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EL EXORCISMO EN EL MINISTERIO DE JESÚS


Y EN LA LITURGIA DE LA IGLESIA

I. Marco interpretativo de la práctica exorcista


en el entorno cultural de Jesús……………………………………………
1. Conceptos y definiciones…………………………………………………
a. Posesión espiritual………………………………………
b. El exorcismo……………………………………………………
c. Tipología de los espíritus…………………………………………..
d. El demonio…………………………………………..
2. Algunos testimonios culturales y veterotestamentarios…………………………
a. Mesopotamia: las tablillas…………………………………..
b. Egipto: los papiros mágicos………………………………
c. Grecia: la República de Platón……………………………………..
d. Cultura judía y AT……………………………………………………
3. Algunos testimonios novotestamentarios………………………………………
a. Material de Marcos………………………………………………..
b. Material de Mateo………………….………………………………….
c. Material de Lucas……………………………………………………………
d. Material de Juan……………………………………………………..

II. Ministerialidad de la práctica del exorcismo en Jesús…………………………


1. La práctica exorcista de Jesús
como signo del Reino de Dios en el Evangelio de Marcos………………………
2. El endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-20)…………………………………………
3. La victoria de Jesucristo sobre Satanás………………………………………..
a. Jesucristo: vencedor del diablo y los demonios…………………………..
b. Jesucristo: vencedor en su actividad como exorcista………………………
c. Jesucristo: vencedor por su muerte y resurrección………………………..

III. El exorcismo como práctica de la Iglesia de Cristo……………


1. El ministerio del exorcismo en la Iglesia posconciliar……………
a. El exorcismo
b. El exorcista
c. El poseso
2. Ritual Romano De exorcirmis et supplicationibus quibusdam
3. Aspecto pastoral: liturgia de doble enfoque……………………………
a. Pastoral de liberación…………………………………………………..
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b. Pastoral de curación…………………………………………………...
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Capítulo I

MARCO INTERPRETATIVO DE LA PRÁCTICA EXORCISTA


EN EL ENTORNO CULTURAL DE JESÚS

1. Conceptos y definiciones

Para abordar este tema y evitar después ideas equivocas para luego adoptar posturas
radicales, abrimos este capítulo aclarando los términos necesarios para el desarrollo nuestro
tema, ofreciendo un panorama bíblico, histórico, socio-cultural y los testimonios que nos
ofrecen las investigaciones antropológicas recientes, con tal de que podamos situarnos en el
contexto de la práctica exorcista y el manejo de espíritus en el que vivó Jesús.

a. Posesión espiritual

Cuando hablamos de posesión espiritual nos podemos referir a distintos niveles de


generalidad. En su nivel más restrictivo se refiere a un “fenómeno cultural que se manifies-
ta en conductas individuales extrañas que la sociedad interpreta como resultado de la su-
plantación total de la voluntad del sujeto por una entidad espiritual” (MIQUEL, E., 2009, p.
12). En el caso de la Sagrada Escritura encontramos numerosas referencias a casos de este
tipo. Cito dos de ellas:

Cuando llegaba a Lejí y los filisteos corrían a su encuentro, con


gritos de triunfo, el espíritu de Yahveh vino sobre él: los cordeles
que sujetaban sus brazos fueron como hilos de lino que se queman
al fuego y las ligaduras se deshicieron entre sus manos. Encontró
una quijada de asno todavía fresca, alargó la mano, la cogió y ma-
tó con ella a mil hombres (Jue 15, 14-15).

Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodea-
ba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al ver-
le, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «
¿De qué discutís con ellos? » Uno de entre la gente le respondió: «
Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, donde-
quiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos,
rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que
lo expulsaran, pero no han podido. » Él les responde: « ¡Oh gene-
ración incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta
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cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo! ». Y se lo trajeron. Ape-


nas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, ca-
yendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces él
preguntó a su padre: « ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucedien-
do esto? » Le dijo: « Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al
fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúda-
nos, compadécete de nosotros. » Jesús le dijo: « ¡Qué es eso de si
puedes! ¡Todo es posible para quien cree! » Al instante, gritó el
padre del muchacho: « ¡Creo, ayuda a mi poca fe! » Viendo Jesús
que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole:
« Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más
en él. » Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia.
El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos
decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le le-
vantó y él se puso en pie (Mc 9, 14-27).

Evidentemente que, por los avances en la investigación antropológica y bíblica la su-


plantación total de la voluntad no se entiende literalmente o en el sentido que lo presenta el
individualismo moderno, sino como una limitación en la capacidad de control del compor-
tamiento del sujeto (cfr. MIQUEL, E., 2009). Y algo que es importante señalar es que, aun-
que la psiquiatría postule el fenómeno de las posesiones como problemas mentales, lo que
sí es cierto, es que negar la realidad de las posesiones y afirmar que son solo un mero sím-
bolo de liberación del mal es una afirmación herética, pues tal afirmación es contraria a la
Tradición de la Iglesia (cfr. FORTEA, J. A., 20104, p. 136).

En la literatura bíblica tenemos al profeta Jeremías que no puede contener las pala-
bras que Dios le ha inspirado, o las crisis que sufre el rey Samuel cuando le sobreviene un
espíritu maligno y el testimonio de un hombre a quien un demonio que le posee lo bloquea
en su capacidad de hablar:

Yo decía: « No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nom-


bre. » Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente,
prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no
podía (Jr 20, 9).

El espíritu de Yahveh se había apartado de Saúl y un espíritu


malo que venía de Yahveh le perturbaba. Dijéronle, pues, los servi-
dores de Saúl: « Mira, un espíritu malo de Dios te aterroriza; per-
mítenos, señor, que tus siervos que están en tu presencia te bus-
quen un hombre que sepa tocar la cítara, y cuando te asalte el es-
píritu malo de Dios tocará y te hará bien. » Dijo Saúl a sus servi-
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dores: « Buscadme, pues, un hombre que sepa tocar bien y traéd-


melo. » Tomó la palabra uno de los servidores y dijo: « He visto a
un hijo de Jesé el belemita que sabe tocar; es valeroso, buen gue-
rrero, de palabra amena, de agradable presencia y Yahveh está
con él. » Despachó Saúl mensajeros a Jesé que le dijeran: « Envía-
me a tu hijo David, el que está con el rebaño. ». Tomó Jesé cinco
panes, un odre de vino y un cabrito y lo envió a Saúl con su hijo
David. Llegó David donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le
cobró mucho afecto y le hizo su escudero. Mandó Saúl a decir a Je-
sé: « Te ruego que tu hijo David se quede a mi servicio, porque ha
hallado gracia a mis ojos. » Cuando el espíritu de Dios asaltaba a
Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl, encontraba calma y
bienestar y el espíritu malo se apartaba de él (1Sm 16, 14-23).

Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemo-


niado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gen-
te, admirada, decía: « Jamás se vio cosa igual en Israel. » (Mt 9,
32-33).

Apoyados en estos testimonios, se amplía nuestra noción de posesión espiritual y di-


cha noción será la que manejemos en el desarrollo de este tema. Así, cualquier limitación
total o parcial en el control del comportamiento que manifieste un individuo, el entorno so-
cio-cultural se lo atribuirá a la acción de un espíritu y dicho fenómeno será interpretado por
la misma como posesión espiritual y con tal de obstaculizar la reinserción del individuo en
las actividades cotidianas, no se prescinde de dolencias y enfermedades que en cierta mane-
ra lo atan o sujetan a un dominio más o menos trágico (MIQUEL, E., 2009).

b. El exorcismo

Ahora bien, gracias a las definiciones como a los textos bíblicos anteriores es como
podemos hablar sobre el exorcismo. ¿Qué se entiende por exorcismo? Por ahora diremos
que el exorcismo es la práctica que pone fin a la acción que ejerce el espíritu poseedor so-
bre la persona poseída (cfr. MIQUEL, E., 2009, p. 15).

Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya


dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día
de sábado? (Lc 13, 16).
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,..V.=];`
/v.,.v.;v;/
v.//,,|/`,|/,

El verbo atar/desatar aparece 24 veces en los Evangelios en los casos del sentido de
unión física y en el sentido moral y espiritual. En el caso de Lc 13, 16 es en el sentido mo-
ral y espiritual. El verbo ;es el aoristo de ,y significa atar o sujetar. Esto refleja
que la acción de Jesús sobre esta hija de Abraham fue la de liberarla de una condición o
circunstancia opresora y desagradable producida por un espíritu llamado Satanás.

En la literatura novotestamentaria existe otro verbo con esa acepción liberadora, es el


verbo exorcizar. Este término se expresa normalmente por el verbo v, (ekbállo)
que significa echar fuera o expulsar y v,apóllumique significa destruir o ani-
quilar. La acción que se realiza sobre el poseso mediante el acto del exorcismo se expresa
con el verbo , (lúo) que significa desatar o desenganchar y por el verbo v,
(apolúo) que significa soltar o liberar (MIQUEL, E., 2009).

Pero no es sino hasta el s. II de nuestra era cuando exorcizar adquiere el significado


de expulsar espíritus, pues en épocas anteriores significaba conjurar, es decir, que se podía
exigir a alguien a hacer o decir algo por la invocación de un poder sobrenatural. Citamos el
texto de Mt 26, 63:

Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: « Yo te


conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios. »

`.Vv,.`v.=v
/|V,./////[`/
[|v,=`.``.//

Ahora bien, si la posesión espiritual es la limitación o incapacidad del individuo por


el control de su comportamiento bajo el influjo de un espíritu y cuya cura o fin a este fenó-
meno se encuentra en la práctica del exorcismo sobre el sujeto que padece dicha posesión,
¿de qué espíritus estamos hablando?, ¿de qué tipo de posesiones se trata?

c. Tipología de espíritus
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Por las investigaciones antropológicas e históricas acerca de las culturas antiguas, es


posible afirmar que la posesión tiene un carácter ambivalente, es decir, hay posesiones que
son consideradas por los grupos humanos como beneficiosas y posesiones consideradas
como perjudiciales (cfr. MIQUEL, E., 2009). A las primeras nos referiremos como posesio-
nes positivas, mientras que a las segundas nos referiremos como posesiones negativas.

Según los estudios antropológicos, en las posesiones positivas los poseídos se con-
vierten en médiums a través de los cuales el espíritu actúa mediante visiones o el habla.

