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CATEGORIA DE REVELACIÓN

Introducción
Revelación o desvelamiento constituye una realidad paradójica en la reflexión teológica, pues se ha escogido
como punto de partida lo inexplicado para iluminar lo explicante partiendo de presupuestos teológicos, en
lugar de dejarse llevar por la corriente misma de la Revelación para escuchar lo que ella dice de sí misma.
De esta manera el concepto en sí mismo designa una realidad múltiple y polivalente; de ahí los diferentes
caminos existentes en el estudio de la revelación: 1) Partir del fenómeno universal de las religiones; 2) Del
estudio de la revelación trascendental y de la gracia universal de la Salvación concedida a todos los hombres;
3) O bien por el significado del vocablo revelar (apokalýptein).

Para la concepción Cristiana, la revelación es la autorrevelación divina, en sentido de la autocomunicación y


automanifestación personal de Dios al hombre. Lo cual implica la voluntad amorosa de Dios, que entregando-
se, da a conocer el misterio de su vida a los hombres.
Esta revelación en términos técnicos designa la automanifestación y autodonación de Dios en Jesucristo.

En ese sentido, es importante hacer mención que técnicamente durante los primeros siglos y durante toda la
Edad Media jamás se discutió la existencia de la revelación, pues no se pensaba en negar o poner en duda el
hecho de que Dios hablara a los hombres por Moisés y los profetas y luego por Cristo y los apóstoles.

Fundamentación bíblica
Principio Fundamental en el AT: Es la Palabra, porque lo que prevalece sobre la revelación es la acción de
comunicar, decir, hablar, contar, efecto de la comunicación divina, sin embargo no existe en el AT un término
para designar la revelación divina, aunque existe la expresión “revelar”, “descubrir” (galah), por tanto no
resulta apropiado para designar la autocomunicación de Dios, porque este revelar está afectado de
resonancias apocalípticas.
Se trata pues de tratar de captar como ha sido la experiencia de la acción de una fuerza inesperada, pero
soberana que modifica el curso de la historia, de los pueblos y de los individuos.
1. Revelación específica: Bajo el influjo del mundo oriental; Dios se comunica por sueños para dar a
conocer sus deseos: (Gén 20,3); ( Lev 19, 26); (Dt 18, 10s); (1 Sam 28, 6).
También fueron empleadas las teofanías, donde lo primero no está en el hecho de ver a Dios, sino de
oír su palabra.
2. Revelación Patriarcal: Nos sitúa en la experiencia dialéctica de un Dios desconcertante que pone en
camino (Gén 12, 1); y que es promesa gratuita, unilateral, incondicionada, Padre de una multitud. De
modo que la promesa responderá ya no a una gnosis de Dios sino a una fe obediente.
3. Revelación Mosaica: En el Éxodo, Dios revela su nombre a Israel por medio de Moisés. Revela que no
solo existe sino que él es único Dios y Salvador (Ex 3,14). Se pacta una Alianza, en llamada y respuesta
dialéctica a la promesa. Dios por lo tanto se revela como Dios de la Historia, confiriendo así su
dimensión universal, probando a Israel su poder y su fidelidad, haciendo de este pueblo su propiedad,
y se convierte así en jefe de la nación. (Ex 20, 1-17).
En (Ex 34, 28) las diez palabras, expresan el exclusivismo del Dios de Israel y las exigencias morales del
Dios “santo” que se alía con un pueblo “santo”. Al aceptar la alianza, Israel acepta el estilo de vida que
responde a su vocación.
4. Revelación Profética: La palabra de Dios va dirigida al pueblo, no de forma directa, sino por unos
“mediadores”. Moisés es considerado prototipo de los profetas (Ex 20,18); (Dt 34, 10-12; 18, 15-18).
(I Sam 3, 1-21) se impone el profetismo, bajo una forma más carismática que institucional. Los profetas
anteriores al destierro: (Amós, Oseas, Miqueas, Isaías) serán los guardianes y defensores de la alianza
y de la ley. En ese sentido (Jer 28, 9; 32, 6-8) intenta determinar los criterios de la palabra auténtica
de Dios: cumplimiento de la palabra del profeta, fidelidad a Yhavé y a la religión tradicional.
La palabra de Dios se interioriza en (Dt 28, 69), pues además incluye en la ley mosaica todas las
cláusulas de la alianza en corte moral, civil, religiosas y criminales.
Jueces, Samuel y Reyes desarrollan una literatura histórica de salvación, que es de hecho una historia
de salvación y una teología de la historia.
Con la caída de Jerusalén (Ez 33, 1-21), Israel deja de existir como nación, y la palabra de Yhavé se
hace entonces palabra de aliento y de esperanza para los desterrados, abatidos.
Por lo tanto, acontecimiento e interpretación son dos de las dimensiones a considerar de la única
palabra de Dios, por lo que se sigue que Dios, sus atributos, sus designios se revelan no ya de forma
abstracta, sino en la historia y por la historia.
5. Revelación Sapiencial: El mismo Dios que ilumino a los profetas se sirvió de la experiencia humana
para revelar al hombre a sí mismo (Prov 2,6; 20,27). En ese sentido, como espejo de la revelación, los
salmos son actualización cotidiana del culto del templo. Por lo que cuando la palabra se impone a los
hombres, se convierte en ley, más cuando se impone a las cosas crea. Como la creación es cosa dicha
por Dios, es también revelación (Job; Prov; Si, Sab; Sal).

