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COMUNICACIÓN I

Estructural – Funcionalismo
Mattelart: “La Mass Communication Research”.
- Harold Lasswell y el impacto de la propaganda (La teoría hipodérmica – comienzo de
la teoría funcionalista)
La primera pieza del dispositivo conceptual de la corriente de la MCR data de 1927. Es
el libro de Lasswell, que utiliza la experiencia de la 1era guerra mundial. En este se
plantea que los medios de difusión han aparecido como instrumentos indispensables
para la gestión gubernamental de las opiniones.
Así, en adelante, para Lasswell, propaganda y democracia van de la mano. De hecho, la
propaganda constituye para él, el único medio para suscitar la adhesión de las masas.
Esta visión instrumental consagra una representación de la omnipresencia de los
medios de comunicación considerados como instrumentos de “circulación de símbolos
eficaces”.
Se considera a la audiencia como un blanco amorfo, que obedece ciegamente al
esquema estímulo – respuesta. Se supone que el medio de comunicación actúa según
el modelo de la “aguja hipodérmica”, término forjado por el propio Lasswell para
denominar el efecto o impacto directo indiferenciado sobre los individuos atomizados.

- La sociología funcionalista de los medios de comunicación


La fórmula “QUIEN DICE – QUÉ – POR QUÉ CANAL – A QUIEN – CON QUÉ EFECTO”
(Emisor – Canal – Mensaje – Receptor – Efectos) de Lasswell, dota en 1948 de un
marco conceptual a la sociología funcionalista de los medios de comunicación, cuando
aquel se da cuenta que el esquema E-R no es suficiente para analizar a los medios de
comunicación de masas en la sociedad.
Esto traducido a sectores de investigación sería: análisis del control; de los soportes o
los medios de comunicación; del contenido; de la audiencia; de los efectos.
En la práctica se ha dado prioridad a dos puntos de este programa: el análisis de los
efectos y, en estrecha correlación con estos, el análisis del contenido que aporta al
investigador elementos para pronosticar los efectos de determinados mensajes sobre
la audiencia.
Esta investigación aspira a la descripción “objetiva, sistemática y cuantitativa” del
contenido manifiesto de las comunicaciones.
La observación de los efectos de los medios de comunicación en los receptores y la
evaluación constante de los cambios que se operan en sus conocimientos,
comportamientos, sus actitudes, emociones, opiniones y sus actos, se deben a la
exigencia de resultados formulada por quienes la financian las investigaciones,
preocupados por evaluar la eficacia de una campaña de publicidad o de una operación
de relaciones públicas de las empresas y, en el contexto de la entrada en guerra, de las

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acciones de propaganda de los ejércitos. Por esto se suele llamar también a estas
investigaciones “administrativas”.

- Según Laswell, el proceso de comunicación cumple tres funciones principales:


a) Vigilancia del entorno: revelando todo lo que podría amenazar o afectar al
sistema de valores de una comunidad o las partes que la componen.
b) La puesta en relación de los componentes de la sociedad para producir una
respuesta al entorno.
c) La trasmisión de la herencia social.
- Lazarsfeld y Merton, añaden a estas tres funciones una cuarta: el entretenimiento, y
complican el esquema distinguiendo la posibilidad de disfunciones, así como de
funciones latentes y manifiestas.
- En el texto de Wolf se explica esto (Wright lo refuta).

- Una discrepancia teórica


Merton y sus incursiones en la sociología de los medios de comunicación son más
escasas que las de su colega Lazarsfeld, quien se ha centrado considerablemente a éste
sector de las ciencias sociales. En este sentido, Lazarsfeld es considerado uno de los
cuatro padres de la MCR.
En su exilio norteamericano, Lazarsfeld se distancia de la tradición de compromiso
social y toma una actitud de “administrador”, preocupado por poner a punto
instrumentos de evaluación útiles (estudios cuantitativos sobre los gustos de la
audiencia), para los gestores de los medios de comunicación que estima neutrales.
Contra la investigación crítica, revindica la investigación administrativa, afirmando que
la democracia de EE.UU. no necesita perfeccionarse.
Esta toma de posición lo conduce a dejar de lado en los estudios los procesos de
comunicación en la organización del poder económico y político.
A partir de 1935, se irán generando otros polos y otras orientaciones teóricas sobre la
base del funcionalismo, como la de Parsons, que tiene discrepancias en la forma de
considerar la teoría.

- El doble flujo de la comunicación


En los años cuarenta y cincuenta, la historia de la sociología funcionalista de los
medios de comunicación sitúa como una innovación el descubrimiento de un elemento
intermediario entre el punto inicial y final del proceso comunicativo. Cuestiona el
principio mecanicista lasswelliano del efecto directo e indiferenciado.
Esto surge a base del estudio de los consumidores de la moda y el ocio, en especial en
la elección de las películas, que les hace comprender el flujo de la comunicación como
un proceso en dos etapas, en el que la función de los líderes de opinión resulta
decisiva.

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Es la teoría del “Two Step Flow”. En el primer escalón están las personas relativamente
bien informadas por estar directamente expuestas a los medios de comunicación; en el
segundo, están las que frecuentan menos a los medios de comunicación y que
dependen de las otras para obtener la información.
Esta forma de ver orientó a la investigación hacia el establecimiento de estos
escalones, de estos steps sucesivos, por los que debía pasar cualquier adopción de un
nuevo producto o de un nuevo comportamiento.
Estas preocupaciones convergían y se intercambiaban con los modelos que los
especialistas del marketing proponían.
El último padre del análisis funcional, Hovland, se adhiere a los presupuestos
conductistas laswellianos. Así, realizó estudios sobre la persuasión a lo largo de la 2da
guerra mundial. Esto dio lugar posteriormente a investigar los modos de mejorar la
eficacia de la persuasión de masas.
Esto resultó un verdadero catálogo de recetas para uso del bien persuasor y del
mensaje persuasivo eficaz, es decir, capaz de alterar el funcionamiento psicológico del
individuo y de inducirlo a realizar actos deseados por el dador del mensaje.

- Una voz disidente (disconforme)


Charles Wright Mills, profesor de Columbia, deja oír otro discurso sobre la
comunicación no positivista. Por eso se lo considera uno de los iniciadores de los
estudios culturales, en un período histórico que se formaban las bases de los Cultural
Studies británicos.
Frente al predominio de una sociología, que desde final de los años treinta había
perdido toda voluntad reformadora y se había desviado hacia la ingeniería social
limitándose a examinar los problemas fragmentarios y vínculos causales aislados, el
sociólogo se muestra abierto a las aportaciones de un marxismo crítico.
Sus análisis vuelven a conectar la problemática de la cultura con la del poder, la
subordinación y la ideología, uniendo las experiencias personales vividas en la realidad
cotidiana y los planteamientos colectivos que estas estructuras sociales cristalizan.
Wright Mills se niega a disociar el ocio y el trabajo, sustituye una noción neutral de
entretenimiento propia del análisis funcional, por la reflexión sobre el ocio auténtico,
que debería permitir el distanciamiento en relación con las múltiples formas de la
cultura comercial.
Este autor está de acuerdo en denunciar la alienación de las sociedades.

Wolf: “Teoría funcionalista de la comunicación de masas”.


Aquí la pregunta a fondo no es ya sobre los efectos sino sobre las funciones
desempeñadas por la comunicación de masas en la sociedad. Se concentra la
atención sobre las consecuencias objetivamente demostrables de la acción de los
media sobre la sociedad en su conjunto o sobre sus subsistemas. Mientras antes la
comunicación se centraba en las funciones comunicativas específicas, como en

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campañas, se pasa a la situación comunicativa más habitual de la producción y
difusión cotidiana de mensajes de masas.
En este sentido, la teoría funcionalista representa un momento de transición entre las
teorías precedentes sobre los efectos a corto plazo y las sucesivas hipótesis sobre los
efectos a largo plazo.
Finalmente, la teoría funcionalista ocupa una posición muy precisa, que consiste en
definir la problemática de los media a partir del punto de vista de la sociedad y de su
equilibrio, desde la perspectiva del funcionamiento global del sistema social y de la
contribución de sus componentes, como los medios de comunicación de masas. Lo
que pasa a interesar es la dinámica del sistema social y el papel desempeñado en ella
por las comunicaciones de masas.

- Estructural Funcionalismo
El sistema social en su globalidad es concebido como un organismo cuyas distintas
partes desempeñan funciones de integración y mantenimiento del sistema. Su
equilibrio y estabilidad se realizan a través de las relaciones funcionales que los
individuos y los subsistemas activan en conjunto. En este sentido, los individuos en
cuanto prestan una función pasan a ser un medio para la persecución de los fines de la
sociedad.
Así, la lógica que regula los fenómenos sociales está constituida por las relaciones de
funcionalidad que sirven de guía para la solución de cuatro problemas fundamentales,
a los que todo sistema social debe hacer frente:
- La conservación del modelo y el control de las tensiones: todo sistema social posee
mecanismos de socialización mediante los cuales los modelos culturales del sistema
son interiorizados en la personalidad de los individuos.
- La adaptación al ambiente: todo sistema social para sobrevivir debe adaptarse al
propio ambiente social y a otros. Ejemplo: división del trabajo, ya que nadie puede
realizar todas las tareas desempeñadas para supervivencia del sistema social.
- La persecución de la finalidad: todo sistema social tiene varias finalidades que
alcanzar, realizables en la medida que se desempeñen simultáneamente todas las
tareas que deben desempeñarse para la supervivencia del sistema social.
- La integración: las partes que integran el sistema deben estar relacionadas entre sí.
La solución de estos imperativos funcionales, que contribuye a la satisfacción de las
necesidades del sistema, está presidida por diferentes subsistemas (como el
económico, político, etc.). En este sentido, subsistema de la comunicación de masas
aparece funcional en cuanto desempeña parcialmente la tarea de corroborar y reforzar
los modelos de comportamiento existentes en el sistema social.
Un subsistema puede también ser disfuncional en la medida en que obstaculiza la
satisfacción de alguna de las necesidades fundamentales del sistema social.
Además, las funciones o disfunciones pueden ser directas o indirectas, es decir que los
subsistemas pueden tener consecuencias sobre otros subsistemas.

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Por último, las funciones o disfunciones pueden ser manifiestas o latentes, son
manifiestas las reconocidas y latentes las funciones o disfunciones no reconocidas ni
concientemente deseadas.
Así, la sociedad es analizada como un sistema complejo, que tiende al mantenimiento
del equilibrio, compuesto por subsistemas funcionales, cada uno de los cuales tiene la
misión de resolver un problema fundamental del sistema en su conjunto.
En este complejo marco conceptual se coloca el análisis de los subsistemas de los
media, en la perspectiva de las funciones sociales que desempeña.

- Las funciones de la comunicación de masas


Charles Wright
- Respecto a la sociedad la difusión de la información cumple dos funciones:
a) Proporciona la posibilidad, frente a amenazas y peligros inesperados, de alertar a
los ciudadanos.
b) Proporciona los instrumentos para realizar algunas actividades cotidianas en la
sociedad (como los intercambios económicos).
- En relación al individuo, y respecto a la “mera existencia” de los medios de
comunicación de masas, se identifican otras tres funciones:
a) La atribución de status y prestigio a las personas y a los grupos objeto de la
atención por parte de los media (se legitiman personas, grupos y tendencias)
b) El fortalecimiento del prestigio para los que se someten a la necesidad y al valor
socialmente difundido de ser ciudadanos bien informados; el fortalecimiento de las
normas sociales, es decir, una función relacionada con la ética
c) Se refuerza el control social por medio del discurso de los medios de
comunicación de masas.
Si se pasa al análisis funcional de los media desde su organización institucional y de
propiedad de los mismos medios, aparecen otras funciones: como la de contribuir al
conformismo, es decir, al mantenimiento del sistema, por estar apoyados por las
grandes empresas. Así, no solo afirman el status quo sino que dejan de plantear
problemas a propósito, ignorando los objetivos sociales cuando van en contra del
beneficio económico.
Por lo que se refiere a disfunciones de la “mera presencia” de los medios respecto a la
sociedad: éstas se manifiestan por el hecho de que las corrientes informativas que
circulan pueden amenazar la estructura de la propia sociedad.
A nivel individual, además, la difusión de noticias alarmantes (sobre peligros) puede
generar reacciones de pánico en lugar de reacciones de vigilancia consciente. A su vez,
la exposición a grandes cantidades de información puede originar la denominada
“disfunción narcotizante”, es decir el sujeto puede estar bien informado y satisfecho
por lo que sabe sin darse cuenta que se abstiene de decidir y actuar; puede confundir
el conocer los problemas diarios con hacer algo al respecto.

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La teoría funcionalista de los media representa uno de los momentos conceptualmente
más significativos de la Communications Research, y su perspectiva no ha
desaparecido, sino que se prolonga hasta hoy.
Existe un sector de análisis específico, que ha sido directa y significativamente
influenciado por el paradigma funcionalista: el estudio de los efectos de lo media
conocido como hipótesis de “los usos y gratificaciones”.

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Teoría Crítica
Enric Saperas Lapiedra: “Contribuciones de la Teoría Crítica de la escuela de Frankfurt
a la sociología de la comunicación”.
2da generación: años 30 a 50 Horkheimer, Adorno y Marcuse.
3ra generación: años 60 en adelante Habermas.

- Max Horkheimer, la Teoría Crítica como alternativa a la sociología burguesa


(alternativa al funcionalismo)
Horkheimer plantea que frente a la teoría social burguesa que obedece a una praxis
social dominante destinada a la reproducción de las condiciones sociales de existencia
imperantes en el orden capitalista, la teoría crítica se perfila como un radical rechazo a
la aceptación del mundo tal cual existe. La teoría social crítica insiste en la
recuperación de la autonomía de los individuos en los ámbitos social y científico.

