Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Lo que reviste una importancia básica es que ambos conceptos, tanto la ilusión
como el delirio, deberían ser insignificantes, a menos que se contrasten con la
asunción de uña realidad que existe objetiva e independientemente de un
observador o percibiente.
En una primera instancia nada puede ser más obvio que esta creencia en una
realidad objetivamente existente. Pero esto es todo lo que es: una creencia.
Kant señalaba que todo error consiste en tomar el camino de determinar, dividir o
deducir conceptos para las cualidades de las cosas en y de sí mismas.
Por otra parte, Schopenhauer en The Will in Nature (La voluntad en la naturaleza),
escribe:
Especialmente esta cita eleva más que las cejas, mientras que amenaza a lo que
se supone la naturaleza sacrosanta de la verdad matemática. Pero incluso en las
transparentes salas del olimpo matemático, la controversia ha sido especialmente
furiosa con relación a la pregunta de si las leyes matemáticas están descubiertas o
inventadas.
Pero los matemáticos no son los únicos descubridores objetivos, infectados por el
virus de la relatividad de todo pensamiento científico -los físicos son aún más
francos (humanos). En su libro Mind and Matter (1958) (Mente y materia),
Schrodinger manifiesta:
«Todo hombre dibuja una imagen del mundo, que es y siempre permanece como
una construcción de su mente y no puede probar que tenga existencia alguna».
«La realidad de la que podemos hablar nunca es la realidad a priori, sino una
realidad conocida, a la cual le damos forma. Tomando en cuenta esta última
formulación, puede objetarse que, después de todo, existe un mundo objetivo e
independiente de nosotros y de nuestro pensamiento, que funcione o pueda
funcionar sin nuestra intervención, que es lo que efectivamente deseamos
significar cuando investigamos; esta objeción tan convincente a primera vista,
debe advertir que incluso la expresión hay se origina en el lenguaje humano, y no
puede revelar algo que no se relacione con nuestra comprensión. Para nosotros
hay sólo un mundo en donde la expresión hay tiene significado.»
Heinz Von Foerster es uno de los científicos que insiste con más énfasis en la
inseparabilidad del observador con respecto de lo observado, así, va más allá de
la advertencia de Heinserberg acerca del efecto de cualquier observación sobre el
objeto, en función de que siempre la distinción que se traza de un universo
involucra a un percibiente que la ejecuta, con lo cual, es importante conocer la
teoría del descriptor.
Y hasta el más radical (en el sentido original de ir a las raíces), el biólogo chileno
Francisco Varela, en su Calculus for Self-Reference (1975) (Cálculo por
autorreferencia), señala:
«El punto de inicio de este cálculo [...] es el acto de indicación. En este acto
primordial, separamos formas que se nos aparecen como el mismísimo mundo.
Desde este punto de inicio, afirmamos la su premacía del rol del observador que
arrastra distinciones donde lo desee. Así, las distinciones trazadas que generan
nuestro mundo revelan precisamente eso: las distinciones que efectuamos, y
estas distinciones tienen que ver más con una revelación de donde está parado el
observador, que con una constitución intrínseca del mundo que aparece, por este
gran mecanismo de separación entre observador y observado, siempre fugaz.
Encontrando el mundo que nosotros hacemos, nos olvidamos de todo lo que
realizamos para encontrarlo como tal, y cuando lo recordamos, volviendo sobre
nuestros pasos a la indicación, encontrarnos poco más que un reflejo de la imagen
de nosotros mismos y del mundo. En contraste con lo que es comúnmente
asumido, una descripción, cuando se inspecciona cuidadosamente, revela las
propiedades del observador. Nosotros, observadores, nos distinguimos
precisamente distinguiendo lo que aparentemente no somos, el mundo.»
Los pensadores constructivistas modernos tienen un importante precursor en la
persona del filósofo alemán Hans Vaihinger. En 1911, Vaihinger publicó su obra
principal, Die Philosophie des Als Ob (Filosofia del como sí), que tuvo un gran
impacto en sus contemporáneos, incluyendo Alfred Adler y Sigmund Freud.
La típica objeción del sentido común a todo esto es: «puede ser, pero existe un
mundo real allí afuera, puedo verlo, olerlo, agarrarlo...». A lo cual, el constructivista
replica: «hay colores ahí afuera, sólo porque tenemos ojos»; ahí afuera, los fisicos
nos enseñan que hay solamente ondas electromagnéticas, y éstas son reales.
Pero entonces, sin duda, uno puede objetarle al fisico que con la misma lógica que
existen ondas electromagnéticas ahí afuera, los fisicos han agrupado artilugios
que reaccionan a algo allí afuera, a los que llaman ondas electromagnéticas y así
en un retroceso infinito. Recordemos la advertencia de Heisenberg: «Existe un
mundo...» que pertenece a la lingüística, no al dominio real.
1. Si como resultado del análisis del pasado el paciente mejora, esto demuestra
claramente la acertividad de la suposición.
Una vez en prisión, los sospechosos podían ser temibles o no. Si eran tildados de
temibles, esto en sí mismo era una prueba de culpabilidad; si en cambio,
resultaban calmos y confidentes, tal actitud también era sospechosa, ya que es
sabido que las brujas más peligrosas son capaces de parecer inocentes y
tranquilas.
Éstos solamente son algunos de los aspectos más destacados pero de ningún
modo todos. En esta situación, cualquier comportamiento en defensa propia, como
las reacciones frente a la tortura, confesiones, tentativas de escape, etc.,
constituyen una evidencia adicional.
A fines de abril de 1988, la edición local del diario italiano La Nazione comunicó un
extraño incidente que tuvo lugar en el Hospital General de la ciudad toscana de
Grosetto. Una mujer esquizofrénica aguda fue admitida de urgencia, y debía ser
llevada nuevamente a su Nápoles nativo para someterse a un tratamiento
psiquiátrico. Cuando los asistentes de la ambulancia fueron a recogerla y
preguntaron dónde estaba, les dijeron: «Ella está ahí adentro».
