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ÍNDICE
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Las primeras músicas en Europa. De la «Edad Media» al siglo XVI
1. 1. La periodización de la historia
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se subraye las adaptaciones al entorno. Con todo, son muchos los que sostienen la
utilidad del mantenimiento de las categorías estilísticas tradicionales, siempre y
cuando se entiendan como «tipos ideales», es decir, unos modelos sin realidad
histórica que permitan observar cómo los hechos se diferencian o asemejan a ellos
(Waisman 2016, 58, 67).
Todas estas arduas discusiones teóricas, quizá un poco desalentadoras para aquellos
que desean iniciarse en la Historia de la Música Occidental, siguen siendo empero
objeto de reflexión, especialmente en el campo «medieval» y «renacentista». Una
breve alusión nos ayudará a comprender su desarrollo secuencial e introducir algunas
nociones que salpicarán este tema y los siguientes, como «Antigüedad», «polifonía» o
«notación musical».
Hace un par de años el musicólogo Reinhard Strohm (2018, 1187) propuso adoptar el
término early European music en sustitución de «música medieval» para referirse a las
músicas originadas en la Europa posterior al Imperio Romano, a fin de evitar el
carácter transicional que aún subsiste en las concepciones del medievo. Como su
nombre indica, «Edad Media» insinúa el espacio temporal establecido entre la
Antigüedad Clásica y el «Renacimiento», lo que según algunos ha negado su valoración
como una fase de pleno derecho (Everist y Kerry 2018, 3; Strohm 2018, 1179). Esta
situación comenzó en el siglo XV, cuando ciertos escritores italianos se
autoproclamaron creadores de una cultura inédita y muy diferente de la anterior, a la
que definieron de manera peyorativa (Le Goff 2016, 17). Finalmente la cesura entre la
«Edad Media» y el «Renacimiento» acabó triunfando en el siglo XIX, tras el impacto
ejercido primero por Michelet y después por Jacob Buckhardt en el mundo del arte.
Sin embargo, son muchos los historiadores que niegan tales límites temporales, ya que
en su opinión las innovaciones «renacentistas» fueron menos profundas que las
continuidades detectadas, al menos hasta el siglo XVI. Así, Le Goff (2016, 48) ha
cuestionado la importancia de la Reforma luterana, pues el cristianismo siguió
marcando la cultura europea, aunque esa fe se presentara en dos formas a partir de
entonces. El investigador francés también observa un continuum en la subsistencia de
la economía rural, en epidemias como la peste o en el tipo de alimentación de la
mayor parte de la población, basada principalmente en cereales, pan, gachas y carne,
poco modificada con la introducción de productos procedentes de América (Le Goff
2016, 64).
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estilo, sino en los efectos generados por la música, descritos por los clásicos, como
veremos en la próxima unidad (Taruskin 2006). Por su parte, los músicos
«renacentistas» tan sólo aludieron a los años más recientes para referirse al pasado. Si
bien reconocían los orígenes clásicos y bíblicos de la música, desconocían su evolución
debido a la escasez de fuentes disponibles y a los cambios operados en la notación
rítmica entre 1250 y 1500. Así, los nuevos compositores se convertían en antiguos en
tan sólo una generación, siendo valorados por sus purgas de los abusos del pasado.
Prueba de su ignorancia de la música más remota son sus consideraciones acerca de la
antigüedad de la polifonía, que a su juicio databa del siglo XIII, cuando lo cierto es que
existen ejemplos escritos anteriores (Owens 1990, 307; 316-319).
Al igual que los historiadores, los musicólogos también han reafirmado las
continuidades existentes con respecto a la «Edad Media». Por ejemplo, la
exacerbación de la conciencia de la propia subjetividad e identidad por parte de los
compositores, típica del «Renacimiento», ya la podemos encontrar en Machaut y antes
de 1380 (Beard y Gloag 2016). Asimismo el secularismo, otro rasgo «renacentista», se
atisba en la música de los trovadores o en ciertas celebraciones realizadas al aire libre
(Taruskin 2006; Strohm 2018, 1194). Como resume Strohm (2018, 1191), la
cristianización, las cruzadas o la introducción del papel fueron renascences medievales
con un fuerte impacto en la música y supusieron un preludio al «Renacimiento».
