Un hombre de Usila iba por el monte cuando escuchó un
grito. Se espantó, pues no veía a nadie. Oyó el grito tres veces y, entonces, preguntó: —¿Quién grita? Y vio que quién le hablaba era un rayo que estaba atorado en un árbol. —¡Soy yo, ven, ayúdame a salir! El hombre lo ayudó y, al sacarlo, sonó un trueno, se vio un relámpago y empezó un aguacero. Más adelante, en el camino, se encontró con el rayo y con toda la familia rayo. Le dieron las gracias, lo invitaron a comer y le pagaron por haber salvado al rayo padre.