Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿Para qué jugar en psicomotricidad? ¿Qué significa jugar para un niño? ¿Cómo
juega? ¿Cómo es la tarea de un psicomotricista en relación al jugar de los niños y
niñas? ¿Cómo se los ayuda a desplegar su jugar, a recorrerlo, a entrar en esa zona de
juego?
¿Cómo se enseña a los estudiantes de la carrera a prepararse para esos jugares?
¿Cómo se les enseña a leer el jugar y el no jugar, a encontrarle un sentido, una
dirección, una instancia puntual que indique por dónde intervenir?
Tomaré recortes de la clínica que ilustren estas reflexiones, y haré referencias a caminos
que ofrecemos a los estudiantes de la licenciatura2 para abordar el jugar con niños y
aprender así sobre nuestra práctica psicomotriz.
En los niños con los que trabajo3 algo del funcionamiento psicomotor está
obstaculizado.4 La función tiene la posibilidad de funcionamiento pero no se realiza.
Algo se trabó, se congeló. No fluye ni se desliza. No hay una fluctuación tónica que
albergue. Se escucha una protesta, un quejido más o menos audible por aquello que
podría estar desplegado, participando y no lo está…
¿Cómo acompañar y facilitar que vuelva a funcionar? ¿Cómo colaborar para que lo
olvidado se integre? ¿Qué experiencias corporales favorecer?
1 Texto publicado en Jugar en Psicomotricidad Estudios, análisis, reflexión y práctica editado por Revista de
Psicomotricidad Mady Alvarado (coord.)
2
Trabajo con estudiantes que cursan el tercero y cuarto año de la licenciatura en psicomotricidad. En las materias
formación personal corporal 2 y 3, en las que se aborda especialmente aspectos de lo técnico en Psm y perspectivas
de la entrada en la práctica ligadas a la intervención en psicomotricidad.
3
Trabajo desde hace 30 años en consultorio privado con niños cuyos padres consultan por problemas en el
funcionamiento psicomotor. Dentro de un universo del niño “sano” como dicen en los hospitales. Sano con
obstáculos. Problemas que se presentan en la relación con el propio cuerpo, en la comunicación con los otros, en el
manejo de su hacer/ decir para lograr sus intenciones.
4
Retomo partes de mi conferencia Psicomotricidad en busca de un reencuentro presentada en Córdoba en 2013
en el marco del Encuentro de psicomotricistas organizado por la AFEP.
Las formas del jugar y del no jugar que presentan los niños y niñas en las sesiones de
psicomotricidad han sido en estos años una de las guías7 para acercarme a comprender
lo que les ocurre y para encontrar maneras de abordarlo.
Voy a referirme al jugar en niños “sanos”, niños que tienen recursos para jugar, niñas
que juegan. No voy a hablar de cómo se construye el jugar en los primeros tiempos de
vida sino cuando ya está relativamente construido y desplegado. Quiero enfocarme en
cómo presentan los niños sus formas de jugar, ubicando sutiles modos de resistencia a
las que llamo formas de no jugar. Las formas de no jugar hablan de antiguas situaciones
que no consiguieron ser procesadas, sentidas, comprendidas en ese entonces; que
dejaron marcas en el cuerpo -en el tono, la postura, el funcionamiento psicomotor- y en
el jugar. Muestran alguna hebra, como un código que permite vislumbrar una
comprensión para empezar a tejer un rumbo del tratamiento psicomotor.
¿Qué significa jugar para un niño/a? Muchos autores han escrito sobre la importancia
del jugar. El jugar para el niño y la niña es una experiencia de conexión con la vida.
Cuando están jugando están plenamente involucrados, se sienten seguros, están
concentrados y comprometidos. Aprenden, afrontan dificultades, crean y disfrutan. Se
construyen y tienen la posibilidad de transformarse.
Hagamos un alto…
5
La intervención es para ayudar a crear las condiciones para que se vehiculice lo trabado, lo estancado. Para que
pueda desplegarse lo posible. Es para acompañar a que se disfrute lo que funciona. Es para ver y ayudar a que sea
visto lo congelado, es para comprender y ayudar a que sea comprendido. Y el jugar compartido lo favorece….
6
González, Leticia (2009) Qué cura la Psicomotricidad en Pensar lo psicomotor Buenos Aires: Eduntref .
