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Eneida

Recursos y técnicas narrativas


Elementos esenciales de la epopeya.

1) Los episodios: por ejemplo la caída de Troya relatada en la corte de Dido, el


viaje al Averno, etc.

2) La aresteía: se encuentran fundamentalmente en la segunda parte del poema (en


los libros “iliádicos”.

3) Las invocaciones.

Las invocaciones, a semejanza de lo que sucedía en la Odisea, ya no son seguidas por


catálogos.

En la Eneida tenemos la invocación inicial y otras internas. En esto se asemeja más a la


Ilíada y no a la Odisea.

Proemio – invocación.
Eneida se inicia con la presencia del “yo” del poeta, aparentemente impropio de la
épica, que aparece ya en el primer verso: “Canto a las armas y al varón”, y esto se
ratificaría en caso de tomar en cuenta los versos considerados apócrifos que presentan
algunos códices y algunas traducciones mantienen: “Yo soy aquél que en otro tiempo”.

Los primeros 33 versos cumplen la función de un prólogo, asimilados por algunos


críticos al prólogos de las tragedias, y declaran lo que propone como hilo conductor del
relato: guerra, peregrinación, sufrimientos y otra vez guerra para un hombre que,
afrontando la ira de los dioses, está destinado a edificar la gran Ciudad. De él pende la
historia: el linaje latino, los senadores albanos y, como broche de oro, Roma.

Sólo después de esta síntesis inaugural, el poeta invoca a la Musa y, saliéndose


nuevamente del “código épico”, lo hace para reafirmar su condición de autor, sin ceder
homéricamente su voz a la Musa: “Musa, recuérdame por qué causas, por cuál numen
agraviado, por qué ofensa la reina de los dioses empujó a un varón de piedad insigne a
afrontar tantos peligros”. La Musa se invoca en tanto que hija de Mnemosyne, la
Memoria, y es garante de la objetividad del relato, pero es el yo poético el que canta la
historia del piadoso troyano y la rencorosa deidad.

Libro VI: (263 ss.) invocación a los dioses subterráneos, para que lo autoricen a revelar
sus secretos.
Libro VII: * vv. 37-44 Se abre la segunda parte del poema. Puede decirse que Eneida
empieza de nuevo en el libro VII que reitera el esquema del libro inicial: el “yo” del
poeta reaparece para invocar nuevamente a la Musa y hacer una síntesis de la historia
del pueblo que encontrarán los viajeros.

* 641 ss.: la única relación con forma tradicional “invocación / catálogo”

Rasgos estilísticos.

Encontramos ya un uso podríamos denominar “consciente” de éstos. Virgilio los emplea


con un propósito determinado. Subrayar, enfatizar ciertos rasgos de los personajes o de
los acontecimientos

1. Símil,

2. Fórmula, relacionadas también a lo anímico por ejemplo “revolvía en su


mente…” y expresiones semejantes para referirse a los momentos de gran duda
y deliberación de los personajes: Juno (libros I 15, V 605), Eneas (V 700, VI
156).

3. Epíteto, Por encima de cualquier otro, el epíteto que califica al héroe es


“piadoso”. /pietas/

4. Escena típica. Tenemos también escenas de embajadas, banquetes, asambleas de


dioses, el armarse de los guerreros, etc.

Por ejemplo las escenas de banquete en la corte de Dido (libro II) y en la corte
de Evandro (libro VIII): permite oponer la riqueza, la opulencia “oriental” de
Dido con la austeridad de uno de los pueblos que darán origen al pueblo romano.