- Horkheimer/ Adorno/ Marcuse, la Teoría Crítica como alternativa a la <mass


Communications research>. (CRÍTICAS QUE LE HACEN AL FUNC.)
Por lo que respecta al estudio de comunicación de masas, la Teoría Crítica alcanzará sus
primeras realizaciones importantes durante la década de 1940, como resultado de su
confrontación con la Sociología de la Comunicación, surgida de la MCR. Es que la TC se
opuso a la aceptación de una investigación administrativa, es decir, orientada
abiertamente hacia los intereses de ciertos organismos de la administración pública o
privada, interesados en facilitar el uso de los medios respondiendo a una estrategia
instrumental, donde el análisis se centraba sobre la audiencia y los efectos.
En este sentido, la TC hacía un especial hincapié en el análisis de quiénes controlan los
medios de comunicación de masas y en la naturaleza comercial de este sistema
comunicativo. Les interesaba saber quién, cómo y por qué ejerce el control de la
comunicación masiva en la sociedad de capitalismo avanzado.
Así, la TC se opone a cualquier consideración asocial y ahistórica de la comunicación
de masas que posibilite un análisis sometido a criterios de rentabilidad o eficacia
comercial o persuasiva.

- Horkheimer/ Adorno, industria cultural y crítica a la razón instrumental (IND.


CULTURAL CRÍTICA AL FUNCIONALISMO)
Estos autores en los años 40 realizaron un exhaustivo análisis de la naturaleza represiva
de la sociedad de capitalismo avanzado, en el que la “Razón” se encuentra sometida a
una reducción de sus valores.
* Razón Instrumental: se refiere a una priorización del proceso medio-fin, por el cual
para conseguir un fin es necesario un medio, un instrumento. De esta manera la razón
instrumental entiende a la técnica como razón, porque permite cumplir determinados
fines.

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* Industria cultural: se refiere a la cultura de masas, haciendo referencia a que las
formas clásicas de cultura son descontextualizadas, convirtiéndose en productos
destinados al engranaje industrial (serial – estereotipado - masivo), donde la recepción
de la forma cultural se resume en un receptor consumidor de bienes culturales.
- Herbert Marcuse, cultura y unidimensionalidad.
Este autor incidió abiertamente en el análisis de los sistemas de manipulación
colectiva propios de una sociedad enferma en la que a una elevación y
democratización del consumo y del bienestar material le corresponde un mayor
dominio y control social.
Así, para Marcuse, nos hallamos en una sociedad unidimensional, regida por una
“racionalidad tecnológica”, es decir, que con el estallido del universo tecnológico
dominado por la razón instrumental, la cultura pasa a ser un sistema de control social,
y se somete a una progresiva selección de sus elementos críticos.
En este sentido habla de una “cultura afirmativa”, de la cual participa abiertamente la
comunicación de masas, que es un instrumento de incorporación de las ideologías de
la burguesía en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Esto supone desde la visión de Adorno y Horheimer una progresiva incorporación de
los intereses y aspiraciones propios que la sociedad burguesa, y consecuentemente la
aceptación de la satisfacción de las necesidades humanas mediante los criterios
exclusivos de la lógica del sistema de producción capitalista.

- Jürgen Habermas, hacia una nueva definición de la Teoría de la Comunicación.


Es el representante más significativo de la tercera generación de los pensadores
críticos. El aspecto más renovador que ha planteado es un “giro lingüístico”, que ha
dado lugar a una nueva formulación de la Teoría del Lenguaje. Este giro ha planteado la
comunicación como tema central de la Teoría Crítica.
Así, plantea el análisis de la acción comunicativa como un componente esencial para
el conocimiento de las formas de construcción de la realidad social y como el elemento
motor que podrá posibilitar cualquier acción conducente a la autoemancipación de los
individuos frente a los sistemas de dominación.

- Comunicación y anticipación utópica. (VISIÓN DE LA CULTURA DE LA TC)


En ambas generaciones, la comunicación y el lenguaje en sus diversas manifestaciones
sociales, se manifiestan como componentes de una reflexión crítica en la que se ejerce
una anticipación utópica, en la que cualquier sociedad futura regida por la razón
deberá ser mediatizada por formas comunicativas y culturales libres, ajenas al control
social y portadoras de un consenso.
Hacia ese objetivo de formas comunicativas igualitarias y libres se orientan las
contribuciones de la Teoría Crítica a una Teoría de la Comunicación de carácter
anticipatorio y emancipador.

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Herbert Marcuse: “El hombre Unidimensional”.
- La parálisis de la crítica: Una sociedad sin oposición.
Para el autor, la sociedad industrial avanzada que parece tener el aspecto mismo de la
“razón”, es irracional como totalidad. Esto se debe a que su productividad destruye el
libre desarrollo de las necesidades y facultades humanas, su paz se mantiene mediante
la constante amenaza de guerra, su crecimiento depende de la represión de las
verdaderas posibilidades de pacificar la lucha por la existencia.
Esta represión, funciona desde las inmensas capacidades actuales, intelectuales y
materiales, lo que significa que la amplitud de la dominación sobre el individuo es
inmensamente mayor que nunca, ya que la conquista de las fuerzas sociales es por la
tecnología y no por el terror, sobre la base de una abrumadora eficacia y un nivel de
vida cada vez más alto.
En este sentido analizar las alternativas históricas a ésta forma de vida es parte los
propósitos de una teoría crítica de la sociedad contemporánea, para mejorar la
condición humana. Es que para el autor las formas de organizar la sociedad se miden
enfrentándola a otras formas posibles, formas que podrían ofrecer mejores
oportunidades para aliviar la lucha del hombre por la existencia.
Pero la sociedad industrial avanzada parece ser capaz de contener el cambio social, su
progreso técnico, extendido hasta ser todo un sistema de dominación y coordinación,
crea formas de vida y poder que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al
sistema y refutar toda protesta.
Esta contención de cambio social es quizá el logro más singular de la sociedad
industrial avanzada, donde se integran los opuestos. En este sentido, han sido alteradas
las bases de la crítica, donde se enfrentaban dos grandes clases, la burguesía y el
proletariado. En la actualidad, si bien todavía son las clases básicas, el desarrollo
capitalista ha alterado la estructura y la función de estas dos clases, de tal modo que ya
no parecen ser agentes de transformación histórica.
Sin embargo, para el autor es inminente la necesidad de un cambio cualitativo, por la
unión de una creciente productividad y destructividad, la inminente amenaza de
aniquilación, la preservación de la miseria frente a una riqueza sin precedentes, que es
muestra de su irracionalidad. Y el hecho de que la gran mayoría de la población acepte,
y se vea obligada a aceptar esta sociedad, no la hace menos irracional.
Este hecho de aceptación descansa en que los hombres deben experimentar la
necesidad de cambiar su forma de vida, y justamente esta necesidad es la reprimida,
en la medida en que es capaz de repartir los bienes en una escala cada vez mayor.
En esta sociedad, el aparato productivo tiende a hacerse totalitario, en el grado en
que determina, no solo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias,
sino también las necesidades y aspiraciones individuales. De este modo borra la
oposición entre la existencia privada y pública, entre las necesidades individuales y
sociales.
La tecnología, en este sentido, sirve para instituir formas de control social y de
cohesión social más efectivas y agradables. Esto hace insostenible la tecnología como
neutral, ya que no puede ser separada del empleo que se hace de ella, como sistema

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de dominación. En el medio tecnológico, la cultura, la política y la economía, se unen
en un sistema omnipresente que devora o rechaza todas las alternativas.

- La sociedad unidimensional: “Las nuevas formas de control”.


Una sociedad que parece cada día más capaz de satisfacer las necesidades de los
individuos por medio de la forma que está organizada, priva a la independencia de
pensamiento, a la autonomía y al derecho de oposición política de su función crítica
básica. Tal sociedad puede exigir justamente la aceptación de sus principios e
instituciones, y reducir la oposición a la mera promoción y debate de políticas
alternativas dentro del statu quo.
Sin embargo, para el autor, el progreso tecnológico de la mecanización y
normalización podría canalizar la energía individual hacia un reino virgen más allá
de la necesidad y la libertad de empresa. Si el individuo se liberara de las necesidades
y posibilidades extrañas que le impone el mundo del trabajo la misma estructura
humana se alteraría, y el individuo tendría libertad para ejercer la autonomía sobre una
vida que le sería propia. Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la
satisfacción de las necesidades vitales, esto haría posible la autonomía individual.
Este es un objetivo que está dentro de las capacidades de la civilización industrial
avanzada, que constituiría el fin de la racionalidad tecnológica.
Sin embargo, opera el rumbo contrario: el aparato impone sus exigencias económicas
y políticas sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, sobre la cultura material e
intelectual.
En este sentido, la sociedad tiende a ser “una sociedad totalitaria”, en tanto que la
organización con base tecnológica es una coordinación técnico-económica que opera a
través de la manipulación de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo
tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra el todo.
No obstante, la tendencia política a explotar la productividad puede invertirse, en la
medida en que el mundo del trabajo se conciba como una máquina y se mecanice,
convirtiéndose en la base potencial de una nueva libertad para el hombre.
En este sentido, es necesario redefinir las libertades económicas, políticas e
intelectuales, porque son demasiados significativas, y no deben ser confinadas dentro
de las formas tradicionales. Así, la libertad económica significaría libertad de la
economía, de estar controlado por fuerzas y relaciones económicas, liberación e lucha
por la existencia, de ganarse la vida. La libertad política significaría la liberación de los
individuos de una política sobre la que no ejercen ningún control efectivo. Del mismo
modo, la libertad intelectual significaría la restauración del pensamiento individual
absorbido ahora por la comunicación y adoctrinamiento de masas.
El timbre irreal de estas proposiciones muestra no su carácter utópico, sino el vigor de
las fuerzas que impiden su realización.
En este sentido, la forma más efectiva y duradera de la guerra contra la liberación es
la implantación de las necesidades que perpetúan las formas sociales establecidas.
Así, la intensidad, la satisfacción y hasta el carácter de las necesidades humanas, más
allá del nivel biológico, han sido siempre pre condicionadas. Se conciba o no como una

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necesidad la posibilidad de hacer o dejar de hacer, de poseer o rechazar algo, ello
depende de si la conducta puede o no ser vista como deseable y necesaria para las
instituciones e intereses predominantes de la sociedad.
En este sentido el autor hace una diferenciación entre “necesidades verdaderas y
necesidades falsas”. Explica que las necesidades falsas son aquellas que intereses
sociales particulares imponen al individuo para su represión, aquellas necesidades que
perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. A pesar de que su
satisfacción puede ser de lo más grata para el individuo, esta felicidad no es una
condición que deba ser mantenida, sino que sirve para impedir el desarrollo de la
capacidad de reconocer la enfermedad del todo y querer curarlo. El resultado, en este
caso, es la esporádica euforia dentro de la infelicidad.
El predominio de las necesidades represivas es un hecho cumplido, aceptado por
ignorancia y derrotismo, pero es un hecho que debe ser eliminado tanto en interés del
individuo feliz, como de todos aquellos cuya miseria es el precio de su satisfacción.
En contraposición, las únicas necesidades que pueden reclamar satisfacción son las
vitales, las necesidades verdaderas: alimento, vestido y vivienda en el nivel de cultura
que esté al alcance. La satisfacción de estas necesidades es el requisito para la
realización de todas las necesidades.
Pero la pregunta sobre cuáles son las necesidades verdaderas o falsas no puede ser
resulta por los mismos individuos, al menos no mientras mantengan la incapacidad de
ser autónomos, mientras sean adoctrinados y manipulados, ya que su respuesta no
será propia, sino una reproducción del orden dominante.
En este sentido, para el autor, toda liberación depende de la toma de conciencia, y el
surgimiento de esta se ve estorbado siempre por el predominio de necesidades y
satisfacciones que se han convertido en propias del individuo. Así, el objetivo óptimo
es el abandono de la satisfacción represiva, la sustitución de necesidades falsas por
verdaderas.
Así, en la sociedad industrial avanzada, la libertad se convierte en un poderoso
instrumento de dominación, donde ésta es remplazada por la amplitud de selección,
pero la amplitud de selección abierta a un individuo no es factor decisivo para
determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que
es escogido por el individuo. Así, escoger libremente entre una amplia gama de bienes
y servicios no significa libertad si éstos sostienen controles sociales sobre una vida de
esfuerzo y alienación.
Esto revela los aspectos políticos de la racionalidad tecnológica predominante. El
aparato productivo, y los bienes y servicios que produce, venden o imponen el sistema
social como un todo. Hay un adoctrinamiento y manipulación por medio de los
productos, que promueven una falsa conciencia inmune a su falsedad. Y en la medida
que estos productos son asequibles a más individuos en más clases sociales, el
adoctrinamiento que llevan a cabo se convierte en modo de vida.
En este sentido, para el autor, la sociedad industrial avanzada se está acercando al
estado en que el progreso continuo exigirá una revolución radical de la organización y
dirección predominante del progreso. Esto será alcanzado cuando la producción
material se automatice hasta el punto que puedan ser satisfechas todas las

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necesidades vitales, mientras que el tiempo de trabajo se reduzca a tiempo marginal.
De este punto en adelante, el progreso técnico trascenderá el reino de la necesidad, en
el que servía de instrumento de dominación y explotación, lo cual limitaba su
racionalidad. La tecnología estará sujeta al libre juego de las facultades en la lucha por
la pacificación de la naturaleza y de la sociedad. Esto para el autor, retomando a Marx,
supone una “pacificación de la existencia”.
Sin embargo, en la actualidad la sociedad industrial madura se cierra contra esta
alternativa, es que por debajo de su aparente dinamismo, esta sociedad es un sistema
de vida completamente estático, donde la contención del progreso técnico va de la
mano con el crecimiento en la dirección establecida.

