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CONTENIDO

©Editorial Trotta, S.A., 2001


Ferraz, 55. 28008 Madrid
Teléfono: 91 543 03 61

9
Fax: 91 543 14 88
E-mail: trotta@infornet.es
Prólogo: Francisco Cruces ···"· · ·· .. ... ,. ..... .... .......
.
1 .. . ..... ...... .. . . . . . . . . . . . . ...... .

http://www.trotta.es -

©Helen P. Myers, Erích M. von Hornb<>Stel, Mantle H<><>d, Bruno Nettl, Simba Arom, l.
D EFINICIÓN, OBJETO, HISTORIA
Charles Keil, Alan Lomax, Steven Feld, Carol E. Robertson, Ruth Finnegan, 2001
Y MÉT O D O DE LA ETNOMUSIC O L O GÍA
Ala11 P. Merria1n: «Definiciones de "musicología comparada,, y "etn<)musicolo­
gía", tomado de Ethnomusicology,©Society for Ethnomusicology, 1977; 1. Etnomusicología: Helen P. M yers . 19 «••• • • � . ... .... .. ... .. . ., • • • • • • • .• •• •.•

Timothy Rice: «Hacia la remodelació11 de la etnomusicología», tornado de 2. Los problemas de la musicología comparada: Erich M.
. ..
Ethnomusicology,©Society f<>r Ethnomusicology, 1987; Margareth Kartomi,
von Hornbostel .. 41 .
. .. ... . . .. ..
.

3. Definiciones de « musicología comparada» y «etnomusi­


1 .. .. .. . ... . . .. .. . . ..

«Procesos y resultados del contacto entre culturas musicales», tomado de


. . . . . . . .. . . . . .. .. ... ... . .. 1. .. .. .. . . .. . . . .

Ethnomusicology, ©Board of Trustees <>f the University <)f Illin<>is, 1981 (incluidos
mediante autorización de University of Illinois Press); John Blacking: «El análisis cología» : una perspectiva histórico-teórica: Alan P. Me-
c11ltural de la música», tomado de Venda children s songs: a study in ethn(>musico­
. .. . . . 59

,}'.1,.ta 1'f1�z . •1 . .
. "' • 111 •

Transcripción y notación: Mantle Hood . ......................


. . . . . . .. .. ...... .. . .. . . .. .. . . . ., ••••• 1•. 111 ... . . .. . . 1• . . .. l • •• l. . . . .. . . .... . . .
!IM • . . ..

logical analysis,©Witwatersrand Universíty Press, Johannesburg, 1967; Leonard


B. Meyer: «Un universo de universales»,©The Regents of the University of
4. ,,
79 .

California, 1998, reimpresión de ]ournal of Musicology, 1611, invierno de 1998, 5. Ultimas tendencias en etnomusicología: Bruno Nettl . . . 1 1 5
pp. 3-25, mediante autorización; Alan P. Merriam: «Usos y funciones», tomado de 6. Hacia la remodelación de la etnomusicología : Timothy
Antrhopology of Music, pp. 209-227,©Northwestern University Press, Evanston,
Rice . . .. . .. . . . .. . . . 155'
. .. .. .. .. .. .. ... .. .. . .. . . . . ................... . .. . . .. . .. .. . ....... . ..... . . . . . . . .. . .. . . . ..

1964; Simon f1'rith: «Hacia una estética de la inúsica popular», pp. 133-172 de
Leepert and McClary (eds.), Music and Society. The politics of composition,
performance and reception,©Cambridge University Press, 1987

Diseño I I . REFLEXIONES EN TORNO


Jc)aquín Gallego
AL L E N GUAJE MUSICAL Y SU ANÁLISIS
ISBN: 84-8164-474-9
SI b E
Depósito Legal: M-41131-2001 7. El análisis cultural de la música: ]oh11 Blacking . . . 181
Modelización y modelos en las músicas de tradición oral:
... . . . ..

8.
Impresión Simha Arom .. .. .. . . . .. .. . .. . ............. .................... 203
Un universo de universales: Leonard B . Meyer . . .... 233
.. .. .. . ..... .. , .. .. . . . . .. ..... �. . . . .
. . ... .
. .. ..

Área Printing 9. .. . .. .

7
LAS CULTURAS MUSICALES

10. Las discrepancias participatorias y el poder de la músi-


ca: Charles Keil . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . ....... ... . . . . . . . . . . . . . . . 26 1
.

III. LA MÚSICA COMO CULTURA PRÓ LOGO ( >:- )

11. Usos y funciones: Alan P. Merriam .... . .. .... . . . . . . . . . . . . . . .. .... .. 2 75


12. Estructura de la canción y estructura social: Alan Lo-
niax .. .... .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. ! . .. .. . .. .. .. .. i • • • i -· • -" . . . ... . . . . . . , , • , , , • • • • � • • • • • • 297
13. El sonido como sistema simbólico: el tambor kaluli: Ste-
ven Feld . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .
... ... . . . .. . 331
14. Procesos y resultados del contacto entre culturas musi­
cales: una discusión de terminología y conceptos: Mar-
gareth J. Kartomi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 7
15. Poder y género en las experiencias musicales de las mu-
jeres: Caro/ E. Robertson . . . .. .... .................. .. ..... . . . . . . . . .. 383
16. Hacia una estética de la música popular: Simon Frith . 413 Este libro pretende ofrecer una visión panorámica de la etnomusico­
1 7. Senderos en la vida urbana: Ruth Finnegan . . . . . . . . . . . . . . . . 437 logía a través de una compilación de artículos escogidos de algunas
de sus figuras máS representativas de los últimos cincuenta años.
Nota biográfica de los autores ........................ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 75 Los profesores del equipo de la SlbE (Sociedad de Etnomusicología)
Traductores y editores . . . . . . . . . . . . .. .. .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
.

,,,
48 1 que hemos seleccionado y traducido los ensayos y etnografías aquí
Indice
,,, de nombres . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 483 reunidos creemos que contribuirán a aliviar el considerable vacío
Indice general . . .. . .. . .. .. .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. 489 existente en la literatura en castellano sobre el tema.
Convencionalmente, el arranque de esta disciplina suele remon­
tarse a la obra fundacional de autores de las últimas décadas del si­
glo XIX como A. Ellis, G. Adler o C. Stumpf, quienes comenzaron a
hablar de una ciencia de las músicas «no occidentales>> , « folklóri­
cas», «orales» o « primitivas » y a recoger y analizar grabaciones de
tales músicas, en lo que entonces recibió la denominación de «mu­
sicología comparada>>, Esa perspectiva inicial evolucionista, com­
parativa y positivista cambiará considerablemente a lo largo del
siglo xx; en parte por las transformaciones de las propias socieda­
des que proporcionaban los materiales de estudio, en parte por la di­
námica interna del campo con una creciente dependencia del
desarrollo teórico de otras ciencias como la antropología y la lin­
güística y por los hallazgos reflexivos a los que conducía la pro­

pia investigación, según ésta iba haciendo patentes las limitaciones

( *) Nuestro agradecimiento a los autores, revistas y editoriales que han cedido


amablemente derechos a la SibE-Sociedad de Etnomusicología para la presente edi-
,.
c1on.
.

..

• ..

8 9
F R A N C I S CO C R U C E S
P R Ó LOGO

euro cén tric as (cua ndo no clas ista s o pop ulis tas) de las form as de El te:xto se ha �ividid ? en tres bloques temáticos: l. Sobre defini­
escu cha cult ivad a que hab ían alim er1ta do desd e el Rom ant icism o .
czon> ob¡eto, historia y metodo de la disciplina, II. Reflexiones en tor­
. ,,
las inicia.tivas en este terreno. Tra s la postguerra, y con la emigración no al lenguaje musical y su análisis, y III. La música como cultura.
forzosa a univ ersid ades de Esta dos Unid os de un buen núm ero de El primero de ellos ofrece una introducción a los fundamentos e
prof esor es euro peos , tales cam bios se mat erial izar án en la adop ­ historia de la disci�lina; no es puro merodeo propedéutico, pues el
ción de un nuevo nombre etnomusicología , el cual sintetiza tan­ recorte de la materia de estudio habla ya de aspectos tan vertebrales
to un giro de para digm a (la pers pectiva holis ta) com o de méto do co�o el paso ?e una concepción taxonómica del objeto centrada
(el trab ajo de camp o) y de objeto (en térm inos de A. Mer riam , la en tipos de mus1ca. a una concepción. procesual y contextualista
« música en la cultura» ) . donde lo que importa no es tanto el producto musical aislado com¿
Es esta segunda época del desarrollo de la disciplina, de la cual las relaciones que éste trama con el conjunto de la vida social. Así.
aún somos deudores, la que se ha querido presentar al lector en cas­ como muestran H. Myers y B. Nettl, la historia de la etnomusicolo�
tellan o, pues provee los principales textos de referencia para el tra­ gía rest1lta ser al mismo tiempo la de las transformaciones de su ob­
bajo de los etnom usicó logos conte mpor áneos y constituye la base j eto de estudio.
de la formación de los estudiantes. Así, salvo el texto fundacional de El artículo de A. Merriam nos permite seguir ejemplarmente ta­
E. M. von Hornbostel, «Los problemas de la musicología comparada » les transformaciones, al pasar de las viejas acotaciones « sustantivas»
-aparecido en 1 905 e incluido aquí a modo de reconocimiento , que recortaban taxonomías musicales rígidas hacia definiciones más
todos los artículos se circunscriben a un lapso relativamente corto y «reflexivas» en función del punto de vista adoptado ( «música en la
reciente (entre 1 96 1 y 1998 ), el cual abarca lo más característico de cultura» o <<como cultura» ) . En materia de método ese giro implica­
la producción teórica en etnomusicología. r� una atenció� priÓritaria al proceso sobre el producto, a la fun­
Com o toda selecc ión, deja fuera cosas que hubie ra mere cido la c1on , sobre el origen, al contexto sobre la forma. Tal desplazamiento
pena inclu ir: por una parte , los traba jos de maes tros de un perío ­ encontró su eje en los años cincuenta con la propuesta de una «an­
do anter ior Herz og, Brail ioiu, Bartó k, Kodá ly, Robe rts, Wior a, tropología �e la música>> y un modelo tripartito (música/concepto/
Ch. Seege r, Sachs , Kuns t, Schn eider, Schae ffner, etc. ; por otra, comportamiento} del que T. Rice da cuenta al final de este bloque, y
nomb res conte mpor áneos para quien es desgr aciad amen te no dis­ que se halla aún vigente y en diálogo con otros más actuales co­
ponem os de espac io como McA llester, Nketia, Agawu, A. Seege r, mo el que el propio Rice propone, siguiendo a C. Geertz' entre his-
Wach sman n, Wate rman , Kolin ski, Zemp , Ber�iner, Erlm ann, Cha­ toria, individuo y sociedad.
se, List, Hern don, McL eod, Turin o, Titon, Midd leton , Baum ann, La segunda sección versa sobre el análisis del lenguaje musical.
Bohlm a11, Béhague . . . Se trata, no obstante, de un patrim onio sufi­ El sonido musical es, innegablemente, el hecho básico, inicial, inter­
cientemente recogido crítica y a veces irónicamente en los ar­
tículos introductorios de esta colec ción por H. Myers, A. Merriam, �elador, de l � etnomusicología. Evocando la declaración programá­
tica de la sociología durkheimiana ( <<est11diar los hechos sociales co­
B. Nettl y M. Hood. mo si fu�ran cosas>> ), es difícil encontrar otros hechos sociales que
El conjunto adolece de un sesgo norteamericano o por lo me­ .
mater1al1cei;i en mayor grado que la música ese carácter extrañado y
nos sajón , con la inclusión de nueve estadounidenses, tres británi­
cos, un francés, un alemán, una argentina y una australiana. En bue­ �bjetivo, ex�erno a los agentes que la producen y escuchan. La mú­
sica no e� solo una cosa, pero también lo es; y eso parece justificar
na p arte este desequ ilibrio es resulta do del impac to de la citada
que la primera estrategia de construcción del campo haya consistido
transformación de la disciplina en los años de la postguerra en tor­
en la colección y análisis comparativo de corpus de piezas musicales
no a la fundación en Estados Unidos de la Society for Ethnomusico­
arrancadas a su contexto de producción. La técnica asociada consis­
logy Y los debates de su revista, Ethnomusicology, convertida desde tía e _:i. �a comp�r�ción interv�lica ( a menudo estadística) y el análisis
entonces en publicación de referencia. Somos también conscientes de melod1co-armon1co de las series de notas en busca de estructuras uni­
temas importantes que en la presente edición han quedado sin tocar, versales o de vínculos genéticos. En el peor de los caso s, se rrat"o de
como el trabajo de campo, la organología, la crítica postcol onial y
·

1a mera apl.1cac.1on ,, de1 aparato analítico y valorativo del sensorto mu


· ·

postmoderna, etc., que habrán de esperar a otras publicaciones.


_

· 1 occ1'denta1 a 1a mus1ca de otros; en el mejor, de una forma de <<et-


,,

s1ca ·

'·.

10 11
F R A N C I SC O C R U C E S P R Ó LOGO

nomusicología de sillón» lastrada por la falta de relevancia local de samente, avisa Keil, los que se hallan en la base del swing, el groove,
las comparaciones. la marcha, el tumbao, el sabor, la gracia y el duende.
Es ese trasfondo el que proporciona el subtexto para varios de Un tercer bloque presenta, siguiendo el adagio de Merriam, la
los artículos de la sección, particularmente el de J. Blacking, quien, « música como cultura » . Si algo resulta distintivo de esta tradición
a través del análisis de un corpus musical infantil el de las can­ disciplinar es precisamente esa aspiración · siempre tentativa a ilu­
ciones de los niños venda de Transvaal , muestra cómo dicha mú­ minar la música desde su ligazón con la totalidad de la vida social;
sica se halla organizada por principios extramusicales como los mo­ pero también, a la inversa, la de ayudar a entender cada cultura par­
dos de clasificación según el uso; el carácter tonal del habla; los ticular a partir de los insights que proporciona esa peculiar vía de en­
prototipos instrumentales y, sobre todo, un sistema de equivalen­ trada al mundo que es el sonido musical. La lista de problemas te­
cias funcionales basado generativamente en la danza nacional venda matizados por la etnomusicología resulta, en este punto, interminable;
-la tschikona . Siguiendo una línea diferente de argumentación, nuestra selección no pasa de ser una muestra sucinta, que incluye
S. Arom presenta herramientas para un análisis inmanente de la cul­ los usos y funciones de la música (A. Merriam); la correlación trans­
tura musical entendida como sistema con nociones como « mode­ cultural entre el estil.o del canto y la estructura social de los grupos
lo » , « unidad mínima» , etc. . Con ello responde, por una parte, al humanos (A. Lomax); la relación sistémica (sinestésica y metafóri­
poderoso símil lingüístico de la organización fonológica que ha guia­ ca) entre conceptos estéticos nativos, ecoentorno sonoro y órdenes de
do toda la semiología musical durante el siglo xx y, por otra, a la ne­ experiencia (S. Feld); los fenómenos de hibridación, sincretismo y
cesidad etnográfica de desenmarañar músicas sintácticamente tan cambio musical (M. Kartomi); las relaciones entre los géneros y la
complejas como las polifonías y polirritmias de los pigmeos aka o vinculación de su puesta en escena con diferencias de poder (C. Ro­
los banda de Centroáfrica. Para ello se ve obligado a diseñar inge­ bertson); el impacr6 estético de la industria cultural sobre las músi­
niosos procedimientos de play-back: la investigación deja de ser una cas populares (S. Frith) ; y la invisible actividad aficionada de los ha­
disección de datos previamente « levantados» y se construye sobre el bitantes de las ciudades (R. Finnegan) . Todos son ejemplos de cómo
terren.o, con el concurso de los nativos, que participan « con los la etnomusicología imbrica la materialidad de la música ( «el sonido
cascos puestos>) . en sí mismo» ) con la vida social; una imbricación que se hace aún
Se trata, así, de descifrar o decodificar la complejidad audible de más transparente cuando se trata de estudiar la música desde el te­
un «texto» musical concebido en términos prioritariamente sintácti­ rreno del Otro.
cos, como sucesión de estructuras sonoras en el tiempo si bien siem­ Este esquema permite señalar algunas de las tensiones o líneas de
pre con el trasfondo más o menos explícito de la pregunta antropo­ fuerza que recorren el campo y que lo hacen tan vigoroso.
lógica por su «significación>>, cualquiera que sea el sentido que hayamos Primero, la tensión entre universalismo y diversidad entre la
de dar a este término-. No obstante, existen otras din1ensiones igual­ concepción de la música como un mismo y único campo de fenóme­
mente importantes en el lenguaje sonoro, y es mérito de la etnomu­ nos y la atención particularizada a cada cultura musical en concre­
sicología haberlas incorporado en una visión comprehensiva del he­ to . Se trata de una tensión presente desde la fundación de los la­
cho musical. L. Meyer, por ejemplo, nos alerta de la universalidad de boratorios fonográficos, pero que se tornó cada vez más perceptible
algunos mecanismos psicobiológicos en la música no tanto los vie­ con el paso del trabajo sobre las « músicas exóticas» , el «folklore>> , la
jos « universales>> de la armonía, la melodía y el ritmo, corno las res­ « oralida d» y las «civilizaciones orientales>> a una situación más des­
tricciones y potencialidades genéricas del procesamiento de informa­ dibuja da y pluralista (¿más incómoda?), definida por conceptos es­
ción en el cerebro humano . Y a través del texto de C. Keil asistimos curridizos como «la etnicidad» , « la alteridad» o <<el contexto cultu­
al impacto de la pragmática en las teorías de la significación el ral>> . En todo caso , el obje to de la etnomusicología ha sido siempre
.
la pluralida
significado no ya como código ni como mensaje, sino como uso, ac­ d de las culturas musicales, leitmotiv que da título a esta
tuación y performance; un tema clave que habrá de desarrollarse com�ilación. Cultura(s) , en plur al y no Cultura, en singular y con
a partir de los años ochenta. La dimensión pragmática del musicar mayuscula, com o han gustado de enfatizar las definiciones exclusi­
apunta a parámetros fácilmente olvidados por la musicología canó­ vas de las artes cultivadas y de la academia, haciendo canon al estu-
nica, como la textura tímbrica y el proceso temporal que s<?n preci- diar y consagrar el cano n. .

12 13
P R Ó LOGO
FRANCISCO CRUCES

concluir que lo que tuvo en común esa «tribu políglota» (sic) era
Hay un segundo sentido de «cultura>> , en singular, que h� coe­ «su devoción por el tema de la música>> . Una motivación necesaria,
xistido en el corazón de la etnomusicología junto con el sentido de supongo, mas no suficiente; qt1e en todo caso toma en la etnomusi­
diversidad irreductible que conllevan las culturas. Me refiero al con­ cología un carácter peculiar al convertir la pura y simple melomanía
cepto antropológico de cultura como opuesto a naturale�a �orno en una forma de crítica cultural que busca tanto el reconocimiento
.
modo de vida herencia social, identidad colectiva, patr1mon10 co­
mún, lenguaje: aprendizaje, hábito, costumbre, praxis, tradición, nur­
(musical) del Otro como la ampliación de la experiencia (musical) hu­
mana. (No en vano H. Myers termina su artículo en este volume11 iro­
tura socialización' memoria, representación compartida, etc. . Al re­
cordar una y otra vez que la música es todo eso, paradójica�ente la
nizando sobre los etnomusicólogos como «grandes justicieros»).
Esto no significa que tal comprensión de la música constituya una
etnomusicología revela el fondo universalista que subyace a su I�tento especie de negativo de los reduccionismos musicales favoritos del
de construir una ciencia sobre la diversidad de las culturas musicales. canon cultivado de Occidente éste, elitista, absoluto, represivo y je­
Una segunda línea de tensión se produce entre la «música>> y :I
rárquico; aquélla, popular, relativista e igualitaria; el uno, prescrip­
«contexto>> . Así lo pone de manifiesto la interminable querella def1-
tivo y canónico; la otra, liberadora y pluralista; el uno chovinista y
nicional de esta disciplina, entre <<mú-sicos>> y «antropólogos>> , par­
exaltador de lo propio, la otra, díscolamente descubridora de lo aje­
tidarios de «la forma» o de sus «usos>> , etc. (ver Merriam, en este vo­
no; el uno, hegemónico, la otra, contrahegemónica, etc. . !enta­
lumen). En palabras de C. Sac�s, «el etnomusicólogo está. sentado
, ,, . ciones no faltan de ejercitar esa retórica al encontrar la música se­
sobre la valla que separa la mus1colog1a y la etnolog1a». Y s1 bien es­
cuestrada por los discursos monopólicos de la cultura legítima, con
ta posición incómoda es una fuente real de discrepancia, la cap�ci­
sus teatros del sonido/saber/poder. Pero la historia así escrita es una
dad para anudar etnográficamente la música y sus mundos constitu­
falsa historia. El 1'asado real de la disciplina nos muestra sus cons­
ye, en este campo, la mayor riqueza y la virtud más lograda.
tantes vacilaciones, ambigüedades, pactos de lectura con el ethos ilus­
En realidad, la distinción entre <<música» y «contexto>> presu.po­
trado y con otras formas de experimentar el sonido y el mundo; con
ne una discontinuidad entre música y no-música que es cultural­
el colonialismo y el nacionalismo, así ·como con cierto paternalismo
mente específica, y que la etnomusicología ha venido des��ciendo a
ruralista; su fre�uente abominación de lo modernp y lo masivo, etc.
lo largo de las d�cadas como un falso problema �l expl1c�t�r nues­
. También nos enseña que los espíritus más esclarecidos desde los orí­
tro arbitrario cultural en materia sonora y desdibujar emp1r1camen­
genes de la disciplina los Hood, Seeger, Bartók, Kodály o Brailoiu­
te tales formalismos . ¿Es adecuado considerar como <<contexto>> la
supieron encontrar atajos de ida y vuelta entre las grandes y peque­
danza africana? ¿Lo es la llamada de los pájaros del paisaje sonor?
ñas tradiciones a las q11e pertenecían. Y es que, finalmente, las ten­
kaluli? ¿Y los viajes por la ciudad de los «músicos escondidos», afi­
siones citadas se resumen en una identidad híbrida, donde amar la
cionados· o las relaciones de poder tramadas entre géneros, o entre
intérpret�s, durante la performance? Desde el punto de vista etn� ­
música y descubrir su diferencia forman parte indisoluble de una mis­
ma aspiración: ampliar el horizonte de la experiencia musical huma­
musicológico, tales relaciones no dejan de ser parte integral de la mu­
na, porque la música es buena para vivir. O, en los términos que
sica y muestran la esterilidad de separar las cosas del modo en que
A. Merriam recoge de boca de un indio sia: «Amigo mío, sin cancio­
(convencionalmente) lo hacemos. Particularmente, y pese a la fuerza
nes no se puede hacer nada».
de las convenciones de la sala de conciertos con su escucha disocia­
da, Keil sugiere que la función elemental de la música es precisamente

1

FRANCISCO CRUCES
una llamada a la participación, al desdibujamiento de límites (con los
SibE-Sociedad de Etnomusicología
otros musicantes, con el universo, con el cuerpo, con el espacio). Es
un recordatorio del funcionamiento generalizado de la música como
parte de un multimedia del cual la fiesta y el ritual siguen siendo 11ues­
tro modelo más accesible.
. ,
Finalmente' la etnomusicología encarna una tension, caracter1s-
;

tica entre el amor y la curiosidad. Repasando la heterogenea forma-


ción disciplinar de los fundadores del campo, M .. Hood acab�ba por

15
14
..
/
...

l.

DEFINICIÓN, OBJETO, HISTORIA


Y MÉTODO DE LA ElNOMUSICOLOGíA

----



Capítulo 1

ETNOMUSICOLOGÍA ( * )

He l e n P. Mye rs
/

La etnomusicología, el tema _que nos ocupa, tan amplio como suge­


rente, es la rama de la musicología en la que se pone un énfasis es­
pecial en el estudio de la música en su contexto· cultural: la antropo­
logía de la música. El término fue acuñado en 1 950 por el holandés
Jaap Kunst, que lo prefirió al de <<musicología comparada (verg lei­ '
'
1

chende Musikwissenschaft) al considerar que la comparación no era


>>

. la principal característica de esta disciplina.


La etnomusicología comprende el estudio de la música folklóri­
ca, de la música culta oriental y de la música en la tradición oral con­
temporánea, así como diversos parámetros conceptuales tales como
su origen, el concepto de cambio musical, la música como símbolo,
aspectos universales de la música, la función de ésta en la sociedad,
la relación entre los diferentes sistemas musicales o el sustrato bio­
lógico de la música y la danza. Las tradiciones artísticas occidenta­
les también están en su punto de mira, pero han sido pocos los tra­
bajos realizados en esta área hasta la fecha. Por regla general, a los
etnomusicólogos les ha atraído especialmente el estudio de la músi­
ca en la tradición oral y sus diversos sistemas de organización, diri­
giendo frecuentemente la mirada hacia culturas diferentes a las su­
yas, algo que distingue a este campo de la mayoría de las especialidades

( * ) Tomado de H. Myers (1992) «Ethnomusicology». En H. Myers (ed.) Ethno­


musicology: An Introduction. London: McMillan Press, pp. 3-18. Traducción de Jo­
sé Antonio Gómez Rodríguez.
H E L E N P. M Y E R S E T N O M U S I CO L O G Í A

de la musicología histórica. Dado su ámbito de acción, se han bara­ rava quedaba dividida en 1 .200 partes iguales, hizo posible el estu­
jado múltiples definiciones de esta disciplina, que van desde «el es­ dio objetivo de las escalas no occidentales. En Qn the Musical Sea­
tudio de la música como cultura» o el «estudio comparativo de las /es of Various Nations ( 1 8 8 5 ) Ellis afirmaba que «la escala musical
culturas musicales»· hasta «la ciencia hermenéutica del comporta­ no es una sola, ni mucho menos ''natural'', ni tiene por qué basarse
miento musical del ser humano» (Merriam, Nettl, Helser, en Merriam, necesariamente en las leyes que rigen el sonido, tan bien descritas por
1 977). Charles Seeger ( 1 970) sugirió que el término «musicología» Helmholt�or el contrario, es muy diversa, muy artificial y muy
se adecua mejor a los fines de la etnomusicología que implica la caprichosa» (p. 256 ). El descubrimiento cuestionaba la superioridad
música de todos los pueblos de todas las épocas que a los de la mu­ de la escala temperada y, al mismo tiempo, abría las puertas al estu­
sicología histórica, limitados por lo general a la música culta de Oc­ dio comparado y desprejuiciado de los sisten1as musicales de las
cidente. más diversas culturas.
Aunque los estudios académicos son relativamente recientes, el Los musicólogos del XIX se aprovecharon pronto de estos avan-
interés por la música no occidental se remonta a la época de los des­ ces, grabando pequeñas muestras de música en cilindros de cera que
cubrimientos, y la atracción científica y filosófica por otras culturas poco a poco fueron sumando a su colección de instrum� ntos, trans­
al Siglo de las Luces. El Dictionnaire de musique de Jean-Jacques cripciones y fotografías. La mayor parte de estas graba�1ones fueron
Rousseau ( 1 768) constituye un buen reflejo del espíritu de la época llevadas a cabo en sesiones efectuadas durante el traba10 de campo.
al incl11ir muestras del folklore europeo, de la música india nortea­ Psicólogos y expertos en acústica del Phonograrrtrn-Archiv de Ber­
mericana. )l de la china. Durante los siglos XVIII y XIX misioneros, fun­ lín., entre ellos Carl Stumpf ( 1 848-1 936) y Erich M. von Hornbostel
cionarios y viajeros mostrarán su interés por la llamada «música exó­ ( 1 877-1935), estudiaron cientos de cilindros grabados por etnó}Qgos
tica>> , como lo demuestran los trabajos de Jean-Baptiste du Halde alemanes en lejanos territorios colonizados. Del análisis de este ma­
( 1 73 5 ) y Joseph Amiot ( 1 779) sobre la música china, Guillaume­ terial, diverso y muy limitado, surgieron ambiciosas teorías en torno
André Villoteau ( 1 809) y Raphael Kiesewetter ( 1 842) sobre la árabe, a la distribución de los estilos, los instrumentos y la afinación, inclu­
William Jones ( 1 792) y Charles Rusell Day ( 1 89 1 ) sobre la india y yendo esquemas evolucionistas y más tarde la Kulturkreislehre (teo­
Francis Taylor Piggott ( 1 893) sobre la japonesa. ría de los círculos de cultura). Los miembros de la escuela herlinesa
Desde el plinto de vista académico, la musicología comparada, prestaron escasa atención al trabajo de campo y en sus escritos con­
como la histórica, tiene más de cien años, remontándose sus orígenes _
cedieron poca importancia a la música como hecho.cultural (Stumpf
al texto Umfang, Methode und Ziel der Musikwissenschaft, del vie­ estudió la de Siam aprovechando la visita que la orquesta de esta cor­
nés Guido Adler (18 8 5 ) . En él Adler se refiere al estudio comparado te realizó a Berlín en 1 900; Hornbostel llegó a entr�vistar a los paw-
de la música no occidental como una rama de la musicología siste­ nee en 1 906).
mática, junto con la teoría de la música, la estética y la psicología: En el resto de Europa el nacionalismo decimo11ónico trajo con-
sigo el interés por la música folklórica. En Hungría Béla Vikár ( 1 859-
I.,a musicología comparada tiene por objet() el estudio comparado de las obras
musicales -especialmente de las canciones folk.lóricas- de los diferentes
1 945) realizó sus primeras grabaciones en este campo en 1 896. Bé­
pueblos de la tierra con fines etnográficos, que clasifica conforme a sus di­ la Bartók ( 1 8 8 1- 1 945) transcribió su primera canción en 1 904, y en
versas formas (p. 14; trad. Merriam, 1977: 199). 1 905 comenzó a trabajar con Zoltan Kodály ( 1 8 82-1967); en 1 906
Bartók utilizó el fonógrafo de Edison en Hungría, Rumanía y Tran­
Dos innovaciones técnicas vinieron a imp11lsar la investigación de silvania. Por ese tiempo comenzó Cecil Sharp ( 1 85 9-1 924) en In­
la música no occidental a finales del siglo XIX: la invención del fonó­ glaterra el estudio del folklore musical. Su interés por los repertorios
grafo en 1 877 por el científico norteamericano Thomas Edison, y la más arcaicos le llevó a los Estados Unidos ( 1 9 1 6- 1 9 1 8), donde él y
introducción del concepto de cent en 1 8 85 por el físico y fonólogo su ayudante Maud Karpeles ( 1 8 85-1 976) registraron unas 1 .600 can­
inglés Alexander J. Ellis. El fonógrafo facilitó mucho el trabajo de ciones junto con sus variantes. Sharp era partidario del uso de estas
campo a los pioneros de la musicología comparada al brindarles la melodías en las escuelas, motivo que le llevó a armonizar los mate­
posibilidad de volver a escuchar las melodías grabadas para' su pos­ riales que había recogido. En 1 906 el compositor' australiano Percy
terior transcripción y análisis. El sistema de cents, por el gue la oc- Grainger ( 1 882- 1 9 6 1 ) imprimió en Inglaterra cilindros de cera con

20 21
E T N O M U S I C O LOGIA
H E L E N P. M Y E R S

del concepto de área cultural. Para Herzog musicología comparada


canciones folklóricas de Lincolnshire, lanzando en 1908 la primera y lingüística comparada son campos análogos:
grabación comercial de una canción folklórica, qúe efectuó la Gra­
mophone Company de Londres. Compositores nacionalistas de to­ Hay muchos otros lenguajes inusicales, utilizados ta �t<) pc)r los orien �ales
da Europa buscaron en la canción popular la manera de regenerar como por pueblc)s primitivos que no conocen la escritura. � su estud1 o �e
el lenguaje musical de sus respectivas escuelas, interesándose tam­ le denomina musicología comparada, que pretende descubrir las pecul1. ar1 -
bién por ella coleccionistas y músicos aficionados, que la sometie­ dades de la expresión y construcción musicales de las culturas del mundo
( 1 946: 1 1 ).
ron a numerosos arreglos para piano u orquesta. El amor que des­
pertaba en. los compositores la música popular acabaría convirtiéndose
Los musicólogos históricos se interesaron por estos primeros es­
en fuente de inspiración para nuevas obras basadas en el lenguaje
tudios, en los que hallaron pruebas de la superioridad de la música
folklórico.
clásica occidental, juicio que los etnomusicólogos hoy no tolerarí�n:
En la primera edición del Harvard Dictionary of Musí� ( 1 944) �1l�1
La etnomusicología americana de finales del siglo XIX y comien­
Apel definía la musicología comparada com? <<el estudio �e la mus1-
zos del XX era eminentemente funcional y descriptiva, constituyen­
do una de sus bases el trabajo de campo entre los indígenas indios
ca exótica>> , y ésta como «las culturas musicales que estan al mar­
americanos . Los primeros estudios sobre la vida musical de los na­
gen de la tradición europea>> (pp. 1 67, 25 � ) . E� su manual Intro­
tivos se basaban en las teorías de los pensadores alemanes de la épo­ ,,
duction to Musicology ( 1 94 1 ) Glen Haydon 1nclu1a un capitulo sobre
musicología comparada en el que, como en otras o?ras del � er��do,
ca e incluían gran cantidad de datos. Temiendo que fuera a desapa­
recer, los norteamericanos utilizaron el fonógrafo para preservar su .
se trazaba una clara distinción entre músicas folklor1cas, pr1m1t1vas
música. El etnólogo Jesse Walter Fewkes ( 1 850-1930) fue el prime­
y de culturas avanzadas:
ro en utilizar el cilindro de Edison en su trabajo con los indios pas­
samaquoddy, del nordeste de Estados Unidos (marzo 1 890), y más Entre las muchas formas que tenen1os de esttidiar la música culta sistemáti­
tarde con los pueblo zuñi y hopi, de Arizona ( 1 890- 1 99 1 ) . camente, una de ]as más importantes es compararla con la folklórica y con
Los mejores trabajadores de campo de esta generación fueron mu­ sistemas musicales no europeos que hayan evolucionado con mayor o menor
jeres, como Alice Cunningham Fletcher ( 1 838-1 923), que trabajó ma­ grado de independencia [ .. ] Aunque resulta difícil delimitar los diversos cam­
.

pos de la musicología comparada, los principales parecen estar claros. Los


no a mano con el indio omaha Francis La Flesche ( 1 85 7-1 932), con­ �istemas musicales no europeos y la música folklórica son sus principales ob­
siderado el primer etnomusicólogo americano nativo (Mark, 1 982), jetos de estudio; el canto de los pájaros y sus paralelismos filo-ont�genéti­
o Frances Densmore ( 1 867- 1 957), la recolectora más prolífica del pe­ cos serían aspectos secundarios. Posteriores caracterizaciones de los sistemas
ríodo, quien colaboró durante cincuenta años con el Bureau of Ame­ extra-europeos tendrían que ver con el nivel cultural y la distribución geo­
rican Ethnology, de la Smith·sonian Institution, publicando más de gráfica. Aplicado a las culturas musicales, el término primitivo posee un do­
ble significado: uno referido a músicas prehistóricas o antiguas, Y otro a
una docena de monografías sobre los chippewa ( 1 9 1 0- 1 9 13), teton culturas poco desarrolladas, que es el que interesa a la musicología coI?pa­
sioux ( 1 9 1 8 ) , papago ( 1 929), choctaw ( 1 943), semínolas ( 1 956) y rada. La música de los indios norteamericanos, la de los negros de África Y
otras tribus indias. Mediante nuevas técnicas, el antropólogo Franz la de tantos otros pueblos del mundo es primitiva porque tiene un bajo ni­
Boas ( 1 85 8-1942) introdujo en el estudio holístico de las culturas mu­ vel cultural. Pero otras culturas musicales corresponden a civilizaciones muy
sicales a toda una generación de estudiantes de la Universidad de Co­ desarrolladas, como la china, la japonesa o la india. En el estudio de la mú­
sica folklórica suelen tenerse en cuenta las diferencias raciales o nacionales
lu1nbia, entre los que se encontraba11 Heleo Heffron Roberts ( 1 888- y sus esrilos o tipos ( 1 94 1 : 2 1 6, 21 8-219).
1985) y George Herzog ( 1 90 1 - 1 984). Roberts definió la musicología
comparada como «el contraste de las músicas exóticas entre sí y con Conforme avanzaban las investigaciones, el concepto «musico­
la europea, de la que nació la mayoría>> ( 1 936: 233), definición que logía comparada» iba quedando más y más pequeño. En 1 947, al tér­
los etnomusicólogos rechazarían más tarde. Herzog, inmigrante ju­ mino de la segunda Guerra Mundial, se fundó el International Folk
dío-alemán colaborador de Hornbostel, fue el primero que combinó Music Council (que en 1982 pasó a llamarse International Council
en su trabajo de campo el enfoque antropológico de Boas con las for Traditional Music), y en 1955 la Society for Ethnomusicology. En
teorías de la escuela de Berlín; ejemplo de ello es The Yuman Musi­ el primer congres0 de la SEM, que tuvo lugar en Boston, David Me
cal Style ( 1 928), una de las primeras aplicaciones etnomusicológicas

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22
H E L E N P. M Y E R S ETNOMUSICOLOGIA

Allester, uno de sus fundadores, daba cuenta � la necesidad de re­ por tradición oral» (List, 1 962: 24)� Y una t�rcera � cepci?n del t�r­
definir el objeto de la disciplina en base a nuevas propuestas meto­ mino subrayaba el hecho de que la etnomus1colog1a deb1a estudiar
dológicas: culturas musicales ajenas a la propia:
Se discutieron muy profundan1ente los fines de la sociedad, y, por conseoS(), La etnomusicología atañe a la música de otros pueblos [ ... ] El prefijo «et­
se acordó qt1e la «etno-musicología» n<) se limitaba a la llamada «música pri­ no » presupone una labor llevada a efecto al margen de nuestra cultura, y a
mitiva», y que su definición tenía que ver más con la orientación que diera la que, por norma general, el observador no pertenece[... ] De ahf que no nos
a su estudio el investigador que con la rigidez de un determinado discurso sorprenda el énfasis puesto en el método comparativo en los primeros tiem­
[ ... ] por lo que el término «etno-musicología» era más preciso y apropiado pos de esta ciencia, que se denominaba musicología comparada hasta que en
para referirse a esta disciplina y a su campo de investigación que la vieja de- los sesenta se le dio un nuevo nombre (Wachsmann, 1 969: 165).
nominación «musicología comparada» ( 1 956: 5).
·

A fines de los años cincuenta los etnomusicólogos americanos se


El término «etnomusicología>> ganó audiencia a mediados de los dividían en dos clases: los antropólogos, liderados por Alan Merriam
años cincuenta (la Sociedad lo utilizó de manera oficial a partir de ( 1 923-1 9 80), y los musicólogos, cuyo principal representante era
1 9 5 7), reemplazando definitivamente al de «musicología compara­ Mantle Hood (n. 1 9 1 8 ) (Merriam, 1 969). En 1 960 Merriam, como
da». George Herzog, Jaap Kunst, Willard Rhodes, George List y Curt antropólogo que era, definió la etnomusicología como «el estudio de
Sachs apuntaron una y otra vez que esta ciencia no era ni más ni la música en la cultura>> (p. 1 09), concepto que en 1 9 73 cambió por
menos comparativa que cualquier otra: «el estudio de la música como cultura», subrayando aún más la im­
portancia de sus aspectos sociales y culturales al escribir que «la
El concepto «musicología comparada» ya no es válido. La comparación es música es cultura y lo que los músicos hacen es sociedad» ( 1 977: 204;
un método que está en la base de cualquier rama del conocimiento; todas
nuestras descripciones, tanto en ciencias como en humanidades, presentan 1975: 57; véase también Herndo6 y McLeod, 1 979) . Criticó el tra­
similitudes y diferencias. En Historia de la música, por ejemplo, es imposible bajo de laboratorio de la escuela de Berlín, en la que, según él, «los
referirse a las misas de Palestrina sin compararlas con las de Lasso o Victo­ hechos culturales se utilizaban de modo más o menos indiscrimi­
ria, o con sus propios motetes. En realidad nuestro pensamiento no es más nado para ''probar'' teorías concebidas de antemano>> ( 1964: 52). Pa­
que una forma de comparación: hablar de un cielo azul es compararlo con
otro gris o violeta. Walter Wiora estaba en lo cierto cuando dijo que la com­
ra Merriam el trabajo de campo constituye una parte fundamental de
paración no es una especialidad sino un medio (Sachs, 1961: 15). la investigación etnomusieológica, proponiendo un modelo de estu­
dio que tuviera en cuenta las ideas que tienen las culturas sobre la
Muchas de las primeras definiciones de etnomusicología eran prác­ música, su comportamiento ante ella y el sonido musical en sí mismo
ticamente las mismas de la musicología comparada, y su objeto, el es­ (pp. 32-33).
tudio de las músicas primitivas, no occidentales, folklóricas y orien­ El descontento de Merriam era el de la mayoría de los etnomusi­
tales. cólogos americanos, que veían que las investigaciones en curso, muy
incompletas, impedían una visión más amplia del asunto. Sus ideas
El objeto de estudio de la etnomusicología, o como antes se decía: musico­ se beneficiaron del notable aumento de los trabajos de campo lleva­
logía comparada, es la música tradicional y los instrumentos musicales de dos a efecto tras el desarrollo experimentado por la aviación comer­
todos los estratos culturales de la humanidad, desde los denominados pue­ cial al término de la segunda Guerra Mundial. Cautela es la caracte­
blos primitivos a las naciones civilizadas. Así pues, nuestra ciencia se inte­ rística que domina las investigaciones de los años cincuenta y ses�ta;
resa tanto por las músicas folklóricas y tribales como por las cultas de las
civilizaciones no occidentales; sin descuidar aspectos sociológicos tales co­
la mayoría son descripciones etnográficas realizadas a partir de tra­
mo la aculturación o hibridación musicales. Quedan fuera de su cometido bajos de campo sobre tradiciones, grupos étnicos o áreas geográfi­
la música culta de Occidente y la popular o de entretenimiento (Kunst, amp. cas concretas para tapar huecos en el mapa de los estilos musicales
3/1959: 1). del mundo.
Hood, como Merriam, era reacio a comparar las culturas musi­
Otras hacían hincapié en la importancia de la tradición oral: <<Prin­ cales como lo habían hecho los primeros musicólogos, argumentan­
cipalmente la etnomusicología se ocupa de músicas que se difunden do que no se disponía de suficientes datos para ello:

24 25
E T N OMU SI COLOG 1 A
.

HELEN P. MYE R S

explícito cuando en 1961 Hood afirmó que <<en la segunda mitad del
. La temprana inquietud por el método comparativo, anterior incluso a que se siglo XX la vida del hombre dependerá de la bondad de sus relacio­
J supiera lo que había que comparar, dio lugar a teorías muy imaginativas, pe­
ro la verdad es que aportó poca información de valor. Factores como la nes». Su discurso interesó tanto a los estudiantes como a los rec­
eC(lnomía, la tec11ología o el aislamiento social fuer<)n los responsables del tores de las universidades, de manera que los graduados en etnomu­
uso indiscriminado de términos tales como «música primitiva» o «música sico logía por la UCLA tardaron poco en encontrar trabajo en las más
exótica» [ ... ] Aún quedan por estudiar un gran número de culturas no occi­ importantes. En una serie de artículos aparecidos en los números ini­
dentales y faltará tiempo para volver a examinar nuestra música culta a la
luz de nuevos planteamientos antes de que la metodología comparada llegue ciales de SEM Newsletter Hood fue uno de los primeros en procla­
a «brindarle a la musicología una perspectiva global» ( 1 969: 299). mar (parafraseando el «Report of the Committee on Graduate Stu­
dies», ]ournal of the American Musicolog ical Society, 1955) que la
La musicología americana preconizó el dominio de una segunda etnomusicología era el estudio de todas y cada una de las músicas:
lengua musical, la «bi-musicalidad» (algo parecido al bilingüismo), «La [etno]musicología es la ciencia que estudia la música como fe­
hecho que obligaba al etnomusicólogo a permanecer en su lugar de nómeno físico, psicológico, estético y cultural. El [etno ]musicólogo
trabajo uno o más años (Hood, 1960, 1971). El método se inspira­ es un experto cuyo objetivo primordial es el conocimiento de la mú­
ba en las enseñanzas del teórico de Connecticut Charles Seeger (1886- sica» (1957: 2).
1979), para quien palabra y música constituían formas de comuni­ En los años sesenta los investigadores continuaron rechazando la
cación incompatibles. Semejante «coyuntura musicológica», como la metodología comparada como la característica más importante de la
calificó el propio Seeger, le granjeó una posición un tanto incómoda etnomusicología. Así, John Blacking (1928-1990) denunció la su­
al tener qt1e utilizar palabras para hablar de música: perficialidad de comparaciones basadas en análisis estadísticos de es­
calas, intervalos y ritmos:
Ahora bien, si lo que pretendemos es hablar de la música no tenemos más re­
medio que hacerlo en términos de discurso. Pero entonces sus polaridades, Si aceptamos que el estilo musical de una cultura constituye un fiel reflejo
oposiciones, dicotomías o como quiera llamárselas pasan a ser vistas como de sus patrones de comportamiento, no podremos compararlo con otro sal­
características del proceso de composición musical. Mas si tratas de recor­ vo que estemos convencidos de que proviene de modelos de comportamien­
dar cómo era el hacer música cuando estabas en tu mejor momento, más con­ to similares. Y a la inversa, los análisis estadísticos pueden llegar a demos­
centrado y probablemente más libre de sentimiento y actividad mental ex­ trar que la música de dos culturas es muy diferente, pero si indagamos en los
traños a la música, me pregunto si uno encuentra ahí análogos de las «orígenes» de sus .respectivos estilos es muy posible que lleguemos al con­
polaridades, oposiciones, dicotomías y demás parafernalia del discurso ha­ vencimiento de que su significado es prácticamente el mismo, sólo que ha da­
blado. O, en el caso de que aparezcan, si no son más que intrusiones débiles do lugar a dos «lenguajes» diferentes ( 1 966: 2 1 8 ) .
y entorpecedoras procedentes de otras formas de sentimiento y. actividad men­
tal. A mí me sucede. No comprendo a los que hablan del significado de la
música. Si yo lo entiendo bien, el significado de una cosa es aquello que re­
Un tema que llama la atención en la breve historia de la etno­
presenta, a menos qt1e, por rara excepción, algo se represente a sí mismo, lo musicología, pero que se explica en parte por la escasa tradición aca­
cual está próximo al sinsentido. Creo que el presunto significado de la mú­ démica de esta disciplina, es su obsesión por las definiciones. Con Ad­
sica consiste precisamente en eso. Lo demás, los significados atribuidos a la ler a la cabeza, Jaap Kunst, Helen Heffron Roberts, Curt Sachs y
función de la música en contextos sociales, son significados discursivos en Charles Seeger padres de la disciplina elaboraron unas cuantas,
contextos de discurso ( 19 77: 1 8 3).
como también sus discípulos: Mantle Hood, George List, David
McAllester, Alan Merriam, Bruno Nettl y Klaus Wachsmann. Un si­
La solución que propuso Seeger fue el estudio de las prácticas mu­ glo después volvemos a encontrarlas en nuestras publicaciones, re­
sicales no occidentales tanto en el campo como en el propio entorno pletas de ellas. Las hay para todos los gustos: definiciones de etno­
del investigador. A tal fin Hood llevó al Institute of Ethnomusicology musicología mezcladas con pedantes disquisiciones sobre su estatuto
de la UCLA a algunos de los mejores maestros, entre los que se en­ científico (¿doctrina o especialidad, ciencia humana o social?) o ri­
contraban José Maceda (Filipinas), Kwabena Nketia (Ghana) y I-Iard­ dículas exégesis sobre lugares comunes (tiempo, espacio, música)
ja Susilo (Java). A principios de los años sesenta en las clases de sobre los que, a veces, algún ingenuo se arroga una perspectiva pri­
Hood se enseñaba música javanesa, persa, japonesa, mexicana, india, vilegiada. No hay por qué asombrarse. Una disciplina joven como és-
balinesa, griega y africana. El compromiso de la disciplina quedaba

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H E L E N P. M Y E R S ETNOMUSICOLOGIA

ta que reclama como suyo el mundo de la música al completo pa­ ble el recelo que muestran los investigadores de continentes no oc­
sado, presente y futuro necesita también un ancla. El miedo a pe­ cidentales como África o Asia, que, por decisión de los americanos,
recer en el océano de la música, la naturaleza resbaladiza y subjetiva son considerados los etno de la musicología.
de la investigación transcultural, la elusiva tierra de nadie entre las A menudo el etnomusicólogo contemporáneo no tiene a dónde
ciencias sociales y las humanidades llevaron a los etnomusicólogos a acudir a la hora de buscar palabras para explicar su trabajo, pues en
marcar muy bien su territorio mediante límites definicionales. las últimas décadas se le prohibió el uso de los términos vívidos y
Lo primero que debe hacer un aprendiz de etnomusicólogo es coloristas a los que antes recurría de constante. Viejos adjetivos evo­
repasar las viejas definiciones de la ciencia, como las de A.dler o See­ lucionistas, como <<salvaje», <<primitivo», «exótico», «oriental», <<Le­
ger. Pero, como si de un artesano que se limitara a afilar sus herra­ jano Oriente»; creaciones del tipo «folklórico>> , «no occidental>> ,
mientas se tratase, el principiante corre el peligro de ahogarse en ese «ágrafo>> , «preliterario», o recientemente «mundo», hace tiempo que
mar de conceptos. Le ocurrió a mucha gente, que acabó sacrifican­ viven en el exilio tildados de peyorativos. El término que sobrevivió
do su objeto de estudio al ejercicio de la definición por la definición. al juicio de los años setenta fue «tradicional», pero aplicado a la mú­
A ese riesgo cabe contraponer un beneficio: la familiaridad con todas sica tiene que ver con todo y, consecuentemente, con nada.
estas definiciones, desde las más sucintas a las extensas, convierte a La naturaleza de los estudios etnomusicológicos ha experimen­
la etnomusicología en un poderoso lente de múltiples facetas con el tado una importante transformación a lo largo de los últimos cien
que acercarse a la diversidad y la singularidad, desarrollando al mis­ años, pero la especialidad todavía no ha alcanzado su «mayoría de
mo tiempo la imaginación, la intuición, la perspicacia y la compa­ edad» (como se dijo en el 25 Congreso de la Society for Ethnomusi­
sión. Ideas que, sin duda, tentarán al buen estudiante a zambullirse cology, 1 980). No sólo los musicólogos y los antropólogos se lla­
en aguas desconocidas. man a sí mismos «etnomusicólogos», sino también los profesores de
El primero de los temas en ser cuestionado fue el del término música, los profesionales de la musicoterapia, los intérpretes de músi­
que identifica una materia tan diversa como ésta. Pocos investiga­ cas no occidentales y los compositores que utilizan lenguajes musica­
dores utilizan la palabra «etnomusicología>> mientras están en el les folklóricos y no occidentales en sus obras. La poltrona del etno­
campo. La disputa comienza al volver, en el ámbito universitario. musicólogo de sillón ha quedado vacía; ahora a los investigadores no
Allí, desde los años cincuenta, los etnomusicólogos se han consti­ les queda otro remedio que dirigir personalmente sus trabajos de cam­
tuido en guardianes de aspectos de la investigación musical igno­ po y tratar directamente con las culturas cuya música estudian, he­
rados o dejados de lado por intérpretes, historiadores y teóricos de chos que se han traducido en un incremento del nivel de las investi­
la música clásica, hecho del que se deriva la mezcolanza de temas gaciones y una mejor comprensión del papel que desempeña la música
que conforman esta disciplina y desafían cualquier definición. ¿Có­ en la vida del hombre. Pero ¿y los temas fundamentales? ¿Han cam­
mo es posible que un investigador interesado por el folklore musi­ biado realmente? Hornbostel entendió bien . el debate outsider-insi­
cal chino de hoy en día comparta techo con otro a quien sólo le in­ der; Robert Lachmann ( 1 892-1940) vio que el concepto de modali­
teresan los viejos manuscritos de esa cultura? Pues en la academia dad era el mismo tanto en el Oeste, como en el Sur y en el Sudeste
de los años noventa ambos coinciden en la misma área de etnomu­ asiáticos; y en sus últimas obras Sachs afirmó que las culturas no
sicología. Realmente, Charles Seeger estaba en lo cierto al afirmar occidentales no <<progresan>> en pos del ideal occidental. «Los gran­
que los historiadores de la música culta europea habían «secues­ des hombres del pasado tenían la respuesta>> (Nettl, 1 9 75, 70; entre­
trado» la musicología para reducirla a meras pesquisas parroquia­ vista personal, 1 990).
les. Otros fundadores de la disciplina abogan por seguir usando el
término etnomusicología porque les recuerda el espíritu que les Vamos tapando huecos, pero a veces uno tiene la sensación de que la cien­
llevó a fundar la Society for Ethnomusicology al término de la se­ cia de la etnomusicología poco puede aportarnos a lo que ya sabemos. ¿He­
mos descubierto todas las músicas? Se nos brindan numerosas ideas sobre
gunda Guerra Mundial. Los jóvenes etnomusicólogos europeos y cómo realizar nuestro trabajo, ideas sobre metodología y teoría, pero las des­
americanos han asumido esta identidad porque es la que han co­ cripciones sustantivas de un estilo o cultura musicales han cambiado relati­
nocido; y que asocian con el ambiente convivencia! y estimulante vamente poco. Tras efectuar algunos estudios sobre la improvisación en las
de las reuniones de la mencionada institución. Pero es comprensi- músicas persa y árabe, volví al pequeño libro de Robert Lachmann, Musik

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H E L E N P. M Y E R S
ETNOMUSICOLOGIA

des Orients, y me di cuenta de que explícita o implícitamente cuarenta años


antes él había plasmado en unas pocas frases lo que yo traté en toda una se­ relaciones y, también, de un nuevo código de conducta fue el rec� -
rie de artículos (Nettl, 1975: 70-71). 11ocimiento que se tributó a intérpretes e informantes por su contri­
bución al mundo de la investigación musical (Nettl, 1 984 ). Al�unos
Pese a la diversidad de los temas de estudio, en la etnomusicolo­ etnomusicólogos animaron a sus inforrr1antes a contar ellos m_1smos
cantante nava jo bless .
1r1gw· ay Frank Mitc.hell
gía de los años setenta y ochenta se produjo un acercamiento entre su Propia historia·' así' el
escribió una autobiografía ( 197 8) en colaboración con el in . �es�1ga-
teoría y método. Las perspectivas musicológicas y antropológicas se
fusionaron, el interés que antes despertaban los objetos las can­ dor americano David McAllester y su discípula Charlott� Fr1sb1e, Y
cio11es, los instrum.entos se dirigía ahora hacia la creación y la in­ en el libro del viajero escocés Betsy Whyte ( 1 979 ) �uvo _un 1mporta!1te
papel el etnomusicólogo Peter Cooke� de la Un1vers1dad de Ed_1m­
terpretación la composición y la improvisación y el centro de
burgo. Y por lo que resp ecta al trab a10 de c mpo y a � a _
1nve st1ga­
ción en general, se cuidaron más las formas, de1a:ido cop�a �e las gra­
atención pasó de la recolección de piezas del repertorio al estudio de �
estos procesos.
Se pusiero11 en práctica nuevos métodos de análisis musical y cul­ baciones y publicaciones realizadas en los archivos y bibliotecas de
tural, que incluían modelos cibernéticos (estudio de los procesos de los países en los que se había trabajado. ,. . .
I as nuevas tecnologías permitieron nuevos metodos de anal1�1s,
,.

control), aspectos de la teoría de la información (cómo se genera,


como por ejemplo el vídeo o la técnica del play-back en los t��ba1os
...

transmite y guarda), la semiótica (interpretación de los fenómenos en


términos de signos y símbolos) y el estructuralismo (identificación de de Ruth Stone sobre los kpelle de Liberia ( 1 982 ). Para facilitar_ la
las estructuras que gobiernan los fenómenos culturales), poniéndose transcripción de complejas polifonías y polirritmias de la República
Centroafricana, Simba Arom utilizó técnicas de grabación en estéreo
y play-back, prácticas a �as ��e los músi�o� se prestaban �orno «au­
un énfasis especial en la descodificación del significado del mensaje
musical. Todo ello se tradujo en etnografías musicales más rigurosas,
ténticos colaboradores c1entif1cos <<decidiendo las sucesivas etapas
»,

como las dedicadas a la performance (McLeod y Herndon, 1980) o


de la investigación>> ( 1 976: 495 ). .
al análisis microetnográfico del acontecimiento musical (Stone, 1 982).
Dado el carácter interdisciplinario de la etnomus1colog1a Y la ca-
da vez mayor diversidad de métodos y te�rías, � finales de �os añ�s
,

Los viejos temas de estudio comenzaron a incluir aspectos no con­


templados hasta entonces, como, por ejemplo, cuestiones de moder­ meno s que 1mpo s1ble una ,.
un1ca defi-
setenta George List veía poco
nización u occidentalización (Nettl, 1 9 85). Se roturaron nuevos cam­
nición de la disciplina:
pos, como la etnopoética y la antropología estética (Feld, 1 982), el
género y la música (Keeling, 1 989), la música urbana (Nettl, 1 978), la El campo de estudio de la etnomusicología se ha expandido de m�nera tan
música de los refugiados, la música cinematográfica india y japon.esa rápida que hoy en día prácticamente abarca cualquie: comportam1ento h �­
.
(Arnold, 1 985; Skillman, 1 9·8 6), el impacto del turismo en la música, mano que tenga algo que ver con lo que llamamos mus1ca. Los datos Y me­
la música y los músicos callejeros o las nuevas músicas tra.dicionales todos que utiliza provienen de disciplinas relacionadas con las a�tes, las huma­
nidades, las ciencias sociales y las físicas. La diversidad de doctrinas, enfoques
-formas populares occidentalizadas en ciudades no occidentales en y procedimientos es enorme. Resulta imposible abarcarlos todos con una so­
vías de desarrollo , tales como la salsa latina, la hig hlife africana o la definición ( 1 979: 1).
el jujú, kwela o tarabu congoleños (Blum, 1 978; Waterman, 1985,
1 990). A ello contribuyó de manera muy especial el auge del comer­ Junto a estudios muy innovadores sobre la vida musical 1noder­
cio de la cassette tanto en África como en Asia (Wallis y Malm, 1 984 ). na, los años setenta y ochenta fueron testigos de trabajos de campo
De la industria musical se derivó tal mezcla de estilos y tenden­ llevados a efecto en comunidades prácticamente vírgenes a los ojos
cias que los investigadores de comienzos de siglo, empeñados en dar de Occidente, como los de Anthony Seeger entre los suyá, una tribu
con la verdadera música folklórica, habrían quedado atónitos. El tra­ remota del Amazonas ( 1987), o los de Marina Roseman sobre los te­
bajo de campo entró en una dimensión nueva: los medios de comu­ miar de la selva tropical de Malasia ( 1 984). Steven Feld y Monique
nicación y la industria discográfica pusieron al alcance de la mano Brandily tuvieron que estudiar la ornitología local para comprender
del investigador su objeto de estudio; y músicos de Asia y África sistemas musicales tan complejos como los de los kaluli, de las tierras
dieron conciertos en todas las capitales de Occidente. Fruto de estas altas de Papúa-Nueva Guinea, o los teda, del Chad (Feld, 1982, 1988;

30 31
H E L E N P. M Y E R S E T N O M U S I C O LOGÍA

Brandily, 1982). Y en determinados sitios, muy aislados, a los inves­ de música, a psicólogos y a neurólogos (Wilson y Roehmann, 1988,
tigadores no les cupo otro remedio que adaptar sus métodos a las cir­ 1 990). El trabajo en equipo permitió efectuar estudios destinados a
cunstancias a las que tuvieron que enfrentarse. En sus charlas sobre comprender mejor aspectos de la música relacionados con funciones
música y lenguaje no tanto en sus entrevistas Hugo Zemp siem­ motrices y cerebrales. A ellos los etnomusicólogos contribuyeron com­
pre puso de manifiesto la riqueza y precisión del vocabulario musi­ parando productos de diversas culturas, volviendo así sobre una idea
cal de los 'are'are de las islas Salomón ( 1 978, 1979, 1981). Para Wachs­ -y una práctica característica de los estudios sobre psicoacústica
mann experiencias tan novedosas como éstas constituían la solución llevados a cabo por la escuela de Berlín a finales del siglo xrx. ¿Los
definitiva a la contraposición de los discursos lingüístico y musical, aspectos biológicos de nuestro comportamiento musical son univer­
la tesis de Charles Seeger sobre «las dificultades del linguocentrismo>>: sales o están determinados por la cultura? La vieja dicotomía natu­
ral/cultural reaparecía de nuevo.
Al desentrañar el vocabulario musical de Jos 'are'are y los kaluli, 1-Iugo Zemp Tras un siglo de experiencia, ciertos temas constituyen todavía hoy
y Steven Feld nos brindaron un material muy rico sobre una clase de per­ el centro de atención de la etnomusicología. Por regla general, al et­
cepción de la que nada se sabía hasta entonces [ . . . ] Zen1p y Feld nos sor­
prenden con un juego enteramente nuevo en el que la significación de la nomusicólogo le interesa la música no occidental y la f olklórica, y,
metáfora y la sinestesia, y el nexo íntimo que une música, discurso y expe­ especialmente, la relación de ésta con el entorno en que se produce.
riencia de sí, desempeñan un papel de la mayor importancia (Wachsmann, Con el mundo como casa, y teniendo por bandera el estudio de los
1982: 210-211). vínculos que unen la música con la vida, en su tarea los etnomusicó­
logos echaron mano de métodos y teorías de algunas disciplinas au­
Por paradójico que parezca, las nuevas metodologías resucitaron xiliares. Hoy en día muchas publicaciones que describen la música
viejos asuntos, como el de la comparación, por ejemplo, que regresó, de Mongolia, o de Bolivia, o de Samoa, recurren a términos proceden­
aunque con una nueva perspectiva. ¿Podemos enfrentar la música tes del mundo de la lingüística, la comunicación, la sociología feno­
de culturas que comparten sistemas sociales o entornos medioam­ menológica, la teoría de la información, el estructuralismo, etc., difi­
bientales similares, como la de pequeñas comunidades, la de los in­ cultando la vida por igual a profesionales y aficionados (por no hablar
dígenas del trópico, la de los habitantes de las ciudades o la de los de los músicos cuya música se está estudiando). Si hurgamos en las pá­
campesinos? A mediados de los años setenta Nettl dio cuenta del re­ ginas de las dos revistas más importantes de la especialidad, Ethno­
nacer del método comparativo: musicology y Yearbook for Traditional Music, nos daremos cuenta en­
seguida. En algunas encontramos términos que nos resultan familiares,
Al descubrir o redescubrir nuestra historia, resucitaremos viejos tópicos [... ]
La reimpresión de obras como las de Hornbostel o Brailoiu es un estímulo como «interpretación», «acto» o «asunción», pero en otras no sería
para los que piensan que es posible conocer tan bien un determinado núme­ difícil vernos ahogados en un mar de indefinidas matrices y paradig­
ro de culturas musicales c omo para compararlas [ ... ] Regresarémos de nue­ mas sobr·e la «ideación sónica», «los perfiles cantométricos», «la
vo a la idea de que las músicas se pueden comparar; que a un determinado descripción densa» o <<la teoría semiótico-cibernética».
nivel de estudio se prestan a ello y que una cultura musical no se llega a do­
�n defens� de mis colegas diré que lo que para un ser humano es
minar por completo a menos que, implícitamente, se la compare C<>n lo que ,
mus1ca (por ejemplo para el etnomusicólogo), para otro puede ser la
se conoce ( l. 975: 71).
lla��da a la oración (la música está prohibida en el islam). De hecho,
A finales de los años setenta se alzaron voces a favor de aproxi­ �mzas esta aparentemente tediosa revisión de principios básicos cons­
maciones etnomusicológicas a la música clásica, pero hasta la fecha t1�uya la �portación más relevante de la etnomusicología a los estu­
es muy poco lo que se ha publicado en este campo (no obstante, véase dios mus1cales. Pero es, de todos modos, tediosa, y particularmente
, .
Wachsmann, 1 9 8 1 y 1 982; Herndon, 1988). Por contra, los musicó­ problemat1c � para los editores de publicaciones de referencia, si pen­
logos (que miraban los métodos etnomusicológicos como por encima samos, :1'ºr e1empl? , en obras tales como The New Grave Dictionary
.
of Muste and Muszczans (6 .ª ed.), cuyos responsables ansían (no siem­
del hombro) comenzaron a prestar más atención a los factores extra­
musicales, particularmente al entorno social. pre en vano) colaboradores capaces de describir la música de otros
A principios de los años ochenta la biología de la creación musical
hombres en un lenguaje franco que no vulnere las peculiaridades de
implicó a musicólogos y a etnomusicólogos, a músicos y a profesores su cultura.

32 33
. -
. -- ·

H E L E N P. M Y E R S ETNOMUSICOLOGÍA

Las disputas continúan: entre los que buscan sistemas de análi­ Blacking, J. «Ethnomusicology as a Key Subject in the Social Sciences » . In
sis de aplicación universal y los que pretenden utilizar el marco cog­ Memoriam António jorge Díaz, III. Lisboa, p. 71.
nitivo de la cultura como base para el análisis de su música; entre Blum, J. ( 1 978 ) «Problems of Salsa Research» . Ethnomusicology, XXII: 137.
los que creen que el examen detallado de ésta es primordial para su Blum, S. ( 1 975 ) «Towards a Social History of Musicological Technique » .
comprensión y los que consideran que la música sólo puede ser en­ Ethnomusicology, XIX: 207.
tendida en sus propios términos, a través de la performance. Aun­ Brandily, M. ( 1 9 82) «Songs to Birds among the Teda of Chad » . Ethnomusi­
que cambien los enfoques y las metodologías, algunos principios de cology, XXVI: 3 71 .
la etnomusicología permanecen inalterables. El trabajo de campo con­ Bukofzer, M. F. ( 1956) « Observations on the Study of Non-Western Music» .
En P. Collaer (ed.) Les Col/oques de Wégimont. Bruxelles, p. 33.
tinúa siendo el centro de la investigación, teniendo que recoger cada
Chase, G. ( 1958) « A Dialectical Approach to Music History» . Ethnomusi­
investigador sus propios materiales para analizarlos posteriormente.
cology, II ( 1 ).
Los etnomusicólogos siguen dando importancia a las transcripciones;
Chase, G. ( 1 972) « American Musicology and the Social Sciences» . En B. S.
algunos utilizan ordenadores o melógrafos para ello, pero son mu­
Brook, E. O. D. Downes y S. Van Solkema (eds.) Perspectives in Musi­
chos los que, pertrechados con determinados símbolos, continúan cology. New York, p. 202.
fiándose de la notación convencional. Czekanowska, A. ( 1 97 1 ) Etnografía muzyczna: metodología i metodyka.
Metido en harina, al lector inteligente no le resultará difícil cap­ Warszawa.
tar la ironía que yace en el corazón de esta disciplina. Por una parte, Day, C. R. ( 1 974) [ 1 8 9 1 ] The Music and Musical Instruments of Southern
cada investigador tiende a creer que la música que está estudiando es India and the Deccan. London y New York.
especial y única; pero, al mismo tiempo, ninguno la consideraría su­ Densmore, F. (1 972) [19 10- 1 9 1 3] Chippewa Music. Washington, D.C.
perior a la de sus colegas... Los juicios de valor no están de moda en Densmore, F. ( 1 972) [ 1 9 1 8 ] Tetan Sioux Music. Washington, D.C.
la etnomusicología de hoy: es el pequeño precio a pagar por un tra­ Densmore, F. ( 1 972) [ 1 929] Papago Music. Washington, D .C.
tamiento igualitario de todas las músicas del mundo. Así que pese a Densmore, F. ( 1 972) [ 1 943] Choctaw Music. Washington, D.C.
su asombrosa retahíla de tópicos, su aluvión de jergas o sus pedantes Densmore, F. ( 1 972) [ 1 956] Seminole Music. Washington, D.C.
definiciones, los etnomusicólogos pueden tener a gala el haber en­ Duckles, V. ( 1 972) « Musicology at the Mirror: a Prospectus for the History
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38 39
Capítulo 2

LOS PROBLEMAS DE LA MUSICOLOGÍA


COMPARADA ( * ) 1

E ri c h M . v o n Ho rn b o s t e l •

A una nueva área especializada de la ciencia le corresponde la tarea de


justificar su existencia. Ya que, en el caso de los nuevos ámbitos de in­
vestigación, esta tarea no puede realizarse mediante la presentación de
los resultados obtenidos, será necesario en primer lugar tomar en con...
sideración los objetivos que se persiguen y los beneficios que la madre
ciencia puede esperar de su vástago. A primera vista, el trabajo de los
especialistas parece concordar poco con las cuestiones generales de la
ciencia. ¿De qué servirá podría preguntarse alguien hacer cantar a
un hotentote ante un fonógrafo para posteriormente analizar minucio­
samente este dudoso · producto artístico con ton.ómetro y metrónomo?
Hoy, ante un círculo de investigadores y amantes de la música,
desearía hacer el intento de mostrar cómo la problemática que se plan­
tea la musicología comparada conduce directamente a cuestiones tan
básicas como la del origen y desarrollo de la música y la de la natu­
raleza de lo bello en la música.
Previamente, no obstante, permítaseme indicar brevemente lo que
significa el térmi110 musicolog ía comparada.

(�) '!ornado de E. M. von Hornbostel (1905) «Die Probleme der vergleichenden


Mus1kw1ssenschaft». Zeitschrift der lnternationalen Musikgesellschaft, 713: 85-97.
Traducción de Josep Martí i Pérez.
1. Coqferencia impartida el 24 de marzo de 1905 en la delegación de la Sociedad
Internacional de Musicología de Viena. La conferencia fue ilustrada con ejemplos en
el· fonógrafo y gramófono.

41
ERICH M. VON HORNBOSTEL L O S P R O B l. E M A S D E L A lv\ U S I C O L O G I A C O M PA R A D A

La comparación constituye el principal recurso para el conoci­ fotografía y a métodos de medida fáciles de dominar. Al lingüista
miento científico. La comparación permite el análisis y la descripción con un buen oído le basta generalmente con el cuaderno de notas, y el
exacta de un fenómeno particular, ya que al confrontar éste con otros viajero se ve forzado por razones prácticas a aprender la lengua.
fenómenos se ponen al descubierto sus cualidades distintivas. Pero El musicólogo que tenía que buscar apoyo en el etnólogo lo tenía
por otra parte la comparación caracteriza los fenómenos particula­ hasta hace poco bastante difícil; los instrumentos musicales de los
res como casos especiales, puesto que constata las similitudes y las museos tenían poco que ofrecerle por ellos mismos. Los informes de
formula como «leyes». Tanto la sistematización como la teoría de­ los viajeros se contentaban generalmente con algunas anotaciones so­
penden de la comparación. En este sentido, toda ciencia sería com­ bre la «música disonante de los nativos>>, «el ruido infernal que acom­
parativa, y la comparación no constituiría nin.gún método especial si­ paña las danzas y las fiestas» o «la voz melancólica de una extraña
no de índole general. No obstante, se habla generalmente de «anatomía tonada». Algunos viajeros y misioneros intentaban también trans­
comparada», «lingüística comparada», etc. Ello implica la aplicación cribir melodías de oído 2 • No obstante, las dificultades de este méto­
de un determinado punto de vista. La anatomía médica se ocupa ca­ do también para personas musicalmente expertas se acrecientan
si exclusivamente de la constitución del cuerpo humano, mientras que enormemente cuando una música se sirve de intervalos y ritmos to­
la zoología, de acuerdo en sus inicios con la sistematización tradi­ talmente inhabituales. Y, en este sentido, las dificultades implican
cional, trata la anatomía de cada especie animal separadamente. De fuentes de errores. Tenemos entonces la tendencia difícilmente evita­
esta manera, habría una anatomía de los monos, de los murciélagos, ble de ajustar lo inusual a nuestros conceptos y de escuchar a la eu­
de los roedores, etc. Ahora bien, la anatomía comparada presenta, ropea la música exótica.
por así decirlo, análisis transversales de todo el complejo: toma en Con el invento del fonógrafo la musicología cuenta con un re­
consideración los diferentes órganos a través de todo el reino de los curso auxiliar para fijar las expresiones musicales de todos los pue­
seres vivos y reconoce, por ejemplo, una especie de ojo en los huesos blos de la tierra de una manera irrefutablemente exacta, posibilitan­
cefálicos de la vértebra humana y en la epidermis externa de las ho­ do de esta manera su riguroso tratamiento científico. Naturalmente,
jas (Haberlandt, 1904). Los nuevos conocimientos adquiridos de es­ la utilidad del fonógrafo como instrumento de viaje supone la mejo­
ta manera proporcionan nuevos principios de clasificación al mismo ra y el abarata1niento de los primitivos y caros aparatos usados en un
tiempo que estimulan nuevas investigaciones especializadas. principio. Por lo que se refiere a ambos aspectos, podemos sentirnos
El desarrollo de la lingüística siguió una evolU:ción similar. En pri­ hoy profundamente satisfechos. Con un desembolso de cincuenta mar­
mer lugar, la filología estudió las diferentes lenguas de manera sepa­ cos nos podemos permitir la adquisición de un aparato de dimen­
rada, hasta que la lingüística comparada estableció conexiones en­ siones reducidas y ligero pero al mismo tiempo sólido y de absoluta
tre ellas. También esto sirvió para señalar nuevos caminos y llevar a confianza; su manejo es tan sencillo que cualquier persona se puede
cabo nuevos agrupamientos. familiarizar con él tras un cuarto de hora de aprendizaje, y las gra­
Las lenguas de los denominados pueblos primitivos, apenas to­ baciones resultan plenamente satisfactorias. De los cilindros o discos
madas en consideración hasta ento11ces, adquirieron de pronto un es­ de cera se pueden obtener copias metálicas galvanizadas que son in­
pecial interés. Dentro de las áreas lingüísticas conocidas de los países destructibles (Exner, 1902; Azoulay, 1902). Se reúnen, pues, todos los
civilizados, los dialectos fueron atentamente estudiados, obteniéndose requisitos para la recolección de ejemplos musicales y lingüísticos a
de esta manera un conjunto de da.tos cada vez más abundante para gran escala y para su conservación en los museos fonográficos o ar­
la comparación. chivos. Lo más importante es, naturalmente, contar con un número
El método comparativo se introdujo relativamente tarde en la mu­ suficiente de recolectores que se animen a asumir el pequeño esfuer­
sicología. Ello se debe en primer lugar al hecho de que la tarea reco­ zo que implican las grabaciones fonográficas aunque no estén direc-
lectora del etnólogo viajero resultaba más fácil para todos los otros
ámbitos. Los productos de las artes plásticas y de la tecnología pue­
den ser acarreados y conservados en los museos en su forma original; 2. Este ma��rial, bastante copioso, qu�zás podría ser tras un examen crítico par­
también el cuaderno de campo y posteriormente la cámara ofrecen c�.almente de ut1l1dad para las nuevas 1nvest1gac1ones.
. Pero será inservible mientras nos
sigan faltando datos comparativos suficientemente precisos.
su ayuda en este sentido. La antropología física recurre asimismo a la

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E R IC H M . V O N H O R N BOSTEL LOS PROB LEMAS DE LA MUSICOLOGIA COMPARADA

tamente interesados en ellas. En este sentido, América se nos ha ade­ ponemos, desearía intentar presentarles una rápida ojeada sobre el
lantado: ya hace tiempo que no se emprende allí ninguna expedi­ conjunto de problemas que la musicología comparada tendrá que
ción científica sin fonógrafo. También el Archivo Fonográfico de Vie­ afrontar en el futuro.
na, creado por iniciativa de la Academia de Ciencias, desarrolla desde Las cuestiones más obvias conciernen al material básico de cual­
hace tres años una prometedora actividad recolectora. La Sociedad quier tipo de música, los tonos. En general, hablaremos solamente
de Antropología de París posee asimismo una buena colección; en In­ de música cuando hallemos grados tonales fijos y diferenciados.
glaterra, Cambridge lo ha empezado a hacer; en Alemania el Institu­ Pero incluso esta simple definición no tiene una validez absoluta. En
to de Psicología de Berlín 3 • Además de los trabajos de campo de los primer lugar, no se podrán excluir los ruidos rít1nicos (solos de
investigadores, las misiones cristianas contarían asimismo con exce­ tambor, percusió11 de címbalos, sonido de sonajas y similares); en se­
lentes oportunidades para ir recogiendo progresivamente un valioso gundo, la intensidad de la entonación en el ca11to es muy variable,
material fonográfico. También las ml1estras etnográficas de las gran­ de ahí que la transición del canto al habla no se produzca de mane­
des ciudades y, especialmente, las grandes exposiciones ofrecen a me­ ra abrupta sino continua. En Europa conocemos la recitación pro­
nudo un interesante material (grabaciones del doctor Azoulay en la pia de los versos infantiles para contar y las cancioncillas de juego,
Exposición Universal de París de 1 900; por iniciativa del profesor el parlando de nuestros cupletistas, el melodrama, etc. Entre los orien­
Boas en Saint Louis en 1 904). Finalmente, sería de agradecer que tam­ tales, el parlando aparece con frecuencia, y entre aquellos pueblos
bién aquellas personas que a título individual realizan viajes de pla­ que poseen una lengua tonal como el chino, el indonesio y diversos
cer a Oriente, etc., se decidieran a llevar consigo un pequeño fonó­ pueblos bantúes, el texto cantado muestra una entonación apenas
grafo sustituyendo o acompañando con él su imprescindible Kodak. más fuerte que en el hablado. Finalmente, en algunas culturas orien­
l os tan frecuentados países mediterráneos constituyen una fuente de
.. tales los grados tonales se enlazan preferentemente mediante una
melodías populares particularmente rica que resultan fascinantes no lín.ea melódica continua; el glisando y portamento, que entre noso­
solamente para los científicos. tros se usa sólo de manera ocasional como matiz en la ejecución, es
Estas breves observaciones dejan bien claro que, dentro del tra­ de práctica habitual en el estilo artístico elegante de China, Japón e
bajo realizado en el marco de una musicología comparada incipien­ India. Conocemos también el repiqueteo musical, la dicción musi­
te, los primeros resultados en cuanto a la recolección de materiales cal, el lamento musical; y, así, nos planteamos la primera cuestión:
rigurosos son todavía modestos. La comparación a gran escala que ¿qué es música?
nos permita obtener respuestas a las cuestiones más generales será so­ En el estudio de un sistema tonal nos interesará en primer lugar
lamente posible cuando tengamos, como mínimo, muestras de ma­ establecer sus límites, el ámbito. En la música vocal el ámbito viene
nifestaciones musicales de todos los diferentes puntos de la tierra. determinado por la extensión de la voz; en la música instru1nental de­
Mientras tanto, tenemos que conformarnos con la elaboración en for­ pende de la técnica constructiva del instrumento y también de la ana­
ma de monografías de los datos que nos van llegando de manera de­ tomía humana, a la cual se adaptan los instrumentos. La ampliación
sordenada 4 • Está claro que a medida que nuestros conocimientos del ámbito de los instrumentos afectará a la música vocal. En un cier­
objetivos vayan avanzando, se irán planteando asimismo nuevas cues­ to sentido quizás nos podríamos servir de la extensión melódica co­
tio11es. Con la ayuda del modesto material del que actualmente dis- mo criterio para el grado de cultura musical. Las melodías de los pue­
blos primitivos se mueven la mayoría de las veces dentro de límites
estrechos, de la misma manera que nuestras canciones infantiles;
por esta razón producen fácilmente una impresión de «monotonía».
3 . También la S()Ciedad Det1tsche Grammophon ha grabad<) un gran i1úmero de Ocasionalmente se encuentran también melodías populares con una
discos en Oriente que, con alguna cautela, poseen asimismo valor científico.
4. Según mis conocimientos, las publicaci<)nes musicológicas basadas en mate­ extensión amplia, como, por ejemplo, entre los cosacos de Siberia.
riales fonográficc)S que han aparecido hasta el momento so11 las siguientes: Sobre in­ Una regulación del ámbito por ley, por parte de los estados o de las
dic)s norteamericanos: W. Fewkes, F. Boas, A. Fletcher, Fillmore, B. J. Gilman; S<)bre escuelas, hecho que sorprende al músico europeo actual, se da entre
esquimales: F. Boas; China: Gilman; Siam: C. Stumpf; Japón, India, Siria septentrio­ las civilizaciones orientales. En Japón, por ejemplo, se considera
nal: O. Abraham y E. M. von Hornbostel; Arabia: G. Adler; Islas Feroe: H. Thuren;
Rumanía: G. Weigand. una especial distinción cuando a un ejecutante de koto (arpa japo-

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nesa) 5 se le permite afinar la primera cuerda de su instrumento una también frecuentemente en Europa, como por ejemplo en Escocia,
octava más baja. El origen de esta práctica puede deberse a la in­ Gales y Lituania. Con frecuencia el pentatonismo no se mantiene de
fluencia de la mística numerológica en la teoría musical. Este ejem­ manera estricta; adicionalmente aparecen una o más notas como
plo nos muestra que en el estudio de músicas foráneas no podemos notas de paso o auxiliares además de los cinco tonos básicos, o tam­
dejar fuera de consideración factores aparentemente irrelevantes co­ bién encontramos en el mismo lugar, además de las melodías penta­
mo el del ámbito tonal. tónicas, otras con un mayor número de notas. Asimismo se afirma la
La diferenciación interna del sistema tonal, es decir, el número de •
existencia de escalas hexatónicas (por ejemplo en Sumatra), si bien es
intervalos, posee una mayor importancia que su extensión. Normal- algo que aún necesita ser confirmado.
mente, determinamos el número de grados dentro de la octava ba­ La escala heptatónica es probablemente la más extendida entre
sándonos en la asunción de q�e en virtud de su similitud la octava todos los tipos de «escalas de uso » . Escalas con más de siete notas:
constituye la nota fundamental en una posición superior. Hasta aho­ la cromática de 1 2 tonos (Europa, China, Japón, etc.), la árabe de 1 7,
ra, la experiencia nos permite considerar el fenómeno de la similitud la india de 21, hay que considerarlas casi siempre como una «escala
de la octava como un axioma psicofísico. Encontramos por doquier material», a partir de las cuales se eligen un menor número de tonos
que, en los coros, en relación con el canto de los hombres adultos, las para la construcción de las «escalas de uso>> .
mujeres y los niños entonan en una octava superior, sin que sean cons­ El número de grados está asociado a una importante problemá­
cientes de esta diferencia en el unísono. Asimismo, el acompañamiento tica. En el desarrollo del sistema tonal ¿ son las escalas con menor nú­
instrumental se realiza frecuentemente en una octava inferior a la de mero de tonos las predecesoras de las que poseen un mayor número?
la parte vocal. (Ocasionalmente, en vistas a una clara presentación La coexistencia de escalas pentatónicas y heptatónicas aboga en con­
teórica, puede ser recomendable articular el material tonal en inter­ tra de esta suposición. ¿ Cómo se explica entonces la preferencia por
valos más pequeños, como en cuartas, tal como era usual en la teo­ ciertos intervalos en lugar de otros?
ría tetracordal de la antigua Grecia. ) Acostumbramos a definir la Esta cuestión nos conduce directamente al análisis del tipo de gra­
escala como el sistema de intervalos dentro de una octava. Aparte de dos, es decir, de los intervalos.
los intervalos entre los distintos grados, podemos agrupar las esca­ Desde la antigüedad la teoría musical se ha ocupado con predi­
las según el número de grados. Las escalas que forman la base de las lección de determinar el tamaño del intervalo, y ésta es asimismo una
distintas piezas musicales constituyen la mayoría de las veces sólo una de las 1nás importantes tareas de la musicología comparada. Los mo­
selección del material tonal total de un sistema. Obtenemos este úl­ dernos métodos de medición acústica posibilitan determinar de ma­
timo cuando realizamos una labor de síntesis entre un gran número nera precisa la altura de los sonidos, no solamente de los instrumen­
de aquellas « escalas de uso » con un número menor de grados. La tos de afinación fija sino también de las piezas musicales grabadas
relación existente entre la « escala material» y la «escala de uso» ya con el fonógrafo.
les es bien familiar. Nuestra «escala de uso>> heptatónica y diatónica · La medición en instrumentos musicales realizada a gran escala en
constituye la base de todas aquellas melodías simples que se mantie­ primer 1ugar por A. J. Ellis 6 es origen de errores de todo tipo y, por
nen en la misma tonalidad. Por el contrario, la «escala material>> de ello, no debe usarse nunca en sí misma para dete�minar un sistema
la cual procede está constituida por la escala cromática de 12 tonos. musical, al margen del hecho de que solamente proporciona ·escalas
Las « escalas de uso» con menos intervalos que conocemos son las instrumentales que claramente no son idénticas a las <<escalas de uso» .
pentatónicas (salvo que consideremos la división más antigua de la Lo más seguro será realizar la medición directamente antes o después
octava en Grecia, el tetracordo del Olimpo [do fa sol do], como una de la utilización del instrumento por parte de un músico nativo. El
escala de cuatro tonos). Hallamos melodías pentatónicas, por ejem­ viajero que hoy no disponga todavía de un tonómetro de fácjl ma-
plo, en China, Japón, Java, Siam, entre los indios norteamericanos, y

6. Ellis, con su trabajo fundamental On the musical sea/es of various nations


( 1 885), debe ser considerado el padre de la musicología comparada; su método fue
5. Léase cítara en lugar de arpa (corrección realizada ya por el editor en la reedi­
cíón de este artículo en Wachsmann et al , 1 976). [N. del T.]
.
posteriormente usado también por J. P. N. Land, C. Stumpf y otros.

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nejo, y transportable, puede grabar las escalas instrumentales me­ Como resultado de la tonometría se obtienen las frecuencias que,
diante un fonógrafo. Los instrumentos de los museos de los cuales ordenadas a partir de las diferentes alturas de los sonidos, forman las
dependería el investigador son frecuentemente dañados por el trans­ escalas. Los intervalos resultan del cálculo de la razón matemática
porte, por su desecación debida al largo tiempo de almacenamiento, entre dos frecuencias. Además de los intervalos entre grados conti­
etc. Flautas y caramillos han resultado ser la mayoría de las veces guos de la escala, también hay que tener en cuenta para la compa­
iriservi bles para los análisis acústicos; los constructores de instru - ración aquellos grandes peldaños que, en forma de salto, se pueden
mentas primitivos se guían muchas veces por principios extramusi­ encontrar en una determinada melodía. Adicionalmente a estos in­
cales: los orificios en los instrumentos se espacian equidistantemen­ tervalos empíricos, también resultan de interés aquellos que derivan
te, o se presentan en grupos simétricos o aproximadamente en el medio de la relación entre todas las notas de la escala y una <<fundamental» .
de los nodos internos naturales de las cañas de bambú. También en La determinación de esta fundamental debe realizarse con prudencia,
las flautas de arcilla del a11tiguo Perú y México los orificios se distri­ ya que no podemos aplicar de manera indiscriminada nuestro concep­
buyen de acuerdo a criterios ornamentales (cf. Wead, 1 902). Las es­ to de tónica a la música foránea. Por otra parte, se justifica la suposi­
calas irregulares de estos instrumentos de viento son corregidas me­ ció11 de la existencia de una nota fundamental por el hecho psicoló­
diante la pericia del soplo de los ejecutantes. En guitarras y laúdes gico de que toda melodía es no tan sólo algo más que un conglomerado
con trastes fijos algunas imperfecciones constructivas pueden asi­ de tonos sino también algo más que una mera concatenación de in­
mismo ser corregidas mediante una mayor o menor presión sobre las tervalos. Posteriormente volveremos sobre esta importante cuestión.
cuerdas. También aquí aparecen en ocasiones principios extramusi­ (Aquí debería mencionarse que la representación de los intervalos co­
cales en el emplazamiento de los trastes 7 • La medición acústica pue­ mo razones matemáticas resulta incómoda para la comparación; más
de ser en este caso convenientemente ayudada y controlada median­ bien se recomienda escoger un intervalo como patrón y entender to­
te la medición de las longitudes con una cinta métrica. dos los demás como fracciones o múltiplos de él. El cálculo en cents
Los instrumentos de percusión afinados son los más seguros propuesto por Ellis, es decir, una centésima del semitono tempera­
-xilófonos, juegos de campanas, etc. a pesar de q.ue también és­ do, ha resultado ser muy sencillo y práctico. )
tos deben ser medidos con una cierta cautela. Entre el gran número de intervalos que se obtienen mediante la
La medición de sonidos grabados 8, no necesariamente limitados tonometría, algunos de ellos merecen ser distinguidos de los demás.
a los de la música instrumental, es metodológicamente irreprochable, Se trata de los denominados puros en el sentido físico o interva­
y en la mayoría de casos no supone grandes dificultades de índole téc­ los naturales, cuya razón de frecuencias puede expresarse mediante
nica. Sin embargo, con las melodías vocales es preciso tener en cuen­ pequeños números enteros. Conjuntamente a esta característica físi­
ta las frecuentes fluctuaciones en la entonación, que deben ser ajus­ ca, tal como se sabe, se presenta asimismo un rasgo psicológico: la
tadas mediante la com.paración de un gran número de piezas ejecutadas consonancia. No es mi intención ahora tratar las diferentes teorías de
por el mismo o diferentes cantantes. De manera más exacta que me­ la consonancia, sino que querría tan sólo destacar que cualquier teoría
diante la comparación de la altura de los tonos, los fonogramas pue­ de la consonancia que persiga tener validez general debe tomar en
den ser evaluados reproduciendo gráficamente las ondas sonoras por consideración los resultados de la musicología comparada. No se tra­
medios mecánicos u ópticos para proceder de est.a manera a su me­ ta en absoluto de e�tender la experiencia de la armonía simultánea
dición. No obstante, este complicado y muy sutil método c1ue, entre de nuestra música como última verdad psicológica y generalizarla sin '1

otros, ha sido utilizado con éxito por Scripture ( 1 902) 9 para la fo­ más a toda la humanidad. La misma opinión ampliamente difundida
nética, es pro ha blemente innecesario para las investigaciones musi­ de que los intervalos puros son no tan sólo «naturales>> en el sentido
cales. de que, por ejemplo, aparecen como armónicos (en instru1nentos de
viento como armónicos que se producen de manera natural), sino que
se ajustan especialmente a la naturaleza humana, debe ser revisada.
No precisamos salir de este país para ponerla en duda. Habitualmente
7. Éste es el caso de1 chin sin(>-japonés (ver Abraham y Hornbostel, 1 903 ). hacemos música con afinación temperada, sin que nuestra naturale­
8. Realizada inicialmente por Gilman ( 1 9 82).
9. Sperimental Phonetics (Yale Bice11tennial Series). za se rebele contra ello; de hecho, incluso hay algunos intervalos pu-

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ros que no nos agradan, al menos cuando se producen en sucesión percepción arn1ónico-tonal. Al escuchar una melodía, en seguida pen­
(cf. Stumpf y Meyer, 1 898). Tatnbién resulta muy cuestionable el que samos instintivamente en su armonización; al sonar un intervalo, en se­
cantantes sin formación especializada, violinistas tocando a solo, co­ guida lo percibimos como uno de nuestros intervalos acostumbrados.
ros a cappella, etc., entonen intervalos puros. Nuestra conciencia mu­ Es totalmente incorrecto pensar que las personas musicalmente dota­
sical es muy flexible en cuestiones de ámbito interválic.o, y también das y expertas se hallan inmunes a estos errores: por el contrario, es­
aquí la costumbre es nuestra nodriza. pecialmente la persona musical percibe las impresiones extrañas a tra­
Adicionalmente, además de la consonancia, debemos tomar en vés de un rico conjunto de conceptos previamente adquiridos y reforzados
consideración un segundo principio por lo que se refiere a la cons­ por la práctica. Para que uno pueda liberarse de estos hábitos es pre­
trucción de las escalas, concretamente aquel en el cual se basa nu�stra ciso llevar a cabo prácticas especiales, un entrenamiento ad hoc en el
escala temperada: la igualdad de los intervalos o sus distancias. De lo que una fina memoria interválica o el oído absoluto son naturalmente
que se trata en este caso no es de que las razones de las frecuencias indispensables. Estas circunstancias deben despertar nuestro escepti­
sean sencillas sino de que sean iguales. Desde el punto de vista psico­ cismo no tan sólo hacia los informes y transcripciones melódicas de via­
lógico se trata también de algo bastante diferente al caso de la conso­ jeros sino también hacia aquellas teorías que defienden una base ar­
nancia. Resultaría difícil diferenciar entre un semitono y una séptima mónica para todo tipo de música, venga de donde venga. Aquello que
mayor en relación con su grado de consonancia; pero por lo que se re­ otorga a estas teorías una apariencia de validez es que, aparte de ar­
fiere a la diferencia de las distancias no hay ninguna duda. Hay que gumentos puramente especulativos y deductivos, también se basan en
admitir que bajo ciertas condiciones, especialmente en aquellas músi­ una serie de hechos aportados por la musicología comparada. Por
cas que no conocen la armonía, el principio de la distancia desempe­ una parte, no toda música exótica es estrictamente homofónica. Espe­
ña un papel más importante que el de la consonancia. Esta hipótesis cialmente en las culturas de Asia oriental se encuentra música orques­
nos permite explicar las escalas isotónicas, tal como se presentan en tal de una estructura indudablemente compleja; además los acompa­
la escala heptatónica siamesa y la pentatónica slendro de Java. Tam­ ñamientos vocales no siempre se desarrollan en el unísono o en octavas
bién la tercera neutral puede quizás llegar a entenderse como el pro­ paralelas a la parte cantada; como sabemos, la gaita de fuelle usada
ducto de dividir la quinta en dos mitades. Así, pues, surge una pro­ en la India y en los países de cultura árabe ejecuta un bordón junto a
blemática interesante tanto para la musicología como para la psicología: la melodía, y un similar tipo de acompañamiento pedal se halla asi­
¿hasta qué punto los principios de consonancia y distancia de la mú­ mismo ampliamente difundido. No obstante, no insistiremos nunca
sica determinan la música de los diferentes pueblos?, ¿cómo interac­ lo suficiente y con la debida energía en que todas estas formas hetero­
cionan entre ellos?, ¿ se complementan o se excluyen entre sí? fónicas son claramente diferentes, en principio, a nuestra armonía,
Al fin y al cabo, muchos intervalos deben su existencia a princi­ basada en la consonancia de sonidos emitidos simultáneamente. En las
pios extramusicales: el cálculo matemático (por ejemplo el tempera­ partituras de orquesta del Japón, Siam y Java que poseemos, junto a
mento para facilitar la transposición), a menudo mezclado con mís­ la voz principal que lleva la melodía solan1ente se observa un libre pa­
tica numerológica (el círculo de quintas pitagórico); las características rafraseo de ésta, y, asimismo, en las otras formas polifónicas de acom­
de los instrumentos (véase más arriba); y finalmente la personalidad pañamiento mencionadas no se halla armonía consonante sino que tan
o la emocionalidad de los instrumentistas o cantantes (indios ameri­ sólo se persigue un incremento de la sonoridad. Más importante aún
canos), una técnica imperfecta o bien la casualidad. es otra serie de hechos: encontramos en los más variados pueblos, es­
El hecho de que coexistan intervalos tan diversos e incluso irra­ pecialmente entre los indios norteamericanos, melodías que se basan
cionales es solamente posible en una música que no conozca la concor­ en los sonidos del acorde de tríada; por otra parte, muchas melodías
dancia armónica. Parece evidente que la armonía simultánea constitu­ muestran una repetición de la frase melódica a partir de una nueva no­
ye un privilegio de la nueva música europea. Éste es uno de los aspectos ta, que la mayoría de las veces se halla a una cuarta o quinta, supe­
más importantes y también más discutidos de la teoría musical; aquí se rior o inferior, a la nota original, pudiéndose decir por ello que modu­
halla asimismo una de las fuentes de error más peligrosas. Desde nues­ lan del modo principal a la dominante o subdominante. Pero estos
tra infancia hemos sido educados exclusivamente en la música armó­ hallazgos no justifican por sí solos aplicar los conceptos de la música
nica, todo nuestro pensamiento musical se orienta de acuerdo con la europea a otros contextos. Sobre todo debemos guardarnos del error

so
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de considerar una melodía importada europea como genuinamente au­ Sin duda alguna, la rnúsica no armónica tiene su propio encan­
tóctona. En estos casos resulta a menudo difícil tomar una clara deci­ to. La línea melódica se distingue más claramente y puede ser segui­
sión. Los pueblos primitivos poseen frecuentemente un gran don para da con más cuidado: la comma, la sutil matización de los intervalos,
la imitación y una considerable capacidad de asimilación; adicional­ posee más libertad; el fraseo obtiene una mayor atención; además
mente a este hecho hay que contar con el tipo de tradición, la falta de de la consonancia de los intervalos, su distancia adquiere asimismo
conciencia histórica y una limitada necesidad de explicaciones causa­ importancia; las diferentes maneras de ejecución (legato, glissando,
les: ya en la siguiente generación el origen de una tradición habrá sido portamento, staccato, parlando, etc.) reciben un valor especial, así
olvidado, y lo que se asimiló recientemente será presentado co1no an­ como las numerosas ornamentaciones, melismas y florituras. Y de
tiguo. El origen europeo será oscurecido a través de los procesos de asi­ manera totalmente libre se desarrollan reglas artísticas, fijas y rigu­
milación a las costumbres locales. Naturalmente, estas transformacio­ rosas que, naturalmente, son de diferente tipo que las nuestras 10•
nes poseen también su interés. Pero ya es hora de que los productos Finalmente, prestaremos nuestra atención al ritmo, que puede de­
genuinos de culturas foráneas, también en el ámbito de la música, sean sarrollarse libremente al margen de la simultaneidad de diferentes vo­
recopilados antes de que se malogre11 irremisiblemente a causa de los ces. La musicología comparada tiene también aquí un campo de es­
europe1smos. tudio inmensamente amplio. La simple observación de ejen1plos de
/

Además, en las melodías triádicas hallamos a menudo la quinta música exótica nos muestra una admirable abundancia de manifes­
dividida por una tercera neutral, de manera que no podemos hablar taciones nuevas e infrecuentes. Los experimentos psicológicos nos han
ni de mayor ni de menor. Es recomendable, pues, evitar absolutamente enseñado que no tan sólo la intensidad y la duración ( acento diná­
el uso de estas categorías, que también son bastante recientes en Eu­ mico y temporal) tienen efectos rítmicos. Cada característica que dis­
ropa, en la evaluación de la música no armónica. Finalmente, no de­ tingue un tono de otro, o sea, altura, timbre, etc., puede reclamar la
beríamos extraer conclusiones de las impresiones que podernos ob­ atención y otorgar (subjetivamente) al sonido respectivo un acento
tener de una música foránea en cuanto a las sensaciones afectivas que (acento psicológico). Estas diversas posibilidades de acentuación pue­
se le asocian. La correlación entre las sensaciones sonoras y afecti­ den poseer diversos grados de eficacia, dependiendo de lo acostum­
vas constituye todavía un problema sin solucionar por lo que a nues­ brados que estemos a tomar en consideración uno u otro elemento
tra propia música se refiere. Poder llegar a esclarecer esta temática en la percepción sensorial. En el caso de las músicas foráneas debe­
para la música exótica resulta, pues, harto cuestionable. mos contar no tan sólo con una práctica más amplia de interpreta­
No obstante, reflexiones de carácter general nos sugieren que in­ ción rítmica sino, eventualmente, con una manera completamente di­
cluso una melodía monofónica o una frase melódica tiene su centro ferente de conceptualizar esta última. Para sólo mencionar algunos
de gravedad, es decir, una nota que se distingue de las demás a través ejemplos, hallamos un hábito muy extendido que nos parece para­
de su frecuencia de aparición, duración, posición, acento dinámico u dójico: la acentuación dinámica de los denominados tiempos débiles
otros factores, y a la cual remiten las demás notas. En algunos casos (Japón, Java, Siam, la India, Norteamérica); también observamos que
será muy difícil determinar esta tónica psicológica, hecho agravado el acompañamiento de tambor en ocasiones entra en contradicción
aun por la circunstancia de que nuestra tónica armónica se entrame- con el ritmo de la melodía ( contrapur1to rítmico; véase la polifonía
tera 1nst1nt1vamente en nuestra percepc1on. vocal europea de los siglos xvr y XVII) . En muchos casos no se puede
, • 1 • • ,

A primera vista parece suponer una merma el hecho de recalcar imponer un compás estricto a la música puramente melódica. Los
siempre que al estudiar música puramente melódica debemos libe­ alargamientos y acortamientos de las frases melódicas, las fermatas
rarnos de nuestros hábitos de percepción armónica. Y, de hecho, una Y cadencias complican la articulación métrica o generan frecuentes
y otra vez se intenta acomodar a nuestro gusto melodías exóticas a cambios en la percepción del compás; también compases irraciona­
través del acompañamiento pianístico y similares. Pero de esta ma­ les, 5/4, 718, etc., nos dificultan a menudo la articulación rítmica. El
nera no se facilita nuestra apreciación, sino que se la imposibilita to­
talmente. Las melodías sencillas, especialmente, disfrutan de liberta­
des y ventajas que serían inimaginables si continuamente hubiésemos 1 0 . Véase, por ejemplo, el concepto indio de raga (Abraham y Hornbostel, 1 904:
de prestar atención a la concordancia de diversas voces. 3 8 8 ss.).

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ERICH M. VON HORNBOSTEL L O S P R O B L E M A S D E L A M U S I C O L O G Í A C O M PA R A D A

hecho de que en ocasiones hallemos un amplio uso del tempo ruba­ metafísica, pero a pesar de la marcada actitud reverencial hacia la tra­
to (Japón) no justifica que consideremos estas melodías, cuya arti­ dición, la práctica, al menos en tiempos recientes, sigue a menudo
culación rítmica se nos escapa, como rítmicamente amorfas; a me­ su propio camino. No obstante, en la práctica musical de estos paí­
nudo una melodía que parece rítmicamente libre se ejecuta exactamente ses se pueden encontrar todavía hoy pistas suficientes para iluminar
de la misma manera en su repetición, lo que nos muestra que esta apa­ oscuros sabios refranes.
rente libertad se halla sujeta a reglas estrictas, reglas que, obviamen­ Hasta el momento hemos intentado delinear brevemente una se­
te, no conseguimos elucidar siempre. rie de cuestiones teórico-musicales que deben ser tenidas en cuenta
De vez en cuando se ha intentado derivar las leyes del ritmo mu­ en los estudios comparativos; ahora echaremos una ojeada a la pro­
sical de las de la métrica de la lengua (sobre todo, Westphal, 1 872) . blemática que surge de comparar las prácticas musicales de los dife­
La validez de estos intentos debería ser confirmada mediante estu­ rentes pueblos; la recolección y elaboración del material entra en la
dios comparativos. Ya en la música vocal observamos que la melodía competencia del etnólogo más bien que del musicólogo.
y el texto siguen a menudo caminos diferentes. Los acentos melódico En primer lugar se requeriría una descripción exacta de los me­
y lingüístico se producen a veces en tiempos opuestos del compás; sí­ dios de producción de sonido, la cual, en base a las existencias de
labas lingüísticamente importantes son subyugadas musicalmente, las grandes colecciones etnográficas, podría aportar valiosos resulta­
sílabas átonas y simples vocales, y también consonantes sonoras (m, dos (ver Ankermann, 1 9 0 1 ) . A partir del área de distribución de los
l, r) se alargan (Balcanes, Turquía, Egipto. Cf. Weigand, 1 904; Abra­ diferentes tipos de instrumentos podemos extraer conclusiones sobre
ham y I-Iornbostel, 1 904; Lane, 1 836, 1 852). Otro tipo de relación su difusión y evolución, así como sobre la difusión y evolución de las
más estrecha entre palabra y tono puede esperarse de las lenguas en maneras de hacer música en general. Esto nos permitiría posiblemente
las que las alturas relativas de los sonidos, la denominada melodía de tratar la importante cuestión teórica de la prioridad de la música ins­
la lengua o acento tonal, son determinantes para el significado de la trun1ental o de la vocal.
palabra (como en chino, indonesio y diversas lenguas africanas) . En La aproximación comparativa no es aplicable tan sólo al estu­
este caso el movimiento melódico, e indirectamente también el ritmo, dio del uso de un instrumento en particular, sino también a las oca­
parece que hasta un cierto punto venga dado por la melodía de la siones en las que se practica la música. K. Bücher ( 1 902) nos obse­
lengua. La relación entre ritmo y metro no nos ofrece, consecuente­ quió con una etnografía de la canción de trabajo. Sería deseable la
mente, ninguna pista para solucionar el problema del ritmo, sino que realización de estudios monográficos por parte de expertos en etno­
constituye en sí misma otro problema. La estructura de los motivos de logía sobre la música en el culto, las fiestas seculares, el teatro y la
la melodía y la estructuración de los períodos son de importancia pa- danza. Las danzas, al mismo tiempo que se graba la música que las
ra la estética musical. Las culturas primitivas conocen mayormente so-
"'

acompaña, deberían ser también filmadas; investigadores americanos


lo formas estróficas: un motivo breve se repite innumerables veces, e ingleses ya han efectuado con éxito esta combinación.
ocasionalmente con pequeñas variaciones. Por el contrario, en los Los estudios comparativos deberían hacerse también extensivos
países civilizados no europeos encontramos también formas comple­ a los mismos músicos. Además de los estudios antropométricos, se
jas (rondó, en la India; suite, en Japón), y a veces observamos que la han empezado a llevar a cabo análisis sistemáticos de tipo fisiológi­
polifonía no es en absoluto necesaria para crear la más refinada cons- co y psicológico sobre varios pueblos (Rivers y Myers, 1 898). Sería
trucción de motivos (Túnez). . muy sencillo extender este tipo de trabajos al ámbito musical y exa­
Los sistemas teóricos que hallamos en determinadas áreas cultu­ minar no tan sólo la agudeza auditiva y la sensibilidad para diferen­
rales pueden ayudar a completar y clarificar algunas cuestiones mu­ ciar los tonos musicales sino también el oído absoluto, la conciencia
sicológicas, especialmente de tipo histórico. Así, concretamente la interválica, etc. Además, el estatus social de los músicos profesiona­
India, China y el área cultural pérsico-arábiga han producido nume­ les y virtuosos, la presencia de diletantis1no y la educación musical
rosos estudios teóricos. Entre éstos la teoría china ha llamado la aten­ constituyen aspectos asimismo dignos de consideración, ya que el fo­
ción de in,restigadores occidentales desde hace mucho tie�p� � causa mento de la música no posee sólo una importancia cultural sino tam­
de los curiosos paralelismos que presenta con la teoría p1tagor1ca. �a bién económica. El tipo de transmisión oral es en ocasiones muy ca­
.
musicología oriental aparece frecuentemente ligada a la especulac1on racterístico del carácter nacional, y en aquellos casos en los que existe

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L O S P R O B L E M A S D E L A M U S I C O L O G Í A C O M PA R A D A
ERICH M. VON HORNBOSTEL

notación musical se pl1eden obtener conocimientos sobre el desarro­ gro de que la rápida difusión de la cultura europea elimine las últi-
llo histórico de la escritura musical. 1na s huellas de lo que otras culturas cantan y dicen. Tenemos que sal­
Al observar el conjunto de las cuestiones especiales que se han var lo salvable antes de que la aeronave se sume al automóvil y al
visto estimuladas y fomentadas mediante el estudio de músicas forá­ ferrocarril eléctrico de gran velocidad, y antes de que en toda África
neas, algunas de ellas, como la problemática de la consonancia y del se pueda oír el « tararabumdié» y en los Mares del Sur la bella can-
ritmo, poseen una mayor importancia que otras. Pero nuestras am­ ción del pequeño Kohn.
biciones van más lejos: deseamos esclarecer el pasado más remoto y
más oscuro, así como desvelar a partir de la riqueza del presente las
generalidades atemporales de la música. En otras palabras: queremos BIBLIOGRAFÍA
entender la evolución y las bases estéticas generales del arte de la mú-
s1ca.

Abraham, O. y Hornbostel, E. M. von ( 1 903) «Tonsystem und Musik der Ja­


paner» . Sammelb. d. IMG .
Con una cierta prudencia podemos establecer paralelismos entre
Abraham, O. y Hornbostel, E. M. von ( 1 904a) «Pho n. ind. Mel. » . Sammelb.
la situación de los pueblos « primitivos» y los estadios evolutivos an­
d. IMG. V. 3.
teriores de nuestra propia cultura. Entonces tendríamos que buscar Abraham, O. y Hornbostel, E. M. von ( 1904 b) «Phonogr. Türk. Melodien» .
también analogías entre la música primitiva y la de nuestros antepa­ Z. f. Ethn. 36.
sados. De hecho, se encuentran estas analogías, por ejemplo, entre Ankermann, D. ( 1 901 ) «afrik. Musikinstrumente» . Ethnol. Notizbl. D. Mus.
la música oriental y la de la antigua Grecia. No obstante, no debe­ f Volkerk. , Berlin.
mos olvidar que también a la cultura actual más primitiva le prece­ Azoulay, L. ( 1 902) Comptes rendus, 135.
de un largo desarrollo, y que cua11do se ve o, mejor dicho, se escu­ Bücher, K. ( 1 902) Arbeit und Rhythmus. [Trad. cast.: Trabajo y ritmo. Ma-
cha la sofisticació n dentro de la mo11ofonía de una pieza musical drid: Daniel Jorro, 1 914.]
japonesa, india o árabe, hay que reconocer la presencia de un arte al­ Darwin, C. ( 1 8 7 1 ) Abstammung des Menschen. [Trad. cast.: El origen del
tamente desarrollado, que at1nque poseyendo quizás los mismos orí­ hombre. Madrid: EDIMAT, 1998.]
genes que los nuestros, obviamente ha evolucionado en ambientes y Ellis, A. ( 1 885) «Ün the musical scales of various nations » . ]ourn. Soc. of
hacia direcciones completam.ente diferentes. Arts.
Cuanto más cuantiosos son los datos que sometemos a compa­ Exner, S. ( 1 902) Wiener Akad. Ber. 1 1 de julio de 1 902.
Gilman, B. J. ( 1 892) «Chinese mus. system» . Philos. Rev.
ración, más esperanzas abrigamos de ser capaces de explicar los orí­
Haberlandt, G. ( 1 904) Die Sinnesorgane der Pfianzen. Leipzig.
genes de la música a partir de sus estadios evolutivos. Estos proble­
Lane, E. W. ( 1 852) Customs a. manners of the mod. Egyptians.
mas no pueden ser res11eltos de manera meramente especulativa. La Rivers W. y Myers, C. ( 1 8 9 8 ) Reports of the Cambridge. Anthropol. Ex­
estrecha relación entre lengua, música y danza ya ha merecido la aten­ ped. to Torres Straits, vol. II.
ción de teóricos de tiempos pasados. Spencer ( 1 857) entendía el Spencer, H. ( 1 857) The Origin and Function of Music.
canto como lenguaje dotado de una especial intensidad por la emo­ Stumpf, C. y Meyer, M. ( 1 8 9 8 ) « Massbestimmungen über d. Reinheit der
ción; para Darwin ( 1 871 ) el canto constituía la herencia de un acri­ Konsonanten» . Interv. Beitr. z. Ak. u. Musw. Heft 2.
solado legado de los rituales de aparejamiento de nuestros antepasa­ Wachsmann, K. P., Christensen, D. y Reinecke, H. P. (eds.) ( 1 976) Hornbostel
dos animales, del cual también s·e derivó posteriormente el lenguaje; opera omnia. The Hague: Nijhoff. ·
Richard Wagner ( 1 852) creía que el lenguaje y la música tenían unos Wagner, R. ( l 852) Oper und Drama. [Trad. cast. y catalana: Opera y dra­
orígenes comunes, la lengua musical. ¿Fue el ritmo lo primero? ¿ Los ma. Sevilla: Concejalía de Cultura, 1 997; Opera i drama. Barcelona: Ins­
movimientos rítmicos del cuerpo al trabajar? ¿ El baile coreado y en titut del Teatre, Diputació de Barcelona.]
Wead, K. ( 1 902) Contributions to the History of Musical Sea/es. Smiths. Inst.
corro? ¿Y qué es lo que nos queda al pasar por alto las particulari­
Rep.
dades caprichosas de las naciones? ¿ Ritmo? ¿ Consonancia? ¿ Expre-
· Weigand, G. ( 1 902) Die Dialekte der Bukowina und Bessarabiens.
sión del sentimiento? Westphal ( 1 872) Elemente des musikalischen Rhythmus.
Ya es tiempo de regresar al suelo firme de la realidad; en caso con­
trario nos sucedería lo del cuento de la lechera . Existe el gran peli-

56 57
Capítulo 3

DEFINICIONES DE <<MUSICOLOGÍA COMPARADA»


Y <<ETNOMUSICOLOGÍA>> : UNA PERSPECTIVA
HISTÓRICO-TEÓRICA ( * )

A l a n P. M e rri a m 1

No es preciso recordar a los lectores de ésta y otras revistas mi per­


sistente interés desde hace años alrededor de la definición de lo que
la etnomusicología es y lo que debería ser (Merriam, 1 960; 1 969;
1 975). Hace ahora más de 25 años, según es comúnmente aceptado,
Jaap Kunst acuñó el término de «etno-musicología>> (Kunst, 1 950),
de mod.o que a estas alturas deberíamos estar en situación de poder
volver la vista atrás con cierta objetividad y valorar lo que ha suce­
dido con este término desde entone.es, y lo que sucedió anteriormen­
te con su predecesor, la « musicología comparada» . En otras palabras,
se trata de cuestiones de carácter histórico, pero el resultado final de
este proceso está todavía lejos de resolverse, y ése es el punto de vis­
ta desde el que deseo abordar las cuestiones que se tratarán aquí. Aun­
que no me he planteado una revisión exhaustiva de la literatura cien­
tífica que diese cuenta de todas las definiciones, sí he localizado y
reunido un número sustancial de ellas; suficiente, confío, como para
delimitar de un modo razonable sus principales tendencias así como
los cambios que se han operado. Mayoritariamente estas definicio-

( * ) Tomado de A. P. Merriam ( 1977) «Definitions of " Comparative Musicology"


'

and " Ethnomusicology" : an Historical-Theoretical Perspective» . Etl1nomusicology,


21/2: 189-204. Traducción de Luis Costa.
1. Deseo expresar mi profundo reconocimiento a Frank Gillis, Elizabeth Helser
Y Bruno Ncttl, quienes dieron su permiso para citar aquí sus definiciones inéditas. Con­
fío en no haber distorsionado ninguno de los puntos de vista de estos amigos al ha­
cerlo .

59
A LA N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G i A C O M PA R A D A » Y « E T N O M U S I C O L O G i A »

nes han sido tomadas del ámbito científico específico de los Estados satisfacen estos criterios, y de que, realmente, el propio término etno­
Unidos, aunque he tenido en cuenta definiciones procedentes de otros musicología no es definible, no creo que esto sea cierto. En razón de
espacios cuando resultaba especialmente pertinente. Mi propósito Ja propia naturaleza de la palabra, la etnomusicología está ligada a
principal es, pues, plantear una reflexión sobre lo que ha ocurrido a la ciencia: el mismo sufijo «-logía» implica una relación con las cien­
lo largo del tiempo con estos dos términos en los Estados Unidos y cias o campos de conocimiento. Si nuestras definiciones acusan a pri­
sobre las consecuencias de los cambios que en torno a ellos han te­ mera vista un carácter primariamente persuasivo, ¡no es culpa de la
nido lugar. palabra, sino de quienes la definen!
Los problemas de definición pueden resultar a veces extremada­ Al definir también podemos encontrarnos luchando con las
mente pegajosos. Cuando definimos un concepto, ¿estamos querien­ palabras que usamos. Así, por ejemplo, Hood, en la Introducción
do enfrentarnos a lo que realmente es, o a lo que debería ser? Lo pri­ a The Ethnomusicologist, escribe: «Una cosa esta clara: en el terreno
mero, por supuesto, parte de la premisa de que una definición en de la etnomusicología, la materia de estudio es la música» ( 1 971 : 3).
este caso, la de etnomusicología puede elaborarse a partir de la Aunque seguramente casi todos podríamos estar de acuerdo en esto,
observación de lo que los etnomusicólogos hacen; en otras palabras, sólo hace falta que nos detengamos a preguntarnos cómo definir el
se trata de una definición esencialmente descriptiva que se fundamen­ concepto de «música>> para encontrarnos de nuevo en problemas.
ta en la observación de la actividad normalizada de este colectivo. La Esto es, si la etnomusicología es transcultural en su punto de vista,
dificultad que entraña este camino es que la definición resulta esen­ como ciertamente lo es, el problema de delimitar el fenómeno de « lo
cialmente vacía de contenido; por su carácter eminentemente des­ musical» deviene crucial. Cualquier etnomusicólogo sabe que hay so­
criptivo y por ser circular. Esto es: para saber qué es etnomusicología ciedades donde sencillamente no existe un concepto como «música» ,
primero tenemos que identificar a los etnomusicólogos, pero éstos só­ y que otras que sí lo tienen lo ven desde un prisma radicalmente dis­
lo pueden ser identificados de act1erdo con los términos de aquélla. tinto a como se entiende en la afirmación de Hood. La cuestión aquí
Por otra parte, si estamos interesados en un tipo de definición que no es que la definición sea incorrecta, en el sentido convencional de
nos diga lo que la etnomusicología debería ser, entonces entramos la palabra, sino que no es transcultural, y que las dificultades que con­
dentro del discutible reino de la apología. En cualquier caso, 1nis pre­ lleva elaborarla en términos transculturales son de una magnitud abru­
ferencias se orientan hacia este segundo tipo de definición, pues in­ madora. Quizás en este caso sí estemos tratando con un concepto que
te11ta fijar un criterio para la profesión. no se presta a una definición en términos científicos; pero esto nos
Otra dificultad añadida radica en la cuestión de si el ítem a ser conduce todavía más lejos de nuestras reflexiones y no es el asunto
definido es, de hecho, definible. Por supuesto, la respuesta del posi­ central en esta discusión.
tivismo estricto sería que efectivamente lo es, y que cualquier fenó­ Pese a estos y otros problemas, los etnomusicólogos han defini­
meno es susceptible de definición «en términos empíricos mediante do su campo de estudio una y otra vez, legítimamente, desde el mo­
la lógica simbólica>> (Ladd, 1973 : 418). En cualquier caso, la respues­ mento en que es de primordial importancia por un buen número de
ta del filósofo del lenguaje ordinario es diferente; su punto de vista razones. En primer lugar, puesto que somos profesionales en un cam­
«reconoce plenamente el hecho de que existen conceptos válidos y ra­ po de estudio, deseamos comprender todo lo que podamos sobre el
cionales que no son definibles en términos estrictamente científicos», concepto de etnomusicología. Esto está en la base tanto de la curio­
siendo éstos « inexactos, borrosos, asaz distintos de los con.ceptos cien­ sidad intelectual como de la responsabilidad profesional. En segun­
tíficos» . Así, por ejemplo: do lugar, el análisis más superficial del contenido de nuestros textos
científicos muestra un conjunto extraordinariamente entremezclado
L<)S conceptos estéticos y éticos difieren de aquellos puramente descripti­ de intereses, lo cual constituye en sí mismo un enigma. Pues ¿qué cla­
vos, empíricos en que: a) son de textura abierta, b) son multífuncionales, e) se de disciplina es ésta que puede abarcar tal variedad, y cómo será
implican criterios, d) son esencialmente refutables, y e) implican definiciones posible definirla?
persuasivas {Ladd, 1 973: 418).
Todavía hay dos razones de mayor importancia para buscar una
Aunque el examen de algunas definiciones del concepto de etno­ definición de la disciplina. La primera es que la teoría, el método y
musicología bien podría persuadir al lector de que tales definiciones los datos están inextricablemente entrelazados: sencillamente los unos

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A L A N P. M E R R I AM D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G I A C O M PA R A D A » Y « E T N O M U S I C O L O G I A »

no pueden existir sin los otros, y los tres niveles se h�llan en cons­ Los sistemas musicales no europeos y la música del pueblo constituyen el ob­
tante interacción en cualquier labor intelectual. Sin teoría a duras pe­ jeto principal de estudio [de la etnomusicologíaJ, las canciones de pájaros y
<)tf<)S paralelos filo-()ntogenétic<.)s, c<>nstituyen can1pos subordinados (p. 218).
nas podemos tener método significativo; no sólo en el sentido de
que ningún método puede estar libre de teoría, sino también porque Si el concepto de mtisícología comparada implica el estudio de los sistemas
ningún método debería estar libre de teoría. Y sin método no es po­ musicales extraeuropeos, es natural que el estudio de los sistemas musicales
de China, India, Arabia y <>tros debería entrar de pleno dentr() del campo de la
sible reunir un conjunto coherente de datos, de modo que el resulta­ mt1sicología comparada (p. 235).
do será necesariamente azaroso. Finalmer1te, tanto en el procedimiento
inductivo como en el deductivo la teoría se basa en los datos. La cues­ La musicología comparada tiene su objeto de estudio propio principalmen­
te en la música no europea y en la música folk... (p. 237).
tión no es sólo que los tres niveles se hallen interrelacionados, sino
que si uno no puede definir su campo de estudio no podrá elaborar La mayor parte, si no t<>da, la música estudiada dentro de la musicología
una teoría al respecto de ellos y se verá enfrentado a un área amorfa comparada es transmitida por tradición oral ... (p. 219).
de conocimiento que sólo puede tratar en los términos más gene­
rales. .
Estas declaraciones implican dos mensajes importantes, el primero
Así, la definición deviene algo de interés vital, porque no pode- de los cuales es mucho más evidente y enfático que el segundo. Éstos
mos encarar otras cuestiones antes de ésta. Sólo entonces estaremos son: que la musicología comparada consiste en el estudio de las músi­
en la posición necesaria para contestar todas las demás cuestiones. cas «no europea y del pueblo», y que la musicología comparada estu­
En resumidas cuentas, todas las disciplinas deben cuestionar las su­ dia la música que se «transmite por tradición oral» . Ambas cuestiones
posiciones sobre las que se fundamentan. Todas las suposiciones de­ han sido repetidas una y otra vez por los autores siguientes, pero es la
rivan de un modo u otro de lo que sus profesionales afirman que es primera de ellas, la que hace hincapié en el aspecto « no europeo» de
la disciplina. La definición es crucial porque nos obliga a enfrentar­ la definición, la que ha desempeñado un papel preponderante. Así
nos con las raíces de nuestra actividad intelectual; sin esa honesta con­ aparece reflejado en Sachs ( 1 943), Apel ( 1 946), l-Ierzog ( 1 946), Koole
frontación, poca esperanza cabe de que la etnomusicología cambie su ( 1 955: « exótica » es el término que él usa), Bukofzer ( 1 956), Nettl
1
estatus de abigarrado campo de estudio por el de auténtica discipli­ ( 1 956), Rhodes ( 1 956), Schaeffner ( 1956, pero obsérvese su desmar­
na. Tal estado no implica de ningún modo una uniformidad de pun­ que en cuanto a que la musicología comparada deba estudiar estas
tos de vista, estudio o aproximación, pero sí una comunidad de pro- músicas), Schneider ( 1 957), Kunst ( 1 959), y Seeger ( 1 961), entre otros.
pos1tos y metas. Hacia 1 961 el uso del término « musicología comparada» como
,, .

etiqueta había desaparecido, excepto en referencias históricas; si


bien reapareció más tarde (Kolinski, 1 967), no sería ya aplicado a la
I disciplina en general, sino más bien a una parte de ella. Ciertamen­
te, tanto Kunst como Seeger, en las citas señaladas arriba, estaban
La primera definición del concepto de «musicología comparada» usando ya el término en un sentido histórico, y desde Nettl ( 1 956) en
per se fue propuesta por Guido Adler en 1 885 (ver Apéndice para las adelante los dos términos, « musicología comparada>> y « etnomu­
citas de definiciones), poniendo particular énfasis · sobre <<canciones sicología>>, serán ·usados como sinónimos. Este período de solapa­
tradicionales [ .. ] de los variados pueblos de la tierra» , con propósitos
.
miento transcurrió agitadamente durante la segunda mitad de la dé­
tanto « etnográficos» como clasificatorios. No parece que Hornbos­ cada de los años cincuenta.
tel avanzase más allá de esta definición, y quizás los primeros tiem� · Cabe hacer tres consideraciones importantes respecto de estas
pos de la disciplina estuvieron menos marcados por los intereses de definiciones. Primero, que son virtualmente idénticas y coincidentes
tipo definitorio de lo que lo estuvieron los últimos, como muestran respecto de aquello en lo que hacen hincapié. Segundo, que definen
los ejemplos de Lachmann en 1 935 y de Roberts un año después. En la musicología comparada unánimemente en razón de las músicas
cualquier caso la definición sumaria del concepto de musicología com­ que estudia, es decir, o bien las músicas «no occidentales>> · (o términos
parada en los Esta.dos Unidos fue realizada por Glen Haydon en 1 94 1 equivalentes como « exóticas » ), o bien las �úsicas « transn1itidas
en su Introduction to Musicology: oralmente» . Tercero, no abordan qué se quiere decir con la expresión

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A L A N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G i A C O M PA R A D A » Y « E T N O M U S I C O L O G Í A »

« método comparativo» ni cuál sea el objetivo de la comparación; en ferentes músicas antes de haber alcanzado un conocimiento profundo de
realidad, raramente hacen hincapié en nada comparativo en absoluto. éstas (p. 23 3).
Fue precisamente la cuestión de lo « comparativo» en el concep­
to de musicología comparada lo que condujo a que finalmente el tér­ Más tarde Hood expresaría este punto de vista más claramente
mino fuese abandonado. Aunque varias veces se ha sugerido que la cuando escribió en 1 969:
cuestión del comparativismo surge al mismo tiempo y como conse­
Un interés prematuro por el método comparativo, anterior a la comprensión
cuencia de la introducción del nuevo término, « etnomusicología », en sí de los ítems estudiados, condujo a algunas teorías imaginativas, pero
la evidencia no permite mantener esta idea. Desde rnuy pronto se ha­ proveyó de muy poca información precisa [ ... ] Un gran número de culturas
bían adelantado dos argumentos principales contra la adecuación del musicales [ ... ] están todavía por ser estudiadas sistemáticamente [ ... ] antes de
término «musicología comparada» . que los métodos comparativos puedan «proporcionar a la musicología una
auténtica perspectiva mundial» (p. 299).
El primero puede resumirse en el siguiente aserto: « Porque no
comparamos nada, más allá de lo que cualquier otro lo hace», y esta
El segundo argumento anti-comparativo había sido expresado
clase de objeción se presenta casi tan pronto como el mismo término
con anterioridad. Se fundamenta en la idea de que, desde el momen­
de musicología comparada (Hornbostel, 1 905). Una vez más Haydon
to en que los significados pueden diferir de una cultura a otra, la com­
nos proporciona una formulación clara:
paración de sus músicas puede estar poniendo en la misma balanza
El término [musicología comparada] no es completamente satisfactorio, no cosas disímiles. Una de las opiniones más tempranas en este sentido
obstante, porque el método comparativo es a menudo usado en otros cam­ fue la expresada por Meyer en 1 960:
pos de la musicología, y frecuentemente los estudios en este campo no son
directamente comparativos (p. 216). Frecuentemente las apariencias son engañosas. Por ejemplo, puede parecer
que dos culturas emplean la misma estructura de escala [musical], pero es po­
sible que que esta estructura sea interpretada de modo distinto por los miem­
Este punto de vista fue expresado una y otra vez esencialmente
bros de cada cultura. Inversamente, la música de las dos culturas en cuestión
en los mismos términos, por, por ejemplo, Sachs ( 1943: 29), Herzog puede emplear materiales muy diferentes, pero el mecanismo subyacente que
( 1 946: 1 1 ), Kunst ( 1950: 7), Koole ( 1 955: 228), Rhodes ( 1 956: 459,
1

gobierna la organización de estos materiales podría ser el mismo para ambas


List ( 1 962: 20) y otros. La unanimidad del argumento es notable en (pp. 49-50).
el siguiente pasaje de Sachs, escrito veinte años después de la formu­
lación de Haydon: De la misma opinión fue John Blacking cuando escribió:

Pero hoy el término «musicología comparada» ha perdido su plena utilidad. Los análisis estadísticos de los intervalos [ ... ] son muy oportunos, con tal de
En el fondo toda rama del conocimiento es comparativa; todas nuestras que sepamos que los mismos intervalos tienen los mismos significados en to­
descripciones, tanto en las humanidades corno en las ciencias, establecen si­ das las culturas cuya música estamos comparando. Si esto no fuera así, po­
militudes y diferencias [ ... ] Walter Wiora acierta de pleno cuando subraya dríamos estar comparando fenómenos no comparables. En otras palabras: si
que la comparación sólo es un método, no una rama del saber (1961: 1 5). aceptamos la premisa de que las estructuras musicales en cualquier cultura
son producto de conceptos y comportamientos peculiares de esa cultura, no
podremos compararlas con estructuras similares en otra cultura, a no ser que
La segunda objeción vino más tarde, y fue probablemente resul­
sepamos que las segundas derivan de conceptos y comportamientos simila­
tado de otros factores que aquellos que motivaron a los especialistas res a Ias primeras. Inversamente, los análisis estadísticos pueden mostrar que
citados más arriba. Consiste en la consideración de que la compara­ ... _ de dos culturas es muy diferente, pero un análisis de las bases cul­
la mus1ca
ción en sí misma no es una cuestión central para los etnomusicólo­ turales de estos patrones sonoros puede revelar que esencialmente ambas tie­
gos, lo cual puede ser expresado de dos modos. En primer lugar, ca­ nen un mismo significado, que ha sido traducido de modos distintos a los di­
ferentes «lenguajes» de ambas culturas (1966: 218).
be sostener que la comparación en etnomusicología ha sido abordada
prematuramente, como puso de manifiesto Hood en 1 963:
Se han hecho �tras objecion�s a la cuestión de la « comparación>>,
per? no son esenc1ales en esta discusión. Lo importante es que la re­
. . . visto retrospectivamente, parece un poco absurdo que los pioneros de
,, ,, .
nuestra disciplina se hayan dejado absorber por la comparación de las d1-_ acc1on contra el termino «musicología comparada>> fue expresada

64 65
A L A N P. M E R R I A M
.
D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G I A C O M PA R A D A » Y « E T N O M U S I C O L O G I A »
'

primeramente por escrito al menos mediante los argumentos de la aceptación de esta nueva convención. En la segunda mitad de la dé­
que sus investigadores no establecían comparaciones más allá de lo cada de los años cincuenta los dos términos eran usados simultánea­
que lo hacían otros, y de que la comparación era tanto prematura co­ mente y como sinónimos, y hacia el fin de la década «musicología com­
mo peligrosa. parada>> había sido restringido casi exclusivamente a un término histórico,
al que sólo se hacía referencia como algo del pasado. Así, en el lapso
de cinco años tuvo lugar un cambio importante, y en diez el término
11
inicial había sido reemplazado como símbolo operativo.
La segunda observación consiste en que la rapidez de esta acep­
Estas objeciones delimitan uno de los períodos más significativos tación parece haber indicado necesariamente un significativo deseo
en la evolución histórica de nuestra disciplina. Este período se co­ de cambio; tal presunción se refuerza en cuanto recordamos que las
rresponde con la primera mitad de la década de 1 950, y estuvo mar­ primeras objeciones al primer término (musicología comparada] ha­
cado por la aparición por primera vez en los Estados Unidos de u.n bían ido creciendo ¡al menos desde 1 905 ! Esto tiene por sí mismo
pequeño grupo de estudiantes particularmente formados, discípulos ciertas implicaciones:
de profesionales veteranos: estoy pensando aquí en personas tales co­
mo Mantle Hood, David McAllester, Bruno Nettl, yo mismo y otros. 1 ) Algo debía de echarse en falta en el viejo término, por ejemplo: no ex­
Otro hito importante fue la organización de una entidad que suce­ presaba adecuadamente lo que los profesionales de la musicología compa­
diese a la American Society for Comparative Musicology, que había rada sentían que hacían o que deberían hacer.
tenido una vida breve en la década de 1930. Este esfuerzo comenzó 2 ) Algo fresco debió de ser visto en el nuevo término (etnomusicología]
en 1 953, y la constitución formal de la Society for Ethnomusicology que expresaba mejor el sentido de la disciplina y las ideas o ideales de los pro­
fesiona]es.
tuvo lugar en 1955. Finalmente, el incremento de la actividad en esta 3 ) Algo debió de cambiar en la mentalidad de las personas implicadas
disciplina vino marcado por la introducción de un nuevo término, en la disciplina que requirió un cambio en su nombre.
<<etnomusicología».
Existe acuerdo unánime, hasta donde yo sé, en que la primera vez El hecho de que estas s11posiciones . hayan resultado, en su ma­
que se usó el término impreso fue en el pequeño folleto de Jaap Kunst yor parte, no ser ciertas no impide considerarlas como hipótesis ra­
Musicologica ( 1 950); es interesante anotar que Kunst reaccionaba zonables. Un cambio de nombre de una disciplina en su totalidad,
contra el término «musicología comparada» precisamente desde los acompañado de una aceptación entusiasta y virtualmente inmediata,
argumentos aquí citados. Kunst escribió: no es algo para ser tomado a la ligera.
•••
Entre kts distintas definiciones de la «musicología comparada»
El nombre de nuestra ciencia es, de hecho, insuficientemente preciso; puesto
que ésta no es más comparativa que lo pueda ser cualquiera otra ciencia. El hemos señalado un considerable grado de similitud de hecho, tien­
nombre que aparece en el título de este libro, etnomustcología, es por tanto d�n a parecerse como gotas de agua . Las definiciones de « etno­
más adecuado (p. 7). musicología » , no obstante, no siguieron el mismo modelo. En los
veinte y pico de años que siguen a la publicación de Kunst pueden
No sé si, realmente, ésta fue la primera vez que se imprimió la distinguirse dos tendencias principales, de las cuales la primera pue­
palabra, y es bastante posible que una búsqueda meticulosa pudiese de ser subdividida en tres enfoques relacionados entre sí, aunque li­
revelar alguna cita anterior, porque lo cierto es que la palabra estaba geramente diferentes.
ya en circulación antes de 1 9 5 O. A pesar de esta posibilidad, la cita El primer tipo está formado por definiciones paralelas, o idénti­
de Kunst tiene para los estudiosos de la disciplina un valor emocional cas, a las ya usadas para la musicología comparada, y el primer sub­
particular y es bastante posible que siga teniéndolo. tipo incluye aquellas basadas en el tipo de música que se estudia. Así,
Cabe hacer dos observaciones importantes respecto de la intro­ en 1 950 Kunst incluyó como objeto de estudio « principalmente la
ducción de este nuevo término. La primera es que fue aceptado casi música e instrumentos musicales de los pueblos no europeos, inclu­
de modo inmediato, e indudablemente la constitución de la Society for yendo tanto los llamados pueblos primitivos como las naciones civi­
Ethnomusicology (sin guión) ejerció un impacto importante de cara a lizadas del Este>> ( 1 950: 7), y en su tercera edición del mismo traba-

66 67
A L A N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O LO G I A C O M P A R A D A }) Y « E T N O M U S I C O L O G i A »

jo habló de «n1úsica tradicional e instrumentos musicales de todos otros, quienes han señalado que tal propuesta es fundamentalmente
los niveles culturales del género humano» , pero específicamente de la etnocéntrica y que en razón de sus principios la definición de lo que
llamada «música tribal y folk» , y «todo tipo de musica culta no oc­ sea la etnomusicología dependería de quién está estudiando qué.
cidental» , si bien específicamente excluye «la música culta y popu­ En suma, en este punto las definiciones discurren en paralelo a
lar (de entretenimiento) occidentales» ( 1 959: 1 ) . Esta orientación fue las definiciones previas de la «musicología co1nparada » , desde el mo­
seguida por algunos como Nettl, quien escribió: «La etnomusico­ mento en que se trata de propuestas que parten de la acotación de
logía [ . . . consiste en. . . ] el estudio de la música no occidental y, por ex­ qué tipos particulares de música deberían estudiarse. Además, estas
tensión [ . . . ] la música folk. . . » ( 1 9 6 1 : 2), y por otros, incluyendo por definiciones representan con mucho la mayor parte de las sugeridas
ejemplo a Greenway ( 1962), Hodd ( 1 963), y de nuevo Nettl ( 1 965). para el nuevo término [etnomusicología], y, contrariamente a lo que
El segundo subtipo toma el otro término principal de la vieja defi­ cabría esperar, no suponen un cambio de actitudes o de mentalidad.
nición de la musicología comparada y hace de él el punto central de la En lugar de ello estas definiciones mayoritarias parecen indicar que,
nueva definición. Se interesa prioritariamente por la música de tradi­ para sus defensores, la etnomusicología no representaba una ruptu­
ción oral, aspecto que Lachmann había subrayado ya en 1 935, y que ra significativa con la musicología comparada.
había sido parte de las propuestas de Haydon ( 1941 ) y Kunst ( 1 959). El segundo tipo de definiciones muestra los inicios de una rup­
En esto es característica la afirmación de List en el sentido de que «la tura clara con el pasado, desde el momento en que los procesos se en­
etnomusicología está en gran parte interesada en la música transmi­ fatizan sobre la forma: el tipo de música estudiada no es la cuestión
tida por tradición no escrita» ( 1 962), posición que ha venido reite­ central; en su lugar, el centro de atención se desplaza hacia el modo
rando desde entonces ( 1 963; 1 969) y que ha sido también sugerida en que se estudia esa música. Aunque estas definiciones son relativa­
por otros (Gillis, 1 969). Más recientemente, Nettl ha tratado el mismo mente escasas, se hacen más habituales con el tiempo. Y aunque to­
asunto, pero desde un punto de vista bastante diferente, señalando que davía son tentativas, tal vez incluso accidentales, representan una nue­
todas las tradiciones musicales emplean un fuerte componente de ora­ va sensibilidad sobre el campo de estudio.
lidad. Escribe al respecto: Fue McAllester quien primeramente sostuvo esta posición en su
informe para el encuentro organizativo de la Society for Ethnomusi­
Siento por lo tanto que no debería dedicarme simplemente a lo que llama­ cology, en el cual habló del «consenso general>> a favor de la idea de
mos música de tradición oral, o a lo que conocemos como tnúsica folk, sino
al estudio de toda la música desde el punto de vista de su tradición oral; y es­ que la etnomusicología «no está en modo alguno limitada a la lla­
to, para mí, es una de las definiciones aceptables del campo de la etnomusi­ mada ''música primitiva'' , sino que viene definida más por la orien­
cología ( 1 975: 69). tación del investigador que por cualquier límite rígido del discurso»
( 1 956). Un año más tarde Hood tomó prestada una definición de et­
El tercer subtipo define la disciplina como aquella que tiene co­ nomusicología desde la musicología que no mencionaba los tipos de
mo objeto prioritario de su interés la música «de fuera de la propia música objeto de estudio, sino que en su lugar hacía hincapié en « la
sociedad del investigador>> . Los pronunciamientos de este tipo son investigación del arte musical . . . ( 1 957). En 1 960 sugerí una defi­
»

me11os frecuentes, pero han sido formulados por Nettl ( 1 964: 1 1 ; nición de la etnomusicología en términos categóricamente procesua­
1 965), y quizás más claramente en letra impresa por Wachsmann, les como «el estudio de la música en la cultura>> ( 1 960), y dos años
quien escribió: «la etnomusicología se ocupa de la música de otros más tarde Nketia escribió que « el estudio de la música como un as­
pueblos>> ( 1969). pecto universal del comportamiento humano está siendo reconocido
Estas definiciones de la etnomusicología comparten un elemento cada vez más como el objetivo de la etnomusicología>> ( 1962). La bien
esencial: parten del punto de vista de lo que se supone que es la esfe­ conocida definición de Hood en el Harvard Dictionary habla de la
ra de interés, conceptualizándola como una cosa. De los tres subtipos, etnomusicología como « un modo de enfoque>> ( 1 969), y otros han
los dos primeros representan esencialmente énfasis diferentes sobre seguido en la misma línea general, con variaciones, incluyendo a See­
el mismo punto, y ambos son usados hoy, aunque cada vez con menos ger ( 1 970), List ( 1971 ), Chase ( 1 972 ) y Merriam (ca. 1 973 ) .
frecuencia. El tercero ha sido borrado casi completamente de la es­ Estas definiciones representan una diferencia cualitativa respec­
cena, víctima de las críticas de Kolinski ( 1957) y Seeger ( 1 9 6 1 ), entre to de otras en la medida e n que acentúan los aspectos procesuales

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A L A N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G I A C O M PA R A D A » Y « E T N O M U S I C O L O G i A »

sobre los formales. Al definir la etnomusicología en términos de «co­ sicología, o bien las nuevas nuevas direcciones que debería tomar. Así,
sas» , el especialista se ve constantemente forzado a realizar taxono­ se ha sugerido que la tarea prioritaria de la etnomusicología puede
mías, cortar y descomponer, trazar límites, distinguir entre una cosa ser la búsqueda de correlaciones entre la estructura del sonido musi­
y otra: la conclusión debe ser siempre que existe una diferencia sig­ cal, por una parte, y la cultura y la sociedad, por otra. Recientemen­
nificativa como Hood ( 1 969) y otros (Seeger, 1 9 6 1 , por ejemplo) te he comentado que si definimos la etnomusicología en términos de
han señalado insistentemente entre el sonido musical y el contex­ «lo que hacen los etnomusicólogos» , y dada la significativa expan­
to del sonido musical, y que tanto por motivos prácticos como ana­ sión de «grupos de interpretacion de world music » , la etnom11sico­
líticos ambos extremos nunca habrán de juntarse. logía podría perfectamente encajar en una definición tal como: «la
Por el contrario, las definiciones que acentúan los aspectos pro­ interpretación y difusión de música étnica » ( 1 975: 5 6 ) . Esta suge­
cesuales fuerzan al investigador a enfocar la totalidad en lugar de rencia va en contra de mi propia y enérgica convicción personal de
las partes separadas, a considerar la descripción como el inicio del es­ que ningún campo de estudio puede ser definido sobre tal base. Más
tudio y a valorar el sonido musical no como una forma separada, si­ recientemente, el interés creciente manifestado por estudiantes y pro­
no como parte de la totalidad de la .sociedad y la cultura. Se trata aquí fesores en todo el mundo respecto de los problemas del positivismo
de un prolongado y saludable debate entre dos enfoques que repre­ lógico y del método científico ha tenido reflejo también en otra defini­
sentan una vetusta división en la tradición intelectual de Occidente: ción, aquella que pone de relieve, tal vez, cosas por venir: « La etno­
las definiciones propuestas para la palabra «etnomusicología >> no ha­ musicología es la ciencia hermenéutica del comportamiento musical
cen sino ponerla de relieve de un modo nítido. humano» (Helser, 1 976).
l.,as definiciones de musicología comparada y etnomusicología
aquí citadas reflejan, como era de esperar, el tiempo y el pensamien­
111

to de sus autores. Pero mirándolas desde una perspectiva histórica


a prendemos algo, no ya de la historia de nuestra disciplina p er se,
En los años setenta las definiciones de la disciplina disminuyeron sino sobre todo de su desarrollo intelectual. No dudo de que conti­
en n\ímero, presumiblemente por el cansancio de los etnomusicólogos nuarán proponiéndose nuevas definiciones de la etnomusicología y
respecto de este asunto o porque sintieron que los problemas de defi­ de que también ellas reflejarán el crecimiento y madurez de la disci­
nición habían sido resueltos y que, por lo tanto, podían trabajar có­ plina y de sus profesionales.
modamente con una u otra de las formulaciones anteriormente apun­
tadas. Además, la mayoría de las definiciones recientes han sido muy
generales, casi como si todo lo batallado hasta aquí no fuese ya per­ REFERENCIAS NO CITADAS EN EL APÉNDICE
tinente, o como si el problema no requiriese juicios más claros y pre­
cisos. Así, Chenoweth dice solamente que «la etnomusicología es el Blacking, J. ( 1 966) «Review of The Anthropology of Music » . Current An­
estudio de las prácticas musicales de un pueblo en particular>> ( 1972), thropology, 7: 2 1 8 .
y Blacking escribe que « Etnomusicología es una palabra r�lativa­ Hood, M. ( 1971 ) The ethnomusicologist. New York: McGraw-Hill.
Hornhostel, E. M. von ( 1 905) « Die Probleme der verleichenden Musikwis­
mente nueva que es extensamente usada para referirse al estudio de
senschaft». Zeitschrift der lnternationalen Musikgeselschaft, 7: 85-97.
los diferentes sistemas musicales del mundo>:r ( 1 973; ver también Black­ Kolinski, M. ( 1 957) « Ethnomusicology, its problems and methods » . Ethno­
ing, 1 974). Recientemente Nettl ha sugerido una definición integra­ musicology Newsletter, 1 1 : 2-8.
dora plenamente operativa, que él considera que describe adecuada­ Ladd, J. ( 1 973 ) «Conceptual problems relating to the comparative study of
mente lo que la mayoría de los estudios en curso en la disciplina vienen art». En W. L. d'Azevedo ( ed. ) The traditional artist in African societies.
haciendo: « La etnomusicología es el estudio comparativo de las cul­ Bloomington: Indiana University Press, pp. 4 1 7-424.
turas musicales, particularmente como sistemas totales, incluyendo so­ Merriam, A. P. ( 1 969) «Ethnomusicology revisited» . Ethnomusicology, 1 3 :
nido y conductas, por medio de la investigación de campo» ( 1974). 213-29.
Al mismo tiempo, recientemente han aparecido algunas defini ­ Merriam, A. P. ( 1 975 ) «Ethnomusicology today» . Current Musicology, 20:
ciones que representan ideas idiosincráticas de lo que es la etnomu- 50-66.
.

