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Resumen Brunt Conflictos Sociales en La Republica Romana
Resumen Brunt Conflictos Sociales en La Republica Romana
Los antiguos romanos utilizaban los rebaños como medida de valor y, para el intercambio, el bronce
por su peso. La plata y el oro se acuñaron por primera vez en el siglo III a. C.. Durante los últimos 200
años que abarca el libro, la moneda corriente fue el denario de plata. La unidad de medida de los
terrenos era el iugerum, equivalente a unos dos tercios de acre.
De acuerdo con la tradición, los romanos expulsaron al rey etrusco Tarquino el Soberbio y
establecieron una República en el 509 a.C.. La república fue derrocada en el último siglo a.C. La
institución Republicana dejó de funcionar normalmente en el 59 a.C., como resultado de la alianza
entre Pompeyo y Julio César. Sus rivalidades fueron motivo de guerras civiles. Su hijo adoptivo y
heredero, César Augusto fundó el sistema de una monarquía que llamamos principado el día 13 de
enero del 27 a.C.
En el 509 a.C., el territorio romano comprendía unos 800 kilómetros cuadrados. La misma ciudad
amurallada estaba siempre en peligro de ser atacada por los extranjeros. Los romanos sólo podían
formar dos legiones, unos 8000 hombres.
En el 27 a.C., toda Italia era romana y todos sus habitantes libres; excepto los inmigrantes extranjeros
y algunas tribus alpinas, sus pobladores eran ciudadanos. En el 28 a.C., el censo de Augusto incluía
más de 4 millones.
El poder romano se extendía desde el canal de la mancha al Sahara y desde el estrecho de Gibraltar al
Éufrates. Aún en el 27 los principados y las repúblicas de las fronteras preservaban un cierto grado de
independencia como Estados "clientes". La soberanía de Roma sobre todo Italia remonta al 280 a.C. La
expansión romana fue el resultado de guerras sostenidas contra el extranjero. La guerra y la conquista
transformaron la economía de Italia y contribuyeron primero a resolver y luego a exacerbar el
conflicto social. La expansión distorsionó el funcionamiento de las instituciones políticas.
Los antiguos romanos, aunque probablemente incluyan a hombres de origen Sabino y etrusco, eran
todos latinos en cuanto a la lengua y actuaban como aliados. Roma adquirió preponderancia en esta
liga y, después que los latinos intentaron en vano desembarazarse de su control, disolvió la liga y
convirtió en ciudadanos a muchos de sus miembros (338 a.C.). La práctica de conceder la ciudadanía a
otros pueblos italianos se siguió con frecuencia hasta la mitad del siglo III a.C.. Todos los ciudadanos
debían pagar impuestos y luchar en los ejércitos romanos, y todos tenían los mismos derechos de
intermatrimonio y relaciones contractuales privadas, pero a muchos se les negó en un principio el
derecho a votar o a ejercer cargos públicos en Roma; preservaron un cierto autogobierno local. Ésta
liberalidad con los derechos de ciudadanía contribuía a que Roma contara con superioridad numérica
sobre todo sucesivo enemigo y fue un factor importante en el desarrollo de su fuerza.
Resulta poco claro porque Roma permitía que los esclavos manumitidos por los ciudadanos
adquirieran la ciudadanía junto con la libertad. El ingreso de esclavos de fuera de Italia y el número de
manumisiones crecieron enormemente y por ello una vasta proporción de ciudadanos tenía en sus
venas sangre servil y extranjera en tiempos de Augusto.
El pequeño y escasamente fértil territorio que tenía la ciudad en el 509 a.C. no podría haber
sustentado por largo tiempo una población en crecimiento. Era costumbre de Roma tomar un tercio
de la tierra de los pueblos italianos que conquistaban y dividir esta tierra entre romanos pobres. De
este modo, los ciudadanos carentes de tierras, podían establecer sus propios hogares, crecer y
multiplicarse.
En el 218 a.C. el territorio romano alcanzaba ya 25.000 kilómetros cuadrados y los ciudadanos
registrados (varones de más de 17 años) eran 270.000.
Otros pueblos italianos estaban sometidos mediante alianzas perpetuas. Conservaban su autonomía
local y no pagaban tributo a Roma, pero estaban obligados a proveer contingentes para los ejércitos
romanos; en compensación eran protegidos por Roma. Galia Cisalpina fue conquistada entre 225 y
170 a.C..
Después de incorporar la mayor parte de las comunidades latinas en el 338 a.C., Roma siguió
fundando nuevas colonias "latinas" en sitios estratégicos de toda Italia. Los colonizadores eran
romanos que habían abandonado su ciudadanía en Roma a cambio de tierras y la integración en
nuevas comunidades con autogobierno local. La colonias se encontraban a gran distancia de Roma
como para que los derechos políticos fueron de algún valor; no obstante, todos los latinos podían
heredar y poseer terrenos en territorio romano y desposarse con romanos, de manera que los hijos
adquirían la situación del padre. A partir de fines del siglo II, los que obtenían magistraturas locales se
convertían en ciudadanos romanos; de este modo, la clase gobernante local estaba más estrechamente
vinculada con el gobierno central y todos latinos podían obtener la ciudadanía romana con sólo
emigrar a territorio romano. Estos privilegios, junto con la memoria del ancestro romano y con el
hecho de que se hallaban en malos términos con los pueblos vecinos explican por qué las colonias
latinas se mantuvieron fieles a Roma en ocasión de cada crisis.