Wolf: “ La Teoría crítica”


- Rasgos generales de la teoría crítica
La TC se identifica históricamente con el grupo estudiosos de la escuela de Frankfurt:
fundado en 1923. Este se convirtió en un centro significativo con la llegada como
director de M. Horkheimer. Con la llegada del nazismo, el instituto se ve obligado a
cerrar y sus principales representantes emigran a la Universidad de Columbia, en
EE.UU. Tras abrir de nuevos sus puertas en 1950, el instituto reanuda las actividades de
estudio e investigaciones, siguiendo el planteamiento que les había dado su
originalidad, de una actitud crítica respecto a la ciencia y a la cultura con la propuesta
política de una reorganización racional de la sociedad, capaz de superar la crisis de
razón.
La investigación practicada por la TC propone como teoría la sociedad entendida como
un todo, sin especializarse en disciplinas sectoriales diferenciadas.
Además, dice que no puede haber estudio objetivo del hombre porque es un sujeto, y
por lo tanto su estudio debe ser subjetivo.
Al denunciar la separación y oposición entre individuo y sociedad como el resultado
histórico de la división de clases, la TC afirma su propia orientación hacia la crítica
dialéctica de la economía política. El punto de partida de la TC es por tanto el análisis
del sistema de la economía de intercambio (desocupación, crisis económica,
militarismo, terrorismo, la condición de las masas), basándose en relaciones
productivas que han dejado de ser adecuadas a la situación actual.
La originalidad de los autores consiste en abordar las nuevas temáticas que recogen las
dinámicas propias de la sociedad de la época, como por ejemplo, el autoritarismo, la
industria cultural, la transformación de los conflictos sociales en las sociedades
altamente industrializadas. La TC intenta penetrar el sentido de los fenómenos
estructurales, primarios, de la sociedad contemporánea: el capitalismo y la
industrialización.
Desde ésta perspectiva, toda creencia social que se reduce a mera técnica de análisis,
de recogida, de clasificación de los datos objetivos se niega a la posibilidad de verdad,
por cuanto ignora las propias mediaciones sociales.

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Así, la TC se propone realizar lo que a la sociedad siempre se le escapa o siempre
posterga, es decir, una teoría de la sociedad que implique una valoración crítica de la
propia elaboración científica.
En cuanto a los mass media, este es el marco de fondo en que se sitúan los elementos
de una teoría crítica de los media, el primero de todos los análisis de la “industria
cultural”.

- La industria cultural como sistema


El término industria cultural es empleado por Horkheimer y Adorno por primera vez en
1947, donde se ilustra la transformación del progreso cultural en su contrario, sobre la
base de análisis de fenómenos sociales característicos de la sociedad americana entre
los años treinta y cuarenta.
Es una sustitución de la expresión cultura de masas, para eliminar desde el principio la
interpretación más corriente, es decir, que se trata de una cultura que surge
espontáneamente de las propias masas.
La realidad de la industria cultural es totalmente distinta a aquello: el film, radio, y
semanarios constituyen un sistema. De este sistema los que trabajan en él suministran
explicaciones y justificaciones en clave tecnológica: el mercado de masas impone
estandarización y organización: los gustos del público y sus necesidades imponen
estereotipos y baja calidad. Y sin embargo, precisamente en este círculo de
manipulación y de necesidad que se deriva de él, la unidad del sistema se estrecha
cada vez más. La racionalidad técnica, hoy, es la racionalidad del propio dominio.
En este sentido, el hecho de ofrecer al público una jerarquía de calidades en serie sólo
sirve para la cualificación más total. Bajo las diferencias, subsiste una identidad de
fondo, la del dominio que la industria cultural persigue sobre los individuos. Lo que
ésta ofrece como completamente nuevo no es más que la representación en formas
siempre distintas de algo idéntico; el cambio enmascara un esqueleto, en el que es tan
poco lo que cambia como en el mismo concepto de beneficio, desde que éste ha
conquistado el predominio sobre la cultura.
Evidentemente este sistema condiciona totalmente la forma y el papel del procedo de
fruición (disfrute) y la calidad del consumo, así como la autonomía del consumidor.
La máquina de la industria cultural rueda sobre sí misma: ella es quien determina el
consumo y excluye todo lo que es nuevo, lo que se configura como riesgo inútil, al
haber concedido la primacía de la eficacia de sus productos.

- El individuo en la época de la industria cultural


En la era de la industria cultural el individuo ya no decide autónomamente: el
conflicto entre impulsos y conciencia se resuelve con la adhesión acrítica a los valores
impuestos.
El hombre está en manos de una sociedad que le manipula a su antojo: el consumidor
no es soberano, como la industria cultural desearía hacer creer, no es su sujeto sino su
objeto. La mecanización determina hasta tal punto la fabricación de los productos de

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ocio que lo que se consume son sólo copias y reproducciones del propio proceso de
trabajo.
De esta continuidad se deriva que a medida que las posiciones de la industria cultural
se hacen más sólidas y estables, más puede actuar sobre las necesidades del
consumidor, dirigiéndolas y disciplinándolas.
La individualidad es sustituida por la “pseudoindividualidad”: el sujeto se halla
vinculado a una identidad sin reservas con la sociedad. La ubicuidad, la repetitividad y
la estandarización de la industria cultural hacen de la moderna cultura de masas un
medio de inaudito control psicológico.
En la actualidad, la industria cultural y una estructura social cada vez más jerárquica y
autoritaria convierten el mensaje de una obediencia irreflexiva en el valor dominante y
avasallador. “El individuo es solo una marioneta manipulada por las normas sociales”.
Así, la desproporción entre la fuerza de cada individuo y la estructura social
concentrada que pesa sobre él, destruye su resistencia y simultáneamente incorpora
una mala conciencia.

- La calidad de la fruición de los productos culturales


Los productos de la industria cultural están hechos de forma que su aprehensión
adecuada exige por supuesto rapidez de intuición, dotes de observación, competencia
específica, pero a la vez prohíbe la actividad mental del espectador, si éste no quiere
perderse los hechos que pasan rápidamente ante sus ojos.

- Los efectos de los media


Estas son algunas de las características sustanciales de la industria cultural, un análisis
de los efectos de los media.
Los mass media no son simplemente la suma total de las acciones que describen o de
los mensajes que se irradian desde estas acciones. La mass media consiste también en
varios significados que se superponen unos a otros: todos colaboran con el resultado.
La estructura multiestratificada de los mensajes refleja la estrategia de manipulación
de la industria cultural: todo lo que comunica ha sido organizado por ella misma con el
fin de seducir a los espectadores simultáneamente a varios niveles psicológicos. El
mensaje oculto, en efecto, puede ser más importante que el evidente, ya que escapará
de los controles de la conciencia, y no será evitado por las resistencias psicológicas en
los consumos, y probablemente penetrará en el cerebro de los espectadores.
Así, para la TC, cualquier estudio de los media que no esté en condiciones de explicar
dicha estructura y los mensajes ocultos, se sitúa en una perspectiva limitada y
desencarrilada. Esto se debe a que los mensajes no son casuales ni carecen de
objetivos: al contrario, dan forma a la tendencia a canalizar la reacción del público. En
este sentido, la mayoría de los espectáculos televisivos apuntan a la producción o
reproducción de mucha mediocridad, inercia intelectual y de credulidad, que parecen
armonizar con los credos totalitarios.

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La manipulación del público en el medio televisivo se produce mediante efectos que se
realizan en los niveles latentes de los mensajes y no manifiestos. Estos aparentan decir
una cosa y en cambio dicen otra, fingen ser frívolos, y en cambio, ratifican el estado de
sujeción. El espectador, a través del material que observa, se halla constantemente en
situación, sin darse cuenta, de asimilar órdenes, prescripciones, proscripciones.

- Los géneros
La estrategia de dominio de la industria cultural dispone de múltiples tácticas, una de
ellas consiste en la estereotipación.
Los estereotipos son un elemento indispensable para organizar y anticipar las
experiencias de la realidad social que lleva a cabo el individuo. Impiden la
desorganización mental. Si bien ninguna actividad puede prescindir de ellos, la
industria cultural altera y modifica profundamente la función de los estereotipos.
La división del contenido televisivo en diferentes géneros (comedia, policíaco, etc.) ha
llevado al desarrollo de fórmulas rígidas, fijas, importantes porque definen el modelo
comportamental del espectador, antes que éste se cuestione ningún contenido
específico, determinando por tanto en amplia medida la forma en la que será percibido
cualquier contenido específico. Así el espectador se acerca a cada uno de los
espectáculos con un modelo establecido de expectativas antes de hallarse frente al
propio espectáculo.
Este es el cambio de funciones sufrido por la estereotipación en la industria cultural,
cuanto más se materializan los estereotipos, es menos posible que las personas
modifiquen sus ideas preconcebidas, y mayor es la propensión de las personas a
apegarse a clichés.
Así, la gente no sólo puede perder la verdadera comprensión de la realidad, sino que
puede llegar a tener fundamentalmente debilitada la capacidad de entender la
experiencia de la vida por el uso constante de ahumados.

- La Teoría Crítica frente a la investigación administrativa


El radical desacuerdo entre la TC respecto a las disciplinas que, sectorilizándose, no
logran interpretar los fenómenos sociales en su complejidad, se manifiesta también
respecto a los estudios sobre los mass media que iban desarrollándose en la sociedad
americana.
La TC afirma que son excluidas de la sociología de la comunicación de masas (MCR)
preguntas incómodas sobre su calidad, su verdad o falsedad, el valor estético de lo que
comunica, etc.
La investigación de los medios de comunicación de masas aparece sumamente
inadecuada, porque se limita a estudiar condiciones presentes, y acaba doblegándose
al monopolio de la industria cultural. Así, la investigación se dedica sustancialmente a
averiguar como manipular a las masas o como mejorar la eficiencia para alcanzar
determinados objetivos internos del sistema existente.

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Según la TC, lo que hay que poner en discusión son los fines: por ejemplo, si la
investigación “administrativa” se plantea el problema de cómo ampliar, a través de los
media, la audiencia de la buena música, la TC sostiene que no habría que estudiar la
actitud de los oyentes sin considerar en qué medida dichas actitudes reflejan
esquemas más amplios de comportamiento social, y más aún, en qué medida son
condicionados por la estructura de la sociedad considerada como un conjunto.
Si la industria cultural anula toda individualidad y toda idea de resistencia, si lo que
triunfa es el pseudoindividualismo que en realidad enmascara la aceptación de los
valores impuestos, confiar en los espectadores como fuentes fiables de conocimientos
reales sobre los procesos comunicativos de la industria cultural, significa velar toda
posibilidad de comprensión. “Hay que comprenderlos mejor de lo que ellos se
comprenden”.
En contraste la TC ve a los media como instrumentos para la reproducción de masas
que, en la libertad aparente de los individuos, reproponen las relaciones de fuerza del
aparato económico-social. Y la investigación administrativa los interpreta como
instrumentos utilizados para alcanzar determinados fines (vender mercancías,
comprender políticas gubernamentales, etc.).

Mattelart: “Industria cultural, ideología y poder”.


Las escuelas del pensamiento crítico van a reflexionar sobre las consecuencias del
desarrollo de estos nuevos medios de producción y de transmisión cultural, negándose
a creer a pies juntillas la idea de que, con estas innovaciones técnicas, la democracia
sale necesariamente ganando. (Contrario a lo que pensaba el funcionalismo, que los
medios de comunicación eran nuevos instrumentos de la democracia moderna).
La escuela de Frankfurt, ya en EEUU, se preocupa por el devenir e la cultura desde los
años 1940.

- La teoría crítica Cuestión de método


Los estudios iniciales (Horkheimer y Pollock) tienen como objeto la economía
capitalista y la historia del movimiento obrero.
En 1930, cuando Horkheimer toma la dirección del instituto, imprime un nuevo rumbo
al programa. El instituto se implica en la crítica de la práctica política de los partidos
obreros alemanes (comunista y social demócrata), atacando su óptica economista.
El proyecto consiste en unir “Marx con Freud”, la interpretación marxista de la historia
se ve modificado por instrumentos tomados de la filosofía de la cultura, de la ética, de
la psicosociología y de la psicología de las profundidades.
Con la toma del poder de Hitler despiden a Horkheimer y con él a todos los miembros
judíos fundadores del instituto, pero sobrevive por las financiaciones de los hombres
de negocios de la comunidad judía.
Se crean sucursales en Ginegra, Londrs y París, pero el único lugar estable resultó la
Universidad de Columbia (New York). Horkheimer y otros como Adorno trabajaron ahí
a partir de 1938.

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Lazarsfeld responde a la invitación para colaborar en un proyecto de investigación
sobre los efectos culturales de los programas musicales de radio. Lazarsfeld, confía que
a través de esta colaboración se desarrolle una convergencia entre la teoría europea y
el empirismo norteamericano. Espera que la investigación crítica revitalice la
administrativa (funcionalismo).
Pero la colaboración llega a su fin en 1939. La oposición de los dos modos de pensar se
revela insuperable.
Horkheimer comparte con Adorno (Frankfurt) ese sentimiento profundo de
incompatibilidad, de naturaleza epistemológica: la necesidad de limitarse a datos
seguros y ciertos, la tendencia a desacreditar como “metafísica” a toda investigación
sobre la esencia de los fenómenos corre el riego de obligar a la investigación social
empírica a restringirse a lo no esencial en nombre de lo que no puede ser objeto de
controversia.
Lo que habría que hacer es adaptar los métodos al objeto.

