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La misa

Jean-Marie Lustiger

SAN PABLO
lean-Marie Lustiger (1926), carmelita, fue nombrado obispo de Orleáns
en 1979, arzobispo de París en 1981 y cardenal en 1983. Es miembro de la
Academia francesa desde 1995. Autor de numerosas obras, destacan entre
ellas Sed felices. Reflexiones sobre la felicidad y las bienaventuranzas (San Pablo 1998)
y Cómo abre Dios la puerta de la fe (San Pablo 2005).

El Cardenal Lustiger redactó este libro a partir de unas charlas en Radio


Notre-Dame, y en respuesta a las peticiones de quienes solicitaban el texto
para la meditación.

ANTES DE COMENZAR

SAN PABLO 2007 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)


Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723
E-mail: secretaria.edit@sanpablo.es
Bayard Éditions, París 1988

Título original: La messe


Traducido por Salvador Peña Martín

Distribución: SAN PABLO. División Comercial


Resina, 1. 28021 Madrid * Tel 917 987 375 - Fax 915 052 050
ventas@sanpablo.es
ISBN: 978-84-285-3025-5
Depósito legal: M. 49.909-2006
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España
1
Ir a misa

Este domingo dudáis si ir o no a misa. Al final, os deci-


dís. Bueno, digamos más bien que es Dios quien os ha
decidido. Dios saca a cada uno de su soledad y de su
aislamiento para constituir un pueblo que vive de la fe y
cuya unidad es Cristo. Siempre que voy a una iglesia para
celebrar la misa pienso en unas palabras de la Sabiduría
(Prov 9,5): «Venid a comer de mi pan, bebed del vino que
he mezclado, que resuenan en el discurso de Jesús en
la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6). Esta Sabiduría personifi-
cada que «ha preparado la mesa», que ha proclamado su
invitación «en los lugares más altos de la ciudad»', esta
Sabiduría hecha carne es el Verbo de Dios, que nos llama
a su banquete.
Es la Iglesia quien celebra la Eucaristía2, y Cristo quien
convoca a esta a los cristianos. El Espíritu Santo los con-
grega para formar un solo Cuerpo y dar gracias a Dios
Padre.

1
Prov 9,2-3.
2
Cf). M. LUSTIGER, Premien pas dans la priére, Nouvelle Cité, Montrouge, pasos
once a catorce, y en especial: «El día de la Iglesia», 148 (trad. esp., Primeros pasos
en ¡a oración, San Pablo, Madrid 1988).

7
La misa del domingo tran en qué medida han de progresar en la fe estos dis-
cípulos de Cristo para llegar a ser auténticos católicos.
Esta es la primera reflexión que os propongo para ayu- Dios, en efecto, nos convoca así, de domingo en do-
daros a vivir mejor la misa. E insisto una vez más en este mingo, para hacer visible a su pueblo y constituirlo por
punto. Temo que, en nuestros días, haya muchos defor- el sacramento de la Eucaristía. Es entonces cuando reci-
mados en su comportamiento religioso por la costumbre bimos la gracia destinada a los hijos de Dios. Tal es, en
del «autoservicio» y las comodidades del supermercado efecto, nuestra dignidad, nuestra vocación de dar gloria
o los centros comerciales. Sobre todo, en París, donde al Padre «por Cristo, con él y en él». Sí, así es, debemos
hay muchas iglesias. Me explico: las grandes superficies considerar como gracia de Dios el haber sido «escogidos»
ofrecen los más amplios horarios de apertura, facilitan para formar parte del pueblo de Dios, «para servir en su
los artículos más demandados y se adaptan a los gustos presencia» (Plegaria eucarística II), para ser reunidos en
de la gran mayoría. Y esto, para satisfacer, conquistar y la Iglesia, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu.
conservar a sus «parroquianos» (lo que significa su «clien-
tela», como se comprueba en los diccionarios). De la
misma manera, algunos cuentan con encontrar en todo Reunirse en la parroquia
momento en las iglesias los artículos de consumo reli-
gioso adaptados a la demanda de cada cual, conformes Una segunda reflexión: la misa «parroquial» ilumina el
a los deseos de los «parroquianos» o los «practicantes». carácter específico de esta reunión de cada domingo que
Pues bien, amigos, la comparación es infundada. Los estructura la vida de la Iglesia.
«practicantes» no son los «parroquianos» de un comercio, ¿La parroquia? No voy a entrar aquí en sus problemas
ni la misa una «prestación» modificable a tenor de las de funcionamiento y organización. Tomo la parroquia
indicaciones de la «mercadotecnia». tal como la ha labrado la experiencia casi bimilenaria
No vamos a misa para satisfacer nuestra sensibilidad del pueblo cristiano. Los hombres y mujeres que en ella
religiosa, ni porque nos apetezca o nos haga falta tal se reúnen no se han escogido unos a otros. Dios los
día a tal hora. Participamos en la misa del domingo (que ha escogido por el bautismo. Están entrelazados por la
comienza el sábado por la tarde según la antigua cos- cercanía física y concreta de la existencia. Son ya «próxi-
tumbre litúrgica) porque el Señor Jesús nos convoca, el mos», en razón de las necesidades cotidianas de sus
Espíritu Santo nos reúne y Dios, nuestro Padre, nos ha condiciones de vida. Y deben hacerse «prójimos» unos de
dado, como discípulos, a su Hijo. otros (Le 10,36-37). La misa parroquial se celebra con las
Sé muy bien que esta afirmación choca de frente con puertas abiertas de par en par: es accesible a todos los
quienes dicen: «Hoy voy a ir a misa a tal iglesia porque cristianos, si bien la Iglesia reconoce a las comunidades
me gusta», o bien: «Yo no vuelvo a misa, y es culpa de los monásticas o religiosas el derecho a cerrar sus puertas,
sacerdotes, o de la Iglesia». Estos razonamientos mues- siempre que no hayan recibido el encargo del servicio
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público a los fieles. Antaño, para cumplir, como solía La convocación
decirse, con el «precepto dominical» (o sea, la exigencia a todos los bautizados
de que los católicos vayan a misa los domingos), había
que asistir a misa en una iglesia parroquial. Acaso os Y esto introduce mi tercera reflexión. Para participar en
preguntáis cuál es la diferencia. esta asamblea, es necesario haberse puesto el «traje de
La misa es siempre la misa, eso está claro. Pero la co- boda», según la imagen de la misma parábola. La misa
munidad que la celebra no carece de sentido. La misa del es una asamblea abierta a todos, sin selección, no cabe
domingo es un acto público de la Iglesia. Esta se reúne duda. Pero es la asamblea de los bautizados.
en torno a su obispo y a los sacerdotes que lo asisten en La Eucaristía, aunque sea pública, y por más que los
su misión de dar acogida a todos los fieles. Cada domin- no creyentes puedan asistir a ella, es ante todo el sacra-
go, todas las «iglesias particulares» (por hablar como el mento de los bautizados. Está destinada a los hombres y
Vaticano II; entiéndase: «diócesis») hacen visible la unidad a las mujeres que han entrado en el misterio de Cristo
católica del pueblo de Dios. Cada parroquia celebra la por los sacramentos de la iniciación cristiana, del nuevo
Eucaristía en comunión con su obispo y el papa. El obis- nacimiento. Sólo los bautizados pueden entrar «en comu-
po es el servidor y el garante de esta comunión católica nión» con este «misterio»3 de misericordia y de gracia que
abierta a todos los pueblos y a todos los hombres. es la Eucaristía: Cristo, que se da a sus hermanos para
Acordaos de la parábola de los invitados al banquete unirlos a su Sacrificio. Por eso, antiguamente, los «cate-
de boda del hijo del rey (Mt 22,lss). Cristo la contó poco cúmenos» sólo asistían al comienzo de la celebración de
antes de su Pasión. El rey hace llamar a los invitados, y la Eucaristía. Se llama catecúmenos -aun hoy en día- a
estos no hacen caso. Entonces les dice a sus criados: «Id, quienes quieren llegar a ser cristianos y ya han dado el
pues, a los cruces de los caminos y convidad a la boda primer paso. El obispo los ha nombrado y los ha inscrito
a todos los que encontréis». Esto es lo que ocurre en la entre los miembros de la Iglesia que desean recibir el
misa dominical. Todos tienen derecho a ella, más allá de bautismo, para el que se preparan y que recibirán cuan-
diferencias sociales, étnicas, etc. Todos tienen los mis- do estén listos.
mos derechos. Porque todos se encuentran ante nuestro Antaño, pues, desde que comenzaba la plegaria eu-
Señor y Maestro, que se hace servidor de todos. carística propiamente dicha (a partir del ofertorio) los
La asamblea eucarística no es selectiva según criterios catecúmenos abandonaban la asamblea. Igual que los
humanos. A quien se presenta en la puerta no se le pre- grandes «penitentes» que esperaban su reconciliación.
gunta: ¿Es usted rico o pobre? ¿Qué lengua habla usted? Estos cristianos, en ruptura con la comunión de la Iglesia
¿Cuáles son sus gustos, su sensibilidad? ¿Cuáles son por sus pecados, no dejan por ello de pertenecer a la
sus preferencias? El requisito para participar es haberse comunidad de creyentes, pero no pueden participar de
conformado a Cristo, haberse sumergido por la gracia 3
Esta palabra, de origen griego, se tradujo al latín por sacramentum, «sacra-
bautismal en su muerte y su resurrección. mento».

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la Eucaristía. Esta práctica «pública» de la penitencia ha su Cuerpo. Por el ministerio del sacerdote, la asamblea
desaparecido de la vida de la Iglesia desde hace mil años. de los bautizados no cesa de reconocerse y de recibirse
Hoy parecería difícil de aceptar a nuestra sensibilidad el como Cuerpo de Cristo en cada celebración de la Euca-
que unos cristianos se retiraran en el transcurso de la ristía. Él es el garante necesario para asegurarle a la Iglesia
misa por razones de conciencia. Sin embargo, podemos que la celebración eucarística es la de Cristo, que la pala-
extraer una enseñanza: quienes tienen conciencia de en- bra que distribuye es dada por Cristo, que su unidad es la
contrarse en grave situación de pecado y no han recibido de Cristo, que perdona y ama a sus hermanos. Tendremos
el perdón, así como quienes se hallan en un entredicho ocasión de reflexionar sobre el ministerio del sacerdote
duradero respecto de la voluntad de Dios no deben, por en los siguientes capítulos.
más que así sea, romper con la comunidad cristiana. No
han de renunciar a la misa, aunque deban abstenerse de Lo que me propongo es abordar las preguntas que po-
comulgar. Antes al contrario. La oración y el amor de la déis plantearos acerca de la misa, siguiendo el curso de
Iglesia les son necesarios en su prueba. Pero, al mismo su celebración, desde el principio hasta el final. La infor-
tiempo que se abstienen de recibir el Cuerpo de Cristo y a mación podéis completarla con otros libros4. Pero, para
pesar de ello, pueden unirse, en tanto que pecadores que comenzar ya: ¿Qué es lo que pasa en la misa? ¿Por qué
esperan la misericordia, a la Eucaristía, la oración perfecta están los espacios y los objetos dispuestos de un modo
de la Iglesia. Deben participar de la alegría -si bien estará determinado? ¿Qué significan los gestos, las palabras
para ellos teñida de secreta tristeza- de esta fraternidad de unos y otros? Espero que, de este modo, extraeréis
que constituye también la asamblea cristiana. mayor provecho de vuestra participación en la Eucaristía
y que podréis rezar con mayor alegría cada domingo. O
puede que cada día, si Dios os concede esa gracia.
El sacerdote,
garante de Cristo

Y por último, una cuarta reflexión: no hay asamblea eu-


carística sin el ministerio de un sacerdote. Por el sacra-
mento del Orden, el sacerdote participa de la misión de
los Apóstoles, las doce columnas de la Iglesia. ¿Por qué
es necesario su ministerio para la Eucaristía? El ministro
ordenado -obispo, sucesor de los Apóstoles, o sacer-
dote- es quien ofrece al pueblo, congregado por Dios
como Iglesia, el recibir al mismo Cristo, quien, por boca 4
Cf, en especial, R JOUNEL, La Messe hieret aujourd'hui, O.E.I.L., París 1986 (trad.
esp„ La misa, ayer y hoy, Herder, Barcelona 1988); A. GRÜN. La celebración de la euca-
del sacerdote, actúa en este sacramento como cabeza de ristía, San Pablo, Madrid 2003 2 .

12 13
2
Referencia a lo que hizo jesús

Cada domingo entramos en la iglesia para participar en


la misa. Con tanta frecuencia como, no hace tanto, iban
algunos al cine. Y, sin embargo, en la iglesia el «programa»
es siempre el mismo, aunque con el paso de los siglos
las formas hayan cambiado. Pero, a fin de cuentas, ¿por
qué el desarrollo de la liturgia es relativamente fijo?
Al entrar en una sala para ver un espectáculo o, más
sencillamente, en el comedor para una fiesta familiar o
un encuentro con amigos, lo que llama nuestra atención
y nos hace pasar un buen rato es la novedad inesperada,
la sorpresa que distrae. En la misa ocurre lo contrario.
No se trata de que la repetición o el aburrimiento sean
la regla. Pero sabemos que nos encontraremos, a pesar
de los cambios acaecidos a lo largo de la historia, con
una liturgia fijada en su forma: la celebración eucarística
es un acto «codificado» por su referencia a Jesús, tanto
en la intención como en los gestos, las actitudes y las
palabras.
Como escribió san Pablo en su primera Carta a los
corintios (11,23-25): «Por lo que a mí toca, del Señor reci-
bí la tradición que os he transmitido, a saber, que Jesús,
el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan
15
y, después de dar gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi La oración del pueblo de Israel
cuerpo entregado por vosotros; haced esto en memoria
mía". Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo: Así que en la Eucaristía hacemos lo que Jesús hizo. Pero
"Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hace falta subir más alto, retroceder más en el tiempo.
cuantas veces bebáis de él, hacedlo en memoria mía"». En efecto, si el mismo Jesús actuó de aquel modo, fue
La celebración de la Eucaristía hace presente a una porque ya su oración -la oración que él nos transmitió-
asamblea de discípulos de Cristo lo que el mismo Jesús era la del pueblo de Israel, estructurado y alimentado de
hizo. gestos y de palabras, presencia en su pueblo de lo que
No se trata de repetir indefinidamente unas palabras Dios había realizado para este.
como quien les enseña la lección a unos niños; sino de En último extremo, sólo podemos comprender nuestra
permitir que estas palabras de Jesús, este acto de Jesús, referencia a Jesús si comprendemos la referencia a María,
se realice entre los hombres y mujeres reunidos en su su madre. Hija de Sión, ella le enseñó a su Hijo a rezar
Nombre, aquí y ahora. En la Iglesia, por sus ministros de una manera determinada. A partir de la historia santa
ordenados, Jesús nos da a nosotros hoy lo que les dio a de su pueblo, ella le enseñó «los caminos de Dios» y «los
los Doce hace dos mil años. Jesús nos da hoy lo que ya tesoros del cielo» a él, Jesús, quien, Hijo de Dios e Hijo
nos dio el domingo pasado, el mes pasado, hace un año; de María, es «la plenitud» (Col 1,19; Ef 1,23), «el herede-
lo que les ha dado a las generaciones que nos han pre- ro» (Mt 21,38; Heb 1,2; Gal 4,1-7) y «el testigo fidedigno»
cedido, lo que les dará a las que nos seguirán, en todas (Ap 1,5).
partes y siempre, hasta que Él vuelva.
Lo que él mismo realizó una vez por todas, un día Nosotros celebramos, pues, lo que Jesús hizo, pero él
del tiempo, no cesa Jesús de realizarlo entre nosotros, mismo celebró los ritos litúrgicos y rezó según la tradi-
para nosotros, asociándonos a este acto único. Cuan- ción del pueblo de Israel. Esta tradición se convierte, a
do celebramos la Eucaristía en este principio del tercer través de Jesús, en nuestra propia manera de celebrar y
milenio no estamos ni más ni menos alejados de Jesús de rezar.
de lo que estaban en sus comienzos la Iglesia de Roma Y lo mismo cabe decir respecto al padrenuestro, la
o de Lutecia'. No es el tiempo transcurrido lo que mide oración que los cristianos de todas las lenguas y de to-
la distancia, ni siquiera el vínculo de los cristianos con das las épocas dicen, aun sin entenderla siempre bien ni
Cristo, sino la fidelidad y la fe de los cristianos en lo que ver todo su alcance. No obstante, al cabo de dos mile-
Cristo realiza hoy en su Iglesia. nios, repetimos estas palabras porque son las palabras
de Jesús. Y su riqueza se debe también a que dicen más
de lo que somos capaces de concebir y de expresar. En-
tramos en la oración misma de Jesús: esa es la oración
1
La antigua París. cristiana. Jesús, en la oración del padrenuestro, retoma

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de manera personal y única, condensándolas, las oracio- na medida el modelo de la primera parte de la misa, la
nes aprendidas en su niñez de María y de José. liturgia de la Palabra: «Llegó a Nazaret, donde se había
Y del mismo modo se condujo Jesús en la Cena, según criado. Según su costumbre entró en la sinagoga un sá-
el ritual de la comida del sabbat o de la Pascua. bado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron
el libro del profeta Isaías y, al desenrollarlo, encontró el
pasaje donde está escrito: El espíritu del Señor está sobre
Las dos liturgias mí, I porque me ha ungido para anunciar / la buena noticia a los
pobres... Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y
Nuestra celebración eucarística reúne, funde, de un modo se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían
sin duda original, dos liturgias distintas en las que Jesús sus ojos clavados en él. Y comenzó a decirles: "Hoy se
o tomó parte, o celebró él mismo. ha cumplido el pasaje de la Escritura que acabáis de es-
cuchar"» (Le 4,16-22).
• La primera es la liturgia de la sinagoga. Jesús pronuncia la palabra de Dios y anuncia su cum-
Se trata de la liturgia que todos los sábados, en es- plimiento.
pecial, reúne a cada comunidad judía. A grandes rasgos,
es el equivalente de lo que hoy designamos, en la misa, • La otra forma de celebración es la comida del sabbat o,
por «liturgia de la palabra». Consiste en el canto de los mejor dicho, con mayor solemnidad, la comida pascual.
salmos, en las oraciones de súplica y bendición y, por Es una comida de fiesta, una comida ritual. Nada se
encima de todo, en la lectura regular de la palabra de deja a la improvisación. Todo se prepara de manera mi-
Dios ordenada según un ciclo determinado. No se lee nuciosa y reglada de antemano. Jesús lo sabe muy bien
cualquier cosa según de qué humor estén. Se recorre la y los Evangelios nos lo muestran; san Lucas, por ejem-
palabra de Dios como una herencia preciosa de la que plo (22,7-12ss.): «Llegó el día de la fiesta de los panes
los fieles se alimentan con fervor. sin levadura en que debía inmolarse el cordero pascual,
Estos, reunidos en gradas dispuestas en hemiciclo o y Jesús envió a Pedro y a Juan diciendo: "Encargaos de
en cuadrado, se miran unos a otros. El que preside -pues prepararnos la cena de pascua". Ellos le preguntaron:
siempre hay alguien que preside- dispone de un asiento "¿Dónde quieres que la preparemos?". Les respondió: "Al
destacado. En lo más alto de la asamblea, el pupitre de entrar en la ciudad, encontraréis a un hombre que lleva
lectura o ambón. Un «tabernáculo», en lugar de honor, un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre, y
contiene los rollos de la Tora, la palabra de Dios. Pensad, decid al dueño de la casa: El Maestro dice: "¿Dónde está
si queréis, en la disposición de las iglesias siríacas o, más la sala para celebrar la pascua con mis discípulos?'. Él os
cerca de nosotros, en un coro de monjes. ¿Qué es lo que mostrará en el piso superior una habitación grande y con
ocurre? divanes: haced allí los preparativos"».
Escuchemos a san Lucas, que nos transmite en algu-

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Las prescripciones son muy precisas. La preparación sus veces, fracciona este pan sin levadura y lo distribuye
de la comida correspondía siempre al ama de casa. A eso entre quienes están sentados alrededor de la mesa. Y
se debe que la piedad católica haya pensado que María pronuncia la siguiente bendición, usada siempre en la ce-
asistió a la última Cena. Porque misión de la madre de lebración de la Pascua judía: «Este es el pan de la pobreza2
familia es, no sólo preparar los alimentos, sino incluso que nuestros padres comieron en Egipto». Jesús, por su
disponer en la mesa los platos y copas necesarios y parte, dirá: «Este es mi Cuerpo, entregado por vosotros».
encender las luces, conforme a un ritual venerable e in- Luego prosigue la comida, mientras se encadenan
mutable que recuerda ¡a liberación del pueblo esclavo en oraciones, aclamaciones y acciones de gracias. Así, hasta
Egipto, el memorial de la Pascua. Hoy, en nuestra liturgia, la tercera y última copa, que es evocación de los sacri-
leemos el relato, que está en el capítulo 12 del libro del ficios en el Templo. Sobre esta copa de vino pronuncia
Éxodo, al celebrar la Cena del Señor, la tarde del Jueves el padre de familia una bendición antes de pasarla a los
Santo. comensales. Tomándola, tomando el cáliz, Jesús dará
gracias a su Padre y dirá: «Esta es mi sangre, la Sangre de
la Alianza que se derrama por todos para el perdón de
Un ritual milenario los pecados»3 (Mt 26,28).
Estas dos bendiciones las tomó Jesús, si bien de un
Este ritual, que ya era más que milenario en tiempos modo singular, del comienzo y la conclusión del ritual de
de Cristo, está cargado de emoción y de historia. Las la comida pascual judía. Las dos juntas constituyen el
palabras eran lo bastante precisas y fijas para que las centro de la plegaria eucarística: la consagración.
modificaciones introducidas por Jesús fueran tanto más
significativas, e incluso chocantes. Nada de lo que Jesús
dijo o hizo, ni una sola migaja de pan en la mesa, fue La unidad de la misa
confiado al azar.
Verdadera comida con el cordero pascual sacrificado De modo que, en el origen de la celebración eucarística,
todos los años en el Templo, el ritual comenzaba por la se hallan las dos reuniones litúrgicas judías, separadas en
bendición del pan ácimo, en forma de grandes hostias, el tiempo y en el espacio, que Jesús vivió él mismo: de un
de doce o quince centímetros de diámetro, utilizadas lado, la liturgia sinagogal de la Palabra en las asambleas
actualmente en las celebraciones importantes. Por cierto, semanales o diarias; de otro, la liturgia familiar, semanal
que esta forma de pan litúrgico ha subsistido hasta nues- en el caso de la comida sabática o una vez al año en la
tros días en las comunidades judías del Norte de África. pascual.
Y de su existencia dan fe, además, los moldes antiguos
2
que se han encontrado al cabo de los siglos. Dos son las fórmulas en español, aceptadas ambas entre los judíos: «el pan
de la pobreza» o «el pan de la aflicción».
El que preside, sea el padre de familia o quien hace 3
Las cursivas y las mayúsculas de «Sangre» y «Alianza» son del autor.

