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BRUNT, P.

: Conflictos Sociales en la República Romana

Nota Sobre Monedas y Medidas

Los antiguos romanos utilizaban los rebaños como medida de valor y, para el intercambio, el bronce
por su peso. La plata y el oro se acuñaron por primera vez en el siglo III a. C.. Durante los últimos 200
años que abarca el libro, la moneda corriente fue el denario de plata. La unidad de medida de los
terrenos era el iugerum, equivalente a unos dos tercios de acre.

I.El Marco De Referencia: La Expansión Romana y Sus Resultados.

De acuerdo con la tradición, los romanos expulsaron al rey etrusco Tarquino el Soberbio y
establecieron una República en el 509 a.C.. La república fue derrocada en el último siglo a.C. La
institución Republicana dejó de funcionar normalmente en el 59 a.C., como resultado de la alianza
entre Pompeyo y Julio César. Sus rivalidades fueron motivo de guerras civiles. Su hijo adoptivo y
heredero, César Augusto fundó el sistema de una monarquía que llamamos principado el día 13 de
enero del 27 a.C.
En el 509 a.C., el territorio romano comprendía unos 800 kilómetros cuadrados. La misma ciudad
amurallada estaba siempre en peligro de ser atacada por los extranjeros. Los romanos sólo podían
formar dos legiones, unos 8000 hombres.
En el 27 a.C., toda Italia era romana y todos sus habitantes libres; excepto los inmigrantes extranjeros
y algunas tribus alpinas, sus pobladores eran ciudadanos. En el 28 a.C., el censo de Augusto incluía
más de 4 millones.
El poder romano se extendía desde el canal de la mancha al Sahara y desde el estrecho de Gibraltar al
Éufrates. Aún en el 27 los principados y las repúblicas de las fronteras preservaban un cierto grado de
independencia como Estados "clientes". La soberanía de Roma sobre todo Italia remonta al 280 a.C. La
expansión romana fue el resultado de guerras sostenidas contra el extranjero. La guerra y la conquista
transformaron la economía de Italia y contribuyeron primero a resolver y luego a exacerbar el
conflicto social. La expansión distorsionó el funcionamiento de las instituciones políticas.
Los antiguos romanos, aunque probablemente incluyan a hombres de origen Sabino y etrusco, eran
todos latinos en cuanto a la lengua y actuaban como aliados. Roma adquirió preponderancia en esta
liga y, después que los latinos intentaron en vano desembarazarse de su control, disolvió la liga y
convirtió en ciudadanos a muchos de sus miembros (338 a.C.). La práctica de conceder la ciudadanía a
otros pueblos italianos se siguió con frecuencia hasta la mitad del siglo III a.C.. Todos los ciudadanos
debían pagar impuestos y luchar en los ejércitos romanos, y todos tenían los mismos derechos de
intermatrimonio y relaciones contractuales privadas, pero a muchos se les negó en un principio el
derecho a votar o a ejercer cargos públicos en Roma; preservaron un cierto autogobierno local. Ésta
liberalidad con los derechos de ciudadanía contribuía a que Roma contara con superioridad numérica
sobre todo sucesivo enemigo y fue un factor importante en el desarrollo de su fuerza.
Resulta poco claro porque Roma permitía que los esclavos manumitidos por los ciudadanos
adquirieran la ciudadanía junto con la libertad. El ingreso de esclavos de fuera de Italia y el número de
manumisiones crecieron enormemente y por ello una vasta proporción de ciudadanos tenía en sus
venas sangre servil y extranjera en tiempos de Augusto.
El pequeño y escasamente fértil territorio que tenía la ciudad en el 509 a.C. no podría haber
sustentado por largo tiempo una población en crecimiento. Era costumbre de Roma tomar un tercio
de la tierra de los pueblos italianos que conquistaban y dividir esta tierra entre romanos pobres. De
este modo, los ciudadanos carentes de tierras, podían establecer sus propios hogares, crecer y
multiplicarse.
En el 218 a.C. el territorio romano alcanzaba ya 25.000 kilómetros cuadrados y los ciudadanos
registrados (varones de más de 17 años) eran 270.000.
Otros pueblos italianos estaban sometidos mediante alianzas perpetuas. Conservaban su autonomía
local y no pagaban tributo a Roma, pero estaban obligados a proveer contingentes para los ejércitos
romanos; en compensación eran protegidos por Roma. Galia Cisalpina fue conquistada entre 225 y
170 a.C..
Después de incorporar la mayor parte de las comunidades latinas en el 338 a.C., Roma siguió
fundando nuevas colonias "latinas" en sitios estratégicos de toda Italia. Los colonizadores eran
romanos que habían abandonado su ciudadanía en Roma a cambio de tierras y la integración en
nuevas comunidades con autogobierno local. La colonias se encontraban a gran distancia de Roma
como para que los derechos políticos fueron de algún valor; no obstante, todos los latinos podían
heredar y poseer terrenos en territorio romano y desposarse con romanos, de manera que los hijos
adquirían la situación del padre. A partir de fines del siglo II, los que obtenían magistraturas locales se
convertían en ciudadanos romanos; de este modo, la clase gobernante local estaba más estrechamente
vinculada con el gobierno central y todos latinos podían obtener la ciudadanía romana con sólo
emigrar a territorio romano. Estos privilegios, junto con la memoria del ancestro romano y con el
hecho de que se hallaban en malos términos con los pueblos vecinos explican por qué las colonias
latinas se mantuvieron fieles a Roma en ocasión de cada crisis.
Otros aliados hablaban lenguas incomprensibles para los latinos y habían sido sometidos por la fuerza
a la hegemonía romana. Después de la derrota de Aníbal no tuvieron oportunidad de obtener ayuda
extranjera para afirmar su independencia. Los colonizadores romanos y latinos, esparcidos por todo el
país, transmitían las ideas romanas y la lengua latina.
Entretanto, Roma estaba adquiriendo un imperio en el Mediterráneo, en parte gracias al valor de los
soldados aliados. La parte de los beneficios del imperio de los italianos era más pequeña y nulos la
dignidad y el honor provenientes del poder imperial. Roma intervenía en ocasiones arbitrariamente
en sus asuntos internos y sus personas carecían de protección contra los comandantes romanos. Entre
los aliados se urdió la decisión de exigir igualdad de situación mediante la extensión del derecho
político romano. La exigencia fue rechazada y la mayor parte de ellos se rebeló en el 90 a.C.. Su
objetivo no consistió en recuperar su vieja independencia sino en instituir un nuevo Estado federal,
llamado Italia, modelado de acuerdo con el Estado Romano. Esta tierra "social" (la guerra contra los
socii o aliados) fue una de las más sangrientos entre las emprendidas por Roma. Roma sólo pudo
someter a rebeldes con la concesión de la ciudadanía que había negado. La lucha desencadenó una
serie de acontecimientos que fueron causa de nuevas guerras entre los ciudadanos mismos (87-86
a.C., 83-81 a.C.). En consecuencia todos los pueblos de la Italia peninsular se convirtieron en
romanos. En el 69 a.C. un censo arrojó un resultado de 1.200.000. Toda la Italia continental fue
romana, sólo los provincianos estaban sometidos.
Roma era la arena en la que por ley debía tomarse toda decisión política. El curso de la revolución que
atravesaba la república era decidido por los soldados, casi todos reclutados entre el pueblo
campesino. Roma había convertido a Italia en una nación y se puso a la cabeza de las tradiciones
nacionales.
Al superar los límites de una ciudad-Estado, Roma se negó a sí misma la posibilidad de la democracia
tal como ésta era concebida entonces. Roma también tenía asambleas populares, aunque no se
basaban sobre el principio de igualdad. Para que los habitantes rurales no estuvieran teóricamente en
desventaja, debía darse noticia de las reuniones con larga antelación y éstas eran poco frecuentes. De
ahí que los ciudadanos no pudieran adquirir mucha experiencia en los asuntos de Estado ni
supervisarlos de cerca. Debió de haber sido físicamente imposible, aún en el siglo IV que un número
crecido de ciudadanos se reuniera en un lugar, escuchara los debates y votara. La asamblea de los
centuriones, que elegía a los principales magistrados no era democrática en absoluto.
Ostensiblemente más democrática, la asamblea tribal era dominada por los que vivían en la ciudad o
cerca de ella. Pero el verdadero poder siempre perteneció al aristocrático Senado, que podía
manipular y controlar las asambleas y, en un Estado tan grande, dada la ausencia de instituciones
democráticas representativas, no había alternativa posible a la oligarquía, salvo el gobierno de un
hombre.
La liberalidad para conceder la ciudadanía ayudó a ganar la lealtad de sus súbditos en Italia y en las
provincias. Ésta política sólo pudo triunfar porque el sistema romano no fue democrático. No
obstante, de acuerdo con el sistema aristocrático romano, la nobleza local de los pueblos italianos
podían ser admitidos en la clase gobernante de Roma una vez que hubieran obtenido la ciudadanía.
Los pueblos aliados italianos y las municipalidades de los ciudadanos romanos se gobernaban de
modo semejante al de Roma. Tenían sus propias asambleas populares, sus propios magistrados
electos, sus propias juntas formadas por hombres de prestigioso nacimiento y fortuna, que ocupaban
sus cargos de por vida. En estas pequeñas comunidades hubo vivas luchas intestinas. En general, los
gobiernos locales eran oligárquicos y Roma reprimía todo movimiento tendiente a alterar el orden
establecido. Las noblezas locales, dominaban sus ciudades patrias. Eran quienes hacían conocer al
Senado los deseos de su pueblo y podían ejercer su influencia a través de vínculos de amistad y
hospitalidad que no iban con Roma. Los votos rara vez se concedían sin compensación. Los sufragios
de las clases dirigentes locales, que podían trasladarse a Roma para las elecciones, ejercía gran
influencia en la asamblea de los centuriones. Después de la obtención del derecho político por Italia,
los candidatos a las más altas magistraturas romanas debían cortejar el apoyo de las clases elevadas
de los pueblos más distantes. Los cargos de menor importancia eran llenados por la asamblea tribal.
Con el correr del tiempo, la nobleza italiana se elevó aún más.
La contienda por el privilegio y la dignidad entre las clases superiores no fue de menor importancia,
como la de los patricios y los plebeyos ricos, estos últimos lograron la igualdad de derechos para
asumir cargos con el respaldo de los ciudadanos pobres. La miseria social fue aliviada mediante la
anexión de territorios enemigos y su distribución entre los pobres.
La prestación de servicio en las legiones quedaba reservada a los ciudadanos que podían equiparse
por su cuenta con armas y la armadura de defensa. Los que tenían una propiedad eran llamados
assidui, hombres asentados permanentemente en su propio terreno, el resto eran proletarii, cuyo
servicio al Estado consistía en procurar los vástagos (proles) que criaban, o capite censi, hombres que
se contaban por cabeza, sin propiedad digna de mención.
En el 264 a.C., el pueblo votó la intervención en Sicilia contra la voluntad del Senado, lo que provocó
una prolongada lucha con Cartago, que finalizó en el 241 a.C.. La pérdida de vidas fue tremenda y se
impusieron pesadas tasas durante la lucha. La victoria sobre Cartago no tuvo por resultado una paz
firme. Hubo varias expediciones a Grecia o Asia; la pacificación de España se completó que en el 19
a.C..
Después de Mario, las legiones estuvieron constituidas principalmente por proletarii, porque la
mayor parte de los ciudadanos pertenecía a esta clase.
En el 41 a.C. hay noticias de padres, hijos o parientes de soldados que eran despojados de sus
propiedades para favorecer a los veteranos.
El soldado tenía posibilidades de enriquecerse, no a través de su paga sino del pillaje, los donativos de
los generales y la distribución de tierras al producirse la baja. En algunas regiones los generales eran
incompetentes, en lugar de enriquecer a sus ejércitos los llevaban a la destrucción.
La conscripción fue detestada en todos los tiempos especialmente durante las guerras civiles. Las
guerras y la conscripción agravaron el progresivo empobrecimiento del campesinado. A partir de la
conquista, las clases superiores se enriquecieron, los Senadores obtenían enormes beneficios de los
botines (donativos en concepto de gastos) y tasas ilícitas impuestas al pueblo. Los ricos que no
estaban en el Senado, los Equites se beneficiaron de los contratos para obras públicas, el
abastecimiento del ejército y el cobro de los impuestos provinciales. La expansión de Roma
profundizó el abismo entre las clases.
La nueva riqueza se prodigó en el consumo suntuario en parte, se invirtió en tierras italianas
compradas a los pobres mediante pago o por la ejecución de hipotecas o por la mera violencia, y en
esclavos.
Existía el tráfico de esclavos con pueblos allende el imperio y en muchos lugares del este los hombres
libres se vendían a sí mismos o a sus hijos como esclavos cuando la muerte por hambre era la única
alternativa. Los esclavos trabajaban en los campos y en los talleres, en tareas domésticas y
predominaban en el cargo de secretarios, contadores y doctores.
En tiempos de la invasión de Aníbal, el número de esclavos debió haber sido considerable a fin de que
procurar en el alimento y otros artículos necesarios año tras año. La abundancia de esclavos negaba a
los hombres libres la oportunidad de ganarse la vida decentemente en tiempos de paz. Sin ocupación
regular, el pobre no podía permitirse tener una familia.

