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Unidad 1 / Escenario 2

Lectura fundamental

Teoría evolutiva y desarrollo filogenético


del sistema nervioso central

Contenido

1 ¿Qué es la psicobiología o biopsicología?

2 Teoría evolutiva y desarrollo filogenético del sistema nervioso central

Palabras clave:
Psicobiología, biopsicología, teorías evolutivas, filogénesis.
1. ¿Qué es la psicobiología o biopsicología?

Aunque la neurociencia comprende varias disciplinas relacionadas entre sí, el propósito de este
escenario es presentar una de ellas: la psicobiología o biopsicología. Pinel (2006) la define como la
disciplina científica que se ocupa de estudiar la biología del comportamiento y cuyo origen se remonta a
la década de 1950, aunque el estudio del sistema nervioso (SN) y su relación con el comportamiento ya
era conocida mucho tiempo atrás. También suele ser denominada neurociencia del comportamiento o
biología del comportamiento. No obstante, el término psicobiología (biopsicología) es el más acertado,
puesto que revela la perspectiva biológica que adopta la psicología para analizar su objeto de estudio.

La psicobiología es considerada una disciplina integradora, ya que reúne saberes de otras neurociencias
que estudian el cerebro y son fundamentalmente importantes, como es el caso de la neuroanatomía,
la neurofisiología, la neuroquímica, la neurofarmacología, la neuroendocrinología y la neuropatología.
De acuerdo con Gómez (2005), la psicobiología integra los conocimientos que provienen de estas
áreas científicas con el fin de producir esquemas explicativos de los procesos cognitivos (patológicos y
normales), que son el primer paso para identificar el sustrato neurobiológico de los trastornos mentales.

La psicobiología es una de tantas disciplinas que aportan a la neurociencia, ya que abarca diferentes
fenómenos y aborda investigaciones desde distintos enfoques; es decir, puede estudiar animales
humanos y no humanos, y realizar estudios experimentales y no experimentales. Partiendo de esto,
en la psicobiología han surgido enfoques particulares (psicología fisiológica, psicología comparada,
psicofarmacología, neurociencia cognitiva, neuropsicología y psicofisiología), con reconocimiento
como divisiones separadas; pero hay solapamiento entre ellas, por lo cual los biopsicólogos persiguen
más de una (Redolar, Boixadós, Moreno, Portell, Robles, Soriano, Torras, Vale & Vives, 2014).

En complemento, Redolar, Moreno, Soriano y Vale (2010) aseguran que la psicobiología emplea el
método científico para estudiar la conducta como un proceso biológico, al analizar elementos del
sistema endocrino, factores subyacentes genéticos y epigenéticos. Dichos procesos ponen en marcha
y controlan la conducta e, incluso, aspectos evolutivos. En cuanto a la conducta como resultado de la
evolución de la especie humana, el análisis de sus bases biológicas en distintos animales o especies, puede
proveer información primordial para explicar el comportamiento humano desde una mira biológica. Por
ello, es común que en gran parte las investigaciones desde la psicobiología, emplee modelos animales
basándose en la correspondencia filogenética.

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En síntesis...
La psicobiología usa el método científico y tiene un objeto de estudio propio.
Este, por un lado, queda circunscrito a la conducta, aludiendo a las bases
biológicas de esta.

2. Desarrollo filogenético del sistema nervioso central

2.1. Teorías evolutivas

La conducta de los humanos es producto de la evolución. Es por ello que la historia evolutiva logra un
papel fundamental para comprender los cambios en el comportamiento, a través de la filogenia y su
relación con diversas especies. El interés por conocer estos cambios y las características de los seres vivos,
según Gómez (2005), se remonta a los hombres primitivos, cuyas indagaciones estaban relacionadas
principalmente con la obtención de alimento. Era un conocimiento empírico procedente de la observación.
Empezar a domesticar animales y el cultivo de plantas facilitó la comprensión de sus características.