70 71
A L A N P. M E R R I A M
DEFI NICIONES DE
'
« M U S I C O L O G I A C O M PA R A D A » Y « ETNOMUSICOLOGÍA»

Meyer, L. B. ( 1960) «Universalism and relativism in the study of ethnic mu­ Apel, Willi ( 1 946) Harvard dictionary of music. Cambridge: Harvard Uni­
sic» . Ethnomusicology, 4: 49-54.
versity Press.
Sachs, C. ( 1 962) The wellsprings of music. (Edited by Jaap Kunst) The Ha­
gue: Martinus Nijhoff. «La musicología comparada [ ... es ... ] el estudio de la música exótica» (p. 1 67).
« La música exótica [ . .. comprende .. . ] las culturas tnusicales fuera de la tradición
europea » (p. 250).
Herzog, George ( 1 946) «Comparative musicology» . The Music Journal, 4
APÉNDICE
(Nov.-Dec.): 1 1 ss.
Las referencias se citan por orden cronológico, no alfabético. « Existen otros muchos lenguajes musicales, usados por pueblos orientales y pri­
mitivos -ágrafos-. El estudio de estos corpus musicales es la musicología com­
Adler, Guido ( 1 885) «Umfang, Methode und Zeil der Musikwissenschaft>> . parada, la cual aspira a descu hrir toda la variedad de expresión y construcción
Vierteljahrsschrift für Musikwissenschaft, 1 : 5-20. musical que se puede encontrar dentro del extenso conjunto de tipos de desarro­
llo cultural en todo el mundo. La musicología comparada incluye también la mú­
« la musicología comparada tiene como tarea la comparación de las obras
• • • sica folk... » (p. 1 1 ) .
musicales -especialmente las canciones folk- de los diversos pueblos de la
Tierra con fines etnográficos, y su clasificación de acuerdo con sus múltiples Kunst, Jaap ( 1950) Musicologica. Amsterdam: Koninklijke Vereeniging In­
formas» (p. 14 ) . disch Institut.

Lachmann, Robert ( 1 9 3 5 ) « Musyksysteme und Musikauffassung» . Zeit­ «A la cuestión de cuál es el objeto de estudio de la musicología comparada, la res­
puesta debe ser: principalmente la música e instrumentos musicales de todos los
schrift für Vergleichende Musikwissenschaft, 3: 1-23 .
pueblos no europeos, incluyendo tanto los los llamados pueblos primitivos como
« La música no europea es transmitida sin el concurso de la escritura; su inves­ las naciones civilizadas de Oriente. Aunque naturalmente esta ciencia hace repe­
tigación demanda, pues, otros métodos que los usados para la música occiden­ tidas excursiones dentro del campo de la música europea, éste es, en sí mismo,
tal» (p. 1 ) . sólo un objeto indirecto de su estudio» (p. 7).

Roberts, Helen H. ( 1937) «The viewpoint of comparative musicology» . Pro­ Koole, A. J. C. ( 1955) «The history, study, aims and problems of compara­
ceedings of the Music Teachers National Association for 1 936, pp. 233- tive musicology » . South African ]ournal of Science, 5 1 : 227-230.
238. .
«El inglés A1exander John Ellis [ ...] es justamente considerado como el fundador
« el tipo de estudios que se viene comprendiendo bajo el término de "musicología de esta rama de la ciencia [musicología comparada] , aunque antes se habían .pu-
blicado algunos estudios de música exótica ... » (p. 227).
•••

comparada'' trata sobre músicas exóticas, comparadas entre sí, y con ese sistema
clásico europeo. bajo el cual la mayoría de nosotros nos hemos formado» (p. 233). Bukofzer, Manfred F. ( 1 956) « Übservations on study of non-Western mu­
Haydon, Glen ( 1941 ) Introduction to musicology. New York: Prentice-Hall. sic» . En Paul Collaer (ed.) Les colloques de Wégimont. Bruxelles: Else­
vier, pp. 3 3-36.
« Los sistemas musicales no europeos y la música folk constituyen �l principal ob­
jeto de estudio; los cantos de los pájaros y paralelos filo-ontogenéticos son tópi- «Desde los inicios [la musicología] ha incluido también el estudio de la música
. primitiva y oriental, o todo lo que puede ser más claramente resumido como mú­
. cos subordinados» (p. 2 1 8 ) . «Si el concepto de musicología comparada se refiere
sica no occidental. Esta rama especial es conocida por el nombre un tanto burdo
al estudio de los sistemas musicales extra-europeos, es natural que el estudio de
sistemas musicales como el chino, hindú, árabe y otros deba corresponder a la par­ �e "musicolo�ía comparada" o ''etnomusicología" [ . ..] Se supo�e que el estudi �
cela de la musicología comparada» (p. 235). « La musicología comparada tiene incluye tamb1en el folklore musical de las naciones occidentales» (p. 33; ver los
. en contra de Constatin Brailoiu, pp. 35-36).
comentarios
su materia de estudio característica, principalmente, en la música extra-europea y
folk» (p. 237). «La mayoría, si no toda, la música estudiada dentro de la musico­ McAllester, David P. ( 1956) «The organizational meeting in Boston» . Eth-
logía comparada, es transmitida por tradición oral... » (p. 219).
nomusicology Newsletter, 6: 3-5.
·

Sachs, Curt ( 1 943 ) The rise of music in the ancient world east and west. New « La materia propia de la sociedad fue discutida en profundidad. El consenso ge­
York: W. W. Norton. nera ! fu� favorabl� �l punto de vista según el cual la "etnomusicología'' no está
de �tngun mo �o 11m1 �ada a ta llar:iada "música prin1itiva" , y es definida más en
« La musicología comparada [ ... es... ] la rama primitiva y oriental de la historia . . e t gador qt1e por cualesquiera límites rígidos del
tn
r �zon de la orte�tac�on del � � ;
de la música» (p. 29). discurso [ .. . ]. Mas aun, se perc1b10 que el término " etnomusicología" es más pre-

72 73
A L A N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O L O G Í A C O M P A R A D A » Y « E T N O M U S I C O LO G Í A »

ciso y descriptivo de esta disciplina y de su campo de investigación de lo que lo traños. La música culta y la música popular (de entretenimiento) occidentales
era el término más antiguo, "musicología comparada'' » (p. 5). no pertenecen a su campo de estudio» (p. 1 ) .

Nettl, Bruno ( 1956) Music in primitive culture. Cambridge: Harvard Uni­ Merriam, Alan P. ( 1 960) « Ethnomusicology: discussion and definition of the
versity Press. field». Ethnomusicology, 4: 1 07-1 14.

« El estudÍ() de la música primitiva cae dentro del ámbito de la musicología com­ « • • • el estudio de la música en la cultura» (p. 109).
parada, o, como es frecuentemente denominada, etnomusicología, la ciencia que
Nettl, Bruno ( 1961) Reference materials in ethnomusicology. Detroit: lnfor­
se ()Cupa de las músicas de los pueblos fuera de la civilización occidental» (p. 1 ).
mation Service, Inc., Detroit Studies in Music Bibliography Number 1 .
Rhodes, Willard ( 1 956) «Toward a definition of ethnomusicology». Ameri­ «La etnomusicología [ ... es ... ] el estudio de la música no occidental y, por exten-
can Anthropologist, 58: 457-463. sión [ .. ] de la música folk... » (p. 2).
.

«Aquí, bajo la impronta de la musicología comparada, están reunidos estudios de Seeger, Charles ( 1 9 6 1 ) « Semantic, logical and political considerations bea­
la música del Cercano Oriente, Lejano Oriente, Indonesia, África, de los indios
de Norteamérica y música folk de Europa. A aquellos etnomusicólogos cuyos ring upon research in ethnornusicology». Ethnomusicology, 5: 77-80.
intereses se hallan limitados únicamente a la música primitiva, yo les pregunto: «El estudio de las músicas no europeas fue iniciado en 1 900 [ ... ] y finalmente le
¿Podemos rechazar nuestra herencia? No seamos provincianos en las metas de fue dado el nombre de "musicología comparada" » (p. 79).
nuestra disciplina. La música culta oriental, la música folk del mundo y la músi­
ca primitiva, todas aguardan un estudio serio» (pp. 460-461 ) . Greenway, John ( 1 962) Primitive Music. Boulder: University of Colorado.
Schaeffner, André ( 1 956) « Ethnologie musicale ou musicologie compareé? » « el estudio sistemático de la música tal y como se manifiesta entre los pueblos
• • •

En Paul Collaer ( ed. ) Les col/oques de Wégimont. Bruxelles: Elsevier, pp. más primitivos y desconocidos del mundo» (p. 1 ).
1 8 -32.
.

List, George ( 1962) «Ethnomusicology in higher education » . Music ]ournal,


« He dicho que nada en su nombre especifica que la musicología comparada deba 20: 20 SS.
estudiar las músicas no europeas. Pero es en éstas en las que está esencialmente
«En gran parte, la etnomusicología se ocupa ·de la música transmitida por tradi-
interesada» (p. 24 ).
ción no escrita» (p. 24 ). .

Hood, Mantle ( 1 957) «Training and research methods in ethnomusicology» .


Nketia, J. H. Kwabena ( 1 962) « The problem of meaning in African mu­
Ethnomusicolog')' Newsletter, 1 1 : 2-8.
sic» . Ethnomusicology, 6: 1 7.
« La [etno]musicología es un campo de conocimiento que tiene como objeto la in­ «El estudio de la música corno un aspecto universal del comportamiento humano es­
vestigación del arte de la música en tanto que fenómeno físico, psicológico, esté­ tá siendo crecientemente reconocido como el objetivo de la etnomusicología» (p. 1 ) .
tico y cultural. El [etno]musicólogo es un especialista de la investigación y aspi­
ra primariamente al conocimiento sobre la música» (p. 2). Hood, Mantle ( 1 963) « Music, the unknown» . En Frank L . Harrison, Man­
tle Hood y Claude V. Palisca. Musicology. Englewood Cliffs: Prentice­
Schneider, Marius ( 1 957) «Primitive music». En Egon Wellesz (ed. ) Ancient
Hall, pp. 2 1 5-326.
and Oriental music. London: Oxford University Press, pp. 1 -82.
«La disciplina está orientada hacia una comprensión de la música estudiada en
« Esta nueva disciplina fue llamada "musicología comparada", siendo su finalidad sí misma, y también hacia la comprensión de la música dentro del contexto de
primaria el estudio comparativo de todas las características -normales o no- del su sociedad. La etnomusicología se ocupa de la música de todos los pueblos no
arte no europeo» (p. 1 ). europeos [ ... ] e incluye dentro de su perspectiva la música tribal, folk y popular
Kunst, Jaap ( 1 959) Ethnomusicology. The Hague: Martinus Nijhoff, 3.ª ed. del mundo occidental, así como las hibridaciones de estas formas. Frecuente­
mente, penetra dentro . del campo de la música culta europea, aunque tal mate­
«El objeto de estudio de la etnomusicología, o, como originalmente era denomi­ rial es tan sólo un objeto indirecto de su interés. En otras palabras, la etnomu -
nada, musicología comparada, es la música tradicional y los instrumentos musica­ sicología c�mprende todos los tipos de música no abordados por los estudios de
les de todos los estratos culturales del género humano, desde los llamados pueblos la musicología histórica, esto es, el estudio de la música culta en la tradición
primitivos hasta las naciones civilizadas. Nuestra ciencia, por lo tanto, investiga europea occidental» (p. 217).
toda la música tribal y folk y toda clase de música culta no occidental. Además, List, George ( 1 963) «Ethnomusicology and the phonograph» . En Kurt Rein­
hard y George List. The demonstration collection of E. M. von Horn-
estudia también los aspectos sociológicos de la música, tales como los fenómenos
de aculturación musical, esto es, el influjo hibridante de elementos musicales ex-

74 75
A L A N P. M E R R I A M D E F I N I C I O N E S D E « M U S I C O LO G I A C O MPARADA» Y « E T N O M U S I C O LO G I A »

bostel and the Berlin Phonogramm-Archiv. New York: Ethnic Folkways directamente la tradición musical que estudia [ . . . ] . Por lo tanto, no puede sor­
Library, album notes for FE 4 1 75, pp. 2-5 . prendernos qL1e en las primeras etapas se hiciese especial énfasis en la compara­
ción, y que la disciplina fuese conocida como musicología comparada hasta
« lLa etnomusicología es ... J el estudio de la música transmitida oralmente» (p. 2). que, en la década de ·t 960, fue rebat1tizada» (p. 165).
Nettl, Bruno ( 1964) Theory and method in ethnomusicology. Glencoe: Free List, George ( 1969) «Discussion of K. P. Wachsmann's paper» . ]ournal of the
Press. Folklore Institute, 6: 1 92-199.
« en el pasado, los etnomusicólogos han sido estudiosos de la música fuera de
la civilización occidental y, en menor medida, de la música folk europea» {p. 1 ) .
• • •

«Una tercera definicié>n (y Ja que yo suscribo) define Ja etnomtisicología e11 el sen­


tido más abierto, como el estudio de la música tradicional. ¿Qué significa el tér­
«Podemos resumir el consenso general en la declaración de que la etnomusico­ mino "música tradici<)nal " ? Se refiere a música que posee dos características es­
logía es, tanto en la realidad como en la teoría, la disciplina que persigue el cono­ pecíficas: es transmitida y difundida por la mem<>ria en lugar de hacerlo a través
cimiento de la música del mundo, co11 especial énfasis sc)bre aquella música ajena de la escritura, y es música que está siempre cambiando, en la qtte una segunda
a la cultura propia del investigador, desde un punto de vista descriptivo y com­ interpretación del mism<> ítem difiere de la primera» (p. 195).
parativo» (p. 1 1 ).
Seeger, Charles ( 1970) «Toward a unitary field theory for musicology» . Se­
Nettl, Bruno ( 1 965) Folk and traditional music of the western continents.
lected Reports, 1 (3 ): 1 72-210. Al leer lo que sigue, se debería recordar
Englewood Cliffs: Prentice-Hall.
que Seeger sostiene que «etnomusicología» es el término apropiado pa­
«La disciplina que investiga [ ... la música folk y no occidental. ..] es conocida ahora ra lo que ahora es llamado «musicología» .
como etnomusicología. Con anterioridad a la década de 1950, era llamada común­
mente musicología comparada, y es una especie de área fronteriza entre la musico­ « la musicología es ( 1 ) un estudio discursivo, sistemático además de histórico,
• • •

logía (el estudio de todos los aspectos de la música, académicamente entendida) crítico así como científico o cientificista; cuyo campo es.(2) la totalidad de la mú­
y la antropología (el estudio del hombre, su cultura, y especialmente de las cul­ sica del hombre, tanto en sí misma como en sus relaciones con aquello que no es
turas ajenas a la propia cultura del investigador)» (p. 26). ella misma; cuyo cultivo es hecho (3) por especialistas individuales quienes pue­
den observar su campo como músicos, así como en términos concebidos por no
Kolinski, Mieczyslaw ( 1 967) «Recent trends in ethnomusicology» . Ethno­ especialistas en música, para cuyas disciplinas algunos aspectos de la música pro­
musicology, 1 1 : 1-24. veen datos; cuya aspiración es contribuir a la comprensión del hombre, en tér­
minos tanto (4) de la cultura humana como (5) de sus relaciones con el universo
«Uno de los objetivos más ambiciosos de la investigación musicológica es el físico» (p. 179).
análisis comparativo de los estilos musicales conocidos de los pueblos del mun­
do, de cara a definir sus rasgos distintivos y, en última instancia, para buscar uni­ List, George ( 1 9 7 1 ) lnter-American program in ethnomusicology. Bloo­
versales que provean una base común para la inmensa variedad de creaciones mu­ mington: Indiana University Publications.
sicales. El término más apropiado para este campo de estudio parece ser el de
musicología comparada>� (p. 5). « La etnomusicología es concebida como un estudio interdisciplinarío, en el que
pueden ser aplicados útilmente puntos de vista derivados de muchas discipli­
Gillis, Frank ( 1 969) Comunicación personal. nas» (s. p.).
« [La etnomusicología es . . . ] el estudio de aquellas músicas del mundo que son Chenoweth, Vida ( 1 972) Me/odie perception and analysis. Ukarumpa, Pa­
transmitidas oralmente» . pua New Guinea: Summer Institute of Linguistics.
Hood, Mantle ( 1 969) «Ethnomusicology» . En Willi Apel (ed.) Harvard dic­ « La etnomusicología es el estudio de las prácticas musicales de un pueblo en par­
tionary of music. Cambridge: Harvard University Press, 2.ª ed., pp. 298- ticular» (p. 9). Repetido e11 la segunda edición, 1 974.
300.
Chase, Gilbert ( 1 972) «American musicology and the social sciences » . En
« La etnomusicología es un acercamiento al estudio de cualquier música, no sólo
Barry S. Brook, Edward O. D. Downes y Sherman Van Solkema (eds.)
Perspectives in Musicology. New York: W. W. Norton, pp. 202-226.
en sí misma, sino también en relación con su contexto cultural» (p. 298).
Wachsmann, K. P. ( 1969) «Music» . Journal of the Folklore Institute, 6: 1 64-
«Yo estoy de acuerdo con la idea de una "etnomusicología" [ ... ] pero no estoy de
191. acuerdo con la terminología [ ... ] Lo que necesitamos es un término de perspecti­
« ••• la etnomusicología se ocupa de la música de otros pueblos [ ... ] El prefijo "etno" va más amplia [ . ..] Para esto, propongo el término " musicología cultural" [cuya
apunta al hecho de que esta musicología trabaja esencialmente a través de lími­ tarea es] "estudiar las similitudes y diferencias en el comportamiento musical
tes culturales de un tipo u otro, y que, generalmente, el observador no comparte entre grupos humanos, para dibujar el carácter de las diferentes culturas musi-

76 77
A LA N P. M E R R I A M

cales del mundo, y los procesos de de estabilidad, cambio y desarrollo que les son
característicos" » (p. 220).
Blacking, John ( 1 973) How musical is man? Seattle: University of Washing­
ton Press.
« Etnomusicología es una palabra relativamente nueva que es usada generalmen­ Capítulo 4
te para referirse al estudio de los difere11tes sistemas musicales del mundo» (p. 3 ) .
Merriam, Alan P. (ca. 1 973) Pensamientos inéditos. TRANSCRIPCIÓN Y NOTACIÓN ( �� )
« La etnomusicología es el estudio de la música como cultura» . M a n t l e Ho o d
Blacking, John ( 1 974) In memoriam António Jorge Dias. Lisboa, vol. Ill, pp.
7 1 -93.
« La disciplina se ocupa principalmente de la música ''étnica" o "folk" y, por lo

tanto, tiende a ser una área de estudio. Los métodos empleados son generalmen­
te antropológicos y sociológicos, o musicológicos: de este modo, los especialis­
tas se ocupan o bien de las reglas de una sociedad o cultura particular, de la que
Ja praxis musical es uno de sus aspectos, o bien de las reglas del sistema musical
).

Nettl, Bruno ( 1 974) Comunicación personal. Cuando comenzaba mis estudios con Jaap Kunst, una mañana me
« La etnomusicología es el estudio comparado de las culturas musicales, particu­ sentó junto a él, colocó frente a nosotros unas cuantas hojas de pa­
larmente como sistemas totales, incluyendo sonido y comportamiento, mediante pel pautado, puso una grabación en el tocadiscos y me dijo que íba­
el uso de la investigación de campo» . mos a hacer un dictado musical. Se trataba de una vieja grabación de
Nettl, Bruno ( 1 975) «The state of research in ethnomusicology, and recent gamelán javanés con coro de hombres y una mujer solista, en un
developments» . Current Musicology, 20: 67-78. disco de 78 rpm. Me dijo que primero nos concentraríamos en la lí­
nea melódica de la solista. Tras escucharlo dos veces de principio a
fin, colocó de nuevo la aguja en el primer surco y dijo: <<Escribe has­
« [La etnomusicología es ... ] el estudio de toda la música desde el punto de vista
de su tradición oral» (p. 69).
ta que te pierdas, luego lo reiniciaremos» . Ya me había indicado qué
Helser, Elizabeth ( 1 976) Comunicación personal. alturas de entre las cinco líneas y cuatro espacios del sistema occi­
« La etnomusicología es la ciencia hermenéutica del comportamiento musical dental correspondían de forma aproximada a los siete tonos del sis­
humano». · tema pélog de afinación javanesa.
Allí · nos sentamos los dos, lápices en mano, mientras sonaba la
sección introductoria, atentos a la frase que daba entrada al pesinde­
nan o parte solista. Comenzamos a escribir tan pronto como ésta dio
inicio. Tras cinco o seis notas de la melodía me atasqué y levanté la
cabeza. Kunst seguía escribiendo con soltura y continuó haciéndolo
durante otros quince o veinte segundos, mientras mi rostro musical se
iba enroje ciendo . Cuand o paró, colocó la aguja un par de surcos
antes de la entrada del sinden, diciendo: «Revisa siempre lo que llevas
escrito desde .el comienzo>> . Escuché con vehemencia de nuevo com- '

( * ) Fragmento del capítulo 2 de The Ethnomusicologist (1971). New York: McGraw


Hill, pp. 50-85. Traducción de Rafael Martín Castilla.

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MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TAC I Ó N

probé la media docena de notas que había escrito, me parecieron con una individualidad deliberada, expresada mediante variedad
correctas . . . y me volví a quedar atascado en el mismo lugar. Mi men­ de ornamentos. Completan el conjunto entre una y tres mujeres so­
tor también revisó sus largas anotaciones y continuó añadiendo a su listas.
transcripción otro fragmento de quince o veinte segundos. Los instrumentistas y cantores realizan su interp�etación de acuer­
A esas alturas empezaba a sentirme un tanto lerdo. Paró, retro­ do con un principio de orquestación que se ha denominado estratifi­
cedió hasta la entrada del sinden y repetimos el proceso. En esta oca­ cación polifónica (ver figura 1 ) 1• En esta práctica, entre treinta y cua­
sión, con gran dificultad y torpeza, me las arreglé para poner algo renta líneas melódico-rítmicas distintas conforman diferentes capas
de aquel complicado punto sobre papel y avanzar otras ocho o diez o estratos de sonido, cada una manteniendo sus características pro­
notas antes de bloquearme nuevamente. Kunst seguía escribiendo y pias de contorno melódico, lenguaje rítmico y densidad relativa (en­
cuando paró ya había transcrito una considerable porción de la me­ tendida como el número de acontecimientos musicales que suceden
lodía solista. El proceso se prolongó durante unos veinte minutos. En­ dentro de un lapso arbitrario de tiempo). La resultante de todas es­
tonces, n1i maestro sólo tenía que seguir la grabación del pesinde­ tas líneas melódico-rítmicas interdependientes es una textura armó­
nan desde el comienzo hasta el final, haciendo alguna leve corrección nica muy compleja. Tradicionalmente, los javaneses conceden la mis­
mientras sonaba. En el mismo tiempo yo, comparativamente, tenía ma importancia tanto a los instrumentistas como a los cantores. Las
muy poco que mostrar como resultado de mis ansiosos esfuerzos. Era entradas de las partes vocales no son recibidas con una reducción del
como presentarme a un examen sobre un libro que nunca había leí­ nivel dinámico del gamelán, sino que se presupone que los cantores
do. ¡Cómo podía alguien tomar al dictado un dictado complicadí­ se mezclarán con los timbres instrumentales, de modo que realmen­
simo tan rápidamente! te las líneas vocales son como hebras de seda sobre la textura ligera­
Percibiendo mi aflicción, Kunst sugirió que comparáramos nues­ mente más tosca del tapiz polifónico instrun1ental 2 •
tras transcripciones hasta donde yo había podido llegar. No sólo es­ Por tales motivos aquella grabación requirió gran concentración
taba turbado por mis escasos resultados sino también algo inquieto con el fin de desmadejar el ovillo de la parte solista femenina. Me
porque sospechaba que algunos detalles con los que había estado pe­ estuve peleando con ella durante una media hora y descubrí que la
leándome habían quedado anotados de forma no del todo correcta. velocidad lenta revelaba un buen número de errores de transcripción.
Le pregunté si me concedería otros diez o quince minutos para revi­ Lo que podía percibir a 78 rpm y lo que ahora escuchaba a 331/3 rpm
sar más profundamente lo anotado, rebajando la velocidad de 78 a era a veces lo mismo, la mayoría de las veces sólo parecido, y oca­
33 rpm. Él accedió y regresó a su mesa. Entonces se inició el proce­ sionalmente muy distinto. En ese momento me sentía más confiado
so minucioso y auditivamente algo desagradable de escuchar los gru­ de lo que había anotado en el papel, pero aún bastante compungido
ñidos del gamelán y la voz ralentizados hasta menos de la mitad de de ver lo bajo que había caído mi preparación en dictado musical. Lo
su velocidad original. que aplicado a la música occidental había constituido para mí una
La grabación presentaba más problemas de los habituales para entretenida y fluida habilidad, en el caso de la música javanesa co-
un transcriptor. Debido a su excesivo uso, el disco producía una mo­
lesta cantidad de ruido superficial. La agrupación en sí mantenía
una textura sonora .muy compleja. Un gamelán completo tiene unos 1. Para una explicación más detallada e ilustraciones de esta práctica, véase la gra­
treinta instrumentistas que tocan una variedad de gongs de distin­ bación en LP Music of the Venerable Dark Cloud y los textos que Ja acotnpañan (1 967:
tos tamaños suspendidos horizontal o verticalmente, un surtido de 15-24).
instrumentos de láminas de bronce algunos con resonadores en 2. La grabación comercial en cuestión se realizó en los años treinta, antes de que
los cantores e instrumentistas del gamelán javan.és conocieran las técnicas del micró­
la habitual forma de tubo, otros con resonadores de bambú o de fono. En esta grabación el ingeniero de sonido dio sólo tina ligera prominencia a la
metal, pero todos ellos con una sorprendente capacidad de mante­ voz, superior a lo. que se consideraría tradicional. Desde la segun.da Guerra Mundial
ner e l sonido-, un j uego de tambores de mano, a veces una clave, la difusión de estaciones de radio, dirigidas .Por músicos profesionales, dio como re­
sultado el que las técnicas de emisión y grabación proporcionaran una prominencia
un xilófono, una o dos cítaras pinzadas, una flauta y un laúd de ar­ exagerada de la voz, el rebab y otros pocc)s instrumentos principales. No obstante,
co (el rebab). A esta rica mixtura de sonoridades se añade un coro aparte de las sesiones de grabación y emisión, la práctica tradicional se puede encon­
masculino de una docena o más voces cantando al unísono, pero trar todavía hoy en día.

80 81
, ,

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guardadas en el armario durante los años restantes mientras ocupa


su mente en temas mas serios.
,, .

Probablemente debido a la constante presión de tiempo para in­


tentar cubrir los contenidos del curso, pocos educadores de teoría,
literatura y composición de tercero y cuarto se ocupan de ejercitar los
músculos · del dictado de sus alumnos. Tal ejercitación aún es más
escasa en el postgrado. Tras unos cuantos años de abandono, los
músculos del dictado tienden a debilitarse y adelgazarse. Si el dicta­
do musical no se necesita en conjunción con estudios más maduros,
Gttong
podríamos preguntar: ¿por qué debería . darse tal formación en los pri­
Pesirul'1n meros años? Un estudiante que lea un manuscrito del siglo XVI pare­
SulinQ
ce precisar poco las habilidades del dictado. Sin embargo, cuanto rr1a­
yor sea su facilidad en el dictado, mayor garantía tendremos de que
es capaz de «escuchar» lo que está leyendo. En otras palabras, los mí­
nimos avances que se· logren en la habilidad del dictado irán a la par
con la « audición interior» , interpretación, armonía sobre el teclado,
lectura orquestal y otras materias semejantes de la formación musi­
cal básica.
Lo ideal sería que en los años finales de carrera y en el postgra­
do se continuara ejercitando e incrementando la maestría en estas ha­
bilidades básicas. Si no se logra el ideal, entonces, cuando la ocasión
Ktmpjong lo requiera, habremos de sacar del armario la habilidad que había­
Ketuk
mos dejado abandonada, desempolvarla y engrasarla según las ne­
. - . �· - ,--
- --- ---
- ¡-·· ' ·- cesidades.
-

- -!�--=- -
- -

Gong --' -
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- - �- -""
---"--
Es más que probable que nuestro estudiante primerizo de etno­
�., l. : ·;·rTfT"i:i;.�
i.f F f ,.·r. ítf.· t-.�!=f:�.:i f]jij�'.(�j.�1:1�!�fii.�
musicología llegue bastante oxidado en cuestión de dictado musical.
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En el caso frecuente de que sus profesores se hallen ocupados en ta­
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reas más serias, debería tomar la iniciativa y añadir a su programa


FIGURA l .-Kendangan Ladrang Lendang 2 «Sriredjeki». Pélog Patet Nem, transcri­ extracurricular de interpretación instrumental, canto y audición de
to por Hardja Susilo; reimpreso de Music of the Venerable Dark Cloud, Institute of
Ethnomusicology, UCLA, l 967. música no occidental, el hábito de realizar frecuentes sesiones de dic­
tado musical con uno o dos compañeros de clase. La verdadera flui­
dez en el dictado (como cualquier otra habilidad en la música) no se
menzaba. a parecer una tortura de ejercicio. Mi ego estaba comple­ adquiere asistiendo a un curso, sino formando un hábito d� práctica
tamente desinflado. constante .
Podríamos considerar en qué punto se encuentra en este tipo de
habilidad el estudiante que comienza la carrera.
Los estudios superiores en música se suelen realizar ejercitando EL DICTADO MUSICAL: LOS CUERNOS DEL DILE1'1A
la musicalidad durante los primeros cursos. Al final de los estudios
de dictado el alumno es capaz de anotar un coral sencillo de Bach a Le dije a Kunst que estaba preparado para la comparación de nues­
cuatro voces, un m1nueto para piano y cosas seme1antes, mus1ca no
. . ,; .

tras transcripciones hasta el punto al que había sido capaz de llegar.


demasiado compleja desde el punto de vista melódico, rítmico o ar­ Comenzó leyendo mi notación, pero pronto paró j unto al pri­
mónico. Entonces, lo normal en estos casos es dejar estas habilidades mer punto problemático que me había atormentado durante la audi-
t

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- -----
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ción a 78 rpm, trazando un círculo alrededor del racimo de cinco Cogiendo el toro por los cuernos
notas que yo había escrito. Me mostró su versión. ¡El racimo de
notas estaba representado por un símbolo de adorno sobre una sim­ Se han debatido muy a menudo las distintas ventajas que ofrecen es­
ple negra ! tas dos escuelas de notación, de modo que representan los cuernos de
«Esto está demasiado detallado», dijo. «Anota las notas princi­ un dilema en la práctica de la transcripción. De hecho, no deberían
pales y no te preocupes de la ornamentación. Demasiados detalles os­ verse como una propuesta entre « una u otra » , sino como los dos ex­
curecen el fluir de la melodía. Tu notación no reflejará el modo en tremos de un continuum en los problemas básicos de la notación. Asu­
que suena» . mamos que la nota negra modificada por un adorno que proponía
Afortunadamente, me hallaba estudiando con un profesor real­ Kunst representa aproximadamente la altura re. El adorno nos re­
mente inusual para ser europeo. Si a Kunst le fastidió mi prerrogati­ cuerda que no se trata de una nota re plana, sino ornamentada de
va educativa americana de llevar la contraria al profesor, no dio mues­ algún modo. Si estuviéramos interesados en descubrir con cuánta fre­
tras de ello. Yo argumenté que sin los detalles de la ornamentación la cuencia el pesindénan emplea el re llano con respecto al re ornamen­
línea del pesindenan pudiera igualmente haber sido cantada por un tado; o si el empleo del re llano u ornamentado depende de la apari­
cantante folk anglo-americano o hasta por un virtuoso del lied ale­ ción de una nota principal particular que la precediera o siguiera; o
mán. Los detalles melódicos, mantuve, establecían su carácter java­ si estos diferentes us·os están asociados con ciertos puntos estructu­
nés, su identidad distintiva. Debo admitir, no obstante, que la nota­ rales en la melodía o con requisitos especiales del texto y cuestiones
ción de Kunst, más que la mía, «reflej aba el modo en que estaba semejantes, entonces la representación fonémica de Kunst sería la ade­
sonando» a 78 rprn. cuada. Por otra parte, si lo que queremos conocer son los diferentes
Este ejercicio de dictado ilustra un problema persistente en la tipos de ornamentos que pueden usarse sobre el re; o los tipos o fa­
milias de ornamentos del re que lo convierten en j avanés en lugar de
transcripción que requiere una elaboración esto es, ¿ qué nivel de
en un re griego y un re japonés; o el grado en que éste u otros ador­
detalle es preciso anotar? , y, como veremos más adelante, deben
nos son empleados sobre otras notas principales; o si tales adornos
tenerse en cuenta un número de factores relacionados: la naturale­
se realizan a partir de notas principales (interpretadas por los ins­
za y eficacia relativa de la notación en términos de la tradición mu­
trumentos de bronce) o de notas vocales (que sólo pueden ser inter­
sical particular a la que sirve, los problemas de aplicación de la no­ pretadas por el rebab, la flauta y la voz), o bien por combinación de

tación occidental a la música de otras tradiciones y la consideración ambas, y cuestiones precisas semejantes, entonces necesitaremos una
de aproximaciones alternativas para la notación de la música no oc­ transcripción fonética que muestre cada detalle.
cidental. Entre estos dos ·niveles extremos de exigencia podríamos identi­
A lo largo de los años he ido encontrando un cúmulo de eviden­ ficar un número casi infinito de cuestiones a investigar, las cuales, por
cias de que la cuestión aquí tratada la importancia relativa del de­ su propia naturaleza, indican en qué lugar de la línea G-E de nota­
talle melódico-rítmico es un factor que merece atención especial. ción ha de ponerse el énfasis.
Aunque en aquel momento no era consciente de ello, esta diferencia
básica de opinión representa una diferencia conceptual clásica entre La línea G-E
las enseñanzas de Hornbostel, a quien Kunst emulaba, y las prácticas
de personas como George Herzog, un antiguo alumno de Hornbos­ Se me escapó Ja referencia a la línea G-E antes de lo que pretendía.
tel, o más especialmente las transcripciones de Béla Bartók. Estas dos Se trata de un término que surge constantemente durante las delibe­
formas de aproximarse a la transcripción, una limitada a las notas raciones del Seminario de los miércoles de la UCLA. Hace unos años
principales y el fluir general de la melodía, la otra interesada en los descubrimos que una causa fundamental del fracaso de la comuni­
detalles rítmicos y melódicos más minuciosos, son a menudo citadas cación entre los estudiantes, entre los miembros del profesorado y en­
como los tipos fonémico y fonético de transcripción, respectivamen­ tre los estudiantes y el profesorado era la diferencia de puntos de re­
te, términos tomados en préstamo muy vagamente del campo de la ferencia. Comprendiendo que la aproximación a un mismo objeto de
lingüística (ver Gleason, 1 9 6 1 : cap. 1 6) . estudio podía realizarse en los términos más generales o en los más

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MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TAC I Ó N

específicos, trazamos una larga línea horizontal en la pizarra y de­ ciones al objeto en una perspectiva adecuada sino también para re­
nominamos uno de sus extremos « G » (por «general » ) y el otro ex­ conocer algunas teorías subyacentes que afloraron. Por ejemplo, de­
tremo «E» (por « específico » ) 3 • Reconociendo que todo problema po­ dicamos mucho tiempo a considerar las definiciones existentes de la
día abordarse desde cualquiera de los dos extremos, acordamos que palabra «modo>> . Descubrimos que había muy poco publicado entre
el último objetivo se situaría en algún punto en torno al centro de la las fuentes consideradas como «autoridades» dignas de crédito, y tam­
línea. bién resultó interesante descubrir los diferentes lugares que estas de­
Por ejemplo, resulta interesante saber que muchas culturas mu­ finiciones ocupaban en la línea G-E. «Modo» aparecía definido con
sicales emplean alguna forma de sistema de afinación basado en cin­ términos tan generales como « una organización particular de inter­
co tonos. También es interesante conocer cómo las formas del slén­ valos pequeños y grandes» o con otros tan específicos como los que
dro sundanés contemplan la posibilidad de añadir hasta doce notas se detienen a detallar los requisitos de los modos eclesiásticos. Algu­
vocales y que pueden emplearse sólo con precaución, observando nos se contradecían mutuamente, otros resultaban confusos o ambi­
las reglas del modo (papatet) y de los submodos (surupan), compli­ guos en el empleo de términos como «escala» , «tónica>>, fina/is, «te­
cándose la cuestión por la práctica del préstamo desde otros sistemas tracordos conjuntos y disjuntos>> , etc. Y ninguno podía aplicarse a
de afinación de similar complejidad. Ninguno de los elementos de in­ nivel internacional. De hecho, todos ellos, tomados juntos, contra -
formación comentados cae cerca del centro de la línea G-E, pero la dicciones aparte, ho eran capaces de tomar en cuenta los raga indios,
consciencia de que nuestro objetivo es alcanzar este punto final ayu­ los patet j avaneses, los dastgah persas y prácticas modales de otras
da a mirar desde otra perspectiva los datos conocidos hasta ese mo­ culturas musicales bien conocidas para los miembros del Seminario.
mento. Tras cuatro o cinco meses examinando las prácticas modales de va­
Con el tiempo descubrimos ·que también era precisa una repre­ rios lugares del mundo, el Seminario fue capaz de construir una de­
sentación vertical de la línea G-E. Dada un área de preocupación finición, aún en pruebas, que se basa en la asunción de que el modo
en cualquier punto a lo largo de la línea G-E horizontal, también era es en sí un continuum, una línea G-E teórica. Así, creemos que exis­
necesario establecer el continuum desde lo general hacia lo específi­ ten ciertas condiciones mínimas que deben darse en la práctica mu­
co dentro de aquella área de interés. Pronto resultó aparente que sical antes de poder afirmar que una música dada emplea el concep­
cualquier segmento de la línea vertical podía conducir hacia otras lí­ to de modo. Algunas tradiciones musicales de México parecen cumplir
neas G-E interesantes; de modo que, en efecto, una línea G-E gene­ estas condiciones mínimas, tal como corresponde al extremo final
ra otras líneas G-E en un número infinito de planos y direcciones. G de la línea . . En el extremo E encontramos conceptos complejos y
Esto se hará más evidente en las discusiones de los siguientes capí­ detallados como aquellos que gobiernan los raga indios o, de otra
tulos. ma11era, los patet javaneses. Por el momento, deberíamos situar los
Con mucha frecuencia lo que a primera vista aparentan ser agu­ modos eclesiásticos renacentistas en algún lugar en torno a la mi­
das diferencias de opinión se puede resolver rápidamente mediante tad del c9ntinuum de los modos; pero tal vez, según se vayan per­
una referencia a los diferentes segmen�os de la línea G-E que ocupan. feccionando los métodos de investigación, los modos eclesiásticos se
Es un marco de referencia en conexión con cuestiones puramente mu­ vayan desplazando en esa línea, aproximándose a las prácticas mo­
sicales y también en lo concerniente a problemas etnológicos los de dales de Oriente.
la música examinada en relación con sus contextos sociales y cultu­ Podríamos especular brevemente acerca de las implicaciones de
rales . A lo largo de unos meses de deliberación consumidos en el la línea G-E para el establecimiento de un continuum con ciertas
intento de redefinir los términos básicos empleados en música para prácticas musicales que pueden mostrar una correlación con la es­
que fueran válidos en una aplicación internacional, la línea G-E fue tructura social y/o el comportamiento humano. Se me vienen a la
importante no sólo para mantener nuestras numerosas aproxima- mente dos ilustraciones. La primera fue provocada por el interés,
suscitado en el Seminario, por examinar las formas en que diferen­
tes culturas musicales manejan el elemento del tiempo para crear
3 . Existen designaciones puramente arbitrarias cuyo significado connota extre­
música. Aunque el estudio conjunto está sólo en sus comienzos,
mos, <)puestos, polaridad, dicotomía, finito-infinito, general-particular, etc. algunos descubrimientos provocadores sugieren una posible corre-

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T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N
MANTLE HOOD

lación entre la percepción y el uso del tiempo en la música y la colocarla en algún lugar entre la mitad y el extremo indonesio de la
relativa independencia o el sentido de obligación comunal del línea.
individuo. Como hipótesis de trabajo, podríamos decir que cuanto El segundo ejemplo sugiere una posible correlación entre el prin­
mayor es el sentido individual de obligación comunitaria, más sen­ cipio de orquestación citado y una estructura social estratificada y je­
siblemente se percibe el tiempo como un factor preciso de creación rárquica. Se emplean diferentes niveles de estratificación entre el Su­
musical. Los ejemplos estudiados sugieren claramente que esta co­ deste asiático, la música cortesana tradicional del Lejano Oriente y
rrelación podría existir como un continuum con, por ejemplo, la algunas sociedades de Á frica. Los estudios iniciados indican que es­
creación musical balinesa y j avanesa en un extremo y la creación to también podría conducir hacia un continuum teórico de estratifi­
musical de Europa occidental en el otro. En Bali, donde el hinduis­ cación desde lo complejo hasta lo simple, interrelacionado con la com­
mo balinés como fundamento de la estructura social ha producido plejidad relativa de la estructura socia�.
algo que se aproxima al ideal del espíritu comunal, encontramos los Ahora permítaseme considerar alguno de los puntos que tocamos
estándares más exigentes de interpretación colectiva que yo co­ en la descripción de la lección con Kunst.
nozca en ningún lugar del mundo. Tales estándares dependen de la Si el material bajo estudio existe como una simple copia de un
más aguda percepción del tiempo. En Java, donde persistió una re­ disco o una cinta, debe considerarse como un manuscrito único a al­
ligión similar desde el siglo VII hasta el XVI eri que nominalmente fue macenar en la sección de libros raros de un archivo o biblioteca. Las
reemplazado por el islam, parece existir un mismo espíritu comu­ incontables repeticiones necesarias para realizar una transcripción de­
nal, relacionado con una expresión diferente de percepción precisa terioran significativamente la fidelidad del original. El transcriptor
del tiempo en la creación musical. Los músicos j avaneses parecen siempre trabajará a partir de una copia.
haber desarrollado un sentido del tiempo absoluto (en el sentido en Kunst insistió en que el núcleo tedioso del dictado musical debía
el que hablamos de oído absoluto entre los músicos occidentales), ser abordado por la mañana temprano, cuando el transcriptor está
de tal manera que la duración completa de una pieza orquestal es física y mentalmente fresco. La práctica preliminar de audición de la
siempre previsiblemente la misma en las diferentes interpretaciones. pieza completa, repetida varias veces, proporciona una orientación
También sucede así en las secciones repetidas incesantemente den­ para la configuración de la forma. Durante estas audiciones iniciales,
tro de una pieza. En otro aspecto de la musicalidad también se evi­ con un ojo en la manecilla de los segundos del reloj, me resulta útil
dencia un sentido absoluto del tiempo. Mientras en Bali las exigentes apuntar en una especie de taquigrafía la sucesión de secciones clara­
condiciones de entrelazado rápido de las partes interpretadas por mente reconocibles.
e� conjunto prohíben la improvisación, en Java el verdadero espí­ El primer objetivo es tomar en papel un esbozo fonémico de la
ritu del gamelán está basado en las improvisaciones del grt1po. Den­ pieza, recordando durante todo el proceso la admonición de Kunst:
tro �el armazón de las estructuras de tiempo preciso que gobiernan « Revisa siempre lo que llevas escrito desde el comienzo>> . Una vez
l � pieza o� questal, el músico j avanés está tan seguro de su percep­ realizado un esbozo fonémico satisfactorio, el transcriptor está pre­
,, del tiempo, que se espera de él que se tome ciertas libertades
c1on parado para comenzar a preocuparse por los detalles fonéticos
sobre el pulso básico que sustenta el fluir de su improvisación. En mediante la reducción de la velocidad del play-back. Si ha elegido
el otro extremo del continuum ya hemos mencionado ciertas difi­ empl�ar una adaptación de la notación occidental con las notas dia-'

cr1t1cas apropia das para indicar las desviaci ones de los estándares
,, . .

cultades que tienen los músicos occidentales con los ritmos aditi­
vos; Y una comparación entre las diferentes interpretaciones de una occ�dentales de altura, su transcripción fonémica deberá dejar es­
misma .Pieza por el mismo director (por no mencionar entre dife­ pacio �ara otros pentagramas en la página. Esto permite realizar
c ?rrecc1ones en la línea fonémica original; los detalles fonéticos aña­
di �os pueden col �c �rse en pentagramas vacíos bajo el original. Tal
rentes directores) revela una sensibilidad mucho menor hacia la no­
ción de tiempo preciso. No es necesario analizar la estructura so­ .
,, r pido que el continuo
metod � �s mas � borrado, y suministra in­
cial de esta sociedad o la característica de relativa independencia
formac1on �sencial de la que pueden hacerse diferentes propues­
del comportamiento individual. Los ejemplos africanos estudiados _ proporciona.
tas. Tamb1en una muestra gráfica de l a percepción
los situarían en un lugar bastante próximo al extremo indonesio d·e del transcriptor a diferentes velocidades del play-back. Una acu-
la línea G-E. El estudio limitado de ejemplos de China tendería a

89
88
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N

mulación de transcripciones en esta forma de «pentagramas sin com­


pasear» indicará claramente el progreso en la habilidad del dicta­
do; la comparación entre los esfuerzos iniciales y los posteriores le
estimulará. FIGURA 3.-0rnamentos vocales típicos empleados en matjapat.
El borrador completo de una transcripción fonémico-fonética po­
dría resultar como la figura 2. La ventaja fundamental de este tipo de
registro de datos es la flexibilidad que proporciona para representar
diferentes niveles de detalle según el contexto o las aplicaciones, en
lo que podríamos denominar la línea de comunicación G-E. Consi­ FIGURA 4.-Cadencia típica con los tonos vecinos y tonos vocales entre paréntesis.
deremos a continuación los variados niveles de detalle que propor­
ciona nuestra notación. Cada uno de éstos, en su propia aplicación,
«refleja el modo en que suena>>, uno de los aspectos más desea bles en n

�· • �-� -

un sistema de notación. Algunos ejemplos: un estudio sobre la prác­ - ·- .. r .
u ��

.•
'-
tica ornamental abordado por un especialista, requiere una versión • 1'f"

fonética como la figura 3. Un estudio de los patrones cadenciales po­ FIGURA 5 .-Relevancia de las notas fundamentales indicada por su duración relativa.
dría mostrarse como en la figura 4. Un estudio del �omportamiento
de las notas fundamentales en una jerarquía modal podría estar re...
presentado de la manera en que aparece en la figura 5. Un estudio
comparativo del contorno melódico podría basarse en nuestra ver­
sión fonémica original corregida (figura 6). Sin embargo, con objeto
de mostrar una anotación detallada de la interpretación realmente es­ FIGURA 6.-Versión fonémica corregida del contorno melódico (los valores rítmicos
cuchada en la grabación, nuestros esfuerzos en el dictado musical han están basados en la figura 7).
de rendirse ante el registro objetivo de notación automática produ-

• Boceto fo116n1lco ( l .• .;iudlc1ón a i' t· �' pps)


ciclo en laboratorio por un instrumento electrónico como el meló­
-V - ...-
--· �------·
grafo de Seeger modelo C (figura 7 4).
--'---- �-------����-· (.�
-&
Por ahora debe quedar claro que dentro de las variadas exigen­
cias para desarrollar una musicalidad internacional la adquisición
a (2.ª audición ·a 7112 pps) de habilidades como el entrenamiento auditivo, la interpretación y
el dictado musical son claramente una responsabilidad del estudian­
te. No obstante, la identificación por parte del profesor de deter­
a Boceto fonético (a 3314 pps)
minados problemas hallados en la aplicación de estas habilidades de­
be estimular al estudiante a ser crítico con las soluciones crónicas
°"tbC J �.�·�·��+��J��t--�-.,,._....---t�=4���1���/;:",.._,..�..+-�:-'-- a los problemas de la notación. En definitiva, la promesa de mejores
v1brntn
soluciones queda en manos de las futuras generaciones de estu­
diantes.
Consideremos ahora algunos problemas de la notación.

FIGURA 2.-Extracto de matjapat cantado por Mardoesari; transcripción fonémi­


co-fonética que muestra diferentes niveles de detalle sobre un pentagrama sin com­ 4. E l libro original de M . Hood incluye grabaciones de estas ilustraciones.
pasear. [N. del T.]

90 91
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N

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FIGURA 7.-La porción superior del melograma muestra la línea de la altura sobre líneas indica los parciales del espectro hasta 5.500 Hz, e incluye abajo una referencia en gris
discontinuas espaciadas de forma regular que representan los intervalos cromáticos de como estándar para determinar la intensidad de cada parcial representado; las líneas
la afinación occidental (el tiempo transcurrido entre guiones es de 1/1 O de segundo); la verticales bien espaciadas a lo largo de esta porción de la imagen indican el tiempo trans­
porción central de la imagen muestra la intensidad sobre un estándar de decibelios, re­ currido en segmentos de un segundo. La desesperada complejidad de tratar de mostrar
presentado mediante líneas continuas, la más alta indica -O db (decibelios), la segunda, estos detalles en la notación occidental aparece plasmada en la parte baja del melo­
-6 db, la tercera, - 12 db, y así consecutivamente; la porción inferior del melograma grama.

LA EFICACIA RELATIVA D E LA N OTACI Ó N notación china cuando sentí que alguien observaba por encima del
hombro.
Una conversación casual mantenida en 1 9 6 1 con el entusiasta can­ Pete Seeger quiso saber cuándo había encontrado tiempo para
tante tradicional Pete Seeger estimuló la especulación sobre un tipo aprender a leer chino. Le aseguré que aquella copia era únicamente
de préstamo reversible en el campo de la notación.. Asistíamos a un notación musical, una pieza para principiantes que estaba inten­
congreso del International Folk Music Council 5 en la ciudad de Que­ tando memorizar. Le comenté lo impresionado que estaba con la eco­
bec. Una tarde, poco después de la cena, busqué un lugar apartado nomía y eficacia de la notación. Él se mostró interesado en conocer
en el salón de la sede del congreso para aprovechar la media hora cómo funcionaba. Le expliqué que la tablatura se leía de abajo arri­
antes del com.ienzo de las actividades de la tarde. Durante algunos ba y de derecha a izquierda y que los símbolos estaban compuestos
meses había estado estudiando el ch'in chino con Tsun-Yuen Lui en de partes ese11ciales de diferentes idiogramas tomados prestados de
la UCLA y me había llevado para el avión a Canadá la transcripción la lengua. Uno de estos signos compuestos podía indicar, por ejem­
de una pieza que estaba determinado a memorizar. Llevaba un ra­ plo, cuál de las siete cuerdas debía pulsarse, qué dedo de la mano de­
to sentado totalmente absorto en la lectura tratando de retener la recha la pulsaría y si la dirección del ataque sería hacia el intérpre­
te o en sentido contrario, el punto en el que la cuerda debía pararse
con la mano izquierda, qué dedo la pararía, y posiblemente alguna
5 . Actualmente lnternational Council for Tra dítional Music, ICTM. [N. del T.] indicación para tocar en « armónicos>> o para algún tipo especial de

92 93
MANTLE HOOD TRANSCRIPCION Y N O TA C I O N

Seeger estaba i111presionado . La 11otación empleada para sus pr()­


�1ios instrumentos especiales, el banjo de cinco cuerdas y la guitarra,
es también un tipo de tab1atura. Me comentó que había una serie de
tecn1cas necesarias para estos instrumentos que no aparec1an repre-
/ . . ' �

sentadas e11 la tablatura sino que debían anotarse por separado. Di­
jo que la n()tación china rest1ltaba mucho más completa. Ento11ces
,1ñadió: « ¿ Por qué no creáis alg11no de vosotros los musicólogos una
adaptación de la notación ch�in para el banjo de cinco cuerdas? » .
Nuestro mutuo entusiasmo por la idea quedó pronto en vía muer­
ta, sepultado por los avatares del congreso. Pero tal vez un día alguien
t(>111e e11 serio esta sugerencia. Al 1nenos esto debería proporcionar un
ejercicio refrescante por su yuxtaposición del problema crónico la
transcripción de música no occidental- y la solución crónica la
i1otación occidental «erudita » . Me inclino a aceptar el juicio de Pe­
te Seeger de que el resultad. o alberga la promesa de una mejora de la
notació11 para el intérprete del banjo.
Se conocen multitud de formas de notación, tanto vivas como
1nuertas, a lo ancho de todo el mundo. Todos los sistemas estableci­
d()S de notación musical se han desarrollado en respuesta a las de-
111andas particulares de la tradición a la que sirven. Varían amplia-
1ne11te en sus respectivos niveles de efectividad, pero cada uno es
suficiente para los propósitos a los que sirve, y, cuando deja de ser-
1<), se inodifica o se abandona en favor de un sistema mejorado. Los
" cambios en una notación musical dada no suelen producirse tanto
1! ¡.1 or elaboración letrada esto es, por un esfuerzo consciente para
'� 1nejorar el sistema por el sistema mismo como por cambios e in-
f 11ovaciones en la forma de hacer música de esa tradición. En otras pa­
-t labras, un sistema de notación se desarrolla en respuesta directa a los
-
>\.
� desarrollos de la expresión musical. A la inversa, si 110 hay un cam­
T li bio notable en las necesidades musicales, la notación no ca1nbia. Un
-

•• ejemplo de lo primero puede verse entre los esfuerzos de algunos com­


� positores contemporáneos (figuras 9 y 1 0 ) , y de lo segundo en la
larga co11tinuidad de la recitación judía (figura 1 1 ).
¿ Qué es lo que hace que u11 sistema de notación sea eficaz? Para
f¡(;U.R.1\8.-« Cercctas en un.a C<>sta S(>litaria », para cl1 'in, e.le Wu-chih-cl1ai-ch�i11-p'u, garantizar la claridad de la representación, cada símbolo ha de servir
C<>n1¡)iladc) 1)<)r Hsü Ch'i (ca. 1 722). para una, y sólo una, cosa, y debe ser capaz de combinarse de diver­
·

sos modos con otros símbolos de manera que, teóricamente, se po­


vibrato o pizzicato de la mano izquierda (ver figura 8 ) . También le drí<l: desarrollar un sistema capaz de representar sobre el papel todas
conté que la tablatura no proporcionaba indicaciones de duración Y las especificaciones necesarias para producir los sonidos de una tra­
que el ritmo de la música se dejaba a la voluntad del intérprete in­ dición musical determinada. Podemos a_preciar mejor hasta dónde
dividual, guiado por su propio sentimiento y percepción de la me­ puede llevarse en la práctica tal proceso, exami11ando la eficacia re-
lodía. 1.ativa de algunos tipos de notación.

94 95
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N

Comencemos con el comentario de Kunst de que una notación


debe reflejar el modo en que suena la música. Esto es, si el sonido
sube en altura, la notación debe alzarse hacia la parte alta de la pau­
ta o, si no hay pauta, hacia la parte alta de la página. Si los sonidos
-
suenan próximos en el tiempo, las notas han de aparecer j untas en -
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- - ... . . . . .. - �

1

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FIGURA 1 0.-Un fragmento de Kontakte, N. 0 1 2 de Karlheinz Stockhausen. London,


Universal Edition, 1 966: 36 .

i 1
'

-




. •
la página. Esto, de hecho, es la práctica normal en la notación occi­

• •
'
dental estándar, y para un músico occidental habituado a ella la no­
tación refleja, en cierta medida, el modo en que suena la música. Si­

1
'

'
'

guiendo esta línea de razonamiento, podríamos esperar encontrar


t
fl:xt .. o r1 •tl•
'

-
+�-.:.L.-
� � ,.,l
que las notas que suenen más fuerte fuesen más grandes 6 o impresas
-
- - � -· · --

l

en una tinta más negra que otras que suenen más suaves; y la cualidad

1
1 •

1

del sonido de una flauta se representaría, por ejemplo, mediante tin­


tes de color amarillo, la del fagot, mediante sombras de pintura ma­



rrón, el corno inglés, con tinta naranja, el clarinete, con tinta azul. Se
han dado algunos ejemplos que utilizan este u otros procedimientos
igualmente radicales para lograr que la notación sea un reflejo de lo
que suena. Pero los diferentes niveles de tinta negra y una variedad
- ---
de tintes y sombras en distintos colores es algo generalmente acep­
tado requieren un proceso de impresión muy costoso. Este com­
plejo despliegue visual es también difícil de leer con rapidez. Por ra­
zones prácticas, la apariencia de la notación occidental proporciona
1 .
1 1- tan sólo una tenue indicación de cómo suena en realidad la música.
A. r La idea de que una notación ha de reflejar el modo en que suena
la música es una cuestión tanto relativa como personal. Probable-

FIGURA 9 .-F�agmento de De Natura Sonoris, de Krzystof Penderecki. Celle, Moeck; 6 . Véase, por ejemplo, la. composición contemporánea Five Pieces for Shakuha­
196 6: 17. chi, compuesta por Makoto Moroi, publicada por Ongakunotomo-sha, Tokio, 1966.

96 97
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y NOTAC I Ó N



�·

' consistía en clusters de líneas onduladas primorosamente trazadas,


i
1
..
que aseguraba el aspirante representaban precisamente cómo
A.
« oía » él su composición. No tenía formación en música y la admi­



1
sión le fue denegada. Desde entonces, de vez en cuando, me horrori­
zo pensando en la posibilidad remota, ciertamente de que su me­

ticulosa y ondulada notación pudiera haber sido una representación


precisa de los sonidos tal como los oyó un genio iletrado.
Sería agotador debatir si los músicos son capaces de distinguir lo
« alto>> de lo «bajo>>, pero haríamos bien en explorar el grado en que el
aspecto de la notación puede venir culturalmente determinado. En Java
se puede uno encontrar ocasionalmente con algún viejo músico cuya
mano desciende cuando se refiere a un tono agudo. Su punto de referen­
cia es el rebab, el cual, colocado de pie como habitualmente se toca,
produce sonidos más agudos cuanto más abajo se coloca el dedo sobre
, ,�i
¡'if
t 1
.
la cuerda, y sonidos más graves cuanto más arriba se sitúa la mano,
como en el violonchelo o el contrabajo de la orquesta occidental. Para
los violinistas y flautistas occidentales, el punto de referencia sería «cer­
ca>> o « lejos» del cuerpo, pero con una orientación hacia la izquierda
para el violinista y hacia la derecha para el flautista. Para el pianista el
'
t
punto de referencia sería tanto la derecha como la izquierda. Para el vio­
11 linista indio, que agarra el clavijero del instrumento con sus talones mien­
t.,... .
. '

tras permanece sentado en una estera con las piernas cruzadas, el pun­
to de referencia es el opuesto al del intérprete del rebab javanés. Para el
w

/' •
1
J
1 •

� 1.
• intérprete del koto japonés o del ch'in chino la orientación adecuada se­
ría «hacia dentro o hacia fuera», « arriba y abajo>>, «hacia atrás o ha­
·
·
.

•'
,

.. ...

cia adelante>>. Para el intérprete del bonang javanés el punto de orien­


- ' tación está cambiando continuamente. Se encuentra frente a 1 0 o 14
gongs abombados organizados en dos filas afinadas a la octava. La fila
" 1-1�')
• •

l femenina de gongs, con la afinación más grave, está colocada inmedia­


"'
'
. .
1
tamente delante de él, y la fila masculina o aguda está justamente tras

1

la fila femenina; pero las dos filas no están ordenadas de izquierda a de­
recha ni de derecha a izquierda en una secuencia del grave al agudo, ni
¡

sus toques son afines entre sí. Se ha buscado el emplazamiento más efi­
FIGURA 1 1 .-Manuscrito del siglo XII de Obadiah el Normando, un prosélito bien co­
nocido en la literatura judía a través de sus escritos y por referencias de otros. . Repro­
caz de los gongs para acomodar los movimientos de las dos manos que
ducido con permiso especial de la Library of the Jewish Theological Seminary. . a veces se extienden ampliamente al tocar en octavas y otras veces tra­
bajan juntas en rápidos movimientos melódicos. Los gongs con otras
afinaciones están colocados en el lugar más conveniente para el intér­
mente no haya dos lectores que coincidan con mi anterior asignación prete en función de la frecuencia de su uso. A veces debido a la jerar­
de colores como tampoco coincidiré yo mañana mismo . Hace quía modal que gobierna las notas, el cambio de modo de una pieza a
unos años un colega que enseña composición me mostró una <<parti­ otra se organiza mediante diferentes disposiciones de los gongs. En la fi­
gura 12 se muestran dos de las posibles . organizaciones modales de las
tura>> escrita por un joven veterano de la guerra de Corea que había
solicitado la admisión en el Departamento de Música. La notación siete alturas del sistema de afinación pélog.
--

98 99
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N

4 6 5 ·3 1 7
. .

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• • • y •

•.
o
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1 7 2 3 '� () ,4

Músico

4 6 5 3 2 7 7
] 1 2 3 5 6 4

Músico

FIGURA 12.-Dos disposiciones posibles de los gongs correspondientes a los siete to­
nos del modo pélog.

-
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lt01981"tVA.TOfi I
]- I
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1
Balungan.

Karawltao lndonea1a. -
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1.
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(X.ra• P'logt Pa�et Barang)
1
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Keteranaan t
L. 1

= T1t1larae dalam trama ke I


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ke II
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ke III
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C = " � tt
n bagian ?igelik.
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N6 = Kenong 6
D = " n "

GH6 z Gong dan Kenong 6 kembal1 ke


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:: Kempul
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1!

( ) = Gong " " 'ltí


).
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o ;::: Keiuk 111 (


a:: Kemp j ang JJJ
= it "

Buka a Rebab l1hat ba•ian R�bab.


'

b . Gend¡r Gend4lr FIGURA 14.-Ejemplo de notación javanesa kratón (corte real).


•· 1

c . Bonang
J " 1'

5 2 ' 2 3 7 3 2 7 5 (6)
Á • (Ir&ma ke I)

• • • • •
• • •

3 2 1 �) N6
( : w: � 7
• o .. l,a organización secuencial de una notación viene a menudo
.

7 v � 2 5 3 2 1 > N7
"

.. o ' • e •
determinada culturalmente por los hábitos de lectura. Al igual que
� 5 � � 6 5 � 2) N6
las palabras en un texto escrito, la notación occidental se lee de iz­
o .. • o ..
quierda a derecha. La notación china para el ch'in sigue los hábitos
5 3 2 'l 3 2 7 (�) GN6 )

.,,..

.. o .. • o ..
de lectura de su cultura: de arriba a abajo de la página y de derecha
B . ( Irama ke II) a izquierda. Una forma de notación javanesa anotada en cifra (fi­
2 6} N6
2
1 gura 1 3 ) sigue los hábitos normales de lectura de ese pueblo, de iz­
[ �
'
o

7 6 3 2
..

5
o
• �

..

; 2 7) U7 quierda a derecha. Otro tipo, la denominada escritura en damero,


o o
o kratón (corte real), se lee hacia abajo, de izquierda a derecha (fi­
3 2
.. • ..

5 6
..

5 � 2} 1�6
...

'
o
gura 14). No obstante, no se emplea ninguna forma de notación pa­
2 )
..

5
..

7 N6
'
o

3 2
..

1 (�) ra la interpretación, puesto que la mayoría de los músicos practica


..

'
o
o ..

K.alau akan pindab >te C ( Irama ke III ) , d.a�i Kanong ko-3


la improvisación de grupo. La notación en este caso es empleada me­
.. .. •

trama d!perlahan# menurut aba darl ken4ang . T1t11arasnJa�


·

ramente como un registro de archivo o, en tiempos muy recientes,


6 7 2 6 2 1 6• GN6
• • -

2
"
'
o
'

7 • � •

o
• •

como apoyo para la enseñanza en los conservatorios dedicados a los


estudios de gamelán.
Veamos otra evidencia de que el aspecto que ofrece la notación
y los sonidos ,que representa tienden a ser relativos y estar determi-
FIGURA 13.-Primera página de un tipo de partitura empleada con fines pedagógicos
en el Conservatorio de estudios de gamelán en Surakarta, Java.

1 00 101
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N O TA C I Ó N

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FIGURA 15.-Greensleeves en modo dórico, tal como lo realizó Roderic Knight. Como 1 1 1
este modo se interpreta más fácilmente sobre mi en la guitarra, está transportado a es­
ta altura por comodidad para la comparación con las figuras 1 6 a 29. FIGURA 17.-La melodía de Greensleeves con la notación de los acordes correspon·
dientes para guitarra.

FANTASIA
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' GREENSLEEVES ' .- -

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u.- t_ r--
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1 -.x- -
---

for String Orchest1a aod Harp cor Piaaoforte>, with a optional Flutea
-
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.. NON ., ,... o,... lly
law wI lntrt t.w ul la.• me 1_.w
R. VAlJOHAN WlLLIAMS

Arr••IM rrom ,
RALJ'tl G&�\llr8 Adaiiteci fnmi the Opera
Lento "\lnál 'Sir Joha jn L<n�'
- �-:---- -O • H

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FIGURA 1 8 .-Greensleeves escrito en notación «nota-figura». Para otros ejemplos de es­
ta notación véase William Walker The Southern Harmony y Musical Companion, pu­
blicados por Nathan Whiting, Ne� Haven, 1 835. La edición revisada ( 1 854) está dispo­
niQle en reimpresión como The Southern Hannony Songbook, Hasting House, New York,
• •
1939 .

Copyriaht, llll�. by •he O.tor.I V11íwnlty PN:n, IAodot>. am� l].S.A.


nados culturalmente, examinando la manera en que la bien conoci­
l� p,.¡,..al In Orno Brl,.in
OXFORD UNIVERSITY PRESS • MUSIC DEPARTMENT 44 C"ONDUJT �'TREET · LONDON, W. 1
da melodía tradicional Greensleeves podría representarse según dife­
FIGURA 1 6.-Fragmento de Fantasia on Greensleeves, adaptado de la ópera Don rentes tipos de notación. La figura 15 muestra una versión de la me­
Juan enamorado �e Ralph Vaughan Williams. London: Oxford llniversity Press, 1934. lodía modal en notación occidental. En la figura 1 6 la melodía ha sido

1 02 103
M A N TL E H O O D T R A N S C R I PC I Ó N Y NOTA C I Ó N

Afinación A-d-g-b-é-á
para guitarra, bajar la tercera un semitono a f#
��. ��,� ���������=:::=.-:;.=��,���:g��:::;:::c: :
�� ��
t... IWí�l:lt

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FIGURA 1 9 .-Greensleeves en un ti .po de tablatura moderna para guitarra. La versión


..
de guitarra que aparece aquí y en las figuras 20 y 2 1 es una adaptación modal del arre­ :t ·rr 1 4 'n ó :� 2
glo para guitarra de Theodore Norman, et1 Music for the Young Guitarist. New York, {' 2 r e 2 2 g
••
K g '( Y 2
G. Schirmer, Inc., 1 966, p. 32. Para otros ejemplos de esta tablatura, véase Jerry Si­
verman, The Folksinger's Guitar Guide. New York, Oak Publications, 1 962.
Los puntos sobre las letras indican la digitación;
un signo más ante una letra indica que se mantenga
y que la figura rítmica se aplica a las notas siguientes
tg g
..

l 'i: � ..r

21 .-Greensleeves en tablatura alemana del siglo XVI para laúd. En este típc)
F1c;tJRA
hay un símbolo separado para cada posición en cada cuerda (ver figura 22). Para con­
st1ltar <)tros ejemplos de esta tal-,latt1ra, ver Hans Neusidler, «Ein newgeordent Kü11s­
J ,J ) J ) ). >J J ) .,�. j. ) ) ,. ) tlicJ1 Lautenbuch» [ 1 534 ] , en Die Tabulatur, Heft I, publicado por Friedrich Hof­


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meister, Hofheim am Tau11us, 1 965.
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incorporada a una composición orquestal del compositor contem­


--

poráneo Ralph Vaughan Williams. La figura 1 7 muestra có1no que­


da cifrada la melodía en acordes para guitarra. En los estados sure­
ños de los Estados Unidos, entre las escuelas que emplean la notación
. .. ......... . . . . . . . :::
==::-:: :::¡·___
. ..... )
i:
J,
� - � nota-figura, la melodía aparecería como en la figura 1 8 . Un tipo de
-·...-,,, ·-·· . ... .... cifrado moderno para guitarra se ofrece en la figura 1 9 . La figura
.

... ... ...... . . . ...... ..


..- . . . . . . ...
... . .. . .

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20 presenta la melodía como se habría anotado en tablatura española


.

FIGURA 20.-Greensleeves en tablatura española del siglo XVII para guitarra. Nótese del siglo XVII para guitarra, y las figuras 2 1 y 22, tal como aparece­
que en este sistema las líneas que representan las cuerdas. eran presentadas como se rían en tablatura alemana del siglo XVI para laúd. La figura 23 es una
verían frente a un espejo, con los graves arriba, mientras que en la tablatura moderna
aparecen representadas con la cuerda más grave abajo. La afinación está ligeramente transcripción en la tablatura del laúd chino de cuatro cuerdas cono­
adaptada para acomodar la carencia de la sexta cuerda en la guitarra española. Para cido como p'ip'a, representado en la figura 24. La figura 25 es una
consultar más ejemplos de esta tablatura, véase Gaspar Sanz, Instrucción de Música guía de la tablatura de p'ip'a para principiantes. La figura 26 mues­
sobre la guitarra española. Reproducción en facsímil de los libros primero y segu�do tra el modo en que aparece en notación de cifra arábiga. En la figu­
de la tercera edición ( 1 674) y del libro tercero de la edición octava ( 1 697), Institu­
ción Fernando el Católico, Diputación Provincial (CSIC), Zaragoza, 1 952. ra 2 7 la melodía está dada en notación «tónica sol-(a >� (do, re, mi).

1 04 105
MANTLE HOOD T R A N S C R I P C I Ó N Y N OTAC I Ó N

F1c1URA 22.-Una representación diagramática del mástil con la afinación para la ta­
blatura alemana del siglo XVI para laúd, mostrada en la figura 2 1 .

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FIGURA 24.-Tsun Yuen Luí tocando la p ' ip 'a.
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FIGURA 23.-Grensleeves adaptado para p'ip'a por Tsun Yuen Lui. Esta tablatura mues­
tra la melodía en notación cifrada en una columna y, a su derecha, la técnica del ple�­ FIGURA 25.:--Este diª?1'ªi:nª del mástil de la p'ip 'a sería el empleado por un principiante
. . ierd
.
tro para la mano derecha. Las digitaciones para la mano izquierda no están anota­ para estudiar las d1g1tac1ones de la man o izqu a para cada nota en la notación ci­
das. (Ver también la figura 25.) frad a.

106 107
MANTLE HOOD TRANSC R I PCIÓN Y N OTAC I Ó N

tos símbolos pueden resultar ambiguos, esto es, pued en no cumplir


los requisitos básicos de claridad de representación para un sistema
de notación eficaz; 2) a lo largo de su desarrollo, cada tradición ha
enfatiz� do sobre deter mina dos aspectos de la expr esión musical y,
al refle1ar este énfasis, su notación habr á ido hacié ndos e dema sia­
do iígida como para acoger una variedad de otras prácticas conoci­
..

das en la interpretación real.


La notación más antigua empleada en la iglesia medieval euro­
pea era un sistema de neumas, un grupo de los denominados símbo­
los polinómicos sin referencia a una pauta con líneas y espacios ( fi­
gura 2 8 ) . Un símbolo polinómico es el que representa varias cosas;
:r 1 f:-:s 1 l: -.t:l J s:-:1n 1 (i:-.r:1n 1 f:-:r 1 r�-.d:r
J lll: --:d J J 1;-:r 1 f; - : S ¡ J : - . t:J I S:-:ln ) d:-.r:tll r f:·-.Ill:f 1 cl:J1 :d
- r.,. � �•..

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1 111 : -:df 1 1 : �-·-· : - r <l ':-:- 1 d 1:- .t;) 1 s:-:rn 1 d:-. r:tll i f! -.In :r 1 d:l1:d
r:-:- ¡ r : - ; --11

acento fuerte sobre la letra siguiente


'l.·, . .
acento secundario ,Si.;
f

1 •

: sin acento
. separar en dos el espacio entre marcas J

mantener la sílaba anterior

FIGURA 27.-Greensleeves en el sistema de notación británico «tÓ11ica sol-fa» para lec-.


tura a prin1era vista de amateurs. Las letras representan las sílabas do, re, mi, fa, sol,
la, si, y los signos de puntuación muestran el ritmo y el acento. Para ver explicaciones
acerca del sistema original desarrollado por Sarah Ann Glover en el siglo XIX léase Sed-
1ey Tayler, A System of Sight-Singing from the Established Musical NotatícJn, Based
<>n the Principie <)f Tonic Relation and Illustrated by Extracts from Works by the
Great Masters. London, Macrnillan and Co., 1890; y W. G. Whittaker, The Claims «

of Tonic Solfa, Part I»� en Music and Letters, vol. 5, n.º 4 (oct. 1924): 3 1 3-321. . l• • J
- • li' .
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\ 11 ... ,,1 ., 'f. • ..

Teóricamente, cualquiera digamos un lapón que se comunica


con su rebaño de renos cantando (ver Graff, 1 954: 29-3 1 ) dispuesto •

. . ..

a aprender el significado de estos diferentes símbolos musicales po­


dría reproducir los sonidos musicales adecuados. En la realidad esto
no es cierto. La traslación correcta de los símbolos en sonidos musi­
FIGURA
.
� 8.-0f�rtorio In te speravi, versí�ulos I�lumina faciem y Quam magnam, y
comun1on Cum �nvocarem ' de Paleographte Musicale (publicado bajo la dirección de
cales depende de la familiaridad con la tradición oral que la susten­ Dom Joseph Ga1ard, mo nje . de Sol esmes),
Société Saint-Jean L'Ev·angéliste. Tournai'
ta. Es preciso un conocimiento de la tradición oral porque: 1 ) cier- Desclée et Cíe., 1931, vol. 14, lámina 71.

108 1 09
MANTLE HOOD TRANSCRIPCIÓN Y N O TA C I Ó N

uno de estos símbolos que se ha mantenido en la actualidad es el gru­ micos. Aunque cada uno representa sólo una cosa, en diferentes com­
peto ( � ) . Dependiendo del período estilístico de la práctica musical binaciones forman símbolos compuestos, cada uno de los cuales
a que se refiera, este signo puede interpretarse de diferentes maneras se destina a una sola cosa: la negra (J) , una corchea (� ) , dos corcheas
(ver Apel, 1 965: 774-775). El sistema alfabético de los músicos de jazz (· n )., una semicorchea (� ) , etc. Otro símbolo es el puntillo ( · ) ;
es también un tipo de notación polinómica (figura 29). Si el músico de se emplea para prol q ngar la1 mita � de s p vélilor �1 símbolo inmediata-
jazz está tocando un instrumento armónico como la guitarra, debe co­ mente precedente: J. J + J o bien J. J + � 1 , etc.
:::::: ::::-:

nocer cómo desplegar rítmicamente las notas del acorde y posible­ La notación estándar del arte musical occidental ha avanzado un
mente tocar a la vez la melodía. Si es un trompetista, la notación de largo camino en su desarrollo a partir de los neumas de la iglesia me­
los acordes es un recordatorio del soporte armónico básico de la me­ dieval. El sistema actual es esencialmente monómico, un símbolo pa -
lodía que toca, que con mucha probabilidad incluirá otras notas ra cada significado, manteniendo sólo lJn pequeño residuo de los es­
denominadas de paso que no aparecen en el acorde básico. Muy a tados polinómico y binómico de etapas anteriores de su desarrollo.
menudo, este recordatorio polinómico es suficiente para obtener la Dentro del marco de trabajo de este carácter esencialmente monó­
flexibilidad precisa en la improvisación jazzística. En algunos casos, mico, consideremos la eficacia relativa del sistema y la medida en que
de hecho, el solista tiende a evitar las notas que aparecen en la nota­ depende de la tradición oral.
ción de los acordes, dejándolas en manos de otros intérpretes que pro­ 1 Como habrán sugerido nuestras «coloridas» espe·culaciones de
porcionan el soporte armónico. unos párrafos atrás acerca de la notación occidental, la forma de
notación establecida no proporciona indicación de las diferentes cua­
DmaJ 9 DmaJ 7 Bm7
lidades de los sonidos instrumentales o vocales más allá de denomi­
-
,. -
-
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naciones verbales como violín, viola, violonchelo, clarinete en si b,
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-

-
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clarinete en mi b, etc.; y soprano, mezzo-soprano, contralto, tenor,
.

4
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barítono y bajo. En tales denominaciones el rango de instrumento o


voz queda razonablemente especificado; pero el carácter de la cuali­
)� = � �-t-
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-
dad del tono, que tiene una variación considerable dentro de las dos
familias de instrumentos mencionados así como entre los rangos de
FIGURA 29 .-La primera frase de Greensleeves con las armonías de jazz indicadas. la voz, aparece implícito sólo en un sentido general. La clasificación
de voces operísticas tiende a ser más específica: soprano dramática,
Otra ambigüedad en la notación occidental la tenemos en el de­ 1 soprano lírica, soprano coloratura, tenor robusto, tenor lírico, tenor
dramático, bajo profundo, bajo cantante, bajo bufo. No obstante, no
nominado símbolo binómico, aquel empleado para denominar dos
se ha desarrollado una representación simbólica dentro del sistema
cosas distintas. Por ejemplo, el símbolo tr colocado sobre la ,
que defina el timbre tanto de la voz como de los instrumentos.
'''"-� .. � � --

Ir .. ... · · - ... · · .... ....

1J
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Las indicaciones referidas a grados de intensidad son bastante re­
1. l
siguiente blan(:a, •
I
.i
, indica un trino, una fluctuación lativas: ppp, pp, p, mp, mf, f, ff, fff, esto es, desde muy suave hasta
entre do y la nota superior. ¿ Qué nota superior, do # o re? ¿ Dónde co­ muy fuerte. A veces el compositor desesperado recurre a ppppp o fffff,
mienza el trino, en do o en la nota superior? ¿Con qué rapidez ha de para indicar que quiere un efecto que sea realmente suave o atrona­
tluctuarse entre las dos notas? ¿ Sobre qué nota ha de concluir el tri­ doramente fuerte. Pero ¿cuán fuerte es un forte (f) ? ¿ Qué diferencia
no? ¿ Hay algún tipo de acentuación final, o se debe dejar de tocar la hay entre mezzo-piano y mezzo-forte (mp y mf) ? ¿ Cómo puede com­
nota de algún modo especial? Como nuestras preguntas sugieren, una pararse la intensidad de un pianississimo (ppp ) interpretado por un
correcta realización del trino requiere un conocimiento de la tradición cuarteto de cuerdas con el interpretado por una orquesta sinfónica
oral circundante al período histórico de cada estilo musical particular. de 100 instrumentistas? La expresión de la dinámica es al menos re-
' '

El denominado símbolo monómico representa una sola cosa. La lativa al contexto al que se aplica.
cabeza de una nota ( o o • ) , una plica ( 1 ), un corchete suelto (�) o el Para indicar tempo pueden utilizarse denominaciones generales:
de unión entre dos corcheas (-) son ejemplos de símbolos mono-
,
muy lento, lento, moderado, rápido, muy rápido; o en italiano: gra-

1 10 111
MANTLE HOOD TRANSCRIPCIÓN Y N O TA C I Ó N

ve, andante, moderato, a/legro, presto con la posibilidad de algu­ nificados precisos tienden a variar algo entre los distintos intérpretes.
nos tempi intermedios: largo, andantino, allegretto, prestissimo . Tal vez en este punto, no obstante, debamos mantener en mente que
Puede añadirse a éstas una indicación más precisa del tempo, deri­ cualquier sonido consiste no sólo en ataque y duración sino también
vada del número de pulsos por minuto, por ejemplo � 60. Algunas
= en terminación. Algunos cantantes occidentales, para crear tensión o
veces, sabiendo que es poco probable que los directores o intérpre­ acento, para dar énfasis dramático, o para aumentar el efecto en10-
tes sean tan precisos, el compositor indicará J 60-72. Para el mú­
= cional, emplean ciertas formas de terminar la nota aspirando, para
sico javanés, por el contrario, existe una gran diferencia entre sesenta las que no existe una notación.
y setenta y dos pulsos por minuto, ya que él se guía por un sentido La mayor variación en el ataque y la terminación, no obstante, se
del tiempo absoluto y por una estructura musical, producto de la es­ da en relación con la altura de las notas. Los intérpretes occidenta­
tratificación polifónica, que en sí misma posee un factor interno de les tienden a resbalar y deslizarse entre los doce sonidos del sistema
construcción temporal. Enseguida añadiremos algo más sobre este de la afinación temperada, produciendo una gama de intervalos mi­
tema. crotonales. Pero tal interpretación nunca se ha desarrollado dentro
Los símbolos monómicos de la notación occidental son incapa­ de ningún tipo de práctica estética regulada que requiera una repre­
ces de expresar ciertas sutilezas de duración en el ritmo. Supongamos sentación gráfica en la notación. Hay algunos términos de referen­
que te11emos cinco semicorcheas tocadas en el tiempo que dura una cia para cubrir la situación como portamento, glissando, «resbalan­
negra ( J � ) , pero queremos que la duración de cada se-
= ,
do>> , o algún término general como « expresivo » . Pero a veces los
micorchea sea ligeramente menor que la de la precedente. El único intérpretes individuales emplean un ataque resbalado, o deslizamientos
modo de estar seguro de que el intérprete entenderá lo que se le pide para conectar las notas, cuando no existe ninguna prescripción es­
es hacer lo que yo acabo de hacer: utilizar una frase para explicarlo crita indicando su uso. La rigidez del sistema de doce sonidos y una
o, aún mejor, si el compositor está disponible en los ensayos, se le pe­ preocupación por la teoría del temperamento igual han producido
dirá que lo cante. Algo tan común como un tresillo, tres notas en el una notación igualmente rígida en relación con la altura.
tiempo de dos (J J JlJ¡.
= , tiene una prescripción oral que dice que Los finales aspirados y los ataques resbalados son tolerados co­
mo un ejemplo de licencia artística, o aceptados como sintomáticos
las tres notas no deben durar lo mismo a la hora de interpretarlas, si­ de un feeling personal o una forma de expresión, una práctica varia­
no que cada nota será cada vez más corta. ble para la cual no se han desarrollado símbolos.
Las sutilezas rítmicas en el ataque y en la duración pueden ex­ Los pecadillos del sistema tratados hasta aquí no deben oscure­
presarse hasta cierto punto mediante símbolos calificativos especia­ cer el hecho de que la notación occidental mantiene también la tra­
les. Una negra podría llevar alguno de estos símbolos adicionales: dición del arte musical europeo. Refleja los principales requisitos de
r r f f r r f" , etc. El primero indica un ligero ataque, y la duración la música a la que sirve. También podríamos llamar la atención so­
algo más corta que una negra pero n� tan corta como una corchea bre el hech.o de que la notación japonesa sirve bastante bien a los ja­
( ¿aunque de algún modo diferente a r = v· r ?). El segundo indica un poneses y la notación china a los chinos. En este punto lo que digo
ataque «fuerte» , y el tercero uno aún más fuerte. El cuarto indica, o me recuerda al San f14an de George Bernard Shaw: «Inglaterra para
bien que la nota ha de mantenerse completamente ( ¿no ha de ser siem­ los ingleses, Francia para los franceses larga vida al Bastardo de
pre así?) y/o que el ataque es «bastante definido>>, pero menos que lo que Orleans » . N.o se requieren poderes de precognición especiales pa­
sugiere el segundo símbolo (!). El quinto símbolo no es ni tan corto co- ra adivinar que algunos lectores, admitiendo que la notación j apo­
1no el primero ni tan largo como el cuarto ( ¿entonces cuánto dura?). El nesa sea correcta para los j aponeses, insistirán en que estamos con­
sexto símbolo indica un ataque fuerte qp.e de algún modo es distinto al siderando la notación como una herramienta del método científico.
segundo y al tercero (¿un poco más corto?). El último símbolo, el calde­ ¡Y seguramente ningún otro sistema puede co1npararse con los ela­
rón, indica al intérprete que ha de mantener la nota hasta que el direc­ borados desarrollos de la notación occidental! Pero, entonces, ¿ qué
tor o el consenso de los intérpretes indique que ha de soltarse. pasa cuando el transcriptor intenta realizar una transferencia cross­
Todos éstos se han convertido en símbolos estándar empleado� cultural desde los sonidos musicales japoneses hasta la notación oc­
para calificar el ataque y la duración. Las interpretaciones de sus sig- cidental?

1 12 113
MANTLE HOOD

BIBLIOGRAFÍA

(1967) LP Music of the Venerable Dark Cloud. IE Records, Stereo IER 7501,
Institute of Ethnomusicology, UCLA, pp. 1 5-24.
Apel, W. ( 1 965) Harvard Dictionary of Music. Cambridge, Mass.: Harvard
University Press.
Capítulo 5
Gleason, Jr., H. A. ( 1 961) An introduction to descriptive linguistics. New
York: Holt, Rinehart, and Winston, Inc. ÚLTIMAS TENDENCIAS EN ETNOMUSICOLOGÍA ( * )
Graff, R. ( 1 954) « Music of the Norwegian Lapland » . Journal of the In­
ternational Folk Music Council, 6: 29-3 1 . B ru n o Nettl

Desde 1 960 la etnomusicología se ha movido en múltiples nuevas di-


recciones. Hemos asistido tanto a la consolidación como a la frag­
mentación de la disciplina. Algunos conceptos y cuestiones que habían
sido intensamente desarrollados en fechas más tempranas han vuelto
a ser objeto de atención en las décadas de los años setenta y ochenta,
pero tambien es posible localizar en estos años algunos de los funda­
mentos de la disciplina tal y como habían sido formulados en la dé­
cada de 1 8 80. Este capítulo trata de hacer · una breve revisión de al­
gunas de las áreas que han sido desarrolladas más intensamente en las
últimas dos décadas ( 1 970-1990), y continuará con la mención de al­
gunas de las cuestiones centrales que afectan a la disciplina, antes de
realizar una evaluación de los modos en que la propia etnomusicolo­
gía ha influido sobre el mundo de la música y el académico.
Un vistazo a las publicaciones de la década de 1 8 80 muestra la
continuidad de un mismo hilo de intereses. Dos publicaciones so­
bresalen en los prime.r os años del desarrollo de la etnomusicología:
la de Alexander John Ellis, On the Musical Sea/es of Various Nations
( 1 8 85), y la de Guido Adler, Umfang, Methode und Ziel der Musik­
wissenschaft ( 1 885). El ensayo de Guido Adler es considerado nor­
malmente como el punto de origen de la musicología en general, da-

( * ) T9ma do de B . Nettl ( 1992 ) « Recent directions in Ethno music ology » . En


H. P. Myers (ed.) Ethnomusicology: An Introduction. Lonqon: McMillan Press, pp. 375-
399. Traducción de Luis Costa�

1 14 1·1 5
B R U N O N ETTL Ú LT I M A S T E N D E N C I A S E N E T N O M U S I C O L O G .I A

do que es el primer trabajo que esboza u11 ct1adro global de la disci­ tían los primeros investigadores, necesaria co1no documentación, co­
plina en su totalidad, proporciona su �divisiones de la 1nisma ( C()- mo una clase de prueba de existencia de la música, y como un modo
1nenzando por la división entre las ramas histórica y sistemática), y de 1nostrar que ésta era incluso música, e11 el propio sentido de la pa­
propone una musicología que incluya cualquier tip<:> de saber e in­ labra (al igual que la música culta occidental, cuya existencia viene
vestigació11 sol1re la música. En lugar de separarla netamente de la in­ dada principalmente bajo su forma anotada). No puede decirse que
vestigación histórica, esta propuesta construye una ciisciplina e11 la las encuestas en pequeñas culturas dominen hoy en día la orientación
que las cuestiones etnomusicológicas se hallan incluidas en varios as­ de la disciplina, pero los presupuestos básicos subyacentes en la mo­
pectos. En general, Adler presenta la etnomusicología explícitamen­ nografía de Stumpf están todavía presentes: descripción elemento por
te como parte de la musicología, aunque también advierte sobre sus elemento, transcripción, relaciones con la cultura y, lo más im.por­
importantes contribuciones a la antropología. Desde entonces, en las tante, la concepción del mundo de la música como un conjunto de
definiciones enciclopédicas y en la práctica académica, la etnomt1si­ músicas separables, cada uno de ellos conformando un sistema do­
cología ha sido una parte de la musicología, y secundariamente una tado de lógica y coherencia interna.
sub-disciplina de la antropología. Todas las definiciones de la musi­ Otra publicación pionera fue el estt1dio de Theodore Baker sobre
cología inclt1yen la etnomusicología . la música de los indios de América ( 1 882), un trabajo que subraya­
La mayor contribución de Ellis fue el establecimiento de bases ba el papel de la música como parte de la cultura y proporcionaba un
comparativas relativas para la investigación de los sistemas musica­ análisis sofisticado del estilo de canto, dividido en parámetros. Ade­
les, sosteniendo que todos ellos son igualmente naturales y, al me­ más, podemos tener en cuenta el trabajo de Franz Magnus Boehme,
nos en ciertos aspectos, igualmente eficaces, y que podrían ser mejor renombrado editor y coleccionista de canciones folk 1 , cuya historia
comprendidos si los comparamos uno con otro y los medimos me­ de la danza en Alemania ( 1 8 8 6) muestra puntos de interés de im­
diante un sistema analítico unificado, el cent. El uso de la perspecti­ portancia aún vigente: relación estrecha entre la danza y la música;
va comparativa, aunque ocasionalmente sujeta a crítica, ha perma­ procesos de aculturación entre las danzas alemanas y otras; danzas
necido vigente en la disciplina. El énfasis en el estudio de las alturas populares de la vida social de las ciudades y reconstrucción de la
de los tonos como el aspecto más definitorio de la música ha conti­ historia mediante el estudio de las formas contemporáneas. Final­
nuado siendo también, para bien o para mal, la piedra de toque del mente, la tendencia a elaborar una taxonomía de las músicas en la
procedimiento analítico. Y el rechazo a un punto de vista normativo, sociedad, algo que surge frecuentemente de las consideraciones en
la concepción del mundo de la música como un grupo de sistemas que torno a la 1núsica folk, ha resultado (en propuestas de Gustav We­
son en el fondo básicamente iguales en cuanto a su valor, es incluso •
ber, por ejemplo) bastante más compleja de lo que cabría esperar.
hoy, más que nunca, un principio fundamental de la etnomusicología. Weber (ver Pulikowski, 1 933) aclara que considera el mundo del so­
Otras publicaciones de los años de la década de 1 880 fueron tam­ nido como formado por varias categorías superpuestas (incluyendo
bién fructíferas. Por mencionar sólo algunas de cara a mostrar su re­ folk, popular, culta, ·volstümlich, chora/). La cuestión de la clasifica­
lación con la historia más reciente, citemos la monografía de Carl ción, y el desarrollo de una clasificación general junto con las clasi­
Stumpf sobre l a música de los bella coola ( 1 886), donde se estable­ ficaciones específicas para cada una de las diferentes culturas, per­
ce un modelo para los estudios monográficos referidos a repertorios manece todavía muy presente en los actuales años noventa.
de culturas particulares. La litera tura etnomusicológica estuvo do­ ¿ Es posible exponer brevemente qué es lo que los etnomusicólo­
minada en sus primeras décadas por trabajos que aspiraba11 a pro­ gos consideran como las cuestiones fundamentales de su disciplina en
porcionar una muestra característica de la música de una cultura, des­
cribir su estilo de un modo que pudiese ser aplicado a la mayoría de
las músicas del mundo y proveer transcripciones en notación occi­
dental. El presupuesto básico era que podía ser desarrollado un úni­ 1 . Hemos optado por mantener el C<)11cepto de folk niusic del original en el sen­
tido que tiene aquí: 1núsica de tradición fu11damentaln1ente c.>ral pr<)pia de las c]ases
co modo de abordar todas las músicas del mundo, y que, en cierta popt1lares dentrc> del espacio geográfico de Occidente, y restringido al períc>do histó­
medida, la música debía ser enfocada dentro de su contexto cultu­ rico anterior a la entrada de estas músicas dentro de las dinámicas de difusió11 masi­
ral. La transcripción a notación occidental era posible y, como insis- va. [N. del T.]

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1 99 1 ? No tengo apreciaciones de síntesis, y sólo puedo hacer algu­ sica culta oriental y música folk. En cierto modo, estas áreas son lo
nas observacio11es impresionistas a partir de la literatura formal y las que la n1ayoría de los etnomusicólogos estudia todavía. No obstan­
comunicaciones infor1nales recogidas en los encuentros de los inves­ te, los investigadores se sienten algo incón1odos co11 los términos, y
tigadores. por lo tanto han preferido dividir el mundo de la música en otras
La definición, acotación y determinación de lo que actualmente categorías. Algunas veces éstas coinciden con los tipos precedentes, y
comprende la disciplina etnomusicológica sigue siendo un tema de puesto que en un evento dado siempre se tratará de la misma músi­
gran interés (ver, por ejemplo, Merriam, 1 977; Nettl, 1 9 83: 1 - 14 ) . ca (si bien en un pastel cortado en porciones distintas), las nue,ras ca­
Una cantidad considerable de literatura se refiere a esta cuestión, des­ tegorías proporcionan más que nada cambios de énfasis. En cualquier
de aspectos de definición bastante triviales hasta cuestiones que im­ '
caso, el cambio de actitud respecto a las taxonomías musicales tam­
plican la clasificación de la actividad musical y problemas cruciales bién ha llevado a los etnomusicólogos a estudiar músicas que pre­
de valor. Por ejemplo, una cuestión central de debate es en qué me­ viamente no habían sido colocadas bajo el ámbito de su disciplina.
dida es posible realizar trabajo comparativo en absoluto y compren­
der adecuadamente un sistema musical fuera de la cultura propia. Las Música culta occidental
técnicas, métodos, tecnologías grabación [sonora], grabación de ví­
deo, aplicaciones informáticas han desempeñado un papel princi­ La adición más obvia, y tal vez la más significativa, es la de la músi­
pal. En los años ochenta la etnomusicología se ha interesado por des­ 1 ca culta occidental y su cultura. La idea de que los métodos etnomu­
plazar su objetivo desde el estudio de las formas estáticas hacia la sicológicos podrían ser beneficiosos para la comprensión de esta mú­
comprensión de los aspectos procesuales (ver la edición especial de sica se remonta a los primeros estudios de música popular (Cantrick,
World of Music, xxviii/1 , 1 986). También persiste la cuestión de la res­ 1 965), los primeros análisis de la cultura musical derivados del mar­
ponsabilidad social, intelectual y ética, esto es, la cuestión de cuáles xismo (Finkelstein, 1 960) y el estudio de las músicas folk y no occi­
son los derechos y obligaciones que el investigador contrae en rela­ dental como fuentes para la música culta. Alan Merria1n ( 1964) evi­
ción con la difusión )7 evaluación de la música de otra cultura, y de tó definir la etnomusicología como el estudio de cualquier música o
qué modo puede saldar sus deudas para con los depositarios origi­ cultura en particular, y en su libro más difundido incluyó con toda li­
nales de esa música. Para una colección reciente de aproximaciones beralidad ilustraciones correspondientes a la sociedad occidental. En
a la historia de las ideas en etnomusicología, ver Nettl y Bohlman los años setenta y ochenta numerosos trabajos y publicaciones han
( 1 99 1 ). intentado derribar las barreras; algun.os mediante la insinuación de
Estas que hemos expuesto son tan sólo formas contemporáneas una recombinación (básicamente política y social) de disciplinas; los
y declaraciones actualizadas de cuestiones de larga duración; ya es­ menos, mediante estudios sustantivos (ver C. Seeger, 1 9 77; Brook
taban, al menos de modo implícito, en la literatura de la década de et al. J 1 972) .
1 8 80. Y sin embargo, es claro que la etnomusicología ha cambiado Por supuesto, podríamos preguntarnos qué clase de estudio so­
enormemente en los últimos tiempos. En lo que sigue revisaremos lo bre la música occidental podría ser considerado etnomusicológico. A
que podemos llamar « Últimas tendencias» y áreas de trabajo parti­ modo de respuesta, podríamos atender a cuatro características prin­
cularmente acentuadas en los últimos años,· dividiéndolo para su cipales de la disciplina ampliamente aceptadas: el interés por el estu­
exposición en tres partes: músicas y culturas incluyendo los nuevos dio de la música en la cultura, el estudio comparado de las músicas
ti.pos de música que están siendo estudiados, nuevos procesos reco­ del mundo, el trabajo de campo y el estudio de todos los tipos de mú­
nocidos como espacios de estudio y nuevas técnicas y métodos. sica presentes en la sociedad. Así, el estudio de la música como un as­
pecto de la cultura, sistemática y ampliamente concebido, podría im­
plicar el estudio del concepto de talento como un rasgo peculiar de
M ÚS I C A S Y C U LT U R A S la educación musical occidental y como una cuestión clave para la
comprensión de la h�st?ria �e la música culta occidental (ver Kings­
La primera literatura de la musicología comparada va ceñida a una bury, 1 9 8 8 ) . O podr1a 1nclu1r un estudio del concepto de W. A. Mo­
taxonomía de las músicas que estudia: música primitiva o tribal, mú- zart en el pensamiento musical del siglo xx, la relación entre hechos

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y leyenda, y el grado en que el modo particular en que Mozart es per­ rés por los estudios simbólicos y semióticos, y han quedado fascina­
cibido por historiadores y músicos ha determinado la comprensión dos por el papel que la tradición oral puede haber desempeñado en
y análisis de su mlisica. Podría incluir un estudio de las relaciones el desarrollo de los repertorios europeos escritos. En suma, la musi­
entre los conceptos de excelencia musical y superioridad moral y, en cología histórica se h.a hecho más comprehensiva.
consecuencia, de qué modo los historiadores han valorado las acti­ Así también lo han hecho los etnomusicólogos. El hecho de que
tudes de los músicos de cara a hacer concordar la persona con una tanto las taxonomías musicales como las categorías culturales ha­
cierta imagen. Así, los etnomusicólogos podrían revisar la exte11sa crí­ yan cambiado en el mundo académico y cultural de Occidente ha he­
tica musicológica de trabajos relacionados con el poco convencional cho que se dedique rnayor atención a aquellas clases de música pre­
tratamiento de Beethoven hacia su sobrino y otros parientes, o el com­ viamente descuidadas o que, al menos, no gozaban de una atención
portamiento supuestamente tosco de Mozart (tal y como es retrata­ particularizada. En otras palabras, aunque los etnomusicólogos han
do en Amadeus de Peter Shaffer), o el antisemitismo de Wagner. estado siempre interesados en toda clase de música, su preocupa­
La definición de la etnomusicología como el estudio compara­ ción inicial con la autenticidad, las fronteras culturales y la tradi­
do de las músicas del mundo requeriría que la música occidental ción oral les llevó a trazar líneas separadoras entre músicas y a enfo­
fu ese est11diada con la misma metodología usada para el estudio car el universo musical en términos de tales fronteras. En cualquier
de los sisten1as musicales no occidentales. Este estudio tendría que caso, los cambios en los .puntos de interés conllevaron cambios en las
incluir áreas raramente tratadas por la musicología convencional, taxonomías convencionales, y las nuevas formas de agrupar las mú­
como el timbre, los estilos de canto y las diferencias entre interpre­ sicas estimularon cambios en los énfasis de investigación. Así, hoy día
taciones, por poner algunos ej emplos. El concepto de trabajo de podemos encontrar un interés etnomusicológico centrado en la mú­
campo etnomusicológico aplicado a la música occidental podría sica «popular>>, « urbana>> y « étnica », así como en la música de gru­
llevar al estudio del gusto musical y el comportamiento de las au­ pos específicos dentro de la población, como las mujeres.
diencias, o a la descripción de eventos tales como conciertos, servi­
cios religiosos, sesiones de grabación y ensayos. Asimismo, la n.oción Música popular
de que la etnomusicología está interesada en todos los tipos de mú­
sica dentro de una sociedad sugiere el estudio tanto de los aspec­ La inclusión de la música popular dentro del campo convencional
tos normativos como de los ideacionales, la relación entre varias de la etnomusicología que comenzó alrededor de 1 970 pero hunde
clases de música (un espacio que, en el caso de las relaciones entre sus raíces en los últimos años cuarenta (Waterman, 1 948; Cantrick,
música folk y culta, está siendo ampliamente tratado) y problemas 1 965; Popular Music, i, 1 98 1 ) significó la determinación de aban­
de taxonomía folk. donar algunos de los conceptos que habían dominado la etnomusi­
cología desde sus inicios. El estudio etnomusicológico de la música
.Músicas vernáculas popular comenzó por el interés hacia las músicas afro-americanas,
como un lugar de confluencia de los estilos africano y europeo. Con
Aun.q ue se ha discutido much<) sobre la conveniencia de incluir estu­ esta mezcla, la idea de la etnomusicología entendida como el estu­
dios sobre la música occidental dentro de la perspectiva de la etno- dio de lo impoluto, lo puro, y por tanto lo totalmente auténtico, co­
1nusic<)logía, en realidad no ha habido resultados importantes. En menzó a desvanecerse. Realmente, la música popular es, a través de
c11alquier caso, significativam.ente, el punto de vista conceptual de la todo el mundo, lo contrario de estos primitivos ideales. Frecuente­
etno1n11sicología ha tenido su impacto sobre la musicología históri­ mente muestra combinaciones culturales y estilísticas, a menudo es
ca, cuy<)S especialistas ha11 ido tomando cada vez más consciencia efímera, manteniendo su carácter durante breves períodos, no es en­
de los métodos y conceptos de la etnomusicología. Así, los historia­ tendida en su propia sociedad como un arte elevado y no marca ri­
dores han venido mostrando un interés mayor hacia las músicas que tuales o performances culturales importantes. Es aquel tipo de músi­
están fuera del marco de la música «culta» , a veces incluyendo bajo ca que todos los musicólogos, fuesen del tipo que fuesen, evitó una
vez como indigna de ser estudiada, y quizás también de ser inter­
el término «n1úsica vernácula » géneros populares, ligeros y semi-clá­
sicos, j unto con la música folk; han participado en el creciente inte- pretada. Con el crecimiento de las ciudades en el Terc�r Mundo y el

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interés en alza en los problemas del cambio cultural por parte de dis­ Intimame11te relacionado con esto se halla el concepto de músi-
ciplinas-modelo para la etnomusicología, como la antropología y ca «étnica» , una categoría útil dentro del clima político del período
el folklore, los etnomusicólogos dieron en reconocer a las músi­ posterior a 1 960, y una de las que ha sido usada para sortear los ma­
cas populares de todo el mundo como los tipos de música preferidos tices indeseables de viejos términos, tales como música folk, popular
por la mayoría de la población mundial. Así, la investigación de los y culta, aplicadas a grupos concretos. Problemas tales como la nece­
géneros populares derivados de la tradición africana en el Caribe y sidad de atribuir un origen (o al menos una primacía) rural a la mú­
Latinoamérica; el uso de la música por parte de movimientos de sica folk; o la diferencia básica de origen entre la ópera china de San
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protesta en Africa; la combinación de elementos occidentales y no Francisco (una música «culta>> ) y las bandas callejeras checas de Chi­
occidentales en los géneros populares de Oriente Medio e Indone­ cago (música « popular>> o, quizás, «folk» ), pueden ser evitados al
sia; el estudio de la música para cine en la India, son líneas de aplicar a ambas el término « étnico» . La dificultad de la distinción en­
investigación que han tenido un papel importante en las últimas tre la música « étnica» y otras músicas no ha sido realmente aborda­
décadas y parece razonable esperar que éste sea cada vez más signi­ da. Algunos investigadores han tomado un gran interés en la defini­
ficativo. ción o redefinición del concepto de música folk; no obstante, el uso
generalizado del término « étnica» puede sencillamente ha her cam­
Música urbana y <<étnica>> biado los viejos problemas por otros nuevos. De todas formas, el con­
cepto ha creado un espacio para áreas de la investigación etnomusi­
El crecimiento de las poblaciones urbanas y la reciente disposición de cológica que habían estado ahí desde mucho antes, hasta hallar un
los etnomusicólogos a abandonar los trabajos desarrollados en me­ lugar propio a partir de los años sesenta con el estudio de los reper­
dios rurales aislados junto con el desarrollo de la antropología ur­ torios de las minorías e inmigrantes. En particular, el destino de las
bana como sub-disciplina han estimulado a nuestra especialidad a músicas desplazadas desde sus lugares de origen, tales como las de
iniciar una vigorosa corriente de investigaciones en medios urbanos. los afroamericanos, hindúes, europeos y asiáticos inmigrantes en
Esta nueva tendencia tiene mucho que ver con la aceptación de las América, así como los repertorios de Europa y Oriente Medio en Israel,
músicas populares como objeto legítimo de investigación, pero está han devenido de especial interés (ver a modo de ejemplo varios estu­
también relacionada con el creciente interés en poblaciones y músi­ dios en Asian Music, xvii/2, 1 9 8 6; Baumann, 1 9 8 5 ; Selected Re­
cas que se han desplazado entre culturas, naciones y contextos so­ ports in Ethnomusicology, iii/1 y vi) . El grado en que las músicas ais­
ciales. Los modos de existencia de la música africana en Bahía, Nue­ ladas retienen sus rasgos antiguos o cambian cuando se sitúan en
va Orleans y Chicago, o de las canciones polacas en los barrios de contacto con músicas extrañas y dentro de contextos culturales y
Detroit; la relación entre las culturas hispánica y afro-americana en sociales nuevos es, claro está, la piedra de toque teorética de esta lí­
Nueva York, pero también el destino de la música country and we­ nea de investigación.
stern cuando se desplaza desde Tennessee a Chicago; los cambios y El papel de la música como emblema cultural es un aspecto impor­
persistencias en la música clásica alemana interpretada por músicos tante de esta área de trabajo. El presupuesto de que cada grupo cul­
judíos en Europa central, después de su importación a Israel; todos tural se asocia principalmente con un solo tipo, repertorio o estilo de
éstos son ejemplos del tipo de estudios que ha interesado a los etno­ música se remonta a la más temprana historia de la etnomusicolo­
musicólogos en su desplazamiento hacia espacios explícitamente ur­ gía, y da buena prueba de la ingenuidad con que se sacan conclusiones
banos (ver Reyes Schramm, 1 975; Pawlowska, 1961; Erdely, 1 979, a partir de pequeñas muestras. Su sucesor lógico viene representado
Béhague, 1 984). Por supuesto que las primeras investigaciones tam­ por la teoría de que mientras una sociedad o una persona puede par­
bién fueron realizadas en ciudades; los estudiantes de la música hin­ ticipar en muchos repertorios y estilos musicales distintos, puede
dú o j aponesa estudiaron en Delhi y Madrás, en Tokio y Kioto. Lo haber una música que sea propiamente la música de esa cultura en
que es nuevo es la atención prestada al medio explicitamente urba­ concreto.
no, la confluencia de culturas y músicas que caracteriza a las ciuda­ Los etnomusicólogos ?�n venido reconociendo cada vez más que
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una sociedad _ en términos musicales según varias
puede ser d1v1d1da
des modernas y la noción de ciudad como una unidad, un espacio
comprehensivo para el estudio de la cultura musical. líneas y, por lo tanto, los investigadores han comenzado a caneen-

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trarse en los repertorios y comportamientos musicales de segmentos Un repaso a los estudios publicados en las principales revistas durante
de la población. Mientras que en un primer momento dirigieron su las dé<:adas de 1 970 y 1980 muestra que más de la mitad de los te­
atenció11 hacia pequeñas inuestras de las canciones de una tribu ba­ mas tratados están de un modo sustancial interesados por la música
jo el supuesto de que éstas representaban un repertorio ho1nogéneo, como fenón1eno de cambio (Nettl, 1986). La etnomusicología toda­
posteriormente han comenzado a estudiar a las mi11orías lingüísticas, vía está bastante alejada del tipo de estudios característico de la mu­
religiosas y étnicas. Esto ha conducido a un interés creciente por otros sicología histórica, mucho más interesada en sucesos y procesos de
segmentos de la sociedad descuidados durante inucho tiempo, en par­ cambio específicos que en generalizaciones y patrones. Los etnomu­
ticular las mujeres y los niños (ver Ellis, 1 970; Blacking, 1 967; Fris­ sicólogos en realidad están interesados en ver cómo cambia la músi­
bie, 1980). Se trata, en cualquier caso, de una literat11ra extensa que ca en general: por medio de qué mecanismos y con qué regularidad.
se halla en el umbral de su desarrollo, como se puso de manifiesto Se han hecho inte11tos de clasificación de los tipos de cambio, co­
mediante las sesiones especiales sobre música y género que tuvieron menzando con la sugerencia de Merriam en el sentido de que pode-
lugar en las conferencias del International Council for Traditional 1nos distinguir entre los cambios estimulados desde dentro de la
Music y de la Society for Ethnomusicology en 1 987 (ver también Kos­ propia cultura, y quizás inherentes a los propios sistemas culturales
koff, 1987). Que existe u11a música infantil con un estilo de amplia y musicales, y los cambios que son resultado del contacto con otras
distribución geográfica es algo ampliamente asumido; las demostra­ músicas y culturas ( 1 964: 306-307). Este segundo tipo ha recibido
ciones aportadas por estudios recientes contribuyen a contrastar y co­ mayor atención, ya que los fenómenos observables incluyen por nor­
rroborar esta suposición. También constituye una nueva área de ex­ ma contactos rápidos y fácilmente documentables entre culturas. Los
ploración el estudio diferenciado de la música femenina, tanto en cambios procedentes de estí1nulos internos acostumbran a ser más
sociedades particulares como a gran escala, con la investigación de lentos, y en tanto que resultado de un gran número de acciones indi­
los repertorios distintivamente femeninos y su participación en los re­ viduales, más díficiles de documentar para un observador externo a
pertorios y en la vida musical generales. esa cultura, y ta1nbién más díficiles de apreciar a nivel de estructura.
Los tipos de cambio que constituyen el grueso de la historia de la mú­
sica occidental entran fácilmente dentro de la categoría de cambios
PROCESOS de raíz interna y, en consecuencia, podrían ser analizados de un mo­
do provechoso desde una perspectiva etnom11sicológica.
Si la investigación etnomusicológica de la década de los años ochen­ En todo caso, el estudio del cambio nlusical es una n11eva direc­
ta es distinta de la anterior, lo es fundamentalmente por el incre1nento ción significativa de la etnomusicología (ver, por ejemplo, el número
del interés en el estudio de los aspectos procesuales, y de la música especial sobre «Mechanisms of Change» en World of Music, xxviii/1,
como proceso en lugar de como u11 simple producto. Quizás se po­ 1 986). Habitualmente ha sido abordado mediante la observación de
dría decir que ahora existe más interés en saber cómo suceden las co­ cada caso, analizando cómo las culturas que han entrado en contac­
sas que en saber c.ómo son. Una revisión de algunos de estos proce­ to estrecho se han influido mutuamente y cómo se han ge11erado nue­
sos (y sus agrupaciones) implica en parte una analogía inevitable vas formas a partir de esos contactos los diversos ingredientes del
respecto de los puntos tocados en el epígrafe anterior ( músicas y concepto de aculturación.
culturas), puesto que aquéllos son el resultado de procesos.
Inf1uencias occidentales
Cambio y aculturación
El medio más importante de aculturación ha sido el paso de elemen­
tos de la música y la cultura musical de Occidente a otras culturas· e
incluso podríamos considerar la llegada de la música occidental a t�­
En otro tiempo el paradigma era del siguiente modo: la musicolo­
gía histórica tomaba un punto de vista diacrónico, y la etnomusico­
logía, un punto de vista sincrónico. Tal paradigma nunca resultó sa­ das las culturas como el suceso más significativo en la historia mun­
tisfactorio, pero fue especialmente en los últimos años cuando la dial de la música del siglo xx. Aunque sea una subdivisión dentro de
perspectiva diacrónica ha venido a dominar en la etnomusicología. los estudios generales sobre el contacto cultural, el estudio de la in-

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fluencia de la música occidental sobre las de1nás puede ser conside­ lores musicales centrales de la tradición, y « occidentalización » , que
rado de un modo específico por diversas razones, entre ellas el 1ni­ .
consiste en la sustitt1ción de estos valores centrales de la tradición pro­
nucioso conocimiento de la música y la cultura musical de Occiden­ pia por los de la cultura musical de Occidente (Nettl, 1978). M. Kar­
te a disposición del investigador medio, la existencia, en general, de tomi ( 1 9 8 1 ) sugiere otra agrupación que es en parte paralela, inien­
un sistema musical unificado en la sociedad occidental, y la pers­ tras A. Shiloah y E. Cohen ( 1 983) proponen un continuum de nt1eve
pectiva comparativa proporcionada por la posibilidad de observar tipos resultantes de la interacción de las músicas tradicional y occi­
el impacto de Occidente sobre muchas culturas. El estudio de es­ dental, basado en el estilo musical y el tipo de a11denc.ia. M. McLean
tas influencias requiere, incluso, el reconocimiento de ciertos rasgos y ( 1986) profundiza en esta misma línea dentro de un estudio especí­
conceptos cruciales de la música occidental, por ejemplo el sistema fico del fenómeno en Oceanía.
de la armonía funcional, la importancia de los grandes conjuntos, la
importancia de la notación, el predominio de ciertos instrumentos co­ Los medios de difusión niasiva
mo el piano, el violín y la guitarra, el peso de la tradición escrita en
la obra de los compositores, el concepto de concierto público y la no­ Un proceso relacionado con y superpuesto a las diversas posibi­
ción de la disponibilidad general de música para cualq11iera y en cual­ lidades de influencia de la música occidental es el de la difusión del
quier momento, en contraste con las restricciones sociales y rituales sonido (y el comportamiento) musical a través de los medios de di­
a que puede verse sometida en otras culturas (para ejemplos, ver Nettl, fusión masiva. Una vez más, los primeros etnomusicólogos trataron
1 9 8 5 ) . Esta idea ha subrayado el concepto del mundo de la música de evitar el estudio de este fenómeno (a pesar de que estaba ahí), op­
como un conjunto de músicas separables, cada una de ellas asociada tando en su lugar casi por hacer como si no existiera. Virtualmente,
con una sociedad y dotada de rasgos particulares. En consecuencia, la etnomusicología nació a partir de la invención del sonido graba­
el modelo de estudio ha sido la comparación entre músicas, condu­ do. Sin embargo, el hecho de que desde los prin1eros años del siglo xx
ciendo a un análisis del modo en que las sociedades del mundo han \
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las compañías comerciales comenzasen a grabar música no occiden­


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reaccionado ante la llegada de la cultura musical de Occidente. tal (principalmente asiática) y étnica (sobre todo de Norteamérica),
Así, algunas sociedades han rechazado las intromisiones occi­ incluyendo la de los indios americanos, así como que esas compa­
dentales y han mantenido su música tradicional esencialmente intac­ ñías produjesen, en aquellos tempran.os años, grabaciones destinadas
ta, mientras que otras han abandonado virtualmente su tradición, fundamentalmente al consumo por parte de estos mismos grupos
conservando sólo algunos vestigios. Más habitualmente, encontra­ étnicos, fue una cuestión largamente ignorada (Racy, 1 976; Gronow,
mos sociedades que han creado nuevas músicas a partir de una com­ 1 982). Las grabaciones, la radio y eventualmente películas de cine y
binación de elementos tradicior1ales y elementos occidentales, mien­ televisión han sido desde entonces importantes medios de transmi­
tras otras, por así decirlo, se han fragmentado en varios sectores, cada sión dentro de las culturas musicales del mundo. No sería hasta los
uno de ellos con sus particulares preferencias musicales. En algunas primeros años de la decáda de los años sesenta cuando los etnomu­
culturas los elementos occidentales han tenido un impacto sobre el sicólogos comenzaron a mostrar un interés mayor respecto del pa­
estilo musical, y en otras, principalmente sobre las instituciones mu­ pel de los media dentro de las sociedades; y, en un principio, se trató
sicales y los modos de comportamiento, o sobre las ideas acerca de .fundamentalmente del uso de las primeras grabaciones como fuentes
la música. Algunas sociedades han «museizado» sus tradiciones, man­ de estudio. El grado en que la existencia de los media afectó a las cul­
teniéndolas vivas en bolsas aisladas de su cultura; y otras han adop­ turas musicales ha sido estudiado hasta hoy principalmente a partir
tado la música occidental pero conservando las viejas tradiciones pa­ del material étnico del Oriente Medio y de América (para las graba­
ra usarlas ocasionalmente en performances culturales especiales. Se ciones) y de la música de la India (para el cine, Arnold, 1 9 8 5 ) . Los
han sugerido algunos sistemas de clasificación. Blacking ( 1978) dis­ estudios recientes de música popular en Oriente Medio, Á frica e In­
tinguió entre diferentes tipos y grados de cambio. Yo mismo he apun­ donesia (ver artículos en Popular Music, 1 9 8 1 - 1 9 8 5 ) han aportado
tado once respuestas ante el cambio, agrupadas en dos grandes apar­ contribuciones sustanciales para la comprensión de la industria dis­
tados, esto es, «modernización» , que incluye la adaptación de los cográfica. Por otra parte, parece oportuno sugerir que, a la inversa,
rasgos occidentales con el fin de realzar (pero no reemplazar) los va- :�
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el estudio detallado del empleo de grabaciones y otros medios en la

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transmisión de las prácticas interpretativas y en la conformación de ({el Este. Todos estos grupos étnicos rnantuvieron en parte una exis­
las audiencias podría completar notablemente la historia de la i11úsi­ tencia independiente y al inismo tiempo establecieron entre ellos re­
ca culta occidental en el siglo XX. laciones de conflicto, cooperación e intercambio, y cada uno tendió
L()S etnomusicólogos han estado siempre interesados en el estu ·­ a dividirse en sectores con un grado variable de lealtad hacia las vie­
dio de la tradición oral; sin embargo sólo recienteme11te han comen­ jas costumbres y valores.
zado a observar como modos de transmisión musical la variedad de Para la etnomusicología la cuestión ha sido investigar el modo en
fuentes sonoras que median entre la pura oralidad y la tradición es­ que estos grupos usaron la música para lograr sus fines, así como el
crita. Por lo tanto, el estudio del papel de los medios de difusión modo en que el estilo, el repertorio y el comportamiento m11sical,
inasiva no sólo es importante porque los media desempeñen un pa­ junto con las ideas sobre la naturaleza y función de la música pue­
pel protagonista en las culturas musicales del mundo, sino también den cambiar en el curso de los procesos de urbanización. Los tres
porque hace más sofisticado el trata1niento del problema de la trans­ principales tipos de estudio llevados a cabo incluyen cuestiones como
misión musical. el destino de la música folk rural, principalmente europea, al ser
traída a la ciudad (ver Erdely, 1 979); el destino de la música clásica
UrlJanización asiática en un contexto urbano modernizador (ver Riddle, 1983); y
el establecimiento de géneros de música popular procedentes de la
Desde que se estableció una rama de la etnomusicología dedicada es­ combinación de otros estilos musicales y géneros preexistentes (ver
pecíficamente a los estudios urbanos, la comprensión de los procesos Copian, 1985). Los estudios teóricos no han sido muy numerosos; no
de urbanización y su relación con la música ha sidc> una de sus cues­ obstante, se han publicado algunos trabajos sobre metodología, es­
tiones centrales. Cuando hablamos de « etnomusicología urbana», no pecialmente por lo que se refiere al trabajo de campo e interpretación
obstante, nos estamos refiriendo realmente a estudios sobre fenóme­ de materiales (ver Reyes Schramm, 1 982). El desarrollo de estos es­
nos de « urbanización secundaria» , es decir, a la transformación de tt1dios ha proporcionado a los etnomusicólogos una particular con­
ciudades que eran el centro de culturas particulares en espacios mul­ ciencia de la importancia de la música como emblema cultural, como
ticulturales, junto con el establecimiento de centros urbanos que son algo que es usado por un grupo de población para expresar su dis­
multiculturales desde sus inicios, tal y como ocurre con ciertas ciu­ tintividad ante los otros grupos, dotándolo de cohesión, pero tam­
dades africanas nacidas virtualmente en el siglo XX. Aunque segura­ bién sirviendo como un medio de comunicación intercultural. Estos
mente existen ciudades europeas que en otro tiempo ejercieron y con­ investigadores todavían no han llegado a conclusiones globales sobre
tinúan ejerciendo una variedad de funciones culturales y que, con cómo afectan los contextos urbanos en general a la música, pero los
bastante anterioridad al siglo xx, reunieron diferentes sociedades de efectos de algunos de los ingredientes que conforman este contexto
otro modo separadas estoy pensando en Viena, Londres y Esta1n­ sí han sido estudiados: el desarrollo de la música popular; la influencia
bul , el rápido crecimiento de ciudades . que reunieron y sirvieron co­ de los media, de la relación estrecha y de la confrontación entre gru­
mo lugar de confrontación a diferentes grupos sociales, incluyendo pos culturales distintos; el desarrollo de la especialización ocupacio­
grupos de inmigrantes recientes, fuesen extranjeros o campesinos del nal. El creciente interés por las culturas urbanas ha intensificado cues­
propio país, es esencialmente un fenómeno de fines del siglo XIX y tiones que han fascinado a los etnomusicólogos durante décadas.
del xx. Las más características son ciudades como Ciudad de México, Estoy pensando en la gran diversidad de culturas musicales y en la
la cual ha crecido enormemente como resultado de la afluencia des­ posible formación de una cultura musical única, homogénea, exten­
de las poblaciones rurales; Lagos, en la que los diferentes grupos ét­ dida por todo el mundo.
nicos que comprenden la nación nigeriana se hallan combinados
con trabajadores de otras partes de Á frica occidental y Europa; De­ Supervivencias
troit, que a fines del siglo XIX y principios del xx asistió a la llegada
de granjeros blancos pobres de las montañas del Sur, negros proceden­ Una reflexión sobre el estudio de los procesos debería incluir una men­
tes de los pueblos y plantaciones de la antigua Confederación e in­ ción a los varios tipos de supervivencias, aunque éstas sean procesos
migrantes de todos los países europeos, especialmente de la Europa en un sentido «negativo>> ; es decir, estas supervivencias mantienen vi-

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vos en situaciones de · cambio elementos culturales que, de otro mo­ transplantadas al Nuevo Mundo y con materiales africanos (cuya si­
do, serían desplazados. El más claro ejemplo y también el más anti­ militud con los europeos fue explicitada por la teoría del sincretis­
guo en la historia de la etnomusicología son las así llamadas super­ mo), el estudio de la interacción de las músicas asiáticas esto es,
vivencias marginales, la retención de elementos culturales vetustos en asiático-americanas con la corriente principal de los estilos ameri­
los márgenes del área de distribución geográfica de una cultura. canos hace surgir preguntas nuevas y tal vez distintas.
Esto ha sido estudiado de un modo característico en contextos del Entre los estudios sobre pervivencias asiáticas en América se in­
Nuevo Mundo, con el estudio del uso de repertorios de música folk cluyen los trabajos de Ronald Riddle, Amy Catlin, Isabel Wong y
europea, de los contextos afro-americanos, y más tarde de otros ex­ Alison Arnold (todos de 1985). Estos trabajos muestran la perviven­
tranjeros y poblaciones inn1igrantes. Los primeros estudiosos del fe­ cia de viejas formas asiáticas, y también su adaptación a nuevos con­
nómeno, incluyendo, por ejemplo, a Cecil Sharp (al estudiar las can­ textos sociales. Fundamentalmente incluyen géneros urba.nos trans­
ciones folk inglesas en los Estados Unidos) o Georg Schünemann (al pla11tados a nuevos contextos, también urbanos (en contraste con la
estudiar a los colonos alemanes en Rusia), estaban interesados pri11- música folk europea de origen rural, que llegó a las ciudades del Nue­
cipalmente en la posibilidad de revelar canciones, estilos, repertorios vo Mundo manifestando rápidamente cambios importantes en su fun­
e instrumentos primitivos y generalmente desconocidos, y, en menor ción social). Asimismo, indican también que la música puede con­
medida, en descubrir los principios que rigen la relación de los cen­ vertirse muy rápidamente en un emblema de etnicidad, como en el
tros culturales con sus periferias. Una segunda ola de trabajos in­ caso de los inmigrantes al final de la guerra de Vietnam, y que la mú­
cluyó la música afro-americana y el grado en que ésta reflejaba (y sica puede conservar esta función por muchas décadas, como en el
contenía supervivencias de) la música africana. Estos estudios te­ caso de la ópera china en San Francisco. Aunque América ha pro­
nían connotaciones políticas, desde el momento en que se dedica­ porcionado los ejemplos más importantes de músicas inmigradas,
ban a tratar de establecer la capacidad de los afro-americanos para otras áreas permiten realizar comparaciones. Una cultura amplia­
la creatividad artística, si mantenían su genuina naturaleza africa­ mente estudiada es la de Israel, donde la conservación de músicas folk
na o si sencillamente se trataba de una apropiación de materiales originarias de Oriente Medio ha sido estudiada con particular mi­
europeos. La aplicación de enfoques más sofisticados y realistas a la nuciosidad, pero donde también ha sido estudiado el papel de la mú­
investigación permitió mitigar estas cuestiones (ver bibliografía en sica culta occidental como mecanismo para el mantenimiento de la
Westcott, 1 977). cohesión de un grupo cultural (ver el trabajo al respecto de Gerson­
El estudio de ias st1pervivencias marginales desde los años se­ Kiwi y Shiloah, 1 98 1 ). En general, el interés por las supervive11cias
senta hasta la década de los ochenta ha tomado nuevos rumbos en de lo antiguo ha tenido un papel escaso en la etnomusicología más
dos direcciones: hacia el estudio de las músicas inmigradas ( o la per­ actual, siendo reemplazado por la atención hacia los procesos de cam­
vivencia de materiales musicales dentro de un contexto dotado de bio más recientes.
un lenguaje esencialmente diferente) y hacia el estudio de las su­
pervivencias de instituciones y prácticas distintas del estilo musi­ Historia
cal y el sonido, incluyendo en particular el análisis de la performance
tal y como ha sido practicado por los folkloristas americanos des- No obstante todo lo dicho, el interés por la historia en el sentido con­
de 1 970. •
vencional no ha decaído. El hecho de estar fundamentalmente com­
El estudio de las «supervivencias» debería tratar de responder a prometidos con el estudio de tradiciones no escritas ha llevado a los
cuestiones como el grado en que la supervivencia de formas periféri­ etnomusicólogos a estudiar los procesos de cambio en el momento en
cas rnás antiguas está relacionado con la distancia al centro cultural, que se producen y a analizar el resultado presumible de los mismos.
hasta qué punto es el fruto de las necesidades sociales de un grupo En la década de los años ochenta ha existido mucho menos interés
cultural rodeado por otras culturas, Y> más aún, hasta qué punto las del que existía a principios del siglo x x en estudios históricos que ex­
relaciones estilísticas de una música dentro de un nuevo contexto afec­ t�apolen estratos de desarrollo partiendo de la distribución geográ­
tan a su retención. Si bien los primeros estudios de músicas inmi­ fica o que construyan esquemas evolucionistas. No obstante los et­
grantes fueron realizados principalmente con culturas folk europeas nomusicólogos, en línea con el mayor desarrollo y sofistica� ión de

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la investigación arqueológica en general, están tomando buena cue11- Etcétera


ta de la evidencia arqueológica (ver las actas del simposium sobre ar­
queomusicología editadas por Ellen Hickma11n, 1 9 8 5 ) . Está tam­ Los procesos hasta ahora mencionados implican cambios en la tota­
bién por otra parte el estudio de la historia ei1 el sentido tradicional, lidad de las culturas y repertorios musicales. Pero entre las cuestio­
como el empleo de documentos tempranos, incluyendo tratados teó­ nes que han captado la atención en los últimos años también se in­
ricos procedentes de las propias culturas estudiadas y relatos antiguos cluyen procesos que operan en la esfera de lo individual. Así, los
de viajeros, misioneros y agentes de los gobiernos, como ponen de etnomusicólogos han laborado en el campo de la biografía, creando
manifiesto los compendios de F. L. Harrison ( 1 973 ) y de H. Oesch historias de vida genéricas de personas relacionadas con la música en
( 1 984 ). Existe también un notable interés en conocer la historia des­ culturas folk y no occidentales (Ives, 1 964; Vander, 1 9 8 8 ), así como
de la perspectiva de las diferentes sociedades del mundo, como se también biografías explícitamente musicales (Nettl, 1 970). Más allá
muestra por ejemplo en el proyecto «Music in the Life of Man», cu­ de esto, la etnomusicología ha prestado más atención a la singulari­
yo propósito era conformar un panorama de la historia de la música dad individual de lo que lo había hecho décadas atrás, cuando el con­
mundial, escrita, hasta donde fuese posible, por especialistas nativos cepto de homogeneidad cultural oscurecía la necesidad de compren­
de cada una de las sociedades tratadas (ver también Blum, Bohlman der la diversidad que existe en el interior de las c11lturas. En relación
y Neuman, 1 9 9 1 ) . con esta línea de pensamiento se halla el interés en aspectos como el
Es importante subrayar el cambio que el concepto de música ha aprendizaje, la enseñanza y los modos de transmisión musical. El
sufrido en estos estudios históricos. Aunque el objetivo principal pue­ estudio de las tradiciones orales (y las formas de transmisión asocia­
da ser todavía el estudio de los objetos y los estilos musicales, los his­ das) ha desempeñado en este sentido un papel importante, y ha sido
toriadores que trabajan desde la perspectiva etnomusicológica han uno de lo·s terrenos donde etnomusicólogos e historiadores de la
estado mucho más inclinados a observar la música como un todo 1núsica europea han sumado esfuerzos (Treitler, 1 9 74; Transmission
conformado por sonido y contexto, o incluso a aceptar (no siempre and Form, 1982).
de un modo explícito) el modelo musical tripartito de Merriam 2• En
consecuencia, el cambio en las funciones o las interpretaciones de la
música ha venido a desempeñar un papel importante en su trabajo. M É T O D O S Y TÉCNICAS

Revitalización Si la etnomusicología de los últimos veinticinco años puede ser ca­


racterizada por su interés en tipos de música previamente descuida­
El gran interés por la identidad étnica y por los ancestros de perso­ dos y por un desplazamiento de la atención de los aspectos estáticos
nas y grupos es una de las características de la historia social del si­ a los procesuales, el uso de métodos y técnicas nuevos (o revisados)
glo xx el concepto de « raíces » . Ese> tiene que ver con el movi­ puede representar todavía mejor su estado actual. En cierta medida,
miento generalizado de grupos de población, los cambios en las estos cambios en el método reflejan los cambios en los materiales y
fronteras políticas, la creación de nuevos estados-nación y la emi­ los procesos estudiados, pero también están relacionados con las in­
gración, tanto forzosa como voluntaria. Los etnomusicólogos han re­ novaciones en los .métodos de investigación en general y con cambios
conocido la importancia de la música en los movimientos de revita­ en la sociedad y la vida académica.
lización, la recuperación de la música de tiem.pos pasados como un
modo de integración social y de promoción de u11a identidad étnica, El impacto de la antropología y la lingüística
así como la importancia de la música como marcador diacrítico de
límites culturales. La etnomusicología comenzó su andadura como una especie de hi­
juela de la musicología y la antropología; sin embargo, tuvo parte
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en el crecimiento de la lingüística como disciplina independiente des­
2 . !Jara una explicación de la tripartici{>n del modelo de Merriam entre «sonido
de la década de los años cincuenta, así como en la creciente interre­
lación de la antropología Y la lingüística (Feld, 1 9 74 ) . Parece lógico
musical», «concept<)S» y «comportamiento» , ver e l artíct1lo de T. Rice «Hacía la re­
modelación de la etno1nusicología» , en este mismc> volumen, pp. 155-178. fN. del T.]

