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LUIS A. CALVO
Vida y obra

Colección
Temas y Autores Regionales
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LUIS A. CALVO
Vida y obra

Compilación:
Orlando Serrano Giraldo
Luis Álvaro Mejía A.

Colección
Temas y Autores Regionales
Bucaramanga, 2005

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© Universidad Industrial de Santander

Edición exclusiva para la colección


“Autores y Temas Regionales”
Dirección Cultural
Universidad Industrial de Santander

Rector UIS: Álvaro Beltrán Pinzón


Vicerrectora Académica: Lucila Niño Bautista
Dirección Cultural: Luis Álvaro Mejía Argüello

Diagramación e Impresión:
División Editorial y de Publicaciones UIS

Ilustración de cubierta: Piano de Luis A. Clavo


Foto: Holguer López T.

Fotografías: de Holguer López T. en páginas interiores:


(Páginas: inferior pag. 20, inferior pág. 45, pag.53, pág. 54, pág. 85.

Primera Edición: Noviembre de 2005

Compiladores:
Orlando Serrano Giraldo
Luis Álvaro Mejía Argüello

ISBN:

Dirección Cultural UIS


Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.
Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364
divcult@uis.edu.co
Bucaramanga, Colombia

Impreso en Colombia

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ÍNDICE
Presentación 9

La polifacética personalidad
musical de Luis Antonio Calvo
Mario Gómez-Vignes 11

Luis A. Calvo, mito e intuición


José Ivan Hurtado Hidalgo 21

El maestro Luis A. Calvo


Juan Lozano y Lozano 35

«Escenas Pintorescas de Colombia.»


Luis Antonio Calvo 47

Páginas autobiográficas
Luis Antonio Calvo 63

Cronología 63

Catálogo y discografía de la obra de Luis A. Calvo 69

Bibliografía 97

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PRESENTACIÓN

A
l conmemorarse los 60 años del fallecimiento del maes-
tro Luís Antonio Calvo y llegar a su XV versión el Fes-
tival de Música Andina Colombiana que en su honor
realiza todos los años la Dirección Cultural de la UIS, con el
apoyo del Banco de la República y el Ministerio de Cultura,
hemos creído oportuno poner a disposición de los investigado-
res musicales, coleccionistas, programadores de radio y
melómanos una compilación de la información básica sobre la
vida y obra del maestro santandereano Luís A. Calvo.
Si bien es cierto que el maestro Luís A. Calvo es reconocido
como uno de los músicos mayores en la geografía musical de
Colombia, la información sobre su vida y obra es escasa, frag-
mentaria y dispersa. Esta compilación no pretende ser otra cosa
que una pequeña caja de herramientas, que permitirá una aproxi-
mación informada al legado musical del maestro Calvo. En la
inmensidad de su talento, la melodía de la vida labró la magia de
su música. Su expresión recorre caminos que huelen a tierra
mojada por el rocío de una noche con estrellas, aromatizada
por los vientos que traen los olores del trabajo. Su obra sabe a
lo que huele la dulce fragancia del trapiche y el suave aroma del
tabaco.
Mucho queda por indagar, analizar y difundir de su legado mu-
sical. Con esta compilación creemos establecer un punto de
partida para ahondar en futuras investigaciones. Queremos ex-
presar nuestros agradecimientos a los maestros José Vicente
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Niño Santos y Luís Fernando León Rengifo que generosamente
pusieron a nuestra disposición la información de que son privile-
giados depositarios. Igualmente agradecemos a los maestros
Mario Gómez-Vignes y José Iván Hurtado Hidalgo que aporta-
ron sendos ensayos valorativos de la obra del maestro Calvo,
contribuyendo decididamente a la superación del mito y la con-
solidación de una visión estética y objetiva de su obra.

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LA POLIFACÉTICA
PERSONALIDAD MUSICAL
DE LUIS ANTONIO CALVO
Versión resumida de una charla ilustrada con
grabaciones e interpretaciones en vivo,dictada por
el autor durante el XII Festival de Piano de la
U.I.S., en el foyer del Auditorio «Luis A. Calvo»

MARIO GÓMEZ-VIGNES*

E
l romanticismo, que entró tarde a través de las costas de
nuestra América, venía un poco trasnochado y se asentó
vigorosamente en los medios musicales criollos y al acli-
matarse, produjo una avasallante andanada de creadores loca-
les que reprodujeron a su manera lo que venía de ultramar en
forma de partituras impresas, rollos de pianola y en los reperto-
rios de uno que otro artista itinerante, como Louis Moreau
Gottschalk, Rosina Storchio, Luis Dunker Lavalle, Teresa Carreño
o María Barrientos.
Ese producto que nos llegó de Europa en las últimas tres déca-
das del siglo pasado era la consecuencia última de una evolución

* Compositor y musicólogo chileno residenciado en Colombia. Es


autor de Imagen y obra de Antonio María Valencia (2 volúmenes).–
Corporación para la cultura.– Cali.– 1999.

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significativa que había sufrido la música desde los días de Chopin,
Henselt, Liszt, Thalberg.
Varias son las líneas derivadas y subderivadas que arrancan de
estos compositores, como quiero explicarlo a continuación con
el objeto de que, finalmente, podamos comprender de manera
más nítida el contexto en el que se ubica el personaje central de
esta disertación.
En primer lugar, el pianismo brillante, inaugurado en la primera
mitad del siglo XIX, con John Field, Weber, Hummel e Ignaz.
Moscheles, entre otros, gozó de una alta estima entre los públi-
cos metropolitanos; al abrigo de los compositores de la primera
generación - que constituiría la vanguardia: Chopin, Liszt, Wagner
- fue creciendo una legión enorme de creadores que a lo largo
del siglo - cada cual según su propio estro - siguió cultivando el
género de la llamada «pieza de carácter» u «hoja de álbum», la
típica pieza de salón, con más o menos influencias de aquellos a
quienes he llamado primera generación. Esta segunda genera-
ción, en la cual podemos inscribir a compositores como Saint-
Sáens, César Franck, Chaikovsky, Grieg o Dvorak, pese a nu-
trirse de las audaces conquistas de sus predecesores, llevaron al
género a un cierto estancamiento y a un estado de fatiga, moti-
vado por la adopción de lo puramente formal y más epidérmico
que se hallaba en la obra de aquéllos, en especial el ingrediente
de pianismo deslumbrante.
No poca responsabilidad le deberemos atribuir a Liszt al derivar
hacia esta situación. Franz, Liszt, que no deja de manifestar cier-
to tufillo dilettante en composición, creó una moda de largo al-
cance, sobre todo en su repertorio «de bravura», representado
a través de sus rapsodias húngaras y sus fantasías sobre temas
de óperas, ornamentadas con muchos oropeles virtuosísticos.
Este aspecto - enfocado y entendido por sus sucesores en su
dimensión más frívola - será el que va a generar más abundante
herencia en las corrientes menores de fin de siglo.

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Ahora bien, y en segundo término, de manera contemporánea y
aun posterior a aquella segunda generación finisecular, se ubica
una legión numerosísima de otros creadores de menor cuantía
que convirtió el género «de salón» en estereotipos algo
decadentistas, con productos musicales, si se quiere, rutinarios,
para uso de la igualmente numerosa legión de aficionados y
dilettantes, gracias a los cuales el mercado editorial musical se
convirtió en algo realmente lucrativo y rentable.
En efecto, nombres como Franz, Bendel, Franz Braungart, Johann
Leybach, Prudhomme, Benjamín Godard, Antón Rubinstein, Tito
Matlei y Cecile Chaminade, entre muchísimos más, pertenecen
a los autores de centenares de piezas efectistas de ampuloso y
sentimental estilo, pero, eso sí, con una virtud incontestable: es
música que está pensada hábil y milimétricamente para las limi-
tadas posibilidades técnicas de su amplia clientela de aficiona-
dos.
Por fin, y en tercer lugar, la música bailable, el «vaudeville» y la
opereta francesa y vienesa del ochocientos - lo que hoy llama-
ríamos música de «la farándula» - la que produjeron artistas tan
señalados como Johann Strauss (hijo), Jacques Offenbach o
Franz von Suppé, que permaneció incólume, al margen de los
hallazgos armónicos de la vanguardia wagneriana y sus hábitos
de orquestación, también aportó su desenvuelto donaire al re-
pertorio del salón burgués de entre siglos.
Este repertorio, cuyo cultivo aderezó las veladas de ahora ha
cien años e hizo las delicias de nuestros antepasados, se acogió
a la denominación genérica de «música de salón», institución que
hunde sus raíces en el viejo mundo.
En efecto, la cámara palaciega de las cortes regias y principescas
de los siglos XVII y XVIII va a transformarse, al sobrevenir la
revolución francesa y el triunfo de la burguesía, en el salón de las
monarquías liberales de los años 30 y 40 del siglo anterior: la
velada íntima o tertulia, como la llamaron los españoles. Institu-

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ción de profundo arraigo en las casas de la burguesía acomoda-
da donde intelectuales, poetas y músicos mostraban sus últimas
creaciones o se libraban a un arte hoy prácticamente desapare-
cido: el arte de improvisar al piano a partir de un motivo musical
sugerido por alguno de los contertulios. Beethoven, Schubert,
Chopin, Liszt fueron algunos de los grandes asiduos de esas
veladas de salón.
Al irrumpir en las capitales de América esas corrientes venidas
de ultramar, sobrevendrá un ajuste y una aclimatación de sus
perfiles, dando nacimiento a las veladas musicales y poéticas
criollas, con pomposas melopeas, lánguidos valses, mazurkas y
cotillones, sazonados con exquisitas mistelas y primores de re-
postería.
Hasta aquí el panorama, el paisaje socio-cultural que
contextualizará la música de Luis Antonio Calvo.
Preparando esta charla he tenido la oportunidad de conocer más
de su vida, de su carácter, de su modo de ver y pensar el mundo;
he podido tener acceso a una gran cantidad de música suya dife-
rente a la media docena de obras que pasan por ser las más
conocidas; y, ante todo, he estado más de cerca de su vasta
producción tocándola, analizándola, buscando los orígenes de
su lenguaje y de su estilo, cotejando los paralelismos y concor-
dancias con músicas antecedentes y contemporáneas suyas del
mismo género.
Al acercarme a la música de Luis A. Calvo, me he dado cuenta
que hasta ahora la valoración cualitativa de su estilo ha sido su-
perficial y evaluada bajo una óptica generalizadora y algo
desenfocada, al compararlo con Chopin, considerándolo como
una especie de Chopin criollo.
Calvo está muy lejos de Chopin, tanto en el tiempo como en el
concepto y la entidad estética de su lenguaje. El creerlos vincu-
lados proviene de un error de interpretación - de lectura, se diría

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hoy - que quiere ver en Chopin a un compositor de languideces
enfermizas, un poco hermafrodita, señorero y dulzarrón. Chopin
no tiene nada de eso. Lo que aparenta languidez es producto de
la influencia del «bel canto» operático, de Rossini, de Vincenzo
Bellini, que era su contemporáneo y amigo. Es una virtud gene-
rada por una poderosa introspección que lo hace volcar en el
piano las atmósferas de sus vivencias, de sus paisajes interiores.
Todo absolutamente premeditado, con un manejo exquisito del
color, de los recursos acústicos del piano y de un asombroso
conocimiento de la armonía cuyas conquistas darán alimento a
todo un siglo, hasta las más avanzadas audacias de Wagner que
en su momento pudieron ser consideradas hallazgos, pero que a
la postre eran tan sólo reminiscencias. Reminiscencias de Chopin,
por su puesto.
No. Calvo es más modesto, más crepuscular. Si estamos ha-
blando de sus intermezzos, de sus caprichos y fantasías, Calvo
carece del vuelo de Chopin que va más allá de lo simplemente
lírico y de lo frondoso. No tiene ni su audacia ni su elocuencia ni
sus recursos. La formación técnica de Calvo, según él mismo lo
dice, fue incompleta, limitada. Cuando le sobrevino la terrible
enfermedad, estaba comenzando a estudiar contrapunto. Pero
como músico de talento, Calvo es curioso, inquieto e intuitivo.
Lo que no sabe lo supone, lo inventa. En este sentido, y si que-
remos compararlo con algún maestro del pasado, Calvo se pa-
rece más a Schubert, cuya obra suele estar impregnada de hon-
da aflicción, de una suerte de nostalgia inefable, como es el caso
de Calvo y que tuvo también, como éste, una preparación musi-
cal accidentada e incompleta.
Con todo, esto no quiere decir que Luis A. Calvo ignorara la
gran producción precedente. En su esbozo autobiográfico dice
haber conocido «las tres mejores escuelas, la Alemana, Rusa y
Francesa», amén de que se sentía llamado a realizar empresas
musicales de mayor envergadura. En un reportaje lo expresa así:
«Yo quisiera escribir música, verdadera música, pero el público

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no deja (...), porque sólo gusta de los valses sonsonetudos, de
los bambucos trinados, de las marchitas triunfales. Lo que no
sea bailable no se vende y lo que no se vende no vale nada».
Esto nos demuestra que Calvo era víctima del gusto simplista y
ramplón de la masa y su potente estro creador estaba supedita-
do a cuestiones de orden comercial.
Para mayor gloria suya, es de verdad una hazaña que él haya
podido lograr una obra de tan profundo contenido expresivo,
tan generosa y sincera; una música que retrata, mejor que ningu-
na otra, el alma y el sentir musical de su pueblo; no el que, como
un rebaño, está hipótecado a las modas efímeras ni el que vive
alienado por los dictámenes de los mercaderes ordenadores del
gusto colectivo. Su música trasuda, más bien, ese sentir incons-
ciente que yace inmerso al interior de todo conglomerado huma-
no, que está presentido pero no expresado. Lo que, hablando
en términos más sencillos, se llama identidad.
Queda claro, entonces, que Calvo no tiene nada que ver con
Chopin. Ni su estética ni su estilo arrancan de tan atrás. Calvo es
testigo de su época, correspondiente a los primeros treinta y
cinco años del siglo XX. Es un músico que está muy al día con
respecto a la producción de sus contemporáneos, tanto de Amé-
rica como de Europa. Sus hábitos armónicos provienen de las
decantaciones que se dieron al final del siglo en autores como
Grieg, Dvorak, Chaikovsky, Franck, por una parte y toda esa
legión numerosa de autores de menor cuantía a la cual me he
referido antes; autores de segunda y tercera fila, que se dirigían
en especial a la gran multitud de los aficionados y dilettanti.
Luis A. Calvo conoce todo ese repertorio y lo conoce bien,
además. Esto es comprobable mediante un cotejo paralelo de
sus obras con las de esos autores.
Calvo provee de música a una sociedad que está en trance de
cambio; una sociedad heterogénea que se sacudía la vida apaci-
ble decimonónica y se incorporaba al trepidante modernismo