Principio Fundamental en el NT:


La revelación neotestamentaria es entendida como la acción soberanamente amorosa y libre por la cual Dios,
a través de una economía de encarnación, se da a conocer a sí mismo, en su vida íntima, así como el designio
de amor que concibió eternamente de salvar y de traer a los hombres hacia él en Jesucristo. Acción que realiza
por el testimonio exterior de Cristo y de los apóstoles, y por el testimonio interior del Espíritu.

Así en la tradición sinóptica Cristo es revelador en cuanto que proclama la buena nueva del reino de los cielos
y enseña con autoridad la palabra de Dios.
En el evangelio de Marcos, la manifestación progresiva de Jesús, es presentada como mesías, Hijo del Padre,
que se revela y revela al Padre por sus palabras, parábolas, milagros, obras, pasión, muerte, que choca con el
rechazo de los suyos (Mc 1, 15; Mt 4,17).
En Mateo Jesús es presentado como el que predica y enseña; pero como hijo del Padre (Mt 7, 21; 10, 32-33;
11, 25-27).
En Lucas (4, 21) se instaura la inauguración del reino anunciado por Jesús en un “hoy”, al cual responde el “he
aquí”.
Los Hechos en continuidad con la tradición sinóptica presentan a los apóstoles como los testigos de Jesús, que
proclaman la buena nueva y enseñan lo que han recibido del maestro (He 1, 21-22) y por la fuerza del Espíritu
(He 1,8).
En el corpus Paulino existe un binomio misterio-evangelio que sitúa el corazón del pensamiento de San Pablo
sobre la revelación. Este misterio, primero oculto, fue luego manifestado, predicado, notificado con vistas a la
fe. (1 Cor 2, 6-10) el misterio ya es designio de salvación realizado en Cristo, y aparece como “sabiduría”que
tiene por objeto los bienes destinados por Dios a los elegidos y que sólo pueden comprender los hombres
animados por el Espíritu.
Por tanto, la revelación para san Pablo, se concibe como la acción libre y gratuita por la que Dios, en Cristo y
por Cristo, manifiesta al mundo la economía de la salvación, es decir, su designio eterno de reunir todas las
cosas en Cristo, salvador y cabeza de la nueva creación. La comunicación de este designio se hace por la
predicación del evangelio, confiada a los apóstoles y a los profetas del NT. De ahí que, la obediencia de la fe
es la respuesta del hombre a la predicación evangélica, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo.
San Juan lleva a cabo una reclasificación de los vocablos de revelación, debido a la novedad traída por Cristo,
que es ya Dios-entre-nosotros. Él es esperanza, verdad, logos, la luz y la vida. (Jn 3, 32; 8, 38).
Por lo tanto tres elementos constituyen a Cristo como perfecto revelador en Juan: Su preexistencia como
Logos de Dios (Jn 1,1-2), su entrada en la carne y en la historia (Jn 1, 14) y su intimidad permanente de vida
con el Padre tanto antes como después de la encarnación (Jn 1, 18). De ahí, que la finalidad de la revelación
es que los “hombres” lleguen a la unidad perfecta, y que así sepan que el Padre ha enviado al Hijo y que ama
a los hombres como a su Hijo (Jn 1, 23-25).

