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Patología de la Memoria

En la patología de la memoria se pueden distinguir descriptivamente los siguientes


trastornos: hipermnesias, hipomnesias, amnesias y paramnesias.

La hipermnesia consiste en la exaltación de la función de la memoria que se traduce


por riqueza o vivacidad de todo o parte del material de recuerdos. Hipermnesias de este
último tipo (parcial o electivo) se observan en estados de sueño, de histeria, de hipnosis y
de senilidad (aquí junto a borramientos de recuerdos recientes se dan exaltados los de la
infancia y juventud); también en la fiebre, la esquizofrenia y la manía, aunque en este
último caso, sobre todo, se trata de una hipermnesia generalizada, a todos los recuerdos y
no parcial o electiva.

La insuficiencia de la memoria tiene grados que van de la hipomnesia a la amnesia.


Pero un borramiento absoluto de los recuerdos, o sea, una amnesia en sentido estricto,
nunca afecta a todo la vida pasada sino solamente a períodos de ella, y por eso el término
de amnesia se aplica con propiedad únicamente a los vacíos bien circunscritos y
delimitados de la memoria (amnesis de fijación), que intervino en el lapso de su
conversación dañando esta función (amnesia de conservación), o que se hizo presente en el
instante de su reproducción (amnesia de evocación o reproducción).

De lo expuesto se desprende que en los casos de olvido de un período de la vida por


amnesia de conservación, el individuo se halla en estado normal en el momento de ocurrir
la experiencia que no se recuerda; mientras que si es por trastorno de evocación o fijación,
la anormalidad está presente en el instante de querer recordarla. Sin embargo, en la mayoría
de los casos se asocian varios de estos mecanismos patogénicos a la vez, pero siempre hay
uno que es el predominante.

Una de las alteraciones de la memoria que se ve con mayor frecuencia es la


“amnesia de fijación”. Se manifiesta por la imposibilidad de recordar los sucesos que
acaban de acontecer, y se la investiga dando al examinado un número de cuatro cifras
(números de menos cifras pueden ser recordados a pesar de una deficiente fijación, y
cuando no lo son cabe pensar en simulación o en pseudodemencia) que el individuo normal
recuerda bien al cabo de un minuto, o haciéndole leer una pequeña historia cuyo debe
repetir a continuación o preguntándole por sus actividades de las horas o días anteriores

Son supuestos necesarios de una buena fijación, en primer lugar, la percepción y


comprensión claras del suceso que se quiere memorizar, en lo cual influye naturalmente la
agudeza de la atención, la lucidez de la conciencia y el hecho que se capte el hecho en la
totalidad de sus relaciones y no parcialmente; en segundo lugar, la no interferencia de
constelaciones representativas o afectivas inadecuadas; y en tercer lugar, junto a las
condiciones psicológicas anteriores, hay la fisiológica de que no se halle orgánicamente la
capacidad de “grabar” del tejido nervioso.

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En clínica la “amnesia de fijación” constituye la médula del síndrome de Korsakoff,
y es expresión de cualquier daño cerebral agudo o crónico y de toda la alteración de la
conciencia, la que obra naturalmente por los factores psicológicos anotados más arriba y
también por el orgánico.

Sin embargo, la práctica ha señalado que mucho de lo que parece no grabado ha


dejado en realidad su huella, pues en un momento inesperado, o dentro de alguna otra
constelación, emerge su recuerdo (en la hipnosis, en el sueño, etc.); y si así no sucede,
aunque el recuerdo no pase a la luz de la conciencia, se demuestra en la persistencia en la
estructura nerviosa por la “economía del tiempo” en el reaprendizaje de la misma
experiencia. Pacientes con Korsakoff han demorado menos en aprender un verso (no
importa que lo olviden después de unos minutos) que han leído o escuchado repetidas
muchas veces antes.