Símiles.
Libro I: Más precisamente, comienza in media res con la tormenta en el mar causada
por la vengativa Juno. Neptuno restaura la calma del mar y, el poeta utiliza un símil.
Este símil es de especial significado porque es el primero en la Eneida. La acción de
Neptuno es comparada a un reino, cuya historia y política es la del pueblo romano, que
de este modo es introducida en la épica:

“Como muchas veces sucede en un gran pueblo cuando estalla la sedición y embravece
el ánimo del grosero vulgo, vuelan las teas y las piedras, y el furor improvisa armas, que
si por ventura sobreviene un varón grande por su virtud (pietates gravem virum) y
méritos, todos callan y lo escuchan atentos, y él con sus palabras compone las
voluntades y amansa las iras; tal calló todo el estruendo de las olas apenas el padre
Neptuno, tendiendo a lo lejos la vista sobre el mar bajo un cielo ya sereno, da la vuelta a
sus caballos y les larga las riendas, volando en su propicio carro” (I. 148-56).
/ver hojas/

Este símil es importante por varias razones:

1) la aplicabilidad del símil es más amplia que una identificación con cualquier
gobernante romano. La asociación del pasaje virgiliano con Augusto sugiere a la vez en
términos generales al que Augusto haya terminado con las guerras civiles y a la
representación de Augusto como Neptuno en un camafeo de la década del 30 a. C.
Sosteniendo un tridente y conduciendo una cuadriga de caballos marinos, surge en la
cresta de las olas sobre un oponente que desaparece bajo de él. El desafortunado
enemigo puede ser Sexto Pompeyo o, más probablemente, Marco Antonio.

Esto explicaría, al menos en parte, la intervención no tradicional de Neptuno ayudando


a Eneas. Era un dios que en la Ilíada era partidario de los aqueos. Además, se habían
apropiado de Neptuno los asesinos de César, Bruto y Casca y aparece en uno de los
denarios que ellos emitieron, con la diosa Victoria en el reverso. Sexto Pompeyo, quien
dominó los mares hasta su muerte en 36 a. C., se identificó con Neptuno. No hay que
olvidarse de la imagen de Antonio: en el reverso de un sestercio emitido en 36-35 a. C.
lo muestra junto a Octavia en un carro como Neptuno y Anfitrite.

Octaviano evidentemente invierte la situación y se “reconcilia” con Neptuno como se


evidencia en varias monedas y la dedicación de una estatua al dios del mar en Nicopolis,
su campamente en la batalla de Actium, pero el pasaje en la Eneida no puede ser
pensado como un simple reflejo de esta imágenes.

Virgilio trasciende tales realidades. Virgilio: proceso estético inverso: en lugar

de la comparación tradicional de una multitud agitada con el mar, el

tempestuoso mar es ahora comparado con una multitud. El símil tradicional es

revitalizado. El procedimiento es paralelo a la revitalización de Virgilio del

género épico y la revitalización de Augusto de la res publica.

2) el símil comparte una multiplicidad de significados con el concepto de auctoritas que


expresa. El símil de Virgilio es fácilmente aplicable a varios gobernantes romanos,
incluyendo a Augusto y, a Eneas: la caracterización programática de Eneas como
insignem pietate virum (I.19) se repite en la del hombre de estado del símil pietate
gravem virum (I. 151): El símil no expresa una simple ecuación, pero es genérica y
paradigmática, y hace que el lector se involucre.

El símil de la auctoritas no simplemente representa un hecho histórico particular, sino


que subraya una cualidad ejemplar de modo genérico, pudiendo ser aplicada a distintos
individuos y situaciones.

Virgilio suele usar los símiles para enfatizar un rasgo físico y moral de los personales
(cf. nota 42 de Alicia Schniebs de la edición Losada). También las pasiones que
atraviesan a los personajes.

* En el libro I Símil Dido Diana (495 ss.).

Libro IV Símil Eneas Apolo ( 144 ss.)

VER

* En el libro VII la descripción de las pasiones homicidas que Alecto provoca en Amata
y Turno es reforzada por medio del empleo de símiles (Amata 378 ss, Turno 463 ss.).

* En el libro VIII se usa un símil para subrayar el deseo erótico de Vulcano (vv. 387
ss.).

Un uso común, tradicional del símil por ejemplo libro VI 205 ss.

