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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

JEAN-PIERRE SCHOUPPE

DERECHO PATRIMONIAL
CANÓNICO

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
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Título original: Elementi di diritto patritnoniale canonico

© Copyright 2007. Jean-Pierre Schouppe


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
ISBN: 978-84-313-2508-4
Depósito legal: NA 2.999-2007
Nihil Obstat: J.T. Martín de Agar
Imprimatur: Vicariato di Roma
17 sette1nbre 1997
Traducción: Juan González Ayesta y Diego Zalbidea González
Tratamiento: PRETEXTO. Pamplona
Impreso en: GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Comarca 2. Esparza de Galar (Navarra)
Printed in Spain - I1npreso en España

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ÍNDICE GENERAL

SIGLAS Y ABREVIATURAS ............................................................................... . 15

INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 17

CAPÍTULO I

EL CONCILIO VATICANO Il Y LA LEGISLACIÓN CANÓNICA


SOBRE LOS BIENES TEMPORALES

1. Los PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA REFORMA CODIClAL EN LA LÍNEA DEL CON-


CILIO VATICANO 11 . . .. . .. . .. ... . .. .. .. . .. .. .. . .. .. .. . .. .. . .. .. .. . .. ... . . .. .. .. .. .. .. .. . .. .. . .. .. .. .. . .. . .. .. . . 21
2. Los BIENES TEMPORALES EN EL CÓDIGO DE 1983 ·············································· 23
A) Estructura del libro V: De bonis Ecclesiae temporalibus ..... .................... 24
B) Subsidiariedad y reenvío a las legislaciones civiles en materia patriino-
~... .. . . ... . . ~
1) El principio de subsidiariedad ..................................................... 25
2) Reenvíos a las legislaciones civiles ..................................................... 27

CAPÍTULO 11

LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS


DEL DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

1. EL DERECHO DE LA IGLESIA CATÓLICA AL USO DE LOS BIENES TEMPORALES COMO


MEDIOS PARA ALCANZAR SUS PROPIOS FINES ...................................................... 29
A) El fundamento eclesiológico del derecho patrimonial canónico ............... 30
B) Los bienes temporales son medios para alcanzar los fines de la Iglesia ... 30
C) Contenido jurídico del derecho de la Iglesia al uso de bienes temporales 33
2. CARÁCTER NATIVO E INDEPENDIENTE DEL DERECHO DE LA IGLESIA AL USO DE
BIENES TEMPORALES .......................................................................................... 34
A) Análisis de la expresión «derecho nativo e independiente» (c. 1254) ...... 35
B) Justificación del derecho nativo e independiente de la Iglesia frente a las
diversas teorías contrarias ......................................................................... 36

7
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

C) Fundamento jurídico del derecho de la Iglesia a la posesión de bienes tem-


porales ..................................................................................... ................. 37
D) Contenido del derecho nativo e independiente de la Iglesia a la posesión
de bienes temporales ................................................................................. 39
3. LA CAPACIDAD PATRIMONIAL DE LAS PERSONAS JURÍDICAS (PÚBLICAS Y PRIVADAS) 40
A) Las nociones de dominio, propiedad y posesión ................................ 40
B) El concepto de patrimonio eclesiástico .................................................... 42
1) Evolución histórica del patrimonio eclesiástico ................................. 42
2) El concepto de patrimonio eclesiástico en el Código de 1983 ............ 43
a') Concepción civil del patrimonio ................................................... 43
b') Noción de patrimonio en la nueva disciplina canónica ................. 44
C) La capacidad patrimonial de las personas jurídicas en el Código de 1983 45
D) Requisitos para la existencia de una persona jurídica (privada o pública):
incidencia en la gestión patrimonial ............................... .......................... 46
4. LAS PERSONAS JURÍDICAS PÚBLICAS EN CUANTO PROPIETARIAS DE BIENES ECLE-
SIÁSTICOS REGIDOS POR LA DISCIPLINA ADMINISTRATIVA DEL LIBRO V ............... 48
5. SUJECIÓN DE LA PROPIEDAD DE LAS PERSONAS JURÍDICAS A LA POTESTAD DE GO-
BIERNO DEL ROMANO PONTÍFICE ................................................ ...................... 49
A) La doctrina del dominio dividido ............................................ ................. 50
B) La potestad de gobierno del Romano Pontífice ....................... ................. 52

CAPÍTULO III

CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

l. BIENES TEMPORALES ......................................... .................................. 55


2. BIENES ECLESIÁSTICOS, ECLESIALES Y PRIVADOS ....................................... 56
A) Noción de bien eclesiástico ...................... ................................... 56
B) Naturaleza de los bienes de las personas jurídicas privadas ...................... 57
C) Régimen jurídico de los bienes eclesiásticos y de los bienes eclesiales pri-
vados ........... .............................................................................................. 60
1) La normativa aplicable en los distintos casos ........ ............................. 60
a') Para las personas jurídicas públicas ................ ............................. 60
b') Para las personas jurídicas privadas ................ ............................. 61
2) La vigilancia del Ordinario del lugar sobre los bienes de las personas
jurídicas ............................................................................................... 61
a') Vigilancia sobre las personas jurídicas públicas .. ........................ 62
b') Vigilancia sobre los entes privados ...................... ........................ 62
D) La articulación entre bienes eclesiásticos y bienes civiles ........................ 63
3. LAS COSAS SAGRADAS Y LOS BIENES PRECIOSOS ......................... ................... 65
A) Las cosas sagradas .............................................................. ...................... 65
1) Noción de cosa sagrada ................................................ ...................... 65
2) Régimen administrativo de las cosas sagradas .................................... 66
a') La normativa jurídica para una digna instalación, conservación y
utilización de las cosas sagradas ................................. .................. 67
b') La restricción del ámbito de la prescripción adquisitiva de lasco-
sas sagradas ... .. ... .. . .. . .. . .. .. .. .. . .. .. ... .. .. .... ... .. .. ... .. .... 68
B) Las cosas preciosas .... .................................................................. 68
1) Noción canónica de cosa preciosa y concepto civil de bien cultural 68
2) Régimen administrativo de las cosas preciosas................................. 71
4. DIVERSAS CATEGORÍAS DE BIENES PROCEDENTES DEL DERECHO ROMANO ........... 72

8
ÍNDICE GENERAL

CAPÍTULO IV
MODOS JURÍDICOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

l. PREMISAS: DERECHOS REALES Y OBLIGACIONES ................................................. 76


2. Mooos ORIGINARIOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES ··················· 77
A) La ocupación y la invención ..................................................................... 78
B) Accesión, unión y especificación .............................................................. 78
C) Los frutos ........................................ ........................................................ 79
3. Mooos DERIVADOS DE TRANSFERIR LOS DERECHOS REALES: LOS CONTRATOS ..... 79
A) Los contratos en general ............................................................................ 80
l) Idea general de hecho, acto, negocio jurídico y contrato .................... 80
a') Concepción de la doctrina civil francesa del acto jurídico y del
contrato .......................................................................................... 80
b') Teoría del negocio de la doctrina civil de origen pandectista ....... 81
c ') Consideración canónica de la cuestión .......................................... 82
2) Clasificación de los contratos ...................................................... 83
3) Los elementos esenciales del contrato................................................. 85
a') La capacidad y la habilidad ........................................................... 85
b') La forma ............................................................. .......................... 85
c') La voluntad real: los vicios de la voluntad .................................... 86
d') El objeto o materia......................................................................... 87
e') La causa ........................................................................................ 87
4) La normativa canónica sobre los contratos en general ........................ 88
B) Los contratos en especie .................. ......................................................... 89
1) La compraventa y la permuta .............................................................. 90
2) El contrato de arrendamiento.................................................. 91
3) La enfiteusis.......................................................................................... 92
4) El derecho de superficie ...................................................... ................ 93
5) Contratos de préstamo: comodato y mutuo ................................ 94
6) Contratos reales de garantía: la prenda y la hipoteca .... ..................... 94
7) El depósito.............................................................................. 95
4. LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA Y EXTINTIVA ...................................................... 96
5. MODOS INDIRECTOS: MODIFICACIONES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS ·················· 99
A) Modificaciones de personas jurídicas públicas ......................................... 100
1) La unión......................................................................................... 100
2) La división................................................ .............................. 100
3) La extinción................................................................................... 101
4) La trasformación con repercusión en el patrimonio ........................... 101
B) Modificaciones de los demás entes ........................................................... 102

CAPÍTULO V

LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

1. LAS OFRENDAS VOLUNTARIAS .................. ......................................................... ] 03


A) Las ofrendas espontáneas ...................................................... ................... 104
1) Premisa: los conceptos canónicos de pía voluntad y causa pía ........... 104
2) Donaciones.... ................................ ..................................................... 107
a') El contrato de donación ............................. ................................... 107
b') La capacidad de donar, recibir y aceptar . ..................... J09

9
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3) Las sucesiones 1nortis causa: a título de herencia o de legado 110


a') Premisa: los actos mortis causa..................................................... 110
b') La sucesión legal ........................................................................... 111
e') La sucesión testamentaria ..................................... ........................ 111
a") La capacidad de testar y de recibir por vía testamentaria ..... 112
b") La forma del testamento ........................................................ 112
e") Ejecución del testamento....................................................... 113
4} Las ofrendas con ocasión de servicios pastorales ........................... ,.... 113
a') Noción de ofrenda con ocasión de servicios pastorales ................ 114
b') Disciplina canónica sobre las ofrendas con ocasión de misas y de
funerales .. . .. .. . .. . .. ... .. .. . .. .. . .. ... .. .. . . . . .. .. .. ... .. .. .. .. . .. . .. ... .. . .. . .. .. . .. .. . .. .. .. . 115
a") Las ofrendas con ocasión de misas ...................................... 115
b") Las ofrendas con ocasión de funerales.................................. l 17
5) Disciplina canónica sobre las pías voluntades ..................................... 117
a') El derecho-deber fundamental de los fieles de ayudar a la Iglesia 118
b') Presunción sobre las oblaciones a una persona jurídica eclesiásti-
ca.................................................................................................... 118
c') Condiciones para rechazar estas oblaciones.................................. 118
d ') Límite a la libertad del ad1ninistrador de hacer donaciones .......... 1J9
e') Cu1nplimiento diligente de la pías voluntades............................... 119
f') La sustitución fiduciaria ................ .......................................... 120
g') El respeto de las formalidades del derecho civil ........................... 122
6) Las pías fundaciones............................................................................ 124
a') La fundación autónoma ................................................................. 124
b') La fundación no autónoma ............................................................ 125
c') Disciplina canónica sobre las fundaciones pías............................. 126
a") La constitución de una fundación ......................................... 126
b") La administración de una fundación ..................................... 127
c") Las modificaciones de las pías voluntades............................ 127
d") El caso particular de la reducción o de la transmisión de los
estipendios de los legados de misas ...................................... 128
e") La extinción de una fundación .............................................. 129
B) Las ofrendas a petición.............................................................................. 130
1) Las colectas.......................................................................................... 130
a') Las colectas ordinarias ..................... ............................................ 130
b') Las colectas especiales .................................................................. 131
c') La cooperación diocesana a las necesidades de la Sede Apostólica
y de las misiones ............................................................................ 132
2) La petición de limosnas ....................................................................... 133
2. LAS TASAS .................................. ................................................ ................... 135
A) Las tasas administrativas ............ ............................................. ................ 136
B) Las tasas judiciales .......................................... .............. .............. 136
3. Los TRIBUTOS DIOCESANOS ...... ········································· ······················ 137
A) El tributo ordinario diocesano ................................................................... 138
B) El tributo extraordinario diocesano ........................................................... 140
C) El tributo seminarístico ............................................................................. 141
4. Los PRINCIPALES SISTEMAS DE FINANCIACIÓN EXTRA-ECLESIAL ....... ................. 142
A) La re1nuneración de los 1ninistros de culto por parte del Estado ............... 142
B) El tributo eclesiástico con recaudación estatal .......................................... 144
C) La asignación fiscal ............................................................... .............. 145

10
ÍNDICE GENERAL

5. LA SUPERACIÓN DEL SISTEMA BENEFICIAL ................ ........................................ 146


A) Origen histórico de este instituto ............................................................... 146
B) Elbeneficioene!Códigode 1917 ............................................................. 147
C) La perspectiva del Concilio Vaticano II y del Código de 1983 en materia
de remuneración del clero .. ............................ ......................................... 148

CAPÍTULO VI
LA ADMINISTRACIÓN Y LA ENAJENACIÓN
DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

1. NOCIÓN DE ADMlN!STRACIÓN Y DE ENAJENACIÓN ............................................. 154


A) Premisa: el concepto de patrimonio estable .............................................. 155
B) Ad1ninistración ordinaria ........................................................................... 157
C) Administración extraordinaria ................................................................... 158
D) Actos de enajenación y asirnilados: el concepto «legal» de enajenación .. 159
E) Actos de mayor importancia ... .......................................................... 161
2. LA FUNCIÓN DEL ADMINISTRADOR DE BIENES ECLESIÁSTICOS ............................. 162
A) Requisitos para el nombramiento del administrador............................... 163
B) Derechos y obligaciones del administrador........... ................................... 164
1) Inicio de la gestión ........................................................ ...................... 165
2) Contenido de la gestión ....................................................................... 166
a') Actos dictados por la diligencia de un buen padre de familia y re-
cogidos en el c. 1284 § 2 .............. ........................................... 166
b') El presupuesto .......................................... .................................... 166
c') La enajenación y los actos asimilados en general ................ 167
d') Las donaciones en particular ................ ........................................ 167
e') Los contratos de trabajo................................................................ 168
f') La rendición de cuentas ............... ................................................. 168
g') La representación judicial.......................... ................................... 169
3) La cesación y la dimisión del oficio ....................................... 170
C) La responsabilidad jurídica por los actos de administración ..................... 171
!) El caso del acto inválido ........................................... .......................... 171
2) La hipótesis del acto válido pero ilegítimo.......................................... 173
3. FUNCIONES DEL ORDINARIO EN MATERIA PATRIMONIAL ....... .............................. 174
A) Las funciones de tutela y vigilancia sobre la gestión de los bienes ........... 175
B) La facultad de reglamentación .................................................................. 176
C) Competencias especiales del Ordinario ..................................................... 176
D) Intervenciones subsidiarias ..... .................................................................. 176
4. FUNCIONES DEL ROMANO PONTÍFICE ................................................................. 177
A) La potestad de gobierno del Romano Pontífice en materia patrimonial ... 177
B) Funciones de los organismos de la Curia Romana .................................... 178
1) La Congregación para el clero .......................................... 179
2) La Pontificia Comisión para los bienes culturales de la Iglesia .......... 179
3) Otros dicasterios que tienen competencias en materia de derecho pa-
trimonial ......... .................................................................................... 180
a') La Congregación para los Institutos de vida consagrada y para las
Sociedades de vida apostólica ..................................... 180
b') La Congregación para la evangelización de los pueblos ............... 180
c') La Congregación para las Iglesias Orientales ..... ......................... 180

11
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

5. INTERVENCIÓN DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES EN LA GESTIÓN DE LOS BIE-


NES ................................................................................................................... 180
A) Función normativa.................................................................................... 181
B) Funciones de administración ..................................................................... 182
1) La ad1ninistración mediata .................................................................. 182
2) La administración in1nediatade los bienes propios y de los llamados «fl u-
jos financieros» ...... ............................................................................. 182
6. EL CASO ESPECIAL DE LA GESTIÓN DEL PATRIMONIO DE LA SANTA SEDE ............ 184
A) Función de la Cámara Apostólica ................................. ............................ 184
B) Cometidos de la Administración del patrimonio de Ja Sede Apostólica
(APSA) ............ ......................................................................................... 185
C) La Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede....................... 186
D) El papel del Consejo de cardenales para el estudio de los problemas orga-
nizativos y económicos de la Santa Sede ..... ............................................ 187

CAPÍTULO VII
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS Y DE LA PARROQUIA

J. LAS COMPETENCIAS DEL ÜRDINARIO EN LA ADMINISTRACIÓN DIOCESANA .......... 189


A) La función legislativa del Obispo diocesano............................................. 191
B) Instrucciones administrativas del Ordinario.............................................. 191
C) Vigilancia y control ................................................................................... 191
2. INTERVENCIÓN DE ALGUNOS ÓRGANOS DIOCESANOS EN LA ADMINISTRACIÓN DE
LOS BIENES ........................................................................................................ 194
A) El Consejo diocesano de asuntos económicos .......................................... 194
B) El ecónomo . .. .. . .. . .. . .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. . . . .. .. .. . .. ... .. .. . .. .. .. . .. . .. . .. .. .. .. .. .. . .. 197
1) El oficio del ecónomo.......................................................................... 197
2) Funciones del ecónomo ....................................................................... 197
C) El Colegio de consultores ........... .............................................................. 198
D) El Consejo presbiteral .................................................. ............................ 199
3. INSTITUCIONES DIOCESANAS AUSPICIADAS POR EL CONCILIO VATICANO ll ......... 200
A) Instituto diocesano para la sustentación del clero ..................................... 200
B) Instituto central para la sustentación del clero .......................................... 202
C) Instituciones para la previsión social del clero .................. ....................... 203
D) Fondo común diocesano para las demás necesidades ............................... 204
4. ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA PARROQUIA ..................................................... 205
A) Funciones del párroco en la gestión administrativa .................................. 206
1) Funciones administrativas del párroco ................................................ 206
2) Las funciones de representación legal ................................................. 207
B) El Consejo parroquial de asuntos económicos .......................................... 208
C) El Consejo pastoral parroquial ............................... .................................. 210

CAPÍTULO VIII
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA
CONSAGRADA Y EN LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA

1. PRINCIPIOS GENERALES DE LA GESTIÓN PATRIMONIAL DE LOS INSTITUTOS DE VIDA


CONSAGRADA Y DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA ................................ 214

12
ÍNDICE GENERAL

A) Gestión de los bienes temporales y voto de pobreza en la vida consagrada


y en las Sociedades de vida apostólica ..................................................... . 214
B) La capacidad patrimonial de los Institutos de vida consagrada y de las so-
ciedades de vida apostólica ...................................................................... . 215
2. RÉGIMEN JURÍDICO ESPECÍFICO DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS EN MATERIA PA-
TRIMONIAL ..................................................................................................... . 217
A) Normativa aplicable a los bienes pertenecientes a los Institutos religiosos . 217
l) El régimen universal ........................................................................... . 218
2) El régimen propio ............................................................................... . 218
B) La figura del ecónomo y de los otros administradores ............................. . 219
C) La competencia administrativa del Ordinario del lugar respecto a los ins-
titutos religiosos ............................................................................... . 221
l) Competencia administrativa del Ordinario del lugar respecto a los mo-
nasterios «sui iuris» ............................................................................ . 221
2) Competencia administrativa del Ordinario del lugar respecto a las ca-
sas religiosas de derecho diocesano .................................................. . 221
D) La delimitación de las nociones de administración ordinaria y extraordi-
naria en el ámbito de los Institutos religiosos .......................................... . 222
1) La determinación de los actos de ordinaria administración ............... . 223
2) Los requisitos establecidos para los actos que exceden la ordinaria
administración ...................................................... . 223
E) La imputación y la responsabilidad jurídica por los actos de administra-
ción .......................................................................................................... . 225
1) La responsabilidad de la persona jurídica que ha contraído obligacio-
nes y deudas ....................................................................................... . 225
2) La responsabilidad jurídica de las personas físicas en caso de licencia
o de mandato ....................................................................................... . 225
3) La responsabilidad jurídica de las personas físicas que han contraído
obligaciones sin ningún mandato o licencia del Superior .................. . 226
4) La posibilidad de acción contra enriquecimientos indebidos 226
5) La necesidad de licencia del Superior y las condiciones para poder
conceder el permiso de contraer deudas en nombre de la persona jurí-
dica .................................................................................................... . 227
F) La supresión de la persona jurídica: consecuencias patrimoniales .......... . 227
G) Los acuerdos escritos con el Ordinario del lugar. El caso de las parroquias
confiadas a los Institutos religiosos ......... .......................................... . 228
3. EL RÉG!f\.1EN JURÍDICO DE LOS BIENES PROPIOS DE LOS RELIGIOSOS .................... . 229
A) La cesión de la administración de los bienes propios .............................. . 230
B) La disposión del uso y del usufructo de los bienes . ............. . 230
C) El testamento ............................................................................................ . 230
D) Los bienes adquiridos por un 1niembro del instituto religioso ................. . 231
E) La renuncia a los bienes propios .............................................................. . 232

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA ............................................................................................... . 235

13
SIGLAS Y ABREVIATURAS

AA Conc. Vaticano II, Decr. Apostolicanz actuositatetn


AAS Acta Apostolicae Sedis
AC L'année canonique
Ap Apollinaris
BOCEE Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española
CCEO Codex Canonuni Ecclesiarum Orientalium
CD Corre. Vaticano II, Decr. Christus Donúnus
CEE Conferencia Episcopal Española
CE! Conferenza Episcopale Italiana
ere 17 Codex luris Canonici 1917 (los respectivos cánones van seguidos de un
asterisco)
ere (83) Codex luris Canonici 1983
Com Conzmunicationes, revista del Pontificio Consejo para los Textos Legis-
lativos
DDC Dictionnaire de droit canonique
DE ll diritto ecclesiastico
DH Conc. Vaticano II, Decl. Dignitatis hun1anae
ES Pablo VI, m.p. Ecclesiae Sanctae
GS Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudil11n et Spes
re !us canonicunz
JE lus Ecclesiae
LG Conc. Vaticano 11, Const. dogm. Ltonen Gentitun
ME Monitur ecclesiasticus
PB Juan Pablo TI, Const. ap. Pastor Bonus
Per Periodica de re canonica
PO Conc. Vaticano II, Decr. Presbyterorun1 Ordinis
RDC Revue de droit canonique
REDC Revista española de derecho canónico
RGCR Reglamento general de la Curia Romana (4 de febrero de 1992)
se Conc. Vaticano II, Const. Sacrosantun1 Concilium
StC Studia Canonica
TJ The Jurist

15
INTRODUCCIÓN

La Iglesia camina, a través del espacio y del tiempo, hacia la patria ce-
lestial. Cristo la ha establecido como «una realidad compleja, constituida por
un elemento humano y otro divino» (LG, 8), de tal manera que su dimensión
espiritual, vivificada por el Espíritu, no puede desentenderse de su existencia
como organismo visible y social. Por ello, para cumplir su misión sobrenatu-
ral de salvación, la Iglesia necesita de los bienes temporales y de normas que
ordenen el recto uso de esos medios. El derecho de los bienes temporales (o
derecho patrimonial canónico) organiza y regula este aspecto de la dimensión
visible de la Iglesia.
El carácter instrumental de los medios materiales utilizados por la Iglesia
constituye, desde el punto de vista teológico, tanto un título como una medida.
Es título, porque el hecho de que la Iglesia posea determinados bienes mate-
riales se justifica por la necesidad de servirse de ellos para perseguir sus fines
propios. Y esa finalidad constituye a la vez la medida del recto ejercicio de este
derecho, pues la Iglesia debe vivir ejemplarmente la virtud de la pobreza evan-
gélica. Por ello, conviene evitar no solo una acumulación de bienes innecesa-
rios, sino también cualquier forma de gestión negligente, con todos los riesgos
de derroche que implica.
Es necesario, por tanto, que los bienes de la Iglesia sean administrados por
expertos o, al menos, por personas que se esfuercen por adquirir una verdadera
competencia profesional (cfr. GS, 72). Esta competencia supone no solo una
formación en las técnicas de gestión y de finanzas -siempre en función de los
fines eclesiales-, sino también el conocimiento y aplicación del derecho canó-

17
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

nico y civil de modo coherente con las exigencias de justicia. En efecto, sin
justicia difícilmente se puede practicar la caridad; y, donde reina la injusticia,
¿cómo podrá darse una verdadera communio eclesial?'. Por estas razones, el
derecho patrimonial no es únicamente una competencia técnica necesaria para
algunos expertos o administradores eclesiales, sino también un elemento de
formación sumamente conveniente para todos los fieles -clérigos, religiosos y
laicos- interesados en conocer y promover las dimensiones de la justicia en el
ámbito de los bienes temporales de la Iglesia.
Para los partidarios de la división de la ciencia canónica en ramas, el dere-
cho patrimonial se puede categorizar como parte del derecho administrativo es-
pecial, si bien es también posible considerarlo como una disciplina autónoma'.
En cualquier caso, el innegable carácter administrativo del derecho patrimonial
no debe llevar a una excesiva acentuación de su dimensión pública. Un enfoque
de esas características se expondría al riesgo de pasar por alto, o de resolver
insatisfactoriamente, diversos aspectos y cuestiones que implican dimensiones
eclesiales no públicas. Piénsese, por ejemplo, en las peculiaridades de la ges-
tión de bienes no eclesiásticos pertenecientes a personas jurídicas privadas de
la Iglesia; en la administración de bienes propiedad de entidades eclesiales sin
personalidad jurídica; en los derechos y deberes de los fieles en cuanto al sos-
tenimiento de las necesidades materiales de la Iglesia; o en el derecho funda-
mental a emprender iniciativas y crear asociaciones con finalidades eclesiales,
dotándolas de los medios materiales precisos para poder alcanzarlas; etc. Con
un planteamiento exclusivamente publicista, esos derechos y situaciones que-
darían vacíos de contenido y reducidos a una mera declaración formal.
El presente volumen es la versión castellana de Elementi di diritto patri-
moniale canonico (Giuffre, Milano 1997), publicado en la colección de tratados
jurídicos de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontifica Universita della
Santa Croce (Roma), tras varios años de docencia de esta asignatura en dicha
Facultad. Sin embargo, no se trata de una mera traducción, sino más bien de
una versión revisada, puesta al día y ampliada en función del derecho español
(civil y canónico), y teniendo en cuenta también las experiencias de docencia e
investigación de los diez años que la separan de la edición original.

1. Este no es el lugar adecuado para detenernos en este punto. Hemos tratado estas cuestio-
nes de filosofía del derecho y de teoría fundamental del derecho canónico en le réalis111e juridi-
que (Bruxelles 1987) y Le droit canonique. Introducion générale et droit matrimonial (Bruxelles
1991 ). Véase también, La dimension juridique de la parole et des sacrements ainsi que de la
«communio», en AC 42 (2000) pp. 167-188.
2. Para una definición técnica y una presentación sintética del derecho patrimonial canó-
nico, véase M. LóPEZ ALARCÓN, Introducción al Libro V, en Co1nentario exegético al Código de
Derecho canónico, IV /1, Pamplona 2002·'.

18
INTRODUCCIÓN

Se trata de un manual que abarca el derecho patrimonial de la Iglesia cató-


lica latina' en su conjunto. Las páginas que siguen, conforme al método siste-
mático, no se limitan a un estudio y comentario de las disposiciones del Código
de 1983 y de las normas extracodiciales dadas por la Sede Apostólica. Se ha
procurado, por el contrario, completar los datos normativos universales con
las necesarias referencias tanto al derecho particular -sobre todo de las Confe-
rencias episcopales española e italiana-, corno a las instituciones del derecho
secular y a la doctrina civil correspondientes a las remisiones de la normativa
canónica, que constituyen una característica de esta disciplina.
Antes de invitar al lector a adentrarse ya en el contenido del manual, qui-
siera poner de relieve el inestimable trabajo de traducción del texto italiano
y de adaptación al derecho canónico y civil español llevado a cabo por los
profesores Juan González Ayesta y Diego Zalbidea, de la Facultad de Derecho
Canónico de la Universidad de Navarra. Mi agradecimiento por esa colabora-
ción tan eficaz, así corno por los valiosos consejos recibidos. Gracias también al
profesor Jorge Miras, Decano de dicha Facultad, por su atenta lectura del texto
final, así como a mi colega romano, el profesor Jesús Miñambres, por algunas
acertadas sugerencias que son resultado de su experiencia docente.
No puedo terminar estas líneas sin manifestar mi especial alegría por poder
contribuir con este manual a enriquecer las publicaciones didácticas promovi-
das por el Instituto Martín de Azpilcueta. La Facultad de Derecho Canónico de
Pamplona me es querida por muchos motivos; pero, sobre todo, porque en su
seno recibí mi inicial formación en Derecho Canónico y en ella tuve después
el honor y la suerte de realizar una tesis doctoral con el muy estimado profesor
Javier Hervada.

3. Sobre el derecho patri1nonial canónico oriental, ver: R. METZ, Te1nporaf Goods of the
Church (ce. 1007-1054), en G. NEDUNGAT (ed.), A Guide to Eastern Code. A Conunentary on
the Codeo/ Canons of the Eastern Churches, Roma 2002; J. ABBASS, The Te1nporal Goods of
the Church: A cotnparative Study of the Eastern and Latin Codes oj Canon Law, en Per 83
(1994) pp. 669-714; D. SALACHAS, !stituzioni di diritto canonico delle Chiese cattoliche orien-
tali, Roma-Bologna 1993, pp. 241-242, 341 y 354-355; V.J. PosPISH!L, Eastern Catholic Church
Law, New York 1996 2, pp. 693-705; I. MITROFAN, Les hiens de l'Égfise selon le Codex Canonum
Ecclesiarum Orientalium, en UN!VERSITÉ SAINT-ESPRIT DE KASLIK, Acta Silnposii internationafis
circa Codicem Canonuni Ecclesiarum Orientaliurn, 24-29 abril 1995, Kaslik-Liban 1996, pp.
415-446. Cfr. también, algunos comentarios generales al CCEO, como por ejemplo: P.Y. PIN-
TO (ed.), Commento al Codice dei Canoni del/e Chie.se Orientali, Cittit del Vaticano 2001; J.L.
AcEBAL (et al.), Código de Cánones de las Iglesias Orientales. Edición bilingüe comentada por
los profesores de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca,
Madrid 1994.

19
CAPÍTULO I

EL CONCILIO VATICANO 11 Y LA LEGISLACIÓN


CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES

En estas páginas introductorias trataremos de presentar, con brevedad, la


vigente legislación canónica latina, que se encuentra principalmente en el libro
V del Código de 1983. Para hacer una breve referencia histórica, partiremos de
los principios inspiradores que presidieron la reforma del ere 17, siguiendo el
cauce marcado por el Concilio Vaticano II.

1. LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA REFORMA


CODICIAL EN LA LÍNEA DEL CONCILIO VATICANO 11

En el Código anterior, los cánones relativos al derecho patrimonial se agru-


paban principalmente en el libro III (De rebus), que se ocupaba de los beneficios
en la Pars V (ce. 1489-1494*) y de los bienes en la Pars VI (ce. 1495-1551*) 1•
En el libro II, y entre las normas sobre los religiosos, podían encontrarse otros
cánones relativos a la materia. El examen de las diversas partes de que consta-
ba el libro De rebus pone de manifiesto una excesiva variedad de materias no
siempre homogéneas. En realidad, bajo el amplísimo término «cosas» se trata-

l. Como ilustración de Ja doctrina relativa al libro 111, véanse, entre otros, F.X. WERNz-P.
VJDAL, Íus Canonicu1n IV/2, De Rebus, Romae 1935; A. VERMEERSCH-J. CREUSEN, Epitome !uris
Canonici, Mechliniae-Ro1nae 1930~; G. VROMANT, De bonis Ecclesiae ten1poralibus, Bruxelles
19531; R. NAZ, Traité de droit canonique, III, Paris 19542 •

21
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

ba de todo lo que no eran «personas», como se puede constatar pasando revista


al índice del libro IIF.
Tras el Concilio se criticó fuertemente esta mezcla de elementos tan dispa-
res como los bienes espirituales (sacramentos, sacramentales, etc.) y los tempo-
rales. De acuerdo con la visión conciliar, se quiso estructurar el Código sobre la
base de los tres munera o funciones de la Iglesia. Así, las funciones de enseñar
y santificar -no en cambio la función de regir- son objeto propio de sendos
libros (Ill y IV). El libro V se dedica exclusivamente al tratamiento de los
bienes temporales. De este modo, se ha intentado alcanzar una sistemática más
adecuada y que responda mejor a los criterios conciliares y científicos, así como
a la sensibilidad moderna'. Esta estructuración del nuevo Código ha querido
subrayar la función pastoral y salvífica de la Iglesia (principio directivo n. 3 de
la reforma codicia!'), así como la necesidad de medios para poder cumplir su
misión; medios, que por estar destinados a un fin, no se oponen a la exigencia
de dar testimonio de pobreza.
En conjunto, por lo que al derecho patrimonial se refiere, se aprecia la vo-
luntad del legislador de tener en cuenta, al mismo tiempo, tanto las exigencias
de justicia (principio directivo n. 1), como la necesidad de eficacia económica,
sin olvidar la finalidad y naturaleza propias de la Iglesia. Esto quiere decir,
entre otras cosas, que la eficacia económica no puede prevalecer sobre la jus-
ticia o las finalidades eclesiales. Dos ejemplos nos permitirán mostrar bien la
relatividad del criterio económico. En materia de actos de liberalidad, hay que
respetar siempre la voluntad del donante, aunque el destinatario de una liberali-
dad concreta tenga intereses diversos. Los límites de la perspectiva económica

2. L!BER !!/l. De rebus.


Pars 1, De Sacramentis
Pars !!, De locis et te1nporibus sacris
Pars /JI, De cultu divino
Pars IV, De magisterio ecc/esiastico
Pars V, De heneficiis alüsque institutis ecclesiasticis non collegialibus
Pars VI, De bonis Ecclesiae temporalibus.
3. Los trabajos preparatorios correspondientes se encuentran en Co1n 5 ( 1973) pp. 94-103;
9 (1977) pp. 269-273; 12 (1980) pp. 388-435; 15 (1984) pp. 27-37. Para una presentación his-
tórica de la actividad de la Comisión en materia de bienes te1nporales, véase, J.-C. PÉRISSET,
Les biens temporels. Commentaire du Code de droit canonique, Livre V, Paris 1996, pp. 17-27.
Véanse también, P.A. PERLADO, Sugerencias para una visión moderna del derecho patrimonial
canónico, en /C 9 ( 1969) pp. 351-400; F. CoccOPALMER!O, Diritto patrimoniale della Chiesa,
en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO CANON!CO (ed.), Il diritto ne[ 1nistero della Chiesa, IV,
Roma 1980, pp. 1-70; L. MISTÓ, I beni temporali della Chiesa, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI
DIRITro CANONICO (ed.), Jl diritto nel mistero della Chiesa, Ill, Ro1na 19922, pp. 347-430.
4. Para una presentación completa de los principios inspiradores de la reforma codicia!,
véase Conz 1 (1969) pp. 70-100. Para un comentario, véase J. CANOSA (a cura di), I Principi
per la revisione del Codice di Diritto canonico. La rice::,ione giuridica del Concilio Vaticano JI,
Milano 2000.

22
LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES

los encontramos también en el ámbito de la gestión de los bienes: en muchos


casos será conveniente invertir el dinero, pero habrá que hacerlo dentro del
respeto de ciertas garantías (contratos lícitos, compatibles con la pobreza y con
los fines eclesiales ... ) y no atendiendo solo al carácter más o menos rentable
de un negocio.
La preocupación por salvaguardar la naturaleza propia de la Iglesia, que es
«comunión», se pone claramente de manifiesto, por ejemplo, cuando se apela a
la generosidad responsable de los fieles, en lugar de ejercitar la potestad tribu-
taria de la Iglesia; también en el esfuerzo por intensificar la intercomunicación
de bienes mediante la creación de masas comunes y la ayuda económica entre
diócesis y entre casas religiosas. La misma idea se encuentra, como veremos
después, en la superación del antiguo sistema beneficia! para la sustentación del
clero; y al perseguir, en cuanto a la administración de sacramentos y sacramen-
tales, la separación entre las acciones sagradas y la remuneración del ministro.
Todas estas orientaciones tienden a resaltar !a función «diaconal», es decir, de
servicio, propia de los pastores. Entre los principios inspiradores de la reforma
codicia!, podemos incluir también el carácter público de los patrimonios ecle-
siásticos (no existen, por tanto, bienes eclesiásticos que pertenezcan a titulares
privados) y el importante papel confiado a los laicos, muy destacado en este
ámbito de la vida eclesial.
Hay que señalar otros dos aspectos. En primer lugar, el amplio poder atri-
buido a las diversas Conferencias episcopales -aunque no tan amplio en la re-
dacción definitiva como se había propuesto en los trabajos preparatorios-, que
muestra la gran relevancia que el coetus «De bonis temporalibus» quiso dar al
principio de subsidiariedad'; y, en segundo lugar, un mayor uso del reenvío al
derecho estatal, que permite una notable desconcentración normativa.

2. LOS BIENES TEMPORALES EN EL CÓDIGO DE 1983

Como hemos dicho, nos limitaremos aquí a describir brevemente la estruc-


tura del libro V y a mencionar las normas que aparecen en otras partes del CIC.
Mostraremos, después, la aplicación del principio de subsidiariedad y el uso
del reenvío a las legislaciones estatales, que es una técnica muy característica
en esta materia.

5. Se trata del principio directivo n. 5 (cfr. Com 9 [1977] p. 269). Véase infra, 2. b).

23
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

A) ESTRUCTURA DEL LIBRO V: DE BONIS ECCLESIAE TEMPORALIBUS

Respecto al título del libro V, el Código actual ha seguido la solución del


anterior, y también la de los proyectos de 1980 y 1982 6 . Asumiendo sustancial-
mente el orden de las materias del CIC 17, el legislador ha tratado el derecho de
los bienes temporales de la Iglesia de modo notablemente más breve que la pars
VI, De bonis, del Código pío-benedictino. Ahora no hay más que 57 cánones,
en lugar de los 143 del Código abrogado. De toda la Pars V subsiste un único
canon (el c. 1272 sobre los beneficios) de los 80 que incluía el viejo Código. De
los institutos no colegiales se habla en el título De piis fundationibus (cfr. ce.
1303 y ss.). Los cánones sobre las causas pías se han simplificado. El resultado
final es una disposición más unitaria y ordenada del libro V.

Liber V. De bonis Ecclesiae temporalibus (ce. 1254-1310)


Ce. 1254-1258
Titulus l. De adquisitione bonorum
Titulus IJ. De administratione bonorum
Titulus IJI. De contractibus ac praesertim de alienatione
Titulus IV. De piis voluntatibus in genere et de piis fundationibus

Hay, además, otros cánones situados en diversos lugares del Código'.

6. El Sche1na de 1977, en cambio, usaba la expresión «De iure patrimoniale Ecclesiae».


A continuación, se propuso la fónnula «De Ecclesiae patrimonio temporale», pero el legislador
ha preferido la expresión tradicional «De bonis Ecclesiae te1nporalibus», evitando el término
«patrimonio», que podía llevar a pensar en una gran n1asa de bienes pertenecientes a un único
sujeto: la Iglesia Católica o alguno de sus entes centrales, cosa que resultaría poco confonne con
el mensaje evangélico (cfr. Co1n 12 [1980] p. 394). En realidad, este argumento no parece contar
con justificación científica, ya que, por una parte, un patrimonio puede ser también pequeño (cfr.
A. MOSTAZA, El nuevo derecho patrimonial de fa Iglesia, en Estudios Eclesiásticos 58 [1983] p.
183); y, por otra parte, no existe un único titular de un patrimonio universal, sino una 1nultitud
de titulares de bienes (diócesis, parroquias, entes asociativos, etc.). Sin embargo, este último
argumento sería precisamente -según algunos autores- la razón más convincente para justificar
la nueva forn1ulación ... (cfr. F.R. AZNAR GIL, La ad1ninistración de los bienes te1nporales de la
Iglesia, Salamanca 1993 2 , p. 18; V. DE PAOL!S, De bonis Ecclesiae temporalibus (Adnotationes
in Codicem: liber V), Romae 1986, p. 9). En cualquier caso, el hecho de que el título «Derecho
de los bienes temporales de la Iglesia» tenga la ventaja de ser conforme con el Código actual,
y, quizá, 1nás oportuno desde el punto de vista de la percepción de la realidad patrimonial en la
opinión pública, no es obstáculo para que la expresión «Derecho patrimonial canónico» siga
siendo científicamente válida. No se puede negar que, en virtud de la unidad de los fines y del
poder del Ro1nano Pontífice, existe en la Iglesia un patrimonio en sentido análogo, y, al mistno
tiempo, una multiplicidad de verdaderos patrimonios (en sentido jurídico), comprendidos en este
global «patrimonio» eclesiástico.
7. He aquí los principales:
- 121-123: unión, división y extinción de personas jurídicas.
- 222 § 1: obligación de los fieles de subvenir a las necesidades de la Iglesia.

24
LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES

B) SUBSIDIARIEDAD Y REENVÍO A LAS LEGISLACIONES


CIVILES EN MATERIA PATRIMONIAL

El amplio uso que se hace del principio de subsidiariedad es una de las


características más destacables de la nueva normativa en materia patrimonial.
Dada su importancia en este ámbito, conviene estudiar cómo se concretan, ad
intra, el principio de subsidiariedad y, ad extra, los numerosos reenvíos a las
legislaciones estatales.

J) El principio de subsidiariedad

La subsidiariedad es un principio de organización de Ja sociedad. Pío XII


lo acuñó y enunció, por primera vez en la doctrina social de la Iglesia, en la en-
cíclica Quadragesimo anno": «Una estructura social de orden superior no debe
interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de
sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y
ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con
miras al bien común». Este principio -recordado recientemente en la encíclica
Centesimus annus (n. 48), en el Catecismo de la Iglesia católica (n. 1883) y
en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia (n. 187)- quería evitar una
disminución del papel de Ja familia, de las sociedades intermedias y de las ini-
ciativas individuales, y su consiguiente absorción por el Estado. Desde el punto
de vista del buen gobierno, dicho principio significa, en síntesis, que respetando
las estructuras jerárquicas existentes, cada grado de autoridad ejerce todos sus

- 231 § 2: remuneración de los laicos que se dedican de modo permanente o temporal


a un particular servicio eclesial.
- 264: tributo a favor del seminario.
- 281: remuneración de los clérigos que se dedican al ministerio eclesiástico.
-319 y 325: asociaciones públicas y privadas de fieles.
-492 y 493: Consejo de asuntos económicos en cada diócesis.
- 494: ecónomo diocesano.
- 51 O § 4: destino de las ofrendas hechas a una iglesia que es a la vez parroquial y
capitular.
- 531: ofrendas que deben ingresarse en la caja parroquial.
- 532: párroco.
- 537: Consejo parroquial de asuntos económicos.
- 634-640: sobre los bienes de los religiosos.
-718 y 741: sobre los bienes de los Institutos seculares y de las Sociedades de vida
apostólica.
- 848: ofrendas con ocasión de la celebración de los sacramentos.
- 945-958: ofrenda para la celebración de la santa misa.
-1181: ofrendas con ocasión de los funerales.
8. Cfr. Pío XI, Encíclica Quadragesimo anno, n. 30, en AAS 23 ( 193 l) p. 203.

25
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

poderes propios sin necesidad de recurrir cada vez al nivel superior. Formula-
do en sus orígenes para la sociedad civil, este principio fue declarado aplicable
a la vida eclesial por el papa Pío XII, lo que no resultó evidente para algunos
autores. El Prefacio del CIC no solo reitera que este principio es aplicable a
la organización del Pueblo de Dios, sino que, además, le confiere el rango de
principio directivo para la revisión del Código'. En materia de organización
eclesiástica, la subsidiariedad se realiza mediante un sistema de descentrali-
zación, también normativa, en distintos niveles e instancias, que permite tener
en cuenta la realidad de cada nación, las particularidades de cada cultura, etc.
La descentralización debe ser ajustada a derecho, permitiendo así, entre otras
cosas, establecer algunas formas de control (por ej., a través de la aprobación
de la autoridad superior).
Como aplicación de este principio que acabamos de mencionar, se señalan
algunas materias en las que las Conferencias episcopales pueden o deben, se-
gún los casos, dar normas (por ej. para determinar las modalidades en que los
fieles pueden contribuir a las necesidades de la Iglesia: c. 1262) '".Otros cáno-
nes se refieren a diferentes fuentes de derecho particular: además de la activi-
dad normativa de las provincias eclesiásticas (cfr. c. 1264: para establecer tasas
y ofrendas), de los diversos obispos (cfr. c. 1275), de los ordinarios (del lugar o
de los religiosos: cfr. c. 1263) y de los Institutos religiosos (cfr. c. 634 §!),hay
que señalar también la importancia de los estatutos propios de asociaciones de
fieles y personas jurídicas privadas en la Iglesia, en cuanto normas de derecho
particular vigentes por la aplicación del principio de subsidiariedad.

9. «Que se atienda bien a un principio que (. .. ) se llama principio de subsidiariedad, y


que tiene aún mayor vigencia en la Iglesia, en cuanto que el oficio episcopal, con los poderes
anejos, es de derecho divino. Con este principio, a la vez que se respeta la unidad legislativa y el
derecho universal general, se defiende la oportunidad, e incluso la exigencia de velar para que, de
1nodo especial, resulten útiles cada una de las organizaciones instituidas, a través de sus derechos
particulares y de una saludable autonomía del poder ejecutivo particular que se les ha reconocido.
Fundado, pues, en ese 1nismo principio, el nuevo Código debe conceder a los derechos particu-
lares o a la potestad ejecutiva aquello que no resulte necesario para la unidad de la disciplina
eclesiástica universal, de suerte que se dé paso a razonables "descentralizaciones", como se dice,
cuando no haya riesgo de disgregación o de constitución de Iglesias nacionales». Véase ta1nbién,
Com 1 (1969) pp. 80-82 y 89; W. BERTRAMS, De principio subsidiarietatis, en Quaestionesjun-
damentales iuris canonici, Romae 1969, principalmente, pp. 545-582; J. HERRANZ, Studi sulla
nuova legislazione della Chiesa, Milano 1990, pp. 52-56; J.-B. D'ONORIO, Le Pape et le gouver-
nement de l'Église, Paris 1992, p. 194. Para una visión sintética de la cuestión, véase C. CARDIA,
La rilevan:a costitu:ionale del principio di sussidiarietil della Chiesa, en J. CANOSA, J principi
perla revisone ... , o. c., pp. 233-270.
1O. Respecto a las nonnas que se pueden o se deben dar, véase Com 15 ( 1983) pp. 135-136.
Para una visión sintética de las normas ya publicadas por las diversas Conferencias episcopales,
véase J.T. MARTÍN DE AGAR, Legisla;:,ione de/le Conferen;:,e Episcopali co111plementare al C.I.C.,
Milano 1990; IDEM, Estudio comparado de los Decretos Generales de las Conferencias Episco-
pales, en IC 32 (1992) pp. 173-229.

26
LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES

2) Reenvíos a las legislaciones civiles

En virtud del principio de econonúa legislativa, el legislador canónico es-


tablece normas de modo indirecto mediante el reenvío (material o formal) a las
normas de cada Estado. Por lo demás, hay normas civiles que, si bien no han
sido expresamente «canonizadas», deben cumplirse.
En el caso del reenvío, las normas civiles son recibidas e introducidas en el
ordenamiento canónico con los mismos efectos. El sistema del reenvío existía
ya en el Código anterior (cfr. c. 1529*). Ahora se define en el c. 22, que esta-
blece dos condiciones: 1º) que las leyes civiles no sean contrarias al derecho
divino; 2º) que el derecho canónico no haya dispuesto algo en contra".
Un campo interesante para el reenvío al derecho estatal es el de las no-
ciones y definiciones. El Código se limita a algunas definiciones propias del
derecho canónico. Así, explica lo que es un bien eclesiástico, lo que es una
cosa sagrada, una cosa preciosa, etc. No define, en cambio, los bienes muebles
e inmuebles, los contratos, la prescripción ... , sino que usa los correspondientes
conceptos vigentes en el derecho estatal.
El explícito reenvío de la materia de los contratos (y de los pagos) es el más
importante. Hasta el CIC 17 (c. 1529*), se seguía el adagio según el cual «Eccle-
sia vivit iure romano». Desde entonces, en el campo de los contratos, la Iglesia
canoniza el derecho civil vigente, salvo indicaciones contrarias del legislador ecle-
siástico. Este cambio fue una solución prudente teniendo en cuenta dos considera-
ciones: 1º) muchos Estados no reconocían ya ni el derecho romano ni el derecho
canónico como fuente autónoma de derecho"; 2°) no resultaba práctico --quizá
ni siquiera posible- elaborar un sistema normativo canónico capaz de resumir y
conciliar todas las legislaciones estatales aplicables en materia de contratos.
Pues bien, el c. 1290 establece que, respecto a los contratos, «lo que en
cada territorio establece el derecho civil debe observarse con los mismos efec-
tos en materias sometidas a la potestad de régimen de la Iglesia». Además de
las dos reservas formuladas en el c. 22 --0 sea, que las leyes civiles a las que
el derecho de la Iglesia reenvía no sean contrarias al derecho divino y que el
derecho canónico no disponga de otra forma-, hay que tener también presente
que, en el ámbito procesal, el c. 1547 admite siempre la prueba testifical bajo
la dirección del juez en materia de contratos, lo cual puede resultar contrario al
ordenamiento al que se hace el reenvío"·

11. Por ejemplo, en materia de prescripción adquisitiva, el c. 198 prevé requisitos que van
más allá de los exigidos por 1nuchas legislaciones estatales.
12. Sobre la función del ius co1nmune respecto al ius propriuni de los ordenamientos parti-
culares, véase M. BELLOMO, L'Europa del diritto co1nune, Roma 19947 .
13. Este modo de prueba no siempre es admitido por el derecho civil (cfr., por ej., arts.
2721-2726 del Código Civil Italiano; art. 7 de la Ley Concursa! de España 22/2003, de 9 de

27
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

Otro ejemplo de reenvío se encuentra en los modos de adquirir los bienes:


para que un determinado bien entre en la esfera patrimonial de un sujeto se
requiere un hecho jurídico, es decir un acontecimiento al que la ley vincula tal
efecto, o un acto jurídico (contrato, testamento ... ). La Iglesia dispone de modos
propios de adquisición y de financiación (tributos, tasas, ofrendas, colectas,
etc.). Pero, con carácter general, el c. 1259 afirma que la Iglesia puede adquirir
por todos los modos justos a los que el derecho (natural o positivo) atribuye tal
efecto (estando el derecho natural especificado por el derecho positivo) 14 •
Un supuesto diferente al del reenvío es el de las normas civiles que, por
indicación del legislador canónico, deben ser observadas. A título de ejemplo,
podemos hablar del testamento y del contrato de trabajo. Para ser válido en el
ordenamiento canónico, un testamento debe ser redactado de modo «que sea vá-
lido también según el derecho civil» (c. 668 § 1). Sobre el contrato de trabajo, el
c. 1286, 1ºrecuerda el deber de observar diligentemente las leyes civiles, según
los principios dados por la Iglesia y según el principio de la justa retribución
de Jos trabajadores dependientes, de forma que puedan satisfacer conveniente-
mente sus necesidades personales y las de su familia 15 • Los ejemplos citados
bastan para mostrar que las numerosas referencias a las leyes estatales hacen
cada vez más necesario el estudio del derecho comparado en esta materia.

julio. Esta última ley, aunque no la excluye, no la admite co1no única prueba en la materia que
regula).
14. Más adelante, veremos los modos de adquirir establecidos por el derecho civil y cano-
nizados (véase, injra cap. IV).
15. Debe señalarse, por el contrario, que existen también normas canónicas «civilizadas»
o que, por lo menos, deben ser observadas por los ordenamientos estatales (cfr. E. CAPARROS, le
droit canonique devant les tribunaux canadiens, en AA. VV., Unico Ecclesiae servitio. Études de
droit canonique ojfertes ii Gennain Lesage, Otta\va 1991, pp. 308-342).

28
CAPÍTULO JI

LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS DEL DERECHO


PATRIMONIAL CANÓNICO

En los preliminares del libro V (ce. 1254-1258) se formulan o, al menos,


se encuentran presentes algunos principios constitutivos o fundamentales del
derecho patrimonial canónico. Estos principios no cumplen solo una función de
inspiración, sino que fijan algunos puntos esenciales en esta materia:
1. La Iglesia católica puede servirse de los bienes temporales en cuanto
medios para alcanzar sus propios fines (c. 1254).
2. Se trata de un derecho nativo e independiente (c. 1254 § 1).
3. La capacidad patrimonial corresponde a todas las personas jurídicas en
la Iglesia, también a las privadas (c. 1255).
4. Los bienes de propiedad de las personas jurídicas públicas son bienes
eclesiásticos, y se rigen por la disciplina administrativa del libro V (c.
1257 § 1).
5. La propiedad de las personas jurídicas titulares está siempre sujeta a la
autoridad del Romano Pontífice (c. 1256).

l. EL DERECHO DE LA IGLESIA CATÓLICA AL USO


DE LOS BIENES TEMPORALES COMO MEDIOS
PARA ALCANZAR SUS PROPIOS FINES

En último análisis, el estudio de esta materia debe responder a las siguien-


tes preguntas: ¿Puede la Iglesia católica usar y gestionar bienes temporales?
¿Es esto compatible con su misión y con el espíritu del Evangelio? Las res-
puestas a estas cuestiones fundamentales la buscaremos en la eclesiología. A

29
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

continuación, señalaremos el vínculo que debe existir siempre entre los medios
temporales de la Iglesia y sus fines. Finalmente, examinaremos el contenido
jurídico de este derecho (cfr. c. 1254).

A) EL FUNDAMENTO ECLESIOLÓGICO DEL DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

La Iglesia es, a la vez, visible y espiritual. Es «Comunidad de fe, de espe-


ranza y de amor», y también, «organismo visible». «La Iglesia terrestre y la
Iglesia dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas,
porque forman una realidad compleja, constituida por un elemento humano y
otro divino» (LG, 8). El Vaticano 11 propone, a este respecto, la analogía con
el misterio del Verbo encarnado: así como la naturaleza humana ha sido asu-
mida por el Verbo y ha quedado indisolublemente unida a Él, de modo similar
«la unión social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica, para el
incremento del cuerpo» (ibid.). Por ello, «la misma Iglesia se sirve de medios
temporales en cuanto su propia misión lo exige» (GS, 76).
Ahora bien, como el mismo Vaticano 11 ha querido subrayar, la misión con-
fiada por Cristo a la Iglesia supone, entre otras cosas, el derecho de construir los
edificios convenientes y de adquirir y usar los bienes materiales adecuados. Del
mismo modo que implica la tutela -frente a eventuales obstáculos introducidos
a través de leyes o actos administrativos de la potestad civil- del derecho de
elegir, formar, nombrar y trasladar a sus propios ministros, de comunicarse con
las autoridades y con las comunidades religiosas que viven en otras regiones
de la tierra, etc. (DH, 4). La disponibilidad de bienes temporales se justifica,
por tanto, en la medida en que son necesarios para el cumplimiento de los fines
eclesiales; y esa medida constituye a la vez, como veremos en seguida, un lí-
mite de este derecho.

B) Los BIENES TEMPORALES SON MEDIOS PARA ALCANZAR LOS FINES DE LA IGLESIA

Siguiendo el ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre (2 Cor 8, 9),
la comunidad eclesial deberá vivir ese mismo espíritu de pobreza. Eso supone,
desde el punto de vista ascético, el desprendimiento personal de los bienes ma-
teriales; y, en el plano objetivo del derecho, implica que tales bienes solo han
de utilizarse como medios para realizar los fines que corresponden a la misión
encomendada por Jesús'.

l. Cfr. D. FALTIN, Diritto di proprietil e uso dei beni temporali da parte della Chiesa, en E.
CAPELUNI (ed.), Problemi e prospettive di Diritto Canonico, Brescia 1977, pp. 238-239.

30
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

Antes de explicitar el contenido específico de esos fines propios, conviene


advertir que la Iglesia puede también intervenir, con carácter supletorio, en
materias que corresponden total o parcialmente al Estado o a la sociedad. En
ocasiones, la inexistencia, la insuficiencia o la falta de eficacia de otras institu-
ciones civiles hace que sean más necesarias iniciativas eclesiásticas, por ejem-
plo, en el campo asistencial o social. Hay además, actividades «mixtas» que,
ratione finis, competen tanto a la Iglesia como al Estado (por ej. el ámbito de la
educación), si bien desde puntos de vista distintos y complementarios.
Dicho esto, veamos cuáles son los fines propios de la Iglesia. El CIC 17
indicaba concretamente como fines de los bienes eclesiásticos: el culto divino,
la honesta sustentación de los clérigos y de los demás ministros, así como otros
fines propios (cfr. ce. 1495 § 1 y 1496*). El Código vigente, inspirándose en
el decreto Presbyterorum Ordinis n. 17, reafirma sustancialmente esa enume-
ración en el c. 1254 § 2. Además, indica-aunque no de modo exhaustivo, sino
anteponiendo el adverbio praecipue: «principalmente»- cuáles son esos «Otros
fines propios», manifestando una cierta preferencia: «hacer las obras de apos-
tolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados» 2 • No cabe duda
de que la predicación de la verdad y la formación de las conciencias -con todos
los medios necesarios, desde escuelas hasta medios de comunicación social-,
así como la actividad misional de la Iglesia, forman parte también de las fina-
lidades eclesiales 3 •
La existencia de fines propios de la Iglesia justifica la posesión de los bie-
nes necesarios para alcanzar estos fines. Esta afirmación expresa una realidad
obvia. Así, para poder dar culto a Dios de modo estable y digno, la Iglesia no
puede contentarse ahora con un sistema semejante al de las iglesias domésticas
de los primeros tiempos del cristianismo, es decir, de casas prestadas por los
fieles; ni puede tampoco ser una solución adecuada que el Estado ponga edifi-
cios a disposición de la comunidad católica de modo precario. La Iglesia tiene
necesidad de lugares sagrados, dedicados establemente al culto y gestionados
por su administración. De otro modo, quedaría condicionada por la disponibi-
lidad ajena, cuando lo que necesita es continuidad y seguridad para desarrollar
su misión. Por otra parte, no se puede prescindir del hecho de que difícilmente
podría justificarse la razón por la que determinados entes o, incluso, el Estado,
tuviesen que sostener a la Iglesia'. Además, en tal caso, la Iglesia dependería

2. A un consultor que proponía añadir fines específicos, como la promoción de la cultura


o de obras misionales, a la fórmula general «opera sacri apostolatus et caritatis», la comisión
de codificación le respondió que los otros fines a los que se podría hacer referencia estaban ya
comprendidos en la 1nencionada fórmula (cfr. Co1n 12 [1980] pp. 396-397).
3. Cfr. F. CoccoPALMERIO, Diritto patrimoniale della Chiesa, o. c., pp. 4-5.
4. Ahora bien, hay supuestos en los que, sin pretender poner en peligro la autonomía de la
Iglesia en su propio ámbito, el Estado debe sostener el culto como justa indemnización por los

31
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

de alguna manera de estas intervenciones y, por tanto, quedaría disminuida su


soberana libertad y su autonomía -respetando siempre el orden público- en el
cumplimiento de su misión 5 •
Esta obligada relación de «medio necesario para un fin» origina en los
administradores la responsabilidad de vigilar para que, de hecho, los bienes
eclesiásticos se usen para el cumplimiento de los fines eclesiales y para todo
aquello que la misión de la Iglesia exige. La licitud de la posesión de bienes
por parte de la Iglesia queda, pues, subordinada a su efectiva necesidad y a su
utilización para las finalidades eclesiales.
Obviamente, la concreta valoración de las necesidades corresponde a la
Iglesia, no al Estado. Tal valoración debe hacerse de modo amplio, para que
cada una de las finalidades se pueda cumplir íntegramente. Por ejemplo, el
culto, en cuanto finalidad, incluye la construcción y conservación de los tem-
plos, la suficiente dotación de accesorios de los edificios sagrados y de sus
pertenencias, así como Jos cementerios, en los que se pueda celebrar tambien
el culto en sufragio por los difuntos. La sustentación del clero comprenderá
alimentos, medios de formación espiritual, cultural, científica, etc.; y esa ne-
cesidad de sustentación podrá también extenderse, si es el caso, a los laicos
que se dedican de modo estable al servicio de la comunidad eclesial. Entre las
obras de apostolado y de caridad se encuentran tradicionalmente conventos,
edificios para escuelas, centros de retiro, hospitales, centros de acogida de
pobres y necesitados, etc.
Que la Iglesia posea un patrimonio artístico y cultural -por ejemplo, ob-
jetos preciosos o de culto- no debe considerarse una ruptura de la necesaria
relación con el fin o como falta de pobreza. De hecho, muchísimos de estos
bienes están fuera del comercio y, por tanto, aun siendo de inestimable valor,
no son fuente de lucro. Por otra parte, la Iglesia está obligada a respetar la
voluntad de los donantes. Además, hay muchas razones para destinar al culto
objetos y ornamentos de valor, sobre todo para recordar a los fieles el sentido
de la grandeza de Dios y la trascendencia de los actos litúrgicos, en particular el
santo sacrificio del altar. No obstante, el concilio, tratando del arte sacro, animó
a «buscar más la noble belleza que la mera suntuosidad» (SC, 124). La Iglesia
también puede enajenar bienes de este tipo para cumplir alguna otra finalidad,
que no será de mayor importancia, pero sí quizás más urgente, o para dar testi-
monio. La enajenación se hará según las normas que veremos más adelante.

dafios y expropiaciones del pasado; y, cada vez más, también en consideración de la «utilidad
social» de los ministros del culto, sobre la base de la igualdad constitucional con los ministros del
culto de las demás confesiones religiosas reconocidas [véase injra, cap. V, 4, a)].
5. Cfr. L. MISTÓ, l beni te111porali della Chiesa, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO
CANONICO (ed.), Il diritto ne[ mistero della Chiesa, III, Ro1na 1992', p. 362.

32
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

En la perspectiva conciliar, ninguno de los fines del patrimonio eclesiás-


tico ostenta una primacía sobre los otros. Algunos autores, por el contrario,
habían sostenido la primacía de la sustentación del clero, del culto divino o,
sobre todo, de la dimensión social. En cada momento histórico corresponde al
Romano Pontífice, como supremo administrador y dispensador de los bienes
eclesiásticos, valorar cuáles son las prioridades y vigilar para que ninguno de
los tres fines esenciales (sustentación del clero, culto divino y obras de caridad
y justicia social) sea desatendido.
Por otra parte, es necesaria la transparencia en la gestión del patrimonio
de la Iglesia, tanto de los llamados «bienes finales» como de los «instrumenta-
les». Mientras los primeros (escuelas, seminarios, iglesias, etc.) sirven directa-
mente al fin, los segundos sirven solo indirectamente, al conferir una renta: un
terreno edificable puede no ser usado directamente en cuanto tal, pero servir
para una futura construcción, o justificarse como valor económico, en cuanto
enajenable, y, de este modo, financiar diversas necesidades eclesiales. O sea,
que el carácter instrumental de ciertos bienes, para alcanzar los fines eclesia-
les, justifica su posesión. La acumulación de riquezas innecesarias no sería, en
cambio, legítima.

C) CONTENIDO JURÍDICO DEL DERECHO DE LA IGLESIA


AL USO DE BIENES TEMPORALES

Después de haber justificado teológicamente que la Iglesia puede usar y


gestionar bienes para cumplir su misión, es necesario determinar el alcance ju-
rídico-canónico de su capacidad patrimonial. El c. 1254 § 1 regula el contenido
de esta capacidad, expresándola con cuatro términos que hacen referencia a las
cuatro actividades esenciales en materia de derechos reales: «adquirir», «rete-
ner», «administrar» y «enajenar». Cada uno de estos verbos corresponde a una
precisa noción jurídica:
a) «Adquirir» quiere decir obtener la titularidad de un derecho, tanto la
propiedad como cualquier otro derecho real sobre bienes temporales.
b) «Retener» es conservar la titularidad de un derecho y también compren-
de el uso y disfrute del contenido del derecho mismo. No difiere mucho del
concepto de posesión''.

6. Ya en los trabajos preparatorios fue objeto de discusión la eventual sustitución de «reti-


nere» con «possidere». Se decidió conservar este término y armonizar la terminología (cfr. Com
12 [1980] p. 396). Sin embargo, al final, la armonización no se realizó completamente, ya que en
otras disposiciones codiciales se usa el ténnino «possidere» en lugar de «retinere» (cfr. ce. 634
§ly741).

33
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

c) El término «administrar» no es unívoco. En una primera aproximación


a su acepción jurídica, podemos decir que indica la realización de los actos y
operaciones idóneas para el cuidado, conservación y mejora de los bienes, así
como para percibir y asignar sus frutos y rentas 7 • Será necesario, sin embargo,
profundizar más en este concepto", añadiendo, entre otras cosas, la distinción
entre actos de administración ordinaria y extraordinaria y la noción de actos
de mayor importancia. En el capítulo VI trataremos con mayor profundidad de
estas cuestiones y nos referiremos también al concepto económico de adminis-
tración, notablemente más amplio y flexible que el jurídico.
d) Por «enajenar» se entiende cualquier acto por el que se transmite la
titularidad de un derecho, de manera que el sujeto convierte ese derecho en
algo «ajeno» para sí mismo y lo transfiere al patrimonio de «Otro»'· Este
cuarto verbo se añadió después del Schema de 1977, ya que, según las de-
finiciones jurídicas clásicas, la enajenación es distinta de la administración
stricto sens u 1º.

2. CARÁCTER NATIVO E INDEPENDIENTE DEL DERECHO


DE LA IGLESIA AL USO DE BIENES TEMPORALES

Una vez puesto de manifiesto el fundamento eclesiológico del derecho de


adquirir y poseer bienes temporales que corresponde a la Iglesia, y después de
haber recordado su necesaria relación con la misión eclesial, trataremos ahora
de determinar el origen y la naturaleza de este derecho, tal y corno aparecen en
el segundo principio constitutivo.

7. Cfr. F.X. WERNZ-P. VJDAL, De Rebus, o. c., pp. 211-212; 0. VROMANT, De bonis ... ,
o. c., p. 160; A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, en AA.VV., Nuevo Derecho Canónico, Madrid
1983, p. 444.
8. Cfr. V. LDJACONO, Amnlinistra::.ione (dir. civ.), en Enciclopedia del Diritto, 11, Milano
1958-2004, pp. 152-167; J.J. PINTO Ru1z, Ad1ninistración, en C.E. MASCAREÑAS, Nueva Enciclo-
pedia Jurfdica, 11, Barcelona 1950-1993, pp. 371-375.
9. Cfr. S. PUGLIATII, Aliena:ione, en Enciclopedia del Diritto, o. c., pp. 1-6; J.M. RODRÍ-
GUEZ TAPIA, Enajenación (Derecho Civil), en A. MüNTOYA MELGAR (dir.), Enciclopedia Jurídica
Básica. II. Madrid 1995, pp. 2772-2774.
10. Sin embargo, existe también un concepto ainplio de administración, que MistO entien-
de como «el conjunto de actos mediante los que se modifica el patrimonio, con la adquisición
de nuevos bienes, o la pérdida o disminución de los mismos» (L. MISTÓ, l beni .. ., o. c., p. 389;
traducción nuestra del original italiano). La cuestión fue objeto de discusión durante el Proceso
Codificador (cfr. Com 12 [1980] p. 396) y, como veremos en el capítulo sexto, el Código ha
considerado finalmente que los actos de enajenación podían ser actos de administración extraor-
dinaria.

34
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

A) ANÁLISIS DE LA EXPRESIÓN «DERECHO NATIVO E INDEPENDIENTE» (C. 1254)

El significado de la afirmación de que la Iglesia actúa en materia patri-


monial «por derecho nativo e independiente» es bastante claro. Respecto al
sujeto, es precisamente la «Iglesia», en general, la titular de este derecho. El c.
1254, en contraste con el siguiente, omite toda referencia a la Sede Apostólica.
No habla tampoco de la Santa Sede, como hacía el ere 17. Esto se explica
por la dimensión de derecho internacional inherente a esta disposición ". No
cualquier ente con una finalidad religiosa podrá servirse de este derecho, que
corresponde propiamente a la Iglesia, sino únicamente las personas jurídicas
públicas, que, como veremos, son las que actúan y poseen bienes en nombre de
la Iglesia. Su existencia, en cuanto personas jurídicas públicas, está supedita-
da, en el ordenamiento canónico, al acto de erección por parte de la autoridad
eclesiástica competente (cfr. c. 116). Esto no impide, como explicaremos, que,
ad intra, las personas jurídicas privadas, actuando en nombre proprio y bajo la
exclusiva responsabilidad de sus miembros, puedan también poseer y gestionar
bienes propios.
«Nativo» quiere decir que se trata de un derecho conforme con la naturale-
za de la Iglesia, nacido con ella por voluntad de su Fundador, y que, por tanto,
no encuentra su origen en una concesión del poder estatal. La Iglesia católica
puede servirse de bienes temporales en virtud de un derecho propio y no como
consecuencia de una concesión del Estado. Este derecho es también «indepen-
diente»: su ejercicio se rige por un ordenamiento jurídico propio de carácter
primario, de tal modo que seguiría existiendo incluso en la hipótesis en que el
Estado u otra comunidad política negase su existencia"·
Si esa independencia supone, en principio, la no subordinación del derecho
patrimonial canónico a las leyes y a los controles del poder secular, no significa,
en cambio, una independencia absoluta, sino una independencia en la línea de
la Declaración Dignitatis Humanae; es decir, que la Iglesia reivindica para sí
toda la libertad de poseer y utilizar bienes temporales en la medida en que lo
requiere el cumplimiento de su misión sobrenatural. Este principio de derecho
divino debe ser armonizado y concretado en función de las posibilidades y

11. En las relaciones entre la Iglesia y la sociedad civil, hoy resulta más pacífico considerar
a la Iglesia Católica, a la Santa Sede y al Romano Pontífice como un único sujeto de derecho
internacional (cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, edición a cargo de L. Centurione,
Roma 1992-1993, p. 3). Por eso, se habla únicamente de Iglesia Católica. En el canon siguiente,
en cambio, al tratar de la cuestión (ad intra) de la propiedad eclesiástica, se hace referencia más
concretamente a la Sede Apostólica.
12. Cfr. P. LOMBARDfA, La propiedad en el ordenamiento canónico, en /C 2 (1962) pp.
416-419. En térn1inos más amplios, véase D. LE TOURNEAU, Los derechos nativos de la Iglesia,
independientes del poder civil, en /C 74 ( 1997) pp. 601-617.

35
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

modalidades que ofrecen las diversas legislaciones civiles. El derecho canóni-


co puede acoger en su ordenamiento jurídico normas estatales y reconocerles
plena validez, bien por canonización o remisión (como hace, por ej., para los
contratos), bien mediante acuerdos o concordatos (por ej. en materia de finan-
ciación de bienes culturales) y aceptar, por lo tanto, la sumisión a determinados
controles ejercidos por las autoridades civiles.

B) JUSTIFICACIÓN DEL DERECHO NATIVO E INDEPENDIENTE DE LA


IGLESIA FRENTE A LAS DIVERSAS TEORÍAS CONTRARIAS

Algunos consultores habrían deseado suprimir la expresión «independen-


ter a civili potestate» 13 del canon, por considerarla excesivamente «ius-publi-
cista» y, por tanto, poco conforme con la visión pastoral del concilio. De hecho,
se suprimió del primer Schema 14 • Pero, en la redacción definitiva, se volvió a
la clásica formulación que figuraba en el c. 1495 § 1 del ere 17.
Esta preferencia por la vieja expresión se explica, según el prof. López
Alarcón, por dos motivos"· En primer lugar, para reafirmar ad intra la dimen-
sión jurídico-patrimonial de la Iglesia, como sociedad visible con fundamento
en el derecho divino. Y ello frente a pasados errores tendentes al espiritualismo,
entre los que cabe recordar, por su notable influencia, los de Arnaldo de Brescia
(siglo XII), los Valdenses (siglo XIII), los Albigenses, losjraticelli, los cátaros,
y los patarinos, que fueron condenados por el Concilio Ecuménico Lateranense
IV (1215).

13. La clásica expresión «sociedad jurídica perfecta», que en el pasado fue co1núnmente
acogida por numerosos tratadistas, especialmente en el ámbito del ius publicum ecc/esiasticum,
hoy es objeto de crítica. Obviamente, para poder usarla actualmente es necesario purificarla de
las connotaciones ya superadas, entre otras, las del antagonis1no entre la Iglesia y el Estado o la
de la semejanza entre ambas entidades. Parece ya evidente para todos que la Iglesia es radical
y esencialmente diversa del Estado y que el acento se debe poner, no sobre el eventual antago-
nismo, sino sobre su mutua autonomía y libre colaboración (véase el sugerente estudio de C.
SOLER, Iglesia J' Estado. La incidencia del Concilio Vaticano 11 sobre el derecho público externo,
Pamplona 1993, en particular las pp. 32-38). Lo que realmente importa, más allá de la expresión
societas perfecta, es que la Iglesia, que tiene una 1nisión propia, disponga efectivamente de los
medios necesarios para alcanzar esa finalidad. Por eso, la Iglesia necesita un reconocimiento en
cuanto «ordenamiento jurídico primario» y también como sujeto dotado de capacidad jurídica
pública y privada (Cfr. J. HERVADA, Elen1entos de Derecho Constitucional Canónico, Pamplona
2001 z, pp. 61-69). Acerca de la impronta de la «sociedad perfecta» en la concepción del libro V,
véase E. CORECCO, Théologie et Droit canonique, Fribourg 1990, pp. 235-236. De todas formas,
no faltan manifestaciones de la Iglesia-comunión (por ejemplo, los sistemas de previsión social
y de solidaridad eclesial).
14. Cfr. Com 12 (1980) pp. 395-396; 13 (1981) pp. 79-80.
15. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1254, en Código de Derecho Canónico, a
cargo del Instituto Martín de Azpilcueta, Pamplona 200 l 6.

36
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

En segundo lugar, para que, ad extra, la supresión del texto no diese lugar
a la interpretación de que, con ese silencio, venía a reconocerse la soberanía del
Estado, como «dominus eminens», sobre los bienes de la Iglesia situados en su
territorio", dejandole a ella únicamente una propiedad en sentido parcial. Esta
postura había sido sostenida por Marsilio de Padua (siglo XIV) -denunciado
por Juan XXII (1327)-, así como por Wicliff y Huss, que fueron condenados
por el Concilio de Costanza (1418). La doctrina tradicional fue confirmada con
determinación por el Concilio de Trento.
A partir del siglo XVII, algunas corrientes de pensamiento regalista y libe-
ral han negado el carácter originario e independiente del derecho de la Iglesia
a poseer bienes temporales. Estos errores «laicistas» fueron condenados por
muchos Papas y, de modo particular, por la encíclica Quanta Cura y por el Syl-
labus (1864). Este último documento pontificio condena precisamente la pro-
posición según la cual «Ecclesia non habet nativum et legitimum ius acquirendi
ac possidendi» ". La cuestión sigue siendo actual, pues también en nuestros
tiempos se han cometido abusos contra la Iglesia: negación de su derecho de
propiedad, tentativas de expropiación injusta, etc.

C) FUNDAMENTO JURÍDICO DEL DERECHO DE LA IGLESIA


A LA POSESIÓN DE BIENES TEMPORALES

El derecho a la posesión de bienes temporales -conforme con la vida de la


primitiva comunidad eclesial, y afirmado siempre en la Iglesia por los Padres
y por diversos concilios- se apoya generalmente en los siguientes argumen-
tos 18 :
!.º) El Magisterio eclesiástico considera de derecho divino positivo este
derecho, como consecuencia de la naturaleza propia de la Iglesia. Jesús la fun-
dó como sociedad autosuficiente e independiente, lo cual implica el poder de
disponer de todos los medios necesarios para alcanzar su finalidad. Ya hemos
mencionado algunos textos del Concilio Vaticano II que proclaman esta doc-
trina 19 •

16. De la vieja teoría de la división del dominio en dominio eminente (o directo) y dominio
útil, hablare1nos más adelante. Véase infra, cap. 11, 5, a).
17. H. ÜENZINGER-P. HONERMANN, El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion sy1nbolorum
deftnitionum et declarationum de re bus fidei et morum, Barcelona 1999 18 , n. 2926.
18. Cfr., entre otros, V. DE PAOLIS, De bonis ... , o. c., p. 31-40; A. MOSTAZA, Derecho Pa-
trimonial ... , o. c., p. 425-426.
19. Cfr. supra, l.a). Véase P. ERDÓ, Chiesa e beni te1nporali: principi fondamentali del
Magistero del Concilio Vaticano//, en R. FUNGHINI (ed.), I beni temporali della Chiesa (Studi
Giuridici, n. 50), Citt3. del Vaticano 1999, pp. 21-35.

37
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2.º) Desde el punto de vista del derecho natural, se funda en otros dos de-
rechos considerados conjuntamente: el de asociación y el de propiedad. Mien-
tras que el derecho de asociarse corresponde a la Iglesia en cuanto institución
humana, el derecho de propiedad, además de ser un derecho de toda sociedad,
es una exigencia para la existencia misma de la Iglesia. En cuanto sociedad o
asociación, la comunidad eclesial tiene la facultad de poseer y de adquirir todo
aquello que sea necesario para su existencia y para la consecución de sus fines.
Resulta obvio que el derecho natural de asociación, privado del correlativo de-
recho de propiedad, perdería una gran parte de su sustancia.
3.º) El mismo argumento se puede aplicar a la libertad religiosa, que es
propia tanto de las personas individuales como de las personas morales o jurí-
dicas. Este derecho de libertad religiosa, personal y colectivo, no puede redu-
cirse a la mera inmunidad de coacción, sino que implica también una dimen-
sión de asistencia positiva por parte de las autoridades políticas competentes.
Las comunidades o asociaciones religiosas tienen, como parte de su derecho a
existir, el derecho «a no ser obstaculizadas[ ... ] en la construcción de edificios
religiosos y en la adquisición y disfrute de los bienes convenientes» (DH, 4 ).
En efecto, el Estado no puede reconocer a la Iglesia, o a cualesquiera entes con
finalidades religiosas, sin otorgarles el correlativo reconocimiento de una ver-
dadera y propia capacidad patrimonial.
4. 0 ) La negación de este derecho sería contraria al derecho internacional,
que tutela, formalizándolo a nivel universal y regional, el derecho de las con-
fesiones religiosas a los bienes temporales como una de las manifestaciones
colectivas del derecho de libertad religiosa 20 , incluso con contenidos explícitos
mucho más concretos 21 •

20. Véanse art. 9 del Convenio para la protección de los Derechos Humanos y de las Li-
bertades Fundamentales (Roma, 4 de noviembre de 1950); art. 18 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos (Nueva York, 10 de diciembre de 1948); art. 18 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles v Políticos (Nueva York, 16 de diciembre de 1966). Más recientemente, el art.
6 de la Declaración sobre fa eliminación de todas las fornias de intolerancia y discriminación
fundadas en la religión o las convicciones (Nueva York, 25 de noviembre de 1981 ). Estos y otros
textos pueden consultarse en J. FoRNÉS (et al.), Legislación eclesiástica, Cizur Menor 2005 1 •
Acerca de la noción de libertad religiosa colectiva y, más concretamente, institucional o
comunitaria, en el contexto de la jurisprudencia europea sobre derechos humanos, cfr. nuestro
estudio: J.-P. SCHOUPPE, /A dimension collective et institutionnel/e de la liberté re/igieuse ir la
lumiere de quelques arréts récents de la Cour Européenne des Droits de l'homme, en Revue
trimestrielle des droits de l'homme, 16 (2005) pp. 611-633.
21. Como, por ejemplo, que se reconozcan los derechos de las comunidades religiosas de
«establecer y mantener lugares de culto o de reunión libremente accesibles», «solicitar y recibir
contribuciones voluntarias financieras o de otra índole», «adquirir, poseer y utilizar libros sa-
grados y publicaciones religiosas( ... ) y materiales relacionados con la práctica de una religión
o creencia» (art. 16 del Documento final de la Conferencia de Viena sobre la seguridad y la
cooperación en Europa [19 de enero de 1989]). Cfr. J.M. ZUMAQUERO-J.L. BAZÁN (eds.), Textos
internacionales de Derechos Humanos, Il, 1978-1998, Pamplona 1998.

38
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

D) CONTENIDO DEL DERECHO NATIVO E INDEPENDIENTE DE


LA IGLESIA A LA POSESIÓN DE BIENES TEMPORALES

La Iglesia reivindica para sí una verdadera potestas regiminis o iurisdic-


tionis22 sobre los bienes de su competencia, sin la cual su derecho nativo e
independiente de poseer bienes y servirse de ellos sería un derecho puramente
formal"· Esto es, reivindica una libertad que se manifiesta en una triple facul-
tad: dar normas (potestad legislativa), realizar concretos actos de administra-
ción (potestad ejecutiva) y conocer de las controversias suscitadas al respecto
(potestad judicial).
En el ámbito del derecho patrimonial, además de la facultad de adquirir, ad-
ministrar y enajenar los bienes eclesiásticos, la potestad de gobierno de la Igle-
sia supone el reconocimiento de su capacidad impositiva conforme al c. 1260.
Este canon afirma que la Iglesia tiene el derecho nativo de exigir contribuciones
a Jos fieles del modo que considere más oportuno: tributos, tasas, oblaciones,
cuestaciones, colectas y ofrendas. A esta facultad de la Iglesia corresponde, en
los fieles, el derecho --<¡ue es también un deber fundamental- de destinar bienes
temporales a favor de la Iglesia sin limitaciones o condicionamientos por parte
del Estado (cfr. c. 222 § !)".
En muchos ámbitos 25 es necesaria cierta relación entre la Iglesia y el Es-
tado, mediante acuerdos o mediante el recurso a la técnica del reenvío o de

22. Cfr. c. 129 § l.


23. En el CIC 17, este derecho se tutelaba 1nediante una serie de penas canónicas (cfr. ce.
2345-2349*). El Código actual, en cambio, adopta una fórmula bastante genérica y flexible (cfr.
ce. 1375-1377).
24. Cfr. A. DEL PORTILLO, Fieles y laicos en la Iglesia. Bases de sus reJpectivos estatu-
tos jur(dicos, Pamplona 1991', pp. 94 y ss.; J. HERVADA, Ele1nentos de Derecho Constitucional
Canónico, Pamplona 200l2, p. 139. Un desarrollo doctrinal de este derecho-deber fundamental
de los fieles puede encontrarse en J.-P. ScHOUPPE, Le droit-devoir des fideles de subvenir aux
besoins de l'Eglise, en Fidelium fura, 9 (1999) pp. 203-253.
25. En la perspectiva del precedente Código, como consecuencia de la independencia res-
pecto al poder civil, se propugnaba la inmunidad respecto a los tributos estatales y la inmunidad
de asilo (cfr. c. 1179). Hoy en día, los tributos ya no se consideran necesariamente como manifes-
tación de sujeción a un poder estatal. Puesto que la Iglesia se beneficia de la ayuda de la sociedad
civil y no puede tener ningún ánimo de lucro, se considera, generalmente, que tiene un cierto
deber moral de justicia de contribuir a las cargas sociales de la comunidad, pero tal contribución
no puede ser impuesta por el poder estatal (eso sería incompatible con el carácter de ordena-
miento jurídico primario que caracteriza al derecho de Ja Iglesia). Normalmente, esta cuestión se
encuadra en los acuerdos entre Iglesia y Estado (cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c.,
pp. 71-73). Por su parte, el derecho de asilo, que permitía a las personas, sobre todo a los mal-
hechores, refugiarse en un lugar sagrado sin poder ser expulsadas ni castigadas en ese lugar (cfr.
G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 13-16, nn. 9-10), parece haber perdido hoy su importancia
en el ordenamiento canónico. El derecho de asilo -también el político- se ha convertido en una
competencia estatal regulada principalmente por convenciones internacionales. Sin embargo, la
preocupación del Magisterio por Ja buena acogida de los prófugos, ha llevado a algunos autores

39
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

la «canonización» 20 • Los concordatos han sido los instrumentos clásicos para


coordinar la ley canónica y la ley estatal y prevenir conflictos de competen-
cia. En la actualidad, se suelen preferir otras formas más flexibles de derecho
pacticio, que pueden recibir o no el nombre de concordatos. En virtud del c. 3,
las convenciones prevalecen incluso sobre posibles normas del Código que les
sean contrarias. De acuerdo con el principio contenido en el c. 1254 § 1, que
-en virtud del c. 1258- vale, en principio, para todas las personas jurídicas pú-
blicas de la Iglesia, los Estados deben reconocer, tutelar y promover el derecho
a disfrutar de bienes temporales. Además, a tenor del derecho internacional 27 ,
los Estados tienen también la obligación de reconocer a la Iglesia los mismos
derechos que reconocen a los demás ciudadanos en materia de adquisición de
bienes temporales.