Lo dicho nos lleva al interesante problema de las relaciones entre las funciones de
evocación y fijación. Para que un recuerdo sea evocado oportunamente no basta que halla
dejado una huella (engrama) duradera, sino que precisa haber quedado incorporado y
ordenado en los jalonamientos temporal, espacial y conceptual que dan estructura a la
memoria, y nos permiten orientarnos en ella y utilizarla a voluntad. Cada experiencia queda
retenida en la memoria en conexión con el espacio y tiempo en que sucedió y en la
ubicación conceptual o genérica que le corresponde. El nombre de una flor, la geografía de
un río, las propiedades de un metal, estarán incluidos en la constelación categorial
respectiva y gracias a esta asociación será aceptable su fijación y fácil y oportuna su
evocación.

Uno de los primeros trastornos psicológicos que dan cuenta de los déficits de
fijación y sobre todo de evocación es el quebramiento y desorganización de los
jalonamientos de la memoria. Los recuerdos sueltos no se reviven oportunamente: se piensa
que no han sido fijados, cuando en realidad se hallan el la memoria, pero aislados, dispersos
y sin vinculación a los hitos de tiempo, espacio y género: así se ha observado que ocurre
muchas veces en el síndrome amnéstico de Korsakoff. Por eso también los recuerdos,
concernientes al hecho anterior al accidente, que se van restituyendo después de lesiones
cerebrales (heridas a bala, por ejemplo) se presentan primero aislados, dispersos, flotantes,
inseguros y falsamente orientados, y sólo más tarde, a medida que mejora la situación,
toman una estructura sumaria u onírica para, finalmente, presentarse completados y
constelados normalmente. Esta misma sucesión se advierte si nos remontamos de los
recuerdos más inmediatamente anteriores al accidente hasta los más alejados.

Hemos dicho que el síndrome de Korsakoff (amnesia de fijación) es un índice


seguro de daño cerebral, y Bleuler cree que la demencia orgánica consiste siempre en un
déficit más o menos sistematizado que compromete más los recuerdos recientes que los
antiguos. Naturalmente que, aparte de este típico “síndrome orgánico de la memoria”,
existen insuficiencias sistematizadas de la fijación, y también de la evocación, derivadas de
factores psicológicos tanto en el individuo normal como en el enfermo: por inatención,
percepción inclara o interferencia de complejos afectivos.

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En cuanto a la amnesia de conservación, ella se debe al borramiento de los engramas, ya
sea por la acción del tiempo o por alguna cerebropatía orgánica. El material de recuerdos va
desapareciendo en estos casos en sentido retrógrado, de acuerdo con la “Ley de regresión
de la memoria” de Ribot y las vivencias de los tiempos más anteriores de la vida pueden
subsistir tan vivas que el sujeto se crea transportado a ésa época y actúe en consecuencia:
mujeres seniles que se dan el nombre de solteras, nada saben de sus hijos y nietos, y se
visten y adornan como muchachitas.

La incapacidad de recordar puede deberse finalmente al hecho de que no es posible


evocar los recuerdos, a pesar de que estos han sido fijados y conservados, demostrándose su
existencia en la “economía del tiempo” del aprendizaje o en que el individuo los utiliza sin
saber (inconscientemente) en su comportamiento. Cuando la insuficiencia de evocación no
es tan pronunciada el recuerdo puede emerger en un momento inadecuado, o bien en el
sueño o en la hipnosis. En otros casos se facilita su paso a la conciencia poniendo
nuevamente al recordante en presencia del estímulo que le dio nacimiento. Así, sujetos que
no pueden traer a la memoria un nombre lo evocan de inmediato apenas ven de cuerpo
presente el objeto o persona a que pertenece.

El reconocimiento, una modalidad especial de recuerdo, es menos frágil que la


evocación.

