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(1930 – 1939)
En octubre de 1929 se inicia, en Estados Unidos, una gran crisis del sistema capitalista que luego se
extendería por todo el mundo. La causa de esta crisis fue la superproducción, hecho que generó la
caída de la Bolsa de Valores de Nueva York la cual trajo como consecuencia la quiebra de muchos
bancos, la paralización industrial y el desempleo masivo.
Al quebrar el sistema bancario norteamericano, los préstamos cesaron y las empresas que
funcionaban en el Perú con capital norteamericano redujeron sus actividades a gran escala. Como
el Perú, durante la Patria Nueva estaba muy ligado al capitalismo norteamericano, esta crisis afectó
gravemente nuestra economía dependiente, llevándola al colapso y, por consiguiente, se
agudizaron las protestas populares, generando un mar de inestabilidad política, social y económica
a fines del Oncenio. Cayó estrepitosamente el tirano Augusto B. Leguía y su gobierno, pero esto no
sólo fue obra del militar que lo derrocó, en este caso Luís M. Sánchez Cerro, sino de la constante
lucha del pueblo peruano contra el abuso de autoridad, la demagogia, la marginación y la
explotación.
En este contexto, las luchas obreras en los centros mineros, campos petroleros y en las ciudades
eran continuos; incluso se llegó a pensar en la intervención de fuerzas militares estadounidenses
para defender el enclave de la Cerro de Pasco Minning Co. En la década del 30, el movimiento
campesino de la sierra estaba en descenso; pero se reactivó, con fuerza, a partir de 1945.
Las clases dominantes (latifundistas, civilistas, etc.) incapaces de dirigir al Estado y la nación optan
por apoyar un gobierno militar para que ellos repriman toda agitación social y así salvar el sistema
y sus intereses. Surge entonces en el Perú el Tercer Militarismo que, según la “historia oficial”,
culmina en 1939, pero el cual todavía seguirá en décadas posteriores, aunque en forma intermitente
o encubierto tras gobiernos civiles, como sucedió, por ejemplo, con el primer gobierno de Belaúnde
Terry.
En agosto de 1930, con el respaldo de los terratenientes del sur y una facción civilista, el comandante
Luis M. Sánchez Cerro se sublevó en Arequipa contra el desprestigiado gobierno dirigido por Leguía.
Este golpe de Estado fue justificado con el Manifiesto de Arequipa, documento que ofrece la
promesa de vivir en el respeto de la Constitución, de la ley y de hacer de la honradez un culto
nacional. En una parte del Manifiesto, se lee lo siguiente:
“acabaremos para siempre con los peculados, las concesiones exclusivas, las malversaciones y las
rapiñas encubiertas, porque la principal causa de nuestra actual crisis económica reside en la falta
de pureza en la administración y de honradez con el manejo de los fondos físicos. En lo futuro, para
ocupar puestos, será necesario que los ciudadanos declaren públicamente sus bienes; y
proyectaremos leyes sobre la moralización de la renta privada, a fin de poder reprimir con mano
férrea el robo en cualquier de sus formas”.
Estas palabras jamás se llegaron a cumplir por el gobierno militar de Luis M. Sánchez Cerro.
El autor de este manifiesto fue José Luis Bustamante y Rivero, miembro de la Junta de Gobierno en
calidad de Secretario de Asuntos Políticos.
El 27 de agosto Luis M. Sánchez Cerro viaja a Lima y es bien recibido por el pueblo limeño por
haberse sublevado y derrocado al régimen dictatorial del Perú. “Ya en Palacio de Gobierno, Sánchez
Cerro retira las sublevaciones al periodismo oficial. Crea el Tribunal de Sanción para juzgar a Leguía
y sus principales colaboradores, deroga la Ley de Conscripción Vial recibiendo la aprobación y
respaldo del pueblo peruano; devuelve el diario La Prensa a sus antiguos dueños. Uno de sus
objetivos de este gobierno era eliminar a la “burocracia leguiísta” para así controlar el Estado y la
población con medidas populistas, con mayor demagogia y eliminando del plano político al APRA,
que en esos tiempos manejaba una retórica de izquierda.
El APRA, en la década del 30, tenía una gran convocatoria de masas, cosa que alarmaba a las clases
dominantes del país; por tanto era importante para el gobierno su erradicación. Ante la agitación
social creciente, especialmente la de origen obrero, Sánchez Cerro disolvió, en noviembre de 1930,
la Confederación General de Trabajadores del Perú C.G.T.P., fundada por José Carlos Mariátegui,
después de la declaración de un paro general. La disolución de la CGTP fue una acción hecha por el
gobierno en el marco de la realización de un congreso de trabajadores en La Oroya, donde
representaron a la Komintern, Eudocio Ravines y Esteban Pavlevitch. Inclusive la Komintern anunció
la revolución obrera en el Perú.