20 21
La liturgia cristiana, es decir, procedente de Cristo,
junta en un solo tiempo, en una sola asamblea, en un
solo y mismo acto litúrgico -de acción de gracias- tanto
la celebración de la Palabra, como la celebración de la
comida. Dicho de otro modo, en la perspectiva cristiana
escuchar la santa Escritura y asistir al banquete sacra-
mental, es decir, la partición de la palabra de Dios y la
partición del Pan eucarístico, forman una unidad: es Jesús
quien nos entrega la Palabra, y él mismo es la Palabra
hecha carne.
No hay solamente continuidad, sino unidad espiritual OBERTURA
y sacramental entre estas dos partes de la misa. En ver-
dad, la liturgia de la Palabra es liturgia eucarística y la
liturgia eucarística es liturgia de la Palabra. Pues es Jesús
quien, habiéndonos en el Evangelio, dice por boca del
sacerdote: «Este es mi Cuerpo. Esta es mi Sangre».

22
3
La iglesia, el canto de entrada,
el papel del sacerdote

Cómo están hechas nuestras iglesias

Disociar la liturgia de la Palabra de la liturgia eucarística


es romper el carácter original de la misa, que también la
iglesia de piedra, la construcción física, expresa a su ma-
nera. En efecto, sean cuales sean el trazado y disposición
de las iglesias, que han variado mucho según épocas y
países, les es común una doble característica:

• Por una parte, el edificio se presenta como un lugar de


asamblea. Sus formas han variado, de la basílica roma-
na a la sala con forma de anfiteatro; pero es necesario
que, desde cualquier lugar donde estén reunidos los
fieles, se vea y se oiga todo lo que ocurre.
• Por otra parte, y al mismo tiempo, este edificio con-
verge hacia el altar, la mesa santa donde se celebra el
banquete sagrado de la Eucaristía.

Hecho sin precedentes, específicamente cristiano, es


que un único lugar eclesial junte en un solo espacio ar-
quitectónico dos funciones diferentes y distintas en su
origen. La liturgia sinagogal era una liturgia de asamblea,

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por reducida que esta fuera, en tanto que la liturgia de la Si bien es cierto que el presidente de la Eucaristía
comida sabática o pascual era una liturgia familiar. Cuando, es siempre un sacerdote, no todos los sacerdotes son
en la actualidad, se trata de separar estos dos componen- el presidente. En los casos en que varios sacerdotes
tes (por ejemplo, realizando por la mañana, en el crucero, concelebran precisamente en su calidad de sacerdotes
la partición de la Palabra, y por la tarde, en la capilla, la (que la ordenación asocia al cuerpo episcopal, o cuerpo
celebración eucarística), se quiebra literalmente en dos sacerdotal), uno solo de entre ellos, y siempre el mismo,
una unificación que es elemento original y específico del «preside» desde el comienzo de la celebración hasta su
cristianismo. En lugar de un progreso, esa moda es una conclusión, y tanto la liturgia de la Palabra como la litur-
regresión. Y otro tanto cabe decir cuando, con las mejores gia eucarística, simbolizando en su persona la presencia
intenciones pedagógicas para distinguir entre los dos mo- personal de Cristo en su Iglesia. Lo llamamos el celebrante
mentos de la celebración, se disocia en su uso un espacio «principal». No porque haya celebrantes secundarios,
arquitectónico inicialmente construido como un todo. desde luego, sino «principal» en el sentido etimológico,
Es Cristo quien habla en la proclamación de la Palabra es decir, aquel que representa al «Príncipe», la Cabeza, el
y quien se ofrece en el banquete eucarístico. Tan es así Cristo-Cabeza (cf Col 1,18).
que no debe haber liturgia eucarística sin liturgia de la Pa- Para que la asamblea cristiana se estructure y se con-
labra. Es, pues, primordial manifestar de manera concreta vierta en lo que debe ser, el sacerdote cumple, en el acto
esta unidad esencial en la misa. sacerdotal de la presidencia, una misión verdaderamente
«capital» (asimismo en el sentido etimológico de la pa-
labra: que representa a la Cabeza). Esta misión no se la
El papel del sacerdote ha otorgado nadie. Se recibe de Dios para la Iglesia el
día de la ordenación. Como dice la Carta a los hebreos
Por razones similares, es necesario captar bien el papel (5,lss.): «Todo sumo sacerdote, en efecto, es tomado de
irremplazable del «presidente», que ha de ser un ministro entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor
ordenado: bien un obispo, sucesor de los Apóstoles, bien de los hombres, a fin de ofrecer dones y sacrificios por
un sacerdote que participa -por la gracia del sacramento los pecados. Es capaz de ser comprensivo con los ig-
del Orden- en la misión de aquel. norantes y los extraviados, ya que él también está lleno
En efecto, el obispo o el sacerdote que «preside» es de flaquezas, y a causa de ellas debe ofrecer sacrificios
el signo de la presencia de Cristo en su Iglesia. Da testi- por los pecados propios, a la vez que por los del pue-
monio de que, en esta reunión de bautizados, es Cristo blo. Nadie puede arrogarse esta dignidad, sino aquel a
quien reúne, quien habla, quien da su Cuerpo, quien quien Dios llama, como ocurrió en el caso de Aarón. Así
edifica la Iglesia. Por lo mismo que hay un solo Cristo, también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sa-
Señor de la Iglesia, hay un solo «presidente». No hay cerdote, sino que Dios mismo le había dicho: "Tú eres mi
presidencia colectiva, no hay copresidencia. hijo, yo te he engendrado hoy". O como dice también en

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otro lugar: "Tú eres sacerdote para siempre a la manera Todo canto, en una asamblea eucarística, es una ple-
de Melquisedec"». garia: de adoración, de penitencia, de súplica, de alaban-
Esta doble observación acerca de la asamblea euca- za; los registros son múltiples. ¿Cuáles son el significado
rística, con la unidad de su desarrollo y la unicidad de y la finalidad de este «canto de entrada»? No se trata de
la indispensable presidencia sacerdotal, permite entrar un canto que cada uno escuchará para sí mismo. Es un
mejor en el movimiento de la oración y situar con más acto litúrgico esencialmente comunitario al que cada uno
precisión los diferentes momentos de la misa. se asocia para formar la asamblea eucarística. Cada cual
entra así, con los demás, en una palabra dirigida a Dios.
Por este acto espiritual común se crea una comunión de
El canto de entrada adoración y de plegaria entre hombres y mujeres, hasta
ese momento separados y a menudo desconocidos en-
Nos hemos reunido en la iglesia para participar en la tre sí. En un mismo movimiento, con un solo corazón,
misa. Al entrar hemos podido acogernos unos a otros, comienzan juntos a dirigir a Dios el canto de la misma
saludarnos o hasta intercambiar novedades. Luego, si aclamación y la misma súplica. Que lo hagan bien o mal
hemos llegado con tiempo, hemos comenzado a pre- es otra cosa. La estética es otro asunto, en absoluto des-
pararnos sosegándonos interiormente con una oración deñable, he de precisar. Pero ahora sólo quiero recalcar
personal. Pero todavía es necesario que la asamblea que la importancia de este canto común para entrar en la
formamos «tome cuerpo». Tal es la función de lo que oración y constituir la asamblea.
normalmente llamamos el canto de entrada o la antífona de
entrada.
¿Lo que se intenta es, sin más, poner a las personas Los salmos, lenguaje de Dios
en situación, desentumecerles las cuerdas vocales, crear
cierta atmósfera? ¿Todos los medios son buenos? Unos Admitido lo anterior, ¿qué cantar? En la tradición de la
prefieren el órgano, otros la guitarra; algunos omitirán el Iglesia de Occidente el canto que abre la liturgia suele ser
canto para entrar danzando. En fin, cualquier cosa... Aho-
un salmo con un estribillo amplio y apropiado a la fiesta
ra bien, en el umbral de la celebración, lo que se busca
del día. En latín se llamaba introitus (entrada). De ahí el
exactamente no es hacer cualquier cosa, sino responder a
nombre de «introito»'. Y digo bien: un salmo. El francés
un fin determinado. Lo cual no excluye, ni mucho menos,
no es un idioma muy rítmico, y a las cuestiones relativas
el deseable acuerdo entre el sacerdote y los fieles de que
a la traducción viene a unirse toda clase de dificultades
se trate para escoger, entre las múltiples posibilidades
de orden musical. De modo que no disponemos de un
que ofrece la tradición de la Iglesia, lo que mejor con-
repertorio vivo, popular, como ocurre en otros países
venga a esa asamblea concreta. Entre usar esta libertad
y hacer cualquier cosa hay un margen considerable. 1
Recibe, asimismo, el nombre de antífona de entrada.
28
29
vecinos. Los alemanes, los ingleses, por ejemplo, tienen unos a otros cuando hablamos de Dios entre creyentes.
en su tradición nacional cantos inspirados en los salmos Debemos aprender ese idioma de Dios, pues, de lo con-
o, mejor, decididamente arraigados en su sensibilidad y trario, nos arriesgamos a ser afásicos, mudos, privados
su cultura; nosotros los franceses, sin embargo, vamos, del lenguaje.
en este ámbito, un poco a la zaga y como desprovistos. A quien observa lamentándose: «No sé qué decir; no
Queda por considerar la prioridad que la Iglesia da a sé rezar», le respondo sin dudarlo: «Sírvete del canto de
los salmos en su elección. Ya os he hablado de la oración los salmos».
de ¡os salmos en otro lugar2. Recordad que san Agustín se
convirtió, ya en su edad madura, gracias al canto de los
salmos, a pesar de que la traducción de estos era, para El celebrante, signo
aquel gran humanista, un poco bárbara. El pueblo de su de la presencia de Cristo
diócesis de Hipona (cerca de Annaba-Bona, en la actual
Argelia) se sabía los salmos de memoria. ¡Fijaos en esto! Comprenderéis mejor, o al menos eso espero, que el
Los cristianos de ese país, en aquella época, se sabían canto de un salmo, más que cualquier otra canción o
de memoria los ciento cincuenta salmos, que les encan- himno, y puesto que el propio Cristo rezaba los salmos,
taban. De ellos extraían su alimento, es decir, su lengua. es adecuado para reunir a los cristianos que vienen a
Las palabras para decir «Dios» las habían encontrado en participar en la misa.
los salmos que se habían aprendido y asimilado. Y entonces entra el celebrante en la asamblea, arropado
Saber de memoria no significa repetir como un papa- por ese canto de adoración y plegaria. ¿Cómo evocar esa
gayo, sino recordar (tener en el corazón) unas palabras, entrada?
recibidas de la palabra de Dios, hasta el punto de que Más que un acto ceremonial, a veces solemne (el
se convierten en vuestras propias palabras. «¡Pero eso sacerdote avanza precedido de la cruz y los ciriales, así
es artificial!», puede que digáis. Escuchadme, seamos como del cortejo de asistentes y concelebrantes), este
serios: ¿es que habéis inventado vosotros el francés paso litúrgico es, a mi modo de ver, el recuerdo de la
que habláis? Las palabras con que os expresáis os las entrada del Cristo-Mesías en el Templo. San Lucas es
han enseñado. Y se han convertido en vuestras propias sensible a ello. Así, relata en varias ocasiones la pre-
palabras, vuestra lengua materna, la única en la que os sencia de Jesús en el Templo: recién nacido, el día de
encontráis a gusto. De la misma manera, la lengua de la Presentación (2,22); en la pubertad, con motivo de
Dios debe convertirse, para los cristianos, en una especie la peregrinación anual (2,46); como Mesías enviado del
de lengua materna, una lengua que da a luz en nosotros Padre, para enseñar (19,45; 21, 37; 22,53). Menciones
las palabras para hablar con Dios y para comprendernos que hacen eco a las llamadas del profeta Zacarías para
2
la reconstrucción del Templo (6,12ss).
1. M. LUSTIGER, Premien pas dans la priére, Nouvelle Cité, Montrouge (trad. esp.,
Primeros pasos en la oración, Tercer paso: «Abrid la Biblia», o.c, 22ss). Ahora bien, la asamblea de los fieles es ya la figura

30 31
del Templo último en la Jerusalén celestial (cf Ap 5,6); es cado en su sencillez y su silencio, el celebrante, hermano
el templo espiritual constituido de piedras vivas, como en medio de sus hermanos, toma la palabra y saluda a
dice el apóstol Pedro: «Acercándoos a él, piedra viva re- la asamblea: «En el Nombre del Padre y del Hijo y del
chazada por los hombres, pero escogida y preciosa para Espíritu Santo».
Dios, también vosotros, como piedras vivas, vais cons-
truyendo un templo espiritual dedicado a un sacerdocio
santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios
espirituales agradables a Dios» (1 Pe 2,4-5).
Cuando el celebrante entra en la asamblea signifi-
ca que Cristo se hace presente en esta morada hecha
de hombres y mujeres reunidos en su nombre. En ese
momento la asamblea entera toma conciencia de que
se convierte, por el hecho de estar reunida, en Templo
santo habitado por el Espíritu. Cristo entra y hace allí
morada asociando su pueblo, así reunido, a su Palabra y
a su Sacrificio de alabanza.

El beso al altar

Después de haber atravesado la asamblea, el celebrante


sube al altar, lo besa y lo venera. Es su primer gesto an-
tes de dirigir a los fieles una palabra. ¿Por qué? Porque
ese altar, tumba de los mártires de las primeras comuni-
dades cristianas, que recuerda el sacrificio que hicieron
de su vida en espera de la resurrección, es al mismo
tiempo el signo de Cristo y del sacrificio de acción de
gracias que vamos a ofrecer. Este gesto de veneración,
a veces acompañado de emisiones de incienso, signifi-
ca que todo es referido a Cristo: el altar, el sacerdote y
la víctima (cf Heb 4,14ss.; 9,14), a él, presente en esta
asamblea.
Sólo después de este beso al altar, tan rico de signifi-
33
32
4
Reunidos en nombre de Cristo

La primera profesión de fe

Después de la veneración del altar, el sacerdote que


preside dirige el rostro a la asamblea y comienza: «En el
Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo»1.
Este primer signo de la cruz no debe trazarse maqui-
nalmente, como un signo convencional o una fórmula
estereotipada respaldada por la costumbre. Porque es
expresión de la primera profesión de fe en el misterio de
Dios, como ya he dicho en otro lugar2. La expresión «en
el nombre de...» es, la mayoría de las veces, mal com-
prendida. Preguntadle a un estudiante lo que significa,
y os contestará con razón que «en virtud de poderes
conferidos por..., en lugar de..., como delegado de...»,
pues tal es, en realidad, su sentido corriente. Pero en el
contexto bíblico su valor es diferente. En efecto, esta
fórmula es el calco de un giro específicamente hebreo.
Por una suerte de tropo, se dice «el nombre de Dios»
1
Reproducimos aquí, como en todo lo relativo a los textos de la misa, los
textos litúrgicos, tal como aparecen en el Nuevo Misal del Vaticano II, Desclée de
Brouwer-Mensajero, Bilbao 1998.
2
Cf |. M. LUSTIGER, Premiers pas ians la priére. Nouvelle Cité, Montrouge (Primeros
pasos en la oración, Segundo paso: «Un simple signo», 14ss).

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o incluso «el Nombre», más brevemente (pensad en la nombre de Dios revelado a Moisés. Por respeto, la tradi-
petición del Padrenuestro: «santificado sea tu Nombre»), ción, tanto judía como griega o latina, se ha abstenido de
para expresar la realidad misma de Dios; Dios es el del transmitir el tetragrama YHWH. Las reconstrucciones mo-
Nombre inefable y a quien, sin embargo, nos atrevemos dernas de los exegetas han habituado a los lectores de
a nombrar Padre, Hijo, Espíritu. las traducciones francesas de la Biblia, primero a «Jehová»
La asamblea se adhiere a esta profesión de fe trinitaria y luego a «Yavé». La segunda de estas transcripciones no
donde se manifiesta la identidad cristiana respondiendo es mejor que la primera, por más que se pretenda más
unánimemente al sacerdote: «Amén». Y este Amén es ¡o exacta. La traducción litúrgica, así como la traducción
que constituye a la asamblea, desde el primer instante ecuménica de la Biblia ha preferido Señor, mientras que
de la misa, en su acto de fe en la verdad de Dios. Amén es en latín se decía Dominus, en griego Kyrios y en hebreo
una palabra hebrea que significa la adhesión a la verdad. Adondi. Sea como sea, este nombre divino significa que
Dios está con nosotros. Es la revelación no solamente
de la existencia de Dios, sino de la presencia de Dios
La primera bendición en su pueblo (cf Éx 3,14). Decir «El Señor con vosotros»
es confesar lo esencial de la Revelación, es afirmar que
A continuación, el celebrante dirige a los fieles una salu- Dios mismo se compromete a morar entre su pueblo; es
tación magnífica que resume toda la historia del saludo. renovar, en la acción de gracias y esperanza, la Alianza
Entre las varias fórmulas posibles, yo destacaría dos: en la que medió Moisés. Lo mismo hace el ángel Gabriel
ante la Virgen María en la Anunciación: «Dios te salve,
1. «El Señor esté con vosotros», o «El Señor con voso- llena de gracia, el Señor está contigo-» (Le 1,28).
tros» (para reflejar mejor la concisión del hebreo, del grie- Cuando Jesús, al término de su camino en este mun-
go y del latín, que expresan no un deseo, sino un hecho). do, dice a sus discípulos: «Y sabed que yo estoy con
Esta es seguramente una de las más antiguas y hermo- vosotros todos los días hasta el fin de este mundo» (Mt
sas bendiciones que nuestro uso litúrgico ha reservado 28,19), retoma la misma fórmula y se la aplica a sí mis-
a un ministro ordenado (obispo, sacerdote, diácono). Se mo. Él, el Hijo eterno de Dios hecho hombre, el Verbo
encuentra casi en cada página de la Biblia. Más que un hecho carne, habita desde entonces en este Templo san-
deseo, es un acto de fe, una afirmación que atraviesa to que es la Iglesia, acampa en este pueblo nuevo que el
toda la Escritura santa y que reconoce la continua pre- Espíritu Santo ha reunido.
sencia de Dios en su pueblo; de ahí que se diga «con De ahí la salutación: «El Señor esté con vosotros», a la
vosotros». ¡Estamos ante la bendición por excelencia! cual responde la asamblea: «Y con tu espíritu», es decir,
Pues se trata de la expresión «condensada» de la alianza «Y contigo también»; algo muy distinto de una fórmula
de Dios con su pueblo, concluida en el Sinaí. banal como «Buenos días, caballero; buenos días, ami-
«El Señor con vosotros» es, en efecto, la expresión del gos; ¿qué tal?». Es una salutación llena de fuerza y de
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sentido, así como un acto de fe en el cual el celebrante que sufrir, pero tened ánimo, yo he vencido al mundo» (Jn
y la asamblea se intercambian y se comunican la fe de la 16,33).
Iglesia en la Alianza «nueva y eterna».

