TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL Prof. Dr.

Eduardo Escartín González

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

TEMA 25

WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL

TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
1.- ANTECEDENTES DE LA ESCUELA DE
LAUSANA
La informal escuela clásica francesa (Tema 13)
proporcionó continuidad a los estudios económicos en
Francia. En ella se encuentra el origen del eslabón que
une a Quesnay con Walras, pasando por Cournot; es
decir, el clasicismo francés se une con la escuela
matemática basada en el principio de marginalidad que
Walras iniciaría en la Universidad de Lausana y que
luego se desarrollaría bajo el caudillaje del italiano
Vilfredo Pareto en la misma Universidad de Lausana.
El eslabón antes citado está constituido por los
ingenieros y matemáticos franceses que aplicaron sus
conocimientos de las matemáticas a la resolución de
problemas, tanto prácticos como teóricos, en el campo
de la economía. Además de los ya citados precursores
del marginalismo (Dupuit y Cournot en el Tema 23) son
dignos de mención los ingenieros siguientes:
P.G. Frédéric Le Play (1806-1882), profesor
de la Escuela de Minas, fundador de la Sociedad de
Estudios Prácticos de Economía Social (1856) y senador
(1867-1870). Su influencia en los estudios económicos
se debe a su método de investigación mediante encuestas
directas; sus principales obras son Los obreros europeos
(1855) y La reforma social (1864).
Clément Colson (1853-1939), ingeniero,
funcionario público y profesor, autor de Transportes y
tarifas (1890) y Curso de economía política (1901-
1907).
Émile Cheysson (1836-1910) cuya Estadística
geométrica (1887) contiene la obtención estadística de
curvas de demanda, renta y coste; estudios sobre los
salarios (según el modelo de la «telaraña»1), la elección
racional de fuentes de materias primas, la maximización
de beneficios, etc.
1 Véase en el Tema 9, Epígrafe 2, el concepto de este modelo de la
«telaraña».
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Las diversas aportaciones matemáticas a la
teoría económica culminarían en la obra de Leon Walras
que, bajo el principio de marginalidad, publicó un par de
años después de las de Jevons y Menger (pero sin tener
en ese momento conocimiento de sus escritos).
En el ejercicio de su profesorado en la
Universidad de Lausana (Suiza), León Walras apenas
tuvo influencia. Los economistas franceses, por lo
general, más bien le profesaron hostilidad (nadie es
profeta en su tierra) y los alemanes y austríacos
prefirieron la versión psicológica del marginalismo,
menos engorrosa puesto que no requería el aprendizaje
de las matemáticas. Los estudiantes de derecho tampoco
eran especialmente proclives al estudio en profundidad
de la economía, disciplina que se impartía en las
facultades de derecho.
No obstante, algunos intelectuales italianos
supieron ver los méritos de Walras y contribuyeron a la
divulgación de la economía matemática marginalista.
Entre estos italianos se encuentran:
Maffeo Pantaleoni (1857-1924), profesor de
economía en las universidades de Camerino, Pavía y
Roma, y autor de los Principios de Economía Pura
(1889). Su tesis doctoral versó sobre el tema de la
fiscalidad: Teoría de la traslación de los tributos
(1882). También publicó numerosos artículos.
Enrico Barone (1859-1924), militar, político y
profesor que escribió Principios de economía política
(1908) y una serie de artículos publicados en el Giornale
degli Economisti, entre los que descuella El ministro de
la producción en el estado colectivista (1908), ya
tratado en el Tema 22, Epígrafe 8. En este artículo
Barone, mediante el sistema de ecuaciones y la teoría del
tanteo (tâtonnement) utilizados por Walras en el sistema
económico capitalista, demuestra la viabilidad lógica
(sin caos ni despilfarros) del plan socialista para efectuar
un cálculo racional y eficiente de la producción y la
distribución (según se mencionó en el epígrafe La
Sociedad Fabiana del Tema 22).
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Y Vilfredo Pareto (1848-1923), ingeniero y fundamentales de economía política (1849), donde

sucesor de Walras en la cátedra de economía (1893 a expone una avanzada doctrina de la nacionalización de
1906) que fue el verdadero fundador de la escuela de la tierra.
Lausana y se estudiará más adelante, en el Epígrafe 3.
La bandera de la reforma social enarbolada por
Puesto que Leon Walras reconoció la influencia A.A. Walras sería recogida por su hijo, quien, a su vez,
de Cournot (ya estudiado en el Tema 23) y de su padre, también propuso la nacionalización de la tierra. Su
a continuación trataremos brevemente a éste último: argumento descansaba en la idea de que el progreso en
la civilización occidental originaría un incremento
Antoine Auguste Walras (1801-1866) fue un
creciente de las rentas de la tierra en mayor proporción
economista y reformador social francés a quien no le
que el consiguiente aumento de su valor. Por tanto, la
satisfacían las explicaciones sobre el valor formuladas
nacionalización de la tierra proporcionaría al Estado
por Ricardo. Para él, el valor no dependía de la utilidad
unos ingresos superiores al valor capitalizado de las
(el agua era muy útil, pero carente de valor) ni del coste
indemnizaciones pagadas por la expropiación. Además,
de producción según el trabajo (había trabajos sin valor
A. A. Walras suponía que con los ingresos procedentes
ya que no tenían sentido económico y además no existía
de las rentas de la tierra, el Estado no necesitaría recurrir
proporcionalidad entre el trabajo incorporado a una
a la tributación para atender a las necesidades generales
mercancía y su valor).
de la nación.
En su opinión, el fundamento del valor se
Esta idea aparenta ser una reminiscencia del
encontraba en la escasez (rareté) de los bienes que se
concepto fisiócrata del impuesto único sobre la renta de
encontraban disponibles para satisfacer las necesidades.
la tierra cuyo único propietario sería el Estado.
