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SERGEMOSCOVICL

/
7
/Psicología de las
minorías activas

Traducido por
M. OLASAGASTI

Segunda edición

i y i n MOMA MÍÍROPOÜIAP
cas. iZTAPALAPA BIBLIOTECA

EDICIONES MORATA, S. L.
Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920
c/ Mejía Lequerica, 12
28004 - MADRID
PROLOGO
por JUAN GONZALEZ-ANLEO
Profesor de Sociología. Facultad de C ie n c ia s Económicas
y E m presariales. A lcalá de H enares (M a d rid )

La Psicología de las minorías activas, de Serge Mosco­


vici, hace el número 10 de la serie de Monografías Eu­
ropeas sobre Psicología Social, publicadas bajo los auspi­
cios de la Asociación Europea de Psicología Social. El título
original inglés, Social Influence and Social Change (el libro
fue publicado originalmente en inglés) apunta a un proble­
ma subyacente que interesa de manera primordial al soció­
logo, a saber: la relación existente entre el cambio social
y la influencia social. El título adoptado en la versión cas­
tellana, al destacar el rol de las minorías activas en los
procesos de cambio a través de su influencia, hace justicia
a! segundo gran tema abordado por el profesor Moscovici:
el nuevo enfoque que conviene dar al estudio de las mino­
rías en los procesos de cambio social. Nos encontramos,
en resumen, con tres temas de primera magnitud en la
sociología actual: el problema del cambio, el papel de la
influencia social en éste y la significación integral que
tienen las minorías como factores de cambio. Siguiendo el
mismo procedimiento que emplea Moscovici (una serie de
proposiciones articuladas en dos modelos contrapuestos,
el funcionalista y el genético), construimos nuestro discur­
so sobre dos proposiciones para un mejor encuadre teórico
del texto de Moscovici:

re
10 P sico lo gía de las m in orías activas

1.a) la influencia social puede ser en ocasiones un fac­


tor de cambio social.
2.a) las minorías no son dicotómicamente o selectas y
poderosas o impotentes y conformistas; hay un ter­
cer tipo, el de las minorías activas que inducen
cambios en la mayoría sólo por su influencia, se­
parada del poder.

Antes de comenzar con el examen de estas dos propo­


siciones, una advertencia necesaria sobre el cambio de mo­
delo o paradigma. La conceptualización clásica de la influen­
cia social, tópico central en la disciplina denominada Psi­
cología Social, ha pagado una onerosa deuda al modelo
funcionalista, cuyas seis proposiciones analiza Moscovici
y somete a crítica en la primera parte de su libro. La clave
de este modelo es la integración del sistema y, como
«guardaespaldas» social de éste, e! control social. El mo­
delo genético que Moscovici propone en su libro se detiene
e insiste en la producción y resolución de conflictos más
que en el control social y la conformidad, y parte de una
presunción básica: todo individuo en un grupo y todo grupo
en una sociedad es, al mismo tiempo, fuente potencial y
receptor potencial de influencia, al margen de la cantidad
de poder que el sistema social le atribuya. Más tarde vol­
veremos sobre esto. Lo que nos interesa ahora es recordar
algunas de las características del tránsito del modelo fun-
cionalista al modelo genético de Moscovici.

La línea fronteriza entre modelo y teoría suele estar en


la práctica borrosa y oscurecida. Se emplea a veces mode­
lo como sinónimo de teoría formalizada o semiformalizada,
y es conocida la definición de W ilier (1969) que insiste en
el papel intermedio del modelo: «La conceptualización de
un grupo de fenómenos, elaborada mediante un principio
racional, cuyo propósito final es suministrar los términos y
relaciones de un sistema formal que, una vez validado, se
convierte en teoría.» Lo que el modelo en último término
garantiza es el arsenal del sistema formal o teoría. Por eso
afirmaba Inkeless que los modelos no son verdaderos ni fal­
sos, sino a lo más, incompletos, desorientadores o impro­
ductivos. Esta misma precariedad del modelo sella su des­
tino ineludible: el agotamiento. Los modelos se agotan,
acaban por bloquear el progreso de una ciencia o de una
Prólogo 11

rama del saber, se convierten en puntos de vista fijos que


por su misma inmovilidad niegan hechos nuevos o ios se­
leccionan en forma negativa, impidiendo el progreso cientí­
fico. Y esto era precisamente lo que estaba ocurriendo con
el modelo funcionalista, como se ha demostrado profusa­
mente fuera de España y por los mismos sociólogos espa­
ñoles. No insistimos en el tema.
El tránsito del modelo funcionalista al modelo conflic­
tivo ha sido expuesto entre nosotros por Giner en su Pro­
greso de la conciencia sociológica [1974). Desde la nueva
perspectiva se va insinuando un paradigma distinto para
explicar el cambio:

1.° Todo sistema social, en cuanto sometido a la pre­


sión de intereses contrapuestos de grupos y secto­
res sociales, está sujeto a tensiones y conflictos,
cuya raíz última hay que buscarla en la inadecuación
entre el orden institucional y el subsistema de pro­
ducción;
2.° Esta contradicción o inadecuación facilita el desarro­
llo de nuevas relaciones, y por tanto de nuevas ins­
tituciones, que originan a su vez nuevas contradic­
ciones en el sistema social y, por consiguiente, pre­
siones renovadas para que se restaure de alguna
forma la adecuación que el sistema necesita;
3.° El desarrollo de esas nuevas relaciones e institucio­
nes depende, en gran parte, del éxito que tengan los
grupos de poder en afrontar las tendencias disfun­
cionales del sistema y del proceso que sigan los
intereses de individuos y grupos que presionan so­
bre determinados tipos de relaciones.
4.° Si se acentúan esas tendencias disfuncionales, tan­
to procedentes del fondo de contradicciones sisté-
micas, como de las posibles medidas compensato­
rias de aquelías, se origina un proceso de cambio
social y, en ciertas circunstancias, también un pro­
ceso de conflicto;
5.° Si las medidas compensatorias son eficaces, o se
produce un reajuste del sistema con cambio del mis­
mo, o no hay ajuste, pero las medidas tomadas evi­
tan que los desequilibrios en la integración sistémi-
ca influyan en la integración social.
12 P sicología de las m inorías activas