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q11e una disciplina que mantiene un interés en la música como cultu­ gherty, 1985) y el estudio de la cultura co1no conjunto de sín1bolos
ra, que realiza un estt1dio de toda la música del mundo, de todas las 1 (1urner, 1974 ), <), en tér1ninos más generales, el concepto de antro­
sociedades y todos los estratos, y que recoge sus datos a través del p<)logía ct1ltural ente11dida no tanto como el estt1dio de lo qt1e los hu-
trabajo de ca1npo, esté estrechamente asociada co11 la antropología. 1nanos hacen y de los artefactos que producen, sin<) como el estudio
Sin embargo, hay especialistas que preferirían evitar tal asociación, del modo en que usan es<)S objetos y pier1sa11 sobre ellos, tuvo su par­
haciendo mención de sus aspectos negativos tales como el énfasis te en el establecimiento de nuevas perspectivas para la etnografía mu­
sobre las culturas tribales propio del método antropológico y la aten­ sical.
ción preferente a los aspectos contextuales de la música antes que a Si la cultura consiste en «cómo» piensan las personas sobre lo que
la música como arte. Puede también insinuarse que los aspectos po­ h acen, el contrapunto etnomusicológico del concepto de «cultura»
sitivos de la estrecha asociación con la antropología tuvieron algunas correspondería al sector « concepto musical» del modelo de Merriam.
contrapartidas negativas, tales como la escasa relación, especialmen­ Y en efecto, en los últimos años de la década de los años setenta y du­
te en Norteamérica, con otras disciplinas como la psicología, la so­ rante los ochenta se produjeron estudios que tratan principalmente
ciología y la biología, cuyos métodos bien podrían haber ejercido una de las ideas sobre la música en diferentes culturas. El trabajo de Lo­
influencia saludable en el estudio de las músicas del mundo (Blau­ rraine Sakata sobre Afganistán ( 1 983), el de Steven Feld sobre Nue-
kopf, 1983; Simon, 19 7 8) . Por ello, a pesar de las incursiones oca­
,,,

va Guinea ( 1 982), el de Charles Keil sobre Africa occidental ( 1 979)


sionales o de la presencia de psicólogos aislados hablando en una reu­ y el de Anthony Seeger sobre indios del Brasil ( 1 9 8 7), todos ellos
nión de etnomusicólogos, la ausencia de datos sobre los aspectos se concentran sobre el «concepto» , usando el sonido musical y la con­
biológicos de la creación musical (salvo Blacking, 1 977, 1 978), o de ducta observada como un trasfondo, en lugar de como se había
estudios experimentales de percepción y valoración vistas desde una . echo frecuentemente con anterioridad partir de una teoría articu -
h

perspectiva intercultural, me parece que se debe al predominio de lada de la cultura para explicar por qué su música presenta un estilo
una perspectiva antropológica en la disciplina. partict1lar. El tratamiento de las ideas sobre la música en el trabajo
De entre los nuevos métodos antropológicos que han influido so­ de campo y el análisis .requiere un gran refinamiento técnico, espe­
bre la etnomusicología sobresalen tres áreas: el método etnográfico, cialmente si el propósito último es crear un marco para el estudio com­
las correlaciones estadísticas y la semiótica. El refinamiento de los parativo de las conceptualizaciones musicales. Algunos modelos teó­
métodos de campo y de la interpretación de los datos obtenidos se ricos para este tipo de estudio han sido expuestos por Feld ( 1 984).
halla, claro está, en el corazón de la antropología socio-cultt1ral; en La cuantificación como un modo de expresar la naturaleza de
el período alrededor de 1 960 la cuestión fue abordada desde varias los datos musicales se remonta en etnomusicología a los años fina­
perspectivas. Fue cada vez más claro que puede haber diferencias sig­ les del siglo X I X , y la estadística formal, al menos al estudio pionero
nificativas entre las perspectivas del observador miembro del grupo de Merriam y L. C. Freeman en 1 956 (Freeman y Merriam, 1 956).
cultural (insider) y las obtenidas por el observador externo en el tra­ El trabajo de Alan Lo.max y sus compañeros en el proyecto conoci­
bajo de campo ( outsider), conceptos abreviados como emic y etic res­ do como Cantometrics es un claro ejemplo de uso a gran escala de

pectivamente, y entre el imperativo del etnógrafo de presentar el mun­


'

las correlaciones entre los componentes del estilo musical y los ele­
do tal y como es visto desde la cultura estudiada y la necesidad de mentos que conforman la cultura, como un modo de explicación
ceñirse a las convenciones del discurso académico. En relación con de la relación entre tipos musicales y culturales específicos. Prefigu­
esto, también fue objeto de atención la noción, relacionada con lo an­ rado en un estudio publicado en 1 959, fue llevado a cabo en exten­
terior, de que el punto de vista « interno>> goza de validez para inter­ so en las décadas de 1960 y 1 970 (Lomax, 1 959, 1 962, 1 9 6 8 ) . Su
pretar la cultura en cuestión, tanto si es corroborado por « hechos '>> propósito era examinar la música como un complejo formado por
objetivos como si no. El concepto de etno-ciencia, el modo en que las varios componentes, cartografiar estos elementos relacionándolos
sociedades del mu11do clasifican y dividen sus culturas, comenzó a de­ entre ellos con la intención de mostrar su distribución geográfica tan­
sempeñar un papel dentro de la etnomusicología, particularmente a to individualmente como en clusters, y así caracterizar cada cultura
la hora de establecer una clasificación de géneros y tipos musicales. o estilo musical mediante un «perfil » ; luego, establecer una tipolo­
Al mismo tiempo, los conceptos de la antropología cognitiva (Dou- gía de culturas, fundamentalmente partiendo de su estructt1ra so-

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cial y del tipo de relaciones e11tre las personas que la conforman, jun­ los músicos, quienes carecían de las herramientas adecuadas para
to con otras consideraciones de tipo político y económico; y, final­ su co1nprensión. Además, evidentemente pocos músicos desean esfor­
mente, encontrar a partir de todo esto correlaciones significativas. zarse hasta alcanzar el rigor necesario para t1sar las técnicas de la
El proyecto se ha visto dificultado por los problemas a la hora de de­ lingüístic a . Sin embargo, la tendencia semiótica sigue ejerciendo
terminar exactamente qué rasgos configuran y delimitan un tipo su influencia y algun.os conceptos de la lingüística tienen aplicación:
cultural o un estilo musical, problema que afecta a la medición de la por una parte, ha sido reconocida la importancia del mito como un
similitud y la diferencia cultural y musical . Las conclusiones al­ i11dicador de valores culturales, y por otra, la noción de que el
canzadas han sido ocasionalmente objeto de crítica (Henry, 1 976). análisis estructural permite emitir juicios objetivos en paralelo con
Sin embargo, en general se recon.oce que el proyecto Cantometrics la presentación de una cultura tal y como se ve ella misma. De es­
ha abordado cuestiones centrales para la etnomusicología: las cau­ te modo la se1niótica y el estructuralismo, sin excluir otros méto­
sas de la diferencia estilística entre tradiciones musicales, y la rela­ dos, han tenido una influencia sustancial sobre la disciplina en su
ción entre el estilo musical y los modos de vida y estructura social. COn] Unto.
.

Desde el punto de vista metodológico, el abordaje de este tipo de re­


laciones a nivel mundial mediante el uso de la estadística ha supuesto Aprendizaje y enseñanza
una contribución importante, y su continuación y perfeccionamien­
to debería ser una tendencia a tener en cuenta en el futuro. Es inte­ Uno de los aspectos en los que la etnomusicología ha cambiado des­
resante notar que el proyecto ha sido recibido de un modo mucho de la década de los años cincuenta tiene que ver con la mayor im­
más entusiasta por parte de los antropólogos que de los musicólo­ portancia de los temas relacionados con el apredizaje y la enseñanza.
gos, y que ha sido considerado fundamentalmente como un estudio Tres son las facetas importantes de este proceso. En primer lugar, y
antropológico. a u11 nivel general, los etnomusicólogos se han interesado cada vez
Un tercer enfoque etnomusicológico procedente del entorno in­ más por los modos en que las sociedades enseñan sus sistemas musi­
telectual de la antropología es el nombrado frecuentemente con el cales, es decir, conocer cómo se transmite la música. Intentan desen­
término <<semiótico» ; sin embargo, se trata de un enfoque conside­ trañar problemas generales como los referidos a la naturaleza de la
rablemente más amplio de lo que este término implica, dado que tradición oral y analizar de qué forma se descompone la música en
incluye tanto la idea general de que la música puede ser analizada partes de cara a su transmisión. Están interesados en la adquisición
corno un símbolo o un conjunto de símbolos, como los métodos ana­ de conocimientos inusicales por los niños y en cómo la música pue­
líticos derivados de las concepciones generales del estructuralismo. de ser utilizada como un medio de enculturación, tanto en los pri­
Puede decirse que la tendencia « semiótica» en etnomusicología in­ meros años del individuo como a lo largo de su vida.
cluye los análisis realizados mediante métodos derivados de la lin­ Un segundo aspecto tiene que ver con el estudio explícito de la
güística, los enfoques estructurales para el análisis de cultura y el mi­ enseña nza y el aprendizaje. Esto incluye diversos componentes: el di­
to desarrollados por Claude Lévi-Strauss, y el estudio de los sistemas seño de materiales específicos para la enseñanza; la incorporación de
simbólicos en general. Este tipo de acercamiento ha generado un principios generales del proceso 1nusical (intelectuales y técnicos) den­
número importante de publicaciones y ha estimulado a los etnomu­ tro de materiales de e11señanza y su traducción en música efectiva; el
sicólogos e incluso a los musicólogos de cualquier especialidad . a fa­ estudio de la relación entre estudiante y maestro; el examen del pa­
miliarizarse con los fundamentos de la lingüística moderna y con. par­ pel social de la enseñanza; la investigación sobre las técnicas usadas
te de la literatura antropológica. Numerosos artículos y libros dedicados en clases y ensayos; la revisión de conceptos propios del aprendi­
al análisis de obras y repertorios musicales específicos han partido de zaje, tales como la disciplina y el talento; y el énfasis en el papel de
esta tendencia, y en los primeros años de la década de los setenta las instituciones de enseñanza (ver el simposium Becoming Human
puede identificarse u.n movimiento general en esta dirección (Boíles, Through Music, 1985). En los primeros momentos tales cuestiones,
1973; Nattiez, 1 973; Pelinski, 1 9 8 1 ) No obstante, esta tendencia
.
aunque se tenía consciencia de ellas, tenían un papel menor dentro
ha perdido peso, en parte porque sus publicaciones, muy sofistica .J
de la investigación etnomusicológica, pero hoy se da por sentado que
das desde el punto de vista metodológico, raramente decían nada a no es posible comprender adecuada1nente un sistema musical sin co-
,

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nocer cómo es enseñado, aprendido y transmitido dentro de su pro­ participació11 de los etnomusicólogos como intérpretes, sino que tam­
pia sociedad. bién ha segregado los sistemas de enseñanza musical de su primiti­
La tercera de estas cuestiones en torno al aprendizaje y la ense­ vo papel como parte integrada dentro de la cultura mt1sical en su
ñanza se refiere a la investigación de ca1npo. La pregunta es: ¿cómo COnJUnto.
.

pueden los etnomusicólogos aprender los sistemas musicales de las


sociedades con las que trabajan, có1no lograr internalizarlas? En Enfoques desde el marxismo
este sentido, se produjo un cambio crucial a 1nediados de la década
de los años cincuenta en los métodos de campo, cuando los etno­ Es difícil mostrar de un modo explícito todos los enfoques que en et­
musicólogos comenzaron a estudiar la interpretación de estas músi­ nomusicología pueden considerarse como derivados de la tradición
cas de modo sistemático y habitual. Muchos especialistas y estu­ intelectual del marxis1no; se extienden desde un interés general por
diantes graduados se dieron cuenta de que una mínima competencia la música «de masas» , por la música folk y popular, hasta la preocu­
en los aspectos de interpretación les proporcionaba una base ade­ pación por las deudas contraídas por parte de los especialistas pro­
cuada para investigaciones más serias, y que también les daba una venientes del poder colonial y capitalista hacia las naciones pobres;
mayor credibilidad dentro de las comunidades anfitrionas. Este pun­ desde el uso de esquemas de evolución cultural basados en la suce­
to de vista fue generalmente adoptado, particularmente en Nortea­ sión de siste1nas económicos, hasta el concepto de música como par­
mérica y Australia, y ahora, una generación más tarde, está siendo te de una superestructura cultural basada en relaciones de clase; des­
potenciado mediante una mayor sofisticación y una comprensión crí­ de la sugestión de que el especialista debe desempeñar un papel ac­
tica de los diversos papeles que puede tener la performance dentro tivo en el proceso de mejora de la sociedad humana en su totalidad,
de las conceptualizaciones que del proceso musical tienen las dife­ hasta la interpretación de las músicas como medio de protesta. No
rentes sociedades del mundo (Hood, 1971 : 230-24 1 ) . Por ejemplo, obstante, aunque varias ciencias sociales y disciplinas humanísticas
si bien producir los sonidos « correctos>> puede ser deseable, un in­ han participado de análisis de corte marxista (lo que no tiene por
térprete ajeno a la cultura puede o no « sentir» lo mismo que un mú­ q.ué estar relacionado con una postura política específica), actual­
sico nativo. El papel de la memorización y la improvisación puede mente los etnomusicólogos han hecho de ello un uso relativamente
ser manejado de modo distinto por un músico externo y por un na­ escaso. Varios estudios en la revista Popular Music están claramen­
tivo. El papel social y ritual del intérprete puede ser o no reprodu­ te inspirados en el marxismo, como lo están algunos de los estudios
cido con músicos ajenos a la cultura. La relación social entre maes­ publicados e11 revistas de la Europa del Este, especialmente de la Ale­
tro y aprendiz puede ser bastante distinta si el implicado es un nativo mania oriental (Beitrage zur Musikwissenschaft; ver también Gour­
o un extranjero. Así pues, aunque los etnomusicólogos siguen in­ lay, 1 978; Keil, 1 982). Algunas publicaciones evidencian el conoci­
tentando penetrar en las culturas mu�icales convirtiéndose en apren­ miento e influencia de la Escuela de Frankfurt y la obra de Theodor
dices dentro de ellas, también son conscientes del grado en que esta W. Adorno ( 1 949, 1 962) . E11 cualquier caso, muchas publicaciones
clase de aproximación debe sintonizarse con el modo en que cada dentro de la corriente principal de la etnomusicología muestran in­
cultura enseña su música. En general, las sociedades no occidentales fluencias sutiles y genéricas del pensamiento marxista.
han aceptado la idea de que personas extranjeras intenten estudiar Se trata de influencias en buena medida rastreables en el modo
su música como participantes activos. Es el resultado de un largo pe­ de pensar, quizás incl11so en el talante. Estos trabajos tienden a valo­
ríodo de contacto con etnomusicólogos y otros investigadores de rar como cualitativan1ente iguales las diferentes músicas existentes
campo. No obstante, esto puede estar relacionado con la aceptación dentro de una sociedad, con un cierto menosprecio hacia las tradi­
de la idea de música como un objeto del mundo moderno, algo que ciones de elite. Existe un interés en la música popular, en los reper­
cualquiera puede escuchar y presenciar, que puede combinarse con torios en su totalidad, pues éstos reflejan (tanto específicamente co­
otras músicas y ser interpretado por quien sea. Las restricciones de mo en el método) el interés por los grupos y las clases antes que por
tipo temporal, personal y ritual han desaparecido de la cultura mu­ los individuos. Hay una aceptación de ciertos principios básicos del
sical de los modernos estados-nación con el concierto y los medios marxismo, tales como la existencia de la lucha de clases y los funda­
de difusión masiva. Todo esto, claro está, no sólo ha facilitado la mentos económicos de la cultura, y una inclinación a tratar la músi-

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ca como su reflejo e ilustración. Pero no existe todavía una etnomu­ usando su obra pionera como punt() de partida y como modelo pa­
sicología marxista explícita. ra nuevas apr()Xitnaciones críticas. Los reestudios, la observación del
cambio y la puesta de manifiesto de los diferentes pt1ntos de vista con
Reestudios que los investigadores abordaron una misma cultura han tenido un
papel importante e11 la conformación de la et11omusicología desde los
Pudo haber existido un tiempo en que el 1nodelo ideal para la comu­ años sesenta.
nidad de los etnomusicólogos era identificar culturas musicales, asig­ Un fenómeno relacionado con esto es la investigación de campo
nar a cada una un especialista que pudiese recoger su música, anali­ realizada por nativos o si1nilares (insiders) siguiendo los pasos de
zarla, interpretarla y decir la última palabra sobre ella. Se hablaba de los etnógrafos occidentales. Los estudios realizados por etnomusicó­
las diferentes músicas en términos de si habían sido ya «hechas» o logos asiáticos, africanos e indio-americanos tratan de reexaminar si­
no. Esto podía haber sido un enfoque razonable, aunque no necesa­ tuaciones descritas en su día por europeos y norteamericanos, fre­
riamente consciente, cuando la tarea principal para la disciplina era cuentemente asumiendo una función correctora y mostrando también
dotarse de unas orientaciones mínimas. Dos fueron los cambios ac­ la diferencia entre las visiones de una misma cultura musical desde la
titudinales que motivaron el desarrollo de los reestudios el retor­ perspectiva de culturas diferentes.
no, después de pasado un tiempo, a un lugar o aspecto musical ya
estudiado . Uno fue el interés por el cambio; el segundo nace del re­ Tecnología
conocimiento de que la música y la cultura no consisten llanamente
en hechos duros e invariables, sino que la contribución d� los etno­ Cabría esperar que los profundos cambios producidos en la tecnolo­
musicólogos es, en un sentido amplio, interpretativa. Ambas moti­ gía, particularmente en la grabación sonora, las grabaciones de vídeo
vaciones seguían los planteamientos de la antropología, la cual había y los ordenadores, tuviesen un efecto importante sobre las técnicas
comenzado a tomar un serio interés en los procesos de cambio en la etnomusicológicas. Ha habido por supuesto un impacto sustancial, y
década de los años cuarenta, y en la que el concepto de reestudio se sin embargo los efectos han sido sorprendentemente reducidos. Se
desarrolló a partir de los trabajos de Robert Redfield ( 1 930) y Os­ han producido cambios en el tipo de datos, pero generalmente no del
ear Lewis ( 1 9 5 1 ) . tipo que podría conducir a conclusiones radicalmente diferentes. Por
En la etnomusicología el reestudio toma al menos dos formas. En ejemplo, ahora se hacen grabaciones mucho mejores que en 1 950, pe­
primer lugar, el retorno continuado de etnógrafos a un mismo lugar ro los investigadores actuales no las usan de un modo muy distinto.
puede entenderse como reestudio desde el momento en que estas re­ Las grabaciones de vídeo han dese.mpeñado un papel muy importante
petidas visitas a una sociedad no solo revelan cambios en la cultura en la investigación, pero estamos tan sólo comenzando a usar estas
de esa sociedad, sino que también ponen en evidencia los cambios grabaciones para el análisis, como suplemento del análisis del soni­
en los enfoques de los investigadores. Por ejemplo, el trabajo conti­ do, y hasta aquí, el vídeo ha sido en gran parte una herramienta edu-
nuado de David McAllester entre los navajo durante varias déca­ cat1va.

das muestra cambios en su visión de la cultt1ra. La vuelta de Alan Los musicólogos han postulado el uso de los ordenadores para el
Merriam a los basongye de Zaire después de . catorce a.ñ os le sirvió análisis de datos musicales o de otra clase duran.te dos décadas (Lin­
no sólo para abordar cosas distintas, sino tam bién para observar los coln, 1 970). En la década de los años sesenta aparecieron varios es­
cambios que se habían producido en ese lapso de tiempo (Merriam, tudios experimentales, pero excepto indicar cómo podrían ser usados
1 964; 1 977). los ordenadores para sofisticados procesos de datos musicales, pro­
Más propio del concepto de reestudio es el caso del etnógrafo que dujero11 pocos resultados que fuesen más allá de las primeras tenta­
examina una cultura que ya ha sido investigada por otro, tal vez ha­ tivas, tales como la de Bronson, mediante el uso de tarjetas perfora­
ce mucho tiempo. En la década de los años ochenta Nazir Jairazbhoy das en los años cuarenta (Bronson, 1 949). Desde entonces, excepto
repitió los viajes de campo hechos por su maestro Arnold Bake en In­ en el caso del proyecto Cantometrics, las aplicaciones informáticas
dia en la década de 1 9 3 O. Gran parte de la investigación reciente re­ a gran escala no han tenido una trascendencia importante, aunque
ferida a la música de gamelán en .fava sigue los pasos de Jaap Kunst, existen proyectos en marcha. De cualquier modo, parece que estamos

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en el umbral de ca1nbios importantes y que los ordenadores serán una se precisa un conjunto diferente de mét()dos y actitudes para el estu­
herramienta corriente para ciertos usos. dio de tradiciones no occidentaies (por oposición a las occidentales),
El hecl10 de que los etnomusicólogos no hayan aprovechado folk (por oposición a cultas), propias (por oposición a las extranjeras),
cor1 rapidez la oportunidad de situarse en la vanguardia tecnológica u orales (por oposición a las escritas) ha sido virtualmente abando­
puede ser, sin embargo, significativo, en tanto que pone una vez más nada tanto por innecesaria como por i11genua. Una consecuencia
de manifiesto la metodología esencial1ne11te individualista de esta importante, quizás la de mayor calado, dentro de la consideración de
disciplina. La producción masiva de datos procesada por ordenado­ las nuevas tendencias, es la inclusión gradual de la música occiden­
res no parece compatible con el trabajo de especialistas individuales tal y sus derivados dentro de la esfera de observación de la etnomu­
trabajando intensivamente con uno o unos pocos asesores, o con el sicología. Todo esto muestra cómo la etno1nusicología se ha hecho,
énfasis en las diferencias (en lugar de las similitudes) entre músicas. en términos generales, más abierta, menos doctrinaria y más incli­
Es, pues, sorprendente pero al fin y al cabo no ilógico que la et­ nada a derivar sus métodos partiendo de la naturaleza de los mate­
no1nusicología, que en muchos sentidos ocupa una posición adelan­ riales que estudia, en lugar de imponerles marcos de estudio aprio­
tada entre las disciplinas musicales, no haya estado en la primera lí­ rísticos. El cambio no ha sido dramático, pero sí significativo.
nea de las aplicaciones tecnológicas.
Actitudes
El abandono de la doctrina
Existe poco consenso acerca de las actitudes en la investigación et­
Distinguir algunos métodos y técnicas de los conceptos y enfoques de nomusicológica de principios de la década de los años noventa. Una
una época anterior puede ser tarea ardua, pero sería un errÓr excluir tendencia es el aban.dono gradual de la división de la disciplina en dos
de una reflexión sobre la metodología contemporánea el abandono parcelas, la « musical» y la «antropológica » . Es algo ampliamente
de taxonomías doctrinarias. Ahora los etnomusicólogos están dis­ aceptado que un especialista necesita al menos ser competente y es­
puestos a contemplar cada cultura musical en su totalidad y a acep­ tar interesado en ambas. En cualquier caso, no existen políticas oficia­
tar la clasificación de la música tal y como es presentada por la so­ les; ninguna sociedad ha realizado una declaración sobre la c11alifica­
ciedad objeto de estudio. Ya no separan el material « incorrupto>> o ción oficialmente necesaria para ser propiamente « etnomusicólogo>>,
«no contaminado» y por lo tanto « auténtico» de aquel que es y apenas nadie de entre los especialistas caris1náticos q ue sobresalen
fruto de combinaciones estilísticas o de intrusiones de otras cultu­ como líderes destacados lo ha hecho. No obstante, ciertas cuestio­
ras. Ahora la pureza y el refinamiento desempeñan sólo un pequeño nes de interés general n1antienen su vigencia.
papel. En parte, este cambio de actitud se halla en relación con una
disposición a considerar en términos de igualdad las varias formas Hecho y va/01·
que puede adquirir la realización musical: la composición y la im­
provisación, por eje1nplo, y los varios tipos de interacción y combi­ Existe una tendencia gen.eralizada a desplazar a la etnomusicología
naciones entre ellas. El resultado es una literatura modesta pero cre­ adonde muchos sienten que ha estado desde siempre: dentro de la co­
ciente de estudios sobre repertorios improvisados, el proceso de rriente principal de la musicología (incorporando con ella el interés
improvisación y la relación entre, por t1na parte, los modelos y pun­ por la cultura, sin abandonarlo en absoluto) . Esto es discutido, con
tos de partida, y, por otra, las interpretaciones improvisadas resul­ buenas razones, por aquellos que mantienen una lealtad prioritaria
tantes (ver Nettl, 1987). El tratan1iento de estas cuestiones, junto con hacia la antropología. Dejando de lado este argumento, el debate se
otras relacionadas con las tradiciones oral y literaria, se encuentra en mantiene a1rededor de la estructura básicamente ·valorativa de la mu­
una colección de artículos editados por Tokumaru y Yamaguti ( 1 986). sicología en general y de la etnomusicología en particular. Un aspec­
En clara relación con lo anterior se halla el rechazo hacia deli­ to de este debate se refiere a la actitud apologética de los historiado­
mitaciones tajantes entre música occidental y no occidental, y entre res de la música (respecto de los tipos de música que estudian) en
música folk y música culta, las cuales fueron en otro tiempo parte contraste con el enfoque más igualitario de los etnomusicólogos.
integrante del arsenal de los etnomusicólogos. La suposición de que El historiador de los años noventa está interesado en establecer he-

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chos, en contraste con el mayor interés del etnomusicólogo en la ex­ ternas ? Aún más: una sociedad ¿ se define mediante la taxonomía
trapolación y la generalización ( algo en otro tiempo ampliamente externa del antropólogo, o mediante las leyes de ciudadanía de las
practicado por los historiadores; ver Brook, 1 9 72; Kerman, 1 9 85; naciones modernas ? Otra vez el panorama vigente muestra el aban­
Meyer, 1 967). Y la visión que los historiadores tienen de sí mismos dono de una doctrina estricta. En cierta época las virtudes de la ob­
como insiders respecto de la cultura C)ccidenral de todos los perío­ jetividad del outsider fueron consideradas esenciales, y la etnomusi­
dos contrasta con el énfasis de los etnomusicólogos en que los hechos cología se entendió a menudo como un estudio propio de outsiders;
son función del enfoque y la actitud de quien los valora. alrededor de 1 970, en parte como resultado de corrientes políticas y
Los términos «hecho» y « valor», que fueron objeto de un sim­ sociales en Nortea1nérica y Europa, los numerosos outsiders que pobla­
posio en Vancouver en 1 985, seguido por alrededor de un millar de ban el campo mostraron una deferente inclinación hacia la posición
músicos y especialistas en música de todo tipo (Fact a11d Value, 1 986), de los insiders, aunque algunas veces definieran el estatus de éstos
arrojan luz sobre lo que los etnomusicólogos han percibido como la descuidadamen.te, de una manera muy laxa: por ejemplo, otorgando /

cuestión fundamental. La pregt1nta es si debemos ma11tener una ac­ el estatus de insider para todas las culturas musicales de Africa a cual-
titud estrictamente objetiva, intentando comprender la naturaleza de quier especialista por el hecho de ser africano. Hoy por hoy, se tiene
la música y su contexto cultural, averiguar qué está sucediendo, qué mayor consciencia de la complejidad de esta cuestión, y las relacio­
ha sucedido y por qué; o si deberíamos más bien guiarnos por el di­ nes entre insider y outsider, en tanto que puntos de vista científica­
ferencial de realización artística existente entre las diferentes culturas mente objetivos e interpretativos, son mejor comprendidas.
del mundo, identificar y estudiar la mejor música del mundo, traba­ En cualquier caso, la cuestión no se reduce a decidir a quién se
j ar para preservarla y perfeccionarla e imponer, una m.editada es­ debe permitir o alentar a estudiar una cultura musical, sino có­
tructt1ra de valor sobre nuestro trabajo. Junto con los historiadores mo ayudar a quienquiera que sea a llevar a cabo tal estudio, en par­
de la música, teóricos, compositores e intérpretes, los etnomusicólo­ ticular a aquellos miembros de una sociedad que desean realizar
gos se hallan comprometidos en un debate acerca del enfoque que, una labor etnomusicológica en sus propios patios traseros. Por nor­
respecto del mundo de la música, debieran adoptar los músicos y es­ ma, estos investigadores desean formarse en los enfoques y métodos
pecialistas musicales de las diferentes culturas del mundo. En cual­ derivados de la tradición intelectual de Occidente, pero al hacerlo tal
quier caso, está claro que, si los valores son una ct1estión importan­ vez se conviertan simplemente en parte del ejército de especialistas
te, debe de tratarse de los valores de culturas individuales j uzgados occidentales. Incluso pueden intentar evitar el uso de un marco com­
desde la perspectiva de cada cual; que esta discusión implica valores parativo, pero los métodos que aspiran a asumir son precisamente
sociales y éticos en mayor medida probablemente que los estricta­ aquellos moldeados por los estudios comparativos. Casi siempre
me.nte musicales; y que, con toda seguridad, las cuestiones de exce­ son personas que poseen un cierto conocimiento y u11 respeto por los ·

lencia musical se enfocan intra y no interculturalmente. grandes maestros y obras de la música clásica occidental, así que se
encuentran a sí mis111os ei1 una posición dificil para reconciliar dichos
Insiders y <)Utsiders valores musicales con los de su propia tradición ( un dilema que a
veces resuelven recurriendo a tina aproximación a la m.úsica en la cul­
Supuestamente la investigación sirve _para revelar hechos, pero los tt1ra). No obstante, tampoco desean que su música se reduzca a un
« hechos » sólo pueden ser fruto de la interpretación de alguien, y si mero objeto de interés etnográfico. La resolución de este conjunto de
tratamos con una multiplicidad de culturas, entonces la validez de los problemas es u11a de las grandes necesidades de la etnomusicología
p·untos de vista del insider y el outsider deviene una cuestión de capi­ (para una discu.sión detallada, ver Nettl, 1 98 3 : 24 7-302; Koizumi
tal importancia. En las décadas de los años setenta y ochenta los etno­ et al., 1 977).
musicólogos se mostraron particularmente interesados por los papeles
contrastados de ambos. En parte se trata de un problema de ética: Compromiso
¿hasta dónde llega el derecho de una sociedad para controlar total­
mente sus productos culturales, y quién puede hablar en nombre de Hablando de un modo muy amplio, una cuestión importante para
tal sociedad?, ¿qué se hace respecto de las diferencias individuales in- los especialistas en el pasado reciente y en el futuro inmediato es el

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tipo y el grado de compromiso que deberían buscar respecto de las cólogos tendieron más bien a gozar de la infinita diversidad de las
culturas y inúsicas que estudian. ¿ Se puede trabajar junta1nente con culturas y músicas, proporcionando respuesta a las preguntas sobre
un colega hindú o indonesio, o con consultores de campo natiV(JS ? características universales con la mención de excepciones. Deseaban
¿Debería el etnomusicólogo in1plicarse en problemas sociales y polí­ mostrar que lo que era entendido como una norma general por los
ticos ? Una consideración seria y racional de tales cuestiones ha co­ músicos europeos, no era válido, y que no todas las músicas no oc­
menzado a reemplazar la característica a utoflagelación de los espe­ cidentales estaban regidas por los mismos principios. Más reciente­
cialistas blancos por su participación en la explotación del mundo de mente, en parte en consonancia con la antropología, los etnomusi­
los no-blancos. Se trata de una vieja cuestión que todavía permane­ cólogos han retornado el in.terés por los universales. Actualmente
ce abierta: ¿ puede desarrollarse un conocimiento responsable al mis­ existen pocas opiniones escritas que intenten identificar universales
mo tiempo que se participa en lo que se está estudiando? ¿ O puede de un modo específico. Algunos at1tores han intentado establecer
hacerse realmente lo mismo sin esa implicación? definiciones válidas para el concepto mismo de universales, así como
proporcionar una metodología para su investigación. Algunas toman
Fronteras como modelo puntos de vista de otras disciplinas, e incluso el cre­
ciente interés de los etnomusicólogos en campos como la biología y
Los etnomusicólogos han estado interesados en la cuestión de las fron­ la psicología se halla parcialmente motivado por el interés en los uni­
teras de varios modos aparentemente distintos y· que han seguido versales.
desarrollándose. El debilitamiento de cualquier convicción firme por
lo que se refiere a los límites tanto entre las nlúsicas como entre las Disciplina o área
disciplinas, y la mayor sofisticación en el estudio de las fronteras mu­
sicales y culturales, parecen estar relacionados. La mayor flexibilidad Ésta ha sido una cuestión abierta durante cien años. Desde el prin­
en los límites de la disciplina y las taxonomías trajo consigo una cipio, muchos especialistas han mantenido que lo que los etnomu­
conciencia del grado en el que las sociedades del mundo usan la mú­ sicólogos hacen es parte integrante de la musicología. Sin embargo,
sica para marcar fronteras .. Así, se ha mostrado cómo la música mar­ muchos musicólogos, aunque fingiendo estar de acuerdo con los
ca fronteras políticas, por ejemplo entre los venda (Blacking, 1965), intereses de la etnomusicología, se han referido a su objeto de estu­
límites temporales entre los pueblos australianos (Waterman, 1 956) dio como algo inferior, demasiado alejado de su cultura, y la han
y fronteras étnicas en culturas con minorías significativas (Bohlman, aceptado sólo en los márgenes de su campo de estudio. Por otra par­
1 984). Ha quedado claro que frecuentemente la música marca las di­ te, desde alrededor de 1 900 la etnomusicología ha sido también cla­
visiones del mundo, sean sociales, políticas, nacionales o sobrenatu­ sificada como una subdivisión de la antropología sociocultural. En
rales. La música y la danza pueden i11cluso convertirse en las marcas los años cincuenta, nacida de un sentimiento de rechazo, se genera­
de límites étnicos más significativas, como ocurre en algunos casos lizó la idea de una disciplina autónoma. La posibilidad, sugerida por
entre grupos de origen e11ropeo y entre las minorías indio-america­ Charles Seeger ( 1977: 1 1 6-1 1 7) de que la etnomusicología, mediante
nas; cuando los indios de Norteamérica desean mostrar su etnicidad una ampliación de sus ir1tereses y métodos, subsumiese a la n1usicolo­
a sí mismos y a otros, lo hacen típicamente mediante el uso de bailes gía en general, fue considerada menos seriamente. La cuestión no
y canciones. El desarrollo de métodos para un estudio detallado y sis­ se refiere tanto a la orientación concreta del trabajo individual de los
temático de este fenómeno es una tarea futQra para la etnomusico­ especialistas como al establecin1iento de una base académica y de
logía. programas de enseñanza y entrenamiento, y a la reg11lación del pa­
pel de ]as músicas no occidentales en la educación general de los
Universales y singularidad de las culturas inúsicos occidentales. Sín embargo, la idea de que la etno1nusicolo­
gía plantea las preguntas fu11damentales referidas a la música hu­
Desde 1 970 se han hecho varios i11tentos para estudiar e identificar mana continúa siendo la motivación principal de los sucesivos in­
los universales de la música (más recientemente, en un número espe­ tentos por definir su naturaleza y carácter (ver Rice, 1 987; Qureshi,
cial de World of Music, xix/1/2, 1 977). Antes de esto, los etnomusi- 1 98 7) .

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El impacto de la et11omusicología píamente dicha. Hoy, conceptos tales como gamelán, sitar, tabla, tanz­
bor n1aestro, ópera de Pekín, kabuki o kathakali son bien conocidos
¿ Ha tenido la etnomusicología algún efecto en el mundo? Su obje­ y ampliamente aceptados dentro de la sociedad educada de Occidente;
tivo confeso nunca fue lograr un amplio impacto sobre la vida mu­ y las comunidades del jazz y la música popular incluyen aspectos de
sical o sobre el gran público, desde el momento en que los etno­ la 1núsica hindú, africana y de Oriente Medio dentro de su esfera.
n1usicólogos han sido habitualmente especialistas que hablaban y La música no occidental es amplia1nente aceptada como parte de la
escribían unos para otros, y cuyas opiniones raramente parecían ser escena musical de Occidente; sus sonidos son apreciados como mú­
advertidas, inclt1so por universitarios de áreas relacionadas. Sin em­ sica, y algunos de los términos básicos (raga, gamelán y koto) se
bargo, después de un siglo de actividad, los etnomusicólogos pue­ han convertido en parte del vocabulario usado generalmente por los
den reclamar haber contribuido de un modo importante a los cam­ mus1cos.
,. .

bios habidos en la experiencia musical del mundo. Para ilustrar esto Este desarrollo se debe mayormente a la determinación de los
podemos mirar la vida concert.ística contemporánea, el sistema de en­ etnomusicólogos por traer estos sonidos habitualmente bajo la for­
señanza musical y los desarrollos en el mur1do de la composición. ma de conciertos, grabaciones y retransmisiones a sus estudiantes
La composición puede ser el aspecto más pertinente. La música y al público en general. El crecimiento de la música no occidental den­
no occidental ha influido sobre los compositores occidentales durante tro de la vida concertística americana y europea es sustancialmente
siglos, y el impacto de la música de gamelán sobre Claude Debussy el fruto de los esfuerzos individuales de los etnomusicólogos y de las
es frecuentemente citado como un hito destacado que n1arca la sen­ instituciones. La vida musical en la década de los años noventa en Eu­
da de un siglo de estrecha relación. En cualquier caso, está claro que ropa y América incluye ahora una proporción significativa de músi­
el uso de música folk por parte de los compositores de los siglos ca no occidental, patrocinada por los principales sostenedores de la
XVIII y XIX forma parte de los rasgos declarados del movimiento ro­ música clásica, por instituciones académicas y por organizaciones
mántico. Lo que resulta novedoso en el pasado más reciente de la mú­ de grupos étnicos. Toda esta actividad seguramente está también re­
sica culta es fundamentalmente una aceptación mayor no sólo de lacionada co11 la tendencia de las minorías étnicas a usar la música
los aspectos más superficiales de la música no occidental instru­ como un modo de fomentar la integración social, así como con el de­
mentos y melodías , sino de principios básicos de color tonal, tex­ seo de los compositores de experimentar nuevos sonidos y concep­
tura, ritmo y percepción del tiempo musical. Seguramente el interés tos; en cualquier caso, el pensamiento etnomusicólogico fue tam­
de los compositores respecto de las músicas procedentes de otras cul­ bién ciertamente y en buena medida la base sobre la que se sustentó
turas ajenas no es resultado únicamente del conocimiento etnomu­ el tipo de relativismo cultural necesario para la aceptación de los so­
sicológico. En cualquier caso, en las instituciones americanas y eu­ nidos de la música no occidental, y proveyó la clase de clima intelec­
ropeas para la educación musical los compositores han tomado un tual preciso para una apreciación inteligente e informada de esta mú­
interés especial por la etnomusicología, convirtiéndola frecuentemente sica. Fueron los etnomusicólogos quienes entraron en contacto con
en una segunda área de especialización. Su interés no se ha ceñido ex­ los músicos asiáticos o africanos en sus trabajos de campo y quienes
clusivamente a la naturaleza del sonido, sino que también se vuelca frecuentemente decidieron traerlos a sus propios países a tocar y en-
en los aspectos conceptuales del espectro musical y en la variedad de senar.
-

actitudes hacia la música que se pueden encontrar en las sociedades Ya nos hemos referido al impacto que la etnomusicología ha te­
del mundo. En consecuencia, han fijado su atención de un modo es­ nido sobre otras especialidades relacionadas con la música, particu­
pecial en procesos tales como la co1nposición y la improvisación, la larmente la musicología histórica y la teoría musical. Esta influencia
participación de la audiencia y los diferentes modos de percepción del se muestra tambien en el hecho de que el College Music Society, el
sonido. cuerpo más extenso y representativo de educadores musicales dentro
En la década de 1 960 el sonido de los cantos de Asia oriental u de la educación musical superior en Nortea1nérica, mantenga un pues­
Oriente Medio, de la mbira o el didjeridu, podía provocar risa o <lis- to fijo para un etnomusicólogo dentro de los doce asientos que confor­
gusto en el america no o europeo medio; y seguram ente surg1r1a n man su Junta Directiva. Como quiera que sea, la etnomusicología
. ,

preguntas acerca del estatus de estos sonidos en tanto que música pro- ha tenido en el terreno de la educación musical de la cultura europea,
· :·
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. .

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e incluso rnucho más de la norteamericana, Sll espacio de mayor im­ Blacking, .J. ( 1 965 ) «The Role of Music in the Culture of tl1e Venda of the
pacto. Algunas influencias sobre la instrucción primaria y secundaria Northern Transvaal » . Studies in Ethnomusicology, 2: 20.
son evidentes. En algunas comunidades se espera del profesor de mú­ Blacking, J. ( 1 967) Ve1ida Children's Songs. Johannesburg. .
sica que tenga una mínima formación en músicas fuera de la corriente Blacking, J. ( 1 978) «Sorne Problems of Theory and Method in the Study of
Mt1sical Change». Yearbook of the lnternational Folk Music Council, 9: 1.
principal de la música culta occidental y alguna sensibilidad hacia el es­
Blacking, J. (ed.) ( 1 977) Anthropology of the Body. London.
tudio de la música en la cultura; además, estos docentes pueden be­
Blaukopf, K. ( 1983) Musik im Wandel der Gesellschaft. Munich.
neficiarse de los materiales musicales pertenecientes a aquellos de sus
Blum, S., Bohlman, P. V. y Neuman, D. M. (eds.) ( 1 99 1 ) Ethn.omusicology
alumnos que provienen de minorías no occidentales, de cara a ense­
and Modern Music. Urbana.
ñar principios generales de la música. En cualquier caso, es mucho más Boehme, F. M. ( 1 886) Geschichte des Tanzes in Deutschland. Leipzig.
importante el impacto de la etnomusicología dentro de los departa­ Boiles, C. ( 1 973) «Sémiotique de l'ethnomusicologie» . Musique en jeu, 10:
mentos de música universitarios, que pueden desarrollar cursos sobre 34.
músicas del mundo para cientos de estudiantes especializados en mú­ Bronson, B. H. ( 1 949) «Mechanical Help in the Study of Folk Song». Jour­
sica y otras áreas, algunos de los cuales incluyen algún tipo de orien­ nal of American Folklore, 1 1 : 8 1 .
tación sobre estas músicas y sobre los métodos etnomusicológicos den­ Brook, B. (ed.) ( 1 972) Perspectives in Musicology. New York.
tro de los currícula generales de formación de los músicos. Aunque el Cantrick, R. B. ( 1 965 ) «The Blind Men and the Elephant: Scholars on Po­
progreso ha sido lento, ha sido notablemente constante desde la déca­ pular Music» . Ethnomusicology, 9: 100.
da de los años cincuenta, y en la década de los años noventa se da ya Catlin, A. ( 1 985) « Harmonizing the Generations in Hmong Musical Per-
por sentado que la mayoría de los músicos se hallan en contacto con formance ». Selected Reports in Ethnomusicology, 6: 83.
algunos principios básicos promulgados por los etnomusicólogos in­ Copian, D. ( 1 985) In Township Tonight. London.
cluso aunque no siempre los acepten . Entre éstos son especialmente Dougherty, J. (ed. ) ( 1 985) Directions in Cognitive Anthropology. Urbana.
significativos la importancia de un enfoque esencialmente relativista a Ellis, A. J. ( 1 885) «Ün the Musical Scales of Various Nations» . ]ournal of
la hora de comparar músicas y culturas y la concepción de la música The Sociey of Arts, 3 3 : 485.
como algo que es mucho mejor entendido en tanto que parte de la Ellis, C. J. ( 1970) «The Role of the Ethnomusicologist in the Study of An­
cultura de la que emana. La mayoría de los músicos y amantes de dagarinja Women's Ceremonie's». Miscella1iea Musicologica, 5: 76.
la música en Europa y Norteamérica parece tener ahora una percep­ Erdely, S. ( 1 979) « Ethnic Music in America: an Overview» . Yearbook of
ción de esto; creo que los músicos de otras partes, y sus audiencias, han the International Folk Music Council, 1 1 : 1 14.
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Zemp, H. ( 1 979) « Aspects of 'Are' are Musical Theory» . Ethnomusico­ tudios. Por otra parte, la configuración de una disciplina requiere un
logy, 23: 6.
continuo volver a preguntarse por la investigación y a preguntarnos
qué estamos haciendo, así como a plantéarse qué deberíamos hacer. La
respuesta dependerá probablemente del enfoque teórico y social del
autor del modelo (Blum, 1 975, y Seeger, 1 977) y la eficacia del mode­
lo dependerá de la eficacia con que aprehenda de manera sencilla y ele­
gante el trabajo realizado en el campo, así como de su capacidad de
proveer de una especie de <<imperativo moral>> para la actuación futura.
El n1ejor ejemplo de modelo eficaz en la historia reciente de la
etnomusicología es posiblemente el que Merriam propuso en su obra
The Antropology of Music ( 1 964). Su <<modelo simple [ ... ] conlleva
el estudio en tres niveles de análisis: la concepción teórica sobre la
música, el comportamiento en relación con la música, y el sonido mu­
sical en sí mismo>> (p. 32). El modelo es esencialmente circular en su
forma (ver figura 1 ) en cuanto que la teoría sobre la música afecta al
comportamiento, que a su vez origina el producto sonoro.

( * ) · Tomado de T. Rice (198 7)· «Toward the Rell)odeling of Ethnomusicology» .


Ethnomusicology, 31 (3):.4 69-�88. Traducción de �iguel Ángel Berlariga.

. �-·
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CONCEPTUALIZACIÓN completos e inclusivos: cubren un amplio ámbito de temas. En ter­


cer lugar, es un modelo coherente en el sentido de que sus «niveles
analíticos» se presumen interrelacionados. No obstante, a pesar de

estas atractivas características, reconozco que no todos estuvieron de


acuerdo con él, y nosotros mismos lo hemos combatido, por un la­
do, y aceptado, por otro. Pero puesto que es simple, global, coherente,
definitivo e influyente, me referiré a él con frecuencia en la «remo­
SONIDO MlJSICAL COMPORTAMIENTO delación>> que sigue, en parte porque espero que el modelo que voy
a proponer aquí tenga muchas de esas mismas cualidades 1 •
FIGURA 1 .-El 111c)delo de Merrian1.
El primero y más inmediato efecto del modelo de Merriam fue
el incremento en cantidad y en prestigio de los trabajos sobre com­
portamientos sociales, físicos y verbales en relación con la música. Su
Y Merriam continúa: « Existe una constante influencia mutua en­ segundo efecto fue el impulso que dio a la búsqueda de caminos pa­
tre el producto musical y la conceptl1alización de la música, y esto ex­ ra relacionar esos comportamientos con el «sonido musical en sí mis­
plica tanto el cambio como la estabilidad de un sistema musical» mo>> . Buena parte del trabajo posterior en «el estudio antropológico
(p. 33 ). Este modelo fue germinal en la historia de la etnomusicolo­ de la música» (Blacking, 1 976b) puede interpretarse como la bús­
gía y en su época llegó a ser el planteamiento más enérgico y cohe­ queda de puntos de intersección, causalidad u « homologías>> entre
rente de las preocupaciones antropológicas en el estudio de la mú­ los «niveles analíticos» de Merriam.
sica. El modelo definía la etnomusicología como « el estudio de la En la búsqueda de esas conexiones, en los últimos veinte años
música en la cultura » , y desde entonces tal punto de vista aun se han invocado y tomado en préstamo diversos paradigmas de las
modificado como «música como cultura>> y como «la relación entre ciencias sociales, incluyendo enfoques biológicos ( Blacking, 1 977),
música y cultura>> se ha mantenido como uno de los conceptos fun­ semióticos (Nattiez, 1983), de la etnociencia (Zemp, 1 978), de la et­
damentales de la disciplina. nografía de la performance (Herndon y McLeod, 1 980) y de la comu­
Cierto que podemos discutir sobre la mayor o menor magnitud nicación (Feld, 1984 ), del estructuralismo (A. Seeger, 1 980), del inter­
de su influencia durante los últimos veinte años, pero no cabe duda accionismo simbólico (Stone, 1982), del marxismo (Shepherd, 1 982),
de que continúa siendo influyente. Es aún citado con frecuencia hermenéuticos (Becker, 1 984), así como una mezcla ecléctica de di­
para contextualizar problemas concretos de investigación (por ejem­ versos enfoques (Feld, 1 982). Aunque en antropología y sociología
plo Yung, 1 984, y Sawa, 1 983). Bruno Nettl ( 1983) lo calificó de «de­ estos paradigmas y métodos a menudo se consideran enfrentados o
finitivo>> no sólo para el estudio del contexto musical sino aparente­ excluyentes entre sí, y ciertamente difieren del estructural funciona­
mente para el de la música en sí misma. Además ha aportado el modelo lismo que está en la base de The Antropology of Music de Merriam,
básico para el reciente libro de texto en equipo Worlds of Music (Ti­ su aplicación en la etnomusicología puede interpretarse como un in­
ton, 1 984). El hecho de que los autores de este libro, aun provinien­ tentb de resolver el principal problema que suscitó el modelo de
do de diversos ámbitos de estudio, hayan logrado ponerse de acuer­ Merriam: cómo hablar de manera convincente sobre la relación en­
do a través de este modelo es una prueba de que su influencia al tre la música y otros comportamientos humanos.
menos como imagen global o modelo de esta disciplina sigue sien­ Aunque una gran parte de la teoría desarrollada en la etnomu­
do patente. sicología en estos últimos veinte años se ha ocupado de esta cues­
Junto a su definición de la materia de estudio y a su influencia, tión, hay signos evidentes de resistencia a la tan solicitada perfecta
el modelo presenta otras tres propiedad.es interesantes que lo con­ unión entre los llamados enfoques «musicológicos » y « antropológi-
vierten en un punto de partida útil para la « remodelación» que aquí
proponemos. En primer lugar, es un «m.odelo simple » con tres «ni­
veles analíticos>> . Uno de los motivos de su influencia es que es fácil 1: Para una lista reciente de «n1odelos de investigación» en etnomusicología, ver
de recordar. En segundo lugar, sus niveles parecen ser relativamente Mod1r, 1 986.

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cos » . Una anécdota ocurrida en el encuentro anual de Vancouver de Así pues, la etnomusicología parece encontrarse en una situación
·1 986 puede servir para ilustrar la divergencia de opiniones en la dis­ bastante peculiar. Por un lado, contamos con un viejo modelo que si­
ciplina, así como parte de la resistencia que persiste ante los enfo­ gt1e ejerciendo una cierta influencia favorable y definiendo el pro­
ques antropológicos. Durante la discusión que hubo tras el trabajo blema central de la disciplina. Por otro lado, hay pesimismo sobre el
de Stephen Blum titulado The Ethnomusicologist vis-a-vis the Fa­ alcance de nuestros logros en la resolución del problema, permanece
/facies of Contemporary Musical Life alguien observó no haber oí­ la resistencia a los modelos antropológicos 3 y el enfrentamiento en­
do referencia alguna ni en el texto ni en la respuesta y discusión tre una gran cantidad de paradigmas de las ciencias sociales, que se
que siguieron a ese punto a la teoría social contemporánea, par­ esgrimen en un inte11to de resolver todos o algunos de nuestros pro­
ticularmente a la proveniente de la antropología, y se lamentó de que blemas. En este contexto, pienso que ya es hora de repensar la rela­
los etnomusicólogos quizás llevemos veinte años de retraso en nues­ ción entre la etnomusicología y sus disciplinas afines y quizás de re-
tra visión de la sociedad y la cultura. Las respuestas que prominen­ 1nodelarla como a una casa vieja, por medio de trazos que describan
tes etnomt1sicólogos y etnomusicólogas dieron a esta observación y prescriban lo que realmente hacemos, más que lo que las tradicio­
cubrieron un espectro asombroso. Una respondió que ella, como nes académicas particulares nos dicen que debemos hacer.
probablemente otros, está al día. Otra dijo que desearía mantener­ Alguno podría argumentar que no es necesario modelar una dis­
se actualizada, pero que está tan ocupada como profesora cubrien­ ciplina. Es obvio que la investigación continuará siguiendo durante
do « el mundo entero» que no puede hacerlo. Y otros dos respon­ tiempo las lí11eas dictadas por el interés personal, la preparación in­
dieron, en esencia: « ¿A quién le importa si estamos actualizados o telectual, las tradiciones académicas y los requerimientos sociales e
no ? » . Si alguien trabaj aba con la idea de que la etnomusicología institucionales. Y, no obstante, los modelos disciplinares son atracti­
era una disciplina unificada o al menos de que existía un amplio vos por varias razones 4• Proveen de una especie de armazón intelec­
acuerdo presentado bajo la forma de unión de aproximaciones an­ tual que nos ayuda a contextualizar, interpretar, clasificar y evaluar
tropológicas y musicológicas, este intercambio habría sido clarifi­ nuestro trabajo, y nos pueden facilitar algún sentido de dirección o
cador y quizás decepcionante. propósito. Lewis Thomas ( 1974), conocido ensayista sobre temas bio-
Junto a esta falta de acuerdo sobre metodología y bases discipli­
nares hay evidencia de pesimismo respecto a qué hemos conseguido
en el camino hacia una unión entre enfoques antropológicos y musi­
3. Larry Sl1umway ( l 986) critica la «orientación científico-sc)cial » de Worlds of
cológicos, incluso entre aquellos que confiaban más hondamente en Music q11e lleva a O(> destacar suficientemente las cuestiones estéticas y de la ex_pe­
dicha unión 2• Gerhard Béhage ( 1 984: 7) escribió recientemente que riencia personal de la música� señal de que tanto él CC)ffiO otros aún no aceptan el
«nuestras herramientas analíticas para establecer la relación [entre nuevo acento de mucl1as de las publicaciones e investigaciones recientes.
contexto social y música como estructura sonora] carecen induda­ 4. Aun cuando los rnej<>res escritores de cualquier especialidad probablen1ente no
necesitan modelos simples, pienso que los modelc>s pueden ser particularmente útiles
blemente de sofisticación» . A finales de los años setenta Herndon y a los estudiantes y a otros que andan a Ja btisqueda de C<>ntex:tualizar sus trabajos.
McLeod ( 1 979: iii) todavía se lamentaban de que «aún no hemos con­ De un recuento superficial que realicé sobre tesis dc)ctorales realizadas en los últimos
seguido una totalidad [... ] que nos permita dar igual consideración a siete años en Jas escuelas de etnomusicol<)gía de los Estados Unidos, me sorprendió en­
co11trar -quizás cándidamente- q.ue pocos contextualizaban su trabaje>, ni siquiera
la música en sí misma y a los comportamientos que afectan a su ori­ st1perficialmente, dentro de u11 marco general en etnomusicología, sino que simple­
gen, producción y evaluación» . Ruth Stone ( 1 988: 127), cuyo inno­ mente consideraba11 u11a tradici()n .musical concreta y los estudios previos que sobre
vador enfoque sobre el análisis de eventos fue diseñado para resolver ella se habían realizado. (Las excepciones solían estar en los trabajos S()bre etnicidad
este problen1a, admite que « aún no es posible conseguir el análisis e identidad, para los que hay llO cuerpo de trabajos escritos claro e identificable.) Cier­
tamente la etnomusicología no existe como disciplina en estas tesis. Si las tomamos C<)­
unitario ideal» . mo indicador de la disciplina, entonces la etno1nusicología es, como ha lamentado Bla­
cking ( 1971: 94) « poco más que un lugar de encuentro entre los interesados en la
antropologia de la música y en la música de diferentes culturas» . Un modelo, particu­
larmente uno de tipo global como el que aquí se está sugiriendo, podría permitir que
2 . Carol E. Robertson se ha lamentado recientemente de las «d<>cenas de tesis docto­ un porcentaje más alto que e] ªc�u�l de estudiantes e investigadores piense sobre la
.
conformación general de la d1sc1pl1na Y sobre el lugar que sus trabajos ocupan en
rales» que versan sobre «ecología, geografía e historia y que no relacionan sus capí­
tulos introductorios con los capítulos siguientes sobre sonidos musicales» ( 1984: 450). ella.

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lógicos, compara la empresa científica con la construcción de un hor­ Este problema lo he abordado de diversas maneras hasta que
miguero. Argurr1enta que cada hormiga, como la mayoría de los cien­ hace unos cuatro años, leyendo La interpretación de las culturas de
tíficos, no tiene idea de la forma del hormiguero que está constru­ Clifford Geertz, me sorprendió su propuesta según la cual « los siste­
yendo. La combinación de un gran número de hormigas y de científicos mas simbólicos se construyen históricamente, se mantienen social­
consigue resultados espectaculares, a un cuand<> cada hormiga o cien­ mente y se aplican individualmente» ( 1 973: 363-364 ). De inmedia­
tífico no pueda imaginar exactamente hacia dónde se dirige su tra­ to reconocí en éstos los « procesos formativos» que había estado
bajo. Modelizar es un intento de imaginar la forma, aunque sea sólo buscando. Tenía ante mis ojos un modelo tripartito, análogo al de
aproximada, del metafórico hormiguero que estamos construyendo. Merriam, que era fácil de recordar y que parecía moverse de mane­
ra equilibrada entre los procesos y fuerzas sociales, históricos e indi­
viduales de una manera que parecía inmediata e intuitivamente sa­
E L MODE L O tisfactoria. El modelo de Merriam, o al menos lo estudiado a partir
de él durante los últimos veinte años, ha llevado a poner el énfasis
Hay dos fuentes inmediatas y personales para el modelo que aquí se en los procesos sociales y, como consecuencia, ha alienado a la et­
presenta. Una procede de mi experiencia docente, la otra, de la lec­ nomusicología de los temas que atañen a la musicología histórica.
tura de literatura secundaria. En primer lugar, imparto un curso in­ ¿ Cómo se p.u ede enseñar sobre todo tipo de música, cuando las pers­
troductorio a todos los estudiantes de primer año en un extenso pectivas adoptadas para referirse a diferentes músicas parecen tan di­
programa de música al estilo de los del conservatorio, en la Univer­ ferentes?
sidad de Toronto. El curso versa sobre todo tipo de músicas (occi­ Quisiera examinar ahora las implicaciones de esta afirmación de
dental y no occidental, clásica, folklórica, popular, etc.) y viene plan­ Geertz, con algunas ligeras modificaciones, como un «modelo para
teado como introducción a un estudio más detallado de la música la etnomusicología» . En pocas palabras: creo que los etnomusicólo­
clásica occidental. La descripción del curso, realizada por una comi­ gos deberían estudiar los «procesos formativos » en la música, que
sión, dice: «Procesos formativos en las culturas musicales del mun­ deberían preguntarse e intentar responder esta cuestión aparente­
do» . Así que me he visto forzado a plantearme, en un contexto pe­ mente simple: ¿ cómo hace música el ser humano? O en su forma más
dagógico muy práctico, cuáles son los procesos formativos en música. elaborada: ¿cómo construyen históricamente, mantienen socialmen­
¿ Son la melodía, la armonía y el ritmo, como parece que piensan al­ te y crean y experimentan individualmente la música los seres hu­
gunos de mis colegas de la Facultad de Música, o son las relaciones manos? 6•
entre música y política, economía, estructura social, eventos musi­ Es difícil entender la manera en que habitualmente se entrelazan
cales y lenguaje, como han defendido los etnomusicólogos en los úl­ la teoría y la práctica en nuestra disciplina. Pero si esta afirmación de
timos veinte años? ¿Había una manera de poner un cierto orden en
esas largas listas que se podían hacer? ¿ Había modo de reconciliar
los aspectos musicales estructurales de muchos cursos de historia de 6. Otra manera de articular la pregunta -algo más engorrosa- podría ser:
la música con los antropológicos de muchos cursos de etnomusico­
logía? 5• produce/construye históricamente

¿Cómo el ser humano conserva socialmente la música?


individualmente
.

experimenta
5. Aunque las perspectivas puestas en jt1eg<) en la música occidental y en la no _oc­

cidental a me11udo parecen diferentes, esto no implica, como Kerma11 ha sugerido La cuestión puede también formularse así: ¿cómo y por qué hace música la gen­
( 1 985: 174), que «la música (>ccidental es absolutamente difere.n te de otras música�, te? Pero la respuesta al porqué seguiría casi naturalmente a la del cómo. En todo ca­
y sus Cl>11textos culturales de1nasiado diferentes de otros contextos» como para admi­ so, Herndon y Mcl,eod ( 1 979), Erdman (1 982) e Idries Shah, entre otros, han recha­
tir que la investigación etnomusicc>lógica «incida directatnente en el estudio de la mú­ zado preguntarse el porqué para preguntarse el cómo. Blacking (1 976b: 4) ha señalado
sica occidental». Las diferencias que i m.piden los estudios comparativos no se encuentran que <' hay im .portantes aspectos en que la música hace al hombre, pero aunque éste es
_
un aforismo atrayente, yo prefiero la noción de que el hombre es siempre el actor en
tanto en la música y los co11textos como en los enfoques dominantes y en los valores
en ambas áreas, que a 111enudo parece.o estar reñidos. la creación, experiencia y conservación de la música ».

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TIMOTHY RICE H A C I A LA R E M O D E LA C I Ó N D E LA E T N O M U S I C O LO G Í A

Geertz me afectó profundamente, es muy probable que sea porque 1nusicales fundamentales sin enredarse en la cuestión de la homolo­
este tipo de pensamiento « está en el ambiente » . En efecto, cuando gía entre formas musicales y culturales; y, no obstante, trata de inte­
examiné más de cerca la literatura reciente teniendo ya este modelo grar el estudio de la música en el estudio de la historia, la sociedad y
en mente, encontré «pre-anuncios » del mismo en los escritos de al­ el conocimiento.
gunos de nuestros colegas 7 • Por ejernplo Herndon y McLeod se plan­ Kenneth Gourlay ( 1 982: 4 1 3 ) se ha acercado mucho a una es­
tean esta misma pregunta en su libro Music as Culture ( 1 979): có­ tructuración de la materia según estas líneas. « El ABC de Gourlay»
mo hace música el hombre. Pero no siguen adelante haciéndose otras reclama « una etnomusicología humanizada con tres campos de in­
preguntas que este modelo exige. John Blacking propuso, quizás de vestigación, distintos pero relacionados» : A ) la presencia afectante de
manera más persuasiva, poner el énfasis en el proceso como opuesto Amstrong, que conlleva el estudio de « como actúan los símbolos mu­
·al producto, tal como aquí estamos delineando. sicales en orden a producir su efecto o significado y qué efectos pro­
El área donde habitualmente más se trabaja en la línea de este J ducen» ; B ) el modelo de cambio de Blacking, que él acepta; y C) la
modelo es probablemente la de la ejecución práctica o etn.ografía de condición, el contexto y la contextualización. Pero no llega a mostrar
la performance y la comunicación. Steven Feld ( 1984: 6), por ejem­ cómo pueden relacionarse esos tres campos 8 •
plo, propone foc alizar la atención en los oyentes «como seres social Así que las líneas generales del modelo aquí propuesto están cla­
e históricamente implicados» afirmación que capta los tres polos ramente «en el ambiente» . Pero esta « atmósfera» , relativamente re­
de este modelo . Bonnie Wade ( 1984: 6), por otro lado, argumenta ciente en la disciplina, debe aún desarrollarse dentro de un modelo
que «la creatividad en la ejecución práctica de la música artística de que sea simple, coherente y global, así como tener sus consecuencias
la India [ . . . ] atañe [ . . . ] al papel del ejecutante individual, a cómo ve en el campo en cuestión.
éste su propia creatividad en relación con su tradición mt1sical, con
sus compañeros músicos y con su audiencia» . Creatividad como ex­
periencia individual, historia como tradición y procesos sociale� que L A S PARTES DEL M O D E L O
implican a músicos y audiencia, suponen una de las posibles mane­
ras en que pueden interrelacionarse las tres partes de este modelo pa­ Ante todo, el modelo necesita ser explicado en términos de cómo
ra contar un relato interesante. Este relato llega hasta los procesos organiza el fárrago de «temas y conceptos>> (en términos de Nettl,
1 9 8 3 ) generados por los etnomusicólogos.
« La construcción histórica » comprende dos importantes proce­

7. J. H. Kwabena Nketia ( 1 9 8 1. , 1 98 5 ) ha encarado recientemente el problema de sos: el del cambio a través del tiempo y aquel otro por el que las for­
la definición de la disciplina en dos interesantes artículos. Entre <>tras cosas, critica el mas y el legado del pasado se reencuentran y se recrean en cada mo­
cambio de énfasis desde la experiencia mt1sical hacia los comportamientos e11 torno a •
mento del presente 9• En lo sincrónico encuentran aquí su lugar los
la música, así comrJ que se dé p<)f supuesto «que haya una corresp<.)ndencia biunívo­
ca y una relación de causalidad entre aspectos musicales y aspectos culturales y socia­
Jes [ ] . Dicho supuesto no es fáci lmente demostrable, ni siquiera en culturas particu­
. . .

lares » ( 1 9 8 1 : 24-25). En su trabajo de 1 985 lamenta que «l<>S enfoques en boga e11 la
etnomusicología suelen ser monistas e> caracterizados por una dimensión de la músi­ 8. La fuerza de este modele) parece a primera vista limitada y académica en com­
ca» (p . 1 2), abc>ga por «el desarr<>llc> de una técnica integradora que capacite al in­ paración con la «et11omusicología humanizadora» de Gourlay, a un tiempo pesimis­
vestigad<>r para agrupar y reagrupar sus datos» (p. 1 5 ) y p<>r «el desarrollo de méto­ ta Y activista. De hecho la empresa docente es un componente importante de su ma­
dos de síntesis que reúnan l<)S diferentes aspect<>S de la música y del hacer música de triz social: en nuestro proceso docente, que en el mejor y más optimista de los casos
manera significativa y cohere11te» (p. 1 8 ) -justamente el tipo de enfoque que aquí d �be ser humanizador, ¿ qué enseñanzas importantes sol)re la música queremos trans­
estarnos elaborando-. Continúa cc)n una categorización de la disciplina basada en . Veo grandes posibilidades en un modelo como éste, al menos para « humanizar»
m1t1r?
«tres dimensiones cognitivas de la música» (p. 1 4 ), que en realidad se presentan co­ los ambientes en los que trabajamos, así como a los estudiantes y colegas para los
mo tres posici<)nes metodológicas ante la música: como cultura, como objeto de inte­ que enseñamos.
rés estético y como lenguaje. Mantiene que sus (tres) dimensiones cognitivas permi­ 9. Una t�rcera aprox��ación a los temas históricos es la noción de Kay Shelema)'
de «e �no?1us1...colog1a ,. h 1_ s or1 c� » ( 1 980: 2�3), que conlleva «la posibilidad que tiene un
estud�o s1ncron1co para 1lum 1nar �l continu_um histórico del que ha surgido», una no­
ten este enfoque integrador, aunque no demuestra cómo podría hacerse, dejándolo �
_
como un «desafío» para la etno�usicología. De hecho, este tipo de clasificación me­
todológica podría ser precisamente la que parece separarnos más que unirnos, la que t abl e 1n:ers1.o,. n de las argumentaciones habituales sobre la capacidad de la historia pa­
.

_
debería superarse o can1biarse. ra iluminar el presente. (Para otro reciente cambio en los enf<)ques habituales sobre

1 62 1 63
-·--··-·-- ·-·· -·-
TIMOTHY RICE H A C I A LA R E M O D E L A C I Ó N D E LA E T N O M U S I C O LO G Í A

estudios actuales de música en un lugar y e11 un tie1npo concretos, los to útil, contar en nuestra disciplina con un modelo que reflejara la
estudios sobre formas construidas históricamente como una herencia importancia central del cambio, de los procesos históricos. Para no­
del pasado. Jean-Jacques Nattiez ( 1 983: 472) ha deplorado lo que el sotros la historia, o la «etnomusicología histórica » , por usar la frase
llama el «culturalismo» sincrónico de buena parte de la etnomusico­ de Kay Shelemay, no parece ser uno de tantos temas, sino un te1na
logía actual y reclama un inayor énfasis en los enfoques diacrónicos central, un proceso fundamental en el hacer música, cosa que este mo­
de las formas musicales. No obstante, él concluye que la « música delo reconoce, puesto que eleva el estudio del cambio al más alto ni­
1 1' 12•
genera música» . Yo prefiero el argumento implícito en este modelo vel analítico
de que la gente produce música, al tiempo que reconoce el poder ge­ Los procesos de conservación social han sido particularmente bien
nerador de las formas musicales previamente elaboradas. Los indi­ documentados por los etnomusicólogos en los años posteriores a The
viduos, al actuar en sociedad, deben conocerlas, aprender y elegir en­ Antropology of Music de Merriam, y no es difícil elaborar una lista,
tre gran cantidad de formas musicales heredadas. Aunque por lo al menos parcial, del modo en que las instituciones socialmente cons­
común este proceso tiene lugar en instancias específicas de aprendi­ truidas y los sistemas de pensamiento sustentan, mantienen y cam­
zaje, audición y ejecución a través del uso mismo de la música, un bian la música: la ecología, la economía y el patronazgo de la músi­
proceso semejante en el ámbito de las explicaciones requiere de mu­ ca; la estructura social de la música y los músicos; la protesta, la
sicólogos que sepan explicar las complejidades de las formas (musi­ censura y las políticas musicales; los contextos y convenciones de per­
cales). Las dos tareas músicos/intérpretes haciendo música para formance; las creencias sobre el poder y la estructura de la música; la
músicos/oyentes y musicólogos escribiendo o hablando para sus lec­ educación musical, la instrucción, etc. El estudio de los procesos por
tores o audiencia- requieren un sofisticado encuentro con las for­ los que estos sistemas sociales influyen en la música, e inversamente
mas construidas históricamente 1 0 • cómo la música influye sobre estos sistemas, ha sido una de las áreas
La construcción histórica puede también interpretarse como lo más fructíferas de investigación en los últimos veinte años, ya sea ex­
diacrónico, el estudio «fuera-del-tiempo» del cambio musical, o his­ presado en términos de contexto, de relaciones causales, de homolo­
toria de la música. A pesar de la dificultad evidente de la elabora­ gía o de relaciones estructurales profundas.
ción de historias de la música en muchas de las culturas que habi­ El énfasis en el individuo es posiblemente el área más reciente y
tualmente consideramos, a los etnomusicólogos les ha fascinado el por ahora más débilmente desarrollada en etnomusicología. Mien­
tema del cambio. Sería cosa descriptivamente certera, y por lo tan- tras el estudio de los compositores y los actos individuales de crea­
ción está bien afianzado en la musicología histórica, en etnomusico­
logía dichos estudios han sido vistos con sospecha hasta hace poco.
El antagonismo, e incluso el recelo por los enfoques humanísticos,
historia, ver la noción de Yu11g ( 1 987) de «i11terdependencia histórica» CC)mc> un pro­ históricos o individuales, se ejemplifica con esta afirmación de Judith
ceso a través de1 cual lo nuevo influye en la percepción, constrt1cción y revisión del pa­
sado). Shelemay piensa que «el pe)Ce) énfasis en los estudios históricos es consecuen­ y A. L. Becker:
cia de la ruptura con la musicología histórica». Ne) obstante, esta ausencia parece ser
más teórica que real. Aunque nuestros n1étodos se asientan fuertemente en el trabajo
de campo y en un enfoque en «presente etnográfico», implícita1nente sincrónico, un
gran p<)rcentaje de nuestras publicaciones se centran en procesos de cambio, sea di­ 1 1 . Bielawski ( 1 985) intenta desarrc)llar una auténtica tec>ría de perspectivas his­
rectan1ente e)bservados o reconstruidos a partir de datC)S previamente disponibles. En tóricas en etne)musicología y la destaca -algo que no sorprende en un europeo orien­
realidad hemos identificado el cambio y los prc>cesos históricos no con10 uno más de tal- en su enunciado de las n1etas de la especialidad: « El objetivo de la etnomusico­
entre muchos procesos, sino como un procese) fundamental. Es posible que se haya logía contemp<)rá11ea debería ser estudiar la música desde diversos puntos de vista
acudido a los procesos e interpretaciones históricas como u11 gesto interpretativo históricos» (p. 14). Y sigue argumentando que las perspectivas sistemática e histórica
con.veniente cuando los procesos e interpretaciones sociales y culturales no se percibí­ son «complementarías e interdependientes» . Pero como otras propuestas que siguen
an o eran más problemáticos. esta línea, no continúa diciendo cómo se puede llevar a cabo.
10. Gourlay ( 1 985: 142) ha objetado que el análisis no es una aproximación «pa­ 12. McLean ( 1980: 53 ): « El único medio de elaborar una "historia " de la músi­
ra entender lo que sucede cua11do los hombres y mujeres hace11 música», pero sí pue­ ca de Oceanía es comenzar por los estilos musicales que se practican en la actualidad ».
de ser una clave para entender qué sucedió cuan.do la gente la hizo, para reconstruir El comienzo de un intento de reconstrucción histórica es el estudio y la descripción
Ja experie11cia del pasado y entender la creatividad 1nusical (por ejemplo Cavanagh, de los estilos musicales actuales. (Para un ejemplo de trazado teórico con densidad his­
1 982). tórica, ver Nattiez, 1982.)

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TIMOTHY RICE
H A C I A L A R E MO D E L A C I Ó N D E L A E T N O M U S I C OLOGÍA

Un desplazamient() hacia el estudio de las particularidades aleja a la etnomu­


sicol()gía de las ciencias sc>cialcs, acercándola al ámbito de las hu1nanidadcs,
siga aumentando el interés por el individuo y por la experiencia in­
en dc>nde la singularidad está legitin1ada. N uestra discipli11a ha estado histó­ dividual, entonces la historia de la etnomusicología se podría inter­
rica1nente asociada a las ciencias sociales; de ellas tomamos nuestrc>s para­ pretar como un desplazamiento sucesivo a través de las tres etapas de
digrnas. Cualquier acerca1nient(> a las ht1manidades también se siente con10 este modelo, desde el interés por las cuestiones históricas y de evo-
u n pase> hacia los enfoques de l a musicología histórica tradicional con s u 1 ución en su primera etapa de « mt1sicología co1nparada » , pasando
rnetodología <)bs<>leta y sus no co11rrastados presupuestos teóric<>S (1 984: 455).
por un interés por la n1úsica en la vida social tras The Anthropology
of Music, hasta un interés por el individu.o en la historia y la socie­
Después invocan otro paradigma que ellos definen como crítica dad en la fase más reciente.
literaria y que, irónicamente, es un enfoque bien arraigado en las hu­ De hecho, el trabajo que realmente se hace en la actualidad está
manidades, pero sólo recientemente adoptado por las ciencias sociales. bastante equilibrado entre estos enfoques. Los artículos de Ethnomu­
La antropología interpretativa de Geertz y otros parece conducir a sicology en los ocho años comprendidos entre 1 979 y 1986 muestran
las ciencias sociales en la dirección de las humanidades y reduce drás­ un buen reparto entre ellos. Como era previsible, el grupo más grande
ticamente la necesidad del « recelo y temor» que se sienten a ambos pone el acento en los procesos sociales, pero un número quizás sor­
lados de esta gran división, aparentemente formidable en su momento. prendente. de artículos se interesa por los procesos individuales:
De hecho, este modelo acerca a la: etnomusicología a las huma­
nidades y a la musicología histórica (y puede tener el efecto de acer­ Teoría general y método 1 3 o/o
car la musicología histórica hacia la etnomusicología), pero sin aban­ Estudios generales 4o/o
donar un esencial interés por los fundamentos sociales de la experiencia Análisis musical l Oo/o
y la vida musicales ni el interés científico por la generalización y la Historia/cambio 22 o/o
J
comparac1on.
. ,.

l)rocesos sociales 34o/o I

En varios artículos recientes John Blacking se ha manifestado Procesos individuales 1 7o/o


como un claro defensor de aproximaciones al estudio del individuo,
pero muestra también un cierto recelo de la individualidad cuando Total 1 00o/o
afirma que lo importante de Mozart no es su singularidad sino su ca­
pacidad de ser compartido ( 1 976b). Un enfoque equilibrado debería Así pues, parece que este modelo refleja de manera bastante efec­
reconocer la magnitud e importancia de la individualidad y la singu­ tiva no sólo el ambiente teórico actual en la disciplina, sino el equi­
laridad en las sociedades particulares, de modo que encontrar un equi­ librio en el trabajo real .que realizamos. Es un modelo creíble en el
librio entre los procesos históricos, sociales e individuales podría ser que virtualmente todo etnomusicólogo puede encontrar un lugar
una parte importante de «la interpretación de las culturas [musica­ para su trabajo.
les] » . I.Jos trabajos recientes de Ellen Koskoff ( 1984 ), Dane Harwood
( 1 976), Bruno Nettl ( 1 983), Klaus Wachsmann ( 1 982), Steven Feld
( 1 984) ·y los autores de Worlds of Music ( 1 984) han llevado realmente LA INTERP R ETA C I Ó N E N EL M O D E LO
a que aumente nuestra valoración de la creatividad individual y de la
experiencia personal como objetos legítimos de la investigación cien­ Quizás el rasgo más interesante de este modelo sea la riqueza de in­
tífica. terpretación que sugiere, lo que no sorprende, puesto que su inicial
Algunos temas que se podrían debatir bajo el prisma de la crea­ inspiración proviene de un libro titulado La interpretación de las cul­
tividad y la experiencia individual son la composición, improvisación turas. De hecho, el modelo sugiere cuatro niveles jerárquicos de in­
e interpretación de piezas concretas, repertorios y estilos; la percep­ terpretación (ver figura 2 ) .
ción de la forma musical y su estructura; la experiencia emocional, Para que sea efectivo, un modelo ha de ser dinámico y coheren­
física, espiritual y multisensorial que la música produce; y las es­ te, es decir, debe mostrar o sugerir vías para relacionar sus partes
tructuras individuales de conocimiento que organizan la experiencia entre sí. De hecho, este modelo se presenta como especialmente di­
musical y la asocian con otras experiencias. Si se da el caso de que námico en cuanto que sus partes pueden engranarse e interrelacio-

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T IMOTHY R I C E H A C I A L A R E M O D E LA C I Ó N D E LA E T N O M U S I C O LO G Í A

narse fácilmente. Si los niveles se relacionan fácilmente, el paso de la permita al investigador agrupar y reagrupar sus datos » (p. 1 5 ) y re­
descripción a la interpretación y la explicación, que dificulta el mo­ clama « métodos de síntesis que agrupen los diversos aspectos de la
delo de Merriam, debería ser sencillo lo cual constituye de hecho música y del comportamiento musical de manera significativa y co­
un rasgo de este modelo. herente» (p. 1 8 ) . Él ha hablado de esto como de un « desafío» para la
etnomusicología, y este modelo no es sino un intento de responder a
ese desafío.
FINALIDAD DE LAS CIENCIAS HUMANAS H un1anidad En el primer y más bajo nivel de interpretación, sugiero que en
vez de o además de intentar relacion.ar cada nivel del modelo de
Merriam entre sí, por medio de causas, homologías, corresponden­
FINALIDAD DE LA MUSICOLOGÍA Cómo hace música el ser humano cias o lo que sea, los insertemos en los niveles de este modelo y nos
preguntemos cómo contribuyen a los procesos formativos que hemos
identificado (ver figura 3 ) .
PROCESOS FORMATIVOS Construcción histórica
Conservación social
Creación y experiencia individual ADAPTACION Y
,

CONSTRUCCIÓN CONSERVACIÓN

HISTÓRICA SOCIAL EXPERIENCIA INDIVIDlJAL

PROCEDIMIENTOS ANALÍTICOS Análisis musical


Análisis del cc>mportamiento SONIDO SONIDO SONIDO
Análisis cognitiv<> CONCEPTO CONCEPTO CONCEPTO

COMPORTAMIENTO COMPORTAMIENTO COMPORTAMIENTO


FIGURA 2.-Jerarquía de niveles en el modelo.
FIGUH.A 3 .-Los niveles de Merriam incorp<)rados a este tnodelc>.

El principal problema interpretativo que surgía del modelo de


Merriam era encontrar modos de relacionar el sonido musical con Podría contarse un relato interesante sobre cómo los cambios en
la conceptualización y el comportamiento. Ya he escrito personal­ sonido, concepto y comportamiento influyen en la construcción his­
mente algo a propósito de un cierto pesimismo sobre lo que hemos tórica de un tipo específico de música (por ejemplo Cavanagh, 1982).
conseguido. Una relevante y reciente declaración sobre la dificultad Otro relato podría girar en torno a las fuerzas sociales que mantie­
para la interpretación del modelo de Merriam se encuentra en Worlds / nen las estructuras sonoras, asignándoles significado y valor y gene­
of Music, obra que lo usa. A propósito de la división en «partes>> de rando comportamientos estables, tanto en lo n1usical como en lo no
las culturas musicales siguiendo las líneas del modelo de Merriam, musical. Un tercer relato podría versar sobre el alcance de la varia­
han escrito: ción individual en las ideas, comportamientos y música en una cul­
tura musical concreta. En este modelo los niveles de análisis de Me­
Hacer partes de una cultura musical cc)n objeto de estudiarla, en el mejor de rriam siguen pudiéndose usar, pero la ma11era en que se relacionan
los casos, es una gran simplificación; y en el peor, una falsedad. Pero dadas
las limitaciones de cursos y libros de text<), ésa es nuestra única posibilidad entre sí es algo más flexible y variado que una búsqueda monolítica
(p. 9). de causas y homologías, y por tanto más fácil de conseguir. Además,
en vez de limitarse a sancionar descripciones formales bien del sonido,
Todos entendemos su dilema, justamente porque no es sólo un di­ de la conceptualización o del comportamiento, por muy interesantes
lema de cursos y libros de texto, sino un dilema de la etnomusicolo­ que puedan ser, este modelo reclama que interpretemos qué añaden
gía en su conjunto. J. H. Kwabella Nketia ( 1 985) ha hecho reciente­ tales descripciones a nuestro conocimiento de los procesos formati­
mente una llamada « al desarrollo de una técnica integradora que vos fundamentales. Por ejemplo, un análisis formal del « sonido mu-
.

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T IMOTHY R I C E H A C I A LA R E M O D E L A C I Ó N D E LA E T N O M U S IC O L O G Í A

sical en sí mismo» podría facilitar interpretaciones sobre la impor­ te modelo los niveles se sitúan en una metafórica « banda elástica »
tancia de una pieza en la construcción histórica del estilo, pero tam­ que puede estirarse para el análisis, pero que al mismo tiempo tien­
bién sobre los procesos de creación individual que se manifiestan en de a querer volver a su posición originaria. Esto confiere al modelo
la pieza o su ejecución, o sobre elementos en el sistema cultural o una cierta energía dinámica interpretativa, por ampliar la metáfora,
social que influyeron en los elementos formales. La buena literatura y permite la narración de muchas historias interesantes. En general,
etno1nusicológica ya hace este tipo de cosas, y propongo por esto que la aplicación de este modelo requiere que pasemos de la descrip­
las interpretaciones sugeridas por este modelo son relativamente fá­ ción a la interpretación y a la explicación, y ofrece un modo flexi­
ciles y inuy variadas. Es un modelo rico que admite gran variedad ble, variado y bastante sencillo de hacerlo, o al menos de imaginar
de perspectivas. cómo hacerlo.
Pasando a un segundo y más alto nivel en este modelo, podemos
preguntarnos cómo se relacionan sus partes para generar interpreta­
ciones. Dos principales problemas estructurales en el modelo de CONSTRUCCIÓN

Merriam han llevado a dificultades de interpretación que este mode­ HISTÓRICA

lo resuelve. Primero: en el modelo de Merriam el sonido musical es


contrastado directamente con el comportamiento y la conceptuali­
zación. Habiendo separado la música .del contexto de esta manera tan
artificial, hemos luchado desde entonces por volver a recomponer
de nuevo este rompecabezas. En el modelo que aquí se propone el CREACIÓN Y EXPERIENCIA CONSERVACIÓN


análisis de la música, el estudio de la «música en sí misma», se reba­ INDIVIDUAL SOCIAL

ja a un nivel inferior, mientras las acciones de las personas creando, F1c;tJRA 4.-Las relaciones en el modelo.
experimentando y usando la música se convierten en la meta de ia in­
vestigación. En vez de intentar encontrar homologías entre cosas dis­
pares sonido, conceptos y comportamientos , este modelo inten­ Si somos capaces de identificar y relacionar los procesos forma­
ta integrar y relacionar cosas semejantes, especialmente tres «procesos» tivos fundamentales en situaciones etnográficas particulares, enton­
formativos. ces esto nos deberá llevar al tercer nivel de interpretación del mode­
El segundo problema estructural del modelo de Merriam es que lo, que versa sobre planteamientos generales acerca de cómo hacen
las relaciones entre sus niveles analíticos van sólo en una dirección música los seres humanos. El modelo nos lleva así a un punto de vis­
y sólo relacionan un nivel con el siguiente (ver figura 1 ). Sin embar­ ta comparativo sobre la música. Si podemos elaborar una imagen de
go en este n1odelo cada nivel conecta con los otros dos en una rela­ los procesos formativos fundamentales que actúan en muchas cultu­
ción dialéctica, o de doble vía. Hay sencillamente más relaciones en ras, eso nos debería llevar a elaborar microestudios que puedan ser
este modelo y en consecuencia más posibilidades para la interpreta­ comparados con otros microestudios, cosa distinta a los estudios
ción. Cada proceso puede explicarse de_ esta forma en los términos detallados, independientes y aislados que proliferan en la literatura
'

de los otros dos (ver figura 4 ) . La construcción histórica puede ex­ etnomusicológica en la actualidad.
plicarse en términos tanto de cambio en los modelos de conserva­ Un ejemplo de cómo ha sido usado el modelo en una situación
ción social como de decisiones creativas individuales. La creación y particular y del efecto comparativo que ha tenido es la comunicación
experiencia individual puede enfocarse bien como determinada en de Stephen Satory, estudiante graduado de la Universidad de Toron­
parte por las formas construidas históricamente, o bien como apren­ to, que decidió usar el modelo en su informe sobre su trabajo de cam­
dida, interpretada y modificada en contextos socialmente conser­ po en la comunidad húngara de Toronto, presentado en la reunión
vados y sancionados. La conservación social puede verse como una de la SEM de 1 9 85, en Niágara. Habiendo subtitulado su comuni­
interacción continua entre modos de comportamiento históricamente cación « El papel de la historia, la sociedad y el individuo» , analizó la
construidos, tradiciones si se quiere, y accio11es individuales que re­ vida musical .de los húngaros en Toronto, y en particular la condición
crean, modifican e interpretan esa tradición. De esta manera, en es- e importancia del dinámico movimiento de reviva/ en torno a una

1 70 171
• .

H A C I A LA R E M O D E LA C I O N D E LA E T N O M U S I C O L O G I A
'

TIMOTHY R ICE

danza de improvisación llamada llamada tanchaz o « danza de la ca­ El cuarto nivel de interpretación ide11tificaría finalmente qué es
sa » que surgió a principios de los años setenta en Budapest. Aunque lo que la música comparte con el conjunto de los comportamientos
podía haberse centrado en cualquiera de las partes del modelo, deci­ humanos y qué es único en ella. Algo semejante a este nivel vino su­
dió considerar las tres. Una vez comprometido con el modelo, éste gerido por Blacking ( 1 976b: 1 1 ) : « el objetivo del análisis etnomu­
le empujaba constantemente a ir más allá de una descripción de lo sicológico es poner de manifiesto qué es lo peculiar del hacer y apre­
que él había observado hacia la interpretación de procesos más am­ ciar la música, en cuanto distinto de otras actividades sociales» . En
plios. En su exposición sobre la construcción histórica periodizó los este nivel la etnomusicología debería contribuir a los estudios com­
mo4elos migratorios, debatió sobre la aparición de instituciones so­ parativos de disciplinas afines, así como a nuestro conocimiento ge­
ciales para mantener sus expresiones culturales en la comunidad de neral del ser humano. Si consideramos los «procesos formativos» fun­
Toronto y distinguió cinco tipos de transmisión de la tradición, de los damentales en música como históricos, sociales e individuales, entonces
que muchos conllevan actuaciones individuales específicas. Por lo que la identificación de los «procesos musicales» conectará la música con
se refiere a la conservación social, comparó esta tradición en tres lu­ los demás comportamientos humanos y los estudios sobre la música
gares: los pueblos de Transilvania en los que surgieron las formas, con el resto del mundo académico.
Budapest y Toronto. Interpretó su falta de popularidad en Toronto
-,en comparación con su importancia en territorios húngaros co­
mo una consecuencia de la diferencia de ambientes políticos, socia­ R E LA C I O N E S C O N OTRAS D I S C I P L I N A S
les e intelectuales entre estos tres lugares, concluyendo entre otras co­
sas que los aspectos menos estructurados y más improvisatorios de Finalmente, este mode lo de una etnomusicología que incluye elemen­
la tradición ya no se corresponden con los actuales valores de los in­ tos y aspectos históricos, antropológicos y psico-biológicos puede ser ,,

migrantes húngaros en Toronto, orientados al trabajo y la consecu­ un modelo para una musicología unificada más que dividida. Esta es
ción de metas. No obstante, a pesar de esta carencia de popularidad una conclusión satisfactoria porque refleja la dirección en la que algu­
y apoyo de la comunidad, la tradición pervive en Toronto a través de nos etnomusicólogos quisieron transitar durante años. Los etnomu­
la actuación de un número relativamente pequeño de personas que la sicólogos muestran con frecuencia una especie de celo misionero se­
valoran por diferentes motivos: como medio para conservar la iden­ gún el cual estarían en posesión de la mejor, más conveniente y amplia
tidad del grupo étnico, como nostalgia de la vida en la aldea, como perspectiva sobre la música; y la etnomusicología sería, de hecho, mu­
fuente de amistades, como ejercicio físico y por el placer estético de sicología 13• Pero no conviene despreciar ni ignorar los significativos
la habilidad y el virtuosismo. El uso del modelo le permitió a Stephen
reelaborar su material desde diversas perspectivas, y las interpreta­
ciones que hizo de sus datos particulares vincularon su trabajo con el 13. ¿ C:ó1nc> se debe lla1nar esta (iisciplína? Gill->ert Chase ( 1 976), en una aguda
de muchos otros. y deliciosa polémica sobre la relaci{>n e11tre l1ist<)rÍa, antrc>p<)lc)gÍa y 1nusic<>lc)gía, de­
En la reunión de Niágara su comunicación fue una de las cua­ sacredita las divisi<)nes de11tr(> de la discipli11a y señala u11 cambio en la terminc)l<>­
tro que hubo sobre tradiciones musicales de inmigrantes en Norte­ gía desde la épc)ca de Adler ( 1 8 8 5 ) y Hayd(>n ( 1 94 1 ) y un significativo distancia­
miento de las afirmaciones '-] Ue defe11dieron Harris<>11, Palisca y Hood en el libro de
américa. En el debate que siguió la comunicación de Stephen se 1 96 3 titt1lad<) simplen1ente l\111.sicología: « P<>r desgracia aún no he111<)S llegado al
convirtió en el centro de los comentarios, no porque fuera la mejor mome11to e11 el que el término musicología sea general111ente aceptado come) equi­
investigación o contara con los datos más amplios o tratara sobre valente a estudio total de la música en la cultura ht1mana [ ... l el término musicolo­
gía, sin ningún otro calificativo, se lo ha apr<>piado tácitamente la rama histórica de
la tradición más exótica, sino porque fue la única que dio el paso esta disciplina» (pp. 2 3 1 -232). Desde mediados de los años setenta la situación termi­
de la descripción hacia la interpretación. Las interpretaciones hi­ nológica no ha mejorado, aunque se pueden citar la reuníó11 en 1 977 de la Interna­
cieron que su investigación específica conectara con temas más am­ tional Musicological Society en Berkeley y el New Grave como evidencia de un pro­
greso en la teoría. Si la usurpación del término « musicología » ft1e tácita a mediados
plios en los que todos estábamos interesados y sobre los que podía­ de los años setenta, en los ochenta ya es explícita con la publicación de Contem­
mos discutir. Quizás no debamos pedirle a un modelo mucho más plating Music de Kerman ( 1 9 8 5 ) Y la aparición en 1 982 de journal of Musicology,
que esa facultad de ampliar las posibilidades de comunicación en­ publicación que, aunque cuenta con un etnomusicólogo en su consejo ·editorial, ig­
tre nosotros. nora significativamente los asuntos etnomusicológicos en su declaración de ínten-

1 72 1 73
TIMOTHY RICE H A C I A LA REMODE LACION DE LA ETNOMUSICOLOGIA

logros de la musicología histórica con miras a reclamar que noso­ ma de la historia, al igual que muchos etno1nusicólogos que se con­
tros tenemos todas las respuestas acertadas. Los musicólogos histó­ sideran antropólogos ven a la etnomusicología como una rama de la
ricos tienen m11cho que enseñarnos sobre procesos creativos históri­ antropología. Como una consecuencia de su visió11 según la c·u al la
cos e individuales, al igual que nosotros tenemos mucho que enseñarles musicología es una rama de una disciplina que como la historia tie­
sobre la gran influencia de la cultura contemporánea en las estruc­ ne intereses sociales y culturales inucho más amplios , él habla de
tt1ras sonoras y sobre los fundamentos sociales y conceptuales de la una musicología de amplio alcance, y no con un enfoque analítico es­
experiencia musical. trecho. Entre otras cosas propone un estudio de « los procesos me11-
Cuando los etnomusicólogos hablan de la musicología, suelen ca­ tales que dan forma a los sonidos » (p. 1 6) y considera «peligroso»
racterizar su postura metodológica primaria como analítica y orien­ estudiar la música cor1 t1n enfoque aislado que olvide «el impacto de
tada al producto ( por ejemplo Qureshi, 1 98 1 ) . Pero al menos algu­ la música en nuestra vida social y el papel que la música ha jugado
nos musicólogos históricos parecen trabajar desde perspectivas no en la humanidad» (p. 2 7).
incompatibles con las de los etnomusicólogos. Anthony Seeger ( 1985: Si los musicólogos históricos con an1plias raíces en la disciplina
349), en el repaso que hace en el New Grave sobre las muchas «-lo­ de la historia tienen puntos de vista tan ortodoxamente etnomusico­
gías» de la música, observa que Vincent Duckles, en su artículo so­ lógicos, parece que se puede concluir que una musicología completa
bre musicología, «al menos considera la seria posibilidad de que [ . . . ] -interesada en integrar nuestro conocimiento de la música en nues­
toda musicología llegue a ser etnomusicológica en su enfoque» ; y con­ tro conocimiento de los procesos mentales, sociales, históricos y es­
sidera que una parte de ese artículo es « un excelente sumario de una pirituales de toda la música de todos los pueblos y naciones debe­
perspectiva etnomusicológica importante>> . Tal como él señala, «nin­ ríamos representárnosla mejor en cuanto asentada en tres disciplinas
guna perspectiva concreta [en música] llegará a ser más que una pers­ de gran alcance: la historia, la antropología y la psicología. Las de­
pectiva » (p. 351 ) . El modelo aquí propuesto podría resolver este pro­ claraciones acerca de si la disciplina resultante es humanística o cien­
blema de aislamiento y de perspectiva unitaria a través de la propuesta tífica en su orientación quizás se puedan dejar de lado de una vez por
de integración de perspectivas en un nivel de interpretación. todas. Blacking y Gourlay en su búsqueda de los aspectos de la mú­
El musicólogo histórico Richard Crawford compara su visión a sica que mejoran la. vida; Feld en su investigación de las bases del con­
la de un cartógrafo que busca todo, contrariamente a un explorador tenido emocional de la música; los Becker en su deseo de interpretar
que busca unos pocos tesoros 1 4 , y Friedrich Blume, en su ensayo de más que explicar las culturas musicales, han adoptado orientaciones
1972 sobre « La investigación musical hoy» , define una musicología basadas en valores, personales y difíciles de comparar orientacio­
que «abarca todos los campos de la actividad musical en todos los nes tradicionalmente asociadas a las humanidades . Algunos musi­
períodos históricos y de todos los pueblos y naciones» (p. 1 6 ) . Él se cólogos históricos, por otro lado, quizás siguiendo el ejemplo de de­
ve a sí mismo como un historiador y a la musicología como una ra- sarrollos de historia general y también de la etnomusicología, escriben
sobre el estudio de la música « en el pasado» más que «del pasado»
(Treitler, 1982), sobre las « grandes masas» y sus vidas y su música
tanto como las de los Grandes Héroes y Grandes Maestros, y sobre
c10 �es: « lJna revista trimestral de historia de la música, crítica, análisis e interpre- la vida social y los procesos mentales en la música enfoques tradi­

... de la mú sica » .
tac 1on · cionalmente asociados a las ciencias sociales . Parece que vivimos
1 4. Richard Crawford ( 1 985: 2)� a .Propósito del campo de los estudios de músi­
ca �mericana, también traza una orientación muy próxima a los principio·s etnomusi­ e11 una era ecuménica en la que las disciplinas a las que estamos <<so­
.
C<>l<)g1cos: «Porque en los últimos años los estudiosos de la música americana han metidos» se acerca11 entre sí. La musicología debe tomar parte en es­
mirado de manera creciente más allá de la perspectiva selectiva y estéticamente domi­ te movimiento. Podemos tanto beneficiarnos como contribuir a esto.
nada por la sala de conciertos y han comenzado a tener en cuenta todo tipo de músi­ Este tipo de musicología tiene también más posibilidades de a portar
ca hecha en América como potencialmente significativa. Han ampliado su punto de
vista, desde la Música con mayúscula hacia el hombre musical: en frase de John Blac­
contribuciones significativas a nuestro conocimiento de la humani-
king, desde el product� hacia el proceso ». Y prosigue con 1a propuesta de un modelo dad que nuestras actuales versiones divididas. .
periodístico que se pregunte por el quién, qué, dónde, cuándo y cómo muy parecido Si somos capaces de crear una musicología unificada, dispuesta
al que propuso Anthony Seeger ( 1 980), que llega hasta temas muy en el corazón de los a realizar planteamientos interpretativos audaces sobre la naturaleza
etnomusicólogos.

1 74 1 75
TIMOTHY RICE H A C I A L A R E M O D E LA C I Ó N D E L A E T N O M U S I C O LO G Í A

de los <<procesos formativos » en música, el resultado será una disci­ Crawford, R. ( 1 985) Studying American Music. New York: Institute for Stu­
plina nueva y más sólida 1 5 • La musicología, que en la actualidad tie­ dies in American Music, Special Publications, n. 3 .
ne un perfil e impacto más bien limitados en el conjunto del mundo Dentan, R. K. ( 1 984) «Response to Feld and Roseman». Ethnomusicolog·y,
académico, podría encontrar su lugar propio junto a sus disciplinas 28 (3 ): 463-466.
afines de las humanidades y las ciencias sociales, como una discipli­ Erdman, J. ( 1 982) «The Empty Beat: Khali as a Sign of Time » . American
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la nc)ción de falsabílidad de Popper. « Lo que se requiere de nosotr()S es que realicemos Katajjag of the Inuit)> . En R. Falck y T. Rice (eds.) Cross-Cultural Pers­
propuestas atrevidas e imaginativas y después que las reforcemos a través de un in­ pectives on Music. Toronto: University of Toronto Press, pp. 1 34-140.
tento sisternático por probar si son falsas» . Comparto su entusiasmo por las «pro­ Nattiez, J.-J. ( 1 983) «Son1e Aspects of Inuit Vocal Games» . Ethnomusico­
puestas atrevidas e imaginativas», pero el enfoque interpretativo que propone puede
que 110 lleve a afir1naciones directamente falsables (Dentan, 1.984 ), sino más bien a «re­
logy, 27 (3): 457-4 75 .
latos» complejos que sólo pueden compararse a través del uso de criterios como tota­ Nettl, B. ( 1 983) The Study of Ethnomusicology: 29 Issues and Concepts. Ur­
lidad, coherencia, globalidad y otros semejantes. bana: University of Illinois Pres s .

1 76 '·*-
l 1 77
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TIMOTHY RICE

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1 78
1

Capítulo 7

EL ANÁLISIS CULTURAL DE LA MÚSICA ( * )

] o h n B la c k i n g

El análisis de las cincuenta y seis canciones infantiles de los venda,


que constituyen un tipo particular de la música vend·a, muestra cómo
las estructuras musicales surgen de los patrones culturales de los cua-
·

les forman parte.


Los mismos venda clasifican las canciones de acuerdo a su fun­
ción social y no hacen comentarios con relación a sus características
musicales. Algunas se cantan de día y otras de noche; algunas son pa­
ra chicos, algunas para chicas y otras para ambos; hay canciones pro­
pias de determinadas acciones, para contat, para mofarse y para acom­
pañar juegos. Los textos de las canciones a menudo poseen poco
sentido para los niños, e incluso para los adultos, pero tienen que can­
tarse · fielmente y en el contexto temporal y espacial preciso: de· hecho,
muchas de ellas se cantan únicamente cuando una situación social su­
giere SU·· ejecución. El conocimiento de las c·anciones es primariamente
un valor social positivo para todo niño que desee la plena integración
en su propio grupo. No se.enseña las canciones a los niñ·os de una
manera sistemática: las aprenden imitando a .sus compañeros y, oca­
sionalmente, a los adultos. Las canciones no son siempre más fáciles
de cantar que las de los adultos, y los niños a menudo aprenden · pri­
mero las más· difíciles. La adquisición· de las habilidades musicales de-

(._1• ) qa��iufb s�:�� · r�-�, efa .�hildren's songs: A Study in Ethnomusicological Analy­
.· . . . . . . �- WitWátersrand University Press, :pp.
..

sis· ("19�7}; :,.. 191-1 98. Traducción


de. jostip; . · · . . ·('1¡:",� :;; c; ,
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" ·

181
J O H N B LA C K J N G E L A N Á L I S I S C U LT U R A L D E LA M U S I C A

pende de factores culturales, tales como la popularidad de ciertas can­ El tono constituye un importante elemento de la lengua venda
ciones o las oportunidades concretas que los niños pueden tener pa­ y en ocasiones pt1ede afectar a la significación de una palabra. Los
ra oírlas. Ya que los venda clasifican y ejecutan su música de acuer­ venda no esperan que una canción suene de la misma manera que la
do a la función social, y no de acuerdo a la dificultad musical, los lengua ordinaria, pero sin einbargo las melodías de las canciones es­
niños no ejecutan la música de los adultos, a pesar de que tienen tán estrechamente ligadas a los patrones tonales de la lengua. Un es­
muchas ocasiones para escucharla. tudio comparativo de los patrones tonales lingüísticos y de la melodía
En la sociedad ver1da no se excluye a nadie de la práctica m usi­ mostró bajo qué circunstancias el tono lingüístico se sacrifica en favor
cal, exceptuando aquellos casos en los que no se pertenece al grupo del diseño musical y cuándo la música se subordina a los aspectos
social apropiado: los lisiados pueden tomar parte activa de la danzas lingüísticos, y por tanto a los condicionamientos culturales. Cuando
pero a ninguna mujer soltera se le ocurriría bailar tshigombela, aun­ se componen canciones, se observa que el texto y la música interac­
que puede colaborar con las chicas tocando el tambor. Las cancio­ túan de la siguiente manera: a una idea estructurada en palabras se le
nes infantiles están constituidas por elementos musicales que los ni­ pone una música que se halla parcialmente influida por los patrones
ños pueden dominar muy pronto de manera segura; a partir de ellas, tonales lingüísticos del texto y su ritmo intrínseco. Una vez se han es­
los niños interiorizan inconscientemente los principios básicos de la tablecido el metro y- la melodía de la canción, éstos ejercen su influencia
música venda; estas canciones refuerzan las enseñanzas que los niños en la composición de otros nuevos «versos» de la canción.
han aprendido previamente, y demuestran que toda ejecución musi­ A partir del análisis del tono lingüístico y de la melodía se reve­
cal, al tiempo que posee su propio tiempo y lugar, también puede ser­ ló el importante principio de la equivalencia « armónica » . Con la fi­
vir para expresar tanto la alabanza como la crítica social. nalidad de adecuarse a los requerimientos de los patrones lingüísti­
Los resultados de un test controlado mostraron que los venda co-tonales se puede entonar un la en lugar del mi' o re', y el do' en
conciben los patrones rítmicos de las canciones infantiles como pa­ lugar del sol', pero estos cambios en la línea melódica no son consi­
trones completos. Así, una frase que suena de la siguiente manera: derados por los venda como variaciones musicales: son de hecho va­
riaciones lingüísticas. Si nos imaginamos una segunda voz en movi­
miento paralelo acompañando la melodía, la se canta al mismo tiempo
como mi' o re' y, por ello, el la es « armónicamente » equivalente a
los venda la conciben como: estas otras notas. Un excelente ejemplo del funcionamiento de este
principio viene dado por las dos melodías de la canción 41 �:-, que, en
opinión de los venda, hay que considerarlas una misma tonada.
El principio de la equivalencia «armónica» y la observancia de
Se trata de un patrón completo de cuatro tiempos sin elementos determinadas fluctuaciones en los patrones lingüístico-tonales son im­
residuales, y por ello puede ser repetido una vez o varias, exactamente portantes porque afectan a toda valoración de la estructura melódi­
tal como es, sin necesidad de añadir más tiempos en razón de la si- ca de las canciones. El cálculo de los intervalos, los análisis de las can­
metr1a metr1ca.
,, ,, .

ciones como m.elodía pura y otras técnicas del análisis musical debe11
Esto puede ser comparado con el patrón rítmico de la danza na­ ser usados con cautela, ya que hay determinados factores de índole
·
no musical y cultural, como la influencia del tono lingüístico, que tie­
cional venda, y veintitrés canciones se basan en él. Otros patrones se
hallan en relación con una estructura polirrítmica y, por consiguien­ nen un efecto profundo en la configuración de las melodías. Un aná­
te, pueden incluir una anacrusa o sílabas adicionales después del úl­ lisis de los intervalos melódicos puede consistir tanto en un análisis
timo tiempo del patrón métrico. del lenguaje y de las fluctuaciones lingüístico-tonales como de la mú­
Los patrones rítmicos de las canciones infantiles no se corres­ sica y los patrones melódicos. Los intervalos deben ser considerados
ponden con las músicas infantiles que han sido grabadas en otras par­
tes del n1undo: deben entenderse básicamente como ritmos venda.
D e modo similar, las melodías y la tonalidad de las canciones pue­ ��Las canciones a las que hace referencia el texto han sido incluidas aquí respe­
den entenderse únicamente cuando se conoce su trasfondo cultural. tando la numeración original. [N. del T.]

1 82 1 83
. '

JOHN BLACKING E L A N A L I S I S C U LT U R A L DE LA M U S I C A

parte integrante de los patrones melódicos más que patrones origi­ mueven alrededor de ellos, soplando sus flautas de diversa afinación .
nados por la com.binación interválica. La situación cultural en la cual los niños se sientan en m.edio de una
La necesidad de analizar la música dentro del contexto cultural orquesta en movimiento les da la oportunidad de escuchar diferentes
que la produce es además ilustrada por el hecho de que algunas de manifestaciones de la música tshikona , pudiend o seleccionar, entre
las canciones infantiles con 1nelodías tetratónicas y pentatónicas con­ éstas, aquellas que se adaptan a sus voces. Factores lingüísticos y
tienen patrones que se derivan de un patrón musical que sólo puede por ello culturales de orden similar configuran los patrones inter­
producirse en una escala heptatónica, y otras se derivan de patrones válicos que los niños seleccio nan, a causa de la relación entre tono
ej ecutados en flautas de caña pentatónicas. La música heptatóni­ lingüístico y melodía. Los textos y ritmos de las canciones se inspiran
ca tshikona, la danza nacional ve11da, forma la base de las melodías en temas de las conversaciones cotidianas y en acontecimientos pro­
de veintiséis canciones infantiles; y patrones pentatónicos, especial­ pios de la vida de los niños venda, como el extravío de los rebaños
mente de las danzas de muchachos con flauta, constituyen la base (canciones lA y l B), los juegos (canciones 2, 3, 4, 5, 1 0, etc.), el cui­
de otras veintiuna canciones. Las doce cancio11es restantes se basan dado de los niños peque ños (canción 6) y las mofas a los niños a los
en escalas y modos, conceptos tonales, melódicos y «armónicos» que que les falta algún diente o que muestran demasiada dependencia ma­
habitualmente se usan en varios estilos de música venda, y son tan ar­ terna (canciones 1 8 y 1 9 ) .
tificiales y específicos como los patrones tónica-dominante de la Por ello, en cualquier nivel de análisis las formas de la música se
música culta europea. Ninguna de las canciones puede ser conside­ hallan relacionadas con las formas culturales de las cuales se derivan.
rada conzo <<melodía pura>>, desligada de conceptos «armónicos» o El mayor número de canciones se relaciona claramente con la danza
de un «conjunto fijo de notas» tal como la escala. nacional porque constituye la manifestación más importante de la
Hubiera sido imposible realizar un análisis coherente de las can­ música venda, y a los niños nunca se les excluye ni se les intenta disua­
ciones infantiles sin hacer referencia a los rasgos estructurales de ín­ dir de la participación en las ejecuciones musicales, tal como es el ca­
dole general de la música venda y, particularmente, sin tener en cuen­ so en la música de iniciación. Casi tantas como éstas son las cancio­
ta el espécimen más importante de ella, la danza nacional. La distancia nes relacionadas con la música de las danzas acompañadas con flauta
que a primera vista parecía existir entre los estilos de la música in­ de caña pentatónica, ejecutadas conjuntamente por chicos y chicas,
fantil y la de los adultos desaparece cuando se advierte que la mayo­ especialmente cuando realizan excursiones musicales. Un pequeño
ría de las canciones infantiles constituyen versiones condensadas, y número de canciones se relaciona con las escalas y modos que p·ue­
a veces simplificadas, de la música de los adultos. A pesar de que sus den escucharse en el patrón tshikona o, como mínimo, en las ejecu­
melodías «cerradas» se adaptan idealmente al ámbito limitado de las ciones musicales habituales de las canciones de la cerveza, de moler
voces infantiles, este hecho por sí solo no bastaría para que estas me­ y de otras músicas de los adultos. No puedo encontrar una relación
lodías sirviesen a los niños de iniciación a la tradición musical venda. estrecha entre las canciones infantiles y las canciones de aquellas
Tienen que hallarse estructural1nente relacionadas con la música de instituciones que conciernen poco a los niños, como las del culto de
los adultos venda. Aparentemente, no hallamos ninguna relación al posesión y las escuelas de iniciación. Existen, naturalmente, algunas
comparar como meras melodías las estructuras de las canciones in­ alusiones a estas instituciones en los textos de las canciones infanti­
fantiles y las de los adultos. Pero para los venda existe una clara re­ les, así como algunas características musicales de índole general com­
lación, ya que, _para ellos, los dos tipos de melodías se derivan de los partidas, pero son tan poco importantes como lo son para los niños
patrones bien conocidos de tshikona, o bien de determinadas se­ los aspectos sociales de dichas instituciones.
cuencias «armónicas» que potencial o efectivamente son producidas De la misma manera que todos los aspectos de la cultura de los
con modos pentatónicos. venda se expresan de manera abstracta a través de los diversos esti­
Much as melodías de las cancio nes infant iles se han creado a los de su_ música, su significación para los niños venda se expresa en
partir de una selección de diferentes tonos del patrón tshik ona. Esto la música de las canciones infantiles, cuya estructura ilustra clara­
pu ede par ece r mu sic alm ent e ing eni oso per o es culturalmente sim ­ mente el axioma general de que un estilo musical no constituye una
ple. Los niños se sientan a menudo co n las mujeres que tocan los tam­ «acción autónoma » , sino una forma que surge lógicamente del sis­
bor�s en el centro de la danza circular, mientras que los danzantes se tema cultural (ver N adel, 1 9 5 1. : 8 7-90).

1 84 1 85
E L A N Á L I S I S C U LT U R A L D E L A M Ú S I C A
J O H N B LA C K I N G

Canción 41 Canción 1
FUNGUVHU, TANZWA MULOMO! MAFHALA-TOMBO

J = 160-176 J.=96-116
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_J_ _,�·-. Canción 2
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-

4. Vltá ká é - nda pi? \1 h ó li - mú [


da -- \'há J l kho - mbe.

+
lí - má ndi - má n
+ + +
5. Da - vha Já kh('} - mbe Vhó - nga - n a ?
N)ta - lu - de - ze ta - mba - na - ga - mba - na.

� :._ ,__--, �-.----! � :.._....,j :__--l�L - ,___--+---

6. Ndl - má n - nga - na? Vh ó lí - má ndl - má ñ - thñ - rü. Canción 3


. ��- J LJ'.-c f----
TSHIHWILILI TSHANGA

.l:104-112
ndi vu - le - 'iza.

+ + + +
.... Ji - li
-
1 • Tshl - hwf tshA - nllá Ma-rh - bo,

8. vu - le - dza, Vhó lí tshi - bó-kó t� - la. 2. - ntá JI 1(


Ndi yo - má Tshl ' tshf - Ml-rh - bo :.

4. GO - té ·wá Mn - ll - mbá Mi-rh - bo.

.
, .

1 86 187
JOHN BLACKING El A N A L I S I S C U LT U R A L DE LA M Ú S I C A

Canción 5
MPHENI NDAIYANE YANGA

3. Hú lí - lá tshl GO - lé MA-th - b6,


+ (+) + (+) + {+)
l. M - pbe -
ni n4a - 1 - ya -
ne ya - nala - te!
Mu - lo vha nd t Go -
+ + +
l. -
tshl ya ha. le - te,
+
5. Hwi -
I! Hwt - I! 3. Nda vhu - ya na IJWe - nda mu - tswu - ku - te:

4. Mu - tswu ku ndo u fba Vha - le mba - te,


vito
-

pha
-

Canción 4 5. Vha - le - mba m - tsbl - �t - na - te :


TSHIDULA TSHA MUSINGADI! 6. Tshi - et - na tsho n - gi - na nOe - vhe - te.

J. ·== 1 08-112 Parlando


Canción 10
TSINGA NDEDEDE

+ + + + .L96-1lG
l. Tshl - 4u - Ja tsha Mu - si nga �i!
2. ko - ma
- ....

Vha vhe tshf ya Dza ta .


+ +
-

+
t. Tai - nta 6 - dé - di - de hó - n - yA - ni;

+ + + +
3. Vha fhl-rl-sa mu - 41 n Oa pha-n-�a.
+ +
- -

1. IU mo - g.S - r6 - ni h6 - n - ya - ..
11

+ + + +
4. Mu - 91-n - �a ndl Ra - mu - dzu - 11,
5. a
Mu - �i-n -- �a
Ca11ción 6
fhu - nga gwa-n-do.
THUMBU YA TSHIXELE
6. Mu - qi-n - �a vha �o mu fha 'nil
QO mu fha
-

7. Vha tshi - la - mba phe - Je. J =96-120


..

+ +
l. Thu - mbu tshl - xe - le
+ +
Hit
8. HI! ya ma - l n - fja ;
HI! Hl! �

l. Na - n - 1&we ndo fu - ra ndt a Ja.

188 1 89
J O H N BLAC K I N G El A N Á L I S I S C U LT U R A L D E L A M Ü S I C A

Canción 18
TSHA-MAVHENDE

5. N�
..
- lú - hé - n( nó mú sí - a - 'fhf? Naé-f Qo - vhA - nl.



+ + + +
Taha mA -Yhi- nd� mu- k6 - k6-ti wA tshl - n�l>l
ó. A lii - lwá A. si tsh6 - y�.
-

tshl pfú -má dzí tsh6-yi, Nde'

19
Canción


MANKHAYE
7.
J-=96-120
Khl-16-dzf yA-ngá ndí khA - li - dzl - (jé ? Nde' khl- - dzl.

..

..

+ + + + 8. Ndf tshf bf-ká vhú- swá al· · Je. Nde' ó l á - mb�.


Ma - n - kha - ye, tshl - a - la tshl kha 1ho - ho!

Canción 48 9, ó lá - mbi d6 - mbl A - J)é Nd4 dó-mbó-16-dzi.

THATHATHA! THANGA DZI A SWA

10. Mmé a - nQA. ndf IJwé. - ml-cJa - lf, Nda dé-di-mA-la.

tha
+ + + + + +
l. Tha - - tha ! Thá - nl?ti dzi l swá� Nde' dzf swé. :

11. Mú - sá-dzí wá n.,é - vhé khO-lwA- ne M - pi-ndá h6 tsh�.

+
2.
+ + + + +
Dzf á swá na Vhó - M á - ra - mb! ná Vhó-Nyú-ndo.

50
Canción

NDO BVA NA TSHIDONGO

3. Vhó - Nyú - ndó vhé' Ri yA 'fhí? Ri ya shó-nd 6-nl; J=300-336


SOLO CORO ·

J, Nd6 bvi nll tshl - dó - nQo t sh • Qi - ma.


4. Shó - ndó - ni hú ni zwl-pG -16, Zwl-pü-16 Qó-mbf,.
- -

190 191

...____
___. ....,. ___
JOH N BLACKI NG E L A N Á L I S I S C U LT U R A L D E l A M Ú S I C A

SOLO CORO
.....

2. NdÍ yo Jé. ná nñyí? Na Sé - sé.


SOLO CORO
ll. Zwá IÍ - 6 A m6. - dzl - ngi - nyi mé - ti - kG.

>

''

,a. Sé - sé tshl bvl - �fhi? Vhu - twá - aé - mbA.

12. Thi nt6 Bü! �6 sá - ll Ji tsht fA.

4. Fha - JA hl Mú - kwé - l vhó kwé - yé vha vhu - yA.

13. Ndé t6 - ti fó - lá nda l - ªª hl Lú - nde,

5. Vha vhu-ya vh6 Ji - 'nlr Vh6 Já mú - tshe-nzhe.

14. Lu - ndé khl 4f ti Mbl - li d�f li - ll - 'fhi?

6. Mu - tshe-nzh� sá lu - nda, Nda 16 - ndá - tú - nda

154 Dzi lf - lá dl! - vh� - t� - vh� ..

7. Ndl naa ndl nl tshA - ngi: 16. Mbú - dzf dzl Vbá - lé - mbá dzl fhl-rl - ta - al,

8. Tahl-nQA ndí al ná, nda lo - naa •


ma - f4 - mbó, 17. Dzí tshí shi - vha th' - neu, th� - n�ú mtl - vha - JA,

9. Ma - fé - mbó zwí - kl - la - hé zwé m6 - n6. 18. Ma - vhá - lll á Vhó - Mbi - cji na VhO--Phl-lá-phl-lA.

10. z,vA bwl mú - dzl zwé rú - ngú - nyi zwá fhé - dzé;

1 92 193
J O H N B LA C K I N G E L A N Á L I S I S C U LT U R A L D E L A M Ü S I C A

Problemas de método en el análisis etnomusicológico que en ciertos aspectos recuerda el análisis funcional de la música «cul­
ta» occidental de Hans Keller. Yendo tras «la música más allá de la
La principal tarea del análisis musical es explicar patrones del soni­ n1úsica», descubrí que muchas de las canciones eran variaciones sobre
do organizado. En los años recientes la aparición del análisis funcio­ los temas de la danza nacional venda, la tshikona, y de las danzas de
nal constituye uno de los más sugerentes desarrollos de la técnica muchachos aco1npañadas por flautas de caña pentatónicas.
analítica. Su principal exponente, Hans Keller, ha llevado a sus con­ En una fase posterior del análisis examiné los fundamentos c·ul­
clusiones lógicas las teorías de Heinrich Schenker ( 1 926-1 929) y Ru­ turales de la música. La música heptatónica de la danza nacional cons­
dolph Reti ( 1961), quie11es afirmaban que todos los temas de una gran tituye la manifestación más importante de la música venda, y las dan­
()bra musical son « co11trastantes en la superficie pero idénticos en zas de muchachos implican más niños de ambos sexos que cualquier
substancia» . Keller se interesaba por la « música más allá de la músi­ otra música para gente joven. Como resultado de determinadas si­
ca>> y demostró la lógica que subyace a las estructuras musicales y la tuaciones sociales, los niños han asumido los sonidos de la música de
unidad del material temático en obras maestras de Mozart, Haydn y flauta de caña que constituye la base de los patrones melódicos de
Beethoven (ver Keller, 1 95 8 : 57). muchas canciones infantiles (ver figuras 1 y 2). Acontecimientos es­
1
El importante hecho demostrado por el análisis funcional es que pecíficos, o como mínimo el trasfondo general de la vida infantil, han
cada obra debe ser evaluada como una única producción, con su sugerido a menudo la elección de los textos para las canciones. El ám­
propia lógica inherente .. Una buena sinfonía, por ejemplo, es general­ bito de las melodías ha sido adaptado para permitir su ajuste a las
mente aquella que ha sido compuesta de acuerdo con su propio ma­ voces infantiles, su forma ha experimentado una condensación a par­
terial temático y no de acuerdo con reglas generales sobre lo que de­ tir de las canciones antifonales de los adultos, y partes de ellas han si­
be hacerse con los temas. Así pues, el a11álisis funcional no sigue los do influidas por los patrones lingüístico-tonales de los textos. Los rit­
esquemas del análisis musical tradicional explicando patrones parti­ mos se han derivado de las funciones de las canciones, de los patrones
culares del sonido organizado simplemente como variaciones de gas­ lingüísticos básicos o de las afinidades con otros estilos de música
tadas forn1as ideales, con un tratamiento estandarizado de motivo prin­ venda.
cipal, motivo secundario, sección de desarrollo, etc. A través del análisis Así, pues, hay muchos factores no musicales que regulan la es­
funcional Alan Walker ha rnostrado la ju.stificación de Chaikovski de tructura de la música, y cualquier análisis de la música es tanto un
entender el « tema. del destino» inicial de su Cuarta Sinfonía como el análisis de éstos como de los sonidos musicales que se producen.
« germen de toda la sinfonía» , así como el error de los críticos al re­ Por estas razones no veo el sentido de encasillar la música venda
chazarla por considerarla una obra pobremente construida, por el he­ en general, o la de sus canciones infantiles er1 particular, dentro de un
ci10 de que su material temático no reciba el tratamiento prescrito por continuum de estilos musicales. Incluso si una clasificación objetiva
las reglas de la construcción sinfónica (Walker, 1 962: 1 16-126). de los patrones musicales de los venda mostrase la similitud de éstos
De la misma manera que encontramos unidad en el material te­ con otras tradiciones musicales, es altamente improbable que todos
mático en las logradas obras de música «culta>>, podemos esperar ra­ hubiesen sido generados por los mismos factores culturales. Su simi­
zonablemente t1na unidad de material temático a ciertos niveles de litud music'al sería puramente una coincidencia. Incluso deben ser tra­
análisis en los diferentes estilo·s musicales dentro de una tradición par­ tados con cautela aquellos casos como el de la clara difusión de un
ticular de música «tradicional» . El mero hecho de que los venda cla­ estilo musical, ya que patrones similares de sonido puede11 haber si­
sifiquen conjuntamente sus canciones infantiles, de cerveza, danza na­ do adoptados por razones diferentes o pueden haber adquirido dife­
cional y danzas de muchachos como «canciones de los venda>> sugiere rentes significaciones.
que sus estilos deben poseer ciertas características comunes, aunque La 1núsica es expresión de realidades cu.lturales. Por ello, a pesar
sólo sea por el uso del lenguaje venda como base de las melodías. de que se la pueda disfrutar sencillamente como sonido, no podrá ser
Después de haber concl11ido que, con ayuda del análisis etnomu­ nunca ente11dida plenamente como tal. Cuando se escribe que la
sicológico tradicional, no podía demostrar la relación entre las cancio­ música puede ser entendida como una «forma en movimiento tonal» ,
nes infantiles de los venda y las principales corrientes de la música ven­ se piensa generalmente et1 l a música de la tradición europea. Se asu­
da, llegué de manera totalmente independiente a un método de análisis me, por ello, con cierta justificación, que el lector está familiarizado

1 94 1 95
J O H N B LA C K I N G E l A N A L I S I S C U LT U R A L D E L A M U S I C A

con determinadas convenciones culturales sobre la organización del


'
sonido musical. Al asumir esto se admite implícitamente que la mú­
sica no puede ser entendida meramente como sonido y que sus for­
mas no poseen significación a no ser que sean consideradas como pro­
ductos artificiales de la cultura.
-
Dentro de la etnomusicología se ha dado la práctica habitual de
analizar y comparar estilos musicales a través de la «ponderación>> de
escalas, el cálculo de intervalos y otras técnicas que asumen que, por
, .... � -. ejemplo, los tipos de escalas pentatónicas, cuartas ascendentes y sex­
6
...
, .
.

-

tas descendentes tienen la misma significación dondequiera que se


, .
-
. . -
- 1

¡..,. .. ' N
-
n• 2_1 J 'l -
[ usen 1 • Estas técnicas fueron desarrolladas por especialistas con una ex-
7 �\ �,. _:. '�- _j : .a =l

.· Nñ,_ 4 5 .
..


..

-

l . Un análisis estadístico como el realizado por Freeman y Merriam ( 1956: 464-


- -

4 72) resulta más aceptable que la mayoría porque los autores comparan la frecuencia
de los intervalos en dos estilos similares de música americana de procedencia africa­
na. A pesar de que Bahía y Trinidad se hallan bastante distantes, los cultos ketu y
rada provienen de un origen común foráneo, y puede por ello esperarse que compar­
,.. -

tan determinadas características musicales, tal como es el caso de los estilos musica­
les de origen occidental de Lusaka, Johannesburgo y Lagos.

FIGURA 1 .-Modelo de la relación de algunas melodías venda con la música de la


tshikona. La «tónica» venda es sol.
l . Patrón melódico de las quince flautas de caña más agudas de la tshikona.
2 y 3. Esbozo de melodías de alabanza y «coros» (-bvumela) cantados durante
s
t la ejecución de la tshikona.
4. Una típica canción de la cerveza, cuya melodía se ajusta al patrón tshikona.
( Ri ya hayani ha hashu, regresamos a casa. Shango ndi matakakza, el campo es muy
agradable). Stayt da una transcripción incorrecta de esta conocida canción.
No;E 7
_l - .
5-9. Esbozo de la melodía de ocho canciones infantiles, que coinciden con el pa­
1 7 �¡) -E • ·� l. trón tshikona.
1
�--

j . 1 0-19. Es bozo de la melodía de doce canciones infantiles estrechamente relacio­


,,.
, ... No. 52
l a ,_�
-
--¡:::n
E= nadas con la tshikona.
o� íau
' 20-23. Esbozo de la melodía de cuatro canciones infantiles que parecen estar re­
lacionadas con la tshikona.
24 y 25. Esbozo de dos melodías, con partes que sugieren que se derivan de la
tshikona.
1
La posición de- las .melodías respecto al patrón tshikona está determinada por la
posición de los intervalos de tercera y cuarta, etc. Si la primera y últimas notas de
una canción difieren de las de la línea tonal (tone-row) de Ja figura, se indica median­
te los signos a. y ro respectivamente.
Las breves y semibreves bajo el número de cada canción indican su centro tonal,
reconocido mediante dos técnicas diferentes: breves son los centros tonales que resul­
tan de una consideración de la función rítmica y melódica de las notas en la melodía,
y semibreves son los centros tonales calculados «ponderando» cada nota según su fre­
cuencia en la canción. Donde sólo se da una breve, significa que ambas técnicas pro­
" 1 ducen el mismo centro tonal. Cuando un tono de la tshikona ha sido omitido en la lí­
nea tonal derivada de la tshikona, se unen las notas mediante un doble trazo.
A la derecha de cada melodía se ofrecen las líneas tonales «estimadas».

196 197

JOHN BLAC KING E L A N A L I S I S C U LT U R A L D E LA M U S I C A

periencia musical y una formación propias de las tradiciones cultura­


les europeas. Han sido útiles mientras la investigación etnomusicoló­
gica se ha ba.sado en asunciones «tradicionales» sobre la evolución y la
organización del sonido inusical. Pero tan pronto advertimos que la
mayoría de estas asunciones no son de aceptación universal sino que
principalmente son aplicables a la cultura europea, resulta entonces ne­
cesario revisar nuestros métodos de análisis etnomusicológico. El tipo
de análisis que yo he intentado aplicar para las canciones infantiles de
los venda constituye la lógica consecuencia de la perspectiva que con­
sidera la música como acción humana dentro de la cultura, tal como
se explicita en el libro de Alan Merriam The Anthropology of Music.
Mi análisis ha mostrado que el cálculo interválico puede reflejar
patrones lingüístico-tonales antes ql1e patrones melódicos; que cier­
tos patrones característicos de la melodía pueden estar especialmen­
8 1 te relacionados con otros tipos de música dentro de la misma cultu­
ra; y que una canción no puede ser exactamente clasificada junto a

otras canciones tetratónicas si los patrones de su melodía tetratóni­


ca revelan que se deriva de otro patrón musical que sólo puede ser
generado dentro de una escala heptatónica.
A pesar de que mi análisis se ha limitado a la forma de las can­
ciones infantiles, también re\rela algo del contenido emocional de la
música. Los ritmos y melodías se hallan de hecho influidos por pa­
trones del texto y lingüístico-tonales, pero la música de las canciones
es algo más que un mero adorno para sus textos. Existe una gran di­
ferencia entre los símbolos lingüísticos de los tambores parlantes
africanos, que simplemente comunican hechos ( Carrington, 1949), y
la música de las canciones que, para comunicar emociones, va más
allá de los ritmos habituales de la lengua y de los tonos lingüísticos.
t He descrito brevemente la manera en que los estilos musicales
de los venda representan diferentes grupos dentro de la sociedad ven­
da (ver también Blacking, 1 957, 1965: 20-53), y en otra publicación

L<)S números 6 y 8 son las melodías de bailes de muchachos n1ás antiguos, givha
y visa.
.

1 7 0carina mu.re $; p r p 1-� p ·p r 1


15.
l 7.
Esbozo de una típ�ca secuencia «armónica» basada en la escala pentat{)nica.
Progresiones <<armónicas» que se observan en los duetos venda de ocarinas.
2, 4, 5, 7, 8, 10, 1 1 , 12, 13, 14 y 16. Esbozo de la melodía de veintiuna cancio-
11es infantiles relacionadas con patrones de música pentatónica escuchada usualmen­
FIGURA 2.-Relación de veintiuna canciones infantiles con patrones de música penta- te en Vendaland.
ton1ca.
,,. .

Si la prim.era y última nota de una canción difieren de ]as de la línea tonal de la


1, 3, 6 y 8. Esbozo de secuencias «armónicas» tocadas en conjuntos de doce flau- figura, se indica mediante los signos a y ro respectivamente.
tas de caña. La tónica (phala) es sol. Las breves y semibreves bajo el número de las canciones indican sus centros to-
l,os números 1 y 3 sqn, respectivamente, Mutshani y Mangovho, melodías p ara nales, obtenidos según se indica en la figura 1 . ,
la danza de muchachos t/Jsikanganga, relativamente moderna. A la derecha de cada melodía se ofrecen las líneas tc>nales «estimadas».
•,

198 199
JOHN BLACKING

E L A N A L I S I S C U LT U R A L D E L A M U S I C A

desarrollaré la idea de que las relaciones temáticas expresan las re­ Keller, puede ser denominado análisis cultural. El nombre no es i1n­
laciones de los grupos sociales que generan la inúsica, particularmente 1 portante, pero sostengo que este tipo de análisis constituye un paso pre­
con relación al importante concepto venda de solidaridad. Por ejem­ lin1inar esencial para los análisis co1nparativos etnomusicológicos.
plo, las canciones 48 y 50 de las canciones infantiles están temáti­ Los estilos musicales solamente pueden compararse cuando su
camente, y por ello también emocionalmente, relacionadas con la significación en el contexto es plenamente entendida, tanto « inter­
solidaridad venda expresada en la da11za nacional, más que, digamos, namente » con relación a otros estilos de la misma tradición co1no
algunas canciones de la recientemente importada sungwi, escuela de « externamente» con relación a la cultura dentro de la cual se pro­
iniciación de muchachas. Las canciones infantiles venda conllevan ducen. Debería ser posible reducir tradiciones y estilos inusicales
una significación emocional más allá de la significación inmediata de bien diferenciados a « transformaciones de la misma figura básica>> ,
su contexto cultural porque no sólo se « dicen>> sino que se «cantan>>; de la mism.a manera que Lévi-Strauss ha analizado otras institucio­
y esta significación se halla en la relación entre sus melodías y deter­ nes culturales ( 1 963: 1 0 ) . Se puede decir que muchas de las cancio­
minados temas de la música venda, de la misma manera que las sig­ nes i11fantiles venda son transformaciones de inodelos de las danzas
nificaciones de las secciones, digamos, de una sinfonía se hallan en su aco1npañadas por flauta de caña en el « lenguaje » de la vida infantil.
relación con el tema básico. De modo similar, se podría decir que la música venda y la música «cul­
Al crear una nueva música los compositores se sirven de sonidos que ta » occidental son esencial1nente expresiones de las mismas ideas que
poseen en la memoria, habitualmente asociados a reacciones emocio­ varían a causa de las diferencias en sus culturas y en la división labo­
nales relacionadas con las experiencias culturales en las cuales se oye­ ral. Por ejemplo, la solidaridad de la sociedad venda se expresa so­
ron los sonidos. Los compositores de las canciones infantiles ve11da, por cialme11te en la música que reúne al mayor número de personas con
ejemplo, se han servido a menudo de los sonidos que recuerdan de su una misma finalidad; y la solidaridad de la sociedad occidental se ex­
danza nacional. Esto no significa que las canciones basadas en este te­ • 1 presa técnicamente en la música que reúne los más diversos símbolos
ma tengan supuestamente que acarrear las mismas emociones, o que una musicales dentro de una estructura musical unificada.
canción tenga que significar lo mismo para diferentes ejecutantes, ni que Espero que mi detallado análisis de las canciones infantiles ven­
la danza nacional signifique lo mismo para todos los que se implican en da haya demostrado que los análisis del trasfondo cultural de soni­
ella. Hay tantos matices en la significación emocional de la música co­ dos humanamente organizados pueden aportarnos mucha informa­
mo en las experiencias individuales dentro de la cultura :venda. Los ción sobre la interrelación lógica de diferentes aspectos de la cultura
textos de muchas canciones derivadas de la tshikona (ver figura 1 y los y sobre las maneras de operar de la mente humana, especialmente
correspondientes textos de las canciones) no se hallan directamente re­ en el proceso de crear música. Mahler, hablando de su Segunda Sin­
lacionados con el contenido de la danza nacional, excepto en el hecho fonía, dijo que «Los paralelismos entre la vida y la música quizás son
l
de que expresan un sentimiento general de «vendidad». más profundos y van 1nás allá de lo que somos capaces de compren­
El análisis formal de las canciones infantiles de los venda revela der» (ver Bonavia, 1956: 203 ) . Creo que los análisis culturales del so­
que son «contrastantes a nivel de superficie pero idénticas en su subs­ nido inusical pueden ayudarnos a hallar una explicación para esta re­
tancia » (Reti, 1 96 1 : 5). La mayoría de ellas constituyen variaciones lación entre vida y música.
sobre dos temas (ver figuras 1 y 2). Pero la relación entre las varia­
ciones y sus temas, y la manera como son tratadas, depende de facto­ BIBLIOGRAF'ÍA
res culturales más bien que musicales. Las variaciones son musical­
mente ingeniosas pero culturalmente simples si se toman en Blacking, J. ( 1 957) The role of music amon.gst the Venda of the Northern
consideración las circunstancias sociales en las cuales se escucharon Transvaal. A cyclostyled report. Roodepoort: International Library of
African Music.
los temas y éstos fueron posteriormente reelaborados.
Blacking, J. ( 1965) «The role of mt1sic in the culture of the Venda of the Nort­
Mi análisis constituye, por tanto, un intento de entender la signifi­ hern Transvaal»_. Studies in Ethnomusicology, 2: 20-53.
cación formal, e incidentalmente expresiva, de la música por medio Bonavia, F. ( 1 956) Musicians on music. Lond.on: Rot1tledge and Kegan Paul.
de un análisis formal de la experiencia cultural más allá del más allá de Carrington, J. ( 1 949) Talking drums of Africa. London: Carey Kingsgate
la música. Este procedimiento, en la línea del análisis funcional de Hans Press.

200 201
J O H N B LA C K I N G

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Capítulo 8
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grama, 1970.] EN LAS MÚSICAS DE TRADICIÓN ORAL ( * )
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co: FCE, 1 974.]
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Schenker, H. ( 1926-1 929) Das Meisterwerk in der Musik. München: Drei
Masken Verlag, 3 vols.
Walker, A. ( 1962) A study in musical analysis. London: Barrie and Rockliff.

Y, se diga lo que se diga, en la vida científica los problemas no se formulan


por sí solos. Es precisamente esta capacidad de reconocer el problema lo que
indica el verdadero espíritu científico. [ ...] Si no se ha formulado la pregun·
ta, no puede haber conocimiento científico. Nada nos viene dado. Todo es­
tá construido (Bachelard, 1982: 14 ) .

ADVERTENCIA D E L AUT O R

El presente artículo no pretende ofrece·r un examen completo de la


cuestión, sino sólo una síntesis en relación con la noción de modelo
y con los procesos de modelización en las investigaciones sobre las
músicas de tradición oral.
Apoyado al mismo tiempo en trabajos de especialistas que tratan
estas nociones en otras áreas de las ciencias humanas (poesía popu­
lar, lingüística y música) y también sobre mi propia experiencia de in­
vestigador, el texto que sigue tiene como propósito aclarar esos con­
ceptos, dar a conocer sus posibilidades en etnomusicología, ilustrar
algunas de sus aplicaciones en las músicas tradicionales de África cen­
tral y, finalmente, mostrar el interés de las perspectivas que ofrecen

( * ) Tomado, de S.. AroJn (-� 991) «Modélisatio� et modeles dans les musiques de
tradition orale». Analyse Mustcale, 67: 62-78. Traducción de Jaume Ayats.

2.02,
SIMHA AROM M O D E LI Z A C I Ó N Y M O D E L OS E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

para la comprensión de cualquier sistema musical tradicional, inde­ nización queda tan mutilado como la organización sin concepto de siste­
ma. Se trata de un macrocc)ncepto. [. . . J Vemos, pues, que el problema de la
pendientemente de su origen geocultural. organización no se reduce sólo a algu11as reglas estructurales. De entrada,
Se trata de un área de investigación teórica que ha sido temati­ el concepto de orga11ización, biológico y a f<>rtiori sociológico, es u11 1nacr()­
zada desde hace apenas tres decenios (Rouget, 1 9 6 1 ) . Se hace, pues, concepto que a su vez forma parte del macroconcepto sistema-interacciones­
necesario constatar que esta tematización no ha dado como resulta­ (>rganización ( 1 990: 245-246 ) .
do, en nuestra disciplina, un desarrollo real, que se vería reflejado
en una intensa reflexión o en aplicaciones concretas. Ante esta si­
tuación no es conveniente considerar lo que sigue como una teoría LA MO DELIZACI Ó N
«sólidamente» construida o sea, provista de una organización je­
rárquica con niveles claramente establecidos sino más bien como El procedimiento de investigación y de elaboración que vamos a
un intento de clarificación. Su intención es servir de trampolín, esti­ presentar aquí responde a la siguiente definición de Jean-Louis Le
mulando la reflexión desde una posición metodológica que en un Moigne:
futuro pudiera ser generalizada, aunque en el estado actual evoque
más bien un mosaico con elementos que encajan y otros que aún no Modelización: acción de elaboración y de construcción intencionada, a tra­
vés de la composición de símbolos, de modelos susceptibles de hacer inteli­
consiguen hacerlo 1 • gible un fenómeno percibido como complejo, y de amplificar el razonamiento
del actor proyectando una intervención deliberada en e) seno de] fenómeno;
razonamiento destinado principalmente a anticipar las consecuencias de esos
LA N O C I Ó N D E SISTEMA proyectos de acciones posibles ( 1990: 5).