II. El marco de referencia: la economía romana.

La base de la actividad económica en la antigüedad era agraria y todo distrito apuntaba a la


autosuficiencia. Fuera de un radio estrecho, el tráfico se circunscribía al intercambio de artículos
suntuarios u otros como el hierro y la sal que no se encontraran dentro de esos límites. El
acontecimiento local más importante era habitualmente la cosecha. Pocos pueblos contaban con una
regular importación de alimentos: era demasiado precaria y costosa. En los últimos tiempos de la
república, Roma se convirtió en una de las excepciones, pero la organización de los abastecimientos
era difícil. La industria rara vez tenía mercados extensos puesto que sus productos podían hacerse a
mano con ayuda de utensilios simples. Los artesanos vendían sus propios artículos directamente a los
consumidores y fabricaban la mayor parte de su producción en pequeños talleres.
En Roma no se estimaba socialmente ni la industria ni el comercio. "Mercader" no es nunca un
término honorífico. Lo que en Roma procuraba el honor era la riqueza. Pero la oportunidad de
adquirir como de preservar la riqueza adquirida por la industria y comercio era excesivamente
limitada y riesgosa.
El capital excedente podía invertirse en préstamos. La práctica de cobrar intereses se había
desaprobado e incluso prohibido. Un siglo más tarde los romanos más eminentes practicaban la usura.
La ley romana sólo reconocía sociedades en las que cada uno de los socios era responsable de las
deudas y que se disolvían ante el deseo o la muerte de cualquiera de ellos. La única excepción era la de
las compañías de contratistas públicos. No existía la deuda nacional: el Estado pagaba su desempeño
con ingresos contantes y reservas de metales preciosos; en consecuencia, no se podía acumular capital
en los fondos públicos.
Después del 200 a.C. la implementación de la crianza de ganados y la plantación de viñedos y olivos
en los lugar de cereales elevó la rentabilidad.
Los ricos se sentían tentados no a invertir y acumular sino a gastar. Para hacer una carrera política era
casi necesaria la prodigalidad, pues habría que procurar juegos, larguezas de toda especie e incluso
sobornos sin disimulo alguno. La mezquindad significaba el fracaso en las urnas. Los hombres
deseaban dejar tras de sí un nombre ilustre.
Ésta tendencia a consumir se vinculada con la falta de oportunidades para la inversión productiva.
Existía escaso progreso tecnológico. Las clases cultas despreciaban el trabajo manual y sus
operaciones por sórdidos. Quizá estuviera degradado por el predominio de la mano de obra esclava.
No había mayor progreso en las provincias donde se empleaba un número menor de esclavos, ni
tampoco durante el principado cuando los esclavos se habían vuelto más costosos. A los esclavos
especializados habría que darles la perspectiva de una temprana emancipación como incentivo.
Séneca dice que fueron los responsables de muchas invenciones: ventanas transparentes, cañerías de
agua caliente en los baños, taquilleras frías.
El comercio y la industria no habrían podido desarrollarse sin progreso en el transporte. El transporte
por tierra era sumamente retrógrado en la antigüedad. Los caminos pavimentados tenían por objeto
facilitar el movimiento de los ejércitos, es dudoso que hayan contribuido mucho al comercio. El
principal obstáculo para lograr un transporte barato por tierra eran los métodos utilizados para el
acarreo. El transporte por tierra era lento, ineficaz y costoso.
Si se querían evitar los altos costos, los productos debían transportarse por agua. Pero los viajes por
mar eran un asunto riesgoso: no existían los mapas o los compases. El Mediterráneo es un mar
borrascoso y en ocasiones estuvo plagado de piratas. El transporte por mar servía de muy poco a los
pueblos alejados de la costa.
El transporte por río o canales se utilizaba mucho más. Pero los ríos italianos tienden a ser
torrentosos el invierno y a secarse en el verano. Las vías fluviales estaban sometidas a calamitosas
inundaciones y la obstrucción por sedimentos que se produciría en sus desembocaduras en el
adriático, daban acceso al mar en un punto muy distante de los centros principales del mundo
mediterráneo. En la Galia Cisalpina los precios eran bajos porque la región carecía de mercados
extranjeros.
Durante los primeros tiempos de la República se obtenía el grano de consumo en las regiones
circundantes. Desde el 200 a.C., al multiplicarse la población, las fuentes locales fueron inadecuadas y
aumentó el volumen de los productos traídos por mar. En el 70 d.C. Roma dependía principalmente
de las cosechas de África y Egipto. Antes de su anexión, Cerdeña y Silicia habían sido más importantes.
Durante la guerra social Campania todavía era el granero de la ciudad. Roma no podía vivir sin
importaciones. La ciudad se alimentaba a expensas de sus subordinados; los ingresos imperiales no
eran asequibles para otras ciudades italianas. Los costos de transporte hacia inevitable que los
habitantes del interior cultivaran sus propios alimentos. El cultivo de cereal era ubicuo. El grano era
cultivado por los campesinos para el mercado y para la subsistencia familiar.
Cada región estaba obligada a buscar la autosuficiencia. El comercio se reducía a artículos de primera
necesidad que no podían obtenerse localmente o a los que podían hallar un mercado aún después de
gravados por los altos costos del transporte.
Roma estaba lo suficientemente alejada del mar como para advertir con antelación cualquier invasión
marítima y lo suficientemente cercana como para gozar del beneficio de los productos traídos por
mar. Fue el comercio lo que dio a Roma una ventaja marginal sobre las ciudades vecinas el comienzo
de su historia.
Los romanos hacían remontar ciertas corporaciones privilegiadas (collegia) de artesanos a los
comienzos del período monárquico. La Roma monárquica encontraba su prosperidad en los
impuestos al tránsito y la recesión que siguió a la caída de los reyes etruscos puede explicarse por el
deterioro del comercio. Roma involución y se convirtió en una comunidad casi exclusivamente
agraria. Los ricos eran los que poseían abundancia de tierras.
No hubo una nueva o la edificación monumental hasta el 300 a.C. aproximadamente. Entonces la
prosperidad fue la consecuencia de conquistas y conexiones. Roma se convirtió en un gran centro
comercial naturalmente la ciudad había tenido siempre un mercado en el que los campesinos vendían
sus productos y compraban lo que necesitaban a los artesanos urbanos. La manufactura de armas
debió haber sido importante; las legiones se movilizaban en Roma y se las adiestraba allí militarmente
por un año. Los barcos de guerra también se fabricaban y se hacían a la mar desde el Tíber.
Aumentaron los trabajadores portuarios y al acelerarse el ritmo de las construcciones públicas y
privadas hubo mucho más obreros de la construcción. Fue mayor la necesidad de comerciantes al por
menor y artesanos de toda clase. La ciudad creció sobre sí misma. En Roma era en donde los
empréstitos resultaban más seguros.
Italia era pobre en minerales. Los bosques eran una importante fuente de recursos para los
propietarios individuales.
Cuando anexaban algún nuevo territorio, los romanos solían guardar para sí o para los latinos las
mejores tierras y dejar los peores para los aliados.
El puerto se convirtió en una de las ciudades más prósperas de Italia.
Entre el 218 y el 173 a.C., los galos y los ligures tuvieron que ser más territorio a los colonos romanos
y latinos.
Durante la guerra contra Aníbal, ninguna parte del territorio romano fue sometido a devastaciones
prolongadas, salvo Campania. La guerra se libró en territorio aliados, donde provocó enormes
destrucciones y pérdidas de vidas. La mayor parte de los pueblos sureños se rebeló y se unió a Aníbal,
y Roma castigó su deslealtad apoderándose de grandes extensiones de tierras. La tierra recién
anexada no era necesaria para el asentamiento romano y gran parte fue utilizada como terreno de
pastoreo por los magnates romanos.
La tierra era el modo más seguro y más aceptado socialmente de invertir los bienes obtenidos en la
guerra y el gobierno. Las pequeñas propiedades tendían a ser absorbidas por las grandes, aunque
nunca desaparecieron. Muchos hombres ricos tenían propiedades en regiones diferentes.
Los pequeños propietarios tenían que ganarse la vida trabajando en las grandes propiedades,
arrendando parcelas adicionales de terreno, poniendo en práctica el derecho de apacentar cerdos y
recoger leña sobre las tierras del señor o de cercar y cultivar una parte. Siempre precaria, su posición
se volvía insostenible si se les negaba tales oportunidades o se les hacía servir en el ejército un tiempo
prolongado. La expropiación mediante la violencia se volvió muy común.
Desde la guerra contra Aníbal, los grandes propietarios recurrieron con mayor frecuencia a los
esclavos para cultivar sus tierras y para atender los rebaños. No resultaba económico por propietarios
mantener durante todo el año la cantidad de trabajadores que necesitaba para las breves temporadas
de trabajo más intenso. Algunos esclavos incorporaban técnicas especializadas que se dominaban en
el oriente. Los trabajadores sin especialidad proveniente del campo no podían competir en las
artesanías y aún los artesanos nacidos libres parecen haber sido desplazados.
Costaba dinero erigir una lápida, la mayor parte de los artesanos que lo hacían eran libertos. Los
libertos y los esclavos preponderante numéricamente en Roma y los pobres nacidos libres constituían
a partir del 270 a.C. sólo una quinta parte de la población libre.
Los magistrados populares eran a menudo los propulsores de nuevos programas edilicios, con el
objeto de crear oportunidades de empleo.
La competencia de los esclavos debe de haber provocado un grave Estado de desocupación o una
escasez crónica de empleos entre los libres pobres. El número de hombres libres en los negocios de
ultramar fue significativo, económica y socialmente pero no pudo haber sido grande.
Las actividades más lucrativas de los romanos eran la guerra y el gobierno.
Durante las guerras las imposiciones tributarias eran más elevadas pero debían devolverse pronto.
El tesoro se alimentaba principalmente en los ingresos provinciales. El dinero se destinaba a la paga
anual de soldados. El costo de los abastecimientos militares se reducía en parte de la paga de los
soldados. El gasto de las obras públicas era fluctuante.
La malversación de la bolsa pública y la extorsión de los subordinados les permitía acrecentar las
ganancias a los gobernadores. El botín era otra fuente de enriquecimiento. Los recaudadores
impuestos retenían legalmente una buena tajada antes de entregar los ingresos al tesoro, además de
lo que lograban mediante actividades ilícitas.
La clase dirigente romana robaba a sus subordinados en el extranjero para poder robar mejor a sus
compatriotas.
Lo que distinguió a Roma fue la enormidad de la escala de la desigualdad económica y de la
explotación.

