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ORIENTACIÓN VOCACIONAL OCUPACIONAL

DE PASIONES Y DESTINOS

María Ester Jozami


CONTRIBUCIONES PSICOANALÍTICAS A LA ORIENTACIÓN VOCACIONAL

En total concordancia con los objetivos del programa vigente, en cuanto a


considerar la vocación como categoría realizadora de la conducta humana, a
través del desarrollo del material de este libro, la autora hace un recorrido
histórico sobre los orígenes de la Orientación Vocacional, y el campo de
aplicación de la psicología como principal recurso de análisis del proceso
orientador.

En un paneo que se remonta a Platón, Séneca, Federico El Grande, el


Cristianismo, la Edad Media, el Renacimiento hasta la Revolución Francesa,
expone los aspectos destacados según el contexto, acerca de la lenta y
progresiva posibilidad por parte del hombre, de optar por su formación y
ulterior inserción profesional.

En cuanto a la evolución de los recursos para medir o evaluar aptitudes y


capacidades, describe las diversas metodologías empleadas a través del
tiempo, las que fueron dando lugar a los comienzos de una orientación
profesional basada principalmente, en el análisis de las diferencias
individuales que determinarían la aptitud o ineptitud de los individuos para
una actividad en particular.

Así, desde Wundt en 1878 con sus experiencias de laboratorio, hasta


Bohoslavsky, que en 1971 sorprende con su método de abordaje clínico,
Jozami recrea los distintos momentos y especialistas del mundo y de
nuestro país en particular, destacando la total vigencia de la estrategia
desarrollada por Bohoslavsky en una articulación con el psicoanálisis, inédita
hasta ese momento.

Podría decirse que todos estos antecedentes fueron mostrando la variedad


en las modalidades de abordaje, con las que se han enfocado los trabajos de
orientación vocacional, pero bien cabe destacar que si bien se prioriza el
interés por quién y cómo elige por encima de qué y cuándo elige, aún
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continúa la polémica acerca de los recursos que se emplean, dependiendo de


la institución en que se realice la orientación, la formación de los distintos
profesionales que intervengan, y el marco de competencias en que se
desenvuelvan.

La autora hace referencia también a los abordajes enfocados desde la


asistencia y la prevención, encontrando una articulación viable desde su
misma etimología. Si el asistir es entendido como socorrer, prestar ayuda;
y prevención o profilaxis implica prevenir o preservar, bien podremos
articularlos incluyéndolos uno en el otro. Por otra parte, plantea ante ello,
la eterna cuestión de la pertinencia de campo, extendiendo el
cuestionamiento hacia quiénes corresponde o no, ejercer el rol del
orientador.

Completa el primer capítulo de su libro con un repaso de las principales


definiciones de la tarea orientadora incluyendo la propia, resumiendo lo
siguiente:

“Las modalidades de abordaje de esta tarea responden a qué se


entiende por orientador vocacional y qué por sujeto de la orientación
vocacional.
Lo que la historia muestra como común denominador más allá de los
diferentes marcos teóricos y de las técnicas utilizadas, es el hecho de
presuponer un hombre libre con derecho a ser feliz y/o más productivo,
que podrá llegar a insertarse en el mundo del trabajo, la cultura y la
producción.
La orientación vocacional históricamente ocupa el lugar del intermediario
que posibilitaría esta inserción”. (p.38)

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En los capítulos segundo, sexto y séptimo, nos refiere su experiencia de la


orientación vocacional en instituciones educativas, las técnicas, y la
información en orientación vocacional, respectivamente. En estas temáticas
confluyen amplias coincidencias con el desarrollo programático de la
asignatura, destacando los aún vigentes aportes de Rodolfo Bohoslavsky.

A los fines de la contribución que propone, desde la “teoría Freudo-


Lacaniana a la práctica de la orientación vocacional”, en el tercer capítulo
se remite en principio al concepto de “vocación”; a qué implica la vocación en
sí misma o, en particular, a qué significados remite el término.

Desde lo etimológico, hace referencia tanto al “llamar” como al “ser


llamado”, lo que por la fuerte influencia del Cristianismo quedó connotado
con la implicancia de un llamado divino; de la elección que Dios destina a una
persona, esperando de ella una respuesta que lo comprometerá de por vida.

Por otra parte, incluye también planteos desde un plano filosófico-


existencial, que permiten concebir esa cualidad del llamar y ser llamado,
como prismas totalmente compatibles, porque en ambos casos, tanto el
religioso como el existencial, la respuesta implicaría en sí misma el asumir un
compromiso vital.

