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LEYENDAS MEXICANAS

EL ROBO DEL FUEGO


Leyenda Azteca sobre la aparición del uso del fuego.
Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos
crudos.
Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener
alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos.
Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego
que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar.
Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si
alguno de ellos podía aportarles el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar
donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco
hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza,
continuarían suplicando y ayunando.
Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.

Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña,
más alejada. Retomaron entonces su camino.
Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera
montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña
donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.
Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los
Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían
hacer.

Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había
hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso
a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de
madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un
taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en
tanto alimentaba esta "rueda" de luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado,
él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa
caliente y peligrosa.

Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y
traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y
orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si
éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra.
Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron
al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían
esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por
él.

Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego.


Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo
le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para
ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la
mañana siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no
toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después
bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió.

Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego.


Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen
pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al
viejo encolerizado.

Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría.


Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no
lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba.
Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó...
envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.

Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños.


El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu".
Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada.

LA LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA


Leyenda prehispanica
Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel
oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y
callado. y él obedeció de buena voluntad.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de
cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio
miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al
fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su
cobardía y también se aventó.
Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.
Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho
Luna.
En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos
Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche en el mundo.

LA LEYENDA DEL MAÍZ


Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y
animales que cazaban. No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba
escondido detrás de las montañas. Los antiguos dioses intentaron separar las montañas
con su colosal fuerza pero no lo lograron. Los aztecas fueron a plantearle este problema a
Quetzalcóatl.
-Yo se los traeré- les respondió el dios.
Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su
fuerza, sino que empleó su astucia. Se transformó en una hormiga negra y acompañado
de una hormiga roja, marchó a las montañas. El camino estuvo lleno de dificultades, pero
Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de
alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las
dificultades.
Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga,
tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el
prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas.
Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y
cosecharon. El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes,
construyeron ciudades, palacios, templos...Y desde entonces vivieron felices.
Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo
de los hombres, el dios que les trajo el maíz.
Nota: El significado del nombre Quetzalcóatl es Serpiente Emplumada.

LOS XOCOYOLES
Leyenda náhualt - Leyenda prehispanica
Cuentan los que vivieron hace mucho tiempo, que había un hombre que no creía en la
palabra de sus antepasados. Le contaban que al caer una tormenta con truenos y
relámpagos salían unos niños llamados xocoyoles.
Los xocoyoles son los niños que mueren al nacer o antes de ser bautizados. A esos niños
les salen alas y aparecen sentados encima de los cerros y los peñascos.
Cuentan que esos pequeñitos hacían distintos trabajos: unos regaban agua con grandes
cántaros para que lloviera sobre la tierra; otros hacían granizo y lo regaban como si fueran
maicitos; otros hacían truenos y relámpagos con unos mecates. Por eso oímos ruidos tan
fuertes y nos espantamos.
Pero el hombre no creía. Un día, después de una gran tempestad, se fue a cortar leña a
un cerro de ocotes. Cuando llegó vio a un niño desnudo, que tenía dos alas, atorado en la
rama de un ocote.
El hombre se sorprendió, sobre todo cuando el niño le dijo:
- Si me das mi mecate que está tirado en el suelo, te cortaré toda la leña que salga de
este ocote.
- ¿En verdad lo harás? - le preguntó el hombre.
- Sí, en verdad lo haré.
Como pudo, fue uniendo varios palos. Al terminar puso el mecate en la punta y se lo dio.
Cuando el niño tuvo el mecate en sus manos, le dijo al hombre que se fuera y regresara al
día siguiente a recoger su leña. El hombre se fue y el xocoyol comenzó a hacer rayos y
relámpagos. EL ocote se rompió y se hizo leña. Cuando el niño terminó su trabajo se fue
volando al cielo a alcanzar a sus hermanos xocoyoles.
Al día siguiente el hombre llegó al bosque y vio mucha leña amontonada; buscó al xocoyol
y no lo encontró por ningún lado.
A partir de ese día comenzó a creer lo que le decían sus abuelos.