Sin embargo, con esta apreciación consideraba de forma
indirecta a la utilidad como un elemento determinante
del valor. Aunque en el fondo la reconocía, la relegaba a
2.- LÉON WALRAS
un plano de relatividad, al igual que la escasez, ya que
ninguno de esos dos elementos podía, por sí solo, Marie-Esprit Léon Walras (1834-1910),
determinar el valor de los bienes. nació en Evreux (Francia) y murió en Clarens (Suiza).
Inició la carrera de ingeniero de minas, aunque no la
Auguste Walras propuso como metodología
terminó. Al principio se ganó la vida en varios empleos
utilizar el análisis matemático en el estudio de los
y dedicándose al periodismo aprovechó la ocasión para
fenómenos económicos, ya que éstos eran susceptibles
exponer sus ideas de reforma social. De 1866 a 1868 fue
de cuantificación. El tratamiento matemático debía
director de Le Travail, periódico del movimiento
empezar con la observación de los hechos económicos y
cooperativista. En 1860 expuso una conferencia, en el
continuar con los razonamientos.
congreso internacional sobre temas fiscales de Lausana
Sin embargo, él no llegó a utilizar esta (Suiza), que tuvo muy buena acogida y le valió, diez
metodología. Sería su hijo quien recogería la sugerencia, años después, para que se le ofreciera la recién fundada
pero aplicándola fundamentalmente al campo del cátedra de economía política en la facultad de derecho
razonamiento abstracto deductivo; sus observaciones de de la Universidad de Lausana. En esta cátedra tuvo la
la realidad económica adolecieron de superficialidad. oportunidad de dedicarse de lleno a la investigación y al
estudio de la economía de 1871 a 1892, afición que
Las principales obras de A.A. Walras son De la
conservaría hasta su muerte.
naturaleza de la riqueza y del origen del valor (1831) y
Teoría de la riqueza social, o resumen de los principios En su libro Economía política y justicia (1860)

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se decanta, a pesar de sus ideas de reformador social,
por un régimen de libre competencia para lograr la
justicia social y pone las bases para afrontar un estudio
de la economía asentado en principios distintos del
valor-trabajo.
El desarrollo de esos estudios económicos los
realizaría en su etapa de profesor de economía. En la
cual lo primero en publicar fue un opúsculo titulado
Principios de una teoría matemática del cambio (1873),
donde se encuentran los fundamentos de su principal
obra Elementos de economía política pura (publicados
en dos partes en 1874 y 1877); la segunda parte de esta
obra contiene sus artículos Ecuaciones del cambio
(1875) y Ecuaciones de la producción y de la
capitalización (1876). Otras obras de este autor son
Teoría matemática de la riqueza social (1883), Teoría
de la moneda (1886), Estudios de economía social
(1895) y Estudios de economía aplicada (1898).
El gran mérito analítico de Leon Walras fue
llegar al final de la idea, percibida por autores anteriores
(Cantillon, Quesnay, Smith, Say, Ricardo ...), de ser la
economía un universo compuesto por cantidades de
diversas variables, o magnitudes, interdependientes.
Partió, como había hecho Cournot, del análisis
2
del equilibrio parcial en los intercambios ; luego, estimó
el cosmos económico como un gran conjunto de
intercambios afectados simultáneamente por multitud de
variables, llegó a representar matemáticamente todo el
sistema económico como interdependiente mediante un
sistema de ecuaciones compatible, cuya solución expresa
el equilibrio general de la economía.
A) EL INTERCAMBIO
Walras no necesitó distinguir entre valor de uso
2 El concepto de equilibrio parcial es el siguiente: En principio los
fenómenos económicos están relacionados entre sí, por lo cual cada
variable económica depende de otras muchas, y éstas, a su vez,
dependen de las demás. Ahora bien, si es una la variable que se
pretende determinar y se la relaciona funcionalmente con otra, o con
muy pocas variables, las consideradas como más influyentes, aislándola
así del resto de los fenómenos económicos, entonces se efectúa un
análisis parcial y no general.
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y valor de cambio: el precio es un índice del valor de las
cosas que se establece en el mercado.
El fundamento del precio, o valor de cambio, se
encuentra en la relación existente en el mercado entre la
escasez relativa de las mercancías y la utilidad que éstas
proporcionan al consumidor, según sean "las
intensidades de las últimas necesidades satisfechas"
(citado por Dobb, 1973, pp. 222n y 223), de forma que
los precios son proporcionales a éstas. En este principio
podemos identificar la 2ª ley de Gossen.
. La utilidad, para Walras, aunque depende de la
apreciación de los sujetos, es una aptitud objetiva que
poseen las cosas para satisfacer necesidades, sin entrar
en el aspecto subjetivo de las consideraciones éticas o
morales3; según él dice: "El que una sustancia química
sea buscada por un médico con fines curativos, o por un
asesino para envenenar a alguien, puede ser muy
importante desde otros puntos de vista, pero es
totalmente indiferente desde el nuestro. La sustancia es
útil en ambos casos, y puede serlo más en el segundo
que en el primero" (citado por James, 1959, p. 204).
Walras también observó que las necesidades
dejan de ser apremiantes cuando se dispone en
abundancia del bien que las satisface. Por ese motivo
cuanto mayor sea la cantidad poseída de un bien, tanto
menor es la intensidad de la necesidad que satisface; es
decir, la utilidad atribuible a la última cantidad dispuesta
del bien (la utilidad marginal) es cada vez menor. En
este principio se puede identificar la 1ª ley de Gossen.
Representó gráficamente esta utilidad marginal
de forma decreciente a medida que crecía la cantidad
poseída de un bien. La representación era una línea en
escalera cuando se trataba de bienes no divisibles,
mientras que era una línea continua y decreciente
cuando los bienes se podían dividir infinitesimalmente
(James, 1954, p. 204).
3 Sobre las cuestiones éticas y morales en el campo de la Economía,
véase la reflexión que se hace a propósito de la teoría de la utilidad de
Jevons (Tema 23).