Cuando llegaron a la comarca de Suf, dijo Saúl a su criado que


le acompañaba: « Vamos a volvernos, no sea que mi padre olvi-
dando las asnas se inquiete por nosotros. » Pero él respondió: «
Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de Dios. Es hombre
acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos,
pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos empren-
dido ». Saúl dijo a su criado: « Vamos a ir, pero ¿qué ofreceremos
a ese hombre? No queda pan en nuestros zurrones y no tenemos
ningún regalo que llevar al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar?
». Replicó el criado y dijo a Saúl: « Es el caso que tengo en mi po-
der un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos
orientará sobre nuestro viaje. » Antes, en Israel, cuando alguien
iba a consultar a Dios, decía: « Vayamos al vidente, » porque en
vez de « profeta » como hoy, antes se decía « vidente ». Saúl dijo a
su criado: « Tienes razón; vamos, pues. » Y se fueron a la ciudad
donde se encontraba el hombre de Dios. Cuando subían por la
cuesta de la ciudad, encontraron a unas muchachas que salían a
sacar agua y les preguntaron: « ¿Está aquí el vidente? » Ellas les
respondieron con estas palabras: « Sí, ahí delante está el vidente.
Cabalmente acaba de llegar ahora a la ciudad, porque hay hoy un
sacrificio por el pueblo en el alto. En cuanto entréis en la ciudad,
le encontraréis antes de que suba al alto para la comida. El pueblo
no comerá antes que él llegue, porque es él quien ha de bendecir el
sacrificio; y a continuación comerán los invitados. Subid ahora y
al momento le encontraréis. » (1 Sm 9, 5-13).

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un


mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una rá-
faga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se en-
contraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos
llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén
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hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones


que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congre-
gó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia len-
gua. Estupefactos y admirados decían: « ¿Es que no son galileos
todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros
les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elami-
tas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,
Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, fo-
rasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les
oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios. » Todos es-
taban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: « ¿Qué
significa esto? » Otros en cambio decían riéndose: « ¡Están llenos
de mosto! (Hech 2, 1-13).

La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros


corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gal 4,
6).

Como es de notar, las posesiones positivas son atribuidas a espíritus que colaboran en
la cohesión del grupo humano y que favorecen las relaciones del grupo con el mundo espi-
ritual, según su cultura.

En cambio, las posesiones negativas son las que producen sufrimientos físicos o psí-
quicos a quienes la padecen y que, según los antropólogos, poseen de manera indiscrimina-
da a víctimas inocentes. Es entonces, cuando este hecho es considerado como un castigo
que muchas veces afecta a otras personas del entorno. Un ejemplo lo tenemos en la pregun-
ta que los discípulos hacen a Jesús sobre la sanación del ciego de nacimiento:

Vio pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron


sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya
nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es
para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Jn 9, 1-3).

En este pasaje es evidente que la pregunta de los discípulos a Jesús ¿quién pecó, él o
sus padres, para que haya nacido ciego? deja entrever la concepción de la cultura antigua de
estos pueblos con respecto a la manera de cómo actúan los espíritus en una posesión negati-
va: que los espíritus de tal índole, poseen al individuo y afectan no solo su integridad, sino
a los que le rodean, produciendo inestabilidad en sus coetáneos. Con toda razón el motivo
de tal pregunta, pues según la cultura, estos espíritus actúan tras una trasgresión o pecado.
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Así pues, en el desarrollo de este tema, cuando hablemos de posesión espiritual nega-
tiva, nos estaremos refiriendo a la acción que ejerce un espíritu sobre un individuo, produ-
ciendo alteraciones y limitaciones dolorosas que deterioran la salud física y psíquica del po-
seso y su entorno y obstaculiza el funcionamiento e integración adecuada del individuo en
su ámbito socio-cultural.

Ahora bien, ¿cuál es la carácter de este tipo de espíritus que son responsables de las
posesiones negativas?, ¿cuál es la identidad y naturaleza de este tipo de espíritus?

d. El demonio

Desde muy antiguo, el hombre ha creído en la existencia e influjo de fuerzas sobrena-


turales que lo han llevado a cuestionarse sobre el mal que experimenta en su vida cotidiana.
Esto puede hacer evidente que la práctica del exorcismo llevada a cabo por Jesús no sea del
todo novedosa, pues ya desde los comienzos de las civilizaciones antiguas había intentos
por tratar de interactuar e incluso, dominar dichas fuerzas. Así lo manifiestan los estudios:

El hombre en todos los pueblos, en todos los tiempos y en todas


las religiones, ha aceptado la creencia en los espíritus dotados de
poder superior (Diccionario Enciclopédico, 1980).

Las más antiguas culturas literarias (Mesopotamia y Egipto) re-


velan la creencia en seres sobrenaturales temidos por considerar-
los terroríficos y hostiles. Estas creencias se remontan probable-
mente al Paleolítico (BRANDON, S., 1975).

Los pueblos del entorno de Israel consideraban los fenómenos


de la naturaleza (sobre todo los nocturnos), las enfermedades físi-
cas y psíquicas, los golpes adversos del destino y la muerte como
causados por la acción de los demonios malos (HAGG, H., 1978).

De ser así, la experiencia del mal constatada en la vida humana viene a ser considera-
da como una manifestación del influjo de los espíritus responsables de las posesiones nega-
tivas. Este tipo de espíritus, en el mundo de las religiones es conocido como demonios.

Así pues, según el contexto de este tema, ¿qué se puede entender por demonio? Eti-
mológicamente el término demonio proviene de , que significa divinidad inferior,
genio, espíritu de los muertos o del mal, sombra o espíritu maligno (cfr. URBINA, J.,
1999). En la Sagrada Escritura al demonio se le identifica con el diablo y satanás, según el
contexto particular.
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En el judaísmo, el origen del demonio se explica por la interpretación de algunos pa-


sajes de libros apócrifos en donde se describe que los demonios son como ángeles caídos; y
se les identifica con los hijos de Dios que se han casado con las hijas de los hombres, como
nos refiere el texto del Génesis:

Cuando los hijos de los hombres comenzaron a multiplicarse so-


bre la faz de la tierra y tuvieron hijas, vieron los ángeles del Señor,
en un año de este jubileo, que eran hermosas de aspecto. Tomaron
por mujeres a las que eligieron entre ellas, y les parieron hijos, que
fueron los gigantes. Creció entonces la iniquidad sobre la tierra, y
todos los mortales corrompieron su conducta, desde los hombres
hasta los animales, bestias, aves y reptiles. Todos corrompieron su
conducta y norma, empezaron a devorarse mutuamente, creció la
iniquidad sobre la tierra y los pensamientos conscientes de todos
los hijos de los hombres eran malvados siempre. Miró entonces el
Señor a la tierra, y he aquí que todo estaba corrompido, que todo
mortal había desviado su norma, y que todos cuantos había en la
tierra hacían mal ante sus ojos. Y dijo: Destruiré al hombre y a to-
dos los mortales sobre la faz de la tierra que creé. Sólo Noé halló
gracia ante los ojos del Señor. Se enojó sobremanera con los ánge-
les que había enviado a la tierra, despojándolos de todo su poder, y
nos ordenó atarlos en los abismos de la tierra, donde están presos
y abandonados (Jub 5, 1-6).

Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de


la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas
de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que
preferían de entre todas ellas. Entonces dijo Yahveh: No permane-
cerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que
carne; que sus días sean 120 años. (Gn 6, 1-3).

Según la notas de la Biblia de Jerusalén, este pasaje del Génesis, de tradición yahvis-
ta, se vale de elementos de tradición popular y mitológica. La dificultad está en que ¿a quié-
nes se refiere con hijos de Dios? Aludimos a algunos pasajes bíblicos que nos puedan dar
alguna luz:

Cuando el Altísimo repartió las naciones, cuando distribuyó a


los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos, según el número
de los hijos de Dios (Dt 32, 8).
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Según la nota de este pasaje los hijos de Dios o de los dioses (recordemos la tradición
popular y mitológica del texto genesiaco) son los ángeles que han caído y que fueron
miembros de la corte celestial: ¡Cielos, exultad con él, y adórenle los hijos de Dios! (Dt
32, 43); y que están en la presencia de Dios, incluido el mismo ángel que ha caído: El día
que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán -
`,- (Job 1, 6).

El libro de Job en la versión de los LXX utiliza el término `, que significa
calumniador o espíritu maligno para referirse al Satán. Sin embargo, este pasaje pertenece
al período preexílico, es decir, aquí aún no es el demonio del judaísmo postexílico (ver 1 Cr
21, 1) ni de la teología cristiana. De cualquier manera, la palabra denota una disposición
hostil e ingrata que se obstina en el intento de impedir toda empresa de Dios en favor del
hombre (Comentario Bíblico de “San Jerónimo” Tomo II, 1971, p. 456).

El vocablo diablo aparece en la literatura postexílica de Israel, con el nombre de sata-


nás que asumen el rango de jefe de los demonios y en la tradición religiosa judía es identifi-
cado como el tentador: Cuando el impío maldice a Satanás, a sí mismo se maldice (Si 21,
27); Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del pueblo (1 Cr 21, 1).

El termino satán es un verbo hebreo que designa la acción de contrariar o hacerla de


adversario u obstáculo como en 1 Sm 29, 4 y Nm 22, 22; pero también puede significar ser
el acusador ante un tribunal para recordar un delito o pecado como en 1 Re 17, 18, en Zac
3, 1 y Ap 12, 10:

Pero los tiranos de los filisteos se irritaron contra él y le dije-


ron: « Manda regresar a ese hombre y que se vuelva al lugar que le
señalaste. Que no baje con nosotros a la batalla, no sea que se
vuelva contra nosotros durante la lucha. ¿Cómo se ganará éste el
favor de su dueño mejor que con las cabezas de estos hombres? (1
Sm 29, 4).

Cuando iba, se encendió la ira de Yahveh y el Ángel de Yahveh


se puso en el camino para estorbarle. El montaba la burra y sus
dos muchachos iban con él (Nm 22, 22).

Entonces ella dijo a Elías: « ¿Qué hay entre tú y yo, hombre de


Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer
morir a mi hijo? » (1 Re 17, 18).

Me hizo ver después al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el


ángel de Yahveh; a su derecha estaba el Satán para acusarle (Zac
3, 1).
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Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: « Ahora ya ha


llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la po-
testad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nues-
tros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro
Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la pa-
labra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la
muerte (Ap 12, 10).

En el Antiguo Testamento la identidad del demonio se delata por su acción sobre los
hombres, y que no tiene otro fin que el sembrar confusión y engaño mediante el influjo o la
posesión espiritual:

Dijo Miqueas: « Escucha la palabra de Yahveh: He visto a Yah-


veh sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su
lado, a derecha e izquierda. Preguntó Yahveh: "¿Quién engañará a
Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y el uno decía
una cosa y el otro, otra. Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yah-
veh y dijo: "Yo le engañaré." Yahveh le preguntó: "¿De qué
modo?" Respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en la boca
de todos sus profetas." Yahveh dijo: "Tú conseguirás engañarle.
Vete y hazlo así." Ahora, pues, Yahveh ha puesto espíritu de menti-
ra en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predi-
cho el mal contra ti. » (1 Re 22, 19-23).