7
Las formas de jugar y de no jugar junto a la observación del cuerpo del niño en el espacio y el tiempo, algunas
pruebas del examen psicomotor y lo conversado con los padres y con el niño, con la escuela y mis propios registros
corporales dan informaciones que me permiten entramar una dirección de intervención.
Evocar el propio jugar como experiencia plena nos informa del valor del juego. Cuando
hacemos una propuesta de ensueño dirigido para rememorar los juegos de la infancia en
las clases de formación corporal del psicomotricista, y luego compartimos conversando
entre todos, es muy poderosa la fuerza de lo que se mueve en ese compartir. Los
recuerdos de cada uno avivan más recuerdos en los otros y podemos volver a sentir la
potencia del jugar.
En los juegos somos protagonistas. Nuestra presencia plena da más posibilidad a que las
funciones corporales funcionen en conjunto, conectadas entre sí. Winnicott8 en sus
escritos hace referencia al jugar como signo de salud, al estado saludable que
proporciona la espontaneidad y la creatividad del jugar. Al recuperar la capacidad de
jugar, los niños se vuelven más saludables. Cuando se restablece el jugar, se atraviesan
obstáculos, se deshacen nudos, se derriten tensiones, se suavizan aristas que impedían
que lo congelado circulara, se calma lo que estaba sobreactivo, surgen otros
ordenamientos corporales que favorecen nuevas representaciones simbólicas. Se
despiertan, se integran y se equilibran funcionamientos psicomotores que permiten que
el tono vuelva a fluctuar y la postura se libere. El jugar, es una manera de desplegar la
vitalidad, por eso nos deja tan vivos, tan relajados y tan fluidos. Tan satisfechos y
8
Winnicott, D. (1972); Realidad y juego; 2° edición, Barcelona, Editorial Gedisa.
El jugar es abierto. No tiene una forma única ni constante. No tiene forma fija. Se
construye con otros en la misma experiencia de jugar. No sigue una fórmula ni un
método. Para mantener su flexibilidad, su posibilidad, su potencia, su esencia misma
tiene que poder cambiar.
Pero para ser jugado tiene que tomar una forma, tiene que construir una estructura, una
organización. Al jugar armamos una forma, la definimos por un rato: inventamos un
juego. El juego alcanza una forma más menos delimitada que se sigue definiendo,
construyendo en el transcurso de su devenir. En el intercambio con el otro, en el jugar
juntos. Aun cuando se repita, esa forma encontrada guarda una apertura9. Para ser
auténtico juego necesita conservar algo de incertidumbre, de flexibilidad.
Cuando el jugar encuentra una forma, esa forma es solidaria con la persona que juega.
En el juego se está expresando algo, realizando algo y se está aprendiendo. Se está
buscando resolver aquello que estaba retenido. Se está resolviéndolo. En el juego hay un
instrumentarse para la vida y la muerte como dice Pichòn Rivière 10. En el juego hay
proceso y elaboración.
9
Se mantiene esta apertura incluso en los llamados juegos tradicionales que presentan una estructura de
antemano. Esa estructura contempla diferentes formas de jugar de cada participante: es posible dejarse atrapar por
la mancha para ser el protagonista, ir a los rincones para no ser atrapado, no tocar a nadie para conservar la
posición diferente, tocar muy rápido a otro sin sentir el gusto de ser el que mancha… Las formas de jugarlos son
múltiples y cambiantes.
10
El Juego es un ensayo de una acción organizada sobre la realidad, una forma de instrumentarse para el manejo de
la vida y la muerte " Pichòn Rivière
Los niños juegan como pueden: hay niños que no pueden empezar a jugar, saltan de una
cosa a otra, parecen pautar un inventario de posibilidades sin entrar del todo en ninguna.
En otros, se observa que se suelta la conexión con lo que estaban empezando a
desplegar y la atención se desvanece. Otros niños se interesan pero no encuentran
modos de desarrollar el jugar, lo demoran, se atascan. Algunos no han construido
suficientes representaciones simbólicas y el juego no acierta definirse en una lógica que
lo sostenga, pierde sentido y se desorganiza confundido y enmarañado. Otros niños se
quedan en algo reiterado, algo a lo que vuelven como refugio para resguardarse. No se
animan aún a recorrer caminos nuevos y siguen algunas fórmulas halladas antes. Parece
entonces, que el jugar no posee autonomía, no logra autoría.
