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148 JOSÉ L U/S ABELLÁN

Dupuis, Lucien: «A pro pos d'afrancesamiento», en Caravelle. Cahiers du


Monde Hispanique et Luso-Bréstlien, Toulouse, núm. 1, 1963.
Juretschke, Hans: Los afrancesados en la Guerra de la Independencia, Ed. Rialp,
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Oliver, Miguel S.: Los españoles en la Revolución francesa, Renacimiento,
Madrid, 1914.
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Méndez Bejarano, M.: Historia política de los afrancesados, Madrid, 1912. VII
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LAS «DOS ESPAÑAS» y LOS ORÍGENES
Viñas-Mey, Carrnelo: «Nuevos datos para la historia de los afrancesados», en DEL PENSAMIENTO REACCIONARIO
Bulletin Hispanique, tomo XXVI, núm. 1, 1924.

1. EL SURGIMIENTO DE LAS «DOS EsPAÑAS»

A 10 largo de los capítulos anteriores hemos insistido, al hablar de


la guerra de Independencia, en la importancia del grupo liberal gadi-
tano, puesto que fue en el seno de éste donde surgió ese liberalismo
español, cuya originalidad hemos pretendido mostrar en varios de los
capítulos que han precedido al presente. Pero ya al comienzo mismo
de este tomo señalábamos como, junto a los doceañistas, había que
destacar otras fuerzas operantes dentro de la misma guerra: los «afran-
cesados», por un lado, partidarios de José I como rey, y los que lucha-
ban a favor de Fernando VII como rey absoluto. Estos últimos eran los
tradicionalistas, y el ardor y apasionamiento que pusieron en la con-
tienda fue lo que contribuyó de modo decisivo a dar a la misma el ca-
rácter de guerra civil que en gran parte tuvo.
No olvidemos que, al fin y al cabo, tan francés era Fernando VII,
que pertenecía a la vieja casa de Anjou, instauradora de la dinastía bor-
bónica entre nosotros, como el propio Napoleón Bonaparte; en el
fondo se trataba, pues, de elegir entre dos dinastías francesas que re-
presentaban intereses e ideologías distintas, y por eso para los ilus-
trados, en gran parte se trataba más de una discusión interna que de
una cuestión de patriotismo. No olvidemos tampoco que si José Bona-
parte se había entronizado mediante un acto de fuerza, no menos
había sucedido con la instauración de primer Borbón, tras una guerra
de Sucesión que había durado catorce años. Y no olvidemos, final-
mente, que pocos años después, en 1823, las tropas francesas, con An-
gulema al frente, vuelven a invadir la Península, pero esta vez con el
beneplácito de quienes antes se habían levantado fieramente; y es que
ahora vienen a imponer el absolutismo y la defensa de sus privilegios,
como se reconoce en los tratados firmados por las naciones que consti-
tuían la «Santa Alianza». El artículo 2.° del Tratado de Verona, por el
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que se dispone la invasión de España, dice textualmente: «Como no Por tanto, si después los ideólogos de la independencia van a esca-
puede ponerse en duda, que la libertad de la imprenta es el medio más motear lo que el acontecimiento tenía de «guerra civil» para presen-
eficaz que emplean los pretendidos defensores de los derechos de las tarlo como una lucha de supervivencia patria ante un poder intruso,
Naciones, para perjudicar a los de los Príncipes, las Altas Partes Con- ello se deberá en gran parte a la decisión de un clero que veía jugarse
tratantes prometen recíprocamente, adoptar todas las medidas para su- su propio porvenir y el mantenimiento de sus intereses de clero en la
primirla, no sólo en sus propios Estados, sino también en todos los contienda. A la vista de esto, no podemos aceptar la afirmación de
demás de Europa.» Y en el artículo 3.0 se insiste en lo mismo desde Aranguren, cuando hablando de la dicotomía entre independencia y re-
otro ángulo: «Estando persuadidos de que los principios religiosos son volución a que antes hemos' aludido, dice: «Andando el tiempo, la me-
los que pueden todavía contribuir más poderosamente a conservar las moria de aquella fecha se fue reduciendo a una plausible y tópica recor-
Naciones en el estado de obediencia pasiva que deben a sus Príncipes, dación patriótica y, de este modo, el 2 de mayo, perdida ya toda signifi-
las Altas Partes Contratantes declaran, que su intención es la de soste- cación auténticamente política, se agregó, como una más, a las gestas
ner cada una en sus Estados las disposiciones que el Clero por su de San Quintín, de Otumba y de Lepanto para, con las pasadas gran-
propio interés esté autorizado a poner en ejecución, para mantener la dezas, distraer a los españoles de la memoria presente» 2. En realidad,
autoridad de los Príncipes, y todas juntas ofrecen su reconocimiento al no se trata de un olvido producido por el paso del tiempo; fue algo que-
Papa, por la parte que ha tomado ya relativamente a este asunto, solici- rido e impuesto desde el primer momento, con ardiente retórica, por
tando su constante cooperación con el fin de avasallar las Naciones.» ese clero que veía en la «alianza entre Trono y Altar» el único modo de
En definitiva, como vemos, si se condena la libertad de imprenta o se defender sus intereses de clase y mantener unos privilegios seculares
defiende la identidad de intereses de los Príncipes con los del Clero, el que habían visto desaparecer en el país vecino con la temida Revolu-
objetivo no es otro que mantener en los ciudadanos ese estado de ción, Así impusieron la palabra «afrancesado» con ese carácter odioso
«obediencia pasiva» que permite a unos y otros conservar intocables de renegado, traidor yantipatriota con que ha llegado a nuestros días;
sus privilegios. y redujeron a los «liberales» a un simple grupo de indeseables en ver-
Si el conflicto español no era para las casas reinantes mucho más gonzoso contubernio con los masones. Se trataba de imponerse a toda
que un pleito de familia, - bien visible, por lo demás, en l~ actitud que costa, y. por los medios que fuese, a la otra parte, a los que considera-
habían tomado Carlos IV y Fernando VII -, para los españoles se tra- ban sus encarnizados enemigos.' Se manifiesta así, con una virulencia
, taba de mucho más: elegir entre dos estructuras políticas, dos ideas de no conocida hasta entonces, la división entre «las dos Españas», que,
la sociedad y hasta dos concepciones del mundo. El mismo Jovellanos como vemos, no es sólo un problema intelectual, sino algo mucho
- bien ajeno a toda falta de patriotismo- lo supo ver así, y si final- más dramático y hondo. Es la negación de la patria y de la tierra a unos
mente, tras grandes vacilaciones, se decidió por la independencia frente españoles a los que en nombre de la religión, de la patria y del amor se
a la revolución, más fue por su «voluntad democrática», por respeto a ha llamado «antiespañoles». La ilustración de cómo se produjo esta
la causa popular que por otra cosa. De aquí que el pensador asturiano dramática división que marcará toda la historia contemporánea de
nos hable frecuentemente en los primeros 'm-oJ:Jlentos de «guerra I\spafia, es lo que intentaremos llevar a cabo en las líneas que siguen.
civil» y nunca de «guerra de independencia», como la calificarán los
que hicieron de ella una mera cruzada religiosa y patriótica, ocultando
lo que también había de «guerra de liberación», como hemos visto en Los ORÍGENES DEL PENSAMIENTO REACCIONARIO:
anteriores capítulos. De momento, para Jovellanos la cuestión es FRAY FERNANDO DE ZEBALLOS, ANTONIO JOSÉ
clara, y así escribe desde Jadraque: «La guerra civil, el mayor de los RODRÍGUEZ Y VICENTE FERNÁNDEZ VALCARCE
males, es ya inevitable. Yo he corrido desde Barcelona a este rincón.
La vergüenza y la rabia está en todos los corazones sin excepción de De momento, debemos señalar que el enfrentamiento entre las
uno, y por desgracia, estos sentimientos hierven con tanto ardor que «dos Españas», no se produce súbitamente en los años de la guerra de
parece difícil reducirlos a orden» 1. Y en la misma opinión de Jove- 111 Independencia, sino que se remonta a unas actitudes provenientes
llanos vienen a confirmarnos casi todos los autores de la época. de modo ya muy claro en la segunda mitad del siglo XVIII como conse-