Padres y Magisterio
Para los padres de la Iglesia de la Iglesia de los primeros siglos no existió el equivalente a un tratado moderno
sobre revelación, pues ellos no ven en la revelación un hecho que establecer, ni un problema en que ahondar.
La revelación es una realidad obvia. La reflexión entonces se preocupa menos de “demostrar” la posibilidad
de la revelación que de proclamar al mundo entero en acontecimiento desconcertante de Dios en la carne y
en el mensaje de Cristo.
Así el primer problema planteado fue el de la inculturación en la revelación cristiana en el seno del mundo
griego.
Inspirados en la Escritura, y en contacto con los primeros testigos, afirman que todo discurso es discurso sobre
Dios que crea, que salva, que revela; en cada reflexión hay una teología implícita de la revelación. Desarrollan
con especial atención los temas de la relación entre AT y NT en la diferencia y en la unidad, el carácter gradual
de las etapas de la revelación, el de la economía y pedagogía del plan divino, el de la centralidad de Cristo, el
de la tensión entre el misterio de Dios revelado pero siempre oculto, el de la acción necesaria del Espíritu
tanto para acceder a la revelación como para comprenderla.
Justino concibe la revelación como un proceso soteriológico, que tiende a atribuir al Cristo-Logos un alcance
universal. (Logos spermatikos) Antes de Cristo había semillas del logos que son la participación de un
conocimiento ínfimo, parcial, del que solo Cristo encarnado dará la perfección.
Clemente propone la revelación como una “gnosis” cristiana, conductora a la salvación.
Ireneo en su carta a Diogneto afirma que los hombres tenían que pasar por la experiencia de su impotencia
antes de conocer la plenitud de la salvación.
Ignacio de Antioquia ve en la persona de Cristo el todo de la revelación y de la salvación. “No hay más que un
solo Dios que se manifestó por Jesucristo, su Hijo, que es su verbo, salido del silencio” (Magn. 8,2; 6, 1-2).
Orígenes: “El verbo…se ha hecho visible en su cuerpo para que tuviéramos una idea de su Padre invisible”
Tras la herejía de Eunomio que pretendía que la esencia divina, una vez revelada, no presenta ya ningún
misterio, los padres capadocios tratarán de nuevo el tema de la centralidad de Cristo.
San Agustín, desarrolla una doble dimensión de la revelación, inspirado en San Juan, en la filosofía platónica
y neoplatónica dirá: A la acción exterior de Cristo que habla, predica y enseña, corresponde una acción interior
de la gracia, que los padres, siguiendo a la Escritura designan como una revelación, una atracción, una audición
interior, una iluminación, una acción, un testimonio. Al mismo tiempo que la iglesia proclama la buena nueva
de la salvación, el Espíritu actúa por dentro para hacer asimilable y fecunda la palabra oída.
Por lo tanto, la palabra de Cristo, no es ya una palabra humana, pues está dotada de una doble dimensión,
exterior, e interior, en virtud de la gracia que la acompaña y vivifica.
Santo Tomás representa el punto de madurez en la escolástica sobre el tema de revelación: La revelación la
explica como operación salvífica procedente del amor libre de Dios, acontecimiento histórico desarrollado en
el tiempo y que alcanza a los hombres de todos los siglos; acción divina que se inserta en la vida psicológica
del profeta; doctrina sagrada comunicada por Cristo a sus apóstoles y, por medio de ellos, trasmitida a la
Iglesia, grado de conocimiento situado entre el conocimiento natural, el conocimiento de fe y el conocimiento
de visión. (Operación jerárquica, sucesión, progreso y polimorfa)