III. Plebeyos contra patricios, 509-287 a. C

El conocimiento sobre la Roma primitiva proviene de las historias de Livio y Dionisio de Halicarnaso.
En la época en que cayó la monarquía, los romanos eran ya letrados: las leyes y los tratados se
escribían. El código legal de c. 450 a.C. es el documento más precioso con el que se cuenta para el
conocimiento del siglo V a.C.. Era costumbre fechar las transacciones romanas mediante el nombre de
los cónsules. La lista de los principales magistrados constituían la base cronológica de los anales
romanos.
Los primitivos cronistas tuvieron que recurrir principalmente a la tradición. La tradición oral era a
menudo distorsionada por el orgullo patriótico familiar y aún por la malicia que alimentaban
recíprocamente las diversas casas. Las historias a menudo inculcaban lecciones morales o políticas.
Al principio, Roma fue gobernada por un rey electo; a su muerte el poder pasaba a un "rey interino"
hasta que se designará un sucesor permanente. Una elección real exigía el asentimiento del pueblo en
armas y del consejo de ancianos.
El Senado parece haber Estado otrora constituido por los jefes de familias y se los llamaba patres. Los
Senadores constituían el consejo del rey, pero no limitaban su decisión formalmente. Tenía el derecho
de afirmar la voluntad de los dioses mediante rituales prescriptos y era como intermediario de los
cielos. Comandaba en la guerra y tenía jurisdicción sobre la vida y la muerte. Los romanos expresaban
la suma de estas prerrogativas en la palabra imperium. El general era un imperator. Por su naturaleza,
el imperium era despótico. De acuerdo con la tradición, el último rey, Tarquino el Soberbio, hizo un
ejercicio tiránico del poder y fue destronado por los nobles. En la Roma histórica, la sola palabra reino
evocaba algo maligno.
Los romanos sustituyeron al rey por dos magistrados, llamados cónsules, que se mantenían en su
cargo sólo un año y que no eran reelegibles inmediatamente. Heredaron el poder real. Podía
hacérseles rendir cuentas de sus actividades al abandonar el cargo. La participación en el Senado
duraba de por vida, ellos mismos eran Senadores. El sistema colegiado debilitaba la fuerza del
imperium. En casos de emergencia, hasta fines del siglo III a.C. los romanos designaban a un solo
hombre como dictador para que ejerciera un poder sin control, pero su cargo duraba sólo seis meses.
Con el correr del tiempo se hizo necesaria la elección de otros magistrados anuales: los cuestores, que
asistían en la administración financiera; los ediles que supervisaban las edificaciones, las calles y los
mercados de la ciudad y, los pretores que hacían justicia en Roma y más tarde gobernaron las
provincias de ultramar. A los pretores y cónsules debía prorrogárseles a menudo el poder. En las
provincias eran propretores o procónsules. Los que ya habían sido cónsules podrían alcanzar el
apogeo de su carrera política como censores; se les encargaba cada cinco años el registro de los
ciudadanos, hacer la nómina del Senado, liberar contratos públicos y vigilar la moral de los
ciudadanos.
La soberanía, en un cierto sentido, pertenecía al pueblo. Sólo el pueblo elegía a los magistrados,
declaraba la guerra, celebraba tratados y promulgada leyes. No obstante, el pueblo sólo se reunía
convocado por uno de los más altos magistrados, votaba sólo lo que éste decidía someter a su
voluntad, selecciona candidatos una lista que se representaba. Había un debate preliminar, pero nadie
podía hablar a no ser que el magistrado que convocaba lo propusiera.
Las asambleas del pueblo estaban muy lejos de la democracia. La mayoría se obtenía mediante el
recuento de unidades y no de personas. Había más de una clase de asambleas. En la asamblea de las
centurias, las unidades que emitían su voto estaban compuestos de "centurias", originalmente
batallones de guerreros. Las centurias se dividían de acuerdo con la clase a la que pertenecían sus
miembros y en un principio, estaban compuestos por ciudadanos que pertenecían a la clase más alta o
que servían en la caballería. Si su acuerdo era unánime, las otras centurias no eran convocadas. Los
ciudadanos que no tenían propiedad alguna, los proletarii, formaban sólo una centuria que era la
última en reunirse.
Las centurias rara vez se reunían; la legislación no era frecuente. Las guerras no se declararon y se
presentaba como guerras defensivas. La tarea regular e indispensable de las centurias consistía en la
elección de los magistrados. Las elecciones decidían quiénes serían los agentes ejecutivos del Estado y
otorgaban a los candidatos triunfadores un duradero prestigio en los consejos del Senado.
El Senado y los príncipes (conductores del Senado) eran en realidad los dueños del poder. El Senado
no daba órdenes a los magistrados, sino que les señalaba el camino por seguir. En la práctica sus
sugerencias no podían ser dejadas de largo. Los Senadores asumían con su prestigio social y su
experiencia, la dirección del Estado: constituían "una asamblea de Reyes".
A comienzos de la República, los magistrados eran exclusivamente patricios, quienes también
dominaban en el Senado. No conocemos el origen de los patricios, ni tampoco el del monopolio de su
poder. Constituyeron un orden cerrado durante toda la República; nadie podía ser patricio si todos
sus antepasados de sexo masculino no lo habían sido también, y en tiempo primitivos intentaron
prohibir su matrimonio con los otros ciudadanos: los plebeyos u hombres pertenecientes a las masas.
La distinción radicaba en el nacimiento, no la riqueza. La propiedad se concentró originariamente en
manos de los patricios. Por ésta razón se los culpó de las miserias sufridas por los pobres. Los
plebeyos ricos deseaban participar en el poder político. El consulado les fue abierto sólo en el 366 a.C..
Sin embargo, los patricios era muy pocos. La disminución de su número contribuye a explicar por qué
tuvieron que ceder.
Al abogado romano, que se llamaba en realidad patrón, no se le permitiría recibir honorarios, pero
podía esperar recompensas mediante otros servicios. Moralmente, patrones y clientes estaban
obligados a ayudarse en todo modo que la ley lo permitiera. Los patrones y los clientes no podía
acusarse entre sí, ni tampoco servir de testigo en mutuo perjuicio. Se esperaba de los clientes que
escoltaran a su patrón en público, enriqueciendo su prestigio. Las familias más poderosas contaban
entre sus clientes con ciudades, provincias y príncipes extranjeros. Un magnate podía movilizar en su
defensa a sus propios dependientes y a los de otros con quienes mantenían relaciones de alianza.
Muchas comunidades e individuos tenían más de un patrón si los patrones reñían entre sí, estaban
obligados a elegir.
Originariamente todos los plebeyos eran clientes de los patricios y a principios de la república muchos
plebeyos estuvieron libres de tener que servir como clientes. Los patricios eran a menudo respaldados
por sus clientes en contra del resto de los plebeyos. Los vínculos entre patrón y cliente eran más
estrechos en la Roma primitiva.
El sistema de dependencia sólo pudo haberse originado en una sociedad en la que el poder económico
y político estuviera desigualmente distribuido. En cada generación algunos escapaban a la condición
de cliente elevándose económica y socialmente, pero otros se veían sumidos en ella. La justicia era
siempre administrada por la clase superior. Los tribunales podrían ser susceptibles de sufrir
influencia y de recibir sobornos. Por ello, la mayor parte de los hombres tenían que pedir amparo a su
patrones.
Los patricios mantuvieron su monopolio gracias a la abundancia de su clientes y a que durante los
últimos tiempos de la República, los candidatos a los diversos cargos solicitaban los votos por sus
méritos personales o en los servicios que sus antecesores habrían prEstado al Estado.
A comienzos de la República, sólo los patricios eran nobles. Aún cuando eran elegibles por ley, los
plebeyos ricos apenas podían competir, dado que sus intereses coincidían en general con los de los
patricios.
Sino hubiera sido por su carácter opresor, el gobierno patricio habría podido prolongarse más tiempo.
Había un gran descontento entre las masas, en parte por una recesión económica que hubo en el siglo
V a.C. los pequeños granjeros se endeudaban constantemente. El acreedor tenía derecho a la larga a
vender como esclavo en el extranjero al deudor que no quisiera o no pudiera pagar su deuda. Había un
contrato llamado nexum a partir del cual el pobre tenían que trabajar sometido al rico como
devolución de empréstitos. El Estado, poseía abundantes tierras pero eran explotadas por los patricios
en su beneficio propio.
En el siglo IV a.C. se abolió el nexum. La primera agitación exitosa de los plebeyos tuvo por objeto
lograr una mayor protección para el hombre común, contra la fuerza injusta y la trampa legal.
En el 494 a.C., un gran conjunto de plebeyos se asentó en masa en las afueras de Roma y se rehusó a
servir en el ejército. Una huelga semejante se manifestó en el 287 a.C. y tuvo que producirse una
acción revolucionaria similar para explicar la creación del tribunado de plebeyos. Los diez tribunos
eran plebeyos elegidos anualmente por una asamblea organizada en unidades electorales llamadas
tribus. Esta asamblea fue verdaderamente democrática en un comienzo. Los ricos no contaban con un
poder electoral superior. La función original de los tribunos era proteger a los romanos humildes
contra la opresión del magistrado. Lo hacían interponiéndose literalmente entre ellos y sus víctimas.
Pero su poder se limitaba a la ciudad. Esta limitación se prolongó durante toda la República.
Como conductores de los plebeyos, los tribunos intentaron incrementar su autoridad de toda manera
posible.
Celebraban reuniones de la asamblea tribal en las cuales podían promulgarse resoluciones
propuestas por ellos. Estos plebiscita en un comienzo no tenían fuerza de aplicación en todo el
Estado. No tuvieron fuerza de ley hasta el 287 a.C.
Hacia el final de la lucha entre los órdenes, los tribunos habían convertido su derecho de veto a los
actos de opresión cometidos por los magistrados. Los tribunos podrían vetar también las acciones de
otros tribunos.
Los tribunos adquirieron un poder político de tales dimensiones que sus puntos de vista no podían ser
ignorados aunque la ley no los respaldara. Hacia el siglo III a.C., los tribunos habían adquirido el
derecho de acusar a los asesores políticos ante las centurias.
Los primeros esfuerzos de los tribunos se dirigieron a la obtención de una mayor igualdad legal; en los
años 451-450 a.C., conquistaron la codificación y la publicación de las leyes.
Una regla contenida en las Doce Tablas prohibía el casamiento entre miembros de distintos órdenes,
pero fue dejado de lado después de la agitación plebeya del 445 a.C. La fusión parcial de los órdenes
minó la exclusividad patricia en el gobierno. Se exigió que los plebeyos fueron admitidos en los cargos
públicos. Los patricios decidieron responder a esa exigencia suspendiendo el consulado y
reemplazandolo por un colegio de tribunos militares con poderes consulares; los plebeyos eran
elegibles, pero rara vez se los elegía en la práctica. Los plebeyos exigieron que un consulado al año
estuviera cerrado para los patricios. Esta concesión se hizo en el 366 a.C. Quizás el derecho de los
tribunos a vetar todos los actos oficiales, se originó a partir de un conflicto en el que movilizaron a las
masas en contra del orden público de un modo revolucionario.
Todos los otros cargos no tardaron en volverse accesibles para los plebeyos, y en el 300 a.C., llegaron a
ser elegibles para los grandes colegios sacerdotales. en el 172 a.C., por primera vez, ambos cónsules
fueron plebeyos y en adelante esto resultó común.
A partir del 450 a.C., no cesaron los reclamos intermitentes para que se distribuyera la tierra y se
anularan las deudas. El saqueo de Roma por los galos la debilitó por una generación, el volumen de la
deuda creció y no hubo más tierras conquistada por compartir.
A partir del 366 a.C., Roma agrandó constantemente su territorio lo que contribuyó a suavizar las
demandas de redistribución de la tierra. La clase gobernante pudo satisfacer el hambre de tierra de
los pobres sin ceder nada de sus posesiones. A fines del siglo III, la gente privada de tierra constituía
todavía la mitad de la población ciudadana.
El peso de las deudas seguía siendo abrumador finalmente se prohibió cobrar intereses.
En el 326 a.C se abolió el nexum. En adelante fue necesario llevar al deudor a los tribunales. Pero si no
podía o no quería pagar, el tribunal autorizaba al acreedor para que lo confinara en una prisión
privada; en el 216 a.C. se liberó de este cautiverio a centenares para que sirvieran en el ejército. La
deuda se consideraba casi un crimen. Así, el nexum pudo revivir bajo una nueva forma. En cuanto a los
deudores que tenían propiedades y no pagaban, a fines del siglo II se inventó un nuevo procedimiento,
de acuerdo con el cual se podía vender todos sus haberes y privarlos de muchos de sus derechos
ciudadanos.
El problema de la deuda provoco la última gran explosión en la lucha entre las clases. Llevó a los
plebeyos a la secesión en el 287 a.C.. Se designó un dictador llamado Quinto Hortensio (plebeyo),
quien promulgó una ley de acuerdo con la cual se concedió plena competencia legislativa a la
asamblea tribal con presidencia de un tribuno. En adelante, la mayor parte de la legislación fue obra
de las tribus y los tribunos. Roma tuvo entonces más formas democráticas, pero el vasto tamaño del
cuerpo ciudadano y el carácter deferencial las hacía normalmente ineficaces en la práctica.
Las obras públicas de Roma procuraron empleos. Apio fue quizás el primero en conceder el voto a los
libertos. La controversia sobre el voto de los libertos muestra que el número de esclavos aumentaba
notoriamente.
Surgió una nueva nobleza en la que sólo unos pocos plebeyos fueron admitidos y que era tan
dominante como lo habían sido los patricios. Sus intereses económicos y sus sentimientos
oligárquicos no diferían. El orden de la sociedad permaneció inalterado. Los viejos conflictos sociales
reaparecieron, pero a los pobres les fue más difícil hallar campeones que defendieron su causa una
vez satisfechas las ambiciones políticas de los plebeyos ricos. La conquista del extranjero y la
colonización, contribuyó a mitigar el descontento popular.