Alrededor de dos horas más tarde, mientras la ambulancia llegaba a Roma, fue
detenida por un automóvil de la policía y le dijeron al conductor que llevara a la
mujer de vuelta a Grosetto. En lugar de la paciente, habían recogido a una mujer
que estaba esperando para pagar una consulta de un pariente, quien
recientemente había sido sometida a una cirugía menor.
La importancia de este incidente radica en que una vez que se cometió el error, se
creó una realidad de este modo, en donde cualquier intento por parte de la rriujer
de corregir este error constituye una prueba adicional de su insania. Por supuesto,
ella esta despersonalizándose, pretendiendo ser otra persona, etc.
Que el mundo real es una construcción y así resulta una ilusión, es hermosamente
presentado por Hesse en Steppenwolf (El lobo estepario). Hacia el final de la
novela, el protagonista, Harry Haller, se siente como un lobo estepario, como «el
animal perdido en un mundo extraño e incomprensible para él, que ya no
encuentra su patria, su aire y su alimento». Una tarde de vuelta a su triste
habitación, el lobo estepario tiene una vivencia fantástica. En un muro viejo, en
una callejuela desierta del casco antiguo de la ciudad, ve de repente letras de
colores en movimiento: «Teatro mágico. Entrada no para cualquiera. ¡Sólo para
locos!».
«Él suavemente barrió las piezas en una pila; y meditando, con la habilidad de un
artista, armó un nuevo juego de las mismas piezas con algunos otros grupos,
relaciones y enredos. El segundo juego te nía una afinidad con el primero, era el
mundo construido con el mismo material, pero la clave era diferente, el tiempo
cambió, el motivo fue dado de una manera diferente.»
«Nicolás pregunta: "No estás sugiriendo... ". Conchis lo interrumpe, "No estoy
sugiriendo nada. No hubo conexión entre ambos sucesos. No hay conexión
posible. O más bien yo soy la conexión, soy cualquier significado que posea la
coincidencia". Esta es una paráfrasis corriente de la revolucionaria idea de
Einstein referida a que en el mundo físico no hay simultaneidad sin un observador
que la cree.»
«Una vez que conocer ya no es más entendido como la búsqueda de una ¡cónica
realidad ontológica, pero en cambio sí como una búsqueda de modos apropiados
de comportamiento y pensamiento, el problema tradicional desaparece. El
conocimiento puede ser visto ahora, como algo que el organismo construye, en el
intento de ordenar tal amorfo flujo de experiencia, estableciendo experiencias
repetibles y relaciones confiables entre ellas. Las posibilidades de construir ese
orden están determinadas y perpetuamente constreñidas por los pasos
precedentes en la construcción. Esto significa que el mundo real se manifiesta
exclusivamente, ahí donde nuestras construcciones se derrumban. Pero podemos
describir y explicar estos derrumbes sólo con los conceptos que hemos utilizado
para construir las estructuras fracasadas; este proceso nunca puede producir un
diseño del mundo, que podríamos juzgar como responsable del fracaso».
EL OCASO DE LA OBJETIVIDAD
Alguna vez los técnicos en salud mental nos preguntamos, cuando frente a
nuestros ojos se dibujan las tradicionales nosografías psiquiátricas, que describen
como fenómeno característico de la psicosis la alteración del juicio de realidad,
¿qué se quiere decir con esto?, ¿a qué se llama realidad?
La diversidad está en las diversas maneras de luchar por ella según las
características de movilidad, alimentación, desarrollo sensorial, entorno, etc.
Este modelo, como corriente epistemológica, fue introducido por el psicólogo Jean
Piaget, ha sido desarrollado en su forma más radical por Ernst von Glasersfeld
(1984, 1987, 1992) y cuenta con algunos investigadores que han llevado este tipo
de pensamiento a su campo particular de estudio, como el antropólogo Gregory
Bateson, el cibernético Heinz Von Foerster, el neurofisiólogo Mc Culloch, los
biólogos Humberto Maturana y Francisco Varela y el lingüista Paul Watzlawick,
entre otros.
En este sentido podríamos utilizar la distinción sartreana del ser en sí -la cosa en
sí misma, en su propia esencia- y el ser para sí -la cosa para el que capta, para el
que percibe-, ya que desde esta perspectiva, el conocimiento o el acto de conocer
supone que existe, en el exterior del ser humano, una realidad absolutamente
externa, con ciertas características particulares e inherentes a la misma. Pero ésta
sería imposible de reconocer, puesto que dichas características no resultarían
descripciones puras del objeto, sino atribuciones de significado provenientes del
sistema de creencias que posea el observador. La descripción del objeto es una
descripción del descriptor y no la propiedad de la cosa en sí misma.
Versa el dicho popular «nada es verdad o es mentira, todo es según el color del
cristal con que se mira»...
Entre los tres y seis meses, el niño comienza a coordinar su universo visual y
táctil: por ejemplo, puede tomar objetos y llevárselos a la vista, que desaparecerán
una vez que los ha dejado. Paulatinamente, estas imágenes de las cosas
comienzan a tener cierta permanencia en su mente cuando no están en su campo
visual, pero se desvanecerán en corto tiempo, puesto que espera encontrarlas
nuevamente en el lugar donde estaban y en un perímetro que delimita, cuando
vuelva a observarlas. Esta permanencia está conectada directamente con la
acción y no implica todavía la idea de independencia de una actividad orgánica.
El niño acomodará sus experiencias, que surgen de las interacciones con el medio
ambiente, a esquemas estructurados en su mente para poder asimilarlas, pero
dichos esquemas a la vez son el producto de experiencias previas, o sea, la
construcción de la realidad se organiza de manera recurrente: el infante asimilará
los sucesos externos que atrae para sí y estructurará lo que llamaremos la
conformación experiencial de engramas (construcción de mapas), que provocará
las posteriores acomodaciones a nuevos estímulos y recreará la selectividad
perceptiva, que posibilita nuevas asimilaciones y así recursivamente.
Como hemos señalado en el capitulo anterior, resulta dificil hablar de casualidad desde
una perspectiva sistémica. Cada uno de los hechos del universo contribuye al equilibrio
del ecosistema. Un hecho casual obedece a la esfera de lo fortuito e imprevisible.