La amnesia de reproducción se ve en clínica en circunstancias variadas: a causa de


astenia o depresión mental (psicastécnicos o melancólicos), por interferencia de
constelaciones asociativas de otra índole que apremian a la conciencia en ese momento, por
influencias afectivas inadecuadas o por la presencia de un daño cerebral difuso que ha
desorganizado la estructura de la memoria y desprendido los recuerdos de sus jalones
haciéndolos dispersos y flotantes, con lo que no es dable reproducirlos en el momento
oportuno. En casos orgánicos iniciales esta incapacidad afecta de preferencia a los nombres
concretos e individuales de las cosas, personas o cualidades y lleva el nombre de “afásica
amnéstica”.

Veamos más detenidamente la influencia de la afectividad en la memoria y sobre


todo en la reproducción. Los movimientos afectivos intervienen en el proceso amnésico
desde el momento de la fijación hasta el de la evocación. Las emociones violentas
oscurecen la percepción y con ello debilitan la grabación de las vivencias; puede aún
subsistir falta completa de recuerdos para períodos de gran exaltación afectiva.
Por otra parte, es de importancia hacer notar que los afectos se borran y deforman
con mayor prontitud o facilidad que sus representaciones intelectuales correspondientes: es
por esto que se rememora el acontecimiento, pero no se vuelve a sentir el afecto que le
acompañó: el nombre se recuerda de la herida, pero no experimenta nuevamente su dolor.
Incluso sucede, por ejemplo, en histéricos, que se falsean en el sentido del placer los hechos
penosos de la vida pasada; y más raramente, en melancólicos y psicopáticos, puede darse el
caso opuesto de que los hechos felices se recuerden con un matiz penoso.

Cada uno sabe por experiencia propia que las vivencias placenteras son más estables
y más fácilmente recordables que las displacenteras, y éstas más que las indiferentes. Es

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una peculiaridad la tendencia del ser humano a no recordar, a “reprimir” los recuerdos
penosos a la personalidad.

Nietzsche reconoció antes que Freud que “no querer recordar”, llamado después
“represión”, cuando acuñó su famosa sentencia: “esto lo he hecho, me dice mi memoria;
esto no lo he hecho, me dice mi orgullo; y al fin vence el orgullo”. Quizás si sería más
adecuado convenir que en el hombre sano se borra el tono afectivo, pero no el suceso
mismo, el cual como experiencia útil, sirve para prevenir futuros fracasos. Así quedaría
justificada la palabra de Edvinghaus de que “el éxito y la afrenta no se olvidan tan
fácilmente”. Pero en los histéricos el olvido de los recuerdos penosos, no sólo en su parte
afectiva, sino también representativa, es un hecho diario y mucho más frecuente que en el
hombre normal; además, como lo expresamos más arriba, estos psicopáticos pueden
recordar como felices, sucesos dolorosos de su vida pasada.

Si el tiempo no se llevase en sus alas las penas y dolores del vivir, y dado el hecho
que cada año nos trae nuevos sufrimientos y nos arrebata algunas esperanzas, nuestra
existencia estaría al cabo de pocos lustros condenada a la desesperación. Felizmente no es
así y el olvido de los pasares sufridos explica el optimismo del pasado y da cuenta de por
qué para todo el mundo los años de infancia y juventud son la edad dorada de la vida.

Pero no sólo el matiz afectivo inherente a la vivencia tiene influencia en su


recordación sino también la situación emocional en que se halla en el momento el
recordante. En efecto, el estado afectivo presente del sujeto realiza una obra selectiva sobre
las evocaciones; es así como el melancólico rememora únicamente los aspectos penosos de
su vida; y el maníaco, solamente los alegres, aparte de que además, como ya dijimos, tanto
el uno como el otro falsean en el sentido de su sentimiento actual las experiencias afectivas
opuestas o indiferentes del pasado.