2. «La paz sea con vosotros», literalmente «La paz Es Dios quien nos reúne
con vosotros». (Que es, de nuevo, tanto la afirmación de un
hecho como la expresión de un deseo). «El Señor con vosotros», «La paz con vosotros»: cuando
Nuestro uso litúrgico reserva esta fórmula, muy anti- el celebrante saluda así a la asamblea, habla claramente
gua, al obispo. Todos sabemos que constituye el saludo en nombre de Cristo. Pero es necesaria una observación
más usual para el pueblo de Israel, pero sería necesario sobre estas dos fórmulas.
que tampoco se banalizara, como si fuese un modo ma- Todos los sacerdotes, empezando por mí mismo, han
quinal de darse los buenos días. Con el salmista, dejémo- tenido la tentación de decir: «El señor esté con nosotros-».
nos enseñar: «Voy a escuchar lo que dice Dios: el Señor Cuando les digo a los fieles: «El Señor esté con vosotros»
anuncia la paz a su pueblo y a sus fieles» (Sal 85,9). no es como si me excluyera de la asamblea; pero ¿qué
La paz, tal como aparece en el Antiguo Testamento, fiel no se ha preguntado: «Por qué el sacerdote nos dice:
es la plenitud de la vida con Dios; es la vida humana "Con vosotros"? ¿Y él?».
finalmente llevada a la felicidad porque Dios acaba de Pues bien, voy a explicaros por qué es necesario que
acampar en medio de su pueblo; es la vida del hombre tengamos el coraje, nosotros, los sacerdotes que presi-
transfigurada por la alegría de vivir con Dios y entre her- dimos la Eucaristía, de deciros: «El Señor esté con voso-
manos. «La paz con vosotros» es una especie de corola- tros», y de situarnos como a distancia de la asamblea,
rio a «El Señor con vosotros». equivocadamente, según creéis. Pero, muy al contrario,
Cuando Cristo resucitado se aparece a sus Apóstoles, es así como adoptamos nuestra posición exacta, la
les dice: «La paz esté con vosotros. Como mi Padre me v única conforme al ministerio recibido para vosotros. El
envió a mí, así os envío yo a vosotros. Recibid el Espíritu celebrante no es el portavoz de la asamblea. No ha sido
Santo» (Jn 20,19-22). La noche de la Cena, antes de su «instituido» por el grupo de fieles, sino por iniciativa de
Pasión, les confió: «Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Cristo hacia sus Apóstoles: «No me elegisteis vosotros a
Una paz que el mundo no os puede dar» (Jn 14,27). Porque mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado
es e! Mesías, el «Príncipe de la paz» (Is 9,5), aparecido, para que vayáis y deis fruto abundante y duradero. Así, el
«para dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz» (Le Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre», dice
1,79). Por eso, en su última conversación, les comunica a Jesús a los Apóstoles (Jn 15,16).
sus amigos su ardiente deseo, que van a asociarse a su Cuando celebro la Eucaristía y, mirando a la asamblea,
Pasión, «para que podáis encontrar la paz en vuestra unión después de haber dicho: «En el Nombre del Padre y del
conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis Hijo y del Espíritu Santo», me dirijo a vosotros con estas
38 39
palabras: «El Señor esté con vosotros», es que Cristo está Las palabras introductorias
hablando por mi boca a su Iglesia. Tengo, pues, el de-
ber de dejarle hablaros, sabiendo, eso sí, que la palabra A continuación, corresponde al sacerdote el ayudar a los
que os digo en su nombre se dirige también a mí, que la cristianos reunidos a entrar en el sacrificio eucarístico,
recibo en el mismo momento en que la pronuncio para el «introducirlos» en la celebración de ese día. Y ello, no
vosotros, en el mismo acto de fe: Cristo, en medio de por medio de unas «palabras introductorias» tales como
nuestra asamblea eucarística, nos reúne por su Espíritu las que puede pronunciar un comentarista en los medios
para darle gracias al Padre. audiovisuales, al comienzo de un espacio o programa,
Más aún, cuando, en calidad de obispo vuestro, su- para poner en situación a los oyentes o telespectadores.
cesor de los Apóstoles, pronuncio la salutación: «La paz El sacerdote debe ayudar a la asamblea a penetrar en el
sea con vosotros», llevo a cabo la misión, recibida de misterio que va a celebrarse, aquí y ahora.
Dios, de reunir en la unidad y en la caridad a toda la Igle- Y es que cada liturgia eucarística que se celebra extrae
sia local (es decir, la diócesis) y ser el signo y el garante su originalidad, su novedad, a veces, de circunstancias
de su plena comunión católica con la comunidad de la de encuentro entre los fieles; a menudo, de la fiesta
Iglesia. Esta formulación litúrgica nos recuerda que no que corresponda (misterios de la vida de Cristo o de la
hay unidad católica fuera del obispo y del colegio apos- Virgen, memoria de los santos...), y siempre, de la pala-
tólico bajo la autoridad del sucesor de Pedro. bra de Dios proclamada en ese día, especialmente en el
Estas son las dos fórmulas principales de salutación. Evangelio.
La liturgia nos propone otras, tomadas a menudo del Llevado por la fe de toda la Iglesia, alimentado con
comienzo o el fin de las cartas del apóstol san Pablo, el fervor de la Escritura, el sacerdote que preside debe
por ejemplo: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el expresar en esas palabras introductorias el pulso de la
amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén oración de la Iglesia reunida en ese día y en esa misa.
con todos vosotros» (2Cor 13,13). Puede ser la frase principal del Evangelio proclamado ese
Todas ellas muy hermosas, estas fórmulas son varian- domingo. Que el celebrante no dude en leerla ya, en ese
tes que despliegan en mayor o menor medida el misterio momento; así, la misma palabra de Dios indicará a los
trinitario y que ponen más o menos el acento sobre la fieles en qué dirección orientar su oración.
paz o la alegría, y siempre sobre la presencia de Dios. En
efecto, sea cual sea, la salutación inicial del celebrante
manifiesta esta certidumbre de fe que anima a la asam-
blea cristiana: Dios está en medio de nosotros y es Él
quien nos reúne.

40 41
5
Reconocerse pecador

La preparación penitencial

El sacerdote invita a la asamblea a pedir, ante todo, la


gracia de un corazón contrito por sus pecados. Esto es lo que
significa la invitación a «reconocerse pecador».
Otro «rito penitencial», como nosotros decimos, tiene
lugar después del ofertorio. Se reserva al celebrante solo,
que se purifica las manos (cf capítulo 9). ¿Qué significa
este reconocimiento común de los pecados en el umbral
de la Eucaristía? En el momento en que Cristo, Señor de
la santidad -«es santo el que nos ha llamado» (I Pe 1,15)-,
nos reúne para comunicarnos la plenitud de su vida por
el don de su Cuerpo y de su Sangre y por la comunión
en su sacrificio, este paso vuelve a colocarnos en nuestro
lugar preciso: pertenecemos a un pueblo de pecadores,
pero santificado por Cristo. Aunque sigue haciendo falta
que cada uno, por gracia, reconozca que ha pecado, que
nombre en el secreto de su corazón lo que Dios rechaza,
y que lo someta a la misericordia de Dios para que Dios
lo queme con el fuego de su amor.
Este acto penitencial del comienzo de la misa no sus-
tituye en modo alguno al sacramento de la Penitencia y a

43
la confesión personal de los pecados a un sacerdote para ran a la comunión suplicaremos de nuevo a nuestro Padre
recibir el perdón de Dios. Pero todo pecado no provoca que «nos libre del pecado» (después del padrenuestro) y
una ruptura mortal con Dios. Por la gracia de la Eucaris- a Cristo, que «no tenga en cuenta nuestros pecados, sino
tía somos purificados de las faltas que no son más que la fe de su Iglesia» (plegaria por la paz), etc.
alejamientos de Dios, distancias que tomamos con él. Leed aquí con atención la Plegaria eucarística IV Esta
El sacerdote invita, pues, a este vuelco de corazón, a desarrolla, en una gran acción de gracias, toda la historia
esta acción de penitencia en que él mismo se implica. de la salvación de los hombres pecadores a quienes Dios libra
Pues dice: «Preparémonos a la celebración de la Eucaris- por medio de su Hijo. Para nosotros, tomar la medida de
tía reconociendo que somos pecadores». Puede libremente nuestro pecado es tomar la medida del amor de Dios,
emplear otras palabras; lo esencial es la llamada a la que nos rescata. La tristeza por nuestras faltas se con-
conversión. Más que proceder a un examen de concien- vierte en alegría por el perdón de Dios. La fuente de ello
cia en regla -lo cual estaría fuera de propósito en este es precisamente el sacrificio de Cristo, en el que partici-
momento-, se trata de pedir y acoger la gracia de Dios pamos por la celebración eucarística.
para reconocernos pecadores y arrepentimos de ello.
Se impone guardar entonces un tiempo de silencio para
que cada uno, con todos, se coloque así bajo la mirada Pedir perdón a Dios
de Dios y le ruegue: «Señor, te presento mi vida; tú la co-
noces. Concédeme entristecerme por amarte tan poco y A continuación el sacerdote comienza una plegaria ge-
por no haber amado a mi prójimo según tu mandamien- neral, por medio de la cual la asamblea confiesa que ha
to. Concédeme sufrir por no vivir lo bastante de ti. Abre pecado. Varias fórmulas se han propuesto. Me detendré
mi corazón cerrado. Hazme descubrir y medir mi pecado. en la primera, una de las más antiguas: el Yo confieso.
En lugar de mi corazón endurecido, coloca un corazón Lo hermoso en esta plegaria (es bueno saberla de
roto y contrito por el mal que he hecho contra ti». memoria, como les aconsejo a los más jóvenes) es que
El silencio de la asamblea recoge en una única oración nos coloca, en nuestra vida personal, en situación de
el secreto de cada uno. responsabilidad ante Dios y ante nuestros hermanos.
Este tiempo, por breve que sea, tiene su importancia «Yo confieso ante Dios todopoderoso...». «Confesar» es
para la participación de cada uno en la acción eucarísti- tal vez una palabra difícil. Se trata a la vez de conocer y
ca. Pensad en las palabras de Jesús al consagrar el vino: de reconocer; es establecer o dejar que Dios establezca
«...la sangre de la Alianza nueva y eterna que será derra- la verdad en la vida de cada uno.
mada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de No se comienza: «me» confieso, o «yo» he hecho
los pecados...». esto..., o «por mi parte» reconozco que...; sino: «Yo
La expresión «mi cuerpo entregado por vosotros» tiene confieso». ¿A quién? A Dios, en primer lugar. «Contra ti,
la misma significación. Y en las plegarias que nos prepa- contra ti solo pequé», repite el salmo 51 (versículo 6)
44 45
haciéndose eco de la confesión del rey David. Es el amor cristiano con sus hermanos, habla de «nosotros» porque
de Dios el que nos juzga, pues el pecado es rechazar el se sitúa entre los pecadores. Es parte activa, como todo
amor de Dios y, por tanto, a Dios, que es la fuente del fiel, en este acto de contrición, en esta confesión del
amor hacia nuestros hermanos. pecado común a todos. No ocurre lo mismo cuando el
«Confieso ante vosotros, hermanos... (mis hermanos, sacerdote, en el sacramento de la Reconciliación, conce-
es decir, la Iglesia)... que he pecado mucho de pensa- de al que se confiesa la absolución de sus pecados. En la
miento, palabra, obra y omisión». Todas las zonas de la fórmula del perdón sacramental el sacerdote se dirige al
libertad, de la inteligencia y de la actividad humanas son penitente en estos términos: «Dios, Padre misericordio-
barridas en esta confesión pública. «Por mi culpa, por mi so...», y le absuelve de sus pecados en nombre de Dios y
culpa, por mi gran culpa», añadimos, golpeándonos el por el ministerio de la Iglesia diciendo: «Y yo te absuelvo
pecho. de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del
Sigue una plegaria de súplica, dirigida en su comienzo Espíritu Santo».
a la Virgen María, la primera de los salvados, la primera
en la Iglesia; luego a los ángeles y a los santos sobre quie-
nes brilla el esplendor invisible de Dios y, por último, a El Kyrie, un tesoro
la totalidad de los hombres, esos hermanos conocidos y heredado de los orígenes
desconocidos que son por siempre la Iglesia. «Que ínter-
cedáis por mí ante Dios, nuestro Señor». Después de estas dos fórmulas de preparación peni-
La segunda fórmula se utiliza con menor frecuencia. tencial se debe normalmente decir la pequeña letanía
Sin embargo, es muy hermosa; está elaborada a partir alternada entre el celebrante y la asamblea:
de versos de salmos, dialogados entre el celebrante y la
asamblea: «Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
V/. Señor, ten misericordia de nosotros. Señor, ten piedad».
R/. Porque hemos pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia. O bien: «Kyrie, eleison. Christe, eleison. Kyrie, eleison».
R/. Y danos tu salvación. Y reconozco que, aun celebrando en francés, prefiero
esta oración en lengua griega tal como se ha conservado
En una y otra formulación el sacerdote concluye in- no sólo en la Iglesia de Oriente, sino también en la Iglesia
vocando el perdón de Dios: «Dios todopoderoso tenga latina desde los orígenes del cristianismo.
misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos Como Pulgarcito, el del cuento, estamos necesitados
lleve a la vida eterna». «Amén», contestan, sumándose a de indicaciones y testimonios para volver a encontrar el
él, los fieles. Os habréis dado cuenta de que el sacerdote, camino de la oración litúrgica, la vida misma del pueblo
46 47
de Dios, las verdaderas dimensiones de la Iglesia. En cultura1. En el mismo orden de ideas, es significativo el
nuestra peregrinación, estas palabras que aún hoy es- que, junto al francés, el alemán, el inglés, el italiano, el
maltan nuestra liturgia se parecen un poco a los guijarros español, etc., se hayan conservado algunas expresiones
blancos que nos son necesarios para no perdernos. En en latín por parte de las Iglesias que han adoptado la
efecto, toda la tradición litúrgica transmitida de siglo en lengua viva y materna de su pueblo, pero que tuvieron la
siglo, de nación en nación, de idioma en idioma, da fe, liturgia latina como fuente de ¡a vida de fe.
en la diversidad de culturas y lenguas, de la unidad de Recordemos el Kyrie, eleison. Todos comprenden su
los cristianos por medio de la plegaria y la comunión con sentido y, aún más que eso, disfrutan cantándolo con
Cristo. De este modo, impresiona comprobar que a tra- una melodía que puede ser antigua o reciente. Eso me
alegra. Porque ese Kyrie, eleison es un testigo privilegiado
vés de las distintas traducciones del Antiguo y del Nuevo
de la lengua en la que se redactó el Nuevo Testamento
Testamento (sobre todo, a las lenguas de Asia Menor,
y por medio de la cual se comunicó por primera vez la
antes de que el griego y luego el latín se convirtieran en palabra de Dios a las naciones paganas. Ciertamente es
lenguas oficiales), algunas palabras pasaran intactas des- muy hermosa esta memoria viva de la Iglesia en el inicio
de el original hebreo, reproducidas sin más. Nos llegan, del tercer milenio.
pues, tal como Cristo las pronunció. Por ejemplo, Amén
(así sea, es verdad), Aleluya (alabad a Dios), Sabaoth (Dios
del universo, Dios de los ejércitos celestes), expresión La invocación a Cristo
esta tan densa, tan poética que no puede ser traducida
al latín; pensad en el «Sanctus... Dominus Deus Sabaoth. Y, Una tercera forma de plegaria es a menudo utilizada para
desde luego, podría incrementarse la lista. Un ejemplo la confesión de los pecados y la preparación penitencial.
más. El evangelio de Marcos (7,34) ha salvado una expre- Después del tiempo de silencio que evocábamos hace
sión aramea del propio Jesús, cuando le abrió los oídos poco se introduce cada una de las peticiones del Kyrie,
y le soltó la lengua al sordomudo: Effatha (ábrete), que, eleison con una invocación a Cristo:
de la liturgia primitiva del bautismo, ha pasado a nuestro
«Tú, que has sido enviado
nuevo ritual del bautismo de los niños.
a sanar los corazones afligidos...
Así pues, en nuestras lenguas y nuestras liturgias Tú, que has venido
modernas se han engastado términos antiguos como a llamar a los pecadores...
si fueran piedras preciosas. Prueban la continuidad y la
catolicidad de la Iglesia a través de su larga historia, al 1
Tengo en mi mente a los apóstoles de los eslavos, los santos Cirilo y Meto-
mismo tiempo que los diversos pueblos han introduci- dio, cuyo undécimo centenario ha celebrado la Iglesia. Ambos tradujeron la Biblia
al eslavo, inventando incluso un alfabeto y una escritura: el glagolítico, de una
do, en su manera de rezar, su sensibilidad, su lengua, su forma tardía del cual deriva la escritura «cirílica».

48 49
Tú, que estás sentado a la derecha del Padre 6
para interceder por nosotros...
Ten piedad de nosotros».
El himno de Gloria a Dios
y la oración de la asamblea
También se pueden adaptar estas intenciones al tiem-
po litúrgico o a la fiesta que se celebre. Se puede asi-
mismo dirigir la primera al Padre, la segunda al Hijo y la
tercera al Espíritu, conforme al uso antiguo, en tanto que
la letanía del Cordero de Dios, que acompaña la fracción
del Pan antes de la comunión, se dirige solamente a Cris-
to. Pero se trata siempre del reconocimiento de nuestros
pecados y de una súplica confiada en la misericordia de El Gloria, himno de acción de gracias
Dios. Este es el rito penitencial de la misa.
Después del rito penitencial, los días de las grandes fies-
tas y los domingos (salvo los de Adviento y Cuaresma,
tiempo de penitencia) el celebrante entona el Gloria a
Dios en el cielo. Este himno, muy antiguo, era en su origen
una oración de la mañana, conservada, sobre todo, en
las Constituciones apostólicas del siglo IV que fue poco a
poco introduciéndose en la liturgia eucarística. Al princi-
pio sólo el obispo la decía y únicamente en ciertos días,
comenzando por el de Navidad, en razón de las primeras
palabras: «G/oria in excelsis Deon>, que prorrumpen en la no-
che de Belén iluminando el misterio de la Natividad. Más
tarde su uso se extendió a otras circunstancias y acabó
por generalizarse. Desde el siglo XI el Gloria a Dios es
cantado por todos los sacerdotes y la asamblea entera,
como hacemos hoy en día.
He dicho que se trata de un himno. En efecto, en
la tradición litúrgica católica, y junto a los salmos, de
cuya importancia primordial y posición indiscutida os
he hablado ya, figuran ciertos «poemas». En este terreno
concreto cada época se ha mostrado recelosa ante los

50 51
himnos elaborados por los períodos precedentes, yendo ¡Grave error! ¿Por qué? Porque de ese modo, al trans-
a la caza, con mayor o menor ímpetu, de lo que no era formar ese himno en una canción con estribillo, no se
conforme a su propia sensibilidad o le parecía más o me- respeta su estilo ni su naturaleza. Una comparación ayu-
nos justo desde la perspectiva de la fe. Es, pues, digno dará a comprender lo que digo. Tomad una gran aria de
de tenerse en cuenta, y revelador de su calidad, el que el una obra lírica, e imaginad que, en lugar de cantarla, se
Gloria haya echado tales raíces en la liturgia eucarística la recita y, lo que es aún peor, se le intercala una breve
y haya permanecido sin interrupción con el curso de los frase cantada, un estribillo...
siglos. En nuestras asambleas la canción con estribillo tiende
Este himno es una de las más bellas piezas litúrgicas a sustituir a todas las demás formas líricas. Pero el canto
que existen. Es un verdadero tesoro con el que alimen- de entrada es un salmo con antífona; el Kyrie es una leta-
tar la oración tanto personal como comunitaria. Es una nía; el Gloria a Dios, un himno; el Creo en Dios, un diálogo
plegaria de acción de gracias, una oración «eucarística» o un texto de prosa dogmática; el Santo, una aclamación
a Dios, nuestro Creador y Redentor, Dios único en tres bíblica. Si toda oración cantada se convierte en un can-
personas, y verdadero «Magníficat» de la Iglesia de los to con estribillo, ¿no es porque se juzga a la asamblea
primeros tiempos. incapaz de aprender?
Pero reconozcamos que los fieles se saben ya, en rea-
lidad, de memoria el magnífico texto del Gloria a Dios-, así
¿Cómo cantar el Gloria a Dios? que sería mejor decirlo de una vez que introducir el «es-
tribillo», que rompe sin sentido el ritmo de la normal re-
¿Y cómo ha de cantarse este Gloria a Dios? Parece sen- citación. Y, por otro lado, siempre que haya oportunidad,
cillo: todo en una pieza. Y sin embargo, actualmente en lo más conveniente sería que el sacerdote y la asamblea
Francia no hemos conseguido encontrar los aires que se lo cantaran entero, de un tirón, por así decirlo, ya que se
acomoden a las diferentes asambleas. Si el celebrante trata de un poema y no de un canto con estribillo.
no quiere atenerse al Gloria dicho por los ángeles, se Si las melodías actuales en francés no son adecuadas,
encontrará en una situación comprometida ante los lo que está por demostrarse, los compositores deben
fieles, temeroso de que no sepan cantarlo de una vez. ponerse a trabajar y crear una música que, en simbiosis
Así que, para no recitarlo sin gracia y alternándolo entre con la lengua francesa, hable al corazón, al espíritu, a
el celebrante y la asamblea, se intercala el texto de un la sensibilidad de nuestros contemporáneos. Y os ruego
estribillo1. que disculpéis mi vehemencia.
1
Estas reflexiones del autor han de entenderse aplicadas a la liturgia tal
como esta se desarrolla en Francia, pues en España lo usual, en la actualidad,
es que el texto del himno Gloria a Dios «se cante o se diga», como especifica el
Nuevo Misal del Vaticano II, 1041, al mismo tiempo por el sacerdote y los fieles, y
sin estribillo.