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La demanda, que relaciona precios de mercado
con cantidades de bienes, guarda relación con la utilidad
marginal, de modo que los precios siguen la misma
vicisitud que la utilidad marginal con respecto a las
cantidades. En consecuencia, la demanda es una función
decreciente del precio [D=f(P)] que puede ser obtenida a
partir de la función de utilidad marginal (James, 1954, p.
204 y Backhouse, 1985, p. 105).
En el mercado, el precio queda determinado
cuando se igualan (o equilibran) la demanda con la
oferta. El equilibrio entre ambas cantidades se establece
por las variaciones de los precios, pues las condiciones
del mercado originan un aumento del precio de los
productos cuya demanda supera a la cantidad ofrecida y
una disminución del precio cuando la demanda es
inferior a la oferta (Schumpeter, 1954, p. 1090 y
Backhouse, 1985, p. 105). Como se observa, Walras
establece una condición de equilibrio sustentada en el
principio del exceso relativo de demanda o de oferta.
Mas, como tras la oferta se encuentra el proceso de
producción que requiere bastante tiempo para variarlo,
ambos excesos relativos dependen a corto plazo de las
alteraciones de la demanda (James, 1954, p. 204).
La consecución del equilibrio en un mercado de
varias mercancías es explicada por Walras mediante un
proceso de tâtonnement, o teoría del tanteo, que es un
procedimiento de ensayo y error (Schumpeter, 1954, p.
1097 y Backhouse, 1985, p. 105): partiendo de unos
precios arbitrarios se observa los resultados en el
mercado y a continuación se varían los precios de
acuerdo con el principio antes expuesto sobre los
excesos relativos de demanda o de oferta; o sea, se
suben los precios de las mercancías "cuya demanda
efectiva es superior a su oferta efectiva y una baja del
precio de las demás" (citado por James, 1959, p. 206).
Procediendo de este modo, en varios tanteos se llega a la
"condición necesaria y suficiente" para que "exista
equilibrio en el mercado": "que a los precios vigentes la
demanda efectiva de cada mercancía sea igual a su
oferta efectiva" (citado por James, 1959, p. 206).
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Walras, al igual que Cournot, estudió diversos
tipos de mercado, el de competencia perfecta y el de
monopolio, llegando a iguales resultados que antecesor.
Pero, a diferencia de Cournot, empezó por el mercado
de competencia perfecta. Este mercado lo suponía ideal,
meramente hipotético, ya que, en la práctica, "los
mercados mejor organizados desde el punto de vista de
la competencia […como] las bolsas de valores, las de
comercio, los mercados de granos, de pescado, etc."
sólo eran una aproximación al de competencia perfecta
(citado por James, 1959, p. 204-205).
Definió la competencia perfecta como la
condición en la que se encuentran aquellos "mercados
[...donde] ninguna operación tenga lugar sin que sus
condiciones sean anunciadas y conocidas, sin que los
vendedores puedan competir a la baja y los
compradores al alza" (citado por James, 1959, p. 205).
Justificó la adopción de esta hipótesis de la
competencia perfecta, en analogía a lo que se hacía en
otras ciencias, del siguiente modo: "en mecánica pura se
trabaja sobre la hipótesis de máquinas sin fricciones"
(citado por James, 1954, p. 205).
B) EL EQUILIBRIO GENERAL
Walras prosiguió la investigación iniciada por
Cournot sobre el equilibrio parcial (en el mercado de
cada mercancía) contemplando la economía como un
sistema global en el que los mercados de todos los
productos estaban interconectados y, por lo tanto, había
la posibilidad de que existiera un equilibrio general.
Cournot sabía perfectamente que, en la
economía real, las variaciones de los ingresos de algunos
productores repercutían en la demanda de otras
mercancías y en los ingresos de sus productores. Sin
embargo, creyó que la solución de un sistema
económico, considerado en su totalidad, es decir, el
equilibrio general, sobrepasaba la capacidad del análisis
matemático y econométrico por la gran complejidad de
los cálculos y las cuantificaciones de multitud de
variables (Blaug, 1978, p. 709).
TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
Walras tuvo la genialidad de cambiar el
enfoque del problema y, eludiendo la medición de las
variables económicas, lo redujo a plantear un sistema
teórico que fuera lógicamente resoluble.
No obstante, la tarea que emprendía se le
presentaba ardua, porque para afrontarla se requería:
1º. Investigar la naturaleza de los fenómenos
económicos.
2º. Agrupar por sectores esos fenómenos
económicos, según alguna característica de
homogeneidad.
3º. Asignar la categoría de variable económica
a algunos de esos fenómenos económicos.
4º. Descubrir las relaciones que pudieran
existir entre las variables.
5º. Expresar funcionalmente esas relaciones,
erigiendo un sistema lógicamente coherente.
6º. Determinar las condiciones de equilibrio
para que el sistema tuviera solución.
En resumen, Walras construyó un modelo
teórico. Las condiciones en las que éste se desenvolvía
eran estáticas y de competencia perfecta. Esto implicaba
la consideración de dos hipótesis: 1ª que el precio del
producto era igual a su coste medio; o sea, el coste total
se igualaba al valor de la producción y a los ingresos
percibidos por su venta. Por lo tanto, el beneficio puro
empresarial (el denominado beneficio económico o
extraordinario) era nulo. Y 2ª, que debía existir un
precio de equilibrio en el que la oferta y la demanda
coincidieran, para que los mercados también estuvieran
en equilibrio; es decir, las cantidades ofrecidas y
demandadas se igualaban a un determinado precio.
De este modo, las varibles significativas a
determinar en el modelo de Walras eran los precios y
las cantidades de las diferentes magnitudes (susceptibles
de cuantificación) que intervenían en el sistema
económico a través de un mercado. Por consiguiente, su
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modelo de sistema económico global era eminentemente
microeconómico.