Por su parte, Maulini, Montenegro y Estrada (2006) refieren que en escritos de diversas culturas,
entre ellas los babilonios, asirios, hebreos y egipcios, se encuentran descripciones que muestran un
conocimiento bastante detallado de un número de animales y plantas. En una postura diferente,
los filósofos griegos ubicaban el problema de la vida dentro de sus sistemas filosóficos y no a partir
de observaciones. Es decir, consideraban que las leyes que gobiernan el universo podían deducirse
mediante construcciones mentales elaboradas con el pensamiento.

Contrario a esto, Hipócrates de Cos (460-375 a. C.) y Aristóteles (384-322 a. C.) adoptaron un
enfoque naturalista y con base causal de la medicina. Con observaciones detalladas de los animales,
estudiaron la anatomía y las funciones de los órganos, y postularon una teoría de la generación de los
seres vivos (Busch, Rodríguez, Ambas & Dadon, 2010).

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Comprender el proceso de generación de nuevos seres dominaba la atención de muchos científicos
durante los siglos XVII y XVIII. Ellos estaban interesados en entender cómo se originaban las especies
y cómo se mantenían las características de las ya existentes. De acuerdo con Acevedo, García y Del
Mar (2016), durante muchos años se creyó que en ambientes propicios, conseguían nacer seres
vivos de diversos tamaños, en un entorno cerrado sin que los progenitores intervinieran. A esta teoría
evolutiva se le denominó generación espontánea (GE).

No obstante, durante el siglo XVII se dieron a conocer posturas contrarias y a favor de esta teoría.
Por ejemplo, Francisco Redi era detractor de esta, mientras que Jean Baptiste van Helmont estaba
a favor. El favoritismo de la GE tomó fuerza con la llegada del microscopio; gracias a este pudieron
hacerse muchas observaciones de especies microscópicas. La generación espontánea continuó
vigente y respaldada por ilustres naturalistas del siglo XVIII (Cela & Ayala, 2014).

¿Sabía qué...?

El microscopio fue inventado por Zacharias


Janssen en 1590.

Figura 1. Microscopio
Fuente: Elaboración propia

Según Busch, Rodríguez, Ambas y Dadon (2010), al inicio del siglo XIX todavía se tenía una idea
vaga sobre el origen de los seres vivos. Entonces, surgió la explicación de que los organismos se
originaban a partir de gérmenes o corpúsculos muy pequeños, pero idénticos a ellos, como si fueran
modelos completos a escala. A esta explicación se le llamó teoría preformacionista. Escalona (2009)
asegura que, de manera paralela, otros científicos de la época insistían en la idea de que todos los
organismos se originaban a partir de un huevo (teoría ovista). Por otro lado, en este mismo siglo, Louis
Pasteur refuta la teoría de generación espontánea a partir de los resultados de sus investigaciones. Él
aseguraba que los organismos se derivan de otros organismos.

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Por su parte, Burkhardt (2013) manifiesta que, en 1802, Lamarck Jean Baptiste fue quien acuñó el
término biología y el primero en elaborar una teoría íntegra sobre el origen de las especies. Esta implicaba
el desarrollo progresivo de las diferentes formas de vida, comenzando con la más simple y procediendo
gradualmente, con el tiempo, hasta la más compleja o perfecta. Lamarck explicaba que los organismos más
simples o sencillos eran los únicos que se originaban por generación espontánea y que de ellos surgían las
demás especies. Empero, las ideas de Lamarck sobre la evolución de las especies no fueron aceptadas en
su época y recibieron críticas de sus contemporáneos, entre ellos Georges Cuvier, quien estudió fósiles
de cuadrúpedos que revelaron la existencia de especies en el pasado que no habían subsistido hasta el
presente. Cuvier aseguraba que la tierra había sufrido innumerables cataclismos a lo largo de su historia y
que en uno de ellos muchas especies se extinguían (McClellan, 2001).

