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AIONIOS166
LA PALABRA DE LA ETERNIDAD
Haremos bien en investigar el verdadero significado de la palabra aionios, la cual, en el
NT, se traduce usualmente eterno o perpetuo. Esta es la palabra que se aplica a la vida
y a la gloria (eternas), que representan las más altas recompensas del cristiano, y al
juicio y castigo (eternos), que deben ser causa de su más grande terror.
Aionios es una palabra extraña tanto en el griego clásico como en el secular, con un
cierto sentido de misterio en sí misma. Es un adjetivo que procede del substantivo aion,
el cual tiene tres significados principales en el griego clásico.
(I) Significa (curso de la) vida. Herodoto habla del fin de nuestro aion (Herodoto 1.32);
Esquilo, de privar al hombre de su aion (Esquilo, Prometeo 862) y, Eurípides, de
exhalar nuestro último aliento de aion (Eurípides, Fragmento 801).
(II) Significa siglo, generación 0 época, por lo que los griegos hablaban del presente
aion y del aion futuro.
(lll) Pero la palabra también denota un iarguisimo espacio de tiempo. La frase
preposicional ap' aionos significa desde hace mucho tiempo, y di' aionos quiere decir
perpetuamente, para siempre. Y es precisamente aquí donde comenzamos a tropezar
con el misterio. En los papiros, leemos acerca de las multitudes congregadas en las
calles que gritaban: El emperador eis ton aiona, es decir: "El emperador para siempre".
Aionios, en tiempo del griego helenista, llegó a ser el adjetivo en vigor para describir el
poder del emperador. El poder de Roma es tal, que ha de durar por siempre. Y así, como
bien apunta Milligan, la palabra aionios viene a describir "un estado dentro del cual el
horizonte no se divisa". Aionios llega a ser la palabra de las grandes distancias, de las
eternidades, de lo que trasciende el tiempo.
Pero fue Platón quien dio a aionios -él pudo incluso haberla forjado- su especial sentido
misterioso. Resumiendo, para este filósofo, aionios es la palabra que indica eternidad en
contraste con tiempo. La usa, como se ha dicho, para "denotar lo que no tiene principio
ni fin, lo que no está sujeto a cambio ni decadencia, lo que está sobre el tiempo pero de
lo que el tiempo es una imagen móvil".
Platón no quiere dar a entender con esta palabra una simple duración indefinida -a este
punto volveremos más tarde-, sino eso que está sobre y más allá del tiempo. Hay tres
ejemplos significativos de aionios en el pensamiento platónico.
En el segundo libro de la República (363d), Platón habla de los cuadros celestiales que
pintan los poetas y, refiriéndose a las recompensas que Museo y Eumolpo dan a los
justos, dice: "Los llevan al mundo subterráneo y los sientan a la mesa de los
bienaventurados, coronados de flores y enteramente ebrios para toda su vida, cual si el
mejor precio para la virtud fuese la embriaguez eterna (aionios methe)".
En Las Leyes (904a), dice que el cuerpo y el alma son imperecederos, pero no eternos.
Hay diferencia entre existencia para siempre y eternidad, pues la eternidad es posesión
de los dioses y no de los hombres.
Sin embargo, el más significativo de todos los pasajes platónicos está en el Timeo 37d,
donde se habla del Creador y del universo que había creado "hecho a imagen nacida de
los dioses eternos" -y el Creador se alegró con ello y, en su regocijo, pensó en los
medios de hacerlo más semejante todavía a su modelo, pero era imposible "adaptar
enteramente esta eternidad a un universo creado". Por eso hizo el tiempo como
imitación móvil de la eternidad.
Lo esencial de esta imagen radica en que la eternidad es siempre la misma y siempre
indivisible; su ser no es creado ni existe devenir; no hay nada semejante a más viejo y
más joven; no hay pasado, presente ni futuro. No hay era ni habrá, sino sólo un eterno
es. Obviamente, no puede darse ese estado en el mundo creado; pero, no obstante sus
limitaciones, el mundo creado es la imagen de la eternidad.