Ya que las nociones de modelización y de modelo no se pueden con­ Lo que sólo es posible si se respeta una condición expresada por
cebir fuera del concepto teórico de sistema, se hace preciso, en pri­ el mismo autor:
mer lugar, definirlo. Para hacerlo tomaré la caracterización que de
él formula Edgar Morin: Los proyectos del sistema de modelización no los encontramos: se constru­
yen. Dicho de otra forma, la labor más importante del modelizador no es
resolver un problema que se prese11ta ya expresado de forma clara (aunque
Un organismo no está constituido por células,' sino por las acciones que se lo conciba como complejo y complicado). Su labor es formular el o los pro­
establecen entre las células. Así, el conjunto de estas interacciones constitu­ blemas que él entenderá que es pertinente resolver: ¡se tiene que aprender a
ye la organización del sistema. La organización es el concepto que da cohe­ resolver el .problema consistente en expresar el problema! ( 1990: 66).
rencia constructiva, regla, regulación, estructura, etc., a las interacciones. En
definitiva, con el concepto de sistema nos enfrentamos a un concepto de
tres caras: Y es que, como precisa Le Moigne, «la pertinencia se define en
- sistema (que expresa la unidad compleja y el carácter fenoménico del to­ relación a diversa s finalidades: si las finalidades no se identifican, ¿co­
do, así como la complejidad de las relaciones entre el todo y las partes), mo podremos evaluar razonablemente la pertinencia ? » .
- interacción (que expresa el conjunto de relaciones, acciones y retro­
acciones que se efectúan o se tejen en un sistema),
- organización (que expresa el carácter constitutivo de estas interac­
ciones -lo que forma, mantiene, protege, regula, rige, regenera- y LA I D E A D E M O D ELO E N LAS TRADI C I O N E S ORALES
que ofrece a la idea de sistema su columna vertebral).
Esos tres términos son indisolubles; se reenvían el uno al otro; la ausen� En muchas culturas de tradición oral donde la teoría es, en lo esen­
cia de uno mutila gravemente el concepto: el sistema sin concepto de orga- cial, implícita,. su existencia queda no obstante verificada por el
hecho de que, en el uso de un elemento perteneciente a un sistema,
ningún error pasa desapercibido a los usuarios: cualquier falta que
1 . Mis amigos Pierre Alexandre, Frances Cloarec-Heiss, Jean Molino y Serge Pa­ cometa uno de ellos enseguida es percibida y corregida. Si hay error
haut han aceptado, cada cual desde su disciplina, aportar, durante la elaboración de será, pues, en relación con un esquema teórico de organización que,
este texto, sugerencias y observaciones que me h an sido enormemente útiles. Desde en cada caso, constituye un modelo. De la misma fo.rma que mues-
aquí quiero agradecérselo efusivamente.
••

204 205
SIMHA AROM M O D E L I Z A C I Ó N Y M O D E L O S E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

tra elocue11temente Roman Jakobson cuando habla de la poesía Queda claro que las unidades musicales son formalmente unidades
popular: discretas) es decir, diferenciales.
Por lo que se refiere a las n1úsicas de tradición oral en las que el
En Serhia los rapsc)das can1pesinos mer11c)rizan, recitan y, en bt1ena 111edida,
improvisan miles, a veces decenas de miles, de vers<.)S de poesía épica, y la principio de improvisación ocupa lln lugar importante, Constantin
tnétrica vive en su C<)nciencia. A pesar de ser incapaces de hacer abstracción Brailoiu insistía ya en 1 949 en el hecho de que, en tales sisten1as, la
de sus reglas, ellos rec<>nocen y repudian las vic)lacic>nes de esras reglas, gran cantidad de variaciones muy a menudo recubre una estructura
at1nque sean nimias. l ... j El metr(l -o, en tér1nin<)S inás explícitos, el 1node­ básica muy simple:
I() c'ie verso- rige la estructL1ra de cada vers<> particular, rnejor dich<), de ca­
da ejen1plo de verse) particular, Modele> y ejen1pl<> son co11ccpt<)S correlati­ Aun a falta de un text<l irrefutalJle, te11e1n<>s que ad1nitir que sólc) rec<Jge­
vc>s. FJ 111c>delo de verso detern1ina los element<)S invariables (le l<>s ejemplares tn<)S varia11tes y que, en el espíritu de los cantantes vive, de forma latente,
de verso y fija l<.JS límites de las variaciones ( 1 963: 229). un arquetipo ideal, del que ellos nos ofrece11 encarnaciones efímeras.
Si fuera .P<Jsible dibujar simultáneamente todos sus elementos, nos inte­
Esta ilustración., extraída de un modo de expresión hablada, no resaría enc<)ntrar las pro.piedades esenciales de este arquetipo -que nunca se­
proviene de una voluntad de aplicar al estudio de las músicas de tra­ ría sólo uno. Es presLtmible que 110 todos los pilares de su construcció11 estén
dición oral los principios del análisis lingüístico; y eso porque, como afectadc)s pc)r la in1provisacic)n, mientras que la itnpr<)visación tendrá curso
libre dc)nde 11() afecte a las características que hacen reconocilJle el modelo.
señala muy acertadamente Je.an Molino, La comparación e11tre variantes hará evidente de f<>rma automática las
partes de la melodía resistentes o dúctiles. Al 1nismo tiempo, el C<)tejo de in­
lenguaje y música son dos ejempl<)S de una forma simb«)lica y es en su cali­
terpretaciones diferentes de un mismo canto hará aparecer la amplitud de la
dad de formas sin1bólicas que p<)seen un cierto número de propiedades cc)­
injere11cia individual de un sujeto a <)tro, de una categoría humana a otra,
de un estado anímico o de una circunstancia a ()tra, y e11 último término [. . . ]
n1u11es. Análisis ele la música y análisis del lenguaje son, los dos'.) semiolo­
gías, le) que jt1stifica los múltiples contactos [ ... J entre las dos disciplir1as, C<>ntactos
de un género rnusical a otro ( 1 949: 3 1 9-320).
basados ( ... ] en la existencia de una problemática común y en la fecundidad
de una comparación sistemática ( 1 975: 53 )
La labor del investigador tiene como fin encontrar esas propie­
.

En efecto, al igual que el lenguaje la música es un modo de expre­ dades esenciales, es decir, un modelo. Pero las variaciones a las que
sión sonora. Como el lenguaje, se expresa en una dimensión tempo­ el modelo se somete durante una interpretación no se pueden apli­
ral. Como él, se deja segmentar en u11idades discretas. Igual que la car simultáneamente a todos sus elementos. Esto significa que la im­
lengua de una comunidad, su mú.sica constituye <<un sistema que só­ provisación tiene límites. Si fuera posible hacer variaciones hasta el
lo conoce su propio orden>> (Saussure, 1 9 1 6 : 43 ) . Toda música tra­ infinito a partir del modelo de una pieza, la realización musical que
dicional deriva de forma clara de una sistemática. Como una len­ lo encarna se volvería irreconocible: el modelo es precisamente lo que
gua, está dotada de gramática y, en consecuencia, sancionada por preserva la identidad de una pieza:
reglas que se sustentan en una teoría, aunque ésta sea verbalizada Para mantenerse en la memoria, la música popular tiene que t1tilizar esque­
en mayor o menor g�ado muy a menudo implícita. Dos caracte­ n1as inflexibles; pero para ser un arte «de tod<)S», debe per1nitir la adapta­
rísticas importantes las distinguen: ción de esos esquemas, forZ<)sarnente simples, a una infinidad de tempera­
mientras que la palabra transn1ite un contenido semántico, la mentos individuales: es la variación, que la escritura elimi11a.
música, desprovista de éste, constituye un sistema formal; J>or otra parte, la variación nos permite comprender a través de qué me­
la palabra, con el fin de hacerse inteligibl e, debe ser unidi­ dios la música popular extrae sus grandes efectos de medios relativamente
reducidos: su intensa explotación o, [ ... ] hablando con propiedad, sistemá­
mensional en el eje temporal (se hace difícil seguir el discurso de dos tica, es lo que produce su riqueza (Brailoiu, 330).
locutores ha·blando al mismo tiempo), mientras que la música con
excepción de la monodia es multidimensional (diversas líneas me­
lódicas o rítmicas se despliegan sirr1ultáneamente). L A « CAJA D E H E R R A M I E N TA S »
En una cultura concreta los hechos inusicales, al igual que los lin­
güísticos; no son identificados en virtud de su realidad acústica, sino El concepto de modelo, ta.l y como yo lo concibo, se inspira en lo esen­
cial en procedimientos de investigación que han fundado la lingüís­
en razón del rol que juegan en el .funcionamiento de un sistema. Es
tica moderna, especialmente la ·fonología.
de esta propiedad, precisamente, de donde derivan su pertinencia.

206 207
SIMHA AROM M O D E LIZAC I Ó N Y M O D E L O S E N LAS M Ü S I C A S D E T R A D I C I O N O R A L

Fue Ferdinand de Saussure, fundador de la lingüística estructu­ ferente cuyo significante es idéntico (como en francés pain [pan] y
ral, quien dictaminó que la primera etapa de una ciencia del lengua­ bain [baño] ) .
je debe ser el estudio de su funcionamiento sincrónico, hic et nunc, En música el equivalente de la unidad fonemática lingüística es­
re1narcando la noción de sistema. Desde esta perspectiva es impor­ tá constituido por una señal melódica mínima; se define por su con­
tante saber cuáles son las unidades con las que se construye la cade­ traste pertinente de altura en relación a otras señales del mismo ti­
na hablada, cuáles son las unidades del código que construyen los po, que en su conjunto constituyen un sistema escalar, una escala
mensajes. Saussure insiste en el carácter « discreto>> de estas unidades: musical.
las unidades lingüísticas, oponiéndose unas a otras, son di(erenciales. La segmentación es un procedimiento que consiste en segmentar
Están presentes o no en el mensaje y, cuan.do están presentes, pue­ un enun.ciado una cadena ordenada de elementos pertenecientes a
den ser semejantes o diferentes. un conjunto , en dividirlo en t1nidades discretas que representarán,
Cinco conceptos, extraídos de la lingüística estructural, parecen cada una, un morfema, o sea, la más pequeña unidad formal dotada
necesarios y a la vez suficientes para el ar.iálisis y la modelización de de significación. Cada morfema será segmentado en unidades cons­
gran número de sistemas musicales transmitidos por vía oral. Son los tituyentes, los fonemas. Queda claro que la operación de segmenta­
conceptos de unidad distintiva pertinente o fenómeno, seg11zentació11, ción es indisociable de la de identificación de las unidades discretas.
clase paradigmática o paradigma_, conmutación y clase de equiva­ El segmento es el resultado de la operación que consiste en cor­
lencia. tar una cadena hablada en unidades discretas, considerando los ele­
Dos de los cinco, segmentación y conmutación, son en realidad mentos idénticos que figuran en entornos diferentes e, inversamen­
operaciones de tratamiento de los datos que permiten derivar los otros te, los elementos diferentes que figuran en entornos idénticos.
tres: las unidades distintivas pertinentes o fonemas, las clases para­ Parece claro que cualquier discurso musical puede ser segmenta­
digmáticas o paradigmas y las clases de equivalencia. do sobre la base de esos mismos criterios.
Es importante señalar que sólo los términos que conciernen a la Denominamos clase paradigmática o distribucional a la agrupa­
fonemática 2 y a los procedimientos de segmentación (cf. infra) pre­ ción en una misma clase de aquellos elementos que, en un marco con­
sentan un verdadero paralelismo entre lingüística y música. Todos los creto, pueden ser sustituidos los unos por los otros, es decir, que po­
demás términos que figuran más abajo y que en lingüística tienen seen las mismas propiedades distribucionales.
por objeto desvelar una función distintiva y/o de oposición operan Un paradigma está constituido por el conjunto de unidades que
en el análisis musicológico en sentido contrario, o sea, proceden de tienen entre ellas una relación virtual de sustituibilidad: pertenecen
un principio de similitud, de equivalencia. a un mismo paradigma todas las unidades susceptibles de sustitu.irse
El fonema, dentro del sistema de sonidos de una lengua, es la unas por otras en un mis1no contexto. Los términos de un paradig­
unidad más pequeña capaz de indicar oposiciones de significado. Ca­ ma deben por definición comportar un elemento que les sea co-
da lengua presenta, en su código, un número finito de fonem.as que 1nún y uno o diversos elementos variantes, y presentar al mismo tiem­
se combinan sucesivamente para constituir los significantes de los po rasgos parecidos y rasgos diferentes.
inensajes. Su función es opositiva e11 cuanto contribuyen a identifi­ En el análisis musical se aplica la noción de clase paradigmática
car, en un punto de la cadena hablada, un signo por oposición a to­ al conjunto de térniinos que pueden figurar en un sitio concreto de
dos los otros signos que habrían podido figura1· en el mismo sitio. una secuencia musical.
Los rasg<)S distintivos son los elementos fónicos últimos susceptibles La conmutación es la prueba que debe servir para demostrar si la
de oponer, dentro de una lengua, dos enunciados de significado di- sustitución de un elemento por otro conlleva alguna diferencia en el
plano del contenido: gracias a esta operación el lingüista verifica la
identidad paradign1ática de dos formas lingüísticas, demostrada por
su capacidad de entrar en las mismas construcciones.
2. « La fone111ática estudia las unidades distintivas mínin1as o fonemas (de 11úme­ Cuando dos hechos musicales son considerados equivalentes
ro lin1ítado en cada lei1gua), los rasgos distintivos o rasgos pertine11tes qt1e oponen en­ desde un punto de vista cultural, eso significa que son sustituibles: en
tre e]los a los diferentes fc>nemas de una lengua, y las reglas que controlan la disposi­
ción de los fonen1as ei1 la cadena hablada» (Dubois et al., 1973: 371-372). consecuencia los términos de un mismo paradigma se pueden con-

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1

SIMHA AROM M O D E L I Z A C I Ó N Y MO D E LO S E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

mutar. Tenernos q11e entender por conmutación la operación que con­ « La relación de equivalencia define, dentro de un conjunto, una sub­
siste en sustituir los térmitzos pertenecientes a un mismo paradigma clase de objetos indiferenciados, correspondiente a la noción intuitiva
unos por otros, y también el principio en virtud del cual esa opera­ de '' cualitativament'e idénticos" » .
ción puede realizarse. Conforme al principio de pertinencia, aquí se hace conveniente
Dos o más unidades constituyen una clase de equivalencia o es­ reemplazar los términos de «cualitativamente idénticos» por los de
tán en equivalencia distribucional cuando se ven afectadas por una «culturalmente idénticos» . Y el autor sigue: « Esta relación es natu­
misma distribución dentro de un marco determinado. La equivalen­ ralmente susceptible de ser determinada por propiedades puramente
cia es la relación que existe entre dos elementos que pueden encon­ formales» ( Granger, 1 967: 1 1 ).
trarse en entornos idénticos o en entornos, ellos mismos, equiva­ Se tra.ta exactamente del caso de la música, ya que, como hemos
lentes .. visto, las unidades sólo pueden ser definidas a través de una compa­
En música se trata de definir clases en referencia a una relación ración formal.
dada de equivalencia. Esa operación exige escoger un punto de vista
particular, definido por un criterio que permita reconocer previamente,
en el corpus examinado, los hechos sonoros considerados por los E L M O D E L O E N ETN O M U S I C O L O G Í A
usuarios como equivalentes, es decir, qu.e respondan a un j uicio cul­
tural de equivalencia) y agr14parlos en una misma clase. Dentro de la perspectiva que acabamos de definir, el modelo es el
Si observamos un paradigma, constatamos que los términos que enunciado mínimo, la referencia última de cada entidad musical
figuran en él son, al mismo tiempo, parecidos y disímiles; todos tie­ -sea ésta estrictamente rítmica, melódico-rítmica o polifónica­
nen por lo menos un rasgo común y un rasgo variante. Es, pues, es­ y está en el origen de todas las realizaciones culturalmente acepta­
te último el que permite distinguir un término de otro. La posición das. Constituye la realización mínima documentada o virtual ,
que este rasgo diferencial ocupa en el interior de un paradigma cons­ la más simplificada, de una entidad musical y, en razón de ello,
tituye un « punto de sustitución>> . Según la definición anterior, está contiene en estado implícito, como entre líneas, todas sus virtua­
claro que cualquier punto de sustitución constituye igualmente una lidades.
-.
clase de sustitución. Por modelo tenemos que entender una representación sonora a
Estas nociones han sido teorizadas por el língüista norteameri­ la vez global y simplificada de u1ia entidad musical; el modelo remarca
cano Kenneth L. Pike, quien estima que la característica fundamen­ su singularidad por el hecho de que condensa, en una depuración, el
tal de un constituyente gramatical no es ni su forma ni su estruc­ conjunto de sus rasgos pertinentes y solamente ellos.
tura interna, sino la posición que puede ocupar en el seno de una El n1odelo equivale a la realización más simple de un fragmento,
construcción de · nivel superior, posición que en general correspon­ m ientras pueda ser identificada como tal por los detentares de la tra­
de a una cierta función. Por ello Pike considera fundamental para dición a la que pertenece.
la estructura lingüística la división en «a) construcciones (patterns), En las músicas d� tradición oral la modelización puede obte­
b) pun.tos de estas construcciones y e) listas de l os elementos que pue­ nerse ya sea por la emergencia del modelo es decir, por su concre­
den ser sustituidos, unos por otros, en esos puntos» ( 1 949, cit. en \ ción , ya sea por su deducción. El primero de estos procedimientos
Roulet, 1 974: 54-55). es naturalmente el más simple y, de lejos, el más fiable. En efecto, en
La tripartición propuesta por Pike no utiliza explícitamente la las poblaciones donde existe la noción de modelo los músicos muy a
noción de « clase de e quivalencia>> . A pesar de ello, está claro que menudo pueden llegar a concretar la simplificación sonora que sirve
adopta su contenido: los elementos situados en un mismo punto de de referencia a una pieza o a uno de sus niveles de aprendizaje. En es­
sustitución forman, por definición, una clase de equivalencia; .recí­ te caso disponemos de modelos inmanentes, concretos.
procamente, todos los elementos pertenecientes a una clase de equi­ Estos modelos constituyen frecuentemente la base misma de la
valencia pueden ser libremente sustituidos los unos por Jos otros. transmisión del conocimiento musical: así, los niños se familiarizan
En Pensée forme/le et sciences de l'homme el filósofo Gilles-Gas­ con el repertorio tradicional al adquirir de forma directa esas for­
ton Granger comenta de esta n1anera el concepto de « equivalencia» : mas simplificadas.

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SIMHA AROM M O D E L I Z A C I Ó N Y M O D E LO S E N L A S M U S I C A S D E T R A D I C I O N O R A L

En los lugares donde el procedimiento anterior es inaplicable, la Cuando una música vocal está acompañada por uno o diversos
modelización sólo se puede apoyar en una serie de deducciones for­ instrumentos, la parte instrumental se articula también sobre un pe­
males que culminarán en la elaboración de un modelo teórico. ríodo que contiene una fórmula repetitiva de una duración que siem­
pre está en una relación de proporción simple con la duración de la
estrofa cantada.
r�S T R lJ C T U R A F O R M A L D E l , A S M Ú S I (� A S C E NT R O A F R I C A N A S Todas las piezas musicales se presentan como 11n ostinato con va-
riaciones y, en el caso de las músicas polifónicas y polirrítmicas, co­
Tod os los ejemplos que ilustran las modalidades de funcionamiento mo la superposición de un conjunto de tales ostinati, cuyas dimen­
de los modelos y de los procedimientos de modelización expuestos en siones pueden variar a condición de presentar entre ellos proporciones
este texto son resu ltad o de un trab ajo de cam po reali zado durante simples.
más de dos decenios en la República Centroafr ican a. La sistemática Finalmente, la improvisación, ese «motor>> de las variaciones me-
a que obedecen las mús icas de este territorio ha sido objeto de una lódicas o rítmicas, ocupa un lugar importante en todas las músicas
publ icac ión anterior (Aro m, 1985 ). Para el lector no fam iliar izad o de la región. No obstante, no existe improvisación libre que no ten­
con las músicas de esta región parece necesario recordar sucintamente ga como referencia una pieza musical concreta e identificable (Arom,
los principios que sostienen su organización formal. 1 987).
,
Una escucha atenta de la mayoría de las mús icas trad icion ales En definitiva, los márgenes de variación dependen directamen-
de Africa cent ral perm ite capt ar desd e el prim er mom ento ciert as te de las posibilidades de conmutación que ofrece la estructura de
características esenciales, a sabe r: la pieza: dado que dos elementos sólo pueden conmutarse si perte­
nos encontramos en presencia de una música med ida, que uti­ necen al mismo eje de equivalencia, al mismo paradigma, de ello
liza valores de duración estrictamente proporcionales; se deriva que los elementos pertenecientes a una de estas clases no
la organización melódica recurre a escalas pentatónicas de ti­ pueden intercambiarse con los pertenecientes a otra clase. No se tra­
po anhemitónico en las que la segunda mayor constituye el interva­ ta de permutación sino de conmutación; en consecuencia, el con­
lo más pequeño pertinente; junto de los elementos intercambiables constituye una clase de equi-
el predominio de secu encia s repetitivas, en las que un mate ­ valencia.
rial parecido reaparece a intervalos regulares, muestra que esta s se­ La clasificación de Pike en términos de construcciones, puntos de
cuencias obedecen a una periodicidad rigurosa; esas construcciones y listas de los elementos que pueden ser sustitui­
el contenido de estas secuencias no es completamente idénti­ dos unos por otros en esos puntos cubre muy exactamente la reali­
co; el sistema repetitivo adm ite, pues , un cierto marg en de variabi­ dad de las músicas centroafricanas: si consideramos la estructura de
lidad; cada pieza como una construcción, cada uno de los paradigmas que
los períodos se basan en un número par y siempre igual de figuran en ella será uno de los puntos de esa construcción, y el in­
pulsaciones que son divisibles, a su vez, en valores operacionales ventario de los términos que pueden aparecer en cada paradigma
mínimos (según un principio binario o ternario, pero· a veces también corresponde, pues, a las listas de los elementos que pueden ser susti­
por una yuxtaposición de los dos): son las unidades métricas perti­ tuidos unos por otros en esos puntos.
nentes más breves, siendo todas las otras forzosamente múltiplos
suyos (Arom, 1988).
Repetición y variación constituyen el principio esencial del fun­ . M O D E L O S Y VA R I A C I O N E S
cionamiento de todas las músicas centroafricanas, como también de
;

muchas otras músicas del Africa subsahariana. Por una parte, está claro que nadie puede llegar a memorizar todas
En este tipo de música la periodicidad se revela como un material las variantes que permite cada una de las partes constitutivas de ca­
de base de la construcción musical, como su misma armadura. Cada •
da una de las piezas que forman el conjunto del patrimonio musical
período constituye obligatoriamente una unidad, que a su vez puede de una comunidad. Por otra parte, desde el momento en que habla­
subdividirse en dos o más segmentos melódicos y/o rítmicos. mos de variación emerge la cuestión de saber cuál es su marco, cuá-
1
'

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S I M H A A R OM M O D E L I Z A C I Ó N Y M O D E LO S E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

les son sus límites inferior y superior. Tratándose de una música po­ pronto rr1e surgió la idea a raíz de una cuestió11 mía formulada al
pular transmitida solamente por tradición oral, se hace necesario, co­ « maestro de trompas » . Yo le pregunté si durante la iniciación de los
mo hemos visto, que, dejando de lado el conjunto de variantes posi­ jóvenes a la interpretación del instrumento no se les enseñaba, en
bles de cada enunciado, esté presente en el ánimo del usuario una un primer momento, cómo realizar fórmulas rítmicas más simples,
representación de este enunciado que sea extremadamente simplifi­ en contraste con las fórmulas que ej ecutan los músicos experi­
cada, depurada, que constituya su esencia. Esta forma depurada, mí­ mentados. Así se desveló que existe, para cada parte constitutiva y
nima. , actúa como una arrr1adura en relación con el conjunto de las para cada pieza del repertorio , una fórmula extremadamente si1n­
variaciones posibles: es ella la que las ge11era. En efecto, la encontra­ plificada con propósitos esencialmente didácticos. Esta fórmula es
mos entre líneas a través del conjunto de variaciones que derivan de mínima en el sentido de que no se le puede quitar nada, bajo pena de
ella. Además y este punto es importante en todas las lenguas de lesionar la estructura del fragmento, o sea, su identidad. Esta sim­
la región esta simplificación tiene su correspondencia en un concep­ plificación recibe un nombre, akóne, que significa literalmente « el
to, y generalmente se hace explícita bajo una denominación metafó­ esposo, el macho>>.
rica. Es precisamente este modelo lo que sirve de referencia a cual­ A continuación se demostró que el uso de este término no se li­
quier cantante o instrumentista para poder realizar un fragmento o mitaba sólo a la música d.e trompas, sino que se trataba de un térmi­
la parte que le corresponda. Si, pues, la riqueza de las variaciones efec­ no genérico que servía a los banda-linda para designar la referencia
tuadas por un músico concreto se elabora en función de su creati­ última o la realización más simple de cada una de las partes cons­
vidad y de su memoria personal, la o las, según el caso fórmula titutivas de cualquier entidad musical: así, cualquier melodía canta­
mínima de cada pieza está grabada en la memoria colectiva de la co­ da, cualquier fórmula rítmica ejecutada por instrumentos de percu­
munidad, permitiendo su transmisión y, de esta forma, su perennidad sión, o cualquier parte de xilófono, es tributaria en cada pieza de un
(Arom, 1 990). akóne que le es propio . No sólo estan1os frente a un modelo es
Así, lejos de tratarse de una proyección del mismo investigador, decir, un principio fundamental de organización sobre el que se sus­
el model o, en tanto que noción, tiene una existencia verdadera en las tentan todas las realizaciones de cada una de las partes constitutivas
tradiciones musicales centroafricanas, corrob orada por un término de una pieza concreta sino que, además, este modelo está clara­
específico de la lengua vernácula. Dicho término no forma parte de mente conceptualizado por los detentares de la tradición.
un metalenguaje que sería propio de la música, sino que procede siem­ A partir de ahí, y a través de los años, me ha sido posible verifi­
pre de una metáfora, muy a menudo extraída del entorno semántico car en muchas otras etnias la presencia subyacente de un térmi­
del parent esco. La noción parece estar tan integra da en la prácti­ no que sirve para designar el modelo.
ca que no surge de forma espontánea en el discurso nativo sobre la El arraigo del significado atribuido en Centroáfrica a la noción
mus1ca. de modelo se encuentra corroborado por el hecho de que todas las
.
·'

variaciones generadas por él son consideradas por los miembros de


una misma comunidad como idénticas, es decir, como culturalmente
equivalentes.
E L D ES C U B R I M I ENTO D E LA NOCI Ó N D E M O D E L O

Fue en los años setenta cuando pude llegar a formular este tipo de E L J UI C I O D E I D ENTIDAD C U LTURAL
noción. Entonces yo trabaj aba con los banda-linda sobre la siste­
mática musical del repertorio de una formación de dieciocho trom­ Sabemos que una pieza de música tradicional nunca se interpreta
pas, del que trataremos más adelante. Yo intentaba comprender a dos veces de forma exactamente igual. Cuando pedimos a un mú­
qué tipo de referencia se vinculaba el sistema de variaciones que ca­ sico que repita un enunciado que acaba de interpretar, el resultado
da uno de los instrumentos de la orquesta desarrolla durante una in­ acústico puede percibirse como sensiblemente diferente en relación
terpretació.n de su parte en el seno de una pieza. No encontraba una con su primera ejecución. Así sucede, por ejemplo, con estos dos
ritmos:

respuesta satisfactoria a rr1is interrogantes sobre este tema cuando de

. 214 215
SIMHA AROM MODE LIZAC I Ó N Y M O D E L O S E N LAS MÚSICAS D E T R A D I C I Ó N ORAL

l 1 1 t 1 1 1 1 1 pensar que la supre sión de cualq uier elemento suple1nentario pon­


> > '> > > > > '"> >
dría en cuestión la posib ilidad de discriminar la fórmula o la melo­
J JJ J J JJ J11 n n JJJ n día considerada; sólo quitando un sonido más correríamos el riesgo
de crear una confusión. La finalidad del modelo es la de preservar y
Frc;uH i\. 1 .
mantener la identidad del objet o bajo su forma sonora más simp le.
..

Lo mism o pasa en el otro extremo; también allí hay un límite asig­


El diálogo que entonces se produce entre el investigador y el in­ nado a las realiz acion es, a las transformaciones que pued e sufrir el
térprete es del tenor siguiente: « ¡Pero esto no es lo mismo que antes! », modelo y que, por la mism a razón, no debe ser sobre pasa do. Así, en
exclama el investigador. El músico, en cambio, afirma que las dos in­ las regiones de que estamos hablando cualquier discurso musical es­
terpretaciones «son iguales; la misma>> . Si postulamos que la práctica tá situado dentro de un camp o de dispe rsión cuya s fronteras están
de los músicos nativos procede de t1n saber ancestral, que proviene perfectamente circu nscr itas. En su seno la total idad de las reali za­
de un sistema coherente, tendremos que admitir que su afirmación ciones admitidas incluida la materialización del modelo son con­
también tiene que ser coherente. Entonces se nos presenta la cuestión sideradas como «una sola» , es decir, todas ellas son consideradas cul-
de saber bajo qué ángulo, bajo qué aspecto se manifiesta la pertinen­ turalmente equivalentes.
cia que, en este estadio de la investigación, aún nos escapa. En otros
términos, ¿cuáles son los criterios que la fundamentan? Se trata de una Volvamos al ejemplo anteriormente examinado y observémoslo
primera forma de ajuste cognitivo entre el músico y el investigador. junto con otros varios ritmos recogidos en la misma comunidad pa­
Este último se encuentra en una situación análoga a la del lingüista ra constatar que, más allá de su diversidad acústica, todos serán con-
que intenta desvelar el sistema fonológico de una lengua que ignora. siderados como equivalentes.
Pues el procedimiento que sustenta una investigación fonemática no
se limita a la construcción de una combinatoria abstracta de unidades ' l 1 l 1 1
:> >
1
:>
1
>
> > > :> >
>
y de secuencias, sino que ante todo es una forma de análisis cogniti­ 1
vo, ya que las unidades y las secuencias, al igual que los valores de JJ J J JJ J J sn n rJ ,..

identidad o de diferencia que se les atribuyen, son -desvelados en co­ FIGURA 2.


mún por el investigador y el informante, y precisamente es su diálo­
go lo que certifica que estos tres componentes del sistema son produ­
cidos y reconocidos como tales por los miembros de una comunidad. Se trata de una figura rítmica que proviene de los pigmeos aka,
Si co11sideramos el modelo como la concreción mínima de un y que puede ser formulada ya sea por un tambor de membrana ya sea
enunciado musical, ¿cuál es, pues, su grado de realización máxima? por dos láminas de metal entrechocadas . Si el juicio cultural de iden­
En otros términos, ¿hasta qué punto el principio de variación o sea, tidad de los aka considera estas diversas producciones y aun mu­
la proliferación de variantes puede ser tolerado sin que se llegue a chas otras como «la misma» , se hace necesario, pues , elucidar cuál
una transformación? Se trata, expresado así, de un problema de re­ es el crite rio pertinente que lo sosti ene. Para cons eguir lo most raré
conocimiento, de identificación, de identidad. dentro de t1n mismo paradigma la totalidad de figuras que he reco­
lectado y que son juzga das idénticas por parte de los detentares de
Mis tentativas de elucidación de modelos siempre se desarrollan la tradició n. La rayas vertica les indican las pulsaci ones o el mo­
co11 la colaboración activa de los músicos locales. De esta forma, des­ mento del golpe, si se prefiere y se adjudic a un número de orden a
pués de haberles pedido que simplifiquen y depuren más y más una cada uno de los valores mínimos (figur a 3 ) .
forma rítmica o una melodía, siempre se llega a un punto en el que De todas estas versiones podemos deducir varias constantes:
los intérpretes declaran: «Ahora ya no se puede quitar nada más » . el período dentro del que se desarrolla la figura rítmica ocu­
La cuestión que se nos presenta en ese momento siempre sor­ pa doce valores mínimos, agrupados en cuatro pulsaciones ternarias;
prendente es la siguiente: ¿ por qué esta afirmación se produce su organización rítmica se basa en la yuxtaposición asimétri­
precisamente en este punto, y no antes ni después? Se hace verosímil ca de cantidades o duraciones ternarias y binarias: 3 + 2 + 2 + 3 + 2 ;

216 217
---·-·-- -

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SIMHA AROM M O D E L I Z A C I Ó N Y MO D E L O S E N L A S M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

J 124 esta organización se verifica gracias a la disposición inmuta­


ble de los acentos que recaen en las posiciones 1 , 4, 6, 8 y 1 1 del pe­
. •

1 1 1 l
1 1 J ' � i 1 1 1 10 1 1 12
ríodo.
> > .> > >

J ,t J J J !J Ahora sí que podemos adivinar por qué los aka consideran como
equivalentes todas estas realizaciones diferentes. En efecto, la perti­
> > � > ,.

Jl J n n J J J n
nencia del juicio de identidad se sustenta, en este caso, en el n1odo
> >

de agrupación de las duraciones, fácilmente identificable por una mar­


,.
> l>

jJ J J IJ J
-. > >
ca: el acento. Mientras la posición de los acentos se mantenga esta­
> >

J rn n JJ J ble, la articulación de los valores que los separan es irrelevante.


> � > > >
Al final del paradigma se puede observar una realización en la
mJ J JJJ J que todos los sonidos expresados coinciden exactamente con las po­
> > > >
siciones acentuadas. Desprovista de otras articulaciones, esta reali­
1 n n rn n
Jo.

J zación es la materialización más simple de la figura, es la que sustenta


> )o. la pertinencia, y nada puede serle eliminado. Ésta es, pues, la forma
J
> .,.. >

J [J J JJ simple que genera todas las otras realizaciones, la que ocupa el lu­
> > > > > gar de modelo:
J. J J J JJ
> > JI> > >

1n n JJ
.

J n '
i f 1 t 1
> > ,. ,. >
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
J. J J JJ J

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J. J JI J. J
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FIGURA 4.
m n n 1J J '

> � "> > >

J Jn J J !J
Con este ejemplo concreto nos encontramos frente a una situa­
> > > > >
ción singular; en efecto, si de una figura rítmica sólo conservamos los
J. J J J. J
sonidos que llevan acento, eso equivale a anular la oposición entre
sonidos acentuados y sonidos no acentuados, pues en este caso todos
> > > > >

J lJ J J. J
> > > > >
presentan la misma dinámica. Y es precisamente lo que aquí sucede.
JJ J J J J J Esta situación, que puede parecer paradójica, es resultado del es­
> > > > >
paciamiento irregular de los elementos-clave de la figura rítmica
J J n J1 J J n que, eliminando cualquier variación, bastan para garantizar su perti-
nenc1a.

> ,. > > >

tJ J J J. J Es interesante señalar que esta singular figura rítmica no perte­


> > > '> > nece propiamente a los pigmeos aka. No sólo la encontramos en otras
,t J nnmn muchas poblaciones de Centroáfrica, sino que es manifiestamente
> > ">
panafricana: en efecto, su difusión está documentada en el sur del Sá­
J. J J J. hara, en todo el oeste Y centro del continente, y también en Mada­
,.

n
.,.

FIGURA 3. gascar.

218 219
SIMHA AROM M O D E L I Z AC I Ó N Y M O D E L OS E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

L O S C O M P O RTA M IENTOS D E L M O D E L() cularidad de combinar e n una simbiosis música vocal e instrumental
gracias a la alternancia muy rápida, y realizada por una misma per­
En las músicas centroafricanas el comportaniiento de los modelos, su sona, de sonidos cantados y silbados que gravitan alrededor de una
manera de ser, varía según la categoría musical vernácula en cuyo sola nota-pivote, insuf/.ada en una rama de papayo (las notas con un
seno operan. Entiendo por este término un repertorio, a saber, un círculo encima indican el sonido silbado).
conjunto coherente de piezas que poseen propiedades musicales co­
munes, conjunto cuya función está íntimamente asociada a una cir­

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J 114
cunstancia social y/o religiosa propia de la comunidad étnica que lo :.

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1 1 l 1 1 1 J 1 1 1 1 1 1
detenta.
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En un contexto tal el modelo puede presentarse bajo uno de los
. . .
. . . .. •

..
tres aspectos siguientes: puede ser manifiesto o materializado, puede
ser esporádico, o aun implícito o «sobrentendido» . FIGURA 5.
Cuando se realiza tal cual, sin la menor variación y en virtud só­
lo del principio de repetición, el modelo es manifiesto o materializa­
do. En ese caso se comporta como un ostinato estricto. Esta melodía se desarrolla en un ciclo de doce pulsaciones de sub­
El modelo esporádico se diferencia del precedente en que sólo se división ternaria. Tanto por lo que se refiere a la organización de las
materializa de forma discontinua. Puede alternativamente estar ma­ alturas (paralelismo del perfil melódico) como a la de las duraciones
nifiesto o . desaparecer total o parcialmente- durante la interpre­ (distribución idéntica de los valores), permite una división en tres
tación de un fragmento. segmentos iguales, cada uno de cuatro pulsaciones: es lo que mues­
Finalmente, el modelo implícito o <<sobrentendido>> es el que no tra claramente su representación paradigmática. Así pues, si neu­
se revela en 11ingún momento de la interpretación. Se mantiene so­ tralizamos el parámetro de las alturas para sólo observar la estruc­
brentendido o tácito en el sentido exacto del término. tura rítmica, constatamos que ésta es sólo una de las realizaciones
Conviene destacar que en muchos casos, dentro de un contexto más simples del modelo de la figura rítmica que hemos examinado
circunstancial concreto, la materialización de un enunciado musical anteriormente (figura 4 ) , pero en un contexto completamente dife­
no variará durante la interpretación del fragmento. El intérprete es­ rente. Este modelo, tomado de otro sitio, constituye aquí, pues, la
coge una de las posibilidades del conjunto de variaciones que tiene a construcción misma de la melodía; así, « un modelo puede esconder
su disposición, y no la altera en ·ningún momento. En otra ocasión a otro . . . » (figura 6 ) .
·

puede que seleccione otra realización, que no abandonará desde el


principio hasta el final del fragmento.
1
t
l
En las músicas de África central la modelización se puede apli­
1

car a cuatro tipos de producciones musicales: a la rítmica pura ( co­


mo hemos visto hasta aquí) y también a las estructuras melódico­
rítmicas, polirrítmicas y poli(ónicas, de las que voy a tratar a partir . .
o

- .,.
1· -.···-- -·
· · ·r.-· .:
de aquí. En esta región, donde sólo existe inúsica medida, cualquier - �
-

monodia procede, en consecuencia, de una organización melódico­


rítmica. Contrariamente a la figura rítmica examin�da anteriormen­ Q Q o

te, donde el modelo sólo se podía manifestar de forma discontinua, ..___- -¡�--=- --- --t--+ ·
-

el ejemplo que sigue a continuación ilustra un caso en el que la rea­


lización de una 1nelodía no es otra cosa que la reiteración ininte­
rrumpida del modelo; en otras palabras, opera como un ostinato es­ -

.. . .
#
-

tricto. Se trata otra vez de una melodía perteneciente al patrimonio


musical de los pigmeos aka. Su ejecución presenta la rarísima parti- F1c;uRA 6.

220 221
S I M H A A ROM M O D E L I ZA C I Ó N Y M O D E LOS E N LAS M Ú S I C A S DE T R A D I C I Ó N ORAL

En el cuadro de una organización polirrítmica el margen de rea­ f J: =-1 10


lización de que dispone cada instrumento difiere según las respecti­
1
......

vas partes que la pieza precisa. Así, en un ritual de los banda-linda 1 1


que requiere un conjunto de tres tambores el grado mayor de varia­ � - . ---

ción recae en el instrumento más grave. El número de realizaciones *- -- �-- -----_.,_.....,. __-:._.
,--�=====-
del primer tambor, el más agudo, es bastante más reducido, mien­
-
_

tras que el instrumento de registro central se limita estrictamente a la ' 1


materialización del modelo.
En este repertorio particular la pulsación se subdivide en cinco
valores operacionales mínimos: para la parte del primer tambor,
una articulación de 2 + 3, para la del tercero, de 3 + 2, mientras que
el segundo alterna las dos posibilidades combinando 3 + 2 / 2 + 3.
1 1
Al contrario, si el ciclo de los tambores uno y dos corresponde a dos
pulsaciones, el del tercero sólo1.ocupa una. Se encuentra, pues, en una .� - - · J; . _-:- _
- -i...-. -+---.....-: -�-=-- -
_ -
_ ·-

relación de 2: 1 con los otros dos. Señalemos, finalmente, que sólo la


parte del tercer tambor se ve marcada por acentos; la dinámica de los ' 1
otros dos no varía. - - - -- - �

A continuación puede ver·se el modelo de esta polifonía, segui­


do por el paradigma de realizaciones de los tambores prime�o y ter­
cero 3:

IJ._ 1 10
J. J � r r

-
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11

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1 .., 11
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FIGURA
-
-

7b.-Paradigma del tambor 1 .


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-

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·

- )lt-��' Con el propósito de ilustrar las posibilidades de relación entre


-

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• -·-

-- -- -

modelo y realizaciones en una mµsica polifónica, tomaré como ejem­


' plo una pieza también procedente de los banda-linda. Proviene de un
> > > ?
-
- - - '
'
� -- -�
...
repertorio para orquesta de trompas donde cada instrumento emite
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- - - --- -
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un único sonido, a una altura diferente del resto de trompas que par­
-
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...
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1··
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-
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ticipan en la interpretación: se trata del principio del hoquetus. La
J J trama polifónica, extremadamente compleja, es resultado de la im­
FIGURA 7a.-Modelo polirrítmico.
bricación y encabalgamiento de las diferentes partes. Esta música, in­
terpretada siempre en un tempo rápido, necesita cinco partes consti­
tutivas que corresponden a un sistema pentatónico , mientras que
·

el resto de las partes corresponde a duplicaciones en diferentes oc­


3 . Teniendo en cuenta la relación temporal entre el tercer tambor y los otros dos,
la figura que le corresponde se presenta repetida dos veces en el modelo polirrítmico tavas. Algunas orquestas cuentan hasta con una veintena de instru-
.

mentos (ver Arom, 1985).


,
·
global.
·
..

223

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SIMHA AROM MODE LIZACIÓN Y M O D E L O S E N LAS M Ú S I CAS D E T R A D I C I Ó N O RA L

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Parte 1 .

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FIGURA 7c.-Paradigma del tambor 3.

En este repertorio cada parte dispone ·del mismo grado de liber­


tad que las otras (figuras 8a a 8f).

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��"A 225
SIMHA AROM M O D E L I Z A C I Ó N Y M O D E LO S E N L A S M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L

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FIGURA 8d.-Parte 4.

2.26 227
SIMHA AROM M O D E L I ZAC I Ó N Y M O D E LOS E N LAS M Ú S I CAS D E T R A D I C I Ó N O R A L

En ciertos repertorios que implican la presencia de instrumentos desde un punto de vista interno a la cultura tratada. En efecto, co­
melódicos como la sanza o los xilófonos la idea misma de modelo 1 mo justamente señala Jean-Louis Le Moigne:
puede provenir de una concepció11 plural, que revela un afán peda­
gógico: una pieza musical no está caracterizada por un modelo úni­ El n1<>del<) del fenómen<> 11<> es sólo el 111apa de un tcrrit<>ri<.). l.Jega a ser t1n
C(>1ni1<)t1e11te activ<> del sisten1a de n1()delizació11, u n fenón1en<> autón<)mo e11
co, sino que se basa en una serie de modelos sucesivos tres o cua­
cuy<) se11c>, pc>r sirnulacié>n c<>gnitiva, podrán actualizarse fc)rn1as p<)tenciales
tro presentados según un orden progresivo, en el sentido de qt1e a ' de acción Cl 990: 4 1 ).
cada uno de ellos le corresponde un nivel de interpretación musical
de dificultad creciente (Dehoux, 1986). He mostrado en trabajos anteriores (Arom, 1 985) cómo esta ope­
Los modelos progresivos revelan aspectos de uí1 singular interés: ración puede ser efectuada por los mismos detentares del patrimo­
permiten constatar, como si se tratara de transparencias superpues­ nio, que realizan la reconstrucción sonora de las entidades musica­
tas, el arraigo de los rasgos estructurales de la pieza y, al mismo tiem­ les a partir de las simplificaciones deducidas previamente. Cuando
po, ponen de manifiesto la coherencia de su estructura más allá de las los resultados se revelan positivos, entonces tenemos la prueba de
modalidades de sus realizaciones concretas. que el análisis ha sido conducido de forma adecuada de principio
a fin.
Después de haber pasado del objeto a su modelo, debemos pro­
ceder en sentido contrario: debemos reconstruir el objeto a partir
LA VA l. I D A C I Ó N D E L M O D E l.O del modelo con el fin de verificar que este último ha sido deducido
correctamente. En efecto, como hace notar Jean-Claude Gardin,
Desconocedor a priori del sistema que investiga y del código que lo
sustenta, el etnomusicólogo tendrá que elaborar un método capaz de el 1nodelo debe de ser expresado en u n le11guaje tal qt1e se pueda, a partir de
lc>s sig11c)s y de l a gran1ática que lo CC)nstituyen [ .. . ], reconstituir, si no reha­
conducirle desde la descripción del mensaje hacia el descubrimiento
cer, el objeto sing11 larizado por el modelo; o, aun, resituarlo o localizarlo
del código. Un proceso como éste, forz!osamente analítico, se propo­ entre tod<)S 1<>s otros objet<)S conocidos ( ideal1nente) del dominio de re­
ne recorrer el conjunto de los diferente s niveles de caracterización o ferencia (1.974: 1 06).
de descripción a partir de los cuales se organiza la materia musical.
Con el fin de que el análisis sea válido, el investigador debe utilizar De este modo, el modelo se encuentra situado en la convergen­
procedimientos explícitos, es decir, reproducibles, que permitan ge­ cia de los procesos de análisis y de validación. Punto final del proce­
nerar nuevamente elementos pertenecientes al corpus descrito. Sólo so analítico, es también el punto de partida del proceso por el que el
al final de un proceso de esta índole el analista obtiene la prueba de análisis podrá ser validado:
que ha conseguido caracterizarlo.
El obj etivo del analista es conseguir caracterizar una música I...a
re-pr()ducción de u n granit<> de sí11tesis tan bueno co.tno el granit<) natu­
gracias a la descripción de sus rasgos distintivos y, en consecuencia, ral -es decir, d<)tado de las misn1as propiedades- es l a única prueba irre­
futable de qLte e l ITI<.) delc) mineralógico era acertado; l a re-producción de u11
determinar lo que la singulariza. Una vez realizado el análisis, nece­ poe111a « falso », pero del qt1e los entendidos afir1nan que es verdadero, es la
sita validar sus resultados. única pruel> a irrefutable de la b<)ndad del 1nodelo ( Gardin, 1 974: 2 7).
Esta validació11 exige que sea desvelado el modelo del objeto con­
siderado, o sea, la simplificación hasta la que se puede reducir su sus­ En nuestra disciplina específica la modelización presenta una ven­
tancia, pero que al mismo tiempo contiene el conjunto de sus rasgos taja suplementaria: cuando ya todas las piezas de un repertorio co­
pertinentes. Este modelo, por más esquemático que pueda ser, debe herente es decir, de una categoría han podido ser modelizadas;
dejar aparecer la singularidad del objeto. Si responde a esta exigen­ cuando, además, han podido ser deducidos los principios que deter­
cia, queda ya automáticamente validado. minan la generación de las realizaciones de cada pieza a partir de su
Pero entonces se hace necesario, a partir del modelo así validado,

modelo, entonces la descripción detallada de cada una de las piezas


que sea posible reproducir nuevamente objetos; en otras palabras, se torna superflua. En efecto, el conocimiento de los principios de or­
elaborar nuevas realizaciones que sean equivalentes al objeto inicial ganización comunes a todas las piezas de una categoría basta por sí

228 229
MO D E L I Z AC I Ó N Y M O D E L O S E N LAS M Ú S I C A S D E T R A D I C I Ó N O R A L
SIMHA AROM

mismo para llenar la distancia que separa, en cada una de ellas, el habilidad a través de sus producciones. En estas circunstancias no po­
rnodelo de sus realizaciones posibles. demos más que suscribir la afirrnación de Jean-Louis Le Moigne:

L<>s saberes met()d(>lógicos de los tejedores y los mecánicos, de los inúsicos


y los at(l uitect<)S [ . . . J son te<>rizables, genera liza hles y e11señal)les. L<>s pr(>­
NIVELES Y ASPECTOS D E LA M() D E LI Z A C I Ó N ces<>s cognitiv<)S c1ue l<>s ejercen s<>n i11telígil)les p<>r algun<)S síste111as de c<>n1-
putaci{>n de sí111b(>los, y est(>S tnodelos so11 lc>s de saberes científicc>s pr()dt1-
La actividad de modelizar no se limita necesariamente a la reconsti­ cid<>s por el sujet<) activo que vive la experiencia.
tución de objetos concretos, como sería un fragmento o un reperto­
rio particular. El mismo procedimiento puede destinarse a explorar o Nuestro procedimiento consiste, pues, en «estudiar cómo opera
reconstruir ciertas propiedades de los componentes abstractos, de­ la inteligencia, qué medios y maneras emplea para construir un mo­
I
ducidos a través del trabajo qe análisis y correlación. delo relativamente estable y regular a partir de la experiencia de que
De esta manera, una vez ya verificados en un área cultural cier­ ésta dispone» ( Le Moigne, 1990: 1 58-159).
tos modos de organización entre alturas o entre duraciones, podemos En etnomusicología, igual que en otras disciplinas, es ésta la mis­
dedicarnos a describir las propiedades generales de los parámetros de ma finalidad que persigue el investigador cuando trata de corroborar
altura y duración según se nos han manifestado en dicha área. la coherencia que él postula en una actividad reconstruida sobre la
En este nivel del estudio el modelo ya no tiene como finalidad base de los materiales recopilados, a través de los juicios cognitivos
la validación sólo a través de la reconstrucción de un objeto, sino emitidos por los miembros de una comunidad.
que, en un plano más abstracto, opera con fines de interpretación En este sentido, la experiencia confirma la hipótesis según la cual
o de comparación. Desde este momento, la finalidad del proceso ya cuanto más numerosos son los puntos de intersección entre estas
1 dos operaciones, más sólido es el terreno bajo los pies del investiga­
no es describir clases de objetos, sino clases de propiedades, de re­
laciones o, aun, de procedimientos. De esta manera la modelización dor, y más débil será el riesgo de proyectar sus propias referencias cul­
puede tomar en consideración componentes como los sistemas de turales sobre un saber grabado en el patrimonio inmemorial de los
intervalos, la organización (simétrica o no) de los bloques periódi­ Otros.
cos o las formas de afinación de los instrumentos: a medida que au­ 1
mentamos el grado de abstracción, la noción de modelo cesa de apli­
carse al todo y pasa a aplicarse sólo a uno de los componentes o BIBLIOGRAFÍA
parámetros; cuanto más general es el modelo, menos discriminati­
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de trabajo que les proponemos. LAF.
Que este saber sólo raramente sea explícito no coloca a la etno­ Dubois, J. et al. ( 1973) Dictionnaire de linguistique. París: Larousse.
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230 231
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[Trad. cast.: Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1 945.]

El contexto para este ensayo sobre universales es, paradójicamente,


la preocupación actual y omnipresente por la variabilidad de los con­
textos culturales. Mi premisa es simple: no se puede comprender y
explicar la variabilidad de las culturas humanas mientras no se ten­
ga una apreciación de las constantes implicadas en su formación. En
lo que sigue he tratado de ser específico y concreto sobre la relevan­
cia de los universales para la teoría, la historia y la reflexión crítica
! sobre la música.
Dado que todos somos producto de un tiempo y un espacio espe­
ciales y limitados, nuestros comportamientos y creencias están inva­
riablemente influidos por las circunstancias culturales y personales en
las cuales nos encontra1nos. Pero, no hace falta decirlo, de este «rela­
tivismo de procedencia» no se sigue que la significación y validez de las
obras de arte, de las teorías, etc., estén confinadas al tiempo y lugar
de su génesis. Si así fuera, el arte del pasado (por ejemplo las piezas te­
atrales de Sófocles) y las acciones de los protagonistas de la historia

( * ) Tomado de L. B. Meyer ( 1 998) «A Universe of Universals» . The ]ournal of


Musicology, 1 6 ( 1 ): 3-25. Traducción de Ramón Pelinski.
1 . Mi agradecimiento a Harold S. Powers por sus comentarios y sugerencias pa­
ra mejorar este ensayo. Mi deuda con Janet M. Levy es excepcionalmente grande y
profunda porque ella no sólo hizo críticas penetrantes sino que también frenó mi ten­
dencia a la especulación autocomplaciente y tangencial. Este ensayo fue presentado
por vez primera como la decimoquinta Conferencia anual Martin Bernstein en el De­
partamento de Música de la Universidad de Nueva York.
...

232 233
LEONARD B. MEYER U N U NIVE RSO DE UNIVERSALES

(César cruzando el Rubicón) serían incomprensibles. Y lo mismo es gía que he estado describiendo puede considerarse una especie de em­
cierto con respecto a los conceptos, sea en las ciencias o en las huma­ pirismo selectivo. Esto es, como sucede en la selección natural, eli­
nidades. La teoría darwiniana de la evolución está indudablemente en­ mina hipótesis insostenibles, permitiendo resistir a otras.
deudada con el contexto industrial-capitalista del siglo X I X . Sin em­ Este punto de vista tiene implicaciones importantes para el flo­
bargo, la validez de la teoría no depende de su procedencia, sino de la reciente campo de la interpretación. En esta época de proliferación
validación empírica de las implicaciones derivadas de la teoría. Esta de la información libros, periódicos e internet- resulta virtual­
observación llama la atención sobre cuestiones de metodología. mente imposible estar al tanto de todo lo que se publica en nuestro
propio campo de investigación. En las artes un resultado de esto ha
sido una plétora de interpretaciones basadas en las respuestas perso­
M F�TO D O L O G Í A nales de un crítico individual, las cuales permiten a este crítico no ha­
cer caso de la literatura existente sobre la obra que se interpreta.
Comprendemos el mundo a través de una colección a menudo tácita El antropólogo Clifford Geertz señala lo que considera el pro­
de suposiciones sobre la naturaleza de las cosas, desde los asteroides blema central en la presente boga de la interpretación:
hasta las cebras. Puesto que nuestro conocimiento de este mundo
(su pasado, presente y futuro) es siempre parcial, las teorías cambian, El pecado dorr1inante de las aproximaciones interpretativas a cualquier cosa
y de esta variabilidad algunos han inferido que la verdad no es más
-literatura, sueñc>s, sÍ11t<)1nas, cultura- consiste en resistir [ ... ] la articula-
ción cc>nceptual y así escapar a modos sistemáticc>s de juicio [ ... } Prisionera
que una construcción social contingente 2• No obstante� si bien es de la inmediatez de su propi<) detalle, [una interpretación] se presenta come)
plausible argumentar que las teorías y las hipótesis sobre las cuales autovalidante, o, peor, como validada por Ja sensibilidad supuestamente de­
están fundadas no pueden ser confirmadas inequívocamente, ellas sarr<>llada de la persona que la presenta ... ( 1 973: 24).
pueden ser, y lo han sido, decisivamente falsadas 3 •
'

En otras palabras, cuando sometemos a prueba una hipótesis nos Para decirlo brevemente, aunque estemos completamente de
enteramos si, dados el conocimiento existente y los métodos experi­ acuerdo con una interpretación, a menos que la evidencia y el ar­
mentales, es efectivamente viable o puede mostrarse que es errónea. gumento implicados en su formulación puedan ser comprehendi­
Y como algunas hipótesis son restringidamente válidas o son del to­ dos, la interpretación está bajo sospecha. Como en el caso de las hi­
do descartadas, mientras otras sobreviven al calor de la prueba, la va­ pótesis, la cuestión es: ¿ en base a qué razones puede falsarse una
lidez de las que sobreviven probablemente aumenta 4 • La metodolo- interpretación?
El empirismo es indispensable precisamente porque contiene en­
cuentros con el mundo fenoménico que nos fuerzan a elegir entre in­
l terpretaciones. Lo que es crucial es saber si todas y cada una de las
2. Los datos -los hechos, el «qué» del 1nL1nd<>- pL1eden ser, p<)t supuesto, veri­ interpretaciones de un fenómeno digamos, una obra de arte son
ficados completa1nente. Y quizás sea p<>sible confirmar las predicciones derivadas de
una tec)ría particular. Perc) las razo11es -los «porqués» del mu11do- sólo pueden ser igualmente sostenibles 5• Si esto fuera así, entonces las interpretacio­
verificadas provisionalmente. Esto es así porque otra teoría pc>dría explicar más rela­ nes serían análogas a aquella situación social criticada por el duque
ciones, <> las 1nisn1as relacion.es de manera más elegante, <) porque dat<)S descubiertos ,
p<)steriorn1ente podrían poner en duda la teoría. John D. Ster1na11, por eje1npl<>, sos­
tiene que «Toda teoría no tautológica (esto es, toda teoría que se refiera al mundo) es
indetcrn1inada y pc)r le> tanto inveríficable ... » ( 1 994: 329). hipótesis reposa en gran parte sol)re st1 relación -o su encaje- con una red de otras
3. El biólogo John C. Eccles, por ejemplo, tuvo «una ilu111inación repentina -la hipótesis, de las cuales por lo me11os algunas han sido probadas.
llamada hipótesis Golgi-cé1ula de la inhibición cerebral- y algunos años .más tarde A� nque tiene que ser i1nparcial, tal detnostraci{}n 11<> necesita ser explícitamente
se de1nc)stró que era falsa» ( 1 985: 144). Para dar un ejemplo de la historia de la mú­ experimental. Crucial es 1<) que Stuart Ha1npshire llaina desapasi<>nado « procese>
sica: varios investigadores han sostenido que las relaciones tonales a gran escala eran procedimental » (ver 1 993: 46 ).
la base de la coherencia e11 las é)peras de Mc)zart. Pero, como J<)hn Platoff y otros han 5. Una ejemplar coleccié>n de ensayos interpretativc)s esclarecedc)res de la cual
rnosrrado, la evidencia de las obras de Mozart y sus contemporáneos indica que esa todos poden1os apre11der es The Pooh [Jerplex de Frederick C. Crews ( 1 963 ). A pesar
hipótesis es, al menos, cuestionable (ver I>latoff, 1997: 139-74). . . d� las muchas virtudes de la colección especialmente la divertida redada de pu11tos de
4. Las hipótesis no existen en espléndido aislamiento sino en relación con un cua­ v1st� her�enéuticos� hay una omisión llamativa: ¡ no ha sido incluida ninguna de las
dr<) teórico, aunqt1e sea i11forma]mente concebido. El valor, si no la validez, de una posibles interpretaciones de Winnie-the-PfJoh en términos de teoría de la música!

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LEONARD B . MEYER U N UNIVERSO DE U NIVERSALES

de Plaza-Toro en Los gondoleros de W. S. Gilbert: « ¡ Cuando cada terval<)S menores que un semitono casi siempre sirven como inflexión
quien es alguien, entonces nadie es nadie ! » . de los tonos estructurales 9•
Más importante aún es que la cantidad de información que la
mente hun1ana puede procesar está limitada por las capacidades cog­
LJ N I V E R S A L E S " nitivas humanas. En general, la sobrecarga cognitiva, que puede ser
fu11ción ya de la cantidad ya de la velocidad del input del estímulo,
Para explicar por qué los seres humanos piensan, responden y eligen crea confusión y ansiedad. En nuestra época de recursos electróni­
dentro de un determinado contexto cultural e histórico es necesario dis­ cos esta posibilidad resulta ser muy real. Incrementar vastamente la
tinguir aquellas facetas del comportamiento humano que s0n apren­ j
cantidad de información que la mente debe procesar por ejem­
didas y variables de las que son innatas y universales 7• Pero es un error plo tocando simultáneamente grabaciones de varias sinfonías dife­
-aunque común conceptualizar el problema como una búsqueda rentes es buscar la vacuidad del ruido blanco. Limitada es también
de universales « musicales>> . No hay ninguno. Sólo existen los univer­ la velocidad del procesamiento de la información y la respuesta
sales acústicos del mundo físico y los universales bio-psicológicos del muscular (ver Platt, cit. Meyer, 1 967: 272).
mundo humano. Los estímulos acústicos afectan a la percepción, la Más específicamente, el número de elementos en toda relación
cognición, y por ende la práctica de la música solamente a través de comprehensible está limitado por las capacidades cognitivas de la
la acción restrictiva de los bio-psicológicos 8 • mente humana lo que el psicólogo George Miller llamó « El mági­
Mi discusión de los universales bio-psíquicos se divide en cinco co número siete, más o menos dos>> ( 1 956: 8 1 -97) . El repertorio de
tópicos: las restricciones neuro-cognitivas, los parámetros sintácticos tonos en la música de la mayor parte de las culturas está limitado por
y estadísticos, la clasificación, las estructuras jerárquicas y la redun­ este universal. Así también lo está el número de elementos que for­
dancia. man patrones en los varios niveles de una jerarquía musical el nú­
mero de motivos en las frases, de frases en los temas, de temas en las
Restricciones neuro-cognitivas secciones, etc.

La limitación del número es importante. Igual que, por ejemplo,


Los tipos de relacion�s que pueden ser percibidas y procesadas por la l los edificios crecen en tamaño no porque sus c�mponentes (postes y
mente humana están limitados por universales neuro-cognitivos. Y vigas, ladrillos y clavos) se agranden, sino porque crece el número de
estas restricciones dan cuenta de varios rasgos de la música, tanto la componentes; y así como los organismos vivientes crecen no porque
no-occidental como la occidental. Para mencionar un caso obvio, la expandan la dimensión de unidades tales como las células, sino por­
distancia mínima en la frecuencia entre dos alturas de una escala de­ que incrementan su número, así también las piezas de música crecen
pende de la discriminación auditiva humana. Como resultado, los in- no expandiendo la dimensión de los elementos básicos sino incre­
mentando su número. Por ejemplo, mientras los movimientos sinfó­
nicos de Bruckner son mucho más largos que los de Mozart, sus
motivos, frases, temas, etc., son más o menos de la misma lon.gitud.
6. Lc)s universales S<)J1 relacic)nes inmutables y restrictivas en los 111undos físico, Y las formas pueden expandirse por la adición de secciones extensas,
bic)]()gicc) y cultt1ral. Pero se puede calificar o resistir su acci{)n. I a gravedad es un uni­
como es el caso de los segundos desarrollos en las codas (ver, entre
..

versal, pero tantc) los pájaros como los aviones vuelan. Por supt1est<>, tal resistencia in­
volucra restricciones especiales y suficientes: por ejemplo, alas y músculos; alas y mo­ otros, Hopkins, 1 9 8 8 : 393-4 1 0; Morgan, 1 993: 357-76).
tores.
7. Desde este punto de vista, parece sorprendente que los etnomusicólogos, que
están especial y explícitamente preocupados por la variabilidad cultural, no se hayan
interesado más por lo que es constante en la conducta humana. Quizás su preocupa­
ción por la peculiaridad de las culturas los ha llevado a desatender los universales, in­ 9. Digo «casi» porque es p<>sible idear escalas rnicrotonales en las cuales, por ejem­
cluso los de la biopsicología humana. plo, se supo11ga que doce o dieciséis tonos sean estructurales. Pero, por lo que yo sé,
8. Utilizo el términ<) « bio-psicológíco» porq11e la comprensión y la respuesta a la ninguna escala de esta clase ha llegado jamás a C<)nstituir restricciones culturales com­
música incluyen restricciones que no suelen pensarse como psicológicas, por ejemplo, pa::-tidas; y, a menos que la audición Y Ja cognición humanas cambien significativa­
las fisiológicas tales como la tensión muscular. mente, es dudoso que tales escalas lleguen a serlo jamás.

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LEONARD B. MEYER U N U N I V E RSO DE U N I V E R SALES

Es obvio que el aumento del tamañ.o está limitado tanto por la cia) y la duración, que son la base para la melodía, el ritmo, el me­
cultura como por la naturaleza. En el siglo X I X la valoración de lo su­ tro y (en la música occidental) la armonía. Dado que las probabili­
blime, de la magnitud como símbolo de poder, y el gusto del público dades y las posibilidades (en buena medida aprendidas) que gobier­
por lo que yo llamo « clímax estadísticos » (véase más abajo) lleva­ nan las sucesiones en estos parámetros pueden ser la base de u11a
ron a aumentar la longitud y la a.mplitud de las obras sinfónicas 1 0 • sintaxis, los he llamado « sintácticos» 1 3 •
Pero la manera en que se dieron tales aumentos estuvo gobernada por Para que surjan relaciones sintácticas los elementos comprendi­
los universales cognitivos. dos en un parámetro tienen que relacionarse mutuamente de forma
La longitud de un elemento o patrón a cualquier nivel jerárqui­ funcional, por ejemplo, sensible/tónica o alzar/dar. La diferenciación
co también parece ser función de la frecuencia de su uso en un mo­ funcional es un universal operativo en todos los dominios del ser:
vimiento. De manera análoga a la ley de Zipf en el lenguaje, parece explica por qué la coherencia de un pez estrella es mayor que la de
que cuanto más frecuente sea la aparición de un patrón, tanto más un arrecife de coral; por qué un movimiento en forma de sonata es­
breve tenderá a ser 1 1 • La relación del tamaño con la cantidad parece tá, por norma, tejido más estrechamente que un movimiento en
ser un universal en otros dominios diferentes a la conceptualización forma de tema con variaciones; y por qué en la música de casi to­
humana: por ejemplo, en el dominio de los organismos cuanto más das las culturas los repertorios de tonos y duraciones son no-uni­
elevado es su número, tanto menor es su tamaño (hay más moscas formes.
que seres humanos, más seres humanos que elefantes). Para tomar el ejemplo más claro, en todo sistema tonal sintácti­
La relación de tamaño y frecuencia con la forma es un área de la co hay intervalos mayores y menores. La probabilidad de que esta
teoría musical y de la historia que merecería un análisis más escru­ proclividad a segmentar el continuum de la frecuencia en intervalos
puloso y sofisticado que el recibido hasta el presente 1 2 • de diferente tamaño sea un universal se encuentra apoyada por el des­
cubrimiento reciente de una antigua flauta de hueso (de aproxima­
Parámetros sintácticos y estadísticos damente 43 .000 años de antigüedad) en la cual los espacios entre
los agujeros son patentemente desiguales, sugiriendo la posibilidad
Debido a las capacidades innatas de la mente humana, algunos pa­ de una organización diatónica de los tonos (ver revista Science, 1997;
rámetros del sonido pueden segmentarse en estím11los perceptual­ Fink, 1 998 ).
mente discretos y proporcionalmente relacionados que, de ese modo, De manera semejante, la existencia de grupos rítmicos depende
pueden servir de base para la categorización auditiva. En la mayor de la diferenciación de duraciones, acentos, o de ambos. Así que, cuan­
parte de las músicas del mundo tal es el caso de la altura (frecuen- to más semejantes sean dos estímulos, tanto mayor es la posibilidad
de que el siguiente sea diferente. Es en gran parte debido a esta res­
tricción por lo que, como observó Alfred Lorenz, la música de Wag­
1 O. Según el tatnañ<> fue aumenta11dc), la base de la uni clad se volvi{) una preocu­ ner se caracteriza por la forma bar (esto es a + a' + b, ó 1 + 1 + 2) 1 4 •
.
pació11 consciente 1-,ara compositores y teóricos. Influidos por las creencias del ro­ Y también el lengua je está afectado por la necesidad de diferencia­
n1anticism<>, el cc>ncer>to y la práctica C(>mpositiva fueron cambiando de una co­ ción, por ejemplo, en Tyger (a), Tyger (a), burning bright (b). Dicho
herencia basada en la difere11ciación (c<>mbinada co11 procedimientos formales
convencionales) a una C()herencia basada en medios aparenteme11te más naturales,
tales C(>ffi<> la similitud motívica y el desarrollo melódico gradual (por eje1nplo la Idée
(ixe (le Berli<>z y el Leitmotif de Wagner).
1 1 . La l<)ngitt1d está también relacic)11ada, según ere(), con la presencia de func � o- 1 3 . Est<> llama la atención sobre el hecho de que hay aspectos de la conducta hu­
11a Jidad. Parece pc)sible (aunque no necesario) que los patrones gobernados func10- mana tales con10 el Jenguaje y la sintaxis musical que sc>n universales en el dominio
naln1e11te puedan ser más largos que los no funcionales. de la bio-psicología pero variables, aunque gobernados por normas, en el dominic> de
12. IJa relació11 entre tamañ() y estructura ha recibid<> una cc)nsiderable ate11ción la actualización cultural. La naturaleza de divers<>s d<)minios de restricciones -de le­
en las ciencias. Según el biólogo Michael La Barbera, por ejemplo, «El tam� ño, en sí }'es, normas y estrategias- se discute en mi Style and Music (Meyer, 1 98 9 : 1 3-23 ).
y por sí mismo, afecta a casi todos los aspectos de Ja biología de un organ1smo. En 14. La ubicuidad de las formas bar en la música de Wagner es significativamente
. , .
realidad, los efectos de la dimensión absoluta son tan ricos en intuiciones b1olog1cas una función de la valoración cultural/estilística de la apertura armónica (tipificada en
que el campo ha obtenido un nombre para sí -scaling (puesta en escala)-» ( 1 996: frecuentes cadencias rotas) . En otras palabras, en ausencia de un cierre armónico cla­
1 9; ver también Weste, Brown y Enquist, 1 997: 122-26; Soltis, 1 997: 327). ro, las formas bar proveen la articulación que crea estructura.

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LEONARD B . MEYER UN UNIVERSO DE UNIVERSALES

a la inversa, la uniformidad (una sucesión de tonos enteros o dura­ La distinción entre parámetros sintácticos y estadísticos puede acla­
ciones iguales) imposibilita la funcionalidad y, por tanto, la estruc­ rar las relaciones en el dominio de la teoría. Por ejemplo, la disonancia
15
turación jerárquica • tonal, que es cuestión de función sintáctica, necesita ser distinguida de
Sin embargo, las restricciones cognitivas innatas no segmentan una discordancia acústica, que es cuestión de cantidad estadística.
otros parámetros de sonido en relaciones discretas y proporciona­ Así, el intervalo de séptima menor en un acorde de séptima dominan­
les. Por ejemplo, no hay rela�ión en el dominio de la dinámica que te implica una resolución debido a nuestra comprensión de la sintaxis
corresponda, digamos, a una · t�.rcera menor o a un ritmo con punti­ tonal. Pero las implicaciones de una séptima menor en un acorde de
llo. Y lo mismo es verdad CQn respecto al tempo, la sonoridad y el dos cuartas perfectas son enigmáticas porque éstas no están obligadas
timbre. La dinámica puede se� más fuerte o más suave, los tempi más por una sintaxis común. Contrariamente a la disonancia, que es fun­
rápidos o más lentos, las sonoridades más tenues o densas, etc. Pero cional, la discordancia es estadística una cuestión de cantidades que
no pueden ser segmentados en relaciones perceptualmente discretas 1 6 • resulta de factores tales como la proximidad de tonos que suenan si­
Dado que estos parámetros son percibidos y conceptualizados en tér­ multáneamente y sus parciales, los niveles de ataque y de dinámica, las
minos de cantidad más que de relaciones de clase o especie (tales co­ propiedades acústicas de los instrumentos, etc. . Así Schonberg tenía
mo « tercera mayor» o « antecedente-consecuente>> ), los he llamado razón cuando hablaba de la «emancipación de la disonancia» , mien­
« estadísticos>> . tras que la discordancia resta como un universal no liberado.
Las tensiones implicativas de los procesos sintácticos y las ten­ La consciencia de la acción de estos universales cognitivos es vi­
siones corporales de los procesos estadísticos (i.e., patrones de dura­ tal para una comprensión de la historia de la música occidental en los
ción insistente, rapidez inusual, dinámica intensa, registros extremos, siglos XIX y xx. La atenuación de la tonalidad, y por lo tanto de la
etc.) parecen estar inversamente relacionadas. Cuanto más vigorosas función sintáctica, condujo a una dependencia mayor de relaciones
son las unas, tanto menos compulsivas son las otras. Ésta parece ser de similitud como base para la forma y la coherencia. Sin embargo,
la razón por la cual un adagio lastimero parece más emotivo que un como la similitud no puede engendrar diferenciación funcional, la for­
presto persistente, y por qué la tensión motora excesiva parece exci­ ma pasó a depender cada vez más de la estructuración de parámetros
tadamente activa pero no muy <<emocional>> . Dicho crudamente, una estadísticos. En términos más generales, las relaciones de similitud ge­
actividad motórica marcada tiende a disminuir la tensión cognitiva­ neran coherencia de clase (por ejemplo, una reunión de gansos, una
mente generada (la gente va al gimnasio para desahogarse de las frus­ colección de ciudadanos, etc.) en vez de coherencia creada por una
traciones de su trabajo). De la misma manera, la música altamente diferenciación funcional 1 8 •
motriz por ejemplo la obertura Guillermo Tell de Rossini repri­
17
me una experiencia abiertamente emocional • Clasificación

Nuestra proclividad a entender el mu.ndo en términos de clases en


1 5 . La i1nportancia de la diferenciación en la modelización de las relaciones mu­ la música: clases de tonos, intervalos, formas, géneros, voces, instru-
sicales (en varios niveles jerárquicos) se discute en Emotion and Meaning in Music
( 1956 y 1974: 1 1 63- 1 1 78).
16. Hay distinguidos teóricos que sostienen que los tempi pueden ser compren­ cuanto menos enfática es una acción motórica, tant() más prc>bable es una desviación
didos en términos de proporción (ver, Epstein, 1 995), y otros que han tratado de cons­ (ver Meyer, 1956: caps. 6 y 7).
truir una te()fÍa de la sucesión de sonoridades. Si bien )T<) estoy francamente poco se­ Esta hipótesis puede ser probada empíricamente estudiando las grabaciones del
guro sobre la percepción de las relaciones de tempo, soy más que escéptico en lo que mism<) intérprete ejecutando obras co11 tempi bien difere11tes y midiendo los grados de
atañe a la existencia de restricciones que gobierner1 la sucesión de los timbres. Como desviación de la duración y/o de la altura con respecto a las diferencias de tempc;. Hi­
es el caso de los otros parámetros estadísticos, tempi y timbres se comprenden cogni­ pótesis: tempi lentos, dinán1ica suave y acción motriz no enérgica dan por resultado
tivamente como continua; y si bien las diferencias tímbricas crean un sentido de arti­ una marcada desviación.
culación, parece que no hay una disposición cognitiva inherente que relacione dife­ 1 8. Inversamente, la diferenciación funcional es lo que distingue la vuelta de la
rentes timbres entre sí de manera consistente. reiteración. Dicho en f<)rma demasiado simple: dado que la recapitulación de un ino­
1 7. Estas relaciones derivan de la hipótesis de que la desviació11 de la regularidad vimiento en forma sonata está separado de la exposicíón por la tensión funcional de
es una fuente de experiencia afectiva. Y esto es así porque cuanto más enérgica es la la sección de desarrollo, la vuelta al primer tema se entiende más como un «retorno»
regularidad de la acción motriz, tanto menos probable es la desviación; y, a la inversa, que como una «re1terac1o n» .
. . ,;

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LEONARD B. MEYER U N U N IVERSO DE U N IVERSALES

mentas, conju.ntos musicales, etc. es una consecuencia de la capa­ tuamos en el mundo. A pesar del relativismo epistemológico actual­
cidad finita de la mente humana y de la necesidad resultante de eco­ mente de moda, cuando cambiamos conceptos de clase es porque hay
nomía psíquica. A la inversa, si cada sonido o relación sonora fueran realmente allí fuera un rn.undo fenoménico un mundo que no hici­
percibidos como únicos, la cantidad de información a procesar y a mos nosotros . Y cuando las teorías vigentes y sus categorías con­
almacenar en la memoria sería aplastante. Y como formarse una idea, comitantes no se acomodan a datos recientemente descubiertos, las
lo cual depende de una generalización según clases, sería imposible, revisamos o, quizás, las abandonamos.
también lo sería una elección inteligente 1 9 •
Los conceptos de clase son también importantes porque el feed­ Estructuras jerárquicas
back entre el concepto y la elección ha influido significativamente Como la clasificación, la estructuración jerárquica es una manera eco­
en la historia humana. En la historia de la música, una vez una rela­ nómica de almacenar información en el cerebro. Y así como las res­
ción replicada ha sido conceptualizada como una clase, ambas, la tricciones cognitivas generan dos grandes clases de parámetros, así
teoría y la práctica, cambian para siempre. Por ejemplo, una vez que también engendran dos tipos comparables de jerarquías: sintácticas
un conjunto de relaciones fue aonceptualizado como <<forma sona­ y estadísticas.
ta » , la elección del compositor dej ó de consistir en la tácita com­ Las jerarquías sintácticas son discontinuas en el sentido de que
prensión de una práctica, para crear en términos de « tonalidades» , sus relaciones funcionales cambian de un nivel a otro. La forma en
«temas» , «secciones de desarrollo», etc.20• que se combinan los átomos para formar moléculas en la naturaleza
El proceso de clasificación se refuerza por medio de lo que los psi­ no es la misma que la forma en que las moléculas se combinan para
cólogos llaman percepción categorial, la cual es evidentemente un uni­ formar células vivas, y esto mismo vale para las relaciones de las cé­
versal integrado en el sistema nervioso, aunque las categorías parti­ lulas con los órganos 22 • Y es debido a la discontinuidad jerárquica
culares efectivamente diferenciadas son en su may..or parte aprendidas. por lo que las frases y no los parágrafos, secciones o argumentos ha?
Por ejemplo, una vez que las relaciones tonales de la música occidental constituido el centro de atención del análisis lingüístico. En la músi­
han sido aprendidas como categorías de la percepción, si el tercer gra­ ca tonal las probabilidades de las progresiones de acordes en primer
do de la escala mayor se baja gradualmente, lo que nosotros percibi­ plano son diferentes de las probabilidades en la sucesión de áre� s
mos es una tercera mayor cada vez más desafinada, hasta que, en cier­ tonales; y el modo en que las notas se combinan para formar moti­
to punto, ocurre un cambio y entonces percibimos una tercera menor. vos es diferente al modo en que los motivos forman frases. En con­
Si no fuera por la percepción categorial, la blue note hubiera perdi­ secuencia, parece improbable que diferentes niveles de una jerarquía
do hace rato su color 2 1• funcional, sea en la naturaleza sea en la cultura, estén gobernados por
La necesidad universal de clases conceptuales es evidente en el he­ un solo tipo de proceso o de estructura.
cho de que nos apegamos a tales clases hasta que somos obligados a Por contraste, las jerarquías estadísticas son continuas, en el
abandonarlas. Procedemos así porque las clases son la base para las sentido de que las restricciones que gobiernan los patrones se man­
«teorías» relacionales en cuyos términos concebimos, elegimos y ac- tienen constantes de un nivel a otro. En la naturaleza los patrones
fractales ejemplifican una continuidad jerárquica; por ejemplo, el
reportero de Science Times, Malcome Browne, escribe que « la línea
19. Aunque conceptualizar relaciones er1 términos de clases es indispensable, hay de una costa [ . . . ] muestra la misma a.pariencia general vista de lejos
un peligro en ello: el peligro de la reificación -de tratar una clase, abstraída a partir que de muy cerca» ( 1 991 ) 23• En música la «Transfiguración>> de Isol­
de un número de casos, como si ella misma fuera el fenómeno real.
20. El biólogo Ernst Mayr ha observado que no hay feedback en la naturaleza: «la da es un ejemplo de una jerarquía estadística en cuanto que las más
variación es completamente independiente del verdadero proceso de selección» ( 1988: 98).
Esto llama la atención sobre una diferencia decisiva entre evolución biológica e
historia humana: esto es, los conceptos, clases y teorías creados por los científicos, cien­
tíficos sociales y humanistas son responsables de muchos de los cambios -las «va­ 22. Fran�ois Jacob escribe: « Las reglas del juego difieren a cada nivel. Nuevos
riaciones»- que constituyen la historia humana. pri11cipios tienen que ser elaborados en cada nivel» ( 1 982: 23).
2 1 . Literalmente, «nota azul». Se refiere a la denominada «tercera neutral» de la 23. Antes de haber leído nada sobre fractales, yo llamaba estas curvas «estadísti­
escala del blues y otros géneros en la música afroamericana. [N. del T.]
cas», y curiosamente el análisis de las muestras fractales es esencialmente estadístico.
·
,

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LEONARD B. MEYER U N U N IVERSO DE UNIVERSALES

pequeñas curvas en forma de arco están formadas de la inisma ma­ proposiciones sobre fenómenos: son fenómenos, fenómenos que se
nera que los arcos más amplios que constituyen la curva dinámica en valoran por las experiencias específicas que proporcionan. Y por­
su conjunto 24• que es difícil describir y explicar completamente tales experiencias,
La preocupación relativamente reciente de los teóricos musica­ creemos que son profundas y a menudo « inefables» 26 •
les por el análisis detallado de la estructura jerárquica ha llevado a
un incongruente acoplan1iento un acoplamiento de ideología del Redundancia
siglo XIX con ciencia del siglo XX . Lo que parece ha her sucedido es
lo siguiente: la estima romántica por los misterios de lo « profundo» Como la clasificación y la estructuración jerárquica, el papel universal
en palabras de Wordsworth, los « pensamientos que a menudo ya­ de la redundancia en la comunicación humana es una consecuencia
cen más hondo que las lágrimas» condujo a valorar lo que se en­ de nuestra capacidad cognitiva finita. La redundancia no sólo limita
cuentra bajo la superficie de las cosas. Tergiversando esta creencia, la cantidad de información que la mente tiene que procesar, sino que
teóricos en más de un campo han sido persuadidos a creer que el «ni­ también disminuye los efectos de la interferencia externa y de . las faltas
vel más profundo de la estructura » por ejemplo el Ursatz schen­ de atención. Por ejemplo, dado que el inglés es redundante en un cin­
keriano o los arquetipos junguianos es « profundo» y por lo tanto cuenta por ciento, si no oímos una o dos palabras en una frase la redun­
más significativo que el diseño patente de la superficie fenoménica. dancia nos permite llenar lo que no hemos oído 27• De manera seme­
Pero hay una « profunda » diferencia entre valorar una teoría jante, en la música la existencia de la redundancia de restricciones
por su elegancia y poder explicativo, y valorar la experiencia del fe­ estilísticas coherentes facilita la percepción y la comprensión.
nómeno que es explicado. Llamar « profunda» a una obra de arte es La redundancia es el complemento de la información. Debido a
caracterizar la experiencia de dicha obra, no comprender los princi­ la limitación de nuestra capacidad cognitiva, cuanto mayor es la can­
pios generales sobre los que está construida. Los «pensamientos que tidad de información en un parámetro de la música, tanto más alta
a menudo yacen más hondo que las lágrimas» resultan de la expe­ tiene que ser la redundancia en los otros, si queremos que las rela­
riencia personal ante la « más minúscula flor que se abre» 25 • Lo que ciones sean inteligibles 28 • Desde este punto de vista, el uso extensivo
es profundo no es la estructura profunda de la flor (o de una pieza de de un motivo en la sección de desarrollo no sirve en principio (como
música), sino la experiencia de una. obra particular su poder para a veces se sugiere) para actualizar «el potencial completo» del moti­
conmovernos. vo. Más bien, la redundancia motívica permite al oyente prestar aten­
Claramente, se ha confundido la profundidad de una teoría ex­ ción al aumento de información armónica que acompaña las modu­
plicativa con la profundidad de la experiencia estética. Las teorías, laciones características de las secciones de desarrollo. Análogamente,
que son construcciones proposicionales sobre fenómenos, se valo­ cuanto mayor es la velocidad de la sucesión de estímulos, tanto ma­
ran por su generalidad, claridad y verificabilidad (ver Meyer, 1 974: yor tiene que ser la proporción de redundancia si pretendemos que el
1 63-2 1 7). Cuanto más general es una teoría, tanto más profunda pa­ mensaje sea inteligible. En consecuencia, como en El vuelo del mos­
rece ser (ver Weinberg, 1 995: 40 ss. ) . Pero las obras de arte no son cardón de Rimski-Korsakov, el nivel de redundacia ( por cada mo­
mento) de un presto tiene que ser superior al de un adagio.

24. Es importante reconocer que tipos significativamente diferentes de relaciones


pueden representarse por medio de diagramas similares. Tal es el caso de árboles ge­
nerados biológicamente versus árboles comprendidos cognitivamente (como la 1núsi­ 26. Nótese, sin embargo, que siendo imposible recoger completamente en pala­
ca Y el lenguaje). Por ejemplo, los diagramas arbóre(>S se utilizan para representar las bras la unicidad de la experiencia más mundana, la inefabilidad no es garantía de pro­
relaciones genéticas entre diferentes tipos de plantas y animales (de especie a género a fundidad.
<)rden a reine>). Y aunque el proceso de emergencia biológica pueda ser funcional, las 27. La necesidad de redundancia en un ambiente ruidoso da cuenta en parte del
relacio11es entre tipos e1nergentes (por ejemplo reptiles y pájaros) no lo son, por lo me­ carácter de mucha música de ascensor y de supermercado.
ll(>S no de la manera en que los motivos (emergiendo de las relaciones funcionales de
28. Como la discontinuidad jerárquica, la relación recíproca entre información y
redundancia podría ser un universal que restringe las relaciones funcionales en los do­
altura) se combinan de modo funcional para formar melodías, las melodías se juntan minios más dispares. Por ejemplo, parece que en algunas especies animales un aumento
para formar secciones, etc. · de tamaño de un órgano o rasgo se relaciona inversamente con el tamaño de otro
2 5 . Las citas son del final de Ode: Intimations of Immortality from Reco/lec­
(ver Roush, 1 99 7: 1 84 ).
·

tions of Early Childhood de Wordsworth.

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LEONARD B. MEYER U N UNIVERSO DE U NIVERSALES

1.a manera en que los oyentes competentes comprenden y expe­ Por el contrario, cuando la música es de importancia fundamen­
rimentan la proporción de información y redundancia está, sin em­ tal, la información verbal tiende a ser redundante. Ellen Rosand ob­
bargo, significativamente asociada al estilo. Por ejemplo, en música serva que en las arias da capo de Haendel la redundancia del texto
marcadamente teleológica y sintáctica como la de Beethoven, la re­ «nos libera para concentrarnos en la música [ ... ] [L]a vuelta da capo
dundancia patente (como ocurre en los compases 1 6-25 del primer es la más redundante de todas: sin responsabilidad semántica, ofre­
.tnovimiento de la Sexta Sinfonía) crea una fuerte expectativa de cam­ ce una invitación directa para concentrarse exclusivamente en los
bio; mientras que la música popular contemporánea de la new age, embellecimie11tos que el cantante asigna al material original» ( 1 996:
que es altamente redundante pero débilmente orientada a una meta, 20) JO.
produce tensión y expectación mínimas. La generación de estos di­ La necesidad cognitiva de novedad (información) y constancia
ferentes tipos de experiencia es también cuestión de creencias y acti­ (redundancia) es un universal que ay11da a explicar la preocupación
tudes culturales, esto es, algunos oyentes han aprendido que la mú­ de compositores, teóricos y estetas por la naturaleza de la variedad
sica de Beethoven hay que escucharla con devota atención, mientras y de la unidad. Pero la intensidad de esta preocupación y las formas
que los aficionados de la música new age piensan que la atención pue­ en que se manifiesta en la composición y en la recepción de la músi­
de ser superficial y hasta esporádica. ca son cuestiones culturales 31•
La relación entre información y redundancia es evidente a la hora
de poner textos en música. En general, cuanto mayor sea la impor­
tancia y la cantidad de información de un texto, tanto mayor será el EVOLUCI Ó N, E L E C C I Ó N, C U LTURA E H I STO R I A D E L A M Ú S I C A
nivel de redundancia de la música. Esto puede explicar, por ejemplo,
por qué el concilio de Trento dispuso que la música de la misa fuera Evolución y elección
tal « que todos puedan entender las palabra.s con claridad» (cit. en
Reese, 1 954: 449). Especialmente los textos con un mensaje narrati­ Esta parte de mi ensayo atañe a aquellos universales que resultaron
vo tienden a asociarse con una música altamente redundante de ma­ de la evolución, pero que en sí mismos no son innatos. La evolución
nera que el argumento pueda seguirse fácilmente. La música de las can­ ha influido casi con seguridad en el comportamiento humano a tra­
ciones de jerga de Gilbert y Sullivan por ejemplo la narración de vés de la acción directa de las restricciones biológicas. Pero lo que con
Cuando yo era un muchacho de Sir Joseph Porter del primer acto de mayor seguridad ha configurado la especie humana y dado origen a
Pinafore son altamente redundantes; no por incompetencia com­ las culturas humanas no ha sido la existencia, sino la ausencia de res­
positiva, sino porque la información importante es verbal, no musical. tricciones biológicas innatas adecuadas 32•
De este modo, cuestiono la idea de Carolyn Abbate de que la mú­ Las cultu.ras humanas son indispensables precisamente porque la
sica de Lakmé trabaja «en contra de la /Jistoria que narra, dado que evolución dio como resultado un animal sin controles innatos ade­
los dos versos musicales, por permanecer similares, por repetirse, de cuados. El biólogo Fran�ois Jacob resume este aspecto de la evolución:
alguna manera niegan la secuencia progresiva de eventos cambiantes
que Lakmé refiere en sus palabras » ( 1 99 1 : 6) 29• Este punto de vista, En los organisml>S inferiores, el comportamiento está estrictamente deter­
minado por el programa genétic<>. En los metazoos complejos el programa
sintomático de una posición cultural romántica, supone que la fun­
ción natural de la música es correr pareja con el texto y « reflejar» su
sentido narrativo. Pero cua11do un mensaje verbal es sumamente im­ 30. Y tal redundancia también nos permite prestar atención a la presencia com­
portante, la música tiende a ser bastante redundante y el reflejo del pulsiva del virtuosismo (como se manifiesta en los varios retornos ornamentales). Es­
texto se limita a colorear la palabra. ta observación sugiere que el virtuosismo en sí constituye t1na especie de informa­
ción. Somos « informados» no sólo por las relaciones musicales, · sine) por nuestra
apreciación del riesgo que evidencia la habilidad de un gran intérprete.
3 1 . Una historia musical-cultural de las concepciones de unidad y variedad y su
interacción con la práctica compositiva desde el Renacimiento hasta el siglo xx sería
29. Se puede sostener, sin embargo, que la organización estrófica de la música un estudio fascinante.
110 es apropiada porque es incompatible con otras restricciones estilísticas o con la na­ 32. Después de haber escrito este pasaje, descubrí que Clifford Geertz había hecho
turaleza particular del tema. una observación muy semejante en La interpretación de las culturas (1 973: 45-46).

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LEONARD B. MEYER U N U N I V E RSO DE U N IVE RSALES

genético es r11enc)s li 111i ta n te 1nás « abierto» ¡ . . J F:sta apertura del 1)rc)gra-


, . Un solo ejemplo ilustra claramente este punto. El abandono de la
111a genético aun1e11ta C(>n la e v o l ución y culn1ina e11 la especie h u 1na11a práctica común de la tonalidad por algunos compositores de princi­
(1 982: 42). pios del siglo x x produjo tantas opciones compositivas que fueron
El crecimiento de la capacidad cognitiva fue concomitante con un necesarias nuevas restricciones para hacer factible la elección. Así,
diseño del cuerpo (postura vertical, pulgar oponible, etc.) que facili­ la invención del 1nétodo de doce tonos fue la respuesta a una necesi­
tó las tecnologías. El resultado fue la producción de objetos útiles dad universal. La necesidad de restricciones que limitaran las opcio­
-desde la cuna al ataúd y un aumento concomitante del número nes fue una condición necesaria para el advenimiento del serialismo 33•
de categorías conceptuales. Esto tuvo consecuencias decisivas, por­ Las condiciones suficientes para las restricciones efectivamente idea­
que las categorías conceptuales generan opciones de conducta, y das fueron en gran parte resultado de la cultura específicamente,
una profusión de posibilidades hace que la elección resulte al mismo de la creencia del siglo XIX en que la similitud engendra unidad (ver
tiempo inevitable y onerosa. En palabras del filósofo Peter Singer: las citas de Webern y Krenek en Meyer, 1 967: 263 ) 34 Dicho de ma­

«Nuestra habilidad para ser participantes en un proceso de to1na de nera sucinta, aunque demasiado simple: un universal (la necesidad de
decisiones, de reflexionar y elegir, es tanto un hecho propio de la na­ restricciones) produjo el <<problema>>, y la cultura proveyó la «solución».
turaleza humana como un efecto del sistema límbico sobre nuestras
emociones» ( 1 9 8 1 : 42). Previsiones
La necesidad de elección es un universal que reposa en el centro
mismo de la condición humana. Constituye la base de los j uicios éti­ Para que las restricciones faciliten efectivamente la elección, el mun­
cos y estéticos. En la ética, como en el derecho, los individuos son cul­ do tiene que ser concebido como algo estable y duradero. Y para ele­
pables sólo si se puede mostrar que la conducta cuestionada fue re­ gir inteligentemente, hay que comprender las diferentes opciones
sultado de una elección. Así, por ejemplo, encontrar una base genética disponibles en un contexto particular y hay que prever las consecuen­
para la homosexualidad no es solamente cuestión de interés científi­ cias probables de cada una 35• Esta necesidad universal es evidente
co; tiene vastas consecuencias sociales, porque lo que es genético, y por doquier en la conducta humana: desde los adivinos a los cientí­
por tanto no elegido, no puede considerarse censura ble. ficos, desde hacer encuestas a predecir la suerte, desde las previsiones
En estética las falsificaciones de arte se relegan al subsuelo por­ económicas a la búsqueda de procesos históricos esenciales y proba­
que las relaciones reproducidas no fueron creadas no fueron ele­ blemente predecibles. De manera semejante, la creencia en la existen­
gidas por el falsificador (ver Meyer, 1 967: cap. 4). cia de un orden divino, invariable (o, subsecuentemente, en un orden
Cuatro condiciones interrelacionadas son indispensables para que cambiara de manera regular) era atractiva porque implicaba la
una elección eficaz y propicia: 1 ) la presencia de restricciones que posibilidad de una predicción exitosa. Inversamente, dado que no sabe­
limitan la elección, 2) la habilidad para prever las consecuencias de mos actuar en el caso de conducta irracional (esto es, espantosamente
elecciones alternativas, 3 ) el poder de realizar elecciones propias, y 4) imprevisible), internamos a los locos.
las reciprocidades de la empatía. Nuestros gobiernos y sociedades, leyes y costumbres, así como
también estilos musicales, sirven para estabilizar el medio ambiente
Restricciones cultu1·ales cultural/comportamental. Y lo mismo es cierto no sólo con respecto

Sin restricciones adecuadas para limitar el número y ordenar las prio­


ridades entre posibilidades alternativas, los seres humanos serían pre­ 33. « Necesario» en este contexto n o forzosamente significa obligatorio o inva­
sa de la indecisión indecisión que no sólo es pérdida de tiempo riable.
sino también fuente dolorosa de ansiedad psicológica . Al nacer de 34. El uso de relaciones de similitud era también atractivo porque el rechazo de
la convención llevó a un aumento del número de elecciones posibles, y la variación
las restricciones innatas y complementarlas, las culturas proveen los de un patrón existente (motivo, progresión armónica, etc.) facilitaba la composición
controles comportamentales adquiridos sin los cuales los seres hu­ restringiendo la elección.
manos no pueden funcionar; en realidad, no pueden sobrevivir. La 35. La necesidad de predecir no está confinada al Horno sapiens (ver Schutz,
necesidad de restricciones culturales es por tanto universal. Dayan y Montague, 1 997: 1593 - 1 599).

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LEONARD B . MEYER U N U N I VERSO DE U NIVERSALES

a las teorías (incluyendo también aquellas sobre el caos y los univer­ Pero hasta en una cultura altamente desarrollada como la nues­
sales), sino también con respecto a los estilos de conducta, tanto en tra las consecuencias del poder físico son patentes. La adscripción
las artes como en la cultura en general .36• La necesidad de prever pa­ de rasgos femeninos y masculinos, por ejemplo, no es sólo cuestión
ra elegir nos ayuda a explicar por qué a medida que la cultura oc­ de función sexual y de construcción socio-cultural. En la mayoría de
cidental se volvió más compleja conceptual, social e institucio­ las especies de mamíferos los machos son más grandes, físicamente
nalmente la demora de la gratificación resultó una restricción más fuertes y más agresivos que las hembras, que tienden a ser más
importante. Más complejidad significó un mayor número d e opcio­ suaves y acogedoras 39• Así, no parece ser cuestión de capricho cul­
nes y más tiempo para considerar sus consecuencias. Creo que no fue tural que temas caracterizados por el esfuerzo físico o por intervalos
por accidente por lo que la ética protestante, con su énfasis sobre el disjuntos, fuerte dinámica y texturas en unísono sean calificados co­
valor de la gratificación postergada, surgió al mismo tiempo que las mo masculinos; mientras que los caracterizados por movimientos con­
complejidades del capitalismo industrial moderno (ver Towney, 1 926) 37• juntos, dinámicas en piano y texturas homofónicas se describen co­
mo femeninos 40•
Poder
Empatía
Para elegir eficazmente, es esencial la capacidad de controlar el re­
sultado de las propias elecciones. La importancia psicológica del po­ El vínculo humano comienza en la biología, u.n resultado de la de­
der y del control apenas puede ser exagerada. Es un universal mani­ pendencia física y de la habilidad del niño para obtener cuidados de
fiesto en todas partes: en la territorialidad animal, en la b úsqueda otros 41• Con la madurez y la experiencia, la vinculación se transfor­
humana de la posesión y en la elevada seriedad del juego, que casi ma en empatía, esto es, identificación con otrÓ individuo a través de
siempre involucran la puesta en acto y la puesta a prueba del poder.
Tal puesta en acto es obvia en j uegos como el ajedrez y el fútbol, y
aun en deportes no competitivos como el alpinismo. En la composi­ una multitud de factores: por ejemplo, el valor iluminista de la igualdad; la migra­
ción y la ejecución de música, la puesta en acto y la puesta a prueba ción desde el campo hacia las ciudades, que disminuye la necesidad de músculo n1as­
culino; y el desarrollo de mejores medios de control de los nacimientos.
generalmente comprenden la valoración de la habilidad o e l virtuo­ Aunque se haya señalado pocas veces, los más recientes triunfos del feminismo (co­
sismo (como base de poder) y de la asunción de riesgos (como mani­ mo también la extrema explotación del macho masculino) podrían ser atribuidos en
festación de ambos: habilidad y poder). parte a l desarrollo de l a tecnología, que ha disminuido el diferencial de poder físico
entre hombre y mujer. En el pasado ocupaciones tales como cavar fosas, arar, cons­
En animales inferiores el poder tiende a ser « bruto» en gran truir, navegar o combatir exigían un desarrollo del poder muscular. Ahora máquinas
parte una cuestión de poder físico . A medida que la inteligencia ani­ y dispositivos tecnológicos de toda suerte hacen casi obsoleta toda fuerza biofísica .
.
mal aumenta, la previsión se vuelve una base cada vez rr1ás impor­ 39. Es importante enfatizar que la masculinidad en términos de fuerza y agresi­
tante de control y poder. Y este cambio del poder físico al p oder con­ vidad es independiente de l a orientación sexual. Hombres fuertes y agresivos -atle­
tas, boxeadores, etc.- han sido hom<)sexuales. Lo que se cree conducta afeminada (o,
ceptual es una consecuencia crucial de la evolución 3 8 • en el caso de las lesbianas, comportamiento masculino) es probablemente el resulta­
do de una señalización cultural (una forma de semiótica social) más que algo innato.
En consecuencia, parece dudoso que la orientación sexual pueda ser inferida del esti­
lo de un compositor.
36. Se sigue de ello que no se pr<>duce diferencia comportamental si las teorías, 40. Las texturas en unísono se emplean a menudo para significar el poder de la
hipótesis y esquemas son --como algunos investigadores afirman- «meramente» cons­ compulsión (ver Levy, 482-5 31 ) . La intensidad dinámica, qL1e es generalmente carac­
trucciones sociales provisionales. Como el aire, las teorías pueden ser insubstancia­ terística de pasajes en unísono, también significa poder.
les; pero, como el aire, no podemos vivir ni actuar sin ellas.
41. La evolución de l a intelígencia animal fue un correlato del desarrollo prolon­
37. Esto parece estar cambiando, al menos en la cultura popular, donde la grati­ gado y la 1enta maduración, infancia larga y aprendizaje tardío. Stephen Jay Gould,
ficación inmediata resulta ser la norma, ejemplificada en l a pulsación física enfática Y teórico de la evolución, escribe que « [ . . ] el recién nacido es una criatura de las 1nás
.

en e l estilo vocal lamentoso de mucha música popular. Este cámbio podría estar rela­ dependientes que podamos encontrar entre las crías de los mamíferos placentarios. Es­
cionado con la desaparición de la idea de progreso inherente: ¿por qué a p lazar nada ta dependencia se prolonga mucho tiempo, y el niño requiere un cuidado intensivo de
para un mat1 ana que no será mejor que hoy? (ver Meyer, 1967: 146-49 y passim). los padres durante años [ .. ] Así, el p�emio adaptativo que se deposita en el aprendi­
.

38. A lo largo del último siglo los cambios culturales han transformado la rela­ zaje (en cuanto opuesto a l a respuesta innata) no tiene parangón entre los organismos»
ciones de poder en nuestra especie. El creciente éxito del feminismo es e l resultado de (1 977: 400-401 ).

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la consciencia y comprensión de objetivos y razones, motivos y sen­ en una melodía como la que comienza el Vals en Do sostenido me­
timientos 42 • La evocación de empatía en la experiencia de obras de nor de Chopin, el salto inicial, o vacío, del Sol sostenido al Mi com­
arte depende decisivamente de las creencias sobre el valor de la ex­ porta una tensión física que el relleno que le sigue va relajando gra­
periencia estética en general, la significación de ciertas obras y el pres­ dualmente. Hasta las metáforas utilizadas para describir relaciones
tigio de intérpretes particulares (ver Meyer, 1 956: 1 1 y 74 ss. ). musicales movimientos «hacia arriba y hacia abajo», tonos e in­
La empatía nos permite imaginar cómo responderán otros indi­ tensidades «altas y bajas» probablemente emergen de grados de es­
viduos a nuestra conducta; de esta manera, está estrechamente vin­ fuerzo somáticomotor.
culada a la necesidad humana de prever. Y porque nosotros presu­ Estos universales bio-psíquicos también afectan a la relación en­
mimos que la naturaleza humana es básicamente constante (a pesar tre tamaño del intervalo, duración y afecto. Saltos grandes (especial­
de que la conducta humana esté culturalmente restringida), creemos mente los descendentes) tienden a asociarse con duraciones relativa­
que podemos entender la conducta de los que difieren de nosotros se­ mente largas porque implican un ajuste motor que lleva tiempo. A
xual, étnica y culturalmente. Debido a este universal, somos gene­ la inversa, intervalos más pequeños están generalmente asociados con
ralmente capaces de comprender e interpretar la conducta humana duraciones más cortas. Un resultado de estas asociaciones es que el
que emerge en diferentes dominios culturales de empatizar con la tamaño del intervalo y el tempo también tienden a es..tar mutuamen- 1

ira de Aquiles y la sumisión de Ruth, con la empresa de Juana de te relacionados. Esto es, intervalos grandes se asocian generalmente
Arco y con la indecisión de Hamlet. con tempi lentos, e intervalos más pequeños con tempi rápidos 43 • Y
La conciencia de cómo otros comprenderán nuestra conducta y porque el esfuerzo físico, a su vez, vincula tempo con intensidad, nues­
responderán a ella es una constante cultural crucial, que guía por igual tros cuerpos nos inclinan a asociar lo más rápido con lo más fuerte.
las elecciones de compositores, intérpretes y oyentes. En palabras del Sin embargo, de estas asociaciones universales no se sigue que in­
sociólogo George Herbert Mead, aprendemos a « tomar la actitud del tervalos pequeños no ocurran en tempi lentos, como, por ejemplo, en
otro» ( 1 934: 42-75) . Notemos que la palabra « actitud» tiene dos sen­ el Crucifixus de la Misa en Si menor de J. S. Bach. En efecto, el pa­
tidos. El sentido que le asigna Mead es en principio socio-conceptual, tetismo especial de ese coro se debe a sus relaciones de intervalo-tem­
una cuestión de interpretar la conducta de otros y de imaginar cómo po moviéndose muy lentamente sobre intervalos conjuntos co­
responderán a nuestra conducta. mo asimismo al movimiento generalmente descendente de las líneas
Pero la palabra «actitud» se refiere también a la posición del cuer­ melódicas principales y a la regularidad de la marcha. Inversamente,
po; y propiamente es así, dado que la empatía a menudo implica la la expresión de ira en el aria de la Reina de la Noche (Der Halle Ra­
identificación con otro de una manera somáticomotriz (como lo pue­ che) del segundo acto de La fl,auta mágica es en parte el resultado de
de atestiguar todo aquel que ha presenciado la lucha por un premio la tensión involucrada en la ejecución de grandes saltos y registros
o un concierto de rock). La influencia de restricciones somáticomo­ extremos en un tempo rápido. En ambos casos la expresión y el afec­
trices innatas se manifiesta no sólo en el comportamiento físico de in­ to son el resultado de la desviación respecto 3: una norma. Como siem­
térpretes y oyentes, sino también en los tipos de esquemas encontra­ pre, la desviación es cuestión de grado.
dos en la música de muchas culturas. Los principios gestálticos de la Nuestra respuesta afectiva a la música es en gran medida el re­
« buena forma >> y de la « totalidad» son, en mi opinión, resultado de sultado de nuestra identificación física con la acción somáticomo­
tendencias somáticomotrices a la vez que cognitivas. Por ejemplo, triz de la música. En efecto, parte de la dificultad que los oyentes
tienen con la música de vanguardia es el resultado de su uso de in­
tervalos motrizmente difíciles tales como grandes saltos descenden­
tes y patrones de duración que carecen de regularidad métrico-rít-
42. Es incierto si otras especies experimentan empatía; depende de qué condicio­
nes se consideren suficie11tes y necesarias para denominar «empática» a una conduc­
ta. ¿Acaso la conducta animal que parece análoga a la conducta empática humana (por
ejem.p1o la leona protegiendo sus cachorros) debe ser considerada empática? Por su­ 43. La proporción de la sucesión de estímulos ( tentpo) es, ade1nás, una fu11ción del
puest(>, el proble111a se plantea para todo tipo de conducta anima]. Pero si nosotros registro: en general los tonos graves se mueven más lentamente que los agudos. Esto,
atribuin1os la cólera y la agresió11 a otras especies (algo que efectivamente hacemos), por supuesto, es en parte un resultado de los universales acústicos del mundo físico
¿por qué les negaríamos el afecto y la empatía? (cf. revista Science, 1 997: 1088). -eJ h.echo de que las frecuencias bajas toman más tiempo para ponerse en vibración.

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,,
.,

;; 253
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mica. Nuestras relaciones con los demás seres humanos también in­ biente social e ideológico condujeron a los cornpositores a renunciar
volucran ernpatía somáticomotriz. Cuando alguien está triste y asu­ a convenciones eruditas a favor de relaciones musicales basadas so­
me una postura caída, la empatía nos inclina a adoptar una postura bre restricciones cognitivas presuntamente «naturales>>, restricciones
semejante y a experimentar emociones semejantes. Y también senti­ más accesibles a los oyentes de la clase media en expansión (para ejem­
mos empatías comparables con lo inanimado y silencioso hacia la plos específicos y discusión, ver Meyer, 1 989: cap. 7).
Dado que el funcionamiento de los universales se halla casi in­
,;

Pieta Rondanini de Miguel Angel y hacia los sauces llorones . En


una palabra, no sólo el arte imita la naturaleza, como afirmaban los variablemente calificado por el contexto histórico-cultural, es im­
griegos antiguos, sino que lo que es igualmente importante los portante decir algo sobre el cambio histórico y sobre los modos en
miembros del público imitan enfáticamente las acciones implícitas en que la interacción entre restricciones culturales y restricciones uni­
las obras de arte. versales ha influido en las elecciones hechas por los compositores
Las consecuencias de la evolución hun1ana son, pues, comple­ -,elecciones que constituyen la historia de la música 46 • Esto pare­
mentarias: por una parte, un gran aumento de inteligencia requiere ce también oportuno porque el proceso de cambio esbozado en lo que
la presencia de restricciones culturales que estabilizan el medio concep­ sigue no sólo es relevante para la música sino que en sí misn10 cons­
tual en aras de una elección exitosa; por otra parte, el largo período tituye, según creo, un universal.
de la infancia, que es concomitante de ese incremento de inteligencia, En lo que W. H. Auden llamó « los dominios de acción>> ( 1 974:
hace que el aprendizaje cultural sea imperativo y la reciprocidad em­ 89) por ejemplo el político, el económico, el de la conducta coti­
pática, posible. diana los objetivos que influencian las elecciones de los protago­
nistas parecen generalmente claros. Como resultado, las narraciones
Explicar la historia de la m14sica pueden entenderse como explicaciones. Consideremos la 11arración
siguiente: « El hoyo de protección que el cabo L. B. Meyer cavó des­
Dada su preocupación por conceptos relacionados con el organicis­ pués de aterrizar en Normandía el 8 de junio de 1 944 fue mucho, mu­
mo, es extraño que los musicólogos (y los humanistas en general) ha­ cho más hondo que cualquiera de los que cavó cuando hacía ma­
yan ignorado la disciplina de la biología, desatendiendo especialmente niobras en Luisiana, Estados Unidos» . Dado que el universal de la
los análisis neo-darwinianos del cambio y la diseminación, que su­ autoconservación pone de relieve la relación entre intención y acción
gieren caminos provechosos para comprender la historia de la músi­ de manera meridianamente clara, « no se necesita un espíritu [ . . . ] sa­
ca 44• Quizás el m.odelo darwiniano no ha sido capaz de atraer por­ lido de la tumba>> para hacer teorías explícitas o explicaciones her­
que no propone procesos lineales, necesarios e inherentes, y por lo menéuticas sobre ello. Como escribió el psicólogo Jerome Bruner:
tanto no proporciona bases para la previsión. Por el contrario, la evo­ «Para comprender al ser humano es necesario comprender cómo sus
lución resulta a menudo de interacciones fortuitas de los organis­ experiencias y sus actos son configurados por sus estados intencio­
mos existe�tes con las contingencias de un medio ambiente variable. nales>> (cit. en Gardner, 1 995: 37).
De modo comparable, la historia de la música se puede construir
como el resultado de la interacción de restricciones composicionales
existentes con las contingencias del medio ambiente cultural 45• Por 46. Generalmente se admite que las elecciones hechas por miembros de una co­
ejemplo, durante los siglos XVIII y XIX ciertos cambios en el medio am- munidad particular están significativamente afectadas por su contexto cultural. Y sin
embargo, a pesar de la obediencia casi ritual a la historia social, las maneras en que
los mundos fuera de la música han afectado al cambio estilístico han sido rara vez
delineados y explicados meticulosamente.
44. La teoría neodarwiniana no debe ser confundida con el darwinismo socia]. Una gran sección de mi Style and Music ( 1989) trata de explicar cómo influyó la
Sostenido por muchos pensadores del siglo XIX y por algunos del siglo xx, el darwi­ ideología del romanticismo en las elecciones de los compositores del siglo XIX. Y mu­
nismo social construyó equivocadamente la evolución como lineal y progresiva, gra­ chas de las cuestiones consideradas en aquel libro son discutidas en lo que sigue. Pe­
dual y necesaria. ro en lugar de concentrarnos en la influencia de creencias culturales y actitudes sobre
45. Es evidente que los cambios estilísticos no son genéticos, como lo son la ma­ la� elecciones particulares hechas por una comunidad de compositores, el énfasis del
yor parte de los cambios biológicos. Pero tampoco lo son todos los cambios biológi­ presente ensayo es sobre la naturaleza y tipos de universales que restringen la compo­
cos (ver MoreJl, 1 997: 682-683 ). sición y comprensión de la música.

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LEONARD B. M E Y E R U N U N I V E R S O DE U N I V E R S A L E S

A menudo, sin en1bargo, los « estados intencionales» de los com­ del pizzicato, el origen de la afinación temperada y, sobre todo, los
positores son complejos y enigmáticos, y conectarlos con elecciones casos de novedad compositiva . La preocupació11 por los comie11-
composicionales requiere una teorización explícita. La conexión ha zos es problemática por varias razones. Dado que no podemos estar
sido generalmente suministrada por modelos culturalmente sancio­ seguros de que conocemos todo lo que sucedió en el pasado, tampo­
nados y asumidos tácitamente como universales. Estos modelos in­ co podremos estar nunca seguros de que un caso determinado fue el
volucran por lo general algún tipo de cambio lineal generado inter­ inicial .., 9 • Pero de manera más importante, y en consonancia con el
namente; por ejemplo, el desarrollo orgánico (nacimiento, juventud, modelo darwiniano, lo que propongo es un cambio en nuestro cua­
madurez y muerte), estados sucesivos (arcaico, clásico, manierista), dro conceptual, en nt1estras cuestiones y nuestras metodologías 50• Lo
o procesos dialécticos (tesis, antítesis, síntesis). que es crucial para construir t111a historia de la música no es el origen
Los modelos que implican cambio interno lineal siguen todavía de tipos de relaciones sino las razones universales y culturales­
con nosotros (a pesar de la actualidad del post-modernismo) porque para su réplica, su cambio, su rechazo y su desaparición si.

parecen proporcionar una base segura para la necesida � humana uni­ Es indispensable reconocer la existencia de universales y teori­
versal de prever y elegir. Pero los modelos lineales, en mi opinión, son zar sobre su naturaleza porque solamente podremos construir una es­
perniciosos. Y esto por dos razones. Primero, porque las razones tética coherente y una historia de la música viable atendiendo tan
para el cambio son postuladas por el modelo; una narración de qué escrupulosamente a la naturaleza como a la cultura, y tratando de
sucedió viene a parecer una explicación de p·or qué sucedió. Segun­ comprender y explicar sus intrincadas relaciones. Mis especulaciones
do, porque como es corriente en la mayoría de los paradigmas ana­ y argumentos no pretenden ser definitivos; tendrían que considerar­
líticos (incluyendo la narratividad), la linealidad lleva a desatender se más bien como hipótesis. Todo debe ser contrastado con los he­
«los caminos no emprendidos>>. Como sucede en la experiencia coti­ chos de la conducta humana. El trabajo real está todavía por hacer.
diana, una consciencia de « lo que pudo haber sido » es indispensa­
ble para comprender y apreciar las obras de arte (ver Cohen y Berlin,
cit. en Meyer, 1 989: 74 y 9 1 ) 47 • BIBLIOGRi\FÍA
Mientras el atractivo del modelo lineal, internalista, es compren­
sible, su aplicación indiscriminada a todo cambio natural y cultural ( 1 997) «Early Musi c » . Science, 276.
es errada. Esto no sólo porque, en palabras de T. S. Eliot, « nuestros ( 1 997) «Non-ht1man kindness» . Science, 276: 1088.
comienzos nunca conocen nuestros finales», sino, lo que no es menos Abbate, C. ( 1 9 9 1 ) Unsung Voices: Opera and Musical Narrative in the Ni­
importante, porque las jerarquías son en su mayoría discontinuas. netheenth Century. Princeton, N .] .
Aunque el desarrollo biológico de cada hombre y mujer en particu­
lar suele cambiar de manera lineal, el cambio en diversos niveles de
49. Saber sobre los comienzos es rel.eva11te históricamente, no debido a cierto
la evolución biológica, de lo social, y de la historia del estilo no es, en p<>der genético i11herente (c<>mo el de lc)S caballos de carreras) sino porque .lc)S casos
su mayor parte, orgánico ni lineal 48 • te111pranos de ciertas relacic)nes son necesari<>S para delinear y por tanto explicar el
Los musicólogos a menudo se han preocupado por identificar los curso de su reproducción. ·
comienzos por ejemplo la llegada de la tonalidad, los primeros usos 5(). A pesar de su título, El <Jrigen de las especies de Darwit1 no trata principal-
111ente de explicar los C<>mienzos de las especies. Más bien se ocupa de su superviven­
cia, ca1nbio y extinción.
5 1 . Vist<> de esta ma11era, constrt1ir una historia de la música comprende: prime­
4 7. .La consciencia de eventualidades
. alternativas suscita cuestiones interesantes ro, la discriminación cuidadc)sa y la clasificación de los rasgos característicos de cier­
sobre las interpretaciones de la música en términos de un modelo narrativo: ¿qué alter­ t? r�pertorio; en segundo lugar, un muestreo imparcial de su presencia en el reperto­
nativas configura11 la implicación?, ¿las del proceso narrativo musical no-representa­ rio, Junto con un análisis escrupuloso de su relativa frecuencia; y, en tercer lugar, la
cional o las de la representación verbal? Si es el caso de ambas, ¿cómo se relacionan pruel1a de h ipótesis concebidas i)ara dar cue11ta de si ocurren cambios e11 los rasg<>S ca­
las implicaciones realizadas y no realizadas de la narrativa musical, y cómo están co­ racterísticos y en la frecue11cía de los can1bios.
ordinadas con las implicaciones realizadas y no realizadas de la narrativa verbal ? . La c �Jecció11 y el an�lisis estadístico de gra11des C(Jrpus de dat<)S podría im.plicar
48. No estoy argumentando contra e l organicismo per se, sino �o°:t�a la transfe­ un cambio en las mc)dal1dades de investigación que han sido tradicionales en las hu­
rencia injustificada de procesos observados en el nivel del desarrollo individual a otros tnar�idades: de la investigación individual a la investigación cooperativa, al esfuerzo de
niveles del mismo fenómeno. equ1p<).

256 257
LEONARD B. MEYER
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259
Capítulo 1 0

LAS DISCREPANCIAS PARTICIPATORIAS


Y EL PODER DE LA MÚSICA ( * )

,
Charles Keil

Bo Diddley, Bo Diddley, ¿has oído?


Mi chica linda dijo que era un pájaro.

Bo Diddley

El poder de la música reside en sus discrepancias participatorias, las


' cuales pertenecen básicamente a dos categorías: procesual y textura!.
Para poder producir una implicación personal y ser socialmente va­
liosa, la música ha de ir «a destiempo>> y estar « desafinada>> .
Podríamos sustituir discrepancias participatorias por «inflexión>>,
«articulación>> , «tensión creativa>>, « dinamismo relajado>> o <<asin­
cronía semiconsciente o inconsciente>>. Por proceso podríamos en­
tender groove, <<ritmo>> «impulso vital», swing, <<pulso>> o «empuje>>,
y por textura, «timbre>>, «sonido>>, «cualidades del tono», «arreglo», etc.
El hecho de que estos elementos esenciales de la música apenas sean
«figurados>> en el sentido de Owen Barfield ( 1965: 24, 1 8 8 ) y real­
mente no se hallen <<representados colectivamente» con cierta clari­
dad en el leng,u aje (Barfield, 1 965: 41, 1 1 1 , 122, 1 54-155), es evi­
dencia, pienso, de su poder participatorio original y activo (Barfield,

( * ) Tomado de C. Keil (1994) «Participatory Discrepancies and the Power of Mu­


sic» . En C. Keil y S. Feld. Music Grooves: Essays and Dialogues. Chicago: University
o.f Chicago Press; es edición revisad.a de la del mismo título en ( 1 987) Cultural
Anthropology, 2 (3): 275-283. Traducción de Rafael Martín Castilla .
...

261
CHARLES KEIL L A S D I S C R E PA N C I A S P A R T I C I PAT O R I A S Y E L P O D E R D E L A M Ú S ! C A

bi()Sis o participació11 activa (cl(>nde el inLlividuo cree ser el tóte111) l1acia las
196 5: 28-45 ). Dicho de otro modo, siempre que los «significados lé­ representaciones C<)Jectivas d� tipo t<)tén1ico (do11de el individuo siente que
xic os» para un determinado fenómeno son varios y ambiguos, pode­ SliS a11cestrc)S eran el t{>ten1, qt1e él le> será cua11dc> 1nt1era, etc.). De esta apre­
mos presuponer un alto nivel de inconsciencia colectiva e individual; hensi{)n simbólica él llega así a la dualidad, CC)ll la que esta1Tl()S más .fami­
y, a la inversa, podemos esperar un mayor poder de los ((significad
os liarizadc)s, de por una parte las ideas y pc)r <>tra la religié>n nt1min<>sa ( 1 965:
del hablante» (Barfield, 1 984 ) para definir situaciones. 32).
El aspecto sintáctico o estructural de toda música (Meyer, 1 956 ),
pero especialmente el de las músicas que resultan de un proceso com­ Todos los humanos fuimos totalmente participantes algún día, y
pos itiv o, como la de Oc cid ent e y otras civ iliz aci one s, pue de cre ar creo que continuamos experimentando mucha música y tal vez tam­
ten sion es estableciendo relaciones armónico-melódicas que retrasan bién algunas otras porciones de la realidad de este modo. También
las res olu cio nes y gratifi cac ion es y que , de ese mo do, imp lica n al creo que precisamos algo más de esa consciencia participatoria si es
t
oyente en la mú sica . Pero ¿no es esta implicación má s analítica, se­ que queremos retornar a una sincronía ecológica con nosotros mis­
cue nci al y consciente que «participatoria» en el sentido descrito por mos y con el mundo natural. Al menos, es importante reconocer en
Lévy-Bruhl y Bar fiel d? La sintaxis, inc luso en estos sist em as mu si­ los seres humanos esta capacidad de desafiar la lógica, de desafiar las
cale s civi liza dos , no invita al oyente a participar en los fenómenos denominadas leyes de la contradicción y de insistir en la identidad,
con los mis mo s pod ere s que pos een el pro ces o y la tex tur a. Rea l­ de insistir en la participación. ¡Todos somos boror<)S! ¡Todos somos
men te, es sólo en épocas recientes de la música occidental cuando se papagayos! Si puedes participar una sola vez en una canción, una dan­
ha planteado una aproximación particularmente racionalista a la sin­ za, un poema o un rito, lo puedes hacer más veces y de otras mane­
tax is (We ber, 1 9 5 8 ) que ha log rad o exp uls ar los mis ter ios de la ras hasta « ser uno» con el universo entero, o al menos con muy vas­
par tici pac ión mu sica l has ta los rin con es má s rem oto s de nue stra tos fragmentos de él. Los momentos sociales en los que yo percibo
1 con mayor intensidad estos sentimientos de « mismidad» y de « de­
consc1enc1a.
• •

Estoy empleando el concepto de « participac ión » tal com o lo de- seo de fusión>> me suceden cuando bailo en fiestas de polka (ver Keil,
finió Lévy-Bruhl y lo refinó Owen Barfield. La cita paradigmática es Keil, y Blau, 1 992) o de salsa, al dejarme arrastrar por el servicio do­
de Lévy Bruhl: minical de una parroquia negra, o haciendo música. Cuando se tra­
." 1 ta de conceptualizar o explicar estos sentimientos eufóricos de «ale­
Los bororc) (tribu vecina) se jactan de ser papagayos rojos. Esto no significa gría de polka » o « suavidad de blues>> , una teoría y una retórica de
simplemente que después de morir se conviertan en papagayos, ni que los pa­ la participación ayudan a mantener vivos los buenos sentimientos. El
pagayos sean bororos metamorfoseadc)S y deban de ser tratados como tales. "' '
positivismo, y también el marxismo (con su lenguaje de negación,
:
'

Es algo totalmente distinto. « Los bororo », dice Von den Steinen -quien 110
. contradicción, alienación, mercantilización, fetichismo, mediación,
.. .

:� 1
le> creía hasta que finalmente tuvo que condescender ante las explícitas afir­
.

��· .
maciones de ellos- «dan a entender de modo inflexible que son papagayos etc.) tienden a cosificar nuestros problemas aún más, según los de­
nominan y describen� mientras que el lenguaje de la participación
¡

en el moment<) actual, del mismo modo que una <>ruga declararía ser real­
n1ente una mariposa» ( 1 966: 62). -la poesía invita a la participación y promete un conocimiento
más profundo y más satisfactorio de quiénes somos.
Y sobre la participación dice Barfield: La participación es lo opuesto de la alienación respecto de la na­
turaleza, de la sociedad, del cuerpo, del trabajo, y por lo tanto me­
La participació11 comienza siendo una actividad, y, esencialrnente, una acti­ rece la pena que la sostengamos dondequiera que todavía podamos
vidad comunal o s<>cial. Se da en ritos y ceremonias de iniciación, produ­
ciendo [citando a Durkhein1] «estados mentales colectivos de una intensidad
encontrar algo de ella; siendo las dos excepciones a esta regla las or­
emc)cional extrema, en los cuales la representación está tan indiferenciada de ganizaciones a gran escala del estado-nación con propósitos agresi­
los movin1ientos y acciones que hace que la C<)munión hacia la cual tiende vos, donde la participación se convierte en la auténtica esencia del
sea 11na realidad para el grupo. Su participació11 es vivida de un modo tan fascis1no, y aquellas participaciones alimentadas por el temor y la de­
efectivo que no podría consi derarse ya un estado i1naginado ». sesperación, don�e las creencias de algunos cultos-cargo pueden te­
Este estadio no es sólo pre-lógico, sino también. pre-mítico. Es anterior ner, y a menudo tienen, unas consecuencias desastrosas. Los ritos de
a las representaciones colectivas en sí, tal con10 he venido utilizando el �ér­
mino. Así, el primer desarrollo que traza Durkheim procede desde la s1m-
participación fascista se reconocen fácilmente (y se evitan, espero)

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262
C H AR L E S K E I L L A S D I S C R E PA N C I A S PA R T I C I PAT O R I A S Y E L P O D E R D E L A M Ú S I C A

porque se representan a gran escala y destacan las desigualdades: l-fal)la11dc) de las secciones rít111icas de la polka e11 general, y de la «sec­
sociedad sobre naturaleza, una sociedad sobre otras, hombres sobre ci{)tl del n1illó11 (ie <l<>lares» de 1.ush e11 1)artict1lar, H()Ot i11dicó que la articu­
lación lie la lú1ea clel l)ajo l1a si(io tan1l)ién ur1a variable crt1cial para definir
mujeres, hombres sobre otros hombres. A medida que las crisis eco­
el «t<)que» y el estilo y sentid(> Jel te11tf)c). El l)ajo an111lificad() de u11a C(>11-
catastróficas y económicas se intensifiquen, no obstante, puede que certina dicta un andar más suelt() y t111 se11tin1ient() « n1ás lento» que el bajo
cada vez resulte más difícil y a la vez más importante distinguir las del acordeót1 o el bajo aún «111ás rápidc>» de un cht)rd<)vox. La vieja C<)1nhi­
.formas de participación· que realmente revitalizan, igualan y descen­ nació11 (te baj(> de cuerdas y ¡)iano sonando juntos crea u11 t1t1ev(> «senti111ie11t<.)
tralizan de aquellas que prometen la igualdad en el futuro sólo si los (tel tentp(> » ( Keil, Keil y Blau, 1 992: 63-64).
seguidores hacen sacrificios ahora.
Discrepante es el mejor término que he podido encontrar para re­ Siguiendo brevemente los argumentos de Filipiak (se podría ela­
ferirme a los fenómenos que convierten a la música en un vehículo borar esta conversación hasta completar una tesis), las discrepan­
peculiarmente poderoso para la consciencia y la acción participato­ cias procesuales idiosincráticas dentro del toque de la caja de un
rias: « no consistente, que no encaja; en desacuerdo, [del latín] dis­ percusionista de polka, y entre ese toque y el de uno de los otros cua­
crepare, sonar diferente, variar, dis- junto con crepare, vibrar, sonido» tro o cinco instrumentos responsables del bajo, cada uno de ellos con­
(American Heritage Dictionary, 1 969). Son las pequeñas discrepan­ formado por un estilo personal crean un « empuje» o « dinamismo
cias entre las manos y dedos en los toques de un percusionista de jazz, 1 relajado » que puede ser reforzado o entorpecido por la presencia o
entre bajo y batería, entre la sección de ritmos y el solo, las que crean ausencia de tensión en la sección de trompetas. Esto resulta tan si­
el groove 1 y nos invitan a participar. Sobre estos tipos procesuales de milar a los procesos del jazz descritos en Motion and Feeling through
discrepancias participatorias hice una descripción preliminar hace Music que el lector podría dudar de mis sesgos subjetivos o de si los
veinte años en Motion and Feeling through Music ( 1 966). Explora­ procesos polaco-americanos derivan de una difusión afro-americana.
ciones más recientes sobre el « empuje» o dinamismo de la música El tiempo y las investigaciones futuras lo dirán, pero yo pienso que
de polka polaco-americana revelan tipos de discrepancias similares el swing o el «empuje>> está presente en distintos grados en todas las
que arrastran a la gente a la música, a la pista de baile, a la fiesta. Ve­ músicas, y que los viejos grooves polacos simplemente se vieron acen­
amos cómo Ed Benbenik y Chester «Hoot:» Filipiak describen la gran tuados por las vibraciones afro-americanas recogidas en el Nuevo
banda de Marion Lush de los años sesenta: 1 Mundo. El brillante análisis de Nick Timko (comunicación personal)
acerca de cómo las articulaciones fuertes y suaves (discrepancias par­
Como dijo Ed, « Marion ha sid<> siempre el infierno para los que tocan la ba­ ticipatorias) de los estilos del Este y de Chicago respectivamente son
tería; él sabía lo que quería, el sonido que quería, y eso es le> que hallaba. Era
falsamente percibidas en la pista de baile principalmente como dife­
un S()nido relajado, dinámic(>. Tocar con otras bandas puede ser ttn duro tra­
bajo, pero con Marion simplemente fluye». O, tal como Hoot expresa la mis­ rencias de tempo ( «el estilo del Este es más rápido que el de Chica­
ma paradoja, « Lo más importante en u11a buena banda de p<)lka es la relaja­ go» , dice mucha gente), abrió mis oídos hace diez años al nivel de
complejidad de los procesos de la polka; no hay motivos para pensar

ción, darle duro pero relajado. Si las trompetas tocan tensas, esto puede afectar
a toda la banda, y si cualquiera en la banda está tenso, l<>S que bailan real­ que las cosas eran más simples en épocas pasadas; probablemente fue­
mente pL1eden sentirlo en la pista. La banda de Lush siempre estaba relajada» .
ra más bien lo contrario.
H()()t llevó sus baquetas al �eléfo110 para marcar S<>bre éste una compa­
racié>t:i entre los rítm<)S jeep de la caja de Machinya y Jos de Lí'} Wally. --ral
Ciertamente las discrepancias participatorias texturales o tím­
como habló de los toques de cada percusionista -las diferencias entre los to­ bricas tienden a ser más salvajes y más 10cas cuanto más atrás retro­
ques de Hoot y Jeep, y dónde podría encajar el estilo de Rudy Sienkowski cedamos en el tiempo y más lejos en el espacio. ¿ O será cuanto más
con u11a caja-, quedó claro que cada percusionista de p<>lka de cierta repu­ alto? Estoy pensando en todas las discrepancias de afinación en la
taci()n, cada banda fiel a una lí11ea, tiene un «t<)qt1e» (beat) único.
música de los pueblos de todo el planeta, y fuera, en el campo, pero
especialmente en las músicas de las montañas del Tíbet, los Apala­
ches, el Epiro, los Tatras, los Alpes. La disonancia rectora entre el
1 . Término p<)lisémico que, en el jazz y <)tras músicas de tradición norteamericana, canto y las cuerdas gorales de la zona de los montes Tatras se ha ido
puede significar: a) tema, melodía; b) la experiencia o feeling de la música; e) cada sur­
. «suavizando>> en el Nuevo Mundo. Los niveles de desafinación, vis­
co o tema de un disco, así corno el disco inismo; d) un determinado ritmo o tipo de so­
noridad. Es también en1pleado verbal (to groove) o adjetivalme11te (groovy). [N. del T.] a-vis las convenciones burguesas occidentales, son aún apreciables en

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CHARLES KEIL L A S D I S C R E PA N C I A S P A R T I C I PATO R I A S Y E L P O D E R D E L A M Ü S I C A

los bajos de las bandas de polka polaco-americanas, pert) las discre­ siste esta discrepancia? De modo similar, en Cuba me pareció que los
pancias texturales en las frecuencias más altas son más sutiles y no mejores bailadores marcaban sus pasos « a contratiempo» propor­
tan obviamente celebradas como en el canto y los violines gorales. cionando al caminar una interpretación hermenéutica o entre líneas
¿ Se podrían rastrear las pérdidas texturales y las ganancias proce­ de los patrones de la percusión, los cuales ciertamente resultaban ya
suales en la urbanización de varias músicas tradicionales alrededor de por sí suficientemente complicados y ricos en discrepancias antes
del mundo? El sonido pareado de dos trompetas desarrollado por de que los danzantes añadieran sus movimientos al conjunto.
Marion Lush y empleado actualmente por la mayoría de bandas de 2 . Discute todas las posibles discrepancias participatorias con
polka (incluso un cuarteto como los Bay State Four tiene dos trom­ variedad de expertos. Algunos músicos de jazz y polka pueden oír y
petas, acordeón y batería) resulta potente, pienso, porque la mezcla describir las tensio11es y el dinamismo en cualquier sección de ritmo.
de armónicos de las dos trompetas garantiza las discrepancias parti­ Otros pueden decir algo sobre sus toques y aproximaciones perso­
cipatorias texturales y un sonido brillante, alegre, que invita a la gen­ nales. Muchos no conceptualizan en absoluto las discrepancias y
te a levantarse y bailar. Los saxos altos emparejados de las bandas de crean tanto mejor el groove cuanto menos piensen en él. Algunos mú­
polka papago-pima y las lengüetas por pares de un <liatón o concer­ sicos pueden ser también intelectuales orgánicos, como Nick Timko
tina podrían tener efectos similares. Los instrumentos emparejados y Chester Filipiak, con teorías claras acerca de lo que sucede en su mú­
de los conjuntos de los monasterios tibetanos son tal vez el ejemplo sica. En cualquier caso, revisa etnográficamente a los mejores músi­
paradigmático de la yuxtaposición y fricciór1 entre tonos para maxi­ cos y bailadores. ¿ Qué dicen que están haciendo ? ¿De dónde piensan
mizar la intensidad de la materia, espíritu y energía surgiendo jun­ que procede la magia de la participación? ¿ Cómo se «imaginan» y repre­
tos para ser enviados, en este caso, hacia el cielo . Como ocurre sentan, individual o colectivamente, las posibles discrepancias y los
con el proceso, cada música viva o gent1ina tiene tipos variables de grooves resultantes?
discrepancias texturales, y su medición es u.n terreno inexplorado. En 3 . ¿Cómo encajan tus propias percepciones (cuestión 1) y las per­
la comunidad del jazz hay mucha discusión informal acerca de los «lí­ cepciones de los expertos (cuestión 2)?
mites » de desafinación en las « notas>> de los intérpretes X, Y y Z, o 4. ¿ Qué mediciones de laboratorio son posibles para confirmar
del « so11ido» de los grupos A, B y C. Discursos semejantes se dan en las coincidencias entre tus percepciones personales y las de los ex­
el mundo de la polka y probablemente en cada una de las comuni­
dades musicales. Incluso en el mundo adicto a la perfección de la mú­
J. pertos, o para arrojar luz sobre las áreas de desacuerdo? ¿ Podemos
unir los puntos de contacto entre las manos y las baquetas? ¿Pode­
1

sica occidental, ¿ qué hacen los mejores afinadores de pianos cuando ,¡


l
..
mos representar gráficamente de modo preciso los fenómenos acús­
i
quieren mayor brillantez de las tres cuerdas de una nota? ¿ Cómo se ticos y medir las discrepancias en tiempo y altura? 2 • Dentro de las
i

.

hace para que los tubos de un órgano resuenen bien? Se desafinan le­ .�
.
'
'1 secciones rítmicas de jazz y de polka hay miles de experimentos po­
vemente de forma intencionada para producir mejor resonancia. sibles que podrían combinar las percepciones expertas y las medi­
Pero mejor que multiplicar los ejemplos texturales y procesuales, . ciones de laboratorio para especificar de modo 1nás exacto los tipos
y niveles de swing o « empuj e » . Convencido de que estos misterios
·.

tal vez ahora sea buen momento para esbozar el modo en que puede
proceder una musicología de las discrepancias participatorias. Lo que participativos nunca se resolverán más completamente que los mis­
viene a continuación son algunas cuestiones generales: terios de la física de las partículas fundamentales o de los límites del
1 . Escucha y busca discrepancias participatorias en el proceso y universo, estoy dispuesto a llamar a los técnicos y comenzar la ex­
la textura de una música y en sus contextos más amplios. Sugiero que ploración.
el analista mire además de escuchar; los movimientos físicos de los 5 . ¿ Qué se <<imagina>> y <<representa colectivamente>> la gente
que hacen música proporcionan una importante información, y las acerca de lo que sucede en su música? ¿ Cómo es que se 1nantienen
respuestas en la conducta de la gente (por ejemplo bailar) son un puen­ misteriosos los misterios de la participación? A estas alturas, el lec-
te hacia los tropos audiovisuales de espacio-tiempo de una cultura
(Armstrong, 1971; Keil, 1 979). Los mejores bailadores de polka al
estilo de Chicago se mantienen persistentemente así11cronos con res­ 2. Se han realizado prc)gresc>s en la med ició11 de las discrepancias participativas
pecto a la música, al menos eso aparentan ante mis ojos; ¿ en qué con- procesuales, pero ¿cómo podemos investigar las texturas empíricamente?

