nada más acceder al trono debe hacer frente a los efectos
de la Revolución Francesa (julio de 1789): Floridablanca establece un cordón sanitario.

Al ser guillotinado Luis XVI en 1793, España entra en guerra contra Francia, que acaba con la
Paz de Basilea de 1795 y la reedición de los pactos de familia con el Tratado de San Ildefonso
de 1796. A partir de aquí, el primer ministro Godoy somete a España a los intereses de Francia.
Esta alianza fue desastrosa para España: derrotas navales de San Vicente (1797) y Trafalgar
(1805), que suponen la pérdida de la flota española y el corte de comunicaciones con las
colonias americanas.

Tratado de Fontainebleau (1807): reparto de Portugal por negarse al bloqueo continental de


Napoleón. Los franceses aprovechan la ocasión para ir ocupando el país.

Motín de Aranjuez (marzo de 1808): Godoy aconseja a la corte su traslado a Sevilla, ante lo
cual el pueblo se amotina en Aranjuez, obligando a abdicar a Carlos IV a favor de su hijo
Fernando VII.

Abdicaciones de Bayona (mayo de 1808): Napoleón se aprovecha y llama a ambos a Bayona,


donde los obliga a abdicar en su favor, cediendo la corona a su hermano José I Bonaparte.

La Guerra de Independencia

Supone el inicio de la Edad Contemporánea en España.

Grupos ideológicos

Afrancesados: apoyo a José I, parte de la nobleza, del alto clero y sobre todo funcionarios que
ven en la nueva monarquía una posibilidad de modernización y reforma, reflejándose la misma
en la aprobación en julio de 1808 del Estatuto de Bayona

Patriotas: oposición a la invasión francesa y al nuevo rey, dos grupos enfrentados: liberales y
tradicionalistas.

Desarrollo del conflicto.

Inicio: ante la ocupación francesa y el traslado de los últimos miembros de la familia real a
Bayona, el pueblo de Madrid se levanta el 2 mayo. Aunque la rebelión fue sofocada por las
tropas francesas, se extiende por todo el país, formándose juntas locales y provinciales para
llenar el vacío de poder y organizar la resistencia. En septiembre se forma una Junta Suprema
Central, presidida por Floridablanca que declara la guerra a Francia, jura lealtad a Fernando VII,
promete la convocatoria de Cortes y pide ayuda a Gran Bretaña.

Características: guerra nacional,  La inferioridad del ejército regular español hace que se
adopte la nueva táctica de guerrillas y defensa de las ciudades por el conjunto de la
población.
Fases: 1808-1809: fracaso inicial de la invasión con victoria española en Bailén y desembarco
de Wellington en Lisboa

1809-1812: predominio francés, intervención en persona de Napoleón, resistencia en Cádiz

1812-1813: se firma en 1813 el Tratado de Valençay: Napoleón reconoce a Fernando VII como
rey de España.

Consecuencias.

Pérdidas humanas y materiales muy importantes.

Comienza el proceso de independencia de las colonias americanas aprovechando el vacío de


poder.

Comienzo del fin del Antiguo Régimen, largo periodo de transición hasta la revolución de 1868.

Las cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

Convocatoria y composición.

La invasión francesa de Andalucía hace que la Junta Suprema Central ceda los poderes a una
Regencia, que mantiene la convocatoria de Cortes. Las mismas se inician en Cádiz en
septiembre de 1810 al ser la única zona libre de ocupación.

Composición: se decide la formación de una única cámara, sin división por Estamentos;
primacía de representantes del Tercer Estado y algunos clérigos: todo lo anterior supone el
predominio liberal.

Grupos políticos: liberales (enemigos del poder absoluto, libertades individuales, soberanía
nacional, división de poderes y constitucionalismo; grupo predominante), serviles
(absolutistas, divididos en moderados y radicales) y americanos (poca fuerza, partidarios de la
independencia de las colonias).Liquidación de los fundamentos del Antiguo Régimen a través
de:

Reformas políticas: soberanía nacional, división de poderes y predominio de las Cortes


(Constitución de 1812).

Reformas sociales: abolición de los privilegios de la nobleza, igualdad ante la ley, supresión de
señoríos jurisdiccionales, abolición de la Inquisición.

Reformas económicas: libre empresa y desamortización eclesiástica.

La Constitución de 1812.

Proclamada el 19 de marzo de 1812 (por ello conocida como “La Pepa”), es el resultado del
consenso entre liberales y serviles moderados.
Características: monarquía constitucional, división de poderes relativa (poder ejecutivo al rey,
poder legislativo a las Cortes con el rey), Cortes unicamerales elegidas por sufragio universal
masculino pero indirecto y con diputados a los que se requiere una renta mínima,
reconocimiento de libertades individuales (igualdad jurídica, inviolabilidad del domicilio,
libertad de expresión) y se reconoce a la católica como religión oficial.

Consecuencias: comienzo del constitucionalismo español y del estado liberal;


desmantelamiento del Antiguo Régimen; pervivencia de elementos tradicionales como la
religión y la monarquía (intento de compromiso); influencia exterior (oleada revolucionaria de
1820).

La lucha entre Liberalismo y Absolutismo: el reinado de Fernando VII (1814-1833)

El retorno al absolutismo (1814-1820).

El rey vuelve a Madrid en 1814, trasladándose allí las Cortes. Restauración del absolutismo
basándose en el apoyo mostrado por las élites (Manifiesto de los Persas), el marco
internacional (Restauración y Santa Alianza) y la falta de apoyo popular a los liberales. De
inmediato inicia una fuerte represión que lleva a muchos liberales a la muerte o al exilio.

La ineptitud de los gobiernos, la crisis económica y financiera (destrucciones bélicas y pérdida


de las colonias) y la creciente oposición (pronunciamientos fallidos, guerrillas como la del
Empecinado y masonería) hacen que el monarca pierda apoyos.

Proceso de desamortización y cambios agrarios


INTRODUCCIÓN

Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX se produce en Gran Bretaña el proceso de
Revolución Industrial, que se extiende al resto de Europa, EEUU y Japón a lo largo del siglo XIX
en el llamado proceso de Industrialización.