2. 1. Un poco de historia
El canto gregoriano que conocemos hoy en día es el resultado de una larga evolución,
marcada por los sucesivos intentos de unificar las prácticas litúrgicas cristianas de
diferentes lugares. Las primeras reuniones de creyentes giraron en torno a las
experiencias vitales de Cristo, especialmente la Última Cena, en la que se instituyó la
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Sin embargo, las prácticas musicales diferían según las localidades y durante el siglo IX
el Imperio Carolingio y la Iglesia fomentaron su homogeneización que, no obstante,
siempre fue parcial (Asensio 2008). Tal proceso político ha sido considerado un
precursor del nacionalismo musical, en tanto en cuanto implicaba el reconocimiento
de diferencias estilísticas regionales en el entorno carolingio europeo (Beard y Gloag
2016). Los carolingios, con el fin de unificar políticamente su imperio a través de la
codificación litúrgica, hicieron uso de una figura de autoridad, Gregorio I, extendiendo
el mito de que este Papa –que vivió en el siglo VII y cuyos escritos no muestran
intereses musicales–, había sido el creador del nuevo repertorio musical, elaborado en
torno a los siglos VIII y IX.
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Este proceso se entiende mejor si nos remontamos a los eventos ocurridos durante el
reinado de Pipino II (751-758), padre de Carlomagno. El papa Esteban II, acosado por
los lombardos, solicitó su ayuda y permaneció en Galia dos años, momento en que se
produce un acercamiento musical a Roma. El hermano de Pipino, el obispo Remigio de
Ruán, buscó en el año 760 un cantor romano para que enseñara sus cantos. A su vez,
algunos clérigos galicanos marcharon a Roma con el fin de aprender sus cantos. Sin
embargo, Galia, ya en el siglo IX, se convirtió en un importante centro de creación de
nuevas melodías, diferentes de las romanas. ¿Cómo pudo ocurrir, si los francos
conocieron de primera mano el repertorio romano? Probablemente fue debido a la
existencia de resentimientos nacionales, causados por la imposición de melodías
ajenas, y a las alteraciones, quizá inconscientes, de los cantos, provocadas por los
problemas para retenerlos en la memoria sin ayuda de la notación musical,
adaptándose a los típicos giros galicanos.
Por prescripción eclesiástica, los cantores debían ser hombres, salvo en los conventos
de monjas, donde empero se realizó una excepcional labor, como veremos más tarde.
En general, las melodías se mueven por grados conjuntos (Hoppin 2004) –es decir, no
tienen grandes saltos–, dentro de lo que hoy conocemos como una escala diatónica
estándar, la equivalente a las teclas blancas de los pianos.
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Por otro, aquel definido por melodías distintivas, que puede ser de carácter silábico –
un sonido por sílaba–, neumático –varios sonidos por sílaba–, o melismático –pasajes
largos de sonidos cantados sobre una sílaba– (Hoppin 2004).
Se trata de una música modal, es decir, cada canto puede ser clasificado en mayor o
menor medida en una escala, esto es, en sucesión particular de tonos y semitonos
(Asensio 2008). Es interesante resaltar que la categorización del canto gregoriano en
ocho modos, conformadores del conocido «octoechos», fue posterior a su creación,
por lo que hay veces que las características melódicas de ciertos cantos pueden
responder a varios de ellos. Cada uno de los modos está definido por una disposición
particular de los sonidos en torno a uno dominante y otro final. Los teóricos del siglo X
dieron un nombre griego –dórico, frigio, lidio y mixolidio– a cada par de ellos, en un
intento por relacionarlos con el complejo sistema de la Grecia Antigua, errando no
obstante en su interpretación (Hoppin 2004). Por esta razón, en ocasiones cada modo
se acompaña con un calificativo que expresaba su ethos o carácter particular (Asensio
2008).
Por último, su aspecto rítmico sigue siendo una cuestión muy debatida entre los
investigadores. Mientras que algunos consideran que todos los sonidos deben tener la
misma duración, otros defienden que esta depende del texto, pudiendo ser las notas
alargadas en las sílabas más importantes. Por su parte, la relevante tradición de
Solesmes, iniciada en el siglo XIX, mantiene que los sonidos poseen una duración
independiente del texto (Parncutt 2019, 435). En cualquier caso, las interpretaciones
suelen tener un carácter rítmico fluido muy particular, que ha provocado que el
repertorio también se identifique como «canto llano», etiqueta que engloba un
conjunto de composiciones más amplio, como las que veremos a continuación.
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Las primeras músicas en Europa. De la «Edad Media» al siglo XVI
«Victimae paschali laudes/ immolent Christiani./ Agnus redemit oves:/ Christus innocens Patri/
reconciliavit peccatores./ Mors et vita duello/ conflixere mirando:/ dux vitae mortuus,/ regnat vivus./
Dic nobis Maria,/ quid vidisti in via?/ Sepulcrum Christi viventis, et gloriam vidi resurgentis/ Angelicos
testes,/ sudarium, et vestes./ Surrexit Christus spes mea:/ praecedet suos in Galilaeam. / Scimus
Christum surrexisse/ a mortuis vere:/ Tu nobis, victor Rex, miserere. / Amen. Alleluia».