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CHARLES KEIL L A S D I S C R E PA N C I A S PA R T I C I PAT O R I A S Y E L P O D E R D E L A M U S I C A

tor ya habrá advertido que la mejor mtisica debe estar llena de dis­ rancia! » . Yo quiero hablar de milisegt1ndos y Bo está hablando de mi­
crepancias, tanto de « destiempos» como de «desafines» . ¿ Qué es lo llas. El diálogo continuó:
que le ha impedido percibirlo antes? ¿ Cómo pudo su alma mante­
nerse tan constreñida, aburrida y bien temperada? Uno podría ridi­ CK: ¿Y qué hay <.iel ui/Jrat<) 111ccánic<> {{e la gLiitarra en la cancién1 <)riginal?
lln1it<) la pulsaci{>11 <.le l<)S trcsilll>S arrastra<.i os.] ¡IJa transfl>rn1a C<)n1pleta­
culizar los peculiares sesgos occidentales que nos han apartado por n1ente !
tanto tiempo de una musicología liberadora, pero sospecho que ca­ BD: N e). Es() 11<) tiene nada que ver. Ese) sé))() es alg<), un sisten1a mecánic<)
da cultura posee sus propias anteojeras que protegen a las discre­ que ellos co11vertían en el arn1az{)11 d.e u11 trén1c)l<) lsic) y c¡ue yo e1npleé. N<)
pancias participatorias y las conservan tan misteriosas y tan parti­ sé si eso hizo la ca11ci{)t1 difere11te, si ese) rn<)dific{) el patr{)t1 rítn1icc) de la ca11-
cipatorias como sea posible. Tal vez por ello no llamé a los técnicos ción o qué. Puecle que la ca111l)iara, el ineter notas ta1n balea11tes de ésas. Ye>
las llan1<) 11c)tas tambaleantes. J>c)rqL1e los chicc)S le) han C<)piadc), y cc>mc) n<)
para terminar la refutación de la fijación de Meyer a la sintaxis en tenían trémol<) lo hacían directamente ... con golpes directc)S en la guitarra.
1 966. Respondiendo a las críticas que yo expuse en Motion and Fe­ Así que n<> puedo decir qué fue, pero 110 es hanilJ<)11e, n<> tiene nada que ver.
eling through Music, el profesor Meyer argumentó que el swing po­ La palabra estructura ... Ne) es le) n1ism<>.
dría reducirse a una cuestión de microsintaxis. Podrían anotarse las CK: ¿Pero ese taml)ale()? A11tes de venir aquí, cuan,.io estaba escuchandc) la
grabación, me dije, quiere) averiguar, si puedo, qué es lo que hay detrás.
BD: [ Canta el tan1baleo enfáticamente! .
minúsculas vacilaciones y anticipaciones y valorarse su contribución
a la demora de las gratificaciones de valor y excelencia en la música. CK: Está sincr<)11izadc) con el ritmo. Está en tresillc)s co11tra ése [canta el to­
Dos décadas después quiero retomar esta noción y sugerir que, a la que de Didley].
inversa, la sintaxis musical podría ser tan sólo macroproceso o ma­ B D : Me llevó t111os tres e> cuatr<) añ<)S }()grar, ah . . .
CK: ... ¡si11crc)nizarlc)!
crotextura o, una vez escrita, un esqueleto petrificado sobre el que BD: No, sincronizarle) 110, aprender a cantar con es<) encima. P<>rque va a la
cuelgan la carne y la sangre de la verdadera creación musical. cc)ntra ((Jffset /Jeat). l.,o llamo «a la contra ». No está exactamente en Sll sitio.
Una de las grandes obras de la música del siglo veinte, Bo Didd­ Verás, hay un truco en tc)da la canción, y te le) voy a decir. Mira, hace tiem­
ley, del compositor del mismo nombre, está basada en ritmos ham­ p<) yo q u i se ser percusionista. Y l o que hago en la gu i ta rra es le) que espera­

bone que probablemente derivan del período en que los esclavos sin ba p<)der hacer en la batería.
CK: ¿De modo que la .percusión. es la hase de ese estil() guitarrísticc) ?
instrumentos empleaban sus cuerpos como tambores. Colocados en BD: Sí, en mi caso sí. Pc)rque tienes que te11er ciertas cosas en. la cabeza pa­
tensión creativa con el vibrato mecánico o el trémolo de una guitarra ra conseguir ql1e suene este).
eléctrica, estos ritmos abrieron una nueva era con el boom de las ca­
jas de ritmos y de los sistemas de música disco por doquier, la era de Pienso que Ellas McDaniel (Bo Diddley) es totalmente honesto en
las discrepancias participatorias mecánicas. En Bo Diddley el vibra­ sus respuestas, pero también que a lo largo de esta entrevista prote­
to mecánico de la guitarra no es sólo un rasgo superficial de textura, ge sus discrepancias participatorias. Es probable que ambos estemos
sino el núcleo del proceso temporal, y también lo que da forma a la 1 en lo cierto acerca de su toque, y que simplemente estemos desbro­
estructura. zando diferencias se1nánticas, tratando de negociar los nombres pa­
Hablando con Bo entre bastidores en el Café Tralfamadore ( Buf­ ra una realidad elusiva, nombres que atisban ape11as a describir su
falo, 3 1 de diciembre de 1 98 5 ) le pregunté por el famoso toque. El l1nicidad y su universalidad. He aquí el intento de otro escritor por
experto refutó mis dos percepciones. Sobre mi hipótesis del ritmo describirlo:
hambone, Bo recitó el texto tradicional, mostrando los golpeteos de
la percusión corporal, y los comparó onomatopéyicamente con su El toque ele Bo está ahí, plena1nente realizadc); le) toca con su guitarra, con el
propio toque, insistiendo ante el hecho de su (para mí) obvio pa­ ap<>yo de las n1aracas y los tambores usados como congas. Ese toque ha sido
recido en que «lo único que puede hacer que un sonido como éste descrito a menud<.) C()ffiO «afeitad<) y corte de pe]<)», el ritmo chistoso que to­
cas en la bocina de tu coche al meterlo en el garaje. Nada más lejos de la ver­
pueda ser relacionado con el ''toque Bo Diddley" es la estructura de dad. El toque de Bo es su propio pulso hecho arte. Más que una firma, es su
.las palabras: HamboneJ hamboneJ have you heardJ you seeJ Papa's declaración fundamental, la 1natriz firme de la cual .fluye su música.
gonna buy me a mocking birdJ see. Si quitas bird cambiaría el patrón Sin embargc), ese toque en cuatro por cuatro desplazadc) del centr<) como
rítmico, ¿ lo coges? » . Para enfatizar, tras hacer de nuevo los toques el toque que l1evan las claves en la 1núsica de las Antillas occidenta1es es com­
plej o y cambiante. Bo puede si ncoparlo del modo que quiera. Su fortaleza fí-
hambone y el «toque Bo Diddley» , exclamó: « ¡ Dos mil millas de dis-

268 269
CHARLES KEIL L A S D I S C R E PA N C I A S P A R T I C I PAT O R I A S Y E L P O D E R D E L A M U S I C A

sica 1() hace pr<)fu11da11tente senst1al, y las n1aracas evt)Ca11 Á frica o Haití. El
dar pe11sa11do en u11a n1usicología liberadora o e11 u11a revolución en
t(>quc es de11s<.>, l)Cr<) su a111bigliedad de <;(>tnbreados 1() abre y l(> ma11tie11e
c11 111c)vi111ie11t<>. Es el «t(>c1ue B<> Dic.1 tiley » : « �Í<><.l<)S l<>s (le N ueva ()rlea11s » ,
mt1sicología cuando las aplicacio11es tecnoelectrónicas de ct1alquier
dij(> Ltna vez l ,ouis Armstrong, ,<tienen es<>» ( l�yd<>n y Manclel, '1 974: 65). teoría que pueda yo inventar han venido sucediéndose a ritn10 ace­
lerado durante treinta años; cuando los sintetizadores, cajas de rit-
Jelly Roll Morton lo llamó «el tinte español » , un groove univer­ 1nos, dubbers, scratchers, hip-hoppers y productores de masas ya han
sal o al menos circum-atlántico, pero al mismo tiempo tan particu­ tecnologizado las discrepancias participatorias; cuando ya ha11 des­
lar como Bo Diddley en cualquier momento o en una noche cual­ cubierto los niveles de espacio, eco, reverb, de lay digital, doble pis­
quiera.. Su reciente interpretación en Buffalo lo encontró perfilando ta, semisincronía y semeja11tes que lograrán que 1nillones de seres con1-
su « toque » y su « sonido» de canción er1 canción, con niveles varia­ pren y se muevan, se muevan y compren; cua11do los ingenieros ya
bles de éxito en cua11to a obtener el respaldo de la banda en el groo­ han desembarcado por la fuerza y han tomado el control del sector
ve y el movimiento feliz de los que bailaban. Cada manifestación es central del baile en la música afro-americana actual; c11ando « esta tra­
definitiva o última. La inatriz n<) es estable. El « toque Bo Diddley» dición no-máquina» (Bennett, 1 964: 53; Keil, 1 9 9 1 : 1 75) ha sido n1e­
toma una forma ligera o acusadamente distinta cada vez. En esta canizada casi totalmente, hasta los extremos de densidad del soul
música, al menos, el proceso y la textura están indisolublemente en­ clap sintético; cuando ya hace tiempo que se acabó la revolución en
tre1nezclados y dictan cualquier sintaxis que pueda haber. la música, las barricadas se levantaron, se bailó sobre ellas, se des­
Es más, estas transformaciones del toque de Diddley parecen ser montaron y se embalaron para la exportación. Así que uno de los ob­
una perfecta analogía (en el campo del feeling de los músicos de swing) jetivos para los investigadores es abordar este proceso de mecaniza­
de lo que Barfield llama «significados del hablante» en el carnpo de ción de las discrepancias participatorias. Realn1ente tenemos que
la semántica histórica: bajar al estudio de grabación y a la pista de baile para tener un rato
de groove y preguntar a la gente acerca de lo que ha estado pasando.
Es un hecho históricc> q ue esas normas elusivas c1ue den<)minamos vagamente Otro objetivo podría ser el de conectar las discrepancias parti­
« significados» está11 s<>metidas a u n C<)nstante pr<)ces<> de cambi<>. N<> sería cipatorias, PDs como he terminado por denominarlas (Participato­
además muy difícil detn<)Strar que t<)d() pr<)greso mental ( y, a partir de ahí�
ry Discrepancies), con la Danza de las Partíct1las (Particles Dancing)
t<)d<) r>rogresc> 1nateríal) se ha i) r()ducido en asc)ciación con est()S gra11des ca111-
()ic>s. P()(lría111<>s ir n1ás allá y decir q ue 1<)S cambi<>S han sidc) posibles gra­ -las imperfecciones de un universo que se extiende; la física de la
cias a las discrepancias entre l<)S significados individuales de u11 hablante y el materia y la energía; el caos y el cosmos; el sentido que poseemos
síg11ificad(> corriente <> léxico (Barfield, 1 984: 30-3 l ) . los humanos de que, a través de las fronteras culturales, la música nos
pone en contacto con las fuerzas fundamentales.
Me siento poco cómodo con la noción de « progreso>> de la des­ Entre estos dos extremos la participación en e] universo y la
cripción de Barfield; incluso « desarrollo » sugiere que nuestros « sig­ mediación-mecanización de los grooves las PDs tienen muchísimo
nificados» y <<sentimientos» de algún modo mejoran con el tiempo que ver con el placer en el Do1ninio Público (Public Domain): con la
(cuando de hecho puede que simplemente se vayan improvisando con­ presencia de la tradición compartida y un sentido cada vez más pro­
tinuamente) . Nuestro punto crucial de acuerdo, no obstante, es que fundo de los sutiles modos en que los trabajos y los ritos, las habili­
cualquier cambio histórico en el lenguaje, la música, la danza o la cul­ dades y los eventos, las artes y la cultura se encuentran conectados
tura podemos estudiarlo mejor, en el momento mismo de su creación, en el espacio y el tiempo públicos. Si el inicrotiempo no es correcto
si nos fijamos atentamente en las discrepancias q11e realzan la parti­ entre los intérpretes batá, los orishas no descenderán. Si la brillantez
cipación y en los contextos que generan estas discrepancias. textura! y el relajado dinamismo procesual del par de trompetas no
Me detendré aquí en el comienzo de lo que podría ser una estan­ se da, un montón de bailadores de polka se quedará contunder1te­
tería de libros sobre música en la era de la reproducción m.ecáni­ mente sentado. Hay gran cantidad de cuestiones que los etnomusi­
ca ( Benjamín, 1 969: 220-22 5 } � ¡ Cuánto ha pasado desde que Les cólogos pueden i11vestigar acerca de los estilos que elijan. También se
Paul and Mary Ford introdujeran el efecto de eco en How High the nos reta a n1ante11er vivos estos poderes de la música en las localida­
Moon y Bo Diddley apre11diera a cantar con una pequeña ca.ja de tré­ des y a inventar nuevas PDs, discrepancias participatorias en domi­
molos de burtJuja de mercurio! En cierto modo, resulta absurdo an- '.·

.
.
.

nios públicos, allá donde la mezcla tradicional de trabajos y ritos en

2 70 271
C H AR L E S KEIL

delicias juguetonas se halla ensombrecida o ha desaparecido. A dife­


rencia de las relaciones de poder-sobre y de la vida alienada, las PDs
-placer, participación y juego no pueden legislarse o imponerse
desde arriba. Pero pueden imaginarse y practicarse en cualquier mo­
mento y lugar en que la gente sienta la necesidad de hacerlo.

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racionales y sociológicos de la música » . Economía y sociedad. México:
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272

Capítulo 1 1

USOS Y FUNCIONES ( * )

A l a n P. M e r r i a m

Uno de los problemas más importantes para la etnomusicología


es. el de los usos y funciones de la música, ya que, en el estudio del
comportamiento humano, buscamos no sólo los aspectos descripti­
vos de la música, sino · 10 que es más importante también sus
significados. Los aspectos descriptivos, aunque importantes por sí
mismos, hacen su contribución más significativa al aplicarse a pro­
blemas más generales para la total comprensión del fenómeno que in­
tentamos describir. Queremos saber no sólo. qué es, sino, sobre to­
do, qué función tiene para la gente y cómo funciona.
El título de este capítulo implica que hay una diferencia de signi­
ficado entre « usos» y <<funciones>>, y que esa diferencia es relevante.
En el pasado los etnomusicólogos no siempre se preocuparon por
esta distinción. y, de hecho, el problema todavía existe hasta cierto
punto en antropología, disciplina en la que el concepto de función ha
..

jugado un papel histórico y teórico muy importante. Para hablar del


significado de estos dos conceptos, debe quedar claro que ambos son
complementarios y que, en principio, son utilizados porque proceden
de la propia sociedad. Si bien es el observador externo el que realiza
juicios por medio de la evaluación analítica, su marco de referencia
no es él mismo, sino el fenómeno que está estudiando en su propio

( * ) Capítulo 11 de The Anthropo/ogy of Music (1964). Evanston: Northwestern


University Press, pp. 209-227. Traducción de María Santacecilia. Revisión de Victo-
ria Eli Rodríguez -:y Jaiume Ayats.
·

..

275 -
A L A N P. M E R R I A M USOS Y FUNCIONES

contexto. Al observar los USC)S de la música, el investigador inte11ta sa, quizás interpretable co1no el establecimiento de un sentido de se­
aumentar su conocimiento factual de tina forma directa; al observar guridad frente al universo. Así pues, la palabra « uso» se refiere a las
las fu11ci()nes, i11tenta aumentar dicho conocimiento indirectamente situaciones humanas en que se emplea la música; «función» hace re­
a través de t1na comprensión más profunda del significado del fenó­ ferencia a las razones de este uso y, particularmente, a los propósi­
tneno que estt1dia. Así, en una sociedad dada la música puede ser uti­ tos más a1nplios a los que sirve.
lizada de cierta manera, y esto puede expresarse directame11te COffi() El concepto de función ha sido empleado en las ciencias sociales
parte de la evaluación folk ' . La función, sin embargo, puede ser al­ de diversas formas, que Nadel ( 1 95 1 ) ha agrupado en cua.tro gran­
go bastante diferente, en la medida en que resulta de una evaluación des tipos. En primer, lugar « tener una .,, fu.nción '' se toma como si­
analítica derivada de las evaluaciones folk. El investigador puede, por nónimo de ''operar'', '' to.mar parte'', " estar activo" , contrastando
ejemplo, entender algo de los valores de una cultura analizando las la cultura " en funcionamiento'' con la que reconstruyen los arqueó­
letras de sus canciones, pe.ro esta comprensión procede de los pun­ logos o los difusionistas » . En segundo lugar, « función se ha emplea­
tos de vista tanto folk como analítico. Así, su conclusión no es sólo do para significar no aleatoriedad» , es decir, que « todos los hechos
que ha encontrado tales o cuales valores en las letras, sino también sociales tienen una función, y en una cultura no hay supervivencias
que estas letras realizan determinadas funciones dentro de la socie­ " sin función'', reliquias de la difusión u otros añadidos puramente
dad por el hecho mismo de expresar valores. La funció11 en particu­ fortuitos>> . En tercer lugar, « función se puede tomar en el sentido en
lar puede no ser expresada, o ni siquiera comprendida, desde el pun­ que se usa en la física, denotando una interdependencia de elementos
to de vista de las evaluaciones folk, las cuales hemos agrupado aquí compleja, mediada y recíproca, frente a la dependencia simple, di­
bajo el título de «conceptos » . El sentido en el que usamos estos tér­ recta e irreversible de la causalidad clásica » . Y, por último, función
minos se refiere, pues, a la comprensión de lo que hace la música «puede implicar la eficacia específica de cualquier elemento por la
para los seres humanos, tal y como lo puede describir un observa­ cual éste responde a los requerimientos de la situación, es decir, res­
dor externo que busque de esta manera aumentar su rango de com­ ponde a un propósito objetivamente definido; ésta es la ecuación de
prensión de los fenómenos que observa. función con propósito que ha dominado el pensamiento biológico
Cuando hablamos de los usos de la música, nos referimos a las desde Spencer» ( 1 95 1 : 368-369).
distintas formas en que la música es utilizada en la sociedad, a la prác­ A. R. Radcliffe-Brown, cuya orientación teórica está íntima­
tica habitual o al ejercicio corriente de la música ya sea por sí mis­ mente ligada al concepto de función en la antropología contempo­
ma o en conjunción con otras actividades . La canción que canta un ránea, tiende a resaltar el tercero y el cuarto de estos usos, pero con
enamorado a su amada es utilizada de una manera determinada, al una aplicación específica al sistema social:
igual que una invocación cantada a los dioses o una invitación mu­
sical para atraer a los animales y cazarlos. La música se usa en cier­ l)c acuerdo c<>n esta defi11ición, « funci{)n» es la co11tribución que tina acti­
VÍ(iacl parcial hace a la actividad tc)tal de la que fc)rma parte. La funció11 de
tas situaciones y se convierte en parte de ellas, pero esto puede o no u11 determinadc) use) sc)cial es la cc)ntribución que realiza al total de la vida
tener una función más profunda. Si el amante utiliza una canción pa­ social, C<)mo funcionamiento del conjunto del sistema social. Esta visión
ra cortejar a su amada, la función de esa música puede ser interpre­ i111.plica qL1e u11 sistema sc)cial [ ] tie11e un cierto tipo de unidad, a la cual po­
...

tada como la continuación y perpetuación de la especie. Cuando la de1nos referirnos C<)ffi() unidad funci<)nal. Pode1nos defi11irla C<)ITI() una co11-
dici{)n pc)r la que t<>das las _partes del sistema social funcic)11an j t1ntas con un
persona que reza usa la música para aproximarse a su dios, está uti­
grade) suficiente de armonía o consistencia interna, es decir, sin I'r<>dt1cir cc>n-
lizando un mecanismo específico j unto con otros como la danza, la . flictos persistentes que no puedan ser resueltos ni regulados ( 1 952: 1 8 1 ) .
oración, el ritual organizado y otros actos ceremoniales. Por otra par­
te, la función de la música es aquí inseparable de la función religio- Radcliffe-Brown hace hincapié sobre otros dos aspectos más de
importancia: «Uno es que esta hipótesis no requiere la afirmación
dogmática de que todo en la vida de una comunidad tiene una fun­
·
1. Distinciones y valoracic)11es realizadas desde el pu11t<) de vista del nativo de la
ción. Sólo requiere la asunción de que podría tenerla, y de que es le­
cultura. l a oposici{>n evaluación folk/evaluaci{)n analítica equivale en este contexto a gítimo intentar descubrirla » . Esto, por supuesto, contradice el se­
la distinci()n e1'nicletic frecucnte1nente invocada e11 antropología. [N. de la T.]
..

gundo uso de «función» de la clasificación de Nadel. « El segundo es

276 277
A LA N P. M E R K I A M USOS Y FUNCIONES

que l'J que parece ser el mismo uso social en dos sociedades, puede ca» o «artística » como pura, y a la 1n úsica para películas, radio o te­
tener distintas funciones [ . . . ] En otras palabras, para definir un uso levisión como aplicada. Hay, sin e1nbargo, varias preguntas qt1e se
social, y por tanto para poder validar comparaciones entre usos de pueden suscitar. En primer lugar, ¿se trata de una distinción real o
diversas culturas o períodos, es necesario considerar no sólo la for­ de una mera cuestión de separación de campos semánticos? Las lí­
ma del uso, sino también su función» ( 1 952: 1 84). neas de separación entre la denominada música «clásica» y la ma­
En etnomusicología estos términos se han intercan1biado cons­ yor parte del jazz contemporáneo son realmente difíciles de delimi­
tante1nente, si bien con un sentido u otro dependiendo del contexto. tar, y actual1nente tendemos a hablar de cierta música folk como de
Por ejemplo, a me11udo se afir1na que la música es un aspecto de la « arte» . Por otro lado, ¿ la música programática está totalmente se­
vida cotidiana que impregna las sociedades no alfabetizadas. En nues­ parada de la aplicada? (se supone que comunica ciertas emociones e
tra sociedad, se dice, tendemos a compartimentalizar las artes, es i1npresiones). Segundo, en la valoración de si la música es pura o apli­
decir, l1acemos hincapié en las diferencias, o supuestas diferencias, cada es importante sa her con precisión quién realiza esa distinción.
entre arte «puro » y «aplicado » , y entre el «artista» y el « artista co­ A menudo tendemos a olvidar que la sociedad norteamericana se com­
mercial» o el « artesano» , que se diferencian tanto por su papel como pone de una enorme y diferenciada masa de individuos cuyos juicios
por su función. También distinguimos claramente entre el « artista» y percepciones de la música varían enormemente. En realidad, la di­
y su «público»; el primero se supone que pertenece a un reducido gru­ visión entre música pura y aplicada sólo la hace un cierto segmento
po limitado a individuos con talento, y el segundo, a una masa más de esa sociedad; su validez es dudosa para mucha gente. Por último,
o menos indistinguible, cuyas percepciones frente al arte son de una no sabemos realmente si las culturas no alfabetizadas hacen el mis­
calidad variable e indiscriminada. En las sociedades 110 alfabetiza­ mo tipo de distinciones. Sabemos q.ue cierta música de esas socieda­
das en general «se puede decir que no se establecen distinciones de des es exclusivamente para entretener, pero no sabemos si esto forma
esta categoría. El arte es parte de la vida, no está separado de ella » la base de juicios sobre el arte «puro», ni sabemos si los pueblos ágra­
(Herskovits, 1948: 3 ·79). Esto no sig11ifica necesariamente que no exis­ fos consideran como un tipo más «aplicado» de música, por ejemplo,
ta una especialización en la música de estas culturas, sino que un las canciones con finalidad curativa.
11úmero relativamente grande de personas puede participar en ella. Profundizando en esta cuestión, podemos preguntarnos cómo de­
La música es funcional en el sentido de qt1e surge de un elevado nú­ limitar nuestra propia distinción entre «artista» y « artesano» . Es \ter­
mero de personas de cualquier sociedad no alfabetizada y que casi to­ ciad que hay algunos casos claros, pero el hombre que fabrica cuber­
do el mundo participa en ella, enfatizando así la carencia de una terías modernas puede situarse tanto a un lado como a otro de la línea
distinción ·básica entre «artista>> y «artesano» o entre «artista>> y «a u­ imaginaria, y lo mismo sucede con el compositor de jazz contempo­
diencia » . ráneo. Por otra parte, nos parece lógico asumir que tales distinciones
Cua11do hablamos de música de esta forma estamos empleando no se hacen en las culturas no alfabetizadas, aunque tampoco pare­
«función» en el primer sentido descrito por Nadel es decir, como ce que tengamos pruebas suficientes para afirmarlo. ¿ Qué pasa con
;

sinónimo de «operar» , «tomar parte», «estar activo» . Todavía más el «músico ambulante» profesional, tan común en Africa? ¿Juega el
específicamente, estamos diciendo que la música es « tnás funcional» papel de artesano? ¿ No hay diferencia entre su papel y el del miem­
en las sociedades no alfabetizadas que en la nuestra. Debemos resal­ bro de un coro ambulante? Ya hemos visto que en muchas socieda­
tar que Nadel rechaza este uso de la palabra «función» , por consi­ des se apoya de una manera u otra a los músicos profesionales y que
derarlo como 11n «empleo indiferente y redundante que puede ser pa­ el papel de compositor se distingue de una manera especial; estos es­
sado por alto » , y está claro qt1e de lo que realmente se está hablando pecialistas ¿ son artesanos o artistas? No tenemos una respuesta ta-
aquí es más de uso que de función. Pero hay en esto un aspecto igual­ Jante.

me11te importante, y es la cuestión de si la música se utiliza más en La diferencia entre artista y audiencia presenta problemas análo­
las S()Ciedades no alfabetizadas que en la nuestra. Esta cuestión no pa­ gos. Aunque es cierto que nuestros concertistas se diferencian clara­
rece haberse discutido nunca; simplemente se ha dado por supues ta. mente del público, en la música popular contemporánea se anima al
Es cierto que en nuestra sociedad tendemos a distinguir entre ar­ público a participar, y también en cierta música de jazz donde el pú­
te puro y aplicado; en el caso de la música, nos referimos a la «clási- blico se une a los músicos bailando, por ejemplo . Anteriormente

278 279

·-- ·---
·--
USOS Y FUNCIONES
A L A N P. M E R R I A M

ya hemos descrito varias situaciones en sociedades ágrafas e11 las Esta impresionante lista de tipos de cancio11es hace referencia a
L1 n ú11ico elemento de la cultura musical tutsi; se podría a111pliar enor-
que, mientras el mí1sico i11terpreta ante un público, éste participa dan­
do palmas o bailando; pero esto mismo también sucede en 11t1estra so­ 111e1nente si consideráramos las canciones de boda u otros subtipos,
ciedad. Y respecto a la afirmación de que, proporcional1nente, parti­ por i10 hablar de las canciones .religiosas. Cuando habla1nos de m ú­
cipa más público en la música en las sociedades no alfabetizadas que sica en estos términos, tratamos del LIS<) de la canción es decir, del
en la nuestra, lo único que podemos hacer es resaltar el increíble nú­ pu11to de Nadel en que se hacía refere11cia a «operar», «to1nar parte»
mero de instrumentos musicales vendidos en Estados Unidos y me11- o « estar activo » . Si ade1nás pone1nos énfasis, como solemos ha­
cio11ar las abrumadoras estimaciones referentes al núm.ero de gente cer, en que la música en culturas no alfabetizadas es « tnás funcional »
que toca algú11 tipo de música, ya sea para ellos mismos o para otros. que en la nuestra, deberíamos probar con evidencias ese argumento.
En suma, cuestiones de este tipo no se responden tan fácilmente En apariencia parecería ser así. Ciertan1ente, la sociedad nortea1ne­
C<)m<> a menudo sB ha pretendido. El hecho es que, cuando hacemos ricana no tiene series de canciones que se puedan comparar con las
distinciones, oponemos casos especiales dentro de nuestra sociedad de los tutsi sobre el ganado; sin embargo, a menudo pasamos p or
a suposiciones acerca de todas las culturas no alfabetizadas. Habla­ alto la gran variedad de usos presente en nuestra música. Tenemos
mos en primer lugar de lo que llamamos «música artística » , sin tener canciones de amor, de guerra, funerarias, de trabajo, para el depor­
en cuenta los muchos otros tipos de música que también forman par­ te; oimos música para estimular nuestra actividad en el trabajo y en
te de nuestra cultura musical. Si estas distinciones contienen algún el juego, y para acompañarnos mientras comemos; se provee a las
eleme11to de verdad lo cual es probable , es razonable pregun­ amas de casa de música especial para acompañar su trabajo, etc.
tarse si las excepciones no son tan relevantes como para quitar valor La clave de este problema parece residir en el hecho de que la
a la uti�idad que tales distinciones pudieran tener. En cualquier caso, palabra «función» no está correctamente utilizada en este contex­
.
descr1b1r el papel de la música tal y como hemos señalado aquí no es to. Cuando decimos que la música de culturas no alfabetizadas es
realmente hablar de su función, sino de su uso. « más funcional>> que la nuestra, inferimos además que es de ma­
Otro tipo de aseveració� de los etnomusicólogos sobre las fun­ yor importancia, cuando lo que realmente queremos decir es que la
ciones de la música tiene que ver con la muy repetida afirmación de rnúsica de estas culturas quizá se use en mayor variedad de situa­
que la música de las culturas no occide11tales está integrada en casi ciones que en nuestra sociedad. En este sentido puede que la músi­
todos los aspectos de la vida, y que esto 110 sucede en la sociedad oc­ ca de las culturas no occide11tales se emplee de formas más detalla­
cidental, citándose ejemplos como el siguiente, que habla de los tut­ das y directamente aplicadas, pero no que sea necesariamente más
si de Ruanda: funcional.
Hay otro aspecto en el que la música ha sido descrita por los et­
. . . canciones para alardear, para la guerra y para el salude), can.cic>11es de las nomusicólogos como funcional, y tiene que ver con el hecho de que
jóvc11es casadas cuandcl se re{u1e11 para recc>rdar a stts amigos ausentes, can­ al menos en algunas culturas la música no es abstraída de su contex­
ciclnes infantiles, para pircJpear a una chica, y 1nuchas rnás. De especial im­ to cultural. Los basongye, por ejemplo, tienden a conocer el corpus
pc>rtancia para los tutsi son las que tratan del ganado, y éstas incluyen can­
cic>11es de fanfarronee> l1a1nadas i/Jiririn1!Jo, en las qt1e dos hc>n1bres cantan
total de su música cosa que no ocurre en i1uestra cultura . Es más,
cc>mpitiendc) entre sí alternando frases 111usicales; pueden competir en la cada canción es reconocida instantáneamente por su uso. Esto quie­
alalJa11za a una vaca o resalta11Llc> lc>s 1néritos de una vaca respecto a otra. re decir que la música como tal no existe al margen de su contexto;
Hay ca11ciones especiales ., 1.10 ibiriri111hc>, en alabanza de las vacas, <>tras pa­ al contrario, el contexto puede determinar la conceptualización de la
ra p<Jncr de n1anifiesto la i111pc>rtancia de tener vacas; hay cancic>nes para vol­
música. Hablaremos más de esto en el capítulo 1 3 , pero el empleo de
ver a casa cc)tl el ganado al anochecer, otras para e] pastor cuando está listo
para llevar el ga11ado a casa, o para cuando está sacando agua para el gana­ la palabra «función» en este sentido coincide con la tercera defini­
(ic>; o, attn, para cua11do anda c<>11 <)tf<)S pastores J><)r la 11oche. Se cantan ala­ ción de Nadel, es decir, « denotando una interdependencia de ele­
ba11zas para el ganado del rey, inyan-z bo; l<)S 11iños cantan canciones especia­
· mentos compleja, mediada y recíproca, frente a la dependencia sim­
les SC)bre las vacas, otras so11 para cuando se muestra el ganaqo a los visitantes. ple, directa e irreversible de la causalidad clásica » .
Hay canciones especiales con flauta para a]ejar a los ladrones noctur.nos de
Sin embargo, apenas se ha discutido hasta qué punto el músico
y la música de algunas culturas no occidentales son funcionales. Re-
ganado, y otras que rememoran acontecimientos históricos en los que el ga­
nado ton1ó parte (Merriam, 1 959: 50).

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280
.. � . ..... ... . . . .. .. . . . ' -----
A L A N P. M E R R I A M USOS Y F UNCIONES

CC)rdemos que entre los basongye los músicos son considerados lo más -esto es, co1no sinónimo de « operar» , « tomar parte » «estar acti­
bajo de la escala social, y tanto nlúsicos como no músicos insisten vo»--. Cuando se emplea en este sentido, el término más preciso es
enfáticamente en que no les gustaría que sus hijos lo fueran. Al mis­ «uso» antes que «función» ; en tales casos, aunque sabemos cómo en­
mo tiempo les resulta inconcebible un pueblo sin música ni músicos, caja la música con otras actividades, no sabemos cuál puede ser su
e incluso puede asegurarse que opi11an que una vida sin música no propósito o función.
es vida. Una vez l1echas estas distinciones, podemos a bordar los diversos
Más concretamente, en un funeral importante de los basongye usos y funciones de la música en la sociedad. En primer lugar, ha­
no pueden faltar ni un músico profesional ni su música. Un funeral blaremos de los usos. Es evidente que la música se emplea como
de este tipo dura siete días, produciéndose el entierro el segundo de acompañamiento de casi todas las actividades humanas. Los antro­
ellos. El músico profesional hace su aparición un.a ''ez el muerto ha pólogos han ideado clasificaciones para poder abarcar todos los ele­
sido enterrado, y lleva a cabo un número de funciones que sólo él mentos de cualquier cultura y al mismo tiempo dividirlos para ma­
puede realizar. Ninguna otra persona puede hacer de contrincante nejarlos con mayor facilidad. Una de estas clasificaciones es la de
en la agresiva pantomima representada por las parientes .femeninas Murdock, que agrupa los materiales de una cultura en cuarenta y
del fallecido; esta pantomima sirve para ayudar a establecer la na­ seis categorías (Murdock et al., 1 945); el epígrafe de casi todas las
turaleza mágica o no mágica de la muerte, permite la exteriorización divisiones trae instantáneamente a nuestra mente alguna actividad
de tensiones internas por parte de las mujeres y muestra su sentida musical. Entre los indios flathead se pueden distinguir catorce gran­
e i11ocente implicación emocional en la muerte de su pariente. Sin el des grupos de situaciones con música, y cada una de ellas es sus­
profesional, estas actividades tendría que hacerlas otra persona, ceptible de numerosas subdivisiones (Merriam y Merriam, 1 955). Ya
pero tal y como está actualmente estructurado el funeral, es el mú­ hemos citado la complejidad de los tipos de música tutsi en rela­
sico quien las lleva a cabo. También es él quien ayuda a los dolien­ ción con algur1as canciones sociales, y una relación incompleta de
tes a olvidar la tragedia de la muerte. Desde que hace acto de pre­ canciones de los basongye muestra más de treinta tipos, que pue­
sencia, el curso del funeral cambia; la gente empieza a sonreír y a den a su vez subdividirse.
bromear por primera vez desde la muerte e introduce diversas dan­ Aunque no es posible ni conveniente abordar un catálogo de to­
zas, cuya función específica es ayudar a la gente a olvidar; hacien­ dos los usos de la música, podemos al menos enumerar las activida­
do el payaso contribuye enormemente a relajar las tensiones, que, en des musicales que se dan en todos los aspectos de la cultura. Hers­
este punto del funeral, han alcanzado un alto grado de intensidad. kovits ( 1948: 238-240) ideó una clasificación muy útil para manejar
Por st1puesto, hay otras personas que podrían llevar a cabo este pa­ materiales culturales, clasificación que seguiremos aquí en líneas ge­
pel tan bien como él; la cuestión es que en la sociedad basongye no nerales.
lo hacen. El músico es una figura clave en el funeral. También lo es Su prin1era división, Cultura material y sus sanciones, se divide
en otro tipo de actividades como el baile, la caza, ciertos comporta­ a su vez en dos partes: Tecnología y Economía; las posibles asocia­
mientos religiosos y otros aspectos de la vida basongye. De hecho, ciones con actividades musicales son numerosas. Las canciones de
sin el músico, cuyas numerosas funciones apenas se han relatado trabajo se en.cuentran en casi todas las culturas: incluyen las cancio­
aquí, la estructura de muchas actividades cambiaría drásticamente. nes que acompañan el remar de las canoas, la molienda, la cosecha,
La integración del músico dentro de la estructura social es tremen­ la construcción de casas, el transporte de objetos, etc. Las canciones
damente importante, e ilustra el cuarto uso de la palabra <<función» también acompañan la med.icina y su práctica, y se emplean para ob­
apuntado por Nadel, esto es: « la eficacia específica de cualquier ele­ tener una buena caza, una buena pesca o una cosecha generosa. El
mer1to por la cual éste responde a los requerimientos de la situación, compositor, el intérprete y el constructor de instrumentos, a la vez
es decir, responde a un propósito objetivamente definido; ésta es la que se benefician de sus actividades, contribuyen a la economía ge­
ecuación de función con propósito . . . >> . neral.
En un momento u otro, los etnomusicólogos han empleado el La segunda división de Herskovits es la de Instituciones sociales,
concepto de función en tres de los cuatro sentidos descritos por Na­ que consta de Org.anizacíón social, Educación y Estructuras políticas.
del, pero en la mayoría de los casos lo han empleado en el primero La música sirve de marcador social de la organización: el ciclo de la

282 283
A L A N P. M E R R I A M USOS Y FUNCIONES

vida incluye cancio11es de nacimiento, con subdivisiones concretas pa­ sica. Música y folklore co11viven con frecuencia como partes del
ra diferentes nacimientos; i1anas; canciones para aprender a i1ombrar misn10 encuentro social, pc)r ejemplo cuando las canciones forman
las cosas; para el aseo personal; canciones de adolescentes; de salu­ parte de un cuento popular, o cuando encontramos refranes en las le­
do; de amor y matrimonio; canciones de familia, linaje o clan; para tras de las canciones. Se componen melodías para consagrar másca­
disti11tos grupos o asociaciones; para fu11erales; y muchas otras con ras música y máscaras se encuentran juntas a inenudo y existe11
aplicaciones sociales igualmente específicas. Ya he1nos mencionado canciones especiales para escultores, pintores, ceran1istas, artesanos
el uso de la música con propósitos educativos y tendremos ocasión del metal y otros artistas.
de volver a hablar de ello. Las canciones también rodean constante­ La última categoría de Herskovits es la de Lenguaje, y ya hemos
mente las estructuras políticas; unas, de alabanza de los dignatarios dedicado t1n capítulo de nuestro libro a tratar sobre letras de can­
en su investidura, otras, que comentan acontecimientos u objetivos ciones, que conviven estrechamente con la música. Además existen
políticos, etc. ciertos tipos de lenguaje que utilizan mecanismos musicales para su
El tercer aspecto de la división de Herskovits se denomina Hom­ transmisión, como el lenguaje del tambor, el silbido o la trompeta;
bre y Universo, subdivido en Sistemas de creencia y Control del po­ también se emplean frecuentemente en música los llamados lengua-
der. Las creencias religiosas se expresan por medio de la oración Jes secretos.

musical, así como los mitos y leyendas, canciones adivinatorias, Todas estas observaciones conforman tan sólo una parte de los
de culto, religiosas, y otras. El control del poder es a menudo ad­ usos de la música en la sociedad, y sin embargo dan una idea del enor-
quirido por medio de canciones de súplica; canciones mágicas para 1ne abanico de actividades en las que la música j uega un papel, a ve­
curar, cazar, y muchas otras actividades que requieren ayuda so­ ces tangencial, pero a menudo central. La importancia de la música,
brenatural; hay también canciones de espíritus, bruj as y otros fe­ a juzgar por su omnipresencia, es enorme; y cuando se considera que
nómenos sobrenaturales, invocaciones melódicas, etc. Ya hemos vis­ se emplea como marco de integración de muchas actividades, pero
to el papel crucial de la música en los rituales de los indios de las también como parte fundamental de otras tantas que no podrían ser
llanuras y en el funeral basongye. En relación con esto, llama la llevadas a cabo adecuadamente sin ella, su importancia aumenta sus­
atención la enorme cantidad de detalladísimos estudios sobre las tancialmente. Probablemente ninguna otra actividad cultural esté tan
ceremonias religiosas y los ritos de grupos de indios norteameri­ generalizada ni condicione, modele y controle tanto el comporta­
canos, estudios realizados por antropólogos norteamericanos a miento humano.
principios de siglo, que incluyen minuciosas descripciones de sus ce­ Si volvemos a las funciones de la música, veremos que los pro­
remonias y abunda11te información sobre el uso de la música. Dor­ blemas se complican aún más, ya que perseguimos fundamental­
sey, por ejemplo, ofrece un relato minucioso de la danza ponca sun, mente generalizaciones aplicables por igual a todas las sociedades. Si
e11 la que la participación de los músicos está meticulosamente intentamos valorar inicialmente estas funciones como universales cul­
descrita ( 1 905 ) . La Flesche da una ajustada descripción del rito de turales, estaremos empleando principalmente la palabra « función»
la vigilia de los osage, e� que la música juega un papel muy impor­ en el cuarto sentido de Nadel, es decir, « la eficacia específica de cual­
tante ( 1 92 5 ) . Mooney describe el empleo de la música y su impor­ quier elemento por la cual éste responde a los requerimientos de la si­
tan.cía en la danza de los espíritus; su relevancia es destacada por el tuación, es decir, responde a un propósito objetivamente definido; és­
hecho de que dedica casi un cuarenta por ciento de su estudio a las ta es la ecuación de función con propósito . . . » . Sin embargo, este uso
letras de las canciones ( 1 8 9 6 ) . Estas descripciones figuran entre se amplía desde el momento en que intentamos descubrir propósitos
las más detalladas que existen, y cada una de ellas contri�uye enor­ o funciones de la música y valorarlos desde el punto de vista más abar­
memente a aumentar nuestro conocimiento sobre el empleo de la cador posible. Se hace necesario recordar que a este nivel tratamos
música en ceremoniales religiosos. de evaluaciones analíticas y no de evaluaciones folk, ya que busca­
La cuarta categoría de Herskovits es la Estética, dividida en Ar­ mos respuestas a la cuestión de cómo funciona la música en la socie­
tes gráficas y plásticas, Folklore y Música, drama y danza; su rela­ dad. Me gustaría proponer diez tipos principales de funciones, en opo­
ción con la música es mtty directa. La música y la danza tienen una sición a los usos, que trataremos a continuación siguiendo un orden
relación inseparable, y el drama, casi por definición, incluye la mú- arbitrario.

284 285
A L A N P. M E R R I A M USOS Y FUNCIONES

L A F' U N C I Ó N D E E X P R E S I Ó N E M O C I O N A L tos religiosos, solidaridad partidista y patriotismo, por mencionar


unas cuantas. Así, cantamos para que los niños se duerman, para que
Bastantes datos apuntan a que la música funciona de forma general el trabajo nos parezca ligero, para hacer que la gente compre deter­
y en distintos niveles como mecanismo para expresar emociones. Ya minad.o producto para el desayuno, o para ridiculizar a nuestros ene­
hemos señalado cuando hablamos sobre las letras de las canciones migos» ( 1960: 469).
que una de sus características más destacadas era el hecho de consti­ Desde una perspectiva diferente, Freeman llega a conclusio­
tuir un vehículo para la expresión de ideas y emociones no exteriori­ nes similares al observar los versos conocidos como lei Ana Ika o
zadas en el lenguaje cotidiano. A un nivel más general, la música pa­ U.S.E.D., que se cantaban en Hawaii antes, durante y después de la
rece estar claramente ligada con la emoción y ser un vehículo para segunda Guerra Mundial ( 1 957) .. En este caso, Freeman observa
la expresión de la misma, tanto si esa emoción es específica (obsce­ tres funciones principales, variables, en las canciones populares; dos
nidad, censura, etc.) como gene1·al .. En muchas de las obras de Bu­ de ellas relacionadas con la expresión de emociones y otras dos una
rrows sobre la música de Oceanía se hace hincapié en este aspecto. se solapa relacionadas con otras funciones. La hipótesis principal
Escribe, por ejemplo, sobre Uvea y Futuna: de Freeman es que « la relevancia funcional de una canción popular
se debe poner de manifiesto a través de su interrelación con otros
Característico de cualquier canto de las dos islas es su carácter social. El can­ aspectos del sistema social y cultural», y que « un tipo concreto de
to solista se limita al líder del coro o a pasajes responsoriales o intercalados.
expresión popular debería poderse asociar con un sistema concreto
Esto puede explicar la escasez de canciones q11e expresen emociones más ín­
timas, por ejemplo, la ausencia de nanas. Si hay una emoción que pueda ser de organización social», el cual en situaciones de cambio « provoca­
tanto individual como colectiva, es el aspecto colectivo el que encuentra ex­ rá transformaciones en la naturaleza del folklore que se le asocia>>
presión en la canción ( .. . ] E n suma, las canciones recogidas muestran que el (p. 215). Sus conclusiones son las siguientes:
canto en Uvea y Futuna expresa y estimula cualquier emoción compartida
J?Or el grupo, trátese de una familia, un grupo de trabajo o el reino comple­ En primer lugar, las letras de protesta social surgen ct1ando los miembros de
to ( 1 945: 78-79). una sociedad carecen de otros mecanismos de protesta. Encontraremos este
tipo de canciones en un segmento oprimido de la sociedad y perdurarán mien­
En otro pasaje Burrows enumera <<funciones» de la música entre tras estos individuos carezcan de otros medios de acción más directos. Estas
letras constituyen un intento por parte de los miembros de la sociedad de so­
los tuamotus y de nuevo destaca la importancia de la expresión emo­ brellevar esas condiciones inaceptables. Por otro lado, al dismin·uir las frus­
cional: traciones, permiten al individt10 una «vía de escape» dentro del grupo y, de
esta manera, adaptarse a las condiciones sociales existentes. Además, pueden
Estimular y expresar emoció11 en los intérpretes, y transmitirla a los oyen­ lograr cambios sociales al movilizar el sentimiento de grupo. En cualquier ca­
tes. La emoción puede ser exaltación religiosa, como en el canto de la crea­ so, estos versos tienen la función de reducir los desequilibrios y favorecer la
ción o la canción del pájaro rojo sagrado; dolor, como en los lamentos; de­ integración social.
seo o pasión, como en las canciones de amor; diversión, excitación sexual y En segundo lt1gar, cuando existe una frustración o conflicto de larga du­
otras emociones en las danzas; la exaltación del ego en los cantos de gloria, ración en las necesidades personales o las demandas culturales en contra­
o la estimulación del coraje y el vigor, como en los cantos de ánimo. Y sin dicción con las costumbres morales de una sociedad, se cantarán letras esta­
duda hay otros [ . . . ] Subyaciendo a todo esto, se encuentra en mayor o me­ bilizadoras. É stas describirán el conflicto, pero no acabarán en protesta. Es
nor grado la función de estimular, expresar o compartir emoción. Esta fun­ más, ofrecerán la solución que esas costumbres morales establezcan. Así,
ción está vinculada incluso con las canciones de trabajo. P.ara los nativos hay estas letras estabilizadoras permiten a las personas una «vía de escape» a la
algo más que emoción en sus cantos, es lo que denominan « mana» o poder vez que reafirman el sistema social.
sobrenatural; pero, desde el punto de vista europeo, la función que realmente En tercer lugar, cuando las condiciones permiten otros tipos institucio­
se lleva a cabo es la de transmitir emoción ( 1933: 54-56). nalizados de expresión personal y no predominan los conflictos morales, en­
contraremos exclusivamente letras de tipo recreativo, cuya función es es­
trictamente entretener (pp. 219-220).
Mci\llester sugiere una visión bastante similar, aunque expresa­
da en relación con la música occidental: « Para nosotros, una función
principal de la música es la de servir como ayuda para inducir acti­ Charles Keil, en un artículo no publicado ( 1962), divide la mú­
tudes. Tenemos canciones que evocan tranquilidad, nostalgia, senti­ sica entre aquella que tiene una <<función solidaria>> y la que tiene una
miento, compenetración entre los miembros de un grupo, sentimien- <<tunción .catártica>> o <<de descarga » . Más adelante trataremos so-
�·

286 287
., ••
A L A N P. M E R R I A M
USOS Y FUNCIONES

bre la función solidaria; en cuanto a la de descarga, Keil afirma que Hasta ahora hemos hablado del alivio emocional que produce la
alcanza su máxima expresión en el jazz. Además, opina que hay una música al individuo que se encuentra en ciertas situaciones sociales,
correlación entre estas dos funciones generales de la música y las so­ pero hemos de señalar que el mismo proceso creativo también lo pro­
ciedades que las expresan; así, « una tradición cultural que haga hin­ duce. Gotshalk llama la atención sobre este hecho cuando señala
capié en el control social, la moderación, la tranquilidad, los castigos «la importancia que el público tiene para el artista creativo, ya que
''vergonzosos'' , etc., tenderá a proporcionar al menos algt1na vía mu­ encarna la satisfacción de la voluntad, los logros y el dominio de la
sical de escape para aliviar las tensiones que pueden generarse en cier­ técnica. Una obra de arte es para él no la pobre ilusión de un sueño
tos individuos» . por conseguir, sino la sólida ilusión de una realidad alcanzada. Apa­
Tanto Freeman como Keil intentan explicar la función de la mú­ rece ante sus ojos como la alentadora señal del desarrollo de su ta­
sica como expresión emocional, pero el estudio más detallado nos lento, como símbolo del poder que alcanzará, y como una victoria de
lo ofrece Devereux, quien basa su trabajo en la teoría freudiana, apli­ su yo como fuerza creativa que supera enormes obstáculos y dificul­
cándola a todas las artes (Devereux y La Barre, 1961). El aspecto más tades» ( 1 947: 1 57).
destacable para Devereux es que el arte « existe porque confluye con Finalmente, la música funciona como mecanismo de alivio emo­
una necesidad social no satisfecha por otras actividades culturales>> ; cional para un grupo de personas que realizan actividades juntas. És­
a esto lo llama «función de válvula de seguridad». «Además de ver­ te es el caso, por ejemplo, de los indios flathead y quizá también de
la como una válvula de seguridad inofensiva>>, continúa el autor, «tan­ otras tribus de indios norteamericanos, que continúan la tradición de
to la sociedad como el artista consideran la expresión artística como ciertos tipos de canciones y danzas, aunque las ocasiones para las que
no rechazable en cuanto a la farma, aunque repudiable en cuanto al se interpretaban hace ya tiempo que desaparecieron. A los flathead
contenido » (pp. 368-369). Continúa Devereux: les divierten las frecuentes ocasiones en que interpretan canciones y
En resumen, el arte puede funcionar como una válvula social de seguridad danzas en un principio de�tinadas a la guerra, a arrancar cueros ca­
precisa1nente porque, como el talento, supone un compromiso, y es recha­ belludos, al matrimonio y a otras ocasiones ceremoniales, aunque
zable en cuanto a su intención y contenido. El arte permite al artista expre­ ya no haya oportunidad para combinar. estas interpretaciones con las
sar -y al consumidor oír (o ver)- lo prohibido, a condición de que: acciones para las que fueron pensadas. La música y la danza sirven
1 . La expresión artística sea formulada de n1anera tal que una determi­
nada sociedad decida considerarla «arte » .
en este caso como un alivio emocional ante la cultura esencialmente
2 . El conte11ido real de la expresión artística esté convencionalmente su­ hostil que rodea a los flathead; haciendo énfasis en sus valores cul­
bordinado a la forma. turales en un contexto acotado, encuentran la oportunidad de dar sa­
3. La expresión artística pueda ser ente11dida como rechazable. lida a la hostilidad que sienten.
Habiendo demostrado que el arte sirve como válvula de seguridad para
Así, una función importante de la música es expresar variedad de
expresar el tabú, debemos intentar definir los temas tabú que encuentran su
vía de expresión en el arte. Éstos pertenecen a tres esferas:
emociones: la expresión de ideas y pensamientos que de otra mane­
1. Los tabúes humanos generales: el incesto, el homicidio de otro miem­ ra no podrían transmitirse; la correlación entre una amplia variedad
bro del grupo, etc. de emociones y la música; la oportunidad de servir como «vía de es­
2. Los tabúes específicos de cada cultura: el sexo en una sociedad puri­ cape» y quizás de resolver conflictos sociales; la explosión de la crea­
tana, la avaricia en la sociedad mohave, la cobardía entre los indios de las tividad por sí misma; la expresión grupal de hostilidad. Es posible
llanuras, etc.
3. Los tabúes de un determinado individuo (neurosis): deseos reprimidos, que se puedan citar más ejemplos, pero los dados hasta ahora ilus­
etcetera.

tran claramente la importancia de esta función de la música.
También es significativa la percepción que el artista tiene de sus reglas de
j uego, así como las maniobra.s que utiliza como pretexto para transformar
su «obscenidad», «rebelión» o « blasfemia » en arte [ ... ] Además, el artista de­ L A F U N C I Ó N D E G O C E E S TÉ T I C O
be poseer la habilidad máxima para «patinar sobre una Jámina de hielo ». De
·
hecho, cuanto mejor sea el patinador, más fino puede ser el hielo (las reg as
_ ..
� El problema estético en relación con la música no es sencillo e invo­
del arte) sobre el que patina. En otras palabras, cuanto mas _
domine su tec
: lucra la estética tanto desde el punto de vista del creador como des­
nica el artista, más cerca estará de expresar, sin pérdida de afecto, el tabu
(pp. 369, 3 80, 370). de el del oyente. Si ha de ser considerada como una de las funciones

289
USOS Y FUNCIONES
A L A N P. M E R R I A M

L A F U N C I Ó N D E R E P RE S ENTA C I Ó N S I M B Ó L I C A
más importantes de la música, debe ser así en otras culturas además
de la nuestra. Música y estética están asociadas en la cultura occi­
Hay pocas dudas de que la música funciona en todas las sociedades
dental, así como en las de la India, China, Japón, Corea, Indonesia
c �mo representación simbólica de otras cosas, ideas y comporta-
y quizás también en otras, pero no podemos afirmar con seguridad
1n1entos. Trataremos de esta función de la música detalladamente en
que esta asociación esté presente también en las culturas del mundo
el capítulo 12.
no alfabetizado. Relacionada con esto está la cuestión de en qué con­
siste exactamente una estética, y particularmente la de si dicho con­
cepto se halla culturalmente determinado. Se trata de cuestiones im­
L A F U N C I Ó N D E R E S PU E S TA F Í S I C A
portantes a las que dedicaremos el capítulo 1 3 2; de momento quedan
planteadas y diremos solamente que la función de goce estético es cla -
I ?cluimos con vacilación esta «función» de la música, ya que es cues­
ramente operativa en algunas culturas y que quizá esté presente en
tionable s1. la r �spuesta física puede o debe ser enumerada junto con
otras.
lo que es prop1ament� �n grupo de funciones sociales. Sin embargo,
el hecho de que la mus1ca provoque una respuesta física es relevante
para �u uso en la sociedad, aunque las respuestas que provoque estén
L A F U N C I Ó N D E E N T R ETEN I MI E N T O .
del1m1tadas por convenciones culturales. Por ejemplo, la entrada en
.
tranc� , en c1ertos contextos, es provocada al menos en parte por
La música cumple una función de entretenimiento en todas las so­ . . esta respuesta ciertos ceremoniales religiosos de
la mus1ca, y sin
ciedades. Pero debemos señalar una distinción que probablemente
algunas �ulturas ��rían con �iderados un fracaso (ver por ejemplo
tenga que hacerse entre el entretenimiento <<puro>> , que parece ca­ ,
Herskov1ts, 1 938: 11). La mus1ca también provoca, excita y canaliza el
racterístico de la música en la sociedad occidental, y el entretenimiento .
comportam1en�o d� las multitudes, anima las reacciones del guerrero
combinado con otras funciones. Esta última parece predominar en
Y el cazador, e 1nsp1ra la respuesta física de la danza, que en ocasio­
sociedades no alfabetizadas.
nes puede ser central en el evento considerado. La producción de una
respuesta física parece ser una importante función de la música· la
cuestión de si se trata de una respuesta biológica queda posibleme�te
LA F U N C IÓN DE C O M U N I C A C I ÓN
en segundo plano ante el hecho de estar culturalmente configurada.
Ya tratamos en el capítulo 1 de la música como mecanismo de co­
municación; recordemos que el problema consiste en que sabemos
L A F U N CI Ó N D E R E F U E R Z O D E L A C O N F O R M I D A D
que la música comunica algo, pero no está claro el qué, ni el cómo,
A LAS NORMAS SOCIALES
ni a quién. La música no es un lenguaje universal, más bien está
conformado por la cultura a la que pertenece. Las letras de las can­ Ya se ha dedicado una considerable atención a esta función de la mú­
ciones comunican información directa para aquellos que corr1pren­ sica en el capítulo 10. Las canciones de control social juegan un im­
den la lengua en que están vertidas. Producen emoción o algo pa­ portante p �pel en un elevado número de culturas, ya sea como ad­
recido en aquellos que entienden su idioma. El hecho de que el vertenc1. � �1rect� a l? s miembros marginales de la sociedad, ya como
fenómeno musical sea una actividad común en todas las culturas pue­ establec1m1ento indirecto de lo que se considera un comportamiento
de significar que es capaz de transmitir, por su mera existencia, cier­ corr�cto. Esto es al?o que encontramos, por ejemp lo, en canciones
ta comprensión limitada. De todas las funciones de la música, quizá propias de ceremoi:i1as de in�ciación, en las que los miembros más jó-·
·1a comunicativa sea la menos conocida y comprendida. venes de la com�n1da d son instruidos sobr e lo adecuado y lo inade­
cuad o. Las canciones �� protesta también destacan lo que es correc-
to y lo que no. La func1on de refuerzo de la conformidad a Ias normas ·

socia1es es una de 1as mas importantes de la música.


, ·
· ·

2. Naturalmente, el autor se refiere a otros capítulos de su libro The Anthopology


of Music. [ N. de la T.]
,.

291
290
A L A N P. M E R R I A M USOS Y F U NCIONES

LA F U N C I Ó N D E R E F U E R Z O D E I NSTITUC I O N E S S () C I A L E S tido, comparte su función con otras artes. Al ser vehículo de trans­
Y RITOS RELIGIOSOS misión de la historia, de mitos y leyendas, ayuda a la continuidad; al
transmitir educación, controlar a los sujetos marginales y proclamar
Aunque la música se utiliza en contextos sociales y religiosos, hay lo que está bien, contribuye a la estabilidad. Simplemente por el he­
poca información de hasta qué punto tiende a validarlos. Reichard cho de existir, procura una actividad estable y normal que asegura a
afirma en relación con los navajo que «la función principal de sus los miembros de la sociedad que el mundo sigue su curso adecuado.
canciones es la de preservar el orden, coordinar los símbolos ceremo­ Recordemos la reacción basongye ante la sugerencia de eliminar los
niales . . . » ( 1 950: 288) y Burrows comenta que una de las funciones músicos de su pueblo, o citemos la respuesta de un indio sia a Leslie
de la canción entre los tuamotus es la de «transmitir potencia mági­ White: «Amigo mío, sin canciones no se puede hacer nada >> ( 1 962:
ca por medio de conjuros>> ( 1 933: 54). También podemos recordar la 115).
afirmación de Freeman de que las letras con finalidad estabilizadora Waterman ha resumido la contribución de la música a la conti­
se cantan cuando « existe una frustración o conflicto de larga dura­ nuidad y estabilidad de la cultura yirkalla de Australia señalando que,
ción en las necesidades personales o las demandas culturales en con­ como mecanismo de enculturación, la música llega a casi todos los
tradicción con las costumbres morales de una sociedad>> ; en ese ca­ aspectos de la vida. Waterman escribe:
so, se describe el conflicto y se propone para el mismo una solución
Básicamente, l a música funciona en Yirkalla como nlecanismo de encultu­
moralmente sancionada. « Así, las letras con función estabilizadora ración, como un medio para aprender la cultura yirkalla. A lo largo de su vi­
permiten al individuo una vía de escape y reafirman el sistema social» da, el abc)rigen está rodeado de acontecimientos musicales que le instruyen
( 1 957: 220). Se reafirman los sistemas religiosos, como en el folklo­ sobre el medio que le rodea y sobre cómo el hombre lo utiliza, le enseñan su
re, al cantar y recitar mitos y leyendas, así como con música que ex­ visión del mundo y conforman su sistema de valores, reafirman su com­
presa preceptos religiosos. Se reafirman las instituciones sociales me­ pre11sión de los conceptos aborígenes sobre el estatus y sobre su propio pa­
pel. Más específicamente, la música funciona como símbolo de su pertenen­
diante canciones que resaltan lo que es adecuado y lo que no, o las cia a su clan y su linaje, como reafirmación de su sistema de creencias religiosas
que dicen a la gente qué debe hacer y cómo debe hacerlo. Sin embar­ y como símbolo de su estatus generacional. Sirve a veces para aliviar tensio­
go, esta función de la música debe aún estudiarse más y ser expresada nes, otras para aumentar la emoción en el clímax de un ritual. Es un méto­
de forma más precisa. do para controlar, por medios sobrenaturales, acontecimientos naturales de
otra forma incontrolables. Es más, algunas canciones dejan fluir la creativi­
dad individual mientras que otras sirven para combatir la depresión. En cual­
quier caso es evidente la función enculturadora de la música a la hora de for­
LA FUNCI ÓN D E C O N T R I B U C I Ó N A L A C O N T I N U I D A D mar la personalidad social del abo.rigen yirkalla ( 1 956: 41).
Y E S TA B I L I D AD D E U N A C U LT U R A

Si la música permite la expresión de emociones, produce placer esté­ L A F U N C I Ó N D E C O NT R I BU C I Ó N A L A I N T E G R A C I Ó N


tico, entretiene, comunica, provoca respuestas físicas, refuerza la con­ D E LA S O C I E D A D
formidad a las normas sociales y reafirma instituciones y ritos reli­
giosos, sin duda contribuye a la continuidad y estabilidad de una En cierto sentido, ya hemos anticipado esta función de la música en
cultura. En este sentido, quizás, no contribuye ni más ni menos que el párrafo anterior, porque está claro que, al proporcionar un nú­
cualquier otro aspecto de esa cultura, y aquí, probablemente, utili­ cleo de solidaridad alrededor del cual se congregan los miembros
zamos « función» en el sentido estricto de «jugar un papel» . de una sociedad, la música realiza una función integradora. Esta
Al mismo tiempo, no muchos elementos culturales expresan emo­ función ha sido comentada por varios escritores. Nketia, hablan­
ciones, entretienen, comunican, etc., hasta el punto en que lo hace la do sobre la música yoruba en Acera, afirma que « la interpretación
música. Es más, la música es, _en cierto sentido, una actividad en �a de música yoruba conlleva tanto la satisfacción de participar en
que se sintetiza la expresión de valores; un medio por. el que lo mas algo familiar como la confianza de pertenecer a un grupo que com­
profundo de la psicología de una cultura es expuesto sin muchos de parte valores similares, vida parecida y formas artísticas comunes.
los mecanismos de defensa que rodean otras actividades. En este sen- Así, la música renueva la solidaridad tribal» ( 1 9 5 8 : 43). Elkin se-
•.
·

292 293
ALAN P. M E R R I AM
USOS Y FUNCIONES

ñala que, aunque las variadas actividades del hombre-canción aus­


humana. La música es claramente indispensable para la ejecución
traliano p11dieran hacerle ganar la admiración de otros, ésta « 11unca
cabal de actividades constitutivas para la sociedad; se trata de un
se convertiría en una institución social. Es algo que emana de su
comportamiento humano universal sin el cual es cuestionable que el
función como elemento unificador e integrador de su clan y su tribu»
hombre pueda llamarse verdaderamente hombre, con todo lo que
( 1 953: 92) . Los comentarios de Freeman ( 1 957) sobre el cancionero
eso implica.
hawaiano sugieren que las canciones de protesta social permiten al
individuo una vía de escape y de esta forma «adaptarse a las condi­
ciones sociales existentes», o también « lograr cambios sociales al mo­
BIBLIOGRAFÍA
vilizar el sentimiento de grupo. En ambos casos estas letras tienen la
función de reducir el desequilibrio social y favorecer la integración
Burrows, Edwin G. ( 1 9 3 3 ) Native music o( the Tuamotus. Honolulu: Berni­
de la sociedad» . Recordemos también la dicotomía de Keil entre la
ce P. Bishop Museum Bulletin, 1 09.
función « solidaria» y la función « de descarga» de la música, según Burrows, Edwin G. ( 1 945) Songs o( Uvea and Futuna. Honolulu: Bernice
la cual los compositores «intentan expresar una unidad cul.t ural» en P. Bishop M11seum Bulletin, 1 8 3 .
su música e invitan « al oyente a identificarse con la experiencia co­ Devereux, George y La Barre, Weston ( 1 9 6 1 ) «Art and mythology». En B.
lectiva, utilizando con ese propósito cualquier mecanismo musical Kaplan (ed.) Studying Personality Cross-Cultural/y. Evanston: Row, Pe­
posible» . Por último, al hablar de la danza andamanesa, Radcliffe­ terson, pp. 3 6 1 -403.
Brown resalta la función integradora: Dorsey, George A. ( 1 950) The Ponca Sun Dance. Chicago: Field Colum­
bian Museum, Anthropological Series, IX (2).
La danza an.damanesa (y la canción que la acompaña) puede ser descrita Elkin, A. P. ( 1 953) «Arnhem Land Music » . Oceanía, 24: 8 1-109.
como una actividad en la que, por efecto del ritmo y la melodía, todos los Freeman, Linton C. ( 1 957) «The changing functions of a folksong» . ]our­
miembros de la comunidad son capaces de cooperar armoniosamente y ac­ nal o( American Folklore, 70: 215-220.
tuar unidos ...
Gotshalk, D . W. ( 1 947) Art and the social arder. Chicago: University of Chi­
El placer que siente el bailarín irradia hacia todo lo que le rodea, repleto
como está de genialidad y buenos deseos hacia sus compañeros. El compartir
cago Press.
con otros este placer tan i11tenso, o mejor, el compartir una expresión colecti­ Herskovits, Melville J. ( 1 9 3 8 ) Dahomey. New York: J. J. Augustine, 2 vols.
va de placer, nos predispondrá siempre a estos sentimientos expansivos . . . Herskovits, Melville J. ( 1 94 8 ) Man and his works. New York: Alfred A.
De esta manera, la danza produce un estado en el que la unidad, la ar­ Knopf. [Trad. cast.: El hombre y sus obras. México: FCE, 1 964.]
monía y la concordia de la comunidad llegan a su punto máximo y son sen­ Keil, Charles ( 1 962) Sociomusicology. Ma11uscrito inédito.
tidas intensamente por cada miembro. Yo diría que la principal función de La Flesche, Francis ( 1 92 5 ) The Osage tribe: the rite of vigil. Washington:
la danza es producir este estado. El bienestar, e incluso la existencia de ia
Thirty-Ninth Annual Report of the Bureau of American Ethnology, pp.
sociedad, dependen de la unidad y armonía que los individuos obtienen de
3 1-636.
ella, y la danza, al hacer sentir esta unidad tan intensamente, es un medio pa­
ra mantenerla. Pues la danza proporciona una ocasión para la acción direc­ McAllester, David P. ( 1 960) «The role of music in Western Apache cultu­
ta de la comunidad sobre el individuo, y hemos observado cómo ejercita en re » . En Anthony F. C. Wallace (ed.) Selected papers o{ the Fifth ln­
éste aquellos sentimientos mediante los cuales se mantiene la armonía social ternational Congress of Anthropological and Ethnological Sciences, pp.
( 1 948: 249, 251, 252). 468-472.
Merriam, Alan P. ( 1 959) « African music» . En William R. Bascom y Melvi­
La música, así, es un punto de encuentro alrededor del cual los lle Herkovits (eds.) Continuity and Change in African Cultures. Chica­
miembros de la sociedad se unen para participar en actividades que go: University of Chicago Press, pp. 49-86.
requieren la cooperación y la coordinación del grupo. Por supuesto, Merriam, Alan P. y Merriam, Barb ara W. ( 1 955) The ethnography of Flat­
head Indian Music. Missoula: Western Anthropology, 2.
no toda la música se interpreta así; pero cada sociedad tiene marca­
das como musicales ciertas o�asiones que reúnen a sus miembros Y Mooney, James ( 1 896) The Ghost-Dance religion and the Sioux outbreak o(
.
1 890. Washington: Fourteenth Annual Report of the Bureau of Ameri­
les recuerdan su unidad. can Ethnology, 2.
Es posible que esta lista de funciones de la música requiera re­ Murdock, George Peter et al. ( 1 94 5 ) Outline of cultural materials. New
cortarse o ampliarse, pero, en general, resume su papel en la cultura Haven: Yale Anthropological Studies, vol 2.
,.

294 295
A L A N P. M E R R I A M

Nadel, S. F. ( 19 5 1 ) The foundations of social anthropology. Glencoe: Free


Press. [Trad. cast.: Fundamentos de antropología social. México: FCE,
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Radcliffe-Brown, A. R. ( 1948) The Andaman lslanders. Glencoe: Free Press.
Radcliffe-Brown, A. R. ( 1 952) Structure and function in primitive society. Capítulo 12
Glencoe: Free Press. [Trad. cast.: Estructura y función en la sociedad pri­
mitiva. Barcelona: Península, 1974.] ESTRUCTURA DE LA CANCIÓN
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A lan Lomax
-sorne sociological and psychological implications » . En E. Thayer
Gaston (ed.) Music Therapy 1 955. Lawrence, Kansas: Proceedings of the
National Association for Music Therapy, vol. V, .PP· 40-49.

La actividad musical constituye una de las formas más estrictamen­


te pautadas del comportamiento humano. Sus modos de comunica­
ción son tan limitados que hasta un oyente casual puede distinguir
rápidamente a los mejores ejecutantes e identificar composiciones
en un idioma de cuyo contenido y técnica no conoce nada. Durante
muchos siglos y en muchas culturas los adeptos a la música han te­
nido a su disposición elaborados sistemas de notación y teoría. Los
musicólogos de nuestro tiempo han heredado este tesoro de conoci­
mientos y han refinado mucho sus herramientas analíticas. Existen
miles de volúmenes de cuidadosa notación musical en estudios críti­
cos esmeradamente escritos. Sin embargo, parecería que ninguno de
nosotros está más cerca que los cantores de culturas primitivas de al­
canzar una comprensión de lo que la música es y dice. Como afirmó
hace un año uno de los principales musicólogos de América, «nadie·
sabe nada acerca de la melodía» . Si la melodía, pátrimonio de todos

( >" ) Tomado de A. Lomax ( 1 962) «Song Structure and Social Structure» . Ethno­
logy, l : 425-45 1 . Reimpreso en D. P. MacAllester (co1np.) ( 1 971) Readings in Eth­
no1nusicology. New York: Johnson Reprints, pp. 227-25 1 . Traducción de Irma Ruiz.
Revisión de Enriqtte Cámara de Landa.
1 . Lo sustancial de este artículo fue leído en la reunión anual de la Society for Et­
n.omusicology en Filadelfia el 1 5 de noviembre de 1961. La investigación fue patroci­
nada por la Universidad de Columbia y financiada por la Fundación Rockefeller.
Muchas de las ideas desarrolladas en este trabajo se originaron en discusiones infor­
mal�s con el profesor Conrad Arensberg, bajo cuya dirección general tuvo lugar la
invest1gac1on.
. . . ,

297
296
ALAN LOMAX
E S T R U C T U R A D E L A C A N C I Ó N Y E ST R U C T U R A S C C I A L

los seres humanos de cualquier iugar y en cualquier estadio de desa­


mente 400 colecciones de discos y cintas de unas 250 áreas cultura­
rrollo, es un misterio, ¿qué diremos del ritmo, la armonía y las supe­
les. Cada selección fue reproducida e11 un equipo de altísima fideli­
restructuras erigidas con estas tres herramientas mágicas?
dad a través de un par de altavoces emparejados, uno para cada oyen­
La sugerencia del presente trabajo es que la etno�u�icologí� d� ­
te, y fue evaluada de modo comparable. En este estudio preliminar
bería desviarse durante un tiempo del estudio de la mus1ca en term1-
no podíamos, por supuesto, controlar completamente el tamaño o
nos puramente musicales hacia el estudio de la música en su contex­
. la autenticidad de la muestra de todas las áreas. Normalmente cada
to como una forma de comportamiento humano. En las primeras
cultura estaba representada por una cantidad que oscilaba entre 6 y
etapas de tales estudios no es necesario explicar todo lo que se conoce
20 ejemplares de un LP editado por quien había grabado esa música
sobre música y se puede poner en notación. Sería u11 positivo avance
en el campo. Creemos que, en general, estos colectores-editores, la
delinear las diferentes formas de comportamiento musical y comen­
mayoría de los cuales eran antropólogos o etr1omusicólogos, eligie­
zar a enmarcar este comportamiento en un ambiente cultural _preci­
ron materiales representativos para sus ediciones discográficas. Por
so. Debería ser posible discernir los n.exos entre determinados pa­
lo demás, he tenido que confiar en mi propio j uicio, ganado a lo lar­
trones musicales y los rasgos socio-psicológicos accesibles a otras
go de una vida de trabajo de campo. En todo caso, nuestra técnica
disciplinas humanísticas.
. analítica que fue diseñada para observar hechos generales más que
Como hipótesis de trabajo, propongo la noc1on de sentido comun
, . ,

el detalle de la música obvia este dificultad en un grado conside­


de que la música de algún modo expresa emoción y que, en conse­
rable. El método descubre patrones estilísticos tan rápidamente y en
cuencia ' cuando un estilo musical distintivo y consistente vive en una
forma tan neta que, aun en los casos en que se disponía de una mues­
cultura o atraviesa varias, se puede suponer la existencia de un con­
j unto característico de� necesidades o impulsos em�c�onal� s que s?n
tra muy amplia, consideramos innecesario analizar más de dos o
tres piezas; los datos adicionales confirmaron generalmente las pri­
de algún modo satisfechos o evocados por esta mus1ca. S1 tal estilo
meras observaciones.
musical se produce con un patrón de variación limitado en un me­
Por añadidura, descubrimos que nuestro método descriptivo aten­
dio cultural sin1ilar y a lo largo de un extenso período de tiempo, es
día a las distinciones normalmente dificultosas entre canciones más o
posible asumir que ha existido un patrón expresivo y emocional es­
menos <<auténticas>> o «genuinas» de la rr1uestra. En tanto y en cuanto
table en un grupo A en un área .B a través de un tiempo T. De este
se trata de material grabado en el lugar a informantes nativos, incluso
modo podríamos esperar una musicología científica que pudiera ha­
la música fuertemente aculturada de uh área se ajustaba en gran medi­
blar con cierta precisión acerca de actitudes emocionales formativas
da a los perfiles establecidos para canciones conservadoras y tradicio­
que penetran culturas y operan a través de la historia.
nales. Por ejemplo, descubrimos que las baladas «folklóricas» de las
En la primera etapa de la investigación no necesitamos preocu­
montañas norteamericanas, acompañadas con banjo, diferían en sólo
parnos del modo en que opera el sirr1bolismo musical, sin� solamente
dos o tres detalles de las hillbilly songs contemporáneas; ambas pue­
por un método que localice conjuntos de fenómenos mus1cal� s entre
den ser legítimamente clasificadas como pertenecientes al mismo es­
culturas. Hasta hace poco los hábitos musicales de la humanidad no
tilo de ejecución, al me11os en los términos de nuestro nivel de análisis.
eran suficientemente conocidos como para hacer posible tal estudio in­
Muchas experiencias similares nos han hecho comprobar que,
tercultural. En los últimos años, sin embargo, se han publicado exce­
aun cuando la muestra de datos de un área sea pequeña y acultura­
lentes grabaciones de campo de una amplia muestra de cult�ras pri­
da, nuestro método siempre nos dice algo importante acerca de la es­
mitivas y folklóricas. Ya no necesitamos depender de notaciones de
tructura de la ejecución musical en esa cultura.
música de fuentes exóticas. A diferencia de los musicólogos del pasa­
do, ya no necesitamos evaluar la variada música de los pueblos del
mundo desde la perspectiva de la refinada música académica de Euro­
pa occidental, pues ahora tenemos datos comparativ�men�e a�ecuados
CA N T O M E TR I C S

y podemos examinarlos con comodidad en sus prop1os- t���1nos. Este método se llama Cantometrics y es un sistema para evaluar la
En verano de 1 9 6 1 una beca Rockefeller me perm1t . �o, Junto con
ejecución de una canción por medio de una serie de j uicios cualitati­
mi asistente musicólogo Victor Grauer, reunir y revisar aproximada- vos; algún día servirá para usar la canción como un indicador del pa-
,.

298 299

ALAN LOMAX E S T R U C T U R A D E LA C A N C I Ó N Y E S T R U C T U R A S O C I A L

trón social y psicológico de una cultura. El método cantométrico to­ Estas 3 7 líneas, con 2 1 9 puntos, son expuestas en un mapa
ma en consideración los fenómenos descritos por la notación de la simbólico sobre el lado derecho de la hoj a codificada. Los sí1nbo­
música europea melodía, ritmo, armonía, amplitud interválica, los, que son abreviaturas para las distinciones hechas en cada línea,
etc. , pero va más allá de estos factores europeos básicos y contempla facilitan mucho el aprendizaje y el uso del sistema. El oyente regis­
muchos otros elementos presentes en y genéricos del estilo de la tra sus j uicios sobre el mapa simbólico y luego los transfiere al
canción de otras áreas (en la medida en que pueden ser apreciados mapa numérico de la izquierda, que también sirve como hoja de da­
por medio de una audición intensiva). Estos factores incluyen el ta­ tos IBM. Aquí los números están dispuestos y espaciados de tal ma­
maño y la estructura social del grupo que hace m1ísica; la posición y nera que se corresponden con las líneas respectivas de símbolos.
el papel del liderazgo en dicho grupo; el tipo y el grado de interpre­ Con alguna práctica, el método cantométrico permite a un oyente
tación en el mismo, y el tipo y el grado de ornamentación melódica, describir una canción grabada de cualquier lugar del mundo en cues­
rítmica y vocal en una ejecución cantada, normalmente puesta de tión de min utos. Los resultados de esta notación pueden ser com­
manifiesto por los cantores elegidos en una cultura. Dado que estos parados y luego promediados con material de la misma cultura, has­
rasgos de una ejecución son juzgados por nuestro sistema de una for­ ta que, en un breve período de trabajo, se obtiene un perfil principal
ma sucinta, también examinamos los hechos puramente musicales en en forma numérica o lineal adecuado para efectuar la comparación
un nivel similar. Por ejemplo, el ritmo fue evaluado no eh función del intercultural.
metro preciso que aparecía en una selección, sino en términos de ni­
veles de complejidad creciente desde el simple ritmo del pulso, ha­
L A H O J A . D E C� O D I F I C A C I Ó N
llado frecuentemente entre los indígenas americanos, hasta los ritmos
libres, casi sin metro, comunes a la mayoría de los cantos orientales .
Pero también tuvimos en cuenta el tipo de organización rítmica de El libro de codificación de Cantometrics, ya listo para publicar, tie­
ambos grupos, el vocal y el instrumental, evaluando la muestra en ne más de 50 páginas y, por lo tanto, aquí sólo puede ser sintetiza­
términos de niveles crecientes de integración, desde el unísono al con­ do. Por consiguiente, en lo que sigue, cada escala de evaluación, com­
trapunto complejo. De este modo, nuestro sistema de evaluación, en pletamente definida en el libro de codificación, se explica en términos
cuanto al ritmo, resume rápidamente en cuatro juicios más informa­ breves. Una excepción es la línea 1 , con la cual este artículo está es­
ción que la que se obtendría de una notación cuidadosa y del análi­ pecialmente relacionado. Salvo que se consigne lo contrario, el pun­
sis de cientos de ejemplares mediante métodos comunes de notación to 1 en cada línea representa la no ocurrencia de un hecho, y la línea
musical. misma, leyendo de izquierda a derecha, es una escala que va desde
El método cantométrico no depende, excepto en uno o dos nive­ la no ocurrencia a la máxima ocurrencia de un hecho. Sigue a conti­
les, del análisis musical formal, sino que se limita, creo, a aquellos nuación u11a explicación línea por línea del sistema de codificación.
rasgos de una ejecución cantada que son accesibles a un « oyente co­
1 . Organización del grupo vocal, evaluada en términos de creciente pre­
mún>> de cualquier lugar. Usando el sistema cantométrico, un obser­ do�inio e integ·ración del grupo. Este renglón hace la pregunta siguiente: ¿es
vador entrenado puede hacer la misma serie de observaciones defi­ la e� ecuc.·1?� n un solo a cargo de un líder (L) ante una audiencia pasiva (N) y
nidas sobre cualquier canción que oye, haya sido ésta grabada o suene la s1tuac1on resultante es la del líder dominando completamente al grupo (L
« en vivo» . Estos juicios se registran en una serie de 37 escalas de eva­ sobre N) o es el grupo (N) de algún modo activo en relación con el líder
luación sobre una hoja de datos normalizados. Cada uno de estos pa­ {L)? El punto 2 indica un completo predominio del líder (por ejemplo, Orien'.'"
rámetros o líneas contiene de 3 a 1 3 puntos, siendo cada punto el te, Europa occidental ) . Los puntos 3 y 4 representan otras situaciones del
c�nto solista (por ejemplo la España del Sur). Los puntos 5 y 6 designan el
locus de un juicio aproximado en relación con los otros puntos de la s �mple ca�to al unísono, en el cual el líder y el grupo cantan el mismo mate­
misma línea. El número de niveles fue limitado a 3 7 por el tamaño de rial del mismo mod� � �oncertados (por ejemplo indígenas americanos y otros
la hoja de codificación y el número de puntos en cada línea estuvo muchos pueblos pr1m1t1vos). En el punto 5 (L/N) el líder es dominante en más
limitado por las 1 3 perforaciones disponibles por columna en una del 5 0 o/o del tiempo, mientras que la situación contraria prevalece en el
tarjeta IBM. En cada línea no fueron incluidos más puntos que aque­ punto � (N/L). El punto � representa la situación en la que ambos, L y N,
llos que consideramos podrían ser manejados por un oyente atento. son activos cantando el mismo material melódico, pero una de las partes se

300 301
'
E STRUCTURA DE LA CANCION Y E STRUCTURA SOCIAL
ALAN LOMAX

l'hl � •l <:• ,L 1MlA10 . S tiMW11t! Ri'.T,z


f..-,naua411;, l!J161t�i kft tl'1n
l rn
J NO . � T�Pft atrasa sutilmente con respecto a la otra y a menudo agrega pequeñas varia­
F-3: f\�HT 1 artus , NlW .
cmx sM:tii:t � )t\v•LLvn . &1"'''"��: -

ctOQr � ciones melódicas o rítmicas (por ejemplo coros orientales, watusi). El punto
rtt a. &e, s ¡ .,- ar Jos,1· h Mo...+�wo.. G U•Nllt
·

- 8 ( L+N) señala cuando el líder canta una frase y el coro (N) la repite; el
l) Vaca1 Cp . llli] J 4 1§• 6 7 & 9 10 ll ll l J
punto 9 (N+N) señala cuando parte del coro N canta una frase y otra parte
oreh . 1'. l•t l�a.ahtr(!) z J s & e 9
la repite. Los puntos 1 O, 1 1 y 12 señalan io que llamamos relaciones entre­
%) 12 tl
lazadas, por ejemplo cuando una .parte de un grupo que canta se s�perpone·
3) Ol"ct.. � . E]z 3 4 ' ' 1 a 9 1 0. 1 1 11 13
a otra o ejecl1ta una función de apoyo de la otra (por ejemplo el Africa ne­
4 ) Vo,•1 Qrg. J 10 lJ u •
gra). L/N, en el punto 10, indica una relación entrelazada entre L y N en la
') T9u•1 BlenJ•Y
rn 4 J 10 ll E) 1> 1 J que L domina; N/L, en el punto 1 1 , indica u.na relación similar con N como
ll @
-

6) lhy. �land ·� V
fil 4 1 10 I • .1 domi11ante; NIN, en el punto 12, señala una relación similar entre dos gru­
1) ore�. Otg.
. ITI 4 7 ,tO 1) @ u u ' pos. El punto 13 (W) indica entrelazamiento completo (por ejemplo el esti­
8) Ton�l llcnd·O
II1 4 1 10 IJ
� -
� 1 l
lo de los pigmeos, el coro contrapuntístico europeo).
2. Relación de la orquesta con los cantantes. El punto 1 señala la au­
?) lhy. ,1.Ad - 0
El ' 10 11 f: .1 .. 1
sencia de orquesta o acompafiamiento. El punto 2 indica una relaciór1 de
10) Woi-dt t<> Nc>n,.
E 1 10 ll "'" \IO•a.O "°-1".) .eo
acompañamiento simple por uno a tres instrumentos; el punto 3, lo 1nismo
11) Owerall iU•.Y V 1) ' ll 11.- ll·v ... ,k9y
® lp•
con una orquesta grande; el punto 4, lo mismo con una gran orquesta do­
(3)

lZ) C1:111 . lh1 . -V


E .) ) 1 iJ )l ll lu NI M lp apa �Q minante. El punto 5 indica una gran orquesta sola. Los puntos 8 y 9 seña­
lJ) °"4tT•11 lhy·O E l , 6 1 9 11 .l.l
0 )ll 1l• l•v llfr ....., ., &p& lan la relación de arrastre con una pequeña y una gran orquesta respectiva·­
1�) Crp. ltll.1 . • 0 I!] 3 ' 1 ' ll u mente; los puntos 1 2 y 1 3, la relación entrelazada con una pequeña orquesta
JS) Hel. $b•�• y una gran orquesta, respectivamente.
ló) >c.1. p.grw.
3. Organización de la orquesta, evaluada en términos de grupo de do­
11) nu .... L..l\l th
minación creciente de izquierda a derecha, como en la línea 1 .
(] 1 lQ
4. Tipo de organización vocal. Punto 1 : sin canto. Punto 2 : monofonía.
ll) Mo. of l't\r•t t l
Punto 3: canto al unísono. Punto 4: heterofonía. Punto 5: polifonía, es decir,
19) t�• . of 71n•l
l!J ' 11 , ! J. cualquier uso consistente de canto a varias voces, no importa cuán simple sea.
u
-

1.0) ªª"'. 10 lo+ 5 . Fusión tímbrica: voces. Esta línea evalúa la combinación vocal en
21) lot 1'l4th ---D 10 ll 6 " los coros de ninguna a homogénea y a bien integrada.
(!)
..

22) Pol. ,.,, .


E l ' ' 'º 11 a rci n e 6. Combinación rítmica: voz. Esta línea evalúa la integración rítmica del
. . . 1E coro en 5 grados, desde pobremente hasta bien integrada.
23) T..llh• 1 1 . 1l � •
G>
(:')
-

24) Temp� I 1'-


7. Tipo de organización orquestal. Evalúa como en la línea 4.
.t. -

8 . Fusiótt tímbrica: orquesta. Evalúa como en la línea 5.


2}) y..,¡.,_ 7 lo 1. J PP
0 " r !t

9. Combinación tímbrica: orquesta. Evalúa como en la línea 6.
) ))
26) Lall•t11�Y 9 ll
0 )
10. Palabras sin sentido. Esta línea evalúa la importancia relativa de
17) •ub•fo-0 ))) )) )
las palabras con significado campa.rada con las sílabas sin sentido (incluyendo
. '
28) G11••
. - .
1.) ((( ((
© segregados vocales) en un texto cant�do. Punto 1 : las palabras importan y
lt) -. 1 1 ... ·tst
·� K • dominan. Punto 2: las palabras son menos importantes. Punto 3 : palabras
n con algún sinsentido. Punto 4: el sinsentido es más importante que las pala­
30) Tr•wl�
e bras. Punto 5: sinsentido solan1ente.
(m4}
Jl) Glottat lh. 11
'
ll:) &e1l•t•r Bf. t.av
1 1 . Rit1no total de la parte vocal. Evalúa grados crecientes de compleji­
dad métrica. Punto 3 : ritmo de un pulso. Puntos 5 y 6: metros simples· tales
(E¡)

3:J) Yo. Vldth 10 Sp \f Wt
como 2/4 o 314 respectivamente. Puntos 8 y 9: metros complejos tales como
,34) lfuat1cy 7 ªº 13 l•t•'C'att. ...
718. Punto 1 1 : metro irregular. Punto 1 3 : metro inconsistente.
7 to lJ l&t Ia,t....lt. ...

''' h1pt,a••• 12. Vinculación rítmica del grupo voca/. Evaluada en términos de crecien­
-

:16) kc•oc lJ v�•«• ro .... ·1 ,.... te complejidad de integración. Punto 3: unísono. Punto 5: l1eterofonía. Punto 7:
ll) c...o•� 1 10 acompañamiento .rítmico. Punto 9: polirritmia. Punto 1 1 : polimetría. Punto 13:
,

contrapunto r1tm1co.
1 3 . Ritmo total de la orquesta. Se evalúa. como la línea 1 1 .
FIGURA 1.-Hoja de C<>dificación de una 111uestra cantométrica.
14. Vinculación rítmica de la orquesta. Se evalúa como la línea 12.

303
302
ALAN LOMAX ESTRUCTURA DE LA CANCIÓN Y ESTRUCTURA SOCIAL

1 5 . Contorno melódico. Punto 1 : en arco. Punto 2 : en terraza. Punto 3 : 35. Aspereza vocal (cualquier tipo de aspereza, calidad de voz disfóni­
ondulante. Punto 4: descendente. ca): evaluada en cinco grados, desde muy grande hasta ninguna.
1 6 . Tipo melódico. Evaluado desde un continuo ( 1 ), a través de cinco 36. Acento. La intensidad del ataque del canto se evalúa en cinco gra­
grados de simplicidad creciente de tipos de estrofa (2 a 6), y cinco tipos de dos, desde muy enérgica hasta muy relajada.
simplicidad creciente de letanía (7 a 12), hasta el punto 13, que representa el 37. Articulación consonántica. La precisión de la enunciación de las con­
tipo especial de letanía típica de la mayor parte del canto pigmeo. sonantes cantadas se evalúa en cinco grados, desde muy precisa hasta muy
1 7. Longitud de la frase. La longitud de las ideas musicales básicas que inarticulada.
cornponen una melodía se evalúa en cinco puntos, desde frases extremada­
mente largas hasta frases extremadamente cortas. Las estrofas complejas se Este sistema de codificación tiene sus imperfecciones y sus áreas
con1po11en generalmente de frases largas; las letanías, de frases cortas.
de vaguedad. Aun así, me ha sido posible enseñarlo a otros estudio­
1 8. Número de frases en una melodía, se evalúa de izquierda a derecha
en ocho grados, desde ocho o más frases hasta una o dos en cada sección me­ sos de la música folk y han descubierto, para mi deleite, que coinci­
lódica. dían con la mayoría de los juicios a los que Victor Grauer y yo ha­
19. Posición de la final; evaluada en cinco grados de izquierda a dere­ bíamos arribado separadamente. No sé si el método cantométrico
cha, desde la final en la nota más grave hasta la final en la nota más aguda sobrevivirá al examen de mis colegas por un corto o largo tiempo, pe­
de la escala usada en una melodía dada. ro puedo recomendarlo en varios aspectos. Produce perfiles consis­
20. Ámbito total, evaluado en ci11co grados, desde una segunda hasta tentes cuando se aplica a la música de grandes áreas culturales que,
dos octavas o más.
según la antropología y la musicología, comparten una historia cul­
2 1 . Promedio de amplitud interválica, evaluado en cinco grados, desde
el predominio de intervalos pequeños (microtonos) hasta la preponderancia tural común. Estos perfiles nos permiten reconocer y describir las
de intervalos amplios (cuartas y quintas). estructuras de ejecución de canciones de los indígenas de Norteamé­
22. Tipo de polifonía, evaluado en seis grados de complejidad creciente rica, de los negros de África, de la canción folklórica europea occiden­
desde ninguno hasta el contrapunto. tal, de la canción folklórica de Europa oriental y central, de la canción
23. Ornamentación. El grado de ornamentación melódica se evalúa en folklórica del Oriente Mediterráneo y Medio, de la música de la alta
cinco grados de izquierda a derecha, desde muy ornamentado hasta la vir­ cultura oriental, de la Polinesia y quizá de una docena de otras áreas
tual ausencia de ornamentación.
músico-culturales. Estas estructuras dan forma a la música de áreas
24. Tempo, evaluado en seis grados, desde muy lento hasta muy rápido.
El punto central, el 9 {paso del caminar), es de unos dieciséis pulsos por mi­ 1nuy grandes y puede presumirse que han tenido tal influencia for­
nuto. El punto 1 3 110 fue utilizado. mativa por siglos, quizá por milenios.
25. Volumen del canto, evaluado en cinco grados, desde muy suave hasta •
Las hojas de codificación también pusieron de manifiesto varia­
muy fuerte. ciones regionales y tribales de dimensiones pertinentes, y parece
26. Rubato: voz. El grado de rubato (libertad rítmica) que afecta a la to­ probable que el método caf1:tométrico pueda señalar tanto las dife­
talidad del ritmo vocal (línea 1 1 ) se evalúa en cuatro grados de izquierda a rencias importantes como los vínculos entre culturas contiguas. Este
derecha, desde muy grande hasta ninguno.
27. Rubato: orquesta. Se evalúa como la línea 26.
trabajo, no obstante, tratará solamente de los contrastes entre los per­
2 8 . Clisando (voz que se desliza entre los sonidos): se evalúa en cuatro files de grandes áreas. ,
grados de izquierda a derecha, desde máximo hasta ninguno. Quizás sean necesarias unas palabras finales de explicación sobre
29. Melisma (dos o más notas por sílaba): se evalúa en tres grados, des­ el modo en que fueron preparados estos perfiles de grandes áreas.
de muy frecuente hasta ausente. Normalmente, las canciones codificadas de cualquier área en parti­
3 0. Trémolo (temblor vocal). Evaluado en tres grados, desde grande has­ cular confarmaron d.e uno a tres perfiles. Generalmente, uno d.e és­
ta ninguno. tos es mucho más común que el resto. Supusimos que éste era el mo­
3 1 . Trémolo global. Se evalúa como la línea 30.
do favorito de ejecución vocal en esta área, y reunimos todos estos
32. Registro(s) más comúnmente usado(s): se evalúa(n) en cinco niveles,
desde muy alto hasta muy bajo.
perfiles iguales en conjunto. Luego revisamos cada columna numé­
33. Amplitud vocal usada nonnalmente por el cantor: evaluada en cinco gra­ rica y elegimos el número más frecuente de cada parámetro. Esta lis­
dos, desde muy estrecha y comprimida hasta muy abierta y relajada (el yodel). ta de números fue posteriormente ordenada en una hoja maestra y se
34. Nasalidad. El grado de nasalización característica de un cantor se estableció un nuevo perfil, que se convirtió en el perfil patrón del área.
evalúa en cinco grados, desde muy grande hasta ninguna. Las pruebas al azar de este perfil patrón indicaron que atendía a la

304 305
ALAN LOMAX
E S T R U C T U R A D E LA CANCIÓN Y ESTRUCTURA SOCIAL

mayoría de las ejecuciones cantadas de su área. Las desviaciones en A CU LTURACI Ó N MUSICAL


los perfiles subordinados tenían que ver generalmente con asuntos
menores que no rnodificaban la impresión total de unidad estilística. La utilidad del método cantométrico se hace más evidente, quizás, en
relación con los dificultosos problemas de aculturación musical. La
escuela norteamericana de folklore, bajo el liderazgo de George Pu­
l) Voc•l Cp . 11 12 ll
,•ocal Gp.
llen Jackson ( 1 943 ), estudió las partituras musicales disponibles y
13 1) 13
Orch , l.t tati�hip
concluyó que la mayoría. de las así llamadas Negro me/odies eran va­
lrch. Gp. 13 3) Orch. Op.
riantes de antiguas melodías europeas. Los africanistas como Melvi­
local Org. ·� f.I) 4) voc:al 0r1.
-
-
- lle Herskovits ( 1941 ) señalaron la supervivencia de hábitos musica­
rona.1 1'1.end-V . m S) tonal lleftd•Y
. .
les e instituciones africanas en el Nuevo Mundo. La comparación de
lhy Blend V 6) J.hy. llen4 • V tJl
los perfiles cantométricos de ejecuciones vocales del Á frica negra y
. . ..

)rch. Or¡. . . . íE 7 ) Orch. 0'1'¡.

8) tona l llend•O
de una amplia muestra de grupos afro-americanos proporciona la res­
lh)' . llen.d O 9) �hy. Bland O
puesta a esta aparente paradoja (ver figura 2).
En la mayoría de los ítems los perfiles de ejecución africanos y
• •

lord& to Non .. 10 13 10) \lot'da to lfoa .•


. 10 1S

>verall llhy • V 1 t 11 13 11) Overall Ahy • V 6 ' 11 ll afro-americanos son idénticos y forman un par singular en nuestra
m!) , 7 9 11· 13 11) Crp .lh1.•V [J :s 5 ' 7 ' 11 u muestra universal. La organización social del grupo musical, el gra­
do de integración del mismo, el plan rítmico, los niveles de orna­

}yer&ll l.hy-0 11 13 13) Ov1rall lhy•O 8' 11 13

;r:p. llhy . ... o 13 14) Orp. lhy.-0 u mentación y la calidad de las voces se ajustan a las mismas puntua­
iel. Shape . . ·W 15) Mel. Sbape ciones en ambas (el Á frica negra y las comunidades negras del Nuevo
�l. lona. 11 12 13 16) �l. Jora ' Mundo). Estos perfiles emparejados difieren el uno del otro princi­
U 17) ruue tan¡th u palmente en el nivel en el que Jackson descubrió influencia europea
:-ro. of l1n:·•••• 11) lo. ot Phl'•••o ,
-
,..
occidental, es decir, en las líneas 1 6 y 1 7, que tratan sobre el tipo me­
� IJ 4 u
..

Po•. of Final 4 ' 11 13 19) roa. of rJ.Aal ' 11


.�
· lódico y la longitud de la frase. El perfil african.o indica 1 0 (simple­
10 u
lan¡• 1 10 lJ 20) &•ni• mente letanía) en la línea 1 6, y 1 0 (frases cortas) en la línea 17. El
13 10 u·
lnt. W14th 10 11) Iot. lliclch .: ,,' perfil afro-americano indica de 2 a 12 en la línea 1 6, lo que significa
13 ,,
101. '1'ype
Pol. 'rype 10 22) que los negros americanos cantan tanto todo tipo de estrofa como to­
Emhe ll. 23) Ellb•l-1.
11 lJ
do tipo de letanía; también indica de 7 a 1 O en la línea 1 7 (tanto fra­
11 13 24) T..po
tempo
1J
. ..

ses de longitud media como frases cortas).
ll 1.5) Vol�
La causa de este cambio de énfasis en el perfil afro-americano pa­
Vol\lmll

:R.ubato·Y 26) bbato-V


.A.ubato-0 27) lub•to-0
rece clara. Quizás el rasgo más prominente y poderoso de la can.ción
Glise 13 28) Cll.11 .. I
tJ folklórica europea occidental sea su apego a la forma melódica es­
29) Me1L..a
trófica, compuesta por frases de longitud media. Ha explotado este
Tremulo 30) l'rtllfilO
par de rasg9s para desarrollar un cuerpo de melodías inigualadas en
Gl�t&l Sh. 31) Olottal Sh. el mundo en cuanto a su número y variedad. Parece, entonces, que
B.a¡ister 1'1 . !El 13 32) l.tJl•t•r
SJ los cantores negros, al llegar al Nuevo Mundo, quedaron impresio­
Vo. Widtb 10 1.3 lJ) Va. 1U.dth
ll
nados por la forma estrófica europea y la agregaron a sus recursos
lJ
Nua\1ty 10 ll 34) .... .1tt)'
10 musicales, conservando al mismo tiempo su propio sistema más o me­
13
10 13 35) aa•piaetl
10
nos intacto en otros aspectos. Como buenos melodistas, conservaron
10 JJ
Accaot 1 10 13 36) kc••t su interés por la letanía, forma de frase breve, pero aprendieron a usar
Contoa.
JJ
13 37) Con1oa. y crear melodías en el poderoso estilo europeo.
Para otro ejemplo de aculturación musical podemos examinar
FIGURA 2.-Perfiles africano y afroamericano ( izquierda y derecha, respectivamente). la canción polinesia moderna. Uno de los rasgos más notables de la

306 307
ALAN LOMAX E S T R U C T U RA D E LA C A N C I O N Y ESTRUCTURA SOCIAL

<:1 ntigua tnÚsÍCél p<)li11esia es la ejecución coral e11 un perfect<) L111íso­ rece erigir sus estrL1cturas del canto en base a uno () dos, a lo su1no
no total y rít1nico de textos largos y cotnplej<)S, (i<)nde cada sílaba es tres, modelos. Sea cual fuere la función de una canción en u11a cul­
claramente articulada. En algt1nas áreas se prod11ce una forma rudi­ tura, se aj usta a uno de estos modelos. P<)r lo tanto, he1nos avanzado
mentaria de polifc)nÍa: 11na de las partes V<)cales sube y ma11tiene es­ n1ás allá de las analogías i1nperfectas q L1e el funcionalisn10 ha pro­
te nivel mie11tras el coro conti11ú<:1 cantando e11 la altura original, porcionado hasta ahora a la etnon1usicología (cantos de trabaj<), la­
creandc> así u11a sencilla tnelodía pedal. mentos fúnebres, baladas, ca11tos de juegos, cantos religic)sos, cantos
Poco después del contacto con exploradores y misioneros eur<)­ de amor y otros). En general, el estilo, como categoría, está por e11-
peos, este estilo antiguo fue absorbido por tln estilo coral acultura­ cima de la función, tanto en la ejecución del canto como en otras pau­
do, que la inayoría de los polinesios dominó. Asombraron, delei­ tas culturales. Por consiguiente, lc)S diagramas cantométricos del es­
taro11 y a veces horrorizaron a observadores europeos media11te tilo vocal, qt1e representan los modelos de producción de canciones
ejecuciones con melodía occidental europea perfecta1nente articula­ de una cultura, pueden representar patrones formativos y e1nocio­
da y a me11udo extremadamente banal. Por cierto, un grupo ocasio­ nales que subyacen en series enteras de instituciones humanas.
nalmente organizado de poli11esios podía cantar rápidamente en el es­ Esta afirmación extremadamente general debe ser acotada en
tilo armonizado a la europea con mayor destreza que la m.ayoría de un aspecto de especial interés para los etnólogos. Cuando un perfil
los occidentales. Las grabaciones de estas ejecuciones se convirtieron particular se vincula a un cuerpo de canciones con una función es­
en éxitos populares en Europa y A1nérica, y hoy este estilo euro-po­ pecial, este fenómeno excepcional puede explicarse frecuentemen­
linesio se está difundiendo por Indonesia, el sur de Asia y hasta por te por la supervivencia, la adopción o la reaparición en una cultu­
la Australia aborigen. ra de un estilo completo debido a razones históricas. Los estilos
El sistema de codificación cantométrico provee una base para com­ aculturados de canto euro-polinesio y afro-americano son casos per­
prender este desarrollo histórico. Tanto en Europa occidental como tinentes de este proceso, pero quizá otro ejemplo más general sería
en Polinesia el texto es de suprema importancia. Los cantores euro­ el que sigue.
peos, sin embargo, son mayoritariamente intérpretes solistas. El can­ En un artículo anterior (Lomax, 1 960) se sugirió que un estilo de
to coral es raro en esta área, y, cuando se da, es un unísono mal inte­ canto coral bien integrado y más antiguo ha sobrevivido en áreas
grado. Para organizar un coro polifónico los europeos occidentales montañosas, en islas y, en general, en los márgenes de Europa occi­
deben ser instruidos para pronunciar, atacar y acentuar cada sílaba dental, en gran medida sumergido bajo el estilo baladístico solista
juntos y de una manera determinada. Esta habilidad para cantar en de la canción folklórica más moderno y familiar. El estudio canto­
perfecto unísono, que es un requisito para un eficaz ca11to armónico métrico ha confirmado con solidez y precisión este hipótesis. Hemos
europeo occidental, es un rasgo normal en la cultura polinesia. La an­ hallado que, en aquellas áreas donde la gente canta naturalm.ente en
tigua Polinesia tenía, como he señalado antes, una propensión hacia coros bien integrados y a veces en forma armónica, las melodías tien­
el canto coral, puesta de manifiesto por la presenciá de armonía pe­ den a adoptar la forma de letanías, los patrones métricos son más
dal, pero no tenía un. sistema armónico sofisticado. Este sistema fue co1nplejos, la ornamentación melódica es menos importante y las vo­
provisto por los misioneros, ansiosos de que los polinesios cantaran ces son más graves, más abiertas, más relajadas, menos nasales y ás­
himnos cristianos. La armonía acórdica del cant<? europeo, cuando peras. En otras palabras, el perfil estilístico característico de esta área
se ejecuta bien, aumenta al máximo la fusión tonal de un coro. Los «europea antigua» se asemeja fuertemente al modelo de los estilos de
polinesios, preocupados por la fusión de las voces, adoptaron rápi­ canto africanos más simple.
dame11te la armonía occidental como una parte de su sistema musical Hay también tipos de canto coral-letánico enclavados en el re­
y así lograron la máxima fusión vocal. En muchos otros aspectos, sin pertorio de la canción folkórica europea occidental moderna, entre
embargo, los perfiles de la canción polinesia moderna continúan ajus­ los que destacan los cantos del mar de Gran Bretaña, varios tipos de
tándose a las pautas de la música de la antigua Polinesia. cantos de trabajo, cantos de juegos de niños y ciertas supervivencias
La estabilidad de los perfiles producida por el sistema de codifi­ 1
1
de ceremonias paganas tales como los villancicos de Navidad y los
cación cantométrico es confirmada por otro descubrimiento. He di­ l cantos de Mayo en Inglaterra. Todos estos géneros de canción inte­
cho antes que la mayoría de las culturas folklóricas y primitivas pa- gran, refuerzan y dirigen la actividad grupal de diversas maneras. No

308 309
-- -- .. . ... . ·· ·----
.. .
-� . .----······· ··· .
E S T R U C T U R A D E LA C A N C I Ó N Y E S T R U C T U R A S O C I A L
ALAN LOMAX

obstante, a excepción de los juegos de niños, estos tipos de cantos cuna; que sus cantos corales pueden ser iniciados por cualquiera, sin
funcionales parecen ser supervivencias que están desapareciendo jun­ que importe si tiene o no talento; que la dirección durante el curso de
la ejecución de 11n canto pasa de un cantor consumado a otro que lo
to con las actividades y las formas de organización social que las sus­
es menos sin que disminuya el apoyo del grupo en su totalidad; y que
tentan. En nuestra sociedad sólo los niños saben organizar y drama­
tizar sus sentimientos a la manera colectiva antigua. Que la necesidad
de tales tipos de canciones existe aún entre los occidentales adultos ) Vocal Gp.
.
. � 1) Voc•l c;p. lll] l 4 s· 6 1 a ' 10 11 i2 u
se evidencia por la reciente popularidad de los patrones de canto co­ ) 0tch.it.lation1blp · 2) Orcb,1.al•t1�h1p �2 l ' 6 a ' u u
ral-letánico de alta carga emocional, enraizados en formas de danza ) Orch. Gp , l] .
.
.
,!J lij 1J 3) Orch . Cp. IJ2 l 4 s 6 7 a t 10 11 u u

erótica y creados por los afro-americanos. Esta exposición sumaria ) Vo�al. ora. 4) Voc.al Or1.

10 ll
indica cómo los modelos estilísticos se conservan y renuevan a sí mis­ ) T011al llendMV ') Toa.al ll•n4•V 1 io· u
mos, a través de procesos históricos, debilitando o manteniendo ti­ > l\hy, llead • V 6) lhy. Jteod - V 10 u

pos de canciones de base funcional. 10


• Orch. Or¡. 7) Orcb. Or1. m 4 7 ll

1 10
Se ha dicho lo suficiente para señalar la índole general y la utili-­ 1 10 . 13 8) Tonal IL•nd-0 (J 4 ll
. 10
dad del sistema cantométrico. Éste apunta a un nivel de la actividad 'lhy, Jtend - O ' �" 9) lhy. 11en4 • O [I 4 7 u l

musical sumamente pautado, resistente al cambio y que se halla por 'Word.t to Non, 10) Worda to Nou� m 4 7 ' 10 ll

OYerall ahy .. V 11 ll
encima de la función. El resto del artículo relacionará determinados
13 11) Over&ll llhy � V

"
niveles de la estructura de la ejecución del canto con la estructura
Grp.Jlh)•,-V 12) Crp .lhy,•V ID J
J 7 t 11
OYarall l.hy-0 • ' 11 13 13) Ov•�•ll ahy-0 IU 3 � 6 8 ' 11 13

social. Grp. IUly. -a 11 13 �4) Crp . Jlhy. ·O 1!) 3 ' 7 9 11 u


Mal. Sbape 13 l') 'Ke1. Sbape. u
- --- . m a t to 11 ti tl
Kel. 7orw 16) Mal. 'º"

E L ESTILO D E L CANTO PIGMEO -B O S QUIMANO 17) fbrw l•ngtb · 10 u



VE R S US E L E STILO DE CANTO EUROPEO O CCID ENTA L No. of l'br•••• 18) Wo. o! rhra1e1 11
.u )

Poi. of ?inal l!J 4 9 11 13 19) ro•. of


..
7Lna1 11 ll .\
1J
...
Uno de los u.niversales de la ejecución del canto rara vez señalado por K&rag• 10) •.nna•
1l
\lidtb 21) l&lt. Vicltb
los musicólogos es la organización del trabajo del grupo musical. Hay :�)
tQt .
. 22) fol. 'r)'p•
u
: I!. -�

una diferencia cualitativa entre la principal estructura de ejecución lJ 1


. . ti
'.
13 Zl) leell.

de la canción folklórica europea occidental, donde una sola voz do­ 7empo 11 13 24) T_,o
11 u.
.
mina a un grupo de oyentes pasivos (L sobre N), y la situación en la olLml!I - -- t!l %5) VolUM 10 13

que cada miembro de un grupo participa no solamente en el ritmo y 2.6) bb•to•V

el contrapunto de una ejecución, sino recreando la melodía, como en ubato-0 17) &ubato•O

28) Clt.1
el estilo hoquetus de los pigmeos (W). Una comparación de la es­ lit•
1l
' ' 13

. ll x.11....
tructura de las relaciones interpersonales y de asunción de roles en ellnia 2t)

las sociedades pigmeo-bosquimana y folklórica europeo-occidental reaau lo 30) n..wlo

ll) Glott1l Sh.


muestra el mismo orden de contraste, sugiriendo claramente que la
lotta1 Sh.

�st•t•r 13 32) a.at•t•�


10 13

estructura musical refleja la estructura social o que, quizá, ambas >. Vi4t:h 33) Vo, Vl�th • 10 13
estructuras son reflejo de motivos pautados más profundos que sólo uality . (E . tE 34) i.ualtty
'
10 13

oscuramente percibimos. 10 13
11pid.e•• 35) IA•P1D•••
·
,

ll

13
ll
En primer lugar, debe sintetizarse la forma general de la música 36) �o•nt 10
13
37) eo.1011.
·1 10
de los pigmeos. Colin Turnbull, que ha hecho trabajo de campo en­
tre ellos, descubrió que habían ocultado durante siglo·s a las tribus
FIGURA 3 .-Perfiles de la canció n pigmeo-bosquimana y folklórica europea occiden-
circunvecinas la existencia misma de un sistema musical. Me dijo que .
tal (izquierda y derecha, respectivamente"). .
el canto solista no existe entre los pigmeos, excepto en los cantos de . .

311
3 10
A L A N L O /'v\ A X E S T R U C T U R A D E LA C A N C I O N Y E S T R U C T U R A S O C I A L

el pri11cipal placer de l<)S ca11ta.ntes es escuchar los efectos del con­ de cuna ei1tonada con voz fluida. Los niños crecen en su prc)pÍ<) grup<.>
trapunto producid<) p<)r el grupo, a medida q11e reverbera a través de (le juego relativa1nente no estorbados p<.1r st1s padres. Cuando t1na j<)­
la catedral de la jungla. Esta situaciór1 la codifica1nos co11 1 3 (W) et1 ven com ienza a inenstruar, la totalidad de la tribu se reúne a celebrar
la línea 1 y con 1 3 ta1nbié11 en las líneas 4, 5, 6, 16, 1 7, 1. 8 y 22. Al que entre ellos hay un.a nueva 1nadre potencial. Su gozosa ceremonia
fi11al de la C()dificació11 abordamc)s el registro de la voz, care11te de de maduración C()11cluye con su casamiento. Los hombres pigmeos no
nasalidad y de aspereza, relajada y de artict1lación i1nprecisa - 1 ,3 i1npo11en a sus hijos una cere1nonia de pubertad dolorosa; en térmi-
en las lí11eas 32, 33, 34, 35 y 3 7 . Este grupo canta con yc)del, el 11os pigmeos, un joven se convierte en ho1nbre sencillamente cuando
cual, según estiman lc>s laringólogos, se produce con la voz et1 su es­ mata su primer anin1al. Los mbuti a veces permiten a los negros de las
tado de 1náxima relajación. Cuan.do t1n cantante hace yodel, todas las tribus con quienes viven e11 simbiosis someter a los adolescentes pig­
di1ne11siones vocales, desde las cuerdas hasta las cámaras de reso- meos a un rito de paso, pero ésta es solo una de las muchas maneras
11ancia, se encuentran en su tnayor amplitud y anchura. Este extra­ con las que los pigmeos aparenta11 concordar con los deseos de sus ve­
ordinario grado de relajació11 vocal, que raramente encontratn()S e11 cinos negros con el fin de vivir en paz con ellos y ocultar la existencia
el rr1undo con10 estilo general de la voz, parece ser ur1 estadio psico­ de su propia cultura de la selva. Cuando los negros retornan a su al­
fisi()lógico que simboliza apertura, ausencia de represión y un acce­ dea, a los niños pigmeos se les da el palo zt1mbador y los fetiches para
so sin constricciones a la comunicación de la emoción. que jueguen con ellos, y los jóvenes cazadores se ríen juntos de las su­
Nuestros estudios codificados revelan que un alto grado de inte­ persticiones pueriles de sus maestros negros. Durante las ceremonias
gración coral está siempre ligado a un m<)do relajado y abierto de vo­ de iniciación hay flagelación ritual de los jóvenes por los negros, pero
calizaciór1. Esta conexión está vívidamente dramatizada en el estilo si ésta asume u11 carácter sádico, los padres pigmeos intervienen.
pign1eo-bosqui1nano. Estos cazadores de la Edad de Piedra se expre­ Los pigmeos de la selva no comparten las creencias mágicas de
san corrientemente mediante un canto complejo, perfecta.inente com­ .
sus vecinos negros y los desprecian a causa de sus temores supersti­
binado y contrapuntístico, en un nivel de integración que un coro oc­ ciosos y su fascinación con el mal. No tienen mitos y cuentan con po­
cidental puede adquirir sólo después de nu1nerosos ensayos. El perfil cas creencias religiosas formalizadas. Sus únicas ceremonias religio­
pigmeo-bosquimano representa, por cierto, el caso más extremo de sas se realizan en épocas de crisis, cuando cantan para despertar a la
concentración total er1 la integración coral dentro de nuestra mues­ selva benéfica y recordarle que les dé su protección usual. Cua11do
tra. universal, y en este sentido es único entre las ct1lturas folklóricas. la tribu se reúne después de la caza, las danzas y canciones llenas de
La empatía vocal de los pigmeos parece corresponder al estilo alegría unen al grupo en un todo cohesionante y completamente ex­
C<)Operativo de su cultura. Todo lo que Turnbull nos ha dicho sobre presivo. En nuestra codificación la forma musical pigmea emerge co­
los pigmeos en su notable libro y sus muchos artículos (Turnbull, mo una expresión estática de alegría comunitaria cantada, en un es­
1957, 1 959, 1960a, 1 960b, 1 96 1 ) confirma este punto. Normalmente, tilo fluido y de garganta abierta.
el grupo nunca pasa hambre. Su entorno le proporciona lo qt1e nece­ He dado espacio a esta situación extrema, rara y algo utópica por­
sita para comer y albergarse. l,os hombres cazan en grupos, y las que contrasta con la mayoría de la música que conocemos, y por tan­
.
n1ujeres recolectan en grupos. U11 siste111a preciso de división de los ali­ to ilumina el resto de la actividad musical ht1mana de manera extra­
mentos asegura a cada individuo su porción exacta. No hay penas ordinaria. Señala los estrechos vínculos existentes entre las formas de
específicas ni siquiera para los crí1nenes más grandes tales como el integración social y musical. Estos pueblos cazadores-recolectores for­
incesto, el asesinato o el robo, ni existen jueces o leyes coercitivas. La man coro·s sentándose en. círculo, con sus cuerpos en contacto, con
comt1nidad expresa contundentemente su d·esagrado por el crin1inal, alternancia de líderes y fuerte espíritu de grupo. Sus melodías son. pla­
que pt1ede ser objeto de presiones y forzado a irse del grupo por un ceres compartidos, como lo son todas las tareas, toda propiedad y to­
tiempo, pero pronto será compadecido y bienvenido nuevamente en­ das las responsabilidades sociales. El único paralelo en nuestro siste­
tre su gente. ma codificado se halla en la cima de la escritura contrapuntística
Un bebé pig1neo vive, literalme11te, pegado al cuerpo· de su madre, europea occidental, donde también todos los intereses particulares de
con su cabeza colocada de tal modo que sien1pre pueda ton1ar el pe­ una comunidad musical diversificada se subordinan al deseo de can­
cho. Y la voz de ella lo tranquiliza constantemente con una canción tar juntos con una sola voz los valores humanos universales.

3 12 313
E S T R U C T U R A D E LA C A N C I Ó N Y E ST R U C T U R A S O C I A L
ALAN LOMAX

que esa única divergencia entre las estructuras musicales pigmeas Y


Hasta aquí hemos dado por sentada una identidad entre los es­
bosquimanas.
tilos musicales bosquimano y pigmeo, y, efectivamente, esto es lo que
Para obtener una evidencia adicional del vínculo entre la estruc-
nuestros perfiles indican. Quizás no haya otros dos pueblos tan se­
tura del canto y la estructura social podemos examinar el ot�o e � ­
parados en el espacio (5.000 km), habitantes en ámbitos tan dife­
tremo del sistema codificado un líder dominando a una audiencia
rentes (desierto y jungla) y pertenecientes a grupos lingüísticos y
pasiva (L/N) : el modelo principal de la canció11 fol�ló� �ca de Et1-
raciales diferentes, que compartan tantos rasgos estilísticos. Aun des­
ropa occidental. Este perfil m.uestra sólo una leve variac1on para la
pués de señalar numerosas idiosincrasias musicales, este misterio in­
mayoría de las canciones folklóricas de Noruega, Holanda, Islas
tercultural sigue confundiendo a los dos investigadores que lo han
Británicas (fuera de las antiguas áreas célticas de Gales, Cornuall� s
y las Hébridas), Francia occidental, Españ� central y l�s Esta�os Uni­
examinado más cuidadosamente, Yvethe Grimaud y Gilbert Rouget.
Rouget ( 1 956) especula sobre la posible influencia de una herencia
dos de la época colonial. El texto es dominante y el ritmo simple en
cultural común de adaptación similar al medio ambiente, y luego
estrofas de tres o cuatro frases compuestas por intervalos diatónicos,
abandona el problema. Me parece que ha descuidado una eviden­
con un ámbito de octava y algún grado de ornamentación. Las vo­
ces van del rango medio al falsete con una fuert� c� r acterización?e
cia importante.
Los cantos solistas son comunes entre los bosquimanos y raros, ... .
garganta y nasal y un patrón d: clara �i:onunciac1on. La rela� 1on
excepto en la forma de canción de cuna, entre los pigmeos. Por lo de­
entre el tipo de voz y el grado de 1ntegrac1on del canto grupal � sta r e­
más, en lo que al análisis cantométrico concierne, los estilos son idén­ . ,,
flejada en el canto al unísono con fusión tonal pobre y coord!n�c1on
ticos. Los hombres bosquimanos cantan quejumbrosos cantos solis­ . ,,
rítmica que nos recuerda a unos hinchas de futbol, a un reg1m1ento
tas con acompañamiento del arco de boca, que, como nuestros blues,
marchando en la segunda Guerra Mundial o a un grupo de taberna
tratan sobre la soledad y el aislamiento. Este sentido de carencia per­
en Gran Bretaña. Cada una de estas situaciones es una reunión de es­
pecialistas extremadamente individualista, ca?a uno canta en su pro­
sonal surge de una situación especial bosquimana que no existe en­
tre los pigmeos. Su dura existencia en el desierto, acosada por la sed
pio tono de voz normal e inflexible independientemente de los otros
y el hambre, da como resultado la escasez de mujeres. En consecuencia,
en cua11to a empatía vocal.
a fin de tener pareja, los hombres bosquimanos frecuentemente con­
El patrón familiar del canto en la balada británica y de Kentucky
traen matrimonio con niñas pequeñas. El resultado es una espera de
es, para el cantante, estar sentado calladamente con sus m�nos pa� 1-
largos años para el casamiento y la consumación, y luego una unión
vas en su regazo mientras canta; sus ojos están cerrados, o tiene la vis­
con una niña caprichosa que puede estar ansiosa por posponer los
ta fija, perdida por encima de las cabezas de sus oyentes. cuenta sus
deberes de madre y esposa. Mier1tras tanto, los hotp.bres bosquima­ . .
historias en estrofas simples que permiten un ritmo narrativo con­
nos, luchando por la existencia de su grupo en un desierto estéril, su­
centrado y exige la atención total de su audienci� . Po� lo t��to, du­
fren las privaciones comunes a los hombres solos de cualquier lugar,
rante su canto, los oyentes deben permanecer en s1lenc1� ! f1s1camen­
y expresan esta emoción en sus lamentos solistas (Marshall, 1 959). .
te pasivos. Cualquier movimiento interferiría en l� narrac1on, cualquier
En todos los otros aspectos importantes las estructuras sociales y ;
distracción rompería el encanto generado por el interprete de la bala­
musicales pigmeas )i bosquimanas son extremadamente. semejantes. · .
da. Cuando e l primer cantante ha concluido varias de estas canciones,
Ambos grupos comparten; ambos grupos son acéfalos. Su estilo ho­ otro puede tomar su lugar, )T se repite el mismo patrón. El cantante
quetus, polifónico, polirrítmico, fusionado al máximo, parece refle­ principal manda y domina a sus oyentes durante la performanc� . Su
jar este sistema de relaciones estrechamente integradas. El <<blues>> so­ asociación con su audiencia es, en términos sociológicos, de autoridad
lista bosquimano, la única desvración importante de este modelo, exclusiva, uno de los modelos principales de conducta en la cultura
sugiere en consecuencia la influencia del medio ambiente en una es­ europea occidental (ver Parsons, 1 949: 43, 1 40-147, 1 78-1 79, 286-
tructura social y musical ·q ue aparte de ello es consistente. No inte­ 295). Cuando un médico o un abogado toma un caso, su autoridad es
resa si este estilo de canto bosquimano ha sido tomado prestado de absoluta mientras d11re la relación. El mismo pacto implícito une a pa -
.
un grupo vecino. Una estructt1ra musical representa un ajuste social, trón y obrero, sacerdote y penitente, oficial y soldado, padre e hijo.
la realización de una necesidad emocional sentida mancomunada­ Dominación-subordinación, con · un profundo sentido de obligación
mente, sea prestada o no. No hay mejor prueba de esta hipótesis

315
3 14
ALAN LOMAX ESTRUCTURA DE LA CANCION Y ESTRUCTURA SOCIAL

i11c>ral, es la for1na fundamental de asunción de roles e11 el Occide11te to, el cual a su vez es desco111puesto ei1 sílabas y se ejecuta dur;1nte t1n
protesta11te. Nuestras empresas cooperativas están orga11izadas en tér- rato, un poco a la manera de u11 niño o un adulto n1editabundo en
1nin<)S de una asociación de expertos, cada t1110 subordina11do tem­ nuestra cultura. Aquí el lenguaje pierde st1 filo y se co11vierte en he­
poralmente su función diferente, especializada y exclusiva, a una fi­ rra1nienta de un j t1ego encantador con los sonidos. Este contraste
nalidad convenida. Los obrer()S de las líneas de m<)ntaje cooperan de está indicado en la línea 1 O de la figura 3, que trata sobre la impor­
esta manera en la producción de automóviles para la Fc)rd o aviones tancia relativa del texto comparado con las sílabas si11 sentid<>. Et1-
para la Lockeed, del inis1no inodo que los instrume11tistas se combi­ ropa occidental puntúa 1 ; los pig1neos y bosquimanos, 13.
nan para producir grandes sonidos sinfónicos. En últin1a instancia, es­
te patrón de líder-seguidor está enraizado en el pasado, por ejemplo
en el concepto europeo de lealtad de por vida al rey o al señor. Igna­
cio de Loyola inculcó el mismo principio en su enseñanza a los jesui­
tas: « En manos de mi superior, debo ser una cera blanda, una cosa ... Una vez descritos dos estilos que está11 situados en los extremos del
un cuerpo que no tiene ni inteligencia ni voluntad» . sistema cantométrico uno solista sin acompañamiento y el otro ho­
Este grado de docilidad es precisame11te lo que el director si11fó­ quetus-contrapuntístico , consideraremos tres codificaciones maes­
nico actual exige y obtiene de su orquesta y también de su audien­ tras que se sitúan entre estos extremos y que muestran nuevamente
cia . En su papel dentro de la relación, escuchando calladamente cómo las estructuras musica les surgen de o revelan la forma ge­
la obra de uno de los maestros bajo la batuta del director (que da la neral de sus contextos sociale s. Primero está el área que, a falta de un
espalda a sus admiradores), el público de una obra sinfónica se dife­ término mejor, llamo bárdic a. Aquí la ejecuc ión solista es tambié n
rencia de la audiencia de un.a balada sólo en el tamaño. Incluso la mú­ dominante, pero varios niveles de acompaña1niento susten tan y re­
sica occidental de mayor orientación grupal y producida por una fuerzan la autoridad del solista -líder. Uniendo varias grandes subá­
colectividad plenamente integrada está organizada de manera fun­ reas, este estilo bárdico da forma a la mayor parte de la música del
damentalmente diferente a la de los coros pigmeos acéfalos, donde sur de Europa y del África musulmana, del Cercano y Medio Orien­
todas las partes son iguales, donde la subordinación no existe ( co­ te, del Lejano Oriente y de la mayor parte de Asia, con exclusión de
mo apenas existe en la sociedad misma). ciertas cultt1ras tribales.
En Occidente una mesa de organización, una línea de montaje o Un minucioso retrato de las sociedades que dieron lugar a la tra­
una sinfonía dependen de una serie de órdenes claras y explícita.s, dis­ dición bárdica puede hallarse en el análisis del sisten1a de despotis-
,.

puestas en un modo preciso y acordado de antemano. Nuestras can­ ino oriental realizado por Karl Wittfogel ( 1 9.57). Este sostiene que,
ciones folklóricas europeas occidentales están dispuestas del mis­ dondequiera que un siste1na agricultor dependa de la construcción
mo modo (series de versos y estrofas cada una de las cuales propone y mantenimiento de un complej o de grandes ca11ales y represas,
al oyente considerar tal o cual aspecto de una historia en tal o cual surge un control despótico del trabajo, la tierra, la estructura polí­
inodo explícito) . Mientras estas series de paquetes de fantasía o rea­ tica, la justicia, la religión y la vida familiar. Todos los grandes in1-
lidad explícitas y bien construidas son entregadas a los oyentes, el perios hidráulicos los de Perú, México, China, Indonesia, la India,
cantor-líder i10 debe ser interrumpido. Si lo es, muy probablemente Mesopotamia, Egipto, el mundo musulmán se adecuaron al mis­
se negará a seguir cantando. « Si sabe tanto, cántelo usted mismo» , mo patrón general. El centro era dueño y controlaba a cada perso­
dirá a sus groseros oyentes, de modcJ semejante a como el médico po­ na y todos los 1nedios de producción y de poder. Obediencia total y
dría decir a su paciente ansioso: « Si a usted no le gusta mi f<)rma de ciega era la regla. La manera de acercarse al trono era de rodillas o
curar, búsquese otro inédico» . arrastrándose. Los desvíos eran castigados inmediata y cruelmente
Según Turnbull, una larga ejecución pigmea puede contener, co- mediante la pena de muerte, la prisión, la confiscación de los bie­
1no máximo, sólo el texto suficiente como para completar una es­ nes o la tortura. Los antiguos soberanos de Mesopotamia asevera­
trofa normal de cuatro líneas. El respeto de la fonación consiste en ban que recibían su poder del dios Enlil, que simbolizaba el poder
vocablos gritados o variaciones de una frase del texto. Si otro can­ y la fuerza. El ministerio de justicia de la Antigua China era cono­
tor se cansa de este n1aterial, es libre de introducir otro trozo de tex- cido como el Ministerio del Castigo. El campesino egipcio que de-

316 317
ALAN LOMAX
E ST R U C T U R A D E LA C A N C I Ó N Y E ST R U C T U R A S O C I A L

jaba de entregar su cuota de grano era azotado y arrojado a una zan­ El rey David, como los grandes poetas de la alta cultura tempra­
ja. Un favorito de la corte podía ser ejecutado o privado de sus ren­ na, cantó probablernente a . la manera bárdica. Esta inferencia es sóli­
tas por capricho del emperador. da, dado que el estilo sobrevive aún hoy en todo el Oriente, alcanzan­
Wittfogel señala que este sistema da por resultado un estado de do su apogeo en la música cortesana de Japón, Java, la India y Etiopía.
total soledad tarito para los de arriba como para los de abajo. El cam­
pesino o el funcionario menor sabe que nadie se atrevería a prote­
gerlo si desobedece; el rey o el faraón sabe también que no puede J} foe&l
Cp. llI)l 4 S' 6 7 8 9 10 ll 1 2 ll 1) Vo'=ai Gp. �3 4 , , 1 a t 10 i1 t2 13

13
.

depositar su confianza en nadie, ni poner su vida en manos de na­ (2> 0reh.Jlelat too•hip !) 12 l.3 2 ) Orch.&el•tlonahip 12

die: ni en su más cercano consejero, ni en los miembros de su fami­


J) oich. Gp. 8 9 10 1 1 12 ll J) Orch. Cl>· (·J ,, .;J .. )O 1 1 12 ll

. 4J ()(g� � 13
focal 10 4) Vocal Org. 7 \O 13
lia, ni mucho menos en su hijo y heredero. 1
J) toa.1 llend·V 7 10 13 .S) to1'al ll•nd-V I] 4 7 10 ll
En una sociedad así es norma la conformidad despersonalizada
0 IUIY · !fand V 7 10 ll- 6) R.hy. ll•nd V [) 4 1 10 ll
a la tradición autoritaria. El cantor aprende a usar su voz de un mo­

·,1) Or'ch • Org. 7 10 ,. 13 7) Orch. O\'¡. 13

do formalizado y luego domina un complejo conjunto de reglas pa­ f) tonal lll•nd·O m 4 7 10


. .

ll 8) Tonal llend-0 ' Cl . !I:J 13

ra iniciar e improvisar un tema, y despliega su talento mostrando has­ t) thy. llend • O


{} 4 7 10 13 9 ) &by. llend • O 13

ta qué punto puede desarrollar este tema sin quebrar las reglas. El !lO) Vord• to Non .•
ID 4 7 10 ll 10) 'Worcia to Non. liJ 4 7 JO ll

desarrollo de los sistemas modales, con el elaborado conjunto de creen­ ·u) ()yeral l. Rhy .. V 11) Overatl llhy V

!12) Crp. Rh y, •Y
1

cias y costumbres que los rodean, evoca una sociedad en la que la fJ 3


5
1 9 11 13 12) Gtp.Rh)'.•V (J l 5 7 9 lt ll

IU) over.tll. ilhy·O


•. ·"

estratifica.ción social limita estrictamente el desarrollo y crecimiento


1
13) Overa l l lhy-0

13 13
de cada individuo desde que nace hasta que muere. Por encima de to­ 14) Grp. lhy. •O 9 11 14) Cirp. ahy.-0 7 9 1

U} Kt 1 . Shap« ll
do hay una voz que expresa condena, pena e ira; es el emisario de 13

11
l.S_) Kel. Sb&pe

U) Mtl . 7orm ()2 3 4 .5 6 7 a 9 10 16) Ktl. rom �2 l • s 6 1 8 9 10 11 12 13


los humores variados del centro de poder y el testimonio del espíritu 12 13

m l'tlr••• .. ·m • 1 10 · 13 17) lk••• lAngth m 4 7 10 13


noble de los poetas y músicos del pasado que dentro de esta estruc­ i..nath

11] Jfo. of Phta$e9


m 5 6 8 9 11 13 18) Ro, of 1'1'lt•••• (!] 3 5 C5 1 9 11 13
tura crearon universos de belleza plástica y conmovedora. (... .
3

El bardo oriental es un cantor solista sumamente idiosincrático,


U) Poi. of 11nal m 4 . f 11 13 19) "º'· o! rtn•l E 4 9 11 13

,,.
. · t:l .
w 13 20> ••ne• 11 . ro: l3

un maestro de la poesía sutilmente concebida y del ritmo complejo, . ..".


·

U) li:tt. Viclth 1 10 13 21) �t- Wtdtl\ 1 �o 13


*"')
variado, a veces sin metro. Ejecuta estrofas de alta complejidad, com­ 22) fol. 'fn• l!J 3 6 8 10 1:3 22) rot. -.rn• 1!] 3 6 a io 1)
:1�
puestas por muchas frases largas, con máxima ornamentación, ru­ . t!l 23) hbell, l!l
)llibell. 4 7 ll 7 10 13
10 4
,,,. ,.
...l"'C"
, ·:J
bato vocal, melisma y trén1olo, en voz generalmente aguda o en fal­ �.J.: .'rblfo 11 13 2(;) 'l'Ql(IO lllD 5
' 11 13

:�!.01181
"

sete, estrecha y comprimida con máxima nasalidad y dureza y, a 10 13 2S) Vol.a 10 13

menudo, caracterizada por una articulación enérgicamente precisa . 16) .W.ato•V


t!1 5 � ID ' ' l3

�) lubato•I)
13
.,.. ..
26) ll�bato-V
•'i�

En lugares donde prevalece aún un tipo primitivo de feudalismo, co­ :"


m , 9 ll 2.7) &ub&CO•O l!J · ' ' 13

·U)·. 01111 '


mo en Mauritania y Afganistán, los bardos están asignados general­ €l ' 13 %8) Cl1.t• ' 13

� .�11... *11.n&
¡..

m
1

m , 13 29) 1 13

�.> ?reiwto
mente a un jefe grande y poderoso y su deber es celebrar la magnifi­
m 7 Treaulo ll
cencia de sus señores ante su nlundo. La calidad de voz bárdica es 30)

'
ll
1it. 11

ID
'
ll) Ct�ttal Sh. · 13
ll) Olottal lb.
generalmente tensa, aguda, delgada, femenina y suplicante. A veces
tf�t I ,

I�) J.11.ata� '-' l1 ti U.'.J 1.1 32) le1l1t1r m • 1 10 ll

es áspera, gutural y enérgica, simbolizando el poder despiadado y la 33) .�� Wl4th t.I · U ' • 10 13. (!] 3 6 a 10 13
. .
33) Vo. Width
ira desenfrenada. Su marcada nasalidad, su trémolo, su vibrante tri­ �) .•M•ltty 7 10 13 '34) . ...11t1 1 10 13

no glotal y sus sinuosos adornos melódicos hablan de lágrimas, de 3S) i.ept. ii :13 JJ) ...,iaa•• 1 10 13

miedo, de temblorosa sumisión. Estas modalidades vocales son la i6) �-•t


" ' . " 36) Ac••-� lO ll
ti) C..oa . 1.1 u ,,
norma entre místicos, almuecines y rapsodas orientales los bardos • U:l 37) COIUIOll.

FIGURA 4.-Perfil bárdico oriental: Próximo y Lejano Oriente (izquierda y derecha, res­
de Dios , así como entre los recitadores épicos y los compositores
de canciones de alabanza al rey. pectivamente).