A pesar de que el modelo teórico de Walras era
estático, su apreciación de la economía real resultaba ser
dinámica. Concedió gran importancia a la posesión de
stocks de mercancías, materias primas, capitales y
dinero. Con ellos los agentes económicos acudían a los
mercados; la constitución de esos stocks implicaba
alguna pauta de comportamiento en el pasado que
condicionaba las decisiones actuales en el momento
presente de acudir a los mercados. Así mismo, Walras
explicó secuencialmente las etapas que debía atravesar
el sistema económico en su camino hacia la estabilidad
de su posición de equilibrio. Además, la determinación
de los precios en la realidad no se efectuaba
instantáneamente sino según su teoría del tanteo
(tâtonnement), en una serie de sucesivos ajustes (según
el principio de los excesos relativos de demanda u
oferta) en los que los precios fluctuaban alrededor de los
hipotéticos precios de equilibrio determinados en el
modelo teórico. Todo eso, evidentemente, supone una
concepción dinámica, aunque lo sea de forma implícita,
según Schumpeter (1954, p. 1090).
Walras supo diferenciar claramente entre masas
fijas de bienes durante un periodo de tiempo (es decir,
las consideras magnitudes fondo, o stocks, cuantificadas
atemporalmente) y las que variaban a lo largo de un
lapso temporal (variables flujo, cuantificadas por unidad
de tiempo) y concedió gran importancia a diversos tipos
de capitales y stocks (Schumpeter, 1954, p. 1090).
Capital, en términos latos para Walras, era todo
bien que podía ser utilizado más de una vez. En sentido
estricto, el "capital propiamente dicho", está constituido
por los bienes duraderos que han sido producidos.
También tiene en cuenta los capitales que producen
servicios para el consumo directo (entre éstos se
encuentran los "capitales personales" -los servicios del
trabajo- que pueden dedicarse improductivamente al
ocio); los capitales nuevos que han sido producidos pero
todavía no han proporcionado servicios productivos; los
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capitales que proporcionan servicios que en lugar de fuerzas económicas, pese a la actuación del empresario,
consumirse prestan servicios de aprovisionamiento; y los abocan en los beneficios nulos. Este es un problema al
capitales que se consumen durante el proceso productivo que han tenido que enfrentarse teóricos posteriores y que
(según la versión y citas procedentes de Schumpeter, dio origen a la investigación de modelos económicos no
1954, pp. 1087n y 1088n). Por otra parte, contempla estáticos, no estacionarios y no perfectamente
varias clases de fondos dinerarios, según sirvan para competitivos. Con estos modelos se intenta estudiar un
financiar el consumo o la inversión u otras transacciones sistema económico más ajustado a la realidad que el
propias de producción. basado en la hipótesis de la competencia perfecta. Sin
embargo, este último modelo, en puridad de términos,
Walras tuvo en cuenta diversas clases de
no propugna el beneficio cero, salvo en el largo plazo y
mercado: el mercado de productos; el mercado de
en situación de equilibrio. Y si hemos de hacer caso del
servicios productivos (en el que se agrupan tres
dicho de don Quijote (¡Cuán largo me lo fiáis, Sancho!),
categorías de servicios productivos, según procedan de
en el ínterin los beneficios económicos puros pueden
la tierra, el trabajo o el capital); el mercado de capitales
persistir durante mucho tiempo. En realidad, con la
(donde se determinan los propios precios de las
hipótesis de la competencia perfecta sólo se demuestra
diferentes clases de capital y no los de sus servicios
que el precio es igual al coste marginal; como éste puede
productivos); y el mercado del dinero, o medios de pago
ser superior al coste medio, se posibilitan los beneficios
en general (Schumpeter, 1954, p. 1089). Sin embargo, al
superiores a cero, máxime si la competencia no es
formular el modelo los mercados se reducen a dos: el de
perfecta y el estado de equilibrio a largo plazo nunca se
productos y el de servicios.
alcanza (ya que, en realidad, siempre hay modificaciones
La interconexión de los mercados se realiza por de las circunstancias en las que se desenvuelve la
la mediación de la importante figura del empresario. producción y las preferencias de los consumidores).
Este es el agente económico que compra recursos
El modelo teórico de Walras consiste en
productivos en los mercados de servicios (donde se
representar el mundo económico mediante un sistema de
obtienen capitales y materias primas, arriendo de tierras
ecuaciones. Las ecuaciones han de ser matemáticamente
y contratación de las "facultades personales" de los
independientes (o sea, ninguna de ellas ha de poder
trabajadores). El empresario combinando los recursos
deducirse de las demás) y tienen que plantearse en igual
adecuadamente, para que el costo sea el mínimo posible,
número que el de incógnitas, o variables significativas a
obtiene un bien económico que vende en el mercado de
determinar, para que pueda tener una solución
productos (Schumpeter, 1954, pp. 1088 y 1089).
compatible. El sistema de ecuaciones debe permitir
El empresario asume el riesgo derivado de la hallar al menos un conjunto coherente de valores (uno
diferencia existente entre los ingresos, por la venta del por cada incógnita) que satisfaga simultáneamente a
producto, y los pagos, por la adquisición de los recursos todas las ecuaciones del sistema.
productivos. Esa diferencia puede proporcionarle
Suponiendo que haya «m» productos y «n»
beneficios o pérdidas. Sin embargo, dada la condición
servicios productivos, habrá que determinar una
de equilibrio establecida por Walras en su sistema de
cantidad global y un precio por cada uno de ellos.
competencia perfecta, el "empresario no hace beneficios
Teniendo en cuenta que el precio de uno de los
ni pérdidas" (citado por Schumpeter, 1954, pp. 975,
productos se utiliza como «numerario» (unidad de
976n, 1099n y 1140). Debido a esto podemos apreciar
medida del valor), el número de incógnitas resultante es
que en tal sistema no existe aliciente, ni al final cabida,
2m - 1 + 2n. Además es preciso considerar las
para la figura económica del empresario, puesto que las

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cantidades parciales de cada servicio productivo que se
utilizan en la elaboración de cada producto; es decir, hay
adicionalmente otras n·m cantidades que corresponden a
los servicios productivos intercambiados para llevar a
cabo la producción; dichas cantidades son denominadas
“coeficientes técnicos” por Walras (cita según Dobb,
1973, p. 223); por tanto, en total el número de
incógnitas es: 2m + 2n +mn-1.
