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.P ETER BURKE

HISTORIA SOCIAL
DEL CONOCIMIENTO

De Gutenberg a Didedot ·

-
P1\IDO S

·rírulo 0r:g:nal: A Sor.ial History o_f •'<noiolea'g?


Origi.nalment\: publicado en ingl¿s, en 2000, por PoLLy Prt:::.::. en <1sociació11 c1.11l
Black\veJJ Publishers Lr:d., Ca1nbl'idge

Traducción <le Isidro Arias

Cubierta de .Joan Batallé

Quedar. rii¡ura>.1n1cntc prohib:das, sin :11 autori2aciór: escri:a de 1<,s ~i: u:a1"<?s dcl ...C<>p~•ri P.ht.», b11jo lus "'n..:ione;
CST !!.hl,:;t.idoc~ en l"s lefe.S, • T"f'rOrt1 u-dé, ·<11'1 <> I'"r:·i,,I rte.""' '' nl,rn [-;,>r c11.,'c¡11r"r mecli<• •> pr;,u-~r.l'mi,~1<•,
comp:cnd•d·:>s la reprografía y d :ratJn1ien:<> ir:Íorr.1:i:ico, y la disaibucior. dt cjcmpl.'11c~ dt clla .u.:dia:-.tc
alquik1· o ?rés:a:no p11hl:c:ls.

© /.000 Peter Burke


© 2002 de la h'Uuuccióu, Isi<lru iu·i,;.s
© 2002 de todllS las edi.::iones t:T. castell!!.t:o,
'
.E.<llc'.uues ~'a'.<l6s lhC:rica, 5. A..,
l\·1uriano Ci.:bí, 92 · 0~021 B:.ircdon:.i
y Editorial Paic:ó:<, SA l(~ F.
Defens~. 599 · Bi.:enos Aires •
hrrp:l / v..-v.:-w. paidc1s. cr,r:1

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Depósito legal: B. 9.45'J-2002

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Lima, 3 - OR0.30 Barct:lona

Tmprc~n cr E..~~añii · Printr.d in 'ipain


Surnario

Prcfa ci o y· a.g ra dcc.i nJ i en ros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

1. Sociologías e hist(irias clel cc>nc>ci1niei1tu: I11tro<l ucció11 .... l1


2. Prc>fesio11ales Jel co11<><.:i111i\.:n to: La i11tclt:ctuali<lad europea 33
3. lnst ítuci<>nalizaci<'> n <lt:l co11<)C.:i1r1ie11tcJ: Vicias •v nucv<1S i11sti-
r11c~1
'
cln es ............... .. ..... . . . .................... . 51
4. l.,ocalizaci,ín ciel c<H1r>cimiet1to: C entros y periferias ..... . 77
5. (: la,c; i ficación riel t:c>nr)ci1uie ntr): Curriculos, bibliotecas)' en-
cit:lopeclias ................ .... . ..... .. .. .... . . . . . 1 11
6. El control del con ocimic11to: Iglc5Ía5 )' E stados ......... . 1)- _
~

7. La venta tlcl cu11oci1nic11Lo: El 1ucrcado :' h.1 i111prcnt;1 ... . . 193


8. A<lq ui~;ició11 <lcl cu11oci111..iC11Lo: L <1 p<1rticipació11 el el 1ector . 229
9. Conc>ci111ie11tc> fia l>le y t:<)t1oci111ie11to no J.i,1b1 e: Cci nclusión

u · 11
u1 · .,
> 1c>gratta................. . .. . . ........ . ... . .... . .
Índice an~.\litico •vele no111bres ............. . . ........... .

j
Prefacio )1 ag·radecin1ientos

Este lil)f1) debe st1 origc11 l<1illO al cstL1c.ii<) c.ie l<.)S te.x.t<)S nl<><lcr1l<.)s
tern pra nos a 1o largo de cua.ren ta a.iios co111<.) a la consulta ele la bibliog·ra ~
fía secl1n d ~~ria reciente. Sin e111bargo, las notas a pie c.ic página y la bi-
bliografía se ref.i erc11 sólo a las i11vestigacioncs de loS: cstt1diosos ino ·
dcr11os, dcj:c111do la prcsc11t~1ció11 de las fuc11t cs pri111arias p<tra el Cl1crp o
del tc.xco. ,:\u11quc r11i csLttclio se cc11lra c11 las cslruc'turas y las tcndc11-
ci as 111ás q\1e en 1os i nd i·vid ucJs, es iJ11¡1osible abt)rdar u1i.. tc111a co1110 el
qu e n<)S -ila il ocl1 ~la r aq\1 í si11 in t rodl1ci r cient os de 110J11 l)rcs. A~lrovc­
cho J,1 ocasión pa ra c1)111\1n icar al lector ql1c en el índice <lnalítico fi nal
encon tra r ~ re11nid;1s ta n re) las fechas co1J.l() breves descripcion es de ca(la
11 no de los i1erso najes n1encion:idos en el texto.
El esu1dio aql1Í pl1blica.do es el rcS1.1ltado ele u11 pro}"Ccto a largo pla-
7.0 ql1e ha dado lt1gar a toda u11a serie de arcícnlos }' ~l ponencias e11 sc-
111i n;1rios iJ11parti lios en Ca111bridge, D clfos, Lov:aina, L-u11d, Oxford,
Pekín, Siio Pa\1lc) )'San Petersb11rgo. Despl1és de un largo perÍt)do de
cale nta o.i ien t<), el pr<)}'ec t1) ent r{., fin al111entc c11 cbull ici,)11 c11 vi..t·t11d
c1e la in,rit.ación 1111e reci hí ¡1ara i1npart.i r lc:1 pri111 era serie de (_~-on fe ren-
ci as \ -'í>nhoff e11 la l Jni, ersida<l de (.;.r<)ninga.
1

Ji:sroy· especialn1e11 re a.gr;1deci<lo a 1)ick de Roer por prcocl1¡1arse <le


1i.1í en Groni11g.1 }r recordarJ11 e la in1 porta11cia de los ca1i.1bios p.r:od\1cidos
en el siste111:.1 de conocin1iento d111"anc:e los siglos Xlil J' Xl\/, Gracias ta111-
bién a Daniel !\lexandr<l'-\ ;\J.111 Baker, i\:foc:i Fei11!!'Qld,,. H .1lil Tn¡:¡J cik, .i\lan
1\1lacfo rla11e, Dick P els, \Í<l<li111 \ l<)lk<)ff }' ]a}r \.\/in Le r 111Jr las diferentes
ay1.Jc!as que n1e ha11 pre.i;tad e>, le> 111i.i;mc) l}lle a J<"lan nil lnnes p<>r dejarn1e
r.onc;11ltar s11 ;1 rrícn lo clásico -a pec;ar de no ha hervisr.o r.o<la\•Í:.1 la 1117. p11-
hlica- c;obre el 11so <le la infcl1m ació11 por parte del gí>i.,ier11c) hritán icc).
Por haberse dí g11ado a. c>frecer111e s11s con1enta1;os sol>re di, ersas 1

pa rtes del n1anl1scrito, J11e sie11tc>en del1da C<)ll C hris lla1dy, ~·rancisco
l~ethencc)urt: .;\1111 IJl:úr, (--i-regc>ry· Blue, l)a\11 Cc>11nerc:c)n , ílrenda11 Üc)<>-
le}', }'}c1rike F g111<>11cl,] ()Sé l\·iaría (.;.c>11zález c-:;arcía, J01111 rIea<l le}', l\1i-
10 HIST<)RIA SO(:IAL DEL C<)N<)C L\lllEN-r O

chael Ht1nter, Ncil Kenny, Christel Lane, Peter l\!lason, .Ñlark Phillips,
John Thompson y Zhang Zilian. 1\tli mujer, 1\tlaria Lúcia, leyó todo el
manuscrito, me planteó provechosamente algunas cuestio11es delicadas
y 1ne sugirió diversas 111ejoras. A ella le dedico el libro.

' .
Cttpítitlo 1

Sociologías e historias del conocimiento:


Introducción

'Iodo lo conocido Je ha parecido sie1npre al sujeto


cognoscente algo sistemático, den1ostrado, aplicable y
evidente. Por el contrario, todo sisten1a extraño de co-
nocin1iento le ha parecido contradictorio, no deinos-
trado, inapl icable, fanta sioso o místico.
FLECK

Hoy estamos inmersos, al menos seg·ún a lgunos sociólogos, e11


una <<sociedad del conoci111ie11tO>> o <<sociedad de la i11forn1ació11>>,
dominada por expertos l1rofesio11ales y sus 1nétodos científicos. 1 Se-
gún algu11os econo111istas, vi,ri111os e n 11na <<econo1nía de la i11f:orma-
ció11>>, caracterizada por la expansió11 d e las actividades r ela cio11adas
con la producción y la d_if.usió11 del co11oci111ie11to. 2 Por otra parte, el
co11oci111iento se 11a convertido en un problema político de primer or-
den, centrado en la ct1estión de si la i11for1nació11 debería ser pública o
privada, tratado co1no una merca11cía o como un bien social.3 No te11-
dría 11ada de extraño que los 11istoriadores futuros se refiera11 al perío-
do en torno al año 2000 co1110 a la <<edad de la inforrnación>>.
Curiosarnente, coin.ci die11do con la afirrnació11 d el conoci111ie11to e11
la esfera pública, 111ucl1os filósofos y C>tros 11a11 puesto en tela de j11icio la
fiabilidad del inisn10 de fon11a cada vez 111ás radical o, por lo 1ne11os, con
voces cada día más perceptibles. Lo qt1e 11osotros solíamos co11siderar
t111 descubri1niento se describe ahora a menudo como algo sim plemen-
te <<inventado>> o <<construido>>.4 De todos modos, los filósofos están de

I. "''iener (1948), pág. 11; BeU (197 6); Bohrne y Stehr (1986); Castells (1989);
Poster (1990); Stebr (1994); 'Vebster (1995).
2 . Macblup (1962, 1980- 1984); Rubín y Huber (1986).
3. Schi11er ( 1986, 1996).
4. Berger y l,uckn1ann (1966); i\.1endelsolin (1977); Ziman (1 978); I .uhn1a nn (1990).
12 HISTORL>\ SOCIAL DEL CO N OCIÑllENTO

acuerdo co.n los ecor10111istas y los s~ciólogos en que nuestro tiempo se


define en funció11 de su relación con el co11oci111iento.
Deberíamos ser 1nuy cal1tos y no dar e11 seg·uida por sentado que
11uestra época es la primera que toma en serio estas ct1estio11es. La mer-
ca11tilizació11 de la i11formació11 es tan vieja como el capitalismo (ex-
puesto en el capítulo 6). El uso por parte de los gobiernos de inforrna-
ción recogida sistemáticamente acerca de la población es, en su se11tido
literal, historia antigua (en particular, historia antigua de Roma y de
China). Por lo que se refiere al escepticismo acerca de las prete11siones
del conoci1niento, es una _posn1ra que ya er1contramos en el filósofo
griego antiguo Pirró11 de Elida.
Con estas observacior1es no prete11do Sl1stitt1ir una tosca teoría de
la revolución co11 otra teoría igual1nente tosca de la continuidad. Uno
de los objetivos centrales de este libro es tratar de definir las peculiari-
dades de la actual situació11 de una manera más precisa jt1stamente al
conte1nplarla en la perspectiva de tendencias a largo plazo. Los debates
actuales han servido a me11udo de estímulo para que los historiadores se
planteasen nuevas preguntas acerca del pasado. En la década de 1920, la
creciente inflación contribuyó al surgimiento de la historia de los JJre-
cios. Durante las décadas de 1950 y 1960, el aumento de la pol>lación
itnpt1lsó la investigación en la historia demográfica. E11 la década de
1990 creció el interés por la 11istoria del conocimiento y de la infor-
.,
mac1011.
Deje1nos ahora de lado el te1na del conocimiento como elemento
de la sociedad y centrémonos en el tema opuesto complementario del
eleme11to social en el conocimiento. Uno de los objetivos de este libro
podría resumirse en m1a palabra: <<desfamiliarización>>. Sería deseable
conseguir lo que el crítico ruso Viktor Shklovsky describió con el tér-
mino ostranenie, u.n tipo de distanciamier1to c1ue 11ace <1ue lo familiar
parezca extraño y lo natural arl>itrario.' T_,o decisivo es q11e todos (es-
critor y lectores), al describir y analizar sistemas cambia11tes en el pa-
sado, tomemos rnayor conciencia del <<Sistema de conocimiento>> en
que vivimos. Cuando alguien está instalado en un sistema, éste gene-
ralmente parece ser de <<sentido co111Ún>>. Sólo por comparación pue-
de llegar a verlo como uno de tantos siste111as. 6 Con10 afi.rn1ó en cierta
ocasión el cie.n tífico polaco Ludwik Fleck: <<Todo lo conocido le ha pa-

5. Bourdie11 (1984); véase Ginzburg (1996, 1997).


6. Geer tz (197 5); véase Veblen (1918).
SOCIC)LC)GÍAS E I-I TSTORTAS DEL CONOC I ~1I E::-J1'0: I0'TR0 DUCCIÓN 13
..

recicle) sien1pre al sujeto cognoscente algo sisteh~ático, J e1nostrado,


aplical)le y evicle11te. Por el contrario, todo sistema extraño de co11oci-
1r1ieuto le ha parecic.lc) cc)11tradictorio, no de r11ostrado, i11aplicable, fan-
. , . .
tas1oso o m1st1co>>. '
La i11sint1ació11 de que el p11nto ele vista e.le los i11dividuos acerca de
lo que es verdad o conoci1nie11to está ir1fluido, si 110 <leter1ninad o, por
s11 e11torno social no es nue,ra . lv1encionaré sólo tres ejern¡)los fa111osos
de comie11zos de la edad moderna que expresan de diferentes rnaneras
esta misma intuició11 fi.1ndamen tal (véase la pág. 2 71, cloncle volveré
más detenidamente sobre el tema): la imag·en de Francis Bacon de los
<<ídolos>> de la t ribu, d e la cueva, del foro o del mercado, y del teatro; las
ohservacio11es de Gian1battista Vico sobre la <<jacta11cia de las naciones>>
(en otras palabras, etr1ocentris1110); y fina l1ne11te, el estudio de Charl es
ele lV1011tesquieu sobre Ja relación e ntre las leyes de difere11tes 11ac.iones
)r sus cl imas y sisten1as políticos respect.ivos.8 F,n c11alq11ier caso, a 1ne-
nt1do el paso de la ir1t11ici()11 al estuc.lio orga11izado y sist:er11ático r es11l-
ta t111a tarea difícil y puede 11ecesitar siglc)s para hacerse realidad. Esto
fue, de hecho,· lo que sucedió co11 lo que ahora se <lescribe co1110 la
<<sociología del conocimie11to>>.

ÜRÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCII\1IENTO

Corno in iciativa orga11izada, la sociología del conocitniento tie11e s11 ori-


gen a co1r1ie11zos del si glo XX. 9 Para ser 1nás exactos, por lo rn.enos tres
irúc.iativas parecic.las echaron a andar en tres países difere11tes: Francia,
Aler11a11ia y Estac1os U 11idos e.le N ortearné rica. F:l l1ecl10 de q11e en estos
tres países existiese un especial i11terés por la relación ent.re conoci-
miento y socied acl constitituye en sí 111is1no u11 i11teresa11te problerna en
la sociología de la sociología.
E n I~'rancia, donde Auguste Comte ya h abía abogado por una l:isto-
ria social del conocimiento, una <<historia sin nombres p ropios>>, Emile
D urkl1eim ), sus co11ti1111adores, especialme11te l\iiarcel Nlauss, estudia-
ron el orige11 social de categorías fu11da1nentales o -<<represe11tacio11es
colectivas>>, tales como espacio ), tiernpo , lo sagrado y lo profano, la ca-

7. Flcck (193 5), pág. 22; véase Baldamus (1977).


8. Mannhein1 (1936); Stark (1960).
9. :Vlerton(l 941).
14 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCI.:VIIEJ\TT()
I
'1
tegoría de la pers<?na, etcétera; en otras ¡1alabras, catego!tías qt1e resul-
tan ta11 fu11damentales qt1e la ge11te no se percata de que las 1na11tiene. 10
Aquí, las novedades fueron, por una parte, el exa111en. sisternático de
categorías <<prirnitivas>> sobre las cuales habían hecho cornen.tarios es-
porádicos viajeros), filósofos en siglos anteriores y, por otra parte, la
conclusión general de que las categorías sociales representan proyec-
ciones sobre el mundo natural, de tal manera que la clasificación de las
cosas rep.roduce la clasificación. de las person.as. 11
Este interés durk.l1ei1nian.o por las represe11taciones colectivas dio
origen. a tod(l un.a serie de i111porta11tes estudios, e11tre ellc)S varios sc>-
bre la a11tigua Grecia, y al libre> acerca de las categorías funda1nentales
del pensamie11tc> cl1ino escrito por el sin.ólogo francés l\1arcel Gra-
net.12 Partiendo de un enfoqt1e parecido, los historiadores lVIarc Bloch
y Lucien Febvre llevaron a cabo análisis fan1osos de algunas <<mentali-
dades colectivas>> o supuestos compartidos. Bloch adoptó este punto
de partida en su estudio de la creencia en los poderes curativos de los
reyes de Fra11cia e I11glaterra. Por su parte, Febvre lo aplicó e11 el aná-
lisis del lla111ado <<11roble1na de la incree11cia>> a lo largo del siglo XVI,
sosteniendo qt1e el ateísn10 era impe11sable en esa éi1oca." .
En Estados Unidos, T11orstein Veblen, más conocido por st1s teo-
rías del consurno ostentoso ·y c.ie la <<clase ociosa>>, se i11teresó también
por la sociología del conocimiento. Como correspondía a un antiguo
alumno de Charles Peirce y a un colega de John Dewey, dos filósofos
pragmatistas que habían criticado reiterada111ente la supuesta <<corres-
pondencia>> entre la realidad y nuestras afirmaciones acerca de la mis-
111a, Veblen se interesó por la sociología de la verdad. Le preocupó es-
pecialmente el problen1a de la relació11 qt1e tienen con el conoci1niento .
detern1inados grupos e institucic>nes sociales. En este carnpo realizó
tres contribuciones irnportantes.
La primera ele ellas, publicada e11 1906, reflexionaba s0bre el lugar
<le la ciencia en la civilización moderna y sostenía que el n1oderno <<cul-
to a la ciencia>>, como él decía, incluida la predilección por las explica-
ciones impersonales fren te a las explicaciones a11tropomórficas, era la
consecuencia del desarrollo de la industria y de la tec11ología 111aqui-

1O. Durkheirr1 y Jv1auss (1901-1902).


11. Worsley (1956); l,ukes (1973); T,arno de F,spinosa, Gonzá.lez García y 1orrcs
Albero (1994), págs. 205-226.
12. Granet (1934); véase Mills (1940).
13. Burke (1990), págs. 17- 19, 27 -30.
1Li.sta. E11 u11 cstud ic> <lel 1nunliO ~1cadén1 ice> 11ortca tner ícanc>. \ 1eble11 se
atrevió a ilun1inar con s u a11torcha sociológica los lugares oscuros del
:;istcn1a un ¡,.ersi rario, <.·0111pa ra11<lc> a los é1<.·a<l én1 icos co11 orros <<gu ar-
dia nes>> <le << Ct>11ocj111ie11lo esc>téric.:o» tales con1<> <<saccr<lotcs, chan1a-
nes, h<)n1l>res-111e<licin;1» }r señalantlu qu e de11tr<.>clel gru¡.>o en cu'estió11· ·
e5te con <>cirnier1to esoté ricc> es cc>11t1::111¡.>l<ldcJ c<>n1<> ur1a verd<lli \1niver-
sn l) <<aunque para Cl1al q11ier <>bse1·v<1dc1r extern <> res11lta t vide1~te ·<JU<::
tantc> la n aturalc7.::i., con10 el ol>jctivo yel 111étodc> <le dicJ10 conc>cin1ie11-
to proceclen de los háhitc>S vitales del g111pc>'».
Fi11a.1111ente, en un cnsa~·o ~obre la preemine11cia intelectual ele los
ju e.líos en la Eurc>pa 1r1u<.lcr11a (~·/ l 'he lntell ectual Pr e-c1n i11ence ofJc\"\'S
itl i\·l ode rn l-4:11r<>pc>>. 1919), \!el>len sugirió q uc cst.<t pree111i11c11cia o
crea l ¡,,íd:i.cl h.1 l>ía si<lu 1n:i y·or clura11te el .'liglo XlX, coi11c.:icli~11<lu jo sla-
n1ente con el tierupo en q\1e 11111chc)s jutlios tr<1t,1ba n ele asi1uilar:;e ;1 la
ct1ln1ra cristiana. E n su Ot)inión, est"a asi111il<1ción toclavía era iuccJn1ple-
ta., en el sentido de q11e 111\1chc>s intelectu¡1Jes jndíos rechazab~1 u su pi:c>pi<>
legaclo cultural si n hn her asimilado plena ni ente el <le los gc11riles. 1.:i. si-
tuació11 de estos intelectuales c11 la l:ror1tcra <le <lus mun4~ 0s ci1 ln1rales
les había l1ccl10 cscéptic<>.'i «Cn virtt1d de las ci rc..unsta11cia ~>> (véase: más
aJcla11tc, lcl p< íg. 52), J'ª que .si, por u n~1 parte) los íclolos de su propia rri-
l>u se l1abían <<clerrun1had<.>», ¡.>or otra parten<> se sc11tían n1ín i1name11 ·
te i11ccnti,·aclos a ace11tar lc>S ídolc1s de 1<>s ge11tilcs. Su desapegc> <lc las
idc,1s ¡1ce11raclas tle mar1er <1 nan1 ral }~ e,o.;11<>11tá11ea en el j)l"<>J1ic> c11tor110
cult11 ral represe11tó ur1 fuerte. ec;tín111lc> para que estos intelt!ctuale:; de
cxtr;1cción juclía se COil\' Írricr:i.n en inno,. a<lores intelectuales.
E.n este último caso, la int11ición ele Vcblcn proced ió sin e.luda de 511
pror>ia .situaciú11 111arginal: en parte eseogjc\a del ihera<la1ncntc y en
parte c.lcl>iJ<1 al l1ccl10 d e que él era 11ijo de ca111pesi11c>S nort1cgos inn1i-
grantes, u11 tra:;fOlllio étn Íc<.>}.. social ria d.1 frecue11te e11trc los i ntelec-
n1al es J1c)rtea111cric¡1 n<)S ele su tic111po. 1 • Kat 11 ral n1entc: el fra ncoti radar
\t'el>len n o dejó esci1ela en s~11ridu estricto, a11114ue <le 11echo s11s iclcas
inspirclr o n a ~11 gi1r1os :i.utc)res post criores~ ccn11c> vere111os 111 ~~~ adelaute
( véa~c la l);íg. 2~). 1 ,
En cst<l 1·1 isn1 a época, en 1\ 1cn1ania. e 1i r1ter~s por la socic>logía de
las ideas era n1a.~?<>r, a veces :;igi.1ic11do } a veces nega11 do las ideas <le J(,1rl
7

l "-. ,~e:·.)1e.1
( 1906, J918, [ <) 19); vé;l:;e l .1n1n de Espinosa, Go11:1.á!e1, (iar<:Ía y Torre'
~\ibero (~ 994), p:ígs. 3~0-3 Só.
1 ) . \ 1ehlen ( 1918~, pág:;. 1-2.
16 IIIST<>RI A S<)CIAL DEL CON<)CIMIENT<>

l\llarx. Por ejemplo, el estudio de \Veber de lo que él denom inó la


<<ética protestan te>> (publicado por primera vez en 1904) situaba este
siste111a de valores en un contexto social y, al 111is1110 tiempo, propon ía
t1 11a teoría acerca de st1s consecuencias eco11ór11icas. Su teoría de la·
burocracia (véase, más adela11te, la pág. 15 6) re1>resentó ta~l.l;bién un~
contribucif>n a la sociología del conocirniento, a i1esar- de-no l1áber
sido expuesta como tal. Tatnbién en esa época otros sociólo3os· ale-
manes, especialmente Max Scheler y Karl .Niannheim (que e1npezó su
carrera en H ungría y la terminó en Inglater ra), sostenían, igual que
Weber, que las ideas tienen un «:contexto>> social y se forma n a partir
de determinadas visiones del m un do o <<estilos de p ensam iento>>. Es-
tos estilos de pensamiento estaban asociados con épocas, con nacio-
nes y (para i\.1annhein1, au11que no para Scl1eler) con g·e11eracio11es y
clases sociales.
Por ejem11lo, l\llannheim co111¡1aró <los estilos de pensarniento de-
sarrc>lla<ios dura11te los siglos XVIII y XIX. Por·una parte, el estilo fran-
cés, liberal y u11iversalista, que juzgaba la sociedad desde el pt1nto de
vista de u.na razón inmutable. Por otr a par te, el estilo alemán, conser-
vador e <<historicista>>, en el sentido de que experimentaba el mundo
com o cambio y utilizaba la historia antes que la razó11 o la religión
para dotar de sentido a la experiencia. El obj etivo de .i\1a11nheim no ft1e
alabar o co11denar ningu110 de esos estilos; sirn¡1len1ente quiso poner
de r elieve el 11echo de que los intereses sociales de un grupo deter1ni-
11ado ¡1osibilitan que st1s rniernbros se 111uestren sensibles a ciertos as-
¡1ect<>s de la vida social. Partiendo de esta base, ellos desarrolla11 t1na
<<ideología>> particular. 16
¡\.pesar de todo, según l\llannheim, los intelectuales constituyen un
<<estrato r elativamente desclasado>>. Son una <<intelectualidad que flo-
ta libremente>> (freischwebe1zde I1itelligenz), expresión que J\1annheim
to111ó de Alfred ~Teb er, qt1e, aunqt1e 110 alcanzó la fa1na d e su l1erma110
i\.1ax, fue un im¡1ortante sociólogo por su pro¡1io trabajo. El l1echo de
que lc>s intelectuales vivan relativa1nente <.iistanciados de la sociedad
-los críticos de i\1annhein1 olvidan a veces esta reserva del distancia-
1nie11to <<relativo>>- les pern1ite ver las tendencias sociales más clara-
mente que a las <Íemás personas. 17

16. l\1annheiin (1927).


17. Mannheim (1925); véase Scheler (1926).
SOCIOLOC-:ÍAS E JifST ORIAS D EL CONOC l~ IIENTO : INTRODUCCIÓN 17

El grt1po alen1á11 bat1tizó su i11iciativa como <<sociología del cono-


cimie11tO>> (Soziologie des Erken1z.ens), <<Sociología del saber>> (Wisse1i-
soziologie), descripciones co11 extrañas resonancias y qt1e sin duda
pretendieron provc)car una reacción en el público. Es relativan1ente
fácil de aceptar la idea de una historia o una sociología de la ignora11-
cia, a pesar de qt1e todavía so11 algo escasos los estudios en este ca1npo. 18
'Iampoco resulta difícil de aceptar un análisis social de los obstáculos
que se interponen·en el camino de n uestro descubrimiento de la ver-
dad, al estilo de lo que en su día hiciera Francis Bacon. Lo más pertur-
bador es la idea de una sociología del conoci1niento, por la sen.cilla r a-:
zó11 de que co11ocer es lo que los filósofos denon1inan un <<yerb9 de
éxito>>: lo que co11ocen1os, por o¡)osición a lo que cree111os, es _ve"rda-
d ero por definición. F,sta idea de una explicación social de la verdad, ·
al estilo de las explicacio11es propuestas por Karl Marx y Friedricl1
Nietzscl1e, sigue i111presioná11donos todavía con fuerza, como den1os-
tró en la década de 1980 el debate suscitado por Michel Foucault en
torno a los <<regímenes de la verdad>>. 'fodavía en la década de 1990,
atre,rerse a estampar sobre un libro sobre la ciencia del siglo XVII el tí-
tulo de <<historia social de la verdad>> constituía una autén tica provo-
cación. 19

RENOVAC1Ó:r-; DE LA SOCIOLOGÍA DEJ, COKOCIMIENTO

'Iras estos extraordinarios comienzos, el estudio del conocimiento prác-


ticamente languideció o de todos modos no fue capaz de competir en
creatividad con otros ca111pos de la sociología en ninguno de los tres
países a11tes me11cio11ados. La única figura señera entre las décadas de
1930 y 1960 fue el escritor nortean1erican.o Robert ~1erton, cuya obra
sobre la relació11 existente e11tre pt1ritanis1no y cie11cia, a pesar del 1na-
yor interés concedido a instituciones co1no la Royal Society, fue esen-
cialn1ente un desarrollo de las ideas de Max Weber sobre protesta11tis-
mo y capitalismo.~º El sociólogo polaco Florian Znaniecki, que emigró
a Estados U nidos, siguió los pasos de Veblen y pt1blicó t1n estudio so-
bre el papel social del intelectual (Social Role of the Ma1z aj· Knowledge,

18. .i\:íoore y Turrii11 (1949); Scott (1991).


19. F oucault ( 1980), pág. 112; Shapin ( 1994).
20. 1\1erton (1938, 1941, 1945, 1957, 1968); Luhmann (1990).
18 I-IJS'fORIA SOCIAL DEL CONOCI1\.1IEN·ro

1940), pero después se dedicó a otras cosas. En París, el émigré ruso


Georges Gurvitch pareció dispuesto a retomar el tema a co111ienzos de
la década de 1960, pero murió cua11do ape11 as había trazado st1 progra-
ma de investigació.n . 21 La co1zstr1tcci6n social de la rettlidad (1966), obra
escrita e11 colaboración por t1n sabio nortea111erica110 y otro austríaco,
P eter Be rger y Thomas Luckman11, fue 1nuy bien recibida y seg·ura-
.rnente ejerció ciertcl influjo, ¡1ero sus autores no la completaron con
estudic)S de ¡1eso de11tro del a1nplio enfoqt1e a la sociología del conoci-
n1iento que ellos 1nis1nos habían at1spiciado. Los princi¡1ales i1npulsos
e11 favor de la renovación procedieron de fuera de la sociología, espe-·
cial1nente de la antropología, co11 la obra de Claude Lévi-Strauss, de la'
historia de la ciencia, con la obra de Tho1nas Kuhn, y de la filÓsoffa, .
con la obra de M ichel f'oucault. ·
Lévi- Strauss renovó el interés por la clasificació11 en sus estudios
sobr e el tote1nismo y más ge11eralmente sobre .lo qu e él de110111inó <<el
pensamie11to salvaje>> (la pe1zsée sauvage), definido con10 concrete) en
vez de abstracto. Do11de, por eje111plo, los occide11tales distinguen entre
<<naturaleza>> y <<cultura>>, los 111itos a1neri11dios, según Lévi-Strauss,
están co11struidos en torno a la oposición e11tre lo <<crudo>> y lo <<coci-
do>>. 2~ Foucat1lt, que se había for111ado en la historia de la medicina y
en la filc)sofía, a111¡1lió gradual.rnente sus intereses. Renovó amplia-
n1e11te el vc)cabulario -<<arqtreología>>, <<genealogía>>, <<régimen>>, etc.-
para debatir la relación existente entre conocimiento y poder en di-
fere11tes niveles, desde el micronivel represe11tado por la fa111ilia hasta
el 111acronivel del Estado, y al mis1no tiempo para analizar los diver-
sos espacios o <<sitios>> del conocimiento, con10 clínicas, esctrelas,
etc. 23 Por su parte, Kuhn co11mocionó o esti1nuló a sus colegas co11 la
afir rnación de que las revoluciones cie11tíficas son t1n hecho r ect1rren-
te e11 la historia y presentan parecida <<estructura>> o ciclo de desarro-
llo: tienen su orige11 e11 el .rnalestar q11e en u11 deter111i11ado r1101nento
provoca una teoría o <<paradig1na>> ortodc)XO y tiese.rnbocan en la i11-
ve11ción de u11 1111evo paradig111a que con el tie1npo es considerado
co1no <<Ciencia 11or111al>> 11asta qtre otra generación de investigadores
experi111enta, a su vez, que esta sabiduría convencional no le resulta
satisfactoria. 2-+

21. Berger y Luclanann (1966); Gurvitch (1966).


22. Lévi-Strauss (1962, 1964).
23. Foucaul t (l966, 1980).
24. Kuhn ( 1962).
SOCT O T. O C;ÍAS E I-JISTORIAS D EL CONO<..'.L\ll EC\'fO: IKT'R(> IJVCCJ(JN 19

El te111a del conocimie.n to ha atraído la atención de algunc>s de los


teó ricos sociales 11culturales más influyentes de la últi111a ge ner ación.
En el tran10 fin al d e su carrera, Norbert Elias, un a11ti guo a}ruclante
de l\il.annhcim, estudió el proceso de desapego intelectual y p rop11so
lo que él 111is1110 denon1i 11ó <<11na teoría de los estame n tos científi-
. 1
cos>>.~' Ji.1rge n I-laber1nas investigó la relac ión existente e11trc cono-
cimiento, intereses hu111a11os y la esfer a pública. ' 6 Pierre Bourdieu ha
devu elto el conocimien to al carnpo ele la sociología en u11a serie de
estudios acerca del <<ejercicio teór ico>>, el <<capital c11l tural>> y el p o-
der de algunas instituciones como las universidades e n la deter1ni-
11ación de lo que cuenta y lo que no cuenta co111<> conoci111ie11to legí-
tir110.17 .
Bot1rdieu se for1nó como a11tropólogo, y otros antropólc>gos 11an rea-. · ·
!izado i1r1portantes contribuciones en este carnpo. Clifford Geertz, por •
ejemple), ha ded icado varios e11sayos a problemas relacionados con el
conocim iento, la i11forr11 ació11 y el sentido común locales, sit11á11dolos
bajo el rnicrc)scopio en el se11tido de que los a11aliza en el co11texto de
comu.nidades concretas solJre las que él l1a realizado est11dios de cam-
po. 28 J ack G·oody ha exarninado sendas alt ernativas al con.ocimiento en
culturas or ales y alfabetizadas, rr1ien tras que un colega suyo, el tardío
E r nest (;ellner, analizaba las ca1nbiantes re lacic)nes entre las esferas
econó1nica, política e intelectual, que él ha descrito co1r1 0 siste111as de
}1roducción , coerción y conociniiento. 29 Sería fácil engrosar esta lista
de no111l>res, y también d e disciplinas, ye11do desde la gcograña l1ast:a
la econo111ía. 30
Co1no suced e a 1nen udo en las tentativas r enovadoras, los partici-
pantes en la llarnada <<n11eva sociología del conocimiento>> exageran a
veces la cli stancia q t1e lc)s separa de sus predecesores.:i 1 l;ot1cault, Bour-
dieu y Lévi -Strauss deber1 111ucho a Durkl1ei1n )r al i11terés ele este último
por las categorías y la clasificació11, a pesar de que, co1no la mayor ía de
los pensadores cr eativos, todos ellc)s se inueven dentro d e 1núltiples
tradiciones y se distan cian de sus maestr<>s. El debate sobre la r elación

2 5. Elias (1982); véase \\7iltcrdink ( 1977).


26. Hab erma~ (1962 ).
27. Bourdieu (1972, 1984, 1989).
28. Geertz (1975, 1979, 1983).
29 . Goody( 1978); c; ellner(1988).
30. Pred (1973); Thrift (1985); ,:\1.achlup (1962, 1980- 1984); Scl1iller (1986, 1996).
31. Law ( 1986); Woolgar (1988).
20 HIST()RL'\ S(l<: lAL l)F.I. (:0 :--J OC l~llE.~TO

en tre conocirnie.11to e ii1tcrcscs sig ue "; ''C>. ~ 2 F.I e11fo4uc <<rr1icr<>scópi-


co», por i1uevo que 1)ued;1 pn reccr. ya fut: recon1e11dado c11carecida-
111e11te pot Karl A·l annhei1n y ~)f"<lCticado ¡><>r Lud,vik Fleck· a.tites de la
Seg·u11da C.~ucr.ra .!\-funclial.>; 1>or lo que se refiere al p<>cler par,1 dctcr-
111inar <.11ál es el tipo ele con <>cirniento leg·í t.Ut10, puesto rle relieve en I<'!
ol)ra ele Hon rd ie11, su irnp<>r tancia }r<l le: rcsul taba <> l>'~ a al satírico ' 'ic-
torian<>r¡ ue 1)11c;o en boca <le llenjan1i11 JO'\VCtt (véase, n1ás adcla11re, la
pág. 33) la siguiente afir111élción: «¡Lo q ue yo 110 conozco no es co110-
cj11licnto!>>.
,:\pesar de e.stas reserv;lS, l1ay l!Ue decir que la seg·uuda <>la ele la so-
cic>log í;1 del co11oc.;i111ie11ro se diferc11cia ele la l)r in1cr,1 ola er1, ¡><>r le>
n1en<>s, los cuatro ¡1untc1s sig11 ie.11tes. E11 ¡1rin1er l11g"1 r, el acent<>se ha
cJe~11l azacfo de la adquisición y transn1isión <lel conor:i n1re,t1to a su <<cons-
truccie)n >>, <<product-jc)n » <> i11cl11so <<man uf11crnra>>. Y cc;tc desplaza-
rnien tc> forn1a parte c.le un gi ro gerJc ral postestrucu1ral jsra o posmo-
dernc> 4ue ha •1 fcc tado a la sc>ciología ~' a otras disci pl i11as.; 1 E l acento
se pone men os e11 lc.1 cstructtrra sc>cial }' 111;ís c11 los i11cJi,,id L1os, c11 el
lc11guajc }" en j) r:ícticas co1r10 la clasi ficaciór1 y el e>.-perin1en to. Se in-
sisr.c 1r1c11os e11 fa eco1101nía y 1r1ás en h1 política del cc>11<>c.:il11 ie11to y- e11
los <<titulares>> <) <<posecdc)res del <.:<>noci n1ic11to» .J;
F..t1 segun<lo h1 g.1r, estos titt1lares del co11ociI11iento s<>n \'Ísros r:on1 0
11n grupo rnayor )~ más V<tr.ia do de lo <l ue gene ral1t1ente se acoso1 111bra.
Lc>s sociólogos, especial111cnlc los pertenecientes <l la llan1ada escuela
<<etnon1erodológica», suelen to111ar ahora en co.nsidcracióo tant<> los
conoci n1icnros práct.icc>s, lc>cales o «de cada día», co1110 las a<.:tivi<lades
de lc>s i ntclcctuales.>"
Ün tercer punto en qt1e la .llUeva Sc>ciuJe>gía def CC>l1t)Ci n1ientOse eli-
fcrencia el~ fa a11tig ua es t;f lll:l)' <>r in t er~s de la 1>ri n1era 1)01' la 1nicroS<>-
ci<>l<>gía, j)O I' la vida intelec.:n1a.l c.otidi<l.tla de pef]tleñc>s grupos, círcu-
los, re<les <> <<con1u11idacles episten1ológicas», cc>nsiderado.r; las 1111idades
básicas que const nl}'Cll el C<>nocin1ienr,o y contrc>lan su difu.c;ión a tra·vés
de dcterminaclo.r; C<ltJalcs.J; Sig11iendo el cjc111plo <le Foucault; csc1s co-
n111nidades epistcn1 c)lógicas son estudiadas a 111c11u<lo a o·avés de los 1ui-

32. B~u-ncs ( r977); V\'o olgar (1988}.


33. ~·1~n..1h c i1n ( 19~6), pág. 46n.; 1-'lcck ( 193~); v ~ :1 sc Balclamus ( 1977).
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SOCTO LO(~ÍA S F' HTSºJ'< >Rt.'\.S Uf:L CO~OCT \I I CNTO: I"\:Tíl<)r>{:C:<: H>N 21

crc>es11acic>s en que actúa11, <le sel e l abo r~ t<)ri<)S ha.e; ta bi l>li<>tt:<.:as. ~~ E11este
senticlo, el nuevo enfoqu e se ace rca a la antropo lc>gía }',<.le l1cc-110, la ex-
presión (<antropologí~ del conocin1 iento» se ha empe:lado a uti li7.;\ r <le
manera rcgt1lar. ~ 9
E11 cuarto lug-a r, cuancle> lc>s soció logos ti c la escuela Jle111ana afir-
111aba11 q ue el conocin1 ie ntc> s1rrgía en· un cc)ntcxtc> !>ucial, es taban pen-
S<lllc.io sobre tocio en 1 ~ clase sc>cial (au11yuc .!VIa111il1eill1, por lo n1enc>s 1
t:i n1l1 ié n nivo en cuenta las gen erac:io11cs).·10 .P or ot ra 11art.e, en la fase
;\cr11al se presta más atención al gén ero y <l la gcogra fí,1.
En el ámbito del géne ro, se l1a realizado 11na serie ele estuclios so-
l>re la <<Carrcr<4 de ol):>l<'Í culo s·» a que tic11cn c¡uc enfrentarse las ntuj ercs
q uc.: aspira11 a ser alg·o ei1 el c.1111 p<> de 1as hu111a n i<la<les o <le las cie11cias.
En cualquier casu, se l1c1ce necesa r io t1n estuclie> ccl1nparativu <le l1as ta
qu é pu11to se ll<l cxcl11ic{o a las n111jeres <le la vitla intelectual c11 dife-
re ntes lugares, épocasycliscipl inas.-1 1 Descle Ull Jlllllto <.le vist<l posi r.i,~c),
lc:is fe1r1inisr.as l1an clefen <licfc> que el género cu11tribuyc a forn1c:ili7.ar la
experiencia, <le suerte que h ay que contar con << n1~neras específica-
111ente fen1en i11as ele conoc.:Cr>>.4·?
Lcls geógrafos ha11 crr1pc:t.ado a i11tc.:rc.:sarse por el cenia ele la clistri-
l>11ció n espacial <lcl ccJ11cJci111ic.:11tu }'• lo que no es 111enc>s i111l1ortante,
pc>r lc>s fallt>s ~•1 su <listribl1Ció11, por s u resrr icció11 ;t cletermínallc>s
grt1pos en cleter11lli1a<los lugares:'; Pa radójica 111enre, la c.:c>J1tríl>uci<'>n i11á:>
notoria a la geografía del co noci 1ni ento se la c{el>en1c>s a un crítico li te-
rario. En un estu dio qu e suscitó consiclerahle clehate, E<l\vard Said, si-
guic.:11do el eje111plo de Foucat1lt~ analizó el <<<lrientalismO>> es deci r, el
co11uci..i11ic11to qu e se tiene c11 Occi<lente <le Oriente Pró:x.i1110 - co1110
ull<l Íllsti tu ción al servícicl elel im perialismo.44
i\ \1nq11e s11 a11tc)r es 11n histc>riatlc>r sc>c.i al }'cultural, este li bre) pre-
tende ecl1ar 111 a11c> ele ni uc hc>s ele estc>s e11fuq t1cs ('011 el fl 11 de C<lrr egi r
l,l csr1eciali7.ación y consiguier1te f['agmentació n tan caracter ística ele
nucstrc> pr<>pÍ<> n1t111<.lo ele <.:onocimicnto.

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22 Ill ST ORl:\ SOCIAL DEL CO ~O C L\1lENTO

H rs·r oRrA s<>C: t AL 1>F.1. <:<l:-IC)<:r M 1i-: N·rc>

H asta este mor11en to ha ha bido pocos historiac1ores qtte se hayan to-


1naclo e11 serio la sociología del conoci111iento. lTna de las exccpcio11cs
fu e .T;1111cs H arvC)" Robi11so11, u110 de los µro111ot orcs dcl 111ovi111ic11to
que a co111ic11zos clcl siglo XX <1 bogó en Nort<.:au1érica por u11a «11ueva
histori<l >>. Robjnso n e.ra a111igo de ºT llo.rste i11'\..Teble11. Su ;1 prob~1ció11 de
1111;1 tesis doctor;1l defe ncljda ¡)or ,\ :f artha O rnstei n sobre el l'a11el de };1s
s<>ciedade,'i ci entific.1s <luran re el siglo X\ ,.I r(v•é;1se, 111 ri s aele 1an te, 1a 1'~ g.
60) obedeci<) a que él mismo se planteal>a la p regunta de «qué parte
11a bía11 tc11ido los antiguos .... .\l '-'enerables centros de ensenan za -las un i-
\.·e.rsidaclcs- c11 el progreso del co11ocimiento. E n el i11 terrogante ha-
bí<1 segura111e11tc <1lg·o de prc111cditación, cierta previsión de aquel la
obra farp;;1111entc rete11ic.la sol)re la e11se1i J.11za supericlr, The l lighe1·
f ,e11'1''1zi1zg, de s11 an1 igo Veblctl>> (el libro en cuesliór1 había sido escrit o
en 1908, 1)ero11ov•ería la l\1:1. pú bl ica hasta 1918).'1'
Sin em bargo, l~ ohinso n no ti1vo m~s seguidores en esta djrccción.
Entre los anos \~einte }' ci ncuenta, aigt111os cn1dit<)S 111.1rxistas, e11tre
ellos el rt1so 13oris Hesse11 ),. el inglés Jose¡)ll N eed ha111, tr<1 Laro11 de es-
cribir l1istorias .sociales <le la i11vesrigacjón cien tífica ~ pero sus esCuer-
Z.<>s ter1r1i11arc>t1sien ele> má.s o n1en<>s el arame11te n1 argi n<1dos l' º r l:.1 co-
rrie11t e <lo111in:a11te ele los histc)ri acle>res ele l.1 ciencia. Sólo a p3rrj r de la
déc<1 da de 1960 se co11sicletl) tl<>rrr1al ar1alizar la ciencia desde un pun-
to de v·jst<l social. •'\..ún se había escri~o mt1cho menos desde esta pers-
pectiva sobre las cie11cias sociales ~; menos todavía sobre las hun1an i-
dades, )' lo escri to giraba sobre toclo e11 tor110 a los siglos xrx y x:x, más
que aI co111ien zo ele la ed.1d 111od.cn1a.-ir.
La T<H11a de co ncienci3 de este vacío de11tro de 1.1 literatura de11tí-
fi ca tl1e l1na ele h1s razones q11e 1ne n10\•iero n a escoger este tc111:a. Es 1111
ensay'<>, <> tina serie ele ensa}'ClS, so~> re 11n a 1nateria ra11 a111plia qllC cual-
quier informe de cc>njt1nto qu e conscie11tcn1 cntc no ~1doprc lln;1 forma
provisional represe11taría 110 sólo una tcntc.1ti·va ¡Jretcnciosc.1 , sino adc-
111ás irr1posible <le lle\'ar a cabe>. J>ersonal1nente, he de confesar que
.si cnto pr<.:<lil<.:cción p<)r los estu<lios <.:ortc>s de 211a te rias a111 11lías, q11e
lra tc11 (le esl<1blecer C<>11<::xi<>nes entre clifere11tes lugares, asunt<>s, épc>-
cas o irlliivid uos, de r~u11ir pequeñc>s fragn1entc)s para fc>m1ar un gran

4-5. Or11~teh1 ( 191 3), µ(i.15-s. ix-x¡ véasi.: Lux (I 99l a, 199 1b).
46. Ri11gcr (1990, 1992).
SOCI OLOGÍAS E HISTORIAS DEL COKOC:l.\l lE'.\rTO: I)lTRODUCCICÍ N 23

cu adro. Sin em bargo, la necesidad de tln li bro de estas caracter ísticas


se e.leja sentir <le 111anera i1articular en t111 área de la qt1e nor1nalmentc
no se ofrece una visió11 <le conjt1nt<l, sin<l que 1n ás bie n se ve cor.no u11a
colecciór1 de discipli11as o st1b<lisciplinas, C<l1no bibliog·rafía, histori a de
la ciencia, historia. de la interpretació11, hi storia inte lectual, hist oria
de la cart ografía e historia de la h istoriografía (mi ten1a orig-inal <le in-
vestigación).
Ct1alqt1iera que sosten ga que el co11ocimi ento surge en un con tex-
to social sentirá seguramente la 11ecesidad de a11topr esentarse. Algu nas
e.le mis predisposicion es, re laci o11adas con la clase, el gé11ero, la nació11
y la generación a qt1e p erten ezco, se i)ondi-án e11 seg·t1ida, siri dt1da, de
1nanjfiesto. ,_A.qt1í rne li1n itaré sirnple111ente a C<lnfesar qt1e con el títul o
de este libro pretendí renc.lir l101nenaje a M a.n11h ei m , ct1ya obra des-
pertó mi inter és por el tema h a.ce ya cuar e nta años, a unque personal-
mente h e ido distanciándo1nc de 1nanera gr ad ual del enfoque del sabio
alemá n . El libro tr ata de presentar una , h istor ia social vertebrada p or
una teoría, las teo rías <<c lásicas>> de Emile D u rkl1ei1n y M ax \ .Veb er ,
per<> tarnl)ié11 las for111 ulacio nes r.n ás recientes de F oucault y Bourdieu.
T,os ca11ítul<Js 2 y 3 <>fr ece11 tina especie de s<>c i<>logía r etrospectiva de l
conoci111iento, el ca.¡.)ítulo 4 i1resenta tina g·eog·ra f.ía de l co11oci111ie11to y
el capítulo 5 una antropolog-ía. El ca11ítulo 6 al><>rc.la el te111a de la })<>líti-
ca del conocimie11to, el capítulo 7 el de la econon1ía, el capítulo 8 ado¡)-
ta un e nfoque má s liter ario y la conclusión p la ntea algunas cu estiones
fi losóficas.
A pesar de est as in c ursio nes e11 o u·as disciplinas, los lectores per -
cib ir án s in difí ct1l ta d qt1e este estudi o es obra de t1n h istor iador, ese n-
cialrnente un l1is t<>riad<>r e.l e la Euro¡.)a 1node r11a te1nprana. L os lími -
tes e.le este libro son e l Re naci111iento y la Ilt1stración. E11 ocasio11es
sobrepasaré estas fronteras, ta11to las es1)acia les co1110 las te1111)oral es,
p ara p oder llevar a cabo co1nparaciones y co ntrastes, pero e l libr<>
co11tin úa siendo una historia del conocimiento e n la E uropa <<tno<ler -
na te1nprana>>.
P o r época 1noderna temprana se entien de aquí de tnan er a más pr e-
cisa los siglos que van desde Gutenberg· l1asta D iderot o, en otras pa-
lalJras, dese.le Ja inven ció n de la i1npre11ta de tipos 1nóviles en Li\.lernania
en torno al añ o 14 50 h asta la pul)licación de la Encyclopédie a i1artir de
1750. L a E1icyclopédie co11stitt1yó una especie de st11na de la in fo rm a-
ción disponible en su. tiernpo, a la vez que tina ilust racic)n perfecta tan-
to de la política como de la e conomía del conocin1iec1to. Por lo qt1e a
las relacio r1es entre conoci1nien to e i mprenta se refiere, e11 m ás de un a
24 IlISTORIA SOCIAL DEL CONOCI.iVIIE.NTO

ocasión serán objeto <le debate en las pági11as ql1e siguen. Aql1Í tal vez
baste con decir que la i1nportancia del nuevo medio no sólo radicó en
el hecho de dar una difusión más amplia al conocimiento y de hacer <le
don1i11io público saberes que hasta entonces habían pertenecido al ám-
bito de lo relativamente pri,rado o i11cluso secreto (desde secretos técni-
cos hasta secretos de Estado). La impre11ta facilitó ade111ás la interacción
e11tre diferentes co11ocimie11tos, u11 ten1a recurre11te en este estudio.
Unifor1nó el co11ocirr1ie11to al posibilitar que lectores situados en 1nuy
diferentes lugares leyese11 idénticos textos o a.n.alizasen las 1nisn1as i1ná-
genes. Por otra parte, irnpulsó el escepticisrno, corno se sugerirá en el
capítulo 9, al per111itir que la misma persona con1parase y contrapusie-
se relatos antagonistas e incompatibles del mismo fenómeno o aconte-
cimiento.4'

¿A QUÉ NOS REFERIMOS CUANDO HABLA~10S DE CONOCIMIEN'r o?

La pregunta acerca de qué es el co11ocirr1iento resulta casi ta11 difícil de


responder co1110 la pregunta 111ás fan1osa acerca <le ql1é es la verdad. A
Mannheim se le 11a criticado a 1nenudo por describir categorías, valo-
res )' observaciones como algo socialrnente determ inado sin hacer dis-
tinciones entre unos )l otros. Por otra parte, n ecesitamos distinguir en-
tre co11ocin1íento e información, entre <<saber i11strumental>> y <<Saber
objetivo>>, así como entre lo ql1e es explícito y lo que se da por supuesto.
Por razones prácticas, en este libro el térn1ino <<información>> se referirá
a todo aquello que se presenta como relati,ramente <<crudo>>, específi-
co y práctico; en carnbio, utilizare111os el térrnino <<Conocimiento>>
para designar aql1ello ql1e h.a sido <<cocido>>, procesado o sistematiza-
do por el pensamie11to. ~videnternente, sólo se trata de una distinción
relativa, puesto que nuestros cerebros procesan todo lo ql1e percibi-
mos. De todos modos, el tema de la importancia de la elaboración y
clasificación del conocimiento lo presentare1nos más adelante (espe-
cialmente en el capítulo 5).
En las páginas de este li l)ro se hablará acerca de qué era lo que los
primeros n1odernos -más q11e el autor o los lectores acn1ales- co11-
sideraban co1110 co11oci111iento. Por lo tanto, se hablará tan1bién del
conoci1niento de la magia, de la brujería, de los ángeles }' los demo-

47 . Eisenstein (1979); Giesecke (1991); Ea1non (1994).


SOClüLQ(;ÍAS E HlS'fORlAS DEL CONOC L\IJENTO: INTRODlJCCJ(lK 25

nios. Las co11cepciones moder11as tempranas que se refiere11 al conoci-


mie11to resulta11 obviamen te centrales para la 11istoria social del cono-
cimiento y rnás adelante serán objeto de ttn análisis detallado. De 1no-
me11to me contentaré con señalar cómo aqu.ellos europeos dejaron
constancia de la conciencia que tenían de diferentes tipos de cono-
cimiento en el uso de distinciones como, por ejemp lo, a1·s y scie12tia
(para traducir estos conceptos hoy d eberíamos recurrir a la distinció11
entre <<práctica>> y <<teoría>>, más que a lo ql1 e en n uestro lenguaje se
designa como <<arte>> y <<cie11cia>>) o e11 el llSO de tér1ninos co1110 <<es-
tudio>>, <<filosofía>>, <<Ct1riosidad>> y sus equivalentes en disti11tas le11-
guas europeas. Partidarios entusiastas de los nuevos tip()S de conoci-
miento, calificados a veces de <<co11oci111iento real>>, rechazaron en
ocasiones el co11ocimie11to tradicional co1no <<jerga>> vacía o <<pedan-
tería>> inútil. Una historia de los co11ceptos, lo que los ale1nanes desig-
nan corno Beg·rifjsgesc/Jic/Jte, co11stitt1ye lina parte indispensable de
esta empresa. Esta historia no debería ocuparse sólo de la aparición
de palabras nuevas como i11dicador d e los nuevos intereses y actitu-
des, sino también de los can1bios en el sig11ificado de términos más
antiguos, resituá11dolos e11 sus ca111pos lingüísticos, analizando los
contextos sociales en qt1e ft1eron utilizados y rect1perando las asocia-
ci<>11es origi11ales de cada u110 de ellos. 4 ri
Un supuesto tradicional que personal111ente trataré de evitar e11 las
páginas que siguen es el del progreso intelectual o, como prefieren de-
cir otros, del <<desarrollo cognitivo>>. Este concepto puede ser útil ct1an-
do se aplica al conjunto de una sociedad, a lo que difer entes personas
- por ejemplo, los colaboradores en tina enciclopedia- conocen entre
todas ellas. Sería difícil negar un elen1ento acumulativo en la historia del
conocimiento en la Europa moderna temprana. Se multiplicaro11 los li-
bros de co11sulta, se ampliaron las bibliotecas y las e11ciclopedias, y co11
cada nuevo siglo at1111entaron los rect1rsos puestos a disposición. de
quienes se esforzaban pclr co11ocer u11 deter111inado ten1a (véase el ca-
pítulo 8).
Por otra parte, la sabiduría no es acu1nulativa, sino que cada indi-
viduo ha de apr enderla a través de un proceso más o menos doloroso.
In cluso e11 el caso del co11oci1niento, a escala individual se dier on y se
siguen dando retrocesos, lo rnismo que progresos. En concreto, por
ejemplo, la crecie11te especialización en las escl1elas y universidades a
lo largo del último siglo h a producido estudiantes con un conocimien-

48 . .Koselleck (1972); .Kenny (1998).


26 I-I ISTORIA SOCIAL D EL CONOCliVIIEl\lTQ

to mucl10 1nás limitado qt1e antes (al margen de que esta n1e11or an1pli-
tucl se haya visto compe11saela con t1na 1nayor pre>fl.1nclidacl). Ho)r, co-
11ocimientos alter11atívos tratan de captar nt1estra atención y cada elec-
ción tiene su precio. Cua11do se qt1iere actt1alizar t111a enciclopedia, se
prescinde de cierta informació11 qt1e aparecía en ella para poder incor-
porar 11ueva información. Así, por ejemplo, para c ier tos tipos de con-
sulta es preferible recurrir a la u11décima edición de la E1i~yclo¡Jaedia
Brita1i1iica ( 1910- 1911) que a la edición actual. En la Europa 1noderna
te1n¡)ra11a, la <<exp losió.n del conocimie11to>> se produjo co1no co11se-
cuencia de la invención de la imprenta, de los gra11eles c.iescul>rimie11te>s,
de la llan1ada Revolució11 cie11tífica y ele otr<>s fact<>res. Sin e111l>argo,
esta acumulación ele cc>11ocímientos creó problemas al mismo tie1npo
(1ue solucionó otros, nt1evo terna que aparecerá de vez en ct1a11do en las
, . .
paginas qt1e siguen.
Ni qt1e decir tiene que mi propio conocimie11to del conocimiento
es inco1npleto y que será necesario limitar esta iniciativa tanto crono-
lógica como geográfica )r social1ne11te. El libro tt1vo su orige11 en t111a
serie de confere.n cias y prete.n de ofrecer t111a visió11 de co11ju11t<> de un
dilatado á1nbito i11telectual. Es u11 e11sayo, más qt1e tina enciclopedia.
La virtt1al restricción ele este lil>ro a for1nas do1ninantes de conoci-
1niento 111erece una explicación más por1nenorizada.

L.>\ PLURALIDAD DE CONOC il'vlIENTOS

li'u11da111e.ntal111en te, este libro está basado e11 textos publicados e11 los
siglos XVI, XVlI y XVIII. Tratará de evitar ta11to el grafoce11tris1no, so-
111etienc.io a debate el co11oci111ie11to <>ral, co1no el logocentris1no, tra-
tanc.io las i111ágenes (1napas incluidos) con10 vías de comu11icación de
conocirnie11to e i11cluye11do ilustraciones. D e vez e11 ct1ando se men-
cio11ará11 tan1bién objetos materiales, desde conch as hasta monedas y
desde cain1anes disecados hasta estatuas, puesto que en ese período se
coleccionaron con entusiasmo, se clasificaron y se expusieron e11 v itri-
nas)' inuseos.49 E11 la definició11 de co11ocimie11to se i11clt1irá11 ta111bié11
¡)rácticas 110 verbales, co1110 la constrt1cció11, el arte de coci11ar, la teje-
dt1ría, el arte de curar, la caza, el cultivo de la tierra, etc. A pesar de

49. Lugli ( 198 3); In1 pey y .i\1acgregor (1985); Pornian (198 7); Findlen (1989,
1994).
SOClOLOGÍAS E l IISl'ORI:\S DEL (;()~OC l.\I IEN'fl): INTROI)UCCIÓ~ 27

todo, sigue sin respuesta un a gran ¡)regunta: ¿a quién pertenecía el co-


nocimiento objeto de este estudio?
En la Europa moderna te1nprana, las élites identificaron a menudo
el conocimiento con su propio conocimiento y en ocasiones sostuvie-
ron, como hace el cardenal Richelieu e11 su Testament politiqzte, que al
¡)uel)lo llano no se le debía co111unicar el conoci111ie11to ¡)ara que no se
desencantase del puesto que le hal)ía tocado en la vida. El hu111anista
español J_,uis Vives defe11día l111a postura relativame11te poco frecuente
cua11<lo afirmaba ql1e <<los agricultores y las ar tesanos co11oce11 la natu-
raleza mejor incluso que n1uchos filósofos>> (nieli1ts ag1~icolae et fabri no-
rztnt q2tam ipsi ta1zti philosophi).'º
Actualrnente, tras lo ql1e podríamos llamar la <<rehabilitación>> del
conocimiento local y del conocimiento relacionado con la vida cotidiana,
debería ser obvio que e11 toda cultura 11ay una pluralidad de <<co11oci-
mientos>> y que la historia social, como la sociología, debe interesarse
<<por todo aquello que en la sociedad pasa por conocirnie11to>>. 51 Un cri-
terio q11e p11ede servirnos para clistinguir los conocimientos es el tiso o
la fi.111ci(>11 e.le cada uno e.le ellos en la vida. El sociólogo Georges Gur-
vitch, por ejem¡)lo, distingt1ió siete tipos de conocitniento: perceptivo,
social, cotidiano, técnico, político, científico y filosófico. 52
Otro enfoque, más cercano a la historia social, podría distinguir
entre los conoci1nientos ¡)roducidos y trans1nitidos por difere11tes gru-
pos sociales. l,os i.n telectuales so11 due.ñ os de algunos tipos de co11oci-
r11iento, pero g·rt1pos sociales como los. bt1rócratas, los artesanos, los
agricultores, las cc>ma<lronas y lc)s c11ra11cleros ¡Jopulares cl1ltivan otros
á111bitos de la experiencia y del <<saber 11acer>>. Estos ca111¡)os de co110-
ci111iento i111p lícito han r11erecido recienternente cierta atención ¡)or
parte de los historiadores, especialmente en el contexto del imperialismo
y de la contribución realizada por los i11dígenas a unos conocimien-
tos que los gober.n a.n tes, cartógrafos y 111édicos europeos co11sideraban
53
suvos.

La r11ayor parte ele los estudios sobre el conocir11iento se refiere al
cc>nocimiento de las élites, mie11tras c1ue lc>s estudios de c11ltura p<>pu-

50. Rossi (1962), pág. 15; véase Roche (1981), parte 3; Bohme (1984); Worslcy
( 1997).
51. Berger y Luckrnann ( 1966), pág. 26.
52. Gurvitch (1966).
53. Figueiredo (l 984); Bayly (l 996); Grove (1996); ;\;lundy (1996); Edney (l 997),
págs. 68, 76, 81, 98, 125.
28 HISTORIA. S()CIAL D EL CONOCI.?.1IEKTO

lar (incluido el que yo mismo publiqt1é e.n 1978) tie.n en relativame.n te


poco que decir sobre su dim.ensió11 cog11itiva, que habría que ei1marcar
dentro <.iel árnbito del conocin1iento popt1lar o cotidiano. 54 Sig·uiendo
las fue11tes, en este libre) también se po11drá é11fasis en las formas dc)-
mina11tes e) i11cluso <<acaclérr1icas>> de conocimiento, ei1 el <<apre11cler>>,
como se decía frecuenternente a comienzos de la época rr1oderna. De
todos inodos, se hará un esfuerzo destacado por situar el conocimien-
to acadén1ico dentro de un marco más amplio. La competencia, los
conflictos e interca1nbios entre los sistemas intelectuales de las élites
académicas y lo que podríamos denominar <<conocimientos alterna-
tivos>> serán un tema recurrente en este estudio. 5 ~ Los conflictos son
particularmente claros en el caso de la nledicina, tal como la practica-
ban charlatanes, cura11deros itinerantes, moriscos o mujeres. )Ó c:omo
eje111plo co11creto podría.m.os fijar11os en las Observations diverses pt1-
blicadas en 1609 por la cor11adrona parisiense Lc)uise Bourge<)is, que
se describió a sí mis111a co1110 <<la prirnera mujer de 111i <>fici<) que ha
echado mane> de la pluma para describir el cor1ocirr1ie11to que Dios me
ha dacio>>.
Si personalrne11te qt1isiera llan1ar la atención, llegado a este punto
afirmaría que las llamadas revoluciones intelectuales de la Europa mo-
derna temprana - Renacimiento, Revolución científica e Ilustración-
no fuero11 otra cosa que el at1oramie11to a la luz pública (y más espe-
cialn1ente en forma de letra impresa) de deter1ninados tipos de cono-
cimiento práctico y popular conveniente1ne11te legitimaqos ¡)or algu-
nos esta1nentos académicos. Esta afirmac.i ón, por exagerada qt1e pueda
parecer, 110 sería me11os t1nilateral que la presuncie)11 n1ás cc)11ve11cie)nal
que identifica el conocir11ie11tc> Cc)ll el apre.nclizaje de los sabios. Pe)r
ejernplo, el co11oci1nie11to recopilaclo ¡)c>r los et1ropeos e11 otros conti-
ne11 tes 110 fue siernpre res11ltado de la observación directa <le la natu-
raleza o la sociedad, sino que dependió de informadores locales (véase
nlás adelante, en el capítulo 4).
Para un ejemplo de interacción entre sabios y artesanos podríamos
buscar en la Italia del Renacin1iento. En la Florencia de la primera
parte del siglo XV, por ejem plo, el huma11ista Leonbattista Alberti
n1antuvo frec11entes diálogos co11 el escultor Donatello y co11 el inge-
niero Filippo Brt1nelleschi. Sin la ayt1da de estos expertos le l1abría re-

54. Roche (1981).


55. Potter (1 993).
56. Ballester (1977, 1993); Huisman (1989).
SOCIOLOGÍAS E l-IIS1~()1~TAS VEL CO N()C l\ 11 ~: --re>: INTROD1J CCTÓN 29

sultado difícil escribir SllS trata<los sobre la pi11tura y la arquitect11ra.


Algunos especialistas e11 la arquitectura d el R enacirni ent<> han a11aliza-
do la interacció11 entr e las tradiciones ar tesai1ales de rn aestros albañiles
y el conocimiento ht1m anista de los patronos, que alg·unas veces hacían
los encarg·os de construcción de sus casas con r eprodl1 ccion es ele Vi-
truvio en las 111anos. R.ealn1ente, es difícil imaginar cón10 el texto de
este a11tig11<> tratado ror11a.n o sobre la arquitectura h abría podido ver la
luz pública, cc>n ilustracion es incluidas, como sucedió en la Italia d el
Ren acin1iento, si n cierta cc)laboración e ntre expertos en latín clásico y
expertos en el arte de la cc>nstrucción. El texto fue eclitado y traducido
por el patri cic> veneciano D aniele Barbare, en 15 56, gracias a la ayud a
del arqu_itecto Palladio, ql1 e se hal)ía for111aclo cc>1110 ca11te ro. 57
En di,rersos campos, ho1n l)res o 1nt1jeres clotados de sentido prác-
tico, igual que algur1os sabios, con tribuyeron en cie rta medida al co-
nocimiento que difundiría la imprenta. ' 8 El libro del hurn anista Georg
Agrico la sobre la mine ría (1556) recogió, obviamente, muchos datos
clel co.n oci111ie11to oral de los mineros de Joachimsthal, doncle ·vivió
ejercie11do el oficio de n1édico . .LVIontaign.e lleg·ó a afirmar en su farnoso
e11sayo sc>bre los caníbales q·ue u n <<ho1nbre sencillo y rústico>> (homme
si1nple et g;rossie1') podía ofrecer lln testin1onio más fidedjg110 de st1s ex-
perienci as en el Nuevo i\llt1nd() que les fines gens, con sus sesgos y pre-
. . .
JUlClOS.
Volvie nclo a las hl1rna.11idades, el <>rige11 de la eco110111ía con10 clis-
ciplina independiente (véa11se, rnás adelante, las págs. 13 5-1 36) no se de-
bió a u n a i11,ren ción pur amente casual.1\'°o sólc> i rnplicó la elaboraci ón
de nt1e\1 as teorías, sino ta mbién el otorgamiento de respctal)ilidad aca-
dé mica al conocimiento práctico de los com erciantes, que orig:i.n al-
1ne11te ha b ía sido de natt1raleza oral pero empezó a circular ele manera
creciente ei1 letras impresas durante los sig·los X\.'l y XVII, en tratados
cor11c> el de sir Josiah Child, Discoztrse of Trade (1665), escrito por un
com erciante loncli11e11se que con el tien1po llegaría a ser presidente de
la C on1pañía de las Tn cli as Orientales.
P arecidos intercambi os se pr(><it1jeron e ntre la teoría y la práctica
políticas, aunq·ue por pasar estas fre.>nteras se pag·ó tarn bién t1n precio.
Maquiavelo provocó u11 verdader o escá11dalc> al afirrnar de forma ex-
plícita y teórica una serie de reglas que alg·unos 11on1bres de negocios

57 . Bu r.ke (1998c), págs. 34, 175.


58. Zilsel (1941); Panofsky (1953); Hall (1962); Rossi (1962); Eisenstein (1 979).
30 FJISTORIA SOCIAL DEL CONOCL\1IENTO

habían debatido a veces en encuentros personales y que algunos go-


bernantes habían seguido a inenudo en la práctica. Elprí1,icipe, un do-
cumento confidencial presentado por ~'.laquiavelo a un miembro de la
familia de los Medici con la esperanza de afianzar su carrera, vio la luz
pública en 1532, algunos años despt1és de la muerte del autor. 59 Al
a firmar, e11 su Adva1zce1ne1zt of Lea1'"ni1zg ( 160 5), que <<la sabiduría e11 lo
que respecta a la negociació11 o el negocio todavía no se l1a recogido
por escrito>> , Francis Bacon estaba l1aciendo u11a pe rspicaz observa-
ción g·eneral, at1nque el autor i11glés era algo i11justo co11 su predecesor
i\!laq t1iavelo.
U11a vez más, el cc>11ocin1ie11to de la pintura y st1s técticas, qt1e en in-
glés ter1ninó design<índose con el notnbre de co1zr1oisseirrship (literal-
mente, <<calidad de conocedor>>), se transmitió al principio oralmente y
sólo en el siglo XVI empezó a ponerse por escrito, concretamente e11 las
Vidas de los artistas de Giorgio Vasari, obra publicada por primera vez
en 1500. En el vocabulario filosófico se ha conservado t111 rect1erdo de
las interacciones entre teoría y práctica en este período. <<En1l1irisn10>>
se deriva de <<empírico>>, térn1i110 tradicio11al co11 el que se designaba en
i11glés (enzpi1ric) a los practica11tes de la medicina alter11ativa, l101nbres y
1nujeres desprovistos de teoría. En su Atlvtt1zceme1zt ofLetl1"tzirig, Fra11cis
Bacon, por t1r1a parte, co11dena a lc)s <<médicos empíricos>> que no co-
11ocen 11i la verdadera causa de u11a enfermedad ni el at1téntico rr1étoclo
para curarla, pero, por otra parte, critica también severa1nente a los fi-
lósofos escolásticos qt1e dedt1cen sus conclusiones sin prestar atención
al mundo de cada día. Seg·ún el Novzt1n Orga1zztn1 (1620) de Bacon, <<el
auténtico camino, todavía inexplorado>>, consiste en seguir no a la hor-
n1iga empírica, que recoge datos tontamente, ni a la araña escolástica, ·
que teje una tela desde de.n tro de sí 1r1isma, sino a la abeja, qt1e, a la vez qt1e
recoge, digiere. Lo irnporta11te era en1pezar <<a partir de los sentidos y
las cosas particulares>>, para lueg() avanzar por estadios l1asta alca11zar
cc)nclusiones generales (aforismos xix, xcv). Esta vía media, que estu-
diare1nos más adelante (véase el capítulo 9), es lo que hoy se denornina
<<en1pirismo>> - enzpiricism e11 inglés y e7njJirisnze en francés, término
acuñado en 1736 y presentado en el artíct1lo qt1e dedica a dicho tema
esa iniciativa baconia11a qt1e fi1e la E1zcyclopédie.
Existe un vínculo entre la epistemología empirista de Bacon y su
convicció11 -coml1artida con Luis Vives, que había tr atado de refor-

59. Albertini (1955); c;ílbert (1965).


SOCICJI.OGÍ AS E I:-I ISTC)R IAS DEL CO~O C l.\ II EN'J'O : INTRODUCCJÓ~ 3J

mar el sisterna de co11oci111ie ntos un siglo antes- de q t1e incluso las


personas ct1ltas ¡1ot1ían aprender algo de la gente sencilla. La Royal
Society de Lo11dres continuó la tradició11 baconiana y publicó relatos
acerca de los secretos o co11ocimientos especializados de diferent es
profesiones y oficios. La cuestió11 era, co1110 señaló el pol ifacé tico Gott-
.ti·ied Leibniz con una frase en que se n1ezclan tér111i11os latinos y ale-
111a11es, theoricos e11lpiricis felici con1zubio zu conj1trtgire-1z, es decir, <<unir a
teóricos y a en1píricos e11 un feliz matri111011i<>>>.
D en is Di derot fue otro admirador de las ideas de Bacon. Su Íl1te-
rés por el co noci1niento tanto de los artesanos como c.i e los philosophes
es evidente e n la Eri~yclopéclie. Por ejemplo, en el artículo <<Art>>, la dis-
tinció11 e11tre artes liberales y artes mecánicas (véase 111ás at1ela11t e, en
el capítulo 5) se califica de desafortunada porque rebaja el rango de
perso11as dignas de esti1nació n y útiles. Com o la Royal Society, Dide-
r ot y su s colaboradores hiciero n pí1blicos con ocirnientos propios de
los artesan.os en la Encyclopédie, u11 libro que al parecer se utilizó en de-
terminadas situaciones prácticas. Por eje111plo, el artíct1lo sol1re.la fu11-
dición de cañones (<<i\lésoir>>) fue utílizaclo por un co11seje.ro rn.ilitar
del sultá11 otomano cuando éste trató de re11ovar su artill ería en la dé-
cada de 1770.60
Sin olvidar la realidad de todos estos tipos de intercambios, r11i lil1ro
tratará <le concentrarse en las formas domi11antes de conoci1niento, par-
ticular1ne11te en el conocí111iento que poseían los intelectuales europeos.
Pero ¿qui é nes era11 los intelectuales en estos prin1eros siglos de la Euro-
pa inoderna? ·F:s el probler11a que se estud ia en el siguic11te capítulo.

60. Proust (1962), págs. 177-232; vVilson (1972), pág. 136.


Capítulo 2

Profesionales del conocimiento:


La intelectualidad europea

Conocer ( ... ] w1a profesión r...] f]UC nos dora <le luz
para ver m;ís lejos que otros ho1ubres.
BARRO'.\/

l:'rilnero n1e presento yo; 111i noinh rc es Jo\vett.


No hay conoci1niento, pero yo Jo conozco.
Yo soy macsrro de este colegio.
Lo que yo no conozco no es conocimiento.
II. c. R F.F.C:HI:-!G

Este capítt1lo está dedicado a los pri11cipales descubridores, prod11c-


t(>res y di fusores de co11oci1nie11to e.n la E11ropa n1odema ten1prana. l.\
n1enudo, estos descubridores, productores y difusores queda11 con1prendi-
dos bajo el calificativo de <<intelectuales>>. Karl Mannh.ei111 los describió
cc>n10 aqt1ellos gr11pos sociales de tod a sociedad <<c11ya tarea especial es
ofrecer una interpretación del mundo a su sociedad>> res¡)ect iva. Con
una expresión fa1n <>Sa, citada anteriorn1ente (véase la pág. 16), los cali-
ficó de <<Íntelectt1alidad q11e fl.ota lil1rer11e11te>>, u11 <<estrato si11 ancl ajes,
relativan1e11te desclasado>>.1

CONTINU I DADES Y DISCO N'TIN UIDAD ES

Se l1a afirmado con frec11encia q11e el intelectual s11rgió por p ri111era vez
en la Rusia de 111ediados del siglo XIX, cua11do se ac11ñó el térn1i.no in-
telligentsia para referí rse a aq·uellos 110111bres de letras q11c o n o q11i-
sieron o n o fueron capaces de g·anarse un p11esto en la burocracia. Se-

J. Mannl1ein1(1936), págs.137-138.
34 IISTORI:\ S(>CIAL DI::L C() }. ()CL\•11.EN'f()

gún otra opinión, el orige n del grupo 11abría q ue sit uarlo a finales del
sigl<) x1x, en el C<)ntexto del deh,~te r¡11e se desencaclenó e n Franc.i<l en
torno a la culpabilidad o la inoce11cia del ca11ir~r1 Dre1'n1s, coocretan1en-
te ccn1 ocasió11del2\11'1.nifeste des j?ltetiett11.elr a fi1vor del capitán.2 .::\ lgunos
historiadores, cc>n<:retan1e11te J acques Le Goff, habla n de los inte lec-
tuales en la Edad iVIeJ ia, al men<>s en el co ntexto de las u n i~rersi<lad es. !
Esta:> discrepa11c:ias gi ran e11 parte e11 t<>rno a defin icio11es o cc>nce¡)tos,
per o l<l1nbié11 revela11 UJ1a prl>fu11cla clifure11cia ele <>pi11ión sc>l>re la ím -
¡1orta ncia relativa del ca1r1bio }' la co11tinuiciarl en la hist<>ria cul tural
europea.
Seg11n una ''isión an1plian1en re din1nclida de los intclectu;ilcs 1110-
dern<>s, éstos so11 desce11cl ic ntcs de la intclcctualid;}d radical clel sig·lo
XIX, la cual es continuadora de los philosopl1es de la Ilustración, que, a
su vez, son e> bien una ''ersió n secular de l<l clerecía prolcsta11Le o bic11
lo:> <lcscc11<licntes ele lc>s hun1a11istas de l Renacin1iento. 'TI1l visió11 111ucs-
tra u11 scsg<> excesi"·a111e11te «a<:n1a l izador>>, e n el sen tjdo de que c~plo­
ra el pasaclo co11 la ü11it·a preocu¡>acic) n ele e11ccH1trarse con gente 111;)s
O n1enos parecida a llOSC)tros. i\ 1lic:he[ J:4'c)UCault no fl1e el prin1er<) ell .c;e-

fla lar el ca r;)cter prot1lemático (\e esta visión actua lizaciora y· conti1111is-
ta, a11nql1e de todos 111odos ha sido el crític<> más radical de estos su-
pu estos aceptados ti c 1nancra gc11eralizada.
L11a hi storia foucaultia11a ele los i11tclccruales está en co11<licic>11es de
pon er e11 tela de j11icio la disco11ti11uidad entre la ir1telli,'l,lt'IJtsi1' <leci1r1<>-
11ó11ica, c¡ue desealla su hv·e rti r el a n li guo régi111e11 e11 4 ue vi\•Ían , )' los
philosophes clel siglc> xv1 11 , <1ue cfeseaha n refor111ar el Su}:O. Por otra par-
te~ ¡>uecle señ ala r la l>recha entre lc>c; pl1i/¡¡~ojJhes antic lericales}' los clé-
rigos puritanos ingleses cfel siglo .'ot'\lll, CJlle h ~1 n sido <lesc.ri tos co1110 e 1
pri n1er ejc n1plo en la historia tlé «i11 telecn1nles radicales>> en tlll •l so-
c.icdad tr<\dicio.11al, «libera<lc>S de ccn1exiones feudal es>>.~ Sin e111bargo,
'
la ;1u céntic;1 ''ocació11 o <<ll<lmada» gen eral que sentían personaln1en-
lc estos puriLa11os i10 cr~1 11i el saber 11i la actividad pc>lítica, que sin1-
plen1entc les se r\"Ía11 de tllC(lios µara un fin inás elc11a<lc>: la religió11. S11
ideal era el del <<sa n lo>>, }' esle objelivo Cl>I1ciuj<> a algu11c>s <le ellc>s a ex-
presar ciertas ~ cti r11des anti in teleetualcs. 5 Oua (\isco11ti11ui<l aci es la que
existe entr e el clero protestante }r s11s p reclecesores, los h umanistas clel

l. l' ipes (l 960}; Ch:il rle (1990).


