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Preguntas Reflexivas y Estratégicas como Intervención en Terapia Sistémica

Individual.

Juan Pedro Sapène*

* Médico Psiquiatra, Red Psicoterapéutica, Rosario

INTRODUCCIÓN
Las entrevistas clínicas que realizamos a diario contienen numerosas preguntas
acerca de gran cantidad de temas. Las preguntas que hacemos no suelen ser vistas
como posibles intervenciones, teniendo como función prioritaria el reunir la
información necesaria para realizar una evaluación sobre lo que trae al consultante
al tratamiento. A partir de allí, y siguiendo con los postulados de muchas escuelas
de terapia, realizamos hipótesis, mantenemos una perspectiva circular,
preservamos la neutralidad terapéutica, y desarrollamos estrategias de tratamiento,
entre muchas otras cosas. Como el lector constatará, más allá de la realización de
las preguntas iniciales, los movimientos antedichos parecen eclipsar el uso posterior
de preguntas en un sentido terapéutico. Sin embargo, la oportunidad de actuar
terapéuticamente se verá incrementada si podemos diseñar una espacie de “guía”
para facilitar la dirección de la entrevista hacia un territorio “terapéutico”, mediante
la utilización del citado conjunto de preguntas reflexivas y estratégicas. En general
no se considera a las preguntas como vehículos del proceso de cambio y sin
embargo éstas tienen poderosas implicancias a través de lo que directamente se dice
y/o a través de las respuestas de los consultantes, (respuestas verbales o no verbales)
acerca de las preguntas formuladas. Esta manera de pensar toma en consideración
el hecho de que es imposible para un terapeuta el interactuar con un paciente sin
intervenir en la actividad autónoma de éste. El terapeuta asumirá que lo que diga o
no, lo que haga o no, será pensado como una intervención, lo que a su vez
generará resultados terapéuticos, no-terapéuticos o anti-terapéuticos. Este trabajo
tiene como finalidad reunir un conjunto de tipos de preguntas que promuevan
cambios terapéuticos. Se trata de un conjunto de técnicas de intervención que,
correctamente implementadas, abren nuevas posibilidades para incrementar el
bienestar de las personas que nos consultan.

ANTECEDENTES TEÓRICOS DE LAS PREGUNTAS REFLEXIVAS

El término “reflexivas” fue tomado de un modelo teórico particular dentro de las


teorías de la comunicación llamado “Manejo Coordinado del Significado”, (en
adelante MCS). Esta teoría fue propuesta y desarrollada por dos teóricos de la
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comunicación llamados W. B. Pearce y V. Cronen; sus ideas aparecen inicialmente
en el libro: Communication, action, and meaning: The creation of social realities.
New York: Praeger (1980). ¿Cómo describir una teoría de la comunicación de tal
complejidad?; intentemos con estas 4 oraciones de uno de los padres del modelo,
Vernon Cronen:
1. El MCS es una teoría práctica dentro de la tradición pragmático-sistémica.
2. Sostiene que la coherencia de la acción, y la habilidad de producir esa
coherencia son creadas dentro del proceso de comunicación, y que la
coherencia creada es moral en su naturaleza.
3. El MCS ofrece modelos heurísticos para guiar las investigaciones y las
intervenciones de una acción que tenga sentido, que esté situada y que se
construya conjuntamente.
4. Sus modelos heurísticos coordinan la temporalidad, la conducta, la
reflexividad, el posicionamiento, la historización, las emociones, la reflexión
y la estética como sumatoria en un compromiso con la idea Wittgensteiniana
de “(el) significado es (el) uso”.
En la teoría MCS, la reflexividad se entiende como “una pauta inherente de la
relación entre los diferentes significados dentro del sistema de creencias que guían
las acciones comunicativas”. Una pequeña descripción de la Teoría de Cronen y
Pearce nos ayudará a entender mejor porqué se eligió este término para caracterizar
a estas preguntas.
La Teoría MCS entiende a la comunicación entre las personas como un proceso
interactivo complejo en donde los significados son generados, mantenidos y/o
cambiados a través de la interacción recursiva entre los seres humanos. Esto es, la
comunicación no se entiende como un proceso lineal de transmisión de mensajes
desde un emisor activo a un receptor pasivo, sino que se entiende como una pauta
circular, interactiva de co-creación entre las personas involucradas. Pearce y Cronen
originalmente definieron un conjunto de reglas que organizan este proceso
generativo. Dos categorías de reglas fueron delineadas: Reglas Regulativas (o de
acción) y Reglas Constitutivas (o de significado). Las Reglas Regulativas
determinan el grado en que conductas específicas deben favorecerse o evitarse en
ciertas situaciones. Por ejemplo, una regla regulativa en un sistema de
comunicación particular puede especificar que “cuando la integridad de uno mismo
es desafiada, es obligatorio el defenderse”. Las Reglas Constitutivas se vinculan con
el atribuirle sentido a una conducta particular, una declaración, un evento, una
relación interpersonal y así sucesivamente. Por ejemplo, una Regla Constitutiva
puede especificar que “en el contexto de un episodio en que se discute por algo, el
hacerle un cumplido al otro constituye una muestra de sarcasmo u hostilidad más
que de respeto o de amistad”. La teoría MCS propone que la red de estas reglas
regulatorias y constitutivas guían las interacciones momento a momento entre las
personas en comunicación. Es particularmente relevante que en la noción de los
cuestionamientos reflexivos se tengan presentes las Reglas Constitutivas;
desarrolladas a partir de los tipos lógicos de la teoría de Bertrand Russel y luego de
los trabajos de Gregory Bateson; Cronen y Pearce sugieren que los sistemas
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comunicativos en donde los seres humanos nos relacionamos tienen una jerarquía.
Desarrollaron una jerarquía “ideal” de seis niveles de significado más que los dos
niveles (de contenido y relación) desarrollados por Watzlawick, Beavin, y
Jackson en el Mental Research Institute (MRI). Estos seis niveles incluyen: el
contenido (de una declaración), el acto del habla (la pronunciación como un todo),
el episodio (esto es, el encuentro social como un todo), la relación interpersonal, el
guión de vida (del individuo), y las pautas culturales. Siguiendo a Bateson un poco
más, se postula que hay una relación circular entre los niveles de la jerarquía (de
tipo no lineal como originalmente fue implicado por Russel y el Grupo MRI). Por
ejemplo, no sólo el tipo de relación (nivel de la relación), ejerce una influencia en
determinar el significado del contenido de lo que se dice (nivel del contenido), sino
que el contenido de lo que se dice también tiene influencia en el sentido de la
relación interpersonal. Las relaciones de la organización entre cualquiera de dos
niveles de significado -contenido y acto del habla, contenido y episodio, tipo de
relación y guión de vida, patrones culturales y episodios, y así sucesivamente son de
tipo circular o reflexivo. El significado en cada nivel vuelve reflexivamente para
influenciar a otro nivel. Así la jerarquía de Cronen y Pearce no es una organización
vertical, sino que se trata de una red auto-referencial. Estos últimos han descripto
la naturaleza de esta relación reflexiva entre Reglas Constitutivas. Por ejemplo,
imaginemos que un item (al que llamaremos A) se encuentra en un nivel superior
en relación a otro item (al que llamaremos B), que está en un nivel inferior, esta
relación puede parecer más fuerte que la influencia, digamos de B sobre A. La
teoría de MCS dirá que A ejerce una fuerza descendente (una “fuerza contextual”)
dentro de la jerarquía, con A determinando el significado de B.
Sin embargo, señalan que mientras la relación entre estos niveles puede parecer
lineal y estable, con B respondiendo pasivamente a la dominancia de A (como en
una jerarquía vertical), la relación en realidad permanece como una vinculación
circular y activa.(1)
Esto es, B siempre continúa ejerciendo una “fuerza implicativa” hacia arriba, sobre
A. La naturaleza circular de esta relación se hace más aparente en tanto las
implicaciones de B hacia A se hacen más notorias. Por ejemplo, la fuerza
implicativa de B puede ser potenciada cuando se realizan conexiones entre
diferentes aspectos de B y ciertos significados en niveles mayores que A. Es más, si
la fuerza implicativa de B se incrementa en cuanto a su significado, su influencia
eventualmente va a exceder la fuerza contextual de A. Cuando esto sucede, los
niveles de la jerarquía súbitamente se ven revertidos. B se transforma en el
contexto, y lo que previamente era la fuerza de B “implicativa” ahora se transforma
en la fuerza de B contextual “hacia abajo”, lo que luego redefine el significado de
A. Dependiendo de la naturaleza de B, esta reversión puede resultar en un cambio
dramático en el significado de A. Esto podría producir un cambio súbito en las
conductas comunicativas ya que un conjunto de nuevas reglas constitutivas se
pueden aplicar a partir de allí.
(1) Veremos luego como este tipo de relación reflexiva puede utilizarse, por ejemplo, a favor del problema clínico
presentado como en el caso de los problemas relacionados con las fobias y obsesiones o los problemas de relación

