Está en la página 1de 10

Análisis de la Inversión Extranjera Directa en América

Latina 1990-2016
1.- Introducción
En los países en desarrollo latinoamericanos nada genera tantas expectativas
como la inversión extranjera. Grandes esperanzas se depositan en esta fuente de
inversión de la que se espera un maná de secuelas positivas. Se dice que
contribuye al crecimiento y al empleo gracias a las inversiones en capital, que
genera transferencia de tecnología y hasta que traerá un “saber hacer” gerencial
derivado de la sola existencia de firmas extranjeras. Se espera que la inversión
extranjera contribuya a desarrollar eslabones de las cadenas productivas que
impulsen las exportaciones, o que ocupen sectores que nunca podrían ser
desarrollados por productores locales, y que, en el caso que existan productores
locales, se dice que estimulará una sana competencia que mejorará las empresas
locales. Y también se espera, por supuesto, un aporte fresco de capital financiero
que contribuya a aliviar el insuficiente ahorro interno.

En los países en desarrollo latinoamericanos, si algo comparten a rajatabla los


líderes de la izquierda, del centro y de la derecha, es que todos, sin excepción,
comparten esta fe desmedida en la inversión extranjera. De hecho, el glamour
para atraer la inversión extranjera se ha convertido en uno de los atributos
ineludibles que debe tener cualquier líder latinoamericano y una de las varas que
medirá el éxito de su gestión sin duda es la sumatoria de dólares de inversión
extranjera conseguidos.

En los países en desarrollo latinoamericanos, lo único que ha generado tanta


expectativa con tan pocos resultados como la inversión extranjera, ha sido el
consumo de vidrios de colores allá por 1492. Resulta imposible hallar evidencia
académica robusta que pruebe que la inversión extranjera ha contribuido al
desarrollo en América Latina. Los trabajos académicos encuentran más bien que
esta inversión ha contribuido más a su subdesarrollo, lo cual termina
revalorizando los enfoques teóricos que predicen que la inversión extranjera es
un caballo de Troya en la economía latinoamericana que más bien contribuye a
deprimirla y contener su potencial.
Los trabajos académicos encuentran que la inversión extranjera en
Latinoamérica ha tenido un rol muy diferente al que tuvo en el sudeste asiático.
En Latinoamérica se ha dirigido, sobre todo, a los servicios públicos, al sector
financiero y a la explotación de recursos naturales. En efecto, las privatizaciones
de los 90 en adelante les abrieron las puertas al muy redituable negocio de
servicios públicos como la telefonía y la distribución de gas, agua, electricidad
etc., la desregulación permitió su ingreso al sector financiero sin restricciones
mientras que las garantías otorgadas a los inversores a través de tratados de
inversión internacionales o bilaterales, fueron una licencia para entrar
masivamente a explotar recursos naturales sin riesgos ni ataduras. Pocas
inversiones se dirigieron al sector manufacturero, que es el que tiene más
posibilidades de generar los impactos positivos de la inversión extranjera. Una
gran mayoría de las inversiones dirigidas a este sector no ampliaron la capacidad
productiva local porque se trató de fusiones o adquisiciones de empresas locales.
La inversión extranjera terminó desplazando empresas locales. En cuanto a la
mejora de la capacidad gerencial que se esperaba derivaría del ingreso de
inversiones extranjeras, es difícil afirmar cual fue su impacto real, pero a juzgar
por los sectores rentistas a los que se ha dirigido, es más posible que esta
transferencia de “saber hacer” gerencial haya profundizado las conductas
gerenciales rentistas preexistentes. En definitiva, los sectores a los que se dirigió
la inversión extranjera fueron sectores que no generan exportaciones, como los
servicios públicos y las finanzas, donde desplazaron a empresas locales y se
generaron economías de enclave, es decir, empresas integradas al mundo pero
aisladas de su entorno geográfico más inmediato, y así fue como desaparecieron,
por ejemplo, gran parte del tejido empresarial de proveedores de las grandes
empresas privatizadas que fueron sustituidas por importaciones.

