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Introducción
Rey carente de talento y voluntad, nada más acceder al trono debe hacer frente a los efectos
de la Revolución Francesa (julio de 1789): Floridablanca establece un cordón sanitario.
Al ser guillotinado Luis XVI en 1793, España entra en guerra contra Francia, que acaba con la
Paz de Basilea de 1795 y la reedición de los pactos de familia con el Tratado de San Ildefonso
de 1796. A partir de aquí, el primer ministro Godoy somete a España a los intereses de Francia.
Esta alianza fue desastrosa para España: derrotas navales de San Vicente (1797) y Trafalgar
(1805), que suponen la pérdida de la flota española y el corte de comunicaciones con las
colonias americanas.
Motín de Aranjuez (marzo de 1808): Godoy aconseja a la corte su traslado a Sevilla, ante lo
cual el pueblo se amotina en Aranjuez, obligando a abdicar a Carlos IV a favor de su hijo
Fernando VII.
La Guerra de Independencia
Grupos ideológicos
Afrancesados: apoyo a José I, parte de la nobleza, del alto clero y sobre todo funcionarios que
ven en la nueva monarquía una posibilidad de modernización y reforma, reflejándose la misma
en la aprobación en julio de 1808 del Estatuto de Bayona
Patriotas: oposición a la invasión francesa y al nuevo rey, dos grupos enfrentados: liberales y
tradicionalistas.
Inicio: ante la ocupación francesa y el traslado de los últimos miembros de la familia real a
Bayona, el pueblo de Madrid se levanta el 2 mayo. Aunque la rebelión fue sofocada por las
tropas francesas, se extiende por todo el país, formándose juntas locales y provinciales para
llenar el vacío de poder y organizar la resistencia. En septiembre se forma una Junta Suprema
Central, presidida por Floridablanca que declara la guerra a Francia, jura lealtad a Fernando VII,
promete la convocatoria de Cortes y pide ayuda a Gran Bretaña.
Características: guerra nacional, La inferioridad del ejército regular español hace que se
adopte la nueva táctica de guerrillas y defensa de las ciudades por el conjunto de la
población.
Fases: 1808-1809: fracaso inicial de la invasión con victoria española en Bailén y desembarco
de Wellington en Lisboa
1812-1813: se firma en 1813 el Tratado de Valençay: Napoleón reconoce a Fernando VII como
rey de España.
Consecuencias.
Comienzo del fin del Antiguo Régimen, largo periodo de transición hasta la revolución de 1868.
Convocatoria y composición.
La invasión francesa de Andalucía hace que la Junta Suprema Central ceda los poderes a una
Regencia, que mantiene la convocatoria de Cortes. Las mismas se inician en Cádiz en
septiembre de 1810 al ser la única zona libre de ocupación.
Composición: se decide la formación de una única cámara, sin división por Estamentos;
primacía de representantes del Tercer Estado y algunos clérigos: todo lo anterior supone el
predominio liberal.
Grupos políticos: liberales (enemigos del poder absoluto, libertades individuales, soberanía
nacional, división de poderes y constitucionalismo; grupo predominante), serviles
(absolutistas, divididos en moderados y radicales) y americanos (poca fuerza, partidarios de la
independencia de las colonias).Liquidación de los fundamentos del Antiguo Régimen a través
de:
Reformas sociales: abolición de los privilegios de la nobleza, igualdad ante la ley, supresión de
señoríos jurisdiccionales, abolición de la Inquisición.
La Constitución de 1812.
Proclamada el 19 de marzo de 1812 (por ello conocida como “La Pepa”), es el resultado del
consenso entre liberales y serviles moderados.
Características: monarquía constitucional, división de poderes relativa (poder ejecutivo al rey,
poder legislativo a las Cortes con el rey), Cortes unicamerales elegidas por sufragio universal
masculino pero indirecto y con diputados a los que se requiere una renta mínima,
reconocimiento de libertades individuales (igualdad jurídica, inviolabilidad del domicilio,
libertad de expresión) y se reconoce a la católica como religión oficial.
El rey vuelve a Madrid en 1814, trasladándose allí las Cortes. Restauración del absolutismo
basándose en el apoyo mostrado por las élites (Manifiesto de los Persas), el marco
internacional (Restauración y Santa Alianza) y la falta de apoyo popular a los liberales. De
inmediato inicia una fuerte represión que lleva a muchos liberales a la muerte o al exilio.
Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX se produce en Gran Bretaña el proceso de
Revolución Industrial, que se extiende al resto de Europa, EEUU y Japón a lo largo del siglo XIX
en el llamado proceso de Industrialización.
La mayor parte de las tierras estaban amortizadas, es decir, pertenecían y estaban vinculadas a
las instituciones de la nobleza (Títulos y mayorazgos) y de la Iglesia (órdenes religiosas,
catedrales e iglesias), que podían aumentar sus propiedades con nuevas adquisiciones,
explotaban la mayor parte de forma indirecta a través de arrendamientos y censos, y no
podían desprenderse de ellas. Como consecuencia de ello, había una ausencia casi total de
inversiones por lo que la productividad era muy escasa y predominaba una agricultura de
subsistencia, causada también por la deficiencia de los transportes.
Existía por tanto una deficiente estructura de la propiedad, concentrándose la mayor parte de
la tierra en manos de los estamentos privilegiados. Sin embargo, el desarrollo del proceso de
Reconquista permite diferenciar dos zonas en España: en el Norte predomina el minifundismo,
ya que la Reconquista fue muy lenta, lo que permitió ir estableciendo en el territorio pequeños
campesinos; en el Sur predomina el Latifundismo ya que la rapidez con que fue reconquistada
la zona al sur del Tajo hizo que la única manera de ocupar el territorio fuera conceder grandes
territorios a los nobles, Órdenes Militares e Iglesia.
Precedentes: en el reinado de Carlos IV, en 1798, el primer ministro Godoy desamortizó los
bienes de los patronatos eclesiásticos (Capellanías, Obras Pías, hospitales y hospicios) y parte
de los realengos y baldíos, vendiéndolos en pública subasta para solventar el problema de la
deuda pública. En las Cortes de Cádiz (1810-1814) y durante el Trienio Liberal (1820-1823) se
decretó la supresión de los señoríos y la desamortización del clero regular mediante la
expropiación de sus propiedades por el Estado y su posterior venta en pública subasta. Sin
embargo, el retorno al absolutismo en 1814 y 1823 supuso la anulación de estas medidas.
Los objetivos de las desamortizaciones fueron paliar los problemas de la Hacienda Pública y
consolidar el apoyo de la Burguesía al régimen liberal: esto se tradujo en una ausencia de
verdadera reforma agraria, ya que el sistema de venta adoptado (subasta al mejor postor) hizo
que las tierras fueran adquiridas por la burguesía (nueva concentración de la propiedad) y que
la población campesina empeorara su situación (desaparición de arrendatarios, pérdida del
derecho de uso de las tierras comunales)
En el aspecto económico, las desamortizaciones produjeron un aumento de la producción
agraria, destinada ahora más al mercado que al autoconsumo. Este aumento de la producción
no fue consecuencia de una mejora de las técnicas agrarias, sino del aumento de la superficie
cultivada (los rendimientos por superficie decrecen).
El proteccionismo impuesto sobre los cereales (que siguen siendo el principal cultivo) supuso
una ausencia de inversiones y un empobrecimiento de las clases obreras.
Este retraso agrario supuso uno de los mayores obstáculos a la revolución industrial española
(ausencia de beneficios, sub-consumo interno) y una de las fuentes principales de
conflictividad social (revueltas jornaleras).
La ausencia de revolución agraria en España explica en buena parte el fracaso del proceso de
industrialización y el atraso social y económico de España durante el siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX.
Durante el reinado de Isabel II se lleva a cabo el establecimiento del Estado Liberal en España,
en buena parte gracias a un contexto internacional favorable gracias a la ruptura del orden
establecido por la Restauración con las oleadas revolucionarias de 1830 y 1848, que suponen
el triunfo del liberalismo en Europa. Sin embargo, el nuevo Estado tendrá un problema que
explica en buena parte su fracaso: la exclusión de la mayor parte de la población de la vida
política, lo que explica el intento democratizador del Sexenio Revolucionario (1868-1874).
El problema sucesorio
Fernando VII tiene como único descendiente a su hija Isabel, pero su acceso al trono era
imposible por la Ley Sálica establecida en 1713. Ante ello, el rey aprueba en 1830 la Pragmática
Sanción, que permite la descendencia femenina. Los sectores absolutistas no aceptan la nueva
ley, apoyando en la sucesión al hermano del rey, Carlos María Isidro.