IV. LA ERA DE QUIETUD, 287 - 134 A.C

Hacia el 287 a.C., los romanos habían penetrado al mundo en el que los griegos estaban interesados.
Las guerras, al menos las sostenidas con Cartago, tenían una grandeza épica, y sus consecuencias, el
dominio de Roma sobre el Mediterráneo, fueron inmediatamente patentes, mientras que los efectos
sociales y económicos, se desarrollaron gradual y ocultamente. Los esfuerzos romanos se
concentraron en la derrota de los enemigos extranjeros y los conflictos internos fueron raros. El
periodo de lucha domésticas comenzó cuando hubo desaparecido el temor ante Cartago con su
destrucción en el 146 a.C. La agitación surgió normalmente entre los plebeyos en años de paz exterior.
Los ricos dominaron la asamblea de centuriones durante toda la república.
Estaba cambiando el carácter de la asamblea tribal. Las diez tribus añadidas desde el 358 a.C. se
encontraban más distantes de Roma. En un principio, los propietarios más poderosos que podían
costearse el viaje, eran los que controlaban su voto. Algunas antiguas tribus nunca tuvieron grandes
extensiones de terreno. Cuando los campesinos libres se trasladaban, algunos debieron ser
nuevamente registrados en las tribus correspondientes a su nuevo domicilio. Entre el 70 y el 28 a.C., la
asamblea tribal no representaba a todo el cuerpo ciudadano, sino sólo a la población urbana.
Por el contrario, los residentes en Roma nunca dominaron la asamblea de los centuriones, a la cual en
ocasiones acudían los ricos desde las regiones más distantes.
La asamblea de los centuriones, que elegía a los magistrados más importantes, se volvió
marginalmente más democrática, mientras que la asamblea tribal, otrora democrática, de manera
gradual fue cesando de ser representativa y llegó a estar formada por los pobres urbanos. A veces la
dominaron agitadores populares, pero probablemente fuera de ordinario controlada por los ricos, de
cuya liberalidad debe de haber dependido en proletariado. El soborno directo fue volviéndose más
común.
Durante el siglo III a.C., la fundación de colonias contribuyó un tanto a la satisfacción del hambre de
tierras. En el 232 a.C., el tribuno Cayo Flaminio adoptó una medida para la distribución de tierras en la
costa adriática y el Senado se opuso. Flaminio lo enfrentó. El suministro de empleo mediante la
construcción de un circo en Roma, una carretera que conectaba a la ciudad con Rimini y los nuevos
asentamientos fue característico de este jefe popular.
Flaminio no propuso la fundación de nuevas colonias, sino el asentamiento esparcido de los pobres
por una zona fronteriza donde su defensa se hacía más difícil. Éstas medidas condujeron a la
conquista de la Galia Cisalpina, donde entre el 218 y el 177 a.C. se establecieron nuevas colonias
romanas y latinas. Después de la guerra contra Aníbal, en el sur, también se confiscaron extensos
terrenos pertenecientes a los italianos rebeldes, y, aparte de la fundación de algunas colonias,
pequeñas en su mayoría, se asignaron tierras a veteranos. Los propietarios gobernantes,
compensaron a una alta proporción de los que habían sufrido un prolongado servicio militar. La
tremenda mortandad acaecida durante la invasión de Aníbal había disminuido el número de
ciudadanos a los que debía asignárseles terreno. El asentamiento agrario se hizo casi por completo
alrededor del 170 a.C., mientras que la conscripción siguió teniendo efectos directos.
Había muy escasa legislación "popular" o resistencia al gobierno del Senado. El derecho de los
ciudadanos a apelar al pueblo en contra de la pena capital se extendió a las penas impuestas fuera de
Roma, pero no puede nunca haberse aplicado a los delitos militares ni a los crímenes comunes, y la
única sanción efectiva para la observación del derecho radicaba todavía en la disponibilidad el tribuno
para aplicarla o castigar su violación.
En este período el Senado designó comisiones extraordinarias para someter a juicio la vida de
ciudadanos acusados de conspiración y de participar en el culto secreto de Baco, considerado inmoral,
sin que tuvieran derecho a apelar. La situación fue diferente cuando se formaron tribunales
permanentes para delitos particulares por una promulgación popular. Antes del 123 a.C., los
miembros de todos los tribunales eran exclusivamente Senadores. Sus veredictos no tenían apelación
posible.
Hacia el fin de este período encontramos testimonios de que los tribunos tuvieron una mayor
disponibilidad para adoptar un papel popular. Es significativo de la creciente opresión con que se
ejercía la conscripción, el hecho de que en los años 151, 149 y 138 a.C. impidieron la leva.
El control independiente por la asamblea estaba limitado no sólo por el hecho de que únicamente los
magistrados presidentes tenían iniciativa y sus mociones podían ser detenidas por vetos y artimañas
sacerdotales, sino también por no existir el voto secreto. La balota fue introducida por leyes
tribunalicias, por primera vez, en las elecciones del 139 a.C. pero no se incorporó a la legislación hasta
el 131. El secreto no fue probablemente efectivo hasta el 119 a.C.
La segunda de estas leyes de la balota recibió el poderoso respaldo del principal noble de la época,
Escipión Emiliano. En los años 148 y 135 a.C., el pueblo, conducido por un tribuno, insistió en que se lo
eligiera cónsul, cargo para el que no estaba legalmente capacitado y le confió el mando contra Cartago
y Numancia.
Disgustada por la incompetencia de los generales escogidos, la asamblea afirmó su control soberano;
su derecho a hacerlo iba a convertirse en una exigencia "popular" durante todos los últimos tiempos
de la república. Pero Escipión Emiliano fue algo más que un héroe de guerra: cortejó el favor de las
masas y era acompañado al foro por una claque de libertos y otros plebeyos. Escipión y sus secuaces
no apoyaban coherentemente las causas populares, y no tardaron en contarse entre los opositores de
Graco. La balota no alteró sustancialmente el carácter de la política romana. Las leyes de la balota de
los años 139 y 137 a.C. resultan interesantes como la resistencia a la conscripción y las agitaciones en
nombre de Escipión porque señalaban el creciente descontento con el gobierno de la nobleza y una
nueva disposición por parte de los tribunos a actuar como campeones del pueblo.
Se empleaba también a los tribunos para vetar acciones de magistrados que el Senado desaprobaba o
acusar ante las centurias a o ofensores que habían provocado su disgusto. Los tribunos no hacían casi
nada sin que el Senado o una facción importante dentro de él lo instigara. Se les permitía asistir a las
reuniones del Senado; muchos eran Senadores, otros eran nobles y el resto estaba constituido
generalmente por secuaces de las familias nobles.
El término "noble" significaba "notable". Caracterizaba no sólo a los patricios, sino a los descendientes
de plebeyos que hubieran sido cónsules, dictadores o tribunos, o quizá también a todos los miembros
de tales familias.
La nobleza plebeya rivalizaba ahora con los patricios y a menudo los superaba. Poco importaba el
talento que pudiera tener un individuo. La incompetencia era corriente. Pero la riqueza era esencial.
El carácter exclusivo de la nobleza no debe exagerarse. Las viejas familias estaban siempre
agonizando y desapareciendo sumidos en la pobreza: "hombres nuevos" tenían que reemplazarlos.
La nobleza y el Senado estaban divididos en facciones. Las amistades eran con frecuencia conexiones
políticas, resurgían, se disolvían y se renovaban con rapidez. Ni siquiera las familias estaban unidas y
en las guerras civiles los parientes adoptaban posiciones opuestas.
Los nuevos hombres no formaron una facción propia, sino que se unieron a las que ya existían.
Provenían de la clase conocida como la de los Equites (jinetes), cuyas fortunas los calificaron para
servir en la caballería. Estaban emparentados por vínculos matrimoniales con Senadores y aun con
nobles. Participaban de las mismas aspiraciones intelectuales y sociales y, sus intereses económicos
eran idénticos.
Los más importantes, eran los contratadores estatales o publicanos. Los publicanos romanos
arrendaron al Estado las ricas minas españolas y se crearon derechos de aduana en Italia y otros
lugares. Realizaron también contratos para entregar pertrechos de guerra y reparar edificios públicos.
Los publicanos necesitaban una organización bastante elaborada; sus oficinas principales se
encontraban en Roma y sus intereses a menudo chocaban con la política pública. Constituyeron
grupos de presión siempre presentes.
Otros Equites estaban empeñados en "negocios" de otro tipo como banqueros, prestamistas o
comerciantes. Se los agrupa con los publicanos y se les llama negociantes en contraste con la clase
oficial de terratenientes en el Senado. Algunos Equites eran muy ricos. Pero casi todos los romanos
más ricos de la república eran Senadores. Su fortuna consistía fundamentalmente en la posesión de
tierras y la mayor parte de los Equites eran propietarios de tierras.
Los Senadores no compraban artículos para volver a venderlos.
Los intereses de los publicanos podían chocar con los del tesoro, del que el Senado era celoso guardián
y con los de los contribuyentes provinciales a quienes era su deber proteger. Los publicanos eran los
más ricos de los Equites y sólo ellos estaban organizados.
Los Equites deseaban el control de los tribunales porque les ofrecía un medio de aplicar presión sobre
el Senado en beneficio de sus propios intereses materiales.
Algunos Equites preferían una vida que les permitiera tranquilidad privada o bien eligieron los
beneficios de la celebración de contratos que les estaba negaba a los Senadores. Pero otros tenían la
ambición de emprender una carrera pública. Como dictador, Sila dobló el tamaño del Senado e
incrementó el número de magistrados jóvenes recurriendo a "los mejores Equites". Mario, respaldado
por los Equites de entre los cuales surgió, se elevó al consulado. Las aspiraciones políticas, como
también los intereses económicos especiales, podían volver a los Equites opositores de la nobleza en
ciertas ocasiones. Pero, en el fondo, no sentían ninguna simpatía por los pobres. Eran propietarios de
tierras y acreedores, no querían eliminar el gobierno senatorial, sino participar en él, avanzar en la
escala social o dividir los beneficios del gobierno; sobretodo exigían que se mantuviera el orden y los
derechos de propiedad. En tiempos de Augusto, la vieja nobleza casi había desaparecido y fue
reemplazada por hombres nuevos pertenecientes a la clase ecuestre y sobretodo a las oligarquías
municipales.

V. REFORMA Y REACCIÓN, 133 - 79 A.C.

Tiberio se interesó por el empobrecimiento de los ciudadanos y el aumento de la mano de obra