3. LA CAPACIDAD PATRIMONIAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS (PÚBLICAS Y PRIVADAS)

El patrimonio, en síntesis, está integrado por el conjunto de los bienes per-


tenecientes a un mismo sujeto propietario. Es clara, por tanto, la necesidad de
explicar las nociones de patrimonio y propiedad en cuanto preliminares al aná-
lisis de la capacidad patrimonial de las personas jurídicas. Un breve resumen
de las principales etapas que han marcado su evolución nos permitirá delimitar,
posteriormente, la noción actual de patrimonio eclesiástico.

A) LAS NOCIONES DE DOMINIO, PROPIEDAD Y POSESIÓN

1. 0 ) El dominio como derecho de plena propiedad.- La clásica figura ro-


mana del dominium era un título de plena propiedad reservado a los ciudadanos
romanos que incluía, además de la propiedad propiamente dicha, la posesión
y los demás derechos reales (usufructo, servidumbre, etc.)'". Esta «plena y di-
recta pertenencia del bien al titular, confería a este todas las posibles facultades

a sostener todavía hoy el derecho de asilo en el ordena1niento canónico, en cuanto costumbre


praeter ius (cfr. c. 5 § 2). Véase E. SANTANE ESPINOSA, The Church and the right of Asylum and
Canon 1179ofthe1917 Codeas «Praeter ius» in the 1983 Code, Rome 1992.
26. Véase, por ej., G. BIFFI, Pie volanta e pie fondazioni: convergenze e divergenze tra
legislazione canonica e civile, en Ap 69 (1996) pp. 517-582.
27. Cfr. supra, cap. II, nota 20.
28. Cfr. A. BURDESE, Manuale di diritto privato romano, Torino 1987', p. 296; A. o'ÜRS,
Derecho Privado Romano, Pamplona 2004 10, pp. 203-205, §§ 140-142. En edad avanzada, el
donlinium, se denomina también proprietas.

40
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

de usar y gozar del bien, obteniendo de él los frutos que era capaz de producir
y, además, el poder de disponer de él, tanto por entero como parcialmente, y
la pretensión, respecto de cualquier tercero, de abstención de ingerencias de
cualquier tipo o entidad en el bien» 09• Una noción análoga de la propiedad se
encuentra en los vigentes códigos civiles". La doctrina social de la Iglesia, en
cambio, es más exigente con los propietarios, recordando la «hipoteca social»
que grava sobre la propiedad privada 3 '.
2. º) La posesión no es ni propiedad ni mera detentación.- La propiedad
designa una situación de derecho, mientras que la posesión califica una situa-
ción de hecho, pero regulada por el derecho. Aunque el propietario pueda tener
la posesión (o, por lo menos, el derecho de posesión), cabe también la hipó-
tesis contraria. En este supuesto, el propietario tiene el poder de disponer de
una cosa corporal tamquam sua, mientras que el poseedor tiene, en realidad,
la actualis occupatio de la cosa, con la intención de conservarla y de hacerla
propia, prescindiendo de la cuestión de la propiedad in iure 32 • El animus pos-
sidendi constituye un elemento esencial de la posesión. Si faltase, existiría un
poder meramente de hecho: la detentación, que puede también transformarse
en posesión. La propiedad y la posesión requieren la existencia de un título de
pertenencia. En el ordenamiento canónico, este título puede ser uno cualquiera
de los establecidos por derecho natural o positivo (cfr. c. 1259).

29. «Piena e diretta appartenenza del bene al titolare, che conferiva a questi tutte le pos-
sibili facolta di usare e godere il bene, traendone i frutti di cui era capace, e inoltre il potere di
disporre di esso, sia per intero sia parzialmente, e la pretesa verso qualsiasi terzo all 'astensione da
ingerenze ne! ben di qualunque tipo e entita» (G. PUGLIESE, Istituzioni di diritto romano, Padova
1990 2, p. 450; la traducción del original italiano es nuestra); cfr. también: A. o'ORS, Derecho
Privado Romano, o. c., p. 206, § 142; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BüNET, Derecho Ro1nano, I,
Madrid 1988, § 113, p. 232.
30. La concepción de la propiedad, presente en el art. 17 de la «Déclaration des droits de
l'homme et du citoyen» de 1789 y en el Código civil napoleónico (art. 554), ha hecho pesar su
influencia en los códigos sucesivos, entre ellos, el español: «La propiedad es el derecho de gozar
y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes. El propietario tiene
acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla» (art. 348). Hay que hacer
notar, sin embargo, una cierta tendencia a dar un carácter más «público» al derecho de propiedad,
a través de una regulación estatal cada vez más intensa (cfr. A. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil,
lll, Les biens, Paris 1965. pp. 40-45).
31. Cfr. GS, 69; JUAN PABLO Il, Exhort. Ap., Sol!icitudo rei socialis, n. 42 y la síntesis
en esta materia del Catecis1no de la Iglesia Católica, nn. 2401-2463. Para un estudio del texto
conciliar sobre el destino universal de los bienes, véase E. L10, Mora/e e beni terreni. La desti-
nazione universa/e dei beni terreni nella «Gaudium et Spes» e in a/cune fonti, Roma 1976, pp.
24-75. Sobre el sentido social del Derecho de propiedad, cfr. J. CASTÁN TüBEÑAS, Derecho Civil
Espaíi.ol, Común y Foral, t. 2, v. 1, Madrid 1992, pp. 146-152.
32. Cfr. G. VROMANT, De bonis ... , o. c., p. 56, n. 47.

41
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

B) EL CONCEPTO DE PATRIMONIO ECLESIÁSTICO

1) Evolución histórica del patrimonio eclesiástico 33

a) En el periodo apostólico, la Iglesia reflejada en los Hechos (4, 34-35)


vive solo de las aportaciones de los fieles. Poco a poco, a medida que crece la
primitiva comunidad cristiana, la situación va cambiando. A partir del siglo II,
comienzan a constituirse, como situaciones de hecho toleradas, masas de bie-
nes. Ante la imposibilidad de que la Iglesia gozase de personalidad jurídica y
la incapacidad de constituir entes o fundaciones, se buscaban soluciones de
hecho, como la de la persona interpuesta: los cristianos podían ser propietarios
solo a título personal, con todos los riesgos que esta situación comportaba en
caso de apostasía o de negación de los compromisos fiduciarios. Parece que
bajo Alejandro Severo (222-235), se hizo posible cierta forma de capacidad
patrimonial corporativa a través de asociaciones de hecho.
b) Desde el Edicto de Milán (313) en adelante, la Iglesia adquiere la ca-
pacidad patrimonial, lo que favorece la estabilidad y el crecimiento de los me-
dios materiales 3'. Los bienes se concentran principalmente en el ámbito de las
Iglesias particulares en torno al Obispo diocesano, que administra los bienes
en función de las necesidades de la comunidad cristiana que tiene confiada. En
un primer momento, la administración del patrimonio -denominado entonces
«patrimonium pauperum»- se llevaba a cabo libremente; pero posteriormen-
te, fue regulada por normas de los Concilios. Más tarde, los Papas Simplicio
(475) y Gelasio (494) establecieron que las rentas del patrimonio eclesiástico
se dividiesen en cuatro partes (cuotas fijas): Obispo, clero, Iglesia y pobres. Sin
embargo, se mantuvo un único patrimonio diocesano 35 •
c) La descentralización del patrimonio eclesiástico.- Estas cuotas fijas
del patrimonio diocesano fueron aumentando y, poco a poco, se transformaron
en varios patrimonios distintos, provocando una progresiva disgregación del
patrimonio diocesano. Otro factor histórico de notable influencia fue la pro-
liferación de conventos, de parroquias rurales y de «iglesias propias», que se
estructuraban como personas jurídicas que poseían bienes propios, gestionados
por administradores independientes. En estas circunstancias, el uso de una sola
caja común dejó de ser una solución satisfactoria. Comenzó entonces a desa-

33. Sobre este tema, véase V. ÜEL GIUDICE, Nociones de Derecho Canónico (traducción y
notas de P. LOMBARDÍA), Pamplona 1964, pp. 280-285, n. 110.
34. Cfr. R. NAZ. Traité.. ., III, o. c., p. 227.
35. En España se siguió, en cambio, una distribución en tres partes: obispos, clero cate-
dralicio y fábricas de las Iglesias. Cfr. l. PÉREZ DE HEREDIA Y VALLE, Libro V del CIC: bienes
temporales de la Iglesia, Valencia 2002, p. 34, nota 14.

42
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

rrollarse el sistema beneficia/"' bajo la forma de una «cartula donationis»: el


Obispo concedía un fondo a un clérigo que prometía cumplir sus funciones y
administrar el fondo. Esta concesión, revocable «ad nutum episcopi», adquirió
posteriormente un carácter irrevocable, incluso tras la muerte del destinatario.
La consecuencia patrimonial de esta evolución fue la constitución de una masa
estable de bienes para el sostenimiento de un oficio eclesiástico. Con el tiempo,
a esta masa se añadieron otros bienes. Cuando esta masa se constituyó en perso-
na jurídica nació el beneficio eclesiástico propiamente dicho. Dejando ahora de
lado la cuestión de la necesaria superación del sistema beneficia], podemos con-
cluir que, con estos factores de multiplicación de masas patrimoniales estables,
se llegó progresivamente a la situación actual, en la que hay tantos patrimonios
eclesiásticos como personas jurídicas públicas existen.

2) El concepto de patrimonio eclesiástico en el Código de 1983

Para poder entender adecuadamente la visión de la Iglesia sobre los bienes


temporales, y, concretamente, la afirmación de que hay tantos patrimonios ecle-
siásticos como personas jurídicas públicas, es necesario clarificar el concepto
técnico-jurídico de patrimonio. Por eso, parece conveniente hacer una breve
referencia a la doctrina civil que ha fijado sus principales características.

a') Concepción civil del patrimonio


La noción actual de patrimonio, en sentido técnico-civil, ha sufrido una
profunda evolución debida, entre otras cosas, a la necesidad de agilidad en la
circulación de los bienes a que tiende la economía contemporánea. Aunque no
existe un consenso en la doctrina jurídica al respecto", la tendencia ha sido
pasar progresivamente de una noción de universalidad de derecho, centrada
sobre la capacidad patrimonial de un sujeto y, por tanto, indivisible, al concepto
de universalidad de hecho, es decir, un conjunto de bienes y, eventualmente,
de deudas. En esta segunda acepción, el patrimonio resulta ser «una entidad
multiforme, compuesta por el conjunto de situaciones subjetivas susceptibles
de una valoración económica (entendida como estimación pecuniaria) unifi-
cadas por la ley en función de su pertenencia a un sujeto o de una finalidad

36. Véase infra, cap. V, 5.


37. Véanse J. CARBONN!ER, Draft civil. 3. Les biens, Paris 1975 8, pp. 7-16; J.L. LACRUZ
BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrünonial, Madrid 1999, pp. 110-111; V. DURANTE, Pa-
trimonio (dir. civ.), en Enciclopedia Giuridica, Roma 1990, vol XXII, p. 2; V.M. TRIMARCHI, Pa-
trin1onio (nozione genera/e), en Enciclopedia del Diritto, Milano 1982, vol XXXII, pp. 271-280;
J. GHESTIN-0. GOUBEAUX, Traité de droit civil. Introduction générale, Paris 19901, pp. 154-156.

43
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

unitaria»'"· Dado que la necesaria vinculación entre el patrimonio y la persona


ha perdido su fundamento, los ordenamientos estatales admiten la existencia de
patrimonios pertenecientes a entes no personificados, así como la posibilidad
de patrimonios finalizados (autónomos o separados), que se caracterizan por el
hecho de no encontrarse ligados a una persona física ni tampoco a una persona
jurídica 39 • En conclusión, el patrimonio comprende tanto bienes (muebles e
inmuebles) como relaciones activas y pasivas del sujeto titular, unitariamente
considerados.

b') Noción de patrimonio en la nueva disciplina canónica


Con estas premisas sobre el concepto técnico-jurídico de patrimonio, po-
demos preguntarnos si esta noción -conjunto de bienes y deudas de la persona
jurídica unitariamente considerados- sería aplicable al ordenamiento canóni-
co y, más concretamente, en qué términos podría serlo: ¿se debe hablar solo
de «patrimonios eclesiásticos», o tiene aún sentido la expresión «patrimonio
eclesiástico»? Podemos afirmar que en la Iglesia hay tantos patrimonios como
titulares de bienes eclesiásticos 40 • En este sentido, hay una diferencia radical
respecto al Estado. Mientras el Estado es propietario del conjunto de bienes
que pertenecen a la Administración Pública y que constituyen un único erario,
en la Iglesia, en cambio, hay tantos patrimonios como titulares de bienes ecle-
siásticos. Se trata de patrimonios en el sentido estricto y técnico del término".
Por este motivo, se ha hablado de un fraccionamiento del patrimonio de la
Iglesia.
Sin embargo, aunque no exista un único patrimonio eclesiástico en el senti-
do estricto o técnico del término, desde otro punto de vista, se puede recuperar
la idea de una cierta unidad orgánica que el ordenamiento canónico confiere -a
través de unos mismos fines, de una disciplina administrativa sustancialmente

38. V. DURANTE, Patrimonio ... , o. c., p. 1 (traducción nuestra del original italiano). Para
Lacruz, por patrimonio de una persona se entiende «el conjunto de sus bienes y sus deudas» (J.L.
LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrimonial, o. c., p. 110).
39. En Ja figura del patrimonio separado, la ley segrega algunos bienes de los restan-
tes del mismo sujeto, en vista de una particular finalidad (por ej., ciertos bienes hipotecados
que están sujetos a especiales garantías pard los acreedores). En el segundo caso, se trata de
patrimonios autónon1os que están vinculados a un sujeto al que no se reconoce la capacidad
jurídica. Muchos ordena1nientos jurídicos atribuyen un patrimonio autónomo a asociaciones
que no tienen personalidad jurídica, reconociendo así tanto el patri1nonio personal co1no el
patrünonio finalizado.
40. Sobre la distinción entre bienes eclesiásticos y bienes no eclesiásticos (eclesiales, pri-
vados ... ), véase infra, cap. III, 2. Anticipamos ya que no es posible incluir en el concepto de
«patri1nonio eclesiástico» los bienes privados, aunque tengan un carácter eclesial.
41. Cfr. T. MAURO, Patrimonio ecclesiastico, en Enciclopedia giuridica, vol. 22, Roma
1990, p. l.

44
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

común y, sobre todo, del poder de gobierno que corresponde al Romano Pon-
tífice- a esta multiplicidad de patrimonios". Obviamente, se trata entonces de
un patrimonio sólo en sentido amplio y análogo: un determinado bien no puede
pertenecer simultáneamente a dos patrimonios en sentido técnico (el del sujeto
titular y el de la Iglesia)". De lo dicho, y teniendo en cuenta la tensión entre
dos tendencias opuestas -aspectos de fraccionamiento y factores de unidad-,
se deduce por qué resulta adecuada la expresión acuñada por el profesor López
Alarcón: un «mosaico patrimonial».

C) LA CAPACIDAD PATRJMONIAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS EN EL CÓDIGO DE 1983

El Código establece qué personas jurídicas" son sujetos con capacidad


patrimonial en el derecho canónico: «la Iglesia universal" y la Sede Apos-
tólica y también las Iglesias particulares"' y cualquier otra persona jurídica,
tanto pública como privada» (c. 1255). En el caso de la Iglesia universal y de
la Sede Apostólica se trata de personas jurídicas («morales» dice el texto) por
ordenación divina (cfr. c. 113 § 1). La dimensión universal de la Iglesia se pone
de manifiesto mediante la potestad del Romano Pontífice sobre el conjunto de
los bienes eclesiásticos.

42. Algún autor intentó fundamentar su argumentación a favor de la existencia de un único


patrimonio eclesiástico en el carácter co1nún de los fines de la Iglesia (cfr. V. DE REINA, El sis-
te1na beneficia!, Patnplona 1965, pp. 93-99). Este intento se topó con dificultades que procedían
de la notable diversidad de fines (el culto, la remuneración del clero, las obras de caridad y de
apostolado ... ) y de la ampliación, por lo demás legítima, que de hecho se ha realizado hacia fines
como el deporte o la pro1noción social. Sin embargo, parece posible relativizar estas diferencias
si se las considera en relación con la finalidad última de la Iglesia, es decir, con la salvación de las
ahnas. Además, la unidad y la universalidad del patrimonio eclesiástico resultan de la unidad y la
universalidad de la potestad de gobierno del Romano Pontífice, en cuanto supremo administrador
y dispensador de los bienes de la Iglesia (cfr. c. 1273).
43. Cfr. P.A. PERLADO, Sugerencias ... , o. c., pp. 386-388.
44. Téngase en cuenta que, en este estudio, salvo indicación contraria, cuando se hable de
personalidad jurídica, se tratará siempre de la canónica. Por lo que se refiere a eventuales efectos
civiles, en principio, es necesario solicitar la personalidad civil, a menos, que el Estado reconozca
la personalidad canónica del ente en cuestión. Para España, véanse el art. 1 del Acuerdo de 3 de
enero de 1979 sobre asuntos jurídicos; la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religio-
sa y el RD 142/198 (cfr. J. FERRER ÜRTIZ [dir.], Derecho Eclesiástico del Estado Español, Pam-
plona 2004, pp. 194-205). Para Italia, véanse la Ley 222, de 20 de 1nayo de 1985 y el reglamento
de ejecución de la misma, aprobado con DPR n. 33, de 13 de febrero de 1987. Cfr. también: M.
MORGANTE, L'amtninistrazione dei beni . .. , o. c., pp. 17-24.
45. En realidad, la Iglesia universal en cuanto tal no es titular de bienes: los bienes eclesiás-
ticos son propiedad de la Sede Apostólica, de una diócesis, de una parroquia, de un seminario,
de un convento, etc.
46. Cfr. c. 368.

45
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

Por lo demás, el hecho de que puedan existir personas jurídicas privadas,


cuyos bienes no son eclesiásticos, es una de las innovaciones más relevantes del
Código. Dejando aparte esta cuestión 47 , ahora nos interesa solo poner de ma-
nifiesto una regla fundamental de la normativa aplicable a estos bienes: como
consecuencia de su carácter eclesial, pero no estrictamente eclesiástico, los bie-
nes de las personas jurídicas privadas, salvo algunas excepciones expresamente
indicadas, se rigen por sus estatutos propios y no por los cánones del Código
(cfr. c. 1257 § 2).
Por lo que respecta a los entes que no han recibido la personalidad jurídi-
ca, las soluciones patrimoniales previstas por el ordenamiento canónico siguen
siendo muy rudimentarias, si se las compara con las de los ordenamientos ci-
viles'": para las asociaciones privadas no constituidas en persona jurídica se
aplica el c. 310: los fieles asociados pueden obrar en campo patrimonial, bien
conjuntamente («coniunctim») -como condueños y coposesores-, o bien me-
diante un mandatario o procurador".

D) REQUISITOS PARA LA EXISTENCIA DE UNA PERSONA JURÍDICA


(PRIVADA O PÚBLICA): INCIDENCIA EN LA GESTIÓN PATRIMONIAL

Ya hemos indicado que la naturaleza pública o privada de la persona jurídi-


ca titular de los bienes posee notable relevancia: es este precisamente el criterio

47. Véase injra, cap. 111, 2.


48. Al contrario que muchos ordenamientos civiles, el ordenamiento canónico -aparente-
mente sin una razón convincente- descarta la posibilidad de reconocer el patrimonio de un ente
privado de personalidad jurídica eclesiástica. Es de desear una evolución en este campo, ya que
tener un patrimonio propio facilitaría a los entes eclesiásticos la administración de sus bienes.
Algunos canonistas han defendido esta posibilidad. Véanse, entre otros, A.M. PUNZI NICOLó,
!/ regime patrimonio/e delle associacioni tra ecclesiasticitil e non ecclesiasticitil dei beni, en
AA.VV., Das konso::}ative Element in der Kirche, St. Ottilien 1989, pp. 589-590; L. NAVARRO,
Diritto di associazione e associazioni difedeli, Milano 1991, pp. 88-92. Sobre las soluciones de
los civilistas italianos, véanse M. BASILE, Associazione, JI/) associazioni non riconosciute, en
Enciclopedia giuridica, Roma 1988, pp. 8-10; M.V. DE GIORGI, Associazione, JI) associa;:.ioni
riconosciute, ibid., pp. 4-5; L. BIGLIAZZJ ÜERI, Patrúnonio autonomo e separata, ibid., pp. 280-
293. Véase también, J. CASTÁN TüBEÑAS, En torno a la teoría del Patrimonio, Madrid 1952, pp.
44-45 y 60-72.
49. Cfr. A.M. PUNZI N!COLÓ, // regúne patrimoniale delle associacioni tra ecclesiasticitó
e non ecclesiasticitit dei beni, en AA.VV., Das konsoziative Element in der Kirche, o. c., pp.
589-590; R. NAVARRO V ALLS, las asociaciones sin personalidad en Derecho Canónico, en ibid.,
pp. 547-556. Además de las asociaciones, existen también fundaciones, en el sentido del c. 115
§ 3, que pueden tener personalidad jurídica y, por tanto, gozar de la capacidad patrimonial. Para
una síntesis sobre las asociaciones de fieles y su respectiva capacidad patrimonial, véanse L.
NAVARRO, Diritto di associazione .. ., o. c.; LL MARTÍNEZ S!STACH, Las asociaciones de fieles,
Barcelona 2000 4 •

46
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

para determinar el derecho aplicable a la gestión de dichos bienes. Por eso,


parece oportuno exponer una breve síntesis de la cuestión 50 •
El CIC 83 prevé la posibilidad de constituir en la Iglesia personas jurí-
dicas integradas por conjuntos de personas o de cosas. De acuerdo con el c.
l 14 se pueden constituir corporationes (conjuntos de personas) o Jundationes
(conjuntos de cosas). Las corporaciones pueden ser colegiales o no colegiales,
según que Jos miembros tengan o no la facultad de tomar (colegialmente) de-
cisiones (cfr. c. 115 § 1). El§ 2 del c. 114 establece que los fines pueden ser
obras de piedad, de apostolado o caridad (espiritual o temporal). La atribución
de personalidad jurídica a cualquiera de estos entes presupone la aprobación
de sus estatutos por parte de la autoridad competente (cfr. c. 117). ¿Cuáles son
los requisitos específicos para la constitución de una persona jurídica, ya sea
pública o privada?
a) Una persona jurídica pública es constituida material y formalmente por
la autoridad eclesiástica competente (mediante decreto o ipso iure) para actuar
en nombre de la Iglesia". Son ipso iure personas jurídicas de la Iglesia católica
una serie de instituciones: la Sede Apostólica (ce. 113 § 1 y 361), las diócesis
y las circunscripciones eclesiásticas asimiladas a ellas (cfr. ce. 368 y 373), las
provincias eclesiásticas (c. 432 § 2), las Conferencias episcopales (c. 449 § 2),
las parroquias (c. 515 § 3), los seminarios (c. 238 §!),las asociaciones públicas
de fieles, los Institutos de vida consagrada (c. 634 § 1), etc.
b) Una persona jurídica privada es un sujeto que, materialmente, nace de
la iniciativa de los fieles -como sucede en las asociaciones que son fruto del
correspondiente derecho de los fieles" y en las fundaciones privadas- para ac-
tuar en nombre propio (no en nombre de la Iglesia)". El requisito formal para

50. Cfr. P. LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato y en sentido estricto, en Estudios
de Derecho Canónico, III, Madrid-Pamplona 1983, pp. 135-166.
51. Cfr. c. 116. Sobre este tema, véanse L. NAVARRO, Diritto di associazione ... , o. c., p.
175; A. LONGHITANO, Le associazioni dei jede ti, en GRUPPO ITALIANO DüCENTI DI DIRITIO CANO-
N!CO (ed.}, ll diritto ne! mistero della Chiesa, II, Roma 1992!, p. 48.
Aunque sean públicas y actúen en nombre de la Iglesia (no en nombre de la autoridad), las
asociaciones no pertenecen a la constitución jerárquica de la Iglesia (cfr. G. FELJCIANJ, Il diritto
di associaz.ione e le possibilitit della sua realizzazione nell' ordinamento canonico, en Das konso-
::,iative .. ., o. c., p. 402; J.L. GUTIÉRREZ, De fine ut elemento distinctionis ínter entia institutionalia
et associativa, ibid., pp. 199-207; E. MOLANO, Estructuras jerárquicas y asociaciones, ibid., pp.
185-197; J. FORNÉS, El derecho de asociación _V el acto jurídico de incorporación a estructuras
institucionales, ibid., p. 493).
52. Cfr. A. DEL PORTILLO, Fieles y laicos en la Iglesia, o. c., pp. 120-138; E. MOLANO,
La autononlÍa privada en el ordenamiento canónico, Pamplona 1974, pp. 239 y ss.; V. PRJETO,
Iniciativa privada y subjetividad jurídica, Pamplona 1999.
53. No se debe, en cambio, descartar la posibilidad de que la autoridad eclesiástica con-
fiera un mandato a una persona jurídica (incluso privada), en virtud del cual quede habilitada
para obrar, dentro de los límites de ese mandato, en nombre de la Iglesia o de una autoridad
eclesiástica.

47
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

la obtención de la personalidad es un decreto especial dado expresamente por


la autoridad competente, de modo que no cabe, en este supuesto, la adquisición
de personalidad jurídica ;pso ;ure (cfr. c. 116 § 2)".
c) Toda asociación tiene que tener unos estatutos propios, que pueden ser ob-
jeto de recogn;úo por parte de la autoridad competente 55 ; sin embargo, este reco-
nocimiento no es suficiente si la asociación quiere obtener personalidad jurídica.
Para ello, es requisito necesario la aprobación de sus estatutos por la autoridad
(aunque existen entes con estatutos aprobados, pero sin personalidad jurídica).

4. LAS PERSONAS JURÍDICAS PÚBLICAS EN CUANTO


PROPIETARIAS DE BIENES ECLESIÁSTICOS REGIDOS
POR LA DISCIPLINA ADMINISTRATIVA DEL LIBRO V

En el ordenamiento canónico cumplen una específica función, y se some-


ten a una disciplina propia, los llamados bienes eclesiásticos, esto es, los bienes
temporales que pertenecen a una persona jurídica pública, conforme al c. 1257.
Esta norma presenta una única diferencia respecto a la correspondiente del CIC
17 (c. 1497*): se ha añadido el adjetivo púbUca. Esa modificación dio origen
a una larga discusión y hoy constituye uno de los cambios más importantes
del nuevo Código. Es necesario precisar que se trata de una solución propia
de la codificación latina"· El Código oriental, en efecto, ignora el concepto
de persona jurídica p,.;vada. Por ello, establece que «bona temporalia omnia,
quae ad personas iuridicas pertinent sunt bona ecclesiastica» ". Aquí tenemos
una de las principales divergencias entre ambos códigos en materia de derecho

54. Cuando un ente que no era persona jurídica según el CIC 17, llega a ser persona jurídica
según la nueva normativa, sus bienes no cambian de calificación jurídica. Tal es, por ejemplo, la
calificación de los bienes de la asociación laica! «Fraternidad de Comunión y Liberación», que ha
sido reconocida COITIO asociación privada internacional (Cfr. PONTIFICIUM CONSILIUM PRO LA!CIS,
Decreto di erezione e confenna in persona giuridica perla Chiesa universale dell'Associazione
laicale deno1ninata «FraternitO di Comunione e Liberazione» [11 febbraio 1982], en DE 98
l1982] pp. 673-675). En cambio, si una persona jurídica pública (a tenor del viejo Código) ha
pasado a ser una persona jurídica privada, sus bienes quedan transformados en bienes eclesiales
privados. En tal hipótesis, no serán ya aplicables, obviainente, las normas del régimen adminis-
trativo codicia!.
55. Cfr. c. 299 § 3. Esta recognitio de los estatutos no debe confundirse con la aprobación
requerida para obtener la personalidad jurídica. La concesión o no de la recognitio podría ser ob-
jeto, en su caso, de un recurso administrativo. Más adelante, veremos que esta recognitio confiere
un carácter eclesial (no eclesiástico) a los bienes de las asociaciones de fieles.
56. Cfr. c. 573 § 2 del CCEO. La no introducción de las personas jurídicas privadas se jus-
tificó diciendo que no era necesaria en el Oriente cristiano (cfr. Nuntia 13 [1981] pp. 4-5). Para
la discusión sobre la introducción de la personalidad jurídica privada en el CCEO, véase ihid. 18
(1984)pp.11-12.
57. C. 1009 § 2. Véase Nuntia 13 (1981) p. 8; 27 (1988) p. 27.

48
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

patrimonial 58 , si bien en estas páginas nos fijaremos únicamente en la solución


adoptada por el Código latino: ahora las personas jurídicas pueden ser también
privadas 59 •
De este principio, según el cual la capacidad de ser titular de bienes ecle-
siásticos corresponde (únicamente) a las personas jurídicas canónicas públicas,
se sigue que ni Dios mismo, ni los pobres de modo genérico -como se solía
decir-, ni tampoco el Romano Pontífice en cuanto persona privada"", pueden
ser considerados sujetos con capacidad de ser titulares de bienes eclesiásticos.

5. SUJECIÓN DE LA PROPIEDAD DE LAS PERSONAS JURÍDICAS


A LA POTESTAD DE GOBIERNO DEL ROMANO PONTÍFICE

Según el c. 1256, la propiedad de cualquier persona jurídica, tanto públi-


ca como privada, siempre está sometida a la suprema autoridad del Romano
Pontífice. ¿Qué quiere decir ser titular de bienes bajo la suprema autoridad del
Vicario de Cristo?
La doctrina social de la Iglesia subraya el criterio del destino universal
de los bienes, en el que ve un indicador de una adecuada concepción de Ja
propiedad, que es un derecho natural, pero no absoluto. A este criterio -forja-
do para las cuestiones sociales del mundo- corresponde un principio análogo
que clarifica las relaciones patrimoniales dentro de la Iglesia: ninguna persona
jurídica tiene un derecho absoluto de propiedad, ya que sus bienes se destinan
a una finalidad eclesial y quedan sujetos a la autoridad del Romano Pontífice.
Dicho esto, es necesario aclarar que, sin embargo, las facultades vinculantes
que competen al Romano Pontífice no debilitan la titularidad de la propiedad
que corresponde a cada persona jurídica".

58. Cfr. J. ABBAS, The te1nporal Goods .. ., o. c., pp. 671-674; FR. AZNAR GIL, Co111entario
al c. 1009, en Código de las Iglesias orientales, Salamanca 1994.
59. Las personas jurídicas privadas tienen capacidad patri1nonial (cfr. c. 1255), pero los
bienes que les pertenecen no son «bienes eclesiásticos». ¿Qué son entonces? El Código no cali-
fica estos bienes. A decir verdad, ni siquiera dice expresa1nente que no son bienes eclesiásticos;
sin embargo, así parece resultar implícitamente de los dos parágrafos del c. 1257. Hay que tener,
ade1nás, presente que el canon tampoco dice que no son bienes privados. De esta cuestión trata-
ren1os más ampliamente en el cap. III, 2.
60. La cuestión del titular de los bienes eclesiásticos (Dios, los pobres, el Romano Pontífi-
ce ... ) ha sido objeto de una larga controversia entre teólogos y canonistas (cfr. Y.M.-J. CONGAR,
Les biens temporels de l'Église d'apres la tradition théologique et canonique, en AA.VV., Église
et pauvreté, Paris 1965, pp. 233-258). El Romano Pontífice (que no hay que confundir con la
Sede Apostólica) puede -co1no cualquier fiel- poseer bienes personales, pero, por lo que se re-
fiere a los bienes eclesiásticos de las personas jurídicas, tiene solo una potestad de gobierno, no
la propiedad. Volverc1nos 1nás adelante sobre esta central cuestión.
61. Cfr. P. LOMBARDÍA, lA propiedad en el ordena111iento canónico, o. c., p. 424.

49
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

Hay dos teorías acerca de la naturaleza de los poderes propios del Romano
Pontífice sobre los bienes de las personas jurídicas titulares: la vieja doctrina
del dominio dividido y la moderna de la potestad de gobierno. Detengámonos
a examinar estas posiciones, para explicar después las razones de la opción del
legislador a favor de la potestad de gobierno (ce. 1256 y 1273). El contexto
histórico y normativo sitúa la cuestión en el ámbito de las personas jurídicas
públicas (ya que la existencia de personas jurídicas privadas es reciente y el c.
1273 concierne solo a los bienes eclesiásticos)".

A) LA DOCTRINA DEL DOMINIO DIVIDIDO

Antes del Código actual, era muy frecuente el recurso a esa noción, he-
redada del derecho romano, para explicar el poder del Papa sobre los bienes
eclesiásticos. Actualmente, esta teoría sobrevive porque la sostienen algunos
autores 63 • En síntesis, se aplicaba a la Iglesia la distinción entre el dominio
directo o eminente del Principe y el dominio útil de los súbditos, lo cual pre-
sentaba la gran ventaja de proporcionar un fundamento sencillo a la tesis de la
existencia de un único patrimonio en la Iglesia. El Romano Pontífice tendría
el dominio directo, que le daría el derecho de disponer de todos los bienes de
las personas jurídicas, mientras que los súbditos tendrían solamente el domi-
nio útil, es decir, serían poseedores, usufructuarios y titulares de un derecho
de propiedad limitado por las prerrogativas «dominicales» correspondientes al
supremo dispensador de los bienes eclesiásticos.
Ante esta concepción, es necesario formular algunas objeciones sobre la
conveniencia de acudir a la teoría del domino dividido, y, principalmente, sobre
su aplicación en sede eclesial.
l.") Desde el punto de vista de la doctrina jurídica, se ha vuelto a la idea
de que la propiedad es indivisible"', de modo que, respecto a un bien deter-
minado, en lugar de hablar de un doble dominio, es preferible distinguir entre
el propietario (o los copropietarios) por una parte y, por otra, los poseedores y
titulares de diversos derechos reales". Por eso, no parece oportuno «fosilizar»

62. Sobre los bienes no eclesiásticos el Romano Pontífice tiene solo un poder genérico -y
bastante teórico- de vigilancia. Véase infra, cap. IV, 4, a).
63. Cfr., entre otros, W. SCHUtZ, Comentario al c. / 256, en Miinsterischer Kon1mentar z.um
Codex luris Canonici, III; V. ROYERA, 1 beni temporali della Chiesa, en E. CAPPEL!NI (ed.), La
normativa del nuovo Codice, Brescia 1983, p. 265.
64. Cfr., por ejemplo, A. TRABUCCHI, Istitu:::,ioni di diritto civile, Padova 1989 1º, p. 414, n.
168; G. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil, 11, o. c., pp. 39-44.
65. Acerca de la conceptualización de un doble dominio o dominio dividido por parte de
los glosadores, en torno al siglo XII, con el fin de adaptar la clásica noción de dominio -derecho

50
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

las explicaciones de derecho canónico haciendo referencia a teorías doctrinales


ya superadas.
2. º)Parece especialmente arriesgado tratar de trasplantar esta antigua teoría
del derecho secular al seno de la Iglesia, parangonando al Papa con el príncipe o
señor. La doctrina del dominio dividido no sirve para justificar los poderes que la
autoridad ejercita sobre los bienes eclesiásticos. Y ello porque no es únicamente
el Romano Pontífice quien tiene competencias sobre los bienes eclesiásticos, sino
que las tienen también otras autoridades, sobre todo los obispos diocesanos; y,
cuando intervienen, no lo hacen como simples vicarios o delegados del Papa, sino
en virtud de una potestad de gobierno propia y ordinaria 66 • Hay que reconocer, no
obstante, que existen algunas facultades en relación con los bienes eclesiásticos
de las personas jurídicas que corresponden exclusivamente al Romano Pontífice.
El Obispo diocesano no tiene poderes de disposición sobre los bienes de las per-
sonas jurídicas públicas a él sujetas: tiene funciones administrativas en materia
patrimonial, pero no es supremo dispensador.
3. 0 ) El argumento decisivo resulta del vigente Código que, en el c. 1273,
califica expresamente esas facultades del Romano Pontífice como consecuen-
cia de su potestad primacía! de gobierno: «vi primatus regiminis». Esta clari-
ficación codicia! debería bastar para disipar cualquier duda sobre la cuestión.
Además, como veremos más adelante, los mismos redactores de la norma espe-
cificaron que la potestad pontificia sobre todos los bienes eclesiásticos no debe
entenderse como «potestas dominica ac si Pontifex esset dominus bonorum
ecclesiasticorum» 67 •

absoluto y exclusivo sobre un bien- a la realidad inmobiliaria de su época (con la consecuencia


de que el verus dominus pasa a ser el titular del do1ninio útil y no el titular del dominio eminente
o directo), véase P. ÜURLIAC-J. DE MALAFOSSE, Droit romain et ancien droit. II. Les biens, Paris
1961, pp. 144-149.
Desde el siglo XVIII en adelante, la doctrina jurídica moderna de los ordenamientos civi-
les abandona la concepción del dominio dividido en materia de bienes inmuebles para volver a
la idea romana de un derecho unitario e indivisible de la propiedad, con la consecuencia de la
abolición de la noción de dominio eminente o alto do1ninio. Se trata de un derecho exclusivo,
absoluto y perpetuo: por tanto, no fraccionable. La propiedad fue reunificada. Sin embargo, dos
siglos más tarde, la propiedad ha perdido mucho de su carácter absoluto: ha sido objeto de una
«publificación» y queda limitada por su función social. Como consecuencia, la posición jurídica
del propietario se ha debilitado, pero sin dañar la unidad de la propiedad. Sobre la evolución
histórica de la noción de propiedad, véanse J.P. LEVY, Histoire de la propriété, Paris 1972; J.
CASTÁN TOBEÑAS,Derecho Civil ... , o. c., t. 2, v. 1, pp. 102-120.
66. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes teniporales y misión de la Iglesia, en AA.VV., Ma-
nual de Derecho Canónico, Pamplona 199l2, p. 705 (existe una versión ampliada y actualizada
de este capítulo del 1nanual, publicada por separado en italiano: cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Beni
temporali e missione della Chiesa, Roma 1997). Por lo demás, hay que precisar que el Romano
Pontífice no es solo administrador supremo de todos los bienes eclesiásticos, sino que es también
titular de los bienes que pertenecen a la Sede Apostólica, cuya administración inmediata se confía
a diversos dicasterios (cfr. ce. 360-361). Lo veremos más adelante, infra, cap. VI, 4.
67. Com 12 (1980) pp. 412-413, c. 18.

51
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

B) LA POTESTAD DE GOBIERNO DEL ROMANO PONTÍFICE

En la medida en que se consideren fundadas las conclusiones que preceden,


parece preferible explicar el poder del Papa sobre los bienes de la Iglesia a partir
de la distinción entre la propiedad de los sujetos titulares y el poder de gobierno.
El Papa no es propietario -como no es tampoco personalmente deudor de los
acreedores de un bien eclesiástico-- sino que ejerce una potestad de gobierno so-
bre los bienes eclesiásticos. No obstante, su autoridad se extiende también a otros
ámbitos y se manifiesta, sobre todo, en un poder de vigilancia y de tutela respecto
a los bienes que son propiedad de cualquier persona jurídica en la Iglesia 68 •
El examen de algunos textos del Código vigente (en particular de los ce.
1256 y 1273) confirma esta posición 69 • En efecto, la expresión «vi primatus
iurisdictionis» califica la naturaleza del poder, afirmando expresamente qne el
Papa ejerce una potestad de gobierno, «quae non est dominica»'°, como si el
Papa fuese el «dominus» (el dueño) de los bienes eclesiásticos.
Es necesario, sin embargo, resolver una aparente contradictio in terminis:
en el momento en que califica indirectamente como no «dominical» el poder
del Supremo administrador y dispensador, el c. 1273 señala que esta potestad
comporta la facultad de disponer de los bienes eclesiásticos". Parecería, pues,

68. El análisis es conforme con la distinción propuesta por Santo Tomás: el Romano Pon-
tífice era «principalis dispensator», pero no era «dominus et possessor» (cfr. Summa Theologica,
II-11, q. 100, A. 1, ad 7). Véanse también F.X. WERNZ-P. VIDAL, De Rebus, o. c., n. 740; R. NAZ,
Biens ecclésiastiques ou temporels, en DDC, ed. 1935-1965, Paris, col. 840; J. HERYADA, La rela-
ción de propiedad en el patrbnonio eclesiástico, en /C 2 ( 1962) pp. 425-467 (publicado tainbién
en Vetera et Nova, l, Pamplona 1991, pp. 179-233).
69. El c. 1499 § 2* establecía que la propiedad eclesiástica quedaba siempre «sub suprema
auctoritate Sedis Apostolicae». A su vez, el nuevo c. 1256, usa términos casi iguales: «sub supre-
ma auctoritate Romani Pontificis». Esta expresión, sin embargo, fue objeto de crítica y algunos
propusieron su supresión (sería, en realidad, un supuesto de poder dominical). Pero tal propuesta
fue rechazada y el único cambio realizado respecto al Código precedente fue la sustitución del
término «Sedis Apostolicae» por «Romani Pontificis» (cfr. Co1n 12 [ 1980] pp. 397-398). No cabe
duda, por lo tanto, de que la suprema autoridad del Romano Pontífice se extiende sobre todos los
bienes de las personas jurídicas de la Iglesia.
El otro canon de mayor importancia para la cuestión que estudiamos es el c. 1273 del actual
Código. A la vieja formulación del c. 1518* «Romanus Pontifex est omnium bonorum eccle-
siasticorum supre1nus administrator et dispensator», se añade «Vi primatus regiminis». La nueva
disposición cambia el ténnino «iurisdictionis» inicialmente propuesto por el equivalente de «go-
bierno» ( «regiminis» ), manifestando así de manera incuestionable que se trata de una potestad de
gobierno (cfr. Com 5 [ 1973] p. 97).
70. «Secundum ipsos verba "vi primatus iurisdictionis" qualificat naturam potestatis su-
premi administratoris et dispensatoris, quae non est do1ninica ac si Pontifex esset dominus bo-
norum ecclesiasticorum. Vi huius potestatis enim Summus Pontifex potest dispensare de bonis
ecclesiasticis in ordine ad assecutionem finium ob quos Ecclesia illa bona possidet>> (Com 12
[1980] pp. 412-413).
71. Se trata de la facultad que corresponde al Romano Pontífice de autorizar una enajena-
ción de gran valor y de los casos especiales -y raros- de la condonación de deudas y del tra,~paso
de un patri1nonio eclesiástico a otro.

52
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS

que esa potestad no dominical, contiene a pesar de todo aspectos dominicales.


La aparente contradicción desaparece cuando se toma en cuenta la sutil distin-
ción que Hervada propuso ya hace tiempo: no se debe confundir la titularidad
del dominio y el ejercicio de funciones dominicales. En otras palabras, en la
Iglesia no se duplica la titularidad del dominio, es decir la propiedad. La perso-
na jurídica titular permanece como única propietaria, mientras que el Romano
Pontífice asegura la eclesialidad (en el sentido de carácter eclesiástico propia-
mente dicho) de estos bienes ejercitando determinados derechos dominicales
en nombre de la persona jurídica titular". Cuando el Romano Pontífice dispone
de un bien -por ej. condonando la deuda originada por la expropiación de un
bien por el Estado-, lo hace siempre en virtud de una potestad de gobierno (no
como propietario) para llevar a cabo los fines propios de la Iglesia. En ese caso,
en virtud de su primado de gobierno, es también el Superior inmediato de la
persona jurídica pública titular, de modo que puede realizar funciones de dueño
sin convertirse en «dominus» 73 •
Las consideraciones precedentes demuestran la conveniencia de no mez-
clar con la perspectiva elegida por el legislador -de potestad de gobierno- una
terminología y una forma de conceptualizar distinta y difícilmente compatible.
Por ello, para evitar la ambigüedad del término «dominio», hablaremos más
bien, por una parte, de propiedad en referencia al titular de los bienes -persona
física o jurídica- y, por otra parte, de potestad de gobierno que corresponde al
Romano Pontijice y a los órganos de las personas jurídicas que ejercen cual-
quier función administrativa, sea inmediata o mediata (o de alta dirección), sin
ser propietarios de los bienes".
Es necesario, en todo caso, hacer constar que los cánones mencionados,
aunque sean útiles a efectos de clarificar la naturaleza de esta potestad pontifi-
cia, no parecen tomar en consideración, desde el punto de vista eclesiológico,
la perspectiva de colegialidad episcopal y de comunión que se encuentra en
los ce. 330 y siguientes del libro !l. Puede sorprender que el legislador no haya
integrado en el libro V esta relevante dimensión de la eclesiología conciliar.

72. Cfr. J.HERVADA, La relación de propiedad ... , o. c., pp. 458~459.


73. Cfr. P. LOMBARDÍA, Personas jurídicas públicas y privadas, en Estudios de Derecho
canónico y Derecho Eclesiástico en lunnenaje al Pro/ Maldonado, Madrid 1983, p. 329; V.
PRIETO MARTÍNEZ, Iniciativa privada y personalidad jurídica: las personas jurídicas privadas,
en /C 25 ( 1985) pp. 570-571. No parece necesario, por tanto, invocar una potestad de gobierno
«intenso» (cfr. F.R. AZNAR GIL, La adniinistración .. ., o. c., pp. 87-89; R. B10AGOR, Los sujetos
del patrilnonio eclesiástico y el «ius e1ni11ens» de la Santa Sede, en REDC 5 f1950l pp. 39-40)
ni hacer un análisis en términos de «expropiación» (cfr. A. ARZA, Privilegios econó1nicos de la
Iglesia espaliola, Bilbao 1973, p. 35).
74. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes te111porales .. ., o. c., pp. 705-706. Esta interpretación
ha sido recordada en la Nota del CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Lafun:ione
dell'autoritO ecclesiastica sui beni eccfesiastici, en Com 36 (2004) pp. 29 y ss.

53
CAPÍTULO III

CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

Los bienes temporales que toma en consideración el ordenamiento canó-


nico se pueden clasificar en diversas categorías jurídicas. Junto a las diversas
nociones asumidas del derecho romano y civil, se utilizan en esa clasificación
algunos conceptos propiamente canónicos: los bienes eclesiásticos, las cosas
sagradas y los bienes preciosos.

l. BIENES TEMPORALES

Cuando en el ámbito del Código latino se habla de bienes pertenecientes


a un patrimonio eclesiástico, se hace referencia a los bienes' temporales que
pertenecen a una persona jurídica pública de la Iglesia. En cuanto bienes tem-
porales, deben tener cierto valor económico, con independencia de su posible
relación con otros bienes de tipo espiritual 2 • Si, además del valor económico,
entra también un elemento espiritual en su valoración, al tratar esos bienes es
necesario respetar su carácter sagrado y evitar la simonía.

l. La distinción entre bona y res (cfr., entre otros, los ce. 1270 y 115 § 3) ha sido superada
en el vigente Código.
2. Ha perdido su importancia la vieja distinción entre los bienes puramente espirituales
(sacramentos, sacramentales, indulgencias, ... ) y los bienes con valor económico. Estos últimos
podían ser temporales o mixtos (es decir, con un sustrato económico separable o no de los bienes
meramente espirituales). Aquí, en ca1nbio, se insiste en la existencia de un valor económico para
que haya un bien temporal.

55
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2. BIENES ECLESIÁSTICOS, ECLESIALES Y PRIVADOS

A) NOCIÓN DE BIEN ECLESIÁSTICO

Comencemos por delimitar, desde el punto de vista del derecho canónico,


el concepto de bien eclesiástico. Este concepto ha sido objeto de una notable
evolución respecto al Código precedente. El CIC 17 contenía una visión pu-
blicista de la persona jurídica 3 • En otras palabras, toda persona moral (ahora,
desde la perspectiva de la calificación formal, se prefiere la expresión «persona
jurídica» 4 ) era pública y poseía, por tanto, bienes eclesiásticos. Para determi-
nar el carácter eclesiástico de un bien, de tal manera que automáticamente pa-
saba a ser propiedad de la Iglesia, era suficiente constatar que su titular era una
persona jurídica canónica. Por ello, los bienes eclesiásticos se definían como
aquellos «que pertenecen, bien sea a la Iglesia universal y la Sede Apostólica,
bien a otra persona moral en la Iglesia» (c. 1497 § 1*)5. En consecuencia, las
asociaciones de fieles no erigidas en persona moral, aunque fueran alabadas o
recomendadas por la jerarquía -incluso tan conocidas como las conferencias
de San Vicente de Paúl-, no poseían bienes eclesiásticos''. El Código latino
vigente rompe esta equivalencia (no así el Código oriental', que conserva la
antigua concepción 8). Actualmente, solo los bienes pertenecientes a las per-
sonas jurídicas públicas -únicos titulares que persiguen los fines eclesiales en
nombre de la Iglesia- son eclesiásticos, pero no lo son, en cambio, los bienes
de las personas jurídicas privadas'.

3. Cfr. P. LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato ... , o. c., pp. 135-166; S. BUENO
SALINAS, La noción de persona jurídica en el ordenanliento canónico, Barcelona 1985, pp. 125-
I 73.
4. El legislador utiliza la expresión persona moral solo en el c. 113 § 1 para la Iglesia
Católica y para la Santa Sede (cfr. G. Lo CASTRO, !l soggetto e i suoi diritti nell'ordinamento
canónico, Milano 1985, pp. 108 y ss.).
5. Un estudio sobre la progresiva maduración del concepto técnico de bien eclesiástico
puede encontrarse en: J. M!ÑAMBRES, La nozione di «bene ecclesiastico» nella prima codifica-
¡jone canonica, en !E 19 (2007), pp. 77-96.
6. Sobre las asociaciones de fieles según el CIC 17. véase W. ÜNCLIN, Principia gene rafia
deftdeliutn associationibus, en Ap 36 (1963) pp. 68-109.
7. Cfr. c. 1009 § 2 CCEO y las explicaciones que preceden.
8. Cfr. c. I497 § 1*.
9. Cfr. Com 11 (1980) pp. 391-392 y 398-399.

56
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

B) NATURALEZA DE LOS BIENES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS PRIVADAS

La diferencia entre los bienes eclesiásticos y los demás no se encuentra


en su naturaleza misma (dinero, mesa, cáliz ... ), ni en la finalidad para la cual
se usan, sino en la naturaleza jurídica de los sujetos que son titulares de ellos.
Así, el mismo dinero, la misma mesa, el mismo cáliz pueden ser o no un bien
eclesiástico; dependerá del titular y, en consecuencia, del patrimonio al que
pertenezcan. Los bienes de las personas jurídicas privadas no son bienes ecle-
siásticos, es decir, no son bienes públicos de la Iglesia. Pero esto plantea una
cuestión: ¿deben ser calificados, entonces, como bienes no eclesiásticos; o es
posible formular un concepto que los califique de modo positivo y más explí-
cito?
Como respuesta, la doctrina ha propuesto diversas calificaciones: bienes
laica/es (expresión que puede ser fuente de confusión porque está vinculada
a una vieja problemática originada por el ere 17 '");bienes eclesiales"; bie-
nes privados 12 (una calificación criticada por algunos que no aceptan que tales
bienes puedan ser meramente privados o profanos"); o bienes eclesiásticos en
sentido amplio (de manera que se califican de bienes eclesiásticos en sentido
estricto solo los que pertenecen a las personas jurídicas públicas) 1'. Contra esta
última expresión cabe objetar que, para manifestar la «eclesialidad» propia de
los bienes de las personas privadas, parece suficiente la terminología propues-
ta por Perlado -bienes eclesiales-, que resulta plenamente aplicable al nuevo
Código" y evita la peligrosa ambigüedad de la denominación de «bienes ecle-

10. Durante la vigencia del Código precedente, se hablaba de «bienes laicales» para de-
signar los bienes que no pertenecían a personas jurídicas eclesiásticas, es decir los bienes que
no eran propiedad de la Iglesia: los bienes de las personas físicas, de las asociaciones de fieles
no erigidas en persona jurídica y de las personas jurídicas civiles destinadas a fines religiosos
(cfr. G. VROMANT, De Bonis.. ., o. c., p. 33, n. 28). Obviamente, la expresión «bienes laicales»
habría que entenderla hoy en otro sentido (cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1257, en
Código ... , o. c.).
11. Cfr. P.A. PERLADO, Sugerencias ... , o. c., pp. 397-400.
12. Cfr. P LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato ... , o. c., p. 166; V. PRIETO MAR-
TÍNEZ, Iniciativa Privada ... , o. c., p. 573; R. ROYERA, l beni.. ., o. c., p. 265; J.M. ÜONZÁLEZ DEL
VALLE, Los bienes de las asociaciones canónicas privadas con personalidad jurídica, en Das
konsoziative Element .. ., o. c., pp. 564 y ss.; A.M. PUNZI N!COLÓ, ll regime patrimoniale ... , ibid.,
p. 591; V. DE PAOLIS, ! beni temporali della Chiesa, Bologna 1995, p. 72; J.T. MARTÍN DE AGAR,
Bienes temporales ... , o. c., pp. 712-713.
13. Cfr. R. BOTTA, Persone giuridiche pubbliche e persone giuridiche private nel nuovo
codice di diritto canonico, en DE 96 (1985) pp. 346-347.
14. Cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., pp. 53-54, en conformidad con la in-
terpretación de S. MESTER, l beni temporali della Chiesa (le novitii apportate da! nuovo Codice),
en Ap 47 (1984) pp. 58-59.
15. Una mirada a los trabajos preparatorios nos permitirá encontrar algunos ele1nentos para
clarificar la cuestión terminológica:

57
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

siásticos», aunque se modifique con el añadido «en sentido amplio». En efecto,


la expresión bienes eclesiales recuerda oportunamente que se trata de medios
destinados a fines eclesiales (al igual que los bienes eclesiásticos) pero que (a
diferencia de estos) se rigen solo por los estatutos propios de la persona jurídica
titular 16 •
Dicho esto, para concluir con la cuestión de la calificación de los bienes de
las personas jurídicas privadas, es necesario precisar algunas cosas:
l.º) Nos parece preferible hablar de bienes eclesiales privados, terminolo-
gía que expresa adecuadamente la naturaleza de estos medios materiales: aun-
que no son gestionados oficialmente en nombre de la Iglesia, se deben usar para
fines eclesiales, según los propios estatutos y bajo la vigilancia de la autoridad
eclesiástica competente.
2.º) Aunque la expresión bienes privados se usa frecuentemente, en rela-
ción con las personas eclesiásticas privadas, con el sentido implícito de bienes
eclesiales privados, ese concepto designa primordialmente los bienes que per-
tenecen a los fieles, individualmente o coniunctim. Los bienes privados son
bienes de los fieles. Jurídicamente", por tanto, no son bienes eclesiales, sino
simplemente privados (o civiles privados).

a) Es cierto que en el iter codicia! no faltaron quienes se opusieron explícitamente a que


los bienes de las personas jurídicas privadas quedasen excluidos de la calificación de bienes
eclesiásticos (cfr. Com 5 lJ 973] p. 96). Pero no pode1nos olvidar la ambigüedad de la noción de
eclesiasticidad: ¿en qué sentido se rechazaba esa exclusión y se afirmaba su carácter eclesial?
En nuestra opinión, se trataba de la voluntad de resaltar la necesaria relación de los bienes de las
personas jurídicas privadas con los fines eclesiales, manifestada de manera poco precisa.
b) El Proyecto de 1977 aleja cualquier duda precisando claramente que los bienes de las
personas jurídicas privadas no pueden confundirse con los bienes eclesiásticos de las personas
jurídicas públicas: «nec dici ecclesiastica illo stricto sensu ac bona aliarum personarum publica-
rum possunt». Sin embargo, se optó por no usar la calificación de «eclesiásticos» para designar
los bienes de ninguna de las dos categorías de personas jurídicas (cfr. Com 9 (1977] p. 270).
e) A partir del Proyecto de 1980, si bien no todos los comentadores estaban convencidos
de una contraposición tan neta (cfr., entre otros, A. MosTAZA RODRÍGUEZ, Derecho patrimonial,
o. c., p. 427), aparece la solución que se retomará en el CIC, o sea, la distinción clara entre los
bienes eclesiásticos y los «no eclesiásticos» pertenecientes a las personas jurídicas privadas (cfr.,
Co1n 12 [1980] pp. 391-392): se ve que los bienes de las personas jurídicas privadas no son bienes
eclesiásticos; además, varios consultores hablan, en ca1nbio, de «bienes privados», aunque otro
no aceptaba esta noción.
16. Veremos más adelante que esta regla vale «nisi aliud expresse caveatur» (c. 1257 § 2)
y hare1nos referencia a algunos cánones que regulan esta categoría de bienes.
17. Desde el punto de vista teológico, en cambio, no resultaría imposible hablar de una
cierta eclesialidad de los bienes de todo fiel: la obligación de contribuir con sus bienes a las nece-
sidades de la Iglesia (cfr. ce. 222 § 1 y 1261) es de naturaleza 1noral. De todas formas, no engloba
el conjunto de su patrimonio. En efecto, el fiel es, al 1nismo tiempo, miembro de la sociedad civil,
en la que conserva la libre disposición de sus bienes para fines que no son propiamente eclesiales
(familiares, profesionales, sociales, etc.).
Desde el punto de vista jurídico, los bienes de las personas físicas son bienes civiles priva-
dos y. por tanto, no están regidos por el derecho canónico ni están sujetos al control de las auto-

58
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

3. 0 ) Después de haber presentado las tres categorías de bienes (eclesiás-


ticos, eclesiales privados y privados), es necesario aún delimitar el campo de
los bienes eclesiales privados respecto al ámbito de los bienes privados de los
fieles. Según López Alarcón '", la línea de demarcación sería la recognitio de
los estatutos de un ente (cfr. c. 299 § 3): el reconocimiento del carácter eclesial
de un ente incide también sobre sus bienes.
Con la solución propuesta se evita, por un lado, una concepción civilística
que niegue el carácter eclesial de los bienes de las personas jurídicas privadas
y, por otro, la abusiva aplicación a estos bienes del régimen administrativo ca-
nónico de los bienes eclesiásticos (con exigencias mucho mayores de control
y vigilancia por parte de la autoridad eclesiástica). Por lo demás, respecto a los
bienes privados de los fieles, hay que subrayar que los bienes eclesiales priva-
dos tienen una finalidad eclesial y se deben administrar de acuerdo con los esta-
tutos (que han sido objeto de la recognitio) bajo la vigilancia de la competente
autoridad eclesiástica", lo que no sucede, en cambio, con los bienes privados
de los fieles (cfr. c. 310).
En este sentido, si se busca un género común para los bienes de todas las
personas jurídicas eclesiásticas, más que de un género eclesiástico (como suce-
de en el CCEO), se podría hablar, para el derecho canónico latino, de un género
eclesial dentro del cual se distinguirían, por un lado, una especie eclesiástica'°
(o eclesial pública) -categoría reservada por el c. 1257 a los bienes de las per-
sonas jurídicas públicas- y, por otro lado, una especie eclesial privada referida
a los bienes de las personas jurídicas privadas.
En resumen, la cuestión que nos ha ocupado puede sintetizarse del siguien-
te modo:
l.º) La condición eclesiástica de un bien deriva de su titularidad.
2. º) En la disciplina canónica latina, la categoría de los bienes eclesiásticos
queda reservada por el c. 1257 para los bienes temporales pertenecientes a una
persona jurídica pública de la Iglesia.
3.º) En cambio, quedan excluidos del patrimonio eclesiástico propiamente
dicho todos los demás bienes: tanto los bienes eclesiales privados de los entes
que tienen personalidad jurídica canónica privada (o han recibido, al menos, la
recognitio de sus estatutos), como los bienes privados de los fieles.

ridades eclesiásticas. Los concretos deberes jurídico-canónicos del fiel, que el derecho canónico
debe determinar, afectan solo a una parte muy limitada de su patrimonio (por ej., el c. 1263 sobre
el tributo extraordinario y 1264, 1ºsobre las tasas administrativas) y no transforman la naturaleza
de estos bienes.
18. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Conientario al c. 1257, en Comentario exegético ... , o. c.
19. Cfr. A. MARTÍNEZ BLANCO, Calificación y régimen de los bienes de fa persona jurídica
privada en el ordenamiento canónico, en Das konsoz.iative Element .. ., o. c., pp. 579 y ss.
20. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1257, en Co1nentario exegético ... , o. c.

59
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

4.º) Con la categoría de los bienes eclesiales privados el ordenamiento ca-


nónico concreta una aspiración conciliar, al ofrecer a los fieles la posibilidad
de dar a sus iniciativas una estructura jurídica colectiva, dotada en su caso de
capacidad patrimonial propia, conservando, al mismo tiempo, una mayor flexi-
bilidad de organización y de administración. En efecto, la gestión de este tipo
de entes es menos comprometida para la Jerarquía eclesiástica, y los bienes
eclesiales privados no están sometidos a las normas administrativas propias de
los bienes eclesiásticos. La autoridad eclesiástica competente solo puede vigilar
que los bienes se usen para los fines del ente (cfr. c. 325 § 1). En la práctica, la
posibilidad de adquirir personalidad jurídica conservando un patrimonio ecle-
sial (no eclesiástico) puede estimular a muchos entes a solicitar la recognitio de
los estatutos e, incluso, la personalidad jurídica.

C) RÉGIMEN JURlDICO DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS


Y DE LOS BIENES ECLESIALES PRIVADOS

El régimen jurídico de los bienes temporales de las personas jurídicas y,


por tanto, la vigilancia de la autoridad competente sobre ellos, depende de la
normativa aplicable, que será la indicada por el c. 1257.

1) La normativa aplicable en los distintos casos

a') Para las personas jurídicas públicas


Sus bienes se rigen por el derecho universal (libro V principalmente), com-
pletado por el derecho particular y/o por los estatutos (cfr. c. 1257 § 1). Esta
solución es conforme con la naturaleza eclesiástica de esos bienes 21 • Una parte
importante de las personas jurídicas públicas está constituida por los Institutos
de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica. Sus bienes (eclesiás-
ticos) se rigen por las normas generales de la Iglesia y después por su derecho
propio".

21. Sobre las Cofradías, véase F.J. GONZÁLEZ DíAZ, Régimen jurídico, econ(hnico y fiscal
de las hermandades y cofradías, en REDC 51 (1994) pp. 227-260.
22. Cfr. ce. 635 § 1 y 741 § l. Más concretamente, y en confonnidad con la mencionada
regla general, para los Institutos de vida consagrada se distingue entre Institutos religiosos (cfr.
ce. 634-640) e Institutos seculares. Para los primeros, a tenor del c. 635, se aplican las normas
específicas de la Iglesia, es decir, el libro V(§ 1) y también el derecho propio(§ 2). Igualmente,
para los Institutos seculares son aplicables el libro V y el derecho propio (cfr. c. 718). Según el
c. 741 § 1, los bienes de las Sociedades de vida apostólica se rigen por el libro V, completado
por Jos ce. 636, 638 y 639 y también por el derecho propio. En cambio, los bienes propios de los

60
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

b') Para las personas jurídicas privadas


Sus bienes se rigen por los estatutos propios, salvo las excepciones indi-
cadas por el Código (cfr. c. 1257 § 2). Los términos «nisi expresse aliud cavea-
tur», empleados por ese canon, se deben interpretar en sentido amplio, ya que
«expresse» es distinto de «explicite». Para introducir una excepción expresa,
bastaría una manifestación cualquiera de la voluntad del legislador, implícita
o explícita". En este sentido, toda norma dirigida a las personas jurídicas en
general satisface el requisito señalado por la fórmula codicia! con el adverbio
«expresse». Ejemplos de aplicación de las normas del ere a las personas jurí-
dicas privadas son, entre otros, el poder del Obispo diocesano de imponerles
el tributo a favor del seminario, salvo en determinados casos (cfr. c. 264), o un
tributo extraordinario para otras necesidades (cfr. c. 1263). Piénsese también
en la autorización episcopal para organizar una colecta (cfr. c. 1265) y en la
presunción según la cual cualquier ofrenda hecha al superior o al administrador
está destinada al ente (cfr. c. 1267).

2) La vigilancia del Ordinario del lugar sobre


los bienes de las personas jurídicas

Otra cuestión, relacionada con la anterior, es la del poder que correspon-


de a la autoridad eclesiástica competente (en particular al Ordinario del lugar)
sobre la administración de los bienes de las personas jurídicas. Se trata de una
función de vigilancia. Este control se fundamenta en su naturaleza de entes
«eclesiales», característica que no se puede olvidar, aunque no sean personas
jurídicas públicas y, por tanto, no actúen en nombre de la Iglesia. Ya hemos
hecho notar que también los bienes de las personas eclesiásticas privadas y de
las asociaciones de fieles están destinados a fines religiosos y sujetos a cierta
vigilancia y, en ocasiones, a la alta dirección" del Ordinario del lugar (cfr. ce.
315 y 325)".

miembros de los Institutos de vida consagrada o de las Sociedades de vida apostólica no son bie-
nes eclesiásticos, lo que no excluye que los votos de pobreza y de obediencia produzcan algunas
consecuencias jurídicas respecto a esos bienes personales (cfr. c. 668). Para mayor infonnación
sobre el régimen jurídico de los bienes de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades
de vida apostólica, remitimos al cap. VIII.
23. Cfr. G. MICHIELS, Principia genera/fa de personis in Ecclesia, Tornaci 1955 (ed. alte-
ra), pp. 590-591; F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., pp. 56-57.
24. Las funciones de vigilancia y de alta dirección deben respetar la autonomía del ente y
no se pueden confundir con las de gobierno directo de este.
25. Cfr. J.M. ÜONZÁLEZ DEL VALLE, Los bienes de las asociaciones canónicas privadas ... ,
o. c., pp. 563-569. Se da una cierta analogía con lo que sucede en determinados ordenamientos
estatales con las asociaciones y fundaciones privadas de interés público.

61
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

a') Vigilancia sobre las personas jurídicas públicas


Cuando se trata de una persona jurídica pública, que actúa en nombre de
la Iglesia, el deber de vigilancia es más intenso para la autoridad eclesiástica
competente. Esta vigilancia, en el contexto de la superior o alta dirección, debe
llevarse a cabo «con diligencia». La superior dirección incluye la obligación de
rendir cuentas (cfr. ce. 1276 § 1y319§1). El Ordinario tiene también el dere-
cho-deber de intervenir en caso de negligencia del administrador (cfr. c. 1279)
y de tomar medidas para ordenar la administración de los bienes en su conjunto,
dando incluso instrucciones especiales dentro de los límites del derecho uni-
versal y particular (cfr. c. 1276 § 2). Obviamente, sería impensable atribuir al
Ordinario tantas facultades respecto a los entes eclesiales privados.

b') Vigilancia sobre los entes privados


La vigilancia de la autoridad superior sobre los bienes de un ente privado
consiste sobre todo en cuidar que se respeten las disposiciones estatutarias (de
los estatutos aprobados o recogniti) en materia patrimonial", y que se destinen
efectivamente los bienes a los fines establecidos (cfr. ce. 305 y 325)". Si un ente
privado no respetase sus estatutos y se alejase de la comunión eclesial, la autori-
dad eclesiástica podría declarar que tal ente ya no lleva a cabo fines eclesiales o
que no observa sus estatutos. En caso necesario podría, incluso, retirar la apro-
bación de los estatutos o reprobar el ente, pero no podría disponer de sus bienes.
Por otra parte, si una asociación privada causa un grave daño a la doctrina o a
la disciplina eclesiástica o es ocasión de escándalo para los fieles, puede ser su-
primida por la autoridad competente (cfr. c. 326 § 1). Además, en el caso de una
fundación privada, la vigilancia del Ordinario del lugar, en cuanto ejecutor de
todas las pías voluntades (cfr. ce. 325 § 2 y 1301), se extiende también a su admi-
nistración. Corresponde también al Ordinario del lugar vigilar el cumplimiento
de las cargas de misas en las iglesias del clero secular (cfr. c. 957).
Por lo demás, la vigilancia de la autoridad eclesiástica sobre los bienes de
las personas jurídicas privadas -en el ámbito de la alta dirección- parece más
de orden moral que de naturaleza jurídico-administrativa'"· Con esto no quere-

26. En el caso de las personas jurídicas privadas, al aprobar los estatutos (cfr. c. 117), la
autoridad eclesiástica deberá asegurarse de que en los mismos se prevea la destinación de los
bienes en caso de extinción del ente (cfr. c. 123).
27. Para las asociaciones privadas, esta función, establecida también por los ce. 305 y
325, tiene por finalidad controlar que el uso de los bienes sea compatible con Jos fines de cada
asociación.
28. Ha sido calificada como «atención, ayuda y advertencia», más que co1no verdadera
facultad jurídica de «dirección y control» (cfr. A. MARTÍNEZ BLANCO, Calificación y régin1en ... ,
en Das konso:iative Element .. ., o. c., pp. 580-581).

62
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

mos decir que solo haya espacio para una vigilancia teórica o ineficaz. Parece,
en efecto, oportuno que la autoridad pueda y deba controlar el uso de los bienes
cuando se verifiquen supuestos que hagan pensar en un uso diverso respecto a
los fines de la asociación. Por ejemplo, en el caso de sospechas o de una de-
nuncia sobre el uso de los bienes, hecha por uno de los socios a la autoridad,
esta podría exigir una rendición de cuentas 29 • Ordinariamente, la vigilancia
sobre los bienes eclesiales privados comportará el derecho a conocer qué bienes
posee el ente y qué valor tienen, a ser informado sobre su colocación segura y
sobre el fiel cumplimiento de la voluntad de los donantes (liberalidades). Sobre
la base de estos elementos, la autoridad podrá ordenar o recordar el deber de
administrar estos bienes de modo diligente y justo, y, si existen estatutos, de
respetar sus disposiciones 30 • No compete a la autoridad eclesiástica, en cambio,
sustituir a los administradores, avocando a sí la distribución o la erogación de
los bienes del ente, ni tampoco establecer cómo debe la asociación invertir o
emplear sus ingresos". En todo caso, el poder de vigilancia debe limitarse a
favorecer el cumplimiento de los fines propios del ente de acuerdo con los esta-
tutos, sin detrimento de su debida autonomía.

D) LA ARTICULACIÓN ENTRE BIENES ECLESIÁSTICOS Y BIENES CIVILES

Una vez estudiadas las nociones de bien eclesiástico y de bien eclesial


privado, así como la normativa aplicable, es necesario referirse también a la
necesaria articulación entre los bienes eclesiásticos" y los bienes de entidades
civiles (regidos por el ordenamiento civil y no por el canónico). Puede suceder,
incluso en el caso de personas jurídicas públicas, que el patrimonio eclesiástico
del que son titulares sea de poca entidad o inexistente. En esta hipótesis de falta
de un patrimonio estable propio -sobre la noción de patrimonio estable volve-
remos más adelante"-, será necesario adoptar un sistema que asegure a la ins-
titución eclesiástica los medios necesarios para la consecución de sus propios
fines, por ejemplo mediante entidades civiles. Este tipo de solución patrimonial
responde con frecuencia a razones relacionadas con el Derecho eclesiástico
del Estado. En efecto, determinados ordenamientos estatales no reconocen la

29. Cfr. L. NAVARRO, Diritto di associazione ... , o. c., p. 127.


30. Cfr. CEI, !struzione in materia am1ninistrativa, 11. 149, en Noth,iario della Conferen:a
episcopale italiana, 8-9 ( 1° setten1bre 2005).
31. Cfr. A. MüNTÁN, Le associazioni deifedeli nel codice di diritto canonico, en Quaderni
di diritto ecclesiale, 3 (1990) p. 338; véase también G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 162-163,
nn. I 83-I 84.
32. Un proble1na análogo puede presentarse para los bienes eclesiales privados.
33. Véase infra, cap. VI, 1, a).

63
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

existencia de personas jurídicas eclesiásticas. La consecuencia es que estas,


para poder poseer bienes o realizar cualquier acto jurídico de administración
en sentido amplio (percepción de frutos, enajenación, defensa de los propios
derechos e intereses civilmente tutelables ... ) se ven obligadas a constituir una
entidad civil paralela, que será titular de los bienes temporales. Ahora bien,
incluso cuando existe un patrimonio estable suficiente que garantiza el futuro
del ente, es normal que se presente la cuestión de los efectos civiles, y con fre-
cuencia llevará a constituir una persona jurídica civil. Por otra parte, pensar que
el Derecho canónico se basta para regular las cuestiones patrimoniales, además
de utópico, no deja de ser un cierto reflejo de la ya superada concepción de la
societas perfecta 34 •
Normalmente, cuando el ente eclesiástico goza también de personalidad
jurídica civil, los respectivos estatutos -canónico y civil- regulan la cuestión
de la titularidad de los bienes, repartiéndolos entre la entidad eclesiástica y la
civil o confiriendo a los mismos bienes una doble titularidad, eclesiástica y ci-
vil; en este último caso se daría lugar a una doble propiedad, canónica y civil,
sobre dichos bienes. De la concreta adscripción depende la calificación de los
bienes (eclesiásticos en el primer caso, civiles en el segundo) y, por tanto, el
régimen jurídico aplicable (reglas canónicas, órganos competentes ... )". En el
supuesto de una persona jurídica privada es posible, a través de sus estatutos,
someter la administración de los bienes (eclesiales privados) casi exclusiva-
mente al régimen del derecho civil, asegurando siempre que las decisiones del
consejo que rige la persona jurídica canónica sean tenidas en cuenta por el
consejo de administración civil. En el caso de una persona júrídica pública, en
cambio, no es posible que sus bienes queden sujetos solo a las normas civiles,
pues se trata de bienes eclesiásticos, sino que, normalmente, estarán sujetos
simultáneamente al régimen canónico y al civil. Este doble régimen supone, sin
duda, una complicación para el trabajo de los administradores de estos bienes.
Por eso, en estos casos, será conveniente cuidar especialmente la redacción de
los estatutos, prestando atención a los posibles conflictos el ámbito canónico y

34. Véanse, por ej., en Francia, PH. GREINER, Les biens des paroisses dans le contexte
des dioci!sesfranrais, en AC 47 (2005), pp. 37-50; O. ÉCHAPPÉ, Les «hiens» des associations
d' Église, ibid., pp. 51-62. De 1nodo se1nejante, para Bélgica, véase J.-P. ScHOUPPE-P. DE POOTER,
Sur les traces du droit canonique des biens ten1porels en Belgique, en J.-P. SCHOUPPE (éd.), Vingt-
cinq ans apri!s le Code. Le droit canon en Belgique, Bruxelles (de próxima públicación).
35. La contribución econó1nica de un fiel a este tipo de entidades civiles -es decir, a una
entidad creada en el marco del derecho civil para resolver, entre otras cosas, las necesidades
patrin1oniales de una persona jurídica pública de la Iglesia- se debe considerar como una forma
de poner en práctica la obligación genérica de contribuir a las necesidades de la Iglesia (cfr. c.
222 § 1). En efecto, según el c. 1258, cualquier persona jurídica pública de la Iglesia se asiinila a
la Iglesia. Hemos desarrollado este tema en J.-P. SCHOUPPE, le droit-devoir ... , o. c., en Fidelium
/ur;, 9 (1999) pp. 222 y SS.

64
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

el civil, y elegir cuidadosamente a las personas encargadas de la gestión de los


bienes. Concretamente, convendrá que los administradores del ente civil, junto
a la necesaria competencia jurídica y económica, tengan también la suficiente
sensibilidad eclesial para respetar con fidelidad los fines propios del ente canó-
nico. Por lo demás, una forma de evitar los posibles inconvenientes sería prever
la existencia de un único consejo y de un único presidente para el ente canónico
y el civil.

3. LAS COSAS SAGRADAS Y LOS BIENES PRECIOSOS

Junto a la categoría de los bienes eclesiásticos, que es la principal, hay


otros tipos de bienes que tienen una relevancia propia y específica en el or-
denamiento de la Iglesia: las cosas sagradas y los bienes preciosos. Aunque
son bienes objeto de comercio, están tutelados por un régimen administrativo
específico.

A) LAS COSAS SAGRADAS

1) Noción de cosa sagrada

La noción actual de cosa sagrada se remonta al derecho romano 36 • En la


disciplina canónica vigente, puede considerarse «sacra» una cosa que reúne
dos requisitos: l.º) la destinación al culto divino; 2.º) la dedicación o bendi-
ción litúrgica". En realidad, como señala el c. 1205, la destinación al culto se
realiza mediante la dedicación o la bendición litúrgica. Ambas tienen en común
la sacralización, es decir, la pérdida del carácter profano de un bien La dedi- )8.

cación -término preferible a consagración"- supone, en principio, un destino

36. En la categoría de las res extra con1merciu1n divini iuris, se encontraban las res sacrae
-esto es, consagradas a los dioses mediante consecratio de los pontífices y después del empe-
rador (templos, casas, bosques, etc.)-, las res religiosae (sepulcros) y las res sanctae (muros y
puertas de la ciudad que se colocaban bajo la protección de los dioses). Para poder entrar en el
comercio, las cosas sagradas debían ser sometidas a la e:rauguratio (cfr. E. VOLTERRA, lstitu:::,ioni
di diritto privato romano, Roma 1961, pp. 274-277; A. o'ORs, Derecho privado 1vmano, Pam-
plona 2004'". pp. 192-193. § 131 ).
37. Cfr. ce. 1171y1205: Com 12 (1980) p. 339.
38. Sobre las nociones de destinación, dedicación y bendición, véase, además del Ordo
dedicationis ecclesiae et altaris, Citta del Vaticano 1977, Praenotanda, II, 17 y del Ordo hene-
dictionun1 Ritualü Roniani, Citta del Vaticano 1985, pp. 322-356, el estudio de A. LoNGHJTANO,
ll sacro nel codice di diritto canonico, en JE 6 (1994) pp. 721 y ss.
39. La dedicación no es esencialmente distinta de la consagración, pero el sentido propio
del ténnino «consagración» se reserva normalmente para las personas. Véase Com 12 (1980) p.

65
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

estable y permanente: está prevista solo para las iglesias y los altares"', mien-
tras que la bendición atañe a los oratorios, las capillas privadas o los lugares
sagrados cuya destinación al culto es temporal".
Pueden ser cosas sagradas tanto lugares como objetos. Los lugares sagra-
dos (cfr. c. 1205) pueden ser muy diversos: iglesias (c. 1214), oratorios (c.
1223), capillas privadas (c. 1226), santuarios (c. 1230), cementerios (c. 1205),
etc. Como ejemplos de cosas sagradas se pueden citar, principalmente, las imá-
genes (c. 1188), las reliquias (c. 1109) y los altares (c. 1235). Conviene señalar
que los objetos piadosos, como un crucifijo o una medalla de la Virgen, pueden
ser bendecidos para el uso de personas particulares, sin hacer referencia al cul-
to; en tal caso no pasan a ser bienes sagrados".
La noción de cosa sagrada no se identifica, por tanto, con la de cosa pía.
Basta pensar en un oratorio no bendecido -lugar pío- para mostrar que todas
las cosas pías no son de por sí cosas sagradas. En efecto, si el oratorio es un lu-
gar pío desde el momento de su destinación al culto por el Ordinario competen-
te, antes de su bendición no se puede calificar de lugar sagrado. Es diferente el
caso de una iglesia que, siendo un «edificio sagrado destinado al culto divino»
(c. 1214), no puede ser lugar pío sin ser también sagrado.
Distinta es la cuestión de su calificación como bienes eclesiásticos. En
efecto, la categoría canónica de bien eclesiástico no deriva de la clasificación
como res sacra, sino de la naturaleza-pública o no- de la persona jurídica ecle-
siástica titular. Un cáliz perteneciente a un sacerdote o a una capilla privada,
por ejemplo, será un bien sagrado privado. Pero, en todo caso, la relación con
el culto atribuye a los bienes sagrados una peculiar dignidad que el derecho ca-
nónico tutela, también ante la ley civil, por medio de un régimen administrativo
propio. Se habla de limitaciones públicas de la propiedad privada 43 •

2) Régimen administrativo de las cosas sagradas

El régimen administrativo destinado a tutelar las cosas sagradas compren-


de una normativa orientada a favorecer su digna instalación, conservación y

325; G.M. ÜURY, Le nouveau rituel de la dédicace des églises, en Esprit et vie. L'ami du clergé
88 (1978) pp. 155-160 y 175-176.
40. Por lo que se refiere a los altares, el altar fijo, por lo general, es objeto de dedicación,
mientras que el altar portátil puede ser, dependiendo del caso, dedicado o bendecido (cfr. G.M.
ÜURY, Le nouveau rituel. . ., o. c., p. 156).
41. Cfr. C. VAN DE WJEL, Des «lieux sacrés» dans le nouveau Code de droit canonique
(canons 1205-1239), en Questions liturgiques, 76 (1995) pp. 106-108.
42. Cfr. R. NAZ, Biens ecclésiastiques ou temporels, en DDC, II, o. c., Paris 1937, col. 837.
43. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Comentario al c. 1171, en Código ... , o. c.