1 M. G. de Jovellanos, «Correspondencia con los afrancesados», Obras, vol. IV, Bi- , J. L. Aranguren, Moral y sociedad. La moral social española en el siglo XIX, Edicusa,
blioteca de Autores Españoles, Madrid, 1956, pág. 336. Mudrid, 1966, pág. 46.
"
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cuencia de las posturas enfrentadas entre los partidarios de distintas samiento, más clara comprensión de los problemas sociales, más
tradiciones españolas: la de los que se consideraban a sí mismos casti- lógica amartilladora e irresistible hay en cualquiera de las cartas del Fi-
cistas y calificaban a los contrarios de extranjerizantes (cf. el tomo 111, lósofo Rancio, a pesar del estilo culinario, grotesco y de mal tono con
págs. 480-480. Esta división entre «casticistas» y «extranjerizantes» que suelen estar escritas, que en todas las discusiones de las Consti-
podemos admitirla a título provisional a medida que vayamos desentra- tuyentes de Cádiz, o en los raquíticos tratados de ideología y derecho
fiando el enorme equívoco que subyace a tales denominaciones, como público, copias de Destutt- Tracy o plagios de Bentham, con que nutrió
creo quedará claro al final de este capítulo. su espíritu la primera generación revolucionaria española, sin que
Uno de los eruditos que más han contribuido a crear y mantener aprendiesen otra cosa ninguna en más de cuarenta años» 4. Estas
ese equívoco es Marcelino Menéndez Pelayo, para quien esta literatura frases son, evidentemente, un reto para que nos acerquemos a esos
casticista es una verdadera «honra de la cultura española del si- «frailes ramplones y olvidados», tratando de buscar la «ciencia seria»
glo XVIII», al considerar que «los mejores libros que produjo fueron de que son portadores. En cierto modo, ya se hizo cargo de ese reto
los de controversia contra el enciclopedismo, y de cierto muy supe- Javier Herrero, en un libro suyo dedicado pormenorizadamente al
riores a los que en otras partes se componían. Estos libros no son cé- lema, cuyas líneas generales nos resulta obligado seguir aquí 5.
lebres ni populares, y hay una razón para que no lo sean: en el estilo La primera de estas grandes figuras es FERNANDODE ZEBALLOS
no suelen pasar de medianos, y las formas no rara vez rayan en ina- IEspejo (Cádiz), 1732-1802)], padre jerónimo, que acometió la magna
menas, amazacotadas, escolásticas, duras y pedestres. Cuesta trabajo empresa de impugnar el enciclopedismo, a través de una serie de obras
leerlas, harto más que leer a Condillac o a Voltaire; pero la erudición y entre las que figuran las siguientes: Insania o las demencias de los filó-
la doctrina de esos apologistas es muy seria» 3. sofos confundidas por la sabiduría de la Cruz (Madrid, 1878); Juicio final
Es obvio que aquí Menéndez Pelayo deja de ser el historiador im- de Voltaire (Sevilla, 1856); y algunas que permanecieron inéditas
parcial que ha venido siendo para los siglos anteriores. Con el XVIIIse o
como: Análisis del Emilio tratado de la educación, Causas de la desigual-
ve obligado a tomar partido en una polémica que para él no había ter- dad entre los hombres, Examen del libro de Beccaria sobre los delitos y las
minado, convirtiéndose así en un eslabón decisivo del enfrentamiento llenas ... El más famoso sin embargo, no es ninguno de éstos, sino el ti-
entre las «dos Españas», cuyas secuelas duran hasta nuestros días. He Iulado La falsa filosofía (6 vols., Madrid, 1774-1776) 6; a pesar de su
aquí algunas de sus frases sobre esta literatura casticista del XVIII, que longitud, la obra quedó interrumpida, pues Campomanes -a quien,
nos parecen bastante elocuentes; dicen así: «La resistencia española por cierto, estaba dedicada- negó el permiso para imprimir el séptimo
contra el enciclopedismo y la filosofía del siglo XVIIIdebe escribirse lar- volumen.
gamente, y algúri día se escribirá, porque merece libro aparte, que pue- El nombre de «falsa filosofía» se identifica con el de Ilustración, y
de ser de grande enseñanza y no menor consuelo. La revolución triun- m realidad todo el libro es un ataque a los pensadores ilustrados, que
fante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos le prepararon -según Zeballos- «ascienden de las podridas lagunas de sus cora-
fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca Campo- zones vapores pestíferos que se esparcen por la atmósfera común que
manes, Roda, Cabarrús, Quintana ... viven en la memoria y lenguas de Iodos respiran, ya en libros y folletos que llevan el aire del tiempo, ya
todos; no importa su mérito absoluto; basta que sirviesen a la revolu- n palabras que vuelan de sus malos coloquios. Así, comunican unos a
ción, cada cual en su esfera; todo lo demás del siglo XVIIIha quedado otros sus pensamientos mortales y causan una peste en los espíritus de
en la sombra. Los vencidos no pueden esperar perdón y 'misericordia. lodo un grande estado; de allí se contaminan los otros reinos». Esta
Vae victis.» Pero considerándose un paladín de aquella causa olvidada pestilencia proviene de la reforma protestante, origen de males como
-o aparentemente olvidada- no puede por menos que añadir a conti- '1 deísmo, el ateísmo y el materialismo, si bien, todos ellos reducibles
nuación: «Afortunadamente, es la historia gran justiciera, y tarde o
temprano también a los vencidos llega la hora del desagravio y de la • lbid., 362-363.
justicia. Quien busque ciencia seria en la España del siglo XVIII, tiene fi Javier Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Edicusa, Madrid,
que buscarla en esos frailes ramplones y olvidados. Más vigor de pen- 1'171.
/1 El título completo es el siguiente: La falsa filosofia o el ateísmo, deísmo, materia-
I/VIIIOy demás nuevas sectas convencidas de crimen de Estado contra los soberanos y sus rega-
llus, contra los magistrados y potestades legítimas. Se combaten las máximas sediciosas y sub-
3 M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, C. S. 1. C., Madrid, vrrslones de toda sociedad y aun de la humanidad. Escrito por fray Fernando de Zevallos,
1963, vol. V, pág. 36l. IIIOl1jC jerónimo del Monasterio de San Isidro del Campo, Madrid, 1775-1776.
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al deísmo, en el que desembocan el resto de los errores. «En este quitase la vida a ciertos hombres, aun cuando por parte de éstos no hu-
último estado - dice - son llamados deístas, o libertinos, o indiferentes, biera culpa» 10. La culminación de esta serie de argumentaciones es la
o filósofos. Todas estas voces son sinónimas» 7. Hasta qué punto son defensa de la tortura, porque ¿cómo podrían los magistrados descubrir
encarnación del mal puede darnos una idea la siguiente definición: los crímenes si no aplicasen tortura al reo incluso antes de probarse su
«Los deístas son en realidad, de verdad, una multitud de hombres bes- culpabilidad? Lejos del humanitarismo dieciochesco Zeballos se con-
tiales sin alguna piedad natural ni sobrenatural. Su ciencia consiste en gratula en la existencia de cárceles, y exclama: «Cuando en una Corte
dar por regla los antojos de las pasiones y reducir a arte y método la in- o en una gran ciudad veo la cárcel pública, la venero por una obra tan
clinación a pecar» 8. El deísta, es decir, el ilustrado o filósofo es, pues, acepta a Dios y no menos necesaria que muchísimas obras sagradas» 11.
un hombre de pecado que llega a afirmar impía mente que la fuente de De aquí a equiparar las cárceles con los templos no hay más que un
la soberanía es el «pueblo pestilente». Arranca así Zeballos en una paso; no nos extraña que Javier Herrero, tras la exposición de la doc-
serie de ataques contra la soberanía nacional, la libertad y la igualdad, trina de Zeballos, termine diciendo: «Es evidente que cualquiera que
a los que considera principios del mal en una lucha contra la religión y haya seguido hasta aquí los argumentos de este monje jerónimo estará
la monarquía; de aquí que considere que los filósofos promueven .urado de espanto, pero incluso para los que hemos perseverado hay
«toda opinión contraria a la honestidad y a la justicia. El robo, la forni- Higo escalofriante, a lo largo de sus tediosos volúmenes, en la impli-
cación, la mentira y otras cosas tan torpes son para ellos acciones indi- cable lógica con que su fondo de odio hacia la cultura arguye en favor
ferentes que nadie debe coartar ...»; «Murmurar siempre de los que de los más inexorables excesos» 12.
están en el trono y son reverenciados por los pueblos sumisos ...»; «los Aunque Fernando de Zeballos es el más destacado de estos pri-
mismos reyes son menospreciados en sus ojos, y los tratan con un aja- meros representantes del pensamiento reaccionario españ.ol, es necesa-
miento que admira». A los conceptos de jerarquía y monarquía los rio citar también otros autores no menos representativos; de lo contra-
«falsos filósofos» oponen el de igualdad, pues «no sufren tener pri- rio, correríamos el peligro de que apareciese como una figura aislada lo
mero, ni aun consienten que otro les sea igual». Finalmente, dice: que es un vasto movimiento de ideas. Entre los representantes de
«Estos genios son en medio del pueblo una mecha que siempre Sstas resulta, pues, obligado citar también a ANTONIOJOSÉRODRÍGUEZ
humea y está dispuesta a meterlo todo en combustión y desorden. I Villaviciosa de Odón (Madrid), 1703-17781, monje cisterciense del
Desde su gabinete procuran inspirar en los que mandan ideas de tiranía Monasterio de Veruela a quien se le recuerda por"su defensa del lu-
sobre el pueblo, y en el pueblo siembran chispas de independencia y lisrno contra Feijoo en su Carta respuesta a la XVII de las Eruditas del
revueltas contra los que mandan» 9. padre Feijoo (1746), y por sus numerosas obras médicas: Palestra
Un enfrentamiento maniqueo tan delimitado entre los represen- rrltico-médica (6 vols., Zaragoza, 1749), Disertaciones flsico-ma-
tantes del Bien y del Mal, lleva inexorablemente a justificar la violencia temático-médicas sobre la respiración y modo de introducir los' medica-
para salvar la moral y la sociedad; los medios propugnados por ~eballos mentes por las venas (Madrid, 1763), Nuevo aspecto de Teología-
son la guerra, la pena de muerte y la tortura. La primera se justiñca Médico-Moral, y ambos Derechos, o Paradoxas Phisico-Teológico-Iegales
apelando a las doctrinas de los teólogos españoles sobre la guerra Justa, (Madrid, 1769). En el contexto en que lo hemos introducido nos inte-
pero llevándola mucho más allá, al defender lo que llama «el remcitio rosa más, sin embargo, por su obra El Philoteo en conversaciones del
de la espada» para proteger la moral dentro del propio país. Sus excesos tiempo (2 vols., Madrid, 1776), donde -como ya nos dice en la Adver-
alcanzan, sin embargo, el grado más alto, al defender el derecho abso- trncia preliminar- proyecta escribir un libro «que fuese remedio
luto de los «ministros de Dios» sobre la vida y la muerte de sus súb- rnntra la peste que derramaban infinitos [libros] -por toda España
ditos; por eso dice: «Dios no debe a ninguna criatura la vida que le ha corno por lo restante de Europa».
dado y puede quitársela con tanta alabanza y gloria cuanto merece Sin embargo, no es tanto España a la que dirije sus dardos cuanto a
porque se·la dio» ... «La muerte, pues, no es injuria cuando viene de la los pensadores europeos de la Ilustración y la Enciclopedia, pues
mano de aquel que graciosamente nos ha dado la vida» y «lo mismo se según nos dice él mismo- «los maestros originales de tan perniciosa
debe decir de cualquier otro que en nombre de Dios y por sus órdenes doctrina todos son extranjeros. Francia, Holanda, Alemania, Suecia,