Una de las causas de la Revolución Industrial y de la Industrialización fue la Revolución Agraria,


consistente en un crecimiento de la producción y productividad agraria como consecuencia del
asentamiento de la propiedad privada, la introducción de innovaciones técnicas (sistema
Norfolk, mecanización) y nuevos cultivos (patata, maíz) y del consiguiente paso de una
agricultura de subsistencia a otra dirigida al mercado.

En España, como en el resto de la Europa Meridional y Oriental, no se produjo la revolución


agraria, debido sobre todo a la ausencia de una verdadera reforma agraria. Ello explica en
buena medida el fracaso del proceso de industrialización y el constante problema de la
conflictividad jornalera en nuestro país.

LA ECONOMÍA AGRARIA DE LA ESPAÑA DEL ANTIGUO RÉGIMEN

La mayor parte de las tierras estaban amortizadas, es decir, pertenecían y estaban vinculadas a
las instituciones de la nobleza (Títulos y mayorazgos) y de la Iglesia (órdenes religiosas,
catedrales e iglesias), que podían aumentar sus propiedades con nuevas adquisiciones,
explotaban la mayor parte de forma indirecta a través de arrendamientos y censos, y no
podían desprenderse de ellas. Como consecuencia de ello, había una ausencia casi total de
inversiones por lo que la productividad era muy escasa y predominaba una agricultura de
subsistencia, causada también por la deficiencia de los transportes.
Existía por tanto una deficiente estructura de la propiedad, concentrándose la mayor parte de
la tierra en manos de los estamentos privilegiados. Sin embargo, el desarrollo del proceso de
Reconquista permite diferenciar dos zonas en España: en el Norte predomina el minifundismo,
ya que la Reconquista fue muy lenta, lo que permitió ir estableciendo en el territorio pequeños
campesinos; en el Sur predomina el Latifundismo ya que la rapidez con que fue reconquistada
la zona al sur del Tajo hizo que la única manera de ocupar el territorio fuera conceder grandes
territorios a los nobles, Órdenes Militares e Iglesia.

DESARROLLO DEL PROCESO DESAMORTIZADOR

Objetivo: establecer la plena propiedad privada de la tierra, dando fin a su amortización.

Precedentes: en el reinado de Carlos IV, en 1798, el primer ministro Godoy desamortizó los
bienes de los patronatos eclesiásticos (Capellanías, Obras Pías, hospitales y hospicios) y parte
de los realengos y baldíos, vendiéndolos en pública subasta para solventar el problema de la
deuda pública. En las Cortes de Cádiz (1810-1814) y durante el Trienio Liberal (1820-1823) se
decretó la supresión de los señoríos y la desamortización del clero regular mediante la
expropiación de sus propiedades por el Estado y su posterior venta en pública subasta. Sin
embargo, el retorno al absolutismo en 1814 y 1823 supuso la anulación de estas medidas.

La desamortización se lleva a cabo durante el reinado de Isabel II a través de las


desamortizaciones de Mendizábal (1836), de Espartero (1841) y de Madoz o Ley de
Desamortización General (1855), todas ellas decretadas durante sendos periodos de dominio
progresista en el gobierno.

Desamortización de Mendizábal (1836): se desvinculan las tierras de la nobleza y el clero. En


este último caso se expropiaron los bienes del clero regular (comunidades religiosas),
vendiéndose en pública subasta, por lo que fueron acaparadas por la burguesía. Su finalidad
fue atenuar el problema de la deuda, no hacer una reforma agraria.

Desamortización de Espartero (1841): se decreta la desamortización de los bienes del clero


secular (Catedrales e iglesias), vendiéndose en pública subasta. El retorno de los moderados al
poder hizo que las ventas quedaran paralizadas.

Desamortización de Madoz o Ley de Desamortización General (1855): se expropian y subastan


al mejor postor los bienes que le quedaban a la Iglesia y los de los Ayuntamientos, en este
último caso tanto propios (bienes destinados a satisfacer los gastos de la institución) como
comunes (bienes de libre aprovechamiento para los vecinos)

CONSECUENCIAS DE LAS DESAMORTIZACIONES EN LA AGRICULTURA ESPAÑOLA

Consolidación de la propiedad privada de la tierra gracias a las reformas liberales (supresión de


señoríos, desvinculación de la propiedad y desamortización de las tierras de la Iglesia y de los
Ayuntamientos: Desamortizaciones de Mendizábal en 1836 y de Madoz en 1855).

Los objetivos de las desamortizaciones fueron paliar los problemas de la Hacienda Pública y
consolidar el apoyo de la Burguesía al régimen liberal: esto se tradujo en una ausencia de
verdadera reforma agraria, ya que el sistema de venta adoptado (subasta al mejor postor) hizo
que las tierras fueran adquiridas por la burguesía (nueva concentración de la propiedad) y que
la población campesina empeorara su situación (desaparición de arrendatarios, pérdida del
derecho de uso de las tierras comunales)
En el aspecto económico, las desamortizaciones produjeron un aumento de la producción
agraria, destinada ahora más al mercado que al autoconsumo. Este aumento de la producción
no fue consecuencia de una mejora de las técnicas agrarias, sino del aumento de la superficie
cultivada (los rendimientos por superficie decrecen).

Paso de una agricultura de subsistencia basada en el cultivo de cereales a otra moderna


basada en frutales y productos de regadío (zona mediterránea). Gran expansión de la vid, el
olivo y el naranjo.

El proteccionismo impuesto sobre los cereales (que siguen siendo el principal cultivo) supuso
una ausencia de inversiones y un empobrecimiento de las clases obreras.

Este retraso agrario supuso uno de los mayores obstáculos a la revolución industrial española
(ausencia de beneficios, sub-consumo interno) y una de las fuentes principales de
conflictividad social (revueltas jornaleras).

CONSECUENCIAS DEL SUBDESARROLLO AGRARIO EN EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN

La ausencia de revolución agraria en España explica en buena parte el fracaso del proceso de
industrialización y el atraso social y económico de España durante el siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX.