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llegado desde París y Nueva York. Es coincidente con la deca-
dencia del romanticismo lacrimoso que se extinguía en las déca-
das iniciales del siglo XX. Es una sociedad ascendente que quie-
re estar al día como los figurines que llegan de París y las danzas
gimnásticas y gesticulantes que vienen de Norteamérica, pero al
mismo tiempo no se aviene a abandonar la contemplación
extasiada de su pasado bucólico y continúa avanzando de es-
paldas, rindiendo culto a símbolos algo marchitos.
La polifacética personalidad musical de Calvo queda demostra-
da y puesta en evidencia a través del variado abanico de géne-
ros que cultivó a lo largo de su existencia. Sin embargo, todos
esos géneros por él abordados tienen su antecedente, su contra-
parte, su referente, por así decir, en el caudal de música que
irrumpía desde la metrópoli. Al someter a cotejo sus obras con
sus equivalentes venidos de fuera, no quiero insinuar que él ca-
rezca de originalidad. Por el contrario, y ya lo expresé, su talen-
to innegable tiene la virtud y la capacidad de aclimatar los aires
foráneos y entregarlos a través de creaciones originales que to-
can y hacen vibrar las fibras más profundas del conglomerado al
cual se dirige, en este caso, el alma, el sentir de su pueblo, en
especial el del interior, la sierra, los Andes colombianos. Lo que
deseo demostrar, en buenas cuentas, es que Chopin no se en-
cuentra presente para nada en su obra. Y quien vea ecos del
compositor polaco en el músico colombiano, es porque conoce
a medias o conoce mal tanto a Calvo como a Chopin.
Un género atractivo dentro de su obra son los pasillos. En ellos
encontramos esa rítmica tan suya, tan particular, tan apropiada
para la danza. Calvo imprime al pasillo un pulso nervioso, alerta,
algo que no encontramos en otros famosos autores de pasillos.
Hay cierta picardía perversa en su ritmo. El pasillo en Morales
Pino, por ejemplo, es más lírico, aunque igual de recursivo e
ingenioso en el aspecto armónico. Pero Calvo le agrega pimien-
ta y picante a sus pasillos.

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Calvo es, en electo, polifacético. Pero este rasgo es, si se quie-
re, circunstancial, coyuntural - para decirlo en términos universi-
tarios. Las modas de su tiempo lo obligaron a moverse en dife-
rentes géneros, pero sin lugar a dudas su personalidad otoñal y
contemplativa orientaba su brújula estética más hacia las fanta-
sías - como los intermezzos - y hacia un ritmo en el que no tiene
rivales, por la calidad refinada de su ideas, y este ritmo es la
«danza», de la que «Carmina», «Madeja de luna», «Malvaloca»
y «Añoranza» constituyen cuatro preciosas gemas de la música
colombiana.
Para dar fin a mi discurso, quiero dejar constancia de que el
legado musical de Luis Antonio Calvo es de un positivo valor
musical y sociológico. Calvo se encuentra apostado en el vértice
crucial configurado por el modernismo pujante y el romanticis-
mo criollo; allí estuvo cuando vivió, en la colisión de dos actitu-
des estéticas, en las que cabían entes y figuras tan opuestos como
Julio Flórez, La Gruta Simbólica, Barba Jacob, el caricaturista
Rendón y los Panidas de León de Greiff. La melena y el cham-
bergo del arrogante bohemio, conviviendo frente al artista de
pelo corto y cuello limpio.
En otro medio y con más instrucción musical, Calvo hubiera al-
canzado una notoriedad continental, porque así, con todas sus
limitaciones, él representa mejor que muchos de sus colegas
contemporáneos el sentir de una época, en la que hacer música
todavía se consideraba una especie de apostolado inspirado por
las Musas del Empíreo. La obra de Calvo es uno de los más
ricos patrimonios con que cuenta esta nación, no permitamos
que se extinga en el olvido.

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LUIS A. CALVO,
mito e intuición
JOSÉ IVÁN HURTADO HIDALGO*

Una constante histórica, fácilmente verificable, asocia con fre-


cuencia los grandes nombres de la cultura con mitos derivados
de circunstancias ajenas a la fuente de su grandeza. Un breve
repaso nos pone ante la evidencia: la sordera de Beethoven, la
conducta sexual de Wilde o la alienación mental de Van Gogh.
La trágica circunstancia de estos personajes ha servido para ali-
mentar la imaginación de adeptos y detractores, quienes preten-
den encontrar en ella la razón de su genialidad, construyendo y
magnificando la aparente contradicción entre la genialidad y la
tragedia personal y pretendiendo explicar la primera a partir de
la segunda. Éste es el caso de Luis A. Calvo, un genio intuitivo
cuyo drama humano es identificado como la fuente suprema de
su inspiración.
Lo cierto, sin embargo, es que nunca el impedimento auditivo
del gran sordo de Bonn fue la fuente de su creatividad, ni sus
obras, por trascendentes y revolucionarias lo son más si se pien-
sa que fueron concebidas en medio del silencio absoluto. Ni
sería justo imaginar que los colores y texturas del genial pintor

* Ingeniero Mecánico – Profesor UIS

21
impresionista tuviesen relación directa con su alienación, más
que con la alquimia profunda de su percepción del mundo y de
la naturaleza, o que las preferencias íntimas del dublinés fuera la
fuente de su convicción filosófica o la razón última de su afiligra-
nada prosa. A despecho de sus devotos admiradores, tampoco
fue la lepra la razón del sentido romanticismo de la música de
Calvo, ni la explicación de su pretendido nacionalismo.
Calvo fue, sin duda, un genio intuitivo, cuya dote original, perdi-
da en las evoluciones de la mente y de la cultura, fluyó con es-
pontaneidad sin que pueda afirmarse que su doloroso drama le
hubiera potenciado. Es más, para cuando conoció el funesto
diagnóstico, parte considerable de su legado estético ya estaba
plenamente consolidado, y la sociedad capitalina aplaudía su
destreza en el teclado tanto como admiraba la sutileza de su
inspirada vena melódica.
Luis Antonio Calvo, nació el 28 de agosto de 1882 en la lejana
población de Gámbita al sur del Departamento de Santander,
de cuna humilde y campesina.
Desde su muy temprana infancia en su pueblo natal mostró Cal-
vo una especial disposición hacia la música, disposición que no
parece relacionarse con su sencilla procedencia. Este es el pri-
mer escollo que se ofrece a quien se acerca a la obra de este
insigne colombiano, ya que las condiciones mismas de su naci-
miento y la escasa documentación disponible en torno a sus pa-
dres y a su familia, ha permitido especulaciones de toda índole,
no dudamos que bien intencionadas, pero que no aportan ele-
mentos de análisis que faciliten hallar alguna razón evidente de
su predisposición por la música relacionada con su línea familiar.
Tan sólo conocemos los mismos registros de la pluma del Maestro
firmados en Agua de Dios en abril de 1924, en los que no da
cuenta más que de las precariedades materiales que impidieron
a su madre ofrecerle la educación que ella anhelaba para su hijo.

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A la edad de los nueve años le vemos ocupado de lleno con la
música, cuando ya el estudio de los aspectos de la técnica de
interpretación de algún instrumento resulta tardío. Por lo tanto
sorprende que el mozalbete hubiese encontrado motivación fuerte
por el arte, tanto por el aislamiento geográfico de su tierra natal,
como por la escasa provisión en materia de oferta educativa.
Debemos suponer que parecería extraño en aquellas lejanas tie-
rras y en su época que un muchacho de origen humilde y agobia-
do por el señalamiento social pudiese aspirar a algo más que un
trabajo de labriego, o a duras penas a la educación básica que le
permitiese insertarse en la burocracia comarcana en algún mo-
desto lugar.
Por fortuna los desvelos de su afectuosa madre y la demostra-
ción de talento percibida a tan temprana edad, orientaron el fu-
turo del muchacho lejos de las comidillas locales, no sin ingentes
esfuerzos y sacrificios de la pobre mujer, ubicándolo en Tunja en
donde encontró en un tal señor Pedro José Gómez León, profe-
sor de música, las primeras orientaciones sólidas para su futuro
como artista, y el apoyo básico para su formación escolar y su
subsistencia. Actuando el Señor Gómez como padre sustituto
del jovenzuelo, le ofreció a este la oportunidad envidiable de
conocer a Beethoven, Mozart y Chopin, tal como lo narra el
mismo Calvo en su lacónico esbozo biográfico. Pronto lo en-
contramos entre las filas de la Banda Departamental de Música
de Boyacá, al cargo de los platillos, que muy pronto abandonó
para interpretar por espacio de cuatro largos años el bombo,
cuyo volumen, confiesa, le resultaba agobiante en los desfiles y
retretas.
He allí lo poco que conocemos de sus primeras letras tratándose
del oficio que le depararía un lugar de privilegio en la historia, y
la inmortalidad. Paso a paso fue adquiriendo dominio del oficio
y pudo interpretar algunos instrumentos cantantes en la banda,
instrumentos que, nos aclara, hubo de estudiar por su propia
cuenta. Tiempo después le hallaremos como un consagrado in-

23
térprete del violonchelo, enrolado en la famosa Lira Colombiana
que creara y dirigiera el insigne compositor vallecaucano Pedro
Morales Pino, y hemos de suponer que tuvo la oportunidad de
conocer las salas de concierto y el aplauso del público entusias-
mado con los pasillos y bambucos. Sin embargo, fue el piano el
espacio de sus dominios y al mismo tiempo la fuente y el destina-
tario de sus más elevadas inspiraciones; en el complejo
microcosmos del teclado de ébano y marfil hallaría a la vez un
confidente fiel y discreto, y un elocuente intermediario para la
comunicación con el mundo y con la historia.
Por las razones enunciadas al iniciar este escrito, eludiremos
deliberadamente adentrarnos en el socorrido tema de su des-
gracia personal derivada del contagio estigmatizante del mal de
Hansen. Lo eludimos porque es justamente este triste episodio
la fuente de la mayor parte de las distorsiones y la rampa de
lanzamiento de toda clase de mitos y exageraciones en torno a la
existencia de un hombre que supo superar el destierro con digni-
dad, y que a pesar de él y de los quebrantos de su salud y la
consecuente ansiedad que ellos le originaron, encontró en la
música acogedor refugio y amplio canal para dialogar con el
mundo.
Ante todo y dando crédito pleno a sus propias palabras, debe-
mos reconocer que no fue Calvo un hombre atribulado por la
incomprensión; todo lo contrario: fue admirado por todos, y muy
especialmente por la exigente y estirada sociedad capitalina de
principios de siglo, cuyos salones y costumbres le fueron habi-
tuales, ya que era frecuente contertulio e invitado de excepción a
las galas y a las tertulias domésticas. Su talento siempre le fue
reconocido con generosidad, aunque durante los primeros años,
antes de trasladarse a Bogotá en mayo de 1805, hubiera de ser
víctima de las estrecheces económicas, como campesino que
era y que intentaba hallar un lugar entre las gentes altivas de la
ciudad. Buena parte de las dificultades económicas provinieron
del mismo estado generalizado de la economía nacional, conva-
leciente de la pintoresca Guerra de los Mil Días.
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Aquí nos debemos apartar de la anécdota para intentar una
aproximación al artista; al formidable artista que nos dejó como
herencia un manojo de composiciones diáfanas, originales y be-
llas, que constituyen al decir del pedagogo, investigador y com-
positor chileno radicado en Colombia, el Maestro Mario Gómez-
Vignes, “uno de los más ricos patrimonios con que cuenta esta
nación”, y del que aconseja no podemos permitir que caiga en
los abismos del olvido.
Muy autorizados juicios en reconocimientos en torno a la cali-
dad e inspiración de las composiciones de Calvo, sin ocultar –
como es el deber de mentes rigurosas- aquellos lugares en don-
de el genio luce distante de su musa o complaciente con los
requiebros de la moda. Por fortuna, y ello se puede verificar al
observar sus partituras en conjunto, la alta calidad y el esmero
en el pulimento del estilo son infinitamente más abundantes que
las humanas imperfecciones o los desvaríos pasajeros. En
primerísimo lugar no dudamos en señalar que no encontramos
en Calvo ese personaje derrotado por la tragedia, como mu-
chas veces se le ha señalado. Todo lo contrario: le vemos siem-
pre orgulloso de cara al futuro, preocupado por acoger y apro-
piar los avances y los más recientes logros universales en ma-
teria musical. Fiel testimonio de ello podría ser la proximidad
existente entre su Arabesco y la primera de las dos piezas de
Debussy que llevan ese mismo título, con sus aterciopeladas
sinuosidades. Algunos hallan en las ornamentaciones de algu-
nas de sus piezas más elaboradas para el teclado, como lo que
sucede en su capricho Cartagena o en el preludio religioso
Spes Ave cierta elocuencia melódica que recuerda a Chopin. Y
por supuesto es innegable que el espíritu de la habanera antilla-
na ilumina con sus sensualidades y su cadencioso acento tropi-
cal el corpus completo de sus inefables danzas, entre las cuales
podríamos destacar las intituladas Carmiña, Malvaloca, Ma-
ría Elena, Rubia Espiga, Madeja de Luna y hasta la velada
queja de su Adiós a Bogotá, escrita a la partida definitiva ha-