Los opositores a la Junta Militar acusaron a Sánchez Cerro de ser civilista, generando una presión tal
que obligó a Sánchez Cerro a renunciar a la jefatura de la Junta Militar pero con la intención de
presentar su candidatura a la presidencia. Un sector del grupo civilista se opuso, entre ellos Manuel
J. Bustamante de la Puente, David Samanez Ocampo; el general Pedro P. Martínez incluso llegó a
sublevarse en el Callao.
Sánchez Cerro renunció ante la Asamblea Nacional oligárquica, entregando el poder al arzobispo
Holguín, luego a Ricardo Leoncio Elías, luego al comandante Gustavo Jiménez y por último se formó
la Junta Civil del Sur (Arequipa) presidida por David Samanez Ocampo. Mientras tanto, Sánchez
Cerro de dirigió a Europa.
La Junta Civil del Sur, dirigida por Samanez Ocampo elabora el anteproyecto de Estatuto Electoral
donde se hacía presente, la garantía del voto secreto y la obligación de sufragar a los varones que
sepan leer y escribir; también estableció la independencia del Jurado Nacional de Elecciones,
organismo muy manipulado durante la Patria Nueva de Augusto B. Leguía.
Al regreso de Sánchez Cerro de Europa, La Junta convoca a elecciones donde destaca la Unión
Revolucionaria, de reciente formación y con características fascistas, y el Partido Aprista Peruano.
Sánchez Cerro, candidato de la Unión Revolucionaria, tenía el extraño prestigio de haber derrocado
a Augusto B. Leguía, además de ser un exaltado nacionalista. Haya de la Torre era el candidato del
APRA, el otro líder estudiantil, por su demagogia tenía el apoyo de la clase media y de una parte del
proletariado (trabajadores agroindustriales).
El 11 de octubre de 1931, en las elecciones sale ganador Sánchez Cerro con 152062 votos. El
candidato aprista declaró fraude electoral, iniciándose así una fuerte lucha por el poder entre la
Unión Revolucionaria y el Partido Aprista, que incluso llegó a ensangrentar nuestro país.
Los sucesos políticos de esta década turbulenta era el reflejo de los problemas económicos que se
vivía por la gran depresión del capitalismo.
Ganadas las elecciones por la Unión Revolucionaria, según las autoridades, Sánchez Cerro asumió la
presidencia en forma legal y reinicia su gobierno a favor de los latifundistas y la oligarquía
agroexportadora. Hacendados como Aspíllaga, Miro Quesada y otros apoyaban a este presidente,
no por afinidad política, sino porque era el único individuo que podía dirigir una campaña para frenar
el movimiento de protesta social. Esto se observó con claridad ante gestos de racismo, superioridad
y desplantes que la oligarquía hacía a Sánchez Cerro en las reuniones sociales, por ser de origen
humilde y de piel trigueña.
Con el fin de iniciar una gigantesca campaña de represión, el Gobierno promulgó una serie de leyes
de excepción, entre ellas la Ley de Emergencia que sirvió para imponer el orden público mediante
multas, confinamiento, suspensión del derecho de reunión, la clausura de centros de estudios, como
la Universidad de San Marcos y otras instituciones. A pesar de las leyes de excepción, las rebeliones,
huelgas y protestas continuaban en todo el país. Por ejemplo:
2. Se amotinaron los tripulantes de los cruceros Grau y Bolognesi, situación que fue controlada
con un saldo de 8 marineros fusilados, con previo juicio ante la Corte Marcial.
4. Desde diciembre de 1931, el Partido Aprista, dirigido por Haya de la Torre, planeaba con el
comandante Beytia y el coronel García Godo el ascenso al poder mediante un “Putsch” (golpe
militar con apoyo social), intentando emular a los conocidos partidos fascistas de Europa.
El 7 de julio de 1932 trabajadores de la hacienda Laredo y alumnos del colegio, dirigidos por Manuel
Barreto, el Búfalo, tomaron el cuartel O'Donovan de Trujillo, con la toma del cuartel, la ciudad se
encontraba a merced de los apristas quienes nombraron prefecto a Agustín Haya de la Torre. El
Gobierno, para recuperar la ciudad, envió al mayor Alfredo Miro Quesada, quien fue repelido,
posteriormente fue enviado el coronel Ruiz Bravo, cuyas tropas bombardearon Trujillo y tomaron la
ciudad.