Evidentemente, aionios es, en esencia, la palabra que se aplica al orden eterno como
contrastado con el orden de este mundo; es la palabra que se aplica a la divinidad corno
contrastada con la humanidad; es la palabra que, en puridad, solamente puede aplicarse
a Dios porque describe nada más y nada menos que la vida de Dios.
Ahora debemos volver al uso de aionios en el NT. Con mucho, su utilización más
importante está en relación con la vida eterna y, precisamente por ser tan importante,
debemos considerarla por separado y de forma especial, recordando una vez más que
aionios solamente puede describir con fidelidad lo que es propio de Dios.
Veamos, pues, el resto de los usos de esta palabra en el NT.
Se usa respecto de las grandes bendiciones que Jesucristo ha traído a la vida del
cristiano.
Se usa respecto del pacto eterno, del cual Cristo es mediador (Heb_13:20). Pacto
quiere decir relación con Dios. A través de Cristo, el hombre entra en una relación con
Dios que es tan eterna como él.
Se usa respecto de las moradas eternas que aguardan al cristiano (Luc_16:9;
2Co_5:1). El destino último del cristiano es una vida como la del mismo Dios.
Se usa respecto de la eterna redención y de la herencia eterna del cristiano gracias a
Jesucristo (Heb_9:15). La seguridad, la libertad y la paz que Cristo forjó para los
hombres son tan eternas como el propio Dios.
Se usa para describir la gloria en la que entrará el cristiano fiel (1Pe_5:10; 2Co_4:17;
2Ti_2:10); la misma gloria de Dios.
También se usa en conexión con las palabras esperanza y salvación (Tit_3:7;
2Ti_2:10). No hay nada efímero, pasajero o destructible en la esperanza y salvación
cristianas. Ni siquiera el otro mundo puede cambiarlas o alterarlas porque son tan
inmutables como el propio Dios.
Se usa respecto del reino de Jesucristo (2 P.2Ti_1:11). Jesucristo no es superable; no
es una etapa en el camino de la revelación. Su revelación y su valor son de Dios.
Se usa respecto del evangelio (Apo_4:6). El evangelio no es una mera revelación más,
sino la eternidad entrando en el tiempo.
Se usa para describir el fuego del castigo (Mat_18:8; Mat_25:41; Jud_1:7), el castigo
en sí (Mat_25:46), el juicio (Heb_6:2), la destrucción (2Ts_1:9) y el pecado que
separará finalmente al hombre de Dios (Mar_3:29).
En estos pasajes es donde debemos tener un cuidado especial cuando interpretemos la
palabra. Tomarla como significado simplemente para siempre, no es bastante; es
preciso recordar el significado especial de aionios. Aionios es la palabra que se aplica a
la eternidad como opuesta a, y contrastada con, el tiempo; que se aplica a la divinidad
como opuesta a, y contrastada con, la humanidad, y que, por consecuencia, solamente
puede aplicarse propiamente a Dios. Si tenemos todo esto en cuenta, nos quedaremos
con una tremenda verdad: tanto las bendiciones de los fieles como los castigos de los
infieles serán tal y como cuadre a Dios el derramarlas y el infligirlos.
Y ya no podemos ir más allá. Unicamente, que tomar la palabra aionios, cuando se
refiere a bendiciones y castigos, como significando para siempre es simplificarla en
demasía y, ciertamente, malentenderla por completo, puesto que abarca mucho más.
Significa que cuánto los fieles reciban y los infieles sufran estará en consonancia con el
carácter y la naturaleza de Dios para conferir y para infligir -y más allá, nosotros, que
somos hombres, no podemos ir, excepto recordar que Dios es amor.
Consideremos ahora el uso más importante de aionios en el NT: el que está relacionado
con la frase vida eterna. Debemos empezar volviendo a recordar -como tan a menudo
venimos haciendo- que aionios es la palabra que se aplica a la eternidad como
contrastada con el tiempo, a la deidad como contrastada con la humanidad, y que, por
tanto, vida eterna no es otra cosa que vida de Dios.
(I) La promesa de vida eterna es lo que permitirá al cristiano participar nada menos que
del poder y de la paz del propio Dios.
Vida eterna es la promesa de Dios (Tit_1:2; 1Jn_2:25). Dios nos ha prometido que
participaremos de su bienaventuranza, y esa promesa es inquebrantable.