Desde un nivel lógico inferior, es factible hablar en estos términos: existen hechos
(constituidos en eventos para la persona) fuera del cálculo de posibilidades de
aparición, tildados como casuales. Pero en un orden lógico superior, en donde operan
mecanismos correctores (negentrópicos), estos hechos se someten a una
reinterpretación, encontrando un porqué circular que construye o colabora a la
homeodinamia del sistema. Parece ser, entonces, más apropiado hablar de
causalidad.
Tal vez se trata de recuperar, desde esta perspectiva, la analogía con la tabla rasa
-página en blanco donde se construyen los significados- en la cual el ser humano
en su historia, deberá colocar varias fe de erratas...
Desde una óptica cibernética, este método no es ni más ni menos que un circuito
de retroalimentación, en donde las rectificaciones -a través de la introducción de
información nueva- permiten corregir los ángulos de desviación (los errores) y sólo
de esta manera es posible el aprendizaje.
Piaget perfeccionó esta idea hasta llegar a convertirla en una teoría del desarrollo
cognitivo, concluyendo que la cognición es una actividad adaptativa.
Desde esta visión, no puede concebirse que el conocimiento nos proporciona una
imagen «objetiva» del mundo, sino más exactamente, un determinado mapa de lo
que podemos hacer en ese ambiente en donde se experiencia. Lo que conocemos
entonces es un recorte, una construcción, que se adapta a un modelo conceptual
previo, al cual, otras construcciones de posteriores actos cognitivos se adaptarán y
lo enriquecerán, y así recursivamente.
En este sentido, es interesante citar la diferencia que plantea Ronald Laing acerca
del término dato.
«Aquello que la ciencia empírica denomina datos, para ser más honestos
deberíamos llamarlos captos, ya que en un sentido muy real son seleccionados
arbitrariamente por la índole de las hipótesis ya formadas» (citado por Spencer
Brown, 1973).
Para el observador no existirían una cantidad de datos, sino sólo algunos factibles de
captarse por calzar con sus estructuras conceptuales.
Y allí está el conocimiento como autorreferencial y constitutivo de una realidad
única (la del observador). Esta realidad podrá ampliarse cuando en la interacción,
tal vez desde otra perspectiva, otro observador ofrezca su mapa (compuesto por
estructuras conceptuales diferentes, que poseen captos diferentes) y en este acto
co-constructivo, esa realidad se redefina.
Este mismo esquema de pensamiento nos lleva a relativizar la frase que señala
«el mapa no es el territorio», puesto que ¿de acuerdo con qué óptica se realiza
dicha afirmación? Para el observador el mapa es, desde su captación, el territorio,
es la confirmación de la verdad de una realidad única (la de su propia
construcción).
Un cuento clásico sufi, Los ciegos y la cuestión del elefante, a través de la versión
de Hakim Sanai (1150), ilustra las diferentes construcciones que pueden realizarse
acerca de la misma cosa. Se trata de una ciudad en donde todos sus habitantes
eran ciegos. Un cierto día acampa en las afueras un rey con su cortejo, que tenía
un elefante que usaba para atacar e incrementar el temor de la gente.
«Al hombre que había tocado la oreja le preguntaron sobre la naturaleza del
elefante. Él dijo: "Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo".
Y el que había palpado la trompa dijo: "Yo conozco los hechos reales, es como un
tubo recto y hueco, horrible y destructivo".
El que había tocado sus patas dijo: "Es poderoso y firme como un pilar".
Cada uno había palpado una sola parte de las muchas. Cada uno lo había
percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad. [...].» (ldries Shah, 1967).
Tal vez, este sea el punto en cuestión, cómo conocer la totalidad, acción que
desde las ciencias de la complejidad resulta utópica. Podríamos preguntarnos si
cada uno de los ciegos percibió erróneamente, o sería más acertado reformular la
frase, señalando que cada uno construyó una imagen del mundo y para cada uno
esa construcción era su verdad.
«The name is not the thing» (el nombre no es la cosa), sentencia la frase que Paul
Watzlawick recrea con el ejemplo del, proverbial esquizofrénico que, apoyándose en
lo literal, termina comiéndose la carta del menú del restaurante en lugar de la comida
(además de quejarse por su mal sabor), y comienza a sospechar que alguien conspira
contra él y desea envenenarlo.
Este mapa es expresado a través del lenguaje, y es este mismo el que muestra la
subjetividad y autorreferencialidad en la mirada, por medio de los significados que
son atribuidos a la cosa observada. En el plano sintáctico, por medio de las
convenciones lingüísticas, en los sustantivos y adjetivos calificativos
principalmente, es donde se ponen de manifiesto las expresiones más claras de
las atribuciones semánticas individuales a los objetos del mundo externo, por lo
tanto el nombre no es la cosa que se nombra. El nombre es el convenio por el cual
llamamos a algo de una determinada manera, es el que nos permite, a través de
un código lingüístico, comunicarnos e intercambiar, saber acerca de lo que se
habla; la atribución de valor se observa más en las adjetivaciones.
MAPA NOMBRE
≠ ≠
TERRITORIO COSA
No obstante, se transita la vida, aseverando que lo que veo es que la realidad que
observa es una fiel representación del mundo, y nuestros juicios de valor se
acercan a opiniones objetivas acerca de las cosas: para el observador, entonces,
el mapa es el territorio.
Piaget señala que no existe ninguna construcción si no hay algún tipo de reflexión.
Las reflexiones que práctica el niño sobre sus operaciones con el mundo
constituyen la base de la llamada abstracción reflexiva, y es la que produce las
conceptualizaciones, que no pueden derivarse en forma directa de la experiencia
sensorial.
Esta dificultad conceptual fue resuelta muy tempranamente (entre los 18 meses y
2 años) y Piaget la llamó externalización; o sea, que la posibilidad de afirmar que
ese objeto es el mismo que el que hemos observado ayer radica en que a pesar
de no haber formado parte de nuestra experiencia sensorial durante el período de
no-observación, el objeto ha mantenido algún tipo de continuidad en el tiempo
fuera del mundo de nuestra experiencia. Debe haber, entonces, un sitio más allá
del campo de la experiencia en el que el objeto pudo ser, mientras nos
ocupábamos de experimentar otras cosas.