EL CANANCOL
Leyendas Mayas
Cuénteme, don Nico: ¿por qué pone ese muñeco con esa piedra en la mano en medio de
su milpa?, pregunté un día a un ancianito agricultor.
Su cara se animó con una sonrisa de niño, en tanto que me contestaba: Sé que usted no
cree, pero le diré: soy pobre, muy pobre y no tengo quien me ayude a cuidar la milpa,
pues casi siempre cuando llega la cosecha, me roban el fruto de mis esfuerzos. Este
muñeco que ve no es un muñeco común; es algo más; cuando llega la noche toma
fuerzas y ronda por todo el sembrado; es mi sirviente... Se llama Canancol y es parte mía,
pues lleva mi sangre. El sólo me obedece a mí... soy su amo.
Don Nico siguió diciendo: Después de la quema de la milpa se trazan en ella dos
diagonales para señalar el centro; se orienta la milpa del lado de Lakín (Oriente) y la
entrada queda en esa dirección. Terminado esto, que siempre tiene que hacerlo un men
(hechicero) se toma la cera necesaria de nueve colmenas, el tanto justo para recubrir el
canancol, que tendrá un tamaño relacionado con la extensión de la milpa. Después de
fabricado el muñeco, se le colocan los ojos, que son dos frijoles; sus dientes son maíces y
sus uñas, ibes (frijoles blancos); se viste con holoch (brácteas que cubren las mazorcas).
El canancol estará sentado sobre nueve trozos de yuca. Cada vez que el brujo ponga uno
de aquellos órganos al muñeco, llamará a los cuatro vientos buenos y les rogará que sean
benévolos con (aquí se dice el nombre del amo de la milpa), y le dirá, además, que es lo
único con que cuenta para alimentar a sus hijos. Terminado el rito, el muñeco es
ensalmado con hierbas y presentado al dios Sol y dado en ofrenda al dios de la lluvia; se
queman hierbas de olor y anís y se mantiene el fuego sagrado por espacio de una hora;
mientras tanto, el brujo reparte entre los concurrentes balché , que es un aguardiente muy
embriagante, con el fin de que los humanos no se den cuenta de la bajada de los dioses a
la tierra. Esta es cosa que sólo el men ve.
La ceremonia debe llevarse a efecto cuando el sol está en el medio cielo. Al llegar esta
hora, el brujo da una cortada al dedo meñique del amo de la milpa, la exprime y deja caer
nueve gotas de sangre en un agujero practicado en la mano derecha del muñeco, agujero
que llega hasta el codo.
El men cierra el orificio de la mano del muñeco, y con voz imperativa y gesticulando a más
no poder, dice a éste: Hoy comienza tu vida. Este (señalando al dueño), es tu señor y
amo. Obediencia, canancol, obediencia... Que los dioses te castigarán si no cumples.
Esta milpa es tuya. Debes castigar al intruso y al ladrón. Aquí está tu arma. Y en el acto
coloca en la mano derecha del muñeco una piedra.
Durante la quema y el crecimiento de la milpa el canancol está cubierto con palmas de
huano; pero cuando el fruto comienza a despuntar, se descubre... y cuenta la gente
sencilla que el travieso o ladrón que trate de robar recibe pedradas mortales. Es por lo
que en las milpas donde hay canancoles nunca roban nada.
Es tan firme esta creencia, que si por aquella época y lugar se encuentra herido algún
animal, se culpa al canancol.
El dueño, al llegar a la milpa, toma sus precauciones y antes de entrar le silba tres veces,
señal convenida; despacio se aproxima al muñeco y le quita la piedra de la mano; trabaja
todo el día, y al caer la noche, vuelve a colocar la piedra en la mano del canancol, y al
salir silba de nuevo. Cuando cae la noche, el canancol recorre el sembrado y hay quien
asegura que para entretenerse, silba como el venado.
Después de la cosecha se hace un hanincol (comida de milpa) en honor del canancol;
terminada la ceremonia se derrite el muñeco y la cera se utiliza para hacer velas, que se
queman ya en el altar pagano, ya en el altar cristiano.
Y calló el viejecito después de haber hablado con acento de creyente perfecto.

Leyenda tomada del libro "El alma de Campeche en la leyenda maya" de Elsie
Encarnación Medina E.

CUANDO EL TUNKULUCHÚ CANTA...


Leyenda Maya - Leyenda prehispanica
En El Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el
tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que
anuncia la muerte.
Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse
por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien
piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.
También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era
considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si
necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.
Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría
a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en
esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la
fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la
primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.
De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más
deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba
acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió
a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.
Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se
reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy
ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el
tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes
mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.
En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el
alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes.
Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se
emborrachó con el balché.
El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin
pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y
se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y
buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba
una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y
se rieran de él a más no poder.
Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta
había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se
carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía
coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda
del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por
la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera
desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta
que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su
venganza.
Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su
hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y
canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y
no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo
escucha.