esclava. La formidable rebelión que durante años había asolado Sicilia, despertó en el 133 a.C. el
recuerdo de los levantamientos de esclavos en la Italia de los años 198, 196 y 185 a.C. . Además, los
esclavos no podían utilizarse para luchar por Roma y la continua reducción del número de campesinos
disminuiría el número de assidui y constituía una amenaza para la futura propagación de la raza
Italiana. Los indigentes no se podían permitir casarse o criar niños. Tiberio puso de manifiesto que
uno de sus objetivos era el mantenimiento del poder militar romano. Tiberio intentó hacer revivir el
campesinado del que se reclutaban los miembros de las legiones.
Proyectaba distribuir la tierra pública entre los pobres, de la que grandes extensiones habían sido
"ocupadas". Los que ocuparon la tierra terminaron considerándola como propia y en la práctica, la
distinción entre tierra ocupada y propiedad se había desvanecido la gente acudió del campo para
aprobar el proyecto y para oponerse a él. Los partidarios de Tiberio provenían de la población rural.
La ciudad crecía grandemente, a principios del siglo II se habían construido nuevos muelles y
mercados, y fue necesario más que duplicar las reservas de agua mediante la edificación de los
acueductos de Marcio y Tepulano en los años 144-140 a.C. y 127 a.C. en el social y el 87 a.C., las
multitudes urbanas estaban apegadas a sus patrones, y los clientes de la nobleza ayudaron a asesinar
a Tiberio.
Los propietarios ricos lograron que otro tribuno, Marco Octavio, aceptara el proyecto de Tiberio.
Después de prolongados altercados, Tiberio aceptó llevarlo ante el Senado, cuyo consentimiento no
sería dado. Como Octavio se rehusó a retirar su veto, Tiberio presentó otro proyecto para deponerlo.
Esto carecía de todo precedente y destruía una de las salvaguardas de la constitución. Sus enemigos
dijeron que había violado el carácter sacrosanto del tribunado y menoscabado la libertad de un
tribuno. La defensa de Tiberio consistió en sostener que el pueblo era soberano y que los tribunos
eran sus criaturas. El proyecto de ley promulgado y se designó un triunvirato en el que figuraban
Tiberio, su hermano Cayo y su suegro, Apio, con el objeto de que fuera aplicada. No podía confiarse en
que otros llevaran a cabo la medida. Necesitaba dinero por equipar las nuevas granjas y el que
controlaba el tesoro era el Senado; aparentemente Tiberio había envigado en su ley la adquisición de
fondos. Atalo III, rey de Pérgamo legó a Roma su propiedad personal y su reino. Tiberio promulgó una
ley por la que el tesoro real debía destinarse para equipar las granjas y por la que el pueblo se
reservaba el derecho a decidir cómo debía administrarse el reino. Esto era una intrusión al Senado.
Hubo que vencer una grave rebelión antes de que Roma pudiera hacerse cargo del reino.
Una vez promulgada la ley agraria, los partidarios rurales de Tiberio habían abandonado Roma, y
como las elecciones se celebraban en tiempos de cosecha, no podía contar con su regreso. Muchos de
sus colegas se opusieron a su reelección, y mientras en la asamblea se discutía, el Senado se reunió y
decidió impedir un golpe revolucionario. Tiberio huyó en defensa de su vida, pero fue muerto a palos
junto con muchos de sus partidarios. Este asesinato fue respaldado por los cónsules del 132 a.C.,
quienes condenaron a muerte a muchos más de los que apoyaron a Tiberio, alegando que habían sido
conspiradores revolucionarios.
El justificativo del cargo contra Tiberio era su conducta inconstitucional; el Senado no se aventuró a
anular la ley agraria, y la comisión alterada en su miembros, siguió sus tareas.
Uno de los comisionados, Marco Fulvio Flaco, tuvo esperanzas de convencer a los italianos ricos de
que entregaran la tierra pública a su cargo a cambio de la concesión de privilegios políticos. El Senado
no la aceptó y Flaco partió a una guerra. El resultado inmediato fue la rebelión de la colonia latina de
Fregellae, que fue fácil y despiadadamente reprimida. El Senado decidió apaciguar a la clase
gobernante de las ciudades latinas concediendo la ciudadanía a los que hubieron ocupado cargos
públicos locales. Hasta entonces no había habido entre los italianos un deseo de poseer la ciudadanía
romana. Cayo Graco decidió organizar un apoyo tan extenso como para que la medida pudiera
adoptarse por su sola autoridad. Llegó a ser tribuno en diciembre de 124 a.C.. No hubo posibilidad de
oponerse a su reelección. Tenía que vencer al Senado mediante la creación de una coalición de otros
intereses.
La conducta del propio Cayo muestra que sostenía que la asamblea podría intervenir en cualquier
campo mediante una legislación que un tribuno podía promover.
Cayo promulgó una ley sobre las tierras públicas que reemplazada a la de su hermano. Cayo propuso
la fundación de algunas colonias. El modo más adecuado de concebir los planes coloniales de cayo es
considerarlos una prolongación de la política de rehabilitación del campesinado seguida por su
hermano.
Cayo construyó también caminos que pueden haber resultado ventajosos para los colonizadores
graquianos. La ley según la cual debían ser reclutados los muchachos de menos de dieciocho años y la
de que se debía dar ropa gratuita a los soldados, también beneficiaron al campesinado, que era el
proveedor de legionarios. Los pobres que vivían en Roma no querían a sentarse en el campo, al ser
muy escaso el empleo regular. Para aliviar su miseria, y para reducir su dependencia de los propios
adversarios políticos, cayo dispersó que recibieran mensualmente raciones de grano a un precio fijo
subsidiado por el Estado. En la práctica, la medida beneficiaba sólo a los pobres residentes en Roma.
Para el pago de la renta, la ropa y otros alimentos, en Roma los pobres siguieron dependiendo de las
grandes casas.
Los adversarios de Cayo se quejaban de que este estaba agotando el tesoro. Quizá para limitar los
gastos emprendió un programa de construcción de graneros en los que podía almacenarse los
productos de cosechas abundantes. Como los caminos, también los graneros procuraban empleo. Pero
también costaron dinero. Cayo necesitaba nuevos ingresos. Instituyó nuevos derechos de aduana. El
beneficiar a los pobres en Italia implicaba incrementar la explotación de los subordinados a Roma de
ultramar. Cayo promulgó una ley según la cual los ingresos de la provincia de Asia debían ser
cobrados por publicanos romanos bajo contratos de cinco años librados en Roma. Las ciudades hasta
entonces exceptuadas debieron pagar un diezmo sobre la producción. En ausencia de una
administración pública, el empleo de publicanos parecía necesario. Todos los publicanos eran
opresores.
Cayo debía ganar el apoyo de los Equites más ricos. Transfirió el derecho de ocupar un asiento en los
altos tribunales a los Equites. Esto significaba que los gobernadores no cobraban más de lo que debían.
Así se agravaba la opresión del sistema publicano. Las colonias italianas estaban destinadas a los
ciudadanos mas respetables, tal vez las colonias no estuvieran destinadas al sostenimiento de
labriegos, sino para lucro de hombres de sustanciales recursos. El modo más adecuado de concebir los
planes coloniales de Cayo es considerarlos una prolongación de la política de rehabilitación del
campesinado seguida por su hermano. Cayo construyó también caminos que pueden haber resultado
ventajosos para los colonizadores graquianos. La ley según la cual debían ser reclutados los
muchachos de menos de 18 años y la de que se debía dar ropa gratuita a los soldados, también
beneficiaron al campesinado, que era el proveedor de legionarios.
Era vano suponer que los pobres que vivían en Roma pudieran o quisieran asentarse en el campo. Al
ser muy escaso el empleo regular. Para aliviar su miseria, sino también para reducir su dependencia
de los propios adversarios políticos, Cayo dispuso que recibieran mensualmente raciones de grano a
un precio fijo, subsidiado por el Estado, en la práctica, la medida beneficiaba sólo a los pobres
residentes en Roma.
Para el pago de la renta, la ropa y otros alimentos, en Roma los pobres siguieron dependiendo de las
grandes casas; los adversarios de Cayo se quejaban de que éste estaba agotando el tesoro. Quizá para
limitar los gastos se empeñó en un programa de construcción de graneros, en los que podían
almacenarse los productos de cosechas abundantes. Como los caminos, también los graneros
procuraron empleo, también costaron dinero. Cayo necesitaba nuevos ingresos. Instituyó nuevos
derechos de aduana, el beneficiar a los pobres en Italia implicaba incrementar la explotación de los
subordinados en Roma de ultramar. El reino de Pérgamo, ahora la provincia de “Asia” debió pagar
tributo. Cayo promulgó una ley según la cual los ingresos de Asia debían ser cobrados por publicanos
romanos bajo contratos de cinco años librados en Roma; las ciudades hasta entonces exceptuadas
debieron ahora pagar un diezmo sobre la producción. También existían derechos de aduana y tasas
sobre el ganado, que cobraban diferentes compañías. Asia era la más rica de las posesiones romanas.
En ausencia de una administración pública, el empleo de publicanos parecía necesario. Todos los
publicanos eran opresores; para los contribuyentes había una gran diferencia entre los residentes
locales, quienes no podían ser del todo indiferentes a la presión de la opinión pública, y las distantes
compañías romanas, con vastos recursos e influencia sobre el gobierno. Cayo no pudo ser inconsciente
de la injusticia, en el 168 a. C. el Senado se negó a dar en arriendo a los publicanos las minas de
Macedonia, su medida hizo posible la financiación de sus reformas sociales; debía ganar el apoyo de
los Equites más ricos.
Cayo transfirió el derecho de ocupar un asiento en los altos tribunales a los Equites, esto significaba
que los gobernadores no cobraran más de lo que debían. Así se agravaba la opresión del sistema
publicano. En el 92 a.C. de hecho la corte ecuestre iba a condenar y arruinar a un eminente miembro
consular de destacada rectitud.
Debemos distinguir dos medidas, una que impedía a los Senadores la iniciación de juicios por
extorsión, pues su parcialidad estaba probada, la otra daba a Senadores y Equites igual derecho a
integrar las listas de personas para juzgar casos civiles y criminales. En el pasado los Equites habían
tenido que ceder ante el Senado, pues eran sus jueces en los casos civiles y criminales mas
importantes. Para que los Equites fueran verdaderamente independientes, tenían que tener
participación en toda jurisdicción.
El pueblo corriente no sentía amor alguno por los Equites. Cayo estaba también decidido a proteger al
pueblo corriente contra el ejercicio unilateral de la justicia por una corte senatorial. Su primer medida
fue declarar por ley que no podía someterse a juicio la vida de ningún ciudadano, salvo que el pueblo
lo ordenara. Eso dejó abierta la posibilidad de que el pueblo mismo formara tribunales permanente
par juzgar ciertos delitos, cosa que hizo.
El objetivo último de Cayo era elevar a los latinos a la ciudadanía, y a los otros italianos al derecho
latino. Pero tuvo que postergar su proposición hasta el 122 a.C., y entonces había perdido su
influencia. Estuvo ausente durante mucho tiempo mientras organizaba la colonia de Cartago. La
inclusión de italianos entre los colonos despertó celos y la elección de un lugar que había sido
previamente maldito inspiró temores supersticiosos. En Roma su colega Marco Livio Druso le hizo
sombra con insincera demagogia, al proponer colonias que nunca se fundaron y sugiriendo que
podían satisfacerse los reclamos de los aliados. El propio protegé del cónsul Cayo Fanio, se volvió
contra él argumentando que si la ciudadanía se extendiera, los habitantes de Roma serían expulsados
de sus sitios en los espectáculos y las asambleas. La proposición de otorgar la ciudadanía fue vetada o
derrotada. Cayo presentó su candidatura una vez más pero ya no tenía programa positivo alguno. La
persistencia del problema de la deuda es interesante. En el 121 a.C. promulgó una ley para poner fin a
la colonización de Cartago. Graco recurrió a la fuerza para resistirla, pero el cónsul Opinio estaba bien
preparado, tenía en la ciudad tropas extrajeras. Tanto los Senadores como los Equites se armaron y
armaron a sus sirvientes para reprimir el desorden. Cayo y Flaco, cónsul en 125 a.C. y aliado de su
confianza fueron aniquilados y Opimio arrestó y ejecutó a 3000 de sus partidarios.
Opimio tuvo el apoyo del llamado “último decreto “ del Senado, estaba destinado a que los
magistrados protegieran la seguridad del Estado. Esto no les confería ninguna nueva autoridad, pero
indicaba que el Estado se encontraba en peligro y se justificaba que actuaran de acuerdo con el
principio de que la más alta ley es la seguridad pública.
Opimio fue por cierto procesado ante las centurias pero fue también absuelto. Las clases superiores,
aun los Equites, no podían perdonarle a Cayo el asalto al orden público y aceptaron la defensa de
Opimio, que la muerte de Cayo y sus partidarios había sido justa, anulo la colonización de Cartago,
también se modificó la ley del grano. Después de la muerte de Cayo la primera medida tomada por la
reacción fue abolir la ley. Los ricos pudieron comprar el desalojo de los colonos. Luego se
interrumpieron las distribuciones y la comisión se disolvió. Se exigió a los poseedores que volvieran a
pagar renta y se aplicaron los procedimientos a las “distribuciones”, quizá simplemente para pagar el
subsidio estatal al grano en Roma . Al fin esta renta también se abolió. La ley muestra que toda la
tierra otrora “ocupada” como también las asignaciones graquianas pasaban ahora a ser propiedad
privada. La mayor parte del resto de las tierras públicas se reservaba para el libre pastoreo, lo cual no
significa que los ricos no podían cercarlas ilegalmente y cultivarlas, el resultado total fue que los
pobres “perdieron todo” y quedaron reducidos a una situación de desempleo.
Había una contradicción intrínsica en el objetivo graquiano de incrementar el número de soldados
campesinos en Roma, cuando era la conscripción la que tanto contribuía a la destrucción del
