Está en la página 1de 2

INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO I

2019_1
Hno. Dr. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti

Tema 06: Cristo, Mediador y Plenitud de la Revelación


El Nuevo Testamento declara que todo el Antiguo Testamento es palabra de Dios,
utilizando expresiones como: «dice la Escritura», «dice Moisés...», «dice Dios». Esto
evidencia la actitud cristiana, que lee la Escritura como profecía y testimonio referido a Cristo,
en quien los textos veterotestamentarios encuentran su plenitud y realización1.
El cumplimiento y plenitud del Antiguo Testamento se da en Cristo, en quien se
realizaron las profecías (Lc 18, 31; 24, 44)2. Por eso hay una dimensión cristológica central en
toda la Escritura.
San Juan puntualiza que a través de Cristo, Dios ha pronunciado su palabra de un modo
humano, haciéndose carne en su Logos, su Palabra. Por eso el propio Cristo hace esta
afirmación: «Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu
Enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3). Por ende, conocer la Persona de Jesucristo es esencial para el
conocimiento completo de Dios y del contenido de su Revelación.
La progresividad de la Revelación presenta momentos en que Dios se fue
autocomunicando de forma fragmentada y modos diversos: teofanías a los patriarcas, oráculos
de los profetas, etc. Pero afirma la Carta a los Hebreos: «En estos días, que son los últimos,
[Dios] nos habló por medio del Hijo, a quien hizo destinatario de todo» (Hb 1, 2).
Cristo es así la Palabra única, insuperable y perfecta del Padre. En Él el Padre ha dicho
todo. Por eso no hay que esperar otra palabra de Dios que supere a la Encarnación, muerte
redentora y gloriosa Resurrección de su Hijo.
En Cristo Dios establece la Alianza nueva y definitiva que nunca pasará. Por eso no hay
que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesús
Cristo, que se dará en la Parusía (DV n. 4).
En este sentido Cristo es:
1. Mediador de la Revelación:
La Sagrada Escritura da el título de mediadores a los Patriarcas, a Moisés (cf. Dt 5, 5) y
a otros enviados por Dios para instituir la alianza entre Él y su pueblo, o para mantenerla viva
cuando ésta se había roto.
El Nuevo Testamento aplica el título de Mediador a Cristo enviado por el Padre para
reconciliar el mundo consigo y establecer una Alianza entre Dios y la humanidad que estaba
separada de la intimidad divina por el pecado.
San Pablo enseña: «Uno solo es Dios, uno solo es también el mediador entre Dios y los
hombres: Jesús Cristo hombre, que se entregó a Sí mismo para redención de todos» (1Tim 2,
5-6; cf. Ga 3, 19-20). En Él podemos invocar a Dios con el nombre de «Abbá, Padre»; en Él
se nos dona la salvación.
Por la mediación única de Cristo, la Revelación definitiva llegó a los hombres, puesto
que, siendo Dios, Él conoce en plenitud todo lo que debe ser comunicado y, siendo hombre,
puede hablar en lenguaje humano todo lo que conoce del Padre.
2. Plenitud de la Revelación:
Jesucristo, por ser Dios, es superior a todos los profetas porque tiene la ciencia total de
Dios que ningún profeta puede tener. Por eso Él no sólo revela el misterio de Dios Uno y
Trino, como también todo el contenido de nuestra fe. Siendo Dios y hombre, Él es la plenitud
de la Revelación, es la luz del mundo (cf. Jn 8, 12; 12, 46), es la propia verdad (cf. Jn 14, 6).

1
Cf. ARTOLA ARBIZA, Antonio María; SÁNCHEZ CARO, José Manuel. Introducción al estudio de la Biblia. 2.
Biblia y Palabra de Dios. Estella: Verbo Divino, 1989, p. 43-44.
2
Ibid., p. 218.

Página 1 de 2
En consecuencia de este carácter pleno y definitivo de la Revelación completada por
Cristo, la fe cristiana no puede aceptar “revelaciones” que pretenden superar o corregir la
Revelación de la que Cristo es la plenitud (Dei Verbum, n. 2).
La distinción en Cristo entre “mediador” y “plenitud” nos permite considerar la
distinción entre forma y contenido de la revelación.
• Forma: En cuanto mediador Cristo establece la continuidad entre Dios y el hombre y
hace que la Revelación siendo divina tenga las características propias para ser
entendida por el hombre: es la forma de la revelación.
• Contenido: Cristo, como plenitud de la Revelación, expresa el contenido de la misma,
que escapa a toda pretensión humana de alcanzarla por su propio esfuerzo.
En Jesucristo se realiza la autorevelación de Dios en toda su plenitud. En el momento
oportuno se revelará luego el Espíritu que procede del Padre (cf. Jn 15, 26), y que el Padre
enviará en el nombre del Hijo (cf. Jn 14, 26)3.
En la audiencia General de 16 de enero de 2013, el Papa Benedicto XVI afirmó:
«Con la Encarnación la Revelación alcanza su cumbre, su plenitud. La Palabra eterna
habita entre los hombres y revela la intimidad de Dios, realizando la obra de la salvación».
Cada acción de Cristo es revelación divina, por tanto, con su presencia, palabras, signos
y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu Santo,
Cristo lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino (DV, 4).
Jesús mismo afirmó a Felipe: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14, 9). En
esta expresión se encierra sintéticamente la novedad del Nuevo Testamento: Dios manifestó
su rostro, es visible en Jesucristo, en quien el contenido de la Revelación y el Revelador
coinciden, alcanzando su cumplimiento y plenitud4.
Para concluir el tema, el Catecismo una enseñanza de San Juan de la Cruz:
«En darnos a su Hijo, que es Palabra suya, todo nos los habló de una vez en esta sola
Palabra. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna otra
revelación, haría una necedad y un agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en
Cristo». (Cf. Carm. 2, 22. Apud. CEC 65)
La Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo
afirma que para poner remedio a la mentalidad relativista actual, es necesario reiterar el
carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo. Es, por lo tanto, contraria a la fe
de la Iglesia la tesis del carácter limitado, incompleto e imperfecto de la Revelación de
Jesucristo, que sería complementaria a la existente en las otras religiones5.

3
JUAN PABLO II. Audiencia General del 01 de junio de 1988.
4
El texto está resumido, para estudio más profundo buscar el original del mensaje.
5
Cf. Declaración Dominus Iesus, de 16 de agosto de 2.000. ns. 5-6.

Página 2 de 2

También podría gustarte