25
cia el exilio de Agua de Dios en medio del crepúsculo de una
tarde de mayo de 1916.
Bien lejos de la desgracia o de la derrota se hallaba Calvo en los
salones y los teatros capitalinos en donde recibía el aplauso ge-
neroso y las múltiples declaraciones de admiración de la exqui-
sita sociedad. Su música colmaba las aspiraciones estéticas de
una generación que emergía de las ruinas de la guerra y se sola-
zaba en reproducir –mediando las limitaciones de tiempo y lu-
gar- los ecos que llegaban de las distantes metrópolis europeas
o americanas. Fiel testimonio de ello es el ramillete de obras
chispeantes de picardía y elegancia que con los sugestivos títu-
los de Gavotta, Minueto, Polka o Mazurca nos dejó Calvo como
testimonio de su fértil inteligencia y su amor por la vida. Son las
muestras de la moda de la época identificada como “música de
salón”, institución que hunde sus raíces en el viejo mundo, y que
colmó con sus sonoridades ligeras y gráciles tanto las salas res-
plandecientes de espejos en Versalles, como las sobrias galerías
republicanas de los caserones de la añeja Bogotá. Se escucha-
ba esta música tal vez, entre libaciones y chascarrillos, en las
veladas íntimas o tertulias, como solían llamarlas los españoles y
con la misma intención nuestra aristocracia criolla. Fue en este
género de música, breve y poético, en el que Calvo halló su más
profunda identidad, y ello lo aproxima más a Schubert o a Grieg,
a despecho de quienes lo han querido colocar en injusto paran-
gón junto a la efervescencia heroica y la poderosa elocuencia de
las grandes estructuras de Chopin, de Liszt o de Beethoven, así
fueran estos, los animadores de las veladas que se celebraban
allende el mar.
Fue Calvo un maestro de la intimidad más que un nacionalista
exaltado; por eso su lenguaje fluye entre susurros y en frases
aterciopeladas y lacónicas. Nunca abordó la polifonía ni las es-
tructuras monumentales del romanticismo alemán o francés, y
apenas se aproximó tímidamente a la escena lírica. Bien sabía,
esto es seguro, que su lenguaje había sido cocido en las cálidas

26
y discretas estancias del hogar, nunca en medio del fragor de las
revoluciones o bajo el influjo de la arenga revolucionaria. Su
música es, toda canto de afectos y pintura de paisajes rústicos.
Su poética es ingenua y translúcida; nunca tormentosa o apasio-
nada. Prefiere el canto al afecto materno o al amor platónico,
que el dibujo de tormentas pasionales. Se extasía en el color de
la floresta aunque algunas veces se refugia en las sombras de la
noche, más para ocultar con admirables discreción y dignidad el
dolor, que para exhibirlo con desvergonzado ademán. Mientras
Julio Flórez se inspira en sus trágicas Flores Negras, Calvo le
canta al candor del afecto humano, aunque no desprovisto ente-
ramente de ardores. Prefiere el giro poético de la usanza que el
grito desgarrado o la peroración intensa. Los textos de sus can-
ciones provienen de sus amigos poetas, a quienes logra interpre-
tar con infalible acierto de artesano, y pocas son sus propias
estrofas, las que casi siempre se dirigen a su madre o tienen
como intención corresponder candorosamente los cumplidos de
alguna dama de las muchas que admiraron su música.
Pero si hemos de escoger de entre sus inspiradas páginas algu-
nas, para señalar aquellos mejores logros de su fecunda creativi-
dad, hemos de aproximarnos al extenso catálogo de sus valses y
de sus pasillos. En los ritmos estrictos de los primeros vierte su
poderosa introspección y con ella las atmósferas de sus viven-
cias más íntimas, de sus más recónditos paisajes interiores. Bas-
te para ello escuchar los compases iniciales del vals Encanto, la
cadencia serena de Diana Triste, o el pulso contenido de los
intitulados Eclipse de Belleza, Anhelos, y Secretos, y esa con-
fesión abstracta que reposa en las frases de Amor de Artista.
Todo en sus valses es premeditado, cuidadosamente calculado,
finamente cincelado, y demuestra un manejo impecable del co-
lor tonal, un dominio evidente de los recursos del piano y un
sorprendente conocimiento de la armonía, más admirables aun
por venir de una mente inquieta, discreta e intuitiva.

27
En cuanto a su preferencia por los pasillos, bien lo confiesa el
mismo maestro al decir que “lo que no sea bailable no se vende,
no vale nada”. De alguna manera Calvo nos confía que se siente
víctima del gusto simplista y ramplón de la masa, pero su pode-
roso estro creador se eleva por encima de las concesiones de
orden comercial, y construye sobre el contagioso y arrobador
pulso de tres cuartos, páginas cargadas de picardía y elegancia.
En ellas encontramos esa rítmica particularmente fácil, herencia
de su terruño, dispuesta por naturaleza hacia la danza. Sus pasi-
llos transpiran un pulso lleno de nervio y espíritu alerta, que no se
repiten en otros autores de pasillos. En todos ellos Calvo se
complace en agregar un adobo picante y sutil; un toque muy
cercano al humor, aunque sin duda en otras páginas del género
da rienda suelta a su sentimiento y a su instinto poético: Blanqui-
ta y Trébol Agorero podrían encajar a esta vertiente lírica, mien-
tras que Entusiasmo, Genio Alegre y La Chata dan cuenta de
su buen humor y de su gracia espontánea y natural.
Y si hemos de abordar lo más profundo de su pensamiento y la
quinta esencia de su inspiración, tendremos forzosamente que
inclinarnos reverentes ante su “Tetralogía Dorada”, los famosos
Intermezzi. Cuatro páginas de impecable factura, en las que
hallamos lo más original de sus logros, y al mismo tiempo ese
Calvo cuyo refinamiento en la idea carece de rivales en nuestra
historia musical nacional. Cierto que versiones mal logradas y
rutinarias del Intermezzo No.1 (1910) han confundido la pieza
con una plegaria lamentosa, lánguida y desolada, muy lejos del
inspirado lirismo que la impulsa. También vale la pena señalar
que las sugestiones de encontrar en esta música serena y elo-
cuente ideas o pretensiones de un sinfonismo pianístico que le
son enteramente ajenas ha estropeado, en algunos casos, su
música pletórica de melodías austeras y de serena prosodia; la
más socorrida para tratamientos sinfónicos ha sido la segunda
(1916), su célebre Intermezzo No.2, o Lejano Azul, que de
tanto oírla en versiones almibaradas y de una grandiosidad exa-
gerada, tendemos a confundirla con alguna de esas creaciones

28
de ocasión hechas para salir al paso de alguna necesidad. Pero
nunca es eso más lejano de la realidad que encarna este trozo,
pues pese a sus impulsos de contenida elocuencia siempre dis-
curre entre atmósferas de un conmovedor claroscuro. El
Intermezzo No.3 es el menos conocido y frecuente en los reci-
tales, pero al mismo tiempo el más desarrollado y el más intenso
en su expresividad; finalmente, el Intermezzo No.4 es reclama-
do también entre las supuestas piezas heroicas de Calvo, cir-
cunstancia que apenas alcanza en su enfática frase inicial que
nunca vuelve a repetirse; muy pronto se disipa la tormenta y de
allí en adelante la pieza es igualmente íntima hasta la conclusión
del ciclo con un susurro apenas perceptible.
Muchos otros géneros musicales abordó el compositor
santandereano, entre ellos las sempiternas marchas de celebra-
ción (que algunas veces orquestó para banda) y las melodías de
culto religioso, tales como himnos, cánticos y salves, dedicados
a la Virgen y a los Maestros de la comunidad religiosa salesiana
que le acogió con dulzura durante su largo retiro hasta el final de
sus días. Buena parte de estas oraciones con música se reúnen
en el volumen de 1937 que tituló Arpa Mística, que nos señala
la intención de las obras, que no llegan a competir con su inspi-
ración humana. De entre las tonadas y ritmos de moda que abor-
dó ocasionalmente, encontramos una titulada Blanca en ritmo
de rag-time, otra que denomina Reina Infantil a ritmo de one-
step, y su famoso y soñador tango Estrella del Caribe, con las
cuales hace un sutil guiño a la danza, sin caer jamás en la ramplo-
nería.
Curiosamente, Calvo compuso pocos bambucos; de hecho fi-
guran tan sólo cinco en su extenso catálogo, pero todos ellos
son pequeños joyas: Ricaurte, El Republicano y Yerbecita de
mi Huerto son los más conocidos, a más del Bambuco sin título
que cierra la única página de original intención sinfónica que abordó
el maestro: sus Escenas Pintorescas de Colombia, único inten-
to de música de programa, inspirado en 1941 por las peregrina-

29
ciones de devotos aldeanos a Chiquinquirá. En esta extensa y a
veces divagante partitura queda demostrado que fue Calvo in-
dudablemente un maestro de la miniatura, y nunca un espíritu
heroico o grandilocuente. Es un cuaderno que recoge numero-
sos trozos de genuina y fresca inspiración, que se confunden con
dilatados pasajes en cuyas estructuras el maestro pareciera tam-
balear y extraviar el rumbo, y no pocas veces las culmina en la
solución simple y evidente, sin los toques de la magia y la poesía.
Conocemos algunos trazos de un intento de opereta titulado
Noche en París (Preludio, dos Valses y un Tango), ciertamente
graciosos, paro lamentablemente poco divulgados, que nos de-
muestran una vez más que era Calvo poseedor de un espíritu
insaciable e inquieto. No en vano el aristocrático y altivo Maes-
tro Guillermo Uribe Holguín lo contó entre sus discípulos prote-
gidos y le ofreció la opción de acercarse al conocimiento acadé-
mico, que sin duda Calvo aprovechó al máximo.
De esta manera hemos querido registrar la obra y la persona de
Luis Antonio Calvo, como fieles testimonios de una época, aquella
correspondiente a los primeros treinta y cinco años del siglo XX.
Un artista que está al día con las corrientes y los logros de sus
contemporáneos, tanto de América como de Europa. Quizá en
otro medio y con mejor instrucción musical hubiera alcanzado
mayor notoriedad, pero sin duda representa mejor que muchos
de sus colegas el sentir de una época en la que hacer música era
una especie de apostolado; agregamos que aunque fue herido
profundamente por la tragedia, Calvo jamás encontró en ella
refugio o justificación para la autocompasión o para exorcizar
los demonios que asaltaron sus soledades. Al contrario, se eleva
por encima del doble suplicio, el físico y el moral derivado de la
condena al destierro, y cantó en todos los lenguajes. Si en algu-
nas ocasiones sus tonos son sombríos, no es así ciertamente en
toda su opus, y de en medio de la tragedia extrajo lo más her-
moso y muchas veces lo más conmovedor de su inspiración y de
su sentir. Su música es más evocación que drama, y las nubes

30
oscuras se disipan tan pronto aparecen en el paisaje de su
pentagrama, siempre transparente y fresco, siempre directo, in-
tuitivo y original, fruto de la sociedad elemental de donde surgió
y la cual quiso idealizar.
No le faltaron a Calvo amigos de verdad. El más entrañable de
los que el mismo maestro cita fue el poeta e intelectual de mu-
chos kilates, Dr. Adolfo León Gómez, que le acompañó en sus
horas aciagas de Agua de Dios. Muchas damas encopetadas y
elegantes caballeros de rancia cuna expresaron admiración por
su obra, y algunos le brindaron apoyo y soporte material y moral
cuando hubo menester. Viajó y visitó muchos lugares arrancan-
do aplausos y exclamaciones de reconocimiento por la excelen-
te factura de su música, aunque no ocultó en su boceto biográfi-
co un reproche a su patria chica, Santander, que lo relegó al
olvido como a sus demás hermanos heridos por la misma des-
gracia, la lepra, en torno de la cual se edificó el mito que por
décadas ha ocultado el real valor de su genio entre brumas y
ditirambos inútiles.
Hacia el final de sus días –Calvo sobrevivió a la lepra-, encontró
la compañera fiel y amorosa en doña Ana Rodríguez, quien le
sobrevivió por casi cuatro décadas. No tuvo herederos de san-
gre y su musa se silenció discreta y serenamente en Agua de
Dios, al fallecer entre muestras de afecto y respeto, la tarde del
22 de abril de 1945. Su madre amorosa había muerto en 1940,
episodio que le llenó de congoja, y su solícita hermana Florinda
falleció diez años después, en 1955. Los manuscritos de su obra,
editada en buena parte en vida del maestro, permanecen disper-
sos en manos de coleccionistas y admiradores, y esperan que un
esfuerzo institucional responsable los reúna y rescate para gloria
de Colombia y como legado de un aldeano humilde que se elevó
a las cumbres de la inmortalidad, más allá del mito y por el méri-
to de su admirable intuición.

31
32
33
El maestro Luis A. Calvo como integrante de la Lira Colombiana
interpretando el violoncello en 1912, bajo la dirección del maestro
Pedro Morales Pino.

34
EL MAESTRO
LUIS A. CALVO
Discurso en el Teatro de Colón en el homenaje
nacional a Luis A. Calvo. 1935.

JUAN LOZANO Y LOZANO*

A
quí tenéis, fraguada en torpe barro, la apariencia mortal
de un hombre que en uno o en otro instante de la vida os
hizo cerrar los ojos suavemente para soñar un bello sue-
ño. Cada uno de los que en esta noche venimos a rendir testimo-
nio de afectuosa admiración a Luis A. Calvo: cada uno de los
ciudadanos de Colombia, y numerosos extranjeros, debemos a
este hombre que aquí vèis, tan tímido, tan poco importante, tan
sencillo, la dádiva magnífica de una de aquellas horas en que el
hombre se encuentra a solas con su alma. La música de Calvo
ha sido para todos nosotros guía por los parajes de lo inasible y
lo invisible; la música de Calvo en un momento dado, ha hecho
desaparecer para nosotros el trágico cuotidiano, la mediocridad
y la angustia del presente, entre las dos fuerzas por él sabiamen-
te desencadenadas, de la aspiración y del recuerdo; La música
de Calvo ha abierto para nosotros nuevos y dilatados horizontes
a la melancolía.

* Ibagué, 1902; Bogotá 1979.


Orador, poeta y diplomático.