Así, las características socio-económicas de España fueron: Crecimiento demográfico bastante


menor que en el resto de los países industrializados por el mantenimiento de una alta tasa de
mortalidad; Predominio de la población rural frente a la urbana; Predominio del sector
primario en la economía española; Escasa industrialización, muy desigualmente repartida en el
territorio, por la demanda interna insuficiente, la escasez de fuentes de energía, el atraso
agrario y la inexistencia de una burguesía emprendedora; Desarrollo de la minería en función
de intereses extranjeros; Ferrocarril subdesarrollado por la estructura radial, el dominio de
capitales e intereses extranjeros y la escasa rentabilidad; Subdesarrollo del mercado interior
por los transportes deficientes y la escasez de demanda por el subdesarrollo socioeconómico;
Comercio exterior deficitario (exportación de materias primas e importación de productos
industriales); y Predominio de la políticas proteccionistas e intervencionistas por los intereses
de las oligarquías agrarias e industriales que desincentivaron la inversión y disminuyeron la
demanda por el alza de los precios

REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868)


INTRODUCCIÓN

Durante el reinado de Isabel II se lleva a cabo el establecimiento del Estado Liberal en España,
en buena parte gracias a un contexto internacional favorable gracias a la ruptura del orden
establecido por la Restauración con las oleadas revolucionarias de 1830 y 1848, que suponen
el triunfo del liberalismo en Europa. Sin embargo, el nuevo Estado tendrá un problema que
explica en buena parte su fracaso: la exclusión de la mayor parte de la población de la vida
política, lo que explica el intento democratizador del Sexenio Revolucionario (1868-1874).

LA ÉPOCA DE LAS REGENCIAS (1833-1843)

El problema sucesorio

Fernando VII tiene como único descendiente a su hija Isabel, pero su acceso al trono era
imposible por la Ley Sálica establecida en 1713. Ante ello, el rey aprueba en 1830 la Pragmática
Sanción, que permite la descendencia femenina. Los sectores absolutistas no aceptan la nueva
ley, apoyando en la sucesión al hermano del rey, Carlos María Isidro.

Al fallecer el rey en 1833, los absolutistas apoyan a Carlos, mientras que los liberales hacen lo
propio con la nueva reina, Isabel II. Al ser ésta menor de edad, asume la regencia su madre,
María Cristina.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

El carlismo era una ideología tradicionalista y antiliberal que defendía la monarquía absoluta,
la sociedad estamental, la preeminencia de la Iglesia y el mantenimiento de los fueros (lema:
“Dios, Patria y Fueros”).

El carlismo contó con apoyos en las regiones forales, que temían el centralismo liberal, y de
pequeños campesinos, en las que la influencia del clero pro-absolutista era muy fuerte.

Sin embargo, los isabelinos tienen sus principales apoyos en las zonas urbanas y de predominio
jornalero. Apoyo de parte de la alta nobleza y del alto clero, funcionarios y búsqueda del apoyo
de los liberales.

Desarrollo del conflicto: ante la falta de ejército regular los carlistas optan por la formación de
“partidas” (grupos guerrilleros). Dimensión internacional: apoyo al bando carlista por las
potencias absolutistas (Rusia, Prusia y Austria) y al bando isabelino por las liberales (Gran
Bretaña, Francia y Portugal). Etapas: avances carlistas en el norte (1833-1835: fracaso en la
ocupación de ciudades -sitio de Bilbao-) y predominio liberal (1836-1840: victoria de Espartero
en Luchana en 1836, expedición real de 1837, división de los carlistas en transaccionalistas e
intransigentes).

La guerra acaba con el Abrazo o Convenio de Vergara (1839) entre Espartero y Maroto, en el
que se recogía el respeto a los fueros vasco-navarros. En el maestrazgo continúa la lucha
guerrillera hasta la derrota de Cabrera en 1840.

La configuración de los partidos políticos

Se consolida la división de los liberales en diversas opciones, surgidas en el Trienio Liberal


(doceañistas y veinteañistas).

Más que de partidos políticos en sentido estricto (grupos homogéneos y compactos con una
ideología y un programa bien definidos), se puede hablar de grupos o agrupaciones políticas
(corrientes de opinión organizadas en torno a determinadas personalidades para participar en
las elecciones y controlar el poder). Destacan moderados y progresistas, frente a los cuales van
surgiendo en este periodo demócratas y republicanos.

Moderados: base social (“personas de orden”: alta burguesía, restos de la nobleza, alto clero,
jerarquía militar), base ideológica (ideología conservadora, defensa del derecho de propiedad,
sufragio muy censitario, subordinación de la libertad individual a la autoridad y orden social,
Guardia Civil, soberanía compartida entre Cortes bicamerales y Corona, amplios poderes del
monarca, derechos individuales limitados, confesionalidad católica del Estado y política
económica proteccionista) y principales líderes (Ramón María Narváez y Francisco Bravo
Murillo).

Progresistas: base social (clases medias: pequeña y mediana burguesía, oficialidad militar,
apoyo en un primer momento de las clases populares urbanas), base ideológica (ideología
progresista-reformista, sufragio menos censitario, Milicia Nacional, soberanía nacional,
predominio de las Cortes unicamerales, limitación del poder de la Corona, amplios derechos
individuales, autonomía municipal, limitación de la influencia de la Iglesia Católica y política
económica librecambista) y principales líderes (Juan Álvarez Mendizábal, Baldomero Espartero,
Juan Prim).

Demócratas: separados de los progresistas en 1849, clases populares sobre todo urbanas,
soberanía popular, sufragio universal masculino. De este grupo se separan los Republicanos
que se diferencia de los anteriores en su rechazo a la monarquía.

La regencia de María Cristina (1833-1840)

En 1834 la regente aprueba el Estatuto Real, carta otorgada basada en la ideología moderada,
lo que lleva al descontento de los progresistas: movimientos revolucionarios de 1835-1836
(Juntas Revolucionarias, Pronunciamiento de la Granja) que los llevan al poder.

Una vez en el poder, los progresistas llevan a cabo una labor reformista: Constitución
progresista de 1837 y la Desamortización de Mendizábal de 1836.

Constitución de 1837: predominio de la ideología progresista (soberanía nacional, amplia


declaración de derechos individuales, división de poderes, aconfesionalidad del Estado) pero
haciendo concesiones a los moderados (Cortes bicamerales, amplios poderes de la Corona,
financiación de la Iglesia Católica por el Estado).

Desamortización de Mendizábal (1836): se desvinculan las tierras de la nobleza y el clero. En


este último caso se expropiaron los bienes del clero regular (comunidades religiosas),
vendiéndose en pública subasta. Su finalidad fue atenuar el problema de la deuda, no hacer
una reforma agraria.

