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Escuela Normal N°32 “Gral.

José de San Martín”


Profesorado de Lengua y Literatura

TRABAJO PRÁCTICO

Cátedra: Filosofía
Profesora: Ivana Budniewski
Alumna: Lucía Municoy
Año lectivo: 2018
CONSIGNAS

Hume establece en la Sección I de la parte primera del Tratado de la Naturaleza Humana el


primer principio de la ciencia del hombre: “Las ideas producen imágenes de sí mismas en
nuevas ideas; pero como se supone que las primeras ideas se derivan de impresiones, sigue
siendo cierto que todas nuestras ideas simples proceden mediata o inmediatamente de sus
impresiones correspondientes”.

1. Explica la vinculación de este principio con lo propio de una concepción empirista sobre
el conocimiento.
2. Luego de la lectura de la meditación primera de la obra Meditaciones Metafísicas de
René Descartes, elabora un texto libre de una extensión de dos o tres carillas que ponga
en vinculación el texto de Descartes con alguna obra literaria de tu campo. En la
elaboración del escrito se debe: a) explicitar el tema/argumento presente en la primera
meditación y desarrollar el tratamiento que realiza Descartes [ejemplo: argumento del
sueño/vigilia]. b) explicitar cómo lo asocias a la obra literaria que has elegido.
DESARROLLO

1. Antes de establecer cualquier vínculo entre la concepción empirista del conocimiento y el


primer principio de la ciencia del hombre de David Hume, es necesario recordar el
posicionamiento filosófico del empirismo. Esto es, que el conocimiento humano surge de la
experiencia sensible, entendiendo por experiencia sensible a toda actividad que deriva de
nuestros sentidos, exteriores e interiores (García González, 2014).

Así lo afirma uno de los principales pensadores empiristas: John Locke, en su Ensayo sobre el
intelecto humano, dirá que no hay ideas ni principios innatos, sino que la experiencia es el origen
(y el límite) de las ideas. Tal como lo citan Giovanni Reale y Darío Antiseri:

Nuestro intelecto puede combinar de diversos modos las ideas que recibe,
pero de ninguna manera puede concederse a sí mismo ideas simples, (…).
El que quiera forjar con su propio intelecto una idea simple, que no haya
sido recibida desde los objetos externos a través de los sentidos o desde la
reflexión sobre las operaciones de su espíritu, se encontrará con la misma
incapacidad. (1995:434)

Si partimos de esta tesis de Locke, su relación con el primer principio de Hume no es difícil de
establecer, pues aunque uno hable de „experiencia sensible‟ y el otro, de „impresiones‟, el
concepto es el mismo: que las ideas devienen de “todas aquellas percepciones producto de lo que
vemos, escuchamos, olemos, sentimos, amamos, odiamos, queremos o deseamos” (González
Montero, 2012:71). Sí, incluso las „ideas complejas‟ de Hume, que resultan de la combinación de
todas las impresiones que obtenemos de la experiencia y que dieron lugar a una primera idea
simple:

[Si] considero el orden de la primera aparición y (…) la experiencia


constante, [hallo] que las impresiones simples preceden siempre a sus
ideas correspondientes y que jamás aparecen en un orden contrario. (…) El
principio de prioridad de las impresiones con respecto a las ideas debe ser
entendido con otra limitación, a saber: que, como nuestras ideas son
imágenes de nuestras impresiones, podemos formar ideas secundarias que
son imágenes de las primarias. (Hume, 2001: 22-23)
2. Quizás poner en diálogo la meditación de René Descartes con la obra Niebla de Miguel de
Unamuno sea caer en el lugar común, pues el escritor español se doctoró en la carrera de
Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Por lo tanto, no debiera sorprendernos que
ciertas reflexiones e inquietudes que podríamos considerar filosóficas aparezcan desarrolladas en
su nivola1.

Sin embargo, cuando se trata de nuestra primera lectura literaria existencialista –como fue mi
caso-, la impresión que deja resuena más intensamente que cualquier otra.

Efectivamente, Niebla se trata de una obra existencialista que permanentemente pone en duda
qué es lo real y qué lo ficcional. Durante el transcurso de la historia, en más de una ocasión, el
protagonista manifiesta la incertidumbre al respecto de su existencia. “¿Sueño o vivo?” se
pregunta Augusto en el capítulo V, y luego, en conversación con su amigo Víctor, plantea –no
sin temor- la posibilidad de ser parte del sueño de alguien más:

Yo por lo menos sé decirte de mí que una de las cosas que más me da


pavor es quedarme mirándome al espejo, a solar, cuando nadie me ve.
Acabo por dudar de mi propia existencia e imaginarme, viéndome como
otro, que soy un sueño, un ente de ficción… (Unamuno, 2008:168)

La línea que divide lo uno y lo otro no se distingue con facilidad, es borrosa, como la niebla por
la cual transita el personaje principal: “La vida es esto, la niebla. La vida es una nebulosa”
(Unamuno, 2008:40).