El planteamiento de las ecuaciones puede ser
agrupando por bloques que, para facilitar la explicación
del sistema walrasiano, denominaremos así: ecuaciones
de demanda; ecuaciones de coste; ecuaciones de oferta
de servicios productivos; ecuaciones de utilización de
servicios productivos; y ecuaciones de coeficientes
técnicos (participación técnica de servicios productivos).
La nomenclatura que se utilizará será la siguiente:
Se denota por A,B,C,...M las cantidades de los
«m» productos; se identifica a las cantidades totales de
los «n» servicios productivos con las letras N, O, Q,... X,
Y y Z (Walras consideró una gran pluralidad de
servicios productivos); por PA, PB, ...PM los precios de
los productos; y por PN PO, PQ ... PX PY PZ los precios de
los servicios productivos. Se designa por nA ... xA, yA,
zA, las correspondientes cantidades de los servicios
productivos utilizados en la producción de A, por nB ...
xB, yB, zB las que participan en la producción de B, ... y
por nM ... xM, yM, zM, las cantidades empleadas para
producir M. Por tanto, la matriz de los coeficientes
técnicos será:
SERVICIOS
N O Q ... X
Producto A nA oA qA
Producto B nB oB qB
Producto C nC oC qC
............................. ........................................................................
............................. ........................................................................
Producto M nM oM qM
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Las ecuaciones de demanda global de cada
producto se hallan sumando las demandas individuales.
Estas se calculan maximizando la satisfacción de cada
consumidor, por medio de la ecuación de sus ingresos
que se gastan íntegramente en la compra de los «m»
productos (restricción presupuestaria) y de su función de
utilidad. El consumidor obtiene los ingresos de la venta
de los servicios productivos de los que es propietario
(cuyas cantidades y precios también se determinan en el
modelo). En primer lugar se establece el equilibrio de
cada consumidor. Para ello se maximiza su función de
utilidad, sujeta a la restricción presupuestaria, cuyo
resultado es el postulado de la 2ª ley de Gossen o el de
la igualdad de las proporciones en que se encuentran las
utilidades marginales de cada producto –o, según la
terminología empleada por Walras, intensidad de la
última necesidad satisfecha- respecto al precio de cada
uno de ellos. Esto permite relacionar las cantidades de
cada producto que adquiere cada consumidor con todos
los precios. Y, en segundo lugar, la suma de todas ellas
constituye la demanda global de cada producto.
Las ecuaciones de demanda de cada producto
establecen la relación funcional entre la cantidad de
producto y su precio, el precio de los demás productos y
el precio de los servicios productivos (ya que estos
últimos conforman los ingresos del consumidor). Así (si
designamos por «i» a cada individuo de un país que
demanda alguna mercancía, tal que 0 < i < ∞):
ΣAi = A = DA(PA, PB, ... PM; PN, PX, PY, PZ)
ΣBi = B = DB(PA, PB, ... PM; PN, PX, PY, PZ)
Y Z
xA yA zA .....................................................................
xB yB zB ΣMi = M = DM(PA, PB, ... PM; PN, PX, PY, PZ)
xC yC zC Bajo la hipótesis adicional de la igualdad de los
gastos de los consumidores con sus ingresos, es decir, el
valor de sus ofertas de servicios productivos es igual al
valor de sus demandas de productos, a cuya ecuación se
xM yM zM ha denominado la «Ley de Walras» (Blaug, 1978, p.
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TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
197), se deduce que, una vez conocida la cantidad
demandada de m-1 productos, así como de los m
precios, también se conoce unívocamente la cantidad
demandada del producto restante. Por este motivo, de las
«m» ecuaciones de demanda, sólo son matemáticamente
independientes m – 1.
Las ecuaciones de coste establecen el valor de
un producto (es decir, el resultado de multiplicar su
cantidad por su precio) igualándolo a la suma de valores
de los servicios productivos que intervienen en su
producción. En el coste del producto no intervienen los
beneficios puros (o económicos) del empresario porque
se atiende a la hipótesis de la competencia perfecta
establecida por Walras, según la cual los “empresarios
no hacen beneficios ni pérdidas”, o sea, el beneficio
económico es nulo. Este supuesto equivale a la 1ª de las
hipótesis anteriormente formuladas (la que establece que
el precio del producto es igual al coste medio). Las
ecuaciones que estipulan el valor del producto son las
siguientes:
APA = nA PN + oA PO + qA PQ +...+ yA PY + zA PZ
BPB = nB PN + oB PO + qB PQ +...+ yB PY + zB PZ
...........................................................................
MPM = nM PN + oM PO + qM PQ +...+ yM PY + zM PZ
Cuando una mercancía se usa como numerario,
su precio pasa a ser la unidad de valor. Por tanto, las
anteriores ecuaciones se pueden transformar, para que
expresen los precios relativos respecto a la mercancía
tomada como numerario, dividiendo todas ellas por el
precio de la mercancía numerario (por ejemplo, si ésta
es la A, dividiendo ambos miembros de cada igualdad
por PA).
Puesto que hay m productos, el número de
ecuaciones de coste es m.
Las ecuaciones de oferta de servicios
productivos relacionan cantidades de
productivos con los precios de los mismos y los precios
de los productos.
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Los individuos obtienen sus ingresos de la
venta de los servicios productivos y estos ingresos les
proporcionan la capacidad para sufragar la compra de
otros servicios productivos u otros productos.
La función de oferta de cada servicio
productivo se obtiene sumando las ofertas individuales.