Otros aliados hablaban lenguas incomprensibles para los latinos y habían sido sometidos por la fuerza
a la hegemonía romana. Después de la derrota de Aníbal no tuvieron oportunidad de obtener ayuda
extranjera para afirmar su independencia. Los colonizadores romanos y latinos, esparcidos por todo el
país, transmitían las ideas romanas y la lengua latina.
Entretanto, Roma estaba adquiriendo un imperio en el Mediterráneo, en parte gracias al valor de los
soldados aliados. La parte de los beneficios del imperio de los italianos era más pequeña y nulos la
dignidad y el honor provenientes del poder imperial. Roma intervenía en ocasiones arbitrariamente
en sus asuntos internos y sus personas carecían de protección contra los comandantes romanos. Entre
los aliados se urdió la decisión de exigir igualdad de situación mediante la extensión del derecho
político romano. La exigencia fue rechazada y la mayor parte de ellos se rebeló en el 90 a.C.. Su
objetivo no consistió en recuperar su vieja independencia sino en instituir un nuevo Estado federal,
llamado Italia, modelado de acuerdo con el Estado Romano. Esta tierra "social" (la guerra contra los
socii o aliados) fue una de las más sangrientos entre las emprendidas por Roma. Roma sólo pudo
someter a rebeldes con la concesión de la ciudadanía que había negado. La lucha desencadenó una
serie de acontecimientos que fueron causa de nuevas guerras entre los ciudadanos mismos (87-86
a.C., 83-81 a.C.). En consecuencia todos los pueblos de la Italia peninsular se convirtieron en
romanos. En el 69 a.C. un censo arrojó un resultado de 1.200.000. Toda la Italia continental fue
romana, sólo los provincianos estaban sometidos.
Roma era la arena en la que por ley debía tomarse toda decisión política. El curso de la revolución que
atravesaba la república era decidido por los soldados, casi todos reclutados entre el pueblo
campesino. Roma había convertido a Italia en una nación y se puso a la cabeza de las tradiciones
nacionales.
Al superar los límites de una ciudad-Estado, Roma se negó a sí misma la posibilidad de la democracia
tal como ésta era concebida entonces. Roma también tenía asambleas populares, aunque no se
basaban sobre el principio de igualdad. Para que los habitantes rurales no estuvieran teóricamente en
desventaja, debía darse noticia de las reuniones con larga antelación y éstas eran poco frecuentes. De
ahí que los ciudadanos no pudieran adquirir mucha experiencia en los asuntos de Estado ni
supervisarlos de cerca. Debió de haber sido físicamente imposible, aún en el siglo IV que un número
crecido de ciudadanos se reuniera en un lugar, escuchara los debates y votara. La asamblea de los
centuriones, que elegía a los principales magistrados no era democrática en absoluto.
Ostensiblemente más democrática, la asamblea tribal era dominada por los que vivían en la ciudad o
cerca de ella. Pero el verdadero poder siempre perteneció al aristocrático Senado, que podía
manipular y controlar las asambleas y, en un Estado tan grande, dada la ausencia de instituciones
democráticas representativas, no había alternativa posible a la oligarquía, salvo el gobierno de un
hombre.
La liberalidad para conceder la ciudadanía ayudó a ganar la lealtad de sus súbditos en Italia y en las
provincias. Ésta política sólo pudo triunfar porque el sistema romano no fue democrático. No
obstante, de acuerdo con el sistema aristocrático romano, la nobleza local de los pueblos italianos
podían ser admitidos en la clase gobernante de Roma una vez que hubieran obtenido la ciudadanía.
Los pueblos aliados italianos y las municipalidades de los ciudadanos romanos se gobernaban de
modo semejante al de Roma. Tenían sus propias asambleas populares, sus propios magistrados
electos, sus propias juntas formadas por hombres de prestigioso nacimiento y fortuna, que ocupaban
sus cargos de por vida. En estas pequeñas comunidades hubo vivas luchas intestinas. En general, los
gobiernos locales eran oligárquicos y Roma reprimía todo movimiento tendiente a alterar el orden
establecido. Las noblezas locales, dominaban sus ciudades patrias. Eran quienes hacían conocer al
Senado los deseos de su pueblo y podían ejercer su influencia a través de vínculos de amistad y
hospitalidad que no iban con Roma. Los votos rara vez se concedían sin compensación. Los sufragios
de las clases dirigentes locales, que podían trasladarse a Roma para las elecciones, ejercía gran
influencia en la asamblea de los centuriones. Después de la obtención del derecho político por Italia,
los candidatos a las más altas magistraturas romanas debían cortejar el apoyo de las clases elevadas
de los pueblos más distantes. Los cargos de menor importancia eran llenados por la asamblea tribal.
Con el correr del tiempo, la nobleza italiana se elevó aún más.
La contienda por el privilegio y la dignidad entre las clases superiores no fue de menor importancia,
como la de los patricios y los plebeyos ricos, estos últimos lograron la igualdad de derechos para
asumir cargos con el respaldo de los ciudadanos pobres. La miseria social fue aliviada mediante la
anexión de territorios enemigos y su distribución entre los pobres.