- La industria cultural
A mediados de los años cuarenta Adorno y Horkheimer acuñan el término de industria
cultural.
Analizan la producción industrial de los bienes culturales como movimiento global de
producción de la cultura como mercancía. Dicen que los productos culturales, las
películas, los programas de radio y las revistas, manifiestan la misma racionalidad
técnica que la fabricación de coches en serie. “Se ha previsto algo para cada uno, de tal
modo que nadie puede escapar”.
Cada sector de la producción está uniformizado y todos están en relación con todos los
demás.
A través de un modo industrial de producción se obtiene una cultura de masas hecha
con una serie de objetos que llevan claramente la huella de la industria cultural:
serialización – estandarización – división del trabajo.
En sus días, dicen, que la racionalidad técnica es la racionalidad de la propia
dominación. El terreno en el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el
terreno de los que la dominan económicamente. “La racionalidad técnica es el carácter
coercitivo de la sociedad alienada”.
La industria cultura fija, de manera ejemplar, la quiebra de la cultura, su caída en la
mercancía. Esto destruye la capacidad crítica del acto cultural y disuelve en él las
huellas de una experiencia auténtica. La TC cree que lo que atente con lo único y
auténtico es degradación de la cultura (mirada elitista).
La producción industrial sería la degradación de la función filosófico – existencial de la
cultura.
Sin duda el modo industrial de producción de la cultura amenaza con la
estandarización con fines de rentabilidad económica y de control social. La crítica
legítima de la industria cultural no deja de estar demasiado estrechamente ligada a la
nostalgia de una experiencia cultural libre de la atadura técnica.

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La influencia de Adorno y Horkheimer se eclipsó a finales de los años sesenta (1960).

- La racionalidad técnica
Es el carácter coercitivo, reprimido de la sociedad alienada. Es la racionalidad de la
dominación, el terreno en el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad por parte
de los que la dominan económicamente. La técnica ofrece mayores probabilidades d
control, crea una sociedad unidimensional en la que los individuos no tienen capacidad
critica y se mantienen pasivos.

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Estudios Culturales
Stuart Hall: “Los legados culturales y sus legados teóricos”.
Surgen en la década del 60/70 en Gran Bretaña y luego se fue ampliando en todo el
mundo.
Los Fundadores fueron Hoggart, Williams, Hall y Thompson.
Hall hace una reflexión sobre el proyecto de los estudios culturales, sobre su presente y
futuro. Habla de su postura ante ciertos legados teóricos y momentos cruciales de los
estudios culturales.
Dice que estos no tienen un origen simple, que tienen discursos múltiples y caminos
distintos, que son un conjunto de creaciones no estables: responden a diferentes
coyunturas y momentos trascendentes del pasado, con trabajos de orientaciones muy
diversas, desarrollados a partir de una serie de metodologías y posiciones teóricas
diferentes y en mutua controversia. Sin embargo, aunque los estudios culturales
constituyen un proyecto abierto no pueden ser pluralistas, están “centrados”, es decir,
a pesar que el proyecto siempre está abierto a lo que no conoce también tiene la
voluntad de atar cabos.
Así, el autor dice que existe una tensión entre el rechazo a cerrar el campo, a
ordenarlo, y al mismo tiempo, una determinación en mantener determinadas posturas
y luchar por ellas.
¿Cómo nacieron los estudios culturales?
En un primer momento pareció que los estudios culturales británicos se convirtieron en
una práctica crítica marxista.
Hall se inició en los estudios culturales de la Nueva Izquierda, la cual, siempre vio al
marxismo como un problema, un peligro, no una solución. Esto tenía que ver con que
la formación política de Hall y del New Left se dio en una época de desintegración de
cierto tipo de marxismo.
Esto no quiere decir que tanto Hall como los estudios culturales no estaban
influenciados con los temas de la agenda marxista: el poder, las complejas relaciones
de poder, el alcance mundial del capital y su capacidad para dirigir la historia, la
cuestión de las clases; el asunto de una teoría general que pudiera conectar por medio
de una reflexión crítica diferentes ámbitos de la vida, política y teoría, teoría y práctica,
cuestiones economía, política, ideológicas, entre otras. Estos temas son los que
entiende por trabajar a corta distancia del marxismo.
Pero también las cosas de las que Marx no habló, o pareció no entender fueron el
objeto de estudio específico de los estudios culturales: la cultura, la ideología, el
lenguaje y lo simbólico.
El enfrentamiento entre estudios culturales y marxismo debe entenderse como
enfrentamiento con un problema, no con una teoría. Comienza con una crítica a cierto
reduccionismo y economicismo, una discusión con el modelo de la estructura y la
superestructura, a través de la cual el marxismo intento establecer las relaciones entre
sociedad, economía y cultura (para los estudios culturales la cultura no es reflejo de la

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base económica). Y también implicó una discusión con un profundo eurocentrismo de
la teoría marxista.
En consecuencia, es completamente errónea la idea de que el marxismo y los estudios
culturales coincidieron con una afinidad inmediata, y que esto representó el momento
de fundación de los estudios culturales. La realidad no pudo haber sido más diferente,
se avanzaba dentro de la problemática del marxismo, como lucha contra las
restricciones y limitaciones del modelo, y al mismo tiempo se planteaban las preguntas
que ese modelo exigía formular.
Así, el autor afirma que los asuntos que quería tratar resultaban inaccesibles si no
tomaba un desvío por los trabajos de Gramsci, quien respondía aquello que la teoría
marxista no podría responder. En este sentido, si bien Gramsci pertenecía a la
problemática del marxismo, su importancia en aquel momento para los estudios
culturales está precisamente en el grado en que desplazó radicalmente algunas de las
herencias del marxismo de éstos estudios.
Sin embargo, Gramsci todavía hizo algo más por los estudios culturales, que se refiere a
lo que Hall llama la necesidad de reflexionar sobre la posición institucional y la práctica
intelectual, es decir, describir que es lo que creían que estaban llevando a cabo con el
tipo de tarea intelectual que pusieron en marcha en el Centro. En este sentido, el
análisis de Gramsci parece ser el que más se acerca a expresar lo que Hall cree que
intentaban hacer.
Hall cree que los estudios culturales intentaban hallar una práctica institucional que
produjera intelectuales orgánicos, pero en el contexto británico de los años setenta no
sabían previamente lo que eso significaba, y no estaban seguros si podrían reconocer
éste intelectual en el caso de que llegaran a producir alguno. El problema con el
concepto de intelectual orgánico es que identifica a los intelectuales con un
movimiento histórico emergente, pero difícilmente podría afirmarse donde se
encontraba ese movimiento emergente.
En este sentido, un requisito del intelectual orgánico era trabajar en dos frentes al
mismo tiempo. Por una parte, tenían que estar a la vanguardia del trabajo teórico
intelectual, porque como dice Gramsci, es tarea del intelectual orgánico saber más que
el intelectual tradicional, saber realmente, no hacer ver que se sabe. Un segundo
aspecto es que el intelectual orgánico no puede autoabsolverse de la responsabilidad
de transmitir esas ideas, conocimientos a través de la función intelectual a aquellos
que no pertenecen a la clase intelectual. A no ser que estos 2 frentes actúen al mismo
tiempo se pueden conseguir grandes avances teórico sin ningún compromiso con el
proyecto político. Esto no es antiteoría, sino que expresa la necesidad de convivir con
éstas exigencias, lo cual es un camino difícil.
En este sentido los estudios culturales nunca produjeron intelectuales orgánicos, pero
debieron seguir adelante conviviendo con esta tensión.
Existen otros 2 momentos teóricos importantes para los estudios culturales que
irrumpieron la ya de por sí interrumpida historia de su formación: estas eran fuerzas
exteriores, nuevas ideas que descentraban lo que parecía la práctica acumulativa del
trabajo. Estos dos momentos fueron en torno al feminismo y las cuestiones raciales.

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Para lo estudios culturales la intervención del feminismo fue específica y decisiva, fue
“rupturista”, reorganizó el campo de varias maneras. En primer lugar fue revolucionaria
tanto desde la perspectiva teórica como práctica, al abrir el debate sobre lo personal
en tanto que político y plantear las consecuencias en cuanto al cambio del objeto de
estudio de los estudios culturales. En segundo lugar, la expansión radical del concepto
del poder tuvo el efecto de que ya no se pudo utilizar el concepto de poder de la
misma manera. En tercer lugar, para la comprensión del poder pasaron a primer plano
aspectos de género y sexualidad. En cuanto lugar, se abrieron muchas de las cuestiones
que se creían que se había eliminado en torno a la peligrosa área de lo subjetivo y el
sujeto, y éstas cuestiones se convirtieron en el centro de los estudios culturales como
práctica teórica. En quinto lugar se reabrió la frontera cerrada entre la teoría social y la
teoría del inconciente (psicoanálisis).
Por otro lado, está la cuestión de la raza en relación con los estudios culturales. El
lograr introducir en l agenda de los estudios culturales las cuestiones críticas de la raza,
la política racial, la resistencia al racismo, los asuntos más trascendentes de la política
cultural, constituyó en sí mismo una intensa lucha teórica.
Respecto a éstas irrupciones lo que cabe resaltar es que los movimientos provocan
momentos teóricos trascendentes; las coyunturas históricas inciden en las teorías, son
momentos reales en la evolución de la teoría. Esto, nuevamente no debe tomarse
como antiteoría, sino que se trata para el autor de un “desvío necesario”.
En este sentido, lo que descentró y dislocó respecto al camino marcado de los estudios
culturales, es lo que ha recibido el nombre de “giro lingüístico”: el descubrimiento de
la discursividad, de la textualidad. Esto fue objeto de luchas en el Centro según Hall,
pero produjo grandes beneficios, avances teóricos. Aparece la importancia del lenguaje
y de la metáfora lingüística en todo estudio de la cultura; la expansión del concepto de
texto y de textualidad, al mimo tiempo como fuente de significado y como lo que
escapa del significado y lo pospone; el reconocimiento de la heterogeneidad, de la
multiplicidad, de los significados, de la lucha por cerrar arbitrariamente la infinita
Semiosis que hay más allá del significado; el reconocimiento de la textualidad y el
poder cultural, de representación como un ámbito de regulación; de lo simbólico como
fuente de identidad. Son enormes avances teóricos, que representan un punto más allá
del cual los estudios culturales necesariamente deben situarse siempre.
En este sentido, si se trabaja sobre la cultura, se debe reconocer que siempre se trabaja
en una zona de desplazamiento. Siempre hay algo descentrado en el medio de la
cultura que tiene que ver con el lenguaje, textualidad y significación. Y sin embargo, al
mismo tiempo persisten las sombras y rastros de esas otras creaciones, de la
intertextualidad de los textos en sus posiciones institucionales, de los textos como
fuentes de poder, de la textualidad como ámbito de representación y resistencia, entre
otras cuestiones.
Es que la cultura siempre funcionará a través de sus textualidades, al mismo tiempo
que la textualidad nunca es suficiente. Aquí el autor apunta que los estudios culturales
deben aprender a vivir con esta tensión, la del estudio del texto en sus relaciones con
instituciones, academias, naciones, grupos, clases, partidos, razas, géneros, etc. Si no
los estudios culturales como proyecto quedan incompletos, se realiza una labor precisa
pero se pierde la práctica intelectual como política.

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Los estudios culturales deben analizar ciertos aspectos relacionados con la naturaleza
de la política y constitutiva de la representación misma, relacionados con sus
complejidades, con los efectos del lenguaje, con la textualidad como un entorno de
vida y muerte, así los estudios culturales serán capaces de de no ser efímeros, de poco
eco, sino conseguir que algo cambie.
Para finalizar el autor apunta dos cuestiones: en primer lugar trata el problema de la
institucionalización de dos entidades, los estudios culturales británicos y los
norteamericanos. En segundo lugar, haciendo uso de las metáforas sobre la tarea
teórica se refiere a cómo tiene que definirse el ámbito de los estudios culturales.
De acuerdo a lo primero, dice que en Norteamérica los estudios culturales han tenido
una rápida institucionalización en comparación a los esfuerzos en el contexto británico
por institucionalizar los estudios. En este sentido, en Gran Bretaña son conscientes de
que el momento de la institucionalización implica un profundo peligro, como la
explosión académica de los estudios culturales, por los puestos de trabajo implicados,
por el dinero en juego, la cantidad de presión para llevar a cabo una labor política e
intelectual crítica y al mismo tiempo, estar pendientes de las posibilidades de
promoción y las expectativas de publicar, entre otras cuestiones. Por esto el asombro
de la fluidez teórica de los estudios culturales en Estados Unidos.
De acuerdo a lo segundo, cómo tiene que definirse el ámbito de los estudios culturales,
el autor regresa al asunto de la seriedad del trabajo intelectual. Dice que la tarea
intelectual y académica se solapa, son próximas entre sí, se alimentan la una a la otra,
una proporciona medios a la otra. Aquí se encuentra la dificultad de instituir una
práctica cultural y crítica que sea genuina, destinada a dar lugar a algún tipo de trabajo
político de intelectual orgánico, que, dentro del marco de las instituciones, no trate de
inscribirse en los conocimientos establecidos.
Así, Hall no hace referencia a una teoría como verdad, sino la teoría como un conjunto
de conocimientos discutidos, localizados, coyunturales que deben ser debatidos de
manera dialógica. Pero también como práctica que siempre piensa en su intervención
en un mundo en el que pueda establecer alguna diferencia, en la produzca algún tipo
de efecto”. Es que hay una enorme diferencia entre comprender la vertiente política de
la tarea intelectual y suplantar la tarea intelectual por la política.