:~. l.e (;off l l 957).
4 . \·\."alz.er ( l 965).
5. Soh: ( ~ 956).
P R () l·' E"i 1C>NALE;i. .) J-.L (; <) ~' ()(. 1.\1 1F.:'-.''J\ ) ( .•• ]
.,
.>)
-

Re nal' Í111 i cnto , y ot ra final n1e n t·e es la. C) Ue separa a los l'ln n1 a11 istas ele
los fi lósofcls escolá~ticos ;\ q 11ienes tan freC\1 Cnte111en te <le nclSta ])a n,
j)ero que segú11 Le G off serían l<>s intelect\léllcs n1cd ie,,.3.les.
l'ar:i evi tar co11fu sioncs: 11<> sería 111ala id ea scgtti r el ejc1nplo de S;1-
r1111el C t>lcric.lgc y F.rn e.st ('";ell11cr y (lt:scribir •1 los e~pcci<1lisl<.lS c11 sa-
l>er t> C(>11ocin1ic:n1o con1c> u11a <<<.:lcrl!cÍ<t>~." F.n .1clela11tc c111v lca ré este
tér111iUel dt' vci', en cu;1ncl<> J>ara t.lt'sig;11ar a gr11p<>s sc>ci al c~ cuyos n1 i cJ~1-
br cls se ronsid cran a. sí 1nis111c>:;, <1 u11que rle d iversas 111a11eras. « l\0111 l>res
S<t bios)> (d'>r.1 i, er11diti, s1,11.irt1its, (:ie.lt>hrle11) \1 << he>n1L>r e:; <.i e 1erra'\).> (iirtl'-
·r nti, h o11111~cs de lrtt1-c~s). F.n este con text(> lettr<~s sign i rica <<4'aher>> y r1<>
(él.nto •<liter3.tt1r:.l>> (de al1í };111cccsicl:J.cl e.le añ<tdi.r un acijc tivo> c<l me> t'n
l<'l ex¡1resic)n fra ncesa belles-lcrrrcs).
])el siglo x\.: al $ÍgJo x \.:Jn, lc>s sa l>ios ~t1ell:Il a11COj) res e n tarse con10
ciuclacla11e>s e.le la <<-.RCJ? lÍ l>I ica de las 1c.: tras>> (R e:>piiblica littc:r1t1·i11 ), u11;1
frase <.1uc cxµ rcs.1 ba s11 se11ric1<) ele pcrtc11c11cia a una cc>111u11i<lac.l que
sc>brt!pas a 1><1 l<tS (ronte ras 11aci<H1ales. Se trat~ l"l<t e"encia h11c11tc e.le u na
C')r11unidad i111a gin;1cia, i1e rc> qLte, ele todos 111oci rls: clab;¡, lugar a usc>s
pr,)¡) i<1s cc11110 el in tercambi') de carl<lS, Hhros ~' ''isitas: µ1)r rl') 111cnci c)-
nar l;;is forn1as ri n1alizacla~ co11 que los sahios 1ná.<; j<)vcnes <1frc cía n s11s
r espetos a los colegas ma¡·orcs qt1c podían a~'lldarles <.le alg ún 111 000 en
sus c;1rrera-.:•
El c1bjetivo <le este ca.IJÍLulo es son1eter a c.lebat c lo que lLll conc>ci-
dc1ensa}rc>sc>cic>lógico clc 19·1() dc!;cri l>ic) <.:0111<.> <<~l vapcl social Je] ho1r1
!)re sahic>>> .~ l l c>y, t'Sa ex.pres ión nos 1>ia11tc;J. irrcsistil) lc111 ente la <:ttcs
tión acerca t.le las ruujcres sa llia.s ele la é!J<><.:a. Con1 o a111tn te) e 1 filó::.ofo
ti·ancés clel siglo ).\."f l Po11lai n rle la Barre en su trar.a cfo 5)tJbrc /11 ;_~1111/­
dad de l'Js rloi sexos (16i J), las m ujeres se vieron n1;1s o n1e11os ~cxclu i­
clas>> <le la búsqu cda de1saber.
Es vcrt.h1 t.l que <t lo lnrg<> e.le ese pcríoclo existieron r1111jercs de letras
o <<r11ujcrcs sal"li;1s>>, :iu11que c:I tér111i110 bl-1tcs1oc:J:iJ1g 1,-..r11a risabidilla» I
11<>se ;J.l't11ió l1<1s1 :i fin a les de l ~iglo XVIII. Entre estas r11u jcrc;:; iaJ11osa.s
algl1r1as de 1~1s 111ií.s ccln c>ci elas f ucro11: ( :h rist ine ele P i:-.a11, al~tora en e)
siglo X\,. de l;1 o bra f ,t! ci1Jlft1.d tle l1ts da'/Jlas, Nlarie Le J ars de (~ournay,
qu e cdi 1ó los F,nsa_J·os ele 1\·l o11t;1 igne, esn1dió al<¡uimi<t y cscril1i611n tra -
tado so l1rc la ig-ualc.lacl de hon1l1res }' n1uieres; 1<1 sal)ia 11niversal 1\11ne-
~1Iaric Sch11urn1an, que vivió c11 la. l~e¡1úl>lica hol;1 nd cs;\. asi sric) a con -

6. Gi::llner ( 1 9~8), págs. 7(,,\- 7:, 79.


'7. (;old g:ir ( l 995); Bot1> ~· '\!:11) i1i" 1 ( 1997); Burkl' (1999a}.
8. Zn?. ni eck'Í ( 194()).
36 H IS' J"< >RIA S<><:IAl. l>F.L C()~~1<:I ,\1lf.NTO

fcrcncias en la Universi<la<l e.le L trecht \', escribió t1n trata<io sobre [a


a¡)tit11d de Jas r11ujcrcs para el estudio; }', finalmente, la reina (·:ristina
de S·ucci<l, q11c in,'it:ó a su corte de Estocolmo a René Descartes, f-Iugo
(;rocíe>)'' <>tros sabios }r dcspnés ele su alJdicació11 fw1dó la .l\ca<l c111ia
Físico-?vt a te1nática en Ro111a .
.A.. pesar <le todc>, las 111u jeres no ])ud icro11 p arlicipar e11 la república
c.l<:: l a~ letr as e11 1as 111i,i; n1as <:<>ndi ci ones que los va ro11es. Sólo e11 casos
lllUY COlltaci<JS f>UcliercJn rea li7,ar est11<liOS 1111 iversitarios. J:1 l \'e:l logra-
ba 11 cstucliar la tín con la ayutla <ie fun1i[ia rei; c1 de n1rorec; ¡)rivados, 1)ero
si, f)Or ejetnplo, tratabaJl de Íntroc(ucitse eJl el círculo ele los n ll Til.Ull iS-
taS, se "'cfa11 gcn.eraltnc1111tc r echazadas, como en el caso ele las er\1di-
tas italianas Isotta Nogarola }' Ca:>sa11dra Fe<lele. lsotta <l])tc) p<lr entra r
en un conve11to después de C,'\pcri111c11tar có111<J 1<>s hcJrn l>res rid iculi-
zaban sl1s preten.síones in lclcct uales.'i
Ta1nl>ién hl1b<l n111jeres in\j)licaclas c11 la Revolucic)11 cie11tífica )! en
la 11 t1straci()11. ;\:f arg:'lrer C<l'-'e n dish, el oq u esa e.le ~ ev,.-castle, asist í<} a
los ct1cuer1tr<>s <le la R<>}'al S <>ciery~ )r 1)'1"0 por escrito sus opinion es fi-
losóficas. \ loltaire escril)ic) su l~ssai s1t·r /e.r 1noe1tr.r par;1 la 11'\arqucsa de
C.:h5'.telet tr~ tan<lo <le con vencerla de que la l1isf•)ria era u11a 111atcri<1
tan. digna de cstuc.lio co m<) la filosofía 11atur al, n1;1s del gusto de la
111arq·ocs(l. Tar11 bié11 c11 estas áreas la ])<>sición de fas 111 uje.res era 111 <\rgi-
na f. Bern ard de Fo11tci1cllc c~c1;bi<) sus cliálogos sobre la ])lorafidacl 1.ie
1nu111.i os pensando c11 u11a au<.lie11cia fe111eni11;1 y f<' rancesco .A.l garotri
pul>lic(>lln tra ta<.i <) titula do ]/ nl'71Jtor1i11niS'11zo per k d1f1ne r>a rtie11<lo de 1
sup uesto l111 ta nto l)<'l fern.1 lista de que las mujeres inteligente.'i p<><lrían
curr1 prender 1a nlle'\'a c.i e11cia sie1n pre que se la explicasen c<>n pala-
bras senci1las. t<:

LA EDAD lVIEDJ,\

F.I cje n1plo <.le Eloísa, que hal>ía .siclo al11n1na <ie ,<\belardo an tes de t·o11-
vertirse e n su arr1aute, 11<>S recuer(l<1 <111e ya en el siglo XII nos poclía11\ os
encontrc1r con n1ujeres sa bias. Precisan1ente en esa época, por prin1era
\~e7. desde el fina l ele la Eda<l Antigua, hizo acto <le presencia en. el
111\11i.do 'l111a clcrccí<i europea fuera <le l<>S m<> nasceríc>s. Este desar rollo,

9. King ( l976); Jardi ne (198.~, 1985).


1O. Schiehi ngel' {1989); Gooc;1l1:1n ( 199-t); Shtcir ( 1996).
PROFESIONALES DEL C()NC)(; t:VllENT(). ( ... 1 37

igual que el de las universidades, ft1e el resultado de la c recie11te divi-


siór1 del t r abajo, un fe nómeno asociado co n el at1ge de las ciudades.
Esta clerecía incluía un grupo d e var ones laicos cu ltos, genera l-
mente 111é di cos o jt1ristas. El derecho y la medicina constin1ye ro11 las
clc>s profesiones sec11lar es c11ltas. Ambas tenían su 111gar dentro de la
t111iversiclacl y, al 111isr110 tie111po, gozaban de prestigio e n el mundo ex-
tratmiversi tario. 11 Se trataba cie giupos cor¡1orativos, organizados a ve-
ces en colegios (con10 el Colegio ele Médicos de Londres, fundado en
151 8), preocupados por el manter1i111iento del i11onopolio del conoci-
miento y la práctica de los mé(licos frente a los co111¡1etidores extraofi-
ciales.
Si11 en1bargo, durante la Edad Jvledi a la n1ayc)ría d e profesores y
estudiantes u11iversitarios eran miembros del clero y a me11udo perte-
n ecía11 a órdenes r e ligiosas, sobre todo a los domin icos, que conta-
ro n con p ersonalidades con10 Tomás de Aqui n o, el más fa111oso profe-
sor 111edieval. Inclt1so i11vestigadores de la naturaleza como Alberto el
Grane.le y Roge r Baco11 ft1 e ron frailes. L os estudiantes p asaba11 a me-
1111do <le t111a unive rsidac.l a otra, de for111a que llegaron a formar u11
grupo internacional, conscie11tes - co1no 1nu estr an sus cantos en la-
tín- d e las diferencias que los sep araba11 de los h abita11tcs normales
de la ciudad donde resic.lían te111poral111ente. Por lo q11e a los profeso-
res se refiere, eran princ.i11aln1ente filósof<>S y teólog·os que hoy sole-
1nos descr ibir con el adjetivo de <<escohísticc)S>>, at111que e llos 111isn1os
no utilizaban esta tertninología y preferían calificarse ele <<ho111bres d e
letras>> (viri litte1·atz), <<clérigos>> (clerici), <<maestros>> (niagistrt) o <<fi ló-
sofos>> (philosophi). Algt1nos de estos h ombres de letras, como el inglés
Juan de Salisl)t11-y e.n el s ig lo :Xll, se 1noviero11 también por las cortes ele
· la época. 12
Por lo que al térr11inc) <<escolásticos>> (scholastici, es decir, <<ho1nbres
de escuela>>) se refiere, fue t1 11a expresión d espectiva inventada por los
partidarios de 11n currículo lln iversitario de nuevo estilo: las <<humani-
dades>> (véase más adelante, en el ca¡1ítulo 5). I, os profesores de este
n11evo ct1rrículo ft1eron calificados de <<ht1n1a11istaS>> (h1,enittnistae) y
lt1ego el tér1ni110 se extendió pri111ero po r I talia y posterior111e11te por
otras partes d e E u ropa. Estos huma11istas co nstit11yero11 una nueva for-

11. Bon\.vsrna ( 197 3).


12. Le Coff (1957): véanse Murray (1978), p;tgs. 227-2 33, 263 -265, Brocchierí
(1987) y Vergcr (l 997).
38

n1a ele clerecía. i\lgunc>s hal1ían reci l>icie> las círcíe11es sagra<Jas, 1>ere>m u-
cl)os utros eran laicos; ei1seiiaban en esct1elas <> ttniversiLlaLles o ejer-
cían de tutores priva<Jus u estab;\n al servicio de gene.rosos 111ccenas.
Por lo n1c11os p~l ra <llgt1t1os de ellos, hl cn.scña.n.~a fltC 1n;ís utl destino fat;\l
qt1c ll.tla vocació11. l Tn l111111c11)isra itali.1110, por cjc111plo, cscri bía trisrc-
111e11tc <1 utro a fiI1e:1les del siglo X\.:: «\·o, que l)asta 11acc puco l)c goz.a-
do de le:1 an1islad de los pr í11cipes,

al1or.1, debido <1 111i 111ala estrella, 11c
ab ie rto 11na escuela>>. T,os sueldos relnci\•an1 cntc b.1jos de los profesores
en las esc11elas y 11ni"·ersidacies, e11 llartic11lar en las fncul t adcs cie ciere-
cl1<>, hacer1 <1ue, si11 tener <1ue recur rir 3. ;1 l ~1nas estrellas. con1 prenela-
mos sin el men or esft1erzo sem ejante reaccic) n. l.a enseiianz.a c>frecía la
posibili<.lad Lle vivir del sa ber, at1nque ne> se h·a case de una vicJa mu}r de-
sahogada. 1·
...
L~\ ap~lric ió11 del tér111ino <°'l1u1na11ista>> sugiere q ue, por lo 111enc>s
c11 las u1úvcrsidallts; t:11SCÍi<1t 11u111a11i<la<lcs co11tribuyú a <lcsar roll ar el
sc11tid o de u11a iuc.t1tiua<..i cu111ú11 e11tre l<>s pr<>tcsclres. O tras i.t1iciativas
q11e s11gieren h1 e n1ergencic\ de una idcutida<l colectiva fuerur1 las so-
ciedades <) acn den1ins f11nci~1 ci:1s 1)01' estos l1un1e:1r1istas (<.i c cste:1s institu-
cic>nes se hahlará en el C<lJlÍt11lo .~ ). 14

C oNSECUENClAS DE LA l.\it i> R t:.:-.J TA

lJna <l<.: las cu11scc t1c11ci a~ 111ás in111 urta11tes ele la ÍlT\>en cic)n <ie la i n1-
})rC11t<'l fue la Lle a111pliar el aba11icu cJe I)()Si l>ili(la(les r>r{lfesic>nales al>ier-
l O a esta r1ueva clerecía. ;\lgur1os se c<>r1virti erc>11 en i1111>resc>res ele li -
bros eruditos, con10 Aldu s i\1anl1 tius en \ Tenecia. 1i· () tr()S rral>ajarc>11
11ara l..1 in1 pren t<1, por cje n1plo cor rigie ndo p rllcbas, clal)oranclo índices,
rcali?-a11do trc'l dl1ccioncs o cscr ibic11do libros n l1evos por encargo de i1n-
presores editores. Se l1ir.o Ill<lS f¡icil, au11quc co11ti11uaba sic11do d ifícil,
seg-ui r la carrera de u1\ <<hon1bre de letras>>. Por lo i11c110:> co11 sus libros
Erasn1<>nl\'O el éxit<>suficiente con10 para i 11clcpcuui1.<1rsc econó111ic<'l-
n1 e11te cie sus patroci nad<1res. D e hecho, ~orbc.rt Fli<'ls, sig ui c11do el
es<111e111a ele :Vlannhei111 , ]1;1 11i ntacio a lc)c; h u111;1n istas en general }r <l
.Erasmu en J>artic11lar C(>Jl1 e> ejen111l (>S <Íe inr.elecn1;1 les <}lle fl C)tan 1if)re-

13. Krrsccller { l 95 5); l)ionisotci ( J967); Ro:n:i:10 y 'le:ienr.i { l 96i); Hur'.-:e ( 19~6).
14. 13cnz.oni ( J 978), págs . J 59 v :;ig~.
15. Schott::'. nl oht'.r ( l 1J3 5).
P R<) FESJO:-JA LF,S DEL CC)~OC l.\llEN'I'() ( ... ] 39

rnente, c<>11 una actitud desapegada que dependía del hecho d e c1ue go-
zaban de la pos ibilida<i de <<d istanciarse personalmente>> d e todos los
grupos sociales existentes e11 st1 n1undo. 111
En \ Teneci a e11 parti cular, a n1e<.i iados· del siglo XVI lll1 grupo de es-
critor es co11 educaci ó11 .h um a11ista consig uió ga11arse digna1ne11te la
vida con la plun1a, escribie11do Lanto y S<>bre t.e1nas ta11 variados que re-
cibieron el 11ornbre de polig·rafi (véase 111ás a<lelan t.e, ei1 el capíLt1lo 7).
T:1mbién et1 París, L o11dres y otras cit1dades, a fi11ales <.i e l siglo X\II l10-
d ía11 ei1contrarse figuras de estilo pa recido, que e11tre o t ras publica-
ciones prodt1cían cro11ologías, cosmografías, diccionarios y otras guías
para el co11ocirnie n to.

ÜP ORTUNIDADES EN I GLESIAS v Es·rADOS

Los grupos n1e11cion ad os h asta aqt1í 110 agota11 las oport1111i<iades ab ier-
t as a los ho111bres de letras e11 el siglo XVI. La Reforrr1a añ aclió otras. Al
1)ri11cipio, la idea de l\!lartí11 Luter o d el sacerdocio <le todos los fie les
pareci é> que 11acía s11perflt10 al cler o . Andreas K arlstadt, colega de L t1-
tero e n la U n iversidad ele vVitte11berg, d efe11dió posturas aún más r a-
dicales, llega.ndc> a st1g·erir la aholició11 si n 1nás d e los títulos acadén1i-
cos. D e todos modos, L utero reaccio11c) a tiempo y apoyó la idea de ru1
clero bien formado, destina do a precli car el Evangelio al pueblo. Esta
últirna i1ostura ·fi1e la qt1e a¡)oyaro11Jean Calvi110 y otros reforr11adores
pr<)testantes. P or par te católica, la fun d ació11 ele serr1inarios desde me-
diaclos d el siglo XVT en ad elante demostró idéntico ii1terés por la ed11-
cación <le l<>S sacerdotes destinados a dirigir las parroqui as. 1' /·\ I pare-
e.e t, a lg t1n os clérig·os educados en estas i11st itucion es descu briero1:J qu e
para ellos el Lral)aj<> i11t electl1al pod ía ser u11a auténtica vocació11, al
1nis1no tie1npo ql1e p restaba11 s t1s servicios a las parroquias. 'lal fue el
caso del pastor luterano P aul Boldt1an, pionero en la com pilación d e
hil)liografías temáticas. D e es ta ma11era se p u e<le afirn1ar que, sin pre-
tencierlo expresa1nente, las Ig lesias conso l i<.i aron la figura <.i el erudito
plena1ne11te e11tregado al trabajo in telectual.
FJ increme11to del n ún1er o de esu1d iantes dt1rante el sig lo XVTy la
pr imera par te ele! XVII se d eb ió, e11tre otras razones, a esta nueva fu n-

16. Elias (1939), págs. 1 y 73.


17. Burkc (1988); Prosperi ( 1981).
40 J-llS'f()l<IA. S()(;IAL DEL CC>NC>CIIvlJEN ro

ción asu111ida por la 1111iversidad con10 i11stitt1ciót1 dcJ11de se formalJa el


clero destinado a las parroquias y también a la creciente detnanda l)()r
parte de los gobiernos de funcionarios con estt1dios de derecho. A. me-
diados del siglo xv'1I, la oferta de estudiantes e111pezó a superar la de-
n1anda de sus servicios y un número importante de graduados con1enzó
a ver frustradas sus aspiraciones. E n Nápoles, los estudiantes tomaro11
parte e11 la famosa revuelta co11tra España en 1647-1648. En cierta oca-
sión, trescie11tos estudiantes arn1ados desfilaron por las calles en pro-
testa contra el au111ento de las tasas de los doctorados. En el caso de
Inglaterra, se ha llegado a st1gerir incluso que estos <<intelectuales alie-
naelos>> fuero11, en parte, los resi)onsables de la Revolución in g·lesa. 1 ~
,i\lgt1nos 110111bres de le tras con for111aciún t1niversitaria e11co11tra-
ron trabajo co1110 secretarios de g·oberna11tes, aristócratas u hornbres
ele saber. Una serie e.le destacac.los humanistas italianos, corno Leonardo
Bruni, Poggio Bracciolini y Lorenzo Valla, fueron secretarios de los
Papas. No era una ocupación nueva, pero el número de tratados, espe -
cial1nente italianos, que explicaban có1no se tenía que cumplir el oficio
sugiere que en este período alcanzó una importancia creciente, de la
misma ma11era que aumentaron ta1nbién los trárnites ad1ninistrativos
para gober11a11tes y nobles (véase n1ás adelante, en el ca¡)ítulo 6). 19 En
Suecia, la ú.lti111a parte del siglo :Xv1 11a pasado a la historia co1110 la
época del <<gobierno de los secretarios>>, 110111bres ele 11un1ilde 11aci-
111iento c<)tnC) ]oran Persson, 11ijo ele un clérigo. Persson, 111ás u11 co11-
sejero que t111 ft111cionario, f11e la n1a110 c.lerecha del re)' Erik XIV has-
ta que sus ene111ígos, los aristócratas, lograron que fuera condenado a
rnt1erte. En España, donde el gobierno de los secretarios se hizo inclu-
so n1ás patente en esta época, el rei11ado de Felipe II, el tér111ino letra-
do (derivado de la palabra latina litteratits) se u tilizó para referirse a los
juristas que trabajaban al servicio del rey, ho111bres de letras por opo-
sició11 a los ho111bres de ar111as que tradicional111ente se habfan movielo
alrededor del rey. El papel de estos juristas era dar bt1e11 consejo, una
fu11ción política prirnordial de la clerecía e11 111ucl1as culturas.:º
.Algunos sabios e111pezaron ta111bié11 a dispo11er de secretarios o a1na-
nt1enses. Eras1110, p<)r eje1nplo, contó con la ayuda de Gilbert Cousin,
que tamlJié11 era un sabio, 111ientras que entre los secretarios de Fra11cis
Bacon hay que incluir al joven Tl101nas Hol)bes. 'También los embaja-

18. Cu rtis (1962); véanse Chartier (1982) •y Roche ( 1982) .


19. Nigro (1991).
20 .. Stehr (1992).
PR()FESlONALF:S l >F:L CON()CI:Vl!El'T() [ ... ] 41

dores contaron con asisten tes, a veces hombres de letras como Amelot
de la Houssaie, secretario del embajador francés en Venecia, qt1e apro-
vechó su puesto para ent erarse de las ma11iobras secretas del Estado
venecia110, infor1nación que posteriorn1ente haría pública (véase, 111ás
adelante, la pág. 191 ). ,t\11tes del siglo XVII la f11nció11 de secre tario de
una sociedad científica ya existía. Bernard de Fo11tenelle actt1ó d e se-
cretario para la A .\cade1nia Fra11cesa de las Ciencias; Henry Ol<le11l,urg,
para la Royal Society; Fortney, para la ,_: \cademia de Berlí11; y Per Wil-
helrn vVarentin, para la Academia Sueca. 1\. veces el pt1esto conllevaba
un sueldo, como en el caso de O ldenbt1rg.
D esde mediados del siglo XVII, escritores y sabios pudieron, de for-
n1a cada vez 111ás clara, au11gue todavía con riesgos, ganarse la vida con
el 1necenazgo y la publicació11 de sus obras. Un a11álisis d e quinie11tos
ci11cuenta y nt1eve escritores franceses activos e11tre 1643 y 1665 st1-
giere c1ue, si se ad<>¡Jtal>an las estrategias adecuadas, e11 ac1t1el mc>mento
era posible vivir de la literatura en el sentido arnplio de la palabra, c¡11e
incluía tanto diccionarios v •
obras de h.istoria corno las obras teatrales
de R acine y los poemas de Boileat1. 21
La ruptura con la tradición no debe exagerarse. Las pensiones reales
co11tint1aron siendo u11a i1nportante fuente de ingresos. Por ejemplo,
Luis XI\Totorgó generosas pensio11es no sólo a Boileau, Racine y otros
poetas, si110 ta1nbién al astró1101110 Gian-Do111enico Cassi11i y al filólog·o
C l1arles Du Ca11ge. Juristas co111<> N iche> las de Peiresc y J <>l1n Selden y
rnédicos corr10 T.heodor Zwi11ger y O le Wor111 co11tinuaro11 haci e nde>
importantes aportacio11es a la investig·ación científica en sus ratos li-
br es. El número cie escritores qu e eran clérigos o vivían en contacto
con el clero siguió siendo significa tivo. A decir ,rerdad, en la época de
Luis XIV a buen seguro eran mayoría. 22 I-Iasta el final d e es te período,
e i11clt1so co~1 posterioridad al rnismo, graJ1 parte de las obras publica-
das las escril)ieron perso11as perten ecie11tes al clero.

DtFEREN C lAClÓN ES'l'RUC' l'URAL

I-Iacia 1600 ya era claramente perceptible el proceso de diferenciación


social que estaba e11 n1arch a en la clerecía europea. L os escritores cons-

21. Viala (1985).


22. Viala (1985), pág. 247.
42 l-lIST()RJA S()CJAL DEL c:ON()(;r:v1IEN"f0

tituían un grupo semiindependiente y st1 crecie11te autoconcie11cia


quedaba reflejada, cotno e11 la Francia de l siglo XVII, por el t1so ta1n-
bié11 creciente de tér1ninos como aittettr y écrivain. 23 Utilizando una
ex¡Jresió.n de r1t1estros día s, podría111os decir <¡ue e11 ronces ya existía
u11 grt1po peqt1eño, per<> influye11te, cuyos 111ie1nbros actuaba11 co1no
<<agentes ele ca111hio ele la inforn1ació11>> (b'rokers), porque protn ovieron
en difere11tes lugares el contacto directo entre los escritores, o <<gestores
del conocimie11tO>>, ya que trataron <le organizar y de recog·er diversos
tipos de 1naterial informativo. Algt1nos de st1s no1nbres aparecerán en
estas páginas. Entre otros se encuentran: Francis Bacon, Jean-Baptiste
Colbert, Denis Diderot, Sa1nt1el H artlib , Gottfried \Vilhelm Leib11iz,
1\1arin Nlersenne, Gabriel Naudé, Henry O ldenburg y Théophraste
Renat1dot. :-t
Tan1bién los profesores universitarios e1npezaron a forrn a r u11 gru-
p o aparte, espe cial111 e11te en el nit1ndo de 11ahla ger111ánica, en el cual a
finales del sig·lo XVIII l1al)ía 111ás de cuarenta u11iversidades, ade1nás <le
otras instituciones de e d11cacic)11 su1Jerior.•~. 1ne1111do se trataba de per-
sonas laicas, í]Ue solía11 ser hijos o yernos de otros profesores. E l se11-
timiento <rue tenían de poseer una identidad propia queda reflejado en
su crecie11te p reocupación por los uniformes y los títulos acadé1nicos, así
co1no por el aumento de galerías qtre exhibían retratos de profesores en
la ·universidad de U pp sala y en otros lugares. Como en el sigl o XIX,
en O xford, Benjan1i11 J owett, rector del Balliol College desde 1870
hasta 1893 (y blanco de los versos que sirve11 para encal1ezar este capí-
tulo), a con1ie11zos de la edad n1oderna el profesorad<> e11car11aba a la
autoridad in tele ct ual.
A {Jri11cipios de la edad inocierna, los sal>ios e1npezaron a conte1n-
{Jlar su trabajo co1110 una vocacic)n. E11 la I11glaterra de final es del siglo
XVII, i11ás ele clos siglos antes de las fa1nosas reflexiones de Ñ1ax Weber
sobre e l te111;.i, Isaac Barrow, rector del Trinity College de Ca1nbrid-
ge, presenta la dedicación intelectual como una vocación o <<llamada>>
en su tratado Of I1zdztstl)', defendie11do la idea de que la <<ocupación>> de
los académicos era <<encon trar la verdad>> y <<lograr conoci111ie.ntO>>.
Por <<conocimie11to>> Barrow entiende no infor111ación acerca de <<ast111-
tos obvios y vulgares>>, sino <<te1nas sublitnes, abstrusos, con1plejos y
espinosos, alejados de la observación y el sentido C<)lTIÚn>>. Algunos

23. Viala (1985), págs. 270- 280; Vande rn1eersch (1996), págs. 223-224, 246-248.
24. Hall (1965); R.ochot (1966); Solo1non (1972); \\!ebster (1975); Revel (1996).
PROFESIONAL ES D E L C()N()ClJ\11El'\T() [ ... ] 43

miembros de deter1ni11adas profesio11es i11telectuales co11te1nplaro11 Sll


trabajo corno u11a llar11ada, e11tre ellos el historiador ale111á11 Jol1an11
Sleidan y el historiador francés I--Ienri de I,a Po1)eli11iere. 25
Co11 esta difere11ciación social, e11 el i11undo <lel apre11clizaje surgie-
ro11 los conflictos e11tre los clifere11tes gr11pos. Pc>r eje1n1)l<>, desde .n1e-
diados del sig·lo XVII se proclujero11 cad.a vez 1r1ás con 1nás frec:u.encia
duros ataques contra lo que e11 inglés se de11orr1inaba priestcraft [lite-
ral111e11te, <<supercl1ería sacerdotal>>], en otras palabras, un ataque con-
tra la a11toridad de u11 g·r11po de 1101nbres de letras con la disculpa de
q11e éstos engañaba11 a la gente sencilla.:6 'lales ataq11es 11abría11 sido
innecesarios si el clero no hubiese conti11uado sie11do u11a fuerza pode-
rosa en el mundo del apre11dizaje, pero al n1isn10 tie111po 11al)rÍa11 sido
in1posibles sin la existe11cia de tln sólido grupo de sabios laicos con1-
prometidos con u1111uevo ideal, el del dista11cia111ie11to o, corr10 ellos de-
cía11 en su tiempo, la <<imparcialidad>>, e11 el se11ti<lc> ele 111a11te11erse a ur1a
dista11cia pr11dente de los {)artidos ta11to ei1 la Iglesia co1no e11 el Esta-
do (sólo a fi11ales del siglo XVIII algu11os e1npezaron a aplicar el califi-
cativo de <<objetivo>> al co11ocimiento). Tan1bié11 fu.ero11 objeto de es-
tos ataques, co1110 versio11es laicas del clero, los jur istas y los médicos,
q11e clefendían st1s mo11opolios ecl1ando mano de 11nos le11guajes ii1i11-
teligibles ()ara sus clie11tes. 1í
Por otra parte, desde mediados del siglo xv11 la insister1cia de los
franceses en las lettres y lo vernáculo co11 trastó co11 el i11terés puesto por
los alemanes e11 la cultura lati11a y la Geleh'rtheit [literalrne11te, <<erudi-
ción>>]. Los ale111a.nes i)e11saba11 que los fra11ceses eran su1)erficiales )T los
fra11ceses acu.saba.11 a los alema11es de {)edantes. ~i\lg·t111os 11obles aficio-
11ados o virtttosi, con10 se decía en Italia (y e11 T11g·laterra a fi11ales clel si-
g·lo X\TJJ, al n1argen de que estudiase11 arte, antigüe(la<les o fenóme11os
de la naturaleza), i11iraro11 e11 ocasiones {)Or encima del hombro a los
i)rofesores )'escritores profesionales. Con palabras qt1e 11os recuerdan
a l\1a11nheim (pero q11e fi1ero11 escritas casi trescientos años antes), T'ho-
1nas Sprat, historiador de la Royal Society recientemente :ft1ndada, de-
tendía la in1porta11cia del papel de los caballeros e.n la i11vestigación de
ternas de filosofía i1atural precisamente ¡)orque estas perso11as eran <<li-
bres y 110 co11finadas>>. I~as descripcio11es de algl.111os sabios fra11ceses

25. Kelley (1971, 1980).


26. (;oldie (1987).
27. H ill (1972); \Vcbstcr (1975), págs. 250-264.
44 H TSTOR!t\ S<)ClAL DEL co~· oc: Ll\llIENTO

co1no curieux daban la i111¡)resión -y sin duda esto era lo que se pre-
tendía- de qu e lo que impulsa ba a estas personas era una curiosidad
intelectual desin teresada.iR
A partir, aproximada1nen te, de 1700 fi.1e posibl e ejercer ¡)rofesio-
nes intelectu ales distintas de las d e IJrofesor o escritc>r, ¡1or ejernplo,
como 1nie111 bros asalariadc>S <.le d eter1ni11adas <>rgar1izaciones cledica<las
al acopi o de co11oci1r1Íentos, concreta1nen te las Academias de C iencias
fundadas y fi11a11cia<.ias e n P arís, Berlín, Estocolmo y San P e tersburgo,
aun co11tandc> con que los lim itados fondos d e que se d ispon ía obli-
gaba11 a los in teresados a co1npleme11tar sus sueld os con ot ros tipos
de e111¡)] eo. Al r11arge11 <.l e q11e a estos hom bres poda1n os calificarlos de
<<científicos>> (tér1nino act1ñado en el sig lo xrx), la g·é11esis de este gru-
po representó scgura1nente t1n rno1nento sig11ificativ<>en la his toria de
la in telectualidad europea. Algunos miernl>r<>s del grupo escogieron su
ocupación prefiriéndola conscient.en1ente a la carrera universitaria tra-
dicional. 29
I11divid uos de la talla de Gottfried J_,eib11iz e Isaac N ewtorl dirigie-
ro11 socieda<.les científicas, co1np agi11ando estos puestos con otras oct1-
paciones. Leibniz, por ejemplo, trabajó corno bibliotecario, otra carrera
que creció ininterrumpidam ente en importancia a comien zos d~ la edad
moderna. Otros bibliotecarios sabios fuero11 Bartc>lcnnrneo Plati11a en el
Vaticano e11 el siglo xv, Ht1go Blotius e11 Viena en el sig·lo X\7J, Gabriel
Naudé en Ro111.a y P arís e11 el sigl o XVII, D aniel i\1orhof:e11 Kiel en el si-
glo xvrr, B11 rkhard Str11ve e n Je11a e11 el sig-lo XVIII y el historiador Lu-
dovico Mur atc>ri e n M óde11a en el siglo XVlll. i\lgunos bibljotecarios de
este períodc> han sido descritos como <<m ediadores>> cruciales en la Re-
p{1bhca de las letras. Verdaderos sabios muchos de ellos, tt1vieron ade-
rnás el 111érito ele hacer q11e st1s colegas dispt1sieran de la i11for1nación y
se 1nostraro111nás reacios l}UC la n1ayoría de sus colegas a abandonar el
ideal del conocimie11to universal. 10
Otra alter11ativa al trabajo e n las u11iversidades fue servir como con-
sejero o historiador oficial de t1n gc>l>erna11te. Pt1estos de trabajo de
este tipo ya se conocíar1 e11 la Edad i\1edia, pero su núr11ero fue cre-
cien.do con el desarrollo de Estad.o s 111ás centralizados a co1n.i cnzos d e
la ed ad 111oderna. J:\ este grupo perteneciero11 sabios ta11 conocidos
cc>1nc> Jean Racine (historiador al servicio de Luis XIV), John D ryden

28. Houghton (1942); I<:enny (1998).


29. IIahn (197 1, 1975); l\ilcClellan (1985), p:igs. xxiv-}l·xv, 233-251.
30. C lar ke (1966); Rosa (1994).
l'R()FESI QN¡\LES DEL CONOCINTTENTO [ ... ] 45

(l1is toriaclor ele Carlos II de Ing·laterra), Sa111uel Pt1fe11dorf (historiador


de los gobernantes de Prusia y Suecia) e incluso Voltaire (al ser,ricio de
Luis X\l). A éstos l1al1ría que añadir t1n g·rupo 111ás reducido de l101n-
bres de letras que act11aron como consejeros 6Tt1berna1nentales e11 lo qt1e
podríamos llamar <<asuntos c11lturales>> o <<propaganda>>. Por ejen1plo,
en la J<rancia de Lt1is xrv· el poeta )r crítico Jean Cl1apelain, Charles
Perrault (111ejor cor1ocido actual1nente co1no escritor de cuentos de ha-
(las) y otros. for111aron tina <<pequeña acade.n1ia>> que.
estudiaba el tema
de có1110 ¡1resentar de la 111ejor 111a11era la i111ag·en pí1l)lica del mo11ar-
ca. 31 i\lgu11os sabios ale111a11es, co1110 Her111an Conring (véase, más
adelante, la p;.íg. 123) y Burkl1arc.l Struve, compag-inaro11 las tareas de
profesor u11iversitario y consejero de u11 príncipe local. Co1110 a los
fu11cionarios chinos, se les per111itió co111partir 1111a par cela concreta de
poder e11 virtt1d del prestigio intelectual de que gozaban. Estaba em-
pezando a .n acer el cuerpo de los mandarines aleinanes. 31

lDE).l"TTDADRS DE (;RUPO

La publicación de libros sobre el ho111L1re de letras, co1110 el del jesuita


italiano Daniello Bartoli L'hito1no di lettere dijeso e en1e1zdato (1645, ree-
ditado a 111enudo y traducido a varios idiomas) o el Essay del 111arq11és
d'Ale1nbert sobre este rnismo tema (1752), muestra que la identidad de
grt1¡10 de los i11telecn1ales, a pesar de la d.ifere.n ciación creciente y los
co11fl ict.os, fue f(>rtaleciéndose ininterrt11n pida111e11te. La E1z~)1clopédie
i11cluía u11a entrada sobre el ten1a, <<Gens de lettres>>, q11e s11l1ra)1aba la
idea de que los literatos no eran es¡1ecialistas (le n1iras estrecl1as, si110
personas <<capaces de pisar esos difere11tes ca111pos, at1nque <le hecho no
los p11eden cultivar todos>> (en état de porter leurs ptis dans ces différe1ites
terrains, s'ils 12e peuve1zt les cttltiver tozts). En el siglo XVIll, el 111édico sui-
zo Si1no11 Tissot inclt1so escribió un libro sobre los riesgos de la salud.
es¡Jecíficos de la profesión de los ho111bres d e letras (1766).
Por st1 parte, los mandarines ale111a11es preferían el títt1!0 de <<eru-
ditos>> (Gelehrte) o <<polifacéticos>> (Pof)1histor). D11ra.n te el siglo J....'\lTI,
en i\le111a11ia a estas ¡Jerso11as se las descril>e a veces co1110 11na clase o
categoría social (der Gelehrten ,)ta1iá) a¡1art.e. U11a prueba de s11 at1to-

3 1. Bu.rke (1992).
32. Ringer (1969).
46 HISTC>RlA S<)C:JAL f>EL CO:--J<)CJ.'vllENTO

co11cienc ia colec tiva fue la publicación de la o bra de D a11iel M orhof;


Polyhistor (1688), un a g uía e.le las pr ofesiones in tclcctl1ales de la ép oca,
reedit ada a n1en udo, como su rival, Introduction to the K11owledge of
Le1.t1,..n.i11g· ( 1704), de Bt1rkl1ard Struve. Otra prueba fue la apar ición de
colecci ones de biografías, por ejem pl o, e l Gele/Jrten-L exicon (<<Diccio-
nario de eru<.litos>>, 1 71 5), pt1blicado por el profesor Joha11n Bu.rcl1ard
Menckc, y Ehre11tenzpel der Dezttsche Gelehrsamkeit (<<P a11teó11 de la eru -
dición alemana>>, 1747), publicado por el filósofo J akob Br ucker. Una
tercer a señal de la autoco nciencia del g rupo la tenemos en la afirma -
ción del crítico Joha11n C hr ist opl1 G ottsch ed de que los eru ditos eran
en su acción ta11 lib res co1no los goberna11tcs, <<sin recon ocer como su -
perior a nad ie 111ás qu e a la ra zó11 y a una plt1m a 1nás po de rosa>> (die
Vernztnft ztncl eine rniichtig·ere Fetler) .33 AJ final de este período, el joven
Goeth e, a la razó n estudiante en la U11i\1er sid ad de L eip zig, se inues-
tra impresionado por la eJc,rada p osición social· de los profesores c.lel
ce11tro.
L a intelectualidad euro¡)ea se autodefinió ta111l)ié n co1110 ciudada-
n os de la República de las letr as, e xpresió11 c reada en el siglo XV qu e
d esde mediados del sig·lo XVTT se en1ple<) con 1n ayor frecuen cia cada
vez. Noztvelles de la Républit¡1.le des Lettres f ue el título de un perió dico
fundado e11 1684 , así como d e u n núrnero creciente de r evistas erudi-
tas o culturales que se publicaron a partir de 1660 y que co11tribuyeron
a crear t111a nueva ic.i e11 tidad e n st1s lectores: el J our1zal eles Savants
( 1665), las Philosophicat Transttctions de la Royal Society ( 1665), el Gior-
1iale de' letterati <ie Rorna (1668), los A cta Eruditoru1n de Leipzig (1682)
v tnuchas o tras.3+
- E l editor del periódico Noxivelles era Pierre Bayle, co11siderado un i11-
telectual arquetípico de la época. Bayle era un profes<>r calvinista francés
que h abía cn1igrado a la Repú blica h o land esa para hu ir <le la perse-
cución dese11caden ad a por el régi111en e.le Luis X1V cont r: los protes-
tantes. D urante algún tiempo en señ e) en Rot terdam , p er o p oster ior-
mente reanudó sus actividades co1n(> escri tor par a ganarse la vida. G racias
al lugar qu e ocu1)a e n la histo ria d e los diccionarios y c11 la h istoria
de las 11otas a ¡)ie ele p ági11a, asf co1no ei1 la historia d el escepticisn10,
el nomb re ele Bayle a¡)arecerá citad o en repeti das ocasiones ei1 este
li l)rO.35

33. Citado en Düln1en (1978), pág. 257.


34. Morgan (1929); Garclair (1984); Laeven (1986).
35. Labrousse (l 96 3-l964, 1983); Bost (l994).
PRC)FESIC)i'\Al.ES J)E L CC)NOC L\111-::'\"I'() t ... 47

Com.o Bayle, en este mo1r1ento ta1nbié11 ernigró ele Fra11cia lltl nú-
mero indeterminado de pastores cal\rinistas a co11secuen cia de la r evo-
cación e11 1685 d el e dicto real que había con cedido a los ¡)rotesta11tes
la li bertad de culto. i.\I cons tatar que la oferta de clérig·os calvin istas
s uperaba la den1a11da de pastores y predicadores, algt111os volvieron al
ejercicio de s u ¡)rofesió11 literaria, en partict1lar a la pre11sa periódica
(véase inás a<lela11te, e11 el ca ~1ítulo 7). Estos antiguos pastores se con-
taro11 en trc los pri111eros jo'ltnialists -es decir, <<periodistas>>-, u11 tér-
min o que empezó a utilizarse hacia 1700 en fra11cés, inglés e i taliano
para desig·nar a los escritores qu e colal)oral>a11 e11 los p er iódicos erudi-
tos o literarios, por OJ)OS.ición a los gílzetiers (<<gaceteros>>, <<gacetille-
ros>>), de rang·o ii1fcrior, q ue redactaban 11oticias cortas, <le alca11ce diario
o semanal. De esta ma11era, la imprenta co11ti11uaba generanclc) 1111evas
1)rofesio11es. ·' 6
,\ lo largo del sig·lo xv111 los periodistas ejer cieron cada vez rn.ayor
i11flt1en cia a rnedida q11e proliferaban los periódicos. T am bién aumen-
taro11 las grati íicaciones l'ara los h.om bres de le tras más destaca dos, in-
cl11idos algu11os 11istoriadores (véase n1ás adela nte, e11 el capítulo 8). E11
I11glaterra, Alexa11<ler Pope fue ¡)rese11taclc> co1no el ¡Jri1ner 1101nbre de
letras in dependiente, seguido d e cerca por San1uel Jol111son. 37 E n Fran-
cia, philosophes como .Diderot y otros colaboradores en la redacción de
la Erzcyclopédie siguiero11 el ejemplo de Bayle y Johnson i1roclucie11do
un. libro de co11sulta co11 el fi.11 de poder vivir cic lo c.¡ue escribían, a1111que
el recurso a n11a e11ciclopedia para apo11ar u11 pro)recto político repre-
sentó una 11ovedad de pri1ner ord en.
l ,os eje1n 1)los de todos conocidos de éxito literario 110 de bería11 l1a-
cernos olvidar la <<clan desti11idad literari a>> o Grztb Street, como se de-
signó e11 I11glaterra a le) larg<> c.lel siglo x v 111 .• en otras palabras, el mun-
do de los escritores fracasados y ernpc>l>recidos, descritos por Volt aire
como la ca:naílle de la littértttare. 38 De todos 1nc>clc>s, desd e ur1 ¡Ju11to de
vista comparativo, lo que resulta sorprendente es .que a mediados d el
siglo A.'V1II en la mayor parte de Europa hag·a acto de presc11cia lin gru-
po de 11on1bres de letras más o menos independientes con ideas políti -
cas propi.as, co.ncentrados en algu11as gra11des cit1dacles, co ncretan1e11-

36. Haast.: (1959), págs. 404-417; Labrousse (1963-1964); Yardeni (1973, 1985);
Nlartcns (1974); Gihhs (1975); Bost (1994), p<ígs. 232 -239.
37. Bclja1nc (188 1).
38. Da rnton (1982); .i\tl asscau (1994).
48 H1S'l'()RlA S()ClAL !)EL (:()N()CLVllEN 'f()

te en París, Londres, . A..111sterda111


. y Berlf11, y et1 contacto regular entre
ellos. La referencia a la <<rr1ayor parte de Europa>> pretende record.ar-
nos el hecho de ql1e en el mu.ndo del cristianismo oriental ortodoxo la
intelectualidad era, casi en su totalidad, clerical, con la excepción de
un reducido grupo de hombres de letras <<occidentalizados>> como Di -
mitri Canternir (príncipe de .Nloldavia y mie111bro de la Acade111ia de
Berlín) o .Nlihail Lon1onosov, el gran sabio polifacético ruso, que em-
pezó Sll forn1ació11 en u11 semi11ario ¡Jero luego, en 1736, ¡Jasó al cole-
gio de la Acaden1ia de Cier1cias de San Petersbt1rg·o.

EL ISLA~i y CI-IINA

Nan1ralmente, la i11telectualidad europea no era la única. Por ejemplo,


en el isla111 los 'ztlania (es decir, los especialistas en 'il1n, <<conocimiento>>)
habían disfrutado desde h acía n1ucho tie111po de una posición respetable
en la sociedad, ya fuera co1110 n1aestros en las escuelas (nzad'rasai) adju11tas
a las inezqt1itas, ya con10 jueces o consejeros d e los gobernantes. Co1110
e11 el Occidente 111edieval, esta i11telectualidad estaba asociada con la re-
ligiór1 (ir1cluida la ley sagrada). No eran clérigos en el se11tido cristia-
no porque los ml1sl1l1nanes niega11 la posibilidad <le 1ne<liació11 entre el
in<livi<lllC) y Dios. 39 Algu11os sabios adquiriero11 renombre i11ternacional,
cc)1no Ibn Siná (<<Avicena>>) e Ibn Rt1sd (<<1\verroes>>), arribos co11ocidos
en Occid.ente dt1rante la Edad 1\1edia.
En el I1nperio O totnano de comienzos de Ja edad 111oder11a, como
· , sucediera en Europa occidental, Jos estudia11tes esperabaí1 encontrar
empleo en la '1tla111a o <<jerarqt1ía de letrados>> al acabar los estudios, y
la frustració11 de tales exp ectativas a r11ediados del siglo XVII clese11cade-
nó conflictos sociales en Esta1nbu1, igual que en Oxford o N~ípoles. 40
Lo ql1e Sl1puso una difere11cia significativa er1tre los sabios 111usulrr1anes
y sus coleg·as de la Et1ropa 111otier11a ten1prana fue la <liversi<-la<l <le los
111edios de coml1nicación <le que dispusieron unos y otros. Co1no he1nos
visto, la i1nprenta ofreció múlti¡Jles posibilidad.e s a los hon1bres de le-
tras europeos. Por el contrario, el n1l1ndo <-iel islarr1 rechazó la irr1pren-
ta y hasta aproxirnadan1e11te el año 1800 continuó sirviéndose en esen-
cia de la con1unicación oral y manuscrita. 41

39. Repp (1972, 1986); Fleisc.:her (1986); Zilfi (1988).


40. ltzkowitz (l 972).
41. i\ilessick (1993); Rohinson (1993).
PR<)FFSl() NALF.S DEL (: C)N0C:Ti\1fEl\''1' () ( . . . ] 49

E11 China, la posición <le los she1z-shil; o <<pequeña aristocracia letra-


da>> fue incluso más destacada, si tene111<)S en ct1e11ta qu e este grupo (en
con1J)Cte.n cia a veces co11 los eunucos y otros) g·obernó el Estado en nom-
l>re del e111perador duran te casi e.los rn il añ<>s . La 111ayor ¡)arte de ese
ti er11 po, la élit e po lítica, los magistr ados o r11andarines, fue seleccio11ada
tras superar rigurosos exámenes a difere11tes niveles (<le distrito, de pre-
fectura, e.le provi11eia y, fi.11almente, de la metrópol i). Se aislaba a los
aspirantes en cabinas individt1ales dentro del reci11to <lo11de se hacía e l
examen. Sus respuestas, l1al>itualme11te co1nentarios a textos clásicos con-
fucianos, eran cahficadas p <>r examinador es que n o conocían la identi-
dad de los candidatos. Era un sisterna 1nás cer cano a la <<meritocracia>>
q\1e cualquier otro utilizado a cornie11zos del 111u ndo 111oderno:12
E l interés cr ecie11te de los occi d e11tales por Cl1ina (véase, n1ás ade-
la nte, la pág. 2 50) incluyó un a viva curiosi<la<l -no exenta d e cierta
envidi a- por S\lS intelectuales (conocidos· en Europ a con10 literati).
En st1 fa111osa A1zato11iia de la melartcolía (162 1), Rol>crt Bt1rto11, profe-
sor e11 Oxford, <)freció lo qu.e él tnismo calificó de <<una utopía de ini
propi a c osecha>> . En esta república ideal, los magistr ados h abrían de
ser seleccionados por medio de exán1enes, <<como los líte'rati en Cl1 i-
na>>. l Jn colabora dor <.ie la revista Philosophical 'J>ransactio1zs (julí<J de
1666), publicada por la Royal Society, pl a11teaba estas mis1nas c uestio -
n es fun damentales cuando, al dar Cl1 e11ta de una nueva descripción de
Chin a, observaba que <<Sll nobleza se asie11ta e11 el saber y el conoci-
1nie11to, si.n te.11er ei1 cuenta la sang·re o el ¡)arentesco>>. Por esta razón,
el reforn1ador fra11cés del siglo :A'V!II F'ra11c;ois Qt1 es11ay deseó in1itar el
sisten1a chino de exán1enes, 1níentras que Voltaíre se co11tó e11tre los
adrniradores de los 111andarincs, a los que calificó de fo1'ictionnaires let-
trés. El s istema cl1ino pt1do muy bien h aber sug·erido la idea de i11tro-
duc ir los exá.r11 enes ¡Jara .l os aspirantes a e11tr ar en el servicio civil en
Francia, Prusia e Jr1glater ra e11 el siglo XIX.43
E spero que esta b reve r eseña del papel de los intelectual es en la
Et1ropa de comi enzos de la eda d 1no<.i er11a - el tema n1ercccría sin duda
u11 estudio rnt1cl10 1nás a1n1)I Í<>- baste al 111e11os para mostr ar lo difícil
que resulta deti11ir su ide11tidad si n t e11er en cuenta los difere11tes tipos
de institt1cio11es en que desarrollaro11 st1 actividad. Exaininar estas ins-
titt1 ciones y Sll contribución al conocin1 iento es el ol)jetivo del si-
gui ente capít\1lo.

42 . .Nfarsh (1961); ~1iyazaki (1963); Chaffee (1985).


43. Tcng ( l 942- 1943).
G"'apítulo 3

Institucionalización del conocimiento:


Viejas y nuevas iJ?:Stituciones

En las costum brcs e instituciones de escuelas, acadc1nias,


colegios y cuerµos por el estilo destinados a scr,·ir ele
n1orad,1 ele hon1bres de ciencia y ol cu ltivo del estudio,
roclo parece oponerse al progreso del conocin1iento.
BACO.

G11te11berg 11wr nfrbt Priviltdoze111, Co'111nb11s nicbt 01·dir1r1-


'
r111s.
(G utcnberg no era profesor universitario, ni C:olón ca-
ted rático nun1crario .)
S c HOFF l. F. R

C omo ya dijimos (véase la pág. 16), según l(.arl Mannl1ein1, las


creen cias de la <<intelectualidad que flota librcme11te>> lfreischwebe1zde
l ntelli,genz) sufre n n1enos presiones sociales que las de otros grupos.
Es ta afirn1ación provocó la ton1a de posició.n clel economista Josef
Schu111perer, según el ct1al el i11telectual de M a11nhei111 no era otra cosa
qt1e <<t1r1 111anojo ele prejuicios>>. 1 /-\l n1argen <le quié11 tenga razón, no-
so tros he1nos ele hace r co11star .el hecho indudal)le ele que la 111ayor
par re de la <<clerecía>> de CC)r11ie11zos de la eelad 111oclerna, ig·ual qt1e los
intelectuales n1odcrnos, r1 0 flotó ele for111a ple11an1ente lil>re, sine) arn a-
rrada a instituciones, por ejemplo a las universidades. El C(>11texto i11s-
titucional del co11ocimicn to es un a parte esencial de su histori a.2 Las
instituciones des arrollan impulsos sociales propios aun c1ue estén so-
111et.i das a presion es externas. El instinto de in11ovar y el instinto contra-
rio ele opc)t1erse a la in11ovació11 son de especial relevancia para este es-
tu<lio ele la h.istoria sc>cial del co11oci111ie11to.

1. Scl1ltmpe ter (1942).


2. Lemaine y otros (l 9i6), págs. 8-9.
52 1:-ilSTC)RlA S()(;IAL DEL (;()N()(;l;v1IENTC)

Antes de fijarnos en la Europa ele co1nienzos de la edacl 1noclerna,


podría resultar esclarecedor introdt1cir en el debate dos teorías ge-
nerales, relacionadas respectivamente con la sociología ele la innova-
ción intelcctt1al y de la reproducción cultural. La primera, asociada con
Thorstein Veblen (véase la pág. 14), centra su atención en los franco-
tiradores, en individuos y grupos que se rnueven al 111argen de la so-
ciedad. En st1 e11sayo sobre <<La preen1i11e11cia intelectt1al de los jt1díos
en la Euro¡1a 1noder11a>>, co1no ya l1en1os ,,isto, \Teblen ex¡1licaba esta pre-
e1nine11cia ¡1()r la ¡)osición de lc>s intelectuales judíos en la frontera de
dos 111unclos culturales, posición que reforzaba el escepticis1no y el dis-
ta11ciar11iento, capacitánclolos de ese modo para convertirse en lo que
otro sociólogo, el italiano Vilfredo Pareto, calificó de <<especuladores>>
intelectuales.'
l)areto co1nparó a estos especuladores con el tipo social co11trario,
los <<re11tistas>> intelectuales, que trabajan e11 el inarco de una tradició11.
La segunda teoría, asociada con el r101nbre de Pierre Bot1rdiet1, se re-
fiere a la ¡1roducción de rentistas de este tipo por las instituciones aca-
dé111 icas y a la te11dencia de esas n1isn1as i11stituci<)nes a autorreprodu-
cirse, acu111ulanclo y transmitiendo lo que él denomi11a un <<capital
cultural>>. En otras palabras, las i11stituciones desarrolla11 <<i11tereses
creados>>. Parecida valoración hizo Norbert Elias en términos de <<es-
ta111entos>> (establish11ze1zts). En un ensayo breve pero profun.do, Elias
describió los departan1e11tos acadén1icos co1no institu.cior1es dotadas de
<<algunas de las características de los Estados soberanos>> y a conti11ua-
ció11 ar1alizó su búsqueda co1npetitiva ele recursos y sus tentativas ele
implantar n1011opolios y de exclt1ir a los fra11cotiradores.-1 Algt111as es-
trateg"ias ¡)arecidas de 1nonopolizació11 y exclusión son evidentes en la
historia de las profesiones: el clero, los juristas y los médicos, a los que
en el siglo XIX se añadieron ingenieros, arquitectos, contables, etcétera.
Naturalmente, sería i11se11sato dar ¡)or se11tado que an1bas teorías,
que por otra parte parecen encajar basta11te bien, so11 a¡)licables u11i-
versalmente, sin reserva alguna. De tocios 111oclos, 111erecería la ¡1ena
que no las olvidáse1nos del todo en el curso de este breve recorrido por
la organización c.lel saber entre 1450 y 1750.
En la baja Edad Media, la teoría ele Bourdieu }r de Elias parece fun-
cionar bastante bien. Como ya •
he1nos visto, el desarrollo de las ciuda-

3. Pareto (19 16), sección 2.233.


4. Boordieu (1989); Elias (1982).
1NSTI'l'll ClONALIZAC:lÓN DEL (;()N()CINI TF.N'J'() [ ... ] 53

des y de las ur1iversidades se ¡)r<)duj<) paralela1nente en Europa desde


siglo XII en adela.r1te. Las instituciones de Bolonia y París sirvier<)n de
1nodelo a las de Oxford, Salarnanca (1219), Nápoles (1224), Praga
(1347), Pa\1Ía (1361), Cracovia (1364), Lovair1a (1425) y a 1n.uchas otras.
Hacia 1451, fecha de la fundación de Glasgow, estaban abiertas y ft1n-
cionando unas cincuenta u11iversidades. 'Todas eran corporacio11es.
Gozaban de privilegios legales, i11cluido el de la independencia )' el
monopolio de la educación superior e11 la res¡)ectiva región, y se reco-
nocía11 las titulaciones u11as a otras. 5
E11 esa época se daba por supuesto, y, por ta11to, sin razonarle) ex-
presa1nente, que las universidades tenían que co11centrarse e11 la trans-
misión del conoci1nier1to y no tanto er1 el descubri111ie11to del 1nis1no.
De igual 1nanera, se presuponía que las opiniones e interpretaciones
de los grandes sabios y filósofos del pasado no podían ser igualadas o
refutadas por la posteridad, de modo que la tarea del profesor era co-
me11tar los pt111tos de vista de las autoridades (Aristóteles, I-Iipócrates,
Tomás de Aqui110, etc.). Las discipli11as que podían estudiarse estaba.n
deterr11inadas, al r11er1os oficial111e11te: las siete artes lil)erales y lc)S tres
cursos de posgrado en teología, derecho y rnedicina.
1\ pesar de estos supuestos se fon1entaba el debate, especial1nente
la <<disputa>> formal, un siste1na de confrontación se1nejante a un tri-
bunal de justicia en que diversos individuos defendían o negaban una
determ inada <<tesis>>. El eje1nplo de To111ás de Aquino nos demuestra
que los <<modernos>> podían co11vertirse a su vez en autoridades, si bien
es cierto que Tomás de Aquino lo consiguió elabora11do una síntesis de
eler11entos procedentes de diferentes tradiciones más que ofreciendo
algo co111pletar11ente nt1evo. La tenacidad de la o¡)osición al uso, por
parte de Tor11ás de "..\qui110, del pensador pagano "..\ristóteles en el de-
bate sobre la teología muestra lo equívoco que podría resultar descri-
bir estas instituciones en términos de absoluta conformidad intelec-
tual. E11 este 1nis1no sentido hablan las contro,1 ersias que surgieron
entre diferentes escuelas filosóficas en las universidades tardomedie-
vales, concretame11te los conflictos entre -<<realistas>> y <<11ominalistas>>.
A decir verdad, al co1nie11zo de la edad 1noderr1a r10 se criticaba a las .
t111iversidades medievales ¡)or ser de1nasiado aquiescentes, sino por su
tala11te excesivame11te dado al debate. De todos inodos, los protago-
nistas en estos debates compartíar1 tantas cosas que sus co11troversias

5. JJe Goff (1957), págs. 80 y sigs.; De Ridder-Sy1not:ns ( 1992, 1996).


54 l llS'íORIA S()C:IAL J)EL CC)NOC L'l'IlENTO

se li111itaban general1nente a unos pocos pli ntos concretos, co1no el va-


lor lógico de los er1unciados general es o <<l1niversal es>>. 6
Co1r10 ya he1nos dic.h o en el capítl1lo 2, en la F.t1ropa 1r1eclieval los
profesores t111iversitarios perte11ecían casi e11 su totalidad al clero. La
universidacl, una institución relativarnente nueva que se desarrolló en
el siglo XII, estaba encajada en otra institt1ció11 n1t1cho n1ás antigt1a: la
Iglesia. No tiene 11ada de extraño, pt1es, que casi se haya convertido en
1111 tópico la afir1nación de que la Iglesia n1edieval ejerció una for1na de
monopolio del conocimie11to. i Ei1 cualquier caso, co1110 se ha señalado
e11 e l capítulo 1, 110 debería1nos olvidar la l)lt1ralidad de conoci111ientos,
es decir, los diferentes saberes de los artesan.os (ql1e dispon.fan de in.sti-
t11ciones pro¡1ias ¡1ara su for1nación, de talleres y gre111ios propic)s), los
caballeros, los agric11ltores, las co111ac.i ronas, las a111as e.le casa 111edieva-
les, etc. Tocios estos co11oci1nientos se transmitieron principal1r1ente de
for1na oral directa. Si11 embargo, en el mome11to de la i11venció11 de la
imprenta, la alfabetización de los legos ya te11ía una larga historia en
E11ropa occidental (por el contrario, ei1 Europa orie11tal, donde estaba
irnplantado el cristia11is1no ortodoxo y se utilizaba la escritura cirílica,
la alfabetización de los legos a¡)e11as hab.ía avanzado). l,os herejes,
c11yo 11ú1nero se multiplicó coincidiendo rnás o rnenos cc)11 la é¡1oca ele
desarrollo de las un.iversiclades, han si<lo descritos co1110 <<co111u11i-
dades textuales>> q11e se 111antu\rieron 11nidas gracias a que sus pt1ntos
<le vista sobre te111as debatidos fueron p11estos por escrito e11 for1na ele
libros. 8
La diversidad de conocimie11tos, a \reces e11frentados y hasta 0¡)11es-
tos, 11os ayuda a explicar el cambio ii1telectua l. Sin embargo, siguen sir1
resol,rerse iinportantes·c11estiones. Los 11erejes y otros fran.cotiradores
¿llegaro11 real1ne11te a for111ar parte del estain ento ir1telectl1al? En caso
afir111ativo, ¿có1no st1cedió? l,os ca111bios inc<.>rporaclos al siste111a ¿se
produjeron ele for111a oficial <> extrac>ficial? ¿Nacierc)n del co11venci-
miento o f11ero11 co11secuencia de alianzas políticas? ¿Conclt1j<J la in110-
vación intelectt1al a la refo rn1a de las i11stit11cio11es o, por el contrario,
fue necesario crear nt1evas institucio11es en las q11c, a modo de nichos
ecológicos, pudiera florecer dicha i11novació11? 9 Estas cuestiones ya se
debatieron a veces en su i1101nento histórico, concreta1ne.n te f)Or parte

6. De Ridcler-Syrnoens (1992); Vcrger (1997).


7. lnnis (l 950).
8. Stock (1983).
9. ~1cClellan (l 985).
lNS"l'l'f UCT(>N ALTZACTC):'\ DEL C<YN ()Clt\'1TEN' f() f... ) 55

de Fra11cis Baco11. ComoJean-Baptiste c:olbert, n1inistro de Lt1is XIV,


una generació11 111ás tarde (véase, r11ás adelante, la pág. 169), Bacon
tuvo u11a concie11cia aguda de la in1portancia en la historia del saber de
factores r11ateriales cor110 edificios, funciacio11es y ciotacio11es econó111i-
cas. Y, de hecl10, fi.1eron st1s seg·t1idores ing·leses qt1ienes, a 1nediados
del siglo :X'"\'II, propt1sieron una amplia serie de proyectos para pro1no-
ver lo que ellos deno1ninaban la <<reforma del aprendizaje>>. 1º
En los siguientes apartados se exami11ará el te111a del carnbio inte-
lectual 1)rodt1cido a lo largo de los siglos X\'~ XVI y X\t tl, ce11trándolo en
los tres movin1ientos culturales más iinportantes del período: el Rena-
ci111iento, la Revolució.n científica y la Ilustració11. En este análisis se
prestará especial ate11ción al lt1gar que ocupa11 e11 el proceso de inno-
vació11 inte lectual las i11stin1ciones, al r11arg·en de qt1e éstas se haya11 de
interpretar cor110 ayt1das o C<)mo i111peeli1nentc>s. El desarrollo y la con-
solidació11 de nuevas discipl inas se estudiarán 111ás cie tallada111ente en
. el capítulo 5 (véanse las págs. 132 y sig·s.) con10 parte de t1na reclasifi-
cación del conocimiento.

EL REN;\CIMIENTO

El n1oví111ie.n to .hun1a11ista asociado con el Renacimiento no buscó di-


rectarr1e11tc la inn.ovación, si110 n1ás bie11 la recuperació11 de cierto pa-
sado, co11creta1ne11te de la tradició11 clásica. A p esar de todo, fi.1e un 1no-
vi111iento i11novacior ele n1a11era co11sciente, en el se11tido de que se opuso
a r11uchas fortnulaciones de la sabiduría convencional de lc>s <<escolás-
ticos>>, es clecir, ele los filósofos y teólogos que dor11i naron las u11iversi-
dades de la <<Eclad Meclia>>. Los r11is111os tér111inos <<escolásticos>> y <<EclacJ
Media>> fueron creacion es de los ht1n1anistas de esta época. Con ellos
trataba11 de definirse a sí mismos más claramente en contraste con el
pasado.
I.Ja 1navoría

de los hun1anistas había estudiado en las universidades
qt1e criticaban. A. pesar de todo, 111erece la pe11a dejar constancia del he-
cl1c) de que algunos de los personajes más creativos pasaron bue11a par-
te de sus vidas fuera del sister11a. Petrarca, por ejen1plo, fue u11 ho111bre
ele letras que en cierta ineelida llevó u11a vida errante. I,orenzo Valla
aba11do11ó bajo sospecl1a la Ur1iversi(facl ele Pa,ría después de l1aber cri-

1O. v\1ebster (197 5).


56 HIST()RIA S()(;JAL DEL C:ONOCL\'llENT()

ticado a las <<autoridacies>> intelectuales, ¡1011ié11dose al servicio del rey


ele Ná¡1oles y posterior1nente del Papa. Leo11ardo Brt111i fue ca11ciller de
Flore11cia y escribió cartas en non1bre de la rept'iblica. Marsilio Fici110
ft1e t1n médico que trabajó para los Medici. Más creativo, si cabe, y ta1n-
bién 1nás 1narginal fue Leonardo da Vinci, que se había formado como
pintor y se con·virtió en un hombre universal autodidacta. Fuera d e
Italia, Erasmo, el humanista más fa1noso de todos, se 11egó a permane-
cer 1nucho tie1npo en llna universiclad, a i1esar de las numerosas ofer-
tas de empleo per111ane11te que reci bió desde París l1asta Polonia.
Los humanistas desarrollaro11 sus ideas so111etié11dolas a clebate, pero
sus debates no se escenificaro11 en general en el entorno ele las univer-
sidades, do11de los grt1pos bien ase11taclos se n1ostraron a menudo hos-
tiles a los nuevos temas, sino más bien en u11 ntievo tipo de i11stitución
creada por los mismos humanistas: la <<academia>>. Inspirada en Pla-
tón, la acade1nia estaba más cerca del antiguo sim¡1osio (co11 bebida in-
cluida) que del inoderno se111inario. J\'lás forn1al y duradera que lln cír-
culo (por eje1nplo, el de los discí¡1ulos de Petrarca), pero inenos for1nal
que una facultad universitaria, la academia represe11tó una forn1a s<>cial
ideal para i11dagar los procesos ele in11ovación. Poco a poco, estos gru-
pos dieron lugar a instituciones con afiliaciones y estatutos regulados
y co11 reunio11es en tiempos fijados de ante1nano. Hacia 1600, sólo en
Italia se habían ftindado ya casi cuatrocientas academias, pero se 11abían
difundido también por otras partes de Europa, desde Portugal hasta
Polonia. 11
El debate sobre id eas no era un ffi()11<)p<>lio de las acade111ias. E11
la Florencia de comienz<>S clel siglo XV, con10 ya 11et11os visto (véase la
pág. 28), el hu1na11ista Leo11battista <i\lberti mann1vo frccuc11tes diálo-
g<>s co11 el escultor Do11atello y el ingeniero Filippo Brunelleschi. Otro
tnieml)rO del círct1lo de 1\lberti fue el matemático Paolo Toscanelli,
que entre otras cosas se interesaba por la geografía, especialmente por
las rutas hacia las Indias. Toscanelli ob tuvo i11for1nación sobre este
tema preguntando a los viajeros que pasaban por Florencia despt1és de
volver a Europa, y tal vez estuvo e11 co11tacto con Colón. ' 1
Lo que Tosca11elli hacía de t11a11era inforn1al en Portugal y Es¡)aña
se realizaba t11ás oficialmente. Dura11te el siglo XV, <<A Casa da India>>
de Lisboa (Portugal) fue el lugar de destino de informacio11es y de bie-

11. Field (1988); Hankins (1991).


12. Garin (1961); véase Golclstein (1965).
TNSTrrUCl()NAL IZACIC)!\ L>FL C()N()CIN1IEN1' l) [ ... 1 57

nes pr ocedentes de Asia. En Sevilla, <<La Casa de Contratación»·, fun-


dada e11 15 03, fue también un centro de este tipo don de se almacenó la
información acerca del Nuevo Mundo. También funcionó como es-
cuela de entrenamie11to para pilotos, bajo la direcció11 del piloto 11iaJ1or
(sic), carg·o que er1 su día ocuparía11 l\mérico Vesi)ucio (for111a caste]la-
na de su nombre italiano: Amerigo Vespucci) y poste rior111ente Sebas-
tiar10 Ca boto. I ,a instrucció11 se i111partía a veces en el hog·ar del piloto
y a veces en la capilla de Ia Casa de Contratación. Esta primera escuela
<.le navegación <le El1ropa adquirió pro11to reputaciór1 internacic)nal
(como atestigua el piloto inglés Stephen Borot1gh, que la visitó e11 el
año 1558). 1 i
El apoyo regio fue decisivo para el establecimiento de las Casas <.i e
l11dias y de Comercio, lo 111is1110 qu e de otras instituciones. 1\. comien-
zos del siglo X\lJ, e11 París los hl1man istas, que contaban con la oposi-
ción decidida de la Facultad de T eología, ai)e laron al rey l''ra11cisco 1,
quien fu11dó el Coleg·io de los L ectores Reales para i111pu lsar el est11dio
del griego y el hebreo . .i\1ás tarde, durante ese misn10 siglo, el rey Enri-
que III fu e el patrocinador de una acade.rnia palaciega e11 Ja que se die-
ron conferencias sobre las i<.leas de Platón (t1n lazo de unió11 con la lla-
mada <<Academia platónica>> de Florencia). 1•1
El apoyo regio ta111bíén fue importante para los humanistas porql1e
en algunos círculos intelectuales se les dispensó una acogida hostil. La
dureza de la oposición varió de u11as universidades a otras. P o r eje111-
plo, fu e r1otable en. J.,e ipzig a con1ier1zos del siglo X\1 y e n Oxford,
do11de 1111 grupo hostil al est11dio del g·riego se dio a co.n oce r co1no los
<<Trc)yanos>>. Que la c)pc)sición al hun1anismc) fue 111e11os vigorosa er1
institucio11es r11ás recientes, qt1e al i11e11os de 1110111entc> se vierc>n libres
de la presión <.i e hacer lo qt1e <<sie111pre>> se había hecho en el ¡)asado
nos lo sugiere el caso de las uru,rersidades de r eciente creación, con10
Wittenberg·, Alcalá y Leiden. 15
V\Tittenberg·, fundada en 1502, fue organizada al principio según cri-
terios completa1ne11te tradicionales por sabios que se habían forn1ado
e.n. I,eipzig y Tubir1ga. Sir1 en1bargo, al cabo de cinco o seis años los hu-
1r1anistas err1pezaron a tener un papel extraordinariarne.n te importa11te
e11 la u11iversidad. Es ¡Jrobable {}lle a los aspirantes a ir1novadores les re-

13. Stevenson (1927); Pulido R.ubio (1950), págs. 65, 68 , 255-290; Goodman
(1988), págs . 72 -81 .
14. Yates ( 1947); Sealv ( 1981 ); H ankins (1990) .
15. Burke (1983).
58 HIST()RIA SOCIAL D EL CONC)CJ.iVflENT()

sultase más fácil tomar el control de instituciones recientes que de otras


más antiguas, por lo que seguramente no fue casual el hecho de que la
Reforn1a la iniciara el profesor L11tero ei1 un n1omento en q11e su uni-
versidad apenas contaba con quince años de existencia. Un año 111ás tar-
de, Philip Melanchthon entró a for1nar parte del claustro cc>1no profe-
sor de grieg·o, con la aprobación de Lutero y otros 1niembros de la
facultad, como parte de un programa de reforrna. A finales del siglo XVI
su reforma del currículo en artes ft1e aceptada co1no modelo por los de-
más profesores de las u11iversid ades protestantes, tales como Nlarburg·o
(fundada en 1527), Koe11igsberg (1544),Jena (1558) y H elmstedt (1576),
todas ellas institucio11es nuevas, con escasas trad.icio.nes y me.n or hosti -
lidad hacia el huma11isn10 q11e e.n otros a1nbie11tes. 1< 1

Alcalá abrió sus a11las e111508, seis años más tarde que Wittenberg.
S11 fundació11 no p11ede interpretarse corno un triunfo del hu1nanis1no,
puesto que s11s creadores se inspiraron conscientemente en el modelo
de París y se nl1trió de profesores que de una u otra manera en su día
tuvieron vinc11laciones con París o Salamanca. 17 Sin embargo, como en
Wittenberg, el pulso entre el hun1anismo y el escolasticis1110 se d eci-
dió a favor del prin1ero. E .n .J\lcalá se fi.111dó u11 colegio <<trili11g·üe>> para
i1npulsa r el estudio de las tres le11guas l>íblicas -latín, griego y l1e-
breo- alg·unos añc>s antes de que, en 1517, iniciase sus acti,ridades otro
coleg·io de ¡)arecidas características en la vetera11a Universidad de Lo-
vaina. En Alcalá, entre 1514 y 1517, 11n equipo de sabios, en tre los que
se inclu.ía el conocido hu1nanista .Antonio de Nebrija, preparó e impri-
mió la famosa edición políglota de la Biblia. 18
.i\l contrario que Wittenberg y Alcalá, Leiden se f.u11dó, e11 157 5, por
razon es ese.n cialmente ideológ·icas, co1110 una universidad calvinista.
El pri1ner presidente del cc>nsejo universitario, Janus Do11sa, irr1pulsó
el desarrolle> de la instit11ción con 111étodos que hoy se ha11 hecho fa-
n1iliares entre nosotros: ofreciendo elevados salarios a cam bio de car-
g·as docentes reducidas con el fi n de atraer a sabios de primera línea.
Entre otros, _aceptaron su oferta los botánicos Rembert Dodoens y
Charles de l'Ecluse y el filólogo clásico Joseph Scaliger. Aunque Lei-
den no representó u11a 11ovedad por su estr11ctura for1nal , pronto des-
tacaro11 en ella, h asta adquirir una i.m ¡)ortancia notable, dos materias
relativamen te n11evas de.ntro de la fac11ltad de artes: la historia y lapo-

16. G rossn1ann (1975).


17. Codina Mir (1968), págs. 18-49.
18. Bentley(1983),págs. 70-111.
li\'S'r lTlJCJONALIZA CI<)~ DEL CONOCI \IIEKT O ( ... J 59

lítica. La historia la e11señó un hu1na11ista descollante, Jt1stt1s T, ipsius.


