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Aryan - Duelo Depresiones Melancolia PDF
Aryan - Duelo Depresiones Melancolia PDF
en la ADOLESCENCIA
Asbed Aryan
APdeBA
Introducción
Entonces, una pregunta esencial sería: ¿el proceso adolescente es duelo, crisis
depresiva o depresión? ¿Es necesario distinguir este afecto depresivo de base que
acompaña al duelo adolescente, de la enfermedad depresiva que sólo aparece en
algunos?
En la historia del psicoanálisis, Abraham en 1912 y Freud en 1917 fueron los primeros
que vincularon psicoanalíticamente el duelo y la depresión neurótica. Abraham,
haciendo un paralelismo con la angustia y el miedo, dijo que el duelo es un
sentimiento consciente y se da por motivos conscientes, mientras que la depresión
neurótica está determinada por motivos inconscientes. Freud, dio un paso más y la
vinculó con los trastornos narcisistas, afirmando que el estudio del duelo nos permitirá
comprender la melancolía; lo estudió en "Duelo y Melancolía" cuyo complemento fue
su "Introducción al Narcisismo" donde estudió el Yo ideal e Ideal del Yo; luego vino
"Psicología de las masas" para completar su abordaje de las identificaciones y
finalmente, "El yo y el Ello" para hacer sus aportaciones últimas acerca de toda la
organización psíquica, especialmente de la estructuración del Superyo-Ideal del Yo.
Entrando en tema, primer quiero destacar que la idea de asociar la adolescencia con
situaciones de duelo, implica connotar un posibilidad de cambio y enriquecimiento.
Todo cambio impone una exigencia de trabajo psíquico. Cuando este trabajo es
necesario para aceptar la pérdida de algo valorado o amado, en pos de encontrar un
sustituto, lo llamamos duelo. Es decir, el trabajo de duelo es necesario para todo
cambio. Se hace necesario no sólo respecto del objeto perdido, sino también para que
el Yo rescate sus partes incluidas en este objeto, por las fantasías tanto conscientes
como inconscientes ligadas a él, y no quede empobrecido. De lo contrario, no podrá
dedicarse al trabajo de encontrar un sustituto.
Una defensa habitual es negar lo perdido y aferrarse a las normas y valores del
pasado (los adolescentes “infantiles, latentes” de Meltzer), o forzar el futuro para que
el pasado no vuelva (los “exitistas”), aunque el costo resulte, en ambos casos, no
poder vivir el presente.
Para llevar acabo este proceso, el adolescente, aparte de la nueva imagen corporal
sexual de sí mismo, tiene el trabajo psíquico de “reconstituir” su objeto sexual,
reconstrucción que, como dice Braconnier, requiere de dos condiciones: la primera,
es que el adolescente pueda conceder al objeto actual de amor, una capacidad de
amar donde sea posible reemplazar la fantasía del amor objetal parental, y en
particular del amor materno absoluto, pregenital y narcisista. Esto depende de lo
que haya transcurrido durante la infancia. La segunda condición es que, bajo el
peso de nuevas aspiraciones libidinales, el adolescente pueda conceder al objeto
amado actual una forma de amar diferente de la propia hasta ese momento, es
decir una capacidad susceptible de reemplazar la fantasía de amor bisexual y
narcisista, por la heterosexual.
Sin embargo, gracias a su energía potencial, el adolescente puede hacer frente a este
trabajo psíquico, con movimientos progresivos y regresivos, con amplias posibilidades
dinámicas.
Mientras que el adolescente depresivo está inmóvil frente a los restos de felicidad
perdida.
angustia tan sobrecogedora que sin duda, lo pone más que nunca, en riesgo de ser
preso del miedo al descontrol.
Puede sobreponerse a este miedo y hacer el duelo del amor imposible, forma
habitual del primer amor. Pero este miedo también puede inhibirlo, o hacerle tomar
actitudes de lucha y fuga en el actuar o caer en la somatización. También puede
llenarlo de odio y, en pos de realizar sus deseos, hacerle mantener la erotización en
relaciones sumamente ambivalentes y hasta sadomasoquistas.