Para el cálculo de éstas hay que tener en cuenta el
equilibrio de cada individuo ofreciendo los servicios
productivos de los que es propietario. El individuo
intenta maximizar su satisfacción según el principio de
la igualdad de las proporciones existentes entre las
funciones de utilidad marginal por cada servicio
productivo y sus respectivos precios; también tiene una
ecuación de presupuesto (o de balance) dada según la
hipótesis de la igualdad de los gastos con los ingresos (la
suma de los productos de las cantidades de los servicios
productivos ofrecidos por sus precios es igual a la suma
de las cantidades de los productos demandados
multiplicadas por sus precios).
Las ofertas individuales, al depender de todos
los precios, incluido el propio precio del servicio
productivo, indirectamente se conforman atendiendo
también a los ingresos (rentas) del consumidor y, según
admite Walras, en determinadas circunstancias, el
propietario del servicio productivo puede consumir
directamente una parte de él. Por ejemplo, dedicando al
ocio alguna de las horas que en principio tiene
disponibles para el trabajo. Por este motivo llega a
considerar la posibilidad de que alguna curva de oferta
se convierta en decreciente, a partir de un determinado
precio.
En el modelo de Walras, como se puede
apreciar, el papel más importante del sistema económico
recae sobre el consumidor al tomar las decisiones de
demanda de los productos y de oferta de los servicios
productivos.
Después, por adición (como ocurría con las
servicios
ecuaciones de demanda), se obtienen las ecuaciones de
oferta de los servicios productivos:
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TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
N = ON(PN, ..., PX, PY, PZ, PA, PB, ..., PM)
O = OO(PN, ..., PX, PY, PZ, PA, PB, ..., PM)
.............................................................
X = OX(PN, ..., PX, PY, PZ, PA, PB, ..., PM)
Y = OY(PN, ..., PX, PY, PZ, PA, PB, ..., PM)
Z = OZ(PN, ..., PX, PY, PZ, PA, PB, ..., PM)
El número de ecuaciones de oferta de servicios
productivos, evidentemente es n.
Las ecuaciones de utilización de servicios
productivos indican la cantidad total de servicios
productivos que se han empleado parcialmente en la
producción de cada producto. Expresan la hipótesis de la
condición de equilibrio de los mercados, o principio de
la igualdad de la oferta y la demanda. Walras supone
que cada individuo dispone inicialmente de cierta
cantidad de varios servicios productivos, que decide
ofrecerlos o consumirlos él mismo directamente.
Mediante la hipótesis de la condición de equilibrio de
los mercados, a la que antes se ha aludido, se obtienen n
ecuaciones:
N = nA + nB +...+ nM
O = oA + oB +...+ oM
..............................
X = xA + xB +...+ xM
Y = yA + yB +...+ yM
Z = zA + zB +...+ zM
Obviamente, las ecuaciones de utilización de
bienes productivos son n.
Las ecuaciones de coeficientes técnicos
establecen las posibilidades de combinar diversas
cantidades de servicios productivos para obtener una
determinada cantidad de producto. El objetivo de la
empresa es, en función de los precios, lograr unos costes
mínimos para elaborar una cantidad de producto
prefijada; esta última condición constituye la restricción
necesaria para resolver un problema de optimación. Así,
la misión de la empresa es combinar los servicios
productivos que proporcionen un mínimo coste para
elaborar una cantidad determinada de producto según
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una función de producción. Para ello las productividades
marginales de cada servicio productivo tienen que ser
proporcionales a sus respectivos precios.
Por cada producto se formulan n ecuaciones,
tantas como servicios productivos; de ellas, n-1
ecuaciones proceden de igualar las productividades
marginales ponderadas por sus respectivos precios de
cada servicio productivo y 1 de la función de
producción. En total, como hay m productos, se tendrán
mn ecuaciones, que sumándolas al sistema se consiguen
tantas como incógnitas.
En las dos primeras ediciones de sus Elementos
de economía pura, Walras supuso fijos y conocidos los
«coeficientes técnicos»; por ello, inicialmente su modelo
sólo constaba de 2m + 2n-1 ecuaciones e incógnitas. A
partir de la publicación de la 3ª edición en 1896, a raíz
de la sugerencia de Barone (Schumpeter, 1954, p. 1120),
levantó la restricción de la constancia de los coeficientes
técnicos y se acogió a la teoría de la productividad
marginal (que proporciona la cantidad adecuada de
servicios productivos a adquirir por la empresa con el
objetivo de alcanzar una situación óptima).
La teoría económica pura de Walras se
mantuvo, con muchas reticencias, soportando la crítica
de su falta de aplicabilidad práctica. En la década de los
años treinta del siglo XX, sirvió de inspiración al insigne
Premio Nobel de economía (1973) Wassily Leontief
(estudiado en el Tema 22). A partir de la década
siguiente, este autor consiguió dar contenido empírico al
abstracto modelo walrasiano con el desarrollo de sus
tablas sectoriales, input-output. La aplicabilidad de éstas
a la economía real se vio favorecida por los avances de
la econometría y la capacidad de cálculo de las
computadoras electrónicas.
3.- EL MARQUÉS DE PARETO
Vilfredo Frederigo Samaso, marqués de
Pareto (1848-1923), de ascendencia italiana por parte
paterna y francesa por parte materna nació en París. Se
TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
educó en Italia, doctorándose en ingeniería, profesión
que ejerció como consultor y director de una compañía
italiana dedicada a la construcción de ferrocarriles. Sus
otras aficiones fueron la economía y la sociología. A los
cuarenta y cinco años de edad se trasladó a Lausana
(Suiza) para ocupar la cátedra de economía, vacante por
la jubilación de Walras. Ejerció el profesorado durante
más de una década; en 1906 abandonó su cátedra por
motivos de salud, retirándose a Céligny (Suiza). Además
de sus asiduas colaboraciones en Il giornale degli
economisti (El diario del economista) entre 1890 y
1905, escribió Curso de economía política (1896-1897),
Los sistemas socialistas (1902), Manual de economía
política (1906), Economía matemática (1911), artículo
publicado en la francesa Enciclopedia de las ciencias
matemáticas, y Tratado de sociología general (1916),
en el que expresa unas ideas que indujeron a Musolini a
ofrecerle una candidatura al senado por el partido
fascista italiano, que rechazó.