(II) Vida eterna es el don de Dios (Rom_6:23; 1Jn_5:11). Como veremos, este don
tiene sus condiciones; pero el hecho permanece de que la vida eterna es algo que Dios,
por su sola bondad y gracia, da a los hombres. Nosotros no la podemos ganar ni
merecer. Es un regalo.
(Ill) La vida eterna está íntimamente ligada a Jesucristo. Cristo es el agua viva, el elixir
de la vida eterna (Jua_4:14). Es el alimento que trae a los hombres vida eterna
(Jua_6:27, Jua_6:54). Sus palabras son de vida eterna (Jua_6:68). El mismo no sólo
trae (Jua_17:2-3), es vida eterna (1Jn_5:20).
Dicho de forma más sencilla, Únicamente a través de Jesucristo es posible una relación,
una intimidad, una unidad con Dios. A través de lo que él es, y de lo que hace, podemos
participar de la misma vida de Dios.
(IV) La vida eterna viene por medio de creer en Jesucristo (Jua_3:15-16, Jua_3:36;
Jua_5:24; Jua_6:40, Jua_6:47; 1Jn_5:13; 1Ti_1:16). ¿Qué significa creer?
Evidentemente, no es una simple aceptación intelectual. Creer en Jesucristo significa que
creemos como cierto absoluta e implícitamente todo lo que Jesús dijo acerca de Dios.
Si realmente creemos que Dios es Padre y que ama a los hombres tanto como para
enviar a su Hijo al mundo a morir por ellos, demarcamos toda la diferencia que hay
entre mundo y vida porque la tal creencia significa que la vida está en manos del amor
de Dios, y, además, significa tener por cierto y aceptar que Jesús es quien dijo ser.
Obviamente, la confianza que podamos tener en cualquier afirmación dependerá
enteramente de la posición de la persona que la haga. Estamos obligados a preguntar:
¿Cómo puedo estar seguro de que todo lo que me dice Jesús sobre Dios es verdad? La
respuesta es: porque creo que Jesús es el único que tenía derecho a hablar de Dios,
puesto que no me cabe la menor duda de que Jesús es el Hijo de Dios. Por tanto,
entramos en la vida eterna por creer que Jesús es el Hijo de Dios.
Pero esta creencia va todavía más lejos. Creemos que Dios es Padre y que Dios es amor
porque creemos que Jesús, siendo el Hijo de Dios, nos ha dicho la verdad acerca de
Dios, y, entonces, actuamos en consonancia con la creencia, es decir, vivimos con la
certeza de que no podemos hacer otra cosa que no sea poner toda nuestra confianza en
Dios y rendirle una perfecta obediencia.
Vida eterna no es otra cosa que la misma vida de Dios. Entramos en la vida eterna a
través de creer en Cristo, y esta creencia tiene una triple implicación:
(I) Implica creer que Dios es la clase de Dios que Jesús dijo a los hombres.
(II) Implica la certeza de que Jesús es el Hijo de Dios, y, por tanto, que tiene derecho a
hablar de Dios en una forma que nadie pudo ni jamás podrá hablar.
(lll) Implica vivir toda la vida asintiendo a estas cosas. Cuando lo hacemos así,
participamos nada menos que de la vida, el poder y la paz que solamente Dios puede
dar.
Ya hemos dicho que vida eterna es el don de Dios. Todos los dones de Dios, aun siendo
tales, requieren el esfuerzo por parte nuestra de tomarlos, como prueba de interés.
Usemos una analogía humana. Toda la belleza, riqueza y sabiduría de la literatura clásica
están ahí para que cualquiera las disfrute; solamente que, para eso, es preciso que
antes se introduzca en ellas mediante el trabajo, el estudio y la disciplina que el
aprendizaje del latín y del griego exige.
El ofrecimiento de Dios de vida eterna es un hecho, pero el hombre debe anhelarla e
introducirse en ella antes de que pueda recibirla plenamente.