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Por ejemplo, supongamos que dos personas tienen una relación interpersonal que
consideran amistosa. Cada persona esperaría tener un episodio amistoso de
interacción si se reunieran. Así, sus acciones iniciales tenderían a ser amistosas y
cada uno se orientaría a interpretar las acciones del otro como amistosas. En otras
palabras, el significado atribuído a la relación proveería una fuerza contextual que
determina la naturaleza y el significado de las conductas iniciales en el episodio
interactivo. Pero supongamos que durante el episodio entran en una discusión y
comienzan a no ponerse de acuerdo acerca de alguna cuestión. Si la fuerza
contextual de la amistad continúa predominando, connotarán la articulación de las
incompatibilidades de sus respectivas posiciones como la ayuda esforzada para
clarificar y solucionar sus diferencias. Sus puntos de vista discrepantes pueden, sin
embargo, tener todavía implicaciones para su relación, la amistad podría
“enrarecerse”.
Si las incompatibilidades se amplían todavía más y la falta de acuerdo evoluciona
hacia un conflicto manifiesto (tal vez debido a la implicación de un “guión de vida”
en un nivel más alto), la significación del episodio podría sobrepasar la original
relación de amistad en la relación. Si esto ocurre, una reversión sucede en la
jerarquía y el episodio de conflicto luego llega a ser el contexto para redefinir la
relación. Con esta recontextualización, la fuerza contextual del episodio conflictivo
podría redefinir la relación en una de tipo competitivo o quizá también una forma de
enemistad.
Cuando esto sucede, aún una declaración conciliadora podría ser vista con sospecha
debido al nuevo contexto. Episodios futuros de interacción podrían entonces
comenzar con diferentes asunciones acerca de la relación con conductas diferentes.
Un trabajo reciente en la Teoría MCS ha explorado dos variaciones en esta relación
reflexiva entre los niveles de significados. Cronen, Johnson, y Lannamann han
sugerido que cuando las influencias contextuales e implicativas se vuelven
relativamente iguales, a través de la activación de una reflexividad inherente, un
“bucle reflexivo” se ha creado. Existen para estos autores dos tipos de bucles:
“bucles extraños” y “bucles encantados”.
Un bucle extraño denota un proceso reflexivo en donde una reversión de los niveles
resulta en un cambio mayor en el significado, esto es, una regla constitutiva opuesta
o complementaria es activada.
Un “bucle encantado”, por otro lado, denota un proceso reflexivo en donde los
resultados inversos permanecen básicamente iguales.
El cambio “de amigos a enemigos” descripto arriba, ilustra los efectos de una
reversión mediada por un bucle reflexivo extraño. El cambio en el significado
mediado por la actividad reflexiva y la recontextualización siguió a un dramático
cambio en la conducta observad: los “amigos” terminaron siendo hostiles. En
términos clínicos, estos cambios pueden ser referidos como cambios de segundo
orden.
El cambio asociado con “bucles reflexivos encantados” es diferente. Como los
significados permanecen básicamente iguales (más allá de la recontextualización
reflexiva), sólo un cambio de primer orden ocurre en la conducta posterior. Por
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ejemplo, habrá poca diferencia en la relación si un episodio amoroso sirve para
redefinir una relación afectiva como amorosa. De manera similar, no se verán
muchos cambios si una relación hostil es recontextualizada como un episodio de
confrontación. Los cambios con los bucles encantados no son impactantes o
dramáticos, tienden a ser pequeños y sutiles. La activación de la reflexividad
mediada por estos bucles encantados sólo resultan en patrones más generalizados y
más profundamente arraigados; pero se debe recordar que los procesos de
generalización y/o “raigambre” son extremadamente importantes (más allá de la
evidente espectacularidad de los bucles extraños), ya que sirven para facilitar un
conjunto de pautas que han demostrado ser beneficiosas para el paciente o bien
preguntar para lograr estabilizar nuevos desarrollos terapéuticos que se muestren
todavía tenues o débiles. Por ejemplo, si entrevistamos a una madre que ha tenido
éxito en solicitar a su hijo/a que haga los deberes, tras haberlo intentado
infructuosamente durante meses, el terapeuta puede hacer las siguientes preguntas
reflexivas dentro de los bucles encantados: “¿Cuándo estás en casa, cuál de tus otros
hijos sería el primero en hacerte caso con los deberes escolares, pidiéndole las
cosas como se las pediste a tu hijo mayor?”… “¿Cuál sería el segundo en hacer
caso?”, “¿Cuándo pensás en tu hijo/a como una persona que precisa de
acompañamiento y apoyo, estás en mejores condiciones de pedirle lo que querés
que haga?”… “Si vos quisieras convencer a tu hijo/a de que realmente te preocupás
por el/ella, en cuanto a su excelencia académica ¿cómo harías para
demostrárselo?”. Estas preguntas podrían permitir una mayor consolidación de la
“nueva realidad”, orientando al consultante hacia percepciones y acciones que
reflexivamente sostengan la nueva construcción de la relación entre esta mamá y su
hijo/a.
Así, desde un punto de vista teórico, los efectos terapéuticos de las preguntas
reflexivas pueden estar mediadas por bucles extraños o bucles encantados. Las
preguntas en si mismas se realizan para sondear, estimular o perturbar la
construcción de la realidad del consultante, generando una actividad de tipo
reflexiva, y consecuentemente, la modificación que estratégicamente queremos
lograr, en la “conectividad” entre los significados del conjunto del sistema de
creencias y de los sistemas perceptivos/reactivos del consultante. Los efectos
específicos de las preguntas que se realizan, están determinados por el consultante y
no por el terapeuta. El cambio ocurre como resultado de las alteraciones en la
organización y estructura del sistema pre-existente de significados, que incluye a las
creencias y a los sistemas perceptivos/reactivos del consultante. Por ende el
mecanismo básico del cambio, no es el insight, sino la reflexividad.
Arriesgando una definición sobre las preguntas reflexivas diremos que son
preguntas que tienen la intención de facilitar la resolución de un problema o la
creación de una nueva “realidad” en la persona que consulta mediante la
activación de la reflexividad entre los significados dentro de los sistemas de
creencias y de las pautas perceptivo/reactivas del consultante, que le permitirá
generar o generalizar patrones constructivos de cogniciones y conductas.