52 53
Desgranar el misterio de Dios Entonces resuena, tres veces, nuestra profesión de fe
cristológica: «Sólo tú eres Santo, sólo tú, Señor, sólo tú,
Habría que meditar detenidamente cada frase de esta es- Altísimo, Jesucristo», antes de tornarse trinitaria: «Con el
pléndida alabanza del Gloria. Comienza por las palabras Espíritu Santo», y acabar en el punto donde había co-
que traslada el evangelio de san Lucas (2,14): «Gloria a menzado: «En la gloria de Dios Padre».
Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama Con un resonante «Amén», la asamblea pone un punto
el Señor». final, como con una prolongación de sonido al órgano, a
Como sabéis, esta aclamación de los ángeles rasgó la este gran grito desbordante de alegría y de lirismo, mag-
noche de Belén y el silencio de los pastores; es una loa nífico crescendo de fe cantado a la gloria de Dios.
a Dios, que, por medio del nacimiento del Mesías, viene Una última observación: el movimiento del Gloria a
a salvar a los hombres y les hace donación de su amor. Dios es el mismo de la oración eucarística, de acción de
Luego es tal la abundancia del corazón -y esto es gracias, por parte de Cristo, según san Mateo (11,25): «Yo
también plegaria- que las frases se acumulan, se atro- te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
pellan casi; los verbos se superponen y se encadenan escondido estas cosas...», o de san Juan (11,41): «Padre,
para expresar nuestra adoración: «Por tu inmensa gloria te doy gracias, porque me has escuchado...». Esta ac-
te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorifica- titud de plegaria es la de toda oración judía, de María,
mos, te damos gracias». Como una fuente inagotable de de Zacarías, de Simeón, del propio Jesús, de san Pablo,
alegría y regocijo, las palabras brotan del fondo de noso- de todos los Apóstoles, de la Eucaristía católica; y nos
tros mismos y se desbordan en nuestros labios cuando sitúa en nuestra relación con Dios, nos hace entrar en la
contemplamos el misterio de Dios. Amorosamente, con acción de Dios. Nuestra subjetividad, nuestras «pequeñas
reconocimiento y admiración, lo detallamos y lo desgra- historias» son de este modo arrastradas por el movimien-
namos: «Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopode- to del Amor que es Dios; aprendemos a amar a Dios y, en
roso». consecuencia, a amar verdaderamente a los hombres.
De manera natural Él nos vuelve hacia su Hijo, el Me- Es, pues, una plegaria que educa en el amor verda-
sías, quien, en su humanidad, recibe todos los títulos de dero, orientado al olvido de uno mismo y a la acción de
la divinidad: «Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, gracias a Dios, en quien cada cual se reencuentra, por
Cordero de Dios, Hijo del Padre», Él, nuestro Salvador. quien el pueblo santo se constituye en su vocación así
Luego, de un solo trazo, en la conciencia de nuestra como en su misión. Una plegaria que puede, por eso mis-
miseria repetida: «tú que quitas el pecado del mundo», mo, llevarse todas las miserias y los pecados del mundo.
nuestra adoración se convierte en súplica fulgurante: «ten Una plegaría de Cristo, que nos enseña de qué modo su
piedad de nosotros, atiende nuestra súplica», con una Eucaristía es la suma de toda plegaria.
confianza reiterada en la potencia del Señor, «sentado a De modo que es importante que los miembros de la
la derecha del Padre». Iglesia se dejen educar así en esta actitud eucarística. Si
54 55
queréis convenceros, releed en este punto, por ejemplo, También a veces, por otra parte, uno solo actúa en pro-
la Plegaria eucarística III2, donde encontraréis la inspira- vecho de todos. Puede que sea una sola persona (el lector,
ción y algunas expresiones del Gloria a Dios. por ejemplo), o bien un grupo (el coro). La asamblea,
mientras tanto, reza escuchando.
En otros momentos, por último, un ministro ordenado
La primera oración: toda la Iglesia actúa en nombre de Cristo para que toda la Iglesia esté unida a
su Señor. Por ejemplo, cuando el diácono o el sacerdote
Luego el celebrante toma la palabra y dice: «Oremos». En proclama el Evangelio. O también cuando el sacerdote
respuesta a esta invitación, toda la asamblea se inmovi- habla en nombre de Cristo en la plegaria eucarística.
liza y guarda silencio. Nada debe alterar el sosiego de la
iglesia, todos están quietos. Así que, cuando el sacerdote dice: «Oremos», todos
se detienen. Y, ya en silencio la asamblea, cada uno, en
Hay aquí una enseñanza general que extraer. La cele- secreto, se dirige a Dios a su manera. Poco después el
bración litúrgica se desarrolla como una acción diversi- celebrante vuelve a tomar la palabra para la oración de
ficada según los momentos y los «actores», o mejor: los apertura. A eso se debe, y sin duda lo habréis advertido,
participantes y el celebrante. A veces actuamos, cada que las oraciones estén todas redactadas en la primera
cual según nuestra función en la Iglesia: por ejemplo, en persona del plural: «concédenos», «nuestras súplicas»,
el ofertorio, el sacerdote o quien lo asiste prepara las «sobre nosotros...», «nos...». El texto, generalmente an-
oblaciones en el altar mientras se hace la colecta entre tiguo, está así fijado en el misal romano. Es una joya de
los fieles, el organista toca o la asamblea canta. Cada la experiencia cristiana que debemos guardar como algo
uno desempeña su papel, más o menos como en una precioso. Lamentablemente, la traducción francesa no
orquesta o como en una familia antes de la comida: los llega siempre a trasladar la belleza concisa de la lengua
niños ponen los cubiertos, la madre atiende al fuego, el latina.
padre baja a la bodega o sale a toda prisa a comprar el
pan olvidado. En suma, lo que cada uno hace contribuye
a una acción común. La oración trinitaria
En otros momentos, en el desarrollo de la celebración
eucarística, actuamos en conjunto, unánimemente. Todo el Según la trama rigurosamente trinitaria de la oración
mundo hace lo mismo, al mismo tiempo, de la misma cristiana, esta plegaria se dirige al Padre de los cielos,
manera. Un ejemplo esencial de ello es la recitación o en nombre de Cristo, con quien nosotros rezamos «a su
canto del Sanio. Padre, que es nuestro Padre» (cf Jn 20,17), en el Espíritu
2 Santo que nos habita y nos da su fuerza. Esta oración de
Es la que comienza: «Santo eres en verdad. Padre, y con razón te alaban
todas tus criaturas...»; Nuevo Misal del Vaticano II, 1137ss. apertura está compuesta, en general, de dos partes:

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• La primera plasma, a menudo en una sola frase y en Esta oración, que clausura el rito de entrada de la
forma de acción de gracias, un aspecto del misterio misa no consiste, pues, en unas palabras cualesquiera en
de Dios que la liturgia de la Iglesia propone ese día a las que se muestre la personalidad o hasta la originalidad
nuestra meditación: «Te bendecimos, Señor, que nos del celebrante, el cual no ha de «expresarse» ante noso-
has salvado... Dios, que nos has revelado tu Amor... tros; si bien es cierto que, en contraste, la liturgia actual
Dios, todopoderoso... Dios, creador y restaurador del sí prevé varios momentos en los que el celebrante es
hombre... Dios y Señor nuestro...». invitado a manifestarse libremente y de manera familiar
• La segunda parte es una súplica para que los cris- por medio de moniciones a la asamblea.
tianos reunidos en esta Eucaristía vivan ahora y por Y se comprende que la tradición más antigua haya
siempre aquello que agradecen. propiciado que el sacerdote cante la oración, algo a lo
que, sin embargo, estamos menos habituados en la li-
A ello sigue una fórmula de conclusión que sitúa con turgia francesa. Pero la experiencia de las comunidades
exactitud nuestra plegaria en relación a Dios, nuestro monásticas, con la práctica de una liturgia regular y muy
Padre, por el Hijo, en el Espíritu. Reafirmamos nuestra fe cuidada, muestra que la lengua francesa se va acomodan-
en la Santísima Trinidad diciendo: «Te lo pedimos, Padre do al soporte de una melodía. Por medio del canto, el ce-
santo, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y lebrante (y la asamblea en correspondencia) capta mejor
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios la medida de la misión sagrada que cumple al servicio del
por los siglos de los siglos». pueblo de Dios así reunido. Las palabras francesas «sal-
«Por los siglos de los siglos»: esta traducción literal de modiadas» con sobriedad y respeto ganan en nobleza.
una expresión hebrea significa que la soberanía divina, a la Es como si al sacerdote se le hubiera desposeído de
cual accedemos por medio de la oración, excede de toda su manera de hablar y, en suma, de sí mismo, para ser
duración humana, y nos sumerge en el despliegue de la aquello en lo que el sacramento del Orden lo ha conver-
historia hasta su plenitud, al final de los tiempos, «al cons- tido al servicio de todo el pueblo de Dios, a saber, en el
tituir a Cristo en cabeza de todas las cosas» (Ef 1,10). portavoz de una plegaria que habita en el corazón de to-
La asamblea responde: «Amén», afirmando a la vez la dos -la plegaria de la Iglesia- y en la cual todos puedan
veracidad de Dios, «Dios verdadero» (cf Jos 22,34, y Jn reconocerse, con independencia de su sensibilidad y de
17,3), y la verdad de la adoración que le rinde, con la su humor en ese momento.
multitud de los ángeles, la muchedumbre innumerable Escuchando con recogimiento la oración de entrada,
de los elegidos, que glorifican a Dios cantando: «Alaban- cantada o simplemente recitada, y uniéndose a lo que el
za, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y sacerdote dice en nombre de todos, que cada cual en la
fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» asamblea piense, con toda verdad: «Con esas palabras
(Ap7,12). que pronuncia el sacerdote soy yo quien reza en nombre
de la Iglesia y es la Iglesia quien reza en mi nombre».

58 59
LA LITURGIA DE LA PALABRA
7
La sinfonía de la palabra de Dios

Así preparada, la asamblea está ya dispuesta a acoger la


palabra de Dios. Lo que ahora se llama «la liturgia de la
Palabra» puede comenzar. Los domingos y días de fiesta
se compone:

• Por un lado, de la escucha de tres lecturas:


- la primera es, las más de las veces, un pasaje del
Antiguo Testamento, seguido de un salmo;
- la segunda, un fragmento de los escritos apostóli-
cos del Nuevo Testamento;
- la tercera, un pasaje de los Evangelios.

• Y por otro, de tres intervenciones que constituyen la


respuesta de la Iglesia a estas lecturas (cf capítulo 8):
- en primer lugar, la homilía o prédica del sacerdote;
esta actualización de la palabra de Jesús correspon-
de al ministro ordenado, así como la proclamación
del Evangelio;
- en segundo lugar, la profesión de fe bautismal de la
asamblea, el Credo-,
- en tercer lugar, la plegaria universal u oración de los
fieles por toda la Iglesia.

63
Las tres lecturas El Evangelio

Comencemos hablando de las tres lecturas de la palabra Es el mismo Cristo quien habla a su Iglesia. A eso se
de Dios. ¿Por qué provienen únicamente de la Sagrada debe el que la lectura del Evangelio sea más solemne que
Escritura? ¿Por qué no de un autor espiritual, de un Padre las demás. No se trata sólo de la palabra de Dios escrita,
de la Iglesia, o de una encíclica del papa? sino de la palabra de Dios hecha realmente carne, y ac-
Porque la Eucaristía no es una celebración cualquiera, tualizada en este sacramento de la Iglesia. Esta realidad,
y mucho menos una reunión para rezar que podríamos esta perspectiva de fe, implica dos consecuencias-.
haber organizado por libre iniciativa. Como ya os he
dicho (cf capítulo 2), la misa es siempre el acto de la • La asamblea se levanta. ¿Simplemente por respeto,
Iglesia, reunida por el Espíritu; el mismo Cristo, Verbo de como antes se hacía cuando los alumnos de una clase
Dios hecho carne, nos otorga, en partición, la palabra de se ponían de pie al entrar el maestro o el director? Es
Dios, su Padre, por medio de la Escritura santa, y de su mucho más que eso. Pues ponerse de pie, en la sim-
cuerpo entregado y su sangre derramada. bología gestual cristiana, es levantarse, como hizo el
¿Por qué tres lecturas, siempre tomadas de tres regis- paralítico de la camilla a quien Jesús hizo tenerse de
tros diferentes de la Biblia? nuevo sobre sus pies (cf Le 5,25). Tal es asimismo la
Porque el vínculo entre las tres lecturas escogidas actitud de Cristo resucitado (cf Le 24,36'). Una asam-
pone de manifiesto la estructura misma de la Revelación. blea de pie es una asamblea de resucitados; acoge la
En efecto, la palabra de Dios en su totalidad resuena venida de Jesús resucitado en medio de sus hermanos,
como una sinfonía espiritual, en la cual cada armónico es a los que Él resucita. Así que es de pie como saluda-
necesario para hacer percibir la belleza y la significación mos, con el canto del Aleluya, la entrada de Cristo,
del conjunto. De la misma manera que un acorde no evangelio de Dios.
puede reducirse a una u otra de las notas que la compo- • La proclamación del Evangelio corresponde a un mi-
nen, o que un canto polifónico no puede limitarse a los nistro ordenado (obispo, sacerdote, diácono). Configu-
bajos o a los sopranos. rado con Cristo-Cabeza por el sacramento del Orden,
¿Cómo se reparten estas tres lecturas? Con arreglo da testimonio ante la asamblea de que no son pala-
a un ciclo que se desarrolla en tres años (dos para las bras corrientes, sino de que, por su voz, es Cristo vivo
misas de la semana), como en la liturgia sinagogal que quien le habla a su Iglesia. El ministro ordenado es
Cristo conoció. De ese modo, los cristianos pueden ini- 1
El autor hace referencia al versículo en cuya versión francesa se recoge
ciarse adecuadamente en la totalidad de la Escritura. expresamente la ¡dea de estar de pie: «Jésus se tient lá debout au milieu d'eux»
(lesús estaba ahí de pie, en medio de ellos), la cual falta en la traducción de la
Para comprender cómo se han dispuesto y equilibrado Biblia española («Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó
en medios); cf, sin embargo, la versión de la Mulgata, donde la noción de levan-
las lecturas propuestas a nuestra oración y a nuestra fe tarse también se ha podido reflejar: «lesus stetit in medio eorum» (se paró en
en el nuevo leccionario, debemos partir del Evangelio. medio de ellos).

64 65
el garante de esta Palabra evangélica. De ahí las dos profetas..., y, por otro, el Hijo, Verbo de Dios encarnado.
aclamaciones que, en breve y con una sorprendente La voz del Padre oída a través del Antiguo Testamento
equivalencia de términos, acompañan, por una parte, es la misma que resuena en los oídos de los discípulos,
la presentación de la «lectura del santo Evangelio se- testigos de la transfiguración de Cristo: «Este es mi hijo
gún san...», a lo que se responde: «Gloria a ti, Señor»; amado, en quien me complazco, escuchadlo» (Mt 17,5).
y, de otra, el reconocimiento final: «Palabra del Señor», Jesús revela al Padre: «El que me ve a mí, ve al Padre» (Jn
a lo que todos dicen: «Gloria a ti, Señor Jesús». 14,9). Pero, para escuchar a Jesús hablando en el Evan-
gelio, necesitamos haber recibido la palabra del Padre
De lo que se trata es de reconocer a Cristo mismo, a Israel. Dios prepara a sus hijos para el don de gracia
que es dicho por medio de esta Buena Nueva. En él se que les tiene preparado y cuyo anhelo ha puesto en sus
han cumplido todas las promesas de la Escritura, y rea- corazones, como ocurrió con Israel en el desierto: «(El
lizado todos los dones de Dios a su pueblo. Señor, tu Dios) te ha humillado y te ha hecho sentir ham-
bre; te ha alimentado con el maná, un alimento que no
conocías, ni habían conocido tus antepasados, para que
El Antiguo Testamento aprendieras que no sólo de pan vive el hombre sino de
todo lo que sale de la boca del Señor... Reconoce, pues,
Pero la «melodía» del Evangelio no llega a oírse como en tu corazón, que el Señor, tu Dios, te corrige como un
debe ser más que en la sinfonía de la palabra de Dios, padre corrige a su hijo» (Dt 8,3-5).
tocada a lo largo de toda la Biblia para nuestra salvación De ahí que la lectura del Antiguo Testamento no sea
y nuestro gozo. En efecto, como dijo Gregorio Nacian- cosa de erudición o de gustos personales. No es una
ceno: «El Antiguo Testamento manifestó con claridad al simple ilustración del Evangelio, sino que, de manera
Padre y oscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento reveló singular y por completo irremplazable, nos hace entrar
al Hijo e insinuó la divinidad del Espíritu. Hoy día el Es- en la historia de la salvación, en el misterio del Padre, del
píritu vive entre nosotros y se hace conocer con mayor Hijo y del Espíritu. La Iglesia no deja de dar gracias por
claridad». ello cantando el Magníficat de la Virgen María, expresión
Retrocedamos, pues, a la primera lectura: el Antiguo de gozo por la Anunciación del Mesías: «(Dios, mi Salva-
Testamento. Los pasajes escogidos del leccionario quie- dor) tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose
ren mostrarnos esa íntima correlación entre la palabra de de su misericordia, como lo había prometido a nuestros
Dios dada en la Escritura, y la palabra de Dios hecha car- antepasados, a favor de Abrahán y de sus descendientes
ne que habla en el Evangelio. Las Escrituras se respon- para siempre» (Le 1,54-55).
den y se aclaran entre sí; una hace comprender a la otra.
Porque existe un lazo histórico, profetice sacramental,
entre, por un lado, la revelación de Dios a Moisés, a los

66 67
Los escritos apostólicos pivote giratorio que nos permite ir de la palabra del Padre
a la palabra viva del Hijo incorporando la experiencia del
Hay que considerar asimismo la segunda lectura, esto es, Espíritu Santo. «Resumen de toda la Escritura», constitu-
los escritos apostólicos. Forman parte del Nuevo Testa- yen la mejor iniciación espiritual no solamente al Antiguo
mento, y, como Escritura inspirada, conforman unas pala- Testamento, sino también al Nuevo. Forman una especie
bras específicas y originales en la Revelación. Comunican de mosaico hecho de piedrecillas variadas, un patchwork,
el testimonio ofrecido por el Espíritu Santo a través de la es decir, una de esas colchas hechas de retales, donde
generación apostólica. Así, según la comparación que he se van yuxtaponiendo fragmentos de todas las páginas
tomado de Gregorio Nacianceno, escuchamos, primero, de la Biblia. Cada palabra de un salmo evoca numero-
la palabra revelada por el Padre; luego recibimos en los sas referencias, suscita múltiples resonancias, tanto del
escritos apostólicos lo que el mismo Espíritu ha hecho Antiguo como del Nuevo Testamento. Pues Cristo y los
oír a los Apóstoles y, por último, con los oídos doble- Apóstoles, que se sabían estos textos de memoria, no
mente abiertos (cf Sal 40,7), recogemos plenificada en el cesaron de meditarlos y de utilizarlos.
Evangelio la Palabra que es el Hijo. Quien aprenda a rezar poco a poco con los salmos
y a continuación reinicie su recorrido por la Biblia, se
admirará un día de comprender tal detalle o tal alusión
Los salmos, corazón de la Escritura que, si en una primera lectura no le decían nada, ahora
comienzan a resonar en él. Quedará sorprendido al oír
El salmo que se lee después del pasaje del Antiguo Tes- hablar a Dios.
tamento es el vínculo profundo de estas tres lecturas. Y es que los salmos nos hacen sintonizar con el canto
Nunca se insistirá demasiado (cf capítulo 3) en el lugar de Dios en nuestros corazones.
capital que ocupan los salmos en la vida de la fe. Es Por otra parte, conviene respetar lo que nos quieren
necesario conocerlos, amarlos, aprenderlos como una hacer cantar y no desfigurarlos en exceso fragmentán-
segunda lengua materna, faltos de la cual no llegamos dolos. Nada sustituye la meditación de un salmo en su
a penetrar en la Escritura ni a comprender la palabra de integridad, sea largo o corto, tal como lo concibió aquel
Dios. a quien inspiró Dios para darle, en ese poema, una ora-
Su redacción se va escalonando a lo largo de la histo- ción a su pueblo2.
ria toda del Antiguo Testamento. Con certeza plena, los
ciento cincuenta salmos que componen nuestro salterio
constituyen el tesoro inspirado y cincelado en el trans-
curso de los siglos por la oración del pueblo de Israel,
del mismo Jesús, de los Apóstoles y de la Iglesia hasta el 2
Cf I. M. LUSTIGER, Premien pas ians la priére, Nouvelle Cité, Montrouge (Primeros
final de los tiempos. Los salmos son de alguna manera el pasos en la oración, Tercer paso: «Abrid la Biblia», o.c, especialmente 25ss).