En el punto tercero del modelo expuesto se inserta,


precisamente, el juego de la Influencia Social en los pro­
cesos de cambio. Hemos afirmado: «La influencia social
puede en ocasiones ser un factor de cambio social.» En
efecto: en la literatura sociológica más conocida, la influen­
cia social no aparece nunca como factor de cambio, sí como
inductora de conformidad social o, de forma negativa, de
desviación y marginación. Además la influencia social arran­
ca siempre del poder, fuente inagotable de influencia. Y
el poder, por definición, no provoca cambios, los evita y
los reconduce a y refuncionaliza para servir a su propia
pervivencia y a la de sus objetivos. Ni en el estudio clá­
sico de Moore ni en el reciente de Garner (1977) se men­
ciona lo que podríamos llamar «minoría impotente» como
fuente de cambio; sí se citan factores económicos, demo­
gráficos, culturales, ideológicos o, estirando desmesurada­
mente la generosidad funcionalista, individuales. ¿Por qué
este olvido de la influencia social como fuente de cambio?

En Psicología Social y en la Sociología del grupo pe­


queño se ha entendido por influencia social tanto la capa­
cidad de un individuo de modificar el comportamiento de
otro sin recurrir a la fuerza como la transformación obser­
vable en el comportamiento de un miembro de un grupo
cuando interactúa con otro u otros o con el grupo en su
conjunto. La influencia, estudiada en sus diversos tipos
(material, moral, carismática o intelectual), ha sido habi­
tualmente considerada como un proceso asimétrico (Mos­
covici subrayará este sesgo más de una vez en su libro)
en el que un individuo o un grupo influye en otro actor
social y le hace modificar su comportamiento o el curso
de su acción. Desde Laswel! y Kaplan hasta Friedrich la in­
fluencia social ha pivotado siempre sobre un elemento
(sanción, coerción, «reacción anticipada»...) que implicaba
ineludiblemente el poder, más o menos conspicuo. A lo
más que se llegaba era a sugerir una «definición residual»
de la influencia social (Gallino, 1978) cuando el actor in­
fluyente modifica el comportamiento del influido sin poseer
poder ni autoridad. Moscovici se arriesga más: la influen­
cia social se convierte en genuino factor de cambio cuando
la minoría influye en la mayoría sólo por su estilo compor-
tamental, y en el ámbito de éste por la consistencia de ese
P rólogo 13

estilo. Con otras palabras: la minoría sin poder influye y


hace cambiar a la mayoría por un comportamiento consis­
tente que acaba por crear conflicto y duda entre los miem­
bros de la mayoría y los conduce a examinar y reevaluar
su propia postura, cognitiva o valorativa. Los intransigentes
aparecen así como un nuevo tipo de minoría, hasta ahora
poco estudiada.

Se ha prestado escasa atención, hasta el momento, a


este nuevo tipo de minorías (Moscovici lo hace mediante
estudios experimentales, cuya proyección en el mundo
real, menos aséptico que el laboratorio, está aún por ver).
La dicotomización del estudio de las minorías (minorías se­
lectas vs. minorías marginadas) ha condicionado negativa­
mente el interés de los estudiosos por unas minorías que,
sin ser élite política ni formar parte de lo que Bottomore
denomina minorías funcionales, especialmente las profe­
siones liberales de posición elevada, ejercen una influencia
nítida en la sociedad. A las minorías se les ha reservado
habitualmente un doble destino contrapuesto: influir desde
el poder o adaptarse a las presiones del mismo y resignar­
se a ser etiquetadas como «conformistas» o «marginadas».
A estas últimas se las estudiará, como hace W irth, desde
la óptica del trato diferencial y desigual por parte de la
mayoría, destacándose como rasgos típicos su posición
subordinada, su desventaja o handicap social, el estigma,
el prejuicio y la discrim inación (Gittler). Otros subrayarán
su exclusión de una plena participación en la vida social
(Schemerhorn). Siempre, manifiesta o latente, la idea de
impotencia social. Y, repetimos, la incapacidad de provocar
el cambio. Quedaban las minorías revolucionarias que aún
no tienen el poder pero que lo persiguen para, asentadas
en él, transform ar las estructuras sociales, al menos en
un prim er envite. En el modelo genético los grupos mino­
ritarios, con influencia pero sin poder, son activos y son
capaces de proyectar en el cuadro de sus objetivos el
cambio como meta del grupo.

Hay que señalar entre los m éritos del libro de Mosco­


vici, pulcramente traducido por Ediciones Morata, el éxito
de su desafío a las conceptualizaciones tradicionales de la
influencia social y su valor para erigirse en crítico sólita-
14 P sico lo gía de las m ín orías activas

rio contra posiciones al parecer ya consolidades, descu­


briendo un ro l nuevo para unas minorías activas que ya «no
tienen necesidad de resignarse». Los movim ientos contra-
culturales de las dos últimas décadas, desde su relativa
marginación o desde su activismo, parecen darle la razón.