Al fallecer el rey en 1833, los absolutistas apoyan a Carlos, mientras que los liberales hacen lo
propio con la nueva reina, Isabel II. Al ser ésta menor de edad, asume la regencia su madre,
María Cristina.
El carlismo era una ideología tradicionalista y antiliberal que defendía la monarquía absoluta,
la sociedad estamental, la preeminencia de la Iglesia y el mantenimiento de los fueros (lema:
“Dios, Patria y Fueros”).
El carlismo contó con apoyos en las regiones forales, que temían el centralismo liberal, y de
pequeños campesinos, en las que la influencia del clero pro-absolutista era muy fuerte.
Sin embargo, los isabelinos tienen sus principales apoyos en las zonas urbanas y de predominio
jornalero. Apoyo de parte de la alta nobleza y del alto clero, funcionarios y búsqueda del apoyo
de los liberales.
Desarrollo del conflicto: ante la falta de ejército regular los carlistas optan por la formación de
“partidas” (grupos guerrilleros). Dimensión internacional: apoyo al bando carlista por las
potencias absolutistas (Rusia, Prusia y Austria) y al bando isabelino por las liberales (Gran
Bretaña, Francia y Portugal). Etapas: avances carlistas en el norte (1833-1835: fracaso en la
ocupación de ciudades -sitio de Bilbao-) y predominio liberal (1836-1840: victoria de Espartero
en Luchana en 1836, expedición real de 1837, división de los carlistas en transaccionalistas e
intransigentes).
La guerra acaba con el Abrazo o Convenio de Vergara (1839) entre Espartero y Maroto, en el
que se recogía el respeto a los fueros vasco-navarros. En el maestrazgo continúa la lucha
guerrillera hasta la derrota de Cabrera en 1840.
Más que de partidos políticos en sentido estricto (grupos homogéneos y compactos con una
ideología y un programa bien definidos), se puede hablar de grupos o agrupaciones políticas
(corrientes de opinión organizadas en torno a determinadas personalidades para participar en
las elecciones y controlar el poder). Destacan moderados y progresistas, frente a los cuales van
surgiendo en este periodo demócratas y republicanos.
Moderados: base social (“personas de orden”: alta burguesía, restos de la nobleza, alto clero,
jerarquía militar), base ideológica (ideología conservadora, defensa del derecho de propiedad,
sufragio muy censitario, subordinación de la libertad individual a la autoridad y orden social,
Guardia Civil, soberanía compartida entre Cortes bicamerales y Corona, amplios poderes del
monarca, derechos individuales limitados, confesionalidad católica del Estado y política
económica proteccionista) y principales líderes (Ramón María Narváez y Francisco Bravo
Murillo).
Progresistas: base social (clases medias: pequeña y mediana burguesía, oficialidad militar,
apoyo en un primer momento de las clases populares urbanas), base ideológica (ideología
progresista-reformista, sufragio menos censitario, Milicia Nacional, soberanía nacional,
predominio de las Cortes unicamerales, limitación del poder de la Corona, amplios derechos
individuales, autonomía municipal, limitación de la influencia de la Iglesia Católica y política
económica librecambista) y principales líderes (Juan Álvarez Mendizábal, Baldomero Espartero,
Juan Prim).
Demócratas: separados de los progresistas en 1849, clases populares sobre todo urbanas,
soberanía popular, sufragio universal masculino. De este grupo se separan los Republicanos
que se diferencia de los anteriores en su rechazo a la monarquía.
En 1834 la regente aprueba el Estatuto Real, carta otorgada basada en la ideología moderada,
lo que lleva al descontento de los progresistas: movimientos revolucionarios de 1835-1836
(Juntas Revolucionarias, Pronunciamiento de la Granja) que los llevan al poder.
Una vez en el poder, los progresistas llevan a cabo una labor reformista: Constitución
progresista de 1837 y la Desamortización de Mendizábal de 1836.
De manera casi inmediata los moderados recuperan el poder con el apoyo de la regente,
habiendo un creciente papel de los militares en la vida política.
Concordato de 1851: supone el fin de la ruptura entre el Estado Liberal y la Iglesia provocada
por la Desamortización; Se ratifica la desamortización y el Real Patronato a cambio de la
confesionalidad del Estado, el control de la enseñanza y la financiación y protección estatal.
