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Cuando irrumpió la Primera Guerra Mundial en 1914, lanzando la primera

gran guerra europea del siglo 20, se aseguró a los soldados de ambos frentes
que estarían en casa celebrando la victoria para la víspera de la navidad. Esa
predicción resultó ser falsa. Los hombres de ambos frentes no regresaron a
casa para la navidad. Al contrario, la guerra se alargó por cuatro años. Durante
ese tiempo, 8,500,000 hombres habían perecido, y cientos de miles estaban
muriendo por sus heridas. La "guerra que iba a acabar con todas las guerras"
había cobrado un terrible número de víctimas transformando a toda Europa.
Sin embargo, uno de los eventos poco usuales de la historia militar tomó
lugar en el frente occidental en diciembre de 1914 durante la víspera de la
navidad. En la noche del 24 de diciembre, el clima había cambiado
abruptamente, congelando el agua y el lodo de las trincheras en donde estaban
los hombres apostados.
En el lado alemán, los soldados habían empezado a encender velas. Los
centinelas británicos reportaban a sus oficiales en comando que las pequeñas
luces parecían estar montadas sobre postes o sobre las bayonetas. Aunque
estas lámparas iluminaban claramente a las tropas alemanas haciéndolas
vulnerables a los disparos, los británicos se abstuvieron de disparar.
Aún más sorprendente, los oficiales británicos veían a través de sus
binoculares que algunas tropas enemigas iban cargando sobre sus cabezas
árboles de navidad con velas encendidas sobre las ramas. El mensaje era
claro: los alemanes, quienes celebraban la navidad en la víspera del 24 de
diciembre, estaban ofreciendo saludos festivos a sus enemigos.
A los pocos instantes del avistamiento, los británicos empezaron a
escuchar una canción navideña cantada por unos cuantos soldados alemanes.
Al poco rato, la canción estaba siendo entonada por todo el frente alemán. Las
palabras que se escuchaban eran estas: "Stille Nacht! Heilige Nacht!" Las
tropas británicas inmediatamente reconocieron la melodía "Noche de Paz" y
empezaron a cantarla en inglés, junto con los alemanes.
El cantar "Noche de Paz" neutralizó rápidamente todas las hostilidades en
ambos frentes.
De uno en uno, soldados británicos y alemanes dejaron sus armas
aventurándose a territorio neutral, una pequeña y desvastada franja de tierra
situada entre los dos frentes. Había tantos soldados de ambos bandos que a los
oficiales se les evitó el que objetaran dicha situación.
Había surgido una paz y una tregua no declarada. Un testigo ocular de esta
tregua no oficial fue Frank Richards quien anotó en su diario militar:
"Escribimos Feliz Navidad en un cartelón. El enemigo había hecho lo mismo.
Pronto, dos de nuestros hombres, arrojaron el equipo y saltaron del parapeto
con las manos sobre las cabezas. Dos alemanes hicieron lo mismo. Entonces,
los nuestros se fueron a encontrar con ellos. Se dieron la mano, y entonces
todos salimos de la trinchera al igual que los alemanes." El Sr. Richards
también comenta que algunos alemanes hablaban perfectamente el inglés, y
uno de ellos dijo que estaba cansado de la guerra y que iba a estar muy feliz
cuando todo terminara. Su contraparte británica estaba de acuerdo con lo
dicho.
Esa noche, los que habían sido soldados enemigos estaban sentados junto
a una hoguera colectiva. Intercambiaron pequeños regalos de entre sus pocas
pertenencias: barras de chocolate, botones, insignias y pequeñas latas de
carne. Estos habían sido hombres que horas antes habían disparado a matar,
ahora estaban compartiendo las festividades navideñas y mostrándose
fotografías de la familia.
Pasado un tiempo, la tregua terminó tal como había empezado, de común
acuerdo. El capitán C.I. Stockwell, del regimiento de la Fusilería Real Galesa,
recordó cómo, después de una verdadera "Noche de Paz,"él hizo tres disparos
al aire, a las 8:30 a.m. del 26 de diciembre, y enseguida entró en la trinchera.
Un oficial alemán, quien había intercambiado regalos con el capitán Stockwell
la noche anterior, se apareció cerca de la trinchera británica. Ambos se
inclinaron, se saludaron y el oficial alemán regresó a su trinchera. Momentos
más tarde, el capitán Stockwell escuchó que el oficial alemán hacía dos
disparos al aire, y la guerra había comenzado de nuevo.