7 Ibíd., vol. 1, 12. '" /bíd., V, 309-310.


B Ibíd., 1, 72. " Ibíd., V, 292.
9 Ibíd., IV, 230-231. ,~ Javier Herrero, op. cit., pág. 103.
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Prusia, y más originalmente Inglaterra, son las minas de aquel perverso 1798), sacerdote en varios pueblos del arzobispado de Toledo, predica-
plomo» (Proemio, VI). dor del Rey en 1761, canónigo en Granada y Palencia, y deán de la cá-
La filosofía de la impiedad se ha impuesto fuera de nuestro país y, tedra de ésta en 1796. Su obra más importante son los Desengaños filo-
por eso, es necesario preservarlo de toda contaminación con todas las sóficos (4 vols., Madrid, 1787-1797), que presenta una gran diferencia
armas posibles, puesto que esas doctrinas subversivas no ahorran entre los tres primeros volúmenes, escritos antes de la Revolución
ningún método por pérfido que sea. Así el conjunto de todas ellas se francesa, y el cuarto aparecido con posterioridad a la misma. La línea
ha convertido en un «coloso infernal, que ha erigido la impiedad y la ideológica es, sin embargo, la misma; y lo único que cambia es su
corrupción. No es un cuerpo colosal unido, cuyos miembros se per- mayor radicalización y beligerancia en el último tomo, justificada
ciben en una ojeada; pues hasta en esto proceden sus autores con como él mismo dice por «los acontecimientos políticos modernos».
desorden, porque les importa mucho. Dividido en partes, todas Desde el primer momento, no oculta sus intenciones de combatir las
monstruosas, le muestran y difunden por la Europa, para que esta ideas ilustradas que, difundidas en nuestra patria, tienen por fin sub-
misma separación embrolle el todo» (Proemio, X). vertir el orden religioso y político. Aunque reconoce cierto progreso
Es necesario, pues, defender la revelación contra esta conspiración científico y económico, no está de acuerdo con la nueva orientación
universal, y a ello se apresta el padre Rodríguez en El Phi/oteo, a través ideológica: «Al paso que la nación adelanta y prospera en esta parte,
de las conversaciones que mantienen dos librepensadores y dos cató- parece que quieren deshonrarla por otro lado algunos semi sabios y es-
licos, en las que se va imponiendo la verdad que defienden estos úl- píritus pequefios que, preciados de su ciencia, desprecian las máximas
timos. Sin embargo, los métodos no son muy persuasivos, pues consis- ancianas y la sólida y sana doctrina» 16. Sobre la altura intelectual en
ten en caricaturizar las posturas de los primeros, y así divide a los filó- que se desarrolla el libro pueden ilustramos los juicios que le merecen
sofos en dos clases: la de los que utilizan la ciencia para eliminar a algunos filósofos. Descartes (onada de provecho trajo al mundo Des-
Dios del Universo, o la de aquellos que, aunque lo aceptan, lo reducen cartes con su nueva metaflsica»), Malebranche «<todos los pensa-
a una realidad inoperante. Aquellos son «los casuistas, panteístas y ma- mientos de Malebranche son notoriamente extravaganes; cualquiera
terialistas, [que] cara a cara desconocen al ser Supremo, Criador y Con- conoce su vanidad. Sin embargo, sirven maravillosamente a los escri-
servador del Universo» 13; a los segundos se refiere con estos tér- tores modernos, a los libertinos, a los incrédulos y presuntuosos»);
minos: «los que quieren ser llamados deístas, por hacerse el honor de Locke (<<enverdad que se puede esperar poco de la reformación meta-
creyentes en Dios, son peores que los otros, porque creen en un Dios flsica de un hombre que no poseía método alguno, ni geométrico ni si-
apático, estafermo, indiferente en todo; en un Dios que ni hay ni Iogístico») 17 ••.
puede haber» 14. A partir de estas definiciones ya se comprenderá que Al comenzar el volumen IV de su obra se dirige «A los políticos
el padre Rodriguez no puede ser muy científico en sus observaciones, del tiempo presente», previniéndoles contra las novedades introdu-
y acaba por concluir que la esencia de la Ilustración es la liberación del cidas por la Revolución francesa y alentándoles sobre el valor de la in-
tnlmal contra el yugo de la fe; triunfo en una palabra, del libertinaje tolerancia, tema al que piensa dedicar su nuevo libro, pues interesa al
que acabará destruyendo la civilización cristiana. En este sentido, no Estado mantener su decidida oposición a toda novedad y a todo
nhorra los ataques contra Hobbes, Locke, Diderot, La Mettrie, pero cambio, ya que «no hay cosa que más efectiva sea para alterar la consti-
sobre todo contra Voltaire y Rousseau, hablando de los cuales dice: luición política y el estado de un reino que la mudanza de las máximas
«¡Qué bestialidad igual y contradictoria: afectar (quizá hipócritamente) e ideas». A los filósofos ilustrados se dirige en estos términos: «ZQué
moderación grande en las costumbres, ejercicios de piedad muy vi- importa para nuestra ilustración y el bien de la sociedad lo que escribe
sibles (y de otras virtudes cristianas) y de racionalidad; y mojando la Ilclvetius, Rousseau en su Emilio y Contrato social, y lo que escribe el
pluma en zumo de sapos y culebras, igualar su mismo ser y el de todos autor de las Cartas de un colono americano? Ningunas realidades, pero
los hombres con las bestias!» 15. si muchas visiones, delirios y figuraciones ridículas hallará un católico
Un autor que no podemos olvidar en estas primeras reacciones anti- m tales escritos» 18. Y comenta Javier Herrero: «La proscripción, por
ilustradas es VICENTEFERNÁNDEZVALCARCE(Palencia, 1723-ídem., tanto, de cuanto ha producido la cultura moderna es la solución a los

IIJ El Philoteo en conversaciones del tiempo, ed. cit., «Advertencia preliminar», III. HI Desengaños filosóficos, vol. I «Prólogo», II.
,. Ibld., «Proemio», II
In tu«, vol. II, 36. 17 Las referencias aparecen en el vol. 1, págs. 181-221 y 221-227, respectivamente.
IH Ibid., vol. IV, págs. IV y XIII.
LIBERALISMO Y ROMANTICISMO 159
158 JOSÉ LUIS ABELLÁN

males políticos que nos amenazan. Valcarce se siente tanto más seguro fundamento en el Ser Superior, es a su vez base y soporte del orden
de la oportunidad de su medida cuanto que ya nos ha mostrado la futili- moral y sus leyes, en el que no se admite la menor incidencia al relati-
dad de Ia.ciencia moderna y su inutilidad, puesto que si algo hay en vismo o al subjetivismo. Su doctrina, de corte clásico, la razona según
ella de valor, ya se encontraba en nuestra escolástica» 19. Es la conclu- el método geométrico al estilo de Wolf, lo que justifica el epíteto de
sión que Valcarce expone más adelante: «Para ocurrir, pues, al gran «nuevo sistema filosófico» conque él mismo la presenta.
desorden que hoy reina entre los falsos eruditos y filósofos, ninguna Sin embargo, desde el punto de vista político, Pérez y López de-
providencia más efectiva que la intolerancia, la severidad y el rigor fiende el más estricto absolutismo político, que declara desde el co-
contra todo novador» 20. mienzo de su obra. En el «Discurso preliminar» a la misma escribe:
«En cuanto a la política, enseñó Jesucristo con su ejemplo y doctrina Y
enseñaron e imitaron sus apóstoles y verdaderos discípulos que quien
3. LA REACCIÓNCONTRALA REVOLUCIÓNFRANCESA resiste a ella resiste al orden divino, que debemos obedecer a los reyes
no sólo por temor de su ira, sino principalmente en conciencia, y que
Estas primeras reacciones anti-ilustradas van a potenciarse enorme- debemos obedecer no sólo a los príncipes y superiores justos, sino tam-
mente a partir del triunfo de ola Revolución I en Francia (I 789), así bién a los díscolos, siempre que no manden cosas prohibidas por el de-
como de la guerra que España mantuvo entre 1793-1795 contra el go- recho natural y divino, y aún en este caso deben los súbditos sufrir con
bierno revolucionario del país vecino. Ya vimos el cambio de tono que paciencia las persecuciones que les sobrevengan, por no ser ministros
Valcarce había introducido en el último'volumen de sus Desengañosfi- ni instrumentos de la iniquidad, sin que les sea líc}to sublevarse contra
toséficos, publicado en 1797, es decir, una vez ocurridos los aconteci- las potestades legítimas» 21. Según Herrero, hay tres principios básicos
mientos franceses que tanto iban a influir en nuestro país. Los reaccio- que defiende Pérez y López: 1) el origen divino de la autoridad real;
narios españoles resaltan las violencias revolucionarias como prueba 2) la obediencia pasiva de los súbditos; y 3) orden de resistir a los reyes
de que sus advertencias estaban justificadas; ahora nadie puede dudar injustos y sus órdenes inmorales, pero nunca rebelarse contra ellos, su-
ya que la razón conduce a la anarquía, la ilustración a la subversión y la friendo con paciencia sus persecuciones si llega el caso.
tolerancia a la impiedad. La necesidad de luchar contra las ideas enci- En la defensa de estos principios, Pérez y López no encuentra el
clopedistas se identifica así con la 'necesidad de salvar a España del apoyo de los teólogos españoles del Siglo de Oro, por lo que se declara
caos revolucionario. La gran paradoja se produce cuando estos pensa\ enemigo de ellos y muy en especial de los jesuitas, que desempeñaron
dores reaccionarios no encuentran en los teólogos y filósofos españoles un importante papel en la elaboración del concepto moderno de sobera-
del Siglo de Oro defensores a ultranza del absolutismo político, con lo nía. En cambio, busca apoyo a sus opiniones en los teóricos franceses
que se ven obligados a recurrir a los entonces europeos contemporá- del absolutismo, como Bossuet y Bergier.
neos =Claude-Francois Nonnotte, Nicolas-Sylvestre Bergier, Antonio La exposición que aquí hemos hecho - orientada a la búsqueda de
Valseechi, Louis Mozzi-, dándose la contradicción, al menos apa- los orígenes del pensamiento reaccionario- quizá no dé suficiente
rente, de que los tradicionalistas son los verdaderos extranjerizantes. , razón de la importancia filosófica de este autor, cuyo armonismo ha
El absolutismo político y religioso, con la intolerancia como secuela sido considerado como un precedente del que van a defender los krau-
inevitable, se apoderaron de la cultura española a partir de 1789. Entre sistas en el siglo XIX. Junto a la obra citada había que añadir también
sus representantes más destacados hay que citar a ANTONIOJAVIER estas otras: Discurso sobre la honra y la deshonra legal (Madird, 1781), -
PÉREZy LóPEZ (Sevilla, 1736"Madrid, 1792), jurista sevillano, autor y un Teatro de la legislación universal de España e Indias (28 vols.,
de una obra original titulada: Principios del orden esencial de la natura- Madrid, 1791), enciclopedia jurídica dispuesta en orden cronológico y
leza establecidos por fundamentos de la moral y por pruebas de la religión: alfabético, de la que con razón se ha dicho que fue «injustamente pos-
Nuevo sistema filosófico (Madrid, 1785). Consiste éste en una especie puesta por muchos abogados a otras de mérito y calidad harto infe-
de armonismo onto-cosmológico, en el que, tras exponer el orden que riores» (Federico de Castro, «Nueva biografia del doctor don Antonio
reina en los mundos físicos, ontológico y moral, asciende a las pruebas Xavier Pérez y López con un bosquejo de su sistema filosófico», Re-
de la existencia de Dios. El orden cósmico-ontológico, que tiene su vista de la Universidad de Madrid, 1873). Desde el punto de vista filosó-