campesinado. El problema agrario que los Gracos no pudieron resolver no desapareció, al adquirir
una nueva forma, la exigencia de asignaciones por parte de los veteranos, provenientes ellos mismos
del proletariado rural, exigencia que tenían el poder de imponer si sus comandantes se mostraban
dispuestos a respaldarlos. Los Gracos pusieron de manifiesto todas las fuerzas divisorias de la
sociedad romana, y sus reformas y ruina comenzaron a mover los acontencimientos que culminarían
con la caída de la República. Los pobres no los olvidaron, fueron los Gracos quienes abrieron la gran
brecha en la política.
El Senado tiranizó el Estado, los plebeyos buscaban la “libertad” que alguna veces significa verse libre
de la opresión y otras veces una efectiva participación en el poder político. Para Cicerón la división se
da entre populares, hombres cuyo carácter y actitudes califica a menudo de sediciosos y los optimates
o boni (buenos) . Llama con frecuencia a los Gracos populares e incluyen toda la clase de la que
provienen los Senadores, la nobleza campesina, los comerciantes y aun los libertos. Son optimates
todos los que en política cumplen con el deber de servir a los deseos, los intereses y las opiniones de
los “ buenos y los prósperos” aquellos cuya moral resulta tan sólida como su cuenta bancaria.
Los populares solían proponer en desafío al Senado, la distribución de tierras y de granos o la
disminución de las deudas, los optimates se resistían en nombre de los derechos de propiedad o la
economía pública, los populares actuaban a través del pueblo todos afirmaban el derecho soberano
del pueblo a decidir cualquier cuestión que pudiera referirse a él y a rechazar la pretensión de los
optimates de que era necesaria la sanción previa del Senado. Esto era en gran parte la libertad para los
populares, para los optimates, la libertad era su propia libertad de participar en el gobierno sin temor
o favor. Los optimates eran por cierto oligárquicos los populares eran Senadores y a menudo nobles,
apoyaban el derecho soberano de la asamblea a decidir sobre cualquier cuestión que planteara sin la
sanción del Senado. En ese sentido limitado eran democráticos en sus declaraciones. Quizá ningún
popular fuera sincero, quizás todos buscaban solamente satisfacer su ambición o la de su jefe.
Ni lo optimates ni los populares constituían partidos con una vida permanente. El Senado se mantenía
casi siempre dividido en facciones, y actuaba en respuesta a disputas privadas, compitiendo por los
cargos o discutiendo sobre cuestiones transitorias relativas al momento. Los populares se hacían
presentes solo para imponer alguna medida particular. Los partidos del tipo que nos es familiar no
tenían razón de ser en Roma, donde tanto los electores del Senado como los de la asamblea gozaban
de sus derechos de por vida pero que no tenían por qué comprometerse a actuar juntos
continuamente.
Los Equites habían ayudado al Senado a destruir a Cayo Graco. La alianza no tardó en disolverse. Un
ambicioso príncipe del reino africano de Yugurta, se mofaba de la voluntad del Senado y al vencer a su
rival local masacró a los italianos, que habían intervenido en su contra. En 111 a. C. la indignación
pública forzó al Senado a emprender una guerra inútil y en el 110 a.C. le siguió una vergonzosa
derrota. Una comisión designada por ley tribunicia y probablemente integrada por Equites desterró a
muchos hombres eminentes, entre ellos al odiado Opimio. La guerra se prolongaba y un hombre
nuevo Cayo Mario fue electo cónsul para el período del 107 por las centurias , el voto de las tribus lo
escogió para el mando, era de origen ecuestre y fue respaldado por los Equites. Después de vencer en
el 105 Mario no añadió un solo acre al territorio romano. Los jefes antisenatoriales, incluido Mario se
sentían disgustados por el carácter exclusivo de la oligarquía, durante todo el último tiempo de la
República la exclusividad de la nobleza enajenó a muchos miembros de la clase superior. Muchos
medidas típicamente populares eran contrarios a sus intereses. El movimiento contra la nobleza
durante la guerra con Yugurta fue popular porque implicaba una apelación al pueblo contra el Senado
y porque el pueblo ventilaba su rencor sobre los enemigos de los Gracos. En el norte una serie de
generales provocaron a las tribus errantes germanas de los cimbros y los teutones y sufrieron
derrotas a sus manos. La asamblea juzgó a varios de los culpables por tradición y los condenó. En el
103 a.C., el tribuno Lucio Apuleyo creyó por ley un tribunal permanente integrado por Equites que
debía jugar los casos de tradición. Esta ley iba a ser reemplazada por la que promulgó Sila que
prohibía que los generales abandonaran su provincia o emprendieran una guerra por su propia
cuenta sin sanción del pueblo o el Senado. Los procesos por tradición y le ley de Saturnino muestran al
pueblo guiado por los populares y reclamando control soberano sobre el Estado.
El miedo a los germanos era tan intenso que Mario fue reelecto cónsul en el 104 y se le dio el mando
en el norte. Mario emprendía campañas todos los años hasta que los venció en el 102 y el 101 a.C. y
aclamado como el salvador de Roma, fue elegido por sexta vez para ocupar su cargo en el ciento. Cada
una de estas elecciones era contraria a la ley y al espíritu de la constitución. La voluntad popular había
llevado a un parvenu a una intimidad mucho mayor que la alcanzada nunca por noble alguno.
Se alió con Saturnino quien probablemente haya promulgado una ley en el 103 a.C. por la cual los
soldados de Mario debían recibir parcelas de terreno en el África. Puede que haya renovado la
distribución de granos. Propuso nuevas distribuciones de tierras y colonias. Los beneficiarios debían
ser campesinos, casi todos veteranos, incluidos aliados italianos a los que Mario había mostrado sus
favor otorgando la ciudadanía. El Senado se resistió a la proposición y fue llevada a cabo por mera
fuerza. Saturnino hizo asesinar a un candidato al consulado e incluso Mario tuvo que volverse en su
contra. El Senado volvió a promulgar él "último decreto", y bajo el mando del cónsul redujeron a
Saturnino y sus amigos y luego los lincharon. Mario y los populares se desacreditaron y las colonias de
Saturnino nunca se fundaron, tampoco parece que hubo distribución de tierras entre los veteranos.
Desde el 107 a.C. los proletarii fueron incorporados a las legiones. Con muy escasa o ninguna
propiedad estos propietarios rurales debieron ser arrendatarios o labriegos sin tierras. El peligro de
que un general pudiera hacerse amo del Estado no se materializó con Mario, si no con Sila, Pompeyo y
César.
La unidad entre el Senado y los Equites se disolvió en el 92 a.C. por causa de la inicua condena de
Rutilio que fue motivo para que una fuerte facción del Senado atacara decididamente a la jurisdicción
ecuestre y provocar a un amargo conflicto entre ambos órdenes. Su campeón fue Marco Livio Druso
que llegó a ser tribuno (actuaba el interés de la nobleza) y que se proponía transferir la jurisdicción
enteramente a los Senadores, pero para ampliar el Senado. Druso propuso doblar el número. Los
nuevos Senadores de debían escogerse entre los Equites. Los publicanos estaban excluidos del
Senado. Sila iba a volver ley lo que Druso había planeado. Druso tenía otro proyecto: el de que los
miembros de los jurados de origen ecuestre pudieran ser jugados por aceptar sobornos, de lo que
estaban exceptuados por un truco legal. El orden ecuestre como totalidad se resintió por la pérdida de
su privilegio de clase.
Para obtener el apoyo de los pobres, Druso ofreció nuevas distribuciones de grano y tierras y para ello
tuvo que invadir las posesiones aliadas en terrenos públicos. En compensación, ofreció la ciudadanía
romana a los aliados.
En el 95 a.C. los cónsules habían promulgado una ley por la que se investigaba la legitimidad de una
acusación según la cual algunos italianos habían usurpado la ciudadanía romana. Esto contribuyó a
enajenar la clase gobernante entre los pueblos aliados y a promover la guerra social. La rebelión del
otoño del 91 a.C. fue concertada. Hubo una escrupulosa organización y preparativos durante años. La
nobleza, en los años 88-87 a.C. y va a tratar de limitar el derecho al voto de los nuevos ciudadanos.
Druso sólo pudo llevar a cabo sus otras medidas por la fuerza y su proyecto de extensión de la
ciudadanía no se sometió nunca a votación.
Muchos aliados se resintieron por la calidad de sus tierras. Filipo persuadió al Senado de anular las
leyes de Druso. Druso cedió y después fue apuñalado en público. Su muerte fue la señal para la
rebelión aliada y los Equites se las compusieron para formar un tribunal para condenar a muchos de
sus partidarios.
Roma debió recurrir a los nacidos libres de la ciudad de Roma para que prestaron servicios de
campaña y en las guarniciones debió utilizar libertos las pérdidas fueron severas en ambos bandos. Al
final casi toda la Italia estaba sumida en la lucha. Se incendiaron y se saquearon muchas ciudades. El
daño económico fue más extendido que durante la guerra con Aníbal.
Hacia el 88 a.C. los rebeldes habían sido sometidos, excepto los samnitas y los lucanios, aunque Roma
tuvo que conceder la ciudadanía a los italianos leales, particularmente a los latinos. Mitríades, rey de
Ponto invadió la provincia de Asia y, en el 87 a.C., estaba por entrar en Macedonio y Grecia. Los
italianos fueron masacrados por todas partes y no había tropas para impedir su avance. Roma perdió
Asia, su posesión más lucrativa. Esto agravó la crisis del crédito. Era imperioso enviar tropas contra
Mitríades y el cónsul del 88 a.C., Lucio Cornelio Sila fue designado para el mando.
Al conceder la ciudadanía a los aliados leales, el Senado había tratado de anular su poder político
incluyéndolos a todos en unas pocas tribus cuyos votos podrían superarse siempre.
Sulpicio expulsó por la fuerza a los cónsules del foro y luego hizo promulgar leyes para redistribuir a
los nuevos ciudadanos y para otorgar el mando en el oriente a Mario. Sila ocupó la ciudad, anuló las
leyes y proscribió a sus principales enemigos. Sulpicio fue perseguido y muerto; Mario escapó.
Sila se había ganado el afectó de sus tropas disminuyendo la disciplina y permitiéndoles el saqueo de
una ciudad rebelde. El mejor discípulo de Sila fue César.
Sila en el 88 a.C. promulgó nuevas salvaguardias constitucionales para su poder. Partió luego hacia el
este, donde en pocos años derrotó a Mitrídades y restauró el poder romano. Entretanto, un enemigo,
Lucio Cornelio Cinna, había vuelto como consulta para el período del 87 a.C. y resucitó los planes de
Sulpicio. El Senado resistió y el foro se anegó de sangre: Cinna se apoyó en los nuevos ciudadanos, los
optimates de la muchedumbre urbana. Cinna se vio obligado a huir y el Senado lo privó de su cargo.
Esta era otra innovación constitucional y Cinna la consideró una violación de la soberanía popular.
Pudo apelar a los recursos de las ciudades a las que se había concedido la ciudadanía Mario se le unió
y pudo movilizar fuerzas. Los vencedores penetraron en la ciudad y proscribieron a los principales
Senadores. Se condenó a muerte a algunos de los hombres más eminentes de Roma.
Mario recibió el mando del este pero murió antes de que pudiera asumir.
Durante los años 86-84 a.C., Cinna y sus amigos controlaron a Italia. Habían procesado sentimientos
populares, pero una vez en el poder, concedieron muy escasa atención a los derechos del pueblo. La
crisis de crédito habíase agravado. Las pérdidas en Asia habían hecho quebrar incluso a los
publicanos.
En el 83 a.C. regresó Sila decidido a vengarse. Tenía un ejército bien adiestrado aunque pequeño. En el
comienzo sus enemigos lo superaban ampliamente el número. Pero muchos de sus tropas no se
sentían inclinadas a la guerra.
En el invierno de los años 83 – 82 a.C., Sila controlaba extensas partes de Italia. Las muchos acabarán
con la guerra. Se trataba de una disputa por el poder que hicieron a Sila amo del Estado, y utilizó su
poder para reconstruir el sistema político de acuerdo con los intereses de la oligarquía.
Se había nombrado así mismo dictador, sin límite de tiempo y con poder legislativo, aunque prefirió el
pueblo ratificara sus leyes. Salvo en nombre, fue en verdad un rey. Cuando hubo finalizado su tarea, se
retiró. A principios del 78 a.C. murió repentinamente.
Mario y Cinna habían ejecutado a unos pocos de sus principales opositores. El primer paso de Sila
como dictador fue proscribir sistemáticamente a más de 2000 hombres que habían dado apoyo a los
partidarios de Mario en la guerra. Sila no cumplió la promesa de observar los derechos de los nuevos
ciudadanos.
El objetivo de Sila no era solamente castigar a sus enemigos, sino recompensar a sus amigos. A los
partidarios de Sila se les permitió adquirir gran parte de esta propiedad a precios mínimos. Sila fue el
que más se benefició. Sila deseaba ubicar a sus hombres en colonias en las que pudieran mantenerse
juntos con el objeto de poder movilizarlos rápidamente. Los veteranos de Sila con frecuencia
fracasaban en sus intentos. El proyecto constitucional de Sila era atrincherar la autoridad del Senado
contra la plebe y los Equites por igual.
La plebe no tenía poder alguno a no ser que pudieran hallar a un jefe de entre los magistrados,
generalmente los tribunos. Sila limitó el veto tribunicio y privó a los tribunos del derecho de propiciar
leyes. El sistema de Sila se consideró un ataque a la libertad y la seguridad del ciudadano común.
Abolió la distribución de granos y dejó que el proletariado urbano recurriera a las grandes casas como
único alivio de sus miserias. Los efectos de la medida recayeron en la nobleza.
A los Equites se los privó de sus derechos judiciales, pero no de sus contratos para cobrar tasas. Sila
no modificó los derechos del pueblo, ni siquiera se anularon las leyes de la balota. El Senado se
convirtió en un cuerpo menos exclusivo.
Sila creó una o dos nuevas cortes permanentes para juzgar en lo criminal y revisó todas las leyes
penales. Acrecentó la miseria humana.