Desde el pu11to de vista puramente ct1a11titativo, el éxito que ttrvo la
pc>líti ca h1e m ayor si cabe: e11t rc 1613 y 1697 pasaron por Leiden 762
estndia11tes d e esta esp ecialidad. 19
Estos eje111plos i10 11os sirve11, desde luego, para sostener qu e todos
lc>s pr<.)fesores de las nt1e,1as t111iversidades ft1eron innovadores y 1ne11os
aú11 qt1e las nuevas id eas fueron el n1011opolio de insti tuciones de r e-
ciente fundación. No fuer o11 las u níve rsidacles, sino gru p os rnuy con-
cretos dentro de ciertas u11iversidades los qt1e se opusieron al h11rn a-
nismo . La fu11daci ón de cáte dras e.le retórica e n T,ovai11a (e11 1477) y
Salama11ca (en 1484) denota simpatía hacia lc>S stzttlia hu11zanitalis, igual
que la c reació11 de puestos de profesores adjunt<.>s e11 historia en las
U1liver sidades de ()xford y Cambridge a cornie11zos del siglo XVII. Las
ideas de los humanistas calaron poco a poco en las ltniversidad es, es -
pecialme11te e11 el se11tido de que influyer on para qu e se introd11j esen
cambios en los ct1rríc"UlC>S extraoficiales, y no tanto en las normativas o fi-
ciales.10 Sin er11ba.rgo, entonces había pasado ya la fase m ás cr eativa del
rn ovirniento hl1manista. Ahora el desafío a lo establecido provenía de la
<<11t1eva. filosofía>> o, en otras pal abr as, de lo qt1e 11c>sotros llarna111os
. .
<<C1enc1a>>.

LA REVOLUCIÓN CIENTÍF ICA

L a lla111ada <<nueva fi losofía>>, <<fi losofía 11att1ral>> o <<filosofía m ecáni-


ca>> d el siglo .X.v"TT represe ntó 11r1 proceso intelecn1al de talante innova-
do r tnás al1toco11sciente aún qt1e el R e11acimiento, pt1esto ql1e i111plicó
e l rechazo de tra<licio11es tanto clásicas c<>1110 inedieva.les, incluida la
visión clel r11undo basada e.11 las Í(leas de i\ristóte les y 'Tolo111eo. L as n11e-
vas id eas estuvieron asociadas con tin i11ovi1nie11to qt1e hal)itt1ah11e11te
se conoce (aunql1e es verdad que crecen las dud as acerca de la idon e i-
dad de esta etiqu eta) como la R evolució11 cie ntífica. 2 t Como los hu n1a-
nistas, pero en inayor escala, los partidarios de este m ovimiento tratar on
de incorporar conocimie11tos alternativos al aprendizaj e. P or ejemplo,
la ql1Í1nica. debió rn11cho a la tradición artesana de la metalurgia y la

19. Lunsingh Schcurlccr y f>osthumus i\1eycs (197 5); Wa11sink (197 5).
20. Fletcher (1981); Giard (1983 -1985); Rüegg (1992), págs. 456-459; Pedersen
(1996).
2 1. Shapin (1996).
60 HISTORIA SOCIAL DEL CONOC:IhilTENT O

botánica se c.iesarrolló a partir del conc>cin1iento de jardineros y sana-


clores p<)pulares.22
Aunque algunas figuras descollantes de este 111ovi1nie11to trabaja-
ron en Ltniversidades -Galileo ,y J\fe\vton entre otros-, los círculos
acadén1icos se mostraron notablemente hostiles a la nt1eva filosofía (t1na
excepción i1nportante, pero que no hace más que con firmar la regla, la
constituyó la nueva Universidad de Leiden, que se convirtió en centro
clave de la innovación médica duran te el siglo xv11). 23 Como reacción a
esta oposición, los partidarios del nuevo enfoque fi.111daron sus propias
organizaciones, sociedades co1no la Accademia del (~íme11to e.11 I•'l o -
rencia (1657), la Ro)ral Society de l.ion.dres (1660) o la A.c adérnie Ro-
yale des Sciences de París (1666). Esas org·a11izaciones eran ei1 gran
parte h erederas de las acaden1ias hu111a11istas, co11 la diferencia de (1ue
ah(>ra se p(>llÍa 111ás énfasis en el estudio de la natL1raleza.
El argur11ento seg·ú11 el cual la hostilidad ele las universidades hacia
la nueva filosofía condujo a la creación de <<so ciedades científicas>>
como marco institucional alternativo fue expuesto por Ivlartha Ornstein
en un libro publicado en 1913 ('réase, anteriormente, la pág. 22). Según
Ornstei11, <<Si exceptuamos las facultades de n1edicina, las u.11i,rersidades
contribuyeron poco al desarrollo de la ciencia>> durante el siglo X"\'11. Es
una afi1n1 ació11 que se ha rep etido a t11e11t1do. 24 E.n el caso de Inglaterra,
por ejern p lo, algunos historiadc>res han vinculade"> la fi1ndacic)11 de la
Royal Society con las críticas (}lle \ Villian1 Dell,John Webster y otros
lanzar<)l1 a mediados del siglo 1.'VTI contra las Universidades de Oxford
y Carnbridg·e.~ 5 Webster, por ejemplo, qt1e compaginó su condición
de clérigo con el ejercicio de la cirug·ía y la alquimia, criticó las uni-
versidades en su Exa1ni11ation of / lcademies (1654) como baluartes de
una fi losofía escolástica i11teresada e11 <<estúpidas )7 estériles especula-
ciones>> y sugirió que los estudiantes deberían pasar n1ás tiempo estu-
diando la naturaleza y <<poner seriarn.e11te 1nanos a la obr a>>. Se ha seña-
lado a 1nenudo qt1e en Ca111bridge no ht1l)o cáteclra de matemáticas hasta
1663.
La vísió 11 trad.icio11al segú.n la cual las t1niversidades se opusieron a
la <<t1ueva filosofía>> o, en el mejor ele los casos, apenas la fome n taron
ha sido puesta en tela de juicio en una serie de estudios pu blicados des-

22. Ilall (1962); Rossi (1962).


23. Ruesto~' (1973), especialn1ente las págs. 1-13 .
24. Ornstein (1913), pág. 257. Véase Bro,vn (1934), i\i:{i<ldleton (197 1).
25. Hill (1965); Webster (1975), págs. 185-202.
11\s·rrrLClf)NALIZACI() r J)EL CON<)Cl :'-.JTF:l'\TO l.... J 61

de finales d.e la d.é cada de 1970 l1asta el día ele hoy. Sus at1tores sostie-
nen qt1e el estl1dio de las matemáticas y la filosofía 11atural tuvo lln lu-
gar importante en las universidades y que las críticas co11ten1poráneas
lanzadas contra esas mismas ltniversidades obedecieron o bien a t1na
información deficiente o bie11 a sin1ples errores de apreciación. En el
caso de ()xford, se 11a señalado en diversas ocasiones la fundación de
las cátedras de astronomía y geo1n.etría, en 1597 y 1619 respectiva-
1nente. Se 11a puesto de relieve el interés de los círct1los universitarios
l)Or las nt1evas ideas. Por ejen1plo, los pt111tos de vista de Descartes se
pusieron a debate a veces en la U11iversidad de París, los ele Copérr1i-
co en la de Oxford y los de Nevvton en la ele Leiden. Por le) que se re-
fiere a las críticas de los conter11porá11eos contra las t111iversielacles, se l1a
destacado q11e la Royal Society se hizo publicida<.l y trató d.e ga11arse el
apoyo del público para s11s planes, mientras que Dell y \Vebstcr, ambos
protestantes radicales, tenían ta1nbién sus propios compromisos, por lo
que sus críticas i10 pueden ton1arse al pie de la letra.~ 6
A 111edida que las aguas de la co11troversia volvían a su cauce, se 'rio
rnás clara1r1e11te q11e l111biese sido erróneo lin1itarse a co11trapo11er el pro-
gresis111e> ele las acadernias al conservad11ris1110 de las universidades. Es
difícil 111edir la i1nportancia relativa ele las universidad.es y otras instit11-
ciones, p11esto que 1r111cl1os sabios pertenecieron a a1nbe>s munclc>s. Co1110
sucede tan a ment1do en este tipo de debates, es n.ecesario distir1gt1ir
- entre difere11tes universidades, diferentes momentos, diferentes dis-
ciplinas y diferentes cuestio11es- si las universidades fl1eron incapaces
de plasmar nuevas ideas, se mostraron remisas a la hora de difundirlas
o se opusiero11 activan1e11te a ellas. 27 No obstante todos estos proble-
n1as, parece pos.i ble sacar algi.111as conclusiones provisionales.
En priiner lugar, co1no s11cediera en el n1ovimiento ht1ma11ista, la
proliferación de nuevos tipos ele institucio.n es 1)arece de1n.ostrar qt1e un
considerable núrnero ele clefens<>res elel n1ovi111iento a favor de la re-
forn1a de la filosofía 11atural percibió las t1niversidades como obstáct1- ·
los para la reforma, al menos ei1 los prir11eros estadios ele clicl1c> movi-
mie11to. Estos escenarios ofrecieron microentornos apropiados o bases
n1ateriales para las nt1evas redes, pequeños grupos o «:cornunidad.es
episten1ológicas>> que a men11do han desempeñado un papel muy i1r1-
portante er1 la 11istoria del conocimiento (véase el capítulo 1).

26. Ruestow(l97 3);'lyacke(l978);Feingold(l984, 1989, 1991, 1997);Brockliss


(1987); J ,ux (1991 a, 1991 h); Porter (1996).
27. Cohcn (1989).
62 I-IlSTORli\ SOCIAL DEL CONOCIA1.IEN' I'()

E n segundo lugar, en algu11os casos las distinciones entre estas n ue-


vas for1nas de institució11 so11 lógicas. i\lgu11as de ellas se fundaron de11tro
de las .tn.ismas l1niversidades: por ej e tnp lo, los jardines botá11icos, las
aulas de anato1nía e11 for111a de teatro, los laboratorios y los observato- ·
rios, todos estos eje1r1plos cc>nstituían islas de innovación dentro de es-
tructuras rnás tradicionales. La nueva U11iversidad de Leiden tuvo su
jardín botánicc) en 1587, un at1la de a11ato111ía en 1597, un ol)servato-
ri o en 16 33 v.. t1n laboratorio e11 1669. La Universiclad relativa1nen te
reci ente de Altdorf con tó con un jardín botánico en 1626, con un aula
de a11atomía en 1650, con u11 observatorio en 1657 y con u11 la bc>rato-
rio en 1682 .
Algunas institt1ciones las fi.111dó desde abajo t111 g·rupo de personas
que , compartiendo una n1Ís1na 111entalidad, se decidieron a for1nar una
sociedad , como los ·filósofos n aturales o <<linces>> (Lincei) en la Ro1na
del siglo xv11, o u11 i11dividt10 qt1e convertía parte de su casa en 111useo
o <<gabinete d e curiosiclades>>, donde se podían exhibir piedras, co11-
chas, animales exóticos (pc) r eje1nplo, caimanes) o <<capricl1os cie la na-
tt1r aleza>>. La creación de muscos de este tipo durante el siglo XVII es
u11a clara sefí.al de la difusión de una concepció11 1r1e11<)S logocéntrica
del co11oci1nie11to, de un inte rés por las cosas ·y tainhién por las pala-
bras, co1no recomendaba el pedagogo reformista checo Jan Arnos Co-
m c11i us (véase, más adelante, la pág·. 11 6).' 8
Otras in stituciones las fundaron desde arriba gobier11os cuyos re-
cu.rsos fue ro11 .n ecesarios {)ara proyectos a gran escala y equipa111ie11tos
costosos. El fa111oso ohservatorio del a!:>tró11omo 'fy cho Brahe en la isla
de I-Jveen (véase la figl.1ra 1) se fu ndó c11· 1576 y lo costeó el rey de Di-
na111arca. La Acacle1nia Fra11cesa de las Ciencias fue otra fu11dacicSn re-
g·ia. El Observatorio de París (1667) lo fundó Luis xrv, y el Observato-
rio R eal de Grce11wich (167 6) Carlos II para con1petir cc)n st1 r)ocleroso
rival.
Las n1ismas cortes de algu11os príncipes ofreci eron oportun idades
para la. práctica de la filosofía 11at11ral, cc)1110 en el caso ele Praga ei1 tien1-
pos del emperador Rodolfo TT (fascinado ta1nbién ¡)or estos cstt1dios) o
Florencia e11 la ép<)Ca del gran clt1que Cosimo ll. Un animador de pro-
yectos i11novaclores co1noJoha11n Joachi1n Becher, inter esado en la al-
qt1imi a, la 1necá11ica, la inedi cina y la economía. política, se en contraba
segt1ra1nente 111 ~\s a gt1sto en el n1undo de la cor te de Vie11a de 111ed ia-

28. ln1pey y lVlacgrt:gor (1985); Po1nian (1987); Findlen (1994).


l:'\S' J' I' rCCJC).NALIZAC I <)N DEL CONOCl IEN'l'O [.,.] 63

F 1c;L'R.:\ l.Grabado. F./ obseri·nto1·io de ffueen, en Tycho Brahe, .4J1ronomine Instau1·1Ztae


;Vlecha11icn (1598).
64 HTS"fORTA SOC:TAL DF..L C:OKOC:ll\.'1TEN'TO

dos del sig·lo XVII qt1e en una universidad de la época. 29 Con todo, es-
tas oportunidades tuviero11 en ocasiones st1 precio. Galileo se vio obli:-
gado a hacer de cortesa110 en Florencia, mientras que la Academia
Fra11cesa de las Ciencias, por instigació11 del gobier110, dejó de lado la
investigación de <<curiosidades>>, descartadas como un <<juego>>, para
dedicarse a <<investigar cosas útiles relacionadas con el servicio del rey
y del Estado>>. 3º
Por otra parte, algunas institucio11es nuevas fueron exclusivistas,
como la Academy of. Sciences y en menor 1nedida la Royal Society, tnien -
tras que otras trataron de ll egar con las nuevas ideas a u.n público cada
vez más amplio. En Londres, por ejemplo, las conferencias en el Gres-
ham College, que dieron comie11zo a principos del siglo X\TJT, es tuvie-
ro11 abie rtas a todo el mundo y en general se dieron en inglés, no en la-
tín , con10 era habitual en las u11iversidades. En París, Théophraste
Renaudot orga11izó confe re11cias sobre un variado abanico de te1nas
para un público amplio en su Bureau d'Adresse a partir de 1633. ElJar-
dín Real de París, abierto al público en 1640, ofreció conferencias pú-
blicas sobre temas de anatomía, botánica y química. 31
E l interés por la llamada <<filosofía mecá11ica>> mostrado por los gru-
pos y las organizacio11es citados en los últitnos párrafos, y el éxito de
esta filosofía en el sig·lo XVIII .n o debería11 hacernos olvidar la <<filosofía
oculta>>, rival de la anterior. El i11terés crecie11te por lo oculto, que fue
otra forma de in11ovacic)n a co111ienzos de la época 111oderna, se dejó
sentir claran1ente en algunas cortes (concretame11te en la de Rodolfo II)
,,, . . . . . .
y, por otra parte, ge11ero sus propias 1nst1tuc1ones y asoc1ac1011es, como
los Rosacruces, tina sociedad secreta ct1ya vida giraba en torno al co-
noc1m1ento secreto.
Las nuevas institt1ciones de las que se ha hablado en los párrafos
anteriores no se limitaron al ámbito de la filosofía natural. La Royal
Society, por ejemplo, en las orientaciones dadas a los viajeros (véase,
n1ás adela.n te, la pág. 261), no se interesaba sólo por la fau11a y la flora
de diferentes partes del m1111do, si110 tambi é11 por las costumbres de
sus 11abita11tes. Cua11do, hacia 1670, I ,eibniz proyectó una sociedad ci en-
tífica al e1nana, to111ó con10 modelos la Academy of· Sciences y la Royal
Socíety, at1nque acentt1ó, más que las ii1stituciones i11glesas, la impor-

29. Evans (1973), págs. 196-242; .i\'Ioran (1991), págs. 169 y sigs.; Smith (1994),
páginas 56-92 .
30. Biagioli (1993); Stroup (1990), especialn1ente la pág. 108.
31. llill (1965), págs. 37-61; Mazauric (1997); A1nes-IJe,vis (1999).
INS' f' l1' UC l ():'\IALTZACJÓ N f>F.L C()N()(;J \ IJE 'I"() [ .. . ] 65

rancia d e lo qu e él llamó la res litteraria, es decir, las hum anida des. Los
mt1seos y l(>s gab in e tes de C\1riosi dad es no contenían exclt1si varne11te
co11ch as y ar1i111ales disecados, si110 también monedas ro1nanas l l ol)je-
tos <le p aíses lejanc>s co1no Chi11a o .i\1éxico. ~.\lgunas de las 1n ás farno-
sas sociedad es cie ntífi cas del siglo xv11 se inte r esaron por el lenguaje,
concretamente la Crl1sca <.le F lo rer1cia (que pl1bhcó un diccionario en
161 2), la I•ruchtbr ing·ende Gcsellscl1aft alern an.a, h1ndada en 1617 [lite-
raln1ente, <<Sociedad prodl1ctiva o provech<>sa>>], y la Acadérnie l"ra11s;ai-
se ( 1635). D e este m is1n o estil o fuer on los salones i11fo rm ales que flo -
r ec ieron en Pa rís, aproximadam ente en tre 161O y 1665, bajo el
inecen azgo de mt1jeres cultas de la aristocracia en el i)alacete de R am -
bc>uillet y en otr<)S lugares.' 2
Otras sociedades se interesaron por la histori a, corn <>la Society of
l\11tiqt1aries en l ,on<lres (fundada en la década de 1580) o e l Antikvi-
tetskollegiet en U ppsala (1666). Bibliotecas y laboratorios se C<>11vir-
tieron a \reces e n ll1gar de e nct1entro <l e sabios. Los con\re11tos de las
ór de11es religiosas sirviero11 también en ocasiones de marco para p ro-
)1ectos cien tíficos colectivos, co1no las vidas de san tos que escribieron
los bolandist as en la casa de los jes11i tas e.l e i\Jn be res o las ambiciosas
obras históricas que redactaron los 1nal1ristas e11 el monaste rio be11e-
dicti11 0 d e Saint-G er main-des Prés, lt1gar de encl1e11tros se1na11ales de
debate en los que algunos han visto t1na de tan tas <<acade1ni as>>.33
1<><.las estas nl1eva s <<se des)' lugares de saber>>, como las llan1ó Ba-
con (o <<sedes de co11ocirnie nto>>, en p ala bras del b aconian<> Tho111as
Sprat, historia<.lor de la Rc>yal Society), cornpartieron t1n rasgo cc>1nú11:
repr esentaron otras ta11tas oportunidades para la in 11ovación - nuevas
ideas, nt1cvos en foql1es, n t1evos ternas- y también para los in novado-
r es, al margen ele la r eleva11cia acadé111ica de los mism.os. Otra cosa que
l1al)rÍa que destacar es el h echo de qt1e ei1 estos lugares se itUJ)Ulsó el
debate científico. Los debates intelecu1ales del)e11 rnucho a las formas de
sc>ciabi li<lad y, consecuentem ente, a los rnarcos sociales en que se de-
sarrc>llan, <lesc.ie el aula en qt1e tiene lt1gar t1n semi nario hasta la cafe-
tería. En la prir11er a etapa de la Europa m oclerna, las sociedades cie11-
tíficas cor1trib t1yeron a crear una ide11tidad colectiva e n la <<clerecía>>
e impt1lsaron. el desa rrollo de co1n unidades intelectuales, desde grupos
p eql1eños e íntin1c>s con predorninio de las relaciones person ales has-

32. P ícard (1943); Lougee (1976); Viala ( 1985), págs. 132- 137.
33. Knowles (1958, 19 59) .
66 .H IS'l'()RIA SOCIAL DEL c:<>N(){:L\11EN' r()

ta la comunidad n1ás an1plia de la Re¡.)ública de las letras (véase,


ar1teriorn1ente, la pág·. 3 5), conectadas por medio de visitas y especial-
r11ente a través de la correspondencia. En pocas palabras, no debería
olvidarse lo que se ha denon1inado <<la importa11cia de estar institucio-
nalizado;.>. 34

LA lLus·rRACIÓN

Desde un pt1nto de vista institucional, el siglo XVIII señala un mo-


mento decisivo en la historia del conoci1niento europeo por diversas
razones. En primer lugar, el monopolio virtual de la educació11 supe-
rior ejercido por las u11iversidades fue puesto en tela de juicio en ese
n101ne11to. En segundo lugar, asisti1nos al 11acin1iento del instituto de
investigación, del investigador profesio11al y, e11 realidad, de la idea
1nisrna de <<i11vestigación>>. En tercer Jugar, Ja intelectualidad, es¡.1e-
cial111e11te e11 Francia, se involucró más proft1ndamente que n unca en
proyectos de reforr11a econór11ica, social y política o, en otras palabras,
en la Ilustración. Es necesario estudiar estos tres puntos más detalla-
da1nente, uno a uno. ·
En 1700 ya existía11 algunas institt1ciones alternativas dedicadas a
la educación superior. Aunque los artistas co11tint1aro11 recibie11do bt1e-
na parte de st1 forrnación en talleres, la instrucció11 que éstos C)frecía11
se co1npletó cada 'rez n1ás a 111enudo asistiendo a determinadas acade-
mias en Florencia, Bolonia, París y otras ciudades. En Sor0 (1586), Tu-
binga (1589), Madrid (1629) y otras ciudades se fundaron academias
para que los hijos de la nobleza estudiaran matemáticas, sistemas de
fortificación, lenguas modernas y otras habilidades consideradas ú tiles
p ara su carrera en el ejército o la diplo111acia. I-Iacia 1600, en Sedan y
Saurnt1r se fi.1ndaro11, para los calvi11istas fra11ceses, academias o cuasiu-
11iversidades que desempeñaro11 u11 i1nporta11te papel en la vida intelec-
tual hasta su supresión en 1685. En .Amsterda1n, el Athenaeun1 (ft1nda-
do en 1632) subrayó la irnporta11cia de 11uevas asig11aturas, co1no la
historia v, la botánica.
Sin embargo, justamente en el siglo X\IJII se n1ultiplicaron estas ini-
ciativas. Se fundaron academias para las artes en Bruselas (1711), Ma-
drid (1744), Venecia (1756) y Lo11dres (1768). E11 Berlí11 (1705) y e11111u-

34. Hunter (I989), págs. 1-14.


lNS'f!TlJ(: J():--/ ALIZACIÓN D EL C ()~OCI.\I TF.NTO ( ... ) 67

chos otros l11gares se eri giero n 1111evas acaderni as nobles. Entre 1663 y
1750, en Lo11dres y sus cercar1 ías, así co1no e n varias ciudades pro,rin-
ciales co1n o Warrington en Lancashire (do11de u110 de los profesores
fue el filósofo i1atur alista Joseph Priestlcy), se fundaron cer ca de se-
senta academias para <<dis identes>> de la l glesia de I11glaterra, q11e 11a-
bían sido expulsados de Oxford y Ca111bridge.
L as acade rnias disidentes impartieron un curríc11lo mcnc>s tradicio-
11al c1ue las universidades, pc11sado para futuros 11om bres de negocios y
i10 tantc) para caballeros, que de dicab a especial aten ción a la filosofía
111ode rna (p<>r eje111plo, a las ideas de L ocke), la filosofía natural y la his-
toria rnoderna (u11 111a1111al util izado ¡)or muchas de ellas fue la historia
política de Europa escrita por el j11rista ale1ná11 Sam11el .Pufendorf). A
veces la c11seña11za se i1n partía e11 in glés y 110 en latír1. 3) En Europa
cen tr al se fundaron colegios p ara e11señ ar el arte de gobernar a los fu -
turos fu11cionarios, por ejen1plo la Ka rlsch11le e11 Stuttgart. Ta111bié11 se
:ft.1ndaron n11evas instin1ciones, corresp ond ie11tes a lo qt1e posterior-
1nente sería11 los colegios de tecnología, para enseñar i11g·e11ie ría, mi11e-
ría, i11eta l11rgia y silvicultura: por cjetnplo, el Collegium Caroli11u1n en
Kassel (fundado en 1709), las academias de i11ge11iería de 'Vie11a (17 17)
y Praga (1718), la escuela de silvicultura fun dada en 1763 e11 los m on-
tes H arz y las acadetnias de 1n i11ería de Seln1ecbán)ra en Hungría y F r ei-
berg e11 Sajonia (1765).
E l seg·u11do desarrc>l lo in1po rtar1te c1ue t11vo lugar d11ra11te el siglo
JCTlITI fue la fu11dación de orga11izacio11es desti nadas a ¡)rornover la in-
vestigación. El térrn.i110 inglés researc/1 (recherche e n fra11cés, ricerca e11
italiano, etc.) se deriva, como es o bvio, de search [<<buscar>>] y aparece
ya en los tín1los de algunos libros d~rantc el siglo :X"VI: por ejemplo e n
fra.n cés e11 el título de la obra de Etier1n e Pasquier, Recl1erches de ta
Frattl'e (1560). Se utilizó preferenten1entc e11 plural y desde fi11ales de l
sigl c>XVTI su uso se generalizó, )r más aú11 a finales del siglo XVTII, r efi-
riéndose e11to11ces tanto a las artes corn o a las ciencias, a los estudios
históricos come> a los de te1na 1nédico. J t1n tamente con la p alabra 'rese-
arch, se en1pez,aro11 a lltilizar de forn1a n1ás ge ner al otros términos,
como <<i11vcstigación>> (invest1'.gation y s11 ec1uivale11te italiano: i1zdagi1ze),
que a partir de entonces abarcó \111 sig11ificad o n1ás atnp lio c1ue el que
tenía en su contexto legal origj n al, y <<cxperir11ento>> (experi1nent, ci-
11zento en italiano), qu e r estringió su senti d<> original d e prueba o corn -

35. Parkcr (1914).


68 li l STORl A SOCIAL DEL CC)NC)Cl ÑIIENTO

pro bación en gen eral para referirse en concreto a la prueba o compro-


bación de las leyes de la naturaleza. Rrl i)arecido se11tido, el famoso pan-
fleto de Galileo JI ,)aggiatu·re t1tilizaba la 1nctáfora del <<ensayo>> o <<Com-
p robación>>.
Con side rado g·lobalm ente, este conjunto d e térmi 11os sugiere una
tom a de con ciencia creciente en alg unos círculos de la necesidad de
<1ue el C<'>nocimiento fuera sistemático , l)ro fesional, útil y de talante C<>-
op era tivo. L a Accadcm ia de l Cim ento de Flore n cia publicó r e latos
an ónim os de sus exp er imentos, com o si t uviera en mente lo (]Ue el
sociólogo Augu ste Comte ll am aría p osterio rrnm ente la <<historia sin
non1 bres>> (véase, anterior111e11te, la p ág. 13). Por todas estas razones,
es leg·íti1no afirm ar que en to rn.o al año 1700 se proclujo un deSJ)laza-
mien to desd e la <<Ct1riosidad>> hacia la <<investigación>>, como qt1eda re-
flejado en el m emorán.dum en que L eibn iz recomien da la fundación de
t1na acaden1ia e n. Berlín, señalando qt1e los obje tivos d e la mis111a 110
han de li1nitarse a satisface r la mera curi osidad (Appetit zur Curiositat).
Este se nti do de l)Ús<1ueda o in vestigación estuvo relacio11ado con la idea
de que la provisión d e con ocimiento no era con st an te, ni en calidad ni
en. cantidad , si110 suscep tible de <<progresar>> C) <<111ejorar >>, tern a en el
que n os detenc.i rcmos más ad.elante.
Existe u n i1exo evide11te en t re est a co11cien.cia y el desarrollo de or-
ganizaciones d estin adas a fo m entar la investigación . L a fam osa visión
de Bacon de la <<Casa de Salo1nón >> en su novela filosófica La Nueva
Atlántida (1626) describió u n. in.stituto de i11vestigación con un.a l)la11-
tilla de trei11ta y t res cie11tíficos (sin co11tar los ayuda11tes), e11tre los cua-
les se contab a11 <<co merciantes de luz >> (que 'riajaban para traer de vuel-
t a el conocimien to), observador es, experimentadores, compiladores,
intérpretes, etc. Algo parecido a esto, aunq u.e ei1 1nenor escala, existía
ya e11 unos po cos lugares de E uropa . I ,a visiór1 ele Bacc>n tal vez, c.i e ba
más de lo que generalmen te se pierl.sa a cleter1r1inac.Ias insti tuciones
contempor áneas: la Acad em ia de los L incei de Roma, de la qu e fo rmó
p arte Galileo; e l obsen ratorio <le Tych o Br ah e en U ranib org, con su
comJ) lejo de edific ios y su cue rpo de ayuclantes; o la C asa de Contra-
t ació n de Sevil la (véase, an teriormen te, la pág. 57), dorlde se recogían
datos y se actualizal>an las cartas de n avegación.
A su vez, la c.lescripción de Bacon pr obabl emente esti1nuló a otr as
irlstit uciones para qu e cambiase11. L a Royal Society, e11 la que al)u .n da-
ba11 los admiradores de Bacon , esp erab a contar con un laborato rio, un
observatorio y un museo. L a n1isma insti tuci órl sufra gó la in vesciga-
ció11 de Rob ert I-Iooke y N el1emiah Grew por m edio d e suscripciones.
l~STITCClONALIZAC IÓt\ J) EL CONOCl.vllE"fT() [ ... ] 69

A escala m.11cho mayor, Colbert, minjstro <le Luis XTV, gaste) 240.000
libras en investigación en el marco de la Acadc1nia d e las Ciencias, en
parte para pagar a algunos sabios, los pensionnaires, los sueldos que les
per1n iti e ron llevar a cabo proyectos colectivos com o una historia na-
t11ral de las r>la11tas. 36
Estas irliciativas de la década de 1660 se vieron incretnenta<las en el
siglo :>..'VTIT, la época de la acade111ias, q11e generahnente estuviero11 subven-
cionadas por los goberna.n tes. Los s·ueldos que en este co11texto reci-
bier on algunos sabios les per1n itier(>n dir igir sus i11vestigaciones y, de
esa m a11era, desarrollar sus carreras, p(>r lo rnenos a tiempo parcial,
fuera de las universidades. El científicc> prc>fesÍ<)nal del s iglo XIX surgió
a partir de una tradició.n semiprofesional. D11ra11te el siglo .x.v111 se fun-
daro11 u11as sete11ta sociedades científicas i11teresadas tc>tal o parcial-
1nente en la filosofía natural. Entre ellas, las inás farnosas fu erc>11 las
acaden1ias de Berlí11, San ~etersburgo y Estocolmo (Kungliga Svenska
Vet enskapsakaden1ie); en cambio, la Academia J:<'rancesa de Ciencias se
creó en 1699. C(>n un vigoroso ¡)residente (como Banl<s en Londres o
.i\;lat1pertuis en Berlín) y un activo secretario (como Forrr1ey en Berlín
o ·w arge11ti11 e11 Estocol1nc>), estas sociedad es consiguiero11 resultados
verdader a1ne11te notables. Orga nizarc)n expediciones para recoger in -
formación científica (véanse, 1nás adelante, las págs. 168- 169), otor-
garon premios y, gradLtalmente, formarOJl una verdad era red interna-
cio.nal, ii1tercambiando visitas, cartas y pttblicacic>11es y e.n ocasio11es
desarroll ando proyectos en común, participando, asi, e11 el <<negocio>>
y <<Con1ercio>> del saber reco1nendad o por L eibniz: eine1i Handel ztnd
Commercí11,m mit Wissenschaften. 17
Esta organización cada día más formalizada del conocimiento no
fue exclttsiva del esn1dio de la n.atl1raleza. D urante el sig·lo XVIII algunos
monasterios, especial1n e11te be11edicti11os, se co11virtiero11, sig·t1iendo el
ejemplo de los n1a11ristas de fi11ales del siglo A.'VII, aunque ponie11do
más de relieve la investigación colectiva, en importa11tes ce11tros de sa- ·
her histórico en Francia y en la Europa de hal>la g·ertnánica. 38 Leibniz
s11girió gue una de las tareas de la n11eva Acade111ia ele Berlín del)ería
ser la i.nvestigació11 h istórica. Esta i11vcstigación .la e111prendiero11 e11

36. H unter (1989), págs. l , 188, 261, 264- 265; Stroup (1990), pág. 51; Christian-
son (2000).
3i. Hahn (1975); C~illispie ( 1980); lvlcClellan (1985); L ux (1991).
38. Voss (1972), págs. 220- 229; Gasnault (1976); Han11nern1eyer (1976); Ziegler
(1981).
70 l-IIS'f () RlA SOCIAL DEL CONOC;I;\·11.ENTO

serio algu11as academias provinciales en Francia y Alemania. En Fran-


cia, concretame11te, el gobierno la. costeó a través de los salarios con-
cedidos a los miembros de la Academia de Inscripcio.nes de París, re-
orga11izada en 1701 según el .m odelo de la Acade.m ia de Ciencias. 39
Para el estudio de la política se crearon lios acaden1ias: la de París, por
i11iciativa del 111i11istro de Asuntos F,xteriores, el tnarqués de Torcy
(1712), y la de Estrasburg·o, obra del profesor Johann Daniel Schopflin
(hacia 17 57).4<1 La investig·ación, incluida la de tema histórico, fue im-
portante en la nueva Universidad de Gotinga, fundada en la década de
1730.
El siglo XVIII fue una época especialmente favorable para las aso-
c.i aciones voluntarias de los tipos .más diversos, 1nuchas de ellas dedi-
cadas al i11tercan1bio de inforn1ación e ideas, a 1nent1do al servicio de la
Refor1na. Tres ejemplos ton1ados de las islas britá11icas pueden servir-
11os para ilustrar el crecie11te i11terés por el co11oci1nie11to útil: la So-
ciedad para la Mejora de la Agrict1ltura, de Dublín (17 31 ); la Sociedad
de Artes, de Londres (1754), fundada para esti1nular el comercio y las
mant1factur as; y la Sociedad Lunar, de Birmingham (177 5), para el in-
tercambio de información científica y técnica. 41 El desarrollo de logias
masónicas en la pr imera parte del siglo XVIII en Londres, París y otros
lugares refleja esta n11eva tendencia, así co1110 t1na tradició11 más anti-
gua de conoci111iento secreto.
Incluso orga11izaciones tnás i11forr11ales, con10 el saló11 y la casa de
café, tuvieron un papel en la co111unicación de ideas dt1rante la Ilustra-
ción. En París, los salo11es 11an sido descritos co1no los <<espacios efec-
tivos del proyecto de la Ilustración>>. Por ejemplo, bajo la dirección de
madame de 'Tencin se reunier on periódicamente para debatir t emas
de interés común Fontenelle, .Niontesquieu, .Niably y H elvétius. Por su
parte, madame de L'Espi11asse actuó como huésped de D'Ale1nl)ert,
Tl.1rg·ot y otros m ie111bros del grupo que publicó la En~)'ClojJédie. 4 - Las
casas de café dese1npeñaro11 un irnportante papel en la villa intelectt1al
e11 Italia, Francia e l11glaterra a partir de la última parte del siglo X\lII.
E11 Londres, en Douglas's )l en la casa de café J\-iarine se dieron confe-
1

rencias sobre matemáticas, en C.hild's se reu11ían libr eros y escritores,


Will's fue el lug·ar de encuentro del poeta John Dryden y sus amigos,

39. Voss (1972), págs. 23 0-233; Roche (1976), 1978); Voss (1980).
40. KJaits ( 1971 ); Kee ns-Soper (197 2); Voss (1979) .
41. lm Hoff (1 982; 1994, págs. 105-154); Dülrnen (1986).
4 2. Goo dman(l 994),págs. 53 , 7 3-89;Im Hoff( l994), págs. Jl3 - 11 7.
1:-.:s·rrrl.JCIONALIZACI();\' DEL C00:0CL\.1l.ENT<) [ .. . ] 71

mientras que los refugiados protesta11tes franceses se congregaban en


el Rainbow. E11 París, Diderot y sus an1igos se reunía11 en la casa de
café Procope, fu1.1dada e.n. 1689. I...os propietarios de estas casas de café
solían pon.er a disposició11 del 1)úblico revistas y diarios co1.110 u11 gan-
cho para atraer nuevos clientes, y de esta 111anera esti1.11u1aro.n e1 debate
púl)lico de las noticias, el c.lesarrollo e.le le) c1t1e a 111e11udo se ha lla1nado
<<opinión púl)lica>> o <<la esfera púl)lica>>. Todas estas i11stitucio11es fa-
cilitaron el enct1entro entre ideas y, naturalmente, también entre los
individuos. 43
La prensa, especialmente la de carácter periódico, ha de verse ta1n-
bién como una institución. St1 importancia para la vida intelectual
europea no dejó de crecer a lo largo del siglo XVlII, co11tribuyendo a la
difusión, la cohesión)' el poder de la comunidad i1nagi11aria de la Re-
pública ele las letras. Entre 1600 y 1789 se tiene11 noticias de la fu11da-
ció11 de i10 1nenos de nlil doscientos sese1.1ta y siete diarios en francés;
de e11os, ciento setenta y seis lo fuero11 entre 1600 y 1699, y e] resto
con posterioridad a esta últin1a fecha.+~

Resu111ie11do lo dicl10 l1asta aquí, el ejetnplo de las instituciones de


aprendizaje en los pri1neros siglos de la Europa n1oderna parece con-
firmar las ideas tanto de Bourdieu sobre la reproducción ct1ltual como
las de Veblen sobre el vínculo existente entre marginalidad e innova-
ción. L as universidades continuaron realizando, probablemente con
eficacia, su funció11 tradicional de enseñar, pero, l1ablando en general,
en el an1biente tiniversitario no se desarrollaron las nt1e\ras ideas. En
ge11eral, estuviero11 aquejadas de lo qt1e se ha llamado <<Í11ercia instin1-
cio11al>>, lo qt1e las llevó a mantener sus tradiciones corporativas, au11-
que al precio de un progresivo aisla1niento de las nuevas tendencias. 4 )

1\. largo plazo, lo que nosotros percibimos so11 ciclos ele in11ovación
seguidos de lo que Nlax \Reber solía deno1ni11ar Ve1!"ailtdglich11,ng, es ele-
cir, <<trivialización>> o <<rt1tinizaciór1>>. Thon1as l(t1hn lo calificó de <<cien-
cia normal>>. En Europa, estos ciclos son identificables desde el siglo
XII, cua11do las nuevas instituciones llamadas u11iversidades sustitu)re-
ron a los monasterios corno ce11tros de saber, hasta nuestros días. Los
g·rupos creativos, marginales e i11formales de un período se co11vierten
general111ente en orga11izaciones formales, mayoritarias y conservado-

.:J.3. Habern1as (1962); Ste\\·art ( l992);Johns (1998), págs. 553-556.


44. Cálculos ton1ados de Sgard (1991).
45. J ulia (1986), pág. 194.
72 I-fISTORIA SOCIAL DEL CONOCJ?YllENTO

ras de la sigt1iente ge11eración o de la generación que sigt1e a la siguien-


te. Esto no sig11ifica qt1e la reforma o la reno,ració11 de las orga11izacio-
11es tradicionales sea i111posible. El nuevo papel desemi>eñado por el
mo11asterio benedictino, una institución sin duda a11tiquísi111a,. en el de-
sarrollo de la in,,estig·ación a lo largo del siglo XVIII (véanse, anterior-
rnente, las págs. 65 y 69) demt1estra lo contrario. De manera parecida,
en la organización de la investigación a lo largo del siglo XIX las uni-
versidades, especialmente en Alemania, recobrarían una ·vez rnás la ini-
ciativa y se po11drían de nue,10 por delante de las academias.

CONCLUSIONES Y COMPARACIONES

Los ciclos de creatividad y trivialización ¿representa11 u11 fenómeno ge-


.n eral o se circunscriben más bien a detern1inados períodos en la histo-
ria de Occidente? U11a co111¡)aración evidente es la que podemos esta-
blecer e11tre el siste1na europeo de cornienzos de la edad moderna y el
sistema de madrasas en el rr1undo islámico, especialmente e11 Bagdad,
Darnasco y El Cairo durante los siglos que los occidentales denomi-
namos <<Edad l'vfedia>> y en el Imperio Otomano dt1rante los siglos XVI
y XVII.
i\unque en el islam no existe el clero propiame11te dicho, las madra-
sas, instituciones docentes vinculadas a las mezquitas, muestran rasgos
llamativamente parecidos a los de las in.stiruciones educativas et1ropeas
dominadas por la Igl esia. Las pri11cipales materias de estudio en esas es-
cuelas eran el Corán, el Hadith (los dichos del Profeta) y la ley islárni-
ca. I.;os kha1zs donc.ie vivían los estuc.iiantes, los sueldos de los profeso-
res, los estipendios c.ie los estudiantes y las fundaciones o wakfs libres de
impuestos que soste11ían el sisterna, todo ello nos recuerda la organiza-
ción colegial que hoy todavía existe en Oxford y C ambridge, y hasta
puede que este sistema islámico haya ejercido cierto influjo en la orga-
nización de los colegios ingleses durante el siglo XII. La disposición for-
mal del argu1nento en la mztnazara se parecía a la disputa occide11tal,
1nie11tras que la ijaza o licencia para enseñar que un 111aestro co11cedía a
sus alt1mnos es comparable a la lice1itia docendi europea 1n edieval.~6
El historiador que estableció estos paralelismos y apuntó la posibi-
lidad de un préstamo directo co11sciente de parte de los musulma11es

46. Pedersen y Makdisi (1979); Makdisi (1981).


~3
INS1'JTUCTC)NALIZACIÓN DEL CONOCL\.! IEN'l'O [ ... ] /.

no 11egaba la existencia de diferencias significativas entre ambos siste-


111as. Sin e111bargo, investigaciones más recie11tes sugiere11 que dicho
historiador sobrevaloró la organización for1nal del conocimiento y la
educación en la Edad Media, )r que el <<siste111a>> -sí lo pode.111os lla-
n1ar así- era de nan1raleza flu.ída. La ijaza era tina lice.ncia perso11al, .no
el título que concedía una institución. Lo que verdaderamente in1por-
taba en la carrera de un profesor no era dó.nde había estudiado, sino
co11 quién lo había hecho. El lugar central para el aprendizaje era u.n
círculo de estudio inforn1al (halqtt), en realidad u11 sen1icírct1lo a una
respetuosa distancia del maestro (sha_ykh), o bien en la casa de éste o en
la rnezquita. No 11abía un currículo establecido de a11temano. Los es-
tl1diantes pasaban de un 111aestro a otro síe111pre que querían. De he-
cho, el n1isrno térrníno <<estudiante>> no síernpre es apropiado, pt1esto
que algunos mieml)ros de los círculos de estudio sólo lo eran a tiernpo
parcial, incluidas las 111ujeres. No es de extrañ.ar, pues, que un historia-
clor recie11te de la madrasa hable de <<i.nfortnalidad persiste.nte>>. 47
El contraste entre los mundos edt1cativos cristiano y mt1st1ln1án no
debería acentuarse excesivamente. Durante la primera etapa de los
tiempos modernos, las universidades occidentales no fueron tan for-
111ales co1110 lo serían después de 1800.48 De todos 111odos, la prolongada
resiste11cia islán1ica a la congelación instítucio11al es irnpresíonar1te. Sigt1e
sin resolverse la cuestión de si la fluidez i11stitt1cional estuvo asociada
a u.n síste1na í11telectual más al>ierto. Evidente111ente no. Un estudia.n-
te podía dejar a t1n rnaestro e irse co.n otro, pero siernpre se le pedía
que siguiese las ideas de un sabio de ma)ror edad que la suya, y no que
se lanzase a interpretaciones privadas y a proponer visiones perso-
nales.49
, La ?nedrese (forma turca de la palabra árabe rnadrasa) otomana si-
guió pat1tas sirr1ilares. La n1ezql1ita ql1e el sultán Mehmed II fundó en
Estan1bul ¡1oco después de conquistar la cit1dad tenía seis colegios vin-
culados a ella. Durante el siglo X\t11 había en la ciudad .nove11ta y cinco
colegios, qt1e pasaro11 a ser c.ioscientos e11 el sig-lo XVIII. T.,as clases eran
abiertas, pero los estudiantes que deseaban alcanzar u11 grado elevado
dentro del ztlenza (véase, anteriormente, la pág. 48) con10 jueces, co11-
sejeros o maestros (miitlerris) necesitaban contar con el apoyo de un
maestro particular. Hacia 15 50, el hecho de haber estudiado en algu-

47. Berkey (1992), págs. 20 y 30; Chamberlain (1994).


48 . Curtís (1959); Stich,veb (1991), pág. 56.
49. Berkey (1992), pág. 30; Chambcrlain (l 994), pág. 141.
74 HJS'l'(>RlA S<>ClAL DEL C<.)N()C l;vllEN'l'()

nos colegios prestigiosos, el llan1ado grupo <<Í11tin10>>, era t1n. reql1isito


previo para acceder a cargos elevados. Poco a poco se fueron introdt1-
ciendo diplomas y exáme11es como señal de que el sistema se iba hacie11-
do cada vez más formal. 50
En este sisten1a, tanto en la modalidad árabe corno en la oton1a11a,
el estudio de la naturaleza e ra secundario. Se realizaba fundan1e.n tal-
mente fue ra de los colegios. La e11señanza <.ie la t11edici11a te11ía lug·ar
en los hospitales, fundaciones co11 u11a larga 11istc>ria e11 el nlun<.l<.) 111u-
sul1nán. A st1 vez, la astro11omía se estudiaba en observatorios especia-
lizados. El pri111er observatorio conocido se fur1dó en 1259 y er1 1577
-un año después del de Ura11iborg- el sabio Takiyyiiddin fundó otro
en Galata con el apoyo del sultán Murad III. Este último sería destrui-
do en 1580 por un grupo de soldados, lo que demuestra que el co11oci-
miento de la naturaleza no sólo era institucional1nente .m argi.n al, sino
qt1e incluso se consideraba irreligioso en. algunos a1nbie11tes. 51 Sin em-
bargo, co.m o ya hen1os visto, la 1nargi11alidad puede C<)nsrin1ir a veces
llna ventaja. D e to<los n1odos, la me<lici11a y la astr<.>nornía, a la vez ql1e
áreas i11argi11ales de conoci1niento, fu11ciona ron como enclaves de in-
novación en el mundo del islam.
El ejemplo del 1nt1nclo musul1nán, y más especialmente el del Im-
perio Otorna110, parece confirmar en algunos aspectos las teorías de Ve-
blen y Bourdieu, au11que la persistencia de ur1 sistema infurmal dt1ran-
te un lapso de tie1npo prolongado 1nl1estra que la i11stin1cionalizació11
es llD. aspecto que n.o puede darse por se11tadc). Una cc)r11paraci{)n y ur1
co11traste er1tre lc>s mundos islán1ÍC<) y cristiar10 (en su rnodalidad cató-
lica y más especial1nente lJtotestante, pt1es aper1as se ofrecen elatos so-
bre el inundo de la ortodo.xia) pone11 ele relieve la relativa fuerza <.le la
oposición. a la innovación intelectual en el islam, inclt1ida la oposición
a la nueva tecnología de la inteligencia: la imprenta. La 11ipótesis de
que la imprenta, que si11 duda dio a conocer más ampliamente los con-
flictos intelectuales, impl1lsó tambié11 el distancia111iento crítico se ve
en. parte confir.rnada por análisis 11istóricc)S con1parativos. 51
En tér1ninc)S generales, parece ql1e al i.ndividuo margin.al le resl1lta
rnás fácil dar con ideas nuevas y l)rillar1tes. Por otra parte, para llevar
estas ideas a la práctica es n.ecesario contar con i11stin1cioncs. En el caso
de lo que nosotros llamarnos <<ciencia>>, por ejemplo, las innovaciones

50. Repp (1972; 1986, págs. 27 -72); Fleischer (1986); Z ilfi ( 1988).
51. Huff(l993),págs. 71-83, 151-160, 170-186.
52. Eisenstein (1979).
TNS"f'Tl' U(;l()i\"J\T.TZACl Ó;:\ D E L COi'\ OCL\l l E N"l'O ( .. . ] 75

i11stiu1cjonales del sig·l<) XVIII parecen haber tenido impor ta11tes efec-
tos en la práctica de las cli scipli11as. 53 Con todo, es virtual1ncJ1te inevj -
table qt1e a ntes o desptiés las instit uciones se anquilosen y se convier-
tan en obstáct1los para tilteri<)res iru1(>Vacion es. Se co11vie rte11 en sedes
de interes es creados, pobladas por grupos qt1e ha11 invertido e.n el sis-
te1na y que, consect1ente111e11te, ter11en i)ercler st1 ca¡1ital intelectual .
Existe11 razones sociales y 110 sólo it1telectuales para el pre<lo1ni11io d e
lo que Kuhn llama la <<ci encia normal>> .
D e esta m anera, la historia social del co11ocirniento, como la hist<)-
ria sc>cial de la relig·ión, es la historia del paso de las sectas cspo11táneas
a las Ig·lesias establecidas, u11 p aso que se ha repetido muchas veces en
e l transct1rs<> del tie1npo. E s una l1istoria de la interacción entre fran-
cotiradores e i11tegrados, e ntre aficionad os y profesionales, entre em -
prendedores in telectuales y re ntistas intelectuales. Se produce también
t1na inte racción er1tre inn(>Vació11 y rutina, fluidez y fij eza, <<ten den cias
lict1antes y tendencias congelantes>>, conoc i1níento oficial y oficioso.
Por u11a parte, ve1nos redes o círct1los abiertos; ¡1<)r la otra, institucio-
11es co11 afili ación fija y esferas ti e co1npete11cia oficial1ne11te defi11jdas,
leva11ta11do y rnanteniend o barrer as que separan a los 1n i e1n~>rc>s de st1s
r ivales y 1.a1n bién de los profanos.5•1 El lector tal vez sienta 1a t:en tación
ele ponerse ele parte de los innovadores, en co11tra de los qt1e rnantie-
11e11 la tradi ció n, ¡1ero es probable qt1e e11 la larga historia del conoci-
rnier1tc) arnbos grtipos 11aya11 d esernpeñado papeles ig11alrnen tc iinpor-
tantes.

53. Gill ispie (1980), pág. 75; Lux (I99 Ia), pág. 194.
54. Kuhn (1962); Shapin (1 982); Elias (1982), pág. 50.
Capítulo 4

Localización del conocimiento:


Centros y periferias

i'érité att dera des Pyrénées, crreur au deltl.


(Verdad de este lado de los Pi ri neos, error de l otro
lado.)
PASCAi.

De este 1nodo sucede al viajar: un ho1nbre ha de ser


portador de conocin1iento, si de ve rdad pretende volver
al hogar cargado de conocin1icnto.
D o<.-roR )oH:-i so:-1

En 1654, un sinólogo ita liano católico se enco11tró en L eide11 con


un arabista holandés protestante. El enct1entro fu e difícil, pero muy
provechoso. Ambos personajes -como 1nuchos de sus co11temporáne-
os- se interesaban por los problc1nas q ue planteaba la cronología
comparada, más exacta111ente, por el sincronis1no. J acob Golius, pro-
fesc)r <le árat>e en L eiden, desconocía totahncnte el chi110, pero sospe-
chaba que la cro nc)logía d el sabio must1Lmán U lugh Beg (siglo XV) de-
pendía e.le fuentes chinas . .Nlarti.no .N1artini, el jesuita italiano que había
pasad o buena parte de su vida como inisionero en C hina y halJía estu-
diado algunas <le estas fue11tes chi11as, desconocía el árabe. Sin ernbar-
go, tina vez que ambos hul>ieron traducido sus t extos a una lengua co-
mún, el latín, los lazos entre el islam y Chi11a q11edaron al descu bierto.
Esta 11istoria revela una serie de rasgos característicos de la Repú-
blica d e las letras de aquel mo1nento. Pc>r ejemplo, co11firma la idea d e
que la cooperación intelectual trascendía las diferencias reli giosas, al
1nen os en ciertas ocasiones. Además, nos habla e.le la importancia de la
locali zación en la historia del conoci1niento.
E,n primer lugar, la i1nportancia de los e11cue11tros perso11ales, itn-
portancia qt1e no está limitada a la transferencia de tecnología, aunq11e
en ese ámbito del conoci1nie11to tales encuentros p11dieran ser incluso
78 H TSTORl A SC)C!AL D EL CüNC)C: IÑilE N"r ()

1
1

• 1

.....
····~ ·
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F I<~t iRA2. i\r1apa de la provinci a de Nan.ki11g, c.:n M. l\tlartini, Novus / ltias Sinensis
(1\ mstcrda1n, h acia 1655), p~ígs. 96 y 97; copia en la Biblioteca de la Universidad de
Cambridge (atlas 3.65 .12).

111ás im portantes que en otros. 1 Los encuen tros personales fueron más
eficaces qt1e los i11tercam bios de cartas, co mo en el caso de G<>liu s y
Martini. Por otra parte, el efecto de los n1is111os era 1nás profu11dc). Lo-
renzo Magalotti escribió acerca de Chii1 a despt1és de encontrarse en f'lo-
renci a con el misioner o alemánJohan Greul)er, mien tras que la pasión
d e Leib1liz por los estudios chi nos surgi ó tarnbié11 tras t1n c11cucntro
en Ro rna co11 otro 111isio11e ro, C. F. Gri 111aldi.
En segu11do lugar, la hi st<>ria de l e11cuc11tro de L eiden nos recuer-
da la función de las ciudad es C<)1110 en crucij adas y lugares de reu nic)1i..
L as vidas d e Gol i11s •y Martin i er an tan difíciles de sincron izar corno sus
cronolog-ías. M ar tini volvía de China a R o ma p ara infor1nar sc>l:)re su
1nisió11. Dura11tc el viaje cayó c11 m a11os de los holandeses, perc) se le per-
111 it ió em barcar en una n ave destinada a A1nsterdarr1, <l(>nde tenía pre-

l. Cipolla (1972); Schilling (1983).


L(JCALIZACJ()N DEL C<.JN(JCl\l lF.N'f() : CENl 'R(J S Y PERIFERIAS 79

visto entregar su atlas de Ch ina a la conocida i1nprenta de los Blaet1,


que se había especializado en la impresión de mapas (véase la figura 2). 2
El barco en que viajaba M artini hi zo escala e11 Bergen en diciembre de
1653, lo qt1e dio pie para que el sabio ()le Wor1n de Cope11hague se
e11terase de las inter1ciones del jesuita. Wor111, cuyos rnúltiples i11tere-
ses abarcaba11 tan1bién a China, escribió a su hijo, a la sazó.n residente
e11 Leiden, y le pidi{> que le con1unicase a G<Jlius la nc)ticia de la próxi-
111a llegada de Martini. Acto segl1ido Golius escril)iÓ a Marti11i en An1s-
terda1n y le pidió que to111ase la barcaza para I,eider1. Arnl)os personajes
se encontraron de n11evo en .l\inberes algt1nas se1na11as n1ás tarde, des-
pués de que la uni\rersidad de Golius le concediese permiso para estar
ausente durante unos días. 3
Los sabios necesitaron superar este cú111ulo de obstáculos para en-
co11trarse si1nplernente porqt1e el cor1oci111ie.n to no estaba des¡1arra111a-
do de 1nanera t1niforn1e a lo largo y ancho de Europa a comienzos de
Ja edad moelerna. Este capín1lo analizará s11 geografía. La idea de una
geografía de la verdad es tar1 chocante cotno la idea (le t111a historia so-
cial de la t11is1na (véase, anteriormente, la pág. 17). De hecl10, esta idea
ya fue explotada co11 es te inis1no fi11 por .i\!lontaigne, quie11 escribió en
sus Essais (libro 2, n. 12) acerca de <<la \rerdad que circunscriben estas
nlontañas, y q11e es n1e11tira para el mu11do situado más allá>> (q1telle vé-
rité: qite ces mo1ztag1zes bo1~1ie11t, qiti est 11ie1zsonge ait mo1zde qtti se tie12t a1t
dela). Pascal flte rnás lacónico todavía al referirse a esta idea e11 sus l'en-
sa11zie1ztos (11. 60): <<Verdad de este la(Í<) ele los Pirineos, error del otro
lado>> (Vérité a1t def·a tles Pyré1zées, erreitr azt dela) .
El te111a de este capítulo -sigt1iendo alg"l1nos trabajc>s recie11tes e11
geografía )r en historia de la ciencia- es esencial111ente la <<distribu-
ción espacial>> del conocimiento, los lt1gares donde se descubrió, se al-
macenó o elaboró v, final1nente se difu11dió el conocin1iento. 4
Lo que conocía la ge11te estaba estrechamente relacionado con el
l11gar donde cada 11110 vivía. Por ejen1plo, el 111onje Máximo Greco, que
l1abía residido varios años e11 Italia, al ¡1arecer fue el pri111ero que in-
for1nó a los rusos, hacia 15 18, de los descl1l1rirnie11tos ele Coló.n. En ca111-
bio, el rnapa dib11jado por el al1nirante tl1rco Piri Reis e11 1513 ya mos-

2. l(oe111an (1970).
3. Duyvendak(l936).
4. Thrift (1985); Thrift, Driver y Livingstone (1995); véanse Livingstone (1995),
Harris (1 998, 1999) y Jacoh (1999).
80 l-IIS1~ 0RIA S()ClAL DEL CONOCii'v11EN'fO

traba ¡\mérica (se había inspirado en la copia, procedente de un cauti-


vo español, de un mapa dibujado por Colón en su tercer viaje). 1
L
i \l utilizar la expresión <<la geografía del conocimiento>>, es impor-
tante distinguir dos niveles. En el micronivel se encontraban las <<se -
des del conocimiento>>, a algunas de las cuales ya he hecho referencia
en el capítulo anterior. A algt1nos lugares tradicio11ales, como el monas-
terio, la universidad, la biblioteca y el hospital (y, para las noticias, la
taberna y la barbería), h11bo que añadir otros nuevos, como el labora-
torio, la galería de arte, la librería, la l)iblioteca, el aula de anatornía, el
des1>acl10 y la casa de café.6 Por ejemplo, el taller ele impresión, que a
la vez funcionaba como librerfa, era un ll1gar para encontrarse y cl1ar-
lar, así como para ecl1ar un ·vistazo a las nl1evas publicaciones. Erasmo
solía frecuentar la in1prenta del sabio-impresor Aldus Manutius en Ve-
necia. Paolo Sarpi y sus amigos se reunían en una tienda llama<la <<El
Barco>> en la Venecia de comienzos del siglo XVlI, mientras que Orazio
Grassi, el enemigo de Galileo, frecuentaba <<El Sol>> de Rorna, y James
Bos,vell se vio por ¡)rin1era vez con Samuel Jol1nson en el recibidor
trasero de la librería de Ton1 Davies e11 Lo11dres.
La biblioteca creció en importancia y naturaln1ente en tarnaño des-
pués de la invención de la ir11prenta. Dentro de la universidad, se con-
virtió en rival de la sala de lecn1ra, al me11os e11 algunos lugares. Toda-
vía e11 1639, la Universidad de Lovaina defendía que no era necesario
disponer de una biblioteca <<porq11e los profesores son bibliotecas vi-
·vientes>>. E11 cambio, en Leiden la biblioteca abría dos veces por sema-
na y los profesores dejaban a veces a los estudia11tes su llave personal. 7
Fuera de la universidad, algunas bibliotecas públicas o privadas, de las
que h.ablaré más adelante, se convirtieron en centros de trabajo cie11tí-
fico, lugares de docta sociabilidad y de i11tercambio de informació11 e
ideas, así como de lectura de libros. La obligación del silencio en las
bibliotecas habría sido imposil)]e y hasta tal vez inin1aginable en a<¡ltel
tiempo. Corno la librería y la casa de café, la biblioteca dio un i111¡1ul-
so a la comunicación a la vez oral y escrita. No es extraño, pues, que la
reforma de las bibliotecas estuviera incluida en la reforma baconiana
del aprenciizaje diseñada en Inglaterra a mediados del siglo :Xv1I. Según
John Durie, uno de los reforrnadores, los bibliotecarios deberían ser

5. Hess (1974); Soucek (1992), pág. 269.


6. Heckscher (1958); I•oucault (1961); I-laber1nas (1962); Hanna\vay (1986); Sha-
pin ( 1988), etc.
7. Au bert y otros (197 6), pág. 80; Hulshoff Poi (197 5).
LOCALIZAC IÓN DEL COK(l C T:VIJENTO : CE¡.\''l'RO S Y PERIFERIA.S 81

<<agentes al servicio d el fo1ne11to del sal>er 11niversal>>. E l alca.n ce prác-


tico de estas palabras sería para nosotros tin poco 111ás claro si, corr10
11abían esperado algunos r efor111istas, Samuel Hartlib (véase, más ade-
lante, la pág. 102), amigo de Durie, hubiera sido n ombrado bibliote-
cario de la Bodlevana , en la década de 1650. 8
Las sedes o focos del saber se multip licaro.n y se fueron especiali-
zando cada vez n1ás en ciudades re lativa111en t:e g·ra11des corr10 Ve11ecia,
Ron1a, París, .Amsterda.t1 y Lonclres, ci11clades a las <1ue por este n1oti-
vo dedicaré especial ate11ción e11 las páginas que sigt1en. Los espacios
p úblicos de las ciudades facilitaron la i11fluencia rr1utu.a entre hon1bres
e.le negocios y 1101n.bres de letras, caballeros y artesanos, y entre el cam-
po }r el estudio, en pocas palabr as, entre diferentes tipos de conoci-
rniento (véase la pág. 2 5). Las formas de sociabilidad infl uyero11 - )r
siguen i11fluyendo- en la distribución e i11cl11so la p roducció11 delco-
. .
noc1m1ento.
Tc1.111bié11 e11 el1n.acro11ivel las ciudades dese1n.peñaron un i111portan-
te papel co1r10 escalas e11 las <<redes de larga distancia>> que u.nían Europa
co11 Cl1ina y las Américas. E ntre las ci11dades asiáticas habría quemen-
cionar Goa, .iVlacao y Nagasaki; entre las americanas , Lima y Jvléxico;
y e.ntre las e11ropeas, Sevilla, Roma, Amsterdam y Lon dres.9 No es ex-
traño, pues, que el <<memorial en favor de t1n aprendizaje universal>>,
que a mediados del siglo XVII p idió a <<confide11tes>> (intelligencers) pro-
fesional es que en,riase.n infor111ación. a I11g-Iaterra desde el extranj ero,
es1)eciticase q11e estos <<co11fidentes>> te11ían q11e residir e n <<los 1nejo-
res y rr1ás céntricos l11gares>>. 1º
E11 este n1acronivel, a veces la historia del conocirr1ie11to a con1ien-
zos de la eclacl 111oderna se contempla en tér111inos puramente expan-
sio11istas co1r10 la dif.usión e.le i11form ación, y en particular de informa-
ción científica, desde Europa hacia otras partes del g·lobo. Este modelo
basado en las ideas de centro )r periferia ha sido criticado por diversos
motivos. Por ejemplo, por pasar por alto la pol ítica del imp erialisn10 y
por 110 tener s11ficien te1nente en c11enta los flujos de conoci111iento de
la p eriferia al centro y en sentido contrario, del ce11tro a la pe riferia. 11
D e 11ecl10, en este ca¡)ítulo se ¡)restará 111ás atención al 111ovir11ien-
to d esde la pe rife ri a de E t1ropa hacia su centro. FJ tern.a ele la política

8. Webster (1975), págs. 193-194.


9. Harris (1996); Miller (1996).
10. \Vebster (1975), pág. 552 .
11 . Basalla (1987); Macleod (1987).
82 HISl'ORIA S<.><.:IAL DEL CONO<.:llVllENl'C)

del. conocirr1iento queda para el capítulo 6. Sin olvidar otros tipos de


con ocirniento, el énfasis de la exposición recaerá sobre la conciencia
creciente por parte de los europeos del inundo que se extiende n1ás allá
de Europa. A n1enudo esta toma de conciencia estuvo i1n¡)ulsada por
intereses religiosos, económicos y políticos, ¡)ero tan1bién incluyó co-
noci111iento ¡)or el valor intrínseco del 111is1110. J.,a contraposición e.n tre
conoci111iento i11strun1ental y curiosidad desinteresada no debe agudi-
;.-,arse. 1• De todos inodos, la distinción sigue sien<lc> útil.
En la exposició11 que sigue, el te1na pri11cipal será la creciente cen-
tralización del conoci1nie11to, vinculada a mejoras e11 la co1nunicación fí-
sica y ta1nbién al origen del libro impreso. A su vez, estos avances están
vinculados al origen de una econo1nía rr1undial (véanse, inás adelante,
las págs . 203-204), al d esarrollo de un pequeño 11úmero d e grandes
ciudades (a menudo sede de bibliotecas i111portantes) y, sobre todo, a la
ce11tralización del ¡)oder (véase 111ás adela.n te, en la pág. 13 5). Sin e1n-
bargo, la centralización del conocirniento fl1e hasta cierto punto autó-
non1a, co1no resultado de los interca1nbic>s i11telectt1ales asociados con
la R.epública de las letras.

LA REPlJBLICA DE L.'\S LETRAS

L a República de las letras o <<(~0111unidad literaria>> (Respztblica I,itera-


ria) fue u11a ex¡)resió11 utilizada cada vez co11 rnás frect1encia durante
los pri111eros siglos de la Europa n1oderna ¡)ara referirse a la cc>muni-
dad internacional <le sabios.1.1 La mis1na gec>grafía de esta república fue
una realidad ca1nbiante Jurante el período. Suecia, por ejerr1plo, a pe-
sar <le la fi1ndación de la Univer sidad de U ppsala en 14 77, sólo entró
efectivamente a fo rrnar parte de la 1nis1na en el siglo X\111, cuando la
reina Cristina invitó a Descartes y otros sabios a Estocolmo y el aris-
tócrata y soldado Carl Gustaf \Vrangel, que vivía e11 su casa de ca111po
en Skokloster cerca de Uppsala, estaba al tanto de aco.n tecirnientos r e-
cientes en filosofía .n atural a través de un a red de cc)rrespc)nsales en
T-Ian1burgo, A111sterda1n, Londres, Varsc)via, Vie11a y otros lugares. Nor-
tea1r1érica entró durante el siglo XVlII, cuando alg·unos ho1nbres de le-
tras co1no Cotton Matl1er y Jo11athan E dwards intentaron 1nantenersc

12. Schaffer (1996).


13. F umaroli ( 1988); Bots y \.\Taquet (1997).
LOCALl ZAC!Ó ' 0 1.1 C0'.'10Cl \1 1EN'f () : C E1 TROS Y r~: RIF'ERlAS 83

e11 co11tacto co.n lo que en ese n1omento estaba sucediendo e11 la esce-
na cultural et1ropea suscri bié11dose a periódicos iJ1glcses co1no History
oj· the lVorks of the .l.earned. 14
Rusia entre) a forn1ar parte de la con1t111idad europea de sabios alg·o
más tarde que St1ecia y u11 poco antes que Norteamérica, hacia el final
del reinado del zar P cdrc> el Gra11de. U 11 nc>l>le ruso , Alexandr 1'1e11-
shikov, fue elegido mi en1bro d e la R oyal Society en 17 14, e l m ism o
año en que se ab r ió la pri rner a biblioteca plib li ca en Rusia. L eibniz,
que se preocupó d e lo que él mismo llamaba el <<trasp lar1te>> ele las ar-
tes y ciencias a R11sia, se encontró con el zar c11 diversas ocasiones para
ex11licarle sus ideas. P edro, q11e según parece quedó i1npresio11ado pc>r
lc>s arg11rne11tos d e l filósofo alen1á11, le pagó 1111 sueldo de co11sejero y
cua ncl<>, ei1 1724, fu11dó la Acade1nia d e Ci e ncias de San Pet crsburgo,
se inspiró en el 111odelo de la Acaden1ia de B erlí11, planificad a por
L eib1uz algu11os años antes. F,n el año d e la muer te d el zar, 1 i25 , el as-
trón o mo franc és .Toseph -Nicholas D elisle llegó a San P etersburgo,
donde pasaría los veinte años siguientes forn1ando a astrc)n<>mos r usos.
E.11 la siguien te ge11eración, LVlihail Lomo11osov estudiaría q11 í1nica ei1
.Marburgo, se cartea ría con Voltaire y colaboraría e11 la ft1ndación ele la
·u11iversidad de .Mosc1í. 1s
El lla111ado <<d escubrim ie11to ruso d e Euro1)a>> coiI1cidió co11 el d es-
ct1l>ri111ie11tc> et1ropeo de Rusia. Ai1tes d e 1550, e ra muy escasa la infor-
111ación en letra i1npresa que se podía obte11er acerca d e <<1Vlusco')7>>, que
era con10 er1tonces se cc)11ocía a Moscú . IJa sin1ació11 cambió poco a
poco a partir de 1550 y rápidamente despt1és de 1697, fecha de la <<Gra11
embajada>> de P edro el Grar1de a Occiden te, dura11te la cual u11c>s d os-
cientos cinc11ent a r11sos, entre ellos el mismc) zar, viajaron para realizar
estudios a la República h olandesa, Inglaterra, Francia, Italia y otros lu-
gares. Co1110 co11tra11artida, ei1,rirtud de estos aco11tecimientos, ta111bi é n
los et1ropeos occide ntal es se hiciero11 m ás conscic11tes de Rusia. E11tre los
libros que intrc>ciujero11 a los lectores europeos occiden tales en la cultu-
ra rusa podríam os 111encic>11ar: Prese-rzt Condition of tl1e lv1uscovite Empi1-·e,
de ]. Crull (1699), 'T'h ree Years' Travets, d e E. Y. Tdes (1704), State ofRus-
sia, de J. Per111 (1716), y Das verá.1zderte Rufll1l1tcl, el e F C. vVel1er (172 1),
q11e m11y pronto se tradujo del alemá11 al inglés y al francés. 11i

14. :Fiering (1976); T.osn1an (1983), págs. 195-198; 1\.ker1nan (1991).


15. Richter (1946), pág. 44; ·vuciJ1ich (1963); Sazonova (1996).
16. 1\nderson (1978).
84 I-IISTORIA SOCIAL DEL c.:ONOCIÑIIENT()

El conocimiento de la geografía está lejos de identificarse con la


geografía del conoci1niento. No obstante, hay un cruce de caminos en
que ambos temas se encuentran, a saber, en la geografía de la geogra-
fía.1 ~ Como caso práctico, podría ser revelador analizar el conocimien-
to que se tenía del mundo extraeuropeo en la República de las letras en
una época en que en1pezaba a disponerse de nuevos e importa11tes ca-
nales de inforn1ación. 18

NAGASAT{l y DF.SHIMA

Como ejen1plo dentro de este caso práctico consideremos el ejemplo


deJapó11. Antes de aproximada1nente 1550, los europeos sabían muy po-
cas cosas de Japón. En el siglo XIII, el viajero l\llarco Polo había habla-
do de <<Cipangu>>, pero sin dar apenas detalles. El misionero jesuita
Francisco Javier llegó en 1549 a u11 país que les era total111ente extraño
a él y a sus compatriotas. Desde finales del siglo Xv1, el puerto de Na-
gasaki se convirtió e11 el pl1nto de partida de la ruta que traía la i11for-
mación acerca de J apó11 hacia Occide11te. E11 1580 u11 noble ,
convertido
al cristianisn10 hizc) donación de la ciudad a los jesl1itas. Estos perdie-
ron el control de Nagasaki e11 1587, pero la 111isión conti11uó allí y, e11-
tre otras cosas, se instaló una impre11ta.
La misión cristiana enJapó11 co11stituyó todo u11 éxito. En realidad,
el éxito fue excesivo y tt1vo consecl1encias negativas, puesto que la di-
fusión del cristianismo alarmó a los gobernantes de Japón y, además de
prov·ocar la persecución de los misio11eros y los convertidos, inspiró
una política de <<aislamiento 11acional>> (sakokit), que perduró desde
aproximadamente 1630 hasta la década de 1850. El país no se cerró
co111pleta111ente a los extranjeros, pero las relaciones co11 estos r>aíses,
i.n cluidas las comerciales, fueron n1ír1imas y siempre bajo estricto con-
trc)l. E11 este período, los con1erciantes holandeses ton1aron el relevo
de los jesuitas portugueses en la función de ca11al pri11cipal de comuni- ·
cación entreJapó11 y Occidente, y en lugar de Nagasaki empezó a fun-
cionar la vecina isla de Deshima.
Deshima era tina isla artificial, que se extendía apenas u11as decenas
de metros en cada dirección. Fue construida e11 la bahía de Nagasaki pre-

17. l,ivingstone (1995); Withers (1998).


18. Lach (1965).
L()Ci\J.IZ!\CIÓN DEL C OKC)Cl.\II EN'r(>: CENT ROS Y PERlFER Ti\S 85

cisa111en te p ara 111a11 te11er con trolados a los peligrosos . <)cciden tales.
Los cornercia11tes holandeses, m iembros de la Co1npañía de las Indias
Orientales (la VOC), estuvier on confinados en este m icrocspacio de
inter cambjo. Tc>do el corn ercio entre J apón y O ccidente pasó por D e-
shima cles<le 1641 l1asta la década de 1850, Cl1ando J apón se vio forza-
do por una fl ota estadou11i<le11se a a1>rir sus pl1ertos a Occidente. 19
Deshima fue tan1bié11 u n 1nicroentorno i1ara el interca111bio de conoci-
miento, a pesar de los obstáculos oficiales. El gobjerno de J apón
prohibió la exportación de 1na1Jas del p aís y no Facilitó las cosas para
que los extranjeros aprendiesen japonés. L\ pesar de t<><..io, estos obstá-
cl1los pudi eron superarse y entre los occi<lc11tales que resi<liero11 algún
rje111po en D eshi111a tr es d e ellos escribiero11 <..lescripciones de Japón
que encontraron ampl io eco en Europa. E l pr im ero fue f'ran c;ojs Ca-
ron, q ue estuvo al frente del establecimiento de la V O C dur ante los
años 1639-1 640.:o El seg11ndo ft1e Engelbert Kaempfer, u n alemán que
trabajó en D eshi1r1a i1ara la V OC e11tre 1690 y 1692. E l ter cero, ya al
fi11al de Dliestro período, fu e Carl P eter T 11u11berg, un botá.n ico sueco
que ejerció la 1ne<lici11a al serv.icio de la VOC y vivió en D csh i1na en-
tre 1775 y 1776.

EL C.4.MPO Y EL ESTUDIO

Nagasaki era una ciudad importante y, por lo tan to, desde el i1unto de
vista europeo, el centro d e u na periferia. Ta1npoco deber ía olvidarse la
función rn ediadora de impren tas situadas en ciudades esparcidas por
la distan te per ife ria de Et1ropa, com o Goa, 1\1acao, Batavia, ciudad de
lv1érico v •
L i1na .
t\ lgunas de las grandes ciudades europeas fi.1ero11 toclavía más im-
portantes en el proceso <..le trans111isi cín <le co11ocimi entos acerca de otras
p ar tes del in un do a O ccidc11te. Diferentes tipc>s de ciudad -:-puertos,
capitales, ciudades universitarias- desempeña ron diversas funcio11es
al resp ecto, co1110 veremos a su debido ticn1po. Sin eml)argo, en las i1á-
gi11as que siguen se po11drá el acento en la interacción e11tre ¡1eriferias
y centros <>, IIlás concreta1ne11te, entre el ca1npo )! el estu<..iio. Los te-

19. Boxcr (1936), especialn1ente las págs. 58-66; Keene (1952); Good1nan (1967),
págs. 18- 24, 32 -42 .
20. L achyK.ley (l993),pág. 1.855 .
86 I-IlSTORIA SOCIAL DEL CONOCLvllENTC)

1nas gen1elos serán, por una parte, la <<importación>> de conocimiento


en Et1ropa y, por otra parte, su posterior <<procesamiento>>: compila-
ción, cálculo, clasificación y crítica.
Entre los europeos que se distinguieron corno recolectores de co-
nocim ientos exóticos e11 el campo l1abría que 111encionar a Pierre Be-
lon, qt1e exploró el Oriente Próxi1no entre los años 1546 y 15 50 a la
búsqt1eda de nt1evas especies de pájaros y peces, y a Fra11cisco I-Ier11á11-
dez, que pasó los años 1570-1577 e11 México e11viado por el rey de Es-
paña para estt1diar los ani1nales, las plantas y los 111in.erales <le la zona. 21
La enor1ne cantidad de infor1nación acerca de la historia 11atural <le
otras partes del mundo qt1e fluyó hacia Europa a co1nienzos de la edad
n1oderna es algo que no se c.lebe olvic.lar. Sin embargo, e11 m i exposición
destacaré el conocin1iento d.e otras ct1ltt1ras y st1s religiones, lenguas y
costumbres; por ejen1plo, las descripciones de Thunberg del pueblo ja-
ponés, más qt1e st1s descripciones de flores japonesas.