10 J. Herrero, op. ctt., págs. 114-115. ., A. Y. Pérez y López, Principios del orden esencial de la naturaleza, Madrid, 1785,
00 Fernández de Valcarce, ed. cit., vol. IV, pág. x. «Discurso preliminam, pág. v.
160 JOSÉ LUIS ABELLÁN
LIBERALISMO Y ROMANTICISMO 161
fico, sin embargo, su obra fundamental siguen siendo 'esos Principios
del orden esencial de la Naturaleza antes citados, donde emplea el tér- cómo desarrolla Javier Herrero la argumentación de Vila y Camps:
«Es evidente que todos los reyes son santos. Pero ¿qué ocurre
mino «naturaleza» no en el sentido de mundo material, sino de essen-
tia rerum, Parte de una consideración lógica del concepto de «orden» cuando, a pesar de esa evidencia, nos encontramos con que un rey no
para buscar su última ley en el Sumo Ordenador. Una vez establecido es santo? Aunque es cierto que eso no puede ocurrir, también es ciertl-
el orden esencial del universo y la inmortalidad del alma, como condi- simo que ocurre, y ante tal destrucción de los principios esenciales de
ción inexorable del orden moral, pasa a fundamentar el orden ético en la lógica cualquier filósofo menos audaz que Vila y Camps quedaría
el metafísico del hombre y aún en el corpóreo. Partiendo de los princi- desconcertado. Pero para nuestro ingenioso teólogo la respuesta es
pios inmediatos se extiende al estudio de las reglas del orden moral, se- obvia: cuando un rey, lejos de ser santo, se convierte en un tirano no
ñalando las leyes naturales relativas a la salud, a la procreación y otras se debe a un error divino ni mucho menos a un fallo de la monarquía,
facultades, así como indicando los derechos, obligaciones y fin del sino a vicios del pueblo mismo, que olvida sus deberes para con el Altí-
simo. Pero aceptemos la tesis de Vila y Camps y su pongámonos explo-
hombre, poniendo con todo ello las bases de la constitución jurídico-
religiosa de la comunidad humana. tados por un tirano, arruinados, deshonrados, ¿podríamos, como pen-
El realismo filosófico que defiende Pérez y López surge tanto en saron nuestros teólogos del Siglo de Oro, sustraemos a esa despótica y
reacción contra un escolasticismo desfasado como contra el subjetivismo brutal autoridad? i'Ial suposición -clama indignado Vila y Camps-
moderno de carácter cartesiano. En contra del famoso cogito dice Pérez es claramente impía! «¿Pues qué remedio, dicen los filósofos impíos,
y López: «La fuerza de la famosa proposición cartesiana -yo pienso, a quienes arguyo o demuestro la verdad de la doctrina cristiana; qué re-
luego soy- consiste en la imposibilidad metafísica de que la nada medio? ¿Cuando un reino, y toda una nación, se ve dominada por un
piense ... Ahora bien, la proposición "yo soy, luego siempre ha habido soberano injusto, cruel, despótico, lleno de vicios, escandaloso y final-
un Ser" es idéntica en todo, pues repugna que en algún momento de mente que detesta la misma religión que desde la cuna ha profesado,
la eternidad no existiese aquel ente cuya esencia es el ser y la existencia no podrá un cristiano en particular, o todos en general, sustraerse de
misma.» Así rechaza el subjetivismo de la razón individual buscando ese soberano?» Y replica Vila y Camps a su retórica: «Así arguye el
su fundamento en el Ser infinito donde la Verdad absoluta coexiste impío Maquiavelo. Pero nosotros, los cristianos católicos, decimos y
con todas las verdades subjetivas, armonizadas en la Unidad Suprema confesamos que aún en esos casos, que por la misericordia de Dios son
del Ser y del Conocer. A partir de ese realismo, «trata de conciliar la raros, por ninún pretexto podemos dejar de obedecerlos, respetarlos y
ciencia con la fe, pues repugna a la razón que Dios nos dicte dos leyes venerarlos en todas las cosas que no sean contra la ley de Dios. Pero
distintas, una por la naturaleza y otra por la razón. "El orbe -dice- nos queda un refugio y muy grande, que no suele fallar» 23.
es el gran código de la ley natural donde están grabados los fines de El refugio a que alude Vila y Camps es rogar a Dios que «mude el
Dios y de las cosas creadas". En toda la obra de Pérez y López se deja corazón delssoberano», pero ~si a pesar de todo- Dios no nos oye,
sentir la tendencia armónica, la exaltación del principio de orden, es debemos «sufrir con paciencia las penas y castigos con que el Señor
decir, de la perfección, razón suficiente de cuanto existe» 22. nos aflige justamente en este mundo, para ahorramos un castigo
Pocos autores, sin embargo, llevan tan lejos su reaccionarismo eterno en el otro. Más por ningún pretexto podemos, ni aun interior-
como ANTONIO VILA y CAMPS (Menorca, 1747-Albarracín, 1809), mente, desear el menor mal, ni temporal ni espiritual, al príncipe que
presbítero, capellán de los duques de Villapadierna, que le nombraron nos gobierna, y siempre le debemos respetar y obedecer» 24.
también preceptor de su primogénito, y autor de un libro El noble bien Muy lejos están como vemos las teorías del regicidio, de la legítima
ducado (Madrid, 1776), que será precedente del que va a ocupamos defensa contra el tirano, de la resistencia a la opresión, del origen po-
aquí más por extenso: El vasallo instruido en las principales obligaciones pular de ia autoridad real, teorías que defendieron nuestros teólogos
que debe a su legítimo monarca (Madrid, 1792), inspirado en las doc- de los siglos XVI y XVII. En la misma línea, habría que citar dos obras
.trinas de Bossuet y Fleury. importantes dentro de esta tradición reaccionaria: La Monarquía
Según Vila y Camps, los reyes reciben la potestad de Dios y de- (Madrid, 1793), de Clemente Peñalosa y Zúñiga; y Catecismo del
bemos sometemos a su autoridad, que por ser de origen divino se estado según los principios de la religión (Madrid, 1193), de Joaquín Lo-
identifica con una voluntad que nuestro autor llama santa. He aquí
Z3 J. Herrero, op. cit., págs. 127-128.
g~ Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofia en España, Madrid, s/f., pág. 375. 2. A. Vila y Camps, El vasallo instruido en las principales obtigaciones que debe a su le-
ulttmo monarca, Madrid, 1792, pág. 111..
162 JOSÉ LUIS ABELLÁN LIBERALISMO Y ROMANTICISMO 163
renzo Villanueva. Ambos defienden la pasividad de los súbditos y la mense, ese carácter bélico el que hace la obra tan aprovechable para
obediencia incondicional a los soberanos. Peñalosa dice al respecto: los intereses absolutistas durante la guerra de Independencia, lo que
«El defecto del príncipe no exonera al vasallo de la obligación esencial explica sus exitosas reediciones en aquellos años (Cádiz, 1813;
de obedecer. Esta obligación dobla al hombre bajo la necesidad de tole- Madrid, 1814), cuando hacía ya largo tiempo que fray Diego había
rar el lujo, la avaricia, la desmesura de sus legítimos denominadores, a muerto. En este sentido, su obra es un paso fundamental en lo que se
quienes está sujeto con el vínculo más estrecho de' lealtad, del mismo ha llamado el enfrentamiento de las «dos Españas», que en él deja de
modo que está destinado a sentir con resignación la esterilidad, el gra- ser una cuestión teórica para convertirse en elemento de lucha política
nizo, los estragos de la esfera, bajo la cual vive, por mucho que sean y militar. Podemos decir que fray Diego participó en la guerra franco-
males aflictivos de su existencia y opresores de su quietud ... Lo contra- española (1793-1795), utilizando su libro como arma de combate, y
rio, esto es, resistir las órdenes del príncipe ..., es crimen abominable, ése es el sentido que le darán sus continuadores durante los años de
incompatible con el espíritu del Evangelio y damnable (sic) en el 1808 a 1814.
orden de la sociedad» 25. El segundo se expresa en términos parecidos: La interpretación que acabamos de hacer coincide plenamente con
«Los vasallos sólo pueden emplear contra su príncipe las armas de los la que hace Javier Herrero de esta singular figura, para el cual consti-
gemidos y de la oración, resistir a la autoridad con las lágrimas pode- tuye «la primera muestra de lo que sería la acción de los religiosos du-
rosas de la piedad, con los esfuerzos de la caridad, con la santa violen- rante la época de la Independencia, cuando en plazas, púlpitos o en los
cia de la humildad» ... La religión «no sabe otro camino para defender mismos confesonarios, incitarían al pueblo a la guerra sin cuartel
a sus hijos de la opresión que les causa el abuso de la autoridad pú- contra los franceses, que aparecían como la encarnación de las ideas de
blica» 26.
la Ilustración. En ese sentido, fray Diego nos interesa por representar
en el campo de la reacción el paso del plano teórico al práctico; de la
predicación de la intolerancia pasamos, pues, a la eliminación de las teo-
4. UN HOMBRECLAVE:FRAY DIEGO DE CÁDIZ das ilustradas, no en el plano de la dialéctica, sino de la realidad con-
creta. En realidad, para fray Diego, son los revolucionarios franceses,
En esta cadena de pensadores que jalonan la enemiga hacia las en quienes culmina la maldad del siglo; para sus sucesores, veinte
ideas enciclopedistas e ilustradas, hay un eslabón que nos parece fun- años más tarde, serán los liberales» 27.
damental. Se trata del capuchino FRAY DIEGO DE CÁDIZ (Cádiz Los franceses representan el mal absoluto y, por ello, todos los
l743-Ronda, 1801), más conocido hasta ahora como fogoso orador medios de lucha contra tales enemigos de la humanidad están justifi-
que atacó a Lorenzo Normante en 1786, denunciando a la Sociedad cados. Así se expresa fray Diego en el prefacio de su obra: «Dios, su
Aragonesa de Amigos del País por su defensa de la utilidad del lujo y Iglesia, su Fe, su Religión, sus Leyes, sus Ministros, sus Templos, y
sus teorías sobre los inconvenientes de la vida monástica. Aquí nos in- lodo lo más sagrado, el derecho de gentes, el respeto debido a lds sobe-
teresa, sin embargo, como una pieza clave de la reacción anti-ilustrada ranos, y aun el fuero siempre inviolable de la humanidad, se hallan in-
que antes mencionábamos. Junto a sus Sermones y discursos y otros justamente violados, impíamente desatendidos.iy sacrílegarnente atro-
libros referentes a temas religiosos, hay que destacar su obra El soldado pellados en ese desgraciado reino por una multitud de hombres cuyo
católico en la guerra de religión (Barcelona, 1794), que lleva el siguiente proceder los acredita de hijos de Lucifer, y miembros perniciosos de
subtítulo: «Carta instructiva ascético-histórico-política, en que se pro- tun infame cabeza». Es indudable que se está refiriendo con tales epí-
pone a un soldado católico la necesidad de prepararse, el modo con retos a los representantes políticos de la Revolución francesa, como
que lo ha de hacer y con que debe manejarse en la actual guerra contra .laramente 10 especifica un poco más adelante: «Si, la Asamblea de
el impío partido de la infiel, sediciosa y regicida Asamblea de la Fran- Francia, aquella multitud de hombres infames, sediciosos y perversos,
cia.» Esta larga presentación no puede ser más elocuente de los propó- que se unieron y congregaron para formar un conciliábulo contra el
sitos que animaban al predicador franciscano, y el carácter bélico de Señor de los Cielos y contra su Cristo en la tierra; éstos, que con bár-
cruzada religiosa que animaba su escrito, como redactado durante la hura impiedad se concertaron entre sí, y con más que temerario arrojo
guerra contra la Convención francesa entre 1793 y 1795. Es, precisa- profirieron: Rompamos de una vez los vínculos más Sagrados de sus
t.eyes, de sus soberanías y de sus fueros, sacudamos y arrojemos para
25 C. Peñalosa y Zúñiga, La Monarquía, Madrid, 1793, págs. 399-400.
26 J. Lorenzo Villanueva, Catecismo del Estado ... , Madrid, 1793, págs. 171-172. '" J, Herrero, op. cit., págs. 142-143.
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siempre de nuestros hombres el yugo de la subordinación y de su necesaria mentísimo en la lengua de fuego de aquel apostólico misionero capu-
obediencia» 28. Ahí tienen su origen los impíos deseos de libertad y de chino, fray Diego de Cádiz» 31. La conclusión que se impone es que la
igualdad, que sólo pueden ser combatidos por una vuelta a la virtud labor del fogoso orador fue decisiva para dar vida concreta de carácter
básica de la obediencia. No puede extrañamos que toda la última parte político y militar a la España que defendía el absolutismo como un ele-
do su escrito esté dedicado a la obediencia, para la que tiene los mento consustancial al catolicismo tradicional en nuestra patria, encar-
mayores elogios, y así dice: «No admite duda, que la subordinación nando el mito de una España integrista y reaccionaria.
((el Soldado a sus mayores, y Xefes se ha mirado en todos tiempos
como uno de los medios más preciosos para el buen éxito de qual-
quiera acción en la campaña. Ni puede dudarse, que siendo recta su in- 5. LA GUERRADE LA INDEPENDENCIACOMOCRU-
tención en el acto del combate, será más intrépido su valor, más gene- ZADARELIGIOSA:PEDRODE QUEVEDO,MIGUEL
roso su denuedo, y más constante su esfuerzo, dimanado de la presen- DE LARDIZÁBAL, JOSÉ JOAQUÍN COLÓN y
cia de ánimo, con que su misma rectitud le hace mirar con desprecio RAFAELDE VÉLEZ
los peligros. Si, la obediencia y la rectitud de intención en la batalla te
pondrán en las manos los trofeos de vencedor, y ceñirán tus sienes con Los fundamentos teóricos que iban a convertir la guerra de la Inde-
el laurel de las víctimas. Tanta es la importancia de estos medios. No pendencia en una cruzada religiosa habían sido puestos por los pensa-
s610 por las personas Religiosas que hacen voto de obediencia al Supe- dores que hemos estudiado hasta aquí, muy especialmente por fray
rior, mas también por los Soldados está escrito, que el varón obediente Diego de Cádiz, pero la realización práctica de tales ideas y su aplica-
cantará victoria. La obediencia en estos no es menos necesaria para ción a la circunstancia española de 1808, necesariamente había de ser
triunfar de los enemigos temporales, y de sus exércitos, que lo es en obra de autores contemporáneos, de los que vamos a ocupamos a con-
aquellos para vencer a los espíritus en el duro combate de sus fuertes Linuación.
tentaciones. Un Soldado que atiende y mira a Dios en sus Capitanes, Algunos de estos autores crearon el clima propicio en el seno
obedece a éstos sin repugnancia, y está como pendiente de ellos en mismo de organizaciones liberales. Así ocurrió con PEDROQUEVEDOy
todos sus movimientos. Esta obediencia le hace guardar aquel buen QUINTANA,32 obispo de Orense e inquisidor general, que siendo presi-
orden, en que consiste por lo común el éxito favorable de la guerra: le dente del Consejo de Regencia en 1810, no sólo renuncia a su cargo,
obliga a no desamparar el campo en los choques más sangrientos, y le sino que se manifiesta hostil a la convocatoria de Cortes, y se niega a
enseña el modo de disponer sus acciones con el mayor arreglo» 29. prestar juramento a las mismas el 24 de septiembre. El 4 de octubre
Estos argumentos y esta disposición anímica es la que asumirán los envía una Memoria a las Cortes, donde expone las bases teóricas de su
religiosos absolutistas en la lucha contra los soldados napoleónicos du- oposición. El problema esencial es el del concepto de Soberanía, que
rante la: guerra de Independencia, y esto parece así corroborado por para el obispo de Oren se no puede estar sino en el rey; su transferencia
quienes han estudiado el tema. El padre Valencina, por ejemplo, u las Cortes implicaría una transformación y redistribución del poder
dice: «Fray Diego de Cádiz vio venir sobre España esa corriente asola- político a la que se opondrían violentamente las clases que lo han de-
dora de males, y a prevenir sus estragos, a evitar su desarrollo y a opo- tentado hasta ese momento. Ataca, pues, el nuevo concepto de Sobera-
nerle un fuerte dique consagró todos los esfuerzos de su fecundo apos- nía nacional con el epíteto nefasto para él de «democrática», ya que «si
tolado ... En este orden, la gloria principal del apóstol capuchino es no está sujeta la nación a su monarca ni le debe vasallaje, y su voluntad
haber formado con sus continuas misiones al pueblo de la guerra de la general es la suprema Ley, nada puede impedirle mude reyes y go-
Independencia» 30. El mismo juicio viene a confirmarlo el padre Pa- biernos según le agrade, y forme tantas o más constituciones que las
radas, cuando dice hablando de la reacción católica contra los fran- que abortó la Revolución francesa». Más adelante, atemorizado, dice
ceses: «Aquel período de restauración tuvo su orador inspirado y vehe- que las consecuencias de una tal afirmación de la soberanía nacional