35
Acaso algunas de las damas que envuelven esta sala en un va-
poroso ambiente de sedas y perfumes soñaron muchas veces al
interpretar sobre el piano, en el recogimiento de su gabinete, la
música de Calvo, que el creador de tan etéreas melodías, sería
una suerte de príncipe encantado, como el mancebo que desde
los tiempos mitológicos, lleva la cítara en la mano. Alguna quizás
lo imaginó de un suave tipo efébico, con el cabello rubio y dos
grandes ojos candidos abiertos al paisaje; otra se lo representó
en el apogeo de la forma varonil, que, como para que no se
perdiera la forma perfecta del arquetipo humano, fijó en mármol
de Paros, para los siglos, Policleto; otra, en fin, pensó que el
artista tendría los rasgos románticos qué vemos en los medallo-
nes de los viejos maestros de la música; desordenada cabellera,
fino perfil, ojos intensos, barba angulosa que roza suavemente
los pliegues clásicos de la gorguera. Y he aquí que el autor del
lirico mensaje no corresponde, bien lo veis, señoras, en su as-
pecto terreno, al ideal que su alada música sugiere. Es un tipo de
nuestra raza ni más imponente ni menos ordinario; no tiene mele-
nas qué agitar en los conciertos; viste nuestro mediocre traje
urbano; y, a no ser por la serenidad grave y melancólica del
rostro, nadie imaginaría qué tesoros de espiritualidad alberga su
carne atormentada.
Si el encuentro personal con el héroe de vuestra fantasía os pro-
duce alguna desilusión, señoras, será ella la misma desilusión
que sentían los que, atraídos por los reflejos de su gloria, se
acercaban al trono del viejo Agesilao; la de los niños que busca-
ban a Esopo en romería: la de los guerreros que sintieron el
vigoroso aliento de Tirteo; la de los catecúmenos que por vez
primera escucharon a Sócrates en los jardines académicos. Por-
que ellos como Calvo, no fueron ejemplares de varonil belleza;
porque ellos, como Calvo, eran demasiado generosos, y como
la belleza exterior no se comparte, prefirieron llevarla en el espí-
ritu, para poder dilapidarla en un soberbio gesto de misericordia
con los hombres. De la urna de pórfido no se expande la esen-
cia; de la lámpara de alabastro apenas irradia una luz tenue; se

36
necesita que el vaso sea de arcilla para que al romperlo el mun-
do adverso, desnude ante los hombres el milagro.
Calvo es un excelso milagro del espíritu. Mas que en cualquiera
otro artista, la envoltura terrena ha sido en él caduca y misera-
ble. Parece que el espíritu hubiera librado en él una batalla más
recia y más efectiva que en cualquier otro ser humano para
liberarse y expandirse. Si alumbrar es arder, como lo dijo el
poeta, el ánima de Calvo mordió con lenguas de fuego la carne
dolorosa, en modo de calcinar y aniquilar todo contacto con la
pequeña vanidad humana. Altas y elaboradas lámparas señalan
el viacrucis del arte colombiano. Luis A. Calvo no es una lámpa-
ra ni un faro, según la imagen tan vieja y tan exacta, sino una
inmensa llama Todo en su arte dá la idea de la inspiración y la
creación, indóciles al acomodo y a la disciplina. Los conocedo-
res de la música pueden indicarnos innumerables defectos técni-
cos en la obra de Calvo; pueden decirnos que no conoce los
géneros musicales y que no sabría decir si un trozo propio puede
bautizarse de sonata o de rapsodia; el mismo nombre de
Intermezzo que ha dado a la más famosa de sus obras, parece
que no está bien escogido. Pero, aparte de que la música no se
hizo para los críticos sino para los hombres, ellos convienen en
que por la música de Calvo cruza un soplo de creación y de
genialidad que llega a subyugarlos, a envolverlos, a arrastrarlos,
en el torbellino de la inspiración desordenada. Los grandes maes-
tros de la estética contemporánea, Guyau, Croce, Thorndike,
están de acuerdo en que, en contraposición a la ciencia, el arte
es intuición, fruto de la imaginación irreflexiva. En ese sentido.
Julio Flórez y Luis A. Calvo son los más grandes artistas que ha
producido nuestro suelo. Ambos nacieron bajo el triple signo de
la gloria, del dolor y del genio, y ambos presiden la despoblada
galería de nuestra patria espiritual.
Calvo nació pobre y oscuro en una aldea acurrucada al amor de
los riscos santandereanos. No tuvo maestros, y la única música
que escuchó en su infancia y en su adolescencia fue la del viento

37
en el follaje, la del torrente al golpear contra las piedras, la del
pájaro libre en el espacio. Si algún coordinado acento oyeron
sus oídos, fue el rústico de la zampoña pastoral de los zagales, o
el candorosamente místico del órgano de la parroquia. Por miles
de centurias había evolucionado la música en todos los países,
hasta llegar a las formas complejas, universales y perfectas de la
ópera y de la sinfonía; pero Calvo no tenía noticia de todo ese
lento desarrollo que ennobleció a los hombres; él, con la crea-
dora fuerza prístina de las figuras del Génesis, tuvo que inventar
la música. Así como Caldas gastó la mayor parte de su vida, sus
más nobles energías, las horas más lúcidas de su inteligencia en
inventar y construir instrumentos de física que el tiempo atrás
estaban perfeccionados en Europa, Calvo no sólo descubrió la
música por sí solo, sino que tuvo que crearse una técnica para
que lo asistiera, compilar para su uso personal una vasta retórica
de los sonidos. Es una retórica defectuosa, pero en la categoría
de las cosas del intelecto, representa el mejor logrado y más
vasto esfuerzo de esta patria en los campos del arte y de la
belleza musicales.
Educado en un medio de alta cultura musical, como los de Italia
y Alemania, en inconsciente o consciente contacto con la obra
de los máximos compositores y de los grandes ejecutantes, quién
sabe a qué alturas no hubiera rayado Calvo en la escala de los
creadores de armonía. Pero él no tuvo otros mentores que su
corazón y la naturaleza. El escuchaba los sonidos, los recogía en
el hondo del espíritu, y allí los interpretaba y coordinaba en me-
lodías que tienen por ello el sabor, la ingenuidad, la ternura, la
saudade, que manan de nuestro idílico paisaje y del corazón de
nuestra gleba melancólica. La música de Calvo es la música de
la patria; la música de Calvo es, en el orden del sentimiento, la
más entrañable parte de la patria misma.
Los aires nacionales que Calvo fue recogiendo y estilizando in-
tuitivamente en las breñas de su tierra nativa, empezaron a pren-
der y a florecer rápidamente en los corazones colombianos. En

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ellos reconoció el pueblo la expresión de cosas, de ideas, de
sentimientos que habían bullido por años en su pecho, sin hallar
evasión ni encontrar forma. Porque lo que admiramos en los
hombres de genio no es precisamente la revelación de lo ex-
traordinario y de lo inesperado; sino la expresión de aquellas
cosas que hubiéramos querido decir, y no dijimos. El alma hu-
mana es un confuso mundo de aspiraciones, de impresiones, de
evocaciones indeterminadas. Sólo la expresión pone orden en el
íntimo caos; un grande artista no es precisamente el que siente
más hondo, sino el que mejor expresa lo que siente. La mejor
consagración de un escritor no consiste en que el lejano y anóni-
mo leyente exclame al recorrer sus páginas: «esto no se me ha-
bía a mí nunca ocurrido». Sino que en cambio diga: «esto parece
escrito por mi mismo».
Pero cada arte tiene su radio y su técnica de expresión, que no
puede equipararse a las otras. El escultor, primero en la escala
ascendente de la expresión artística, ofrece al mundo su intuición
del volumen, de la proporción, de la forma; el pintor añade el
color, la composición, la perspectiva; el poeta descubre matices
interiores, asociaciones invisibles de sentimientos y de objetos,
que escapan al vasto dominio de la paleta. Pero hay cosas que
ninguno de los tres tiene medios de expresar a los hombres: son
los estados más íntimos del alma. Qué pintor podría darnos la
imagen de un corazón atormentado por la duda? Qué poeta nos
daría la sensación, siquiera aproximada, de esa órbita de formas
inconexas, vagas, contradictorias, alucinantes que constituyen el
reino fantástico, y tan real, sinembargo, de los sueños?
Sólo el músico conoce la clave de los sueños. La música es la
expresión de lo inefable.
Calvo ha interpretado lo que hay de inefable en el concepto de
la patria. Por ello su fama se ha extendido en tal manera, que no
hay un colombiano que al oir la música de Calvo no se sienta
estremecido en el fondo del alma, y más que nunca vinculado al
regazo de la tierra materna. Los aires de Calvo se tocan y se
39
cantan en todos los lugares de la república, interpretados ya por
la grande orquesta sinfónica, ya por la bullanguera murga pro-
vinciana. Desde el tibio y apenumbrado retrete de la dama aris-
tocrática, hasta la venta de aguardiente perdida en los caminos.
Calvo llena de inspiración las almas todas: pone un toque de
elevación y de sueño en la diaria tarea, por igual amarga y tedio-
sa, de los pequeños y los grandes. Yo he viajado de noche, por
nuestras inverosímiles trochas de montaña, cansado del cuerpo,
laxo del espíritu, conturbado por la medrosa y presagiosa sole-
dad de los árboles. De pronto he oído una nota en la distancia;
un aire de pasillo rasga el silencio apenas rumoroso del ramaje y
del río. Yo me he sentido envuelto en una onda de dulcedumbre
inimitable; he soltado las riendas del caballo: me he dicho: músi-
ca, Luis A. Calvo, patria. Cómo no habría yo de venir esta no-
che en que Bogotá rinde homenaje al maestro Calvo, para agra-
decerle las emociones que le debo?
Un día, en plena juventud, en el apogeo de su inspiración po-
derosa, lo visitó Melpómene, musa de la tragedia antigua, y lo
llevó consigo para apartarlo de los hombres. Para cualquiera
otro que no fuera Luis A. Calvo, habría sido aquel un golpe
inexorable; pero Calvo superó al destino, porque no solo no se
dejó abatir por la desgracia, sino que a la desgracia arrancó
motivos para el canto. La última obra de Calvo, más elevada en
la concepción, más vasta en el desarrollo, más madura en la
técnica, saturada de dolor sereno y resignado, es la que en su
mayor parte escucharéis esta noche, de manos del artista. Un
estremecimiento profundo sacudirá esta sala cuando bajo esas
manos de dolor, surjan torrentes de belleza.
Pero si para Calvo, máximo artista del propio espíritu, la re-
clusión ha sido un estímulo al perfeccionamiento, es justo que
recordemos esta noche a sus desventurados compañeros que a
estas mismas horas se arrastran en el trágico aislamiento, bajo la
túnica de Neso. Hombres y mujeres nacidos en esta misma pa-
tria, hermanos nuestros por la sangre y por el espíritu, padecen

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entre los muros tropicales de una ciudad dantesca, abandona-
dos de Dios y de los hombres, una tortura dúplice: la del propio
dolor que los corroe, y la del egoísmo social que los sepulta en
vida. Libros, cientos de libros, bibliotecas enteras se han escrito
en favor y en contra de la tesis científica de contagio de la lepra;
ese es un punto debatido, ese es un juicio no fallado. Y en tanto
la sociedad, provisionalmente, condena al lazarino a la más cruel
de las torturas; lo segrega de ella y de los seres más íntimos y
amados: y lo arroja, pobre pedazo de carne macilenta, a que se
pudra no tanto por sus llagas sino por la privación del amor
humano. Algún místico dijo que el infierno es el lugar en donde
no se ama.
Hay en cambio enfermedades reconocidas indefectiblemente con-
tagiosas, flagelos sociales cuyo origen no es fortuito e injusto
como el de la lepra, sino que se encuentra en una voluntaria
perversión de los sentidos: y para aislar a esos desventurados no
se toma ninguna providencia. Por qué ha de persistir en un mun-
do civilizado la feroz superstición de oscuros tiempos, en que al
desgraciado enfermo de lepra, se le expulsaba y se le lapidaba
como a poseso del demonio? Cuenta por otra parte la leyenda
de Gineppro. en alegoría que tiene hondo sentido práctico y
humano, que Francisco de Asís curó a un leproso, por milagro
de amor, solo con besarlo en la boca. Y otra leyenda nos refiere
que cuando la condesa Sibila de Flandes salía de su castillo para
bajar al antro de los leprocomios. creía pasear por un jardín,
porque a su paso las llagas semejaban rosas.
Si del alado contacto que esta noche tendremos con el arte de
Calvo surge en nosotros la convicción activa y urgente de que
hay qué hacer ligo positivo para remediar esta crudelísíma y abe-
rrante injusticia social, ello sería el fruto que su apoteosis mayor
satisfacción daría al maestro. Si la sociedad, con un anticristia-
no, con un nietzschano criterio positivo, decide aislar a los ciu-
dadanos atacados de enfermedades reputadas generalmente
como contagiosas e incurables, que los aisle a todos, y no extre-

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me su rigor con los leprosos. Si no recluye a los tocados de
otros males más deletéreos y terribles, que se abran entonces de
par en par las puertas de los leprosorios; porque en un pueblo
civilizado, no hay derecho para castigar el dolor, sino la culpa.
Esta noche celebramos el vigésimo quinto aniversario del Inter-
mezzo, la mas amada y la más difundida de las obras de Calvo,
sin que ella sea la más completa ni perfecta. El Intermezzo no
tiene motivo especial; es un estado de ánimo expresado en for-
ma sencilla y emocionante. Es un momento musical, una roman-
za sin palabras, impregnada de honda melancolía, y cuyos moti-
vos se enredan fácilmente en la memoria, y allí viven, y echan
raíces y retoñan. Tiene la vitalidad de las cosas que dicta el sen-
timiento, el sentimiento puro, el alma desnuda, sin complicidad
de afeites ni retoques. Se desenvuelve fácilmente en ondas sua-
ves de ritmo, como el pleamar de las mareas; sube y baja por
medios tonos de gradación delicada, y se extingue luego sin es-
trépito, como las olas en las playas de arena. Esta obra figuraría
con decoro entre las menores de Chopin o de Schubert, de las
cuales tiene el gusto discreto y la melancolía exquisita. Termina-
da la ejecución, no suscita ningún comentario intelectual. El
Intermezzo de Calvo, es de aquellos trozos que se oyen con los
ojos cerrados, plegada atrás, muy suavemente, la cabeza.
Helio Cavanzo, noble espíritu de artista, leal como ninguno a la
amistad del maestro, ha promovido la glorificación de Luis A.
Calvo, (que en un deber de la patria, indebidamente diferido),
con el dulce pretexto del aniversario del Intermezzo. En este
homenaje toman parte artistas de la música, mejor calificados
que yo para interpretar la gloria del maestro; bellas mujeres,
poetas inspirados, grandes fisuras apostólicas del arte colom-
biano. Quiero hacer una especial mención de Emilio Murillo,
captador afortunado, como Calvo, de los mejores latidos de la
raza indígena, impertérrito caballero cruzado de lo que hay más
puro en nosotros, luchador incansable contra la indiferencia
aplastante del ejército de los filisteos, para quien el arte es una

42
función y una de las más esenciales funciones de la patria. Y
entre los que no pudieron concurrir a este homenaje, pero nos
acompañan de todo corazón en la distancia, está Alberto Castilla,
uno de los mas múltiples y lúcidos talentos de Colombia, tam-
bién intérprete auténtico de los aires nacionales, quien, igual-
mente en lucha con el medio, ha logrado dominarlo y ha con-
vertido de tiempo atrás la nativa ciudad de Ibagué, en la sede
indiscutible del arte musical en Colombia. Allí ha levantado dos
instituciones, el conservatorio y la soberbia sala de conciertos,
digna de Leipzig o de Viena, y que es el solo y solitario monu-
mento a la cultura musical que existe en la república.
Es bello y es oportuno este homenaje, no solo por Calvo, sino
mas aún por la república, que por unas horas se sustrae a su
presente marasmo, y se dignifica al dignificar las cosas del espí-
ritu. Esta patria nuestra, sedienta de cosas y conceptos que fue-
ron ayer bellos, pero que hoy yacen cubiertos por el más humi-
llante desprestigio —arte, heroísmo, genio, dolor y gloria— esta
patria nuestra viene esta noche a refrescar su labio, oh maestro,
sobre tus sienes, húmedas de rosas.