J. G.-A.
INTRODUCCION
por SILVERIO BARRIGA
Laboratorio de Psicosociología E xp erim en tal.
U niversidad A u tó no m a Barcelona

En los últimos diez años, el Profesor M o s c o v i c i se ha


instaurado com o paladín de una Psicología Social co m p ro ­
metida y cercana al contexto social en que vive inm erso el
investigador. Distanciarse, siempre que sea necesario, de los
modelos clásicos, en su mayoría importados de USA, a fin
de conseguir un m ejor estudio de los procesos psicosociales,
ha sido una de sus preocupaciones tácticas.
Sabido es que la ciencia no es neutral, ni en la elección
de un problema, ni en las resoluciones que propone al m is­
mo. Y en las Ciencias Sociales aún se explícita más, si
cabe, el in flu jo de los factores extracientíficos: ideológicos,
técnicos, históricos, etc., en la opción del investigador. In ­
flu jo que en nada invalida el rigor del procedim iento m eto­
dológico cara a reseñar los elementos permanentes de los
procesos estudiados.
Dentro de este contexto, M oscovici ha sabido resaltar
los im plícitos ideológicos de la Psicología Social; concreta­
mente en el estudio de la influencia social. En efecto, sobre
todo en USA, se ha desarrollado un modelo «fu n cion a lis ta »
que se ha preocupado p or estudiar la conform idad social,
la desindividualización, el control social en un sistema social
supuestamente óptim o, estable. En este sistema la influencia
sólo aparece com o influjo de las relaciones de poder habi­
das en otro campo; y, a lo más, com o simple reform ism o
desde arriba.
16 P sico lo gía de las m in orías activas

Frente a este modelo estático, generador de dependencia,


M propone un m odelo « genético» o interaccionista.
o s c o v ic i

En este modelo la estabilidad del sistema es sólo un m o­


mento dentro de un proceso de cambio social; de ahí que
las normas sean coyunturales y la marginación sea necesaria
cuando es innovadora.
Dentro de este modelo genético el estudio de la influencia
social aparece como tema central cuando se quiere analizar
la interacción creativa de las minorías en el mundo actual.

Estamos asistiendo al alumbramiento de minorías activas


que, lejos de actuar com o grupos marginados (la marginación
se define p or el distanciamiento frente a la norma en un sis­
tema dado), se constituyen en innovadoras, afirmándose
como alternativa que defiende otra norma y o tro sistema
social. La idiosincrasia de una m inoría activa innovadora
radica en la anomia y heterodoxia de sus opiniones.
Quizá porque la inercia social lleva a una gran u niform i­
dad, los individuos y los grupos reclaman, cada vez más, par­
celas de autonomía, de diferenciación. A la sociedad de con­
sumo le está sucediendo la sociedad de modulación que
patrocina la creación estandarizada de sujetos, aptos para
encajar dentro de la máquina productiva sea cual fuere el
entorno de su acción. La sociedad de modulación, al poten­
ciar el desarraigo de los individuos, está facilitando la m ovi­
lización de los mismos.
Pero, paradógicamente, nunca com o ahora los sujetos pre­
tenden estar menos «su jetos», irrum piendo con desafío cara
al mantenimiento de sus líneas de identidad personal y gru-
pal. Vivim os una época en la que el resurgir de las mino­
rías activas está logrando anular la mala conciencia del «m a r­
ginal», al considerarse a sí mismo con potencialidad de al­
ternativa social. En adelante habrá de apoyarse el estudio
de la Psicología Social del conflicto mayoría/minoría ocasio­
nado p or la actual eclosión de las minorías.
E l trabajo experimental y teórico de M oscovici y su equi­
po está consolidando científicamente e l studio de la reali­
dad social de las m inorías¡ E l hecho de que su teorización
se funde en el rigor austero del trabajo experimental añade
mérito a su propósito. La experimentación fácilm ente aúna
en sí, ju n to al prestigio del método, el.desinterés p o r la rea­
lidad social en que vivimos. M o s c o v i c i ha sabido sortear tal
escollo con elegante maestría. Y para nuestra tesitura hispá­
Introd ucción 17

nica tal com etido es orientador. N o es que la Psicología So­


cial haya de usar con exclusividad el método experimental,
pero sin duda el privilegiarlo en momentos de configuración
de la disciplina quizá sea el m e jo r acicate para su afianza­
miento académico.

E l eco que han despertado los trabajos de M o s c o v i c i se


hace patente en las investigaciones desarrolladas en distintas
universidades, bien para prolongar sus conclusiones ( M u g -
n y , G.; P a p a s t a m o u , S., 1980; P e r s o n n a z , B., 1980; N e m e t h , C.,
1980; L a t a n é , B., 1980), bien para criticarlas (D o M S , 1980;
W o l f , S., 1980). Para realizar un balance de tales trabajos
tuve el honor de colaborar estrechamente en la organización
del Simposio Internacional sobre «Procesos de influencia so­
cia l» en grupos m inoritarios que se celebró en Barcelona en
septiembre de 1980 dentro de los Coloquios del Laboratoire
Européen de Psychologie Sociale. A continuación voy a rese­
ñar algunos de los puntos debatidos y que oportunamente
supo recoger el P rofesor M o s c o v i c i :

— Se discute ( D o m s , 1980; W o l f , 1980) que el estilo de


com portam iento de la minoría, su consistencia, sea factor
exclusivo de influencia, con olvido de la dependencia como
fa ctor explicativo. Hoy tiende a considerarse la consistencia
y la dependencia com o causas simultáneas de influencia. Ya
que la dependencia, el núm ero de sujetos que integran la
minoría, la personalidad de sus componentes, etc., si bien
hacen variar el tip o de consistencia según las condiciones
en que se ejerce la influencia, sin embargo no im piden et que
la consistencia com o tal sea el fa ctor decisivo en la influencia
minoritaria. Sin duda todo esfuerzo p or concretar y operati-
vizar dicha consistencia será bien recibido.