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8
El eco de la Iglesia a la palabra de Dios

Después de escuchar las tres lecturas, el segundo tiempo


de la liturgia de la Palabra, que corresponde a la respues-
ta de la Iglesia ahora, se desarrolla según tres movimien-
tos que os recuerdo antes de entrar en detalle:

- la homilía del sacerdote,


- la profesión de fe de la Iglesia,
- la oración de los fieles.

La homilía del sacerdote

Por lo general forma cuerpo con la proclamación del


Evangelio. Es verdaderamente un acto de Cristo, quien,
por boca del sacerdote, hace presente su Palabra. Este
es el motivo, ya os lo he dicho, de que sea siempre
un ministro ordenado el que debe hacer la homilía y
preferentemente el sacerdote que preside la Eucaristía.
Distinto es el caso de que, según la ocasión, se invite a
algún fiel a dar durante la misa su testimonio, el cual no
sustituye de ningún modo a la homilía, desde luego.
La predicación reviste, pues, un carácter muy particu-

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lar. No es una lección de catecismo ni una conferencia muía resultaría menos aburrido». Nuestra respuesta será
teológica; ni una exhibición de vida personal o un ejer- desvelar por qué la profesión de fe se introduce en este
cicio de elocuencia. El sacerdote tiene, a este respecto, momento en la misa del domingo. El domingo es el día
una misión diferente y completamente definida, cuyo de la Resurrección del Señor; la idea nos es familiar. Do-
alcance y exigencia no pueden compararse a ningún otro mingo tras domingo los cristianos, reunidos en la misa,
acto oratorio. En virtud de esa misión, está obligado a celebran la Pascua de Cristo Jesús; lo sabéis bien. Y, ¿qué
hacer actual y accesible a la asamblea la palabra de Cris- relación hay entre esta memoria del día de la Pascua y la
to que acaba de proclamar. recitación del Credo?
Recordad: la Pascua es la fiesta de la Resurrección y,
En consecuencia, los fieles se equivocarían si juzgaran por tanto, la fiesta del bautismo, ya que, por la gracia de
el nivel de la homilía valorando en el predicador el que este sacramento, los hombres y las mujeres muertos con
«hable bien» o «hable mal». Como cristianos, hemos de Cristo resucitan con Él. En consecuencia, los cristianos
preguntarnos si escuchamos la homilía como un mensaje son invitados, especialmente con motivo de la vigilia
de Dios para nosotros, con independencia de las imper- pascual, pero también de la Eucaristía de cada domingo,
fecciones o lagunas que pueda haber en el «sermón»; si a renovar el compromiso de su bautismo.
tratamos de oír a Dios por medio de su sacerdote, o si, Ahora bien, ¿recordáis de qué manera se desarrollaba
por el contrario, pretextando las insuficiencias del sa- esta profesión de fe bautismal en la Iglesia primitiva? El
cerdote, cerramos los oídos a Dios. Nuestro acto de fe sacerdote le preguntaba al catecúmeno: «¿Crees en Dios
importa tanto como el del sacerdote para cumplir esta Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?».
difícil misión. Están vinculados entre sí. Recordemos la «Creo», respondía él; y el sacerdote lo sumergía por
exclamación de Jesús después de su sermón en forma primera vez en el agua bautismal. Luego le preguntaba:
de parábola: «El que tenga oídos para oír, que oiga» (Mt «¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que
13,9). No es el sacerdote el que cambia los corazones de fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació
los fieles, sino el Espíritu Santo, para quien sacerdote y de santa María Virgen, padeció bajo Poncio Pilato, fue
fieles deben estar dispuestos en este acto sacramental crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infier-
de la Iglesia. nos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió
a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso, de donde ha de venir a juzgar a vivos y
La profesión de fe de la Iglesia muertos?». «Creo», respondía el bautizado, y el sacerdote
lo sumergía por segunda vez en el agua. Por último, le
La asamblea recita el Credo, Símbolo de Nicea o Símbolo de preguntaba: «¿Crees en el Espíritu Santo, la santa Iglesia
los Apóstoles. católica, la comunión de los santos, el perdón de los
Algunos dicen: «¡Siempre lo mismo! Si se variara la fór- pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna?».
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«Creo», contestaba, antes de ser inmergido por tercera En todo lo que precede me he referido al Creo en Dios,
vez. el Símbolo de los Apóstoles. El Credo más desarrollado, el
De modo que nuestra profesión de fe, tal como es for- que se suele recitar los domingos es un texto dogmáti-
mulada durante la misa dominical, tiene su origen en la co elaborado por los concilios ecuménicos de Nicea y
triple pregunta y la triple respuesta de la celebración del Constantinopla (325-381). Ambas profesiones de fe son
bautismo. Recitar el Credo es un signo de reconocimiento la garantía de la unidad de todos los cristianos, puesto
de la fe de todos los cristianos y al mismo tiempo recor- que todas las Iglesias las tienen como «símbolos», como
darle a cada uno su propio bautismo. Proclamar estas signos de reconocimiento de la fe común. Respetar y co-
palabras fijadas por la Iglesia indivisa (es decir, antes de nocer su texto es una prueba de la esperanza ecuménica.
los grandes cismas) es, en una fe renovada de Pascua en Los católicos, en especial, tienen el deber de conservar
Pascua, de domingo en domingo, hacernos rememorar el viva la memoria de estos signos de unidad de la Iglesia, y
acto por el cual nos convertimos en hijos del Padre, cuer- no inventar profesiones de fe fruto de la fantasía, propias
po de Cristo, templo del Espíritu, miembros de la Iglesia. de una comunidad o hasta de una persona, por santa
La profesión de fe nos invita, pues, no solamente a que esta sea.
hacer memoria de nuestro bautismo, sino a expresar
la unidad de la Iglesia fundada sobre este sacramento En conclusión, la recitación - o el canto- del Credo en
que hace de cada cristiano un mismo ser con Cristo. La la misa de los domingos es la respuesta de la asamblea
Eucaristía, sacramento de la unidad, realiza, por medio a la revelación, hecha presente en la Palabra, del misterio
de la ofrenda del Cuerpo y la Sangre de Cristo dados en de Dios, Padre, Hijo, Espíritu, nuestro Creador y nuestro
la comunión, el amor que el Espíritu Santo ya ha hecho Redentor.
nacer en la Iglesia por el sacramento del bautismo. El Credo expresa la respuesta católica de la comunidad
La afirmación «Creo» va referida a uno mismo. Pues particular de que se trate y manifiesta su unidad. Pero,
bien, ¿quién es el que habla, quién es ese «yo» que afir- además, manifiesta la esperanza de la reunión de todos
ma creer? Yo mismo, en primer lugar. Incluso si tengo los cristianos, vivos y muertos, que en el mismo bautis-
dudas, incluso si tal o cual punto de la enseñanza de la mo han recibido la misma profesión de fe.
Iglesia me resulta oscuro, al pronunciar la palabra «Creo»,
expreso mi voluntad de comulgar con la fe de la Iglesia, más
grande que mi «poca fe». Pero hay más, pues por mi boca La oración de los fieles
es la Iglesia quien hace oír su voz y dice: «Creo».
Una expresión contenida en la oración del celebrante, Felizmente restituida por la reforma litúrgica del concilio
antes de la comunión, puede ayudarnos a comprender Vaticano II, la oración de los fieles renueva una tradición
por analogía esta actitud. Dirigiéndose a Cristo, le pide: muy antigua. Conservamos magníficos textos elaborados
«No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia». por las primeras generaciones cristianas; y las intencio-

74 75
nes que ya antiguamente proponía el sacerdote después
del sermón han marcado el camino.
La oración de una determinada asamblea en particu-
lar, circunscrita a cierto lugar, a cierto tiempo, se amplía
a la medida de la Iglesia universal; de ahí su nombre de
«oración universal». Se la llama también «oración de los
fieles». Porque el sacerdote no hace sino introducir y
concluir esta oración que los fieles pronuncian por todas
las necesidades de los hombres. Lejos de limitarse a las
intenciones de una comunidad concreta, se convierte
en la súplica de todo el pueblo cristiano. Así es: toda LA LITURGIA EUCARÍSTICA
celebración de la Eucaristía es la oración de la Iglesia
universal por la Iglesia universal. Por eso puede llamarse
católica una comunidad particular. Esta no celebra su
liturgia, sino la de la Iglesia, lo cual se expresa no sola-
mente por el ministerio del sacerdote, que celebra en
comunión con su obispo, sino también por la mención
explícita, en la oración eucarística, del papa, del obispo
legítimo del lugar y de todos los obispos.
El modelo más sobresaliente que tenemos de esta ple-
garia es la gran intercesión del Viernes Santo, en la hora
en que la Iglesia contempla a su Cristo y Señor, clavado
al madero de la cruz, ofreciendo su vida en sacrificio al
Padre de los cielos por la salvación del mundo.

De este modo concluye la liturgia de la Palabra. Se de-


sarrolla con tal exuberancia y belleza, en un movimiento
espiritual tan denso y tan seguro que pasamos, sin solu-
ción de continuidad, a la liturgia de la Eucaristía, con la
cual, según os he explicado, forma un todo.

76
9
El tiempo del ofertorio

Hemos llegado al ofertorio. Volviendo a las comparacio-


nes musicales, es un tiempo débil entre los dos tiempos
fuertes que son la proclamación de la palabra de Dios
y la plegaria eucarística propiamente dicha. Después de
haber prestado una atención sostenida a la liturgia de la
Palabra, la asamblea inicia una pausa. Cada uno cumple
con lo que le corresponde por el bien de todos.
Fijemos, pues, la vista en el altar. Lo que a menudo fue
una tumba de mártir en los primeros siglos de la Iglesia,
es el signo y símbolo de Cristo, a la vez sacerdote, altar
y víctima. Es la mesa sagrada del sacrificio según la tra-
dición de las grandes religiones, en especial el judaismo.
No es, pues, una simple mesa, un mueble de comedor.
Las prescripciones litúrgicas insisten sobre este punto: el
altar debe mostrarse en toda su vistosidad y su pureza.
Sobre él no debe haber ningún objeto que no sea nece-
sario y significativo para la celebración de la Eucaristía.
Sobre el altar, recubierto de un mantel, se colocan las
luces al comenzar la misa. Antiguamente se depositaban
sobre el altar o a sus pies los cirios que acompañaban
la entrada del sacerdote en procesión. ¿Por qué cirios
encendidos? No para alumbrar por falta de electricidad.

79
Sino porque una llama viva es el signo inmemorial que permitir también a la Iglesia el cumplir con su misión de
simboliza a Cristo resucitado, «Luz del mundo»; recordad caridad en socorro de los hermanos necesitados.
el cirio pascual que resplandece en la noche de Pascua. Recordad la colecta de san Pablo para la Iglesia de
Acaso sea también un recuerdo del candelera que el ama Jerusalén. Antaño era muy frecuente que se ofrecieran
de casa encendía para las comidas sabáticas. María lo dones en especie que luego se repartían.
hacía cada sabbat. De una u otra forma, la colecta forma parte, a su ma-
Un crucifijo domina el altar. nera, de la liturgia del ofertorio. El dinero así recogido es
En cuanto al misal de altar, conviene que sea discreto. el signo material de la ofrenda que hacemos de nosotros
No es más que una ayuda para que el celebrante presida mismos, de nuestras capacidades y energías. De ahí que
la asamblea con facilidad y sin temer fallos de memoria. la colecta se realice en este punto de la celebración.
El espacio debe estar libre para las ofrendas u oblaciones Pero quien se empeña con demasiado ahínco en dar
depositadas en el corporal para el ofertorio. pruebas se arriesga a equivocarse. Una vez recogido,
el dinero debe dejarse en la sacristía, y no depositarlo
delante del altar ni, desde luego, sobre este. Porque el
La colecta: testimonio de ofrenda dinero no es «materia» del sacramento de la Eucaristía,
por mucho que, a través de nuestro don, queramos ex-
¿Qué ocurre en estos momentos? Si os parece, comen- presar que toda nuestra vida está unida a la presentación
cemos por la colecta. Diréis: «Es demasiado utilitario y, del pan y del vino que se convertirán en el Cuerpo y la
además, perturba. Se podría realizar la colecta en otro Sangre de Cristo.
momento, dado el estado espiritual de la asamblea; por
ejemplo, a la salida, para no molestar a los fieles». Pues
lo cierto es que este precisamente es el mejor momento La presentación del pan y del vino
para la colecta. ¿Por qué? Porque esta ofrenda de los
fieles no es una especie de impuesto, ni el pago por una El pan y el vino, necesarios para el Sacrificio de Cristo,
plaza de asiento, sino mucho más que eso. pueden llevarse solemnemente en procesión desde el
Es la prueba concreta, tangible, del amor fraterno y fondo de la iglesia al altar. Durante la preparación de las
la participación de los cristianos en la vida material y en oblaciones puede haber música de órgano.
las necesidades de la Iglesia. Pensad en los capítulos del En primer lugar, el celebrante le presenta a Dios el pan
presupuesto anual que ha de gestionar la parroquia-, la que «será pan de vida». Luego, antes de presentar el vino
electricidad, la calefacción, el mantenimiento de los lo- que «será bebida de salvación», mezcla con este un poco
cales, la remuneración del sacristán, del organista, de la de agua al tiempo que reza en voz baja: «El agua unida al
secretaria, las facturas de las fotocopias, etc. Aunque eso vino sea signo de nuestra participación de la vida divina de
no es todo, ni mucho menos. Pues vuestra ofrenda debe quien ha querido compartir nuestra condición humana».
80 81
San Cipriano de Cartago, impresionado por este uso, gesto se cumplía por razones utilitarias de higiene. El
que Cristo pudo tomar de la tradición, ve en ello el signo celebrante, afirman, se había manchado las manos al
de la unión indisoluble de Cristo en su Pasión (el vino) recoger las ofrendas en especie presentadas por los
con su Iglesia (el agua, nuestra pecadora condición hu- fieles. Pero, en realidad, este rito subsiste en la liturgia
mana). eucarística por fidelidad al gesto litúrgico judío de purifi-
Asimismo, las oraciones que el sacerdote dice al pre- cación y de penitencia que el propio Cristo, una vez más,
sentar el pan y el vino: «Bendito seas, Señor, Dios del practicaba (cf Mt 15,2-20; Me 7,12; Le 11,38).
Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo Considerando lo anterior, este simple gesto del cele-
del hombre...; por este vino, fruto de la vid y del trabajo brante, lejos de ser accesorio y facultativo, adquiere toda
del hombre...», son bendiciones que Jesús pronunció. La su importancia al ponernos de nuevo en unión directa
tierra es la Tierra prometida donde el pueblo puede cele- con lo que Jesús hizo (cf capítulo 2).
brar la gloria de Dios. También el trabajo del hombre es Un mero detalle, diréis. Pero nos hace descubrir las
fruto de las gracias divinas y, como tal, suscita la acción raíces históricas de la celebración eucarística.
de gracias del creyente.

El sacrificio de toda la Iglesia


El lavatorio de manos
Todas las oraciones que acompañan los gestos del ofer-
A continuación el celebrante se inclina y ruega humilde- torio (presentación del pan y el vino, inclinación humilde
mente al Señor que acoja su sacrificio. del servidor de Dios, lavatorio de manos) deben ser pre-
Luego, en las misas solemnes, puede incensar las ferentemente dichas por el celebrante en voz baja. Los
ofrendas y el altar, antes de ser incensado él mismo asi obispos alemanes, por ejemplo, han prohibido que se
como la asamblea, que es Iglesia, Cuerpo de Cristo, Tem- pronuncien en voz alta, mientras los fieles entonan un
plo del Espíritu. canto de ofertorio.
Después, y diciendo en voz baja: «Lava del todo mi Una precisión a este propósito. Si algunas oraciones
delito, Señor, limpia mi pecado», el celebrante se purifica se dicen en voz baja y otras obligatoriamente en voz alta,
las manos con agua. Pero no nos engañemos sobre el es porque el «momento» y la acción litúrgica lo requieren.
sentido de este rito del lavatorio de manos, o del Lavabo, Como os he dicho, durante este tiempo del ofertorio
como se decía antiguamente a causa de la palabra latina cada uno de los miembros de la asamblea hace lo que
con que comenzaba el verso del salmo que lo acompa- le corresponde; el sacerdote, pues, reza en voz baja. Por
ñaba: «Lavo mis manos en señal de inocencia y estoy el contrario, la palabra de Dios y la oración eucarística
siempre junto a tu altar, Señor» (Sal 26,7). son siempre proclamadas en voz alta para que todo el
Algunos historiadores explican que en su origen este mundo oiga y escuche. «Guardad silencio», decía el diá-

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cono ritualmente a las asambleas a veces bulliciosas de uno de vosotros o el grupo en su conjunto ha podido
las largas liturgias orientales. vivir durante la semana transcurrida; no debe, pues,
De ese modo, cada «momento» de la misa concluye fabricar o inventar su propia misa. Por el contrario, se
con una oración en voz alta del celebrante, para la cual os invita a sobrepasaros a vosotros mismos para entrar
la asamblea se levanta: en la acción de toda la Iglesia, que es la acción del propio
Cristo, como veremos. ¿Por qué? Repetid estas palabras,
- al final de los ritos iniciales, la oración colecta (cf ca- acaso difíciles de comprender: «Por la gloria de Dios»,
pítulo 6); que se revela en «la salvación del mundo» (como dice
- al final de la liturgia de la Palabra, la plegaria universal san Ireneo) y «para la salvación del mundo», en la cual se
(cf capítulo 8); manifiesta «la gloria de Dios». Esta es la labor a la cual se
- al final del ofertorio, la oración sobre las ofrendas; invita a participar a cada cristiano cuando se le «convo-
- y, por último, al final de la liturgia eucarística, la ora- ca» (ese es el primer sentido de la palabra «iglesia») para
ción después de la comunión (cf capítulo 15). la celebración de la misa.
El concilio Vaticano II lo volvió a decir con otras pa-
Dicho de otro modo, el sacerdote que preside sinteti- labras (Lumen gentium, 11): «Participando del sacrificio
za lo que acaba de hacer o lo que acaba de vivir la asam- eucarístico, fuente y cumbre (culmen) de toda vida cristiana,
blea en una plegaria de acción de gracias y de súplica: ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos
plegaria que sirve a la estructura y armazón de la misa en juntamente con ella. Y así, sea por la oblación o sea por
su desarrollo; plegaria en voz alta, en primera persona del la sagrada comunión, todos tienen en la celebración litúr-
plural, casi siempre dirigida a Dios Padre, «por Jesucristo, gica una parte propia, no confusamente, sino cada uno
nuestro Señor, en comunión con el Espíritu Santo». de modo distinto. Más aún, confortados con el cuerpo
de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de
En el capítulo siguiente entraremos en la «plegaria un modo concreto la unidad del pueblo de Dios, signi-
eucarística». Detengámonos ahora unos instantes para ficada con propiedad y maravillosamente realizada por
meditar en la invitación del sacerdote: «Orad, hermanos, este augustísimo sacramento».
para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a
Dios, Padre todopoderoso», a lo cual responde la asam-
blea: «El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para
alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de
toda su santa Iglesia».
La celebración eucarística de vuestra comunidad, de
vuestra parroquia, es la ofrenda del sacrificio de toda la santa
Iglesia. Así que vuestra asamblea no «celebra» lo que cada

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10
La plegaria eucarística

Llamamos «plegaria eucarística» a la parte de la misa que


comienza con el diálogo del prefacio: «Levantemos el
corazón... Demos gracias al Señor, nuestro Dios...» (una
buena definición de plegaria eucarística, sin duda), y que
acaba con la gloria dirigida a Dios Padre omnipotente,
por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo.
Pero conviene no equivocarse acerca de la palabra
«prefacio». Aquí no designa, según el uso corriente, el
preámbulo con que se presenta un libro, una especie de
aclaración de intenciones. Por el contrario, «prefacio» tie-
ne, en la liturgia eucarística, el sentido del latín praefaño:
palabras pronunciadas en público, solemnemente y en voz
alta, ante toda la asamblea, por el sacerdote que celebra.
Y es, en efecto, misión propia del obispo o del sacer-
dote pronunciar -él y nada más que él- esta plegaria de
acción de gracias en la cual se une toda la asamblea. ¿Por
qué?
Prestemos, en primer lugar, atención al comienzo de
la primera frase, prácticamente idéntica en los diferentes
«prefacios»: «En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios poderoso y eterno».