Von Glasersfeld llama este lugar «protoespacio», lugar que conforma una especie
de almacén en donde pueden guardarse las representaciones de las cosas, con el
fin de que mantengan su identidad individual en el tiempo en que uno no las
experiencia. Cada sujeto posee un topos uranos individual, en donde guarda las
diferentes construcciones que le posibilitarán realizar los distingos pertinentes,
cuando sus sentidos tomen contacto con el objeto.
«Para mí, entonces, tal como dijo Prigogine, el tiempo no es una ilusión. Si llamara
ilusión a la construcción del tiempo, también tendría que llamar ilusión a todo el
mundo que conozco, el mundo en que vivo; y yo no quisiera caracterizarlo de ese
modo. Si bien todo mi mundo es una construcción, aún puedo establecer en él una
distinción útil entre ilusión y realidad. Pero recuérdese que para mí la realidad
remite siempre a la realidad de la experiencia, no a la realidad ontológica de la
filosofía tradicional. Si queremos construirnos una realidad racional, el tiempo y el
espacio son elementos indispensables, y yo más bien llamaría ilusión a cualquier
pretensión de conocer lo que esté más allá del campo de nuestra experiencia»
(von Glasersfeld, 1994).
Desear conocer más allá del campo de la experiencia de los sentidos, es partir de
la suposición que debe descubrirse una realidad objetiva, una verdad última, como
señalamos anteriormente.
Tal vez lo que resulte posible es ampliar la gama de perspectivas con que el
observador describe la realidad. La redefinición de ópticas se desarrolla en forma
espontánea en las co-construcciones de la vida cotidiana y con objetivos
prefijados en el espacio de la consulta psicoterapéutica, pero de ahí a pretender
encontrar la realidad, existe un largo camino que implica hablar de otro paradigma.
YO DISTINGO, TÚ DISTINGUES
La reflexión que desarrolla el niño sobre sus operaciones genera los procesos de
abstracción, que dan como resultado la constitución de una realidad, que, a su
vez, influenciará a las futuras abstracciones que mediatizan, en el experienciar,
nuevas construcciones y así recursivamente.
En su libro Laws of the form (Las leyes de la forma, 1973), G. Spencer Brown, a
través de la lógica y la matemática, enunció que trazar una distinción es la premisa
básica de las acciones, descripciones, percepciones, pensamientos, teorías y
hasta la misma epistemología, tomando como base que «un universo se genera
cuando se separa o aparta un espacio», y por ende, los límites del mismo pueden
ser trazados en el perímetro que se desee. Esto producirá-de acuerdo con las
distinciones individuales- la construcción de universos diferentes o a veces
compartidos. La realidad, por lo tanto, se constituye a partir del establecimiento de
«diferentes distingos que marcan la diferencia».
Una situación de la práctica clínica servirá como ejemplo para realizar las dichas
distinciones.
por otra parte la elección de un modelo teórico no es casual), sino porque además
la dinámica interactiva, que emerge de la tipología de interacción de estos casos,
es coincidente con sus características de personalidad (y cuando nos referimos a
los términos características o tipología, es obvio que de éstas surgen
determinadas construcciones), que los llevan a intercambiar fluidamente,
resultando notablemente eficaces -consecuencia que fortalecerá
experiencialmente su efectividad-, tanto para el plano del profesional como para el
del paciente.
Podríamos hipotetizar (dentro de los miles de distingos que podemos trazar) que
un terapeuta con ciertos rasgos de rigidez en el sentido general de sus
interacciones, por la similitud de códigos, podrá comprender e interactuar
fácilmente con la rigidez de su paciente. El problema puede presentarse cuando el
cliente posee características de gran plasticidad; la rigidez de uno será el
problema del otro y la flexibilidad de uno será el problema para el otro, aunque, no
obstante, ambos podrían favorecerse con esta experiencia merced a una
realimentación en donde cada uno aprende del otro (ya que los opuestos pueden
reformularse como complementarios).
El caso inverso puede suceder cuando los distingos estén trazados por un
terapeuta flexible y creativo, frente a un cliente extremadamente rígido, pero aquí
la ventaja radica en que la creatividad en psicoterapia supone la posibilidad de
amoldarse a situaciones y a un dejarse fluir en las interacciones, generando las
estrategias consideradas como las más adecuadas para la problemática (a menos
que las construcciones que emergen de la plasticidad del terapeuta sean la
barrera para comprender la rigidez de su paciente).
Uno de los primeros distingos que elaboró la clínica sistémica con familias fue el
de dejar de centralizar la actividad terapéutica en un miembro con conductas
sintomáticas, para delimitar el perímetro de las distinciones comprometiendo a
toda la familia, cuya primera investigación sobre una teoría de la esquizofrenia
arrojó el primer resultado: El doble vínculo.
Una hipótesis es una afirmación que conecta entre sí dos o más aseveraciones
descriptivas, que son producto de lo que el observador considera la evidencia de
la realidad. Pero sabemos que es él, el que traza las distinciones, el que elabora
comparaciones y el que describe. La inferencia y deducciones que se realizan
sobre estas premisas también son efectuadas desde la individualidad de su
sistema de creencias.
El evento que se construye sobre el hecho, que aparece como fenómeno frente a
los ojos -la evidencia-, es el resultado de un complejo de abstracciones que
seleccionará al estímulo y cegará algunos aspectos (de lo cual no somos
conscientes). Como señala von Foerster, «no vemos que no vemos», y si bien la
lógica indica que dos negaciones dan como resultado una afirmación, en este
caso no sería aplicable, puesto que no quiere decir que podamos ver otros
aspectos lela cosa (esto se registra con mucha claridad en algunos fenómenos
visuales de la biología).
“El universo debe expandirse para escapar de los telescopios a caes de los
cuales, nosotros -que somos el universo- tratamos de pirar ese universo -que
somos nosotros.”
Así como en el mundo existen millones de personas diferentes, un mismo hecho -
como realidad de primer orden- puede ser descrito o sea construido, desde
millones de puntos de vista.