De acuerdo con Folguera, Bombara y Lucca (2010), a mediados del siglo XIX, la época de Charles
Darwin, el paradigma imperante era que las especies habían sido creadas una única vez y que se
habían mantenido inmutables a lo largo del tiempo. Sin embargo, existían antecedentes de posturas
contrarias que aún no se habían consolidado. Uno de los problemas era encontrar el mecanismo que
había producido la evolución y otro explicar cómo había sucedido en el tiempo de vida de la tierra.
Es por ello, que a partir de analizar diversas teorías, realizar experimentos con animales y de las
experiencias vividas y muestras recolectadas por Darwin durante su viaje alrededor por el mundo, este
científico postuló la teoría de la evolución de las especies por selección natural. Esta hace referencia a
que las poblaciones se adaptan a su entorno con el paso del tiempo. La selección natural depende del
medio ambiente y requiere que existan variaciones heredables en un grupo. Es decir, que la disputa
por la supervivencia descartaba las variaciones no favorables y subsistían las idóneas; y que la cantidad
de individuos de cada especie es constante. También, explicó que la variación de las especias depende
de su entorno (Tamayo, 2005).

En el año 1859, se hace pública la obra de Darwin en el libro El origen de las especies, el cual
produjo controversias, ya que ubicaba al hombre como uno más entre las otras especies animales y
descartaba la idea de la creación de las especies como tales y su permanencia sin modificaciones a lo
largo del tiempo. Uno de los problemas para la aceptación de su teoría era que en ese momento se
desconocían los mecanismos de la herencia (Jaramillo, 2009).

Sin embargo, Darwin no podía resolver dos preguntas cruciales para su teoría de la evolución:
¿cómo se transmitían los caracteres de padres a hijos? y ¿cómo se generaba la variabilidad? Para
encontrar estas respuestas pasaron cerca de 30 años, hasta que Gregor Mendel formuló las leyes
de la herencia y fueron descubiertos los cromosomas del ADN. Pero hasta principios del siglo XX, el
trabajo realizado por Mendel fue redescubierto, convirtiéndose en el fundamento de la fusión entre la
evolución y la genética, que se denomina teoría sintética de la evolución (Blanco, 2009).

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2.2. Aproximación desde la filogénesis (cambios en el tamaño cerebral)

El interés por comprender el SN humano ha obligado a estudiarlo en otros animales. Entender el


funcionamiento en dichos animales, ayuda a conocer el nuestro, a partir de las características conductuales
y biológicas en común. Según Jou (2011), muchos investigadores consideran que las investigaciones
comparativas como parte de la historia evolutiva (filogenia), las comparaciones con otros animales no
humanos y los estudios de los fósiles, han suministrado ideas sobre la historia del sistema nervioso humano
y su funcionamiento.

Es por ello, que la teoría de la evolución planteada por Darwin ha sido un marco conceptual prestigioso en
la ciencia, que permitió cambiar la forma de percibir el universo y la vida. Dicha teoría produjo un impacto
exclusivo en la manera cómo se perciben los humanos a sí mismos en diferentes contextos, y en las
creencias sobre el origen y el papel de un Dios o de dioses en el control del origen, el presente y el futuro de
la especie humana.

La psicología no ha sido ajena al impacto de esta teoría, ya que ha incorporado conceptos e ideas de
la evolución (Gutiérrez, 2009). Por ejemplo, la psicología del desarrollo, la psicología comparada y
la psicología evolucionista han sido influenciadas por nociones evolutivas darwinianas, para explicar
temas como la teoría del apego y características innatas e instintivas del comportamiento. Lo que sí es
claro, es que la visión de Darwin, después de un siglo, continúa haciendo contribuciones al estudio del
comportamiento. El acercamiento de los procesos psicológicos a lo biológico, ha permitido ahondar en la
comprensión de los dominios cognitivos y estados emocionales humanos (Papini, 2009). Por consiguiente,
los psicólogos tienen el desafío de construir una psicología desde lo biológico.