Los datos que nos ofrece la arqueología son una prueba de que las practicas rituales
que se llevaban a cabo y la creencia en la posesión espiritual formaban ya parte del conoci-
miento socio-cultural y el ejercicio de ambas eran socialmente aceptadas.

2. Algunos testimonio culturales y veterotestamentarios

Las culturas más representativas de la Antigüedad, estaban sumergidas en la concep-


ción, según la cual, el mundo está a merced del capricho y arbitrariedad del demonio, así lo
muestran algunos de los vestigios hallados en Oriente Próximo y el Mediterráneo, en donde
se desarrolló la firme creencia en el influjo de los espíritus sobre el hombre. Aunque cierta-
mente los testimonios ofrecidos a continuación no agotan el tema ni abarcan totalmente la
finalidad de lo hasta ahora abordado, lo que sí se pretende es que estos testimonios nos
ofrezcan un panorama global de la situación sobre la práctica exorcista en la Antigüedad.
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a. Mesopotamia: las tablillas

Tal vez el mayor testimonio que se relaciona con el fenómeno de la posesión está en
unas tablillas de origen mesopotámico en las que se describen las distintas actuaciones ri-
tuales y fórmulas de carácter exorcista. Los estudios antropológicos reflejan que dichas ta-
blillas registran los tipos de posesión del tiempo y la región. Este testimonio permite supo-
ner que ya antes del ministerio de Jesús se practicaba el exorcismo como medio de domina-
ción del mundo espiritual e intento de erradicación de los males que producían las posesio-
nes negativas, además que muestra la influencia de la cultura mesopotámica sobre la tradi-
ción bíblica (cfr. MIQUEL, E., 2009).

Algo que llama la atención es que la práctica de dichos rituales estaba en manos de un
personal especializado -probablemente un exorcista, o personal ya ubicado dentro de la es-
tructura social y cultual- y que operaba en un contexto religioso institucionalizado, cuyo fin
era la curación de los males agresivos y que se pensaba que eran provocados por estos de-
monios.

b. Egipto: los papiros mágicos

Otro testimonio arqueológico vinculado con la posesión negativa y la práctica exor-


cista está en los llamados papiros mágicos que -según los estudios- proceden del Egipto ro-
mano. Son fragmentos de instrucciones, fórmulas, conjuros y encantamientos. Su contenido
refleja que eran utilizados en el contexto de la práctica exorcista. Estos papiros datan de los
ss. II y III d. C., pero es posible pensar que estas prácticas ya se realizaban desde antes
como una tradición cultural (cfr. MIQUEL, E., 2009).

c. Grecia: la República de Platón

En la tradición griega, está la referencia de la República, obra que data del s. IV a. C.,
y en la que Platón alude burlonamente a los sacerdotes y a los adivinos que hacen conjuros
y afirman poder mandar a los dioses para causar daño a los enemigos de sus clientes:

Sacerdotes mendicantes y adivinos acuden a las puertas de los


ricos, convenciéndolos de que han sido provistos por los dioses de
un poder de reparar, mediante encantamientos y sacrificios acom-
pañado de festines placenteros, cualquier delito cometido por uno
mismo o por sus antepasados; o bien, si se quiere dañar a algún
adversario por un precio reducido, trátese de un hombre justo lo
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mismo que de uno injusto, por medio de encantamientos y ligaduras


mágicas, ya que -según afirman- han persuadido a los dioses y los
tienen a su servicio (Rep. 364c.).

El testimonio de Platon apunta a que los sectores populares de la Atenas clásica te-
nían la creencia de que era posible que los dioses agredieran sin algún motivo de carácter
moral a los hombres, y que un experto en el dominio de los espíritus fuera capaz de dirigir
sus embates.

d. Cultura judía y AT

En la literatura veterotestamentarios encontramos algunos testimonios acerca de la


posesión espiritual en profetas, líderes carismáticos y sabios por el Espíritu de Dios:

Yahveh respondió a Moisés: « Reúneme setenta ancianos de Is-


rael, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo. Llé-
valos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo. Yo bajaré
a hablar contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pon-
dré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la
tengas que llevar tú solo (…) Salió Moisés y transmitió al pueblo
las palabras de Yahveh. Luego reunió a setenta ancianos del pue-
blo y los puso alrededor de la Tienda. Bajó Yahveh en la Nube y le
habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los
setenta ancianos. Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pu-
sieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo más. Habían
quedado en el campamento dos hombres, uno llamado Eldad y el
otro Medad. Reposó también sobre ellos el espíritu, pues aunque no
habían salido a la Tienda, eran de los designados. Y profetizaban
en el campamento. 27 Un muchacho corrió a anunciar a Moisés: «
Eldad y Medad están profetizando en el campamento. » Josué, hijo
de Nun, que estaba al servicio de Moisés desde su mocedad, res-
pondió y dijo: « Mi señor Moisés, prohíbeselo. » Le respondió Moi-
sés: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Quién me diera que todo el
pueblo de Yahveh profetizara porque Yahveh les daba su espíritu!».
Luego Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel
(Nm 11, 16-17.24-30).

Los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh suscitó a los israeli-


tas un libertador que los salvó: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano
15

menor de Caleb. El espíritu de Yahveh vino sobre él, fue juez de Is-
rael y salió a la guerra. Yahveh puso en sus manos a Kusán Risea-
táyim, rey de Edom y triunfó sobre Kusán Riseatáyim (Jue 3, 9-10).

Este mismo Daniel se distinguía entre los ministros y los sátra-


pas, porque había en él un espíritu extraordinario, y el rey se pro-
ponía ponerle al frente del reino entero (Dn 6, 4).

Sin embargo, también hay pasajes en los que se registran las posesiones por parte de
espíritus malignos y la relevancia de la práctica exorcista. En el pasaje de 1 Sm el espíritu
malo es enviado por Dios para que agite a Saúl y David lo exorciza con su música; y en el
libro de Tobías, el demonio mata a los pretendientes de Sara y es exorcizado por Tobías de
una manera muy peculiar:

El espíritu de Yahveh se había apartado de Saúl y un espíritu


malo que venía de Yahveh le perturbaba. Dijéronle, pues, los servi-
dores de Saúl: « Mira, un espíritu malo de Dios te aterroriza; per-
mítenos, señor, que tus siervos que están en tu presencia te busquen
un hombre que sepa tocar la cítara, y cuando te asalte el espíritu
malo de Dios tocará y te hará bien. » Dijo Saúl a sus servidores: «
Buscadme, pues, un hombre que sepa tocar bien y traédmelo. » To-
mó la palabra uno de los servidores y dijo: « He visto a un hijo de
Jesé el belemita que sabe tocar; es valeroso, buen guerrero, de pa-
labra amena, de agradable presencia y Yahveh está con él. » Des-
pachó Saúl mensajeros a Jesé que le dijeran: « Envíame a tu hijo
David, el que está con el rebaño. » Tomó Jesé cinco panes, un odre
de vino y un cabrito y lo envió a Saúl con su hijo David. Llegó Da-
vid donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le cobró mucho afecto
y le hizo su escudero. Mandó Saúl a decir a Jesé: « Te ruego que tu
hijo David se quede a mi servicio, porque ha hallado gracia a mis
ojos. Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la
cítara, la tocaba, Saúl, encontraba calma y bienestar y el espíritu
malo se apartaba de él (1 Sm 16, 14-23).

El joven abrió el pez y tomó la hiel, el corazón y el hígado. Asó


parte del pez y lo comió, salando el resto. Luego continuaron su ca-
mino, los dos juntos, hasta cerca de Media (…) Cuando entres en la
cámara nupcial, tomas el corazón del pez y parte del hígado y lo
pones sobre las brasas de los perfumes. Se difundirá el aroma y
cuando el demonio lo huela, huirá y nunca aparecerá ya a su lado.
Y cuando vayas a unirte a ella, levantaos primero los dos y haced
16

oración y suplicad al Señor del Cielo que se apiade de vosotros y


os salve. Y no tengas miedo, porque para ti está destinada desde el
principio; tú la salvarás; ella se vendrá contigo y te aseguro que te
dará hijos que serán para ti como hermanos. No te preocupes. »
(Tob 6, 8.17-18).

El conjunto histórico de referencias presentados -las tablillas mesopotámicas, los pa-


piros mágicos del Egipto romano, los testimonios griegos de Platón, y las citas del Antiguo
Testamento que aluden en cierta manera al Israel postexílico- muestran que el contexto cul-
tural del Mediterráneo y del Próximo Oriente Antiguos estaba vigente la creencia en la po-
sesión espiritual negativa por demonios que causaban estragos en los individuos, física y
psíquicamente. Es evidente también, que la práctica del exorcismo es culturalmente conoci-
da y distinguida ya desde los tiempos que se tienen registro y probablemente con cierta an-
terioridad. Tales datos nos permiten concluir que el contexto sociocultural en el que nace
Jesús ya contaba con los elementos de reconocimiento e interpretación sobre el dominio del
mundo espiritual y la práctica del exorcismo que los Evangelios recogen y vinculan con su
ministerio.

3. Algunos testimonios novotestamentarios

La finalidad de este apartado es ofrecer un breve elenco de referencias bíblicas de los


Evangelios que nos posibilite su interpretación en coherencia con el contexto cultural en el
que vivió Jesús. Además, aunque la figura del demonio no está puesta en el centro de la ac-
tividad misionera de Jesús, es innegable que a menudo trata y habla con él, mediante órde-
nes expresadas con autoridad. He aquí algunos pasajes:

Jesús acepta ser tentado por el demonio precisamente en el comienzo de su misión


pública, y esta primera confrontación con Satanás no es casual, pues funge como clave para
entender el significado de la obra del Mesías:

Y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por


Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le ser-
vían. (Mc 1, 13)

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser


tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta
días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el ten-
tador, le dijo: « Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se con-
viertan en panes. » Mas él respondió: « Está escrito: No sólo de
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
17

Dios. » Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le


pone sobre el alero del Templo, y le dice: « Si eres Hijo de Dios, tí-
rate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en
sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra algu-
na. » Jesús le dijo: « También está escrito: No tentarás al Señor tu
Dios. » Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le
muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: « Todo
esto te daré si postrándote me adoras. Dícele entonces Jesús: «
Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás,
y sólo a él darás culto. » Entonces el diablo le deja. Y he aquí que
se acercaron unos ángeles y le servían (Mt 4, 1-11).