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Conviene agregar que este tipo de preguntas no se definen sobre la base de un
contenido sintáctico o semántico determinado, sino que se refieren como reflexivas,
de acuerdo a la intención del terapeuta en utilizarlas o no. El proceso mediante el
cual las preguntas reflexivas se realizan se denomina cuestionamiento reflexivo,
este supone asumir una postura estratégicamente facilitadora y/o elicitadora de
nuevas construcciones en lugar de usar técnicas más directivas.

TIPOS DE PREGUNTAS REFLEXIVAS

Como el lector supondrá la variedad de preguntas que se pueden utilizar es


realmente importante. Es útil, por ende, presentar inicialmente a las preguntas
reflexivas en varios grupos diferentes: a) Preguntas Orientadas al Futuro, b)
Preguntas dentro de la Perspectiva del Observador, c) Preguntas Sobre el Cambio
Inesperado de Contexto, d) Preguntas que Incluyen Sugerencias, e) Preguntas de
Comparación Normativa, f) Preguntas que Producen Clarificación y Distinciones,
g) Preguntas que Introducen Hipótesis, h) Preguntas de Interrupción de Procesos, i)
Preguntas Presuposicionales, j) Preguntas Estratégicas. Aunque las preguntas que
están en estos grupos se pueden relacionar con uno o más de los conceptos básicos
enunciados, existe como se verá, cierta superposición. Para que las preguntas sean
consideradas reflexivas deberán ser analizadas en términos de la Teoría del MCS.

a) Preguntas Orientadas al Futuro

Se trata de un grupo extremadamente importante. Los pacientes con mucha


frecuencia están tan preocupados con las dificultades del presente o con los
problemas que han tenido en el pasado que la vida de muchos de ellos “no tiene
futuro”. Se enfocan tan poco en el tiempo por delante que el futuro se encuentra
sumamente empobrecido en relación a sus opciones y alternativas. La construcción
de “un futuro mejor” para consultantes que se debaten en un presente que no ofrece
salida o en un pasado inmodificable puede ser muy difícil, así como las respuestas
a este tipo de preguntas durante la sesión. Pero esta situación no debe detenernos en
hacer estas preguntas ya que frecuentemente el paciente “se las lleva a casa”
continuando el trabajo sobre ellas por si solo.
Existen varios tipos de preguntas orientadas al futuro. Las más sencillas y simples
son las que permiten el desarrollo de objetivos personales, familiares o de terceros.
Por ejemplo, uno puede preguntar a una mujer joven que no está conforme con su
trabajo como empleada en una gran tienda: “¿Qué planes tenés para llevar adelante
otro trabajo?... ¿Qué otra cosa consideraste?...¿Pensás que necesitarías más
capacitación?...¿Qué tipos de trabajos te serían útiles en lugar de tu trabajo
actual?...¿De qué manera podrías cambiar de trabajo?...¿Qué te parece razonable en
relación a eso el próximo año?”. Si el terapeuta piensa en una intervención más
indirecta puede preguntar sobre objetivos generales: “¿Cómo te vas a dar cuenta de
que tu objetivo se ha logrado?...¿Qué es lo que tu socio/a debiera hacer para
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mostrarte que completó lo que hablaron?...¿Qué cosa tendría que hacer para
convencerte?”. Al preguntar reflexivamente, el terapeuta no está tan interesado en el
contenido particular de las respuestas sino en el hecho de que el paciente comience
a preguntarse acerca de esas preguntas y pueda experimentar las implicaciones que
sus respuestas pudieran tener. Otras preguntas orientadas hacia el futuro siguen la
exploración de una evolución anticipada: “¿Qué tanto progreso pensás que podrías
tener en el próximo mes?...¿En seis meses?...¿Quién se sentirá más decepcionado/a
si no lográs lo que querés?...¿De qué modo manifestarías tu decepción si no lograras
lo que querés?”. Si el terapeuta quiere acentuar posibles consecuencias que podrían
aparecer si algunas pautas continuasen, podría preguntar: “¿Si tu esposo continuase
mostrando su desagrado en la manera en que lo hace ahora, qué esperarías que pase
con la relación?...¿Y dentro de 1 año?...¿Qué tipo de relación entre tu esposo y tu
hija se daría entonces?”. El evaluar sobre expectativas catastróficas es una manera
de facilitar la exposición de cuestiones que tal vez se preferirían ocultar,
planteándolas más abiertamente. Por ejemplo se puede preguntar a un padre
sobreprotector: “¿Qué es lo que usted teme cuando su hija sale y vuelve tarde a la
noche?...¿Cuál es la peor cosa que se le viene a la cabeza?...¿Qué cosas podría ella
hacer que lo hace no poder dormir durante la noche?” (2). Si la persona esta siendo
reticente a ser abierta se pueden explorar posibilidades hipotéticas: “Si usted
hablara con su hija y le confesara sus temores de que pueda quedar embarazada,
¿piensa que ella podría tomarlo como una falta de confianza en usted?...¿Cómo una
intrusión a su privacidad?...¿O podría considerarlo como una prueba de su
preocupación como padre?...Si tiene temores de que ella se meta en problemas de
drogas o de alcohol, ¿el contarle eso a su hija colaboraría para empezar a hablar del
asunto?”. Preguntas adicionales pueden ser usadas para sugerir futuros constructos
y/o planes de acción: “Si usted decidiera que realmente no puede controlar la
conducta sexual de su hija, y cree que ella tiene que conocer más sobre los riesgos
de quedar embarazada, el sugerirle que vea a un/a ginecólogo/a para implementar
planes de anticoncepción, ¿podría tomar eso como un permiso para la promiscuidad
sexual o cómo una muestra de colaboración hacia ella para que sea más
responsable en relación a su vida y su conducta?...Si se indigna o incluso se pone
furiosa cuando algún chico la quiere forzar a tener intimidad, ¿se sorprendería?”.
Las preguntas orientadas hacia el futuro que introducen posibilidades hipotéticas
permiten que el terapeuta comparta sus ideas en el proceso de co-crear un futuro
junto al consultante. Pueden usarse para lograr generar posibilidades que antes no se
tuvieron en cuenta: “¿Te podés imaginar que, teniendo en cuenta el hecho de querer
estar siempre con tus amigos, con la posibilidad de mejorar todavía más tus
habilidades para comunicarte, eso mismo te podría servir mucho para hacer
promociones?…

(2) Este tipo de preguntas se parecen, aunque desde una perspectiva diferente a la técnica de la “peor fantasía”,
desarrollada por el equipo de Terapia Estratégica de Arezzo.