Si una hipótesis es una construcción que surge del sesgo de que nuestro mapa por
medio del trazado de distingos particulares y concomitantes descripciones, la hipótesis
resulta, entonces, un invento autorreferencial. A su vez, si el investigador trata de
mostrar la certeza de su supuesto en el plano práctico experimental, es también su
mapa el que guía su ojo observante y el A, e diseña su método, esto quiere decir que
el subjetivismo está presente. El resultado del proceso será que se puede comprobar
e que se quiere comprobar, o sea: el sujeto en su observación está sujeto a la cosa
observada; pero si la cosa es construida "el sujeto, a su vez, recursivamente, está
sujeta al sujeto.
Por ejemplo, las preguntas que se realizarán, si bien son producto de una co-
construcción, van edificando la corroboración o descarte de un esquema
conceptual -que es el resultado del saber adquirido y del mapa del terapeuta en la
interacción con el paciente-, cuyas respuestas encajan o no en el mismo.
Esto mismo se observa en los libretos de teatro -aquí adquiere mayor complejidad-
, en donde se distinguen no sólo cada uno de los personajes, sino que también se
pautan los distintos movimientos y las acciones; además de describirse el
contexto, sus características y las de la interacción en general; por eso, cada actor
podrá imponer su creatividad y su arte, pero a partir de las distinciones prefijadas.
Las distinciones en el acto perceptivo son el producto del mapa del observador,
por lo tanto, la percepción es el resultado de realizar diferentes distingos, con lo
cual, lo que se observa puede ser descrito. Este es el primer proceso que lleva a
gestar la circularidad en el acto de conocer: las distinciones que se establecen en
la observación conllevan descripciones, que consisten en acentuar distinciones
acerca de lo observado.
Es el caso del término hombre, que puede tomarse como un integrante de una
categoría, o como la categoría en sí misma (de la clase de los seres humanos).
Siempre los niveles superiores implican un plano más elevado de abstracción,
pero cuando los tipos lógicos se combinan entre sí, el nivel de validez no será
distinguible, produciendo entonces la paradoja.
Bateson, con otra finalidad, utilizó la Teoría de los tipos lógicos como una forma de
demarcar distinciones. Así, constituye un instrumento descriptivo que sirve para
discriminar las secuencias de las pautas interaccionales.
Este diálogo podría ser el comienzo de una clásica escalada simétrica; la pareja
responde al nivel lógico de lo paraverbal, mientras que él transita por el canal de lo
verbal propiamente dicho; este entrecruzamiento de niveles convierte la
conversación en un verdadero diálogo de sordos, donde ambos responden a
elementos diferentes de la comunicación: comienzan a levantar el tono de voz
como si estuviesen a kilómetros de distancia, y tratan de imponer su construcción
al otro -enquistados en su propia construcción-, disputando acerca de quién es el
poseedor de la razón.
La dinámica del doble vínculo implica a dos o más personas, una de las cuales es
considerada como la víctima. Bateson y su grupo opinaban que a un individuo que
haya sido sometido en varias oportunidades a este tipo de interacción le resultará
muy difícil permanecer sano, y sostenían también la hipótesis que siempre que se
presente una situación de esta clase se producirá un derrumbamiento en la
capacidad de cualquier individuo para discriminar niveles lógicos.
Ronald Laing (1960) señala: «Una persona comunica a otra que debe hacer tal
cosa y al mismo tiempo, pero a otro nivel, que no debe hacerla o que debe hacer
otra incompatible con la primera. Esta situación tiene su remate para la víctima, en
la imposición ulterior que le prohíbe salir de la situación o diluirla, haciendo
comentarios sobre ella, y de este modo la víctima es colocada en una posición
insostenible, en la cual no puede hacer un solo movimiento sin que sobrevenga la
catástrofe».
En este punto, es importante que realicemos una pequeña reseña histórica que
muestra, por medio del doble vínculo, la aplicación de los tipos lógicos a la
comunicación.
Según el grupo, una persona con esta problemática podría aprender a aprender,
en un contexto donde esta dificultad fuese adaptativa; si se comprendía el
contexto, se comprenderían también los neologismos o las nuevas construcciones
de sintaxis, etc., por lo tanto, el comportamiento esquizofrénico cobraría sentido.
1. Dos o más personas. De ellas designamos a una, para los fines de nuestra
definición, como la víctima. No suponemos que el doble vínculo sea infligido sólo
por la madre, sino que puede ser realizado por la madre sola y por una
combinación de madre, padre, y/o hermanos.
3. Un mandato negativo primario. Puede tener una de dos formas: a) «No hagas
tal cosa, o te castigaré», o b) «Si no haces tal y cual cosa, te castigaré». Aquí
elegimos un contexto de aprendizaje basado en la evitación del castigo, antes que
un contexto de búsqueda de recompensa. Quizá no exista una razón formal para
esta elección. Suponemos que el castigo puede ser el retiro del amor o la
expresión de odio o cólera, o -cosa más devastadora- el tipo de abandono que
resulta de la expresión de extremo desamparo por parte de los padres.
Contexto
Sistema
Subsistema
Miembros
Si bien podemos puntuar nuestras distinciones a través de diferentes categorías
lógicas, la organización de esta jerarquía no es lineal, sino que está diagramada
en forma recursiva, puesto que la relación entre niveles es absolutamente
interactiva. La importancia radica en que cada ciclo de recurrencia indica una
diferencia y es ésta la que demarca nuevos distingos; con lo cual, nuestras
distinciones son siempre trazadas sobre otras distinciones y en estos distintos
órdenes recursivos se establece una tipificación lógica diferente.
Esta categorización que realizan las personas sobre las acciones es el soporte
para establecer una tipología de interacción. Por ejemplo, frente al gesto de fruncir
el ceño de su esposa, el marido podrá categorizarlo como desagrado; esta
atribución indefectiblemente remitirá a un tipo de respuesta (simétrica o
complementaria) y así recursivamente.
Así, en el nivel analógico es más factible realizar la traspolación: los gestos frente
a las verbalizaciones que realicen miembros de la familia, o frente a las
intervenciones del terapeuta, pueden ser categorizados como rabia, alegría,
tristeza, cte., constituyéndose en rubros de acción. que obturan la mirada hacia la
descripción propiamente dicha, y que por lo tanto, tendrán sus implicaciones en
las intervenciones y en la consecuente interacción.