La prestación de servicio en las legiones quedaba reservada a los ciudadanos que podían equiparse
por su cuenta con armas y la armadura de defensa. Los que tenían una propiedad eran llamados
assidui, hombres asentados permanentemente en su propio terreno, el resto eran proletarii, cuyo
servicio al Estado consistía en procurar los vástagos (proles) que criaban, o capite censi, hombres que
se contaban por cabeza, sin propiedad digna de mención.
En el 264 a.C., el pueblo votó la intervención en Sicilia contra la voluntad del Senado, lo que provocó
una prolongada lucha con Cartago, que finalizó en el 241 a.C.. La pérdida de vidas fue tremenda y se
impusieron pesadas tasas durante la lucha. La victoria sobre Cartago no tuvo por resultado una paz
firme. Hubo varias expediciones a Grecia o Asia; la pacificación de España se completó que en el 19
a.C..
Después de Mario, las legiones estuvieron constituidas principalmente por proletarii, porque la
mayor parte de los ciudadanos pertenecía a esta clase.
En el 41 a.C. hay noticias de padres, hijos o parientes de soldados que eran despojados de sus
propiedades para favorecer a los veteranos.
El soldado tenía posibilidades de enriquecerse, no a través de su paga sino del pillaje, los donativos de
los generales y la distribución de tierras al producirse la baja. En algunas regiones los generales eran
incompetentes, en lugar de enriquecer a sus ejércitos los llevaban a la destrucción.
La conscripción fue detestada en todos los tiempos especialmente durante las guerras civiles. Las
guerras y la conscripción agravaron el progresivo empobrecimiento del campesinado. A partir de la
conquista, las clases superiores se enriquecieron, los Senadores obtenían enormes beneficios de los
botines (donativos en concepto de gastos) y tasas ilícitas impuestas al pueblo. Los ricos que no
estaban en el Senado, los Equites se beneficiaron de los contratos para obras públicas, el
abastecimiento del ejército y el cobro de los impuestos provinciales. La expansión de Roma
profundizó el abismo entre las clases.
La nueva riqueza se prodigó en el consumo suntuario en parte, se invirtió en tierras italianas
compradas a los pobres mediante pago o por la ejecución de hipotecas o por la mera violencia, y en
esclavos.
Existía el tráfico de esclavos con pueblos allende el imperio y en muchos lugares del este los hombres
libres se vendían a sí mismos o a sus hijos como esclavos cuando la muerte por hambre era la única
alternativa. Los esclavos trabajaban en los campos y en los talleres, en tareas domésticas y
predominaban en el cargo de secretarios, contadores y doctores.
En tiempos de la invasión de Aníbal, el número de esclavos debió haber sido considerable a fin de que
procurar en el alimento y otros artículos necesarios año tras año. La abundancia de esclavos negaba a
los hombres libres la oportunidad de ganarse la vida decentemente en tiempos de paz. Sin ocupación
regular, el pobre no podía permitirse tener una familia.
El conocimiento sobre la Roma primitiva proviene de las historias de Livio y Dionisio de Halicarnaso.
En la época en que cayó la monarquía, los romanos eran ya letrados: las leyes y los tratados se
escribían. El código legal de c. 450 a.C. es el documento más precioso con el que se cuenta para el
conocimiento del siglo V a.C.. Era costumbre fechar las transacciones romanas mediante el nombre de
los cónsules. La lista de los principales magistrados constituían la base cronológica de los anales
romanos.
Los primitivos cronistas tuvieron que recurrir principalmente a la tradición. La tradición oral era a
menudo distorsionada por el orgullo patriótico familiar y aún por la malicia que alimentaban
recíprocamente las diversas casas. Las historias a menudo inculcaban lecciones morales o políticas.
Al principio, Roma fue gobernada por un rey electo; a su muerte el poder pasaba a un "rey interino"
hasta que se designará un sucesor permanente. Una elección real exigía el asentimiento del pueblo en
armas y del consejo de ancianos.
El Senado parece haber Estado otrora constituido por los jefes de familias y se los llamaba patres. Los
Senadores constituían el consejo del rey, pero no limitaban su decisión formalmente. Tenía el derecho
de afirmar la voluntad de los dioses mediante rituales prescriptos y era como intermediario de los
cielos. Comandaba en la guerra y tenía jurisdicción sobre la vida y la muerte. Los romanos expresaban
la suma de estas prerrogativas en la palabra imperium. El general era un imperator. Por su naturaleza,
el imperium era despótico. De acuerdo con la tradición, el último rey, Tarquino el Soberbio, hizo un
ejercicio tiránico del poder y fue destronado por los nobles. En la Roma histórica, la sola palabra reino
evocaba algo maligno.
Los romanos sustituyeron al rey por dos magistrados, llamados cónsules, que se mantenían en su
cargo sólo un año y que no eran reelegibles inmediatamente. Heredaron el poder real. Podía
hacérseles rendir cuentas de sus actividades al abandonar el cargo. La participación en el Senado
duraba de por vida, ellos mismos eran Senadores. El sistema colegiado debilitaba la fuerza del
imperium. En casos de emergencia, hasta fines del siglo III a.C. los romanos designaban a un solo
hombre como dictador para que ejerciera un poder sin control, pero su cargo duraba sólo seis meses.
