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Introducción a la Redacción Académica

Módulo 1. El texto académico: tipos y características

Clase 1: A qué llamamos texto académico: su definición y características distintivas.

Índice temático:

• Ideas principales

• ¿Cómo estudiar este tema?

• Introducción

• Desarrollo

• Conclusiones

• Referencias bibliográficas

Ideas principales

Texto académico

Origen de la redacción académica Definición Características

Cómo estudiar este tema

Para el manejo de este tema se recomienda:

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• Realizar toda la lectura, además de la consulta de los materiales complementarios que

te proponemos.

• Presta atención a las cuestiones diferenciadoras de los textos académicos.

• Practica el reconocimiento de los diferentes tipos de texto, mediante la lectura y también

la escritura.

Al final de esta clase, podrás responder a la pregunta: ¿Cuáles son las características de un texto

académico?

No olvides reflexionar en torno a las interrogantes del diario de aprendizaje.

1.1.- Introducción

Origen de la redacción académica

La divulgación de conocimiento es casi tan antigua como la humanidad misma, y con el paso

de los siglos, su trascendencia resultó cada vez más notable.

Incluso antes de existir normas respecto a cómo divulgar el conocimiento científico, ya se

conservan evidencias de documentos creados con este fin. La primera obra de ciencias de la

que se tiene registro data del año 300 a.C.: Los Elementos de Euclides (Betancourt, 2003).

En este recorrido histórico, no se puede obviar el aporte de los centros de educación que ya

desde el medioevo impactaron en la conservación de materiales científicos, y que resultaron en

la base para lo primeros intentos de normativizar la producción en las academias. El primero de

esos casos se trata de la Nomenclatura de Ginebra, en 1872, en el área de la química orgánica,

y tres años después se creó la Oficina Internacional de Pesas y Medidas. Sin embargo, no es

hasta el siglo XX que los esfuerzos en este sentido dan fruto: en Alemania, en 1917, fue creado

el Comité de Normas para la Ingeniería Mecánica General, denominado posteriormente

“Instituto Alemán de Normalización, que crea y publica las famosas DIN”, y en 1946 surge en

Londres la Organización Internacional de Normalización, conocida como ISO, por sus siglas

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en inglés (Cevallos, 2015, p. 7). Otras experiencias en Europa hacen posible que para la segunda

mitad de la centuria, se funde el Comité Europeo de Normalización para fomentar las normas

ISO en ese continente; sin embargo, de acuerdo con Cevallos (2015), es en Estados Unidos

donde surgen “las normas de escritura científica plasmadas en libros”, a partir de la creación

del Style manual for biological journals en 1960. Este texto tuvo sucesivas ediciones hasta 1994,

y en 1987 se realizó una traducción al español.

Estos antecedentes permitieron el surgimiento de variadas propuestas, entre las que destacan

dos ampliamente conocidas en la actualidad: el modelo IMRyD (Introducción, materiales y

métodos, resultados y discusión) que sirve como formato estándar de los artículos científicos,

y el estilo Vancouver, derivado del grupo de normas que a finales de los años 70 del pasado

siglo establecieron especialistas del área de Medicina, y cuya aplicación se extiende en la

actualidad a centenares de revistas.

Es importante mencionar que el siglo XX es además el período en el que surgen las muy

conocidas normas APA, denominadas por las siglas de la institución que le dio origen:

American Psychological Association. Cerca de los 90 años de su aparición, puede considerarse

una de las de uso más extendido.

Este interés por establecer mecanismos de estandarización en la divulgación científica, con

independencia de las particularidades de los diferentes campos de estudio, es lo que permite el

surgimiento y auge de la redacción académica como mecanismo que asegure no sólo el

cumplimiento de una norma o estilo específicos, sino que el resultado responda a criterios de

calidad.