CoNocrrv1 rEN T O D E Il\1PORTACI ÓN

EJ títt1lo de esta sección pretende ser u11 recordatorio de la i1nportancia


del co111ercio y, inás en partict1lar, de los pt1ertos en la di ft1sión de la in-
for1nació11, co1no ft1e el caso de Nagasaki. Los habitantes de los puertos
solían acercarse a los 1nuelles para hablar con los n1arinos c.le los bar-
cos que acababan de llegar. Los puertos fi.1eron centros del comercio
en los astrolabios, las cartas de navegación, los mapas ), las esferas.
'También dese111peñaron t1n i1nportante papel co1no lugar d e encuen-
tro entre diferentes tipos de conocimiento y de personas. Estos e n -
cuentros serán ilustrados con ejemplos tomados de la historia de los
puertos europeos n1ás destacados de la época: Lisboa, Sevilla, Ve11ecia
y A111sterda1n.
La in1portancia de Lisboa en la historia del conoci111iento, especial-
1nente durante los siglos ,'í. v y X\71, dependió del hecho de ser la capital
de tin i1nperio volcado hacia el rnar co1no el portt1gués. La Casa da In-
dia (<<Casa de Indias>>) y el Arr11azérn de Guiné (<<Al1nacé11 d~ Guinea>>)
recibían infor111ación ,v bien.es de Coa, .i\.1acao, Salvador, Africa occi-
dental y <le otros lugares. En este sentido, el historiac.ior Joao de Barros,
qt1e trabajó durante gran parte de st1 vida en la Casa da India, gozó de

21. Bustamante c; arcía (1997); Brentjes (1999).


. DEL
L()CALIZ.\C!()l\' C()~()CL\·IIJ:::'i"l"C): CE;\i'J"R()S 1 PERIY:ERIAS 8~/

incomparables oportunidades para recoger información sobre Asia.


Sobre la India en concre to realizó const1ltas con soldados, administra-
dores y, naturaln1ente, cornercian tes que había11 'ruelto de Goa. Para
infor111arse acerca de Persia, pudo hablar con hombres que habían co-
111erciado en ()rn1uz. Sobre Japón y Sian1, sus informaciones provenían
de viajeros co1no ~1.e.ndes Pi11to y Do1ningo de Seixas. Por lo que a
Chi11a se refiere, Barros se corr1pró tin esclavo para que le tradujese los
textos que e'l no ente11 d,1a. ,,
--
La ventaja de Sevilla co1no centro de i11forn1ación, especialn1ente
dt1rante los años de 1nayor prosperidad del siglo X\1, se debió al hecho
de ser el único lt1g·ar oficial de entrada de la plata que llegaba a Espa-
ña desde _.\,'léxico)' Perú. La llegada ant1al de la flota de la plata traía
i11formación sobre el N uevo ~\rlundo. Que el 111édico Nicolás .i\1onar-
des fuera capaz de escribir sus fa111osos libros sobre las drogas de Alné-
rica sin d ejar su Sevilla r1atal der11uestra las 01Jortu11idades i11forn1ati-
vas que ofrecía esa cit1dad.
Co1110 ya he señalado en el capítulo 3, la Casa de Contratación de
Sevilla era un depósito de co11ocimie11tos, especialn1ente acerca de las
rt1tas 1narinas. Allí se g·uardaba una carta de 11avegación inodelo, el lla-
1nado padró11 real (sil), que se actualizaba reg11la rmente cuando los pi-
lotos volvían de sus viajes con nueva información. La Casa contaba
entre sus ernpleados con algu11os <<cos1nógrafos>> (que combinaban co-
r1oci111ie.n tos de geografía y astrono111ía). Las colo11ias de comerciantes
extranjeros, concreta111ente los ger1oveses, estabar1 bien i11for1nadas
acerca de las otras ¡1artes del mt1ndo por donde andaban co1nerciando
su.s ta111iliares y co111patrio tas. ~ 1 La ciudad fue ta111bién t1n i111portante
ce11tro irnpresor. Entre 1500 y 1520 se ¡Jublicaro11 en st1s i111pre11tas
por lo menos trescientos libros, algu11os de ellos por i111nigrantes ale-
manes. En esta época la importación de libros extranjeros en España
se realizaba principaln1ente por Sevilla. La importa11cia de la cit1dad
co1no ce11tro de conoci1nier1to se ' 'io realzada por el establecimiento
de la biblioteca de Fernando Coló11 (el hijo de Cristóbal C:olón), que
contaba con a~)roxi1nadan1e11te vei11te n1il vo lú1ne11es, y ta1nbién de
una serie de acadernias eruditas que fl<>recier<>11 dt1rante los siglos Xv'l
V X \ 11. :-f

22. Boxer (19-1-8).


13. SteYenson (1927); Pulido Rubio (1950), págs. 65 , 68, 155- 290; Lan1b (1969,
197 6); (~oodrnan ( 1988), págs. 72-81.
2-1-. Bro\rn (1978), págs. 21--1-3.
88 H IS'l'ORIA soc:IAL DEL CüNOCIJ\'II EN'f()

Por lo que a Venecia se refiere, un historiador francés la describió


hace ahora medio siglo co1no <<la más i1nportante agencia de informa-
ción de corn.ienzos del mundo rnodern0>>. 25 La ventaja de Venecia
dura.n te los siglos X'V y Xv1 ft1e su posición de agente de Bolsa e.n tre
Oriente y Occidente. Del imperio marítin10 veneciano formaron par-
te ta111biér1 Dalmacia, Cl1ipre (hasta 1570) y Creta. El In1¡1erio Oto-
mano era t1n vecino poderoso, por lo que el conocimie11to de la perso-
nalidad y las políticas de los sultanes y grandes visires, así cor110 del
movimiento de las tropas y galeras turcas era algo necesario para la su-
pervivencia política de Venecia. Al oficial "'eneciano conocido como el
bailo se le enviaba a Estambul no sólo para defender los intereses de la
colonia de n1ercaderes ve.n ecianos establecidos en la ciudad, si110 ta1n-
bié11 para que tt1viese informado al dux y a sus consejeros de las 11oti-
cias de i11terés político (obtenidas a n1enudo de los intérpretes y n1édi-
cc>s del sultán).
J_,a superviviencia econórn.ica de mt1chos venecianos dependía
también de la última <<tloticia sobre el pue11te de Rialto>>. Las cartas
e11viadas a sus casas por los mercaderes estacionados en el extranjero
funcionaban como una especie de <<ban co de datos>> para el negocio
familiar. Regular1nente llegaba información de L\leppo, Alejandría y
Damasco, do11de tarnbién se .h abían establecido mercaderes venecia-
nos, y de forma irregular de lugares situados rnás al Oriente. Tres ve-
necianos en ¡1articular cc>ntril)uyeron al conocimiento de Bir1nania
por parte de Occidente: Nicolo Conti en el siglo XV, y Cesare Fec.ieri-
ci y Gasparo Balbi en el siglo XV1. 26 Cuando en 1501 llegó a Ve11ecia la
noticia de que en L isboa se iban ·a recibir especias de la India, el go-
bierno reaccionó enviando un agente secreto a Portugal para que com-
probase qué er a lo que estaba pasando y le informase a su vuelta. Este
inforn1e todavía se conserva. La 11oticia del descubrimiento de Améri-
ca llegó a Venecia más tarde que a Roma, París y Flore11cia, ¡1ero du-
rante el siglo XVI los venecia11os se interesaron 1nucl10 por el Nuevo
Nlundo. 27
.D urante el siglo xvn, los centros comerciales de Lisboa, Sevilla y
Venecia perdieron en cierto modo la impor tancia que había11 te11ido en
otro tiempo. Les tomaro11 la dcla11tera los puertos de Amberes (por bre-

2 5. Sardella (1948).
26. Doria (1986); Burke (2000a). .
27. Ambrosini (1982); Caracciolo ;\rico (1990).
LOCALIZACié N DEL (~()~()C l.\ !IEN'f(): CEN'rROS Y PERIFERIAS 89

ve tiem po, a mediados del siglo XVI), Amsterdam y Londres. ·,_i \mberes
fue un centro clave en el comercio del conocin1iento y• de otras iner-
cancías, un ce11tro de cartografía, especialmente en tien1pos de Abra-
l1a1n Ortelius, y de publicació11 de relatos de países lejanos, desde el
qt1e h.izo Herná11 Cortés acerca de México (1522) hasta las cartas que
los jesuitas enviaban desde Japó11 (desde 1611 h.asta 1632).
Er1 A1nsterdan1, la Casa de las Indias Orientales (véase la figura 3)
y la Casa de las I11dias Occidentales to1naro11 el relevo de casas de co-
mercio más antiguas, ct1yo modelo i111itaro11. A la Casa de las l11dias
Orientales llegaban los informes ant1ales de las ofici11as que la VOC te-
nía en Batavia, que abarcaban el conjunto de las actividades de la com-
pañía en el Oriente asiático (véase, más adelante, la pág. 203). La Bolsa
de i\.1nsterda111 (véase la figura 4), especialn1ente se11sible a las noticias
acerca de st1min.istros de especias y otras 111ercancías , fue otro de los
ce11trc)S de i11forn1ació11 sobre ultramar. 28 Algunas mi11orías ét11icas
(cotno los jt1díos eSl)añoles y portugueses, los 111arinos esca11dinavos y
los refu.giados religiosos ingleses y franceses) fueron i111portantes fue11-
tes de infor1nación en L\msterdam, como lo había11 sido los griegos, los
eslavos, los españoles y los turcos en Venecia, los españoles y los italia-
nos e11 A1nberes y los genoveses en Sevilla. La in formación que llegaba
al centro fi11a.n ciero de la ciudad a través de sus ca11ales volvía a salir de
nuevo co11 11otable rapidez a través de algu11os periódicos (véase, inás
adelante, la pág. 216) y otros medios de comt1nicación. De esta 1na11e-
ra, Amsterdam se convirtió e11 <<ur1a central de intercambio de infor-
maciones para toda Europa>>.:9

CAPITALES D EL CONOCI~IIENTO

Los puertos no inonopolizaron las oportunidades infor1nativas. Algu-


r1as capitales, especialmente Roma, París y Lo11dres, co111pitiero11 n1uy
seriamente con los pt1ertos, de n1ar1era especial, au11que no exclt1siva,
en el á1nbito de las noticias políticas.
Ro1na había rivalizado durante n1ucho tien1po con Venecia co1110
ce11tro de información. 30 En primer lugar, el Vaticano era el ct1artel ge-

28. Barbour (1950), págs. 74-84.


29. S1nith (1984), pág. 987.
30. Burkc (2001).
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L<)C:\LTZ ,\CTÓ~ DEL C0:'\'()(~ 1 \I IENTC): CEN'T'ROS Y PER IFERIAS 91

flGl'R.·\ 4. E. de \\.itte, Bolsa de .·l111sterda111 (1653), Rotterda1n, 1Vluseo Boyn1ans-Van


Beuningen.

neral del mundo católico, el centro donde j)fese11taban SllS creden-


ciales embajadores de J apón, Eti()11ía y Tibet, así corno d e los país es
europeos, y do11de en,1iaba11 regt1larn1e11te s us infor111es los n.uncios,
er11 bajad ores del Papa. E11 segT111do ll1gar, Rc>111a era e l ct1artel general
de las órde11es nlisioneras, como los dor11inicos, los francisca nos y so-
l1re tc>do los jest1itas. E stos últimos adoptaron el sistema de infor111a r
reg·ularn1 e11te por 111edio de las <<Cartas anuales>> qt1e todas st1s casas y
colegios alrededor del n1t1ndo te11ían q11e enviar al general en Roma.
D11rantc el siglo .'\'\!I, la Co ngregació11 para la P ropagaci611 de la Ec
92 HISTC)RIA S<>CI AL DEL C())l()Cl.\11IENT()

(cerca de la escalinata de la plaza de España) fue otro centro de infor-


mación del can1po de las misiones.
Las Relazioni universali de Giovanni Botero, redactadas en Roma
en la década de 1590, se basaron en las noticias provenientes de la red
jesuítica. Por ejemplo, Botero citóª·Possevino sobre Rusia, a Gonzal-
vo de Silva sobre .i\!Ionomotapa en Africa y a Michele Ruggiero sobre
China, de donde 11abía regresado recientemente. Aunque decidió pre-
sentar su 1naterial en for1na de tratado, algt1nas veces Botero trans1ni-
tió noticias relativa1n.ente candentes, interrt1111piendo su narración de
la historia de China para decir a st1s lectores que, <<mientras yo escri-
bía esto, llegó a mis oídos I~ noticia de que dos padres que habían per-
manecido en aquel reino habían sufrido diversas persecuciones>>. 31
Roma fue también un centro de información erudita. Sus organi-
zaciones educativas, famosas en toda Europa, incluían La Sapienza, el
Collegio romano y una serie de colegios donde los estudiantes extran-
jeros se formaban con10 misioneros: entre otros, el Colegio ger1n.áni-
co (1552), el Colegio griego (1577), el Colegio inglés (1578), el Cole-
gio maronita (1584) y el Colegio irlandés (1628). Roma albergaba
también acade1nias corn.o los Lincei y los Umoristi )r otras institucio-
nes menos formales como los círculos del anticuario Fulvio Orsini, del
connoisseur Cassiano del Pozzo y del polifacético Athanasius Kircher.
Roma atraía a sabios de F'ran.cia, España, Alemania y otros lugares.
París (con su ciudad satélite Versalles, desde finales del siglo X\7JI)
fl1e otro centro de información política. Las e1nbajadas turca, persa,
1narroquí y siam.esa en la época de Luis XIV son otras ta11tas pruebas
de ql1e los intercambios diplo1náticos no se limitaban a Europa. Dt1-
rante el siglo X\' II, la creciente centralización del Estado francés estu-
vo acompañada de un aumento del flujo de información hacia París
(más adelante volveré sobre este tema).
París fue también un centro de infor111ación erl1dita, recog·ida y de-
batida en instituciones oficiales como la Biblioteca Real, el Jardín Real,
la ..t\.cademia
. de Ciencias, el Observatorio y la Academia de las Inscrip-
ciones. En París abl1ndaron también las sociedades o acade111ias no ofi-
ciales. Los sabios hl1manistas se ret1nían en la casa de los hermanos
Dupuy, en la rue des Poitevins, sede de la fa1nosa biblioteca del histo-
riador Jacques-Auguste de 'fhou, que los Dupuy habían heredado en

31. Chabod (1934); Al bonico (1992); John Headley prepara un estudio de Botero
desde esta perspectiva.
LOCALIZACIÓN DEL CON'OCI.\>11ENTO: CENTROS Y PERIF ERIAS 93

161 7. E11tre 1619 y 1648, los represe11tantes de la filosofía naturalista,


incluidos Descartes, Pascal y Gasse11cli, se reu11ía11 en el co11vento de
Marin Mersenne, cerca de la place Royale (en la actualidad place des
Vosges). Entre 1632 y 1642, Théophraste Renaudot organizó co11fe-
rencias en francés sobre di,1ersos asuntos para todos aquellos que tu-
vieran interés por el tema e11 su Bureau d'Adresse , situado en la ruede
la Calandre, cerca de No tre-Dame.32
Por lo q11e a Londres se refier e, su importancia se debi ó al 11echo
de co1npaginar las fu11ciones de puerto y de capital. El ce11tro fina11-
ciero de la ciudad al llergaba las secles de la Com¡)añía de Rusia (fu11da-
da en 1555), la Compañía de l ,evante (fu11dacla en 1581), la_Con1pañía
de las Indias Orie11tales (fundada en 1599) y la Con1pañía de 1\frica (fu.n-
dada en 1672). Buena parte de la información procedente del extran-
jero la enviaban a Lon dres comerciantes particulares, pero también se
preocupaban de recogerla los cuarteles generales de las diversas co1n-
pañías: por eje1nplo, la Casa de Muscovy (Moscú), donde sabios co1no
John Dee y Richard Hakluyt se reu11ían co11 con1erciantes ¡)ara esta-
b lece r r11apas y rutas. La Casa de las Indias Orientales, en Leadenhal l
Street, cu111plía algunas de las funciones de su rival hola11desa. t\llí se
guardaba11 mapas, cartas de navegació11 y cuadernos de bitácora de
barcos, mientras que las cartas enviadas a esa dirección proporciona-
ban información acerca de los precios de productos de la India y otros
n1uchos asuntos.
La i11for1n ació11 que llegaba a Lon dres de esta 111anera r10 era pura-
n1ente comercial. En su prefacio al tercer año de las Philosophical Tra1z-
sactio1zs, el secretario de la Royal Sociecy, Henry Oldenburg, ponía de
relieve la i11forr11ación que, gracias al co111ercio, llegaba a <<esta farnosa
rnetrópoli>> de las <<colonias atnerica.nas>> y de muchos otros lugares. 33
De manera par ecida, el historiador de la Royal Sociecy, Thomas Sprat,
consideraba que Londres, <<cabeza de un poderoso i1nperio>>, era <<la sede
n1ás a¡1ropiada para el ava11ce del conocin1iento>>, el <<lugar de residen-
cia tan con,;eniente para ese conocin1iento que se tien.e que alca.n zar a
partir de los informes y las noticias de todos los países>>.
La Royal Society fue un in1porta11te escenario para el i11terca111bio
de i.nforn1ación, al1nque tuvo rivales. Descle finales clel siglo XV1, en el
Gresham College, situado en Bishopsg·ate Street, se dieron conferen-

32. Rochot (1966); Solomon (197 2), págs. 60-99; Mazauric (1997).
33. H all(l965, 1975); Hu nter(l989).
94 J~IISTORIA SOCTAL DEL CC>N<)Cli\!IIEN'!'()

cías pú blicas sobre filosofía natural y otros tem as. Lo mismo s11cedió
en el Colegio d e Nfédicos, en "V\larwick Lane, que un m édico q11e es-
crilJía. en 1657 describí(> con10 r1na ge11u i11a Casa de Salomó11. P ara las
11ur11a11idades estaba la Sociedad de i\ n tic1Larios, que desd e nlás e) n1e-
nos 1586 l1asta ap roxírn adarnen te 1608 se reunía pa ra discu tir sobre
t e1nas de la 11istoria de Inglaterra en el H erald's Office de la Derby
T-Iouse, cerca ele la catedral de San P ablo . E,11 se11ticio liter al, L o ndres
car ecí<) de universidad, p ero algl1nos ha11 c.i escri to cor110 l111a tercer a
un ivers idad la sede de los Colegios de Abc)gados, escuelas donde se
for111aban los ju rí stas. 34
Inrnigrantes p rocede11tes de otras ¡Jartes <le E urOJ)a desembarcaron
en L ondres car gados co r1 su conc)ci r11ie11to y de esta n1an era se acre-
centaron las p osil> ilidades <lel saber en la ciudad. El mism o Oldenburg
e ra originar Í<) de Bren1en y su conocido l l artlib , de Elbing (hoy F.1-
blag, e11 Pol o ni a). Co1110 er1 el caso de 1\rnsterdarn , algt1n os refug·iados
pr otestar1tes fr a11ceses, entre los que h abía alg11nos 110111bres e.le letras,
se establecieron en L on clres en el último c11ar to c.iel siglo X\FIT (véase,
an teriom1ente, la pág. 47) .

G EO GRAFÍA DE LAS BIBLIOTECAS

El predominio de algi1nas ciuc.lades el1ropeas en el n1undo del saber se


verá confirn1adcl s í exar11in a1nos la geografía de las gran des biblic)tecas.
R ein os de ad1n itir ql1e la correlación n o es perfecta: la Biblioteca Bod-
leyana de O xfor<l, [)Or ejem plo, fue una gran bi blioteca ubicad a en una
p equeña ci u<lac.l 11niversitaria y la Biblioteca de El Esc<)rial estaba si-
tuacla lejos <le c11alq11ier ciu dad. Sería i111posi ble explicar la locali7.aciéln
de una y otra sin conocer los in tereses de dos i1ers<)nas ricas: Eelipe II,
q ue fundó E l Escorial,)' sir l 'ho111as 13oclley, q11e clonó su colección de
libr os a la U n iversidad de Oxford.
P or otra par te, en Itali a y Fra11cia las n1ejores bibliotecas las encon-
trare111os e11 las r11ayores cil1dades . E,n I talia, las ciuc.iades clave ft1eron
F lore ncja (con la Bibl ioteca Lat1renziana), Venecia (con la Biblic)teca
.N1arciana), l\1ilán (con la Biblioteca Ambr osiana) y sobre todo Ro111a
(con la Bi blio teca \ Tatica11a, 1.a biblioteca universi tar ia de La Sapíe11za,
la biblioteca de los Jesuitas en el Collegio ro1n a110 y la BilJlioteca An-

34. V/ebster (1975), págs. 51-5 7, 125.


LOCALIZA(~IÓN DEL C01"0C l.\II EN' rO: CENTROS Y PE.RIFJ::RIAS 95

gelica, inaugurada en 1614). En Ron1a había, además, in1porta11tes bi-


bliotecas privaclas, corno las de las familias Barl>eri11i, Cesi y Spacla, y
la de la reina C ristina de St1ecia. Las guías de Ro1na inforn1aba11 a los
viajeros acerca de estas bibliotecas. L a elescripció11 111ás completa, e11
forma de tratado, fue la del sacerdote italiano Carlo Piazza, qt1e ha-
blaba de las fa1nosas bibliotecas de Roma (1698).
Nápoles era otra ciudad italiana dotada de bue11as bibliotecas, en-
tre ellas la del jt1rista Git1seppe Valletta, que hacia 1700 co11tenfa unos
diez mil volú111enes. Si11 en1~>argo, como centro de conoci1nie11to, a fi-
nales del siglo );.'VTT la ciudad 11ahía e11trado en d ecade11cia, con10 expli-
có t1n sabio local a Gilbert Burnet, un visitante in glés que se quejó por
escrito de la Inquisició11 y de la difict1ltad qt1e había para h acerse con
libr os de Inglaterr a y de la República holandesa.
Como ilustración de los problen1as que experimentaba la dedica-
ción a las letras en Nápoles a finales del siglo XVII y con1ie11zos del
)\.'\lIII poden1os echar ma110 del caso ele Gia111hattista Vico. Con10 autor
de u11a an1biciosa obra de historia comparada r1ecesitaba, evidente-
mente, estar bien informado. Vico había crecido dura11te el último
cuarto del siglo X\ill y entonces Nápoles era t1n centro de vivos inter-
cambios intelectuales, con la posibilidad de acceder a nuevos libros en
latín. Sin embargo, al hacerse mayor, tanto Vico com o Nápoles se ais -
laron progresivamente. El francés y el inglés, lenguas que él 110 don1i-
naba, fueron haciéndose cada vez nlás necesarias para los ciudadanos
de la R.epúbl ica de las letras. Una sefíal, e11tre otras inuchas, de l cre-
ciente aislamiento ele Vico lo te11e.m os en el h ecl10 de que e11 Ja edición
d efin itiva de su ol>ra maestra, Pri1z.cipi della scie1zza n·ttovr1, pt1blicada en
1744, se hable de Japón sin hacer referencia al importante estuelio qt1e
Engelbert K.aempfer había publicado unos veinte años antes (véase,
anteriormente, la pág. 85 y, más adelante, la 248).:;,
Los parisienses fueron más afortunados. Como ciudad de bibliote-
cas, hacia finales del siglo X~\'II, o tal vez antes, París superaba incluso a
Roma. St1s rect1rsos inclt1ían la biblioteca del siglo XII de Sa11 Víctor, ca-
talogada alfabéticamente hacia el año 1500 (véase, más adela11te, la pág·.
238) y abierta oficial1nente al p1íblico e11 el siglo XVII; la l>iblioteca de la
t1niversidad; la biblioteca del colegio jesuita de C ler1nont (rebautizado
como Luis el Grande, en honor ele Lt1is XI\l); la biblioteca del carcle-
nal ~\ilazarino, que después de su muerte fue abierta al público ; y la bi-

35. Rurke (1985).


96 lílSTORI A SOCIAL DEL CONOCIMIEN'f()

blioteca real, trasladada de Blois a París en la década de 1560 y a la ql1e


durante los siglos XVII y xvru el público pudo acceder cada vez con ina-
yor facilidad (véase el capítulo 8). U na guía de París enumeraba en 1692
no menos de treinta y dos bibliotecas a las cuales podían acudir los lec-
tores <<como un favor>>. A és tas había que añadir las tres bibl.iotecas pú-
blicas: la de Mazari110, la de San Víctor y la delJardí11 Real.
Las cil1dades nle11cionadas hasta aquí 110 estaban distribuidas regu-
lar111e11te ¡Jor toda Europa, sirio que se apiñal>an en el Sl1r y el oeste. Es
l1ora de que volvamos nl1estros ojos a la situación del centro, norte y
este del continente. Europa central esta ba relativamente bien dotada
de universidades, co11 una red que databa de los siglos XIV y XV, entre
otras las de Praga, Cracovia, Viena, Leipzig y Pozsony (actual111ente
Bratislava). Durante el reinado del en1perador Rodolfo .II, desde 157 6
hasta 1612, su corte de Praga fue u11 ce11tro intelectual que atraje> a los
astróno111os Tvcho Brahe y Johann l(epler, a los alquin1istas Michael
Maier y Mjchael Sendivogius y al l1umanista húngaro Johannes San1-
l>ucus.36 A largo térmi110, la cil1dad n1ás importante sería Viena, sede
no sólo de una universidad, sino ta1nbién de la biblioteca imperial, la
Hofbibliothek, que hacia el año 1600 poseía ya unos diez mil volúme-
nes, en la década de 1660 la describió mi11uciosamente el bibliotecario
P eter Lan1beck, hacia 1680 disponía de unos ochenta 111il volún1e11es,
a comienzos del sig-lcl Xv1II fue reccl11struida con gran 111agnificetlcia y
pc>co después fue allierta al púlllico.
Por otra parte, el norte y el este de Europa estaban me11os de nsa-
mente poblados y generaln1ente sus ciudades eran pequeñas (a excep-
ción de Moscú) y estaban más alejadas que las del sur o el oeste. Las
instituciones académicas, excepto en el caso de Uppsala (fundada ei1
14 77), llegaron tarde: por ejemplo, a Vilna ei1 1578, a Dorpat (Tartu)
y Kiev ei11632, a Lund ei1 l668, a Lviv (Lvov) en 1661, en Moscú en
1687 (una acade111ia de teología) y a Sa11 Petersburg·o en 1724. E11 esta
arr1plia zo11a escasearon las imprentas y las bibliotecas, au11que a fi11a-
les del siglo X\lll asistin1os a un modesto desarrollo de las n1isrn as. Los
libros impresos en ,A msterdam para el mercado de la Europa orien tal
(véas·e, más adelante, la pág. 211) representaron al mismo tiempo una
ventaja para los lectores y un obstáculo para el desarrollo de u11 co-
mercio local en materia de conocin1iento. 37 Las grand es bibl.iotecas

36. Evans (1973).


37. Isaievych (1993).
l.()CALIZAC J:Ó~ DEL CONC>C L\l lE"t\"rC>: CENTR()S Y PERIFERIAS 97

fue ron muy ra ras en esta zona, aunque la biblioteca ducal de Wolfen-
büttel tenía veintiséis nlil volúme11es en 1661, la bjblioteca 11niversita -
ria <le Gotinga ci11ct1e nta 1nil volúmenes e11 1760 y la biblioteca real de
Berlí11 ocl1e11ta mil volúmenes e11 1786.
I-Iay dos l1echos que 11os sugieren que el acceso al conocimie11to era
más difícil en estas region es que en la Europa occidental. En primer
lugar, la emigració11 de sabios l1acia Occide nte, ya fu ese para gozar de
las fac ilidades en el uso de las bibliotecas, co1110 fu e el caso de los ale-
manes y esca11dinavos que durante el sjgJo XVII visitaron la Biblioteca
Bc><ll eya11a en Oxford, o para vivir durante años, como el sal>ic> bc)he-
1nio Ja.n A111os Cor11enius e11 Lo11dres o A1nstcrdam . .En segu11do lugar,
la tentativa de lc>s gobiernos de P rusia)' Rusia a co1nicnzos del siglo xvrn
de convertir Berlín y San P ete rsburgo e11 centros del saber, importa11-
do -según los consejos de L eibniz- a sabios extranjeros, entre otros
a matemáticos c.:01no Nicolas y Da11i el Ber11oulli, Leonhard Eu.ler y
Pierre l•viaupertt1is.
Co11 ciertas limitaciones, c11 la Et1ropa oriental o central-oriental
fue posible seguir una carrera de sabio en pequeñas ciudades. Pc>r ejem-
plo, el l1istoriador Matthias Bél pasó su vida en P ozsony, pero tral>ajó
e11 ten1as de l1istoria de su ¡)ropia regjón. Bartl1olo1neus Kccker1nat1n
pasó la 111a):or parte de st1 vida en D a11zig (G-dansk) y, sin embargo, p11-
blicó más de veintici11cc> libros, aunque en est e caso se trató ft1nda-
mentalmente de un sistematiza dor de disciplinas académicas q11c ape-
o.as 11ecesitó recu rr ir a inform.aciones i11accesibles.
J_,a 1nisma adquisición de los conoci111ie11tos ci en tíficos b<ísicos su-
po11ía n1ayores esft1erzos para los europeos que 110 tu viesen C<)mO len-
gt1a 1nater11a el italiano, el español, el francés, el alemá11, el neerlandés
o el i11glés. Sólo n1uy poco a poco empezaron los eur<>peos ce11trales y
orie11tales a prc>dt1cir libros de consulta e11 sus propias lenguas verná-
culas: Ja Enciclopediti hitng·ara d e Apáczai CsereJános (1653) o la p ri-
mer a enciclope<lia en ¡10Iaco, la Nowe Ate1iy de Chmiclowski, p11blica-
da a mediados del siglo XVl'JT.
Co1110 ejemplo llamativo de los proble mas a que se viero11 enfre11-
tados los sabios más alejados de los centros del saher podemos co11si-
de ra r el caso de Carlos de Sigüenza y Góngora en México. La ciudad
dond e vivía era gra11de y te.nía universidad, e11 la q11e él 1nisn1c> enseña-
ba matemáticas, e i11cluso impulsaba la creació11 de i111prentas. No obs-
tante, al escrit>ir acerca de la l1istoria y las antigüedades de su ¡) ro¡1io
país, in cluid a la escritu ra pictográfica utilizada antes d e la conquista
española, Sigüenz.a n<> tuvo n.1ás remedio que referirse a libros de a11to-
98 HISTORIA SOCL<\L DE L CON()Cli\1IF.KT()

res europeos como Samuel Purch.as y Atha11asius Kircher. Sólo e11 es-
tos lil)ros extranjeros era posible estudiar e11tonces las ilustraciones
in1presas de estos pictogramas. Incluso para ecl1ar un vistazo a los ma-
ntiscritos, que llevaron a Europa los españoles y estaban dispersos en
varias bibliotecas, Sigüenza hubiera te11ido que visitar ciudades tan
alejadas de México como Roma y Oxford. 38

LA CIUDAD Cl1i'1i() FUENTE DF: INFORMACIÓJ\T ACERCA DE SÍ MISMA

El crecimie11to c.ie los servicios de i11formación en las ciudades a comien-


zos de la edac.l n1oderna f.ue, en parte, consect1encia de la di,risión ur-
bana del tralJajo y, en parte, una respuesta a la creciente demanda de in-
formació11, demanda que en realidad era u.n a reacc.ió11 al se11tido de
desorientación ge11erado por la vida e11 las gra.n des ciudades de Eu.ropa.
Estas ciudades empezaban a producir cantidades crecie11tes c.ie i11for-
n1ació11 acerca de sí mismas.
Por ejemplo, la estructura <>cupacjonal de las gra11des ciu.dac.ies i11-
cluyó c.le for111a cada vez más clara especialistas en diferentes tipos de
comunicación oral. Entre estos especialistas podríamos señalar los co-
1·redo1·s d'orella (sic) de la Lonja de Barcelona, que escuchaban las con-
versaciones y ponían a unos comercia11tes en contacto con otros; los
<<corredores>> que en el siglo X\1I ll ant1nciaban servicios matrimo11iales
clandestinos en Londres o i11forn1al)a11 de las llegadas de barcos a los
aseguradores en la casa de café de Lloyd; y los romanceros que iban y
ve.n ían por la ciudad o se paraba11 en <leter1nina<los lugares como el .
Pont Nelrf de París o la Puerta del Sol de Madrid, donde cantores cie-
gos, estratégican1ente situados entre las oficinas de la Gazette oficial y
la parada final del servicio postal - Correos-, vendían aln1anaques,
periódicos y edictos oficiales. 39
f_,os avisos oficiales se daban a conocer en las esqui11as de las calles
<~ e11 las puertas de las iglesias. Por ejemplo, e11 Flore11cia el i1uevo
l12dice de libros prohibidos se expuso en 15 58 en las puertas de las iglesias
de la ciudad. En tien1pos de Carlos 11, en Londres las obras de teatro se
anunciaban por medio de letreros colocados en las calles. A un visitan-
te suizo de Londres le i1npresionó, en 1782, que las tie11das tuvieran

38. Brading (1991), págs. 366, 382; Burke (1995a).


39. Kany(l932), págs. 62-6+.
LOCAL TZAC:T(>N D EL CO!'OCT\IIENTO: CEN TROS Y P ERIFERIAS 99

nombres y no tanto signos de identificación. Los nornbres de las call es


se escribieron cada vez con 111ayor frecl1e11cia en las paredes (e11 P arís,
a partir de 172 8). L os nú111eros en las casas em pezarc>n a ser algo co-
mún en las ciudades más g·randes durante el siglo XVIII. Un visitante
i11g·lés de Madrid observó en la década de 1770 qu e <<los nombres de
las calles aparecían p intados en las esquinas de las mismas>> y qu e <<to-
das las casas estaban nu.r11eradas>>.
Todo turista sah e pc>r experienci a que cuanto rna)ro r es una ciu-
dad más se llega a echar de menos un guía - es decir, 11na perso na-
º u.n a guía - es decir, un libro-. A co1ni enzc>S de la edad 1noderna,
en E11ropa ya h abía cierta de1nanda de g11ías profesio11ales -cicero-
ni- para enseñar la ciudad a los visitantes, especialm ente en Ro111a,
Venecia y P arís. Tarnbi én se buscaban guías en form a de libro. F11c-
rc>n particL1larrnente al)undan tes las guías impresas de la ciudad de
Roma, e1npezando con la o hra an c)nima <<Maravill as d e la ciudad de
Roma>>, que ya h abía circulad o du rante la E dad Media. En su ces ivas
ediciones impresas, esta guía, que en un pri ncipio infc>rn1a ba sobre las
reliquias, las indulge.n cias y los Papas, ter111inó incluyendo datos so-
bre aspectos rnás seculares, como las antigüed ades, el servicio de cor-
reos y los pintores. L a guía de Veneci a d e l{'ran ccsco Sansovino, pu-
b! icada i1or prir11era vez en 15 58, se convirtió en un best-seller h asta
que a finales d el sigl<> XVII fue sustin1ida i1c>r la <<Guía para extranje-
ros>> de Vincen zo Corc>nelli y, post eri or1nente, por <<El extranjero
ilustrado>>, una descripción del siglo XVIII en la ql1e al v isitan te se le
propon ían seis itin era rios guiados, de u n día cada uno, por la ciudad
y sus alrededores.
Estos modelos fL1eron in1itados posterior.m.e.n te por las guías q11e se
editaron de .A1nsterdar11, P arís y otras ciudades. Escribieron guías de
Amsterda111 PontanllS (1611), Dapper (1663), Zesen (1664) y Con1me-
lin (1693 ). 1\de111ás, hl1l)o u11a guía anóni ma de la ciudad en francés
(1701 ) que se rci1np rim ió y revisó varias veces. TJa guía de Nápoles es-
crita por Bacco se publi có por prim era vez el año 16 16ya 1<> largo del
siglo llegó a ten er och o edicion es. Otras gu ías rivales fu ero n la de
Mor111ile (1617), Sarnelli (1685), Celano (1692), así como la <<D es-
cri¡1ción de la cil1dad de Nápoles>> (1788) de Sigismondo, destinada cs-
p ecialme11te para los extranjeros. La <<D escripción de París>> (1684) de
Gern1ain Brice, u11 gL1Ía profesi<)t1al, alcanzó Sll <)Ctava edición en 1727 .
·r ras ella vinieron <<Esta11ci a en París>> (1727), de Neimetz, y otras
competidoras. Las primeras guías de Londres datan de 1681 (fecha,, d@- GC
publicación de los r elatos contrapuestos de Nathaniel Crouc}1 y V~­
. I~
100 IIISTOH.!A SC)CTAL DEL CONOCil'v1IENTO

mas de T,aure). Durante el siglo >..'VIII se publicó, aproxi1nada1nente,


u11a docena más de guías de la ciudad.
/\las descripciones de iglesias y obras ele arte, a Jo largo del s iglo
XVIII, estas guías añadieron algunas informaciones prácticas, por ejen1-
plo sobre cómo negociar co11 los cocheros de alquiler o qué calles ha-
bía que evitar de noche. Había tan1llién una literatura especializada en
los estafador es de la ciuclad y sus trucos: 1'he Frazeds of London [<<Los
frat1des de T,011elres>>] y c>l>ras por el estil o. La informació11 práctica
quedaba en seguida desfasada, de manera que no es extraño que e11-
contre1nos una gt1ía de Madrid para extranjeros que a partir de 1722 se
p11blicó anualmente: el C'alendario anuctl.Y guía para extranjeros.
Algunas ciud acles publicaron gt1ías especializadas sobre el mundo
de la prostitución. La Tariffa del/e puttane (<<Tarifa de las putas>>), pu-
blicada en Venecia hacia 15 3 5, era t1n diálogo en verso co11 los nom-
bres, las direccio11es, lc)s atractivos, los aspectos criticables y los pre-
cios de ciento diez cortesa11as. El siguiente catálogo, de 1570, c<>ntenía
doscientos ciiez no111bres. Posteriormente se publicaron i1nitaciones ele
estas guías dedicadas a explica r los atractivos de Amsterdam (1630) y
Londres: Comnzonwealth of Ladies (1650), sc>llre las putas que trabaja-
lJan cerca de Ne'v Exchange (I,onja nueva), y List of C'ovent-Ga'rden
Ladies, obra de Harris, que a partir de 1760 se reeditó anualmente. No
siempre sabemos co11 certeza si estas guías estaban destinadas a los ex-
tranjeros o a los nativos, ni si los datos que contenían eran exactos, ni
si, de 11echo, la intenció11 de sus autores era ofrecer infor1nación prác-
tica o bien pornografía.
A d ecir verdad, incluso los nativos de las grandes ciudades experi-
n1entaron cada vez más la necesidad de orientación, de información
acerca de las diversas forxnas de e1nplear el tie1npo libre o sobre cómo
e11contrar deter1ni11ados productos y servicios. El problema se solu-
cionó en parte con el uso de los carteles. P or ejemplo, para anunciar
las representaciones teatrales. Estos a11uncios pegados a las paredes tu-
viero11 s11 origen. en España, a fin ales del siglo XVI, 1no1nento ei1 q11e
inició su despegue el teatro con1ercial. I.. a palabra española cartel se
tradujo al italiano co1no manifesto, al francés como affiche, al alemán
como Plakat y al inglés como bill. En 1662 Pepys se refiere a carteles
(bilis) que anuncia11 representacio11es teatrales y que están fijados a
l)Ostes en el edificio del Ten1ple y en otros lugares. A finales del siglo
XVIII, este tipo de carteles tuvo un importante papel e11 la vida urllana
d e París. Eran objeto de un estricto control oficial y los cuarenta <<car-
teleros>> (affichez1,rs) oficiales lle,raba11 u11a insignia especial como d e-
LOCALIZACIÓ N DEL co:--:oc1;vrrENTO: CEt\" l'ROS y PERTFF.RIAS 101

rnostración pública de su categoría. La inforrnació11 (]lle i1egaban a las


paredes incluía desde anuncios referentes a charlatanes, perros perdi-
dos y predi c.:adc>res hasta d ecretos del Parlamento de P arís.
Para respor1der a algunas de estas necesidades, Théophraste Re-
naudot, 1nás conocido aún cc>mo editor del periódico oficial, la Gazette,
fundó a principios del siglo X\lII ei1 París el llan1ado Bt1reau d' Adresse,
situado cerca del Pont Neuf (más tarde pasaría al Louvre). El objeti,ro
de esta oficina o despacho era relacionar (previo pago de unos honora-
rios) a personas (por ejen1plo, sirvientes y empleadores) que no se habían
conocido an teriorn1ente, con1batiendo de este modo el anonimato de
la gran cit1dad. Corn<> refería t1n visitante ÍI1glés del Louvre, <<bajo la lar-
ga galería hay t1n lugar lla1nado el Bt1reat1 d' Adresse. Aquí un hon1bre
tiene un libro con los no1nl>res de sirvientes y lacayos>>. Esta ofici11a
llegó a ser tan conocida q ue en 1631y1640 se con,ri rtió en tema de al-
gunos bailes de la corte, un medio de comunic.:ación qt1e de este nlodo
hizo ¡)uhlicidad en favor de otro.40
Esta versión de las páginas an1arillas propia del siglo xv11 110 duró
nluc.:ho, pero la idea la r ecogió de n11evo a finales de ese rnismo siglo
tin médico-boticario lla1nadc> Nicolas de Blegny, qui en presentó el
m aterial en forma de libro, esta vez l>ajo el tín1lo de <<Libro práctico de
direcciones en París>> (1692). Contenía in fc>rn1ación acerca de ventas ,
puestos vacantes, bibliotecas, conferencias públicas, baños, profesores
de rnúsica, horarios y lugares de audiencias con el arzol)ispc> de París o
chismes sob re la corte real. ¡\l autor le pareció pr11dentc csc.:011der su
n <>ml>re bajo el pseudó11i1110 <<Ahr ah am du Pradel>>. D e hecho, esta
ob ra de consulta no tardó mucho en ser suprimida debid o a que algu-
nos person ajes jmporta11tes y bien víst<>s, cuyas direcciones figuraba11
en la lista, se quejaron <le que st1ponía una invasión de su vida privada.41
Sin e1nbargo, la demanda de este tipo de infor111ación persistía, y el
pro)recto se trató de llevar una vez más a la práctica ei1 el siglo XVIII. El
caballero de 1\tf ouchy (m ás conocido como autor de un as hojas infor-
mativas manuscritas) organizó también, hacia 1750, u n Bureau d'Adr es-
se en la calle Saint-Honoré. Dt1rante el siglo XVIII, ofrecían información
sobre actividades de tie111po libre en París periódicos como Affiches de
Paris (1716), Journal des Spectacles de la Cour (1764) )! más tarde el]our-
nal des 1'héatres (1777) y Calendrier des T.oisirs (1776). A par tir de 17 51 ,

40. Solon1on (1972), págs. 2 l- 59 .


41. Solon1on (1972), págs. 217-218.
102 HISTORIA SOC:IAL DEI, C()N()C l1\:l l li:'-J'f()

en el <<Bureau d'Adresses et recontres>> de la calle Baillette se publicó


el l)eriódico Affiches ju11t:unente con la (Jazette. En él se ofrecía infor-
rnación S(>l)re representaciones teatrales, sermones, decretos del P ar-
lamentl> de París, la llegada de mercancías, libros impresos reciente-
m e11te, etc. D e tnanera parecida, el Diario de Marlrid (desde 17 58)
incluía noticias particulares de lVl.adrid (sic en el C>riginal), an u.r1cios para
com partir un viaje en diligencia hasta Cádiz y una sección ti rulada
<<Objetos perdi dos>> (perros, rosarios, etc.).
En Londres, la idea d e ofrecer información práctica a los h abitan-
tes de la ciudad fu e r ecogida e11 el siglo XVII por Samuel Hartlib, cuya
Oficina de informació11 o Agencia para el saber universal trató d e com-
paginar los ser vicios prácticos qt1e pro¡)orcionaba R e11audot con u11
proyecto más a1nbicioso de recogida y difusió11 internacional de conoci-
mientos sobre todo tipo de materias. 42 Com(> extranjer o que era, H art-
lib seguramente experime11tó con especial intensidad la necesid ad de
información en una gran ciudad. Su ¡)royecto, como el de Renaudot,
fue efímero, pero, tambi é11 C(>tno el d e Renaudot, st1scitó imitadores:
\)Or eje1nplo, la <<Üfici11a <le orient ación pública>> de Lo11dres (1657),
que, ade1nás de pt1blicar el semanario Publick Adviser, ofrecía ta111l)ién
mediación p ersonal; o el servicio de información qu e hacia 1680 orga-
nizó un tal T. i\1a)rhe°'"' en Londres en La pava real (Tl1e Pea He11),
frente a So111erset House, que se preocupaba de llevar el registro de los
. .
1nm1grantes.
Durante el siglo XVIII, en Lo11dres no dejó de crecer el número de
age11cias de trabajo u <<ofici11as de empleo>> para criados. En 1751, el ·
n ovelista y magistrado Henry Ficlding propuso organizar una <<Üfici-
11a-Registro universal>>, señalando qu e <<las ciudades grandes y muy
pobladas>> 11ccesitaban <<Ull método que p ermiti era que sus 11al)itantes se
comunicasen entre sí las diversas car encias y talent(>S <le cada t1110>>, y
registros de las pr opiedades que estaball en ve11ta, de las h abi taciones
que se alquilaban, de los prestan1ist as <le dinero, de los puestos vacan-
tes, de los servicios de viaje, etc. Er a, en pocas palabras, lo que un dra-
111aturgo de la época llam(> un <<alrnace11 de informes>> o <<depósito de
notici as>>. F ieldi11g· se preocupó de que no se registrase a n ingún sir-
viente <<que 110 pt1eda prese11tar un informe fi dedigno del últinl() lugar
<londe l1aya vivido de hecho>>. No nos sorprenderá saber, pues, que
Fielding fue también el r espon sable d e la pu esta a p unto en 1749, en la

42 . George (1 926-1929); Webster (1975), págs. 67-77.


LOCALIZAC IÓN D EL CONOCl.\I IENTO: CE~· rROS Y P ERTFER IAS 103

Oficina de la Bow Street, de lo que se ha llamado la <<primera fL1erza


detectivesca de In glaterra>>. Para Fielding la información constituía un
ar1na co11tra l(>S cri1ninales y fue 1)artidario de llevar un registro de .in-
for1nes acerca ele rol>os.

LA ELABORACIÓN D EL CONO Cill-flE~TO

La sistematización del conocimiento en las ciudad es y en otros luga-


res forrnó parte de un proceso más largo de elaboración o <<pr ocesa-
mie11to>> que inclr1ía la recopilación, la comprobació n, la edición, la
traducció11, el co1ne11tario, la crítica, la síntesis y, como se decía ento11-
ces, <<el co111¡)endic> y la rnetodizació11 >>. Este proceso podría d escri-
l>!rse comparándolo con una caden a o línea de rnontaje. l\ inedida que
las uojdades mínimas de in forrn ación avanza l>an por el ca1nino que ll e-
vaba del campo a la ciudad, eran muchos los individuos que añadían
su granito de arena personal. D e esta 1n anera <<se pro ducía>> el cc>no-
cimiento, en el sentido de que la nueva infor1nación se transfor111al>a
en. lo que entonces era considerado - por la clerecía, al 1ne11os-
co rno co11oci111ie11to. Sería absurdo pensar que esta n ueva info rrna-
cic)11 llegaba libre d e conceptos o categorías, por muchas <<materias
prin1as>> que se in1portasen a la m etrópoli de las colonias. Por eje1n-
pl(>, e11 el caso de las hi er l>as y m edicinas procedentes de las Indias
O r ientales y O ccidentales, es evi dente que el conoci1niento había sido
elaborado localmente por sabios indígenas antes de su llegada a Eu-
ropa.43
A pesar de todc>, para ser utilizado eficaz1nente este conocirniento
ten.ía qt1e pasar por t1n proceso d e asimilación o adaptació11 a las cate-
gorías d e la cultura europea. No obstante algu11os eje1nplos fa111osos
que parecen sugerir lo co11trario , co1no las actividades d e .i\1011taigne y
Mo11tesquieu en sus propiedad es rústicas (véase más ad elante, en el
capítulo 8), este proceso de asimilación gen eralme11te se produjo en
entornos urbanos. Las ciudades han si do descritas com o <<Centros de
cálculo>>. En otras palabras, las ciuclacles :h1eron los lugares donde la
información local pr<>cedente de cliferentes regiones que abarcaba di-
ferentes temas se transfor1nó en conocirni e11t<> ge11eral en for1na de
inapas, estadísticas, etc. Un ejemplo te1npra110 11os lo ofrece la antigua

43 . (~rove (199 1); E<lney (1997), pág. 297.


104 HIS'fORIA SOCIAL DEL CONOCl."v11EN'l'O

Alejandría, con su famosa biblioteca, en la que sabios como el geógra-


fo Eratóstenes transformaron el conoci1niento local en conocimiento
general. 44
Las cil1dades de co1nienzos de la edad 111oderna pl1eden describirse
igualn1ente co1no centros de cálcl1lo, crítica y síntesis. Los atlas de este
período ilustran claran1ente tales sí11tesis: por eje111plo, los de Merca-
tor (producidos en A1nberes), o los de Blaeu (Amsterda111), Coronelli
(Venecia), Ho1na1111 (Ha111burgo) o d'Anville (París). Los papeles del
cartógrafo Jean- Baptiste d' An ville han sobrevivido y frecuentemente
nos lo muestran en el momento de dibujar a partir de los inforn1es ora-
les o escritos de diferentes tipos de viajeros, como inercaderes y diplo-
n1áticos, en un intento por log·rar la propia síntesis.4 ; La adaptación de
conocimientos locales o i11clt1so <<periféricos>> a los intereses del ce11-
tro se vio estin1ulada por el uso de cuestionarios (véase, más adelante,
la pág. 166), ql1e, como las estadísticas, facilitaron el establecimie11to
de con1paracio11es y co11traposiciones.
La elaboración del conocimiento a través de todos estos pasos fue
una tarea colectiva en la que participaron sabios junto a burócratas,
artistas e impresores. Este tipo de colaboración sólo fue posible e11
ciudades lo suf1cie11temente grandes co1110 para albergar un a111plio
abanico de profesiones especializadas. Diferentes ciudades contribu-
yeron de n1anera específica a esta divisió11 internacio11al del trabajo.
Cuando Lutero la11zó su desafío al Papa, la ciudad alemana oriental
de \Vittenberg, do11de él enseñaba en la nueva universidad, se encon-
traba al rnargen de la cultl1ra alemana (de la nlisma manera que la Gi--
nebra de Calvino se encon trab a al m argen de la cultura francesa). 46
Sin embargo, gracias a estos dos reforn1adores, Wittenberg y Ginebra
se co11virtieron ei1 ciudades sagradas, centros de conocin1iento reli-
gioso, equivalentes a Ro111a en los m11ndos lutera110 y calvinista res-

pect1van1e11te.
Una vez n1ás, Florencia, Ro1na y París fueron otros tantos centros
de maestría; y también algunas cil1dades universitarias, gracias a sus bi-
bliotecas y profesores, tuvieron un papel en la elaboración del co11oci-
miento que fue desproporcionado para su tan1año. Por citar algunos
ejemplos, Padua y Montpellier durante el siglo XVI en el caso de los co-

44. La tour (1983); véanse Jacoh (1996) y lvfiller (l 996).


45. Jacob (1 999), págs. 36-37.
46. Schoffier (1936),pág. ll3.
106 HISTORIA SOCIAL DEL CONC>C:LvlIF.NTO

y Du H alde sobre China. 47 Por regla general, todas las grandes ciudades
contaron con sabios sedentarios de este tipo, cuyo trabajo complc1nen-
tó la obra de recolectores itinerantes de co11ocimiento como Her11án-
dez, Kaempfer o Martini. D e Laet trab ajó e11 J_,eiden y pudo consultar
libremente una i1nportante cc>lección d e libros y manuscritos orienta-
les que, como se ha pc>dido demostrar d espués, fueron esenciales para
su descripción del I1nperio <le] Gran Mogol. Varenius trabajó en .A111s-
terdam. Kircl1er residió cuare.n ta años e11 Roma, lo qt1e le pern1itió ac-
ceder a la info rmación que traían consigo los misioneros qt1e volvían
de Oriente, como Michael Boym y !v1artino Martini de China, Hein-
ricl1 Roth de la India y Filippo ~1ar.i.ni de Tc>nk:ín y Macao. 1ambién
Du H alde, que vivió en París, habló con misio11eros que habían vuelto
de China y publicó sus i11forrnes pc>r n1edio de UI1a serie de <<cartas edi-
ficantes>> (L ettres édifiantes).
Sin pretender menoscabar los logros de estos hombres o de st1s co-
legas (Giovanni Battista Ramt1sio en Venecia, Joáo Barros en Lisboa,
Giovan11i Botero en Roma, Richard H akluyt en L ondres,Jean-Baptiste
d'Anvill e y D enis Diderot en París o Caspar Barlaeus, Olfert D ap¡)er
y Jan Blaeu en Amstcrdarn), sí se ha de decir que todos ellc>s supiero11
aprovechar las 0¡1ortunidades que les brindaba el hech<> <le vivir en un
centro importante de informació.n.
'f ra bajadores de <<campo>> como el jesuita italiano Martino M ar-
tini, co11 quien abríamos est e capítulo, comprendieron muy bien la
necesidad de 111antenerse en contacte> con estos ce11tros. Co11creta-
mente, Martin i tuvo contactos regulares con Roma y, co1no ya hemos
v'Ísto, visitó Amster<la rn para entregar algunos de sus mapas al irnpre-
sor J an Blaeu. Frani;ois Bern.ier, un médico que entre 1655 y 1668 vi-
vió la mayor parte del tie111¡)0 en la India, envió ¡1or corresponde11cia
in forn1ación a sus amigos de París y a su vuelta a F,uropa publicó un
libro sc>bre la India. La información recogida por Bernier la utiliza-
rían más tardeJohn Locke y Charles de Montesqui eu para apoyar sus
t eorías generales acerca de temas tan diversos como las leyes y los
fantasmas. 48

47. Rowen (1981), págs. 77-90.


48. Burke (1999b).
LOCALIZACIÓN DEL CONOCL\ JIENTO: CENTROS Y PERIFERL.\S 107

DISTRIBlJCIÓ N DEL CONOCIMIENTO

Una vez procesado en la ciudad, el conocimiento se distribuyó o reex-


portó a través de la imprenta, t1n medio que debilitó las barreras geográ-
ficas, <<dislocando>> los conoci1nientos ele sus a1nbientes originales. Las
principales ciudades europeas mencionadas en este capítt1lo fueron
importantes centros de impresión . La trascendencia de Venecia, Ams-
terdam y Londres e11 este sentido es bien conocida; más adelante vol-
veremos de nuevo a est e tema con 1nás detalles desde un punto d e
vista econó1nico. Ro1na fue otro centro impresor de primer orden, y
también París, con st1s tiendas de i1npresión concentradas en el barric)
t1niversitario, n1ás concreta1nente en la calle Saint-Jacques. La ciudad
de Sevilla fue descrita como <<de lejos y con 1nucho el centro más im-
portante de impresión de noticias>> en la España e.l e comienzos del si-
glo XVII. 49 La red de distribución de libros tendió a segt1ir rutas co-
merciales establecidas, al 1nenos originalmente, pero terminó creando
algunas rutas propias. so
Como caso práctico de este proceso pode111os exa1ninar el conoci-
111iento occidental de medic.inas alternativas d e otros continentes. Al
parecer los médicos occic.i entales se n1ostraron 1nás abiertos a estas al-
ternativas a com ien zos de los tiempos modernos que en la época si-
guiente de la medicina científica y profesional. En el siglo XVI se pu-
blicaron dos textos clave sobre hierbas y drogas exóticas: el primero
sobre la India, obra del médico portugt1és García d'Orta, publicado
pri111ero en Goa, y el segundo sobre Atnérica, ·o bra d el 111édico español
Nicolás i\1onardes, publicado por primera vez en Sevilla. Ambos tex-
tos llegaron a ser a1nplia111ente conc)cidos en toda Europa, debido en
parte a su traducción al latín. Durante el siglo XVII, el conoci1niento de
la inedicina oriental se vio enriquecido por tina serie de textos publi-
cados por empleados de la Compañía holandesa de las Indias Orienta-
les. D e la medicina india se ocuparon, por ejemplo, Jacob d e Bondt en
<<Medicina de las Indias>> (1642), Hern1an11 Gri111m en <<Compendiu1n>>
(1679) y los doce volú1nenes de H en.drik. van. Rl1eede sobre las hierbas,
<<Jardín indio de Malal>ar>> (1678-1703), compilado en Goa, pero iin-
preso en Atnsterda1n . .i\1erece la pena poner de relieve qt1e esta compi-
lación, lejos de constituir un ejemplo de descubrimiento occidental ele

49. Martín (1996); Ettinghausen (1984), pág. 5.


50. Raven (1993), pág. 14.
108 HISTORIA SOCIAL DFL CONOCTJ\1.IE.NTO

una i11forn1ación anterior111ente desco11ocida para tc)d<) el int1ndo, se


basó en tradicio11es indígenas ayurvédicas. El ina11uscrito incluso fue
revisado por alg u11os inédicos hindúes en (;oa antes de ser enviado a
Europa para Sll pt1blicación. 51
1\1ás hacia el este, Andreas Cleyer (aprovechando las notas de Mi-
chael Boy1r1, un jesuita inisionero en China) publicó t1n libro sobre la
rnedicina china, <<Espécimen de medicina china>> (1682), en el que se
estudiaban temas como la manera de totnar el p11lso que se 11tilizaba en
aquel país. y vVill e111 tell Rhi jn e, e11 un lil)rO l)Ul)licado en Londres
en 1683, exa111inaba ternas de la inedici11a (acu¡)trntura, 111oxibt1stión) y
la botánica (especial1ne11te las plantas del té y del alcanforero) tradi-
cionales jap<>nesas.
La obra d e Mo11ardes ta1nbién se vio co1npletada durante el siglo
\.'\TfT, aunque de for1na inenos elaborada que la de Orca. La info r1na-
ción recogida J)Or el médico español Francisco Hcr11ánd ez, que había
sido enviado a l\iléxico por Felipe II, se publicó en Roma en 1628 en
latín. A su vez, V\Tillcm Piso, médico de la expedición holandesa a Per-
n arnbuco de la década d e 1630, 1)ublicó 11n tratado sobre la inedicina
an1erindia, titulado <<La 111edici11a de Brasil>> (1648). Reciente111ente,
algunos sabios europeos h a11 reco11ocido la deuda de las taxo1101nías de
plantas exóticas co11 respecto a clasificaciones no occide11tales: p<.> r ejen1-
plo, de Orta con respecto a los árabes o de Herná.ndez con respecto al
.
s1ste1na na/ h. uat1.5-'

EL DES C UBRIMIENTO EN SU CONTEX'l'O GLOBAL

El desct1l)rimiento por pa rte de Europa de un mundo más arnplio for-


n1ó parte de un fenó1neno global que incluyó, ade1nás, el d escubri-
rr1iento tanto de L<\.inérica como de E uropa por parte de i-\sia. P or ejem-
plo, en el caso del I1nperio O ton1ano, ya 11emos .h ablado del inter és
que mostró el altnirante tur co Piri Reís por .An1érica (véase la pág. 79).
Una historia de las Ii1dias ()ccidental es escrita para el sultán 1v1t1rad III
utilizó la obra de López d e Gó111ara, Oviedo y Zárate. El Atlas de i'v1er-
cator ft1e traducido al turco a inediadc>s del siglo X\lil y el ..4tlas de

51. Boxer (1963); Figuei redo (1984); G rove (1996).


52. c;rove (1996); Bustamante García (1997).
LOC.6>.LIZACIÓN DEL CONOC l..\<fIE~TO CEXTROS Y PERIFERIAS 109

Rlaet1 en la década de 1670 (por orden del st1ltán i\1ehn1ed IV). 53 Estas
traducciones no pasaron del estadio de n1an11scritos, pero entre el pt1-
ñado de libros que salieron de la imprenta durante el breve período
qt1e ésta estuvo at1torizada en el Imperio Otomano en 1727 se encon-
traba una tradt1cción de López de Gómara.
Naturalme11te, Europa ya había sido desct1bierta por los árabes an-
tes de 1450. Para ¡)oder hablar de interés i1or u11a Europa ~1revian1e11-
te desconocida, se hace .n.ecesario volve r la vista al lejano Oriente. F.n
Chi11a, a fi11ales del siglo A.'\.'l el 1r1isio11ero jes11ita italiano A1atteo
Ricci desplegó en st1 alojamie11to tln mapa del n111r1do de estilo
et1ropeo. 1\trajo cierta atención. El e1nperador poseía una copia y el
1napa fue reproducido en los tratados chinos de geografía, aunq11e
el hecho parece que no tuvo mucha influencia en la tradició11 carto-
gráfica cl1.i11a. 54
El tibio ir.1terés por Occide11te man_ifestado por los cl1jnos contrasta
co11 la situación e11Japón. A pesar c.ie -o tal vez debido a- la política
gt1berr1an1e11tal de <<aislamie11to>> (véase la pág. 84), algt1nos ja¡)oneses
desarrollaron t1n vivo ir1terés por la cu.ltura extranjera, especial1r1ente
a partir de t111ales del siglo xv111. Los intérpretes de Nagasaki constitt1-
yeron uno de los primeros grt1pos en manifestar su interés por el saber
occidental, identificado en aquel mon1ento con el <<saber 11olandés>>
(Ra11gakzt, de <<Oranda>>, tértnino japonés para desig·nar Holanda). Un
bio111l)o ja¡1onés co11stru.ido hacia 162 5 1r1t1estra un 1r1apa del 1r111ndo
inspirado en el 1nar>a de P la11ci11s de 1592, ¡1ero el shogun ¡1oseyó muy
pro11to un mapa del 1r1t111do de Blaeu de 1648. J_,a curiosidad creció y
algunos sabios japoneses e1r1pezaro11 a visitar Nagasaki para apre11der
más acerca de Occidente. Por ejemplo, Arashiyama Hoan estudió en
esa ciudad la i11edicina occidental y en 1683 pt1blicó t1n n1ant1al sobre
la inateria. Una sección de la traducció11 l1olandesa de la geografía de
Hüh11er se pt1blicó en japonés en 1772. Un grupo de rnédicos japone-
ses tradl1jo del holandés 11n n1ant1al de a11aton1ía y lo publicó en 1774.
Después de haber visitadc) ~agasaki, el sabio Otst1ki Gentakt1 pt1blicó
t1na ir1troducció11 al saber occidental en 1788. Hasta el año 1800 los
especialistas no descubrieron en Ra11gakt1 que el holandés i10 era 11e-
cesarian1ente la len gua occidental inás útil entre las que podía11 est11-
diarse. 55

53. Karan1usrafa (1992), pág. 218.


54. Yee(l994b), págs.170, 174-175.
55. Unno (1994), f:ig. 11.22, pág. 434.
110 H ISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIE)JTO

Como les sucediera a los europeos, los cl1inc>s y lc>s japoneses se


enfrentaron a un saber exótico al i11te11tar traducirle> a sus propias ca-
tegorías y e.nco11tra rl e un lt1gar e11 sus propios siste111as de clasifica-
ció n. El próxi.1110 capí tt1lc> estará dedicado, justa111ente, a los proble1nas
que plantea la clasificación del co11ocin1iento.
Capítulo 5

Clasificación del conocimiento:


Currículos, bibliotecas y enciclopedias

IJas categorías del pensan1iento humano no están nun-


ca fijas de una forma definitiva; se hacen, se deshacen y
se rehacen incesantemente: cambian con los lugares y los
tiempos.
Ü URKHEl&l

Uno de los aspectos más importa11tes de la elaboración del conoci-


miento descrita en el capítulo anterior era el relativo a su clasificación.
1-Ia llegado el mome11to de abordar este tema de for111a detallada. Para
ello disponen1os de dos caminos: podemos fijarnos e11 los inte11tos por
e11cajar el nuevo conocin1iento dentro de los 111arcos tradicio.nales o,
por el contrario, estudiar cón10 a la larga fueron ca1nbiando estos mar-
cos a medida que se repitiero11 las tentativas por acotnodar las novedades
a ellos. Cotno observó Durkheim, los sistemas de clasificación <<se ha-
cen, se deshacen y se rehacen incesantemente>>. 1

LA ANTROPOLOGÍA DEL CONOCI~IIENTO

Si el capítulo anterior nos ofreció una geografía del co11ocimiento a co-


n1ienzos d e la edad moder11a, en éste inte11taré esbozar lo que podría
llamarse su <<antropología>>, dado que a partir de Durkhein1 los a11tro-
pólogos se han 111antenido fieles al con1pron1iso de, por una parte, to-
111ar en serio las categorías o clasificaciones de otros pueblos y, por
otra parte, de i11vestigar los contextos sociales de las n1ismas. De11tro
de esta tradición se enmarcan algunos estudios clásicos como las obras de
Marcel Granet, La pe1isée chinoise (1934), y de Claude Lévi-Strauss, La

1. Durkheim (1912), pág. 28; véase Worsley (1956).


112 HIS'fORIA SOCIAL DEL CONOCINIIEN'I'O

perisée sauva<~·e (1962). Granet, por ejemplo, describió algunas catego-


rías chinas como el yin y el ya11g co1no ejemplo de pensamiento con-
creto o <<prelógico>>. Lévi-Strauss r echazó la idea de lo <<prelógico>>,
pero tambié11 acentuó las categorías concretas de los llarnad<>S 11uel)los
¡1rimitivos corno l<>s i.ndios america.nos, que hacían u.na distir1ción pró-
xin1a a lo que nosotros contraponen1os como <<natt1raleza>> y <<Ct1ln1ra>>
sirviéndose de las categorías ele lo <<crudo>> y lo <<cocido>>. 2
Los sistemas de categorías occidentales de comienzos de la edad
moderna son tan diferentes de los nuestros que requieren un e11foque
antropológico, como comprendió Michel Foucault en la década de
1960. Nosotros hemos hereclado e11 ))arte la terrninología, por eje111plo
palabras con10 <<n1agia>> o <<filosoffa>>, pero estos tér1ni11os ha.n cambiado
de significado a 1nedida que taml)ién ha can1biado el sistema intelectual.
Para e\ritar que estos <<falsos amigos>> clefrat1den nuestra co11fia11za, 11e-
cesita1nos clesfa111iliarizarnos de las categorías europeas, apre11der a
contemplarlas como algo no menos extraño o artificial que, pong·amos
por caso, las categorías chinas. Foucault hizo esta observación con la
ayuda de u11a fábula tomada de Jorge Luis Borges sobre las categorí-
as de animal que un lector puede encontrar en una e.t1ciclopedia chi-
na: animales pertenecie.t1tes al ernperador, ani111ales dil)t1jados con t1n
delicado pi11cel de pelo de carnello, anin1ales que vist<)S des<fe lejos
parecen n1oscas, etc. Esta fábula ilustra vivamente la evide.nte arbitra-
riedad de cualquier sistema de categorías cu.ando se contempla desde
fuera. 3
En la última generación, una serie de historiadores culturales, mu-
chos de ellos trabajando sol)re los comie11zos de la edad moderna, l1a
vuelto al estudio de los siste111as de clasificación. 4 Por otra parte, la
Europa de e.ntonces ya se interesó intensarnente J1<>r la taxc)no1nía,
co1110 demt1estran, entre <)tros, los sal)ios Conrad Gesner, suizo, e.n su
Historia ani1naliurn (<<Historia natural de los anin1ales>>) (15 51), y Ulisse
Aldrovandi, de Bolonia. El botánico sueco Carl von Linneo fue segu-
ramente el máximo y más sistemático de los taxonomistas intelectua-
les, pero no fue el único que se interesó por el tema. 5 De todos n1odos,

2. Granet (1934); {,évi-Strauss (1962, 1964).


3..Foucault ( 1966), págs. 54- 55; véanse Elkanah (198 1), Crick (1982); Zhang
(1998), págs. 19-24.
4. I<:.clley y Popkin (1991); Daston (1992); Zedeln1aier (1992); Kusukav.ra (1996);
Ke1le)r (1997).
5. Foucault (1966); Olrni (1992); Koerner (1996).
CLASIFICACIÓN DEL CONOCIA1IENTO ( ... ) 113

el te111a central de este capítulo lo constituye la taxonomía del conoci-


mie11to en sí n1isn10, la taxonornía de las taxo11or11ías. Aun.que se i)res-
tará especjal atenció11 al cc>11c)ci1niento académico, se tratará de situar-
lo e.t1 el co.n texto ele conoci1nientos alter11ativc>s.

VARIEDADES DE CONOCIMIENTO

E11 la Europa de corn.ien.zos de la edad in.odern.a, di·versos grupos clasi-


ficaron el conocirn.i ento de disti11tas r11an.eras. En este a1)artado se co-
mentarán algunas de las clistinciones inás con1l111es, sin perder Jlunca
de vista el hecho de que las categorías ca1nl>iarc>n con el tie1npo y tan1-
bié.t1 que a rnen.udo fueron impt1g·nadas, ir11plícita o explícitame11te,
por diferentes individl1os o grupos ql1e formularon SlIS distincio11es en.
distintos lugares. La distinción entre conocimiento más o menos cier-
to se expondrá en el capítulo 9.
U11a disti11ción recurre11te era la que se establecía entre co11oci-
111ie11to teórico y co11oci1niento práctico, entre co11oci111ie11to de los fi-
lc)sofos y conocimie11to de los e1npíricos o, como decía11 algt111os, ei1-
tre <<ciencia>> (scientia) y <<arte>> (ars). Ur1 ejernplo esc1arecedc>r de la
litilización de estas categorías en lln contexto práctico nos lo ofrece
la construcción de la catedral de Milán e11 torno al 1400. Dl1rante su
construcción se suscitó una disputa entre el arquitecto francés y los
rnaestros albañiles locales. Un acuerdo de los albañiles sostenía que
<<la ciencia de la geon1etría no debería inn1isct1irse en estas materias,
puesto que la cie11cia es una cosa y el arte otra>>. A este razo11a111ie11to
replicó el arqL1itecto e11cargado de la obra afirr11ando que <<el arte sin.
ciencia>> (en otras palabras, la práctica sir1 teoría) <<no es n.ada>> (tirs sine
scientia nihil est). 6
Otra distinción frecuente era la que se establecía entre conocimie11-
to público y conocimiento <<privado>> (no tanto en el sentido de cono-
cimie11to <<personal>> cuanto e11 el de información reservada a un gru-
po elitista particular). En. este sentido, el co11ocirn.ien.to privado i11cluía
tanto los secretos de Estado (tl'rcarla itnpe·rii), de los que se .h ablará en.
el próxirno capítulo, co1no los secretos ele la nat11raleza (aretina natzt-
rae). El estudio de estos últi111os se calificó a veces de <<filosofía ocul-
ta>>. Los secretos de la alquimia, por eje111plo, se transrnitieron, a veces

6. 1\ckerrnan (1949).
114 His·r oRIA SOCIAL DEL C()l\'()(;11\1'.!ENTO

en lenguaje cifrado, a través de redes informales de amigos y colegas o en


el interior de sociedades secretas. Los secretos técnicos constit11yeron
u11 saber compar tido dentro de los gremios d e artesanos, pero del q11e
se excluía a los extraños. El nexo en.t re <<tn isterios>> y métiers (<<oficios>>
en francés) i10 fu e exclusivam ente eti mológico. 7
La cuestión de qué tipos de conocimien to debían hacerse públicos
suscitó controver sia y las respuest as qu e se dieron a la misma fueron
diversas, dependiendo de las diferentes generaciones y de las distintas
partes de Europa. L a Reforma fue, entre otras cosas, lln debate en to r-
no al conocimiento r eligioso en el que Lt1t ero y otros sost11vieron que
los legos tenía.n. der echo a compartir dicho conocirniento . En Itali a,
Inglaterra y otros lugares, los reformadores del derech o sost11vieron la
idea de que las leyes d ebían traducirse a la le11gua ve1nácula, a fm de li-
berar a la gen te ordi11aria de <<la tiranía de los ju ristas>>. 8 Algunas socie-
dades de sabios fuer on rnás o menos secretas, inien tras que otras, com o
la Royal Society de L ondres, se propusieron dar pu blicidad al con oci-
miento. A largo plazo , el arranque del id eal del conocimiento público
fue claramente perceptible a comienzos de la edad moderna, coinci-
diendo con la invenció.n. y el desarrollo de la imprenta.9
Se l1izo una distinción parecida a ésta entre conocimiento legítin10
y conocirnien to prol1illido, los arcana Dei, conoci miento que d ebía per -
manecer secreto n o sólo para el público gen eral, sino también para la
hurnanidad en tera. Q ue la curiosidad intelectual constituyese 11n a ac-
titud legítim a más que una inuestra de <<vanidad>> o u n simpl e pecado
fu e también objeto de debate. Por ejemp lo, el reform ado r Juan Calvi-
no, siguiendo a san Agustín, condenó la cur iosidad, pero en el sig·lo
xv11, co1no ya he1nos visto anteriormente (véase la pág. 44), la palabra
<<curioso>> se utilizó a 111en11do en sentido positivo para referirse a los
sabios, especialrnente si éstos eran caballeros. 10
La distin cic)n entre conocimiento superior y conocimiento inferi or
(scientia ·superior e inferior) defendida por el dornini co Giovanni M aria
Tolosani en la década de 1540 es una r eminiscen cia de la importan cia
de la jerar quía en la organización intelectual del conocimiento en este
período. 11 El conocimiento mascu lino, qu e incluía el conocimiento de

7. Principe (1992); Eaxnon ( 1994).


8. Hill (1972), págs. 269-27 6; Dooley ( 1999), pág. 83 .
9. Yates (1979); Stolleis (1980); Earnon (1994).
10. Blumenbcrg (1966); Ginzburg (1976); Kcnny (1998).
11. Feldhay (1995), pág. 207.
CLASlFICAClÓN DEL CONOCIMIENTO ( ... ) 115

la esfera pública, fue considerado, al menos por los varones, st1perior


al conocimiento femenino, más o menos limitado a la piedad y al áin-
bito doméstico.
La distinció.n entre conoci1niento <<liberal>> v conocimiento <<útil>>
'
tenía ya tras de sí t1na larga historia. A comienzos de la edad n1oderna
se siguió considerando válida, at1nque la valoración relativa de uno y
otro tipo de conoci1niento inició un proceso de cambio, al nlenos en
algt1nos círculos. El conocimiento <<liberal>>, co1110 podría ser e] cono-
cimiento de los clásicos griegos y latinos, disfn1taba <le g·ran conside-
ración social en 1450, o inclt1so en 15 50, mientras que el conocimiento
puramente <<útil>>, por ejemplo de tipo comercial o sobre los procesos
de producció11, tenía u11a consideración social baja, justamente como
los comerciantes y los artesanos que lo poseían. De acuerdo con una cla-
sificación 1nedieval que aú.n 111antenía su vige.ncia a con1ienzos de la épo-
ca moderna, las clases superiores veían en los artesanos a practicantes de
las siete <<artes 1necánicas>>, que tradicionaln1ente eran las siguientes: fa-
bricació11 de paños, construcción de barcos, navegación, agricultura,
caza, curación y actuación (en el teatro). 12
Por ejemplo, el matemático inglés Jol1n \Vallis recordaba en su
autobiografía que a comienzos del siglo XVII su disciplina era conside-
rada generalmente como parte no de los <<estudios académicos, sino más
bien nlecánicos>>, y se la asociaba con <<mercaderes, hombres de mar,
carpinteros o inspectores>>. La supuesta superioridad del conocimiento
liberal frente al conocimiento útil nos proporciona un vivo ejen1plo de
las consecuencias intelectt1ales del predon1inio del a11tig·t10 régi1nen en
lo que Veb1en lla1nó una <<clase ociosa>>. Sin en1bargo, con10 veren1os,
esta st1perioridad se vio amenazada durante dicho perfodo.
El conocin1iento especializado se contrapuso a ment1do al conoci-
miento general o incluso universal. El ideal del <<l1on1bre universal>> se
tomó mt1y en serio en algunos círculos en la Italia del siglo XV, como
testimonia Matteo Palmieri en su tratado en cuatro to1nos Della vita
civile. Según Palmieri, <<un hombre es capaz de aprender muchas cosas
y de hacerse universal ifarsi zt1ziversale) en muchas artes excelentes>>. El
poeta y sabio florentino Ag.n olo Poliziano fue un defensor de este
ideal, con10 lo demuestra en su pequeño tratado sobre el conocimien-
to universal, el Pa1zepisternon. Tan1bié11 lo fu.e el 11u111anista Giovanni
Pico della .i\i1irandola, con10 se puede ver por la lista de las novecientas

12. Kristeller (1951-1952), pág. 17 5; Rossi (1962).


116 HISTORIA SOCIA.L DEL CONOCIMIENT O

tesis que este atrevido sabio, todavía joven, propuso defender en pú-
blico debate en Ro1na en 1487. A Pico lo describió un personaje del
diálogo Ciceronianzts (152 8) de Erasrno como t1n <<ingenio hecho a todo>>
(inge1zium acl om1iia factum).
Conocerlo todo, o al menc)S conocer algo acerca de todo, siguió
constituyendo un ideal a lo largo de este período. Era el ideal del <<apren-
dizaje general>>, de la polymtzthia o pansophia. Esta última fue una pala-
bra clave en los escritos del reformador educativo checo Jan Amos Co-
menius y sus seguidores. Como afirmó el profesor de Cambridge Isaac
Barrow en su tratado Of Industry, <<difícilmente puede ser un auténti-
co sabio quien no sea un sabio universal>>. El conocimie11to ge11eral se
hizo necesario por la <<interconexión de las cosas y la dependencia de
los conceptos>>, de tal manera que <<tina parte del aprendizaje confiere,
de hecl10, luz a la otra>>. Este ideal del cc)nocimie11to mayoritario estu-
vo representado por algunos individuos notables como el magistrado
francés Nicolas de Peiresc, que se interesó por temas de derecho, his-
toria, matetnáticas y egiptología; el académico sueco Olaus Rudbeck,
que trabajó en campos como la anatomía, la botánica, la medicina y la
historia; el jesuita alemán Athanasius Kircher, que escribió, entre otras
cosas, sobre magnetismo, mate1náticas, minería, música y filología; y
Daniel Morhof, cuyo libro sobre el polyhistor (1688) contribuyó a que
se extendiera el uso de este término para describir el ideal del conoci-
miento general. 13
A pesar de todo, este ideal fue quedando gradualmente en el olvi-
do. El escritor religioso Richard Baxter ya observaba con pena lacre-
ciente fragn1entación del conocimiento en st1 Holy Commo1zwealth (1659):
<<Nosotros fragrnentamos las artes y las ciencias de acuerdo con la es-
trechez de nt1estras capacidades, y no somos tan pansóficos como para
'rer el conjunto uno intztitu>>. El artículo sobre los <<literatos>> (Ge1is ele
lettres) de la E1zcyclopédie mostraba una actitud más resignada, decla-
rando que <<el saber universal ya no está al alcance del ho111bre>> (la
science 'lt1iiverselle 1Z 'est plus a la portée de l'homme). Lo único que se po-
día l1acer era tratar de evitar una especialización de cortas 1niras dan-
do alas a t1n <<espíritu filosóficc) >>.
El <<conocin1iento libresco>>, corno se decía a veces, se diferenció en
ocasiones, incl11so por parte de miembros de la intelectualidad, delco-

13 . Schmidt-Bigge1nann (1983), págs. xiii-xiv, 141-154; Waquet (1993b); Ser-


jeantson (1999).
C:LASIFICACI() '\ DEL C()'\ OC:L\llE:\ l'O [ ... j 117

nocimiento directo de las cosas. Co1nenius, por eje1nplo, recalcó la i111-


portancia de estudiar cosas nlás qt1e palabras. Una distinción parecida
a ésta subyacía ya a la crítica de palabrer ía y sofistería - la <<jerga de las
escuelas>>- que los humanistas lanzaban contra los filósofos escolásti-
cos. 14 El conocimiento cuantitativo se distinguió del conocimiento
cualitativo y cada vez se tomó i11ás e11 serio. Co1no afirmara Galileo en
u11a declaración famosa, el libro de la r1aturaleza está escrito en el len-
guaje de las mate1náticas. Desde mediados del siglo XVII, la informa-
ción útil para el Estado se ordenó cada vez más en forn1a de <<estadís-
ticas>> (véase, más adelante, la pág. 176).
Llegamos a un punto que es central en este capítulo: el conocin1ien-
to académico y sus diversos can1pos. <<Campo>> es una metáfora revela-
dora de conocirniento y ya tiene tras de sí una larga historia en la cul-
tura occidental, remontándose por lo menos hasta Cicerón. En el
artículo de la E1zCJ1clopédie citado anteriormente, se recomienda a las
ge1is de lettres que pe11etren en diversos <<campos>>, aunque no pueda11
cultivarlos todos (véase la pág. anterior). El térn1ino ernpleado en fran-
cés, terrai1z, evoca en nosotros una i111agen de campesinos-sal)ios que
defie11den su terrt1ño intelectual contra las usurpaciones de sus veci-
nos de disciplina. El <<itnperativo territorial>> fue -y todavía es- tan
importante en el mt1ndo intelectt1al co1110 en el án1bito de la política y
de la economía. El te111a de este capítulo podríamos describirlo ta111-
bién acertadamente como una geografía histórica de la <<academia>> a
comienzos de la edad moderna y sus di,rersos <<dominios>> o, como di-
ría Linneo, sus <<reinos>> (regna). 1s
Otra inetáfora clave del siglo XVJ, y ya antes de la Edad Media, para
representarse el sistema del conocin1iento fue la del árbol y sus ra1nas.
Ade111ás de árl)oles del conocin1ie11to corno el Arbor Scientiae de Ra-
1no11 Llull (véase la figura 5), escrito en torno al 1300 pero rein1preso
varias veces en la prí1n~ra parte de la época moderna, hul)o árl)oles de
la lógica (el llamado <<Arbol de Porfirio>>), árboles genealógicos, árbo-
les de la gramática, árboles del arnor, árboles de batallas e incluso t1n
Árbol de los jesuitas (a imitación del Árbol de Jesé, con Ignatius en la
raíz). 16 Lo que nosotros calificaríamos como un <<organigrama>> del
gobierno francés fue descrito en 1579 como <<El árbol de los estados

14. Burke (1995b).


15. Salmond (1982); Becher (1989).
16. Rossi (1960), págs. 4 7, 51-61; Ladner (1979); Tega (1984); Serrai (1988-1992),
vol. 2, págs. 120-131.
118 IllSTORL~ SOClll.L DF.L CONOC:lJ\:fl ENTO

·~f·

FIGURA 5. Arbol del conoci1niento, cubierta del Arbor Scientiae, de R. Llull (1515; reim -
presión 1635). Copia de la Biblioteca de la Universidad de Ca111bridge (Pry111e 3.52).

y los oficios e.le Fra11cia>> (véase la figura 6), mientras que e11 1612 el ju-
rista alemán Ludwig Gilhausen publicó un tratado titulado Arhor Jit-
diciaria (<<El árbol de los juicios>>).
La idea del árbol sugería una distinción en tre dominan te y subordi-
11ado, entre tro11co y ramas. Llull y Gilhausen siguieron la metáfora en
sentido desce11dente hasta las raíces y en sentido ascende11te hasta las
las ran1itas, flores y frutos. La i1nagen d el árbol ilustra un fenómeno
central en la histori a cultural: la naturalizació11 ele lo convencional o la
presentació11 de la cultura co1no si se tratase de naturaleza, d el inve11to
cor110 si fuese un desct1brir11iento. Esto implica 11egar que los grupos so-
ciales son responsables de las clasificaciones, con lo cual se refuerza la
reprodt1cción cultural y se opone r esistencia a la innovación.
CL1\SIFICACIÓN DEL CONOCI~lIENTO [ ... ] 119

E11 lugar del <<árbol>>, durante el siglo xvu se empezó a utilizar un


térn1ino más abstracto para describir la organización del co.n ocimien-
to. Este término (relacionado con los antiguos filósofos estoicos) fue
<<sistema>>, aplicado t anto a disciplinas específicas como al conjunto
del conocimiento, como en el caso del <<sistema de sistemas>> que pre-
sentaron Bartholomaeus Keckermann y Johann H einrich Alsted. 17 Tres-
cientos cincuenta años antes que Foucault , en 1612, i\lsted utilizó la
metáfora de la <<arqueología>> para describir el análisis de los principios
subyacentes al sistema de discipli11as. Para cclnocer cómo se introdujo
la clasificación del conocimiento académico en la práctica CC>tidia11a de
las t1niversidades europeas, tal vez merezca la pena analizar sucesiva-
me11te tres subsistemas, u na especie de trípode intelectual compuesto
de currículos, bibliotecas y enciclopedias.
No debería darse por sentado que ct1alquiera de los tres sistemas
fuese un reflejo directo y sin problemas de categorías m entales ge11e-
rales o ideas sobre la organización del co11ocimie11to. Sin duda sería
posible ofrecer explicaciones interiorizadas o locales d e los desarrollos
de cada área. Por ejemplo, el ct1rríct1lo se ha visto afectado a veces por
la micropc>lítica de las t1niversidades: posible fu11dació11 de t1na 11ueva
cátedra como resultado de una campaña coronada por el éxito. Por otra
parte, el currículo puede cambiar en respuesta a algo que se percibe
co1110 una necesidad pedagógica, como sucedió, por ejemplo, en el si-
glo XVIII en Aberdeen, donde se desplazó la lógica de los primeros cur-
sos de carrera en r azón de que el conocimiento concreto (como había
defendido Comenius) debía preceder a las abstracciones. 18
A su vez, la orga11izació11 de las bibliotecas estuvo obviamente suje-
ta a dos tipos de limitacio11es, las financieras y las ·arquitectónicas. 19 Las
enciclopedias fuero11 productos que se ve11diero11 en el mercado libre y,
por lo tanto, estuvieron sujetas a las presic>nes de dicho mercado, tema
sobre el que insistiremos en otro capítulc> (véa11se, más adelante, las
págs. 221-222). Sin embargo, donde los tres sistemas se solapan., las cate-
gorías fundamentales expresan probablemente los supuestos de la po-
blación u11iversitaria, si no de la población en general, o, como solía decir
el historiador francés Lucien Febvre, su <<bagaje intelectual>> (outillage
mental).