En el territorio del cuerpo en relación al otro, ubicamos al jugar como lugar caro a la
Psicomotricidad. Hablamos de una zona de juego en la que se encuentra y se desarrolla
la habilidad para jugar. Todos tenemos en potencia esa habilidad para jugar que se va
11
González, L. (2009); Qué cura la Psicomotricidad en Pensar lo psicomotor. Buenos Aires, Eduntref. Pag 55
Para poder utilizar el jugar en nuestra práctica profesional, hace falta jugar con
otros y “estudiarse” en ese juego, “estudiar” al otro y “estudiar” el fenómeno de jugar.
Es necesario probar, experimentar, saborear el jugar. Sentirlo, observarlo, registrarlo,
analizarlo. Aprender a hacer una lectura de la experiencia.12
Los estudiantes se ejercitan en la lectura de los juegos de los niños sostenidos por las
concepciones del campo disciplinar. El juego tiene un sentido. En el jugar hay alguna
búsqueda. Inclusive cuando los niños quedan trabados en un juego reiterado, hay una
búsqueda que no encuentra respuesta. Cuando los niños juegan una y otra vez a un
juego parecido es un desafío comprender o aproximarnos a alguna comprensión de la
intención de ese juego que no está encontrando pasaje, y hallar una puerta que lo
vehiculice.
12
Marazzi M. (2014); Reflexiones acerca de lo técnico en Psicomotricidad. Los recursos técnicos de la práctica
psicomotriz Lo técnico en la formación corporal del psicomotricista; Buenos Aires, Inédito.
13
Tal como lo enuncia Larrosa, J. (2007); Acerca de la experiencia. Conferencia en el Encuentro Nacional Formación
en futuro presente, Programa Aprender enseñando y elegir la docencia. Mar del Plata.
¿Cómo creamos las condiciones para que el jugar se construya, crezca y se afiance?
Winnicott sostiene que “la psicoterapia se realiza en la superposición de dos zonas de
15
juego, la del paciente y la del terapeuta.” Es decir, que es una zona en la que es
posible entrar y compartir. Es tarea del psicomotricista acompañar a esos niños a
construir el juego, a permanecer en él explorando diferentes posibilidades y a reconocer
su final aceptando la salida del juego. Voy a detenerme en ese ayudar a jugar desde la
psicomotricidad.
14
Parte de la preparación es imaginar la situación de juego antes de que suceda, compartir escenas en clase a
partir de haber comenzado los encuentros y reflexionar sobre lo realizado después de terminar el escrito que los
relata y fundamenta.
15
Winnicott, D. (1972); Realidad y juego; 2° edición, Barcelona, Editorial Gedisa.pag 175
Para entrar en el jugar hace falta arriesgarse. Para jugar hay que aceptar la
incertidumbre que implica lo desconocido. Jorge Larrosa refiere que en la palabra
experiencia, la ex es la misma ex que en extranjero y que en extraño. En la experiencia
de jugar somos extranjeros, no estamos familiarizados con lo que ocurre. Cada vez es
nuevo.
Calmels17 refiere que en el comienzo de la sesión hay rituales de inicio que son
preludios del juego. Los niños se van aproximando al juego que necesitan jugar. Los
psicomotricistas estamos disponibles, suavemente atentos a acompañar ese
acercamiento. Como en una danza en la que los cuerpos van entrando en la música, el
niño y el psicomotricista danzan para encontrarse en un jugar compartido. Como dice
William Nicholson sobre la danza guerrera del manaxa: “Los manacs giraron en
círculo, imitando unos los pasos del otro, sin llegar a tocarse… Se movían con una
lentitud exagerada, a una distancia que casi les permitía tocarse. Uno respondía a los
giros y las vueltas del otro. Exactamente como si estuvieran bailando. En realidad,
ocupaban toda su atención en encontrar el ritmo del otro, el sutil compás que residía en
el corazón del manaxa.”18
Contactamos así con esa zona de juego, el niño entra en ella y sale. El psicomotricista
también: mira, ofrece, entra, se retira, aparece, espera, dice, agrega. Cuando el juego se
está armando, es importante acompañar y cuidar ese inicio. El niño tiene que sentirse
16
Consideremos que las palabras que interpretan una experiencia nunca son la experiencia. Solo evocan alguna
parte de ella Y, en este caso, las comparto para aprender sobre la Psicomotricidad, el modo de abordar y de
comprender desde nuestro marco disciplinar
17
Calmels, D. (2000 – 2012); Analizadores del jugar Análisis del acontecer lúdico. Buenos Aires, Inédito
18
Nicholson, William. (2003) El viento en llamas: Siervos del maestro. Buenos Aires: Ediciones B. pág. 302
Juan, de 6 años20, se mostraba bastante prudente para jugar. La primera vez que vino
eligió diferentes juegos deportivos. Jugamos varias veces al fútbol en donde Juan
tomaba diferentes precauciones. Él era el arquero. Elegía una pelota muy blandita para
que no lo golpeara, no valía tirar fuerte y podía enojarse hasta la furia si le metía un gol.