De la misma manera sucede con las personas que poseen un nivel de baja
autoestima. Transitan por su mundo de relaciones, posicionándose
asimétricamente por debajo de sus interlocutores, construyendo fantasías
autodescalificantes sobre lo que los demás piensan de ellas. Se muestran
inseguros y débiles, delimitando un perímetro de acciones que tiene por finalidad
la búsqueda de afecto y reconocimiento.
Supuso que frente al buen clima y las sonrisas del resto de los miembros, por
contraposición, el gesto de la joven mostraba desagrado o que algo no le gustaba.
Le preguntó acerca de ese rictus, «Ana, ¿qué me dice ese gesto..., estás
interesada en lo que se está hablando, o no te gusta algo de lo que se dijo?»; ella
respondió con una sonrisa, afirmando que no, que «al contrario, que se estaba
enterando de cosas que jamás hubiese imaginado...».
1. Esta es una forma que desplaza a la categorización que uno establece, para dar
lugar a preguntar abiertamente acerca de la descripción de lo que se muestra
analógica o verbalmente, «¿qué tratas de expresar con este gesto?».
2. Preguntar sobre la categorización, o sea, sobre el supuesto propiamente dicho,
«¿esto que estamos discutiendo te da bronca?». Si bien se pone en juego la
suposición, se metacomunica en pregunta, por lo tanto equivale a decir «yo
supongo que estás con bronca ¿es así?», para de esta manera poder corroborar o
desconfirmar la categorización.
Ya nos hemos referido a Piaget, que claramente específica cómo a través de las
acciones de ensayo y error, el niño construye su mundo. En este proceso, las
sucesivas abstracciones dan como resultado la internalización de una simbología
que se encarna en el lenguaje por medio de imágenes y significados particulares,
de los cuales algunos se comparten.
El espectro de distinciones que puede realizar un ser humano puede ser infinito.
Un ejemplo representativo en al ámbito de la salud mental son las floridas
nosologías psiquiátricas que, en los distintos períodos de la historia de los
avances científicos en psiquiatría, se han publicado. En ellas se encuentra, de
acuerdo a la época, la evidencia de la investidura sociocultural con que se
establecieron los distingos y en la medida en que se avanza nos encontramos con
distinciones, distinciones de distinciones, distinciones de distinciones de
distinciones, etc. Estas diferenciaciones permiten elaborar clasificaciones,
agruparlas en categorías conceptuales, sistemas operativos, estrategias, etc.
Cabría reflexionar acerca de cada una de estas etapas, para poder comprender
cómo construye el mundo el observador partícipe de los diversos contextos.
Parece claro que la epistemología del percibiente se ve impregnada por la
vertiente sociopolítica, económica y cultural dominante, en el período que le toca
vivir; a partir de ahí se construye una realidad que tiende a confirmarse en el
ámbito de la pragmática, puesto que desde allí se trazan distinciones, se describe,
categoriza, analiza y confeccionan los métodos de tratamiento terapéutico.
Es posible que esto nos acerque más a una visión social y ecosistémica del
panorama de los trastornos mentales.
Desde este doble modelo trazar las distinciones que lo llevan a poner énfasis en
ciertas partes de hecho observable, con lo cual en esta dinámica puntúa lo que su
epistemología le permite ver. De esta manera se construye el hecho observable,
se lo describe, se categoriza y se labra una hipótesis del qué, para qué y por qué
sucede, avalada por el sostén de su teoría. Volvemos así, en forma recursiva, al
comienzo del proceso, de lo que se infiere que uno ve lo que construye y
construye lo que ve.
Pero este es un proceso peligroso, porque dichas categorías son, por ejemplo, las
clasificaciones de diagnóstico que describen signos y síntomas que se aúnan en
un rótulo psicopatológico. Es importante remarcar cómo este saber que moldea el
conocer no es implícito, sino que constituye la explicitación de cómo debe
construirse, el distinguir y el describir al objeto de estudio y de ahí etiquetar de
acuerdo con los parámetros de dicha explicitación.
De la misma forma, puede crearse una patología partiendo del rótulo diagnóstico.
O sea, si se trata a alguien como si fuese un esquizofrénico, se interaccionará
creando respuestas en la persona que confirmen nuestras hipótesis a priori; por lo
tanto, cualquier acto, por normal que pudiese ser (aunque es dificultoso que se
pueda tener una conducta normal cuando una de las partes interacciona como si
uno fuese loco), será interpretado bajo la lente patológica.
Con lo cual, la evaluación diagnóstica, certificada por los técnicos en salud mental,
tiene un radio de influencia sobre el paciente y el círculo afectivo más cercano,
como vecinos, amigos, parientes,
el lenguaje no como esto v triste o esto v angustiado, sino como estoy deprimido,
con toda la connotación caótica que posee este concepto. Pero esta patología,
además de los rasgos mencionados, posee otros signos que la conforman, como
apatía, abulia, desgano, inapetencia sexual, estrechez del futuro, de los proyectos,
de las relaciones sociales, inafectividad, etc., hasta llegar a elementos
melancólicos y con tentativas de suicidio, o sea: ¿dónde está la depresión en
estos pacientes, si tan sólo aparece un síntoma de los tantos que componen esta
categoría? Este es uno de los errores que no solamente involucran a la gente en
general, sino a los mismos profesionales.
Por otra parte, es este rótulo el que impide el reconocimiento y conexión con otras
partes del sujeto, reduciendo la relación tan sólo a un aspecto; por ejemplo, el que
es visto como divertido y bromista en un grupo, está obligado a desarrollar dicha
función y no se le permitirá, por así decirlo, que deje de animar las reuniones, es
más, un sesgo de tristeza podría ser visto como una gran depresión, a partir de la
comparación (y la distinción concomitante) con el humor exaltado que siempre se
le atribuye. Esta posición otorga ciertos beneficios, como un lugar de poder,
liderazgo, goce narcisista, etc., beneficios que sostienen, aunque sea
parcialmente, la función asignada por el grupo.