66
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

utilización, así como a restringir respecto a estos bienes el ámbito de la pres-


cripción adquisitiva.

a') La normativa jurídica para una digna instalación,


conservación y utilización de las cosas sagradas
La autoridad eclesiástica establece normas para asegurar la digna instala-
ción, conservación y utilización de las cosas sagradas (cfr. ce. 1171 y 1205 y
ss.). Por eso, la condición sagrada de un bien puede analizarse desde la pers-
pectiva de una obligación de derecho administrativo, es decir, como una limita-
ción pública del derecho de propiedad sobre ella, aunque se trate de propiedad
privada. Por lo demás, aunque los bienes sagrados no estén excluidos del co-
mercio en cuanto tales, desde el momento de su dedicación o bendición -acto
exclusivamente espiritual-, el elemento sobrenatural conferido tiene un precio
inestimable y es extra commercium: convertirlo en objeto de comercio sería,
por tanto, simonía. Por eso, el c. 1539* prohibía taxativamente tener en cuenta,
en la valoración pecuniaria de un bien, su consagración o bendición. El carácter
negociable de las cosas sagradas en el ordenamiento canónico no excluye que
un ordenamiento civil establezca que queden fuera del comercio 44 , volviendo
así a la solución originaria del derecho romano.
En el c. 1171 se establece la obligación de tratar con reverencia estos bienes
y la prohibición de emplearlos para un uso profano o impropio. Esto no impide
que el Ordinario pueda autorizar -ocasionalmente- ciertos usos no vinculados
con el culto, la piedad o la religión, siempre que no sobrepasen un límite rigu-
roso: las actividades que se organicen no pueden ser contrarias a la santidad
del lugar 45 • Un ejemplo frecuente es la organización de conciertos de música
clásica en las iglesias". Distinto es el caso de las iglesias que han perdido su
dedicación o bendición y, por tanto, ya no son lugar sagrado.
El deber de tratar con reverencia todos los bienes sagrados atañe también
a los que pertenecen a un patrimonio privado. El carácter sagrado de un bien
no se pierde por un uso profano prolongado, es decir no prescribe". En caso

44. Cfr. E. CAPARROS, L'ajfaire des trésors de l'Ange Gardien, en JE 1 (1989) pp. 617-643.
45. Cfr. c. 1210. Un resu1nen de las principales actividades que se han prohibido en la his-
toria de la Iglesia puede verse en C. VAN DE WIEL, Des «lieux sacrés» .. ., o. c., pp. 120-121.
46. Cfr. c. 1269. Véase CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Documento «Conciertos
en fas iglesias», 5.11.1987, en Notitiae, 24 (1988) pp. 25-32; C. REDAELLI, Note: l concerti ne/le
chiese, en Quaderni di diritto ecclesiale, 1 (1988) pp. 137-140.
47. Por lo que se refiere a la conservación de los objetos de culto, ante el silencio del Có-
digo vigente, parece útil referirse al c. 1305*, donde encontramos un criterio análogo al de los
lugares sagrados: los objetos sagrados (por ej. un cáliz) perdían la bendición o la consagración
cuando perdían su naturaleza y ya no eran idóneos para el uso (por ejemplo, si se perforaba la
copa del cáliz y ya no podía contener el vino), así como cuando habían sido usados indecorosa-
mente o expuestos a pública venta. La simple pérdida del dorado de la copa, no hacía perder el

67
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

de abuso de las cosas sagradas, existe, en cambio, la posibilidad de revocar la


dedicación o la bendición". Las iglesias y, más en general los lugares sagrados,
pueden perder su carácter sagrado, bien por decreto del Ordinario competente,
bien por disposición del derecho, cuando, de facto, han quedado destruidos en
gran parte. Pero, por ejemplo, el cambio del techo o la ampliación de una iglesia
(siempre que la parte nueva no sea más grande que la antigua) no implican la
pérdida del carácter sagrado y, por tanto, no se debe realizar una nueva dedica-
ción o bendición 49 •
En el otro caso, es decir, la reducción a un uso profano, el Obispo dioce-
sano deberá asegurar un uso no indecoroso del lugar (la transformación, por
ejemplo, de una iglesia en restaurante, cine, salón de baile o mercado sería
indecorosa, al contrario que la transformación en museo sacro). Además, será
necesario respetar los demás requisitos establecidos por el c. 1222 § 2, entre
otros, oír al Consejo presbiteral.

b') La restricción del ámbito de la prescripción


adquisitiva de las cosas sagradas
Otra regla establecida para tutelar estos bienes se encuentra en el c. 1269.
Las res sacrae que pertenecen a una persona jurídica pública de la Iglesia no
pueden ser adquiridas en virtud de prescripción por entes o personas privadas.
Solo otra persona jurídica pública eclesiástica puede adquirirlas por prescrip-
ción. Se evita así que salgan del patrimonio eclesiástico, lo cual garantiza mejor
su uso para el culto. Esta regla es una solución moderada frente a la propuesta
de prohibición de toda prescripción de bienes sagrados. La tutela de los bienes
sagrados debe hacerse con diligencia por parte de la autoridad legítima, para
prevenir posibles abusos 50 •

B) LAS COSAS PRECIOSAS

1) Noción canónica de cosa preciosa y concepto civil de bien cultural

Al contrario de lo que sucede con los bienes sagrados, los bienes preciosos
son siempre bienes eclesiásticos. De hecho, esta categoría de bienes está sujeta

carácter sagrado del cáliz, pero daba lugar a una obligación grave de restaurarlo (cfr. S. ALONSO
MüRÁN, Comentario al c. 1305, en Código de derecho canónico, Madrid 19749).
48. Si dentro de un lugar se ha cometido una profanación grave y escandalosa, está prevista
la posibilidad de celebrar un rito de reconciliación antes de organizar actos de culto (cfr. c. 1211)
y el autor del delito debe ser castigado con una justa pena (cfr. c. 1376).
49. Cfr. ce. 1212 y 1222. Véase C. VAN DE W1EL, Des «lieux sacrés» ... , o. c., pp. 112-113
y 122-123.
50. Cfr. Co1n 12 (1980) pp. 406-407. Sobre la prescripción, véase infra, cap. IV, 4.

68
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

a determinadas reglas, entre ellas, la disciplina para el caso de enajenación,


cosa que no tendría sentido si se tratase de bienes privados 51 • Sin embargo,
estos bienes no son fácilmente identificables. El c. 1479 § 2* ofrecía el criterio
general y casi tautológico de «notabilis valor». Después, justificaba el carácter
precioso con una tríada de «rationes»: por razón del arte, de la historia o de la
materia. En el actual c. 1292 § 2 se habla, en el contexto de las autorizaciones
requeridas para la enajenación, de «bienes preciosos por razones artísticas o
históricas». Han desaparecido del texto la expresión «notabilis valor» y el cri-
terio «ratione materiae», lo que parece indicar que el valor de la cosa preciosa
debe ser artístico o histórico. Permanece, sin embargo, la duda sobre el carácter
taxativo o no de la enumeración y hay algunos argumentos a favor de una no-
ción de bienes preciosos más amplia:
l.º) A propósito de las imágenes preciosas, el c. 1189 propone un criterio
que permite una mayor extensión: «idest vetustate, arte, aut cultu praestantes».
Se trata de una fiel reproducción de lo que establecía el antiguo c. 1280*, lo que
hace pensar que el legislador no ha querido cambiar radicalmente el concepto
de bien precioso y que se reconocen diversas razones del «valor notable», que
merecen la protección del régimen de las cosas preciosas"·
2.º) La referencia expresa al culto y a la veneración popular", así como
la concreta consideración de los exvotos como bienes preciosos", testimonian
una sensibilidad del legislador que supera claramente los criterios económi-
cos.
3. 0 ) El c. 1283, 2. 0 , relativo al inventario, habla de cosas muebles «sive pre-
tiosarum sive utcumque ad bona culturalia pertinentium», como si existiese una
oposición entre ambas categorías. Parece difícilmente aceptable una verdadera

51. Cfr. A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, o. c., p. 433; J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes
te1nporales ... , o. c., pp. 707-708; V. DE PAOLIS, l beni ..., o. c., p. 18. En cambio, siguiendo su
criterio del doble carácter eclesial, Aznar concluye que los bienes preciosos son bienes sujetos
a la autoridad eclesiástica y que, por tanto, pueden ser bienes eclesiásticos propiamente dichos
o bienes de personas jurídicas eclesiásticas privadas (cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... ,
O. C., p. 63).
52. En este sentido, véase entre otros, A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, o. c., p. 433; J.T.
MARTÍN DEAGAR, Bienes temporales ..., o. c., pp. 710-711.
53. El c. 1190 prohíbe la venta de reliquias y sujeta la enajenación y el traslado definitivo
de las reliquias insignes y de aquellas que gozan de gran veneración popular, así como de las
imágenes que gozan de gran veneración por parte del pueblo en una iglesia, a la autorización de
la Sede Apostólica.
54. Si bien el c. 638 § 3 parece oponer los exvotos (es decir los bienes dados a la Iglesia por
razón de un voto) a los bienes preciosos por razones artísticas o históricas, el c. 1234 § 2 tutela
de hecho los exvotos como bienes preciosos: «votiva artis popularis et pietatis documenta in
sanctuariis aut locis adiacentibus spectabilia serventur atque secure custodiantur». En el caso de
los exvotos, existe una obligación de respetar la voluntad del donante, que justifica por sí 1nisma
la necesidad de consultar a la Santa Sede como requisito previo para cambiarlos de lugar (cfr. R.
NAZ, Ex-voto, en DDC, V, o. c., col. 789-790).

69
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

contraposición entre bienes preciosos y bienes culturales, puesto que estos últi-
mos tienen muchas veces un notable valor por razones artísticas o históricas (cfr.
c. 1292 § 2). A nivel institucional, la ausencia de contraposición entre las dos
nociones parece haber sido implícitamente confirmada por la reforma de la Curia
romana realizada en 1993, con la modificación de la denominación de la Comi-
sión pontificia para la conservación del patrimonio artístico e histórico en Comi-
sión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia, sin que haya habido ningún
cambio sustancial en las funciones atribuidas a este organismo por la const. ap.
Pastor Bonus". En cambio, el CIC no define el concepto de bien cultural, que
usa solo en el c. 1283. La fuente de este canon --el c. 1522*- no es útil para clari-
ficar la cuestión pues no usaba este término. Por tanto, para aclarar la noción, en
cada país se deberá hacer referencia al derecho civil y a los eventuales acuerdos
entre la Iglesia y el Estado, que pueden servir para determinar los contenidos con-
cretos de esta categoría de bienes y para establecer las reglas aplicables"'.
En conclusión, pues, entendemos que se pueden incluir en la categoría
canónica de los bienes preciosos tanto los llamados «bienes culturales», como
los bienes de veneración popular, de piedad o de culto, aunque no respondan
estrictamente al criterio codicia! de valor por razones históricas o artísticas. En
cuanto a la valoración pecuniaria del «notabilis valor» -que no constituye una
conditio sine qua non, ya que muchos bienes preciosos para la Iglesia tienen
un valor intrínseco mínimo"-, no ha habido nunca una precisa interpretación
auténtica irrefutable'".

SS. Cfr. m.p. lnde a Pontijicatus, 2S.III.1993, AAS SS (1993) pp. S49-S52.
56. Cfr. G. FELIC!ANJ, Beni culturali, en Nuovo dizionario canonico, Milano 1993. Para
España, véanse V.J. SEGURA, El estatuto jurídico del patrimonio cultural de la Iglesia en España,
Valencia 1998; M. VIDAL GALLARDO, Bienes culturales v libertad de conciencia en el Derecho
eclesiástico del Estado, Valladolid 1999, especialmenté pp. 115 y ss; J. FERRER ÜRTIZ (dir.),
Derecho Eclesiástico ... , o. c., pp. 219-222. Para Italia, véase CEI, l beni culturali della Chiesa
in Italia. Orientamenti, en Noti-;,iario, 9 (1992) pp. 309-336; A. RoccELLA, ! beni culturali eccle-
siastici, en Quaderni di diritto e politica ecclesiastica, 12, 1 (2004), pp. 199-232; M. MoRGAN-
TE, L'amministrazione dei beni temporali della Chiesa, Casale Monferrato 1993, pp. 184-198;
R. BERTOLINO, Nuova legislazione canonica e beni culturali ecclesiastici, en Beni culturali e
interessi religiosi, Napoli 1983, pp. 103 y ss.; M.F. MATIERNINI ZOTIA, Il patrimonio ecclesias-
tico, Torino 1992, pp. 67 y ss.; L. SCALERA, Beni culturali e «nuovo concordato», Milano 1990;
AA. VV, Vaden1ecum per gli operatori nei beni culturali ecclesiastici, Padova 1990.
57. Cfr. R. NAZ, Biens ... , o. c., col. 838.
58. Sin embargo, existe un criterio práctico adoptado por la Congregación del Concilio en
1919, que se encuentra en la base de la referencia de 1000 francos-oro, es decir la trigésima parte
de los 30.000 francos-oro fijados en el c. 1532 § 2, para las enajenaciones que podía autorizar
el Ordinario después de haber oído al Consejo de administración (cfr. AAS 11 [19191 pp. 416-
419). Véase también V. DE PAOLIS, l beni ... , o. c., p. 17. Por ello, se propuso el siguiente criterio:
«mutatis mutandis, tale som1na massima ( ... ) puü essere paragonabile a quei 30.000 franchi-oro
del c. 1532 § 2*, per cui si puü adoperare lo stesso criterio usato sotto il regime precedente, ossia
e
la trentesima parte della so1nma massima. Ad es. in Italia un bene prezioso considerato tale se
e e
il suo valore supera i 30 milioni di Jire, che la trentesima parte dei 900 1nilioni che la somma

70
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

2) Régimen administrativo de las cosas preciosas

Se aplican a esta categoría de bienes eclesiásticos el régimen administrati-


vo patrimonial general y, además, algunas normas específicas que miran a pro-
teger la propiedad eclesiástica y su valor. En concreto, se trata de las siguientes
peculiaridades:
!.º) Términos especiales de prescripción.- Los bienes preciosos pueden
ser adquiridos por prescripción, pero los plazos requeridos son diversos -más
largos- respecto a la ley civil: 100 años si pertenecen a la Sede Apostólica, y
30 años si pertenecen a otra persona jurídica pública (cfr. ce. 197 y 1270). Nos
encontramos, por tanto, ante una aplicación parcial de la técnica del reenvío al
derecho estatal.
2.º) lnventario.-Debe confeccionarse un inventario separado de los inmue-
bles y muebles preciosos o culturales, con su descripción y tasación. Antes de
comenzar a ejercer sus funciones, los administradores deben suscribir este in-
ventario (cfr. c. 1283, 2.º) 59 •
3.º) El requisito de la autorización de la Santa Sede para la válida enaje-
nación (cfr. c. 1292 § 2).- Esta autorización se concede a través de la Congre-
gación del Clero 60 y, si están incluidos en el patrimonio universal, por medio
de la Comisión para los bienes culturales de la Iglesia'".
4º) Requisitos para la restauración y el traslado definitivo de las imáge-
nes preciosas.- Para la restauración de estos bienes, el Ordinario debe dar una
licencia escrita, después de haber consultado a personas expertas (cfr. c. 1189).
Entre los expertos que deben ser consultados figuran -si existen- la comisión
litúrgica nacional y la comisión diocesana de música y arte sacro (SC, 44 y 46).
Por lo demás, sin licencia de la Santa Sede", estos bienes no pueden tampoco
ser definitivamente trasladados fuera de una iglesia.

massi1na stabilita dalla CEI» (cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, o. c., pp. 9-10).
En la actualidad, la cantidad serían 8.333 euros para Italia, que corresponde a dividir la su1na
1nínima (250.000 euros) entre treinta. En España, el valor correspondiente sería de 5.000 euros
(150.000/30). Este criterio, sin duda, puramente práctico y no irrefutable, encuentra, pues, un
fundamento en el Código precedente y en el parecer de la Congregación que era competente.
59. Respecto a este inventario, véase PONTIFICIA COMISIÓN PARA LOS BIENES CuLrURALES
DE LA IGLESIA, Carta circular del 8 de diciembre de 1999, Necesidad y urgencia de inventariar
}'catalogar los bienes culturales de la Iglesia, en L'Osservatore Ro1nano: edición semanal en
lengua española (1634), 21 de abril de 2000, pp. 7-14.
60. Cfr. PB, arts. 97 y 98.
61. Este organismo sustituye a la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio
Artístico e Histórico en virtud de un Motu proprio de 25 de marzo de 1993 y mantiene la compe-
tencia fijada parios arts. 100-103, de la PB (cfr. art 4, III, en AAS 85 [1993] pp. 551-552). Véase
infra, cap. VI, 4, b), 2).
62. Cfr. c. 1190 § 3. Los requisitos para la enajenación y el traslado definitivo de las imá-
genes preciosas son los mis1nos que para las reliquias insignes y para las que gozan de una gran

71
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

Para concluir esta presentación de las cosas preciosas, parece útil subrayar
la necesidad de no perder de vista el conjunto de las normas aplicables a cada
supuesto de hecho. En efecto, un mismo bien jurídico puede ser objeto de consi-
deraciones complementarias por parte de diversos ordenamientos, por razón del
diferente modo de considerar su calificación jurídica. Una catedral gótica, por
ejemplo, puede ser, en derecho canónico, un bien eclesiástico, sagrado y precio-
so y, además, ser para el ordenamiento civil, un bien cultural o ambiental.

4. DIVERSAS CATEGORÍAS DE BIENES


PROCEDENTES DEL DERECHO ROMANO

Además de estas categorías de bienes, que son propiamente canónicas, hay


otras distinciones que proceden del derecho romano y que, por lo general, han
sido recibidas por muchas legislaciones estatales. Aunque el CIC no hace nin-
guna canonización explícita de las leyes civiles en lo relativo a estas nociones
jurídicas -sí canoniza explícitamente la materia de los contratos y de los modos
de adquirir los bienes (cfr. ce. 1290 y 1259)-, no cabe ninguna duda de que
remite a las nociones civiles sobre los bienes temporales. Los bienes pueden
ser o no: corporales, muebles, específicos, fungibles, consumibles, divisibles,
simples, principales, etc., o estar dentro del comercio o excluidos de él'''.
a) Según Gayo"', son corporales aquellos «quae tangi possunt; veluti fun-
dus ... »y, por tanto, no corporales, los que no se pueden tocar, como son todos
los derechos: herencia, usufructo, obligaciones contractuales, etc. Esta distin-
ción no es siempre clara en la práctica. Piénsese, entre otras cosas, en las con-
secuencias de la informatización de las operaciones jurídicas y comerciales. No
sorprende, por tanto, que las legislaciones vigentes no hagan ya, normalmente,
ninguna referencia a este concepto de difícil adaptación.
b) Si la vieja summa divisio (dentro de los bienes corporales) en muebles e
inmuebles no tiene ya la importancia que tenía en la Edad Media, sigue desem-

veneración popular. Entre estos bienes se encuentran los exvotos. Desde 1992, la licencia se
pide a la Congregación del Clero para cada enajenación de un exvoto (cfr. AAS 14 [1992] pp.
160-161). Para los exvotos y para los bienes preciosos artis vel historiae causa, el requisito de
la licencia es independiente tanto de la pertenencia o no de estos bienes al patrimonio estable de
la persona jurídica como de su valor pecuniario. Por lo que se refiere a los bienes de notabilis
valor pecuniario, no se puede sortear el requisito de la licencia mediante el fraccionamiento de
la enajenación en varios negocios (cfr. J. MANTECÓN, Comentario al c. 1292, en Comentario
exegético .. ., o. c.).
63. Cfr. A. BURDESE, Manuale di diritto privato rornano, o. c., pp. 170-180; A. o'ORS,
Derecho Privado Romano, o. c., pp. 191-198, §§ 131-135; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET.
Derecho Romano, I, o. c., pp. 105-116.
64. GA!O, Institutiones, 2, 14.

72
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES

peñando, sin embargo, un papel clave en materia patrimonial. Los bienes mue-
bles se determinan por exclusión: son muebles todos los bienes que no entran
en la categoría de bienes inmuebles. En cuanto a la categoría de los bienes
inmuebles, los códigos civiles establecen distintos criterios, principalmente la
determinación por naturaleza y la legal. Son inmuebles por naturaleza todas
las cosas que no se pueden transportar sin alterar su sustancia, es decir, todas
las que están unidas al suelo natural o artificialmente (por ej., cursos de agua,
árboles y edificios). Como ejemplo de inmuebles por disposición legal se pue-
den mencionar los muebles que pueden ser inmovilizados por destino (por ej.,
los edificios flotantes) 65 • Las principales consecuencias que se derivan de la
clasificación como mueble o inmueble radican en la diferencia de forma, de
publicidad y de competencia.
c) Bienes específicos y genéricos: genérico es un tipo de bien que engloba
varias especies (perro), mientras que específico es aquel que se caracteriza y
distingue de otras cosas (perro «pastor alemán»). En el caso de una compraven-
ta, para que se verifique un cambio de propiedad, es necesaria la especificación
o individuación, lo cual tiene importantes consecuencias jurídicas, en particu-
lar, para saber quién debe asumir los riesgos.
d) Bienes fungibles o no fungibles, según sea posible su sustitución o no
por otros bienes: es muy distinto vender un un libro que puede encontrarse en
cualquier librería que un manuscrito auténtico con valor histórico.
e) Los bienes son consumibles si su uso implica que se consuman (dinero,
bebidas, comestibles, etc.). Son no consumibles los bienes susceptibles de un
uso reiterado (televisión, mesa, etc.). Esta distinción es de notable importancia
para el usufructo: el usufructuario se puede servir de los bienes no consumibles
según el uso normal; basta que, al término del contrato, restituya el bien en
el estado en que se encuentre. En cambio, en caso de bienes consumibles, al
terminar el usufructo se debe pagar su valor inicial (por ello se habla de «cuasi-
usufructo»).
f) Bienes divisibles o no divisibles, según que se puedan dividir o no sin
perder su valor y sin cambiar de especie. Los bienes divisibles se diferencian
de la totalidad solo por su menor cantidad y su proporcional menor valor. Un
bien puede ser indivisible por naturaleza (un animal, un reloj, etc.), por ley (las
partes comunes de un edificio en condominio), o por acuerdo (obligaciones in
solidum).
g) Una cosa puede estar unida a otras cosas. En este sentido, hay que dis-
tinguir entre cosas simples (un árbol) y cosas compuestas (una máquina). Por

65. Cfr., por ej., los arts. 334-337 del Código civil español, o los artículos 812-814 del
Código civil italiano.

73
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

lo demás, las cosas pueden encontrarse unidas como lo accesorio a lo princi-


pal (incorporación o pertenencia") -en cuyo caso se aplica, por lo general,
el adagio «accessorium sequitur principale»- o formando un conjunto con un
uso propio (universalidad). Por ejemplo, una casa está incorporada al suelo (de
modo necesario, mientras que el suelo no necesita una casa para ser lo que es);
una rueda está incorporada a un automóvil; etc. La incorporación de un mue-
ble a un inmueble tiene una importancia particular: ese mueble debe entonces
considerarse inmueble. Los conjuntos de cosas pueden ser universitates rerum
(ofacti) o universitates iuris. Los libros que forman una biblioteca constituyen
una universalidad de hecho, por su destino unitario. En cambio, los bienes que
forman la propiedad de una fundación -por ej. una biblioteca con otros bie-
nes- forman una universalidad de derecho.
h) Se habla de bienes extra commercium o, al contrario, in commercium,
según que queden excluidos o no del comercio entre personas privadas: por ej.,
en el ordenamiento canónico, las reliquias nunca pueden venderse (cfr. c. 1190
§ 1).
i) Los bienes «in commercium» no tienen por qué formar parte de un pa-
trimonio. Pueden ser «extra patrimonium»: como las res nullius (los peces en
aguas públicas) o las res derelictae animo derelinquendi, es decir, aquellas so-
bre las que se ha renunciado a un derecho.
j) Del hecho de estar fuera del comercio, se siguen las nociones de bienes
comunes y de bienes públicos. En el primer caso, todos pueden gozar de su uso
y no pueden, por tanto, pasar a ser propiedad privada. En el segundo caso, se
trata de cosas reservadas para un servicio público, es decir, del dominio públi-
co. Así que, en derecho administrativo, se puede hablar de bienes de dominio
público y bienes de propiedad privada. Los bienes de dominio público se divi-
den, a su vez, entre un patrimonio sujeto a un régimen particular -el patrimonio
indisponible (bosques, minas del estado, de la provincia, etc.)-y un patrimonio
disponible, que en gran parte está sujeto a las reglas del derecho común".

66. En el caso de la «pertenencia», hay un vínculo entre diversas cosas que no es propia-
mente 1naterial, sino económico y jurídico; ese vínculo se justifica por el hecho de estar destinado
un bien, de 1nodo duradero, al servicio o para ornamentación de otra cosa. Así, hay pertenencia
sagrada para todo lo que es propio de una iglesia (altares, candelabros, objetos sagrados, bancos,
etc.). Cfr., para el concepto de pertenencia, el art. 817 del Código Civil italiano y, para el con-
cepto y régimen de la incorporación en el derecho civil español, arts. 375-383 del Código Civil
español.
67. Cfr. A. TRABUCCHI, !stitu:ioni ... , o. c., pp. 403-404; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de
Derecho Civil Patritnonial, o. c., pp. 106-108. No obstante, hay que hacer notar que la distinción
entre derecho público y privado ha perdido nitidez en el derecho secular. Y, en la Iglesia, esta
misma distinción resulta aún menos clara que en el ámbito estatal. En efecto, todos los bienes de
las personas jurídicas (incluidas las privadas) tienen un cierto carácter público por su vinculación
con los fines eclesiales, y están sujetos a la vigilancia de la autoridad eclesial.

74
CAPÍTULO IV

MODOS JURÍDICOS DE ADQUISICIÓN


DE LOS BIENES TEMPORALES

El derecho natural que corresponde a la Iglesia católica de adquirir y po-


seer bienes temporales se proclama en el c. 1259. Esta disposición codicia! -la
primera del título 1 dedicado a la adquisición de los bienes- reproduce lo dis-
puesto por el c. 1499*. Se dirige a los órganos de los diversos Estados para que
respeten la libertad y la capacidad de la Iglesia de adquirir bienes temporales y
de usarlos para la consecución de sus fines propios'. Se trata, por lo tanto, de
la formalización de un derecho fundamental de la Iglesia -y por ello, también
de los fieles que la componen-, que es reconocido en varios documentos inter-
nacionales y constitucionales sobre las libertades públicas'. Conviene subrayar
también que el derecho de adquirir bienes deriva del derecho constitucional
inherente a la Iglesia de poseer bienes y de servirse de ellos para alcanzar sus
fines. Este último derecho, que está dirigido sobre todo ad extra, se completa,
ad intra, por el derecho de la Iglesia de pedir a los fieles una generosa contri-
bución (cfr. c. 1260).
Con el término «adquisición» se designa la obtención de la titularidad so-
bre un bien en virtud del derecho de propiedad o de cualquier otro derecho
(por ejemplo, mediante el uso prolongado de ese bien). Parece conveniente, sin
embargo, exponer por separado el tratamiento de los modos jurídicos que per-
miten la adquisición de la propiedad u otros derechos reales y el de los diversos

1. Cfr. supra, cap. II, 1.


2. Véanse las declaraciones, acuerdos y pactos internacionales citados supra, cap. II, notas
20-21.

75
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

sistemas de financiación, que derivan del derecho que corresponde a la Iglesia


de pedir y de recibir bienes y que estudiaremos en el siguiente capítulo.
A tenor de los ce. 1259 y 1290, los modos de adquirir y transferir la pro-
piedad en derecho canónico son todos los previstos por el derecho natural y por
el derecho positivo aplicable. Los modos de derecho natural (occupatio, acce-
ssio,. .. ) han sido «positivizados» y «formalizados» 3 por los diversos derechos
estatales, y todos los modos de derecho civil han sido «canonizados» por esas
dos normas apenas mencionadas. Obviamente en este estudio no es posible
tener presentes toda las legislaciones civiles sobre los modos de adquirir. Nos
limitaremos, pues, a delimitar la sustancia de la materia, a partir del derecho
romano, reenviando al lector a las diversas legislaciones civiles.
Siguiendo una distinción clásica, examinaremos los modos directos de ad-
quirir la propiedad y después los indirectos, es decir, las modificaciones de
las personas jurídicas (cfr. ce. 121-123). Entre los modos directos, hay que
distinguir los originarios y los derivados. Habrá que hacer referencia a la pres-
cripción, instituto que, dependiendo de los autores, ha sido objeto de diversas
clasificaciones y que hemos preferido tratar en un lugar distinto tanto de los
modos originarios de adquirir como de los derivados. Sin embargo, antes de
comenzar, conviene detenerse brevemente en las nociones de derecho real (de-
recho sobre los bienes), y de obligación (posibilidad de exigir determinados
bienes o acciones a algunas personas).

l. PREMISAS: DERECHOS REALES Y OBLIGACIONES

Es común la distinción entre los derechos reales (iura realia o iura in re)
y las obligaciones (iura ad rem ). Mientras los derechos reales están en relación
directa con un bien debido, las obligaciones constituyen derechos respecto a
las personas. El titular de un derecho de obligación puede exigir en justicia a
la persona obligada una prestación positiva o negativa (dare ofacere, non dare
o 1wnfacere). Los derechos reales, a diferencia de los derechos de obligación,
confieren al propietario un derecho sobre la cosa que vale erga omnes y que
queda tutelado en sede judicial con una actio in rem.
De lo dicho se sigue que existen tres grandes diferencias entre derechos
reales y obligaciones':

3. En otros términos, estos modos de derecho natural han sido integrados en el sistema
jurídico aplicable (positivi::.ados) y dotados de instrumentos técnicos que los llevan a cabo y ga-
rantizan su eficacia (jorn1ali::.ados). Véase J. HERVADA, Introducción crítica al derecho natural,
Pamplona 1998', pp. 177-181.
4. Cfr. V. DE PAOUS, De bonis ... , o. c., pp. 10-11.

76
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

1. 0 ) en cuanto al objeto, el derecho real versa sobre la cosa misma, mientras


que el objeto de la obligación es una prestación debida;
2.º) en cuanto a la eficacia, en el primer caso existe una actio in rem que
vale erga omnes (por ejemplo la reivindicatio ); en el segundo caso se da una
actio persona/is que vale solo erga personam;
3.º) en cuanto al tiempo, el derecho real, a excepción del usufructo, tiene un
efecto perpetuo. El derecho de obligación, en cambio, puede extinguirse.
Un determinado bien temporal puede ser objeto de diversos derechos rea-
les simultáneamente. Piénsese, por ejemplo, en un fundo sobre el que A tiene la
propiedad, B el arrendamiento, C el usufructo y D una servidumbre de paso.
Por otra parte, la cuestión del momento en que se verifica la incorporación
de un bien temporal a un patrimonio es importante, ya que puede provocar no
solo un cambio de propietario, sino también una modificación en su naturaleza.
En efecto, el cambio de patrimonio puede tener consecuencias jurídicas sobre
la transmisión de los riesgos (incendio, hurto ... ) al nuevo propietario. Además,
dependiendo de la personalidad jurídica pública o no del sujeto titular del nue-
vo patrimonio al que un bien se incorpora, un bien no eclesiástico puede pasar
a ser eclesiástico o, por el contrario, dejar de serlo. Se considera que la incorpo-
ración se realiza desde el momento en que existe un ius in re; la sola existencia
de un ius ad rem no sería suficiente 5 •

2. MODOS ORIGINARIOS DE ADQUISICIÓN


DE LOS BIENES TEMPORALES

Los modos originarios de adquisición confieren un título originario de pro-


piedad. Un título se define como originario cuando el fundamento del derecho
no se deriva del derecho de un precedente titular. Lo característico no es, por
tanto, que un bien no haya sido nunca propiedad de alguien (aunque esta es la
definición que dan muchos autores), sino más bien que el título sobre el bien no
proceda de un anterior titular mediante transmisión o sucesión 6 •

5. Cfr., entre otros, O. VROMANT, De bonis ... , o. c., p. 42; F.R. AZNAR GIL, La ad1ninistra-
ció11 ... , o. c., pp. 40-41.
6. Cfr. A. TRABUCCHI, lstituzioni ... , o. c., pp. 447-448, n. 181; J. CASTÁN TüBEÑAS, Derecho
Civil ... , o. c., t. 2, v. 1, p. 269.

77
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

A) LA OCUPACIÓN Y LA INVENCIÓN

La ocupación consiste en tomar posesión de una cosa sin propietario con la


intención de hacerla propia (animus occupandi). Hoy, por lo general, este modo
de adquirir solo es posible en el caso de bienes muebles, ya que, en nuestra
época, los inmuebles no son nunca res nullius, pues o son de propiedad privada
o son del patrimonio público. Por tanto, son objeto de ocupación los bienes
muebles que no son propiedad de nadie. Sería el caso de peces o pájaros que no
son objeto de un derecho real exclusivo (por ej., reserva natural), porque nunca
han sido propiedad de nadie (res nullius), o bien porque han sido abandonados
por el propietario (res derelictae) sin intención de recuperarlas (animus dere-
linquendi). Precisamente porque falta el animus derelinquendi, el instituto de la
ocupación no es aplicable en el caso de cosas perdidas. En este caso, quien las
encuentra tiene la obligación de restituirlas al propietario -con posibilidad de
pedir una recompensa- o de consignarlas durante un tiempo a la autoridad civil
del lugar. En el caso de la invención de un tesoro -un objeto mueble de valor,
escondido o enterrado, del que nadie puede probar ser propietario-, con tal de
que haya sido descubierto por pura suerte, la mitad corresponde normalmente al
propietario del fundo y la otra mitad al que lo encontró. Por lo que se refiere al
hallazgo de objetos de interés histórico, científico o artístico, se aplican reglas
especiales, que suelen atribuir al Estado un derecho preferente, si bien este que-
da obligado a pagar una compensación tanto al autor del descubrimiento como
al propietario del fundo'.

B) ACCESIÓN, UNIÓN Y ESPECIFICACIÓN

En sentido amplio, accesión significa ampliación de la propiedad: una cosa


ajena se une a un bien de mi propiedad. Puede darse una accesión de inmueble
a inmueble (aluvión fluvial), de mueble a inmueble (sobre todo a consecuencia
de la acción humana de cultivar, construir, ... ) o de mueble a mueble. En este
último caso, se trata de unión o conmixtión de dos cosas que han sido mezcla-
das o unidas en forma tal que ya no es posible separarlas sin daño. La totalidad
queda entonces en condominio en proporción del valor de las cosas que corres-
ponde a cada uno. Si el valor respectivo no es equilibrado, el propietario de la
cosa principal puede adquirir la propiedad de todo, a condición de compensar
equitativamente a la otra parte (o a las otras partes) y, si la unión es debida a

7. Cfr. G. PUGLIESE, lstituzioni di diritto romano, o. c., pp. 460-462; sobre la adquisición
de un tesoro, véase J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BüNET, Derecho Ro1nano, !, o. c., § 122, pp.
253-254.

78
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

culpa suya, de resarcir. Un fenómeno análogo a la accesión es la especificación.


En este caso, lo que se une a una cosa no es otra cosa, sino un trabajo huma-
no, que transforma la cosa hasta el punto de que pasa a ser de otra especie. El
principio clave es que la propiedad de la cosa transformada pertenece a quien
ha realizado el trabajo útil. Obviamente, si la materia fuese de gran precio y
superase con mucho el valor del trabajo de transformación, podría reconocerse
al propietario de la materia la propiedad de la res nova. En todo caso, se deberá
pagar el valor de la materia o del trabajo útil.

C) Los FRUTOS

Los frutos pueden ser naturales o civiles. Son frutos naturales los que pro-
vienen directamente de la cosa, haya intervenido o no el trabajo del hombre
(por ej., los productos agrícolas). La idea esencial es la de separación: los frutos
naturales pueden ser separados del árbol o de la planta. Estamos ante un reddi-
tus, decían los antiguos, algo que vuelve al propietario de la cosa que produce
el fruto. Hasta la separación, forman parte de la cosa «madre»". Con el tiempo,
la doctrina civilista ha elaborado la noción de frutos civiles, designando así, en
cambio, a los que se recaban de la cosa en pago por el disfrute que otros hacen
de ella como usufructo. Tales son los intereses del capital, los cánones enfitéu-
ticos, las rentas vitalicias o de cualquier otro tipo, y el pago de alquileres. Los
frutos civiles se perciben día a día, en razón de la duración del derecho 9 •

3. MODOS DERIVADOS DE TRANSFERIR LOS


DERECHOS REALES: LOS CONTRATOS

Aunque no sea el único, el contrato constituye el principal modo derivado


de adquisición de los bienes temporales. Como hemos señalado, nos limitare-
mos a presentar brevemente la institución contractual, relacionándola con las
nociones de acto y negocio jurídico. En este capítulo, nos ocuparemos de los
elementos esenciales para la formación de los contratos en general, así como de
su clasificación. Después, presentaremos brevemente los principales contratos
en especie. Además, cuando sea el caso, haremos referencia a la disciplina ca-
nónica relacionada con la materia.

8. Cfr. A. BuRoESE, Manuale ... , o. c., p. 333; A. o'ORS, Derecho Privado R(nnano, o. c.,
pp. 234-235, § 165.
9. Cfr. A. TRABUCCHI, lstitu:::,ioni ... , o. c., pp. 402-403, n. 164; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nocio~
nes de Derecho Civil Patrúnonial, o. c., pp. 108-110.

79
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

A) Los CONTRATOS EN GENERAL

1) Idea general de hecho, acto, negocio jurídico y contrato

Antes de entrar en el núcleo de la materia de los contratos (o negocios),


es necesario afrontar un delicado problema terminológico, que, en síntesis, po-
dríamos describir en términos de antagonismo entre dos concepciones diversas:
por un lado, la doctrina del derecho privado, de inspiración francesa, del acto
jurídico y del contrato (a') y, por otro lado, la teoría de los civilistas alemanes
que privilegian la noción de negocio jurídico (b' ). Además, es necesario tam-
bién examinar la postura adoptada por el legislador canónico comparándola con
esas dos concepciones. Sin rechazar completamente la segunda orientación,
trataremos de mostrar que la primera puede considerarse clásica y especialmen-
te adecuada para el derecho patrimonial canónico (c' ).

a') Concepción de la doctrina civil francesa


del acto jurídico y del contrato
La doctrina de inspiración francesa ignora el concepto de negocio y parte
de la distinción fundamental entre hechos y actos jurídicos:
!.º) Hecho jurídico y acto jurídico.- Los hechos jurídicos son todos los
actos y acontecimientos, voluntarios o no, a los cuales el derecho vincula un
efecto jurídico cualquiera'°. Los actos jurídicos, en cambio, son manifestacio-
nes de voluntad y se realizan con la finalidad de crear, modificar o extinguir
relaciones jurídicas (si bien no necesariamente con esta única finalidad)". La
noción de acto jurídico no se toma aquí en la acepción pandectista, que contra-
pone los actos jurídicos a los negocios, en función de que los efectos jurídicos
estén preestablecidos por la ley (negocios) o, por el contrario, los fijen las partes
(contratos).
Por ser un acto de voluntad, el acto jurídico puede ser unilateral, en cuanto
manifestación de la voluntad de un único autor (por ej., un testamento, una
condonación de deuda o la aceptación de una herencia). Sin embargo, con fre-
cuencia, los actos jurídicos son el resultado de una concurrencia de voluntades,
lo cual nos lleva a hablar de los contratos.

1O. Cfr. G. MICHIELS, Principia generalia, o. c., pp. 568-571; J. HANSENNE, !ntroduction au
droit privé, Bruxellcs 1997', p. 104-105.
11. Cfr. H.L. y J. MAZEAUD-F. CHABAS, Ler,,.·ons de droit civil, l. 1, París 1996 11 , pp. 373 y
ss.; G. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil, I, Paris 1972~, pp. 270 y ss.; J. ÜHESTIN, Laforn1ation du
contrat, Paris 19935, pp. 1-13. Véase tainbién, desde el punto de vista canónico, G. MICHIELS.
Principia generalia ... , o. c., p. 572.

80
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

2. 0 ) El contrato.- Los contratos son actos jurídicos bilaterales o plurilatera-


les. Se trata de una noción muy general del término, que también en el Código
civil italiano se describe en un sentido muy amplio, próximo al francés, como
«el acuerdo de dos o más partes para constituir, regular o extinguir entre ellas
una relación jurídica patrimonial» (art. 1321) ".
3.º) Ejemplificación de la teoría de la doctrina civil francesa.- Un ejem-
plo tomado del ámbito patrimonial nos permitirá ilustrar la noción francesa de
hecho jurídico, acto jurídico y contrato: entre los modos posibles de adquirir
un terreno, encontramos el hecho de la accesión de inmueble a inmueble, el
acto jurídico unilateral de la ocupación y un modo más usual de adquisición: el
contrato de compraventa.

b') Teoría del negocio de la doctrina civil de origen pandectista


Siguiendo la concepción de los pandectistas alemanes del siglo XIX, nu-
merosos juristas -también de la doctrina civil española e italiana- han adoptado
el «negocio jurídico» como concepto central del derecho privado, agrupando
así todas las manifestaciones jurídicas de la autonomía privada 13 • En este plan-
teamiento hay una secuencia conceptual: del hecho jurídico al negocio, pasan-
do por el acto jurídico.
l.º) El hecho jurídico.- Un hecho jurídico es «todo acontecimiento, natural
o humano, a cuya verificación el derecho vincula un efecto jurídico cualquiera,
constitutivo, modificativo o extintivo de relaciones jurídicas»". Es, por ejem-
plo, el caso del nacimiento o de la muerte, de un naufragio o de un incendio.

12. Con referencia al Código Civil español, dice Castán: «No contiene este cuerpo legal
una verdadera definición del contrato. El art. 1254, 1n<Í.s que expresar la naturaleza del n1ismo,
parece que se propone señalar el 1nomento de su nacimiento o perfección [ ... j al decir que "el
contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras.
a dar alguna cosa o prestar algún servicio". Pero indirectamente se desprende de este texto que
el Código acepta la construcción estricta u obligacional del contrato, circunscribiéndolo a las
relaciones patrimoniales, y considerándolo como una convención o acuerdo de voluntades para
la creación de una obligación de dar o de hacer>> (J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil E:;,pañol,
Común v Foral, t. 3, Madrid 1992, p. 520).
13·. Cfr. C. MIRABELLI, Nego::.io giuridico, en Enciclopedia del Diritto, v. 28, 1978, pp. 2-3.
Un tratamiento general del negocio jurídico, referido al derecho español, puede encontrarse en
J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, /, Parte General, v. III, Nladrid 2000, pp.
117-268; especiahnente son de gran interés las pp. 124-125; cfr. tainbién T. DE CUEVILLAS MATO-
zz¡ (et al.), Instituciones de Derecho Civil Patrirnonial, Madrid 2003, pp. 157-159.
14. F. ÜALGANO, Negozio giuridico (dottr. gen.), en Enciclopedia del Diritto, v. 28, 1978,
p. 932; la traducción del original italiano es nuestra. Lacruz, por su parte, define los hechos
jurídicos diciendo que «suelen denominarse hechos jurídicos todos aquellos acontecimientos a
cuya realización está ligada por el ordenamiento una consecuencia jurídica o, dicho de un 1nodo
técnico 1nás expresivo, que producen una modificación en la situación jurídica subjetiva preexis-
tente [ ... ] o en la capacidad que es su presupuesto» (J.L. LACRUZ BERDEJO, Ele111entos de Derecho
Civil,/, Parte General, o. c., v. 3, p. 117).

81
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2.º) El acto jurídico.- Según la misma teoría pandectista, dentro de la cate-


goría del hecho jurídico existe la sub-categoría del acto jurídico (según la doctri-
na francesa, en cambio, los actos jurídicos no son hechos jurídicos). Además de
que se produzca un hecho, el acto jurídico exige la voluntariedad de tal hecho,
es decir, se trata de un acto humano. Este hecho querido solo puede ser un acto
jurídico. Eso no significa, sin embargo, que la voluntad se dirija al efecto jurídi-
co en cuanto tal. Las consecuencias jurídicas están predeterminadas por la ley.
Por ejemplo, la reclamación de un pago produce la mora del deudor que no ha
cumplido, y eso aunque el acreedor no quiera y ni siquiera conozca este efecto.
3.º) El negocio jurídico.- Entre los actos jurídicos existe la sub-catego-
ría del negocio jurídico, que supone, precisamente, que la voluntad del sujeto
se dirija también al efecto jurídico que el derecho produce 15 • En este senti-
do, el negocio jurídico tiene el significado de una «declaración de voluntad»
(«Willenserkliirung», según el Código civil alemán). El negocio puede ser uni-
lateral, bilateral o plurilateral. En la categoría de los negocios bilaterales o plu-
rilaterales encontramos los contratos. El testamento o una promesa unilateral
pertenecen, en cambio, a Ja categoría de los negocios unilaterales. Corno vere-
mos, hay dudas sobre la oportunidad de adoptar esta noción en el ordenamiento
canónico; además, la doctrina civil de los ordenamientos en los que el recurso
a esta categoría era tradicional está dividida"'. Al crecer la conciencia de los
inconvenientes que presenta esta teoría en un periodo de internacionalización
de las convenciones civiles y comerciales", se nota, al menos en algunos orde-
namientos, una sensible evolución hacia una concepción menos centrada en Ja
voluntad subjetiva y más favorable a la circulación de bienes 18 •

e') Consideración canónica de la cuestión

Después de esta esquemática presentación de las diferentes concepciones


doctrinales de los civilistas, podemos afrontar la cuestión en el ámbito del or-
denamiento canónico. ¿Ha tomado posición el legislador? En el CIC 17, como

15. Cfr. F. GALGANO, ibid.


16. Siguiendo la estela de la legislación napoleónica, el Código civil italiano no ha recibido
tan1poco la noción de negocio, sino que ha consagrado el contrato como concepto clave. También
en la doctrina civil italiana, no faltan autores que han criticado la teoría del negocio jurídico. Las
objeciones formuladas se han referido principalmente a la idoneidad de la figura para englobar
actos de naturaleza diversa, a la tendencia a utilizar nociones teóricas sin tener en cuenta Jos
conflictos de intereses que el derecho está llamado a resolver, y por último, al exasperado indi-
vidualismo que sin1boliza (cfr. C.M. BIANCA, Diritto civile, III: JI contratto, Milano 1987, pp.
8-10). En el mis1no sentido, por lo que respecta a la recepción de la categoría del negocio jurídico
en el Derecho Civil español, y a las críticas que se han hecho a dicha categoría, cfr. J.L. LACRUZ
BERDEJO, Ele111entos de Derecho Civil, 1, Parte General, o. c., v. 3, pp. 143-148.
17. Cfr. F. GALGANO, Diritto privato, Padova 1988\ p. 220.
18. Cfr. F. GAZZONI, Ma1u1ale di diritto privato, Roma-Milano 19934 , pp. 725-738.

82
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

también en el vigente Código, el concepto central usado, más que el de negocio


jurídico, es el de acto jurídico, que es objeto del título «De actibus iuridicis»
(ce. 124-128) 19 • Aunque parece útil, desde la perspectiva de la teoría general
del Derecho canónico, tratar de reunir bajo un único concepto todas las ma-
nifestaciones de la autonorrúa de la voluntad 20 , no resulta necesario recurrir
para ello a la noción de negocio, ya que ese objetivo puede alcanzarse de modo
igualmente válido haciendo referencia a la noción de acto jurídico, como parece
sugerir el legislador canónico.
Por lo demás, para un estudio del derecho patrimonial canónico -que debe
tener presentes las reglas específicas de las diversas legislaciones estatales
competentes (cfr. c. 1290) y la diversidad de las actuales culturas jurídicas-, la
teoría del negocio puede ser fuente de confusión o, por lo menos, de compli-
caciones. El concepto de acto jurídico -con las reglas esenciales establecidas
por el CIC- nos parece suficiente para responder adecuadamente a una varie-
dad tan grande de ordenamientos jurídicos. Además, las propias codificaciones
estatales son las que, frecuentemente, señalan su preferencia por la noción de
contrato (en cuanto acto jurídico bilateral o plurilateral)". Por ello, en este
estudio seguiremos, por lo general, la terminología de la doctrina civil france-
sa, en conformidad con la tradición de los canonistas"; lo cual no impide, sin
embargo, usar el término «negocio» en cuanto concepto equiparable al acto
jurídico en el sentido francés 23 •

2) Clasificación de los contratos

En términos generales, los contratos pueden clasificarse según la forma, la


designación y las obligaciones pactadas 04 :

19. Se trata del título VII del libro L Véanse F.J. URRUTIA, Le nouveau droit ecclésial, I.
Les norn1es générales, Paris 1994, pp. 199-210; R.G.W. HUYSMANS, Novum comentatiun1 lova-
niense, I, Algemene Normen van het Wetboek van Canoniek Reclll, Leuven 1993, pp. 245-260;
A. ALONSO LOBO, 0.P.-S. ALONSO MüRÁN, 0.P.-M. CABREROS DE ANTA, C.M.F., Co111entarios
al Código de Derecho Canónico,!, cánones 1-681, pp. 367-377. En el CIC 17, varios cánones
trataban también de los actos jurídicos (cfr. ce. 103-105* y 1680*).
20. Cfr. F. CASTRO, El negocio jurídico, Madrid 1967; E. MOLANO, La autonomía priva-
da ... , o. c., pp. 82-85; J. FüRNÉS, El acto jurídico-canónico (sugerencias para una teoría gene-
ral), en IC 25 (1985) pp. 57-89.
21. Cfr. T. BLANCO, La noción canónica de contrato. Estudio de su vigencia en el CIC de
1983, Pamplona 1997, p. 46.
22. Véanse, en el mismo sentido, G. VROMANT, De bonis .. ., o. c., p. 239, n. 284; G. M1-
CHIELS, Principia generalia ... , o. c., pp. 565-680.
23. Cfr. G. MICHIELS, Principia generalia .. ., o. c., p. 573.
24. Cfr. G. ÜSTI, Contralto, en Novissitno Digesto Italiano, IV, Torino 1957\ pp. 482-500;
l. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil. .. , o. c., t. 3, pp. 578-584; J. GHESTIN, Lajorn1ation du con-
trat, o. c., pp. 14-27; B. STARCK, Ohligations, II, Contrat, Paris 19934, pp. 33-54.

83
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

l.º) Según la forma, se distinguen los contratos consensuales de los con-


tratos solemnes (por ej., la hipoteca). Los contratos solemnes fueron, sin duda,
habituales en el derecho romano, pero la evolución general ha llevado sobre
todo a un predominio del consentimiento, aunque hoy se observa un cierto re-
surgir de los contratos solemnes en aras de la tutela de los consumidores. A
los contratos consensuales se oponen también, desde otro punto de vista, los
contratos reales, que se caracterizan por el hecho de que no se concluyen solo
con el consentimiento, sino que deben perfeccionarse con la entrega de la cosa
objeto del contrato: mutuo, comodato, prenda ...
2. 0 ) Según la designación, se distinguen los contratos con nombre (como
los que acabamos de mencionar) de aquellos que no tienen ningún nombre
propio o especial. Los llamados contratos sin nombre (innominados), aunque
no correspondan a ninguna especie de tipo contractual, entran, sin embargo, en
una de estas cuatro relaciones jurídicas: do ut des, facio ut facias, do ut facias
o facio ut des.
3. 0 ) Según las obligaciones pactadas, los contratos se dividen en bila-
terales y unilaterales. Los primeros -llamados también sinalagmáticos- ha-
cen surgir al mismo tiempo en una y otra parte obligaciones y derechos a
prestaciones recíprocas, unidas entre ellas por una relación de interdependen-
cia. Por ejemplo, la compraventa genera simultáneamente la obligación del
comprador de pagar el precio y la del vendedor de entregar la cosa vendida.
Los contratos unilaterales, en cambio, aunque supongan el acuerdo de ambas
partes, generan una obligación jurídica solo para una de ellas. En el caso de la
donación, por ejemplo, el donatario debe solo recibir la cosa que ha aceptado
(concluyendo así un verdadero contrato), con las eventuales cargas que eso
suponga.
4. 0 ) Otras distinciones.- Algunos contratos, como la donación, son a título
gratuito; otros, como el arrendamiento, son a título oneroso. Se habla también
de contratos de traslación, como la compraventa, y de contratos de obliga-
ción, como un contrato de servicios. Los contratos con un contenido prefijado
son contratos de adhesión. Por lo que respecta a la ejecución, los contratos de
ejecución inmediata se distinguen de los de duración (de ejecución continua o
periódica). Se habla también de contratos conmutativos y de contratos aleato-
rios o de suerte, según que la prestación en sí misma, o el valor concreto de la
misma, dependa de un factor de incertidumbre, con el riesgo de que no se dé
entre las partes una igualdad conmutativa. Por último, existe también la clásica
distinción -útil también para los actos jurídicos unilaterales- entre contratos
inter vivos y contratos mortis causa, cuando el fallecimiento es considerado un
presupuesto necesario para la eficacia del acto. El contrato de seguro de vida es
ejemplo de un contrato aleatorio mortis causa.

84
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

3) Los elementos esenciales del contrato

Los elementos esenciales del contrato guardan entre sí una mayor homoge-
neidad que la del conjunto de los actos jurídicos 25 • Inspirándose en la doctrina
de los civilistas 26 , el derecho canónico retoma estos elementos", tanto a pro-
pósito de los actos jurídicos, en los ce. 124-126 del CIC 83, como en la doctrina
tradicional'". Conviene, sin embargo, tener en cuenta, que, normalmente, lo
que se dice para los contratos vale también, mutatis mutandis, para el conjunto
de los actos jurídicos. Se admite pacíficamente la distinción de los siguientes
cinco elementos: !.º)la capacidad y la habilidad (c. 124 § l); 2.º) la forma (c.
124 §§ 1 y 2); 3.º) la voluntad real (cfr. ce. 125-126); 4.º) el objeto o materia;
5.º) la causa del contrato.

a') La capacidad y la habilidad


Para poder realizar válidamente un acto es necesario tener, por lo menos, la
capacidad de realizar actos humanos (por ej., quien carece de uso de razón no
es capaz de hacer testamento). Son, por ejemplo, casos de incapacidad la falta
de uso de razón, la demencia, la embriaguez ... La legislación positiva (civil o
canónica) puede añadir requisitos de habilidad. De la inhabilidad se sigue que
el acto realizado por el sujeto inhábil es inválido (cfr. c. 10). Hay que tener en
cuenta, además, la distinción entre capacidad jurídica y capacidad de obrar:
determinadas personas, corno los menores o los sujetos a interdicción, tienen
capacidad jurídica, pero están privados de la capacidad de obrar, es decir, de la
facultad de poder actuar por sí solos.

b') Laforma
No basta tener la capacidad para consentir ni, corno después veremos, que
haya un verdadero consentimiento de las partes. Aunque el principio general

25. Cfr. J. CARBONNIER, Droit civil, IV, les ohligations, Paris 1985 12 , § 10.
26. Cfr. G. ÜST!, Contralto, o. c., pp. 500-512; B. STARCK, Obligations, Il, Contrat, o. c.,
pp. 153-166; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrilnonial, o. c., pp. 267-293.
27. Según el ya citado c. 1290, salvo tres excepciones, la materia de los contratos ha sido
canonizada. Esto quiere decir que las reglas aplicables a las condiciones esenciales, a las fonnas
y solemnidades, a los efectos de los contratos en el tiempo, etc., serán las del ordenamiento
civil competente. Las respectivas legislaciones estatales suceden así al derecho romano, que
constituía el derecho aplicable, excepto en caso de que el derecho canónico hubiese establecido
alguna norma contraria. Es necesario, por lo tanto, aplicar en cada caso concreto la legislación
sobre los elementos esenciales de los contratos, teniendo en cuenta las excepciones propias del
ordena1niento canónico (cfr. c. 1529*).
28. Cfr. G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 240-241, n. 287; G. MICH!ELS, Principia gene-
ralia . .. , o. c., pp. 572-672.

85
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

del moderno sistema de los contratos es el de la libertad de las formas, en opo-


sición al formalismo", hay casos en los que la ley exige, además, una forma
solemne de consentimiento (por ej., para el testamento) o, por lo menos, un
acto escrito. En virtud del c. 124 § 2, el acto jurídico, y por lo tanto el contrato,
si se realiza en la debida forma (externa) se presume válido. Sin embargo, en
estos casos se admite la prueba en contrario (por ej., la prueba de una voluntad
inexistente o viciada).

c') La voluntad real: los vicios de la voluntad


El elemento más importante tanto del acto jurídico como del contrato es,
obviamente, la existencia en cada uno de los sujetos de una efectiva voluntad,
sin la cual el acto no podría ser nunca un «acto humano». De aquí se sigue que
no basta la manifestación o expresión externa de la voluntad, sino que es fun-
damental que esa voluntad no esté viciada. Los vicios de la voluntad son, en
efecto, causas que influyen en el proceso de formación de un acto voluntario,
provocando una divergencia entre la voluntad efectiva del sujeto y lo que apa-
rece exteriormente JO. En derecho canónico 31 pueden ser vicios de la voluntad
los siguientes: «la violencia exterior» a la que no se puede resistir (cfr. c. 125 §
1); y, con determinadas condiciones o requisitos, «el miedo grave injustamente
infundido», el dolo (cfr. c. 125 § 2), la ignorancia, y el error (cfr. c. 126).
Mientras que la violencia física, exterior e irresistible, provoca la inexis-
tencia del acto", los demás vicios de la voluntad hacen anulable un acto váli-
do. Concretamente, el temor (violencia moral) y el dolo", a tenor del c. 125 §
2, no hacen nulo el acto ipso iure, sino solamente anulable, salvo en los casos
en que el derecho determine otra cosa.

29. Cfr. F. ÜALGANO, Diritto privato, o. c., p. 239; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de De-
recho Civil Patrimonial, o. c., pp. 274-275.
30. Para una síntesis de la teoría civil, véanse J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho
('ivil Patrilnonial, o. c .. pp. 280-283; F. GALGANO, Diritto civile e commerciale, II/1, Padova
1990, pp. 287-308; J. HANSENNE, lntroduction au droit privé, o. c., pp. 142 y ss.; B. STARCK,
Ohligations, II, Contra!, o. c., p. 166-210.
31. Sobre los vicios del consentimiento en derecho canónico, véase S. BERLINGO, Vizi de-
lla volontü (diritto canonico), en Enciclopedia del diritto, 46, Milano 1993, pp. 1015-1024; G.
MICHJELS, Principia generalia ... , o. c., pp. 595-680; E. MOLANO, Con1entario a los ce. 124-128,
en Código ... , o. c.
32. Se trata de una presunción que no ad1nite prueba en contrario, ya que la violencia hace
imposible la deliberación necesaria para la existencia del acto (cfr. J. URRUTJA, Les nonnes gé-
nérales, o. c., p. 204, n. 679).
33. El dolo consiste en cualquier maniobra o artificio dirigido a provocar el error en una
persona, induciéndola a cumplir un acto que de otra forma no habría llevado a cabo, o que habría
realizado en condiciones y de forma diferente. Este vicio de la voluntad ha sido definido sintéti-
camente: «deceptio alterius deliberare et fraudulenter commissa, qua hic inducitur ad ponendum
detcrminatum actumjuridicum» (G. MICHIELS, Principia generalia ... , o. c., p. 660).

86
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

En cuanto a la ignorancia y al error, en virtud del c. 126, invalidan el acto


cuando afectan a lo que constituye su substancia o recaen sobre una condición
sine qua non. En caso contrario, el acto es válido, si no se dispone otra cosa. La
anulación" de los actos viciados por cualquier causa (que son, de todas formas,
actos existentes) se puede lograr mediante una acción rescisoria, tanto a instan-
cia de la parte lesionada, como de sus sucesores o de oficio". Además, el c. 128
prevé la posibilidad de pedir la reparación del daño ilegítimamente causado 36 •

d') El objeto o materia


Se puede hablar del objeto del contrato en dos sentidos: como la obligación
principal y característica del contrato (la prestación), o como el objeto de esta
obligación (la cosa). En el primer sentido del término, el objeto puede consistir
en dar una cosa o una prestación o en abstenerse de hacer algo (dare, facere,
non facere ). Si consideramos, en cambio, el objeto en su segundo sentido, es
decir como la materia de esta obligación contractual, hemos de señalar algunos
requisitos. En efecto, la cosa objeto de la prestación debe ser posible (por ej.
no extra commercium), existente (aunque las cosas futuras no se excluyen de
los contratos), propia de uno de los contrayentes, determinada (o por lo menos
determinable) y, finalmente, lícita 37 •

e') La causa

Todo contrato, para poder existir, debe tener una causa, una «razón de ser»
o función económico-social. En efecto, no hay obligación (contractual) sin cau-
sa. Se trata de una causa objetiva, que puede ser la intención de liberalidad (do-
nación) o la contrapartida (contrato bilateral). En este último caso, la causa de
la obligación de una parte es el objeto de la obligación de la otra. Por ejemplo,
la finalidad práctica de toda compraventa es transferir una cosa o un derecho

34. Conviene no confundir el concepto de nulidad con el de anulación: «Hay declaración


de nulidad cuando un acto inexistente o inválido es reconocido como tal por la autoridad compe-
tente. La anulación tiene lugar, en cambio, cuando se rescinde un acto de por sí válido. La nulidad
de un acto la proclama el juez mediante decreto o sentencia declarativa (declaración de nulidad);
la anulación con un pronunciamiento rescisorio, que, por lo general, produce efectos ex nunc»
(L. CHIAPPE'ITA, Comentario al c. 126, en Codice di Diritto canonico. Conunento giuridico-pas-
torale, Roma 1996; traducción nuestra del original italiano).
35. La actuación de oficio est<Í. prevista en los casos de te1nor y de dolo (cfr. c. 125 § 2),
pero no para la ignorancia ni el error (cfr. c. l 26). Exige, además, que el acto viciado represente
una amenaza para el orden público.
36. El vigente c. 128 prevé las siguientes consecuencias: «Todo aquel que causa a otro un
daño ilegítimamente por un acto jurídico o por otro acto realizado con dolo o culpa, está obligado
a reparar el daño causado».
37. Cfr. B. STARCK, Obligations, Il, Contra!, o. c., pp. 211-236; J. CASTÁN TüBEÑAS, Dere-
cho Civil .. ., o. c., t. 3, pp. 632-635.

87
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

con el correspondiente precio; la causa de la permuta es el cambio de cosa por


cosa; en el contrato de trabajo, se trata del cambio de una prestación con la con-
trapartida de una retribución en dinero, etc. No se considera causa, en cambio,
el motivo (o causa subjetiva), es decir, la finalidad individual, la intención, el
impulso que mueve al sujeto al negocio 38 • Sin embargo, en algunos países, la
doctrina ha ido tornando cada vez más en consideración también la causa final
o subjetiva 39 • La causa debe existir y ser lícita, es decir, que no puede ser con-
traria a alguna norma imperativa, al orden público o a las buenas costumbres.
Obviamente, la concepción -objetiva o subjetiva- de la causa del contrato in-
fluirá sobre su valoración. Por ejemplo, una donación hecha con la finalidad de
mantener relaciones adulterinas, según la concepción subjetiva de la causa, se
puede considerar una causa ilícita.

4) La normativa canónica sobre los contratos en general

El CIC canoniza la doctrina del derecho civil sobre el contrato, con las
excepciones que el c. 1290 establece, es decir, las normas incompatibles con
el derecho divino o el derecho humano canónico y la admisión de la prueba
testifical.
1. 0 ) Las normas incompatibles con el derecho divino.- Una característica
del ordenamiento canónico es que reconoce expresa y formalmente la subordi-
nación de todas las reglas jurídicas al derecho divino natural y positivo. En este
sentido, por ejemplo, para el derecho canónico, la compraventa de un objeto
robado no puede ser válida, ni tampoco la prescripción sin buena fe.
2.º) Las normas incompatibles con el derecho humano canónico.- El le-
gislador canónico subordina también la aplicación de las normas estatales al
respeto de las leyes propias de la Iglesia. Un ejemplo lo encontramos en materia
de causas pías, esto es, en las disposiciones a título gratuito. Para facilitar estas
contribuciones de los fieles a las necesidades de la Iglesia, el Código exige solo
la capacidad natural y canónica (menos restrictiva que la capacidad civil). En
este caso, no exige los otros posibles requisitos suplementarios de la ley civil.
Pero también sucede lo contrario; así, por ejemplo, en materia de enajenación
de bienes eclesiásticos, el ordenamiento canónico requerirá formalidades como
son la consulta o autorización ad validitatem no establecidas por la ley civil

38. Cfr. A. 'fRABUCCHI, Istituzioni ... , o. c., pp. 165-173, n. 173.


39. Cfr. J. GHESTIN, Wformation du contrat, o. c., pp. 818 y ss. Una exposición referida al
derecho español sobre el concepto y los requisitos de la causa, como ele1nento esencial del con-
trato, puede encontrarse en J. CASTÁN TüBEÑAS, Derecho Civil. .. , o. c., t. 3, pp. 635-646; por lo
que se refiere a la distinción entre la causa y los motivos, veánse especiahnente las pp. 639-641.

88
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

(cfr. ce. 1291-1293). Lo mismo pasa con la exigencia de la buena fe para la


prescripción, ya que este requisito del derecho divino natural ha sido formali-
zado por el c. 198.
3.º) La admisión de la prueba testifica/.- En virtud del c. 1547, el ere ad-
mite la posibilidad de probar a través de testigos la existencia o el contenido de
un contrato patrimonial celebrado únicamente ante dos testigos, y eso aunque
una prueba de este tipo estuviese prohibida por el ordenamiento civil compe-
tente40. Por tanto, no obstante la canonización de la ley civil, la Iglesia conser-
va el derecho de establecer sus propias reglas para la disciplina de los contratos.
Pero la preocupación de no multiplicar situaciones de incompatibilidad con las
normas civiles y de practicar la econorrúa legislativa explican la gran modera-
ción del legislador eclesiástico a la hora de hacer uso de este derecho.

B) Los CONTRATOS EN ESPECIE

En esta breve introducción a los contratos en particular, trataremos de in-


dividuar, a partir de la fuente común -el derecho romano-, la sustancia de los
principales contratos relativos a la transmisión parcial o total de los derechos
reales, sin renunciar a mostrar determinados aspectos de interés, sirviéndonos
de alguna legislación civil particular. Ahora bien, para conocer en la práctica y
con detalle las reglas aplicables a cada contrato, remitiremos al lector a la legis-
lación estatal competente, con algunas sugerencias bibliográficas". En su caso,
indicaremos también la disciplina canónica correspondiente". A este respecto,
es de notar la desaparición de los cánones que en el eie 17 regulaban sistemá-
ticamente los diversos contratos típicos (la compraventa, la prenda, la hipoteca,
la permuta, el arrendamiento, la enfiteusis, etc.). En la normativa actual quedan
solo algunas disposiciones propias impuestas por las diferencias -característi-
cas y necesarias- del ordenamiento canónico. En todo caso, será imprescindible
completar lo dicho en este lugar con los datos que figuran en el capítulo VI
sobre la administración y enajenación de los bienes eclesiásticos. Para evitar
repeticiones inútiles, hemos optado por no tratar el contrato de donación en este

40. Cfr. Com 12 (1980) pp. 427-428.


41. Una exposición completa de los diversos tipos contractuales del derecho civil español
puede encontrarse en J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil Espafíol Co1nún y Foral, t. 4, Sección
I, Los diversos tipos contractuales, Madrid 1993. Véase sobre el derecho italiano vigente, F.
GALGANO, Diritto civile e commerciale, II/2, o. c., Padova 1990, pp. 3-123; sobre el derecho civil
francés, J. HUET, Les principiaux contrats spéciaux, en J. GHESTJN (dir.), Traité de draft civil,
París 1996.
42. Para una presentación general del CIC 17 sobre esta materia, véase G. VROMANT, De
bonis .. ., o. c., pp. 280-290, n. 333-359.

89
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

capítulo, sino en el siguiente, al ocuparnos de las causas pías como medio de


financiación de la Iglesia.

1) La compraventa y la permuta

La emptio venditio es un «contrato consensual, por el cual un sujeto (ven-


dedor) se compromete a proporcionar el pacífico disfrute de una cosa a otro
sujeto (comprador), que a su vez se obliga a pagar el precio» 43 • La obligación
de pagar el precio por parte del comprador corresponde a la traditio de la cosa
objeto del consentimiento, que corresponde al vendedor. Esa es la causa del
contrato, que es, por tanto, un contrato a título oneroso. En los derechos mo-
dernos puede tener por objeto tanto la transmisión de la propiedad de una cosa
mueble o inmueble como la transmisión de otro derecho (real o de crédito)".
El elemento que distingue la venta de la permuta es el precio en dinero: la
causa de la permuta es el cambio de cosa por cosa (o, en su caso, de cosa por
derecho o derecho por derecho) 45 • Por ejemplo, se puede cambiar la propiedad
sobre un bien por la cesión de un derecho de crédito o también intercambiar
dos cesiones de crédito. La permuta sigue, mutatis mutandis, las mismas reglas
que la venta.
El legislador canónico establece algunas reglas sobre Ja compraventa. Por
lo que se refiere al comprador, los bienes eclesiásticos no se deben vender a los

43. A. BuRDESE, Manuale ... , o. c., p. 451; la traducción del original italiano es nuestra. El
Código civil español describe el contenido de la compraventa en el art. 1445 del siguiente modo:
«Por el contrato de compra y venta uno de los contratantes se obliga a entregar una cosa determi-
nada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o signo que lo represente».
44. En determinados ordenamientos civiles (entre otros, el francés y el italiano), la venta
(así como la permuta) es un contrato traslativo de propiedad, sinalagmático y consensual. Esto
quiere decir que, además de no requerir formalidades, la venta se perfecciona en el momento del
acuerdo entre las partes sobre la cosa y sobre el precio, incluso aunque no se pague el precio o
no se entregue materialmente la posesión de la cosa vendida. Esto ocurre tanto para los bienes
muebles como para los inmuebles. La eficacia real inmediata es la regla de dicho contrato.
En otros países (por ej. en el derecho ale1nán), se sigue un sistema si1nilar al del derecho
romano clásico, es decir, la transmisión de la propiedad se lleva a cabo en dos etapas. En primer
lugar, el contrato de compraventa, que hace surgir la obligación de la transmisión de la pro-
piedad como contraprestación del pago del precio convenido. A continuación, la transinisión
propiamente dicha de la propiedad: es precisamente la traditio de la cosa vendida la que opera la
trans1nisión del derecho (el derecho romano clásico anterior a Justiniano preveía también otros
modos de transmisión: mancipatio, in iure cessio). Cfr. Ph. MALAURJE-L. AYNES, Droit civil. Les
contrats spéciaux, Paris 19926 , p. 52.
En el derecho español es esta una cuestión discutida. Algunos autores entienden que la
trans1nisión del dominio no es esencial a la compraventa, ni obligación taxativa del vendedor.
Sin embargo, otros autores sostienen la tesis contraria. Cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de
Derecho Civil, JI, Derecho de Obligaciones, v. 2, Madrid 2002, pp. 5-6.
45. Cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 503-504; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones
de Derecho Civil Patrünonial, o. c., pp. 318-319.

90
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

propios administradores o a sus parientes hasta el cuarto grado de consangui-


nidad o de afinidad, sin una licencia escrita dada por la autoridad competente,
salvo que se trate de un asunto de muy poca importancia (cfr. c. 1298)". Ade-
más, es necesario observar las normas canónicas sobre las enajenaciones, que
más adelante veremos 47 •
Respecto al objeto del contrato, el Código prohíbe de modo absoluto la
compraventa de las reliquias en general (cfr. c. 1190 § 1) y exige la autorización
de la Sede Apostólica para la válida enajenación de las reliquias o imágenes que
son bienes eclesiásticos (cfr. c. 1190 § 2). En otras palabras, nunca es posible
vender las reliquias, pero es posible transferirlas de un patrimonio a otro (mu-
tuo, donación ... ) con la debida licencia de la Sede Apostólica. Por lo demás,
aunque ya no exista una norma equivalente al c. 1539 § 1*, sigue en vigor la
ilicitud de la simonía y no se puede aumentar el precio de un bien (por ej., un
cáliz) a causa de su consagración o bendición. Permanece también la obligación
de tratar con respeto las cosas sagradas, incluso cuando no sean un bien ecle-
siástico (cfr. c. 1171 ).

2) El contrato de arrendamiento

La locatio conductio es un contrato consensual, «por el que un sujeto se


compromete, a cambio de una retribución, a prestar a otro sujeto el uso o dis-
frute temporal de una cosa, o bien un trabajo o un servicio» 48 • Por ahora, deja-
remos de lado el arrendamiento de servicios. El arrendamiento de bienes pro-
ductivos, la explotación, se ha distinguido progresivamente del arrendamiento
ordinario. En este último, el disfrute de las cosas no exige una actividad del
sujeto que recibe el uso (por ej. arrendamiento de una vivienda). En cambio,
en la explotación, el arrendatario ejercita una actividad sobre el bien arrendado
(fundos rústicos, minas ... ).
Se trata de un contrato sinalagmático mediante el cual el arrendador y el
arrendatario asumen la obligación de prestaciones correlativas. El contrato es,
por tanto, obligatorio y no transmite la propiedad". El pago periódico se llama

46. En el c. 1540*, esta prohibición valía solo para los bienes inmuebles y respecto a los
padres o afines de primer y de segundo grado, y se requería la licencia del Ordinario del lugar
(cfr. F.X. WERNZ-P. VtDAL, De rebus, o. c., n. 855).
47. Véase infra, cap. VI.
48. «Pei il quale un soggetto si impegna, dietro il corrispettivo di una mercede, a prestare a
un altro soggetto il temporaneo uso o sfruttamento di una cosa ovvero un 'attivitR lavorativa o un
servizio» (A. BURDESE, Manuale .. ., o. c., p. 463; traducción nuestra del original italiano).
49. Las obligaciones del arrendador y del arrendatario fluctúan en función de la ley vigente.
Véase, por ejemplo, Ph. MALAURIE-L. AYNES, Les contrats spéciaux, o. c., pp. 363-383; J.L. LA-
CRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, 11, Derecho de Obligaciones, o. c., v. 2, pp. 113-131.

91
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

renta en el arrendamiento y canon en la explotación. A diferencia de la enfiteu-


sis, el arrendamiento, por lo general, se establece por tiempo más breve. Por
último, no es infrecuente, que el contrato de arrendamiento de bienes inmuebles
-al igual que la compraventa de estos bienes- requiera forma escrita e inscrip-
ción registra!, no como requisito de validez, sino para facilitar que se pueda
hacer valer en juicio 50 •
Por lo que se refiere a la disciplina canónica, en lugar de las normas espe-
cíficas que establecían los ce. 1540* y 1541*", el actual Código dispone que
corresponde a la Conferencia episcopal competente, atendiendo a las circuns-
tancias del lugar, dar normas para el arrendamiento de los bienes de la Iglesia,
sobre todo en relación con la licencia que se debe solicitar a la autoridad ecle-
siástica competente (cfr. c. 1297)". Este requisito es una consecuencia de la
naturaleza del contrato de arrendamiento que, si bien no transmite la propiedad,
es considerado por el legislador eclesiástico como un negocio que puede perju-
dicar la situación patrimonial del ente eclesiástico (cfr. c. 1295). Además, el c.
1298 prevé la misma regla que para el contrato de compraventa: salvo que se
trate de un asunto de muy poca importancia, los bienes eclesiásticos no deben
ser arrendados a los administradores o a sus parientes hasta el cuarto grado de
consanguinidad o afinidad, sin previa licencia especial escrita de la autoridad
eclesiástica competente.

3) La enfiteusis

Además de la compraventa y del arrendamiento, existen otros contratos de


uso frecuente en la administración de los bienes temporales de la Iglesia y que,
por tanto, no pueden ser ignorados por los operadores del derecho patrimonial
canónico, aunque no hayan sido contemplados en el Código. Es el caso, entre
otros, de la enfiteusis. Esta institución, de origen griego y recibida por el de-
recho romano, pervive en el derecho contemporáneo. La enfiteusis consiste en

50. Sobre el contrato de arrendamiento y sobre las particularidades de los contratos espe-
ciales de arrendan1iento de bienes, entre otros, el arrendamiento y leasing de ordenadores, véase
F. GALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 519-536; cfr. también J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos
de Derecho Civil,!!, Derecho de Obligaciones, o. c., v. 2, pp. 383-395. En muchos países existe
también un tratamiento específico del arrendamiento de fundos rústicos. Cfr., por eje1nplo, ibid.,
pp. 151-164.
51. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De rebus, o. c., pp. 342-343, nn. 857-858.
52. La Conferencia Episcopal italiana, en la Istruzione in materia amtninistrativa (n. 67)
incluye el arrendamiento entre los actos de administración extraordinaria. En cambio, la Confe-
rencia Episcopal Española ha determinado que «el arrendamiento de bienes eclesiásticos rústicos
y urbanos, comprendidos en el c. 1297, se equipara a la enajenación en cuanto a los requisitos
necesarios para su otorgamiento». Así lo establece el art. 4, 3) del Decreto General de 26.Xl. I983
(BOCEE 3 [1984] p. 103).

92
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

que el propietario cede a otros el disfrute de un inmueble con la obligación de


pagar un canon y de mejorar el fundo. A diferencia del arrendamiento, solo pue-
de tener por objeto bienes inmuebles y se transmite algo más que el simple uso:
se habla, en efecto, de transferir el dominio útil. De ahí la histórica distinción
entre el dominio directo y dominio útil, que corresponden, respectivamente, al
propietario y al enfiteuta. El llamado arrendamiento perpetuo, hecho a perpe-
tuidad o por largo tiempo, es una virtual enajenación 53 • La razón de ser de este
instituto es la mejora de los fundos, tanto urbanos como rústicos. Conforme a
una larga tradición, existe un límite mínimo, que se corresponde con las finali-
dades económicas y sociales del instituto".

4) El derecho de superficie

Esta figura se caracteriza por la superposición de dos propiedades distintas.


El dueño del suelo o del fundo tiene la propiedad de la superficie y del subsuelo,
mientras que todo o parte de cuanto se encuentra por encima del suelo -es decir,
las superestructuras (construcciones, plantaciones, etc.)- pertenece a otro propie-
tario55. La cesión contractual de la «superficie» (entendida en sentido genérico
como el conjunto de construcciones, obras, plantas y árboles sobre un terreno
ajeno) constituye un claro ejemplo de la desintegración del derecho de propiedad
en el ámbito inmobiliario. Este instituto presupone la creación de un derecho «in
re aliena» y, más concretamente, sobre un bien inmueble distinto del suelo. Este
instituto, ya conocido con algunas peculiaridades en el derecho romano", fue
posteriormente utilizado con frecuencia para legitimar las construcciones hechas
en terrenos de propiedad eclesiástica, considerados fundos inalienables. Este con-
trato consensual puede ser a título oneroso o gratuito, y su contenido y condicio-
nes de aplicación pueden variar según las distintas legislaciones civiles".

53. Algunos autores consideran que no existe una verdadera enajenación (cfr., por ej., G.
VROMANT, De bon is ... , o. c., p. 296, n. 357), mientras otros subrayan que, en la práctica, se trata
de una enajenación que genera un derecho a la percepción de un canon como contraprestación
(cfr., por ej., J. BRYS, Juris Canonici Compendiu1n, II, Bruges 1949w, n. 859). En cualquier caso,
se trata de un acto de disposición, que queda sujeto a las necesarias autorizaciones por parte de
la autoridad eclesiástica.
54. En el derecho italiano, este lí1nite mínimo es de 20 años (cfr. F. GALGANO, Diritto pri-
vato, o. c., pp. 159-160). Para la enfiteusis en derecho francés, véase A. BENABENT, Droit civil.
Les contrats spéciaux, Paris 1993, pp. 146-149. Para la enfiteusis en derecho español, cfr. L.
D1Ez-P1CAZO-A. GULLÓN, Sistema de Derecho Civil, v. 111, Madrid 2001, pp. 410-416.
55. Cfr. G. CoRNU, Droit civil: Introduction- les personnes - Les biens, Paris 2005", pp.
614-615.
56. Cfr. A. BURDESE, Manuale . .. , o. c., pp. 377-378; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BüNET,
Derecho Romano,/, o. c., pp. 319-321.
57. Esta cesión de derecho real era también muy apreciada en el derecho alemán, que daba
mayor relevancia al trabajo del constructor que al derecho del propietario del fundo. En derecho

93
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

5) Contratos de préstamo: comodato y mutuo

El préstamo se presenta bajo dos figuras distintas: el comodato y el mutuo.


Por comodato se entiende: «el contrato real concluido mediante la entrega de
una cosa por parte de un sujeto (comodante) a otro sujeto (comodatario), para
que el comodatario use gratuitamente la cosa, asumiendo la obligación de res-
tituirla al comodante»'". Por esta peculiaridad se lo llamaba también préstamo
de uso. El objeto del contrato es, por lo general, una cosa no consumible y no
fungible (mueble o inmueble). El mutuo, en cambio, es un préstamo de consu-
mo: se trata de cosas fungibles, cuya propiedad pasa a la persona que la recibe
(mutuario) con la obligación de restituir al mutuante otros tantos bienes del
mismo género y cualidad.
El comodato es un contrato real que se perfecciona con la entrega de la
cosa, esencialmente gratuito y unilateral -en otro caso, se trataría de un con-
trato distinto (arrendamiento)-y por un tiempo o para un uso determinado. En
ca'o contrario tendríamos un comodato precario, con obligación de restituir ad
nutum del comodante.
El mutuo es un contrato real y traslativo de la propiedad. El carácter de
contrato unilateral es menos claro: desde un punto de vista técnico-jurídico
parece que es un contrato unilateral, ya que surge esencialmente la obligación
del mutuario de restituir un tantundem. La eventual obligación de pagar, ade-
más, los intereses refuerza el carácter unilateral del contrato. Pero este aspecto
económico ha asumido un notable relieve, hasta el punto de que, en caso de
impago de los intereses por parte del mutuario, se aplica un remedio propio
de los contratos no unilaterales: la resolución por incumplimiento. Se trata por
tanto de un contrato a título oneroso.