43
44
El maestro Calvo y su señora madre Doña Marcelina Calvo

Doña Anita Rodríguez de Calvo

45
46
« ESCENAS PINTORESCAS
DE COLOMBIA.»

La fantasía sobre Escenas Pintorescas de Colom-


bia es la única obra de caracter sinfónico compues-
ta por el maestro Luis A. Clavo. Fue estrenada en
1941 por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la
dirección del maestro Calvo sin que volviera a
interpretarse. En 1982 después de reaparecida su
partitura el maestro Luis Fernando León Rengifo
quiso reinterpretarla instrumentándola para
Orquesta Típica Colombiana como evento
conmemorativo del centenario del nacimiento del
maestro Calvo sin que su proyecto llegara a
concluirse. El texto que transcribimos pertenece al
maestro Luis A. Calvo adjunto a la partitura como
síntesis argumental de la obra.

47
S
e trata de un grupo de campesinos que a las cuatro y
media de la mañana, sale de su vereda en viaje de romería
a Chiquinquirá, la ciudad de los Milagros. Allá en el lejano
horizonte asoma una rayita de luz que está simulada por la nota
aguda y prolongada de los violines, en tanto que las flautas imi-
tan el gorgeo de las aves y muy discretamente cantan un motivo
autóctono. A medida que hay mas luz en el horizonte, también
hay más sonoridad, púes las violas y el clarinete con sus timbres
característicos trazan un brochazo sobre ese amanecer que ya
alegra la campiña y también el alma de los promeseros de esta
Fantasía. Muy lejos se oye el canto del gallo al cual reemplaza el
oboe y que es anuncio de que el primer rayo de sol ríe sobre los
montes. El astro rey es saludado con un Allegro fantástico en el
que actúa toda la orquesta. Comienza el día y la naturaleza toda
eleva un himno de gratitud a Dios, el cual está representado por
un Andante non troppo que se inicia en los violines y tiene
pretenciones de música sinfónica. Se oyen allí motivos pastoriles
dentro de los cuales surge de pronto el popular aire «TIPLECITO
DE MI VIDA» del inolvidable Alejandro Wills. Terminados los
motivos pastoriles la orquesta toda toma el primer motivo del
Andante en un grandiosos sublime para finalizar lúego con una
reminicencia del anterior motivo pastoril que ejecuta la flauta y
que después toma el violín para finalizar en un Morendo lenta-
mente..
Son las nueve de la mañana y los promeseros siguen su marcha
contemplando a cada paso la magnificencia de la naturaleza y
entonces empieza un motivo popular que ejecuta el Fagot y que

48
luego repite el clarinete y enseguida toda la orquesta. Este moti-
vo se encadena luego con una canción típica que viene cantando
una bella campesina que con su cántaro baja la loma a coger
agua en el límpido arroyo. Los promeseros al oirla llenos de
entusiasmo sacan a relucir sus tiples con los cuales van poniendo
una nota de alegría en la vía; y es allí donde puede apreciarse la
variedad de los motivos folklóricos. Allá van alegres y confiados
cuando se encuentran con un pastorcito que viene tocando el
capador, cosa que simulan las flautas. Más adelante se encuen-
tran con una recua de bestias cargadas, el camino es estrecho y
los promeseros dando vía libre se arriman al barranco, pero las
cargas los alcanza a rosar y les destemplan los tiples y por esto
se oyen voces de protesta. Nuevamente acordes siguen su ca-
mino y se acerca ya el medio día cuando de pronto se oye el
«GUATECANO» del nunca bien lamentado artista Emilio Murillo,
motivo que toman las flautas y repiten las trompetas y que va en
un crescendo hasta que la orquesta con un fortísimo termina con
una cadencia rota. Son las doce del día y los promeseros han
llegado a un alto del camino; el violín solo, tomando una nota
baja y en una cadencia ascendente sube hasta terminar en una
nota aguda y de allí la toma el piano solo bajando vertigino
samente glisando una escala hasta llegar a los graves imitando
asi la caída de la cumbre a la cañada por donde se desliza el río
allá en lo hondo y a un lado del camino al que bordean altas
rocas. Mas allá un rincón de la llanura donde se divisa un rebaño
de obejitas blancas que guía un pastorcillo, el cual lanza al viento
las notas tristes de su gaita que armonizan el lejano rumor del río.
Simulan ese detalle, el clarinete que reemplaza a la gaita, y el
piano, cuyo trémolo en notas graves semeja el rumor del río.
Los promeseros hacen alto porque se imponen unos momentos
de descanso. Sacan su fiambre y se sientan a almorzar. Al otro
lado del camino está el valle risueño y allá en la lejanía se divisan
las cúpulas del templo. El día es hermoso y el paisaje está inun-
dado de luz todo y la naturaleza vibrante de alegría canta a su
creador. Oyese un Andante expresivo que el violin y el piano

49
inician y que luego secunda toda la orquesta en un grandioso
impresionante. A continuación un Vallet en aire de Gavotta, muy
gracioso y que es el saludo de los promeseros a la ciudad de
Chiquinquirá, la meta de sus anhelos y donde está el Santuario
de la Madrecita que escuchará sus plegarias. Se preparan ya
para continuar su viaje cuando en la orquesta se oye un motivo
terrígeno, muy melancólico y el cual traduce el dolor del indio
que allá sólito se quedó en el rancho. Vuelve de nuevo a oírse el
rasgueo de los tiples en el Scherzzando que precede la segúnda
jornada en la que hay una gran variedad de colorido folklórico.
Nuestros promeseros se acercan más y más a la meta de su fe,
tan significativa y bella por lo sencilla como espontánea, cuando
son sorprendidos de improviso con un lejano y alegre repique
de campanas el cual les hace sacudir o estremecer el corazón de
alegría, sentimiento este que viene a traducirse en una desbor-
dante sonoridad de tiples y panderetas que engalanan a su vez
la amorosa copla. Ya se acercan... Ya llegan...Y cuando traspa-
san los umbrales de la ciudad Milagrosa, otro repique de cam-
panas anuncia e invita a la oración. Es día de fiesta y de mucha
animación; por las calles se oye el fragor de las viajeras gentes
que se encaminan presurosas hacia el templo. Cesa el repique y
una sola campana sigue sonando y la orquesta calla. Se supone
que los promeseros de nuestra Fantasía han entrado al Santua-
rio a postrarse ante la Reina de Colombia. « Por los fulgentes
arcosojivales, la lenta voz del órgano sonaba,- Iba muriendo el
sol en los cristales,- blanca nube de incienso a Dios volaba,-y
humildemente el pueblo repetía; AVE MARÍA.
Terminada la escena religiosa, la turba campesina sale del tem-
plo y toma parte en la fiesta popular. El autor de la Fantasía que
venimos describiendo deja a los oyentes la libre expresión de
sus conceptos e impresiones que les sugiera la parte musical que
escucharán en la tarde de esa pintoresca fiesta, donde toman
parte varios grupos de romeros campesinos, pues allí se hace
gala de aires Y motivos regionales cuya variedad cautiva y hace
recordar las tan celebradas romerías que ponían un cuadro en-

50
cantador y muy pintoresco bajo el cielo colombiano y que des-
graciadamente han desaparecido a consecuencia del vértigo de
la velocidad y de lo que hoy llaman progreso. Cada vez más se
supera la animación y la alegría va crescendo en esta fiesta de
promeseros cuando de pronto se escucha tocado por una ban-
da pueblerina el motivo de nuestro himno nacional. Todos los
corazones vibran de emoción y de entusiasmo, el cual es des-
bordante porque en ese momento aparece en escena una pareja
de campesinos que vestidos con sus trajes característicos can-
tan y bailan un bambuco cuyas coplas dicen así;

Son los cantos populares


de Colombia lo mejor;
Son el trino de las aves
cuando va saliendo el sol.
Por el senderito alegre
canta el agua, canta el sol;
Y esos cantos me parecen
la más sublime oración.
Cuando voy de romería
y oigo un tiple y un cantar,
se me cuela una alegría
que no acierto a desijrar.
A la Reina de Colombia
le contaré mis penitas,
unas son alguito grandes
y otras no menos chiquitas,
Son los cantos populares,
de Colombia lo mejor;
Son el trino de las aves
cuando va muriendo el sol.

51
Al Guatecano cantar,
mi negra en su delirio,
siente ganas de besar
a don Emilio Murillo.
Esta fiesta se acabó,
adiós mi Chiquinquirá;
Te prometo volver yo,
tu virgencita a adorar.
Adiós mi linda Virgencita,
ahí te dejo el corazón,
y de nuevo en mi ranchito
nos darás tu bendición.
La romería toca a su fin; el sol se oculta en el poniente y va
muriendo la tarde. A la salida de la ciudad, los promeseros que
ya tristes y silenciosos toman el regreso a su vereda, con una
mirada en la que se refleja el amor y la esperanza, se despiden
de su Reina. La orquesta en un Moderatto interpreta la agonía
de la tarde; lloran los violines y gimen las flautas. Por las sendas
solitarias se oyen llantos de cristales, y allá en el alto se escucha
la voz de dos promeseros que muy tristemente cantan: AY...si la
GUABINA.... Los timbales tremolan suavemente dormidos bajo
un calderón que precede al golpe final.
He dicho .

LUIS ANTONIO CALVO

52
53
54
PÁGINAS
AUTOBIOGRÁFICAS

En 1927 la Editorial Cromos inicia la publicación


de una obra monumental en tres volúmenes,
titulada Diccionario Biográfico y Bibliográfico de
Colombia, de la que es autor Don Joaquín Ospina.
Para incluir la información correspondiente el autor
solicitó al maestro Luis A. Calvo escribir unas
páginas autobiográficas, solicitud que fue cumplida
por el maestro. Dice Don Joaquín Ospina que por
razones de espacio incluye en su libro una síntesis
del texto del maestro. El texto original está
actualmente en un archivo privado al que no
podemos acceder. Reproducimos la síntesis
incluida por Don Joaquín Ospina en su obra.

55
E
n el año de 1882 se meció mi cuna al suave impulso de
brisas perfumadas y fui arrullado por el lejano rumor de la
cascada de Santafé de Gámbita, pequeño pueblecito del
sur de Santander. Muy niño aún, me extasiaba en la contempla-
ción de la naturaleza, libro divino donde se muestra el Dios
Omnipotente con toda su magnificencia. Al mismo tiempo sentía
grande inclinación hacia la música, la que fue objeto de las pri-
meras lágrimas y mis desvelos. Por falta de recursos y también
por el medio ambiente en que vivia, no pudo mi buena madre
darme la educación que ella anhelaba, y por este motivo, conti-
núe vegetando sin ningún provecho hasta la edad de 9 años,
época en que por ser ya perjudicial mi estada en el pueblecito
que me vio nacer, venciendo multitud de dificultades mi madre
resolvió hacer un esfuerzo por cierto aventurado en busca de un
medio más propicio. En Efecto, me trajo a la ciudad de Tunja,
donde vivía un señor don Pedro José Gómez León, profesor de
música, quien me recibió como muchacho mandadero: (con pro-
fundo respeto me descubro ante el recuerdo del citado señor
quien, al darse cuenta de mi disposición para la música, se cons-
tituyó en un padre para mí, pues a la vez que me iniciaba en los
divinos misterios del arte de Beethoven y Mozart, también mis
desnudeces y me alimentaba). Una año después por mediación
de él se me daba de alta en la banda departamental de Boyacá,
como músico platillero; luego se me dio el bombo, hasta que un
día solicité al señor gobernador que se me diera un instrumento
que estaba vacante, y atendida mi petición, con loco entusiasmo
empecé a estudiar por mi cuenta el «bombardino,» el que meses
después dominaba con alguna facilidad. El director de la banda