En muchos casos se ha observado que cuando las empresas nacionales


demuestran capacidad para competir globalmente, por ejemplo gracias al
desarrollo de una tecnología propia, la inversión extranjera ingresa para comprar
estas empresas y adquirir sus patentes, lo que difícilmente se traducirá en un
aumento de las posibilidades de desarrollo nacional.
Una de las razones que explica las adquisiciones de empresas nacionales es un
fallo de mercado derivado del diferencial de intereses entre países en desarrollo
y desarrollados. Las firmas extranjeras consiguen financiamiento en el mercado
internacional a tipos de interés mucho más bajos que el costo al que acceden las
empresas nacionales, por lo que una misma empresa nacional, pasa a valer
mucho más en manos de un propietario extranjero que en manos de un
empresario nacional.[1] Se trata de un fallo de mercado, porque genera un sesgo
artificial a favor de la concentración propietaria de empresas en manos de los
países desarrollados y no al revés.
El objetivo de esta nota es el de evaluar la contribución en términos de
financiamiento de la inversión extranjera, es decir, del aporte en términos de
capital fresco a las economías en desarrollo. Como veremos en los puntos
siguientes, otra faceta del caballo de Troya de la inversión extranjera, es que esta
hipótesis no se comprueba sino más bien lo contrario. La inversión en cartera
termina extrayendo más recursos financieros de los que aporta a las economías
en desarrollo agravando sus problemas de insuficiencia de divisas.

Recepción de inversión extranjera en Latinoamérica


Para facilitar el análisis hemos dividido la inversión extranjera en sus dos
componentes, inversión en cartera e inversión extranjera directa. La principal
diferencia entre ambos tipos de inversión es que la inversión en cartera es aquella
que no alcanza a superar el 10% del capital social de la compañía en la cual
invierte. Este umbral del 10% es una convención arbitraria, pero útil para
diferenciar las características de la inversión. La inversión en cartera se espera
que tenga un mayor grado de volatilidad porque tiene sobre todo una motivación
especulativa-financiera, mientras que la inversión directa, representa una mayor
compromiso y poder de decisión del inversor con la empresa receptora de la
inversión, por lo tanto, se espera más estabilidad de parte de la inversión directa.
La evidencia que soporta esta afirmación es que suele verificarse que cuando un
país atraviesa una crisis hay influjos de inversión extranjera directa. Sin embargo,
como lo afirma Krugman en su artículo “Fire-sale FDI”, esta supuesta estabilidad
de la IED podría tratarse más bien de adquisiciones a precio de ganga de
empresas en países que atraviesan crisis circunstanciales. En efecto, durante la
crisis asiática, los valores de las empresas coreanas se redujeron un 70%
aproximadamente para los inversores extranjeros, lo que atrajo muchas
adquisiciones por parte de empresas del resto del mundo. ¿Constituyeron este
tipo de adquisiciones un aporte a la economía coreana?

Aunque la IED supone el primer componente de entrada de capital extranjero, la


inversión en cartera presenta números acumulados muy importantes. En el
período de 16 años estudiado (1990-2016) la inversión se divide casi por partes
iguales entre inversión directa (53%) y en cartera (47%), aunque esta última ha
perdido participación desde el 2000 como lo muestra el hecho de que su
participación se redujo al 38% en el período más reciente (2001-2016). Cabe
destacar el caso de México donde la inversión en cartera, una inversión que se
realiza mayoritariamente en forma de pasivos de deuda (bonos o renta fija) es
incluso superior a las entradas de IED. Por lo tanto, tiene un carácter financiero
especulativo menos comprometido con la actividad productiva doméstica.