Con el correr del tiempo se hizo necesaria la elección de otros magistrados anuales: los cuestores, que
asistían en la administración financiera; los ediles que supervisaban las edificaciones, las calles y los
mercados de la ciudad y, los pretores que hacían justicia en Roma y más tarde gobernaron las
provincias de ultramar. A los pretores y cónsules debía prorrogárseles a menudo el poder. En las
provincias eran propretores o procónsules. Los que ya habían sido cónsules podrían alcanzar el
apogeo de su carrera política como censores; se les encargaba cada cinco años el registro de los
ciudadanos, hacer la nómina del Senado, liberar contratos públicos y vigilar la moral de los
ciudadanos.
La soberanía, en un cierto sentido, pertenecía al pueblo. Sólo el pueblo elegía a los magistrados,
declaraba la guerra, celebraba tratados y promulgada leyes. No obstante, el pueblo sólo se reunía
convocado por uno de los más altos magistrados, votaba sólo lo que éste decidía someter a su
voluntad, selecciona candidatos una lista que se representaba. Había un debate preliminar, pero nadie
podía hablar a no ser que el magistrado que convocaba lo propusiera.
Las asambleas del pueblo estaban muy lejos de la democracia. La mayoría se obtenía mediante el
recuento de unidades y no de personas. Había más de una clase de asambleas. En la asamblea de las
centurias, las unidades que emitían su voto estaban compuestos de "centurias", originalmente
batallones de guerreros. Las centurias se dividían de acuerdo con la clase a la que pertenecían sus
miembros y en un principio, estaban compuestos por ciudadanos que pertenecían a la clase más alta o
que servían en la caballería. Si su acuerdo era unánime, las otras centurias no eran convocadas. Los
ciudadanos que no tenían propiedad alguna, los proletarii, formaban sólo una centuria que era la
última en reunirse.
Las centurias rara vez se reunían; la legislación no era frecuente. Las guerras no se declararon y se
presentaba como guerras defensivas. La tarea regular e indispensable de las centurias consistía en la
elección de los magistrados. Las elecciones decidían quiénes serían los agentes ejecutivos del Estado y
otorgaban a los candidatos triunfadores un duradero prestigio en los consejos del Senado.
El Senado y los príncipes (conductores del Senado) eran en realidad los dueños del poder. El Senado
no daba órdenes a los magistrados, sino que les señalaba el camino por seguir. En la práctica sus
sugerencias no podían ser dejadas de largo. Los Senadores asumían con su prestigio social y su
experiencia, la dirección del Estado: constituían "una asamblea de Reyes".
A comienzos de la República, los magistrados eran exclusivamente patricios, quienes también
dominaban en el Senado. No conocemos el origen de los patricios, ni tampoco el del monopolio de su
poder. Constituyeron un orden cerrado durante toda la República; nadie podía ser patricio si todos
sus antepasados de sexo masculino no lo habían sido también, y en tiempo primitivos intentaron
prohibir su matrimonio con los otros ciudadanos: los plebeyos u hombres pertenecientes a las masas.
La distinción radicaba en el nacimiento, no la riqueza. La propiedad se concentró originariamente en
manos de los patricios. Por ésta razón se los culpó de las miserias sufridas por los pobres. Los
plebeyos ricos deseaban participar en el poder político. El consulado les fue abierto sólo en el 366 a.C..
Sin embargo, los patricios era muy pocos. La disminución de su número contribuye a explicar por qué
tuvieron que ceder.
Al abogado romano, que se llamaba en realidad patrón, no se le permitiría recibir honorarios, pero
podía esperar recompensas mediante otros servicios. Moralmente, patrones y clientes estaban
obligados a ayudarse en todo modo que la ley lo permitiera. Los patrones y los clientes no podía
acusarse entre sí, ni tampoco servir de testigo en mutuo perjuicio. Se esperaba de los clientes que
escoltaran a su patrón en público, enriqueciendo su prestigio. Las familias más poderosas contaban
entre sus clientes con ciudades, provincias y príncipes extranjeros. Un magnate podía movilizar en su
defensa a sus propios dependientes y a los de otros con quienes mantenían relaciones de alianza.
Muchas comunidades e individuos tenían más de un patrón si los patrones reñían entre sí, estaban
obligados a elegir.
Originariamente todos los plebeyos eran clientes de los patricios y a principios de la república muchos
plebeyos estuvieron libres de tener que servir como clientes. Los patricios eran a menudo respaldados
por sus clientes en contra del resto de los plebeyos. Los vínculos entre patrón y cliente eran más
estrechos en la Roma primitiva.
El sistema de dependencia sólo pudo haberse originado en una sociedad en la que el poder económico
y político estuviera desigualmente distribuido. En cada generación algunos escapaban a la condición
de cliente elevándose económica y socialmente, pero otros se veían sumidos en ella. La justicia era
siempre administrada por la clase superior. Los tribunales podrían ser susceptibles de sufrir
influencia y de recibir sobornos. Por ello, la mayor parte de los hombres tenían que pedir amparo a su
patrones.
Los patricios mantuvieron su monopolio gracias a la abundancia de su clientes y a que durante los
últimos tiempos de la República, los candidatos a los diversos cargos solicitaban los votos por sus
méritos personales o en los servicios que sus antecesores habrían prEstado al Estado.
A comienzos de la República, sólo los patricios eran nobles. Aún cuando eran elegibles por ley, los
plebeyos ricos apenas podían competir, dado que sus intereses coincidían en general con los de los
patricios.