Es interesante cómo describe el autor las diversas actitudes con las cuales se
encontraron las distintas personas durante la internación: fue notable el
convencimiento de los profesionales acerca del diagnóstico de estos pacientes,
como se muestra en algunas entrevistas, en donde los informes señalaban
actitudes que pueden ser consideradas como normales en el ciclo vital, y que bajo
la lupa del diagnosticado, fueron tildadas como patológicas.
«Durante su infancia tuvo una relación cercana con su madre, mientras que sus
relaciones con el padre eran bastante distantes. Durante su juventud y en años
posteriores, su padre se convirtió en amigo entrañable, y la relación con su madre,
en cambio, se enfrió. Su relación actual con su esposa era, en general, cercana y
cálida. Salvo excepcionales discusiones, los roces eran mínimos. Los niños eran
castigados esporádicamente» (Rosenhan, 1977).
Este relato bien puede ser una historia común, que no posee indicios
psicopatológicos; no obstante, los datos obtenidos a partir del mismo refirieron a
una acomodación en función del diagnóstico y a
Una relación más bien distante con su padre se describe como crecientemente
intensa. Falta estabilidad afectiva. Sus intentos por dominar su irritabilidad frente a
la esposa y los hijos se ven interrumpidos por arrebatos de ira, y en el caso de los
niños, por castigos. Si bien manifiesta tener varios buenos amigos, se siente que
también en este sentido subyacen considerables ambivalencias (...)» (Rosenhan,
1977).
Esta experiencia nos demuestra cómo pueden ser interpretadas bajo la lente
psicopatológica, conductas que bajo otro contexto son evaluadas como normales,
pero el libreto del diagnóstico obliga al trazado de distinciones que llegan a
construir realidades que confirman, así, esas hipótesis a priori.
Por otra parte, Giorgio Nardone, en Paura, Panico, Fobie (Miedo, pánico, fobias,
Herder 1997, en esta misma selección), toma la base del DSM 111, describiendo,
desde los ataques de pánico, hasta los síndromes obsesivos y fóbicos, pero
capitalizando dichas distinciones para estructurar un modelo de trabajo terapéutico
específico, bajo el soporte de la línea de Terapia breve del MRI de Palo Alto. O
sea, que el cuadro nosológico le proporciona las herramientas para construir un
tratamiento paso por paso, con estrategias y técnicas prefijadas.
Es esta realidad la que nos indica que el cielo es azul, que generalmente la copa
de los árboles es verde, que es de noche o es de día, que una silla sirve para
sentarse, o un cuchillo para cortar (aunque frente a la falta de herramientas se
utilice como destornillador); en principio, todos compartimos estas percepciones,
pero frecuentemente no nos detenemos en el interior del dominio de esta realidad,
casi inevitablemente le asignamos un determinado valor, le atribuimos un
significado.
Por lo tanto, ¿quién será capaz de tener una epistemología tan aséptica que no
involucre marcos semánticos?; pero más allá de esta utopía, ¿quién podrá afirmar
que lo que ve es absolutamente lo que es?, ¿cómo?, si somos portadores de una
historia experiencial que nos lleva a construir significados acerca de las cosas.
2. Ahora imagine cómo es esa mesa y pregúntese para qué sirve. Bien,
seguramente el dibujo que realizó responde al tradicional diseño del cuadrado con
cuatro patas. Como realidad de primer orden, corresponde al diseño convencional
que todos compartimos.
Esta formulación de segundo orden está conformada por una serie de significados
que corresponden a normas, pautas, escala de valores, creencias internalizadas,
etc., que constituyen nuestro mapa, en las sucesivas percepciones del mundo. Por
lo tanto, por cada nueva estimulación, a través de referentes externos, la
abstracción reflexiva conformará, desconfirmará, o adecuará, determinados
clichés, resultantes del acto experiencial, que llevarán a ampliar o conservar el
perímetro de nuestra estructura conceptual.
cuentra del otro lado del estrecho. Si pierde la nave y la vida, su falla es la
comprobación de que la ruta que eligió era la equivocada, o sea podríamos decir
que ha descubierto que ese pasaje no era (aunque no tuvo la posibilidad de
enterarse).
Trasladado al campo del conocimiento, todo nuevo pensamiento, para ser viable,
deberá adaptarse al esquema previo de estructuras conceptuales (como
señalamos anteriormente) de tal manera que no provoque contradicciones. La
tradicional metáfora que lo ejemplifica es la de la cerradura: sabemos que una
llave es la que corresponde a la misma, pero muchos expertos ladrones tienen
ganzúas que calzan para poder abrirla.
De esta manera, creemos haber descubierto una realidad real (en términos de
objetividad), ya que descubrir implica suponer que existe una realidad última,
hasta que eventos externos superan nuestro control, contradicen nuestros
parámetros que no son acordes a nuestra visión del mundo y:
«...cuando esto sucede, nuestra construcción de la realidad cae á pedazos y
entonces es posible que tengamos que afrontar lo que los psiquiatras llamarían
enfermedad mental o emocional, como depresión, ansia, alucinaciones, ideas
suicidas, etc.» (Watzlawick, 1989).
Algunas anécdotas pueden ser ejemplos de resultados caóticos que arrojan las
construcciones de realidades del observador, que, de acuerdo a su sistema de
creencias, se contraponen con la construcción de su interlocutor.
Una psicóloga argentina fue a radicarse al Perú. A las pocas semanas, por medio
de las derivaciones de algunos profesionales que conocía con antelación a su
viaje, comenzó a recibir algunas consultas. Uno de sus primeros pacientes era una
mujer que después de comentar una serie de problemas, hizo alusión a
personajes que estaban en su casa. Estos personajes eran gnomos, algunos
categorizados como buenos, a los cuales, a veces, les dejaba un trozo de
chocolate, y algunos como gnomos malos, que la perturbaban.
Ella, como portavoz de una cultura en donde no se involucran este tipo de mitos,
rotulaba como patológica (categorizaba, o sea, una atribución de segundo orden)
una conducta que para dicho medio era absolutamente normal. Evidentemente, de
no haber sido responsable en su trabajo, no recurriendo al apoyo de una
supervisión, la psicoterapia podría haber tomado una dirección catastrófica, donde
cada palabra de la paciente hubiese resultado un indicio que confirmara su
construcción diagnóstica.