— Conviene distinguir entre poder e influencia, en contra


de la confusión term inológica de la Psicología Social clásica.
E l poder im plica im posición desde fuera, uso del con trol ex­
terior en una situación de desigual reparto de recursos/Mien­
tras que la influencia emplea medios de tipo ideológico, psí­
quicos, consiguiendo un con trol interior, actuando desde den­
tro y sin suponer desigualdad de recursos entre las partes.
De hecho las relaciones entre poder e influencia son di­
námicas y, a veces, inversamente proporcionales. Hay situa­
ciones con m ucho poder y poca influencia (situaciones auto-
18 P sico lo gía de las m inorías activas

vitarías) y situaciones con mucha influencia y poco poder


(la de las minorías activas). Aunque se puedan prever situa­
ciones de gran poder o mucha influencia (la de las élites
religiosas o ideológicas) y de poco poder y poca influencia
(la de los grupos marginados).

— Algunos ( D o m s , 1980; W o l f , 1980) han pretendido in­


fravalorar la insistencia en el proceso de innovación. Llegan
incluso a establecer la unidad de los fenómenos de confor­
midad y de innovación.
Sin duda, rebatirá M o s c o v i c i , nos hallamos ante dos mo­
dalidades de influencia. Pero la misma realidad de la calle
nos obliga a sostener que no son dos fenómenos idénticos
que desemboquen en idénticos efectos, a pesar de provenir
bien de la mayoría, bien de la minoría, respectivamente. «E n
el mundo social, fuera del Laboratorio, existen innovaciones,
hay revoluciones, hay 'luchas simbólicas' entre mayorías y
minorías, etc. Y no conozco a nadie que pueda realizar la
proeza intelectual de demostrar que innovar, luchar, etc., se
reduce a la misma estructura de respetar el orden, mante­
ner la uniformidad de conductas y opiniones, etc.» ( M o s c o ­
v i c i , 1980.)
Y evidentemente, sobre todo a la Psicología Social, le
urge el maridaje con la realidad social si no queremos que
se perpetúe como ocupación esotérica de personas ajenas al
entorno en que viven.

N o cabe duda de que en la sociedad de minorías a que


estamos abocando urge que la Psicología Social centre su
análisis en los grupos minoritarios. Pero en los grupos m i­
noritarios que innovan y propugnan el cambio social,i pues
no todo grupo m inoritario es innovador] Estudiar la emergen­
cia de dichas minorías, cómo evolucionan los grupos tenien­
do presente a estas minorías activas y ver cuál es el tipo de
relación dialéctica que se establece entre mayoría y minoría
serán, sin duda, algunas de las grandes líneas p or las que el
mismo M o s c o v i c i recordaba habrá que prolongar la línea de
investigación reseñada en este libro.
En todo caso considerar al individuo com o fuente y pun­
to de arranque en la acción de cambio social, sin limitarse al
mero estudio de los procesos de adaptación al medio, ha de
facilitar una visión más total y más innovadora de las rela­
ciones del individuo con su medio y su entorno social.
Introducción 19

Una bocanada de optimismo irrum pe así en la dura cos­


tra de la inercia institucional ( B a r r i g a , 1981), posibilitando
el cambio y descubriendo instrumentos idóneos para lograr
la modificación social en aras de objetivos más acordes con
las necesidades e ilusiones del hombre desgraciadamente
cada día más modulado y desarraigado.
Espero que la publicación de esta excelente obra de mi
buen amigo Serge M o s c o v i c i sirva para que el público espa­
ñol se interese en profundizar temas de tan palpitante actua­
lidad; máxime cuando desde todos los rincones se clama por
redescubrir indicadores de identidad social, capaces de dar
eficacia a la acción influyente de numerosas minorías, so­
terradas hasta hace poco bajo la losa de la uniformidad socio-
política.

S. B.

REFERENCIAS

B a r r i g a , S. (1981): ¿La agonía de las in s titu cio n es ? E n to r n o (en prensa).


Doms, M. (1980): M o s c o v ic i’s in n o v a tio n e ffe c t: tow ards an in teg ra tio n
w ith the c o n fo r m ity effect. Comunicación presentada en el X X II
Congreso Internacional de Psicología. Leipzig.
L a t a n e , B. (1980): M a jo r ity and M in o rity influence'. An in teg ra tio n .
Comunicación al Simposio Internacional sobre «Procesos de influen­
cia Social». Barcelona.
M oscovici, S. (1980): A p ro p o s des rech erch es s u r Vin flu en ce sociale.
Comunicación al Simposio Internacional sobre «Procesos de influen­
cia social». Barcelona.
M u g n y , G,; P a p a s t a m o u , S. (1980): E l p o d e r de las m inorías. Rol.
N e m e t h , C. (1980): N e g o tia tio n versus in flu en ce. Comunicación al Sim­
posio Internacional sobre «Procesos de influencia social». Barce­
lona.
P e r s o n n a z , B. (1980): Pla ce et niveau d ’a ctio n du c o n flic t dans les p r o ­
cessus d 'in flu e n ce sociale. Comunicación al Sim posio Internacional
sobre «Procesos de influencia social». Barcelona.
W o lf, S. (1980): M a jo r ity and m in o rity size and s tre n g th as sources
o f social in flu en ce. Comunicación al Simposio Internacional sobre
«Procesos de influencia social». Barcelona.
i
INTRODUCCION