Sino hubiera sido por su carácter opresor, el gobierno patricio habría podido prolongarse más tiempo.
Había un gran descontento entre las masas, en parte por una recesión económica que hubo en el siglo
V a.C. los pequeños granjeros se endeudaban constantemente. El acreedor tenía derecho a la larga a
vender como esclavo en el extranjero al deudor que no quisiera o no pudiera pagar su deuda. Había un
contrato llamado nexum a partir del cual el pobre tenían que trabajar sometido al rico como
devolución de empréstitos. El Estado, poseía abundantes tierras pero eran explotadas por los patricios
en su beneficio propio.
En el siglo IV a.C. se abolió el nexum. La primera agitación exitosa de los plebeyos tuvo por objeto
lograr una mayor protección para el hombre común, contra la fuerza injusta y la trampa legal.
En el 494 a.C., un gran conjunto de plebeyos se asentó en masa en las afueras de Roma y se rehusó a
servir en el ejército. Una huelga semejante se manifestó en el 287 a.C. y tuvo que producirse una
acción revolucionaria similar para explicar la creación del tribunado de plebeyos. Los diez tribunos
eran plebeyos elegidos anualmente por una asamblea organizada en unidades electorales llamadas
tribus. Esta asamblea fue verdaderamente democrática en un comienzo. Los ricos no contaban con un
poder electoral superior. La función original de los tribunos era proteger a los romanos humildes
contra la opresión del magistrado. Lo hacían interponiéndose literalmente entre ellos y sus víctimas.
Pero su poder se limitaba a la ciudad. Esta limitación se prolongó durante toda la República.
Como conductores de los plebeyos, los tribunos intentaron incrementar su autoridad de toda manera
posible.
Celebraban reuniones de la asamblea tribal en las cuales podían promulgarse resoluciones
propuestas por ellos. Estos plebiscita en un comienzo no tenían fuerza de aplicación en todo el
Estado. No tuvieron fuerza de ley hasta el 287 a.C.
Hacia el final de la lucha entre los órdenes, los tribunos habían convertido su derecho de veto a los
actos de opresión cometidos por los magistrados. Los tribunos podrían vetar también las acciones de
otros tribunos.
Los tribunos adquirieron un poder político de tales dimensiones que sus puntos de vista no podían ser
ignorados aunque la ley no los respaldara. Hacia el siglo III a.C., los tribunos habían adquirido el
derecho de acusar a los asesores políticos ante las centurias.
Los primeros esfuerzos de los tribunos se dirigieron a la obtención de una mayor igualdad legal; en los
años 451-450 a.C., conquistaron la codificación y la publicación de las leyes.
Una regla contenida en las Doce Tablas prohibía el casamiento entre miembros de distintos órdenes,
pero fue dejado de lado después de la agitación plebeya del 445 a.C. La fusión parcial de los órdenes
minó la exclusividad patricia en el gobierno. Se exigió que los plebeyos fueron admitidos en los cargos
públicos. Los patricios decidieron responder a esa exigencia suspendiendo el consulado y
reemplazandolo por un colegio de tribunos militares con poderes consulares; los plebeyos eran
elegibles, pero rara vez se los elegía en la práctica. Los plebeyos exigieron que un consulado al año
estuviera cerrado para los patricios. Esta concesión se hizo en el 366 a.C. Quizás el derecho de los
tribunos a vetar todos los actos oficiales, se originó a partir de un conflicto en el que movilizaron a las
masas en contra del orden público de un modo revolucionario.
Todos los otros cargos no tardaron en volverse accesibles para los plebeyos, y en el 300 a.C., llegaron a
ser elegibles para los grandes colegios sacerdotales. en el 172 a.C., por primera vez, ambos cónsules
fueron plebeyos y en adelante esto resultó común.
A partir del 450 a.C., no cesaron los reclamos intermitentes para que se distribuyera la tierra y se
anularan las deudas. El saqueo de Roma por los galos la debilitó por una generación, el volumen de la
deuda creció y no hubo más tierras conquistada por compartir.
A partir del 366 a.C., Roma agrandó constantemente su territorio lo que contribuyó a suavizar las
demandas de redistribución de la tierra. La clase gobernante pudo satisfacer el hambre de tierra de
los pobres sin ceder nada de sus posesiones. A fines del siglo III, la gente privada de tierra constituía
todavía la mitad de la población ciudadana.
El peso de las deudas seguía siendo abrumador finalmente se prohibió cobrar intereses.
En el 326 a.C se abolió el nexum. En adelante fue necesario llevar al deudor a los tribunales. Pero si no
podía o no quería pagar, el tribunal autorizaba al acreedor para que lo confinara en una prisión
privada; en el 216 a.C. se liberó de este cautiverio a centenares para que sirvieran en el ejército. La
deuda se consideraba casi un crimen. Así, el nexum pudo revivir bajo una nueva forma. En cuanto a los
deudores que tenían propiedades y no pagaban, a fines del siglo II se inventó un nuevo procedimiento,
de acuerdo con el cual se podía vender todos sus haberes y privarlos de muchos de sus derechos
ciudadanos.