318 319
ALAN LOMAX ESTRUCTURA DE LA CANCIÓN Y ESTRUCTURA SOCIAL

Una profusión de flores musicales, representando una suerte de consu­ ciedad indígena, debido a que aparentemente no había líderes autori­
mo conspicuo de música, complace en todo lugar los oídos de los re­ tarios permanentes. Walter Miller ( 19 57) señala que los indígenas ame­
yes y, en consecuencia, al dios, cualquiera que sea su nombre o nombres. ricanos y los europeos feudales seguían dos conceptos de autoridad
Del mismo modo, el amante del área bárdica se humilla ante su ama­ completamente opuestos. Los europeos juraban obediencia de por
da, cubriéndola de galanterías floridas, diciéndole con voz trémula y vida y cumplían las órdenes del representante de su rey. Los indíge­
melodía profusamente ornamentada que es enteramente su esclavo. nas no recibían órdenes de nadie, ni rendían obediencia a nadie ex­
De este modo, el bardo oriental fue un especialista y un virtuoso cepto en base a una elección personal de carácter temporal. Una par­
de alta categoría. Fue producto de un largo y riguroso entrenamien­ tida de guerra indígena podía estar organizada por un jefe guerrero en
to,. Se ajustó a teorías estéticas rígidas y explícitamente establecidas. caso de ser lo suficientemente persuasivo, pero los guerreros que salían
En efecto, fue en el mundo bárdico donde surgieron las bellas artes con él desertaban si la empresa presentaba dificultades. Un porcen­
de la mús ica y la poes ía, j unto con sistemas métricos y meló dico s taje bastante grande de tales empresas finalizaba en fracaso, y los
sumamente desarrollados. Aquí también los instrumentos fueron re­ participantes volvían desperdigados pero sin desprestigio a la aldea.
finados y desarrollados y se establecieron orquestas com pleja s . Entre los indios fox, a los que estudió Miller particularmente, ca­

En sus himnos de alab anza al rey o al dios el bardo habl aba en da persona tenía su propio protector sobrenatural, a quien vene�aba
nombre de o acerca del centro todopoderoso, y era importante cuando la fortuna le sonreía, pero al que denostaba en períodos de
que estos cantos de alabanza fueran lo más grandes e imponentes mala suerte. Los jefes permanentes de la aldea no tenían autoridad
posible. El bardo extendió esta modalidad a todas sus producciones. directa; en realidad no eran mucho más que presidentes permanentes
Normalmente cantaba estrofas largas y complejas a través de frases de un consejo de iguales de la aldea. Los individuos eran entrenados
largas, a menudo en estilo continuo, en formas de canto o verso que desde la infancia para aventurarse valientemente confiando en sí mis­
duraban horas y contaban con miles de versos. También usaba su mos. La actividad colectiva era mínima, y, cuando la había, no era
voz de manera despersonalizada, apropiada a la voz del rey, del dios, forzada; cada individuo que participaba no actuaba bajo la presión
o de uno de sus ministros o suplicantes. Generalmente, el bardo no era de órdenes, sino que sabía por tradición qué debía hacer, y cómo y
acompañado por otras voces; en u.na situación absolutamente des­ cuándo debía hacerlo. Del mismo modo que el indígena podía pedir
pótica sólo una voz debía ser oída: la del déspota o su sustituto. Y obtener el poder directamente de una fuente sobrenatural, podía
Por lo tanto, el canto grupal en el área bárdica está reducido al también adquirir una canción medicinal del mundo de los espíritus
mínimo. Normalmente, cuando aparece es en unísono con rítmica o que le daría el poder para curar o para dirigir una partida de gt1erra.
fusión tonal pobre, o es heterofónico. Uno . Piensa aquí en los coros El modelo del grupo musical indígena norteamericano concuerda
de Etiopía o Corea, en el estilo heterofónico de los watusi o en el uní­ con el patrón de asunción de roles esbozado más arriba. El cantor
sono forzoso de los coros reales de Dahomey. Sin embargo, el bar­ solista usa una voz de pecho amplia antes que estrecha, mas con fuer­
do, como el rey, necesita apoyo. Lo encuentra en un. elaborado esti­ tes caracterizaciones de resonancia nasal y zumbido de garganta y con
lo de acompañamiento. Las orquestas cortesanas del Oriente son, por acento enérgico (una voz expresiva de una masculinidad plena y no
lo general, grandes y tocan heterofónicamente, es decir, cada instru­ reprimida o, quizá mejor, de una fuerte orientación corporal). La
mento expresa la misma melodía pero en su variante propia, con mu­ manera principal de ejecución de un canto indígena es, sin embargo,
chas voces que siguen independientemente la misma línea. Siempre, la que hemos codificado como N/L (el líder subordinado al grupo). El
no obstante, un cantor con nasalización muy aguda o un instrumen­ g�ía inicia la canción pero luego se sumerge en el coro ejecutando el
to con un timbre similar conduce y domina a la orquesta. mismo material musical al unísono. Este coro une sus voces graves, re­
sonantes, con moderada fusión tonal (variando a una fusión bien in­
r:grada entre ��s ir�q�eses y alguno� gr�pos pueblo), pero en una pre­
UN PATR Ó N AMERINDIO
c �sa co�certac1on ritm1ca. Las voces 1nd1viduales en estos coros pueden
01rse ��n y el ef�cto es el �e un grupo de individuos unidos sin gran
cohes1on, pero bien coordinado, cooperando en función de un fin co­
Cuando los europeos se encontraron por primera vez con tribus ame­
mún. Aquí, como entre los pigmeos y en contraste con Occidente y
rindias no pudieron comprender en absoluto cómo funcionaba la so-

320
321
ALAN LOMAX E S T R U C T U R A D E LA C A N C I O N Y ESTRUCTURA SOCIAL

1) Vocal Cp. Oriente, la importancia del texto está frecuentemente minimizada. Las
2 ) Orcl\.lta1at louahip 11!]3 5 6 8 9 12 13
canciones indígenas consisten normalmente en unas pocas frases pro­
3 ) OTch. Gp . 1 a 9 10 1 1 12 13
longadas por repeticiones y segregados vocales para formar estrofas
4) Vocal Qrg , 10 ll
largas de estruct11ra compleja que todo el grupo sabe cómo ejecutar.
.Nluchas melodías indígenas pueden ser descritas como de com­
5) ToQ&l lland-V 10 13
posición continua, es decir, básicamente de final abierto, dejando libra­
6) lhy. llend V
.. 13
da la decisión sobre la extensión y terminación al impulso colectivo.
10 ll
7 ) Oreh . O'CI ·
El elemento más fuerte en esta situación es el ritmo dominante de un
8) 'Ional lland·O .. t"I 7 10 13
pulso que une al grupo en una recreación simple y sumamente física
9) ahy. llend - o ·
.
_
. -
· tri JJI de sus aventuras en la caza, en la guerra y en el mundo sobrenatural.
10) Vords to Non_. 13 Difícilmente en alguna parte de este sistema, excepto en este nivel rít­
1 1 ) Ov1ral1 lhy • V �1' - w 13 mico no estratificado, se exige al individuo ajustarse a los demás, tan­
11) Gx-p .lhy. ·V 5 7 ' 11 13 to vocal como musicalmente. E,l estilo mismo de concordancia en las
13) Ov•T&ll llhy•O , 6 a ' 11 13 ejecuciones grupales exhibe el principio del individualismo.
14) Crp. lhy . .. Q ll ll
El perfil del canto amerindio se mantiene marcadamente cons­
lS) Kel . Sbape l 9 13
tante a través de la mayor parte de Norteamérica y en muchas regio­
16) Mel. rora m� 3 4 s 6 7 ª , 10 1 1 12 13
nes de Sudamérica. Esta consistencia de estilo explica por qué la mú­
sica amerindia ha sido tan marcadamente resistente al cambío, y cómo
17) fb�•·· t.D.Sth m 4 7 10 13
es posible para los indígenas permutar canciones, como lo hacen
m l ,6 a9
.

of Ph�•••' 11 13
18) No. .

frecuentemente, atravesando barreras lingüísticas y culturales. Cier­


19) !01. ol Plnal
() 4 g 11 ll
tamente, la solidez de este marco confirma una impresión de sentido
13
20) l•v1•
común de que hay una música amerindia distinta de otros sistemas
: . . . - rn)

2 l ) lnt. Vidth 13 musicales del mundo y congruente con un patrón de cultura amerin­
22) tol. T.n• (] l 6 1 10 13 dia total.
23) lmb•ll. 10 13

24) t'..,O 11 13.

2.S) Volme .
.
tU
• •

E L PATR Ó N NEGRO AFRICANO


26) l.ubato-V
Hemos designado la estructura de trabajo del estilo de canto africa­
. '.
17) l.ubato•O
no occidental como L/N. La música africana podría llamarse antifo­
28) Gli11 11 . iE
. .
lJ
nía entrelazada. Un líder inicia el canto y un grupo responde, frase
19) 1Wl1.-
letánica por frase letánica, pero este grupo hace algo más que respon­
30) Trn:ulo m· , 13
der y entrelazarse con la parte del líder, y el líder generalmente ha­
31) Olott&l Sb.
t!l 7 13
ce algo más que superponerse al coro. Muy frecuentemente, a1nbos, L
l2) 1&1i1t•:t
Y N, sustentar1 y comentan la otra parte con murmullos, fragmentos
13

J3) Vo. Width 13


de acordes o arranques de risa musical y con un patrón complejo de
34).. luallty contrarritmos de manos, pies y orquesta sin mencionar la glosa ciné­
35) l&apiu•• IJ 4 1 10 13
tica de los bailarines. En la línea solista misma una traviesa voz con -
36) �cent 10 13 ductora varía desde tonos abiertos y resonantes hasta una fuerte na­
. .
7

37) Coe.1oa. .. � ,� salización y un poderoso sonido estridente, desde el arrullo en falsete


hasta el gruñido grave. En verdad, sin tales exhibiciones de despliegue
FIGURA 5.-Perfil de la canción de los indios de Norteamer1ca.
,
.
vocal, u11 líder aft·icano de canto es rápidamente reemplazado por otro.

322 323
ALAN LOMAX E S T R U C T U R A D E LA C A N C I Ó N Y E S T R U C T U R A S O C I A L

No obstante, y a pesar del timbre vocal cambiante del cantor afri­ la n1ayoría de las sociedades africa11as 11egras (ver Murdock, 1 959).
ca110, los coros fusiona11 sus voces e11 sorprendentes efectos tonales. Un africano perte11ece normalmente a varios grupos entrelazados: a
El análisis gráfico de la voz muestra cómo es posible esto. Aunqt1e una tribu, quizá a una serie de grupos segmentados de parentesco pa­
la aspereza y la nasalización están presentes en el patrón armónico trilineal, a uno o más grupos de culto, a una organización de traba­
de la voz S<)lista, S<)n controladas y colocadas con precisión en lugar jo, a un grupo de edad, a una facción política, y así sucesivamente.
de ser rasgos constantes, co1no en el caso de las caracterizaciones vo­ Cada uno de estos grupos puede tener un jefe diferente, y en cada uno
cales que manej an. las voces bárdicas, europeas occidentales y a1ne­ de ellos un individuo puede lograr un grado variable de prominencia,
rindias. Asimismo, los armónicos están bien y extensivamente dis­ de acuerdo con su tale11to y su estatus. Aunque la sociedad sea es­
tribuidos (señal de una voz bien modulada). tratificada, es bastante posible para un hombre ingenioso con un sen­
En la ca.nción africana negra están normalmente implícitas una tido desarrollado del manejo político alcanzar la cima de una o de va­
parte líder y otra de coro, sea la ejecución solista o no, dado que rias de las organizaciones de las cuales es miembro. Si es un histérico
ambos ele1nentos son esenciales en la estructura de la canción afri­ puede convertirse en líder religioso y profeta. Esto proporciona una
cana. El líder del canto nunca interviene largo tiempo sin el equilibrio analogía exacta con el surgimiento del individuo talentoso en el gru­
que introducen las complejas glosas del coro instrumental o vocal. po musical africano. La música africana está llena de espacios. La es­
Más aún, nuestra investigación indica que la longitud de la parte del tructura libre de esta situación musical ofrece al individuo bailarín,
líder varía aproximadamente según la importancia de los jefes de percusionista o cantor la libertad de manifestar su personalidad en
tribus en relación con el consejo tribal. En las tribus africanas más o un momento de despliegue virtuosista. Será entonces reemplazado,
menos acéfalas los líderes generalmente cantan sobre un fondo cons­ pero más adelante podrá asegurarse el derecho de prioridad para eje­
tante de canto coral. Donde la jefatura es suprema, los solos vocales cutar solos más largos y elaborados, consagrándose así como un lí­
son más largos y más destacados. der musical reconocido y talentoso.
Esta hipótesis está corroborada por nuestra codificación de la mú­ Dado que la música está relacionada con la integración grupal en
sica ceremonial del reino de Dahomey y de las canciones cortesanas una extensa variedad de las actividades africanas, una personalidad
de los watusi de Ruanda-Urundi. En Dahomey los solos largos son im­ 111usical fuerte puede ser o pasar a ser un líder religioso o político.
porta11tes, no se permite polifonía, y se tornan prominentes los pasa - Aun así, la estructura misma de las inelodías africanas interfiere con
el modelo dominante L/N, dado que la melodía africana es letánica
,,

jes cron1áticos sumamente ornamentados, raros en el Africa negra pe-


ro comu nes en la canción orien tal. Entre los watusi reales el canto y responsorial, integrada por aportes más o menos iguales de solos y
heterofónico muy ornamentado, el ritmo sin metro, las ejecuciones coro, con la parte del coro dominando con frecuencia. De este mo-
,,

bárdicas extensas y otros rasgos vinculan su estilo con el de los impe­ do en el Africa negra la estructura de ejecución musical y la estruc-
rios hidráulicos. Sería incorrecto no.o bservar que, en ambos casos, el tura social se reflejan mutuamente, se refuerzan la una a la otra y es­
canto funciona como s9porte de una jerarquía gobernante poderosa, tablecen la calidad especial tanto de la música africana co1no de la
en vez de desempeñar el papel normal que tiene en las sociedades afri­ sociedad africa11a, ya sea en Á frica o e11 los enclaves africanos del
canas más simples. A lo largo del límite sudeste del Sahara, entre los Nuevo Mundo.
pueblos fuertemente influidos por la cultura del islam y en muchas tri­ La acusada orientación rítmica de la música africana representa
bus en las que poderosos sistemas de reinado dominan extensas na­ también esta cultura de múltiples metas, de muchos jefes, orientada
ciones, es común el canto bárdico solista del tipo anteriormente des­ grupalmente. El ritmo africano está aferrado por lo general a un ci­
crito. Sin embargo, mi convicción, basada en el examen de gran cantidad clo fuertemente acentuado de dos o cuatro golpes, pero alrededor y
de casos, es que el canto bárdico de tipo fuertemente oriental no tie­ a través de esta unidad rítmica positiva y arremetedora se mueve una
ne una importancia significativa, excepto en aquellas sociedades afri­ variedad de ritmos contrastantes con una cantidad de instrumentos
canas en las que patrones institucionales análogos a los de las despó­ que dan voz a los diversos grupos y personalidades ligadas por la uni­
ticas sociedades orientales modelan la totalidad del siste1na social. dad tribal. E11 cualquier mo �ent� uno de estos ritmos tangenciales
la _
Este breve bosquejo de la estructura de ejecución de l a canción puede apoderarse de 1mag1nac1ón del grupo y pasar a ser domi­
africana se equipara de manera notable con la estructura general de na11te, tal como en una ceremonia de culto del África occidental un

324 325

ALAN L O M A X E ST R U C T U R A D E L A C A N C I Ó N Y E ST R U C T U R A S O C I A L

individuo puede ser poseído por la deidad de su culto y elevarse por espacio. 1ercero, estas estructuras estables corresponden y represen­
un período de la oscuridad a la dominación total del grupo. tan patrones de relación interpersonal fundamentales en las diversas
Tampoco el grupo negro se opone a que las mujeres desempeñe�
papeles directivos en el canto, como lo �acen muc�.os � ueblos pri­
formas de organización social. Cuarto, el análisis de la estructuras
canto1nétricas puede proporcionar un modo preciso e iluminador pa­
mitivos. Aquí la sociedad negra refleja la importancia e independen­ ra la observación del proceso cultural mismo. Quinto, dado que el
cia comparativa de las mujeres, reconocidas en otras es feras por su sistema de codificación ca.ntométrico trata del material expresivo que
. .
propiedad de la tierra, su control de actividades mercantiles y su par- todas las sociedades proporcionan de manera espontánea y no pre­
te en el ritual religioso. , meditada, puede convertirse en una herramienta para caracterizar
Quizás también la prominencia de la poliginia en el Afri� a negr� -y en algún sentido medir los patrones emocionales grupales. Por
(ver Murdock, 1 959) halle su expresión en la estructura musical afri-· último, el camino puede estar abierto para que hagamos esa distin­
cana. La educación y las costumbres africanas ponen gran énfasis . en
ción tan importante, tratada por Sapir ( 1 922) distinción intangible
cuestiones sexuales (fertilidad, potencia, destreza erótica) . Este foco pero profunda a la que todos los seres humanos responden entre
de interés sustenta el sistema de matrimonio poligínico, en el que a un la cultura espuria y la genuina.
hombre le debe ser posible satisfacer a varias esposas, y una mujer de­ Quisiera agregar unas palabras sobre el complicado problema del
be competir por el favor de su esposo con una cantidad de co-esp� sas. nivel estético. Las estructuras que aparecen en nuestro sistema codi­
La danza africana prepara y entrena a ambos sexos para la actividad ficado son básicas para la ace_ptación de una ejecución musical en
sexual intensa, y los contramétricos, balanceados y paroxísticos rit­ un medio cultural. Sin la estructura pertinente una canción se perci­
mos de África motivan y sustentan este estilo de danza francamente biría como extraña o inadecuada, o sencillamente sin interés. Cuan­
erótico. Sin embargo no todas las danzas africanas son una dramati­ to más se conforme a la norma indicada por un perfil dado, tanto
zación del cortejo y la actividad sexual, así como no toda la acción rít­
mica grupal en Á frica es danza en su senti? o estricto. �a activi?ad
más aceptable y familiar parecerá en su medio cultural, a pesar de lo
. cual debemos tener en cuenta que la belleza de un fragmento de mú­
rítmica colectiva discurre co.mo un hilo brillante a traves del te11do sica depende de la manera en que el ejecutante y/o el compositor ma­
de la vida africana y es, por cierto, uno de sus principios organizado­ nejen otros niveles más estrictos de pautación que el sistema canto­
res. Se trabaja y se viaja, se debaten asuntos sociales, se cuentan mi­ métrico no está equipado para examinar.
tos y leyendas, se transmiten cotilleos y se llevan a cabo ritos religio­ Este ensayo proporciona evidencia de que los mensajes princi­
sos por medio de ritmos que pueden ser danzados y cantados por un
líd�r y un coro de acuerdo con las estructuras fundamentales de la mú­
pales de la música se relacionan con un conjunto de pautas bastante
grosero y limitado; de otro modo no resultaría tan accesible para un
sica africana. El resultado
. es que la totalidad de la cultura africana es­ sisterna como éste. El arte de la música se basa, no obstante, en su ca­
tá penetrada por el modelo agradablemente erótico y sustentado co­ pacidad para repetir estos mensajes principales una y otra vez de ma­
munitariamente del estilo africano de canto y danza. neras levemente enmascaradas y sutilmente diferentes. Aq·uí, en el ni­
La atracción que despierta hoy en todo el mundo la música afri­ vel de la conversación musical, entramos en un campo ilimitado de
cana puede basarse, efectivamente, en el hecho de que es tan prácti­ matices en el que la insistencia .nunca trae hartazgo ni fatiga, en el que
ca que opera exitosamente e n más actividades de la vida que cual­ el oído se deleita jugando con una escala de minúsculas diferencias,
quier otro sistema musical. y donde la reexposición de lo familiar no es una orden si110 una in­
Espero que los bosquejos generales precedentes hayan señalado vitación para volver a casa.
la utilidad del enfoque cantornétrico, tanto _para la etnomusicología
corno para la antropología. Varios conceptos viables parecen se� in­
dicados para la investigación en esta etapa. El primero es que, mien­
tras la música sea considerada interculturalmente como un todo Y
BIBLIOGRAFÍA
en términos de comportamiento, será posible localizar estructuras Bargara, D. A. ( 1 960) Psychiatric Aspects of Speech and Hearing. Spring­
comparables a los patrones culturales conocidos. Segundo, estas es­ field.
téticas permanecen relativamente estables a través del tiempo Y del Herskovits, M. J. ( 1 94 1 ) The Myth of the Negro Past. New York.

326 327
ALAN LOMAX ESTRUCTURA DE LA CANCIÓN Y ESTRUCTURA SOCIAL

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Guadarrama, 1 966.] Wclof Music of Senegal, Folkways Records 4462.
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Folk Music of Ethiopia, Folkways Records FE 4405.
DISCOGRAFÍA Cante Flamenco, Westminster Records WAP 3 0 1 .
Modern Greek Heroie Oral Poetry, Folkways Records 446 8 .
Para una lista más completa de grabaciones selectas ver Lomax ( 1 959). Una Arabic and Druse Music, Folkways Records P 480.
gran cantidad de material está disponible. en Folkways Records y, en forma Music of the Russian Middle East, Folkways Records P 4 1 6.
más condensada, en Columbia Records. A continuación se citan algunos LP Folk Music of the Mediterranean, Folkways Records P 5 0 1 .
representativos de cada perfil: Folk Music of India, Folkways Records P 406.
Music of Indonesia, Folkways Records P 406.
Negro africano y americano ]apan, the Ryukyus, Korea, Columbia Records KL 2 1 4 .
..

French Africa, Columbia Records KL 205. Indígenas de América


British East Africa, Columbia Records SL 2 1 3 .
Bulu Songs from the Cameroons, Folkways Records P 45 1 . Eskimos of Hudsott Bay, Folkways Records P 444.
The Topoke People of the Congo, Folkways Records FE 4Sq3. Canada, Columbia Records KL 2 1 1 .
The Big Drum Dance of Carriacou, Folkways Records P 1 O 1 1 . Songs from the Iroquois Longhouse, Library of Congress Record 6.
Folk Music ofJamaica, Folkways Records P 410. Music of the Sioux and Navajo, Folkways Records FE 440 1 .
• Cult Music of Cuba, Folkways Records P 453 . Music of the Indians of the Southwest, Folkways Records FE 4420.

328 329 .
Capítulo 1 3

EL SONIDO COMO SISTEMA SIMBÓLICO:


EL TAMBOR KALULI ( * )

S te v e n · Feld 1

¿Cómo es que los sonidos comunican y encarnan tan activamente


hondos sentimientos? Esta pregunta debería hallarse en el corazón de
todo interés etnográfico, humanístico o científico-social por la mú­
sica. No obstante, sólo desde hace poco la etnomusicología ha co­
menzado a desentrañar cuestiones relativas al signo musical, a las re­
laciones entre forma simbólica y significado social y a la ejecución
(performance) de los sonidos en tanto que acción comunicativa. En
este ensayo aportaré un ejemplo empírico del modo en que un tipo
de sonidos es estructurado socialmente para vehicular significado.
Así, intentaré también traer a colación problemas relevantes para
las teorías del significado y el simbolismo musical en general. C_on­
centrándome en la invención, ejecución y comprensión del toque de
tambor entre los kaluli de Papúa-Nueva Guinea mostraré que, si bien

( >� ) Tomado de S. Feld ( 1 99 1 ) « Sound as a Symbolic System: The Kaluli Drum».


En D. Howes (ed.) The Varieties of Sensory Experience. A Sourcebook in the Anth­
ropology of the Senses. Toronto: University of Toronto Press, pp. 79-99. Traducción
de Francisco Cruces.
1. Este ensayo está basado ei:i el trabajo de campo que realicé en 1 976-1�77, 1982
y 1984. Estoy profundamente en deuda con varios tamboreros e intelectuales bosavi
por su interés en hacerme llegar a comprender el significado del toque de tambor: Gai­
ma, Gigio, Seli, Sili, Gb, Ga�i�i, Jubi, K lu, y especialmente Gaso. También a�radez­

co su apoyo par� la . r�al��Cl�n de esta investigación a las siguientes organizaciones:


: �

versity, Nationa� En�o�·e��. �o � the Arts, National Science Foundation, University of


lnstitute of Papua New �1,1i�a Studies, Archives of Traditional Music at Indiana Uni­

Pennsylvania Reseátclf"Feündatton. ·

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STEVEN FELD EL S O N I D O COMO S I STEMA S IMBÓLICO: El TAMBOR KALULI

tales sonidos co1nunican abiertame11te a través de y acerca de pa­ púa-Nueva Guinea. Desafortunada111.ente, existe aún p<)Ca infor1na­
trones acústic<)S, son bastante inás que eso. Está11 organizados so­ ció11 etnográfica y de audio sobre ta.les tradiciones.
cialmente para cuando se les co11voca y se les contextualiza apro­ .Musicológicamente encontr;;1n1os t1n problema más de fondo. El
piadamente mediante las correspondie11tes inarcas de escenario y axio1na de muchas investigaciones ha sido que cuando el sc)nido no
performance modular categorías particulares de sentimie11to y ac­ es complej() en los aspectos tnateriales de su organizació11 acústica,
ción. Este eje1nplo ilustra el hecho de qt1e el estudio del sonido come) puede asumirse que su significad<:> social será ese11cial1nente superfi­
sistema simbólico i1nplica tanto dar cuenta de las condiciones físicas o cial. Desde este punto de vista, el significado musical se col()Ca esen­
materiales de la producción del sonido como de las condiciones socia­ cialmente «en las notas», y no «e11 el mundo» . La organización me­
les e históricas de su invocación y su interpretación. En esa medida tal lódica, métrica y tímbrica de los sonidos es tomada como indicador
estudio se sitúa en la intersección del análisis acústico y el cultural. de la significación social del act<> musical. Para el caso de los tambo­
Actualmente, los tambores de Papúa-Nueva Guinea suelen ser pre­ res de Papúa-Nueva Guinea, las consecuencias de semejante punto de
sentados mediante su ubicación ideológica en dos contextos, uno vista son considerables. Los escritores de revisiones generales, ar­
antropológico, el otro musical. El primero consiste en la reducción so­ tículos y notas de grabación han asumido una suerte de minimalismo
cial del sonido a su fuente visual. Las colecciones de los n1useos de en lo concerniente al significado de los sonidos del tambor. Tales asun­
todo el mundo incluyen tambores procedentes de Papúa-Nueva G·ui­ ciones descansan simplistamente en una base auditiva puramente ex­
nea. Los libros y catálogos de <<arte primitivo» están repletos de sus terna: todos los rasgos que caracterizan el sonido de los tambores de
imágenes, las cuales celebran la forma, la talla, la pátina y la decoración, Papúa-Nueva Guinea (los timbres sencillos, los patrones isométricos,
a menudo con sobreabundancia de epítetos sobre sus delicadísimas la ejecución en solo o en conju11to, ya sea en sincronía respecto a los
líneas, brillantes colores e intrincados diseños. ¿ Cuál es la consecuencia cantantes o sin ella, así como su falta de empleo en grandes conjun­
de eso para el sonido? De tales exhibiciones visuales ¿qué aprendemos tos percusivos con varias partes) han sido tomados como indicati­
en cuanto a la vida social del tambor y su sonido durante la ejecución? vos de significaciones sociales «planas» . La fascinación colonial y ge­
Desgraciadamente, casi nada. Llegados a este punto, encontramos que neralizada de Occidente con el virtuosismo técnico, ya sea solista o
los foráneos que hacen discursos sobre los tambores de Papúa-Nue­ en conjunto (el rasgo musical que alinea el « genio musical» de las po­
va Guinea raramente los han escuchado. El sonido de los tambores blaciones exóticas con el europeo), y la simultánea fascinación con
se ha vuelto secundario respecto a su fuente, éstos son más que nada complejidades rítmicas y métricas desconocidas en las tradiciones oc­
objetos para nuestra contemplación visual. Pocas de las en torno a cidentales (marca incontestable de «otredad» ), nunca se hizo exten­
treinta y cinco grabaciones comerciales disponibles de música de Pa­ siva a Papúa-Nueva Guinea, y con toda razón. Lo que actualmente
púa-Nueva Guinea dedican algún espaci9 a la presentación y el análi­ vamos descubriendo sobre las dinámicas del kundu conlleva una es­
sis de los tambores, y una búsqueda por las bibliografías y catálogos tética muy diferente, que difícilmente puede ser apropiada o capta­
organológicos de Melanesia y Oceanía (Che11oweth, 1 976; Fischer, da desde Occidente dentro del mismo marco conceptual con que se
1 986; Gourlay, 1 980; Gourlay et al., 1 9 8 1 ; McLean, 1 977, 1 9 8 1 ) in­ abarcaron, a veces con una valoración positiva, las músicas de África
dica una carencia general de atención al an.álisis cultural del toque de y de Asia, y en particular sus tradiciones percusivas.
tambor y su simbolismo. La mayor parte de los artículos se concen­ Sin enzarzarme en la polémica sobre la forma e implicación de ta­
tra en la construcción y en las dimensiones visuales o materiales de los les cierres, aspiro más bien a abrir algunos problemas significativos,
tambores y de su toque. Y se dedica comparativamente más atención enfrentando la cuestión siguiente: ¿ qué significa el que un fenómeno
al garamut, un idiófono de tronco ranurado, que al kundu, un mem­ relativamente simple desde un punto de vista acústico solamente pue­
branófono cubierto de piel en uno de sus extremos (para alguna li­ da entenderse por referencia ¡_1 hechos sociales complejos? Al tratar el
teratura significativa ver Larias, 1 9 83; Niles, 1983, 1 985; Penney, sonido del tambor kaluli como un sistema simbólico, rico tanto por
1980; Webb, 1987; Zemp y Kaufmann, 1 969). Sólo recientemente, lo que respecta a las particularidades de su significado situado como
con la publicación de la primera encuesta sonora comentada de mú­ en lo referente al esquema general con que los kaluli dan sentido al
sica de Papúa-Nueva Guinea (Niles y Webb, 1987), podemos escuchar mundo, tal vez concluyamos que las organizaciones acústicas están
cerca de noventa ejemplos de las variedades de tambor kundu en Pa- siempre antes Y a un nivel superior organizadas socialmente.

332 333
STEVEN F E LD E L S O N I D O C O M O S ! S T E M A S I M B Ó L i C O : E L TA M B O R K A L U L I

LA (;ENTE Y EL LUGAR está decorado _por u11 conjunto de surcos tallados sobre la abertura
inferior y pintado con sustancias naturales de color rojo, blanco y ne­
l.,os kaluli son uno de cuatro subgrupos (culturalmente idénticos pe­ gro. Los kaluli lo llaman ilib, un término polisémico que significa tam­
ro diferenciados por leves variantes dialectales) que se refieren co­ bién «hueco de árbol», « pecho» y «cámara de resonancia» . Todas las
lectivamente a sí mismos como Bosavi kalu, «el pueblo bosavi» (mo­ partes del tambor se nombran con términos de partes del cuerpo hu­
nografías etnográficas en Feld, 1 982; B. B. Schieffelin, 1 990; E. L. mano; los más importantes aquí son los términos de interioridad us,
Schieffelin, 1 9'7 6). La población alcanza doce mil habitantes, que vi­ dagan y meg-:Jf. US es la palabra usada para describir la porción su­
ve11 en unos ocho mil kilómetros cuadrados de tierras de bosque perior de la cámara interna del tambor, bajo la piel, mise, «cabeza»
tropical al norte de las laderas del monte Bosavi, en la Gran Meseta (nótese la misma metáfora corporal en la terminología percusiva en
de Papúa, en las Tierras Altas del sur de Papúa-Nueva Guinea. Tra­ inglés). US es además un término polisémico que denota por igual
dicionalmente residían en comunidades con una sola vivienda colec­ «huevo», «nuez» y «flema», y cuya semántica se ha sobreextendido
tiva, separadas unas de otras por una hora de camino por el bosque. en tiempos recientes para incluir algunas de las pertenencias signifi­
Cada comunidad con.staba de miembros procedentes de dos o tres cativas del etnógrafo, por ejemplo «pilas>>, <<película>> y «grabadora» .
grupos de descendencia patrilineal con nombre propio, compren­ En efecto, u5 designa un caparazón exterior duro, una cubierta que
diendo unas quince familias o, en conjunto, de sesenta a ochenta per­ protege una sustancia inte�ior más blanda, poseedora de algún tipo
sona.s. Hoy día este patrón se ha modificado. Las comunidades se de esencia, poder o cualidad vital. Dagan significa « VOZ» o «garga11-
mueven con menos frecuencia, y j unto a la casa principal se añade un ta>:- ; ésta es la zona situada justamente sobre la abertura megJf o « bo­
número de viviendas menores, para una o dos familias. Estos cam­ ca>> del tambor. Para producir el sonido a partir de su domo, «cuerpo»,
bios han sido promovidos por varios factores y fuentes, entre ellos un tambor debe de vibrar desde su «cabeza>>, resonar en el «pecho
el gobierno y la misión. Los kaluli so11 h.orticultores de tubérculos y interno>> y hablar por su «voz» a través de su <<boca» .
su principal alimento es el sago. También mantienen grandes huertos Son los hombres kaluli quienes construyen, poseen, cuidan, trans­
y capturan caza menor, cerdos salvajes y pájaros en la selva prima­ miten y tocan los ta1nbores. No se asocia un estatus especial a estas
ria circundante. •
actividades, ni los tambores son considerados « secretos» o « sagra­
La vida ceremor1ial tradicional era muy prolífica en Bosavi. Ade- dos» como las flautas, los zumbadores y garamuts (tambores de ra­
más de una ceremonia principal de invención local, ganaron popu­ nura) encontrados en otros lugares de Papúa-Nueva Guinea y que
laridad algunas otras ceremonias, incorporadas de la zona del lago figuran de forma prominente en la iniciación o las relaciones hom­
Kutubu al Este, de la zona Kamulu al Sur y de la zona del lago Camp­ bre-mujer ( Gourlay, 1 975) . Aunque las mujeres kaluli no tocan los
bell al Oeste. Si bien la actividad musical kaluli es primariamente vo­ tambores ni conocen su construcción ni su magia, éstos se mantienen
cal, en varias ceremonias se utilizan sonajeros hechos de conchas de a la vista de todo el mundo en la cabaña común. No hay sanciones
mejillón (sob ), vainas de semillas (sologa) y pin.zas de cangrejo (de­ rituales que rodeen esta especificidad de género, ni los hombres la lle­
gegado) como acompañamiento del ca11to. Es en este contexto ir1s­ van muy lejos, en el sentido de elaborar engaños que escondan los
trumental y ceremonial donde los tambores con parche de piel se han tambores de la vista de las mujeres de nuevo en llamativo contras­
hecho un 111gar en la vida kal11li, llegando desde la zona sur del mon­ te respecto al citado patrón, que rodea a ciertos instrumentos en otros
te Bosavi a lo largo de los últimos cien años. Se tocan en varios con­ lugares de Papúa-Nueva Guinea . Gourlay ( 1975) sostiene que los
textos, principalmente como preludio vespertino a una ceremonia grados de estratificación social y elaboración de la iniciación mascu­
nocturna. lina en las sociedades de Papúa-Nueva Guinea correlacionan estre­
chamente con el grado de secretismo adscrito a los instrumentos y su
uso, así como con su grado de asociación ritual al antagonismo mas­
EL ARTEFACTO culino hacia las mujeres. Mientras que las diferencias entre hombres
y mujeres están claramente marcadas y son socialmente notorias en
El tambor kaluli tiene un solo parche, es cónico y mide unos noven­ la vida kaluli, las oposiciones de género incluyendo aquellas que
tienen lugar en el campo de la expresión cultural a menudo vie-
ta centímetros de largo por doce de ancho en cada extremo. Siempre

334
3 35 ·
1
STEVEN F E LD EL SONIDO COMO S I STEMA SIMBÓLICO: El TAMBOR KALULI

ne11 equilibradas por formas de complementariedad. Los patrones so­ �

'
'

.. 1

\
,

ciales de dominio masculino, antagonismo, secreto y violencia, bien ,


1
'

documentados en las Tierras Altas de Papúa-Nueva Guinea, se en­


�I

cuentran aquí claramente suavizados como tiende a ocurrir en las


!'.
1

sociedades fronterizas de menor escala del bosque tropical, por com­ 1


-
11
paración con las Tierras Altas propiamente dichas (para una discu­ •

:r
1
sión, cf. E. L. Schieffelin, 1 982; Feld, 1 984) . De aquí que no haya
nada demasiado especial en lo tocante a los tambores, ni ciertamen­
te un culto secreto o una conducta altamente ritualizada que regule
su uso o su ejecución. No obstante, sí existen otros aspectos de ma­
gia y secreto en torno a los tambores kaluli que detallaremos a con-
t1nuac1on.
. . /

F1c;uRA 1 .-Espectrograma de cinco pulsos de tamb()r.


EL SONIDO

Aparte de estas observaciones iniciales, la impresión más viva que CINCO PULSOS DE TAMBOR
deja11 los tambores kaluli deriva de su sonido. El pulso del tambor
es regular e isomét.rico, golpeando entre ciento treinta y ciento cua­
renta veces por minuto. Su tono es singular; un compuesto de fre­
cuencias bajas con una separación nítida entre el sonido de la pal­
mada y el del tono principal, siendo el golpe de mano la frecuencia
fundamental (normalmente, en la zona del do1 , 65 Hz) y el princi­
pal tono audible, el primer armónico, una octava por encima (en la
zona del do2, 1 30 Hz). Adicionalmente, el segundo armónico (en
la zona del so/ 1 96) y el tercer armónico (en la zona del do 2 6 1 ) son
bastante notables. El cuarto, quinto, sexto y séptimo armónicos es­
tán también relativamente presentes. La sensación auditiva resul­ tlemJJO en s�undos
tante es la de un fondo y fig�ra cambiantes, con intensas imágenes
sensoriales de las octavas del dol y do2 y de su quinta interna en UN PULSO Dr=' TAMBOR
sol. El análisis espectrográfico de cinco pulsos de tambor en la fi­
gura 1 muestra, en forma de escala visual de grises, esta pauta de
.

armon1cos.
;

La pulsación es regular; 110 se trata ni de un lento retumbar ni


de un rápido gorjeo. La silueta de cada pulso se caracteriza por un
ataque agudo, definido, sin vacilación; un cuerpo sonoro mantenido
de forma breve pero llena; y una caída larga, sin efectos de rastro. Ca­
da pulso continúa después del siguiente, superponiéndose a él. No
hay cortes discretos de sonido o silencios entre los pulsos. La figura 2
ilustra la forma de onda de un tambor sonando solo. Primero, cinco 1 �1
tiempo en décimas de segundo
pulsos consecutivos, cada uno de tres a cuatro décimas de segundo
de duración, indicando una forma distintiva y constante, sin cortes FIGURA 2.-Forma de onda de u.n solo tambor.

336 337
S T E V E N F E LD
,

E L S O N I D O C O M O S I S T E M A S I M B O L I C O : E L T.A. M B O R K A L U L I

e11tre los pulsos aunque ligeramente variada en su densidad tím­ jando una membrana de separaciór1 de dos a cinco centímetros en­
brica . A continuación, ei1 u11a 'Jisión más microscópica, vemos u11 tre las dos secciones horadadas. De nuevo pasa en remojo toda esa
solo pulso, ilustrando la pauta general de un ataque denso, un cuer­ i1oche.
po muy rápido, y la integridad de amplitud y forma de onda a lo El tercer día se detiene el trabajo propiamente dicho y se organi­
largo de la prolongada caída. za una partida de caza, que puede tardar varios días, para capturar
Se puede notar ta1nbién una ligera reverberación, que resulta de un pájaro tibodai. Una vez capturado, se le arrancan las plumas y se
inclinar el ta1nbor hacia el suelo; pero la sensació11 general de reso- echan dentro del tambor inientras las paredes interiores se liman y
11ancia un pulso densamente texturado por los sucesivos solapa­ ensanchan. Entonces, en el momento más dramático del proceso, la
mientos no es prin1ariamente un efecto de eco. Deriva dire(:tamente gargar1ta y la lengua del pájaro son colocadas en el puente que sepa­
de los materiales instrumentales y la forma prescrita de tocar. La di­ ra las dos zonas huecas, mientras éste se traspasa de lado a lado y
námica se inantiene constante a cierto nivel, una vez comenzado el quien hace el tambor recita suave o silenciosamente cinco palabras
pulso del tambor. A nietro y medio del ejecutante, el sonido es u110 mágicas: tibodai ean ko tagale toli. Esta invocación hace que la « bo­
de los más elevados que un kaluli puede llegar a hacer o escuchar; a ca» y la «voz» sean como las d.el tibodai. La magia tibodai es consi­
80 decibelios en la escala de la, hasta 85 decibelios con dos o más eje­ derada más bien secreta. Los k.aluli no hablan públicamente de ella,
cutantes, su volumen es dos o tres veces superior al de una conver­ y aunque inuchos la co11ocen la mayoría lo niega quizás porque
sación normal cara a cara. En resumen, los rasgos acústicos inme­ sienten haberla adquirido de manera poco legítima . Durante mi
diatamente salientes del toque de tambor son la elevada intensidad trabajo de campo en 1976-1 977 y d.e nuevo en 1 982, esta magia me
y regularidad de pulsación, la densidad del sonido como un latido fue revelada, como ya lo había sido a E. L. Schieffelin en 1 967. En
continuamente superpuesto, y la cualidad estratificada de los tonos, esa época me pidieron no revelar estas cinco palabras, pero en 1984
con la octavaciór1 de los armónicos y su quinta interior alternando Gigio me confesó que pocos hombres kaluli la conocían ya, que los
constantemente como fondo y figura. tamboreros no la estaba11 usando y que por tanto no me causaría da­
ño el revelarla. Pero antes de continuar la discusión del significado
de la garganta del tibodai y su n1agia verbal, esto es lo que ocurre
CONSTRUCCIÓN los días siguientes.
Primero se da forma a las aberturas. Se reducen los extremos del
El proceso de construir un tambor conlleva una mediación m.ágica ta1nbor a su dimensión final y el trabajo se orienta a prepararlo pa­
para dotar de patrón sonoro al objeto material e infundirle poder ra su primer test de sonido. Se caza y despelleja un yobo, gran lagar­
estético. Llevándolo a cabo sin interrupción (lo cual raramente es el to de cabeza angulada ( Goniocephalus sp.). Aunque otros lagartos y
caso), tomaría a un kaluli cerca de seis días. El primer día se corta un serpientes proporcionan ocasio11almente piel para los tambores, la
árbol dona (una magnolia, la Elmirillia papuana) y se escoge una sec­ mayoría de los kaluli prefiere el yobo porque su piel no es gruesa y
ción de un metro y veinte centímetros de largo, se sumerge en agua responde bie11 al calentamiento en la afinación. Se prepara el borde
y se prepara para su vaciado. Aunque ocasionalmente se usen otros del tan1bor con un caucho viscoso de cortezas de árbol, y la piel se
cuatro o cinco tipos de árbol, la dona es la preferida por su ligereza estira y ata a.lrededor con cuerdas. Entonces se deja secar al sol, o con
y sus cualidades resonantes. un fuego suave; a menudo se esparcen cenizas sobre el parche para
El segundo día el tronco se saca del agua y se ahueca hasta se­ calentarlo de manera homogénea.
senta centímetros de profundida.d )' entre cinco y ocho de diámetro A continuación se echan sobre el parche cuatro pegotes de cera
por uno de sus extremos. Tradicionalmente, esto se conseguía que­ de abeja, centrá11dolos y dándoles forma. Se llaman kol, pero meta­
mándolo, raspándolo con bambú y lijándolo con hojas ásperas. Des­ fóricamente los kaluli se refieren a ellos como seida gasa kelen id,
de la intensificación del contacto exterior en los años sesenta y el ac­ « mierda de la oreja de un perro del bosque» . Una vez han sido fija­
ceso consiguiente a instrumentos de acero, hoy día se utilizan machetes d()S, se recita suavemente otro conjuro de modo que al parche o ca­
y pequeños cuchillos par a acelerar este proceso. Una vez uno de los beza del tambor se le asimilará la cualidad de una seida gasa himu
extremos ha sido ahuecado con éxito, se comienza con el otro, de- C) «corazón de un perro del bosque» . Se insufla con ello poder a los

338 339
l •

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STEV E N F E LD E L S O N I D O C O M O S I S T E M A S I M B Ó L I C O : E L TA M B O R K A L U L I

l'egc>tes de cera para latir y retumbar como el corazón de t1n perro


del bosque dura11te la caza.
Las pruebas sonoras tomarán entonces varias horas. {_,as kc>l se
forman y reforman, se calientan y recalientan. La cabeza es « ali­
mentada » con jengibre y hojas de liana; los ejecutantes mastican es­ ...

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tas s11stancias y las escupen por el lado abierto del tatnbor, hume(te­ ... .

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ciendo la parte interna de la piel mientras la exterior se contrae por _ Lit ....
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el calor. Simultáneamente se toca el tambor y se comenta sobre él. Si


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el sonido «se endurece » , halaido domeib, el último día estará dedi­


cado a tallar los bordes del extremo de la boca, limar y refinar las su­
perficies y pintar. Si el sonido no se « endurece>> , habrá que buscar
otra piel y reiniciar el proceso de prueba. Si varias pieles resultan in­
servibles, el tambor se descarta.
Aunque los procesos decorativos y visuales finales son importan­
tes en la apariencia de conjunto del tambor, es preciso hacer notar
que un tambor se lava y se pinta en cuestión de dos horas. En el pro­
ceso de construcción es la determinación del sonido apropiado la que 1 2 3 4 5 6

tiene precedencia sobre las dimensiones visuales del instrumento. Los tiempo en segundos

materiales de pintura consisten en sowan, un barro arcilloso blanco; 3.-El ti!J(>dai (Pit<)hui cristatus) (t(>mado de Brian Coates, Birds <J( Pa.p ua New
FICilJH.A
hin, una sustancia naranja-roja procedente de semillas de la Bixa ore­ (;uinea [Port Moresby, PNG: R<>bert Br<lwn y as<)ciados], 1 977) y su canto.
/lana; y tig o ax)n negro procedente de resinas de árbol o, más re­
cientemente, de caucho quemado. Puesto que lo más esencial es la gas distancias son de hecho las propiedades acústicas más desea­
cualidad luminosa, brillante, de las pinturas particularmente en in­ das en un tambor kaluli. Traspasar la voz del tambor con la del pá­
teracción con los colores y materiales del traje de danza , es i1npor­ jaro tibodai es un proceso que insufla en él su carácter sónico básico.
tante que la decoración tenga lugar un día o dos antes de la ceremonia. La figura 3 muestra el canto de este pájaro; nótese cómo los pulsos
Volvamos ahora a la significación del tibodai. Este pájaro es el persistentes, cuatro o cinco por segundo, asemejan la forma de onda
pitohui crestado (Pitohui cristatus), conocido comúnmente como pá­ del tambor en su carencia de cortes discretos entre pulsos.
j aro campana de Papúa (ver figura 3 ) . El nombre deriva del modo Pero ¿ qué significa el que se escoja un páj aro como mediador
en que este pequeño y tímido ave llama desde las ramas de los árbo­ del sonido instrumental humano?· Los kaluli clasifican los pájaros tan­
les con un sonido continuo y penetrante. Jared Diamond, un distin­ to morfológicamente (basándose en similaridades de los picos y las
guido observador de los pájaros de Papúa-Nueva Guinea, escribe: patas) como por familias de sonido (Feld, 1 982: 44-85). La clasifi­
cación por sonido es la más ampliamente compartida y relaciona las
El canto cc)11siste e11 u11a larga serie de t1<)tas idénticas, inicialmente todas en categorías taxonómicas relevantes con mitos sobre el origen de los
el rnismo tono, a interval<)S iguales de tiempo. El tc>n<) alcanza apr<>xi1nada­
sonidos, así como con tabúes y recitaciones mágicas. Es más, en el
.1nente u11a ()Ctava p<)r encima del d(> medio. Uno de los rasgc>s más llamati­
V<)S del cant<.> es st1 larga dt1raci{>n; en una <>casió11 cr<>11on1etré un canto de
bosque tropical el sonido es el principal medio a través del cual los
cier1t<> sete11ta y cinc<> segundos sin interrupción, l<> que i') arece c<>11stituir u11a kaluli reconocen a· los pájaros. Los kaluli cazan por el sonido (imi­
(luración media. 1,a <)tra característica, y la más llamativa, es s u so11ido inu­ tando las llamadas); se relacionan con el ciclo temporal del día y de
sualmente penetrante. Aunque el cant<> es sord<> y sin gran volumen, alcan­ las estaciones a través del ciclo de llamadas y migraciones de las aves;
za distancias de hasta trescie11t<>S cincuenta metrc>s ( 1 972: 293-294). reconocen el espacio mediante las indicaciones acústicas de distancia,
siempre que uno no alcanza a ver a través del bosque; y, de modo
Estas cualidades pulsación regular y a la misma altura; larga general, asocian a los pájaros con todos los sonidos de su entorno.
duración, calidad consistente y penetrante y poder de resonar a lar- En parte, la razón reside en que los pájaros son tambián ane mama,

340 341
STEV E N F E LD EL SONIDO COMO S I STEMA SIMBÓLICO: EL TAM B O R K A L U L I

«reflejos de los que se han ido» , espíritus de los muertos. Así, las ca­ En esta actividad la ejecución del toque integra el ejercicio de la afi­
tegorías del sonido de los pájaros sirven también co1no categorías nación. Lo que cuenta aquí es esa constante reelaboració11 del kol del
de la vocalización de espíritus y humanos. Hay siete grupos de soni­ parche y su «alimentación» mediante je11gibre o liana. Al preguntar
do: <:< aquellos que dicen su nombre » , ene wi salan; « aqt1ellos que a los kaluli por esta « alimentación» � suelen contestar que, al igual
hacen mucho ruido» , niada ganafodan; «aquellos que sólo suenan» , que a un niño, cuyo lenguaje es « blando » , al tam bor hay que ali­
imilisi ganalan; «aquellos qt1e hablan la lengua bosavi» , bosavi to sa­ mentarlo para que s11 sonido se «endurezca » . Como en los do1ninios
lan; «aquellos que silban» , holan; <<aquellos que lloran» , yelan; «aque­ de la adquisición y maduración lingüísticas, halaido, la « dureza» , es
llos qt1e cantan» , gisalo molan. El tibodai se encuentra en dos dt es­ un prerrequisito básico para la evocacjón dramática.
tos grupos: aquellos que dicen su nombre y aquellos que silban. La Durante la ejecución los kaluli no pueden estar quietos, mien­
clasificación por los que « dicen su nombre » relaciona el nombre ti­ tras afinan o practican el toque. Se balancean hacia delante y hacia
bodai cor1 la onomatopeya del doble pulso en tibo tibo tibo tibo, una atrás, o de t1n la.do y otro, permaneciendo sien1pre en movin1íento.
re.presentación vocal del sonido penetrante de esta ave. La clasifica­ Tocar debe ser una sensación plenamente corpórea, nunca limitarse
ción por «los que silban» es 1nás significativa. Los pájaros con voces a la palmada de la muñeca o la mano sobre la superficie del parche.
silbantes son considerados una categoría especial de espíritus cuyo El tambor se sujeta con la izquierda; al bandear con el cuerpo ade­
sonido a menudo se asocia con los «reflejos idos>> de los niños muer­ lante y atrás, el tambor se r11ece de tal modo que se angula hacia el
tos. Así, tenemos la noción de que los sonidos de los pájaros no son suelo y viene a encontrarse con la mano derecha) en movimiento pen­
sólo indicadores naturales de la avifauna; son igualmente considera­ dular. La mano golpea el kol directamente con la parte más gruesa de
dos comunicaciones de los muertos, entre sí y hacia los vivos. Por esa la palma y el extremo del tercer y cuarto dedos. La flexión de muñe­
razón, tanto el canto de los pájaros como su clasificación constituyen ca ha de ser lo más leve posible. Al enseñarme a bailar y tocar el tam­
poderosas mediaciones que per1niten ligar patrones sónicos con el bor, los kaluli siempre insistían en que debía sentir el pulso en el pe­
ethos social y la emoción. Cuando los kaluli escuchan la llamada del cho y la parte superior de los brazos, no solamente en la parte baja
tibodai son proclives a reconocer la voz de un niño pequeño lla1nan­ de la mano y los dedos.
do a su padre. Este movimiento complejo está relacionado tanto con t1na con­
ceptualización de la danza como con la naturaleza del traje usado
en el toque de tambor. Al igual que otras modalidades expresivas (el
T O Q U E Y EJ E CU C I Ó N llanto, la poesía, la canción) la danza tiene su origen en un pájaro, el
wokwele, el cuco gigar1te (Reinwardtoena reinwartsi). Los cucos ani­
Los tambores se tocan ge11eralmente � última hora de la tarde, duran­ dan en las gargantas de roca junto a una cascada, y su canto consis­
te cuatro o cinco horas, como preludio de una ceremonia principal que te en las dos partes wok-wu que se escuchan por encima del ruid.o del
dt1ra toda la noche. Este tipo de ejecución es llamada ilib kuw'J, lite­ agua. En movimiento, el pájaro se balancea hacia adelante y hacia
ralmente «tambores cortados» . De uno a cinco danzantes vestidos pa­ atrás, estable sobre la primera sílaba (wok), cabeceando hacia atrás
ra la ocasión bailan de forma continuada� Normalmente son cuatro '
en la sílaba wi1-, más alta y proyectada. Los danzantes kaluli se bam­
típicamente colocados en grupos de dos en cada extremo de la casa bolean como un wokwele frente a la cascada. La parte trasera de su
co1nunal, a veinte metros de dista.ncia unos de otros. Primero tocan vestimenta posee unas serpentinas de palma que van desde la cintu­
en el lugar� bamboleándose hacia adelante y hacia atrás mientras to­ ra a los hombros, para caer hasta los tobillos. Según los danzantes
can. Una vez el sonido «se ha endurecido» , esto es, ha comenzado a se mueven adelante y atrás, tales serpentinas, llamadas fasela, hacen
pulsar con fuerza, los dos grupos pueden danzar de frente, aproxi­ un shhh como el de una cascada. La voz del danzante (o en su caso
mándose a lo largo del corredor mediante pequeños saltos, hasta cam­ el tambor) suena por encima del constante shhh de la cascada como
biar sus posiciones en el migi y sosa� o entradas delantera y trasera la de un wokwele en la garganta de roca.
de la casa. El traje para tocar el tambor contiene otro elemento importante,
Si el sonido de un ta1nbor se vuelve « blando» , el ejecutante se de­ un sonajero de pinzas de cangrejo denominado degegado. Dege es
tiene inn1ediatamente y comienza a recolocar los chichones de cera. la onomatopeya de los pulsos crepitantes y murmulleantes de las con-

343
342
STEVEN FELD E L S O N I D O C O M O S I S T E M A S I M B Ó L I C O : E L TAM B O R K A L U L I

chas; gado es el término utilizado para designar las hojas de liana col­ y articulación delantera (para un análisis completo del simbolismo icó­
gantes. Dicha sonaja consiste en una vara de caña que sale del cintu­ nico del sonido de las palabras kaluli, ver Feld, 1 982: 144-150).
rón de cortezas de árbol que portan los danzantes en torno a su talle Los kaluli m. uestran una marcada preferencia por los sonidos den­
y que se arquea hacia afuera suspendiendo un manojo de quince a sos, superpuestos, entreverados y alternantes; un tipo de producción
cuarenta conchas de pinza de cangrejo, amarradas de forma laxa con sónica al que llaman dulugu ganalan, «sonido ante-super-puesto» (lift­
cordeles de corteza. Cuando el da11zante se inclina, el paquete de so­ up-over sounding). Est� tipo de sonido constituye el patrón favorito
najeros hace un movimiento de repiqueteo, visible desde atrás como y natural para toda la música instrumental y vocal; además, los ka­
la imagen de una bisagra batiente, y claramente audible en superpo­ luli asimilan a este patrón sonoro la densa interacción entre las fran­
sición a cada uno de los pulsos del ta1nbor. jas, colores y demás materiales visuales del vestido. Y esta noción tam­
La figura 4 ilustra el pulso en forma de eco del sonajero, menos bién les sirve para describir los estratos de sonidos naturales que
de dos décimas de segundo después de cada pulso del tambor. La componen el entorno sonoro del bosque tropical húmedo (para un
análisis en extenso del «sonido ante-super-puesto» como tropo esti­
tambor s.on aJero
lístico intermodal kaluli, ver Feld, 1 988, y también Feld, 1 986. Ejem­
/ '
/ plos de todo tipo de producción sonora kaluli que exhiben este pa­
trón en los terrenos vocal, instrumental y natural pueden encontrarse
en Feld, 1 9 8 1 , 1985).
La figura 5 ilustra la progresión de la afinación al solo de tambor
a pleno volumen, y de éste a la ante-super-posición del tambor y el
sonajero, una vez el danzante comienza a balancearse sobre el sitio.
En la figura 6 la densidad del toque de tambor se intensifica al aña­
dirse un segundo ejecutante. Nótese que los ejecutantes jamás inten­
ta.u sincronizarse en unísono, de tal modo que los pulsos de su tam-

pulso suave al afinar

/
,..
/
se añade danza y

inicio del pulso /�· pulso en eco del sonajero


' ..
,
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11 iji 1 ,- .1 1 • 11 ¡ ,_ •
_./ a todo volumen
M Ni e -

tiempo en segundos
_,/ /

FIGURA 4.-Tainbor solo y sonajero de conchas de cangrejo. ....


;

sensación acústica de �a superposición de la alta frecuencia crepitan­


te del sonajero y de la baja frecuencia retumbante del tambor es ver­
daderamente densa. Los kaluli señalan que este doble pulso es tam­
bién similar al del pájaro tibodai, remedando vocalmente la interacción
del tambor y el sonajero mediante las dos sílabas de la onomatopeya
del canto del pájaro: bo para el fuerte pulso del tambor, ti para las
sonajas. Nótese aquí la existencia de una fuerte relación icónica entre,
por una parte, el carácter retumbante del tambor y la sílaba con una t-r-
,-,--
"'.-r"
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'
'

consonante oclusiva y una vocal de abertura media y articulación tra­ u


tiempo en segundos
1 2 3 4 5

sera y, por otra, el carácter de alta frecuencia del sonido del sonajero
y la sílaba con una consonante dental y una vocal de mayor abertura FIGURA 5.-Secuencia del toque y el bail e sobre el lt1gar.

344 345
E L S O N I D O C O M O S I S T E M A S I M B Ó L I C O : E L TAM B O R K A L U L I
S T E V E �-.J F E L D

tambor 1 replicado ilib kuw':l que no sólo se les salten las lágrimas, sino que irrumpan
. por tambor 2 y sonajeros
en la pista de baile sollozando a grandes voces y, blandjendo una
antorcha de resina, rompan y quemen el tambor cuyo toque los ha
conmovido tan profundamente. Dicho acto es paralelo a la quema de
los danzantes que tiene lugar en respuesta a canciones igualmente
evocativas (E. L. Schieffelin, 1 976, 1 979) .
Los kaluli dicen que este proceso de evocación depende del «en­
durecimiento» del sonido del tambor durante la ejecución. Una vez
los tamboreros han « endurecido>> el sonido y comienza un segmen­
to largo de pulsación constante, los kaluli pueden exclamar: dagano
halaidesege, kalu yelimeib-ke!, « ¡la voz se ha endurecido, la gente
va a echarse a llorar! » . « Endurecerse» es, pues, el locus de una ten­
sión estética. Concretamente es el momento en que la voz persisten­
te del tambor deja de ser oída como la voz de un pájaro llan1ando ti­
bo tibo, y comienza a ser oída desde « dentro » , desde su «reflejo
1 5 interior», como un niño muerto llamando dou.Jo dowo, «padre, pa­
,.
tiempo en segundos dre>> . Este es el punto en el cual los oyentes kaluli quedan completa­
mente absortos en el sonido, reparando en su sentido interno más que
FIGURA 6.-D()S tambores y sonajeros de conct1as de cangrejo.
en su forma externa. Es este «endurecerse » el que mueve a los oyen­
tes a pensamientos sobre los niños muertos y al llanto.
bor y sus sonajas coincidan; del mismo modo que las sonajas se an­ Existe una realidad acústica en la base de tales sensaciones que
te-super-ponen al tambor, cada ejecutante debe ante-super-ponerse al nos lleva de nuevo a por qué resulta esencial ente11der los patrones fí­
sonido de todos l<Js demás. Esto no sólo crea un sonido texturalmente sicos reales del sonido. La figura 7 ilustra la serie armónica del tam­
denso, sin momentos de silencio, sin cortes o «rupturas» en la conti­ bor. Nótese la importancia de los desplazamientos de fondo y figura
nua corriente sonora; también crea la sensación de que los tambore­ entre las octavas sobresalientes do2 y do3 y el segundo armónico, que
ros se hallan en sincronía o tocando juntos, precisamente por el pro­ es su quir1ta interior (sol) . La sensación de oír la voz de un pájaro
cedimiento de estar fuera de fase unos respecto a otros, esto es, cada «dentro» del sonido del tambor y de oír, como un postrer reflejo, la
uno en un punto diferente con respecto a un hipotético unísono. Huir voz de un espíritu infantil llegando a través de la voz del pájaro pa­
del unísono es la premisa básica de toda la producción sonora kalu­ ra decir «padre>>, se relaciona poderosamente con los desplazamien­
li; un principio que salta a la vista cuando dos, tres o cuatro tambo­ tos entre octava y quinta .. Cuando se pide a los kaluli que imiten el
res tocan juntos ilib kuw"J. sonido del tambor, producen vocalmente el sonido de las octavas,
Estas dimensiones performativas del movimiento, el vestido y el
sonido no constituyen simplemente rasgos de una estética abstracta; -
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buscan contribuir al objetivo último del toque de tambor: arrastrar a "
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la audiencia a un estado de ánimo nostálgico, sentimental y reflexi­ F ' 1111
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vo al llenar el recinto de u.n sonido continuo e intenso. Como las can­ • voz: del pájaro ··i nterior�· ..

ciones ceremoniales que se cantarán más tarde durante la .velada, y t •


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que se dirigen a hacer que los miembros de la audiencia se sientan tan "'
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tristes que se les salten las lágrimas, el toque de tambor técnica­


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octavas -
mente un «precalentamiento» de cara a la ceremonia de la noche,­ exteriores

ocasionalmente provoca el mismo efecto. De hecho, los miembros de


FIGURA 7.-Serie armónica de] tambor.
la audiencia pueden sentirse tan sobrepasados por la experiencia de

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STEVEN FELD EL SONIDO COMO S ISTEMA SIMBÓLICO: EL TA ..\A B O R K A L U L I

usualmente sobre la sílaba bo; si se les pregunta cómo suena la voz da irrumpir con fuerza en escena, el sonido debe pri111ero recorrer des­
del pájaro-espíritu, entonces silbarán el i11tervalo de quinta. Esto no de la cabeza 11asta la voz.
sólo indica que los kaluli son conscientes de las distancias interváli­ 2. La voz del tambor es la voz de un pájaro tibodai. Se seleccio­
cas dentro de la serie armónica, sino que proyecta11 esta realidad acús­ nan y organizan como significativas ciertas cualidades del sonido, co­
tica sobre sus constructos simbólicos y, además, proyectan sus no­ mo su pulso, alcance, penetración y continuidad. Comenzando por
ciones metalingüísticas de un « interior» y un « exterior» del sonido un bo . . . bo ... puntual, el sonido se va inflando en un i11tenso tibo ti­
(o <<reflejo » ) sobre la realidad espacial de la forma acústica. bo tibo tibo tibo con cada sonido superponiéndose al anterior, cual
La prescripción metalingüística en torno al «endureci1niento» en las dos sílabas del nombre.
la evocación también rige el proceso de hablar sobre tambores. Los 3. El pulso del tambor es el corazón de un perro del bosque. Su
tambores deben «hablar » . De un tambor flojo o destensado, no re­ pálpito se intensifica en la caza hasta el momento de la captura.
sonante, se dice que es towo motolan, « no habla palabras » , es ha­ 4. El tambor habla como un niño. Como los niños kaluli, los tam­
laidoma, « blando » . Cuando « habla» , talan, dice dowo, « padre » . bores deben ser « alimentados» con alimentos premasticados, de mo­
Y el sonido es « duro» tanto en el sentido lingüístico como en el es­ do que su lenguaje se « endurezca» hasta tomar un patrón gramatical
tético de la metáfora. Similarmente, la evaluación estética se con­ bien formado. Las voces de los tambores maduran desde la onoma­
centra en la « dureza» del sonido del tambor en la medida en que topeya del lenguaje de los pájaros hasta la « dureza» de las palabras
éste «lleva» , evelan, un verbo usualmente utilizado para describir los humanas, diciendo finalmente dowo dowo dowo do1vo, llamando a
movimientos de una corriente de agua que, siendo visible en algún su «padre».
pu11to, desaparece para correr fuera de la vista. Esta propiedad es 5 . E.l pulso del tambor debe «fluir» . Como el agua, que puede co­
extendida para indicar la sensación y el sentimiento auditivos que rrer más allá de la visión inmediata mientras permanece en nuestro
persisten más allá de la producción de un sonido. El sonido será « du­ mapa mental, el sonido debe « seguir contigo» una vez ha acabado
ro» si permanece en tu cabeza y fuerza con su presencia tus sentí- perceptualmente. El sonido del tambor es poderoso cuando tras..
m1entos. ciende su ocurrencia y persiste en tu cabeza, fluyendo constante .

Como la construcción del sonido del tambor en sus sentidos 6. El pulso del tambor no es discreto. El sonido forma estratos
material y cultural, el toque y la ejecución persiguen cristalizar un no­ de densidad canónica, ya estén sonando uno o varios tambores. No
do de sensibilidades kaluli en torno al sonido y la persuasión. No hay cortes en el sonido, sus partes no constituyen seg1nentos aisla­
sólo se imprime significación a las sustancias, sino que se crea el te­ bles, uno tras otro. Se trata de sonidos compactos que se « ante-super­
rreno para que tales significados sean puestos activamente en prácti­ ponen» en capas de fondo y figura.
ca y reconfirmados de manera comunal. 7. El sonido del tambor no es lo que parece. Posee múltiples re­
flejos, internos y externos. Como el n1ismo mundo, dotado de un do­
minio visible y otro reflejo, el cual constituye la realidad profunda del
S U M A R l, A S M ET Á F O R A S primero, la voz del tambor tiene un interior que es la voz de un pá­
jaro tibodai. Pero los pájaros son, también, reflejos de los difuntos,
Claude Lévi-Strauss propone una manera de aproximarse a las com­ así que dentro de la voz del pájaro tibodai se encuentra la voz de un
plejidades de la actividad humana consistente en abstraer símbolos niño muerto, la voz de un espíritu reflejo, ido del mundo perceptible.
clave de sus contextos de experiencia para proyectarlos sobre un eje Lo mismo le ocurre al sonido. En el interior de la imagen perceptual
vertical, paradigmático, de tal modo que puedan ser contemplados más fuerte la de las octavas producidas por la fundamental, el pri­
co1no una tabla de co11tenidos culturales. Viendo las muchas capas mer y el tercer armónicos existe un sonido interno la quinta, pro­
que posee la historia de nuestro tambor, los vínculos entre sonido y ducida por el poderoso segundo armónico . Igual que el juego de
significado pueden inicialmente abordarse de esta manera, como una fondo-figura del tambor/pájaro/niño, el sonido del tambor va cam­
constelación de metáforas básicas kal uli. biandc> de foco, de tal modo que ese « interior» llegue a hacerse oír.
1 . El tambor es un cuerpo. El exterior decorado y duro cubre el 8 . El sonido del ta1nbor debe « endurecerse>> . Un mito kaluli de
interior sustantivo, vivo, resonante y dotado de aliento. Para que pue- origen cuenta cómo el mundo fue una vez fláccido y blando. Alin, la

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S T E V E N F E LD E L S O N I D O C O M O S I ST E M A S I M B Ó L I C O : E L TAM B O R K A L U L I

paloma, y oden, el pavo de los matorrales, lo pisotearon para «en­ un bosque, iluminando los pájaros que van y vie.nen y se posan en sus
durecerlo» . Como sucede en cuanto a la 11ecesidad de dureza física, travesaños. Cada rasgo de la ejecución, el contexto, la puesta en es­
así es también para la vida social: los niños, el lenguaje y la ejecució11 cena y el sonido conduce a esta nocié>n ce11tral: a través del esquema
evocativa deben « endurecerse » . Los niños evitan comer sustancias 1nediador de la tra11sformación en pájaros, las conductas expresivas
blandas hasta que su cuerpo y su lenguaje se hay·an «endurecido » . lTn kalt1li se llenan metafóricame11te de poder para comunicar emocio­
« hombre duro» es alguien fuerte, asertivo y no brujo. Una canción nes y ethos social. En otros códigos (el llanto, la poesía, el habla y la
que no se «end11rezca» que carezca en su poética y ejecución de es­ canción) esta mediación se apoya en modelos proporcionados por los
tructura climática no hará llorar a nadie. Como un cuerpo, un ni­ mitos. En el caso particular del tambor.) la mediación se apoya más
ño, el lenguaje o las canciones, el sonido del tarr1bor precisa que se bien en acciones concretas durante su construcción en la eficacia
le moldee desde la sustancia hasta la forma significativa (para un aná­ de los recitados mágicos.
lisis ulterior de la metáfora de la « dureza» en el lenguaje y la vida so­ ¿Por qué los pájaros? Precisamente porque su dualismo simbó­
cial kaluli, ver Feld y Schieffelin, 1982). lico genera posibilidades imaginativas para la mente, y porque su pre­
El significado superpuesto de estas ocho construcciones me­ sencia constante es un recordatorio de que los kaluli formar1 parte del
tafóricas forma el terreno sobre el cual el sonido del tambor puede mundo de un bosque que les «habla » . Puesto que los difuntos kalu­
decirse que posee un significad.o situado, socialmente creado y li reaparecen como pájaros en la copa de los árboles, todo sonido de
compartido por aquellos que entienden en parte tácitamente sus pájaro es al mismo tiempo indicación de la avifauna y comunica­
dimensiones. De cara a agrupar estos constr·uctos, aparece entonces ción de parte de aquellos que se han ido, cbE mise, « en forrr1a de pá­
un problema fundamental: ¿en qué medida estamos hablando de jaro » . El sonido de los pájaros, como el de los ta1r1bores, está relle­
metáforas específicas para el tambor?, ¿ o se trata de constructos no de un « interior », una capa más profunda de significación sonora.
interpretativos que los kaluli aplican a todos los sonidos y sus pa­ La voz de un niño, muerto y abandonado, dentro de la voz de un
rámetros relevantes ? Mientras que algunas de estas imágenes las pájaro, dentro del pulso de un tambor, emerge como la realidad in­
del cuerpo, el niño o el corazón de un perro del bosque son espe­ terna del toque de tambor; una realidad emocional que yace no sólo
cíficas, las nociones de « fluj o » , << dureza » , «reflejos internos>> de sus­ en el sonido, sino en todo lo que significa ser kaluli y ser conmovido
tancias externas y densidad « ante-super-puesta» representan axio­ por esa e1ecuc1on evocat1va.
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mas generales, cruciales para la interpretación de cualquier expresión


comunicativa kaluli, ya se trate de las modalidades visual, verbal,
musical o coreográfica. Pero, en cierto modo, el eje de todas ellas, el A N Á L I S IS Y S Í N rf E S I S / S C) N J D () Y S I G N IF I C A D O
hecho principal sobre el sonido del tambor, el tropo único y funda­
mental para toda la acción estética kal11li, es la mediación de los Los rnúsicos electrónicos y los antropólogos estructurales parecen
pa1aros.
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tener dos cosas en común: una firme creencia en que la prueba del
.

Comenzar con la danza nos habría lleva do a la mediación de los análisis se halla en la síntesis, y una comprensión de que las cohe­
pájaros en el movimiento de bamboleo y en la imagen de un wokwele rencias a menudo se manifiestan a través de inversiones, fracturas,
ante una cascada. Si nos hubiéramos concentrado en el vestuario, nos oposiciones y transformaciones (más que a través de la acción o la
habría llevado a la mediación de los pájaros en el simbolismo del forma li11eales). Ningu110 de estos principios es extraño a los k .aluli.
color (Feld, 1 982: 66-71 ) Si hubiéramos comenzado con la respues­
.
Un ciclo de historias kaluli celebra las aventuras de un tipo lla­
ta y la animación del público que constituyen el er1torno sonoro en el mado Newelesu y su primo cruzado, Dosali. Newelesu es un pícaro
que tienen lugar las ejecuciones de tambor, nos habría llevado a la vital e inmodesto, con escaso control de sus apetitos. Dosali es todo
mediación de los pájaros en la forma de animar de las mujeres, si­ lo contrario: sereno, controlado, siempre dueño de sí. Un tema recu­
guiendo un patrón inspirado en el canto de la fabulosa ave del pa� rrente de tales historias son los deseos de Newelesu de tomar mujer
ra.íso. Si hubiéramos comenzado por la puesta en esce·na, nos habría Y el modo en que siempre pierde el control, acude a estrategias equi­
llevado a la mediación de los pájaros en la iluminación de la casa vocadas o inapropiadas y acaban dándole calabazas, mientras envi­
colectiva, que busca salpicar de luz el vestíbulo como si se tratara de dia la desenvoltura de su primo cruzado.

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STEVEN F E LD E L S O N I D O C O M O S I S T E M A S I M B Ó L I C O : E L TAM B O R K A L U L I

En cierta ocasión, dt1ra11te una ceremonia e11 la casa colectiva, Ne­ ser; que el patrón sonoro es sólo una clave para encontrar su «inte­
welest1 qt1eda fascinado por la belleza de Dosali en plena vestimenta rior» o «reflejo» inter110.
tocandc) ilib kuur:J a11te una mt1ltitud animada y entusiasta. Se da cuen­ El significado, entonces, en un sentido comunicativo, depende de
ta de que una consect1encia potencial de semejante poder ·de evoca­ la acción interpretativa, la cual consiste en poner en relación el co-
ción algo que se halla e11 el centro de sus propios deseos sería 11oci1niento y la epistemolc>gía culturales co11 la experiencia concreta
conseguir una mujer que le entregue su corazón, C(Jll fuga amc)rosa del sonido. El significado no está «en. las notas » , porque el modo en
y casamie11to incluidos. La posibilidad resulta irresistible, así que que las notas se forn1an, se interpretan y se esc11chan deriva sie1npre
decide tocar e11 la próxima ceremonia. Pero su fervor le pierde; se ha­ de una im .posición social a11terior. Los oyentes del sonido kaluli com­
ce un lío y ter1nina cortando el árbol que no es. Encuentra demasia­ parten u.na lógica que orde11a sus experiencias. Esta lógica dice: oye
do difícil cazar al tibodai, con.formándose con poner t1na trampa en el sonido como algo inediado, oye esa mediación como un pájaro,
st1 jardín a un martín pescador y sacrificar su voz. Demasiado pere­ oye el sonido de los pájaros como la voz de un espíritu. En su forma
zoso para madrugar a la caza del lagarto de cabeza angulada, se apa­ más general, dicha lógica proclama: todas las cosas tienen un interior,
ña con cualquier serpiente vieja. Y así hasta llegar al último aspecto y ese interior es el reflejo de un dominio espiritual. Dicha lógica se
de su vestuario y de la pintura del tambor. El resultado es tan previ­ pone en marcha cada vez que los kaluli escuchan o producen sonido
sible como desastroso: su tambor suena donk donk donk donk, el .tnusical. Lo esencial aquí, entonces, no es el h. echo de que hayamos
pulso no se «endurece» , nadie se conmueve lo más mínimo y la eje­ encontrado una correspondencia motivada y algo icónica entre el ca­
cución es un fiasco. Una vez más, ni control, ni poder evocativo, ni rácter del sonido del tibodai y el carácter del sonido del tambor. l.,o
mu1er. importante es que los kaluli han inventado una lógica interpretativa

Esta historia confirma la importancia que los kaluli atribuyen al para escuchar dicha correspondencia y para decidir en qué consiste,
detalle y a la habilidad para convertir la sustancia en forma comuni­ una vez acústicamente percibida. Los sonidos comunican y encarnan
cativa. Pero enseña algo más profundo : hacer, escuchar y sentir la activamente sentimientos hondos de los kaluli porque sus oyentes sa­
fuerza del sonido del tambor lleva directamente al corazón mismo de ben que han de estar preparados para encontrar el « interior» , y por­
cómo ser kaluli. Newelesu, cual un personaje directamente salido de que saben que los «reflejos» son socialmente reales.
Samt1el Beckett, es a un tiempo profundamente risible y trágico_, por
lo obvio de sus errores y por lo existencialmente grave de cometer­
los. Al final, al pasar del análisis a la síntesis, resulta claro que el to­
BIBLIOGRAFÍA
que de tambor no es en absoluto una acción superflua en la que los
kaluli no precisen hacer inversión emocional alguna. Más bien es
acción plenamente propositiva, para la cual los kaluli están llamados Brown, P. ( 1 978 ) Highland Peoples of Papua New Guinea. New York: Cam­
a implicarse personalmente. Participar, aquí, es interpretar el sonido bridge University Press.
del tambor ponier1do en práctica las estrategias estéticas kaluli más Chenoweth, V. ( 1 976) Musical Instruments of Papua New Guinea. Uka­
rumpa: Summer Institute of Linguistics.
básicas: encuentra el « interior>> de las «capas » , observa el « endure­
Dian1ond, J. M. ( 1 972) Avifauna of the Eastern Highlands of New Gitinea.
cimiento» , siente el «fluj o » .
Cambridge, Mass.: Nuttall Ornithological Club.
Al margen de los medios específicos que los kaluli utilicen para Feld, S. ( 1 9 8 1 ) Music of the Kaluli [disco de 1 2 pulgadas con notas]. Boro­
interpretar el mensaje de los tambores, aparecen aquí otras implica­ ko: lnstitute of Papua New Guinea Studies, IPNGS 001 .
ciones para el estudio del significado musical. Lo que los tambore­ Feld, S. ( 1 982) Sound and Sentiment: Birds, Weeping, Poetics atzd Song in
ros hacen, y lo que sus oyentes escuchan, es un patrón acústico. Los Kaluli Expression. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
kaluli atienden al sonido de los tambores para encontrar, tanto audi­ Feld, S. ( 1 984) «Sound Strt1cture as Social Structure» . Ethnomusicology, 28
tiva como socialmente, capas externas e internas de estructura. Pero ( 3 ): 303-409.
el significado es más que un mero patrón más que una imagen es­ Feld, S. ( 1 9 8 5 ) The Kaluli of l)apita Niugini: Weeping and Song [disco de 12
pecular de estructura . Para los kaluli el significado reposa en el co­ pulgada s con nota s] . Kass el: Barenreiter Musicaph on/Music of Ocea­
nocimiento de que un sonido es siempre algo más de lo que parece nia BM 30 SL 2703 .

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S T E V E N F E LD
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354 355
Capítulo 14

PROCESOS Y RESULTADOS DEL CONTACTO ENTRE


CULTURAS MUSICALES: UNA DISCUSIÓN
DE TERMINOLOGÍA Y CONCEPTOS ( * )

Ma rga r e th ]. Ka r t o m i

Salvo algunas excepciones recientes, los escritores occidentales sobre


música han tendido a rechazar los repertorios de procedencia mixta
-occidental y no occidental , ignorándolos o descartándolos por
considerarlos objetos no merecedores de atención 1 • Durante la pri­
mera mitad del siglo XX algunos estudiosos comenzaron a superar cier­
tos prejuicios musicales etnocéntricos propios de su ambiente social,
pero esto ocurrió casi siempre en relación con la música tradicional
que no evidenciaba influencias de Occidente (los repertorios cortesa­
nos del Sudeste asiático, por ejemplo). Si bien generalmente las razo­
nes de este rechazo hacia las músicas de origen mixto no se explica­
ban en detalle, el vocabulario usado por los escritores para describirlas
solía adjudicarles de manera implícita cierta ausencia de autenticidad
o algún grado de degeneración o sentimentalismo por haber sido in­
fluidas sólo por las formas «inferiores» de la música occidental. Así,
Powne ( 1 968: vii-viii) se refirió a una «música degradada u occiden­
talizada>> en Etiopía, y Price ( 1 930a: 1·6 ) denunció <<la sucia e inmo­
ral>> música llamada jazz, que consideraba <<brutal, negroide en la for­
ma y vulgar>> ( 1 930b: 6), incluyendo este hecho entre las causas de una

( * ) Tomado de Kartomi, M. J. ( 19 8 1 ) « The Processes and Results of Musical Cul­


ture Contact: a discussion of Terminology and Concepts». Ethnomusicology, 25 (2):
224-249. Traducción de Enrique Cámara de Landa.
l . El uso de los términos « occidental» y «no occidental» no implica aquí la exis­
tencia de dicotomía real alguna entre ellos.

357
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MARGARETH J . KARTOMI P R O C E S O S Y R E S U LT A D O S D E L C O N TA C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

progresiva «muerte o degeneración» del arte nativo (ibid. ). Algunos tatus inferior a cualquier género en su totalidad implica una incapa­
escritores cedieron con romántico celo ante la tentación de intentar cidad para reconocer que, si bien algunas obras del mismo pueden
salvar a la música tradicional de una contaminación que atribuían al ser de inferior calidad que otras, de por sí todo género «consta de de­
contacto musical entre los mundos occidental y no occidental. masiadas partes distintas como para que se le considere bueno o
malo en conjunto» (Kornhauser, 1 978: 1 06).
Además, los juicios generales emitidos sobre estos géneros musi­
LOS PROCESOS cales se basan frecuentemente en cánones estéticos occidentales que
no pueden ser aplicados con propiedad a la música no occidental. Las
Este rechazo fue en parte consecuencia de que, hasta hace relativa­ ideas europeas acerca de lo que constituye sentimentalismo musical,
mente poco, la mayoría de las referencias al contacto nlusical entre ordinariez o equilibrio no son necesariamente transculturales. Por
culturas versaba sobre los imperios coloniales europeos en Asia y Áfri­ lo tanto, dichas asociaciones no se pueden utilizar como justificación
ca y el sistema colonial interno de las Américas; y en este contexto los parcial para rechazar en bloque un género como la música kroncong,
prejuicios etnocéntricos eran abundantes. A menudo se distinguía en­ cuyas líneas vocales son ejecutadas a menudo con un vibrato amplio
tre géneros « puros, tradicionales », por un lado, y géneros híbridos, y han sido acusadas, en parte por tal motivo, de ser musicalmente
fruto de fertilización cruzada, pastiche, transplantados, exóticos, fu­ sensibleras.
sionados, mezclados, integrados, osmóticos, criollos, mestizos, mu­ Expresiones peyorativas que parecen castigar a los descendientes
latos, sincréticos, sintetizados, aculturados y doble-aculturados 2, por por los « pecados>> de sus progenitores, proceden de o conducen a­
el otro 3• En ausencia de una terminología musicológica apropiada, una falta de respeto hacia las cualidades del producto musical, co­
los escritores tomaron prestadas estas expresiones de disciplinas ta­ mo se advierte en las frases de Tracey acerca de la «ilícita e innatu­
les como la biología, la botánica, la química, las artes culinarias, la ral unión de dos músicas africanas>>, con las que este autor indica la
física, la antropología, la lingüística y la mitología, y las aplicaron alianza entre <<la sal de la música country sudafricana y la azucara­
por analogía a los efectos musicales que se les parecían de una ma­ da sentimentalidad de las baladas baratas y los himnos evangélicos>>
nera u otra. ( 1 948: x-xi); donde la primera la country era vista como músi­
Bajo ciertas condiciones el contacto cultural puede producir pro­ ca africana racialmente pura y la segunda como una vulgar mezcla
cesos musicales indeseados, con resultados tales como, por ejemplo, de músicas occidentales y africanas.
la pérdida de secciones de un repertorio o una reducción de <<ener­ Probablemente sea cierto que estas afirmaciones descaradamen­
gía musical» , o sea, del tiempo y energía musicales empleados por te discriminatorias sobre tales géneros m.u sicales se producen con
una sociedad (Nettl; 1 978: 129), o incluso la extinción total o par­ menor frecuencia hoy que hace algunas décadas. Pero estos géneros
cial de la música. Pero no de herían confundirse estos desarrollos no son aún aceptados como formas artísticas respetables por sí mis­
con los j uicios de valor negativos que se han emitido injustificada­ mas ni han merecido hasta ahora muchos estudios musicológicos 4,
mente sobre géneros enteros de músicas «híbridas» . Atribuir un es- excepto el jazz. Las instituciones educativas normalmente no inclu­
yen cursos sobre estas músicas, con la notable excepción del jazz en
algunas. Salvo en unos pocos casos, los musicólogos no se han con­
2. «Doble aculturación» indica una segunda fase de la síntesis cultural, cuando la cedido la oportunidad de comenzar a entender las fuerzas que ope­
aculturación se produce dos veces. Una síntesis alcanzada vuelve a fracturarse en te­ ran en las situaciones de contacto cultural, y se han dejado invadir
sis y antítesis, lo cual puede eventualmer:ite resolverse en una nueva síntesis, y así su­ por cierto grado de confusión terminológica.
cesivamente. Es posible referirse a síntesis múltiples, por ejemplo, como aculturación
«doble» o «triple», o «aculturación 1, 2, 3 ... ». Estas formas son tratadas en Hesse
Una mirada atenta a ciertos vocablos frecuentemente utilizados
( 1 971 b: 1) y se manifiestan de manera particular en sociedades como la cubana. Or­ descubre que éstos merecen críticas por las implicaciones peyorativas
tiz escribió, por ejemplo, que «la real historia 4e Cuba es la historia de sus transcul-
turaciones en interacción» ( 1 94 7: 98). \ ·

3 . Estas expresiones aparecen en numerosos artículos de prensa, en publicaciones


de misioneros y en trabajos de estudiosos, especialmente antes de la segunda Guerra 4. Nettl ( 1972), Kauffman ( 1972) y Kornhauser (1978) han incluido recientemente
Mundial, pero también después de ésta. detallados estudios.

358 359
M A R G A R E T H J . K A R T O MI P R O C E S O S Y R E S U LT A D O S D E L C O N TA C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

que conllevan. Expresiones tales como «fertilización cruzada », « hí­ « transplantar» significaba remover una planta de un lugar o suelo a
brido», <<criollo », «mestizo» y «mulato» han sido confundidas a ve­ otro ( Oxford English Dictionary) . El proceso de llevar una música a
ces en sus significados con actitudes negativas de cría ilícita y rela­ un nuevo ambiente cultural se asemeja a la delicada y a veces arries­
ciones interraciales 5 • Podría defenderse el uso del término «música gada operación de transplantar una planta, o un tejido u órgano,
híbrida» a la luz de la analogía con ganadería y agricultura, donde a como en la moderna medicina. Como la palabra «exótico», que ori­
menudo se mezclan razas para crear una «fuerza híbrida» que opere ginariamente (en 1 549) significaba «no indígena» y se aplicó poste­
en el mejoramiento de los progenitores; pero en la literatura no ha si­ riormente (desde 1 645) a plantas o animales de origen extranjero ( Ox­
do habitual acentuar la posible «fuerza híbrida» de esas músicas, si­ ford English Dictionary), el transplante puede implicar perspectivas
no más bien lo contrario, y la «música híbrida» ha mantenido sus de supervivencia negativas para un organismo en un nuevo entorno.
connotaciones negativas. Los términos « híbrido», « criollo» y otros A menos que se las ubique en condiciones innaturales de invernade­
similares pueden también ser criticados por incompletos, puesto que ro, algunas plantas exóticas o transplantadas enferman, se marchitan
llaman la atención sobre el parentesco de la música con sus antepa­ y mueren, como sucede con algunas músicas. Así, Tunley, refiriéndose
sados (para usar una analogía biológica benigna) más que sobre el re­ a música europea transplantada a Australia, escribió: «Se ha dicho
sultado musical, que es el principal objeto de interés y valor para la que la evolución natural de una cultura transplantada tiende a es­
gente que se identifica con el mismo. La unión de las músicas pro­ tancarse en su nuevo ambiente» ( 1978: 2), y Harris se refirió a un ca­
genitoras es una condición necesaria pero no suficiente para que se so en el que « la cultura musical europea transplantada corría peli­
produzcan la síntesis musical y la transformación. Así, términos que gro de estancamiento» ( 1 978: 34).
enfatizan sólo la procreación por parte de los progenitores son in­ Muchas plantas sobreviven al transplante y se las arreglan para
completos y pueden ser malinterpretados. Frecuentemente los miem­ florecer, normalmente sin experimentar cambio de forma o cualidad.
bros de la cultura estudiada son, en el mejor de los casos, apenas cons­ También algunas músicas transplantadas sobreviven y florecen, co­
cientes de la identidad de las culturas progenitoras cuya unión dio mo es el caso del arte musical occidental en Japón; pero, a diferen­
lugar a la generación de la música. Usuarios del género dondang sa­ cia de las plantas, estas músicas y sus contextos están generalmente
yang, por ejemplo, lo escuchan como música de Malaca con sus sujetos a transformaciones de algún tipo. De modo que la analogía
cualidades estilísticas propias y únicas, y no desearían, aunque pudie­ entre transplantes y cambio musical y síntesis es adecuada sólo en
ran hacerlo, extraer de la misma sus rasgos indios, árabes, portugue­ parte, ya que se refiere sólo al acto inicial de estimular la aceptación
ses, malayos u otros. Se puede afirmar que ya no necesitamos referir­ parcial, transformación o muerte de una música en un nuevo am­
nos a esas músicas por medio de expresiones ambiguas tales como biente. El transplante es, a lo sumo, una pequeña fase inicial del
«híbridas>>, sino que deberíamos simplemente llamarlas por sus propios proceso de síntesis musical intercultural. «Transplantada» es un tér­
nombres: dondang sayang, o spirituals, o ragtime. n1ino aceptable en su sentido limitado, pero es mejor evitar el adjeti­
Cuando se usan sin adjetivar términos como « prestado>>, «mezcla­ vo « exótica» a causa de sus asociaciones con lo estrafalario.
do», « pastiche» , <<combinado>>, « fusionado», « integrado» y « osmó­ Un examen detallado de la palabra más mo�erna « aculturación>>
tico>> también son insatisfactorios, ya que implican una excesiva pre­ también evidencia algunos problemas. Es posible esgrimir cuatro ar­
ocupación por la unión de elementos dispares y, en consecuencia, gumentos principales contra este término. En primer lugar, es suma­
distraen la atención del . producto musical único. Allí donde termina mente improbable que exista ninguna cultura completamente aisla­
el « préstamo>> comienza el cambio musical creativo. da hoy en el mundo. Hay una fuerte probabilidad de que todas las
La metáfora biológica «música transplantada» no es siempre com­ músicas sean síntesis de más de una influencia cultural (y, en algu­
prendida por los escritores que la usan. Originariamente (en 1440) nos casos, de clase 6 ) . Si esto es así, será inútil y hasta carente de sen-


5. Hay que admitir que algunos de estos términos han recibido significa os espe­ 6. Charles Seeger consideró la « aculturación como operativa no sólo en contac­
cíficos que los han hecho aceptables en algunas disciplinas, por ejemplo «criollo» en tos entre gru'pos culturales más o menos distintos, sino también entre los diversos es­
lingüística. Pero esto no ha sucedido en el c;rso de la musicología. tratos sociales de cada grupo ci1ltural» ( 1 992: 2). Verdaderamente, la interacción en-

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MARGARETH J . KARTOMI P R O C E S O S Y R E S U LTA D O S D E L C O N T A C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

tido hablar de música aculturada como resultado de contacto , consiguiente proletarización» (Konig, 1 967: 296). Seguir utilizando
por un lado, y de no aculturada, por el otro. La síntesis musical in­ una palabra con tantos significados diferentes puede implicar estar
tercultural no es la excepción, sino la regla. Conflicto y cambio for­ buscándose problemas, y ésta es probablemente la razón por la que
man parte de la naturaleza de la realidad, incluso en sociedades apa­ Nettl rehuyó completamente del uso de vocablo en su artículo de
rentemente atemporales y estáticas. En la medida en que trabajamos 1978. Hesse, en su tesis ( 1 971a) sobre música espiritista cubana, tam­
bajo la falsa premisa de que existe algo así como una línea de tradi­ bién decidió evitar el término, convencido de que era inapropiado y
ción musical «pura>> e « incontaminada>> , por un lado, y una « acul­ de que el vocablo «transculturación» era superior.
turada>> y <<adulterada » , por el otro (implicando con ello que la pri­ Un modo de resolver el problema de la mezcla de significados
mera es inás valiosa que la segunda), tendremos que rechazar todas confusos de esta voz sería seleccionar una definición operativa im­
las músicas que existen, han existido y existirán en el universo. Las pecable, usarla consistentemente y esperar que otros lo hagan. Pero
excepciones serían aquellas de las que se pudiera demostrar que son ¿quién puede ofrecer una definición impecable? Hasta los buenos dic­
puras, si tal cosa fuese posible (puesto que la prehistoria musical de cionarios encuentran la palabra ambigua. Por ejemplo, el Webster's
todas las culturas es ampliamente desconocida) . Unabridged Dictionary ( 1976) ofrece dos definiciones relacionadas,
Segundo: « aculturación>> cuenta con una historia de significa­ y una bastante diferente, de aculturación:
dos contradictorios asociados. « Para el trabajador social medio, acul­
turación sugiere apenas algo más que el sentido de una colección he­ la: proceso de préstamo intercultural marcado por la continua transmisión
de rasgos y elementos entre distintos pueblos y generador de características nue­
terogénea y no analizada de procesos, cualquiera de los cuales puede
vas y mezcladas.
ser desencadenado por contactos entre representantes de distintas so­ 1 b: modificación de una cultura madre como resultado de un prolongado con­
ciedades y culturas» (Linton, 1 963: 463 ). Herskovits dio ejemplos de tacto con una cultura más evolucionada.
« los variados y a menudo conflictivos significados del término acul­ 2: proceso de socialización, comparar con enculturación.
turación>> ( 1958: 33) desde la primera aparición del mismo en un tex­
to impreso en 1 880. Este autor señaló que pocos estudiosos del cam­ La primera de estas definiciones ( la) trata la aculturación no só­
bio cultural «intentaron definir el término o evaluar sus implicaciones lo como un proceso sino también como un resultado. Como ya se
antes de usarlo» ( 1 959: 35). Wachsmann, por otro lado, sugirió que ha señalado, el uso del término como resultado es engañoso, basado
« en realidad sería deseable que la definición [de aculturación] sea como está en una distinción impropia entre música « pura» y « adul­
ambigua en lo que diga acerca de la cultura» ( 1 96 1 : 140). Si bien es­ terada» . La segunda definición ( l b) implica sólo el proceso, pero es
to puede haber sido así en una fase de nuestro pensamiento sobre el incompleta, ya que se limita a cubrir los casos de contacto entre una
contacto cultural, ahora se podría contraargumentar que hemos su­ cultura más evolucionada y otra menos desarrollada. Y la última
frido durante demasiado tiempo -las desventajas de las definiciones definición (2) puede ser ignorada para el presente propósito porque
ambiguas y que la confusión terminológica implica trabajar en un es­ se refiere a un proceso muy distinto del que está siendo considerado.
tado de confusión teórica. Una tercera objeción al término de aculturación es que en ocasiones
Dos definiciones extremadamente contradictorias de <<acultura­ ha sido aplicado con alusiones etnocéntricas o de supremacía racista;
do» son, respectivamente, «adaptarse a, adoptar una diferente cul­ o, cuanto menos, que su uso se ha basado sobre juicios de valor ne­
tura>> ( Concise Oxford Dictionary, 1976) y «pérdida de cultura con gativos. «La aculturación es a menudo vista como un proceso unidi­
reccional desde una cultura superior hacia otra inferior» ( Gowing,
1971: 23). Malinowski afirma (en Ortiz 1 947: x) que la palabra in­
troduce «conceptos morales, normativos y evaluativos que vician ra­
tre música de corte y folk, o de .música de diferentes grupos étnicos en algunas situa­
ciones urbanas, se asemeja al contacto musical intercultural en cuanto a los procesos dicalmente la comprensión real del fenómeno>> .
de selección, adaptación y transformación que comporta. Pero el sentido literal de acul­ Como se ha indicado, el término emergió durante el último perío­
turación impide su uso en los contactos interclasistas de una cultura·. No es apropia­ do colonial en el contexto del estudio de culturas <<primitivas>> . « Co­
do usar una palabra que significa la suma_de culturas para la interacción entre estra­
tos sociales. Es necesario acuñar algún otro término o frase para indicar. este fenómeno,
menzó a ser usado cuando los contactos interculturales afectaban
por ejemplo: síntesis musical interclasista. principalmente a pueblos colonizados, a los que se requería ajustar-

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M A R G A R E T H J . K A RT O M I PROCESOS Y R E S U LTA D O S D E L C O N TA C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

se a las culturas de las potencias colo11iales occidentales» (Spicer, 1976: identificables nueva1nente en su forma originaria. Pero «la acultu­
922); esto es, en tiempos en que los imperios t<)davía estaban siendo ració11, co1no cualquier otro fe11ó1neno de dinámica cultural, no es
construidos y los misio11eros estaban promoviendo activamente el reversible » (Herskovits, 1 972: 1 71 ) . No sirve ponerse a desenmara­
cristianismo, a veces a expensas de las músicas indíge11as y de otras ñar los eleme11tos tnusicales de su nt1eva matriz cultural y recons­
expresiones culturales. La coerción musical y cultural de «razas pri­ trt1irlos, porque éstos se encuentran mezclados y reorganizados en
mitivas» por parte de pt1eblos «racialmente superiores» fue un com­ líneas enterame11te nuevas y específicas. Extendiendo la inetáfora
ponente esencial del C<)ntexto ideológico en el que se enge11dró la biológica, podría afirmarse que el «híbrido» se ha convertido en una
palabra « aculturación» . especie nueva.

La objeción de Ortiz al tértnin() se basa en sus implicaciones eu­ El argumento contra la « aculturación come) suma» tiene im­
rocéntricas, que muestran a « los nativos» teniendo que aculturarse portantes implicaciones para el método de investigación, y arroja du­
a sí mismos para recibir los beneficios de la superior cultura occi­ das sobre la afirmación de Wachsmann de que « la demarcación de
dental, como si ellos no tuvieran nada que ofrecer por su parte. Pue­ estas culturas progenitoras en términos músicales es un problema
de objetarse que Ortiz está criticando un mero vocablo y que es po­ central para el musicólogo» ( 1 96 1 : 1 4 8 ) . Por supuesto, es histórica­
sible utilizar éste de manera general sin implicación racista alguna. mente interesante intentar establecer los parentescos musicales y,
Pero, como señala Malinowski (en Ortiz, 1 947: iii), la etimología de en casos en los que se cuenta con suficiente evidencia histórica, aven­
las palabras puede tender trampas a las propias ideas, y por lo tanto turar hipótesis creíbles en relación con las contribuciones precisas
es mejor evitar el vocablo. de las músicas progenitoras. En tales casos a veces es posible con­
Una cuarta objeción al término « aculturación» se basa en su sig­ firmar parcialmente los datos históricos por medio del análisis mu­
nificado literal y en los métodos de investigación erróneos que pue­ sical. Pero éste no puede por sí mismo sustentar tal información acer­
de originar si se lo toma seriamente. El vocablo deriva del latín colere, ca de los rasgos progenitores. Esto no es debido sólo a que el objeto
que significa «cultivar», y contiene el prefijo del latín ad (en este caso, de investigación es siempre una síntesis musical nueva e indepen­
ac por asimilación) que significa « reunir » . Aproximadamente, en­ diente que, a despecho de su herencia mixta, ante todo debe ser
tonces, la palabra significa «reunir culturas». vista como música digna de estudio en sí misma , sino también por­
El significado literal de « aculturación>> , por lo tanto, enfatiza la que la nueva música se encuentra ahora alojada en un contexto so­
« reunión» de los progenitores, no la identidad del hijo. Mirar a un cial nuevo, que cuenta con su propio conjunto de significados ex­
niño y ver sólo las semejanzas con sus padres es « adultocéntrico» e tramusicales.
insultante para él. La opinión de que un bebé « tiene los ojos de su Por ej emplo, los ritmos de tambores africanos p ueden estar
madre » , por ejemplo, nos dice poco sobre la identidad de ese niño. en la base de muchos ritmos sincopados del idioma del j azz; pero
Tampoco el reconocimiento de pongamos por caso los elemen­ sus significados inusicales y extramusicales han. experimep.tado cam­
tos portugueses en la música ronggeng malaya aumenta necesaria­ bios esenciales en el nuevo contexto. Una investigación sobre el
mente nuestra apreciación de tal música (que posee su propia y au­ j azz que se limitara a considerar el listado mecánico de sus rasgos
tó11oma unidad, así como sus peculiaridades idiomáticas). musicales africanos, e uropeos y de otras procedencias no com­
El proceso de síntesis musical intercultural, opuesto al del prés­ prendería el proceso general que ha dado origen a esta música. Y
tamo de determinados elementos discretos (como, por ejemplo, un sería también un medio inuy poco fiable de establecer la historia
instrumento musical), no es una cuestión de suma de elementos in­ 1n usica.l del j azz.
dividuales de una cultura a los de otra. Implica, por el contrario, Tal vez el tér1nino más aceptable para indicar el ciclo completo
poner en movimiento un proceso esencialmente creativo, esto es, la de procesos musicales positivos desencadenados por el contacto cul­
transformación de complej os de ideas musicales y extramusicales tural en oposición con los resultados del contacto sea « trans­
en interacción. No se trata de que el total equivalga a la suma de culturación musical>> . Esta expresión no carga con una historia eti­
las partes, ni siquiera a la suma de algunas de las partes. Si se tra­ mológica confusa o etnocéntrica, ni está orientada hacia la unión de
tase simplemente de una cuestión de adición, los elementos suma­ las culturas progenitoras del producto musical. Los términos muy
dos podrían lógicamente ser sustraídos del nuevo complej o y ser similares «síntesis musical>> y « sincretismo inusical>> también son ra-

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zonablemente aceptables. Los tres contienen el significado del com­ L O S RESULTA D O S


plejo proceso de fusión y transformación de las culturas musicales
implicadas que, de acuerdo con Linton ( 1963: 492), es «el lógico pro­ Los términos «transculturación>> , «síntesis» y «sincretismo» deberían
ducto final del préstamo cultural recíproco» . Estos términos, sin ser aplicados, entonces, sólo a los procesos de contacto intercultural,
embargo, no admiten inversión: hablar de música «no sintetizada» y no a los distintos tipos de consecuencias de los mismos. Pero sin du­
o «no transculturada>> implicaría injustificadamente que algunas mú­ da necesitamos también expresiones para describir los distintos re­
sicas son puras y otras impuras. sultados de o respuestas a dichos procesos. No debería conside­
El término « síntesis » , que significa «reunir partes o elementos rarse a las respuestas como entidades estáticas, sino como momentos
que forman un todo>> (Oxford English Dictionary) es definido en sen­ cambiantes en el tiempo.
tido hegeliano ( Webster's) como « la combinación de las verdades par­ Recientemente se han acuñado o tomado en préstamo determi­
ciales de una tesis y su antítesis para formar un estadio más alto de nados vocablos para i11dicar algunos de los muchos tipos de ajuste
verdad» . En sentido musical, puede ser utilizado para significar la re­ o respuesta musical que pueden producirse. No es factible presentar
solución de los elementos contradictorios entre dos o más músicas en aquí una lista completa de todas las eventuales respuestas al contacto
una nueva entidad musical a través de un proceso dialéctico 7 • intercultural, ya que es imposible conocer o predecir todas estas
El vocablo «sincretismo» , que desde 1 840 fue usado para indicar variables. El presente objetivo es comentar algunas de ellas, tenien­
la <<unión o reconciliación de principios o prácticas distintos u opues­ do en cuenta la posibilidad de que se verifiquen múltiples respuestas
tos>> ( Oxford English Dictionary ) , ha sido definido por Merriam en un único caso. NettJ ( 1 978: 1 30-1 34) ha listado una serie de ti­
( 1964: 3 1 3 ) como « la mezcla de elementos de dos culturas, con con­ pos de respuesta 9, pero algunos de éstos son aplicables sólo a casos
secuente modificación de los valores y formas originales» . Sin em­ de contacto no occidental con música occidental 1 0 • A continuación
bargo, puede objetarse que las connotaciones que le confiere la his­
toria de su uso en contextos religiosos lo hacen menos adecuado
9. Las categorías proporcionadas por Nettl ( 1978: 1 30-134) incluyen: abandono
que el témino «síntesis>> para los presentes propósitos 8 •
( «pérdida total» ), empobrecimiento («abandono de componentes » de una tradición
La transculturación ha sido definida ( Webster's) como « un pro­ musical), preservación (la relegación de músicas, «tal como estaban, a un museo» ), di­
ceso de transformación cultural marcado por el influjo de nuevos ele­ versificación ( «la combinación de diversos elementos en un contexto musical o social
mentos culturales y la pérdida o alteración de los existentes>> . Mali­ determinado» ) , consolidación (la creación de una «música reconocida a nivel nacional
nowski justificó el uso de este término (por ejemplo en Ortiz, 1 947: a partir de una serie de tradiciones distintas» ), reintroduccíón ( «el retorno de los esti­
los musicales a su lugar de origen tras haber residido en otro sitio»), exageración (cam­
xvi) sobre la base de que el mismo no contiene la implicaciones de bio musical «destinado a ajustarse a la concepción europea u occidentalizada de lo que
un standard el europeo que domina todas las fases del cambio. deberían ser las tradiciones» ) , sátira ( -:< la yuxtaposición humorística de elementos oc­
Acuñado en 1 940 por el antropólogo cubano Ortiz, el vocablo está cidentales y no occidentales» ) , modernización ( « la adaptación de [ ... ] productos de la
cultura occidental» -ver nota 1 O-) y occidentalización (cambio que se produce
relativamente libre de significados ambiguos. Como se lo ha definido «tomando de la música occidental aquellos elementos que [las sociedades] conside­
antes, su significado se limita a los procesos de transformación en­ ran centrales a la misma» ) . Algunas de estas categorías están tan próximas entre sí que
gendrados por contacto. Al contrario que la palabra « aculturación» , deben ser consideradas como subconjuntos de categorías mayores (por ejemplo, di­
no intenta cubrir ni confundir los procesos y las respuestas al con­ versificación y consolidación f<>rman parte del mismo proceso).
10. Podría objetarse que no necesitamos términos especiales para indicar casos
tacto. específicos de contacto musical occidental/no occidental, como si éste tuviera que cons­
tituir un caso teórico especial. Por ejemplo, podemos criticar por excesivamente limi­
tada la definición de Nettl de modernización como �<la adopción y adaptación de tec­
nología �ccidenta� y otros productos de la cultura occidental por necesidad, simultánea
7. Sin embargo, hay un pequeño problema en el uso del término «síntesis» . Al­ .
con una 1ns1stenc1a en que el corazón de los valores culturales no cambia sustancial­
gunos adjetivos que se obtienen del mismo, tales como «sintético» (artificial) y «sin­ mente y, en definitiva, no encaja con los de Occidente» ( 1 978: 127). La modernización,
tetizado» (producido artificialmente) n,.o.. son aceptables; sólo puede usarse el vocablo º �ea, el acto o estado de ser modernizado, simplemente implica adaptación a la situa­
como sustantivo, aplicado al proceso de contacto. . contemporánea, esté Occidente implicado o no. Como se ha objetado (Kattomi,
c1on
1 9 ?9: 1 9), 1� modernización puede tanto ser una adaptación no intencional e involun­
1

8. El sincretismo puede referirse a la «reconciliación de distintas creencias en re­


ligión» ( Webster's New World), y ha sido aplicado en contextos protestante-católico, taria a las c:r�unstancias del presente (que, como tal, está siempre sucediendo de ma­
africano-cristiano y otros. nera automat1ca), como una «puesta al día» consciente, intencional y planeada.

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presentare1nos algunos otros tipos de consecuencias: rechaz<), trans­ maño en Europa 1 1 • A despecho de la resiste11cia ofrecida por la cul­
ferencia de rasgos discretos, coexiste11cia plt1ral, compartimentalí­ tura 1nusical javanesa a las ideas occidentales de sintaxis musical,
zación y revival nativista. También aportaremos alg11na idea en re­ los principios generales de preservación, individualismo y comercia­
lación con dos de las respt1estas de la lista de Nettl: abandono y lización ejerciero11 i1npacto sobre la m1isica javanesa. Co1no indica
empobrecimiento. este eje1nplo, el rech. azo total por parte de u11a cult11ra de la música
de otra con la que está en contacto dura11te un largo tiempo proba­
Rechazo virtual de una ·música impuesta blemente jamás ocurra, inclusc) cuando tal cosa parezca verificarse
con éxito. Forzosamente habrá siempre algún grado de intercambio
Bajo cierta.s circunstancias, una cultura puede rechazar ampliamen­ simbiótico.
te las influencias musicales de otra. Las razones por las que esto su­
cede pueden incluir tanto impedimentos ecológicos como separa­ Transferencia de rasgos musicales discretos
ción política o barreras conceptuales. En el último caso, por ejemplo,
una cultura puede resistirse a las ideas foráneas de grandes or­ A lo largo de la historia las culturas han ido adoptando rasgos mu­
questas () jerarquías musicales por razo11es de clase y economía, o sicales discretos procedentes de fuentes foráneas. « Se ha observado
por causas tecnológicas (cuando la música im.puesta requiere una un número de casos ele transferencia cultural suficiente como para te­
tecnología qt1e no está disponible para esa cultura). El rechazo pue­ ner claro que el préstamo de elementos aislados es mt1cho más fre­
de ser originado por una resistencia emocional al « préstamo » de cuente que el de grupos complejos de los mismos » (Linton, 1 963:
ideas musicales de un pueblo « bárbaro » . También puede ser cau­ 485). La transferencia y la incorporación a menudo se verifican en
sado por el interés de la cultura e11 su propia « pureza » , o por su or­ contextos pacíficos 1 2• Por ejemplo, el uso de unos pocos rasgos mu­
gullo etnocéntrico. Los puntos de vista etnocéntricos, censurados sicales indios en la música rock y pop de los años setenta reflejó el in­
a veces por implicar actitudes limitativas, negativas o de miras es­ terés burgués de Occidente por las religiones orientales.
trechas en relación con otras músicas, pueden también cumplir una Pero la transferencia de elementos aislados no provoca por sí
función positiva como medio de defensa contra la dominación mu­ sola un cambio revolucionario o una evolución considerable. Las
sical foránea. tra11sferencias no van necesariamente acompañadas por cambios sig­
Por ejemplo, la confianza de los javaneses de tendencia tradi­ nifica.tivos y a gra11 escala en el gusto musical, las actitudes o los con­
cionalista en su propia superioridad cultural ha protegido su tra­ ceptos, tales como la adopción del sistema armónico europeo. Por
dición musical de la influencia estilística europea, tanto en la corte co­ lo tanto, la transferencia de rasgos discretos puede ser vista a lo su­
mo en los pueblos. Tras centurias de contacto europeo, la música de mo co1no u11 requisito para una eventual transculturación musical.
gamelán sue11a aú11 totalmente javanesa, sin concesiones 11acia la ar­ El intercambio intercultural de instrt1me11tos musicales, por ejem­
mo11ía europea u otros aspectos estilísticos musicales. Sin embargo, plo, se ha verificado frecuentemente a través de la historia. La difu­
se han deslizado sutiles influjos de trascendentales consecuencias: 1 ) sión de cordófo11os de arco a través del mundo es un ejen1plo de ese
la secularización del gamelán en alg11nos contextos urbanos (en par­
te como resultado de la comercialización occidentalizan.te de la mú­
sica y del co11tacto con la tradición occidental de la sala de conciertos); 1 1 . l a cor.1i.binaci{)n de ,�an1elán slé11dr(> y pélog acc>mpañ() el desarr<>llc) de nu­
..

2 ) la parcial co11solidación de los nu1nerosos estilos regionales de merosas for111as de teatr<) inusical javanés (fesde finales del sigl<) XIX, y el 11ún1ero de
lJona1t�f?, ke111pul y kert()n,.� taml)ién au1nentó. Cc)l11<) n<)ta K. unst ( 1 94 9 : '1 6 1 ) , c11 el
gamelán (principalmente a través de la influencia de los medios ma­
ga1nelá1i de C()rte fc>rn1ad<) en 1 907 se incluyó u11 nl'1111er<) récord de 1 3 ken()11g.
sivos); y 3) la introducción de notación musical occidental en penta­ 1 2 . Cc)mo se puntual.iza en l a E11cyclo¡Jaedia .Brita1111iccz ( Micrc)paedia, l)aj<) la V()Z
grama (en parte destinada a preservar la música para la posteridad, Aculti-trtJción ), « un li l1re '' préstam()" y n1C)difi.cación de eleme11t<)S culturales puede ve­
limitando con ello la improvisación) (Becker, 1 980: 1 1 ss. ) . Tampo­ rificarse I .. ] sin el ejercicio de d<>n1inación n1ilitar o p<)lítica de un grupo sobre ()tro.
.

Estos 11uev<.>s elementos pueden ser incorporad()S a la ctdtura existente a través de u11
co es puramente accidental el que los conj11ntos de gamelán hayan proceso llamadc) inc<>rp()ración. l os i11di<)S navajo, a través ele frecuentes y variad()S
duplicado y hasta triplicado su din1e11sión aproximadamente al mis­
..

contactos co11 los colonos espa11.oles dura11te el siglo XVIII, sclecci<>narc)n ele111cntos de
mo tiempo que las orquestas de Wagner y Mahler aumentaban de ta- la cultura espa11 ola [ . . . ] t]ue integrar<)n a su .manera a su propia cultura » .

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M A R G A R E T H J . K A R TO M I PROCESOS Y R E S U LT A D O S D E L C O N TA C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

tipo de intercambios en cadena. Sin embargo, cuando esos i11stru - cia. Su música ha sido aceptada por un gru.po de jóvenes en Mel­
1nentos atraviesan barreras culturales no necesariamente transportan bourne. Dado que se encuentra en las primeras etapas de aceptación
los viejos conceptos musicales con ellos. Así, el rebab (fídula de arco) y transformación, por ahora sólo puede ser vista como un ejemplo de
e11 el Oriente Medio habita en un mu11do conceptual muy distinto al potencial transculturación. Su principal fuerza motivadora es el de­
del rebab en Java o Kelantán. seo de estar « al día» mientras se preserva cierta continuidad con la
También puede suceder que rasgos musicales aislados, así como herencia griega.
idiomas melódicos o motivos rítmicos, sean adoptados de ft1entes fo­ La compartimentalización musical 13 puede considerarse una sub­
ráneas por compositores innovadores u otros individuos. Esto pue­ categoría de la coexistencia plural. Miembros de una sociedad bi o
de constituir un proceso significativo en relación con una pieza par­ multiétnica pueden absorber durante la infancia los estilos musica­
ticular de música, como sucede con la incorporación por parte de les de su propio o de otro grupo étnico con los que han vivido en es­
Peter Sculthorpe de ideas rítmicas y melódicas balinesas en su com­ trecho contacto, conservando cada música en compartimentos sepa­
posició11 Sun Music 111. El uso de un rasgo aislado también puede ser rados de su mente. Por ejemplo, algunas personas que viven cerca
importante en el desarrollo general de un compositor y puede inclu­ de la frontera entre Java central y occidental pueden cantar en los es­
so influir sobre algunos músicos y audiencias a largo plazo. Pero la tilos correspondientes a estas dos áreas, así como el niño que vive en
utilización de rasgos musicales foráneos en un nuevo contexto auto­ una situación bilingüe puede aprender a hablar dos idiomas con co-
máticamente implica que se les adhieren nuevos significados musi­ rrecc1on.
. ,,

cales y extramusicales, y los compositores innovadores u otros indi­


viduos en cuestión no necesariamente entienden estos significados en Revival musical nativista
su contexto nativo (y, por supuesto, no necesitan hacerlo) . Por eso,
estas pequeñas innovaciones de rasgos no son comparables con los ,,

Esta es una subcategoría especial de la preservación musical (térmi-


procesos de transformación originados por el contacto creativo entre no de Nettl, 1 978: 1 3 1 ) . Una cultura que ha estado dominada por
culturas. A lo sumo, pueden ser considerados como una pequeña par­ otra y ha descuidado su propia música puede, en un momento dado,
te de la potencial transculturación. devenir consciente del peligro de extinción de la misma y realizar es­
Coexistencia plural de músicas 1 fuerzos para revitalizarla. Lo que llamamos un reviva/ nativista 1 4 de
este tipo puede producirse por motivos nacionalistas, raciales, de pres­
tigio, históricos, nostálgicos, turísticos o artísticos. Por ejemplo, por
Una cultura puede mantener el ejercicio en gran escala de su propia instigación de individuos interesados, el Departamento Malayo de
música y a la vez·tolerar las prácticas musicales paralelas de otros grupos Cultura, .Juv·entud y Deporte h . izo esfuerzos en los años setenta para
étnicos, conservando las diferentes músicas bastante o completa­ revivir la difunta música y danza del gamelán joget gamelán (música
mente separadas entre sí. Así, la música tradicional de los esquimales de danza) de la corte Trengganu y de otras. Esto formó parte de la
coexiste en la costa oriental de Groenlandia con música occidental, pe­ política cultural de promoción de formas artísticas malayas en la si­
ro ambas son conservadas intactas y autónomas (Olsen, 1972: 32-37). tuación multirracial de Malasia, tal vez a caus<l; de todas las razones
El pluralismo musical se produce con mayor probabilidad en si­ arriba mencionadas.
tuaciones urbanas bi o mu.ltiétnicas, pero normalmente dura sólo en
la medida en que la interacción entre los seguidores de cada cultura
musical se mantenga acotada dentro de límites estrechos. A veces
1 3 . Ver Merrian1 ( 1 964: 303, 3 1 7-3 1 7) y S picer ( 1 954: 663-684) para discusi<)-
esta situación puede durar mucho tiempo. Circunstancialmente, al­ nes so bre cornpartimentalización.
.
·

gunos músicos pueden combinar y transforn1ar los elementos de dos 1 4 . Ralp h Linto n ( 1 943: 23()) defin e el mov imiento nativ ista com o «tod a tenta­
o más fuentes musicales, creando así una nueva síntesis. Por ejemplo, tiva consciente y o rga ni zada por parte de mien1brc)S de la soci edad de reviv ir o perpe­
tuar aspectos selecc io 11 ados de su cultt1ra » . Este autor pu 1tua liza que los mov imie n­
un joven director de una banda de rock de Melbourne ha producido 1
tos nati vi � tas gene ralm ente surg en de la dcsigt1ald ad de socí edad es et1 co11tacto y que
un particular sonido de rock griego que contiene tanto ideas del rock en las socie dade s clasi stas las te 11den cias nativ istas son más fuertes e11 aque llas clase s
como del folklore griego, absorbidas estas últimas durante su infan- que o c upa n un� p<)Si cíón favclrecid a y se sien ten amen azad as p<)r el cam bio S<)cial.

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MARGARETH J . KARTOMI P R O C E S O S Y R E S U LTA D O S D E L C O N TA C T O E N T R E C U LT U R A S M U S I C A L E S

Con u11 grado similar de fervor patriótico, Israel ha estado in­ Empobrecintiento niusical
tentando revivir su antigua danza folklórica, que es frecuentemente
mencionada en el Talmud y la Biblia, bajo una forma adecuada para Especialmente en casos de coerción exitosa, puede verificarse el «aban­
las modernas audiencias. Las danzas folklóricas israelíes revivalistas dono de componentes, o substancial empobrecimiento derivado de
co1nbinan elementos jasídicos y judío-yemenitas con los de varias de los cambios en la energía musical» ( Nettl, 1 9 7 8 : 1 3 1 ) . Esto puede
las naciones anfitrionas durante el exilio y con ideas musicales mo­ aco1npañar al proceso de asimilación a través del cual los inmigran­
dernas e inspiradas en el trabajo (Kaufman, 1 9 1 : 55-57). Como mues­ tes contribuyen a pero son al fin absorbidos en la cultura de la
tra este ejemplo, revivir una danza o pieza en su forma antigua, con­ sociedad dominante. Sucede especialmente en casos en los que se
siderada auténtica, a menudo resulta de hecho imposible; no sólo pone un especial empeño en conseguir el éxito de la cultura, los esti­
debido a que los estilos antiguos ya no son conocidos, sino también, los de vida y los gustos de la sociedad dominante, incluso cuando
como se ha señalado antes, porque el concepto de una autenticidad estos rasgos no coinciden con los de los indígenas. En algunos casos
pura y primigenia es irreal. una cultura puede experimentar un grado de merma en su reperto­
rio, o bien puede verificarse la pérdida y el reemplazo de la tecnolo­
Abandono musical gía y de los instrumentos tradicionales. « La estandarización y sim­
plificación pueden liberar energía [ . . . ] ( ibid. ) que puede ser utilizada
»

Una pérdida musical puede verificarse como resultado de la coerción en la absorción de otra música.
o bien ocurrir naturalmente, como cuando algunas instituciones so­ Por ejemplo, algunos grupos de aborígenes australianos ex-triba­
ciales y sus músicas asociadas desaparecen y son reemplazadas. En les que viven en las afueras de las ciudades han sufrido, al adecuarse a
casos en los que un grupo ejerce coerción intensa sobre otro ya sea un estilo de vida urbano, la pérdida casi total de su identidad musical
militar, religiosa, sociopolítica, cultural, o una combinación de és­ tribal, ejecutando en su lugar un limitado repertorio de música country
tas , las contradicciones que interactúan en la situación intensifi­ and western. La suma total de energía musical gastada hoy parece ha­
carán el impulso hacia un cambio radical de un carácter negativo. ber disminuido notablemente en comparación con los tiempos triba­
Éste puede tomar la forma de una extinción general o parcial de la mú­ les. Sin embargo, no debería utilizarse el término « empobrecimien­
sica de una cultura por parte de otra, un proceso que puede denomi­ to» para implicar un juicio de valor negativo de la cualidad de esas
narse abandono musical (Nettl, 1978: 1 30). prácticas musicales: el country and western no es inferior per se a la
Si la cultura subordinada es incapaz de llegar a compromiso al­ música tribal aborigen. Un estado de empobrecimiento se deriva de la
guno con el grupo hegemónico, la supervivencia de la música está pérdida sustancial o de la reducción de posesión musical.
en peligro. La pérdida o extinción total de una cultura musical apa­
rentemente tiene lugar sólo cuando toda la población desaparece, co-
1no en el caso de los aborígenes tasma:nos, cuya población desapare­ T llA N S C: lJ LT U R A C I Ó N , S Í N T E S I S , S I N C R E T I S M O
ció completamente como resultado de que se la privara de sus fuentes
tradicionales de sustento y del asesinato sistemático por parte de los Waterman, escribiendo sobre la síntesis de características europeas y
australianos blancos durante el siglo X I X . \
africanas en la música negra americana, sugirió la existencia de cier­
Pero raramente se verifica la pérdida completa de una música. In­ to grado de similitud musical entre las culturas implicadas para que
cluso en el caso de la extinción de un repertorio en su propio contex­ el proceso de sincretismo musical se pueda poner e n movimiento:
to, trazas del mismo a menudo permanecen o sobreviven a través de su «Hay sufíciente similitud entre la música africana y europea como
influencia sobre otra música. Por ejemplo, los cantos de marineros fue­ para permitir el sincretismo musical» ( 1 952: 207). El problema de es­
ron virtualmente eclipsados cuando las altas naves y las instituciones ta teoría es que, si bien parece poseer alguna verdad intuitiva, es di­
sociales a las que se asociaban los marineros desaparecieron. Pero una ficil mostrar convincentemente a través de la práctica actual que cier­
buena parte del repertorio se ha preservado artificialme·nte, como en to grado de similitud musical es un factor o el factor que permite
una antología publicada por Hughill ( 1 977), y sus estilos han perdu­ que los cambios tengan lugar. Como sugiere Wachsmann, el sincre­
rado lo necesario como para afectar a otros idiomas musicales. tismo puede resultar también de un componente distinto: el alto in-

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terés « que el medio en que se realiza el contacto deposita [ . . . ] en el ro, como sucede con la teoría de Waterman, es difícil controlar la pro­
éxito de los rasgos occidentales, al margen de que puedan coincidir puesta de Nettl en la práctica, trasladándola a un método de análisis
con características indígenas>> ( 1 96 1 : 147). Si bien las aplicaciones de irrefutable. El principal problema es que normalmente no resulta po­
la teoría por parte de Merriam ( 1 9 5 5 ) principalmente en el caso
,,
sible establecer con ninguna certeza cuáles son los rasgos centrales de
del contacto musical entre Norteamérica y Africa parecen confir- una música dada. Esto sucede en buena medida debido a que es difí­
marla, muchos otros casos, incluyendo dos que proporciona Wachs­ cil decidir a quiénes aceptar como portavoces creíbles en relación con
mann (ibid.) la cuestionan. En algunos casos las similitudes musica­ este tema. «La palabra explícita o implícita de la población infor­
les pueden facilitar y acelerar el proceso de sincretismo, una vez que mante» (Nettl, 1978: 126) a menudo es difícil de valorar porque pue­
éste se ha puesto en movimiento. Pero dichas similitudes musicales de estar dividida, por ejemplo, según clase e intelecto, o ser ambigua,
por lo general no sirven como agentes iniciadores de los procesos de o en el caso de una música itnpuesta ser incorrecta desde el pun­
sincretismo, dado el hecho de que los seguidores de la mayoría de las to de vista de los miembros de la cultura considerada 1 6 •
culturas son musicalmente conservadores y endogámicos. Es cierto Tanto la teoría de Waterman como la de Nettl fueron concebidas
que algunos compositores ocasionalmente toman prestadas ideas mu­ para ser aplicadas a síntesis musicales que afectan a dos culturas,
sicales foráneas por razones puramente musicales, si bien probable­ occidental y no occidental. Pero si se las aplica a síntesis que involu­
mente hagan esto con más frecuencia por motivos extramusicales co­ cran a muchas músicas en interacción, surgen dificultades prácticas
mo la moda o el establecimiento de la identidad. Pero cuando culturas insuperables. Por ejemplo, intentar desenmarañar el origen de todos
enteras están involucradas en la interacción, los factores puramente los rasgos que contribuyeron al desarrollo de la música espiritista cu­
musicales pueden servir sólo como una fuerza pequeña y adicional en bana, que combina la tradición de varias nacionalidades europeas,
la motivación para el cambio. No parece existir una razón musical africanas y asiáticas que vivieron en Cuba desde 1 5 1 0 (Hesse, 1971b:
válida para que una música cualquiera no pueda formar parte de un 1 ) , sería una tarea desesperadamente complicada. Incluso si fuese
proceso de transculturación que involucre a cualquier otra. De to­ posible dividir de algún modo todas esas influencias culturales en sus
das las músicas puede decirse que son similares y compatibles en uno rasgos similares y centrales, en oposición a sus características disí­
u otro aspecto. miles y no centrales, el ejercicio podría proporcionar sólo dudosos re­
La teoría más reciente establecida por Nettl sobre este asunto sos­ sultados. En parte esto es debido a que estaría basado en demasiadas
tiene que « los estilos híbridos parecen haberse desarrollado más fá­ decisiones hipotéticas y elecciones inciertas como para conducir a
cilmente donde es posible identificar las similitudes musicales entre conclusiones aceptables, por no hablar del análisis que se requeriría
las culturas occidentales y no occidentales, cuando las n1úsicas son para trazar y explicar la interacción entre los rasgos procedentes de
compatibles y, lo que es más importante, cuando comparten rasgos cada una de las culturas afectadas en el largo proceso histórico de
centrales» como, por ejemplo, <<la armonía funcional, el ideal de un transculturación. Y, lo que es más importante, incluso si se pudiera
conjunto amplio [ ... ] y metros rítmicos simples pero estables» , en opo­ obtener un conocimiento preciso de todas las fuentes de las que pro­
sición a rasgos no centrales como « ligeros ajustes entre escalas, si­ ceden los rasgos, esto de por sí no aumentaría nuestra comprensión
tuaciones de concierto y notación musical» ( 1 978: 1 34) ' 5 • de la música resultante, que ha sido objeto de una profunda trans­
1'
La teoría de los rasgos centrales tiene la cualidad de ser perspi­ formación creativa. La razón por la que no podemos . predecir los re­
caz, basada como está sobre la hipótesis creíble de que en toda cul­ sultados de los procesos sincréticos ni desenmarañar los detalles de
tura algunos de los parámetros de su música son vistos en general por
sus miembros como m.ás importantes o más centrales que otros. Pe-
1 6. El «ideal del gran conjunto» (Nettl, 1 978: 1 34 ), por ejempl<), puede parecer
a algunos u11 rasgo ce11tra l de la música europea de co1nie11zos del sigl<) XIX, pero pa­
ra otros el parámetro central puede ser el ideal de ejecución solista virtuosa. Además,
1 5 . De acuerdo con Nettl, la compatibilidad «puede indicar exactamente grados e n el cas<) del jazz, por ejemplo, es poco prc)l1able que las cultt1ras contribuyentes
de similitl1d significativa» ( 1 978: 1 2 5 ) . « Pero debe1nos también interesar11os por la africanas Y europeas hayan consideradc> el ideal del gran conjunto como más central
compatibilidad de las culturas en la medida en que su cohesión y sus actitudes están en la música clásica occidental que otros ideales de ejecución, puesto que el jazz no es
relacionadas» ( 1 978: 1 26). normalmente ejecutado por conjuntos grandes.

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los i11tercambios post nt(Jrtem reside en la aventurada, expansiva y principio lo hará en forma reducida y parcialmente deter1ninada por
abierta naturaleza de la mis1na creatividad huma11a. Esto es cierto su propia visión cultural y su actitud emocional (que se supone des­
tanto en el caso de dos culturas interactuantes como en el de muchas. favorable) hacia el grup<J dominante. Ningún conjunto de pers<.) nas
En opinió11 de Linton y Malinowski, en los estudios sobre sin­ perteneciente a la primera o incluso la segunda generación de
cretismo no debería concederse importancia al in.terca1nbio de ras­ contacto estará lo suficientemente motivado o capacitado para com­
gos, puesto que normalmente no es posible relacionar rasgos parti­ prender otra cultura musical de tina manera tan profunda que le per­
culares y complejos de rasgos en función de necesidades o procesc>s mita olvidar completamente sus propios conceptos y tendencias mu­
históricos particulares (Linto11, 1 963: 485 ss. ) . Así, la delineació11 de sicales y reemplazarlos enteramente por los que se le acaban de imponer.
rasgos específicos en músicas y otras expresiones culturales desarro­ Esta concepción reducida de la música impuesta es más o menos aná­
lladas en situaciones de contacto no conduce necesariamente a nin­ loga al desarrollo de un pidgin o jerga macarrónica.
guna conclusión nítida, ya que a menudo « no se trata de un i11dis­ La teoría lingüística sostiene que los pidgins se originan princi­
crin1inado dar y tomar, sino que [tales situaciones] están dirigidas por palmente cuando las personas necesitan comunicarse con otras con
fuerzas y presiones definidas por las culturas donantes, y por claras las que no comparten un idioma (Whinnom en Hymes, 1 9 7 1 : 1 05
resistencias opuestas por las receptoras>> (Malinowsl<i, 1 945: 1 9 ) 1 7 • ss. ) . Un mexicano y un chino en Inglaterra, por ejemplo, intentarán
comunicarse entre sí en inglés, al principio de manera incorrecta. En­
tonces comenzarán a crear un pidgin, aportando elementos de su for­
l) ETF. I{ M J N A N T E S l) E l, S I N C R ET I S M O mación lingüística al uso del lenguaje que están desarrollando. De
manera similar, personas de orígen.es distintos que entran en contac­
Si no son los grados de similitud o compatibilidad musical los que to pueden experimentar la necesidad de hacer música juntos, en par­
normalmente determinan cuándo ciertas músicas en contacto están te para comunicarse. En estos casos tenderán a recurrir a un reper­
en principio más o menos propensas a recibir las fuerzas del sincre­ torio compartido, que generalmente será el de la cultura dominante,
tismo, ¿ c11áles serán, entonces, estos determinantes? para distintos usos (relajación., prestigio social, ritos de paso, baile
El paralelismo entre lenguaje y música puede ofrecer una clave. social y otros) . Por ejemplo, los esclavos del Sur y Sudeste asiático en
Es un lugar común que la m1isica, como el lenguaje, 110 sólo es con­ Sudáfrica practicaron tiempo atrás canciones foll<lóricas holandesas,
cebida como sonido puro y si1nple, sino tan1bién como una expresión que sus descendientes aún cantan en coros masculinos.
simbólica de cultura, a través de la cual se asocian connotaciones má.s En casos en los que una cultura dominaba a otra, los pidgins y
amplias a sus componentes so11oros. Gracias a ésta y otras similitu­ sus posteriores desarrollos dialectos criollos (creo les) han solido
des entre música y lenguaje, es posible sugerir que los primeros esta­ surgir de los « contactos iniciales, no íntimos, entre personas que ha­
dios de la transculturación musical puede11 asemej arse a las fases blan idiomas distintos», por ejemplo en un comercio, plantación o si­
iniciales del sincretismo lingüístico. En los comienzos del proceso de tuación de esclavitud, y « en el pasado han sido considerados como
ajuste provocado por el contacto la música y el lenguaje dotados de lenguajes mestizos o bastardos, no apro_piados para ser hablados en
mayor poder dinámico suelen predominar sobre los otros y aportar la escuela o constituir idiomas oficiales de una región» (Platt y Platt,
la mayor cantidad de ideas a la síntesis musical y lingüística emer­ J 1 975: 1 0 1 ) . Una lengua pidgin es una «lingua franca que no es nati­
gente. Los conflictos empiezan a ser resueltos de ma11era desigual por va para quienes la usan y cuenta con gramática . y vocab11lario muy
los grupos en interacción. reducidos» , y que sobrevive a « las etapas de contacto inicial sólo en
Parece razonable pensar que cuando un grupo subordinado es in­ circunstancias especiales» , esto es, «cuando un grupo dominante tra­
ducido o estimulado a practicar la música del grupo hegemónico, al ta a otro como i11fantil» (Hall, 1 976: 452). Esta lengua es « tan li1ni­
tada léxica y estructuralmente, que tendrá existencia efímera» (De
Camp, en Hymes, 1 9 7 1 : 1 6). E.n la medida en que el contacto se ha­
ce más estrecho, un grupo normalmente aprende el lenguaje del otro
17. Las expresiones «cultura donante» y «receptora» no son impecables, porque
irnplican que el intercamlJÍ<) cultural se produce en. una S()la direcció11, cuando en rea­
con mayor detalle y «cuando una ent_e ra comunidad abandona su
lidad se da en an1bas direcciones. idioma o idiomas de origen y adopta como lengua madre un pidgin,

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éste se convierte en criollo ... » (Hall, 1 976: 452) . De este modo, el tre sí y con los portugueses, y también a su fuerte deseo de adoptar
criollo difiere del pidgin en parte por poseer la vitalidad del hablan- símbolos de Portugal y del cristianismo para obtener la libertad, in­
te nativo.

tentaron hablar portugués y ejecutar música y danzas portuguesas .


No es difícil encontrar paralelos musicales de los lenguajes crio­ No hay evidencia de que practicaran ninguna otra música o danza
llos, esto es, estilos autónomos que al principio surgen del contacto tradicional india, africana o malaya, lo cual no sorprende, ya que
no íntimo entre culturas diferentes y que son aceptados por un gru­ no habrían tenido motivos prácticos para hacerlo.
po de personas como representativos de su identidad cultural 1 8 • Pe­ El dialecto malayo-portugués hablado hoy por los habitantes de
ro es difícil encontrar ejemplos precisos de músicas comparables Tugu, como la música kroncong de origen portugués que ejecutan, se
con los desarrollos iniciales de las lenguas pidgin. Esto es debido en encuentra indudablemente muy alejado del modelo portugués del si­
parte a que las situaciones de tipo «nueva plantación/esclavo» que glo XVI. Hoy no hay modo de saber con exactitud cómo habrían in­
implican coerción musical ya no tienden a producirse, y a que cono­ fluido las ideas musicales indígenas de los esclavos libertos sobre su
cemos muy poco acerca de las mismas en el pasado. percepción de la música portuguesa y de los estilos de ejecución que
Sin embargo, las presiones económicas se asemejan a las fuer­ se desarrollaron durante las primeras fases del contacto. Es de pre­
zas coercitivas que originaron le11guas pidgin y desarrollos musicales sumir que su experiencia informal de aprendizaj e de la música
comparables en el pasado; por ejemplo, cuando se incita a los negros portuguesa se haya producido a través de un proceso incompleto de
americanos o africanos a adecuarse al gusto blanco o viceversa para ensayo-error, condicionado por sus arraigadas ideas y preferencias
aumentar las ventas o con otros propósitos comerciales. Los medios musicales. Es posible que ejecutaran canciones folklóricas portugue­
de comunicación de masas y las innovaciones tecnológicas tales co­ sas adaptadas en un tempo de estilo tropical, más relajado que el ori­
mo los instrumentos electrónicos también pueden servir como cata­ ginal 1 9 • Pueden haber encontrado los estilos de ejecución portugue­
lizadores de esos desarrollos (ver Gray, 1 9 6 1 : 1 2- 1 5 ) . Pero hasta ses demasiado mojigatos y haberlos cambiado adoptando un estilo
que alguna evidencia muestre lo que sucede realmente en las prime­ fuertemente rubato, o haber adornado las melodías simples con gru­
ras fases del contacto musical coercitivo o inducido comercialmen­ petos y ligaduras, o haber anticipado el pulso en ocasiones por me­
te, sólo podemos sugerir hipotéticas reconstrucciones de situaciones dio de entradas anticipadas (como en el actual kroncong). Hoy en Tu­
relevantes. gu los cantores usan frecuentemente un amplio vibrato cuyo origen
Por ejemplo, una lengua malayo-portuguesa se desarrolló a lo lar­ puede remontarse a los días del contacto inicial, pero es evidente que
go de siglos en el pueblo de Tugu, próximo a Yakarta, junto a una no han aceptado la asociación europea de un vibrato amplio con un
música malayo-portuguesa llamada kroncong asli ( « kroncong au­ pronunciado sentimentalismo. Es imposible conocer ahora cómo se
téntico>> ). Se cuenta con algunos datos lingüísticos y musicales para produjeron esos desarrollos en el caso del kroncong. Pero es proba­
efectuar amplias comparaciones de estos desarrollos, por ejemplo ble que en éste y en otros casos de contacto los gustos y cánones es­
Schuchardt ( 1 89 1 ) y Kornhauser ( 1 978). El kroncong, como el dia­ téticos, junto con muchos de los significados extramusicales asocia­
lecto tugu, se desarrolló entre los esclavos libertos africanos, indios y dos a la música, hayan tendido a cruzar barreras culturales con mayor
malayos que habían sido poseídos por portugueses en varias zonas dificultad que objetos tangiblés como los instrumentos musicales.
del Sudeste asiático. Dichos esclavos eran liberados prin.cipalmente a Es necesario efectuar más estudios sobre casos contemporáneos de
condición de que abrazaran el cristianismo, en cuyo caso se los lla­ transculturación musical para llegar a conocer cómo se verifican los
maba portugis, lo cual les otorgaba estatus social. Debido a que ori­ primeros estadios de ajuste y cuáles son sus tendencias generales, si
ginariamente no tenían un idioma común con el que comunicarse en- es que las hay.

19. Confrontar el comentario de Wachsma11n ( 1 9 6 1 : 1 47) acerca de que el tem­


1 8 . Un ejemplo de esto es el jazz dixieland, que originariamente fue la música de po lento Y l a manera arrastrada en que eran ejecutados los himn<)S religios<)S en len­
los negros en Nueva Orleans. Otro ejemplo es el ghazal, síntesis musical de malayo, gua verná �ula por los ganda, « quienes prev.iamente no sabían lo que era un tempo len­
indio, árabe, portugués y otros rasgos, que es vista por los malayos en el estado de to» , podr 1� n haberse desarrollado para compensar la «falta de habi l idad» por parte
Johore como una expresión única de su identidad cultural. de esta etnia.

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C O N C: L U S I O N E S turations-Problematik in stddtischhalb-proletarischen Kontaktbereich der


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textos culturales específicos. La intención de este texto· es mostrar una
Tracey, H. ( 1948) Ngoma: An Introduction to Music for Southern Africans.
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amplia visión comparativa de la performance como instrumento de
Tunley, D. ( 1978) «Australian Composition in the Twentieth Century». En
poder y de definición de género. La música y los diferentes cornpor­
tami�nt?s que le so� inherentes, en manos de los seres humanos, pue­

F. Callaway y D. Tunley (eds.) Australian .Composition in the Twen­
tieth Century. Melbourne: Oxford University Press, pp. 1-6. en 11m1tar � ampliar el acceso y el conocimiento social, ritual y po­
. de muJeres, hombres y niños. La manipulación del significado
l1t1co
Wachsmann, K. P. (1961) «Criteria for Acculturation». Report of the Eighth
Congress of the International Musicological Society, 139-149. musical y de las situaciones de performance es una piedra angular
Waterman, R. (1952) «African Influence on the Music of the Americas». En de la organización ·social, pues todos los pueblos reconocen la nece­
Sol Tax (ed.) Acculturation in the Americas. Chicago: Proceedings of the sidad de estructurar sus vidas y los privilegios de otros a través de la
29 International Congress of Americanists, Vol. 2: 207-21 8 . dramatización de los principios que rigen un orden ideal. Los medios
para tal manipulación, los cuales dependen del estilo de adminis­
tración de cada cultura y de las teologías que lo sancionan mediante
tradiciones establecidas de legitimación, pueden basarse tanto en la
coerción como en la cooperación. En cada base de poder culturalmen­
te definida podemos observar las formas de intimidación, vergüenza
Pública, inversión de roles, secreto, separatismo, acción mediante
.
ejemplos positivos, deliberación, consenso y actitudes hacia el cam­
bio como indicadores de cómo se manejan la organización y la toma

(*)
.
Tomado de C. E. Robertson (1989 ) «Power and Gender in the Musical Expe­
rien�es of Women» . En E. Koskoff (ed. } Women and Music in Cross-Cultural Pers­
p�ctiv� . Urbana y Chicago: l!niversity of Illinois Press,
. . pp. 225-244. Traducción de
V1ctor1a Elt Rodríguez� R.ev1s1ón de Silvia Martínez. .