~R F. Diego de Cádiz, El soldado católico en la guerra de religión, Cádiz, 1813, pági- "1 Eduardo Paradas Agüera, Las comunidades religiosas en la guerra de la lndependen-
nas 6 y 7
rln, Sevilla, s. a., pág. 24.
~o Ibid., págs. 33-34.
"" Cf. Eugenio López-Aydillo, El obispo de Orense en la Regencia del año /810 (Plan-
110 Fray Ambrosio de Valencina, Los capuchinos de Andalucía en la guerra dela Inde- trnmientos de los problemas fundamentales de la vida constitucional de España), Madrid,
ucndencia, Sevilla, 1910, págs. 8-9.
11)18,
LIBERALISMO Y ROMANTICISMO 167
166 JOSÉ LUIS ABELLÁN

pueden «llegar a igualar, y aún superar si es posible, los delirios y aten- Media y que todo intento de alterar ese contrato es un ataque a los más
tados de los revolucionarios franceses». La identificación entre las sagrados derechos del soberano, lo que está defendiendo son los inte-
Cortes de Cádiz y la Revolución francesa le asusta, pero piensa que es reses de una sociedad estática, inmovilista Y estamental, así como las
cierta, pues sus «máximas y principios parecen haber penetrado y pre- de las clases que la representan. Por eso no puede extrañamos la para-
valecido en algunos españoles ignorantes, vanos y preciados de sabios doja de que los primeros liberales españoles del XIXmirasen con recelo
y políticos por la lectura sola de libretes franceses y gacetas y papeles las teorías pactistas y contractualistas de la soberanía, que para ellos
públicos prodigados en consonancia con los falsos filósofos y publi- eran base del pensamiento absolutista. Al contrario, el nuevo concepto
cistas de este siglo y el anterior, por lo general anticatólicos». Se cierne de soberanía nacional constituía un desafío de la nueva burguesía Yde
así desde Francia, como consecuencia de las anticatólicas ideas ilus- las clases ilustradas en contra del orden estamental Yabsolutista. Se im-
tradas, una siniestra conspiración contra la sociedad española, a la que ponía una transformación social y un nuevo reparto del poder político
el obispo pretende pararle los pies. Por eso creemos que le caracteriza de acuerdo con las recientes concepciones filosóficas y las imperiosas
perfectamente Derozier cuando dice que «simbolizaba la supervivencia necesidades históricas. Ahora bien, este planteamiento exige una
del Antiguo Régimen, el tradicionalismo exagerado, el absolutismo mutua comprensión y un comienzo de diálogo, al que se niegan los tra-
agresivo, la negativa de apertura y comprensión y el terror sagrado del dicionalistas; de aquí que su postura cerrada e intransigente lleve a la
diálogo con un enemigo inquietante, del que estaba dispuesto a apro- guerra civil. Esto explica las rotundas frases de Lardizábal, quien dice
vechar todos los errores tácticos» 33. que «la soberanía del pueblo es una quimera, y sólo sirve para engañar
Es evidente que, en ese intento de defensa del Antiguo Régimen, primero al pueblo y esclavizarlo después, porque en el democratismo
el obispo de Orense no estaba solo. Junto a él hay que citar a otro com- no hay verdaderos intereses sino aquellos que la promueven». Esto
pañero suyo en el Consejo de Regencia, MIGUELDE LARDIZÁBALy que llama «democratismo» es la afirmación irresponsable Y anárquica
URIBE, que, a pesar de haber jurado fidelidad a las Cortes el 24 de sep- del pueblo, que acaba con el derrumbamiento de la sociedad tradicio-
tiembre, no se identifica con sus directrices ideológicas. En este sen- nal; de aquí que diga: «Monarquía Y democracia se destruyen recípro-
tido, su conducta puede parecer contradictoria y para deshacer todo camente y son inconciliables.»
equívoco escribe en 1811 un famoso Manifiesto, 34 que es un ataque a Un texto que hay que poner junto a los anteriores es el de Joss JOA-
las Cortes, sin ningún tipo de paliativos. Una vez más el fuerte de la ar- QUÍNCOLÓN,que fue decano gobernador del Consejo Supremo de Cas-
gumentación recae sobre el concepto de soberanía, que Lardizábal con- tilla, cuyo título es el siguiente: España vindicada en sus clases y autori-
sidera propiedad del monarca, quien la ha recibido directamente de la dades de las falsas opiniones que se le atribuyen (Cádiz, 1811) 35. En las
divinidad. Aunque Lardizábal sigue en esto a Bossuet, trata de compa- urgumentaciones sobre el concepto de soberanía, Colón introduce una
ginar la teoría del origen divino de la monarquía con las doctrinas de novedad con respecto a los anteriores, Yes la implicación del concepto
/
los teólogos-juristas españoles del XVI, según los cuales, la soberanía de «clases» -especialmente referido a la «nobleza»- como opuesto
reside en la nación. Para Lardizábal la soberanía fue transmitida de la al pueblo y a los liberales. Colón vindica a la nobleza como fundamento
nación a los reyes en tiempos antiquísimos, mediante un contrato de del orden social antiguo, y así presenta las discusiones sobre el con-
carácter irrevocable y hereditario, de tal modo que los derechos del cepto de soberanía como un conflicto de clases. Es evidente que las dis-
monarca habían adquirido un carácter divino e imprescriptible con posiciones de las Cortes en contra de los señoríos Y mayorazgos, así
total independencia de su origen popular. En realidad, lo que se discu- como la posible desamortización de los bienes de la nobleza y el clero,
tía bajo la polémica teórica del origen de la soberanía es una cuestión , le habían hecho consciente a Colón del trasfondo socio-económico
que anidaba bajo lo que los liberales llamaban «revolución política».
de orden práctico mucho más importante: cuál es el sujeto del poder
político y cómo se reparten los privilegios derivados del mismo. En esto su lucidez es plena, y desde este punto de vista no puede extra-
ñames que apele a los intereses de clase para reforzar a los serviles, al
Cuando Lardizábal considera que la monarquía española es absoluta
mismo tiempo que refuerza la defensa de los intereses socio-
por una decisión contractual de españoles en la más remota Edad
!conómicos identificándolos con la España monárquica, católica y tra-
33 A. Derozier, Quintana y el nacimiento del liberalismo en España, Ed. Turner, dicional, asediada por la conspiración anticatólica de los franceses en-
Madrid, 1978, págs. 600-601.
34 Manifiesto que presenta a la nación el consejero de Estado don Miguel de Lardizábal y "" La primera edición es muy rara. Hay otra segunda en Madrid (1814), que es la
Uribe. Uno de los cinco que compusieron el Supremo Consejo de Regencia de España e Indias.
Sobre su conducta política en la noche del 24 de septiembre de 1811, Alicante, 1811. que hemos utilizado nosotros y por la que hacemos las citas.
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viados por Napoleón Bonaparte. Para Colón, los que invocan la libertad a ejercer una enorme influencia en el pensamiento tradicional español;
y la igualdad no hacen más que engañar al pueblo con mentiras, al no sólo durante el siglo XIX, sino incluso en el xx, este libro ha sido
querer rebelarlos con un orden providencial y eterno que es inamo- citado con reverencia por nuestros intelectuales más conspicuos» 39.
vible por decisión divina; su destino es aceptar con resignación los de- Como en tantas ocasiones dentro de nuestra historia intelectual, un es-
signios e infortunios que la Providencia les ha deparado. y por eso es- tudio a fondo de este libro y de la misma figura del padre Vélez está to-
cribe Colón: «Se presentan a la multitud fantásticos planes de imagina- davía por hacer 40.
rias felicidades: resuena por todas partes el lisonjero clarín de la liber- Aquí vamos a limitamos a examinar el Preservativo contra la irreli-
tad e igualdad; y como el mayor y considerable número tiene poco o gion 41, obra también muy importante por ser la primera dedicada por
nada que aventurar, son creídos y adoptados ciegamente estos princi- extenso a analizar la Ilustración, la Revelación francesa y las guerras
pios, con destrucción y aniquilamiento de los fundamentales que hicie- napoleónicas como piezas de una gran conspiración del Mal contra el
ron felices a nuestros padres» 36. Contra los que así pretenden destruir Bien. El papel de Vélez en la creación de ese gran mito de la anti-
el orden establecido, la recomendación de Colón está clara: «La obser- España, que desde entonces enseñorea todo el pensamiento reacciona-
vancia pura de la religión católica y de nuestras leyes mejorará rio español, fue decisivo. La importancia del Preservativo contra la irreli-
nuestras costumbres y salvará a nuestro rey y a sus vasallos» 37, lo cual Kión, en este sentido, es indiscutible, y ello explica el enorme éxito de
es comentado por Javier Herrero así: «Sin duda, que en sus paradójicas la obra, que tuvo repetidas ediciones en Cádiz (812), Palma de Ma-
conclusiones Colón es quizá el más lúcido de los serviles: si el fin de la llorca (812) y Santiago (1813).
vida pública es mantener inalterable el pasado, la función de la inteli- El plan de la obra está expuesto en la introducción, donde se especi-
gencia será el silencio, y el de la política, la inacción» 38. Iican seis puntos fundamentales: 1) mostrar los planes de la filosofía
El más destacado de todos estos apologistas del Antiguo Régimen contra la religión y el estado; 2) cómo esos planes fueron los practi-
que reaccionan contra la Revolución francesa es RAFAELDE VÉLEZ cados por los filósofos franceses en su país para destruir la monarquía
(Vélez-Málaga, 1777-Santiago, 1850), fraile capuchino, cuyo nombre y extinguir la fe cristiana; 3) cómo se difundieron después por toda
en el siglo fue Manuel José Benito Anguita Téllez, que había estudiado Europa para conseguir los mismos fines; 4) cómo Napoleón y sus
en Granada y en Córdoba, ciudad ésta donde fue lector de filosofía y agentes emprendieron en España una acción semejante, para concluir
teología. Estuvo en Cádiz durante los años de la guerra de Independen- «nuestra cautividad y exterminio»; 5) cómo nuestra nación resiste esa
cia, y en el ambiente superpolitizado de la ciudad tuvo ocasión de cruel asechanza en una guerra que ya dura cinco años; 6) cómo esos
editar el polémico periódico El Sol de Cádiz, que tuvo importancia en la principios han sido «últimamente admitidos en parte, publicados,
difusión y popularización de la idea de que la secta francomasona era la aplaudidos por multitud de políticos y publicistas que, o por ignorancia
causa de los males de España, identificándose desde entonces en la o por malicia, trabajan incesantemente, por su admisión para nuestra
mente popular a los masones con los liberales. Entre sus libros hay que ilustración, reforma y regeneración política y religiosa». Y concluye la
destacar el publicado en aquellos años, Preservativo contra la irreligión introducción: «Si demuestro (como intento) tan terribles verdades,
(Cádiz, 1812) y el que apareció más tarde Apología del Altar y del Trono daré a los españoles un Preservativo contra la irreligión e incredulidad
(Madrid, 1818). Aunque ocupó importantes puestos dentro de lajerar- de nuestros días, contra el espíritu de reforma que anima a muchos; y
quía eclesiástica -obispo de Ceuta (1816-1824) y obispo de Santiago .ontra las máximas que se difunden en perjuicio conocido de la religión
0824-1850)- no abandonó nunca su actividad de polemista, lo que le y de la patria» 42.
valió varios destierros, el más largo de los cuales fue el que le obligó a
permanecer en Mahón (Menorca) desde 1835 a 1844, a causa de sus :19 Ibíd., pág. 294.
actividades en pro del carlismo durante la primera guerra civil. '0 Sobre Rafael de Vélez véanse los siguientes estudios: María Cristina Diz-Lois,
El libro más importante de Vélez es la Apología del Altar y del «Fray Francisco Alvarado y sus cartas críticas», en Estudios sobre las Cortes de Cádiz
(Parnplona, 1971); J. Couselo Bouzas, Fray Rafael de Vélez y el Seminario de Santiago
Trono, que es calificado por el profesor Herrero como «la más sistemá-
(Santiago, 1927); Juan B. de Ardales, O. F. M., La Divina Pastora y el beato Diego José de
tica construcción de la ideología reaccionaria de la época» ... , «llamado Cádiz (Sevilla, 1949).
, '" El título completo es el siguiente: Preservativo contra la irreligión o los planes de la
36 España vindicada, Madrid, 1814, pág. 3. tllosof¡a contra la religión y el Estado, realizados por la Francia para subyugar la Europa, se-
37 Ibíd., pág. 96. unidos por Napoleón en la conquista de España, y dados a la luz por algunos de nuestros
38 J. Herrero, op. cit., pág 293. sabios en perjuicio de nuestra patria, Cádiz, 1812.
,,~ Cuarta Edición, Madrid, 1813, pág. 13.