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era condu-


cido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado
por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos,
sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: « Si eres Hijo de Dios, di
a esta piedra que se convierta en pan. » Jesús le respondió: « Esta
escrito: No sólo de pan vive el hombre. » Llevándole a una altura
le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el
diablo: « Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a
mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me
adoras, toda será tuya. » Jesús le respondió: « Esta escrito: Adora-
rás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto. » Le llevó a Jerusalén,
y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: « Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te en-
comendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para
que no tropiece tu pie en piedra alguna. Jesús le respondió: « Está
dicho: No tentarás al Señor tu Dios. » Acabada toda tentación, el
diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno (Lc 4, 1-13).

En el discurso de la montaña, Jesús nos mantiene que estemos en guardia contra el


diablo: Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno
(Mt 5, 37); en la oración del “Padrenuestro”: y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos
del mal (Mt 6, 13); lo señala como obstáculo de la predicación: Los de a lo largo del ca-
mino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no
sea que crean y se salven (Lc 8, 12); al abandonar el cenáculo: en lo referente al juicio,
porque el Príncipe de este mundo está juzgado (Jn 16, 11); en el huerto de Getsemaní: Es-
tando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero
esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas (Lc 22, 53).
18

Ahora bien, en el intento de tratar de recopilar el material donde nos hable de manera
explícita sobre el papel de Jesús como exorcista y su dominio que tenía sobre espíritus que
generaban posesiones, tenemos el siguiente conjunto de textos evangélicos. Estos pasajes
dejan entrever que la fama que Jesús tenía de ser un sanador y exorcista estaba ya amplia-
mente difundida y aceptada no solo entre sus paisanos, sino en el mundo pagano, como es
en el caso de Mc 9, 38-39. Los pasajes anteriores como los que a continuación se muestran
sobre el fenómeno de la posesión, son de alguna manera coherentes con el marco antropo-
lógico que se expuso en los dos puntos anteriormente tratados.

a. Material de Marcos

Mc 1, 21-28: Relato de exorcismo: en la sinagoga de Cafarnaúm.

Mc 1, 32-34: Sumario en el que se mencionan los exorcismos realizados por Jesús en


Cafarnaúm.

Mc 1, 39: Sumario en el que se mencionan los exorcismos realizados por Jesús en


Galilea.

Mc 3, 7-12: Sumario en el que se mencionan los exorcismos de Jesús entre gente ve-
nida de diversas regiones.

Mc 3, 15: Jesús elige a los Doce y les da poder para que expulsen demonios.

Mc 3, 21-22a.30: Los familiares de Jesús le consideran “fuera de sí” y los escribas de


Jerusalén afirman que está poseído por Belcebú y por un espíritu impuro.

Mc 3, 22b-29: Controversia sobre el origen del poder exorcista de Jesús.

Mc 5, 1-10: Relato de exorcismo: el endemoniado de Gerasa.

Mc 6, 7: Jesús envía a los Doce dándoles poder sobre los espíritus impuros.

Mc 6, 13: Los Doce expulsan muchos demonios.

Mc 7, 24-30: Relato de exorcismo: la hija de la mujer sirofenicia.

Mc 9, 14-29: Relato de exorcismo de un muchacho.

Mc 9, 38-39: Referencia a un exorcista que no pertenece al grupo de Jesús.

b. Material de Mateo
19

Mt 4, 23-25: Sumario en el que se menciona la sanción de endemoniados.

Mt 7, 22-23: Reproche de Jesús hacia quienes expulsan demonios en su nombre pero


no cumplen con su enseñanza.

Mt 9, 32, 34: Relato de exorcismo: poseído mudo.

Mt 10, 25b: Dicho de Jesús: si al dueño de la casa le han llamado Belcebú, ¡qué no
llamarán a sus siervos!

c. Material de Lucas

Lc 4, 31-37: Relato de exorcismo: en la sinagoga de Cafarnaúm.

Lc 17, 18-23: Jesús sana a muchos de malos espíritus ante los enviados de Juan.

Lc 8, 1-3: Sumario: menciona a mujeres que han sido libradas de demonios por Jesús
y que le siguen junto a los Doce.

Lc 10, 18: Jesús ve a Satanás cayendo como un rayo.

Lc 13, 10-13. 16: Relato de exorcismo: Jesús libera a una mujer a la que un demonio
mantenía atada y le impedía enderezarse.

Lc 13, 31-33: Ante el aviso de que Herodes le busca para matarlo, Jesús reafirma su
intención de seguir sanando y expulsar demonios.

Lc 22, 3: Satanás entró en Judas durante la Última Cena.

Lc 22, 31: Jesús anuncia a Simón que será sacudido por Satanás.

d. Material de Juan

Jn 7, 20; 8, 48; 10, 19-21: Acusaciones contra Jesús de estar endemoniado.

Jn 13, 26-31: Satanás entra en Judas durante la cena de despedida.

Como ya vimos en la Tipología de espíritus, por las investigaciones antropológicas e


históricas acerca de las culturas antiguas, los grupos humanos consideran que hay posesio-
nes beneficiosas y posesiones perjudiciales, y en el caso de Jesús, su capacidad para proce-
der de forma controlada en el mundo espiritual sobre los espíritus negativos se fundamenta
en su relación con un Espíritu que él identifica como el espíritu del Dios de Israel. Esta
20

alianza íntima tiene lugar bajo la forma de una posesión positiva controlada y ello lo capa-
cita para actuar con toda autoridad y soberanía sobre los espíritus que generan las posesio-
nes perjudiciales:

Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les ro-
deaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al
verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «
¿De qué discutís con ellos? » Uno de entre la gente le respondió: «
Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, donde-
quiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos,
rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo
expulsaran, pero no han podido. » Él les responde: « ¡Oh genera-
ción incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo
habré de soportaros? ¡Traédmelo! » Y se lo trajeron. Apenas el es-
píritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en
tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces él preguntó a su
padre: « ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto? » Le
dijo: « Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua
para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de
nosotros. » Jesús le dijo: « ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posi-
ble para quien cree! » Al instante, gritó el padre del muchacho: «
¡Creo, ayuda a mi poca fe! » Viendo Jesús que se agolpaba la gente,
increpó al espíritu inmundo, diciéndole: « Espíritu sordo y mudo, yo
te lo mando: sal de él y no entres más en él. » Y el espíritu salió
dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como
muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero
Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando
Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «
¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle? » (Mc 9, 14-28).

Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un


espíritu inmundo, que se puso a gritar: « ¿Qué tenemos nosotros
contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres
tú: el Santo de Dios. » Jesús, entonces, le conminó diciendo: « Cálla-
te y sal de él. » Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio
un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal mane-
ra que se preguntaban unos a otros: « ¿Qué es esto? ¡Una doctrina
nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmun-
dos y le obedecen. » Bien pronto su fama se extendió por todas par-
tes, en toda la región de Galilea (Mc 1, 22-28).
21

Jesús hace partícipes de este poder a sus discípulos en su tarea de predicación: Institu-
yó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los
demonios (Mc 3, 14-15); Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles
poder sobre los espíritus inmundos (Mc 6, 7), y no restringe este poder a quienes no forman
parte de este colegio de seguidores de Jesús: Juan le dijo: « Maestro, hemos visto a uno que
expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo por-
que no venía con nosotros. » Pero Jesús dijo: « No se lo impidáis, pues no hay nadie que
obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el
que no está contra nosotros, está por nosotros (Mc 9, 39-40).

A este respecto, según la cita de Mc 3, 14ss, Jesús envía a sus discípulos, pero ¿a qué
les envía? A predicar y con el poder de expulsar demonios. Aunque ciertamente les envió
en primer lugar a predicar, dar a conocer la Palabra, los apóstoles (vo,j) son ante
todo anunciadores y testigos de la persona de Jesús, y esta persona comporta el “Reino de
Dios”, pero para el evangelista, este Reino no es una mera palabra ni enseñanza, es un
“acontecimiento”. Este acontecimiento que dan a conocer los mismos enviados, a fin de
cuentas, es la misma persona de Jesús, que lucha contra las estructuras de pecado que se en-
marcan en las estructuras concretas de su entorno. Los mensajeros de Jesús, siguiendo sus
pasos tienden a exorcizar el mundo, a la fundación de una nueva forma de vida en el Espíri-
tu Santo, que libere de la obsesión diabólica (RATZINGER, J., (2007), p. 211).

Entonces, ¿qué significa la expulsión de demonios? Por sí misma, la expulsión de de-


monios es ya una prueba de que ha llegado a vosotros el Reino de Dios: Pero si por el Es-
píritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios (Mt
12, 28); Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros
el Reino de Dios (Lc 11, 20). Esto nos quiere decir que la potencia de Satanás ha sido ven-
cida por el poder de Jesús: Él les dijo: « Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo (Lc
10, 18); Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero
al fuerte; entonces podrá saquear su casa (Mc 3, 27). De tal manera que cualquier acción
de expulsar demonios se hará en nombre de Jesús: Muchos me dirán aquel Día: Señor, Se-
ñor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros? (Mt 7, 22); Juan le dijo: « Maestro, hemos visto a uno que ex-
pulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque
no venía con nosotros. » (Mc 9, 38).

Si los elementos de este marco interpretativo que conforman este primer capítulo
cumplen su función, según nuestra pretensión, entonces podemos asegurar que la práctica
exorcista de Jesús no constituiría un elemento marginal en la vida pública de Jesús, sino
como factor significativo, además de figurar como punto de atracción -y en algunos casos,
de rechazo- para posibles seguidores (MIQUEL, E., 2009, p. 174). Así pues, la actividad
que Jesús desempeñaría estaría vinculada no solo con el ambiente ético y social del Israel
de su tiempo, sino que también estaría íntimamente relacionada con la experiencia de lo
22

trascendente, con el Dios de Israel. Estos aspectos conformarían lo que Jesús llamaría la lle-
gada del Reino y su incidencia en su contexto vital, tema que será tratado en el siguiente
capítulo.
23

Capítulo II

MINISTERIALIDAD DE LA PRÁCTICA DEL EXORCISMO EN JESÚS

Como vimos en el capítulo anterior, en la cultura antigua la creencia en demonios y


su influjo en la vida humana pertenece a las concepciones antropológicas primitivas y sus
dimensiones se reducen gracias a la idea monoteísta del Antiguo Testamento. Después del
regreso de Babilonia los israelitas vienen contagiados de aquellas culturas orientales, con lo
cual aumenta la creencia de la presencia plural de demonios que habitan en la tierra y tran-
sitan por el aire y han conformado un reino bajo el mando de Satanás. A él y a sus cortes se
les atribuyen calamidades, desastres y enfermedades. En la mentalidad judía, no se tratan de
fuerzas paralelas y contrarias a las fuerzas de Yahvé pues su unidad y dominio son absolu-
tos, y sitúan así a Satanás y a los suyos en el conjunto creatural, caídos por propia soberbia.