(«Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza/ a gloria de la Víctima propicia de la Pascua./ Cordero sin
pecado que a las ovejas salva,/ a Dios y a los culpables unió con nueva alianza./ Lucharon vida y muerte
en singular batalla,/ y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta./ “¿Qué has visto de camino,
María en la mañana?”/ “A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,/ los ángeles testigos, sudario y
mortaja./ ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!/ Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;/ allí veréis
los suyos la gloria de la Pascua”./ Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia/ que estás resucitado;
la muerte en ti no manda./ Rey vencedor, apiádate de la miseria humana/ y da a tus fieles parte en tu
victoria santa. /Amén, Aleluya»).
Junto a los tropos y las secuencias, a finales del siglo IX algunos manuscritos comienzan
a mencionar otro tipo de embellecimiento, denominado «organum». Hasta entonces
los investigadores suponen la existencia de interpretación de música a varias voces en
el entorno litúrgico, basada en ambiguas afirmaciones de Boecio y S. Agustín, que
hacen en pensar en cantos polifónicos. Sin embargo, tal práctica, que ya debía de estar
muy difundida por entonces, recibe su nombre específico y sistematización en este
período (Hoppin 2004).
Los Troparios de Winchester (siglo XI), que posiblemente fueron una copia de
composiciones procedentes del Valle del Loira, recogen los primeros ejemplos
prácticos escritos conocidos. Tal y como su nombre indica, los organa aparecían junto
a otros ejemplos de canción litúrgica, como tropos y secuencias, sugiriendo su finalidad
artística.
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❸ Viderunt omnes de Perotin. Poco a poco los primeros organa de dos voces se
transformaron en organum triplum y quadruplum por la añadidura de partes vocales,
una superposición que ha sido comúnmente comparada con la arquitectura de las
catedrales góticas. Como se observa en este gradual, el tenor continúa alternando
entre los dos estilos organales. Aunque las voces que se añaden se llaman duplum,
triplum y quadruplum, su tesitura o rango vocal es el mismo, por lo que es común su
entrecruzamiento (Hoppin 2004). La pieza comienza con una fórmula de entonación
habitual, que establece la consonancia entre las voces, para después experimentar con
la variación melódica desde un pequeño rango. Entre los recursos melódicos, destaca
la imitación, consistente en el traspaso de breves motivos entre las partes. Puede
escucharse en la siguiente versión interpretada por el Early Music Consort of London,
dirigido por David Munrow: <https://www.youtube.com/watch?v=H9QhVBYrhmE>.
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Con el fin de superar los obstáculos, las mujeres elaboraron una serie de prácticas
discursivas. Por ejemplo, al reafirmar sus habilidades también reconocían sus
supuestas limitaciones intelectuales con el fin de no resultar muy «subversivas»,
empleando manifestaciones relacionadas con la humildad o atribuyendo sus logros a
Dios, afirmando ser sólo una vía de revelación. Una de las mujeres más importantes de
este período, Hildegard von Bingen, también utilizó recursos de esta clase:
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En el siglo XIV las preocupaciones rítmicas que habían marcado la escuela de Notre
Dame se exarcerbaron, al punto de que la nueva organización del ritmo fue
considerada por algunos contemporáneos como una auténtica ruptura con respecto a
la música anterior, conocida por entonces como «Ars Antiqua» (Hoppin 2004). Los
títulos de dos manuscritos escritos en torno a 1320, defensores de las innovaciones,
han dado nombre a este siglo como el de «Ars Nova»: Ars Novae Musiche de Johannes
de Muris y Ars Nova de Philippe de Vitry. Entre sus innovaciones destaca el empleo de
duraciones rítmicas más cortas –«semibreves», «mínimas» y «semimínimas»–,
añadidas a las existentes anteriormente («longa» y «breve»).