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LIBERALISMO Y ROMANTICISMO

Los ataques contra la filosofía no admiten ningún paliativo desde el la vida del nieto de San Fernando» 45. La guerra de la Independencia,
primer momento. Los filósofos son antihumanos y antinaturales, al mantenida en su nombre, va a ser la tabla de salvación de la nación ca-
negar a la patria ya la religión, dos cosas que Vélez considera indiscer- tólica por excelencia. El mismo pueblo lo comprende, y por eso al en-
nibles. Para él, filósofo y liberal es lo mismo, y de ahí viene a identifi- terarse de la usurpación napoleónica se levanta como un solo hombre:
carlos con una serie de nombres nefandos: iluminados, materialistas, Vélez no lo duda un momento; he aquí su interpretación de los
ateos, incrédulos, libertinos, francomasones, e impíos. Ante la asechanza hechos: «El pueblo no sabe calcular; éste fue únicamente el que alzó la
de tantos enemigos sólo queda el asidero de la religión; de aquí que voz: habló el 2 de mayo; después, la insurrección se hizo general. Los
V élez afirme: «La religión es el más fuerte vínculo de la sociedad ... El ministros del santuario activaron la efervescencia en los ánimos. Los
trono se sostiene por sy virtud.» En torno a la religión y a la patria se clérigos y los frailes sostuvieron con energía nuesto odio a la Francia» 46.
aúnan los intereses socíoeconómtcos de la sociedad estamental, que A partir de aquí la defensa de la guerra como una guerra de religión
Vélez identifica con la defensa de la propiedad privada. y así viene a contra filósofos y liberales es constante, convirtiendo el libro de Vélez
decir que en la fe católica encuentra el hombre «todo lo que le puede en un arma más de esa lucha. Por eso creemos que son muy acertadas
consolar en medio de los peligros que arrastra por conservar los inte- las palabras de Herrero sobre el mismo: «El Preservativo constituye,
reses de su patria y de su religión, que son una misma cosa con los pues, el más violento ataque contra los liberales escrito en su época.
bienes de su particular propiedad» 43. Su influencia fue inmensa y se extendería a todo lo largo del siglo; él
Vélez no se arredra ante las consecuencias de sus afirmaciones. La contribuyó (con las traducciones de Barruel), más que ninguna otra
primera es excluir a los liberales de la comunidad española, y la se- obra, a difundir el mito reaccionario y a identificarle con el espíritu
gunda hacer la guerra a todos los defensores de semejantes maldades. conservador español; a crear el mito de las dos Españas, de la anti-
Así dice: «Cuando la patria peligra, todos sus hijos deben armarse para España; a producir esa sangrienta disensión que envenenaría por más
defenderla.» Si España, que había sido secularmente el baluarte del de un siglo la existencia española» 47.
bien, se ve invadida en el siglo XVIIIpor el espíritu filosófico, la deci-
sión ha de ser tajante y heroica, por dolorosa que resulte .
.El cuadro que nos presenta Vélez es dramático. «El libertinaje, la 6. FRANCISCOALVARADO,EL LLAMADO
inmoralidad, el lujo, la afeminación, aquellos vicios peculiares caracte- «FILÓSOFORANCIO»
rísticos de los franceses, en no pequeña parte se han extendido entre
nosotros.» La contaminación francesa llega a todo: libros, modas, ves- El más famoso, aunque no probablemente el más importante, de
tidos, costumbres, comida, bebidas, etc., habían llegado a inficionar al estos pensadores anti-ilustrados y anti-enciclopedistas que formulan el
gobierno y las instituciones básicas de la vida social. «La parálisis pensamiento reaccionario español de la Edad Contemporánea es el lla-
-dice Vélez- que tocó a algunos de nuestros miembros se fue exten- mado Filósofo Rancio, cuyo nombre de religión es FRAY FRANCISCO
diendo poco a poco a nuestros órganos vitales; penetró en las universi- ALVARADO[Marchen a (Sevilla), 1756- Tavira (Portugal), 1814], do-
dades, pasó a los consejos, se dejó sentir en los eclesiásticos, atacó a minico que vivió la mayor parte del tiempo en el convento sevillano
toda la nación ... En los veinte años últimos el crimen sirvió de escala de San Pablo. Allí, siendo lector de Artes compuso las Cartas aristoté-
para los ascensos, la virtud se desterró públicamente, la religión iba ya ticas 48. Ocupó diversos cargos, entre ellos el de Consejero del Santo
a abandonamos» 44. Ante esta situación surge la figura providencial de Oficio, pero la mayor parte de su vida estuvo entregado a tareas acadé-
Fernando VII, que Vélez describe con caracteres de arrobo: «[Príncipe micas, dentro de la Orden de Predicadores. Al llegar los soldados fran-
augusto! Vuestra virtud se ha formado en medio de los embates de las
intrigas ... Vuestra vida ha sido desde la infancia el blanco adonde ha
asestado sus tiros un rival vuestro, que aspiraba a ser el sucesor de '" Ibid., pág. 78.
'6 Ibid., págs. 109-110.
vuestros padres, y una Francia regicida que quería erigir su trono '7 J. Herrero, op. cit., pág 314.
sobre todas las testas coronadas. ¡Lecciones terribles habéis dado a '8 El título exacto es el siguiente: Cartas filosóficas, que bajo el supuesto nombre de
todos los príncipes! ¡Suspirado Fernando! ... La Providencia vela sobre Ar¡slóteles, escribió el Rvmo. P. Maestro Fr. Francisco Alvarado, conocido ya conúnmente por
d Filósofo Rancio, en las que demuestra la insubststencia y futilidad de la filosofia moderna
nata el conocimiento de la naturaleza, su oposición con los dogm~ de nuestra Santa Religión,
':1 Ibid., pág. 3.
,I'IIS perniciosas doctrinas contra las buenas costumbres y su influenc¡¡;e~ trastorno de los Go-
H lbid., págs. 69-70.
btcrnos legítimos, Madrid, 1825.
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ceses a Sevilla, en 1810, marchó a Tavira (Portugal), donde escribirá uún Javier Herrero, quien se expresa así: «El padre Alvarado es un
sus Cartas críticas 49, que le dieron enorme renombre. A estas cartas uutor tosco y plúmbeo, cuya rudeza llega en ocasiones a la grosería
hay que añadir un tomo de Cartas inéditas, (Madrid, 1847) publicado más vulgar. Ha sido también, y con razón, uno de los autores menos
póstumamente, con un total de once cartas, ocho de las cuales estaban leidos de nuestra historia; el mismo don Marcelino, cuya formación fi-
dirigidas al que luego fue Cardenal Cienfuegos, y en las que insiste losófica es tan pobre, sin duda alguna se limitó a hojearlo ... Es evidente
sobre las doctrinas y principios expuestos en el resto de su producción que cuando Menéndez Pelayo se lanza a estudios políticos y filosóficos
escrita 50.
IIUS juicios proceden de simpatías y antipatías, basados, exclusivamente
La valoración del Filósofo Rancio ha sido muy desigual. Menéndez n rápidas intuiciones de identidad ideológica» 56.
Pelayo le sitúa entre los «atletas de la escolástica decadente» encum- Hasta donde yo me he podido formar un juicio propio, creo que la
brándole a las más altas cotas del pensamiento. Su estilo pedestre, que verdadera importancia del Filósofo Rancio no está en su originalidad ni
el polígrafo santanderino reconoce, es la causa de que «con notoria in- en ningún tipo de singularidad, sino más bien todo lo contrario: el
justicia no se le haya otorgado aún el puesto que como pensador, filó- haber sabido asimilar y refundir en una síntesis, más o menos acertada,
sofo y controversista merece. No hay en la España de entonces quien uunque burdamente expuesta, los tópicos y lugares comunes del pen-
le iguale, ni aún de lejos se le acerque en condiciones para la especula- umiento reaccionario que hemos visto en los autores hasta aquí exa-
ción racional. Puede decirse que está solo y que llena un período de
minados. Hay en el padre Alvarado, no sólo un rechazo de los princi-
nuestra historia intelectual. Es el último de los escolásticos y al modo 1110sesenciales de la llustración y el liberalismo, sino de toda la filosofía
antiguo. Educado en el claustro, no tiene ni uno sólo de los resabios n general. El Evangelio reemplazó a ésta, e incluso Platón y Aristóteles
del siglo XVIII ... La luz esplendorosísima de los principios del Ángel de quedaron apagados por la luz de la revelación, pero en el siglo XVIII
las escuelas irradia sobre sus libros, y les comunica la fortaleza que in- produce el blasfemo intento de resucitar otra vez a la filosofía. Este
funden siempre las ideas universales» 51. Juicios semejantes encon- H el sentido que tienen frases como la siguiente: «Así estuvimos