De manera general, los intentos de unificar las bases para la escritura científico-técnica, se

pueden clasificar de la siguiente manera (Cevallos, 2015, p.11):

_ códigos tipográficos, empleados en las imprentas y en las editoriales bibliológicas (las que editan
principalmente libros);

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_ libros de estilo, de empleo en los periódicos y agencias de prensa para la unificación de criterios
en el uso de la lengua, modelos de redacción de los distintos textos informativos (noticias, crónicas,
reportajes, entrevistas, entre otros), así como en entidades, instituciones, empresas, entre otros;
_ manuales de estilo, que reúnen en sí aspectos de los códigos tipográficos y de los libros de estilo
y que se destinan, especialmente en las editoriales, sociedades y asociaciones científicas, a sentar
las bases de la escritura científica de libros y revistas.
Esta tercera categoría es a la que prestaremos más atención en este curso, en tanto sienta las

bases para la redacción académica, pues delimita su formato, estructura y estilo.

Ante la importancia que se concede cada vez más a la divulgación científica, y los constantes

esfuerzos por delimitar y unificar criterios, la creación de textos que den a conocer los

resultados en los distintos campos de la ciencia cobra mayor interés y relevancia.

Y no es suficiente con una buena investigación si esos aportes no son divulgados y reconocidos.

En ese sentido, es importante tener clara la definición de texto académico y sus características,

pues solo entonces los resultados formarán parte de las áreas de estudio.

1.2.- Desarrollo

Definición y características de los textos académicos.

A pesar de los avances tecnológicos, y la aparición de diversos soportes siglos después de la

imprenta de Gutenberg, la escritura se mantiene como una de las formas más usadas para

transmitir información, situación que se extrapola y refuerza para los procesos de divulgación

científica.

El lenguaje debe ser, en estos casos, aún más claro y preciso.

Pero, ¿qué diferencia a un texto académico de otro de índole menos especializado? ¿Cómo

reconocer sus características y establecer el tipo de texto que se requiere en cada caso, a partir

de sus características y requerimientos de los diversos campos de estudio?

Existe una relación diferenciadora, que atañe a la función, que ofrece una primera pista respecto

a cómo pueden identificarse:

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De acuerdo con estos propósitos iniciales, debe entonces recalcarse la necesidad de un texto

capaz de expresar con claridad esos resultados de investigación y evitar cualquier posibilidad

de múltiples interpretaciones.

Estos son los primeros elementos a la hora de caracterizar un texto académico, sin embargo, no

son los únicos.

La precisión, claridad y concisión, inherentes a las más disímiles formas de documentos,

resultan significativas también para la divulgación académica. La diferencia, en este caso, es

que la utilidad se manifiesta particularmente en una buena documentación. Las destrezas de

redacción, en el ámbito académico, deben ir más allá de la sintaxis clásica o la estética, aunque

estos elementos no le son ajenos, e incluso, campos de estudio como las ciencias sociales o

humanidades, permiten una mayor flexibilidad. Esto no significa, en ningún caso, que deban

perderse de vista los propósitos del texto académico, o desviarse de sus conceptos y enfoques.

Para Raya y Zulueta (2015), cuestiones como la claridad y precisión que se aplican a cualquier

material, impactan por igual a la redacción académica, y para garantizar su calidad deben

priorizarse sus niveles de comprensión, y la explicación de sus propósitos y resultados de forma

precisa. Para las autoras, “hay que cuidar a toda costa que el lector encuentre ambigüedades,

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inconsistencias o dificultades para la comprensión global. En ese caso, el propósito esencial de

divulgar un conocimiento se vería frustrado por estas barreras de la comunicación.”

¿Cómo estas cuestiones pueden darnos nuevas pistas respecto a las características de los textos

académicos, cuando son aplicables también a la mayor parte de los tipos de documentos?

En este sentido, debe partirse del propósito comunicativo, con diferentes matices, que tienen

todos los textos, y cómo ese proceso sucede de manera diferente en los académicos:

En estos enunciados residen importantes cuestiones identificativas: la posibilidad de contrastar

la información, verificar su validez y comprobar sus propuestas o resultados.

Otra cuestión distintiva resulta la objetividad, entre los primeros requisitos de validez científica

y de estilo que establecen las diversas publicaciones, con independencia del área de

especialización.