Tras un breve gobierno de O´Donnell, Isabel II llama de nuevo al gobierno a los moderados
dirigidos por Narváez (1856-1858), lo que supone un retorno a la situación anterior a 1854.
Los partidos firmantes del Pacto de Ostende llevan a cabo la Revolución “Gloriosa” de 1868,
por la cual Isabel II se ve obligada a marchar al exilio y se da inicio al “Sexenio Democrático o
Revolucionario”.
Los problemas que marcaron la construcción del Estado Liberal (monopolio político en la
práctica de los moderados, erosión de la monarquía, exclusión de la vida política de la mayor
parte de la población y crisis económica), provocaron la confluencia de un conjunto de fuerzas
políticas, sociales y económicas cuya disparidad, junto con la fuerte inestabilidad social y
política, explica el fracaso del intento democratizador puesto en práctica durante el Sexenio,
entre 1868-1874, y la consiguiente restauración de la monarquía borbónica ese último año.
Causas: crisis financiera por la especulación ferroviaria, crisis económica (crisis de la industria
algodonera por la falta de materia prima y crisis de subsistencias a partir de 1866); Pacto de
Ostende (1866): acuerdo entre progresistas y demócratas para acabar con la monarquía
isabelina, dejando la decisión sobre la nueva forma de gobierno (monarquía o república) en
manos de unas Cortes Constituyentes que serían elegidas por sufragio universal masculino; al
año siguiente, 1867, los unionistas se unen al pacto, atrayendo al mismo a los altos mandos
militares y suponiendo un contrapeso conservador a los progresistas y demócratas.
Desarrollo: en septiembre de 1868 los pronunciamientos de los generales Serrano, Dulce, Prim
y Topete y la victoria en la batalla de Alcolea provocan el exilio de Isabel II, formándose juntas
revolucionarias provinciales y locales. En octubre la de Madrid proclama regente al general
Serrano y se forma un Gobierno Provisional presidido por el general Prim y con un claro
carácter moderado. Sus primeras medidas son la disolución de las Juntas revolucionarias y el
desarme de la Milicia Nacional, convocando elecciones a Cortes Constituyentes mediante
sufragio universal masculino para enero de 1869.
Las fuerzas políticas del Sexenio pueden ser agrupadas en tres grandes grupos:
El nuevo rey llega a Madrid en diciembre de 1870, siendo coronado el mes siguiente. Se
encuentra una situación desastrosa: oposición de republicanos, carlistas y borbónicos;
asesinato de Prim, su máximo valedor; y creciente presión obrera desde la fundación de la
sección de la I Internacional en España en 1870 (FRE, con predominio anarquista).
El nuevo rey se apoya en los partidos Constitucional (dirigido por Sagasta, agrupa a unionistas
y progresistas moderados) y Radical (dirigido por Zorrilla, agrupa a progresistas y demócratas).
En la oposición se sitúan los moderados, los republicanos y los carlistas.
La situación se hace insostenible a partir de 1872 por el inicio de la III Guerra Carlista, el
agravamiento de la sublevación independentista iniciada en Cuba en 1868 y por las
insurrecciones de carácter federalista. Además, la coalición gubernamental formada por los
partidos Constitucional y Radical se rompe, dejando al rey aislado.
República Unitaria: tras un breve mandato de Salmerón, Castelar refuerza la posición estatal y
suprime el principio federal. En enero de 1874 el general Pavía da un golpe de Estado,
ocupando la presidencia el general Serrano. El príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, publica el
Manifiesto de Sandhurst, en el que se postula como rey para recuperar el régimen político
liberal y la estabilidad social y política. Finalmente, el general Martínez Campos se pronuncia
en Sagunto y proclama a Alfonso XII rey de España, restaurándose la monarquía borbónica.
A finales del siglo XIX España era una potencia de tercer orden en el contexto internacional. Al
fracaso de la revolución industrial en el país, con el consiguiente subdesarrollo económico y
conflictividad social, se unía un sistema político, el de la Restauración, muy poco democrático,
con las consecuencias de una fuerte conflictividad política interna y un alto grado de
corrupción. Además, el país se encontraba aislado internacionalmente, no contando en
ninguna de las alianzas entre las potencias europeas de la Europa de la Paz Armada. Todo ello
explica que cuando se enfrente a EEUU, una potencia económica y militar emergente, por la
posesión de Cuba, España sufra una humillante derrota que la hará consciente de su debilidad.