Acepté su elección. Para él ese era un juego seguro que le permitía sentirse confiado.
Entré en la zona de juego que me proponía, una zona acotada. El arquero se mueve en
un espacio restringido, con menos alternativas de jugadas. Podemos pensar que en los
juegos deportivos hay menos riesgos. Las reglas están dadas. No hay que inventar tanto
el juego. Los acuerdos tienen un marco más o menos conocido por todos. Al principio,
solo podíamos movernos dentro de esos límites. Pero luego, fueron surgiendo algunas
variantes que permitieron agrandar las fronteras de juego establecido.
En una sesión le conté que otro niño, al que le gustaba ser arquero, había probado atajar
dos pelotas seguidas que yo le pateaba. Aceptó el desafío. Eligió y acomodó las pelotas.
19
Del mismo modo con adultos que hace mucho que no juegan, es necesario amasar la zona de juego para que
puedan recorrerla. Cuando estamos proponiéndole jugar a los estudiantes de psicomotricidad o a un grupo de
adultos, también los acompañamos a entrar en la zona de jugar.
20
La consulta por dificultades en la lecto-escritura, dificultades en la toma del lápiz. Los padres dicen que es terco y
muy autoexigente y cuando algo no le sale, evita hacerlo o llora.
21
Hago hincapié en el punto del jugar, no estoy relatando todo el contenido de la sesión ni otros aspectos del
tratamiento que se entrelazaron y permitieron estos avances.
Hay niños que no están aún en condiciones de definir la forma del jugar. Dan vueltas,
mezclan diferentes cosas, esbozan una forma que no alcanza a organizarse, no pueden
sostener ni compartir su lógica. Cuando un niño muestra un juego incipiente, los
psicomotricistas vislumbramos esa forma apenas hilvanada y buscamos ayudar a que se
defina más, al ordenar, sugerir, guiar y crear un escenario para que el jugar tome forma.
Es un cierto imponer, una cierta coacción. Es ofrecer sentidos que organizan. Un limitar
para encauzar, estableciendo por un rato un camino posible.
Fermín22 tiene 5 años. Cuando llega la primera vez, mientras converso un momento con
su madre, va del saltarín al espaldar. Salta con cierta cuota de peligro. Va más allá de lo
que considero seguro. Tengo que acercarme y, rápidamente, poner reglas: solo se puede
saltar desde el cuarto escalón. Cuido y coloco colchonetas para la caída. Propongo
22
Fermín va una escuela bilingüe de doble jornada. La consulta se realiza porque habla como un niño
más pequeño, su dicción es confusa. La madre dice que no tiene constancia, que tiene poca tolerancia a
la frustración y que el dibujo es pobre porque la lateralidad no está definida.
Quiere subir y saltar desde más arriba. Le digo que no y me quedo próxima a él, lista
para frenarlo si hace falta. Me mira, se ríe y baja. Propongo alternar: salta él, salto yo.
Así espera y se organiza. Va al pizarrón y dibuja sin que yo entienda qué dibuja. Explica
lo que va haciendo, no entiendo del todo. Dice que es una paloma. La vislumbro. Le
pido que le agregue una rama. Lo hace.
Elige un carrito con ruedas con el que se camina haciendo equilibrio, es difícil. Le doy
la mano. Varias veces está por caerse. No quiere la mano. Al principio le digo que es
con la mano, que así deber ser. Luego va organizando el movimiento y le pongo un
borde de sillas y anda entre las sillas y la pared. Hago un dibujo de Fermín y del
recorrido que hizo desde la ventana hasta el baño.
En esa forma de encontrarnos se fue trazando una confianza que permitió que escuchara
y tomara ordenamientos, a veces casi como órdenes que facilitaron llegar a un juego.
Los límites y sentidos que fui poniendo ofrecieron un sostén. Le dieron un rumbo
posible a su accionar.