Stuart Hall: “Codificar/Decodificar”.


El proceso de comunicación es entendido como una estructura compleja de relaciones,
producida y sostenida a través de la articulación de momentos relacionados pero
distintivos: producción - circulación - distribución/consumo - reproducción.
Esto lleva a pensar el proceso como una “estructura compleja dominante”, sostenida a
través de la articulación de prácticas conectadas, cada una de las cuales retiene, sin
embargo, su carácter distintivo y tiene su modalidad específica propia, sus propias
formas y condiciones de existencia. Además, muestra al circuito como continuo
“producción - distribución - producción”. Diferente al modelo anterior criticado por su
linealidad (E-M-R).

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El objeto de estas prácticas es el significado y los mensajes, en forma de vehículos de
signos específicos y organizados, como cualquier forma de comunicación o lenguaje, a
través de la operación de códigos dentro de la cadena sintagmática de un discurso.
Los aparatos, relaciones y prácticas de producción son concebidos, en el momento de
producción/circulación, en la forma de vehículos simbólicos constituidos dentro de las
reglas del “lenguaje”. Este proceso requiere, de este modo, en el extremo de la
producción, sus instrumentos materiales -sus medios-, así como sus propios equipos de
relaciones sociales (de producción)- la organización y combinación de prácticas dentro
de los aparatos de los medios masivos de comunicación. Pero la circulación del
producto tiene lugar en forma disuasiva (cambiar la forma de actuar o pensar) al igual
que su distribución a las distintas audiencias.
La circulación es esencial para entender la producción de sentido, no sólo es una
separación entre la producción y el consumo, sino que permite entender como la
circulación a lo largo del tiempo, con diferentes reconocimientos, produce diferentes
interpretaciones.
Una vez completado, el discurso debe ser traducido, transformado nuevamente, en
prácticas sociales, si el circuito va a ser completado. Si no hay significado puede no
haber consumo. Si no se articula el significado en la práctica, no tiene efecto. El valor
de esto es que todos los momentos son necesarios en la articulación del circuito como
un todo, pero ningún momento garantiza al siguiente con el que está articulado. El fluir,
la continuidad, depende de su reproducción (o producción efectiva).
Se debe reconocer que la forma discursiva del mensaje tiene una posición privilegiada
en el intercambio comunicativo desde el punto de vista de la circulación, y que los
momentos de codificación y decodificación son momentos determinados, a través de
una autonomía relativa, en relación con el proceso de comunicación como un todo.
Así, por ejemplo, en un noticiero televisivo, un hecho histórico no puede ser
transmitido en bruto, sino que los hechos son significados dentro de las formas
auditivo-visuales del discurso televisivo. En el momento que un hecho histórico pasa
bajo el signo del discurso está sujeto a todas las reglas complejas formales a través de
las cuales el lenguaje significa.
En este sentido, la forma mensaje, es la forma de aparición necesaria del evento en
este pasaje entre fuente y receptor, que está sujeto a las reglas formales del discurso
que están en función dominante, pero sin subordinarse la existencia del evento
histórico y las relaciones sociales en las cuales las reglas trabajan.
De este modo, la transposición dentro y fuera de la forma mensaje no es un momento
azaroso, sino un momento determinado, aunque requiere ser integrado dentro de las
relaciones sociales del proceso de comunicación como un todo, del cual él sólo forma
parte.
La producción construye el mensaje y realiza la codificación, es el proceso de trabajo
donde comienza el circuito. El consumo o recepción a pesar de ser el último es
“predominante”, ya que es el punto de partida para la efectivización del mensaje. Por
lo tanto, la producción y consumo no son idénticos, son momentos determinados con
una autonomía relativa, pero están relacionados: son momentos diferenciados dentro
de una totalidad, un proceso comunicativo.

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Para que el mensaje pueda tener un “efecto”, satisfacer una “necesidad” o ser puesto
en “uso”, debe primero estar significativamente codificado. Es en este conjunto de
significados donde tiene un efecto, influye, entretiene, instruye o persuade, con
consecuencias de comportamiento, preceptúales, cognitivas, emocionales e
ideológicas muy complejas.
En un momento determinado la estructura emplea un código y produce un mensaje,
en otro momento determinado el mensaje a través de su decodificación se emite
dentro de la estructura de las prácticas sociales, pero estas estructuras significativas no
son las mismas.
Los códigos de codificación y decodificación pueden no ser perfectamente simétricos.
Los grados de comprensión e incomprensión en el intercambio comunicativo,
dependen de los grados de simetría/asimetría (relaciones de equivalencia)
establecidos entre las posiciones codificador/productor y decodificador/receptor. Esto
a su vez depende de los grados de identidad - no identidad, entre los códigos que
transmiten, irrumpen o distorsionan lo que tiene que ser transmitido. Así, las llamadas
“distorsiones” o “malentendidos”, surgen precisamente por la falta de equivalencia
entre los dos lados del intercambio comunicativo.
La realidad existe fuera del lenguaje, pero está constantemente mediada por y a través
del lenguaje, y lo que nosotros podemos saber y decir tiene que ser producido en y a
través del discurso. Este conocimiento discursivo es producto de la articulación del
lenguaje en relaciones y condiciones reales. La aparente fidelidad de la representación
de la cosa o del concepto representado es el resultado, el efecto de una específica
articulación del lenguaje sobre lo real. Es el resultado de una práctica discursiva.
Sin embargo, ciertos códigos, pueden estar tan ampliamente distribuidos en el
lenguaje específico de una comunidad o cultura, y haber sido aprendidos a tan
temprana edad, que pueden parecer que no están construidos con la articulación entre
signo y referente, sino dados “naturalmente”.
La operación de códigos naturalizados revela la profundidad del hábito y la casi
universalidad de los códigos en uso, ellos producen reconocimientos aparentemente
naturales. Esto tiene el efecto ideológico de ocultar las prácticas de codificación que
están presentes, pero en realidad, lo que el código naturalizado muestra es el grado de
hábito producido cuando hay un vínculo y reciprocidad, una equivalencia, entre los
extremos de codificación y decodificación en un intercambio de significados.
El funcionamiento de los códigos en el extremo de la decodificación frecuentemente
asumirá el status de percepciones naturalizadas. Esto conduce a pensar que el signo
visual de “vaca” en realidad es una vaca más que una representación de la vaca. Pero si
pensamos en el signo lingüístico “vaca”, podemos ver que ambos, en diferentes grados,
son arbitrarios con respecto al concepto del animal que ellos representan.
La articulación de un signo arbitrario (ya sea visual o verbal) con el concepto de un
referente es producto no de la naturaleza sino de la convención, y la convención de los
discursos requiere la intervención, el soporte de códigos. En este sentido Eco sostiene
que los signos icónicos (como un discurso visual y auditivo de la tv) lucen como los
objetos porque reproducen las condiciones (los códigos) de percepción en el sujeto
que los ve. Estas condiciones de percepción son, sin embargo, el resultado de un

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conjunto de operaciones de decodificación. Esto es igual de cierto con cualquier signo,
sin embargo los signos icónicos son particularmente vulnerables a ser leídos como
naturales, porque los códigos de percepción visual están ampliamente distribuidos y
son menos arbitrarios. Siguiendo el ejemplo de “vaca”, el signo visual posee algunas
propiedades de la cosa representada, mientras que el signo lingüístico “vaca” no posee
ninguna de las propiedades.
La teoría lingüística emplea la distinción entre connotación y denotación. El término
denotación se equipara con el sentido literal de un signo. Connotación en cambio suele
ser empleado para referirse a significados menos fijados y por lo tanto más
convencionalizados, asociativos los cuales varían y dependen de la intervención de
códigos.
Sin embargo, Hall NO USA la distinción denotación/connotación en este sentido, ya que
hay muy pocas instancias en que los signo organizados en un discurso tengan solo un
significado “literal”, es decir, un consenso casi universal. En el discurso la mayoría de los
signos combinan ambos aspectos, tanto el denotativo como el connotativo.
Estos términos, entonces, son usados como herramientas analíticas para distinguir los
diferentes niveles en los cuales ideologías y discursos se intersectan: es en el nivel
connotativo del signo donde las situaciones ideológicas alteran y transforman la
significación, pero esto no significa el nivel denotativo esté fuera de la ideología, sino
que su valor ideológico está fuertemente fijado porque se ha vuelto universal y
“natural”.
Cualquier signo ya constituido es potencialmente transformable en una configuración
connotativa o varias, es decir, es polisémico (puede adoptar varios significados).
Cualquier sociedad o cultura tiende a imponer sus clasificaciones del mundo político,
social y cultural, estos constituyen el orden cultural dominante aunque nunca sea
unívoco (uniforme). Aquí es importante la cuestión de la “estructura de discursos
dominantes”, ya que las diferentes áreas de la vida social están diseñadas a través de
dominios discursivos jerárquicamente organizados en significados dominantes o
preferentes. Decimos dominante y no determinante porque existe un patrón de
lecturas preferentes, pero puede decodificarse dentro de más de uno de los dominios
(puede haber decodificación negociada o de oposición). Los dominios de los
significados preferentes están embebidos y contienen el sistema social, como un
conjunto de significados, prácticas y creencias.
Al hablar de significados dominantes, entonces, hablamos del trabajo necesario para
reforzar, ganar plausibilidad y dirigir como legítima la codificación de un evento dentro
del límite de definiciones dominantes en las cuales ha sido connotativamente
significado.
Esto nos lleva al problema de los “malentendidos”. En la televisión, por ejemplo, las
mayorías de las investigaciones tratan de descubrir en qué medida la audiencia
reconoce un mensaje para incrementar el grado de comprensión. Así, si uno
(audiencia) no conoce los términos empleados, no se puede seguir la lógica compleja
del argumento o la exposición, al no estar familiarizado con el lenguaje. Sin embargo,
en el ámbito televisivo es más frecuente que los productores se preocupen porque la

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audiencia no ha entendido el significado como ellos intentan trasmitirlo. En este
sentido, no se estará operando con el código “dominante”.
Como se mencionó antes, no existe correspondencia necesaria entre codificación y
decodificación: la primera puede intentar dirigir pero no puede garantizar o prescribir
la última, que tiene sus propias condiciones de existencia. La codificación tendrá el
efecto de construir alguno de los límites y parámetros dentro de los cuales operará la
decodificación. Es que debe haber algún grado de reciprocidad entre los momentos de
C-D, pues de forma contraria no se podría establecer un intercambio comunicativo
efectivo.
De cualquier forma, la correspondencia no está dada, sino “construida”; no es natural
sino producto de la articulación entre dos momentos distintivos. Y el primero no puede
garantizar ni determinar, en un sentido simple, qué códigos de decodificación serán
empleados. De lo contrario, el circuito de la comunicación sería uno perfectamente
equivalente, y cada mensaje sería una instancia de una “comunicación perfectamente
trasparente”.

Extracción de algunos conceptos importantes de los Estudios Culturales:


* Lectura preferencial: Los textos o discursos tienen una lectura preferencial (se define
en la codificación) pero también tienen la posibilidad de tener múltiples lecturas.
* Cultura: En un proceso global a través del cual tanto los valores como las
significaciones se van a construir social e históricamente. Es decir tanto los valores
como las significaciones van variando históricamente y según en que sociedad se esté
(hay una dinámica cultural). También ven a la cultura como un terreno por la lucha de
la hegemonía.
* Gramsci: Hegemonía
Capacidad que tiene un grupo social de liderar al resto de la sociedad moral e
intelectualmente. Se lidera a través de lo intelectual y cultural generando un consenso
en la sociedad.
Surge la necesidad de un proyecto de construir un nuevo bloque histórico, diferentes
alianzas. La hegemonía es dinámica, hay tensiones entre la cultura hegemónica y la
subordinada. Lo valores hegemónicos van a ser resistidos por algunos y tomados como
propios por otros.
El concepto de hegemonía reemplaza al concepto de clase dominante del marxismo.
* Raymond Williams: Critica el determinismo tecnológico y se opone a la tradición
literaria que sitúa la cultura fuera de la sociedad. Plantea que la cultura es un proceso
global a través del cual las significaciones se construyen social e históricamente y
piensa que la literatura y el arte son parte de la comunicaron social. También hace una
ruptura con el marxismo reductor, estando a favor de un marxismo complejo que
estudie la relación entre la cultura y las demás practicas sociales.
Plantea estudiar la dinámica cultural. Explica las formaciones culturales por tres
estadios:

26
- Lo arcaico: Objetos que pertenecen al pasado en tanto objeto de estudio, objetos que
pueden ser rememorados.
- Lo residual: Es algo que se generó en el pasado y que en el presente, en la dinámica
cultural, se sigue encontrando como tal.
- Lo emergente: Lo nuevo o nuevos usos.
* Thompson: Le reprocha a Williams que siga refiriéndose a la cultura en singular
cuando en realidad se debe hablar de culturas y de que la historia esta hecha de luchas
y conflictos entre culturas.
* Stuart Hall: Trabaja sobre la función ideológica de los medios y la naturaleza de la
ideología. Plantea un esquema de comunicación basada en cuatro instancias
(producción, circulación, distribución y consumo y reproducción) que están articulada
entre si.
Se centra en la cuestión de la asimetría entre la producción y la reproducción, siempre
hay asimetría. Critica a la visión inductivista. Toma a la ideología desde una visión
antropológica como una forma de interpretar el mundo que tiene cada persona. Esto
lleva a que cada sujeto decodifique de acuerdo a sus pautas culturales.
* Prácticas Sociales: todo hacer del hombre. El proceso de decodificación misma es una
práctica social. Los estudios culturales se centran en esta instancia.
* Audiencia o repectores: Son heterogéneos, porque son al mismo tiempo el inicio y el
fin del esquema de comunicación. No reciben los mensajes de forma pasiva sino que
pueden aceptarlo, criticarlo o aceptarlos parcialmente.
* Tipos de decodificación de los receptores:
- Dominante: es la lectura que espera el que produce el mensaje, se acepta el discurso.
- De oposición: Interpreta el mensaje desde otro marco de referencia dándole una
lectura opuesta a la esperada. Se rechaza el discurso.
- Negociada: mezcla de elementos de oposición y de adaptación. Se está de acuerdo
con algunas cosas y se rechazan otras.
Estas diferentes lecturas del mensaje si bien implican rechazo o aceptación de la
lectura dominante que se espera no constituyen un mal entendimiento del mensaje.