Los contemporáneos de Jesús atribuyen muchas de las enfermedades a la acción del


demonio, tales como parálisis: y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía
dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse (Lc 13, 11),
epilepsia: Uno de entre la gente le respondió: « Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un
espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos,
rechinar de dientes y le deja rígido (Mc 9, 17-18), locura: Apenas saltó de la barca, vino a
su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los
sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas ve-
ces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los
grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por
los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras (Mc 5, 2-5), sordera: Salían ellos toda-
vía, cuando le presentaron un mudo endemoniado (Mt 9, 32), ceguera: Entonces le fue pre-
sentado un endemoniado ciego y mudo. Y le curó, de suerte que el mudo hablaba y veía
(Mt 12, 22). Las desgracias que ocasionan contradicen la voluntad de Dios y por lo tanto,
su expulsión se ve como liberación o desatadura del yugo infernal.

Ante estos fenómenos, cabe la explicación de que sean manifestaciones de enferme-


dades nerviosas o mentales como histeria, locura, desdoblamiento de personalidad, estados
alternos de conciencia. Sin embargo, estas posibles respuestas no agotan el planteamiento
de fondo de estas narraciones, de lo contrario, cómo se explicaría el cambio de conducta
frente a Jesús, que sin previo conocimiento o contacto, lo rechazan apenas se percatan de su
presencia: Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo,
que se puso a gritar… Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepul-
cros, un hombre con espíritu inmundo (Mc 1, 23; 5, 2), y su conocimiento sobre la verdade-
ra identidad y obra del taumaturgo, así como las confesiones públicas sobre su mesianismo:
24

Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían… Y los espíri-


tus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: « Tú eres el
Hijo de Dios. »… « ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísi-
mo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. » (Mc 1, 34; 3, 11;
5, 7).

Por lo que toca a Jesús, Él los expulsa con el poder de su palabra sin recurrir a prácti-
cas mágicas como posiblemente algunos otros recurrían al realizar dichas obras (Lc 11, 20;
Mt 12, 18), y una vez expulsados les ordena callar sometiéndolos a la obediencia plena.
Este actuar de Jesús conlleva la vivencia del Reino, tan pregonado por Él. De ahí, que la in-
vectiva de sus detractores de que expulsa a los demonios por el poder de Beelzebul resulta
un pecado más grave: Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: « Está poseído
por Beelzebul » y « por el príncipe de los demonios expulsa los demonios. »… Yo os asegu-
ro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por mu-
chas que éstas sean (Mc 3, 22.28), pues ya han cerrado las puertas de su conciencia a la
majestuosidad del Reino. Este dominio con tinte escatológico que está en contra de las fuer-
zas del mal y que mantiene en la espera del Mesías, debe ser signo de la llegada del Reino
de Dios: Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a voso-
tros el Reino de Dios (Mt 12, 28); Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es
que ha llegado a vosotros el Reino de Dios (Lc 11, 20).

1. La práctica exorcista de Jesús como signo del Reino de Dios en Marcos

El Mesías tiene una misión puramente religiosa que queda explicada por su mensaje y
su obra salvífica, cuyo núcleo interesante es la proximidad del Reino de Dios. De la vincu-
lación de la predicación con sus milagros curativos se desprende que su predicación central
no puede separarse de su persona, pues ella misma comporta, ya en sí, un testimonio de la
plenitud de que la época de la salvación (cfr. SCHNACKENBURG, R., (1970 2) Reino y
reinado de Dios. Estudio bíblico-teológico, Actualidad Bíblica 3, Madrid: Ediciones Fax, p.
106).

De ahí la respuesta a Juan el Bautista ante la petición de saber si Él era el que había
de venir:

Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos an-
dan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resu-
citan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva (Mt 11, 4-5).

En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolen-


cias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respon-
dió: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los
25

cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muer-
tos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva (Lc 7, 22).

En este sentido, la curación es no solo liberación de un defecto corporal, sino la aper-


tura de los sentidos a las palabras de salud que anuncia Jesús. Las palabras de Is 61, 1: El
espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar
la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los
cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; este anuncio que comporta la curación
denota a su vez el gozo soteriológico y el remitente de dicho envío. Y en el momento de la
plenitud, Jesús proclama el cumplimiento de estas palabras en su discurso de entrada en
Nazareth: « Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy » (Lc 4, 18). Jesús
muestra así por quien quiere ser tenido, como médico y salvador, portador de la gracia y
salud para los que aceptan su mensaje, que son los humildes y pobres, los humillados y aba-
tidos por la culpa y el Maligno (cfr. SCHNACKENBURG, R., p. 107).

En este testimonio personal de Jesús es clara la subordinación íntima entre su capaci-


dad taumatúrgica y su predicación: las curaciones muestran solo lo que él anuncia, es decir,
la voluntad salvífica de Dios, y son señales escatológicas que han llegado con Jesús. Tales
señales están presentes mientras los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, y los opri-
midos por el Maligno son liberados de su atadura (SCHNACKENBURG, R., p. 107). Es
decir, esta salud no es perfecta del todo, en tanto que no se curen todas las enfermedades ni
se destruyan todos los yugos que imposibilitan la libertad de los hijos de Dios. Pero por no
ser perfecta, no quiere decir que se anula la acción de Dios en Jesús, pues su mensaje, que
comporta la salud y liberación en todos los ámbitos del hombre, irrumpe en la historia ma-
nifestándose en acciones milagrosas, que caracterizan al Reino de Dios, actual y actuante
en toda la persona de Jesús.

La predicación del mensaje salvífico de Jesús está íntimamente relacionado con la ex-
pulsión de demonios, haciendo participes a sus apóstoles, quienes y lo ejercen en sus corre-
rías misionales (cfr. SCHNACKENBURG, R., p. 112). Por el conjunto testimonios en el
Evangelio de Marcos donde se muestra el fenómeno de la posesión y el conjuro para expul-
sarlos podemos decir que los demonios se ponen en guardia al ponerse de frente a Jesús, y
conocen su identidad divina, manifestando su santo nombre, pero se ven obligados a obede-
cer al impero mayestático de Jesús. Es así como el Reino de Dios se muestra verdadera-
mente eficaz en la actuación de Jesús, que va haciendo retroceder el imperio de Satanás.

2. El endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20)

Mt 8 Mc 5 Lc 8
26

28Al llegar a la otra orilla, 1 Y llegaron al otro lado del 26 Arribaron a la región de
a la región de los gadare- mar, a la región de los gera- los gerasenos, que está fren-
nos, senos. te a Galilea.

vinieron a su encuentro dos 2 Apenas saltó de la barca, 27 Al saltar a tierra, vino de


endemoniados que salían de vino a su encuentro, de en- la ciudad a su encuentro un
los sepulcros, tre los sepulcros, hombre, poseído por los de-
monios,

y tan furiosos que nadie era un hombre con espíritu in-


capaz de pasar por aquel mundo,
camino.

3 que moraba en los sepul- y que hacía mucho tiempo


cros y a quien nadie podía que no llevaba vestido, ni
ya tenerle atado ni siquiera moraba en una casa, sino en
con cadenas, los sepulcros.
4 pues muchas veces le ha-
bían atado con grillos y ca-
denas, pero él había roto las
cadenas y destrozado los
grillos, y nadie podía domi-
narle.
5 Y siempre, noche y día, an-
daba entre los sepulcros y
por los montes, dando gritos
e hiriéndose con piedras.
28 Al ver a Jesús, cayó ante
6 Al ver de lejos a Jesús, co- él,
rrió y se postró ante él
gritando con gran voz: «
29 Y se pusieron a gritar: « 7 y gritó con gran voz: « ¿Qué tengo yo contigo, Je-
¿Qué tenemos nosotros con-
tigo, Hijo de Dios? ¿Has ve- ¿Qué tengo yo contigo, Je- sús, Hijo de Dios Altísimo?
nido aquí para atormentar- sús, Hijo de Dios Altísimo? Te suplico que no me ator-
nos antes de tiempo? » Te conjuro por Dios que no mentes. »
me atormentes. »

Es que él había mandado


29
8Es que él le había dicho: « al espíritu inmundo que
Espíritu inmundo, sal de saliera de aquel hombre;
este hombre. » pues en muchas ocasiones
se apoderaba de él; le suje-
27

taban con cadenas y grillos


para custodiarle, pero rom-
piendo las ligaduras era em-
9 Y le preguntó: « ¿Cuál es
pujado por el demonio al
desierto.
tu nombre? » Le contesta: «
Mi nombre es Legión, por- 30 Jesús le preguntó: «
que somos muchos. » ¿Cuál es tu nombre? « Él
contestó: « Legión »; por-
que habían entrado en él
10 Y le suplicaba con insis- muchos demonios.

tencia que no los echara


Y le suplicaban que no les
31
fuera de la región.
mandara irse al abismo.

30Había allí a cierta distan-


cia una gran piara de puer-
cos paciendo. Había allí una gran piara
11

de puercos que pacían al pie


31 Y le suplicaban los demo- del monte; 32 Había allí una gran piara

nios: « Si nos echas, mánda- 12 de puercos que pacían en el


nos a esa piara de puercos. y le suplicaron: « Envía- monte;
» nos a los puercos para que
entremos en ellos. » y le suplicaron que les per-
mitiera entrar en ellos;
32 Él les dijo: « Id. » 13 Y se lo permitió.
Saliendo ellos, se fueron a
los puercos, Entonces los espíritus in-
mundos salieron y entraron y se lo permitió.
en los puercos,
33 Salieron los demonios de

y de pronto toda la piara se y la piara -unos dos mil- se aquel hombre y entraron en
arrojó al mar precipicio arrojó al mar de lo alto del los puercos;
abajo, precipicio
y la piara se arrojó al lago
y perecieron en las aguas. y se fueron ahogando en el de lo alto del precipicio,
mar.