Los orígenes de "Stille Nacht"
Durante el mes de diciembre,
la
canción "Noche de Paz" se puede escuchar en centros comerciales, iglesias, y
salas de concierto de todo el mundo. Irónicamente, el mundo no hubiera
tenido esta pieza musical de no haber sido por una crisis mayor de último
momento que había ocurrido en una iglesia del pequeño poblado de
Oberndorf, Austria. Era el año de 1818, y el ambiente dentro de la iglesia de
San Nicolás era difícilmente un ambiente de gozo en la tarde de la víspera de
la navidad. El señor cura Joseph Mohr, de 26 años de edad, había descubierto
que el órgano estaba seriamente dañado. Sin importar que tanto pedaleara,
apenas sí alcanzaba a sacar un leve sonido del desvencijado instrumento.
Asimismo, para el tiempo en que llegara el especialista en reparar órganos, ya
la navidad habría pasado desde hace tiempo. Para el joven pastor, una navidad
sin música era impensable e inaceptable. Sin embargo, Mohr tenía un talento
natural para la música.
De joven, ganaba
dinero tocando la guitarra
y el violín en público.
También se pagó sus
estudios universitarios
con dinero ganado como
músico. Su habilidad
académica y su talento
musical llamaron la
atención de un clérigo
quien le persuadió de que
entrara al seminario.
Ordenado como
sacerdote en 1815, Mohr
fue asignado a Obendorf
en 1817. Ahí, no sólo
predicaba bien, sino que
sorprendía a los feligreses
cuando ocasionalmente
tocaba la guitarra
mientras dirigía la
adoración. Ahora que se
encaraba a una crisis
navideña, Mohr se dio
cuenta que la única
música para esa noche iba
a ser dirigida por la
guitarra. El sabía también
que los tradicionales villancicos no sonarían bien en su instrumento de cuerda,
así que decidió componer algo nuevo. Pensando acerca del modesto
nacimiento de Cristo, ocurrido 1900 años antes, Mohr empezó a componer
"Noche de Paz." Empleando frases simples el joven clérigo se sintió inspirado
conforme relataba la historia del nacimiento de Cristo en seis estrofas cortas.
Para la música, Mohr acudió a Franz Gruber, un amigo que era un
compositor más talentoso que él. Gruber era maestro en la población cercana
de Arnsdorf. Mohr visitó a Gruber y a su extensa familia en el modesto
apartamento que estaba situado encima de la escuela. Mohr le explicó su
dilema, y entregándole las seis estrofas, preguntó a Gruber si podría componer
la música, sería para guitarra y debía de estar lista para la misa de
medianoche. De acuerdo a los historiadores quienes reunieron los datos para
formar la historia, se dice que Gruber quedó pasmado por la inocencia y la
hermosura de las palabras del padre Mohr. De inmediato, se dedicó a trabajar
en la composición musical.
Contando con muy poco tiempo para ensayar, los dos estuvieron de
acuerdo en que Mohr tocaría la guitarra y cantaría de tenor mientras que
Gruber cantaría de bajo. Siguiendo a cada estrofa, el grupo de la iglesia
cantaría el coro. A la medianoche, los parroquianos habían llenado la iglesia
de San Nicolás esperando escuchar al organista tocar las grandes notas de la
música navideña. En su lugar, el local estaba en silencio. El padre Mohr
explicó que el órgano estaba fuera de servicio pero que la misa de medianoche
incluiría nueva música preparada especialmente para la congregación.
Con Mohr pulsando la guitarra, dos voces cantaban y eran seguidas por el
coro en una armonía de cuatro partes. Luego, el padre Mohr procedió a la
celebración de la misa. Aún sin su órgano, los feligreses sentían que habían
experimentado un único y memorable servicio de navidad.
La historia de "Noche de Paz" casi termina en esa ocasión cuando Mohr
guardó la música sin pensar en volverla a usar. Después de todo, sólo había
sido una solución relámpago para un problema temporal. Más tarde, el padre
Mohr fue transferido a otra parroquia, y por siete años, nunca fue cantada
"Noche de Paz.".
Pasado un tiempo, el órgano de la iglesia de San Nicolás seguía teniendo
problemas, y en 1825, la parroquia fue obligada a contratar a un maestro
constructor de órganos. Carl Mauracher fue quien recontruyó el instrumento.
Mientras estaba enfrascado en su trabajo, Mauracher había descubierto la
música que habían dejado Mohr y Gruber. La simplicidad de la misma había
impresionado al constructor de órganos a tal grado que solicitó permiso para