27
Teoría de las Mediaciones
Jesús Martín Barbero: “De los medios a las mediaciones”.

Clase
-Toma a los estudios culturales, tiene la misma base epistemológica, pero Barbero
realiza su trabajo en el contexto de América Latina. Tiene una mirada transdisciplinaria
(conjugación de disciplinas) mirada filosófica, antropológica, sociológica y
comunicativa. Además, siempre en el análisis tiene en cuenta el contexto, ya que es
donde se enmarca la cultura.
-Tiene como metodología la resignificación de los conceptos, los conceptos varían
según el contexto. Intenta desmenuzar el concepto de cultura para comprenderlo
desde el contexto de América Latina. Estudia las diferentes identidades: Lo indígena en
lo rural lo rural en urbano, el folklore en lo popular, lo popular en lo masivo.
-Toma un modelo para pensar la dinámica cultural que tiene dos frentes: uno
metodológico tomando a Raymond Willams (las formaciones culturales presentan tres
estados, lo arcaico, lo cultural y lo emergente) y otro teórico, concepto de hegemonía
del sentido, y dice que hay que estudiar como se construye la hegemonía, recurriendo
a la historicidad, es decir, a la observación de los cambios que se producen en los
bloques hegemónicos. A partir de esto se podrá ver como cambia el sentido
hegemónico, dentro de su contexto (económico, político, social, etc.), y al mismo
tiempo se podrá encontrar lo residual, emergente, etc. en las formaciones culturales.
Así, toma el concepto de hegemonía de Gramsci desplazando la idea de cultura del
ámbito de la ideología, hacia el campo de los procesos constitutivos y transformadores
de lo social. Esto hace posible pensar el proceso de dominación social ya no como
imposición desde un exterior y sin sujetos, sino como un proceso en el que la clase
hegemoniza en la medida en que representa intereses que también reconocen de
alguna manera como suyos las clases subalternas. Esto es, que no hay hegemonía, ella
se hace y se deshace, se rehace permanentemente, es un hecho no solo de fuerza sino
también de sentido, de apropiación de sentido por el poder, de seducción y de
complicidad. Trata de ver como se naturaliza el sentido, toma el sentido hegemónico y
lo reconstruye para ver como se gestó. Para ello toma elementos de lo ideológico, lo
teórico y el contexto.
-Propone rever toda la investigación en comunicación, dice que se esta dejando afuera
cuestiones del sentido y del poder. Cambia la pregunta de que hacen los medios por la
de que hace la gente cuando consume medios cuando lee, cuando baila, cuando
consume cualquier tipo de producto cultural.
- Barbero, en cuanto a la dinámica cultural, dice que de ésta parte la idea de que lo
popular es degradación. Y hace un recorrido mostrando como comienza esto. En este
sentido, dice que si se piensa que el Indígena debe seguir igual de auténtico
(taparrabos, carpas, cazar, etc.), se pierde de todo lo nuevo, se le niega la oportunidad
de derechos y otra calidad de vida, pero tampoco está bien que se pierda todo, la
identidad. En este sentido, lo masivo no es necesariamente represivo (por ejemplo la
democracia es masiva) ni tampoco lo popular es necesariamente liberador.

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- Debate dos visiones instrumentales: la ideologisista -Teoría Crítica- (mediados de los
60) y la cientificista -Teoría matemática de la información- (mediados de los 70).
Se diferencia de la teoría crítica en el sentido de que no considera única la posibilidad
de que el consumo de los medios sea pasivo, sino que para él es activo, y el consumo y
lo masivo no es necesariamente degradación de la cultura, ya que uno tiene la
capacidad de elegir y aceptar que consumir y eso no tiene porque atentar contra la
cultura. Así en realidad, hay influencia sobre las personas, pero también hay resistencia
o rechazo, lo que se expresa en la elección de lo que se desea consumir y que no. Así,
la masividad para el autor no es degradación, sino que dice que talvez es
reivindicación, ya que por ejemplo, la educación es masiva, la democracia, los derechos
del trabajador, etc.
T.C: Según esta corriente la ideología dominante penetra el proceso de comunicación,
penetra el mensaje produciendo determinados efectos. Tiene una concepción
instrumentalista de los medios de comunicación, convirtiéndolos en herramientas de
acción ideológica, los medios además eran moralizadores según su uso. La
ideologización impidió que lo que se indagara en los procesos fuese otra cosa que las
huellas del dominador, ni las del dominado ni las del conflicto. Anula así la capacidad
crítica del receptor.
Según la teoría crítica las prácticas de que esta hecho el vivir cotidiano, con las que
enfrentan la subsistencia y llenan de sentido su vida, fueron consideradas obstáculos
para una toma de conciencia y para una acción política. Su concepción de la familia es
que sus gustos están moldeados por la influencia de los medios masivos.
Frente a esto Barbero dice que el espacio doméstico es un lugar de iniciativa y libertad,
no se agota en las tareas de reproducción de la fuerza de trabajo. Del mismo modo, no
todo el consumo es interiorización de los valores de las otras clases, el consumo habla
en los sectores populares de sus aspiraciones a una vida más digna y no toda búsqueda
de asenso social, ese arribismo puede ser forma de protesta y expresión de algunos
derechos elementales.
Hay una necesidad de una concepción no reproductivista del consumo, capaz de
ofrecer un marco a la investigación de la comunicación/cultura desde lo popular, esto
es, que nos permita una comprensión de los diferentes modos de apropiación cultural,
de los diferentes usos sociales de la comunicación.
Con la corriente cientificista entra en contradicción por dejar afuera el contexto y
tampoco estudia el poder. Además, estos toman como centro de análisis al emisor, y si
creen que si hay un mensaje emitido y llega al receptor la comunicación está cumplida
(siempre entiende el mensaje). Pero Barbero critica que no se tiene en cuenta al
receptor, que es un constructor de sentido, y lo también es importante no se tiene en
cuenta lo que hace el receptor con la información que recibe (la comunicación no es un
mero pasaje de información), así como se deja de lado el poder de tener información y
la lucha por el poder, y lo que pasa en el contexto.
Así Barbero se centra en el receptor, en sus prácticas, en el “encuentro”, y como se da
éste entre los emisores y receptores.
-Concepto de comunicación: la comunicación es un hecho cultural, no solo es
importante el conocimiento sino también lo es el reconocimiento que se tiene dentro

29
de la comunicación. La cultura va a ser un campo estratégico, no es algo
preestablecido, yo puedo crear a la cultura.
-Concepto de mediaciones: articulación entre practicas de comunicaron y movimientos
sociales, se manifiestan en acciones en discursos se pueden originar en varias fuentes
(cultura, política).
Las prácticas de comunicación se refieren a cada acción, conducta, encuentro,
significación, que se da en la práctica, como en el cine, el teatro, etc.
Se entiende al movimiento social como una capacidad de transformación, de lucha. La
dinámica del movimiento social busca que sus ideas se hagan trasversales (se
sostengan por otros), de ahí la posibilidad de transformación. Además, los
movimientos sociales son heterogéneos, pueden ser personas de diferentes clases, por
ejemplo como en el movimiento ecologista.
-En los espacios de mediación (fiestas populares, el barrio, el circo, la universidad), se
mezclan el aspecto masivo, el aspecto comercial y el aspecto de la cultura popular. La
cultura popular necesita ser visible y a veces para lograrlo recurre a espacios que para
el común de la gente son consideraros más comerciales.
Lo masivo que es considerado como una degradación de la cultura, para Barbero es
encontrar un espacio en donde poder desarrollar las practicas sociales, es decir a través
de lo masivo lo popular también encuentra un lugar en donde hacerse visible.
-Concepto de frente cultural: es donde confluye la lucha por el sentido, los conflictos y
las significaciones de la cultura. El frente cultural es analizado por el autor en un
espacio de mediación, las fiestas. Lo importante es como en estos espacios pueden
convivir personas con diferentes ideologías y a la vez confluir en los espacios de
mediaciones juntos, pero a base de motivos diferentes.
En este frente, las significaciones muestran como lo popular al encontrarse con lo
masivo no es degradación de la cultura.
Para explicar este concepto Barbero utiliza un análisis de las fiestas y principalmente las
ferias urbanas, no se trata de rescatar ancestro, sino de investigar las ferias en cuanto
frente cultural, espacio en el que las clases sociales se tocan y luchan desde y por
significados diferentes, por dotar de sentido a la fiesta. Luchan no necesariamente por
establecer relaciones de dominio o explotación, sino por resaltar ciertos valores,
prácticas y concepciones que son re-presentado en virtud de un proyecto determinado
de legitimidad cultural. La feria no aparece únicamente como resultado de un proceso
de degradación, de absorción de lo festivo por lo comercial, sino como lugar de
modelación cultural de la dimensión lúdica y de constitución de identidades colectivas
locales, regionales en su ligazón y enfrentamiento con lo nacional. Aquí se da entonces
la confluencia de lo comercial y lo tradicional.
- Es en el terreno simbólico donde se arraigan y se construyen las identidades.

30
“De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía.”
En América Latina se reclama un reconocimiento de verdades culturales y sujetos
sociales, reconocimiento del mestizaje en este continente. Reconocimiento del
desconocimiento, lo que implica la aparición de una sensibilidad política nueva, abierta
tanto a la institucionalidad como a la cotidianeidad, a la subjetivación de los actores
sociales. Es como mestizaje y no como superación como se están haciendo pensables
las formas y sentidos que adquieren la vigencia cultural de las diferentes identidades:
lo indígena en lo rural, lo rural en lo urbano, el folklore en lo popular y lo popular en lo
masivo.

- La imposible pureza de lo indígena


En América Latina sigue abierto un debate sobre la identidad. Los procesos sociales son
pensados a partir de una razón dualista:
- Por un lado, un nacionalismo populista obsesionado con el “rescate de las raíces” y la
pérdida de la identidad, que hay que buscarla en el mundo indígena rural aunque la
inmensa mayoría de la población viva en la ciudad.
- Por otro lado, un progresismo iluminista que ve en el pueblo, en su naturaleza
indolente y superstitciosa, el obstáculo fundamental al desarrollo (pensamiento
elitista). Para estos la cultura es distancia y distinción, exactamente lo contrario de un
pueblo, al que definirían sus “necesidades inmediatas”.
¿Desde donde debemos pensar, entonces, la identidad?
Durante largo tiempo, un pensamiento populista y romántico consideró que la
identidad estaba en la cuestión indígena, se identificó lo indígena con lo propio y lo
primitivo. Lo indígena paso así a ser lo único que nos queda de autentico, que conserva
la pureza de nuestras raíces culturales. Todo el resto es considerado contaminación y
pérdida de identidad. Lo indígena se concibe como hecho natural, el punto de partida
inmóvil desde el que se mide la modernidad, como algo irreconciliable con esta última,
por fuera de la historia.
Pero hoy se busca reconceptualizar lo indígena desde el espacio de lo popular: esto es
a su vez como culturas subalternas, dominadas, pero poseedoras de una existencia
positiva, capaz de desarrollo. Ni las culturas indígenas pueden existir con la autonomía
pretendida por ciertos antropólogos o folkloristas, ni son tampoco meros apéndices
atípicos del capitalismo que todo lo devora.
Las culturas indígenas son una parte integrada a la estructura productiva del
capitalismo pero mantienen su identidad y su verdad. No hay que negarle a lo indígena
la capacidad de desarrollarse como culturas.