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Y recordad una vez más la conclusión de esta gran que será entregado por vosotros...». Es, pues, muy de
plegaria de acción de gracias, la plegaria eucarística: «Por notar que la plegaria eucarística, que en la tradición ha
Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la sido siempre dicha por el celebrante solo, esté redactada
unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los en primera persona del plural, «nosotros».
siglos de los siglos. Amén». Más que majestad, este «nosotros» expresa la comu-
nión del obispo y los sacerdotes con todo el colegio
apostólico que vela por la paz y la unidad de toda la
Una plegaria dirigida al Padre Iglesia, cómo se afirma al comienzo de la más venerable
por el sacerdote de las plegarias eucarísticas, la primera, esto es, el Canon
romano, que os invito a releer ahora. Pero este «noso-
En las dos frases, la primera y la última, hemos descu- tros» incluye también al pueblo reunido, a la Iglesia uni-
bierto el tenor mismo de toda plegaria eucarística, tal versal, los vivos y los muertos, por los cuales intercede
como se ha impuesto de manera constante a lo largo de el sacerdote.
los siglos. La plegaria eucarística se dirige siempre en su tota- El concilio Vaticano II lo destacó con energía: «El
lidad al Padre. Y se pronuncia en el nombre de Cristo, «por él, sacerdocio ministerial, por la potestad sagrada de que
con él y en él», en bien de su Iglesia congregada, unida goza, forma y dirige al pueblo sacerdotal, confecciona el
por su Sacrificio en el Espíritu Santo. Es, pues, una oración sacrificio eucarístico en la persona de Cristo y lo ofrece
que corresponde al sacerdote. en nombre de todo el pueblo de Dios» (LG 10).
Revestido del carácter de la Ordenación, se «configura con
Cristo sacerdote» {Ministerio y vida de los presbíteros, 2).
Actuando, lo recuerdo, in persona Christi Capitis, «en la La participación de los fieles
persona de Cristo-Cabeza» de su Cuerpo, concede a la
asamblea entrar, por el sacramento de la Eucaristía, en ¿Y qué papel corresponde a la asamblea en esta ofrenda
esta relación única con Cristo Señor. La acción personal de Cristo, que actúa en ella por el Espíritu Santo y de la
del ministro ordenado (obispo y sacerdote) hace presen- cual es ministro el sacerdote?
te a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, la acción de su Cabeza, El de participar, toda ella, en la acción eucarística.
de su Jefe, Jesús, el Hijo que se ofrece por ella y la une a Desde el comienzo de la misa, la asamblea está consti-
su Sacrificio. Este papel personal y singular del sacerdote tuida como signo visible de la Iglesia, Cuerpo de Cristo,
-incluso cuando en una celebración todos los sacerdotes por su fe, su esperanza y caridad. La acogida mutua de
actúan en conjunto, en un solo cuerpo sacerdotal- se los hermanos y hermanas de Cristo, la recepción de la
pone de manifiesto en las palabras de institución con palabra de Dios y la profesión de fe bautismal han con-
las que Jesucristo se dirige personalmente a su Iglesia: gregado a estos «hijos de Dios dispersos» como Iglesia
«Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, capaz de ofrecer a Cristo y de ofrecerse con Él. Y la misa

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concluirá con la comunión del Cuerpo y la Sangre de invisible evocada en la visión de Isaías (6,2-3), de donde
Cristo. Cada uno está unido de la manera más personal precisamente hemos recibido el canto, que es una de
y más íntima con el mismo Cristo para formar de este las partes más antiguas de la liturgia-, el mismo Jesús lo
modo un solo cuerpo: la Iglesia extendida por todas las cantaba en la oración de la sinagoga.
naciones y que reúne a los hombres que Dios ha amado
desde el principio hasta el fin del mundo.
Es necesario, con todo, subrayar la importancia de la Las oraciones a Cristo
participación oral de la asamblea en la plegaria eucarís-
tica proclamada por el sacerdote. Pero, me objetaréis, ¿no se le reza a Cristo directamente
Ya al comienzo, la asamblea dialoga con el celebran- en la misa? Sí, claro que sí. Anotemos cuidadosamente
te; ocurre cuando ambos se exhortan mutuamente a la en qué momentos y en qué términos. Ya hemos reflexio-
acción de gracias: nado sobre el rito penitencial del comienzo de la misa:
los cristianos imploran a Cristo que los salve de sus
VA Levantemos el corazón. pecados. Y recordáis las aclamaciones de la asamblea al
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor. comienzo y al final de la lectura del Evangelio para dar
V/. Demos gracias al Señor. gloria a Cristo, que le habla.
R/. Es justo y necesario. Durante la plegaria eucarística, después de la con-
sagración, en un grito de adoración, la asamblea «hace
Y más tarde, al final de la plegaria eucarística, la doxo- memoria» («anamnesis») de Cristo «muerto y resucitado».
logía (de una palabra griega que significa «gloria»), procla- Y en respuesta a la invitación del celebrante a que se
mada únicamente por el sacerdote al elevar el Cuerpo y reconozca este «misterio de la fe», los fieles se dirigen a
la Sangre de Cristo: «Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Cristo, presente en el altar por su Eucaristía, diciendo:
Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección,
honor y toda gloria por los siglos de los siglos», concluye ven, Señor Jesús».
con un «Amén» unánime de la asamblea, acto de fe y de Por último, antes de la comunión, durante la fracción
acción de gracias. del pan consagrado, la asamblea canta o recita una
En tercer lugar, y en el cuerpo mismo de la plegaria pequeña letanía, dirigiendo su súplica a Cristo Jesús,
eucarística, toda la asamblea y el sacerdote pronuncian, Cordero de Dios. La asamblea implora piedad para sus
al unísono, la oración esencial del Santo-. «Santo, santo, pecados y suplica: «danos la paz».
santo es el Señor, Dios del Universo...». Habría que añadir aquí la primera de las tres oracio-
Además, como recuerda el propio texto litúrgico, esta nes que el sacerdote, antiguamente, decía en voz baja
adoración rendida por la Iglesia de la tierra se realiza preparándose para la comunión. Además, después del
en una sola voz con la adoración por parte de la creación Padrenuestro, en voz alta y en nombre de toda la asam-
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blea, el sacerdote reza: «Señor Jesucristo, que dijiste a del pan y del vino para que se conviertan en el Cuerpo
tus apóstoles: "La paz os dejo, mi paz os doy", no tengas y la Sangre del Hijo. Luego, después de la consagración,
en cuenta nuestros (y no «mis», como cuando el sacerdo- para que los fieles, alimentados con el Cuerpo de Cristo
te recita esta plegaria para sí mismo) pecados, sino la fe y llenos del Espíritu Santo, se conviertan ellos mismos en
de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y una ofrenda permanente para gloria del Padre.
la unidad». Pero, con mayor profundidad aún, digamos que es
Si lo desea, puede siempre recitar la segunda-. «Señor toda la acción eucarística la que se lleva a cabo en el
Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, Espíritu Santo.
cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida Ya lo veis, el final de la plegaria: «Por Cristo, con Él
al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de y en Él...», condensa admirablemente el doble aconte-
tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal...», o la cimiento de la Eucaristía de Cristo, acto de culto de la
tercera: «Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y Iglesia y acto de Dios -Padre, Hijo, Espíritu- que nos une
de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y conde- a su vida.
nación...»; todo ello, en voz baja y con la humilde actitud
del cristiano que es y que se prepara a recibir el Cuerpo
de Cristo.
Todas estas oraciones interrumpen de alguna manera
el movimiento de la Eucaristía en que la Iglesia se dirige
al Padre por medio de Cristo en el Espíritu.
Pero es la Iglesia, compuesta de pecadores, que se
vuelve hacia Jesús, su Redentor, la Iglesia, esposa que se
dirige a Cristo, su Esposo, para recibir de él su parte del
banquete nupcial.

La acción del Espíritu Santo

Las Plegarias eucarísticas II, III y IV que retoman tradi-


ciones muy antiguas, ponen de relieve las dos peticiones
«epicléticas», esto es, dirigidas al Padre, de que envíe a
su Espíritu Santo sobre el Cuerpo eucarístico y sobre el
Cuerpo eclesial de Cristo. Primero, antes de la consa-
gración, al pedir que el Espíritu «santifique» las ofrendas

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11
Sacrificio de acción de gracias

Toda la plegaria eucarística se dirige a Dios, nuestro Pa-


dre. Para comprenderlo mejor, planteémonos tres pregun-
tas: ¿quién habla?, ¿quién ofrece?, ¿quién es ofrecido?

¿Quién habla?

El sacerdote

Es evidente, como os he ido mostrando. Pero, en voz


alta, el sacerdote habla siempre en primera persona del
plural: «nuestro», «pedimos»... Y es que quien habla por
su boca es la Iglesia, totalidad del Cuerpo de Cristo. A
medida que se va desarrollando la plegaria, y dirigiéndose
a Dios, dice: «tú», «eres». Y cuando se refiere a Jesucristo,
el sacerdote emplea la tercera persona: «El cual, la vís-
pera de su Pasión, tomó pan en sus santas y venerables
manos, y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre
suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió,
y lo dio a sus discípulos, diciendo ...».

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Cristo La Eucaristía, ofrenda y sacrificio

Pero entonces, en ese preciso momento, el sacerdote Eucaristía es, en griego, acción de gracias. Y en efecto,
habla en primera persona del singular para prestar su la plegaria llamada «eucarística» comienza, en el prefacio
voz a Cristo y dejarle pronunciar las palabras mismas de (cf capítulo 10), bendiciendo a Dios por todas las cosas
la institución de la Eucaristía: «Tomad y comed todos de y todas las vidas, y especialmente por la salvación que
él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por nos ha sido concedida. Es por eso por lo que la acción
vosotros... Tomad y bebed todos de él, porque este es de gracias cristiana -la misma oración de Cristo- no
el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, consiste sólo en palabras, ni en dirigirle a Dios un cortés
que será derramada por vosotros... Haced esto en con- «gracias», por todo lo bueno recibido.
memoración mía-».

La Eucaristía es esencialmente ofrenda


La Iglesia
Y la ofrenda que se hace a Dios no puede compararse con
Por el ministerio del sacerdote, que puede decir las pala- un regalo caro que se compra para un amigo, ni con algo
bras que el mismo Jesús pronunció, se hace sacramental- más precioso aún, el regalo de algo propio, como cuando
mente presente a la Iglesia reunida el único sacrificio de se le dice a un miembro muy querido de la familia: «Te
Cristo. Cada sacrificio de la misa es un verdadero sacrifi- regalo esto, que me pertenece y es para mí tan valioso
cio que no se acumula al sacrificio único de la Cruz. como la niña de mis ojos». No, va más allá de eso: «Estoy
De esta manera, Cristo, el sacerdote, la Iglesia, indiso- dispuesto a dar por ti mi propia carne». Es más, cuando
lublemente, hablan y actúan en esta plegaria eucarística los esposos se dicen uno a otro: «Te hago donación de
dirigida al Padre. Y esta observación de orden gramatical mí», adivinan que este don mutuo que los une en el amor
es importante porque nos ayuda a entrever el misterio y que deberán vivir a lo largo de su vida, sufrirá la prueba
en el cual entramos, este misterio único de salvación, del tiempo y habrá de afrontar la opacidad de las perso-
este misterio de Cristo muerto y resucitado, confiado nas al serles imposible coincidir perfectamente entre sí, a
a la Iglesia. Razón tiene el celebrante cuando exclama través del lenguaje del cuerpo y del espíritu.
después de la consagración: «Este es el sacramento de La Eucaristía es mucho más que eso. Es ofrenda a
nuestra fe». Dios de todo lo que somos: nuestra libertad, nuestra
inteligencia, nuestro corazón; es, en suma, ofrenda de lo
que, por nuestra misma existencia, nos hace ser de Dios
y entrar en comunión con su amor.
Cuando, de este modo, nos volvemos hacia Dios y le

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damos gracias con Cristo, por él, en él, la Eucaristía es Una y otra vez, los profetas han recordado al pueblo
ofrenda y, al mismo tiempo, sacrificio. de Dios el sentido del culto sacrificial, por ejemplo, Oseas
(6,6): «Porque quiero amor, no sacrificios (entiéndase de
animales), conocimiento de Dios, y no holocaustos (en-
Sacrificio, en el sentido fuerte de la palabra tiéndase de carneros y corderos)». Para el hombre peca-
dor, el sacrificio no es sólo garantía, sino expresión del
No sólo inmolación, como los sacrificios cruentos de amor de Dios reconocido y encontrado, es una liberación
animales en tiempos de la antigua Alianza, sino, y de del pecado. Repara lo que el pecado ha destruido; expía
manera más fundamental, ponerse a disposición de Dios, la ofensa, la blasfemia, el horror que el pecado entraña.
trasladarse a lo sagrado de Dios, un «hacer sagrado», La devastación de la violencia y del odio es sustituida por
como explica san Agustín en su definición del sacrificio. el amor que reconstruye; devuelve al hombre su plenitud
Sacrificar, esto es: volver sagrado, volver a la propiedad, y su belleza, lo resucita. El verdadero sacrificio se sitúa
a la voluntad buena de Dios. mucho más allá de las pobres ofrendas de los hombres;
El sacrificio nos reconcilia con Dios, pero no porque las cuales, no obstante, se cumplen por mandato de Dios
nuestra ofrenda nos granjee sus favores -¡como si Dios (recordad los sacrificios hechos en el Templo según la
tuviera necesidad de ser comprado!-, sino porque, ante ley de Moisés). El verdadero sacrificio -como recuerda
todo y por encima de todo, el sacrificio auténtico es un el salmista (51,19): «es un espíritu contrito: un corazón
gesto de amor que subvierte el pecado, el cual es rechazo contrito y humillado, tú, oh Dios, no lo desprecias»- es
de la acción de gracias y, por consiguiente, el «reverso» de la ofrenda de un corazón puro y arrepentido.
la Eucaristía. Pecar es apartarse de Dios y amarse a uno
mismo hasta el punto de menospreciar a Dios, de olvidar
a Dios, de negar a Dios. En contraste, la santidad es amar El sacrificio de Cristo y de la Iglesia
a Dios y abrirse a Él, incluso a costa de lo que para el
hombre egoísta es, más aún que un olvido de sí mismo, En el transcurrir de esta larga tradición espiritual, en
una auténtica «pérdida de sí mismo» (cf Mt 10,39). esta paciente pedagogía de Dios, comprendemos mejor
a Cristo. «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
El verdadero sacrificio que van a reclamar los profetas abriste el oído; no pides holocaustos ni víctimas. Enton-
y que cumple el Servidor sufriente anunciado por Isaías ces yo digo: Aquí estoy, para hacer lo que está escrito en
(42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53), es la ofrenda amorosa el libro sobre mí. Amo tu voluntad, Dios mío, llevo tu ley
de la libertad, y no ya la sangre derramada de los anima- en mis entrañas»; estas palabras del salmo 40,7-9 se han
les. Jesús bendecirá la copa de vino en la Última Cena aplicado con justeza a Cristo, al entrar en este mundo (cf
diciendo: «esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que Heb 10,5-9).
se derrama por todos» (Mt 26,28). Ofreciéndose a sí mismo como sacrificio en acción
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de gracias, Jesús realiza el acto soberano del Hijo único El sacerdote
de Dios, del Verbo hecho carne, Salvador y Redentor que
libra al hombre de su pecado y lo hace entrar en plena Ministro de Cristo, ministro de la Iglesia, el sacerdote
comunión con Dios. De ahí que san Agustín escribiera: ofrece sacramentalmente. Es lo que significan sus ges-
«El verdadero sacrificio contribuye a unirnos a Dios en tos y sus palabras. Al final de la plegaria eucarística (cf
una sociedad santa para nuestra beatitud». capítulo 10), en un gesto de ofrenda a Dios Padre, eleva
A la pregunta: «¿Quién habla en la plegaria eucarísti- a la vez el pan convertido en Cuerpo de Cristo y el vino
ca?», debemos responder que el sacerdote. Pero es tam- convertido en Sangre de Cristo, ambos reunidos en sus
bién Jesús quien habla en su Iglesia. El relato, ciertamen- manos, diciendo: «Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios
te impresionante, de la institución de la Eucaristía, que Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo
la plegaria eucarística toma del Evangelio, es una fuente honor y toda gloria por los siglos de los siglos».
inagotable, cuya riqueza nunca se acaba de sondar y a La Iglesia en asamblea responde: «Amén»; exclamación
la que los corazones cristianos no cesan de acudir. Leed por medio de la cual se une al sacrificio de Cristo y lo
en vuestro Nuevo Testamento los cuatro relatos: Mateo ofrece, por medio del sacerdote, a la gloria del Padre.
(26,26-29), Marcos (14,22-25), Lucas (22,15-20) y 1 Corin-
tios (11,23-26), y comparadlos con el texto litúrgico.
¿Quién es ofrecido?

¿Quién ofrece? Cristo, sin duda

Cristo Así lo sabemos por el testimonio de la primera generación


apostólica. «Y así como está decretado que los hombres
Es Él quien ofrece, en su Iglesia y para la salvación de los mueran una sola vez, después de lo cual vendrá el juicio,
hombres, su vida en sacrificio al Padre. A sus hermanos así también Cristo se ofreció una sola vez para tomar
les da su carne como alimento: «Tomad y comed todos sobre sí los pecados de la multitud...» (Heb 9,27-28); o
de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por igualmente: «Por haber cumplido la voluntad de Dios, y
vosotros»; y su sangre como bebida: «Tomad y bebed gracias a la ofrenda que Jesucristo ha hecho de su cuerpo
todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre una vez para siempre, nosotros hemos quedado consagra-
de la alianza nueva y eterna, que será derramada por dos a Dios» (10,10), y ello, para toda la eternidad, desde el
vosotros y por todos los hombres para el perdón de los instante en que murió en la cruz. Resucitado de entre los
pecados». muertos, para siempre en la gloria de Dios, Él está presen-
te en la Eucaristía. Cristo es ofrecido en su Cuerpo y en su
sangre, «sacrificio vivo y santo» (Plegaria eucarística III).

100 101
La Iglesia retorne» {Ministerio y vida de los presbíteros, 2; cf asimismo
Lumen gentium 11, y Sacrosanctum concilium, 48).
Cuerpo entero de Cristo, la Iglesia es también ofrecida
con Cristo-Cabeza, por él, con él, en él; como, en efec- En la misa, acto de Cristo y de la Iglesia, según la ex-
to, ya afirmaba Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei, en presión de Pablo VI, repetida en el Ministerio y vida de los
1965: «Porque toda Misa, aunque sea celebrada priva- presbíteros, 13, se unen y se cumplen acción de gracias y
damente por un sacerdote, no es acción privada, sino sacrificio. «Con esta única oblación ha hecho perfectos
acción de Cristo y de la Iglesia, la cual, en el sacrificio de una vez y para siempre a quienes han sido consagra-
que ofrece, aprende a ofrecerse a sí misma como sacrifi- dos a Dios. Es lo que también nos atestigua el Espíritu
cio universal, y aplica a la salvación del mundo entero la Santo...» (Heb 10,14-15).
única e infinita virtud redentora del sacrificio de la Cruz». En efecto, tal es la inaudita riqueza de la plegaría
Y nos atrevemos a decir que especialmente en la Plegaria eucarística. En la Iglesia, en el Espíritu Santo que nos
eucarística III, cuando se pronuncia la siguiente súplica habita, con Cristo por él y en él, somos vueltos hacia el
dirigida al Padre: «Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Padre y aceptados como ofrenda eterna para alabanza de su
Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación gloria (cf Plegaria eucarística IV).
quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Es-
píritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu». Tras de lo cual, el sacerdote, refiriéndose
al Espíritu, añade: «Que él nos transforme en ofrenda
permanente...».
Cada uno de nosotros, miembro del Cuerpo de Cris-
to, es ofrecido y se ofrece él mismo, «en Cristo» y como
«víctima viva», según las expresiones de la Plegaria eu-
carística IV o «como sacrificio vivo, santo y agradable a
Dios», atendiendo a los términos en los cuales exhortó
el apóstol Pablo a los cristianos de Roma a vivir un culto
espiritual (Rom 12,1)- El concilio Vaticano II precisa:
«... por el ministerio de los presbíteros se consuma el
sacrificio espiritual de los fieles en unión con el sacrificio
de Cristo, mediador único, que por manos de ellos, en
nombre de toda la Iglesia, se ofrece incruenta y sacra-
mentalmente en la Eucaristía hasta que el Señor mismo

102 103
12
«Haced esto en conmemoración miai>

Cuando celebramos la misa, hacemos lo que el mismo


Jesús hizo en la noche de su Cena, probablemente la
última comida pascual que celebró con sus Apóstoles y
que presidió según el ritual judío. Este postulado va mu-
cho más lejos de lo que pudiera pensarse en un primer
acercamiento.
En efecto, si la plegaria de acción de gracias, la «ple-
garia eucarística», se encuentra, según un mismo movi-
miento y con similares palabras, en todas las tradiciones
litúrgicas cristianas, a pesar de su gran diversidad y la
disparidad de ritos, es porque el propio Jesús rezó así,
y su ejemplo lo perpetuamos en nuestro modo de rezar.
Su plegaria de acción de gracias es reconocimiento diri-
gido a Dios Padre todopoderoso y «memoria hecha> de
las maravillas realizadas desde la creación del mundo
al misterio de la salvación, cumplida por medio del don
de su Cuerpo entregado y de su Sangre de la Alianza,
«derramada por todos los hombres para el perdón de
los pecados». Este «hacer memoria» de la acción de Dios
alimenta y constituye nuestra oración.