De manera casi inmediata los moderados recuperan el poder con el apoyo de la regente,
habiendo un creciente papel de los militares en la vida política.

La regencia de Espartero (1840-1843)

Un nuevo movimiento insurreccional progresista motivado por la Ley de Ayuntamientos


provoca la destitución de María Cristina a favor de Espartero.

Inestabilidad política por la división de los progresistas y los pronunciamientos moderados,


aplicando el regente una fuerte represión (Bombardeo de Barcelona en 1842).

En 1843 un pronunciamiento del general moderado Narváez, provoca el exilio de Espartero.


Para evitar una nueva regencia, se adelanta la mayoría de edad de Isabel II a los 13

EL REINADO DE ISABEL II (1843-1868)

Década Moderada (1844-1854)


Sucesivos gobiernos encabezado por el líder de los moderados, el general Ramón María
Narváez.

Durante este periodo se produce la institucionalización del régimen liberal (Constitución de


1845), la normalización de las relaciones Iglesia-Estado (Concordato de 1851) y la reforma de la
Administración Pública.

Constitución de 1845: reforma de la Constitución de 1837 en un sentido exclusivamente


moderado; base doctrinal liberal moderada; Soberanía conjunta de la Corona y las Cortes
(bicamerales: Congreso electivo y Senado por designación); Amplias prerrogativas de la Corona
(nombramiento de ministros, disolución de las Cortes, sanción de leyes y designación del
Senado); Sufragio censitario; Los derechos individuales remiten a leyes de desarrollo que
tendieron a limitarlos: control gubernamental de la prensa, sufragio muy censitario, etc.;
Confesionalidad católica del Estado.

Concordato de 1851: supone el fin de la ruptura entre el Estado Liberal y la Iglesia provocada
por la Desamortización; Se ratifica la desamortización y el Real Patronato a cambio de la
confesionalidad del Estado, el control de la enseñanza y la financiación y protección estatal.

Reformas administrativas: Centralismo político-administrativo: a cargo de las provincias


(establecidas en 1833) se nombra un gobernador civil; Ley de Ayuntamientos de 1845 (alcaldes
por designación), Reforma Tributaria de Mon; creación del Banco de España; Código Penal de
1848; creación de la Guardia Civil en 1844 en sustitución de la Milicia Nacional.

Bienio Progresista (1854-1856)

El pronunciamiento del centrista O´Donnell en Vicálvaro y las insurrecciones progresistas


(“Manifiesto de Manzanares” en el que piden reformas) obligan en 1854 a Isabel II a llamar a
Espartero al gobierno.

Reformas progresistas: Constitución no promulgada de 1856 (progresista); Desamortización de


Madoz de 1855 (expropiación y subasta de los bienes del clero secular y de los Ayuntamientos
-propios y comunes-); reformas económicas liberalizadoras (ferrocarriles, minería y sociedades
de crédito).

La instabilidad social lleva a la sustitución de Espartero por O´Donnell en 1856, volviendo de


nuevo los moderados al poder.

Desmoronamiento de la Monarquía Isabelina (1856-1868)

Tras un breve gobierno de O´Donnell, Isabel II llama de nuevo al gobierno a los moderados
dirigidos por Narváez (1856-1858), lo que supone un retorno a la situación anterior a 1854.

Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863): partido de centro de O´Donnell con la intención de


atraerse a los progresistas: fracaso por los levantamientos campesinos y republicanos. En el
exterior lleva a cabo una ruinosa política de prestigio (Marruecos, México, Indochina y Guerra
del Pacífico). Fuerte especulación en torno al ferrocarril y la minería.

La crisis económica y el aumento de la oposición llevan al establecimiento de gobiernos


autoritarios de signo moderado entre 1863 y 1868.

En agosto de 1866 progresistas y demócratas firman en Pacto de Ostende, al que se adhieren


también los unionistas en noviembre de 1867, con la muerte de O’Donnell: unidad para acabar
con la monarquía de Isabel II (a la que se acusa de preferencia por los moderados, y de
gobernar sólo en función de los intereses de las “camarillas”) y con el régimen liberal
moderado (sufragio muy censitario, manipulación electoral).

Los partidos firmantes del Pacto de Ostende llevan a cabo la Revolución “Gloriosa” de 1868,
por la cual Isabel II se ve obligada a marchar al exilio y se da inicio al “Sexenio Democrático o
Revolucionario”.

El sexenio revolucionario: intentos democratizadores. De la


revolución al ensayo republicano
INTRODUCCIÓN

Los problemas que marcaron la construcción del Estado Liberal (monopolio político en la
práctica de los moderados, erosión de la monarquía, exclusión de la vida política de la mayor
parte de la población y crisis económica), provocaron la confluencia de un conjunto de fuerzas
políticas, sociales y económicas cuya disparidad, junto con la fuerte inestabilidad social y
política, explica el fracaso del intento democratizador puesto en práctica durante el Sexenio,
entre 1868-1874, y la consiguiente restauración de la monarquía borbónica ese último año.

LA REVOLUCIÓN DE 1868 Y EL GOBIERNO PROVISIONAL (1868-1870)

La Revolución “Gloriosa” de 1868

Causas: crisis financiera por la especulación ferroviaria, crisis económica (crisis de la industria
algodonera por la falta de materia prima y crisis de subsistencias a partir de 1866); Pacto de
Ostende (1866): acuerdo entre progresistas y demócratas para acabar con la monarquía
isabelina, dejando la decisión sobre la nueva forma de gobierno (monarquía o república) en
manos de unas Cortes Constituyentes que serían elegidas por sufragio universal masculino; al
año siguiente, 1867, los unionistas se unen al pacto, atrayendo al mismo a los altos mandos
militares y suponiendo un contrapeso conservador a los progresistas y demócratas.

Desarrollo: en septiembre de 1868 los pronunciamientos de los generales Serrano, Dulce, Prim
y Topete y la victoria en la batalla de Alcolea provocan el exilio de Isabel II, formándose juntas
revolucionarias provinciales y locales. En octubre la de Madrid proclama regente al general
Serrano y se forma un Gobierno Provisional presidido por el general Prim y con un claro
carácter moderado. Sus primeras medidas son la disolución de las Juntas revolucionarias y el
desarme de la Milicia Nacional, convocando elecciones a Cortes Constituyentes mediante
sufragio universal masculino para enero de 1869.