El problema de la deuda provoco la última gran explosión en la lucha entre las clases. Llevó a los
plebeyos a la secesión en el 287 a.C.. Se designó un dictador llamado Quinto Hortensio (plebeyo),
quien promulgó una ley de acuerdo con la cual se concedió plena competencia legislativa a la
asamblea tribal con presidencia de un tribuno. En adelante, la mayor parte de la legislación fue obra
de las tribus y los tribunos. Roma tuvo entonces más formas democráticas, pero el vasto tamaño del
cuerpo ciudadano y el carácter deferencial las hacía normalmente ineficaces en la práctica.
Las obras públicas de Roma procuraron empleos. Apio fue quizás el primero en conceder el voto a los
libertos. La controversia sobre el voto de los libertos muestra que el número de esclavos aumentaba
notoriamente.
Surgió una nueva nobleza en la que sólo unos pocos plebeyos fueron admitidos y que era tan
dominante como lo habían sido los patricios. Sus intereses económicos y sus sentimientos
oligárquicos no diferían. El orden de la sociedad permaneció inalterado. Los viejos conflictos sociales
reaparecieron, pero a los pobres les fue más difícil hallar campeones que defendieron su causa una
vez satisfechas las ambiciones políticas de los plebeyos ricos. La conquista del extranjero y la
colonización, contribuyó a mitigar el descontento popular.
Hacia el 287 a.C., los romanos habían penetrado al mundo en el que los griegos estaban interesados.
Las guerras, al menos las sostenidas con Cartago, tenían una grandeza épica, y sus consecuencias, el
dominio de Roma sobre el Mediterráneo, fueron inmediatamente patentes, mientras que los efectos
sociales y económicos, se desarrollaron gradual y ocultamente. Los esfuerzos romanos se
concentraron en la derrota de los enemigos extranjeros y los conflictos internos fueron raros. El
periodo de lucha domésticas comenzó cuando hubo desaparecido el temor ante Cartago con su
destrucción en el 146 a.C. La agitación surgió normalmente entre los plebeyos en años de paz exterior.
Los ricos dominaron la asamblea de centuriones durante toda la república.
Estaba cambiando el carácter de la asamblea tribal. Las diez tribus añadidas desde el 358 a.C. se
encontraban más distantes de Roma. En un principio, los propietarios más poderosos que podían
costearse el viaje, eran los que controlaban su voto. Algunas antiguas tribus nunca tuvieron grandes
extensiones de terreno. Cuando los campesinos libres se trasladaban, algunos debieron ser
nuevamente registrados en las tribus correspondientes a su nuevo domicilio. Entre el 70 y el 28 a.C., la
asamblea tribal no representaba a todo el cuerpo ciudadano, sino sólo a la población urbana.
Por el contrario, los residentes en Roma nunca dominaron la asamblea de los centuriones, a la cual en
ocasiones acudían los ricos desde las regiones más distantes.
La asamblea de los centuriones, que elegía a los magistrados más importantes, se volvió
marginalmente más democrática, mientras que la asamblea tribal, otrora democrática, de manera
gradual fue cesando de ser representativa y llegó a estar formada por los pobres urbanos. A veces la
dominaron agitadores populares, pero probablemente fuera de ordinario controlada por los ricos, de
cuya liberalidad debe de haber dependido en proletariado. El soborno directo fue volviéndose más
común.
Durante el siglo III a.C., la fundación de colonias contribuyó un tanto a la satisfacción del hambre de
tierras. En el 232 a.C., el tribuno Cayo Flaminio adoptó una medida para la distribución de tierras en la
costa adriática y el Senado se opuso. Flaminio lo enfrentó. El suministro de empleo mediante la
construcción de un circo en Roma, una carretera que conectaba a la ciudad con Rimini y los nuevos
asentamientos fue característico de este jefe popular.
Flaminio no propuso la fundación de nuevas colonias, sino el asentamiento esparcido de los pobres
por una zona fronteriza donde su defensa se hacía más difícil. Éstas medidas condujeron a la
conquista de la Galia Cisalpina, donde entre el 218 y el 177 a.C. se establecieron nuevas colonias
romanas y latinas. Después de la guerra contra Aníbal, en el sur, también se confiscaron extensos
terrenos pertenecientes a los italianos rebeldes, y, aparte de la fundación de algunas colonias,
pequeñas en su mayoría, se asignaron tierras a veteranos. Los propietarios gobernantes,
compensaron a una alta proporción de los que habían sufrido un prolongado servicio militar. La
tremenda mortandad acaecida durante la invasión de Aníbal había disminuido el número de
ciudadanos a los que debía asignárseles terreno. El asentamiento agrario se hizo casi por completo
alrededor del 170 a.C., mientras que la conscripción siguió teniendo efectos directos.
Había muy escasa legislación "popular" o resistencia al gobierno del Senado. El derecho de los
ciudadanos a apelar al pueblo en contra de la pena capital se extendió a las penas impuestas fuera de
Roma, pero no puede nunca haberse aplicado a los delitos militares ni a los crímenes comunes, y la
única sanción efectiva para la observación del derecho radicaba todavía en la disponibilidad el tribuno
para aplicarla o castigar su violación.
En este período el Senado designó comisiones extraordinarias para someter a juicio la vida de
ciudadanos acusados de conspiración y de participar en el culto secreto de Baco, considerado inmoral,
sin que tuvieran derecho a apelar. La situación fue diferente cuando se formaron tribunales
permanentes para delitos particulares por una promulgación popular. Antes del 123 a.C., los
miembros de todos los tribunales eran exclusivamente Senadores. Sus veredictos no tenían apelación
posible.