6) Contratos reales de garantía: la prenda y la hipoteca

La prenda y la hipoteca (también llamada pignus conventum) constituyen


iura in re aliena". El propietario conserva la titularidad del bien, pero solo

español, cfr. L. DIEZ-PICAZO-A. GULLÓN, Siste1na de Derecho Civil, v. III, o. c., pp. 417-423; véa-
se también el estudio de Don JERÓNIMO GONZÁLEZ, El Derecho real de superficie, Madrid 1922.
Sobre el sistema italiano, véase F. ÜALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 156-157.
58. A. BuRDESE, Manuale .. ., o. c., p. 435 (la traducción del original italiano es nuestra).
El mismo autor trata del 1nutuo en las pp. 426 y ss. Cfr. también, J. ARIAS RAMOs-J.A. ARJAS
BONET, Derecho Rornano, /,o. c., pp. 630-632 y, para el mutuo, pp. 624-626. Véase también Ph.
MALAURIE-L. AYNES, Les contrats spéciaux, o. c., pp. 493-529.
59. Cfr. A. BURDESE, Manuale ... , o. c., p. 380; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET, Derecho
Romano,/, o. c., pp. 632-633.

94
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

puede disponer de él en la medida en que no sea deudor del titular del derecho
de prenda o de hipoteca 60 • ¿Cuál es la diferencia entre la prenda y la hipoteca?
Respecto al objeto, observamos que mientras la primera se constituye normal-
mente sobre bienes muebles, la segunda se da sobre bienes inmuebles". Ahora
bien, se trata de un criterio que hay que matizar, atendiendo a la ley civil vi-
gente. Un aspecto típico de la prenda es la transmisión material de la cosa al
acreedor, mientras que la hipoteca -contrato solemne- normalmente se consti-
tuye mediante inscripción en un registro público, lo cual permite al propietario
conservar el uso del bien hipotecado. De hecho, no es más que una prenda
convenida (pignus conventum).

7) El depósito

Del contrato de depósito, que solo afecta a las cosas muebles, surge la
obligación principal de custodiar para restituir. A diferencia de otros contratos,
como el comodato o el mandato, la custodia es el objeto primario y específico
de la obligación. Es un contrato real a título gratuito u oneroso, según la volun-
tad de las partes (con frecuencia será suficiente la condición del depositario, por
ejemplo, una empresa profesional de custodia, para manifestar esa voluntad).
El contrato real se perfecciona con la entrega de la cosa a título de mera deten-
tación (es decir, el depositante sigue siendo propietario y poseedor del bien). El
depositario debe restituir la cosa una vez cumplido el plazo fijado o a petición
del depositante y, en cuanto mero detentador del bien, debe también restituir
los frutos percibidos de la cosa en custodia 62 • Se habla de un depósito irregular
cuando el objeto del depósito es una cantidad de dinero o de otras cosas fungi-
bles, con la facultad de usarlas por parte del depositario. En este caso se aplican,
mutatis mutandis, las reglas del mutuo.

60. Con frecuencia, el acreedor pignoraticio y el acreedor hipotecario gozan de un derecho


de prelación erga 01nnes. Esto quiere decir que el acreedor obtiene el derecho de satisfacer sus
deudas con preferencia sobre los demás con lo que se obtenga de la venta del bien objeto de la
garantía, teniendo en cuenta que en las relaciones entre los diversos acreedores hipotecarios se
sigue un orden de prelación según su orden de inscripción; quiere decir, ade1nás, que el acreedor
podrá proceder a su ejecución incluso cuando el bien haya pasado a ser propiedad de una persona
distinta del deudor o deudores. Se comprende, pues, en qué sentido son derechos reales de garan-
tía para el acreedor (cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., p. 371). Yeáse también J.L. LACRUZ
BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrúnonial, o. c., pp. 185-190.
61. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De rehus, o. c., pp. 344-346, nn. 861-862.
62. Cfr. G. PUGLJESE, lstitu:ioni di diritto rornano, o. c., pp. 538-541; A. o'ORS, Derecho
Privado Rornano, o. c., pp. 558-561, §§ 467-470; A. BENABENT, Les contrats spéciaux, o. c., pp.
378-405.

95
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

4. LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA Y EXTINTIVA

La prescripción no es un instituto exclusivo del ámbito patrimonial, ya que


comprende tanto un sistema jurídico de adquisición de derechos -prescripción
adquisitiva o usucapio- como un sistema jurídico para librarse de obligaciones
respecto a un derecho ajeno o de una sanción de la autoridad (prescripción
extintiva o liberatoria). Esto explica que, en el ámbito patrimonial, la figura de
la prescripción pueda ser, según el caso, un modo originario (usucapión origi-
naria) o un modo derivado (usucapión de un bien de otro) de adquirir derechos.
En los casos de prescripción extintiva o liberatoria (caso de una deuda, de una
acción civil de otro, de una pena ... ) no se trata propiamente de adquirir un de-
recho, sino más bien de eximirse de una obligación. Confiere, entre otros, un
derecho de excepción, que se puede oponer a la acción reivindicatoria de otro.
El carácter general del instituto explica que se regule en el libro I del CIC
(ce. 197-199) y que su aplicación, como modo de adquirir la propiedad, se trate
en los ce. 1268-1270. ¿Cuál es la justificación de la usucapión? En principio, la
prescripción adquisitiva se justifica como un modo de prueba de la propiedad,
que no siempre es fácil de determinar, aunque actualmente resulte más fácil gra-
cias a la existencia de los registros de Ja propiedad. Desde este punto de vista, la
usucapión refuerza la seguridad jurídica, ya que permite, una vez transcurrido el
periodo de tiempo previsto, establecer con precisión quién es el propietario de un
determinado bien. Se evita así que se prolongue el temor del poseedor del bien y,
si llega el caso, se pone fin a un conflicto. Desde otra perspectiva, la prescripción
es también, lo hemos ya dicho, un modo de adquirir la propiedad. No se tratará
normalmente de despojar a un verdadero propietario a favor de un non dominus,
lo cual puede resultar injusto y contrario al carácter perpetuo de la propiedad (a
diferencia de los otros derechos reales). Se tratará más bien de adquirir la propie-
dad sobre un bien que se ha recibido, por venta o donación, de un no propietario,
que no ha podido, por tanto, transmitirla por carecer del título jurídico necesa-
rio. Pero también puede suceder que este sistema recompense al sujeto que se
ha comportado de hecho como verdadero propietario, y cuya actividad ha sido
socialmente útil, prefiriéndole al propietario que se ha desinteresado de un bien,
respecto del cual se puede pensar que ha renunciado, al menos implicitamente,
a su derecho. De este modo, la noción de usucapión encuentra su correlativo en
la de prescripción extintiva: así como el ejercicio de hecho, con el transcurso
del tiempo, se convierte en derecho (prescripción adquisitiva o usucapión), el no
ejercicio de un derecho puede dar lugar a su pérdida (prescripción extintiva)'''.

63. Sobre la prescripción adquisitiva en derecho francés, véase P. JOURDAIN, Les biens, en
Droit civil (dirs. G. MARTY et P. RAYNAUD), Paris 1995, pp. 244-260 (inmuebles); p. 491 (muebles).

96
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

Para adquirir derechos sobre un bien -tanto la propiedad, como la posesión


u otros derechos reales- no basta dejar pasar el tiempo. Hay requisitos espe-
ciales, sustancialmente aceptados por el derecho canónico, que, salvo algunas
excepciones, «canoniza» las normas del derecho civil con carácter general (cfr.
c. 197), y de modo particular en el derecho patrimonial (cfr. c. 1268). Estos
requisitos se remontan al derecho romano: materia adecuada, posesión, buena
fe, tiempo, título"'.
l.º) Materia adecuada.- En principio, todas las cosas son susceptibles
de prescripción. Sin embargo, la doctrina canónica tradicional consideraba la
excepción de las cosas imprescriptibles «aut ex natura rei aut speciali iuris
prohibitione» '". El Código no se refiere explícitamente a las cosas imprescrip-
tibles por naturaleza. En cambio, el c. 199 hace un elenco de cosas que, por
disposición de la ley canónica, no son susceptibles de prescripción: «los dere-
chos y obligaciones que son de ley divina natural o positiva; los derechos que
solo pueden obtenerse por privilegio apostólico; los derechos y obligaciones
que se refieren directamente a la vida espiritual de los fieles; los límites ciertos
e indudables de las circunscripciones eclesiásticas; los estipendios y cargas
de Misas; la provisión de un oficio eclesiástico que, por derecho, requiere
el ejercicio del orden sagrado; el derecho de visita y el deber de obediencia,
cuya prescripción haría que los fieles no pudieran ya ser visitados por ninguna
autoridad eclesiástica, ni quedasen sometidos a autoridad alguna». Hay que
tener también en cuenta que una persona jurídica privada no puede adquirir
por prescripción una cosa sagrada de la que sea titular una persona jurídica
pública (cfr. c. 1269). En cambio, si la cosa sagrada es propiedad de privados,
la prescripción adquisitiva es posible para otro privado, pero no es lícito des-
tinarla a usos profanos''''.
2.º) Posesión.- La posesión exige determinadas características. Es necesa-
ria la intención de tener la cosa como propia (animus rem sibi habendi), no basta
la simple detentación. Además, la posesión debe ser no solo pacífica y pública
(nec vi nec clam), sino también continua (sin abandono) y no interrumpida por
la intervención de terceros, sea por interrupción de derecho (acción judicial),
sea por interrupción de hecho (privación efectiva del disfrute del bien).
3.º) Buena fe.- La buena fe es un elemento moral exigido por el derecho
para la validez de algunos actos. Se trata de un juicio según el cual una persona
estima que posee justamente una cosa como suya sin lesionar un derecho de

64. Cfr. G. VROMANT, De bonis .. ., o. c., p. 120, n. 122.


65. Cfr., entre otros, Cfr. F.X. WERNz-P. VIDAL, lus canonicum, o. c., n. 821.
66. Desde el punto de vista de los ordenamientos estatales, no se pueden adquirir por me-
dio de la usucapión los bienes que no están a disposición de los particulares, por ej. bienes del
dominio público.

97
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

otro". Para usucapir la propiedad, el derecho romano exigía la buena fe solo al


inicio de la posesión. Este planteamiento, presente en varios códigos civiles, no
es aceptado, en cambio, por el ordenamiento canónico''". El c. 198 (en confor-
midad con el precedente Código) exige la buena fe continuada como condición
sine qua non de validez 69 • Si la buena fe no hubiese existido inicialmente, pero
hubiese surgido más tarde, el cómputo del tiempo empezaría a partir de ese
momento.
4.º) Tiempo.- Respecto al tiempo necesario para la usucapión, hay que
atender a la legislación civil competente'", pero teniendo también en cuenta
las reglas propias del ordenamiento canónico sobre las cosas sagradas y las
cosas preciosas. Estas últimas, en particular, tienen unos plazos especiales de
prescripción que se imponen sobre los plazos civiles. A tenor del c. 1270, «los
bienes inmuebles, los bienes muebles preciosos y los derechos y acciones, tanto
personales como reales, que pertenecen a la Sede Apostólica prescriben en el
plazo de cien años; los pertenecientes a otra persona jurídica pública eclesiás-
tica, en el plazo de treinta años». Estos plazos son los mismos del c. 1511 * ".

67. La canonística tradicional distinguía entre la buena fe que se apoya sobre argumentos
indirectos -en definitiva, sobre la conciencia o la íntima convicción- y aquella que se funda sobre
argunientos directos, como un título jurídico. La primera es denominada también buena fe «teo-
lógica», y la segunda, «jurídica». ¿Cuál es la que requiere de forma continuada el c. 198? Parece
que se trata de la buena/e teológica. La buena fe «jurídica» solo se necesita cuando lo requiera el
derecho estatal aplicable (cfr. G. VROMANT, De bonis . .. , o. c., n. 143; P. FEDELE, Lezioni di diritto
patrimoniale canonico, Roma 1977, pp. 37 y ss.). En otros términos, el título jurídico civil no es
necesario para fundamentar la buena fe, salvo cuando la ley estatal aplicable lo requiera. Además,
el mero título jurídico de por sí no es suficiente. El ordenamiento canónico, de hecho, aunque
exija nlenos en 1nateria de prueba, requiere 1nás cuando, superando los esquen1as del positivismo
jurídico, reclaina el respeto del derecho divino, así con10 de la propia conciencia: de esta fonna
queda más patente la buena fe canónica.
68. Por ej., en el derecho civil italiano, el papel que el legislador reserva a la buena fe -al
hecho de no ser consciente de dañar el derecho de propiedad de otnr es el de reducir en diez
años el tiempo necesario. Con un periodo de tiempo 1nás largo, incluso un posesor de mala fe
puede adquirir la propiedad (cfr. art. 1161 del Código civil italiano). Refiriéndose al Código civil
español escribe Castán: «Nuestro Código parece sancionar la doctrina canónica, a juzgar por el
artículo 435 que determina que la posesión adquirida de buena fe no pierde este carácter sino en
el caso y desde el mo1nento en que existan actos que acrediten que el poseedor no ignora que
posee la cosa indebidamente» (J. CASTÁN TüBENAS, Derecho Civil .. ., o. c., t. 2, v. 1, p. 387).
69. Encontramos aquí un interesante ejemplo de «canonización» parcial de una institución
civil, que está lin1itada por la peculiar finalidad del derecho de la Iglesia (cfr. J. M1NAMBRES, La
remisión de la ley canónica al derecho civil, Ro1na 1992, p. 104 ).
70. Por ej., el Código civil italiano distingue entre bienes muebles e in1nuebles, y toma en
consideración Ja posible universalidad de los bienes así co1no su eventual registro (cfr. arts. 1158~
1162). El Código civil español adopta una solución similar (cfr. arts. 1955-1960).
71. En los trabajos preparatorios, se discutió si reducir los plazos de 100 y 30 años y reen-
viar la cuestión a la legislación estatal. Pero esta propuesta fue rechazada para evitar grandes
disparidades de plazos de tie1npo. Algún consultor propuso, en cambio, no admitir plazos de
prescripción sobre los bienes de la Sede Apostólica (cfr. Com 12 [1980] p. 407). Además, según
la canonística tradicional, subsisten --en virtud del c. 4- los privilegios de los vencimientos de

98
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

Quedan, por tanto, fuera de la normativa canónica los bienes muebles no pre-
ciosos que son propiedad de la Sede Apostólica o de otra persona jurídica públi-
ca de la Iglesia; estos bienes están sujetos a los plazos de la prescripción civil.
5. 0 ) Título.- Puede servir de título jurídico cualquier título idóneo para
transmitir la propiedad (acto de compraventa o donación). Además de los ver-
daderos títulos, valen también los llamados títulos colorados, esto es, idóneos
en sí mismos para transferir la propiedad pero inválidos a causa de un defecto
oculto, y los títulos putativos, es decir, los basados en una falsa opinión".

5. MODOS INDIRECTOS: MODIFICACIONES


DE LAS PERSONAS JURÍDICAS

Tradicionalmente, las modificaciones de las personas jurídicas se han in-


cluido entre los modos de adquirir (cfr. ce. 1500 y 1501 *).El vigente Código,
en cambio, solo habla de ellas en las normas generales sobre las personas ju-
rídicas. Esta novedad resulta lógica, ya que la finalidad fundamental de estas
modificaciones no es de naturaleza patrimonial, aunque origina necesariamente
consecuencias estructurales de este tipo. No obstante, parece razonable incluir
estas modificaciones entre los modos indirectos de adquirir la propiedad, con
independencia de que el efecto en el plano patrimonial haya sido o no queri-
do''. Aunque los ce. 121-123 tomen en consideración solo la unión, la división
y la extinción de personas jurídicas, cabe también la posibilidad de una trasfor-
mación de una persona jurídica existente, con implicaciones patrimoniales sig-
nificativas y que, incluso, produzca una ampliación del patrimonio eclesiástico.
Tal supuesto justifica su mención entre los modos indirectos de adquisición de
bienes eclésiásticos. Los ce. 121 y 122, en su tenor literal, se refieren solo a las
personas jurídicas públicas. Sin embargo, son también útiles para los demás
entes. En primer lugar, examinaremos las normas sobre las personas jurídicas
públicas, que, como veremos, son supletorias, pues prevalece sobre ellas la
voluntad de los fundadores y de los donantes, así como la tutela de los derechos
adquiridos".

prescripciones de cien años a favor de los Franciscanos, Capuchinos y Cistercienses, y de sesenta


años para los Benedictinos y los Mendicantes (cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Co1nentario al c. 1270,
en Código ... , o. c.).
72. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, !us canonicum, o. c., n. 826.
73. Cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración .. ., o. c., p. 172.
74. Véase también infra, cap. VIII, 2, f), donde trataremos de las consecuencias patrimo-
niales de la supresión de un instituto religioso.

99
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

A) MODIFICACIONES DE PERSONAS JURÍDICAS PÚBLICAS

1) La unión

La unión de dos personas jurídicas públicas puede tener lugar mediante


una estructura federativa, mediante una incorporación, o mediante una ver-
dadera y propia fasión. El c. 121 se aplica al tercer caso, es decir, cuando la
unión da vida a una nueva y única persona jurídica, con la extinción de las dos
personas preexistentes. Si el conjunto de los bienes «se unen formando una sola
totalidad con personalidad jurídica, esta nueva persona jurídica hace suyos los
bienes y derechos patrimoniales propios de las anteriores, y asume las cargas
que pesaban sobre las mismas; pero deben quedar a salvo, sobre todo en cuanto
al destino de los bienes y cumplimiento de las cargas, la voluntad de los funda-
dores y donantes, y los derechos adquiridos» (c. l 21).

2) La división

En el supuesto contrario, si el conjunto se divide de tal manera que una


parte de él se une a otra persona jurídica pública o con la parte desmembrada
se erige una persona jurídica pública distinta (por ejemplo, la erección de una
nueva diócesis o parroquia), «la autoridad eclesiástica a la que compete realizar
la división, respetando ante todo la voluntad de los fundadores y donantes, los
derechos adquiridos y los estatutos aprobados, debe procurar por sí o por un
ejecutor:
l.º) que los bienes y derechos patrimoniales comunes que pueden dividir-
se, así como las deudas y demás cargas, se repartan con la debida proporción
y de manera equitativa entre las personas jurídicas de que se trata, teniendo en
cuenta todas las circunstancias y necesidades de ambas;
2. º) que las dos personas jurídicas gocen del uso y usufructo de los bienes
comunes que no pueden dividirse, y sobre ambas recaigan las cargas inherentes
a esos bienes, guardando asimismo la debida proporción, que debe determinar-
se equitativamente» (c. 122).
Por ejemplo, una biblioteca es, por lo general, un bien indivisible, ya que
si se divide perdería su valor. En caso de división de la persona jurídica titular
de dicho bien, se procurará regular ex aequo et bono -conservando la propie-
dad común de la biblioteca- su uso y usufructo, así como las correspondientes
cargas.

100
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES

3) La extinción

En caso de extinción de una persona jurídica pública -a causa de un de-


creto de la autoridad eclesiástica o por cesación de toda actividad durante cien
años-", el destino de los bienes y de los derechos patrimoniales, así como de
las cargas, se rige por el derecho común y los estatutos. En caso de silencio de
estos, los bienes pasan a la persona jurídica inmediatamente superior (por ej.,
la diócesis respecto de la parroquia)", quedando siempre a salvo la voluntad
de los fundadores o donantes, así como, obviamente, los derechos adquiridos
(cfr. c. 123) ".

4) La trasformación con repercusión en el patrimonio

Además de esas modificaciones de las personas jurídicas públicas previstas


en el CIC, puede darse también el supuesto de la trasformación de una persona
jurídica privada en pública, o viceversa. En el primer supuesto -transformación
de persona privada en pública- los bienes del ente pasan a ser bienes eclesiás-
ticos; en cambio, en el supuesto contrario, los bienes dejan de ser eclesiásticos
y se produce una disminución del patrimonio eclesiástico. Ambos supuestos
pueden analizarse de dos modos distintos: bien como un único acto jurídico (en
virtud del cual no cambia el sujeto, sino tan solo su naturaleza pública o priva-
da), bien como dos actos sucesivos (extinción de la persona jurídica existente
seguido por la constitución de una nueva persona jurídica). La primera solu-
ción, o sea, la del acto único, además de simplificar el procedimiento, permite
evitar eventuales problemas relativos a la aplicación del c. 123, sobre todo en el
caso de extinción de una persona jurídica pública. ¿A qué problemas nos refe-
rimos? Se trata de las dificultades que podrían surgir cada vez que los estatutos
de la persona jurídica suprimida no indicasen con suficiente precisión el destino
de sus bienes. En efecto, según el c. 123, dichos bienes deberían pasar a la per-
sona jurídica inmediatamente superior, lo que puede a veces causar problemas

75. Cfr. c. 120.


76. La persona jurídica inmediatamente superior es «aquella que persigue el 1nismo fin o
uno análogo» (Com 6 [1974] p. 100, n. 7). La identificación es más problemática cuando se trata
de personas jurídicas que no están ordenadas entre sí jerárquicmnente. Por ej., dos asociaciones
plenamente autónomas y sin relación entre ellas. Tratándose de personas jurídicas de carácter
diocesano, la persona inmediatamente superior será la diócesis. En los casos de duda, la decisión
corresponde a la autoridad eclesiástica de la cual depende la persona jurídica suprimida. Como
regla general, será aquella que había erigido la persona jurídica y tiene la facultad de suprimirla
(cfr. L. CHIAPPETIA, Comentario al c. 123, en Codice ... , o. c.).
77. Cfr. G. VROMANT, De bonis .. ., o. c., pp. 69-71, nn. 60-61.

101
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

de identificación, dudas o incluso polémicas. Además, podría suceder que la


persona jurídica inmediatamente superior se opusiese a la cesión de los bienes
de la persona jurídica extinguida a la nueva persona jurídica que se quiere cons-
tituir. Por otra parte, siguiendo la vía conceptual del acto único de trasforma-
ción, la «privatización de la persona jurídica» aparece como una modificación
importante y debe estar sometida a un cierto control, ya que implica que los
bienes de la misma cambian de naturaleza: en efecto, al dejar de ser eclesiásti-
cos, salen del patrimonio eclesiástico desde el momento de la trasformación de
la persona jurídica titular y, por lo tanto, dejan de estar sujetos, en principio, al
régimen administrativo del libro V. Estas últimas consecuencias patrimoniales
llevan a suponer que una operación de «privatización» de este tipo, aunque no
produzca ningún cambio de titular de los bienes, sino solo una modificación de
las condiciones de este titular, debería ser asimilada a una enajenación y, por lo
tanto, debería sujetarse a las normas establecidas en los ce. 1291-1295 '"·

B) MODIFICACIONES DE LOS DEMÁS ENTES

Para las personas jurídicas privadas y, más ampliamente, para los entes
que no tienen personalidad jurídica, habrá que referirse a los propios estatutos,
como señala explícitamente el Código para la extinción de una persona jurídica
privada (cfr. c. 123) 79 •

78. Cfr. L. NAVARRO, Diritto e volontii di associazione dei fedeli, en JE 17 (2005) pp. 97-98.
79. Sobre las causas de extinción de la persona jurídica, véase c. 120. Cfr. S. BUENO SAU-
NAS, la noción de persona jurídica ... , o. c., pp. 243-246. Un ejemplo de trasformación de un ente
sin personalidad jurídica en persona jurídica pública canónica se nos ofrece en el caso de Caritas
lnternationalis (véase el análisis y el comentario de J. MINAMBRES, Status giuridico-canonico di
«Caritas internationalis», en /E 17 [2005} pp. 295-302).

102
CAPÍTULO V

LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

La materia de la financiación de la Iglesia ha sufrido cambios sustanciales


respecto al sistema codicia! pío-benedictino. Llama la atención en el derecho
vigente la relevancia otorgada al derecho-deber de los fieles de contribuir gene-
rosamente a las necesidades eclesiales (cfr. c. 222 § !). Siguiendo la invitación
del Concilio Vaticano 11 -particularmente explícita en los nn. 20 y 21 del decr.
Presbyterorum Ordinis-, en el contexto de la imprescindible contribución de
los fieles al sostenimiento de los clérigos, el legislador ha querido resaltar la
educación en la libertad y responsabilidad de cada fiel en la personal contribu-
ción a las necesidades temporales de la Iglesia. Esta colaboración, qne el Obis-
po diocesano debe recordar y que la sociedad civil no puede prohibir (c. 1261),
puede llevarse a cabo de diversas maneras (cfr. c. 1259), sobre todo a través de
oblaciones voluntarias, pero también por medio de tasas y de impuestos (cfr. c.
1260). En este capítulo, nos detendremos sobre todo en estas fuentes eclesiales
de autofinanciación, y después hablaremos brevemente de modos de financia-
ción de naturaleza extra-eclesial. Los diversos sistemas de financiación deben
ser suficientes para cubrir el sostenimiento del clero, de manera que puedan
sustituir la superada institución beneficia!, allí donde todavía sea necesario.

l. LAS OFRENDAS VOLUNTARIAS

En el concepto general de «ofrendas voluntarias» se incluyen todas las


aportaciones de tipo voluntario, ya sea por propia iniciativa, ya sea a petición
de la autoridad. Se trata, en definitiva, de aquellas aportaciones que no respon-

103
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

den al cumplimiento de una obligación estrictamente jurídica 1• La inversión


del orden de los cánones 1262 y 1263, que da preferencia a las contribuciones
solicitadas sobre los tributos, subraya que el medio ordinario de financiación
es la ayuda voluntaria de los fieles. No se excluyen, sin embargo, los tributos
como medio extraordinario'. El respeto de la finalidad de las oblaciones (c.
1267 § 3) y de la voluntad del donante constituye un principio importante de
la materia. Teniendo en cuenta que la terminología codicia] relativa a esta
materia no es siempre precisa, parece útil ofrecer un elenco de las categorías
más importantes de oblaciones voluntarias por orden de prioridad: las ofren-
das espontáneas (no solo donaciones, testamentos y legados, sino también las
ofrendas con ocasión de servicios pastorales); y las ofrendas solicitadas (co-
lectas y peticiones de limosna). Todas las ofrendas voluntarias espontáneas,
incluso las entregadas con ocasión de servicios pastorales, como veremos,
pueden caber en el concepto canónico de causa pía. Por lo tanto, pueden ser
objeto, según los casos, de la disciplina codicia] sobre las pías voluntades en
general y, eventualmente, de la referida específicamente a las fundaciones
pías (cfr. ce. 1299-1310).

A) LAS OFRENDAS ESPONTÁNEAS

1) Premisa: los conceptos canónicos de pía voluntad y causa pía

Existen dos acepciones del concepto de pía voluntad: !.º)en cuanto acto
jurídico por el cual se dispone de un bien en favor de la Iglesia; 2.º) en cuanto
bien destinado a título gratuito a la Iglesia. En otras palabras, por pía voluntad
se entienden, por una parte, los negocios por los cuales personas que tienen
capacidad reconocida por el derecho disponen libremente de sus propios bienes
a favor de la Iglesia para que esta logre sus propios fines (cfr. c. 1254 § 2)3,
ya sea mediante actos entre vivos o con la eficacia condicionada a la muerte.
Además de esta dimensión -que se podría denominar in fieri- de las pías volun-

1. El c. 222 § 1 enuncia un deber moral de contribuir a las necesidades de la Iglesia. Para


convertirse en fuente de obligación jurídica, este principio necesita una mayor concreción y de-
terminación (cfr. V. DE PAOLJS, I beni. .. , o. c., p. 105).
2. Cfr. Com 12 (1980) pp. 428-429.
3. La propuesta de no utilizar la tradicional expresión «pía» para cualificar las voluntades o
las causas fue rechazada. Se había propuesto la sustitución de dicha expresión por la de «voluntas
in fines Ecclesiae» (cfr. Com 12 ll 9801 pp. 428-429). Para una exposición de dichos conceptos
en el CIC de 1917, véase L. TRIVERO, Pie volontil e piefonda;:,ioni, en GRUPPO ITALIANO DoCENTJ
DI DIRITTO CANONICO, 1 beni temporali della Chiesa (Quaderni de la Mendola 4), Milano 1997,
pp. 94-96.

104
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

tades, existe también una dimensión in facto esse, constituida por los propios
bienes destinados a la Iglesia y por las mismas instituciones de las que han
pasado a formar parte. Ambas son consideradas causas pías 4 •
Por lo que respecta al calificativo de «pía», la doctrina canónica ha pre-
cisado su sentido respecto a la noción romanística originaria atribuida a las
fuentes justinianeas 5, señalando los elementos que diferencian las causas pías
de las liberalidades civiles o profanas 6 • Según la tradicional acepción canónica,
presente tanto en el ere de 1917 como en el vigente', una pía voluntad debe
reunir algunos requisitos específicos, que Vromant ha sintetizado de esta forma:
la piedad, una intención sobrenatural de la persona disponente y la objetiva
destinación a una causa pía".
No resulta problemático tener en cuenta este último criterio, ya que son
consideradas objetivamente pías tanto las celebraciones de la Santa Misa o de
otros actos de culto, como cualquier manifestación de caridad cristiana: desde
las variadas formas de apostolado y de ayuda espiritual hasta las diversas ini-
ciativas de colaboración material y asistencial. En cambio, estarían excluidas
las iniciativas caritativas exclusivamente profanas a favor de entes situados cla-
ramente fuera de la esfera eclesial".
Los otros dos elementos (la piedad y la intención sobrenatural) son de
aplicación menos pacífica: tanto por los riesgos que supone un intento de ob-
jetivación de aspectos tan personales como la piedad personal y la intención
sobrenatural, como también por su carácter obsoleto e inadecuado a la sociedad
secularizada de hoy, en la que hay no creyentes y ateos -cada vez más nume-
rosos- que quieren ayudar a la Iglesia con una finalidad o intención meramente
humana o filantrópica. Las liberalidades que no responden a estos dos requisi-
tos, ¿dejan por ello de ser causas pías? Según una interpretación rigorista -no
unánimemente compartida- de la canonística tradicional, parece tratarse de Ji-

4. Cfr. F.R. AZNAR GIL, la ad1ninistración ... , o. c., p. 218.


5. Cfr. J.J. RUBIO, El concepto de causa pía en los juristas clásicos espai"íoles. Estudio
histórico-jurídico, en /C25 (1985) pp. 146-147.
6. No se deben confundir las liberalidades civiles o profanas -no regidas por el derecho ca-
nónico- con las causas pías (eclesiásticas o también laicales). Mientras las causas pías eclesiás-
ticas se refieren a los bienes eclesiásticos, es decir bienes pertenecientes a una persona jurídica
pública de la Iglesia, las causas pías laicales, siendo también verdaderas liberalidades regidas
por el derecho canónico, se refieren, sin embargo, a bienes cuyos titulares son fieles o personas
jurídicas privadas de la Iglesia (cfr. V. DE PAOLIS, I beni ... , o. c., p. 225). En paralelo con la ter~
1ninología propuesta para los bienes no eclesiásticos (véase supra, cap. 111, 2), se podría pensar
en una expresión más adecuada que la de laical para designar estos actos de liberalidad y hablar,
por ej., de causas pías eclesiales o de causas pías privadas.
7. Cfr. J.M. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, Conientario al título IV (ce. 1299-1310), en Co-
tnentario Exegético ... , o. c.
8. Cfr. 0. VROMANT, De bonis ... , o. c., p. 137, n. 153.
9. Cfr. V. DEL G1UDICE, No::.ioni di diritto canonico, Milano 1970 12 , p. 425, n. 167.

105
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

beralidades civiles o profanas y, por lo tanto, no tuteladas por el ordenamiento


canónico. Sin embargo, conviene preguntarse si esta solución, propia de una
sociedad cristiana, resulta aceptable para el mundo culturalmente pluralista y
religiosamente ecuménico que se perfila en el alba del tercer milenio.
No se trata solamente de una cuestión de oportunidad sino también de equidad: ¿es
justo que, por el solo hecho de que un donante no haya tenido una intención sobrenatural
o que se haya movido por una caridad meramente natural (o no «cristiana») en el mo-
mento de la liberalidad, deba cambiar de naturaleza su contribución a las necesidades
eclesiales? ¿Por qué no valorar más el hecho de que su liberalidad está objetivamente
destinada a la Iglesia? Además del inconveniente derivado de la difícil objetivación de
estas realidades subjetivas, nos parece que es una exigencia de justicia que su posible
ausencia no obstaculice la tutela canónica del derecho del donante, o sea el respeto de
su voluntad (cfr. ce. 1300 y 1301). Para poder gozar de la protección jurídica propia de
las causas pías, ¿por qué no habría de considerarse suficiente la voluntad de cooperar a
las necesidades temporales de la Iglesia 10 ? Si este plantea1niento de la cuestión es váli-
do, parece preferible ampliar el concepto de pía voluntad respecto al concepto canónico
tradicional 11 , adaptándolo a las circunstancias actuales 1='.

Por ello, según nuestro parecer, nada impide la adopción de una solución
más flexible, englobando en la noción de pía voluntad toda disposición hecha
-lógicamente respetando la objetiva destinación a un fin eclesial- a favor de en-
tes o de fieles en la esfera eclesial sin posteriores requisitos, ya sean subjetivos
(piedad, caridad cristiana o intención sobrenatural), u objetivos (reconocimien-
to formal del ente). El c. 1299 parece sostener esta interpretación del concepto
de pía voluntad. De iure condendo, la ya mencionada propuesta de los trabajos
preparatorios -es decir, la sustitución del término «pío» por una determinación
objetiva: «in fines Ecclesiae»- parece seguir siendo oportuna.

10. En este sentido, ver G. VROMANT, De bonis ... , o. c., p. 137, nota 4.
11. Un interés por la ampliación del concepto de pía voluntad también se observa en J.-C.
PÉRISSET, Les biens temporels ... , o. c., p. 227-228.
12. Una primera solución para llegar a este objetivo, en el contexto normativo actual, con-
sistiría en admitir como «pía» una liberalidad meramente humana ---0 sea, privada de la piedad
o intención sobrenatural-, siempre que sea destinada a una institución fonnalmente <<erigida o
aprobada por la Iglesia» (cfr. V. DE PAOLIS, f beni ... , o. c., p. 226). Sin embargo, conviene pre-
guntarse: ¿es verdaderainente necesario el recurso al criterio fonnal de la erección o aprobación
eclesiástica respecto al ente beneficiario?
Otra posibilidad es reconocer la prevalencia del elemento externo afinnando que es sufi-
ciente la destinación de una liberalidad a un instituto o un acto objetivamente pío. La intención se
toma en consideración sola1nente como elemento subsidiario, en el caso en que el acto en sí sea
indiferente, es decir, que no permita encuadrar la liberalidad ni en la esfera eclesial ni en la civil
(cfr. I. VISSER, De so/en1nitatibus piaruni voluntatum, en Ap 20 [19471 p. 65). Este autor no con-
sideraba necesario que la entidad a la que se hacía la liberalidad estuviese dotada de personalidad
jurídica o de algún reconocimiento formal.

106
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

Además, desde otro punto de vista, una concepción moderna de las pías
voluntades debería consentir la integración en esta categoría no solo de los
negocios inter vivos o mortis causa, sino también de las ofrendas con ocasión
de servicios pastorales. La consideración de dichas oblaciones entre las causas
pías estaría de acuerdo con las aportaciones conciliares que, como veremos,
impiden el uso, en esta materia, del término «tasas» y, por lo tanto, de entradas
«de derecho público»". Sobre esta cuestión volveremos más adelante"; ahora
veremos la primera fuente de las contribuciones voluntarias (aquellas que, en la
mente conciliar y codicia!, constituyen las fuentes prioritarias de medios para
la Iglesia): las donaciones.

2) Donaciones

En cuanto liberalidad destinada a la Iglesia, la donación es regulada tam-


bién por la disciplina canónica sobre las pías voluntades, que estudiaremos más
adelante". Ahora podemos afrontar la donación como acto bilateral entre vi-
vos, o más precisamente, como contrato unilateral de derecho civil 16 •

a') El contrato de donación

El contrato de donación es el prototipo de los actos de liberalidad entre vi-


vos". En cuanto liberalidad, requiere el animus donandi, que caracteriza a los

13. Esta calificación era pacífica en la doctrina precedente al CIC 83 (ver, por ej., A. Mos-
TAZA RooRfGUEZ, Derecho patrimonial canónico, en CATEDRÁTICOS DE DERECHO CANÓNICO DE
UNIVERSIDADES ESPAÑOLAS, Derecho Canónico, Pamplona 1977~. p. '336). Obse1vamos que, in-
cluso después de la pro1nulgación del nuevo Código, el 1nismo autor continúa considerando estas
ofrendas co1no tasas, en el ámbito de los «tributos». Para él, por lo tanto, la n1odificación habría
sido sobre todo nominal: con el objetivo de no herir la sensibilidad de los fieles no se utiliza ya el
ténnino tasa, pero la naturaleza de esta institución no habría sido cambiada radicalmente (cfr. A.
MOSTAZA RODRIGUEZ, Derecho patrimonial, en AA. VV., Nuevo Derecho Canónico, o. c., p. 436).
Sin embargo, nos parece que el cambio no ha sido solo terminológico, de modo que la noción de
ofrenda con ocasión del servicio pastoral se acercaría ahora más a la pía voluntad que a la tasa.
Entre los autores que han rechazado la consideración de esras oblaciones como tasas, véase M.
LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1264, en Código ... , o. c.
14. Véase infra, cap. V, 2.
15. Véase infra, cap. V, 1, a), 5). Además, es necesario tener en cuenta los posibles concor-
datos o acuerdos entre la Santa Sede y el Estado, que permiten el establecimiento de condiciones
especiales (exenciones, reducciones ... ) para los donativos destinados a fines y entidades religio-
sas. Véase, entre otros, el Acuerdo sobre Asuntos Económicos (3.1.1979, arts. IV, le y IV, 2) entre
la Santa Sede y España.
16. Para evitar inútiles repeticiones y favorecer el tratamiento unitario de la cuestión,
afrontaremos la donación siguiendo el mismo 1nétodo del cap. IV.
17. Existe también la categoría de las donaciones rnortis causa, intermedia entre las do-
naciones entre vivos y el testamento. Este contrato es revocable hasta la muerte del donante y
transfiere la propiedad solo después de ese momento. La aceptación por parte del donatario debe

107
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

actos a título gratuito. Supone por lo tanto, el empobrecimiento voluntario de


un sujeto y el enriquecimiento correlativo de otro. Se distingue entre donación
proprie dicta (cuando no hay ninguna obligación para el donatario, ni siquiera
de gratitud) e improprie dicta'".
La donación 19 puede tener contenidos muy diversos 20 :
l.º) las donaciones reales constituyen o transfieren un derecho sobre un
bien;
2. 0 ) las donaciones liberatorias constituyen la renuncia a un derecho (cré-
dito, usufructo, servidumbre, ... );
3.º) mediante las donaciones promisorias se asume una obligación en favor
del donatario.
Para la formación del contrato -o sea, para su validez y no solo para su
eficacia-, es necesaria sobre todo la voluntad del donante -supuesta la debida
capacidad- y también la aceptación del donatario. Hasta que la aceptación no
sea notificada al donante, tanto el donante como el donatario pueden revocar su
declaración. La irrevocabilidad de las donaciones (y de las otras liberalidades
entre vivos) es una nota característica de este contrato, al contrario del principio
de revocabilidad propio de los actos mortis causa". Puede ser objeto de la do-
nación cualquier bien del patrimonio del donante, con la exclusión de Jos bienes
futuros (sería, de hecho, una donación nula). El donante puede reservarse, en
beneficio propio o de otros, el usufructo de las cosas donadas.
La donación es un negocio solemne, que debe ser realizado por acto públi-
co bajo pena de nulidad. Si está contenida en el mismo acto, la forma pública se
requiere tanto para el ofrecimiento como para la aceptación. Para cumplir este
acto notarial no se puede renunciar a la presencia de testigos. Para la validez de
la donación de cosas muebles, generalmente se requiere que el valor de estas
cosas sea indicado en el acto de donación o con una nota aparte.

preceder a la 1nuerte del donante (cfr. F. ÜALGANO, Diritto privato, o. c., p. 850 y 828). Por lo que
respecta al derecho civil español, veáse J. CASTÁN TüBEÑAS, Derecho Civil. .. , o. c., t. 4, pp. 226-
230. Respecto al derecho civil belga y francés, véase L. RAUCENT, les lihéralités, éd. refondue,
Louvain-la Neuve 1991, pp. 132-137.
18. Cfr. B. BIOND!, lnstituzioni di diritto ro1nano, Milano 19654, pp. 752-767; A. o'ORs,
Derecho Privado Ron1ano, o. c., pp. 413-414, § 332.
19. Se entiende la donación directa. Es de resaltar el concepto de donación indirecta, que se
obtiene solo por exclusión. Se trata, en efecto, de todos los actos de liberalidad entre vivos que no
puedan calificarse como donación directa: la liberalidad es el resultado del acto, pero el objeto de
aquel acto no es el cumplimiento de una liberalidad. Ejemplos típicos de donaciones indirectas -a
menudo 1notivadas por consideraciones de naturaleza fiscal- son: la aseguración a favor de un terce-
ro, la remisión de una deuda, el pago de una deuda ajena, la constitución de una renta vitalicia, etc.
20. Cfr. A. ThABUCCHI, lnstituzioni ... , o. c., pp. 915-927.
21. Determinadas legislaciones civiles han previsto excepciones a esta regla (por ej., tanto
el Código civil español como el italiano prevén el caso de la ingratitud del donatario por hechos
establecidos en la ley y la superveniencia o supervivencia imprevista de hijos del donante).

108
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

Con10 excepción al requisito de la solemnidad, es necesario aludir a la llamada


donación 1nanual, en la cual basta la transmisión de la posesión de la cosa donada 22 •
Si bien no se requiere ninguna formalidad ni para la donación ni para la aceptación 2-',
sin embargo, estos contratos (denominados también en francés «de la main chaude»)
son sometidos a algunos requisitos: 1. 0 ) que se trate de bienes muebles; 2.º) que sean de
módico valor, en función de la condición económica del donante; 3. 0 ) que se dé la efec-
tiva transmisión de los bienes (también vale la donación de bienes ya en posesión del
donatario). Entre las donaciones manuales están comprendidas también las oblaciones
de caridad, los regalos, los donativos hechos con ocasión de aniversarios, etc.

b') La capacidad de donar, recibir y aceptar


Obviamente, para cualquier contrato de donación, es necesario tener la
capacidad ya sea de donar, ya sea de recibir o de aceptar (que no son lo mismo)
la donación.
1. 0 ) Para donar, se requiere la plena capacidad de disponer. Por ello, se exclu-
yen los menores, los que lo tienen prohibido y los inhabilitados, además de todos
aquellos que, en el momento del acto, fueran incapaces de entender o de querer.
Sin embargo, en virtud del principio habilis ad nuptias habilis ad pacta nuptialia,
un menor o un inhabilitado puede hacer una donación, con la asistencia de quie-
nes ejerzan la tutela, de acuerdo con las capitulaciones matrimoniales.
2. 0 ) Respecto a la capacidad de recibir, muchos códigos civiles han elimi-
nado las especiales incapacidades para recibir donaciones previstas en el pasa-
do respecto a los hijos naturales no reconocidos y para las relaciones recípro-
cas entre los cónyuges. Es también muy significativo el derecho del nasciturus
-también el no concebido- de ser destinatario de una donación: en muchos
ordenamientos estatales basta que se trate de un hijo de una persona que vive al
tiempo de la donación 24 •
3.º) Por lo que se refiere a la capacidad de aceptar, se aplican las reglas
generales sobre la capacidad contractual. El requisito de la capacidad de aceptar
tiene una doble justificación: por una parte, las donaciones pueden estar grava-
das por cargas, y por otra, el donatario tiene siempre la obligación de proporcio-
nar los alimentos al donante que después comience a pasar necesidad, sin que
dicha obligación supere el valor de la donación.

22. Cfr. F. ÜALGANO, Diritto privato, o. c., p. 849; G. MARTY~P. RAYNAUD, Droit civil. Les
successions et les libéralités, Paris 1983, pp. 386~391; J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil. .. ,
º· c .. t. 4, pp. 240.
23. Cfr. D. TtRAPU, Co1nentario al c. 1267, en Con1entario exegético ... , o. c.
24. La doctrina considera generalmente aplicables los adagios «infans conceptus pro nato
habetur quoties de commodis eius agitur» y «nasciturus pro iam nato habetur», siempre que se
cumpla la condición de que el que va a nacer nazca vivo.

109
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3) Las sucesiones mortis causa: a título de herencia o de legado

a') Premisa: los actos mortis causa


Se habla de acto jurídico mortis causa cuando la muerte se considera pre-
supuesto necesario para la eficacia del acto. A esta categoría se contraponen to-
dos los otros actos entre vivos. El principio fundamental del derecho sucesorio
es el siguiente: con la muerte del de cuius (se entiende: is de cuius hereditate
agitur; es decir, «aquel de cuya herencia se trata»), sus derechos patrimoniales,
salvo aquellos que están estrechamente ligados a la persona (por ej. una pensión
alimenticia)", se transmiten a otros sujetos. De esta forma se evita la extinción
de los derechos (y obligaciones) y también, como consecuencia, el que una
cantidad enorme de bienes se conviertan en res nullius".
La sucesión por causa de muerte se realiza entre el de cuius o testador
(también llamado causante) y el sucesor, heredero o legatarfo" (causahabien-
te). Existen, de hecho, dos sistemas de sucesión: la sucesión testamentaria (por
testamento o legado) y la sucesión legal (por ministerio de la ley). La segunda
cumple una función subsidiaria respecto de la primera. En efecto, la sucesión
testada puede ser una disposición a título universal o a título particular: si el
de cuius dispone de todos sus bienes por testamento, el sistema hereditario
establecido por la ley (sucesión legal) servirá solo para garantizar las cuotas
necesariamente debidas a algunas categorías de parientes más cercanos (los
«herederos forzosos»); si, en cambio, no hay testamento o la disposición es a
título particular, la sucesión legal lo sustituirá o lo completará. En principio,
la sucesión se realiza sobre todos los bienes patrimoniales del de cuius, para
lo cual es necesaria la aceptación de la herencia como condición de validez.
Sin embargo, existeu siempre leyes particulares que introducen excepciones al
principio de universalidad sucesoria.

25. Cfr. B. BIONDI, !nstituzioni .. ., o. c., pp. 621 y SS.


26. El sistema sucesorio se funda sobre todo en principios de derecho natural, relaciona-
dos con el derecho de propiedad privada y el sostenimiento, por medio de dichos bienes, de la
familia. No admitir la sucesión a favor de personas privadas (dejando todo a la colectividad)
significaría un ataque a la iniciativa privada, al trabajo productivo, y al espíritu de provecho y
ahorro, además de un incentivo al consumo. Excluir la posibilidad de transmitir bienes por vía
testamentaria constituiría también una limitación del poder del propietario, que, como reacción,
trataría de llevar a cabo una multiplicidad de actos de liberalidad o de negocios simulados. La
existencia de dicho fenómeno solo por razones fiscales (actos entre vivos, constituciones de so-
ciedades ficticias, ... ) da una idea de las proporciones que las simulaciones podrían alcanzar en el
caso de que fueran prohibidas las disposiciones testamentarias.
27. El principio «nasciturus pro ia1n nato habetur», del que hemos hablado ya a propósito
de la donación, se aplica también las sucesiones por causa de muerte.

110
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

b') La sucesión legal


Cuando falta, total o parcialmente, la sucesión testamentaria, tiene lugar la
sucesión legal. Este sistema está previsto de modo completo, de manera que no
falte un sucesor. Si no existen parientes de un determinado grado, normalmente,
se deja todo al Estado. El poder de disponer por testamento está ordinariamente
sujeto a algunos límites:
l.º) la cuota de patrimonio reservada a los parientes más cercanos (legíti-
ma). Esta se protege tanto en los actos entre vivos como en los testamentos.
2.º) la prohibición, bajo pena de nulidad, de los pactos sucesorios, es decir,
de pactos sobre futuras sucesiones (fuera de los testamentos). Se pretende de
esta forma asegurar la absoluta revocabilidad de los testamentos.
Después de la aceptación, el heredero se convierte en el continuador de
la subjetividad jurídica del difunto y le sucede en las relaciones pasivas y
activas, integralmente o por una cuota. Puede suceder que haya un solo he-
redero, varios herederos o juntamente herederos y legatarios. Se admite una
legado también a favor de un coheredero. Dada la posibilidad de relaciones
pasivas, existe la posibilidad de aceptar la herencia a beneficio de inventario.
Esta modalidad de aceptación es obligatoria para las herencias cedidas a de-
terminados sujetos".
Las consecuencias de la aceptación son distintas en función de si se trata
de sucesiones a título universal o no. En caso de sucesión a título universal,
se realiza una confusión de patrimonios entre el patrimonio del causante y el
del heredero. Este debe responder del pasivo hereditario (también si supera
el activo) y los acreedores del difunto se convierten en cualquier caso en sus
acreedores. En cambio, en el caso de una sucesión a título particular, no se
realiza una confusión entre los patrimonios; el legatario no responde de las
deudas hereditarias y está obligado al cumplimiento de las cargas indicadas en
el testamento solamente dentro del límite del valor recibido.

e') La sucesión testanzentaria


El testamento es «el acto unilateral y estrictamente personal (en el sentido de
que debe ser cumplido directamente por el interesado, sin posibilidad de valerse
de representantes) por el cual alguien dispone de su patrimonio para el momento

28. La legislación civil establece algunos requisitos de capacidad, por ejemplo que el lla-
n1ado a la sucesión sobreviva y no esté desaparecido. Además, la ley prevé casos de indignidad
para suceder (cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, Elen1entos de Derecho Civil, V, Sucesiones, Madrid
2004, pp. 51-62, para el derecho español; para el derecho italiano, A. TRABUCCHI, Instituzioni. ..,
o. c., pp. 835-836, n. 368; para el derecho francés. G. MARTY-P. RAYNAUD, Les successions et les
lihéralités, o. c., pp. 23-24).

111
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

en el que fallezca»". La validez del testamento, acto jurídico solemne y formal,


además de esencialmente revocable, no depende nunca de la aceptación por par-
te del destinatario. En cambio, cada beneficiario tiene la facultad de aceptar un
legado contenido en el testamento, ocasionalmente con beneficio de inventario,
o de renunciar a la herencia. En este último caso, puede darse una sustitución de
legatario, según la voluntad explícita del de cuius. El carácter formal del testa-
mento significa no solo que se trata de un acto solemne, sino que en la manifes-
tación debe encontrarse la completa voluntad del testador. Veamos ahora los tres
elementos esenciales del testamento: la capacidad, la forma y la ejecución.

a") La capacidad de testar y de recibir por vía testamentaria


Conviene distinguir la capacidad de hacer testamento y la de recibirlo. Por
lo que respecta a la primera, la regla es la capacidad de las personas físicas. Or-
dinariamente -aunque conviene atenerse a la legislación vigente en cada caso-
son incapaces de testar: los menores, los impedidos por enfermedad mental o
aquellos que son, por cualquier causa, incluso transitoria, incapaces de entender
y de querer; debe probarse que existía esa incapacidad en el momento de la rea-
lización del acto. La capacidad de recibir por testamento puede ser, en cambio,
más amplia que la capacidad para suceder por sucesión legal, ya que a menudo,
son considerados capaces de recibir por testamento también los no concebidos
y las personas jurídicas (incluso no constituidas o reconocidas)'°.

b") La forma del testamento


En cuanto acto de última voluntad, los testamentos requieren siempre un
acto solemne. Con frecuencia, se distingue entre los testamentos ordinarios (el
ológrafo y el testamento por acto de notario) y especiales (reconocidos en deter-
minadas circunstancias) ' 1• En cualquier caso, tienen todos el mismo valor e igual

29. A. BURDESE, Manuale .. ., o. c., p. 645. La traducción del original italiano es nuestra. El
Código Civil español define, en su art. 667, el testamento co1no el «acto por el cual una persona
dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos». Sin embargo, la
doctrina ha criticado esta definición porque no contiene todos los ele1nentos que identifican al
testainento. Bastaría con añadir que es revocable, pero también podrían incluirse todos los demás
caracteres. Señalamos, a continuación. estos elementos tal como son co1núnmente recogidos por
la doctrina: es un acto unilateral, la declaración testamentaria no es recepticia, es un acto uni-
personal, formal o solemne y esencialn1ente revocable. Cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, Ele1nentos de
Derecho Civil, V, Sucesiones, o. c., pp. 167-170.
30. Sin embargo, la ley civil puede tainbién estin1ar como incapaces una serie de personas
(por ej. el notario, Jos testigos y el intérprete que han intervenido en la formación del testamento
público, el tutor, etc.).
31. Las tres modalidades tradicionales en los derechos civiles europeos son:
1") El testamento ológrafo, que es el escrito, fechado y firmado enteramente a mano por el
testador;

112
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

eficacia: es posible revocar un testamento público con uno ológrafo. La forma de


los testamentos está obviamente sujeta a factores históricos y culturales.

c") Ejecución del testamento


Para todas las formas de testamento, el testador puede nombrar -también
entre los herederos o legatarios- uno o más ejecutores testamentarios (albaceas)
con la tarea de cuidar que sus disposiciones sean seguidas fielmente. La ejecu-
ción está sometida a la aceptación del ejecutor. La voluntad debe ser espontánea
(no debida a un pacto sucesorio), expresa y definitiva (no basta un proyecto).
Los vicios de la voluntad son causas de anulabilidad. La acción de anulación
se puede interponer por cualquiera que tenga un interés, con un determinado
término de prescripción. La interpretación del testamento sigue las normas co-
rrespondientes a los contratos. Se debe tener en cuenta que la voluntad exigida,
conforme al derecho civil, es la voluntad testamentaria (es decir, la expresada
en el testamento), y no la voluntad del testador (es decir, la voluntad intencio-
nal, no escrita). Con frecuencia, la voluntad testamentaria puede conllevar con-
diciones, modos y cargas, pero no admite plazos". En efecto, el heredero está
llamado a continuar de modo permanente la subjetividad jurídica del difunto.
Un eventual término final se consideraría como no puesto".

4) Las ofrendas con ocasión de servicios pastorales

Siguiendo el criterio del grado de iniciativa de los fieles, las ofrendas con
ocasión de servicios pastorales se sitúan entre las ofrendas espontáneas y las

2º) El testamento público: es el escrito por el notario después de que el testador le haya
1nanifestado sus últiTnas voluntades delante de dos testigos. Después de la lectura del testamento
por parte del notario, han de firmar el que hace el testamento, los testigos y el 1nis1no notario, que
añade el lugar, la fecha y la hora de la firma;
3º) El testamento secreto puede redactarse en un pliego de papel cualquiera (cédula testamen-
taria), incluso por persona diferente del testador, o puede estar impreso en dicho pliego. El testador.
delante de dos testigos, entrega el pliego, cerrado y sellado, a un notario. Este anota en el exterior
del pliego o del sobre todas las formalidades cumplidas delante de él, pone la fecha y firn1a junto
con el testador y los testigos. El Código Civil español recoge en su artículo 680 la definición de
testamento cerrado: «Cuando el testador, sin revelar su última voluntad, declara que esta se halla
contenida en el pliego que presenta a las personas que han de autorizar el acto» (Cfr. J.L. LACRUZ
BERDEJO, Eiemento.1· de Derecho Civil, V, Sucesiones, o. c., pp. 171-172; F. GALGANO, Diritto priva-
to, o. c., p. 831; A. SÉRIAUX, Les successions. Les /ibéraiités, París 1993 2 , pp. 162-166).
32. Cfr. A. Tu.ABUCCHI, lnstitu::,ioni ... ,o. c., pp. 860-863, n. 383. Sobre la condición y el
término en las disposiciones mortis causa en derecho español, véase J.L. LACRUZ BERDEJO, Eic-
1nentos de Derecho Civil, V, Sucesiones, o. c., pp. 222-229.
33. Para completar este breve apunte sobre las liberalidades, convendría hablar tainbién de
las disposiciones fiduciarias. Véase infra [5.f'] la disciplina canónica sobre las pías voluntades.

113
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

solicitadas. Antes de examinar la normativa aplicable, conviene precisar el con-


cepto.

a') Noción de ofrenda con ocasión de servicios pastorales

Esta fuente de ingresos, que en el Código precedente se llamaba «derecho


de estola» y que se consideraba como una tasa", algo que no resulta aceptable
en la concepción actual heredada del Concilio, ha sufrido una notable evolu-
ción 35 • El Código actual considera que no se trata ni de tasas ni de tributos, sino
de ofrendas que se piden a los fieles con ocasión de la celebración de algunos
sacramentos y sacramentales (cfr. ce. 1264, 2.º). No se quería «someter a una
tasa» los servicios pastorales (bautismos, funerales, bendiciones, ... ), pero a la
vez no se podía privar tampoco totalmente a los sacerdotes de estos ingresos,
que eran necesarios para su sostenimiento y que, en determinadas diócesis, re-
sultaban ser incluso los únicos que percibían"'.
De este modo, resulta claro que no se trata de un tributo, ni de una con-
traprestación por los servicios recibidos: no es un supuesto de compraventa de
bienes espirituales y, por lo tanto, de simonía, la cual es penalizada con entre-
dicho o suspensión (cfr. c. 1380). Estas ofrendas son una ayuda, entendida en
el sentido de una circulación de bienes en el seno de la comunidad cristiana, y
que, en el caso de la santa misa, manifiesta una más activa participación perso-
nal en el sacrificio del altar. Como consecuencia de su naturaleza de «ofrenda»
-de voluntad pía podríamos añadir-, el correspondiente servicio pastoral no
puede ser negado a quienes, en todo o en parte, no quieren o no pueden reali-
zar las ofrendas previstas. Por ejemplo, el c. 1181 prevé expresamente que los
pobres no queden privados de las exequias debidas, aunque no puedan dar las
ofrendas previstas. El c. 848 contiene una norma similar para los sacramentos.
Además, el c. 952 § 1 establece que la autoridad provincial competente deter-
minará el estipendio que debe ofrecerse por la celebración y la aplicación de
la misa, dejando al sacerdote libertad para recibir -no para pedir- una ofrenda
mayor si es espontáneamente ofrecida y también una menor. El c. 1264, 2.º es-
tablece que es la reunión de Obispos de cada provincia eclesiástica la que debe
determinar las ofrendas que han de hacerse con ocasión de la administración de
los sacramentos y sacramentales.

34. Cfr. ce. 736 y 1507*.


35. El documento sobre el sacerdocio ministerial del Sínodo de Obispos del 30.XI.1971
declaraba: «Ut proventus sacerdotum separentur ab actis ministerii, praesertim sacramentalibus»
(Enchiridion Vaticanum, v. 4, p. 798, n. 1234).
36. Cfr. G. DOLE, Nature juridique des émoltnnents cultuels. en RDC 38 (1988) pp. l 89-223.

114
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

b') Disciplina canónica sobre las ofrendas con


ocasión de misas y de funerales
Respetando la orientación conciliar, el ere reserva las tasas para los ser-
vicios de carácter administrativo. No existen ya tasas de cancillería por las dis-
pensas matrimoniales, ni «derechos de estola» (entendidos como tasas en el
sentido del c. 1507*) por la celebración de sacramentos o de sacramentales".
Permanecen, en cambio, las ofrendas con ocasión de la administración de los
sacramentos y sacramentales, cuya determinación -así como la de cualquier
tasa- compete, como hemos dicho, a la asamblea de Obispos de cada provincia
(cfr. c. 1264) 38 • En materia de ofrendas, las normas codiciales tratan dos casos
de especial relieve: las misas y los funerales.

a") Las ofrendas con ocasión de misas


Esta cuestión es objeto de los ce. 945-958 y, por lo tanto, corresponde más
propiamente al munus sanctificandi que a nuestra materia. Por ello, nos limita-
remos a recordar las normas codiciales más relevantes" y las puntualizaciones
que sobre ellas hizo el importante decreto del 22 de febrero de 1991 "'.
l.º) La disciplina codicia! sobre los estipendios con ocasión de misas (ce.
945-958).- La Iglesia recomienda la piadosa tradición de la celebración de mi-
sas por intenciones particulares -sobre todo por los difuntos- y reconoce la
conveniencia de que la celebración de misas pueda contribuir al sostenimiento
del clero, consciente de que estos estipendios son absolutamente necesarios
para los sacerdotes de diversas regiones. Este estipendio, al que se refiere el c.
945 § 2, lo fija el derecho particular (cfr. c. 952 § 1). El clérigo puede pedirlo
(«expetere»), pero no puede, en cambio, exigir más del límite fijado por el de-

37. Cfr. c. 1264, 2º. El sistema del Código oriental no es muy diferente (cfr. ce. 291y715-
717 del CCEO).
38. En el caso de las llamadas funciones parroquiales del c. 531, salvo que conste una
voluntad contraria, las oblaciones se entienden hechas a la parroquia y no al párroco, como esta-
blecía el c. 463 § 3*. Esta regla vale también cuando la función es llevada a cabo por un clérigo
que no está al servicio de la parroquia. Según los ce. 531 y 551, corresponde al Obispo detenninar
el destino de estas ofrendas y proveer a la retribución de los clérigos que desarrollan funciones
parroquiales. Cuando estas funciones son legítimamente realizadas en una iglesia que no es pa-
rroquial, las oblaciones se deben destinar, por lo menos parcialmente, a esa 1nisma iglesia, al
menos, cuando tales funciones son un encargo del Ordinario del lugar (cfr. c. 560) o una voluntad
de los fieles (por ej. con ocasión de la celebración de un matrimonio).
39. Cfr. A. DE FUENMAYOR, Sobre el destino de los estipendios de 1nisas binadas y trinadas,
en/C28 (1988)pp. 201-211.
40. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Decreto de 22 de febrero de 1991, «Mos !ugiter»,
sobre los estipendios en la Misa, en AAS 83 (1991) pp. 443-446, con el artículo explicativo de
Mons. Agustoni, secretario de dicha Congregación, en L'Osservatore Ro111ano, 23 de 1narzo de
1991, pp. 1y5. Se pueden también ver algunos comentarios doctrinales, entre otros, P. GEFAELL,
A proposito del decreto sulle 111esse plurinten:ionali, en !E 3 ( 1991) pp. 760-765.

115
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

recho particular; además, se le invita a aceptar un estipendio menor, e incluso


a celebrar la santa misa sin recibir ofrenda alguna (sobre todo para los más
pobres). Al mismo tiempo, el ordenamiento canónico vigila para evitar cual-
quier posibilidad de abuso o de escándalo. Por ello, el legislador ha regulado
la materia de los estipendios para las misas, limitando a algunos casos bien de-
terminados la posibilidad de las llamadas misas colectivas o pluriintencionales
como veremos a continuación.
El principio fundamental es este: se puede recibir un estipendio por cada
misa celebrada, pero no por una segunda o tercera misa celebrada en el mis-
mo día (cfr. c. 951 § 2). Como consecuencia, un sacerdote puede aceptar
cotidianamente el estipendio para una sola misa celebrada, salvo el día de
Navidad.
En el caso de una concelebración, cada concelebrante puede aplicar la misa
por la propia intención y recibir el estipendio correspondiente. Está prohibido,
en cambio, retener para sí el estipendio de una segunda misa concelebrada en
el mismo día (cfr. c. 951 § 2)' 1 • Si un sacerdote (con)celebra más de una misa
en el mismo día, deberá destinar los estipendios de las sucesivas a la primera a
fines determinados por el Ordinario (cfr. c. 951)".
2.º) El decreto sobre las misas plurintencionales (22 de febrero de 1991).-
Vigilando para evitar posibles abusos, la Congregación para el Clero recuerda
a los sacerdotes la ilicitud de las llamadas misas «colectivas» o «pluriintencio-
nales», es decir, aquellas en las que el celebrante acumula varias intenciones
particulares en una única misa y, al mismo tiempo, retiene paras( varios esti-
pendios". El mencionado Decreto aclara que no se puede considerar implícito
el consentimiento de los fieles para unir varias intenciones en una única misa.
De esta forma, la Congregación aplica el principio inspirador del cumplimiento
de la voluntad del donante". La solución contraria, no solo incumpliría dicha
exigencia, sino que correría el riesgo de aparecer como simonía. Además, haría

41. Obviamente, si un párroco, después de haber celebrado la misa pro populo (sin esti-
pendio), celebra en el mismo día una segunda misa y la aplica por un fiel, puede retener para sí
la ofrenda correspondiente (cfr. Com 15 [1983] pp. 200-201).
42. Si el Ordinario propio no coincide con el Ordinario del Jugar, se sigue lo dispuesto por
el Ordinario propio. Véase respuesta de la Pontificia Comisión para la Interpretación, del 23 de
abril de 1987, en AAS 79 (1987) p. 1132.
43. La hipótesis de las misas «plurintencionales» no debe confundirse con otros supuestos
diversos. Por una parte, los fieles pueden hacer ofrendas con ocasión de una 1nisa precisamente
para ayudar económicamente a los sacerdotes pobres, sin pedir intenciones particulares de misa.
Por otra, varios fieles pueden acordar espontáneamente entre ellos la unión de intenciones particu-
lares en una sola intención de misa; se da entonces un solo estipendio para la intención común
de estos fieles.
44. Debe señalarse que el lucro ilegítimo sobre los estipendios de misa es castigado con
una censura u otra pena justa (cfr. c. 1385).

116
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

perder a los fieles el sentido de los estipendios dados para la celebración de la


misa por una intención particular.
Para evitar los abusos y las injusticias, el decreto reprueba expresamente
la celebración indiscriminada de las misas «pluriintencionales» y, derogando
en cierto modo el principio taxativo del c. 948", fija unos límites estrictos y
precisos para su celebración: l.º) la unión de las intenciones no se puede hacer
sin que lo sepan quienes han entregado los estipendios: es necesario su previo,
libre y explícito consentimiento; 2. º) no se pueden celebrar más de dos de estas
misas a la semana; 3.º) se debe notificar a los oferentes el día, hora y lugar de
la celebración"·
Otra modificación del derecho universal es la introducida por el art. 5, que
obliga a transmitir los estipendios por las intenciones de las misas que han sido
recibidas en un número tan grande que no podrán ser satisfechas personalmente
en un año. Deben ser transmitidas a otros sacerdotes o al propio Ordinario y
no, en cambio, ser rechazadas como establecía el c. 953, disposición ya muy
discutida en el propio proceso de codificación"·

b") Las ofrendas con ocasión de funerales


La celebración de funerales se regula por el ya citado c. 1181, que cumple
una función positiva. Por una parte, simplifica la materia de las tasas funerarias
y de la llamada porción parroquial, que era bastante complicada 48 • Por otra,
reenvía al c. 1264, precisando que no puede darse ni acepción de personas, ni
privación de las debidas exequias por falta de medios económicos.

5) Disciplina canónica sobre las pías voluntades

Algunos cánones del título IV (De piis voluntatibus in genere et de piis


fundationibus) del libro V y algunos otros esparcidos en el mismo libro (sobre
todo los ce. 1261, 1267 y 1285) permiten determinar la disciplina canónica en
esta materia.

45. «Se ha de aplicar una misa distinta por cada intención para la que ha sido ofrecido
y se ha aceptado un estipendio, aunque sea pequeño» (c. 948). Esta modificación del derecho
universal vigente en lo referente al c. 948 requería (en virtud del art. 18 de la PB) una aprobación
específica del Ro1nano Pontífice, que se dio el 22 de enero de 1991.
46. Cfr. art. 2 §§ 1 y 2.
47. Cfr. Com 13 (1981) p. 436. Sobre la obligación de anotar tanto las 1nisas recibidas
como las encargadas a otros, véase el c. 955 §§ 3 y 4.
48. Cfr. ce. 1234-1237*. Véase G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 106-110, nn. 104-109.

117
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

a') El derecho-deber fitndamental de los fieles de ayudar a la !glesia 49


El c. 1261 recuerda que los fieles tienen el derecho de aportar bienes tem-
porales a la Iglesia(§ 1). Se trata de un derecho-deber (cfr. c. 222 § 1), que el
Obispo debe recordar a los fieles de forma oportuna(§ 2). El c. 1299 § 1 vuelve
sobre este derecho-deber de los fieles y precisa su alcance: «Quien, por el de-
recho natural y canónico, es capaz de disponer libremente de sus bienes, puede
dejarlos a causas pías, tanto por acto inter vivos como mortis causa» 50 •

b') Presunción sobre las oblaciones a una persona jurídica eclesiástica


No existe ya la presunción particular del c. 1536* según la cual las oblacio-
nes hechas a los rectores de iglesias (incluso religiosos) se presumían hechas a
la Iglesia. Sin embargo, existe, de forma más amplia, una presunción relativa a
todas las personas jurídicas eclesiásticas: «Si no consta lo contrario, se presu-
men hechas a la persona jurídica las oblaciones entregadas a los Superiores o
administradores de cualquier persona jurídica eclesiástica, aunque sea privada»
(c. 1267 § 1). Por ello, se debe presumir que las oblaciones hechas al párroco
han sido hechas a la parroquia, las hechas al rector del Seminario al Seminario
mismo y así sucesivamente.

c') Condiciones para rechazar estas oblaciones


No pueden rechazarse sin justa causa las ofrendas hechas a los superio-
res o administradores de las personas jurídicas eclesiásticas y -en negocios de
mayor importancia tratándose de personas jurídicas públicas"- sin la licencia
del Ordinario (c. 1267 § 2). La ratio de esta disposición se ha vinculado tra-
dicionalmente con la idea de que cualquier donación hecha a la Iglesia estaría
ya consagrada a Dios incluso antes de la aceptación del destinatario. Desde el
punto de vista jurídico, la posibilidad de rechazar determinadas ofrendas apare-
ce como una tutela del patrimonio eclesiástico respecto de posibles cargas, con-
diciones o de una proveniencia delictiva. Se debe valorar también la capacidad
de gestión del ente beneficiario además de la aptitud para emplear útilmente las
ofrendas (por ej. la donación de un edificio)". El Ordinario es el ejecutor de

49. Cfr. J.-P. ScHOUPPE, le droit-devoir des fidC!es de subvenir aux besoins de !'Église,
o. c., pp. 203-253.
50. Cfr. la norma similar del CCEO, c. 1043 § l. Se debe considerar como una exigencia
del derecho el respeto de la cuota que corresponde a los herederos legítimos según la ley civil.
Sobre las limitaciones propias de los religiosos, véase c. 668 e infra. cap. VIII, 3.
51. El ya mencionado c. 1267 § 2 no hace una referencia a las personas jurídicas privadas,
que se rigen por sus propios estatutos.
52. Cfr. J.-C. PÉR!SSET, Co1nentario al c. 1267, en Les biens temporels .. ., o. c., p. 111.

118
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

todas las pías voluntades, ya sean entre vivos o mortis causa; debe, por lo tanto,
evitar cualquier rechazo inmotivado de una pía voluntad". Según el c. 1267 §
2, se requiere la licencia del Ordinario para aceptar las oblaciones gravadas por
modalidades de cumplimiento o por condiciones, permaneciendo firme lo esta-
blecido por el c. 1295. La referencia a este canon implica que la observancia de
los requisitos de los ce. 1291-1294 se refiere no solo a los actos de enajenación,
sino también a cualquier otro negocio que disminuya el patrimonio de la per-
sona jurídica empeorando su condición". Obviamente, es necesario tener en
cuenta las normas de derecho estatal.

d') Límite a la libertad del administrador de hacer donaciones


El administrador de una persona jurídica eclesiástica puede hacer donacio-
nes dentro de los siguientes límites: actos de ordinaria administración, con fines
de piedad o de caridad, sobre bienes muebles no pertenecientes al patrimonio
estable (c. 1285)". Las razones de piedad pueden referirse a los superiores, los
familiares, la patria. Los motivos de caridad se reconducen principalmente a la
hospitalidad, la atención médica y la ayuda económica, no solo a aquellos que
son socialmente pobres, sino a cuantos atraviesan una situación de indigencia
(por ej. en circunstancias de guerra o de hambre)".

e') Cumplimiento diligente de la pías voluntades

El diligente cumplimiento de una liberalidad implica, por un lado, el res-


peto del destino de la pía voluntad y, por otro, el efectivo cumplimiento de
esta, según la modalidad fijada por el disponente. Por lo que respecta al primer
aspecto, el § 3 del mismo c. 1267 recuerda que «las oblaciones hechas por
los fieles para un fin determinado solo pueden destinarse a ese fin». En otras
palabras, si no son contrarias a cánones inderogables y han sido aceptadas, las
liberalidades se convierten en normas. Sin embargo, ese deber de respetar la
voluntad del disponente ha de ser valorado junto con otras posibles exigencias
de justicia: el respeto de la pars legitima de los legitimarios, por ejemplo, puede

53. Cfr. G. VROMANT, De bonis ... , o. c., p. 285, n. 340.


54. Para un examen de los ce. 1291-1295, véase infra. cap. VI. Es de señalar la ausencia de
disposiciones equivalentes a los ce. 1536 §§ 3 y 4*.
55. Esta disposición corresponde, sustancialmente, al c. 1535*, el cual preveía, además, la
posibilidad para los sucesores de revocar la donación. No se hace ya mención de tal posibilidad
ni de una eventual acción de restitución in integrum o indemnitatis. Por otro lado, no se ha mante-
nido la tercera causa-además de los motivos de piedad y de caridad- que preveía el viejo canon,
es decir, la remuneratio meriti seu gratitudo erga benefactorum.
56. Cfr. G. VROMANT, ibid.• pp. 281-282, n. 335.

119
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

ser una causa de reducción de la causa pía, para tutelar un derecho natural"·
En el mismo sentido, el c. 1300 señala que, una vez legítimamente aceptadas,
las liberalidades deben cumplirse diligentemente, lo cual se podrá llevar a cabo,
según la naturaleza de las cosas y la voluntad del disponente, de una sola vez
o de modo prolongado en el tiempo (por ej. mediante la creación de una pía
fundación).
La responsabilidad de la ejecución de las liberalidades corresponde ex offi-
cio al Ordinario, en cuanto «ejecutor de todas las pías voluntades» (c. 1301 §
1)'".Sin embargo, nada impide que el disponente designe otros ejecutores, que
pueden ser los mismos herederos o legatarios. Estos pueden, por una causa ra-
zonable, rechazar el encargo. Cuando hay otros ejecutores designados, el Ordi-
nario goza de un derecho-deber de vigilancia respecto al modo en que cumplen
sus funciones. En virtud del mismo, el Ordinario tiene el derecho de visita y los
otros ejecutores, una vez terminado su trabajo, deben rendirle cuentas (cfr. c.
1301 § 2). En caso de negligencia por parte de un ejecutor, el Ordinario debe
urgir la ejecución. Al contrario de lo señalado por el c. 2348*, no se prevé ya la
posibilidad de sancionar al ejecutor por medio de censuras"· Parece, en cam-
bio, que el Ordinario podría interponer una acción judicial ante los tribunales
civiles para obtener el cumplimiento de la liberalidad. Como consecuencia de
su función de ejecutor «nato» de todas las pías voluntades, el Ordinario deberá
ser informado también de todos los supuestos de sustitución fiduciaria, que
estudiaremos a continuación, y vigilar la ejecución de estos casos. Si en las
últimas voluntades existiesen cláusulas contrarias al derecho-deber del Ordi-
nario se tendrán por no puestas (cfr. c. 1301 § 3). La concreta interpretación de
la voluntad del disponente no es siempre fácil y debe tener en cuenta el prin-
cipio rebus sic stantibus: la fidelidad observada en la ejecución de las últimas
voluntades debe ser adecuada a los profundos cambios -entre otros, sociales y
económicos- que se pueden verificar en el tiempo.

f') La sustitución fiduciaria


La figura canónica de lafiducia es una institución consistente en que «el
disponente confía secretamente a una persona, escrita en el documento de sus
disposiciones, el nombre de otra persona a la cual quiere hacer llegar los bienes,

57. Cfr. J.J. RUBIO RODRÍGUEZ, El <ifavor iuris» de las causas pías ante la intangibilidad de
la legítima en el Derecho con1ún e hispano, en Ap 62 ( 1989) pp. 81-84.
58. Cfr. Com 12 (1980) p. 429.
59. Para una visión de conjunto del cuadro de los delitos actualmente establecidos en el
ordenamiento canónico, en comparación con los que existían en el CJC 17, véase J. MIÑAM-
BRES, La tutela penale dei beni temporali della Chiesa, en Processo penale e tutela dei diritti
ne/l'ordina1nento canonico, Milano 2005, pp. 591-605.

120
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

de modo que este sea el verdadero heredero, legatario o donatario, mientras que
la primera es un simple órgano o ministro de transmisión y no un verdadero
heredero o legatario» 60 • La fiducia, en el sentido usado por el legislador en el
c. 1302, tiene un significado genérico que comprende el conjunto de las susti-
tuciones de carácter fiduciario'" ya sea entre vivos o mortis causa". Por ello,
no consideramos necesario señalar las leves diferencias conceptuales entre las
fiducias propiamente dichas, las sustituciones fideicomisarias, el trust inglés,
etc.; conceptos que, por otro lado, varían en gran medida según las diferentes
legislaciones civiles.
Estas modalidades de liberalidades indirectas se realizan, bien para eludir
una excesiva imposición fiscal (por ej. sobre las donaciones), o bien para evitar,
en tiempos de persecución, la confiscación de bienes eclesiásticos: la obliga-
ción que corresponde al fiduciario o al fideicomisario consiste, en este segundo
caso, en devolver los mismos bienes al fiduciante una vez pasado el peligro.
Tal sustitución supone que el fiduciario sea efectivamente una persona «de
confianza», ya que, una vez que este último se convierte en titular de los bienes,
el fiduciante se encuentra en una situación precaria: el fiduciario podría fallecer
antes de ejecutar la fiducia o también podría abusar del fiduciante conservando
la titularidad de los bienes o incluso disponiendo de otra forma; en ese caso, la
fiducia no sería oponible a los terceros adquirentes. Por otra parte, determina-
das legislaciones estatales prohíben los sistemas de sustitución, incluso cuando
son a favor de la Iglesia 63 • A los riesgos inherentes a la fiducia hay, pues, que
añadir la problemática cuestión de la validez de estas liberalidades ante el dere-
cho civil vigente. Por estos motivos, la sustitución no es una forma aconsejable,
afortiori cuando existe la libertad religiosa suficiente para poder constituir los
entes necesarios para este objetivo.

60. Cfr. G. V!OLARDO, Fiducia, en F. RüBERTJ (dir.), Dizionario di teologia 111ora/e, Roma
1954, p. 529. (Traducción del original italiano: la cursiva aparece en el texto original).
61. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Legados píos, en Nueva Enciclopedia Jurídica, XIV, Barce-
lona 1986. p. 868.
62. La sucesión hereditaria, aunque no ha sido recogida expresainente en el c. 1302§1, no
ha sido excluida del concepto de fiducia. Los supuestos de fiducia abintestato son posibles (cfr.
J.M. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, Comentario al c. 1302, en Con1entario exegético ... , o. c.).
63. Es el caso, entre otros, de Jos códigos civiles francés y belga (cfr. art. 896), que, sin
embargo, admiten la sustitución entre cónyuges y aquellas que son a favor de descendientes de
los hijos. En el supuesto de constitución a favor de la Iglesia, el notario podrá invocar el c. 1290
§ 1, que exige el respeto de Ja voluntad del donante (cfr. ce. 1299 y 1300), y buscar cómo llegar
a un acuerdo entre las personas que tienen interés jurídico en el testamento. En cambio, parece
arriesgado intentar iinponer la observancia de la norma canónica -aunque sea expresión de la
solución más equitativa- cuando alguno que tiene derecho según la ley civil se opone a la solu-
ción del derecho canónico (cfr. O. ÉcHAPPE, Les biens temporels dans l'Église, en P. VALDR!Nl
[ed.] Droit canonique, Paris 19992, pp. 367-368; P. D'HooRE, T(idelijke goederen van de Kerk,
Leuven 1994. p. 64).

121
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

Sobre todo cuando ha sido realizada por escrito, la fiducia constituye la


única fuente de interpretación de la voluntad del testador. Por eso se comprende
la insistencia del c. 1302 sobre la responsabilidad del Ordinario en asegurar el
respeto de tales voluntades fiduciarias y la obligación correspondiente a todo
fiel católico fiduciario de informar al Ordinario sobre el encargo recibido, aun-
que haya sido de forma reservada o secreta 64 • En caso de expresa y absoluta
prohibición del donante sobre este punto, el fiduciario no debe aceptar la fiducia
(cfr. c. 1302 § 1). Sin embargo, en analogía con lo dispuesto en el c. 1301 § 3
sobre las cláusulas contenidas en las últimas voluntades y consideradas como
no puestas, si fuera patente la voluntad y el interés del donante de que se cons-
tituya una fundación pía, la prohibición podría ser considerada como accesoria
y no puesta 65 • Además, el Ordinario debe actuar de modo que el bien objeto de
la disposición fiduciaria sea colocado de manera segura y se dé la posibilidad
concreta de llevar a cabo la pía voluntad (cfr. c. 1302 § 2). Finalmente, el § 3
del mismo canon determina quién es el Ordinario del que depende la ejecución
de la pía voluntad en el supuesto de un fiduciario perteneciente a un Instituto
religioso o una Sociedad de vida apostólica:
1. 0 ) En el caso de bienes fiduciarios confiados a un miembro de los men-
cionados entes, si dichos bienes son destinados a un lugar, o a una diócesis, o
a sus habitantes, o a favor de causas pías, el Ordinario a quien corresponde la
información y la vigilancia es el Ordinario del lugar;
2.º) En los demás casos, es el Superior mayor del instituto clerical de dere-
cho pontificio o de la sociedad clerical de vida apostólica de derecho pontificio;
o el Ordinario propio del religioso fiduciario en los otros Institutos religio-
sos 6r'.

g') El respeto de /as formalidades del derecho civil


A propósito de las formalidades requeridas por el derecho civil, el legis-
lador canónico distingue entre disposiciones mortis causa y actos entre vivos.
Respecto a los actos por causa de muerte, se recomienda observar dichas for-
malidades: «Si es posible» (c. 1299 § 2) 00 • De esta forma, el legislador evita los
posibles problemas que pueden derivarse de haber omitido tales formalidades.

64. Cfr. ce. 1 y 11 del CIC y c. 1046 § 1 del CCEO. El CIC 17, en cambio, reservaba este
deber únicamente a los clérigos y religiosos (cfr. c. 1516*).
65. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Co1nentario al c. 1302, en Código ... , o. c. Para una presenta-
ción de las pías fundaciones, véase injra, l.a) 6).
66. Cfr. Com 12 (1980) p. 430. Sobre la administración de los bienes en los Institutos de
vida consagrada y en las Sociedades de vida apostólica, véase infra, cap. VIII.
67. Sobre estas cuestiones, véase la síntesis de I. VISSER, De solemnitatibus piarum volun-
tatun1, o. c., pp. 70 y ss.

