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El cierre de los teatros (de 1640 a 1660) por las presiones del
radicalismo puritano, supuso la desaparición física del teatro isabelino. El
teatro de finales del siglo XVII, tras los cierres, y principios del XVIII se halla
ya bajo la influencia del teatro clasicista francés de Corneille, Racine y
Molière. Entre los trágicos hay que mencionar a Thomas Otway y Thomas
Southerne, y, entre los comediógrafos, a William Wicherley y William
Congreve. Especial importancia tendría hasta bien entrado el XVIII la sátira
de costumbres de la alta sociedad, o Comedy of Manners.
Por otro lado, el tema común a todas las producciones de este tiempo es
el estudio del carácter del hombre, ya que así el autor podrá darle a su obra
un valor moral que garantizaba el prodesse horaciano.
No obstante, su valor moral es una simple crítica contra todo exceso -de
avaricia, de hipocresía, de misoginia,...- y una defensa de la moderación y el
equilibrio dentro del orden social de la monarquía del Rey-Sol. El ridículo será
el castigo del hombre que, desmintiendo su naturaleza, trate de singularizarse
entre sus semejantes, ya por la pedantería, por la ignorancia, por el desdén
del matrimonio,... en obras como L´ècole des femmes, Tartuffe, Le malade
imaginaire,...