Hacia el fin de este período encontramos testimonios de que los tribunos tuvieron una mayor
disponibilidad para adoptar un papel popular. Es significativo de la creciente opresión con que se
ejercía la conscripción, el hecho de que en los años 151, 149 y 138 a.C. impidieron la leva.
El control independiente por la asamblea estaba limitado no sólo por el hecho de que únicamente los
magistrados presidentes tenían iniciativa y sus mociones podían ser detenidas por vetos y artimañas
sacerdotales, sino también por no existir el voto secreto. La balota fue introducida por leyes
tribunalicias, por primera vez, en las elecciones del 139 a.C. pero no se incorporó a la legislación hasta
el 131. El secreto no fue probablemente efectivo hasta el 119 a.C.
La segunda de estas leyes de la balota recibió el poderoso respaldo del principal noble de la época,
Escipión Emiliano. En los años 148 y 135 a.C., el pueblo, conducido por un tribuno, insistió en que se lo
eligiera cónsul, cargo para el que no estaba legalmente capacitado y le confió el mando contra Cartago
y Numancia.
Disgustada por la incompetencia de los generales escogidos, la asamblea afirmó su control soberano;
su derecho a hacerlo iba a convertirse en una exigencia "popular" durante todos los últimos tiempos
de la república. Pero Escipión Emiliano fue algo más que un héroe de guerra: cortejó el favor de las
masas y era acompañado al foro por una claque de libertos y otros plebeyos. Escipión y sus secuaces
no apoyaban coherentemente las causas populares, y no tardaron en contarse entre los opositores de
Graco. La balota no alteró sustancialmente el carácter de la política romana. Las leyes de la balota de
los años 139 y 137 a.C. resultan interesantes como la resistencia a la conscripción y las agitaciones en
nombre de Escipión porque señalaban el creciente descontento con el gobierno de la nobleza y una
nueva disposición por parte de los tribunos a actuar como campeones del pueblo.
Se empleaba también a los tribunos para vetar acciones de magistrados que el Senado desaprobaba o
acusar ante las centurias a o ofensores que habían provocado su disgusto. Los tribunos no hacían casi
nada sin que el Senado o una facción importante dentro de él lo instigara. Se les permitía asistir a las
reuniones del Senado; muchos eran Senadores, otros eran nobles y el resto estaba constituido
generalmente por secuaces de las familias nobles.
El término "noble" significaba "notable". Caracterizaba no sólo a los patricios, sino a los descendientes
de plebeyos que hubieran sido cónsules, dictadores o tribunos, o quizá también a todos los miembros
de tales familias.
La nobleza plebeya rivalizaba ahora con los patricios y a menudo los superaba. Poco importaba el
talento que pudiera tener un individuo. La incompetencia era corriente. Pero la riqueza era esencial.
El carácter exclusivo de la nobleza no debe exagerarse. Las viejas familias estaban siempre
agonizando y desapareciendo sumidos en la pobreza: "hombres nuevos" tenían que reemplazarlos.
La nobleza y el Senado estaban divididos en facciones. Las amistades eran con frecuencia conexiones
políticas, resurgían, se disolvían y se renovaban con rapidez. Ni siquiera las familias estaban unidas y
en las guerras civiles los parientes adoptaban posiciones opuestas.
Los nuevos hombres no formaron una facción propia, sino que se unieron a las que ya existían.
Provenían de la clase conocida como la de los Equites (jinetes), cuyas fortunas los calificaron para
servir en la caballería. Estaban emparentados por vínculos matrimoniales con Senadores y aun con
nobles. Participaban de las mismas aspiraciones intelectuales y sociales y, sus intereses económicos
eran idénticos.
Los más importantes, eran los contratadores estatales o publicanos. Los publicanos romanos
arrendaron al Estado las ricas minas españolas y se crearon derechos de aduana en Italia y otros
lugares. Realizaron también contratos para entregar pertrechos de guerra y reparar edificios públicos.
Los publicanos necesitaban una organización bastante elaborada; sus oficinas principales se
encontraban en Roma y sus intereses a menudo chocaban con la política pública. Constituyeron
grupos de presión siempre presentes.
Otros Equites estaban empeñados en "negocios" de otro tipo como banqueros, prestamistas o
comerciantes. Se los agrupa con los publicanos y se les llama negociantes en contraste con la clase
oficial de terratenientes en el Senado. Algunos Equites eran muy ricos. Pero casi todos los romanos
más ricos de la república eran Senadores. Su fortuna consistía fundamentalmente en la posesión de
tierras y la mayor parte de los Equites eran propietarios de tierras.
Los Senadores no compraban artículos para volver a venderlos.
Los intereses de los publicanos podían chocar con los del tesoro, del que el Senado era celoso guardián
y con los de los contribuyentes provinciales a quienes era su deber proteger. Los publicanos eran los
más ricos de los Equites y sólo ellos estaban organizados.
Los Equites deseaban el control de los tribunales porque les ofrecía un medio de aplicar presión sobre
el Senado en beneficio de sus propios intereses materiales.