Siguiendo los planteamientos de Zapata (2009), la psicología se apoya en la organización cerebral, para
materializar su objeto de estudio (cognición, afectividad, subjetividad, conciencia, etc.) y debe vincularse a
las teorías evolucionistas. Esto se debe a que los planteamientos de Charles Darwin han demostrado que las
especies no fueron creadas, sino que evolucionaron de formas de vida primitivas, por procesos casuales que
forjaron en los seres vivos la complejidad filogenética actual y el fenotipo favorable a la supervivencia.

Entonces, la evolución debe ser el punto de partida para comprender el cerebro, ya que este órgano se
ha creado y moldeado desde la selección natural durante todo el proceso evolutivo de las especies. Ahora
bien, Cela y Ayala (2014) aseguran que desde hace mucho tiempo se tiene la certeza que la humanidad
emergió en África, donde fue hallado el fósil más antiguo correspondiente a nuestros antepasados, hace
aproximadamente 3,8 a 4 millones de años. Este fósil pertenece a los Australopithecus, que tenían la
particularidad de caminar erguidos, con brazos largos, piernas cortas y un cerebro con un volumen que
oscilaba entre los 400 y 450 cm3, que corresponde a un volumen cercano al de los primates que se
conocen hoy día.

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La bipedestación tuvo derivaciones cerebrales, morfológicas, metabólicas y visuales. Modificó
el aspecto corporal, adaptándose a las altas temperaturas de la sabana, ya que su nueva forma
corporal les facilitaba refrescar el cuerpo. Este cambio además les dio resistencia para correr
grandes distancias, favoreció la vista de panorámica y las manos quedaron libres para poder usarlas
en la fabricación de herramientas. En consecuencia, el consumo de energía que se reservaba fue
aprovechado por el cerebro para su crecimiento (Arsuaga & Martínez, 2014) (Figura 2).

Cerebro Lóbulo óptico


Lóbulo óptico
Cerebelo Cerebro
Cerebelo Cerebro
Lóbulo Cerebelo
olfatorio

Lóbulo
óptico
Rana
Ave
Tiburón
Cerebelo
Cerebro
Bulbo raquídeo
Lóbulo óptico
Cerebelo Lóbulo
Cerebro olfatorio

Caimán Lóbulo olfatorio Perro

Figura 2. Evolución del sistema nervioso central


Fuente: Elaboración propia

De acuerdo con Zapata (2009), el camino para alcanzar la humanización inició hace
aproximadamente 2,8 millones de años, con el Homo habilis. Este fue el pionero en la producción de
los primeros instrumentos o herramientas empleadas para defenderse y atacar al enemigo. Dichas
herramientas también fueron usadas para descuartizar a sus presas. El Homo habilis era más delgado
en comparación con los Australopithecus. Para este momento ya había abandonado los árboles y se
amoldó a las condiciones de la sabana. Su cerebro era más voluminoso que el de un australopitecos
(500 y 800 cm3) y un rosto era más cercano al de los humanos.

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Por su parte, Kolb y Whishaw (2002) manifiestan que después del Homo habilis acaece
evolutivamente el Homo erectus, cuyo volumen cerebral es un 33% mayor al del Homo habilis
−850 cm3 aproximadamente−. El Homo erectus fue el primero en emigrar de África y los Homo
heidelbergensis, sus descendientes directos, fueron los primeros en poblar Europa, hace 800.000
años. El Homo erectus tenía un cerebro que superaba en tamaño al cerebro del Homo habilis (800
y 1250 cm3), con notables estructuras supraorbitales. Paralelamente, el neandertal fue otra especie
que habitó Europa; este era robusto con extremidades superiores e inferiores cortas. No obstante, su
cráneo era grande e incluso se cree que más que el de los humanos actuales.