El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869

El gobierno del general Serrano pone en marcha un programa de reformas: ampliación de


derechos individuales (libertad de imprenta, derecho de reunión y asociación, sufragio
universal, reforma de la enseñanza, democratización de ayuntamientos y diputaciones). Se
adopta una política económica liberalizadora: fin del proteccionismo y liberalización de
sectores como la minería. En enero de 1869 se celebran elecciones a Cortes Constituyentes,
que por primera vez en la historia de España se realizan por sufragio universal masculino,
triunfando la coalición formada por progresistas, unionistas y un sector de los demócratas
(conjunción monárquico-democrática). Las Cortes aprueban la Constitución de 1869: primera
constitución democrática de la Historia de España, soberanía nacional, amplia declaración de
derechos y libertades (manifestación, reunión, asociación), monarquía parlamentaria, división
de poderes (poder legislativo en unas Cortes bicamerales, ejecutivo en el Rey y judicial en los
tribunales) y estado aconfesional (libertad de cultos). Se inicia la búsqueda de un nuevo rey,
optando Prim por el príncipe italiano Amadeo de Saboya, que finalmente es elegido en
noviembre de 1870. Liberalización económica: defensa del librecambismo y apertura del
mercado español a la entrada de capital extranjero; unificación y racionalización del sistema
monetario (peseta); Ley de Minas de 1871 (venta o concesión de yacimientos mineros, la
mayoría acaba en manos extranjeras); Ley de Bases Arancelarias de 1869 (librecambismo).
Descontento popular por la difícil situación económica y la continuidad de la monarquía, que
es canalizado por los republicanos y el naciente movimiento obrero de la Primera
Internacional. Por otra parte, monárquicos borbónicos y carlistas se oponen a la nueva
dinastía. En Cuba se inicia una insurrección independentista con el “Grito de Yara”.sLas fuerzas
políticas del Sexenio

Las fuerzas políticas del Sexenio pueden ser agrupadas en tres grandes grupos:

Partidos de Derecha: carlistas (entran en el juego parlamentario defendiendo la preeminencia


católica y la monarquía tradicional, apoyo en las regiones forales) y moderados
(mayoritariamente fieles a Isabel II, empieza a destacar Antonio Cánovas del Castillo, apoyo de
las clases altas).

Partidos de centro: Conjunción monárquico-democrática (agrupaba a unionistas, progresistas y


demócratas, líderes como Prim, Sagasta y Ruiz Zorrilla). Esta coalición se rompe al inicio del
reinado de Amadeo I de Saboya: Partido Constitucional y Partido Radical.

Partidos de Izquierda: Partido Republicano Federal (escisión de los demócratas surgida a


mediados de 1868), líderes como Pi y Margall y Figueras, defendían una república federal y
laica que terminara con la intervención del ejército en la política y regulara las condiciones
laborales. Los federales se dividen en dos tendencias: benévolos e intransigentes, que se
diferencian en el origen del pacto federal, desde arriba o desde abajo, respectivamente. Por
otra parte estaba el Partido Republicano Unitario que, dirigido por Castelar, era contrario al
federalismo.

EL REINADO DE AMADEO I DE SABOYA (1870-1873)

El nuevo rey llega a Madrid en diciembre de 1870, siendo coronado el mes siguiente. Se
encuentra una situación desastrosa: oposición de republicanos, carlistas y borbónicos;
asesinato de Prim, su máximo valedor; y creciente presión obrera desde la fundación de la
sección de la I Internacional en España en 1870 (FRE, con predominio anarquista).

El nuevo rey se apoya en los partidos Constitucional (dirigido por Sagasta, agrupa a unionistas
y progresistas moderados) y Radical (dirigido por Zorrilla, agrupa a progresistas y demócratas).
En la oposición se sitúan los moderados, los republicanos y los carlistas.

La situación se hace insostenible a partir de 1872 por el inicio de la III Guerra Carlista, el
agravamiento de la sublevación independentista iniciada en Cuba en 1868 y por las
insurrecciones de carácter federalista. Además, la coalición gubernamental formada por los
partidos Constitucional y Radical se rompe, dejando al rey aislado.

En febrero de 1873 el rey abdica, proclamando el Congreso y el Senado en sesión conjunta la


República como única solución posible. Problema: poca fuerza y división interna de los
republicanos.
LA PRIMERA REPÚBLICA (1873-1874)

Creciente inestabilidad política. Se pueden distinguir dos etapas:

República Federal: presidencia de Figueras, oposición de los republicanos unionistas y


federalistas radicales (intransigentes) que lleva a su dimisión. Le sustituye en la presidencia Pi y
Margall, que lleva a cabo el proyecto de Constitución Federal de 1873, que no llega a
aprobarse. Problema cantonalista: varias ciudades se sublevan contra el gobierno central
declarando su independencia (cantones), movimiento liderado por los federales radicales y el
movimiento obrero (mayoritariamente anarquista) y que debe ser sofocado a través del
Ejército.

República Unitaria: tras un breve mandato de Salmerón, Castelar refuerza la posición estatal y
suprime el principio federal. En enero de 1874 el general Pavía da un golpe de Estado,
ocupando la presidencia el general Serrano. El príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, publica el
Manifiesto de Sandhurst, en el que se postula como rey para recuperar el régimen político
liberal y la estabilidad social y política. Finalmente, el general Martínez Campos se pronuncia
en Sagunto y proclama a Alfonso XII rey de España, restaurándose la monarquía borbónica.

GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898


INTRODUCCIÓN

A finales del siglo XIX España era una potencia de tercer orden en el contexto internacional. Al
fracaso de la revolución industrial en el país, con el consiguiente subdesarrollo económico y
conflictividad social, se unía un sistema político, el de la Restauración, muy poco democrático,
con las consecuencias de una fuerte conflictividad política interna y un alto grado de
corrupción. Además, el país se encontraba aislado internacionalmente, no contando en
ninguna de las alianzas entre las potencias europeas de la Europa de la Paz Armada. Todo ello
explica que cuando se enfrente a EEUU, una potencia económica y militar emergente, por la
posesión de Cuba, España sufra una humillante derrota que la hará consciente de su debilidad.
Frente a los intentos de continuar con el sistema político imperante por parte de las clases
dirigentes encuadradas en los partidos dinásticos, surgen las tesis regeneracionistas que
intentan una reforma profunda de la estructura política, económica y social del país. Su fracaso
supondrá el reforzamiento de las fuerzas políticas situadas al margen del sistema.

GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

La pérdida de las últimas colonias de Ultramar españolas por la guerra con EEUU en 1898
supuso una gran crisis en todos los niveles en España, hasta herir de muerte al régimen de la
Restauración, que no supo llevar a cabo las reformas necesarias y prolonga su agonía hasta el
golpe de estado de Primo de Rivera en 1923.

Guerra Colonial

CAUSAS

Contexto Internacional: Liderazgo alemán gracias al Sistema de Alianzas del canciller Bismarck
(1871-1890), del que queda fuera España, que se encuentra aislada internacionalmente;
Desarrollo espectacular de EEUU tras la Guerra de Secesión (1861-1865), iniciando una política
imperialista que choca con los últimos restos del Imperio Español (Cuba-Puerto Rico y
Filipinas); Remodelación del mapa colonial por las grandes potencias industriales a finales del
siglo XIX.

Causas internas en Cuba: el incumplimiento de las cláusulas de la Paz de Zanjón de 1878


genera el malestar criollo (en 1893 las Cortes rechazan el proyecto de autonomía elaborado
por Antonio Maura y cuando se aprueba en 1897 ya es demasiado tarde); incapacidad
económica española para absorber la producción cubana, sobre todo azucarera, y proveer a la
isla de manufacturas (Arancel proteccionista de 1891); penetración económica de EEUU en la
isla y malestar por el proteccionismo (absorbía el 88’1 % de las exportaciones cubanas pero
sólo suministraba el 37 % de sus importaciones); y desarrollo de un movimiento nacionalista
(en 1892 José Martí funda el Partido Revolucionario Cubano).

DESARROLLO

La sublevación se inicia en 1895 en Cuba con el “Grito de Baire” y el Manifiesto de Montecristi,


y en 1896 en Filipinas con la rebelión de José Rizal.

En Cuba el movimiento es liderado por José Martí, adoptando la táctica de guerrillas. Frente al
mismo, el general Martínez Campos lleva a cabo una política de conciliación, cuyo fracaso hace
que la represión sea dirigida por el general Weyler que aplica una política de “guerra total”
(trochas, campos de concentración) que provocan el apoyo de la población a la independencia
y las protestas de EEUU que propone a España la compra de la isla por 300 millones de dólares,
oferta que es rechazada.

Con la excusa de la voladura del acorazado norteamericano “Maine” en el puerto de La


Habana en febrero de 1898, EEUU le presenta un ultimátum a España para su retirada de la isla
en abril de ese año. Su rechazo, supone la declaración de guerra a España. La noticia es
acogida en España con un patriotismo exacerbado e irreal. La flota americana derrota a la
española en las batallas de Cavite (Filipinas) y Santiago (Cuba), que son un auténtico paseo
militar para EEUU. La resistencia española es mucho más intensa en tierra (con el caso extremo
de los “últimos de Filipinas”), pero una vez perdida la flota la guerra estaba perdida.
Finalmente, en diciembre de 1898 se firma la Paz de París por la que España reconoce la
independencia de Cuba y cede a EEUU las islas Filipinas, Puerto Rico y Guam. El fin del imperio
colonial se completa con la venta a Alemania de las islas Marianas, Palaos y Carolinas en 1899.

CONSECUENCIAS

La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de


desencanto y frustración que dio origen a propuestas de reforma (Regeneracionismo) cuyo
fracaso explica la caída del régimen de la Restauración.

Consecuencias económicas: a pesar de la pérdida de los mercados coloniales protegidos y del


aumento de la Deuda Pública por la guerra, en el terreno económico las consecuencias fueron
incluso beneficiosas debido a la repatriación de capitales y al descenso del gasto público que
suponía el mantenimiento de las estructuras políticas y militares en las colonias.

Consecuencias políticas: aunque herido de muerte, el sistema político de la Restauración


sobrevivió temporalmente al desastre, mostrando una gran capacidad de recuperación. En
todo caso, supusieron un reforzamiento de las tendencias nacionalistas, al contar con un
apoyo más decidido de la burguesía industrial, que solicitaba reformas, y un cambio en la
actitud del Ejército que, ante las críticas y el creciente antimilitarismo, carga las culpas en los
políticos y vuelve a defender la injerencia en la vida política.

Crisis de 1898

Como consecuencia de la desastrosa derrota de 1898, el país sufre una aguda crisis política,
marcada por el auge del Regeneracionismo.

El Regeneracionismo es un movimiento que desde una óptica cultural o política criticó al


sistema político de la Restauración y defendía la necesidad de una regeneración y
modernización de la política española. En el aspecto cultural destacó la Generación del 98
(Unamuno, Valle Inclán, Pío Baroja, Azorín, etc), caracterizada por su pesimismo, su crítica al
atraso peninsular y el planteamiento de una profunda reflexión sobre el sentido de España y su
papel en la historia. En el aspecto político destacó Joaquín Costa que proponía dejar atrás los
mitos del pasado imperial, modernizar la economía, fomentar la educación y acabar con el
fraude electoral (turnismo y caciquismo).

Estas peticiones regeneracionistas intentaron ser puestas en práctica por el nuevo líder del
Partido Conservador, Francisco Silvela, que sustituye al liberal Sagasta en la presidencia del
gobierno en 1899. Sin embargo, sus medidas (proyecto de descentralización administrativa,
aumento de los impuestos sobre los productos de primera necesidad) provocaron el aumento
de la oposición y la dimisión de los ministros más renovadores, cayendo finalmente el gobierno
en 1901, sustituido por los liberales. Pese a acceder de nuevo a la presidencia entre 1902-
1903, volvió a fracasar en sus intentos de reforma.

La extensión de las ideas regeneracionistas y la incapacidad de ponerlas en práctica desde


dentro del sistema suponen un reforzamiento de las opciones políticas situadas fuera del
sistema (nacionalismo, movimiento obrero, republicanismo) y una nueva injerencia del Ejército
en la vida política del país.