122
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

En caso de que efectivamente hubieran sido omitidas, los herederos deberían


ser advertidos sobre su obligación de cumplir la voluntad del testador 68 • La
obligación de respetar la voluntad del testador no es de naturaleza jurídico-civil
y, en consecuencia, la autoridad competente solo podrá apelar a la conciencia
de los sucesores, sin posibilidad de reclamar a través de un proceso judicial, ni
con la amenaza de imponer una pena canónica. La obligación de amonestar a
los herederos no se deja al arbitrio de la autoridad competente: se debe cumplir,
incluso cuando no hay esperanza de un resultado positivo, siempre del modo
más oportuno (también por escrito)". Se reconoce, por lo tanto, una prevalen-
cia de la voluntad del disponente -y del derecho natural- sobre las formalidades
del derecho civil, incluso en el caso de que fueran requeridas para la validez del
acto según el derecho civil'°, excluyendo de este modo una plena canonización
de las normas civiles en materia de últimas voluntades".
Por lo que respecta a los actos inter vivos (por ej. las donaciones), a pe-
sar del silencio codicia!, las formalidades civiles deben ser observadas (cfr.
c. 1290). Contrariamente a lo que hemos dicho para los actos mortis causa,
se puede dudar seriamente de la validez de los actos entre vivos que han sido
realizados sin las debidas formalidades civiles, por lo menos cuando no exista
ninguna disposición canónica que establezca una excepción". Sin embargo,
habitualmente, estos actos son fácilmente sanables. Uno de los requisitos for-
males más relevantes es el acto notarial. Los actos entre vivos son donaciones
que, con frecuencia, están sujetas a esta exigencia, aunque en algunos casos sea
suficiente la simple entrega de la cosa 73 • Recordamos también la necesidad de
la aceptación de la donación, según las normas de derecho civil vigentes (cfr. c.
1300), salvo para las llamadas «donaciones manuales».

68. Véase la respuesta de la Pontificia Comisión para la Interpretación, del 17.XL1930, en


AAS 22 (1930) p. 196.
69. Según algunos autores -argu1nentando sobre la base de algunas respuestas de la S.
Penitenciería Apostólica-, sería lícito resolver la cuestión de modo amigable, tratando de llegar a
un acuerdo entre los sucesores (cfr. E. FERNÁNDEZ REGATILLO, Problemas que plantea el c. 1513,
en REDC 6 (1950] p. 284).
70. Cfr. V. DE PAOLIS, I heni .. ., o. c., pp. 39-40.
71. Cfr. J.F. LAHEY, Faithfulfulfilbnent of the pious will: a.fundamental principie of Chur-
ch Law, tesis doctoral 1987, Washington DC, ed. 1991, en particular, pp. 150-187.
72. Cfr. 0. VROMANT, De bonis ... , o. c., n. 162; V. DE PAOLIS, / beni ... , o. c., p. 229. Sin
embargo, en el caso de constitución de un patrimonio con un fin (fundaciones, fiducias, «trusts» ),
estas formalidades deben ser observadas necesariainente (cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario
al c. 1299, en Código ... , o. c.).
73. En el caso del derecho español se ad1nite la donación sin fonna pública de los bienes
1nuebles (cfr. art. 632 del Código civil español; cfr. también arts. 782-783 del Código civil ita-
liano).

123
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

6) Las pías fundaciones

Una causa pía puede limitarse a Ja inmediata utilización de los bienes para
Ja finalidad establecida por el donante. En muchos casos, en cambio, el cumpli-
miento de Ja pía voluntad se puede prolongar en el tiempo y requerir una con-
figuración jurídica estable. Se trata de causas pías formadas por bienes con un
valor económico, muebles o inmuebles, que componen una dotación con una
determinada rentabilidad dirigida a un fin eclesial, esto es, a «obras de piedad,
apostolado o caridad, tanto espiritual como temporal» (c. 114 § 2). Dentro de
las fundaciones pías se distinguen las fundaciones autónomas y las no autóno-
mas 74 •

a') La fundación autónoma


Las fundaciones pías autónomas son «conjuntos de cosas destinados a Jos
fines de que se trata en el c. 114 § 2 y erigidos como personas jurídicas por Ja
autoridad eclesiástica competente» (c. 1303 § 1, l.º), dirigidos, según el dere-
cho y los estatutos, por una o varias personas físicas, o por un colegio (cfr. ce.
114 § l y 115 § 3) "·Autoridades competentes para erigir pías fundaciones au-
tónomas son la Santa Sede, la Conferencia Episcopal y el Obispo diocesano.
Es interesante subrayar que es posible erigir fundaciones privadas autó-
nomas76, mientras que las fundaciones no autónomas solo pueden confiarse a
personas jurídicas públicas ya existentes"· Las fundaciones autónomas pueden
ser constituidas en personas jurídicas privadas o públicas, aunque el c. 1303
utilice el término «erigidas» (en un sentido no técnico)'". La distinción entre
fundación autónoma privada y pública dependerá de la voluntad de Jos funda-
dores y, en última instancia, de Ja valoración que haga la autoridad eclesiástica

74. Cfr. F. FALCHI, Pie volontO e piefundazioni, en Digesto, vol. XI Pubblicistico, Torino
1996\ pp. 254-263; L. DE ECHEVERRÍA, Fundaciones piadosas, en AA.VV., El derecho patrimo-
nial canónico en EspaPia, Salamanca 1985, pp. 99-126. Para una presentación de las fundaciones
pías, tanto a nivel conceptual como particular del derecho en Alemania y Austria, véase H. HE1-
MERL-H. PREE, Handbuch des Vermügensrechts der katholischen Kirche, Regensburg 1993, pp.
569-593; E.D. MENGES, Die kirchliche Stiftung in der Bundesrepublik Deutschland, St. Otilien
1995.
75. En el CIC 17, el equivalente a las fundaciones autónomas eran los institutos eclesiásti-
cos no colegiales (cfr. ce. 1489-1494*).
76. Cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., p. 229; V. DE PAOLIS, I beni ... , o. c., p.
232; J.-C. PÉRISSET, Comentario al c. 1303, en les biens temporels ... , o. c., p. 243.
77. Cfr. Com 12 (1980) p. 431.
78. La doctrina suele reservar el término «erigir», en su acepción técnica, para la cons-
titución de personas jurídicas públicas (cfr. E. MOLANO, Co1nentario al c. 114, en Código .. .,
o. c.). Véase J.M. VÁZQUEZ ÜARCfA-PEÑUELA, Cornentario al c. 1303, en Comentario exegéti-
co .. ., o. c.

124
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

competente acerca de la adecuación o no a los criterios contenidos en el c. 116


§ 1 y aplicables a este supuesto". No dependerá únicamente, por lo tanto, de
la intervención de la autoridad para erigir la fundación pues este requisito vale
para todas las fundaciones pías. Tampoco del carácter «intuitu boni publici» del
fin perseguido, porque aquí se trata siempre de fines eclesiales (cfr. c. 114 § 2).
Lo más útil será verificar si se dan o no las condiciones necesarias para que la
autoridad eclesiástica competente autorice a la fundación a ejercer su actividad
«nomine Ecclesiae» 80 • El decreto de erección deberá indicar expresamente si la
fundación tiene carácter público o privado. Ha sido declarado público, por ej.,
un ente que promueve la asistencia religiosa moral y material de los sacerdotes
ancianos, en la medida en que tenía un marcado carácter público eclesiástico"'.
En el ámbito civil, las modalidades concretas de reconocimiento de estas funda-
ciones dependerán en cada caso de la normativa del Estado al respecto"'.

b') La fundación no autónoma


Con el nombre de fundación pía no autónoma se designa un conjunto de
bienes que se entregan a una persona jurídica pública ya existente, para que
los administre y utilice las rentas para los fines eclesiales fijados por el funda-
dor (por ej. una función litúrgica, una procesión, un apostolado determinado,
etc.) y, en particular, para la celebración de misas (cfr. c. 1303 § 1, 2º) 83 • Estas
fundaciones no son, por tanto, personas jurídicas. Respecto al CIC 17 -que
las llamaba fundaciones pías (cfr. ce. 1544-1551 *)-,la principal innovación
consiste en la imposibilidad de erigir fundaciones no autónomas perpetuas (al

79. Mientras sea posible, se debe tener en cuenta la voluntad del fundador, que puede
preferir una fundación autónoma privada (o incluso una fundación meramente civil). Una de la<;
características del CIC 83 es precisamente ser todavía más respetuoso con la voluntad del fun-
dador. Co1no ha señalado López Alarcón, «resultaba anómalo que al acto fundacional privado se
le superpusieran ele1nentos institucionales que predominaban sobre la voluntad del disponente
en la configuración de la obra fundacional» (M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1303, en
Código ... , o. c.).
Por eso, es sorprendente -y quizá problemática- la interpretación restrictiva de la CEI:
«las fundaciones pías autónomas son personas jurídicas públicas en el ordenamiento canónico»
(lstruzione ... , o. c., n. 152; la traducción del original italiano es nuestra).
80. Cfr. J. TRASERRA CUNILLERA, Las fundaciones pías autónomas, Barcelona 1985.
81. Se trata de la Fundación «Giovanni XXIII» erigida por Juan Pablo II y que goza de
personalidad jurídica pública según el derecho canónico. Su finalidad es proporcionar asistencia
religiosa, moral y material a los sacerdotes ancianos, especiahnente a los jubilados de la Curia
romana (cfr. AAS 80 [1988] p. 1619).
82. En el ordenamiento civil italiano, por ej., las fundaciones autónomas erigidas por Ja
autoridad eclesiástica competente pueden ser reconocidas como entes eclesiásticos con la deno-
minación de «fundaciones de culto» (Cfr. CEI, IstruzJone ... , o. c., n. 153).
83. Cfr. A. SOLS LUCÍA, La fundación pía no autónoma en el actual CJC, en REDC 50
(1993) pp. 519-552.

125
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

contrario de las fundaciones pías autónomas) 84 • La razón de esta prohibición se


encuentra en que el progresivo empobrecimiento de estas fundaciones hace más
gravoso el cumplimiento de las cargas, obligando a recurrir a los complejos
procedimientos previstos por el derecho para reducirlas. Una vez transcurrido
el tiempo previsto por el fundador, las fundaciones pías no autónomas se ex-
tinguen. Este plazo no debe superar el «diuturnum tempus»" que debe fijar el
derecho particular 86 •

c') Disciplina canónica sobre las fundaciones pías


La disciplina canónica contenida en los ce. 1303-1310 contempla las di-
versas situaciones por las que pueden atravesar las pías fundaciones, desde su
constitución a su extinción.

a") La constitución de una fundación


La constitución se refiere solo a la fundación no autónoma, puesto que la
autónoma es erigida en persona jurídica por la autoridad eclesiástica competen-
te (cfr. c. 1303 § 1). Para la válida constitución de una fundación no autónoma,
no es suficinte la manifestación de voluntad del fundador. Se exige la válida
aceptación de la persona jurídica a la que se confían los bienes y, además, la
previa licencia escrita del Ordinario. Al contrario que en la normativa pío-be-
nedictina, hoy esta licencia se exige expresamente ad validitatem. Para conce-
derla, el Ordinario debe valorar -a tenor del c. 1304 § 1- la capacidad real de
la persona jurídica para cumplir el encargo, teniendo en cuenta no solo la nueva
carga y las posibles cargas asumidas con anterioridad, sino también las rentas
provenientes de la fundación. Ahora bien, esta norma parece referirse solo a
los casos en que la fundación no autónoma quedaría adscrita sin beneficio de
separación a la persona jurídica pública aceptante. Si se aceptase, en cambio,

84. En sentido contrario, L. Chiappetta opina que dicha disposición no tiene valor absoluto
y que el Obispo diocesano, en casos particulares, puede autorizar la constitución de fundaciones
no autónomas in perpetuum, con la expresa cláusula de que «en caso de devaluación (viliscentia)
de los bienes que constituyen la pía fundación, las cargas relativas se reducen "eo ipso" propor-
cionalmente» (L. CHtAPPETIA, Co1nentario al c. 1303, n. 4248, en Il Codice ... , o. c.). La traduc-
ción del original italiano es nuestra.
85. Cfr. Com. ibid. R. Naz preveía una duración de 10 a 40 años (cfr. R. NAZ, Fondations
pieuses, en DDC, V, col. 861 ).
86. El decreto general de la CEE Algunas cuestiones especiales en materia econó1nica
(BOCEE 6 [1985] pp. 66-69) prevé la aplicación del c. 1303 § 2 a las fundaciones no autóno-
1nas que tienen más de 50 años de existencia, constituidas bajo el CIC 17. Algunos autores han
deducido que 50 años serían para la CEE un lí1nite máximo de duración. Se ha puesto en duda
también, respecto a estas fundaciones constituidas bajo el precedente Código, Ja compatibilidad
de esta decisión con la voluntad fundacional y los derechos adquiridos a perpetuidad (cfr. J.M.
VÁZQUEZ GARCfA-PEÑUELA, Co111entario al c. 1303, en Comentario exegético .. ., o. c.).

126
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

con dicho beneficio, la capacidad patrimonial a la que se refiere el can. 1304 § 1


habría que valorarla en función únicamente del patrimonio de la fundación que
se incorpora"'· El § 2 del c. 1304 invita al derecho particular a dar normas más
concretas sobre constitución y aceptación de fundaciones.

b") La administración de una fundación


Una vez constituida una fundación, es importante garantizar una buena
administración para que conserve su rentabilidad y se cumpla efectivamente
la voluntad del fundador. El c. 1305 indica una serie de cautelas: conservar el
dinero y los bienes muebles depositándolos en un lugar seguro aprobado por
el Ordinario e invertir cuanto antes y útilmente el dinero en función de los in-
tereses de la fundación. Todo según el prudente juicio del Ordinario, que debe
consultar a los interesados directos y al Consejo de asuntos económicos. Los
ce. 1306 y 1307 señalan otros requisitos formales:
l.º) En primer lugar, la obligación de la inscripción que, sin embargo, no es
esencial, como se deduce del tenor del c. 1306 § 1: «aun las hechas de viva voz,
se han de consignar por escrito» 88 • La inscripción sería, por tanto, posterior a la
fundación y no constituiría un requisito de validez. Responde a una doble finali-
dad: es un medio de prueba y, al mismo tiempo, sirve para detallar las cargas.
2.º) Deben conservarse en un lugar seguro dos copias de las escrituras de
fundación: una en el archivo de la curia y otra en el archivo de la persona jurí-
dica a la que se confía la fundación (cfr. c. 1306 § 2).
3.º) Se debe hacer una tabla de las cargas derivadas de las fundaciones
pías; y este elenco debe estar expuesto en un lugar bien visible para que las
obligaciones que hay que cumplir no caigan en el olvido (cfr. c. 1307 § 1).
4.º) Cada párroco o rector de una iglesia o de otro lugar pío, debe llevar dos
registros distintos: uno para anotar las cargas de las misas «manuales» (cfr. c.
958 § 1)"' y otro para anotar cada una de las cargas provenientes de las funda-
ciones, su cumplimiento y las limosnas (cfr. c. 1307 § 2).

c") Las modificaciones de las pías voluntades


Por lo que respecta a la modificación de las pías voluntades, se trata, en de-
finitiva, de conjugar dos principios inspiradores ya señalados: por una parte, el
principio del cumplimiento -diligentissime- de la voluntad del fundador, enun-
ciado en el c. 1300; y, por otra, el principio de equidad, que supone, entre otras

87. Cfr. M. LóPEZALARCÓN, Con1entario al c. 1304, en Código ... , o. c.


88. Cfr. R. NAz, Fondations pieuses, o. c., V, col. 866.
89. Además, en virtud del c. 955 § 4, cada sacerdote debe poseer un registro personal para
la celebración de misas aceptadas o celebradas.

127
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

cosas, la implícita condición rebus sic stantibus. A la luz de estos dos criterios
-sin olvidar ninguno de ellos- el canonista podrá encontrar la solución ade-
cuada a los delicados problemas que, con el transcurso del tiempo, se derivan
inevitablemente de las pías voluntades: la extinción, reducción, moderación y
conmutación de las obligaciones. La reducción supone una disminución del nú-
mero de actos o de prestaciones; la moderación consiste en una disminución del
coste, optando por una forma más económica de cumplimiento de las cargas; la
conmutación es la sustitución de determinadas prestaciones por otras 90 •
De todas estas cuestiones relativas a las causas pías, diferentes de las car-
gas de misas, trata el c. 1310, el último del libro V. La competencia para au-
torizar modificaciones de causas pías, como requisito para la validez del acto,
corresponde, en principio, al Ordinario (cfr. c. 134 § 1). Deben hacerse siempre
por causa justa y necesaria. Se aplica, por lo tanto, el principio de subsidia-
riedad, ya que la Sede Apostólica conserva en estas materias solamente una
competencia residual («in ceteris casibus»: c. 1310 § 3). Concretamente, el
Ordinario es competente para disminuir las cargas" cuando el fundador le haya
concedido expresamente esa facultad (cfr. c. 1310 § 1) y también, aunque no
se la haya concedido, siempre que resulte imposible cumplir dichas cargas, sin
culpa imputable a los administradores. En este último caso, el Ordinario podrá
disminuirlas «equitativamente», pero habiendo escuchado previamente el pare-
cer de los interesados y de su propio Consejo de asuntos económicos, buscando
respetar lo mejor posible la voluntad del fundador (cfr. § 2). En la hipótesis de
supresión de cargas de una fundación (por ej. por desaparición de los bienes
de la fundación o del beneficiario de las cargas), se deberá recurrir a la Sede
Apostólica (cfr. § 3).

d") El caso particular de la reducción o de la transmisión


de los estipendios de los legados de misas
Especial importancia tienen las cargas de misas y, en particular, las re-
ducciones de las cargas de legados de misas". Tradicionalmente, se distinguen
los «legados de misas» (cuando la ofrenda para la celebración procede de las
rentas de un fondo dejado para tal fin), de las misas «manuales» (cuando la
ofrenda es entregada en mano o por vía testamentaria pero sin la constitución

90. Cfr. R. NAZ, Commutation des legs pieux, en DDC, III, col. 1182.
91. Las n1odificaciones requieren, formalmente, un decreto del Ordinario, contra el que se
puede recurrir mediante un recurso jerárquico ad1ninistrativo ante la Congregación para el Clero
y, en su caso, en vía contencioso-ad1ninistrativa. Sobre estos recursos, véase entre otros, E. LA-
BANDEIRA, Tratado de derecho administrativo canónico, Pamplona 1993, pp. 413-530.
92. Nos hemos referido a las misas a propósito de las ofrendas con ocasión de servicios
pastorales. Véase supra, J, a) 4) b').

128
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

de un fondo)". La reducción de las cargas de un legado de misas es objeto del


c. 1308 94 • Por tratarse de una excepción al principio enunciado en el c. 1300,
requiere una «causa justa y necesaria» reservada a la Sede Apostólica (Congre-
gación para el clero), salvo en los siguientes supuestos:
1. º) El Ordinario es competente si las escrituras de fundación así lo estable-
cen expresamente y se verifica una disminución de las rentas (c. 1308 § 2);
2. º)el Obispo diocesano y el Moderador supremo de un Instituto religioso
clerical de derecho pontificio tienen la facultad de reducir las cargas de misas:
en el caso de legados autónomos, siempre que no haya una persona
que tenga la obligación de aumentar las limosnas (por ej. el fundador
o sus herederos; cfr. c. 1299) y pueda ser eficazmente convencida para
hacerlo;
en el caso de legados no autónomos, cuando las rentas anejas a él no
permitan cumplir los fines del instituto o del ente sobre el cual gravan
(c. 1308 § 3-5). El criterio concreto de reducción será el indicado por
el valor de la ofrenda de misa establecida y vigente en la diócesis, de
acuerdo con el c. 952. Es decir, se podrán reducir las misas en número
suficiente para que la limosna de las que han de celebrarse se ajuste al
estipendio vigente en la diócesis.
Para el traspaso de las cargas de las misas a otros días, iglesias o altares
distintos de los establecidos en las fundaciones mismas, son competentes las
mismas autoridades a que se refiere el c. 1308. En este caso, es suficiente que
exista una «causa proporcionada» (c. 1309), por ejemplo la abundancia de mi-
sas para celebrar en una determinada iglesia.

e") La extinción de una fundación


El c. 1303 nada dice sobre la extinción de una fundación pía autónoma".
En caso de extinción de una fundación pía no autónoma, se deben considerar
dos supuestos distintos:
1. 0 ) Si los bienes han sido confiados a una persona jurídica sujeta al Obispo
diocesano, una vez transcurrido el tiempo previsto, pasan al instituto diocesano
para el sostenimiento del clero, a menos que el fundador haya dispuesto otra cosa.

93. Existe tan1bién Ja figura mixta -fictio jurídica- de las 1nisas «ad instar manualium»,
que son celebradas como si fueran 1nanuales, aunque se haya constituido un fondo para tal fin
(por ej. después de transferirlas a otro sacerdote). Recordemos que, en 1nateria de ofrendas de
cargas de misas, no juega la prescripción extintiva (cfr. c. 199, 5°).
94. Sobre el argumento, ver también la síntesis de los docu1nentos de Pablo VI y de Ja
Congregación del Concilio en M. MoRGANTE, l'a1nministra:::.io11e ... , o. c., pp. 180-182.
95. Sobre esta cuestión, regulada por los ce. 120 y 123, véase J.M. VÁZQUEZ ÜARCÍA-PE-
J\'UELA,Co1nentario al c. 1303, en Comentario exegético ... , o. c.

129
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2.º) Si la persona jurídica que recibió los bienes no está sujeta al Obispo
diocesano, entonces pasan a esa misma persona jurídica (cfr. c. 1303 § 2).

B) LAS OFRENDAS A PETICIÓN

En la categoría de ofrendas voluntarias se incluyen también las denomina-


das oblaciones a petición, es decir, las colectas y las peticiones de limosna.

1) Las colectas

Lo característico de las colectas es que, mediante ellas, la Iglesia pide a


los fieles que colaboren con una finalidad determinada. Los sujetos que pueden
organizar colectas en nombre de la Iglesia aparecen en el c. 1258: en el libro
V, con el nombre de Iglesia se entiende «no solo la Iglesia universal o la Sede
Apostólica, sino también cualquier persona pública en la Iglesia, a no ser que
conste otra cosa por el contexto o por la naturaleza misma del asunto». Para un
estudio más detenido de las colectas, conviene tener en cuenta la existencia de
dos tipos: las ordinarias y las especiales.

a') Las colectas ordinarias


Dos son las cuestiones que conviene tratar aquí: qué se entiende por colecta
ordinaria y quién puede hacerlas. Organizadas por las autoridades eclesiásticas
competentes, las colectas ordinarias constituyen la modalidad más frecuente
para recabar fondos dentro de las subvenciones pedidas (subventiones ro gatas,
por utilizar los términos del c. 1262). El concepto se define por contraposición
a las otras modalidades de ofrendas previstas en los cánones sucesivos (colectas
especiales y peticiones de limosnas). Por lo demás, la Iglesia puede pedir ayuda
a cualquiera, incluidas las personas jurídicas públicas o privadas.
La cuestión de la autoridad competente para organizar las colectas or-
dinarias ha sido objeto de una larga discusión, que ha conducido a la actual
formulación de los ce. 1261 § 2 y 1262 "'. Concretamente, el c. 1261 § 2 re-

96. La génesis de esta controversia viene del Schema de 1977: ¿es competente el Obispo
diocesano, la Conferencia episcopal o los dos? La controversia oponía dos tesis. Para algunos, la
Conferencia episcopal debía cun1plir un papel i1nportante en la organización de la contribución
económica de los fieles, mientras que para otros, era necesario tutelar la autonomía de los obispos
diocesanos frente a las Conferencias episcopales. Además, se recordaba la necesidad de proveer a
las necesidades económicas de nu1nerosos entes locales (sobre todo las parroquias), organizando
habitualmente las colectas para las necesidades propias. Los ce. 1261 § 2 y 1262 parecen ser el

130
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

conoce al Obispo diocesano el deber y el derecho de urgir el cumplimiento de


la obligación que tienen los fieles de proveer a las necesidades de la Iglesia de
forma oportuna (la organización de una colecta parece ser una forma posible
de «urgir»). Por su parte, el c. 1262 reconoce a las Conferencias episcopales la
potestad de dar normas sobre las subvenciones que se piden a los fieles (y por
lo tanto sobre las colectas ordinarias). Las Conferencias episcopales tienen, por
lo tanto, cierta potestad normativa, que debe limitarse a una adecuada coordi-
nación de las colectas de una misma región 97 • De hecho, sus normas permiten
asegurar esa coordinación entre las diversas diócesis cuando sea necesario. Se
pueden establecer, por ejemplo, colectas obligatorias a nivel nacional para las
vocaciones, el hambre en el mundo, los seminarios, las comunicaciones so-
ciales, el clero, etc. Las distintas Conferencias Episcopales han adoptado, al
respecto, soluciones diversas'"·
Dicho esto, es útil subrayar que, de ordinario, no corresponderá a la Con-
ferencia episcopal la administración de lo obtenido, sino a los entes beneficia-
rios o que llevan a cabo los fines para los que se ha hecho la petición, es decir,
las diócesis, las parroquias, los seminarios, etc. Estos entes administrarán o
distribuirán los bienes bajo el control de la autoridad correspondiente, salvo
si la colecta es destinada a la misma Conferencia o a obras dependientes de
ella. En cualquier caso, se debe tener en cuenta al respecto el derecho de cada
nación.

b') Las colectas especiales


La segunda categoría (colectas especiales) se regula en el c. 1266, que in-
troduce una novedad, ya que el Código precedente no preveía la posibilidad de
que el Ordinario del lugar estableciera tales colectas (specialis slips) «en favor
de determinadas obras parroquiales, diocesanas, nacionales o universales». Se
trata de una petición extraordinaria dirigida a los fieles sometidos a la propia
jurisdicción y que ha de hacerse en todas las iglesias (cfr. c. 1214) y oratorios
(cfr. c. 1223) -incluso si pertenecen a Institutos religiosos-que, de hecho, están
habitualmente abiertos a los fieles. El adverbio «habitualmente» indica lugares

resultado de un compromiso entre dos extremos a evitar: por una parte, el peligro de que cada
Obispo diocesano buscase exclusivainente solucionar los problemas económicos de su propia
diócesis; por otra parte, el peligro de atribuir un excesivo poder de vigilancia a la Conferencia
episcopal sobre los Obispos diocesanos.
97. Véase la respuesta negativa a la propuesta de dar más poder a las Conferencias episco-
pales en la Relatio, p. 283 y en Com 12 (1980) p. 402.
98. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Estudio co1nparado de los decretos generales de las confe-
rencias episcopales, en /C 32 (1992) pp. 173-229; ÍDEM, Note sul diritto particolare delle confe-
renze episcopali, en /E 2 (1990) pp. 593-632.

131
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

abiertos a los fieles de forma normal y general, o sea, no solo ocasionalmente 99 •


Todo lo obtenido en estas colectas debe enviarse a la curia diocesana'°".
La competencia para fijar las colectas especiales corresponde al Ordi-
nario del lugar'"', sin posibilidad de injerencia por parte de las autoridades
civiles'"'. Aunque, en la práctica, numerosas diócesis organizan a menudo
jornadas en favor de la universidad católica, del seminario, de las misiones,
de los leprosos, etc., con las correspondientes colectas especiales, no hay que
perder de vista que el carácter extraordinario de estas peticiones, requiere su
uso moderado.

c') La cooperación diocesana a las necesidades de


la Sede Apostólica y de las misiones
En estrecha conexión con estas peticiones especiales para fines particula-
res, el c. 1271 recuerda que las Iglesias locales tienen el deber de comunión con
la Iglesia universal de contribuir con ofrendas a sufragar las necesidades de la
Sede Apostólica. Se deja al Obispo la valoración de la capacidad contributiva
de la propia diócesis, así como la decisión eventual de establecer, además de las
contribuciones voluntarias, un tributo para esta finalidad '03 •
Esta obligación de las Iglesias locales de contribuir a las necesidades de la
Sede Apostólica no debe confundirse con el llamado óbolo de San Pedro'°'. A
través de este último, se invita a los fieles a sostener económicamente aquellas
obras de Caridad que el Papa libremente quiera realizar, aunque, de hecho, el

99. Cfr. V. DE PAOLIS, l beni .. ., o. c., p. 117.


100. Cfr. Com 12 (1980) p. 405.
101. Conviene prever Ja necesaria coordinación entre las facultades del Ordinario del lugar
previstas por el c. 1266 y la facultad normativa de la Conferencia episcopal de la que trata el c.
1262. En España, la CEE ha promulgado una Instrucción Pastoral llamada La ayuda económica
a la Iglesia, de 22 de abril de 1988. Cfr. BOCEE 19 (1988) pp. 96-99. En Italia, la CE! ha dado
normas sobre las colectas (cfr. CEI, Delibera n. 59 relativa a las Norme circa la raccolta di
offerte per necessitG particolari, del 3 de septiembre de 1993, Recognitio Prot. N. 960/93, en
Notiziario .. ., 24 de septiembre de 1993, pp. 265-266; publicada también en IE 6 [1994] pp. 379
y SS., con notas de M. MARCHES!).
102. En España, el Acuerdo de Asuntos Económicos ha reconocido la plena libertad de la
Iglesia para recibir ofrendas de los fieles (cfr. art. 1 del Acuerdo entre el Estado Español y la San-
ta Sede sobre Asuntos Económicos de 3 de enero de 1979). En Italia, el Acuerdo ha confirmado,
en relación con las colectas efectuadas en los edificios de culto y eclesiásticos, el principio de
libertad de las autoridades eclesiásticas de llevar a cabo colectas en la entrada o en el interior de
los mismos, sin ninguna ingerencia de las autoridades civiles (cfr. art. 7, comma 4, del Accordo
de Revisione del Concordato Lateranense, 18 de febrero de 1984).
103. Por ej., desde 1983, la Conferencia Episcopal Alemana envía a la Santa Sede una
notable contribución anual (cfr. J.-B. D'ONORIO, Le Pape et le gouvernement de l'Église, o. c.,
p. 379).
104. Cfr. E. MIRAGOLI, L' obolo di San Pietro, tra le esigenze della caritil e dell'amministra-
:::.ione (c. 1271), en Quaderni di diritto ecclesiale 5 (1992) p. 67-77.

132
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

óbolo sirve también para el sostenimiento de los organismos deficitarios al ser-


vicio del Romano Pontífice, en bien de la Iglesia universal.
Por lo que respecta, en cambio, a la cooperación misional de las Iglesias
particulares, el c. 791, 4.º establece que «Se pague cada año una cuota propor-
cionada para las misiones, que se remitirá a la Santa Sede». Corresponde al
Obispo diocesano tomar las medidas necesarias -entre las cuales está una posi-
ble colecta- para asegurar una efectiva cooperación diocesana a las misiones.

2) La petición de limosnas

Las peticiones de limosnas ( «stipem cogere») se corresponden con un fe-


nómeno tradicional: son cuestaciones hechas de viva voz o de puerta en puer-
ta, históricamente vinculadas sobre todo con los religiosos 105• Pueden hacerse
«para cualquier institución o finalidad piadosa o eclesiástica» (c. 1265 § 1) 106 •
La norma no se refiere, pues, a aquellas cuestaciones que no son para un fin ins-
titucional de la Iglesia, como las limosnas para la propia subsistencia o también
para obras no católicas (por ej. la Cruz roja, asociaciones culturales o sociales,
etc.)'°'. Por otra parte, conviene también respetar la libertad de los fieles para
promover determinadas iniciativas o para sostenerlas económicamente, en el
marco de la autonomía privada, como se ha puesto de relieve en la eclesiología
conciliar 108 • Por lo tanto, es necesario distinguir adecuadamente la petición de
limosnas tanto de las colectas como de otros supuestos parecidos, pero que son
típicos de otros contextos ambientales: la petición de ofrendas hechas a un gru-
po pequeño de personas, o la recogida de ayudas a través de una subscripción
pública -por ej. por medio de cartas circulares o de la prensa-, etc. Para estas
últimas, no deberían observarse los mencionados requisitos'"'.
Después de haber matizado los límites de la noción de petición de limos-
nas a la luz del c. 1265, podemos ahora examinar el requisito establecido por

105. En contraposición con el significado estricto tradicionalmente asignado a la expresión


«Stipem cogere», el CCEO utiliza la expresión «eleemosynas colligere», que parece tener un
sentido más ainplio (cfr. c. 1015). Además, el mismo canon extiende el requisito de la licencia
escrita de los Ordinarios a las «personas físicas o jurídicas» (Cfr. J. ABBASS, The Te1nporal
Goods ... , o. c., pp. 707-710).
106. Cfr. G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 89-90, nn. 80-81.
107. Cfr. J.-C. PÉRISSET, Comentario al c. 1265, en Les biens temporels ... , o. c., p. 104.
108. Cfr. AA, 7-8; ce. 215-216.
109. Cfr. L. CHIAPE'Il'A, Comentario al c. 1265, en ll Codice di diritto canonico, o. c.; V.
DE PAOLIS, J beni ... , o. c., p. 114. Considerado co1no una fuente de este canon, ES, I, n. 27 § 2
(AAS 58 [1966] p. 770) contempla, a propósito de los religiosos, la petición de limosna en el
§ 1 y la pública subscripción en el § 2, requiriendo, en el segundo caso, el consentimiento del
Ordinario del lugar.

133
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

ese mismo canon para el caso de las cuestaciones realizadas por una perso-
na privada (física o jurídica): la licencia escrita del Ordinario del lugar. Con
esta norma, se pretende evitar cuestaciones poco discretas o inoportunas (cfr. c.
562), y al mismo tiempo, el riesgo de abusos o de escándalos. Se busca también
preservar el equilibrio existente dentro de un territorio. La exigencia de buscar
financiación para atender las necesidades de los diversos entes religiosos pre-
sentes en el territorio de una diócesis podría perjudicar a otras obras pías de la
misma circunscripción territorial. Al requisito de la licencia del Ordinario del
lugar, se une la licencia del Ordinario (si existe) del ente que hace la petición o
a favor del cual se pide el dinero.
Es preciso subrayar que los requisitos mencionados no afectan a las per-
sonas jurídicas públicas, que pueden, por tanto, pedir limosnas en su ámbito de
competencia sin previa licencia. Una parroquia, por ejemplo -o el párroco, en
cuanto órgano de la persona pública-, que solicita limosnas en su territorio, no
tiene necesidad de licencia del Obispo''°. El c. 1265 tutela, de modo expreso,
el derecho propio de los religiosos mendicantes en materia de cuestaciones:
tampoco ellos tienen necesidad de obtener licencia alguna.
La expresión «religiosos mendicantes» designa los mendicantes en sentido
estricto, es decir, aquellos que no pueden poseer bienes ni siquiera colectiva-
mente (por ej. los Menores y los Capuchinos)'". Esta regla se justifica por el
hecho de que, para ellos, las limosnas forman parte de su propia disciplina y,
por lo tanto, la aprobación para pedir limosnas les ha sido concedida ya de una
vez para siempre. La propuesta de ampliar la noción de mendicantes para in-
cluir en ella a los Institutos de vida consagrada en su conjunto no fue aceptada,
para evitar posibles abusos"'. Como consecuencia, los miembros de los insti-
tutos que no son stricto sensu mendicantes, en la medida en que actúan a título
personal -son personas privadas-, están sometidos a la norma de la licencia"'·
Los mismos institutos, en cambio, cuando actúan a través de sus representantes,
dada su naturaleza de personas jurídicas públicas, no están sujetos al requisito
de la licencia previa del Ordinario"'.
Además, según la norma del c. 1265 § 2, la Conferencia episcopal compe-
tente puede establecer normas sobre las cuestaciones que deben ser por todos

110. Cfr. Com 12 (1980) p. 404. Véase también F.R. AZNAR ÜIL, La administración ... ,
o. c., pp. 146-148; A. MAURO, De Ecclesiae tributorum iure in vigenti disciplina. ed. altera,
Roma 1966. p. 73, n. 45.
111. Cfr. o'ALGER, Ordres mendiants, en DDC, VI, col. 1160-1161. Un elenco de los ins-
titutos denominados «mendicantes» puede encontrarse en el Annuario Pontificio, CittB. del Vati-
cano 2007, pp. 1465-1469.
112. Cfr. Com, ibid.; Schema de 1977, c. 7, 1. Esta regla se encuentra también en ES, I, n.
27 § 2.
113. Cfr. V. DE PAOUS, l beni .. ., o. c., p. 116.
114. Cfr. J.-C. PERISSET, Conientario al c. 1265, en Les biens temporels ... , o. c., pp. 102-103.

134
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

observadas, sin excluir a aquellos que por institución «son llamados» y «son»
mendicantes. Esta materia, que era objeto de una detallada normativa en el
Código de 1917 (ce. 621-624*), se confía ahora a las Conferencias episcopa-
les"'. Por lo tanto, si bien los mendicantes están sometidos a las reglas sobre
cuestaciones que puedan dar las Conferencias episcopales, permanece a salvo
su derecho de pedir limosnas sin previa autorización del Ordinario (del lugar).

2. LAS TASAS

Las tasas son prestaciones económicas que deben pagar quienes solicitan
un servicio de la autoridad administrativa o judicial, tanto en el ámbito dioce-
sano, provincial o regional, como en la Sede Apostólica: licencias, dispensas,
certificados, modificaciones, procesos, etc. Estas prestaciones, relacionadas
con la justicia conmutativa, tienen un carácter híbrido. De ahí que, algunos
las consideren como un tributo específico, en cuanto que requieren una con-
traprestación'", mientras que para otros son una categoría a se"'. La segunda
solución, más acertada a nuestro parecer, encuadra las tasas en una categoría
intermedia entre las ofrendas voluntarias y los tributos, en razón de su carácter
híbrido: tienen al mismo tiempo un aspecto impositivo y un aspecto relativa-
mente voluntario y flexible. El carácter obligatorio se relaciona con la contra-
prestación por el servicio público prestado, lo que, en realidad, es típico de esta
figura. La voluntariedad de las tasas se refiere sobre todo a la libre petición de
una prestación a la administración eclesiástica. Además, hay que tener presente,

115. Mientras ES, I, n. 27 § 2 preveía el consentimiento del Ordinario del lugar en caso de
pública suscripción por parte de los religiosos, alguna Conferencia episcopal, con apoyo en el c.
1265 § 2, ha extendido notablemente el alcance de esa norma. Por ej., en Italia, la CEI ha esta-
blecido que «todas las peticiones de dinero y las públicas suscripciones promovidas por personas
privadas, tanto físicas como jurídicas, clérigos, miembros de los Institutos de vida consagrada y
de las Sociedades de vida apostólica, asociaciones, grupos, movimientos, comités, para objetivos
píos o caritativos, requieren el permiso escrito del propio Ordinario y de aquel del lugar en el
cual se efectúa la recogida». Por lo que respecta a los religiosos mendicantes, «en el ejercicio del
derecho que solo para ellos es reconocido por el c. 1265 § 1, están obligados.fuera de la diócesis
del domicilio, a pedir licencia escrita al Ordinario del lugar en el cual efectúan la cuestación y
a observar sus disposiciones» (n. 5 de la Delibera n. 59 relativa a las Norme circa la raccolta
di offerte .. ., o. c., p. 266; la cursiva y la traducción son nuestras). Por lo que respecta a España,
cfr. la Instn1cción Pastoral La, ayuda econónlica a la iglesia citada en la nota 101 de este mismo
capítulo. Lógicamente, por su carácter pastoral, estos efectos jurídicos están menos presentes en
la instrucción de la Conferencia Episcopal Española.
116. Cfr. entre otros, F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., p. 167.
117. Cfr. R. NAZ, Taxe, en DDC, VII, col. 1167. El canonista francés considera la tasa
como una noción genérica contrapuesta a la «redevance en nature» o litnosna. La tasa -«rede-
vance en argent»- puede ser una contraprestación o un tributo. En el primer caso, se trata de la
tasa propiamente dicha. Utilizaremos el término tasa en este sentido propio. Véase también, A.
MAURO, De Ecclesiae tributorum ... , o. c., pp. 45 y 141-192.

135
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

como han recordado algunos autores, que la Iglesia no deja nunca de atender a
quien no puede pagar, total o parcialmente, una prestación"'. Esta flexibilidad
-típicamente eclesial y reflejo de la opción a favor de los pobres- se aplica no
solo respecto a las ofrendas con ocasión de servicios propiamente pastorales,
sino también en materia administrativa y judicial (que, en la Iglesia, tienen
siempre una dimensión pastoral). En este sentido, se puede reconocer una cierta
voluntariedad y flexibilidad de las tasas en derecho canónico, que las alejan de
los tributos.
El c. 1264 reproduce sustancialmente el c. 1507*. Manifiesta la voluntad
del legislador de fijar unos máximos para unificar las tarifas y evitar la arbitra-
riedad. Además, con ello se busca también que la Sede Apostólica pueda vigilar
sobre la imposición de las tasas, para evitar el peligro de simonía y de escánda-
lo"'· Exigir una tasa demasiado elevada constituiría un abuso de potestad, de-
lito sancionado por el c. 1389 § l. Entre las tasas, se distinguen dos categorías:
las tasas administrativas y las tasas judiciales.

A) LAS TASAS ADMINISTRATIVAS

Las tasas administrativas se aplican a los actos de la potestad ejecutiva gra-


ciosa (cfr. ce. 135 y ss.) y a las ejecuciones de rescriptos de la Sede Apostólica
(cfr. ce. 69 y ss. ), de las que habla el c. 1264, 1. 0 • La autoridad competente para es-
tablecer las tasas es, salvo que el derecho haya dispuesto otra cosa, la asamblea de
Obispos de la provincia. Su decisión debe ser aprobada por la Sede Apostólica.

B) LAS TASAS JUDICIALES

En los trabajos preparatorios del Código, se decidió no hacer ninguna in-


dicación respecto a las tasas judiciales en el c. 1264 '20 • De hecho, es el c. 1649
el que regula la materia. En virtud de esta disposición, corresponde al Obispo

118. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales ... , o. c., p. 715.
119. Como hemos señalado a propósito de las ofrendas con ocasión de servicios pastorales,
con esta formulación del c. 1264 se lleva a la práctica la recomendación del Sínodo de los Obis-
pos del año 1977 de distinguir entre tasas y los actos ministeriales, especialmente aquellos de
naturaleza sacramental (Cfr. Com 12 [1980] p. 403). La recomendación era una reacción al texto
del Schema de 1977, que preveía todavía las tasas «occasione ministrationis sacramentorum et
sacra1nentalium» (c. 6). Sin embargo, siendo aún la celebración de actos ministeriales un medio
de sostenimiento para numerosos sacerdotes, se decidió conservar este medio de remuneración,
pero sin considerarlo como una tasa. Esto explica la estructura del canon analizado: el § 1 habla
de tasas, inientras el § 2 trata de las ofrendas con ocasión de actos ministeriales.
120. Cfr. Com, ibid., p. 404.

136
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

diocesano (donde exista un tribunal diocesano) o al Obispo moderador (donde


exista un tribunal regional para varias diócesis) fijar las normas sobre las tasas
judiciales, sobre los honorarios debidos a los procuradores, abogados, peritos e
intérpretes, así como sobre el reembolso de los gastos a los testigos. Esta com-
petencia estaba anteriormente confiada al Concilio provincial. El pago debe
hacerse al ente que realiza el servicio: Sede Apostólica, diócesis, etc. 121

3. LOS TRIBUTOS DIOCESANOS

Los tributos se distinguen de las ofrendas hechas con ocasión de servicios


pastorales en cuanto que no son ofrendas (pías voluntades) sino obligaciones
pecuniarias. Además, los tributos se diferencian de las tasas en la medida en
que son contribuciones impuestas a los fieles por la autoridad eclesiástica sin
contraprestación concreta y directa 122 • Aunque el papel de los tributos resulta
ahora menos central que en el Código pío-benedictino, la Iglesia conserva -un
derecho nativo no se puede cancelar- el derecho de pedir a los fieles lo que
necesita para sus propios fines (cfr. c. 1260). Este canon fue objeto de una viva
discusión entre los defensores de tres corrientes distintas"'. La solución final
confirmó la expresión «ius exigendi», reforzando así la existencia de una ver-
dadera potestad jurisdiccional impositiva de la Iglesia.
El alcance de la potestad episcopal en relación con Ja imposición de con-
tribuciones fue objeto de una larga discusión. A Ja solución del c. 1263, que
reconoce al Obispo diocesano la potestad de imponer tanto un tributo ordinario
como uno extraordinario, se llegó después de recorrer diversas etapas. Los prin-
cipales momentos de ese camino hacia la solución actual son los siguientes:
l.º) El Schema de 1977 atribuía al Obispo diocesano un amplio poder: para impo-
ner un tributo debía consultar solamente al Consejo presbiteral. Este poder fue conside-
rado de1nasiado a1nplio por algunos 124 .

121. En el caso de rescriptos de la Santa Sede concedidos en forma co1nisoria, cuya ejecu-
ción es confiada a un órgano inferior, existe el derecho de pedir tasas a favor del ejecutor admi-
nistrativo que efectúa el acto de potestad requerido (cfr. ce. 37 y 69 y ss.).
122. Cfr. J.T. MARTÍN DEAGAR, Bienes temporales ... , o. c., p. 717.
123. Estas son las corrientes:
1º)Algunos sostenían la tesis favorable a la sustitución de la expresión «ius exigendi» con
la fórmula «Sibi providendi necessaria ad fines suos diversis modis».
2º) Otros proponían los términos «ius petendi», «ius colligendi» o también «ius exigendi»,
sobre la base de que, en el ordenamiento canónico, no existe una verdadera coerción fundada en
sanciones penales (esto no sería conciliable con la sensibilidad actual).
3°) Una tercera tendencia consistía en hablar, sobre todo, de la obligación de los fieles de
sufragar las necesidades de la Iglesia (cfr. Con1 12 [1980] p. 400).
124. Cfr. Com, ibíd., pp. 401-402.

137
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2. 0 ) Atendiendo a esas críticas, se modificó la norma del canon de modo que el


Obispo solamente podía establecer una contribución extraordinaria -al menos, en un
primer momento- y se le prohibía la imposición de una contribución sobre las ofrendas
de las misas 125 •
3. 0 ) Esta solución del Schema de 1980 fue también criticada, ya que un tributo ex-
traordinario no permite recabar ingresos para las necesidades ordinarias de las diócesis.
Además, un poder tan limitado no sería compatible con el sistema del tributo eclesiásti-
co vigente en algunos países. Convenía, por tanto, ampliar la potestad del Obispo, pero
sin caer de nuevo en un poder excesivo.
4. º) De este modo, después de nuevas discusiones, se llegó a la actual solución.

Existen, en el CIC 83 "', tres tipos de tributos principales 121 : el tributo


ordinario diocesano, el extraordinario diocesano (c. 1263) y el seminarístico (c.
264). Estos tributos presentan las siguientes características comunes'":
1.º) la autoridad competente es el Obispo diocesano;
2.º) la imposición es de tipo general y abstracto, es decir, que no puede ser
dirigida a sujetos concretos;
3.º) el tributo debe limitarse al ámbito diocesano, tanto por lo que respecta
a la finalidad como a los sujetos pasivos, la determinación y la recaudación;
4. 0 ) la cuantía debe ser prudente y equitativa, o sea, debe tener en cuenta
tanto las efectivas necesidades de la diócesis como la real capacidad contribu-
tiva de los sujetos;
5.º) los cánones mencionados se refieren a los ingresos de los sujetos; no se
trata, por lo tanto, de tributos sobre el patrimonio de las personas obligadas.
Con estas premisas, podemos examinar a continuación los diversos tipos
de tributos diocesanos.

A) EL TRIBUTO ORDINARIO DIOCESANO

Según el vigente c. 1263, el Obispo diocesano tiene derecho «a imponer


un tributo moderado a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción,
que sea proporcionado a sus ingresos, para subvenir a las necesidades de la dió-

125. Cfr. Com, ibid., p. 402 y c. 1213 del Schema de 1980.


126. Sobre los numerosos tributos establecidos en el CIC de 1917 (cfr. ce. 1429, 1489 y
1502*), véase A. MAURO, De Ecclesiae tributorum ... , o. c., p. 253-297.
127. Son los tributos principales, porque -como hemos señalado- el legislador contempla
también la posible i1nposición de un tributo para colaborar con las misiones (c. 791, 4º), y de
otro para el óbolo de San Pedro (c. 1271). Además, la cláusula final del c. 1263 deja abierta la
posibilidad de tributos eclesiásticos, que ya existen en distintos países en virtud de acuerdos entre
la Iglesia y el Estado.
128. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales ... , o. c., p. 717.

138
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

cesis». Se trata de una contribución general estable para las necesidades de la


diócesis'" que el Obispo diocesano puede imponer únicamente a las personas
jurídicas públicas sometidas a su jurisdicción ' 30 • Quedan excluidos de este cri-
terio legal, además de las personas físicas y de las personas jurídicas privadas,
también aquellas personas jurídicas públicas que no dependen del Obispo dio-
cesano, como, por ejemplo, los Institutos religiosos de derecho pontificio, los
santuarios nacionales o internacionales, etc 131 • Aunque técnicamente no se trata
de un «tributo extraordinario», esta contribución debe ser, en cualquier caso, un
medio extraordinario de financiación rn.
Solo al Obispo diocesano corresponde dar normas para establecer la finali-
dad, la periodicidad, el cálculo de la cuota, la modalidad de pago, las eventuales
exenciones, etc., de los tributos. Antes de darlas, debe oír el parecer del Consejo
de asuntos económicos y del Consejo presbiteral "'. A este tributo se le aplican
todos los requisitos mencionados para los tributos diocesanos en general 13*.

129. Este tributo tiene como antecedente inmediato el «Catedrático>> establecido por el c.
1504*.
130. Una respuesta del Pontificio Consejo para la interpretación de los textos legislativos
concreta el alcance de este requisito. En ella, se establece que las escuelas externas de los Institu-
tos religiosos de derecho pontificio no están co1nprendidas en el concepto de personas jurídicas
públicas so1netidas a su jurisdicción (cfr. AAS 81 [ 1989] p. 991). Véase tan1bién, D.J. ANDRÉS, De
trihutis illegitime impositis ab Episcopo scholis religiosorum, en Co1n1nentarium pro Religiosis
69 ( 1988) pp. 209-210. Esta respuesta ad casu111 deja sin resolver la duda que podría surgir res-
pecto a otras personas jurídicas públicas que no se considerasen sometidas al Obispo (cfr. V. DE
PAOUS, Adnotatio ad Responsum authenticum circa c. 1265, en Per SO [19911 pp. 108-127; J.T.
MARTÍN DE AGAR, Nota alla risposta del Pontificio Consiglio per l'interpretazione dei tes ti legis-
lativi del 24 gennaio 1989, en JE 2 [1990] pp. 350-351; J. MIRAS, Comentario a las respuestas
de la C. P. para la inte1pretación auténtica del C!C, 20.5.1989, en JC 31 [1991] pp. 222-224). El
criterio acerca de los sujetos pasivos del tributo ordinario («las personas jurídicas públicas sujetas
a su jurisdicción») ha sido tainbién recordado en el Decretum de recursu super congruentia inter
legem particularem et normam codiciale1n, de 8 de febrero de 2000, en Co1n 32 (2000) pp. 15-23.
Véase la nota de J. MIÑAMBRES, Sui giudizio di congruenzafra legislazione particolare e norma
codiciale riguardante il tributo diocesano ordinario, en JE 13 (2001) pp. 271-276.
131. En el caso de las personas jurídicas públicas de derecho pontificio, parecería injusto
que quedasen sometidas al tributo, siendo así que, por eje1nplo, los clérigos que prestan su servi-
cio en ellas no reciben remuneración por parte de la diócesis.
132. Cfr. PONTIFIC!UM CüNSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, Congregatio ple-
naria (20-29 oct. 1981), Poi. Vat. 1991, 11ª quaestio, pp. 486-493; véase también, F.R. AZNAR
GIL, La ad1ninistración ... , o. c., pp. 163-164.
133. Véase, por ej., la norma establecida por la CEI en lstruzione .. , o. c., n. 47.
134. Aunque no plantea duda desde el punto de vista jurídico-legal, la naturaleza del tribu-
to diocesano ha sido recientemente cuestionada en una perspectiva económico-financiera por J.
Miñambres. Según él, desde el punto de vista económico-financiero, «en su actual configuración
normativa, esta figura jurídica aparece más como un instru1nento de equilibrio financiero entre
coinponentes de una 1nisma adnünistración, que como un verdadero y propio tributo, entendido
como fuente de financiación externa a la misma administración. Y, de hecho, los únicos bienes
que fonnan la base imponible del tributo ordinario son los bienes eclesiásticos» (J. MINAMBRES,
!l tributo diocesano ordinario come strumento di governo, en JE 16, 3 [20041 pp. 619-637; la
traducción del original italiano es nuestra).

139
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

B) EL TRIBUTO EXTRAORDINARIO DIOCESANO

El tributo extraordinario diocesano"', a diferencia del tributo ordinario,


no puede ser estable y se reserva para los supuestos de grave necesidad econó-
mica de la diócesis. Para imponerlo, el Obispo debe observar las mismas con-
diciones generales ya mencionadas, y pedir previamente el parecer del Consejo
de asuntos económicos y del Consejo presbiteral.
Son distintos, en cambio, los sujetos pasivos: de hecho el c. 1263 habla
de «las demás (ceteris) personas físicas y jurídicas». A primera vista, esta ex-
presión se contrapone a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdic-
ción (referida al tributo ordinario) y parece, por lo tanto, designar solo a las
personas jurídicas privadas y a las personas físicas sujetas a su jurisdicción.
Ahora bien, aunque el sentido literal parece claro, la doctrina se ha planteado
dudas sobre la posible extensión del poder episcopal a las personas jurídicas
públicas y, también respecto al requisito de la sujeción al gobierno del Obispo
diocesano.

l.º) Conviene preguntarse si el legislador ha querido que el Obispo diocesano


pueda imponer un tributo extraordinario también a las personas jurfdicas públicas.
Algunos autores sostienen esta tesis 116• Otros objetan que el texto legal no tiene la su-
ficiente claridad para poder afirmar la existencia de tal poder episcopal. En esta misma
línea, hay quien no descarta una solución pragmática y casuística: se podría valorar en
cada diócesis la gravedad de la situación y, sobre todo, tener en cuenta la existencia del
tributo ordinario o no n 1• Finalmente, existen también autores que excluyen de modo
absoluto que el Obispo tenga la capacidad de imponer un tributo extraordinario a las
personas jurídicas públicas 138 •
2. º) En el hipotético caso de que el Obispo tuviera este poder, habría que aclarar,
sin embargo, quiénes serían los sujetos pasivos. Aquí aparece la otra duda: las personas
jurídicas pasivas del tributo extraordinario, ¿deben estar sujetas al Obispo diocesano
o no? La disposición codicial no lo exige expresamente. Algunos autores consideran
implícito este requisito en el inciso «en las mismas condiciones» 139 • Otros piensan que
el término «ceteris» se contrapone al concepto de persona jurídica pública sujeta al
Obispo diocesano; por lo tanto, los sujetos pasivos serían no solo las personas físicas y

135. El tributo extraordinario tiene como antecedente el subsidium carita/is (cfr. c.


1505*).
136. Cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., p. 166; A. MOSTAZA, Derecho patri-
monial, o. c., pp. 435~436.
137. Cfr. J.T. MARTÍN DEAGAR, Bienes temporales ... , o. c., p. 718, nota 19.
138. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1263, en Código ... , o. c.
139. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, ibid.; F.R. AZNAR GIL, La administración.. ., o. c., p. 166;
J.T. MARTÍN DEAGAR, Bienes temporales ... , o. c., p. 718; L. CHIAPEITA, Comentario a[ c. 1263,
en![ Codice di diritto canonico, o. c.

140
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

las personas jurídicas privadas, sino también las personas jurídicas públicas no sujetas
al Obispo diocesano 140 •
Frente a esta diversidad de interpretaciones, parece oportuna una interven-
ción del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, para aclarar, mediante
una interpretación auténtica, esta segunda parte del c. 1263, como ya hizo con
la primera'". En espera de esta intervención, la prudencia aconseja, por una
parte, acogerse a una interpretación estricta del texto, ya que se trata de valo-
rar el alcance de una potestad impositiva (cfr. c. 18). Pero, por otra parte, no
se debe perder nunca de vista la cláusula de dicho canon que salvaguarda las
posibles excepciones de derecho particular: «quedando a salvo las leyes y cos-
tumbres particulares que le reconozcan más amplios derechos» '42 •

C) EL TRIBUTO SEMINARÍSTICO

El tercer tributo recibe su denominación atendiendo a su finalidad: la finan-


ciación del seminario diocesano'". Se trata, por lo tanto, de un tributo espe-
cífico, cuyo origen se remonta al Concilio de Trento. No ha conocido grandes
variaciones respecto a los ce. 1355* y 1356* '".El c. 264 § 1 del Código de
1983 permite al Obispo diocesano imponer un tributo específico (y también or-
ganizar una colecta) para este fin. El§ 2 señala que son sujetos pasivos de este
tributo «todas las personas jurídicas de la Iglesia, también las privadas, que ten-
gan sede en la diócesis». De todos modos, se han recogido también dos excep-
ciones clásicas a dicha regla: l.º) «a no ser que se sustenten solo de limosnas»;
2.º) cuando «haya en ellas realmente un colegio de alumnos o de profesores que
mire a promover el bien común de la Iglesia». Además, el mismo § 2 recuerda
algunos de los criterios generales para los tributos diocesanos, a los que ya nos

140. Cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, o. c., p. 14; V. DE PAOL!S, Quaestio-
nes miscelfaneae. 1.3. lus tributum in1ponendi ex parte Episcopi diocesani, vi c. 1263, en Per 73
(1984) p. 462; J.-C. PÉR!SSET, Comentario al c.1263, en Les biens ten1porels ... , o. c., p. 87.
141. Los Acta et documenta della Congregatio plenaria (11 ª quaestio) no permiten resol-
ver estas dudas (cfr. PONTIFICIUM CüNSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, Congregatio
plenaria, ibid.).
142. Así, en Italia, se debe tener en cuenta la interpretación extensiva del c. 1263 adoptada
por la CEI, que ha considerado como sujetos pasivos del tributo extraordinario a «las personas
físicas y a las personas jurídicas, públicas y privadas, no sujetas a su gobierno» (CEI, /struzio-
ne . .. , o. c., n. 48).
143. La norma habla exclusivamente de la financiación de los seminarios diocesanos. Pero
no parece que haya inconveniente alguno en que este tributo pueda servir igualmente para sub-
venir a las necesidades de los seminarios interdiocesanos. Se trataría, en este caso, de recabar
fondos para cubrir la cuota de gastos que a cada una de las diócesis interesadas corresponda en
ese seminario común.
144. Cfr. S. D'ANGELO, De tributo pro seminario, en Ap 3 (1930) pp. 327-329.

141
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

hemos referido: también este tributo debe ser «general, proporcionado a los
ingresos de quienes deben pagarlo y determinado según las necesidades del
seminario» 145 •

4. LOS PRINCIPALES SISTEMAS DE FlNANCIACIÓN EXTRA-ECLESIAL

Hasta ahora hemos contemplado la modalidad de la auto.financiación de


la Iglesia, es decir, los canales por los cuales los fieles pueden subvenir a las
necesidades temporales de la Iglesia. En el caso de que no exista ninguna fi-
nanciación extra-eclesial, nos encontramos en la hipótesis del llamado sistema
denier du cu/te, vigente, entre otros sitios, en la mayor parte de Francia bajo el
régimen de la separación respecto del Estado "''. En el caso de que sea necesa-
rio, se constituyen asociaciones diocesanas para completar estas ofrendas'".
Conviene ahora hacer referencia a los principales sistemas de financiación
extra-eclesial que existen en el derecho comparado y que prevén una coopera-
ción del Estado que puede asumir distintas formas " 8 • Presentamos los sistemas
más típicos: 1.º) la remuneración de los ministros de culto por parte del Estado;
2. 0 ) el tributo eclesiástico con exacción estatal; 3. 0 ) la asignación fiscal.

A) LA REMUNERACIÓN DE LOS MINISTROS DE CULTO POR PARTE DEL ESTADO

Un aspecto relevante de la financiación de la Iglesia por parte del Estado


en determinados países es el relativo al sostenimiento de los clérigos 149 , que

145. En la línea del último Concilio, la CEI considera preferible no imponer el «Se1ninarís-
tico», sino destinar a esta necesidad «las ofrendas recogidas en una particular jornada diocesana
y, en su caso, parte del tributo ordinario» (CEI, lstruzione . .. , o. c., n. 47).
146. Cfr. J.-P. DURAND, Le droit civil ecclésiastique fran<;ais, en P. VALDR!Nt (ed.) Droit
canonique, o. c., especialmente pp. 615 y ss.; AA.VV., Liberté religieuse et régimes des cultes en
Jroitfranr;ais. Textes, pratique adnzinistrative, jurisprudence, Paris 2005, pp. 761 y ss.; G. DOLE,
les projessions ecclésiastiques, Paris 1987, pp. 404-405; R. METZ, Église et État en France,
Paris 1977, pp. 52-53; J. KERLEVEO, l'Église catholique en régime franr;ais de séparation, III,
Paris 1962, pp. 462-474.
, 147. Sobre el sistema vigente en los P~íses Bajos, véase S.C. VAN BIJSTERVELD, État et
Eglise aux Pays-Bas, en G. ROBBERS (ed.), Etat et Eglises dans l'Union européenne, Baden-
Baden 1997, pp. 225-246; G. C!MBALO, I rapportifinanziari tra Stato e confessioni religiosi nei
Paesi Bassi, Milano 1989; J. HENDRIKS, JI sostentaniento del clero nei Paesi Bassi, en Quaderni
di diritto ecclesiale 3 ( 1990) pp. 116-120. Para Gran Bretaña, véase G. Me KAY, JI sostentamento
del clero nella Gran Bretagna, ibid. 2 ( 1989), pp. 90-94.
148. Para una visión panorá1nica de los siste1nas actuales de financiación estatal de las
confesiones religiosas en Europa, véase CONSORZIO EUROPEO DI RICERCA SU! RAPPORTI TRA STATI
E CoNFESSIONI RELIGIOSE, Stati e confessioni religiose in Europa. Modelli di finanzian1ento
puhblico. Scuola e fattore religioso, Milano 1992, pp. 1-84.
149. Sobre este siste1na y sobre la posibilidad de remunerar a algunos laicos como «mi-
nistros de culto», véanse A. BORRAS (ed.), Des lai'cs en responsahilité pastora/e? Accueillir de

142
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

son considerados como «ministros de culto» según los criterios del derecho
eclesiástico del Estado. Este sistema está vigente, por ejemplo, en los territorios
que han conservado, al menos en estas materias, una normativa heredada del
Concordato de Napoleón (Bélgica, Luxemburgo y Alsacia-Mosela) 150 • Como
consecuencia de la confiscación de los bienes eclesiásticos por parte del mismo
Estado, y, cada vez más, en consideración de la «utilidad social» de las funcio-
nes de los ministros de culto, sobre la base de la igualdad constitucional con los
«ministros de culto» de las otras confesiones religiosas, el Estado se encarga de
su sostenimiento 151 •

nouveaux núnistCres, Paris 1998; F. MESSNER, Les «anin1ateurs pastoraux>> en régime concorda-
tairefmnr;ais, enAC 35 (1992) pp. 61-71.
150. Ver, para Alsacia-Mosela, AA.VV., liberté religieuse et régimes des cultes en droit
franrais, o. c.; pp. 401-425; F. MESSNER, Le financement des Égfises, Strasbourg 1984, pp. 73-
104. Para Bélgica, L.-L. CHRISTJANS -P. DE POOTER, Code beige de droit et religions, Bruxelles
2005, pp. 85 y ss.; P. DE POOTER, De rechtspositie van erkende erediensten en leven beschouwin-
gen in Staat en n1aatschappij, Bruxelles 2003; R. TORFS, Les cu/tes reconnus en Belgique, dans
RDC 63 (2004), pp. 77-106; R. VERSTEGEN, Geestel(iken naar helgisch recht, oude en nieu;ve
iTagen; de juridische en sociafe positie van de geestelijken in Belgii'", Berchem 1977, pp. 70-76.
Para Luxemburgo, A. PAULY, État et Églises au Luxemhourg, en G. ROBBERS (ed.), État et Églises
dan.1· l'Union européenne, o. c., pp. 207-223.
151. Este sistema de remuneración de los 1ninistros de culto por parte del Estado se com-
pleta con el régi1nen de las fabriques d'églises. Si la «fabrica ecclesiae» (regulada por los cá-
nones 1183-1184*) ya no es objeto de una normativa canónica específica y queda solo como
un precedente del actual Consejo de asuntos econó1nicos (cfr. c. 537), en el plano del derecho
eclesiástico del Estado, en can1bio, las fábricas continúan existiendo (cfr. G. FELICIANI, Fabbri-
ceria, en C. CORRAL SALVADOR-V. DE PAOLIS-G.GHIRLANDA [dirs.J, Nuovo Di:::Jonario di Diritto
canonico, Torino 1993) e incluso, en algunos lugares, son la institución eclesiástica ordinaria y
gozan de personalidad jurídica civil. Es el caso de Bélgica y de algunas diócesis de Francia y
de Quebec. Según Ja tradición imperial francesa, el derecho ad1ninistrativo belga considera a la
fabrique d' église una institución pública de carácter especial y autónoma, dotada de personalidad
jurídica civil. Su servicio especializado consiste en asegurar la manutención, la conservación y
las celebraciones de un edificio de culto, además de la administración de los bienes destinados
al culto. La entidad pública que debe financiar las fábricas es el ayuntainiento (cfr. V. VANDER-
MOEREN-J. DUJARDIN, Fabriques d'Église, Bruges 1991, pp. 4 y 112; Cuide pratique dufabri-
cien (suple1nento de las revistas diocesanas Église de Tournai y Église de Liege); P.D'HooRE,
T¡jdelijke goederen .. ., o. c., pp. 62 y 107-175; para una perspectiva histórica, A. VAN HOVE, Les
fabriques d' églises et le te1nporei du cu/te en Belgique, pro manuscripto, Louvain 1908-1911,
pp. 68 y ss.). El régimen de las fábricas de iglesias ha sido objeto <le una «regionalización», lo
que supone la adopción de norn1as propias para Flandes, Valonia y Bruselas-Capital. Para una
síntesis de las nonnativas de las tres Regiones, véase J.-P. SCHOUPPE- P. DE POOTER, Sur les tra-
ces du droit canonique des hiens temporels en Belgique, en J.-P. ScHOUPPE (éd.), Vingt-cinq ans
apri:s le Code . .. , o. c. Sobre la nueva nonnativa flainenca, véase, F. AMEZ, Les étahlissements
publics chargés Je la gestion temporel des cultes en Régionflamande, en Chroniques des Droit
public (CPDK) (2005), pp. 293-315. Para Quebec, véase el capítulo 14 de la obra: AssEMBLÉE
DES ÉvEQUES CATHOUQUES ou QUÉBEC, Guide canonique et pastoral au service des paroisses.
Édition canadienne (collection Gratianus), Montreal 2006. Para la situación en España, cfr. J. PÉ-
REZ-LLANTADA Y GUTIÉRREZ, Fábrica de la Iglesia, en C. CORRAL SALVADOR (Dir.), Diccionario
de Derecho Canónico, Madrid 2000.

143
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

B) EL TRIBUTO ECLESIÁSTICO CON RECAUDACIÓN ESTATAL

La organización tributaria del «Kirchensteuer» está vigente sobre todo en


Alemania'" y en Suiza'". En Alemania, por ejemplo, cada alemán que trabaja
y se reconoce miembro de una confesión religiosa está obligado a entregar a la
Iglesia a la que pertenece un impuesto. Este se calcula como una cuota de los
impuestos transferidos al erario (cerca del 9% del IRPF) ' 54 • El Estado procede
después a transferir lo gestionado directamente a las cajas de las diócesis católi-
cas o de las iglesias regionales evangélicas. Se trata, en definitiva, de un tributo
religioso regulado por la ley canónica, pero de cuya recaudación se encarga la
Administración estatal en virtud de un acuerdo entre la Iglesia y el Estado. Los
costes de esta operación son compensados al Estado mediante un determinado
porcentaje de lo recaudado.
Este sistema tributario, sin duda muy eficaz, no es fácilmente conciliable
con el espíritu del Vaticano II, que estimula las ofrendas espontáneas por parte
de los fieles. Precisamente para permitir la permanencia de los tributos eclesiás-
ticos, el texto del c. 1260 no ha mantenido la expresión «independens a civili
potestate» del c. 1496*, y se ha añadido al c. 1263 la cláusula final «quedando
a salvo las leyes y costumbres particulares que le reconozcan más amplios de-
rechos». Entre los inconvenientes del sistema, hay que tener en cuenta el pro-
blema de las declaraciones formales de abandono de la Iglesia, que los tributos
eclesiásticos han intensificado en algunos países'".

152. Sobre el siste1na alemán, véase, H. PREE, El sostenimiento del culto en Alen1ania, en
Anuario argentino de Derecho canónico, 12 (2005), pp. 395-410; J. ROGGENDORF, El sistema del
únpuesto eclesiástico en la República Federal de Alenzania, Pamplona 1983, pp. 205-222. Para
una comparación con el sistema austríaco, que tiene algunas características diversas del tributo
eclesiástico alemán, véase H. HE!MERL-H. PREE, Handbuch ... , o. c., pp. 133 y ss.
153. Cfr. S. PETSCHEL. Las relaciones de la Iglesia y del Estado en los cantones de la Con-
federación helvética, en REDC 40 (1984) pp. 461-491.
154. No se trata, con10 veremos, de una asignación fiscal. La posible confusión surge por-
que el cálculo se hace sobre lo que el Estado recauda por impuestos propios (en este caso el
IRPF), aunque lo que el fiel debe abonar a su Iglesia se añade a lo que entrega a la Hacienda
Pública de su país.
155. Una de las causas de exención del tributo consiste en el hecho de separarse fonnal-
n1ente de la Iglesia católica, por lo menos un mes antes de la fecha de la imposición. El aban-
dono se fonnaliza por medio de una declaración -oral o escrita- ante el juez o el tribunal civil
co1npetente. Esta situación provoca lo que ha sido tipificado por los Obispos alemanes como un
«delito» contra la fe y la unidad de la Iglesia: los fieles que han co1netido este «delito» no pueden
participar en la vida sacratnental. hasta que revoquen su declaración de abandono de la Iglesia
y vuelvan a cumplir sus deberes, incluido el de satisfacer el tributo. Algunos autores sostienen,
en cambio, que no tratándose ni de apostasía o de herejía, ni de cisma, sino solamente de un
acto de desobediencia y de incumplimiento de una ley fiscal, habría sido suficiente una sanción
disciplinar menor (cfr. E. CORECCO, Di1nettersi dalla Chiesa per ragionifiscali, en Ap SS [ 1982]
pp. 461-502).

144
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

C) LA ASIGNACIÓN FISCAL

El sistema de la asignación tributaria, vigente, entre otros lugares, en Ita-


lia,"' y en España"', no constituye propiamente un tributo, sino más bien una
«contribución indirecta voluntaria» a favor de Ja Iglesia, mediante una mera
asignación""· A pesar de que diversos autores no han dudado en considerarla
como una modalidad de autofinanciación y de que algunos datos avalan esta
interpretación, otros autores han estimado también que, desde un punto de vista
técnico, esta calificación no se corresponde exactamente a la realidad contem-
plada. Por eso, hemos situado la asignación tributaria entre los sistemas de
financiación extra-eclesial '59 • Sin llegar a ser jurídicamente una autofinancia-
ción, el sistema de la asignación tributaria presenta indudablemente la venta-
ja de sensibilizar a los ciudadanos-fieles de su responsabilidad en materia de
subvenir a las necesidades económicas de la Iglesia. El Estado se compromete
a destinar una cuota fija --el «ocho por mil» en Italia, o el «Cero con siete por
ciento» en España~ del impuesto sobre la renta de las personas físicas a finali-
dades sociales, humanitarias o también religiosas (en el caso de que la gestión
de dicho dinero fuera confiada a la Iglesia), en función de la opción de cada
contribuyente. Al contrario que el tributo eclesiástico, este sistema no aumenta
la presión fiscal sobre el contribuyente. Con la asignación fiscal se combinan

156. Para Italia, véase AA.VV., 1 heni te111porafi della Chiesa. Nuova nonnativa canonica
e concordataria, Cittll del Vaticano 1985; E. GJANFELICI, Chiesa e prassi amministrativa oggi.
Enti, beni ecclesiastici e sostenta111ento del clero dopo i nuovi accordi concordatari del 1984,
Roma 1989.
157. Recientemente, el siste1na español de asignación tributaria ha sido objeto de una tno-
dificación cuantitativa. El porcentaje ha pasado del 0,5239 por ciento al 0,7 por ciento. El ins-
trumento utilizado para esta nueva regulación ha sido el intercainbio de Notas Verbales entre la
Nunciatura Apostólica en España y el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación referidas a
los acuerdos sobre asignación tributaria a favor de la Iglesia Católica de 22 de diciembre de 2006.
Para la co1nprensión de esta modificación, véase M. BLANCO, La financiación de fas Confesiones
Religiosas en el Derecho espaiiol: régilnen vigente}' per!>pectivas de futuro, en Revista General
de Derecho Canónico .V Derecho Eclesiástico del Estado, 13 (2007). Además, véase ÍDEM, Co-
operación del Estado con las confesiones religiosas en n1ateria econóniica, en AA. VV., Tratado
de Derecho Eclesiástico. Pamplona 1994, pp. 646-648, y los autores allí citados: M.J. RocA
(ed.), La financiación de la Iglesia católica en España, Santiago de Co1npostela 1994; A. ARZA.
El nuevo siste1na de dotación econónlica del Estado a la Iglesia, en REDC 45 (1988) pp. 35-96;
M.D. CEBRIÁ GARCfA, La auto.financiación de la Iglesia católica en España. Lí1nites y posibili-
dades, Salmnanca 1999; C. PRESAS BARROSA, El clero católico en el derecho e.\paFíol. Dotación,
asignación tributaria, ¿auto.financiación?, Santiago de Compostela 1998; A. TORRES GuTJÉRREZ,
La financiación de la Iglesia católica en España, en REDC 59 (2002) pp. 877-892.
158. Cfr. L. NAVARRO, L 'acqui.rto dei beni ten1porali, en R. FuNGHINI (ed. ), I beni te1nporali
della Chiesa (Studi Giuridici, n. 50), Citta del Vaticano 1999, p. 53.
159. Para una crítica técnico-jurídica de la calificación de la asignación tributaria como
siste1na de autofinanciación, véase J.-P. SCHOLJPPE, Le droit-devoir des fidi:les de subvenir aux
besoins de i'Église, o. c., pp. 249 y ss.

145
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

deducciones de la base imponible""', en función de las ofrendas de los fieles a


favor del Instituto central para el sostenimiento del clero, que provee al sumi-
nistro de fondos a favor de cada Instituto diocesano'". Este sistema permite
salvaguardar la libertad religiosa, principio inspirador que parece cada vez más
necesario para el futuro de la cooperación estatal a la financiación eclesial"''.

5. LA SUPERACIÓN DEL SISTEMA BENEFICIAL

Acabamos de hacer referencia a los principales sistemas actuales de finan-


ciación de la Iglesia, ya sean intra o extra-eclesiales. No se puede dejar de men-
cionar, sin embargo, otro sistema de remuneración del clero muy tradicional:
el beneficio. Si se nos pidiera una definición breve que sirviera para introducir
la compleja realidad del beneficio, podríamos describir este instituto como un
conjunto de bienes (originariamente inmuebles) cuyas rentas se destinan al
sostenimiento del titular de un oficio eclesiástico. En muchos lugares nunca ha
existido y en otros ya ha desaparecido o está en camino de ser sustituido por
uno de los sistemas ya mencionados. Sin embargo, durante siglos el sistema be-
neficia! ha tenido un papel fundamental en la organización eclesial de muchos
países. Para comprender mejor los inconvenientes que presenta en nuestra épo-
ca y las razones de su superación, hay que presentar brevemente la progresiva
formación y la evolución de esta institución plurisecular "'.

A) ÜRIGEN HISTÓRICO DE ESTE INSTITUTO

1. º) En los pri111eros tiempos del cristianismo era suficiente la incardinación: los


sacerdotes ordenados para la utilidad de las diócesis o comunidades de incardinación,
permanecían cerca del Obispo diocesano, que proveía directamente a su sostenimiento.
2.º) Sin embargo, cuando la Iglesia gozó de la suficiente libertad y vitalidad para
extender el evangelio por todas partes, no solo en las ciudades, sino también en el

160. El sistema de deducciones fiscales puede combinarse con diversos siste1nas de finan-
ciación (directa o indirecta).
161. Cfr. injra, cap. VII, 3. a) y b). Véase tainbién G. FEUCJANI, Sostenta1nento del clero,
en Enciclopedia del diritto, XLIII, Milano 1990; AA.VV., ll sostentan1ento del clero, Citta del
Vaticano 1993, pp. 33 y ss.; S. BERLINGÓ, Sostenta111ento dei ministri di culto, en Enciclopedia
giuridica, 30, Ro1na 1993; F.R. AZNAR GIL, El Fondo diocesano para la sustentación del clero
(c. I274 § /),en REDC 48 (I 991) pp. 617-645.
162. Cfr. J. FoRNÉS, Régitnen jurídico-patritnonial y financiación de la Iglesia desde la
per.\pectiva de la libertad religiosa, en /C 36 (1996) pp. 13-61.
163. Para una síntesis de toda la cuestión de los orígenes y de la evolución del beneficio,
véase V. DE REINA, El siste1na beneficia[, o. c., en particular, las pp. 141-189.

146
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

ámbito rural, se planteó el problema del sostenimiento de los clérigos alejados de la


sede episcopal. La discusión sobre los orígenes históricos de la institución no se ha
suavizado todavía en la medida en que esta cuestión parece que está relacionada con la
situación geográfica y con las correspondientes zonas de influencia cultural: se enfren-
tan la tesis del «precario» (en los países de derecho ro1nano) 164 y la de las deno1ninadas
«iglesias propias» (en las regiones de derecho germánico) 165 • En cualquier caso, tanto
en la tradición romana como en la germánica, el sacerdote vivía del derecho a los frutos
de la tierra o del trabajo, todo ello dentro de un sistema típicamente feudal.
3.º) Otro paso adelante se dio cuando los canónigos dejaron de hacer vida en co-
mún con el Obispo diocesano. La mensa capitular, que administraba el Obispo, fue
dividida en tantas partes como canónigos hubiera. Estos no eran propietarios de los
bienes, pero cada uno de ellos tenía el derecho al usufructo de su parte: la prebenda 166 •
Del derecho a la prebenda, entendido como medio para proveer a la subsistencia de los
clérigos encargados de una función sagrada, se llegó, en el siglo XII, a la clásica noción
de beneficio, con la unión de una masa de bienes a un oficio 167 •

B) EL BENEFICIO EN EL CÓDIGO DE 1917

En el precedente Código se prestó una especial atención a la figura jurí-


dica del beneficio, dedicándole setenta y nueve cánones. Dos resultaban ser, a
tenor del c. 1409*, los elementos necesarios para constituir un beneficio: por
una parte, un oficio sagrado, es decir, una función establemente constituida por

164. En los países donde estaba vigente el derecho romano, se recurrió a la institución del
«precario»: entre otros estipendios, se comenzó a distribuir algunos fundos a los sacerdotes que
desempeñaban funciones pastorales, de modo similar a la distribución de tierras a los colonos del
i1nperio. Estos fundos se concedían a título de precario, es decir, con carácter temporal y revoca-
ble (cfr. G. MOLLAT, Bénéfices ecclésiastiques en Occident, en DDC, II, col. 407-408). Más tarde,
estas concesiones se hicieron por quinquenios, que se podían renovar también de 1nodo tácito y
que, por lo tanto, se prolongaban de por vida. De este modo, el precarium roinano se convirtió
en el precario de derecho canónico (cfr. V DEL G!UDJCE, Nociones de Derecho Canónico [tra-
ducción y notas de P. LOMBARDÍA], Pamplona 1964, p. 282, n. 110). Con el tiempo, la institución
perderá su carácter de temporalidad y los fundos terminarán por formar una 1nasa establemente
unida al oficio de los clérigos.
165. En los territorios de derecho gerniánico, en can1bio, los beneficios derivarían de la cons-
titución de «Eigenkirchen» o «iglesias propias», características del sistema cortesano («Hofsys-
tem» ): los sacerdotes eran mantenidos por el señor del latifundio, que había construido la Iglesia.
de la cual era tmnbién el propietario (Cfr. U. STUTZ, Das Eigenkirchenrecht, als Element des
nlittelalterlich-germanischen Kirchenrechts, Berlin 1895). Sobre estas iglesias propias (o priva-
das}, el Obispo conservaba solo un derecho de vigilancia. Por eso, la Iglesia buscó disminuir los
nurnerosos derechos de estos propietarios y, al mismo tiempo, fundadores de iglesias, intentando
de esta manera recuperar la plena jurisdicción sobre las misn1as.
166. Un fenómeno análogo ocun·ió con la 1nensa conventual.
167. Cfr. E. COLAGIOVANNI, L'aspetto storico-sociologico nella trasformazione dal benefi-
cio jeudale all'ufficio ecclesiastico ed ecclesiale, en Da! beneficio feudale all'ufficio ecclesiasti-
co ed ecclesiale, Napoli 1971, pp. 29-54.