Durante esta crisis depresiva el adolescente está en tensión permanente entre las
representaciones de su separación de los objetos parentales por un lado y por otro,
la representación de un lazo sexual y erótico con un “gran amor” generalmente el
primero. La evolución de esta crisis depresiva dependerá del devenir de estas dos
representaciones y de la angustia y dolor asociados. Dependerá, por una parte, de
lo que haya sucedido con la angustia de separación de los primeros años y en el
curso de la infancia. Pero, por otra, la dimensión sexual, pondrá en juego la
erotización de los lazos idealizados y de los lazos ambivalentes, erotización que
tiene sus efectos críticos sobre el cuerpo. (Pueden aparecer dismorfofobias como
equivalentes).
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La depresión en el adolescente
De todo esto se desprende que el objetivo central del diagnóstico y eventual decisión
para un tratamiento es precisar la movilidad de la crisis depresiva. Una de las
razones es lo que destaqué al principio y es que al observar a veces sólo algunos
componentes de ese estado indefinido que es el afecto depresivo de base, la
evolución de las depresiones en la adolescencia es un tema importante a ser
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dilucidado, para saber hasta qué momento debemos respetar el trabajo de duelo del
joven, sin intervenir y haciendo todo lo posible por preservarlo de las interferencias.
buscar las pruebas positivas en los sueños, para no considerar que simplemente
están inconscientes.
Aquí están implícitos los cuatro estados posibles de depresión que en este
contexto pueden ser pensados como distintos tipos de fracaso o sus equivalentes del
funcionamiento de las partes infantiles, siempre teñidos de mayor o menor grado de
aspiraciones y convicciones narcisísticas.
Con toda intención no he incluido los intentos de suicidio severos porque los
considero de estructuración psicótica o prepsicótica.
BIBLIOGRAFIA
ADDENDA
1 Esta manera de concebir el mundo interno entre espacios de funcionamiento adulto e infantil o
narcisista, es una ampliación del concepto de splitting del desarrollo kleiniano, que Meltzer llama
splitting horizontal y la identificación proyectiva su operatoria porque aquí están implicados los
conceptos de identificación y de relación de objeto sustentando la posición narcisista: que el yo se
construye en la misma relación temprana de objeto con el pecho, como un espacio a ser explorado;
aquí, la intrusividad de la identificación proyectiva causa el sentimiento de confusión en la identidad
del sujeto al creerse el objeto con todos sus atributos de omnipotencia y omnisciencia, además de
proyectar las propias imperfecciones en el objeto.
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resentimiento y odio que alimentarán esa rebeldía inútil hasta que lo llevan a la
desesperanza y depresión.
La depresión como enfermedad es un cuadro muy poco frecuente en la
pubertad. Lo más frecuente es observar primero la lucha contra la depresión, esto es,
conductas agresivas, inestabilidad, hosquedad, aislamiento. Para que se instale como
enfermedad, tiene que haber una personalidad ciclotímica francamente predisponente
o duelos patológicos congelados desde edad temprana, referidos a situaciones
familiares, para el niño muy penosas: muertes de familiares significativos, que hacen
que los adultos en derredor estén absorbidos por la situación y lo desatiendan y lo
dejen a su suerte, o separación de los padres con o sin violencia franca.
Considerando que los dos problemas centrales a resolver de la pubertad son el
cuerpo biológicamente maduro que va surgiendo y la ruptura de la dependencia
infantil, estos chicos muestran desinterés en su desarrollo físico, casi no lo usan, no
les interesan los deportes y prefieren quedarse solo en casa a salir con los amigos, y
si toman su cuerpo en cuenta, es para controlarlo obsesivamente y abrumarse con
preocupaciones hipocondríacas e insomnio. Como si su cuerpo erógeno fuera un
cuerpo potencialmente enfermo y su interés sexual se hubiese transformado sólo en
preocupaciones y en un estado angustioso crónico. En cuanto a la ruptura de la
dependencia, tienen muy poca autonomía para decidir o asumir sus actividades; muy
apegados a la madre, ven al padre como un ideal inalcanzable. Presentan todas las
características de la culpa persecutoria: persecución, autoexigencias y autorreproches
agotadores, y sometimiento como seudoreparación siempre fallida. En los intervalos
relativamente libres de estos sentimientos, operan con un control obsesivo sobre su
cuerpo, alimentación, y todo lo que hacen los objetos externos a su derredor, siendo
extremadamente exigentes, insatisfechos, quejumbrosos y críticos, identificados con
su Syo sádico introyectado.
Estos cuadros son melancolías incipientes, que son la base de la melancolía franca
que vemos en los adultos.