Este rol de la inversión en cartera, con un mayor porcentaje de inversión en


deuda, se repite en la mayoría de los países estudiados, excepto en Brasil, Chile,
República Dominicana y Honduras, donde la participación en acciones tiene un
mayor peso. En cualquier caso, la inversión en cartera que se materializa en
pasivos de deuda suele tener una relación indirecta con la actividad económica
doméstica a través de los diferentes instrumentos de financiación que en última
instancia pueden llegar a la economía real. No obstante, esto se acabará
concretando en aquellas actividades que mayor rendimiento ofrezcan a corto
plazo y conlleva importantes riesgos financieros y económicos como puede ser la
generación de burbujas, por ejemplo, inmobiliarias.

En la tabla 1 se observa las entradas de capital de acuerdo a los conceptos de


inversión extranjera directa (IED) e inversión en cartera en distintos países de
Latinoamérica.

Tabla 1. Inversión extranjera recibida acumulada. 1990-2016


En millones de dólares
* Fuente: Balanzas de Pagos. Cepal.org
** No se disponen de datos de algunos componentes de algunos de los países
estudiados.
Repatriación (salida) de utilidades de la inversión extranjera
Históricamente, la IED se ha caracterizado por brindar altos niveles de
rentabilidad y si bien en los últimos años esta rentabilidad se ha reducido
considerablemente, la media de la última década sigue estando por encima del
6% según el último informe de la CEPAL “La inversión extranjera directa en
América Latina y el Caribe”.

Según la CEPAL, entre 2006 y 2012 las utilidades obtenidas por la IED
representaron el 92% de la IED recibida, lo que muestra el potencial de
generación de ganancia de esta inversión debido, especialmente, al crecimiento
de los precios de las materias primas en ese período y también muestra que la
IED no genera fondos frescos de divisas sino que los extrae de las mismas
economías receptoras.

Una parte importante de esas utilidades son repatriadas por los capitales
extranjeros, aproximadamente el 55% dependiendo del país y el período. Esto
significa que grandes cantidades monetarias de divisas “vuelan” de
Latinoamérica cada año agravando el problema de la restricción externa
característico de nuestros países dificultando nuestro desarrollo económico.

En la tabla 2 se muestran los datos acumulados por país sobre las utilidades
repatriadas que tienen como fuente la IED y la inversión en cartera. Tan solo en
concepto de repatriación de utilidades de la IED, en el período que va del 1990 al
2016, se fueron de la región más de 935 mil millones de dólares, una cantidad
similar al PIB anual de México o de Corea del Sur. El grueso de esta salida de
divisas se concentró en el segundo período (2001-2016), por lo que el crecimiento
de los precios de las materias primas tuvo un papel protagonista explicando esta
evolución.

Este mismo patrón se observa en la inversión en cartera, cuyo monto total


ascendió a 509 mil millones de dólares en todo el período, aproximadamente el
PIB de Argentina o Suiza. Esto pone de manifiesto lo que se ha comentado en el
apartado anterior sobre la importancia de esta vía para la llegada de capital
extranjero y la gran cantidad de utilidades que conlleva, con su consiguiente
repatriación.

Debe tenerse en cuenta que el rol más financiero de la inversión extranjera nos
hace prever un comportamiento cortoplacista, más propenso a repatriar
utilidades y por lo tanto, menos relevante que la IED para cumplir los objetivos
de desarrollo nacional. Sin embargo, a lo largo del período 1990-2016, la
inversión en cartera ha repatriado utilidades que representan un 39% del influjo
de divisas a los países latinoamericanos, mientras que la inversión extranjera ha
repatriado un 49%. No quiere esto decir que la inversión en cartera está más
comprometida con el desarrollo latinoamericano que la inversión en cartera, sino
que por el contrario, sugiere que son muy pocas las diferencias entre ambos tipos
de inversión y que ambos tienen una conducta especulativa similar.

Teniendo en cuenta ambos componentes, las repatriaciones totales de utilidades


en el período 1990-2016 sumó más de 1,44 billones de dólares; 1,23 de los cuales
se produjo en el último período de 2001 a 2016.