17. Gilbert (1960), pág~ . 214-220; Zedelmaier (1992), pág. 125.


18. vVood (1993).
I 9. Zedelmaier ( 1992), págs. 112 y sigs.
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. 'ir.- ....~(;_ ..\rbt1 I d'= lr.¡s ofi•.ic.:: frances es, en Charles de Fig·on , Discours des Et.ats (Pa-
r1s, 1) 79), Biblioteca de la Universidad de Ca111br1dge (Pryme D .T, lamina plegable).
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l22 1-!ISTORTA SOCIAL DEL CONOCTMTF.NT()

D1sc1PLlNA Y ENSEÑAN ZA

El currículo es lina metáfora extraída del atletismo clásico. (~orno la <<Ca-


rrera>> , es el ca1nino que los estudiantes tenían que seguir. Era un o r-
den o sistema de <<disciplinas>>. En la antigtra Roma, las artes y la ley ya
fue ron descritas - por ejemplo, por Cicerón y Varrón- como discipli-
nae, una palabra derivada de discere, <<aprender>>. A comien zos de la
época moderna, el humanista español Luis Vives, por ejemplo, utilizó
esta misma palabra en u11 contexto acadén1ico. 20 No se trataba de u n
térn1ino neutral. En el mundo clásico, la discipli11a se asociaba con el
atletis1no, con el ejército y con la filosofía d e los estoicos, que subra-
yaban la importa11cia del autoco11trol. Durante la Edad Media, la dis-
ciplina se asoció con monast erios, con penite11cia y con flagelación. En
el siglo XVI, los calvinist as en particular hablaron de la disciplina ecle-
siástica, mientras que algunos escritores laicos, concretamente M a-
quiavelo, se refirieron a la disciplina militar, como en la época roma-
n a. To das estas aso ciaciones se deben tener e11 cuenta cuando se habla
sobre el conocimiento porque el siglo XVI asistió a un 1novi1niento <<dis-
ciplinario>> -los alen1anes l1ablaban de Disziplinierung- en las escue-
las, las u11iversidades y las iglesias.
Al l1ablar de <<disciplinas>> e11 plural se corre el peligro de proyectar
los conflictos disciplinarios de una época posterior en los primeros si-
glos de la época modern a. L as disciplinas cien tífi cas en particular han
sido descritas com o una <<invención >> de finales del siglo XVIll y princi-
pios del siglo XIX. 21 El anacronismo es u n peli gro constante. Sin em -
bargo, también hay que te11er en cuenta el peligro opuesto de distinguir
de for ma excesivame11te ro.arcada -como e11 el caso del debate sobre la
<<pr ofesionalización>>- entre los pri1neros siglos de la edad n1oderna y
los siglos posteriores. Lo realmente nuevo en torno al año 1800 n<) fue
tanto la idea de una disciplina cuanto su institucionalización en forma
de <<departamentos>> (término utilizado por prim era vez en inglés en
1832, según el Oxford English Dictionary) académicos. Estos departa-
n1entos tampoco fi..1eron en r ealidad u11a invención nueva, sin o más
bien la elaboración de lo que la universidad medieval llamó <<faculta-
des>>, un térrnino flexible que podía aplicarse tanto a una habilid ad
co1no a u11a rama del saber y a un grupo corpor ativo.

20. Kelley (1997), pág. ix.


21. Stich,veh (1991); véase Lcnoir (1997).
CLASIFICACIÓN DF.L CONOCINl lENT O [ .. . ] 123

Sería fáci l torn ar el len guaje de las <<fa cultades>> demasiado liter al-
mente y de esa m an era exagerar la impc)rtancia de las fronteras exis-
tentes entre materias en la <<academia>> de cc>mienzos de la edad .m o-
d erna. Un pequeño grupo de 11ombres dotados de talento asin tió
gustosamente a enseñar diversas materias y el sistetna académ ico se
lo pern1itió. El <<químico>> Andr eas L ibavius enseñó historia y poesía
en J e11a, mientras que el <<científico político>> Herman Conring ense-
ñó medicina en Helmstedt. El filósofo naturalista ho landés Herman
Boe rl1aave dividió st1s conoci mi entos en cátedras de tnedicina, botáni-
ca y quím.ica al mismc> tiempo en la Universidad de L eiden. El proble-
n1a de la <<autono1rtía>>, o tra rnetáfora reveladora qt1e confirrna las ana-
logías de Elias en tre departam.entos universitarios y naciones-Estados
(véase la p ág. 52), todavía no se había planteado, al n1enos de fc>rtna.
cr ítica. Por ejemplo, las 1nate1náticas y la astronorr1ía 11an sido descri-
tas como materias <<semiliber adas>> en O xford y Cambridge. En p rin-
cip io, continuaron form an do parte de la filosofía, aunque en la prácti -
ca g·ozaron d e cierta indepen dencia. 22

ÜRGANIZACIÓN DF. L C)S C: URRÍCULOS

En 1450 el currículo de las universidades europeas, una r ed que se exten-


día desde Coimbra h asta Cracovia, era nota blem.en te uniforme, lo c1u e
permitía que los estudia11tes pasasen con relativa facilidad de una ins-
titución a otra (práctica conocida como ia peregrina.tío academica). 23 El
pri11i.er tftt1lo era la li cen ciatura y las artes en las que el estudiante po-
día convertirse e11 li ce nciado er an las siete <<artes liberales>>, divididas
e11 dos secciones: la 111á.s ele11i.ental, el trivium, dedicada al le.nguaje (gr a-
m.ática, lógica y retórica), y la n1ás avanzada, el quadriviztm, dedicada a
los nún1eros (aritmética, geo1netría, astr onorrlía y 1núsica). En la prác-
tica, también había un lugar para las <<tres filosofías>>: la ética, la 111eta-
física v, la conocida como <<filosofía natural>>. E l estt1dio de esta últin1a
m at eria se h acía con especial r eferen cia a dos obras de Aristó teles: la
Física y el tratado D el alma. 24
Una vez obtenido el p rimer título o grado, el estudiante podía se-
guir una carrera e11 t1na de las tres facultades superiores: teología, de -

22. I<' eingold (1984), pág. 17.


2 3. Costello (1958); Brockliss ( 1996).
24. Gran t (1996), págs. 42-49.
124 HISTORIA SOCIAL DEL C()NOCill-1I ENTO

recho (o <<ley>>) y medicina. Este esqt1ema ternario no resultaba extra-


ño en la Edad Media, cuando la sociedad se repartía entre los qt1e ora-
ban, los que combatían y los que labraban la tierra, y en el otro n1undo
se distinguían el cielo, el infierno y el purgatorio. El derecho - o ley-
abarcaba las <<dos leyes>>, la civil y la canónica. Generalmente gozó de
un rango social superior que la medicina, pero inferior que la teología,
co11ocida como la <<rei11a de las ciencias>>. Las facultades <<superiores>>
fueron co.n sideradas más <<nobles>>, otro tér1nino que revela la proyec-
ción de la jerarquía social en el mt1ndo de la inteligencia. Como vere-
mos más adelante, este siste111a medieval se extendió a comienzos de la
edad 111oderna europea, pero propiamente no se reconstruyó. Los diez
(3+4+3) eler11entos básicos conservaron su lt1gar, pero gradt1alinente se
vieron obligados a compartirlo con un nú1nero creciente de recién lle-
gados, como la historia y la química.
A pesar de algunos paraleJismos evidentes evocados ya en el capí-
tulo 3, este sistema difería en aspectos cruciales de su equivalente en el
mundo del islam. En el sisten1a musul1nán se establecía una distinción
fundam e11tal entre las <<ciencias extrañas>> (ese.n cialrnente aritr11ética
y filosofía natural) y las <<ciencias islámicas>>, que, además del estt1dio
del Corán y de los dichos del profeta (hadith), incluían el derecho 1nu-
sulmán lfiqh), la teología, la poesía y la le.n gua árabes. En el cristianis1110,
no obstante el elevado rango de la teología, nunca se introdujo dentro
del sistema una distinción entre disciplinas cristianas y no cristianas. De
manera parecida, los cristianos utilizaron la palabra scientia para referir-
se indistintamente al conocin1iento religioso o secular, mientras que los
musulmanes distinguieron el conocimie11to religioso ('ilm) de los estu-
dios laicos ('ulum, <<Co.nocin1ie11tos>> ei1 plural, o ma'rija). 25

ÜRDENACIÓN DE LAS .BIBLlO'rECAS

La apariencia <<natt1ral>> del sistema tradicional de disciplinas estuvo re-


forzada por el segundo pie del trípode: la ordenación de los libros en las
bibliotecas. Naturalmente, era de esperar que el <<orden de los libros>>
(ordo lib1·orum), como Gesner
,
lo deno1ninó, reprodujese el orden del cu-
rrículo universitario. 26 Este, a su vez, tan1bién reforzó el sisten1a de cla-

25. Rosenthal (1970).


26. Bouza (1988); Chartier (1992); Zedelmaier (1992), pág. 112 .
CLASIFICACIÓN DEL CONOCI/VIIE1'TO [ ... ) 125

sificación, corno lo sigue 11aciend<) todavía, rnaterializándolo física y


espacialrnente. Las bibliotecas que han sobrevivido nos pern1iten estu-
diar la <<arqueología del saber>> en el sentido literal de la famosa frase
de ~'oucault, examinando los restos físicos de los antiguos sistemas de
clasificación. Los catálogos de bibliotecas públicas y privadas y la or-
g·anización de bibliog·rafías (que se presentaban co1no bibliotecas ima-
ginarias, utiliza11do a menudo el títt1lo de Bibliotheca) utilizaron con
frecuencia el tnismo criterio de ordenación, con pequeños cambios y
modificaciones. 27 Por ejemplo, el catálogo de la BiblioteCf. Bodleyana,
publicado en 1605, repartía los libros en cuatrc> grandes grupos -ar-
tes, teolog·ía, derecho y rnedicina-, con un indice general de autores
e índices especiales de comentadores de L\ristóteles y de la Biblia.
La primera bibliografía itnpresa (1545), un itnpresionante logro
del saber cuya compilación exigió años de trabajo y estudio, fue obra
de Conrad Gesner, que se interesaba tanto por la clasificación de li-
bros como por la de ani1nales. Los títulos de libros registrados fue-
ron u11os diez mil, de tres inil autores. Un segundo volumen, titulado
Partdectas (15 48), abordaba la clasificación por te111as o, co1no decía
Gesner, los <<órdenes u11iversales y particulares>> (ordines universales et
particulares). El vol111nen C<)mpre11día veintiu11a seccic)nes. E1npezaba
con el triviztm y seguía con la poesía, el quadriviztm, la astrología; adi-
vinación y magia; geografía; historia; artes 1necánicas; filosofía natu-
ral; metafísica; filosofía moral; filosofía <<ecoñómica>>; política; y
concluía con las tres facultades superiores: derecho, medicina y teo-
logia.28
Las co1nparaciones tienen la ventaja de recor darnos que esta 1na-
nera de ordenar los libros no era la única posible. Por ejemplo, e11 Chi-
na la clasificación predorninante de los libros entre los siglos VII y XIX,
cc)1no podemos comprobar en los <<Cuatro tesoros>> del etnperador
Qianlong y en otros textos, era mt1y sencilla, pt1esto que no cotnpren-
día más de cuatro grupós: clásicos, historia, filosc)fía y literatt1ra. 29 El
jurista islá1nico Ibn Jama'a recornendaba ordenar los libros siguiendo
un orden jerárquico diferente del utilizado por los cristianos: <<Si en-
tre los libros hay un Corán, éste debería ocupar el pritner lugar [... ],

27. Besterman (193 5); Pollard y Ehrn1an (1965); Serrai (1988-1992); Nlc.Kitterick
(1992).
28. Serrai (1990; 1988-1992, volun1e112, págs. 211-571); Zedelmaier (1992), pá- .
ginas 3-153.
29. Drcge (1991); Guy (1987).
126 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

vendrían a co11tinuación los libros de hadith, luego las interpretaciones


del Corá11, después las interpretaciones de hadith, después la teología
y después fiqh . Si dos libros pertenecen a la mis1na ra1na del saber, de-
bería darse la precedencia a aquel que cont11viese más citas del Corán
y del hadith>>. 10

LA DISPOSICIÓN DE LAS ENCICLOPEDIAS

El tercer J1ie del trípode era la enciclopedia. 31 El térmi110 griego en ky-


klos paideia, literal1ne11te <<ciclo de aprendizaje>>, se refirió original-
mente al currículo educativo. El término se aplicó finalmente a cier-
tos libros que e11 su organizació11 seguía11 paso a paso los co11tenidos
del sistema educativo, ya fuese para ayudar a alumnos que cursaban
sus estudios en instituciones superiores o bien para SlIStituir a dichas
instituciones, es decir, como un libro de autoayuda. No debería sor-
prendernos comprobar que, en u11a época en que el ideal del saber
universal seguía co11siderándose al alcance del ser humano, las enci-
clopedias fueran compiladas a veces por profesores lrniversitarios.
Citaré sólo dos ejemplos: Giorgio Valla, que enseñó en Pavía y Ve-
necia, y Johan11 Hei11rich AJsted, que fue profesor en Herborn, Ale-

1nan1a.
Las enciclopedias y sus categorías pueden entenderse como expre-
siones o personificaciones de una determinada visión del saber, es más,
de una visión del inundo (después de todo, de la Edad Media en ade-
lante el mundo ha sido descrito con frecl1encia corno lln libro). 32 De
ahí que sea si11 duda sig11ificativo el hecho de que las enciclopedias 111e-
dievales se siguiera11 utiliza11do a comienzos de la edad rnoderna e in-
cluso que en algunos casos flreran reimpresas. Por ejemplo, el Specu-
lum -es c..iecir, el <<Espejo>>- de Vincent de Beauvais fue rei1npreso en
Venecia en 1590 y de nuevo en Douai en 1624. En esta última ocasión,
adaptando la metáfora del título al momento de la impresión, el libro
se tituló Bibliotheca Mztrtdi.
La enciclopedia de ·Vincent estaba dividida e11 cuatro partes, de-
dicadas respectiva1nente a los 1nundos de la naturaleza, la doctrina, la

30. Chamberlain (1994), pág. 161.


31. V\1ells (1966); Dierse ( 1977); Kafker (1981 ); Eybl y otros (1995).
32. Curtius (1948), págs. 302-347; Gellrich (1985).
CL.<\SIFICACIÓK DEL CONOCIJVIIENTO [ ... ] 127

rnoralida(l y la l1iste.>ria. Las enciclopedias del sig·lo A.'VI tarnbién es-


taban organizadas ternáticamer1te, correspe.>tJ(liend(> a 1nen11dcl las
principales categorías a las <liez disciplinas de la universidad rnedie-
val. La enciclopedia de Gregor Reisch, por ejemplo, p11blicada por
primera vez en 1502 y rei1npresa en múltiples ocasiones a lo largo
del siglo XVI, estaba dividida en doce libros que resu1nían los conte-
nidos d el triviitm )T del quadriviitm, la filosofía natural y la filosofía
r11oral. Por otra parte, Giorgio Valla, corno buen humanista, combi-
nó el triviztm cc)n la poesía, la ética y la historia en su enciclopedia
(1501). 33
. Llegados a este punto, puede ser instructivo volver a la organiza-
ción de las enciclopedias chinas, tal como aparecen en los textos im-
presos de las dinastías ~1ing y Qing n1ás que en la vivaz imaginación de
Borges (véase la pág. 112). Una organ.i zación habitual de los contenidos
era la sigt1iente: fenó1nenos celestes, geografía, e111perador es, naturale-
za y cc)n(lucta l1un1anas, gc>l>ierno, rit(>S, música, ley, burocracia, rangos
de nobleza, asuntos 111ilitares, ece.>nornía cloméstica, prc>piecla<l, vestido,
vehículos, herramientas, alimentos, 11tensilios, oficios, ajedrez, tac)Ís1no,
budismo, espíritus, medicina e historia n at11ral. Merece la pena poner
de relieve la contraposición que existe entre la complejidad de este sis-
tetna y la sencilla clasificación d e las bibliotecas chinas. 34

TENIAS CC.>MUNES

Hasta aquí nuestras consideraciones sobre la organización intelectual


del conoci1niento se han movido siempre en lo que podríamos llamar
el t11acronivel. Ta1nbién ha)r algo que decir acerca del microni,rel. En
su Organon (literaln1ente <<instrumento>>), Aristóteles había expuesto
ur1 sistema de diez categorías generales (s11stancia, cantidad, cualidad,
relación, lugar, ti ernpo, ¡1osición, condición, acción )' pasión). Estas
categorías eran arnpliamente cor1ocidas y utilizadas (a decir verdad, las
seguirnos utilizando todavía, au11que ho)' han perdidc) su carácter de
sisterna cerrado). En su tratado sobre la lógica, el h11manista holandés
del siglo :X'V R udolf Agricola dedujo de las categorías aristotélicas vein-
ticuatro ten1as que permitirían dar con el razonamiento preciso más

33. Dierse (1977), págs. 11 y sigs.; Schrnidt-Bigge1nann (1983), págs. 34-35.


34. Teng y Biggcrsta'ff (1936), pág. 110.
128 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

rápidamente. Los te1nas podrían utilizarse como <<casilleros>> (niduli),


al decir de Erasmo. 35
Sobre esa pauta iniciada por Agricola, Philipp Melancl1thon, ami-
go y colega de Lutero, publicó un nlanual de teología que alcanzó an1plia
difusión con el títt1lo de Loci commienes rerum theologicariem (1521).
Distribuía la materia de acuerd<> con sus <<lt1gares>> (loci) o <<apartados>>
(capita) específicos, o, como diríamos nosotros sirviéndonos de las misn1as
metáforas, por <<tenias>> y <<tÍtt1los>> tales con10 Dios, creación, fe, es-
peranza, caridad, pecado, gracia, sacramentos, etc. Por su parte, los ca-
tólicos pt1dieron recurrir al tratado De locis theologicis (1563), del do-
minico español Melchor Cano. De manera parecida, el jesuita español
Francisco Labata ofreció, e11 Instrumentztm predicatorum (1614), tina
lista alfabética de tenias comunes morales y teológicos tales como las
virtt1des, los siete pecados mortales y los cuatro novísimos (n1uerte,
juicio, infierno y gloria). Ta1nbién en otras disciplinas, concretamente
en derecho y filosofía natural, se hicieron esfuerzos por desarrollar
este mis1110 tipo de n1ant1ales. A menudo se yuxtapusiero11 aspectos
opuestos como laboriosidad y ociosidad, sin duda porque se juzgaba
que esta drástica contraposición impulsaba la adquisición del conoci-
miento, tema sobre el que se darán más detalles en el capítulo 8 (véase
la pág. 234). 36
El médico suizo Tl1eodor Zwinger reunió todos estos temas con1u-
nes específicos de cada disciplina con otros más generales en una ambi-
ciosa enciclopedia de temas titulada <<Teatro de la vida hu111ana>> (1565).
Se basaba en los 111anuscritos -probable111ente libros sobre temas
comunes- que le había legado otro sabio s11izo, Conrad Lycosthenes,
pero qt1e Zwinger reordenó por su cuenta. La segunda edición, publi-
cada en 1586-1587, fue ampliada hasta alcanzar cuatro volú1nenes. En
el siglo X\lJI, la obra del protestante Zwinger, rcv·isada y ampliada de
nuevo por el católico flamenco Laurentius Beyerlinck, que le dio un
matiz religioso diferente, fue publicada con el inismo título en ocl10
volúmenes en Lovai11a en 1656. Una si1nple ojeada a la Qyclopedia de
Cha1n bers 1nuestra que la tradición de los temas comunes seguía viva
en pleno siglo XVIII. 37

35. Sch1nidt-Biggemann (1983), págs. 8-15.


36. Gilbert (1960), págs. 125-128; Schmidt-Biggcmann (1983), págs. 19-21; ~'loss
(1996),págs. 119-130.
37. Schmidt-Biggemann (1983), págs. 59-66; Yeo (1991, 1996); Blair ( 1992); Go-
yet (1996), págs. 441-443; Blair ( 1997), págs. 46-48.
CLASIFI CACIÓN DEL CO:-IOCIIv\IENT O ( . . . ] 129

REORGANI ZACIÓN DEL SISTlii'v1A

Es evide11te que los pies del trípode se apoyaban el uno en el otro, fo -


111e11tando de esa inanera la reproducción cultt1ral al hacer que las ca-
tegorías pareciesen algo natural y las alternativas antin aturales o in-
cluso absurdas. La p ervivencia de ciertas co11cepciones tradic:ionales
del conocimient o.pode1nos ilustrarla con1parando dos lil)f()S donde se
trata de los conflictos d e J)reced encia entre las facultad es l1niversita-
ri as. El primero de esos li bros lo escril)ió el l1u1nanista florentino Co-
luccio Salutati a cornienzos del siglo A.'V; el segt1ndo es de l mmanuel
Kant, casi tres sigl<>S ¡)osterior..A111bos se centra11 en los conflictos en-
tre teología, clerecl10 y 111edicina porque estas fact1ltad es <<superiores>>
sig·uieron ejercien.do su predominio a la largo de los primeros siglos de
la edad moderna. A pesar de todo, entre el Renacimiento y la Ilustra-
ción se produjeron importantes ca1nbios en el siste1na del conocimien-
to académico, todos con la intención de <<trazar de nuevo el n1apa del
conocimiento>> así como de <<remodelar las instittici<>nes>>. 38
El equilibrio entre continuidad (o reprc>clucción) y carnbio fue c.ies-
plazándose gradualn1e11te e.n favor del últi1110. En el plano teórico, este
desplaza1niento se puso ele inanifiesto e.n la cantidad de esquernas o
J)tc)yectos prese.ntaclos ¡)ata refor111ar la clasificación del conocimien-
to . .Algunos de estos esquemas los propusieron filósofos fan1osos con10
Bacon, D escartes, J__,ocke y Leibniz. En concreto, Leibniz se interesó
p<> r la reform a de las bibliotecas y de las enciclopedias. 39 Otros esque-
mas fueron obra de personajes a quien es la posteri dad ha tomado me-
nos en serio, d e <<sistema ti z.a dores>> profesionales como R an1us, Ke-
ckern1ann, Alsted y Kircher.
El acadé111ico francés Petrus Ra111us criticó las clasificaciones u tili-
zadas y recome11dacias p or Aristóteles y Cicerón, afir1r1ando que la
pro1)uesta por este últi1no er a confusa y hab.ía entre1r1ezclado las artes.
R an1us trazó de nuevo la fr<>ntera entre lóg·ica y retórica. E n su propio
sistema, algunas oposiciones binarias presentadas de forma esquemá-
tica dese1npeñaban un papel de primer orden ..¡{) Sus seguidores acepta-
ron estas <<dicoton1ías>> en enciclopedias corno el <<Teatro>> de Zwinger
y también en libros d e texto. P or eje1nplo, Andreas Libavius, que por

38. Lernainc:: y otros (1976); Giard (1991).


39. Flint (1904); Rossi (1960); Schulte-Albert (1971).
40. Ong (1958); Gi lbert (1960), págs. 129-144.
130 HlST()RJA S<)CTAL DEL C:<)N<)CllvTTENT()

T A B 'V LA P R. I M 1 ,L I B R: I ,, " "

Alcl1emia!.

Alehcmia ha bct_parJ:esduas~ncherian,& ChymíaU:

· r!Di¡t{lio.~ CÍrfNMt¡~·
·J..
, ·Jl11tNr11tio
· '\.. E1rmtnl/lfti1fj Pr•Íi!fi»; •

FIGURA 7. Tabula primi libri, en i\n<lreas Libavius, Alchenzia (Francfort, I 597), sig. b2 ,
verso; copia en la Biblioteca de la Universidad de Carnbridge (L.4.14).

cierto se opuso a Ra1nus en otras cuestiones, presentó la quín1ica de la


manera que ilustra la figura 7. A su vez, en la década de 1580 Thon1as
Frey (Freigius) y Li\.braham Fraunce aplicaron el análisis de Ramus a la
ley: el primero de ellos a la ley civil y el segundo a la ley con1ún. Una
descripción de la Toscana que publicó en 1605 el inglés Robert Da-
llington incluía nada menos que un <<análisis del discurso>> que segu.í a
estas mismas coordenadas.
El francés Christofhe d e Savigny utilizó un esquen1a ovalado para
presentar una clasificación nlás fluida o flexible de <<todas las artes y las
ciencias>> (véase la figura 8). La forma ovalada está determinada por una
cad.e na continua en cuyas d.ieciocho argollas mayores se enuncian, jun-
to a las disciplinas del t1iviit1n y del quadriviu1n, las tres facultades supe-
riores, la poesía, la óptica, la geografía, la cosmografía, la física, la meta-
CL.~SIFI CACIÓ:\' DF.L CONOCL'.1.JE'.'\T () [ ... ) 1:

F rGt.JR.i\ 8. Ch. Savign y, Tabteau.x acconzplis, 158 7, París, Bihlioteca N acion al.

física, la ética y la cronología. E n el centro de la. i1n age11 flotan otros se-
tenta. }7 cinco óvalos, ata(los por cuerdas co1110 si ele ristras de g-Iobos se
tratase, e11 los que se explicitan sub<.iivisio11es ele las clieciocho discipli11as
principales. FJ g·ráfico inuestra ele una for111a. 1nás flexible que las dico-
to111ías de Ran1us las conexiones i11terdisciplinarias (o, en palabras del
mismo Savigny, la sztite et liaison de todas las artes y ciencias).
132 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

Las sugerencias de Ramus no fueron bien acogidas por todos. Su


crítica de Aristóteles, por ejemplo, a algunos de sus contemporáneos
les pareció una especie de crimen de lesa majestad, algo que C:hristo-
pl1er Marlowe escenificó en su drama The li.1asacre at Paris [<<La ma-
tanza en París>>, 1591-1592), cuando el duque de Gt1isa, a pt1nto de
matar a Ramus por herético, le Jlregt1nta: <<¿No fuiste tú quien se mofó
del Organon !, afirmando que era un. manojo de frivolidades?>>. A pesar
de estas reservas, algunas de las críticas de Ramus tuvieron una amplia
aceptación y se hicieron tentativas para incorporarlas en soluciones
eclécticas al problema de la clasificación del conocimiento. Alsted, por
ejemplo, trató de combinar .Aristóteles con Ramus y también con Ra-
mon Llull, a cuyo árbol del conocimiento he aludido ya en páginas an-
teriores. La obra de Kircher Ars mag:na scientiae [<<El gran arte del co-
nocimiento>>] representó otro int ento de una nueva s.í ntes.is, una vez
más u tilizando a Llull. También L eibniz debatió tanto la obra de Llull
como la de Alsted. 4 '
La solución de Francis Bacon a este problema fue extraordinaria-
mente atrevida, propia de un hombre que manifestó su intención de re-
emplazar a Aristóteles al escoger para una de st1s obras el título de Novum
Organon. Bacon con.virtió las tres facultades mentales -memoria, razón
e imaginación- en la base de su esquema, asignando, por ejemplo, la
historia a la categoría de la <<memoria>>, la filosofía a la <<razón>> y la poe-
sía a la <<imaginación>>. 42 U11 estudio que investigase la situación de cu-
rrículos, bibliotecas y enciclopedias duran.te los sig·los X\!JI y X\!JII su-
geriría que la clasificación de Bacon fue la que tuvo más éxito de los
diversos intentos qt1e se hicieron entonces.

f,L CURRÍCULO REORGANIZADO

La reorganización del currículo parece haber seguido ciertas pautas.


Hay una tendencia recurrente a la diferenciación, la especializació.n e
incluso a lo que podríamos llamar la <<balcanización>>. 43 Las nuevas dis-
c.i plinas co.nsiguen. su autonomía tras un proceso de fragmentación,
como las nuevas naciones surgidas a finales del siglo XX. E11 su historia

41. Rossi (1960), págs. 179-184, 239; Schmidt-Biggemann (1983), págs. 100-139.
4 2. Kusuka'\'a (1996), esp. las págs. 51-5 2.
43. Lemaineyotros (1976), págs. 1-23.
CLASIFTCJ\C IÓN' DEL CON<JCIMIEN'l'O [ .. . 1 133

de la Academia Fra11cesa de las Ciencias (1709), su secretario, Bernard de


Fonte11elle, coro.paró el estado que presentaba la física en 1650 con el
de <<Ull gran reino desn1embrado>> (un grand royctitme démernbre}, en el ct1al
<<provin cias>> como la astronomía, la óptica y la quín1ica se habían <<in -
dependizado virtualmente>>. Hemos vuelto al problema de la territo-
rialidad (véase la pág. 117).
La reorganización del currículo adoptó fom1 as di fe rentes en las dis-
tintas universidades, aunqt1e se pu eden percibir claram ente algunas
tende11cias generales. Ei1 algunos lugares, como en las Universidades
de Bolon ia y Ro111a, el cam b io fu e gradual: poco a poco el equilibrio
entre el trivium y el quadriviunz se fue perdiendo en beneficio del últi-
mo.4~ E n mu ch as universidades un sistema alternativo del tr·iviurn y del
quadrivium invadió o impregnó el currículo. Así se ha de considerar el
sistema de los studia humanitatis, que abarcaba cinco materias: gran1á-
tica y retórica (como en el trivium) y además poesía, histc)ria y ética. A
veces las materias nuevas p enetraron en el cu rrículo tranquilam ente,
pero en otras ocasiones, C(>lno st1cedió co11 la poesía en la Universidad
de I ..eipzig h acia el año 1500, se dese11cadenaron arnargos conflictos.
E l afia11za111iento de la h istc>ria e11 particular se vio estimulado por
las vinculaciones seculares <le esta rr1ateria con el derecho y la política
(entendida ést a como una carrera, y no co1no una simple disciplin.a).
Por ejetnplo, en el siglo XVIII, si no antes, el estudio de la histori a in-
ter11acional se consideró u n buen entrenamiento para diplomátic<>S en
París. Se enseñaba en la academia política fund ada en 17 12 en Pa rís
por Torcy, ministro de Asuntos Extranjeros, y en Estrasburg<> e11 la dé-
cada de 1750. La fundación de las cátedras r egias <le l1istoria en O x-
for d y Cambridg·e a con1ie11zos del siglo XVIII tuvo parecidas motiva-
cio.nes.'15
La geografía, también conc>cida como cosrnografía, fue otra de las
disciplinas que empezaron a ganar peso en la t1nivcrsidad a comienzos
de la época m oderna, así corno en los colegios de los jesuitas. 46 En H ei-
delberg, en la décad a de 1520 , Sebastian l\1ünster, que posteriormen-
te se daría a conocer como autor de t1n fa moso tratado de cosmografía
(1544), dio clases d e geografía. En O xford, en la década de 1570, las
impartió Richard Hakluyt, antes de hacerse fan1oso como editor de li-

44. Reiss (1997), págs. 135- 154.


45. Harnmerstein (1972) , págs. 216 y sigs.; Voss (1979).
46. Dainvi lle ( 1940); Brockliss (1987), pág. 156.
134 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCl!vfTF.NTO

bros de viaje. l,a n ecesidad de ampliar los conocimientos en g·eog·rafía


ei1 una época de descubrimientc>s )'de expansión imperi alista era evi-
dente y, co1no ya hemos d icho (véase la pág. 87), en la Casa de Con-
tratación de Sevilla se enseñó cosmografía a los navegantes. E l hecho
ele que los antigt1os grieg·os y romanos, como Tolomeo y Esrrabó.n , hu-
biera11 ton:iado en serio esta n1ateria tamb.i é.n co11tribuyó a que la ge<)-
grafía ganase respetabilidad. En el n1isn10 sentido actuó el nexc> exis-
tente entre geografía y asrronomía, ei1tre el globo terr estre y el g·lo bo
celeste. En algunos casos la geografía la enseñaron profesores de as-
tronomía, lo que n.os d a a e11te11cler que la 11ueva asig·natura se intro-
dujo en la universidad 111ás fáci l1ne11te por ll egar pegada a los talones
de u11a ciiscip li.na ya establecida. D e todos modos, el hecho de que a
Phili¡1p C l uverit1s se le concediera un puesto pagado de i nvestig·a dor
en geogTafía en la U niversidad de Leiden en 1616 puede ser una señal
de la dificultad de encajar la geografía en el currículo, así co1nc> de.l jn-
terés de la universidad por la investigació11, t1n i11terés que no era nor-
mal en ac111ella época. 4i
L a <<filosofía .n atural>> se ft.1e indepe11dizando gradualmente del q1ta-
drivi11111 para desp ués fragmentarse en m aterias vir tualmente indepen-
dientes, tales com e> física, historia nan1ral, botánica y química. P or
ejemplo, la prin1era cátedra de historia 11atural se fundó en Ro1na en
1513. Las siguientes lo fueron et1 Ferrara y Pisa. l ,eiden disJ1usc> de u11a
cátedra de l1otánica en 1593, Oxford ei1 1669 y Cambridge en 1724. La
química llegó algo más tarde: a Can1bridge en 1702, a Uppsala en 1750
y a Lund en 1758. En los casos de la botánica y la q uímica, su r econo-
cimiento como 11u evas asignatur as Ot(>rgó una respetabilidad académi-
ca a ciertas forn1as trad icionales ele co11ocimientos alternativos, el de la
<<ge11te mañosa>> y el de los alqui111istas. Las nuevas materias universita-
ri as de cin1gía y farmacia ta1nbién representan un nivel determinado de
r eco11ocimiento de conocimientos alternativos, ya que duran te el siglo
JCTlJI a los aprendices de estas <<artes>> se les permitió asistir a las clases
en algunas facultades universitarias de Francia. 48
Lo que podríamos describir como el <<pri11cipio de subirse al carro
de otro>> tam.bié11 actuó aquí, pues ta11to la botánica cotno la qt1ímica lo-
graron hacerse un hueco ei1 la universidad gracias a su estrech a vincu-

47. Bakcr (1935); Broc (1975, 1980); Cor1nack (1997), págs. 14-15, 27-30; J acob
(1999).
48 . Brockliss (1987), págs. 393 -394; .i\tl andosio (1993).
CL ASIFICACIÓN DF.t CC> N<><: IMTENT() ( ... 1 135

lación con la antihrua facu ltad de medici11a com o materias <<auxiliares>>,


litera lrne11te <<criadas>> al servicio de la disciplin a <<dueña>>, gracias a
los pocleres curativos de ciertas hierbas y preparados quín1icos . .Por
ejemplo, Cesare Cesalpii10 r ealizó su trabajo l)otánico mi en tras era
profesor de m edicina en Pisa y R e111bert D odoens e11señó bo tán ica
cua11do ocupaba u na cátedra d e rneclici11a e.n Leide11. En 1609 se fun -
dó una cátedra de quí111ica rnédica e n la U11ivcrsida.cl de Marburgo.
G eorg Stahl dio clases d e quín1ica en la Universidad de H a.lle, a pesar
de h aber s ido contratado pa ra ei1scñar m edicina, y ya nos h em os re fe-
rido a la forr11a en que Boerhaave compagin ó la n1edic ina co11 la botá11i-
ca y la quín1ica. 49
Tn cluso es posible que la vincul ació11 con la rneclicina contribt1yese
a que otra disciplina nue,ra, la po lítica, e ntrase en el currículo. L as imá-
ge11cs conten idas en expresiones C<)rno <<Cuerpo político>>, <<m édico del
Estado>>, <<anatomía política>>, etc., era11algo1nás que simples me táfo -
ras, especialn1ente a11tes de 1700. Cua11do Co11ring e11señó rnedicin a y
política e n la Universidad de H elmstedt a mediados del sig-lo XVTI, esta
com b in ación d e materias no debía de resu ltar entonces ta n extraña
corno lo es al1ora. D espués de todo, el alq.uimistaJol1ann Joachin1 Be-
cher, qt1e l1abía recibido formació11 m édica, afir111al>a te11er derecho a
hablar so bre política porque el lema de aml)as materias era <<el bie11es-
tar del pueblo es la ley suprema>> (salus pojJuli suprema lex).50
Si11 embargo, e11 el caso de la política y la econo1nía fue U11a disci-
plina ya establecida, la fjlosofía, la qt1e co11tribuyó a la e11trada de a111-
bas e n el ct1rrícu lo a.cadérnico. l(eckermann reformó el currículo e11 el
g i1nnasio de D anzig añadie11do en el tercer año clases sob re ética, po-
lítica y <<eco110111ía>> (discipli12a oeconomica), e11 el sentido g·riego a ntig·uo
de <<gobier110 de la casa>>. E 11 Halle, a fi11ales del sig·lo A.'\il l, Cl1ristian
'I'hornasius enseñó política y eco11or11ía, c1ue para él no eran otra cosa
que <<fil osofía práctica>> (philosophitt practica) .51
L a consolidació n de la p olítica y, rnás le11tame11te, d e la eco11omía
pol ítica se vio secundacla ta1nb ién por las necesidad es del Estado ce11-
tralizador. L a política se consideraba cada vez me11os u11 <<arte>>, qt1e se
h ahía de aprender por la práctica, y más un a <<cien cia>> (scientia, Wissens-
chaft) , qL1e podía sistematizarse y enseñarse de forma acadé1nica. Co11-

49. I~lannaway (197 5); l\.1 eine1 ( 1988).


50. Stolleis (1983); Seifert ( 1980, 1983); Smith (1994), pág. 69.
51. 1-larnmerstein (1972), págs. 62 y sigs.
136 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCL\1IENTO

ring, por ejemplo, utilizó la expresió11 scierztia politica. En los países de


h abla alemana, a partir del último cuarto del siglo XVII, se puso de
moda la palabra Polizeywisse1zschaft (<<ciencia política>>), que otros sus-
tituíar1 por k)tatsgelartheit o ,)taats-¡J)issenschaft. Esta materia se e11señó
fuera de las universidades, en coleg·ios especiales para funcionarios, an-
tes de que en 1727 se fundasen cátedras de la asignatura en las Uni-
versidades de Halle y Francfort del Oder.
Por lo que a la <<econornía política>> se refiere, se desarrolló a par-
tir de la administración doméstica en un momento en que se conside-
raba que el Estado era una enorme casa familiar. Al parecer, la expresión
la acuñó el dramaturgo protestante francés Antoine de Montchrestien
en su Traite· de l'éco12omie politiqzte (1615). Sir.1 embargo, la entrada de
esta nl1eva disciplina en el sistema académico no se produjo hasta el si-
glo XVIII, lo cual supuso el reconc>cimiento y la teorización del conoci-
miento práctico de rnercaderes, banqt1eros y especuladores d.e la Bol-
sa. Fue mt1y apropiado que Carl Ludovici, autor de una importante
enciclopedia sobre el comercio, se hiciera cargo de una cátedra de <<Co-
nocimiento del mundo>> (Weltweisheit) en la Universidad de L eipzig a
partir de 173 3 (el hecho de que pl1diera fundarse una cátedra con se-
n1eja11te título parece indicar que esa universidad te11ía una actitud
abierta respecte> a la inr1ovación en ese pur1t<>).
La introducción de la econon1ía en el ambiente académico no ft1e
siempre sencilla y sin problemas. Adam Smith, que había sido contra-
tado por la Universidad de Glasgow como profesor de filosofía moral, ·
no estuvo e11 condiciones de escribir la obra La riqiteza de las nacio11es
hasta que no renu11ció a su cátedra para co11vertirse en el tutor ambu-
lante de un aristócrata, aunque es verdad que tuvo la oportunidad de
poner a prueba sus ideas sobre <<los principios generales de la ley y el
gobierno>> de manera informal e11 una clase <<privada>> e11 la universi-
dad dt1rante los años 1762-1764.
Smith h abría encontrado un ambiente académico más favorable a
sus ideas de haber vivido en el mundo de habla alemana o en Nápoles.
Por ejen1plo, en 1727 en Halle y en Francfort del Oder se fundaron cá-
tedras de la asignatura que e.n tonces se conocía co.m o Cameralia Oeco-
nomica. A éstas siguieron otras: en Rintel11 (1730), en Viena (1751), en
Goti11ga (1755), en Praga (1763) y en Leipzig (1764). En Nápoles se
creó en 17 54 una cátedra de <<econo.m ía política>> -la pritnera de Euro-
pa con este nombre- para Antonio Genovesi, mientras que en la Uni-
versidad de Moscú, fundada un año más tarde, la economía (conocida
como kameralija o kameral'12_ykh 1zauk) formó parte del programa aca-
CLASJFIC1\CIÓN DEL CON0Cli\11EN'l'O f,,. l 13 7

démico virtualmente desde el cornienzo. 52 Ei1tonces la 11ueva discipli-


na estaba ya lo suficientemente establecida como para echarle u11a
mano a la química: e11 las universidades alema11as )' suecas las cátedras
de quín1ica se ubicaron e.11 la fac11ltad de .Kameralistik. Ade111ás, enton-
ces la eco11omía tan1bié11 11abía en1pezado a frag111e11tarse da11do lugar
a especialidades cor110 la silvicultura o ciencia forestal (Forstwisse1zs-
c/Jaft), que basaba sus aspiracio11es ¡)c>r gozar de consideración científi-
ca en el empleo de los métodos cuantitativos más recientes.si

REORGAN IZACIÓN DE LAS BIBLIOTECAS

Asimistno, e11 relación co11 las bibliotecas se suscit(> el interés por la re-
clasificació11, en parte como resultado de los ca111bios que se habían
prod11cido en la organizaciór1 de las u11iversidades y ta111bién co1110
consecr1encia de la rnL1ltiplicación de los libros q11e siguió a la inven-
ció11 de la irnprenta. El torrente de libros alarmó a algunos sabios. Un
escritor italiano, Antonfrancesco Doni, ya se quejaba en 1550 de que ha-
bía <<tantos libros q11e no tenemos ni tien1po de leer los títulos>>. Co-
meni11s se refería a <<la enorr11e cantidad de libros>> (granditas librorum) y
un sabio francés de finales del siglo )(\!JI, Basnage, al <<diluvicJ>> de li-
bros. ~ 4 A11tes q11e el orden de los libros, lo que n1uchos co11te1nporá11eos
percibían era el <<desorden de los libros>> q11e tenía que ser sornetido a
control. Incl11so Gesner, q11e ac11ñó la expresió11 ordo librorum (<<fila/hi-
lera de libros>>), se quejaba de <<esa co11fi1sa e irrita11tc n1ultitud de li-
bros>> (co1ifi1sa et no~-cia illa libro'rum 1nztltitudo).55
En este ámbito, la frontera intelecu1al era necesariamente más abier-
ta que e11 el caso del currícu.l o, puesto que, al tratarse de objetos r11ate-
riales, los libros tenían que colocarse e11 algú11 lugar y r>c)día suceder
muy bien q11e no e11cajasen de11tro de 11inguna categc.>ría tradicio11al.
Por eje111plo, los libros sobre política proliferaror1 er1 este período,
co1no queda clara1nente reflejado en bibliografías ternáticas como el De
stittlio
, político ordirtando (1621), del académico alemán Christoph Cole-
rus, o la Bibliographia politica (163 3), del sabio y bibliotecario francés
Gabriel Naudé. Las bibliografías, u11a forn1a de .l ibro de co11sulta cuyo

52. Mc::ier (1966), pág. 214; Larrere (1992); Stichweh (1991), pág. 4.
53. i'vfeinel (1988); I.owood (1990).
54. Licshout ( 1994), pág. 134.
55. Zedelm aier(l992), pág. 19n .
138 HIS1' 0RIA SOCIAL DEL CONOCIJ\1IEN'l'O

uso se difundió sin cesar en este período (véase, 111ás adelante, la pág.
244), han sido descritas como <<bibliotecas sin muros>> capaces de via-
jar a través de toda Europa. 56
Los catálogos opusieron sin duda menor resistencia a la novedac.i
que los currículos . .Por eje1nplo, la bibliografía general de Gesner de
1548 ya dedicaba un espacio a la política jt1nto a 111aterias co1no filoso-
fía económica, geografía, magia y artes mecánicas. Esta biblioteca ima-
ginaria sirvió de base para los catálogos de bibliotecas concretas) como
la biblioteca in1perial de Viena en la época en que estuvo de bibliote-
cario el 11u1nanista Hugo Blotius. E .l sabio español Fran.cisco de i\ráoz
propt1so u11 siste111a nt1evo y cornplejo en el tratado titulado Cónto or-
ganizar una biblioteca (1631). Aráoz distribt1y{> lc>s libros ~n quince <<pre-
dicamentos>> o categorfas. Cinco de estas categ·orías eran religiosas:
teología, estudios bíblicos, historia eclesiástica, poesía religiosa )' las
obras de los padres de la Iglesia. Diez eran de tipo secular: diccionarios,
obras sobre temas comunes, retórica, historia civil, poesía profana,
matemáticas, filosofía natural, filosofía moral, política y derecho.
Una solución más sencilla para este problema es la qt1e refleja un
grabado qt1e representa el interior de la biblioteca de la Universidad
de Leiden en 161 O (véase la figura 9). En él se rnuestran los libros dis-
tribuidos en siete categ·orías: las facultades tradicionales de teología,
derecl10 y medicina, junta111ente con mate111áticas, filosofía, literatura
e historia. El catálogo de esta misma biblioteca, publicado en 1595,
utiliza las siete categorías citadas, mientras que el catálogo de 167 4
añadió una octava categoría: <<libros orientales>> (en ese mon1ento la uni-
versidad ya era amplia1nent~_cotíocida
-- por su co11tribución a los estt1-
dios orientales).
Otra sol11ción sencilla fue la s11g·erida por Gabriel Naudé. En suAd-
vis. pour dresser une bibliotheque (162 7), cuyo séptin10 capítulo está dedi-
cado a la cuestión de la clasificación, Naudé declaraba qt1e tin 111ontón
de libros no era una biblioteca, de la m isma manera que una m asa de
soldados no era un ejército, y criticaba la famosa Biblioteca A111brosiana
de Milán por carecer de una clasificación ternática y porque sus libros
<<están a111ontonados confu.sarnente>> (peslemelez). Ta1nbié11 criticó los
<<caprichosos>> esque1nas de clasificación porque lo decisivo de un es-
quen1a era simplemente encontrar libros <<sin fatiga, sin dificultad y
sin confusión>>. Por esta razón, él recornendaba seg·uir el orden de las

56. Steg1nann (1988); Chartier (1992).


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140 HI S"f()H I A SOCIAL D EL C()_N()CJMIENTO

fact1ltades ele teología, de medicina y de der echo, juntam ente con <<la
historj a, la fil osofía, las matemáticas, las humanidades y otras>>.57
E stas soluciones eran de tipo pragmático. Barajaban las cartas de
las diversas disciplinas, pero dejaban en suspenso otros prc>blernas más
ft1ndan1entales. Parafrasea11do a Platón, n1e atrevería a decir que para
pon er orden en el munclo de los libros se r eqt1iere11 o bien fi lósofos bi-
bliotecarios o bien biblioteca rios filósofos, con1binan do los talentos
del fil ósofo p ragn1atistaJohn D ewey ccJn los de Melvil D ewey, el cr ea-
dor del famoso sist ema deci1nal de clasificación. 58 A fin ales del siglo
XVII este ideal lo encarnó ¡1c>r breve tiempo la perso11a d e Leibn iz, que
ft1e el ei1cargado de la b ibli o teca ducal de Wolfenbüttel. G racias a este
in1pulso, Leib11iz, que en una carta de 1679 escribió que <<una biblio-
teca debería parecerse a una enciclopedia>> (il faut qz1!une Bibliotheq1.te
soit 'ltne Erzcyclopédie), ideó un <<Plan p ara ordenar u na biblioteca>> (Idea .
bibliothecae ordina1zdae). Leibn iz dividía el conocimie11tc> e11 nueve apar-
tados, tres de los cuales correspon dían a las facultades superiores tra-
clicionales de teología, derecho y medicina. L os restantes ap artados co-
rrespondían a la filosofía, las rn aten1áticas, la física, la filología, la historia
y miscelán ea. D e rnanera parecida, Acta Eruditor1.t1n de L eipzig, un pe-
riódico que pu bl icaba r eg·ularmen te recen sion es de libros nuevos, los
catalogaba den tro de siete categorías: teología (incluida la historia
eclesiástica), d erecho, medicina (inclt1ida la física), m atem áticas, histo-
ria (incluic.la la geografía), filosofía (incluida la filología) y <<Iniscel<í-
n ea>>.59
Merece la p ena qt1e a la categoría etiquetada c<> mo <<miscelán ea>> le
prestemos algo más de aten ción de lo que habitualmente se ha hec.ho.
l \. decir verdad, podría afin11arse que u11 estudio de los c.ü ferc11tes asuntos
que h an sido adscritos a esta categoría a lo larg·o de los siglos r epr ese11-
taría una aportación significativa a la historia intelectual, al destacar
todo aqt1ello qt1e se ha resistido a las sucesivas modalidades de clasifi-
cación. Samuel Quicch eber g, autor de una guía para orden ar coleccio -
nes (véase, más adelante, la pág. 144), utilizó la <<filología >> co111<> su ca-
tegoría 111iscelánea, incluye11do en ella asu ntos con10 la gt1erra )' la
arquitectura. El bibliógrafo francés La (~ro i x clenomi11<) <<mezclas>> (mé-
lt1nges) a tma de sus siete categ·orías. Abarcaba lc>s siguientes ten1as: las

57 . Bluln (1963); Sten7,eJ (1993); Rcvcl (1996); Ncllcs (1997).


58. Petruccí(I995), págs. 350-35 1.
59 . Sc.hu1te-Albcrt(I97 1); .Pa1umbo (l993 a, 1993b).
CLAS IFICACIÓN DEL CONO<~Ti\-1IENT() [ .. . ] 141

tl1 etl1orias, las lecturas recreativas, el paraíso, e] pt1rgatorio, el infierno


y el fin del n1u11do. Alsted incluyó e11 su Encyclopaeditt (163 O) u11a a1n-
1)lia sección iniscelánea lfarrr1girzes), que agrupaba la historia y el arte
de la 1ne111oria.

LA ORGAN I ZACIÓN DE LOS MUSEOS

Los proble1nas de la clasificación fueron 1r1a)1ores en el caso de los 111t1-


seos que en el de las bibliotecas, debido a que los propietarios o los co11-
servadores de los 11111seos no contaro11 co11 u11a tradición inedieval que
pudiesen segt1ir o adaptar. Los t11useos o <<g·abinet es de curiosidades>>
i)roliferaron dt1rante los sig·los X\'1, XVII)' xv11r. i\lt,'llnos fueron famo-
sos en toda E11ropa: no sólo los gabinetes de príncipes (Rodolfo II en
Praga, por ejemplo, o Luis XIV en París), si110 ta111bién de particula-
r es, como el del clérigo l\1anfredo Settala en Milán, el del profesor
Ulisse Aldrova11di en Bolo.n ía, el del boticario Basilit1s Besler en N u -
re111berg·, el de los médicos Pierre Borel en Castres y Ole Wor111 e11
Copenhague o el del virt11oso Hans Sloane en Londres (véase, 111ás
adelante, la J)ág. 146). Sólo del siglo XVIII )' e11 París te11en1os t1oticias
de no 111e11os de setecie11tas vei11titrés colecciones. Hacia 1700 el objeto
inás pop11lar entre los coleccionistas era11 las r11edallas, pero el siglo Xv1II
asistió al nacirniento de t111 competidor, las conchas, lo que nos sugie-
re el paso de un interés de aficionado por la erudición clásica a un in-
terés por la filosofía natural. 60
Para reconstruir la organización de estas colecciones hernos de ba-
sarnos en 111aterial gráfico de la época, a11nque cabe la posibilidad de
qt1e el artista pretendiera dibujar 11n cuadro alegórico tl1 ás que realis-
ta.61Es probable que las pinn1ras y los grabados del siglo X\'11 produz-
can e11 los conten1pladores actt1ales una irr1presión no sólo de abu11-
dancia, sino ta1r1bién de heterog·eneidad. Por eje1nplo, e11 el grabado
coetá11eo del 111useo <le Wor1n (véase la fig11ra 1O de la pág. sig.) llatna
nuestra atención la estatua de t1n 11ombre q11e está flanq11eado por una
chaqu eta, 11nas botas y unas espuelas, pero ta111bién los peces disecados
colgados del techo (al lado de un osito) y las cornam en tas de ciervo ex-
puestas en la pared al lado de varios vasos con forn1a de cuerno. E l ca-

60. Potnian (1987), pág. 121.


61 . Pomian ( 1987), págs. 49-5 3.
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143

tálogu revela un aban ico todavía inás a1npl io de objetos, ei1tre ellos
una mon1 ia egipcia, una antigua fíbu];1 r<)n1 a.11a, din<:r<> tle J ª''<l, 111a11us-
cri tos <le Etioµía y Ja~1c)n y tabac.:t) y pi¡1as de Rrasil, así c<>n1c> n1llcl1as
a11tigüeJades nÓt(licas: arpones de (-;r<>enl:-indh1: un ar<.'<> <le T,:1!)0nia ,
esquís de }-'inhu1dia }' un a11 riguo cscu<lo <le :'\or11ega.
Si11 ern~>argo, observaclas niá~ atentam en te 1:-is cosas expuest.'ls, la
aparente l1eter<>gcncic.'lad de la.s n1 is111as re,rel a un deseo clasific::icJc>r. El
n111seo ele \•Vorn1 i ncl u)'e cajones cuida<losan1en te cliq ucta<lc>.c;: <~ ~'fe­
ral:.>, <Pie<lra>>, '(<.:V1a<.icra>>, «<Co11chas>>, <-<H ierbas>.>, <<Raíces>>, ere. f ,os
1

vasos de cuerno está11 expuestos al !ad<> <le las cc>rnan1c11ta:> c1c.: c:iervc>
pc)rq uc :>on del 111 is1110 111ateri;1 l. T,a cle~c.:ri¡>c..: i c)n de 1a colcc.:cic)11, pu bl i-
ca<l:i por el l1i je> <le \\ror111, está repa rt icla et1 ctu1tr<> 1ibros, dedica<los
res¡iecrivamen te a las r1ietiras }' lc>S n1era les, las plan t.'l.S, 105 ¡1 n i111a}es, )!
los <>bjeros construi<ios por el l1c>n1hre (a1i'ificiosa). En otr:15 !)<tlabras,
las f>ie1..'ls e-xpuesras en el niuse<>, ya se u·atc de objet<)S n aturales o ar-
ti ficia les, no ha11 sido clasifica<las <le acuerdo con el luga.r de donc.le
proceden o la época a que pcrtcnece11, si110 <.ic ac.:uercl<> con las sustan-
cias <le que cst<111 hechas. !\1Ta11freJo Setra la de J\·l ilán acluptc) esta 111is-
n1 a c)asificació11 scg·ún la 111 a teria pri111a, refor7.á11close e.le esta 111a ncra
la i111µrcsi{>n cie qu e el 1nu.c; eo era un r1iicr<)C:<)s111os, u11 universc> en n1i-

111atura.
Por su parre: A.ldrO\'ancli tr<llÓ de <>r<lenar si1 colección repartiéndo-
la en sesenta},. ~eis cajones (cassette),
, subdi\ididos c11 no menos <le sie-
te n1il c.omparri111icntos. LJn <<1I1dicc>> qu e <>cupaba dos a111plios vc)lú-
menes f<lcili taba la tarea <le e11co11Lrar un objete> concrelo. Durante el
siglo A.'"\'Il se publ ica.ron los cat;ífogos Je algunas de eslas coleccit>n c.:s.
incl uidas las <le Setlala }' \;'\'<>m1, ~, ei1 ellos quecla clara la lógica que 11a-
bía presidido las .c;c> lucio11<:s 111useísticas adoptad as."'
l1arecidos ¡>rc>b len1as se ¡.> tantearon a lc1 l1ora ele ordenar las colec-
ciones de in1ágenes . .i\ld rovandi, por ejen1plo, en cargc) a algunos pin-
lores <1ue c;1ptasen en ~11s cuadros la ªl'aric.ncia físic;1 <le anima les y pá-
jarc)S. ()trc) ejc111pl<>famoso es el <<museo de pa])el>> (111:u.reo ca1T11ceo) de l
' 'irtuoso ro111ano Cassia110 del P ozzo, qu e exhibía it11ág·c11cs de.: la an ti-
giicc.iad clásica y otras 111uch,1s cosas. El tercer ejen1plo. reprcscntatlo
por t111a obra i1nprcsa, es la ser ie ele volún1e11es <<L ;1 :-intigiicdad e.x.pl1-
cada e11 figu ras>> (desde 1719), p11blicada ¡.>c>r el sal>ic> l>e11eclic:tino Rer-
narci de J\íonrfu11co11, <.' <>n 111il ciento vc i11lc: lároinas que ilu.i;rrnn dife-

62 . ( )l n1i (1992). p:igs. 195 y s.i~.~ .. 201 y s igs., 274u., 285.


144 lllSTO~L\. SOCI,\L Di!:L CO~OCIJ\1 1EJ:\TTQ

re11tcs aspectos del 111w1do a11Liguo: dioses. c.ulLos, vida colidia11a, g1.1e-
rra, t\1111 b;-1s, etc.61
T.a in11)ortancia <le la orcienación cielos ohjetos ran1l1i én se pc>ne de
manifiesto en textos como los siguientes: Sanluel Quiccheberg, <<Ins-
c.ripciones» ( 15 65); j acques Oisel, ~/ l esorería de monedas a11tigt1as>>
(1677) }' John .E1lely11, Discourse of1'\.1edals (1693 ). Quiccheberg, por eje111-
plo, aconsejaba cli,ri<lir el contenido ele los 111useos en cinco categorías,
u11a de las cuales era <<t1atura leza». Oisel <livi<lió las 111011e<las clásicas
c11 l<\S diez, clases siguie11tes: en1pera<l<>res, pr<>,rincias, dioses, virtudes,
g\1erra, juegos, apolcosis. edificios públicos, sacerdoles y 1uiscelá1\ea.
F:i.'e ly"TI cie<l icó a1gi1 .1.1as pági.1.1as de su tra t<lclo, dirigiclo a posibles col ec-
cionistas: al <<n1 étocfo para ordenar, el asificar }' colocar>> medallas, ob-
senrando, por ejcn1plo, q1.1c las vei11te 111il 111cdallas del ga bi1lcte del re}'
de Francia estaba11 <<ordc11adas por SllS fccll~lS>>. El i11tcrés de r:i.'ely·n
por los aspectos n1etodológicos de la orga11i7.ació11 de los 111useos -él
hab laba <le 'nlcthodi.zt'ng- parece prove11ir de Ra1nus y La111bié n de Cia-
bricl ~Tau<l~, CU}"<> de bate sobre có1110 ordenar los 11111seos traclujc>
Evelv11 . al ing·lés.
...
~~o ti et1e 11ada de extrañe>, pues, que en el ciesarrc>l lc> apare11ten1en-
te i rresistiblc de los museos en esta época se hay·a querido \rer no sólo
u11 indicio efe la e.itpansión de la curiosidad, sino tambié11 un intento
por controlar la <<crisis de conoci1niento>> que se prodt1jo tras la riadcl
de objetos JlllCVOS que llegaron a Europa desde el Nuevo .N1undo }7
otros lugares: cai111a11cs, arn1adi llos, tocaclos de i1lun1as, 1nomias eg-ip -
cias reciente111e11te desctibiertas, pc>rcela11as chinas, etc.:. E.stos objetos
no encajal>a11 fác il t11e11tc etl las categc>tías tra<licic111ales.º 1

RNc lC.LOPEDL\.S ,\LFA H i<,TlZADA.s

E11 el caso ele las enciclopedias, lo que ilupulsó el ca111bio fue, u11a ve7. in:ís,
la i.11. ve11ción <le la i1npre11ta. El desarrollo de la i11d ustria editorial tui.•o
dos co11sccuencias im11<>rta11tes c11 esLe terret10. R11prin1er111gar, hiz<>
q1.1e, ei1 efecto, las enciclc>pedias esnrvieran tuás fáciln1e11te al alcance

6~. ()ln\i (1992); I Iaskell (1993), págs. 13 1- 135; Croppery Dernpsey (1996), págs.
110- 11, .
64. FinJJeu (1994), págs. 3 y 50.; véase [,\tgli (1983); I1npe}'Y .'Vl ac ~regor (1985);
Po1nisJt (l 9S'7).
c:r . A <;TFIC:.\c:ró'\ Dtl.. CO~OCl..\·llt:.'l'l·O Í ...1

de la mane), }' aden1ás para un púl)l ico más a1npliu. En segund<) lugar,
ltiz.o que las e11cicJopedias ft1 era11111ás 11cccsarias que antes de la i11ve11-
ción de la in1pre11ta. J>ara ser n1 ás exactos, w1;1 <le las ÍWlciones <le este
tipo <le libros se l1izo cada ' 'ez 111;is 11eceS<lria: la de g·uiar a lc>s lect<>re.i;
a trtlvés <lcl bcisc1ue -1)<)1' 11<) decir j\1ngla- c11 co11til1ua ex¡>ansi()ll ele!
. . .
co11oc111ueuL<J in1pres<>.
Los redactores de encicl<)pedias adoptaro n \1na actitttd cada vez
111ás a udal. en sus mc>dificacio11es del siste111(} de c;1tcgorí~s tradicional.
.))•1itn:):es (1575- 1576), el atrevido intento de P ierre G régoire <le cc)m-
¡>cnd iar «t odas las cie11cias :~ l as artes>>, dedicó seccio11cs especiales a
las artes 111cc<tnicas, ade111ás <le estudiar por separado el tc111a <l<.: la pin -
tura ·v , los rcs ta11tcs tc111as t radicio11ales en rorno a la claboració11 de
pa ñ C)s, Ja guerra, l<l l l t\ vcgació11, la 111cclici 11a, l;1 el gric\1lt\1ra, la caz.a y la
aJ'C)t1itect11r<1. T.n clasificació11 de Ilacc>11 parece q11e ejerció \10 il1ílujo
especi;1l. Por ejen1plo, el debate de Naudé S<)hre la form,1ción de una
t)i h 1ioteca adop tó t1r1a estructura l>acc)n i ana. ~: t ohis110 ira Ti ano .i\nto·-
11io /.ara puso en i1r<1c:rie<1 lo qt1c Bacon proclamal>a co11 st1 sistcn1a de
trei nta j' seis i11atcri<lS ordc11adas dentro de las tres categorías básicas
de la n1emoria, la i11 telige11ci <1 y la i111ag·inación. Ep hrai111 (; l1a111bers
divi<li{>el conc)cin1ie11to en productos de los sentidos, <le la razó11 )'de
la i111ag111ació11.tis f) '!\ Ien1 l)erl debatió las i<l<.:as <le Ilac<)n e11 s11 d isCltr-
s<> ¡)reli1ninar <le la l~11c,yclnpédíe.
Sin eml>arg<), <lesde cc>n1ier1zos del siglo X\.'Jl pudo percil>irse un can1-
bio todavía más l1roft1ndo en 1,1 organización de las e11c.·.iclc)pedi:is: el
orden alf.il)ético. ~:ste t ipo de ordcn<l ción )'ª se había con ocido en la
Edad .!\Iedia. Lo nue''º e11 el siglo X\'lI li.1c que este método para orde-
1

11ar el co11ocim.ie11tc) <lejó de ser u n sistc111a su bordi11ado <le clasifjca-


ció11 y se co11virtió en el sistetn¡1 fw1dan1 en La l. H oy puede p arccern<>s
<llgo obvio, ii1clusc> ,'<11atural>>, ¡>er<> por le> visto se 11doptó, al 111c11os ori-
giI1.aLt11c11tc, a partir de 1sentit11ie11t<> ele fraca.r;c) fre11te ;1 las fi.1er7.aS de J~
entropía intelectual eJl u111r101nentc> en que el nuev<>cc>11c)cin1iento en-
n·aha en el si5 tema con cx:ccsi va rapidez para ser digerido o nietodi7.a-
do. Sobre 5\1 di f\1s ión gradt1a) volveré con más detalles e11 el capítulo 8.

65 . .\'C<'l (1991).
146 HISTORIA S()(:IAL DEL C:()NOCI1\1IF.NT0

EL PROGRESO DEL SABER

A lo largo de este capítulo se ha 11echo mención de una serie de cambios


en las concepciones del conocimiento, entre otros el creciente interés
por las cifras. El uso de cifras o <<estadísticas>> se asoció con el nuevo
ideal del conocimiento impersonal o imparcial, de lo que inás tarde se
llamaría <<objetividad>> (véase, anteriormente, la pág. 43). A. comienzos
de la edad moderna se producen otros dos ca1nbios que ta.m.bién mere-
ce11 destacarse.
En pri1ner lugar, se produjo t1n desplaza1niento en la imp<)rtancia
relativa del conoci111iento liberal y del conocitn iento útil. Subrayaron
el valor de este últi1no Descartes, Bacon y J_,eibniz, y mt1chos segt1ido-
res de Bacon, como John Durie, Samt1el Hartlib, Robert Boyle, Joscph
Glanvill y Hans Sloane. El Essay toward Promoting Ali Necessary a1zd Use-
ful K:nowledge [<<Ensayo con vistas a la promoción de todo conocimiento
necesario y útil>>J, publicado en 1697 por Thomas Bray, fue típico de
esta época. Aunque era tradicional la reclamación retórica de la utili-
dad , el é11fasis en los usos del co11ocimiento práctico r epresentaba una
novedad. I11virtie11do el dicl10 del arquitecto francés de la catedral de
Milá11 e11 1400 (véase, anteriormente, la pág·. 113 ), l<>S bac<>11ia11<>S en
1700 podrían haber dichc> muy bien que <<la teoría no es nada sin la
práctica>>, scientia sine arte nihil est.
E11 el siglo A.'VTII el conoci1niento útil había ganado respetabilidad.
Con arreglo a st1 nt1eva constitución de 1699, la Academia l•'rancesa de
las Ciencias puso más énfasis en la ingeniería y en otras ciencias apli-
cadas. Esta nueva orientación de la academia culminó e11 la obra en
varios volúmenes <<Descripción de artes y oficios>> (1761-1788).66 U11
biógrafo del econo1nista y alquimista J oha11n Joachi1n Becher lo des-
cribió, en el títt1lo mismo del libro, como <<modelo de sabio útil>> (Das
Mztster eines Nützlich-Gelehrten). El Gentleman~ Magazine observaba, ei1
1nayo de 1731, qt1e <<nuestro co11oci1niento debería abarcar, en pri1ner
lt1g·ar, lo qt1e es 1nás útil y después lo que es más elegante y decoroso
para un caballero>>. Ese mismo año se fundó en Dublin una sociedad
<<para el progreso de la agricultura>>. Su meta era <<sacar el conocimien-
to práctico y útil de las bibhotecas a la luz del día>>. Por toda Europa se
fundaron entonces sociedades agrícolas con el fin de difundir aquellos
conocimientos que pudieran ser útiles a los granjeros. La i\.cademia de

66. Briggs (1991), págs. 40 y 65.


CLASTFICACT<)l\.' DF.L CONOCIMTF.NTO [ ... ] 147
,
Ciencias Utiles de Erfurt, fut1dada e11 17 54, persiguió parecidos obje-
tivos, igual que las sociedades que se fL111daro11 e11 Filadelfia (1758),
\Tirg"i11ia (1772) y Nt1eva York (1784). Diderot y los sabios franceses
que colaboraron en la Encyclopédie compartieron estos mismos puntos
de vista.
En Rusia, el conocimie11to occide11tal que con ta11to celo trató de
introducir P edro el Grande estuvo represe11tado en1i11ente111ente por
las esc11elas que el 111is1110 zar fundó ¡1ara enseñar 111ate1náticas )T el arte
de la r1avegación., así co1110 por el hecho de que el prin1er libro laico
i111preso en Rusia fuese la <<f\ritmética>> (1703) de Leonty Nlagnitsk)r.
Para desig11ar este tipo de conoci1nien.to práctico se acuñó un. n.uevo tér-
1nino en ruso: nauka. Esta palabra, que general111ente se tradt1ce con el
térmi110 in.glés scie1zces, es la que se utilizó para describir la nt1eva Aca-
de1nia de Ciencias de San Petersbu rgo. Las asociaciones originales del
término rtauka no eran académicas, sino más bien 111ilitares, 11avales,
tecnológicas y económicas.
J\..1irando hacia atrás, resulta te11tador describir la primera 1nitad
del siglo X\!TI con10 una tra11sitoria <<edad de la curiosidad>>. Precisa-
111e11te ento11ces las ¡1alabras <<Curic>sO>>, curious, curiosus o curieux se em-
pezaron a utilizar con. 1nucl1a 111ayor frect1e11cia. Las críticas religiosas
contra la <<Ct1riosidad>> desaparecieron finaln1ente, al nlenos de forma
virtual, de la esfera secular, mientras que las críticas seculares co11tra el
co11ocimien.to <<i11útil>> 110 eran. toda,ría m11y r11idosas. E11 segundo 111-
gar, las concepciones del conocimiento experin1entaron un desplaza-
miento que, para utilizar la famosa expresión de Alexandre Koyré, las
co11dujo <<desde el mu11do cerrado al universo i11fi11ito>>, u11a nueva ,r¡_
sió11 ac111nulativa del co11oci111ie11to. La 11ovedad dejó de tener asocia-
ciones peyorativas y se convirtió e11 t111a reco1ne11dació11 e11 los títt1los
de obras co1110 la Astronornia Nova de Kepler y Discorsi e di1nostrazio1ii
rnate11iatiche intor1zo a .dzte rtove scienze f<<Consi deraci on es y d e111 ostra-
ciones 1nate1náticas sobre dos nt1evas cie11cias>>], de Galileo.67
La expresió11 n1ás conocida de esta \ isió11 de progreso es la que nos
7

ofrece Francis Baco11 en u11 libro que justamente se titula Adva1icernent


oj'Learni1i,g· (1605). En la portada y en el texto de más de uno de s11s li-
bros (véanse las figuras ll a y llb, págs. 148-149) Bacon utilizó t1na
imagen sorpre11dente que simboliza su deseo de ca1nbiar el siste1na. Se
trata de la imagen del <<mundo intelectual>> (mzt1idzts iJztellectttalis), ilus-

67. Thorndike (1951); Rossi (1962), pág-s. 68-102.


148 HISTORIA SO CJAL DEL CON OCJMIENTO

·- - .. ,. ,-l.-
· ~ .._! "' '
___,
. _.-1.