147
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

el derecho; y, por otra, el derecho a las rentas (o prebenda), que constituye la


dote correspondiente al oficio. Un Obispo podía, por ejemplo, unir el oficio de
capellán de un hospital con el derecho a un porcentaje del alquiler de una casa
-propiedad diocesana- que asignaba como dote a dicho oficio.
Por lo que se refería a las rentas, no cualquier bien que produjese rentas
constituía un beneficio. Se exigían tres requisitos:
!.º)la constitución del beneficio por parte de la autoridad competente;
2.º) la existencia de un patrimonio autónomo y perpetuo (que pudiera durar
tanto tiempo como el ejercicio del oficio por la persona interesada);
3.º) la erección eclesiástica en persona jurídica.
Esta es la noción clásica de beneficio descrita en el c. 1409*. Sin embargo, una
característica del anterior Código, puesta de relieve por la doctrina inK, consistía en la
adopción al mis1no tiempo de una acepción amplia del beneficio. Conservando esta
noción estricta y tradicional del c. 1409* (ya no adecuada a los tiempos), el legislador
introdujo otra más flexible, que permitía integrar en el sistema soluciones modernas de
seguridad para el sostenimiento del clero 169 • De esta forma, el legislador respetaba la
tradición -el beneficio permanecía como sistema de referencia- y, al mismo tiempo,
innovaba algo dentro del mismo sistema, adaptándolo a las circunstancias de la vida
eclesial de la época. Esto explica por qué el término «beneficio» tenía, a fin de cuentas,
un triple significado. Podía indicar el oficio mismo (co1no elemento principal), el dere-
cho perpetuo a percibir rentas sobre los bienes anejos al oficio, o también el conjunto de
los bienes, tan diversos, que formaban la dotación del sagrado oficio 170 •

C) LA PERSPECTIVA DEL CONCILIO VATICANO !I Y DEL CÓDIGO


DE 1983 EN MATERIA DE REMUNERACIÓN DEL CLERO

Desde una óptica radicalmente distinta, el Concilio Vaticano II optó por


abandonar esta plurisecular institución -contra la que se formularon numerosas
objeciones, tanto a nivel teórico como a nivel de práctica pastoral"'- y susti-

168. Cfr. V. DE PAOLJS, Il sistema beneficia/e e il suo superamento dal Concilio Vaticano
11 ai nostri giorni, en AA.VV., JI sostentamento del clero, o. c., pp. 25-26.
169. La ainpliación del concepto se produce en el c. 1410*, que acepta una gran variedad
de bienes susceptibles de constituir la dotación del oficio (cfr. E. MAGNIN, Bénéfices-Régime de
droit comtnun d'apres le Code, en DDC, II, col. 671-677).
170. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De Rebus, o. c .. pp. 236-239, n. 767.
171. El beneficio sería un conjunto de elementos difícilmente conciliables (¿cómo un ofi-
cio y un derecho a una renta podrían constituir armónicamente una persona jurídica?); esta insti-
tución daba demasiada relevancia a los aspectos económicos, de manera que el aspecto espiritual
y principal (el oficio) quedaba subordinado a lo que era secundario y te1nporal; causaba en el cle-
ro desigualdad; podía dañar la vida de oración de los clérigos y su completa disponibilidad para
la propia función pastoral, ya que era necesario administrar Jos bienes del beneficio; era causa, a
la vez, de discordias en la comunidad cristiana y de grandes riesgos para los mis1nos bienes (el

148
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

tuirla por un sistema de sustentación del clero basado en la solidaridad"'. Esta


reforma se sitúa, por lo tanto, en la línea de una concepción del oficio como
servicio pastoral y de un sistema de remuneración basado en la solidaridad.
Una de sus ventajas es el respeto de la libertad del Obispo para conferir los
oficios, quedando suprimido cualquier derecho y privilegio que pudiese limitar
esa libertad.
Respecto al método para esta reforma o abolición -se nota una cierta impre-
cisión terminológica en los diversos esquemas-, el Concilio optó por el aban-
dono completo del sistema beneficia!, pero sin imponer su supresión radical en
un tiempo determinado; se invitaba, sobre todo, a una reforma de fondo, llevada
a cabo progresivamente"'· Concretamente, la cuestión se dejó en manos de
las Conferencias episcopales, para que tuvieran en cuenta las circunstancias
propias de cada lugar, los usos y costumbres, las normas vigentes de derecho
estatal y también los derechos adquiridos.
En el Código vigente'", el oficio eclesiástico se define como «cualquier
cargo, constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya
de ejercerse para un fin espiritual» (c. 145 § 1). Ya no hay necesidad de una
explícita mención del principio según el cual el oficio es el elemento principal:
esto resulta del hecho de que la renta o la misma dote están ya destinadas (en la
medida en que sea posible) al Instituto para el sostenimiento del clero.
De las disposiciones sobre el sistema beneficia!, sobrevive solo el c. 1272.
Este canon establece que, allí donde existan todavía beneficios propiamente
dichos"', corresponde a la Conferencia episcopal competente proveer a su pro-
gresiva transformación en una institución diocesana para el sostenimiento del
clero. La Conferencia episcopal debe determinar su régimen («regimen mode-

hecho de ser clérigo no garantizaba la capacidad de gestión económica). Véase, entre otros, V. DE
PAOLIS, Il sistema beneficia/e ... , o. c., pp. 26-28.
172. Cfr. A. MOSTAZA, Derecho Patrimonial, o. c., pp. 442-443.
173. «Por lo cual hay que dejar el sistema que llaman beneficia!, o a lo menos hay que
reforn1arlo, de suerte que la parte beneficia!, o el derecho a Jos réditos dotales anejos al beneficio,
se considere co1no secundaria y se atribuya, en derecho, el primer lugar al propio oficio eclesiás-
tico» (PO, 20). Sobre las reflexiones en la época sucesiva al Concilio, véase O. ROBLEDA, De sys-
temate beneficiali supprimendo aut refonnando ad normam Concilii Vaticani JI, en Quaestiones
disputatae iuridico-canonicae, Romae 1969, pp. 151-166.
174. Para una presentación actual del oficio y su distinción respecto del ministerio, véase
entre otros, J.L ARRIETA, Fun:¡Jone pubblica e ufficio ecclesiastico, en JE 7 ( 1995) pp. 91-113.
Véase también, S. BERLINGÓ, Dal «mistero» al «nlinistero»: l'ufficio ecclesiastico, en JE 5 (1993)
pp. 91-120.
175. Al contrario de lo que sucedía con el c. 1410*, hoy se pueden considerar beneficios,
en sentido técnico, solan1ente aquellos que son constituidos con un capital fijo (inmobiliario o
mobiliario) estable y suficiente para proveer con sus rentas al sostenimiento del clero (o, en su
caso, para co1npletarlo). Todos los demás que aparecen en dicho canon no se consideran ya be-
neficios, sino entradas econóinicas, reguladas por otros cánones (por ej. la nonnativa sobre las
ofrendas con ocasión de servicios pastorales).

149
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

rari» "') con normas oportunas, acordadas con la Sede Apostólica y aprobadas
por ésta. La transformación que se persigue pretende transferir las rentas, e in-
cluso, en la medida en que sea posible, la propia dote de los beneficios al men-
cionado Instituto diocesano"', respetando así la voluntad de los fundadores: el
sostenimiento del clero.
De este modo se ha llevado a cabo una reforma sustancial del sistema be-
neficia!, pero sin abolir los derechos adquiridos, en particular, las voluntades
pías. Junto con esta reforma del sistema de remuneración del clero, la Iglesia
recuerda a los fieles que tienen la responsabilidad de contribuir a las necesida-
des materiales de la Iglesia, entre otras cosas, al sostenimiento del clero, ya que
«el que trabaja merece su salario» (Le 10,7). Corresponde al Obispo recordar
a los fieles su grave obligación y también organizar instituciones ad hoc en las
diócesis (sobre todo, el Instituto diocesano para la sustentación del clero y las
instituciones para la seguridad social del clero)"". Estos sistemas de solida-
ridad eclesial deben asegurar una remuneración suficiente, expresión que se
puede traducir también en otros términos, como adecuada e igual:
a) Adecuada.- Conviene asegurar un sostenimiento suficiente y adecuado,
teniendo en cuenta la concreta situación de cada clérigo, es decir, en función
de: !.º) las condiciones o la función desarrollada (son distintas, por ejemplo,
las necesidades de un párroco y las de un profesor universitario); 2.º) las cir-
cunstancias de tiempo y de lugar (relevancia mayor o menor de las ofrendas
con ocasión de la celebración de sacramentos ... ); 3.º) las circunstancias par-
ticulares de vida (salud, retribución justa de las personas que trabajan con él,
diversas necesidades familiares, vacaciones, posibilidad de dar personalmente
limosnas ... )"'· En el caso de diáconos casados, se prevé expresamente que
estos deben ser retribuidos de forma que puedan hacer frente al sostenimiento
de su familia, teniendo también presente lo que perciban por el ejercicio, actual
o pasado, de una profesión civil (cfr. c. 281 § 3).

176. Es necesario llamar la atención sobre el hecho de que la norma del c. 1272 procede del
*
c. 80 2 de la Lex Ecclesiae Fundanzentalis, después de un iteren el que hubo nu1nerosas discu~
siones, entre otras cosas, sobre la necesidad o no de la «supresión» de los beneficios y sobre la
oportunidad de confiar la reglamentación de la cuestión a las diversas Conferencias episcopales
(cfr. Com 12 [1980], p. 412: Re/atio, pp. 283-284: ES,!, 8).
177. En 1nuchos países, los beneficios propiamente dichos, en el sentido del c. 1272, no
han existido nunca. En el caso de Italia, entre la República y la Iglesia se estableció el Acuerdo de
1984. Se han dado normas complementarias en esta 1nateria, por lo que nosotros conocemos, solo
en cinco Conferencias episcopales: Suiza, Austria, Perú, Malta y Espaüa. Para dicha normativa
y una presentación general, re1niti1nos a J.T. MARTÍN DE AGAR, Legislazione delle Conferenze
episcopali complementare ... ,o. c., pp. 32, 705, 83, 445-451, 560 y 648-650.
178. Cfr. ce. 222 § 1 y 1261 § 2. Véase injra, cap. VII, 3.
179. Cfr. ce. 281 § 1 y 283 § 2.

150
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA

b) Igual.- La vigilancia para mantener una cierta igualdad en la remunera-


ción pretende evitar tanto las diferencias infundadas como el igualitarismo cie-
go. No se trata, por tanto, de una norma rígida, sino, sobre todo, de una garantía
de igualdad para todos los que se encuentran en las mismas circunstancias (por
ej. en la misma circunscripción eclesiástica), teniendo en cuenta tanto la natura-
leza del oficio como las circunstancias de tiempo y lugar (cfr. PO, 20).
Por otra parte, para conformarse a Cristo, los sacerdotes deben cuidar el
personal desprendimiento de los bienes materiales, luchar contra cualquier
sombra de codicia, abstenerse del comercio (cfr. c. 286) y evitar todo aquello
que pueda inducir a los pobres a alejarse. Además, deben ser generosos para
sostener, en la medida de sus posibilidades, las necesidades materiales de la
diócesis y, en particular, las de sus hermanos en el sacerdocio'"°.

180. Cfr. PO, 17; ES, 8. La progresiva transformación del sistema beneficial, allí donde
existía, en este sistema de solidaridad social se inspira en la mis1na fidelidad al espíritu evangé-
lico. En el caso de que un clérigo poseyera bienes más que suficientes, logrados con el ejercicio
de algún oficio eclesiástico, se le invita a destinar lo restante para el bien de la Iglesia y para las
obras de caridad. sin pe¡juicio de lo que pueda establecer, en su caso, el derecho particular.

151
CAPÍTULO VI

LA ADMINISTRACIÓN Y LA ENAJENACIÓN
DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

Después de haber examinado los modos de adquisición de los bienes tem-


porales de la Iglesia y su financiación, hay que estudiar los conceptos de admi-
nistración y de enajenación, que son, por desgracia, bastante menos claros que
el de adquisición 1• A partir de estas nociones, podremos estudiar los diversos
aspectos de la función del administrador. Obviamente, esta función no se limita
al ámbito de los actos de administración y de enajenación, sino que también se
extiende a la adquisición de bienes. De todas formas, determinados actos de
adquisición y de enajenación están sometidos a la autorización de la competen-
te autoridad superior. Por ello, podemos concluir que, además de la inmediata
administración de los bienes eclesiásticos -nivel en que se concentra la activi-
dad ordinaria de gestión con carácter de continuidad-, conviene distinguir las
funciones ejercidas por el Ordinario en materia patrimonial (autorizar actos de
administración extraordinaria, vigilar y controlar, suplir carencias en la gestión,
etc.) y las que, en virtud de su función de supremo administrador de los bienes
de la Iglesia, competen al Romano Pontífice. Esas funciones del Ordinario y
del Romano Pontífice, que se sitúan en niveles distintos de la administración
inmediata, son «niveles de intervención» de la autoridad superior en la admi-
nistración de los bienes temporales más que «niveles de administración de los

l. Cfr., para todo este tema, F. GRAZJAN, la no;:Jone di amministrazione e di alienazione


ne/ Codice di diritto canonico, Roma 2002, pp. 45-114. Se trata de una síntesis de la evolución
de estos conceptos hasta el Código actual. El autor se detiene con profundidad en la legislación
actualmente vigente para delimitar estas dos nociones.

153
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

bienes»'· Después del estudio de estas respectivas competencias en materia


administrativa, nos referiremos al importante papel de las Conferencias epis-
copales en la gestión de los bienes eclesiásticos. Finalmente, nos detendremos
en los órganos de administración que ayudan al Romano Pontífice en la gestión
de los bienes de la Sede Apostólica. Dejaremos, en cambio, para los capítulos
sucesivos el estudio de los órganos consultivos en materia patrimonial de las
diócesis, de las parroquias y de los Institutos de vida consagrada y Sociedades
de vida apostólica.

1. NOCIÓN DE ADMINISTRACIÓN Y DE ENAJENACIÓN

El concepto de administración no es unívoco, sino que posee, al menos, tres


acepciones distintas. Además del sentido que tiene en relación con la función
administrativa de gobierno, es decir, con los actos que pertenecen al ámbito
de la potestad jurisdiccional o de gobierno de las personas (por ej., el nombra-
miento de un párroco), hay otros dos sentidos del término. Son precisamente
estos últimos los que están directamente relacionados con la administración de
los bienes temporales:
a) La acepción jurÍdica estricta y clásica, que hemos visto ya al estudiar
el c. 1254 § 1' y que aparece también en los encabezamientos de los distintos
títulos que forman el libro V, que distinguen la adquisición, la administración y
la enajenación. Se trata sustancialmente de los actos para conservar, mejorar y
hacer fructificar los bienes temporales.
b) La acepción económica amplia, que el legislador canónico utiliza a pro-
pósito de los actos de administración extraordinaria y de los actos asimilados a
los actos de enajenación'. Esta extensión del concepto de administración -que
parece ser la consecuencia del uso simultáneo en el ere de criterios cualitativos
y cuantitativos- hace posible una mayor flexibilidad en la gestión de los bienes
eclesiásticos. Aunque la flexibilidad sea, en principio, una característica positi-
va, no parece que sea deseable, desde el punto de vista del perfeccionamiento
técnico-científico del derecho patrimonial, en la medida en que no favorece la
claridad conceptual. Parece, pues, razonable apuntar hacia la progresiva recu-
peración de la acepción jurídica clásica del concepto de administración. Eso

2. Sobre esta debatida cuestión, véase, sobre todo, Ja síntesis y la argumentación de V. DE


PAOLIS, Alcune osserva::,ioni su/la no::,ione di amnlinistrazione dei beni temporali della Chiesa,
en Per 88 (1999) pp. 101 y ss.
3. Cfr. supra, cap. 11, 2, d).
4. Sobre el concepto de administración en sentido a1nplio, es decir, de gestión administrati-
va, en contraste con el sentido jurídico de administración, véase la síntesis doctrinal de M. LóPEZ
ALARCÓN, La administración de los bienes eclesiásticos, en /C 24 (1984) pp. 87-121.

154
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

implica, de iure condendo, introducir en la totalidad de la legislación patri-


monial canónica una distinción más nítida entre administración y enajenación.
Entretanto, el canonista se encuentra ante una realidad -el uso de la acepción
amplia del término administración- que no puede ignorar y que se percibe no
sólo en el Código, sino también, como consecuencia de la fuerza inspiradora
y vinculante del derecho universal, en muchas otras normas: en estatutos de
personas jurídicas, en el derecho particular de numerosas diócesis, y en normas
complementarias de las Conferencias episcopales, que, con frecuencia, men-
cionan los actos de enajenación (o asimilados) en las listas de actos de extraor-
dinaria administración.
Por este motivo, el Código ha establecido un sistema relativamente com-
plejo formado por cuatro categorías distintas: !.º) los actos de administración
ordinaria; 2.º) los actos de administración extraordinaria, que se contraponen
a los anteriores; 3.º) los actos de enajenación o asimilados, que amplían la ca-
tegoría precedente (de ahí que, en la terminología de gestión, la enajenación y
los actos asimilados se incluyan en la administración de los bienes, lo cual no
corresponde al sentido estricto jurídico de administración); 4.º) en determina-
das circunstancias fijadas por el derecho particular, algunos actos dejan de ser
de ordinaria administración y son tratados como actos de mayor importancia,
es decir, actos de disposición que son objeto de un mayor control por parte de la
autoridad. A la hora de delimitar estas categorías de actos y las relaciones entre
ellas tiene una particular importancia el concepto de patrimonio estable.

A) PREMISA: EL CONCEPTO DE PATRIMONIO ESTABLE

El derecho canónico se interesa por la conservación del «patrimonio esta-


ble» de las personas jurídicas públicas. Esta expresión es una innovación del
Código'. Sin dar una verdadera definición del patrimonio estable, el c. 1291
establece que se trata de bienes: 1.º) para cuya enajenación se requiere ad vali-
ditatem la licencia de la autoridad competente; 2.º) que han sido objeto de una
legitilna asignación 6 •

5. Sustituye a una expresión ---de difícil traducción-que se encontraba en el c. 1530 § 1*:


«res( ... ). quae servando servari possunt», es decir, bienes que pudiendo conservarse deben ser
conservados. Cfr. F. GRAZJAN, Patrin1onio stabile: istituto dimenticato?, en Quaderni di diritto
ecclesiafe, 16 (2003) p. 282; D. ZALBIDEA, El patri111onio estable en el Código de Derecho Canó-
nico de 1983, Tesis Doctoral, Facultad de Derecho Canónico, Universidad de Navarra, Pamplona
2006 (pro 111anuscripto).
6. El canon mencionado se refiere a la enajenación de bienes eclesiásticos, o sea, aquellos
que pertenecen a las personas jurídicas públicas. Las personas jurídicas privadas pueden tener
también un patrimonio estable, regulado por sus estatutos.

155
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

El administrador puede disponer del patrimonio «no estable» (rentas, fru-


tos ... ) sin necesidad de autorización y sin otro límite que la consecución de los
fines del ente. En cambio, empeorar el estado del patrimonio estable excede el
poder normal del administrador. En este sentido, el patrimonio estable es un
conjunto de bienes que goza de una cierta permanencia, de modo que un acto
que lo modifique se considerará acto de administración extraordinaria. La razón
de ser de estos bienes, legítimamente asignados como dote permanente, es la de
asegurar un soporte financiero estable que garantice la autosuficiencia econó-
mica y la supervivencia del ente, así como facilitar la consecución de sus fines
propios. La seguridad jurídica requiere una clara delimitación del patrimonio
estable de cada persona jurídica pública: se evitan de este modo abusos o deci-
siones arbitrarias de los administradores, que de otro modo no estarían sujetos
al control de la autoridad.
En principio, se puede decir que toda persona jurídica tiene un patrimo-
nio estable. Sin embargo, el Código no impone expresamente la obligación
de constituirlo; únicamente dispone que la autoridad eclesiástica competente
no debe conferir la personalidad jurídica a aquellos entes que no «dispongan
de medios que se prevé que pueden ser suficientes para alcanzar el fin que se
proponen» (c. 114 § 3). No se establece con precisión qué bienes forman el
patrimonio estable'. El CIC vuelve sobre esta cuestión en el c. 1285, al hablar
de las «donaciones para fines de piedad o de caridad cristiana con bienes mue-
bles que no pertenezcan al patrimonio estable», indicando así que puede estar
constituido también por bienes muebles 8 •
El c. 1291 confirma el clásico concepto de la «legítima asignación». Se
trata de un acto positivo realizado por la autoridad o por el órgano competente,
de acuerdo con el derecho, en cuya virtud determinados bienes no pueden ser
enajenados por el administrador. Esta atribución de una dotación puede reali-
zarse por diversas vías: disposición legal, provisión por la autoridad eclesiás-

7. El derecho particular podrá, en cambio, determinar con 1nayor precisión estas nociones.
Véase, por ej., CEI, lstruzione ... , o. c., n. 53. En cambio, la CEE apenas hace una referencia al
patrimonio estable cuando regula la enajenación. De hecho, en el Reglamento de Ordenación
Económica de la CEE de 1 de diciembre de 1984 (BOCEE 5 [1985] pp. 19-25), cuando se habla
de la enajenación de los bienes de la propia Conferencia, no se 1nenciona el patrimonio estable,
sino que únicainente se hace referencia a las cantidades máxima y míniina.
8. En el caso del patrbnonio de gestión (véase injra, nota 17), el poder normal del adminis-
trador dependerá del presupuesto: podrá realizar los actos de ejecución del 1nis1no. Esta noción,
más flexible, que termina imponiéndose como una necesidad de la realidad económica nloderna,
no es asimilable al patrimonio no estable (cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales ... , o. c.,
p. 728). La CEE considera actos de administración ordinaria aquellos incluidos en el presupues-
to: «Se presumen actos de administración ordinaria los incluidos expresamente en el presupues-
to anual, una vez aprobado en debida forma» (art. 16 § 2 del Segundo Decreto General de la
Conferencia episcopal española sobre las normas complementarias al nuevo Código de Derecho
Canónico, de 1 de diciembre de 1984, en BOCEE 6 [1985] pp. 59-65).

156
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

tica competente, decisión de los administradores de acuerdo con los estatutos,


escrituras de fundación, o la misma voluntad de los donantes o de los contra-
tantes. No existen, pues, reglas absolutas para fijar el concepto. Habrá que tener
en cuenta, con sano realismo, la naturaleza y los fines del ente, las exigencias
económicas necesarias para el cumplimiento de sus fines, la situación econó-
mica -estabilizada o en expansión- de la entidad, la naturaleza y cuantía de los
bienes, etc. Se debe considerar que determinados bienes pertenecen de modo
natural al patrimonio estable (son casos de legítima asignación implícita) y que
es ilícito, por lo tanto, no hacer tales asignaciones con el único objetivo de evi-
tar las prescripciones de la ley sobre la enajenación 9 •

B) ADMINISTRACIÓN ORDINARIA

Bajo la expresión «administración ordinaria», se comprenden todas las ac-


tividades que son propias del administrador en cuanto tal, sin necesidad de ulte-
riores requisitos. Designa, por tanto, el conjunto de operaciones y actos idóneos
para cuidar de la conservación y mejoramiento de los bienes, y también para
percibir sus frutos y rentas. Están, pues, excluidas del concepto de adminis-
tración en sentido estricto la adquisición de bienes y la enajenación de cuanto
pertenece al patrimonio estable del ente administrado'°. Se pueden calificar
como actos de administración ordinaria todos los actos relativos a la gestión
ordinaria, entendida en el sentido de gestión normal y exenta de riesgos para
la estabilidad patrimonial del ente.
En principio, los actos de administración ordinaria se identifican con los
que, a tenor del c. 1284, corresponden al administrador, el cual debe desarro-
llar su función con la diligencia de un buen padre de familia 11 • Este canon
no recoge, sin embargo, una lista exhaustiva de los actos de administración
ordinaria. Por ello, habrá que tener también en cuenta otros posibles criterios

9. Cfr. M. LóPEZ ALARCÓN, Conientario al c. 1285, en Código ... , o. c.; V. DE PAOLIS, La


vita consacrata nel!a Chiesa, Bologna 1992, p. 260.
10. Se puede, en catnbio, aceptar la existencia de actos de enajenación en sentido estricto
que no caen bajo las normas codiciales que regulan la enajenación en sentido amplio (ce. 1291-
1295), y que pueden considerarse como de administración ordinaria o extraordinaria (por ej.,
la venta de frutos de un bien, incluso si pertenece al patrimonio estable). En este sentido, M.
MORENO ANTÓN, La, enajenación de bienes eclesiásticos en el ordenamiento jurídico español,
Salamanca 1987, pp. 25-33.
11. El proyecto de realizar una enumeración exhaustiva de actos concretos fue considerado
como imposible y abandonado (cfr. Relatio, pp. 285-286; Com 12 ll980] p. 415). Algunos co-
mentadores del CIC 17 habían propuesto un elenco de actos que correspondían al administrador
(cfr., entre otros, G. VROMANT, De bonis ... , o. c., pp. 161-162; M. BONET MUIXI, Gestión del
patrimonio eclesiástico, en AA.VV., El patrimonio eclesiástico, Salamanca 1950, pp. 142-143).

157
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

complementarios: factores cuantitativos, si existen (por ej. ce. 1291-1292), de-


terminaciones de derecho particular", e incluso las circunstancias concretas de
cada caso 13 •

C) ADMINISTRACIÓN EXTRAORDINARIA

Los actos de «administración extraordinaria» son los «que sobrepasan los


límites y el modo de la administración ordinaria» (c. 1281). Este criterio invita
a considerar tanto las determinaciones del derecho particular y de los estatutos
corno la concreta valoración del posible carácter perjudicial del acto para el
patrimonio de la persona jurídica. Tratándose de actos menos frecuentes y más
comprometidos que los actos de administración ordinaria, los actos de adminis-
tración extraordinaria (entre los cuales, en el Código, están comprendidos los
actos de enajenación) son objeto de atención particular con el fin de salvaguar-
dar la estabilidad económica del patrimonio eclesiástico.
En este sentido, los actos de enajenación pueden considerarse corno una
subcategoría de la administración extraordinaria". Sin embargo, no se puede
ampliar a todos los actos de administración extraordinaria el reforzado con-
trol previsto para aquellos que puedan empeorar el patrimonio de la persona
jurídica". De hecho, algunos actos de administración extraordinaria pueden

12. Corresponde principalmente a los estatutos de cada persona jurídica determinar qué
actos deben ser considerados como extraordinarios. En el caso de que estos no contengan ningu-
na indicación, esa tarea corresponderá al Obispo diocesano (cfr. c. 1281 § 2) para las personas
sujetas a su jurisdicción (véase infra, cap. VII). En los Institutos religiosos, los superiores propios
tienen competencia según el c. 638 § 1 (véase infra, cap. VIII).
13. Para eje1nplificar esta afirmación, De Paolis, reconociendo que no son suficientes por
sí solos, propone los siguientes criterios de deternünación: «la cantidad, los riesgos de pérdida;
la incidencia que el acto puede tener sobre la sustancia o solo sobre los frutos; los peligros para
la estabilidad del mismo patrimonio; la naturaleza de la cosa objeto del acto de administración o
del servicio que se presta; la 1nodalidad o la complejidad del negocio; el valor de la cosa; Ja du-
ración de los rit1nos de ejecución; la incertidumbre de los resultados econó1nicos; Ja consistencia
patrimonial, económica y financiera de la 1nisma persona jurídica; etc.» (V. DE PAOLIS, l beni ... ,
o. c., p. 147. La traducción del original italiano es nuestra).
14. La mayor parte de los autores sitúan los actos de enajenación (según los ce. 1291-1295)
en la administración extraordinaria (en el ámbito del concepto económico de gestión adminis-
trativa), aunque con matices diversos: M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1281, en Código ... ,
o. c.; F. CoccOPALMERIO, Diritto patrimoniale della Chiesa, o. c., p. 44; L. MISTÓ, J beni.. ., o. c.,
p. 406; A. MOSTAZA RODRÍGUEZ, Derecho patrimonial, o. c., pp. 444-445; v. ROYERA, l beni ... ,
o. c., p. 276; J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes te1npora/es ... , o. c., pp. 727-728; F.R. AZNAR ÜJL,
la adnlinistración .. ., o. c., p. 406; M. MORENO ANTÓN, la enajenación, o. c., pp. 25-33; M.
MORDANTE, l'am1ninistrazione ... , o. c., pp. 94-97. En sentido contrario, V. DE PAOLIS, la vita
consacrata, o. c., p. 257 (véase la nota siguiente).
15. Desde este punto de vista, compartimos la posición según la cual el concepto de ad-
ministración extraordinaria es n1áS amplio que el de acto que empeora la situación patrimonial,

158
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

aumentar o enriquecer el patrimonio estable (como, por ejemplo, la aceptación


de una liberalidad sin ninguna carga para la persona jurídica). Existen, además,
algunos actos de enajenación (por ej. la venta de frutos) que no tienen ninguna
repercusión en la estabilidad del patrimonio. Aunque son actos de administra-
ción extraordinaria, no deben estar sometidos a las formalidades de control
reforzado reservadas a los actos que pueden perjudicar la situación patrimonial
del ente.
Para determinar en concreto los actos de administración extraordinaria,
hay que distinguir entre los bienes de las diócesis (o de otras personas jurídicas
administradas por el Obispo diocesano) y los de las restantes personas jurídicas
públicas. En el primer caso, el c. 1277 dispone que es la correspondiente Con-
ferencia episcopal la que debe determinarlo. En el caso de las personas jurídicas
públicas no administradas por el Obispo diocesano, el c. 1281 § 2 reenvía, en
cambio, a los estatutos. Si la cuestión no estuviera resuelta en los estatutos, co-
rresponde al Obispo diocesano, en virtud de Ja misma disposición, determinar
dichos actos para las personas jurídicas públicas a él sujetas, después de oír al
Consejo de asuntos económicos.

D) ACTOS DE ENAJENACIÓN Y ASIMILADOS: EL


CONCEPTO «LEGAL» DE ENAJENACIÓN

El hecho de que el Código regule los negocios de enajenación de modo es-


pecífico, aunque sea dentro de la administración extraordinaria, responde a una
larga tradición, según la cual, los bienes eclesiásticos quedaban, en cierta me-
dida, sacralizados: lo que la Iglesia adquiría ya no podía, en adelante, serena-
jenado. De esta forma, se trataba de evitar que, a causa de la enajenación, los
bienes afectados dejaran de ser bienes eclesiásticos y de estar, en consecuencia,
al servicio de la Iglesia. Actualmente, sin embargo, es frecuente sostener que
asegurar una buena gestión de los bienes eclesiásticos es más importante que
garantizar su inalienabilidad. Además de esta evolución en la perspectiva, el

que usa el c. 1295. Con razón, De Paolis denuncia el peligro-no solo teórico- de hacer recaer la
previsión del c. 1295 (y por lo tanto la exigencia de las solemnidades de la enajenación) sobre ac-
tos que la doctrina siempre ha considerado excluidos (cfr. V. DE PAOLIS, Negozio giuridico, «quo
condicio patrifnonialis personae iuridicae peior fieri possit» fcfr. c. 1295 ], en Per 88 [1994] pp.
522-523; ÍDEM, l heni ... , o. c., pp. 199-221). En ca1nbio, pensamos que la categoría codicia! (o
legal) de enajenación puede ser considerada una subcategoría de la administración extraordina-
ria; aunque, de acuerdo con De Paolis, consideramos que una distinción más clara -incluso una
separación- entre los conceptos de administración extraordinaria y de enajenación hubiera sido
preferible. Ad1nitimos que el concepto legal de enajenación -en el án1bito de la adtninistración
extraordinaria- causa las confusiones que dicho autor denuncia. pero tal parece ser la normativa
vigente.

159
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

legislador canónico se ha guiado también por la preocupación de conservar el


valor económico del patrimonio de la Iglesia. Por eso, el ordenamiento canó-
nico no ha querido prohibir de modo absoluto la enajenación de bienes ecle-
siásticos y ha establecido, en cambio, un sistema de condiciones y controles de
la autoridad superior. Esto explica además por qué, en esta materia, la Iglesia
«canoniza» solo parcialmente la ley civil, conservando siempre un ámbito de
relativa autonomía, así como la posibilidad de ejercer un cierto control".
Con la expresión «enajenación y actos asimilados» designamos un tipo
legal de actos que, en el ámbito de la administración extraordinaria, se rigen por
normas específicas para asegurar un control reforzado por parte de la autoridad
eclesiástica competente. Este concepto legal es más amplio que el concepto ju-
rídico de enajenación al que ya nos hemos referido. En efecto, el criterio estric-
to del c. 1291 (solo la enajenación de bienes que pertenecen al patrimonio es-
table) se extiende también a los actos asimilados a la enajenación: «Cualquier
operación de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de la
persona jurídica» (c. 1295). El CIC considera actos de enajenación, no solo los
de enajenación propiamente dicha (alienumfacere) en referencia al patrimonio
estable, sino también los negocios que pueden afectar de modo determinante
a ese mismo patrimonio 11 en cuanto a su composición, a su naturaleza, a su
estabilidad o a la capacidad de lograr sus fines propios. La enajenación legal -
propiamente dicha (c.1291) o por asimilación (c. 1295)- incluye, en definitiva,
cualquier acto jurídico que pueda afectar al patrimonio de la persona jurídica
e1npeorando su condición 18 •
Este concepto legal de enajenación no puede identificarse con el de admi-
nistración extraordinaria, puesto que solo los actos jurídicos que pueden afectar
al patrimonio de la persona jurídica y empeorar su situación (o sea, los actos de

16. Cfr. V. DE PAOLIS, La vita consacrata, o. c., p. 257. Véase también, del mis1no autor, ll
negoz.io giuridico, o. c., pp. 504-505.
17. En la vigente nonnativa canónica, siguiendo una larga tradición doctrinal, la enajena-
ción (propiainente dicha) se refiere al patrimonio estable (cfr. C(nn 12 [1980] p. 420). Para un es-
tudio de la doctrina precedente al actual Código, véase V. DE PAOLIS, Nego:Jo giuridico .. ., o. c.,
pp. 509-514. Sin embargo, de iure condendo, la evolución de la economía hacia planteamientos
de patrin1onios de gestión, nos sitúa frente a nuevas preguntas: ¿el ordenainiento canónico debe
ocuparse sola1nente de los patri1nonios estables? ¿No convendría también elaborar criterios ade-
cuados para el patrimonio de gestión? En esta óptica, los límites a los que se sujetan los actos de-
berían ser más flexibles. De este modo, se podrían considerar co1no de administración ordinaria
los actos de ejecución de un presupuesto. En cambio, la segunda categoría incluiría aquellas ope-
raciones que pusiesen en peligro el ctunplimiento del presupuesto o que simplen1ente i1nplicasen
desviaciones notables respecto al mismo. La prevalencia del criterio empírico para la calificación
de los actos y la necesidad de permitir una suficiente flexibilidad de acción al administrador son
argu1nentos sostenidos desde hace mucho tiempo por la doctrina civil (véase, entre otros, V. Lo-
JACONO, A1n1ninistraz.,ione, en Enciclopedia del diritto, II, 1958, pp. 160-161 ).
18. Cfr. F.R. AzNAR Ü!L, La adnlinistración .. ., o. c., pp. 403-406.

160
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

enajenación en sentido legal) deben ser sometidos a las medidas de control de


los ce. 1291-1294. Como no se trata de un criterio teórico, habrá que examinar
el negocio y valorar, en concreto, si efectivamente pe1judica al patrimonio de
la persona jurídica". No bastaría, por lo tanto, un peligro puramente potencial
derivado de circunstancias accidentales al acto mismo (como pueden darse, por
ej., en cualquier acto de adquisición) 20 • Es posible, en cambio, pensar en mu-
chos actos que, sin constituir una enajenación propiamente dicha, disminuyen
el patrimonio (constitución de servidumbre sobre una propiedad eclesiástica,
o renuncia a una servidumbre activa sobre los bienes de un tercero), o pueden
ponerlo en peligro (constitución de una hipoteca sobre un bien eclesiástico,
aceptación de una sucesión gravada con importantes cargas, asunción de per-
sonal para trabajar al servicio de una persona jurídica titular de un patrimonio
limitado", etc.).

E) ACTOS DE MAYOR IMPORTANCIA

Así como los actos de enajenación y asimilados constituyen una categoría


propia dentro de los actos de administración extraordinaria, en los actos de
administración ordinaria existe también una subcategoría: los actos «de mayor
importancia». Sin ser más importantes que los actos de enajenación, sí lo son, en
cambio, en comparación con los demás actos de administración. Se trata, pues,
de actos que, considerados de modo general y abstracto, son de administración
ordinaria pero, atendidas las circunstancias propias de la entidad, se consideran
de mayor importancia y se someten a especiales requisitos por la autoridad
competente. Esta noción es de aplicación limitada (por eso nos referimos a ella
en último lugar): si bien la formulación del c. 1277 se refiere solo a los bienes
de la diócesis, esta categoría puede aplicarse a otros entes, en función siempre

19. A propósito de las tendencias recientes en la evolución del concepto de enajenación,


véase F.G. MüRRISEY, The Alienation ofTemporal Goods in Conte111porary Practice, en se 29
(1995) pp. 293-316.
20. Cfr. V. DE PAOL!S, Nego::,io giuridico ... , o. c., pp. 526 y 495, nota l.
21. Como la razón de ser del requisito de la licencia es la protección del patrimonio ecle-
siástico, en el caso de una trasfonnación de una persona jurídica pública en persona jurídica
privada, se puede considerar que, aunque no se verifiquen los ele1nentos necesarios para que
haya una verdadera enajenación (no se produce ningún cambio de propietario, sino una nlera
modificación de la naturaleza de la persona jurídica propietaria), los bienes dejarán de ser bienes
eclesiásticos y saldrán del régimen administrativo previsto para ellos. Por lo tanto, parece razo-
nable que, antes de realizar esta trasfonnación, se apliquen los controles previstos de parte de la
autoridad eclesiástica coinpetente en caso de una enajenación: es decir, que la licencia sería un
requisito necesario para Ja validez de la trasforn1ación de la persona jurídica (cfr. L. NAVARRO,
Diritto e volontá di associa::,ione deifedeli, o. c., pp. 97-98, nota 66).

161
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

de sus características concretas. De hecho, está particularmente difundida en el


campo del derecho de religiosos".
En el emblemático caso de una persona jurídica diocesana, los actos de
mayor importancia son aquellos que, teniendo en cuenta las características pro-
pias de una determinada diócesis (por ej. los módicos recursos económicos o
financieros de una diócesis pequeña), merecen esa consideración y, por lo tanto,
están sujetos a especiales exigencias por la autoridad diocesana competente. El
legislador reconoce que no es posible recoger en una ley general qué actos son
maioris momenti: deberá atenderse a la situación económica de la diócesis y a
las determinaciones del derecho particular". Los actos de mayor importancia
están protegidos por especiales formalidades. El c. 1277 establece que el Obis-
po diocesano, para conceder el decreto solicitado, debe escuchar al Consejo de
asuntos económicos y al Colegio de consultores.

2. LA FUNCIÓN DEL ADMINISTRADOR DE BIENES ECLESIÁSTICOS

La administración de los bienes forma parte de la actividad de gobierno de


la persona jurídica. Por lo tanto, la función de administrador de los bienes ecle-
siásticos compete, en principio, a «quien de manera inmediata rige»" la persona
jurídica propietaria de los bienes en cuestión, ya sea personalmente, o a través de
otros. El c. 1279, que considera necesaria la figura del administrador, señala que
esa función corresponde a quien rige de manera inmediata la persona jurídica a
la que pertenecen los bienes (por ej. el Obispo para la diócesis, el rector para el
seminario diocesano, el párroco para la parroquia), excepto en los casos en que
el derecho particular, los estatutos o la legítima costumbre determinen otra cosa
(§ 1). En el supuesto de una persona jurídica pública que no tenga un administra-
dor propio (ya previsto por el derecho, por las escrituras de fundación o por los
estatutos), el Ordinario designará para un trienio a una persona idónea y puede,
en su caso, renovar ese nombramiento transcurrido el plazo (cfr. § 2).
La administración inmediata comprende un conjunto de competencias
en materia económica (de dirección, de representación ... ), que habitualmente

22. Cfr. V. DE PAous, l beni .. ., o. c., p. 148.


23. El c. 1277 utiliza la expresión «attento statu oeconomico dioecesis». Véase Co1n 12
(1980) p. 414; FG. MORRISEY, Ordinar_\' and extraordinar:v administration: canon 1277, en TJ
48 (1988) pp. 709-726. Una n1uestra de la relatividad de la noción es el hecho de que la CEI no
determina cuáles son los actos de mayor importancia (cfr. CEI, !stru:ione ... , o. c.). Tampoco lo
ha hecho la CEE.
24. C. 1279 § l. Aunque trataremos en este capítulo las funciones del administrador inn1e-
diato, convendní. distinguir, más adelante, las diversas competencias administrativas que tienen
en este átnbito tanto el Ordinario como el Romano Pontífice (cfr. b~fra, 3 y 4).

162
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

ejercen los órganos propios de cada ente. Por ejemplo, el párroco administra
los bienes de la parroquia y también es su representante legal (cfr. c. 532). Aná-
logas funciones corresponden al Romano Pontífice sobre los bienes de la Sede
Apostólica, al Obispo diocesano sobre los bienes de la diócesis y, en general,
más allá de las estructuras diocesanas, a todos los administradores de entes
regidos por el derecho canónico.
Las personas jurídicas solo pueden actuar a través de este tipo de órga-
nos. No les corresponde la elección de los órganos que desarrollan las diversas
funciones. Los ce. 1279 y 1280 hacen referencia a la figura del administrador,
auxiliado por el Consejo de asuntos económicos o, al menos, por dos conseje-
ros que le ayuden en el cumplimiento de sus funciones. El derecho universal y
el derecho particular, que en materia patrimonial tiene una especial relevancia,
determinan las concretas competencias de estos órganos. El c. 1282 recuerda
que quienes participan por un título legítimo en la administración de bienes
eclesiásticos están obligados a cumplir sus funciones en nombre de la Iglesia y
según los principios y las normas del derecho canónico.
En el cumplimiento de su función el administrador es ayudado por un ecó-
nomo, que asume lo esencial de Ja gestión ordinaria de los bienes de la diócesis.
El ecónomo puede llegar a ejercer funciones de más relevancia, pero se trata
siempre de ejecutar las decisiones administrativas tomadas por el superior. Esto
no significa que el ecónomo sea un mero ejecutor de las órdenes dadas por el su-
perior competente (por ej. el Obispo diocesano o el rector de seminario): en rea-
lidad, tiene una amplia autonomía -definida por el oficio mismo--, pero siempre
bajo Ja dirección del superior. Por ello la función «de decisión» que pertenece al
administrador es, en principio, incompatible con la función «de ejecución» que
corresponde al ecónomo, incluido el acceso directo a los fondos".
El análisis de los ce. 1282-1289 nos permitirá exponer a continuación el
estatuto de los administradores de las personas jurídicas en general, que es apli-
cable también a los ecónomos, en cuanto que son responsables, al menos, de
la administración ordinaria de los bienes eclesiásticos de una persona jurídica
pública.

A) REQUISITOS PARA EL NOMBRAMIENTO DEL ADMINISTRADOR

El principio que preside el nombramiento de los administradores es bas-


tante amplio y flexible: pueden ser administradores «todos aquellos, clérigos o

25. Sobre la figura del ecónomo diocesano, véase injra, cap. VII, 2, b) y, sobre el ecónomo
de los Institutos religiosos. véase il~fra, cap. VIII, 2, a).

163
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

laicos, que participan por un título legítimo en la administración de los bienes


eclesiásticos» (c.1282). Esta disposición confirma lo dispuesto en el c. 228,
donde se establece que los laicos que sean idóneos -sin excluir a los religiosos
(cfr. c. 207 § 1)- tienen capacidad de ser llamados para cumplir determinados
oficios eclesiásticos, para los que deben distinguirse «por su ciencia, prudencia
e integridad» (c. 228 § 2). Por su parte, el c. 494 § 1 establece, a propósito del
ecónomo, que debe ser «experto en materia económica y de reconocida honra-
dez». En todo caso, en cuanto titular de un oficio, el administrador debe estar en
plena comunión con la Iglesia (c. 149), lo que implica estar bautizado y unido
a Cristo dentro de la estructura visible de la Iglesia mediante los vínculos de la
profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico (cfr. 205).
Los laicos tienen, pues, capacidad para desempeñar tanto la función de
administrador, como la de consultor o miembro de órganos consultivos. Se ex-
ceptúa el caso de que el cargo de administrador esté unido a un oficio que exija
la capacidad ontológico-sacramental derivada del orden sagrado, como podría
ser el caso de un Vicario episcopal para los asuntos económicos o de cualquier
Vicario episcopal'". Para ejercer un cargo, además de poseer las necesarias
cualidades personales, los administradores deben haber sido legítimamente
nombrados según las normas del derecho.

B) DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL ADMINISTRADOR

Una vez legítimamente nombrados, los administradores son órganos de la


persona jurídica a la que representan en cuanto mandatarios. En caso contrario,
si el administrador carece de la facultad de representación «deberá hacer cons-
tar su condición de administrador de bienes ajenos, pertenecientes a la persona
jurídica, cuando realice actos de gestión no representativa en calidad de gestor
sin mandato»". El anterior Código imponía esta obligación solo a los clérigos
(cfr. c. 1521 *). Ahora, este deber se extiende a todos aquellos que participan
en la administración de los bienes eclesiásticos: clérigos y laicos, a título in-
dividual o colectivo". En el caso de personas jurídicas públicas, los adminis-
tradores están obligados a cumplir sus funciones no solo según las normas del
derecho, sino también con el sentido de responsabilidad de quien es consciente
de actuar en nombre de la Iglesia (cfr. c. 1282). Además de una retribución

26. Cfr. F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., p. 362, nota 7.
27. M. LóPEZ ALARCÓN, Comentario al c. 1282, en Código ... ,o. c.
28. En el caso de que sean varios los administradores, la participación podría ser manco-
munada o solidaria; en este último supuesto, según el Código civil español, la solidaridad no se
presume (cfr. art. 1138).

164
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

proporcionada, los administradores tienen derecho a todo aquello que sea nece-
sario para cumplir bien su función: por ejemplo, a disponer de los medios y la
documentación necesaria y a gozar de la suficiente autonomía (aunque siempre
bajo el control de la autoridad administrativa superior). Con estas premisas,
podemos ahora exponer los principales deberes que les corresponden.

1). Inicio de la gestión

Antes de comenzar a ejercer su función, los administradores deben hacer


una promesa mediante juramento y elaborar un inventario. Según el c. 1283,
estas obligaciones se concretan de la siguiente forma:
!.º)Los administradores deben jurar, ante el Ordinario o un delegado suyo,
que desarrollarán sus funciones con integridad y fidelidad. Esta formalidad ha
sido considerada suficiente, sin que resulte necesario requerir algún tipo de cau-
ción al administrador". En efecto, a diferencia del c. 1027 del CCEO, el CIC
no ha previsto la posibilidad de exigir «las oportunas garantías válidas para el
derecho civil» por parte de los administradores para asegurar un efectivo resar-
cimiento de los daños en caso de mala gestión.
2. º) Se exige, además, que se haga y se firme un inventario detallado de
los bienes que han de administrarse. Una de las ventajas de dicha exigencia es
que permite distinguir con más claridad entre los bienes personales del titular
del oficio y los bienes pertenecientes a la persona jurídica. Una novedad de este
canon es la inclusión en el inventario de los llamados bienes culturales como
categoría aneja a la de los bienes preciosos (a menudo, los bienes culturales son
bienes preciosos, y viceversa) 30 • En el inventario debe constar la descripción y
tasación de Jos bienes inmuebles, de los bienes muebles preciosos y de cuales-
quiera otros bienes.
3. 0 ) Se debe conservar una copia del inventario y de su aceptación por parte
del nuevo administrador, tanto en el archivo de Ja administración, como en el
archivo de Ja curia. El administrador está obligado a actualizar de modo perma-
nente las copias de ambos archivos, lo que ayuda a velar por la conservación
del patrimonio eclesiástico".

29. Cfr. Com 12 (1980) p. 418.


30. Esta novedad conceptual fue introducida por un documento de la SC del Clero de 11 de
abril de 1971, que establecía la obligación de llevar a cabo un inventario de los edificios sagrados
y de los objetos de valor artístico o histórico (cfr. AAS 63 [1971] p. 316). Sobre la noción de bien
cultural, véase supra, cap. III, 3, b).
31. Sobre los archivos eclesiásticos, véase A. LONGHITANO, Los archivos eclesiásticos, en
IE 4 (1992) pp. 649-667.

165
DERECHO PATR!MON!AL CANÓN!CO

2) Contenido de la gestión

Para realizar una buena gestión, es necesario atenerse a lo dispuesto en el


c. 1284 § 2 y, además, tener en cuenta algunas otras obligaciones específicas del
administrador previstas por el Código.

a') Actos dictados por la diligencia de un buen padre


de familia y recogidos en el c. 1284 § 2
El principio inspirador es el de la diligencia de un «buen padre de familia».
Se trata de una fórmula tradicional que señala un modelo de comportamiento
y la responsabilidad que nace en caso de negligencias de cierta gravedad, con
consecuencias negativas para el patrimonio del ente. El c. 1284 § 2 describe sus
manifestaciones principales en los siguientes términos:
l.º vigilar para que los bienes encomendados a su cuidado no perezcan en modo
alguno ni sufran daño, suscribiendo a tal fin, si fuese necesario, contratos de seguro;
2. 0 cuidar de que la propiedad de los bienes eclesiásticos se asegure por los modos
civilmente válidos 32 ;
3. º observar las normas canónicas y civiles, las impuestas por el fundador o do-
nante o por la legítima autoridad, y cuidar sobre todo de que no sobrevenga daño para
la Iglesia por inobservancia de las leyes civiles;
4. 0 cobrar diligente y oportunamente las rentas y el producto de los bienes, con-
servar de modo seguro los ya cobrados y emplearlos según la intención del fundador o
las normas legítimas;
5. 0 pagar puntualmente el interés debido por préstamo o hipoteca, y cuidar de que
el capital prestado se devuelva a su tiempo;
6. º con el consentimiento del Ordinario, aplicar a los fines de la persona jurídica el
dinero que sobre del pago de los gastos y que pueda ser invertido productivamente;
7. º llevar con orden los libros de entradas y salidas;
8. 0 hacer cuentas de la administración al final de cada año-1-1;
9.º ordenar debidamente y guardar en un archivo conveniente y apto los docu-
mentos e instrumentos en los que se fundan los derechos de la Iglesia o del instituto
sobre los bienes; y, donde pueda hacerse fácilmente, depositar copias auténticas de esa
documentación en el archivo de la curia.

b') El presupuesto
Es sabido que un presupuesto equilibrado y cuidadosamente preparado es
un elemento esencial para una buena gestión. Por eso, se ha añadido un § 3 al

32. Respecto al aseguramiento de la propiedad eclesiástica, véase J.A. FRANK, lnsurance


and Ecclesiastical Goods, en K.E. McKENNA-L.A. DINARDO-J.W. PüKUSA (eds.), Churchfinan-
ce handbook, Washington 1999.
33. Véase infra, 2) f').

166
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

c. 1284 -sin precedente codicia!- con el que se recomienda vivamente a los


administradores que elaboren cada año el presupuesto de entradas y salidas,
aunque se deja al derecho particular la posibilidad de hacerlo obligatorio y de
establecer los modos de presentación.

e') La enajenación y los actos asimilados en general


Dejando aparte la cuestión de la licencia de la autoridad superior requerida
para los actos de enajenación (cfr. ce. 1291-1293) y asimilados (cfr. c. 1295), el
administrador competente debe tener presentes también las siguientes obliga-
ciones establecidas en los ce. 1293 y 1294:
!.º)la justa causa del negocio (por ej. una necesidad urgente, una evidente
utilidad, la piedad, la caridad o cualquier otra razón pastoral grave);
2. 0 ) la obligación de una tasación (informe pericial) de la cosa que se va a
enajenar;
3.º) atenerse a esa tasación, como criterio ordinario establecido en la ley, a
la hora de fijar el precio mínimo de la enajenación;
4.º) el cumplimiento de otras posibles cautelas prescritas por la autoridad
legítima para evitar daños al patrimonio eclesiástico;
5.º) el destino del dinero obtenido con la enajenación: se debe invertir con
cautela en beneficio de la Iglesia, o gastarlo prudentemente según los fines de
la nlisma enajenación.

d') Las donaciones en particular


Los administradores, como ya hemos señalado anteriormente, pueden
hacer donaciones de bienes de personas jurídicas", dentro de los límites de
la administración ordinaria, siempre que cumplan tres requisitos: !.º) deben
hacerse «con fines de piedad o de caridad cristiana»; 2. 0 ) debe tratarse de
bienes muebles; 3. 0 ) estos bienes muebles no deben pertenecer al patrimonio
estable (cfr. c. 1285). De este modo, se evita que se dilapide el patrimonio y,
al mismo tiempo, se evita también una impresión de falta de generosidad por
parte de los entes eclesiásticos. En caso de una donación abusiva, se puede
aplicar el c. 1281 § 3, que permite exigir jurídicamente responsabilidades
al administrador que ha provocado daños al ente por actos realizados válida
pero ilegítimamente 35 •

34. Véase supra, cap. V, !, a). 5). d').


35. No existe ya la posibilidad de revocar el acto válido, pero ilegítimo, prevista en el c.
1535'.

167
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

e') Los contratos de trabajo


El ámbito laboral ofrece a la Iglesia la ocasión de poner en práctica los
principios de su doctrina social, proclamados desde la encíclica Rerum Nova-
rum de León XIII hasta las encíclicas Laborem exercens y Sollicitudo rei socia-
/is de Juan Pablo II, mucho más recientes. Concretamente, el c. 1286 recuerda
el deber moral y jurídico de observar cuidadosamente, de acuerdo con esos
principios, las leyes civiles en materia laboral y social y de «pagar un salario
justo y honesto al personal contratado, de manera que este pueda satisfacer con-
venientemente las necesidades personales y de los suyos» 36 • El principio del
salario justo llevará a pagar más del salario establecido por la ley, en caso de
que este fuera insuficiente para permitir un adecuado sustento de la familia".
Por otro lado, es evidente que esta obligación no hace referencia, en principio,
a la retribución de los miembros de un Instituto de vida consagrada, ya que
su remuneración está prevista en otros cánones, salvo que no esté plenamente
asegurada de otro modo.

f') La rendición de cuentas


El deber de rendir cuentas cada año (cfr. c. 1284 § 2, 8.º) se concreta me-
diante dos obligaciones específicas, que vinculan a los administradores de los
bienes eclesiásticos. La primera ya estaba presente en el Código de 1917 (cfr. c.
1525*), mientras que la segunda es sustancialmente nueva.
!.º)En primer lugar, el administrador de bienes eclesiásticos -clérigo o lai-
co: la diferencia sacramental no es relevante para esta exigencia de justicia- tie-
ne el deber de rendir cuentas cada año al Ordinario del lugar, siempre que no
esté prevista la circunstancia jurídica de la exención, es decir, la posibilidad de
que determinados administradores estén «legítimamente exentos de la potestad
de régimen del Obispo diocesano» (c. 1287 § l). El Ordinario del lugar encar-
gará al Consejo de asuntos económicos que revise las cuentas que le presenta el
administrador (cfr. c. 1287 § 1). Esta obligación de rendir cuentas se confirma
en otras disposiciones codiciales: para las asociaciones públicas de fieles (cfr.
ce. 312 y 319), para los Institutos de vida consagrada (cfr. c. 636), para los mo-
nasterios sui iuris (cfr. c. 637) y para los administradores parroquiales (cfr. c.
540). Esta obligación no existe para los administradores de personas jurídicas
privadas, ya que estas se gobiernan por sus estatutos y, además, el derecho de
vigilancia (cfr. c. 325) no implica necesariamente la rendición de cuentas.

36. Obviamente, los trabajadores tienen el deber deontológico de con1portarse -también en


su vida privada- de modo coherente con su trabajo de servicio a la Iglesia.
37. Cfr. J. DE ÜTADUY, El derecho a la retribución de los laicos al servicio de la Iglesia, en
Fide/ium fura. 2 (1992) pp. 187-206.

168
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

2º) En segundo lugar, el c. 1287 § 2 establece la obligación de los admi-


nistradores de rendir cuentas a los fieles por los bienes entregados a la Iglesia.
Según el c. 1535 § 2*, esta obligación existía únicamente en caso de expresa
voluntad del fundador. Ahora, en cambio, se trata de un verdadero deber del
administrador respecto a todos los bienes entregados por los fieles a la Iglesia
(sin extender esta obligación al conjunto de todos los bienes eclesiásticos).
En virtud del principio de subsidiariedad, corresponde al derecho particular
determinar el modo de cumplir este deber. En muchos lugares, todavía no se
han elaborado normas adecuadas en esta materia 38 • En cualquier caso, parece
que no se trata necesariamente de una rendición de cuentas formal, sino de
una información sobre el estado y el destino de los bienes". Su función es,
simplemente, ofrecer una garantía a los donantes y un estímulo a la genero-
sidad de los fieles.

g') La representación judicial


Otro acto que excede el ámbito de la administración ordinaria es la re-
presentación judicial; es decir, introducir un proceso o contestar una deman-
da ante un tribunal civil en nombre de la persona jurídica que se adminis-
tra'°. Para realizar estos actos, el administrador -o quien rige el ente (cfr.
c. 1279)- necesita una licencia escrita del propio Ordinario (cfr. c. 1288).
Esta norma se funda en motivos de prudencia, considerando tanto los riesgos
para los bienes eclesiásticos, como los efectos perjudiciales que se pueden
provocar en la opinión pública a causa de una reivindicación de derechos
ante un tribunal civil por parte de sujetos del ordenamiento canónico 41 • La
prohibición no establece la invalidez de estos actos judiciales realizados por
el administrador sin licencia. Sin embargo, este responderá, cuando sea el
caso, de conformidad con el c. 128. Tanto el administrador como el Ordi-
nario tratarán de evitar los procesos civiles, haciendo uso de otros medios
previstos por el derecho procesal canónico: transacción, compromiso, juicio
arbitral (cfr. ce. 1713 y ss.).

38. Cfr. E. ZANETfl, ! jedeli e i beni ecclesiastici: alcune do111ande, en Quaderni di diritto
ecclesiale, 4 (1991) pp. 314-316.
39. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, Co1nentario al c. 1287, en Código ... , o. c.; V. DE PAOLIS, /
beni ... , o. c., pp. 169-170.
40. Para la representación judicial canónica, el c. 1480 no establece ningún requisito se-
mejante.
41. Cfr. L. DE EcHEVERRÍA, Con1entario al c. 1288, en Código de Derecho Canónico, Ma-
drid 1991 111 •

169
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3) La cesación y la dimisión del oficio

Dada la gran diversidad de situaciones que pueden presentarse, no existe


una norma general sobre la cesación del oficio de administrador de bienes
eclesiásticos. Por lo general, el administrador cesa en el cargo al cumplirse
los plazos del mandato. En ocasiones, sin embargo, la cesación en el cargo
del administrador está unida a la pérdida del oficio (cfr. ce. 184-196), por
ejemplo, por razón de edad. Esto ocurre cuando el administrador lo es por la
provisión de un determinado oficio. El nombramiento del ecónomo diocesa-
no se hace (y se protege) por cinco años (cfr. c. 494 § 2). En otros casos, el
administrador es nombrado por tres años (cfr. c. 1279 § 2), etc. En cualquier
caso, habrá que tener en cuenta las leyes generales, el derecho particular y los
estatutos propios. Causas de cesación, además del fallecimiento, pueden ser
la renuncia, la revocación o cualquier otra forma de privación administrativa
o penal del oficio.
El c. 1289 considera el supuesto del administrador que, por propia iniciati-
va, quiere abandonar el encargo asumido. Se establece que, aunque no se trate
de una administración llevada a cabo en función de un oficio eclesiástico (cfr.
c. 145 § 1), no la puede abandonar arbitrariamente, sin tener en cuenta los in-
tereses de la persona jurídica que se administra. Por la aceptación del encargo,
nace un contrato bilateral, por lo menos tácito, entre el administrador, por un
lado, y la persona jurídica pública y la autoridad que lo ha nombrado, por otro.
En virtud de este contrato -que convendrá formalizar adecuadamente-, el ad-
ministrador se compromete a desarrollar su función hasta la cesación legítima.
Si, a pesar de este deber moral y jurídico frente a la entidad, el administrador
decidiera abandonar la administración arbitrariamente, quedaría obligado al re-
sarcimiento de los daños que se pudiesen derivar de dicha acción. Lo prescrito
por el c. 1289 está de acuerdo con la obligación genérica establecida en los ce.
128 y 1389 § 2.
Obviamente, al dejar su cargo, el administrador debe realizar los actos dic-
tados por el sentido común y por la diligencia de un buen padre de familia:
hacer una rendición final de cuentas, entregar al sucesor los registros, libros y
documentos, comprobar el inventario del patrimonio, distribuir las rentas pen-
dientes, etc. 42 •

42. Cfr. M. BoNET Murx1. Gestión . ., o. c.. p. 144.

170
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

C) LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA POR LOS ACTOS DE ADMINISTRACIÓN

El tema de la responsabilidad del administrador está todavía poco desarro-


llado en el Código vigente". Además de los principios generales del derecho
(como la obligación de resarcir el daño causado por un acto realizado con dolo
o culpa según el c. 128"), el núcleo de la materia se encuentra en el c. 1281 §
3, que considera dos supuestos, en función de la validez y legitimidad o no de
los actos realizados 45 :

1) El caso del acto inválido

Si el administrador realiza un acto inválidamente desde el punto de vista


del derecho canónico, la persona jurídica (pública o privada) no está obligada a
responder del acto inválido. Esta regla tiene una excepción: la persona jurídica
no está obligada a responder «a no ser que le haya reportado un provecho, y en
la medida del mismo»". De todas formas, conviene señalar que el principio
enunciado puede ser incompatible con la solución adoptada por determinadas
legislaciones estatales. En cierto sentido, parece justo que el tercero que ha
negociado con la persona jurídica a través del administrador, pueda reclamar,
en caso de un acto inválido, una posible indemnización ante la persona jurídica
(cfr. c. 221), dejando al ente el derecho de recurrir contra su administrador".
Sin embargo, la posición del legislador canónico está justificada, no solo por
la legítima preocupación de tutelar los bienes, sino también desde el punto de
vista de la justicia. En efecto, en la estipulación de un contrato, corresponde a

43. Sería útil determinar. por eje1nplo, el momento en el cual el adnünistrador se libera
de su responsabilidad. Esta determinación podría estar prevista en Ja legislación particular; un
posible criterio sería la aprobación de la rendición de cuentas final (cfr. F.R. AZNAR Ü!L, La ad-
1ninistración ... , o. c., p. 374).
44. Cfr. G. REGOJO BACARD!, Pautas para una concepción canónica del resarcimiento de
daños, en Fidelitun fura, 4 ( 1994) pp. 107-162; respecto a la responsabilidad de los administra-
dores en el áinbito civil, cfr. A. VIZARRI, L'amministrazione dei beni ecclesiastici, en GRUPPO
ITALIANO DüCENTJ DI DIRITTO CANONICO, f beni te1nporali della Chiesa, o. c., pp. 89-91.
45. Otros supuestos concretos de aplicación de esta norma los encontramos en el c. 639
para los Institutos religiosos [cfr. infra, cap. VIII, 2, e]). Además, conviene aclarar que las licen-
cias dadas por la autoridad competente para algunos actos de administración (o asiinilados) son
autorizaciones previas, nunca garantías jurídicas.
46. Esta solución, ya presente en el c. 1527 § 2*, se vuelve a encontrar en el CCEO: c. 1024
§ 3. Algunos autores consideran que la acción o el recurso contra el administrador que ha actuado
inválidainente existiría incluso cuando, tratándose de una persona jurídica colegial, el acto hubie-
ra sido realizado con el acuerdo del consejo correspondiente (cfr. G. VROMANT, De bonis .. ., o. c.,
p. 195, n. 223; F.R. AZNAR G!L, La ad1ninistració11 .. ., o. c., p. 373).
47. En la perspectiva del derecho civil español, véase M. LóPEZ ALARCÓN, La administra-
ción ... , o. c., pp. 117-118.

171
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

la otra parte verificar los títulos de representación y los concretos poderes de los
órganos de la persona jurídica. Si la tercera persona, autora del contrato, no ha
tenido la diligencia de cumplir este deber de prudencia jurídica, no parece tener
derecho a una hipotética indemnización frente a la persona jurídica que -in actu
y en realidad- no está representada por su administrador'".
En cambio, si contemplamos las consecuencias del acto desde el punto
de vista del derecho civil, podemos llegar a una interpretación distinta y, en
ocasiones, problemática. Puede suceder que la ley civil no reconozca las reglas
canónicas para la validez de los actos de enajenación (en sentido amplio). En
esta hipótesis (es decir, en el supuesto de actos de enajenación civilmente váli-
dos, pero canónicamente inválidos), el c. 1296 invita a la autoridad competente
a la prudencia antes de interponer una acción para reivindicar los derechos
de la Iglesia. Además, la autoridad competente deberá valorar la oportunidad
de intentar una acción real o personal, limitándose a pedir el resarcimiento de
daños, o contentándose con castigar a quien tiene la culpa de esta enajenación
ilegítima en virtud del c. 1377. En algunos casos, consideradas las condiciones
del negocio, podría estimarse preferible renunciar a cualquier acción o proce-
dimiento y tratar de sanar canónicamente el contrato por parte de la autoridad
competente 49 • Sin embargo, ateniéndose al c. 86, parece que ninguna autoridad
inferior es competente para sanar un contrato ilegítimo'".
Para evitar posibles contradicciones entre el ordenamiento civil y el canó-
nico, algunos autores proponen prever en los contratos, para su validez civil,
una cláusula resolutoria o una condición de validez canónica 51 • En cualquier
caso, allí donde surjan problemas, el derecho particular podría contribuir a ar-
monizar la ley canónica con la ley estatal, quedando a salvo siempre las exigen-
cias de justicia 52 •

48. En la hipótesis de una licencia solicitada para la validez, que hubiera sido concedida
inválidamente, el acto de enajenación -dada su apariencia de legalidad- podría no ser conside-
rado inválido necesariamente, sino meramente anulable (cfr. M.G. MORENO ANTÓN, La enajena-
ción ... , o. c., p. 53).
49. Cfr. J. MANTECÓN, Comentario al c. 1296, en Comentario exegético ... , o. c.
50. Refiriéndose a una resolución de la S. Congregación para el clero del 17 de mayo de
1919 (cfr. X. ÜCHOA, Leges Eccles., I, n. 181, col. 205-207), L. Chiapetta afinna que corresponde
solo al Romano Pontífice proceder a tal sanatio, en virtud de su autoridad suprema, incluso en
perjuicio de terceros, si el bien común lo exige (cfr. L. CHIAPETIA, Cornentario al c. 1296, en !l
Codice ... , o. c.).
51. Cfr. Z. CoMBALÍA, Comentario al c. 1281, en Comentario exegético ... , o. c.
52. En Italia, la cuestión parece clarificada de 1nodo satisfactorio por la Ley n. 222 del 20
de mayo de 1985: «A efectos de la invalidez o ineficacia de los negocios jurídicos llevados a cabo
por entes eclesiásticos, no pueden oponerse ante terceros, que no tuvieran conocimiento de ellos,
las linütaciones de los poderes de representación, o la omisión de los controles canónicos, que no
consten en el Código de Derecho canónico o en el registro de las personas» (art. 18; Ja traducción
del original italiano es nuestra).

172
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

2) La hipótesis del acto válido pero ilegítimo

Al contrario que el CCEO (c. 1024), el § 3 del c. 1281 prevé el caso de


un acto realizado válida, pero ilegítimamente (es decir, de modo ilícito desde
el punto de vista del derecho canónico), por el administrador de una persona
jurídica. En esta hipótesis, la persona jurídica misma responderá del acto, que-
dando a salvo la acción (cfr. ce. 1491 y 1729 § 1) o el recurso (cfr. c. 1732)"
contra el administrador que le haya ocasionado daños 54 •

En España, el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos del 3 de enero de 1979 reconoce, respecto
a las congregaciones y a los Institutos de vida consagrada, que las licencias establecidas por el
derecho canónico para la validez del acto constituyen también un requisito de validez en el or-
denamiento civil (cfr. art. I, 4). Por analogía y para evitar cualquier discriminación, la doctrina
canónica ha hecho una interpretación extensiva, considerando este criterio aplicable al conjunto
de personas eclesiásticas públicas (cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, Eficacia civil de la licencia para la
enajenación de bienes eclesiásticos, en JC 29 [1989] pp. 318-321 ).
Sobre las imprecisiones y los problemas no resueltos por dicho Acuerdo, sobre todo después
de las sentencias de 27 febrero 1997 y de 6 de octubre 1997 del Tribunal Supre1no español, véan-
se, entre otros, A. MoTJLLA, Supuestos de relevancia del Derecho canónico en el ordenamiento
civil español, en Escritos en honor de Javier Hervada, v. especial de Ius canonicum, 1999, pp.
1021-1029; T. BLANCO, Personalidad jurídico-canónico y Derecho espaí"iol. Con1entario a una
sentencia del Tribunal Supremo, ibid., pp. 1031-1039.
53. Se ha preferido el término «(i)legítimo>> frente a «(i)lícito» y se añade la expresión «seu
recursu» para afinnar claramente la posibilidad de un recurso administrativo como alternativa al
proceso judicial (cfr. Com 12 [1980] p. 417). Vere1nos en su momento lcfr. infra, cap. VIII, 2, e)]
que el régimen de los religiosos es más detallado: distingue entre los negocios realizados con o
sin mandato, así corno los actos jurídicos concluidos con o sin licencia. Estas reglas más precisas
pueden también servir de inspiración para la redacción de estatutos de entes de diversa índole.
54. Con fecha 12 de febrero 2004, el Consejo Pontificio para los textos legislativos ha
aclarado, por si cupiera duda, la ausencia de responsabilidad económica objetiva del superior -y
concretamente de Ja Santa Sede- cuando concede una licencia requerida para la enajenación que
quiere realizar una persona jurídica pública sometida a su jurisdicción: «Cuando la Santa Sede
concede licencia para enajenar bienes eclesiásticos no asume las posibles responsabilidades eco-
nómicas relacionadas con la enajenación, sino que únicainente garantiza que dicha enajenación
es congruente con los fines del patrimonio eclesiástico( ... ). La licencia de la que se trata no es,
por lo tanto, un acto de do1ninio patrimonial, sino de potestad administrativa ( .. ). Dado que la
función priinacial respecto de los bienes eclesiásticos forma parte de la esfera pública del gobier-
no de la Iglesia, el Romano Pontífice no está en ningún caso obligado a responder de las conse-
cuencias de los actos de administración económica realizados por los administradores in111ediatos
de los bienes de las distintas personas jurídicas, precisamente porque no es administrador de los
mismos, en el sentido del derecho privado, sino que lo es vi prilnatus regÍlninis, en virtud de una
posición pública en la Iglesia» (CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Nota Lafun-
zione del!' autoritG ecclesiastica sui beni ecclesiastici, n. 12, o. c., p. 32; la traducción del original
italiano es nuestra). Véase también la nota 14 de este mismo documento, que señala que no existe
responsabilidad objetiva del Obispo o del Superior co1npetente, excepto en el caso de que el re-
presentante legal haya manifestado con claridad sus intenciones no correctas y haya actuado con
la licencia del superior. Aun así, la Nota recuerda que no se puede confundir la responsabilidad
personal del Obispo o del superior con la responsabilidad del ente (cfr. ibid., p. 27).

173
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3. FUNCIONES DEL ORDINARIO EN MATERIA PATRIMONIAL

La administración mediata, cuando se da, corresponde al Ordinario. Esta


afirmación requiere una explicación. Conviene, por una parte, determinar cuál
es la base normativa sobre la que se apoya y, por otra, precisar cuál es el Ordi-
nario al que corresponden estas funciones administrativas en materia patrimo-
nial.
Por lo que respecta al fundamento de este poder del Ordinario, no encon-
tramos ningún canon que, como hace el c. 1273 respecto al poder de adminis-
tración superior que corresponde al Papa, le atribuya expresamente tal facultad.
Sí existen, sin embargo, suficientes atribuciones de competencias al Ordinario,
tanto generales (cfr. c. 1276) como específicas, para poder afirmar que él es ad-
ministrador de los bienes eclesiásticos de todas las personas jurídicas confiadas
a su responsabilidad 55 • Obviamente, estas competencias no pueden obstaculi-
zar la función del supremo administrador y distribuidor, el Romano Pontífice.
Dicho esto, podemos detenernos sobre la cuestión del Ordinario compe-
tente: se trata del Ordinario al que está sujeta la persona jurídica (cfr. c. 1276
§ 1). En este sentido, el legislador adopta un criterio personal, más amplio y
flexible que el criterio territorial del CIC 17. La sustitución de la ratio loci por
la ratio subiectionis responde mejor a la realidad concreta y permite evitar las
excepciones de los bienes «sustraídos a su jurisdicción>> que se daban con el
criterio exclusivamente territorial. En cualquier caso, con mucha frecuencia,
sigue siendo el Obispo diocesano el Ordinario al cual está sujeta la persona
jurídicas&.
En virtud, sobre todo, del c. 1276 corresponde al Ordinario un poder-deber
de tutela-vigilancia y de reglamentación sobre la administración de los bienes
de las personas jurídicas sometidas a su jurisdicción. Corresponde también a los
Ordinarios a los que se refiere el c. 134 § 1 -Superiores mayores de Institutos
religiosos y Sociedades de vida apostólica clericales de derecho pontificio- la
tarea de vigilar y organizar todo lo referente a la gestión de los bienes del ente,
según las normas de los estatutos y respetando el derecho universal. Con estas

55. Cfr. J. HERRANZ, The personal poit er of governance of the diocesan Bishop, en Conz
1

20 (1988) pp. 288-310.


56. Cuando se trata de facultades reservadas al Obispo diocesano -por ej. i1nponer un
tributo (cfr. c. 1263) o nombrar al ecónomo diocesano (cfr. c. 494 § 1)-, las debe ejercer él
personalmente. Otras facultades confiadas por el Código al Ordinario del lugar son, en can1bio,
ejercitables (además de por el Obispo diocesano) también por el vicario general o por el vicario
episcopal (con potestad ordinaria) o por un delegado (con potestad delegada). Corresponde tain-
bién al Obispo diocesano (o a un delegado suyo) la presidencia del Consejo diocesano de asuntos
económicos y del Colegio de consultores (véase infra, cap. VII), salvo que, en virtud del c. 134
§ 3, el Obispo diocesano confíe estas funciones, al menos en parte, al vicario general o al vicario
episcopal con un 1nandato especial.

174
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

premisas, conviene detenerse ahora en las funciones confiadas al Obispo dioce-


sano, es decir, las relativas a la vigilancia, la organización, y algunas competen-
cias especiales y de suplencia.

A) LAS FUNCIONES DE TUTELA Y VIGILANCIA SOBRE LA GESTIÓN DE LOS BIENES

El poder de vigilancia confiado al Ordinario por el c. 1276 § 1 comprende


la tutela de la administración de los bienes pertenecientes a las personas jurídi-
cas públicas a él sujetas y se completa con el poder-deber de vigilar sobre los
otros entes (incluso privados) dentro de los límites establecidos por el derecho
(cfr. ce. 392 § 2, 305 y 325 § 1). Este poder de vigilancia no justifica que el
Ordinario limite la autonomía de los entes, que, por lo demás, siempre debe
ejercerse de modo adecuado a los fines eclesiales". Este alto y superior con-
trol versará sobre la conformidad de los actos con los principios constitutivos
e informadores del derecho patrimonial canónico (congruencia con los fines
eclesiales, exigencias de justicia en el cumplimiento de la voluntad del donante,
espíritu de pobreza y de corresponsabilidad «comunitaria» ... ). Deberá vigilar,
asimismo, para que se cumplan las normas canónicas de gestión patrimonial de
ámbito universal, particular y estatutario (en la medida en que existan).
Esta actividad de tutela-vigilancia, que es más intensa respecto a las per-
sonas jurídicas públicas, se lleva a cabo a través de actos de diversa naturaleza
jurídica: algunos suponen el ejercicio de la potestad ordinaria (por ej. la licencia
escrita para los actos de administración extraordinaria: cfr. ce. 1281 § 1, 1277
y 1291-1295)"; otros, en cambio, no son expresión de esa potestad (consulto-
ría técnica o administrativa, examen de los balances, presupuestos, inspección
administrativa ... ). En la práctica, el Obispo confía habitualmente estas tareas
al ecónomo de la diócesis (cfr. c. 1278) o a otro oficial de la Curia". En efecto,
corresponde al Obispo diocesano establecer si las funciones del ecónomo de-
ben limitarse a la administración del patrimonio del ente diócesis o extenderse
también a la vigilancia sobre todas las personas jurídicas públicas sujetas a la
jurisdicción del mismo Obispo diocesano.

57. Sobre la cuestión de la vigilancia del Ordinario respecto a los entes privados, véase
supra, cap. III, 2, e).
58. Para la norn1ativa sobre las licencias necesarias para algunos actos, adetnás de los re-
quisitos de previo parecer o consenso. véase Íl~fra, cap. VIL 2. La exigencia del permiso escrito
es confonne a los ce. 37 y 59 § 1 en inateria de actos administrativos.
59. La CEI, por ejemplo, denomina a este otro oficial de la curia «director del departa1ncn-
to ad1ninistrativo diocesano». (cfr. CEL lstru::,ione .. ., o. c., n. 85-86 y 90).

175
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

B) LA FACULTAD DE REGLAMENTACIÓN

Según el § 2 del c. 1276, corresponde también al Ordinario organizar todo


lo referente a la administración de los bienes, para lo cual puede dar las oportu-
nas instrucciones. En el ejercicio de esta tarea, y en coherencia con el principio
de subsidiariedad, el Ordinario del lugar debe tener siempre presentes las legí-
timas costumbres y las circunstancias locales, los límites del derecho universal
y particular, así como el derecho concordatario y su derivación pacticia.

C) COMPETENCIAS ESPECIALES DEL ORDINARIO

Además de estas facultades generales, que la ley, la costumbre o los esta-


tutos pueden ampliar, y de la facultad de autorizar los actos de extraordinaria
administración (cfr. c. 1281 § 1), hay que recordar también una serie de compe-
tencias especiales correspondientes al Ordinario del lugar:
!.º)autorizar los litigios en el fuero civil (cfr. c 1288);
2. 0 ) recibir el juramento de los administradores (cfr. c. 1283, l.º);
3.º) prestar el consentimiento para la aplicación del dinero sobrante (cfr. c.
1284 § 2, 6.º);
4.º) recibir la rendición anual de cuentas (cfr. 1287 § I);
5.º) conceder la licencia y dar normas para algunas enajenaciones (cfr. ce.
638 § 4 y 1292 § 2);
6.º) decidir si reclamar judicialmente las enajenaciones ilegítimas (cfr. c.
1296);
7.º) ser ejecutor de todas las pías voluntades (cfr. c. 1301) con el conjun-
to de facultades que el derecho le atribuye para cumplir esta función (cfr. ce.
1299-1310).

0) INTERVENCIONES SUBSIDIARIAS

Por último, hay que considerar dos supuestos importantes en los que el
Obispo (u Ordinario) diocesano debe intervenir con carácter subsidiario:
I .º)En caso de negligencia de los administradores inmediatos, será necesa-
ria una intervención directa"'. También deberá intervenir de modo directo para
nombrar el administrador de una persona jurídica pública, si no está previsto
ningún otro medio jurídico para designarlo (cfr. c. 1279).

60. Cfr. Com I2 (1980) p. 4I5.

176
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

2.") En caso de que un ente sujeto no haya determinado cuáles son los actos
de administración extraordinaria, corresponde al Obispo diocesano determi-
narlos (cfr. c. 1281 § 2). Esto significa que, en tales casos, el Obispo diocesano
se reserva la intervención en el proceso de deliberación de los actos del ente,
cuando lo considere oportuno.

4. FUNCIONES DEL ROMANO PONTÍFICE

A continuación, estudiaremos la potestad que corresponde al Romano Pon-


tífice en materia de bienes temporales y el papel de los organismos de la Curia
romana.

A) LA POTESTAD DE GOBIERNO DEL ROMANO


PONTÍFICE EN MA:rERIA PATRIMONIAL

Las competencias administrativas correspondientes al Romano Pontífice en


materia patrimonial están recogidas principalmente en los ce. 1256 y 1273'".
Ya hemos mencionado la relevante novedad del c. 1273 ''',que no solo recibe la
tradición canónica sobre el «administrador y distribuidor (dispensator) supre-
mo de todos los bienes eclesiásticos» (por utilizar la expresión clásica aunque
ya un poco obsoleta"'), sino que, además, clarifica la naturaleza de estas com-
petencias al fundarlas, expresamente, en el primado de régimen (derivado, en
sede patrimonial, de los ce. 331-333)"'. En virtud de este primado de régimen,
la propiedad de los titulares de bienes eclesiásticos está siempre sometida a su
autoridad (cfr. c. 1256).
Al Romano Pontífice corresponde sobre todo una función de coordinación
nornzativa y de alto control ad1ninistrativo con actos de naturaleza normativa

61. Para una visión sintética de la potestad primacial del Ron1ano Pontífice en materia
patri1nonial, véanse, entre otros, F. SALERNO, / beni ten1porah della Chiesa e i! potere pri111a:iale
del Ro111ano Ponte.fice, en R. FUNGHlNI (ed.), J beni ten1porali della Chiesa, (Studi Giuridici, n.
50), Citti del Vaticano, 1999, pp. 103-141; M. MARCHES!, La Santa Sede e i beni ecclesiastici,
en GRUPPO ITALIANO DoCENTI DI D!RITTO CANONICO. l beni te111porali della Chie.1·a, o. c .. pp.
117-128.
62. Cfr. supra, cap. 11, 5.
63. Hc1nos ya señalado que, desde el punto de vista de la colegialidad episcopal -dimen-
sión muy relevante en Ja doctrina del Concilio Vaticano II-, no se puede hablar de esta formula-
ción como una novedad. Al contrario, puesto que, a pesar de las referencias de los ce. 330 y ss. al
respecto, la 1nis1na parece no to1nar en consideración este te1na.
64. El Ro1nano Pontífice tiene tan1bién la facultad de regular y ejercitar la potestad fiscal
de la Iglesia (cfr. c. 1260).

177
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

y judicial 65 • Además, puede llevar a cabo intervenciones directas, mediante


actos concretos relativos a la administración de los bienes de cualquier persona
jurídica, tanto pública como privada. En el primer caso, pensamos, entre otros,
en la previa licencia para algunos actos de enajenación (cfr. c. 1292 § 2). La
reducción de cargas de misas (salvo en los casos excepcionales establecidos por
el c. 1308) ilustra la segunda hipótesis.
Estas intervenciones directas en la administración de los bienes de una per-
sona jurídica son efectuadas por el Romano Pontífice, no como órgano supremo
de una superestructura, sino como órgano capital de la misma persona jurídica,
en virtud de su poder episcopal inmediato". En estos supuestos, su interven-
ción directa limita o excluye las competencias habituales de los órganos infe-
riores. Además, en cuanto supremo «dispensator» -y siempre en función de su
primado de gobierno-, puede también poner límites a una enajenación, pospo-
nerla, o incluso transferir la propiedad sobre los bienes eclesiásticos. Es lo que
ocurre, entre otros casos, cuando el Romano Pontífice acepta una condonatio o
una expropiación por parte del Estado. Queda, pues, claro, que la potestad del
Obispo de Roma puede llegar incluso hasta actos de disposición de bienes que
no le pertenecen", lo cual no se permite en ningún caso al Obispo diocesano.