tramos en otros seguidores de Menéndez Pelayo que se han ocupado por espacio de diez y siete siglos. Llegó el diez y ocho, y le sigue el
del padre Alvarado, como F. Suárez Verdaguer 52, M.a Cristina Diz- nuestro, y la malicia de los hombres intenta corromperlo todo: y por
Lois 53, y Jacinto Fernández-Largo 54. Otros autores son, sin embargo, un trastorno, el más abominable, conservando los nombres que la anti-
más críticos; por ejemplo, González-Blanco dice: «La trabazón de su lla filosofía no acertaba a definir bien, y cuya correspondencia e ideas
discurso es desordenada y arbitraria, y sin cesar recurre a una sátira, óto el Evangelio ha dado al mundo, substituyeron a estas ideas las de
entre frai1una y andaluza, algo chocarrera y no muy culta, desmesu- los crímenes y pasiones que promovía la vana filosofía, y confundió
rada, sobre todo, hasta rayar en prolijidad y fastidio» 55. Más crítico es pura siempre el Evangelio» 57.
La tesis central del Filósofo Rancio está expuesta en la frase que aca-
49 Cartas críticas que escribió el Rvmo. P. Maestro Fr. Francisco Alvarado, del Orden de humos de citar, que, en síntesis, viene a ser lo siguiente: los conceptos
Predicadores, o sea el Filósofo Rancio, en las que con la mayor solidez, erudición y gracia se de dignidad humana, libertad, igualdad, y seguridad sólo encuentran su
impugnan las doctrinas y máximas perniciosas de los nuevos reformadores, y se descubren sus
perversos designios contra la Religión y el Estado. Obra utilísima para desengañar a los incau- recto entendimiento dentro de la filosofía cristiana y la doctrina evan-
tamente seducidos, proporcionar instrucciones a los amantes del orden y desvanecer todos los lita, pero cuando los filósofos se desentienden de éstas e intentan
sofismas de los pretendidos sabios. Madrid, 1824-1825. Son 4 tomos: el I comprende las 10 explicar tales conceptos a la única luz de la razón, se convierten en crí-
primeras cartas; el 11 de la carta XI a la XXIV, el III de la XXV a la XXXVII, y el IV menes e infames pasiones. Así lo explicita: «La dignidad del hombre,
tomo abarca desde la XXXVIII a la XLVII.
gún estos informes, consiste en que su miserable razón sea el- su-
50 Hay una edición moderna con el título de las Cartas inéditas del Filósofo Rancio,
publicadas con un estudio crítico de Edmundo González-Blanco, Editorial Mundo premo tribunal de todas las cosas y no se sujete ni aun aDios. La Iiber-
Latino, Madrid, 1915. tud, en que piensen, hablen y obren según les inspiren sus errores, pa-
51 M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, C. S: l. C., Madrid, ones e intereses. La igualdad, en que los hijos de las yerbas y los
1965, tomo VI, págs. 96-97.
hombres viciosos roben a los que, o por su nacimiento, o su industria,
52 Conservadores, innovadores y renovadores en las postrimerías del antiguo régimen,
Pamplona, 1955. un más ricos que ellos y usurpen las distinciones que son debidas a la
53 «Fray Francisco Alvarado y sus cartas críticas», en Estudios sobre las Cortes de virtud. La seguridad en la impunidad por los crímenes. Lafilosofia, en
Cádiz, Pamplona, 197.
54
55
Introducción al estudio del «Filósofo Rancio», Madrid, 1959.
Las Cartas inéditas del Filósofo Rancio, ed. cit., pág. 14. ,.
b7
J. Herrero, op. cit., pág. 267.
Cartas críticas, loc. cit., Carta 1, pág. 34.
.>
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fin, en justificar y promover las pasiones todas que nos son comunes
con las bestias, y en que frecuentemente las exceden nuestros vergon- i. EL MITO REACCIONARIO COMO OBSTÁCULO
zosos abusos» 58. A LA MODERNIDAD ESPAÑOLA
El programa político del padre Alvarado es, pues, bien simple, y se
limita a defender los mismos principios que antes ha atacado: derechos La unión de la política y la religión -«alianza de Trono y Altaro=-
humanos, libertad, igualdad, propiedad y seguridad. Los ataca en su en la defensa de los intereses estamentales del Antiguo Régimen es lo
formulación ilustrada, pero en cambio los defiende cuando quedan im- uue caracteriza el llamado «mito reaccionario», que ve en esa concep-
buidos de savia cristiana. Nada había que objetar a tan simple tesis, si rlón de España el Bien absoluto, mientras que todo el sistema de re-
no la defendiese con argumentos tan pedestres. Así, por ejemplo, formas propugnado por la Ilustración y el liberalismo se identifica con
cuando justifica la necesidad de la desigualdad humana lo hace basán- 1'1 Mal absoluto. Esta doble identificación convierte a la guerra de la In-

dose en la distinción de ricos y pobres, ya que, dado que el hombre dependencia en una «guerra civil» en la que los absolutistas luchan
rehúsa naturalmente el trabajo, la sabiduría divina ha creado a los ron espíritu de cruzada religiosa en contra de liberales e ilustrados. Por
pobres para que ellos lo hagan. Este tipo de argumentaciones son tan I'SO dice muy acertadamente Javier Herrero: «La pasión patriótica,
burdas que justifican el juicio de Herrero cuando dice que «el Filósofo exaltada al plano de cruzada religiosa, dirigirá su tumultuosa furia no
Rancio carece de toda categoría intelectual y que la valoración que se 610 contra el invasor, sino contra aquellos hermanos españoles que se
le dio en el pensamiento tradicional del siglo pasado sólo puede de- IIlIn abierto a la cultura europea; el mito reaccionario ha hecho, pues,
berse a un obtuso sectarismo ideológico, o a una crasa ignorancia, o, lo du una cruzada religiosa una guerra fraticida» 62.
más probable, a una bien proporcionada mezcla de ambos factores» 59. Asistimos al nacimiento de las «dos Españas», como decíamos al
Pero lo más importante es el papel que nuestro Rancio le adjudica a principio, por virtud de una predicación bélica en que el sector eclesiás-
España en la restauración de la Religión y de la Iglesia. Confiando en tico transforma en «cruzada religiosa» lo que en principio no era sino'
Fernando VII como rey de España dice: «Veo restituida por él la fe a u-sistencia contra un invasor extranjero. Un testigo y protagonista de
su antigua e innata dignidad, la religión a su absoluto imperio, la Iglesia 111 época nos lo cuenta así: «En los púlpitos, en el confesonario, en los
a su debido influjo, las costumbres públicas a su justo arreglo, las rnmpos y las plazas alzamos el grito, cual otro Matatías, avisando a
Santas Leyes a su puntual observancia ...» 60. El instrumento para una vuestro pueblo del peligro que corrían su fe y su libertad si no trataban
política semejante debe ser la Inquisición, a ensalzar la cual dedica dI' sostenerlas a costa de su sangre» 63. Un defensor de aquellas acti-
toda la carta 11 y grandes partes de otras varias. Al hablar de los libe- tildes nos refleja muy bien el clima de exaltación político-religiosa que
rales llega incluso a defender la práctica de la tortura para obligarles a vlvía el clero: «Fueron tantos que no pueden contarse los curas que
abjurar de sus errores y a aceptar los dogmas del absolutismo político. rumbiaron la estola por la espada y, en vez de echar responsos, se
Sus frases en este sentido son altamente aleccionadoras de los ex- ulcron a repartir mandobles y linternazos, o la metralla de los trabucos
tremos a que llegaba el pensamiento reaccionario, y así le vemos excla- 1\11 lugar de agua bendita, para defender la religión al mismo tiempo
mar: «é Quién ha dudado jamás de que el palo y el castigo son el mejor IIIIU el honor y la independencia de la patria» ... «Grandioso y sublime
específico para curar los antojos, cuando la razón no alcanza a cu- uNpectáculo, cual rara vez lo ofrecen las naciones, cual rara vez lo pre-
rarlos ... ? Volverá al ejercicio' de sus funciones la Inquisición ...; ve- encian los siglos. Aquí actos de inhumanidad y de fiereza, allí desór-
remos a ustedes transformados de filósofos en hipócritas, de liberales dlllles y excesos, en otro lado hasta horribles crímenes, lamentables
en serviles y de despreocupados en supersticiosos» 61. I unsccuencias de los primeros ímpetus de los desbordamientos popu-
hIH':S ... » 64.
Este enfrentamiento bélico entre «dos Españas» irreconciliables
58 Ibid., págs. 34-35.
59 Herrero, loc. cit., pág. 320.
I~,d~eque el maniqueísmo se lleve a sus últimas consecuencias. Si hay
60 Carta XX. dos principios -el Bien y el Mal- luchando a muerte, ambos deben
61 Carta X, págs. 305-306.

,,~ J. Herrero, loc. cit., pág. 373.