Le digo que tomo agua y vuelvo. Y lo empiezo a hamacar. Casi inmediatamente saca
una mano entre los hilos de la hamaca. Yo digo. ¡Uy, veo una mano! ¿Será la de un
pescador? Entonces le acerco unas botellitas peces, con las que rozo su mano.
Enseguida la toma y la guarda dentro de la hamaca/barca y vuelve a sacar la mano. Así
armamos un juego de hamacar, pescar y guardar. Con una coherencia compartida y con
una secuencia: un pedido/una mano, una espera, y un logro/el pez. Hay pausas, entre
cada pescar canto canciones de mar. Él va guardando el fruto de su acción. En el juego
le pregunto cuántos pececitos tiene. Cuenta y me dice 4. Cuando le vuelvo a preguntar
cuántos peces tiene ahora dice 1. Tomo rápidamente su respuesta, y digo: ¡te los
comiste! Solo te queda uno porque te los comiste ¡Te veo más gordito! Se ríe y sigue
contestando 1 o 0.
Su respuesta también fue un desafío, una trasgresión ya que está acostumbrado a que lo
evalúen con los números. Entiendo que es muy oportuno salir de ese molde del conteo,
que no es una forma del jugar sino que lo interrumpe y conduzco por lugares lúdicos. El
juego crece Sigue pescando y comiendo, y después pide ir al escritorio a hacer peces.
Le doy una botellita, papeles de colores y una tijera y prepara otros peces muy
concentrado y bastante organizado. Acepta mis indicaciones de como agarrar la tijera y
el papel. Se tira al suelo cuando no puede recortar. Pregunto si es una alfombrita y lo
piso suavemente. No lo sigo en su pataleo, lo traigo de nuevo al jugar. Me mira, se
sonríe y se levanta, vuelve a la silla recobrando su postura, más firme, y termina su
tarea.
Un ordenamiento es una invitación que al ser tomada por el niño, permite que
acordemos, que nos encontremos y que entremos en el jugar. Una coacción que no está
separada del niño al que queremos acompañar. Hay indicios, señales que nos permiten
ubicar por dónde va y qué puede ser una llave. Al leer la trasgresión o un desborde
como una invitación a jugar, también estoy enmarcando que este es un lugar donde se
juega y en el que yo voy a ayudarlo a jugar. Me quedo dentro del juego y de alguna
manera suave y firme a la vez, lo guío para que él también se quede. Si el niño me
sigue, el juego tiene más posibilidad de armarse. Si no, habrá que insistir un poco o
buscar otra propuesta.
Sofía24 tiene 5 años. Vuelve con ímpetu a un juego de princesas. Ella es Catalina la hija
de unos reyes que tiene muchos poderes mágicos. Yo soy su hermana menor. Me
propone diferentes aventuras a armar entre las dos.
Podría considerarse como un juego interesante y claro en el desarrollo, pero repite una
y otra vez el uso de sus poderes mágicos para resolver todo conflicto, sin atreverse a
usar su cuerpo. El control mágico impide que lleve su idea a una acción concreta.
Queda en un plano de imaginación. Sin corroborar si es posible y si ella cuenta o no con
la fuerza y con la habilidad.
Un dragón amenaza y ella con su varita mágica ¡fsh!... vence al dragón. Hay que
encontrar un modo de ir a otro país y con su varita mágica ¡fsh! … ¡Ya está allí! Cuando
intento hacer alguna propuesta, la desestima diciendo que ella sabe cómo hacerlo, que
es más grande que yo y que tiene más poderes.
23
Winnicott, D. (1972); Realidad y juego; 2° edición, Barcelona, Editorial Gedisa.
24
Los padres de Sofía relatan que cuando camina usa preponderantemente el lado derecho. Cuentan que nació con
una paresia plexobraquial del lado izquierdo de la que se recuperó sola a los dos meses de edad. Tiene acortados
los gemelos por lo que ha hecho diferentes tratamientos kinesiológicos y antigimnasia. Es muy coordinada con sus
manos. Le cuesta la relación con los pares, no se sabe defender.