Frente a los intentos de continuar con el sistema político imperante por parte de las clases
dirigentes encuadradas en los partidos dinásticos, surgen las tesis regeneracionistas que
intentan una reforma profunda de la estructura política, económica y social del país. Su fracaso
supondrá el reforzamiento de las fuerzas políticas situadas al margen del sistema.
La pérdida de las últimas colonias de Ultramar españolas por la guerra con EEUU en 1898
supuso una gran crisis en todos los niveles en España, hasta herir de muerte al régimen de la
Restauración, que no supo llevar a cabo las reformas necesarias y prolonga su agonía hasta el
golpe de estado de Primo de Rivera en 1923.
Guerra Colonial
CAUSAS
Contexto Internacional: Liderazgo alemán gracias al Sistema de Alianzas del canciller Bismarck
(1871-1890), del que queda fuera España, que se encuentra aislada internacionalmente;
Desarrollo espectacular de EEUU tras la Guerra de Secesión (1861-1865), iniciando una política
imperialista que choca con los últimos restos del Imperio Español (Cuba-Puerto Rico y
Filipinas); Remodelación del mapa colonial por las grandes potencias industriales a finales del
siglo XIX.
DESARROLLO
En Cuba el movimiento es liderado por José Martí, adoptando la táctica de guerrillas. Frente al
mismo, el general Martínez Campos lleva a cabo una política de conciliación, cuyo fracaso hace
que la represión sea dirigida por el general Weyler que aplica una política de “guerra total”
(trochas, campos de concentración) que provocan el apoyo de la población a la independencia
y las protestas de EEUU que propone a España la compra de la isla por 300 millones de dólares,
oferta que es rechazada.
CONSECUENCIAS
Crisis de 1898
Como consecuencia de la desastrosa derrota de 1898, el país sufre una aguda crisis política,
marcada por el auge del Regeneracionismo.
Estas peticiones regeneracionistas intentaron ser puestas en práctica por el nuevo líder del
Partido Conservador, Francisco Silvela, que sustituye al liberal Sagasta en la presidencia del
gobierno en 1899. Sin embargo, sus medidas (proyecto de descentralización administrativa,
aumento de los impuestos sobre los productos de primera necesidad) provocaron el aumento
de la oposición y la dimisión de los ministros más renovadores, cayendo finalmente el gobierno
en 1901, sustituido por los liberales. Pese a acceder de nuevo a la presidencia entre 1902-
1903, volvió a fracasar en sus intentos de reforma.
La Constitución de 1876, inspirada en la de 1845, configura las nuevas bases del sistema
canovista: soberanía compartida entre Cortes y Corona, amplias prerrogativas de la Corona
(derecho de veto, potestad legislativa compartida con las Cortes y nombramiento de ministros
-control del poder ejecutivo-), Cortes Bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado),
confesionalidad católica del Estado y amplia declaración de derechos cuya concreción se
remite a leyes ordinarias que tendieron a restringirlos.
Los pilares básicos sobre los que se asentó el sistema canovista fueron: la Corona (árbitro de la
vida política y garantizar el entendimiento y alternancia entre los partidos dinásticos), los
partidos dinásticos (conservador y liberal, renunciando ambos al pronunciamiento para
acceder al poder) y el Ejército (se le aleja de la vida política, supremacía del poder civil sobre el
militar, potenciación del monarca como símbolo y cabeza visible).
El nuevo régimen canovista acabó casi de inmediato con los dos principales conflictos
heredados del Sexenio (Tercera Guerra Carlista y Guerra de Cuba), consiguiendo así la
pacificación interna del país.
Tercera Guerra Carlista: el desánimo ante la restauración borbónica y la presión militar a que
fue sometida, provocó la derrota de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia en 1875 y en
Navarra y el País Vasco en 1876, marchando don Carlos (heredero de Carlos María Isidro) al
exilio. La derrota carlista supuso la supresión del régimen foral, aunque se les siguió
concediendo cierta autonomía fiscal a través del sistema de Conciertos Económicos
establecido para las provincias vascas en 1878 (las Diputaciones Provinciales recaudaban los
impuestos y daban una cuota fija al Estado central).
Guerra de Cuba: la presión militar y la negociación llevaron a la Paz de Zanjón de 1878 que
estableció una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobada definitivamente en
1888), la concesión de autonomía y la participación de Cuba en las elecciones a Cortes. El
retraso o incumplimiento de estas reformas provocó la llamada “Guerra Chiquita” en 1879 y la
posterior insurrección de 1895.