105
El Santo de que él sea, por así decirlo, equivalente al mundo y,
menos aún, al alma del mundo. Sino que, en tanto que
Después del diálogo inicial de la plegaria eucarística, el Padre y creador, tiene y sostiene todas las cosas en su
celebrante proclama, él solo, el prefacio (cf capítulo 10); mano potente y en su amor misericordioso.
le da gracias a Dios por todos sus favores y especialmen-
te porque es nuestro Dios, que nos ha creado, llamado
y escogido para alabarlo y «servir en su presencia», can- Una aclamación mesiánica
tando-. «Santo, Santo, Santo es el Señor...». Con el canto
del Santo por toda la asamblea llegamos a uno de los «Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre
momentos clave de la plegaria eucarística. del Señor». Esta segunda parte del Santo es una acla-
«Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. mación mesiánica extraída del Salmo 118,25-26. Tén-
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria». Estas pa- gase en cuenta (cf capítulo V) que la palabra Hosanna,
labras, con las que comienza el Santo de la misa, están que ha pasado tal cual a la liturgia cristiana, significa
tomadas del libro de Isaías, capítulo 6, versículo 3. Reso- en hebreo: «¡Salvación!». Se ha traducido, por ejemplo,
naron en los oídos de Isaías el día en que, en el Templo, «sálvanos, por favor» o incluso «danos la victoria». Este
la gloria de Dios, es decir, el misterio mismo de Dios, se salmo acompañaba la entrada procesional en el Templo,
desvela ante él, y le es anunciada su vocación de profeta. con ramos en las manos (cf versículo 27), el séptimo día
Reconociéndose pecador, «hombre de labios impuros en de la fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas. A esto
medio de un pueblo de labios impuros», oye a toda la se debe el que, como relatan los cuatro evangelistas, la
corte celestial de las potencias angélicas representadas muchedumbre, con los tradicionales ramos en las manos,
por los serafines. En un canto inaudito, eco de una acla- retomara este canto para aclamar a Jesús en su entrada
mación usual en la liturgia judía, las criaturas invisibles a Jerusalén, como Rey-Mesías, dulce y humilde, montado
de Dios reconocen la santidad única de Dios y adoran a en un pollino: «Hosanna al Hijo de David, bendito el que
Dios, tres veces santo, al «Señor Sabaoth», expresión he- viene en nombre del Señor, Hosanna en las alturas» (Mt
brea, que se ha traducido, bien por «Dios del universo», 21,9).
bien por «Dios de los ejércitos» o «Dios todopoderoso»;
«El Señor todopoderoso, él es el rey de la gloria», comen- Como veis, en una intuición espiritual muy certera de
ta el salmista (24,10). lo que Jesús vivió y realizó, la liturgia cristiana ha juntado,
«Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria». La to- con gran firmeza y coherencia, estos dos pasajes de la
talidad del universo, más allá de lo que nuestros ojos y Escritura para elaborar un elemento capital e irremplaza-
nuestra inteligencia pueden percibir, está llena de la Glo- ble de la plegaria eucarística; es esencial respetarlos en
ria divina. Dios, en su plenitud, está presente en todas su literalidad para no falsear el movimiento mismo de la
las cosas, tanto en la tierra como en el cielo. No se trata celebración de la Eucaristía. No es ni razonable ni admi-

106 107
sible acomodar estas palabras, simplemente para facilitar La noche de la Cena
el trabajo de los músicos o por razones a menudo for- y la Eucaristía en la actualidad
tuitas y secundarias. Ciertamente se pueden parafrasear
muy distintos tipos de textos; pero hay algunos que no En la noche de la Cena, pues, Jesús da gracias y gloria
se pueden parafrasear. Por honradez y espíritu de verdad, a Dios, su Padre y nuestro Padre. En un gesto ritual, co-
algunos deben tomarse tal cual, y entre ellos se cuenta mienza por recapitular o, mejor, por rememorar, toda la
el Santo. La aclamación «Santo» forma parte de la liturgia historia de la salvación. Es lo que nosotros hacemos en
sinagogal que el mismo Jesús celebraba. La Iglesia le la actualidad, a nuestro modo, en la Plegaria eucarística
reconoce su alcance específicamente cristiano, al añadir PV: la creación del mundo, la llamada a Abrahán, la libera-
los versos del salmo 118. Estamos, pues, ante un texto ción de la esclavitud en Egipto, con el Éxodo y la Pascua,
a la vez escriturario y eclesial, perfectamente construido el don de la Alianza al pueblo elegido y querido como un
en lo literario y en lo teológico. hijo, la esperanza de la santidad, la presencia de Dios en
su Templo, la promesa de un Mesías salvador de todos
Desde entonces, nuestra Iglesia de hombres pecado- los hombres, llamados a convertirse en Hijos en el Hijo.
res y mortales -aunque se trate de un puñado de fieles En ese mismo gesto ritual, desde entonces sacramental,
de voz vacilante- hace resonar, por Jesús, Hijo de David por amor, Jesús se ofrece a sí mismo en ese pan, sacra-
y Mesías de Dios, en cada Eucaristía el himno siempre mento de su Cuerpo entregado, en ese vino, sacramento
nuevo de la creación entera, del universo liberado, de de su Sangre derramada por todos, como signo de la
la humanidad rescatada. Unidos en adoración plenaria Alianza nueva y eterna. Así anticipa Él su muerte y su
con la Iglesia de los cielos, a la que no hemos terminado resurrección; así anticipa su Pasión y su Pascua.
de pasar revista: «los ángeles, los arcángeles, las fuerzas En un avance, el Jueves Santo, Jesús da a sus Após-
celestiales y todos los espíritus bienaventurados», unidos toles lo que él va a realizar por medio de su muerte en
a la contemplación de la Iglesia en su parte invisible, la cruz, el Viernes, y su Resurrección al tercer día por la
unidos a la acción de gracias de todas las libertades hu- fuerza del Padre y del Espíritu, que transfigura su cuerpo
manas ya en la gloria del Señor, en la comunión de los de carne mortal en cuerpo de gloria.
santos reunidos ante el rostro de Dios, proclamamos sin Cuando nosotros, en la actualidad, celebramos la Eu-
fin la gloria del Padre: «Santo, Santo, Santo», en Jesús, el caristía, hacemos lo que Jesús hizo antes de su Pasión,
santo de Dios (cf Jn 6,69). repitiendo los mismos gestos, diciendo las mismas pala-
bras, siguiendo el mismo movimiento de su oración. Pero
no nos contentamos con repetir de manera mecánica, y
menos aún, mágica. Si podemos y debemos hacerlo aho-
ra, es decir, después de su Pasión, es porque Cristo vivió
el presente de su Pasión, pero también a que, gracias a
108 109
habernos unido a su Pasión, hemos alcanzado parte en ¿Qué significa esa palabra, «memorial»? Para nosotros,
la Resurrección. ahora, evoca el monumento conmemorativo de un hecho
Porque Cristo murió por nuestros pecados y resucitó pasado. Mientras que, cuando en la Biblia se habla de un
por nuestra vida; porque el sacramento del bautismo memorial o de conmemoración, en especial con motivo
nos ha sumergido en su muerte y Resurrección, y desde de la celebración litúrgica de la salida de Egipto por me-
entonces hemos pasado a ser miembros del Cuerpo de dio del ritual de la Pascua, la palabra se carga de un sig-
Cristo y nos hemos unido a un pueblo nuevo, la Iglesia. nificado mucho más rico y preciso. Para la Biblia, y en la
Desde ese momento, unidos de ese modo a Cristo, po- actualidad para el judaismo, el «memorial» es un «signo»
demos, por el Espíritu Santo que él ha derramado en y la prenda, dada por Dios, de lo que Él mismo ha hecho
nuestros corazones, ofrecer después de su Pasión lo que al principio de nuestra salvación. Y este «signo» nos ase-
él ofreció en avance en la víspera de esta, antes de hun- gura que Dios renueva en nosotros la eficacia de dicha
dirse en la muerte para que Dios manifestara su potencia salvación. Pero, sobre todo, hay que añadir que hemos
resucitándolo. Desde ese momento podemos, hoy en recibido este signo para que volvamos a presentárselo a
día y cada día, realizar la acción de gracias, la Eucaristía Dios, y así obtener la certeza del pleno cumplimiento de
de Jesús, y celebrar el sacrificio que él mismo ofreció a la salvación para nosotros, en nosotros. Esta «Pascua del
su Padre, antes de su Pasión, tras el cual ordenó a sus Señor», en virtud de la bendición que Él pronunció sobre
Apóstoles: «Haced esto en conmemoración mía». el pan: «Este es mi Cuerpo...», y sobre la última copa de
vino, al final de la cena: «Esta es mi Sangre, Sangre de la
Alianza...», nos la da Jesús como «memorial» de la salva-
La misa, memorial ción que Él va a realizar por su muerte y su Resurrección:
de nuestra redención «Haced esto en conmemoración mía...».
Las palabras y los gestos mismos de Jesús, hace dos
El sacrificio de la misa nos incluye en la acción de Jesús, mil años, son la fuente sacramental de la fidelidad de la
llevada a cabo antes de su Pasión, y nos hace participar Iglesia a lo que Jesús hizo. El apóstol san Pablo tiene de
en el sacrificio de la Cruz y en el poder de la Resurrec- ello plena conciencia cuando escribe a los cristianos de
ción. La Eucaristía es de alguna manera la liturgia que Corinto: «Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradi-
Jesús ha celebrado: nosotros la celebramos en memoria ción que os he transmitido, a saber, que Jesús, el Señor,
de Jesús. Así pues, la misa es el memorial de nuestra re- la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, des-
dención: memorial de la Pascua de Israel celebrada por pués de dar gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo
Jesús, y memorial de la Pascua de Jesús, celebrada en entregado por vosotros; haced esto en memoria mía".
«conmemoración suya», como Él ordenó a los Doce. Por Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo: "Este
este memorial «recibimos» hoy, con la esperanza de que cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas
se cumpla, la salvación plena de una vez por todas. veces bebáis de él, hacedlo en memoria mía". Así pues,

110 111
siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, 13
anunciáis la muerte del Señor hasta que él venga» (ICor
11,23-26).
El Espíritu Santo y el Cuerpo de Cristo
El «memorial» de la Eucaristía no es solamente un
recuerdo, sino el acto sacramental por medio del cual lo
que se hizo en el pasado de una vez por todas nos es
dado realmente en el presente por la fe de la Iglesia, y
nos abre al porvenir de la humanidad, llamada a «recibir»
un día a Cristo en su Gloria.

La plegaria eucarística se llama aún «canon», de una pa-


labra griega que significa «regla». En efecto, es formulada
y, en consecuencia, fijada según la regla de la Iglesia.
Esto puede sorprender, sobre todo en la actualidad. La
forma adoptada por nuestra civilización y la influencia
de los medios de comunicación nos empujan a ensalzar
la espontaneidad. ¿Por qué no habría de ser la liturgia a
imagen de los espectáculos donde reina la improvisación
más completa (o, al menos, eso parece)? Pero pongámo-
nos de acuerdo sobre la palabra «fijada».
Por un lado, «fijada» quiere decir ritualizada. Como
hemos visto en el capítulo anterior, cuando la Iglesia
celebra la Eucaristía, procede de acuerdo con los gestos
y las palabras de la oración de Jesús, transmitidos por la
tradición apostólica. Y, cuando él, Jesús, celebró la Cena
con los Doce, siguió el ritual de la Pascua judía, exacta y
minuciosamente codificado. A ello se debe el que en la
plegaria eucarística no quepa la improvisación. Algunos
historiadores han sostenido lo contrario basándose en un
texto de Justino, de mediados del siglo II: «El que preside
hace subir al cielo oraciones y acciones de gracias en la
medida de sus fuerzas» (1 Apología, 67). Sea cual fuese

112 113
el sentido exacto de ese pasaje (y, de cualquier modo, Puedo mencionar, sin entrar en detalles, el rito am-
desde comienzos del siglo III la Tradición apostólica de brosiano, vigente en Milán (he celebrado, según este rito
Hipólito de Roma fijó un modelo de plegaria cuya orto- y con el cardenal Martini y otros muchos obispos euro-
doxia se tenía por segura), no contiene nada parecido a peos, suntuosas vísperas que nos han sorprendido a casi
la expresión de una fantasía totalmente subjetiva o una todos), el rito mozárabe en España, etc. Y no hablemos
creatividad espontánea. ya de los ritos propios de Francia, algunos de los cuales
Por otro lado, «fijada» no quiere decir uniformada. subsistieron hasta el siglo XIX (por ejemplo, el propio
Desde la remota antigüedad cristiana la tradición litúrgica de Orleáns, que aún incluía un rito particular de recon-
se ha ido diversificando según las culturas y las lenguas. ciliación de los penitentes el Jueves Santo). La Iglesia de
Pensad en los ritos semíticos, sobre todo de la tradición Lyon ha conservado su rito; el rito de los dominicos y el
de Antioquía, en el rito copto, en el rito armenio, en las de los cartujos no se han borrado de las memorias.
dos grandes familias del rito griego bizantino (traducido Así pues, hemos de rechazar la idea de que una ple-
al árabe o en las diferentes lenguas eslavas, etc.) y en garia fijada, «canónica», es decir, obediente a la regla
el rito latino. Y no olvidemos la existencia, dentro del de la Iglesia, sea automáticamente tachada de rígida
mismo tanto de la tradición bizantina como de la latina, uniformidad. Gracias a Dios, coexisten numerosos tipos
de expresiones litúrgicas muy variadas y a menudo origi- de plegaria del mismo modo que conviven numerosas
nales. lenguas.

Esta constatación debería ayudarnos a adoptar po-


siciones menos absolutas y a reencontrar la justeza de La verdadera tradición
tono necesaria para hablar de las lenguas litúrgicas en
general y del latín en particular. En los primeros tiempos Para concluir con este asunto, una cuestión de actuali-
de la Iglesia la lengua litúrgica no comenzó siendo el dad: la encíclica de Juan Pablo II, Slavorum apostoli, acerca
latín, sino el hebreo y el griego, por no hablar de otras de los santos hermanos Cirilo y Metodio. Vuelvo así a la
lenguas orientales o semíticas (siríaco, arameo, caldeo, alusión hecha en el capítulo 5, porque importa extraer
etc). Conviene saber que la Iglesia de Roma celebraba en ahora una lección de estos santos. Los obispos de Ale-
griego antes de celebrar en latín. Y estas diversas tradi- mania que enviaron a evangelizar a los pueblos eslavos
ciones de la liturgia son de incalculable valor dentro del en el siglo IX sostenían con firmeza que sólo tres lenguas
patrimonio único de la Iglesia. eran admisibles en la liturgia: el hebreo, el griego y el
Así, sin exceder los límites del rito latino, rito de los latín y, siendo la suya esta última, pretendían imponerla.
pueblos del antiguo Imperio romano de Occidente, sub- Los bizantinos, por su parte, eran favorables al griego.
sisten diversidades cuyas riquezas, solamente conocidas Aunque de cultura bizantina, Cirilo y Metodio tuvieron
por los especialistas, ni sospechamos. la intuición apostólica, que el papa apoyó vivamente,

114 115
de que era necesario traducir el Evangelio y la liturgia a elaboradas y puestas de nuevo en vigor por el concilio
la lengua de los eslavos para que pudieran rezar en su Vaticano II. Las tres se inspiran en un modelo griego
propia lengua. Como esta no se escribía, Cirilo la fijó bien construido. La Plegaria II nos ha sido transmitida
inventando para ello el alfabeto glagolítico. La iniciativa por la Tradición apostólica de Hipólito de Roma (co-
fue tan provechosa que el nombre del santo sirve para mienzo del siglo III), mientras que las Plegarias III y IV
designar a los caracteres del alfabeto cirílico, derivado figuran en las Constituciones apostólicas (fin del siglo V).
del glagolítico.
El permitir que todo pueblo de la tierra oiga en su Esto, por lo que respecta a las cuatro plegarias prin-
lengua las maravillas de Dios, y proclame a un solo Se- cipales. ¿Las tenéis las cuatro presentes en la memoria?
ñor, un solo Espíritu, una sola fe, un solo bautismo, un Os invito a releerlas una vez más.
solo sacrificio de Cristo, un solo Dios y Padre, no es
una innovación más o menos sospechosa del concilio
Vaticano II, sino un acto de indispensable fidelidad a la El Espíritu Santo
tradición eclesial más antigua, enraizada en el aconteci- hace presente a Cristo
miento de Pentecostés. Asombrarse ante esta legítima
exigencia es desconocer de una manera fundamental la Como os decía en el capítulo que antecede, la Plegaria
historia cristiana y cómo Dios, por medio de su Espíritu eucarística IV ofrece, en un desarrollo muy lineal, la ac-
Santo, reúne en un solo cuerpo a los pueblos más diver- ción de gracias de Jesús que se convierte en la acción de
sos. La originalidad de cada uno de ellos enriquece el gracias de la Iglesia. En ella se rememora toda la historia
tesoro común de toda la Iglesia de Jesucristo. santa de la antigua Alianza y la obra de la salvación hasta
el don del Hijo, que «se entregó a la muerte y, resucitado,
Bajo su forma fijada, ritualizada, las plegarias eucarís- destruyó la muerte y nos dio nueva vida». La Alianza a la
ticas son varias. En nuestra liturgia latina occidental se que Dios se comprometió en el Sinaí se cumple en una
reparten según dos modelos principales: nueva alianza -como profetizaron Ezequiel (36,27; 37,26)
y Jeremías (31,31)- por el don del Espíritu en nuestros
- Por una parte, tenemos la Plegaria eucarística I, el corazones.
antiguo «canoro o «canon romano». Es muy antigua y
se vincula a la liturgia siríaca que surgió de la primiti- El sacerdote lo recuerda en estos términos: «Y porque
va Iglesia de Jerusalén y Damasco. Fue directamente no vivamos ya para nosotros mismos, sino para él, que
importada, digámoslo así, por la Iglesia de Roma, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu
la adoptó como plegaria oficial, de ahí el nombre de Santo como primicia para los creyentes, a fin de santifi-
«canon romano» que conserva. car todas las cosas, llevando a la plenitud su obra en el
- Por otra, están las Plegarias eucarísticas II, III y IV re- mundo». Repito estas últimas palabras, referidas al Espí-

116 117
ritu: a fin de santificar todas las cosas, llevando a la plenitud su y, de otro la Iglesia-Cuerpo de Cristo, la liturgia de la misa
obra en el mundo. He ahí la razón de que el celebrante -el manifiesta que el Cuerpo eucarístico -la presencia real de
sacerdote que ha recibido el poder para ello- le pida por Cristo- es la prenda y la garantía de su presencia en me-
dos veces al Padre que envíe al Espíritu Santo («epíclesis» dio del cuerpo eclesial o Cuerpo místico. De lo contrario,
significa, en griego, «llamada segura») en dos momentos estaríamos tomando al cuerpo en lugar de la cabeza, a la
determinantes de esta liturgia eucarística: Iglesia por Cristo, a la esposa como si fuese el esposo.
De lo contrario, la Eucaristía no sería el sacramento del
- En primer lugar, inmediatamente antes de la institución amor de Cristo siempre vivo, sino el recuerdo nostálgico
de la Eucaristía, esto es, con vista a la consagración, de una presencia desvanecida para siempre.
invoca a Dios diciendo: «Por eso, Padre, te rogamos
que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas». Esto es lo que recuerda eminentemente -y tratemos
Luego, extendiendo las manos sobre el pan y el vino, de no olvidarlo- el santo Sacramento guardado y ado-
prosigue: «para que sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo, rado en el tabernáculo de nuestras iglesias y capillas. La
nuestro Señor, y así celebremos el gran misterio que «Santa Reserva», solíamos decir en otros tiempos. Re-
nos dejó como alianza eterna». serva para esperar una próxima Eucaristía, de modo que
- Por segunda vez, cuando, después de la consagra- los fieles privados de la celebración de la misa puedan
ción, con vista a la comunión, el sacerdote llama al acceder al alimento del Cuerpo de Cristo, que les será
Espíritu Santo sobre el cuerpo eclesial de Cristo, es llevado. Reserva, sí, pero más aún que eso: presencia
decir, «cuantos compartimos este pan y este cáliz, sacramental de Cristo en medio de su Iglesia.
que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu
Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, no se adora a sí
de tu gloria». En suma, para que el cuerpo eclesial se misma, sino que adora a Cristo, realmente presente en su
convierta a su vez en Cuerpo de Cristo. Es lo que san Cuerpo y su Sangre, recibidos por ella en el sacramento
Agustín enseñaba a los neófitos de Hipona: «Recibid de la Eucaristía que es su vida. La Iglesia entera existe
lo que sois. Convertios en lo que recibís: el Cuerpo de en relación a su Señor y Maestro. La Iglesia no es Cristo,
Cristo». sino la esposa de Cristo; su esplendor y su grandeza,
renovadas gracias al Espíritu Santo de Eucaristía en Eu-
Somos la Iglesia de Pentecostés, en medio de la cual caristía.
está vivo Cristo resucitado, oculto en la gloria del Padre.
Y es el Espíritu Santo quien otorga esta presencia de
Cristo bajo las especies eucarísticas y en la realidad de
su Cuerpo eclesial. Al acercar así, por la invocación al Es-
píritu Santo, el sacramento-Cuerpo de Cristo, de un lado

118 119
14
Comunión y paz de Cristo

La misa es un sacrificio de acción de gracias que la Igle-


sia hace en memoria de Cristo, por la fuerza del Espíritu
Santo. Hemos tratado de descubrirlo sobre la marcha
durante estos tres últimos capítulos, interrumpiendo de
algún modo el desarrollo de la liturgia. Habíamos aca-
bado la plegaria eucarística propiamente dicha (como
recordaréis, en el capítulo X), y llegado así al «momento»
de la comunión.

