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https://www.pagina12.com.ar/…/psico…/9-82459-2007-04-02.html
Los “heterónimos”, que el gran Fernando Pessoa introdujo en la poesía contemporánea, pueden
ser también, mediante las técnicas de “multiplicación dramática”, un recurso para “vivir varias
vidas sin tener que morir tantas muertes”.
El poeta Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1884 e hizo nacer a cuatro de sus
heterónimos más significativos la noche del 8 de marzo de 1914. A diferencia del seudónimo,
ocultamiento del nombre propio con otro nombre para no ser reconocido, el heterónimo, en
Pessoa, designa a distintos personajes que escriben con distintos estilos a partir de biografías y
formas de vivir, pensar y escribir diferentes entre sí. Esto vale especialmente para el cuarteto de
poetas Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro do Campos y el mismo Fernando Pessoa, heterónimo a
su vez y, como Reis y do Campos, discípulo de Caeiro. En sus heterónimos, Pessoa logró otrarse,
hacerse otro.
“Si las cosas son astillas/ del perspicaz universo,/ que yo sea mis fragmentos/ distraídos y
diversos./ Lo fueron y no lo fueron”: esta expresión de Pessoa se conecta con la famosa frase de
Rimbaud, que inaugura la modernidad: Je est un autre. A través de la multiplicación dramática
tratamos de descubrir esos otros: qué heterónimos posibles acompañan a quienes circulan por
una escena mostrativa, profesional (ver La multiplicación dramática, Hernán Kesselman y Eduardo
Pavlovsky, ed. Atuel).
La certeza de no poder ser más que aquel que somos impide llevar adelante el deseo tan humano,
tan lúdico, tan típicamente infantil, de ser muchos. Jugando con los heterónimos, reflexionando
irónicamente con las patologías que me capturan en soledad, empecé a bautizar con nombres
propios a los personajes que me habitaban en mis peores y mejores estares: Erik, El Fantasma de
la Opera, Clark Kent, Bartleby. Y propuse este juego a mis alumnos, familiares y amigos. ¿Acaso en
la vida profesional no somos el conjunto de máscaras que se vinculan entre sí, con poses y gestos
que van más allá del antifaz del rostro? Esto vale para terapeutas y pacientes en cualquier
continente en que se utilicen herramientas psicológicas, y para todo vínculo en la vida cotidiana:
multiplicidad de disposiciones que podríamos actuar. Por encarnarse en cuerpos disponibles en la
escena, las denomino disposibles. Los disposibles son una síntesis de disposición, de posibilidad
diferente, de estar en acto biográfico, con sus conexiones y relaciones: concepto similar al de
heterónimo. Yo ofrezco la oportunidad de jugar a bautizar los disposibles de cada uno en el
intento de construir una taxonomía de heterónimos.
Como Antonio Tabucchi en Sostiene Pereira, considero que hay una Asamblea de cuerpos y almas,
un estallido de disposibles, un ballo in maschera pirandelliano, cuando el director de la
multiplicación dramática invita al protagonista de una escena a indagar los personajes que lo
habitan antes y durante el encuentro con otros actores –un paciente, una familia, un grupo–;
cuando interroga en qué disposibles vinculares se encarnan unos y otros hasta llegar a una mutua
captura, una máquina de captura que se abrirá al juego multiplicador del grupo.
Un tartamudeo aparece y hace tambalear la mano que intenta resolver con la comprensión. Ese
tartamudeo es disposición a la invención; proviene del acontecimiento que nos sorprende sin que
lo busquemos, ya que, al afectarnos, él es quien nos inventa a nosotros. Esto diferencia los
disposibles heteronímicos de los yoauxiliares del psicodrama común, donde también los cuerpos
hablan pero de un modo más planificado. Desde mi óptica, los disposibles son, en psicoterapia, la
vía regia. Pero, ¿cómo generar la disposición para construir estos disposibles?
En esta circulación escénica que estructura ritornelos gestuales, pictóricos, sonoros, se produce un
texto vital que contiene los enunciados por donde navega el deseo. Por momentos, la rostridad
bien definida de los personajes iniciales del encuentro (bi o multicorporales) se va confundiendo
en una producción que parecería inacabable, y por ello acudimos a la puntuación. En estos
desdoblamientos en que la rostridad inicial de terapeutas y pacientes, de educadores y
educandos, se desdibuja, nos vamos acercando a nuevas rostridades, diferentes, que sin embargo
contienen el coágulo de la rostridad inicial. La heteronimia, en la clínica, logra multiplicar estares
para que cada uno deje de ser progresivamente quien es y, al mismo tiempo, sea más que nunca
uno mismo. Quizá porque cada desdoblamiento contiene lo prohibido, lo que no tiene letra, lo que
imagina el social histórico y, en especial, es tan micropolítico que termina por tentarnos a
deconstruir nuestra historia e interrogarnos por futuros jamás pensados.