Partido Conservador: liderado por Antonio Cánovas del Castillo, aglutinó a los sectores más
conservadores: terratenientes y alta burguesía. Interpretaban los derechos individuales y el
sufragio censitario en un sentido muy restrictivo. Defendían la confesionalidad católica del
Estado y el orden social.
Partido Liberal: liderado por Práxedes Mateo Sagasta, aglutinaba a los antiguos progresistas,
unionistas y republicanos moderados. Su base social eran las clases medias e interpretaban los
derechos individuales y el sufragio censitario de una manera más aperturista. Tenían una
visión más laica del estado y se inclinaban a un reformismo más progresista.
El periodo comprendido entre 1875 y 1902 puede dividirse en dos grandes etapas: el reinado
de Alfonso XII (1875-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902). En todo este periodo el
turnismo funcionó con toda regularidad, entrando en crisis a partir de 1898, ya que el impacto
de la crisis erosionó a los partidos dinásticos.
Gobierno Conservador (1875-1881): se ponen las bases del nuevo régimen gracias a la
Constitución de 1876 y al fin de las guerras de Cuba y carlista.
Gobierno Liberal (1881-1884): se fracasa en la aplicación del ideario reformista liberal. La única
reforma destacada fue el establecimiento del sufragio universal masculino en las elecciones
municipales (1882).
Gobierno Conservador (1884-1885): Tras acceder de nuevo al poder, los conservadores deben
hacer frente a la temprana muerte de Alfonso XII en 1885. Para evitar una desestabilización del
sistema ambos partidos firman ese mismo año el Pacto del Pardo que suponía el acceso al
poder del Partido Liberal y la regencia de María Cristina hasta que Alfonso XIII alcanzara la
mayoría de edad.
Gobierno Liberal o “Gobierno Largo” (1885-1890): se aplican medidas reformistas como la Ley
de Asociaciones (1887), la abolición de la esclavitud (1888) y el sufragio universal masculino
para las elecciones generales (1890). Sin embargo, esta democratización fue en realidad nula
por el sistema de control electoral (caciquismo y turnismo).
CARLISMO
Republicanismo
Movimiento obrero
Durante los primeros años del sistema político canovista, las organizaciones obreras fueron
ilegalizadas y fuertemente reprimidas. El acceso de los progresistas al poder en 1881 supuso
una mayor permisividad, lo que permitió una nueva expansión del movimiento obrero,
dividido ya definitivamente en anarquistas y socialistas. Su creciente fuerza explica que el
Estado empezara a tomar las primeras medidas de reforma social.
Las corrientes socialistas: En 1879 se crea el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), definido
como un partido marxista cuyo objetivo era establecer, a través de una revolución, la dictadura
del proletariado y la nueva sociedad comunista. En todo caso, progresivamente fue
evolucionando hacia posturas socialdemócratas o reformistas. En 1890 se afilia a la
Internacional Socialista y en 1910 obtiene el primer diputado en las Cortes (Pablo Iglesias, por
Madrid). Subordinado al partido, en 1888 se crea un sindicato socialista, la Unión General de
Trabajadores (UGT), que aboga sobre todo por medidas reformistas más que revolucionarias.
El socialismo se extendió sobre todo por Madrid, País Vasco y Asturias presentando un menor
número de militantes que las organizaciones anarquistas.
Nacionalismo y Regionalismo
El Catalanismo: desde 1830 surge un amplio movimiento cultural y literario (Renaixença) que
se fija como objetivos la recuperación de la lengua y señas de identidad de la cultura catalana;
en 1882 Valentí Almirall funda el Centre Catalá, primera organización regionalista catalana que
en 1885 presenta un “Memorial de Agravios” a Alfonso XII; en 1891 se funda la Unió
Catalanista, federación de entidades catalanistas de tendencia conservadora cuyo programa
(federalismo) queda fijado en las “Bases de Manresa”; en 1901 se funda la Lliga Regionalista,
dirigida por Prat de la Riba y Francesc Cambó, agrupación conservadora apoyada por la
burguesía industrial y comercial que pedía el fin de la corrupción del sistema y la concesión de
autonomía, convirtiéndose en la fuerza hegemónica de Cataluña hasta 1923.