El Padrenuestro

¿Por qué comenzar por la recitación del padrenuestro?


Porque, si bien la comunión es un paso a todas luces
personal, pues la invitación a recibir a Cristo, que se da
en Cuerpo y Sangre, se dirige a cada uno de nosotros; es
también, al mismo tiempo, un acto esencialmente ecle-
sial, pues al comulgar nos hacemos todos uno con Cristo,
y en él formamos un solo Cuerpo con nuestros hermanos
cristianos, hijos del mismo Padre de los cielos.
La acción física del comer permite comprender no sólo
esta realidad espiritual, sino también el realismo de la fe:

121
nuestra condición corporal es asumida en su totalidad Plegaria y aclamación
por Cristo resucitado. «Nos convertimos en lo que reci-
bimos», según las palabras de san Agustín que ya hemos Una vez ha sido recitado o cantado el padrenuestro por
visto. Somos tomados por Cristo, cuyo Cuerpo tomamos toda la asamblea, el sacerdote continúa solo, en voz alta,
y comemos. Pues este alimento es «verdadero alimento» rezando: «Líbranos de todos los males, Señor, y concé-
como el propio Jesús, «Pan de vida», se lo explicó a sus denos la paz en nuestros días...».
discípulos en la sinagoga de Cafarnaún: «El que come mi Esta plegaria, en su actual formulación, tiene su ori-
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna... el que coma gen en el siglo V De acuerdo con un uso frecuente en la
de este pan, vivirá para siempre» (Juan 6,54-57). La comu- antigüedad cristiana, desarrolla y amplifica («embolismo»
nión es reparto de vida, «simbiosis» en los dos sentidos: se llamaba en griego) la última petición del padrenuestro:
la vida de Cristo se convierte en nuestra vida y nuestra «y líbranos del mal», de donde precisamente proceden
vida se convierte en la vida de Cristo. Tanto es así que sus primeras palabras («Líbranos de todos los males»).
el apóstol Pablo se atreve a confiarles a sus hermanos, Compuesta por la Iglesia de Roma, en momentos en que
los cristianos gálatas: «y ya no vivo yo, sino que es Cristo la ciudad era presa de las invasiones bárbaras, era una
quien vive en mí» (Gal 2,20). plegaria de súplica angustiosa para hacer frente a la ad-
Pero ahora es necesario que nos preparemos de mane- versidad; de ahí la expresión: «que Dios nos dé la paz en
ra inmediata para esta unión con Cristo, a quien hemos nuestros días». Se trataba, pues, de una oración circuns-
ofrecido en la plegaria eucarística y con quien nos hemos tancial para «vivir siempre libres de pecado y protegidos de
ofrecido al Padre. Por eso compartimos la oración que toda perturbación».
él mismo nos dejó al decir el Padrenuestro: oración propia
de Jesús, oración del Cristo-Cabeza, hecha oración de su Voy a permitirme hacer aquí, de pasada, una obser-
Cuerpo, oración singular del Hijo único de Dios, hecha vación sobre el difícil arte de la traducción. Y podrían
oración común de todos los hijos de Dios, hermanas y hacerse otras similares en otros muchos puntos del misal
hermanos de Jesús. Fue Cristo resucitado quien dijo: «mi y del leccionario. Me refiero a la importancia del trabajo
Padre, que es vuestro Padre» (Jn 20,17), y él quien nos ya acumulado, y el que aún falta por realizar, de los exe-
enseñó (cf Mt 6,9ss.) a decir: «Padre nuestro», y a decirlo getas y traductores. Debemos desear -en un período en
juntos. que la lengua francesa evoluciona con gran rapidez- que
Así, antes de comulgar, hacemos nuestras las pala- este estudio minucioso de la más exacta traducción de
bras que expresan en nuestra humanidad el sentido de los originales latinos, griegos y hebreos prosiga por obra
su existencia regalada, la esperanza de su amor filial, su de nuevas generaciones de sabios.
libertad ofrecida al Padre de los cielos. ¿Qué mejor pre-
paración para acogerlo que introducirnos en su oración Pero volvamos a nuestro «protegidos», es decir, «hechos
de Hijo querido? fuertes, fortalecidos». En contraste, la traducción francesa

122 123
litúrgica habitual, «rassure-nous»1 (tranquilízanos), falsea la resurrección de los muertos dada en Cristo, como Pa-
el sentido de esta plegaria. En latín se dice (los más vete- blo proclama ante el Sanedrín: «me juzgan por creer en
ranos lo recordarán): <¡.ab omni perturbatione securi», lo que la resurrección de los muertos» (He 23,6). ¡Sin duda una
equivale a «devuélvenos la seguridad objetiva y subjetiva», esperanza muy concreta y vital!
esto es, «rends-nous forts» (fortalécenos).
La plegaria continúa: «mientras esperamos la gloriosa Después de esta plegaria del sacerdote, toda la asam-
venida de nuestro Salvador Jesucristo». En este punto yo blea prosigue: «Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria,
prefiero decir «bienheureuse esperance»2 (bienventurada por siempre, Señor». Podemos alegrarnos de haber reto-
esperanza); puesto que, al traducir «le bonheur que tu mado esta glorificación transmitida por los más antiguos
promets» (la dicha que prometes), se corre el riesgo de manuscritos después del Padrenuestro y conservada por las
una comprensión insuficiente, como si se tratara, sin Iglesias de la Reforma. En esta u otra formulación simi-
más, de una dicha sin contenido preciso. Sin embargo, lar4, aparece con frecuencia en la sagrada Escritura, por
el texto litúrgico se refiere a la expresión misma de san ejemplo, en el Apocalipsis: «a él la gloria y el poder» (1,6);
Pablo en la Carta a Tito (2,13), donde se aclara por lo «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el
que sigue: «aguardando la feliz esperanza-, la manifestación honor y el poder» (4,11). (Véanse asimismo, entre otros
gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo». Este pasajes: 5,13; 7,12; 19,1).
mismo pasaje se lee en la noche de Navidad, pero tam-
bién traducido débilmente por «la dicha que esperamos»3.
No nos equivoquemos: la «bienaventurada esperanza» es Hacia la unidad perfecta
1
«Rassure-nous» es, literalmente, «tranquilízanos», «confórtanos»; el autor Entonces se detiene la plegaria eucarística pronunciada
contrapone esta versión francesa del texto litúrgico, que critica, a la que él mismo
había dado antes como equivalente en francés: «rendus forts», literalmente: «for- en nombre de Cristo y dirigida al Padre por la fuerza del
talecidos», «hechos fuertes», la cual, según su opinión, se ajusta más al original Espíritu. Haciendo una especie de pausa, nos volvemos
latino, como explica a continuación.
2
El autor vuelve a comparar la versión litúrgica francesa: «le bonheur que tu hacia el Señor Jesucristo, presente en medio de nosotros
promets», literalmente, «la dicha que prometes», que critica, con la que él ofrece: y que se nos va a dar en Cuerpo y Sangre. En voz alta,
«bienheureuse esperance», o sea, «bienventurada esperanza»; en tanto que la
versión litúrgica en español da, más abreviadamente: «(mientras esperamos) la en nombre de todos y para todos, el celebrante dice la
gloriosa (venida de nuestro Salvador Jesucristo)».
3
En este caso, las divergencias entre la traducción neotestamentaria y litúr- siguiente plegaria, que en otros tiempos era una de las
gica de dicho pasaje que se observan en francés tienen un paralelo muy cercano tres recitadas en secreto, es decir, en voz baja, inmedia-
en español, pues si, por un lado, donde la liturgia francesa dice «le bonheur que
nous espérons», tenemos en español «la dicha que esperamos»; la traducción
bíblica francesa que recoge el autor, por otro, da «bienheureuse esperance et 4
El autor señala la diferencia que en francés hay entre la fórmula litúrgica:
la manifestation de la gloire de notre grand Dieu et Sauveur» (bienaventurada «Car c'est á toi qu'appartiennent le régne, la puissance et la gloire pour les siécles
esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador), y la des siécles» (porque es a ti a quien pertenecen el reino, el poder y la gloria) y la
versión española del Nuevo Testamento que estamos siguiendo aquí: «aguar- versión cantable: «A toi le régne, á toi la puissance et la gloire» (a ti el reino, el
dando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Sal- poder y la gloria); en tanto que las versiones dicha y cantada en español apenas
vador Jesucristo». se diferencian.

124 125
tamente antes de la comunión del sacerdote (cf capítulo Cada uno de nosotros recibe el Cuerpo de Cristo, que
10): «Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La está en su totalidad presente en cada partícula de hostia
paz os dejo...". No mires nuestros pecados, sino la fe de tu (palabra latina que significa ofrenda, víctima), es decir, de
Iglesia...». Ninguno de nosotros se atrevería a decir: «Mira pan consagrado. Somos unidos en este único Cuerpo de
mi fe», ni tan siquiera: «Mira nuestra fe (la de tal o cual Cristo resucitado; con su sangre, colgado de la cruz, ha
comunidad eclesial)». ¿Quién podría jactarse ante Dios triunfado sobre la división -del pecado y de la muerte (cf
de tener fe bastante para recibir su amor misericordioso? Ef 2,13-14)-. Sólo el sacramento de la Eucaristía, situado
Sólo la fe de la Iglesia entera, esta Iglesia, esposa de Cris- y comprendido en este nivel de fe, establece y construye
to y madre nuestra, que «no cesa de orar, esperar y tra- la unidad de la Iglesia. Sólo Cristo puede conducir a su
bajar, y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación, Iglesia y a sus fieles hacia la unidad perfecta; sólo él, Hijo
a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más de Dios hecho hombre, es llevado hasta el límite mismo
claridad sobre la faz de la Iglesia» (LG 15); sólo la Iglesia del sacrificio de comunión: «Por ellos yo me ofrezco
está a la altura del perdón pedido por nuestros pecados enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan
y del don que se nos hace del Cuerpo de Cristo. enteramente a ti, por medio de la verdad» (Jn 17,19).
«No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de
tu Iglesia y conforme a tu palabra, concédele la paz y la
unidad»5: ¿a qué se debe esta oración por la unidad de la La paz dada y compartida
Iglesia? A que solamente Cristo, por medio de su Cuerpo
entregado, puede reunir en la comunión de la fe a «los Después de esta oración por la paz en nuestros días y la
hijos dispersos» (cf Jn 11,52). No es extraño, pues, que unidad de la Iglesia, el celebrante dice a la asamblea: «La
le recemos por la unidad en su Iglesia en el momento paz del Señor esté siempre con vosotros». Ya os expliqué
en que nos disponemos a tener parte en el Cuerpo de (cf capítulo 4), a propósito del saludo que el sacerdote
Cristo, en un solo Pan, en un solo Cáliz. Así es como san dirige al comienzo de la misa, lo hermosas y ricas en
Pablo apela al simbolismo de la celebración eucarística sentido que son estas palabras; mucho más ahora, en
para significar la unidad de la Iglesia: «El cáliz de bendi- el instante en que Cristo se dispone a entregarse a su
ción que bendecimos, ¿no nos hace entrar en comunión Iglesia como alimento.
con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos Dicho esto, el sacerdote invita a los fieles a que inter-
hace entrar en comunión con el cuerpo de Cristo? Pues cambien, por medio de un signo, la paz que Cristo nos
si el pan es uno solo y todos participamos de ese único da: «Daos fraternalmente la paz». Que ello ocurra justo
pan, todos formamos un solo cuerpo» (ICor 10,16-17). antes de la comunión lo comprendemos ahora. Intercam-
biar un signo de paz es un gesto antiguo. La liturgia lo
5
El autor cita el pasaje correspondiente en la liturgia francesa, que es leve- reservaba en otros tiempos al celebrante y a los clérigos
mente distinto: «et conduis-la vers l'unité parfaite» (y condúcela hacia la unidad
perfecta), al cual se debe el título de la sección, «La unidad perfecta». y sacerdotes reunidos en el coro, Pero ninguna regla

126 127
prohibía extenderlo, si así se quería, al conjunto de los a la hermosa actitud transmitida por Cirilo de Jerusalén
fieles. Y, desde entonces, lo hacemos todos con alegría. (Explicación de los misterios-. La misa, quinta instrucción):
Porque este gesto está pleno de significación. No es «Con tu mano izquierda haz un trono para tu diestra, ya
el gesto de personas que, contentas de encontrarse de que va a recibir al Rey. Haz un hueco curvando la palma
nuevo, se congratulan, casi como si se dieran una pal- y recibe el Cuerpo de Cristo diciendo: Amén».
madita en la espalda diciendo: «¡Qué alegría estar jun- Las dos maneras de comulgar son igualmente admiti-
tos!». Nada de eso. Tampoco compartimos una paz que das por la Iglesia. Cada fiel debe actuar con plena liber-
pretendamos conseguir por nosotros mismos, a fuerza tad, y con el mayor respeto, para recibir el Cuerpo de
de una voluntad que no alcanza para tanto. «Os dejo la Cristo de manos del sacerdote o de un ministro. Un fiel
paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os no se administra jamás la comunión a sí mismo: la Euca-
puede dar», dijo Cristo (Jn 14,27). Cristo nos da su paz y ristía no se la da uno, sino que se toma. La Eucaristía la
nosotros la compartimos. Esta es la única paz que nos recibe uno de Cristo, a quien el ministro representa.
es dado compartir: la recibimos de Cristo como un don Desde el concilio Vaticano II, el nuevo ritual de la misa
infinitamente precioso, que nos transforma y nos hace estipula que la doble orden de Cristo: «Tomad y comed...
capaces de acogernos unos a otros, con todos nuestros Tomad y bebed...» se pueda hacer efectiva. De modo que
antagonismos y nuestras diferencias humanas, o a pesar en el rito de la Iglesia de Occidente la comunión bajo las
de ellos. dos especies del Cuerpo y la Sangre de Cristo no está ya
De este modo, asumidos por Cristo, que nos da su reservada al sacerdote, sino que a menudo se les ofrece
paz, y reunidos en un solo cuerpo con quienes hemos también a los fieles. Y es, de hecho, un gran don el poder
acogido como hermanos, nos convertimos en artesanos acoger en plenitud la potencia evocadora del sacramento
de la paz. Y, en comunión con el único Cuerpo de Cris- en las dos especies, incluso aunque quien comulga sólo
to, recibiremos el sacramento de lo que ya nos ha sido con el Cuerpo de Cristo está comulgando plenamente
dado como esperanza y como testimonio por medio de con Cristo en su totalidad.
la palabra de Jesús.

El silencio de recogimiento
Los ritos de la comunión y el grito de alegría

Después del Cordero de Dios, la oración en forma de le- Un salmo cantado puede acompañar el tiempo de la co-
tanía, quien así lo desea avanza para comulgar según munión o sostener la acción de gracias. Pero nada debe
las costumbres de la Iglesia y su propia sensibilidad: ya turbar ni sustituir el recogimiento de unos minutos de
sea en la boca, de acuerdo con el hábito adoptado en silencio después de la comunión, «momento único en
la Edad media, ya sea tendiendo la mano, en atención que la santidad de Cristo nos penetra, nos purifica, nos

128 129
ilumina y nos fortalece en un callado corazón a corazón», índice
como me confiaba un oyente; que añadía: «Me parece
que si el fiel que acaba de comulgar se ve obligado a
oír de inmediato los anuncios de la semana, puede que
sienta que se está faltando al respeto, no sólo a él, sino,
sobre todo, al Señor, presente en él. Si un no creyente,
pero instruido en nuestra fe, que estuviera circunstancial-
mente en la iglesia, fuera testigo de ello, ¿no le chocaría
lo que a sus ojos sería una descuidada ligereza?».
Una última plegaria del celebrante reúne la oración de Págs.
los fieles, «dichosos los invitados a la cena del Señor»6.
Después de haberles dado la bendición de Dios, Padre, ANTES DE COMENZAR
Hijo y Espíritu, el sacerdote, en el nombre de Cristo, los
despide: «Podéis (y no: Podemos) ir en paz». 1. Ir a misa 7
Por medio de una última exclamación de alegría y de La misa del domingo 8
fe, la asamblea expresa su reconocimiento por esta Eu- Reunirse en la parroquia 9
caristía: «Demos gracias a Dios». Cristianos de París y del La convocación a todos los bautizados 11
año 2007, cristianos del metro y de las muchedumbres, El sacerdote, garante de Cristo 12
cristianos que pertenecemos a un mundo de anonimato,
se nos ha dado la gracia de reconocernos, de volvernos 2. Referencia a lo que hizo Jesús 15
a encontrar, de amarnos como hermanos en Cristo, por La oración del pueblo de Israel 17
el Espíritu Santo, en cada Eucaristía, «fuente y cumbre de Las dos liturgias 18
toda la vida cristiana» (LG 11). En Iglesia. Un ritual milenario 20
Por la más grande gloria de Dios y la salvación del La unidad de la misa 21
mundo.
OBERTURA

3. La iglesia, el canto de entrada, el papel


del sacerdote 25
Cómo están hechas nuestras iglesias 25
El papel del sacerdote 26
6
Aunque el autor no lo especifica, estas palabras, que son eco de un pasaje El canto de entrada 28
del Apocalipsis (19,9): «Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del
Cordero», las pronuncia el sacerdote poco antes de la comunión. Los salmos, lenguaje de Dios 29

130 131
Págs. Págs.

El celebrante, signo de la presencia de Cristo 31 8. El eco de la Iglesia a la palabra de Dios .. 71


El beso al altar 32 La homilía del sacerdote 71
La profesión de fe de la Iglesia 72
4. Reunidos en nombre de Cristo 35 La oración de los fieles 75
La primera profesión de fe 35
La primera bendición 36 LA LITURGIA EUCARÍSTICA
Es Dios quien nos reúne 39
Las palabras introductorias 41 9. El tiempo del ofertorio 79
La colecta: testimonio de ofrenda 80
5. Reconocerse pecador 43 La presentación del pan y del vino 81
La preparación penitencial 43 El lavatorio de manos 82
Pedir perdón a Dios 45 El sacrificio de toda la Iglesia 83
El Kyrie, un tesoro heredado de los orígenes 47
La invocación a Cristo 49 10. La plegaria eucarística 87
Una plegaria dirigida al Padre por el sacerdote 88
6. El himno de Gloria a Dios y la oración de la La participación de los fieles 89
asamblea 51 Las oraciones a Cristo 91
El Gloria, himno de acción de gracias 51 La acción del Espíritu Santo 92
¿Cómo cantar el Gloria a Dios? 52
Desgranar el misterio de Dios 54 11. Sacrificio de acción de gracias 95
La primera oración: toda la Iglesia 56 ¿Quién habla? 95
La oración trinitaria 57 El sacerdote 95
Cristo 96
LA LITURGIA DE LA PALABRA La Iglesia 96
La Eucaristía, ofrenda y sacrificio 97
7. La sinfonía de la palabra de Dios 63 La Eucaristía es esencialmente ofrenda 97
Las tres lecturas 64 Sacrificio, en el sentido fuerte de la palabra ... 98
El Evangelio 65 El sacrificio de Cristo y de la Iglesia 99
El Antiguo Testamento 66 ¿Quién ofrece? 100
Los escritos apostólicos 68 Cristo 100
Los salmos, corazón de la Escritura 68 El sacerdote 101
132 133
Págs.

¿Quién es ofrecido? 101


Cristo, sin duda 101
La Iglesia 102

12. «Haced esto en conmemoración mía» 105


El Santo 106
Una aclamación mesiánica 107
La noche de la Cena y la Eucaristía en la actua-
lidad 109
La misa, memorial de nuestra redención 110

13. El Espíritu Santo y el Cuerpo de Cristo 113


La verdadera tradición 115
El Espíritu Santo hace presente a Cristo 117

14. Comunión y paz de Cristo 121


El Padrenuestro 121
Plegaria y aclamación 123
Hacia la unidad perfecta 125
La paz dada y compartida 127
Los ritos de comunión 128
El silencio de recogimiento y el grito de alegría .... 129

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