La represión se hizo tan fuerte que terminaron fusilados centenares de personas en Chan Chan.
Este conflicto entre el APRA y el gobierno sanchecerrista fue un problema entre dos agrupaciones
políticas Partido Aprista y la Unión Revolucionaria por el predominio en la escena política.
El APRA era un partido político organizado por la clase media, con respaldo popular y que había
asumido una retórica revolucionaria con algunos modelos de la Revolución Francesa como el canto
de La Marsellesa, que hasta hoy entonan. En cambio la Unión Revolucionaria era un partido político
que tenía el respaldo de la clase dominante peruana (latifundistas) y empleaba la demagogia bajo
una orientación política, militar e ideológica fascista.
Constitución de 1933: en 1931 David Samanez Ocampo designó una comisión presidida por Manuel
Vicente Villarán, para preparar un anteproyecto de Constitución Política. Luego se formó la
Comisión de Constitución presidida por Clemente Revilla para su implementación: el 9 de abril de
1933 se promulgó la Constitución Política que constaba de 236 artículos; rigió hasta el inicio del
gobierno de las fuerzas armadas que promulgó su estatuto revolucionario.
Esta nueva Constitución Política redujo el poder del Jefe de Estado (Presidente) y se ampliaron las
facultades del Parlamento. Proscribía la reelección y no permitía el sufragio, sino a varones alfabetos
de más de 21 años.
3.2. ECONOMÍA
De la economía peruana, en especial de las finanzas, se encargó la Misión Kemmerer, dirigida por
Edwin Kemmerer, para realizar una reforma monetaria y bancaria. Este grupo, integrado por
profesionales norteamericanos imbuidos de los planteamientos de J. M. Keynes, tenía que ser
contratado por los gobiernos latinoamericanos que se formaron tras la crisis de 1929.
1. Reforma Monetaria: Se estabilizaba el Sol de Oro con un valor de 42.1264 centigramos de oro,
equivalente a 28 centavos de dólar, para evitar la baja de la moneda por la disminución de las
exportaciones e incrementó del valor de las importaciones, que produjo un déficit en la balanza
comercial e incremento de servicios de la deuda externa.
2. Implementación del Banco Central de Reserva del Perú, en reemplazo del Banco Central de la
época del Oncenio, bajo los mismos lineamientos que los del Banco Federal de Reserva de los
EE.UU.
3. Ley de los Bancos: Con esta disposición financiera se normaban las operaciones de las entidades
bancarias y las relaciones que debían mantener, en las distintas partidas de su activo y pasivo.
Con la firma del Tratado Salomón – Lozano (1922) se entregó a Colombia amplios territorios. Sin
embargo, la población loretana se opuso categóricamente a este acto entreguista, por ello el 1° de
septiembre de 1932 un grupo de ciudadanos loretanos, dirigidos por el ingeniero Óscar Ordóñez,
tomaron Leticia reduciendo a la guarnición colombiana.
Después de la toma de Leticia se sucedieron una serie de reclamos por parte de Colombia. Hubo
también varios enfrentamientos. El gobierno peruano, dirigido por Sánchez Cerro, pretendió
organizar una campaña militar para recuperar Leticia y el Trapecio Amazónico en medio de las
constantes movilizaciones populares; con esto, el Gobierno pretendía ganar el respaldo y la unidad
nacional en torno al Presidente.
El 30 de abril de 1933, después de pasar revista a 30 000 efectivos dispuestos a ser movilizados hacia
la frontera con Colombia, se produjo un atentado perpetrado por un militante aprista, llamado
Abelardo Mendoza Leyva, que ultimó al presidente Sánchez Cerro.
“Las revueltas militares alentadas por dirigentes apristas continuaron ininterrumpidamente, pero
en todos los casos fracasaron porque en ellas faltaba la presencia popular, sea por indicación
expresa de la jefatura partidaria o por la desmoralización resultante de los sucesivos fracasos. Pero
estos frustrados intentos sirvieron para que en el ejército se forjara un “espíritu de cuerpo” basado
en el anti-aprismo haciendo posible que la lucha de clases derivara en un prolongado
enfrentamiento entre el ejército y el APRA.
Esta confrontación alcanzó su presente más álgido cuando en 1933 Sánchez Cerro fue asesinado.
En medio del desconcierto, los militares allegados al presidente atraparon a Mendoza Leyva y lo
mataron en el acto.
El Consejo de Ministros asumió el poder Ejecutivo el mismo día del asesinato. En una hora se reunió
el Congreso y eligió Presidente a Óscar R. Benavides, militar ligado a la oligarquía civilista.