❺ Garrit gallus in nova Fert, atribuido a Phillipe de Vitry (1291-1361). Es uno de los
motetes que recoge el conocido Roman de Fauvel, primera colección musical que
recoge las novedades del Ars Nova. Los motetes se constituyeron como un nuevo
género en el siglo XIII, cuando se añadieron nuevos textos a las voces superiores de los
organa, tal y como el origen etimológico del término indica –«mot», en francés,
significa palabra– (Hoppin 2004). Esta pieza cuenta con pasajes isorrítmicos,
consistentes en la repetición de patrones rítmicos idénticos, que en este tiempo se
conocieron como «taleae» (en singular, «talea»). Está escrita en tres partes y se
aprecia ya una estratificación por tesitura entre ellas. El motete, elegido para cerrar el
manuscrito, ha sido considerado una de las piezas más actuales del Ars Nova (Dillon
2016, 19). Puede escucharse en la siguiente versión de Sequentia, con la transcripción
de la música y el texto: <https://www.youtube.com/watch?v=H_kXo_dK_Cs>.
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como una unidad, en contraposición a los conjuntos inconexos de partes del ordinario
del pasado (Hoppin 2004; Maxwell 2019). Está formada por seis movimientos, pues
incluye la sección «Ite, missa est», todos ellos tratados de manera polifónica,
predominando el estilo melismático y «de motete» (a excepción del Gloria y el Credo),
utilizando el mismo texto para todas las voces.
Como afirma Hoppin (2004), existen divergencias entre los historiados acerca de si los
movimientos forman un ciclo o no, es decir, si estos están relacionados por algún
aspecto musical o estilístico. En su opinión, el hecho de que esté compuesta en dos
modos, no es razón suficiente para considerarla una misa cíclica, ya que no posee
unidad modal, melódica o motívica, a excepción de un pequeño giro que aparece en
otras obras contemporáneas. Así, para la generalización de tales aspectos habrá que
esperar a los compositores francoflamencos del siglo XV, quienes compondrán sus
misas sobre material preexistente, escogiendo no sólo canto gregoriano, sino también
chansons profanas.
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consecuencias (Atlas 2002). Contrapóngase ❽ Fumeux fume par fumée de Solage con
esta obra de Dufay:
<https://www.youtube.com/watch?v=yik643q_Elo>
<https://www.youtube.com/watch?v=TLcLtPEH-c8>.
A finales del siglo XV, surgió una tercera generación de compositores, entre los que
Josquin Desprez se erigió como un auténtico «héroe» (Owens 1990, 310). A menudo
los historiadores han resaltada la influencia de Dufay y autores posteriores como
Ockeghem y Busnoys en esta nueva constelación, cuyo estilo modificaron para crear
dos relevantes géneros, el «madrigal de la seconda prattica» y la música religiosa de la
Contrarreforma, que veremos con detenimiento en la próxima unidad. Entre sus
características más relevantes, destacan el desarrollo de la técnica de la imitación
continua, convertido en un elemento estructural de sus obras, una escritura más
vertical y acordal y la expresión de sentimientos descritos en los textos a través de la
música (Atlas 2002).
❾ Ave Maria… Virgo Serena de Josquin Desprez (ca. 1440-1521). Motete ilustrador
de la técnica de la imitación. El inicio se caracteriza por su empleo en las cuatro voces,
sin que se produzca una imitación literal entre las partes. Más tarde, esta se combina
de todas las formas imaginables, bien entre pares de voces que pueden copiar o no al
otro par, bien en sólo una parte que imita con exactitud a las otras dos (Atlas 2002).
Como resultado del empleo tan profuso de esta técnica, se logra una igualdad mayor
entre las voces. Véase en la siguiente versión del coro de Westminster Choir College of
Rider University, en el que la visualización de la partitura hace más perceptible este
recurso musical: <https://www.youtube.com/watch?v=FNbIyFlvxlk>.
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7. A modo de conclusión
Este corto repaso por la historia musical de la «Edad Media» y el Renacimiento
condensa las contribuciones más sobresalientes de un largo milenio, a saber la
homogenización del repertorio litúrgico y el paso de la escritura monódica a la
polifónica, la formación de nuevos géneros musicales, el conocimiento de obras
anónimas y de los compositores más apreciados por los estudiosos. La narración de
tales hitos se ha basado en una selección arbitraria, pero imprescindible para cumplir
los objetivos de nuestro curso. El peso dado a la música vocal sacra es incontestable,
obviándose las primeras músicas instrumentales y las piezas de carácter secular, que
adquirirán una prominencia sin parangón en las centurias venideras y que podremos
atender con mayor detalle. Asimismo el interés renovado por la Edad Media en el siglo
XIX nos posibilitará atender a la tradición de juglares, trovadores y ministriles.
Esperamos que los distintos puntos de la unidad hayan mostrado las innovaciones
musicales ocurridas en el período que conocemos como «Edad Media», fundamentales
para comprender el posterior desarrollo de la música «académica» occidental.
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