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ARGUMENTACIÓN

En los textos argumentativos se expresa la opinión del emisor del mensaje, quien intenta convencer
al destinatario sobre algo mediante la presentación de una serie de argumentos.
Las técnicas de persuasión (convencimiento) ocupan un papel fundamental en los textos
argumentativos, ya que muchas veces la opinión defendida por el emisor no se puede verificar.
Argumentar consiste en ofrecer razones para defender una opinión. Se trata de convencer a
alguien mediante razonamientos y pruebas para que piense de una determinada forma.
En el discurso argumentativo, si bien refiere a un objeto, idea, creencia, siempre subyace un diálogo
entre el emisor y su auditorio; de ahí que resulta imprescindible que se adapte a él. Se denomina
auditorio a la persona o conjunto de personas en quienes el orador o escritor quiere influir con su
argumentación. Cada emisor tiene una idea más o menos consciente de destinatario, y construye
un discurso que pueda ejercer un poder de persuasión sobre él.
La estructura de diálogo en la argumentación (ese diálogo entre el emisor y su auditorio) produce
dos consecuencias:
a) Presenta marcas de subjetividad: remite a la primera persona (yo, nosotros), se usan
expresiones que implican juicios de valor (subjetivemas) y que muestran la posición del
hablante ante lo que dice (modalizadores). Al mismo tiempo se construye, a través del discurso,
una segunda persona interpelada, de manera real o virtual.
b) Posibilita la opinión adversa o argumentación en contra. Es decir, el destinatario no convencido
propone argumentos para persuadir al primero de su equivocación.

Los subjetivemas

Cuando el emisor de un texto asume explícitamente su opinión, usa un repertorio de sustantivos,


adjetivos, verbos y adverbios que ponen de manifiesto sus juicios valorativos. Por ejemplo,
“delgaducho”, “vejestorio”, “terrible”, “maravilloso”, “grandioso” y verbos como “gustar”,
“querer”, etc. Se denominan subjetivemas a estas palabras que conllevan la evaluación del autor
sobre el objeto o idea que expresa.

Los modalizadores

Se denomina modalizador del enunciado a aquel término lingüístico o aquella construcción que
muestra la posición del hablante ante lo que dice. Los modalizadores tiñen con su sentido –certeza,
duda, valoración- el resto del enunciado: “Evidentemente, el conductor es muy tonto”, “Tal vez, el
conductor sea algo tonto”, “Lamentablemente, es muy tonto”. Pueden funcionar como
modalizadores los adverbios y las frases adverbiales (como en los ejemplos anteriores), los verbos
(“creer” y “suponer”, por ejemplo, expresan la no certeza del hablante mientras que “saber” expresa
la certeza) y los modos verbales (el indicativo se usa para la certeza y el subjuntivo para la duda).

Los conectores argumentativos

Para relacionar los argumentos suelen usarse diversos conectores:


1) El primer argumento puede ir precedido de: en primer lugar/término/instancia; El primer punto
que...; Para comenzar; Por una parte.
2) Los conectores para los argumentos siguientes, de acuerdo con el conector que se haya elegido
para el primero, pueden ser: En segundo lugar/término/instancia; El segundo punto que...; Por
otra parte; Además; También; Asimismo; Del mismo modo que.
3) El argumento final puede ir precedido de: Por último; Finalmente; Para terminar/resumir.
4) La conclusión puede iniciarse con: Por lo tanto; Entonces; En suma; En conclusión; De este
modo; De todo lo dicho anteriormente se concluye que, etc.
LA ESTRUCTURA ARGUMENTATIVA