33 Los porqueros huyeron, y se ahogó.


14 Los porqueros huyeron
y al llegar a la ciudad lo
contaron todo y también lo y lo contaron por la ciudad
de los endemoniados. y por las aldeas; y salió la 34 Viendo los porqueros lo
28

gente a ver qué era lo que que había pasado, huyeron


había ocurrido.
34 Y he aquí que toda la ciu-
y lo contaron por la ciudad
dad salió al encuentro de y por las aldeas.
Jesús
15 Llegan donde Jesús y ven

al endemoniado,
35 Salieron, pues, a ver lo

al que había tenido la Le- que había ocurrido y, lle-


gión, gando donde Jesús,

sentado, vestido y en su
sano juicio,
encontraron al hombre del
y, en viéndole, le rogaron que habían salido los demo-
que se retirase de su tér- nios, sentado, vestido y en
mino. su sano juicio, a los pies de
Jesús;
y se llenaron de temor.
y se llenaron de temor.

16 Los que lo habían visto


les contaron lo ocurrido al 36 Los que lo habían visto,
endemoniado y lo de los les contaron cómo había
puercos. sido salvado el endemonia-
17 Entonces comenzaron a
do.
rogarle que se alejara de su 37 Entonces toda la gente del
término. país de los gerasenos le ro-
garon que se alejara de
ellos,

porque estaban poseídos de


18 Y al subir a la barca, gran temor.

Él, subiendo a la barca, re-


gresó.
el que había estado endemo-
niado le pedía estar con él.
38 El hombre de quien ha-
19 Pero no se lo concedió,
sino que le dijo: bían salido los demonios, le
pedía estar con él;
« Vete a tu casa, donde los
tuyos, y cuéntales lo que el pero le despidió, diciendo:
29

Señor ha hecho contigo

y que ha tenido compasión 39 « Vuelve a tu casa y cuen-


de ti. » ta todo lo que Dios ha hecho
contigo. »
20 Él se fue y empezó a pro-

clamar por la Decápolis

todo lo que Jesús había he-


cho con él,
Y fue por toda la ciudad
y todos quedaban maravilla- proclamando
dos.
todo lo que Jesús había he-
cho con él.

Texto griego
30

La escena del El endemoniado de Gerasa se resiste a la tendencia de una explicación


natural y solo puede ser comprendida en su conjunto como relato verídico de testigos de
vista o quedar declarada como una pura fantasía. Para Marcos es de vital importancia la
muestra del poder de Jesús sobre los demonios. Esta narración, sobre todo en su parte cen-
tral que comprende los vv. 11-14, fracasan todos los intentos de comprender los casos de
posesión de los evangelios como simples enfermedades mentales, como desdoblamiento de
la personalidad. El análisis del texto evangélico de Mc muestra las numerosas incoheren-
cias que se pueden explicar por la presencia de duplicados (cfr. SCHMID, J., (1967) El
Evangelio según San Marcos, Biblioteca Herder, Sección de Sagrada Escritura, Barcelona:
Editorial Herder, p. 158).

Después de la travesía del lago, se ha hecho ya evidentemente de día, según el relato


anterior de La tempestad calmada en Mc 4, 35: Este día, al atardecer. Según Mc 5, 1 Jesús
llega a la región de los gerasenos, y por el v. 2 en el que Jesús abandona la nave que le ha
llevado hasta la orilla del mar, podemos deducir que se trata de la orilla del lago de Tibería-
des -en el NT se le llama simplemente mar de Galilea y también mar o lago de Tiberíades,
según Jn 6, 1: se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades-. Ahora
bien, la ciudad de Gerasa -ciudad perteneciente a la región de la Decápolis, grupo de ciuda-
des helenísticas con población mayoritariamente pagana situado al sur de Siria y al nordeste
de Palestina- que es la actual Djerash, se encuentra a más de cincuenta kilómetros del lago,
cosa que hace que los vv. 1 y 2 sean inconciliables entre sí. Se puede pensar que tal men -
ción proviene de un influjo del episodio de los puercos, ya que estos se precipitaron en el
mar (cfr. P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J. L.
MALILLOS, (19777), Sinopsis de los cuatro
Evangelios, Tomo II, Bilbao: Descleé De
Brouwer, p. 188; SCHMID, J., p. 158-159).

No obstante, hay un problema con el tér-


mino gerasenos. En los antiguos manuscritos de
los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se en-
cuentran diversos nombres gentilicios al co-
mienzo de este relato: gerasenos, gadarenos,
gergesenos, gergesinos y gergistenos. Al pare-
cer, los escribas posteriores tenían sus propias
ideas sobre dónde había que situar el milagro y,
con arreglo a ellas, cambiaron el nombre. A este
respecto, según el crítico textual Bruce M. Me-
tzger, la correcta lectura de Marcos (del que de-
penden Mateo y Lucas en sus versiones del rela-
to) es, muy probablemente, región de los gera-
31

senos (cfr. MEIER, J., (2000) Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, Tomo
II/2: Los milagros, Navarra: Editorial Verbo Divino, p. 751).

Ahora bien, es posible que el in-


cidente de la entrada de los demonios
en los cerdos, que luego se arrojan
por un precipicio al mar de Galilea y
se ahogan (Mc 5,11-13), sea un añadi-
do posterior y fácilmente separable
del relato estricto del exorcismo. La
razón es que otras ciudades de la De-
cápolis distaban mucho menos del
mar de Galilea; entre ellas Gadara,
que, aun presentando también sus
problemas geográficos, se hallaba a
una distancia más razonable de unos
ocho o nueve kilómetros. La probabi-
lidad de que gadareno sea el gentili-
cio correcto, se deba tal vez a una asi-
milación de la lectura original recogida por el paralelo de Mt 8, 28, puesto que el Evangelio
de Mateo era el predominante en la época patrística. Sin embargo, Orígenes encontró como
improbable la ciudad de Gadara, y se inclinó a situar el hecho en Gergesa, en la orilla
oriental del lago, y de ahí el gentilicio de gergesenos (cfr. MEIER, J., pp. 751, 752, 767,
768, 1243,1244).

Mas, si se decide que gerasenos es el gentilicio correcto, ¿qué hacer con el hecho de
la estampida de los cerdos si se considera que Gerasa está a varios kilómetros del mar?,
¿acaso los cerdos correrían más de cincuenta kilómetros para arrojarse al mar? Puesto que
éste relato surgió en Palestina o en una región adyacente a ella y puesto que presumible-
mente el escritor original sabía bien que Gerasa no estaba cerca del mar de Galilea, es posi -
ble concluir que gerasenos pertenece a la forma más primitiva del relato y confirma la idea
de que el incidente de los cerdos no estaba incluido en un principio en la forma primitiva
del relato. Nuestro análisis no se avoca a la piara, más bien, al relato estricto del exorcismo.

El hombre con espíritu inmundo del que habla el v. 2 está en un estado de locura y fu-
ria y su aversión a los hombres le hace escoger como morada los sepulcros que, en la men-
talidad judía, eran motivo de impureza si se les frecuentaba, además de que eran concebidos
como el lugar de los demonios. Por su peligrosidad, el poseso había sido puesto entre cade-
nas aunque en vano, pues ya varias veces se las había destrozado, de tal manera que ya na-
die podía dominarle. Ahora, ha huido de los hombres, que al parecer le son hostiles (SCH-
MID, J., p. 159).
32

Sin embargo, según el v. 2, resulta interesante que este hombre con espíritu impuro
que huía de los hombres, fue al encuentro de Jesús. El verbo indica que una persona llega
cerca de otra persona de forma que se puede establecer un diálogo entre ellas: En esto, Je-
sús les salió al encuentro y les dijo: « ¡Dios os guarde! » Y ellas, acercándose, se asieron
de sus pies y le adoraron (Mt 28, 9); Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y
le dijeron que su hijo vivía. (Jn 4, 51); y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro
diez hombres leprosos, que se pararon a distancia (Lc 17, 12); y tal es el sentido del verbo
en el texto paralelo de Mt 8, 28b: vinieron a su encuentro dos endemoniados. Por ello, cau-
sa extrañeza lo que dice Mc 5, 6: viendo a Jesús de lejos, corrió; tal expresión es incompa-
tible con lo que dice el v. 2. Tal vez por eso Lc 8, 28a suprimió las expresiones de lejos y
corrió: Al ver a Jesús se echó a sus pies.

En los vv. 2 y 3 de Mc se nota la repetición de la palabra sepulcro en dos formas grie-


gas diferentes: , en el v. 2, término que también utiliza Mt 8, 28; y , en
el v. 3, término empleado por Lc 8, 27. Este duplicado podría ser el indicio de que Mc em-
plea dos fuentes diferentes (P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J. L. MALILLOS, p. 188).

La expresión de Mc 5, 6: corrió y se postró ante él, no se trata de un ataque hostil


como podría dar a entender el v. 7, sino que es un acto de defensa y protección propia. Aquí
ya no actúa en realidad el poseso, sino los demonios, bajo cuyo poder se encuentra. El
echarse a tierra y el postrase que es un rendirse son un acto de defensa y reconocimiento,
pues los demonios sienten la cercanía de aquel hombre que es Jesús, Hijo del Dios Altísi-
mo. Esta designación, que también está en Mc 3, 11: Y los espíritus inmundos, al verle, se
arrojaban a sus pies y gritaban: « Tú eres el Hijo de Dios. », es en el AT un nombre de
Dios, usado principalmente por los no israelitas:
18Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues
era sacerdote del Dios Altísimo, 19 y le bendijo diciendo: « ¡Bendito
sea Abram del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra (…) 22 Pero
Abram dijo al rey de Sodoma: « Alzo mi mano ante el Dios Altísimo,
creador de cielos y tierra (Gn 14, 18-19. 22).

Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo (Is 14,


14).

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, digno de loor, y tu


nombre sea glorificado eternamente (Dn 3, 26).

Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: « Estos hombres son


siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación. »
(Hch 16, 17).
33

Antes de estos momentos en los que se intenta revelar la verdadera identidad de Je-
sús, solo se registra el episodio cuando Dios habla desde el cielo en el bautismo y en la
transfiguración. En este sentido, los demonios al ser exorcizados, tienen la capacidad de de-
latar y expresar la filiación divina de Jesús. El diálogo que mantiene Jesús con le endemo-
niado en Mc 5, 6-7se ajusta a un programa teológico de la identidad de Jesús de Nazaret y
no meramente como un dato histórico (cfr. MEIER, J., p. 753). En las religiones paganas se
emplea este título también para la designación del primero de los dioses (vgr. Zeus), lo que
encuadra con el carácter predominantemente pagano de la región en la que se desarrolla el
relato (SCHMID, J., p. 159).