No debe obviarse tampoco la universalidad, entendida como la característica que favorece el

mayor nivel de comprensión entre los destinatarios del texto, sean expertos o no.

Estas características, de orden general, pueden evidenciarse mejor a través del conocimiento y

una práctica sistemática de técnicas de redacción, tema al que también nos acercaremos más

adelanten en este curso.

El logro de la claridad, precisión, concisión, objetividad y universalidad, en ningún caso

implican que debe llenarse el documento de toda la información disponible, sino que deben

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establecerse parámetros y filtros que permitan delimitar adecuadamente el contenido que debe

incluirse en nuestro texto, ajustado por supuesto, a un estándar en estilo de citas y referencias.

Entonces, ¿Cómo definir un estilo que resulte válido a los fines de la publicación científica?

Ante la variedad y amplitud de campos y áreas de estudio, establecer y mantener un modelo,

normas y formato estandarizados resulta imperativo. NO se trata en este caso de una opción o

preferencia según se trate de una disciplina u otra, sino de la necesidad y obligación de difundir

los conocimientos previamente evaluados, y que a su vez pueda funcionar como un método de

socialización que sirva de referencia a otros a partir de una base tanto de fiabilidad de los

contenidos, como de claridad en su redacción.

Como también señalan Raya y Zulueta (2015), la redacción de textos enfocados en la

divulgación de resultados de investigaciones científicas constituye una tarea que forma parte

del mismo proceso de indagación, y se expresa como una instancia de organización de dichos

resultados, en el marco de aquello que le dio origen así como de las implicaciones del nuevo

descubrimiento o conocimiento evidenciado.

Es por eso que estandarizar los formatos y estilos resulta vital, no sólo para expresar con

claridad los logros propios, sino para aprovechar de mejor manera trabajos precedentes que

soporten los resultados. En ese sentido, es válido recalcar la trascendencia de las normas de

escritura, citación y referencias; organización que redunda en beneficio tanto para quienes crean

el texto como para quienes lo leerán.

1.3.- Conclusiones

En resumen.

De manera general, y aunque existe diversidad de criterios según los autores que se consulten,

podemos hablar de un consenso al asumir que resultan imprescindibles un estilo claro y preciso,

así como las normas de citas y referencias.

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Para Castelló (2007), estas generalidades deben contener que el texto se dirija a la comunidad

académica, hace uso de habilidades como la explicación y la argumentación, tiene temporalidad

y el propósito es convencer a la audiencia, presenta un metadiscurso que guía a quien lo lee

respecto a las partes que componen el documento, evidencia intertextualidad a partir del uso de

otros materiales ajenos, su contenido se centra en ideas y conceptos, utiliza términos técnicos,

tiene una adecuada sintaxis, y muestra los métodos y resultados obtenidos.

Todas estas cuestiones, de una u otra forma, remiten a elementos básicos que podrían servir de

guía para identificar los textos académicos y que engloban todas las características descritas

anteriormente: su finalidad, su formato y su contenido.

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Tomado de: identificacioncgrupocolaborativo1570.blogspot.com

Entendidas las características principales de un texto académico, que funcionan tanto para

identificarlo como para crearlo, el siguiente paso es manejar las diferentes publicaciones de este

tipo. Ese será el objetivo para el próximo encuentro. Conoceremos sus diversas tipologías y

formatos.

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Referencias bibliográficas

Betancourt, V. (2003). La comunicación científica. La Habana: FINLAY Ediciones.

Cevallos, G.(2015). Manual de redacción científica. El artículo científico. Santo Domingo:


Imprenta Atenas.

Raya, M. y Zulueta Ma. E. (2015). Textos científico-técnicos. ¿Cómo crearlos? La Habana:


Editorial Científico- Técnica. 2da.edición.

Teberosky, A. (2007). El texto académico. En Castelló, M. (Coord.). Escribir y comunicarse


en contextos científicos y académicos. Conocimientos y estrategias. Barcelona: Graó. pp. 17-
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