56
me concedió la gracia de desempeñar la parte correspondiente
con tal instrumento, lo que me hizo abandonar el bombo. Muy
dolorosa fue la lucha que sostuve, pero logré triunfar, y cuando
la culta como severa sociedad tunjana me dispensó su cariñosa
acogida, vi que estaban pagos mis pequeños esfuerzos, ya que
por ese entonces con admirable facilidad, desempeñaba con mi
voz de niño y también con el violín, instrumento que hacía dos
años venía estudiando, parte importante en los conciertos y fies-
tas religiosas y profanas que la sociedad organizaba. Años más
tarde, el 11 de mayo de 1905 llegué a Bogotá. El 1o de junio se
me dio de alta en la segunda banda del ejército, como músico de
tercera clase, desempeñando el cargo de tercer pistóla. Los cin-
cuenta pesos que ganaba fueron reducidos a veinticinco, canti-
dad insuficiente para atender a mis imperiosas necesidades. Año
y medio duró este lento padecer. Cuántos días amargos para mí!
Qué pena tan grande la que sentía cuando, lleno de tristeza, lle-
gaba al apartamento que habitábamos y mi cariñosa madre me
invitaba a la mesa sin haber llevado desde días antes ni un centa-
vo para el pan de cada día. A pesar de atravesar tan crítica
situación, luché por más de cuatro años, para que se me diera la
beca a que tenía derecho, según un decreto presidencial, la que
nunca logré, por carecer de las debidas recomendaciones de los
ministros y otras altas personalidades del gobierno. Por mi gran-
de amor a la música, y como tratando de distraer mi desengaño,
me propuse instrumentar una de mis piezas en la banda que yo
pertenecía. Luego presenté mi trabajo al músico mayor, quien le
dispensó benévola acogida y en seguida hizo distribuir los pape-
les y se procedió al ensayo. Cuál no sería la sorpresa de los
profesores y también la mía al oír el conjunto tan delicioso y la
sonoridad armoniosa de mi danza, que fue un éxito, la cual lleva-
ba por nombre Libia. Dos años después se nos devolvía a nues-
tros primitivos puestos y sueldos, y al poco tiempo, se me as-
cendía a profesor de segunda clase. Ya mi situación y las de mis
compañeras de hogar no era tan aflictiva. Una tarde en que la
banda en uno de sus conciertos acababa de efectuar un valse
mío, un joven de aspecto aristocrático se acercó e inquirió el
57
nombre del valse que acababa de oír y el de su autor; una vez
informado me felicitó con una galantería sin igual. Al cerciorarse
de que yo ignoraba completamente los estudios teóricos, de cuya
afirmación dudó, pues manifestaba que era imposible componer
ese valse sin poseerlos debidos conocimientos de armonía, me
dijo, que él era el profesor de la Academia Nacional y que ten-
dría mucho gusto en que yo fuera discípulo suyo. A la semana
siguiente logré penetrar al encantado recinto, pero poco des-
pués, por motivo de una reorganización, mi profesor de armonía
fue destituido, y entonces tuve que abandonar la clase que me
daba el inolvidable don Rafael Vásquez Flórez, por quien siem-
pre he conservado un cariñoso recuerdo. Después, mi querido,
el virtuoso violinista Leopoldo Carreño, se interesó por mí y
logró obtener del nuevo director del Instituto, don Guillermo Uribe
Holguín, que me concediera una beca. Continué, pues, el estu-
dio de armonía, y ahí mismo se me daba la clase de violoncello,
instrumento por el cual he tenido especial predilección y con el
cual hice parte de la orquesta del Conservatorio en los concier-
tos sinfónicos que el director, organizaba cada seis meses. Co-
nocí las tres mejores escuelas, que son: la alemana, la rusa y la
francesa. ya había terminado el curso de armonía y principiaba
el de contrapunto; y así, lleno de entusiasmo, de ilusiones, y aca-
riciando un porvenir halagüeño, me hallaba, cuando el 14 de
marzo de 1916, el Terror de los Espantos tocó a mis puertas y
con fieras garras, arrebató la relativa tranquilidad que disfrutába-
mos tres seres unidos: me creo impotente para narrar las
escenas de dolor y de angustia que por más de quince días
precedieron al fatal desastre; pero como para todo humano
dolor hay un consuelo en esa ocasión la gentil sociedad bogo-
tana, siempre pronta a desplegar su proverbial y cariñosa so-
licitud hacia sus líricos infortunados, tuvo el más hermoso gesto
para mí, el cual dulcificó mi inmensa pena. Dos meses después,
el 12 de mayo de 1916, a la caída de un vago crespúsculo, con
una conformidad heroica, traspasaba yo los umbrales de la
ciudad-martirio.... Los hermanos del infortunio me recibieron
con singulares demostraciones de cariño dé las cuales soy obje-
58
to hasta el presente. Ocho días después de mi llegada a este
retiro, recibí mi amigo favorito, el piano, que muchos de mis
amigos y admiradores bogotanos me enviaron como re-
cuerdo. Los reverendos padres salesianos me regalaron la
casita en que vivo y son ellos los que con solicitud y abnegación
prestan sin escrúpulo y temor los auxilios espirituales de este
puñado de vencidos. Más tarde, y siguiendo el noble ejemplo de
mi adorada Bogotá, la hidalga sociedad de Medellín, gene-
rosamente acudía al llamamiento que por medio de la prensa
y a beneficio mío me hacía el galante y cariñoso amigo, hijo de
esa ciudad, don José Gaviria Toro, iniciador del grandioso
festival en el que tomaron parte las personalidades artísticas y
literarias más salientes de allí. Después, algunas otras ciudades
como Manizales, Cali, Cúcuta, Tunja y Facatativá, me han
dispensado honrosas manifestaciones y beneficios, cuyos pro-
ductos pecunarios, unidos a los de los festivales de Bogotá y
Medellín, me han proporcionado relativo bienestar, y como-
didades en mi retiro. Mucha música he compuesto, pero en
toda ella no se encuentra obra digna de mencionarse. Entre mis
composiciones sólo hay una que merezca citarse y es el
Intermezzo Número 1, que ha tenido simpática acogida tanto
por los eruditos en el arte, como por los profanos. Para mí, esa
suave melodía tiene el único mérito de haber sido la precursora
de mi popularidad, como también la preferida de mi madre:
ella fue inspirada por una inexplicable tristeza que me agobiaba.
Aquí en Agua de Dios, borrascoso mar de tempestades, el
divino arte ha sido para mi como la dulce voz de Jesús en el
Mar de Galilea. Para ser sincero, confesaré que en este retiro he
compuesto y escrito mucha música, de la cual la mayor parte se
conserva inédita. Mi predilección, y en lo que con más gusto me
ocupo es en ponerle música a las poesías que muchos de los
poetas colombianos me han remitido, cuyos nombres deseo que
figuren en esta página: de mi distinguido y venerado amigo doc-
tor don Adolfo León Gómez, cinco canciones; de Ismael Enri-
que Arciniegas, una; del inolvidable Diego Uribe, dos; de Abel
Marín, dos; de Nicolás Bayona Posada, el Himno Mariano y
59
otro canto; de F. Restrepo Gómez, un bambuco; de O. Obando
Espinosa, una canción; del presbítero doctor Luis C. Ardila; las
sentidas estrofas que para el Intermezzo escribió y que yo adap-
té; La dulce Antioqueña, cuya letra es de un señor Yepes, de
Medellín; de Jaramillo Meza, una canción; Una Noche en París,
opereta en dos actos, cuyo libreto es de los señores Manuel
Castello y Carlos E. Ortiz. Dicha obra fue compuesta e
instrumentada aquí; y, según los conceptos de la prensa capitali-
na, fue un éxito para mi. Poetas extranjeros: de Juan Ramon
Jiménez, cinco canciones;de Amado Nervo, dos; del poeta ve-
nezolano y amigo mío Andrés Eloy de la Rosa, una canción.
Himnos: El del Centavo de Navidad, palabras de Ciro Mendia
el del Colegio de la Concordia, palabras de Maldonado Plata; el
del Colegio de Boyacá, palabras de José Alejandro Ruiz; el del
Regimiento Ayacucho acantonado en Manizales, palabras de
Jaramillo Meza; el de los niños excursionistas de
la región del Quindío, palabras del doctor Alejandro Villa Alvarez,
el del colegio «José María Villegas,» palabras del doctor León
Gómez, el del colegio de Santo Tomás de Aquino, palabras de
un religioso dominico; el himno al superior de la Comunidad
Salesíana, con palabras del reverendo padre Romero; el Dolor
y la Inocencia, melodrama por el doctor León Gómez; El Ángel
y la Patria, melodrama por un padre jesuíta; y, por último, el
himno de Pereira, palabras de Julio Cano. Siendo la religión ca-
tólica una madre como la de los grandes infortunios, nunca he
dejado de elevar mis oraciones en armonías. Bajo la influencia
de este sentimiento religioso he compuesto algunos cantos como
son: tres himnos al Santísimo Sacramento; dos trisagios a la Suma
Trinidad; uno al Sagrado Corazón; una salve a María Auxiliadora;
un Ave María, cinco villancicos, y algunos otros motetes. Tam-
bién soy autor del himno a la ciudad de Manizales, de cuya letra
es autor el presbítero doctor Sotomayor. Entre Intermezzos,
como mazurcas, marchas nupciales, nocturnos, valses, danzas,
marchas, tangos y pasillos, hay publicados más de cincuenta
piezas para piano.

60
61
62
CRONOLOGÍA
1882
Nace el maestro Luis Antonio Calvo el 28 de agosto en Gámbita
(Santander). La partida de bautizo, fechada el 7 de septiembre,
dice que es hijo natural de Marcelina Calvo Rondón.Se sabe
que su padre fue Félix Serrano, de Zapatoca, soldado que inte-
graba como trompeta, un batallón combatiente en las guerras
civiles de la época y que permaneció pocos días en Gámbita.

1891
Doña Marcelina y su hijo se trasladaron a Tunja buscando me-
jor suerte y abandonado su humilde oficio como panadera. En
su nueva residencia Luis A. Calvo logra emplearse como men-
sajero del comerciante Pedro José Gómez León quien a la vez
es profesor de música. Con él empieza Calvo su formación
musical. En Tunja vivió Luis A.Calvo durante 13 años.

1893
Ingresa a la Banda Departamental de Boyacá como músico
platillero, posteriormente pasa al bombo y luego al bombardino.

63
1897
Comienza a estudiar violín. Para esta época ya interpretaba la
bandola, instrumento en el que compone su primer obra, un pa-
sillo dedicado a la madre que después olvidará. Su segunda
obra será la danza Libia.
Ingresó como alumno del Maestro José Tomás Posada con quien
comienza a estudiar el piano.

1905
Con el propósito de beneficiarse de un decreto promulgado por
el General Rafael Reyes, presidente en la época, por el cual se
otorga una beca de estudio en la Academia Nacional de Música
a todo intérprete que integre alguna banda musical de la capital,
viaja a Bogotá el 12 de mayo.
El primero de junio ingresa a la segunda banda del ejército.

1907
Presenta al director de la banda su danza Libia que se interpreta
con gran éxito. No ha logrado ingresar a la Academia Nacional
de Música. Logrará ingresar cuando el profesor de Armonía
Rafael Vásquez, escucha en interpretación de la banda una obra
suya y se ofrece a presentarlo en la institución, donde será su
profesor.

1908
Ingresa como cellista en la orquesta de la Academia. El nuevo
director de la institución, Guillermo Uribe Holguin será su maes-
tro.

64
1910
Compone el Intermezzo No. 1.

1912
Ingresa como cellista en la “Lira Colombiana” bajo la dirección
del Maestro Pedro Morales Pino.

1913
Con la Orquesta de la Unión Nacional interpreta su danza
Carmiña. compone el pasillo Noel y el bambuco El Repu-
blicano.

1914
En una maquina grabadora de la Víctor que llega a Bogotá,
Ferruccio Benincore y Helio Cabanzo registran un buen numero
de melodías compuestas por el Maestro Calvo.

1916
Termina los estudios de armonía y comienza los de contrapunto.
Compone el Intermezzo No. 2, “Lejano Azul”
El 14 de marzo se le diagnostica como enfermo de lepra.
El 2 de mayo se traslada a Agua de Dios, sitio de conminación
de leprosos. Alli vivirá hasta su muerte, aunque obtiene algunos
permisos para visitar ciudades con diferentes motivos.

1917
Se estrena su danza Gacela.

65
1924
Escribe sus “Páginas Autobiografías”
Es condecorado por la Sociedad de Mejoras Públicas de
Manizales.

1927
Viaja a Girardot.

1932
Sale nuevamente del leprocomio para viajar a Mosquera, don-
de estrenará un himno suyo dedicado al padre Caicedo.

1935
Celebra en Bogotá los 25 años de su Intermezzo No. 1.

1938
Publicación del Arpa Mística. obra que está integrada por sus
composiciones de carácter religioso. La edición es hecha en
Turín (Italia) y la obra es dedicada a los Padres Salesianos.

1939
Viaja a Medellín donde realiza una serie de presentaciones de
sus obras.
Con ocasión de los 400 años de Tunja es condecorado en esa
ciudad.

66
1940
El 27 de agosto muere su madre Doña Marcelina, en Agua de
Dios.
Humberto Correal asume la representación artística del maestro
Calvo. Anteriormente la había realizado Helio Cabanzo.

1941
Estrena bajo su dirección con la Orquesta Sinfónica Nacional,
su obra Escenas Pintorescas de Colombia (octubre 2) Ya
habia ejecutado un preestreno en Medellín. Esta será su única
obra de carácter sinfónico.

1942
Viaja a Tunja para recibir un homenaje.
El 18 de octubre, en Anolaima, contrae matrimonio con la seño-
rita Ana Rodríguez Rodríguez. Fue su padrino Don Humberto
Correal R., su representante artístico.

1945
El 22 de abril muere el Maestro Luis Antonio Calvo en su casa
de Agua de Dios a causa de una afección renal. Tenía 63 años
de edad.

67
68
CATÁLOGO Y
DISCOGRAFÍA
DE LA OBRA DE LUIS A. CALVO

NOTAS PRELIMINARES:

• Para la elaboración del catálogo de obra, hemos tomado


como referencia inicial el elaborado por el maestro José
Vicente Niño Santos en 1987 y publicado en la edición de
las Adaptaciones para guitarra de las obras originales
para piano (del maestro Luis A. Calvo) por Álvaro Bedoya
Sánchez, editadas dentro de la serie «Compositores Co-
lombianos» volúmen 1 (Centro Colombo Americano.– Bo-
gotá.– 1987).
• Títulos de obra en cursiva.
• La discografía ha sido compilada mediante búsqueda en co-
lecciones discográficas particulares y para las grabaciones
más antiguas nos hemos valido del catálogo del sello Victor
reproducido por Jaime Rico Salazar en La Canción Co-
lombiana (Norma.– Bogotá.– 2004).
• Si bien es cierto no podemos asegurar que la discografía esté
excenta de omisiones, esperamos sean pocas.
• Abreviaturas utilizadas:
D.C.= Disco compacto

69
L.D.= Larga duración (33 rpm)
D.= Disco en formatos anteriores al L.D.
s.c.c.= sin créditos comerciales
s.f.= sin fecha
• Las fechas incluidas entre paréntesis al frente del título de
obra, corresponden a la composición y las aparecidas con
la relación discográfica corresponden al registro sonoro.
• Dentro de cada obra el orden de la discografía no es estric-
tamente cronológico, debido a la tan frecuente carencia de
acreditación de fechas en las ediciones discográficas. Igual-
mente la información correspondiente a cada registro
discográfico, no tiene uniformidad, debido a carencias in-
formativas del material impreso adjunto a los registros
discográficos.