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Con la habilidad que tenés para comunicarte con otros, ¿cómo te parece que te iría
como vendedora?...¿cuánto te parece que sacarías en un test de “relaciones
humanas?...Este tipo de test, ¿está disponible en tu escuela?...¿en donde podrías
conseguirlo?”. Lo más interesante acerca de las preguntas hipotéticas sobre el
futuro es que ofrecen oportunidades ilimitadas para la imaginación creativa del
terapeuta. El formato de las preguntas puede ser usado para introducir historias y
plantear dilemas: “Imaginemos que su hija comienza a estar de novia con un chico
que le gusta mucho, y que él protege tanto que intenta por todos los medios el
convencerla que deje de tomar alcohol o fumar, ¿ustedes creen que su hija estará
más dispuesta a escuchar sus consejos más que los suyos como padres?...Qué es lo
que harían, ¿le prohibirían el salir con un chico así o la alentarían a pasar más
tiempo con él?”.
Las preguntas también pueden usarse para introducir esperanza y generar
optimismo: “Cuando ella empiece a responsabilizarse más por si misma, quién va a
ser el primero en notarlo?...¿Quién será el primero en sugerir que el cambio
merezca una celebración?”.

b) Preguntas desde la Perspectiva del Observador

Este grupo de preguntas se basan en la asunción de que el ser el observador de un


determinado fenómeno o patrón es un paso inicial para ser capaz de actuar en
relación a él. Por ejemplo, es imposible el empatizar con otra persona cuando uno es
incapaz de hacer algunas observaciones sobre lo que puede considerar la
experiencia del otro. Adicionalmente, cuando una persona no puede reconocer que
está inadvertidamente hiriendo a otra y a sí mismo/a en el proceso, no va a poder
corregir su propia conducta teniendo sólo “buena voluntad”. Las preguntas desde la
Perspectiva del Observador se orientan hacia el mejorar la habilidad del paciente en
distinguir mejor las conductas, los eventos o patrones que no pudieron haber sido
distinguidos todavía , o bien el ver el significado de ciertas conductas y eventos a
través de su relación con otros patrones de interacción que se lleven adelante. Al
realizar este tipo de preguntas el consultante puede “abrir los ojos” y desarrollar una
nueva perspectiva de su situación. Se pueden, de hecho, realizar intervenciones más
directivas en lugar de hacer este tipo de preguntas que “contienen la mitad de la
respuesta”, favoreciendo una dinámica más indirecta; pero las ventajas de este tipo
de preguntas es, primero, que estimulan a los consultantes a desarrollar mejores
habilidades de observación cuando se les pide que se reflejen sobre sus propias
conductas e interacciones. En segundo lugar, cuando han realizado nuevas
distinciones, experimentan esos recursos observacionales en ellos mismos,
pudiendo desarrollar más confianza en su propia capacidad de mejoría.
Consecuentemente esto promueve una menor dependencia en el terapeuta y la
terapia.
Las preguntas bajo la perspectiva del observador pueden hacerse a una persona para
aumentar su nivel de atención, esto es para llegar a ser un mejor observador de si
mismo: “¿Entonces, de qué manera vos reaccionaste?...¿cómo interpretás la
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situación que disparó estos sentimientos?...Cuando vos respondiste de la manera en
que lo hiciste, ¿cómo te sentiste acerca de tu reacción?...¿Qué otra cosa podrías
haber hecho?...Si hubieras tenido la oportunidad, ¿qué otras cosas hubieras hecho
de manera diferente?...¿qué ves de positivo acerca de lo que le pudiste decir?”. Las
preguntas acerca de las experiencias de otros pueden animar la atención de las
personas que participan de las experiencias del consultante: “Qué fue lo que el/ella
pensó de eso que pasó?...¿Qué es lo que imaginás que siente cuando se mete en una
situación como la que describís?...¿Cuando piensa de esa manera, cómo se siente?”.
A veces estas preguntas se conocen como “preguntas de lectura de la mente”.
Pueden elaborarse un poco más para explorar la percepción interpersonal : “Que es
lo que piensa que vos pensás que pasa cuando amenaza con intentar
abandonarte?...Si él tenía la impresión de que vos veías que no estaba tan triste
como decía y que solamente amenazaba con abandonarte para llamar la atención,
¿pensás que eso lo llevaría a tener más valor para abandonarte o menos?”. Las
preguntas para explorar las interacciones interpersonales se centran en los patrones
de conducta y pueden incluír o excluír a la persona a la que se le pregunta. Son
útiles para indicar la recursividad de las pautas de interacción en relaciones
diádicas, triádicas o más complejas. Por ejemplo, para ayudar a una mujer que está
conviviendo con su pareja: “Qué es lo que hacés cuando él se siente deprimido y se
retrae?...Y cuando vos te sentís frustrada y enojada, qué es lo que él hace?”. Es más
fácil para una pareja el interrumpir esta pauta cuando pueden ver la naturaleza
circular de la misma que cuando se limitan a ver sólo su propia reactividad. Los
“cuestionamientos triádicos” exploran las pautas de conductas interpersonales que
no incluyen las personas a quienes les hacemos la pregunta, permitiendo que ésta
sea un observador más neutral: “Cuando tu papá empieza a discutir con tu
hermana, que es lo que hace tu mamá?...¿Se mete en la discusión o se mantiene
lejos de ella?...¿Cuándo se mete en la discusión suele elegir el lado de tu papá o el
de tu hermana?...Cuando elige el lado de tu hermana, ¿qué es lo que hace tu
papá?...¿Se siente traicionado por ella o le agradece, de alguna manera, el que lo
ayude a darse cuenta de haber ido muy lejos?”.