El regimen de restauración y el sistema cannovista


INTRODUCCIÓN

Tras el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto en 1874 se da fin a la experiencia


democrática del Sexenio (1868-1874), que fracasa por la fuerte inestabilidad interna y la
disgregación de sus apoyos políticos y sociales. El retorno de la monarquía borbónica en la
persona de Alfonso XII tuvo como principal artífice a Cánovas del Castillo, que establece el
llamado sistema canovista, caracterizado por la alternancia en el poder de los llamados
partidos dinásticos, que utilizan para ello el falseamiento electoral a través de la actuación del
caciquismo. Fuera de este sistema político muy poco democrático quedan diversas fuerzas
políticas (republicanos, nacionalistas, socialistas, tradicionalistas) cuya fuerza será cada vez
mayor, sobre todo tras la crisis de 1898.

BASES DEL SISTEMA POLÍTICO CANOVISTA


El pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 supuso la restauración de la
monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. El nuevo sistema político
fue configurado por Antonio Cánovas del Castillo, de ahí su apelativo de “canovista”.

Carácter netamente conservador: sistema parlamentario liberal poco democrático.

Apoyo en los grupos conservadores, atemorizados por la radicalización del Sexenio y la


irrupción del obrerismo.

La Constitución de 1876, inspirada en la de 1845, configura las nuevas bases del sistema
canovista: soberanía compartida entre Cortes y Corona, amplias prerrogativas de la Corona
(derecho de veto, potestad legislativa compartida con las Cortes y nombramiento de ministros
-control del poder ejecutivo-), Cortes Bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado),
confesionalidad católica del Estado y amplia declaración de derechos cuya concreción se
remite a leyes ordinarias que tendieron a restringirlos.

Los pilares básicos sobre los que se asentó el sistema canovista fueron: la Corona (árbitro de la
vida política y garantizar el entendimiento y alternancia entre los partidos dinásticos), los
partidos dinásticos (conservador y liberal, renunciando ambos al pronunciamiento para
acceder al poder) y el Ejército (se le aleja de la vida política, supremacía del poder civil sobre el
militar, potenciación del monarca como símbolo y cabeza visible).

EL FIN DE LOS CONFLICTOS BÉLICOS DEL SEXENIO

El nuevo régimen canovista acabó casi de inmediato con los dos principales conflictos
heredados del Sexenio (Tercera Guerra Carlista y Guerra de Cuba), consiguiendo así la
pacificación interna del país.

Tercera Guerra Carlista: el desánimo ante la restauración borbónica y la presión militar a que
fue sometida, provocó la derrota de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia en 1875 y en
Navarra y el País Vasco en 1876, marchando don Carlos (heredero de Carlos María Isidro) al
exilio. La derrota carlista supuso la supresión del régimen foral, aunque se les siguió
concediendo cierta autonomía fiscal a través del sistema de Conciertos Económicos
establecido para las provincias vascas en 1878 (las Diputaciones Provinciales recaudaban los
impuestos y daban una cuota fija al Estado central).

Guerra de Cuba: la presión militar y la negociación llevaron a la Paz de Zanjón de 1878 que
estableció una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobada definitivamente en
1888), la concesión de autonomía y la participación de Cuba en las elecciones a Cortes. El
retraso o incumplimiento de estas reformas provocó la llamada “Guerra Chiquita” en 1879 y la
posterior insurrección de 1895.

BIPARTIDISMO Y TURNO PACÍFICO

El sistema político canovista se basaba en la existencia de dos grandes partidos políticos


dinásticos (Liberal y Conservador) que coincidían en lo fundamental: defensa de la Monarquía,
la Constitución de 1876, la propiedad privada y la consolidación del estado liberal, unitario y
centralista. Sin embargo, los diferenciaban algunos matices políticos y su base social.

Partido Conservador: liderado por Antonio Cánovas del Castillo, aglutinó a los sectores más
conservadores: terratenientes y alta burguesía. Interpretaban los derechos individuales y el
sufragio censitario en un sentido muy restrictivo. Defendían la confesionalidad católica del
Estado y el orden social.
Partido Liberal: liderado por Práxedes Mateo Sagasta, aglutinaba a los antiguos progresistas,
unionistas y republicanos moderados. Su base social eran las clases medias e interpretaban los
derechos individuales y el sufragio censitario de una manera más aperturista. Tenían una
visión más laica del estado y se inclinaban a un reformismo más progresista.

En cualquier caso, su práctica gobierno se diferenciaba poco y frente a los anteriores


pronunciamientos de uno u otro signo optaron por su alternancia regular y pacífica en el poder
(turno pacífico), Esta alternancia se basaba en la manipulación de los resultados electorales en
el sentido acordado por ambas formaciones, utilizando para ello los mecanismos caciquiles y la
posición dominante del partido en el poder.

LOS GOBIERNOS DEL TURNISMO: EVOLUCIÓN POLÍTICA

El periodo comprendido entre 1875 y 1902 puede dividirse en dos grandes etapas: el reinado
de Alfonso XII (1875-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902). En todo este periodo el
turnismo funcionó con toda regularidad, entrando en crisis a partir de 1898, ya que el impacto
de la crisis erosionó a los partidos dinásticos.

Gobierno Conservador (1875-1881): se ponen las bases del nuevo régimen gracias a la
Constitución de 1876 y al fin de las guerras de Cuba y carlista.

Gobierno Liberal (1881-1884): se fracasa en la aplicación del ideario reformista liberal. La única
reforma destacada fue el establecimiento del sufragio universal masculino en las elecciones
municipales (1882).

Gobierno Conservador (1884-1885): Tras acceder de nuevo al poder, los conservadores deben
hacer frente a la temprana muerte de Alfonso XII en 1885. Para evitar una desestabilización del
sistema ambos partidos firman ese mismo año el Pacto del Pardo que suponía el acceso al
poder del Partido Liberal y la regencia de María Cristina hasta que Alfonso XIII alcanzara la
mayoría de edad.

Gobierno Liberal o “Gobierno Largo” (1885-1890): se aplican medidas reformistas como la Ley
de Asociaciones (1887), la abolición de la esclavitud (1888) y el sufragio universal masculino
para las elecciones generales (1890). Sin embargo, esta democratización fue en realidad nula
por el sistema de control electoral (caciquismo y turnismo).