70
I.– INTERMEZZOS.
– Intermezzo No. 1.
Discografía:
· Trío Sánchez – Calvo (1914)
D. Victor No. 65913
· José Moriche (marzo 19/1928)
· Hermanos Hernández (junio 4/1928)
D. Victor No. 46045
· Orquesta Internacional (entre 1925 y 1929)
D. Victor No. 80484
· Estudiantina Iris
L.D. (LPA – 50092)
· Trío Morales Pino
L.D. Sonolux (varias ediciones)
· Pacho Benavides
Tiple. Sonolux L.D. No. 107.
· Oriol Rangel
Piano. L.D. Sonolux No. 12-576
· Manuel J. Bernal
D.C. Yoyo Music No. 10069
“Colombia Instrumental”
· Pedro Nel Martínez
Tiple – D.C. “Tiple y Requinto de Oro 36 años”.
– s.c.c.
· Gentil Montaña
Guitarra –D.C. “Maestros de la Academia Luis A.
Calvo” Vol. 1

71
· Teresa Gómez
Piano. D.C. Universidad de Antioquia.– s.f.
· Trío Crescendo (2004)
D.C. Funmúsica.– “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.
· Mauricio Ortiz (2004)
Voz .- D.C. Funmúsica – “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.

– Intermezzo No. 2 (Lejano Azul)


Discografía:
· Orquesta Internacional (entre 1925 y 1929)
D. Victor No. 46006
· Oriol Rangel
Piano.– Sonolux L.D. No. 12-572
· Banda Nacional
D.C. “Bree selección de canciones de música
colombiana”
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias musicales colombianas” Vol. 1.
· Manuel J. Bernal
D.C. Yoyo Music No. 10069.– “Colombia
Instrumental”
· Grupo Seresta (2002)
D.C. “Ancestral”.– s.c.c.
· Gentil Montaña
Guitarra.– D.C. “Maestros de la Academia Luis
A. Calvo” Vol. 1
· Hortensia Galvis Ramírez
Piano.– D.C. “Momentos de inspiración”
· Patricia Pérez.
Piano .– D.C. “Recordando a Colombia” s.c.c.
· Teresa Gómez
Piano .– D.C. Universidad de Antioquia. s.f.
· Helvia Mendoza (1995)

72
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección “Música y Músicos de Colombia”
· Hernando Duque (2004)
Tiple. D.C. Funmúsica.– “Homenaje a nuestros
compositores” .– Vol. 9.

– Intermezzo No. 3
Discografía:
· Teresa Gómez
Piano.– D.C. Universidad de Antioquia.– s.t.
· Harold Martina (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República.– Colección
“Música y Músicos de Colombia”

– Intermezzo No. 4
Discografía:
· Hermanos Hernández (febrero 9/1929)
D. Victor No. 46432.
· Trío Joyel
L.D. VI Festival Nacional Mono Nuñez.
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 2-572
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias musicales colombianas” Vol. 2
· Hortensia Galvis Ramírez
Piano.– D.C. “Momentos de Inspiración”
· Teresa Gómez
Piano.– D.C. “Teresa Gómez a Colombia”.
· Álvaro Leonardo Suescún (1998)
D.C. Funmúsica.– XXIX Festival Nacional
Mono Nuñez

II.– PASILLOS
– Acuatizando

73
– Arroyito que murmuras
Discografía:
· Cuarteto colombiano (1999)
D.C.– s.c.c. – s.f.
· Helvia Mendoza (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección “Música y músicos de Colombia”.
· Ecos Cuerdas Trío (2004)
D.C. Funmúsica– “Homenaje a nuestros
compositores”. Vol. 9

– Blanquita
Discografía:
· Trío Morales Pino
Sonolux L.D. No. LP 2-451 / JES 3 – 109
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 12-572
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias musicales colombianas” Vol. 6
· Fabio Londoño y Marjorie Tanaka
Flauta y piano.– D.C. “La Travesía”.– s.c.c.
· Teresa Gómez
Piano.– D.C. Universidad de Antioquia. s.f.
· Quinteto Instrumental Saxofonía (2004)
D.C. Funmúsica.- “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9

– Chichimoco
– Dos de diciembre
– El Tolimense
Discografía:
· Helvia Mendoza
Piano.– D.C. Banco de la República.
“Colección Música y Músicos de Colombia”.

74
– Emmita
Discografía:
· Quinteto Pentagrama (2004)
D.C. “Música de Colombia” s.c.c.
· Santiago Medina (2004)
Violín .– D.C. “Acercamiento” s.c.c.
· Helvia Mendoza (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República. Colección
“Música y músicos de Colombia”
· Grupo Agua Fresca (2004)
D.C. Funmúsica “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.

– Endecha
– Entusiasmo
Discografía:
· Orquesta Internacional (entre 1925 y 1929)
D. Victor .– No. 81420.
· Jaime Llano González y Ruth Marulanda
Órgano y piano.– L.D. No. Cos-2007
· Quinteto Eco
D.C. “Contrastes” Vol. 2. s.c.c.
· Trío lo mejor de cada casa (2005)
Tiple .– D.C. – s.c.c.
· Santiago Medina Cepeda (2004)
Violín – D.C. “Acercamiento”.– s.c.c.
· Estudiantina Boyacá
D.C. conmemorativo 25 años.– s.c.c
· Teresa Gómez (1989)
Piano– Casete Banco Cafetero
· Harold Martina (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección “Música y músicos de Colombia”
· Cuarteto Juvenil de Ginebra (2004)
D.C. Funmúsica.- “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.
75
· Trío Crescendo (1999)
D.C. Funmúsica.- XXV Festival Nacional
Mono Nuñez de Música Colombiana
· Cuarteto Jara (2000)
D.C. X Festivalito Ruitoqueño
· Grupo D’ Cámara (2004)
D.C. XIV Festivalito Ruitoqueño

– Genio Alegre
Discografía:
· Trío Morales Pino
Sonolux – varias ediciones
· Harold Martina (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección “Música y Músicos de Colombia”
· Grupo Juglares. (2004)
D.C. Funmúsica “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9

– La Chata
Discografía:
· Hermanos Hernández (mayo 6/1929)
D. Victor No. 30644

– Marte
– Mi copetoncita y yo.
Discografía:
· Cuarteto Luis A. Calvo (2004)
D.C. Funmúsica “Homenaje a nuestros
compositores “ Vol. 9.

– Muchachita en flor
– Navidad
– Noel
– Por unos ojos negros

76
– Risa, música y flores
– Trébol agorro.
Discografía:
· Orquesta Efin Schachmeister
L.D. Preludio No. 11010. en “La música linda
de Luis A. Calvo”
· Estudiantina Tardes de Colombia (1985)
Sonolux L.D. No. 01 (0131) 01401.
· Trío Joyel (1983)
Producciones Trío Jogyel Vol. II .– L.D.
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 12-572
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias Musicales Colombianas” Vol. 4
· Opus II Trío
D.C. “Desde el alma de Colombia” – s.c.c.
· Samuel Ibarra Conde (2004)
Flauta dulce– D.C. Funmúsica.
Colección “Homenaje a nuestros compositores”
Vol. 9.
· José Luis Martínez Vesga
D.C. Orbe “Ensueño Colombiano”
· Trío Gómez Silva (2004)
D.C. XIV Festivalito Ruitoqueño.

– Veinte de julio
– Viva el niño Dios

III.– BAMBUCOS
– Bambuco
(Forma parte de la “Fantasía sobre escenas
pintorescas de Colombia”)
Discografía:
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 12-572

77
– Bambuco No. 1
– Bambuco No. 2
– El Republicano
(Originalmente titulado ¡Qué Delicia!)
Discografía:
· Trío Sánchez– Calvo (1914)
D. Víctor No. 65884.
(Grabado bajo el título original ¡Qué Delicia!)
· Orquesta Internacional (entre 1925 y 1929)
D. Victor No. 81425.
· Estudiantina Iris
L.D. Codiscos No. L.D.D. – 50092
· Gilberto Bedoya H. (1994)
L.D. “Requinto de Antología”
Reeditado en D.C.
· Banda Sinfónica de la Policía Nacional
L.D. Philips No. 8325701.
· Orquesta Filarmónica de Bogotá.
D.C. “Memorias Musicales Colombianas” Vol. 6.
· Jaime Llano González (2002)
D.C. Yoyo Music. “La Gran Música Colombiana
de Siempre”.
· Banda de la Universidad de Antioquia
D.C. Fuentes No. 010837 “Música Folclórica de
Colombia”
· Cuarteto Clarinetes del Café (2004)
D.C. Funmúsica – “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.

– Por un querer
– Ricaute
Discografía:
· Arpa Colombiana (marzo 19/1930)
D. Víctor No. 30109.
· Trío Pierrot (Junio 989)
L.D. Procultura – Colección “Música Tradicional
78
y Popular de Colombia” No. 1.
· Septeto Sincopando
D.C. “Legado” – Colcultura.
· Cuarteto Colombiano (1999)
D.C. – s.c.c. – s.f.
· Ecco-trío (2004)
D.C. Funmúsica.– “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9,

– Rosas de Alborada.
– Yerbecita de mi huerto.
Discografía:
· Trío Pierrot
L.D.– s.c.c. y s.f.
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 01(0121) 16382.
“Antología Musical de Colombia” Vol. II
· Orquesta Filarmónica de Bogotá.
D.C. “Memorias Musicales Colombianas” Vol. 5.
· Ruth Marulanda
Piano, tiple, guitarra.
D.C. “Corazón Colombiano”.– s.c.c.
· Trío Espíritu Colombiano
Bandola, tiple, guitarra.
D.C. “Nueva Colombia”.– s.c.c.
· Trío Nueva Granada
Requinto, tiple, guitarra.
D.C. Fumúsica.– “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9

IV. – DANZAS
– Adios a Bogotá.
Discografía:
· Orquesta Internacional (entre 1925-1929)
D. Víctor No. 69284
· Trío Rubia Espiga
79
L.D “Migas de Silencio”
VI Festival de Música Andina Colombiana.–
Cotrafa
· Nogal Orquesta de Cuerdas Colombianas (1994)
D.C. Colcultura
· Banda Sinfónica Juvenil de Cundinamarca
D.C. “Música para la Paz de Colombia”.–
Concurso Nacional de Bandas (Paipa) Vol. III.
· William Romero, Fidel Álvarez, Rubén Echeverry.
Bandola, guitarra, tiple.
D.C. “Maestros de la Academia Luis A. Calvo.”
· Trío Crescendo (2004)
D.C. Funmúsica. “Homenaje a nuestros
compositores” Vol. 9.

– Aire de Fuera
Discografía:
· Oriol Rangel
Piano. L.D. Sonolux No. 12 – 572
· Jaime Llano González y Ruth Marulanda.
Órgano y piano.– D.C. Orbe. “Grandes
Maestros”
· Teresa Gómez
Piano. D.C. “Para Recordar”.– Universidad de
Antioquia.

– Añoranza
Discografía:
· Hermanos Hernández
D. Victor N. 463379
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias Musicales Colombianas” Vol. 1
· Harold Martina (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República.
Colección “Música y Músicos de Colombia”

80
– Betty
– Carmiña
Discografía
· Orquesta Víctor
D. Víctor No. 69284
· Estudiantina Tardes de Colombia
L.D. Sonolux No. 01 (0131) 01401.
· Teresa Gómez
Piano.– D.C. “Para Recordar”
Universidad de Antioquia
· Quarteto Colombiano (1999)
D.C. s.c.c. y s.f.
· Gustavo Adolfo Niño Castro (2004)
Guitarra.– D.C. Funmúsica “Homenaje a
nuestros compositores” Vol. 9.
· Trío Alma Nacional (2001)
D.C. XI Festivalito Ruitoqueño

– Consuelito
– Danza No. 1
– Danza No. 2
– Emilia II
Discografia:
· Nogal Orquesta de Cuerdas Colombianas
(2001)
D.C. “De principio a fin … de siglo” s.c.c.
· Cuarteto Colombiano (1999)
D.C. – s.c.c. y s.f.

- Estrella del Caribe.


Discografia:
· José Luis Martínez Vesga
Tiple.– L.D. CBS No. PTL 758-88
· Quarteto Colombiano (1999)
D.C.– s.c.c. y s.f.

81
· Oriol Rangel
Piano.– L.P. Sonolux No. 12-572

– Estrella Rubia
Discografía:
· Benincore y Cabanzo (1914)
D.Victor No. 65917.
· Oriol Rangel
Piano .– L.D. Sonolux No. 12-572

– Gacela
Discografia:
· Pentagrama Latinoamericano (2004)
D.C “Mis Rosas”.– s.c.c.
· Cuarteto de Clarinetes Clarinnova (2004)
D.C. Funmúsica- “Homenaje a nuestros
compositores” Vol 9.

– La Presentida
Discografía:
· Orquesta Efin Schachmeister
L.D. Preludio No. 11010. – “La música
linda de Luis A. Calvo”

– Libia
Discografía:
· Terceto Sánchez – Calvo (1914)
D. Víctor No. 65914
· Orquesta Internacional (entre 1925-1929)
D. Víctor No. 80486

– Madeja de Luna
Discografía:
· Orquesta Internacional (entre 1925-1929)
D. Víctor No. 46006

82
· Estudiantina Iris
L.D. Codiscos No. L.D.D. – 50092.
· Trío Morales Pino con Gabriel Uribe
L.D. Sonolux No. IES – 13-775.
“Grandes Momentos de la Música
Colombiana”
· Oriol Rangel
Piano. L.D. Sonolux No. 12-126
· Septeto Sincopando
D.C. “Legado”. – Colcultura
· Trío Palos y Cuerdas (2001)
D.C. – Contrafa .– XV Festival de Música
Andina Colombiana
· Bernardo Reyes, Germán Moreno, Daniel
Martínez
Piano, contrabajo, persecución
D.C. “Pedazos de Rumba”. s.c.c.
· Teresa Gómez
Piano.- D.C. Universidad de Antioquia –s.f.