c) Preguntas Sobre el Cambio Inesperado de Contexto

Cada cualidad, significado, o contexto puede ser visto como una distinción hecha en
contraste con otras cualidades, significados, o contextos. Cuando trazamos una
distinción determinada frecuentemente enmascaramos su lado complementario o su
opuesto. Es fácil en ocasiones el recordar que “lo malo” existe sólo en relación con
“lo bueno” y que la pena y la desesperación existen sólo en contraste con la alegría
y la esperanza. Las preguntas realizadas para provocar un “Cambio Inesperado de
Contexto” se basan en mostrar qué fue lo que no se ha visto o se ha perdido del
campo del observador, lo que permanece cerrado a nuevas perspectivas. Un subtipo
de estos cuestionamientos es el explorar contenidos que sean opuestos. Por ejemplo,
una mujer se queja acerca de su “depresión”. Explica de qué manera ha tenido que
afrontar la enfermedad de muchos de sus familiares de su familia nuclear y extensa
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en los últimos años. La mujer ha estado muy preocupada por estas enfermedades y
su desánimo es fácil de entender. Una serie de preguntas reflexivas intentará
disparar una transformación: “Cuando fue la última ocasión en que la pasaron bien
con su esposo?...¿Qué es lo que en estos días usted encuentra lindo o agradable de
hacer?...¿Qué tipo de cosas celebran y por que motivos?...¿Y junto con toda la
familia, o los amigos?...¿Qué tipo de cosas le gustan a usted más?”. La mujer
comienza a darse cuenta que, junto con su esposo, están todavía vivos, que tienen
una buena casa, un ingreso razonable, y así sucesivamente. En la próxima sesión tal
vez nos diga que planearon un viaje con su esposo “por primera vez en años”, lo
que promueve un mayor dinamismo sobre la pauta de estancamiento con la que la
paciente venía a consultar.
Otra forma de realizar este tipo de preguntas es el explorar un contexto opuesto:
supongamos que un paciente se queja de las discusiones y peleas entre sus
hermanos, (dando por descontado que no le gusta participar de ellas) “¿A quién de
tus hermanos le gusta pelear más?...¿Quién se sentiría peor, como si algo le faltara,
si las peleas se detuvieran?...¿Si en lugar de pelear en la cocina de la casa salen a
pelear a la plaza de enfrente, quién iría?...¿Si pusieran un despertador cuando están
empezando a pelear, media hora más tarde, y estuvieran de acuerdo en empezar a
pelear después de que suene la alarma, ¿seguirían con ganas de pelear media hora
después?”.También podemos explorar un significado opuesto: “¿Quién de los hijos
que más se pelean con usted, (imaginemos un padre alcohólico que discute con sus
hijos) podrá reconocer que se enoja porque se preocupa mucho por su situación
más que preocuparse poco por ella?” También podemos preguntar para explorar la
necesidad de conservar el status quo: “Asumamos que existe una razón muy
importante para que vos colabores en que las cosas continúen de esta manera, ¿qué
razón podría ser esa?...¿Qué es lo que pasa en tu matrimonio que precisa que se
continúe con este tipo de conducta?..¿Qué otro serio problema pudiera ésta
dificultad estar solucionando o prevenir de ser solucionada?”. Esta última pregunta
es, de hecho, una manera de analizar nuevos problemas que estén ocultos bajo el
problema presentado.
Estas preguntas también se pueden usar para introducir confusión paradójica:
“¿Qué tan bueno sos en mentirle a tus amigos?...¿Cómo es que te descubrieron tan
rápido?...¿No sos capaz de mentir mejor que lo que lo hiciste?”. Lo que estas
preguntas implican genera una paradoja: el mentir es bueno, pero luego es malo;
que te descubran mintiendo es malo, pero luego es bueno. Con cuidado, estas
preguntas pueden ser incluso usadas para detener impulsos temidos, de manera
transitoria: “¿Cómo es que no te suicidaste todavía?...¿Qué ideas y pensamientos
precisan desaparecer?...¿Hay un conjunto de maneras de actuar que precisan ser
destruídas y enterradas?”. Cuando hacemos estas preguntas a una persona que se
encuentra atrapada en medio de pensamientos suicidas, las mismas se pueden
revelar como liberadoras, facilitando una re-evaluación de la situación.

d) Preguntas que Incluyen Sugerencias

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Este tipo de preguntas son útiles cuando precisamos llevar al paciente a ser más
específico. En cada pregunta, el terapeuta incluye contenidos que lo llevan a
direcciones que considera potencialmente conducentes. Sin embargo cuando se
empuja al paciente demasiado, poniéndose rápidamente a hablar de la solución del
problema y no del problema en sí, estas preguntas se vuelven rápidamente
estratégicas. Esto a veces promueve algunas resistencias en algunos pacientes que
“no se sienten comprendidos”; este tipo de dificultades puede minimizarse si
rápidamente se adopta una postura de neutralidad terapéutica y se acepta el
problema presentado por el paciente de la manera en que él/ella elija, volviendo
luego a trabajar sobre el lado de la solución.
Una amplia variedad de sugerencias pueden integrarse en las preguntas. Por
ejemplo, uno puede incluír una reformulación: “Si, en lugar de pensar que él es un
cabeza dura, que no te hace caso, vos pensaras que en esa ocasión estaba
confundido, tan confundido que ni siquiera se dió cuenta de que estaba confundido
y que simplemente no pudo entender lo que necesitabas de él la mayor parte del
tiempo, ¿cómo te imaginás que podrías haberlo tratado?”; incluír una alternativa de
acción: ”Si, en lugar de retraerte o de alejarte cuando se muestra triste, vos
simplemente te sentás junto a ella o tal vez incluso ponés tu brazo alrededor de su
hombro, que es lo que haría?...¿Si vos permanecieras por unos minutos junto a ella
con tranquilidad y cuidado más allá de su rechazo inicial, ¿estaría más dispuesta a
aceptar tus cuidados y a considerarlos como una iniciativa genuina?; podemos
sugerir conductas, (en relación a una chica con anorexia): “¿En qué momento
decidiste dejar de comer?...Cuando decidís dejar de comer, ¿sobre que cosas estas
protestando como si hicieras una huelga?”; sugerir una disculpa: “Si, en lugar de
no decir nada y evitarla, vos admitieras que cometiste un error y te disculparas, ¿qué
es lo que vos pensás que podría suceder?”; sugerir perdón: “Cuando llegue el
tiempo en que estés listo para disculparte, ¿se lo vas a decir “susurrando” o vas a
ser más explícito acerca de eso?...¿Hasta que punto vas a estar dispuesto a
perdonarte a vos mismo?”.
Cualquier pregunta puede ser analizada post hoc conteniendo una o más
sugerencias, siempre que se utilice la reflexividad como premisa y el intento
terapéutico de su uso en tal sentido.