A) LA OFELIMIDAD
Pareto se percató, al profundizar en el estudio
del nuevo principio de marginalidad, que el concepto de
utilidad se aplicaba en economía con una acepción
diferente a su significado en el lenguaje corriente
(James, 1959, p. 245). En éste, útil y beneficioso eran
prácticamente sinónimos; sin embargo, en economía, los
bienes dañinos para la salud (como el tabaco, las bebidas
alcohólicas y otros) se consideran que son útiles, pero
con la acepción de deseables, para sus consumidores
(Spiegel, p. 648). Esto se prestaba a equívocos y más si
(como ya habían indicado otros economistas) no se
estaba de acuerdo en que la utilidad de cada individuo
fuera medible: "¡mostradme una satisfacción o utilidad
que sea, por ejemplo, el triple que otra!", dijo Pareto,
según recoge Schumpeter (1954, p. 1154).
Pareto, a pesar de la imposibilidad de medir la
utilidad, no ponía en duda la capacidad de los individuos
para discernir su preferencia por unas combinaciones de
bienes sobre otras y su percepción de haber logrado unas
situaciones de mayor satisfacción que otras; incluso,
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podía elucidar la más satisfactoria que se podía alcanzar
con los recursos disponibles, aunque no se supiera la
cuantía de la satisfacción. La utilidad respondía al
principio de la transitividad y podía, por tanto, ser
ordenada según una escala de preferencias. Siguiendo la
idea de Schumpeter (1954, p. 1153) con un símil, los
alpinistas no necesitan conocer la altura de las montañas
para saber que han llegado a la cumbre, y cuándo unas
cimas aparentemente son más altas, o más bajas, que
otras.
Por otra parte, según Pareto, los distintos
grados de satisfacción alcanzados por un sujeto con la
adquisición de más unidades de un bien dependían, no
sólo de su cuantía, sino de la cantidad poseída de otros
bienes (James, 1959, p. 247).
Esta concepción ordinal y compleja de la
utilidad le impulsó, para evitar confusionismo, a crear un
nuevo nombre que designara este concepto económico:
la ofelimidad. Proviene este nuevo vocablo del griego
(ofélimos = útil, provechoso), aunque Pareto le dio la
acepción de deseabilidad. Su ofelimidad elemental era el
equivalente de la utilidad marginal (James, 1959, p. 245-
246).
Aprovechó las curvas de indiferencia4 de
Edgeworth para profundizar en el estudio de la teoría del
consumidor. Eliminó el cardinalismo de la escala de
preferencias de dichas curvas y lo sustituyó por una
ordenación, empíricamente observable, de las mismas
según una arbitraria «función índice» (funzione indice,
expresión recogida por Schumpeter, 1954, p. 1156). El
lugar geométrico de los puntos que proporcionan la
misma satisfacción dibuja una "curva de igual elección"
(o curva de indiferencia). La representación gráfica de
un conjunto de estas curvas de igual elección, o que
proporcionan la misma satisfacción hasta llegar a la
máxima, se asemeja al mapa de las curvas de nivel de
4 La curva de indiferencia es el lugar geométrico de las distintas
combinaciones de bienes que proporcionan la misma satisfacción a un
sujeto económico.
TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
una montaña; y debido a esta semejanza Pareto la llamó
"la colina del placer" (citas según Schumpeter, 1954, p.
1156 y James, 1959, p. 247).
Los individuos, por lo general, no pueden
lograr la máxima satisfacción de sus deseos (o alcanzar
la cima de la colina del placer) porque se lo impiden
determinados obstáculos. Según recoge Dobb (1973, p.
229), para Pareto el equilibrio del consumidor resulta
del enfrentamiento de sus gustos con los obstáculos que
se le presentan para satisfacerlos. Reflejó en el gráfico
curvas de obstáculos representativas de restricciones que
afectan el consumidor: restricción presupuestaria, deseos
competitivos, condicionamientos sociales, etc.
Entre ambas clases de curvas era posible hallar
un equilibrio (cuando son tangentes) que significara la
máxima satisfacción compatible con los obstáculos, o
limitaciones.
B) EL ÓPTIMO DE PARETO
Uno de los objetivos de la economía es
aumentar el bienestar de los individuos y de la sociedad.
Aquí, nuevamente surge el problema de las mediciones y
comparaciones, porque a veces está claro que alguien
aumenta su bienestar (por ejemplo si a una persona se le
incrementa su renta en un euro), pero en otras no (v. gr.,
si el aumento de renta es a costa de la disminución de
otro bien como el ocio, o de la disminución de la renta
de otra persona, caso típico de las donaciones). La
dificultad aumenta si se pretende determinar la mejora (o
pérdida) global de la sociedad en su conjunto, como
cuando se aumenta el bienestar de los pobres al darles
dinero que previamente se ha quitado a los ricos.
En lo concerniente al bienestar, hay situaciones
ambiguas que no pueden determinarse unívocamente, es
decir, no hay una única posición de equilibrio, como
tampoco la hay en el intercambio. La indeterminación de
un equilibrio único en el intercambio se demuestra con
el instrumento analítico de las curvas de indiferencia,
mediante el procedimiento gráfico de la denominada
«caja de Edgeworth». El supuesto, que subyace en la
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base del razonamiento, es que el intercambio se realiza
mientras resulte beneficioso para los sujetos. Éstos, al
entregar y recibir mercancías, obtienen combinaciones
de bienes que les proporcionan simultáneamente mayor
satisfacción (aumento del bienestar); muchas de esas
combinaciones mejoran simultáneamente la situación de
los sujetos y cada una de ellas determina una común
relación de precios del intercambio que constituye una
particular situación de equilibrio entre muchas posibles.