Hay épocas mayoritarias, en las que todo parece depender


de la voluntad del mayor número de personas, y épocas mi­
noritarias, en las que la obstinación de algunos individuos,
de algunos grupos reducidos, parece bastar para crear el
acontecimiento y decidir el curso de las cosas. Aun tratán­
dose de un aspecto no esencial y que sólo a grandes rasgos
es válido, si yo tuviera que definir el tiempo presente diría
que uno de sus caracteres específicos es el tránsito de una
época mayoritaria a una época minoritaria. Es algo que salta
a la vista, al comparar las dinámicas de masa nacidas a prin­
cipios de siglo con los movimientos femeninos, estudianti­
les, etc., que se suceden desde hace alrededor de veinte años.
El tránsito en cuestión nos induce a mirar, desde una pers­
pectiva nueva, ciertos fenómenos de apariencia tan sorpren­
dente que tendemos a creer que se desarrollan fuera de la
esfera racional y que son debidos a la intervención de un
poder mágico. Y o señalaría entre ellos el siguiente fenómeno,
que nos es muy familiar: la facilidad con que se manipulan
y se dirigen las ideas, el lenguaje y el comportamiento de un
individuo o de un grupo; la presteza con que la gente se ad­
hiere, como en estado de hipnosis, a ideas que poco antes le
eran totalmente ajenas. Expresiones como «el poder de los
medios de comunicación social», «la tiranía de las palabras»,
que sirven para designar el fenómeno, son ya moneda co­
rriente. Se trata de fuerzas que parecen estar por encima de
nosotros y nos hacen presentir la constante amenaza de ser
sus víctimas.
No menos sorprendente es observar que, a pesar de una
22 P sico lo gía de las m ino ría s activas

coerción cuidadosa, a pesar de las enormes presiones que se


ejercen para lograr la uniformidad en las ideas, en los gustos
y en el comportamiento, los individuos y los grupos no sólo
son capaces de oponer resistencia, sino que llegan a crear
nuevas formas de ver el mundo, de vestir, de vivir, de alum­
brar ideas nuevas en política, en filosofía o en las artes, e in­
ducen a otras personas a aceptarlas. La lucha entre las fuer­
zas conformistas y las fuerzas innovadoras no pierde jamás
su atractivo y resulta decisiva para unas y otras.
El juego de estas fuerzas puede explicarse por causas
económicas, históricas y sociales, y se han dado aclaraciones
de este tipo hasta la saciedad. Tales explicaciones forman
parte de los tópicos de nuestra cultura, y no se concibe que
pueda haber otras, al igual que dos siglos atrás la gente sólo
concebía de la materia o del universo una explicación mecá­
nica y reducía a ésta todos los fenómenos, por hábito y sin
reflexión alguna. Y sin embargo, después de haber reducido
la innovación y la conformidad a esas causas rutinarias, la
fascinación y la extrañeza siguen ahí. Y es porque tenemos
la convicción de que implican algo más, algo diferente del
trivial mecanismo de relojería de las relaciones humanas.

En todos estos fenómenos, el tipo de relación al que se


recurre es el de la influencia. En dicho fenómeno sucede
algo que escapa a la conciencia del individuo: éste se com­
porta como si estuviera «poseído» por otro o pudiera «p o ­
seer» a otro y obligarle a hacer lo que no quiere. Esta rela­
ción se descubrió en un principio bajo la form a de sugestión
individual o colectiva; luego se asimiló a la hipnosis, espe­
cialmente al poder del hipnotizador sobre el hipnotizado;
y se ha relacionado, por último, con la comunicación me­
diante el discurso, la actitud, es decir, mediante la propa­
ganda. A través de estas metamorfosis, la influencia conserva
el mismo sentido de una acción recíproca primaria, de un
inquietante predominio del hombre sobre el hombre. En
nuestra sociedad, en la que abundan ideologías, comunica­
ciones de masa y procesos de orden simbólico, el fenómeno
de la «influencia» es más penetrante y más decisivo que «e l»
poder de que tanto se habla y que no es, en definitiva, más
que la mera superficie de las cosas.
Comprender las relaciones de influencia significa tener el
privilegio de captar los aspectos más misteriosos de la má­
quina social, y estamos muy lejos aún de haber dilucidado
Introducción 23

su psicología. La presente obra se propone dar a esta psico­


logía una base más sólida.
A este efecto, me serviré de dos medios. Primero, adoptaré
un punto de vista nuevo. Hasta ahora, la psicología de la in­
fluencia social ha sido una psicología de la mayoría, y de la
autoridad que supuestamente la representa. Con raras excep­
ciones, esta psicología se ha interesado por los fenómenos
de conformidad, que implica a un tiempo sumisión a las nor­
mas del grupo y obediencia a sus mandatos. Se ha descrito
y estudiado la conformidad desde el triple punto de vista
del control social sobre los individuos, de la eliminación de
las diferencias entre éstos — la desindividuación, para ser
más precisos— y de la aparición de las uniformidades colec­
tivas. Sin ánimo de ensombrecer el cuadro, hay que recordar
que la mayor parte de las resistencias al control social, de
los alejamientos de la norma, se estudian como formas de
desviación, sin más. Ha llegado la hora de cambiar de orien­
tación, de buscar una psicología de la influencia social que
sea también una psicología de las minorías consideradas
como fuente de innovación y de cambio social. ¿Qué nos
induce a afirmar esto? De una parte, la multiplicación de
los movimientos que, aun siendo por ahora periféricos, llevan
consigo prácticas y proyectos originales de transformación
de las relaciones sociales. De otra, la metamorfosis que se
está produciendo ante, nuestros ojos y que puede tener con­
secuencias duraderas.;?Durante mucho tiempo se ha catalo­
gado a un gran número de individuos en categorías des­
viantes *, se les ha tratado como objetos, peor aún, como
residuos de la sociedad normal. Desde hace poco tiempo,
estas categorías se transmutan en minorías activas, crean
movimientos colectivos o participan en su creación. En otras
palabras: ciertos grupos que eran definidos y se definían a
sí mismos, generalmente, en términos negativos y patológi­
cos frente al código social dominante, se han convertido en
grupos que poseen su propio código y, además, lo proponen
a los demás a título de modelo o de solución de recambio.
La consecuencia es que no debemos catalogar a tales
grupos o individuos entre los objetos, sino entre los sujetos
sociales. Tal es el caso, sobre todo, de los «grupos raciales»,
los homosexuales, los encarcelados y, en rigor, los «locos».
Frente a estos grupos vemos de modo concreto cómo la psi­

* D esvian te: V e r definición en pág. 25. (N . del T .)