111' Cit. por Herrero, ibid., pág. 376, _
". José Casca les Muñoz, Rasgos de nuestra epopeya, Madrid, 19t8"Cit. por Javier
1I1'"llro. ibid., págs. 383-384.
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encarnarse en sus respectivos representantes personales; de esa necesi- nuestro Dios, de vuestro trono y de vuestra dicha y felicidad». «Una
dad dialéctica surge la figura de Napoléon como expresión: de mal abso- cadena no interrumpida de prodigios, los más incontestables, nos
luto y la de Fernando VII como el puro bien. De Napoleón se leen en había puesto a la vista que FERNANDO estaba reservado por la divina
la literatura de la época frases como la siguiente: «Un hombre que pa- Providencia para servir desde su trono a obras maravillosas que el To-
recía la encarnación del mal se había propuesto destruir a la Iglesia ca- dopoderoso tenía decretado ejecutar bajo su feliz reinado.» «La enfer-
tólica, a la que aborrecía con aborrecimiento satánico y a la cual com- medad y la muerte le atacan del modo más cruel en los primeros años;
batía de palabra y por escrito con toda la saña que le insipiraba el odio la persecución de un perverso va tras él después de su primera juven-
africano que profesaba al redentor del mundo» 65. tud; la calumnia atroz decreta ponerle más adelante en un patíbulo ...
Por contrapartida, es necesario exaltar a Fernando VII a la altura de pero el dedo del Omnipotente le saca de un modo prodigioso de estos
un mesías redentor, lleno de angelical santidad y providencialmente peligros.» «Nuevos y más estupendos milagros sacan a FERNANDO
elegido para salvar a España; de aquí frases como las siguientes: «este de su prisión, y le restituyen a su reino antes de que ellos puedan com-
virtuoso, perseguido, pero científico rey, asistido de buenos y expertos pletar sus terribles combinaciones ... La milagrosa llegada de nuestro
ministros, y de consiguientes subalternos, atenderá a las solicitudes de rey a su territorio es justamente el momento en que los perversos ene-
sus amantes súbditos, quienes sólo exhalaron en el principio de la re- migos de la religión y del trono reúnen todos sus esfuerzos contra el
volución, y aún ahora, las dulcísimas voces de iViva la religión! iViva enviado del Señor.» «Gracias interminables te sean dadas, oh Dios
la patria! y iViva FERNANDO!. Con su venida se sofocará la hidra del omnipotente que así has extendido tu brazo en nuestro bien. Y tú, rey
infernal partido que sólo intenta destruir el trono y el altar». Más ade- idolatrado, que tanto debes al Señor, que tus primeras miradas sean
lante aclara: «iViva la religión! esto es, queremos conservar la religión hacia su perseguida Iglesia» 67.
que heredamos de nuestros padres y no queremos admitir las ideas y Ahora bien, para llegar a tales fines no se repara en medios, afir-
máximas que vienen a predicarnos nuestros enemigos. iViva la patria! mando lo que Javier Herrero llama la Santa Crueldad, de acuerdo con
esto es, decididos estamos a morir y a derramar hasta la última gota de la cual en «los períodicos conservadores de más amplia difusión ... el
nuestra sangre por no dejar de ser lo que somos, por no dejar de ser es- tono de exacerbado odio alcanza grados para los que no puede haber
pañoles, iViva FERNANDO! esto es, no queremos reconocer ni suje- otro calificativo que el de criminales. Aún hoy día nos estremecen esos
tarnos a otro rey que a nuestro FERNANDO, y antes nos arrojaremos términos de furia incontenible con que los serviles se ensañan con sus
a las llamas, y traspasaremos el pecho con nuestras mismas bayonetas, vencidos enemigos, animando a Fernando (que, ciertamente, no nece-
o nos arrancaremos unos a otros las entrañas, que reconocer otra domi- sitaba mucha incitación para odiar) a las hazañas más sangrientas, a la
nación que la de nuestro Fernando» 66. En otro lugar las frases son to- crueldad más despiadada» 68. Un religioso de la época, el monje jeró-
davía más exaltadas e inequívocas ... «iOh Fernando! Si no te hubié- nimo fray Agustín de Castro, se dirige al rey en estos téminos, que re-
ramos jurado tantas veces por nuestro rey no te juraríamos por señor producimos por ser un buen ejemplo de lo anterior: «Tres o cuatro mil
absoluto de nuestros corazones. ¿y quién podría arrancarle de nuestra enemigos de vuestra majestad, mandamos los unos a una hoguera y
noble alma? Los atroces enemigos del linaje humano ... iMalaventu- los otros a una isla incomunicable, en nada disminuyen el número de
rados! huid con tiempo de nuestro suelo ... Y tú, Fernando, ídolo prodi- vuestros vasallos. Yo bien penetro que sus cómplices os dirán que si se
gioso de nuestro corazón, hechizo indestructible de todas nuestras po- fuese a castigar a todos los del partido era menester castigar a muchos
tencias, dueño y señor absoluto de nuestra vida, cuenta más cada día miles y cubrir de luto y de amargura a un sinnúmero de familias; pero
con la indefectible adhesión de todos tus españoles. No hay uno sólo traed a la memoria cuántos millares más fue menester herir para arrojar
(porque tus enemigos no lo son) que no esté, no sólo pronto, sino osada- de España a los morisco s y a los judíos, mucho menos perjudiciales
mente dispuesto a derramar por ti hasta la última gota de su sangre. Tan que nuestros jacobinos, y con todo su expulsión se ejecutó y desde en-
firme es la idea que el cielo nos ha impreso de que tú has sido reser- tonces comenzamos a vivir felices y sin susto.» «No; la multitud de
vado por entre tantos prodigios para restituir su esplendor augusto a reos no debe ser un estorbo al castigo: al contrario, por lo mismo que
la religión que tanto amamos, para eliminar de nuestro suelo para son tantos es necesario más rigor. Yo creo no poder presentar a
siempre, con una santa e implacable crueldad, a todos los enemigos de vuestra majestad lecciones más convincentes sobre estoque las que

65 Ibíd., pág. 379. 67 Ibíd., págs. 388-389.


66 Ibíd., pág. 386. 6B Ibíd., pág. 393.
HISTORIA CRÍTICA DEL PENSAMIENTO ESPAÑOL, 1. IV.-II

11[[
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ocasiones ha tomado un carácter violento durante los dos últimos
hallamos en las obras de nuestro Dios, misericordia por esencia. Pues
siglos, hasta llegar a la guerra civil, ha supuesto un serio obstáculo
trasladémonos por un momento al desierto y le veremos mandando
pasar a cuchillo a veinticuatro mil personas en un solo día.» «Ea, para la modernización de España en la Edad Contemporánea. Este obs-
t¡',culo ha sido aún mayor por la creencia, extendida por estos reaccio-
pues, Señor, que nada sea capaz de impedir el castigo de todos
vuestros enemigos» 69. "arios, de que su postura representaba la tradición española. Hoy sa-
hemos que no es así. Los que han leído los tomos anteriores de esta
El enfrentamiento bélico entre las «dos Españas» no tiene, pues,
lltstoria saben ya que en España hubo siempre una corriente de pensa-
un carácter secular, como tantas veces se ha pretendido, sino un
miento avanzado y progresista, aunque muchas veces tuviera que
origen muy concreto y circunstancial en el momento histórico a que
tomar carácter disidente frente a la filosofía oficial. Sin embargo, lo
nos estamos refiriendo. Con su habitual ponderación y serenidad lo ha
que no cabe duda es que estos reaccionarios que dicen defender la tra-
sabido ver el historiador Domínguez Ortiz, quien se expresa así al res-
dición y que se llaman a sí mismos «rancios» o «casticistas» no tieneri
pecto: «Al iniciarse el siglo XIX España estaba más unida que en cual-
prücticamente nada de tradicionalistas. Como dice Javier Herrero,
quier momento anterior. Las divergencias que existían en la sociedad
española eran las normales en un grupo humano en pleno crecimiento «toda esta defensa de la tradición frente a las novedades "extranjeri-
y transformación. La oposición entre partidarios de lo antiguo y de lo untes" y "afrancesadas", como siguen diciendo hoy día muchos de
liS críticos, carece del menor fundamento histórico. La vida intelectual
nuevo era un fenómeno que abarcaba a toda Europa; ni revertía aquí
especial gravedad ni nada hacía prever que podía degenerar en luchas IINpai'lolaen el siglo XVIII se nutre del pensamiento europeo y ahí
It)side precisamente la fuente de su extraordinaria vitalidad» 71. En
sangrientas y enconos mortales. La cuestión estriba, pues, en averiguar
por qué a lo largo del siglo XIX se radicalizaron tanto las posiciones otccto. si leemos las obras de los reaccionarios europeos -Claude
opuestas. Una explicación podría ser que, con anterioridad a 1808, las l'mncois Nonnotte, Nicolas-Sylvestre Bergier, Antonio Valsecchi,
I ouis Mozzi, y muy especialmente, el famoso abate Agustín de Ba-
divisiones no podían plantearse más que sobre planos intelectuales,
teóricos; después de esa fecha se materializaron en hechos, pues el n ucl-> vemos que los españoles tienen muy poca originalidad, salvo
tlll vez en el énfasis irracional.
Estado se convirtió en una presa para los más fuertes. La caída de la
monarquía absoluta dejó un vacío de poder que sólo imprfectamente .uando descubrimos, como creo ha quedado aquí patente, que
11I~1() la invocación a la patria, a la religión y a la tradición, lo que se es-
fue llenado por nuestra débil burguesía. Esta carencia de las institu-
ciones dejó en determinados momentos el campo libre a grupos vio- mude es una defensa violenta -y que apela a todos los medios, por re-
lentos, que, aun siendo minoritarios, imprimieron carácter a la vida pll14nantes que sean- de los privilegios e intereses de las clases en el
pública española durante ciertos períodos de nuestra Edad Contempo- poder durante el Antiguo Régimen, la impresión de que estamos ante
•• 1111 colosal fraude histórico» -en frase de Javier Herrero- se acen-
ránea. No hay que excluir la posibilidad de que ciertos rasgos estructu-
rales, ya físicos (acusada compartimentación geográfica), ya humanos, t\11Imuy considerablemente. Es el atrincheramiento de una sociedad
hayan podido acentuar estas causas de división y estos brotes de vio- dn Inmovilismo Ciego que se niega a la menor reforma, al más mínimo
lencia.» «Sin embargo, considerándolo todo con serenidad, puede sos- rumbio y a cualquier planteamiento que roce la más elemental raciona-
tenerse que los desgarramientos internos de la España anterior a 1808 lidad. Muchas incongruencias de la historia contemporánea de España
1111 su entenderían si no tenemos en cuenta las actitudes y los prejuicios
no fueron superiores a los de las restantes naciones europeas, y aún
podría decirse que fueron inferiores a los que sufrieron, por ejemplo, uue anidan bajo esa postura. Por eso ha sido necesario dedicarle este
Francia o Alemania. Cabe entonces suponer que la discordia y la vio- 111. K() capítulo en nuestra Historia, pese a lo anodinos que desde el
lencia que caracterizaban nuestra historia más reciente no son inhe- 1'"l1to de vista puramente intelectual puedan parecemos sus argu-
rentes al carácter de nuestro pueblo, sino producto de circunstancias 1111\ ntos y planteamientos.
temporales que también otras naciones las han sufrido y las han supe-
rado. Por fortuna, en este aspecto, España no es diferente» 70. /1 lIerrero, loc. cit., pág. 401.
En cualquier caso, la lucha entre «las dos Españas», que en varias

69 Ibid., págs. 394-395.


70 A. Domínguez Ortiz, «Reflexiones sobre "las dos Españas?», en Hechos y figuras
del Siglo XVIII español, Siglo XXI de España editores, Madrid, 1973, págs. 267-268.

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