Con el ascenso de Óscar R. Benavides, General en Jefe de las Fuerzas Armadas, el nuevo Gobierno
aplicó medidas para estabilizar el sistema ante las luchas sociales, buscando la concentración
política interna y ayuda externa (inversiones). Entra algunos hechos tenemos:
El 9 de agosto de 1933 se promulgó la Ley de Amnistía General para lograr una componenda política
entre los partidos y el Gobierno, esta ley consideraba la liberación de presos políticos, reapertura
de locales de los partidos, prometía restablecer todas las libertades públicas, etc.; la ley benefició,
principalmente, al Partido Aprista que pudo actuar legalmente publicando periódicos y revistas,
organizando a la juventud y a un sector de la clase obrera. Todo esto se sintetizó en su lema de
gobierno: “Orden, progreso y trabajo”. El fascismo que estaba muy desarrollado en Europa también
influyó en el ámbito político peruano, surgiendo una corriente pro-fascista. Destacó el Partido Unión
Revolucionaria, que tuvo mucho protagonismo durante el gobierno de Sánchez Cerro. Luís A. Flores,
máximo líder de esta agrupación, sostenía que debía haber hermandad entre capital y trabajo para
evitar los conflictos de clases en la sociedad.
José de la Riva Agüero, hombre ligado al gobierno, fue un intelectual profascista quien planteó que
la doctrina fascista obedece a una “revolución moral”. Además propone el “mestizaje” en el Perú
como solución histórica e ideológica para acabar con las luchas de los campesinos. Sin embargo, era
difusor del expansionismo más soberbio.
Otro fascista fue Raúl Ferrero Rebagliati, autor de la idea de un Estado Nacional Corporativo, para
mantener la jerarquía social, económica y política.
El fascismo es una ideología burguesa antidemocrática que surge como consecuencia de la crisis del
capitalismo que agudiza la miseria de las masas trabajadoras es financiado por ciertos grupos
interesados: clases dominantes o grupos de poder que quieren detener la movilización social de los
trabajadores (obreros, campesinos, etc.) y evitar una revolución.
El fascismo pretende controlar la reivindicación de los derechos de las clases trabajadoras a través
de la manipulación ideológica (en el caso peruano), con un seudo nacionalismo y catolicismo) y la
represión policial-militar contra los opositores políticos.
El fascismo significa también obediencia ciega a “caudillos que nunca yerran”, es amor enfermizo
por la patria (chauvinismo) donde se exalta la violencia y el odio contra aquello que significa cambio
o progreso social; por otro lado es anticientífico, pasadista y retrógrado.
En conclusión, el fascismo es la irracionalidad que entra en la escena política y social con el respaldo
y/o financiamiento de las clases dominantes para evitar el desarrollo social.
Con el fin de separar a la clase proletaria de los partidos políticos y controlarla, el gobierno de
Benavides dictó medidas populistas asistencialistas como:
§ Seguro Social Obrero obligatorio, aunque no fue extensivo a todo el territorio, se aplicó a un
sector de trabajadores muy reducido, no se asistía a los ancianos pero incluía la construcción de un
hospital obrero.
§ Continuación del a política vial iniciada por Leguía para ocupar a los desempleados: Carretera
Panamericana (Tumbes-Tacna), carretera Central (Lima – Tingo María), etc.
Otras obras fueron: reconstrucción del Palacio de Gobierno, culminación del Palacio de Justicia
(constituye copia del Palacio de Justicia de Bélgica), como anécdota se cuenta que al inaugurarlo,
Benavides exclamo: ¡Oh que buen palacio para tan poca justicia!
Óscar R. Benavides asumió el Gobierno por elección del Congreso para que culmine el mandato de
Sánchez Cerro (1931-1936). Por lo tanto, en 1936, se convocó a elecciones presidenciales. Los
candidatos más destacados fueron: M. Vicente Villarán (Partido Nacional Agrario), Jorge Prado
Ugarteche (Frente Nacional), Luis Antonio Aguiguren (Partido Social Demócrata) quien tenía el
respaldo del APRA, etc. Las elecciones fueron anuladas, arguyéndose que Luis Antonio Eguiguren
tenía el voto aprista, partido que estaba declarado fuera de la ley desde 1934 y que había organizado
fallidas intentonas golpistas de tipo fascista (“Putsch”). Óscar R. Benavides, entonces, prolongó su
mandato hasta 1939.
A mediados de la década del 30, el sistema capitalista mundial empieza a estabilizarse repercutiendo
favorablemente en la economía peruana, muy especialmente en el sector de exportación
tradicional.
(*) Extracto tomado del texto “Historia del Perú” por ADUNI 2001