La expresión más completa en la noción de la revelación, la da el concilio de Letrán (1215), subrayando los
temas de la economía y del progreso de la revelación, que culmina en Jesucristo.
“Esta santa Trinidad…, primero por Moisés y los santos profetas y por sus demás servidores, dio al género
humano una doctrina de salvación. Y finalmente el Hijo único de Dios, Jesucristo…, hizo ver de manera más
manifiesta el camino de la vida”(DS 800-801).
El concilio de Trento, en respuesta al protestantismo asentado en la autoridad soberana de la Escritura y el
(Calvinismo que inutiliza la participación de la manifestación divina en nosotros al quedar la razón humana
gravemente tocada por el pecado de Adán) menciona: El evangelio se nos ha dado de forma progresiva:
anunciado primero a los profetas, promulgado luego por Cristo, predicado finalmente por orden suya, y por
los apóstoles, a toda criatura. En él está la fuente de toda saludable verdad y de toda disciplina de costumbres.
El concilio acoge con la misma piedad y respeto la Escritura (AT y NT) y las tradiciones, que vienen de labios
de Cristo o bien por inspiración del Espíritu Santo y se conservan en la Iglesia católica por continua sucesión.
El concilio Vaticano I, ante las circunstancias del contexto histórico y el racionalismo, se plantea el problema
de una intervención divina de modo trascendente. Distingue dos caminos por los cuales el hombre puede
acceder al conocimiento de Dios: el camino ascendente que arranca de la creación, tiene por instrumento la
luz de la razón y alcanza a Dios, no en su vida íntima, sino en su relación causal con el mundo; mientras que el
segundo camino de acceso a Dios, es el camino sobrenatural de la revelación. De ahí que se concluya que el
objeto material de la revelación es Dios mismo y los decretos eternos de su libre voluntad.
Para el concilio Vaticano II, la revelación que corresponde a nuestra condición de peregrinos, es la que
podemos captar y asimilar en Cristo, que con su “presencia” y “manifestación”…lleva a plenitud toda la
revelación y la confirma con el testimonio divino (DV4).

Teología Actual
En los últimos tiempos, la teología actual de la revelación, se ha confrontado con el concepto de experiencia,
concepto ambiguo cuando se le ha aplicado a la revelación.
La revelación cristiana no es solamente paso de una experiencia común a una experiencia más intensa, sino
un salto cualitativo, una novedad absoluta, realizada por la presencia personal de Dios entre nosotros en su
Hijo. En ese sentido, la categoría de experiencia no basta para explicar la revelación; hay que añadir a ella, la
mediación histórica de Cristo, de los profetas, de los apóstoles, y la mediación de la fe en esos testigos
autorizados.

Conclusiones:
La revelación cristiana es la automanifestación y autodonación de Dios en Jesucristo, en la historia, como
historia, por la mediación de la historia, es decir de unos acontecimientos y de unos gestos interpretados por
los testigos autorizados de Dios.

La comunicación de la revelación pertenece al orden del testimonio. Comunicar la revelación significa que “el
que comunica y proclama la salvación” es al mismo tiempo el testigo vivo de una fe que iluminó y transformo
antes su vida. Si no, el evangelio corre el riesgo de convertirse en una ideología, en un sistema, en una gnosis,
en una ética.

Bibliografía

CESAR IZQUIERDO, Diccionario de Teología, 2ª Edición, EUNSA, Navarra, España, 2007.

RENE-LATOURELLE, Diccionario de Teología Fundamental, 3ª Edición, San Pablo, Madrid, España, 2010.

XABIER PIKAZA, Diccionario Teológico, El Dios Cristiano, Secretariado Trinitario, Salamanca, España, 1992.

NOTAS 1 DE FEBRERO DE 2013


 La palabra creadora de Dios –el cielo pregona la voz de Dios, sin que hable y sin que pronuncie-. En
Jesús se ha dicho completamente Dios.
 Esa revelación que Jesús ha manifestado ha repercutido en las distintas culturas. Dios se ha
manifestado en todos los seres humanos y otras culturas ven lo que Dios les quiere manifestar.
 La revelación tiene una estructura trinitaria: el Padre envía al Hijo, el Hijo da a conocer al Padre y el
Espíritu conduce a la verdad plena (Jn 14, 25-26) y tiene como centro el acontecimiento pascual de
Cristo: la hora de la glorificación, pero también la hora de las tinieblas (Jn 13, 1-2).
 Para Pablo la revelación es el progresivo conocimiento del misterio escondido a lo largo de los siglos
(1 Cor 2, 6-9) que ahora es anunciado, revelado (Rom 16, 25-27) y hecho manifiesto en el misterio
pascual de Cristo (Ef 1,7-9; 2, 1-10). Este misterio se ha dado a conocer a las naciones por el evangelio
y la predicación, para llevar a todos, judíos y gentiles reunidos en un solo cuerpo que es la Iglesia, a la
fe y a la obediencia (Rom 16, 26) de Cristo, ya que en definitiva el misterio es Cristo (Rom 16, 25; Col
1, 26-27; 1 Tim 3,16).

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