LA LEYENDA DEL LABRADOR


Durante el reinado de Moctezuma Xocoyotzin extraños sucesos presagiaron la caída del
imperio azteca, de los cuales algunas leyendas han llegado hasta nuestros días como "el
pobre labrador".

Cuenta la leyenda que mientras un pobre labrador trabajaba en su milpa de Coatepec


descendió sobre él un águila para llevárse-lo hasta la entrada de una cueva donde una
voz le convidó a pasar; ya en el interior se percató que su gran emperador Moctezuma
dormía sobre un blando lecho de pieles y mantas. De nuevo oyó la voz que le decía: "…
mira a ese miserable de Moctezuma cual está sin sentido, embriagado con su soberbia e
hinchazón que a todo el mundo no tiene en nada; y si quieres ver cuán fuera de sí le tiene
esa soberbia, dale con ese humazo ardiendo en el muslo y verás como no siente".
Temeroso, el aborigen se resistía a ejecutar tal afrenta, mas la voz insistió y de pronto se
vio arrimándole el fuego al emperador hasta que la carne chirrió y humeó sin que el gran
tlatoani se moviera siquiera. Por tercera ocasión la voz le instruyó a que regresara al sitio
de donde había sido traído y se presentara ante Moctezuma para que le contara lo que
había presenciado y como prueba de tal visión le dijera que le mostrara el muslo y le
señalara donde él le había herido. En el acto el emperador mandó a prisión al
desgraciado mensajero y pasado un tiempo su cadáver fue echado a la bestias del campo
para que lo devoraran.

EL EDIFICIO DE LOS DANZANTES


(leyenda mexicana prehispanica)
Varios guerreros ya han sido sacrificados y su sangre se ha convertido en volutas floridas
a lo largo deI abdomen; en sus rostros, junto a los cuales están sus nombres respectivos,
se refleja Ia angustia deI sacrificio.

Quinientos años antes de Ia era cristiana esto era común entre los pueblos,
especialmente en un pueblo guerrero como Monte Albán, pues había que mostrar a los
que Ilegaban su fuerza y su sabiduría. Los ancianos explicaban a los jóvenes que el gran
muro era una composición de figuras humanas colocadas en sentido vertical y horizontal,
dispuestas así con Ia intención de que el muro pudiera leerse a medida que uno caminaba
frente a él. Los personajes que se encontraban en sentido vertical eran los principales y
por ello se representaban con todo y sus nombres y lugares de origen.

Los otros, los que iban en sentido horizontal, eran los acompañantes de los señores
principales. Era importante que los cautivos Ilevasen consigo algunos acompañantes, no
sólo para su viaje eterno, sino para mostrarse resguardado ante los ojos extraños, es
decir que los sacrificios secundarios se hacían exclusivamente para mostrar que los
guerreros no estaban solos.

No sólo por el hecho de ser guerreros estos personajes fueron especialmente


representados, eran también seres humanos con ciertas características; algunos eran
enanos, otros jorobados o con otros defectos físicos; eran guerreros muy especiales
porque provenían de linajes ya en extinción y eso les daba doble valor en Ia guerra. Su
apariencia física les recordaba a ciertos hombres de una raza antigua, de bocas y narices
anchas, ojos oblicuos y cuerpos muy robustos, que habían sido sus ancestros y que
aparecían en todas Ias leyendas de los pueblos deI Valle de Oaxaca.

Mientras en la ciudad se vivía de manera ordenada y en paz, era muy importante recordar
a aquellos que habían muerto en sacrificio, por eso los ancianos tenían que hacer
entender a los jóvenes el valor de ser guerrero y zapoteco. Así, llegado el momento, los
nuevos guerreros sabrían manejar los valores, como no tenerle miedo a ser cautivo, y
menos a ser sacrificado para los dioses y en beneficio de la supremacía de Monte Albán
sobre otros pueblos y otras regiones. Durante los siguientes siglos el edificio se cubrió con
otras construcciones, pero Ios más de 300 cautivos 6 fueron muy bien protegidos para ser
enterrados entre Ios muros, pues había que cuidar que no se dañaran o se perdieran.

AI contrario, algunos fueron separados deI muro para ser colocados en edificios más
visibles, trascendiendo así eI tiempo en que fueron concebidos, para conservar su
carácter sagrado en Ia posteridad. Estos verdaderos monumentos, como explicaban Ios
ancianos, fueron Ios primeros que plasmaron eI gran poder zapoteco en el Valle de
Oaxaca, que sigue siendo en los nuevos siglos una raza invencible.

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