VI. LA CAIDA DE LA REPUBLICA, 78-27 A.C.


Apenas había muerto Sila , cuando el descontento estallo con violencia. En Etruria los campesinos
desposeídos atacaron a los colonos. El cónsul del 78, Marco Emiliano Lèpido , recluto un ejercito
formidable y exigió la reinstitución de la distribución de granos , la restauración del poder tribunicio ,
la reinstitución a las comunidades italianas de los derechos de ciudadanía que Sila había eliminado.
Sila en su derrota desempeño un papel esencial el joven Pompeyo , nuevamente llamado para
convocar y dirigir un ejercito y durante los diez años siguientes , el Senado sufrio la desventaja de
carecer de talentos ; casi todos sus miembros experimentados y habia parecido en las guerras civiles y
las proscripciones.
Era necesario reforzar a Metelo y el Senado no tuvo otra alternativa que enviar a Pompeyo. El y Metelo
lograron reducir a España solo en el 71.
Pompeyo nunca se hallaba verdaderamente satisfecho , salvo que estuviera activo como general.
Perseguía una sucesión de altos mandatos. Esto les negaba oportunidades a sus pares y le provoco
conflictos con los oligarcas que surgio la sospecha de que aspiraba al poder autocrático que Sila había
sustentado. No fue leal a los optimates , que temian su mal disimulada ambicion , su violento pasado y
sus inescrupulosas maniobras políticas.
En el 74 estallo una gran guerra una vez mas contra Mitridates y hasta el 62 se mantuvieron grandes
fuerzas. En el 73 una rebelión de esclavos conducida por Espartaco en Italua , adquirió tales
proporciones que en el 71 fueron necesarias diez legiones para sofocarla.
Espartaco no condujo un movimiento de protesta contra la esclavitud y menos aun un levantamiento
de todo el proletariado. Pocos Hombres libres colaborarían con los esclavos. La mayor parte de sus
seguidores provenían de los pueblos Allende Los Alpes , querían escapar y recobrar la libertad en su
patria.
La mayor parte murió luchando o fue ejecutada una vez capturada. La demanda de trabajadores libres
debio de aumentar que quienes mas sufrieron fueran los pequeños labriegos. Con los levantamientos
de Lèpido y Espartaco volvieron a surgir en una escala menor las miserias provocadas por las guerras
civiles que se repitieron en los 43-40.
Los mismos ejércitos romanos provocaron grandes daños.
La violencia era ahora endémica. La expropiación forzosa era mas comun. Por ese tiempo quizá
también se concibieron otros remedios contra la fuerza o el terrorismo. Los pequeños labriegos eran
obviamente mas vulnerables a la violencia practicada por los vecinos influyentes. Un método para
acrecentar la propiedad era simplemente derribar las señales de limitación de los terrenos.
Un siglo mas tarde se considero una peculiaridad de los tiempo de Ciceron el hecho de que los
caballeros no viajaran fuera de Roma sin una escolta armada. Abundaban los salteadores de caminos
que se apoderaban del viajero indefenso y lo vendían como esclavo , si no robaban o mataban.
Es posible que muchos capturados en el curso de las guerras sociales y civiles hayan llevado una
prolongada vida de desdicha en esas prisiones. Existía una ley penal, contra el secuestro y un proceso
civil por el que se podía exigir la liberación de un hombre libre ilegalmente demorado; pero ¿Cómo
podrían los amigos de ese hombre conocer su paradero?.
En la ciudad los tribunos podían todavía intervenir en defensa de un individuo que estuviera
sufriendo una injusticia, pero su mandamiento no tenía peso más allá de esos límites, y puede que Sila
haya anulado su poder para acusar a antiguos magistrados ante las centurias. En el 78 a.C. comenzó
una estación para repeler la legislación de Sila sobre el poder tribunicio y en el 75 a.C. a un cónsul,
Cayo Aurelio Cotta, le pareció prudente promulgar una ley por la que los tribunos podían aspirar a
otros cargos más elevados. Pero el tribunado había obtenido su poder como resultado de las
"secesiones" o las huelgas militares; ahora las masas estaban demasiado dispersas y desorganizadas.
El instrumento popular eficaz era el ejército.
Pompeyo volvió en el 71 a.C., electo cónsul. Aprobó abiertamente la restauración de los viejos
derechos tribunicios y prorrumpió en invectivas contra los malos gobiernos en las provincias y la
corrupción en las cortes senatoriales.
Su colega fue Marco Licinio Craso, que había aplastado la rebelión de esclavos; las subastas de los
tiempos de Sila le habían permitido amasar una fortuna y consagró su carrera en gran parte a frustrar
a Pompeyo, a menudo fingiendo colaborar con él. Juntos promulgaron una ley que suprimía las
limitaciones que había impuesto Sila al poder de los tribunos. Se eligieron censores y se eliminaron 64
hombres de la lista de senadores. Concedieron a muchos de los nuevos ciudadanos, derechos
efectivos. Luego Pompeyo y Craso disputaron abiertamente.
Aurelio revisó la composición de las cortes y su ley preveía que estuvieron integrados por tres paneles
compuestos de senadores, Equites y tribuni aerarii. Los tribunii aerarii eran poseedores de un cargo,
sinecura anticuado, y puede que hayan sido designados por los censores. La corrupción siguió
constituyendo un mal de proporciones habituales. Lo que logró la ley fue terminar con la vieja lucha
entre el senado y los Equites por ganar el control judicial. El senado no tuvo oportunidad de rechazar
la ley de Aurelio.
Poco fue lo que las masas ganaron con éstos cambios, fuera del hecho de que los tribunos podían
dispensarles ahora una mayor protección personal. Aún a los soldados se los privaba de recompensa.
Tampoco se reanudaron plenamente las distribuciones de grano. En el 75 a.C. hubo escasez. Los
cónsules habían sido asaltados por una multitud hambrienta. Sus sucesores en el 73 a.C. habían sido
obligados a introducir distribuciones.
Aún después del 70 a.C., pocos tribunos se manifestaron campeones de las masas. El tribunado había
recobrado su viejos derechos, pero los que no ocupaban seguían pensando en sus futuras perspectivas
políticas. Sólo Clodio constituye un caso aparte.
Las actividades de los piratas habían agravado durante años las aflicciones de Roma. Habían equipado
grandes flotas y como Roma no tenía armada, controlaban los mares. El senado había adoptado
medidas sin resultados. El transporte de tropas y dinero corría muchos riesgos. En el 67 a.C. el tribuno
Aulo Gabinio propuso que se y vistiera a Pompeyo con poderes extraordinarios durante tres años y se
le diera el mando de numerosos barcos y hombres para destruir a los piratas. En unos pocos meses
Pompeyo barrio los mares con una eficacia incomparable. Una nueva ley tribunicia, le confirió el
mando en la guerra oriental. Muy pocos optimates se opusieron a ella.
Los acontecimientos mostraban que Pompeyo no tenía ambición de actuar como Sila. Craso trató de
asentar su propia influencia para contrarrestar la de Pompeyo. En el 70 a.C. contaba con amplio apoyo
en el senado y con la ayuda de Cayo Julio César, joven Patricio hasta entonces distinguido sólo por su
extravagancia y sus deudas, su elocuencia, su pretendida descendencia de los dioses y por su
parentesco con Mario y su declarada oposición a los optimates. Se declaraba ferviente opositor al
arbitrario castigo de los ciudadanos. Su popularidad se sumó al soborno masivo y obtuvo de ese modo
en la elección del 63 a.C. el cargo de Pontifex Maximus, puesto supremo en la religión del estado.
Tanto Craso como César habían intentado conferir la ciudadanía a los pueblos del norte de Italia.
César les dio la ciudadanía en el 49 a.C.. Pompeyo estaba engrosando los ingresos públicos. Craso y
César se propusieron hacer lo mismo anexando a Egipto. Craso y César instigaron un proyecto de ley
agraria promulgado por el tribuno Rulo en el 63 a.C..
Craso y César intentaron ubicar a sus amigos en los puestos claves. Apoyaron la candidatura de Cayo
Antonio y Lucio Sergio Catilina para el consulado del 63 a.C. Ambos eran figuras de dudosa reputación.
La nobleza respaldó a Cicerón, el hombre nuevo que gozaba del apoyo de los Equites.
Antes de las guerras sociales, la violencia era un fenómeno ocasional, ahora se habían vuelto
endémica. En el 66 a.C. comienza a haber noticias de pandillas de asesinos a sueldo, compuestas en
parte por gladiadores y esclavos fugados. La ley prohibía, bajo pena de muerte, portar armas con
intención criminal, pero era difícil aplicarla. La ciudad carecía de guarniciones y de policía. Los
magistrados tenían sólo pocos hombres armados.
Los collegia desempeñaban un papel cada vez más importante en este desorden. Algunos eran
asociaciones de artesanos. Otros estaban compuestos por hombres que celebraban los mismos cultos
o que vivían en el mismo vecindario. Todos eran básicamente locales. Los artesanos se congregaban
juntos, y la gente que vivía en el mismo distrito solía celebrar los oficios religiosos en los templos de
las encrucijadas locales. Todos los collegia contaban con funcionarios electos con cuya intervención
era fácil conducirlos a una manifestación o motín. En el 64 a.C., el senado abolió por decreto a los
collegia, que se manifestaban "contrarios a los intereses de la república", y prohibió la celebración de
cultos en las encrucijadas.
La pobreza era una fuente de criminalidad. La condición del bajo pueblo urbano era desdichada. La
mayor parte de ellos sólo podía aspirar a un empleo casual. Hasta la década del 50, hubo pocas
grandes obras públicas. El grano no era gratis para nadie y sólo era barato para una reducida minoría.
El agua nos distribuía, y no había conexión entre las casas ordinarias y las admirables cloacas. La
reserva de agua de la ciudad debió volverse insuficiente. No existían brigadas para extinguir el fuego
ni tampoco se tomaban precauciones eficaces contra las graves inundaciones.
En la ciudad, los pobres deben de haberse atrasado en el pago de la renta con mucha frecuencia. Los
veteranos de Sila, después de la pérdida de su patrimonio, eran obligados a trabajar para sus
acreedores con el objeto de saldar el resto de la deuda, violando el abolido nexum.
Quizá la escasez de esclavos, que fue la consecuencia de la rebelión de Espartaco, creó una demanda
temporaria de esta nueva especie de trabajadores dependientes.
Derrotado en las elecciones del 64 a.C., Catilia volvió a presentarse en el 63; aparentemente falto del
apoyo de Craso y César, recurrió a los descontentos: veteranos de Sila y campesinos desalojados de
sus tierras, unidos en una común miseria. Catilina fue rechazado y comenzó a planear un golpe
armado.
Entre sus partidarios se incluían otros nobles (como Publio Cornelio Léntulo) cuyas finanzas, estaban
desquiciados, por lo que intentaban alcanzar la riqueza y el poder mediante la revolución, recurriendo
a toda clase de criminales y a la gente endeudada y necesitada de toda Roma e Italia. Mientras las
plebes urbanas no guardaron fidelidad a Catilina, hay testimonio de que estallaron disturbios en casi
toda otra región de Italia. La conspiración indicaba el alcance e intensidad del descontento agrario.
En octubre hubo en Etruria un levantamiento armado. Catilina abandonó Roma y asumió el mando. A
toda zona inquieta se enviaron senadores con plenos poderes de represión, se reclutaron tropas y se
instalaron guarniciones en todos los lugares amenazados. Todos los ciudadanos propietarios se
aunaron en la crisis.
Cicerón encontró en diciembre pruebas decisivas de la culpabilidad de Catilina y la mayor parte de sus
secuaces desertó. A principios del 62 a.C. los restantes fueron vencidos en una batalla y el mismo
Catilina murió al frente de ellos.
Esta enajenación de la República puede atribuirse más a causas económicas y sociales que a causas
morales.
Las plebes urbanas habían sido separadas de los conspiradores por haber declarado Cicerón que
planeaban quemar la ciudad hasta sus cimientos. Cicerón había hecho ejecutar a Léntulo y a sus
cómplices sin juicio. Era un flagrante quebrantamiento de la ley de Cayo Graco. Antes de que Cicerón
hubiera cesado en las funciones de su cargo, comenzó una agitación en su contra.
Para mantener el orden y su autoridad, era necesario hacer una concesión. Las conquistas de
Pompeyo habían incrementado los recursos del tesoro y en el 62 a.C., Catón extendió la distribución
barata de granos a todos los habitantes libres de Roma.
A fines de ese año, Pompeyo volvió desde el este. Al disolver inmediatamente su ejército, dio muestras
de que no tenía aspiraciones inconstitucionales. Lo empujaron a aliarse con César, a quien no se pudo
mantener alejado del consulado del 59 a.C.. César había defendido la Ley Gabina y a pesar de su
alianza con Craso, no había roto nunca con Pompeyo. Pudo incluir a Craso en una coalición llamada
primer triunvirato. César estaba dispuesto a concederle a Pompeyo la autoridad consular y sus artes
demagógicas a cambio de una gran provincia que el senado le había negado. La oposición del senado
hizo que César no demorara en someter directamente a la Asamblea un proyecto de ley agraria. A los
tribunos opositores se los expulsó del foro. Debido al quebrantamiento de la ley, los adversarios de
César declararon su intención de someterlo a juicio cuando volviera hacer un ciudadano privado.
El senado había quedado reducido a desempeñar el papel de la oposición. Se ratificó el asentamiento
de Pompeyo en el este. Los Equites no controlaban el equilibrio político ni tampoco estaban unidos
entre sí. El poder de los triunvirios siguió vigente, al principio respaldado por los veteranos de
Pompeyo, luego por la proximidad del gran ejército que César había formado en Galia.
Los triunviros tuvieron en el tribuno Publio Clodio un eficaz colaborador. Era Patricio, pero en el 59
a.C., César había sancionado su adopción por una familia plebeya, lo que lo capacitada para ser electo
tribuno. Clodio promulgó una ley para anexar a Chipre y Catón fue designado para organizar la nueva
provincia. Cicerón fue tratado con mayor aspereza; Clodio lo envió al exilio.
Clodio promulgó una ley que excluía de la legalidad a todo aquel que hubiera condenado a muerte a
alguien sin juicio previo. Esto aludía a Cicerón, que imploró la protección del senado y los Equites, los
cónsules y los triunviros. Pero los cónsules habían sido sobornados por Clodio. Pompeyo y César
mantuvieron una abierta neutralidad que ponía a Cicerón en manos del enemigo. Casi todos los
tribunos estaban en contra de Clodio, pero no había autoridad más alta que hicieran cejar en su
cometido. Cicerón huyó, luego fue desterrado y su propiedad se confiscó.
Clodio instauró la dádiva gratuita de granos y legalizó sin restricciones el derecho de asociación
(collegia).
La abolición del cargo para las raciones públicas de grano fue seguida de un vasto incremento de los
beneficiarios. Como dictador, César redujo el número de beneficiarios. La mayor parte de los
habitantes de Roma, eran aparentemente de origen servil, y los amos no necesitaban tantas mujeres
como hombres. En cuanto a los pobres libres, les era extremadamente duro criar a sus hijos; el
ofrecimiento de niños debió ser presumiblemente corriente.
Una vez legalizados los collegia, Clodio comenzó a organizarlos sobre una base casi militar, en
batallones y compañías, y les distribuyó armas. Clodio debió su poder sobre las multitudes a la
gratitud que había sabido ganarse.
Clodio enfrentó a Pompeyo. En el 57 a.C. Pompeyo se decidió a volver a llamar a Cicerón. Pompeyo
organizó al pueblo respetable de toda Italia para que se dirigiera a Roma y votara la vuelta de Cicerón.
Por el tiempo de su destierro, había habido escasez de alimentos.
La ley de Clodio incrementó la demanda sin incrementar la reserva. En julio y septiembre del 57 a.C.
hubo disturbios por la hambruna. Fue necesario confiarle a Pompeyo una comisión. Los precios
bajaron. En febrero, abril y agosto del 56 a.C. vuelven a aparecer precios elevados, esterilidad de los
campos y cosechas pobres. El hambre fue el motivo fundamental de la violencia de la década del 50.
Clodio acusó a Pompeyo de matar al pueblo de hambre.
En el 56 a.C., los triunviros que venían separándose, reanudaron su unión. César iba a retener su
provincia hasta el 50-49 a.C. Pompeyo y Craso fueron designados cónsules en el 55 a.C. y mientras
Craso fue a luchar contra los partos (por los que fue muerto), a Pompeyo se le asignó el gobierno de
España. En noviembre del 56 a.C. Cicerón fue atacado sorpresivamente por las pandillas de Clodio y se
salvó por la intervención de su escolta. Pompeyo y Craso sólo ganaron las elecciones por la violencia.
En el 54 a.C. el desorden fue tal que no pudieron elegir cónsules. A principios del 52 a.C. tampoco hubo
magistrados excepto los tribunos. Milón asesinó a Clodio. Enfurecida la multitud, mató a todos los que
se topaban si vestían ropas finas o usaban anillos de oro (sólo los senadores y los Equites tenía
derecho a usar anillos de oro). El odio de clases era evidente. Los optimates que habían fomentado
algunas veces la anarquía para perturbar a Pompeyo, tuvieron que demandarle ayuda. Se lo nombró
cónsul único y con la ayuda de tropas restableció el orden. Los optimates no habían perdonado a
César y tenían la intención de hacerlo volver para que rindiera cuentas. Pompeyo, celoso de su antiguo
aliado no mostró disposición alguna para garantizarle seguridad.
El senado deseaba reemplazar a Pompeyo. Los tribunos partidarios de César vetaron sus decretos. En
enero del 49 a.C., el senado emitió "el último decreto" y amenazó la seguridad personal de los tribunos
cesaristas si persistían en su veto. Estos huyeron para unirse a César, quien marchó sobre Italia. Las
fuerzas de Pompeyo eran inadecuadas, las ciudades habrían sus puertas al invasor, los nuevos
reclutados se dispersaron o se unían a las fuerzas de César. Pompeyo se retiró a través del adriático.
En sucesivas campañas (49 y 48 a.C.) César aniquiló sus ejércitos en España y luego en el este.
Refugiado en Egipto, Pompeyo fue muerto. Los sobrevivientes de su partido lograron organizar una
nueva resistencia. César había sido el amo de Roma e Italia desde el 49 a.C. y de la mayor parte del
imperio desde el 48 a.C.. Gobernó autocráticamente como dictador. Sus enemigos alegaban que
aspiraba al regnum, despotismo.
En el 49 a.C. César exhibió tanto respeto por la corrección legal y los derechos de propiedad como las
condiciones lo permitían. Había escasez de dinero en circulación. César hizo que los deudores
satisficieran a sus acreedores entregando propiedad según la evaluación de preguerra.
Los italianos al norte del Po eran clientes a la vez de Pompeyo y de César, pero César era el que tenía
su control y se alistaron en sus ejércitos.
César venció por la superioridad de su genio militar y la lealtad de su ejército veterano de las Galias. El
botín ya los había enriquecido y tenían esperanzas de enriquecerse aún más. César dobló la paga de
todos los soldados.
El viejo orden político quedó alterado en las luchas: César había profesado fidelidad a los principios
populares. Una vez obtenido el poder, los burló. Se reservó la elección de muchos de los magistrados y
privó al pueblo de derechos electorales. En el 44 a.C., cuando los tribunos le disgustaron, los depuso.
Fue un monarca, pero no pudo fundar una monarquía.
Hasta el 46 a.C., África estuvo en manos pompeyanas y Roma quedó aislada de uno de sus principales
proveedores de granos. Esto causó la subida del precio del grano y ocasionó gran aflicción. En el 48 y
el 47 a.C. hubo sangrientos tumultos en las calles. En el 48 a.C. en Roma tuvo que conceder la
anulación por un año del pago de rentas que dio alivio a los deudores permitiéndoles descontar el
interés pagado del capital adecuado.
Con César hubo grandiosos proyectos edilicios y se les dio tierras a pobres en el extranjero. Los
colonos no fueron todos a tierras vacantes y fue necesario expropiar a provincianos a los veteranos, se
les asignaron terrenos en Italia. César evitó desalojar a los terratenientes existentes.
César fue asesinado el 15 de marzo del 44 a.C. por hombres a quienes había perdonado o que habían
luchado por el, pero no aceptaron someterse a un amo. No tocaron a sus principales partidarios,
Marco Lépido y Marco Antonio.
Una serie de hábiles maniobras convirtieron a Antonio casi en amo del estado. Durante algún tiempo
hubo una coalición antinatural entre el senado conducido por Cicerón y Octavio (el heredero de
César), que ocasionó la derrota de Antonio y la disolución de la mayor parte de su ejército. Antonio
halló nuevo apoyó en Lépido y en los ejércitos de las provincias occidentales. Comprendió la
necesidad de un trato con Octavio. Octavio deseaba vengarse de los asesinos de su padre adoptivo y
había descubierto que el plan del senado era usarlo y descartarlo. Los tres dinastas sumaron sus
fuerzas, entraron en Roma y proscribieron a sus opositores. Asumieron conjuntamente poderes
autocráticos como “triunviros para la constitución del estado". En el 42 a.C. destruyeron los ejércitos
de Bruto y Casio, quienes se quitaron la vida. La república había acabado.
Antonio emprendió la tarea de apaciguar el este y vengar la derrota de Craso ante los partos. Octavio
eliminó primero a Sexto, hijo de Pompeyo y luego a Lépido. Se enfrentó con Antonio y lo condenó por
haber abandonado los intereses de Roma por Cleopatra. Derrotó a Antonio quien se suicidó junto con
Cleopatra. Reunió el imperio bajo su control y anexó a Egipto (30 a.C.).
La paz se restauró, los veteranos se asentaron, se entregaron pródigas distribuciones de tierras entre
la plebe se inició un gran plan de edificación. En el 27 a.C. fingió restaurar la república y convertirse en
el primer ciudadano (princeps). Conservó para sí las provincias más importantes y los ejércitos más
grandes. Su control comenzó a volverse más severo en todas las ramas del gobierno. Su nuevo nombre
Augusto significa "reverenciado". Fue equiparado a los dioses y a Rómulo.