Debe destacarse el caso de Brasil, cuyas repatriaciones de IED son menores que
las procedentes de la inversión en cartera, aun siendo la primera sustancialmente
superior. Es un caso interesante que merece un estudio teniendo en cuenta
distintas variables como las tasas de rentabilidad de ambos tipos de inversión y
el porcentaje de repatriaciones de las utilidades totales. Resultados sugerentes
son los casos de Bolivia, Ecuador o Nicaragua, que en el período muestran una
salida neta de inversión en cartera, es decir, los aportes de esta inversión
extranjera de capital fresco en estas economías fueron inferiores a las
extracciones de capitales, lo que a nuestro criterio muestra una acertada política
de regulación y soberanía financiera de parte de estos países.

Tabla 2. Salida de utilidades por tipo de inversión acumulada. 1990-2016


En millones de dólares
* Fuente: Balanzas de Pagos. Cepal.org
* *No se disponen de datos de algunos componentes de algunos de los países
estudiados.
La tabla 3 muestra el porcentaje de repatriación de utilidades respecto a los
ingresos generados por cada fuente de inversión extranjera. En el período 1990-
2016 por cada dólar recibido de inversión extranjera directa se han repatriado
casi 50 centavos (48,9%), y 55 centavos en el período 2001-2016. Asimismo,
como en promedio el 55% de las utilidades fueron repatriadas, se deduce que el
45% fueron reinvertidas, por lo que un porcentaje importante de la IED está
conformado por las utilidades reinvertidas. Es decir, una parte importante de la
inversión extranjera directa está conformada por utilidades reinvertidas, es decir,
recursos financieros que se extraen de la propia economía receptora y no
constituyen un aporte fresco de recursos provenientes del resto del mundo.
Tabla 3 Relación entre salidas por repatriación de utilidades y llegada de
inversión extranjera (en periodos acumulados)
En millones de dólares

* Fuente: Balanzas de Pagos. Cepal.org


** No se disponen de datos de algunos componentes de algunos de los países estudiados
o los resultados presentan valores negativos a causa de la utilización de datos
acumulados.
Reflexiones finales
Parece ser que cuando se trata de inversión extranjera lo que espera la teoría y lo
que dice la realidad son asuntos muy diferentes. Llama la atención la capacidad
de resistencia de la economía neoclásica para seguir promoviendo irreflexiva y
exitosamente las bondades de la inversión extranjera aún a costa de la
abrumadora evidencia empírica en su contra en Latinoamérica. Llama la atención
que todas las corrientes políticas de todos los países latinoamericanos no sean
capaces de percibir esta realidad y sigan compitiendo ingenuamente entre ellas
para atraer inversiones extranjeras. Llama la atención que estas fuerzas políticas
no hayan aprendido del ejemplo de los países asiáticos, que gracias a sus
regulaciones consiguieron utilizar las inversiones extranjeras para transformar
sus estructuras productivas. La inversión extranjera liberada a la fuerza del libre
mercado, como en Latinoamérica, solo orientará las inversiones a los sectores
más rentistas, contribuyendo a consolidar la estructura productiva dependiente
de América Latina. La inversión extranjera no es ni necesariamente buena, ni
necesariamente mala para el desarrollo de nuestros países, todo depende de a qué
se dedique, cuánto exporte, cuánta transferencia tecnológica produzca, cuántos
proveedores locales desarrolle y cuánto financiamiento aporte. La evidencia
latinoamericana al respecto es desilusionante y si no hay cambios en las políticas
hacia la inversión extranjera seguiremos comprando vidrios de colores.

.
[1] Como el método más utilizado para valuar una empresa es el Valor Actual
Neto, que es una sumatoria de los beneficios futuros descontados por los tipos de
interés futuros (), al ser los tipos de interés más altos en los países en desarrollo,
el denominador es mayor en los países en desarrollo por lo que el valor actual de
esta corriente de beneficios futuros de una empresa propiedad de un empresario
de un país en desarrollo es menor al que la misma empresa tendría de tener un
propietario externo. Este fallo de origen explica la mayor proporción de empresas
de países en desarrollo que son adquiridas por empresas de países desarrollados
y no al revés.

También podría gustarte