hacer copias de "Noche de Paz."
Ya con la autorización otorgada, la pieza fue presentada a músicos y al
público en general quienes se mostraron encantados por la melodía. Al poco
tiempo, grupos musicales folklóricos, que recorrían en forma regular toda
Europa, empezaron a incluir "Noche de Paz" en su repertorio.
Sin embargo, a pesar de que la pieza estaba causando gran conmoción en
toda Europa, Gruber y Mohr nunca se percataron de la popularidad de su
canción. El padre Mohr murió en la pobreza, de neumonía, en 1848 a la edad
de 55 años. Él nunca se enteró de que la melodía daría la vuelta al mundo.
Por otra parte, Gruber escuchó del éxito del villancico en 1854 cuando el
rey Federico Guillermo IV de Prusia estaba buscando a los autores del mismo.
Cuando Gruber se enteró de ello, tenía 67 años, mandó una carta a Berlín
relatando los orígenes de la canción.
Al principio, pocos historiadores musicales creyeron que tal exquisita
pieza musical hubiera sido compuesta por dos hombres provenientes de
poblados poco populares. Asimismo, cuando Gruber falleció en 1863, se dudó
de su paternidad musical aunque las dudas empezaron a disiparse cuando los
historiadores confirmaron el hecho de que Gruber y Mohr habían sido los
autores de la canción. También, en ese mismo año, el reverendo John Freeman
Young, quien más tarde llegó a ser obispo episcopal de Florida, tradujo al
inglés tres estrofas del villancico que son las que aún se cantan hoy en día.
200 años de "Noche de Paz"
En la actualidad, la canción "Noche de Paz" es cantada en todos los
continentes y en docenas de idiomas, desde el original alemán hasta el ruso,
desde el swahili hasta el chino.
Ha sido interpretada por coros seculares y religiosos. Cantantes como
Bing Crosby y Elvis Presley llegaron a grabar la canción. Sin importar el
idioma o el estilo musical--tipo ópera o popular--aquellos que cantan y
escuchan la melodía experimentan profundos sentimientos de gozo y de paz.
Considere la experiencia de Nien Cheng, de Shangai, China. En agosto de
1966, en el inicio del alzamiento conocido como la Revolución Cultural
China, Cheng, de 51 años, fue arrestada y encarcelada por cerca de siete años.
Cheng no había cometido ningún crimen, pero se le habían hecho cargos de
ser una enemiga del estado por su asociación con extranjeros, principalmente
ejecutivos británicos de negocios.
En su biografía Vida y Muerte en Shangai, Cheng describe cómo, durante
una víspera de navidad, su espíritu había sido fortalecido y sus esperanzas
renovadas al escuchar "Noche de Paz."
Ella escribe: "Cuando dejó de venir el periódico el 2 de diciembre,
empecé ha hacer unas ligeras marcas sobre la pared para contar los días que
pasaban. En un momento dado, había hecho veintitrés marcas, sabía que
estaba en víspera de la navidad.
Mientras estaba en lo fuerte del frío, de pronto, escuché a una joven
soprano cantar. Parecía venir de algún lugar de la parte superior de mi celda.
Titubeante al principio, y después con mayor firmeza se dejó escuchar la
versión china de "Noche de Paz."
Las paredes de la prisión resonaban con la canción a medida que la clara y
melodiosa voz flotaba a través de los oscuros pasillos. Estaba extasiada y
profundamente conmovida conforme escuchaba esa voz. Por la manera como
ella interpretaba la canción, yo sabía que ella era una cantante profesional que
había faltado a los preceptos de los maoístas.
Ningún concierto al que haya asistido en navidad ha tenido tanto
significado para mí como el de ese momento, cuando estaba sentada en mi fría
celda escuchando "Noche de Paz", cantada por otro prisionero a quien yo no
podía ver.
Y tan pronto como ella tuvo confianza de que los guardias no le
impedirían seguir cantando, la joven cantó con hermosura y sin ningún rasgo
de nerviosismo. La prisión se volvió muy callada. Todos los prisioneros la
escuchaban embelezados."
Joseph Mohr, el joven sacerdote, y Franz Gruber, su maestro y amigo,
quienes cantaron el villancico por primera vez hace cerca de 200 años,
estarían complacidos de ver la manera como su canción todavía toca al
corazón e inspira las vidas de los hombres. Aunque fue escrita a principios del
siglo 19, su "Noche de Paz" continúa impactando a las gentes del siglo 21.
Copyright © 2002 Iglesia de Dios Universal