- La revoltura de pueblo y la masa en lo urbano


Frente a lo popular urbano, la concepción mas extendida es la que le niega la existencia
cultural de lo indígena. Naturalmente se relaciona lo popular con lo rural, lo
campesino, identificándolo como lo natural y lo simple. En consecuencia, lo urbano se
identifica como lugar de lo artificial y lo complejo. Urbano es considerado la antinomia

31
de lo popular. Por otro lado, la visión elitista aristocrática equipara lo popular con lo
infantil, lo ingenuo, lo cultural y políticamente inmaduro.
Contra estas visiones, que obstaculizan el reconocimiento e investigación de lo popular
urbano, nace una nueva percepción de lo popular, considerado como trama,
entrelazamientos de sumisiones y resistencias, de impugnaciones y complicidades.
Carlos Monsiváis describió, identificando 3 etapas, las transformaciones sufridas por lo
popular urbano en México, que plantea también sus rasgos fundamentales y sus líneas
de desarrollo en América Latina:
1) Primera etapa, en los años 30: Marcada por la Revolución y su proyección en la
cotidianeidad a través del teatro, el muralismo, las canciones. Todas estas son
expresiones de lo popular, reflejan a las masas haciéndose socialmente visibles,
afirmándose.
2) Segunda etapa, ya entrados los años ’30: se caracteriza por la entrada a la
industrialización dependiente y los populismos, por las grandes emigraciones hacia la
ciudad y la hegemonía de la industria cultural con la radio y el cine. . El populismo se
hace nacionalismo y encuentra en el cine su mejor medio de expresión y difusión,
dándole imagen y voz a las identidades nacionales. Por su parte, la radio mediará entre
tradición y modernidad; la cultura es reducida a slogans, deformando y haciendo el
nacionalismo más hueco y pintoresco.
3) Tercera etapa, años 60: la cultura popular es rodeada por la industria cultural, que
homogeniza los estilos de vida y los contenidos sociales, culturales y religiosos se
incorporan a la cultura del espectáculo. Mediante la TV, se unifica para todo el país un
habla y desaparecen las entonaciones regionales.
Pero no debemos desconocer la distancia entre los ofrecimientos de la industria y los
modos de apropiación y de conducta. Hay que tener en cuenta los usos, la manera en
que las colectividades sin poder político ni representación social asimilan los
ofrecimientos de la industria cultural, se divierten y se conmueven con ellos sin
necesariamente modificar su ideología, persistiendo en su rebeldía política. Las clases
subalternas asumen la industria vulgar que se les ofrece, pero la transforman en
identidad placentera y combativa.
“En consecuencia, la investigación de los usos nos hace desplazarnos de los medios al
lugar donde se produce su sentido, a los movimientos sociales (mediaciones) que
parten, especialmente, del barrio”.
El barrio popular es el lugar donde se anudan y tejen nuevas redes que tienen como
ámbito social la cuadra, el café, el club, la sociedad de fomento y el comité político. A
partir de esos ámbitos se ira forjando una cultura especifica de los sectores populares,
basada en una cultura política reformista de la sociedad, no la de los trabajadores
anarquistas o socialistas, sino la de trabajadores que miran a la sociedad como algo
que puede ser mejorado, ser mejor organizada, mas justa.
Desde tres ámbitos distintos se configurara esa cultural barrial:
a. La escuela, lugar constituido por factores ajenos.
b. El café, lugar constituido desde fuera pero dotado de significación
propia.

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c. Las bibliotecas y clubs, creación autónoma de los sectores populares,
que harán posible el contacto directo y activo de la cultura oral con la del libro y
la revista. Los clubs organizan competencias, sesiones culturales (como cine,
teatro, bailes, conciertos)
También configuraron la cultura barrial los mediadores, activistas o cuadros que operan
en las instituciones barriales haciendo el nexo entre las experiencias de los sectores
populares y otras experiencias del mundo intelectual. Son transmisores de un mensaje
pero insertos en el entramado de la cultural popular del barrio.
Ante las grandes migraciones del campo a las ciudades, lugar este último donde se
disuelven generalmente las solidaridades y los modos de vida de quienes llegan de las
provincias, el barrio es el ámbito clave para la gestación de nuevas solidaridades. Con
sus asociaciones y centros, se ofrece un lugar para congregar a los inmigrantes y darles
un mínimo de representación frente al Estado, no solo agotándose en el barrio sino
extendiendo un proyecto social mas global: así, la lucha por la vivienda, por los
servicios públicos básicos, por un transporte mínimo, y la salud, se inscriben en la lucha
por la propia identidad cultural.
En consecuencia, se va desarrollando, a través de estas asociaciones populares, una
institucionalidad nueva, un proyecto de democracia nueva que articule las
diversidades, la complejidad y el pluralismo.
Es importante tener en cuenta el protagonismo de las mujeres dentro del barrio, ejes
centrales de la vida barrial que tiene un poder determinado sustentado en la fuerza de
lo cotidiano. Ellas son el barrio, deciden el barrio, hacen el barrio, a partir de una
concepción de lo cotidiano dada por la maternidad. A partir de una maternidad social
hacen del barrio su espacio de despliegue y ejercicio. La mujer se constituye como
creadora de una sociabilidad primordial, que es encuentro y mediación. Son las que
posibilitan la nueva identidad del pueblo popular provinciano.
El barrio es además el lugar de la constitución de las identidades. En nuestra
sociedad, se hace una separación entre trabajo y vida. Mientras que en el trabajo solo
se es un empleado, el barrio es el espacio donde se construye las identidades de cada
uno, a través de las relaciones que se entablan entre amigos y vecinos: allí uno es
fulano o mengano, joven o adulto, casado o soltero. El barrio es entonces el gran
mediador entre el universo privado de la casa y el mundo público de la ciudad,
permitiendo la configuración de un nosotros. Es allí donde se pueden establecer
solidaridades duraderas y personalizadas. En el barrio quedar sin trabajo no significa
perder la identidad, dejar de ser hijo de fulano o mengano, sino que pertenecer al
barrio para las clases populares significa poder ser reconocido en cualquier
circunstancia.
Por otro lado, el barrio es el espacio donde se da la producción simbólica de los
sectores populares urbanos. Allí se despliega la creatividad y expresividad estética de
estos sectores, haciendo del barrio un hecho cultural.
- Graffiti o pintada (principal ejemplo de ese despliegue). Lugar de mestizaje de la
iconografía popular y la imaginería política de los universitarios. A través de ellos se
hacen denuncias políticas ahora abiertas a la poética, y la poética se carga de densidad

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política. Se tatúa la protesta en la piel de la ciudad, encontrándose y mestizándose
diversos modos de rebelión.
- La música también es un exponente clave de lo popular urbano. La apropiación y
reelaboración musical responde a movimientos de constituciones de nuevas
identidades sociales. La nueva música se produce por mestizaje, por deformación de lo
“autentico”. Así, se funden las músicas de diferentes regiones para dar origen a nuevos
estilos, que reflejan, indudablemente, las transformaciones sociales y culturales que se
producen en lo urbano.

2. La comunicación desde la cultura


- Lo que ni el ideologismo ni el informacionalismo permiten pensar
El análisis de la comunicación en América Latina ha sido guiado por un paradigma
hegemónico, formado por dos etapas:
1) Etapa ideologista: los 60. Esta etapa se llama así porque su objetivo se centro en
descubrir y denunciar los engaños mediante los cuales la ideología dominante penetra
el proceso de comunicación o el mensaje, produciendo determinados efectos. La
ideología se paso a considerar como omnipotente, se volvió objeto y sujeto, dispositivo
totalizador de los discursos. En consecuencia, se recorto en campo de la comunicación,
quedándose con el recorte de lo comunicativo.
En consecuencia, se llego a una concepción instrumentalista de los medios de
comunicación, que privo a estos de su espesor cultural y materialidad institucional
convirtiéndolos en meras herramientas de acción ideológica.
Además, la ideologización hizo que solo se indagara en los procesos comunicativos las
huellas del dominador, dejando de lado las del dominado y las del conflicto. Se
pensaba que solo analizando los objetivos económicos e ideológicos de los medios
masivos podría saberse qué necesidades generaban y cómo sometían a sus
consumidores. Se concibió la relación entre emisores-dominantes y receptores-
dominados sin ninguna seducción o resistencia, solo la pasividad del consumo y la
alineación, sin conflictos, contradicciones ni luchas.
2) Etapa Cientifista: mediados de los 70. El paradigma hegemónico se reconstruye en
base al modelo informacional y a un revival positivista que prohíbe llamar problemas a
todo aquello para lo que no se tenga un método. En la Teoría de la información, la
comunicación (definida como trasmisión de info.) encontró un marco de conceptos
precisos, de propuestas operativas, todo avalado por la “seriedad” de las matemáticas
y el prestigio de la cibernética.
El modelo informacional se adueñó entonces del campo, pero dejó demasiadas cosas
afuera. No tiene en cuenta ni la cuestión del sentido ni la del poder. Queda fuera el
conflicto de intereses que juegan en la lucha por informar, producir, acumular, o
entregar info., y los problemas de la desinformación y el control. Se deja afuera además
las condiciones sociales de producción de sentido, eliminando del análisis las luchas
por la hegemonía, por el discurso que articula el sentido de una sociedad.
Además, se sitúan las dos instancias del circuito (emisor y receptor) en un mismo
plano, con un mensaje que circula por instancias homologas. Esta concepción plantea

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un idealismo y la presunción de que el máx. de comunicación funciona sobre el máx.
de información, y este sobre el univocidad del discurso. En consecuencia, se hace
impensable todo aquello que en la comunicación no es reducible a transmisión y
medición de info.
Por otro lado, se fragmenta el proceso de comunicación, reduciéndolo a la mera
trasmisión de información. Metodológicamente se separan el análisis del mensaje del
análisis de recepción, concebida como los efectos o la reacción. De esta manera, se
controla y reduce el universo de lo que se puede investigar en el campo y los modos de
acceso a los problemas.
Por ultimo, se concibe al conocimiento como acumulación de información mas
clasificación, dejando sin sentido las contradicciones por considerarlas residuos de
ambigüedad y no como expresiones de conflicto. Se disuelve finalmente lo político, la
realidad conflictiva y cambiante que significa.

- Cultura y Política: las mediaciones constitutivas


El cambio de paradigma exigido no es resultado únicamente de los límites del modelo
hegemónico, sino también de los hechos, los procesos sociales de América Latina, que
están haciendo cambiar el objeto de estudio de las investigaciones en comunicación.
Por un lado está la cuestión transnacional, una nueva fase en el desarrollo del
capitalismo en la que el campo de la comunicación entra a jugar un papel decisivo.
Aparece en juego el salto a la internacionalización de un modelo político. Esto obliga a
pensar en las luchas como luchas “por la identidad”, dentro de un sistema
transnacional difuso y complejamente interpenetrado.
Y como la transnacionalización juega primordialmente en el campo de las tecnologías
de comunicación, de ahí que sea en el campo de la comunicación donde la cuestión
nacional encuentre ahora su punto de fusión.
Se trata de una percepción nueva del problema de la identidad de estos países y el
subcontinete, que hace frente a la homogenización descarada que viene de lo
trasnacional y a aquella que viene de lo nacional en la negación de la pluralidad
cultural que constituye a estos países.
Esta nueva percepción de la identidad aparece inscrita en el movimiento de profunda
transformación de lo político, que conduce a las izquierdas latinoamericanas a una
concepción no meramente táctica, sino estratégica de la democratización, esto es en
cuanto espacio de transformación de lo social.
Así, en los últimos años se abre camino un proyecto ligado al redescubrimiento de lo
popular, a la revalorización de las articulaciones y mediaciones de la sociedad civil,
sentido social de los conflictos y reconocimiento de experiencias colectivas.
Está cambiando la concepción que se tenia de los sujetos políticos. Las relaciones de
poder son producto de conflictos concretos y de batallas que se libran en el campo
económico y en el terreno de lo simbólico. Porque es en el terreno donde se articulan
las interpelaciones desde las que se constituyen los sujetos, las identidades colectivas.
La cuestión a fondo es que no existe una solución objetiva a las contradicciones de la
sociedad capitalista. Por consiguiente se trata de elaborar las alternativas posibles y de

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seleccionar la opción deseada. El desarrollo no se guía por soluciones objetivas, por lo
tanto hay que elaborar y decidir continuamente los objetivos de la sociedad, y eso es
hacer política.
Esta convergencia del nuevo sentido que adquieren los procesos de
transnacionalización con la nueva concepción que cobra lo político, hacen emerger en
América Latina una valoración nueva de lo cultural. Una reconceptualización de la
cultura que nos enfrenta a la existencia de la cultura popular, con su existencia múltiple
y activa, en su conflictividad y creatividad actual.
Debemos pensar los procesos de comunicación desde la cultura, dejar de pensarlos
desde las disciplinas y los medios. En la redefinición de la cultura es clave comprender
su naturaleza comunicativa, su carácter de proceso productor de significaciones y no de
mera circulación de informaciones, en donde el receptor no es solo un decodificador
del mensaje del emisor sino también un productor.

3. Mapa nocturno para el explorar el nuevo campo


Es necesario rehacer un mapa de los conceptos básicos. Pero para esto antes hay que
cambiar el lugar desde el que se formulan las preguntas. Ese mapa debe servir para
indagar la dominación, la producción y el trabajo, pero desde el lado de las brechas, el
consumo y el placer. Un mapa para reconocer la situación desde las mediaciones y los
sujetos.

- Acerca de la cotidianeidad, el consumo, y la lectura


La óptica del mercado penetra no solo la sociedad sino también las explicaciones sobre
ella. Esto ha hecho que las teorías críticas siempre hayan privilegiado las dimensiones
del trabajador-productor, no solo a la hora de comprender su situación, sino también
“su conciencia”. Se ha dejado aquí de lado el vivir cotidiano, las prácticas con las que se
enfrentan a su subsistencia y llenan de sentido su vida, dado que se las consideraba
como obstáculos para la toma de conciencia y una acción política consecuente. La
cotidianeidad no inscrita directamente en la estructura productiva era considerada
irrelevante e insignificante.
Sin embargo los relatos que cuentan la vida del barrio popular nos abren a otra
realidad. El espacio domestico no se agota como el lugar de la reproducción de la
fuerza de trabajo (como se consideraba) sino que es el lugar donde la cultura popular
puede tener libertad e iniciativa, frente al trabajo monótono y despojado de cualquier
creatividad.
Del mismo modo, no toda forma de consumo es interiorización de los valores de las
otras clases. Ante esto, surge la necesidad de una concepción que pueda ofrecer un
marco a la investigación de la comunicación/cultura desde lo popular, que nos
permite la comprensión de los diferentes modos de apropiación cultural, los
diferentes usos sociales de la comunicación.
He aquí la diferencia con las teorías funcionalistas de recepción: no hay que medir solo
la distancia entre los mensajes y sus efectos, sino de analizar íntegramente el consumo,
el conjunto de los procesos sociales de apropiación de los productos.