Hemos estudiado más arriba las enfermedades e la memoria atendiendo a sus


funciones (amnesias de fijación, de conservación, de reproducción), pero también se las
puede considerar bajo el punto de vista de su contenido y extensión. Dejando a un lado los
borramientos indiscriminados y generalizados de los recuerdos nos concretamos aquí
solamente a dar algunas nociones sobre los vacíos mnésicos circunscritos.

Bajo la denominación de amnesias en sentido estricto se entienden las lagunas de la


memoria bien delimitadas en cuanto a tiempo o contenido. Es sabido que las lesiones
cerebrales suelen dejar amnesias cerebrales circunscritas a material visual o auditivo; a
números, palabras o formas, y que en otros casos se pueden comprobar una pérdida
selectiva de los recuerdos de suceso recientes. Tanto o más interesante que las mencionadas
amnesias sistematizadas, es el hecho que en algunos sujetos, especialmente histéricos, se
pierde la memoria exclusivamente para determinados recuerdos de valor afectivo penoso,
mientras que los restantes, anteriores o posteriores, se pueden recordar fácilmente. Se habla
de estos casos de amnesia histérica, y se la atribuye a influencias catatímicas. Constituye
una especie de “alucinación negativa de la memoria” opuesta a las “alucinaciones
positivas” que estudiaremos pronto, y en las cuales surge en la conciencia una
representación con el carácter de recuerdo de algo que nunca aconteció.

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En la amnesia catatímica histérica, la personalidad en virtud de un mecanismo
defensivo subconsciente llamado “represión”, excluye de la conciencia el afecto
traumatizante con la representación de recuerdo que lo porta, al igual que en otros casos se
excluye una idea, una sensación (anestesia, analgesia), o una percepción (amaurosis,
sordera) actuales, así como también una parte del cuerpo (nihilismo histérico) o aún la
personalidad toda entera, dando lugar en este último caso al extraño fenómeno de la
“personalidad alternante”: individuos que de repente olvidan toda su vida, no saben quiénes
son, se conducen como extraños hasta que, pasado el acceso, vuelven al recuerdo y
posesión de su antigua personalidad, pero olvidando la identidad, experiencias y
comportamiento que han tenido durante todo el acceso.

Freud destacó el proceso de la represión y la consideró un mecanismo defensivo


inconsciente del Yo, pero fue Janet quien habló por primera vez del encapsulamiento de
parte de lo psíquico (recuerdo entre ellos) en la subconciencia en las personalidades
histéricas, las cuales se conducen sin embargo, como si en ellas operasen tales elementos
enquistados. Debido a esto se pensó que tales sujetos habían perdido la unidad de su vida
psíquica, la que permite en los hombres normales vivenciar aquéllos hechos que son
actuantes. Para Janet el encapsulamiento es consecuencia de aptitudes constitucionales,
mientras que en Freud se debe al rechazo de la conciencia de complejos afectivamente
traumatizantes. Algunos ejemplos de encapsulamiento o represión son las sugestiones a
plazo post-hipnóticas y la personalidad alternante.

Pero la amnesia lacunar más frecuente es aquélla circunscrita a las vivencias de un


determinado período de tiempo y es consecuencia de trastornos de la conciencia. El vacío
amnésico compromete entonces a todos los hechos sucedidos durante el estado de
embotamiento, deliriosidad o crepúsculo, ya sea que tengan estos su origen en un
traumatismo Craneano, en un ataque de apoplejía o mal epiléptico, en una embriaguez
patológica, en un cuadro toxi-infeccioso, en una explosión afectiva, etc. Es natural que no
haya memoria para el período propiamente de inconsciencia, pero la laguna se extiende en
estos casos a hechos que sucedieron a horas o días anteriores al accidente (amnesia
retrógrada por borramiento de los engramas más recientes) o posteriores a él (amnesia
anterógrada por insuficiencia de fijación). Es de importancia médico-legal consignar a este
respecto que un vacío amnésico retrógrado que no se extiende hasta tomar contacto con la
época del accidente mismo debe considerarse como psicogénico o simulado. También es de
interés para la Psiquiatría Forense destacar que en algunos casos el afectado recuerda
algunos hechos recién salido de su accidente, los cuales, sin embargo, se borran en los día
siguientes (amnesia retardada), o a la inversa, a medida que pasan los días van emergiendo
más recuerdos del período lacunar. En todo caso, estos recuerdos se rememoran de una
manera sumaria como los del sueño (histeria) o bien aislados y dispersos (epilepsia, lesión
cerebral, trastorno de la conciencia). Queda todavía consignar que mediante la hipnosis se
pueden evocar recuerdos aislados o fragmentarios del período amnésico traumático o
crepuscular.