Noche de Paz – Una navidad en que las armas callaron

Miércoles 23 Diciembre 2009

En diciembre de 1914, a sólo cinco meses de iniciada la Primera Guerra Mundial,


soldados alemanes, franceses y británicos detuvieron espontáneamente las hostilidades
para cantar villancicos. Casi como un milagro, “La Tregua de Navidad” convirtió a los
enemigos en camaradas que durante varios días compartieron comida y regalos, y
jugaron al fútbol. El episodio, conocido como “la pequeña paz de la gran guerra” se
extendió a muchas trincheras hasta 1915. Gobiernos y medios de comunicación de la
época eclipsaron este movimiento pacífico, que algunos historiadores creen que de
haber continuado, pudo haber detenido esa guerra que mató a más de 16 millones de
personas.

Por: Cristina Ávila-Zesatti - Corresponsal de Paz


Dicen los historiadores, que aquella fue la última guerra de trincheras. La Primera Gran Guerra se llamó
así porque su campo de batalla llegó a ocupar más de la mitad del planeta, donde ejércitos de 32 países se
enfrentaron entre el 28 de julio de 1914 y el 04 de agosto de 1918.
Fue el conflicto más sangriento de su tiempo. Su fatal saldo: más de 10 millones de soldados y 6,500
millones civiles
que perdieron
la vida, y
discapacitados
que se contaron
por miles.
Los
combatientes
principales
(Alemania,
Austria,
Francia Rusia y
Gran Bretaña)
se equivocaron
cuando predijeron una contienda rápida. A lo largo de 5 años, se calcula que cada día morían 6,000
hombres en los diversos frentes repartidos por el mundo, especialmente en territorio europeo… y así fue
el panorama durante más de 1,400 días ininterrumpidos de combates.

La magia de una canción


Hoy, a tan sólo nueve años de distancia de cumplirse un siglo del fin de ese conflicto que cambió para
siempre la configuración política, militar y económica del mundo, los informes sobre su origen y su
desenlace son exhaustivos.
De esa primera batalla global, donde soldados de territorios tan distantes y dispares de Europa, como
India, Sudáfrica, Japón, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá se unieron a las hostilidades, lo
sabemos casi todo… casi todo sobre la guerra… pero ciertamente muy poco sobre la paz.
Porque ese conflicto planetario, tuvo una “insurrección pacifista” nacida ni más ni menos que de los
mismos soldados, y sucedió en la noche de Navidad de 1914.
Un suceso que se antoja mágico y que suena a cuento, pero que fue real, a pesar de que los gobiernos y
los medios de comunicación de la época intentaron eclipsar la historia, conocida como “La tregua de
Navidad” o “La tregua de Khaki Chum” –en alusión a las vestimentas militares de la tropa-
Noche de Paz
En esa última guerra de trincheras, los soldados de uno y otro bando solían estar separados por apenas
unos metros. No sólo podían intuirse, sino que podían perfectamente verse… y oírse.
Y quizá porque la vida posee más significado de cara a la muerte, aquella Nochebuena de 1914, esa
cercanía obró el milagro: las armas callaron, y los hombres cantaron.
"Todo ocurrió espontáneamente, en forma muy misteriosa. Un espíritu más fuerte que el de la guerra
prevaleció aquella noche", recordaría años más tarde Leslie Walkington, un fusilero de 17 años, citado en
el libro de Malcolm Brown & Shirley Seaton.
No es fácil cantar de paz en medio del temor, y sin embargo, varios artículos y libros que rescataron
aquella experiencia, cuentan cómo los villancicos navideños lograron hermanar a los enemigos: ingleses,
franceses y alemanes que se enfrentaban en un paraje de Bélgica.
Stanley Weintraub, autor de “Noche de Paz, la increíble historia de la tregua de 1914”, (1) recoge en su
libro diversas fuentes que confirman esta historia.
El título no es gratuito, puesto que los testimonios recuerdan que los soldados alemanes, comenzaron a
cantar Stille Nacht (Noche de Paz). El bando de los aliados, separados de la trinchera germana por no más
de 60 metros respondió: también cesó el fuego y acompañó los villancicos con sus instrumentos, para
luego cantar a su vez melodías en su lengua…
La música, dicen, es en sí mismo un “idioma de paz”… un idioma que, esa noche, en alianza con la fecha
navideña, terminó por borrar no sólo la distancia física, sino la distancia que imponían los uniformes y las
insignias que aquellos soldados.