Ya en esta instancia podemos establecer un paralelismo con la primera meditación de Descartes,


pues según el filósofo francés, “no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir
con claridad el sueño de la vigilia” (1977:18).

Pero ¿a qué se refiere con sueño? ¿De qué nos habla cuando habla de vigilia? Para responder a
estas preguntas, debemos recuperar y explicar su meditación.

Con el propósito de echar luz sobre el conocimiento humano, Descartes destruirá todas sus
antiguas opiniones, incluso las que consideraba más verdaderas, y procederá a poner en duda los
fundamentos sobre los que se construyeron esas certezas, entre las cuáles se encuentra el

1
Neologismo utilizado por Unamuno para nombrar un nuevo género, distinto de la novela: “Invento el género, e
inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place” (Unamuno, 2008:134).
conocimiento aprendido de los sentidos o por los sentidos: “He experimentado a veces que tales
sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado”
(1977:18).

Esta burla de los sentidos puede compararse con los sueños en los que, debido a las
representaciones tan verosímiles de las cosas, Descartes creyó estar despierto, se creyó en estado
de vigilia, un estado que implica la plena conciencia de sus actos:

En este momento, estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de
la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo
esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia: lo que acaece
en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Pero,
pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por
ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, (…) acabo
atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy
durmiendo. (Descartes, 1977:18).

Augusto, en cambio, no necesita persuasión. En el capítulo XII de Niebla, él afirma estar


dormido. En este sentido, se trata de una existencia somnolienta que implica soledad, por lo que
el protagonista invita a Rosario, la planchadora, a coexistir en sueños:

Así he vivido desde que murió mi madre, conmigo mismo, nada más que
conmigo mismo, es decir, dormido. Y no he sabido lo que es dormir
juntamente, dormir dos un mismo sueño. ¡Dormir juntos! No estar juntos
durmiendo cada cual su sueño, ¡no!, sino dormir juntos, ¡dormir juntos el
mismo sueño! ¿Y si durmiéramos tú y yo, Rosario, el mismo sueño?
(Unamuno, 2008:100)

Pero si bien Descartes (1977) no puede aseverar si está dormido o despierto, sí cree que ciertas
verdades están libres de cualquier sospecha de falsedad, como es el caso de la figura de las cosas,
la cantidad o magnitud, el número, y el lugar en el que están, el tiempo de duración y otras por el
estilo

Sin embargo, siguiendo el propósito de destruir los cimientos de sus afirmaciones, finalmente
propondrá el argumento del genio maligno, que cuestionará incluso las ciencias matemáticas.
BIBLIOGRAFÍA

 Defez, A. (2006). Unamuno, Descartes y la hipótesis del sueño. Revista de Filosofía, vol.
31, núm. 1, pp. 7-20. Recuperado el 06/X/2018 desde:
https://revistas.ucm.es/index.php/RESF/article/viewFile/RESF0606120007A/9338
 Descartes, R. (1954). Discurso del método. Madrid: Espasa-Calpe. [Selección]
__________ (1977). “Meditación primera”. En Descartes, R., Meditaciones metafísicas,
con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara.
 García González, J. A. (2014). El empirismo y la filosofía hoy. Contrastes. Revista
Internacional de Filosofía, vol. 19, núm. 3, pp. 159-177. Extraído el 06/X/2018 de:
http://www.revistas.uma.es/index.php/contrastes/article/view/1104/1055
 González Montero, S. A. (2012). Causalidad y sujeto: el problema del empirismo de
Hume. Cuestiones de filosofía, núm. 8, pp. 69-88. Recuperado el 06/X/2018 desde:
https://revistas.uptc.edu.co/index.php/cuestiones_filosofia/article/view/615
 Hume, D. (2001). “Introducción. Sección I. Parte Primera”. En Hume, D., Tratado de la
Naturaleza Humana.
 Reale, G. & Antiseri, D. (1995). Historia del Pensamiento filosófico y científico.
Barcelona: Herder.
 Unamuno, M. (2008). Niebla. Caseros: Grafifco.

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