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CAROL E . ROBERTSON PODER Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E LAS M UJ E R E S

de deci sion es. La performance musical 11os proporciona una vía de 5 . Poder, género y performance se interrelacionan en un conti­
acceso para entender cómo la gente alcanza lo que dese a. dentro de
.
nitunt cambiante y complejo. La participación de grupos de género
su propio entorno, cómo pon e en escena sus presupos1c1ones en re- en situaciones de perforn1ance es a menudo fluctuante, pues la con­
lación con otros y cómo desafía la autoridad. tinuidad social responde a una dinámica entre la conservación y la
Los datos que presenta1nos a continuación se hallan divididos innovación. El grado de ecuanimidad entre géneros dentro de cada
en cuatro seccio11es. Basándonos en inateriales procedentes de Amé­ cultura no depende de las conquistas tecnológicas o de nociones de
rica, trataremos en primer lugar situaciones en las que los hombres «progreso» , sino que a menudo está basado en consideraciones so­
utilizan la música para restringir la vida de las mujeres mediante la bre la división del trabajo y la espiritualidad.
coerción. La segunda sección descansa sobre mi propia investigación En la mayoría de las sociedades la demostración pública del po­
de campo en. el norte de Ghana y en los Andes de Argentina, e ilus­ der y las presentaciones de performances que sirven para ejercer el
tra el papel de las mujeres e11 contextos de performance c1ue les per­ control social son parte del dominio masculino. Estas exhibiciones se
miten poner en escena sus propias concepciones sobre la realida d, los corresponden generalmente con las esferas más obvias o accesibles de
.
vínculos y el control sociales. La tercera sección se basa en mis ob­ la vida musical, y como tales están bien documentadas en la litera­
servaciones como participante activa de la comunidad feminista en tura etnomusicológica. Sin embargo, y aunque la aparición de muje­
Washington, D.C., y se fija en la creación de nuevos repertorios y ri­ res en el entorno académico ha permitido ampliar nuestros datos
tuales qu.e i1nprimen poder a la mujer para promover cambio s so­ sobre las experiencias musicales de las mujeres (Nettl, 1 98 3 ) aún ,

ciales en su entorno. Los argumentos desarrollados en el estudio _ de


i10 contamos con una visión clara del impacto de la performance en
estos contextos nos conducirán, a modo de conclusión, a un conjun­ lo relativo al género y al poder. Los estudios centrados en las muje­
to de cuestiones susceptibles de ser utilizadas en el estudio transcul­ res están siendo lentamente aceptados en algunos departamentos de
tural de las mujeres y de la práctica musical. música, pero las actitudes que han condicionado una investigación
El objetivo último de este estudio es contribuir a un acercamien­ rigurosa en este ámbito pueden vislumbrarse todavía en hechos co­
to sistemático a las relaciones existentes entre género, poder social Y mo la prudencia con la que muchas investigadoras feministas conti­
performance. La discusión está fundamentada en varias considera­ núan protegiendo la confidencialidad de sus informantes femeninas,
ciones que merecen ser explicadas: especialmente aquellas que ponen en cuestión la norma masculina en
1 . La demostración y la mediación del poder (el control sobre sus respectivas sociedades. El predominio masculino en los estudios
otros) impregnan todas las transacciones humanas, tanto en el ám­ sobre nuestra propia cultura todavía subestima el punto de vista feme­
bito privado como en el público. Incluso en las situaciones donde exis­ nino y lo relega a un plano secundario en términos que pueden llegar
te consenso, el control es ejercido por aquellos individuos capaces a rayar la amenaza.
de exponer o poner en escena sus argumentos de manera persuasiva. En la mayoría de las culturas las tensiones entre hombres y mu­
2. En todos los contextos humanos el poder y el género se co­ jeres están codificadas de modo que la especialización y la participa­
nectan a través de consideraciones sobre la naturaleza de la sexuali­ ción dependen de las dinámicas de la creación y la pérdida de la vida.
dad, los atributos asociados a cada género y la necesidad de contro­ Esta polarización de las responsabilidades de' cada género se obser­
lar el acceso a la toma de decisiones. va desde dos perspectivas distintas en los trabajos de Daly ( 1 978) y
3 . Todas las culturas reconocen en la música una forma particu- de Dinnerstein ( 1 976). La definición de los derechos relativos a la per­
lar de poder un poder que puede ponerse en práctica medi��te la formance, así como sus prácticas, puede ser analizada en el marco de
comunicación con lo sobrenatural, la curación o la abstracc1on de pautas que comprenden desde nociones relativas al control social o a
principios sociales complejos en el acto observable de la Pt;r(ormance. los derechos reproductivos hasta conceptos como la contaminación
4. Estas asociaciones del poder con el género y la mus1ca conec­ Y la purificación , pasan do por las nor1nas que regulan las herencias,
tan tan estrechamente estos fenómenos que proporcionan un foro establecen los requisitos laborales o estipulan los conocimientos es­
ideal para la exploración de la performance como un� vía de acceso pecializados que se asoci an a cada género. Los datos de que dispo­
universal a los valores sociales y a los procesos a traves de los cuales ?emos sobre estas cuestiones son muy desiguales y deberían ser ob­
los roles de género fluctúan entre la estabilidad y el cambio. Jeto de un análisis más detallado mediante la formulación sistemática

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PODER Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E l'I C I A S M U S I C A L E S D E L A S M U J E R E S
C A R O L E . R O l3 E R T S O N

c.ie algu11as de las preguntas planteadas en la conclusión de este artíc11- ciales de cada grupo. Si la dialéctica del poder femenino/masculino se
' perpetúa a través de relatos mitológicos y de ceremonias, podemos
lo. No pode.mos obviar la i111portancia de un acercamiento global y
riguroso a la música de las mujeres. Cualquier disciplina que prete11- predecir que la feminidad o la masculinidad definirá a los indivi­
du()S como miembros de grupos excluyentes. Además, la edad, la des­
da explicar los hábitos de con111nicación debe abordar el estt1dio de
las C(Jndiciones en las cuales la música opera co1no un 1nediador de cendencia y la capacidad individual pueden subdividir con más de­
talle cada grupo social. Por el contrario, si los grupos definidos en
poder entre géneros. i
El sistema (o los sistemas) de creencias de cada cultura están mol­ función del género se perpetúan a lo largo del tiempo, podemos an­
deados a 1() largo del tie1npo para legitimar las estruct11ras de poder. ticipar la aparición de «culturas femeninas» y de «culturas masculi­
Quienes desearían ver un cambio en el balance de las relaciones de gé­ nas» que operarán solapadas en algunos ámbitos y por separado en
otros específicos de cada género.
nero de una cultura deter1ninada deben reconocer que este tipo de
cambios requiere también de profundas alteraciones del sistema Los fueguinos selk'nam explican la aparición del orden social co­
de creencias que enmarca el modo en que las instituciones y los co­ mo resultado de la usurpación por parte de los hombres del poder es­
piritual que controlaban las mujeres. La necesidad de controlar a las
lectivos masculinos (o cualquier otro) ejercen su autoridad sobre las
personas que desean controlar. Por defender el principio de que los in­ mujeres mediante la intimidación y el secreto deriva así de un pasa­
vestigadores no deben alterar las situaciones que estudian a pesar do mítico. Máscaras y danzas rituales eran usadas en la ceremonia
de que nuestra mera presencia lo haga inevitable hemos ignorado hain para someter a las mujeres y a los niños infundiéndoles miedo
el hecho de que nuestras pesquisas se dirigen habitualmente a la au­ y demostrándoles el poder de los hombres iniciados, cuyo « secreto»
toridad establecida, sin fijarnos en la disidencia ni en aquellos pro­ no era en realidad más que una muestra de la vulnerabilidad de unos
cesos mediante los cuales los 1niem.bros de una cultura desafían a la seres humanos tratando de dominar a otros.
autoridad. Las tensiones que crean los cambios en una tradición pue­ 1 Así, los espíritus encargados de controlar el comportamiento de
las mujeres eran simplemente hombres que mostraban en los kloke­
den ser fácilmente observados a través de la manipulación del poder
y del género en la performance. ten distintas técnicas de coerción social, utilizando para ello la per­
formance ritual de relatos que reafirmaban la falta de poder de las
l
mujeres. Un detalle fascinante en esta dinámica es que Lola Kiepja es­
L A R E P R E S E N TA C�I Ó N R I TU A L, taba al corriente del secreto de los hombres iniciados, y es posible
D E l,A S U I) R E M A C� Í A M A S C: U L I N A •
que, al igual que ella, muchas de sus parientes supieran también de
las artimañas de la dominación masculina.
El rito [de iniciacil)t1 masculina j ha llegado a su fin. El klol<eten sa l-,e ahora En muchas culturas en las cuales la performance musical se uti­
qt1e [el di()SI Shoort ne) es n1ás t1ue un l1<)n1bre y dcl)ía hal1crsc in1agi11ado que liza de un modo obvio para forzar o controlar el estatus social, se cree
t{)Ci<>S l<)S espíritus eran u11a misma cosa r ... ] Le advertirán repetidan1ente qt1e
que el conocimiento y el poder ritual debieron pertenecer, en un pa­
ja1nás deberá revelar «el secreto» a las mujeres 11i desvelarles lo que ocurre
en el Hain fla ceremoni a ] . U11a y otra vez le reC()rdarán que será vigilado
sado remoto, a las mujeres. En algún punto lejano de la historia las
cuando vuelva a la vida CC)tidiana y qt1e si se le ocurre desvelar lo más n1íni­ mujeres perdieron su poder .o fueron sometidas mediante el engaño
m<> S<>hre ese con<>cimiento prohil)i(i() a mujeres y 11iños, le) tnatarán a él y a por sus competidores n1asculinos. Posteriormente aparecerían rela­
la mujer c11 l a que haya confiad<> (Chal.,ma11, 1 977: 6). tos mitológicos en los que 'se explica por· qué las mujeres debían ser
Esta descripción de una antigua ceremonia hain de la Tierra del Fue­ excluidas de las estructuras dominantes de poder y por qué los hom­
go fue ofrecida por Lola Kiepja, una mujer de gran memoria y pers­ bres han de temer y regular la conducta de las mujeres. En otros ca­
picacia, última representante de su línea de ascendencia selk'nam. Los sos los hombres argumentan que las mujeres, dada su capacidad pa­
recuerdos de Kiepja sobre esa memoria perdida apuntan a una de ra �oncebir vida, poseen una gran fuerza y por tanto deben mantenerse
las principales premisas de este ensayo: la rivalidad y la hostilidad en­ alejadas de otras formas de poder que les proporcionarían la capaci­
tre géneros pueden estar basadas en percepciones y rasgos psicoló­ dad de controlar por completo la vida y la fertilidad de una comuni­
gicos ampliamente extendidos a lo largo del planeta; sin embargo, dad. �n aquellos casos en los que la música se mantiene alejada de
la forma que tome esta tensión estará determinada por los hábitos so- la mu1eres porque proporciona vías de conocimiento que los hom-

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CAROL E . ROBERTSON PODER Y GÉNERO EN LAS E X P E R I E NC I A S M U S I C A L E S D E LAS MUJ E R E S

l1res desea11 reservarse para ellos, las restricciones en el desarrollo de buye11 a las inujeres. Victoria Reifler Bricker ( 1 973) docu1nenta el
la performance suelen referirse al uso de determinados instrumentos j i1npacto del ridícul<) e11 la conducta de las inujeres en su célebre es­
·-a veces tambores y, 1nás frecuentemente, flautas asociadas a imá­ tt1dio sobre el ht1n1or ritualízado entre las culturas 1nexica11as de ha­
genes fálicas o a bramidos de toro. bla tzotzil. Los roles simbólicos establecidos en estas comunidades
Robert Murphy reconoce un antagonis1no universal entre los se­ inuestra11 cualidades ne) deseables para las mujeres, cualidades atri­
xos y ha documentado un caso iin_portante de exclusión musical y buidas generalmente a mujeres ladinas, que ma11ifiestan su rechazo
'
ritual entre los mundurucú de la región del Amazonas ( 1 95 7, 1 973 ). a sus orígenes mayas mediante el uso de las ropas y el idioma de los
Los hombres mt1ndurucú controlan el acceso ritual y centrar1 sus ac­ conquistadores españoles. Los imitadores femeninos en las ciudades
tividades en la guerra y la caza, núcleo de la experiencia mascu.lina, de Cha1nula y de Chenalhó representan conductas « anormales>> . Las
de la cual se excluye totalmente a las mujeres. inujeres lacandonas de las tierras bajas vecinas son mostradas como
Los mundurucú, al igual que otras culturas asentadas en el 1nis­ promiscuas. Nana María Cocorina, uno de los personajes ladinos
mo río, mantienen aldeas separadas para mujeres y hombres. Esta se­ de la danza, es públicamente avergonzada por serle infiel a su marido.
paración de las viviendas también está determinada por una espe­ Bricker describe e interpreta el papel de la abuela de la siguiente
cialización del trabajo basada en el género. Los hombres controlan el 1na11era:
equilibrio social y la comunicación con el más allá mediante el uso
r:l in1itad()f de la al1L1ela en Zinacantán exagera la conducta irregular de la
de instrumentos musicales guardados en los habitáculos adyacentes
mujer rei1resentando exce1)cionalmente bien el papel que inejor co11<>ce: el de
a la casa de cada hombre. Ahí se encuentran los karoko tubos que u11 h<)n1l1re. La inc<)ngrue11cia de ver a hon1bres vestidos de 111ujeres, fingiendo
se tocan en grupos de dos o tres y que se caracterizan por tener una además <1ue- realiza11 trabaj(>S fen1e11Ín(>S, sirve para ridiculizar a las n1ujeres
lengüeta simple insertada en la parte superior del resonador . Es­ que n(> se aj usta11 adect1adan1ente a) rc>l i111puesto y a aquellas que parecen
tas flautas, así como sus repertorios, que los hombres utilizan para sentirse tan inc{>n1<>das ante las tareas femeni11as C<)l11<> los prc>pios h<>m­
l)res. El ht11n<>r de l a abuela sirve así para definir las fronteras del ro1 feme­
reafirmar su poder sobre la cría animal y sobre la estabilidad social,
nino (1 973: 1 49 ) .
fueron en otros tiempos propiedad de las mujeres. La posesión de tres
karoko originales permitió a las mujeres acceder al poder, ocupar En estos contextos las mujeres no son las únicas manipuladas a
puestos masculinos y trasladarse a las casas de los hombres. Los mi­ través de la performance. La sodo1nía, el adulterio, el incesto, el ce­
tos relacionados con los karoko cuentan que las mujeres utilizaron libato, el abuso físico, la homosexualidad y el inconformismo con los
las flautas (vistas como extensiones sagradas del pe11e) para exigir de­ estrictos roles sociales y con la jerarquía de la autoridad son también
rechos y poder, reclamando la atención de unos hombres que se ha­ objetivos de la crítica pública. Todas estas realidades, mantenidas a
bían vuelto débiles. Los hombres obligaron a las 1nujeres a entregar­ raya por el ostracismo y la crítica pública, son las encargadas de ha­
les las flautas amenazándolas con dejar de cazar y alimentar tanto a cer « funcionar» el sistema social. Cualquier desviación de esa con­
ellas como a sus hijos. Aunque las mujeres cedieron ante el temor al cepción del orde11 establecido genera caos. Como en cualquier otra
hambre, desde ese momento los hombres consideraron necesario sal­ sociedad, la racionalización del orden se construye sobre nociones de
vaguardar el karoko sagrado de las mujeres, puesto que podrían inoralidad, poder y control proporcior1adas por un sistema de creen­
volver a utilizarlo para recuperar su dominación. Todo el ritual pú­ cias q11e asigna a cada i11divid uo un lugar específico dentro de la tra-
blico de los mundurucú deriva de ese principio de enfrentamiento en­ 1na de sociabilidad y sanciona la autoridad de unos grupos sobre otros.
tre géneros por el poder, y dicho poder se materializa a través de los Debemos considerar seriamente la posibilidad de que en la ma­
sonidos producidos por los instrumentos que conectan el presente con yoría de co11textos sociales la necesidad de controlar a una parte de
el pasado. la población esté fundamentada en el miedo, un miedo profunda­
Una de las formas más convincentes de dramatización de la do­ mente enraizado en l(JS relatos y en las conductas públicas, a partir
minación masculina se da en las performances rituales de los imi­ del cual se generan acciones que no llegan a desafiar la racionalidad
tadores femeninos. Los travestis americanos conocido-s como drag más profunda que se halla tras ellas. Viéndolo así, la interpretación
queens, por ejemplo, representan a menudo mediante su vestua­ del mito occidental j udea-cristiano de la creación ma11tiene intere­
rio y su conducta . la astucia tramposa y la mala i11tención que atri- santes paralelismos con los tres casos referidos:

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- .. ·-·- · ··--·· -·---··-·· ·· -
.
. .
CAROL E . ROBE RTSON P O D E R Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E L A S M UJ E R E S

La mujer [Eva] tentó [es culpable de socavar] la fuerza del hombre [Adán] de un ancestro común, procedente de los norteños nankani, ubicados
invitándole a comer su fruta sagrada [¿espíritu?, ¿cuerpo?, ¿conocimiento?,
¿poder?]. De ese modo pondría en crisis el poder del hombre [perfecto a los en lo que hoy es el Alto Volta 1 •
ojos del Padre], y sería responsable [¿como castigo por ello?] de la vida y de Este cazador ancestral trajo a los kassena una nueva era tecno­
la alimentación. Pero la mujer está corrompida por la sangre y en esa san­ lógica que fomentó la metalurgia y la arquitectura (los kassena vivían
gre está la condena de la humanidad. La mujer vierte sangre sin tener que anteriormente en viviendas subterráneas) . La casa reinante kassena
q.uitar la vida a nadie. Y ése es un poder temible que deberá ser asumido y
controlado por los hombres, quienes culparán a las mujeres por su debilidad 1 dio legitimidad a este cazador, que se asentó en sus tierras con los
primigenia [pérd.ida de control] y por las pérdidas de CC)ntrol sucesivas. tambores sagrados y el cuerno sagrado del lide�azgo. También trajo
con él a su hermana, introduciendo una línea femenina de nankani.
Esta interpretación no refleja el modo habitual de explicar el mi­ Por esta razón, la legitimación de todos los sacrificios es secundada
to, pero quizás muestre ideas que han sido racionalizadas por insti­ por letanías en el lenguaje nankom, el cual es generalmente más ha­
tuciones y personas que necesitan de una j ustificación para oprimir a blado por las esposas nankani que por los maridos kassena.
otros. Siguiendo esta interpretación podemos entender fácilmente có­ La mayoría de los kassena-nankani rechaza el islam como sím­
mo y por qué las tradiciones judías y cristianas han excluido habitual­ bolo del comercio imperial de esclavos que marcó sus vidas hasta prin­
mente a las mujeres de los roles de liderazgo y de la participación cipios del siglo x x . Los cazadores de esclavos de los reinos mossi del
ritual. Durante siglos se ha mantenido la creencia de que las voces fe­ Alto Volta invadían con frecuencia el territorio de los kassena-nan­
meninas distraían o tentaban a los hombres, alejándolos de sus de­ kani para obtener eunucos para los harenes del Norte (Skinner, 1964).
beres ceremoniales, y el canto de las mujeres en lugares públicos estaba El impacto de estas incursiones sigue vivo hoy en día en las historias
prohibido. orales de los kassena y la venta como esclavo se considera una des­
Estos ejemp los refuerzan nuestra comprensión de los subtextos honra aunque negociar con las hijas para acordar un precio nup­
r
subyacentes en los mitos y en las performances diseñadas para con­ cial se considera algo totalmente normal.
trolar la vida de las mujer es. Incluso en las socied ades androcéntri­ El trabajo, la propiedad, el acceso a la política y la participación
cas las mujeres desarrollan sus propia s culturas musicales; y aunque ritual están determinados por el género y por el linaje. Las muje­
a menudo éstas pueden pasar desapercibidas para el etnógrafo guia­ res ejercen poder sobre la crianza y la educación temprana de los
do por la necesi dad de docum entar las estruc turas social es domi­ ' niños, aunque la descendencia forma parte del patrimonio de los hom­
nantes , dichas culturas proporcionan una clave para comprender bres. Las mujeres también ejercen control sobre su vida espiritual y
el rompecabezas del equilibrio, la resistencia y la negociación en cual­ sobre sus vínculos con otras mujeres. Así, la amistad entre las muje­
quier socied ad. Dos ejemp los de Ghan a y Argentina servir án para res se cultiva a través del trabajo colectivo que comparten las coes­
ilustrar cómo las mujer es se abren camino en sus propios dominios 1 posas y las compañeras de edad, a través de la composición de mú­
de repres entación del poder, y estos modelos nos condu cirán a dos sica en grupo y mediante la ejecución de danzas en parejas.
puntos de vista diferentes sobre el continuum de la dinámica rituali­ La herrería, introducida por la vieja hermana del cazador nan...
zada del género. kani, puede ser practicada solam.ente por los hombres que pertene­
cen a la línea de descendencia de aquella mujer. La talla del marfil,
la fundición del metal y la composición de música son otras tareas
C ANTAR P O R E L PODE R: que requieren la selección o la «ordenación» por parte de un espíri­
MUJERES Y TRANSCENDENCIA E S PI RITUAL tu protector. Estas profesiones son ejercidas por los hombres, aunque
algunas mujeres componen sin la legitimación del espíritu sagrado.
La Región Alta de Ghana está salpicada de pueblos que han abraza­ Los informantes masculinos afirman ql;le las mujeres no componen . . .
do el islam y que trazan su historia a partir de poblaciones migrato­ aunque las mujeres no tienen ningún reparo en mostrar sus composi­
rias procedentes de la franja sudanesa de África occidental. Los kas­ ciones a quien quiera oírlas. La carencia de la protección sobrenatural
sena-nankani, que comprenden apenas 250.000 personas en esta
región de sequías, son dos grupos exógamos que han ido estableciendo
sus vínculos a través del matrimonio y mediante e l reconocimiento 1 . Burkina Faso desde 1984. [N. de la T.]

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CAROL E . ROBERTSON PODER Y G É N E R O E N LAS E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E L A S M UJ E R E S

para la composición femenina evita que las mujeres traten tópicos aquel momento en1pecé a componer canciones sobre esa muchacha insigni­
que pertenecen al ámbito público, tales como la brujería, el linaje o ficante y sol,re la rabia qt1e sentía al llegar a casa y encontrar a esa pequeña
esposa en mi lt1gar. La mejor canción se llamaba «Mi marido ha traído al h<)­
la autoridad. Los hombres interesados en las actividades considera­ gar una leprosa» . Con ello conseguí que todos se riesen de ella, y se marchó
das de gran poderío y peligrosidad (metalurgia, composición y talla a casa de su padre. Finalmente se largó como una hiena, dejando su olor as­
de marfil) pueden desarrollar su profesión bajo la tutela de un parien­ queroso detrás. Ella no podía darle descendencia [un niño], así que el inatri­
te de su línea materna, especialmente si su madre proviene de una fa­ n1c)nio terminó. Así son las promesas de los nlaridos [ ... ] Más adelante él
to1nó otras 1nujeres, pero no las trajo al hogar. Pero a partir de entonces yo
milia nankani. permanecí enojada. Cantaba una canción sobre cómo los hombres hacen que
Aunque una mujer puede recibir tierras de su marido, padre o las mujeres pierdan ttna parte de su vagina, para no tener así ningún com­
hermanos, la herencia de bienes corresponde solamente a los hom­ petidor. Dije que r10 dejaría que Faustina sufriera eso [la ablación], porque
bres. Las quejas de una mujer sobre tierras y matrimonio pueden
1
perdería su poder. Pero todas mis madres dijeron: ¿ Quién querrá casarse con
ser elevadas al j efe de la comunidad de s u marido o ser llevadas ella si es un hombre?
ante el Navro-Pio, personaje que reina sobre los trece jefes secun­
darios que abarcan el área kassena-nankani. Raramente se invita La amenaza de la masculinidad también se extiende a las muje­
a una mujer para que hable en una audiencia pública, así que ésta res que se atrevan a caminar sobre un yunque o a tocar la fragua de
acostumbra a delegar su representación en un hombre de la casa de los herreros. No obstante, cuando los maridos no las ven, las espo­
sus padres. sas de los herreros no hacen el menor caso de la prohibición. En
Los hombres kassena-nankani no llevan a cabo la circuncisión, privado, como en la historia de Akentara, las mujeres se ríen de la
una práctica que asocian a sus vecinos musulmanes. Pero las mu­ pompa y del autoritarismo q�e a menudo las rodea. Entre ellas tam­
chachas que entran en la pubertad deben ser sometidas al rito de la bién comparten la preocupación por sus hijos y planean la cons­
ablación: de ese modo alcanzan la feminidad despojándose de la mas­ trucción de nuevos graneros, el racionamiento de los alimentos y el
culinidad que representa el clítoris. Tanto mujeres como hombres en agua, la compra de ropas y el ahorro de algún dinero para sus descen­
estas comunidades especulaban sobre la posibilidad de que la extir­ dientes.
pación del clítoris fuera una práctica impuesta por los guerreros y los Los hombres se identifican siempre como granjeros, sin tener
cazadores a sus esposas para evitar relaciones sexuales entre ellas, o 1 en cuenta ningún otro atributo que pudiera definirles. Tienen el re­
con hombres forasteros, durante los largos períodos en que perma­ curso de la tierra y las cosechas, pero no disponen de efectivo. Las co­
necían separados. Muchas mujeres expresan profundas dudas sobre es posas colaboran en la mayoría de las manufacturas relacionadas
la perpetuación de los ritos de ablación. Akentara, una educadora de con el hogar, en las tareas de curación, asisten a los nacimientos y se
planificación familiar que ronda los cuarenta años, ofrece el testi­ hacen cargo de la crianza de los niños. Muchas mujeres venden de­
monio que sigue, recogido en una tarde de cocina en común en los terminadas mercancías (arroz, mijo, cerveza, tomates, telas, ñames,
aposentos del jefe de Pungu: vasijas de arcilla) en el mercado de Novrongo, que tiene lugar cada
tres días. Algunas mujeres comerciantes recorren el circuito de tres
Cuando Segitúm y yo enseñ.ábamos en la ciudad de Tamale, juramos sobre días de mercado que conecta Novrongo, Bolgatanga y Sandema.
la Biblia que no tendríamos otros amantes. Éramos parte de la Asociación Otras permanecen cerca de sus viviendas y se ocupan del proce­
Católica de la Juventud, y sabíamos que los hombres cristianos se casan so­
lamente una vez. Pero después de regresar y nacer Faustina, él solía perma­ samiento del mijo y del maíz de Guinea Rara hacer la cerveza (pitó).
necer fuera durante la noche. Entonces trajo al hogar una nueva esposa, Durante la estación de lluvia, seriamer1te acortada por una sequía
una muchacha de Telania. Era mezq.uina como un gálago y .no mostró nin­
2 que se agudiza, los hombres cultivan los campos. Durante la estación
gún respeto por las esposas mayores. Incluso se dirigió de forma soez a seca visitan los mercados y las casas del pitó y celebran los ritos pos­
Anu, que es la jefa de las mujeres en esta casa. funerales de los hombres importantes. De vez en cuando cultivan un
Hasta entonces, todos solían oírme componer canciones para la molien­
da, para cualquier otro trabajo o simplemente para contar .historias. Desde huerto o se ocupan del comercio, aunque la mayoría de los hombres
que negocian en los mercados urbanos son forasteros. Los puestos
donde se vende el pitó, los días en que no hay mercado, se convier­
2. Mono de pequeño tamaño muy común en África. [N. de la T.] ten en el centro de buena parte de la actividad masculina. Los hom-

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br es se reúnen en estos lugares pa ra be be r, para discutir sob re la tie­ gundos entierros>> de mujeres mayores nos permiten observar las re­
rra, las cosechas y la autoridad, y para coquetear y bromear �011 las laciones femeninas en el contexto de las representaciones fúnebres.
mujer es qu e sir ven el pit ó. Pa ra po de r via jar y co mp rar la be b � da � ue En el desarrollo de los segundos entierros entre mujeres tiene una im­
venden mu jer es de fue ra de l po bla do , los ho mb res de be n pe dir din e­ portancia primordial el espacio formal donde ocurre la transforma­
ro a sus esp os as. De he ch o, en mu ch os asu nto s rel ac ion ad os co n el ción, y en el cual la autoridad y el privilegio pasan de la fallecida a
dinero están implicadas las mu jer es. Ba jo la ley tradicional, una es­ 1 la esposa de más edad de su hijo mayor. Este proceso asu.me qu.e el
posa y su s bie ne s pertenecen a su inarido. B.ajo l.a ley naciona� , una lugar de los muertos no puede dejarse vacío o desatendido: todas las
mu jer po see sus pro pia s pr op ied ad es y sal ari o. Sin em ba rgo , � in ha ­ mujeres deben cambiar sus obligaciones y sus roles de modo que to­
cer cas o de las nu eva s dir ect ric es na cio na les , tod av ía se co nsi der a a dos los aspectos de la producción y de la actividad espiritual queden
las esposa s y a la des cen den cia com o par te de las riq uez as acu mu lad as cubiertos por las que siguen vivas. El rito de la renegociación de ro­
por un hombre. Una madre de be someter a los niños a la .ª�torid�d les está encarnado en el vestuario y el comportamiento de la mujer
de su padre, pero en ningún cas o dependen de ella las dec1s1ones ul­ joven, que debe heredar el estatus y las habitaciones de su suegra.
tim as qu e se tom en ace rca de sus hij os (Ro ber tso n, 1 9 8 5 ) . Cu �� do La joven aparece en el patio de la difunta ante las mujeres que partí-
un ho mb re ma yo r mu ere , su esp osa , sus hij os y sus res po nsa b1l 1da ­ . cipan del luto, vestida solamente con hojas que cubren su pelvis y sus
de s son he red ad os po r e l pa rie nte ma scu lin o de ma yo r ed ad de la nalgas. Previamente las ca-esposas le han afeitado la cabeza, indi­
generación siguiente. Augustine Ada, el cual llegó a ser Navro-Pio de cando así que se ha convertido en su suegra, y deberá regresar a la
los kassena-nankani a la eda d de treinta y cinco años, heredó treinta casa en la que ésta nació para conseguir que su espíritu repose. A lo
y do s esposas a través de su tío y de su ab ue lo. .
largo de la ceremonia la mujer transformada en espíritu se muestra
per ten ece a su pa dre ha sta qu e un pre ten die nte la com - atormentada y expresa su dolor emitiendo prolongados quejidos y
_h
Un a mu jer
pra . El pre cio nu pci al no ser á co mp � eta me nte sat isf ec o h � sta qu e la gritando los nombres de aquellas mujeres q11e constituyeron una par­
mu jer dé a luz un niño sano (preferiblemente un va ron ). S1 se descu­ te importante de su vida.
bre que una mujer es estéril, ser á enviada de nuevo a su padre y la do­ No se permite a los hombres participar en los segundos entierros
te deb erá a su vez ser dev uel ta. Si un a mu jer est á des con ten ta con su de mujeres, aunque las mujeres participan en ciertas fases de los fu-
ar a la cas a de su pad re, per no tie ne vo z e el 1 11erales de los hombres. El marido y los hijos de la casa de la difunta
ma rid o, pu ede reg res � �
acuerdo de la unión matrimonial y pu ede ser obligada po r los lide­ deben sentarse fuera del recinto de la vivienda, dejando libre el cami­
res de la comunidad a continuar residiendo en la vivienda de su ma- no que seguirán las mujeres hacia un cruce que las conectará con el
rido. hogar paterno. Guiadas por el espíritu femenino, las celebrantes ca­
Lo s hom bre s se rec ono cen en sus ancestros ma scu lino s, per o a 1 minan a través de los incipientes surcos del mijo en dirección a un es­
me nu do heredan el acceso al arte sagrado y a deter1ninadas habili­ pacio cercado por pedazos de vasijas rotas. Estos trozos fueron parte
dades por medio de parientes maternos. Las mujeres raramente se in­ de un soga, la vasija que reciben todas las mujeres en el matrimonio
cluyen en las reconstrucciones genealógicas que realizan los �omb�es para conservar dentro de ellas aves ahumadas con las que alimentar
en los po bla do s a los qu e ell as ha n ido a res idi r tra s el ma � r1m on 10, a cualquier ht1ésped inesperado. Los trozos de vasijas rotas a lo largo
p�ro sí apare cen do cum ent ad as en las his tor ias de su � par ien tes pa ­ del margen de una carretera se extienden hasta el lugar de reposo de­
ternos. De sde el ma tri mo nio ha sta la mu ert e, un a mu 1er pe rte ne ce a finitivo y son una señal que indica que una mujer ha muerto.
la ca sa de su marido po r derecho de compra. Cuando mu ere , el es­ El espíritu conduce a sus parientes desde la vivienda conyugal
píritu de un a mu jer . d eb e ser de vu elt o a su s pa rie nt es fem en ino s de mientras sostiene contra su cuerpo el soga que recibió de su suegra
en ina s co n las qu e se rel a­ en el momento de su matrimonio. Ocasionalmente la protagonista

las pa rie nte s fem
?
origen po r int erm ed io de
mo nio . Es ta tra ns cen de nc ia esp iri tu al e ca rác te ; o­ acentuará su dolor entonando lua-le, canciones de pérdida ejecuta­
ciona por matri
ca l tie ne lugar tra a vé s de la eje cu ció n de un co mp leJ � y es pe c1f 1co das en el estilo de la casa matrimonial de los kassena y con textos en
rito femenino conocido como lua. el lenguaje kasem. A su vez, las parientes femeninas responderán a
Hasta el mo1n en to he m os vis to có m o op er an lo s co nd ici on an tes estas canciones con grupos de frases o con frases sueltas. Las amigas
un am pli o co nt ex to de tra ns ac cio ne s so cia le s. Lo s <<s e- íntimas de la difunta se dirigen a ella repitiendo fragn1entos de can-
de género en

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CAROL E . ROBERTSON P O D E R Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E L A S M UJ E R E S

tos que co1npartieron en el pasacio y se irá11 para11tio él ]o 1arg<) de la che de la zona andina ce11tral de Argentina. Al centrar nt1estra aten-
rt1ta para C(Jnsolarse unas a otras. El conj unto de esas respuestas per­ Cl()D en otro continente y en otras tr<:1diciones de perforn1ance, no (ie-
. ,, .

sonalizadas acabaran crea11do una perforn1ance en la cual coinciden bemos perd er de vista que la vocalizació11 sigue siendo un ffi()do de
en tiempo y espacio distintos patro11es musicales. Éstos, no Clbsta11- exteriorizar emociones que mantiene unidas a las comunidades. En­
te, atienden inás a la espontaneidad emocional que a una inte11cié>n tre los inapuche se aprecia un fenó1neno voc al conocido como tayil,
de sincronía. el cua l es con side rad o co1no u11 vehículo que con1unica el presente
En los cruces de caminos se unen a estas mujeres sus fan1iliares cc)n la esfera del tie1npo pasado, ocupada por los antepasados y por
de la casa paterna. Cantan su lua-le en nankom siempre q11e ésa sea lo sobrenatural. La perforntance de este repertorio, imprescindible en
la lengua materna de la difunta. Hacia medianc>che todos lc)S asis­ cualquier manifestación ritual entre adultos, está en 1nanos de las mt1-
Jeres.
.

tentes ayudan al espíritu a regresar a los márgenes de la vivienda con­ l


yugal, siempre orientada hacia el hogar paterno. Entre todos rompen El dere cho de ejec uta r un tayil viene dete rmi nad o por el linaje.
el sogo original en pedazos y lo entierran junto con las aves ahumadas. Toda muj er nac e en el hog ar-tayil de su familia pate rna y adq uier e
Una vez transcurrida la noche, la nuera dejará de interpretar su por nacimiento el derecho de performance par a esa canción del lina­
papel y comenzará a hacer frente a sus nuevas expectativas y res­ je. También tiene el derecho de ejecutar el tayil de cualquiera de sus
l abu elos . Un pretendiente puede legitimar su noviazgo reconstruyen­
ponsabilidades. Entre otras cosas, como su generación ha heredado
y asumido el poder, deberá trasladarse a las habitaciones de su sue­ do la genealogía de su ama da mediante esos tayil: deb erán averiguar
gra, ocupar su plaza en los sacrificios y (en los recintos de los jefes) si ella es capaz de ejec uta r el tayil que corresponde a la línea paterna
deberá velar por los tambores sagrados de liderazgo. Mediante la per­ del pretendiente, conocimiento que procedería de rela cion es de pa­
formance ejecutada la heredera se ha convertido en su predecesora y rentesco establecidas en generaciones anteriores. Puesto que un hom­
es reconocida como tal por sus parientes femeninas. bre no puede ejecutar este repertorio por sí mismo, y la comunicación
El espíritu de la dift1nta que constituye su conexión con los an­ con los ante pasa dos sólo pue de ser alca nza da med iant e la perfor­
tepasados ha sido liberado por las parientes femeninas para que mance del tayil, aqu él proc urar á rode arse para el ritual de muj eres
pueda volver a «casa >> . La trascendencia del espíritu lograda a tra­ (es posa , hij a, herm ana ) que pue dan elev ar sus súpl icas a otra di-
1 1nensión del tiempo y de la real ida d.
vés de la performance del lua conecta a las mujeres con las dos cul­
turas y con los dos sistemas de reconocimiento del parentesco que, Aunque muchos aspectos relativos a la autoridad están cambian­
si bien son distintos, están históricamente conectados entre sí. Am­ do rápidamente entre los mapuche, la importancia de las mujeres y
bos sistemas se basan en el linaje masculino y sin embargo el paso el acceso al mundo sobrenatural qt1e ellas proporcionan se han visto
de una línea a otra sólo puede ser alcanzado mediante una perfor­ í incrementados en las últimas cuatro generaciones. Entre finales del
mance ejecutada por mujeres que actúan para otras mujeres. siglo XIX y principios del x x el ejército argentino logró someter a los
A lo largo de su vida las mujeres kassena-nankani crean estrechos gt1erreros nativos y a los pastores nómadas de las pampas centrales.
vínculos con mujeres de su mismo grupo de edad, con sus compañe­ Cinco culturas distintas fueron agrupadas bajo la categoría de «ma­
ras de trabajo y de danza, con las mujeres con las cuales comparten puche» y trasladadas por la fuerza a reservas situadas en las áridas
sus composiciones, con las otras co-esposas y con amigas. Aunque tierras de la provincia andina de Neuquén. A pesar de tratarse de pue­
la intimidad entre los esposos raramente es expresada en público, blos muy heterogéneos, éstos mantenían en común ciertas tradicio­
las mujeres muestran su cercanía a otras muj eres y niños inucho nes que facilitaron la formación y perpetuación de las comunidades.
más allá de lo estrictamente exigido por las relaciones de parentes­ Entre estos rasgos estaba la tradición femenina del chamanismo, una
co. Estos vínculos tan intensamente sentidos y expresados en último cosmol ogía cons truida en torno a dos esferas del tiempo comple-
. .
término a través del retorno del espíritu del ser querido a su lugar de 1nentar1as y coexistentes, una noción de autoridad basada en delibe­
nacimiento nos ofrecen pistas acerca de la enorme riqu�za de la cul­ raciones abiertas y en consejos de ancianos liderados por jefes gue­
tura que comparten las mujeres kassena-nankani. .rreros, un espacio compartido donde ejecutar los ritos anuales para
. .
El ámbito de los afectos es también crucial para entender la eje­ prop1c1ar la abundancia, conjuntos de símbolos procedentes de un ni­
cución del repertorio ritual vocal entre los pueblos de habla mapu- : cho ecológico común, y la herencia femenina de los repertorios vin.-
, �t�.�:
.
1:".

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. -
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culados al li11aje, crucial para el mantenimiento del orden social. En rante la guerra, otras mujeres mapuche to1naron el control de sus co­
estos grupc)S de habla 1napuche la performance era (y sigue siendo) munidades.
una vía de comunicación con seres de otra realidad que pueden afec­ Entre los mapuche el poder de las mujeres está directamente re­
tar al bienestar de la comunidad. Las performances que enlazan el lacionado con el .poder que proporcio11a el dar a luz. La continuidad
tiempo y que trascienden los límites del mundo cotidiano (el presen­ de cada lí11ea hereditaria es posible porque las mujeres dan a luz, es­
te) han sido siempre responsabilidad de las mujeres, aunque muchos tableciendo así una conexión directa con los antepasados. Cada ii1-
ancianos mapuches creen qt1e la significación de las mujeres como divid uo está conectado con el pasado a través d� una fuerza viva
ejecutantes de tayil ha aumentado desde la época de sus abuelos. que lo mantie11e unido al resto de los miem.bros de su línea de des­
cend �ncia paterna. Cada mapuche tiene un alma personal, la cual pro­
porc1�na a ca� a uno su carácter individual. El alma acumulada por
Durante las guerras contra Argentina en el siglo XIX los hombres
lucharon en regiones lejanas del extenso imperio araucano (mapu­ .
che ) . Las mujeres y los ancianos cuidaron los campos y se traslada­ cada l �na1e (kimpeñ) es la fuerza motriz de todos los seres humanos,
ron a nuevos territorios cuando se vieron en peligro. De ese modo, es el hilo que da sentido a la vida a través del parentesco, conectando
los ritos de abundancia, los funerales y las decisiones urgentes fue­ el remoto pasado ancestral con los paroxismos que trae el movimien­
ron asumidos por las mujeres, las cuales debieron formar sus pro­ to hacia el presente. Cada linaje kimpeñ posee un patrón de vocali­
pios consejos de crisis. También comenzarían a interpretar los tayil zación específico y un texto formado por palabras que establecen una
entre ellas, fortaleciéndose las unas a las otras mediante la sabidu­ r ela�ión simbólica con el creador totémico ancestral (yo-le para el
.
ría de los antepasados. En la estructura actual de las reservas la ba­ 11naJe de la Kura/roca, we-we para el de la Ufishaloveja, wil-ko para
se de la autoridad esta blecida la constituyen un j efe, sus cuatro el de Ko/agua, etc . ) . Combinadas co11 un determinado perfil n1elódi­
ayudantes y un consejo de los ancianos. Puesto que las mujeres po­ co, estas alocuciones se convierten en tayil, la manifestación audible
seen la tierra y los rebaños, tienen también derecho a voto en la to- y tangible del alma ancestral co1npartida (Robertson, 1 976, 1 979) .
1na de decisiones. Por otra parte, como persiste la situación creada Estas performances son tangibles en tanto que crean una deter··
por la ausencia de los maridos, las mujeres son a menudo las artífi­ minada emoción. Muchos mapuches describen el tayil como un es­
ces de las decisiones inmediatas. Si en otros tiempos los hombres se �ado emocional en el Cl1al todos los mierr1bros de un mismo grupo con
fueron para luchar por la tierra, ahora se marchan a trabajar como igual grado de parentesco están unidos a lo largo de los límites del
jornaleros en los ranchos vecinos regentados por italianos o sui­ tiempo. Debido al extraordinario poder de la comunicación inherente
zos , o bien se van a trabajar en la construcción. Desde sus luga­ al tayil, éste resulta un elemento central de la performance en todos
res de trabajo los h.ombres envían ur1a parte del salario a casa y vuel­ aquellos actos que impliquen u11 peligro potencial o qu.e expongan a
ven de visita a la reserva los días de fiesta. Las mujeres mapuche están '
seres humanos a la actividad de una energía sobrenatural (del pasa-­
acostumbradas a vivir sin sus esposos y a asumir la responsabilidad do). Ceremo11ias de nombramiento, iniciaciones femeninas, consa­
de los animales y las cosechas. Sin embargo, cuando éstos vuelven �r�ció1:1 de la� casas, entierros y ritos de fertilidad, requieren de la par··
, activa de la trascendencia proporcionada por la performance
t1c1pac1on
a casa, se espera de ellas que se mante.n gan al margen y que j ue ­
guen u.n papel secundario en la toma de decisiones, lo que ocasiona del tayil. Mediante estas performances del alma del linaje, los rnuer­
tensiones en muchos hogares. Las tnujeres que ostentan algún tipo tos y los vivos se unen a través de un sentimiento común de herman­
de poder curanderas, adivinas, jefas, etc. generalmente prefieren dad y de pérdida. El tayil es el símbolo que se ofrece a los antepasa­
no vivir en una familia mantenida permanentemente por un hom­ dos para reclarnar su atención sobre las necesidad es de los niños de
bre. La últi1na Kushé Papai ( «anciana venerable>> ), jefa de la comu- h?�· Las performances del tayil son intrínsecas al proceso curativo in­
d1�1dual y comunitario. Mediante la vocalización del alma del linaje
11idad de Las Negras durante décadas, controlaba estrechamente la
se incrementa el poder gestado a lo largo de gene1·aciones de parien­
autoridad masculina en su hogar enviando a sus hijos mayores a tra­
tes �ue la c?mpartieron, y se convertirá, con el tiempo, en una s·us-
bajar fuera y asignando a los hombres que permanecían en casa ta­ . tual
tanc1a esp1r1 llan1ada kim pe ñ. .
reas de poca consideración como el pastoreo. Aunque Kushé Papai
Las mujeres que interpretan el tayil termina n su interpretación
fue la única mujer que llegó a ser jefa mapuche una vez establecido
llorando Y destrozadas por la experiencia. Caen a menu do en el ago-
el sistema de reservas, ella recordaba casos anteriores en los que, du-

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tamie11to o lloran durante y después del canto. El verl10 para desig­ extre1nas 111anifestaciones en1ocionales, así co1no el gesto de apretar
nar la perforntcznce del tayil es ent1�11_, qt1e ta1nbién se t1tiliza 11ara .fuerte1nente los die11tes ta1nbién ligado a (�Ste repertc>rio, 11os reafir­
designar el acto de arra11car una planta o cualquier otra actividad que man la percepción mapuche según la cual este acto constituiría un
req11iera la extracción enérgica de un objeto. Dura11te la perfor1nan­ proceso catártico de transformación. La ejecuta11te se aísla del en­
ce del tayil las mujeres se muestran desencajadas a11te el alma del li- torno cotidiano y la11za su voz y sus senti1nientos a otra esfera del
11aje de sus parientes presentes y son poderosamente catapultadas ha­ tíe1npo, transforn1á11dose en u11a inédium (]Ue proporcionará fuerza
cia otro dominio del tie1npo. En la performance del tayil conflt1yen vital a su co1nunidad.
todos los hilos del parentesco pasado y prese11te en un todc.l. Las l"'a trascendencia a trav·és de la perfc>rniance es un objetivo que
mujeres de inás edad reciben el no1nbre de entendidas en tayil y son '� podemos observar en distintos contextos cultt1rales, desde la c·uració11
apreciadas porque se reconoce su sufrimiento tras padecer 11urnero­ .n1edia11te asociaciones alucinatorias que encontramos en.tre los nati­
sa.s pérdidas de seres queridos a lo largo del tiempo. Su intenso su­ vos a1nericanos hasta la transubsta11ciación de los sacramentos en la
frimiento las pone en contacto con la esencia emotiva del tayil, pues­ misa cristiana. Las perspectivas recogidas e11tre los kasse11a-nankani
to que pueden sentir la ausencia de los que han muerto y el potencial y entre los mapuche sitúa11 a las mujeres en una dinámica de poder
de aquellos que aún no han nacido. Además han ido acumulando ex­ que proyecta hacia el exterior st1 espiritualidad y sus vínculos emo­
periencia sobre las relaciones de los linajes, puesto que han enviado cionales. E11tre los l<assena los lazos entre las mujeres y sus dos líneas
1nuchas almas a los antepasados: ellas saben de la angustia del que de parentesco implican entierros específicos segun el género }r per­
sobrevive y han sentido el dolor de dar a luz. Entúan tayil significa, formances que facilitan el ajuste, el reemplazo, y la entrada en un sis­
en 11na interpretación amplia del término, dar a luz el alma del lina­ tema complejo de doble descendencia. Entre lc>s inapuche la espiri­
je a través de la vocalización. t11alidad y la profundidad emocional de las inujeres les proporcio11an
Los hombres mapuche no tienen ningún desahogo emocional a un rol central en el conj unto de la comunidad, puesto que son ellas
través de la perfo1·mance que pueda compararse al de las n1ujeres, las que controlan el acceso a lo sobrenatural. La participación cre­
aunque lloran a inenudo durante las declamaciones públicas, con­ ciente de las mujeres mapuche en los asuntos sociales a través de
movidos por las expresivas inetáforas que adornan la oratoria. La la afirmación de sus derechos de performance y de su estatus les
oratoria masculina es una performance i11dividual, pero el tayil pue­ brinda el control de la fertilidad y de la autoridad en el seno de sus
de ser ejecutado por grupos de mujeres, siempre que éstas pertenez­ comunidades. Las inujeres 1nás jóvenes, que debaten a veces sobre es­
can a la misma línea de descende11cia patrilinal o bien estén vincula­ te _poder heredado, ven e11 la perforrtzance del tayil un modo de con­
das a ésta por medio de uno de sus abuelos. Incluso en performances trolar el acceso espiritual de los demás. La consciencia de ese hecho
colectivas una mujer puede comenzar y terminar su tayil en cualquier acarrea i1nplicaciones tan revolucionarias como las que tuvo para la
tono y coincidiendo con cualquier ritm.o. Aunque se esté cantando en mujer occidental el desct1brir que podía controlar su fertilidad y su
grupo, cada mujer es responsable solamente de su propia ejecución espiritualidad.
y no está obligada a cantar en sincronía con las demás. De ese modo, Las difere11tes situ.aciones planteadas hasta el momento muestran
cada una potencia con.scientemente su propia experiencia del linaje diversas dinámicas del poder, del género y del acces� social. Una vi­
del alma, su dolor personal y su sentimiento de pertenencia a un an­ sión histórica más amplia y detallada mostraría que todas las socie­
tiguo linaje. dades están en consta11te proceso de cambio y que la tensió11 entre
Las imágenes asociadas con la performance del tayil incluyen el hombres y mujeres, <) entre inmovilismo y desarrollo, descansa en un
flotar o levitar, el paso a través de senderos intrincados o la expe­ difícil equilibrio entre los valores de conservación y de cambio. Cada
riencia de un calor y una luz inuy intensos. La mayoría de las muje­ cultura posee u11 sistema explicativo que sostiene su funcio11amiento,
res rechaza11 ejecutar el tayil fuera de contexto debido a la fatiga emo­ �e �o no encontraremos una total ecuanimidad e11 ningu11a sociedad;
cional y física que sobreviene después de cada performance. Estas un1camente vere1nos trazas de ella en la inirada fugaz del etnógrafo
empeñado en la búsqueda del ideal igualitario.
Si reco?oce �os que las �ens �ones cotidianas entre el «yo» y el
.
::- Ei1 castellano en e l original . [N. de la T.]
« otro» estan sujetas a mod1f1cac1ones, es lógico esperar cierta con-

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frontación e11tre los diferentes colectiV<)S que se definen a sí inis1n<>s E l. R E N A C E R D E L A M LJ S I C: A


Ct)IDO una parte del mis1no todo. Sabemos que toda cultura intenta
EN C () M lJ N l D A D f:S F E M r� N l N A S
clasificar y definir su entorno y para lograrlo debe conseguir crear de­
ter1ninadas asociaciones que den significado a una cierta idea de or­ Una muestra de la complejidad de la cultura de las mujeres la tene-
den. Parece inevitable que una cantidad notable de esas asociaciones 1nos en la miríada de estilos, organizaciones y contextos de pet·forman­
esté basada en atributos del género. No las asociaciones en sí, sino ce que se da en el área metropolitana de Washington. Comunidades
el valor que se asigna a éstas, constituye una fuente de tensi<)nes en espirituales que abarcan desde congregaciones hasta grupos femi­
las interacciones entre géneros. En los grupos masculinos el poder se nistas observan las festividades del solsticio y del equinoccio y per-
controla a me11udo mediante la posesión o la acumulación de obje­ 1niten acceder a antiguas tradiciones vinculadas a diosas mesopotámi­
tos de poder (falos, dureza, instrumentos de viento o tambores, fuer­ cas y de la América indígena. Roadwork y Womansound combinan
za corporal, inmunidad a emociones que puedan indicar debilidad) . sus esf11erzos en la producción del festival anual Sisterfire que se ce­
En el caso de las mujeres el poder se relaciona normalmente con po­ lebra durante dos días. En él actúan mujeres que aporta11 tradicio-
sesiones espirituales que corresponden a su género (pasaje vaginal a 11es de performance muy distintas, mostradas tanto en los talleres
las fuentes de la vida, continuidad espiritual de los linajes por naci­ como en los escenarios del Takoma Park Junior High School. Las tra­
miento, suavidad, canción, flujo de la sangre, acceso expresivo a las diciones clá.sicas occidentales se presentan algunos miércoles por la
sensaciones, fuerza para soportar las pérdidas con entereza). El mo­ noche en el Gay Women's Alternative, que se reúne en las instalacio­
do en que estos diversos atributos se temen y/o respetan constituyen nes de la Washington Ethical Society. Los conciertos ofrecidos por
parte del « estilo» de una cultura y afectan a las dinámicas de poder, representantes destacadas del movimiento feminista Holly Near,
autoridad y control. Cris Williamson, Meg Christian y Casselberry y Dupree constitu­
El continuum multidimensional proporcionado por todos estos yen también momentos importantes para el intercambio de expe­
ejemplos teje modelos de organización social a partir de la trama de riencias musicales.
las fuentes de poder, el acceso social, los sistemas de explicación y Estos contextos proporcion.an abundantes materiales musicales
sus diferentes estilos, los valores que sancionan el control social y la compartidos, los cuales contribuirán a la conformación de una cul­
necesidad constante de los seres humanos de cambiar o proteger su tura musical femenina. Aunque buena parte de las interpretaciones
condición. Las dinámicas del control social y del cambio están sien­ de la realidad allí manejadas provienen de lo que se denomina « mo­
do continuamente «puestas en escena» , y los músicos son portavoces vimiento de mujeres», existen unos cuantos principios centrales que
privilegiados para darlas a conocer. conforman la ideología y proporcionan la base para el consenso cul­
En el caso de los kassena-nankani y de los mapuche las mujeres tural. Entre los más importantes cabe destacar el reconocimiento de
la prerrogativa de tener o no tener hijos, el derecho a vivir sin la ame­
cantan para crear una transformación, entendida como revolución
social y espiritual. Cuando concluyen sus performances, el entorno naza constante de la guerra, el derecho a controlar la propia imagen
pública tanto en los medios de comunicación como en la pornogra­
ha sido alterado y los vivos y los muertos han ajustado de nuevo su
fía, el derecho a participar en el mundo del trabajo sin sufrir discri-
fluir. En ambos contextos hemos podido observar la existencia de
1ninaciones de género, el derecho de reunirse y organizarse, y el de­
instituciones tradicionales a través de las cuales se presentan dife­
recho de cada una a determinar por sí misma su propia identidad
rentes performances femeninas. Fijémonos ahora en un grupo perte-
sexual, política }T espiritual. El movimiento de mujeres no es en sí mis­
11eciente a la comunidad femenina de la ciudad de Washington, D.C.: mo una comunidad, pero ha facilitado la ·aparición de redes e ideo­
nos trasladamos a otro punto del continuum género/poder/perfor­ logías mediante las cuales las mujeres se reúnen para definir las no­
mance, en el cual culturas de reciente definición crean o modifican ciones de familia y de sexualidad, así como sus modos de interacción.
los repertorios que proporcionan identidad y significado a Jos valo­ Y algunas de estas redes se centran en la experiencia de la perfor­
res y creencias del grupo. El estudio de la música en culturas emer­ mance.
gentes tiene importantes implicaciones para la comprensión del cam­ El DC Area Feminist Chorus fue fundado et1 1 9 76 para perpe­
bio musical, político y teológico en cualquier contexto. tuar estos ideales y para dar a conocer música creada por composi-

402 403
.; . !
C A R O L E . R OB ERTSON PODER Y G É N E R O E N LAS E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E LAS M UJ E R E S

toras. En 198,S la n1ayoría de las fun.dadoras del grupo se escindió en m11nidad de cantantes proporciona a las lesbianas más jóvenes un
t1na segt1nda formación porque sintió que las metas políticas de su contexto en el cual pt1eden desarrollar una identidad política y mu­
generación habían sido st1plantadas por otras prioridades. El grupo sical dentro de t1na estructura familiar que las apoya.
escindido decidió funcionar como una unidad social fuertemente El proyecto inicial contemplaba un modo de toma de decisio­
cohesionada, explorar los repertorios de otras culturas y trabajar nes basado siempre en un proceso de consenso. Parte del tiempo de
sin una figura que monopolizara la direcció11 musical. Su principal ensayo se dedicaba a la deliberación, y las discusiones eran mode­
crítica al otro grupo era la pérdida del sentido de comunidad o pa­ radas por la figura de una « mediadora », la cual procuraba no influir
rentesco, considerado por las veteranas como un eleme11to impres­ en las decisiones y otorgar a cada punto de vista el mismo tiempo de
cindible para su desarrollo personal. exposición. Durante los primeros años, un libro negro circuló entre
Esta escisión dentro de la estructura del Feminist Chorus refleja las miembros de la comunidad para que pudieran escribir sobre sus
muchos aspectos fundamentales tanto para la autodefinición y la sentimientos y sus aspiraciones con respecto al coro/familia. Esta tra­
perpetuación de los repertorios vocales como para los procesos de to­ dición fue interrumpida cuando las miembros fundadoras del coro
rna de decisiones que reflejan la visión del mundo de las mujeres que comenzaron a retirarse dejando paso a una nueva generación de can­
han optado por establecer sus vínculos de afinidad entre ellas y to­ tantes.
mar las decisiones mediante consenso. Consideraremos aquí tres as­ Nunca se ha celebrado ninguna audición para la admisión de una
pectos distintos relacionados con la música y la ideología: el reper­ cantante en el grupo. No obstante, sí se han convocado audiciones
torio y los contextos de performance, la figura del director de coro y para escuchar y entrevistar a las directoras del coro, con el objetivo
el consenso como base de la administración. de dejar claros los parámetros consensuales y políticos del grupo, así
Desde 1 976 hasta 1 9 8 4 las integrantes entre 1 5 y 20 del como el derecho de las miembros del coro a tomar las decisiones
grupo musical dieron conciertos benéficos en las celebraciones del .finales en la selección del repertorio. Puesto que la formación 1nusi­
Día del Orgullo Gay y en el concierto anual de Navidad, compar­ cal de las cantantes es bastante desigual, los directore.s se enfrentan
tiendo escenario con el D C Gay Men's Chorus y con la banda de con dificultades considerables. Todas las directoras del coro deben
gays y lesbianas D C's Different Drummers. Estos tres grupos ter­ haber recibido formación profesional en su campo. En la tradición
minaron su concierto de Navidad de 1 982 con la interpretación con­ occidental de los conservatorios, el papel del director es considera­
junta de ]esus, ]oy of Our Desiring de J. S. Bach. El Feminist Cho­ do esencial en la jerarquía de la toma de decisiones. De hecho, el pa­
rus procuraba evitar los repertorios procedentes de la tradición pel del director tiene una orientación totalitaria que hace que a ve­
cristiana o de cualquier otra tradición o religión patriarcal. Su re­ ces las decisiones sean mal encajadas por el grupo, porque pocos
pertorio abarcaba antiguos madrigales ingleses e italianos, arreglos directores están dispuestos a discutir los criterios sobre la interpre­
de canciones populares confeccionados por Holly Near, Cris Wi­ tación musical con personas de menos formación académica y ex­
lliamson, Ferron, y Sweet Honey in the Rock y una versión del Bar­ periencia. A pesar de que el papel de la directora estaba definido por
bershop Quartet del tema l Want a Girl ]ust Like the Girl that Ma­ los principios autoritarios y las prácticas jerárquicas de la sociedad
rried Dear Old Dad. occidental, ésta se consideraba un elemento imprescindible para la
La mayoría de las mujeres del Feminist Chorus, tanto entonces constitución del Feminist Chorus, siempre y cuando se redefiniera
como ahora se identifican como lesbianas o bien simpatizan con las
' su rol y se alejara de su concepción en el contexto de origen. El co­
uniones entre mujeres. Pocas de ellas tienen ocasión de vivir esa iden- ro escindido resolvió este dilema solicitando a tres músicos profe­
tidad en sus lugares de trabajo o en cualquier otro esp� cio pú? lico. sionales ayuda para desarrollar un nuevo repertorio y para lograr un
Los ensayos del grupo musical representan un modo de 1nteracc1on�r modo de aprendizaje en. el que, a medida que se perfeccionaban las
en el seno de un grupo familiar con el que se comparte un reconoci­ canciones, no se requiriera la ayuda de una directora. En el grupo
miento y un respeto común. Aunque los sistemas de parentesco es­ escindido que comprende hoy en día diez miembros el ataque
tablecidos en este entorno no tengan ningún valor legal para la so­ inicial y los matices en la interpretación de cada tema se realizan de
ciedad, la red musical sirve para reafirmar y alimentar una cultura manera compartida, Y son posibles por una mutua confianza basa­
identificada con la mujer. Muchas veteranas sostienen que esta co- da en la proxemia y en la kinesis. Mientras que el primer grupo en-

404 405
..
...
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PODE R Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E L A S M UJ E R E S
C A R O L E . R O B E RT S O N

saya en formaciones corales estándares, este último lo hace siempre mediante el estudio de los comportamientos travestidos en la per­
en un círculo cerrado. formance y de los valores asociados a lo andrógino en diversas cul­
Para inuchas mujeres estos coros se convierten en una red pri­ turas. El modo en que valoramos lo femenino consituye un elemen­
maria para la interacción social, en algo que va más allá del contex­ to esencial para entender los tipos de poder y las dinámicas de género
to estricto de la performance. Consejos de colegas, dinámica sexual, que se dibujan mediante la performarzce.
conflictos personales y desacuerdos sobre la interpretación musical y He evitado la presentación visual de un modelo sobre el poder, el
la selección del re_pertorio son temas que se ponen sobre la mesa y se género y la dinámica de la performance porque todavía carecemos de
discuten en los ensayos. Las decisiones musicales también están ba­ algunos de los datos básicos necesarios para construir un mecanismo
sadas en la perpetuación de los ideales lesbiano/feministas, así como explicativo. Los componentes de esta dinámica deducidos hasta el
en las actitudes consideradas «políticamente correctas» y aquellas que momento son: 1 ) la definición de la autoridad; 2) el estilo de la im­
promueven una imagen teóricamente acordada de la feminidad al plementación del poder; 3) las definiciones del género y sus caracte­
margen del control masculino. Este proceso de transmisión. y revisión rísticas; 4) los valores relativos al género y a sus asociaciones; 5 ) las
de la noción de lo políticamente correcto es análogo a los procesos vías por las que se trasmiten los valores femeninos o masculinos; 6)
de enculturación en cualquier otro contexto cultural. los valores asociados a la música, al timbre de los instrumentos y a
Los dilemas implicados en la formación de voces que transmitan las performances públicas como instrumentos de poder; 7) los me­
nuevos conceptos culturales son bastante más complejos de lo que dios por los cuales se controla el acceso al poder, y 8 ) las vías por las
podemos describir en este panorámico estudio comparativo. A lo lar­ cuales la autoridad puede ser establecida, mediatizada o modificada
go de la evolución que realiza un grupo de mujeres desde su cultura a través de la performance.
de origen a la cultura de adopción, éstas deben rehacer las nociones Para proseguir el estudio de la música de las mujeres desde una
de valor que sustentan la interpretación musical, los estilos de orga­ perspectiva sistemática e intercultural, debemos desarrollar direc­
nización y los hábitos de interacción. La articulación de los reperto­ trices y preguntas que puedan ser aplicadas en cualquier escenario
rios sociales y rituales acordes a las necesidades de las mujeres en humano. Estas preguntas deben dirigirse a cuestiones relacionadas
esa transición abre un importante campo de estudio para los musi­ con el género y el poder en las experiencias musical.es de las mujeres.
cólogos y sociólogos que deseen documentar culturas emergentes en Los aspectos que se enumeran a continuación los cuales requieren
el seno de sociedades complejas. El DC Area Feminist Chorus, en ser ampliados y aplicados de un modo selectivo asumen los si­
todas sus ramificaciones musicales y sociales, ofrece una extensión guientes presupuestos: 1 ) las mujeres desarrollan sus propios estilos
más de ese continuum de poder y de género en la perforniance ex­ de comunicación e intimidad; 2) estos estilos crean vínculos que a me­
tensión en la cual las mujeres han tomado recientemente el control nudo se ven fortalecidos por la separación de géneros que propician
de sus propias elecciones, rituales y creatividad musicales. las sociedades dominadas por los hombres; 3 ) la estructura de poder
y el acceso al mismo se conforman en un continuum temporal; 4) la
dinámica de este continuum no está determinada por la evolución o
C O N C L U S I Ó N : H A C I A U N A P E R S P E C T I VA I N T E R C U LT U R A L por la noción de «progreso» tal y como éste se define en la culturas
tecnológicamente orientadas. Los avances en el conocimiento cientí­
Los seis comportamientos culturales descritos en este ensayo mues­ fico no han sido la puerta de acceso a la igua.ldad sexual. La mejora
tran una amplia variedad de estilos. En cada contexto la feminidad de oportunidades en el acceso al poder de las mujeres raramente se
y la masculinidad conllevan expectativas de rol, restricciones del com­ ha producido porque los hombres hayan elegido compartir con ellas
portan1iento y acceso a ciertas formas de control social. Nuestro co­ la autoridad: esas oportunidades existen porque las mujeres han exi­
nocimiento se podría ampliar con estudios que abordaran los roles gido el acceso al poder.
y las expectativas de género en las culturas hom.osexuales, en las cua­ A continuación se exponen varias cuestiones agrupadas en tres
les la tensión de la confrontación intersexual está neutralizada sin que categorías. Cada sección presenta un modo de aproximarse a la in-
vest1gac1on que puede ser desarrollado tanto por etnógrafos que no
. . ,.

se lleguen a abandonar totalmente los comportamientos asociados al


género. Podemos ampliar nuestra comprensión de estos fenómenos posean formación musical como por etnomusicólogos.

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C A R O L E . R O B E RT S O N P O D E R Y G É N E R O E N L A S E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E L A S M UJ E R E S

Autoridad social 2. ¿Están los atributos en música estrechamente unidos a las ca­
racterísticas sexuales? ¿Dónde se solapan los repertorios n1asculinos
1 . ¿ Cómo se toman las decisiones? ¿Qt1ién las toma? ¿Para quién? y femeninos y por qué razones?
2. ¿ Cómo se explican las fue11tes de poder? ¿ Qué i11stitucio11es 3 . ¿Alcanzan las ejecucio11es de las mujeres y de los h.01nbres ob­
existen para sancionar los usos del poder? ¿ Excluyen estas institu­ jetivos distintos? ¿ Están motivados por las mismas necesidades cul­
ciones algú11 género? tural1nente percibidas?
3. ¿ Están ciertos objetos asociados con el poder? ¿ Están bajo la 4. ¿ Las performances de las mujeres son públicas, privadas o
protección específica de algún género? ¿ Qué explicaciones históri­ de ambos tipos ? ¿ Bajo qué condiciones ? ¿ Se permiten performan­
cas se da.n para esto? ¿ Se heredan los objetos de poder? ¿ Córno? ¿ Por ces conjuntas de horn.bres y 1nujeres ? ¿ En qué circunstancias? ¿ Con
quién? ¿ Está la línea de la herencia de determinados bienes condi­ qué fines? En las performances conjuntas, ¿ cómo se toman las de­
cionada por el género ? cisiones?
4. ¿ Cómo está considerada la descende11cia? ¿ Qué papel desem­ 5. ¿ Cómo se regula el poder en la performance? ¿ Quién domina
peñan las mujeres en el establecimiento del parentesco? ¿ Las mujeres a quién? ¿ Cómo lo hace ? ¿ El modo en que se «escenifican» los valo­
y los hombres están considerados de manera diferente en el paren­ res en la performance refleja divisiones del trabajo, de la espirituali­
tesco ? ¿ Qué clases de vínculos se establecen más allá del parentes­ dad y del poder? ¿ Cómo racionalizan esas conexiones los diversos
co? ¿Son diferentes para los miembros de diferentes grupos? grupos en un mismo contexto social?
6. ¿ Cómo se define y alcanza el acceso a las fuentes de poder en
Género y acceso la música? ¿Mediante la formación? ¿Mediante la herencia? ¿Por con­
tacto con ella? ¿Por ordenación? ¿Por derechos de nacimiento rela­
1 . ¿ Se asocian determinadas características a cada género? ¿ Có­ cionados con el género? ¿ Todo el mundo tiene acceso a la forma­
mo se explican? ¿ Cómo se valoran? ¿ Se utilizan ciertos atributos de ción musical?
género para restringir la autoridad o el acceso ritual? ¿ Están las deci­ 7. ¿ Controlan las mujeres sus propias performances ? ¿ Hay di­
siones en torno a la inclusión en la performance basadas en la idea de ferencias en el comportamiento y en las performances de las mujeres
que un género carece de algo en virtud de la sexualidad, o de que un cuando están solas o cuando hay hombres presentes? ¿Protegen las
género tiene acceso a algunos tipos de poder a través de la sexualidad? mujeres parte de su conocimiento de los hombres? ¿Por qué?
2. ¿ En qué medida la visión del mundo de las mujeres es com­ 8 . ¿Están las performances de las mujeres y de los hombres igual­
partida por los hombres? ¿ Se reflejan en público o en performances mente valoradas? ¿ Son criticadas o elogiadas de la misma manera ?
específicas para algún género las diferencias entre esas visiones del ¿ Por quién? ¿ De acuerdo a qué criterios?
mundo? ¿ Cuántos géneros se reconocen? 9. ¿Intentan cambiar las mujeres el equilibrio de poder en sus co­
3. ¿ La conducta hacia los miembros de otros géneros se basa en munidades? ¿ Logran definir o alcanzar esos cambios a través de la
el miedo, en el �espeto, o en otras motivaciones? performance?
4. ¿ Se considera a las mujeres y a los hombres como «contrarios» 1 O. ¿Se pone de manifiesto la disidencia a través de la perfor­
o como complementarios? ¿ Cómo se reflejan esas actitudes en la per­ mance? ¿Por qué medios? ¿ Con qué efecto?
formance? ¿ Cómo se neutralizan? 1 1 . ¿ Qué categorías emotivas se dan en la performance? ¿ Qué
5. ¿Es el secreto un componentF importante del poder? ¿ Cómo se relaciones se perciben entre la emoción, la comunicación, el género
mantiene el secreto? ¿ Está el conocimiento condicionado por el género? y el poder en el terreno de la performance?

Nociones de poder, género y performance El estudio de las mujeres y del modo en qu� se ven afectadas
por sus diversas experiencias musicales nos lleva a una mejor com­
prensión del uso Y el abuso del poder entre los seres humanos. Es­
tos �atos nos muestran que probablemente haya más de una expli­
1. ¿ Son los materiales musicales igualmente accesibles a todos
los miembros de una cultura? ¿ Se estimula a los hombres a dedicar­ .
se a ciertos instrumentos y repertorios y a los mujeres a otros? cac1on operando en el seno de muchos sistemas culturales y que la

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CAROL E . R O B E RTSON P O D E R Y G É N E R O E N LAS E X P E R I E N C I A S M U S I C A L E S D E LAS M UJ E R E S

opinión disidente es esencial para comprender las dinámicas del con­ Murphy, R. F. (1957) «lntergroup Hostility and Social Cohesion» . American
trol y el acceso a la autoridad en todas las culturas. La mayoría de Anthropologist, 59: 1 0 1 8-1035.
nuestras explicacio.nes sobre el « orden cultural» se han basado en Murphy, R. F. (1973 ) «Social Structure and Sex Antagonism». En D. A. Gross
una percepción masculina del mundo. Pero es precisamente la plu­ (ed.) Peoples and Cultures of Native South America. Garden City, N.Y.:
Doubled 2 Natural History Press.
ralidad de perspectivas y de actitudes la que hace complej a a la
Nettl, B. ( 19 8 3 ) Tl1e Study of Ethnomusicology. Urbana: University of llli­
humanidad.
nois Press.
El mundo de lo inconsciente encuentra una de sus expresiones Robertson, C. E. ( 1 976) «Tayil as Category and Communication among
más frecuentes en los símbolos culturales que dotan de forma y sig­ the Argentine Mapuche: a Methodological Suggestion» . Yearbook of
nificado a la estructura social. Una de las muchas funciones de las the lnternational folk Music Council, 8: 3 5-52.
performances rituales es la de mediar en la disensión y la de minimi­ Robertson, C. E. ( 1 979) «Pulling the Ancestors: Performance Practice and
zar los conflictos basados en diferencias de interpretación. Debemos Praxis in Mapuche Ordering» . Ethnomusicology, 23 ( 3 ) : 395-416.
por tanto aceptar que los símbolos culturales tienen diversos signifi­ Robertson, C. E. [ 1 9 79] ( 1 985) «Processes of Transn1ission: Music Educa­
cados para los miembros de una misma cultura y asumir la respon­ tion and Social Inclusion». En Becoming Human Through Music. The
sabilidad de presentar los <<hechos» culturales con la �isma comple­ Wesleyan Symposium on the Perspectives of Social Anthropology in
j idad con la que fueron concebidos. the Teaching and Learning of Music. Restan, Va. : The Music Educa­
Los estilos de coerción o de cooperación definen el escenario pa­ tors National Conference and the Presser Foundation.
ra la interacción. El secreto y el control de la información propor­ Skinner, E. P. ( 1 964) The Mossi of Upper Volta. Stanford: Stanford Univer-
sity Press.
·

cionan a un grupo poder sobre otro. Los tipos de poder que existen
en un contexto social y el modo como son asignados a cada género
establecen un orden. Pero los dueños del conocimiento a menudo ha­
cen oídos sordos a la información que proviene de aquellos a los
que querrían excluir. En los casos que hem.os visto las performances
de los hombres parecen querer preservar su estatus e incrementar la
legitimidad de su poder sobre los otros. En el caso de las performan­
ces de las mujeres se crea una catarsis espiritual que las afecta tanto
a ellas como a su comunidad. La feminidad se define en estos con­
textos mediante cualidades que se heredan a través del género, cua­
lidades que han sido descuidadas a menudo por los académicos por­
que no son tangibles o cuantificables, cuando resultan imprescindibles
para el funcionamiento del mundo social.

BIBLIOGRAFÍA

Akentara ( 1 974) Interview. Marzo.


Bricker, V. R. ( 1973) Ritual Humor in Highland Chiapas. Austin y London:
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Beacon.
'
Dinnerstein, D. ( 1976) The Mermaid and the Minotaur. Sexual Arrangements
and Human Malaise. New York: Harper and Row.

410 411
Capítulo 1 6

HACIA UNA ESTÉTICA DE LA MÚSICA POPULAR ( * )

Simon Frith

INTRODUCCIÓN: EL «VALOR» DE LA MÚSICA POPULAR


. . ' .
'

En la base de cualquier distinción crítica entre la música <<seria» y la


«popular>> subyace una presunción sobre el origen del :valor·,. mus�t.
cal. La música seria es importante porque trasciende .Ias; f.��rz� �9-
ciales; la música popular carece de valor estético por.que·,,e st·á coii�
dicionada por ellas (porque es <<Útil>> o <<utilitaria>>). Este· a;gumento;
bastante común entre los musicólogos académicos;· coloca :a:: los, so�
ciólogos en una posición incómoda. Si nos aventuramos,. a · suge1ii;1que
el valor de, pongamos por caso, la música de Beethoven puede ser ex�
plicado a partir de las condiciones sociales que ·determinan su pro­
ducción y su consiguiente consumo, se .nos acusará de filisteos las
teorías estéticas de la música clásica siguen manteniendo un cariz .de­
cididamente a-sociológico . La música popular, pór el contrario, se
considera buena sólo para hacer teoría sociológica con ella. El acier­
to con el que logramos explicar la consolidación del rock'n'roll o la
aparición de .la música disco se toman como prueba de su falta de
interés estético. Relacionar música y sociedad se convierte así en un
cometido distinto en función de la música con la que estemos tra­
tando. Cuando analicemos la música seria, deberemos poner al des-

(*) Tomado de S. Frith ( 1987) «Towards an aesthetic of popular music». En R. Lee­



pert Y S. McClary (eds.) The politics o( composition, performance and reception. Cam­
• b;ridge: Cambridge University Press, pp. 133-172. Traducción de Silvia Martínez.

. . .
.4. . 1. 3
.

' . . •. . :
. :
SIMON FRITH
HACIA U N A ESTÉTICA DE LA MÚSICA POPULAR

cubierto las fuerzas sociales que se ocultan tras los discursos sobre to por los creadores como por los consumidores, sobre lo que es un
valores «trascendentes»; al analizar el pop, debere111os tomar seria­ sonido completamente logrado. Los músicos escriben melodías y eje­
mente en consideración los valores desdeñados en los discursos sobre cutan solos; los productores escogen entre diferentes mezclas de so­
funciones sociales.
En el presente artículo voy a centrarme en esta ú�tima � uesti �n;
nido; las discográficas y los programadores de radio deciden qué de­
. be tocarse y qué debe emitirse; los consumidores compran un disco y
lo que me interesa destacar es que tal vez una �prox��ac10� socio­ no otro, y concentran su atención en de.terminados géneros. Como
lógica a la música popular no excluye una teor1a estet1ca, � 1no q �e, resultado de todas estas decisiones, aparentemente individuales, apa­
.
por el contrario, la hace posible. A primera vis�� ' esta af1rmac�. on
parece inverosímil. No hay duda de que los soc1ologos ha? sab1�0
rece un determinado patrón de éxito, gusto y estilo que puede ser ex­
plicado sociológicamente.
explicar de modo convincente la música popular. En m1 propio Si la cuestión de partida es por qué ese hit suena de esa determi­
trabajo académico he examinado la producción y el consumo del nada manera, las respuestas sociológicas pueden agruparse en dos
rock, y he intentado situarlo ideológicamente, pero de la lectura apartados. Ante todo, encontraremos respuestas que se refieren a cues­
de mis libros (o los de cualquier otro sociólogo) no se puede dedu­ tiones técnicas y tecnológicas: producimos y consumimos la música
cir en modo alguno por qué unas determinadas canciones s� n con­ que somos capaces de producir y de consumir (afirmación que pue­
sideradas buenas y otras malas, por qué Elvis Presley es meJor que de parecer muy obvia pero que implica importantes cuestiones so­
John Denver, o por qué la música disco es un género musical mu­ bre capacidades, preparación y educación, que referidas a la música
cho más rico que el rock progresivo. y· sin embargo durante más de popular no atañen tanto a los compositores cuanto a los grupos so­
diez años he estado trabajando también como crítico de rock, ha­ ciales). Grupos distintos poseen distintos tipos de capital cultural,
ciendo ese tipo de juicios de manera rutinaria, asumiendo, como comparten expectativas culturales distintas y hacen música de ma­
lo hace un fan del pop, que nuestras preferencias musicales son al- nera distinta: los gustos en el pop se asocian a culturas y subculturas
go importante. de clase, los estilos musicales están relacionados con grupos especí­
¿ Son falsos estos j uicios, una manera de negarme a reco nocer, ficos, y se dan por sentadas ciertas conexiones entre etnicidad y so­
ante mí mismo y ante los demás cons.umidores, cómo se manipulan .
nido. En su vertiente sociológica la crítica del rock asume plena­
nuestros gustos? ¿ Es posible que el placer que yo siento al escuchar mente el hecho de que la tecnología j uega un papel relevante. Es
una canción del grupo Abba tenga el mismo valor estético que el pla­ imposible escribir la historia de la música popular del siglo xx sin re­
cer que siente otro al escuchar a Mozart? El mero hecho de plantear ferirse a las cambiantes fuerzas de producción, a la electrónica, o al
una cuestión así suena ridículo; o bien estoy situando al « trascen­ uso de la grabación, de la amplificación y de los sintetizadores; de la
dente » Mozart a la altura de una mercancía musical como la de misma manera que las elecciones de los consumidores no pueden des­
Abba o bien estoy elevando la música de Abba más allá de cualquier
significado que ésta pueda acarrear. Pero incluso si el disfr� te de la
ligarse de la posesión de transistores de radio, de aparatos estéreos
. de alta fidelidad, de loros y de walkmans.
música seria y el de la música popular implican placeres dist:ntos, Si bien procediendo de este modo podemos establecer unos mo­
no resulta tan obvio que la diferencia radique en la autonom1a ar­ delos generales en el uso del pop, el vínculo preciso (u homología)
tística y en la utilidad social. El valor de Abba no tiene más (ni me­ entre sonidos y grupos sociales permanece mucho más difuso. ¿ Por
nos) que ver con una experiencia de trascendencia que el de Mozar�; qué se considera al rock'n'roll una música juvenil y a los Dire Straits

el significado de Mozart no es menos (ni más) explicable en térmi­ como el sonido de los yuppies de Estados Unidos? Para responder a
nos de fuerzas sociales. La cuestión que encaran la sociología Y la es­ estas cuestiones disponemos de una segunda aproximación socioló­
tética en ambos casos es la misma: ¿cómo hacer juicios de valor so­ gica a la música popular, definida a partir de sus funciones. Esta apro­
bre la música? ¿ Cómo articulan esos juicios de valor la experiencia ximación resulta obvia en el campo de la etnomusicología, esto es,
de la escucha ? . en los estudios antropológicos sobre músicas folklóricas y tradicio­
El sociólogo que trab aja con música popular contempor.anea se
/

n.ales, las cuales son explicadas a partir de sus usos en bailes y ri­
enfrenta a un conjunto de canciones, grabaciones, ídolos Y estilos que tuales, como instrumentos de movilización política, o como com­
existen como consecuencia de una serie de decisiones, tomadas tan- ponentes que dotan de solemnidad a las ceremonias o que logran

414 415
H A C I A U N A E S T É T I C A D E LA M Ú S I C A P O P U LA R
SIMON FR ITH

ya se usaba en �os años veinte para reivindicar el valor del jazz ante
estimular deseos. Consideraciones de este tipo se hace11 también so­ , . del T1n Pan Alley 1 , o el valor del jazz negro frente al jazz
la mus1ca
bre el pop conteinporáneo, pero asumiendo que su función primor­
blanco en los años treinta, del mismo modo que lo usarán los críti­
dial es la de convertirse en un producto comercial: el análisis siem­
co� que defienden la superioridad del rock frente al pop adolescente
a �1 �ale s de l os sesenta. En Sound Effects ( 1 9 8 1 ) argumenté que en la
pre parte de la idea de que la música se hace par? ser vendida. Así,
tales investigaciones se centran en cuestiones como quién toma las . . ,, del rock en favor de una forma de autonomía estética
re1v1nd1cac1on
decisiones de 1narketing y por qué lo hace, y en. la manera e11 que se
subyace una combinación de argumentos procedentes tanto de la mú­
construyen colectivos en tor110 a unos determinados gustos. La ma­
sica culta co1no de la música folklórica: en su calidad de música fol­
yor parte de la sociología académica sobre música popular (inclui­
klórica el rock se asume como música que representa a un determi­
do mi tra hajo) eq t1ipara el juicio estético al juicio comercial. El tre­
nado colectivo, en este caso a los jóvenes; en su calidad de música
mendo éxito que obtuvieron Madonna y Bruce Springsteen en 1985,
c ulta se asu��e co1no resultado de una sensibilidad individual y crea­
por ejemplo, se explicó en términos de estrategias de venta, por el .
tiva. La estet1ca del rock está enormemente condicionada por su ar­
uso que hacían del vídeo y como consecuencia del desarrollo de nue­
g �ment �ci�n en torno a la autenticidad. La buena música es expre­
vas audiencias específicas. El atractivo de la propia música, la razón . a
s1on �tent1ca de algo una persona, una idea, un sentimiento, una
por la cual Madonna y Springsteen gustan tanto a sus fans, sigue sin .
exper1enc1a compartida, un Zeitgeist . La mala música es inau-
ser analizado.
tent1ca: no expresa nada. El término más habitual en la crítica del
,, .

Desde la perspectiva de los fans es obvio que cada uno escucha


rock para referirse despectivamente a una música es tildarla de « so-
la música que escucha porque « suena bien» , y lo interesante aquí se­
� a » una mus1ca sosa no contiene nada y se produce sólo con la
,. .

ría averiguar por qué se han formado esa opinión. Incluso si los gus­
idea de que resulte comercialmente agradable .
tos en el pop son el resultado de condicionantes sociales y de la ma­
Así, la <<autenticidad» se refiere a aquello que garantiza que los
nipulación comercial, nos los seguimos explicando en términos de . ,,
inter�retes de rock se resistan o logren subvertir la lógica comercial,
juicios de valor. ¿ De dónde vienen esos valores que encontramos en
del mismo modo que la calidad de un ídolo del rock (lo mismo si se
el pop y el rock? ¿ Qué términos usamos cuando explicamos nuestros
trata de Elvis Presley q �e de David Bowie, de los Rolling Stones que
gustos? Todo el mundo sabe perfectamente qué le gusta (y qué le
de los S �x P1. � tols) se mide por la capacidad con que hace prevalecer
disgusta), qué es lo que le hace disfrutar y qué es lo que no. Si leéis . .
su 1nd1v1dual1dad a través del sistema. En este punto la crítica del rock
la prensa musical, si asistís a los ensayos de los grupos y a las sesio­
viene a coincidir ·con la musicología «seria>> . Los escritos académicos
nes de grabació11, si escucháis conversaciones en discotecas o en tien­
de Willfrid M�llers sobre los Beatles o Bob Dylan ( 1 973, 1 9 84 ), por
das de discos, y si os fijáis en cómo «pincha» un disc jokey, estaréis .
e1emplo, describen en términos técnicos las cualidades trascendentes
oyendo continuamente hacer juicios de valor. Las valoraciones que se
de sus sujetos; pero se pueden interpretar casi como cartas de fans,
hacen en tales situaciones tienen lugar dentro del marco sociológico
y, e� su falta de autoconciencia vanguardista, subrayan la contra­
general. Pero si bien esto nos permite « explicar» hasta un cierto pun­ . ,
d1cc1on que se halla en el corazón de esta aproximación estética. Su
to la música disco o el rock, no nos proporciona argumentos para
pr�s �puesto es que el valor de la música pop es tanto mayor cuanto
comprender por qué un determinado disco de rock o un tema de mú­
mas independiente sea de las fuerzas sociales que organizan su pro­
sica disco es mejor que otro. Si nos detenemos en las explicaciones de
ceso; el valoi: del pop depende de algo que se halla siempre fuera de
los fans y de los músicos (o incluso en las de las discográficas) en­
contraremos un argumento recurrente� En el mundo del pop todos
somos conscientes de que existen unas fuerzas sociales que determi­
nan la música pop « normal» : ¡un buen disco, una buena canción o «Tin. Pan AIJey» es �l nombre c�n el que �e c?�ocía la �aJle de Nueva Yc)rk don­
de se1 Cc)ncentrab n los editores de mus1ca . a pr1nc1p1c)s del siglo xx. El estilo del Tin
·

1 an lley se asociaba al .repertorio del teatro musical de Brodway y se identificaba con



un buen sonido son precisamente los que logran trascender esas fuerzas! )

La prensa musical es el ámbito en el que los juicios de valor se ar­ u11 tip o de canc1on estan ,, dar ( ge11era I mente de 32 Cc>mpases e11 fc>rma A8-A8-B8-A8)
'
rea rizada
'· ,,

ticulan de manera más clara. Una lectura de las revistas musicales bri­
·

.
P<>r e11cargc), aunque en su mon1entc> álgidc> -años veinte y trei11ta- C<)ntó
co n autores de recc)noci .
tánicas revela que la música popular « de calidad» siempre se ha es­ , · d<> prestigio como J erc)me Kern, lrv1ng Berl1n, Cole Porter, etc.
[N. de la T.].
·

·
·

cuchado para trascender o subvertir la rutina comercial. Este argumento

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éste, enraizado sea en la persona, el autor, la co1nt1nidad o la subcul­ que re.fleje algo, o porque articule auténticamente algún tipo de gus­
tura que se hallan detrás de él. Si la buena música es la música au­ to o experiencia popular, sino porque crea nuestra comprensión de lo
téntica, emitir un juicio crítico equivale a evaluar «la verdad>> de los que es la popularidad. El término más equívoco en la teoría cultural
in.térpretes en relación con las experiencias o los sentimientos en es, en efecto, el de « autenticidad» . Lo que debemos examinar no es
cuest1on. cuán verdadera es una pieza musical para alguien, sino cómo se es­
.
. /

La crítica del rock siempre depende de algún mito: el mito de la tablece a priori esa idea de «verdad» : la música pop de éxito es aque­
comunidad juvenil, el mito del artista creador. . . La realidad es que el lla que logra definir su propio estándar estético.
rock, como toda la música popular del siglo xx, es una forma co­ Una manera sencilla de ilustrar los problemas que implica la de­
mercial, es música producida como mercancía para sacar provecho finición de la popularidad musical es observar su medición más tos­
de ella que se distribuye a través de los medios de comunicación ca: las listas semanales de ventas en la prensa musical británica y en
como cultura de masas. En la práctica es muy difícil decir exactamente el Billboard estadounidense. Estas listas se nos presentan como un es­
quién o qué es lo que el rock expresa, o quiénes son desde el pun­ tudio de mercado: rniden algo real las ventas y las emisiones de
to de vista de los fans los intérpretes auténticamente creativos. El radio y lo representan con todos los atributos propios de un apa­
mito de la autenticidad, además, es una de las consecuencias ideoló­ rato científico y objetivo. Pero de hecho lo que las listas revelan no
gicas propias del rock, un aspecto más de su proceso de venta: las es más que una definición específica de lo que debe ser computado
estrellas del rock pueden ser comerc.ializadas como artistas y su so­ como música popular: ventas de discos (en las tiendas adecuadas),
nido particular como un referente de identidad. La crítica de rock es emisiones de radio (en las emisoras adecuadas). Las listas no funcio­
un medio de legitimar gustos j ustificando los j uicios de valor, pero en nan como la medición independiente de una noción de popularidad
realidad no explica cómo se formulan esos j uicios. Si la música no consensuada, sino como la principal determinación de aquello que la
se crea en realidad según un relato de « autenticidad », entonces de­ popularidad de esta música significa: u11 modelo concreto de opción
bemos preguntarnos cómo somos capaces de j uzgar algunos sonidos de mercado. Las listas proporcionan discos seleccionados conjunta­
como más auténticos que otros: ¿ qué es lo que escuchamos realmen­ mente en el seno de la comunidad del mercado, definen de un modo
te para formular nuestros juicios? ¿ Cómo sabemos que Bruce Spring­ muy específico ciertos tipos de consumo como afirmación colectiva.
steen es más auténtico que Duran Duran, cuando los dos están gra­ Las listas de ventas son tan sólo una medida posible de la popu­
bando discos según las reglas del mismo complejo industrial? ¿ Cómo laridad, y cuando nos fijamos en otro tipo de mediciones resulta evi­
reconocemos la buena música en géneros distintos del rock, en las dente que se usan siempre para crear (más que para reflejar) comu­
formas de pop o de músic� disco que no se definen en términos de nidades reunidas en torno a unos mismos gustos. Las votaciones de
autenticidad? Seguimos sin poder despejar la incógnita del valor en los lectores en la prensa musical, por ejemplo, sirven para aglutinar
la música popular. a lectores dispares. La elección de Pazz'n'Jop en la publicación The
Villag·e Voice crea una sensación de compromiso colectivo entre la co­
munidad fragmentada de los críticos de rock americanos. Los pre­
U N A A P R CJ X I M A C I Ó N A LT E R N AT I VA mios Grammy en los Estados Unido� y los premios BPI 2 en Gran
A L A M Ú S I C A Y l,A S O C I E D A D Bretaña presentan la perspectiva de la industria sobre lo que implica
la música popular nacionalismo y 'dinero . Estos premios anuales,
Para intentar responder estas cuestiones sugiero una aprox1mac1on
¡I'

cuyos resultados consideran desacertados la mayor parte de los fans,


• •

alternativa al valor musical, propongo que nos planteemos un modo reflejan los balances de ventas y las «contribuciones a la industria dis­
distinto de definir la « músi ca popu lar» y la «cult ura popu lar>> . La cográfica» : las mediciones de popularidad no son menos válidas que
cuestión que debemos responder no es qué revela la músic.a poi;:ular las votaciones de los lectores o las de los críticos (los cuales a menu-
sobre los individuos sino cómo ésta música los construye. 51 partimos
de la pre mis a de que el pop siempre expresa algo, nos. que d�remos
bloqueados en la búsqueda del artista, la emoción o la creencia «re a­ 2 Premios <)torgados p<)r la industria f<)ll<)gráfica británica (The British Phono­
les» que se ocultan tra.s él. Pero la música popular no es pop ular por-
. .

graphtc Indt1stry). !'N. de la T. ]

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do recompe11san deliberada1ne11te las obras « impopulares » ) . Al com­ de comunidad, l()gra establecer un vínculo inrnediato con los demás
parar los resultados de las votaciones, los argumentos no versan real­ y llega a articular un particular orgullo colectivo (para los q11e no pro­
mente sobre quién es empíricamente más popular que quién (ver si cedieran de los Estados Unidos, el aspecto más extraordinario de los
no el escándalo que se f<.)rmó ei1tre los críticos de rock cuandc) Phil Juegos Olímpicos de 1 9 84 fue la exhibición/construcción de patrio­
Cc)llins triunfó sobre Bruce Springsteen en los Grammys de 1 9 8 6 ) tismo de los Estados Unidos que desplegó la ideología reaganiana ) .
si110 sobre lo que significa la popularidad. Cada medición mide algo Del mismo modo, la moda y el estilo ambos construcciones socia­
distinto o, para expresarlo de modo más exacto, cada medición cons­ les- siguen siendo la clave del modo en que nosotros, como indivi­
truye su propio objeto de medida. Esto resulta obvio en las listas de duos, nos presentamos ante el mundo: usamos los significados pú­
los «especialistas » del Billboard, cuando observamos el modo en que blicos de la ropa para decir: «Así es como quiero que me vean » .
definen las músicas «minoritarias » . La « música de mujeres» , por ejem­ Pero la música resulta particularmente importante para este pro­
plo, es interesante no como música que expresa de alguna manera el ceso de toma de posición debido a un elemento específico de la ex­
« ser mujer» sino como música que intenta definir eso mismo; y otro periencia musical, a saber, su directa intensidad emocional. Debido a
tanto ocurre con el modo en que la « música negra» sirve para esta­ las cualidades que le reporta su abstracción (siempre subrayada por
blecer una noción rnuy co11creta de lo que es «ser negro » . la estética « seria » ) la música es una forma de individualización. Lle­
Este acercamiento a la cultura popular, entendida más como cons­ namos nuestras vidas de canciones y nuestros cuerpos de ritmos, y
tructo que como expresión de un colectivo, no es exclusivo de la mú­ hay en ellos una vaguedad de referencia que los hace inmediatamen­
sica. Existen muchas maneras de dar sentido al sujeto colectivo. No te accesibles. Las canciones pop están abiertas a una apropiación de
tenemos más que ver las noticias en televisión y observar el modo en usos personales de un modo que ninguna otra forma de la cultura po­
que se dirigen a la audiencia, cómo emplean el « nosotros » y el « vo­ pular (las series de televisión, por ejemplo) es capaz de igualar las
sotros » . Los anunciantes en cualquier medio de comunicación se en­ series están ligadas a significados que podemos rechazar . Al mis­
cargan de explicarnos quiénes somos, cómo debemos relacionarnos mo tiempo, e igualmente importante, la música está regida por un
con los demás y por qué debemos consumir tal y co.mo lo hacemos. conj unto de nor1nas. Reconocemos determinados sonidos como mú­
Cada medio de comunicación de masas tiene sus propias tácticas pa­ sica porque obedecen a una lógica determinada, familiar, y para la
ra dirigirse a su audiencia, para crear momentos de reconocimien­ mayoría de los fans del pop -que son, técnicamente, no-musicales­
to y de exclusión, para dotarnos de sentido a nosotros mismos. La esta lógica está fuera de nuestro control. Hay algo insondable en nues­
música popular también lo hace, si bien parece j ugar un papel espe­ tros gustos musicales. Determinados discos e intérpretes nos parece
cialmente importante debido a la manera en que opera la cultura po­ que funcionan y otros no: lo sabemos aunque no seamos capaces de
pular. Por un lado, es capaz de proporcionar experiencias emocio­ explicarlo. Son otros los que han establecido las convenciones: con­
nales particularmente intensas; de hecho, las canciones y los ídolos venciones que tienen un obvio carácter social y ajeno a nosotros.
del pop nos implican emocionalmente mucho más que cualquier otro Esta interacción entre la inmersión personal en la música y, no
tipo de evento o intérprete mediático y ello no ocurre solamente por­ obstante, su carácter público, externo, es lo que convierte a la músi­
que el negocio del pop sepa vendernos la música mediante opciones ca en algo tan importante para la ubicación cultural de lo individual
de mercado muy individualizadas. Por otro lado, esas experiencias en lo social. Tomemos un ej emplo trivial: resulta obvio que en los
musicales siempre contienen un significado social, están situadas en últimos treinta años la figura del fan, con la chocante exhibición pú­
un contexto social, lo que significa que en una determinada canción blica de obsesiones privadas que i1nplica, ha sido mucho más im­
no podemos interpretar cualquier cosa que queramos. portante para la música pop que para otras formas de cultura po­
La experiencia de la música pop es una experiencia de ubicación: pular. Pero si bien esta función identitaria de la música se relaciona
en respuesta a una canción, nos sentimos atraídos fortuitamente ha­ habitualmente con los jóvenes y con la cultura juvenil, parece ser igual­
cia alianzas afectivas y emocionales con los intérpretes y con las in­ mente importante en el modo en que los grupos étnicos, tanto en Gran
terpretaciones de los otros fans. Lo mismo ocurre en · otras áreas de Bretaña como en los Estados Unidos, han forjado sus identidades cul­
la cultura popular: el deporte, por ej emplo, crea un ambiente en el turales particulares; y también la encontramos en el modo en que la
cual la gente logra experimentar de forma muy directa la sensación música clásica empieza a adquirir valor para la burguesía europea de-

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cimonónica. En todos estos casos la música puede representar, si1n­ concierto como un todo, del cual los 1núsicos so11 una parte, el siste-
bolizar y ofrecer la experiencia inmediata de la identidad colectiva. 1na de amplificación, otra, y la audier1cia, otra . Cada fan disfruta
Otras formas culturales pintura, literatura, diseño pueden articu­ del hecho de ser una parte necesaria del conjunto del proceso; por eso
lar y exhibir algún tipo de valor y orgullo compartidos, pero sólo la los videos de heavy siempre incluyen i1nágenes de un concierto en di­
música puede hacer que los sientas. recto, independientemente del contexto o del argumento del clip: de
ese modo captan y reconocen la energía que se desprende de la vi­
vencia del concierto.
L A S f lJN C I O N ES S O C I A L E S D E L A M Ú S I C A Una vez empezamos a fijarnos en diferentes géneros dentro de la
música popular, podemos documentar los distintos modos en que la
Llegados a este punto, podemos retomar el tema de partida de este música consigue dotar a la gente de una identidad, situarla en dife­
ensayo: la cuestión de las funciones sociales de la música y de sus im­ rentes grupos sociales. Y ésta no es simplemente una característica de
plicaciones para la estética. Quiero comenzar apuntando los cuatro la música pop comercial. Es la n1anera en que funciona toda la mú­
usos más significativos del pop para plantear luego cómo esos usos nos sica popular. Por ejemplo, al cor1struir una audiencia, el pop infl ui­
ayudan a entender el modo en que se realizan los j uicios de valor en do por la música negra actual emplea de manera clara (y a menudo
el pop. 1 cínica ) estrategias empleadas originariamente en la música religiosa
La primera razón por la cual disfrutamos de la música popular se para definir la identidad masculina y femenina ante Dios. De mane­
debe a su uso como respuesta a cuestiones de identidad: usamos las ra similar, la música folk continúa empleándose para delimitar las
canciones del pop para crearnos a nosotros mismos una especie de fronteras de la identidad étnica, incluso entre la compleja realidad
autodefinición particular, para darnos un lugar en el seno de la so­ que suponen las migracio11es y el constante cambio cultural. En los
ciedad. El placer que provoca la música pop es un placer de identifi­ , pubs irlandeses de Londres, por ejemplo, las canciones «tradiciona­
cación con la música que nos gusta, con los intérpretes de esa mú­ les » irlandesas so11 toda vía la manera más poderosa de hacer que la
sica, con otras personas a las que también les gusta . Y es importante gente se sienta irlandesa y se dé cuenta de lo que su condición de ir­
señalar que la producción de identidad es también una producción landés significa ( esta música y esta identidad están siendo incluso lle­
de no-identidad -es un proceso de inclusión }T de exclusión . Este
,,

vadas más allá por los grupos post-punk irlandeses de Londres, co­
es uno de los aspectos m.ás sorprendentes del gusto musical. No sólo mo The Pogues) . Por todo ello no sorprende que la música popular
sabemos qué es lo que nos gusta; también tenemos una idea muy cla­ haya tenido siempre una importante función en el nacionalismo. En
ra de qué es lo que no nos gt1sta y llegamos a referirnos a la música la película muda de Abel Gance Napoleón, hay una escena en la
que aborrecemos en términos muy agresivos. Como han mostrado cual vemos cómo se compone «La Marsellesa>> y, acto seguido, se pue­
todos los estudios sociológicos sobre los consumidores de pop, los de ver la canción abriéndose paso a través de la masa que conforma
fans se definen a sí mismos de manera muy precisa a partir de sus pre-
,,
la Asamblea hasta que todo el mundo acaba cantándola. Cuando la
ferencias musicales. Estos se identifican con determinados géneros o película se estrenó en Francia, el público se levantaba de sus asien­
ídolos, y estas elecciones en el plano musical revisten mucha más tras­ tos y se ponía a cantar a coro el himno nacional. Solamente la músi­
cendencia que el hecho de que les guste o no una determinada pelí­ ca parece capaz de crear esa clase de identidad colectiva espontánea,
cula o un progr<lma de televisión. esa asunción tan personal del sentimiento patriótico.
. El placer de la música popular, a diferencia de los placeres obte­ La segunda función social de la música es proporcionarnos una
nidos a partir de otras formas de cultura de masas, no deriva de nin­ vía para administrar la relación entre nuestra vida emocional públi­
gún recurso imaginario: no está necesariamente mediatizado por ca y la privada. A menudo se señala aunque pocas veces se anali­
ilusiones o idealizaciones y se experimenta de un modo muy directo. za el hecho de que el grueso de las canciones populares sean can­
Por ejemplo, en un concierto de heavy metal podemos ver al público cione-s de amor. Esto es evidente en la música occidental de la segunda
completamente inmerso en la música, pero eso no significa que todos mitad del ·s iglo x x , pero también para la música popular no-occi­
aquellos que guitarrean en el aire estén fantaseando con subirse al es­ dental, la cual está compuesta en su mayoría por románticas cancio­
cenario. Experimentar el heavy metal es experimentar la fuerza del nes de amor, generalmente heterosexual. Este dato es algo más que el

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resultado de u11a i11teresante estadística: nos revela un aspecto fun­ música contr<)la . De ahí proviene el placer que proporciona la nlÚ­
damental de los usos de la música. ¿ Por qué son ta11 importantes las sica dance y disco: los clubes y las fiestas proveen. de un contexto, de
canciones de amor? Porque la gente necesita darle forma y voz a las un entorno social que parecen definidos única1nente por la medida
emociones, que de otra manera no podrían expresarse sin resultar in­ del tiempo que proporciona la música (las pulsaciones por minuto),
cómodas o incoherentes. Las canciones de amor son un modo de el cual escapa al tiempo real que transcurre al1í afuera.
dar intensidad emocional al tipo de cosas íntin1as que nos decimos Una de las consecuencias más obvias de la orga11ización musical
entre nosotros (o a nosotros mismos) en términos que son de por sí de n11estro sentido del tiempo es el hecho de que las canciones y las
muy poco expresivos. Es típico del lenguaje cotidiano el hecho de que melodías son a menudo la clave para recordar cosas que sucedieron
nuestras declaraciones de sentimientos más intensas y reveladoras en el pasado. No me refiero simplemente a que los sonidos como
deban usar frases «Te quiero/te amo», « ¡Ayúdame! », «Tengo mie­ las imágenes y los olores desencadenen recuerdos asociados a ellos,
do» , « Estoy enfadado» que son de lo más aburrido y ba �al. Por sino más bien que la música en sí misma dota a nuestras experiencias
eso nuestra cultura tiene una provisión de un millón de canciones en vitales más intensas de un tiem.po en el que transct1rrir. La música cen­
las cuales se dice por nosotros eso mismo, pero de un modo mucho tra nuestra atención en la sensación del tiempo: las canciones se or­
más interesante y emotivo. Estas canciones no reemplazan nuestras ganizan y ello forma parte de su disfrute en torno a la antici­
conversaciones los cantantes no van a ligar por nosotros pero lo- pación y a la repetición, en torno a cadencias esperadas y estribillos
gran que nuestros sentimientos parezcan mas ricos y mas convin-
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que se desvanecen. La música popular del siglo XX ha tenido en su


centes, incluso para nosotros i:n ismos, que si los expresáramos en conjunto un sesgo nostálgico. Los Beatles, por ejemplo, hicieron mú­
nuestras propias palabras. sica nostálgica desde sus comienzos, que es lo que en realidad los con­
En la larga tradición americana de análisis de contenido el único
. virtió en un grupo célebre. Incluso al escuchar un tema de los Bea­
trabajo de verdadero interés sociológico efectuado sobre las cancio­
tles por primera vez había una sensación de los recuerdos por venir,
nes es el estudio de Donald Horton publicado a finales de los años
una conciencia de algo que puede ser efímero pero que seguramente
cincuenta sobre la manera en que los adolescentes usaban los textos será muy grato de recordar.
de las canciones pop en los rituales de sus citas amorosas ( 1 957: 567- Es este uso del tiempo lo que convierte a la música popular en al­
578). Las muestras recogidas por él entre estudiantes de secundaria
go tan importante para la organización social de los jóvenes. Es un
mostraban cómo éstos aprendían de las canciones formas públicas tópico sociológico afirmar que aquellos que se sienten involucrados
de expresio11es privadas cómo dar sentido y forma a sus propios e
de una manera más intensa en la música popular son los adolescen­
incipientes sentimientos. Este uso del pop ilustra una cualidad de la
tes y los adultos jóvenes. La música conecta con un tipo concreto de
relación entre los fans y sus ídolos: los fans no idealizan a los can­
turbulencia emocional, asociada a cuestiones de identidad indivi­
tantes porque deseen ser ellos, sino porque esos cantantes parecen ser
dual y de posicionamiento social, en la cual lo que más se valora es
ca paces, de alguna manera, de expresar lo que ellos sienten; algo así
el control de los sentimientos públicos y privados. A medida que
como si a través de la música nos fuéramos conociendo a nosotros
nos hacemos adultos usamos menos la música y nos implicamos
mismos.

mucho menos en ella: las canciones más significativas para todas las
La tercera función de la música popular es la de dar forma a la generaciones (no tan sólo para la generación del rock) son aquellas
memoria colectiva, la de organizar nuestro sentido del tiempo. Sin que escuchába1nos cuando éramos adolescentes. Lo que podemos de­
duda uno de los efectos de cualquier música, no solamente la popu­ ducir de todo esto no es ú11icamente que los j óvenes necesitan la
lar, es el de conseguir intensificar nuestra experiencia del pres �nte. inúsica, sino también que el ser «joven» se define a partir de la mú­
Por decirlo de otra manera: lo que nos da una medida de la calidad sica. El hecho de ser jove11 se vive intensame11te, con se11timientos en­
de la música es su «presencia» , su capacidad para « detener» el tie� ­ contrados por la impaciencia de que el tiempo pase y el lamento por­
po, para hacernos sentir que estamos viviendo en ?tro m� mento, sin que así ocurra, en una serie de momentos físicamente intensos que
memoria o ansiedad alguna sobre lo que ocurr10 . anter1orment ?
. � transcurren velozmente y que serán los que codifique la nostalgia. Y
sobre lo que acontecerá después. Ahí e� donde entra el 1m? acto f1s1-
ello viene a reafirmar mi visión de la inúsica popular: la música ju­
co de la música la organización del ritmo y de la puls ac1on ,. que la
venil es socialmente importante no porque refleje la experiencia de

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SIMON F R ITH HACIA U NA ESTÉTICA DE LA M Ú S I C A P O P U L A R

los jóvenes (auténtica o 110) , sino porque define para nosotros lo que do en que ninguna otra forma de cultura popular ( excepto quizás
es la « j uventud » . Recuerdo que una de las conclusiones de mis pri­ un equipo deportivo) puede serlo.
meras i11vestigaciones sociológicas, en los años setenta, fue que los jó­ Resumiendo lo argumentado hasta el momento: las funciones so­
venes que no mostraban interés por la música popular por el mo­ ciales de la música popular están relacionadas con la creación de la
tivo que fuera no eran en realidad «j óvenes » . identidad, con el manej o de los sentimientos y con la organización
La última función de la música popular a la que quiero hacer re­ del tiempo. Cada una de estas funciones depende, a su vez, de nues­
ferencia tiene que ver con una cuestión más abstracta que las discu­ tra concepción de la música como algo que puede ser poseído. Des­
tidas hasta el momento, pero resulta una consecuencia de todas ellas: de esta base sociológica, podemos abordar ya las cuestiones estéticas,
la música popular es algo que se posee. Una de las primeras cosas que podemos entender los j uicios de los oyentes y concretar algo más la
aprendí viendo cómo se saturaba mi buzón en mis primeros años cuestión del valor de la música popular. La cuestión que planteába­
como crítico musical fue que ios fans del rock « poseían>> su música mos al principio era: ¿ cómo es posible afirmar con tanta rotundidad
favorita de un modo absolutamente intenso y trascendente. En reali­ que una determinada música es mejor que otra ? Ahora podemos re­
dad, la noción de propiedad musical no es exclusiva del rock en el lacionar la respuesta con la cuestión del mayor ( o menor) acierto con
cine de Hollywood se ha repetido hasta la saciedad la frase « están to­ que unas canciones e interpretaciones cumplen, para un determina­
cando nuestra canción» sino que revela algo reconocible para to­ 1 do oyente, esas fun.ciones a las que me he referido. Pero antes debe­
dos los amantes de la música; es un aspecto fundamental de la ma­ mos aclarar una cuestión previa. Daremos por sentado a partir de
nera en que cada uno piensa y habla sobre « S U » música (la radio aquí que la música que escuchamos constituye algo muy especial
británica tiene programas de todo tipo basados en las explicaciones para nosotros: no, como en el caso de un crítico de rock ortodoxo,
de personas que cuentan por qué ciertas músicas les «pertenecer1>> ) . porque esa música sea más « auténtica » que otra (aunque podamos
Obviamente es la característica de mercancía de la n1úsica la que per­ describirla así), sino porque de un modo mucho más intuitivo nos
mite articular ese sentido de posesión, pero uno no cree poseer úni­ provee de una experiencia que trasciende la cotidianeidad y que nos
camente ese disco en tanto que objeto: sentimos que poseemos la can­ permite «salirnos de nosotros mismos » . La consideramos especial no
ción misma, la particular forma de interpretarla que contiene esa necesariamente en referencia a otras músicas sino al resto de nuestra
grabación, e incluso al intérprete que la ejecuta. 1 vida. Esta intuición de la música como elemento de auto-reconoci­
Al « poseer>> una determinada música, la convertimos en una par­ miento nos libera de las rutinas y de las expectativas de la vida coti­
te de nuestra propia identidad y la incorporamos a la percepción de diana que pesan sobre nuestras identidades sociales; forma parte del
nosotros mismos. Como apunté antes, escribir crítica de rock impli­ modo en que experimentamos y valoramos la música: si bien llega­
ca convertirse en un imán para cartas de odio; y en ese tipo de misi­ mos a creer que poseemos nuestra música, no tardaremos en darnos
vas no se encuentran tanto réplicas a la crítica de un intérprete o de cuenta de que estamos poseídos por ella. La idea de trascendencia,
un con.cierto como réplicas en defensa del fan remitente: critica a uno por tanto, j uega un papel tan importante en la estética de la música
de sus ídolos y los fans te re.sponderán como si les hubieras criticado popular como en la estética de la música seria; pero, como espero ha­
a ellos mismos. El mayor alud de correo que j amás he recibido me ber dejado claro, aquí trascendencia no significa la libertad de la mú­
llegó después de haber redactado una crónica criticando a Phil Col­ sica respecto a las fuerzas sociales, sino el hecho de estar organizada
lins. Llegaron centenares de cartas (no sólo de críos y de torpes ado­ por ellas (por supuesto, en último término esta afirmación es igual­
lescentes sino también de j óvenes establecidos ), pulcramente meca­ mente válida para la música culta) .
nografiadas y algunas en papel timbrado, con una misma premisa:
argumentaban que al haber descrito a Collins co1no un tipo desa­
gradable y a Genesis como un grupo tétrico, lo que yo estaba haciendo L A E S T É '"f I C A D E L A M Ú S I C A P O P U L A R
en realidad era ridiculizar el modo de vida de sus fans y menospre­
ciar su identidad. La intensidad con que se establece la relación entre Quiero concluir esta reflexión con otro tipo de pregunta: ¿ cuáles
los gustos personales y la definición de ur10 mismo, parece un ele­ son los factores en la música popular que le permiten cumplir con
mento específico de la música popular: ésta es « poseíble-» de un mo- esas funciones sociales, los que determinarán si lo hace de manera sa-

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SIMON F R ITH

tisfactoria o no? De nuevo quiero dividir mi respuesta en cuatro as­ do en el uso de la voz. Es precisamente con la música vocal con la que
pectos, con los cuales no me interesa tanto desarrollar la cuestión has­ establecemos una mayor conexión, con la que 1nejor podemos apro­
ta el último detalle como sugerir algunas líneas de trabajo funda­ piarnos en cierto modo de las interpretaciones. La personalidad de
mentales para un posterior análisis crítico. los ídolos de la música popular se construye a partir de la voz (y, al
El primer aspecto será breve porque atañe a cuestiones musico­ n1enos desde la segunda Guerra Mundial, los más famosos han sido
lógicas que no estoy capacitado para examinar en detalle. La n1ás im­ cantantes ) . El timbre de la voz es más importante en este contexto
portante (y llamativa) característica de la música popular occidental que la articulación concreta de un contenido textual determinado, y
en el siglo xx ha sido la asimilación que ha hecho y en la que se ello implica, por ejemplo, que grupos como los Beatles puedan asu­
ha visto inmersa de las formas y convenciones de la música afro­ mir una voz de conjunto. Podemos identificarnos con una canción
americana. En términos analíticos, según la distinción desarrollada tanto si entende1nos el texto como si no, tanto si conocemos previa­
por Andrew Chester a finales de los años sesenta, esto significa que mente al cantante como si no, .p orque es la voz no el texto de la
la música popular tiene hoy en día una estructura compleja «por in­ canción lo que provoca nuestra reacción inmediata. Esta circuns­
tensión » (intentionally) y no tanto « por extensión» (extentionally), tancia nos lleva a plantearnos algunos interrogantes en torno a la mú­
como ocurre en el caso de la música clásica europea. En la construc­ sica popular no-vocal, que podremos responder únicamente si asu­
ción musical «por extensión>>, argumenta Chester, «el tema y las va­ mi1nos la voz como un signo de personalidad individual y no tanto
riaciones, el contrapunto y la tonalidad (tal y como se emplea en la como algo que necesariamente articula palabras. La voz, por ej em­
composición clásica), son recursos construidos tanto diacrónica co­ plo, ha sido y es un elemento central en el atractivo del j azz, no por
mo sincrónicamente en calidad de proyecciones externas de unidades los vocalistas en sí mismos, sino por el modo en que en el jazz se to­
musicales básicas. El conjunto se crea por combinación de elementos can y se escuchan los instrumentos: las voces instrumentales de Louis
simples, los cuales permanecen autónomos e invariables en el seno Armstrong o de Charlie Parker eran tan individuales y personales co­
de la unidad compleja » . En la estructura construida «por intensión» , mo la voz de cualquier estrella del pop.
« las unidades musicales básicas (notas tocadas o cantadas) no se com­ Hoy en día, sin embargo, la fórmula más comercial en la música
binan en el espacio y en el tiempo como elementos formando estruc­ popular son las canciones, con las cuales se construyen personalida­
turas complej as. La entidad básica está organizada en parámetros des vocales que emplean la voz para llegar a nosotros de un modo in­
de melodía, armonía y ritmo, mientras que el conjunto resultante se mediato. Desde esta perspectiva podemos analizar las canciones co­
desarrolla a partir de la modulación de las notas fundamentales y a mo narrativas, apropiándonos las herramientas desarrolladas por la
partir de la inflexión de la pulsación básica» ( Chester, 1 970: 78-79). crítica literaria y por la crítica cinematográfica . Sería oportuno, por
A pesar de las limitaciones que pu e de presentar la sencilla lectura ejemplo, hacer algunas distinciones de géneros a primera vista, fi­
dicotómica que Chester hace entre una tradición de desarrollo musi­ j ándonos en el distinto modo en que el rock, el country, el reggae,
cal lineal y una tradición de interacciones rítmicas acumulativas, su etc., constituyen diferentes narrativas, construyen personalidades dis­
teoría nos conduce a una pregunta crucial para entender la música tintas para su ídolos, sitúan a sus respectivos públicos y ponen en jue­
popular desde el punto de vista musicológico: ¿ cómo podemos ex­ go modelos propios de identidad y oposición. Evidentemente no po­
plicar la intensidad de la experiencia musical que se desprende de demos establecer una analogía directa entre la música y el cine o la
las formas propias de la música afro-americana ? Todavía no conoce­ literatura. Cuando analizamos los recursos narrativos de la música
mos con suficiente detalle el lenguaje musical del rock y del pop para popular contemporánea no podemos hablar únicamente de la mú­
responder a esa pregunta: los críticos de rock seguimos eludiendo el sica, sino que debémos abordar todo el complejo proceso de presen­
análisis técnico, mientras que los musicólogos que se interesan por tación que la acompaña. La imagen de los intérpretes se construye
este campo, como Wilfrid Mellers, usan herramientas que sirven fun­ 1 mediante sus presentaciones en la prensa y en la televisión, en las
l periódicas entrevistas y sesiones fotográficas a que se someten para
damentalmente para interpretar características no-intensionales (y
por ello menos significativas) de la música popular.
·

los periodistas, y por la fijación de una serie de gestos y puestas en


El segundo aspecto en e l que quiero detenerme es ver cómo el de­ escena. Todos estos elementos afectan a la manera en que oímos
sarrollo de la música popular del siglo X X está cada vez más centra- una determinada voz; los cantantes de pop raramente se escuchan

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--- · - --·------ --�-----
·· · ·
SIMON F R ITH H A C I A U N A E S T É T I C A D E LA M Ú S I C A P O P U LAR

«sin más» ( sin n1ediación alguna ). Los textos que interpretan tienen keting. Podemos así dividir la música pcJpular en música country, soul,
connotaciones físicas, imágenes asociadas, ecos de otras voces. De­ rock'n'roll, punk, M OR 5, teatro musical, etc. Pero un modo igual­
bemos fijarnos también en todos esos detalles si vamos a tratar las mente interesante de aproximarnos a la cuestión de los géneros es cla­
canciones como estructuras narrativas. La principal implicación de sificarlos según sus propuestas ideológicas, según la ma11era en que
todo esto sería, desde un punto de vista musicológico tradicional, que ellos mismos se venden como arte, comunidad o emoción. Veamos
a pesar de que la música no pueda representar nada en concreto, su un ejemplo concreto: una forma de rock que se presenta bajo la eti­
poder de comunicación es incontestable. queta de « auténtico » . Su máximo representante es Bruce Springsteen
El tercer aspecto que quiero tratar elabora una hipótesis que se y se auto-define según la estética rock de la autenticidad. La clave
desprende de lo anterior: la música popular necesita del desarrollo de de este género está en el desarrollo de convencionalismos musicales
un análisis de géneros específico, abierto a una clasificación que con­ que son, por sí mismos, medidas de « verdad>> . Los oyentes somos con­
sidere el modo en que diferentes formas de música popular usan dis­ ducidos a un determinado tipo de realidad: así es como se ''ive en Es­
tintas estructuras narrativas, conforman sus propios modelos de iden­ tados Unidos, así es como se sienten el amor y el sufrimiento verda­
tidad y articulan diferentes emociones. Tomemos, por ejemplo, la tan deros. La música que resulta de tal argumento es el equivalente de
debatida cuestión de la música y la sexualidad. En el primer artículo lo que la teoría del cine denomina « textos realistas clásicos » . Tiene
sobre rock y sexualidad que escribí con Angela McRobbie a finales el mismo efecto de persuadirnos de que las cosas son realmente co­
de los años setenta establecimos una distinción entre las narrativas mo nos las presentan: ese realismo implica necesariamente una visión
del cock rock 3 y las del tee11ybop 4, y observamos córno cada una de no-idealizada de la vida social y al mismo tiempo una visión de la na­
ellas definía la masculinidad y la feminidad para diferentes audien­ turaleza humana impregnada de idealismo.
cias y contextos de percepción ( 1 978-1 979: 3-19). Aquellas distin­ Lo más interesante de este tipo de música es cómo logra construir
ciones son todavía válidas, pero las hicimos atendiendo tan sólo a una ese tipo de verdad y cómo ésta consigue impregnar lo musical. Para
de las muchas subdivisiones posibles de un tipo concreto de pop. poner a prueba esta pequeña guía de semiótica recomiendo analizar
Otras formas musicales articulan la sexualidad de un modo mucho el vídeo de We are the world. No hay más que ver cómo los cantan­
más complej o: por eso sería imposible analizar la sexualidad de Frank tes pugnan por mostrar la máxima sinceridad: observad cómo Bruce
Sinatra o de Billie Holiday, y su lugar en la historia de la canción me­ Springsteen se lleva la palma cuando al enfocarle cantando su frag-
lódica, en los términos del contraste establecido para el cock rock y 1nento vemos cómo se le marcan las venas de la frente y le gotea el
el teenybop. Ni siquiera la figura de Elvis Presley encaja fácilmente sudor. En este caso la aute11ticidad está garantizada por el visible es­
en esa interpretación de la sexualidad masculina y femenina de fina­ fuerzo físico que el cantante realiza.
les de los años setenta. Para llegar a entender los géneros en la música popular a partir
Estos ej emplos nos obligan a afrontar la cuestión del modo en de este tipo de aproximaciones, debere1nos acercarnos a ella en tér­
que deben ser definidos los géneros dentro de la música popular. Una minos muy distintos a los que fij a la industria musical. Contra el gé­
fácil aproximación sería dejarnos llevar por la catalogación que es­ nero auténtico, por ejemplo, podemos argumentar la larga existen­
tablece la industria discográfica, la cual, a su vez, refleja las catego­ cia �e una tradición de artificio: algunas estrellas del pop, llevando
rías establecidas en la historia de la música y en las estrategias de már- más allá el trabaj o de David Bowie y de Roxy Music a pri11cipios
de los años setenta, buscaron construir para sí mismos (y para su pú­
blico) una imagen de relajado control. P9demos constatar también
la existencia de un tipo de vanguardia en la música popular que ofre­
3. I_,iteralmente, «rock polla» . Se refiere al rc>ck que exalta la sexualidad mascu­
lina y a menudc> el machis1nc>: « Con cock r()Ck nos referímc)S a aquella música en cu­ ce a los intérpretes y a sus públicos el placer de transgredir las nor-
ya interpretación se recrea una expresión de la sexualidad masculina explícita, cruda
y a menudo agresiva; es el estilo de presentación del rock que vincula a rockanrollerc>s
C<)ffiO Elvís Presley con estrellas del r<)Ck como Mick J agger, Roger Daltrey y Robert
Plan» (Frith y McRobbie, 1 990: 374). [N. de la T.J 5. MOR S<)n las siglas de « Middle on the road » , un término comercial para de­
4. Pop romántico y edulcorado destinado básicamente a un público femenino ado- sig?� r u11 tipo de pop-rock que suaviza sus formas para ampliar su público potencial
lescente. [N. de la T. .1 ale1andose de los patrones más duros del rock. [N. de la T.]

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l 1 '
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SIMON FRITH H AC I A U N A E S T É T I C A D E LA M Ú S I C A P O P U L A R

in as; o de un gé11ero de canción sentime11tal que recrea tópicos emo­ mu.cho antes de conocer a Chaikovski. La música clásica o «seria »,
cionales que todos sabemos irreales pero que consiguen transmi tir en forma de pasajes muy conocidos, 110 está exe11ta de uso social. A
una enorme nostalgia ¡ como si esos sentimientos fueran reales! . iní, que me he criado en la cultura popular de postguerra, me resul­
Lo que trato de decir con todo esto es que resulta posible analizar ta imposible escuchar a Chopin sin sentir inmediatamente un anhelo
los géneros de la música popular en función del efecto que éstos pre­ vagamente romántico, fruto de haberlo oído e11 infin.idad de bandas
tenden conseguir en el oyente. De este modo podría1nos j uzgar la ca­ 1
sonoras.
lidad de los intérpretes en el contexto de su gé11ero (y preguntarnos No hay manera de escapar a ese tipo de asociaciones. Acordeo­
por ejemplo si la música de John Cougar Melle11camp es más o me­ nes que suenan de una determinada manera nos evocarán siempre la
nos verdadera que la de Bruce Springsteen) y analizar el uso de di­ imagen de Francia, las flautas de bambú nos evocarán la de China,
ferentes géneros para distintos propósitos ( en el género sentimental así como la guitarra acústica nos refiere al courztry y las ca.jas de rit­
encontraríamos más canciones de amor adulto que en el repertorio mos a algún baile callejero. Ningún músico puede componer evitan­
de los músicos de vanguardia o en el de los intérpretes identificados do todo elemento o referencia previos; actualmente e11contramos i11-
con la tradición del artificio antes mencionada ) . Para dotar de ver­ cluso músicos que mezclan, fragmentan, recogen y ensamblan música
dadero sentido a los géneros de la música popular, no obstante, de­ basándose claramente en signos preexiste11tes, llevando formas de
bemos situar ese entramado de ideologías sobre el entramado de dominio público a su propio terreno y ofreciendo de ellas una visión
los gustos del público elaborado por la industria. Para entender el particular. Debemos entender el cúmulo de referencias musicales que
punk, por ejemplo, deberemos analizarlo dentro de la interacción llevamos con nosotros por la simple razón de que éstas nos explican
que se genera entre autenticidad y artificio; para ente11der el country lo que subyace en el núcleo de la experiencia musical y nos permiten
haremos lo mismo con la que se genera entre autenticidad y sentí- reconocer, entre el maremágnum de sonidos nos gusten o no- en

miento. el que nos hallamos inmersos, una combinación concreta que de.re­
En realidad, en la vida cotidiana nos manejamos con un conoci­ pente, sin motivo aparente, se fija en nuestras vidas.
miento inucho más acertado que la confusión que se deriva de todas
estas convenciones. Saber escuchar música popular es saber clasifi­
carla. Una cosa que hacen todos los amantes de la inúsica popular,
ya sean fans ocasionales o críticos profesionales, es comparar sono­ CO NCLUSTÓN
ridades decir que A es como B . Gran parte de la crítica del rock
funciona en efecto mediante el reconocimiento implícito de las reglas A lo largo de estas páginas he intentado proponer una vía de a11áli­
del género, y esto me conduce al tiltimo apartado que quería tratar. sis en que la sociología de la música popular se presenta como base
Nuestra experiencia cotidiana de la música no se reduce a las for­ para una teoría estética, como un modo de trasladarnos desde la des­
mas de música popular organizadas a las que me he referido. Vivi­ cripción de las funciones sociales de la música hasta la comprensión
mos en un paisaje sonoro mucho más ruidoso: recibimos constante­ de sus valores y valoraciones (y debería quizás subrayar que mi defi­
me11te música de todo tipo asociada a imágenes, lugares, personas, nición de música po.pular incluye el uso popular de música « seria » ) .
productos, estados de ánimo, etc. Esas asociaciones, e11 la música de Una de mis hipótesis de trabajo ha sido asumir que nuestros gustos
fondo de los anuncios o en las bandas sonoras, por ejemplo, nos re­ individuales el modo en que cada uno experimenta y se describe
sultan tan fa1niliares que la mayor parte del tiempo olvidamos que se la música- son un componente Imprescindible del análisis acadé­
trata de algo « accidental » . De manera inconsciente asociamos de­ mico. ¿ Significa esto que el valor de la música popular es simplemente
terminados sonidos con determinados sentimientos, paisajes y mo­ una cuestión de preferencias personales ?
mentos. Por ej emplo, hoy en día en Gran Bretaña resulta imposible La respuesta sociológica más habitual a esta pregunta es afirmar
que una con1pañía de ballet presente la suite del Cascanueces ante un que las preferencias « personales» están socialmente determinadas.
público infantil, sin que los niños, en cuanto oyen el terna principal, Los gustos individuales son, de hecho, ej emplos de gustos colectivos
comiencen a cantar: todos han oído la melodía de la sintonía del y reflejan el origen de género, clase y grupo étnico de los consumi­
anuncio de Cadbury's con la letra Everyone's a fruit and nut case dores; la «popularidad » de la música popular puede ser tomada co-

432 433
SIMON FRITH H A C I A U N A E S T É T I C A D E LA M Ú S I C A P O P U L A R

mo una medida del equilibrio del poder social. No pretendo contra-· BIBLIOGRAFÍA
decir esa visión de los hechos. Nuestras necesidades y expectativas
están, ciertamente, basadas en cuestiones materiales; todos los tér­ Chester, A. ( 1 970) « Second thoughts on a rock aesthetic: The Bans » . New
minos que he ido empleando (identidad, emoción, memoria) están Left Review, 62.
conformados socialmente, tanto en el ámbito de la vida pública co­ Frith, S. ( 1 98 1 ) Sound effects. Youth, Leisure and the Politics of Rock 'n'roll.
mo en el de lo privado. Pero creo que determinar las significaciones New York. [Ed. revisada y ampliada de Sociology of Rock ( 1 980). Trad.
de la música popular únicamente a partir de la experiencia colectiva cast.: Sociología del rock. Madrid: Júcar, 1 9 8 3 .]
Frith, S. y McRobbie, A. ( 1 978-1 979) «Rock and Sexuality» . Screen Edu­
no es suficiente. Incluso si centramos toda nuestra atención en la re­
cation, 29: 3-19. [Reeditado en S. Frith y A. Goodwin (eds.) ( 1 990) On
cepción colectiva de la música popular, seguirem.os sin explicar por
Record. Rock, Pop and the written World. London.J
qué una determinada música consigue provocar tales efectos en la co­
Horton, D . ( 1 957) «The dialogue of courtship in popular songs» . American
lectividad mejor que otra, o por qt1é esos resultados difieren según Journal of Sociology, 62: 569-578 .
los géneros, audiencias y circunstancias de que se trate. Los gustos en Mellers, W. ( 1 973 ) Twilights of the Gods: The Beatles in Retrospect. Lon­
la música popular no se derivan simplemente de nuestras identidades don.
socialmente construidas; también contribuyen a darles forma. Mellers, W. ( 1984) A Darker Shade of Pale: A Backdrop to Bob Dylan. Lon­
En al menos los últimos cincuenta años la música popular ha don.
constituido una vía fundamental para aprender a entendernos como
sujetos históricos, con identidad étnica, de clase y de género. De ello
han resultado tendencias tanto conservadoras ( básicamente a través
de la nostalgia pop) como « rompedoras » . La crítica del r·ock ha asu­
mido como norma que estas últimas implicaban un criterio de cali­
dad, pero, en la práctica, muchas veces se trataba de músicas falsa­
mente « rompedoras » . Debemos afrontar esta cuestión política de un
modo dístinto, tomando seriamente los resultados del análisis que
subrayan los componentes relativos a los individuos. Lo que la mú­
sica popular puede hacer es poner en juego un sentido de identidad
que podrá acomodarse o no al modo en que nos situemos respecto
a otras fuerzas sociales. La música nos permite posicionarnos, pero
también revela que nuestras circunstancias sociales no son inmuta­
bles ( y que los otros i11térpretes, fans comparten nuestra insa­
tisfacción). La música popular no es en sí misma ni revolucionaria
ni reaccionaria. Es una poderosa fuente de emociones que, al estar
socialmente codificadas, 'pueden cor1tradecir también al « sentido co­
mún>> . En los últimos treinta años, por ejemplo, al menos para los
j óvenes, la música popular ha constituido una vía que tanto ha con­
firmado como ha subvertido sus identidades en cuestiones relativas
a la raza o al sexo. Podría ser que, a fin de cuentas, estuviéramos in­
tentando hacer prevalecer el valor de aquellas músicas en el ámbito
de lo clásico y de lo popular que tienen alguna in1plicación cul­
turalmente transgresora para la colectividad. Lo que quisiera pun­
tualizar es que la música únicamente consigue ese efecto mediante el
impacto sobre los individuos. Y ese impacto es lo primero que nece­
sitamos entender.

434 435
Capítulo 17

SENDEROS EN LA VIDA URBANA ( * )

R u t h F i n n e g _a n

Este estudio ha tratado de revelar el s_istema subyacente a la prácti­


ca musical en una ciudad inglesa moderna. Dada la existencia de
esta estructura y el grado en que la música local compromete a sus
participantes con la ciudad en la que viven dadas las extendidas
interacciones entre personas que hace posibles, las múltiples tareas
necesarias para su puesta en práctica y las identidades y contextos
locales aquí descritos , podemos esperar que un sistema de tal
alcance tenga también implicaciones sobre las formas de vida lo­
cal. Pues la música local no es una cuestión de consumo pasivo ma­
sivamente controlado, ni de la contemplación en solitario de obras
musicales; es ante todo un asunto de activas prácticas colectivas.
Esta expectativa realmente se cumplió, aunque no siempre _de la ma­
nera que yo había previsto. En contr� de muchas asunciones co­
munes, la práctica de la música local resulta relevante para cuestio­
nes centrales de la vida en una s�ciedad industrial urbana. Afecta,
por ejemplo, a la evaluación que podamos hacer de problemas como
la <<comunidad>> o la <<clase>> (o su ausencia), la ordenación espa­
ciotemporal de la vida en un entorno urbano o los procesos de con­
tinuidad y cambio por los que nuestra cultura se mantiene y desa­
rrolla.

( *} Capítulo 21 de The hidden musicians. Music-making in an English town


(1989). Cambridge: Cambridge University Press, pp. 298-326. Traducción de Fran­
cisco Cruces.

437
RUTH FINNEGAN S E NDEROS E N LA VIDA U RB A NA

Muchos comentaristas han dado la impresión de que la música tos musicales en las escuelas , con más de cien ejecutantes; o el XXI
aficionada carece hoy día de importancia: cuando no «agonizante >> , Gran Concierto de Aniversario que en el año 1 9 8 5 dieron las orques­
constituiría en todo caso el interés de una pequeña minoría. Sería, a tas, bandas y coros con base en el centro musical North Bucks de
lo más, algo marginal en relación con las preocupaciones serias. A.sí, Bletchley, reuniendo a más de 400 músicos (principalmer1te menores
·
una cuestión preliminar es la de la escala de la música local. ¿ Qué o- de veinte años) y a una audien cia (incluyendo a los ejecutantes ) en
ciemos concluir a partir de la evidencia de Milton Keynes_( ¿ Eran an- ___ torno a las mil quinientas personas 2 • Debo añadir también una ob­
tos los practicantes locales como para tenerlos en alguna Cünsidera­ servación, y es que prácticamente nunca he mencionado en conver­
ción? ¿ O se trataba sólo de una pequeña minoría es_pecializada con sació11 informal que estaba haciendo un estudio sobre música local
poco impacto sobre la vida local circundante ? (en Milton Keynes o en cualquier otro sitio) sin que se me diera la ex­
Resultó difícil llegar a ninguna medida cuantitativ a exacta de plicaci ón no pedida de que alguien , ya fuera mi interlo cutor o un
esto incluso más de lo que habría supuesto inicialment e , pero pariente o amigo cercano , se hallaba activamente dedicado a la mú­
podemos arriesgar algunas aproximaciones. A partir de las cifras sica de una u otra manera.
estimadas de grupos y clubes musicales con base local, y teniendo Pero cualquier encues ta concluyente sería engaño sa, por una ra­
en cuenta un cierto grado de superposición entre los mismos, pue­ zón: da una pintura atomista y sobrein dividu alizada de prácticas e
de calcularse que los adultos y niños activamente dedicados a tocar instituciones esencia lmente colectivas. Y lo que es más importante,
o cantar alcanzaba varios miles ( entre seis y siete mil) . Esta cifra pa­ escamotea el problema clave de las definiciones. Pues quién deba ser
recía razonable a partir de los listados parciales que hice de indivi­ considerado « músic o» o « practicante » resultó ser, en sí mismo, una
duos particulare s dedicados a la música puede tratarse del cinco cuesti ón elusiv a y relativ a. Se trataba de la dedica ción a la músic a
al seis por ciento de la población 1 • Otras medidas sugieren que en el tiempo libre, pero ¿cuánto «tiemp o libre » ? ¿ Qué hay del com­
estos datos no constituían una exageració n salvaje (pudiendo in­ plejo continuum entre lo amateur y lo profesi onal? Y ¿cuáles de _los
cluso estar subestimados ) : por ejemplo, los cerca de mil exámenes posibles roles en relación con la música debían incluirse en él? Tratar
que tienen lugar anualmente en los centros locales; los más de tres de llevar una medid a exacta de un campo variopinto y borrosamen­
mil concurrent es al Festival of Arts de Milton Keynes en los años te acotado resulta ba impro ductiv o. Adem ás dejaba fuera a mucha
ochenta ( un ochenta por ciento de ellos <<locales » ) ; los muchos even- otra gente que tambi én j ugaba un papel necesa rio en la músic a lo­
cal. Estaba n los padre s de los niños que tomab an clases de músic a
clásica ; los profesores particulares y los organistas a tiempo parcial;
los cuatrocientos o más miembros del Milton Keynes Divided Coun­
1 . D urante el períodc> del estudio l a población (fluctuante en diferentes perío­
I
try and Western Club y su comité directivo; la serie completa de redes
dos) era del orden de las 100-140.000 personas. Mi estimación de un cinco a seis por
e instituciones de apoyo que trabaja ban para sostener la música co­
ciento de la población no suena rr1uy distinta de los hallazgos de1 Medical Research
CounciJ Nati<>nal St1rvey of Health and Development, en la cual 1 3 5 (4,1 por ciento) ral; los entre ocho y diez mil participantes domin icales en servicios
de una muestra de· 3.313 personas de 36 años decía tocar instrumentos con otros y ha­ religiosos con música; o las audiencias sin cuya participación activa
berlo hecho el'! las últimas dc>s semanas (ca1itar ne> estaba incluido) ( agradezco a l
las numerosas performances no habrían tenido éxito desde la se­
doctor Miles Wardsworth esta información ) ; pero cualquier comparación directa es
difícil, en parte debidc) a diferenci as de edad. ( Por supuesto , las cifras de població n mana en cartelera de los montajes de ópera a las veladas regulares en
de Milton Keynes incluían el rango completo de edades, incluyendo las personas ma­ pubs o clubs en las que no eran inusuales audiencias de hasta cien o
yores de cincuenta años y los ancianos.) Esta también el problema de decidir quién doscientas personas, hasta las decenas de miles de asistentes a los con-
cuenta como « local» ; algunos miembros de grupos radicados en Milton Keynes tra­
bajaban o viajaban allí, pero n<> residían; mientras que algunos residentes viajaban a

otros lugares para su actividad musical. Existen pocos datos comparativos disponibles
S<>bre la participación en m11sica amateur, local o a tiempo parcial: el archivo de da­
tos ESRC carecía de registros sobre el ano 1 985, y la autorizada encuesta estadística 2. Prácticamente todos ellos sacados de entre los i11strume1_1 tistas y cantantes de
sobre las artes de Nissel concluye que «la extensión total de la participación en músi­ Milton Keynes, aparte de un pequeño contingente de las orquestas juveniles Swan y
ca amateur continúa siendo un terreno sin explorar» (Nissel, 1 983: 90). De modo que, Cignet de Buckingham. El North Bucks Music Centre de Bletchley era uno de los dos
i11cluso en el caso de que los datos aquí presenta dos sea11 precisos en cuanto a la centros musicales de Milton Keynes; el otro, con su propio plantel de grupos musica­
" les, tenía su base en St an to nb ury.
práctica local, no resulta posilJle saber cuán típica sea.