B) FUNCIONES DE LOS ORGANISMOS DE LA CURIA ROMANA

La actividad administrativa del Romano Pontífice se lleva a cabo, principal-


mente, a través de los diversos organismos de la Curia romana, que se rigen por
la const. ap. Pastor Bmzus''', por el Reglamento general de la Curia Romana''' y
por el Ordo servandus que cada dicasterio tiene que preparar y publicar"'.

65. Además de la vía ad1ninistrativa (cfr. E. LABANDE!RA, Tratado de derecho ad1ninistrati-


l'O canónico, Pan1plona 1993, pp. 413 y ss.), su co1npetcnciajudicial se realiza por 1ncdio de los
tribunales de la Curia ron1ana: el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica. el Tribuna! de la
Rota romana y la Penitenciaría Apostólica (cfr. Z. GROCHOLEWSKl, I tribunali, en A. BoNNET-C.
GULLO, La Curia romana en la const. ap. «Pastor Bonus», Clttb. del Vaticano 1990, pp. 395-418;
L. DE MAGISTRAT!S-U.M. TODESCHINI, La Peniten;:,ieria Apostolica, ibid., pp. 419-429).
66. Cfr. J. HERVADA, La relación de propiedad... , o. c., p. 460.
67. Véase supra, cap. II, 5.
68. Sobre la PB, véase el comentario de J.I. ARRIETA, en J.I. ARRIETA-J. CANOSA-]. MIÑAM-
BRES, Legisla:::.ione sull'organi::::.a:::.ione centra/e della Chiesa. Milano 1997, pp. 167-374.
69. Aprobado por Juan Pablo II el 4 de febrero de 1992 ad quinqueniiun y promulgado
en AAS del 7 de 1narzo de 1992, el RGCR entró en vigor el 7 de junio de ese mis1no afio y sus-
tituyó completamente al de Pablo VI (1968). Sobre esta norma de la Curia romana, véanse J.1.
ARR!ETA, Fun:ione pubblica e attivitil di governo 11ell'organi:::.:::.a::Jone centra/e della Chiesa: il
Regolcunento della Curia rrnnana, en JE 4 (1992) pp. 585-613 y el comentario de J. CANOSA, en
J.l. ARRIETA-J. CANOSA-J. MIÑAMBRES, Legisla::Jone .. .,o. c., pp. 375-460.
70. Cfr. PB, arts. 38 y ss.

178
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

1) La Congregación para el clero

La Congregación para el clero ha recibido diversas competencias que precedente-


mente correspondían a otros organismos curiales 71 • Este organismo se ocupa de «todo
lo que corresponde a la Santa Sede referente al ordenamiento de los bienes eclesiásti-
cos, y especialmente a la recta administración de dichos bienes y concede las necesa-
rias aprobaciones o reconocimientos; además, procura que se provea al sustento y a la
seguridad social de los clérigos» 72 • Por tanto, le corresponde, entre otras cosas, la apro-
bación de las tasas fijadas por la asamblea de los obispos de la provincia eclesiástica 71 ;
regular la materia de los beneficios junto con las Conferencias episcopales competen-
tes 7\ y conceder las aprobaciones previstas para determinadas enajenaciones 75 • Trata
también las cuestiones acerca de las cargas de misas y las relativas a las pías voluntades
y a las pías fundaciones que competen a la Santa Sede 1".

2) La Pontificia Comisión para los bienes culturales de la Iglesia

La tutela de los bienes culturales constituye un tema a se, íntima1nente vinculado a


la Pontificia Comisión para los bienes culturales de la Iglesia. Esta institución procede
de la transformación de la Pontificia Comisión para la conservación del patrimonio
artístico e histórico, que ayudaba a la Congregación para el clero. La nueva Comisión,
nacida tras la reforma del 23 de marzo de 1993, conserva las competencia.;; de la pre-
cedente (cfr. arts. 100-103 PB) 11 • Pero es autónoma y tiene un presidente propio, que
forma parte del Consejo Pontificio de la cultura. Esto facilita los contactos para una
recíproca colaboración entre los dos dicasterios. También está previsto que mantengan
relación con este mismo Consejo las academias que tienen actividades concernientes a
los bienes culturales de la Iglesia 78 •

71. Cfr. A. LAURO, La Congregaz.ione per il clero, en La Curia romana .. , o. c., pp. 331-342.
72. PB, art. 98.
73. Cfr. c. 1264, 1".Véase supra, cap. V, 2.
74. Cfr. c. 1272. Véase supra, cap. V, 5.
75. Cfr. c. 1292 § 2. Véase supra, cap. VI, 1 y VII, 2.
76. Cfr. PB, art. 97, 2°. Véase supra, cap. V, 1, a), 4) y 6).
77. Según las mencionadas disposiciones de la const. ap. PB, por patriinonio artístico e
histórico se entienden todas las obras antiguas de cualquier arte. Estas obras deberán custodiarse
y conservarse con suma diligencia y, si su uso específico hubiera cesado, se expondrán de manera
apropiada en museos de la Iglesia o en otros lugares. Corresponde a la Comisión ayudar a las
Iglesias particulares y a los organismos episcopales, si fuera el caso, para la constitución de mu-
seos, archivos y bibliotecas, o para sensibilizar al pueblo de Dios sobre la conservación del patri-
monio histórico y artístico de la Iglesia. La buena gestión de los bienes culturales constituye una
tarea importante dentro de Ja administración eclesiástica; los administradores, a todos los niveles,
deben cumplir sus deberes con sentido de responsabilidad, sin incurrir en el error de infravalorar
este aspecto, con el pretexto de que no se trata de una directa cura ani111arum.
78. Cfr. JUAN PABLO II, m.p. lnde a Pontijicatus Nostri del 25 de marzo de 1993, art. 4,
AAS 85 (1993) pp. 549-552.

179
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3) Otros dicasterios que tienen com¡;etencias en


materia de derecho patrimonial

Además de la Comisión para los bienes culturales de la Iglesia, la PB atribuye


competencias de derecho patrimonial a otros tres dicasterios:

a') La Congregación para los Institutos de vida consagrada


y para las Sociedades de vida apostólica
El art. 108 § 1 atribuye a esta congregación la competencia en materia de admi-
nistración de bienes de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida
apostólica, además de los derechos y obligaciones de sus miembros 79 •

b') La Congregación para la evangelización de los pueblos


Según los artículos 91 y 92 de la PB, la Congregación se sirve especialmente
de las Obras Misionales Pontificias para pro1nover la cooperación misional, también
mediante la eficaz colecta y la distribución equitativa de ayudas económicas. Tiene el
derecho-deber de administrar su patrimonio y los demás bienes destinados a las mi-
siones mediante una oficina especial. En todo caso, está obligada a rendir cuentas a la
Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede~º. Por lo tanto, la Congregación
no está sometida a la competencia de la Administración del Patrimonio si.

c ') La Congregación para las Iglesias Orientales


Este organismo trata «lo concerniente a las Iglesias orientales católicas, tanto en lo
referente a las personas como a las cosas» (art. 56). Sin embargo, permanece intacta la
competencia propia y exclusiva de los tribunales de la Curia romana (cfr. art. 58 § 2)".

S. INTERVENCIÓN DE LAS CONFERENCIAS


EPISCOPALES EN LA GESTIÓN DE LOS BIENES

No podemos dejar de referirnos a las competencias de las Conferencias


episcopales"\ que teóricamente podrían considerarse como un nivel de ad-

79. Cfr. M. LINSCOTT, La Congrega::,ione per gii lstituti di vita consacrata e perle SocietG
di vita apostolica, en La Curia nnnana .... o. c., pp. 343-358. Esta materia será tratada más ade-
lante (cfr. infra, cap. VIII).
80. Cfr. V. DE PAOLIS, La Congregazione per l'evangelizzazione dei popoli, ibid., cap.
VIII.
81. Cfr. art. 6, nota 6, del RGCR.
82. Cfr. M. BROGI, La Congregazione perle Chiese Orientali, ibid. pp. 239-267.
83. Para un estudio global sobre el origen, el desarrollo, la doctrina conciliar y Ja naturaleza
de las Conferencias episcopales, véase G. FELICIANI, Le Conferenze episcopali, Bologna 1974.

180
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

ministración, sobre todo si se tienen en cuenta las competencias del derecho


particular, especialmente las del derecho concordatario 84 • Sin embargo, parece
que es más exacto no considerarlas como un nivel de administración. La razón
principal es que las Conferencias episcopales no tienen, por derecho canónico
universal, una competencia administrativa general, sino solo una competencia
normativa y de suplencia 85 •
Sea como fuere, las competencias que el CIC atribuye a las Conferencias
episcopales en materia patrimonial son importantes 86 • Entre ellas, destacan la
actividad normativa de carácter supradiocesano y la administración mediata de
las personas jurídicas que crean. Además, hay que recordar las competencias
de gestión inmediata de bienes, que, habitualmente, son de una importancia
considerable (tanto bienes propios como valores en tránsito), y otras posibles
competencias derivadas del derecho concordatario.

A) FUNCIÓN NORMATIVA

La función normativa de las Conferencias episcopales comporta las si-


guientes tareas 87 :
l.º) dar, de acuerdo con la Santa Sede y con su aprobación, las normas me-
diante las cuales se suprimirán gradualmente los beneficios (cfr. c. 1272);
2.º) cuidar de que se organice la previsión social del clero (cfr. c. 1274
§ 2);

84. Los concordatos o pactos entre la Iglesia y Jos Estados pueden atribuir a la Conferencia
episcopal algunas competencias administrativas más amplias que las concedidas por el CIC 83.
85. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales ... , o. c., pp. 708-709.
86. Si bien han sido reducidas respecto a cuanto estaba previsto en los pri1neros proyectos:
se ha pretendido evitar que un aumento del poder de las Conferencias episcopales pudiese influir
negativamente sobre la función de los Obispos diocesanos, que gozan -cada uno en la propia
diócesis- de una potestad propia y una responsabilidad individual (cfr. Com 16 tJ 984] p. 32; V.
DE PAOLIS, De bonis ... , o. c., p. 83; F.R. AZNAR GIL, La administración ... , o. c., pp. 314-315). El
profesor Aznar, aunque no habla de Ja existencia de un nivel propiainente dicho, pone de relieve
el papel de las Conferencias episcopales en esta materia.
87. Por eje1nplo, la CEI, en cuanto instancia coordinadora de las relaciones económicas
supradiocesanas, ha desarrollado una gran actividad normativa, sobre la base de las competen-
cias atribuidas por el Código y por las disposiciones concordatarias. De particular relevancia
son las delibere nn. 4, 6, 15, 20, 37, 38 -todas posteriores a la entrada en vigor del CIC 83-, el
Testo unico en materia de sostenimiento del clero (deliberan. 58), la deliberan. 57 relativa al
llamado «ocho por mil» y, finalmente, las orientaciones sobre los bienes culturales dadas para
la tutela y conservación del patri1nonio histórico-artístico de la Iglesia en Italia (cfr. CEI, 1 beni
culturali della Chiesa in Italia. Orientan1enti, en Notiziario ... , 9 de diciembre de 1992, pp.
309-336; así como CESEN, Codice dei beni culturali di interesse religioso, Milano 2003, pp.
844-866). Para una presentación global, véase M. MARCHESJ, Diritto canonico cornplementare
italiano, Bologna 1992.

181
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

3.º) dar normas sobre la petición de ayudas para la Iglesia (cfr. c. 1262),
sobre la cuestación de limosnas para fines píos (cfr. c. 1265 § 2) y sobre arren-
damientos (cfr. c. 1297);
4.º) establecer qué actos son de administración extraordinaria en la gestión
del patrimonio diocesano (cfr. c. 1277);
5.") fijar los valores mínimos y máximos, entre los cuales los actos de dis-
posición requieren algunos requisitos (cfr. c. 1292 y ss.).

B) FUNCIONES DE ADMINISTRACIÓN

Además de la administración inmediata de los propios bienes, las Confe-


rencias episcopales deben asumir tareas de administración mediata.

1) La administración mediata

Corresponde a las Conferencias episcopales la administración mediata de


las personas jurídicas que crean y que están sometidas a s1t j1trisdicción, in-
cluidas las asociaciones públicas de fieles (cfr. c. 319). Las Conferencias epis-
copales cumplen, respecto a estas personas jurídicas, las funciones propias del
Ordinario, ya anteriormente señaladas (por ej. las rendiciones anuales de cuen-
tas); funciones que, por lo tanto, pueden considerarse como verdaderas compe-
tencias administrativas en materia patrimonial 8 ~.

2) La administración inmediata de los bienes propios


y de los llamados «flujos financieros»

Junto con las funciones de administración mediata de los bienes de los


entes sometidos a su jurisdicción, a las Conferencias episcopales corresponde

88. En Espafia, el Reglamento de Ordenación Económica de la CEE ha establecido todo lo


referente a las diversas funciones de los órganos que intervienen en esta materia: Asainblea Plenaria,
Comisión Permanente, Comité Ejecutivo, Consejo de Economía y Co1nité de Gestión (cfr. BOCEE
5 [ 1985] pp. 19-25). En el caso de la CEI, las competencias en n1ateria ad1ninistrativa corresponden
a un órgano colegial: el Consejo de administración. Está co1npuesto por un presidente, designado por
la presidencia de la CEI; por un secretario, elegido por el Consejo de administración; y por cuatro
Obispos, elegidos por la asamblea. El presidente de la CEI tiene, por lo tanto, un poder de control
sobre la persona del presidente de dicho Consejo. El Consejo es ayudado por un ecónomo. que de-
sarrolla, en el á1nbito de la Conferencia episcopal, la función administrativa establecida en el título
segundo del libro V del CIC. Su tarea principal consiste en facilitar al Consejo de administración
todos los elementos contables requeridos por el mismo (cfr. CEI, Statuto, 25.III.1985 [arts. 34-39],
en R. ASTORRI, Gli statuti del/e Conferenze Episcopafi, I. Europa, Padova, 1987, pp. 132-133).

182
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

también la inmediata administración de sus propios bienes. En realidad, la ges-


tión directa alcanza no solo a los bienes propios, sino también a los medios des-
tinados a otros entes o finalidades, y que son gestionados temporalmellte por la
Conferencia episcopal competente. Esta situación se da con frecuencia, aunque
la masa de bienes administrados y la proporción entre los bienes propios y los
destinados a otras finalidades sean muy variables.
Esta diversidad de situaciones se debe sobre todo a razones históricas y a
los sistemas de financiación de la Iglesia acordados con las respectivas autori-
dades civiles. Con frecuencia, estos sistemas contribuyen a una cierta concen-
tración de bienes, tanto a nivel local (por ej. en los entes civiles encargados de
la gestión de los bienes de las parroquias y, a veces, también del sostenimiento
de los sacerdotes), como a nivel nacional, provincial o regional (es el caso de
los sistemas centralizados de sostenimiento del clero y de otras contribuciones
hechas por el Estado a las Conferencias episcopales).
En el primer caso, la Iglesia corre el peligro de perder su independencia
respecto a esas entidades locales. En el segundo caso, podría crearse también
una cierta dependencia frente al Estado y, al mismo tiempo, dar lugar a que
aumentase el poder económico real de la Iglesia. Esto último no sería deseable,
ni siquiera aunque tal poder sirviese, como es obvio, para perseguir únicamente
fines eclesiales. Por lo demás, en esa segunda hipótesis, la gestión transitoria de
los flujos financieros puede asumir una notable relevancia"'.

89. En España, la CEE ha regulado en el Reglamento de Ordenación Económica de 1 de


diciembre de 1984 (BOCEE 5 [1985] pp. 19-25) algunos aspectos relevantes. El art. 1 recuerda la
personalidad jurídica de la CEE, establecida por el c. 449 § 2, por el art. 1, 3) del Acuerdo entre
el Estado Español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos de 3 de enero de 1979 y los propios
estatutos. Los bienes pertenecientes a la CEE se clasifican en tres grupos: patrimonio de la Con-
ferencia episcopal. Fondo Común Interdiocesano y algunos fondos con fines propios. El Fondo
Común Interdiocesano es el que aglutina la ayuda prestada por el Estado. La gestión de dichos
recursos está detalladamente prescrita en el Reglamento.
En el caso de Italia, además del libro V, aplicable a la Conferencia episcopal como persona
jurídica pública, la CEI se rige por sus estatutos propios. En virtud de la Ley n. 222 de 1985, ha
adquirido también la personalidad jurídica civil, como ente eclesiástico (cfr. arts. 6 y 13). Los
bienes inmuebles propios son de poca entidad. Más interesante es la gestión te1nporal de las
importantes su1nas de dinero que pasan por sus 1nanos, las cuales no deben confundirse con los
bienes muebles propios. Los medios económicos provienen: a) de las rentas del patrünonio de
la CEI; b) de una contribución anual a cargo de las diócesis propuesta por el Consejo de admi-
nistración y aprobada por la Asamblea; c) de ocasionales contribuciones de entes privados, de
legados y de donaciones (cfr. art. 38 de los estatutos de la CEI, en R. ASTORRI, Gli statuti .. ., o. c.,
p. 133).
Sobre la cuestión de los flujos financieros administrados por la CEI en función del art. 47
de la ley 22 de 1nayo de 1985, n. 222, las Determinaciones de la CEI hacen referencia a diver-
sas contribuciones (construcción de iglesias, sostenimiento de actividades cultuales y pastorales,
intervenciones caritativas). Además, la suma asignada al sostenimiento del clero es transmitida
dentro del mes de junio al Jstituto Centrale per il Sostenta1nento del Clero, que la ad1ninistra y
distribuye en el marco de las disposiciones estatutarias que regulan su actividad. El iinporte se

183
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

6. EL CASO ESPECIAL DE LA GESTIÓN


DEL PATRIMONIO DE LA SANTA SEDE

Al Romano Pontífice, supremo titular de los bienes que son propiedad de


la Sede Apostólica, le corresponde un papel en la gestión de dichos bienes.
En la práctica, cuenta con la ayuda de algunos organismos para la inmediata
administración de los mismos: además de la Secretaría de Estado, a la que co-
rresponden determinadas funciones, cuenta con la asistencia permanente de tres
oficios'° y con Ja ayuda del Consejo de cardenales para el estudio de problemas
organizativos y económicos de Ja Santa Sede, que se convoca periódicamente.

A) FUNCIÓN DE LA CÁMARA APOSTÓLICA

La Cámara Apostólica asegura una forma de garantía y de tutela de la Sede


Apostólica en el periodo de sede vacante, es decir, hasta la elección del nuevo
Romano Pontífice". En materia patrimonial, su competencia más importante es
el cuidado y la administración de los bienes y derechos temporales de la Santa
Sede, que corresponde a quien está al frente de la Cámara, el Cardenal Camar-
lengo, especialmente (praesertim) durante el periodo de Sede vacante. En esta
función, el Camarlengo es ayudado por Jos cardenales que presiden cada uno de
los tres órdenes y debe contar con el voto previo del Colegio de cardenales, emi-
tido una vez para todas las cuestiones de menor importancia, y para cada caso en
las más importantes". Se trata, por lo tanto, de una actividad al mismo tiempo
personal y colegialmente controlada. En el ejercicio de sus funciones le ayudan
también el vice-camarlengo y los prelados de cámara. La contabilidad de la ges-

determina anualmente. Están previstos diversos mecanismos de control. Dada la iinportancia de


la suma global de flujos financieros, la cuestión de los intereses se regula con detalle. Además, la
CEI debe presentar al Estado una rendición de cuentas anual sobre la gestión de la suma global de
los flujos financieros (cfr. art. 44 L. N. 222 de 1985). Para una información más detallada al res-
pecto, véanse CEI, Determinazioni concernenti i flussi finan::,iari agevolati per il sostegno della
Chiesa cattolica in Italia in esecuzione della deliberan. 57, en Notiziario ... , o. c., 8 (1990) pp.
214-216, con las modificaciones señaladas, ibid. 4 (1991 ), p. 98; M. MARCHES!, Diritto canonico
complementare ... , o. c., pp. 285 y ss.
90. Para una perspectiva histórica del iter seguido por estos organismos, véanse F. SALER-
NO, Gli Uffici, en La Curia romana ... , o. c., pp. 483-503; N. DEL RE, La Curia ro1nana. Linea-
menti storico-giuridici, Roma 1970, pp. 292-294; G. DELGADO, La Curia romana. El gobierno
central de la Iglesia, Pamplona 1973, pp. 435-447.
91. Las atribuciones de este oficio y el procedimiento que ha adoptado, resultan de la
combinación del art. 171 de la PB y del n. 17 de la const. ap. Universi Dominici Gregis (22 de
febrero de 1996, en AAS 88 [1996] pp. 317-318). Sobre esta const. ap., véase el comentario de J.
MIÑAMBRES, en J.I. ARRIETA-J. CANOSA-1. M1ÑAMBRES, Legislazione ... ,o. c., pp. 1-102.
92. Cfr. JUAN PABLO II, Const. ap. Universi Do1ninici Gregis, o. c .. n. 17.

184
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

tión económico-financiera de la Santa Sede durante este periodo se lleva por se-
parado. La actividad del camarlengo se somete posteriormente a la valoración del
nuevo Romano Pontífice, a quien corresponde aprobarla y, en su caso, proveer
a través de Ja Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede -de la que
hablaremos enseguida- a la consolidación de la gestión en Sede vacante 93 •

B) COMETIDOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO


DE LA SEDE APOSTÓLICA (APSA)

Según las previsiones normativas de la PB, a este oficio le corresponde la


administración de los bienes de propiedad de la Santa Sede, que se destinan a
proporcionar los fondos necesarios para el funcionamiento de la Curia romana
(cfr. art. 172) 94 • El oficio no está ya bajo la presidencia del Cardenal Secretario
de Estado (como hasta 1984), sino bajo la dirección de un cardenal presidente,
asistido por un determinado número de cardenales 95 • El APSA consta de dos
secciones (ordinaria y extraordinaria) bajo la dirección de un Prelado Secretario
(cfr. art. 173 ):
1. 0 ) La sección ordinaria administra «los bienes que se le confían», princi-
palmente el patrimonio inmobiliario a nombre de la Santa Sede; cuida de la ges-
tión de los contratos de trabajo (todo lo referido al estatuto jurídico-económico)
del personal de la Santa Sede; supervisa los entes sometidos a su dirección
administrativa ( Osservatore Romano, Tipografia poliglota, Libreria Editrice
Vaticana, etc.); atiende el servicio de caja para Ja actividad ordinaria de los di-
casterios (esto afecta también a entes como el Governatorato de la Ciudad del
Vaticano o la Radio vaticana); lleva la contabilidad, y realiza los balances de
entradas y salidas y el presupuesto (cfr. art. 174). Esta sección desarrolla, por lo
tanto, una función de Tesorería General de la Santa Sede.

93. El cardenal camarlengo tiene, además, el derecho-deber de pedir a todas las adminis-
traciones dependientes de la Santa Sede, personalmente o por medio de un delegado suyo, los
infonnes sobre su estado patrimonial y económico, así como también las informaciones relativas
a los asuntos extraordinarios que entonces pudieran hallarse en curso; y de pedir también a la
Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede el balance general del año anterior y el
presupuesto para el año siguiente. Está obligado a presentar estos informes y cuentas al Colegio
cardenalicio (cfr. PE, art. 171 § 2). Véase también, F. SALERNO, Gli Uffici, o. c., p. 491.
94. Sobre el contenido del patrimonio de la Santa Sede, véase J.-B. D'ONORIO, Le Pape et
le gouvernement ... , o. c., pp. 375-383. Conviene tener en cuenta que la propiedad se ha dividido
y que se realizan presupuestos separados para la Santa Sede, el Estado de la Ciudad del Vaticano
y el Vicariato de Roma (que tiene la misma consideración que las otras diócesis).
95. El papel de mera «asistencia» de la comisión cardenalicia induce a pensar que no se
trata de un gestión colegial, a pesar de que los redactores han calificado a la comisión como
consejo de administración (cfr. F. SALERNO, Gli Uffici, o. c. p. 496; Schema legis peculiaris De
Curia Ro1nana, art. 158).

185
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2. º) La secc10n extraordinaria administra los bienes muebles propios y


gestiona, por mandato, los bienes muebles de otros entes de la Santa Sede (cfr.
art. 175) "'.Actúa, por lo tanto, como Banco Central de la Santa Sede"·
Las dos secciones, aunque están administrativamente separadas, operan de inodo
complementario. Prácticarnente, a1nbas están capacitadas para actuar no solo dentro del
ordenamiento canónico y vaticano, sino también en el exterior, en virtud de las vigentes
disposiciones internacionales, pacticias o comunes. Con tal fin, el Cardenal presidente
del APSA está provisto de especiales delegaciones proporcionadas por la Secretaría de
Estado, que está institucionalmente legitimada para representar los intereses de la Santa
Sede y del Estado Vaticano en las relaciones con los Estados 98 • Los actos del presidente
están sujetos a la aprobación pontificia, en forma común o en forma específica, y al
control de la Prefectura de asuntos econó1nicos 99 •

C) LA PREFECTURA DE LOS ASUNTOS ECONÓMICOS DE LA SANTA SEDE

A la Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede -tercer ofi-


cio- corresponde «Controlar y gobernar las administraciones de bienes, que
dependen de la Santa Sede o que ella preside, cualquiera que sea la autono-
mía de que puedan gozar» (art. 176). En esta formulación están comprendidas
también administraciones extra Urbem: instituciones de la Curia romana o del
Vicariato de Roma, basílicas romanas, universidades pontificias, santuarios

96. Conviene precisar que la responsabilidad administrativa sobre las ofrendas de los
fieles que llegan a la Santa Sede para sus necesidades financieras (incluido el Óbolo de San
Pedro) ha sido transferida, desde hace tiempo, a la Secretaría de Estado, así como también sobre
las contribuciones de las diócesis a la Santa Sede por su servicio a la Iglesia Universal (cfr. c.
1271). Las contribuciones a la Santa Sede en virtud del c. 1271 las gestiona la Secretaría de
Estado, en colaboración con la Prefectura de asuntos económicos y de acuerdo con el Consejo
de cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede
[cfr. infra. 6. d.].
97. El Instituto para las Obras de Religión (I.0.R) fue fundado por Pío XII en 1942, para
asegurar una autonomía financiera respecto al Estado. Se trata de un organismo financiero del
Vaticano, que cuida de la administración de las obras de religión de la Iglesia Universal. En sus
relaciones externas constituye, en cie110 sentido, un banco central junto con la sección extraordi-
naria del APSA (banco central de la Santa Sede): pero las reglas internacionales no autorizan el
tener más de uno por país. Sin embargo, los fondos depositados no son propiedad del Vaticano
ni de la Santa Sede (y menos de! 1.0.R. mismo), y el organismo está totalmente separado de los
organismos de la Santa Sede. Desde 1989, el I.O.R. está dirigido por un Consejo (de supervisión}
de cinco expertos financieros internacionales nombrados por la conüsión cardenalicia (cfr. sus
estatutosenAAS92 [19901 pp.1619-1629).
98. Cfr. F. SALERNO, Gii Uffici, o. c .. p. 497.
99. Es necesario señalar que la Congregación para la evangelización de los pueblos goza
de autonomía financiera y administrativa. Por ello, el RGCR excluye la competencia del APSA
y establece que cada vez que se hace una referencia al APSA, para dicha Congregación, tal refe-
rencia se entiende hecha a su administración (cfr. art. 6, nota 6).

186
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS

pontificios en Italia, etc. Pero no se incluye, en cambio, el Instituto para las


Obras de Religión, ya que no tiene ninguna relación funcional con la Santa
Sede (se trata de la gestión de capitales privados). La Prefectura está presidi-
da por un cardenal, asistido por un determinado número de cardenales con la
colaboración de un Prelado Secretario y de un Contable General. Además de
las funciones que tiene asignadas durante la Sede vacante (en relación con la
Cámara Apostólica), le corresponden también las siguientes actividades (cfr.
arts. 178-179) •00 :

1. º) Examinar las relaciones sobre el estado patrimonial y económico, así co1no los
balances y presupuestos de las citadas administraciones, inspeccionando, si lo conside-
ra oportuno, los libros de contabilidad y los documentos.
2. 0 ) Preparar el presupuesto y el balance general de la Santa Sede y someterlo a Ja
aprobación de la autoridad superior en el plazo establecido.
3.º) Vigilar las iniciativas económicas de las administraciones y dictaminar sobre
los proyectos de mayor importancia.
4. º) Ocuparse de los daños causados de cualquier modo al patrimonio de la Santa
Sede, con el fin de promover, si fuera necesario, acciones penales o civiles, ante los
tribunales competentes. Esto implica coordinar su competencia en esta materia y la
del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, al que corresponde juzgar sobre la
ilegititnidad de los actos ad1ninistrativos, incluida la reparación de daños derivados de
esa actividad ilegítima 101 •

D) EL PAPEL DEL CONSEJO DE CARDENALES PARA EL ESTUDIO


DE LOS PROBLEMAS ORGANIZATIVOS Y ECONÓMICOS DE LA SANTA SEDE

Creado en 1981 por Juan Pablo Il"", este organismo (ahora regulado por
PB, arts. 24-25) «consta de quince cardenales, todos ellos obispos de Iglesias
particulares de las diversas partes del orbe, nombrados por el Romano Pontífice
para un quinquenio». Lo convoca el Cardenal Secretario de Estado"", ordina-
riamente dos veces al año, para examinar los problemas organizativos y econó-
micos de la Santa Sede y de las instituciones vinculadas a ella, y cuenta con el
auxilio de expertos en estas cuestiones, cuando sea necesario. Recibe también
información sobre la actividad del Instituto para las Obras de Religión, pero

100. Cfr. F. SALERNO, Gli Uffici, o. c .. pp. 498-503.


101. Cfr. art. 120 § 4 del RGCR.
102. Cfr. Carta-quirógrafa Con1perta habentes. en AAS 73 ( 1981) pp. 545-546.
103. El RGCR precisa que «las reuniones las convoca y preside el Cardenal Secretario de
Estado en colaboración con el Cardenal presidente de la Prefectura de Asuntos econó1nicos de la
*
Santa Sede» (art. 84 1; la traducción del original italiano es nuestra).

187
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

respetando la autonomía financiera y administrativa de esta institución, sobre la


que no tiene competencia alguna de control. En sus reuniones, el Consejo mani-
fiesta su parecer sobre el presupuesto general y sobre el balance consolidado, en
orden a la aprobación pontificia. Además, mantiene contactos con las Iglesias
particulares para impulsar el cumplimiento del c. 1271 sobre las contribuciones
diocesanas a la Santa Sede por su servicio a la Iglesia universal.

188
CAPÍTULO VII

ESTRUCTURA ECONÓMICA
DE LA DIÓCESIS Y DE LA PARROQUIA

En este capítulo, nos detendremos primeramente en la función propia del


Obispo y de los demás organismos diocesanos. Examinaremos después, la
puesta en marcha de las instituciones auspiciadas por los padres conciliares
para la sustentación del clero (en sustitución del sistema beneficia!, allí donde
existía), para las diversas necesidades de la diócesis y, si fuese el caso, para la
previsión social del clero. Por último, dejando el ámbito diocesano, trataremos
de la organización económica de la parroquia.

1. LAS COMPETENCIAS DEL ORDINARIO


EN LA ADMINISTRACIÓN DIOCESANA

El Obispo diocesano debe ocuparse personalmente de los medios económi-


cos necesarios para el servicio pastoral, contando siempre con la ayuda de los
órganos administrativos establecidos por el derecho'. Es una exigencia de su
oficio, que le confiere directamente la administración de los bienes y derechos
temporales de la diócesis. Por eso, al tratar de la potestad ejecutiva del Ordina-
rio, hay que tener presente lo ya dicho acerca de la noción misma de Ordinario,

l. Cfr. C. REDAELL!, La responsabilitá del Vescovo diocesano nei confronti Jei beni ec-
clesiastici, en Quaderni di diritto ecclesiale, 4 (1991) especialmente pp. 317-319. Sobre la es-
tructura económica de la diócesis, véanse los diversos estudios reunidos en AA.VV., La Curia
diocesana. La función ad1ninistrativa, Salamanca 200 l.

189
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

que es más amplia que la de Obispo diocesano'· Hay que tener también en
cuenta la importante distinción entre administración inmediata y administración
mediata: corresponde al Ordinario del lugar la administración inmedfata de los
bienes de la diócesis y de las demás personas jurídicas por él administradas (cfr.
c. 279 § 1); le corresponde también la administración mediata de los bienes de
las personas jurídicas sujetas a su jurisdicción, como por ejemplo: parroquias,
seminario, fundaciones, asociaciones públicas de fieles ... (cfr. c. 1276 § 1). Por
lo que se refiere a las personas jurídicas no sujetas al Obispo diocesano (por
ej., asociaciones y fundaciones erigidas por la Santa Sede o por la Conferencia
episcopal), el mismo Obispo diocesano es competente para conceder la licencia
de enajenación de bienes cuyo valor esté comprendido entre la suma mínima y
máxima establecidas por la Conferencia episcopal, pero solo en caso de inde-
terminación de las normas estatutarias (cfr. c. 1292 § 1). En estas páginas, nos
interesan sobre todo los aspectos relativos a la administración inmediata de los
bienes eclesiásticos que corresponde al Ordinario del lugar.
En este nivel, la potestad del Obispo diocesano es muy amplia: en efecto,
a tenor de los ce. 391, 393 y 1279, él es, simultáneamente, el administrador de
los bienes diocesanos y el representante oficial de la diócesis. Todos los demás
órganos de administración a él sujetos participan de su autoridad y le ayudan.
Concretamente, el Obispo es el responsable de la organización y de la adminis-
tración de los bienes de la diócesis:
!.º) La organización implica una diversidad de actuaciones: por ejemplo,
erigir el instituto diocesano para la sustentación del clero y constituir el fondo
diocesano para las demás necesidades (cfr. c. 1274); dotar a cada uno de ellos
de estatutos y órganos propios; establecer los bienes e ingresos que les corres-
ponden y acordar con otros obispos posibles formas de colaboración interdio-
cesana.
2.º) Por lo que respecta a la administración de los bienes, del Obispo se
espera no solo el adecuado funcionamiento de los servicios, sino también la
vigilancia para que se respeten los fines, así como una efectiva contribución a
la financiación de la Sede Apostólica. Todo esto supone, entre otras cosas, una
serie de cargas: fijar y organizar según derecho las necesarias colectas y tribu-
tos; determinar el destino de los fondos recogidos, así como las modalidades de
administración y de distribución. Obviamente, en el ejercicio de sus funciones
administrativas, el Obispo tendrá en cuenta las opciones y prioridades funda-
mentales de la diócesis.
Si se examina la actividad del Obispo desde el punto de vista de la natu-
raleza de sus actuaciones, se constata que la organización y la administración

2. Véase supra, cap. VI, 3.

190
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

diocesana se llevan a cabo mediante tres modalidades principales: la vía legis-


lativa, las instrucciones y la vigilancia.

A) LA FUNCIÓN LEGISLATIVA DEL OBISPO DIOCESANO

Al Obispo corresponde una actividad legislativa que complementa el cua-


dro normativo de derecho universal, de las normas complementarias de la Con-
ferencia episcopal o de la Provincia eclesiástica competente, y también, si se da
el caso, del derecho concordatario. Le corresponde, por ejemplo, determinar las
modalidades de administración ordinaria de las personas que le están sujetas,
si no lo establecen los estatutos (cfr. c. 128), y también establecer las normas
relativas al Consejo parroquial de asuntos económicos (cfr. c. 537)'.

B) INSTRUCCIONES ADMINISTRATIVAS DEL ORDINARIO

Una segunda modalidad consiste en dar instrucciones especiales dirigidas


a «organizar todo lo referente a la administración de los bienes eclesiásticos».
Las puede dar el Ordinario (cfr. c. 1276 § 2), es decir, el Vicario general o un
Vicario episcopal, con el consentimiento del Obispo (cfr. c. 480). De acuerdo
con la norma del c. 34 § 1, son actos de la potestad ejecutiva que tienen una
doble finalidad: aclarar las prescripciones de las leyes y determinar los modos
en que ha de realizarse su ejecución.

C) VIGILANCIA Y CONTROL

Ya hemos hecho referencia a la vigilancia y al control que corresponden


al Obispo sobre la administración de los bienes de la diócesis, de los entes que
él administra y de las personas que le están sujetas'. Se trata, sobre todo, de
visitas, decretos, licencias e intervenciones de carácter supletorio. Recuérdese
también el papel del Obispo diocesano para hacer que se respete la voluntad
del donante; en particular, el Ordinario tiene que conceder licencia para que se
puedan aceptar las liberalidades gravadas por una carga modal o por una condi-
ción (cfr. c. 1267 § 2). Corresponde también al Ordinario propio la competencia

3. Sobre la función del Obispo diocesano respecto a los entes que. de acuerdo con sus
estatutos. no le están Sl(jetos, véase el c. 1292 § 2. Véanse también, los ce. 1287 § 2; 1284 § 3;
1304 § 2; 264 y 1263.
4. Cfr. ce. 392 § 2 y 1276 § l.

191
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

para autorizar que se incoe un litigio o se conteste a una demanda en el fuero


civil (cfr. c. 1288).
Pero la potestad administrativa del Obispo diocesano en materia económi-
ca no es ilimitada. Hay controles y cautelas que pueden limitar sus actuaciones,
y que se sitúan tanto en el ámbito de organismos de la misma diócesis (por ej.,
el c. 131 O § 2, en materia de causas pías y el c. 1292 § 1, que analizaremos más
adelante), como en el de la Santa Sede (por ej., las competencias reservadas a
la Sede Apostólica en materia de causas pías [cfr. c. 1310 § 3], la relación quin-
quenal que el Obispo debe presentar [cfr. c. 399] y la licencia necesaria para
algunos actos [cfr. c. 1292 § 2]). Las Conferencias episcopales no tienen, en
cambio, competencias de control en la gestión económica de la diócesis.
Algunas licencias -cuya concesión corresponde al Obispo diocesano- que-
dan sujetas, como veremos, al consentimiento o al parecer de otros órganos 5•
Concretamente, a tenor del c. 1992, para enajenar válidamente bienes que por
asignación legítima constituyen el patrimonio estable de una persona jurídica
pública (cfr. c. 1291) o para realizar cualquier operación de la que pueda re-
sultar perjudicada su situación patrimonial (cfr. c. 1295), es necesario tener
presentes los criterios cuantitativos establecidos por la Conferencia episcopal
competente', a saber:

5. Además de oír el parecer o de contar con el consentimiento del Consejo de asuntos eco-
nónücos y del Colegio de consultores (de acuerdo con las reglas que rigen estos organismos), el
Obispo puede tener también la obligación de pedir el parecer o el consentimiento de otros entes
o personas, a tenor del derecho universal o propio, o de las tablas de fundación (cfr. ce. 1277 y
127).
6. Véase, para las diversas Conferencias episcopales, J.T. MARTÍN DE AüAR, Legisla::,io-
ne ... , o. c. Para España, la Conferencia Episcopal Española determinó modificar reciente1nente
dichas cantidades en su LXXXVII Asan1blea Plenaria, de 20 a 24 de noviembre de 2006 y fijar
el lúnite 1nínimo en 150.000 euros y el límite máximo en 1.500.000 euros. Esta disposición ob-
tuvo la recognitio de la Santa Sede el 7 de febrero de 2007 (BOCEE 78 [2007] p. 3). En Italia,
la CEI ha establecido que la su1na míni1na y la suma máxima para los actos del c. 1292 § 1 sea,
respectivmnente. de 250.000 euros y un millón de euros (cfr. Decreto del 27-III-99 en Notiz.iario
della Conferen::a episcopale italiana, 31.IlI.1999, p. 85). Añadimos, a continuación, algunas
referencias a Ja normativa de Conferencias Episcopales latinomnericanas. Estos datos los hemos
obtenido de CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO-CELAM, Código de Derecho Canónico. Edi-
ción bilingüe}' anotada, JI, Colombia 20066 • Nos limitaremos a citar las cantidades:
- Argentina: 1náxima, 300.000 dólares USA y tnínima, 30.000 dólares USA;
- Bolivia: máxima, el equivalente en moneda nacional a 300.000 dólares USA y míni1na.
el equivalente en moneda nacional a 30.000 dólares USA;
- Colo1nbia: máxi1na, el equivalente en moneda nacional a 300.000 dólares USA y míni-
1na, el equivalente en moneda nacional a 10.000 dólares USA;
- Chile: 111áxiI11a, 14.000 Unidades de Fomento y míni111a, 700 Unidades de Fo1nento;
- Ecuador: máxima, mil veces el monto del salario 1nínimo vital 1ncnsual y míniI11a, diez
veces el monto del salario 1níni1no vital mensual;
- El Salvador: máxima, el equivalente en moneda nacional a 100.000 dólares USA y 111íni-
ma, el equivalente en 111oneda nacional a 40.000 dólares USA;

192
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

Si el valor de los bienes que se pretende enajenar es inferior a la suma mí-


nima, no se prevé ningún control canónico.
Si el valor se halla entre la suma mínima y la máxima:
!.º)Para enajenar bienes de la diócesis, la autoridad competente para otor-
gar la necesaria licencia es el Obispo diocesano, con el consentimiento del Con-
sejo de asuntos económicos y del Colegio de consultores;
2.º) Si se trata de una persona jurídica pública sujeta al Obispo diocesano,
le compete a él mismo dar la licencia, con el previo consentimiento de los mis-
mos Consejos del n. 1. 0 ; se requiere, además, el consentimiento de los posibles
«interesados» (por ej., un donante o un fundador; cfr. c. 1300);
3.º) Para las personas jurídicas no sujetas al Obispo diocesano, la autoridad
competente la determinan los propios estatutos'.
Si el valor excede la suma máxima, o se trata de la enajenación de exvotos
donados a la Iglesia o de objetos preciosos por razones artísticas o históricas,
se prevé un control reforzado: es necesaria también, para la validez, la licencia
de la Santa Sede'.
Por lo demás, para la licitud de la enajenación de los bienes de que trata el
c. 1291 se requiere también: !.º) que se demuestre la justa causa: esta puede
deducirse de la urgente necesidad, de la evidente utilidad, de la piedad, la cari-
dad u otra razón pastoral grave; 2.º) una tasación escrita hecha por peritos; 3.º)
que se observen las eventuales cautelas prescritas por la legítima autoridad para
evitar daños a la Iglesia (cfr. c. 1293).
Finalmente, por lo que se refiere a los actos que, atendida la situación eco-
nómica de la diócesis, sean de mayor importancia (cfr. c. 1277), el Obispo dio-
cesano debe oír, para su validez, al Consejo de asuntos económicos y al Colegio
de Consultores (también aunque se trate, a juicio de la Conferencia episcopal
competente, de actos de administración extraordinaria).

- Guatemala: máxi1na, el equivalente en moneda nacional a 100.000 dólares USA y míni-


ma, el equivalente en moneda nacional a 40.000 dólares USA;
- México: máxima, 50.000 pesos oro y mínima, 1.000 pesos oro;
- Panamá: máxima, 250.000 dólares USA y mínima, 75.000 dólares USA;
- Paraguay: máxima, 150.000 dólares USA y mínima, 10.000 dólares USA;
- Perú: máxima, 100.000 dólares USA y mínima, 50.000 dólares USA;
- Puerto Rico: 1náxima, 250.000 dólares USA y mínima, 25.000 dólares USA;
- Uruguay: máxima, el equivalente en moneda nacional a 200.000 dólares USA y mínima,
el equivalente en moneda nacional a 10.000 dólares USA;
- Venezuela: máxima, 3.000.000 de bolívares y mínima, 500.000 bolívares.
7. En el caso de enajenaciones realizadas por Institutos religiosos, se aplica el c. 638 § 3.
Véase supra, cap. VIII, 2.
8. La licencia otorgada por la suprema autoridad es, para todos los actos de extraordina-
ria administración, una certificación de la existencia de la licencia y del consentimiento de las
instancias inferiores. Por lo que se refiere a los bienes divisibles, el c. 1292 § 3 recuerda que al
solicitar la licencia de enajenación, se deben indicar las partes ya enajenadas precedentemente.

193
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2. INTERVENCIÓN DE ALGUNOS ÓRGANOS DIOCESANOS


EN LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES

Algunos órganos (personas físicas y organismos)' ayudan al Obispo dio-


cesano en su función administrativa. Así, el Consejo de asuntos económicos
(cfr. c. 492-493) y el ecónomo (cfr. c. 494), que tienen competencias exclusi-
vamente administrativas. Además, hay otros dos organismos que tienen, entre
otras funciones, algunas de tipo consultivo administrativo: el Consejo presbite-
ral y el Colegio de consultores (cfr. c. 495-496).

A) EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS

Es el órgano que colabora con el Obispo en la gestión económica de la


diócesis. En toda diócesis, debe estar constituido, al menos, por tres fieles ex-
pertos en derecho civil y economía «y de probada integridad» (c. 492), nombra-
dos por el Obispo con exclusión de sus consanguíneos o afines hasta el cuarto
grado'°. Nos encontramos, pues, ante un instituto particularmente adecuado
para poder confiar tareas a los laicos. El Obispo, que en realidad no forma parte
del mismo Consejo, lo preside personalmente o mediante un delegado suyo".
Los miembros se nombran para cinco años, con la posibilidad de renovar el
nombramiento para otros quinquenios". Las principales funciones del Consejo
son las siguientes:
1) El Consejo debe hacer el presupuesto de ingresos y gastos de la dióce-
sis, de acuerdo con las indicaciones del Obispo, y establecer el modo de ejecu-
tarlo.

9. Sobre la organización ad1ninistrativa diocesana en el Código anterior, véanse los ce.


1519* y ss.; para un comentario, F.X. WERNZ-P. V!DAL, lus canonicum, II, o. c., nn. 693 y ss.
10. Para una visión de conjunto de la constitución de esos consejos en España, véase J.L.
MORRÁS ETAYO, El Consejo diocesano de asuntos económicos en las diócesis españolas, en
REDC 53 (!998) pp. 251-258.
11. De este modo (con la presencia del Obispo sólo en sede deliberativa), se tutela la in-
dependencia del Obispo y su conocimiento de las necesidades pastorales de la diócesis. Por lo
demás, sin perder de vista el desarrollo de la gestión de los bienes temporales, puede dedicarse
prioritariamente a la cura animarum (cfr. D. LE TOURNEAU, Les conseils pour les affaires écono-
nliques: origine, nature, en DE99 [19881 p. 613). Sobre la cuestión de la presidencia del consejo,
cfr. P. URSO, La Chiesa particolare e la parrocchia come soggetti dell'am1ninistrazione di heni
temporali, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO CANONICO, I heni temporali della Chiesa,
o. c., pp. 148-149.
12. Puede servirse de la ayuda de expertos para las cuestiones más técnicas. En este caso,
sería conveniente que los expe1tos, puesto que no forman parte del Consejo, abandonen la sesión
antes de que los miembros emitan su parecer o decisión (cfr. B. DAVID, Le Conseil diocésain pour
les affaires économiques, en Les cahiers de droit ecclésial, 1 [1985] p. 19).

194
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

2) Recibe la rendición de cuentas de ingresos y gastos presentada por el


ecónomo (cfr. c. 493-494).
3) Debe examinar y aprobar" estas cuentas de ingresos y gastos (cfr. c.
493).
4) Además, el Obispo le puede atribuir todas las competencias concretas
que estime oportunas para asegurar una gestión eficaz y ordenada del presu-
puesto.
5) El Obispo puede también solicitar su ayuda para el control de las per-
sonas jurídicas de régimen diocesano, revisando las cuentas presentadas (cfr.
c. 1287 § !). Esta función de ayuda se transforma en un control, de carácter
preceptivo, respecto al Obispo, en los casos concretos en que el derecho im-
pone al Obispo mismo el deber de escucharlo o de pedir su consentimiento";
concretamente:
a') El parecer del Consejo se requiere:
a") para nombrar y remover al ecónomo diocesano (cfr. c. 494);
b") para imponer tributos diocesanos ordinarios y extraordinarios
(cfr. c. 1263);
c") para realizar actos de mayor importancia (cfr. c. 1277);
d") para determinar qué actos de las personas jurídicas a él sujetas son
de administración extraordinaria, en los casos en que sus estatutos
no lo señalen (cfr. c. 1281 § 2);
e") para decidir sobre la mejor colocación de las dotes de las funda-
ciones de las que sea responsable (cfr. c. 1305);
f") para reducir las cargas de estas mismas fundaciones, salvo si se
trata de misas (cfr. c. 1310 § 2).
b') El consentimiento de Consejo se requiere:
a") Respecto a los bienes de la diócesis y de las demás personas jurí-
dicas administradas por el Obispo diocesano:
1.0 ) Para autorizar actos de disposición sobre bienes del patrimo-
nio estable (cfr. c. 1292 §!)y los mencionados en el c. 1295,
a los que ya nos hemos referido ";

13. El término «probare» no es igual que «approbare» (cfr. F. DANEELS, De dioecesanis


corresponsabilitatis organis, en Per 74 [1985] p. 312). No obstante, en este caso parece tener el
sentido de «approbare», como en otros lugares del CIC (por ej., c. 26). En este sentido, véase,
entre otros, A. DE ANGEL!S, I Consigli per gli affari econo1nici; statuti e indicazioni applicative,
en ME 111 (1986) p. 60; P. URSO, Le strutture amministrative della diocesi, en Quaderni di diritto
ecclesiale, 4 (1991) p. 339, nota 5.
14. No se debe dar el consentimiento o el parecer, según el caso, si antes no se «informó
exactamente tanto de la situación económica de la persona jurídica cuyos bienes se desea enaje-
nar como de las enajenaciones realizadas anteriormente» (c. 1292 § 4).
15. En España, el consentimiento es necesario para la enajenación de bienes del patrimonio
estable cuyo valor supera los 150.000 euros, así como para los arrendamientos que se equiparan a

195
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

2.º) Para los actos de administración extraordinaria, con excep-


ción de los casos especialmente determinados en la ley uni-
versal o en las tablas de fundación 16 (cfr. c. 1277);
3.º) Por último, en materia procesal, se necesita el consentimien-
to del Consejo para que el Obispo pueda renunciar a la ins-
tancia en un proceso contencioso (cfr. c. 1542 § 2).
b") Respecto a los bienes de las personas sujetas al Obispo diocesa-
no: para autorizar su enajenación, mediante la preceptiva licencia,
cuando, según el c. 1292 § 1, su valor exige tal requisito";
c") Para las personas jurídicas no sujetas al Obispo diocesano, la li-
cencia de la autoridad competente se determina en las normas
estatutarias (cfr. c. 1292 § 1) 18 •

la enajenación (cfr. BOCEE 3 [ !984] p. 103 y BOCEE 78 [2007] p. 3). En Italia, se requiere para
la válida enajenación de bienes que constituyen, por legítima asignación, el patri1nonio estable y
cuyo valor está comprendido entre 250.000 y 1.000.000 de euros (cfr. Delibera, n. 20), así como
para estipular contratos de arrendan1iento de inmuebles pertenecientes a la diócesis, cuyo valor
sea superior a los 250.000 euros, excepto en el caso de que el an·endatario sea un ente eclesiástico
(cfr. Delibere 20 y 38).
16. En España, se consideran actos de administración extraordinaria los recogidos en el art.
16, § 1 del II Decreto General de la CEE (BOCEE 6 [1984] p. 64); es decir, los siguientes;
«l.º Los expresamente declarados tales con carácter general o, para entidades determina-
das, por su propio derecho;
2.° Cuando modifican sustancialmente o suponen un riesgo notable para la estructura del
patrünonio de Ja entidad eclesiástica correspondiente;
3.º La inversión de dinero y los cambios de las inversiones hechas siempre que supongan alte-
ración notable en la naturaleza de los bienes que se invierten o riesgo grave para la inversión, cuan-
do su valor exceda el lúnite míni1no fijado por la Conferencia Episcopal a efectos del c. 1292».
Para Italia (de acuerdo con las delibere nn. 20 y 37), se consideran actos de extraordinaria
ad1ninistración:
- la enajenación de bienes inmuebles que no forman parte por legítima asignación del pa-
triinonio estable de la persona jurídica y cuyo valor es superior a 250.000 euros;
- la decisión de nuevas partidas de gasto respecto a las contenidas en el presupuesto apro-
bado y que supongan un gasto superior a 250.000 euros;
poner en marcha, asu1nir o participar en actividades que se consideran comerciales a
efectos fiscales;
- el cambio de destino en el uso de inmuebles de valor superior a 250.000 euros;
- la ejecución de obras de construcción, reestructuración o manutención extraordinaria por
valor superior a 250.000 euros;
cualquier acto relacionado con bienes muebles o ininuebles de carácter artístico, históri-
co o cultural, cualquiera que sea el importe;
- contratar personal dependiente por tiempo indeterminado.
17. En Italia, por ejemplo, para la enajenación de un inmueble de valor superior a 250.000
euros. Además, el consentimiento se exige también para los contratos de arrendamiento de inmue-
bles pertenecientes a otra persona jurídica administrada por Obispo diocesano, cuyo valor supere
esta su1na, excepto si el arrendatario es un ente eclesiástico (cfr. Delibere 20 y 38). En España,
no se utiliza esta distinción entre los bienes inmuebles y los del patriinonio estable a efectos de
la enajenación.
18. En el cap. VIII, estudiaremos los controles previstos para los actos de los Institutos de
vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica.

196
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

B) EL ECÓNOMO

1) El oficio del ecónomo

El ecónomo es un órgano administrativo individual de obligatoria constitu-


ción («nominetur»: c. 494 § 1). Se comprende mejor la necesidad de este oficio,
no existente en el precedente Código, si se considera que el Obispo ordinaria-
mente lleva a cabo su función de administrador de los bienes de la diócesis
a través del ecónomo"· Esta función no compete al Vicario general o a otros
vicarios, salvo en el caso de que reciban un mandato especial del Obispo (con
acto notarial para que tenga efectos civiles).
Corresponde al Obispo el nombramiento del ecónomo, después de escuchar
el parecer del Colegio de consultores y del Consejo de asuntos económicos. Entre
los requisitos exigidos al titular del oficio, hay que destacar que debe ser verdade-
ramente experto en economía, de reconocida honradez (c. 494 § 1) y debe poseer
un auténtico sentido eclesial, que le haga idóneo para actuar coherentemente -no
solo teóricamente o jurídicamente- en nombre de la Iglesia, ya que le corresponde
administrar una persona jurídica pública 20 • Por lo demás, puede ser tanto clérigo
como laico, hombre o mujer. Nada se dice acerca de la prohibición relativa a los
consanguíneos o afines del Obispo (cfr. c. 492). En cambio, se hace constar que el
oficio de ecónomo es incompatible con el de administrador diocesano. De ahí que
si el ecónomo fuese elegido como administrador diocesano, el Consejo de asun-
tos económicos debería elegir temporalmente otro ecónomo (cfr. c. 423 § 2) 21 •
El nombramiento es por cinco años pero, cumplido el término, puede renovarse
incluso más de una vez. Durante el quinquenio, el Obispo no puede removerlo
del oficio, si no es por una causa grave (cfr. c. 193 § 2) y después de haber oído
el parecer de los dos organismos consultados para el nombramiento, es decir, el
Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos (cfr. c. 494 § 2).

2) Funciones del ecónomo

Por lo que se refiere a las competencias del ecónomo, hay que distinguir
las que le confía el mismo derecho (l.º-3.º) y otras suplementarias dadas por el
Obispo diocesano (4.''-5. 0 ):

19. Históricamente, la administración de los bienes comunes de la Iglesia fue confiada por
los apóstoles a los diáconos. La función del ecónomo se configuró de modo estable a partir del
siglo III. Más tarde, tras el Concilio de Calcedonia (451), el oficio de «ecónorao del Obispo»
pasó a ser preceptivo -el ecóno1no ad1ninistra los bienes de la diócesis ex mandato suo-, para que
el Obispo pudiese centrar su atención en la actividad pastoral, así como para asegurar una gestión
de calidad (cfr. F.X. WERNZ~P. VIDAL, Ius Canonicum, IV/2. De rebus, o. c., p. 187, n. 737).
20. Cfr. P. URSO, Le strutture .. ., o. c., p. 342.
21. Por lo demás, no se debe confundir el ecónomo con el moderador del que trata el c. 473 § 2.

197
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

l.º) El ecónomo administra los bienes de la diócesis de modo no autóno-


mo, sino dependiente. En efecto, debe actuar «bajo la autoridad del Obispo» y
«de acuerdo con el modo determinado por el Consejo de asuntos económicos»
(cfr. c. 494 § 3).
2. º) Con los ingresos estables de la diócesis realiza los gastos legítimamen-
te ordenados por el Obispo o quienes hayan sido encargados por él 22 • El Obispo
podría autorizar también al ecónomo para realizar gastos extraordinarios, utili-
zando el fondo común diocesano 23 •
3.º) Presenta, anualmente, al Consejo de asuntos económicos la rendición
de cuentas de ingresos y gastos (cfr. c. 494 § 4).
4.º) Además de la administración del patrimonio diocesano, el Obispo puede
confiar al ecónomo tareas de vigilancia sobre la administración de todos los bie-
nes pertenecientes a las personas jurídicas públicas a él sujetas (cfr. c. 1278).
5. 0 ) Puede también confiarle, por tres años, la administración de los bienes
de personas jurídicas públicas a él sujetas y que carezcan de administradores
propios. En este caso, sin embargo, se deberá confiar a otros la función de vigi-
lancia sobre la administración. Este encargo es renovable (cfr. c. 1279 § 2).

C) EL COLEGIO DE CONSULTORES

En cuanto órgano consultivo, ayuda de modo estable al Obispo en el go-


bierno de la diócesis, con competencias que no son exclusivamente económi-
cas. Actúa en representación del presbiterio y, en caso de sede impedida o va-
cante, puede asumir algunas funciones que en el Código anterior se reservaban
al Cabildo de canónigos 24 • El Colegio lo componen entre seis y doce sacerdo-
tes, libremente nombrados por el Obispo de entre los miembros del Consejo
presbiteral. Lo preside el Obispo o, por mandato especial, uno de sus Vicarios,
que actúa entonces con potestad delegada (cfr. c. 134 § 3 ). En materia econó-
mica, el derecho universal establece algunos supuestos en que se requiere su
intervención:

22. El c. 494 § 3 añade el adverbio «legitime», que en algunas versiones se ha traducido


como referido a «deputati» (otras personas legítünamente encargadas por el Obispo). Pero parece
que el adverbio en cuestión hay que referirlo más bien a «ordinaverint»: debe hacer los gastos
legítimamente ordenados (cfr. J.I. ARRIETA, Comentario al c. 494, en Código ... , o. c.).
23. Cfr. J.A. ALESSANDRO, The Finance Council and the Finance Officer, en The Code of
Canon Lalv. A Text and Commentary, edited by J.A. CüRIDEN, THJ. ÜREEN, O.E. HEINTSCHEL,
London 1985. p. 400.
24. El CIC contempla la posibilidad de confiar, según el parecer de la Conferencia episco-
pal competente, las funciones del Colegio de consultores al Cabildo catedralicio (cfr. c. 502 § 3).
Ni la CEE ni la CEI han considerado oportuna esta transferencia de co1npetencias.

198
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

1) El Obispo debe oír el parecer del Colegio para:


!.º) nombrar y remover al ecónomo diocesano (cfr. c. 494 §§ 1y2);
2.º) realizar actos de mayor importancia (cfr. c. 1277) 25 •
2) El consentimiento del Colegio de consultores es necesario en los mis-
mos casos establecidos para el Consejo de asuntos económicos"'.
Al requerir el consentimiento de estos dos órganos colegiales se pretende
garantizar una valoración adecuada tanto desde el punto de vista económico
como desde el punto de vista pastoral. En caso de que no haya acuerdo entre
ellos, el Obispo no podrá proceder, ya que necesita el consentimiento de los
dos; deberá entonces buscar un acuerdo entre los dos organismos, convocando,
si es el caso, una reunión conjunta de ambos. En los supuestos en que se re-
quiere solo escuchar su parecer, la falta de acuerdo entre ellos no impide actuar
al Obispo; no obstante, parece más oportuno y prudente tratar de conciliar los
puntos de vista. En caso de que ambos organismos sean del mismo parecer, el
Obispo, a tenor del c. 127 § 2, 2.º, no debe apartarse de esa opinión sin un mo-
tivo que, a su juicio, sea grave 27 •

D) EL CONSEJO PRESBITERAL

En el ámbito de nuestra exposición, nos limitaremos a señalar las compe-


tencias consultivas 08 que corresponden a este Consejo en materia de adminis-
tración de bienes, en el marco de su función general de «ayudar al Obispo en
el gobierno de la diócesis conforme a la norma del derecho, para promover lo
más posible el bien pastoral de la porción del pueblo de Dios que se le ha en-

25. Ya hemos señalado que para imponer tributos diocesanos debe, en cambio, escuchar al
Consejo presbiteral (cfr. c. 1263).
26. Véase supra, 2. a). Cfr. ce. 1277, 1292 y 1295. Sobre la necesidad de la intervención
del mismo colegio para los actos de mayor importancia, véase Co111 12 ( 1980) p. 114.
27. Teniendo en cuenta el carácter propio de cada organismo, parece preferible, aunque
el derecho no lo exija, que el Colegio de consultores se pronuncie sobre la oportunidad pastoral
del proyecto, antes de que el Consejo de asuntos económicos dé su parecer o juicio sobre los
aspectos estrictamente económicos y financieros de la cuestión (cfr. F. DANEELS, De dioecesanis
corresponsabilitatis organis, o. c., p. 313).
28. El c. 500 § 2 prevé la necesidad de su consentimiento «únicmnente en los casos de-
tenninados expresamente por el derecho». Pero, del conjunto de la normativa codicia!, se puede
afirmar que al Consejo presbiteral se le confía emitir opiniones no vinculantes, mientras que al
Colegio de consultores y al Consejo de asuntos económicos se les reservan los casos en que hay
que dar un voto vinculante (por ej., ce. 272, 485, 1277, 1292 § 1, 1524 § 2). Véase J.!. ARRIE-
TA, Conientario al c. 500, en Código .. ., o. c.; una recopilación de los estatutos de los Consejos
presbiterales en Italia puede encontrarse en G. DI MATTIA, I consigli presbiterali: qualifica:::,ione
ecclesiologico-giuridica, en PONTIFfCIUM CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, /us in
vita et in nlissione Ecc/esiae, CittU del Vaticano 1994, pp. 418-425.

199
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

comendado» (c. 495 § l)". En concreto, el Obispo diocesano debe escuchar el


parecer del Consejo presbiteral para poder realizar legítimamente los siguien-
tes actos de gobierno:
l.º) erigir, suprimir o modificar de modo relevante las parroquias (cfr. c.
515 § 2), con las consiguientes consecuencias patrimoniales;
2. 0 ) establecer las normas mediante las que se provea al destino de las ofren-
das recibidas de los fieles con ocasión de la realización de cualquier función pa-
rroquial, y a la retribución de los clérigos que cumplen esa función (cfr. c. 531 );
3.º) constituir los Consejos pastorales parroquiales (cfr. c. 536 § l);
4.º) autorizar la construcción de iglesias (cfr. c. 1215 § 2);
5. º) reducir a un uso profano no sórdido las iglesias que ya no se emplean
para el culto divino (cfr. c. 1222 § 2);
6. 0 ) imponer tributos (cfr. c. 1263);
7.º) convocar el Sínodo diocesano (cfr. c. 461 § !).

3. INSTITUCIONES DIOCESANAS AUSPICIADAS


POR EL CONCILIO VATICANO 11

Una parte importante de la organización económica diocesana está cons-


tituida por las instituciones previstas por el Concilio para la sustentación del
clero, para atender a las distintas necesidades de la diócesis y, si es el caso, para
la previsión social del clero. Se aconseja constituir estos institutos de manera
que obtengan también eficacia ante el ordenamiento civil (cfr. c. 1274 § 5).

A) INSTITUTO DIOCESANO PARA LA SUSTENTACIÓN DEL CLERO

Según el c. 1274 § 1, se trata de un instituto especial que recoge los bienes


y oblaciones para la sustentación de los clérigos que prestan un servicio en la
diócesis. De este modo, se concreta la solicitud de la Iglesia y, en particular, de
cada Obispo diocesano por su presbyterium, de acuerdo con el c. 281 § l. Como
señala el c. 1274, esta remuneración está vinculada a la prestación de servicios
a la diócesis. Los beneficiarios de la sustentación son, por tanto, todos los clé-
rigos que prestan un servicio ministerial a la diócesis 30 • Para beneficiarse, no

29. Sobre las funciones del Consejo presbiteral, véanse, entre otros, M. MORGANTE, La
Chiesa particolare ne! Codice di Diritto Canonico, Torino 1987, pp. 254-265; R. PAGÉ, Les Égli-
ses particulii:res, l. Montréal-Paris 1985, pp. 145-150.
30. Cfr. Com 12 (1980) pp. 409-410. Por lo que respecta al concepto de sustentación y
su contenido, véase C. REDAELLI, JI sostentan1ento del clero, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI
DIR!TTO CANON!CO, J beni temporali della Chiesa, o. c., pp. 177-180.

200
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

hace falta, por tanto, estar incardinado en la misma diócesis: los clérigos secu-
lares y religiosos incardinados en otro lugar -incluso en otro país- que prestan
servicio de modo estable a la diócesis, también se pueden beneficiar". De to-
das formas, habrá que estudiar el derecho particular y tener en cuenta algunos
otros criterios que señalaremos más adelante.
La cláusula «a no ser que se haya establecido otro modo de cumplir esta
exigencia» (cfr. c. 1274 § 1) constituye una excepción a la regla que obliga a
crear este organismo diocesano. Hay que tener en cuenta la gran variedad de
situaciones que se presentan en el mundo entero. En algunos países, el sistema
beneficia! no se ha desarrollado porque, entre otras cosas, el Estado cubría ya
las necesidades de la mayor parte del clero. También por esta razón, se consi-
dera preferible mantener separado el Instituto para la sustentación del clero y
la caja común para las demás necesidades diocesanas 32 • Además, hay que te-
ner en cuenta las circunstancias personales de los clérigos. Puede suceder, por
ejemplo, que un sacerdote reciba ya una remuneración personal en razón de un
contrato de trabajo que tenga por objeto una prestación de naturaleza eclesial
(por ej., enseñar religión en una escuela), cosa que haría innecesaria la remune-
ración por parte del mencionado Instituto.
¿Cuál es la naturaleza de esta institución? Si el Obispo decidiese erigirla
como persona jurídica, se trataría de una fundación autónoma diocesana. Es-
taríamos ante un ente de carácter patrimonial -no es una universitas persona-
rum, sino una universitas rerum- con personalidad jurídica propia (cfr. c. 115)
erigida por el Obispo diocesano". Si, en cambio, el Obispo prefiriese que los
bienes quedasen a nombre de la diócesis, no adquirirían personalidad jurídica
propia, pero sí deberían gozar de plena autonomía contable. En cualquiera de
los dos casos, deberá tener una organización propia, establecida por sus propios
estatutos o normas internas 34 •
Por lo que se refiere a la cuestión de los recursos económicos, el Código
señala algunas fuentes:

31. Cfr. CE!. Deliberan. 58, de 10 de mayo de 1991.


32. Cfr. Com 12 (1980) pp. 408-409. En Italia, «el modelo de estatuto de los institutos ha
sido preparado por la CEI y ha obtenido la recognitio de la Santa Sede: ese modelo debe ser ne-
cesarimnente el punto de partida del estatuto aprobado por cada obispo» (CEI, !struz.ione .. ., o. c.,
n. 92; la traducción del original italiano es nuestra).
33. La Conferencia episcopal española ha previsto Ja posibilidad de constituir una funda-
ción que, a juicio del Obispo diocesano, se puede configurar como fundación autónoma según el
c. 115 § 3, o como un ente cuyos bienes estarán a nombre de la diócesis, si bien con plena auto-
nomía contable (Cfr. art. 1O del Decreto del J .Xll.1984, en BOCEE 6 [J 985] pp. 61-65).
34. Los estatutos deberán tener en cuenta PO 21 y ES, I, 8, según los cuales el administra-
dor es el Obispo diocesano, que puede ser ayudado en esta tarea por sacerdotes delegados y, si
fuera necesario, por expertos laicos.

201
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

l.º) las rentas y las dotes de los beneficios que se vayan extinguiendo (cfr.
c. 1272);
2. 0 ) los bienes de determinadas fundaciones pías no autónomas una vez
vencido el plazo para el que fueron constituidas (cfr. c. 1303 § 2);
3.º) sobre todo, los bienes y las oblaciones destinados al Instituto por el
Obispo o por los donantes (cfr. c. 1274 § 1). Ya hemos subrayado la insistencia
del Concilio en que, como regla general, se procure que los fieles ayuden con
ofrendas generosas; lo cual no impide, obviamente, que haya otras fuentes de
ingresos, como las contribuciones estatales a las que ya nos hemos referido.

B) INSTITUTO CENTRAL PARA LA SUSTENTACIÓN DEL CLERO

La posibilidad de constituir a nivel supradiocesano un Instituto central para


asegurar una digna remuneración del clero pone de manifiesto la relevancia del
derecho particular y concordatario. Ahora bien, tratándose de un deber propio
de cada Obispo diocesano, hay que aclarar previamente si la remuneración del
clero puede ser delegada en una entidad supradiocesana. A este respecto, el CIC
hace una clara distinción entre la remuneración del clero, por una parte, y la
caja común y la previsión social, por otra. Mientras que para estos dos últimos
Institutos considera posible que existan formas de cooperación supradiocesana,
respecto a la sustentación del clero no prevé ninguna organización de ese tipo.
De aquí se deduce que este deber no es delegable (cfr. c. 1274 § 4 ). Por ello, se
reenvía, ante todo, a las normas diocesanas 35.
Sin embargo, esta norma ha sido aplicada con flexibilidad. En la línea del
principio de subsidiariedad, y en virtud de una facultad concedida por el Ro-
mano Pontífice, algunas Conferencias episcopales (entre otras, la italiana 36 y la

35. El Sche1na de 1977, en cambio, atribuía la creación de este Instituto a la Conferencia


episcopal.
36. En Italia, esta materia se rige por la Ley de 20 de mayo de 1985, N. 222.
El Instituto central goza de personalidad jurídica eclesiástica y civil y tiene dos fuentes de
financiación: 1º) Las oblaciones de los fieles deducibles hasta un total de dos millones de liras
(1032,91 euros), hechas directamente a favor del Instituto central. Estas contribuciones quedan
sustraídas al fisco y se descuentan de la base imponible de las personas físicas. 2º) La asignación
del ocho por mil: los contribuyentes deciden libremente la asignación de una cantidad equiva-
lente al ocho por mil de la renta de las personas físicas (IRPEF). Al contrario que la deducción
fiscal, la cuota puede ser usada por la Iglesia para fines distintos de la sustentación del clero
(culto, obras de caridad ... ). Al respecto, véanse CEJ, Statuto dell'lstituto interdiocesano per il
sostentamento del clero, en M. MARCHES!, Diritto canonico co1nplementare, o. c., pp. 269-274;
Z. GROCHOLEWSKI, /[ sostenta111ento del clero nella fegislazione canonica e concordataria ita-
liana, en ME 117 (1993) pp. 245-262; M. COLOMBO, L'lstituto per il sostentamento del clero e
prohlemi connessi, en ME 111 (1986) pp. 87-107; T. MARCHI, La. remunerazione dei chierici ne/
nuovo codice, en ME 109 (1984) pp. 187-195.

202
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

española") han organizado, además de los Institutos diocesanos, un Instituto


central para la sustentación del clero, teniendo en cuenta las circunstancias lo-
cales y motivos de eficacia organizativa 38 •

C) INSTITUCIONES PARA LA PREVISIÓN SOCIAL DEL CLERO

Como ya hemos puesto de manifiesto, la responsabilidad de cuidar de los


clérigos recae directamente sobre la diócesis. También a la diócesis correspon-
de prestarles asistencia, a la que tienen derecho, en caso de enfermedad, invali-
dez o vejez (cfr. c. 281 § 2). Esto no impide, sin embargo, la organización de es-
tructuras de previsión social a nivel supradiocesano. De hecho, en el seno de la
comunión eclesial, hay que promover la cooperación y la solidaridad entre las
distintas comunidades cristianas, siguiendo el ejemplo de S. Pablo, que pedía a
las otras comunidades que contribuyesen a las necesidades de los cristianos de
Jerusalén (cfr. LG, 13 y 23; CD 6). El mismo c. 1274, de acuerdo con PO, 21,
sugiere la conveniencia de una cooperación interdiocesana (§ 4) y atribuye a la
Conferencia episcopal(§ 2) la responsabilidad de constituir un Instituto para la
seguridad social de los clérigos, «donde aún no está convenientemente organi-
zada» por el derecho, civil o canónico (por ej., en caso de que el sistema civil de
previsión social no exista o se encuentre en situación de precariedad).
La norma señala, a modo de ejemplo, varias estructuras de solidaridad entre
diócesis: cooperación, federación o asociación. La primera fórmula es la menos
centralizada: varias instituciones diocesanas de un territorio (provincial, regio-
nal, nacional o internacional) cooperan entre sí organizando conjuntamente las
prestaciones y la gestión de los servicios, contribuyendo cada una de ellas a los
gastos necesarios. Esto permite a las diócesis más «ricas» ayudar a las diócesis
vecinas más pobres. El régimen de federación supone un paso más en el proceso
de integración, ya que, en este caso, las distintas instituciones diocesanas cuentan
con órganos centrales de dirección. La tercera solución consiste en la asociación,

37. El Fondo Común Interdiocesano realiza esta función en España. Se rige principahnente
por el Reglamento de Ordenación Económica de la CEE de 1 de diciembre de 1984 (BOCEE 5
[19851 pp. 19-25). El art. 6 establece que estará constituido por todos aquellos bienes, valores,
derechos y cualesquiera aportaciones entregadas a la Iglesia en España o a la CEE para el soste-
nimiento y actividades de las diócesis, de otras entidades dependientes de la Iglesia, de la misma
Conferencia episcopal, o para las necesidades generales de la Iglesia en España, cuya distribu-
ción deba ser determinada por la misma Conferencia episcopal. Se nutre fundamentalmente de
la ayuda económica percibida a través del Estado, y de las aportaciones de las diócesis, fieles,
etc., para la interco1nunicación de bienes entre todas ellas. Sobre la adquisición por asignación
presupuestaria, véase J. fERRER ÜRTIZ (dir.), Derecho Eclesiástico ... , o. c., pp. 210-213.
38. Respecto a las razones de naturaleza eclesiológica que motivaron este cambio, véase
Com 12 (1980) pp. 408-409.

203
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

no de los institutos diocesanos, sino de las propias diócesis (dependientes de una


misma Conferencia episcopal) para constituir una única institución encargada de
la seguridad social del clero. Independientemente de cuál sea la fórmula adopta-
da, el c. 1275 prevé la posibilidad de un fondo constituido por bienes que proce-
den de diversas diócesis y establece que dicho fondo se debe administrar según
las normas oportunamente acordadas por los Obispos interesados.
Nada dice el Código, en concreto, sobre las.fuentes de ingresos de estos en-
tes. Las soluciones pueden variar según los países. Incluso pueden ser muy di-
versos los modos de poner en práctica la sugerencia contenida en PO 21, donde
se invita a los clérigos a colaborar en el sostenimiento de estos institutos como
manifestación personal de solidaridad hacia los hermanos en el ministerio.

0) FONDO COMÚN DIOCESANO PARA LAS DEMÁS NECESIDADES

El § 3 del c. 1274 establece que «en la medida en que sea necesario» 39 se


ha de constituir en cada diócesis una masa común para cubrir lo que, de modo
general, se denominan «las demás necesidades». Se trata de destinar una masa
de bienes para la gestión general de todas las demás obligaciones diocesanas.
Aunque se trate de una atención global, se señalan algunas finalidades con-
cretas: desde la retribución de las demás personas que trabajan al servicio de
la diócesis (cfr. c. 1286), hasta la ayuda a las diócesis más necesitadas, conti-
nuando así una tradición apostólica siempre viva y confirmada de nuevo por el
último Concilio. La ayuda de las diócesis a la Sede Apostólica constituye otro
ejemplo de posible aplicación de este Fondo, aunque no haya sido expresamen-
te recordado.
En cuanto a su específica naturaleza jurídica, a diferencia de las dos ins-
tituciones precedentes, se presenta como un fondo, es decir, como un patrimo-
nio separado. No obstante el carácter diocesano de este Fondo (tanto por su
organización como por sus fines), no solo está previsto, sino que se fomenta la
colaboración interdiocesana (cfr. c. 1274 § 4), que podría organizarse mediante
una federación o asociación, o incluso mediante la creación de un fondo común
para diversas diócesis (cfr. c. 1275). El Código no menciona tampoco en este
caso las fuentes del fondo y PO 21, por su parte, indica principalmente las obla-
ciones de los fieles, sin excluir por ello otras fuentes señaladas por el derecho.
Esta estructura, tal y como la presenta el CIC, puede parecer poco elabora-
da; en realidad, la opción codicia! responde al principio de subsidiariedad, del

39. Para 1natizar la obligación de constituir este Instituto, se sustituyó la expresión «quan-
tum fieri potest» por «quatenus opus sit» (cfr. Com 12 [ 1980] p. 408).

204
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

que se sigue una gran flexibilidad para poder buscar la solución más adecuada
a cada país o región"°. De todas formas, conviene no perder de vista que los
trabajos preparatorios excluyeron expresamente la posibilidad de que la masa
de bienes fuese la misma para la sustentación del clero y para «las demás ne-
cesidades» de la diócesis. Nada impide, en cambio, que dentro de este fondo
común se establezcan cuentas con gestión separada o departamentos".

4. ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA PARROQUIA

Esa «determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la


Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano,
se encomienda a un párroco como pastor propio» (c. 515 § 1) goza, por el
mismo derecho, de personalidad jurídica canónica (cfr. § 3 del mismo canon).
Pero, de ordinario, la sola personalidad jurídica canónica no es suficiente para
que las parroquias puedan tener una efectiva autonomía patrimonial, sino que
es necesario que tengan también personalidad jurídica civil. Esta autonomía
patrimonial es indispensable, a su vez, para poder ejercer como titular todas
sus actividades, desde las propiamente pastorales hasta las que el ordenamiento
civil considera de carácter comercial -aunque se realicen sin ánimo de lucro-,
así como para recibir donaciones, herencias y legados dejados a su favor".
¿Cuáles son los órganos del ente parroquía? La función principal se confía
al párroco (cfr. c. 517 § !), con la ayuda de dos Consejos parroquiales, que va-

40. Según López Alarcón, la creación de un único fondo común diocesano para todas las
necesidades de la diócesis -en lugar de tres- no estaría permitida por el Código (cfr. M. LóPEZ
ALARCÓN, Co1nentario al c. 1274, en Código ... , o. c.). Azoar Gil, en ca1nbio, considera que el
legislador no prohíbe esta posibilidad, que admite excepciones a nivel del derecho particular. Así,
por ejemplo, sería posible constituir una sola masa común diocesana estableciendo, si fuese el
caso, distintas secciones o departainentos autóno1nos (cfr. F. AZNAR GIL, La administración ... ,
o. c .• pp. 319-320).
41. En el caso de Italia, el ente diócesis puede proveer a las finalidades de que trata el c.
1274 § 3 con un fondo común para las personas que sirven a la Iglesia distintas de los clérigos,
para las diversas necesidades diocesanas y para la ayuda a las diócesis más necesitadas. Se pre-
vén, además, cuatro posibles fondos diocesanos no autónomos: 1°) el fondo común diocesano,
en el sentido del c. 1274 § 3; 2º) el fondo de solidaridad para los sacerdotes ancianos y dis-
capacitados: constituido para completar las prestaciones de los entes públicos (estatales) y las
contribuciones de los institutos para el clero en los casos de mayor necesidad; 3º) el fondo perla
caritiI; 4º) el fondo para las actividades misioneras de la diócesis (incluida la sustentación de los
llamados sacerdotes «fidei donum» ). Cfr. CEI. Istru::.Jone .. ., o. c., n. 89.
42. Sobre la adquisición de personalidad civil de las parroquias en España, véase art. l, 2)
del Acuerdo entre el Estado E~pañol }' la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos. Cfr. también, J.
FERRER ÜRTIZ (dir.), Derecho Eclesiástico ... , o. c., pp. 194-205. Para Italia, véase, entre otros,
F. F!NOCCHIARO, Diritto Ecclesiastico, Bologna 1990, pp. 217 y ss. Para diversos aspectos del
derecho patrimonial en el ámbito de la parroquia, véase AA.VV., La parroquia desde el nuevo
derecho canónico, Salamanca 1991.

205
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

mos a estudiar a continuación: el Consejo de asuntos económicos y el Consejo


pastoral.

A) FUNCIONES DEL PÁRROCO EN LA GESTIÓN ADMINISTRATIVA

El párroco, además de regir de manera inmediata la persona a quien pertene-


cen esos bienes (cfr. c. 1279 § 1), es al mismo tiempo el representante legal y el
administrador de los bienes parroquiales (cfr. c. 532). Él administra la parroquia
y la representa, también ante el ordenamiento jurídico estatal". Ahora bien, si la
legislación civil establece que el ente parroquial civilmente reconocido debe ser
administrado por otras personas, se plantea un problema que puede solucionarse
acudiendo al c. 1279 § 1, donde se contempla la siguiente excepción: «si no de-
terminan otra cosa el derecho particular, los estatutos o una legítima costumbre».
El párroco no puede, sin embargo, renunciar a su responsabilidad administrativa
(cfr. c. 1289), ni limitarse solo a ratificar las decisiones tomadas por el Consejo
parroquial de asuntos económicos. Por lo demás, esta tarea la lleva a cabo siem-
pre bajo la autoridad del Obispo diocesano. De este modo, se garantiza que la
parroquia esté integrada en la Iglesia diocesana. Ahora bien, la parroquia es una
persona jurídica pública distinta de la diócesis y goza de una autonomía de ges-
tión. Por eso, el Obispo diocesano no puede asumir la responsabilidad directa y
personal del párroco, salvo en caso de negligencia".