(I) La vida eterna demanda conocimiento de Dios. Vida eterna significa "conocer al
único Dios verdadero" (Jua_17:3). Ahora bien, el hombre sólo puede conocer a Dios por
medio de tres vías: (a) la vía de la mente para pensar, (b) la vía de los ojos y del
corazón para ver y amar a Jesucristo y (c) la vía de los oídos para escuchar lo que Dios
está procurando decirle.
Si hemos de introducirnos en la vida eterna, nunca debemos estar tan ocupados con las
cosas del tiempo como para no pensar en las cosas eternas, ni caminar mirando a Jesús,
ni estar regularmente en una actitud silenciosa y alerta para atender a Dios.
(II) La vida eterna demanda obediencia a Dios. El mandamiento de Dios es vida eterna
(Jua_12:50). Jesús es autor de eterna salvación para todos los que le obedecen
(Heb_5:9). Nuestra paz depende sólo de hacer su voluntad. Dios pleitea con el rebelde,
pero sus dádivas son para el obediente. Nunca podremos lograr una completa intimidad
y unidad con alguien de quien continuamente diferimos y a quien continuamente
afligimos con nuestra desobediencia. Obediencia y vida eterna de parte de Dios van de la
mano.
(lll) Vida eterna es la recompensa a una lealtad tenaz (1 Tit_6:12). Viene al hombre que
ha peleado la buena batalla de la fe y que se ha ligado a Jesucristo en cuerpo y alma. La
recibe el hombre que oye y sigue (Jua_10:27-28) el camino de Jesús en completa
lealtad, en vez de su propio camino.
(IV) Hay una demanda ética en la vida eterna. Vida eterna es la meta del camino de
santidad (Rom_6:22). La recibe quien demuestra una paciente continuidad en el buen
hacer (Rom_2:7), pero jamás quien odie a su hermano, porque el tal es homicida en su
corazón (1Jn_3:15). La vida eterna viene a aquellos que se mantienen en el amor de
Dios (Jud_1:21).
No hay escapatoria de la demanda ética del cristianismo. La vida eterna no es para el
hombre que actúa como le viene en gana; sino para el que actúa como enseña
Jesucristo. No es que se nos exija que seamos perfectos, pero sí que, aunque caigamos
y fracasemos, tengamos todavía nuestros ojos fijos en Jesucristo.
(V) Vida eterna es la recompensa para el obrero de Cristo (Jua_4:36). Se promete vida
eterna al hombre que ayuda a Cristo a segar la cosecha de las almas de los hombres; es
el ofrecimiento de Dios a quien está más interesado en salvar a los demás que en salvar
egoístamente su alma.
(VI) Vida eterna es la recompensa para el cristiano audaz (Jua_12:25). Es para el
hombre que amando su vida está decidido a darla, si fuera preciso, por amor a
Jesucristo. Es para el que está siempre dispuesto a "aventurarse por Su nombre", para
el que acepta los riesgos de la vida cristiana y está preparado para "apostar su vida a
que hay Dios".
(VII) Vida eterna es el resultado de ¡a justicia que viene a través de Jesucristo
(Rom_5:21). El significado esencial de justicia es una nueva relación con Dios a través
de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros.
Y, así, terminamos donde empezamos -vida eterna es la vida de Dios mismo, en la cual
podremos entrar cuando aceptemos todo lo que Jesucristo ha hecho por nosotros y todo
lo que nos dice acerca de Dios.
Nunca captaremos la idea completa de vida eterna hasta que nos desembaracemos de la
imposición casi instintiva de que vida eterna significa, fundamentalmente, vida que
continúa para siempre. Hace ya mucho tiempo que los griegos detectaron claramente
que ese tipo de vida no sería en modo alguno una bendición.
Fueron precisamente los griegos quienes contaron la historia de Aurora, diosa del alba,
que se enamoró del joven mortal Titón. Zeus le dio a escoger la gracia que quisiera para
su amante mortal, y ella pidió que no muriese nunca; pero olvidó añadir que
permaneciera siempre joven. Así Titón vivió en un continuo y sin fin envejecimiento,
volviéndose más y más decrépito, hasta que la vida llegó a ser para él una terrible e
intolerable maldición.
La vida tendrá valor cuando no sea nada menos que la vida de Dios -y ese es el
significado de vida eterna.

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