Algunos Equites preferían una vida que les permitiera tranquilidad privada o bien eligieron los
beneficios de la celebración de contratos que les estaba negaba a los Senadores. Pero otros tenían la
ambición de emprender una carrera pública. Como dictador, Sila dobló el tamaño del Senado e
incrementó el número de magistrados jóvenes recurriendo a "los mejores Equites". Mario, respaldado
por los Equites de entre los cuales surgió, se elevó al consulado. Las aspiraciones políticas, como
también los intereses económicos especiales, podían volver a los Equites opositores de la nobleza en
ciertas ocasiones. Pero, en el fondo, no sentían ninguna simpatía por los pobres. Eran propietarios de
tierras y acreedores, no querían eliminar el gobierno senatorial, sino participar en él, avanzar en la
escala social o dividir los beneficios del gobierno; sobretodo exigían que se mantuviera el orden y los
derechos de propiedad. En tiempos de Augusto, la vieja nobleza casi había desaparecido y fue
reemplazada por hombres nuevos pertenecientes a la clase ecuestre y sobretodo a las oligarquías
municipales.
EPILOGO
Augusto se ganó a los soldados con regalos, al pueblo con grano y a todos con el orden.
Los soldados recibían ahora regularmente tierras o dinero al retirarse. El tratamiento de los soldados
fue siendo cada vez menos favorable a medida que Augusto se ubicaba más firmemente en el poder y
tuvo mayor posibilidad de restaurar la disciplina. La lealtad se debía ahora al emperador. Los
centuriones, que habían sido los jefes de los soldados durante los motines y deserciones eran ahora
mucho mejor remunerados y por lo general se podía confiar en ellos para reprimir la sedición. La
indisciplina militar iba otra vez a arrojar al imperio en una terrible confusión en el siglo III, pero fuera
de dos graves interrupciones en los años 68-70 y 193-197 d.d.C., el sistema logró subordinar el
ejército al poder civil.
Augusto y sus sucesores se mostraron indiferentes ante el destino de las plebes rurales.
Los propietarios enfrentados con la escasez de mano de obra probablemente recurrían a la coerción,
apoyándose en la sanción de la ley de deudas o en su influencia política. Hacia el siglo IV, el gobierno
encadenó al suelo a los trabajadores rurales, a los libres como a los esclavos; ellos y sus hijos después
de ellos, tenían que trabajar la tierra donde habían nacido.
El empobrecimiento de los hombres libres se correlacionó siempre con el empleo extensivo de
esclavos.
Augusto ganó para sí a las paredes urbanas. Los sucesores de Augusto bastaron enormes sumas en
promover el comercio de granos y mejorar las instalaciones portuarias de Roma. Los emperadores
también aumentaron las reservas de agua y tomaron precauciones contra los incendios y las
inundaciones. La mayor parte de ellos fueron grandes constructores de diverso modo: la ciudad se
adorno de templos, teatros, palacios, etc.. Todo esto creo nuevas posibilidades de empleo para
trabajos ocasionales. Había también espléndidos espectáculos para divertir al proletariado y sus
superiores. Octavio en el 39 a.C y Claudio, fueron casi linchados por multitudes hambrientas. Las
plebes habían desempeñado un papel subsidiario , sólo por momentos importantes.
Todos, parecería se beneficiaron con la restauración de la paz y el orden. El hambre fue endémica
hasta su derrota en el 36. Entre los partidarios de Antonio y los de Octavio tuvo lugar una pequeña
guerra civil; otra vez afligieron a Italia la conscripción y las devastaciones. Sólo en el 36 pudo Octavio
comenzar a someter el bandolerismo y los secuestros que habían sido un mal prolongado.
Los “nuevos hombres” de las ciudades de Italia, quienes en gran parte habían suplantado a la vieja
nobleza, obtuvieron una situación más elevada y una mayor influencia, no sólo en el Senado sino
también en el orden ecuestre que cada vez dio a los emperadores agentes ejecutivos y asesores. Con
el correr del tiempo el acceso a las posiciones de poder e influencia en el Estado fue cada vez más fácil
tanto para los provincianos, como para los italianos de las clases superiores.
Los emperadores eran autócratas y muchos degeneraron en tiranos. Los crímenes y caprichos de
algunos emperadores provocaron silenciosos resentimientos y conspiraciones ocasionales, pero lo
que los hombres deseaban era la eliminación del gobernante y no la destrucción del régimen.
El régimen estaba asegurado porque respondía a las necesidades e intereses de las clases más
elevadas. Ningún hombre podía gobernar solo el Imperio sin ayuda. Se mantuvo la institución de la
esclavitud a lo largo del principado, se fortaleció la estructura jerárquica de la sociedad. La libertad de
toda índole sufría deterioro. Las oligarquías locales eran cada vez más estrechamente controladas por
el gobierno imperial. Aun la tolerancia religiosa desapareció. En la República el descontento de los
pobres y la ambición de unos pocos magnates se combinaron para producir la anarquía , la guerra civil
y la revolución. El resultado fue político y no social o económico. Fuera de Roma, la condición de las
masas sólo mejoró en la medida en que el mantenimiento de la paz y el orden de por sí lo
permitieron. El abismo entre los ricos y pobres era tan profundo como siempre. El costo de la paz era
elevado.
La pérdida de libertad se acompañó del estancamiento en la mayor parte de las artes y las ciencias. Al
mismo tiempo, los hombres buscaron consuelo en múltiples variedades de filosofía y religión, por la
desdicha y la nulidad de la vida en este mundo.