Llama la atención la expresión gritó con fuerte voz del v. 7 (,j), que se encuen-
tra también en Mc 1, 26 pero con un verbo diferente: Y agitándole violentamente el espíritu
inmundo, dio un fuerte grito (ñ) y salió de él. Tal término ya no se encuentra en
ningún otro lugar, a no ser en labios de Jesús en la cruz en Mt 27, 50: Pero Jesús, dando de
nuevo un fuerte grito (,j), exhaló el espíritu, pero que está con un verbo diferente en
Mc 15, 13: La gente volvió a gritar (;): « ¡Crucifícale! » (P. BENOIT, M.-E.
BOISMARD, J. L. MALILLOS, p. 189).

El relato de Mc no habla más que de un solo espíritu impuro en el poseso hasta el v.


10a, mientras que Mt 8, 28b menciona dos endemoniados: vinieron a su encuentro dos en-
demoniados. Pero en los vv. 10b-13, paralelos a Mt 8, 30-32, todo está en plural como si el
endemoniado tuviera varios demonios dentro:

Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.


Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le
suplicaron: « Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. » Y
se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en
los puercos, y la piara - unos dos mil se arrojó al mar de lo alto del
precipicio y se fueron ahogando en el mar (Mc 5, 10b-13).

Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.


Y le suplicaban los demonios: « Si nos echas, mándanos a esa piara
de puercos. » Él les dijo: « Id. » Saliendo ellos, se fueron a los puer-
cos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y pe-
recieron en las aguas (Mt 8, 30-32).

Esta anomalía es también un indicio de que Mc fusiona dos relatos diferentes, uno de
los cuales sería paralelo al de Mt. Esta fusión explica la razón de ser del breve diálogo de
Mc 5, 9: Y le preguntó: « ¿Cuál es tu nombre? » Le contesta: « Mi nombre es Legión, por -
que somos muchos. »; que falta en Mt: este diálogo establece una unión artificial entre los
34

dos relatos que fusiona Mc, aquel en que no se trataba más que de un solo demonio y aquel
en que había varios (P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J. L. MALILLOS, p. 188).

En este mismo v. 9, Jesús le obliga al espíritu inmundo a confesar su nombre. La res-


puesta del demonio no hay que entenderla como una ocultación de su nombre real, como un
intento de esquivar el poder real de Jesús y en ningún caso como un querer alardear de la
miríada de sus compañeros con los que se sabe unido, hecho que no estaría de acuerdo con
la situación desesperada de la que él mismo es consciente al suplicarle que no los echara
fuera de la región (v. 10). En efecto, su nombre es Legión (.) término que designa
una unidad militar de más de 6.000 hombres. La palabra latina como término técnico mili-
tar había pasado como préstamo al griego y al arameo, por lo que no se trataba de un lati-
nismo de Marcos. Este nombre da a entender que no se trata de un solo demonio, sino de
muchos, un ejército, y expresan al mismo tiempo, tanto su multiplicidad como su homoge-
neidad, formando una sola unidad en el poseso. Por eso aparece en el relato tanto en núme-
ro singular (vv. 8-10) como en plural (vv. 9-10. 12ss) (cfr. P. BENOIT, M.-E. BOIS-
MARD, J. L. MALILLOS, p. 189; SCHMID, J., p. 160; MEIER, J., p. 753).

En el v. 11 aparece una gran piara de puercos que pacían al pie del monte. Estos
puercos son el refugio solicitado por los demonios y que se ajusta al medio predominante-
mente pagano de esta región, pues los judíos tenían prohibida tanto la cría de cerdos como
comerlos: ni cerdo, pues aunque tiene la pezuña partida, hendida en mitades, no rumia; se-
rá impuro para vosotros. No comeréis su carne ni tocaréis sus cadáveres; serán impuros
para vosotros (Lev 11, 7-8) (SCHMID, J., p. 160).

En el v. 12 se encuentra el ruego de los demonios de que les permita introducirse en


los cerdos, no de irse con ellos, responde a su deseo de encontrar una nueva morada terre-
nal. Así mismo, en el v. 13 Jesús accede a esta suplica, quedando los demonios expulsados
del poseso. Pero la posesión de los puercos les trae un resultado inesperado por los demo-
nios: los puercos pierden la vida, y con ello, los demonios pierden su morada terrena. El da-
ño causado a los propietarios de los puercos, no puede ser entendido como un castigo inten-
cionado de Jesús, ya que ellos no eran judíos (P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J. L. MA-
LILLOS, p. 189; SCHMID, J., p. 161).

En los vv. 14-16 tenemos por dos veces la mención de que la gente de la ciudad va al
lugar del milagro y por dos veces son informados de lo ocurrido: y salió la gente a ver qué
era lo que había ocurrido (v. 14 que está en Mt y en Lc); Los que lo habían visto les conta-
ron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos (v. 16 que falta en Mt, pero que está en
Lc). Así pues, ¿a qué venía el mandato de Jesús cuando toda la ciudad a sus alrededores es-
taba ya al corriente de lo sucedido (v. 14)? (cfr. P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J. L. MA-
LILLOS, p. 188, 189; SCHMID, J., p. 161).
35

El final del relato, los vv. 18b-20, que falta en Mt, se concilian difícilmente con lo di-
cho en los vv. 14-17, que son en parte paralelos en Mt. En efecto, si el acto de Jesús provo-
ca la pérdida de toda una piara de puercos tuvo como resultado el hacerle indeseable en la
región, según el v. 17: Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. La
reacción de aquella gente pagana no es de alegría, sino de temor ante el terrible y misterio-
so poder de Jesús. De ahí, que le regaran que se alejara (P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J.
L. MALILLOS, p. 189).

En contraste con los paganos, el exposeso, ahora liberado de los demonios por Jesús,
reconoce en él al taumaturgo que lo curó. Sin embargo, ¿cómo le puede decir Jesús al expo-
seso que vaya a anunciar a los suyos lo que el Señor ha hecho con él (v. 19)? Aunque el ex-
poseso reconoce el poder liberador de Jesús y agradecido quiere seguirle, Jesús no lo per-
mite. Por eso la petición de Jesús. Él no quiere aceptar a un pagano entre sus discípulos, ni
llevar consigo a un curado como evidencia de su poder, sino que lo manda a su casa, donde
deberá difundir lo que el Señor, es decir, Dios, ha realizado en su favor. La solicitud de Je-
sús difiere con la de otros casos donde ordena tajantemente el silencio a los curados:

« Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y


haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les
sirva de testimonio (Mc 1, 44); Pero él les mandaba enérgicamente
que no le descubrieran (3, 12); Jesús les mandó que a nadie se lo con-
taran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban
(7, 36); Y le envió a su casa, diciéndole: « Ni siquiera entres en el
pueblo (8, 26).

Tal vez, la razón más acertada por la que Jesús le ordenó contar lo que el Señor hizo
con él, sea porque sabía que se iría a proclamar por la Decápolis (v. 20). La Decápolis es
un territorio predominantemente pagano, en donde no existe el peligro de una falsa inter-
pretación de la mesianidad de Jesús. La Decápolis es el país de la Diez Ciudades, esto es, el
dominio formado por diez ciudades aliadas, aunque de tanto en tanto se eliminaba alguna
de la lista, mientras se agregaban otras. La Decápolis está situada al SE del lago de Genesa-
ret (llamado también mar de Galilea o mar/lago de Tiberíades). Esta región está habitada
sobre todo por griego y sirios, y estaba sometida directamente al gobernador de la provincia
romana de Siria, después de su separación del dominio judío en la época de los Macabeos,
llevada a cabo por Pompeyo en el año 64/63 a. C (cfr. P. BENOIT, M.-E. BOISMARD, J.
L. MALILLOS, p. 189).

Por estas observaciones del análisis del texto evangélico de Mc 5, 1-20, se puede con-
cluir que el relato de Mc fusiona dos relatos diferentes, uno paralelo al de Mt, y otro que del
que no se encuentra huella en Mt.
36

3. La victoria de Cristo sobre Satanás

De la práctica exorcista de Jesús es posible comprender la esencia del exorcismo. Él


vino para anunciar e inaugurar el Reino de Dios en medio de los hombres. Sin embargo,
esta capacidad de acoger a Dios queda ofuscada por el pecado, y el mal pasa a ocupar el lu-
gar de Dios en el corazón del hombre. Mas Cristo, por medio del misterio pascual de su
muerte y resurrección nos ha arrancado de la esclavitud del diablo y del pecado (CEC 394),
destruyendo su poder, liberando todas las cosas de los contagios malignos (Ritual Romano
de Exorcismos y otras Súplicas. Instaurado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuméni-
co Vaticano II, promulgado por la autoridad del Papa Juan Pablo II, (2005), España: Comi-
sión Episcopal Litúrgica, Coeditores Litúrgicos, p. 16).

Así pues, el poder de las tinieblas encuentra su fin con la acción obediente del Señor
hasta su muerte, con la que rechazó el ataque final de Satanás por el poder de la Cruz (cfr.
Misal Romano, Prefacio I de la Pasión). Esta victoria de Cristo se hace patente en su resu-
rrección -como dice Ef 1, 22- cuando Dios lo exaltó de entre los muertos y lo sentó a su de -
recha, sometiendo todo a sus pies: Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Ca-
beza suprema de la Iglesia (Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas, prænotanda
16).

Ahora bien, presentamos a Jesucristo como vencedor de Satanás, como vencedor en


su actividad como exorcista y como vencedor por su muerte y resurrección, para que conste
que la victoria de Cristo sobre los poderes del infierno (cfr. Mt 16, 18), no se detienen con
el fatal fin de Jesús en el patíbulo de la cruz, sino que se perpetúa en la labor misional de
sus discípulos y por el encargo de sus sucesores en la Iglesia, y esta ejerce tal acción en
nombre de Cristo.

a. Jesucristo: vencedor de Satanás

El misterio de la iniquidad solo se ilumina con la luz del misterio de la piedad. La re-
velación del amor de Cristo ha manifestado el alcance del mal, pero al mismo tiempo ha
manifestado la sobreabundancia de su gracia:

La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero don-


de abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así como el pecado rei-
nó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia
para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor (Rm 5, 20-21).
37

Y aunque alguien podría argüir que es evidente que el mundo entero está sometido al
poder del malo: Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Ma-
ligno (1Jn 5, 19), sin embargo, Jesús lo venció (cfr. FRAY BENIGNO, (2011) El diablo
existe. ¡Yo lo encontré!, México: Ediciones Paulinas, p. 56). Así nos los recuerda el mismo
evangelista: El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo (1Jn 3, 8).
También el autor de la carta a los Hebreos nos lo recuerda:

Por tanto, así como los hijos participan de la sangre y de la carne,


así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la
muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo, y libertar a cuantos,
por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud
(Heb 2, 14-15).