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El consumo no es interiorización muda de la desigualdad social, es producción de
sentido: lugar de luchas no solo por la posesión de los objetos sino mas bien por los
usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y dispositivos de
acción que provienen de diferentes competencias culturales.
Además, hay que reflexionar sobre la nueva concepción de la lectura. Entendida como
la actividad por medio de la cual los significados se organizan en un sentido, en la
lectura (como en el consumo), no hay solo reproducción sino también una
construcción propia de producción de sentido, que cuestiona y pone en crisis la
centralidad atribuida al texto y al mensaje entendido como lugar de la verdad. Existe
una asimetría de demandas y de competencias que negocian a partir del texto.
Además, la lectura es espacio de placer, de goce y resistencia.

- La televisión desde las mediaciones


Lo que sigue es un mapa nocturno para explorar ese terreno en la encrucijada que
conforman América Latina televisión y melodrama
El medio televisión esta sufriendo numerosos cambios, sin embargo la mediación
desde la que opera social y culturalmente no parece estar sufriendo modificaciones de
fondo en A. Latina. Hay que abandonar el mediacentrismo, ya que el sistema de los
media esta perdiendo su especificad para convertirse en un elemento integrante mas
de otros sistemas de mayor envergadura, como el económico, cultural, político.
Este abandono en América Latina del mediacentrismo se esta dando por la fuerza con
que los movimientos sociales hacen visibles las mediaciones. Por esto, la investigación
debe partir de las mediaciones, de los lugares de los que provienen las construcciones
que delimitan y configuran la materialidad social y la expresividad cultural de la TV.
A modo de hipótesis se proponen tres lugares de mediación: la cotidianeidad familiar,
la temporalidad social y la competencia cultural.

a) La cotidianeidad social
La familia constituye la situación primordial de reconocimiento de la TV, es la unidad
básica de audiencia, y comienza a abrirse paso una concepción que ve en la familia
unos de los lugares claves de lectura y de codificación de la televisión. Así, las
mediaciones que es espacio de la cotidianeidad familiar cumple en la configuración de
la TV no solo tienen que ver con la recepción, sino que también inscriben sus marcas
en el discurso televisivo mismo.
De la familia, como espacio de relaciones cortas y la proximidad, la televisión asume y
construye dos dispositivos claves:
- La simulación del contacto: mecanismos mediante los cuales la TV especifica su modo
de comunicación organizándola sobre el eje de la función fática, es decir, sobre el
mantenimiento del contacto. Para irrumpir el mundo de la ficción y del espectáculo en
el espacio de la cotidianeidad y de la rutina, se dan dos intermediarios básicos: el
animador o presentador y el tono coloquial que proporciona el clima requerido. El
presentador en la TV es un interlocutor más que transmisor de informaciones. De ahí
su tono coloquial y la simulación permanente del dialogo.

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- La retórica de lo directo: dispositivo que organiza el espacio de la televisión sobre el
eje de la proximidad y la magia del ver, en oposición al espacio cinematográfico
dominado por la distancia y la magia de la imagen. La magia del ver esta dada por la
proximidad construida mediante un montaje funcional, y sostenida en base a la toma
directa, real o simulada. Hay una sensación de inmediatez, de proximidad de los
personajes y de los acontecimientos, que le permite al discurso familiarizar todo, hacer
hasta lo mas distante cercano.

b) La temporalidad social
Mientras en nuestra sociedad el tiempo productivo es el que corre y se mide, el tiempo
de que esta hecha la cotidianeidad es repetitivo, comienza y acaba para recomenzar,
esta hecho de fragmentos. Y es insertándose en el tiempo del ritual y de la rutina como
la TV inscribe la cotidianeidad en el mercado.

c) La competencia cultural
La noción misma de cultura, su significación social, esta siendo modificada por lo que
se produce en y el modo de reproducir de la televisión.
En la cultura de masas, la regla estética es la de mayor adecuación al género. El género
es la unidad mínima del contenido de la comunicación de masas y la demanda de
mercados por parte del público y los productores se hace a nivel del genero. Para los
investigadores es a través de la percepción del género como se accede al sentido
latente de los textos massmediaticos.
En el folklore, en la cultura popular, en la cultura de masa, el sentido y el goce de un
texto remite siempre a una gramática. La dinámica cultural de la televisión actúa por
sus géneros. Desde ellos activa la competencia cultural y a su modo da cuenta de las
diferencias sociales que la atraviesan. Los géneros constituyen una mediación
fundamental entre las lógicas del sistema productivo y del sistema de consumo, entre
la del formato y la de los modos de leer, los usos.

- Lógicas de la producción y de los usos


En la estructura y dinámica de la producción televisiva lo que importa es lo que
configura las condiciones específicas de producción, lo que de la estructura productiva
deja huellas en el formato y los modos en que el sistema productivo (la industria
televisiva) semantiza y recicla las demandas que vienen de los públicos y sus diferentes
usos. Aparecen entonces una serie de dispositivos concretos a estudiar:
- Competitividad industrial: capacidad de producción expresada en el grado de
desarrollo tecnológico, capacidad de riesgo financiero para la innovación y grado de
diversificación-especialización profesional de una empresa.
- Competencia comunicativa: reconocimiento por los públicos a los que se dirige.
- Niveles y fases de decisión en la producción de cada género: quiénes, en qué
momentos y con qué criterios deciden lo que es producible.

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- Ideologías profesionales: componentes y campo de tensión entre las exigencias del
sistema productivo, las reglas de género, las demandas sociales y la iniciativa y
creatividad (resistencias) de los productores: actores, directores, operadores, etc.
- Rutinas productivas: hábitos de trabajo.
- Estrategias de comercialización: que ha puesto sus huellas en la estructura del
formato.
Lo que tratamos es de sacar el estudio de la recepción del espacio acotado por una
comunicación pensada en términos de mensajes que circulan, de efectos y reacciones,
para reubicar su problemática en el campo de la cultura: de los conflictos, los
mestizajes y el modo en que trabaja la hegemonía y las resistencias que moviliza, del
rescate por tanto de los modos de apropiación y réplica de las clases subalternas.
Las diferentes lógicas del uso no se deben solo a la diferencia social de clases. Los
habitus de clase atraviesas los usos de la TV, los modos de ver, y se hacen manifiestos
en la organización del tiempo y del espacio cotidiano: ¿Dónde mira la gente el
televisor? ¿Qué espacio ocupa la TV en casa?, etc.
En este sentido, puede observarse una amplia gama de usos que tienen que ver con la
cantidad de tiempo dedicado a la TV, el tipo de tiempo, el significado social de ese
tiempo, y con el tipo de demandas que las diferentes clases le hacen a la TV.
En los usos no habla sólo la clase social, habla también la competencia cultural de los
diversos grupos, que atraviesa las clases.
Entre la lógica del sistema productivo y las lógicas de los usos median los géneros. Son
sus reglas las que configuran los formatos y es en ellos donde ancla el reconocimiento
cultural de los grupos. En este sentido un género no es algo que le pasa al texto, sino
algo que pasa por el texto; es una estrategia de comunicabilidad. Y es como marcas de
esa comunicabilidad que un género se hace presente y analizable.
La consideración de los géneros como hecho puramente “literario” (no cultural), y
desde otro lado su reducción a receta para la etiquetación y clasificación, han impedido
comprender su verdadera función en el proceso y su pertinencia metodológica: clave
para el análisis de los textos masivos, y en especial, de los televisivos.
El estudio de los géneros no puede llevarse a cabo sin replantear la concepción misma
que se ha tenido de la comunicación; pues su funcionamiento no es condición
únicamente de la emisión, sino también de la recepción. En este sentido, cualquier
telespectador puede conocer cuando un relato ha sido interrumpido, como
completarlo, es capaz de resumirlo, ponerle un título, etc.
Esto a su vez nos hace replantear la forma de aproximarnos a los textos de la televisión,
donde cada género se define tanto por su arquitectura interna como por su lugar en la
programación.
De ahí la exigencia que acarrea el abordaje de los géneros: la necesidad de construir su
sistema en cada país. Pues en cada país ese sistema es responde a una configuración
cultural, a una estructura jurídica de funcionamiento de la TV, a un grado de desarrollo
de la industria televisiva nacional y a unos modos de articulación con lo trasnacional.

- Algunas señas de identidad reconocibles en el melodrama

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Ningún otro genero ha logrado agradar en la región como el melodrama, ya que es el
modo de expresión mas abierto al modo de vivir y sentir de nuestras gentes. El
melodrama es un terreno precioso para estudiar la no contemporaneidad y los
mestizajes de que estamos hechos.
Lo que allí está en juego es el drama del reconocimiento, y lo que mueve a la trama es
siempre el desconocimiento de una identidad y la lucha contra los maleficios, las
apariencias, contra todo lo que oculta y disfraza: una lucha por hacerse reconocer.
El melodrama media entre el tiempo de la vida y el tiempo del relato que la afirma y
hace posible a las populares reconocerse en ella.
La calidad de la comunicación en el melodrama tiene poco que ver con la cantidad de
información que proporciona, no es la representación de los datos concretos y
particulares lo que produce en la ficción el sentido de realidad, sino una cierta
generalidad que mira para ambos lados y le da consistencia tanto a los datos
particulares de lo real como al mundo ficticio.

4. Lo popular que nos interpela desde lo masivo


No debemos pensar lo masivo como algo exterior a lo popular. Tras la aparición de las
masas, lo popular cambió. Debemos pensar lo popular en términos de imbricación
conflictiva en lo masivo. Es a través de la masificación estructural de nuestra sociedad
que las masas pudieron reclamar sus derechos, masificándolo todo. Lo masivo es una
nueva forma de socialidad. Pensar lo popular desde lo masivo no significa alineación y
manipulación, sino nuevas condiciones de existencia y de lucha, un modo nuevo de
funcionamiento de la hegemonía. La masificación entraña nuevas formas de relación
social y de conflictividad.
Existe una no unificación del mercado material y simbólico: En la industria cultural se
presentan expresiones de una demanda simbólica peculiar que no coincide del todo
con el arbitrio cultural dominante. La cultura masiva (industria cultural) no ocupa una
sola y la misma posición en el sistema de clases sociales, sino que en el interior mismo
de esa cultura coexisten productos heterogéneos, unos que corresponden a la lógica
del arbitrio cultural dominante y otro a las demandas simbólicas de las clases
dominadas. Estamos ante un mercado material y simbólico no unificado, y lo que pasa
allí no remite solo a los intereses de la clase dominante, sino también a la dinámica y la
complejidad del universo de los dominados.
En lo masivo subsisten matrices culturales en conflicto. En la imaginería barroca, en el
dramatismo religioso, en la narrativa oral, en el melodrama y en la comicidad,
encontramos la entrada de matrices dominadas pero activas. Cuando hablamos de
matriz, nos referimos a lo residual, lo que carga el hoy, aquello que del pasado resiste
al presente y se erige como alternativa frente a lo dominante.
Algunas muestras de lo popular activado en lo masivo son el circo y las ferias y fiestas,
a donde concurren a veces todas las clases y se divierten, pero al mismo tiempo luchan
por apropiarse, cada cual a su manera, de esa forma.
- Frente Cultural: espacio en que las clases sociales se tocan, comparten significantes, y
luchan desde y por significados diferentes, por dotar de sentido a una practica. Luchan
no necesariamente por establecer relaciones de dominio o explotación, sino por

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resaltar ciertos valores, prácticas y concepciones que son representados en virtud de
un proyecto determinado de legitimidad cultural.
La lectura desde lo masivo de lo popular esta renovando el análisis de los medios
masificantes: radio y televisión.
- La radio tiene una especial capacidad para mediar lo popular tanto técnica como
discursivamente. La radio habla básicamente el idioma del obrero, del emigrado y el
ama de casa, y puede servir de puente entre la racionalidad expresivo-simbólica y la
informativo-instrumental. Es aquel medio que para las clases populares llena el vació
que dejan los aparatos tradicionales en la construcción del sentido.
La radio capta la densidad y la diversidad de condiciones de existencia de lo popular.
Nos encontramos ante la vigencia de un nuevo uso de la radio, sustentada en las
características conflictivas de las relaciones sociales que han movido a grupos sociales
o culturales a ganar un terreno propio de existencia publica transformando los usos, los
géneros, y lenguajes radiofónicos conformes a sus propios objetivos y matrices
culturales. La radio local interpela a un nosotros popular.
- El modelo hegemónico de la televisión odia las diferencias. Pero por la TV pasan
también las brechas, ella esta hecha de contradicciones y en ella se expresan
demandas que hacen visibles la no-unificación del campo y el mercado simbólico. En
Perú, es en los programas cómicos donde se hace presente lo popular. Es solo en el
espacio de la comicidad donde la televisión se atreve a dejar a ver el pueblo, solo ahí se
traiciona mostrando sin pudor sus caras. Es el lugar de la expresión de los de abajo, y es
allí también donde las clases altas son ridiculizadas.
Por otro lado, dentro de la comicidad televisiva encontramos otra figura de lo popular:
el criollismo. Lo criollo resume lo nacional, y por otro lado designa el modo como los
sectores populares llegar a ser ciudadanos, el proceso de sobrevivencia de lo popular
en la ciudad. Lo criollo pasa así a nombrar el proceso fundamental del mestizaje en que
se gesta lo popular en lo urbano.
La televisión y el melodrama le permiten a un pueblo en masa reconocerse como actor
de su historia, proporcionando lenguaje a las formas populares.

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