Cuentan viejos enfermeros del norte de Italia que en una ocasión llegó a su centro
de salud mental un paciente que no tenía antecedentes en el mundo de la
psiquiatría. Estaba muy ansioso y alterado, diciendo que hacía varios días que no
podía dormir. Frente a la pregunta del equipo médico acerca de qué era lo que le
provocaba semejante insomnio, él respondió, «el elefante no me deja dormir, urla
toda la noche..., lo veo desde mi ventana, la cierro a pesar del calor, pero el
sonido es muy fuerte...».
A los tres días volvió más perturbado aún, se mostraba hiperansioso y torpe, su
discurso presentaba signos de gran aceleración y reiteraba que ya no podía tolerar
más al elefante, que el rumor que emitía se le había convertido en una obsesión y
que lo seguía a todas partes de la casa. Nuevamente el grupo ratificó su
diagnóstico, le aplicó una inyección más potente que la anterior, y lo dejó
internado durante un par de días, en los que el paciente reposó tranquilo,
durmiendo toda la noche, sin mostrar signos de ofuscación.
Uno de ellos decidió tomar la estrategia inversa a la que el equipo había utilizado,
y en lugar de contrariarle señalando que ésa no era la realidad y que era todo
producto de su imaginación, le preguntó muy interesado dónde estaba el elefante
que lo fastidiaba tanto. El paciente lo tomó de la mano y lo llevó aceleradamente
hacia el otro extremo de la casa, donde se encontraba su dormitorio, se acercó a
la ventana, la abrió y el médico observó un gran parque que era el fondo de la
casa vecina, para ver que además de variadas especies vegetales, pájaros
exóticos y otros animales, había un elefante pequeño que paseaba orondo de
extremo a extremo del terreno, y urlaba por cierto.
El vecino era un excéntrico apasionado por la fauna y la flora, y coleccionaba raras
especies de ambas. El elefante lo había adquirido poco tiempo atrás y se
encontraba en fase de adaptación, de allí que llorase, toda la noche.
Desde esta óptica, ya no puede afirmarse el dicho popular que dice: «En el país
de los ciegos el tuerto es rey», puesto que es leído desde una construcción que
valida un patrón en el cual se valoriza la vista, mostrando el sistema de creencias
de la persona que la expresa, y polarizando qué considera normal y qué
minusválido, desde su propio mapa.
Pero, ¿quién dijo que los ciegos responderían al mismo tipo de baremo?: en las
creencias y valores de un país de ciegos, la visión tal vez no cobre relevancia, y si
lo normal se confecciona a través de lo estadístico, si la mayoría son no videntes,
la ceguera sería normal; por lo tanto, ¿por qué el tuerto sería rey, si estaría dentro
del grupo de los anormales?
Entonces, ahora, la formulación correcta sería: «En el país de los ciegos tal vez el
tuerto sea considerado loco».
«Cuando trató de hablarles, se dio cuenta que ellos pensaban que él estaba loco,
mostrando hostilidad o compasión, en lugar de comprensión. Al principio no bebió
del agua renovada, sino que regresó a su refugio para procurarse su provisión de
todos los días. Pero, finalmente, tomó la decisión de beber la nueva agua porque
no pudo soportar la tristeza de su aislamiento, comportándose y pensando de una
manera diferente del resto del mundo. Bebió de la nueva agua y se volvió como
los demás. Entonces olvidó completamente todo lo referente al agua especial que
tenía almacenada, y sus semejantes comenzaron a mirarle como a un loco que
había sido milagrosamente restituido a la cordura» (ldries Shah, 1967).
«...no es el sonido material, cosa puramente fisica, sino la psíquica de ese sonido,
la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa
representación es sensorial, y si se nos ocurre llamarla material es sólo en este
sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente
más abstracto» (F. Saussure, 1985).
Ahora bien, desde esta perspectiva de análisis nos referimos a los engramas
cliché de un acuerdo sociocultural, estamos hablando acerca de una realidad de
primer orden, ¿qué hay entonces, sobre las significaciones particulares y las
atribuciones de sentido con que el observador reviste cada término?
Esto sucede en forma clara, con términos muy amplios como por ejemplo, estoy
bien o estoy mal; ¿qué se quiere decir con esto?, porque estar bien o mal para mí
no implica la misma condición de bienestar o malestar para el otro. El
conocimiento de nuestro interlocutor posibilita la entrada en su universo de
creencias para poder reconocer qué nos está tratando de decir.
H. von Foerster plantea dos cuestiones con respecto al lenguaje, una confusión
que lleva a suponer que el lenguaje es denotativo. O sea, siguiendo con el ejemplo
anterior, se dice mesa para denotar el objeto mesa.
El mismo autor (1994) describe un ejemplo de Margared Mead que narra una
anécdota divertida, ilustrando en forma clara este punto:
Watzlawick (1992) señala que, casi entre líneas, Spencer Brown, en su libro Las
leyes de la forma, define el concepto de lenguaje imperativo:
Este ejemplo aclara y cierra cuando hemos hecho referencia, desde otra
perspectiva de análisis, a las órdenes (lenguaje imperativo) que pautan
distinciones. Spencer Brown discrimina este tipo de lenguaje en el ámbito de la
ciencia, o sea, de la misma manera los pasos del método científico son órdenes
que pautan la secuencia de un proceso. Su utilización, en la clínica sistémica del
modelo de Palo Alto, se desarrolla principalmente en las prescripciones de
comportamiento, en donde se lleva a estructurar una acción alternativa a la serie
de acciones que sostienen el problema, logrando un efecto que desde el lenguaje
indicativo difícilmente se hubiese concretado.
Por lo tanto, si pensamos que la realidad se inventa por medio de las atribuciones
de sentido que nos permiten observar trazando distinciones, describiendo,
realizando abstracciones y elaborando hipó tesis, el acto de conocimiento se
transforma en autorreferencial y subjetivo, y es entonces el lenguaje el que crea el
mundo.