La retórica clásica

La retórica, en el sentido más amplio del término, es la teoría y práctica de la elocuencia. Define las
reglas que rigen toda composición o discurso en prosa que se propone influir en la opinión o los
sentimientos de la gente. Se ocupa, pues, de todos los asuntos relacionados con la belleza y el rigor
del estilo. En un sentido más estricto, la retórica estudia los principios fundamentales que tienen que
ver con la composición del discurso argumentativo.
En la antigüedad, la retórica era considerada un arte y una ciencia, y era enseñada por grandes
maestros. Se dice que el verdadero fundador de la retórica como ciencia fue Corax de Siracusa,
quien la definió como “arte de la persuasión” y escribió el primer manual. Antifón, uno de los
llamados Diez Oradores Aticos, fue el primero en combinar la teoría y la práctica de la retórica.
Platón satirizó el tratamiento más técnico de la retórica, con su énfasis en la persuasión más que en
la verdad, en el diálogo Gorgias. Aristóteles, en su Retórica, definió la función de la retórica
relacionándola, no tanto con la persuasión, como con el descubrimiento de “todos los medios
disponibles de persuasión”. Recalcó, por tanto, la importancia del razonamiento persuasivo y
ordenado, más que del dominio de los oyentes por medio de la emoción.
Cotidianamente estamos en contacto con la argumentación: notas periodísticas, editoriales de
diarios y revistas, cartas de lectores, la publicidad, etc., intentan convencernos sobre alguna
cuestión. La retórica clásica, formalizada por Aristóteles, comprende cinco pasos principales en la
producción de discursos argumentativos. En la actualidad, se usan solamente tres.
1) Elección de temas y búsqueda de las pruebas y argumentos. Es la inventio según la retórica
clásica, que significa “descubrimiento”. Designa tanto el trabajo de recolección de datos y
pruebas como la clasificación más adecuada para la finalidad argumentativa.
2) Orden en el discurso de lo que se ha encontrado en el paso anterior. Es la dispositio, que
quiere decir “composición” con arreglo a un esquema.
3) Puesta en palabras del material argumentativo. Elocutio, cuyo significado es “expresión”.
En este nivel se despliega, con el fin de embellecer y reforzar el valor persuasivo de los
argumentos, una variedad de figuras retóricas.

EL ESQUEMA ARGUMENTATIVO: LA DISPOSITIO

Según la retórica clásica, la organización del texto argumentativo en determinadas partes puede ser
garantía de eficacia. Las partes de la dispositio son:
1) Exordio: es la apertura del discurso con la que se da a conocer el tema y se capta la atención del
destinatario. Es común que en este momento el emisor ya afirme la importancia del tema que
está por tratar.
2) Narración de los hechos: el emisor presenta los hechos involucrados en el asunto que va a tratar
y la hipótesis que sostiene.
3) Confirmación: la argumentación propiamente dicha, en la que el emisor confronta la hipótesis
con las pruebas para confirmarla.
4) Epílogo: es el momento de cierre del discurso. Se hace un resumen del tema, la hipótesis y la
conclusión y se vuelve a apelar al receptor con el propósito de verificar la persuasión o bien
para reforzarla en el caso de que no se hubiera conseguido.

LOS PROCEDIMIENTOS ARGUMENTATIVOS: LA ELOCUTIO

En el afán de hacer más razonables sus hipótesis y, por ende, convencer a su interlocutor, el emisor
recurre a una serie de procedimientos para relacionar sus ideas con los hechos y con las pruebas.
Algunos procedimientos los comparte con la explicación: la analogía, el ejemplo y la cita de
autoridad; mientras que otros son propios de la argumentación, como las relaciones causales y
concesivas entre los enunciados, expresadas por medio de los conectores argumentativos.
La analogía

La analogía en la argumentación presenta una diferencia respecto de la explicación. En la


explicación, la analogía establece una comparación entre el objeto a explicar y uno similar y
conocido por el receptor. En la argumentación, en cambio, la analogía se establece con una opinión
a la que, se supone, el receptor va a adherir. Si el receptor acepta que las dos situaciones son
similares, y está de acuerdo con la segunda, estará, por lo tanto, de acuerdo con la primera; es decir,
la estrategia del emisor habrá sido exitosa. Si el receptor, en cambio, rechaza la analogía, si no
acepta que las dos situaciones puedan ser consideradas iguales, la estrategia habrá fallado.

La ejemplificación

La ejemplificación es otro de los procedimientos que utiliza el texto explicativo y que suele usarse
con fines argumentativos. Por medio de los ejemplos, el emisor puede demostrar la validez de una
afirmación.

La cita de autoridad

El término polifonía se utiliza para hacer referencia a todas las formas en que interactúan distintas
voces dentro de un mismo enunciado. Cuando alguien produce un enunciado, lo hace dirigiéndose a
otros sujetos, y éstos aparecen indirectamente en lo que se enuncia. A su vez, es inevitable que cada
enunciado se relacione con otros de múltiples maneras, ya sea porque comparte el género, porque
reproducen partes de otro enunciado que ha tenido lugar anteriormente, etc. Así, cualquier
enunciado es polifónico: se trata de una voz que, implícita o explícitamente, toma en cuenta otras
voces.
La cita de autoridad en la argumentación es absolutamente necesaria, porque mediante las palabras
de otro, la inclusión de otra voz –alguien célebre o erudito en la cuestión- que opina en
concordancia, se puede fortalecer la eficacia de un argumento.