Al llegar busca sus cetros (bastones de madera) y vuelve a ser princesa con poderes
mágicos. Dice: me voy a la guerra… Rápidamente, antes de un ¡fsh! mágico, tomo otro
bastón y me pongo de “enemiga”. Luchamos dejando que los palos se toquen y ella, casi
al instante, dice: -¿dale que me matabas? Le digo que sí, que luchemos un poco más y
que luego la mato. La idea de prolongar la lucha es que ella tenga una tolerancia a un
proceso comunicacional, de búsqueda de acuerdos en la lucha y que no sea inmediato el
cumplimiento de su deseo.
Cuando cae “muerta”, me fijo cuán muerta está. Está quieta y muevo cada uno de sus
brazos y sus piernas y la cabeza. La giro. Ella permite esos movimientos sin resistencia.
De pronto dice que va a revivir por sus poderes especiales. Hago una acción concreta
que vehiculiza su intención: tomo un tul que la toca al pasar por encima de su cuerpo y
eso le permite revivir.
Después vuelve a usar la magia de su cetro para resolver situaciones: preparar una
comida especial para los invitados. Entonces, introduzco la idea de que la magia del
cetro disminuye al usarse y es necesario recargarlo. Lo mido y le digo que tiene el 50%
y le pregunto si quiere llevarlo al 100% Para lograrlo, le propongo pruebas que le
permiten recuperar su poder y llenar el cetro nuevamente. Identifico qué acciones son
posibles para Sofía, cuál es un desafío acorde a su medida, ni tan fácil ni tan difícil.
Empiezo planteando una tarea y ella, se va entusiasmando, acuerda, hace y propone a
su vez. Las pruebas se enriquecen al alternar acciones que le permiten explorar su
habilidad corporal. La acompaño a descubrir la posibilidad de dominar su cuerpo en la
acción y no solo en la fantasía.
Los aros están en el suelo. Tiene que saltar con los dos pies juntos dentro de cada aro.
Lo logra. Ya tiene el 60%. Entonces propongo que salte adelante y atrás de un aro a
otro. Le cuesta y adapto la tarea para que salte para atrás dentro del mismo aro. Lo logra
apenas. Pero crece su entusiasmo por recuperar poder mediante pruebas.
Propone saltar con un pie dentro de cada aro. Alterna pies como en carrera lenta. Le
agrego que salte con un pie dentro del aro y luego un pequeño salto más con el mismo
pie. Lo logra en algún grado. Tiene 10% más. Salta en profundidad desde un banco
sueco después de recorrerlo en equilibrio. Su cetro ya tiene el 90 % del poder.
Algunas sesiones atrás, se había interesado en el trapecio al recordar sus clases de circo.
Propongo que se a balancee suspendida del trapecio y si logra tocar la pared con ambos
pies tres veces gana el 100 % del poder.
La idea es proponer desafíos viables. Esto lleva a ubicar su cuerpo como posible
conquistador de poderes y que no solo lo sea su imaginación desligada del cuerpo. Hay
una flexibilidad dentro del juego acordado. Vale ajustar las reglas y me alegro de que se
sienta libre para hacerlo, que los desafíos no se conviertan en una presión exagerada
como para que tenga que escaparse otra vez con hechizos.
Tanto se entusiasma que dice que quiere llegar a tener 1000 de poder en su cetro. Digo
que hoy no va a llegar porque falta poco para que la vengan a buscar pero otro día
podemos seguir
Dice Tonucci25 que el riesgo es una componente esencial del desarrollo. Sería deseable
que los niños encontraran sus obstáculos en el momento útil, medir si pueden saltar un
riachuelo o si les compensa relacionarse con alguien. Un comienzo de praxias logradas
le dio confianza a esta niña para investigar su destreza física. Sofía siente después del
riesgo el placer del logro, la alegría del dominio con trabajo. Empieza a tener acceso a
una representación de sí misma como niña hábil. Esto le permitirá seguir explorando.
A lo largo del tratamiento psicomotor, entre varias cosas que ocurren podemos detectar
algún juego revelador, develador, que dejó marca gruesa, que dio a un niño la
oportunidad de transformación, que abrió camino; que permitió cerrar un ciclo y pasar a
otra cosa. Un juego que habilitó a un niño o a una niña a encontrar el néctar del juego,
un néctar nutritivo y reconstituyente.
25
Tonucci F. (2004); La ciudad de los niños; Madrid, Editorial Fundación Germán Sánchez Ruiperez
Bibliografía
Calmels, D. (2000 – 2012); Analizadores del jugar Análisis del acontecer lúdico.
Buenos Aires, Inédito.
marinamarazzi@gmail.com