EPILOGO

Augusto se ganó a los soldados con regalos, al pueblo con grano y a todos con el orden.
Los soldados recibían ahora regularmente tierras o dinero al retirarse. El tratamiento de los soldados
fue siendo cada vez menos favorable a medida que Augusto se ubicaba más firmemente en el poder y
tuvo mayor posibilidad de restaurar la disciplina. La lealtad se debía ahora al emperador. Los
centuriones, que habían sido los jefes de los soldados durante los motines y deserciones eran ahora
mucho mejor remunerados y por lo general se podía confiar en ellos para reprimir la sedición. La
indisciplina militar iba otra vez a arrojar al imperio en una terrible confusión en el siglo III, pero fuera
de dos graves interrupciones en los años 68-70 y 193-197 d.d.C., el sistema logró subordinar el
ejército al poder civil.
Augusto y sus sucesores se mostraron indiferentes ante el destino de las plebes rurales.
Los propietarios enfrentados con la escasez de mano de obra probablemente recurrían a la coerción,
apoyándose en la sanción de la ley de deudas o en su influencia política. Hacia el siglo IV, el gobierno
encadenó al suelo a los trabajadores rurales, a los libres como a los esclavos; ellos y sus hijos después
de ellos, tenían que trabajar la tierra donde habían nacido.
El empobrecimiento de los hombres libres se correlacionó siempre con el empleo extensivo de
esclavos.
Augusto ganó para sí a las paredes urbanas. Los sucesores de Augusto bastaron enormes sumas en
promover el comercio de granos y mejorar las instalaciones portuarias de Roma. Los emperadores
también aumentaron las reservas de agua y tomaron precauciones contra los incendios y las
inundaciones. La mayor parte de ellos fueron grandes constructores de diverso modo: la ciudad se
adorno de templos, teatros, palacios, etc.. Todo esto creo nuevas posibilidades de empleo para
trabajos ocasionales. Había también espléndidos espectáculos para divertir al proletariado y sus
superiores. Octavio en el 39 a.C y Claudio, fueron casi linchados por multitudes hambrientas. Las
plebes habían desempeñado un papel subsidiario , sólo por momentos importantes.
Todos, parecería se beneficiaron con la restauración de la paz y el orden. El hambre fue endémica
hasta su derrota en el 36. Entre los partidarios de Antonio y los de Octavio tuvo lugar una pequeña
guerra civil; otra vez afligieron a Italia la conscripción y las devastaciones. Sólo en el 36 pudo Octavio
comenzar a someter el bandolerismo y los secuestros que habían sido un mal prolongado.
Los “nuevos hombres” de las ciudades de Italia, quienes en gran parte habían suplantado a la vieja
nobleza, obtuvieron una situación más elevada y una mayor influencia, no sólo en el Senado sino
también en el orden ecuestre que cada vez dio a los emperadores agentes ejecutivos y asesores. Con
el correr del tiempo el acceso a las posiciones de poder e influencia en el Estado fue cada vez más fácil
tanto para los provincianos, como para los italianos de las clases superiores.
Los emperadores eran autócratas y muchos degeneraron en tiranos. Los crímenes y caprichos de
algunos emperadores provocaron silenciosos resentimientos y conspiraciones ocasionales, pero lo
que los hombres deseaban era la eliminación del gobernante y no la destrucción del régimen.
El régimen estaba asegurado porque respondía a las necesidades e intereses de las clases más
elevadas. Ningún hombre podía gobernar solo el Imperio sin ayuda. Se mantuvo la institución de la
esclavitud a lo largo del principado, se fortaleció la estructura jerárquica de la sociedad. La libertad de
toda índole sufría deterioro. Las oligarquías locales eran cada vez más estrechamente controladas por
el gobierno imperial. Aun la tolerancia religiosa desapareció. En la República el descontento de los
pobres y la ambición de unos pocos magnates se combinaron para producir la anarquía , la guerra civil
y la revolución. El resultado fue político y no social o económico. Fuera de Roma, la condición de las
masas sólo mejoró en la medida en que el mantenimiento de la paz y el orden de por sí lo
permitieron. El abismo entre los ricos y pobres era tan profundo como siempre. El costo de la paz era
elevado.
La pérdida de libertad se acompañó del estancamiento en la mayor parte de las artes y las ciencias. Al
mismo tiempo, los hombres buscaron consuelo en múltiples variedades de filosofía y religión, por la
desdicha y la nulidad de la vida en este mundo.

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