Referencias internas.
Se hacen referencias a sus sucesos posteriores (ley de ANTICIPACIÓN).
Constantemente se hacen referencias a la fundación de una nueva Troya en el Lacio, la
futura grandeza de los descendientes de Eneas.

Otro ejemplo, cuando en el libro VII se describen los guerreros que siguen a Turno
cuando el poeta se detiene en Umbrón (755 ss.) tenemos una anticipación: ni los saberes
médicos del personaje lo salvarán de los troyanos.

Pero también hay remisiones internas: por ejemplo, cuando llegan al Lacio (libro VII
116 ss.) se cumple la profecía de las Arpías (libro III 250 ss.) enunciada en el libro III.
También en el libro III tenemos la profecía de Heleno que será nuevamente expresada
por el dios Tíber (VIII 44 ss.)

Éphrasis (recurso retórico)


Conjunto de elementos de la descripción es visto regularmente por narratólogos como el
ejemplo paradigmático de pausa narrativa, en el sentido de semi-técnico de un paso a
nivel de la narración a la que no corresponde al nivel de la historia. La trama no avanza,
sino que se describe algún objeto.

Este recurso es usado de modo más consciente que en Homero, tiene una finalidad. A
través de la "descripción" se puede inferir la ideología y los valores sustentados por
Virgilio.
La pregunta es ¿quién ve?, quien describe.

En el poema tenemos 4 ekphraseis centrales: en el libro II Eneas ve las imágenes


esculpidas en el templo de Juno en Cartago (455 ss.), en las que constituyen una suerte
de narración de las glorias pasadas de Troya.

En el libro VI (20 ss.) descripción del templo de Apolo en Cumas: narración de la


historia de Dédalo, cuya historia remite a la doble condición del hombre, a lo que en
griego se denominaba deinos.

A través de estas imágenes el poeta resumiría los esfuerzos exigidos a Eneas para
convertirse en el héroe que se requería para la fundación de Roma. Asimismo es
relevante en qué momento de la trayectoria de Eneas nos encontramos: antes del
descenso al Averno, donde su padre el profetizará una vez más la grandeza y la gloria
de su descendencia.

En el libro VII (785 ss) el casco (almete) de Turno: imágenes de la Quimera escupiendo
el fuego del Etna, Io, Argos.

Mezcla aparentemente “confusa” de imágenes: la Quimera vinculada a los monstruoso


y a la violencia, la historia de Io víctima inocente de los celos de Hera: la violencia y la
monstruosidad de Turno tiene origen también en los celos y en los rencores de Juno.

En el libro VIII (625versos) descripción del escudo de Eneas


Luego la descripción del escudo de Eneas: se inserta con un nuevo dramatismo,
especialmente, en los sucesos contemporáneos de Actium, que ocupan más de la mitad
de los versos dedicados a la historia romana.

Es innegable el sentido celebratorio de las escenas: todo culmina con el gran triunfo de
Augusto, nuevo Saturno, nuevo Apolo, nuevo Eneas, el detentor del gran Destino.

Los poetas augusteos, entre ellos Virgilio, se las arreglan para presentar la guerra civil
entre Octavio y Marco Antonio como la guerra de Italia contra las pretensiones de
dominación extranjera. Esta guerra que culmina en Actium se desata contra el perverso
afán de dominio de la mujer oriental, apoyada por el afeminado traidor refugiado en
Egipto.

Marco Antonio trae el Egipto y las fuerzas de Oriente; Octavio representa los pueblos
itálicos capitaneados por un heredero legítimo de sus ilustres antepasados, los troyanos
triunfantes, cuando dejaron de ser frigios y se hicieron occidentales y romanos.

La imagen final del escudo es la de Augusto sentado en el umbral marmóreo del templo
de Apolo recibiendo las ofrendas de los pueblos sometidos, lo que es decir, de todos los
pueblos conocidos…

En la imagen del escudo convergen además las nociones de guerra y defensa que
enlazan a Eneas y a Augusto.

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