Y también nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: Dios envió a su Hijo en nuestra
carne para arrebatar a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (AG 3).

b. Jesucristo: vencedor en su actividad como exorcista

En los Evangelios se constata la autoridad con la que Jesús intervenía para expulsar
los espíritus inmundos. Los mismos judíos se asombraban de lo que eran testigos: Todos
quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: « ¿Qué es esto? ¡Una
doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obede-
cen. » (Mc 1, 27).

Los hebreos conocían bien los exorcismos practicados por algunos de ellos. Este am-
biente no les era extraño y el mismo Jesús ejerce su actividad como exorcista en este con-
texto, pues algunos ya se dedicaban al dominio del mundo espiritual (cfr. FRAY BENIG-
NO, pp. 52, 53).

La novedad de Jesús está en su persona y en la manera en cómo se manifestaba. Sus


palabras dichas con autoridad revelaban su identidad: « Espíritu sordo y mudo, yo te lo
mando: sal de él y no entres más en él. » (Mc 9, 25).

c. Jesucristo: vencedor por su muerte y resurrección

La misión de Jesús consistió en la Salvación del hombre y la llevó a cabo desde la


Encarnación, pasando por toda su vida, su predicación, milagros y ministerio en general,
culminándola en el patíbulo de la cruz. En el desarrollo de su ministerio se contemplan los
milagros de curaciones y exorcismos. En estos últimos, Jesús traba una batalla directa con
38

Satanás. En otras ocasiones son indirectas, como en el siguiente pasaje, en el que es obvio
que no hay actividad exorcista por parte de Jesús, sin embargo, es notorio la pugna que
existe entre Jesús y Satanás (cfr. FRAY BENIGNO, pp. 54, 55).

Un día, Jesús, en una disputa con los judíos, quienes lo querían matar, les dijo:

Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los de-


seos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se
mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la
mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de
la mentira (Jn 8, 44).

Por lo tanto, es posible establecer que Jesús, en esta circunstancia, reveló que el dia-
blo tenia ciertos deseos de querer darle muerte valiéndose cualquier medio: Durante la
cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
propósito de entregarle (Jn 13, 2).

Jesús, al asumir la muerte como una consecuencia de su misión, aceptó también ser
alcanzado por el odio de Satanás, y encontrándose ya clavado en la cruz ofreció al Padre su
muerte y la ofreció por amor a los hombres. Con este ofrecimiento, todo intento negativo de
Satanás se derrumbaba. En ese momento todas las obras del maligno se destruían y poste-
riormente con la resurrección, Jesús nos donaba la vida eterna:

…nosotros que creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos


a Jesús Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados, y
fue resucitado para nuestra justificación (Rm 4, 24-25).

La primera obra de Satanás que fue destruida por el sacrificio de Jesús fue el pecado.
De ello, San Pablo habló de un recibo con nuestra deuda, cuyas condiciones nos eran desfa-
vorables, recibo que fue quitado de en medio, clavándolo en la cruz: Canceló la nota de
cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables,
y la suprimió clavándola en la cruz (Col 2, 14).

A su vez, Pedro dijo que Jesús subió nuestros pecados a la cruz para que nosotros mu-
ramos a los pecados y vivamos para la honradez, añadiendo que con sus llagas fuimos cura-
dos:

…el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su


cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la
justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas
39

descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vues-


tras almas (1Pe 2, 24-25).

Así también lo expresa el autor de la carta a los Hebreos:

… así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez


para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez
sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación
(Hb 9, 28).

Otra obra de Satanás que Jesús destruyó con su muerte y resurrección fue precisa-
mente nuestra muerte y sufrimientos, que habían entrado al mundo a causa del pecado. Je-
sús ofrece una nueva dimensión con valor redentivo tanto a la muerte como al sufrimiento.
Ahora, éstos ya no son la consecuencia del pecado de nuestros primeros padres, sino el me-
dio particular para alcanzar nuestra salvación y la de otros, y esto desde la pasión y muerte
de Jesús. De ahí la declaración a los discípulos de Emaús:

« ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron


los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara
así en su gloria? » (Lc 24, 25-26).

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Era necesario que Jesús muriera en la cruz para ser
salvados? ¿El Padre quería la muerte de su Hijo para que el género humano se salvara?
¿Acaso no había otra vía de salvación con tal de que Jesús no padeciera la cruz? ¿Jesús se
vio fuertemente afectado por Satanás en su intento de darle muerte? Ciertamente la muerte
de Jesús en este género de la cruz no era necesaria, de lo contrario, anularíamos la libertad
de Jesús al asumir él la misión de Enviado del Padre y quitaríamos crédito a la lucha
(o,) que Jesús sostuvo en el Getsemaní al aceptar la cruz. La muerte de Jesús en la cruz
no fue necesaria, sino que él la hizo necesaria por su vida, ministerio y presencia.

Así pues, podemos concluir que la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección se


convierten en victoria sobre el pecado, la muerte y el sufrimiento eterno. Jesús no abolió de
la vida humana los sufrimientos temporales ni tampoco aquellos que son producidos por ac-
ción del pecado o del Maligno, por eso, Jesús deja bien claro que estas manifestaciones,
aunque no lo parezcan, son para que se revele la gloria de Dios:

Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron


sus discípulos: « Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya
40

nacido ciego? » Respondió Jesús: « Ni él pecó ni sus padres; es para


que se manifiesten en él las obras de Dios (Jn 9, 1-3).

Por ello, quienes sufren a causa del Maligno, están llamados a participar de los sufri-
mientos de Jesús y a tomar parte también de esta gloria:

Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de


Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son compa-
rables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Rm 8, 17-
18).

En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre


toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no pone-
mos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las
cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas (2Cor 4,
17-18).

…alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de


Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de
su gloria (1Pe 4, 17).

Por eso, quienes sufren, sobre todo, si es a causa del Maligno, al menos los creyentes,
deben captar tal acontecimiento desde la fe. La vida de estas personas que están sometidas
por el yugo del mal, son un motivo valioso para que en ellas se manifieste la intervención
divina.
41

Capítulo III

EL EXORCISMO COMO PRÁCTICA DE LA IGLESIA DE CRISTO

…………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………….

El término exorcismo es la transcripción del griego (…….) que significa conjuro, o


sea, el acto de obligar con juramento a hacer algo. Tiempo después, el término adquirió el
significado de ordenar a los espíritus que dejen a las personas que se encuentran poseídas.
Este término exorcixein procede del vocablo orkos (juramento) y puede significar hacer ju-
rar en el sentido de invocar a alguien insistentemente e inducirlo a hacer algo, y por ello
puede referirse a personas, o bien, a espíritus buenos o malos. En lengua latina, este tér-
mino se traduce como exorcizare y tiene el significado fundamental de conjurar para que
una persona sea purificada del demonio. Además de estos significados, conjurar puede en-
tenderse como: librar de alguien, pedir ardientemente algo, impetrar, implorar, rogar, supli-
car, invocar, evitar, vencer, superar, esquivar, derrotar.

En el Codex Iuris Canonic está indicado que el exorcismo es un sacramental, pues los
cánones que hablan de ello, cann. 1172 y 1166, se hallan bajo el título De sacramentalibus.
Ahora bien, según el can. 1166, los sacramentales son signos sagrados, por los que, a imita-
ción en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen por intercesión de la
Iglesia unos efectos principalmente espirituales.

En el Cathechismus Ecclesiæ Catholichæ se habla de los exorcismos:

517. Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. La Reden-


ción nos viene ante todo por la sangre de la cruz (Cf. Ef 1, 7; Col 1,
13-14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida
de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enrique-
ce con su pobreza (Cf. 2 Co 8, 9); en su vida oculta donde repara
nuestra insumisión mediante su sometimiento (Cf. Lc 2, 51); en su pa-
labra que purifica a sus oyentes (Cf. Jn 15,3); en sus curaciones y en
sus exorcismos, por las cuales "él tomó nuestras flaquezas y cargó con
nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; Cf. Is 53, 4); en su Resurrección,
por medio de la cual nos justifica (Cf. Rm 4, 25).

549. Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre


(Cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (Cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de
42

la muerte (Cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obs-


tante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (Cf. LC 12, 13.
14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave,
la del pecado (Cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de
hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.

550. La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás


(Cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demo-
nios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los
exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demo-
nios (Cf. Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el
príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será defini-
tivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus"
("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla Regis").

1673. Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en


nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido
contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla
de exorcismo. Jesús lo practicó (Cf. Mc 1,25s; etc.), de él tiene la Igle-
sia el poder y el oficio de exorcizar (Cf. Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En
forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo.
El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y
con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con pru-
dencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia.
El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio
demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su
Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo síqui-
cas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es impor-
tante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de
una presencia del Maligno y no de una enfermedad (Cf. CIC, can.
1172).

2850. La última petición a nuestro Padre está también contenida en


la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los
guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno
individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comu-
nión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana.
La oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la eco-
nomía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del peca-
do y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "co-
munión con los santos" (Cf. RP 16).
43

2854. Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para


ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los
que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta
al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los
males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz
y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando
así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de
todo en Aquél que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap
1,18), "el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir" (Ap
1,8; Cf. Ap 1, 4): “Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos
la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, viva-
mos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”
(MR, Embolismo).

El exorcismo, en cuanto sacramental, es considerado como un signo sagrado por el


que se obtiene, por impetración de la Iglesia, efectos sobre todo espirituales (cfr. FLORES,
J., (2010) Los Sacramentales: bendiciones, exorcismos y dedicación de Iglesias, Biblioteca
Litúrgica 38, Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, pp. 196, 197).

III.El exorcismo como práctica de la Iglesia de Cristo……………


1. El ministerio del exorcismo en la Iglesia posconciliar……………
c. El exorcismo
d. El exorcista
e. El poseso
2. Ritual Romano De exorcirmis et supplicationibus quibusdam
3. Aspecto pastoral: liturgia de doble enfoque……………………………

Pastoral de liberación
44

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

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(ver X. SATANAS, pp. 117ss.)

 Historicidad de estos relatos


 La multiplicidad de los relatos sobre exorcismos en los evangelios no avala la histo-
ricidad de ningún relato en particular pero sí la práctica exorcista de Jesús. Dicho de
otra manera, la existencia de estos relatos seria difícilmente explicable si Jesús no
48

hubiera practicado su habilidad de expulsar demonios. (TEXTO PARA EL SE-


GUNDO CAPITULO, PENSADO PARA LA CUESTION EXEGETICA, EN LA
PARTE HISTORICA CRITICA DEL TEXTO BÍBLICO, TANGO PENSADO MC
5, EL ENDEMONIOADO DE GERASA.)

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