Es aquí donde la autora destaca en referencia a ese llamado vocacional,


“será importante señalar que “encontrarlo”, “escucharlo”, implicará y
remitirá siempre a Otros. Estos Otros que aluden imprescindiblemente a
los Otros del sujeto que lo preexistieron y por cuyos deseos, y por
cuyos proyectos su constitución fue posible. Otros que aludirán
necesariamente a una interioridad-exterioridad de límites
indiferenciados que remitirá a la interioridad o exterioridad del
“llamado”.
Estamos entonces ante el sujeto del psicoanálisis, y su constitución;
ante la responsabilidad de los actos, lo que supone poner en juego la
“libertad” y el “elegir”. Un sujeto que en tanto logre hacerse cargo de
su deseo podrá proyectarse y circular entre los significantes de la
cultura y de la producción apuntando a un punto de creación que lo
topará con lo fundante de su ser para desde allí realizar algo nuevo”.
(p.53)

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Al referirse al sujeto de la orientación vocacional, y recreando planteos de


adolescentes al llegar a la consulta, destaca que es un lugar común en el
discurso de los jóvenes, la alusión a la posibilidad de satisfacer con su
elección, el deseo de los padres, de la sociedad, de la humanidad, etc., lo que
entiende que siempre trata de un “sujeto entre deseos, sujetado a esos
deseos.”

De allí la aclaración de que cuando cita el concepto de “deseo”, desde el


psicoanálisis, se refiere a su estatuto de “deseo inconsciente” (en Lacan), o
de “fantasía inconsciente”, en Freud. Destaca que para Lacan, “el deseo es
el deseo del Otro”; un Otro que está implicado porque el lenguaje preexiste
al sujeto. Es en esta demanda, que el sujeto pide y espera de ese Otro
lugar, aquello que le permita reconocerse como sujeto autónomo. “Son los
significantes de la cultura ajustados a las leyes del lenguaje y serán éstos
los que “atraparán” al sujeto, incluyéndolo en un orden cultural. El sujeto así,
está sujetado, amarrado, a los significantes del Otro, es decir que es el
discurso de ese Otro el que insistirá en él conformándolo. El sujeto
entonces es en tanto es hablado, en tanto que el Otro habla a través de él.”

Hablando así de sujeto y de deseo, plantea la duda de qué es lo que se


establece en primer lugar, y asevera que lo primero es el deseo de la madre
por el niño, lo que a su vez permitirá su condición de sujeto. Lo que
permitirá que, articulándose un significante a otro a través de los mensajes
del niño, quede establecida una demanda. Pero no todo puede ser dicho, ni
todo puede ser satisfecho, por lo que siempre faltará algo que, por su vacío
de significación, retornará como deseo. Deseo que “llevará a un sujeto a una
búsqueda permanente de aquello que le falta para sentirse “completo”.

En función de la dinámica constitutiva de un sujeto, la autora desarrolla el


concepto del mito edípico freudiano en el que, a partir de la instalación del
padre como portador de la ley, al transcurrir los tres tiempos lógicos,
permitirán que ese padre sea interiorizado como Ideal del Yo en el sujeto, a
través de la trama compleja de las identificaciones. En esta instancia,
Jozami cita a Lacán, Sem.V, 1958, p.21, al decir que “tiene los títulos para
servirse de ello en el futuro si es varón; o buscará por el lado del padre si
es mujer”. (p.57)

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A ese padre privador interiorizado inicialmente, le sigue un padre amado que


sentará las bases del Superyó, el que suele llegar a imperar instalando el
consabido “deberás ser…”, tantas veces expresado en la consulta de los
jóvenes.

En función de la etapa que atraviesa el adolescente, es cuando no sólo


enfrentará definiciones del orden de lo profesional, sino también en cuanto
a su definición sexual, familiar, etc. Así como antiguamente los oficios y
ocupaciones estaban predeterminados, ante la posibilidad que hoy tienen los
jóvenes de interrogarse sobre su vocación, la pregunta que realizan es “¿qué
desea el Otro de mí?”, “¿qué quiere el Otro?”

La autora resume que fue analizando la completa trama de la constitución


del sujeto de la orientación, en calidad de “sujetado al deseo de un Otro”,
que por su deseo lo hace posible. Esto será el punto de partida que a lo
largo de su vida le permitirá al joven apropiarse de un proyecto, en tanto y
en cuanto haya podido sortear y resolver lo que cada tiempo edípico le haya
ido proponiendo.