Cambios constantes en el gobierno (1890-1902): con cortos intervalos de dominio liberal, en


este periodo gobiernan casi constantemente los conservadores, que deben hacer frente a su
crisis interna (asesinato de Cánovas por un anarquista en 1897) y a la crisis de 1898.

FUERZAS POLÍTICAS AL MARGEN DEL SISTEMA CANOVISTA

En la práctica, el sistema político canovista marginó de la vida política a amplios sectores de la


sociedad. Además de fuerzas de oposición como los carlistas y los republicanos y del creciente
peso del movimiento obrero socialista y anarquista, se desarrollaron los movimientos
nacionalistas, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Frente a todos ellos, el régimen intentó
atraerse a los sectores más acomodaticios y marginó del sistema a los más radicales

CARLISMO

Desde su exilio en Francia fomentó conspiraciones y la formación de partidas guerrilleras que


eran abastecidas de armas desde el exterior. Intentó aglutinar a todos los sectores católicos,
pero el apoyo de la jerarquía y del Vaticano a los Borbones le hizo fracasar. Ante ello el
movimiento se escinde y surge en 1888 el Partido Tradicionalista que, dirigido por Ramón
Nocedal, se definía como antiliberal, tradicionalista y católico.

Republicanismo

El desencanto por el fracaso de la I República y la fuerte represión ejercida por el nuevo


régimen produjo la escisión del movimiento: Partido Posibilista (dirigido por Emilio Castelar
entra en el juego político de la Restauración), Partido Republicano Progresista (dirigido por
Ruiz Zorrilla desde el exilio protagonizó pronunciamientos fracasados en 1883 y 1886), Partido
Republicano Unitario (dirigido por Salmerón, marginado del sistema) y Partido Republicano
Federal (dirigido por Pi i Margall, era el grupo más numeroso pero igualmente marginado). La
introducción del sufragio universal masculino en 1890 supuso una revitalización del
republicanismo y estimuló su reunificación en 1893 con la creación de Unión Republicana (sólo
quedaron al margen los posibilistas). Sin embargo, el desarrollo del movimiento obrero le fue
privando de sus bases sociales y electorales.

Movimiento obrero

Durante los primeros años del sistema político canovista, las organizaciones obreras fueron
ilegalizadas y fuertemente reprimidas. El acceso de los progresistas al poder en 1881 supuso
una mayor permisividad, lo que permitió una nueva expansión del movimiento obrero,
dividido ya definitivamente en anarquistas y socialistas. Su creciente fuerza explica que el
Estado empezara a tomar las primeras medidas de reforma social.

Las corrientes anarquistas: En 1881 los anarquistas fundan, en sustitución de la FRE, la


Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). La nueva organización, que se
asentaba preferentemente en Cataluña y Andalucía, fue aumentando el número de sus
afiliados y desarrolló una acción sindical de carácter reivindicativo. La fuerte represión aplicada
por el Estado (Mano Negra contra ella explica su disolución en 1887. Tras ello, muchos
anarquistas optan por la formación de pequeños grupos autónomos que utilizan como arma el
terrorismo. Entre 1893-1897 se multiplican los atentados anarquistas contra personalidades
políticas (asesinato del presidente del gobierno, Cánovas del Castillo), miembros de la alta
burguesía y eclesiásticos. Frente a ello se desarrolló una fuerte represión (Procesos de
Montjuic de 1897). El fracaso de la vía terrorista hizo que la mayor parte de los anarquistas
volvieran a la lucha sindical, dando nacimiento así al anarcosindicalismo o sindicalismo
revolucionario, que se concreta en la fundación en 1910 de la Confederación Nacional del
Trabajo (CNT).

Las corrientes socialistas: En 1879 se crea el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), definido
como un partido marxista cuyo objetivo era establecer, a través de una revolución, la dictadura
del proletariado y la nueva sociedad comunista. En todo caso, progresivamente fue
evolucionando hacia posturas socialdemócratas o reformistas. En 1890 se afilia a la
Internacional Socialista y en 1910 obtiene el primer diputado en las Cortes (Pablo Iglesias, por
Madrid). Subordinado al partido, en 1888 se crea un sindicato socialista, la Unión General de
Trabajadores (UGT), que aboga sobre todo por medidas reformistas más que revolucionarias.
El socialismo se extendió sobre todo por Madrid, País Vasco y Asturias presentando un menor
número de militantes que las organizaciones anarquistas.
Nacionalismo y Regionalismo

Durante el periodo de la Restauración surgen movimientos nacionalistas (independencia) y


regionalistas (autonomía) en diversas zonas de España como consecuencia de la política
centralista del régimen liberal, su castellanización cultural y el renacimiento literario y cultural
de las regiones que contaban con una lengua propia y con un pasado de independencia.

El Catalanismo: desde 1830 surge un amplio movimiento cultural y literario (Renaixença) que
se fija como objetivos la recuperación de la lengua y señas de identidad de la cultura catalana;
en 1882 Valentí Almirall funda el Centre Catalá, primera organización regionalista catalana que
en 1885 presenta un “Memorial de Agravios” a Alfonso XII; en 1891 se funda la Unió
Catalanista, federación de entidades catalanistas de tendencia conservadora cuyo programa
(federalismo) queda fijado en las “Bases de Manresa”; en 1901 se funda la Lliga Regionalista,
dirigida por Prat de la Riba y Francesc Cambó, agrupación conservadora apoyada por la
burguesía industrial y comercial que pedía el fin de la corrupción del sistema y la concesión de
autonomía, convirtiéndose en la fuerza hegemónica de Cataluña hasta 1923.

El nacionalismo vasco: la abolición de los fueros en 1876 y la creciente inmigración castellana


por la industrialización hicieron surgir un movimiento defensor de la cultura y lengua vascas;
en 1894 Sabino Arana funda el PNV, cuyos pilares ideológicos eran el racismo, los fueros y la
religión; a partir de 1901 el PNV se va moderando y optando por posturas autonomistas.

Los movimientos regionalistas se desarrollan con menos fuerza y tardíamente en regiones


como Galicia (Rexurdimento de mediados del XIX), Valencia (Valencia Nova, 1904) y Andalucía
(Blas Infante, 1910), debido a la poca fuerza de su burguesía frente a la vieja nobleza y la
Iglesia y el predominio campesino-jornalero que opta por opciones conservadoras u obreras.

También podría gustarte