El individuo que se recupera de un trastorno que ha dejado una amnesia lacunar cree
hallarse en el día que sigue al último del cual tiene memoria, tal como le acontece al que
sale de un largo dormir.

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Paramnesias: se designan bajo este nombre las perversiones de la memoria, que van
desde los fenómenos simples del extrañamiento o distanciamiento de las representaciones
de recuerdo hasta las alucinaciones mnésicas.

Es comprensible que las imágenes de recuerdo, por ser menos precisas, estables y
sujetas a control objetivo que las percepciones sean más vulnerables a la deformación por
influencias afectivas, trastornos de conciencia, sugestiones, etc.

El distanciamiento o extrañamiento de los recuerdos acompaña al de las


percepciones y se observa en cuadros psicasténicos, melancólicos, epilépticos o de
esquizofrenia inicial.

Los falseamientos identificantes del recuerdo son el “ya visto” y el “nunca visto”.
En el primero se experimenta con cualidad de recuerdo, pese a que el sujeto sabe que no es
así, vivencias que se tienen por primera vez. Se da este síntoma en asténicos, epilépticos,
traumatizados del cráneo, etc. En el “nunca visto” se trata de lo contrario: recuerdos que
emergen sin la cualidad de tales, dejando la impresión de experiencias nuevas; se observa
este fenómeno, por ejemplo, en seniles.

Pero los falseamientos más característicos de la memoria y que obedecen


principalmente a factores afectivos son: la falsa interpretación, la ilusión y la alucinación
del recuerdo. En la primera, se da solamente una significación falsa a la imagen mnémica;
en la ilusión, esta imagen de recuerdo se presenta deformada en sus elementos plásticos o
sensoriales; y en la alucinación surge un recuerdo de algo que nunca aconteció. Estas
pseudo-mnesias se ven principalmente en delirios parafrénicos y desarrollos delirantes
paranoicos (de filiación, de herencia, etc.)

Por último, hablaremos de la pseudología fantástica.

Las fabulaciones son narraciones ficticias de sucesos que habrían acontecido a los
enfermos en períodos del pasado sobre los cuales no tienen memoria a causa de una
amnesia de fijación y que se provocan bajo las exigencias del interrogatorio. Este último
hecho, así como el de ser cambiantes de un momento a otro y marcadamente accesibles a la
sugestión, diferencia a las alucinaciones de las alucinaciones mnósicas y de las formaciones
delirantes. Presentan fabulaciones los enfermos de Korsakoff, de presbiofrenia y de
parafrenia fabulatoria.

En la pseudología fantástica (mitomanía o mentira patológica) se trata de


invenciones de la fantasía iniciadas voluntariamente y a conveniencia del sujeto,
proyectadas sobre el pasado y el presente, que acaban por ser creídas sinceramente por el
mismo autor y llegan a deformar gran parte de su vida anterior. Tales invenciones obedecen
a tendencias autovalidativas, buscan la aspiración de realizaciones conscientes o
subconscientes y se apoderan de tal modo de la personalidad que se traducen también en el
comportamiento. Dados sus rasgos fundamentales; imaginación exaltada, mitomanía,
realización teatral de aspiraciones subconscientes, la pseudología fantástica demuestra su
naturaleza histérica.

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