1) Funciones administrativas del párroco

En cuanto administrador de los bienes de la parroquia, el párroco está obli-


gado a observar las disposiciones de los ce. 1281-1288, relativas a las funciones
de los administradores en general, que ya hemos estudiado". Hay, además,
algunas funciones administrativas específicas 46 : la gestión de la caja parroquial
y el cuidado de los registros y del archivo parroquial.
a') La caja parroquial.- Una parroquia recibe sus ingresos de diversas
fuentes de financiación, pero no todos se destinan a ella misma. Algunos in-

43. Soluciones diversas se pueden encontrar, por ejemplo, en algunos cantones suizos (cfr.
J.-C. PÉRISSET, La paroisse, Paris 1989, pp. 108-113).
44. En caso de una mala gestión económica que haya causado grave daño a la Iglesia, si
no se puede poner remedio de otro modo, el Obispo diocesano puede removerlo de la parroquia
a norma del derecho (cfr. c. 1741, 5°).
45. Cfr. supra, cap. VI, 2.
46. Véase, por ejemplo, Vademecum della Diocesi di Milano per l'a1nntinistrazione delle
parrocchie, Milano 1994.

206
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

gresos se asignan a la diócesis; otros se destinan a los fines señalados por el


Ordinario (por ej., los estipendios en casos de misas binadas o trinadas) o se re-
servan a sacerdote celebrante (en las demás misas). Dejando aparte estas cues-
tiones particulares, todas las ofrendas recibidas de los fieles -sobre todo con
ocasión de la celebración de sacramentos y sacramentales- se deben ingresar
en la caja parroquial, a no ser que, en el caso de una limosna voluntaria, conste
la intención contraria de quien la ofrece (cfr. c. 531). También los restantes
ingresos de la parroquia (de naturaleza patrimonial o fruto de una actividad
determinada), deben confluir en la única caja parroquial. Ahora bien, las en-
tradas procedentes de actividades concretas podrían conservar su autonomía,
permaneciendo siempre en el ámbito de la gestión general de la parroquia".
Dependiendo de las normas sobre la sustentación del clero, la caja parroquial
debe proveer al sostenimiento del párroco y, si es el caso, de los otros sacerdo-
tes al servicio de la parroquia.
b') Los registros y el archivo parroquial.- Corresponde también al párroco
cuidar de los libros parroquiales, tanto los obligatorios como los recomendados.
Según el Código, son obligatorios los libros del catecumenado, de bautismo, de
matrimonio, de difuntos y de misas, así como los libros de ingresos y gastos,
las tablas de cargas de las fundaciones pías y un registro donde se anotan cada
una de las obligaciones, su cumplimiento y las limosnas (cfr. c. 1307) '". El
conjunto de los libros se custodia, junto con otros documentos, en el archivo
parroquial, sin que sea suficiente sustituirlos por una copia en soporte digital.
Entre los documentos que se deben conservar en el archivo se cuentan también
los exigidos por el derecho civil en materia de seguros (cfr. c. 1284 § 2, l.º), por
el derecho laboral (c. 1286), así como los documentos en los que se fundan los
derechos de la parroquia sobre sus propios bienes. Hay que recordar, además,
que al asumir el oficio de párroco se debe realizar un inventario (del que debe
haber una copia en el archivo de la curia) y que hay que ponerlo al día cuando
haya variaciones en el patrimonio, prestando una especial atención a los bienes
culturales.

2) Las }Unciones de representación legal

Todo párroco representa a la parroquia que le ha sido confiada y, si son


varias, a cada una de ellas por separado. Si, en cambio, una o más parroquias

47. Cfr., por ejemplo, CEI, lstruzione ... , o. c., n. 107.


48. Las Conferencias episcopales pueden prever también otros registros. Véase E. SASTRE
SANTOS, Manual de archivos: el sistema archivístico diocesano: archivo de la curia v archivos
parroquiales, Madrid 1999. ·

207
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

son confiadas in solidum a varios sacerdotes, aunque todos ellos se equiparen


al párroco, únicamente el moderador representa en los negocios jurídicos a la
parroquia o parroquias encomendadas al grupo (cfr. c. 543 § 2, 3. 0 ) 49 • Por tanto,
en el registro de entidades religiosas, es su nombre el que debe figurar como
representante legal de la parroquia'°.
Cuando la parroquia goza de reconocimiento civil y, según la ley civil, el
párroco no puede ser el representante legal, la Sede Apostólica ha concedido, en
algunos países, un indulto para autorizar una solución distinta. En caso de que
la parroquia esté vacante o el párroco esté impedido, el Obispo diocesano debe
nombrar un sacerdote como administrador parroquial, el cual tiene los mismos
derechos y deberes del párroco, a no ser que el Obispo establezca otra cosa 51 •

B) EL CONSEJO PARROQUIAL DE ASUNTOS ECONÓMICOS

Los Consejos parroquiales son concretas manifestaciones de la voluntad de


traducir en «lenguaje canónico» -por usar la célebre expresión de Juan Pablo
II 52- la imagen conciliar de la Iglesia, intensificando la participación de los
fieles también en las estructuras pastorales. El Consejo parroquial de asuntos
económicos es el órgano consultivo de colaboración de los fieles con el párro-
co en materia de gestión adrninistrativa 53 •
Respecto a su composición, el n. 135 del Directorio Ecclesiae imago su-
brayaba, retomando una idea del Concilio", el papel en este campo de los ex-

49. En el supuesto del c. 517 § 2, es decir, en el caso de una parroquia confiada a un diá-
cono, a un fiel no ordenado o a una comunidad de personas por escasez de sacerdotes, el Obispo
debe notnbrar un sacerdote para que actúe como moderador, con la potestad y las facultades del
párroco: obviamente, este sacerdote será el representante legal de la parroquia.
Existe también la posibilidad de que la parroquia sea confiada a un Instituto religioso cle-
rical o a una Sociedad clerical de vida apostólica. En este caso, entra en juego la prohibición de
designar a una persona jurídica como párroco (cfr. c. 520 § 1). De modo análogo a como sucede
cuando la parroquia se confía in solidu1n, habrá que no1nbrar párroco o moderador a un sacerdote
del Instituto o de la Sociedad, que tendrá la doble función de administrador y representante legal
de la parroquia. Los aspectos económico-administrativos deberán regularse, junto a la labor pas-
toral que debe ejercerse, mediante un acuerdo establecido entre el Obispo diocesano y el Superior
co1npetente. Véase infra, cap. VIII, 2, g).
50. Si una persona distinta del representante legal interviene en un determinado negocio
jurídico representando a la parroquia, es necesario que cuente con un mandato procuratorio dado
por el mismo representante legal de la parroquia y válido a efectos civiles.
51. Cfr. ce. 539 y 540. Véase, J.-C. PÉR!SSET, La Paroisse ... , o. c., pp. 108-113.
52. JUAN PABLO II, Const. Apost. Sacrae disciplinae le gis, en AAS 75 (1983) XL
53. Para una presentación general del instituto, véase V. DE PAOLIS, JI Consiglio parrocchia-
le per gli affari economici e i beni patrinioniali della parrocchia, en AA.VV., La parrocchia,
Cittá del Vaticano I997, pp. 267-288.
54. Entre los principales textos conciliares en materia, cabe referirse a AA, 10 y PO, 17c.

208
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

pertos laicos 55 • Es recomendable, por motivos de competencia y eficacia, que


el número de consejeros guarde una razonable proporción con el número de
componentes de la comunidad parroquial"· Por analogía con el Consejo dioce-
sano de asuntos económicos (cfr. c. 492), sería conveniente que los consejeros
sean nombrados por un quinquenio, quedando excluidos los consanguíneos o
afines del párroco hasta el cuarto grado, y que sean tres al menos (aunque a
tenor del c. 1280, podrían ser solo dos)".
A diferencia del Consejo pastoral, el Consejo de asuntos económicos se
debe constituir necesariamente en toda parroquia, con independencia del núme-
ro de fieles y de la consistencia del patrimonio parroquial: el c. 537 lo considera
obligatorio, en aplicación de la norma general del c. 1280, que establece que
«toda persona jurídica ha de tener su Consejo de asuntos económicos, o al me-
nos dos consejeros que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en el
cumplimiento de su función».
El c. 537 señala que este órgano se rige, además de por el derecho univer-
sal, por las normas del Obispo diocesano y que nunca puede sustituir al párroco
en su responsabilidad administrativa; tal es el sentido de la cláusula «sin per-
juicio de lo que establece el c. 532». Por tanto, no se trata de un «Consejo de
administración» (en sentido empresarial y civil, con funciones deliberativas y
vinculantes), sino de un órgano consultivo que colabora con el párroco, que es
el único administrador y responsable de la gestión patrimonial'".
Cabe preguntarse si, en estas condiciones, existe realmente la posibilidad
de que los fieles participen activamente a través de esta estructura. Para que sea
posible, el Consejo se debe concebir (especialmente en la normativa diocesana)
de tal manera que los fieles puedan colaborar efectivamente en la vida de la co-
munidad parroquial. Encontramos aquí, como en el nivel diocesano, uno de los
lugares privilegiados donde los fieles -frecuentemente más expertos en la mate-
ria- han de poder ejercitar su derecho fundamental de manifestar a los pastores
su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia (cfr. c. 212 § 3). Por
otra parte, como ya hemos señalado para el ámbito diocesano, el párroco no

55. Cfr. CüNGREGAZlONE PERI VESCOVI, 22 de febrero de 1973, en Enchiridion Vaticanu1n


4 (1971-1973) p. 1373. n. 2154.
56. Cfr. CEI, Boz::,a di regolaniento del Consiglio parrocchiale per gli affari eco1101nici, de
12 de julio de 1985 (citada en apéndice al artículo de M. CALVJ, ![ Consiglio parrocchiale per gli
affari economici, en Quaderni di Diritto ecclesiale, 1 [1988] p. 31).
57. Cfr. M. MoRGANTE, L'am1ninistra::jone .. ., o. c., p. 121.
58. Cfr. F. CoccoPALMERIO, De paroecia, Roma 1991, p. 205. Esta interpretación parece la
única posible a la luz de la evolución del texto del 14 de mayo de 1980, en el que, al contrario,
aún se decía que los fieles administran los bienes de la parroquia bajo la presidencia del párroco
(cfr. Com 13 l1981] p. 307). Se cambian los términos «bona paroeciae adininistrant», por «paro-
cho in administratione (. .. ) adiutorio sint» (ibid., p. 308).

209
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

debería apartarse del parecer de su Consejo sin graves motivos 59 • No obstante,


hay que reconocer que el principal problema que se plantea todavía en muchos
lugares es el de la efectiva constitución de este organismo, en conformidad con
la voluntad del legislador.

C) EL CONSEJO PASTORAL PARROQUIAL

Existe un Consejo pastoral diocesano, del que no ha sido necesario tra-


tar, porque no tiene ninguna función directamente administrativo-económica.
La sugerencia de constituir un Consejo pastoral a nivel parroquial se formula
expresamente en el decreto Christus Dominus (n. 12) y, más tarde, en el direc-
torio pastoral de los Obispos Ecclesiae !mago (nn. 179 y 204)"'. Este último
número preveía que el Obispo diocesano pudiese imponer la constitución de
este Consejo en toda parroquia. Actualmente, la normativa en la materia se
limita al c. 536, aunque, por analogía, se podrían recabar algunos elementos de
las disposiciones sobre el Consejo pastoral diocesano (cfr. c. 19), al que puede
ser prudente consultar antes de aprobar las normas para el respectivo Consejo
parroquial 61 • A fin de cuentas, se trata de una institución de carácter facultati-
vo, salvo que haya sido exigida por el Obispo, el cual debe consultar antes al
Consejo presbiteral. El Consejo pastoral parroquial goza únicamente de voto
consultivo (cfr. c. 536 § 2), pero no se puede negar la notable relevancia eclesial
de esas consultas'''.

59. Cfr. c. 127 § 2, 2°; CEI, lstruzione ... , o. c., n. 106. En el Reglamento que el Obispo
diocesano puede dar, cabría exigir, como condición previa para la concesión de las autoriza-
ciones canónicas, que el párroco haya pedido el parecer de este Consejo para realizar actos de
extraordinaria administración sobre bienes parroquiales (cfr. M. MARCHES!, Come amministrare
la parrocchia, Bologna 1989, p. 47; M. CALVI, ll Consiglio parrocchiale per gli affari econo-
mici, o. c., p. 26). Por ello, parece preferible que se exija sin más la opinión del Consejo co1no
condición previa para la autorización para los actos de extraordinaria administración (cfr. M.
MORGANTE, L'a1nministrazione ... , o. c., p. 121). Sin en1bargo, a tenor de los ce. 20 y 1279 § 1,
no se puede negar que el derecho particular no revocado puede exigir el parecer favorable, y, por
tanto, vinculante del Consejo.
60. Cfr. Enchiridion Vaticanun1 4 (1971-1973) pp. 1429 y 1461-1463. Sobre la génesis
del Consejo pastoral, véase G. CESCHIN, Il Consiglio pastorale parrocchiale. Genesi, natura e
funziona1nento, Roma 1992, pp. 37-106.
61. Cfr. J. ALESSANDRO, Thefinance Council. .. , o. c., p. 399.
62. Sobre esta cuestión, véanse P.G. MARCUZZI, Il Consiglio pastorale parrocchiale, en
lus in vita .. ., o. c., p. 461; F. CüCCOPALMERIO, La (<consultivitñ» del Consiglio per gli ajfari
economici della parrocchia (ce. 536-537), en Quaderni di diritto ecclesiale 1 (1988) pp. 60-65;
A. BORRAS, Les co1nmunautés paroissiales. Droit canonique et perspectives pastorales, Paris
1996, pp. 247-249. Para un análisis de normas concretas existentes en Alemania, G.P. MoNTINI,
Jl Consiglio pastora/e parrocchiale nei direttori delle diocesi tedesche, en Quaderni di diritto ec-
clesiale 1 ( 1988) pp. 39-51; para Francia, D. LE TOURNEAU, Les Conseils .. ., o. c., pp. 621-627.

210
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS

¿Qué relación hay entre el Consejo parroquial de asuntos económicos y


el Consejo pastoral parroquial? Allí donde existan ambos organismos, se debe
procurar que haya una relación constructiva y que, en la medida de lo posible,
se llegue al acuerdo entre ambos. La Comisión para la revisión del Código ha
dejado claro que son dos organismos distintos. Queda, por tanto, excluida toda
forma de conexión que ponga en peligro su respectiva autonomía institucio-
nal". Corresponderá al Obispo diocesano buscar posibles soluciones a esta
cuestión 64 • Nada impide, por ejemplo, que, además del párroco, un miembro
(o varios) del Consejo de asuntos económicos sean al mismo tiempo miembros
del Consejo pastoral, o que se tengan encuentros periódicos 65 • Por otra parte,
el primero de estos Consejos podría constituirse como una comisión dentro del
segundo, con tal que se garantice la autonomía de trabajo y, sobre todo, que sus
miembros gocen de la efectiva competencia que le es propia''''. Cabe también
pensar en la posibilidad de que, si no considera necesaria la constitución del
Consejo pastoral, el Obispo diocesano confíe sus funciones al Consejo de asun-
tos económicos 67 •

63. Cfr. Co1n 14 (1982) p. 226. Véase tainbién, A. BORRAS, Les co1n1nunautés paroissia-
les .. ., o. c., p. 254.
64. Nótese, a título de ejemplo, que el mencionado borrador de Regola111ento de la CEI (art.
3) señala que, antes de nombrar a los fieles para el Consejo de asuntos econó1nicos, el párroco
debe oír el parecer del Consejo pastoral (o, en su defecto, de personas maduras y pn1dentes).
65. Cfr. B. DAVID, Les Consei! paroissiaux, en Les cahiers de droit ecclésial, 1 (1986) pp.
32-33.
66. Véase C. REDAELU, ll rapporto tra i due Consigli parrocchiali, en Quaderni di diritto
ecclesiale, l (1988) p. 36. Sin embargo, resulta difícil comprender cómo un Consejo podría ser
una comisión de otro Consejo conservando su independencia institucional (cfr. R. PAGÉ, Les
Éf(lises particulii:res, II, Montréal-Paris 1989, p. 133).
67. Cfr. A. SOUSA COSTA, Comentario al c. 537, en P.V. PINTO (ed.), Commento al Codice
di Diritto canonico, CittUdel Vaticano 1985, p. 325.

211
CAPÍTULO VIII

LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES


EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Y EN LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA

La administración de los bienes eclesiásticos de los institutos religiosos y,


por conexión, de Jos institutos seculares y de las sociedades de vida apostólica,
constituye un sector relevante de la vida eclesial. No podríamos, por tanto,
terminar este estudio sin detenernos, al menos brevemente, sobre el derecho
patrimonial de estos entes. De este modo, cumplimos también la exigencia de
exponer la materia en su conjunto, ya que esta parte es objeto de específicas
disposiciones codiciales.
En la elección del método que debíamos seguir, existían dos caminos. El
primero consistía en el estudio, a lo largo de las diversas partes de Ja materia
(adquisición, administración, enajenación, etc.), de los aspectos propios del de-
recho patrimonial de estas instituciones. El otro -que hemos preferido- consis-
tía en reservar un capítulo específico para tratar de modo unitario el conjunto de
cuestiones patrimoniales propias de la vida consagrada, tratando de evitar inúti-
les repeticiones respecto a los capítulos precedentes. Esta opción metodológica
se corresponde, además, con la hecha por el legislador (cfr. ce. 634-670) '.

1. Cfr. Com 2 ( 1980) p. 392. Además de los ce. 634-670, respecto a los institutos seculares,
el c. 718 señala que el derecho propio debe definir las obligaciones, sobre todo económicas, que
corresponden al instituto frente a los mie1nbros que trabajan en él. Por lo que se refiere a las so-
ciedades de vida apostólica, el c. 741 § 1 establece que se aplican a ellas los ce. 636, 638 y 639 de
la nonnativa relativa a la administración de los bienes de los institutos religiosos.

213
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

1. PRINCIPIOS GENERALES DE LA GESTIÓN PATRIMONIAL


DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y DE
LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA'

A) GESTIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES Y VOTO DE POBREZA


EN LA VIDA CONSAGRADA Y EN LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA

Resultaría extraño adentrarse directamente en el derecho patrimonial de


los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica sin
hacer alguna referencia a las enseñanzas conciliares contenidas en el n. 13 del
decreto Pe1fectae Caritatis y a la ex. ap. postsinodal Vita consecrata 3, como si
el consejo evangélico de pobreza y su testimonio no afectasen muy de cerca a
la relación de los institutos y sus miembros con los bienes temporales'. Aun-
que es propio de todos los cristianos vivir un desprendimiento personal de los
bienes temporales', existen aspectos y modos concretos de vivir la pobreza que
son propios de los miembros de estos institutos. Les corresponde dar un pecu-
liar testimonio de la pobreza, no solo entendida como ayuda a los necesitados
--directa o mediante proyectos de solidaridad-, sino también como algo en sí
mismo valioso, que evoca la primera de las bienaventuranzas, a imitación de
Cristo pobre'. En resumen, los miembros de los institutos de vida consagrada
y de las sociedades de vida apostólica que profesan el voto de pobreza están lla-
mados a una pobreza externa e interna, personal y colectiva. Según las normas
de las constituciones, tienen derecho a poseer todo aquello que sea necesario
para su sostenimiento y el de sus obras. Sin embargo, están obligados a evitar
cualquier apariencia de lujo, o de lucro excesivo o de acumulación de bienes
(cfr. c. 600)'.

2. En este apartado del cap. VIII, nos referiremos tanto a los institutos de vida consagrada
co1no a las sociedades de vida apostólica. Es sabido que las sociedades de vida apostólica no
son parte de la vida consagrada. Por lo tanto, a la hora de hacer referencias generales a a1nbas
realidades se hablará genéricamente de estos entes y de sus miembros. En cualquier caso, he1nos
preferido hablar principalmente de la vida consagrada y especificar lo referente a las sociedades
de vida apostólica cuando parecía necesario.
3. Cfr. JUAN PABLO II, ex. ap. postsinodal Vita consecrata, 25 de marzo de 1996, nn. 89-90,
en AAS 88 (1996) pp. 465-466.
4. Esta afinnación requiere un matiz en el caso de las sociedades de vida apostólica, dacio
que los miembros de estas sociedades no abrazan necesariamente el voto de pobreza (cfr. ce. 731
§ 2 y 732). ,
5. Cfr. Y.M.-J. CoNGAR, L'application á l'Eglise comnie telle des exigences évangéliques
concernant la pauvreté. Les conditions et fes 1notifs, en AA.VY.. Église et pauvreté, o. c .. pp.
135-155.
6. Cfr. JUAN PABLO II, ex. ap. postsinodal Vita consecrata, o. c., n. 90.
7. El c. 600 tiene como fuente el n. 13 del decreto Perfectae Caritatis del Concilio Vaticano
IL Este canon se refiere también a los institutos seculares, porque forma parte de las normas co-

214
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

Una vez hechas estas observaciones previas relativas a la pobreza personal


de los miembros de los institutos de vida consagrada, cuestión sobre la que
volveremos parcialmente al final del capítulo, a propósito del régimen jurídico
de los bienes propios de los religiosos, podemos tratar ya de la capacidad patri-
monial de esos mismos institutos y de las sociedades de vida apostólica, con las
limitaciones que comporta su específica identidad. A continuación, concretare-
mos cuál es la normativa aplicable y daremos una idea general de la estructura
económica patrimonial de los institutos. No obstante, es preciso adelantar que,
para conocer bien la concreta organización administrativa de un determinado
ente, es necesario estudiar su derecho propio.

B) LA CAPACIDAD PATRIMONIAL DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA


Y DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA

Los institutos religiosos se estructuran en provincias y estas, a su vez, se


organizan en casas. En relación con la personalidad jurídica, a tenor del c. 634
§ 1, tanto los institutos religiosos como las provincias (cfr. c. 621) y las casas
tienen ipso iure personalidad jurídica en el sentido del c. 114 § J. El principio
de la personalidad jurídica proveniente del mismo derecho no alcanza, en cam-
bio, a otras entidades, como las «Vice-provincias» o los sectores en la provincia,
ni tampoco a las agrupaciones de provincias (por ej., a nivel europeo) 8 • Su
estatuto jurídico lo tendrá que determinar el derecho propio. Por lo que se re-
fiere a las casas, la disposición codicia! hace referencia solo a las casas erigidas
canónicamente, distintas de las casas meramente constituidas o de las que, de
hecho, son ocupadas por una comunidad.
Los institutos, las provincias y las casas son personas jurídicas públicas (cfr.
c. 116 § 1). Gracias a su personalidad jurídica, estos entes gozan de la capacidad
patrimonial (cfr. c. 1255): tienen, por tanto, capacidad de adquirir, poseer, ad-
ministrar y enajenar bienes temporales, siempre en conformidad con el derecho.
Esta capacidad es absolutamente imprescindible para que puedan subsistir y rea-
lizar su actividad, dado que las principales necesidades de estos institutos son la
sustentación de sus miembros y la consecución de su peculiar fin apostólico.
En el caso de los institutos religiosos, el derecho prevé una posible ex-
cepción a la capacidad negocia!: «a no ser que esta capacidad quede excluida

munes a todos los institutos de vida consagrada. Sin embargo, para los religiosos, no es necesario
recordar la existencia de un voto público de pobreza, ya que están obligados a un preciso testi~
monio público (cfr. ce. 607 §§ 2 y 3). Cfr. a este respecto T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada
en la Iglesia latina. Estatuto teológico-canónico, Pamplona 2001, pp. 159-160.
8. Cfr. F.G. MORRISEY, Comentario al c. 634, en Con1entario exegético ... , o. c.

215
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

o limitada por las constituciones» dice el c. 634 § 1. Puede ser una exclusión
total o parcial: la exclusión, por ejemplo, puede afectar solo a las casas. Puede
consistir también en una limitación en el ejercicio de la capacidad o del dere-
cho'.
Obviamente, es necesario que las constituciones sean claras y precisas so-
bre estos aspectos, como recomienda el c. 635 § 2. Está en juego la autenticidad
de la vida religiosa y el testimonio de pobreza evangélica que la caracteriza.
Con frecuencia, la experiencia ha confirmado la importancia de la claridad.
Baste pensar en el derecho de hacer cuestaciones que corresponde a los lla-
mados «mendicantes»'°. Es un derecho que todavía se reconoce, después de
haber dado lugar a algunos excesos, pero ahora sujeto a la normativa de las
Conferencias episcopales. La capacidad patrimonial debe, por tanto, adaptarse
a la autenticidad de la vida religiosa, en conformidad con los carismas propios
de cada instituto ".
El § 2 del c. 634 subraya este principio: «han de evitar, sin embargo, cual-
quier apariencia de lujo, lucro inmoderado y acumulación de bienes». No se
trata solo, como es obvio, de evitar estas situaciones negativas, sino también de
evitar incluso su apariencia. Este aspecto se explica ulteriormente en el c. 640,
que recuerda el deber de dar testimonio colectivo de caridad y de pobreza que
corresponde a los institutos religiosos. Una manifestación de este testimonio
colectivo puede consistir en destinar, en la medida de lo posible, una parte de
sus propios bienes a las necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres. Se
incluye dentro de este deber la solidaridad entre los mismos institutos, a nivel
nacional e internacional 12 •
¿Debe aplicarse todo lo que hemos expuesto, a tenor del c. 640, acerca
de los institutos religiosos a los institutos seculares y a las sociedades de vida
apostólica? La respuesta no puede ser sino afirmativa, pero mutatis mutandis,
es decir ateniéndose al derecho propio. Así, por ejemplo, las sociedades cuyos
miembros no hacen profesión de los consejos evangélicos no tienen las mis-

9. Así, respecto a la posesión, los Hermanos Menores capuchinos pueden disponer de los
propios bienes, pero dejando la propiedad a la Sede Apostólica; los Hermanitos y las Hermanitas
de Jesús, en cambio, no poseen nada (cfr. V. MOSCA, Poverti'l e amministrazione dei beni negli
Istituti religiosi, en Quaderni di diritto ecclesiale, 2 [1990] p. 241; J.J. PIÑEDA FASQUELLE, La
capacidad económica de los Institutos y sus limitaciones fe. 634], Roma 1993).
10. Cfr. c. 1265 § 2. Para el estudio de las colectas practicadas de puerta en puerta por los
religiosos mendicantes, remitimos al cap. V, 1, b ), 2).
11. La invitación a una mayor solicitud por Jos pobres no debe ir en detrimento de los fines
y carismas propios del instituto: por ej. la tradicional contribución de los religiosos al estudio y
la docencia de las ciencias sagradas (cfr. J. BEYER, !/ diritto della vita consacrata, Milano 1989,
p. 291).
12. Cfr. COMITÉ CANONIQUE DES RELIGIEUX, Directoire canonique. Vie consacrée et socié-
tés de vie apostolique, Paris 1986, pp.
231-235.

216
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

mas obligaciones en materia de pobreza. Por ello, el c. 741 § 1, al enumerar


los cánones que se aplican a todas las sociedades, no menciona el c. 640 13 •
El mismo parágrafo prevé que las constituciones puedan excluir la capacidad
patrimonial de adquirir y poseer bienes de sus circunscripciones y casas". Por
último, hay que recordar, que para que sea efectiva la capacidad jurídica de
los institutos y de las sociedades, será necesario procurar su reconocimiento
civil 15 •

2. RÉGIMEN JURÍDICO ESPECÍFICO DE LOS INSTITUTOS


RELIGIOSOS EN MATERIA PATRIMONIAL

A) NORMATIVA APLICABLE A LOS BIENES PERTENECIENTES


A LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

Mientras el c. 634 subraya una consecuencia de la personalidad jurídica de


los institutos -o sea, que tienen capacidad patrimonial-, el canon sucesivo se
apoya en el carácter jurídico público de estos entes para afirmar la naturaleza
eclesiástica de sus bienes y el régimen jurídico que comporta: se rigen por las
normas del libro V, De bonis Ecclesiae temporalibus ". Sin embargo, se reserva
la posibilidad de excepciones: «a no ser que se establezca expresamente otra
cosa». Al contrario de lo que sucede con los bienes de las personas jurídicas pri-
vadas, para los bienes de las públicas, la regla general es la aplicación del dere-

13. Sin embargo, el c. 718 se refiere de manera explícita al testimonio que deben ofrecer,
en este aspecto, los institutos seculares.
14. Cfr. J. BONFILS, Les sociétés de vie apostolique, Paris 1990, pp. 129-134. Para una pre-
sentación general de las sociedades de vida apostólica, véase J.L. GuTIÉRREZ, Le societb. di vita
apostolica, en IE 6 (1994) pp. 553-569.
Otro aspecto relevante es la supresión de un instituto de vida consagrada o una sociedad
de vida apostólica y sus consecuencias patrimoniales [cfr. infra, cap. VIII, 2, f)]. Aunque en ese
apartado se hace referencia a la vida religiosa, en esta materia, la regulación es común para todos
los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
15. Como ya señalarnos, en España, esta materia se rige por el art. 1 del Acuerdo de 3
de enero de 1979 sobre asuntos jurídicos, la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad
Religiosa y el RD 142/198 (cfr. J. FERRER ÜRTIZ [dir.], Derecho Eclesiástico del Estado Espa-
ñol, Pamplona 2004, pp. 194-205). En Italia, según los Acuerdos de 1984, conviene distinguir
entre los entes eclesiásticos civilmente reconocidos y otros entes religiosos que pueden adquirir
la personalidad jurídica sin servirse del estatuto de entes eclesiásticos civilmente reconocidos.
Sobre esta 1nateria, véase G. DI MATTIA, Gli istituti secolari e la qualifica di enti eccfesiastici
civilmente riconosciuti, en Ap 63 (1990) pp. 655-679; P. PICOZZA, L' ente ecclesiastico civilmente
riconosciuto, Milano 1992. Para la práctica habitual en Estados Unidos, cfr. J.F. HITE, T.O.R.,
The Temporal Goods oj Re!igious lnstitutes, en K.E. McKENNA-L.A. D1NARDO-J.W. PüKUSA
(eds.), Church Finance Handbook, o. c., pp. 46-47.
16. El c. 718 establece que la administración de los bienes temporales de los institutos
seculares se regirá tainbién por las normas del libro V del Código.

217
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

cho universal", mientras que el derecho propio (constitución, directorio ... '")
es complementario". Dicho esto, conviene delimitar en qué consisten el régi-
men universal y el régimen propio.

1) El régimen universal

En el contexto latino, por «régimen universal» entendemos el libro V del


CIC, a no ser que se establezca otra cosa (cfr. c. 635 § 1 in.fine). Con esta sal-
vedad, el legislador abre las puertas a normas contrarias, diversas o peculiares
respecto a las contenidas en el libro V del CIC: cobran así especial relevancia
los ce. 634-640, que forman el artículo tercero (De bonis temporalibus eorum-
que administratione), del capítulo II (De institutorum regimine), del título II
sobre los institutos religiosos.

2) El régimen propio

Además de las normas codiciales ya mencionadas, se prevé la posibilidad


de una normativa propia de los institutos religiosos sobre el uso y la adminis-
tración de los bienes. Estas normas propias deben asegurar una efectiva vida de
pobreza, ya que su testimonio personal y colectivo es un elemento esencial de
la vocación religiosa. En concreto, el § 2 del c. 635 prescribe que «cada insti-
tuto debe establecer normas convenientes sobre el uso y administración de los
bienes, con las que fomente, defienda y manifieste la pobreza que le es propia».
Por tanto, en cuanto eclesiásticos, los bienes de los institutos siguen el régimen
universal del libro V; además, en cuanto pertenecientes a un instituto religioso,
se rigen por los ce. 634-640 y otros cánones específicos; y, también, por el dere-
cho propio, que debe subrayar, más en concreto, la pobreza que se profesa.
Después de habernos referido a la capacidad patrimonial de los institutos
(con las limitaciones propias de la vocación religiosa) y de haber mostrado
las relaciones entre régimen universal y régimen propio del instituto, podemos
ahora presentar el contenido específico de la normativa patrimonial relativa a
los institutos religiosos. Para alcanzar este objetivo, habremos de afrontar su-

17. Se invierte la norma establecida por el c. 532*.


18. Cfr. c. 635 § 2. Sobre la utilidad -entre otras cosas, para tomar en consideración las
circunstancias locales- y el contenido posible del directorio para la administración de los bienes
temporales, véase F.G. MORRISEY, The Directoryfor the Administration ofTemporal Goods in
Religious Institutes, en Unico Ecclesiae Servitio, o. c., pp. 267-285.
19. En principio, las disposiciones dadas por las Conferencias episcopales o por los Or-
dinarios diocesanos sobre Jos bienes temporales valen solo para las personas jurídicas sujetas a
ellos (cfr. ce. 593, 594 y 1276).

218
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

cesivamente las siguientes cuestiones: el papel del ecónomo, las competencias


administrativas del Ordinario, la noción de administración ordinaria y extraor-
dinaria (con los requisitos para la validez de los actos correspondientes), la
imputación y la responsabilidad jurídicas para los actos de administración, las
consecuencias patrimoniales de la supresión del ente, y por último, las conven-
ciones escritas con el Ordinario del lugar.

B) LA FIGURA DEL ECÓNOMO Y DE LOS OTROS ADMINISTRADORES

El c. 636 § l exige que en cada instituto haya un ecónomo general y, para


cada provincia, un ecónomo provincial. Corresponde, después, al derecho pro-
pio establecer la forma de designación (libre colación, elección ... ), la duración
del oficio y sus concretas atribuciones. El canon, además, establece que el ti-
tular de ese oficio sea una persona diferente del Superior mayor. Esta regla de
la distinción y subordinación del ecónomo respecto al Superior vale también,
en la medida en que sea posible, para el nivel local. Es la experiencia la que
aconseja esta separación funcional: por una parte, el papel del ecónomo re-
quiere una competencia de gestión que no necesariamente se debe esperar que
tenga cada Superior; por otra, no conviene que las exigencias ordinarias de la
administración de los bienes materiales (aunque siempre deba prestarles cierta
atención) le hagan olvidar o le impidan cumplir las tareas propias de su oficio.
En las comunidades locales, cuando no es posible tener un ecónomo distinto, el
Superior local asume también las funciones de ecónomo; pero, como veremos,
esta situación no es deseable, porque no respeta la distinción y subordinación
de los ecónomos al respectivo Superior.
Por lo que se refiere a las cualidades y requisitos para el cargo, cabe pre-
guntarse si necesariamente debe ser miembro del instituto. Ningún canon re-
quiere que sea miembro o que sea clérigo. Por lo tanto, podría ser un laico,
como el ecónomo diocesano (cfr. c. 494) 20 • La cuestión, en cualquier caso,
deberá regularla el derecho propio".
La administración del ecónomo se desarrolla siempre bajo la dirección del
Superior competente. No se trata aquí del Consejo que debe ayudar al Superior

20. Cfr. L. CHJAPErrA, Comentario al c. 636, en/[ codice .. ., o. c.


21. Aunque se pueda considerar la participación de los laicos en la gestión administrativa
co1no una evolución positiva -ya subrayada-, parece oportuno que, en el ámbito de los institutos
religiosos, se pidan algunas peculiares garantías, no solo de sentido práctico o de gestión, sino
también de suficiente sensibilidad para la pobreza evangélica y específicamente religiosa que
debe caracterizar a dichos institutos. Por ello, algún autor llega incluso a sostener que, a diferen-
cia de !os otros administradores, los ecónomos deben ser también miembros del instituto (cfr. D.J.
ANDRÉS, El derecho de los religiosos. Co1nentario al Código, Madrid 1985 4 , pp. 209 y 214).

219
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

en su gobierno, en el sentido del c. 627 § 1, sino de la persona de quien depende


directamente el ecónomo. El Consejo interviene sólo cuando el derecho univer-
sal (cfr. c. 1280) 22 , o el propio, somete determinadas decisiones económicas a
su voto deliberativo-consultivo.
El hecho de actuar bajo la dirección de otro no significa, en relación con las
competencias del ecónomo, que le corresponda una función de mera ejecución
de órdenes. Se aplican al ejercicio de su cargo los ce. 1273-1289 sobre la ad-
ministración de los bienes eclesiásticos", lo cual permite múltiples iniciativas.
El c. 636 § 2 señala una de sus obligaciones 24 más relevantes: la rendición de
cuentas. La determinación del modo y del tiempo para cumplir esta obligación
está confiada al derecho propio".
Como se puede deducir del c. 636 § 2, existe también la posibilidad de
designar distintos ecónomos o administradores para actividades o sectores pas-
torales (por ej. para la gestión de un instituto educativo, para la construcción de
un edificio de culto o para la promoción de una actividad editorial).
Los cargos de Supremo Moderador y de ecónomo general, así como los de
Superior provincial y ecónomo provincial, deben considerarse incompatibles
en la misma persona para respetar la distinción y subordinación entre el ecóno-
mo y el respectivo Superior. Ya nos hemos referido a la oportunidad de llevar a
cabo esta distinción funcional también a nivel local (cfr. c. 636 § 1 in fine).
Para prevenir posibles dificultades o incompatibilidades, hay que considerar dos
supuestos:
a') El Superior local es al mismo tiempo ecónomo.- En este caso, contemplado
por el § 1 del c. 636, cede la norma de la subordinación de las dos figuras jurídicas
que concurren en la misma persona. Para evitar posibles inconvenientes se pueden dar
algunas sugerencias prácticas:
l.º) intensificar las intervenciones del consejo y de la comunidad, conforme a nor-
mas dadas por el Superior mayor;
2.º) intensificar el control por parte del mismo Superior mayor o de un delegado
suyo {por ej. el ecónomo provincial).
b') El ecónomo provincial (o el general) es también el ecónomo local.~ En este
supuesto, parece que no estaría en peligro la subordinación ni existiría problema alguno
si el ecónomo local, siendo también generalicio o provincial, somete la gestión de la
casa a la dirección del Superior local 26 •

22. En este caso, el Consejo puede desarrollar las funciones del Consejo de asuntos eco-
nómicos.
23. El derecho propio debe tener en cuenta también el c. 1280, previendo que asista al admi-
nistrador un Consejo de asuntos económicos -como hemos señalado- o al menos, dos consejeros.
24. Para las funciones del ecónomo y de los administradores, reenviamos a los caps. VI y VII.
25. El c. 741 § 1 prevé la misma norma para las sociedades de vida apostólica.
26. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 213-214.

220
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

C) LA COMPETENCIA ADMINISTRATIVA DEL ORDINARIO DEL LUGAR


RESPECTO A LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

El c. 637 establece una doble competencia del Ordinario del lugar sobre la
administración de algunos institutos religiosos. Se trata de los monasterios sui
iuris, en el sentido del c. 615, y de las casas religiosas de derecho diocesano. En
seguida veremos que le corresponde también intervenir para autorizar determi-
nados actos que exceden la administración ordinaria.

1) Competencia administrativa del Ordinario del lugar


respecto a los monasterios «sui iuris»

El c. 615 confía a la peculiar vigilancia del Obispo diocesano los monas-


terios autónomos que no tienen, además de su propio Superior, otro Superior
mayor y que no están asociados a algún instituto religioso de modo que el Su-
perior de este pueda tener una verdadera potestad sobre ellos 27 • Esto explica
que exista la obligación de presentar una vez al año -ni más ni menos- la ren-
dición de cuentas de su gestión al Ordinario del lugar. Por lo tanto, se afirma
implícitamente que la competencia del Ordinario no se extiende más allá de
la rendición de cuentas'". Además, como veremos en seguida, en virtud del c.
638 § 4, corresponde también al Ordinario del lugar" dar su consentimiento
escrito para las enajenaciones y otros actos que sobrepasen los límites de la
administración ordinaria, realizados por los monasterios sui iuris a los que se
refiere el c. 615.

2) Competencia administrativa del Ordinario del lugar


respecto a las casas religiosas de derecho diocesano

Las competencias de control del Ordinario se extienden también a las casas


religiosas de los institutos de derecho diocesano que, en virtud del c. 594, han
sido confiadas a su particular cuidado y vigilancia. El c. 637 traduce esta vigi-
lancia episcopal en un derecho a controlar la gestión económica de las casas de

27. No se trata ni de las casas sui iuris, a las que se refiere el c. 613, ni de los monasterios
femeninos, de los que habla el c. 614.
28. No caen tampoco bajo esta prescripción los monasterios sui iuris dependientes de una
federación o confederación, siendo competentes estos organismos para organizar la necesaria
vigilancia (cfr. V. MOSCA, Povertii e amministrazione . .. , o. c., pp. 245-246).
29. Quedando a salvo siempre el requisito de una posible licencia de la Santa Sede (cfr. c.
638 § 2).

221
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

derecho diocesano 30 • El texto latino habla, en efecto, de un ius cognoscendi de


rationibus oeconomicis. Esta competencia puede resumirse, pues, en el dere-
cho de conocer el estado de las cuentas de la casa y en el de revisar sus libros.
El Ordinario debe estar al tanto de cómo se llevan los asuntos económicos de
la casa, entre otras cosas, mediante la rendición de cuentas, que la casa debe
presentar solo cuando se le pide. Ejercitar o no esta facultad queda, por tanto,
a la discreción del Ordinario del lugar. La razón es que estas casas tienen ya un
Superior interno, por encima de los Superiores locales, que sigue más de cerca
la administración de sus bienes".
Del texto del c. 637 no resulta, en cambio, que corresponda al Ordinario
del lugar controlar la gestión económica de los institutos y de las provincias
situadas en el territorio diocesano". No obstante, algunos autores consideran
que Ja cuestión permanece abierta y que el derecho de control sobre el institu-
to religioso corresponde al Ordinario del lugar en el que tiene su sede la casa
principal".
Además, según el c. 638 § 4, corresponde al Ordinario del lugar" dar
su consentimiento escrito para las enajenaciones o los actos que excedan los
límites de la administración ordinaria realizados por los institutos de derecho
diocesano (el texto no se limita, esta vez, a las casas de derecho diocesano).

D) LA DELIMITACIÓN DE LAS NOCIONES DE ADMINISTRACIÓN ORDINARIA


Y EXTRAORDINARIA EN EL ÁMBITO DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

En el capítulo VI ya hemos tratado de delimitar el concepto de ordinaria


administración y de dar algunos criterios para la determinación de los actos que
no pertenecen a ella y que, excediendo la competencia del ecónomo, requie-
ren particulares requisitos. En estas páginas, volveremos brevemente sobre este
asunto para subrayar algunos aspectos propios del derecho de los religiosos".

30. Los institutos de derecho pontificio no están sujetos al Ordinario del lugar en materia
patrimonial. Sin embargo, pueden tomar la iniciativa de informar al Obispo diocesano, si lo
consideran oportuno (por ej., con el fin de recibir una posible ayuda financiera). Véase F.G. Mo-
RRISEY, Comentario al c. 637, en Co1nentario exegético ... , o. c.
31. Cfr. V. MoscA, Povertii e amministrazione ... , o. c., p. 246.
32. Cfr., entre otros, D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 219-220.
33. Cfr. L. CHIAPETIA, Comentario al c. 637, en Il codice ... , o. c.
34. A salvo sie1npre el posible requisito de una licencia de la Santa Sede.
35. Sobre esta importante cuestión, véase la síntesis realizada por F.G. MORRISEY, Con1en-
tario al c. 638, en Comentario exegético .. , o. c.

222
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

1) La determinación de los actos de ordinaria administración

El c. 638 § 1 confía la determinación de los actos de ordinaria administra-


ción al derecho propio del instituto, dentro de los límites del derecho universal
(cfr. ce. 1281 § 2 y 1277). Las propias constituciones --0, en su caso, otros
documentos (cfr. c. 587 § 4)-deben, por lo tanto, determinar qué actos, en con-
creto, se considera que exceden los límites y la modalidad de la administración
ordinaria 36 , establecer los requisitos necesarios para su validez o licitud 37 y
regular la cuestión de la representación 38 •

2) Los requisitos establecidos para los actos que


exceden la ordinaria administración

Para determinar en concreto los actos de administración extraordinaria, el


derecho propio de los institutos deberá tener en cuenta los requisitos específicos
indicados en los§§ 3 y 4 del c. 638 39 (que recuerdan la normativa general de
los ce. 1291, 1292 y 1295):
l.º) Para la validez de una enajenación y de cualquier operación que pueda
empeorar la condición patrimonial de una persona jurídica -sin suma mínima-,
se requiere la licencia escrita otorgada por el Superior competente con el con-
sentimiento de su Consejo"'°. El derecho propio establece la forma requerida

36. Véase, por ej., DirectOT)' for the Administration of Temporal Goods of the Missionary
Oblats of Mary !m1nacu!ate (Rome 1982, p. 4), citado por F.O. MüRRISEY, Ordinary and e:rtraor-
dinary ad1ninistration . .. , o. c., p. 724.
37. El c. 638 § 2 no se refiere a la categoría jurídica de los actos de mayor importancia,
que hemos encontrado en el c. 1277 del libro V [véase supra, cap. VI, 1, e)]. A pesar de ello, esta
categoría de actos está difundida, de hecho, también en los institutos religiosos. Los actos de
ordinaria administración pueden ser realizados, además de por los Superiores, por los oficiales
designados para ello por el derecho propio.
38. Mientras Jos Superiores tienen la representación general del ente al frente del cual se
encuentran, los «Oficiales», es decir, los ecónomos y otros ad1ninistradores, representan al ente
solo en los límites de sus atribuciones. Una persona física puede representar jurídicamente -cu-
mulativainente con el Superior- no solo a un determinado instituto, provincia o casa, sino ser
también representante, como ya hemos señalado, para un sector o una actividad específica. El de-
recho propio deberá señalar también quién es el representante legal del ente según la ley civil.
39. Para las sociedades de vida apostólica, véase el c. 741 *l.
40. El Consejo ayuda al Superior desan·ollando, entre otras, las funciones confiadas al
Consejo de asuntos económicos, requerido en toda persona jurídica (allí donde la existencia de
dos consejeros no fuera suficiente), según el c. 1280. Las constituciones completarán el derecho
común por lo que se refiere a las intervenciones del Consejo y su capacidad (requisito para la
validez o para la licitud). Véase J. MüNCION, L'institut religieux et les biens te1nporels, en StC
20 (1986) p. 363.
La Pontificia Comisión para la interpretación auténtica del Código ya ha resuelto dos du-
das al respecto: si el el Superior puede votar con los otros miembros de su Consejo, o si puede

223
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

para otorgar este consentimiento: con qué mayoría dentro de dicho Consejo se
alcanza, si el voto debe ser escrito (secreto o no), etc.
2.º) Para la validez de las enajenaciones que superen la suma determinada
para cada región por la Santa Sede", se requiere, además, una licencia de la
misma Santa Sede. En la práctica, mientras la Santa Sede no fije tal suma, esta
es la de la cifra máxima establecida por las Conferencias episcopales 42 y apro-
bada por la Santa Sede 43 • Esta regla (también expresada en el c. 1292 § 2) se
aplica igualmente a las enajenaciones que tienen por objeto exvotos donados a
la Iglesia y cosas preciosas por su valor artístico o histórico (sin referencia a su
valor económico). Aunque ya hubiera obtenido la licencia (por medio de comu-
nicación epistolar), el instituto puede desistir y no realizar el negocio.
3. 0 ) Para la validez de los actos de enajenación o que exceden los límites
de la administración ordinaria, si son realizados por monasterios sui iuris, en el
sentido del c. 615, o por institutos de derecho diocesano, se requiere además,
como ya hemos indicado, el consenúmiento escrito del Ordinario del lugar. Al
igual que el Código anterior, el actual no fija una suma mínima a partir de la
cual se exige este requisito". De ahí que pueda surgir la pregunta sobre si es
realista y oportuno pedir el consentimiento escrito del Ordinario del lugar para
una enajenación de poco valor. Sería deseable que las respectivas Conferencias
episcopales fijasen una suma mínima a partir de la cual se requiera el consen-
timiento del Ordinario del lugar. Obviamente, debería tratarse de un mínimum
inferior a la suma determinada por la Santa Sede para el requisito de la propia
licencia. Se ha propuesto que sea la quinta parte de dicha suma".
Cuando, en aplicación de las reglas mencionadas, se requiere la licencia de la
Santa Sede y el consentimiento escrito del Ordinario del lugar, conviene obtener
primero este último". Además, se deben tener en cuenta las normas comunes
sobre los actos de enajenación y asimilados, que ya hemos estudiado en los ca-
pítulos VI y VIL Aquí recordamos solo la necesidad de señalar, en la petición de
la licencia, las deudas, si las hay, y la obligación de adjuntar una tasación escrita
hecha por peritos de los bienes que se quieren enajenar (cfr. c. 1293).

hacerlo, al menos, para resolver la igualdad de votos. La respuesta del 14 de mayo de 1985 (en
AAS 77 ll9851 p. 771) fue negativa en ambos casos. De esta forma, se quiere resaltar la distinción
entre el Superior y su Consejo, que debe gozar de una efectiva autonomía y tomarse en serio su
responsabilidad administrativa.
41. Cfr. Com 15 (1983) p. 71.
42. En Italia, 1.000.000 euros. En España son 1.500.000 euros.
43. En este sentido, hay que atenerse a las disposiciones del <leer. Cum admotae, n. 9, en
AAS 59 (1967) pp. 375-376. Véase también V DE PAOLIS, l beni ... , o. c., p. 190.
44. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada ... , o. c., pp. 205-206.
45. Cfr. COMITÉ CANONIQUE DES RELIG!EUX, Directoire .. ., o. c., p. 243.
46. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 229; J. BEYER, JI diritto della
vita consacrata . .. , o. c., p. 287.

224
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

E) LA IMPUTACIÓN Y LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA


POR LOS ACTOS DE ADMINISTRACIÓN

El c. 639, siguiendo sustancialmente el c. 536*, considera diversas hipóte-


sis que se pueden presentar en la administración de los bienes de los institutos
y concluye con una indicación para los Superiores.

1) La responsabilidad de la persona jurídica que


ha contraído obligaciones y deudas

El § 1 del mencionado canon reafirma el principio de la responsabilidad


de la persona jurídica (instituto, provincia, casa), cualquiera que sea la persona
que la represente, actuando en su nombre. Basta, por lo tanto, que se trate de
un legítimo representante. El hecho de que la autoridad superior haya otorgado
licencia, según lo previsto por el derecho, no cambia nada respecto a la respon-
sabilidad del ente. En otras palabras, la licencia no debe considerarse como una
garantía en sentido jurídico, que, en caso de insolvencia de la persona jurídica
inferior, transfiera la responsabilidad al autor de la licencia. El permiso es un
requisito que no implica ninguna garantía a favor de los acreedores".

2) La responsabilidad jurídica de las personas


físicas en caso de licencia o de mandato

El caso de los actos realizados con licencia del Superior es diferente del
supuesto de los actos realizados con mandato'". En el primer caso, se aplica la
siguiente regla: «Si las contrae [las obligaciones y deudas] un miembro sobre
sus propios bienes con licencia del Superior, responde aquel personalmente» (c.
639 § 2). En efecto, el permiso del Superior no constituye ninguna garantía. En
cambio, en el caso, totalmente distinto, de que un miembro actúe como manda-
tario del Superior y contraiga obligaciones -con los bienes del ente o con los

47. Para evitar cualquier dificultad, se aconseja añadir en el rescripto con el que se otorga
la licencia, una cláusula en la cual se declina cualquier asunción de responsabilidad (cfr. E. GAM-
BARI, ! religiosi ne[ Codice. Con1mento ai singoli canoni, Milano 1986, p. 207).
48. Conviene aclarar que el legislador contempla el supuesto de miembros que han conser~
vado la propiedad y el uso de los propios bienes patrimoniales. Sobre este punto, el CIC 17 era
más preciso: el c. 536 § 2* distinguía entre religiosos de votos solemnes y de votos simples. Al
omitir esta distinción, la regla del vigente§ 3 del c. 639, en cambio, parece aplicarse a todos los
religiosos, también a los que, según el c. 668 §§ 4 y 5, han pasado a ser incapaces de adquirir y
poseer. Algún autor ha hablado de un contrasentido, ya que no se ve como podría responder de
estas obligaciones precisamente quien no posee nada (cfr. V. MoscA, Povertá e amministrazio-
ne .. ., o. c., p. 251).

225
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

suyos propios-, debe responder la persona jurídica, ya que la persona física ha


actuado en nombre del instituto, de la provincia o de la casa"·

3) La responsabilidad jurídica de las personas físicas que han contraído


obligaciones sin ningún mandato o licencia del Superior

De acuerdo con la misma lógica y, a fortiori, el § 3 del c. 639 establece


que, si las obligaciones y deudas las contrae un religioso sin ninguna licencia
de los Superiores, responde él personalmente y no la persona jurídica. Se supo-
ne que se trata de actos para los que no se tiene tampoco un mandato. Esto no
es obstáculo para que el Superior tenga la responsabilidad de no abandonar la
necesaria vigilancia. Una actitud del tipo «laissez faire, laissez passer» podría
entenderse como un mandato implícito y tener consecuencias morales, y quizá
también jurídicas.
Este mismo § 3 del c. 639 se aplica también cuando los administradores
-incluidos los Superiores- pretenden actuar como órganos de la persona jurídi-
ca, pero sin contar con el permiso del Superior competente requerido para la va-
lidez del negocio; o cuando actúan como mandatarios del ente, pero sobrepasan
los límites de su propio mandato. La consecuencia es que deberán responder
con sus bienes propios, en la medida en que los posean'°. Para evitar posibles
errores, riesgos de abusos y dificultades de armonización con la ley civil, con-
viene que el derecho propio regule esta cuestión con gran precisión jurídica.

4) La posibilidad de acción contra enriquecimientos indebidos

El criterio de la repercusión, en caso de enriquecimiento injusto, es un prin-


cipio general del derecho. Esta exigencia de justicia interviene en el campo de
Jos negocios. El § 4 del c. 639 concede, a quien haya sufrido un daño a causa de
un contrato realizado por un religioso, un derecho de indemnización por parte de
quien, en su caso, se haya enriquecido o haya obtenido ventajas a consecuencia
de dicho negocio. Esta indemnización puede ser también exigida a la persona
jurídica en nombre de la cual el administrador ha realizado un acto inválido,

49. Como ejemplo de la responsabilidad de los institutos sobre los contratos contraídos
con mandato por los propios miembros, puede verse la sentencia definitiva de segundo grado del
Tribunal Apostólico de la Rota Romana, coram Palestra, de 15 de junio de 1988, en JE 1 (1989)
pp. 587-614, con nota de J. LLOBELL, Aspetti del diritto alfa difesa, il risarcimento dei danni e
altre questioni giurisdiz,ionali in a/cune recenti decisioni rotali (ibid., pp. 587-611).
50. Sobre esta cuestión, remiti1nos a lo que diji1nos sobre la responsabilidad jurídica de los
administradores: supra, cap. VI, 2, c).

226
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

como establece expresamente el c. 1281 § 3. Esta última disposición prevé tam-


bién una acción o recurso por parte de la persona jurídica contra el administrador
que, como consecuencia de un negocio realizado válida pero ilícitamente, haya
provocado daños al ente. No se excluye tampoco la acción civil.

5) La necesidad de licencia del Superior y las condiciones para poder


conceder el permiso de contraer deudas en nombre de la persona jurídica

Finalmente, el § 5 del c. 639 señala un criterio prudencial dirigido a los


Superiores, que no deben obrar con ligereza. Para autorizar a un miembro a
contraer deudas en nombre de la persona jurídica, deben verificarse dos condi-
ciones: 1. 0 ) que conste con certeza que los intereses de la deuda pueden pagarse
con las rentas ordinarias; 2.º) que el mismo capital puede ser restituido en un
tiempo no demasiado largo con una legítima amortización.
Estos requisitos están justificados no solo por el hecho de tratarse de reli-
giosos, sino también por una larga experiencia de los propios institutos. No se
trata de un simple consejo, sino de una norma jurídico-canónica. Sin embargo,
la fuerza de esta disposición imperativa queda mitigada por muchos factores.
En primer lugar, el§ 5 habla solo de contraer deudas, no de otras obligaciones.
Además, utiliza conceptos y criterios poco objetivables, como por ejemplo:
«conste con certeza», «dentro de un período de tiempo no demasiado largo».
Finalmente, en caso de que no se respeten esas condiciones, ello afecta única-
mente a la licitud del negocio, no a su validez 51 •

F) LA SUPRESIÓN DE LA PERSONA JURÍDICA: CONSECUENCIAS PATRIMONIALES"

Tras señalar la posibilidad de agregación, división, fusión y unión de insti-


tutos de vida consagrada" -sin excluir otras transformaciones"-, y clarificar

S J. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 241. Para las autorizaciones
relativas a las pías fundaciones, remitimos al cap. V, 1, a), 6).
52. Esta parte de nuestro estudio se encuentra principaln1ente en el Título I, Sección I,
Parte III del libro II. Por lo tanto, se refiere a las normas comunes de todos los institutos de vida
consagrada. De todas fonnas, algunas de las conclusiones a las que llegamos hacen referencia
solo a los institutos religiosos.
53. En este epígrafe, con10 ya habíamos anunciado, se contienen también algunas normas
con1unes a todos los institutos de vida consagrada. No hemos querido, sin embargo, incluirlo en
el apartado priinero de este capítulo por la existencia de otras nonnas referidas solo a los insti-
tutos religiosos.
54. Sobre las nuevas posibilidades de estructuras jurídicas ofrecidas por el derecho mo-
derno a los institutos con actividades en el sector hospitalario, véase R. TORFS, Congregationele
ge::,ondheidsinstellingen. Toekomstige structuren naar profaatl en kerkelijk recht, Leuven 1992.

227
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

la cuestión de la autoridad competente en cada caso (cfr. ce. 580-583), el Códi-


go trata de los diversos supuestos de supresión, incluyendo referencias expresas
al destino de los bienes que constituyen el patrimonio jurídico de la persona
jurídica que se suprime. Se pueden considerar distintas situaciones:
!.º) Los bienes de un instituto de vida consagrada o de una sociedad de
vida apostólica se ponen a disposición de la Santa Sede (cfr. ce. 584 y 732)".
2.º) Los de una provincia pasan a quien haya determinado la autoridad
competente, fijada por el derecho propio (cfr. c. 585).
3.º) De los bienes de una casa religiosa suprimida dispondrá el derecho
propio del instituto (cfr. c. 616 § 1). Respecto a los bienes pertenecientes a la
única casa de un instituto religioso, la destinación se reserva a la Santa Sede
(cfr. 616 § 2). Esta exclusiva competencia de la Santa Sede se explica porque
ese supuesto, de hecho, equivale a la supresión del instituto mismo".
4.º) Respecto a los bienes de un monasterio sui iuris de monjas, se remite
a lo que determinen las constituciones (cfr. c. 616 § 4).
5.º) La supresión de una casa sui iuris, a la que se refiere el c. 613, corres-
ponde al Capítulo general, salvo que las constituciones dispongan otra cosa. El
§ 3 del c. 616 no habla, en cambio, del destino de los bienes.
En otros posibles supuestos, el destino de los bienes corresponderá a la
autoridad que ha constituido la persona jurídica, salvo que en los estatutos de
fundación esté prevista otra cosa. Si el derecho no dice nada y la autoridad
constituyente no. ha fijada el destino, Jos bienes «pasan a la persona jurídica
inmediatamente superior» (c. 123)". Como recuerda el c. 616 § 1 a propósito
de los bienes de la casa de un instituto religioso -aunque se trata de un princi-
pio más general que vale para todas estas hipótesis-, deben quedar siempre a
salvo la voluntad de los fundadores y donantes y los derechos legítimamente
adquiridos por terceros.

G) Los ACUERDOS ESCRITOS CON EL ORDINARIO DEL LUGAR. EL CASO


DE LAS PARROQUIAS CONFIADAS A LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

Existe hoy la tendencia a confiar cada vez más encargos y oficios a los
religiosos y religiosas en el ámbito de las Iglesias particulares. El § 2 del c.
681 recoge un importante aspecto de esta creciente colaboración: además de la
doble exigencia de sumisión a la autoridad y dirección del Obispo, y de respeto

55. Tanto si es de derecho pontificio como de derecho diocesano: «Sancta Sedes manus
suas iam apposuit» (Com 18 [1986] pp. 201-202).
56. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, W vida consagrada ... , o. c., pp. 121-122.
57. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 190.

228
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

de la índole del instituto para la asignación del encargo, se exige también un


acuerdo escrito, de manera que se asegura a ambas partes una mayor estabi-
lidad y seguridad en las respectivas situaciones jurídicas. Entre los distintos
aspectos que debe afrontar ese instrumento jurídico, se incluyen también las
cuestiones económicas. Estos acuerdos escritos no son necesarios solo para
conferir encargos u oficios: lo son también en el caso --cada vez más frecuente
como consecuencia de la disminución de vocaciones sacerdotales- de parro-
quias confiadas a institutos religiosos'"·

3. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS BIENES


PROPIOS DE LOS RELIGIOSOS

Después de haber estudiado las principales cuestiones relativas a la admi-


nistración de los bienes de los institutos religiosos, podemos ahora detenernos
en la situación jurídica de los bienes propios de los religiosos". La normativa,
en relación directa con el voto de pobreza, se encuentra sintetizada en el c. 668,
en el que se contemplan diferentes hipótesis: la cesión de la administración de
los bienes propios, la disposición del uso y del usufructo, el testamento, los
bienes adquiridos por el religioso y la renuncia"".

58. Para un estudio de la concesión de una parroquia a un instituto religioso, o a una socie-
dad de vida apostólica clerical, en el cuadro normativo del derecho eclesiástico italiano, véase A.
MüNTÁN, l religiosi e il sostenta1nento del clero: applicazione del nuovo sistema nelle parrocchie
affidate agli !stituti religiosi, en Quaderni di diritto ecclesiale, 1 ( 1989) pp. 71-81. Un modelo de
acuerdo para confiar una parroquia a religiosos, puede verse en los proyectos preparados por la
Oficina Legal del Vicariato de Roma y publicados en la Rivista Diocesana di Ro111a 6 (1984) pp.
1299-1303 y 4 (1985) pp. 843-846. Sobre esta materia, véanse también los comentarios de D.J.
ANDRÉS, De Paroeciarurn com111issione !nstitutis et Societatibus clericalibus, en C<Hnmentarium
pro religiosis et missionariis 67 (1986) pp. 156-167.
En determinados casos, conviene establecer dos acuerdos respecto a los bienes: uno entre el
instituto y la diócesis, para el encargo de la parroquia (cfr. c. 520 § 2): y otro entre el instituto y Ja
parroquia. Sobre Ja competencia exclusiva del Obispo para dirimir posibles controversias sobre
las transmisiones de bienes, véase F. FtNOCCHIARO, Diritto Eccfesiastico, o. c., p. 218.
59. Por ejemplo, la capacidad de adquirir bienes está limitada por las disposiciones de los
ce. 285 y 286 que, según el c. 672, prohíben a los religiosos -clérigos o no- asumir determinados
oficios con participación en el ejercicio del poder civil; asumir, sin Ja licencia del propio Superior
nlayor, la administración de bienes pertenecientes a laicos y oficios seculares que comporten la
carga de rendir cuentas; salir fiadores, incluso con sus propios bienes, y firmar documentos en los
que se asu1na la obligación de pagar una cantidad de dinero sin concretar la causa, «sin haber con-
sultado al Ordinario propio», y, sobre todo, ejercer la negociación o el comercio sin licencia de la
legítima autoridad eclesiástica (cfr. c. 286). Sobre esta materia, véase V. DE PAOLIS, W proihi::,io-
ne del con1n1ercio ai religiosi (cfr. ce. 672 y 286), en /E7 (1995) pp. 693-712. Véase también, el
caso especial al que se refieren los ce. 705-707 (los religiosos elevados al episcopado).
60. Ya nos he1nos referido a la responsabilidad del miembro del instituto que actúa a título
personal: véase supra, 2. e).

229
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

A) LA CESIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES PROPIOS

La Iglesia permite realizar la profesión de votos simples conservando la


propiedad de bienes personales adquiridos o heredados antes del ingreso en
el instituto. Entre otras cosas, esta norma refleja la voluntad de permitir qne el
propio religioso pueda reconsiderar su situación. Pero antes de hacer la primera
profesión, debe ceder la administración de todos sus bienes; el fundamento de
esta obligación radica en la necesidad de evitar a los religiosos las preocupa-
ciones de la gestión temporal que les distraerían de la disponibilidad propia de
su vida consagrada.
Los novicios pueden ceder la administración de sus bienes a quien pre-
fieran: obviamente, también al mismo instituto, si lo consideran oportuno. La
cesión debe referirse a todos los bienes personales y comprender todos los actos
de administración (también la extraordinaria). En cambio, será prudente añadir
una cláusula sobre la duración de dicha cesión, condicionando su validez, por
ejemplo, a la permanencia como miembro del instituto (cfr. c. 668 § 1).

B) LA DISPOSIÓN DEL USO Y DEL USUFRUCTO DE LOS BIENES

Si las constituciones no establecen nada diferente, los miembros disponen


libremente también del uso y del usufructo de los bienes propios (c. 668 § 1).
Esto significa que, en caso de silencio de las constituciones, los novicios deben
disponer antes de la profesión, con plena libertad, del uso y del usufructo de sus
bienes ya sea a favor de sí mismos", de sus propios familiares, del instituto o
de otros. La prevalencia del derecho propio en esta materia es una respuesta a
la invitación a la pobreza específica a la que han sido llamados.

C) EL TESTAMENTO

Antes de la profesión perpetua, se debe redactar un testamento que sea


válido también según el derecho civil (cfr. c. 668 § 1). Respecto a esto, hay que
tener en cuenta los posibles requisitos establecidos por la ley civil"'. Además,

61. Podría sorprender esta forma de expresarse «disponer del uso y del usufructo de sus
bienes a favor de sí mismos». Co1no señala D.J. Andrés, aunque, en la práctica, disponer a favor
de sí mismo coincida con la no disposición a favor de otros, por ley canónica se debe disponer
expresmnente y positivamente, a pesar de que se haga a favor de uno mismo (cfr. D.J. ANDRÉS,
El derecho de los religiosos, o. c., p. 450).
62. En algunos ordenan1ientos jurídicos, como por ejemplo el italiano, el religioso solo
puede disponer según su arbitrio de los bienes que ya poseía antes de la profesión y de aquellos

230
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

para modificar las disposiciones del testamento -o también las relativas a la


cesión de la administración de los bienes propios o la disposición de su uso o
de su usufructo- se necesita, junto a una justa causa, la licencia del Superior
competente según el derecho propio (c. 668 § 2)'''.

D) Los BIENES ADQUIRIDOS POR UN MIEMBRO DEL INSTITUTO RELIGIOSO

El § 3 del c. 668 hace una distinción que permite diferenciar tres supuestos
de hecho:
1. 0 ) Los bienes adquiridos por un miembro mediante su propio trabajo y
actividad'", o en consideración del instituto", corresponden al instituto mis-
mo.
2.º) Los bienes que llegan al religioso como pensión, subsidio o seguro
-por cualquier título- corresponden también al instituto, pero con una posible
excepción: «a no ser que establezca otra cosa el derecho propio».
3. 0 ) Finalmente, se deduce que todos los demás bienes contribuyen a acre-
centar el patrimonio del religioso, el cual conserva la capacidad de adquirir y
de poseer (salvo en ciertos casos de renuncia radical establecidos en el § 5 del
mismo canon).
Dicho de otro modo, las ofrendas de misas y la remuneración debida a un
encargo docente o a publicaciones personales, en cuanto derivadas del propio
trabajo o ministerio, corresponden siempre al instituto; sin embargo, una suma

que le llegan después por herencia de sus padres. Sobre la herencia que el religioso recibe de sus
padres se distinguen, además, dos hipótesis: si está todavía vivo en aquel momento puede dispo-
ner como desee; si, en cambio, ha fallecido ya, no puede heredar y el instituto no concurre en su
lugar a menos que en el testamento se especificase que, en el caso de su muerte, lo que Je con·es-
pondiese fuese para el instituto. Cfr. V. MoscA, Povena e an1n1inistra;:,ione .. ., o. c., p. 255.
63. Cfr. V. DE PAOLIS, Ten1poral Goods of the Church in the new Code with particular
reference to lnstitutes of consecrated lije, en TJ 43 ( 1983) pp. 257-258. Véase también, la nonna-
tiva general: supra, cap. V, 1, a), 3).
64. Una vez visto que los bienes adquiridos por un 1niembro corresponden al instituto mis-
mo, el c. 702 § 1 considera la hipótesis de huidas o abandonos. Como no se trata de un contrato
de prestación de obra, no hay ningún derecho a la compensación por el trabajo realizado en el
instituto. Sin embargo, si se diera el caso, el instituto estaría obligado a entregar la dote consig-
nada al ingresar y, en su caso, los incrementos posteriores a la mis1na. El § 2 de 1nismo canon
coinpleta la norma, invitando al instituto a «observar la equidad y la caridad evangélica con el
1niembro que se separe de él».
65. Sobre el concepto de bienes adquiridos en consideración -o con motivo u ocasión-del
instituto, véase D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 458-460. A título compara-
tivo, el c. 741 § 2 establece que los miembros de las sociedades de vida apostólica son capaces,
según el derecho propio, de adquirir, poseer y administrar bienes temporales. Al mismo tiempo,
señala que todos los bienes recibidos en consideración de la sociedad son adquiridos por la so-
ciedad misma.

231
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO

recibida como pensión, subsidio o seguro pertenece al instituto solo en prin-


cipio: lo dispuesto por el derecho propio en este caso será determinante. En
cambio, los demás bienes, aquellos que no se incluyen en las dos primeras cate-
gorías (por ej. una donación), son destinados al patrimonio propio del miembro
del instituto"".

E) LA RENUNCIA A LOS BIENES PROPIOS

Queda por considerar el caso de la renuncia a los bienes, que, en deter-


minados casos, puede hacer perder la capacidad de adquirirlos y de poseerlos.
El c. 668 § 4 distingue dos posibilidades: !.º) la renuncia completa estableci-
da por la naturaleza del instituto; 2.º) la renuncia voluntariamente efectuada
-completa o parcial- con licencia del Moderador supremo. En el primer caso,
la renuncia debe hacerse antes de la profesión perpetua; en el segundo, se puede
hacer únicamente después de la profesión perpetua. En ambos casos, la re-
nuncia debe hacerse, si es posible, de forma que sea válida también según el
derecho civil'''.
Respecto a los efectos jurídicos de la renuncia completa, el religioso que
ha renunciado radicalmente a sus bienes, en la primera hipótesis, es decir, ob
instituti naturam, pierde la capacidad de adquirir y de poseer según el § 5 '"; en
cambio, en el segundo caso (la renuncia voluntaria), el profeso no pierde dicha
capacidad: la cuestión debe ser regulada, en cualquier caso, por las constitucio-
nes 69 •
El efecto jurídico de la renuncia completa por la naturaleza del instituto,
además de la pérdida de la capacidad de adquirir y de poseer, es doble y deter-
mina:

66. Según E. Gambari, este canon no se refiere a los bienes destinados a un determinado
fin, para el cual el religioso es solo un «trámite», ni tampoco a aquellos para los cuales el miem-
bro del instituto puede elegir los destinatarios o beneficiarios (cfr. E. ÜAMBARI, I religiosi ne!
Codice, o. c., p. 296, nota 70). En cualquier caso, conviene que el derecho propio regule este
supuesto de hecho como juzgue más oportuno. En el caso de bienes recibidos a título de fiducia,
para Ja determinación del Ordinario competente, se aplica el c. 1302. Véase supra, cap. V, 1, a),
5), f').
67. Cuando la ley civil no reconoce la renuncia completa al derecho de adquirir y de po-
seer bienes -situación cada vez más frecuente-, el profeso que ha adquirido válidamente bienes
según el derecho civil debe realizar los actos de desposesión que la ley civil permita (por ej., una
donación o una remisión de deuda). Véase M. COLRAT-R. SOULLARD, La vie religieuse, en RDC
41 (1991) p. 27.
68. Obviamente, en caso de dünisión o de salida voluntaria, el fiel vuelve a adquirir la
capacidad patrimonial.
69. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada ... , o. c .• pp. 229-230.

232
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA

!.º)la invalidez según el derecho canónico -lo cual no implica automáti-


camente una invalidez en derecho civil- de cualquier acto contrario al voto de
pobreza;
2. 0 ) la adquisición por parte del instituto, según lo establecido por el dere-
cho propio, de los bienes válidamente adquiridos por el religioso después de la
profesión perpetua.

233
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

En esta sencilla bibliografía, recogemos solamente los principales ma-


nuales, monografías, comentarios al Código y congresos, además de alguna
instrucción administrativa de particular relevancia, que tratan, en general, del
conjunto del derecho patrimonial según el CIC 83. Para las indicaciones bi-
bliográficas más concretas (y, entre otras, para los artículos de las revistas),
remitimos al lector a las notas del texto.

***
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H. Müller e H. Schmitz, Regensburg 1983, pp. 857-919.
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237
INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA'
FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO
UNIVERSIDAD DE NAVARRA

l. MANUALES DEL INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA

Esta Colección se propone, ante todo, ofrecer a los alumnos de los cursos de Li-
cenciatura en Derecho canónico un instrumento básico para preparar específicamente
el programa de las distintas disciplinas que la integran.
2007 T. RINCÓN-PÉlrnZ La liturgia y los sacramentos en el Derecho de la Iglesia (3.ª ed.)
[EuNSA)
2005 J. ÜRLANDIS Historia de las instituciones de la iglesia católica. Cuestiones fun-
damentales (2.ª ed.) [EUNSA]
2003 e DE DIEGO-LORA, Lecciones de derecho procesal canónico. Parte general [EUNSA]
R. RooRlcuEz-OcAÑA
2001 J. MIRAS, J. CANOSA, E. BAURA Compendio de Derecho Administrativo Canónico [EUNSA]
2001 T. RINCÓN-PÉREZ La vida consagrada en la Iglesia Latina. Estatuto teológico-canó-
nico [EUNSA]
1998 T. RINCÓ'.\1-PÉREZ La liturgia y los sacramentos en el Derecho de la Iglesia [EUNSAJ
1997 A. VIANA Organización del gobierno en la Iglesia (2.ª ed.) [EUNSAJ

2 .. TRATADOS Y MANUALES

2007 J. -P. 5CHOUPPE Derecho patrimonial canónico [EUNSA]


2007 J. HERVADA Introducción al estudio del Derecho canónico [EuNSA]
2006 A. VIANA Introducción al estudio de las prelaturas [EuNSA]
2006 P. BIANCH! ¿Cuándo es nulo el matrimonio? (2.ª ed.) [EUNSAJ
2006 J.M." Gü>JZÁLEZ DEL VALLE Derecho canónico matrimonial (10.ª ed.) [EUNSA]
2004 J. FERRER (Coor.) Derecho eclesiástico del Estado español (5.ª ed.) [EUNSA]
). FORNÉS,
J.M.ª GONZÁLEZ VALLE,
P. LOMBARDIA, M. LóPEZ
ALARCÓN, R. NAVARRO
VALLS, P.J. VILADRJCH
2001 J. HERVADA Elementos de Derecho constitucional canónico (2.ª ed.) [NAVARRA
GRÁFICA EDICIONES J
1994 J. DE ÜTADUY (Coor.) Tratado de Derecho eclesiástico [EUNSA]
1993 E. LABANDEIRA Tratado de Derecho administrativo canónico (2.ª ed.) [EUNSA]
1991 J. CALVO (Coor.) Manual de Derecho canónico (2.ª ed.) [EUNSA]
1987 J. HERVADA Elementos de Derecho constitucional canónico [EUNSA] (agotado)
1980 G. FEUC!ANI Elementos de Derecho canónico [EUNSA]
(traduc. E. MOLANO)
1975 CATEDRÁTICOS DE DERECHO Derecho canónico (2.ª ed.) [EUNSA]
CANÓNICO DE UNIVERSIDADES
ESPAÑOLAS
1970/73 ). HERVADA-P. LüMBARDfA El Derecho del Pueblo de Dios.
I. Introducción. La constitución de la Iglesia [EUNSA]
IIL Derecho matrimonial [EUNSA]
1964 V. DEL GIUDJCE Nociones de Derecho canónico
(traduc. P. LOMBARDIA)

3. TEXTOS LEGISLATIVOS Y COMENTARIOS


- Código de Derecho Canónico. Edición anotada (7.' ed. 2007).
Se han publicado ediciones en inglés, francés, italiano, portugués y catalán. Tam-
bién varias ediciones castellanas en México y Colombia.
- Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico (3.' edición, 2002), obra dirigi-
da y coordinada por los Profs ÁNGEL MARZOA, )ORGE MIRAS y RAFAEL RoDRfGUEZ-ÜCA·
ÑA, 5 volúmenes (8 tomos). Publicado por EuNSA.

4. REVISTAS
- Ius Canonician
Revista de investigación, semestral (unas 800 páginas por año) que se edita des-
de el año 1961. En ella publican sus artículos científicos, además de Profesores de la
Facultad de Derecho Canónico y miembros del Instituto Mart(n de Azpilcueta, numero-
sos especialistas de otras Facultades nacionales y extranjeros.

- Fidelium Iura
Anuario dedicado a la publicación de estudios relacionados con los derechos y de-
beres fundamentales del fiel. Comenzó a publicarse en 1991.

- Cuadernos Doctorales !Derecho canónico. Derecho eclesiástico del Estado)


Desde 1983 han aparecido volúmenes que recogen extractos de tesis doctorales de-
fendidas en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra. La cabe-
cera de Cuadernos Doctorales se adopta a partir del vol. 10, 1992 (los nueve primeros vo-
lúmenes aparecieron bajo el título Excerpta e Dissertationibus in Iure Canonico ).

Cada revista dispone de una base de datos para la consulta de sus contenidos. Se
encuentra en la dirección web: http:/ /www.unav.es/ima
5. COLECCIÓN CANÓNICA

La Colección canónica, comenzada en el año 1959, está integrada por monografías


sobre temas de Derecho canónico y eclesiástico. Últimos títulos publicados:
2007 T. RINCÓN-PÉREZ El matrimonío cristíano: sacramento de la Creación y de la Reden-
ción (2." ed.) [EUNSA]
2007 E. TEJERO ¿Imposibilidad de cumplir o incapacidad de asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio? Historia, jurisprudencia, doctrina, nor-
mativa, magisterio, interdisciplinariedad y psicopatolog[a inciden-
tes en la cuestión (2.ª ed.) [EUNSA]
2007 R. RODRfGUEZ-ÜCAÑA Procesos de nulidad matrimonial. La Instr. «Dignitas connubii"
J. SrnANO (eds.) (2" ed.) [EUNSA]
2006 M. DELGADO El domicilio canónico [EUNSA]
J. SEDANO (eds.) Actas del XXIV Curso de Actualización en Derecho Canónico de
de la Facultad de Derecho Canónico [EUNSA]
2006 J.I. Rumo La primera de las libertades. La libertad religiosa en los EE.UU.
durante la Corte Relmquist (1986-2005): una libertad en tensión
[EUNSA]
2005 J.Mª VÁZQUEZ El pase regio. Esplendor y decadencia de una regaifa [NAVARRA
M.Á. MORALES GRÁFICA EDJCJONES l
2005 J. HERVADA Vetera et nova. Cuestiones de Derecho canónico y a.,flnes (1958-2004).
Segunda edición remodelada [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2005 J.I. BANARES, J. BoscH (eds.) Consentimiento matrimonial e inmadurez afectiva. Actas del VI
Simposio Internacional del Instituto Martín de Azpilcueta (Pmn-
plona, 3-5.Xl.2004) 1EUNSA,2007]
2004 l. J!MÉNEZ-AYBAR El Islam en España. Aspectos institucionales de su estatuto jur(co
[NAVARRA GRÁFJCA EDICIONES]
2004 J. HERVADA Tempvs otíi. Fragmentos sobre los or(genes y el uso primitivo de los
términos <(praelatvs>> y «praelatvra» [NAVARRA GRÁFICA EDICIO-
NES]
2004 J. HERVADA Pensamientos de un canonista en la hora presente [NAVARRA GRÁ-
FICA EDICIONES]
2004 F. PUIG La esencia del matrimonio a la luz del realismo jundico [NAVARRA
GRÁFICA EDICIONES]
2004 M. AREITJO Obediencia y libertad en la vida consagrada [NAVARRA GRÁFICA
EDICIONES]
2003 M. RODRfGUEZ BLANCO Los convenios entre las administraciones públicas y las confesiones
religiosas [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2003 J. HERVADA Pueblo cristiano y circunscripciones eclesiásticas [NAVARRA GRÁ-
FICA EDICIONES]
2003 J. ÜTADUY; E. TEJERO; Migraciones, Iglesia y Derecho. Actas del V Simposio del Instituto
A. VIANA (eds.) Mart(n de Azpilcueta sobre «Movimientos migratorios y acción de
la Iglesia. Aspectos sociales, religiosos y canónicos» (Pamplona, 16
y 17.JX.2002) [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2002 J. ÜTADUY Fuentes, Interpretación, Personas. Estudios de Derecho canónico
[NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2002 A. VIANA Derecho canónico territorial. Historia y doctrina del territorio dio-
cesano [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2002 R. RooRfGuEz-OcANA La demanda judicial canónica [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2002 J. HERVADA Coloquios propedéuticos sobre el derecho canónico (2.ª ed. corregi-
da y aumentada) [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2002 J. HERVADA Los eclesiasticistas ante un espectador. Tempvs otii secvndvm (2.ª
ed. corregida y aumentada) [NAVARRA GRÁFICA EDICJONESJ
2001 A. LIZARRAGA ARTOLA Discursos pontificios a la Rota romana [NAVARRA GRÁFICA Eo1-
CJONES]
2001 Z. COMBAÜA El derecho de libertad religiosa en el mundo islámico [NAVARRA
GRÁFICA EDJCIONES]
2001 ). ÜTADUY (ed.) Diálogo sobre el futuro de la ciencia del Derecho eclesiástico en Es-
pafia. Trabajos de la Reunión organizada por el (<Instituto Martbi
de Azpilcueta>) [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2001 J. GüNZÁLEZ AYESTA La naturaleza jurídica de las <ifacultades habit11ales>1 en la codifi-
cación de 1917 [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2000 v. GóMEZ-IGLESIAS El Opus Dei, Prelatura personal. La Constitución Apostólica «Ut sit11
A. VIANA·). MIRAS [NAVARRA GRÁFICA EDICIONES]
2000 G. NúNEZ GONZÁLEZ Tutela penal del sacramento de la penitencia. La competencia de la
Congregación para la Doctrina de la Fe [NAVARRA GRÁFICA Eo1-
CIONES]

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