24 P sico lo gía de las m in orías activas

cología — ¿y por qué no la sociología?— de los desviantes


se metamorfosea en psicología de las minorías, cómo indi­
viduos marcados por la anomia * engendran su propia no-
mía **, mientras que ciertas partes pasivas del cuerpo social
se convierten en partes activas. Pese a esta multiplicación
y a esta metamorfosis que han llamado la atención por su
apariencia espectacular y han dado origen a una retórica
estereotipada, se han realizado pocos esfuerzos para enten­
der a estos grupos e individuos, para comprender sus prác­
ticas y lo que tienen de singular. Si yo me aplico a esta tarea
en el presente estudio, no es tanto para llenar una laguna
de la ciencia como para observar de cerca lo que considero
uno de los giros más decisivos de mi tiempo.
Por otra parte, esta reorientación puede darnos pie para
lanzar una mirada nueva y crítica sobre conceptos, hechos
y métodos sólidamente instalados, y puede permitirnos re­
novar los problemas y las soluciones a que nos hemos habi­
tuado en el curso de varios decenios. Para ello esbozaré un
nuevo cuadro o un nuevo modelo de influencia social que
será a la vez opuesto al modelo anterior y más general que
él. La empresa puede parecer ambiciosa e incluso peregrina.
Los psicosociólogos, como todos los científicos normales,
sienten mucha repugnancia al abordar sus problemas de este
modo o a este nivel. Son bien conocidas las razones de su
rechazo: temen la preponderancia de la actitud especulativa
y que la reflexión abstracta eluda la investigación concreta.
Pero hay que decir que tales temores no están en modo al­
guno justificados. En realidad, la psicología social — al igual
que las otras ciencias— tiene gran necesidad de respirar el
aire fresco especulativo. Esta necesidad es actualmente tan
urgente como práctica. La multiplicación de experiencias de
encuestas y de conceptos ad hoc, envueltos muchas veces
en ropaje matemático, da una impresión totalmente falaz de
desarrollo y enriquecimiento constantes. La verdad es que
muchas investigaciones resultan éstériles y desembocan en
resultados cada vez más pobres en el plano del conocimien­
to científico. Estas observaciones bastan para justificar mi
empresa.
El modelo — ¿hay que llamarlo teoría?— actualmente

* Anomia (del griego a=p rivació n y nom os=ley, regla): Falta de ley
o regla, desviación de las leyes naturales (en este caso sociales). (N o ta
del T ra d u c to r.)
** N om ía (del griego nomos = ley): Significa regla o ley. (N . d el T .)
introducción 25

más aceptado, enseñado y popularizado por los manuales


puede denominarse modelo funcionalista. La mayoría de los
psicosociólogos, cualquiera que sea su orientación — gestal-
tista, conductista o psicoanalítica— se adhieren a este mo­
delo. Son bien conocidas sus notas distintivas. De una parte
los sistemas sociales formales o informales, y de otra el me­
dio ambiente, se consideran como datos predeterminantes
para el individuo o para el grupo, y proporcionan a cada
uno, previamente a la interacción social, un papel, un
status y unos recursos psicológicos. El comportamiento
del individuo o del grupo tiene por función asegurar su in­
serción en el sistema o en el ambiente social. En consecuen­
cia, puesto que las condiciones a las que debe adaptarse el
individuo o el grupo están dadas, la realidad se describe
como algo uniforme y las normas se aplican a todos por
igual. Así tenemos una definición casi absoluta del desviante
y del normal. |La desviación representa el fracaso en la in­
serción dentro del sistema, una carencia de recursos o de
información en lo concerniente al medio social. La norma­
lidad, por su parte, representa un estado de adaptación al
sistema, un equilibrio con el medio social y una estrecha
coordinación entre ambos. Desde este punto de vista privile­
giado, el proceso de influencia tiene por objeto la reducción
de la desviación, la estabilización de las relaciones entre in­
dividuos y de los intercambios con el mundo exteriq^ El
proceso de influencia implica que los actos de aquéllos que
siguen la norma son funcionales y adaptativos, mientras
que los que se apartan de la norma o van contra ella son
considerados como disfuncionales y no adaptativos./La con­
formidad se presenta como una exigencia sine qua non del
sistema social: conduce al consenso y al equilibrio. Por con­
siguiente, nada debe cambiar o, al menos, los únicos cam­
bios considerados son los que hacen al sistema aún más
funcional, más adaptativo. A fin de lograr este objetivo de­
ben efectuar los cambios aquéllos que poseen información
o recursos y ocupan posiciones clave: los líderes, la mayo­
ría, los especialistas, etc. Su eficacia es máxima cuando exis­
te un grado elevado de integración y de control sociales/
El modelo genético por el que yo propongo sustituir el
modelo funcionalista puede describirse en pocas palabras.
El sistema social form al o informal y el medio ambiente es­
tán definidos y producidos por los que participan en ellos
o les oponen resistencia. Los papeles, los status sociales y
26 P sico lo gía de las m in orías activas