e) Preguntas de Comparación Normativa

Las personas que nos consultan tienden a verse a si mismos como “enfermos, o
anormales” e inevitablemente anhelan volver al reino de los “normales”. Tanto la
psiquiatría tradicional, como muchas escuelas de psicoterapia, utilizan principios
explicativos que incluyen diagnósticos de todo tipo o procedimientos correctivos
que terminan generando lo que Hobbes escribió en Behemoth, “La profecía es
muchas veces la causa principal de los eventos que se predijeron”. Cualquier
terapeuta puede tomar ventaja de esta situación y ayudar al consultante a encontrar
pautas de conducta más sanas mediante preguntas que permitan hacer
comparaciones que resulten relevantes permitiendo la normalización. Por ejemplo,
11
si el conflicto está suprimido en la relación de una mujer de edad mediana, uno
puede hacer preguntas para trazar contrastes con una norma social
determinada:”¿Usted cree que tiene una mayor tendencia a hablar de lo que
funciona mal, que la mayoría de las parejas, o menos?....”¿Conoce alguna pareja en
la que sus miembros sean capaces de expresar su frustración y rabia
abiertamente?...¿Puede imaginar que encuentran útil el expresar si están frustrados
para poder clarificar cuestiones que subyacen y son importantes?”. Las preguntas
también pueden ser usadas para denotar un contraste con una norma de desarrollo:
“En muchas familias en esta etapa de la vida, los chicos están más cerca de sus
padres. ¿Qué es lo que mantiene a su hijo tan cerca de su mamá?”; o un contraste
con una norma cultural: “Si usted perteneciera a una familia que no tuviera raíces
italianas, por ejemplo, una que provenga del centro de Europa, ¿piensa que habría
menos relación entre su esposa y su hijo?”. Este tipo de pregunta, por ejemplo,
intenta normalizar una pauta muy extendida de sobre-involucración de las madres
sobre la vida de los hijos, evidenciable en muchas familias mediterráneas, llamando
la atención y conectando significados de bajo nivel con patrones culturales de nivel
más alto, proporcionando cambios en la organización reflexiva del paciente en
cuanto a sus sistemas de creencias.
Otras preguntas apuntan a la normalización social: “Muchas personas tienen
problemas para manejar la bronca, ¿Cuándo fue la primera vez en que tuviste la
misma dificultad?”; a la normalización del desarrollo, “Como muchas mujeres
eventualmente deben luchar con el problema de los chicos que abandonan el hogar,
¿a quién conocés que pudiera entender tu situación de mejor manera ya que han
pasado por una situación similar?...¿Qué tipo de papás vos crees que tienen estas
dificultades?”.
Puede ser útil para el terapeuta el pensar en cómo generar un proceso de
normalización inclusiva cuando hacemos preguntas para facilitar el sentido de
pertenencia de una persona que se siente mal. Por ejemplo, cuando una persona
tiene ideas suicidas, uno puede preguntarle a otra persona con la que el paciente ha
venido (vale aclarar que no se insistirá lo suficiente en tratar los casos de depresión
severa o las situaciones en donde el suicidio puede ser una salida, utilizando
procedimientos familiares o interaccionales): “¿Podés imaginarte que ella se siente
aislada y desconectada de casi todos cuando piensa en suicidarse?...¿Se
sorprendería tu esposa en encontrar que muchas personas tienen pensamientos
suicidas en algún momento de sus vidas?...Digamos que uno de sus amigos le
confía a ella que también tiene a veces ideas suicidas, ¿pensás que ella le
creería?...Digamos que un conocido de hecho intentó suicidarse en una ocasión,
¿pensás que ella se sentiría impresionada?...Si ella supiera lo común que estos
problemas son, ¿hablaría de ellos con mayor facilidad?...¿Te sentirías sorprendido si
alguna vez le pregunta a alguien de que manera pudo manejar una dificultad
semejante?...¿Qué es lo que imaginás que ayuda a las personas que no sea el
suicidarse?”. Al hacer estas preguntas a otras personas en presencia de la persona
que ha hablado de suicidio, podemos darle más espacio para enriquecer el tema y
sus implicancias. Esto es especialmente deseable cuando las expectativas sociales
12
en cuanto a una respuesta explícita de una persona que se encuentra aislada puede
inadvertidamente generar más alienación.

f) Preguntas que Producen Clarificación y Distinciones

El proceso de clarificar algo o realizar distinciones puede tener implicaciones muy


importantes en cualquier procedimiento que intente modificar el sistema de
creencias que la persona que consulta tenga. Estas implicaciones pueden ser
especialmente importantes cuando existe una considerable confusión acerca de
cuestiones relacionadas con el problema presentado. Por ejemplo, es de esperar que
cuando lo que se atribuye como la causa de algo no sea claro, la posibilidad de ser
consistente en solucionar el problema clínico presentado hará que la tarea sea, tal
vez, más difícil de sobrellevar.
Se pueden clarificar categorías: “Cuándo estás por tener un ataque de pánico,
¿tenés miedo de volverte loco o de morirte?...Cuando recibís ayuda porque tenés
miedo, ¿te sentís bien después de recibir la ayuda?...En relación al problema de los
vómitos (a una chica bulímica), ¿creés que el problema es temer engordar o hacer
dietas muy estrictas?”; clarificar secuencias: “Tomaste las pastillas (en relación a
una sobredosis) antes o después de la discusión acerca de abandonar la
casa?...Cuando empezás a discutir con tu esposo, ¿cuál de tus hijos es que primero
trata de evitar que peleen?”; y para clarificar dilemas: “¿Qué cosa es más
importante para vos, tener una gran carrera y ser exitoso en ella, o tener una rica
vida familiar?...Si por algún motivo no podés tener las dos cosas, ¿en cuál de ellas
preferirías invertir tu tiempo y energías?”. Las preguntas que intentan
clarificaciones operan separando los componentes de una pauta dada, por ende
reducen su vaguedad, o conectan elementos en una pauta que crea nuevas unidades
que permiten distinciones. Un ejemplo de esto puede ser la introducción de
metáforas: “Cuando evitás hacer lo que quisieras, me hacés recordar a una poesía de
Fernando Pessoa: “Llevo en mí las cicatrices de las batallas que no he librado…”, a
lo que agregaría que “esas heridas parecen tardar mucho más en sanar…¿qué podés
decirme de lo que pasa cuando evitás hacer lo que querés?”.
Pero las distinciones pueden ser útiles también de otra manera. Cuando una persona
se ha detenido en un problema determinado por un tiempo prolongado, será
razonable el considerar que esa misma persona se encuentra teniendo demasiadas
certezas o mucha claridad acerca de algo. El terapeuta podrá abrir nuevos terrenos
al identificar las suposiciones que subyacen invitando a la persona a tener
incertidumbres: ¿Durante cuánto tiempo tuviste estas ideas?...¿Cuándo empezaste a
pensar de esta manera?...Si pasara que te das cuenta de que cometiste un error,
¿cómo te darías cuenta?...¿Cuánto tiempo te tomaría el ver que esta situación no es ,
de hecho, ser lo que parece?...Si vos no supieras qué es lo que mantiene este
problema activo, ¿quién sería el primero en ver que no podés ver con
claridad?...¿Hay alguien que te esté tratando de convencer de que tus opiniones
estaban erradas?...¿Podrías invitar a alguien más para que te ayude a ver lo que vos
no podés ver?...¿A quien le tenés el suficiente respeto para creerle, si tuviera ideas
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diferentes de las tuyas?...¿Qué otros datos te harían falta para decidir si lo que
pensás va a ser útil?”. Para que las preguntas sean reflexivas, se debe usar un tono
de neutralidad y una postura terapéutica de aceptación. De otra manera estaríamos
confrontando estratégicamente.