Las relaciones causales

En los textos argumentativos, el emisor intenta convencer al receptor de que su postura respecto de
algún tema en particular es la más razonable. Para ello, plantea relaciones de causa-consecuencia
entre ideas o hechos, de modo que su opinión aparezca como lógica conclusión y no como mero
punto de vista. Los conectores que se utilizan para plantear relaciones de este tipo son por lo tanto,
por eso, en consecuencia, consecuentemente, dado que, en razón de que, porque, ya que, entre
otros.

Las relaciones concesivas. La refutación

En su texto, el emisor también incluye voces que se oponen a su tesis, para discutirlas,
contradecirlas o descalificarlas. Los textos argumentativos suelen incluir concesiones, es decir,
reconocimientos de ciertos puntos de vista del otro como válidos. Se trata de una estrategia, pues
quien argumenta puede terminar descalificando eso que concedió. La concesión puede ocupar un
importante segmento del discurso argumentativo. Los conectores concesivos utilizados pueden ser:
aunque o si bien.

LAS FIGURAS RETÓRICAS

Si bien las figuras retóricas de la argumentación son casi las mismas que aparecen en el discurso
poético, el valor que adquieren es distinto, en tanto que en la argumentación persiguen el
convencimiento por medio del lenguaje. Es decir, tienen sentido persuasivo y no puramente poético.
Entre las figuras retóricas más comunes pueden distinguirse tres grandes grupos:
1) Las figuras de aserción: afirman lo que se dijo. Por ejemplo:
 La acumulación: es posible reforzar la aserción de una hipótesis repitiendo los datos. Por ej.:
“...más que favorecer la claridad del debate a veces ha contribuido a complicarlo, a
complejizarlo, incluso a falsearlo...”
 La pregunta retórica: es el procedimiento por el cual se pone al destinatario en la obligación de
responder a una pregunta que tiene su respuesta implícita. Refuerza, por un lado la aserción y
por el otro, hace presente la naturaleza dialógica del discurso argumentativo: simula ante el
receptor que le permite responder, opinar o disentir, cuando en realidad la elección ya está hecha
por el emisor. Por ejemplo: “¿Cómo convencer a unos políticos que piensan y dan soluciones a
los problemas sólo a corto plazo? ¿Es razonable pensar que el problema se resolverá con
simples medidas reglamentadas, contentándonos a limitar las emisiones de gas de efecto
invernadero en los países desarrollados, sin cambiar en profundidad nuestro modo de vida?
¿Hemos pensado que este modo de vida evoluciona en un sentido desfavorable?
 La hipérbole: se da tanto por exageración como por disminución. Por ejemplo: “Agustín envió
miles de tarjetas a amigos y conocidos de todo el mundo”.
 La preterición: es una figura por medio de la cual se atrae la atención sobre un objeto,
simulando que no tiene importancia o que no se va a nombrar porque es conocido por la
mayoría. Por ejemplo: “No vamos a repetir que nos sorprende que algunos hombres de ciencia
hayan cuestionado públicamente la posibilidad de un recalentamiento inminente por el efecto
invernadero antrópico”.

2) Las figuras de contraste: por oposición, refuerzan el sentido o la dirección de un argumento. Por
ejemplo:
 El oxímoron: es la figura que se elabora a partir de la conjunción de opuestos: “hecho científico
alucinante”.
 La paradoja: no es estrictamente una figura sino un tipo de razonamiento que contradice la
opinión general. Por ej.: “Las personas entienden qué es la libertad sólo cuando están privados
de ella”.

3) Las metáforas con valor argumentativo: a partir de un procedimiento de desplazamiento o de


sustitución consiguen reforzar el efecto persuasivo. Por ejemplo, cuando decimos “...no pudo
escaparse de las garras de la justicia” o “me tiraste por el suelo el ánimo” o “atacó cada uno de
sus puntos débiles” o “sus críticas dieron en el blanco” estamos utilizando frases naturalizadas
por el uso pero que esconden su sentido literal detrás de una estructura metafórica.
Del mismo modo, en el campo de la argumentación, las metáforas, por ser analogías
condensadas, resultan muy eficaces. Desplazan el sentido de un plano real a uno imaginario y
por lo tanto cargado de ideología para la confirmación o refutación de una hipótesis. En “las
garras de la justicia”, mediante la referencia a una imagen proveniente del universo animal, se
dice que la justicia necesita de las garras para vérselas con los hechos delictivos o que están
fuera de la ley. Es decir, la justicia tiene que hacerse muy fuerte, al punto de tener garras para
poder actuar.

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