los recursos psicológicos sólo resultan activos y adquieren


significación en la interacción social. La adaptación al siste­
ma y al medio ambiente social por parte de los individuos
y de los grupos no es más que la contrapartida de la adapta­
ción a los individuos y a los grupos por parte del sistema
o del medio social. Las normas que determinan el sentido
de la adaptación derivan de transacciones pasadas y presen­
tes entre individuos y grupos, y no se imponen a ellos del
mismo modo ni en idéntico grado. En consecuencia, el nor­
mal y el desviante se definen en relación al tiempo, al espacio
y a su situación particular en la sociedad. La desviación no es
un simple accidente que ocurre a la organización social — una
manifestación de patología social, individual, en suma— ,
sino que es también un producto de esta organización, el
signo de una antinomia que la crea y que es a su vez creada
por aquélla. Si los artistas, los jóvenes, las mujeres, los ne­
gros, etc., quedan al margen de la sociedad, ésta se define
de modo que aquéllos queden incluidos en su seno, y esta
toma de posición configura a su vez la futura orientación
de la sociedad. Si se desaprovechan los talentos, sí la densi­
dad de la población resulta excesiva, dando lugar a movi­
mientos contestatarios, a contraculturas, a disidencias, etc.,
es evidentemente porque la organización no está concebida
para proveer a todas las necesidades que suscita ni para
remediar todos los efectos que produce.
El término «desviación» es, por otra parte, demasiado
vago y demasiado marcado a la vez para describir este estado
de cosas. Confunde los fenómenos de anomia, entre los que
se cuentan la criminalidad, el alcoholismo, etc., con los fe­
nómenos de exclusión, que consisten en tratar como caren­
tes de cualidades económicas, culturales, intelectuales, a
categorías sociales enteras (mujeres, homosexuales, inmigra­
dos, negros, artistas, etc.). En otros términos: se clasifica
conjuntamente a individuos y grupos desocializados y a indi­
viduos y grupos a los que se considera insuficientemente
socializados o socializables, a los asocíales y a los insociales,
que no son equivalentes ni desde su propio punto de vísta
ni desde el punto de vista de la sociedad. Convendría más
bien hablar de lo que es minorativo, de las «minoridades»,
para referirse a aquellos que, sea por transgresión de la
norma sea por incapacidad para conformarse a ella, son ob­
jeto de tutela o marginación. La clásica trilogía del niño,
primitivo y loco con estructuras mentales supuestamente
Introducción 27

idénticas, con la misma falta de madurez cultural, con la


misma irresponsabilidad, corresponde perfectamente a esta
idea que, si ha desaparecido en su forma más cruda, sigue
todavía muy viva bajo otras.
La influencia social actúa para conservar o m odificar esta
organización social, bien sea en favor de su parte mayorita-
ria, bien en favor de su parte minoritaria, es decir, para
hacer prevalecer el punto de vista de una u otra y los valo­
res que defiende. Las acciones emprendidas a este fin son
funcionales o disfuncionales, adaptadas o inadaptadas, no
porque se conformen a la norma o se opongan a ella, sino
porque permiten a un grupo perseguir su objetivo, trans­
formar su condición de acuerdo con sus recursos y sus va­
lores. La innovación tiene valor de imperativo en la socie­
dad, con el mismo derecho que la conformidad. Desde este
punto de vista, la innovación no debe considerarse como un
fenómeno secundario, una forma de desviación o de no con­
formidad, sino que es preciso tomarla en lo que es: un pro­
ceso fundamental de la existencia social. La innovación pre­
supone un conflicto cuya solución depende tanto de las
fuerzas de cambio como de las fuerzas de control. La ten­
sión entre los que deben defender ciertas normas, opiniones
o valores y los que han de abogar por otras normas, opinio­
nes o valores, a fin de cambiar los existentes, es el resultado
sobre el que descansa la evolución de una sociedad. Si la
organización social existente no admite esta tensión, hay que
considerar como una solución sana, como una salida ineludi­
ble, la necesidad y la probabilidad de cambiar de arriba abajo
la organización social. Así es, al menos, cómo la teoría psi­
cológica debe considerar la situación a fin de comprender
la realidad total. El no haberlo hecho hasta ahora debe im­
putársele como una falta.
Para poner en claro las diferencias que median entre el
modelo funcionalista y el modelo genético, cabe afirmar que
el uno considera la realidad social como dada, y el otro como
construida; el primero subraya la dependencia de los indi­
viduos respecto al grupo y su reacción frente a éste, mien­
tras que el segundo subraya la interdependencia del indivi­
duo y del grupo y la interacción en el seno del grupo; aquel
estudia los fenómenos desde el punto de vista del equilibrio,
éste desde el punto de vista del conflicto. Finalmente, para
el uno, individuos y grupos tratan de adaptarse, mientras
que para el otro intentan crecer, es decir, buscan y tienden
28 P sico lo gía de las m in orías activas