438 439
S E N D E R O S E N LA V I D A U R B A N A
RUTH F I N N EGAN

ciertos escolares a lo largo del año . Todas estas personas también


?
c�n la locali ad de la que se sienten parte 3 • Ninguno de estos para­
digmas enca1aba exactamente con la práctica musical tal y como la
f�rmaban part: de los variados « mundos» musicales descritos, pu­
� 1endo ser considerados, en mayor o menor medida, como unos prac­
encontré en este estudio, pero entraban en ella elementos de ambos.
Por esta razón su examen puede arrojar luz sobre la música local y
ticantes 1nusicales más; especialmente aquellos miembros de la au­
sus implicaciones. .
diencia que asumían un papel tan esencial como diestro a la hora de
Mucha de la gente con la que hablé tradujo rápidamente mi men­
dar forma a las actuaciones musicales. Este hecho ampliaba enor­
ción a la «música local>> en « música comunitaria » , a _menudo con la
meme11te las cifras de participación en la práctica de la música local.
implicación de que yo estaba buscando redescubrir, en algún senti­
Así también lo hacían la presencia de músicos más « profesionales»
do nostálgico y cuasiespiritual, nuestra « comunidad perdida » . Pero
y de organizaciones como WAP o los conciertos organizados por el
la ciudad co1no conjunto no era una « comunidad>> en ese sentido '
MKDC/BMK ( que dado el enfoque de este libro han sido escasa­ 1 aunque sólo sea por el hecho obvio de que su población es demasia-
mente mencionados pero que formaban parte de la escena total), así
do grande y demasiado reciente para que todo el mundo se conozca
co1no la presencia de lo musical corno un elemento significativo de
los rituales tanto públicos como individuales, representando un papel
o incluso para que se hubieran forjado vínculos indirectos extensos :
Y había muchas ocupaciones, intereses y contactos sociales diferen­
c�ados. Ciertamente, algunas instituciones de ámbito general propor­
con repercusiones que van bastante más allá de la mera «práctica mu­
sical» en sentido estricto.
cionaban determinados servicios centrales, control y, quizás, también
Así pues, aunque realmente sólo había una n1inoría que fueran
definiciones para el conjunto del área urbana. Pero en la conduc­
músicos activos en el sentido comúnmente aceptado de cultivar de
ción cotidiana de sus actividades, musicales o no, la mayoría de la
forma consistente las artes reconocidas del canto o del instrumen­
gente no se preocupaba directamente de tales instituciones ni del
1
to, los círculos concéntricos de implicación en la música significa­
concepto de Milton Keynes como un todo. Ni tampoco sus senderos
1

1
1 ban que esta práctica poseía una significación local m ucho más
musicales se hallaban necesariamente confinados a los límites de la
amplia. Lej·os de ser el tipo de actividad marginal y sin estructura
ciudad.
que a veces sugiere el término « ocio » , con su connotación de ele­
¿ Qué hay ento11ces de las varias localidades dentro de la ciudad?
mento residual sobrante de la « vida real » , estas prácticas no eran
Buscar agrupamientos menores ha sido uno de los procedimientos pa­
mantenidas por individuos aislados en un vacío asocial, ni por per­
ra revelar los lazos internos, a menudo estrechos, de comunidades ét­
sonas tratando de llenar de cualquier modo su tiempo para « resol­
nicas o gremiales encastradas en un contexto urbano mayor. Si bien
ver » el problema del ocio, sino que se mantenían por medio de una
desde el comienzo me pareció poco probable encontrar «pueblos ur­
serie de senderos socialmente reconocidos que desembocaban siste­
banos» en este sentido, todavía conservaba la vaga expectativa de que
máticamente en una amplia variedad de contextos e instituciones de
terminaría por concentrarme, al estilo tradicional de la antropología,
la ciudad.
en algún barrio en el que los lazos musicales se hallaran estrechamente
En vista de estos alcances más amplios, ¿tenía la práctica musical
entrelazados con otras relaciones sociales. Pero eso nunca sucedió
alguna relevancia de cara a la vida de la ciudad? O, al menos, ¿afecta­
principalmente debido al patrón extrabarrial de buena parte de la ac �
ba al modo en que la gente estructura y experimenta la vida urbana?
La respuesta es afirmativa, si bien de una manera compleja que pre­
cisa discusión.
,
Existen dos paradigmas familiares para comprender el lugar de . , 3 . Estos son temas ya viejos en las ciencias sociales, Cf>n larga historia de discu-
la música ( o cualquier otro conjunto regular de prácticas) en la vida st � n Y controversia. He encontrado los siguientes tratamientos particularmente i.lu­
urbana a los cuales recurre espontáneamente tanto al analista aca­ m1�adores (aunq11e sus autores no necesariamente aprobarían mi pt1nto de vista): Pahl,
1 966, 1 975; Stacey, 1 969; Neuwírth) 1 969; Spradley, 1 970; Bell y Newby, 1 9 7 1 ; Fis­
démico como la mayoría de la gente que vive en ciudades. Primero,
¡�
cher, 1 977; Hannerz, 1 980; Abrams, 1 980; Wild, 1 9 8 1 , 1 984; Wright, 1 984; Lloyd,
la idea de la ciudad como un escenario vasto, heterogéneo y hostil al �
1 4; Cohe n, 1985; Buli:ner, 1 98 6 . Sin d uda, un análi sis teóric? c � mplet � ?e ería ex­

��
control y el calor personales; segundo, el de la « comunidad», en la .
p 0 ar l � s d1fere .
ntes �ent1dos de «comunidad», per() n1. el espacio t11 el equ11ibr10 de es­
.
cual sus miembros se conocen, se encuentran ligados por lazos nu­ � stud10 per� 1te 11 sino � na discusión general en relación con las implicaciones espe-
.
ficas de la practica
merosos y poseen algún tipo de conciencia de compromiso personal inus1cal loca l e11 Mil ton Key nes.

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RUTH F!NNEGAN S E N D E R O S E N L A V I DA U R B A N A

tividad musical que encontré; pero también porque Milton Keynes posición geográfica diversa. La Woburn Sands Band, por ejemplo,
sencillamente no estaba formado por «comunidades » locales de este sacaba cerca de un tercio de sus músicos de Woburn Sands ( diez
tipo. Es verdad que existían zonas de la ciudad donde una pobla­ en total), pero el resto vivía en otros lugares en Bletchley ( cin­
ción radicada desde hacía tiempo imprimía un mayor sentido de rai­ co), Newport Pagnell ( cinco ) , Simpson (tres), Wolverton ( dos) y
gambre local: Wolverton, conectada desde antiguo con la construcción otros lugares d� Milton Keynes ( uno) y sus alrededores ( uno) . El
del ferrocarril, partes de Bletchley y algunos de los pueblos conur­ director vivía en Bletchley. Así también ocurría con la Blackwell Sil­
bados. Pero ya por los años ochenta difícilmente se podría hablar de ver Band, de ochenta años de antigüedad; pese a ensayar en una
una población compacta, mucho menos homogénea, y los lazos so­ escuela y asumir la responsabilidad de tocar « para nuestra propia
ciales intensos no estaban necesariamente basados en la residencia comunidad, nuestra propia parroquia » , en 1 9 82 sólo uno de sus
barrial, aunque sólo fuera por el impacto de pobladores, demandas músicos vivía realmente en New Bradwell. Muchos eran miem­
y empleos nuevos. Ni siquiera los barrios residenciales de construc­ bros de más de un grupo� especialmente en música clásica, ópera,
ción reciente, cada uno con su propio tipo de casas, entorno ambiental bandas de viento y jazz. De modo que para cualquier asociación,
y perfil social, podrían ser designados como «comunidades» en lo to­ cualquiera que fuera su base, era muy difícil nutrirse de vecinos de
cante a la música, y quizás tampoco en lo tocante a nin.gún otro un mismo barrio.
propósito. La música local no se practicaba en una «comunidad» ba­ Esta ausencia de un contexto de « comunidad local» para la mú­
rrial en el sentido tradicional (vago, pero aún significativo) de una sica derivaba también del modo de organización de las actividades.
colectividad de personas que viven j untas en un área territorial espe­ En cada comunidad sólo una minoría eran músicos activos, y con la
cífica, vinculadas por lazos interpersonales y un sentido de pertenencia excepción de la música puramente doméstica y la de las escuelas e
,

comun. iglesias, no se ensayaba en el barrio sino en grupos, pubs o locales


Algunos grupos musicales sí tomaban sus nombres de localida­ situados probablemente en otros barrios. Tenían que viajar para reu­
des particulares. Estaban los Stony Stratford Singers, la Wolverton nirse a hacer música. Una pauta que se intensificó con el estableci­
Light Orchestra, la Newport Pagnell Chora! Society, la Woburn Sands miento de la <<ciudad nueva » , pero que ya era anterior al mismo.
Band (realmente, todas las bandas an.tiguas) y los numerosos coros En lo referente, por tanto, a la producción y radicación de la mú­
de parroquias y escuelas. Tales grupos normalmente tenían un local sica local, andar buscando pequeñas <<comunidades» barriales sería
de ensayo y daban algún concierto en la zona; incluso cuando se les erróneo. La música local no es producida por cierta cultura «comu­
reclamaba en otros lados, como era el caso con la Woburn Sands nal » tradicional, ni encaj a con el modelo romántico de las artes ama­
Band, sentían cierta responsabilidad hacia la « comunidad local» y teurs de la Gemeinschaft. Es legítimo explorar, como hacen los an­
hacían un esfuerzo por tocar allí en Navidad u otras ocasiones seña­ tropólogos y otros, las comunidades de pequeña escala englobadas
ladas. En la medida en que tales localidades fluidamente definidas en entornos urbanos mayores; pero, como ha argumentado podero­
ocasionaimente se presentaban a sí mismas como dotadas de una uni­ samente Hannerz en su alegato por una antropología urbana ( 1 980),
dad distintiva separada de las otras, esto en parte era posible gracias los aspectos propiamente « urbanos>> de la vida de la ciudad moder­
a eventos locales como un carnaval o un festival centrados en una na pueden ser tan importantes e interesantes como los de las <<co-
, .

iglesia del lugar, donde el elemento ritual podía marcarse con la ac­ munidades» cohesivas más pequeñas. Este es ciertamente el caso en
tuación de los cantantes, la banda o los instrumentistas «locales » . En cuanto a la práctica local de la música, pues Milton Keynes (como
este sentido, «comunidad» puede entenderse como un aspecto situa­ probablemente muchas ciudades británicas) no es una aglomeración
cional y emergente de las localidades y no como una propiedad ab­ de comunidades pueblerinas, sino una ciudad con todas sus caracte­
soluta . Un proceso en el que la música, y sobre todo la ejecutada rísticas: grande, heterogénea y compleja.
por residentes locales, tiene su papel. ¿ Es necesario entonces irse al otro extremo, a la pintura opuesta
Pero incluso en este sentido relativo, la significación de tales de la ciudad como un contexto de actividad humana frío, anónimo
grupos para su propio « barrio>> era limitada. Muchos de sus miem­ Y dominado por el mercado? Esta visión era, de hecho, la mantenida
bros no vivían de hecho en la localidad, e incluso las bandas de vien­ por algunos de los vecinos de Milton Keynes, como ilustraba el go­
to, con sus fuertes tradiciones locales, a menudo tenían una com- teo de cartas de residentes desilusionados en los periódicos locales:

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¿ Qué lleva a los burócratas a pensar que 11adie en su sane) j u icio qt1iera vivir ta asu11ción no se podía aplicar ni a todos los grupos ni a todos los
aquí? Se está mucho mejor en Londres, o e11 donde sea. Aqt1í no parece que
l1aya ni vaya a hal')er ja1nás 11ingún espíritt1 de co1nu11idad. Milto11 Keynes ne>
individuos. Algunos grupos estaban muy unidos, especialmente las
es inás que una cicatriz en la cara de Gran Bretaña -Yo 11c> soy capaz de ver­ viejas bandas de viento, y sus miembros mantenían otros lazos ade­
la cambiar, ¿alguien sí?-» ( Mi/ton Keynes Mirr<1r, 3 de O()ViemlJre de 1 983). más de su actividad musical; algunos eran amigos, colegas, parientes,
compañeros de escuela o miembros de la misma parroquia. Incluso
Este tipo de formulación sería típico entre aquellos comentaristas en ese caso, no obstante, los vínculos diferían entre individuos: no ha­
preocupados por contradecir la visión facilona y comunitarista de una bía una vida social única, compartida por todo el grupo. Y algunos
vida urbana ar1noniosa, o proclives a pintar a los habitantes locales de ellos mantenían poco o ningún contacto adicional. Otros grupos
como criaturas pasivas de fuerzas masivas. No obstante, ¿ era carac­ tenían menos vínculos personales y la gente sabía menos sobre la vi­
terística de quienes participaban en las actividades musicales aquí des­ da de sus co-miembros. En las agrupaciones más numerosas a veces
critas ? Ciertamente, en el cuadro encontramos algo de impersonali­ la gente no conocía ni siquiera el nombre de los demás más allá del
dad. Aunque para estándares urbanos Milton Keynes no era grande, compañero inmediato. E incluso cuando lo sabía, a menudo tenía
relativamente pocos de los más de cien mil habitantes podían cono­ poco conocimiento sobre, por ejemplo, su trabajo o su situación do­
cerse unos a otros en un sentido personal sostenido; pocas ocasiones méstica; tales asuntos no eran importantes para el propósito que los
,,

musicales en vivo, si es que había alguna, eran genuinamente accesi­ reun1a.


bles a todo el mundo; y los eventos locales, incluso en los barrios más Había también un elemento de impersonalidad en la actuación i
pequeños, podían pasar desapercibidos. Un acontecimiento musical en público. Con frecuencia los miembros de la audiencia estaban vin- 1
dado constituía la preocupación personal directa de un número de culadas por lazos personales con uno o más de los ejecutantes pe­
gente relativamente pequeño, mientras que otras personas ni se en­ ro no necesariamente entre sí . En realidad, el concepto mismo de
teraban de él o lo veían como parte del entorno impuesto en el cual una ej ecución «pública » está asociado con la aceptación del anoni­
tenían que vivir. Hasta aquellos más apasionadamente involucrados mato como elemento de la vida urbana, y significa que los eventos
en música tenían poco que ver con otros mundos musicales y a me­ rr1usicales a veces tendrán lugar en situaciones de escaso reconoci­
nudo se sorprendían de que yo estuviera estudiando varias formas de miento social o conocimiento personal entre la mayor parte de los
música local: ellos sabían de la suya, pero, realmente, ¿ había algo presentes, más allá de su participación conjunta en el evento.
más? Ni siquiera dentro de cada mundo musical la gente necesaria­ En algunos aspectos, entonces, la actividad musical local encaja­
mente interactuaba de modo personal. Constantemente me sorpren­ ba con el modelo impersonal de la vida urbana: un punto que preci­
día descubriendo que los miembros de coros diferentes no se cono­ sa ser enfatizado para desafiar la asunción inj ustificada de que los
cían (a veces ni siquiera eran conscientes de su mutua existencia) y grupos de interés están necesariamente marcados por una fuerte so­
que músicos locales muy apreciados podían ser perfectamente des­ lidaridad social. Pero ésta no era toda la verdad. Un punto esencial
conocidos para personas del propio «mundo>> musical que vivían o ya ha sido mencionado aquí la variedad de los grupos, algunos do­
trabajaban al lado. tados de lazos internos más estrechos que otros . Sería difícil de me­
También existía un elemento de anonimato, incluso dentro de los dir de forma conclusiva el grado de interacción estrecha por compa­
grupos musicales. Mi expectativa original había sido que los coros, ración con las relaciones unidimensionales y más superficiales (y el
los clubs, los grupos instrumentales, las bandas de rock, etc., estarían balance sería tal vez diferente en el contexto en desarrollo de Milton
compuestas por personas que se conocían bien y cuyo interés musi­ Keynes que en otras localidades más antiguas) . Pero al menos resul­
cal compartido se hallaría complementado por cierto conocimiento taba claro que ambos procesos pueden darse en la música local, y que
más integral de la vida de los demás 4• Vine a darme cuenta de que es- en absoluto es excepcional hallar relaciones estrechas y multidimen­
sionales. Muchos grupos contenían elementos de ambos. Concen-

4. Una expectativa reforzada por conclusiones C<)mu11es como las de la autoriza­


da encuesta de Tomlinson sobre asociaciones y clubs de ocio de que tales «grupos esen­
tact<) interpersonal y la actividad puramente social a menudo son tan importantes co­
cialmente primarios [ ... ] usualmente muestran grandes grados de sociabilidad; el con- mo la actividad e11 sí misma» (1 979: 3 9 ) .

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trarse exclusivamente en los procesos segmentados e impersonales al mismo tiempo iluminan algunos elementos recurrentes y revela11 la
produciría u11a falsa imagen, por más típicamente « urbanos» que se complejidad de diferentes procesos. Pero si estos paradigmas opues­
consideren en términos teóricos. tos de una « comunidad» autocontenida versus un impersonal ano­
Lo que es más, no era de ese modo como muchos de los partici­ nirnato son de limitada utilidad, ¿qué otras perspectivas de las cien­
pantes se percibían a sí mismos en su actividad musical. Normalmente cias sociales pueden ayudarnos a entender mejor las implicaciones de
la gente no sabía demasiado de sus compañeros en grupos musicales, la .música local en la ciudad?
pero sabían lo suficiente en aquello que les importaba. Los individuos Podríamos traer a colación muchos de los enfoques en estudios
a menudo se j untaban porque conocían ya a uno o a varios miem­ urbanos, algunos de cuyos términos clave ya han hecho aparición:
bros, y entonces la actividad inusical conj unta reforzaba y amplifi­ « red » , «grupos » , «asociaciones», o el concepto menos utilizado pe­
caba el contacto existente cuando no a través de pequeñas cues­ ro de gran alcance de « mundo » . Tales términos iluminan muchos as­
tiones prácticas como llevarse unos a otros o pasarse mensaj es, al pectos de mi investigación, por lo que ciertamente no prete11do cues­
n1enos por el hecho de mantener el mismo grupo y hacer música tionarlos. Sin embargo, enc11entro que en definitiva no resultan todo
juntos . No se sentía la necesidad de conocer a todos. También po­ lo útiles que yo hubiera esperado para analizar la práctica musical lo­
dían crearse vínculos personales nuevos. Algo normal en todos los cal y sus implicaciones.
grupos grandes era el descanso para tomar un refresco y conversar; Comencemos con las características de las prácticas musicales en­
un lapso algo magro, pero definido como un tiempo social más que contradas efectivamente sobre el terreno. Éstas eran: primero, la de­
musical. Estos lazos se repetían regularmente y se asociaban a una dicación a tiempo parcial a tales aficiones. Segundo, la combinación
modalidad de actividad intensa y profundamente valorada; en este de un grado variable de participación individual con algunos patro­
contexto, los vínculos, aun si no se expresaban mediante el conoci­ nes habituales claros. Y tercero, la naturaleza relativa y poco acota­
miento de los nombres, las edades o el origen social, unían a la gen­ da de la práctica musical; anclada localmente, por un lado, pero por
te de una manera apenas contemplada en el modelo de las relacio­ otro extendiéndose más allá por todo el país.
nes urbanas anónimas y superficiales. Para los miembros regulares Estos rasgos hacen que las connotaciones más cerradas, integra­
de los grupos musicales estas relaciones podían representar un tema das y concretas de términos como «mundo>> o « comunidad » , pese a
constante, llevado en el mismo orden y con los mismos compañeros toda su flexibilidad, resulten un tanto engañosas para describir la ac­
semana tras semana. El mismo rasgo se hacía evidente también en tividad musical local. « Grupo » es también un concepto iluminador
· grupos más pequeños como los de rock, pop, etc. Aquí también ocu­ a examinar. En cierto sentido, resulta claramente adecuado a las unida­
rría que algunos músicos supieran poco sobre sus colegas o apenas des más específicas, como los pequeños conjuntos m.usicales, o, en su
los vieran fuera de los ensayos, pero la intensidad de su actividad con­ sentido más extenso, a la forma de asociacionismo voluntario caracte­
j unta era, desde luego, de un orden diferente al de las relaciones efí­ rístico de coros, sociedades operísticas y bandas de viento. Pero el
meras y utilitarias atribuidas a la actividad urbana fuera de casa. término no nos alerta sobre los senderos más amplios en los cuales
Así, el modelo extren10 de una vida urbana anónima tampoco re­ encajan finalmente tanto estas asociaciones como los pequeños gru­
coge todos los aspectos de la música local, al menos tal y como ésta pos: las prácticas sim.bólicas habituales y establecidas que daban sen­
es vivida por los participantes .. El hecho de que habiten en una ciu­ tido al conjunto de los «grupos» diferenciados. La extensión del con­
dad no significa que necesariamente encuentren fría y anónima su cepto en « grupos de interés» o « grupos de acción» tampoco llega a
propia implicación en la vida urbana (aunque para algunos indivi­ captar las convenciones artísticas persistentes y los marcos institu­
duos y en algunas situaciones sin duda ésta era la experiencia), ni que cionales que se encuentran más allá y por detrás de las unidades lo­
sean meros recipientes pasivos de artes manufacturadas por otros. El cales específicas. El término « agrupamiento » , más vago, quizás nos
hacer música colectivamente constituye una esfera sobresaliente don­ lleva de nuevo al concepto de <<comunidad>>, esta vez en el sentido
de la gente puede y suele experimentar una justa conciencia de signi- . deslocalizado de estar « basado en un sentimiento subjetivo de las
ficado y control personales. partes [ . . ] de una pertenencia común» (Weber, 1 94 7: 136; cf. Neu­
..

Por supuesto, no es nada nuevo descubrir que los modelos teóri­ wirth, 1969; Wild, 1 9 8 1 : 35 ss. ), lo mismo que las « comunidades mo­
cos no encajan de forma precisa con casos específicos, mientras que rales>> asociadas con iglesias, grupos de amigos y ciertos ·grupos ocu-

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pacionales (como en Abrams, 1 9 80) o las «comunidades simbólica­ acciones. Tales « senderos» vienen a coincidir más o menos con los
mente constru ida s» (Cohen, 1 9 8 5 ) , recortadas por su percepción de variados « mundos» musicales presentados anteriormente, siempre
fronteras com une s resp ect o a otr os. Estas noc ion es dan cue nta de que evitemos las connotaciones de concreción, estabilidad, con1pre­
un aspecto de los ejecutantes locales, recordándonos el sentido de fa­ hensividad y totalidad asociados al término «n1undo» . « Senderos»
miliaridad y los símbolos compartidos que a menudo forman parte también nos recuerda la naturaleza de dedicación parcial de mucha
de su experiencia. Pero, de nuevo, esta aproximación pue de ser equí­ de la música local (la gente sigue varios cami11os simultáneamente,
voca tanto por sus connotaciones de completud como · por su énfasis abando11ár1dolos )7 retomándolos a voluntad a lo largo de su vida); el
en los sentimientos subjetivos. Los músicos locales no sólo se hallan solapamiento y la intersección entre distintas tradiciones musicales;
liga dos por visi one s o emo cio nes com par tida s, sino por prácticas y la naturaleza dinámica y propositiva de las prácticas musicales es­
soc iale s. Las personas pue den o no tener un sentimiento de corte o tablecidas. Las muchas formas diferentes de actividad musical descri­
sep ara ció n resp ecto a otr os en det erm ina das situ acio nes . Per o lo tas en este estudio no eran aleatorias, ni creadas cada vez de la nada
que define sus senderos musicales habituales son sus acciones colec­ por ejecutantes individuales, sino que constituían series de rutas fa­
tivas, compartidas e intencio nale s. miliares y, para sus seguidores, dadas por supuesto, a través de lo que
Los enfoques en términos de «red es» o « cuasi-grup os» son úti- s de otro modo habría sido la impersonal barbarie de la vida urbana;
les en la dirección contraria: atraen la atención sobre el componente caminos que la gente compartía con otros de una forma a un tiempo
1

individual de la práctica musical, su relativa apertura, la dedicación previsible y personal. No se trataba de entornos omniabarcantes, ni
parcial y la naturaleza esencialmente extrabarrial de la mayor parte claramente conocidos por los extraños; pero sí de entornos en los que
de la música local. Las redes personales y su significación para «la ta­ se podía forjar relaciones, compartir intereses y lograr una continui­
rea >> musical han sido uno de los temas de la discusión anterior. Pe­ dad de sentido en el contexto de la vida urbana.
ro, una vez más, tales términos no agotan completamente las carac­ Estos senderos hacían algo · más que proporcionar las rutinas es­
terísticas de la música local, sobre todo por sus resonancias atomistas tablecidas de práctica musical disponible: estaban dotados de pro­
y sociométricas, a veces incluso mecanicistas. Ciertamente, las prác­ fundidad simbólica. U11a impresión común entre muchos aficionados
ticas musicales locales dependen de las conexiones individuales, pe­ era la de que sus senderos musicales poseían un gran valor en relación
ro también poseen una cierta estructura persistente que está por en­ con otros senderos de su vida. Desde luego, esto variaba según los in­
cim a y va má s allá de los vínculos entre individuos particulares; de dividuos y era poco susceptible de medida. I.Jos muchos caminos di­
modo que cuando un conjunto de lazos o bandas, o clu bes se di­ ferentes que cualquier individuo seguía a menudo no se hallaban en
suelven, otros pueden forj arse en su lugar, siguiendo esa misma tra­ competición directa, de modo que no era preciso compararlos explí­
dición. Esto es algo má s rico y continuo que la pintura bidimensio­ citamente. Y, de cualquier forma, asign.ar « importancia» es siempre
nal sugerida por la imagen de una «red » . una ta.rea notoriamente tramposa. Pero dados los hallazgos de este es­
Ningún término es perfecto, per o a mi parecer la,__i�.�-�-.-��-- .« s�n­ tudio en cuanto al tiempo, compromiso y dedicación que tanta gente
der os » capta y res um e me jor asp ect os de la práctica mu sic al .pas a­ invertía en la música y el tipo de implicación personal puesta en ello
élos�por alto en otros enfoqu es. Qu iero usa rla com o una me�áfor� -,dejando aparte la observación directa de ensayos y actuaciones mu­
posib le par a ilum ina r alg un os ras gos de la mú sic a loc al y sus 1mp l1- sicales , sería imprudente seguir asumiendo sin crítica, como a me­
caciones para la vida urbana. nudo hacemos, que los demás senderos de las personas, como el tra­
Los participantes en la música vocal descritos en este libro seguían bajo o el mantenimie11to doméstico, son automáticamente prioritarios
una serie de rutas conocidas y regulares que habían escogido o a en su escala de valores. En realidad; la impresión que me dieron, no
las que habían sido llevados , rutas que ellos mismos mantenían ciertamente todos los implicados en música, pero sí los comentarios
abiertas y que al mismo tiempo extendían por medio de sus propias . espontáneos de una persona tras otra, las respuestas a mis preguntas,
y sobre todo su propia acción, era que su práctica musical era una de
las rutas habituales mediante las que se identificaban a sí mismos co­
S.
Ver Mitchell, 1 969, 1 974; Boisseva .i n y Mitcbell, 1 973; Hannerz, 1 9 80: cap. 5;
mo miembros valiosos de la sociedad. Y que la consideraban de una
Abrams, 1 980; y sobre cuasi-grupos, Mayer, 1 966. importancia fundamental para ellos como seres humanos.

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Esto lleva a un segundo punto. Estos senderos musicales locales donde qué consigues musicalmente es más importante que quién
eran rutas establecidas, ya desbrozadas, y en su mayoría duraderas, seas. En buena medida esto rezaba para todo tipo de música, pero en
que mucha gente antes había tomado y seguía tomando en compa­ particular los jóvenes músicos de rock veían la música como una vía
ñía. Seguramente, ninguna era permanente en el sentido de ser in­ de autoexpresión individual, de obtener un logro públicamente acla­
mutable, ni podrían. sobrevivir sin gente que las recorriera y cons­ mado, e incluso de movilidad social y progreso económico. Aquí un
tantemente las re-formara; nuevos caminos se estaban hollando en individuo podía descollar, libre de los constreñimientos limitantes
ese momento, algunos se iban estableciendo, otros se estaban esfu­ de la ocupación, la burocracia o la educación.
mando o eran apenas visitados, otros eran extendidos y desarrolla­ Otro punto de vista era el de que la música es un «don de naci-
,

dos con tramos nuevos por los individuos y grupos que los frecuenta­ miento» . Este es un modelo bien desarrollado en el mundo del clási-
ban. Pero para cada individuo en particular los senderos establecidos co, con su énfasis en el «talento» individual y el « gran artista>> ( un
estaban ya allí, al menos como un rumbo por donde comenzar: for­ modelo que también podía ser interpretado, cínicamente, como ex­
maban parte de las formas culturales existentes, de modo que no te­ cusa para racionalizar jerarquías existentes). Pero aunque este pun­
nían que ser inventados cada vez de la nada. Es más, tales senderos to de vista a veces era expresado por aficionados locales como una
precisaban algo más que unas poquitas horas semanales dedicadas a explicación total o parcial de sus propios intereses, fue menos común
una actividad de ocio casual; para quienes los seguían seriamente eran de lo que yo esperaba, concentrándose principalmente en aquellos
un canal reconocido de autoexpresión, un medio de afianzar redes que tenían conciencia de proceder de entornos no «musicales», así
personales, de crecer a través de las edades de la vida, de conseguir como entre los compositores, para quienes la confianza en el talento
objetivos no musicales para la localidad, de compartir con otros y, no innato parece, quizás, especialmente importante.
menos importante, d.e imprimir un sentido a la acción y la identidad Pero ni el «logro>> ni el «genio innato>> agotan la historia. Una
personales. Incluían tanto redes personales como grupos estableci­ reacción más común consistía en subrayar cómo los padres u otros
dos, encarnando en la práctica los «mundos>> musicales locales. Des- conocidos habían proporcionado el estímulo inicial, y cómo éste ha­
..
de el punto de vista tanto de los participantes individuales como de bía ido creciendo hasta convertirse en un interés bien establecido.
las localidades por ellos recorridas, constituían un conjunto de ac­ De hecho, una de las características más llamativas de los músicos
cior1es propositivas una estructura invisible a través de las cua­ locales fue la elevada proporción procedente de familias en algún
les la gente guiaba su vida. sentido musicales. Sin .u na encuesta más extensa que la que yo fui
Dada la importancia de tales senderos en la experiencia de mu­ capaz de llevar a cabo es imposible dar cifras exactas; pero entre
chas personas, sería interesante para·nuestra comprensión de la vida los músicos de Milton Keynes cuyos nombres pude registrar al co­
urbana moderna saber cómo llegaron. a ellos. ¿ Qué los llevó a esco­ mienzo de los años ochenta una proporción sorprendentemente al­
ger o a evitar ciertos caminos en lugar de (o junto con) otros? Es­ ta tenía alguna conexión musical familiar. Una forma de corroborar
to tendrá siempre algo de misterioso, como quizá todas las decisio­ esto fue mirar a lo largo del tiempo. Resultaba fascinante rastrear en
nes básicas de la vida, así tengan que ver con trabajo, amor, religión las listas de inscritos en el Festival of Arts a través de los años y ver
o personalidad. Pero explorar los senderos invisibles, aunque ubicuos, los mismos apellidos volver una y otra vez según los hijos mayores,
que estructuran la música local resultó más valioso de lo que suelen y luego sus hermanos y hermanas más jóvenes , iban pasando cursos.
esperar los analistas de la vida urbana moderna. Por escurridizos que Lo mismo ocurría con las listas de exámenes de música clásica, don­
puedan ser, dicen mucho sobre el ' mantenimiento y la continuidad de miembros sucesivos de la misma familia se iban abriendo cami­
-o el cambio de nuestras formas culturales tradicionales. no curso tras curso. Los programas de los conciertos locales exhi­
A propósito de este tema, los propios músicos subrayaban la na­ bían un patrón similar. La Bletchley Amateur Operatic Society, las
turaleza autoelegida de su música: ellos habían aportado el trabajo sociedades Gilbert and Sullivan y las bandas locales contenía11 mu­
necesario, tenían el talento requerido y habían simultaneado este ca­ chos ·miembros de la misma familia con nuevas generaciones su­
mino con los demás aspectos de su vida, como el empleo o la educa­ mándose a las anteriores. Este rasgo hereditario podría explicarse
ción. La naturaleza adquirida, más que adscrita, de la competencia diciendo que, al haber tanta música alrededor, algunas conexiones
musical era uno de los temas preferidos de la actividad musical local, familiares serían sencillamente esperables. Pero sospecho que hay al-

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go inás, aunq11e sólo sea por los mecanismos mediante los cuales se Estos patrones hereditarios eran inás prominentes en la música
llevaba a efecto este patrón hereditario. Considerando de qué ma­ clásica, donde el sistema establecido de ei1señanza dependía del apo­
nera se practican muchos tipos de música, es difícil ver cómo la prác­ yo parental. El canto era algo excepcional, pues muchos miembros
tica musical podría einerger generación tras generación sin ir1fluen­ de coros habían tenido poca o ninguna formación vocal, habiendo
cia de la familia. a prendido en la escuela o en coros parroquiales. No era tan distin­
Es verdad que muchos niños aprendían unos mínimos de ejecu­ to, sin embargo, ya que los cantantes de los coros clásicos tenían que
ción y apreciación musical en la escuela, y que a menudo estaban muy leer música, algo que muchos habían aprendido a través de leccio­
influenciados por sus pares en sus actitudes hacia la música. Pero l1as­ nes de instrumento, con el factor de la herencia familiar inclinán­
ta en las actividades relativamente poco exigentes de cantar en coro, dolos de nuevo hacia senderos clásicos. El aprer1dizaje en los coros
tocar en un conj unto o participar en audiciones en la escuela prima­ parroquiales significaba con frecuencia que había previamente al­
ria, un factor crucial que incidía en qué chicos partipaban era el in-· guna participación familiar, y· muchos cantantes locales hablaban de
terés de los padres. Si un niño en edad escolar iba a estudiar seria­ u11 interés musical en la fa mili a a veces específicamente coral­
mente un instrumento, ya fuera en la escuela o de manera privada, que había despertado y re.forzado el suyo propio. Aquí también, aun­
el a.poyo de los padres resultaba ese11cial. Aparte del pa.go de las lec­ que de una manera indirecta, el patrón familiar animaba a seguir ca­
ciones, los padres habían de proporcionar un sitio donde practicar minos musicales.
(lo cual no es pequeña imposición en la vivienda familiar), financiar Aunque esta base familiar fuera rr1ás evidente en los senderos clá­
la compra de partituras y equipos como el atril, y, event11almente, el sicos, procesos paralelos tenían lugar en otras modalidades. Las ban­
instrumento mism.o. Las lecciones particulares de música podían ser das de viento estaban compuestas por muchos n1iembros de familias
caras y exigir el apoyo de los padres a través de los años para hacer a través de las generacior1es, y el aprendizaje a menudo tenía lugar
factible el lento proceso de consolidación de los intereses y logros del dentro de la familia, apoyado en un sistema de c uasi-aprendizaje
niño. A menudo arrancaba de la propia experiencia musical de los propio de las bandas; a menudo seguía tambié·n líneas de aprendiza­
padres. Uno o ambos l1abían aprendido a tocar instrumentos en la in­ je clásico. Para las bandas era común, f'ºr tanto, extenderse a lo lar·­
fancia; o quizás querían que sus hijos tuvieran la oportunidad de go de varias generaciones de una familia ei1 una tradición. continua­
aprender música que ellos lamentaban no haber tenido. Aparte esta­ ''
da. Las sociedades de ópera también eran, en parte, cuestión de
ba la asunción com.ún de que la adquisición de habilidades musica­ herencia, según los miembros 1nás jóvenes de fam�lias acti·vas crecía11
les es una parte de la socialización infantil cuya responsabilidad re­ con un conjunto de i11tereses, hábitos y relaciones que los llevaban a
cae sobre los padres. Así que no es de extrañar que tantas familias similares afanes. Lo mismo sucedía con las veladas de country and
contaran con varios músicos: dos o tres hijos de diferentes edades, a western, al menos en lo tocante a la capacidad de participar como en­
menudo acompañados por sus progenitores. tendido: el floreciente club local era, en buena medida, un asunto de
El énfasis en la herer1cia musical era consolidado ulteriormente familia (a veces, de tres generaciones) y muchas veladas del club se
por los patrones familiares de ocio. A veces los padres eran músicos calentaban por la tarde con Jos niños más pequeños acudiendo con
activos en conjuntos instrumentales o coros que abarcaban más de los suyos a un evento cultural familiar.
una generació11, con los hijos incorporándose gradualmente. La ma­ Con el jazz y la música folk el patró11 hereditario no resultaba tan
yor parte de la audiencia en los conciertos incluía una proporción marcado, pero aquí también los padres con disposiciones musicales
de hijos de los ejecutantes, j unto con sus amigos y parientes. Así, cre­ animaban el interés de sus hijos, a veces enseñándoles ellos mismos
cer ·en una familia « musical>> ayudaba a encarrilar los intereses y des­ o proporcionándoles oportunidades para aprender en alguno de sus
trezas de un individuo en ciertos canales de cara al futuro, los cuales gr11pos. Pero los senderos podían ser musicalmente más diversos: mu­
no siempre se seguían en cada caso particular; eran canales aceptados chos aficionados locales al jazz o al folk venían en realidad de fami­
que aquellos sujetos procedentes de backgrou.nds musicales tenían lias musicales clásicas; varios habían aprendido primero otro instru­
mayor probabilidad de recorrer, fuera intermitente o continua �ente mento clásico, distinto del que ahora tocaban, o habían buscado clases
a lo largo de su vida, reconociéndolos como un patrón autoev1dente
para sus hijos. Había por tanto una continuidad musical familiar, aun­
y na.tural de acción.
que no fuera exactame11te en los mismos senderos.

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J':, j
.

,
··-
RUTH FINNEGAN S E N D E ROS E N LA VIDA U R BANA

El mundo del rock parecía diferente. Encontré un énfasis parti­ milia » ; y los comentarios típicos, hasta por parte de músicos de rock,
cular en la auto-realización a través de la música, y el modo acepta­ en esta línea: « Papá es percusionista, mi hermano guitarrista » ; « Pa­
do de autodidaxia lo hacía viable . Aden1ás, la naturaleza relativa­ pá canta y en sus treinta solía tocar en una orquesta de baile » , « Mi
mente in11ovadora in1plicaba menos oportunidades para la transmisión madre es pianista y organista de iglesia » , « Mi padre canta, toca la
musical a través de las generaciones. Aparte de esto, algunos de los guitarra, el piano y el tambor; el abuelo y la tía también saben músi­
músicos de rock huían de manera consciente de patrones percibidos ca » , «Mi padre es clarinetista, mis dos hermanas tocan instrumen­
como impuestos sobre ellos por la autoridad (tanto de padres como tos » , « Mi padre es muy ''musical'' : bajo, piano, trombón; el año pa­
de profesores o empleadores), de modo que la influencia de los pares sado estuve en un grupo de j azz con él; mi madre tocaba el piano »
y, hasta cierto punto, de modelos establecidos en los medios masi·· (las citas proceden de la encuesta hecha a una banda de música) .
vos y admirados conj untamente con los sujetos de su propia genera­ En ocasiones se h a observado que en algunas culturas prein­
ción fuera de la familia y del contexto formal de la escuela era con dustriales existen artes hereditarias, para las que familias específicas
frecuencia tan importante como el background familiar. Sin embar­ proporcionan expertos a la sociedad como un todo: especialistas en,
go, estas diferencias no deben exagerarse. Muchos padres apoyaban por ejemplo, poesía, adivinación, tambor, herrería, danza, canto u
a los grupos de adolescentes ayudándoles en la compra de los ins­ otras performances musicales. Tales expertos, usualmente, no son
trumentos o en el transporte. Una proporción considerable de los ro­ profesionales a tiempo completo, ni están adscritos por nacimiento,
ckeros venía de familias « musicales » , algunos habían aprendido a to­ sino que se acepta que probablemente salgan de determinada línea
car en la tradición clásica y, como en el mundo del folk y el jazz, varios familiar. La situación inglesa a menudo se ha contrastado con tales
músicos mayores estaban espoleando el interés de sus propios hijos a culturas, debido a su mayor división del trabaj o, la profesionalización
través de un abanico de estilos. Existían además formas anteriores de de tareas y, como a menudo se ha asumido, la importancia predomi­
música popular de las cuales el rock parecía una progresión natural. nante del empleo asalariado y/o la clase como determinantes de la vi­
Varios músicos de rock ve11ían de familias en las que alguno de los da de la población. Pero en cuanto a la práctica de la vida amateur,
padres había tocado en pubs o clubs de obreros; en tales casos, to­ con tanto peso local, la forma inglesa puede que, después de todo, no
car en una banda de rock parecía una forma de continuidad. difiera tanto. Ciertamente, a diferencia de otras culturas, en Ingla­
Con la sola excepción parcial del rock, entonces, una de las ca­ terra carecemos de la ideología explícita de una base socialmente
racterísticas más notorias de la transmisión musical de cómo la gen­ hereditaria; pero la transmisión de generación en generación de la
te tendía a entrar en senderos musicales particulares era s u base so­ música y sus habilidades basada en la familia parece un mecanismo
cialmente hereditaria. Por supuesto, existían excepciones, las personas mucho más extendido e importante de lo que se reconoce.
no estaban programadas hacía caminos preseleccionados; pero la ten­ Una de las razones por las que la base familiar de los senderos
dencia era que los miembros de familias musicales entrasen en sen­ musicales ha sido poco resaltada puede ser la preocupación de tan­
deros musicales de algún tipo, a menudo similares al seguido por uno tos científicos sociales con la « clase>> como factor clave de transmi­
o varios de los padres, abuelos, hermanos y parientes. Esto resulta­ sión de estilos de vida de una generación a la siguiente en la socie­
ba evidente en todos los senderos. Había, por ejemplo, unos padres dad industrial occidental. Seguir esto con detalle precisaría por sí solo
que tocaban en una banda de _viento (un librero, que tocaba el bajo, un estudio completo; pero dadas las asunciones comunes sobre la im­
y su mujer, secretaria), sus dos hijos, percusión y corneta/trompeta en portancia de la clase socioeconómica, en música como en todo, de­
bandas y orquestas, y un tercero que había comenzado con la tuba; bemos decir algo sobre su papel a la hora de inclinar a la gente hacia
tres hijos rockeros de un músico de jazz; varios pequeños grupos de los varios senderos musicales locales. Pudiera ser que ciertas genera­
pop centrados en dos o más hermanos procedentes de un background lizaciones ampliamente asumidas sean muy cuestionables.
musical; madres coristas con todos sus hijos estudiando algún ins­ / De manera general, la entrada de las personas en un sendero mu-
trumento; el director de un centro musical que tocaba vientos y re­ sical particular, dado el alto grado en que dependía de la pertenencia
montaba su interés por la banda de la Salvation Army ·hasta su mis­ familiar, estaba en parte relacionado con los recursos socioeconómicos
mo abue lo, procedente de una familia de tenores que había crecido de esa familia. Algunas actividades precisaban dinero, transporte o ac­
en un « ambiente victoriano pasado de moda de hacer mús ica en fa- ceso a redes o locales específicos, o estaban relacionadas con tipos par-

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RUTH F INNEGAN SENDEROS E N LA VIDA URBANA

ticulares de logro educacional, posesiones materiales, intereses cultu­ Podría argüirse que los costes económicos podían volver la acti­
rales o aspiraciones sociales. Todo esto, probablemente, j ugaba al­ vidad musical inasequible para algunas personas. En ocasiones esto,
gún papel en la selección de senderos, aunque de manera diferente en indudablemente, era un factor, pero no se traducía inequívocamente
diferentes contextos y para individuos diferentes. Un término bajo el e11 términos de clase. La disponibilidad de dinero líquido para entre­
que a menudo se agrupa este complejo de factores es, por supuesto, tenimiento o instrumentos no era necesariamente el privilegio de aque­
el de <<clase » . Pero lo que no resulta claro es en qué sentido, o en qué llos con empleos de « clase media» o con educación superior. El tipo
direcciones precisas, ésta influencia ha los senderos de las personas, y de vivienda o la posesión de un coche podían ser igual de importan­
en qué grado tan diferentes factores realmente tendían a coincidir den­ tes, afectando tanto a la movilidad corno a la disponibilidad de ur1 lu­
tro de un complejo. Resultaba particularmente osct1ro en la medida gar donde ensayar. Pero aquí, de nuevo, sería demasiado facilón li­
en que no se trataba de empleo, educación o vivienda, sino precisa­ garlo sólo con « la clase » . Es más, el acceso a la música no dependía
mente de práctica musical: algo difícil de medir y apenas investigado sólo de la propiedad de casa o coche, pues otro rasgo de algunos sen­
por los estudiosos o las encuestas gubernamentales. deros musicales era el hecho de que se compartieran los recursos pa­
La evidencia y su interpretación son por tanto algo evasivas, pe­ ra .facilitar la actividad conjunta. En todo caso, el que los individuos
ro un punto estaba claro: contrariamente a algunas expectativas, los entraran y pern1anecieran o no en determinados senderos musicales
hallazgos sobre los músicos locales y su extracción no revelaron pa­ no estaba relacionado de una manera directa con la clase que las en­
trón alguno claro de dominación de clase en cuanto a la dedicación cuestas gubernamentales o las etiquetas sociológicas pudieran asig­
general a la música. Hacer activamente música de cualquier tipo era narles.
un interés minoritario, asumido fundamentalmente por aficionados; Si la música local en general i10 dependía de la clase social, ¿ esta­
pero dentro de esta minoría se encontraban muchas personas de ex­ rían quizás asociados caminos musicales específicos con clases especí­
tracción diversa en cuanto a educación, riqueza y para muchos ana­ ficas? �1uchos analistas esperarían una respuesta afirmativa, adelan­
listas de clase la variable crucial ocu_pación ( o carencia de ella ) . tándose a predecir ciertas asociaciones, vinculando la música clásica


· :
Uno de los rasgos más sobresaliente� de la música local era, pues,
la mezcla de gentes que la practicaban. Esta incluía altos cargos de la
con la cultura de las clases medias y altas, las bandas de viento con
la clase obrera tradicional, y el country-folk y el western con « el pue­
ad.mi11istración local; académicos de la universidad; ejecutivos me­ blo », tal vez en un sentido rural; y quizás el j azz y alguna clase de
dios, j óvenes y en formación; rnaestros; enfermeras y matronas; téc- rock con la clase trabajadora ( o tal vez con la « cultura de los traba­
. nicos; a1nas de casa y madres; trabajadores industriales; conducto­ j adores j óvenes>> ). A partir de la evidencia aquí presentada resulta
res de autobús, tren y camión; trabajadores ferroviarios; niños de claro que la práctica local no confirmó estas predicciones. Muchos
colegio; desempleados; pensionistas; aprendices; empleados de tien­ de los que se dedicaban a la clásica procedían de familias razonable­
da; decoradores, fontaneros y carpinteros autónomos; mecánicos; mente acomodadas, educadas o distinguidas; pero, ciertamente, no
banqueros; fu11cionarios; ingenieros; contables; vendedores de segu­ todos. En particular, en los coros y las sociedades de ópera ( que en
ros; granjeros; peluqueros; artistas gráficos; trabajadores sociales y parte se solapaban), así como en.tre los muchos niños embarcados
de juventud; electricistas y comerciales, por citar sólo algunos. La mú­ de forma regular en actividades musicales en Milton Keynes (la in­
sica local no era de manera autoevidente monopolio de ninguna ca­ mens·a mayoría en las escuelas públicas), los músicos procedían de
tegoría social, ni había indicación alguna en los datos disponibles de •l
una amplia variedad de extracciones sociales. La descripción antaño
que las prácticas musicales aquí descritas se concentraran en uno u plausible del piano como un instrumento « de clase media» (Weber,
otro de los estratos sociales en que sociólogos y encuestadores gus-
·
1 958: 120 ss.) ya no resultaba aplicable; y aunque en los grupos or­
tan dividir la población inglesa 6 • questales de más estatus como la Sherwood Sinfonía los músicos de
más edad decían proceder de una extracción « de clase media» tradi­
cional, esto no abarcaba a todos sus miembros jóvenes de reciente in­
greso, ni a otros grupos orquestales y corales de la ciudad ql1e se ali­
6 . Una encuesta cuantitativa detallada de la población de Milton Keynes como un
mentaban de extracciones diversas; por no hablar de los muchos coros
todo, que yo no tuve la oportunidad de abordar, podría llevar a una modificación de
esta conclusión. Pero lo dudo. de parroquia y sus organistas. Es verdad que a una familia de esca-

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l

RUTH F I N N cGAN S E N D E R O S E N LA V I DA U R B A N A

sos ingresos podía resultarle gravoso proporcionar a sus hijos clases tales similaridades de condición- ciertamente no era irrelevante. Pe­
regulares de instrumento; pero las familias con disposición hacia la ro como categorización englobante de individuos y familias en sen­
música trataban de hacerlo aun pese a la escasez (en algún caso pa­ deros musicales particulares, o como explicación del cómo y por
gando al contado lección por lección en lugar de hacerlo por ade­ qué éstos entraban en ellos, resultó improductiva. Los propios parti­
lantado), mientras que las familias acomodadas podían tener dudas cipantes apenas la mencionaban espontáneamente, con la sola ex­
sobre si asumir el coste de la música cuando ésta no entraba entre sus cepción de los músicos de la Open University, quienes eran, además,
prioridades. La imagen de «clase media>> sí encontraba una contrapar­ académicos. Lo más lejos que llegaban era a comentar que, para ellos,
tida, no obstante, en las percepciones y el comportamiento de la gen­ uno de los beneficios de hacer música consistía precisamente en que
te cuando se les preguntaba directamente quién entraba en senderos tu trabajo o tu educación se vuelven irrelevantes en tal contexto: « En­
de música clásica y cómo lo hacía, particularmente en cuanto a las cuentras todo tipo de gente >> . Como lo resumía un director de ban­
clases particulares y los exámenes. Pero, aun así, esto no podía apli­ da: « Los chicos de banda pueden tener todo tipo de origen, y cual­
carse a todas las familias clasificables como de « clase media » , ni quier tipo de niño: con limitaciones físicas, cobarde, valiente, grande,
tampoco a todos los músicos que practicaban o estudiaban música pequeño [ . . . ] se dan amistades increíbles entre los extremos de la es­
clásica en la zona. En conjunto, la « clase » resultaba un concepto cala social [ . . . ] la música es un gran nivelador » . O, según la secreta­
demasiado general y ambiguo como para explicar mucho sobre los ria de una banda, << Somos un grupo de interés común, eso es lo que
senderos clásicos, especialmente considerando que, en todos los estra - importa, y no la ''clase'' » . Por supuesto, esto es fácil de decir, y las
tos, sólo una minoría de individuos y familias perseguía activamen­ asunciones de los actores sobre la falta de determinaciones de clase
te tales intereses. siempre podrían ser interpretadas como ingenuidad complaciente más
I a misma complejidad era evidente en otros mundos musicales,
.. que como insight atinado. Pero en Milton Keynes parecía haber ba­
con la familia musical teniendo más peso inmediato que la clase. Con­ se factual para tales afirmaciones. Tanto a 11ivei de la propia conscien­
trariamente a las expectativas dominantes, ni el rock ni las bandas de cia de la gente como desde el punto de vista de cualquier examen
viento podría decirse que fueran exclusiva o prioritariamente de « cla­ objetivo, la «clase» parecía tener poca relevancia de cara a la elección
se trabajadora » , ni tampoco lo era la música folk (en realidad, caso de sendero musical.
de ser algo, era principalmente preferida por aficionados de educa­ Por supuesto que existían constricciones sobre cómo y por qué se
ción elevada); mientras que las actividades de jazz y ópera eran par­ escogía y practicaba un determinado tipo de música, pero relaciona­
ticularmente heterogéneas en su procedencia económica y social. La das con factores menos altisonantes. A menudo las circunstancias es­
música country and western era uno de los estilos aparentemente más pecíficas de individuos y familias resultaban más decisivas que cual­
conectados con ocupaciones y estratos considerados tradicionalmente quier patrón general, de tal modo que siempre había un conjunto e
.

trabajadores; pero incluso ahí había excepciones (hasta dentro de la factores idiosincráticos, ninguno en sí mismo de una importancia
autodenominada Panda Salvaje que frec11entaba muchos de los even­ determinante, pero que influían en proble:111áticas y eleccio.nes pa�ti­
tos de country and western), por lo que sería precipitado generalizar culares, y entre los cuales se hallaban los intereses y valores propios
más allá de Milton Keynes. Las explicaciones sobre los diversos sen­ de ese individuo, su familia y sus pares. De modo que las muchas Y
deros musicales basadas en la clase son aún más difíciles de sostener variadas influencias sobre los senderos musicales descansaban en tal
en vista del hecho de que una sola familia (presumiblemente perte­ grado en circunstancias individualizadas que sería imposible darles
neciente a una misma «clase » ) podía contar con miembros de mundos su debido peso. Mas merece la pena llamar la atención sobre algunos
musicales di(erentes, o entrar en diferentes caminos musicales en mo­ patrones recurrentes.
mentos o períodos diferent�s de su vida: por ejemplo, bandas, músi­ El primero de ellos era el género. En nuestra cultura, como en cual-
ca clásica y ópera; o rock, j azz, folk y clásica. quier otra, existen asunciones arraigadas sobre las actividades «natu­
Esto no quiere decir que en el caso de grupos particulares (diga­ ralmente » masculinas o femeninas, las cuales afectaban. directamen­
mos un coro o un grupo de jazz dado) la gente no se agrupara� en la te a la actividad musical. En los años ochenta los chicos e11contraban
práctica, por el hecho de compartir una misma extracción social, eco­ mayor dificultad para entrar como estudiantes o ejecutantes activos
nómica o educativa; la « clase » . s i ése es el término que sintetiza en senderos de música clásica, mientras que las chicas tenían menor

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S E N D E R O S E N LA V I D A U R B .A. N A
R UTH F I N N EGAN

aceptación en los grupos j uveniles de rock. En ambos casos existían veniles de pop, a veces formados en una edad en la que la pertenen­
individuos que se abrían paso a través de tales barreras y quizás por cia al grupo de pares tiene influencia central, como resultaba claro en
esa razón .eran quienes mostraban una mayor determinación , pero los anuncios en la prensa local: «Static blue requiere guitarra rítmi­
de cualquier modo las barreras estaban ahí. En palabras de u11 profe­ ca entre 1 6 y 1 8 años>> , « Batería desea unirse o formar grupo con
sor, para los varones de bachillerato el deporte era considerado se­ otros entusiastas. 1 7 a 1 9 solamente » . 11ás tarde, la edad se torna­
miobligatorio, y la música, secundaria: un chico «puede llevar un vio­ ba menos importante, de modo que las bandas de rock más antiguas
lín en una mano sólo si en la otra tiene un balón de rugby>> . tenían músicos de edades variadas, a veces . dentro de un rango de 1 5
El género podía afectar no sólo a si un sujeto se dedicaba a la mú­ a 20 años. En general, una característica de las actividades musica­
sica, sino también al particular interés musical. Los coros de todo ti­ les locales era el rango tan amplio de participantes: lo que contaba
po estaban crónicamente faltos de hombres, como si el canto coral era el compromiso y la competencia musical, no la edad. Muchos co­
fuera una actividad menos típica de hombres que de mujeres; pero, ros y orquestas tenían miembros de distintas generaciones, las ban­
de nuevo, aquellos varones que escogían este sendero a menudo se das de viento reclutaban músicos de diez a setenta años y la mayoría
hallaban extremadamente comprometidos con él y muy solicitados de las orquestas abarcaba desde aprendices hasta pensionistas.
-algunos habían estado asistiendo semanalmente durante años a di­ Dada la afición de por vida de muchos sujetos a sus caminos mu­
ferentes coros . Por contraste, en las bandas de viento había me­ sicales, este patrón es, de nuevo, escasamente sorprendente. Hasta
nos mujeres de la vieja generación, reflejando el punto de vista tra­ quienes en cierto punto de su ciclo doméstico o laboral se veían. obli­
j
d ci ?nal sobre la inadecuación del soplido del viento metal para las gados a retirarse ( especialmente las mujeres con niños pequeños)
podían volver más tarde. Esta co-operación entre generaciones era
fem1nas; un punto de vista actualmente puesto a prueba por la alta
proporció� de l;1iñas en las bandas más jóvenes. En los grupos el gé­ dada por se11tado por la mayoría de los participantes y explícitamente
ner? tamb1en , afectaba a los roles asumidos por los participantes. De comentada por los más reflexivos. Considerando la asociación co­
algun modo esto se aplicaba a la división de las voces en los coros a mún en nuestra cultura entre edad y autoridad, es interesante el he­
cuatro part�s, res.altando musicalmente una diferenciación de género cho de que no rija en la música local. La cooperación y la destreza
a menudo s1mbol1zada por una relación jocosa entre los sexos durante tendían puentes entre las divisiones de edad mediante una ética ge­
los ensayos. Pero ta1nbién se manifestaba de formas menos obvias. A neralizada de igualitarismo musical independiente de los años.
veces, aunque no siempre, las mujeres ejercían de cantantes en los gru­ Descansando en tales patrones de asociación había muchos otros
pos de .
rock, mientras que los chicos eran baterías técnicos de soni­ a través de los cuales los individuos desembocaban en sus caminos
;
do o líderes. Y en todos los contextos los hombre tendían a asumir musicales y en roles particulares dentro de ellos. Los vínculos con igle­
sias o escuelas o lugares específicos podían ser influyentes para al­
los roles públicos de animador, maestro de danza o director con las
mujeres requeridas en las tareas de « secretaria socia l » �'
inevi­ gunos, a su vez facilitados u obstaculizados por otras experiencias y
lazos, o por las oportunidades y constreñimientos particulares del tra­
tablemente, la provisión de refrescos en ensayos y conciertos.
Nada de esto es sorprendente ni se limita a los contextos n1usica­ bajo, las relaciones con parientes o grupos locales, los patrones de
movilidad, el acceso a un coche o la disponibilidad de tiempo. Bas­
les; además existía una gran cantidad de excepciones que demuestra
que los roles de género eran, en general, expectativas y no requerimien­ tante a menudo parecía depender de condiciones accidentales y, lo
que es muy importante, de individuos concretos que, en calidad de
�os absolutos. Es también interesante el hecho de que, aparte de la
importante excepción de la mayoría de los grupos de rock y algunas profesores, amigos o modelos, ejercían una influencia duradera so­
bandas de country and western, existieran relativamente pocos gru­ bre las direcciones musicales futuras.
pos musicales de un solo sexo. Pese al desequilibrio del número de No existe entonces 11na única respuesta a por qué cierta persona
hombres y mujeres en muchos grupos y a las constricciones de géne­ se mete en uno u otro de los senderos musicales establecidos. Podía
ro sobre ciertas actividades, la mayoría de los senderos musicales incidir toda una serie de factores; algunos meramente accidentales,
dependía de la cooperación entre ambo s.
·
·

por lo que a aquellos que percibían sus preferencias como algo perso­
La edad podía ser un segundo factor influyente. Pocos grupos es­ nal e irrestricto ciertamente no les faltaba razón. Los caminos musi­
cales son voluntarios, esencialmente autoelegidos, no principalmen-
taban estratificados por edad, siendo los más notables los grupos j u-

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RUTH F I N N EG A N S E N D E R O S E N LA V I D A U R B A N A

te por razones monetarias, sino por sí mismos. Son algo que además nos » , aunque siempre haya una primera visita y situaciones de esca­
reclama dedicación y compromiso constantes a cambio de induda­ sa familiaridad. A los de fuera los <<arrabales» de Fenny Stratford les
bles satisfacciones. Pero a esta elección libre se deben añadir los pa­ parecían remotos, como también el complicado y « apartado» local
trones de oportunidades y restricciones que a veces más allá de la del Gladiator Club, fuera de la ruta de autobús y sobre el minúscu­
propia consciencia de los actores ayudan a aproximar o distan­ lo puente del canal j unto a los campos de las afueras de Bletchle)r;
ciar al individuo de senderos particulares, dando forma al modo de sin embargo, a los asistentes regulares a los ensayos del miércoles de
recorrerlos; principalmente el influjo del género, la edad, el momen­ la Amateur Operatic Society, o a los frecuentadores quincenales del
to del ciclo vital, la vinculación con otros agrupamientos sociales y Country and Western Music Club se les hacían próximos y familiares.
-el punto que retorna una y otra vez el background musical fa­ Similarmente, la ruta de ida y vuelta entre Aspley Guise y Stony Strat­
miliar. ford era conocida por todos los del mundo del jazz, mientras que los
Con independencia del sendero escogido, su seguimiento impli­ cantantes que los miércoles por la noche asistían al Sherwood Choir,
caba algo más que música. Algunos de tales aspectos los he discuti­ en el pabellón tras los campos deportivos tan difícil de encontrar pa­
do en otro lugar 7; en lo que sigue me centraré en los referentes a la ra los foráneos, seguían una ruta para ellos regular y familiar. Subje­
estructuración de la experiencia espaciotemporal, pues son de parti­ tivamente, nunca viajaban lejos; ciertamente, no a lugares « ajenos » .
cular relevancia para el vivir urbano. Viajar por la ciudad y más allá de ella implicaba un elemento de
Como hemos descrito, los participantes en actividades musicales movimiento por un entorno desconocido en dirección a destinos fa­
solían desplazarse de su domicilio y vecindad para hacer música, via­ miliares. Pero, desde el punto de vista de los músicos experimenta­
j ando a través de lo que, de acuerdo con cierto modelo de la ciudad, dos, había hitos bien conocidos puntuando tales senderos: las casas
podría verse como un entorno urbano ajeno y anónimo. Pero con­ de amigos, colegas y profesores; las iglesias, escuelas o pubs donde
templarlo desde los senderos fafl?.iliares establecidos por la práctica habían dado conciertos o asistido a ellos; los locales donde habían
musical arroja una luz distinta sobre la experiencia, sobre todo si lo ensayado; calles y plazas donde vieron el toque de una banda o una
consideramos en conjunción con las aproximaciones recientes al « es­ danza Morris 9; tiendas donde habían comprado música o habían col­
pacio» en términos no de distancia o dirección objetivas, sino de los gado carteles. Una pandilla de jóvenes que queda para ir a un con­
« mapas cognitivos>> o de las clasificaciones simbólicas que las per­ cierto en Londres puede considerarse ante un largo viaje; pero si los
sonas efectúan en sus relaciones espaciales 8 • participantes están unidos por su pasión por ·rhe Crew, la banda lo­

Los senderos musicales, igual que otros, pueden conternplarse ex­ cal, y se citan en el White Hart donde tantas veces tocó ante sus se­
tendiéndose y cruzándose a lo largo y ancho de la ciudad. La distan­ guidores, el hecho de viajar j untos en un coche alquilado para ani­
cia física no era, en sí misma, una barrera para la música local (aun­ mar colectivamente a su grupo en un concurso nacional, para volver
que el acceso social sí podía serlo) , y las personas se trasladaban en triunfo por la noche, representará sólo una pequeña ampliación
regularmente a pie, en bicicleta, coche, autobús o taxi desde sus lu­ de sus rutas habituales. Acudir a lugares desconocidos con un pro­
gares inmediatos hasta uno o varios lugares usuales de encuentro. pósito familiar significaba imprimir previsibilidad a contextos de otro
Normalmente esto no suponía escudriñar cada vez lugares nuevos, modo extraños. Piénsese, por ejemplo, en el grupo que va a tocar en
sino seguir senderos ya conocidos y, en u·n sentido subj etivo, « cerca- un pub desconocido, o en· el cantante experim entado que se une
a un coro nuevo, o en el entusiasta de folk que transita por diferentes
clubs por todo el país. Gracias a los senderos conocidos y estableci­
dos las personas podían moverse por espacios aparentemente vastos
7. Para el tratamiento de cuestiones relativas a la profundidad simbólica de la
práctica musical, ver « Música, sociedad, humanidad » , cap. 22 de The hidden musí­ sin percibirlos llenos de obstáculos por la distancia o la fría imper­
cians (Finnegan, 1989: 297-341 ) . [N. del T.] sonalidad en ocasiones atribuidos a la vida urbana.
8. Ver las aproximaciones coincidentes, aunque levemente distintas , de Hall, 1959:
cap. 10; Spradley, 1 9 70; Downs y Stea, 1 977; l�hornton, 1 980; Arde ner, 1 9 8 1 . (Yo
m.odificaría algunos de estos enfoques para concen trars e m ás en prácticas ha bi tuales
que en elemen tos cognitivos; pero en orros aspec tos .sus insights resultan e xtremada­ 9. Antiguo baile ingl és ejec utado con un traje típico adornado con campanillas.
[N. del T.]
.
mente pertinentes para l a práctica musical l ocal.)

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RUTH FINNEGAN S E N DEROS E N LA VIDA URBANA

Merece la pena insistir en un rasgo de las actividades musicales ra el folk» , pero no faltaban casos paralelos en otros estilos. Ha­
locales: su regularidad. La rr1ayoría de los coros, grupos instrumen­ bía muchos individuos cuyo ciclo semanal estaba centrado en cuatro,
tales, sociedades de ópera, clubs musicales, escuelas de música y ban­ cinco o más veladas o actos de fin de semana, en citas musicales re­
das populares se encontraban en un mismo sitio reiteradamente. Las gulares sobreañadidas a su empleo a tiempo completo. Estaba, por
rutas eran, por tanto, regulares; senderos que aproximaban el foco ejemplo, el profesor de Secundaria que los lunes y jueves acompaña­
a lo que de otra manera se vería de lejos, permitiendo percibirlo ba­ ba al grupo local Gilbert and Sullivan, los miércoles a un coro, los
jo control de los participantes .. No existía una única <<comunidad» martes tocaba el cello en la Wolverton Light Orchestra, y algunos
musical, pero tampoco se trataba de meros ladrillos y hormigón; más viernes la percusión para una banda juvenil de viento. O el profesor
bien, los participantes en música dibujaban sus propios entornos so­ de instrumento que, no contento con un empleo de dedicación ex­
ciales y espaciales mediante los senderos recorridos por la ciudad y clusiva a la música, pasaba las noches del miércoles llevando un co­
mediante los lugares y acciones que los constituían y sancionaban. ro, las de los jueves en la Sherwood Simphonia, los viernes y las ma­
No son sólo los pueblos ágrafos quienes, como describe el tra.bajo an­ ñanas de los sábados dirigiendo una banda y la mayor parte de los
tropológico, desarrollan una « cos1novisión>> a través de la cual se fines de semana dando conciertos con su propio conjunto; o los miem­
estructuran sus clasificaciones espaciales en paralelo a sus intereses bros de pequeños grupos como Offbits y The Memories que ensaya­
y valores dominantes; lo mismo podemos ver en las actividades y mo­ ban más de tres veces por semana. Para los músicos de banda era
vimientos de los ejecutantes musicales de Milton Keynes a fines del común pertenecer a varias, cada una de ellas con sus ensayos y con­
siglo xx. ciertos públicos; también muchos cantantes entusiastas pertenecían
En la sociedad urbana, como en todas partes, las personas tam­ a dos o tres coros, como aquel tenor que pasaba los martes en el Fe­
bién ordenan su vida en términos de «tiempo>>, otro tópico bien co­ llowship Choir, los miércoles en el Sherwood Choir y los jueves en
nocido en las ciencias sociales, donde el acento se pone actualmente · los Canzonetta Singers.
en el uso social y en la percepción del tiempo más que en su medida El calendario de los eventos musicales seguía un patrón semanal
«objetiva» 10• Partiendo de aquí, a menudo se ha hecho t1n contraste similar. Los pubs normalmente programaban su música en vivo un
entre el tiempo \�racional>> o <<dominado por el reloj >> resultante de la determinado día o días de la semana, intentando fomentar entre su
industrialización y el tiempo «social» o <<cíclicamente orientado>> que clientela el hábito de reservar, pongamos, cada viernes noche para pa­
se supone típico de las culturas no industriales 1 1 • Es ésta u.na distin­ sarlo allí. Los clubs locales de folk y jazz también estaban organiza­
ción ampliamente asumida sobre la cual la experiencia de los sende­ dos por ciclos semanales, de modo que los verdaderos entusiastas (co­
ros musicales locales plantea dudas. mo el músico de folk citado más arriba) pudieran asistir a uno distinto
Un ejemplo pertinente es el de un músico de folk, ingeniero eléc­ cada noche. Así, un club o local nuevo que pretendiera establecerse
trico en una empresa local, cuyo tiempo se ordenaba no tanto en fun­ había de tener en cuenta el tirón de los demás. C11ando el popular
ción de su trabajo un elemento a considerar sino sobre todo en club Muzaks se fundó en New Bradwell, sus organizadores escogie­
función de sus compromisos nocturnos. Eran sus intereses musicales ron el lunes por ser «una noche en la que hay poca cosa>>, y el Blue
los que, semana tras semana, estructuraban la realidad de su exis­ Jodel Country Music Club, que se reunía quincenalmente en el pub
tencia, pues cada día estaba marcado por un particular club de folk White Hart desde 1 9 8 1 , rápidamente pasó de los j ueves a los vier­
donde participar: el lunes, el Hogsty Folk Club, el martes, el Black nes al descubrir que los j ueves ya tenía competencia. Un grupo de en­
· Horse Folk Club ... y así toda la semana. Otros músicos de folk po­ tusiastas de rock local fundó el Gap (Hueco) tanto para cubrir un
seían ciclos simila.res. Había casos extremos gentes que «vivían pa- hueco en ese tipo de música en la ciudad como para <<llenar el hue­
co>> entre el Muzaks los lunes y las Woughton Rock Nites los miér­
coles. Patrones semanales anticipables de este tipo formaban parte de
las convenciones consensuadas y no escritas de los músicos locales,
1 O. Tratamientos influyentes incluyen, entre otros, Evans-Pritch.ard, 1939; Gur­ incluso entre aquellos que sólo dedicaban una noche a la música. Era
vitch, 1958; Hall, 1959; Fraisse, 1963; Bourdieu, 1963; Leach, 1966. Ver también Fin­
negan, 1982 (ulteriores referencias allí y en la siguiente nota) . un mecanismo social que permitía a la gente marcar su división del
1 1. Ver Eliade, 1965; Thompson, 1 967; Hearn, 1975; Jahoda, 1 982: 22 ss. tiempo, y con ello su actividad y su vida.

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R UTH F I N N EG A N S E N D E ROS E N LA VIDA U R B A N A

Los ciclos basados en la semana eran los más prominentes, y de puntos de Milton Keynes, así como exhibiciones de danza como el
hecho parecen ser importantes de modo general en la estructuración Anual Folk Dance Festival celebrado en Bletchley desde 1 953. Otro
del tiempo en nuestra cultura. Existían también ciclos mayores, algu­ acontecimiento anual que exigía más planificación y provocaba más
nos múltiplo de la unidad semanal, que funcionaban sobre los mismos revuelo era el Milton Keynes Festival of Arts (antes Bletchley), el cual
principios, ajustándose a los mecanismos esperables de programación, a comienzos de los años ochenta había crecido hasta convertirse en
como, por ejemplo, la reserva de local ciertos días de la semana. A un festival de más de una semana que atraía cada febrero a varios mi­
veces se fijaban encuentros quincenales y mensuales mediante una ci­ les de participantes y gran cantidad de público. Cada junio llegaba el
ta el mismo día de cada mes, lo cual constituye de hecho un interva­ día del Folk on the Green (Folk en la Hierba) en palabras de un
lo de cuatro o cinco seman()�S. Por ejemplo, la sociedad local de ór­ profesor y músico local « uno de los puntos álgidos para las familias
gano se reunía el último jueves del mes. en el año musical local>> , el cual había llegado a hacerse reconocer
Otras secuencias temporales estaban orientadas a la performan­ como tiempo familiar para las celebraciones de Stony Stratford, tan­
ce. Muchos de los grandes grupos musicales (coros, sociedades de to para los aproximadamente tres mil participantes como para el res­
ópera y orquestas) daban dos o tres conciertos principales al año; y to de residentes. Estaban también el Festival de Febrero, iniciado a
cada uno de ellos implicaba su propio ciclo interno sobreañadido mayor escala por el departame11to recreativo del BMK (con gran en­
al ciclo semanal de ensayos regulares. Cada ejecución programada fado de aquellos abocados al Festival of Arts, a menudo en compe­
tenía su propio patrón de preparación, tensión y clímax, el cual pro­ tencia con éste); el festival anual de las bandas y todo un rosario de
porcionaba por sí mismo una medida del paso del tiempo. Así, ese festivales barriales y parroquiales como el St. Andrews Prom, el co­
familiar ciclo orientado a la ejecución no era un continuo indife­ ro <<Navidades para todos>> de Spurgeon, el Cock and Bull Festival
renciado e improductivo, sino un orden de actividad significativo y, (Festival del Gallo y el Toro), el Black Horse Folk Day (Día Folk del
en el sentido más estricto, significante. Se pueden encontrar parale­ Caballo Negro), el Milton Keynes Village Festival, el encendido anual
los en prácticamente todas las formas de ejecución musical, a veces de la iluminación navideña (complementado normalmente con ac­
espaciadas menos regularmente o con intervalos mayores que los tuación de las bandas) y el carnaval de Newport Pagnell. Y las anua­
conciertos de los grandes conjuntos; pero aun así con unos ciclos re­ les danzas de cobertizo por un grupo de ceihlid que realizaban mu­
conocibles de orientación a la performance. Una vez más, la secuencia chos clubes deportivos; aunque menos visible desde fuera, para sus
previsible de acontecimientos tenía implicaciones para el control y, integrantes constituía una señal inequívoca de haber llegado el debi­
en su caso, la creación de divisiones temporales, tanto para los mú­ do momento del año.
sicos como para los demás participantes. Ciertas épocas venían marcadas por una especial proliferación de
Las ocasiones anuales también tenían importancia, siguiendo el celebraciones musicales y de otro tipo, desmintiendo la asunción co­
ciclo calendarial tan básico en nuestra cultura. De varios eventos lo­ mún de que ya no existe un cale.ndario anual en la Gran Bretaña ur­
cales se esperaba que tuvieran lugar una sola vez al año, y para los bana. Regulamente había eventos sociales y musicales especiales en
involucrados la planificación previa, los prolegómenos inmediatos, los pubs para marcar fechas como San Valentín, San Juan, San Patri­
la ejecución y las postrimerías del evento eran muchas veces sucesos cio, Semana Santa, el solsticio de verano, las vacacio11es bancarias de
importantes que imponían su estructura significativa sobre el suce­ mayo y agosto, Halloween y Año Nuevo. Sin duda, a los pubs y de­
derse de los meses. Para los participantes no eran momentos inci­ más les interesaba fijar tales fecl1as para atraer clientes; pero aun así
dent<;lles, sino ocasiones señaladas que dependían de la anticipación resultaba significativo el que fueran precisamente ésas las utilizadas
y el trabajo de meses. Cada marzo, por ejemplo, la escuela secun­ para marcar el paso del año. El comentario de Edmund Leach sigue
daria de Bletchley participaba en el Bletchley and District Middle siendo tan aplicable en Inglaterra como en cualquier cultura prein­
School Music Festival; cerca de doscientos chicos de nueve escuelas dustrial: <<Hablamos de la medida del tiempo como si éste fuera al­
locales habían estado practicando por separado para tocar y cantar go concreto que esperara ser medido. Pero, de hecho, somos nosotros
j untos durante dos tardes ante cientos de padres y amigos, siendo la quienes creamos el tiempo al crear intervalos en la vida social. Has­
primicia estelar una pieza orquestal y coral compuesta para la oca­ ta que no hemos hecho esto, no hay tiempo que pueda ser medido»
sión. Festivales similares de las escuelas primarias tenían lugar en otros ( Leach, 1 966 : 1 35) .

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RUTH F I N N EGAN S E N DEROS EN LA VIDA URBANA

Para casi todos los tipos de música, la Navidad era el punto álgi­ Así pues, la ordenación del tiempo en (y mediante) la música lo­
do del año. Era la estación en la que, a lo largo de diciembre, y con in­ cal y de ahí la de otros símbolos y prácticas no es, después de to­
tensidad creciente según se aproximaba el día de Navidad, los gru­ do, tan diferente de los ciclos sociales y simbólicos comúnmente
pos musicales de todas clases andaban dando conciertos, apareciendo descritos entre culturas no industriales. Parece que los teóricos que
en fiestas, cantando villancicos por las calles, escuelas y casas de an­ ven un corte radical en la organización social del tiempo tras la in­
cianos, tocando al aire libre, celebrando oficios religiosos especiales dustrialización han pasado por alto algunas de las características de
y realizando espectáculos navideños. Era también la época en que los nuestra realidad cultural vigente 1 2 • En su quehacer musical habitual
músicos estaban más solicitados, a menudo dedicados día y noche a los músicos locales y quienes se les asocian se hallan dominados no
diferentes ejecuciones o atrapados en compromisos incompatibles. Es­ por principios matemáticamente racionales, sino por prácticas so­
ta época tenía una cualidad festiva distintiva que la diferenciaba del cialmente reconocidas y recurrentes: los ciclos semanales, estaciona­
resto del año mediante una serie de marcadores ceremoniales entre los les o anuales establecidos dentro y por medio de los senderos musi­
cuales destacaba la música. Citemos de nuevo a Leach: cales que comparten con otros.
Por tanto, un modo de contemplar las actividades musicales es
En todo el mundo, los seres humanos puntúan sus calendarios por medio de verlas como teniendo lugar a lo largo de una serie de senderos q11e
fiestas. Entre las varias funciones que la realización de fiestas puede cum­ proporcionan dirección familiar tanto a la elección personal como
plir, una de las más importantes es la de ordenar el tiempo. El intervalo en­
tre dos fiestas sucesivas del mismo tipo es un «período», normalmente do­ a la acción colectiva. Tales senderos constituyen un marco importan­
tado de algún nombre, como, por ejemplo, «semana», «año». Sin tales fiestas, te aunque a menudo ignorado para la participación en la vida
dichos períodos no existirían y el orden se desvanecería de la vida social (1966: urbana, solapándose con las redes personales en las que los indivi­
1 32, 134-135). duos también participan, aunque se trata de un marco más perma­
nente y estructurado que éstas. Forman amplias rutas trazadas, por
Era a través de los rituales recurrentes del año sobre todo Na­ así decir, a lo largo y ancho de la ciudad. Tienden a resultar invisibles
vidad, pero también las otras celebraciones musicales de la localidad, a otros, pero para quienes los siguen representan una avenida transi­
grandes o pequeñas como se forn1aba en parte la consciencia tem­ table tanto para sus actividades y relaciones como para la estructura­
poral y se recortaban intervalos en la vida social. ción significativa de sus acciones en el espacio y el tiempo. Por ejemplo,
Esto nos trae de nuevo a la discusión anterior, pues si seguimos algunos senderos se forman por las actividades regulares relaciona­
una definición emergente de « comunidad» podría argumentarse que das con la pertenencia a bandas locales, o, más allá, con la actividad
los festivales musicales periódicos pueden j ugar ciertamente un papel de bandas a nivel regional y nacional. Otros pueden vincularse con
al hacer que sus miembros experimenten de una manera situacio­ la dedicación a grupos y actuaciones de música clásica o coral; otros,
nal y relativa un sentido de «comunidad» musicalmente definido y con la música country and western; con grupos y clubs de folk, con
marcado en ciertos momentos del año. Como dice Roger Abrahams obras de ópera y mimo, o, más escuetamente, con algún grupo par­
a propósito de los rituales en la cultura: cialmente musical como el de, por ejemplo, la sociedad irlandesa lo­
cal. No todos los senderos implican grupos organizados, pues están
¿ Cón10 podemos reclan1ar una comunidad cuando nos sentimos tan dividi­ también las prácticas seguidas por individuos como los profesores
dos por lealtades en co11flicto? Dada la actual dirección de la sociedad, su­
particulares de instrumento o los organistas de las parroquias, cuyo
pongo que todo lo que debemos esperar es que las comunidades se definan
como tales en el acto mismo de organizarse y que la parte 1nás profunda de sendero es, una vez más, claramente reconocible y dotado de con­
esta organización consista en establecer rituales ( 1 977: 46-47). venciones sobre su rol y sus funciones musicales, educativas y reli­
giosas. Estos variados senderos son, por tanto, rutas culturalmente
Entre los cimientos de este sentido emergente de comunidad, establecidas mediante las cuales la gente estructura su actividad y le
por efímero y situacional que se quiera, debe incluirse la labor de
los músicos locales para dar su forma a aquellos rituales ·públicos que 1 2 . Una crítica paralela a la aquí presentada puede encontrarse en la descripción
ayudan, a su vez, a crear la consciencia festiva y el calendario cíclico que May McCann hace del «pasado en el presente» en cierta música de Irlanda del
de los lugares en donde tocan. Norte (McCann, 1985: especialmente cap. 1 1 ; ver también Finnegan, 1 982).

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RUTH F INNEGAN S E N D E R O S E N LA V I D A U R B A N A

imprime un patrón habitual que sin que los extraños lo noten­ el de no andar moviéndose en un entorno alienado sino en rutas fa­
es conocido y compartido colectivamente. miliares en el tiempo y el espacio, en continuidad familiar y con ac­
Tale s senderos son sólo relativos y, pese a su continuidad a través ciones cotidianas. Los senderos tienen también sus continuidades, de­
del tiempo, cambiantes más que absolutos a diferencia de la imagen penden de conjuntos regulares de actividades muy previsibles y
que transmiten los términos concretos y totalizadores de «mun do>> o propositivas, fácilmente pasadas por alto cuando la atención se con­
«comu nidad>> . Las personas no guían su vida a partir de la nada, si­ centra exclusivamente sobre las redes de individuos o sobre la inte­
no de una serie de caminos familiares que sirven para construir de ma­ racción de múltiples grupos de interés.
nera variopinta las rutas propias. Allí donde el camino de unos coin­ Por supuesto, no todo el mundo sigue estos senderos. Pero quie­
cide con el de otros como tan a menud o sucede en contex tos nes lo hacen difícilmente coincidirían con aquella anónima queja del
musicales se encuentran en senderos muy trillados, donde con la lector de periódico que escribía sobre la falta de « espíritu de comu­
necesaria apertura a la innovación y desviación individuales cier­ nidad» en Milton Keynes; ni con los teóricos sociales que colocan la
tas convenciones previsibles están bien asentadas. Algunos senderos impersonalidad, la alienación y el cálculo como bases de la vida ur­
son más anchos y mejor conocidos: los comparte gran número de per­ bana. Pues son ellos mismos quienes forjan y mantienen abiertas las
sonas y se extienden más allá de la localidad. Otros son angostos; al­ rutas que les proporcionan, además de valor y sentido, un marco
gunos han sido bien andado s, trazados claramente con pocas alter­ para vivir en el espacio y el tiempo. Las condiciones esp·ecíficas de
nativa s; otros son más amplio s y dejan sitio para la variaci ón y la Milton Keynes (o de cualquier otro lugar) probablemente sean úni­
iniciativa a veces las exigen . Alguno s son muy particul aristas cas; pero no dudo de que otras ciudades poseen también sus sende­
-segu idos quizá por un pequeñ o grupo idiosin crático o por una ros, los cuales no representan ni una <<comunidad<< cohesiva ni un
banda con voz distintiva . Otros, como los coros, sin carece r de anonimato alienante, sino un camino asentado y habitual en el cual
sus « personalidades individ uales>> y sus rasgos únicos, se integran no la gente puede dar sentido a su vivir urbano.
obstan te en la extendida corriente de la tradición coral británi ca. Estos senderos son, entonces, una de las formas mediante las cua­
Por supuesto, la participación individual en estos senderos tam­ les se organiza la vida de la gente para lograr, por una parte, la hete­
bién varía. Para algunos, uno particular por ejemplo las bandas de rogeneidad y multiplicidad de relaciones característica de muchos as­
viento puede ser un compromiso de por vida, un peregrinar de la pectos de la sociedad moderna y, por otra, ese sentido de familiaridad
cuna a la tumba; otros lo siguen de manera menos continua, quizás y de significado bajo control personal que es también parte de toda
dejándolo en cierto punto de la vida para retomarlo luego. Sin em­ vida humana. En nuestra cultura existen infinidad de senderos que se
bargo, hasta para los participantes intermitentes el sendero de las ex­ siguen y se deben seguir en empleo, educación, hogar, deporte, igle­
pectativas compartidas seguirá disponible, con independencia de sus sia o crianza de hijos . ¿ Quién se atrevería a afirmar que los rela­
propias ausencias, como un canal estructurado y previsible abierto a cionados con la música son los menos importantes, ya sea para los
la participación. propios participantes o respecto al infinito cruce de caminos que for­
Nótese, no obstante, que los senderos musicales constituyen só­ ma una localidad urbana y, en definitiva, nuestra cultura?
lo una parte de la vida de estos sujetos. Hasta el aficionado de por Hay un último punto que enfatizar. La permanencia de estos sen­
vida puede dedicar sólo parte de ella a la práctica musical y está for­ deros, a menudo ignorados o dados por sentado como si simple­
zado a mantener otros lazos e intereses: obligaciones familiares, ac­ mente « estuvieran ahí>> , no depende de la existencia de « obras mu­
tividades de ocio, trabajo y compromisos laborales a tiempo total o sicales» particulares en alguna esfera abstracta, sino de la práctica
parcial, etc., en otras palabras, otros senderos no musicales. activa y colectiva de personas concretas sobre el terreno. La estruc­
En este sentido la rnultiplicidad de los senderos cuadra bien con tura y los alcances de este esfuerzo por parte de los músicos de base
la heterogeneidad a menudo vista como característica de la vida ur­ y de quienes les apoyan pasan muy a menudo desapercibidos y caren­
bana. La superposición de muchos caminos relativamente distintos tes de reconocimiento. Hemos dado muchos ejemplos, pero queremos
sería así reflejo de las vidas multidimensionales, situacionales y a me­ subrayar aquí el punto central: estos senderos de la práctica musical
nudo cambiantes de los habitantes de las ciudades actuales . Pero es­ no son vías « naturales>> en medio del bosque; fueron abiertos y se
tos senderos aportan también un sentido de pertenencia y realida d: mantienen despejados por el empeño de aquellos que los trabaj an.

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RUTH F I N N EG A N S E N D E ROS E N LA VIDA URBANA

Esto resulta muy claro en cuanto a formas innovadoras de hacer mú­ Bell, C. y Newby, H. ( 1 971 ) Communíty studies: an introduction to the so­
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N O TA B I O G R A F I C A D E L O S A U T O R E S N O TA B I O G R Á F I C A D E L O S A U T O R E S

Bruno Nettl ha sido profesor de Etnomusicología en las Universidades de De­ y fisiología al estudio de culturas musicales no et1ropeas, destacando sus
troit e Illinois, donde enseña actualmente. Editor en varios períodos de estudios sobre psicología de la percepción musical, la organización to­
la revista Ethnomusicology y miembro destacado de la American Mu­ nal y la clasificación sistemática de los instrumentos musicales. Su obra
sicological Society, ha ejercido profunda influencia en las generaciones completa ha sido editada por K. P. Wachsmann, D . Christensen y H. P.
de etnomusicólogos de la segunda mitad del siglo. Estudioso de la mú­ Reinecke con el título Hornbostel opera omnia ( 1 976).
sica de Oriente Medio, de los indios norteamericanos, de la música folk
y tradicional de Occidente y de los nuevos géneros en contextos urba­ Helen P. Myers es profesora de Música en el Trinity College de Hartford,
nos, es autor de Theory and Method in Ethnomusicology ( 1 964 ) The , Connecticut, donde enseña Etnomusicología junto con otras materias
Study of Ethnomusicology: Twenty-nine lssues and Concepts ( 1 983), musicales. Ha realizado trabajo de campo en la India y con la comuni­
The Western lmpact on World music. Change, Adaptation and Sitrvi­ dad india de Trinidad. Es asesora editorial de New Grove, editora de
val ( 1985), Música folklórica y tradicional de los continentes occiden­ Ethnomusicology: An Introduction ( 1 992) y Ethnomusicology: histc!ri­
tales ( 1 996, orig. 1965). cal and regional studies ( 1 993) y autora de Felicity Trinidad: the Musi­
cal Portrait of a Hindu Village ( 1 984) y Music of Hindu Trinidad: Songs
Caro/ E. Robertson es desde 1 979 catedrática en la Universidad de Mary­ from the India Diaspora ( 1998).
land y directora de los estudios de posgrado en Etnomusicología. Ha
sido presidenta de la Society for Ethnomusicology y asesora de varios ]ohn Blacking ( 1 928-1990) ejerció la docencia en las Universidades Witwa­
proyectos internacionales de investigación y difusión etnomusicológi­ tersrand de Johannesburgo ( 1 959-1969) y Queen's University de Belfast
ca. Ha realizado trabajo de campo entre las poblaciones mapuches de la ( 1 970- 1990). Miembro fundador del Seminario Europeo de Etnomusi­
Patagonia argentina, er1 el norte de Ghana y en la Polinesia occidental, cología (ESEM) y cercano a los planteamientos de Alan Merriam, se mos­
estudiando el papel de la música en la sanación, el género y la identi­ tró particularmente interesado por esclarecer las dimensiones sociales y
dad cultural, así como los procesos de composicion y la creatividad co­ biológicas de la actividad musical. Realizó trabajo de campo principal­
mo construcción de relaciones sociales y personales. Actualmente diri­ mente en Sudáfrica, entre los venda del Transvaal. Entre sus principales
ge el Proyecto SOL ( Spain/Online), Master en Etnomusicología en publicaciones podemos citar: Venda children's songs ( 1 967), How mu­
castellano auspiciado por Maryland con cursos de verano en España y sical is man? ( 1 973) (trad. catalana: Fins a quin punt /'home és music?,
cursos de invierno por Internet. 1 994); The Antropology of the Body ( 1 977); Common sense view of
ali music ( 1 990).
Charles Keil es profesor emérito de la State University of New York at Buf­
falo, donde ha enseñado Estudios americanos. Ha realizado trabajo de Leonard B. Meyer ha sido profesor de Musicología en la Universidad de Chi­
campo entre los tiv del África occidental, y sobre j azz, blues urbano, cago y de Música y Humanidades en la Universidad de Penn'sylvania.
orquestas de polka y otros géneros de música popular norteamericana. Sus teorías sobre la emoción, la expectativa y el significado han tenido
Es autor de Urban Blues ( 1966), Tiv Song: the Sociology of Art in a Class­ gran influencia en el pensamiento musical norteamericano posterior a
less Society ( 1 979), Po/ka Happiness (en colaboración con A. Keil y los años sesenta, y en particular en la semiología musical. Entre sus obras
D . Blau, 1 992) y Music Grooves (en colaboración con S. Feld, 1 994). principales destacan Emotion and Meaning in Music ( 1 956), Music,
Actualmente preside el Proyecto MUSE (Musicians United for Superior the Arts and Ideas: Patterns and Predictions in Twentieth-Century Cul­
Education), fundado para proporcionar a los escolares la oportunidad ture ( 1 967), Explaining Music: Essays and Explorations ( 1 973 ), El es­
de descubrir la percusión y la danza de culturas diversas.

tilo en la música. Teoría musical, historia e ideología (2000; orig. 1989) .

Erich M. van Hornbostel ( 1 8 77-1 93 5 ) . Director del Berlin Phonogramm­ Mantle Hood es actualmente profesor honorario en la Universidad de West
Archiv desde 1 906 hasta 1933, desempeñó también tareas docentes en Virginia . Alumno de Jaap Kunst, creó en 1 954 el primer programa de
la Universidad de Berlín, así como por un breve tiempo en la New School estudios en Etnomusicología en l a UCLA. Especialista en músicas y
for Social Research de Nueva York. Conjuntamente con Carl Stumpf culturas de Java y Bali y fundador de las primeras orquestas de gamelán
y Otto Abraham aplicó conceptos y métodos de la acústica, psicología en Occidente, ha analizado los sistemas modales j avaneses, problemas

4 76 477
N O TA B I O G R Á F I C A D E L O S A U T O R E S N O TA B I O G R A F I C A D E L O S A U T O R E S

de biculturalismo musical y cuestiones generales de teoría etnomusico­ nes como New Society, Time Out, Cream, Village Voice o New York
lógica. Ha sido miembro del comité editorial del New Grove, presiden­ Rocker, y autor de Sound Effects. Youth, I,eisure, and the Politics of
te de la Society for Ethnomusicology y miembro de la Dharma Kusuma Rock'n'roll ( 1 9 8 1 ), M'usic for Pleasure. Essays in the Sociology of Pop
(Sociedad de Héroes Nacionales) de Indonesia. Entre sus libros cabe des­ ( 1 988), Sound and Vision. The niusic video reader (editado en colabo­
tacar The Ethnomusicologist ( 1 9 7 1 ) y The Evolution of ]avanese Ca­ ración, 1993); y Performing Rites. On the Value of Popular Music ( 1 998).
melan, en tres volúmenes.
Steven Feld es profesor de .i\ntropología en la New York University. Ha si­
Margaret J. Kartomi es profesora y directora de la escuela de música de la do director del Center for Folklore and Ethnomusicology de la Univer­
Monash University de Melbourne, Australia. Ha sido directora de la ln­ sidad de Austin y miembro directivo del International Council for Tra­
ternationai Musicological Society, miembro del consejo directivo de la ditional Music. Ha realizado la mayor parte de su trabajo de campo en
Society for Ethnomusicology, presidenta de la Musicological Society Nueva Guinea, sobre cultura expresiva, estética, etnomusicología cog­
of Australia y miembro de la Orden de Australia. Sus investigaciones in­ nitiva y lingüística, etnomusicología visual y antropología de los senti­
cluyen ediciones discográficas sobre repertorios musicales de Sumatra e dos. Autor de Sound and Sentiment. Birds, Weeping, Poetics and Song
in Kaluli Expression ( 1982), Music Gtooves (en colaboración con Ch.
. Indonesia Oriental (Barenrei't:er, Celestial Harmonies, etc.), así como tex­
tos sobre teoría etnomusicológica y sobre la actividad musical en Indo­ Keil, 1 994), Senses of Place (editado con K. Basso, 1 996), y la compila­
nesia, entre otros On Concepts and Classifications of Musical Instru­ ción sonora e11 el CD Voices of the Rainforest ( 1 991).
ments ( 1990) y The Camelan Digul and the Prison Camp Musician Who
Made It (200 1 ) . Tiniothy Rice es director del Departamento de Etnomusicología en la UCLA.
Miembro directivo de la Society for Ethnomusicology, ha sido editor de
Ruth Finnegan es profesora de Instituciones sociales comparadas en la Open Ethnomusicology y Cross-Cultural Perspectives on Music y co-editor de
University de Gran Bretaña. Miembro de la Academia Británica, miem­ la Garland Enciclopedia of World Music. Es especialista en la música
bro honorífico del Somerville College de Oxford y editora de la revista folk de Bulgaria y Macedonia y ha realizado investigación de campo en
Man ( 1 9 8 7-1989), ha investigado sobre temas de oralidad, performan­ los Balcanes desde 1 969. Su trabajo se ha publicado en Ethnomusico­
ce, música local y antropología urbana. Sus publicaciones incluyen Oral logy, Yearbook for Traditional Music y ]ournal of American Folklore.
literature in Africa ( 1 970- 1976), Modes of Thought (en colaboración También ha publicado artículos sobre metodología en etnomusicología
con R. Horton, 1973), Literacy and Orality ( 1 988), The hidden musi­ y educación, así como la monografía May it Fil/ Your Soul: Experien­
cians: music-making in an English to1vn (1989) y Tales of the city: a study cing Bulgarian Music ( 1 994 ).
of narrative in urban life ( 1998).

Simha Arom es investigador del CNRS (París) y ha dirigido el Departamen­


to de Etnomusicología del Laboratoire de Langues et Civilisations a Tra­
dition Orale. Procedente del mundo de la orquesta sinfónica, desde los
años sesenta ha investigado sobre las músicas centroafricanas de tradi­
ción oral, aplicando al estudio de su sistemática procedimientos de la fo­
nología estructuralista. Destacan la grabación y el análisis del patrimo­ •

nio musical de multitud de grupos étnicos africanos, así como la obra


Polyphonies et polyrythmies instrumentales d'Afrique centra/e: struc­
ture et méthodologie ( 1 985).

Simon Frith es actualmente profesor en el Departamento de Film & Media


Studies de la Universidad de Stirling. Conjugando su condición de so­
ciólogo y crítico de rock, ha sido colaborador habitual de publicacio-

478 '
4 79
TRADUCTORES Y EDITORES

Francisco Cruces (Universidad de Salamanca): revisión y edición del conjunto -


del texto. Traducción de los artículos de S. Feld y R. Finnegan.
Luis Costa (Univ�rsidade de Vigo): traducción de los artículos de B. Nettl y
'

A. P. Merriam ( 1 977).
Rafael Martín Castilla (Conservatorio Superior de Música de Zaragoza): tra-
ducción de los artículos de M. Hood y C. Keil. .
Josep Martí i Pérez (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barce­
lona):· traducción de los artículos de E. M. von· Hornbostel y J� Blac�ng.
Enrique Cámara de Landa (Universidad de Valladolid): traducción del artí­
culo de M. J. Kartomi; revisión del artículo de A. Lomax.
Silvia Mamn� . (Escola Superior de Música de Catalunya): traducción del ar­
..
. \fículo.
. d�"$1 Frith; revisión del artículo de C. E. Robertson.
qt1i
. · · .. .
. · : ' ! .! �t

Jaume . :��t�·� f versidad Autónoma de Barcelona): traducción del artículo


·

..'·· . . .
: : :�:....
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s: ···:At�; · revisión 4el artículo de A. P. Merriam (19.64).
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i!: :: :' :·, :·. artícwo.�pe C. Robertson; revisión del artículo de A. P. Merriam (1964)
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R·á:ffi&ti · Pelms. i (Universidad de Montreal): traducción d·el artículo de



1/ •. 1 " ' 1 .,

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Jos�. . Ant���. />]' mez Rodríguez (Universidad de Oviedo ): traducción del
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MigÜ�l ÁngeÍ .Berlanga (Universidad de Granada): traducción del artículo


·. ·: 'd. T. Rice� -
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l rma Ruiz (<:on�ejó Nacional de Investigaciones Científicas y Universidad de


..

Buenos Aire s): trad ucc iói1 dt:J a rrícu lo de A . Lom a_x.
T R A D U C TO R E S Y E DITORES

Maria Santacecilia (Universidad Complutense de Madrid): traducción del ar­


tículo de A. P. Merriam ( 1964).

Nuestro agradecimiento a los autores, revistas y editoriales que han ce­


dido generosamente derechos a la SlbE-Sociedad de Etnomusicología para la ÍNDICE DE NOMBRES
presente edición.
Maritza Guaderrama digitalizó las ilustraciones y Eduardo Contreras co­
laboró con la nota biográfica de los autores.

Abba, grupo: 414 Becker, A. L.: 1 57, 1 65, 1 75


Abbate, C.: 246 Becker, J.: 1S7, 1 6S, 17S, 368
Abraham, O.: 44, 48, 53-54 Beckett, S.: 352
Abrahams, R. D.: 468 Beethoven, L. Van: 120, 194, 246
Abrams, P. : 441, 448 Béhague, G.: 1 0, 122, 158
Ada, Augustine: 394 Bell, C.: 441
Adler, G.: 9, 20, 27-28, 44, 62, 1 15-1 1 6, Benbenik, Ed: 264
173 Benjamin, W. : 270
Adorno, T. W. : 139 Bennet, L.: 2 71
Agawu, K.: 1 0 Berlin: 256
Akentara: 392-393 Berlin, Irving: 417
Alexandre, P.: 204 Berlioz, H.: 238
Amiot, J.: 20 Bielawski, L.: 165
Ankermann, D.: SS Blacking, J.: 12, 27, 65, 70, 124, 126, 134,
Apel, W.: 23, 63, 1 1 O 1 46, 1 57, 1 59, 1 6 1 - 1 63 , 1 66, 173,
Aquiles: 252 1 7S, 1 8 1 , 199
Ardener, S.: 462 Blackwell Silver Band: 443
Arensberg, C.: 297 Blau, D . : 263, 265
Armstrong, Louis: 429 Blaukopf, K.: 134
Armsttong, R. �: 1 63, 266 Bletchley Amateur Operatic Society: 451
Arnold, A.: 30, 127, 1 3 1 Bloom, J.: 30
Arom, S.: 1 2, 3 1 , 203, 2 12-214, 223, 229 Blue Jodel Country Music Club: 465
Auden, W. H.: 25 5 Blum, S.: 1 32, 15S, 158
Azoulay, L.: 43-44 Blume, F.: 174
Boas, F.: 22, 44
Bach, J. S.: 82, 253, 404 Boehme; F. M.: 1 17
Bachelard, G.: 203 Bohlman, P. V.: 1 0, 1 1 8, 132, 146
Bake, A.: 140 Boíles, C.: 136
Baker, T.: 1 1 7 Boissevain, J.: 448
Barbershop Quartet: 404 Bonavia, F.: 201 .
Barfield, O.: 261-262, 270 Bourdieu, P. : 464
Bartók, B. 10, 15, 21, 84 Bowie, David: 417, 431
Baumann, M. P. : 10, 123 Brailoiu, C.: 1 0, l5, 32, 207
Bay State Four: 266 Brandily, M.: 3 1-32
Beatles, The: 417, 425, 42 9 Bricker, V. R.: 389

483
L A S C U LT U R A S M U S I C A L E S ÍNDICE DE NOMBR E S

Bronson, B. H.: 141 Dentan, R. K.: 176 Gaima: 331 Herndon, M.: 25, 30, 32, 157-158, 161-
Brook, B.: 1 1 9, 144 Denver, John: 414 Gajard, Dom Joseph: 109 1 62
Brown, J. H.: 238 Devereux, G.: 288 Gance, Abel: 423 Herzog, G.: 1 0, 22-24, 63-64, 84
Browne, M.: 243 .. Diamond, J.: 340 Ganiki: 331 Hesse, A.: 358, 363, 375
Bruckner, A.: 23 7 Diddley, Bo (Ellas McDaniel): 26 1, 268- Gardin, J.-C.: 229 Hickmann, E.: 132
Bruner, J.: 255 270 Gardner, H.: 25 5 Holliday, Billie: 430
Bücher, K.: 55 Dinnerstein, D.: 385 Gaso: 331 Hood, M.: 1 0, 14-15, 25-27, 61, 64-66,
Bukofzer, M. F. , 63 Dire Straits: 415 Gb: 331 68-70, 79, 91, 138, 173
Hopkins, R. G.: 237
Hornbostel, E. M. Von: 1 O, 21, 22, 29,
Bulmer, M.: 441 Dorsey, G. A.: 284 Geertz, C.: 11, 161-162, 1 66, 235, 247
Buonarotti, Miguel Angel: 254 Dosali: 351-352 Genesis, grupo: 426
Burke, P.: 4 72 Dougherty, J.: 134 Gerson-Kiwi, E.: 1 3 1 32, 41, 44, 48, 53-54, 62, 64, 84
Burrows, E. G.: 286, 292 Downs, R. M.: 462 Gigio: 331 Horton, D.: 424
Dubois, J.: 208 Gilbert & Sullivan: 24f), 451, 465 Howes, D.: 331
Cantric, R. B.: 1 19, 121 Duckles, V.: 1 74 Gilbert, W. S.: 236 Hughill, S.: 372
Canzonetta Singers: 465 Duran Duran: 418 Gillis, F. : 59, 68 Hymes, D.: 377
Carrington, J.: 199 Durkheim, E.: 262 Gilman, B. J.: 44, 48
Casselberry y Dupree: 403 Dylan, Bob: 417 Gleason, Jr., H. A.: 84 lves, E. D.: 1 33
Catlin, A.: 131 Glover, S. A.: 108
Cavanagh, B.: 164, 169 Eccles, J. C.: 234 Gotshalk, D. W.: 289 jackson, G. P.: 307
César, Julio: 234 Jacob, F. : 243, 247
Edison, T.: 20, 21 Gould, S. J.: 1 5 1
Ch'i, Hsü: 94 Gourlay, K. A.: 1 39, 1 63-164, 175, 332, Jagger, Mike: 430
Eliade, M.: 464
Jahoda, M.: 464
Chaikovski, P. l.: 194, 433 Elkin, A. P.: 293 33 5 Jairazbhoy, N.: 140
Chapman, A.: 386 Elliot, T. S.: 256 Gowing, P. C.: 363 Jakobson, R.: 206
Chase, G.: 10, 69, 173 Ellis, A. J.: 9, 20-21, 47, 1 15-1 1 6 Graff, R.: 108
Chenoweth, V.: 70, 332
Janes, W. : 20
Ellis, C. J.: 124 Grainger, P.: 21 ·

Juana de Arco: 252


Chester, A.: 42 8 Enlil, dios: 3 1 7 Granger, G.-G.: 210-2 1 1 Jubi: 331
Chopin, F.: 253, 433 Enquist, B. J.: 238 Grauer, V. : 298, 305 Jung, C. G.: 244
Christian, Meg: 403 Epstein, D.: 240 Gray, E.: 378
Cloarec-Heiss, F.: 204 Erdely, S.: 122, 129 Greenway, J.: 68 Karpeles, M.: 21
Coates, B.: 341 Erlmann, V.: 10 Grimaud, Y.: 314 Kartomi, M. J.: 13, 127, 357, 367
"
Cohen: 256 Evans-Pritchard, E. E.: 464 ,,
Gronow, P.: 127 Kauffman, R.: 359
•'·"
' \
Cohen, A. �: 441, 448 .•
Exner, S.: 43 ·it

Gurvitch, G.: 464 Kaufman, A.: 372
Cohen, E.: 127 Kaufman, C.: 332
Collins, Phil: 420, 426 Feld, S.: 13, 30-32, 133, 135, 157, 1 62, "
Haberlandt, G.: 42 Keeling, R.: 30
Cooke, P.: 3 1 166, 1 75, 261, 3 3 1 , 334, 336, 341, .,_,:::
Haendel, G. F.: 24 7 Keil, A.: 263, 265
Crawford, R.: 174 345, 350 "< Halde, J.-B. du: 20
�·

Keil, C.: 12-14, 1 35, 139, 261, 263, 265-


Crew, The: 463 Fellowship Choir: 465 Hall, E. T.: 462, 464 266, 271, 287-288, 294
Crews, F. C.: 235 Ferron: 404 Hall, R. A.: 377-378 Keller, H.: 194, 195, 201
Fewkes, J. W.: 22, 44
. "

" .'
"

: .'
Hamlet: 252 Kerman, J.: 144, 1 60, 1 73
Daltrey, Roger: 430 Filipiak, Chester «Hoot»: 264, 267 Hampshire, S.: 235
,

Kern, Jerome: 417


. . .�' . .

Daly, M.: 3 8 5 Fillmore: 44 ;. . Hannerz, U.: 441, 443, 448 Kiepja, Lola: 3 86-387
·

Darwin, Ch.: 56, 254, 257 Fink, B.: 239 Harris, L.: 361 Kiesewetter, R.: 20
David, rey: 3 1 9 Finkelstein, S.: 1 1 9 Harrison, F. L.: 132, 173 Kingsbury, H.: 1 19
:
Day, C. R.: 20 Finnegan, R.: 13, 437, 462, 464, 469 Harwood, D.: 166
'
:

Knight, R.: 1 02
Dayan, P.: 249 Fischer, C. S.: 441 Haydn, J.: 194 Kodály: 10, .15, 21
DC Area Feminist Chorus: 403-406 Fischer, H.: 332 .
.
.
:
' Haydon, G.: 23, 62, 64, 68, 173 Koizumi, F.: 145
' i

DC Gay Men's Chorus: 404 Fletcher, A. C.: 22, 44 "


Hearn, F.: 464 Kolinski, M.: 1 0, 63
:
'

.'
'
t

DC's Different D.rummers: 404 Fraisse, P.: 464 Helmholtz, A.: 21 Konig, R.: 363
'
., Helser, E.: 20, 59 Koole, A. J. C.: 63-64
De Camp: 377 Freeman, L. C.: 135, 197, 287-288, 292,
Debussy, C.: 148 294 Henry, E. O.: 136 Kornhauser, B.: 359, 378
Frisbie, C. J.: 3 1 , 124 Herkovits, M. : 27 8, 283 -28 5, 29 1, 307 , Koskoff, E.: 124, 1 66, 383
•' "!;

Dehoux, V.: 22 8
,

Densmore, F.: 22 Frith, S.: 1 3 , 4 1 3 , 430 . ..


362, 365 Krenek, E.: 249

485

' . .
'" "
L A S C U LT U R A S M U S I C A L E S INDICE DE NOMBRES

Kulu: 331 Mead, G. H.: 252 Obadiah el Normando: 98 Rossini, G.: 240
Kunst, J.: 19, 24, 27, 59, 63-64, 66-68, Mellencamp, John Cougar: 432 Oesch, H.: 132 Rouget, G.: 204, 314
79-80, 83-85, 89, 96, 140, 369 Mellers, W. : 417, 428 Offbites, grupo: 465 Roulet, E.: 21 O
Kushé Papai: 398 Mcmories, T�1e: 465 Olsen, P. R.: 370 Roush, W. : 245
Merriam, A. P.: 10-1 1, 13-15, 20, 25, 27, Ortiz, F.: 363-364, 366 Rousseau, J.-J.: 20
La Barbera, M.: 238 59, 69, 1 1 8-119, 125, 1 32, 1 35, 140, Roxy Music, grupo: 431
La Barre, W. : 288 155-157, 161, 165, 168-170, 197, 199, Pahaut, S.: 204 Ruth: 252
La Flesche, F.: 22, 284 275, 280, 283, 366, 371, 374 Pahl, R. E.: 441
Lachmann, R.: 29, 62, 68 Merriam, B. W.: 283 Palestrina, G. P. Da: 24 Sachs, C.: 14, 24, 27, 63-64
Ladd, J.: 60 Meyer, L. B.: 12, 65, 144, 233, 237, 239, Pallisca, C. V.: 173 Sakata, 1-. : 135
Lakmé: 246 241, 244, 248-250, 252, 255-256, 262, Parker, Charlie: 429 Sanz, G.: 1 04
Land, J. P. N.: 47 268 Parsons, T.: 315 Sapir, E.: 327
Lane, E. W.: 54 Meyer, M.: 5 O Pawlowska, H.: 122 Satory, S.: 171-172
Larias, H.: 332 Middleton, R.: 1 0 Pazz'n'Jop, grupo: 419 Saussure, F. De: 206, 208
Lasso, O.: 24 Miller, G.: 23 7 Pelinski, R.: 136 Sawa, G.: 156
Le Moigne, J.-L.: 205, 229, 231 Miller, W. : 321 Pendereki, K.: 96 Schaeffner, A.: 63
Leach, E.: 464, 467-468 Mitchell, F.: 31 Penney, D.: 332 Schaffer, P.: 120
Leepert, .R .: 413 Mitchell, J. C.: 448 Piggott, F. T.: 20 Schenke� H.: 194, 244
Les Paul y Mar-y Ford: 270 Modir, H.: 157 Pike, K. L.: 210, 213 Schieffelin, B. B.: 334, 350
Lévi-Strauss, C.: 1 36, 200, 348 Molino, J.: 204, 206 Plan, Robert: 430 Schieffelin, E. L.: 334, 336, 339, 347
Levy, J. M.: 233, 251 Montague, P. R.: 249 Platoff, J.: 234 Schneider, M.: 63
Lévy-Bruhl, L.: 262 Mooney, J.: 284 Platt, H.: 377 Schonberg, A.: 241
Lewis, O.: 140 Morell, V.: 254 Platt, ]. T. : 237, 377 Schuchardt, H.: 378
Linton, R.: 362, 366, 369, 371, 376 Margan, R. P.: 23 7 Pagues, The: 423 Schultz, W. : 249
List, G.: 24, 25, 27, 31, 64, 69 Morin, E.: 204 Popper, K.: 1 76 Schünemann, G.: 130
Lloyd, P.: 441 Moroi, Makoto: 97 Porter, Cole: 417 Scripture: 4 8
Lomax, A.: 13, 135, 297, 309, 328 Morton, Jelly Roll: 270 Porter, J. (sir): 246 Sculthorpe, P.: 370
Lorenz, A.: 239 Mozart, W. A.: 1 1 9-120, 1 66, 194, 234, Powers, H. S.: 233 Seeger, A.: 31, 135, 157, 174
Loyola, Ignacio de: 3 1 6 237, 414 Powne, M.: 357 Seeger, Ch.: 10, 15, 20, 26-28, 32, 63, 68-
Lui, Tsun-Yuen: 92, 106-107 Murdock, G. P.: 283, 325, 326 Presley, Elvis: 414, 417, 430 70, 1 19, 147, 155, 361
Lush, Marion: 264, 266 Murphy, R. F.: 388 Price, Dr.: 357 Seeger, P.: 92-95
Lydon, M.: 270 Myers, C.: 55 Pulikowski, J. von: 1 17 Seli: 331
Myers, H. P.: 10-1 1, 1 5, 19, 1 15, 176 Shah, l.: 1 6 1
M.aceda, J.: 26 Qureshi, R. B.: 147, 174 Sharp, C.: 21, 130
Machinya: 264 Nadel, S. F.: 1 85, 277, 278, 281-282, 285 Shaw, G. B.: 1 13
Madonna: 416 Nana María Cocorina: 389 Racy, A. J.: 127 Shelemay, K. K.: 1 63-165
Mahler, G.: 201, 368 Nattiez, J.-J.: 136, 157, 1 64-165 Radcliffe-Brown, A. R.: 277, 294 Shepherd, J.: 157
Mair, E.: 242 Navro-Pío, el: 392, 394 Redfield, R.: 140 Sherwood Choir: 465
Malinowski, B.: 363-364, 366, 376 Near, Holly: 403-404 Reese, G.: 246 Sherwood Simphonia: 45·7, 465
Malm, K.: 30 Nettl, B.: 1 0-1 1 , 20, 27, 29-32, 59, 63, Reichard, G. A.: 292 Shiloah, A.: 127, 1 3 1
Mande!, E.: 270 66, 68, 70, 1 15, 1 1 8, 125-12 7, 133, Reti, R.: 194, 200 Shumway, L.: 159
Mark: 22 . 142, 1 45, 156, 1 63, 1 66, 35 8-359, Reyes-Schramm, A.: 122 Sienkowski, Rudy: 264
Marshall, E.: 314 363, 367-368, 371-375, 385 Rhodes, W.: 24, 63-64 Sili: 331
Marx, K.: 1 39, 263 Neuman, D. M.: 1 32 Rice, T.: 1 1 , 132, 14 7, 1 55 Simon, A.: 134
Mayer, A. C.: 448 Neusidler, H.: 1 05 Riddle, R.: 129, 1 3 1 Sinatra, Frank: 430
McAllester, D. P.: 10, 23, 27, 3 1 , 66, 69, Neuwirth, G.: 441, 44 7 Rimski-Korsakov, N. A.: 245 Singer, P.: 248
140, 286, 297 Newby, H.: 441 Rivers, W.: 55 Siverman, J.: 1 04
McCann, M.: 469 Newelesu: 351-352 Roberts, H. H.: 10, 22, 27, 62 Skillman, T.: 3 O
McClary, S.: 413 Newport Pagnell Chora! Society: 442 Robertson, C. E.: 13, 158, 383, 394, 399 Skinner, E. P.: 3 91
Mclean, M.: 127, 1 65, 332 Niles, D.: 332 Roehmann, R. L.: 3 3 Sófocles: 233
Rolling Stones, The: 417 Soltis, D. E.: 238
Rosand, E.: 247
McLeod, N.: 10, 25, 30, 1 57-158, 161- Nissel, M.: 438
162 . Nketia, J. H. K.: 10, 26, 69, 162, 168, 293 Spencer, H.: 56, 277
McRobbie, A.: 430 Roseman, M.: 3 1 Spicer, H.: 364, 3 71
Norman, T.: 104

487
486
nn+··
\ .

.t .,. ..
L A S C U LT U R A S M U S I CA L E S

Spradley, ]. P.: 441, 462 Wagner, R.: 56, 1 20, 238, 239, 368
Springsteen, Bruce: 416, 418, 420, 43 1- Walker, A.: 194
432 Walker, W.: 103
Stacey, M.: 441 Wallis, R.: 30
Stea, D.: 462 Wally, Li'l, 264
Steinen, Von den: 262 Wardsworth, M.: 438 ÍNDICE GENERAL
Sterman, J. D.: 234 Waterman, C.: 30
Stockhausen, K.: 97 Waterman, R. A.: 121, 146, 293, 373, 375
Stone, R.: 31, 158 Wead, K.: 48
Stony Stratford Singers: 442 Webb, M.: 332
Stumpf, C.: 9, 21, 44, 4 7, 50, 1 16-1 1 7 Weber, G.: 1 1 7
Susilo, H.: 26, 82 Weber, M.: 262, 447, 457
Webern, A.: 249
Thomas, L.: 159 Weigand, G.: 44, 54
Thornton, R. J.: 462 Weinberg, S.: 244
Thuren, H.: 44 Wescott, W.: 130
Timko, Nick: 265, 267 Weste, G. B.: 238
Tin Pan Alley: 417 Westphal: 54
Titon, J. T.: 10 Whinnon: 3 77
White, B.: 31
Tokumaru, Y.: 142
White, L.: 293 . 7
Tomlinson, A.: 444 Contenido . . . . . . .
, .. .. . . � .. -e. i! i .. . . ,¡ i, . .. . . . . .. .. .. . , . . . . . . . . . . .. . . . . .

Whittaker, W. G.: 108


! .. . .
.. .. . . . .. .. . . . .. .. 11 . lfl • • , • ! !l' • l• @ •1 4'J 'f . .. , �,
., ,. ,. . . . ,

Towney, R. H.: 250 Prólogo: Francisco Cruces . 9


Wild, R. A.: 441, 447 . . . .. . . . .. . .. .. .. . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . .
.. .. .. . .. ... .. . . . .. � · · · · � · · · · · · · · · · · · .

Treitler, L.: 133, 175 Williamson, Cris: 403-404


Tunley, D.: 361 Wilson, F.: R.: 33
Turino, T.: 10 Wiora, W.: 10, 24, 64 l. DEFINICIÓN, OBJETO, HISTORIA
Turnbull, C. M.: 3 10, 312
Turner, V.: 135
Wittfogel, K. A.: 3 1 7, 3 1 8 Y MÉTODO DE LA ETNOMUSICOLOGfA
Woburn Sands Band: 442-443
Tyler, S.: 108 Wolverton Light Orchestra: 442, 465
Wong, l.: 131 1. ETNOMUSICOL.OGÍA: Helen P. Myers . . ... . . . . . . . . . . ...... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
19
Vaughan Williams, R.: 102, 1 05 Wordsworth, W.: 244
Vander, J.: 133 Wright, S.: 441 2. Los PROBLEMAS DE LA MUSICOLOGÍA COMPARADA: Erich M. von
Victoria, T. L. De: 24 Wu-chih-chai-ch'in-p'u: 94 Hornbostel ... . . . .. . . . + ... .. . . .. .. . - 11! lfl ... . . . , • • • 1)>111
111 • . l• , .,
• • ., , .. .. lt! "'
. , . . . . . . . .... . .. . .. . ... . . . . . .. . . . . .. . . .. . .. . ... . . 41
Vikár, B.: 2 1
Villoteau, G.-A.: 20 Yamaguti, O.: 142 3. DEFINICIONES DE «MUSICOLOGíA COJvll>ARADA» Y «ETNO!vIUSICOLOGiA»:
UNA PERSPECTIVA HISTÓRICO-TEÓRICA: Alan P. Merriam ................
Yung, B.: 156, 1 64 59
Wachsmann, K.: 1 0, 25, 27, 32, 46, 68, .

1 66, 362, 365, 373w374, 379 Zemp, H.: 10, 32, 157, 332
Wade, B.: 1 62 Zipf, G. K.: 238 4. TRANSCRIPCIÓN y NOTACIÓN: Mantle Hood . . .. . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
79
El dictado musical: los cuernos del dilema .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .
83
Cogiendo el toro por los cuernos . . . . .. . .. .... . . . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
La línea G-E . . . . ,
. ..
.. . . . ... .. . . .
. . . .. . .... 1 • • ljll,
. .. . .. • ... I .. .. ,
.111 , .
1 • ,· . , • • . . . . .. .. . . . ... . .. . . . .. . .. . . . . .. . . .. . . . .. 85
La eficacia relativa de la notación .. . . . ·· � · . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . 92

5. ÚLTIMAS TENDENCIAS EN ETNOMUSICOLOGÍA: Bruno Nettl ... ....... 1 15


Músicas y culturas
.

. .. .. . .. � .. · · · � · · . . . .. .. . ... . . ..
. . . .. . . . .. . . .
.. . .. ..
. . . .. . .. . . . . . . . . . . .. . . ... . . . 118
Música culta occidental . . . . .. .. . . . . . .. . . . . .. . .
. . . . . . . . . . .. . . . .. . . .... 119
.
.. . .. . · � · .. .. . . . .

M. us1cas
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. . . . 120
Música .popular 121
ur.b �p.a y << etn1ca
. . . .. . .. . .. .. .. . .. . . .. .. ... . . . . .. .. . .. .. . . . . . . . . . .. . .. . . . .. . . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .

,
. .

Mus1ca
, >> • • • • 111 11 rit • JI¡ 111 "! .. 111 • 9I Flf T• • •> • • • • • • ,.. . . '" ... .. . . . . . .. . -· ,• •• • • • • • •
• • •• 122
Procesos 124

488 489
L A S C U LT U R A S M U S I C A L E S iNDICE GENERAL

Cambio y aculturación ......... . .. . . . . ,. . . . . . . . . . . . ..... .. 124 Estructura formal de las n1úsicas centroafricanas . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 212
Modelos y variaciones .. . . . . .
,. . . . .. . ., . . . .. . . ,. ,. . . . . . . . .

Influencias occidentales . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 .. . . . . . . . . . . .. . . . � . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . 213


. El descubrimiento de la noción de modelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..... . 214
Los medios de d'f .
.

1 us1on masiva . . . . . . . . .. . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


,
1 27
Urbanización . . . 128 El juicio de identidad cultural . . . . ... ............. . . . . . . . . . . . . . ................. . 215
. .
. . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . +· • • • • • • • • • • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

Superv1venc1as .. . . . . . . . . . ..... . .. . . . .. ... . . 129 Los comporta1nientos del modelo . . . . . . ... . . . ...... . ., ., . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
. .
.. . . l ... . . , . � . · * 1 1t1 • • • ., . 111 • • • ltl •• ltl .. .. .. . . . .. . . . . . .. .. . . . .. . .

H1storia . .. 131 La validación del modelo . . ... . . . ...... .. . . . . .. . , 228


Niveles y aspectos de la modelización . ,. ... . . .
, . . ..
,. . .. . . . .. .. .. .. .. .. .. . . . . . . . . . . . . .
.. rii .. ,, j¡
. .. .. .

. . .
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. . ., "' • • • ., ,. ! •• , lf ltl '*' • • 111 • • • • • • ,. � . . ... ,, ., � . � . .. .. .. . . . . . . . . . . . . . .

Rev1tal1zac1o, n . . .. . . . . ... . . . . . ..... 132 .. . .. . . . . . . . . 230


Etct�rera
. . ,. . . . . . . . . . . . . .
" .. . , .. . ... ... ... . , .... .¡ .. . '11!! • • • , ... . . ,., ... .. . . . "' . .. . . ,. � .. . . . .. .. . .. . � .. ii • • • •

133 Conclusión . .... ... .. . . . ... . . . . . . .. .. . 2.30


.. dos y tecn1cas
. . . . .. . . . .. . . . i .. . .. , . .. .. . . . . . .. . . . .. . . . . .. . .. . .. , ••• • • • • • • •
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Meto , . . . . . . . . . ....... . .. .. .
.

133
El impacto de 1a antropol og1a y 1 a ¡1ngu1st1ca · ' ·
, . . . .. . . .. . . .

..
. . ,, . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . .. . i • • • • • •

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 133 9. UN UNIVERSO DE UNIVERSALES: Leonard B. Meyer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233


Aprendizaje y enseñanza ......... ................... . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .
.

. 137 Metodología .. . . . . . .. . .. . . ... .


. . .. . .
. .. . .. . . . . . ,. . · · � ·· . . . . .. . . . . . . . . . . . . ., ,. . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . 234
Enfoques desde el marxismo .. . . . . . . . . . . . . ........ .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
139 Universales . . . . . . . . . .. . .
.. . . . , . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . i lf • • i • • • .¡ .. t . . .. . . . , , . . .. . . .. . . , , .• • , , • • • • • • • 236
Reestudios . . . . . . . . . . . . . . ............. . . . . . . . . . ... .... . .. . .. 140 Restricciones neuro-cognitivas . . .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . . 236
Parán1etros sintácticos y estadísticos .................. . . . . . . . . . . . . . . . .
,. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Tecnología . . . . . . . . . . .... .. .
. . . . . . . . . . . . .... . . . . .. . . .
. .. . . .. . . . . . . . � · · . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 238
El abandono de la doctrina ... . . . .... . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . .� . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142 elas1'f'1cac1on . .
.

, . . . . .. .
. . .. -... . . . . . . . . . , .. l
. ... . , . !l 9J · � . ! • • • 111 • . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . ., • • • • • ., . .. 241
. . 243
Actitudes . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . ... .. . . . . .. . . . 143 Estructuras 1erarqu1cas .
,
.

1
Hecho y valor . . . .
., . . .. .. . . ., . .. . . . .. .. . . . . . . . . . . . . ., . . ,. . . . . . . . . . . .. . .. � .. .. . . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

. . .. . .. . . . . 143 Redundancia . 245


lnsiders y outsiders ... . .. .. .
.. . � . . . ,. . . . ,. . . . . .. . � .. . .. � .. .. . ,. . . . , . . . .. . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . .. . . i • • • .,.li· • • ll ill ili ·• . ll ll · � ltt • • • • • •• • •• • IJl · l@ ' !' "' " , � . � . . .. . . . . . .. . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
·

.. .. .. . . . ... 144 Evolución, elección, cultura e historia de la música ............... . 247


Evo1uc1on y elecc1o, n . . . . . . . . . .
.. .. . .. . . .. ,. . . . . . . . .. . � . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Compromiso .. ... . .. . . . . ... . . ... . . ... . . . . . . .. 247


145
.

. . . . . . . . . . ..
.
. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. � . . . . . . . . . . . . . . .
,, ,
. .. . . . .. -t: -t t l: � � , . . .. , . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .

Fronteras . . ....... . . . . . ... . . . . .. . ... . . 146 Restricciones culturales . . . . . . . . . . . . . . . ........ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........ . 248
Universales y singularidad de las culturas . . . . . . . . . . .
� - . . . . . . . .. .. . . .. . . . . .4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . .

. .
,
146 Prev1s1ones . .. . ...... .. . ... 249
o·1sc1p ¡·1na o area ...
. . . . . . . · � · . . . . . . . . .. . . . . . .
, . . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . .. .. ... .. . . ... ... ot! \ i j- + .. ... . .. .. . . . , , . .. . . . . .

.. .. . . .. ... . 250
.

. . ... .. . . 91 .. . . . .. ..... • • • • • • • • • , ..
. . .. . " . . .. . . . . ... , • • • • . . . . . ... . . . . . . . . . . . !I .
147 Poder . . . . .. ... .
" . . . . . . .. . .. . .. . .. il il! .. . + . ... .. •1 ... ... ... .. .. fj . ... .. . . .. . .. . . . .. , .
. .. . .. . .. . .
,. . . . . . . . .. . .

El impacto de la etnomusicología . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ,. . . . . .. . . . . . .
148 Empatía . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... . .. ...... ... . . . ,,. . . . . . ,. .. . . . . . . . . . ,, . . . . .. · · · · · · · · · · · · · · 25 1
Explicar la historia de la música ....... . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
6. HACIA LA REMODELACIÓN DE LA ETNOMUSICOLOGÍA: Timothy Ri­
ce 155 LAS DISCREPANCIAS PARTICIPATORIAS Y EL PODER DE LA MÚSICA:
10.
El modelo .� . . . . .
• • • • • • •• • • •• • • • • • • •· • • •• • • • • • • • • • • • � • • •· • • • • _. • • • • • • • • • •• • • + • • • a i· � • • • • • • • • • • • • • • • + • • t •• • ••� •

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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 160 Charles Keil . . . . . .......... .......... .......... .......... .......... .......... .... . 261
Las partes del modelo . . ... . .. ... . . . .. .
., . . . . .. . . � . . . . ,,., . . . ,. . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . . .
163
La interpretación en el modelo .. . . . . . . . . ,. . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 167
Re1ac1ones con otras disc1p¡·1nas ,. ... ... . . .
.
,. ,. . . . . ,. . . . . . . . . .

. .

.... ... .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1 73 III. LA MÚSICA COMO CULTURA

II. REFLEXIONES EN TORNO 11. Usos Y FUNCIONES: Alan P. Merriam . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


275
AL LENGUAJE MUSICAL Y SU ANÁLISIS La función de expresión emocional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .
286
La función de goce estético . . .. . .. . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .
289
. .
,. .

.
,
7. EL ANÁLISIS CULTURAL DE LA MÚSICA: John Blacking . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 La func1o, n de entreten1m1ento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 290
· � n de comun1cac1on .. . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .
.

. 290
La func1o
.

Problemas de método en el análisis etnomusicológico . . ....... . 194 !


..

La función de represe�tación simbólica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291


i . .

8. MODELIZACIÓN Y MODELOS EN LAS MÚSICAS DE TRADICIÓN ORAL:


.
' La función de respuesta física . . . .. . . . . . . . . . . . .. ... .. ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
291
Simf1a Arom ••••••••••••••••••••• • • • • ••••••••••••••••••••••••••••
••••••••••••••••••• 203 La función de refuerzo de la conforn1idad a las normas so-
Advertencia del autor ciales .. . . . ... .. . . . . . .. . . . . . 291
La función de refuerzo de instituciones sociales y ritos reli-
. .. . . . . . . ... .... .
• • 1• • • ,. .. . . . . .. . . . . ti . ... .. .. . " . . .. . ... ... . . . .. . . . . . . . .. . . . . . .
203
, . .. , . ... . ... . ... . . . .. . . .. . . , . .... . . . . .. . . ... . . . ... .. .... ... . . .. . . . . , . . . .. . . . . . . .

La noción de sistema .... . . . ... . . . .. . .. . . . . . . . .


. . . . .
. . . . . .. . . . ... .. . . . . . "' . . . ·• . . . . . . . . . . . . . 204
giosos ................................ . . . . ......................................... . 292

La función de contribución a la continuidad y estabilidad de


La modelización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .. .. . " . . . . . . .. . . . . 205
La idea de modelo en las tradiciones orales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
207 una cultura . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . .. . . . .. ... . . . .. . . . . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 292
La «caja de herramientas» . . . . ... . . . . . . . . . . .. . . . . .
.

La función de contribución a la integración de la sociedad .... .


. . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . � . . . . . . . . . ..

293
.

El modelo en etnomusicología .. . . . . ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .
, . . .
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211

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49 1
490
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L A S C U LT U R A S M U S I C A L E S ÍNDICE G E N E RAL

12. ESTRUCTURA DE LA CANCIÓN y ESTRUCTURA SOCIAL: Alan Lo- 16. HACIA UNA ESTÉTICA DE LA MÚSICA POPULAR: Simon Frith ......... 413
max . .. . . .... . . . . . . .. . . . . . . . .... . . .. ... 297 Introducción: el «valor» de la música popular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
Una aproximación alternativa a la música y la sociedad ... .....
. . .
i .. ,
.. . . . . . . . . . . .. . . . · � • '• • • ,
._ • • - � . it iit r• i • 111 llit 1• • • ., ... .. . . . . . . .. . ! · � .fl . .

Cantometrics . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . .. . . . . . .. . . . . . . . .
.. ... 1
$ • • • • • · ·· ¡to ·· ·· ·· ,. . • .• . . . . ,. .. . . .. .. . . . 299 418
La hoja de codificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301 Las funciones sociales de la música . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 422
Aculturación musical ..... . . . . . . . . . . . . . . . 307 La estética de la música popular .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 7
Conclusión . . . . . . . .. . . . ,. . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . ... . . ... . . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . � . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . '" · � · · · · · · · · · · . . .

El estilo del canto pigmeo-bosquimano versus el estilo de can- 433


to europeo occidental . . . ................. . . . . . ... ..... . .. .. ............ . .. . . . . 310
El estilo bárdico del Oriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317 17. SENDEROS EN LA VIDA URBANA: Ruth Finnegan ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437
Un patrón amerindio . . .. ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
� · . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

320
Nota biográfica de los autores . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .
., ,. . .. . .. .. . . .

El patrón negro africano 323 475


Traductores y editores ,. ... . . . . . . . .
. . .... . . .
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. .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . .
. . � � . . . . . . . . . . . .. 48 1
13. EL SONIDO COMO SISTEMA SIMBÓLICO: EL TAMBOR KALULI: Steven Índice de nombres 483
. .
· · · · · · · · · · � · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · - - · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · � · · ·

Feld ......... .. . . . . . . . . . 331 Índice general. ........... ........................................................................ 489


La gente y el lugar . . .. . . . . . . . . .. .
,, , . . -ti .. ... .. .. .. !tl ltl . 111 • • � · � ¡, . .. . .. . .. ., .. . . . . . . . . . . ... , • • •
i • • • ,. � · • • • ., • • • • • • • • • • • •

.. . . . . . . . . . . . . . . ... . 334
El artefacto . . . .. .. . . . ... . . . . .. . .
. � . .. � .. . .. . .. .. . . .. . . . . � . . . . . . . . .. . . . .

... ... . . . .. . . . . . . . . 3 34
El sonido . .. . . . . . . . .
. . . . . . , . . !!! , . . .. . .. .. . . . . .. .. i . ji . . . . . . . . . . . ..

.. . .. . . . . . . . . . . . .. 336
e onstrucc1on ..
� · � . . . . . . ., . . !!! • !!! • • , • • • • • • • , • • o& • • · · . ._ • • • • • • • • • • • •

.
.. . . . .

. . . .. . ..... . . .. . . . 338
ioque y e1ecuc1on . . .. . . . . . . . . .. . . .
.. 1
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342

Sumar las metáforas . . . . . . . . . . . . .. . .. . .... .


. . .. .. . .. . . . ... � .. it' • • • • • • • • • • • , • • •
• • • • � • • ., .. .. .

348
Análisis y síntesis / sonido y significado . . . .. .. . . . . ....................... .
.. . ... .. . i .. ... . , .. . , • • • • • • • • • • • • i • • • • • • • • • • • • • • •

351

14. PROCESOS Y RESULTADOS DEL CONTACTO ENTRE CULTURAS MUSI­


CALES: UNA DISCUSIÓN DE TERMINOLOGÍA y CONCEPTOS: Mar-
gareth ]. Kartomi ..... . . . . . . . . . . , ... ...... . . ..... . . .. . . . .... . . . . . . . .... ... . . . . . . 3 �7
'Los procesos . . . . .. . . ... . . . .. . . .. . . . . . . . ... . . . . . . . ... . . ...... ... . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . 358
. . . . ..

Los resultados . . . . . . . . . .. . .. . .. . . .. . . . .. . . . . . .. . . . ... . ..... . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 367


Rechazo virtual de una música impuesta . . . . . . . ... .. . . .. . . . . . . . . 368
Transferencia de rasgos musicales discretos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369
. . . .

Coexistencia plural de músicas . . . . . .. . . . . . . ,. . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . 3 7<J


.

Reviva/ musical nativista . .. . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . .. . .. .. .. . . . . . . . . . . . . .. . .. 37 1


. .

Abandono musical . .. . . . . .. . . . .. . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 3 72
Empobrecimiento musical ... .. .. ., ., . .. . .. ., . . . .. . . . ... . . .. . . . . . . . . . . . .. . 3 73
, .. .. . . , .. . . . .. .. .. . . t . .. . .

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Transculturación, síntesis, sincretismo . . .... . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . 3 73


Deternnnantes del sincretismo . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 76
. . .

Conclusiones . . . . .. . . . . . . . . . . . . ,, . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . 3 8O

15. PODER Y GÉNERO EN LAS EXPERIENCIAS MUSICALES DE LAS MUJERES:


Carol E. Robe1·tson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 83
La representación ritual de la supremacía masculina . . . . . .. ... 386
.

Cantar por el poder: mujeres y transcendencia espiritual .. . . . .. 3 90


. . . .

El renacer de la música en comunidades femeninas .............. . 403


Conclusión: hacia una perspectiva intercultural ...... . .. .... . . ... . 406
.

Autoridad social . . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . .. . ,, . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 408


. .

Género y acceso .. . . .. . . . . . ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 () 8
. .. . . . . . . .

Nociones de poder, género y performance . . . . . . . . . .. . . .. .. .. . . . . ..


. . .

.
408

492
493
: . .

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