Paz: el mejor regalo entre los regalos


Para la primera navidad en el frente, tanto los aliados como los alemanes habían recibido de sus
respectivos gobiernos paquetes con chocolate, cigarros, botellas de alcohol, cartas de sus familiares y del
lado teutón, hasta unos pequeños árboles de navidad, que la tropa colocó a lo largo de su trinchera.
Sin saberlo, los dirigentes políticos y militares estaban alimentando así lo que sucedería aquella Noche de
Paz, pues una vez terminada la tanda de villancicos, el espíritu navideño iría aún más lejos: los soldados
de uno y otro bando comenzaron a aventurarse en la llamada “tierra de nadie” , la zona entre trincheras
donde muchos de sus compañeros yacían muertos.
Los sobrevivientes de esa tregua de Navidad, escribieron cartas a sus familias y describieron la
experiencia como mágica. Y lo fue, puesto que los llamados “enemigos” bebieron y comieron juntos,
compartieron cigarrillos, intercambiaron fotografías, se contaron sus vidas, y se dieron los regalos que
unos y otros tenían a la mano: vino, cigarrillos, botones de sus uniformes, chocolate, unos pocos dulces…
en fin, aquello que los gobiernos enfrentados habían enviado para animar a sus sus soldados, terminó
como un obsequio en manos de sus supuestos enemigos… era la noche de Navidad.
“Como ni nosotros ni ellos nos
entendíamos en el idioma,
comenzamos a hacernos entender
por medio de señas y signos (…)
todo el mundo parecía agradable.
Y aquí estábamos, riendo y
conversando con los hombres a
quienes apenas unas horas antes,
estábamos intentando matar”,
recordaba el oficial inglés John
Ferguson.
El inaudito suceso llegó a oídos de
los superiores de aquellos soldados
que de pronto, se habían
convertido en amigos.
Las cartas enviadas desde las
trincheras llegaron a unos pocos diarios locales, aunque de los grandes periódicos, sólo el Daily Mirrow
de Londres se atrevió a publicarla: “Armisticio extraordinario”. “Británicos y alemanes estrechan las
manos”, decía el titular del rotativo que salió a las calles a principios de enero del año siguiente.
Y a pesar de los esfuerzos de los altos mandos por detener la confraternización de quienes se supone
deberían odiarse, aquel episodio se extendió en territorio y en tiempo.
En más de una trinchera, la paz entre las tropas continuó hasta pasado el Año Nuevo, y algunos de
quienes vivieron para contar la realidad de aquel “cuento de navidad”, recuerdan que en muchos frentes,
los soldados se obstinaron por no hacer la guerra hasta bien entrado el mes de febrero de 1915.
Alfred Anderson, un oficial escocés que presenció el armisticio espontáneo de Ypres, en Bélgica, murió
apenas en 2005 a la edad de 109 años. No sólo era el ciudadano británico de más edad, sino que fue el
último sobreviviente de La Tregua de Navidad, y hasta el día de su muerte, recordaba los hechos con
nostalgia: “Aquella mañana había un silencio de muerte. De pronto, dejó de sonar el ruido de la guerra”,
repetía Anderson a quien quisiera oírlo.