Para comprender el proceso “desde la teoría psicoanalítica freudolacaniana


sitúa el problema de “elección vocacional” en el estatuto del síntoma”. Al
respecto y citando a Lacan (op.cit) dijimos “síntoma en estado de enigma
que aún no estaría formulado” [ya que] “el síntoma sólo queda constituido
cuando el sujeto se percata de él. Para que el síntoma salga del estado de
enigma que aún no estaría formulado, el paso no es que se formule, sino que
en el sujeto se dibuje algo cuya índole es que se le sugiere que hay una causa
para eso”. (p.71)

En el cuarto capítulo, Jozami hace un paneo sobre la concepción desde


distintos marcos de referencia, en lo que respecta al fenómeno adolescente.
Refiere a Stanley Hall; Ana Freud; M. Knobel; A. Aberastury; M. Klein; E.
Erikson y F. Dolto. Como síntesis sostiene que…”tomando como referencia la
constitución del sujeto según el psicoanálisis Freudo-Lacaniano, planteamos
en este capítulo que el adolescente es un sujeto que discute su derecho a
ser hombre o ser mujer, y en tanto se halla constituido a través de los
tiempos edípicos, podrá discutir también cómo incluirse en el mundo, en la
cultura y en la producción”. (p. 82)

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Así como la autora analiza extensamente al sujeto de la orientación,


focalizado en su etapa adolescente; en el quinto capítulo pone el acento en
el rol del profesional orientador.

Recrea de una consulta, el relato de un joven que da cuenta de un pedido


dirigido a un Otro al que se le supone un saber. Refiere como opción, la de
un orientador que responda con baterías de tests, en base a cuyos
resultados sobre aptitudes, intereses, capacidades, o técnicas proyectivas
de personalidad, podrá pronosticar “qué es lo que le conviene a ese
adolescente”.

Sostiene que ….”si esto ocurre así, probablemente dejará a este


adolescente sin posibilidades de protagonizar su elección, de apropiarse de
ella. Imposibilitando el acceso de un sujeto a algún punto de aquello que lo
determina, de aquellos deseos que lo determinan. Lo deja entonces alienado,
ligado a la pregunta ¿qué desea el Otro de mí?, decíamos, a la instancia del
Ideal del Yo que sostiene la imagen del Yo. O sea, desde el registro de lo
simbólico que sostiene lo imaginario del Yo, este orientador vocacional
contestará con un yo sé. Una tarea abordada desde el plano imaginario de
Yo a Yo. Algunas veces desde el lugar del semejante, otras (desde lo
imaginario también) en el lugar del Saber, no del Supuesto Saber.

….Nuestro planteo sostenido y fundamentado en capítulos anteriores ubica


el problema de la elección vocacional en el estatuto del síntoma: “síntoma en
estado de enigma que aún no estaría formulado”. Esto implica
necesariamente a un orientador vocacional que soporte sostener el lugar de
“Sujeto Supuesto Saber”. Ante esta alternativa, la autora refiere una
instancia en la que …”tenemos al sujeto de la orientación vocacional, al
orientador vocacional y un tercer elemento: el de Sujeto Supuesto Saber”…
“un orientador vocacional que soporte sostener este lugar, deberemos
agregar, sin identificarse a él.” ……”El orientador vocacional en posición
analítica podrá entonces sostener este lugar, lo cual posibilita que el
problema de elección vocacional interrogue al sujeto y este pueda desde
aquí acceder a algún punto de verdad sobre su deseo. “

Jozami señala al comenzar este capítulo, que “la tarea de orientación


vocacional no tiene como objetivo “un mutuo aprendizaje”, tampoco el de

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“aprender a elegir”. …….”fundamentamos que el “sujeto no es el Yo” y


planteamos nuestra propuesta de trabajar con el sujeto (del inconsciente,
que “no aprende”, ni puede “ejercitar su voluntad”). Es aquí entonces en
donde se juega la escucha analítica del orientador vocacional; y es desde
aquí desde donde será posible remitir al sujeto a su propio enunciado,
propiciando un efecto de interrogación”….. “Paradójicamente, cuando
privilegiamos la existencia de un sujeto (del inconsciente) sobre el Yo
(consciente) es cuando el adolescente que dice “Yo quiero encontrar mi
vocación” puede acceder a algún punto de verdad sobre su deseo”. … “Desde
nuestro planteo entonces, deberemos subrayar que el orientador vocacional
no es un educador (viniera de la profesión que fuera) sino un profesional con
amplia formación psicoanalítica.” (p.87)

Por último, y en base a las investigaciones que le permitieron homologar los


conceptos sobre Vocación con los de Pasión y Destino, cierra el octavo
capítulo de su libro con esta reflexión:

“La clínica con jóvenes-adolescentes nos remite al planteo Freudiano en


relación a que había que permitir que ‘el niño eligiera su neurosis’.
Pensamos que hay que permitir que el adolescente pueda (en el mejor de
los casos), asirse a su fantasma para llegado el momento trabajar con
él”. “Un enigma es posible. Y con él, se abre un espacio que permitirá
tal vez interrogar para comenzar y/o llegar a interrogarse”.

FUENTE:

DE PASIONES Y DESTINOS

MARÍA ESTER JOZAMI


Contribuciones Psicoanalíticas a la Orientación Vocacional
Editorial Letra Viva; Bs. As.; 2009

SÍNTESIS:
Prof. Lic. Graciela Perotti de Carrera
Prof. Lic. Carmen Sotelo

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