g) Preguntas que Introducen Hipótesis

Todo proceso debe tener explicaciones tentativas que sirven para orientar y
organizar la tarea del terapeuta. Es razonable, por ende, asumir que estas mismas
hipótesis sean útiles para que los consultantes movilicen sus propias capacidades de
resolución de problemas. Si la hipótesis que formulamos y tratamos de “comprobar”
con el paciente no resulta ser efectiva, es importante no perseverar en el error y
plantear hipótesis alternativas. A la vez es recomendable pedir al consultante su
propio listado de hipótesis para promover explicaciones que enriquezcan los
planteos que desarrollamos; a eso nos dedicamos cuando introducimos hipótesis
heurísticas bajo la forma de preguntas. Si las hipótesis “encajan” y son coherentes
con la experiencia del paciente seguramente provocaremos modificaciones ya que
trabajaremos con una serie de contenidos que son compatibles con el sistema
perceptivo-reactivo de este. Si no es así la elaboración de hipótesis es una tarea co-
creativa que permite un entendimiento mayor de la situación.
Se puede preguntar para revelar recursividad: “Cuando vos te enojás y ella se retrae
y cuando vos te retraés y ella se enoja, ¿qué es lo que hacen los chicos?”; para
revelar mecanismos de defensa: “Cuando él no puede tolerar su propia vergüenza y
su culpa, y en cambio se enoja con vos, ¿qué es lo que imaginás que le podría servir
para reconocer y aceptar su dolor?”; para revelar respuestas problemáticas: “Si el
se enoja para no mostrar su preocupación y su vulnerabilidad y vos no podés ser
capaz de llegar a hablar con el de su pena, que pensás, ¿él te ve como si lo
estuvieras dañando y agrediendo, o te ve como alguien que se protege, o tal vez
como alguien paralizada por el miedo?”; para revelar necesidades básicas: “Para
crecer y madurar con naturalidad, qué tipo de protección y nutrición tu hija
necesitaría más?...¿Mayoritariamente más espacio físico y emocional para existir y
expresarse?...¿Proveerse de más confort y apoyo?...¿El que vos le des mejores
direcciones y guía?; y para revelar motivaciones alternativas: “En la búsqueda de
un compañero, ¿qué es lo que pensás tu mujer estaba intentando
encontrar?...¿Esperaba encontrar un compañero para ella misma, un padre para sus
hijos, alguien que la sostuviera económicamente a ella y a sus hijos, alguien con
quien vivir una sexualidad más intensa, o qué?”. Las preguntas también pueden ser
hechas de manera paradójica para revelar los peligros de un posible cambio: “Si tu
esposo se viera forzado a aceptar su propia contribución a tu depresión, aún sólo
ante sí mismo, ¿cómo te parece que lo podría manejar?...¿O te lo imaginás a él
sintiéndose culpable e intentando enmendar la situación de alguna manera?”. Se
debe tener en consideración que el incluír una hipótesis sistémica dentro de una
pregunta reflexiva es a veces muy complejo, en esas ocasiones el terapeuta
explicitará su hipótesis de la manera habitual, como una declaración: “Mientras
14
hablaba yo estaba pensando en una explicación de esto que le pasa, y se me ocurrió
esta hipótesis que no es la única verdad, claro, sino solo una hipótesis entre
tantas….”.
También podremos hacer hipótesis acerca de un impasse terapéutico: “Digamos que
me resulta imposible el serte de ayuda porque lo que yo puedo plantear,
automáticamente tiende a descalificar tu sentido de suficiencia y autonomía, ¿qué es
lo que harías?...Si yo decidiera que sólo vos podrías determinar si la continuación
de la terapia pudiera serte útil o no, ¿vos podrías aceptar tomar esa decisión?”.

h) Preguntas de Interrupción de Procesos

Este tipo de preguntas puede usarse para interrumpir ciertas secuencias dentro del
proceso de la entrevista. Uno puede como en el caso de una persona que se esté
quejando de algo, preguntar para exponer el proceso que se desarrolla: “Cuando
vos estás en tu casa, ¿te quejás de lo mismo y de la misma manera como lo hacés
acá?...¿O a lo mejor te quejás más y rompés alguna cosa?...Cuándo lo hacés, ¿quién
de las personas que viven con vos intervienen?...¿Quién trata de ayudar?”. A
medida que la persona va respondiendo las preguntas que le hacemos va tomando
una perspectiva como observador que le ayuda a detener el proceso. Las quejas y
demandas van reduciéndose sin que le pidamos al consultante directamente que se
serene, lo hace reflexivamente.
El foco de estas preguntas puede ser también el reflejarse en la relación
terapéutica: “¿Pensás que tu mujer se puede haber sentido ofendida por la manera
en que les hice estas preguntas?...¿Podría ser que me encontré atrapado en ver
solamente lo que tu mamá evalúa de esta situación?”. En ocasiones el terapeuta
puede querer usar las preguntas para realizar un comentario terapéutico indirecto:
En el caso de una persona que se muestra reacia a compartir cierta información, se
puede preguntar: “Yo sé que vos nunca harías esto, pero imaginemos que le contás
a un amigo tuyo todo lo que te pasa, lo que sucede en tu casa, en tu matrimonio,
etc., ¿quién te parece que se sentiría peor si vos hablaras de eso?, ¿Hay alguien que
no estaría de acuerdo en cómo planteas vos las cosas?”. Esta pregunta puede
“correr” el foco que inmoviliza el continuar la sesión, ya que, la terapia es un
contexto diferente. Se pueden realizar preguntas para minimizar reacciones remotas
o a futuro: “Si vos le dijeras a él, en tu casa, lo que hemos hablado hoy, ¿pensás que
podrías tener miedo de la reacción de él, y que él pudiera querer terminar la
relación?...”Si quisiera terminar la relación, ¿lo admitiría debido a lo que pudiste
ver aquí?...”¿O lo consideraría con menos dramatismo pudiendo ponerse en tu
lugar?”. Finalmente, la preguntas que facilitan la llegada de la terminación del
tratamiento: “¿Alguna vez te preguntaste si el continuar con la terapia pudiera, de
hecho, interferir con tu habilidad de aprender cómo encontrar soluciones por vos
mismo/a?...Si la terapia se interrumpiera, ¿cómo te las arreglarías para seguir de
manera independiente?...¿Alguna vez te hiciste a vos mismo/a el tipo de preguntas
que hemos hablado aquí?”.

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i) Preguntas Presuposicionales