El equilibrio, por lo tanto, queda indeterminado cuando
los sujetos tienen capacidad para negociar la relación de
precios a la que se fijará el intercambio.
Si se fija objetivamente la relación de precios,
o sea, con independencia de la voluntad de los sujetos
(como podría ser el caso de un mercado de competencia
perfecta), el equilibrio es único (en el caso de haberlo) y
se pueden calcular las cantidades a intercambiar que
originan la máxima satisfacción de los sujetos. Sin
embargo, puede no haber equilibrio, ya que la relación
de precios dada en el mercado no garantiza la
posibilidad de una mejora simultánea de los sujetos que
intervienen: podría ocurrir que uno empeorara.
Lógicamente, si los agentes económicos son
conscientes de la pérdida de bienestar no realizarían el
intercambio. No obstante, la experiencia demuestra que
muchos intercambios se realizan sin que los individuos
se den cuenta que pierden bienestar y que la economía
real no logra un aumento del bienestar social, ni siquiera
en un régimen de competencia perfecta (ya que, por
ejemplo, hay empresas que consumen muchos recursos
produciendo con costes a escala crecientes, y que, sin
embargo, esos recursos no se trasvasan a las empresas
que producen con rendimientos a escala crecientes, o
sea, con costes decrecientes, con lo cual no mejora el
resultado para la sociedad, sino que empeora). Del
análisis de hechos similares a los expuestos mediante
estas reflexiones, Pareto dedujo que en la acción humana
existe un componente irracional; entre los móviles
psicológicos de los individuos estaban los "residuos" o
imágenes motrices (constantes ilógicas) que impulsan a
TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL
la acción irracional, sin reflexión (James, 1959, p. 248).
O sea, el móvil de la racionalidad económica, es decir, el
supuesto de lograr la máxima satisfacción o el mínimo
coste, no es una hipótesis muy realista.
A pesar de todas estas dificultades, Pareto
insiste en que en ciertas situaciones de equilibrio se
reconoce un aumento o pérdida del bienestar, aunque no
sea posible su medición. Esto se comprueba más
fácilmente en el caso individual; la complejidad aparece
en las comparaciones interpersonales y en el conjunto de
la sociedad. Pero aún así, con aplicabilidad general,
Pareto define un óptimo de bienestar como aquella
situación en que, con variaciones pequeñísimas, nadie
puede aumentar su bienestar sin que alguien disminuya
el suyo. A situaciones como esta se las ha venido a
denominar “óptimos paretianos” (Dobb, 1973, p. 263)
Acostumbrado a las indeterminaciones
económicas, Pareto no pretendió que su óptimo fuera
una situación única o de equilibrio; para él existían
muchas posiciones en las que se lograba un óptimo de
bienestar, sin que las comparaciones entre ellas tuvieran
que tener otra clase de relevancia. Pareto pudo renunciar
a las comparaciones interpersonales, para dilucidar entre
diferentes estados de bienestar en los que unos sujetos
mejoran y otros empeoran, porque no son necesarias
para lograr una percepción de esos estados de bienestar
mejores o peores que otros. Ejemplo claro de ello es la
propia actividad económica, que consiste en el cambio,
ya que éste implica alteración en la posesión de bienes y,
por lo tanto, modificación de estados de bienestar.
Muchas de estas alteraciones claramente perjudican a
alguien, mientras que benefician a otros; así ocurre con
la redistribución de rentas mediante los impuestos y los
subsidios, o la fabricación industrial nociva por los
humos, pestilencias, contaminación de aguas y otros
efectos perniciosos para la sociedad.
Economistas posteriores (Kaldor y otros, Tema
26), siguiendo las teorías de Pareto, desarrollaron una
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nueva versión del principio de compensación5:
consideraron la posibilidad de alcanzar óptimos de
bienestar mediante la compensación económica de los
damnificados a costa de los beneficiarios de la actividad
que provoca la nocividad; de este modo, todos ganan.
C) LA LEY DE PARETO
Aprovechando sus excelentes conocimientos
matemáticos, Pareto fomentó la investigación empírica y
estadística de hechos económicos.
La acumulación de los datos que obtuvo sobre
la distribución de la renta en diversos países y épocas
parecía que presentaba una regularidad. Completó el
estudio mediante su representación gráfica en unos ejes
de coordenadas con escalas logarítmicas; en un eje
reflejaba las rentas y en el otro las personas que las
obtenían. El resultado, publicado con el título La curva
del reparto de la riqueza (que también expuso en su
Curso de economía política) mostraba invariablemente
líneas rectas de la misma pendiente (Schumpeter, 1954,
p. 939 y Spiegel, p. 651). La interpretación que dio es lo
que se denomina la ley de Pareto: La distribución de la
renta permanece invariable en todo tiempo y lugar.
Esta ley enseguida suscitó la polémica, no
exenta de connotaciones políticas. El propio autor,
antisocialista acérrimo, la usó tendenciosamente para
atacar las políticas sociales redistributivas que debían
manifestarse inútiles a la luz de su ley. Luz que sólo
hacía visible un camino para elevar las rentas de un
determinado grupo social: el de conseguir un aumento
global de la renta nacional.
Esta ley, que se encuentra entre las que han
sido fruto de la inducción en el ámbito de la economía,
modernamente ha sido refutada, precisamente por la
evidencia empírica, una vez que mejoraron las técnicas y
la precisión de las investigaciones estadísticas (según la
curva de Lorenz y el coeficiente de Gini, ya
mencionados en el Tema 17, pág. 250).
5 Marx atribuyó a Ricardo la «Teoría de la compensación» que se
trató en el Tema 21.
TEMA 25: WALRAS Y EL EQUILIBRIO GENERAL Prof. Dr. Eduardo Escartín González

BIBLIOGRAFÍA

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de Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1988.

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SCHUMPETER, Joseph Alois (1954): Historia del análisis económico; versión en español
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