Un fuerte rumor de paz contra los gritos de guerra


En las trincheras, los hombres habían dejado de creer que sus contrincantes eran “unos bárbaros”, y
pasada la Navidad, habían dejado a un lado los fusiles para jugar partidos amistosos de fútbol en los
helados campos de esa zona llamada “tierra de nadie”, convertida en esos pacíficos días en “tierra de
todos”.
Pero antes de jugar, los soldados se habían dado a la tarea de sepultar a los compañeros caídos de uno y
otro bando, presentando honores y condolencias a los compatriotas de las víctimas.
Algunas reseñas de la época afirman que en aquel paraje de Bélgica donde comenzó la Tregua de
Navidad, para la ceremonia de entierro se habría leído el Salmo 23 de la Biblia, como una suerte de
salvoconducto religioso común, tanto para los creyentes católicos, como para los protestantes.
El episodio, que más tarde sería conocido como “la pequeña paz de la gran guerra”, no fue tolerado por
los altos mando militares ni por los gobiernos de los países contendientes, que habían gastado millones en
propaganda y en armas.
Bajo amenaza de corte marcial, Alemania, Francia e Inglaterra obligaron a sus soldados a reanudar las
hostilidades. Interceptaron las cartas enviadas desde el frente y presionaron a los medios informativos
para detener cualquier publicidad a ese “levantamiento pacífico” nacido en el corazón de quienes hacían
físicamente posible la guerra: los soldados rasos.
Y aún si es verdad que la paz, por su fragilidad, es más difícil de hacer que la guerra misma, lo cierto es
que tuvieron que hacerse
verdaderos esfuerzos para que
los hombres que habían
confraternizado volvieran a
atacarse.
Los combatientes se negaron a
disparar a sus ahora amigos, y
muchos tuvieron que ser
trasladados de compañía. Otros
tantos, intentaron ingeniárselas
para que sus contrarios no
murieran, aún cuando los
oficiales superiores los
obligaban a disparar.
Si las armas tenían que volver
a hablar, aquellos soldados
quisieron que por lo menos no
volvieran a matar, hacían
disparos al aire, o tiros
erráticos que, a pesar de la
corta distancia que los
separaba, fallaban en dar en el
blanco de sus otrora enemigos.
En su libro “Noche de Paz”,
Stanley Weintraub rescata el
texto de un mensaje enviado
desde las tropas alemanas a la
trinchera franco-británica.
Fechado el 30 de diciembre de
1914, poco después de que
fueron forzados a terminar
aquella Tregua de Navidad, y
acompañado de algunos cigarrillos como regalo, el envío decía:
“Estimados camaradas: Siento mucho informarles que tenemos terminantemente prohibido salir a
encontrarnos con ustedes, pero seguimos siendo sus compañeros. En caso de que nos veamos obligados a
disparar, lo haremos muy alto. Ofreciéndoles algunos cigarrillos, quedamos sinceramente de ustedes”
Finalmente, la ofensiva se reanudó y la guerra continuó con su conocido y mortal paso. Los dirigentes
políticos y militares se aseguraron de aplastar “cualquier intento de tregua” en los años subsiguientes.
La Primera Guerra Mundial, que en aquel diciembre de 1914, ya se había cobrado la vida de medio
millón de personas en apenas cinco meses de combates, vivió realmente una “insurrección pacífica”, que
algunos historiadores consideran que, de haber continuado, habría podido detener la maquinaria ofensiva
de los gobiernos que se enfrentaron durante 5 mortales años.
En diciembre de 1915, algunos oficiales intentaron repetir el alto al fuego navideño, pero la cercana
vigilancia de los mandos superiores lo impidió.
Después de ese año, los países contendientes ordenaron intensificar sus ataques al enemigo durante la
semana de Navidad y Año Nuevo con fuertes bombardeos y asaltos constantes, para cerciorarse de que
ninguna intentona pacífica se abriera nuevamente paso entre las tropas.

Como de película, pero la paz fue real


En 2005, el mismo año en que moría en Escocia Alfred Anderson, el último sobreviviente de la Tregua de
Navidad, el director francés Christopher Carion llevó al cine esta hazaña con su película “Joyeux Noël”
(Feliz Navidad), que fue candidata a llevarse el Oscar como mejor filme extranjero
Años antes, en 1983, el ex Beatle Paul McCartney grabó la canción “Pipes of Peace” (Pipas de la Paz)
inspirada en La tregua de Khaki Chum o Tregua de Navidad.
A la postre, esta historia sirve quizá para recordarnos que son los gobiernos y la alta política militar
quienes envían a los hombres a unas guerras que los dirigentes jamás librarán cuerpo a cuerpo.
Y quienes están en el frente, bajo el influjo de esa propaganda guerrera, suelen olvidarse de que en
realidad, el enemigo no es más que un igual, vestido acaso con uniforme diferente…
Actualmente, algunas tácticas militares aconsejan a los soldados que durante el cruce de un puente no lo
hagan con pasos acompasados, pues se ha comprobado que la energía de un mismo ritmo prolongado y de
un grupo numeroso, puede ser capaz de cimbrar y hasta de romper algunas estructuras.
¿Podría esto aplicarse de modo contrario, lograr que los ejércitos del mundo acompasaran algún día el
ritmo para tender puentes y construir estructuras distintas?
Es una metáfora, pero historias que parecen sacadas de un cuento, como la Tregua de Navidad de 1914
nos invitan a creer a veces es posible invertir el curso de los acontecimientos, y que la paz es una opción
viable aún en medio de la peor guerra.

“Joyeux Noël” - La Tregua de la Navidad de 1914 en el cine


---En este su primer año, el equipo que de Corresponsal de Paz, les desea a todos que
tengan una sincera noche de paz en su interior, para que esa fuerza nos permita
buscar la paz exterior en el transcurso de 2010 y los años venideros---

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