a variar su condición y transformarse a sí mismos — por


ejemplo, las minorías desviantes que se convierten en mino­
rías activas— o incluso crear nuevas formas de pensar y de
obrar.
En este punto parece legítimo preguntarse por qué, con­
sideraciones prácticas aparte, busco reemplazar el modelo
funcionalista por un modelo genético. El primero ha tenido
una innegable utilidad: hizo posible la psicología social. Gra­
cias a su simplicidad y a su acuerdo con la experiencia in­
mediata y con el sentido común, ha dado a la psicología
social la ocasión de extender el método experimental a un
dominio totalmente nuevo, de formular una nueva serie de
cuestiones y crear su propia terminología. Y la ocasión tam­
bién, por su acuerdo con la ideología y el pensamiento socio­
lógico dominantes, de hacerla aceptable. Para usar una ex­
presión corriente: el modelo funcionalista fue un símbolo
de la primera generación.
Ahora es posible ir más lejos, ser más críticos y más au­
daces y, en lugar de mirar la sociedad desde el punto de
vista de la mayoría, de los dominantes, mirarla desde el pun­
to de vista de la minoría, de los dominados. Entonces la
sociedad aparece de modo totalmente distinto y, añadiré,
nuevo. Además, desde aquellos inicios, nuestros conocimien­
tos han ganado en precisión; gracias a las teorías sobre la
disonancia cognoscitiva, sobre los fenómenos de atribución,
sobre la polarización de las decisiones de grupo, compren­
demos m ejor el comportamiento social y la interacción
social. Estas teorías entran en conflicto con el marco de
referencia ampliamente aceptado y lo vuelven caduco. La
búsqueda de una definición precisa del segundo modelo
— símbolo de la segunda generación— debería servir a la psi­
cología social para consolidarse y conducirla a ampliar su
alcance, abordando aspectos menos evidentes y menos ordi­
narios de las relaciones sociales, que no son tan fáciles de
aprehender; para abordarlos, en suma, apartándose del sen­
tido común. Y podría, sobre todo, situarla en el paisaje his­
tórico actual, capacitarla para responder a las cuestiones del
presente. De otro modo, la psicología social corre peligro de
disolverse en una psicología individual subsidiaria y desapa­
recer ante la sociología. Lo cual no importaría gran cosa si,
al mismo tiempo, no desaparecieran toda una serie de pers­
pectivas muy importantes para comprender los rodajes con­
cretos de la máquina social, donde la influencia social es un
Introducción

proceso central del que dependen directamente una porción


de cosas.
Es a este nivel donde el modelo genético proporciona un
sentido nuevo a las nociones y a los hechos existentes, intro­
duce un punto de vista crítico y nos invita a explorar la
realidad considerando un espectro más extenso de indivi­
duos, con inclusión de los menos favorecidos, los menos vi­
sibles. Inútil añadir que este modelo es más intuitivo y me­
nos riguroso que el modelo funcionalista, que se apoya en
una larga tradición y tiene muy desbrozado el terreno. Esta
deficiencia, que puede ser un pretexto cómodo para no sa­
lirse de los caminos trillados, no basta para hacernos des­
aprovechar la ocasión de descubrir adonde acabará por con­
ducirnos el nuevo camino.

Este libro, publicado primero en inglés *, se escribió para


un público especializado que es en su mayoría americano o
sigue la concepción dominante de la psicología social ameri­
cana. Su tono polémico se explica por el hecho de que com­
bate esta teoría y propone una concepción radicalmente dis­
tinta. El libro prolonga así ciertas controversias que tuvie­
ron lugar, bien directamente en el curso de diversas reunio­
nes, una de ellas de tres semanas de duración en la univer­
sidad de Dartmouth, bien indirectamente por investigaciones
llevadas a cabo en varios laboratorios. Estoy seguro de que
el público francés será más abierto a las ideas que aquí se
exponen. Estas ideas comienzan a tomar cuerpo antes del
mes de mayo de 1968, pero todo lo que pasó entonces y a
partir de entonces nos las ha hecho más familiares, hasta el
punto de que hoy aparecen como un análisis, una conceptua­
lización de prácticas ampliamente difundidas. Esta coinci­
dencia, que no es ciertamente fortuita, ha sido fecunda,
porque perm itió precisar y ahondar en el sentido de una
psicología de las minorías. En cambio, sus nuevos lectores
se mostrarán quizá más reticentes en cuanto a la naturaleza
de los materiales y de las pruebas que utilizo. En Francia
existe aún el hábito de manejar materiales y pruebas de or­
den histórico, estadístico o clínico, que nos parecen más
próximos a la realidad, más naturales. Por ejemplo, las ex­
periencias de laboratorio se consideran artificiales, resabia­

* M oscovici, S.: S o cia l in flu en ce and social change, Londres, Aca­


demic Press, 1976. (N . del T .)
30 P sico lo gía de las m in o ría s activas

das de esoterismo, se siente alergia hacia ellas — como algu­


nos se declaran alérgicos a las matemáticas— , alergia am­
pliamente propagada por la enseñanza universitaria, incluso
en psicología y en las ciencias humanas. También se exige
del autor que llene de «sustancia» a las experiencias de la­
boratorio y muestre su relación directa con un contenido
histórico o sociológico.
N o voy a emprender aquí una defensa del método expe­
rimental en las ciencias humanas para la que no me creo
poseedor de título alguno. Pero la exigencia de concreción
histórica o sociológica es circular en la medida en que las
experiencias son idealizaciones de situaciones concretas cu­
yos caracteres esenciales intentamos captar y donde hay que
ir a buscar lo que se había desatendido. Sin duda, la defi­
nición de estos caracteres depende de la teoría, de las hipó­
tesis que se lanzan y se pretenden verificar, pero no por ello
son más artificiales, más irrelevantes que otras, ilustradas
por un material histórico, estadístico o clínico. Si la teoría,
las hipótesis son verdaderas, lo serán en el laboratorio y fue­
ra de él. Yo sostengo, en el caso presente, que son verdade­
ras, y sería lamentable que este obstáculo cultural — ¿no
sería un buen modo de superarlo habituarse a los rigores
del razonamiento experimental?— impidiera verlo. En efec­
to, cada cual puede fácilmente imaginar circunstancias or­
dinarias, acciones políticas, etc., que correspondan a las di­
versas idealizaciones de laboratorio que se hallarán en este
libro. Se verá entonces que, más allá de su alcance cientí­
fico, la presente obra esclarece muchas prácticas y devuelve
a la realidad, después de haberlo enriquecido, todo lo que ha
tomado de ella.
PRIMERA PARTE

Consenso, control y conformidad.


La influencia social desde la perspectiva
funcionalista

«P a ra ilustrar un principio es necesario exa­


gerar mucho y p od ar mucho.»

W alter B a g e h o t

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