Tienen como finalidad hacer preguntas dando por sentado que algo de lo que
preguntamos, efectivamente se ha cumplido y que un cambio ha tenido lugar.
Obliga a los pacientes a revisar qué cosas han cambiado desde la última entrevista,
mostrándole que el cambio es posible. Podemos hacer preguntas generales sobre el
cambio: “¿Qué cambió desde la última vez que nos vimos?...¿qué notaste de
diferente en la conducta de tu hijo… en las respuestas de tu esposo… en tu propio
desempeño frente a lo que sentis temor?”. Se invita al paciente a que pueda ver
aunque sea pequeñas modificaciones entre el último encuentro y el actual; cuando el
consultante identifica esa modificación procedemos a ampliarla. Podemos
preguntar también sobre un futuro posible en donde ya no exista el problema que
trajo al paciente a la consulta: “¿Cómo seria tu vida si el problema que te trajo a la
consulta no existiese?...¿Qué cosas harías diferente?...¿Qué planes tendrías a partir
de eso?...¿Si tu mamá no intentara corregir tus iniciativas cuando tratás de hacer
algo que ella considera incorrecto, ¿cómo harías para hacer lo que planificaste?”
Asimismo, podemos trabajar sobre las excepciones, éstas se pueden definir como
la falta de aparición de la conducta problema; son percepciones, conductas, ideas o
sentimientos que contrastan con la queja-problema, teniendo la potencialidad de
llevar a una solución si son convenientemente ampliadas.
Contrariamente a la mayoría de las escuelas de psicoterapia que asumen que las
excepciones se desarrollan a partir de la intervención terapéutica, este tipo de
preguntas presuponen que dichas excepciones se vienen desarrollando antes del
inicio del tratamiento, estas preguntas permiten el descubrimiento de dichos
cambios.
En trabajo con excepciones se lleva adelante mediante cinco pasos diferentes:
1) Elicitar
Consiste simplemente en nombrar el tema de las excepciones, se pude lograr esto de
varias maneras: preguntando por el cambio pre-tratamiento, “Se suele ver con cierta
frecuencia que los problemas por los que nos consultan algunos pacientes mejoran
entre la llamada telefónica y la primera entrevista; ¿qué mejoría notaste?, ¿qué parte
de lo que querés que pase ya empezó a producirse?”. Si el paciente
espontáneamente ha comenzado a describir una excepción se puede preguntar:”Me
decías que, de hecho, ya se ha comenzado a…¿me lo podés explicar un poco más?”.
2) “Marcar” la excepción
Se trata de que la excepción no pase desapercibida, que cobre relevancia ante los
ojos del paciente y que suponga una “diferencia que marque una diferencia”, en
definitiva que agregue información en el sistema. Para lograr eso podemos decir:
“Supongo que no te fue fácil dar ese paso, ¿te sorprendió a vos misma la capacidad
de actuar de manera tan decidida?...¿cómo te explicás que lo consiguieras?”.
3) Ampliar
Cuando a través de las preguntas identificamos la excepción y la señalamos, nos
interesará hacerla más amplia. La idea central es que los consultantes hablen de
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estas excepciones el mayor tiempo posible y que den los detalles de lo sucedido.
Las preguntas que se desarrollan sirven para ampliar transversalmente, esto es
hacernos una idea de lo que sucedió, donde, cuando y quienes estaban
involucrados. Nos interesa la perspectiva de terceras personas, “¿Cómo reaccionó
tu mujer cuando le dijiste eso?...¿Cómo respondiste vos?...¿Qué reacción tuviste
cuando viste que ella y tu hijo hacían las paces?...Cuando pasó eso, ¿quién fue el
que se sorprendió más?...¿y el segundo que se sorprendió más?”. Cuando
ampliamos longitudinalmente, reconstruímos la secuencia de los hechos en el
tiempo, qué sucedió antes de la excepción, qué pasos previos hubieron, que sucedió
el resto del día de la excepción, etc. “¿Cómo hiciste para salir de tu casa e ir al
trabajo, después de saber que tenías que dar esa conferencia?...¿Cómo lograste tener
valor y no evitar hablarle?...¿Qúe pensaste, hiciste, o programaste, antes de hablar
con quien tenías que hacerlo?...Cuando terminaste la entrevista con él, ¿cómo te
sentiste?...¿lo que habías imaginado antes, se cumplió o sucedió otra cosa?”.
4) Seguir
Este último paso consiste simplemente en preguntar qué otras excepciones han
habido: qué más cosas han ido bien, en qué otras ocasiones se han dado
circunstancias que no eran las previstas, etc. Es importante recordar que no es
aconsejable continuar con nuevas excepciones a menos que la última de ellas haya
sido correctamente marcada y ampliada; si no lo hacemos así se corre el riesgo de
“divagar” sobre muchos sucesos sin profundizar los que consideramos
convenientes.
También podemos efectuar este tipo de preguntas operando reflexivamente en un
marco temporal dado, por ejemplo sobre el pasado, “Me pregunto que sucedería si,
teniendo en cuenta, todas las cosas que te han pasado, las dificultades que tuviste
que atravesar y las personas que te han tratado tan mal, vos tuvieses la oportunidad
de comenzar a ver todo eso o a considerar eso de otro modo, no te pido que lo
hagas ahora, sólo que lo consideres, hasta incluso poder llegar a sentir de manera
distinta, ¿podría eso ayudarte a sentirte mejor?”. De igual manera podemos operar
reflexivamente sobre el futuro, “Teniendo en cuenta que las cosas que tenés que
enfrentar a veces te pueden asustar, incluso hasta te pueden paralizar, me
preguntaba si alguna vez tuviste en cuenta qué pasaría si eso que te asusta tanto
intentaras tenerlo presente todo en tiempo que puedas, tratar de no evitarlo como
casi siempre lo hacés, tal vez, ir un paso adelante del miedo, ¿qué se te ocurre que
pasaría si hacés todo lo contrario de lo que viniste haciendo hasta ahora, e incluso
buscaras sentir miedo?”.

j) Las Preguntas Estratégicas

Bajo esta denominación encontramos no sólo una manera de preguntar que tiende a
influenciar al consultante de una manera específica, sino que intentamos realizar
preguntas que sean predominantemente correctivas. Las mismas se basan en la
asunción de que la interacción instructiva es posible; se persiguen entonces una
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serie de objetivos específicamente deseados. El terapeuta se comporta como un
maestro, un instructor o un juez, contándole al consultante cómo se ha comportado,
y de qué manera se debiera comportar (por supuesto que de manera indirecta a
través de las preguntas). Sobre la base de una serie de hipótesis, formuladas en base
al problema presentado, el terapeuta concluye que hay algo “malo” que deberá
corregirse de manera “correcta”. Lo directivo de este tipo de intervenciones puede
encubrirse, ya que el planteo correctivo se lleva adelante bajo la forma de una
pregunta, transmitiéndose a través de diferentes contenidos, contextos, tempos y
tono de la voz, lo que atempera el impacto interpersonal que éstas tienen en
ocasiones. Algunos consultantes pueden ofenderse con este tipo de preguntas, pero
otros las encuentran compatibles con sus patrones usuales de interacción.
Si estamos tratando a un hombre con depresión, junto con su mujer, el terapeuta
puede formular las siguientes preguntas: “¿Por qué no le hablás a él en lugar de
hablarle a los chicos sobre los problemas que tenés?...¿No te gustaría dejar de estar
tan preocupada por ellos y empezar a hacer lo que hablamos?...”¿Qué pasaría si la
semana que viene, a las 8 de la mañana le empezás a sugerir que se responsabilice
un poco?...¿Cómo es posible que no te esfuerces un poco más en levantarle el
ánimo?... O decirle a él, “¿Podés ver cómo tu retraimiento lleva a tu mujer frustrarse
y desanimarse?...¿Podés ver como el irte a la cama en lugar de hablar sobre lo que
te molesta está llevando a tu familia preocuparse cada vez más?...¿Este hábito de
excusarse y explicar todo es algo nuevo?...¿Cuándo te vas a empezar a ocupar de tu
propia vida y buscar un trabajo?”, y asi. Parece claro que, comparativamente
hablando, las preguntas estratégicas son útiles cuando queremos movilizar un
sistema que se encuentra “trabado”, pero mucho ímpetu puede lesionar la alianza
terapéutica, de manera que nunca se insistirá lo suficiente en recordar que el llevar
adelante movimientos estratégicos suele ser aceptado de mejor manera por los
consultantes si se realiza mediante preguntas, que “invitan” o “sugieren” aquello
que buscamos hacer.

COMENTARIOS FINALES
Como el lector ha podido comprobar (si resistió el llegar hasta aquí), las preguntas
reflexivas se centran en la asunción de que la influencia terapéutica sólo ocurre, o es
posible, indirectamente, a través de la perturbación de procesos circulares pre-
existentes en el consultante. Si en cambio, asumimos que la interacción instructiva
es posible, haremos “preguntas estratégicas”.
El uso de este tipo de preguntas no es algo nuevo ni original. Cualquier terapeuta
experimentado ha realizado éstas u otras preguntas con frecuencia, seguramente
desde hace mucho tiempo. El presente artículo ha tenido como finalidad el
ocuparnos de estas intervenciones a partir de las recomendaciones de muchos
autores que estudian el proceso de conducción de una entrevista sistémica,
intentando llamar la atención sobre su utilidad en el “setting” individual.

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Un segundo grupo de preguntas estratégicas, inserto en el contexto de la Terapia
Sistémica Estratégica, que incluye un tipo específico de dialogo terapéutico, será
expuesto en la Parte II.

Bibliografía

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