– Malvalocca
Discografía:
· Forero y Patino (abril 6/1921)
D.Victor No. 73232.
· Estudiantina Colombiana
L.D. Preludio No. 1010.- “La música
linda de Luis A. Calvo.
· Trío Joyel (1983)
L.D. Producciones Trío Joyel – Vol. II
· Hernando Duque (1986)
Tiple.– L.D. XII Festival Nacional
Mono Nuñez
· Estudiantina Iris
L.D. Zeida No. LDZ – 2087
· Oriol Rangel

83
AUDITORIO «LUIS A. CALVO»

Para rendir perenne tributo al compositor


santandereano Luis Antonio Calvo (Gámbita,
1.882 - Agua de Dios, 1945), la Universidad
Industrial de Santander bautizó con el nombre del
maestro a su máximo recinto cultural.

Las obras de diseño y construcción del Auditorio


se iniciaron en mayo de 1.978 y el recinto fue
inaugurado el 7 de mayo de 1.982. Con 989
localidades, fue diseñado como auditorio múltiple,
con excelentes especificaciones acústicas y el
acondicionamiento técnico para diversos requeri-
mientos escénicos. Como parte de la política de la
Institución para divulgación de la cultura y con la
coordinación de la Oficina de Dirección Cultural,
el más hermoso, completo e importante recinto
cultural del oriente colombiano, ofrece permanen-
temente a la comunidad universitaria y a la
ciudadanía en general una variada programación.

84
85
Piano.- L.D. Sonolux No. 12-126
· Septeto Sincopando (1995)
D.C.– MTM – “Símbolos II”
· Trío Lo Mejor de cada casa (2005)
Tiple, guitarra, tiple. D.C. – s.c.c.
· Teresa Gómez
Piano.- D.C. Orbe– “Teresa Gómez a
Colombia.”

– María Elena
Discografía
· Cuarteto Colombiano (1999)
D.C. s.c.c. y s.f.
· Helvia Mendoza (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección “Música y Músicos de
Colombia”

– Perla del Ruiz


Discografia:
· Hermanos Hernández
D.Victor No. 81216
· Estudiantina Colombiana (1978)
L.D. Philips No. 634626
· Oriol Rangel
Piano.– L.D. Sonolux No. 2-572
· Trío Joyel
L.D. “Trío Joyel con el tenor Gerardo
Arellano” s.c.c.

– Qué Delicia
(título original de El Republicano)
– Rubia Espiga
Discografía:
· Hermanos Hernández (abril 6/928)
D.Victor No. 81209
86
· Trío Joyel (1983)
L.D. Producciones Trío Joyel Vol II
· Helvia Mendoza (995)
Piano.– D.C. Banco de la República
Colección Musica y Musicos de Colombia

– Simpatía.

V.– VALSES
– Aminta
– Amistad
– Amor de Artista
– Anhelos
Discografía:
· Orquesta Rodríguez
L.D. Preludio No. 11010. – “La música
linda de Luis A. Calvo”
· Manuel J. Bernal
D.C. Yoyo Music No. 1009
“Colombia Instrumental”

– Ante azul
– Beso la Mano
– Carmencita
– Chavita
– Chiquitin
– Clarita
– Cromos
– Diana Triste
Discografía
· Harold Martina (995)
Piano.- D.C. Banco de la República
Colección “ Música y Músicos de
Colombia”

87
– Eclipse de Belleza
– El Buen Tono
– En espera
Discografía:
· Benincore y Cabanzo (1914)
D.Victor No. 65891

– El Despertar del Ruiseñor


– Emery
– Encanto
Discografía:
· Oriol Rangel
Piano.- L.D. Sonolux No. 2 – 572
· Orquesta Filarmónica de Bogotá
D.C. “Memorias Musicales de Colombia”
Vol 3.
· Trío Instrumental Nueva Granada (2004)
D.C. “Ni más, ni menos”.– s.c.c.
· Teresa Gómez (1989)
Piano– Casete Banco Cafetero

– Flor de Ilusión
– Gentleman
Discografia:
· Carlos Mauricio Mayorga (2004)
Piano.– D.C. Funmúsica.– “Homenaje a
nuestros compositores” Vol. 9.

– Invitación a Soñar
– Marsella
– Mi copetoncita
– Mi primer vals
– Mujer y Reina
– Noche de abril
– Ronda Nocturna

88
– Rosalito del Camino
– Ruth
Discografía :
· Hermanos Hernández
D.Victor No. 81544.

– Secretos
Discografia:
· Orquesta Internacional (entre 1925-1929)
D.Victor. No. 80485
· Manuel J. Bernal
D.C. Yoyo Music No. 10069
“Colombia Instrumental”
· Plectro Trío.
D.C. Funmusica.– “Homenaje a nuestros
compositores “ Vol. 9.

– Siguiendo tus pasos


– Soñando Amores
Discografía:
· Manuel J. Bernal
D.C. Yoyo Music No. 10069
“Colombia Instrumental”

– Sultana del Valle


– Teresita
– Tus pupilas
Discografia:
· Benincore y Cabanzo (1914)
D.Victor No. 65919

VI.– CANCIONES
– Afinidad
– Amapola
– Amor

89
Discografia:
· Antonio Utrera (marzo 28/1922)
D.Victor No. 80707.

– Amor Humilde
– Angelus
– Canción romántica
– Canta tú corazón mío.
Discografía:
· Enrique Herrera Vega
L.D. Preludio No. 1100 – “La Música linda
de Luis A. Calvo.”

– Cuando caigan las hojas.


Discografía:
· Mauricio Ortiz (2004)
Voz. D.C. Funmúsica.– “Homenaje a
Nuestros compositores” Vol. 9

– De Linda Puedes Morir


– Dolor que canta
Discografía
· Margarita Cueto y José Moriche
D.Victor No. 80741

– En la Playa
– Gitana
Discografía:
· Benincore y Cabanzo (1914)
D. Victor No. 65890
· José Moriche (noviembre 4/1927)
D. Victor No. 80742

– Hechicero
– La orden de Lázaro

90
– Lamentos de Primavera
– Los pinos
– Libélula Iris
– Madrecita Mía
– Margarita
– Nochebuena en Agua de Dios
– Óyeme
– Por el amor que fue.
Discografía
· Antonio Utrera
D. Victor No. 80708

– Ritornello de Amor
Discografía:
· José Moriche (marzo 9/1928)
D. Victor

– Sentir
Discografía:
· Benincore y Cabanzo (1994)
D. Víctor No. 6597
· Sarita Herrera y F. Jimeno (abril 9/1939)
D. Víctor No. 82709

– Todo en mi Amor
– Tu y yo
Discografía:
· Benincore y Cabanzo (1914)
D. Victor No. 65916.

VII.– HIMNOS
– A Manizalez
– Bolívar
– Centavo de Navidad
– Ciudad de Pereira

91
– Colegio Boyacá
– Colegio José María Villegas
– Colegio la Concordia
– Colegio Santo Tomás de Aquino
– El ángel y la patria
– Enfermeras de la Cruz Roja Nacional
– Excursionistas del Quindío
– Himno a la Madre
– Himno a Sonsón
– Himno al Centro de Excursionistas “Caquetá”
– Himno Mariano
– La Frontera
– Nuevo Colegio Pestalozziano.

VIII.– MARCHAS
– Águila Negra
– Alma Antioqueña
– Antioqueños al mar
– Apolo
– Bajo el cielo de Támesis
– Cocotero
– Coralito de la Mar
– El antimonio
– Cupido
– El eco
– Ginocardato
– Hacia el Calvario
– La Guardia del Rhin
– La Voz de Colombia
– Lágrimas de Barcelona
– Los cuarteles de Washintong
– Marcha A.
– Marcha B.
– Marcha fúnebre
– Marcha nupcial

92
– Mariela
– Mariposas y Flores
– Mi Bella Rosario
– Ramón Elias
– Rosarito
– Sensitiva
– Sulfato de Estricnina
– Último recuerdo
– Von Khron

IX.– PASODOBLES
– Imperio Argentina
– Marcha Clara
– Nueva Granada

X.– FOX TROT


– Como la Espiga
– El Fox del Amor
– Elena I
– Mariposa Mía
– Por qué bajas los ojos
– Princesita de Ávila

XI.– GAVOTAS
– Anita
Discografía:
· Teresa Gómez
Piano.– D.C. Universidad de Antioquia
“Para recordar”
– Cecilia
Discografía:
· Harold Martina (1995)
Piano– D.C. Banco de la República
Colección “Música y músicos de
Colombia.
93
XII.– OBRA SINFÓNICA
– Escenas Pintorecas de Colombia
Discografía:
· Orquesta Sinfónica de Colombia
(Octubre 3/1941)
D.C. No. 20 “Joyas de la Canción
Colombiana”. (Jaime Rico Salazar)

XIII.– OPERETA
– Una Noche en París
Comprende: Preludio
Qué calor (vals)
Vals de los Apalaches
Tango

XIV.– MÚSICA RELIGIOSA


(Arpa Mística)

A. Cantos Eucarísticos
– Al real sacramento
– Dolectus Meus Mihi
– Echando flores
– Himno al Sagrado Corazón
– Hora Santa
– Hora Santa Eucaristía
– Sed de Dios
– Trisagio de la Santísima Trinidad
– Trisagio del Sagrado Corazón
– ¡Oh! Flóres Fieles
– Vox Dilecti

B. Cantos a la Virgen
– A la Virgen de los Dolores
– Himno a Santa Margarita

94
– Más Blanca que los Lirios
– Súplica a María Auxiliadora

C. Villancicos
– Duerme, duerme
– Lirios, Racimos y Espigas
– Pastorela

D. Plegaria
– Óyeme
– Madrecita Mía

E. Gozos
– A Cristo Rey
– Al Espíritu Santo
– A María Auxiliadora
– Al Beato Juan Bosco
– Al Niño Dios
– A San Antonio

F. Himnos
– Las hijas de María de Agua de Dios
– Jesús ante mi Puerta
– Al Reverendo Padre Superior
– A San Juan Bosco
– Al Nuevo Sacerdote
– Al Reverendo Padre Julio Caicedo
– A las Madres

XV.– MISCELÁNEA
– Arabesco
Discografía
· Harol Martina (1995)
Piano.– D.C. Banco de la República

95
Colección “Música y Músicos de
Colombia

– Blanca (raq – time)


Discografia
· Orquesta Internacional
(entre 1925 y 1929)
D. Victor No. 77304.

– Carmencita
– Cartagena (capricho)
– Entre Naranjos (ronda)
– Fantasía de Navidad

– Mazurca No. 4
Discografía
· Teresa Gómez
Piano – D.C. Universidad de
Antioquia. – s.f.
· Quinteto al signo (2001)
D.C. XI Festivalito Ruitoqueño

– Minuet
– Reina de los Jardines
Discografía
· Pocholo y Cabanzo (1914)
D.Victor No. 67157

– Reina Infantil (one –step)


– Spes Aves (Preludio)

96
BIBLIOGRAFÍA

Guillermo Amado Gracia


VIDA Y OBRA DEL MAESTRO LUIS A. CALVO
Edición del Autor – Bogotá – 2003.

Anónimo
LUIS A. CALVO
Páginas de culturas santandereanas.– Vol 8.
Prosantander – Bucaramanga – 1991

Jorge Áñez
CANCIONES Y RECUERDOS
Colección Lecturas de Música Colombiana.– Vol 5.
Instituto Distrital de Cultura y Turismo.– Bogotá 1990.

Álvaro Bedoya Sánchez


LUIS ANTONIO CALVO
Adaptaciones para guitarra de las obras originales
para piano
Compositores Colombianos Vol. 1
Centro Colombo Americano – Bogotá – 1987

97
Egberto Bermúdez
HISTORIA DE LA MÚSICA EN SANTAFÉ
Y BOGOTÁ 1538-1938
Fundación de Música – Bogotá – 2000.

Ellie Anne Duque


LUIS A. CALVO
En folleto adjunto al D.C.
Luis A. Calvo, obras para piano.
Colección “Música y Músicos de Colombia”
Banco de la República– Bogotá– 1995.

José Iván Hurtado Hidalgo


LUIS A. CALVO
En el libro “Huellas del siglo XX”
Hechos y Gentes de Santander
Compilación: Edmundo Gavassa Villamizar y
Gustavo Galvis Arenas
Imprenta del Departamento – Bucaramanga – 1999.

Reedición:
Bajo el titulo: Luis A. Calvo, Mito e Intuición
En Vanguardia y Cultura.– Suplemento de “Vanguardia
Liberal” No. 1736 – 27 de agosto de 2005
Bucaramanga. Páginas 2-5.

Juan Lozano y Lozano


EL MAESTRO LUIS A. CALVO
En Obras Selectas.– Editorial Horizonte.–
Medellín. – 1956 – págs. 415-421

98
Octavio Marulanda Morales
LECTURAS DE MÚSICA COLOMBIANA
Instituto Distrital de Cultura y Turismo
Bogotá– 1990 (Págs. 737 – 753)

Joaquín Ospina
DICCIONARIO BIOGRÁFICO Y BIBLIOGRÁFICO
DE COLOMBIA.– Tomo I.– Editorial Cromos.–
Bogotá.– 1927.

Pbro. Jenaro Perico García


EL MAESTRO LUIS A. CALVO
Editorial Salesiana – Bucaramanga – 1975

Jaime Rico Salazar


LA CANCIÓN COLOMBIANA
Grupo Editorial Norma – Bogotá – 2004.
(Págs. 166-173)

Heriberto Zapata Cuencar


MÚSICOS Y COMPOSITORES COLOMBIANOS
Editorial Carpel – Medellín. 1962.

99
100

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