FTGUk.l\S 1 la, 11 b. G rabados de frory.tispicios. F. Bacon, lnstanratto Magna (1 620), Pa-


rís, Biblioteca de La Sorbona, Foto de Jean-Loup Cliar1net (Fondos V. Cousin, 5525
Rés.); y Sylvn Sylvarurn (1627), Biblioteca de la Universidad de Can1bridge (LE
24.25).
C L AS IF ICACIÓN DF.L c:ON O C I .VI 1.E N'f O ( ... J 149

~ ~

.
.;.... •

trada i1or n1edio del grabado de un globo terráqueo o, alternativam en-


te, de una nave (1ue traspasa las Coll1tnnas d e Hércules en busca de
nu evos territorios. <<Sería alg·o de lo que deber ía1nos avergonzar11os>>,
escribió Baco11 e11 l?efutation of Philosophies, <<ahora que los a111plios es-
pacios del universo 1naterial, las tierras y los n1ares han sido descu-
biertos y explorados, si los límites del u niverso intelectual quedaran fi-
jad os por los exiguos descubrimientos de los antiguos.>> E l baconiano
150 HJS"fOHIA SOCIAL OJ::L COl\1 C)Cf.l\•IJIL\ f rO

inglés J oseph Glanvill adoptó el lema del emperaclor Carlc)S v·) PLUS l."1.-
TR...\ (<<más a ll ~» -se c1lriendc-- de las Colt1mnas de IIércules), como
títt1lo de u110 de SllS libros}! ta1r1bién Lcib1úz csta111pó estas i11isr11as pa·
labras c11 l (1 cabccera ele un n1a11uscrito c11 el q uc cst u' 'º t rabaja11do cr1la
década de 1670 }' ql1e trataha sobre el progreso ... de las cie•lcias.
Bac.:on an1bícionaha claran1ente 5er un Coló11 inte lect11al dísp11eslo
a <<tra7.ar ele nueve) el mapa eiel saber>>. Con10 ejem plo c.oncret<) de este
avance <lel saher, tc)n1emos de nue''º en consideración los tnapas de la
época. Los at las, igual que las e11ciclc)pedias, tendiero11 a aun1entar i11-
ccsantcmcnte de tamaño en las sucesi''ªS ediciones. Ortelius pidió a
st1s lccttJrcs que le cnviase11información 4ue pudiera mejorar sus atlas,
y algu11os lectores respo11dierc>r1 ptJsitivamente. 6 ~ La iclea ele lJrc>greso
o <<111cjora>> del co11oci11lie11to reaparece una y otra vez en Inglaterra,
con ecta n.do el entt1siasn10 1nile narista de la década de 1650 con las es-
peran7.~s n1ás lín1ítadas de la década de 166() 1' años posteriores, expre-
s,1das Cl) obras COll l O Plus u-ltJ-a (otra alt1sió11 a las Colt11r1nas de Ilér-
cules) de Joscpl1 Glanvill }! Ess1ry C'o1icen1.inp; HtJ.-r11an [l11tlerstantling
[<<U n e•lSa}'º sobre el e11t.e ndi111Íc11to l1u111a110,»., 1690] ele Jol111 Locke.
Otro eje1nplo íl11strati,,.-o nos lo ofrece \In corlo tratado sobre la fu11 -
c.:ión ciel «c:onser,,.-ador de bí hliotecas>> l)\1blicado po r John Dt1ric e11
1650; este a11tc>r ,c;ostiene que un hibliotecario de u11i·versídad está obli-
garlo a rendir a11ua lmente <<cuentas» de <<SU gana11cia en este c:on1erc.io»,
es decir, del vc)lun1en de sus adq uisiciones, descritas con10 «Ía pro,~ísió n
de conoci miento>> . 6~ Durante el siglo }..'\1nr, el ideal de la exploración i11-
telecrual se expresó a veces <le fc)r111a su1naria cc)n una cita de Horacio,
sac.:acla ele su contexto or iginal y corrverricla en el lema «¡...\tré·1.rete a c:eJ-
noccr!>> (s11pere 1111de). ·u
El ideal académico rnoder110 pt1ede consielerarse cornc>la cristali-
z.ación normalizada de estas aspiraciones de los siglos X\TI y x\'III. En-
tre las funcio11cs básicas q uc l1oy se atribt1:'en a las instituc.iones de edu-
cació11 superior está la i1u1ovación intelectual, más que la transmisión
ele la t.radició11) de fur111a {l uc n ormalmc11te !iC espera 4 uc los ritula<lc>s
Sttperiores u11iversitarios l1aya11 l1ecl10 u11a <<C011tribuciú11 al C(Jll(Jci-
n1icnto>>. En este 1nisn10 sentido, a los acaclérr1ícos se les apre111ia - a
pes~ r de que no falta n pres iones e11 se ntido cont rario, q11e l1an sido

68. }flCOb (1992), p:ígs. 88 1f l 12.


69. \.\11:.bStt'r (1975), págs. 1 00-2~.S.
70. \ 7enturi (1959) .
CLASIFICACIÓ)l DEL CON'OCL\1IEKT O ( ... ] 151

descritas anteriormente en el capítulo 3- para que colonicen n uevc)s


territorios i11telectuales, 111ás que para qt1e conti11úe11 ct1ltivan do terri -
torios antiguos.

L a Rncyclopédie nos ofrece una excelente panorám ica de lo qu e D 'Alem -


bert (siguiendo a Bacon) llamó el <<mapa>> del saber al final de nuestro
período.71 Las sucesivas ediciones de este libro - y sus rivales- reve-
1a11 una conciencia cada vez más aguda del progreso clel saber. D e to-
clos modos, la clasificación del conocin1.i ento que propuso D'Ale111bert
en su <<discurso preliminar>> y que Diderot eXl)licc) de forma esq ue1ná-
tica mantie11e el equilibrio e11tre tradici ón e innovación. Visto retr<Js -
p ectiva111ente desde la épc)ca actual , est e esquem a parece tr adicional,
en particular la idea del árbol del conocimiento y sus ramas, la distin-
ció11 entre artes lil)erales y artes mecánicas y el debate del trivium for -
1nado por la gramática, la lógica y la retórica.
Por otra parte, visto ese m ismo esquerna d esd e 1500, podría l1aber
quedado fuera una serie de innovaciones. El árbol del conoc.i miento
11abía sufrido una poda. 72 L as maten1áticas pasaron a ocupar el primer
lugar y su estudio precedió al del trivium. La teología se sul)C)rdinó a la
fil osofía, trastocando la jerarquía tradicional (y suscitando la sorp r esa
de qui en hizo la recen sión del lil)ro en la revistaJ011,rnal des Savants).
Com o ponen de manifieste>tanto los grabados como el texto, las artes
m ecánicas se t<>111arc>n n1ás seriarnente en consicleración incluso que en
las e11ciclopedias de Alsted y Zara, mostrar1do así el creciente acerca-
111iento entre los sab eres acad émicos y los no acaclémicos.
Finalmente, la disposición de los artículos o entradas fue alfabética,
si bi en es cierto que el elaborado sistema de referen cias cruzadas de
que se dotó al libro servía en cierta m an era de contrapeso a dicl1a dispo-
sición alfabética. Al mar gen de las r azones prácticas que tu vier on los
autores para adoptarlo, el orden alfabético reflejaba y sin1ultán eamen-
te estimulaba el paso de una visión del m undo jerárc.1uica y orgáni ca a
otra de ti¡Jo individualista e igualitario. En este sentid<>, es lícito que ha-
ble1nos del <<conte11iclo <.i e la fc>rma>>, (1t1e reforzaba los a1nbiciosos de-

71. D ieckmann (1961); Gandt (1994); Nlalhcrbc (1994), esp. las págs. 29-31.
72. D arnton (1984) .
152 l·llS"fO RI A SOCIAL DEL C<)N0Cll'v1IENT O

seos de los editores de subvertir la jerarquía social al menos en algunos


puntos. En efecto, la E1icyclopédie fue a la vez u11 proyecto político e in-
telectual. La política del conocimiento será examinada co11 todo deta-
lle en el próximo capítulo.
_Capítulo §_

El control del conocimiento:


Iglesias y Estados

El ejercicio del poder c rea incesanten1entc conocin1ie11-


to y, a la i nvcrsa, el conocinliento induce consLanternen-
te efectos de podt!r.

Toda acumulación clc conocüniento, y especialn1ente la


c¡uc se obtiene a partir de la co1nunicación social con
personas sobre las cuales ejercen1os don1inio [... ],es útil
para el Estado.
WARR EN H ASTINGS

En los capítulos 2-5 se ha11 estudiado principalmente tc111as rela-


cionados co11 el rn.11ndo aca démico, con sus moradores, sus institucio-
nes y sus clasificaciones. Evi dentemente, la política no está ause11te de
este mu ndo, como espero hayan demostrado hasta la saciedad los an te-
riores pla11teamientos acerca de la defensa del territorio intelectual y de
la resistencia a la innovación. Sin embargo, ya es 11ora <le a111pliar el al-
cance de este análisis y volver a la política del co11oci1ni ento et1 el sen-
tido más concreto de estudiar los procesos <le recogida, almacenaje,
recuperación y, naturalme11te, supresión de in formación por part e de
las autoridades, tanto en la I glesia co1no en e] E stado. L os esfuerzos
crecientes l1echos en este terre110 son tal vez la 1nejor prueba del inte-
rés cada vez 111ayor por el co11ocirniento útil, tema expuesto en el capí-
tulo anteri<>r.
La depe ndencia de to dos los gobiernos con respecto a la infor111a-
ción fue anah zada a medi ados del siglo XX en un estudio clásico del po-
litólogo n orteamericano K.arl Deutsch. 1 Algunos aspectos de este ten1a

l. Deutsch (1953).
154 1-IIS"f ORIA SOCIAL DEL CO NOCIMIENTO

han sido estudiados de forma verdaderame11te intensiva en época más


reciente. Se han dedicado diversas 1nonografías a la historia del espio-
naje y más generalmente a la informació11 en que los gobiernos basaro11
sus políticas extranjeras. 2 Se ha investigado la historia del levantamien-
to de censos en diversos países europeos. 3 Se 11a estudiado de forn1a re-
lativa1nente detallada el <<sistema infc)rmativo>> en algu11os imperios,
sobre todo en la América española y en la Tndia británica. 4 Por lo que a
los aspectos negativos se refiere, los n1ecanis1nos de la censura religio-
sa y política en diferentes lugares han sido objeto de u11 buen número
de monografías. 5
Gracias a estos estudios, se ha comprobado con relativa claridad la
tendencia a la acumulación de más y más información en el estadio ini-
cial de los tiempos modernos, así como la tendencia a prese11tar dicha
información de forma esquemática o estadística. Incluso se podría ha-
blar del ideal, en algunos sectores, del <<Estado de vigilancia>>, at1nqt1e
tampoco se debe olvidar que los gobiernos de comie11zc)S de la edad
1noder11a carecían del i1úmerc) suficiente de funcionaric)s co1no para
tratar de co11trc)lar las vidas de toda la gente que residía dentro de st1s
fro11teras. En la práctica, recogían información con el fin de responc.ier
a crisis o problemas específicos, tales como la sedición, las plagas o la
guerra, aunque también es perceptible, especialmente a partir de 1650,
una tendencia a largo plazo a reunir aquella información que pudiera
ayudar en las prácticas rutinarias de gobierno.
Más difícil resulta la tarea de precisar la cronología, la geografía y
la sociología de esta acu1nulación de inforn1ación y las diversas razones
que subyacen a la misrna. En este capítt1lo enfocaré dichos prc)blemas
de manera comparada, con especial referencia a los imperios de la épo-
ca, vie11do e11 la expansión del conocimiento u11a precondició11 y a la
vez u11a cc)nsecuencia de la expansión de los citados imperios: portt1-
gués, español, británico, francés, sueco o ruso (del Imperio holandés,
que co11stituyó u11a empresa económica más que política, hablaré en el
capítulo siguiente). El hecho de que la geografía se desarrollase como

2. Carter (1964); AgTell y Huldt (1983); Bely (1990); .i\1arshall (1994); Preto
(1994).
3. Glass (1973); Herlihy y Klapisch (1978); Rassem y Stagl (1980); Buck (1977,
1982).
4. Bayly (1996); Cohn (1996); Mundy (1996); Edney (1997); Drayton (1998).
5. Siebert (1965); Santschi (1978); Duke yTamsc (1987); Roche (1989); lvlycrs y
Harris (1992).
EL CON'rRO L DEL CO NOCIA,IIENTO: IGLESIAS Y ESTADOS 155

asig·nat11ra académica en es ta época (véanse, a11terior1n er1te, las págs.


13 3-1 34) no fue segur amente una casualidad. 6
E l problem a es esp ecificar de qué 111aner a se apoyan m ut11amente
el poder y el co11oci1nien to, co1no 1n u estra11 dos estudios recientes de
la India i1nperi al. En un<) <le ellos, la conquista de la I11dia está pr esen-
tada co1no <<un.a co11quista de co11ocimiento>>, la invasión de <<un espa-
cio episten1<)lógico>>. }~l autor subraya cómo los con quistadores britá-
nicos utiliza ro n su con ocimiento de las le11guas o las leyes de la I11dia
para itn poner su propio g·obierno de manera rnás eficaz. E n el segun de)
estudio se presta m ás ate11ción al <<sistem a inforn1ati-..ro>> tradicional de Ja
época inogol. Se sostiene que los británicos co1ner1:t.ar on sirviéndose
de informantes indígenas y de téc.n icas q11e ya habían utilizado los rno-
goles para r ecoger la infor1nación. L a sustit11ción de estas técnicas por
un sistema más <<científico>> basado en observadores británicos aisló a
los nuevos gobernan tes d e la Ir1dia del cor1ocimiento de las actitudes y
los se11ti111ient<>S lc>cal es, lo que explica q11e la r ebelión de 1857 pillase
a los ingleses por sorpresa. 7
Ideal1ne11te, una historia co1nparada co1no la e1npre11dida aquí d e-
bería poner de manifies to no sólo las semejanzas y las diferen cias, sin o
también las interacciones - adopten éstas la form a de competen cia o
de apropiación- entre Estados, regio11es C) ámbitos de interés. E n este
período destaca11 dos eje1nplos de interacciór1: el ii1ter ca1nbio de téc-
nicas de r ecogida de inforrnación entre las I glesias y los Estados y la
inter acción en tre las periferi as y los centros. Por lo menos a primera
-..rista 11ay buenas r azon es para afirmar que en este pun to fue a menu do
-aunque n.o siempre- el Estado quien apre11dió de la Iglesia, mien-
tras que los cen tros del irnperio fueron inspeccionados uti li zando mé-
todos que e11 lltl principio l1abían sido desarrollados para g·obernar ex-
ten.sas provincias . P ara verificar estas 11ipótesis, e.n las páginas qu e
siguen exa minaré los procesos de recogida, al1nacenaj e, recuperación,
utihzación y supresión d e difer entes t ip os de informació11.

6. Corrnack (1997).
7. c:ohn (1996), págs. 16 y 53; Bayly (1996), págs. 56-96, 315-337; Pinch (1999),
esp . las págs. 394-39 5.
l56 FlISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

EL D ESARRC>LLO DE LA .BURC)CRACIA

Los gobiernos han procurado r ecoger y alm acenar información acer-


ca d e sus súbditos desde el tien1po de los antigl1os as iric>s, si n.o antes.
Como afir1na un sociólogo contetnporáneo, <<tc>dos los Estados l1a11
sido "sociedades de la inforn1ación", pu esto qt1e la generació11 del po-
der es tatal presupo11e la reproduccic)n del sisterna controlada de forma
refleja, lo que implica la recogida, el alrn acen aje y el co11trol sistemáti-
cos de la info r1n ación co11 fines adm inistrativos>>.8 Los antiguos roma-
nos tratarc)n. d e realizar censos completos de la población. Después de
la conquista nor1na11da del año 1066, el 11uevo rey de lt1glaterra orde-
nó ur1 recue11to de la población, tanto huma11a como anirn al. Sin em-
barg·o, el Domesday Book, como se de11ominó a est e registro, c<>nstitn-
yó un caso extraordinario y, de h echo, apenas se consultó durant e los
dos siglos siguientes a su r ealización.9 Sólo a comien z<>s de la edad m o-
derna, la recogida r egular y sistemática de i11fc>rn1ació11 se convirtió en
parte del proceso ordi11ari<> de gobier11c> en ·E uropa. La crecien te cen-
tralización de la ad1ni11istración exigi <'> y a la vez posibilitó que los go-
bernantes de ese período temprano de la Europa moderna conociesen
muchos más detalles acer ca de las vidas de sus súbclitos de lo que había
sido habitual en la Edad lvfed ia.
Con la centralizacjór1 llegó la <<burocracia>>, en el se11tid o que da
Max vVeber a este término. A difere11cia de Ivl an11l1e i1n (véase, an.te-
riormente, la pág. 20), Weber no suele ser recordado cc>n10 sociólogo
del conocimiento, pero su fumosa teo ría de la burocracia significó, de
hecho, una contribución de p ri mer orden en esta mater.ia. Desp11és
d e todo, Weber definió la l)llrocracia cc>n10 aql1el <<ejercicio del control
que se 1Jasa e.n el conocirniento>>. WelJer vinculó este <<golJier110 del des-
pacho>> a t1n ejercicio i111persc>nal del p oder basado en regulaciones for-
1nales y comunicaciones escritas presentadas a través de los canales
ap ropiados.' º
En la Europa de comienzos de la edad inoderna, u no de los princi-
pales d esarrollos en la historia del Estado fue la te11dencia a la buro-
cracia en el sentido de V\TelJer, ju11tamente con. la ten<le11cia a la burocra-
cia en el sentido peyorativo coloquial de <<¡1apeleo>> ·y a lo que en el
siglo XVI se conoció como el <<gobierno de los secretarios -o minis-

8. Giddens (1985), p ág. 178.


9. C:lanchy (1979), pág. 19.
10. Weber (1920), vol. l, pág. 339.
E.L C.<lNTROL DEL COKOCT.\l lEN'l'(): T C~LF.ST>\S Y ESTADOS 157

tros->> (véanse, anteriorn1en t e, las págs. 40-4 1). 11 Un indicador del


avance de la burocrac.ia. en a1nbos sentidos fue el aumento del número
d e funcionarios. Otro, más visib le todavía, fu e el increme11to de las
o ficinas construidas específicamente con este fin, como en el caso ele
los U ffizi de F lorencia (un conjunto de oficinas, con10 su no1nbre ita-
liano indica, aunqu e posterior111ente haya sido destin ado a galería de
arte) y en el de Versa lles, donde parte d el n L1evo palacic) fue construi-
do para uso de los servido res civiles.
T,os 1nis111os g·ober11antes se fueron convirtiendo en burócratas,
ade111ás ele servirse d e otros burócratas. Es conc>ci<lo el caso de Felipe
II ele España, a <1ui en sus súbditos apodaron el rey papelero (sic en el ori-
ginal) debido al núr11ero ele horas que pasó en su mesa de trabajo y a la
cantidad de docu1nentos generados por su afán de conocer y co11trolar
la vida de sus súbditos. A decir verdad, el mismo limosn ero del rey la-
m entó ante su am o esta ten den cia a evadirse en un mundo de papel." E l
Escorial se con,'1.rtió así en el centro donde se alm acenó la m ás ingente
masa de documentos oficial es desde el l111perio Romane> tardío, otra or-
ganización basada en el pat)el y los trá111ites llurocráticos. 13
Felipe II 110 fue el único b urócrata regio. ·F:I clesarrollo de lo quepo-
dría111os lla111ar el <<Esta<lc> papelero>> fue ltn fenó1ne110 ge11cral en Euro-
pa durante la temprana edad moderna. L~1is XIV se jactaba en sus 1nc-
n1orias de <<estar informado de todo>>. El también pasó largas h oras
ante su mesa de trabajo o reunido con con sejeros y comités. Y lo mis-
mo hicieron los gobernantes 1nás destacados de la I lu stración, concre-
tamente Federico el Grande de Prusia, Catalina la G rande ele Ru sia y
María 'l eresa y J osé 11 de Au stria. L a aparición de cornités y juntas o
co11sejos de administración (grupos p equ eños que to1nan medidas ba.-
sán.dose en la 111ayoría de vc>tos y que ei1 Suecia y Rus ia se deno111ina-
ban <<colegios>>) es una de las principales in11ovaciones ad111iI1istrativas
de este período. Sobre estas instjtucic>11es escribió J_,eibniz a Pedro el
Grande: <<No puede haber buena administración sin contar con los co-
legios; su funcionami ento es como el de los r elojes, cuyas ruedas se
mantienen, la u11a a la otra, en mo-v'imiento>>.
El dato principal del que tenemos que d ejar constancia aquí es el
de la acumulación de la i11formación, en parte como consecuencia y en
parte como acicate del crecie11te deseo de los goberna11tes de co11tro-

11 . Nigro(l991).
12. Parker (1998), pág. 48.
13. Kelly (1994).
158 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCI:\1IEN'l'O

lar las vidas de sus súbditos, bien para cobrarles impuestos, para enro-
larlos e.n el ejército o para alimentarlos en épocas de hambre. Sin em-
bargo, el hecho de que el co.n ocimie.n to se fuera act1mula.n do en algu-
nos despachos de la ad111inistración no implicaba qt1e siempre llegase
hasta el gobernante o funcionario que lo necesitaba. Ct1anto mayor era
la organización, 1nayor era ta111bié11 el peligro de que la información que
llegaba a st1 poder se detuviera antes de alcanzar la cin1a. En otras pa-
labras, los historiadores, igt1al que los gobier11os, han de preoct1parse
por sí mismos de eso que podríamos llamar la <<movilización>> de la in-
formación.14
La bibliografía secundaria no nos permite conocer detalladamente
la cuestión, sin duda no carente de importancia, de en qué medida las
prácticas y tendencias expuestas en este ca¡1ítulo fueron exclusivas del
mu11do occidental. Está claro que los gob.i ernos de algunos gra.n des
Estados asiáticos, e.n tre ellos China, el Imperio Otomano y el Imperio
Mogol de la India, se mostraron mucl10 111ás precupados por recoger
inforn1acic)n. En el Imperio Chi110, por eje111plo, se realizaron censos
en 1380 y de nuevo en la década de 1390. Se imprimieron nu111erosas
guías y enciclopedias para ser utilizadas por los funcionarios chinos.
En el Imperio Otomano, los registros de las inspecciones territoriales
realizadas a intervalos regt1lares con finalidades impositivas, mt1chos
de ellos conservados todavía en los archivos, son impresionantes. Tam-
bién en la India de los mogoles existió un interés oficial por los datos
estadísticos, a la vez que u.n elaborado s.i stema d e recogida de .i nfor-
1.nación al servicio de la vigilancia. 15 Mapas, planos y cartas de navega-
ción no fueron monopolio de los occidentales. China, Japón y el !111-
perio Oto111ano los utilizaro11 ya co1no l1erramientas de gobierno en
este período, como nos ha recordado el ejemplo de Piri Reis (véase, an-
teriormente, la pág. 79). 16
Hasta que no se lleven a cabo comparaciones más sistemáticas será
prematuro sacar t1na conclusión terminante. Mi impresión es que ha-
cia 1450 los gobiernos más importantes de Europa contaban con unos
servicios de recogida de infor111ación que seguían 111ostrando u.n claro
retraso co.n respecto a los de China y el Imperio Oton1ano. En cam-

14. Boulding (1966); Innes (1987).


15. Barkan (1958); Hucker (1968); iVletzger (1973); T hiel-Horstmann (1980);
Bayly (l996),págs.10-55.
16. Soucek (1992); Unno (1994); Yee (l 994a).
EL CONTROL DEL CONOCIMIENTO: rc;LESIAS y ESTADOS 159

l>i<>, clespués de 1600 Europa o, 1nás exactarnente, algunos gobiernos


europeos tomaron la delantera. En la exposición que sigue a continua-
ción se dará especial relevancia a los Estados más burocratizados, ya se
trate de grandes Estados, como ]1'rancia, o de otros más pequeños,
como Suecia.

LA IGLESIA COMO l\10DELO

Que la pri1nera l>urc>cracia eurc>pea n<> fue laica sino eclesiástica es un


punto de vista por lo 111enos clefendible. f,n el siglo XIII, el papa lno-
cencio 111 ya se preocupó de la recuperación de infor1nación de los re-
gistros oficiales. En la Edad .Niedia, según un historiador reciente de
los informes escritos, <<las cancillerías reales fueron más lentas que el
papado a la hora de desarrollar técnicas notariales para la adtninistra-
ción>>. 17 Esto no debería sorprendernos. Después de todo, la Iglesia
católica era una institución edificada sobre una base 1nás elevada que
cualquier monarquía europea y, por otra parte, el clero gozó en otro
tien1po de una especie de n1onopolio de la capacidad de leer y escri-
bir. I.a burocracia papal en particular se cc>nstruyó sc>bre una tradi-
ción 111edieval, pero posterior111ente, durante los siglos X\'l y XVII, se
desarrolló en una dirección que podrían1os calificar de weberiana. El
papa Sixto V, por ejemplo, estableció una serie de comités o <<congre-
gaciones>> especializados en el curso de su breve pero vigoroso ponti-
ficado. El papado fue pionero en ámbi tos tan diversos como los ar-
chivos (véase, más adelante, la pág. 180) y las finanzas (concretan1ente
en el desarrollo de presupuestos, es decir, de previsiones financieras
regulares). 18
D espués del c:oncilio de Trento, qu.e concluyó sus deliberaciones
en 15 63, los sacerdotes encargados de las parroquias de la Iglesia cató-
lica estuvierc>n obligados a llevar registrc>s de nacin1ientos, n1atri1no-
nios y tnuertes. Se esperaba que los obispos visitase11 regularmente sus
diócesis para evaluar el estado espiritual de las mismas. Estas visitas
episcopales, que anteriormente habían sido algo esporádico, se con-
virtieron en acontecimientos regulares después de 11-ento, generando
una masa de informes escritos sobre el estado físico de los templos, el

17. Clanchy (1979), pág. 215; Stock (1983), pág. 37.


18. Partner (1980, 1990); Prodi (1982).
160 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCL'VllENTO

nivel de la educación de los J)árrocos, el 11úmero de confraternidades y


la inoralidad del laicado. 19
La Ig·lesia de la Contrarrefortna tiene tatnbién su lugar en la h.isto-
ria de la estadística. Para verificar que los fieles de cada parroquia curn-
plían sus <<obligaciones pascuales>> de la confesión y la cclmu11ión anua-
les que les había itnpuesto el Concilio de Trento, se realizaban con
· regularidad censos de <<almas>>, como entonces se les llamaba. Como
medida ulterior de control, se ordenó a los párrocos que repartiese11
e11tre sus feligreses billetes o schedae que cada uno de los fieles de,rolvía
personalmente al sacerdote en el momento de confesarse o de comul-
gar. El miedo creciente a la herejía, así como la mejora de la competen-
cia en mate1náticas contribuyeron al desarrollo de la estadística.
Las visitas de este tipo se llevaron a cabo tanto en la Europa protes-
tante co1no en la católica. E11 la Alemania luterana, por eje1nplo, hubo
inspecciones regulares de las parroquias durante el siglo )..'VI. Después
de la Reforma, en Inglaterra los 11uevc)s ol)ispos elaboraron <<interro-
gatc>rios>> cc>n el fin de investigar las diócesis de Gloucester y Worces-
ter (ochenta y nueve preg·untas, 15 51-15 52) y Norwich (sesenta y nue-
ve preguntas, 1561). En países luteranos como Suecia y Finlandia,
historiadores interesados en el desarrollo de la alfabetización han es-
tudiado intensamente los registros de la investigación por parte de la ·
Iglesia de los siglos XVII y XVlll. Los informes detallados del interroga-
torio a que eran sometidos los propietarios de u11a vivie11da por parte
del clero y su clasificación de acuerdo con la cotnpetencia demostrada
(<<lee bien>>, <<lee co.n dificultad>>, etc.) son, como los anales de la 111-
quisición, un 11otable ejemplo de pasió.n oficial por una infortnación
exacta. 20
De la tnis1na tnanera que las inspecciones católicas posteriores al
Concilio de Trento estuvieron motivadas por el ten1or a la herejía,
para suprimir la cual había sido convocado el concilio, las inspecciones
inglesas esmvieron impulsadas por el temor a la ruptura con la Iglesia
de Inglaterra. Por ejemplo, en 1676 el obispo de Lo11dres llevó a cabo
un control de los disidentes, conocido posteriormente co1110 el <<(~enso
de c:o1npton>>. El elaborado cuestionario preparado por el arzobispo de
York para sus párrocos en 1743 tatnbién deja entrever estas preocupa-
ciones. <<¿Cuá11tas f0milias tie11es en tu parroquia? De ellas, ¿cuántas

19. Burke (1979); .i\1azzone y Turchini (1985). •


20. Strauss (1975);Johansson (1977).
EL CONTROL D EL CO~OCl;\:llENT(): IC; LESIA.S Y ESTADOS 161

son disidentes? [.. .] ¿IIay en tu parr oquia alguna escuela p ública o be-
néfica? ¿Cuen ta tu parroqu ia con algún hospicio, hospital u otra fun-
dació n caritativa? ¿Con qué frecuencia se lee el servicio religic>so pti-
blico en tu iglesia? [...l ¿Cc>n qué frecuencia y en qué ocasiones realizas
la catequesis en tu iglesia? >>: 1 El vínculo entr e la recogida de inforn1a-
ción y el d eseo de las au t or idades relig·iosas de controlar sus rebaños
parece bastante claro.
L a institución eclesiástica 111ás pre<><..-upada p<>r recoger informa-
ción fue la Inquisición , en España, I talia y ot rc>s lugares. Las personas
sospechosas de herejía eran sometidas a in terrogatc>ri<>s sisten1áticos y
rigurosos acerca de su edad, lug·ar d e nacimiento y profesión, así con10
acerca de sus creencias, y todo lo que decían se hacfa constar cuic.i ado-
samente por escri to. Así p ues, los arch ivos de las diversas Inquisiciones
constituyen un <<banco de datos>> del que los historiadores sociales han
aprendido rnuchas cosas, sobre todo en la última generación. Sin em-
bargo, la reco gida de inforrnación p<>r parte de los inquisidores no n1e-
rece la atención de los h istoriadores ú11icam e11te como una fuente,
sino también con10 un fenómeno por derech<) propio, com o ejem plo
pionero a comienzos de la edad moderna de una búsqueda de infor-
rnació11 1notivada ¡1or el deseo de control. 22
Es tentadc>r especu lar sobre si los tres cardenales que tuvieron un
papel tan destacado en el gobiern o secular a mediados del siglo XVTT
-Richelieu y M azarinc> en F rancia y su coetáneo Melchior Khlesl en
el impe rio de lc>s Habsburgc>- adaptarc>n los 1nétodos de la Ig lesia a
las necesidades del Estado. D e tc>dos n1odos, la in teracció11 entre los
poderes tempor ales y los espi r ituales en el ámbito del conocimien to es
/ , .
un reina que reaparecera en estas pagi nas.
Por lo que a la rec:ogida de ii1forn1 ació11 se r efiere, conve.n.dría dis-
tin guir el conocin1iento adquirido po r los go l)ernantes acerca de sus
vecinos, r ivales o enemigos del conocimiento que esos mismos gober -
n.antes posey'erc)n acerca de sus p ropios dominios, ya fi1esen in1perios
o <<nacio11es n1 adre>>.

21. Ollarcl y Walker (1929-193 1); J ukes (1957).


22 . H enningsen y 1edeschi (1986) .
162 HIST<)RIA S(>(:IAL DEL C():--.J<)Cli\;lJENTO

ASUNTOS EXTRANJEROS

En el campo de los asuntos extranjeros, conviene empezar por la Re-


pública de Venecia, puesto que los venecianos fueron de las primer as
potencias europeas que adoptaro11 el sistema de embajadores residentes,
ta.n to para reunir inforn1ación acerca de otros países com.o para nego-
ciar con ellos. El gobierno venecia110 esperaba recil1ir de st1s represen-
tantes en el extranjero no sólo despacl1os regulares, sino ta1nbién infor-
mes al final de la misión (de aproximadamente tres años de dt1ración):
las fan1osas relazio1zi, qt1e describían los puntos fuertes y los puntos dé-
biles políticos, militares y económicos del Estado en que cada uno de
ellos había presentado sus credenciales co1no embajador. 23 A los emba-
jadores venecianos se les pedía ta1nbién que hiciesen circular deter1ni-
.n adas infor1naciones e.n el extra.n jero. Por ejemplo, .cuando el Papa
puso en entredicho a Venecia en 1606, el embajador ve11eciano en Pa-
rís recil1ió instrucci<>nes ¡.1ara garantizar que los franceses estuvieran
i11for1nados del ¡1unto de vista veneciano de la cuestión.
Otros gobiernos imitaron las iniciativas de Venecia, aunque actua-
ron de forma menos sistemática. El nuevo y exitoso género de los tra-
tados sobre las obligaciones de los embajadores subrayó generalmente
la importancia de enviar información al propio gobierno. Como ejem-
plo de esta orientación citaré a Frederick .i\1arselaer con su Legatzts
(1626). Existieron ii1formes de un estilo ¡1arecido al de las relazioni en
otros países, co1no el penetrante relato de sir George Carew sobre la
corte francesa en la época del rey Enriqt1e rv; pero esta práctica fue
menos regular en otros Estados que en Venecia.
Los e1nbajadores recogían información no sólo a partir de lo qt1e
ellos mismos veían y escuchaban, sino que además disponían de llna
red de ayudantes, agentes o <<informadores>>, por no decir espías, al-
gu11os de ellos con dedicación ¡1le11a y otros a tie1npo parcial, co1no los
1nercaderes venecianos en Estambul qt1e ei1viaban de forma regular in-
formación p<.>lítica a st1 gobier110. El <<servicio secreto>> (c<>tno ya se le
co11ocía 11acia 1583, por lo menos en Nápoles) adoptó una organiza-
ción realmente compleja a comienzos de la edad moderna, sin faltarle
detalles tan caracter ísticos como los códigos, las falsas direcciones, las
residencias protegidas y los agentes dobles. Los venecianos fueron
particularmente hál1iles en la práctica tanto del espio.n aje co1no del

23 . .i\1attingly (195 5), págs. 109-114; Queller (1973); Toscani (1980).


EL CONTROL DEL CONOCLMIE"NTO: IGLESIAS Y EST_o\DOS 163

contraespionaje )7 frecuentemente se infiltraron en las embajadas ex-


tranjeras con este propósito. 24
A lo largo del siglo XVII, otros Estados fueron alcanzando el mis1no
nivel que los venecianos e11 todos estos aspectos. Sir H enry Wotto.n,
embajador britá.n ico en Ve11ecia, utilizó espías en Milán (que entonces
for1naba parte del Imperio Español) para que le enviasen inforn1ación
sobre los movi111ientos de las tr<>pas es1>añolas (véase la figura 12, en la
pág. sig-). Wotton contó también con agentes en Roma y Turín, y en
particular interceptó las cartas de algunos jesuitas (c11tonces el arte de
abrir las cartas sin dejar rastro ya se conocía basta11te bien). El valor de la
información que el embajador inglés obn1vo de esta manera puede de-
ducirse del hecho de que en algunas ocasiones el mismo dux tuvo co-
nocimiento de los planes del gobernador de Milán a través de la ein-
bajada británica. 25
Por su i1arte, co1no ha escrito un historiador d e la diplomacia, el
g·obierno español disponía c.ie <<una red extensa, bien organizada y su-
mamente eficaz para recc>ger infc>rmación >>. 0011 Diego Hurtado de
Mendoza, e1nbajador español en Venecia entre 1539 y 1547, organizó
una red de espías en el Imperio Otomano, n1ientras que el conde de
Gondomar, embajador español en Londres a comienzos del siglo XVII,
pagó generosas gratificaciones a destacados miembros del gobierno de
Su majestad (1.000 libras al Ministro de la Tesorería y otras 1.000 al
A1inistro del Almirantazgo) por los servicios infor111ativos ¡1restados.
Más tarde, dura11te el 1nis1no siglo xvn, la sitl1ación cambió: el secre-
tario del ero.bajador español recibfa 100 libras anu.ales por pasar infor-
r11ación a los británicos.:6 En Francia, tanto ~l gobierno co1110 Jos em-
bajadores emplearori a 11umerosos esr>ías. 27 Estos se infiltraron en los
grupos de los exiliados protestantes en Inglaterra y otros lug·ares y el
coleccionismo c.ie arte se utilizó en ocasiones como tapadera para el es-
pionaje. Por ejemplo, el experto Roger de Piles fue enviado a la Repú-
blica holandesa oficialmente con la misión de comprar pinturas para el
rey Luis XIV, pero en realidad fue para recog·er información política.
Los holandeses descubrieron su verdadera personalidad y Piles pasó
algún tiempo e11 la cárcel, aprovechando su descanso obligado i1ara es-

24. Ivfattingly (1955), págs. 244-246, 259-261; Preto (1994), págs. 90, 133-134.
25. Burke (l998a), pág. 103.
26. Carter (1964), esp. las págs. 6 y 123; Echevarría Bacigalupe (1984); .i\1arsl1all
(1994), págs. 134-135, 247 .
27. Bély ( 1990).
164 H I STO RI A SOCIAL DE L C<> r>;<>C:lM IE:--STC)

F IGURA 12. T alla en n1adera. El e}píct (siglo XVII).


Scuola Grande di San Rocco, Ve.n ecia .

cril)ir un libro S(>l)re crítica del arte que con el ticn1po se convertiría en
llll clásico en este carnpo.J8

l NFORM.>\.CIÓN E I MPE RIO

En un estudio farr1oso y controvertido, que extendió las ideas de Fou-


ca ult acerca del poder y el co.n.oci111ientc> a 11uevos átnbitos culturales,
el crítico Ed\vard Said e,'ípusc> le> ciue él de1101ni11ó <<orie11talisn10>> como

28. Mirot (1924).


EL CONTROL DEL C0};0CL\1IE:-:TO: IGLESIAS Y EST ADOS } 65

un sistema occide11tal de rei>resen tación y a Ja vez de dominació11.:9 Su


r elato arra11caba a¡)roximadatnente del año 1800, con el papel de los
sabios en Ja ca1npaña de Napoleón en Egiptc>. La recogida siste1nática
de conocimie11tc> pc>r parte de las potencias europeas con el fin de do-
m i11ar otras par tes del mundo puede comprobarse mucho antes de esta
fecha.
Por ejemplo, todos los imperios marítimos de comienzos de la edad
moderna -portugués, español, ho landés, francés y br itánico- d e-
pendieron de la recogida de información. En primer l:ugar, necesitaro11
infor111ación sobre las rutas hacia las Indias o haci a Africa, de ahí que
tanto e11 Portugal como en E spaña los reyes contrataran a cosmógra-
fos, es¡)ecialistas de los cuales se esperaba obtener i11formación sobre
astrono1nía, geografía y navegación. Las relacic>nes de lo que se co110-
cía, a menudc> en forma de cartas de navegació11, se depositaro11, como
ya hemos señalado (véase, anteriormente, la pág. 86), en el Armazém
de Guiné en la Casa da India de Lisboa y en la Casa de Contratación de
Sevilla. P?r ejemplo, Jorge de Vasconcelos, provedor de los <<almace-
nes>> de Africa y la India a comienzos del siglo xv1, f.ue el e11carga-
do de las cartas de na,regación , que recibían los pilotos y capitanes
c11ando dejaban P ortugal, pero con la obligación d e devolverlas a su
retorno. 30
J ean-Baptiste Colbert, el poderoso ministro de la época de l ,uis
XIV, ha sido d escrito como <<el hc>n1bre de la inforrnación>> por haber
act11ado de una forma mucho más sisternática que sus predecesores en
este te111a.31 Colbert reunió inforrnación sobre O riente Próximo y Ex-
tre1no Orien te por razones económicas y políticas. Por su iniciativa se
creó, en 1664, la Compagnie des Indes Orientales (<<Compañía de las
Indias Orientales>>), destinada a competir con sus homónimas ing·lesa
y holandesa. El Ministro envió al sacerdote Carré a la India, en 1666,
con el director de la citada compañía, al parecer para que actuase co1no
un i11formador, y de hecho Carré presentó un infor1ne a Colbert a su
vuelta del viaje en 1671. 32 Parecidos intereses mostraron tres sucesivos
secretarios de Estado para la 1narina: Lo11is de Pontchartrai11; su hijc>
J éróme, co11de de ~1aurepas, que le sucedió en 1699; y el 11ijo de J éró-
me, taml>ién conde de Maurepas, que sustituyó a su padre en el pues-

29. Said (1978).


30. Good111an (1988), págs. 50-87.
31. I-Ioock (1980); l\1eyer (1981 ), pág. 2 22.
32. Burke (l 999b).
166 HIST ORIA SOCIAL DEL CONOCIMIE.N'f()

t o en 1723 . Entre otras cosas, se en viaron ex¡1edicion es oficiales a


Amér ica de] St1r, y astr ónc)mos, ingenier<)S y botánicos r ecogieron ob-
servacio11es <<por <)rde n del rey>>, como los mism os inter esados hacen
constar con orgu11o en las por tadas de sus publicacion es.33
Cuando partes de otros continentes n1eron incorporadas a. los im¡1e-
rios e11ropeos, se hizo 11ccesario adq11irir t111 co11oci1nien to siste1nático
(lel ¡1aís, de sus recursos y s11s h abitantes. E l ejemplo del gob ierno es -
pañol es parti cularm en te r evelador en este punto. C arl os V ya pid ió
informes al ar zobispo d e M éxico en 1548, pero la recogid a sisternática
de inforn1ación sobre el Nuevo 1\rlundo empezó e11 la décad a de 1570.
En este p roceso de r ecogid a de datos desernpeñó un ¡1apel destacado
Juan d e Ova11do, que fi1e noml)rado visitador ¡)ara el C onsejo de Indias
en 1569, y quedó i111presionado al desc11brir lo mal informados que es-
taban los consejeros acerca del N uevo Mund o. E se mismo año envió
un cuestionario con treinta y siete preg11n tas a los funcionar ios locales
de i\ti éxico y P er(1, y a éste segi1irían otros cuestionarios inás elabora.-
dos. E11 ese m omento el cuestionario era u.n.a herr a1n ienta fa111iliar de
gol)ier11 0 en la Iglesia y se empleaba de man er a hal)i tual en las vis itas
e¡)iscopales y por parte de la Inquisición. E l 1n is1n o O va11(l<) era un
hombre de Iglesia y, al par ecer, adoptó m étodos eclesiást icos par a ser -
vir al E stado.34 ·

O van do envió al rn édico Fr ancisco H er11á11dez a N11cva E spaña


para. estudi~r la .h istoria n atural de esa r egic)11 (véase, a11tcriormente, la
pág·. 86). 35 E l fue tam bié11 el responsable de la creación del nuevo pues-
to oficial de geógrafo-historiador o, como se decía entonces en caste-
llano, cosnzógrafo-C1ronista. Su prim er titular, J uan L ópez de Velasco, h a-
bía sido antiguo secretario de O vando. En su gir a, et1 1577, Velasco
envió u11 cuestionario impr eso a las autoridad es mu11icipal es de Nueva
España con preguntas sobre la histor ia n atural de cada regió11, sus mi-
nas, su historia local, etc. E n tre otras pr egu ntas, o 1nás cxactan1ente
ór denes, estaban las siguientes:

Señala quié11 fue el desc\1brídor y conql1istador de dicha pr ovincia


l ... ] señala a quién pertenecía11 los i11<lios e n tie111pos paganos [...] y qué
tipo de liti.1rgia, ritos y costun1bres tenía n, bueno o m alo ..Señala c{>mo
eran gobernados ; contra quién hacían la guerra; qué ropas y disfra ces ves-

33 . Hurke (2000b).
34. Bu rke (1979).
35. Bustaman te García (1997).
EL <~ O:\TTROL I>EL (;()NC)CJ~II E:NTO: IG LESIAS Y ESTAD<>S 167

tíru.1 antes }Tvisten ahora, y si antiguar11ente solfan estar más o menos sa-
nos que al1ora y a qué ca\1sas pode1nos atribuir eso. 36

E n el co11texto de la historia clel conocirnicnto, este documen to nos


interesa por varias raz<>nes. F,n prirr1er lugar, nos recu.erda qt1e el cues-
tio11ario no fue u11 invento de los sociólogos del siglo XIX, sin o· la adap-
tació11 para fines acad érr1i cos de un procedimiento adm inistrativo
tradici<>nal utilizado por los funcionarios episcopales y lai cos. E n se-
gundo lugar, nos revela q ue entonces el gobierno ya era co11scie11te y
se preocupaba por el terrible bajó11 demográfico (debido básican1e11te
a las cnfern1ed adas i111portadas por los europeos y co11tra las cuales los
indios no estaba11 inn1u11izados), declive c1u e los hist<>ri adores de la
Amér ica es pañola redescu~rieron en la clécada de 1950. }Jnalmente,
también es sig11 ificativo que las preguntas n o fuer an mezqu inamente
utilitarias, sino q ue revelan los intereses de u11 hu111anista al servicio
del gobier110.
Dura11te el siglo X\'ll Rusia n os ofrece otro ejen1plo i111presionante
<.le un gol>ierno itnperial preocupado por recoger inforr11ación . .Pedro
el Grande envió a su bibh.otecario alemán, J. D. Schu111ache r, a la R e-
pública holandesa en 1721 para que se in formase sobre la tecnc)logía
de ese país, en otras palabras, para que practicase lo q ue hoy llama111os
<<espionaje in.dustrial>> (véase, 111ás adelante, la pág. 199). 37 I.. 1os i11tere-
ses del zar se extendie ron hasta las fronteras orie11tales de su i111perio.
A otro ale1nán , Daniel Messersch111idt, se le orclenó perm anecer siete
años en Sibe ria (1720-1 72 7) reco gi endo in formación acerca de la zo11a,
111ientra.s que lc)s rusos ·Fedor Luzhin e Iván Evreinov y el danés Vitus
Beri11g· ft1eron enviados a I<.a111chatka para qu e comprobasen si i\.sia. y
A111érica estaba11 unidas o no por una. lengua de tierra firrrie.18 De 111a-
nera 1Jarecida, la expedición a Laponia e11 la década de 17 30 clel fn1110-
so botánico Carl von Linné no obedeci ó excl11sivar11ente al deseo de
hacer progr esar la cien cia, sin o qu e sirvió par a que el gobierno su eco
dispusiese de in formació11 acerca de los 111in erales y otr<>S recursos ele
aquella. parte del imperio. 39
Catal~na la Gran.de 1nostró intereses 111uy parecidos a los de Pedro
el Gra11de. Sir Sa.r11t1el Bentha1n (herrr1ano <.!el 111ás famoso Jere1ny Ben-

36. Cline (1964); Goo<ln1an (1988), págs. 65-72; 1\llundy(l996).


37. Davids (1995), pág. 338.
38. Goldcr (1922), págs. 6-8; Andcrson (1978), págs. 128-136; Shaw (1996).
39. Koern er (1996).
168 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCI?v1 IE NT O

tham) estuvo trabajando a su servicio de 1780 a 1795, trazando el mapa


de Siberi31 y estudiando sus recursos minerales y huma11os. Las i11s-
truccio11es oficiales i111partidas a l()S miembros de la expedición a Siberia
durante el rei.t1ado de Catalina (publicadas e.t1 el apéndice a la narra-
ción coetánea de Martin Sauer, <<Relato de una expedición geográfica
a las regiones del norte de Rusia>>) incl11ían los puntos siguientes, ex-
presados (con10 en el caso de Ova11do) en imperativo: <<Observa sus
disposiciones y diferentes aptitt1des corporales; su g'obierno, costurn-
bres, industria, ceremonias y supersticiones, de tipo religioso o profano;
sus tradiciones, educación y forma de tratar a sus mujeres; las plantas
útiles, medicinas y tintes; el alimento y la forma de prepararlo; vivien-
das, utensilios, carros y vasijas; forma de vida y eco.11omía>>.4º Aunq11e la
forn1a de tratar a las mujeres se utilizó con r elativa frec11encia como l1n
i11dicador de civilización, la insiste11cia en este p11nto sugiere también
cierta implicaci{)n perso11al de la e1nperatriz en esta expedición desti-
nada a recoger ir1forrnación.
También rnerece la pe11a señalar el influjo sobre los rusos de la ex-
pedición del capitán Cook. Josepl1 Bill1ngs, que 11abía prestado servi-
cio con Cook antes de alistarse en la rnarina rusa, fue puesto al mando
de esta expedición precisamente por s11 experiencia en lugares exóti-
cos. La mezcla de información útil con co11ocimie11tos sin valor prác-
tico evidente para los gobernantes de un itnperio nos rec11erda el ct1es-
tionario de Velasco en el siglo XVI. El deseo de al1rne11tar el control
constituyó, evidente1nente, un estímulo de pri111er orde11 para la reco-
gida de información por parte de los Estados, particularme11te tratán-
dose de imperios, de co111ienzos de la edad moderna, pero tambié11 la
Cl1riosidad tuvo s11 parte, y la información se recogió 110 sólo por su
11tilidad i11mediata, sino tambié11 con la espera11za de que un día pu-
diera ser útil.
El patronazgo gubernamental de la investigación, ya expuesto en el
caso de las academias científicas (véanse, a11teriormente, las págs. 67-
68), se extendió hasta las más alejadas regio.11es d el i111perio e incluso
n1ás allá del mistno. U11 eje1nplo t emprano fue la expedición a Brasil
organizada por Johan Maurits de Nassa11 (163 7-1644). E11 ella partici-
paron artistas come) Frans P<)St y 11<)ml)res de ciencia C<)n10 el 1nédico
Wille111 Pis<) para estudiar y registrar la flora y la fau11a locales. La fa-
mosa expedició11 a Perú que organizó en 1736 un grupo de sabios fran -

40. Reinhartz (1994).


EL CON'I'ROL DF.L CC>N<)Cl1\1J F.'\l'TO: IGLESIAS Y ES'f'AD OS 169

ceses r ecibió el apoyo d el 1ninistro .lv1aur epas y, en el relato impreso de


la inis1na, se prese11tó co1110 <<Ull viaje hecho a las ó rden es del rey>>. 41
Ta1nbién los daneses organizaron un a expedición oficial a ,l\rabia e11
1761. El teólogo alem án Johann D avid Micl1aelis se l1abía interesado
en esta región por la luz que ello podía aportar para la int erpretación
de las Escritt1ras y encontró un patroci11ador e n el conde Bernstorff,
mi11istro del rey de D inamarca, de al1í qt1e se not11brase al sabio Cars-
t en Niebuhr lug·arten iente ciar1és de in ge11ier os, al frente de un eqt1ipo
que incl1úa un filólogo, dos naturalist as y un artista.
El con ocimiento recogiclo e.n estas expediciones tal vez i10 tuvo
un.a utihciad in1nediata, pero tampoco fue política1ne11te n.eu tral. C orno
las acadetni as fina11ciaclas gt1bernamenta lmente d e París , Berlín, Sa11
P etersburgo y Estocolmo, estas expedicion es constituyeron u11a buena
ir1versión . En palabras actúales, esto dio una bue11a imagen de los go-
biernos patrocinadores. También los coetán ec>s fuero11 plenatnente
co11scientes de ello, co1no se po ne de ina11i fiesto en la observación de
l4'ontenelle, secretario de la Acaden1ia Fra11cesa de Ciencias, en las ne-
cr ologías de los acadé1n icos sobre la <<sabi a política>> de Colbert de
apoyar el estudio y de esa rna11era gl orificar a L11is XIV y darle a Fran -
cia 11n itnperio inte lectual (l'enipire de l'esprit). En la últi1na i)a.rte del si -
glo XVIII, el nú1ner o cr eciente de estas expediciones e1npezal>a ya a
causar alartna en algunos am bientes. E l escritor l1olandés Cornelis d e
Pauw, por eje1nplo, la1nentaba en el prólogo de sus <<Investigaciones
filosó fi cas>> sobre los amer ica.r1os (1 i iO) qu e el i)recio de la clarifica-
ción de algunos puntos g·eográficos fuese la cies trucción de parte del
globo. <<Pon gamos límites a este afá11 desmecii do de invadirlo todo con
a
el fin de con ocerlo tod o>> (Mettons tles bo·rnes la fureur de tout envahir
pour tout con1zaítre).

AS UNT OS TNT F,'RNOS

C o1no r1os recuerda el ejemp lo del Domesday Book, los g·oberna11tes se


han pr eocupado desde hace mucl10 tiempo i)o r conocer a su g·en t e y
s11s territorios. Para adquirir ese conocimier1to se p<><iía, entr e o tras
cosas, hacer t111 recorrido por la r egió11. U11 ejetnplo fa1n oso del sigl<> A.'\lJ
fue la <<vuelta a r 'ranci a>> qt1e realizó en 1564-1566, poco después ele Sll-

41. Boxer (1957); Burke (2000b).


170 l IIST ORTA SOCIAL DEL (:ONOCl<'vll ENTO

bir al tron o, el r ey niño Carl<>s IX. Este m étodo directo conti11uó pr ac-
ticándose durante todo el períc>do. F ederico el Grande, al me nos al co-
.m ienzc> ele su reinacio, viajó por su reino .has ta estar bie n informaci<> del
111is111<). I,a visita ele Catalina la Gran de a Nueva Rusia en 1787 es bie11
co11<>cida gr acias a la historia que narra có1no se supon e que la engañ ó
su favorito, G r igorij P otemkin, quien ordenó la construcción de una
ald ea n1odelo desmon table que fue colc>cando ei1 diversos lugares para
que la emperatr iz la inspeccionase una y otra vez. 42
Sin embar go, los gobernantes burócratas di sp usier on cada vez de
m en os tiempo para \riajar a1npliarnente pc>r sus r einos. 'l bvjer on acceso
a m ucha nlás in formación que st1s predecesores, pero la recibiero n de
segu11da 111ano, en for111a de r elaciones o informes ese.ritos. F'ederico el
Grande, por ej e n1plo, ordenó a su.s func ionarios que viajesen, a fin de
familiari zarse con sus r egiones, y que le enviasen n oticias acerca d e lo
e ncontrad<>. Uno de los consejos que dio Leibniz al zar Pe<lr<> el Gran-
de fue <<tener l111a descripció11 exacta de los product<>S clel ca1npO>>.
Co1n o ejemplo del nuevo siste111a que se abría pase>poderr1os volver
al monar ca de despacho par excellence, F elipe II. D urante su r einado se
hicier on informes detallados, que al1ora se conocen co1no las Relaciones
topogrtijicas, acer ca de unas seiscientas al deas de Castilla la Nueva. Es -
tos informes se confeccionaro n a partir de las respt1estas dadas a cues -
tio11arios (i1iterrogatorios) enviados en 1575 y 1578 (cincue11ta y siete
pregu11tas, o capítulos, en el pri111er caso y cuarenta y cinco en el segt1n -
do). Entre esas preguntas, algunas se referían a cuestiones prácticas de
tipo ad111i11istrativc), a privilegios y a te n1as co1no la calidad de la tierra
y el 11úmero de hospitales. Otras, sin em bargo, t enían que ver con la
vida religiosa de sus habitantes, con sus santos y festividades favoritos,
lo que parece confrrmar la teoría de las visitas e¡1iscc>pales co1110 1nodelo
st1byaccnte de estas enCl1estas . Otro posib le n1odelo era la <<corografía>>
humanista, una descripción histórico-geográfica de una región deter-
minada. El paralelis1no con la inspección r ealizada en Nueva España en
15 69 ci tada anteric>r111ente (véase la pág. 166) es bastante claro. L as Re-
laciones topográficas nos ofrecen un ejen1p lo de i11spección del centro si-
guien d o un 111c)delo de insp ección pensado para la periferia.·H
Coll1ert fi1e otro enarnorado de los cu estionari os. En 1663 pidió a
sus r e11resentantes en las provi11cias, los intendan.ts, que le e11viasen in-

42. Boutier, D e,verpe y ~ord1 nan (1984); Wolff (1994), págs. 130-134.
4 3. Cline (1964), pág. 344; Bon7.a (1992), págs. 90-100; P arker (1998), págs. 59-65.
EL CO.Nl' ROL !)EL CONOCL\IIEXTO : IGLESIAS Y ES'r..\DOS 171

formación sobre sus respecti,ras áreas de responsabilidad. Poco des-


¡1ués les dio i11strucciones para que realizasen una serie de encuestas
(enqztetes) .++ L a idea de los cuestionarios pudo ha berla copiado de la
Ig·lesia, pero st1s co1nplejos métodos influyeron a su vez sobre ésta. No
parece qt1e haya sido tina coi.n cide.11cia el 11ecl10 de que tanto el ar zo-
l>isp<> c.ie Ruá11 (l1ijo d e Colbert) co1n.o el arzobispo de Rei111s (l1ern1a110
de T,ouvois, rival de Cc>ll>ert) distril>uyese11 cuestionarios ecl esiásticos
especialmente ela horados. 45
Además de las visitas y los ct1estionarios, los gobier11os de co111ie11-
zos de la edad moderna dispusieron de otros medios para ret1nir infor-
mación con vistas al ejercicio del control. Este período estuvo marcaclo
por el d esarrollo de varios equivalentes del moderno <<carné de identi-
dad>>. En tie1n l1os de epidemia, los Co11sejos Sa11itarios italiai1os exigían
que los viajeros llevasen consigo l1ases (conocidos como bollette o bo-
llettini) para li111itar la difusió.n de .la plaga. El viajero Philip Skippon,
que recil)i{) un bolletti1io d e éstos en ~1antt1a e.n 1664, observó que e n él
se le describía co1110 varór1 inglés pr<>cedente de Verona, <le 20 años de
edad, con barba, cabello castaño, ojos oscuros y cc>mplexi(>n norn1al.
Los pasaportes, que origi11al1n.e11te l1abía11 sido salvc>c<.>11dt1ct<>s para
tiempos de gt1erra, se e1npczaron a usar tambié11 e11 tiernpos de paz en.
la Era11cia del siglo X\r'III. A partir de 1777, las personas ele origen afri-
cano tuviero11 que ir provistas de libretas especiales, llamadas cartou-
ches. 46 A comie11zos del siglo XVl l l , en R usia el gobier110 también em-
pezó a e.x jgir a los viajeros pasaportes p ara circular por el interior del
país. Estos pasaportes e111pezaron a irnprimirse en 1743 y, co1110 los bo-
lletti1ii ita lia11c>s, inclt1ían una descripció11 física del viajero. Original-
1n.e11te tt1\rier on u r1a finalidac.l fiscal (¡Jara evitar la evasión liel i1npuesto
<le las personas físicas), pero co11 el tiem¡10 se convirtieron en t111 111e-
dio que utilizó el g·obierno para contr olar los 111ovi111.ie11tos ele la p<.>-
blación.
Calificar el sistema ruso de <<Estado policial>>, co1no l1an hecho al-
gunos h istoriadores, tie11e sin duda algo de exagerado, dacio el i1ú111e-
ro relativame11te p equeño de funcionarios que trabajaban en aquel in-
111enso pa.ís, ¡Je ro la volu11tad de reun ir infor1nació11 para poder ejercer
t111 111a·y or co.n trol estuvo ciertame11te presente e11 la Rt1sia de fina les

44. lYle)rer (1981 ), pág. 105.


45. Venard (1985), pág. 37.
46. Cipolla (197 6), pág. 2 5; Burkc (1987), pág. 126; Rély (1990), págs. 61Oy sigs.,
62 1, 624, 652 .
172 IIIS'I'ORTA SOCIAL DEL <:()l\0Cill1IEN'l'O

del sjgJo XVIII. A. A. V iazemskii, procurador general d el Senado, orga-


nizó una red de i11forr11adc)res en las provi11cias. L a Gran Comisión de
1767 y la exige.ncia, e11 1775, de que los gobernadc)res realizase n í11-
formes r egu lares sobre sus provincias también aurnentó la cantidad de
infor1nació11 que a partir de en tonces tuvieron a su disposició11 los fun-
cionarios <le San Petersburgo.47
Los espías o <<informadores>> domésticos a st1elelo co11stituyero.n otra
herran1ienta de gobierno co.n n1ucha historia a sus espaldas, con a11tece-
dentes por lo menos en los agentes secretos de los e1nperadores roma-
nos, la schola agentiu11'z in rebus o, más coloquial1nente, Jos <<fisgones>> (cu-
riosi). En España, a comie11zos del siglc) XVTT, se colocaron informadores
inclt1so e11 el palaci<> real , tras crearse el puesto de espía nzayo1·:18
El forn ento <le las dent1ncias de quienes quebrantaban la ley por
parte de sus vecinos fl1e otra técnica común que el Estado apre ndió al
parecer de la Iglesia, preocupada desde l1acía mucho tie1npo p<>r <le-
se11111ascarar Ja herejía, la blasfemia y la i.11r11oralidad. El e111pleo en la
Ve11ecia del siglo XVI de un grupo de ft111cionarios C<>Il<>cidos corno
<<inquisidores del E stado>> hablaría a favor del <>rigen eclesiástico de
esta ins titución. Del gobier.n o ele Enrique VIII d e Inglaterra se ha se-
ñalado que no utilizó informadores pagados porque no eran n ecesa-
rios: <<La infor111ació11 llegaba y ni siqt1iera 11abía que bt1scarla>> . La
misma observación se puede hacer respecto a Venecia, donde el go-
bier110 utilizó los lla111ados bocchi di leone, buzones en forma d e bocas
de león e11 los que el públicc> podía introducir sus de.n UI1cias, fi.rr11aelas
o anó11imas. A rnediados del siglo X\111, la especialización en este terre-
110 e ra ya un hecho y se sup one que el público podía introducir dife-
rentes tipos de de11uncia (bandidaje, extorsión, robo, corrt1pci ón polí-
tica o irreverencia en el tcn1plo) e11 diferentes buz.011es.49
Gracias a estos métodos, los gobier.nos estuvieron cada vez 1nejor
informados. Sir] ohn L auder, t1n escocés qu e en el siglo XVII viajó por
:B'r ancia, dejó escrito en sus 111emorias que el car den al Richelieu <<co-
nocía todo lo qu e pasaba et1 Francia cor110 si él mismo hubiese estado
prese11te, y dos de st1s rnás í11ti111os allegados no deberían haber l1abla-
do n1al ele él ei1 Poitiers, ya qt1e antes de Cl1atro días lo había sab ido el
in teresado en .P arís. 1\lgt1nos atribuían esto a un espíritu fa1niliar c¡ue

47. Raeff (1983), págs. 225-228; Le Dorme (1984), págs . 125-128.


48. Blum (1969); Elliott (1986), pág. 316.
49. Preto (1994), págs. 168 y sigs.; FJton (1972), pág. 331.
EL CONTROL f)EL CONOCI1:1IE.>J'l'O: l(;LESIAS Y ES'l'A[)()S 173

él tenía; otros, a los espías que había colocado por doquier>>. En ambos
casos, los 1nétodos del Cardenal eran considerados como algo diabóli-
co. E l proceso no terminó con Richelieu. El París de Luis XIV y Luis
XV era observado de cerca por informadores a sueldo, más co11ocidos
como mo1tches, tantas eran las <<moscas>> que llenaba11 las paredes de los
cafés y otros lugares donde pudieran oírse ri1mores de sedició11. I-Iacia
1720 oct1paban st1s puestos en u11os cuarenta cafés d e la capital de
Fra11cia. A finales del siglo XVIII, los i11formes o dossiers de la p<)licía
franc esa tenían ya expedientes ¡Jersonales sobre los principales sospe-
chosos, co11 retratos i11cluidos. 50

J.,,os :r...1.-\P•.:\S DEL EsT..:\DO

Buena parte de la información que interesaba a los funcionarios del


gobierno quedó recogida en forma de 111a¡1as (véase la figura 13, en la
pág. sig·.). El <<desarrollo de la cartografía corno herrarnienta de g·obier-
. no>> era sig11ificativo dura11te todo este período, ya fuese ql1e con los
mapas se i>retendiese fijar las fronteras, defe11der al Estado contra sus
enernigos o facilitar la planificació11 y de esa 1na11era racionalizar la ad-
ministració11.51 Por eje1nplo, Felipe II impt1lsó el trazado de la carta
geográfica de la Península Ibérica en la década de 1560. Pedro de Es-
quive!, profesor de matemáticas de la Universidad de i\lcalá, recibió el
encargo de realizar una inspección geográfica de España, aunque mu-
rió poco después de su nombran1iento y el proyecto se olvidó. ~ 2 El
cosmógrafo portugués Francisco Domíngl1ez pasó cinco años en
Nueva Es1)aña, de 1571 a 157 6, realizando una inspección del t errito-
rio. El cuestionario de 1577 e11viado a los do111inios d e Felipe II en el
Nuevo l\1undo incluía u11a solicitud de 111apas, alg·unos de los cuales
todavía se conservan. 53
En Francia, el cardenal Richelieu, gobernador virtual del Estado,
encarg·ó u11111apa de Francia en treinta hojas que se co111pletó en 1643.
Colbert, otro apasionado de la cartog·rafía, encarg·ó mapas de cada pro-
vincia. En 1668 pidió a la Academia de Ciencias que recomendase so-
luciones concretas para aumentar la fiabilidad de los mapas. En 1679,

50. Cobb (1970); vVillian1s (1979), págs. 104-1 11.


51. Buisseret (1992); Biggs (1999).
52. Goodn1an ( 1988), págs. 65-66; Parker (1992) .
53. i\.lvar Ezquerra (1993).
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EL CONTRO L D EL C ON OCL\11Er\T O: I GLESIAS Y ESTADOS 17 5

L uis XIV aprobó la propuesta de Colbert de emprender la elaboració11


de un mapa niás exacto (el trabajo requeridc> fue de tal envergadura
que el mapa e11 ct1estión n<> estuve) pre¡Jarado hasta 1744, u11a g·enera-
ción después de la muerte del rey). 54 La cartografía francesa de este pe-
ríodc> ilustra vivamente el p roceso de lo qt1e alg11nos sociólogos llarn an
la <<cien tifi cación>> del conocirniento. El Observatorio Real colaboró
en trabajos cartográficos, el astrónomo Gian - D omenico Cassini tra-
bajó con el ingeniero militar Sébastien de Vauban para m ejor ar las ins-
pecciones militares, mientras que tanto su antiguo alun1no Guillaume
D elisle, geógrafo n1ayor al servicio del r ey, corno su 11ieto César-
Fra11~ois Cassin.i i1articiparon en la elaboració11 del 111ai1a de Francia
antes 111encio11ado. 55 Este interés por la exactit11d estaba perfectan1en-
te justi ficado política y 1r1ilitar1nente. En el congreso lie Utrecl1t que
puso fin a la g11erra de Sucesión española y que coincidió con el final
del r ein ado de TJu is XN, se utilizaron los mapas p ar a asegu rarse de
que posteriorrnente no se plan tearían disputas sobre los acuerdos fir-
ina dos.56
Por s11puesto, era de esperar que el zar Pedro el Grande se intere-
sase por la cartografía y la agrimensura. El geógr afo ale1ná.n Joh.an
Baptist lion1ann r ecibió el ei1cargo del zar d e cartografiar Rusia y se
recu rrió a los alun111os de la academia n aval para recoger infor111ació n
con esta fin alidad. El misn1 0 Pedro el Gran de se enco11 tró con el geó-
grafo D elisle en P arís en 17 17 y sugiri ó correcciones a su rnap a de R11-
sia, 1nientras que en el año 172 1 dio instrucciones minuciosas a los
geod estas. 57
E l caso de Tnglaterra ilustra una vez más el rasgo general de qt1e,
en n1uchos de los aparcad<>S presentados en este capítulo, la periferia fue
inspeccionada antes q11e el centro. El Departamento de Comer cio
propt1so car togr afiar las colonias en 1720 . Agrin1ensores 111ilitares
cartografiaron E scocia (1747- 175 5), u11 proyecto vinculado a la cons-
trucción de carreteras y a la <<pacificación>> de las Hi ghlands ( <<Tie-
rras altas>>) después de la gran reb elión de 1745. A con tinuación se
trazaron los m ap as de Quebec (17 60-1 7 61), Ben gala (17 65- 1777) e Tr-
la11da (1778-1790). Por lo que se r efier e a I nglaterra, sólo en los a1i.os
finales del siglo se iniciarc>n las tareas de rr1edición, en parte cor110 r es-

54. H ahn (197 1), pág. 2; Konvitz (1978); Bnisseret (1992).


55. Pelletier (1990).
56. Bély (1990), pág. 461.
57. Anderson (1978), págs. 131 - 136.
176 H IS'I'ORIA SOCIAL DEL CONOCI.!\-11EN'f'O

puesta al peligro de invasión durante la Revolución I~'rancesa. El Ser-


vicio Oficial de Topografía inglés delata un origen militar en su mismo
non1bre, Ordnance Sit1'Ve)' [Ordnance significa literalrnente <<artillería,
pertrechos de gt1erra>>], por haber sido organizado por el general n1a-
yor de la artillería, prc>bablen1e11te debido a que el transporte de piezas
de artillería requiere un exacto co11oci1nie11to del terre.110. 58

EL DESARROLLO DE LA ES'rADÍS'TICA

Una de las razones que explican este renovado interés oficial por los
mapas es que éstos presentan informació11 cuantitativa, mostrada a es-
cala. A los g·oberna11tes de estos primeros siglos de la edad 1noderna y
a st1s ministros les i11teresaro.r1 cada vez más los 11ú1neros, igual que los
11echos. Les preocupaba especialrnente saber ct1ántos habitantes vivían
en sus dominios. Los gobiernos anteriores ú11ica1nente habían estado
e11 condiciones de 11acer <<conjeturas total1ne.r1te descabelladas>>. Por
ejemplo, el gobierno inglés creía que en 13 71 el país tenía cuarenta mil
parroquias, cuando su número real rondaba las ocho mil seiscientas. 59
En una época en que el tamaño de los ejércitos crecía ta11 rápidan1en-
te como sucedía en el siglo XVII, los gobier11os .r10 pudiero11 permitirse
por más tiernpo este tipo de ig·norancia.
Ta111bié11 ernpezó a recogerse i11forn1ació11sobre11aci1nientos, ma-
trimonios y muertes. Un estímulo para esta recogida de datos fue la epi-
den1ia qt1e afectó, por eje1nplo, a Italia con especial vin1lencia en 15 75 y
1630, y a Londres en 1665. Ht1bo otras razo11es para que creciese el in-
terés por la demografía. A mediados del siglo :X.'\lJI, en la República ho-
lai1desa el abogado y estadista Jan de Witt ya utilizó las tasas de 1norta-
lidad para orga11izar un siste1na de re11ta vitalicia ad1ninistrado por el
gobierno. En Suecia, do11de el gobierno se preocupó por estin1ular
el crecimiento de la població11 basá11dose e11 el principio de que <<u11a
gran abt1nda11cia de ge11te pobre es la mayor riqueza de u.n país>>, el
clero estuvo obligado legalmente desde 1736 a dar las cifras anuales de
nacirr1ientos y muertes en cada una de las parroquias, y en 1748 las auto-
ridades ordenaron la realización de un censo nacio11al. Al Parlamento
inglés se le prese11tó en 17 5 3 u11 proyecto de ley del censo, au11que,

58. Seymou.r(l984),págs.4, l5,45;Edney(l997).


59. Lander (1969), pág. 166.
EL c:CJN' l'ROL !YF.L CONOCL\1IE.NTO: IG LESIAS Y ESTADOS 1-¡ 7

como <.1ato revelador del clirna de opinic)11 existente e11 aquel n1omen-
to, t ambién hay que decir <1ue dicho proyecte) fue rechazado, igual que
la propu esta hecha en 17 58 para h acer obljgatorio el registro d e naci-
n1ientos, matrimon ios y defunciones. 60 A partir del último cuarto d el
siglo XVIII, el censo n acional se fl:1e convirtiendo e11 un acc)nteci1nien -
to r egular en cada uno de los países occide11tales. En. 1769 se llevó a
cabo el censo de Dína1narca y de Noruega. Ese mis1110 año se hizo
ta1nbié11 e11 España y, a conti11uación , en los recientemente in depe11di-
zados Estados U nidos de A1n é rica (1790), en el R eíno Unido (1801) y
en Francia ( 1806).61
A menor escala, el ce11so 11acío11al tuve> num erosos i1recedentes, sea
a nivel de ciudad o de diócesis. E11 ple110 sigl<> XV, las ciudades-Estado
de Flore11cia y '\Tenecía nos c>fr ece11 ejernplos ten1pranos de ton1a d e
concien cja de los usos de la i11forrnación prese11tada e11 cifras. Florencia
y Venecia fueron pioneras en este t erreno tal vez porque eran cil1dades
i1equeñas: lo pequeño es eficaz y al mismo tiempo bello. P or otra parte,
Flore11cia y Venecia eran también repúblicas dornínadas por co1nercian-
t~s co11 u11a <<mentalidad aritmética>> estimulada por el siste1na educati-
vo , concretan1e11te por las escu elas de ábaco que aseguraban una difu-
sión nada habitual de la co1npeten cia en el cálculo. Obviam ente, a los
gobiernos les r esul ta rnás fác il recoger este tipo de información si las
personas individt1ales ya sc>n conscientes del valor de la 1nisn1a. 62
P or alguna razó11, aunque esencialn1en.te p<>r 111otivos fiscales, en 142 7
el gobierno de I~'lorencia realizó un censo de la ciudad y de stts territo-
rios.63 L a inspección en cuestión resultó tan cara qt1e sólo se repitió en
raras ocasiones, pero el ejemplo de Florencia se siguió en otros lugares.
En la pro,1 incia de H olanda, por ejemp lo, la Ir1vestigación de 1494 y la
lnfc>rmacióxl d e 1514 supusiero11 inspecciones de puebl o en pt1eblo y
respuestas a un cuestic>nario acerca del 11ú1nero de hogares y los i111-
puestos. El gc>bierno de Enriqu e \7J1I ordenó al clero de las parroquias
llevar el registro de nacimien tos, m atrin1onios y defunciones. D urante
el siglo XVI, el gobierno vex1eciax10, que también utilizaba al clero de las
parroquias para recoger la infon11ación, se sirvió de for1nularios impre-
sos para garantizar ql1e los datos recog·idos se pudiesen prese11tar de una
inan era 1nás o 1nenos homologada, en tablas con encabezaro.ientos co1110

60. Buck (1982); JoJ1annisson (1990), pág. 3 51.


61 . Glass (1973); Pearson (1978).
62. Burckhart (1860); (.;olclthwaite (1972).
63. T-Jerlihy y Klapisch (1978).
178 HISTORIA SOCIAL DEL C()N()Cl;\1I F.NT O

<<Varo11es>>, <<n1t1jeres>>, <<chicos>>, <<chicas>>, <<criados>> y <<góndolas>>. El go-


bierno británico tan1bié11 recurrió a los clérigos en la década de 1690
para recoger inforrnación. acerca de los pobres.
Los funcionarios de los Estados territoriales no sólo utilizaro11 al
clero, sino que, ade1nás, aprendieron de las iniciativas eclesiásticas
precedentes mencionadas con anterioridad y, desde finales del siglo
X\ll en adela11te, orde11aron n1ás inspecciones sociales (y más detalla-
das) que antes. Por eso, 110 es extraño descubrir que e11 1590-1591 se
]levó a cabo un censo en F,spaña, poco después de qt1e en Castilla la
Nt1eva se hubiese realizado la inspección de tipo no estadístico que he-
mos descrito. En el siglo XVII creció, al n1e11os e11 algunos gobiernos
europeos, el interés por los datos cuantitativos, conocidos en Inglaterra
como <<aritmética política>> y en .f'rancia corno <<cálculos políticos>> (cal-
cules poliiiqztes). 64 A partir de 1635, por ejemplo, el Departamento Britá-
nico de Comercio también se interesó por la población de las colonias
americanas. E11 I11glaterra, la eta1)a final del siglo XVII fue la época de
William Petty (que abogó por la fundación de una oficina central de
estadística), John Graunt, Gregory King y del amigo de este último,
Charles Davenant (inspector de importacion es y exportaciones), así
como de las tentativas de calcular la riqueza y la población de Inglate-
rra e Irlanda.1>5
Petty, que se movió por los círculos de Martin Mersenne en París
y de Samuel Hartlib en Londres (véanse, anteriormente, las págs. 93 -
94), creyó dec.i didamente en lo que él mismo llamaba la <<aritmé tica
})Olítica>>, definida con10 <<el arte de razonar con números sobre asun-
tos relacionados con el gol>ierno>>. l\1ostró interés por los cuestio11a-
ri<.>s, )r su obra ma11uscrita titulada <<A1étodo para investigar el estado
de cualquier país>> enu1neraba cincuenta y tres cuestiones sobre sala-
rios, precios, población, enferrnedades, rentas públicas, ft1ncionarios,
etc., sin olvidar temas como juegos, <<bellezas de la corte>> y <<qué li -
bros se venden mejor>>; otro ejem1)lo, en sun1a, en que la utilidad se
mezcla co11 formas rnás an1phas de curiosidad. 66
En Francia, Richeliet1 y Colbert pe11saron de 1na11era n1t1y pareci-
da a ésta. Richelieu 1na11dó hacer diversas <<encuestas>> (e'l'zquetes) con la
exigencia de que las cifras fuese11 exactas. Casi inn1ediata1nente des-

64. Letwin (1963); Glass (1973); H ohnes (1977).


65. lnnes (1987); Brewer (1989).
66. Buck (1977, 1982); Rasse1n y Stagl (1994), págs. 289-291 .
EL CONTROL DEL CONOC l.\11 1<:.:-..rro ICT.F.SJAS y ESTADOS 179

pués de acceder al poder en 1661, Colbert, pe11sa11do en las 11ecesida-


des d e la rnarina, ordenó hacer un censo de los árboles de los bosques
real es. En 1667 rnandó que se continu asen los -!"egistros parre>qt1iales. F.n
1669, su e~ecreto sobre los bosques dio instrucciones para gestionar es-
tos recursos ele acuerdo con lo que se ha llan1ado la <<lín ea baconia-
na>>.67 En 1670 orclenó la publicació11 n1ensual de bautismos, rr1atrimo-
nios y entierros e.n París. Colb ert tambié11 mostró el 1náximo i11terés
por las cifras comerciales. F.speraba ser inforrnado r egularmente sobre
los precios en diferentes r egi ones de Francia y, pa ralelamente, el em-
bajador francés ante la República holanelesa recibía ir1strucciones de
informar con todo detalle sobre el número de buques h olan.deses y so-
bre la cantidad de vino francés que i1nportaban. 68
Colbert no estuvo solo en este interés por los números. l\. finales
del siglo XVU compartió este mismo interés el círculo refor mista qu e
se n1ovía en torno al l1eredero del trono francés, el duque de Borgoña.
En 1697 se en.v ió un ct1estion.ar.io de diecin11eve puntos a los intendants
para obte11er infor111ació11 co11 vistas a la educación política del duqu e.
Co1no mien1bro de este círculo, el arzobispo Fénelo11, ut.iliza11do las
resonancias eclesiásticas de esta i111agen pastoril, lo expresó así: <<¿Qué
diría uno de un pastor qu e no conociese el n ú.111ero de ovejas de su r e-
baño?>>. Otro n1iembro del círculo, el mariscal \ lauban , 111uv , interesa-
do en lo que él 1nis1no llamaba <<las es tadísticas>> (les statistiques) -en
otras i1alabras, i11forn1ac.ión útil para los estadistas-, clesarrolló un
111étodo 11ara calcular pobla ciones )', en un tratado publicaelo e11 1707,
pretencli ó 1nedir el nivel de vida de todos los franceses.69
Durante el siglo X\7IIT, cuando sir Robert Walpole señaló que la Casa
de los Comun.es prefería las <<cifras (figures) de la aritn1ética>> a las <<fi-
guras (figures) de la retórica>>, las in,.restig·acio.n es de este tipo fueron.
cada vez inás elaboradas, a la vez ql1e se ge11eralizaban por otras partes
de Europa. Las <<tablas estaelísticas>> (Staatstafeln) recorn endadas por
Leibniz en la década de 1680 etnpezaron a formar parte del gobierno
cotidiano en Prusia en tiempo de Feclerico el Gran.de. En Rt1sia se en1-
pezó a realizar un censo en relación con el 11t1evo i111puesto de capita-
ción (1718). En Suecia, el astró11omo Wargenti11 recibió el e11cargo ele
analizar las estadísticas d e n aci1nientos y rnl1ertes (qu e le debía pre>-

67. Grovc (1996), pág. 155.


68 . .Ki:ng (1949), págs. 185-187; i\1eyer (198 1).
69. Esn1o:ni:n (1964), págs. 113- 130; Rotl1kn1g (1965), págs. 107n., 284-2 86; Ras-
sem y Stagl (1994), págs. 342-345.
180 HISTORIA SOCIAL DEL COKOCiiVITF: NTC)

pcJrcionar el clero de las parroquias) en alg unos artículos publicados


en el periódico de la Acaden1ia de Cie11cias de los añc>s 17 54-17 5 5. En
17 56 el gobierno st1eco 11ombró u11 cuerpo permaner1te de estadísticos,
la Tabellkom1nission, con Wargentin como uno de sus miembros.¡º
El interés d e los gob ernan tes p or con ocer el número d e sus súbdi-
tos, y a \1eces de la población anirnal, 110 siempre fue bien ·visto por los
interesados, que sospecl1aban, a 1nenudc>co11 razó11, que tales investi -
gaciones pudieran tener con10 consecuencia inmediata la exigencia de
más impuestos o del servicio m ilit ar. La expr esión Domesd1Jy Book (li-
bro del registro catastral realizado por G uillermo el Conquistador e.r1
Ingl aterra en 1086, pero que literalmente se podría entenc.ie.r co1no <<li-
bro <lel e.lía del juicio final -doomsda_y->>) ¡n<> prete11c.lió ser un cu n1pli-
<lo! Algunos censos encontrarot1 u11a r esistencia air ada: el de Parma de
15 50, el de Nápoles de la década de 1590 y el <le Francia de 1663. Con
ocasión de este ú ltimo, alguien afirmó que <<l1ace.r el censo d e familias
y animales equi,1ale a po11er al pueblo ei1 situación <le verdadera servi-
dun1bre>> (jaire le dénombrement de fa111itles et du bétait, c'est mettre te peu-
pte dans une grande servitude). Tales objecio11es pudieron escucharse to-
davía en Inglaterra <lu.rante el siglo X\'111. 71 No tien e nada de extra11.c>,
pues, que ut1a e.le las pri1neras acciones de much os revolucio11arios de
estos prirneros siglos de la edad mod erna fuera la querna <le los regis-
tros oficiales.