Posteriormente, el Homo sapiens, quien presentaba una complexión no tan robusta, un cráneo
redondo y dentadura pequeña, tuvo un mayor crecimiento de ambos lóbulos frontales. Así mismo,
en este periodo se evidenció cómo los grupos sociales incidieron favorablemente en el aumento del
tamaño del cerebro. Es decir, es una relación directamente proporcional: a mayor tamaño del grupo
social, mayor era el crecimiento cerebral y, con ello, aumentaba la complejidad cognitiva (Redolar,
Moreno, Soriano & Vale, 2010). El último en aparecer en esta secuencia evolutiva es el Homo
sapiens sapiens, hace 150.000 años. Para este momento evolutivo, el tamaño del cerebro aumentó
significativamente pasando de 450 hasta 1400 cm3, un volumen similar al que poseen los humanos
en la actualidad (Redolar, Boixadós, Moreno, Portell, Robles, Soriano, Torras, Vale & Vives, 2014).

Como se ha visto, el cerebro ha sido fiel al proceso evolutivo. Según Emiro (2008), se ha descubierto
que las algas poseen proteínas fundamentales para la sinapsis nerviosa. En cuanto a los cordados,
poseen notocorda y cordón nervioso, que constituye un indicio de encéfalo. Por su parte, el área
rostral del SN de los vertebrados muestra tres subdivisiones del encéfalo: cerebro posterior, cerebro
medio y cerebro anterior. Sumado a esto, Ducassou (2006) refiere que en los mamíferos las
funciones superiores se concentran en el cerebro anterior y el número de neuronas y sus conexiones
nerviosas aumentan abundantemente. Los primates exhiben un cerebro muy bien definido, en el
que puede apreciarse la corteza cerebral, el cerebelo, la médula espinal y el tallo. Igualmente, en los
homínidos finaliza el proceso de complejización neural, que da paso al Homo sapiens sapiens, con una
estructura cerebral más compleja y con una mayor cantidad de neuronas.

Para Papini (2009), el SN es el fruto de un sinnúmero de años de evolución, que le permitieron al


hombre adaptarse a los cambios del medio. Sin la trasformación de estructuras cerebrales, como
circuitos corticales y subcorticales, la supervivencia del hombre habría sido imposible. Es decir, que
un evento facilitó al otro, puesto que los diferentes entornos que enfrentó el hombre durante su
evolución, también favorecieron los cambios en el cerebro. Esto deja claro que, en parte, el entorno
es el que provee al SN de los estímulos que lo obligan a modificar sus circuitos neurales.

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El SN actúa como un sistema semicerrado, puesto que al nacer trae consigo unas estructuras
preestablecidas y es el medio el que brinda los estímulos necesarios para regular respuestas y conductas
adaptativas. Dichas conductas van desde las más básicas y de supervivencia, como el hambre, la sed y la
reproducción, hasta otras más elaboradas, como la toma de decisiones (Llinás, 2003).

Para finalizar, Emiro (2008) afirma que la filogenia del sistema nervioso central, especialmente del
cerebro, exhibe similitud anatómica con los mamíferos. La mayoría de las áreas anatómicas del cerebro
de los mamíferos, se conservan en el cerebro de hombre actualmente. Estructuras como el cerebelo,
el tálamo, el tallo cerebral, los ganglios basales, la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo, emergieron
en el proceso evolutivo y siguen evidenciándose con variaciones mínimas. Sin embargo, la neocorteza
sigue siendo exclusiva de los humanos. En lo que respecta a la conducta, esta es el resultado del cerebro
y de las vicisitudes que el hombre primitivo tuvo que sortear en el pasado. En síntesis, las modificaciones
neuroanatómicas que acontecieron en ese momento, fueron heredadas al hombre posmoderno.

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo:Psicobiología
Unidad 1:Introducción a la neurociencia y teorías evolutivas
Escenario 2: Teoría evolutiva y desarrollo filogenético del
Sistema Nervioso Central

Autor: Okendy Melissa Martelo Ortiz

Asesor Pedagógico: Luisa Esperanza Rincón Jiménez


Diseñador Gráfico: Kelly Yohana Valencia Forero
Asistente: Laura Andrea Delgado Forero

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano. Por


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