ALJYIACENAi'vIIENTO Y RE CUPERAC IÓ N DE LA INFORMAC I Ót-."

A medida que aun1er1taba11 de volumen, los registros tu\rieron que al-


macenarse ei1111uebles especiales, los archivos, con conservadc>res es-
peciales, los archiveros profesio11ales, con catálogos, ínclices, etc.72 Los
gobier11os medievales ya ha bían producido y conservado ·u11a m asa de
docutn entos. E l rey Felipe Aug usto de Francia creó el Trésor des Char-
tes [<<Teso.ro de las cartas>>J, que n1ás tar de se conservó e11 la Sa11ta Ca-
pilla de París, mientras que los ro llos ele pergarninc>producidos por un
r eino m edieval relativamente p equefíc) como Inglaterra continúan lle-

70 . Nordenmark (1939), págs. 232 -269; Confino (1962), págs. 160- 164; Reich-
1nann (1968); Glass ( 1973); Rasscm y Stagl (1980), pág. 18; Klueting (1986).
71. Burke (1987); Glass (1973), pág. 19.
72 . Bautier (1968).
EL CONTROL DEL CONOCJ,\.1 IE.NTO : IGLESIAS Y ESTADOS 181

.n ando 11n .nún1ero i1n.presiona11te de estanterías e11 el Archivo N acio-


nal. Si11 embargo, durante la Edad .Nledia a 111enudo los docnnlentos se
gt1ardaron al lado de otros objetos preciosos en las tesorerías y se <les-
plazaron constanten1ente de un lugar a otro siguiendo a sus propieta-
rios. El principal obstáculo para el desarrollo de 11n archivo del E:stado
dura11te la Edad .i\!ledia fue la movilidad de los monarcas. E:stas colec-
ciones de documentos oficiales, cuando existieron, estuvieron descen-
tralizadas.73
Los primeros siglos de la edad moderna si g·nificaron una coyuntu-
ra f1111dan1ental por diversas razones. En primer lugar, la i11ve11ción de
la i1nprenta convirtió los 111anuscritos e11 un tipo 11articular de doc11-
111entos, lo que llevó a al1nace11arlc)S aparte, en 11na sección especial de
la l)il)lic>teca e) e11 u11 edificio independiente. En segundo lug·ar, la cre-
ciente centralización del g·obierno tuvo co1110 resultac.lo u11 incre1nento
sin precedentes de lo que Felipe II llamó 11na vez <<esos de1nonios, mis
papeles>> (en varias ocasiones este rey de España firn1 ó cuatrocientos
doc11mentos en un solo día). En el caso de gobernantes como Luis
XIII de Francia, que no estaban preparados para pasar tantas l1oras
ante su mesa de trabajo como f<'elipe II, los secretarios estuvieron auto-
rizados para falsificar la firma real. En tercer l11gar se produjo la i11sta-
lación de los gobiernos en los Uffizi, El Escorial, Versalles, Whitehall,
etc. La segunda tende11cia hizo n ecesarios los archivos, .tn.ientras que la
tercera los hizo pos ibles. A la centralizació11 <lel gobierno siguió la
centralización de los documentos. 74 ¡\lo largo de los siglos X\71 y X\711
se creó, o al nlenos se reorganizó, cierto número de centros de docu-
1nentación, principalmente ¡)ara q11e los funcionarios pudieran recu-
perar información sin excesivos retrasos. Docu1nentos que anterior-
mente se consideraban propiedad privada de los funcionarios - el
mismo Richelieu dejó sus papeles a su sobrina- ahora pertenecen al
Estado. ·
c:o1no e.n otros aspectos considerados en este capítulo, la Iglesia de
la Contrarrefor111a parece que aquí fue pionera. Entre los Papas de este
período, tres de ellos se preocu11arc>11 especial1ne11te de los archivos del
Vaticano. En 1565, Pío IV pidió al cardenal bibliotecario q11e crease
11n archivo y, al año sig11iente, una bula papal or denó la organización

73 . Clanchy (1979), págs. 138 y sigs.; Guénée (1980), págs. 91-100; Wernl1a1n
(1956),pág.13.
74. Ranu1n (1963 ); Bautier (1968); D'Addario (1 990); Parker (1997), págs. 28-29.
182 HIST()Rl;\ SOCTAL J)RL CO::--IOCTlvTJRN'r()

de centros para g11ardar documentos en cada diócesis. En 1591, Gre-


gario XIII prohibió consultar los documentos en el archivo sin s11 per-
miso. En 1612, Pablo V fundó un archivo secreto especial. Primero se
nombraron archiveros a tiempo parcial y posteriormente a tiempo ple-
no para que cuidasen los documentos y los catalogasen. 75 El modelo
papal fue imitado gradualmente en otros ámbitos de la Iglesia. Por
eje1nplo, en ·roledo el ayuntamiento ordenó la fu11dación de 11n archivo
episcopal en 1582 . En Milá.n , un archivero del arzobispo d e mediados
del siglo XVII tuvo la idea de encuadernar los volú111enes de las visitas,
probable1nente para facilitar la consulta rápida de los mismos.
Refiriéndonos ya n1ás directame11te al Estado, la n1áxi1na de que lo
pequeño es eficaz podenl<)S verla ejemplificada en el caso de Suecia. El
interés de su gobierno por los archivos quedó demostrado por el nom-
bramiento de archiveros oficiales desde comienzos del siglo XVII, siendo
el primero de ellos J ohan Bure, nombrado archivero del reino (riksar-
chivar) en 1609. En Inglaterra, la reina Isabel fundó una nueva Ofici-
na del Papel del Estado y su sucesor Jacobo I creó el puesto de conserva-
dor de los papeles del Estado. En esta época, los gobiernos de España
y F'rancia se hicieron especial1nente conscientes de la importancia de
los archivos. En la historia de los archivos españoles, Felipe 11tuvo11n
papel 111uy destacado y personal. En 1545, siendc) regente, el príncipe
Felipe ya había <)rdenado la conservación de los papeles del E,stado en
el castillo de Si111ancas. Después de subir al trono, Felipe II encargó al
historiador Jeróni1no de Z11rita que archivase los papeles oficiales y,
mientras tanto, el mismo rey recortaba documentos para clasificarlos
y archivarlos. Durante el siglo XVII, el enérgico conde-duque de Oli-
vares, Primer ininistro del rey Felipe rv, se preocupó personalmente
de descubrir, clasificar y recolocar doc111nentos dispersos. En el si-
glo X\1111 se creó un archivo especial para los documentos americanos:
el Archivo de Indias de Sevilla. 76
En Francia, en el siglo XVII se organizaron los archivos: primero lo
hizo el sabic) Théodc)re Godefroy(1615), después Richelieu y más tarde
Colbert. Richelieu, por eje1nplo, se preocupó de los detalles de la co-
locación y clasificación ele determinac.ios tipos de documentos. La corres-
ponc.iencia de Colbert incluye frecuentes órdenes a los subordinados
para q11e buscasen en los archivos, y el Ministro insistía en la necesidad

75. 1\1arini (1825); Gasparolo (1887).


76. Ballesteros Beretta (1941 ); Cline (1964); Parker (1998), pág. 66.
EL CONTROL DEL COKOCii\1IENTO: IGLF.SIAS Y ESTAl)OS 183

de l1acer inventarios de los archivos más antiguos y de copiar los do-


cumentos encontrados en ellos (entre 1665 y 1670 se compilaron dos-
cientos cincuenta y ocho volúmenes de copias de documentos encon-
trados en el sur de Francia ). El Ministro de Asuntos Extranjeros de
Luis X:CV, Torcy, se interesó especialn1ente por los arcl1ivos relaciona-
dos con los asuntos extranjeros y en 1710 creó un depósito especial
para ellos. Cuando Lt1is XIV llegc) al poder, ningún departamento del
Estado poseía trn archivo, pero a su 111uerte tc>dos deposital>an sus in-
formes en lugares determinados de antemano.77
Estos archivos no se crearon para facilitarles el trabajo a los 11isto-
riadores, sino en atención a los administradores. Formaban parte de
los arcana impe'rii, los <<secretos de Estado>>, una expresión utilizada
cada vez con mayor frecuencia durante el siglo XVII que mostraba la
preocupación de los funcionarios por la posible pérdida del monopoho
sobre deterrninados tipos de i11formación política. Cuando, gradualn1en-
te, los funcionarios dejaron de trabajar en casa y, consect1enten1ente, de
tratar los papeles del Estado con10 si fuesen de st1 propiedad privada, para
instalarse en oficinas y conservar los documentos en archivc>s, todc> elle)
representó un mon1ento irnportante en la }1istoria del Estado. El n1c)no-
polio de la información (o, en cualquier caso, de determinados tipos de
información) fue un medio para conseguir el monopolio del poder.78
Sólo al llegar la Revolución francesa se proclamó el principio del acceso
público a los archivos, aunque la práctica fue sien1pre por detrás de la
,
teor1a.

LA CENSlJRA

Gran parte de la información sobre la que hemos J1ablado hasta este 1110-
mento era TOP SECRET, como solía etiquetar estos asuntos el ejérci-
to l)ritánico. Por este y otros motivos funcionaba t1n sistema de con-
trol o censura. En Venecia, por ejemplo, estaba totaln1ente controlado
el acceso a los ar~hivos. Ni siquiera al dux le estaba permitido entrar
solo al archivo. Unica1nente los mie1nbros del Senado podían entrar
en él y sólo los mien1bros del collegio podían llevarse documentos. Para

77. Boislisle (1874), pág. iii; Baschet (1875), págs. 26-29, 37, 93 -103 ; Church
(1972); Pomian (1972); Kolmar (1979); Saunders (1991).
78. King (1949), págs. 147-153.
184 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCiiYlIENTO

evitar la tentación de leer los papeles que estaban bajo su custodia, se


suponía que el conservador del archivo era analfabeto. 79
El siste1na de ce11sura n1ás famoso y difu11dido durante este perío-
~o fue el de la Iglesia católica, asociado con el Indice de libros prohibidos.
Este era un catálogo impreso - tal vez sería preferible describirlo como
un <<anticatálogo>>- de los libros que los fieles católicos tenían prohi-
bido leer. En realidad, hubo muchos índices locales, aunque los real-
mente importa11tes fueron los publicados por la autoridad papal, con
carácter vinculant~ para toda la Iglesia.
Al parecer, el Indice fue introducido como un antídoto del protes-
tantismo y de la imprenta. Con ocasión de la Reforma, los protestantes
pretendían que el conocimiento estaba de su parte. El inglés Joh.n Foxe,
por ejemplo, autor de un famoso <<IJibro d e los mártires>>, afirrnó que
<<O el Papa tiene que presci11dir del conocimiento y la imprenta e), a la
• •
larga, la i111prenta tiene que desterrarlo a él>>. El Indice fue u11a respuesta
a esta pretensión. Representó una misma especie de lucha contra la im-
prenta sirvié11d~se de la imprenta, de <<control de la población del libro>>.
El modelo del Indice, publicado en 15 64, empezaba con un conjunto de
reglas que prohibían tres tipos principales de libros: los heréticos, los in-
morales y los relacionados con la inagia. Seg-uía a continuació.n una lis-
ta alfabética de autores y títulos; la de autores distinguía los de <<prime-
ra clase>> (los escritos de estos autc>res quedal>an prohil>idos en su
totalidad) y los de <<segunda clase>> (cua11do la prohibición se refería
sólo a determinados escritos de u.n autor). El sistema de la censura ·era
complejo, y en Roma había tres instituciones rivales que competían por
controlarlo. Impresores, libreros y lectores se opusieron a él, a menu-
do con éxito. Eso tal vez fue contraproducente, porque en realidad ex-
••
80
citó la curiosidad de los fieles. De cualquier modo, el Indice impidió la
circulación del conocimiento en el inu.n do católico.
La mayor parte de los libros que figuraron en la lista de la Iglesia
fueron obras de teología protestante, aunque la lista incluyó también
algunos libros solJre otros te111as cuando sus autores ft1eron herejes.
Por ejemplo, en 1572 un profesor de medicina de la Universidad de Pa-
dua tuvo dificultades para hacerse con una copia de la famosa enciclope-
dia de Zwinger (véase, anteriormente, la pág. 128) por tratarse de una
obra escrita por u11 protestante y, en 1618, en Madrid un librero se vio

79. Baschet(l875),págs.175-176.
80. Prosperi (1997).
.
EL CO)JT ROL DEL CO OC f;\I IE~TO: I G LESIAS Y ESTADOS 185

e11 apuros p or p arecidas razones despt1és de haberse encontrado en su.


tienda u11 eje111¡1lar clel tratado de G esn er sobre los peces. 81 D e idénti-
ca 111anera, Acta Erz1,ditorztm d e Leipzig·, l1r1 0 de los p eriódicos eruclitos
in ás famosos del siglo XVTT, rest1ltó sos¡1echoso porqu e sus editores eran
pr otestantes.
La Iglesia católica no h1e la única q11e se preocupó de contr c)lar la
lectura de los libros. La censu ra protestante em pezó ya er1 la década de
152 Oen Estrasburgo, Z11rich y Sajon ia, y entre las obras prohi bidas no
estaban ún icarnente los lib ros de los polemistas católicos, sin o también
los de r eformador es radicales, como los anabaptistas . Ta1nbién en Gi-
n e bra hubo t111 siste111a de censura, y los auto res d e libros tenían qu.e
<>btener un pern1iso de i111presió11 del consejo de la ciudad o posterior -
111ente del ccln1ité que velaba po r la edl1cación, los <<escolarcas>>.A2 El
hecl10 de qu e la censura pr<>testante esté virtualn1ente olvidada, 111ien-
tras se sigu e recordan do la cer1sura católica, se h a d ebido, ¡1rob able-
m ente, a que los protestantes tenían una o rganización descentral izada,
por no decir dividida, de man era que sus in tentos de suprirnir ciertas
clases de libros resultaron necesariam ente men os eficaces.
C omo las I glesias, y siguiendo el inodelo de éstas, los Estad <>S <le
co1nienzos d e la edad moderna organizaron t1n sisterna de cens11ra de la
11alabra i111presa p orque tem ía11 la <<sedició11>> ta11to como las Iglesias
la l1er ejía. li1cluso las 11aciones más tolerantes de Europa, como Vene-
cia, la Repúl)lica holan desa e li1glaterra, irn pusieron ciertos límites a la
libertad <le con1unicación . P or ejernplo, el Trrtctatzts theologico-politictts
de Spinoza fu e pr ohibido por las autoridades h<>landesas en 1674. E n
Inglaterra, duran te el reinaclo de la rei na i\1aría, el gol>iernc) regi.1ló el
comercio inglés de libros estableciendo la Corn pa.ñía de Papelerc)s, a la
qu.e tenían que perte11ecer todos los impresores. Durante el reinado de
su sucesora, la rein a Isabel, las imprentas no pudiero11 instalarse fu era
de T_.. ondres, ()xford y C ambridge con el fin d e po der contr olarlas <le
m anera más eficaz.
A p esar de todo, es posible comparar los sistem as r elativam ente
ahiertc)s de inform ació n q11e estuvieron vigen tes en la R epública h olan-
desa y en Tr1glaterra cc>n aquellos ot ros rela tivamen te cerrados de E s-
paña, Austria y Rusia. Fra11cia oct1pó en este punto u11a }10sició11 in ter-
1nedia. El el caso de la R e púl)lica hc>landesa, un a estructura política

81. Pardo Tomás (l99l), pág. 298; lnfelise (1999b), pág. 55.
82. Santschi(1978).
186 1-fl STC)RIA S()C!AL DEL C:()0.'()(~ IN1 IEN'f0

descentralizada en una zona urbanizada con predominio de los comer-


ciantes ofreció las condic.io11es adecuadas para q11e la información cir-
culase con extraordinaria libertad por medio de la palabra hablada, de
los escritos y de la imprenta. La diplomacia holandesa ha sido descrita
como <<notoriamente pública>>, a pesar de que frecuentemente se ven-
dieron documentos confidenciales a extraños (véanse, rnás adelante,
las págs. 191 - 192). Algun.os visitantes extranjeros de esta República
coincidieron en señalar la facilidad con que habían podido obtener
inforrnación acerca de la tecnología l1olandesa (véase, rnás adelante, la
pág. 199). 83
En Inglaterra, el control de la prensa desapareció a mediados del
siglo X\lTI bajo la República, pero se impuso de nuevo con las Leyes de
Tolerancia. Según la Ley de 1662, los libros de derecho tenían que
ser inspeccionados por el jefe de la administración de jl1sticia de In-
glaterra y Gales y presidente de la Cámara de los Lores - es decir, por
el lord canciller (chaftcellor)-; los libros de l1istoria, por un secretario
de Estado; y, la mayor parte del resto de libros, por el arzobispo de
Canterbury y el obispo de Londres. La derogación de la Ley de Tole-
rancia en 1695 terrninó no sólo con la censura, sino también con el
co11trol de la imprenta a través de la Compañía de Papeleros. Este úl-
timo control había durado unos ciento cuarenta años. Ahora la prensa
quedaba libre del control pre\7ÍO a la publicació11. En otras palabras,
<<todo el mundo era libre de publicar lo que le gustase, aunque ate-
niéndose a las consecuencias>>. 84
En la Fra11cia de Luis XIV, el teniente general de policía, La Rey-
nie, ejerció t1n estricto control de la prensa entre 1667 y 1697. Corno
sucediera entre los ingleses durante el reinado de Isabel, Colbert trató
de concentrar las i1nprentas de París en pocas manos para poder ejer-
cer más fácilmente el control. En 1701 sólo había cincuenta y un talle-
res de impresión en París, frente a los setenta y cinco de 1644 y a los
ciento oche11ta y uno de 1500. Durante el siglo .XVIII todavía se seg·uían
quemando en público algunos libros, como las Cartas filosóficas de Vol-
taire (1734) y el Emilio de Rot1sseau (1762), aunque algunos censores,
concretamente Malesherbes, que desempeñó el cargo de clirectetlr de la
librairie de 1750 a 1763, creía11 en la libertad de prensa. En cierta oca-
sión, Malesl1erbes comunicó a Diderot con antelación la noticia de

83. Davids (1995).


84. Siebert(1965); Sutherland (1986), pág. 25.
EL CONTR()L ü EL c or-..-oCl.\I IE_ T O: I GLESI AS y EST ADOS 187

que la policía se dirigía a su casa para buscar y en su caso confiscar co -


pias de la E1ic_yclopédie, y hasta se (>freció a oculta r este 111aterjal com-
pro1netedor en su propia casa.85
E l te1nor a la sedición 110 fue el único 1noti.vo qu e i1npulsó a los go-
bier11os a ejercer la censura. Otra preocupació11 fue la publicación de
ciertos secretos. Por ejemplo, los portugueses con siderar?11 un secreto
de Esta<lc> todo lo relacionado con el conocimiento de Africa y de las
Indias. En 1504, el rey Mant1el prohibió a los cartógrafos representar
la costa africana occide11tal más allá del Congo y exigió que las cartas
de navegación ya exjste11tes fi1era11 ce11suradas. 8" El hoy fa1noso relato
del boticario portt1gués 1 b tné :Pires de sus viajes por Oriente, titulado
Su111ma oriental, dirigido al rey 1Vla11uel, original1ne11te se con.servó en
secreto debido a.la información que conte11ía acerca de las especjas. La
versión italiana de la obra de P ir es, publicada en 15 5O en la fa1nosa co-
lección de libr os de viaje de R amusio, n o contenía la sección sobre las
especias , co1no si el 1nanuscrito hubiese sido cen surado. Los t emores
de l gobierno portugués podrían estar justi fi cados en este caso, dado
que e11 156 l el e1nbajador francés en L.isboa recibió la orden de. sobor-
nar a w1 cartógrafo p<>rtug·ués para ol)tener u111napa del sur de Africa. 8 ¡
Esta preoct1pación portuguesa por 1na.n.te11er en secr eto la infor.rnación .
duró mucho tiempo. E11 1711 , <<Cultura y opl1len.cia de Brasil>>, u11 tra-
tado sobre la econo1nía de Brasil publicado l>aj<>el pseudó1u1no de A.11-
tonil por un jesujra itali ano que vivía allí, fue retirado i11mediata1nen -
t e, al pa recer por mjedo a qu e los extranjeros pu dier an conocer las
r utas que llevaban a las rninas brasileñas de oro .88
La a.n.siedad de los portugueses por la pt1blicación de inform ación
confidencial co11stituyó el caso extre.rno de tina tendencia general. P or
eje111plo, el C<.>11sejo de los Diez arrestó, en 1598, a un t al L azzaro So-
ra11zo por b.aber ~)ublicaclo (en Ferrara) un tratado co.n tra los turcos
que, a juicio del gol)ier11<> venecia110, divulgaba inforrnación confiden-
cial acerca del régime11 oto1na110.ii9 E11tre las 1naterias consideradas po-
lítica1n ent e sensibles estaban los mapas y los p lanos. Alguien podría
pensar que el comentario del patricio ven eciano Daniele Barbaro so-
bre el tratado del arquitecto romano Vitruvio (1556) no era un a obr a

85. l\t1arLin (1969); P hillips (1997); Birn (1983, 1989).


86 . .l,ach (1965), págs. 15 1- 153 ; Teixeira de Mota (1976).
87. Buisseret (1992), pág. 106.
88. Cortcsao (1944), págs. lxv- J¿"viii; Lach (1965), págs. 151-154.
89. Preto (1994), pág. 4 33.
188 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCI~1IE NTO

polítican1ente peligrosa, pero se pusieron trabas a su publicación ar-


gumentando que las ilustraciones de las fortificaciones podían ayudar
a los enemig<)s de Venecia. El geógrafo francés André Thevet, en t1na
carta al rey editada al principio de su Cosmographie (157 5), ex¡1licaba en
tér1ninos ¡1olíticos su negativa a incluir planos de ciudades y fortalezas
francesas, <<considerando qt1e no está bien revelar los secretos france-
ses a los extranjeros>> (ne trouva1zt bon de découvrir aztx étrangers les se-
crets d'icelle). 90
Con el fm de rnantener en secreto ciertas informaciones, los gobier-
nos solían utilizar determinados códigos, que desarrollaron en este pe-
ríodo al mismo tiempo que la diplomacia. Los italianos fueron pioneros
en ambos campos. Los secretarios de Venecia y Roma encargados de los
códigos fueron fa1nosos por su habilidad, mientras que otro italiano fue
el responsable de codificar las cartas de Felipe Il. 91 Si los italianos no
fueron también pioneros en el arte de la desinf<)rn1ación - o, en otras
palabras, en el arte de difundir ru1nores-, sí fueron de los primeros que
trataron el tema abiertan1ente en libros, como hizo Giovanni Botero en
los diez tomos qL1e componían su obra <<De la razón de Estado>>, 1589.92

LA DIFUSIÓN DE LA INFORMACIÓN

Controlar la información no resultó tarea fácil. La frontera entre el


dominio público y los arcana imperii h1e traspasada a nlent1do, y con-
secuentemente se divulgó una cantidad importante de inforn1ación
pc)lítica, unas veces oficial y otras oficiosamente. Algunos, en concre-
to el fraile Paolo Sarpi, consejero del gobierno de Venecia a co1nien-
zos del siglo XV'1I, sostl1vieron qt1e difundir información era un arma
política más eficaz que suprin1irla. 93 Algunos gobiernos se mostraron
particularmente abiertos en este punto. Por ejemplo: la República ho-
landesa, Inglaterra durante la guerra civil y de nuevo después de 1688,
y Suecia durante la llamada <<era de la libertad>>, especialn1ente los seis
años transcurridos entre 1766 y 1772.
Aunque los arcl1ivos no estaban abiertos a todc) el mundo, era po-
sible acceder a ellos pc)r n1c)tivos particulares. A pesar de su aureola de

90. Buisseret (1992), pág. J 11.


91. Kahn (1967), págs. 106-181.
92. Dooley(l 999), págs. 82-86, 117, 127.
93. Dooley (1999), pág. 32 .
EL CON'l'ROL DET. C<)NC> CL'vl lEi\TO: IGLESIAS Y EST ADOS 189

padre fundador de la historia inoderna, Leopold von Ranke no fue el


primer h]storiador que se docu1nentó en los arclúvos. /\ comienzos de
la edad moderna, historiadores oficiales como Giambattista Adriani en
Flo rencia, Willia1n Camden en Inglaterra y Samuel Pufcn<lorf en Pru-
sia y St1ecia tuvieron garantizado el acceso a los doct1m.entos oficiales
con el fi n de exphcar y justificar las po líticas de los gobiernos para quie-
11es trabajaban. Los estudiantes de la academia política de Torcy (véa-
se, anteriormente, la pág. 70) utili zaron el nuevo dépot (depósito-al-
macén) de su jefe como parte <l e su e<lucació11 política. En 1714, un
sabio francés, Hyacinthe <l'Arche, recibió autorización par a consultar
el archivo de la Torre de Lon<lres, que hal)ían estado u tilizando d esde
hacía ya ti e1npo sabios ingl ~ses co1n o J o l1n Sel<len.94
Exist]ó una lar ga tradición en el uso de los registros locales ¡1or
rnot ivos locales, tales como decidir di spu tas sobr e herencias. Los re-
gistros parr<)quiales se consultaron por infinidad de motivos. Por eje1n-
plo, en su tratad<> sobre la decadencia de España y las maneras de po-
ner reme<lio a sernejante situació11, un canónigo de 'Toledo, Sancho de
Moneada, utilizó los registros parroquiales para 111ostrar que la tasa
de matrimonios había descendido. F,n 1677, el sabio George H ickes
utilizó los registr os parroq uiales ingleses para atacar a los presbiteria-
nos escoceses al señalar que la tasa de nacimientos ilegítimos era 111ás
elevada en el país de <<esos fariseos>> que en cualqt1.ier otrc> lugar. 95
En algunas ocasiones, los gobiern os tt1vieron que hacer pública de-
terrn inada infor111ación por su propio interés. Como es natural, les in-
teresaba que sus súbditos con ocieran ampliamente las leyes y ot ras
normas, que pc>r lo general eran proclamadas en voz alta, impresas y
pegadas en lt1gares públicos. 96 D esde el punto de vista de los gobiernos,
el problema. radical)a en encontrar cierto equilibrio entre no darle al
público la suficiente información, un a situación que r esultaba propicia
para la difusión de ru1nores salvajes, y darle demasiada información,
que animaba a la gente corriente a comenta r los asuntos del E stado.
P eriódicos oficiales como la Gazette de París presentaban una serie
de noticias seleccionadas desde el pt1nto de vista del E stado. En 1639,
un obser vador extranjero comentó q ue los <<franceses hacían t1n adtni-
rable buen uso de él (es decir, del periódico) para transm itir aqt1ellas
impresiones que cons ideraban buenas para sus súbitos>>. En 1658, por

94. Bély (1990), págs. 328-329, 460.


95. Tho1n.as (197 1), pág. 156 .
96. Fogel (1989).
190 HIST ORI;\ SOCIAL DEL CONOCii\.1IEN1'0

ejemplo, el gobierno debatió la necesidad de asegurarse de que el edi-


tor de la Gazette hici ese observaciones favorables acerca del rey de
Suecia, aliado de Francia en aquel momento. 97 El rr1odelo francés fue
seguido 1nuy pronto en Londres y en otros lugares. Dos editores de la
Gazette de Londres, lord Arlington y sir .Joseph Willia1nson, fueron
también jefes de espías, por lo cual pudieron acceder sin dificultad a la
inforrr1ación confidencial. 98 Teniendo en cuenta que las noticias publi-
cadas en los periódicos oficiales no siempre 1nerecían la confianza de
los lectores, a veces los gobiernos prefirieron filtrar informaciones a
través de fuentes no oficiales, como los informes mant1scritos qt1e cir-
cularon por Francia durante el siglo XVIII. 99
La información confidencial sobre asuntos extranjeros tenía 1nu-
chas más probabil.idades de ter1ninar sie11do de dominio público, pues-
to que cada país estaba interesado en d escubrir, y a veces revelar, los
secretos d e su.s r.ivales y enemigos. En Lo11dres, París, Viena y otros
lugares era práctica común al)rir las cartas enviadas a y por los emba-
jadores; una vez leídas, eran cerradas de nuevo con cuidado para evitar
que se desct1briese la tran1pa. En Celle, por eje1nplo, en los <lo1ninios del
dt1que de Bru11swick, los funcionarios locales pasaror1 a Guillern10111 de
Inglaterra una información que habían recogido de despachos franceses,
daneses y suecos. En tiempos de guerra, los correos podían sufrir em-
boscadas y verse despojados de la correspondencia que llevaban. En la
época de Richelieu, por ejemplo, los franceses atacaron a un correo es-
pañol en un bosque cerca d e Loches. l,as cartas i1nportantes estaban
escritas general111ente en leng·uaje cifrado, pero los gobiernos conta-
ron con la colalloración de hál)iles descifradores, con frecuencia mate-
1náticos, corno Franc;ois Viere, que trabajó para Enrique IV de Francia,
y John Wallis, que estuvo al servicio de Cro1nwell y de Guiller1110 III.
A veces los despachos capturados fuero11 i1npresos para poner de mani-
fiesto la doblez del ene1nigo. Tanto los católicos como los protestantes
recurrieron a esta técnica dura11te la guerra de los Treinta . wos
. con el
fin de responsabilizar a la otra parte de la <<culpa de la guerra>>, y así
dispone1nos de dos colecciones contrapuestas de documentos, titu.ladas
respectiva1nente <<Ca11ciliería de Anhalt>> y <<Cancillería española>>. 1ºº

97. l)ahl (1951), pág. 36.


98. Ñlarshall (1994), págs. 28-30.
99 . .i\1oureau (1995).
100. Koran (1874); Kahn (1967), págs. 106-181; Oakley (1968); .i\.1arshall ( 1994),
págs. 85 -95.
EL C<>N1.ROL DEL CONO<:lMIEi\'l'() : IGLESTAS Y ES'TADOS 191

La pub1icación oficiosa de información co11ficlencial tarnl)ié11 ft1e un


hecho frecu ente. El príncipe, la célebre obra de lV1aquiavelo, tal 'rez cie-
bería contemplarse baj o esta luz, puesto que era un trata<lo rnanuscr ito
<1ue ofrecía consejos a ttn gobernante en particular, como si de un largo
1ner11orá11du1n se tratase, que únicamente vio la luz pública corno obra
in1presa <les1>t1és de la rnuerte de su autor. Los tratados sobre la diplo-
macia convirtieron las prácticas de los e1nbajadores )' sus secretarios en
parte del conocimiento general. Una de las ol>ras impresas más conoci-
das que difundieron este tipo de <<secr etos comer ciales>> fu e la del di-
plomático h olandés Abrahan1 Wicquefort, ti tulada <<El en1l)ajador>> y
publicada en francés en 1680. Wicquefort se distingt1ió tan1bién. con1<>
redactor ele 11ojas infor111ativas y como espía (en favor ele lc>s i11g-leses).
La República de Venecia puso especia] interés en el rnanteni1niento
de toci<>S sus secretos políticos, pero un gobierno en el que se alter11aban
en los cargos t1nos dos 1nil quinientos patricios necesariamente tuvo
que contar con algu11os <<topos>>. Las fam<>sas relazioni (véase, anterior-
mente, la pág. 162) era11 leídas por un grt1po considerable.n1ente más
an1plio c¡ue aquel al que directan1e11te iban. destinados los infor111es. Al-
gunos de estos docun1entos fuerc>n cc>piados e incluso tern1i11aron sien-
do publicados en forma de libro. Po r eje mplo, la b~ografía de Carlos V
publicada en 1567 por el escritor profesion.al ·F'rancesco Sansovino uti-
lizó las relazioni de dos ernbajadores venecianos ante la corte i111perial}º1
Co1110 1nuy tarde dura11te el sig·lo X\TII, en algunas ciudades europeas, es-
pecialmente en Ro1na, estaban a la venta esas relazioni (para sorpresa de
algltnos ernl)ajaclores venecianos). Por ejemplo, la descripción de Rorna
del embaja<io r R enier Zen, escrita en 1623, formaba parte de la lista de
libros qt1 e ofrecía en préstamo la biblioteca de t1n mo.n asterio romano
a finales de esa r11isr11a clécacia. 102 An1elot ele la Hot1ssai e, ex secretario
del embajador francés ante Venecia, estuvo e n condicio11es de utilizar
cartas, rnemorias y relazioni para u11a 11istoria de \ Tenecia (1685) que
desvelaba lo que el autor d escribía en su ¡)refacio corno <<los misterios
del poder>> (les nz_ysteres de la dom.ination). ~:n algt1nas de las grandes bi-
bliotecas públicas y privadas de .Europa se podía -y se puede- encon-
trar copias de relazioni. R an.ke descubrió varias en Ber lín y Vic11a antes
ele in,restigar e11\lenecia. 101

101. Nlorcl -Fatio (1913), pág. 152.


102. D ooley (1999), pág. 32.
103 .. Baschct (1870), págs. 348-352; Tncci (1990), págs. 99-107, esp. la pág. 100;
Preto (1994), pág. 66.
192 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

Era de esperar que antes o despt1és alguie11 se atreviera a imprimir


algunas de esas relazio1zi. Este paso lo dio el i1npresor que editó un~
antología de textos con el título de <<Tesoro político>>, publicada en Pa-
rís (en el frontispicio de la obra figura el nombre de <<Cologne>>) en
15 89 . 104 Posteriormente la obra se reeditó en Milán y Vicenza. En
1672 se publicaron tres nuevas relazioni de otros tantos embajadores
venecianos en Roma con el título de <<Los tesoros de la corte de Roma>>.
Como lugar de la edición se señalaba la ciudad de <<Bruselas>> y en el
frontispicio no aparecía el nombre del editor. Mayor i11terés revistió
aú.n la publicación, en 1547, del interrogatorio a que l1abía sido some-
tido por parte de la l11quisición un sospecl1oso de herejía, con el título
de <<i\rtículos propuestos a fray Baldo>>. 1º5 La historia de los <<topos>> es
1nuy larga. Natural1nente, la revelación de determinados secretos se
puede producir por diversos motivos: políticos, idealistas o simple-
mente económicos. Sin embargo, la invención de la imprenta reforzó
el motivo del beneficio económico al ampliar el mercado potencial. Y
éste será justamente el tema del próximo capítulo: el mercado del co-
nocimiento en la Europa de comie11zos de la edad rr1oder11a.

104. Heath ( 1983); Balsamo (1995).


105. Prosperi (1996), pág. 162.
Capítulo 7

La venta del conocimiento:


El mercado y la imprenta

Scientia donurn dei est, unde vendi non potcst («El conoci-
1níento es un don de llíos, razón po r la cual no puede
venderse»).
A.FOR ISM O M.ED!EVAL

El 1nis1110 saber es una forma de comercio.


JOHNSON

L~s ideas de l ibertad religiosa y libertad de conciencia


se limitaron a expresar el dominio de la libre compe-
lencia en el ámbito del conocimiento.
l'v1.Aax

Una razón para afirma r q11e act11al1nente vi,ri mos en una sociedad
de la infor1nación es que, de hecho, la ¡1rc>ducción y la venta de la in-
formación r epresentan una parte itn.portante <le las economías m ás de-
sarrolladas . i\lgunos economistas norteam.ericanos ya h ab ían llamado
la atención sobre este punte> hace una generación. f,11 la <lécacla de 1960,
uno d e ellos sostuvo que s11s colegas había11 dejaclo de lado << los aspectc>s
mercantiles del conocimiento>>, describió las máquin as co1no <<conoci-
m ien to congelado>>y s11girió que el desarro llo económico era <<esencial-
mente 1In proceso de conocimi ento>>. Por esas mismas fechas, otro eco-
nomista p11bljcó u n amplio est11dio del conocimiento como producto,
co nsid erando s11s existencias, costes y precios. 1 M ás recientemente se
l1an pubh.cado riadas de hbros y artículos sobre la industria de la infor-
mación, el m ercado de la inforrnación , lc>s servicios de la i11formación y
la gestión de la inform ación. 2

1. Stigler (196 1); i\1achlup (1962); Arrow (1965); Boulding ( 1966).


2. Bell (1976); .lvlachlnp (1980-1984); R.ub.in y Huber (1986); Fuller (1992), etc.
194 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCli\1IEKTO

Una vez más merece la pena plantearse una cuestión ql1e se ha re-
petido a n1ent1do en este libro: en todo esto, ¿qt1é hay realmente de nt1e-
vo? No pretendo negar la i111portancia de las tendencias recientes en fa-
vor de la m ercantilización del conociiniento. 3 De todos 1nodos, 111erece
la pena tratar de sitt1ar dichas tendencias en la perspectiva de cambios
niás graduales producidos a largo plazo. En este contexto es i111portan-
te -aunque no suficiente- invocar la Ley de los derechos de autor de
1709, aprobada, de acuerdo con lo qt1e se dice en el preámbulo, <<para
que los hombres de letras se animen a componer y escribir libros ú ti-
les>>, es decir, de conocimiento más que de ficción. Es necesario am-
pliar el horizonte y remontarse mucho inás en el tie111po. La idea de
vender conocimie.n to, por ejemplo, es corno mínin10 tan antigu.a con10
la crítica de Platón a los sofistas p<)r esta práctica. La idea del C<)noci-
rniento como propiedad (possessio) fue for1nulada por Cicerón. En la an-
tigua Roma, el término jJlagiari1l.r, que orig·inalmente se refería a quien
había robado t1n esclavo, lo aplicó el poeta Mar cial al robo literario. El
térn1ino compilatio también se refirió al plagio, visto como un saqueo
del autor originaJ.-l Dt1rante la Ed.a d Media, la acción de <<compilar>>
-o <<recopilar>>- se convirtió en algo respetable, lo que indicaría que
el sentido de la propiedad intelectual perdía nitidez. Lo cierto es que du-
rante el siglo XIII el argumento legal tradicional según el cual el cono-
cimiento era <<un don de D ios que no puede venderse>> fue puesto en
tela de juicio por el nuevo principio según el cual los profesc>res mere-
cían recibir una paga por su trabaje>.5 En el siglo XTV, el poeta P etrarca,
en su libro De remediis ut'riusq1Je fortztnae, criticó a qt1ienes consideraban
los libros algo así con10 una nlercancía (quasi merci1Jm).
Durante el Renacin1iento, las disputas sobre plagios se hicieron
cada vez más frecuentes, a pesar de (o debid.o a) la dificultad de definir
la propiedad intelecn1al. Los humanistas del Renacimiento se acusa-
ban regularmente unos a otros de <<robo>>, aunque todos afirn1aban
practicar simplemente una forma de <<itnitación>> creativa. Durante el
siglo XVII se publicaro.n diversas exposiciones generales del tema. Es-
critores e impresores se disputaron entre sí lc>s derechc>s de propiedad
sobre el textc>. Tales disputas l1abría que relacionarlas con el <<indi-
vidualisn1<>>>, la emulación y la autoconciencia de que habló Jacob Burck-

3. Schiller (1996).
4. JJindey (1952); Hathav.·ay (1989).
5. Post (193 2); Post, Giocarini y Kay ( 195 5).
LA Vt:N' l'A DF.I. CONOCI.i\1IE.>!'I'O: EL M ERCADO Y LA l i\.1P RENTA 195

l1ardt en. su. famoso libro La cultura del Renacimiento en. Italia (1860).
~~stán conectadas con la génesis de la idea de <<genio>>, co11 los oríge-
11es de la <<orig·inalid ad >>, el declive del concepto de <<autoridad>> y el
<<n acimiento del al1tor>>. Esas dis1)utas revela11, adernás, cambios e11 el
equilibrio en tre nlonopolio y co1npetencia en el catnpo clel conoci-
miento, temas abordados a nl ediadc>s del siglo XX por Karl lviannl1eim
y Harold In nis.6
D os ejen1plc>s t<>Inados de i\ lemania a comienzos del siglo XVI ilus-
tran la creciente preocupación por la propiedad de los textos y las ideas.
El p ri1ner caso, en 15 3 3, fue una disputa entre dos impresores, de F ra11c-
fort y Estrasbl1rgo respectivamente, sobre el uso de xilog·rafías plagiadas
para ilt1strar un tratado sobre las hierbas. El in11)resor acu.sadc> de I>l a-
gio se defendió pretexta nclo ql1e la difusión del co11c)cimien to era u11
<<beneficio para la h t1manidad>>. El segi.1ndo caso fue una disputa entre
escritores, en la cual u n divulgador de la fi losofía naturalista fue acu -
sado de plagi o por varios sabic>s, entre ellos Conrad Gesner (el biblió-
grafo citado anterior111e11te, véase la pág. 12 5).7
Por lo que a la pro1)iedacl intelectual se refiere, el movimiento co-
nocido actual1nente como la Revolución científica revela no sólo am -
. bigiiedad, sino ta1nbié11 cierta ambivalencia. Por una parte, se tomó
muy en serio el icleal de hacer público el conoci1nie nto para bie11 de la
humanidad en general. Por otra parte, n o poden1os pasar p<)r alto la exis-
tencia de amargas dispu t as entre diversos indivicluc>s por la 1)rioridad
en descubri1nientos que van desde el telescopi<) h asta el cál.cu lo .
E n el caso del telescopio, tln pulidor de lentes holandés solicitó en
1608 la patente para un in stru1ne11t<> c1ue hacía que los objetos distan-
t es pareciesen cercanos. Galileo tuvo noticias de este mecanismo a tra-
vés de su an1igo Pac>lo Sarpi, un fraile venecia11c) cuya red internacio-
nal d e correspc>nsales lo l1abía convertido en u11a especie de ag·ente
intelectl1al de can1bio al estilo ele lviersenne (véas~ la pág. 42). E stimu-
lado por esta noticia, Galileo constn1yó por su cuenta un ·t elescopi o
tres veces más potente que el prototipo holan dés . Sin embargo, Giam-
battista D ella Porta, r epresentante napolitano de la filosofía naturalis-
ta, escribió a un amigo que <<la invención del ocular en ese tubo fue
cosa mía y Galileo, profesor en Padua, la ada1)tÓ>>.

6. Burckl1ardt (1860); Nisard (1860), esp. el vol. 2, págs. 12 y sigs; Zilsel (192 6);
1Vlannhein1 (1929); lnnis (1950); Viala (1985), págs. 94-103; Chartier (1992).
7. Eamon (1994), págs. 11 O y 384. Véase Tennan t (1996).
196 HISTORIA soc:IAL DE L CONOCIMIEN·ro

En el caso del cálculo, los protagonistas de la disputa fueron Ncw-


to11 y Leibniz. i\n1bos sabios estuvieron trabajando i11depe11die11temen-
te e11 las mate1náticas de lo infinitesimal. Leib11iz conoció la obra de
Newtc)n a través del age11te intelectt1al de cambio Oldenbt1rg (véase,
a11teriorn1e11te, la pág. 41) y contest{> aludie11do a sus propios desct1bri-
rnientos. E11 1676 escril>ió directame11te a Newton acerca de este terna.
Todas estas precaucior1es no i1npidieron qt1e Leibniz fuera acusado de
plagio en t111 libro publicado por un discípulo de Ne,vto11 en 1699. 8
Paradójicamente, la coo¡)eración era m ás visible en el ca111po de la
agricultura, donde las nuevas técnicas eran obviamente rentables, qt1e
e11 las rnatemáticas puras. Durante el siglo XVIII se fundaro11 muchas
asociacio11es agrícolas en Inglaterra, Italia, Francia, Rusia y otros lu-
gares con el fin de difundir el co11ocimiento de las nue,ras téc11icas. Las
n1ejor as en la agricultura ilustra11 u.n o de los temas más irnporta11tes de
este libro, la interacción de co11ocimie11tos, ya que la información acer-
ca de estas rnejoras se desplazó arril>a y al>ajo por Europa. Diderot, in-
teresadc> en cuestic>nes técnicas, escril>ió el artículo sobre la agricultu-
ra en la Rncyclopédie, expandiendo, por ejemplo, las innovaciones del
granjero inglés Jethro Tull, que de esa manera fueron conocidas ¡)or
un público 111ás an1plio. 9
Incluso el conocirniento académico pudo convertirse en 1nercan-
cía. Enseñar por di11ero fue una actividad tradicio11al en escuelas y uni-
''ersidades. Durante los siglos XVII y .>..'VIII menudearon cada vez más
las conferencias públicas para auditorios que pagaba11 para oírlas. Théo-
phraste Re11audot orga11izó co11ferencias de este tipo en París, con1c> ya
hemos dicho (véase la pág. 93). De esta 111anera, la <<venta al nlenor del
conocimie11tC>>> se cc)r1virtió e11 parte de la cultura de T.,ondres desde fi-
nales del siglc> XVTT y de las pri11cipales cit1dades provinciales inglesas
una generación n1ás tarde. Dt1rante el siglo XVIII, en Londres se anun-
ciaban en el periódico conferencias sobre anatornía y cirugía y los con-
ferenciantes han sido descritos como <<de orientación merca11til>>. La
cornercializació11 del conocimien to médico queda reflejada en la im-
portancia creciente que tiene en los periódicos la ¡)ttblicidad de los
<<curander os>>, es decir, de perso11as que practicaban la medicina de
forma oficiosa y prometían curaciones milagrc>sas. 10

8. 1\1erton (1957); Iliffe (1992); Findlen (1994), págs. 324-325.


9. Confino ( 1962), págs. 158-159.
1O. V\Talker ( 197 3); Portcr (1989); Money (1993); L awrence (1996), págs. 163,
167-169.
L.'\ VEi'\TA DEL CONOCT\J IF:NTO: EL ~IE RCA.V (l Y LA L\.1 PRE;'\'TA 197

Según todas las aparie.ncias, dt1rante los sig·los XVII y XV1II creció la
cc)ncie11cia de los ví11ct1los existentes entre conocimiento v •
mercado .
Para el baconia110 J ohn D11ri e, lln buen bibliotecario es como <<un agen-
te o comercia11te de ayudas para el aprendizaje>>. La historia de Thomas
Sprat de la Royal S ociety está llena de m etáforas económicas (por
ejemplo, la Society se equipara a un <<banco>> o <<puerto>> del conoci-
m iento) . En 1715 el sabio alemán J ohann Burchard l\lfencke redacte)
una en érgica denuncia de lo que él denominó la <<charlatanería>> de los
sabios, es decir, el arte del autobombo por nle<lic><le vestidos raros, pom-
posos títulos para sí 111is111os y para sus lil>r<>S, ataq11es a otros sabios y la
dedicatoria de sus propias obras a perso11ajes iinportantes, dedicatorias
que i\1encke describió como ve11tas disfrazac.ias de regalos.
La relación entre los <lc>s árn.bitos era c.ie doble sentido. Como nos rc-
c11erda ut1a <le las citas que encabezan este capítulo, 11arx consideraba
las nuevas actitudes con respecto al con ocimiento como otros tantos efec-
tos del desarrollo del capitalismo en la superestl'UCtura c11ltural. Sin em-
bargo, como h an sostenido muchos sabios y trata de 1nostrar tan11>ién
este capítulo, los efectos del nuevo conoci m.iet1to sobre la eco1101n.ía
fueron, asimisn.10, susta.n ciales.' 1

EL ORIGEN f)F. J,A PROPI EDAD 11\'rELECTUAL

A partir d e la E dad Media tardía vemos que gradual1nente se pone más


énfasis en la explotación económica del conoci mi ento y en la n ecesi-
dad de proteger los secretos comerciales como <<valiosa propiedad itl-
telectu al>>.12 El arquitecto renacentista Eilippo Brt1nelleschi puso en
g·uardia a un colega fre11te a q11ienes pretendía11 a rrogarse el 111érito <le
las invenciones de otros. De hecho, la pri111e ra patet1te conocida se otor-
gó al mismo Bru11elleschi en 1421 por el diseño de u n barco. T_,a pri-
me ra ley sobre patentes fue aprobada en Ven ecia en. 147 4. 13 El primer
derecho de at1to r registrado p ar a un lilJro se otorgó al humanista Mar-
ca11t<>nio Sabellico et1 1486 por su historia de Venecia y el primer d e-
recho de autor <le t1n artista lo concedió en 1567 el Senado de Venecia
a Ticiano para proteger los grabados i1npresos de sus obras de imi ta-

11. Landes (1998), págs. 276-291 .


12. Ean1on (1994), págs. 75 y 81.
13. Eamon (1994), págs. 88-89.
198 HIST'()RIA SOCIAL DEL CONOCif.'11El:\TO

ciones desautorizadas. 14 La regulació11 ecl1ó a a11dar lenta1nente. Papas,


emperadores y reyes repartieron privilegios, es decir, tnonopolios tem-
porales o permanentes, para proteger textos, impresores o g·ér1eros en
particular o incluso nuevas familias de letras. Por ejemplo, el empera-
dor Carlos V expidió durante su largo reinado cuarenta y un a <<cartas
de ~1rotección>> (S'chzttzbrieje) de este tipo. Los decretos o leyes sobre
derecl1os de autor del siglo X\'TII fu ero11 un desarrollo de este sistema,
rnucho más antiguo, de privilegios . .,
Al analizar estos ejen1plos es importa11te no sobrepo11er categorías
modernas a otras co11te111porá11eas. E11 este punto puede ser útil dis-
tinguir dos concepciones de un texto (o, en su caso, de una imagen): la
<<individualista>> y la <<colecti,rista>>. En el primer caso, el texto se con-
sidera propiedad de un individuo porque lo ha producido un cerebro
individual. La cultura den tro de la cual vivimos es fuer temente indivi-
dualista en este se11tido. En el segu11do caso, el texto se considera pro-
piedad con1ún. porque todo producto nuevo arranca de u11a tradición
cornún. Este último punto de vista dominó clura11te la Edad Media,
co111o·muestra la tradició11 de los copistas. l ,os arnanuenses que copia-
ban ma11uscritos se sentían evidentemente libres para introducir ele-
mentos nu.e vos o cambios en los textos. Y a la inversa, los sabios que
escribían obras <<nuevas>> se sentían con libertad para incorporar pasa-
jes tomados de sus predecesores. La tendencia 11acia actitudes más in-
dividualistas se 'rio reforzada por la inve.n ción de la imprenta, que con-
tribuyó a fijar y a la vez a difundir los textos. En cualquier caso, el
proceso de cambio 110 fue repe11ti110 o u11iforme; los ejemplos de su-
¡1erviver1cia de actitudes colecti,ristas dt1rante los siglos X\l l y X\Tfl no
son difíciles de encontrar y coexisten con el aumento de privilegios y
patentes.
Naturalmente, la idea de <<propiedad común>> resulta ambigua. I-Iay
que preguntarse: ¿común a quién? Y la respuesta es, a menudo: <<¡Co-
mún a un grupo social!>>. Puede tratarse de u11 gre1nio o de un gobier-
no. En cualquier caso, es poco r>rol)able que la respuesta sea: <<¡Común
a todos y cada uno!>>. El l1echo de divulgar más a1npliamente infor1na-
ciór1 podría considerarse una especie de traiciór1. A co1nienzos de la
edad moderna se puede11 observar actitudes complementarias en di-

14. Gerulaitis (197 6), págs. 3 5-36; Landau y Parshall (1994), pág. 362.
15. Schottenloher (193 3); Armstrong (1990); Feather ( 1994); 'fennant (1996);
Johns (1998), págs. 326-379.
L A VENTA DEL CO~OCLvllE~TO: EL .\lERC..\DO Y LA L\fP RE0T ..\ 199

versos can1pos cuando al interés por mantener en secreto informacio-


nes comerciales se contrapone el i11terés por di·vulgar esos mis1nos se-
cretos.
El espionaje, del que ya se ha hablado (véase la pág. 172) como una
de las múltiples actividades e1nprendidas por los gobiernos para reco-
ger información, puede conte111plarse también con10 un caso de venta
de información. El gobierno holandés recompensó de forma regular a
los embajadores extranjeros, por ejemplo a los venecianos, por pasarle
información confidencial. 16 Como ya hemos indicado (véase la pág.
191 ), los documentos oficiales podían copiarse y venderse. El escritor
francés Amelot de la Houssave •
fue acusado de 'render doct1111entos ro-
hados n1ientras l1abía dese111peñado el cargo de secretario e11 la emba-
jada francesa. La difusión de las hojas inforrnativas durante el siglo
XVII convirtió la inforn1ación política en una n1ercancía que <<por pri-
1nera vez se con1pró )r se vendió en cantidades co11siderables>>. 17 La ri-
validad en la búsqued.a de nt1evas tecnologías desembocó en el espio-
naje industrial.

ESPIONAJ E INDUSTRI1\L

El progreso en el co11ocimiento se vio in1pulsado por su valor intrínse-


co, pero también por sus consecuencias económicas. Bacon y sus segui-
dores trataron de inejorar algunos procesos indt1striales, con10 la ela-
boración de tintes y cristales. 18 Estas mejoras se difundieron por toda
Europa gracias al espionaje industrial. Al analizar el fe11ó1neno del es-
pionaje, con10 en otros mt1chos ejemplos con1entados en este libro, es
importante e'ritar la proyección de nuestros conceptos en el pasado.
El espionaje industrial no puede definirse con precisión en una época en
que a menudo los empresarios se mostraba11 orgullosos de enseñar su
tecnología a los vis.i tantes extranjeros. En la República holandesa, a los
extranjeros les fue especialn1ente fácil descubrir có1110 trabajaban las
nuevas máquinas, de ahí que sea prudente seguir a un sabio destacado
en este campo y hablar del <<espionaje como límite del espectrc) infor-
mativo>>, vinculá11dolo con los intentos de gobiernos y e111presari<)s

16. Rowen (1987); Bély (1990), págs. 2 3Oy sigs.


17. Cobb (1970); Tucci (1990); Infelise (1997, J. 999a); Dooley (1999), pág. 9.
18. W ebster (1975), págs. 388-396.
200 HISTORIA SOCIAL DEL (:()NO(:JMIENTO

particulares por atraer a trabajadores ct1alificados proceden.tes del ex-


tra11jero. La razón de ese vínculo es que el conocimiento artesano fue
y es difícil de poner por escrito, de manera que la transfcre11cia de téc-
nicas estuvo vinculada a la emigración de trabajadores. 19
·un ejen1plo famoso de ese tipo de atracción de fi11ales del siglo X:\r11,
cuando los gobiern.os e1n1)ezaron a mostrarse cada vez más interesados
en la industria y el comercio, fl1e el intento de Colhert de llevar a
Francia artesanos ve11ecianos para que le pusiese11 al cc>rriente de las
técnicas secretas de la in.dustria del cristal. Se ha dicho que el embaja-
dor de Venecia en Fra.t1cia liquidó a algunos de esos artesanos antes de
que di\'lllgasen los secretos. Los extranjeros acudieron a Ve11ecia para
descubrir las técnicas. El mate1nático escocés James Stirling, apodado
<<el Ve11eciano>>, vivió en Venecia cerca de diez años a comienzos del
siglo XVIII. Se supone que llegó a descubrir el secreto de los vidrieros
venecianos y que, posteriormente, abandonó Venecia por ten1or a ser
asesinado.
Los venecianos no fueron los ú11icos que atrajeron este tipo de ate11-
ción. En el siglo XVIII, el gobierno de Ro1na in.vitó a un artesa.r10 de
Lyon a que i11trodujese el 1nétc>dc> francés de teñir la seda y envió a seis
tejedores a Turí11 para que apre11diesen los métodos holandeses. En esa
rnisn1a época, l()S fran.ceses, los suecos, los rusos y los austríacos esta-
l)a11 i11teresados en adquirir la téc11ica y a trabajadores ingleses. En
1719, en. In.glaterra se produjeron protestas en contra de la emigración
de trabajadores cualificados a Francia y a Rusia. Se dice que el austría-
co Joseph Emmanuel ~'ischer von Erlach (hijo del fan1oso arquitecto),
cuyos viajes por I11glaterra a co1nienzos de la década de 1720 fu.eron
sufragados por el gohier110 de su n.ación, espió la tecnología del vapor
de los ingleses. Algunos ciudadanos st1ecos que había11 visitado I11gla-
terra i11for1naro11 al Co.r1sejo de Minas <) a la Ofici11a del Hierro de su
pro¡)io país acerca de la maqui11aria que hal)ían })Odido observar y di-
bujar. E11 la década de 1780, u11 in.geniero francés viajó por Inglaterra
para recc>ger inforrnación sobre la ccrá1nica de la casa \!Vedgwood, los
telares de rnedias y otras máquinas, y regresó a Fra11cia con tres traba-
jadores ingleses, <<sin los cuales esas 1nismas máquinas habrían sido
prácticatnente inútiles>>.:º

19. Harris (l 985); véase Cípolla (1972).


20. Zacharias (1960); Robinson (197 5); Lindqvist ( 1984), págs. 95-178; Harris
(1985, 1992, 1996a, l 996b); Davids (1995).
LA VE:l\'TA DEL CONOC l.VllEN'I'O: EL .Vl ERC;\DO Y LA I1VIPRENTA. 201

Co~\1ERC10 E INFORMACIÓN

Tanto el con1ercio como la in dustria dependían. de lo que se l1a llama-


do <<la búsqueda de la i11for1nació11 que a u110 1nis1no le falta y la pro-
tección de la inforn1ació11 que u110 1n.is1n.o posee>>.21 L as ferias i11terna-
cio11al es de Besa11c;o11, P iacenza, Francfc)rt y <)tr<)S lugares actuaro11
cotn.o centros de intercan1lliC) de infor111ación tanto co1110 de productos.
La cultura 1nercantil era una cultt1ra escrita y así lo había sido ya du-
ra11te la Edad Ñledia. La af1r1nación de G iovanni Rt1cellai, inie1nbro de
t111a conocida familia florentina del siglo XV dedicada al comercio de la
la11a, según la cual un buen con1erciante sie1npre debía tener los d edos
manchados de tinta no representaba un punto de vista excepcio11al.22
L as rutas co111erciales se n·azaron sobre el pa11el y los flujos co1nercia-
les dependieron de flujos de infor.n1ació.n .
Durante el siglo J(VJ, las cartas envia<.ias al hc)gar desde ciudades co-
111erciales destacadas ele Et1rc)pa y Asia p<lr 1n ie1nbros de las farnilias de
111ercacleres de Génova, Venecia, Florencia y otras cit1dades represcnta-
rc)n 'rirtuales <<bancos de datos>>. La diáspora n1ercantil genovesa, por
ejen1plo, podía encontrarse en 1\Jnberes, Se,rilla, Lisboa, Londres, Co-
lo11ia, Qt1íos, Orán, Alepo, cte. Las hojas informativas de los Fugger
enviadas desde diferentes partes del mundo al cuartel general de la fa-
milia en Augsbu rgo entre 1568 y 1605 representan un testimo11io co111-
plementario de la importancia y, al x11ismo tiem po, d e la pe rcepció11 de
la importancia de la infor1nació11 e.n el cornercio internaci<l11al. 23 U11a
de las r azones que explicar.ía el 11otable éxito C<)mercial de algunas 111i-
11orías étnicas y religiosas -ju<.iÍ<)S, parsis, cuáquer<>s, viejos creyentes,
etc.- pt1ecle haber siclc> la creació11 de redes de inforrnación que rest1l-
taban relativa1ne11te i11accesibles para los extraños.
El espionaje político e indt1strial estuvo acompañado del espionaje
cornercial. Por ejen1plo, ta11to los venecianos como los españoles trata-
ron de d escubrir los secretos del comercio portugués con Oriente.
Cuan do los rumores acerca de las especias que llegaban de la India a
Lisboa alca11zaron Venecia en 1501, el gobierno de la ciudad reacc.io11ó
enviando un age11te a Portugal para qu e deset1briese qué era lo que es-
taba pasando y le i11forn1ase sobre el asu11to. 'TI1l i11for111e ha lleg·ado l1as-

2 J. c.;eertz (l 979).
22. Bcc (1967); H ccrs (1976).
2 3. Doria. (1986).
202 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCLVIIENT<)

ta nosotros. El piloto español Juan de la Cosa fue enviado a Lisboa en


1503 por parecidas razones. En situaciones de intensa corr1petencia, al-
gunas ventajas adicionales en la información del mercado pueden ser
sumamente provechosas. No tie11e nada de extraño, pues, que en 1478
algunos venecianos hicieran un agujero e11 el techo del palacio del dux
con el fi11 de co11ocer las últimas noticias procedentes de Estambul. En
el siglo X\', el gran cornerciante J acques Coeur u tilizó las palomas rne11-
sajeras, 1r1ientras que en Japón los agentes de cambio e11 la Osaka del si-
glo X\lII utilizaron fuegos, t)anderas y palornas rr1ensajeras para trans-
mitir infor1nación acerca de los precios del mercado. 24 La inforrnación
acerca de las rnercancías ya es u11a mercancía por sí mis111a, y hubo un
rnercado preparado para la infor1nación acerca de los mercados.
No tiene nada de extraño, pues, que en 1661 el 'ricepresidente de
la Compañía lnglesa de las Indias Orientales, sir Thomas Chamber-
lan, pidiese a un agente que trabajaba en Bantam (java) que le e11viase
un infor1ne sobre el comercio de C:amhoya, Siam, c::hina y Japón. 25 I~a
información acerca de las transacciones realizadas en el pasado sirvió
de guía para las futuras estrategias, y por esta razó11 tanto las compa-
ñías corr1erciales como las e1npresas privadas terrninaron disponiendo
de registros e i11cluso de archi,ros propios. En 1609, por ejemplo, el
tril)u11al de la Cornpañía de las Indias Orientales de Londres ordenó
que se llevase un registro de las cartas recibidas y enviadas por la
corr1pañía. El conocimiento de las mejores rutas comerciales tuvo un
enorme valor comercial, razón por la cual las compañías comerciales
se interesaron, como ya hemos visto anteriormente (véase la pág. 86),
por conocer la geografía y la navegación. En Londres, por eje1r1plo, Ja
Compañía de Rusia pagó en 1561 para hacerse con u.n.a traducción i11-
glesa del tratado sobre el arte de la navegació11 de Martín Cortés. La
c::ompañía d e las Indias Orientales co11trató a Tho111as Hood y a Ed-
ward Wright para qt1e diesen clases a sus rniernbros sobre matemáticas
y navegación, y a Richard Hakluyt para que escribiese la historia de la
corr1pañía. En Fra11cia, la Compagnie des Indes encargó el farnoso
mapa de la India de D'Anville (1752). Sin exagerar las semejanzas exis-
tentes entre los primeros siglos de la edad moderna y el siglo X:XI, po-
demos afirmar que entonces las compañías ya actuaban con10 patroci-
nadoras de investigación.

24. Yazaki (1968), pág. 235.


25. Bassett (1960), pág. 225.
LA VENT A DEL CONO CIJltIIENTO: EL MERC:AVC) Y LA I.i\1PRE ~TA 203

Un eje1nplo sorprendente ele la tom a de conciencia del valor comercial


de la información en este período nos lo ofrece la historia de la Con1-
pañía Holandesa de las Indias O rientales, conocida como la V()(·: (Ve-
reenigte Ost-Indische Compag11ie). La VOC ha sido descrita co1no
una <<multinacional>>, con exigencias de i11formació11no1nuy diferen-
tes de las d e t1n iinperio. 26 El éxito d e esta cotnpañía ha siclc> atribuido
(e11tre otras cosas) a su <<eficaz recl infc>r1nativa>>, si11 parang·ón entre
sus rivales en este punto. 27 La \ TOC se preocupó de cartografiar sus te-
rritorios, y sus 111apas y cartas de 11avegación fueron actualizados una y
otra vez. E11tre 1633 y 1705, la VOC utilizó a 1nie1nbros de la famosa
familia de i1npresores Blaet1 para dibujar sus mapas, es decir, como
elaboradores de mapas inanuscritos que cont enían infor1nación secre-
ta qt1e no aparecía en los famosos atlas de la citada casa editora. IJos
cartógrafos tenían que jurar ante el bt1rgo111aestre de la ciudad de AI11s-
terdam que no i1npri1nirían detern1i11ada infor1nación en estas cartas
de n avegación)' que 110 la revelarían a 11ad ie que no fuese mien1bro de
la co1npañía. Tales cartas se prestaban a los pilotos para (1ue las utiliza-
sen dt1ra11te los viajes, pero debían clevolverse a la cornpañía t1na vez
ter1ni11ados éstos. A pesar de todo, a veces los extranjeros consiguieron
hacerse con una de estas cartas por d inero. Una carta de navegación
holandesa que actualrnente se encuentra en t1n archivo francés lleva la
i11scripción <<co111prada a un piloto holandés>>. De manera parecida, lo
qt1e la co1npañía calificaba eufemísticamente de <<gratificaciones>> daba
acceso a la VOC a la información de los diplomáticos, tanto hola11de-
ses como extranjeros. 28 La infor111ación política era, evidente1nente,
importante para la compañía. c:uando los holand eses apresaron al je-
suita italiano Martini al volver de Chi11a (véase la pág-. 78), lo so1netieron
a t1n interrog·atorio en Batavia y la VOC se mostrc) suman1ente intere-
sada por la n(>ticia d e la caída de la dinastía Ming.
IJo 1nás 11otahle en el siste1na infor111ativo de la VOC ft1e la i1npor-
tancia qt1e concedía la con1pañía a los informes regulares por escrito.
El énfasis puesto en los infor m es regulares co11oció casos análogos en
otros lugares de Europa a comienzos de la edad moderna, aunque se tra-

26. Goody (1996), pág. 116.


27. Steensgaard (1982), pág. 238.
28. Koe1nan (1970); Schil<ler (1976), págs. 62-63; Smith (1984), pág. 994.
204 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCJtvfJENTO

tó de ca111pos 1nuy diferentes , concretamente el Estado de Ve11ecia,


con st1s relazio1zi diplo111áticas, y la Compañía de Jesús, con su sisten1a
de las <<cartas anuales>>. Naturalmente, la VOC destacó la inforn1ación
coJ11ercial, especialmente en forma de estadísticas. Por eje111plo, el go-
bernador y el consejo de Batavia (actual Yak.arta, en Indonesia) envia-
ban u n informe anual, conocido como <<carta general>>, a los directo-
res (los XVIII Heeren). Otras cartas más específicas, que hoy todavía se
pueden encontrar en los archivos de L a I-Iaya, i11cluían infor n1es de re-
giones y factorías (por eje1nplo, de Surat), con todo tipo de datos esta-
dísticos.
Pieter van Dam, un abogado que trabajó para la VOC durante 111ás
de cincuenta añ<>s , resurnió estos inforn1es a instancias de los directo-
res , que le habían pedido que redactase un relato confidencial de los
negocios de la co1npañía para uso interno de los mismos. Al par ecer, la
VOC adquirió conciencia con relativa rapidez de la importancia que
tenía para las estrategias comerciales·la recogida sistemática de infor-
mación, especialmente de tipo estadístico. u·na figura clave en este
proceso fue Johannes Hudde, maten1ático d estacado y burgomaestre
d e Ainsterdam, a la vez que director de la cornpañía. Gracias a Hudde,
ya e11 1692 se a11alizaban las cifras de ventas cc>n el fin de deter111inar la
política futt1ra de la con1pañía sobre precios y pedidos de pimienta y
otros productos de Asia. 29 Co1no en el caso de los informes, los eje1n-
plos más cercanos al interés de la VOC por la estadística no los tene-
mos en empresas rivales, sino en la Iglesia católica y en el Estado cen-
tralizador (véase, anteriormente, el capítulo 6).
Justamente corno estas institucio11es, la VOC no fue capaz d e guar-
dar para sí todos sus secretos. La Con1pañía I11glesa de las Indias
()rienta1es, por ejemplo, compró de for1na regular i11formació11 confi-
dencial acerca de las fechas de llegada y del tipo de cargarnento de los
bt1ques de la VOC procedentes de Asia. El historiador holandés -y
antigt10 redactor de boletines informativos- Lieuwe va11 Aitzema
consiguió incluir la transcripción exacta de u11 informe confidencial
enviado a la compañía sobre ·la situación en Asia en el qt1into volu111 e11
de su 11istoria de los Países Bajos (pt1blicada por pri1nera vez e11 1657-
1668).30

29. Sn1itl1 (1984), págs. 1.001 - 1.003.


30. Poelhekke (1960); Sn1ith (1 984), pág. 996; Rowen (1987).
LA VEN"rA DEL C000Cli\11EN"l'O: EL .VlERCADO Y LA LVIPRF.N'l'A 205

Et ORIGEN DE LA BOLSA

Entre otras cosas, las Bolsas eran instituciones para el intercambio de


inforrnación. Durante los siglos XV-XV1I se fundaron Bolsas en Brujas
(1409), A1nberes (1460), L)ron (1462), Arn.sterdarn (1530), I.ondres
(1554), Han1burgo (1558) y Copenhagl1e (1624). Originalmente mer-
cados de ¡1roductos, las Bc>lsas se convirtieron en nlercadc>s de vai<>res.
El mercader jl1dío sefardita J oseph Penso de la Vega nos ofreció una
realista descripción de la Bolsa de Anlsterdam en un diálogo en espa-
ñol que lleva el simpático títt1lo de La confasió1z de co1zfitsiones (1688).
El diálogo muestra que la práctica de la especulación con los valores
de la compañía e incluso la distinción entre <<toros>> y <<OSOS>> se habían
convertido ya en usos normales en aquel momento (en Inglaterra, la
expresión <<comprador de pieles de oso>> ya se utilizaba en el año 1719
para referirse a alg·uien que compra la piel a11tes de que el a11irnal sea
cazadc)). 31 En Londres, lc>s <<agiotistaS>> (el térn1inc> acuñado en inglés
durante el siglc) XVTT ¡1ara designar a estc>s persc>najes fue stockjobbers)
frecuentaban la cafetería deJonathan, er1 Exchange .L<\lley, para co1r1er-
ciar con noticias, concretan1ente noticias c.iel <<Gran 1r1ar del Sur>> (el
océano Pacífico ,r, •
consecuenten1ente, América del Sur), años antes de
que estallase la <<Burbuja de los mares del Sur>> _:_es decir, el proyecto
de los mares del Sur, de la Compañía de los Mares del Sur- en 1720.
Las Bolsas se 111ostraron especialmente sensibles ante cualquier
noticia relacio11ada con la oferta y la den1anda. Vega, por eje111plo, de-
batió el efecto sobre los rnercados de las noticias procedentes de las
Indias, así corr10 de las inforn1aciones sobre la guerra y la paz en E,uro-
pa. No es de extrañar, pues, que delil)erada111ente se divulgasen run10-
res co11 el fin de influir en la sul)ida y la l)ajada e.le lc>s precic>s. Un case>
muy conocido de tina época algo posterior fue el rumor de la rn.uerte
de Napoleón que se difundió en Londres en 1814. 32
Como la especulación en la Bolsa, los seguros n1aríti1nos constitu-
yen un buen ejemplo de negocio particularmente sensible a la infor-
mación. El negocio de los seguros se desarrolló en diversas ciudades,
concretamente en Génova, Venecia y Amsterdam, pero desde finales
del siglo :>...'VII Londres tomó el relevo. Como los agentes de Bolsa, los
aseguradores se reunían en determinadas cafeterías para intercan1biar

31. Israel (1990b).


32. Barbour (1950); Reinhartz (1987); Israel (1990a).
206 HISTORIA SOCIAL DEL COJ'..TOCI!.'lIEKTO

r1oticias. A fi11ales del siglo XVII, Edward Lloyd poseía una cafetería en
Lornbard Street, el antiguo distrito de los negocios de la City. Natu-
ralmente, los comerciantes, n1uchos de ellos interesados en recoger in-
formación sobre las entradas y salidas de los barcos, frecuentaban ese
establecirniento. A partir de aquí, no tiene nada de extraño que Llo)rd
decidiese fundar un periódico especializado en la información sobre
transporte 1naríti~o ni tampoco que desarrollase los seguros maríti-
mos en Londres. Este y no otro es el motivo por el que hoy los segu-
ros marítimos siguen estando estrechamente asociados a su no111bre:
Lloyd. 33

LA IMPRENTA Y LA VENTA DEL CONOCIMIENTO

La adquisición de conoci1niento de todo lo relacionado con los nego-


cios se vio favorecida naturalmente y de for1na creciente por la impren-
ta. Proliferaron los tratados acerca de có1no ser comerciante. La infor-
1nación cornercial acerca de las ferias de muestras, la llegada de barcos
y los precios de diferentes mercancías se pudieron difundir cada vez
más por medio de textos impresos. En la década de 1540 se ¡)ublicaron
de forrna regular listas de los precios de las merca11cías expuestas en el
mercado de Amberes. El Calendarittm o Messrelatio1ien de Francfort (pu-
blicado a partir de 1588) infor1naba acerca de las ferias <le muestras de
la ciudad. D esde 1618, algunos periódicos holandeses ofrecieron infor-
mación acerca de la llegada de plata a España procedente del Nuevo
Mundo. Lloyd's News (Londres, desde 1696) informaba sobre los trans-
portes marítitnos. Algunos periódicos especializados, como la Gazette
Universelle de Commerce (fundada en Copenhague en 17 57), daban no-
ticias sobre los precios de determinados productos y, al rnisn10 tiempo,
sobre las entradas y salidas de barcos.l• A partir del último cuarto del si-
glo XVII, los diccionarios de comercio se convirtiero11 progresiva111ente
e11 una forma común de libro de co11sulta, empezando con el libro de
Jacques Savary Pa1fait 1iegociant (l 67 5), dedicado a Colbert.
Tan1hién llegó a imprimirse información comercial n1ás confiden-
cial, con o sin el pern1iso necesario. Ya he citado aquí el ejemplo del his-
toriador holandés Aitzetna. En otros tratados holandeses del siglo X\7Il

33. Barbour (1928-1929); Dawson (1932).


34 . .Nlorineau (1985), págs. 42-55; Popk.in (1990), pág. 205; Sgard (1991).
LA VEN'fA DEL CONO(;J.\l lENTO : F.L NIEKC:ADO Y LA fMPRE~TA 207

tam bién se publicaron docu mentos comerciales; por eje1nplo, en la


historia de la VOC (1646), de Commelin, y en la historia de los ho-
landeses en Brasil (1647), de Barlaeus, que pudieron cons11ltar los ar-
chivos de la Compañía de las Indias Occidentales. 35
La publicación de libros constituyó por sí misma un comercio que
atrajo el interés de hon1bres de negocios que d11rante el siglo xvya ha-
bían. colaborado en la fi11anciación de los impresores. 16 11ás importan-
te todavía, al menos desde la perspectiva de este estudio, fue el hecho
de que la letra impresa sirviese de acicate para la comercialización de
todo tipo de conocimientos. Una consec11encia ob,ria pero significativa
de la invención de la imprenta fi.1e q11 e los e111presarios se compro1ne-
tiero11 más estrechamente en el proceso de difusió11 del conoci1niento,
<<el negocio de la Ilustración>>.37 Con frecuencia los impresores encar-
garon por su cuenta nuevas ediciones de textos clásicos, tra.d ucciones
y libros de consulta.
L a p ublicación frecue11te de diferentes obras sobre el mis1no tema
práctica111ente al 111is1no tiempo muestra hasta cierto punto la rivalidad
que existía entre los impreso res, igual que las pretensiones consigna-
das en las portadas de tnuchos lilJros de q11e las 11uevas ediciones eran
111ás exactas que las anteriores o que incluían m ás i11formació11 o que
iban provistas d e un índice de 1naterias <.lel que carecían sus ri,rales. Un
ejemplo lo tenemos en el volumen de cartas de mision eros que traba-
jalJan ei1 J apó.n publicado en Lovaina en 1570; en su portada se afirma
que esta tercera edición ha sido <<más cuidadosan1ente preparada y en-
riq11ecida con un í11dice>> (currt i1zdice castigatior et auctior). 38 La tenden-
cia a pr oducir atlas, enciclopedias, etc., cada vez más amplios y deta-
llados se vio alimentada por la rivalidad comercial.
.Kste aspecto queda refl.eja.clo por la cronología de algunas <.le las
obras de consulta i11ás significativas. A la publicación e11 163 5 del Atlas
de Blaeu siguió, de forma casi inrnediata, la de su rival, el Atlas novus de
Jansson, en 1638; a las bibliografías jurídicas y n1 édicas preparadas por
1\1artin Lipen (1679) siguieron las de Cornelis ele Beughen1 (1680-
1681); tras la colección de libros de viaj es editada por lcJs Churchill (a
partir de 1704) apar ecieron la de H arris (1705) y Stevens (1711); tras
el Universal Dictionary ofTrade de Postlcthwayt (1 75 1- 1755), Rolt pu-

35. Harmsen (1994), pág. 164.


36. Balsamo (1973).
37. D arnton (1 979).
38. Richardson(l994).
208 HIST O RIA SOC IAL DEL CONOCIMIENTO

blicó A New Dictionary ofTratle (1756); fi.11alrne11te, a la edició.t1 revisa-


da de la Encyclopaetlia Britannica (1777) sigt1ió la edición tarnbién revi-
sada <le Cl1a1nbers (a partir <le 1778).
A]gu11os i111presores se adhirieron perso11alrne11te a .rnovirnie11tos
intelectuales corno el Hutnanisrno, la Reforma protesta11te o la Ilus-
tració11. A otros, sin ernbargo, sería más exacto calificarlos de merce-
narios, ya que trabajaron tanto para los católicos como para los pro-
testantes durante las guerras de religión. Algunos de estos impresores
ya fueron plenamente conscientes de la irnportancia de la publicidad,
es decir, de la necesidad de imprimir información acerca de los bienes
y servicios para facilitar la venta de los mismos, una práctica que se de-
sarrollaría durante el siglo X\TJI. Las hojas informativas holandesas del
siglo Xv1I 11acíar1 publicidad de libros y <le los servicios de tt1tores pri-
vados. En Londres, hacia 1650 t1n periódico publicaba pc)r tér1ni110
medio seis anuncios; un siglo más tarde, la inedia de anuncios era de
ci11cuenta. 39 E11tre los artículos publicitados de esta manera en I11gla-
terra a finales del siglo XV1I se co11taba11 obras de teatro, carreras, cu-
randeros y <<polvo de tinta de Holman>> - tal vez el primer nombre de
marca para referirse a un producto patentado en 1688- . Los almana-
ques también llevaban regularmente propaganda y tenían t1n círculo
rnuy amplio de lectores. En I11g·laterra, el alma11aque de Gadbury para
el año 1699 proclamaba las virtudes de las <<píldoras escocesas del doc-
tor Anderso11>>, n1ie11tras que su rival, el alrnanaque de Coley, se 111os-
traba partidario de las <<pastillas de Buckworth>>. 4º·
Era frecue11te que libros y diarios 11iciesen publicidad de otros li-
bros y diarios. Las páginas de portada y de contraportada a11unciaba11
otras obras que ve11día el mismo impresor (la disti11ción moderna en-
tre irnpresor y editor aú11 no era normal en este período). Ct1ando e11
1721 se publicó e11 La H:aya la traducción francesa del tratado de Men-
cke <<La charlatanería de los sabios>>, el impresor añadió u11 suplemen-
to de veintinueve páginas con la lista de los libros que él vendía. En
Italia, ya en 1541 se publicó un catálogo independiente de libros, co11
sus respectivos precios . A partir del siglo XVI, la Feria del Libro de
Francfort hizo que deter111i11ados títulos fueran conocidos internacio-
naln1ente (como sigue sucedie11do en la actualidad). A fi11ales del siglo
XVII, los diarios eruditos i11formaba11 de publicaciones recie11tes (véase,

39. Dahl (1939); Sutherland (1986).


40. \.Va1ker (1973).
LA VENTA DEL CONOC l.\1 IEN'T'O : f.L MERCA!)(} Y LA l!VIPRENTA 209

111ás adelante, la pág. 218). La práctica de e11viar por corree> catálogos


de los lil>reros a posibles clientes se generalizó durante el siglo X\lJil.41
l\l final <le este período, en Fran cia se publicaba sema11almente un ca-
talogue des livres nouveaztx.
A 1ne<lida ql1e au1ne11taba11 los beneficios i1ote11ciales, la necesidad
de i1roteger la propiedad literaria o intelectual por 1nedio ele leyes ge-
nerales resultó cada vez; 1nás a¡)ren1iante (véase, anterior1nente, la pág.
194). En Inglat erra, por ejemplo, en 1709 se aprobó un D ecreto sobre
los der ech os de autor. La aprobación de este decreto podría interpr e-
tarse con10 un intentC? de solucionar el problema de las concepciones
rivales del conocimiento como bien privado o público. A conti11uación,
en 17 3 5, se aprobó el D ecreto sobre los derechos d e los gralJadores,
gracias a los esfu erzos de William I-Iogarth, que h abía padecido más
que la mayor parte de los artistas los efectos d el plagio de su obra. En
F ran cia, después <le la R evolución, concretamen te en 1791y1793 , se
aprobaron alg·t1nas leyes parecidas a las inglesas.
Sin. embargo, el plagio se siguió practica11do. Así surgió la con1pe-
tcncia ileg·al, conocida e11to11ces co1110 contrefaron (<<falsificació11>>), o,
con un tér1nino más expresivo aú.r1, <<11i ratería>>. Consistía básicamen-
te en la publicación de libros cuyos derechos <le autor correspondían a
person as distintas de los impresores. Como ejemplos paradign1á ticos
de la co1nercialización del conocimiento, pirater ía inclu ida, 1nerecería
la ¡)e11a a11alizar más de cerca la situación de tres ciudades c1ue fueron
centros de ¡1rimera i111¡)ortancia en la publicación de libros: Venecia
durant e el s iglo XVI, ...t\.in sterdam durant e el siglo XV1l y Londr es du-
rante el sig·Lo X\7TTI.

V ENECIA DURAN'l'E EL S I GLO XV I

Durante el siglo X\' se publicar on en Venecia más li b ros que en cual-


q11j er otra ciudad europ ea (cerca de cuatro mil quinientas ediciones, lo
q11e sign.ifica unos dos rn.i llones de ejemplares). I_,a con1peten.cia era n111y
fuerte y alg·t1n.os i1npresores ya practicaban entonces al espionaje indus-
trial, a<lc111irien.do las galeradas de un libro d11rante el proceso de pro-
ducción con el fin de sacar al m ercado una edición rival casi silnultán ea
del mis1no. ~o tiene n ada de extraño , pu es, qu e el prin1cr reconocí-

41. Ra.ve11 (1993).


210 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCiiVIIEN'fO

n1iento de los derechos de autor tuviera lugar en Venecia y en esta


época. 42
Durante el siglo X\lJ \Tenecia mantuvo su posición de centro desta-
cado de la producción de libros d e Europa, co11 cerca de qui11ie11tos ta-
lleres de in1presión que sacaro11 al mercado unos dieciocho millones
de ejen1plares. Uno solo de estos irn¡Jresores, Gabriel Giolito, realizó
cerca de c)chocier1tas cir1cuenta edicio11es. Giolito abrió sucursales de
su librería er1 Bolor1ia, Ferrara y Nápoles, y fue tal vez el prin1er libre-
ro que utilizó este método para ampliar su negocio. Parece que tam-
bién fue el primero que publicó series de libros o, como él mismo de-
cía, libros en callana («collar>>, <<colección>>).43
El abultado número de impresores instalados en Venecia era uno
de los atractivos de la ciudad para los ho1nbres de letras, puesto que el
mercado les pern1itía gar1arse la vida sir1 depender de patro11os. Pietro
Aretino fue el rnás farnoso de este grupo de hombres de letras, apoda-
dos poligrafi por haber escrito n1ucho )r sobre una enorme variedad de
temas para poder sobrevivir: prosa y verso, traducciones, adaptaciones
de otros escritores y especialmente obras co11 informaciones prácticas,
incluida una guía de Venecia destinada a los visitantes de la ciudad, li-
bros de conducta y un tratado que explicaba cómo escribir cartas sobre
asuntos tan diversos como el amor y el dir1ero. Algu11os de estos poligra-
fi trabajabar1 para irn¡Jresores cor1cretos (especialmente para Giolitc))
corno revisores y correctores de pruebas, 11uevas profesiones surgidas a
raíz de la i11venció11 de la im¡Jrenta. Aunque te11ía11 sus homónimos en
otros lugares, como París y Londres, Venecia fue el principal centro de
los escritores profesionales durante el siglo XVI.
Los libros impresos no eran simplemente mercancías. Además de
ve11derse se regalaban, y estos obsequios, corno las dedicatorias de los
autores a sus amigos y rnecenas, contribuía11 a n1ante11er las relaciones
sociales.44 A pesar de todo, como ya señalara más de u11 coetáneo, en-
tre otros el autor de u11 tratadc) sobre el tema IJublicado er1 Venecia e11
1590, a veces tales dedicatorias obedecieron a intereses con1erciales.
Ciertos escritores mercenarios siguieron el ejemplo de los impresores
mercenarios. 45

42. Richardson (1999), págs. 42 y 69.


4 3. Richardson ( 1999), pág. 13 3.
44. Davis (l 983).
45. Lucas (1989).
LA VF.N' í/\ DEL CON()C J.\1TF.NTO: E L iVl..b:RCADO Y LA IMPR E.l'\TA 211

A:\tlSTERDAM DURAN'l'E EL SI GLO XVII

Durante el siglo X\lll, la República holandesa sustituyó a Venecia como


isla de relativa tolerancia d e la diversidad reli giosa y ta1nl)ién como cen-
tro principal.y mercado ce.n tral de i11for.mació11. Co1110 dir.ía Bayle e11
1686, la República hola11desa se convirtió e11 <<al1nacén general>> de in-
formación. 46 La exportación de n1aterial es i1npr.esos e11 latín, francés,
inglés, alemá11 y otras lenguas cc>ntribuyó de manera significativa a la
prosperidad de esta n ueva nació.n. Por eje1nplo, la prim era enciclope-
dia hú11gar.a, de Apáczai Csere J ános, se publicó en Utrecht en 1653.
El núcleo <le este centro correspondió a la ciudad de A1n.sterda111.
Du ra11te la segru1da 1r1itad del siglo xv11, A1ns terda111 se co11virtió en el
centro más importante d e la producción de libros de Europa, ocupan-
do el lugar que en otro tiempo había correspondido a Venecia. Duran-
, te el cuar to de siglo que va de 1675 a 1699, Amster.dam contó con más
de doscie11tos setenta libreros e impresores. La fa.milia Blaeu publicó
siete catálogos a partir de 163 3. Cc>1nc> en Ve11ecia, los inapas y los re-
latos de viajes constitt1yeron tina par.te sustancial del repertorio de los
impresores. Jan Tessing, pc>r ejemplo, publicó un mapa del sur de Ru-
sia en i\mster.dan en 1699. H endrick D oncker concentró su p rod uc-
ción en los libros de viajes y en los m apas. El mayor taller de i1npre-
sión d e Arl1 st:erdam, el de Jan Blaeu (hijo de Willern) junto al
Bloemgraclit, se especializó en la publicación de atlas. Otro tanto hizc>
su rival Willem J ansson, que lo 1nis1no qu e Giolito al> rió sucursales, en
este caso en L eipzig y otros lugares.47 C ome> ya hemos dicho (véase la
pág. 78), el jesuita italiano Mar.tino Ñl artin i visitó A1n sterdam en 1653
con el fin de concertar cor1 la casa Blae11 la publicación de su. atlas d e
Cliina.
Los i111p resores de Amsterda1r1 , como anteriormente los de Ven e-
cia, se especializaron en la impresión de libros en diversas lenguas. Im-
pri1nieron Biblias en in glés y las vendier on c 11 Inglaterra a un precio
1nás bajo que las publicadas en suelo inglés.48 Hasta finales del siglo
XVTI, <<los rr1arinos ingleses dependiero11 d e las cartas·y las i11struccio-
11es de navegación publicadas por iIIlJ)resores holandeses, incluso tra-
tándose de las costas de ln glaterra>>.49 No sólo i111pri1niero11 libros en

46. Gardair (1984), pág. 10.


47. Koen1an (1970).
48. 1-J.oftij:t.cr (1987).
49. Vern er (1978).
212 HISTORIA SOCL'\L D E L CONOCINllEN'l'O

neerlandés, latín, francés, inglés y alemán, sino también en r uso, yid-


dish , arme11io y georgiano.
L as minorías étnicas de la ciudad contribuyeron de manera insusti-
tuible a su éxito económjco e11 este can1po. 50 H e11ri Desbordes, de Sau-
n1ur, que en 1681 emigr ó a la República l1ol andesa y un año más tarde
puso u11a tienda en la calle Kalver de Amsterdam, es un buen eje1nplo de
cómo contribuyeron los refugiados calvinistas de la Francia de L uis XIV
a la economía de la ciudad. En 1698 el zar Pedro el Grande, que por en-
t<)t1ces trataba de in troducir el conoci1niento científico y tecnológico en
sus domi11ios, contrató a Ilia Kopievski y a otros émigrés rusos para que
impri111ieran lil)ros técnicos, n1apas y cartas de .n avegación para el mer-
ca<lo ruso .5 1
L a República 11olandesa l1a sido descrita como «<el prin cipal alma-
cén europeo>> de la información acerca del oriente asiático durante las
d écadas de 1650 y 1660. Y no se olvidaban d el res to del mundo. Else-
vier, uno de los im presores n1ás destacados de la Repúl>lica, lan zó lo
que tal vez deba considerarse la primer a serie de lil>ros qt1e contó con
u11 editor académico. J oha11nes de L aet, u11 sabio que t a111bién dese1n -
pefi{> el cargo de directc>r para la Compañía d e las Indias Occidentales,
ll evó a cal)o la tarea de ed.i tar una serie de informes (mencionados an-
teriormen te, en la pág. 105) acerca de la organización y los recursos de
<livcrsos Estados del mundo. ,_i\1g11nos de esos informes los redactó él
mi smo, por ejemplo los referentes a Francia, España, los Países Bajos,
el I mperio O tomano, la India, Portugal )' Pol o ni a. Otros los confic) a
ter cer as personas. 52
D e L aet fue un 11omólogo holandés de los poligrafi ve11ecianos.
Otros pertenecier o11 al grupo de lc>s calvi n istas fra11ceses que se insta-
lar<>n en la Re¡J{1blica holanclesa <iespués de que la revocación, por parte
de Lu.is XIV; del Edicto de Nantes los ht1l)icra obligado a escoger, en
1685, e11tre la conversión al catolicismo y la em.igración. Pierre Baylc,
por ejemplo, que h abía emigrado del sur de Francia a Rotterdam, diri - .
gió el periódico literario Nouvelles de la République des lettres, que a par-
tir de 1684 se publicó m ensualmente en Alnsterdam. J acques Bernard
llegó en 1688 y colaboró con L eclerc (que, aunque prc>cedía de Sui7.a,
también había llegado a An1sterdan1 por esas n1ismas fecl1as, ei1 1683).

50. D ahl ( 193 9); l)avies (19 52); G ibbs (1971 ); Hots (1983 ); Berkvcns-Stevelinck y·
otros (1992).
51. Shaw (1996) , pág. 164.
52 . D avies (1952); D avies (1954), págs. 61 y sigs.; Kley (197 1), pág. 31.
LA VENTA DEL c:<)NC)CL\ll l EN1'(): EL J\.1 ERC·A U() Y LA L'VIPREN'l'A 213

Como ya hemos dicho anterior1nente (véase la pág. 47), la diáspora


calvinista contribuyó al auge del periodismo.
Los divulgadores holandeses del conocirniento, conocidos poste-
riorme11te como los broodschrijvers, al contrario que sus ho1nólogos de
Venecia, J_,011dres o París, todavía no h a11 sido estudiados como gru-
po. 53 Johan11 es de T,aet 110 fue el ú11ico que compagi11ó la actividad de
escritor con otras ocupaciónes. Caspar Barlael1s, por ejeinp1o, dese111-
peñó un carg<> académiC<), per<) además tra<luj<) u11 relat() acerca de los
españoles en el Nuevo .l\.1undo y, at1nque de for111a anóni111a, escribió
u11a descripció11 de Italia y una 11istoria de la expedición de Johan
Maurits de Nassau a Pernambuco. Isaak Com1nelin escribió una guía
de Amsterdam y una historia de los viajes realizados por la Compañía
holandesa de las Indias Orientales. . Olfert Dapper,
.
doctor en medici-
na, fi1e el au tor d e libros sobre Africa ), Asia. i\.rnoldus Montanus fue
pastor, rnaestro de escuela y autor de biografías y libros populares de
viaje co1110 <<l,as rnaravillas d e Oriente:>.· .

LONDRES DUR.A.N"TE EL SlGL() XVlll

El mercado inglés del libro de los siglos X\ll )l xvn ha sido calificado de
<<esencialmente provinciano>> en comparación con el mercado conti-
nental. Hasta la década de 1730, el número de libros importados por
los ingleses superaba al nún1ero de los libros exportados. Hasta me-
diados de] siglo XVIII, I11glaterra no co11tó co11 11ingu11a editorial im-
portante.54 Sin e111bargo, al fi11alizar e] período estudiado en este libro,
la situación cambió, y Jo hizo rápida111ente. Hacia 1777 J,ondres con-
taba co11 setenta y dos libreros, cantidad apenas superada por ninguna
otra cit1dad europea de acruel tie111po (aunque Ve11ecia tenía noventa )r
seis libreros e i1npresores en 1736). 55 La expresión <<el co111ercio>> se
aplicó a los libreros como si éstos se hubiesen co11vertido et1 los co-
. exceiience. Ya en 172 5, Daniel Defoe había declara do
merciantes •oa1·
que <<la escritura [...]se ha con,rertido en una rama muy importante del
comercio inglés>>. Defoe co111paró a los libreros con <<los i11aestros in-
dustriales>> y a los escritores con los <<obreros>>. Conviene añadir que,
de entre estos obreros, e11tonces albrunos ya estaba11 bien pagados. Por

53. Darnto11 (1982).


54. 11cKenzie (1992); Ravcn (1992).
55. Barber (1981).
214 IIIS'l'ORIA S()C:TAL DEL CONO<~ lf\11ENTO

pri1nera vez, u11 pe(¡ueño núrnero de escritores, especialmente autores


de obras que no er an. de ficción, r ecibían por adelantado de sus edito-
res pagos lo suficientemente significativos como para com en zar a pen -
sar e11 d ejar de lado a los m ecenas para vivir de los ing·resos que les
pr oporcionaban sus escritos. Por ejemplo, el doctor J ohi1sc)n, fan1oso
por sus críticas contra el mece11azgo, reci l)iÓ por adelan.tado mil qt1i-
nientas scte11ta y cinco libras esterlin.as por st1 Dictionary en 1746. 56
D a,ri d H ume recibió mil cua trocientas libras a cuenta del tercer ' rolu-
m en de su Histo1y of B1-itain, y W illiam Robertson tres mil cuatrocien-
tas libras por st1 History of Charles V. El pag·o adelantado más cuantio-
so, e11 Inglaterra por lo me11c>s, a lo largo del siglo X\7Jll parece que fue
el qt1e ofrecieron los st1cesores de Nlillar, los socios William Strahan y
T hc)lnas Cadell, por los derechos de autor d el relato del doctor J ohn
Hawkesworth sobre los descubrimientos del capitán Cook: seis mil li-
l)ras esterlinas. 57 El comentario del doctor J ohnson a Boswell sol>re
esta publicación fue n1ordaz: <<Señor, si el lihro en cuestión lo con.si-
dcra usted un objeto d e co.mercio, 11ahrá r.11ereci<lc> la pena; si lo tnira
como un libro destinado a acrecentar el conc>cin1ien.to ht1mano, creo
que no hay mucho que decir acerca del mi smo>>.
No deberíamos ideali zar con demasiada facilidad la situación d e los
escritores del siglc> XVTTT. P or cada uno de los h ombres que triunfaron
en el mu11dc> de las letras, se contaron por veintenas o cente11as el nú-
.m ero de los obreros - y c>l>reras- de la literatura que vi,riero11 e.n. si-
tt1acic)n. de pobreza, en lo que se conoció como Grub Street - <<Calle de
la bazofia>>- (como ya había sucedid o en Venecia durante el siglc) XVT
y en Amsterda1n durante el siglo xv11).58 Era n los m er cenaric)s de la plu-
ma, los escritores <<d e tres al cuarto>>, los taxis de los sigl<>s XVTTT y XIX.
Incluso los triunfadores tuvieron qt1e pag·ar u11 precie) por st111ueva
libertad. J ohnso.n probablemente li.abría j)referido escribir st1s propios
libros nlás que compilar un d iccionario y a P ope le habría gustado más
crear sus propios poemas que traducir los de H om ero. Hume escribió
libros de historia porque se vendían m ejor que los de filosofía y, si pu-
diera volver a la tierra y consultar el catálogo de la Biblioteca Británi-
ca, es poco probable que el hecho de verse a sí mismo catalogado co1110
<<historiador>> le hiciese feliz. De todos modos, es indudable que alg·t1-
nos hombres de letras del siglo x·v1rr gozaron de una 111ayor ii1<lepen-

56. Cochrane (1964).


57. Cochrane (1964), págs. 22-23, 40-45. Véase Shcr (1997).
58. R~;crs (1 972).
LA VENTA DEL CONOCl.\,1 1ENTO : EL NIER<:ADO Y LA IMPREN'fA 215

den cia que sus predecesores del siglo XVI, lospoligrafi, que vivieron de
la edición de libros y la corrección ele pruebas.
Conten111le1nos ah<>ra estos ca1nbios desde la perspectiva de1 irr1-
presor. Con g·astos C<>1no éstos, los impresores necesitaron disponer de
un capi tal de cierta i1nportancia, sobre todo si tenemos en cuenta q ue,
después de pagar por adela11tado al autor y de imprin1ir el 1ibro, el i1n-
presor ¡>odía verse perjudicado por la pi ratería reinante en los te1npes-
tu<>sos rnares del saber. Los piratas litera ri os actt1aron de ordinario
fu era de las fronteras de los Estados centralizados, en zonas donde los
pr ivilegios de los editores no podían ser gara11tizados. i\. inediados del
siglo xv111, la ciudad de Dublí11 se hizo fa1nosa co1110 centro de edicio-
nes piratas de libros ingleses, Ginebra y otras ciudades suizas de libros
franceses y Amsterda1n de hbros en ambas lenguas. P ara sobrevivir en
un mundo corno éste, cada vez más co1npetitivo, impresores y librer<>s
se aliaron C<>11 mayor frecuencia, especialmente en Gran Bretaña. ·En
el sig-lo XVlT, la Compañía de P apeler os estableció s t1 prc>pio <<fonclo
social >>. A. lo largo del siglo XVIII se formó u11a asociació11, denomina-
da The Conger (<<El congrio>>), que d esarrc)ll ó tin sindicato o sistema de
alianzas entre en1presas co11 e.l fin de cornpartir r iesgos y be11eficios.
Así, el Dictionar.y de Johnson lo fi11anció t111 gru110 de ci11co <<empresa-
rios>>, entre los cuales aparecían tres noml)res m uy conocidos: Thornas
Lon gman , Andrew !vlillar y William Strahan. 59
Una man era de ol>tener <."linero por adelantado fue publicando 111e-
diante suscripción . De 11101nento se l1an co1nprobado ocl1enta y siete
casos de pul>licació n de obras in glesas por suscripcic511 antes de 1700.
J o l1 n Ogill>y, por ejemplo, pubhcó algunas traducciones de Virgilio y
H on1erc> de esta 1nanera, y de los ejemplares n o vendidos se desl1izo
mecliante la lotería. Este mis1110 autor r ecurrió a la lotería para fi11a11-
ciar tina descripción de Chi11a, titula cla Rmbassy fronz the East India
Company (1669). 60 La práctica de la suscripción se divulgó todavía m ás
dura11te el siglo XVIII, especialme11te p ara libros caros, y las listas de los
suscriptores se pt1hlicaron a 111enudo en lc>s l1bros v·endidos de esta for-
ma con el fi11 de a11 irnar a otros a seguir e1 ejen1plo. Se han descubier -
to más de dos rr1il hstas de ese tipo y se ha calculado que el nú1nero de
individuos que durante el siglo XVIII co1npraron libros por suscripción
en In glaterra supera 1os cie11 n1il.61

59. Darnton (1979), págs. 13 1-176; Feather (1994); Johns (1998).


60. Clapp (1931, 1933 ).
61. Vlallis (1974), pág. 273.
21 6 HISTORJI.\ SOCL.\L D E L CONO(: li\:llE N'í()

Estos métodos también se util ir,aron a veces en la Europa continen-


tal. En Italia, por ejen1plo, se conoce11111ás de doscientos casos de publi-
cación por suscripcic)11 durante la pri1nera rnitad d.cl siglo XVU.1., y esta
prácti ca se hizo inás coniún todavía a partir de dicho inomento. En la
Repúb lica hola11desa se tien e constan cia de la misma desde 166 1. E,n
Alerna11ia, esta práctica se uti lizó con cierto retraso. La descripción <le
F. G. l{lopstock de la Repúbli ca de las letras, que apareció en 1773, fue
uno <le los pri1r1eros libros alemanes pul).licados y ve ndidos ¡1c>r sus-
cripción.62
F.n Francia, los volúmen es de la colección qu e !VI011tfaucon dedicó
a las imágenes del 111undo antiguo, tin1lada Arttiquité E'xpliqu.ée (1716),
f11ero11 las primeras publicaciones francesas que sig·uieron lo que la
publicidad llamaba <<el rnodelo in glés>> (la maniere d'Anglete1-re), es de-
cir, la publicación por suscripción. En la década de 17 50 se fund ó una
con1pañía de accionistas J>ara publicar un mapa de ,rarias lámi11as de
F.ra11cia, que co11siguió ttnos seiscientos cincuenta suscriptores. La
Encyclopédie, a ¡1esar de tener un precio inicial de casi 1.000 1ibras, co11-
siguió nada me nos que un os cu atro m il suscriptores para la priinera
edición.63 :Por lo qt1e a asociaciones de impresores se refiere, lc>s gastos
anejos a la pu.blicación de M o11tfauco11 fueron sufragados por ocho im-
presores de París, los de la Encyclopédie pc)r cuatro y lc>s de la publica-
ción en Ainsterdam del diario Bibliotheque Universelle por tres. 64

P E R IÓD ICOS Y DIARI OS

L os diarios en partict1lar - por ejemplo, Journal Etr'anger- confiaro11


en las suscripci<>nes . .l\11nqt1c en el siglo XVI ya 11abían estado a la. or<le11
del día los panfletos (folletos) sobre aconteci1r1ie11tc)s coetáneos, los
periódicos y los diarios, que emp ezaron a pul)licarse con posterioridad
a 1600, n1eron los géneros h terarios qu e n1ejor ilustra11 la cornerciali-
zación de la información. La noticia ya se conte111pló corno una mer-
cancía en el siglo XVII. E,n su co1nedia The StajJle of News [<<El g·ancho
de las noticias>>, 16261, donde se ridiculiza el auge de los monopolios,
Ben J onson se in1aginó la apertura de una nueva oficina, <<Un lugar de

62. Lankho rst (1990); Waquet (l 993 a).


63. Wallis (1974); D arnton (1979), págs. 2 54- 263, 287- 294; Pedley ( 1979); Pelle-
tier ( 1990), págs. 11 7-126.
64. M.artin (1957), pág. 285; Jvlartin y Char ticr (1983- 1984), vol. 2, págs. 30- 33 .
LA VENT.'\. DEL CONOCI!vl IENTO: EL i'vlERCADO Y LA IMPRENT'A 217

i11111enso comercio>>, <<donde llegará11 todo ti¡)o de 11oticias, /que será.n


examinadas 1111a a una y acto seg·uido registra(las / y distrib11idas de
r1t1evo con el sello ele la oficina / con10 noticias gancl10: r1i11gl1na otra
noticia será actual>> (acto 1, escena 2). La actitud de Jonson la co1r1par-
tió un informador o <<reportero>> (reportista era el tér111ino 11tilizado e11
el lugar) veneciano que a finales del siglo X\lJJI escribió: <<La noticia es
lina n1ercancía que, con10 todos los otros bienes, se adquiere o bien
co11 dinero o bien interca1nbiándola con algu11a otra cosa>>. A lo largo
de todo este período, los boletines de 11oticias 1r1anuscritos, que daban
cabida a las noticias <111e no eran aptas para ser irnpresas, se co11virtie-
rc>n en verdaderas e1r1presas co1nerciales. Dichos boleti11es ¡)er111itían
que el escritor o <<reportero>> se g·ar1ase la vida y e11 ocasio11es se ve11día
el negocio a ur1 s11cesor. 65
Las hojas i1r1presas de noticias, registradas por pri111era vez en Ale-
m ania en 1609, experimentaron un desarrollo er1 la República hola11-
desa a comienzos del siglo xvn y dt1rante el siglo X\'Ill se habían ex-
tendido por la mayor parte de Europa.66 Los pri1neros periódicos que
vieron la luz pública en francés e inglés fueron in1presos en 1620 en
An1sterdam, con los títulos The Corrant aitt ~f-lta~y, Germa11;1, etc., y
Coura1zt d'.ltalie, Alemaign,e, etc. El 11uevo género literario tuvo un éxi -
·to in1r1ediato, favorecido entre otras cosas ¡)orla declaración de la gue-
rra de los Trei11ta Años e11 E11ropa central en 1618 y por el co111ienzo
de la gt1erra civil e11 Inglaterra ei1 la década de 1640. A111bos aconteci-
mientos ft1eron relatados con todo detalle en la pre11sa holandesa. 67 A
partir de la década de 1660, una publicación sern.anal en fra11cés, la Gtt-
zette d'.L1mstertlam, ofreció a s11s lectores no sólo infor111ación acerca de
los asuntos europeos, sino también críticas abiertas de la Iglesia cató-
lica y de las in.iciati,1as políticas del gobierno francés. Su rival, la Ga-
zette de Le_yde, 110 se li1nitó a esperar ql1e las noticias llegasen a la re-
dacciór1 del periódico, sino que corrió en busca de ellas y, con este fi11,
envió 11n corresponsal a .P arís e11 1699 ¡)ara que inforrnase sobre la
i11auguració11 de 11na nueva estatua por parte de Luis XIV
u ·nos ochenta años 111ás tarde que la República holandesa, tambié.n
Inglaterra se co11virt:ió en un país de periódicos. Al <Jliedar (!erogado
en 1695 el Decreto de regulación, se prodt1jo 11na verdadera explosi{>11
de publicaciones. En 1704 Londres co11taba con n11e,1e periódicos y en

65. Seguin (1964); L1felise (1997); Dooley (1999), págs. 9-44.


66. Harris (1987) .
67. Dahl(1939).
218 HIS'rORIA SOCIAL DEL CO~OCl.NllENTO

1709 el nú1nero hal>ía sul)ido ya a diecint1eve. Algt111as capitales im-


portantes de provincia, como Bristol y Nor'\vich, tuviero11 taml)ién sus
propios periódicos, como el Bristol Postboy (1702). 68
Los periódicos eruditos, de carácter menst1al o bimenst1al, difun-
dieron conocimiento de tipo más académico. Este género se inició en
la década de 1660 con el]oitrnal des Savants de París y con las Philoso-
phical Transactions de la Royal Society de Londres. A finales del siglo XVII
se publicaban en Amsterda1n dos de estos periódicos eruditos en fran-
cés, Nouvelles de la République de Lettres, dirigido por Henri Desbordes,
y su rival Bibliotheqzte Universelle et Historique, editado por Jean Le-
clerc. El título del ¡Jeriódico de Desbordes ft.1e especial1nente acerta-
do. La i1nportancia de publicar algo de for1na periódica era precisa-
1ne11te que de esa 1na11era se ofrecían noticias de la Re¡Jública de las
letras, incluidas notas necrológicas de sal)ios fa1nosos y, por ¡Jrirn.era
vez, recensiones de libros nuevos. ()ue tina publicación periódica ert1-
dita podía llegar a ser t1n bt1en negocio lo demuestra el hecho de que
el Joitrnal des Sava1zts fuera plagiado en Amsterdam y <<Cologne>> (Co-
lonia), mientras que en Roma, Venecia, Leipzig y otros lugar.es servía
de modelo a otras publicaciones.

EL AUGE DE L<JS LIBR<JS DE C<JNStiLTA

El proble1na de encontrar informació11 cua11do se necesita, de <<recu-


¡Jerar la i11for1nación>> co1no se dice ahora, es antiguo. Despt1és de la
invención de la imprenta, adoptó formas nuevas: por una parte, la .im-
prenta simplificó el problema y, por otro lado, lo complicó. Los libros
hicieron que el acceso a la información sobre muchos temas resultara
más fácil, sie1npre que u110 hubiese encontrado pri1nero el libro ade-
cuado. 'feniendo en cuenta que después de 1500 se 1nultiplicaron los
libros, esa posibilidad debe tomarse m11y e11 serio. El a11ge de las re-
censio11es de libros en el último cuarto del siglo xvrr fue la respuesta a
u11 prol)le1na que se había hecho cada vez más agt1do.
La invenció11 del libro de consulta representó otra tentativa de so-
lt1cio11ar este proble1na. A comienzos de la edad rn.oderna, especial1nen-
te dura11te el siglo X\lTII, se produjo una auténtica avalancha de tales libros.
Enciclopedias, diccionarios, atlas y bibliografías sólo son los represen-

68. Harris (1987).


LA VEN"fA DET. C<)~OCI ,\.l lENTO; EL .IVlERCADO Y LA IJ\llPR E ~TA 219
.
ta11tes m ás fác il111ente visibles del grup<>. Los diccionari os, raros en
1500, prolifer aron durante lc>s siglos A.'VTT y XV'TIT y lleg·aron a incluir al-
gun as lenguas no europeas. Entre los libros de consulta de la época se
contaban también alm an aqL1es, l1erbarios, cro11olog·ías y guías (en otras
palabras, libros de instrucciones o reglas). Se ¡Jublicaron i11anual es e.le
casos de co11ciencia para co11fesores y peni!entes, catálog·os de biblio- ·
tecas, 1nuseos, librer os y, naturalme11te, el Indice de libros prohibidos, que
para algunos lectores era 11n catálogo de libros que debían d e ser in te-
resantes puesto que no se p ermitía st1 lectur a.
Proliferaro11 los libros de consulta sobre temas geográficos. Se trata-
ba de diccio11arios de lu g·ar es o gazetteers (llarnados así, desde comien-
zos del sig·lo .XVIJJ, por(1t1e ayt1 daba11 a los lectores a seguir las l1istorias
que se contaban en los peric)dicos). E ran guías de cit1dades, regiones,
países (especialmente 1.a se rie de E lsevier) o del mun<l<>: las Relationi
ztniversali, del sacerdote itahano Giovann i Botero, pt1blicadas en la c.lé-
cada de 1590, o Description (1643), de P ierre d'Avity, en cua tro volú-
.rnenes, uno por cada co.nti11e11te conocido . I-fabía horarios postales y
g·uías d e direcciones de comerciantes y de otro tipo, precursoras de las
actt1ales guías telefónicas. 119
Además, se publ icaron antologías de anécdotas y colecciones de tex-
tos más a1npli<>s (viajes, leyes, tratados o decretos de los concilios de la
Iglesia). H abía ta1nbié11 t<><.lo un aba11ico de libros prácticos que explica-
ban cómo proceder en. temas como la calig·rafía, la esculn1ra, el arte cu-
linario, el baile, la perforación, la agricultL1ra, el arte de escribir car tas,
etc. Se l1an identificado m ás de inil seiscien tas guías p ara co1ner ciantes
impresas entre 1470 y 1599. Este número se duplicó durante el siglo
XVTT, 1nie11tras que el siglo :A.'VIII fue testigo del auge de las enciclopedias
de ten1as comerciales e industriales en varios volúmenes .7°
A m ediados del sig·lo XV.Ul, Ñlelchior Gri111m, un hom bre de letras,
ya ric.lict1liz.ó la proliferació11 de los libros de consulta: <<El furor por
los djccionari(>s (la fitreztr des dictionnaires) h a alcanzado cotas tan altas
entre n.osotros (}Ue alg·t1i en acaba de im prim ir justamente un Diccion,o-
rio de dicciorJ.ttrioS>>. No exager aba. El diccio11ario en ct1estión lo había
pubhcaclo en París, en 17 58, t111 tal Durey e.le Noinvill e.
Los títulos de estos lib ros de co11sulta incluyen <<atlas>>, <<axio111as>>,
<<brevia rio>> (o sumario), <<castillo>>, <<Catálogo>>, <<ten1as>>, <<compen-

69. C~oss (1932).


70. Perrot (1. 981); H oock y J eannin (1991-1993); Elkar (1995).
220 HIS'fORIA SOCIAL DEL CONOCI!'VlIENTO

dio>>, <<corpus>>, <<diccionario>> (o léxico), <<directorio>>, <<enciclope-


dia>>, <<epítome>>, <<florilegio>> (flores, pol)1anthea , antologías), <<bosque>>
(silva), <<jardín>>, <<glosario>>, <<mina de oro>> (aztro_fodina, Drexel, 163 8),
<<guía>>, <<ma11ual>> (sig11iendo la tradición. clásica del enchir·idion y del
manztale), <<Í11ventario>>, <<itinerario>>, <<llave>> (clavis), <<biblioteca>>,
<<médula>> (medztlla), <<espejo>> (speculztm), <<pro11tuario>>, recueil, <<re-
pertorio>>, <<St1mario>>, <<teatro>>, <<tesoro>>, <<árbol>> y <<vade1nécum>>.
Con el paso <lel tiempo podemos detectar un <lesplazamie11to <lesde lo
co.ncreto (flores, jardines y árboles) hasta realidades más abstractas.
Entre los libros que tuvieron más éxito habría que destacar el dic-
cionario histórico del sacerdote Louis 1V1oréri (con veinticuatro edi-
ciones en francés y dieciséis en diversas traducciones entre 1674 y 17 59)
y el diccionario geográfico del profesor de (:ambridge John Eachard,
The Gazetteer's lnterp1~ete1; que en 17 51 alcan.zó la edición decimosép-
ti111a y fue trad11cido al francés, al español, al italiano )r al polaco antes
de 1800. Algt111as guías alemanas del mu11dc> de la ciencia constituye-
rc>n ta1nbié.n éxitos editoriales, concretame.n te Pol)1histor (1688), de
Daniel l\1orhof; u11a gt1ía de las bibliotecas, <le la co11versació11 y de <<to-
das las disciplinas>>, que en. 1747 había alcan.zado su quinta edición,
n.otablemente ampliada, y la introd11cción de B11rkhard Struve a los
est11dios de letras (res litteraria) y al llSO de las bibliotecas, publicada
por primera vez en 1704 y que en 1768 alcanzó su sexta edición am-
pliada.
IJa proliferación condt1jo también a la especialización.. En sus co-
mienzos, la bibliografía, por ejemplo, pretendió ser UI1iversal, al 1nenos
en. el campo de los estudios de letras y del latí.n. Vin.ieron a continua-
ción. las bibliografías nacionales, al estilo <le la Bibliotheque Franroise
(1584), <le La Croix d11 Maine. Algo más carde, a pri11cipios <lel siglo
X\!11, llegaron las bibliografías temáticas, que abarcaron campos como
la teología, la ley, la medicina, la historia (véase, más adelante, la pág.
242) y la política (en 1734, el sabio francés N icolas Le11glet publicó, al
parecer, la primera - y selecta- bibliografía de .novelas). Se publicó
un nútnero creciente de libros de consulta para públicos muy concre-
tos, como el clero, los comerciantes, los médicos, los abogados, las
mujeres, etc. Por ejernplo, los predicadores pt1diero.n recurrir al Appa-
ratzts concionatorum, de Fran.cisco Labata (véase la pág. 128), o a la Ri-
bliotl1eque des.Prédicatett1·s (1712) del jesuita francés Vince11t Houdry.
Atnbas obras conociero11 varias edicio.nes y la de Houdry se tradujo al
italiano y al latín con el fin de llegar a llil público más internacional.
LA VEN'l'A DEL C<)N()(;Ji\.1.1EK1'0: EL MF.RCADO Y LJ\ IMPRENT•.\ 221

ENCICLOPEDI AS

A lo largo de este período las enciclopedias ecnpezaro11 a ser más nu-


1nerosas, 1nás extensas, m ás pesadas y m ás caras. El diccionario his tó-
rico ele ~1<)réri, publica do al principio e11 un solo tomo, ll egó a alcatl-
zar los <liez ' 7<)lún1e11es a l<l larg·o de aproxin1ada1nc11te una centuria. El
periodista alemá11 Joh ann Georg Ivünitz compiló una enciclopedia
econó1nica en d iecisé is volú m e11es (177 1- 1772). El Lexikon de Z edler
sumó trei11ta y dos volúmenes, la E1zcyciopédie francesa treinta y cinco,
y su rival suizo, el Dictionnaire raisonné tles connaissances hzt'fnai1zes, cin-
cuenta y oc.ho (1770-1780). La obr a (le l{ ri.initz frie pt1esta al día y am-
pliada de forma regular, de 1na11era que en 1858 ¡Jrido alcanzar los dos-
cie11tos cu.arenta y dos volúmenes.
Esta 1n isma capacidad de cr ecimiento generó la necesidad de <lbras
c<ln1¡Jlen1entarias opuestas: el libro de consulta <<portátil >> (o manual),
al estil<l <le ()bras coino Lexiko1z ge1zealogicu'fn portatile (1727), Diction-
naire portacif des prédicateurs (17 57), Diction1zaire domestiqzte fJortatif
(1762), Dictionnaire portatifd'ltaLie (1777), Diction1iaire portatif.des jem-
mes (1788) y Dictio1znttire géo1:,1Taphique portatif (1790). Se i11tentó com -
placer a los lectores en general y venderles encicloped ias argumentan-
do que sin la ay'Uda de éstas resultaba i1nposible leer el per iódjco o
incluso 111a.n tener un dj álog·o inteligente (de ahf la idea ciel Ko·nversa-
tiotzslexikon ).
Algutl OS editores m ás emprendedores experime11taron 11r1evos n1é-
to dos d e p roducción. Redactar artículos de enciclo pedias se convir ti ó
en una ocnpación esp ecializa da. R e)1nier L eers de Rotterdam, ed ito r
del Diccionario (1689) ele Fu r etiere, u11 trabajo individual que con1pitió
co11 el di cci()nario frar1 cés ()ficial preparado por la 1\ caderrú a Francesa,
sostu\ro econórnicamente al sabio refugia.do Pierre Baylc n1ientras tra-
bajó en su Diction1'zaire historique et critique (1697).71 D e m anera pareci-
d a, el sabio polifacético alemán C arl T_.uc:lovici trabajó con dedicació11
plen a para Zcdler. E l cclntrat<) de D ider<)t de 1747 esp ecificaba que
por su tarea como editor de la .Encyclopétlie r ecibiría 7 .200 libras, mien-
tras que D'Alembert, cuya colaboració11 e11esa1nisrna obra era 1ne11or,
recibiría 2 .400. ·
El auge de la investigación y la escritura colectivas re¡Jresentó otra
de las 11t1evas tend encias de la época (véase el capítulo 3, págs. 67-68).

71. T,ankhorst(1983).
222 HIST ORI A SOCIAL DEL CONOCilvllENT O

Jean Leclerc propuso la formación de un co1nité internacional de espe-


cialistas para corregir y ampliar la ol)ra de Moréri. Y lo que l1abían pro-
puesto los sabios lo hicieron realidad algunos ernpresarios. El l.exikon
de Zedler y la Encyclopédie fueron realizados por equipos de colaborado-
res (cie11to treinta y cinco como mínimo en el caso de la obra de Dide-
rot).72 Las enciclopedias de muchos volúmenes ilustran con especial
claridad la comercialización del conocimiento porque estas empresas
de largo alcance exigieron fi1ertes inversiones de capital. Muchas de las
enciclopedias famosas del siglo XVIII -lYuovo dizionario scie1itifico de Pi-
va ti en Ve11ecia, Lexikon de Zedler e11 Leipzig, Encyclopédie francesa-
fueron pul>licadas por el sistema de suscripción. El Lexicon tech1iicum
(1704) de John Harris, publicado por t111 si11dicato de diez libreros o
<<empresarios>>, contó con aproximadamente novecientos suscriptores.i3
Las dos enciclopedias británicas más conocidas de la época, la de
Chambers y la Britannica, originadas ambas en Escocia, se apoyaron en
un sistema muy parecido de suscripciones y en asociaciones de libre-
ros para compartir gastos y beneficios. Este sistema ha sido compara-
do con el de las sociedades a11ónirnas (de l1echo, en algunos casos, las
cuotas o participaciones llegaron a venderse).
Ephrairn Charnbers publicó la primera edició11 de su Cyclopaedia en
1728, en dos volúme11es en folio, al precio de 4 guineas. En 1746 al-
ca11zó su qui11ta edició11. El coste de la edición fue sufragado por un
grupo de editores, incluido Thomas Longman, qt1e compró participa-
ciones de sus socios hasta que en 1740 poseyó once de las sesenta y
cuatro unidades de la empresa. Por st1 parte, Williarn Strahan, que
también poseía ¡1articipaciones en el Dictionary de Johnson, había ad-
quirido cinco de las sesenta y cuatro unidades de Chambers en 1760. 74
Por lo que a la enciclopedia Britannica se refiere, st1rgió por iniciativa
conjunta del grabador Andrew Bell y del impresor Coli11 Jv1cFarquhar.
De la venta de la tercera edició11, Bell, el único ernpresario entonces
superviviente, recibió la cantidad de cuarenta y dos mil libras ester li-
nas. Sin embargo, el éxito mayor correspondió probablemente a la
Encyclopédie francesa si tenernos ei1 cuenta no sólo la edición original
en folio de París, sino tarnbién las reimpresiones qt1e de la misma se hi-

72. Proust (1962); Lough (1968), págs. 466-473; Quedenbaum (1977); Carcls y
Flory (1981).
7 3. Garofalo (1980); Bradsha\v (198 1a).
74. Bradsha\\1 (198Ib).
LA VENTA DEL COKOC l.'v1 1EN'I'O: F.L l\1ERCADO Y LA IMPRENT A 223

cier on en Ginebra, L ucca y Livorno, las ediciones e11 c uarto de G ine-


bra y N eu chatel, y las edicion es en octavo de L ausa11a y Ber na. ¡Unas
veinticinco mil C<)pias e.n. total en el añc> 1789! 75
L os detall es <)frecidos anterior1nen te en este m isn10 capítulo st1-
gieren que el corn ercio con el saber n o fue algo nuevo del siglo XVIII.
La novedad consistió e11 el hecho de qu e, para esas fechas, el con oci-
miento se había convertido e11 un gigantesco n eg·ocio . La descripción
que 11izo de la Enc)1clopédie u no d e sus editor es, Charles J osepl1 Pan -
coucke, como <<una cuestión <le dinero>> (una affaire d'argent) lo resu-
n1e todo. C omo propietario que era de di ecisiete diarios, P an coucke
con<>CÍa de cerca mejor ql1e la mayoría el proceso de la venta del co110-
cimiento. 76

CoMPARACI<>NES Y CONCLU S TONES

E l contexto 1nás an1plio er1 que se p rodujeron los desarrollos en el cam-


p o de la industria editorial descritos 11asta aquí, ql1e podemos r esumir
co1no <<la comercialización del lil>rO>>, es lo que los 11istoriadores han
co11ve11ido en llamar <<la revoll1ción co11su111ista>> <> <<el naci111ie n.to de
una sociedad consumista>> a lo largo del s iglo X\llII. Este can1bio fu e
p articularmen te per ceptible en Inglaterra, pero se exten d ió por otras
partes de Europa e incluso .m ás allá. L as Sl1scripcio11cs, por ejen1pl<>,
fu ero11 un recurso u tilizad <) con diversos objetivos en este p eríodo:
suscripciones para clubes, p ara representaciones teatrales, para co11fe-
rencias, etc. TJa <<con1erciahzación del ocio>> y el <<consumo de cultura>>
constituyeron un a p arte significativa de esta revolt1ción, que incluyó,
por ejemplo, el aug·e <le l<>S teatros, de casas de la ópera y las muestras
de pinturas, abiertas a cualqui era. ql1e estuviera dispuesto a pagar el p re-
cio de una entrada. 77 Una vez n1ás, la lucidez de algunos con temporá-
n eos p ercibió estas tendencias mucho antes que los l1istori adores.
Adan1 S1n ith observó en cierta ocasión que, e n un a <<sociedad co111er-
cial>>, la 1nayor p arte <<del eo11ocimie.n to de las p erso11as ordi11ari as>> 11a
sido co1nprado.

75 . Darnton (1979), págs. 33 -37.


76. Darnton (1979), pág. 26; Eisenstein (1992), pág. 132.
77. Plun1b (1973); McKendrick, Brewer y Plumb (1982); Brewer y P ortcr (1993);
Bern1inghan1 y Brcwer (1995).
224 IIISTORIA SOCIAL DEL CONOCl~fIENTO

Puede resultar esclarecedor tratar de situar las tendencias europeas


descritas y analizadas en este capítulo en un contexto inás amplio. El
mundo islámico se opuso a la difusión de la imprenta en este período,
con inuy pocas excepciones, co1110 el taller de impresión instalado en
Estan1bul a co1nienzos del siglo Xv1II, que sólo duró unos años y ape-
nas produjo un puñado c.ie libros. 78 I.,as con1paraciones 111ás ilt1strativas
son probablen1ente las que se pueden establecer con A<;ia, especial-
111ente con Japón. No obstante el crecin1iento del comercio intercon-
tinental en este período, es probable que la con1ercialización del libro
en el Japón de los Tokugawa, vinculado a la urbanización y la comer-
cialización del ocio, se desarrollase paralelamente a tendencias pre-
sentes en Occidente, aunque sin conexión directa con ellas. 79
A partir del siglo XVII, en Japón l1ubieron indicios de un fuerte de-
sarrollo de la imprenta y, a la vez, de un auge de las librerías. Esta ex-
pa11sión del co111ercio del libro estuvo vinculada a la creación de nt1e-
vos tipos de libro, los ka1ia-zoshi, términc) que podría1nos traducir por
<<folletín>>. Estc)S libros, ya se tratase de nc)velas o de guías sobre cón10
l1acerse rico, no estaban escritos en caracteres chinos, como era cos-
tumbre, sino en una escritura silábica más sencilla (kata-kana). Al re-
sultar relativamente baratas, estas publicaciones pudieron llegar a nuevos
tipos de lectores, especialmente mujeres, que no conocían la escritura
con caracteres chinos. 80 En 1659, los catálogos de los libreros de Kyo-
to informaban. sobre autores, títulos, editores y precios. En 1696 había
cerca de ocho mil títt1los en circt1lación.
En la Cl1ina del siglo xv1, el misionero jesuita italiano Matteo Ric-
ci, la persona mejor sitt1ada para hacer este tipo de comparaciones, co-
mentó el hecho de que en China los libros eran muy baratos en com-
paración con los precios que tenían en su propio país de origen. Dado
el tamaño del mercado de libros en un país con más de cien millones de
habitantes que utilizaban una sola lengua literaria y las consecuentes
posibles econon1ías de escala, la observació11 de Ricci es lógica. En Chi-
na, la alfabetización estaba 111ás extendida a con1ienzos de la edad 1no-
derna de lo que norn1almente piensan los historiadores. Es verdad qt1e
para ser considerado tina persona educada se suponía qt1e tino tenía
que conocer en torno a los treinta mil ideogramas, algo imposible de

78. Robinson (l 993).


79. Shively ( 199 l ), pág. 731.
80. Kornicki (1998), pág. 172.
Lt\ V ENTA DEL CONOCl.'vl IE:NTO : EL :'l<I ERCADO Y LA IJ\.iPRF.Nl 'A 22 5

alcanzar si11 años de estuelio. Por otra p arte, las person.as podían de-
senvolverse· en s11 vida cotidiana conocie11do unos dos inil signos, y h ay
pruebas s uficientes para pen sar c1u e los habitantes or dinarios de las
ciudades, tanto hombres como 1nujeres, alcanzaron a m enudo ese ni-
vel.81 L as pubhcaciones l>aratas, inclt1idc>s al1n a11aques y peq11eñas en-
ciclop edias, abundaron y los impresores de la provincia de Fukien se
especializaron en este tra1n o fin al del 111ercado. E11 otras palabras, en
China, igual que en E uropa, se desarrolló la ten dencia a la <<n1er canti-
lización>> de la infor1nación, aunque dicha tendencia parece que se de-
tu,ro antes de ll egar a la en ciclopedia.
La tradición enciclopéelica cl1in a arran có en el siglo l lI de nt1estra
era y, al co11trario que la tradición. clásica occidental, se desarrolló de
forma co11ti1111a, sin apenas interr·upciones. D el período Ming (1368-
1644) ya se conoce11 cien to treinta y nueve enciclopedias. Por otra par-
te, las en ciclopedias chinas alcanzaro11 vastas proporciones mucho an-
tes de q11e lo hicieran las occidentales. Yórlgie d1idian, el e pr incipios del
siglo XV, contó con cerca d e elos mil colaboradc>res y lleg·ó a tener n1ás
de cliez mil \rolúmen es, por lo que su reimpresión res11ltó excesivan1e11-
te costosa y su preservación para la posteridad rnuy difícil (ele h echo, lo
que de esta en ciclop edia ha llegado h asta n osotros n o representa ni si-
quiera el 4 % del total de la obra). En sus comienzos, concretarnen11te
en 1726, la época Qing· fue testigo de la· publicación, bajo los auspicios
ele la casa irr1perial, de u11a obra más descorr1unal todavía, la Qinding
Gz¡jin tushu jiche1lg, con r11ás de setecientas ci11cuen ta rn il páginas, lo
qt1e la convierte, con toda probabilidad, en el libro impreso más ex-
ten so del m11ndo . Con esta iniciati,ra se pr etendió r ecoger el saber tra-
dicion al, obj etivo al que aspiró también ,)i/eu Qztanshu, una selección
de cerca de tres n1il qt1inientos libros qt1e elel>ían conservarse en copias
111a11uscritas depositadas en siete lugares difere11tes. Esta empresa se
llevó a cabe> entre 1772 y la década de 1780. 82
M erece la pena que comparemos brevemente las en ciclopedias chi-
nas y las occide11tales desde el punto de 'rista de su organización, fun-
ció11 y tipo de lectc)res. Po r lo me11os desde la dinastía Tang, las enci-
clopedias chi11as se crearc>n ante todo para respon der a las 11ecesidades
de los can didatos que te11ía11 <1ue someterse a las pruebas d e acceso a la
burocracia imperial. L as p rt1el>a..'> escritas co11sistieron en ensa)ros que te-

81. Rawski (1979); Ra\vski (1985), págs. 17-28.


82. Ba.uer (1966); ?vlonnet (1996).
226 HIS'I'ORIA SOCIAL DEL CO~OCI.IVIIEN'rü

nían que escribir los candidatos, y las obras de consulta ponían a su


disposición sobre todo citas ordenadas temática111ente. D e esta mane-
ra, los aspirantes con buena n1emoria podían adornar sus r espuestas
con r efer encias apropiadas a los clásicos literarios. Por lo que a Tushzt
jicheng se refiere, tanto el patrc)cinio de la casa imperial como el esca-
so número de copias impresas st1gieren que se trató de t1na producción
destinada funda1nentalmente a servir de avt1da , a los mandarines en su
trabajo. Las diferencias con respecto a Chambers, Zedler y la Encyclo-
pédie son evidentes. En Corea, el control de la imprenta por parte del
gobierno fue más estricto que en China, y tanto la producción como la
venta privadas de libros estuvi eron prohibidas. 83
El significado de estas diferencias constituye naturalmente un obje-
to de debate, pero yo m e atrevería a sugerir que las veamos como sín-
toma o indicador de diferencias de mavc>r •
alcance entre dos sisternas
de conocimiento, entre lo que podríamos calificar corno org·anización
burocrática del conocimiento y la organización más empresarial del
conocirniento qt1e se desarrolló en Europa. A veces esta última ha sido
calificada de <<Capitalismo de imprenta>>. 84 \'aliéndonos una vez más del
lenguaje de Ernest Gellner (véase, anteriorn1ente, la pág. 19), podría-
mos decir que en los co111ie11zos de la edad moderna d e China el cono-
cimiento estuvo vinct1lado a la coerción y, más concretame11te, a un
tipo d e coerción re1>resentada J>Or l<>s 111andarines, y no directamente
por los solda<lc>s, <>, dich<> C<>n otras palabras, a Ja coerción de la plt1ma
(exactamente del pincel de escribir) más que a la de la espada .
.Por otra parte, en la Europa de comienzos de la edad moderna el co-
nocimiento estuvo vinculado más estrechamente que ntmca a la prodt1c-
ción a través de la imprenta, lo qt1e desembocó en un sistema de cono-
cimiento más abierto. D e hecl10, la invención de la imprenta creó un
nuevo grupo social interesado en dar publicidad al saber. Esto no sig-
nifica que la información se pusiese al alcance del J>úbl1co únicarnente
por razones ec<>11ómicas. Como se ha señalado en el capítulo anterior,
las rivalidades políticas llevaron en ocasiones a que un deter1ninado go-
bierno revelase los secretos de otro. A pesar de todo, el mercado de la
información no cesó de crecer en importancia durante los siglos inicia-
les de la edad moderna. E:sta tendencia afectó incluso al conocimiento
<<puro>> o académico, como hemos visto en páginas anteriores.

83 . (~iesecke (199 1), págs. 124-129.


84. Anderson (1983).
LA ' ' El'\T A DEL CC) JQCT \I IEN'I' O: EL MERCAD() Y LA IMPRE ITA 227

E sta valoració11 cc>incide básicarnente con la que Thorstci11 Ve-


l)le11· c.lefen.clió en t é rn1i11os 1nuy g·ráficos al describir el <<aprendi zaje
st1pe rior>> de sti ti e111po e11 Estados Unidos co111c> algo <<consabido>> y
<<111ecánico>> de acuerdo con el estilo de los negocios y la tecnología
contemporáneos. Se trataba, afirmó Veblen , de un <<sisten1a de cono-
cimiento altamente esterilizado y a prueb a de microbios>>.85 La selec-
ción, organización y p resentación del conocimi ento no representan
un p roceso neutral, libre de valor. P or e l contrari o, St>11 ex1>resió11 d e
u 11a visió11 del 1nu11do apoyada en u11 sistema cco11ó111icc>, social y po-
lítico deter1ni11ado.

85. \Teblen (1918), pág. 7.


G~ap ítulo 8

Adquisición del conocimiento:


La participación del lector

Q uien desee penetrar en el palacio del saber por la


puerta grande necesita poner <le su parte tietnpo y rna-
ne ras. Los hotnbres que andan con prisas y no se pres-
tan a ceremonias se contentan con acceder al inte ri or
por la puerta trasera.

El conociuüento puede ser de dos tipos. O bien cono-


ce1nos un terna personaln1ente o bien sabemos dónde
podremos encontrar inforinación sobre el 1nismo.
J oH:-ISON

El capítulo anterior trató especialmente del ten1a de la producción


del conocimiento económicamente rentable y su relación co11 el au ge de
la <<sociedad consumista>> del siglo xv1u. Ha llega do el momento de cen-
t rarnos en los consumidor es, en cómo ad quirían o se apropial)an <l el
conocimiento y en los usos que hacían del m ismo.
En e l ámbito del conoci1nie11to, el consumo ii1<livi<lual est <Í relati-
vame11te bien docume11tad<). IJos inventarios <l e l)ienes a 111e11udo enu-
m eran, título a títul<>, e l contenido ele las l)ibliotecas . La práctica de
publicar deter111inadas obras contando con la suscrip ción previa de cier-
to n úmero de lector es expu esta en el capítul o 7 (véase, sobre todo, la
p ág. 2 15) condujo a la publicación de listas de su scr ipt ores que ofr e-
cen a. los historiadores cie rtas pistas sobr e la n a turaleza d el público
lector en diferentes lu gar es y tiempos y para d ife r entes tipos d e li -
bro. No deja de ser fascinante, por ejemplo, el hecl10 de que e l aba-
nico de st1scri ptores del Lexico1z tech1zict1/tn de J<>h11 Ha rris (véase, a11-
t eriormente, la pág. 222) ab arcas e desde Isaac Newton y el sa l)i<>
clásico Richard Bentley hasta u11 carpi11te ro de 11avío y un r elc>jer<>, o
que en tre l os suscriptores ele la Encyclopédie, con siderada a m er1udo
230 HISTORIA SOCIAL DEL C.ONOCI.l\IIIEN'!'()

una iniciativa an ticlerical, se con t ase un número important e de clé-


rigos. 1
Las listas de suscript<>res represe11ta11 tan1bién u11 vivo reco rdato-

río del p robl ema de las li111itaciones que existían en aquel m ome11to
para el acceso individual al conocimiento. Sólo una mínirna parte de la
población ¡)odía perrn itirse el lujo d e suscribirse a u11a encicloped ia de
tarnaño folio<> incluso a u11 periódico. Existía11, como he1nos visto (véa-
se el cap ítulo 4, pág. 94), bibliotecas púb li cas o cuas ipú l)]icas, pero el
acces<) a ellas estaba limitado, básicamente p or el lugar de r esiden cia
de las personas. Así, los h abitantes de Ro1na y P a rís gozaron de e11or-
mes ventajas fr e11te a todos los d ernás (,réa11se, a11teri<)rme11te, las p ágs .
94-95). Jean Barbeyrac, un escritor fr a11cés especial ir,aclo en temas de
derecho, expresaba en 1716 Sll deseo de vivir e11 Berlín m ás qu e en
L ausana porque allí el acceso a las bibliotecas era rnás fácil. E l histo ria-
dor inglés Edward G ibbo11 tral>ajó en las bibliotecas públicas de La.u.sa-
na y C:~.i11ebra en 1763 y deploraba la falta de una biblioteca pública en
Lo11dres (fue ad1niti<l<> coxno lector en el .Nluseo Bri tánico en 1770,
poco después <le su inauguración).2
Para la historia de la adquisición del co11ocimie11to tan1bién S(>n
relevantes la sociología y la geografía de las biblio tecas. El acceso a
las bibliotecas en los inicios de la edad m oder11a dependió d e las ac-
titudes del bibliotecario y .de su equipo. Por ejemplo, e n la corres-
pondencia de los sabios extranjeros al>unda11 las (}Uejas sobre las
trabas que se les ponía para entrar e n la Biblioteca Marciana de Ve-
necia. E 11 su tratado sobre las l>ibliotecas, Gabriel Naudé señalab a
que los ú ni cos centros que p errnitían acceder lib remente a los sabios
eran la Bibli oteca B<> dl eyana en O xford , la Biblioteca Ambrosia11a
e n Milán y la Biblioteca Agustiniana en Roma (se sab e ql1e e ntre
1620 y 1640 t1tilir,a ron la ·Biblioteca Bodleyana un os trescientos cin-
cue11ta lectores extranjeros). El viajero i11glés del sigl<) xvn Richard
T,assels obser vó también con satisfacción que la B il>li oteca Ambro-
sia11a <<abre sus puertas a todos los qu e vie11e n y va11, y les permite
leer cualquier lib ro que sea de su agrad<>>> y qt1e en Roma la bibliote-
ca de la u niversidad y la de los Agusti nos estaban <<abiertas a todos
cada día , con u11 ama ble bibliotecario que pone a tu disposición cu al-
quier Ji bro>>.

1. Trenard (1965- 1966); Shackleton (1970).


2. Kcynes (1940), págs. 18-19; Goldgar (1995), pág. 13.
ADQt;ISICIÓN D EL CO:--JOCIMIENTO l ... ) 231

Las bibliotecas públi cas se rnultiplicaron dura11te este p eríodo y lo


misn10 sucedió con el nún1ero de los ust1arios y de los libros que e11-
g·rosaban sus esta11terías. Por ejernplo, en 1648 utilizaban regt1larn1en-
te la B.ibliothe<1ue l\i1azar.ine en París de ochenta a cien sabios los día~
en qt1e estal>a al>ierta. T.a Hofbibliotl1ek de Viena abrió oficialmente
st1s pt1ertas a los lectores en 1726 y la Bibliotheque Royale de P arís una
década rnás tarde. l \ fmales del siglo A.'Vlll ya se disponía de hojas impre-
sas para pedir los libros, aunque el periodista Sébastien Mercier se la-
mentaba: <<E ste vasto almacén-sólo se abre dos veces por ser11ana , por
espacio de dos horas y media [...] el pú.blico está 111al atendido, con u n
aire displice11te>>. 3
Las confere11cias desti nadas a u11 ¡1úblico tnás a111plío que el repre-
sentado por los estudia11tes u11iversitarios se fueron haciendo cada vez
más frecue11tes en Londres, París y otros lugares (véase la pág. 196).
J.,os tnt1seos, que en su 1nayor par te reunían coleccion es privadas, se
ft1erc>n ·al>riendo gradt1almen te a lo largo de este período, al menos
para los visita11tes de las clases superiores, co1no po11en de manifiesto
los libros de visitas qu e han llegado hasta 11osotros. 4
En cualquier caso, parece conve11ient e que este capín1lo aborde el
tema de la adquisición del co11ocin1ie11to a través de la lectura de libros
y perió dicos. Las publicaciones periódicas n1erecen una 1ne11ción es-
pecial porque facilitaron enor1ner11ente el aprend.izaje. Co1110 observó
en cierta ocasión - en las páginas del periódico Il Cttjfé- el <<filósofo>>
Cesare Beccaria, los periódicos diftrnden el co nocimiento más amplia -
m ente qtre los lil>ros, de la r11.isr11a m a11era que los libros difundieron el
con ocimie11to m ás an1plia.rne11te que los 1na11uscritos. Algunos lectores
experimentan un ternor rever encial hacia los li bros y prefieren 110 te-
11erlos en casa. Por otra parte, el periódico es algo n1ás próx.in10 al lec-
tor. <<Se prese11ta con10 un amigo que simplemente quiere decirte tina
pa labra al oído. >>

LECTURA y 1\.CEPTACIÓN

La adquisición del conoci1r1iento ne> cle¡1ende sólo, obvian1ente, de la


posit>ilidad d e acceso a centros ele .inforr11a ció11, sino tan1bién de la in-

3. Clarke (1970), pág. 83.


4. F indlen (1994), págs. 129-146.
232 lf.ISTORIA S<)C JA L l)EL CO)JOCIJ\lllEN'rO

telige11cia, los presu¡J11est<>s y las prácticas de cada uno de los indivi-


d11c)S. No se ha estudia do todavía con suficiente profun didad la histo-
ri a de las maner as de escu ch ar y ni siqt1iera de las maneras de ver, pero
a lo largo ele las dos últimas d écadas se h a prestado gran atención a la
historia d e la lectura, lo qu e h a dado lug·ar, por eje1nplo, a una nueva
111anera de escribir la historia de la cie11cia. 5
El nuevo enfoque ha ge.n erado, además, algtrnos del>ates, co11cre-
tamente el que se centra en el auge de lo qu e se cc>n<>ce como <<lectura
ext ensiva>> o , dich o con otras palabras, el sim ple l1ojeo, rep aso super-
ficial o co11sul ta de un libro. Algún histc>riador l1 a defendido la idea de
que, a final es del siglo X\.TJn, en Alema11i a se produjo 1111a <<revolución
de la lectura>> , ei1 el se11tido de <111e se pasó de la lectl1ra intensiva a la
lecn1ra extensiva. Otro h a descrito un desp lazamiento m ás gradual y
ge11er aliza<lc><<de la lectura in tensiva y rever ente a otro esti lo de lectu-
ra m ás extensivo y despr eocu pado>> como consecuencia de la prolife-
ració n y consiguiente <<d esacralización >> del libro. Justam ent e a 1ne-
cliados del siglo XV'III, el Doctor Jol1nson preg11ntó a str ii1terlc>cutor
con el vigor que le caracterizaba: <<Señor, ¿lee usted los Ji l>rc>s desde el
principio hasta el fi1ial? >>.6
Sin em bargo, la lectura exten siva 110 constin1yó t1n descubr imien-
to nuevo. Ei1 la ant igua Rom a, el filósofo Séneca, en su segunda carta
a Lucilio, ya advertía a su discípulo c111e 110 se limitase a hojear los
libros , actitud que él cc>m¡Jaraba co11 el h echo de j11gar co11 el propio
alimento. Ta111l)ié11 Francis Bacon desar rolló esta comparación entre
lecn1ra y comida en su ensayo <<Sobre los est11dios>> al distinguir tres
maneras de utilizar los libros: <<Algunos libros tenemos que probarlos,
<>tr<.>s qt1e tragarlos y sólo unos pocos h emos de 1nasticarlos y digerir-
l<>S>>. T,a observación de Baco11 nos r ecuerda c1ue era 1nuy ¡')osible citre
er1 el sig-Io XVII la misma perso11a practicase d iferentes estilos de lectu-
ra, como n.os su cede h oy a much os d e 11<)SO tros. En el prefacio al dic-
cionario técnico de J oh n H arris se afir1n aba que el libro en cuestión
era <<Útil p ara ser leído cui<ladosan1e11te de principio a fin o para ser
con sultado ocasionalm ente co1r10 los den1ás diccionarios>>.
La lectt1ra intensiva se pro1novió en las escuelas y las· u.n iversida-
des, donde a inenudo se exigía a los estudiantes una estrecha fa111iliari -
dad con textos como las obras de Aristóteles, de Cicerón, la Biblia y el

5. Sherman (199 5); BJair (1997); Joh ns (1998).


6. Engelsing (1969, 1974); Chartier (1987).
AD QUISI CIÓN DEL CO)JOCL\:1IE1'TO [ ... ] 233

corpus jurídico romar10. P ara adquirir esta fam ili aridad, los estudiantes
po<.iían practicar el arte clásico de la <<n1en1oria artificial>>, (1ue consis-
tía en esforzarse por as<)ciar cada un.a de las cosas que cleseaban recor-
dar con imágenes pintorescas y drarnáticas situadas en <<lugares>> im a-
ginarios, corr10 un templo o un teatro.¡
El poder de las asociaciones y la importancia de la localización con
vistas al acto de recordar habían sido reconoci<los siglos ant es de Marcel
Proust y su conte1np<>ráneo el sociólogo ~1auri ce I-Ialbwachs. 'l a l vez
por esta razón, sir Robert Cotton h abía descrito las principales seccio-
nes <.le su biblioteca por medio de nombres de emperadores ron1anos
cuyc>s bt1stos presidían las esta11terías. Joseph Williainson, secretario
de Estado dtirantc el r ei11ado de Carlos 11, organizó st1s docume11tos
utilizando un sistema paree.i do a éste. 8
Como medid a altern ativa, los estudiantes pc>d ían tornar notas sc>-
bre los textos. El hecho de que esta práctica persista actualmente n o
si gnifica que poda1n os aceptarla sin cuestionam iento alguno o st1poner
que no haya cambiado nu11ca. Una historia de la práctica de tomar no-
t as e11 clase, si alguna vez alguien se decidier a a escribirla, representa-
ría u11a irnportante co11tribución a la historia intelect11al. Esta historia
p<>dría i11cluir an(>taciones sobre co11fere11cias, de las cuales h a11 llega-
do h asta nosotros un número indeterminaclo de ejemp.l ares de los si-
glos A.'\.rI y XVII, y anotaciones sobre viajes, hechas a mentido por razo -
nes pedagó gicas y por jóvenes de la nob leza con ocasión del Grand
Tour curopeo. 9
L as anotaciones podían h acerse sobre los n1is111c>s textos: el lector
subrayaba detern1inados pasajes o escribía e11 el margen un encabeza-
miento o las palabras <<Advierte bie11>> (nota bene), sirr1bolizadas a veces
por la i1nagen de un dedo que a11untaba en deter111i11a<.la dirección. 1\l-
gu11<>s impresores i11cluycrc>11 a veces en sus e<lj ciones notas marginales
d e este tipo con el fin de facilitar la tarea a los estudiantes. En otras
ocasiones, las notas fueron tomadas en cuadernos especiales. Los sabios
bien organizados podían disponer de diferentes cuadernos de notas
para diferentes materias, como hizo 1\.1ontesquieu con sus anotaciones
sobre historia, geografía, der echo, política, 111itología, etc. A lo larg<>
del siglo XVIII, si no antes -¿de qué otro modo podrían haber trabaja-

7. Rossi (1960); Yates ( 1966).


8. ~1arshall (1994), págs. 42-43.
9. Kearney (1970), págs. 60-63, 137, 151; Grafton y J ardine (198 6), págs. 15, 18-
20, 85n, 164-166, 170-1 73 ; Stagl (1980).
234 HISl'ORIA SOCIAL DEL CONOCIJ\'llEN'rO

do bibliógrafos como Conrad Gesner? - , las notas se tomaban en pa-


peletas o fichas, que tenían la ventaja de poder organizarse, siempre
que fuese necesario, en diferentes co1n binaciones. Teniendo en cuenta
que estas papeletas podían deteriorarse, algt1nos sabios preferían to1nar
sus i1otas ei1 el reverso de los naipes, verdaderos antepasados del siste-
1na de ficheros tan i111portante en la vida intelectual hasta la llegada en
fechas recientes del ordenador personal. 10
La práctica· de ton1ar notas se enseñó en las escuelas durante el si-
glo XVI o incluso antes: puede ser significativo el hecho de que en in-
glés la palabra notes, igual que el término digest en el sentido de <<resu-
men>>, sólo aparece registrada durante el siglo XVI. Se ha advertido con
frect1encia la conservación de lo que en aquel tie1npo se conocía co1110
<<hbros de temas>>, cuadernos de notas organizados de forn1a siste1ná-
tica, a 111ent1do por orde11 alfal)ético de <<te1nas>> o <<te1nas comunes>>
(loci commuries, lieux commi1ns, etc.). Co1no ya hemos visto en t1n capí-
tulo anterior (véase la pág. 127), ésta fi1e una manera 1nuy generalizada
de ordenar el conocimiento. Asociados con los <<lugares>> de la me-
moria artificial, los temas comunes ayudaron a los escritores a produ-
cir textos nuevos y a los lectores a asimilarlos con el mínimo esfuerzo.
Los lectores en cuestión podían ser estudiantes, juristas que t en ían
qt1e co1nponer discursos o predicadores obligados a impartir sus ser-
111ones.
Este últi1no grupo, por eje1nplo, podía recurrir a la colección de
esbozos de sern1ones que ya circulaba en letra i1npresa durante el siglo
.X."V y qt1e era conocida con el título fa111iliar de <<Duerme bien>> (Dormi
secttre) porqt1e libraba a los párrocos de la ansiedad que podía desper-
tar en ellos el sermón del próximo domingo; o al Apparatus concio1zato-
r1tm (1614) de Francisco Labata, del que ya se ha hablado en el capítu-
lo 5 (véase la pág. 220); o a los ocho volún1enes de la Preachers' Library
[<<Biblioteca del predicador>>] (1712) de Vincent I-Ioudry. Esta obra,
que en su cuarta edición al)arcaba veintitrés vc>lún1enes, c<>11tenía una
lista alfabética de ten1as co1nt1nes para sern1ones, especialmente de
tipo tnoral, cotno la <<aflicción>> o la <<ambición>>, con las necesarias ci-
tas de la Biblia, de los padres de la Iglesia, de los teólogos y de los pre-
dicadores. Su derivación de la tradición de los temas comunes queda
reflejada en la costumbre del autor de considerar juntos pares de cua-
lidades opuestas, como la hun1ildad al lado del orgullo, etc.

10. Shackleton (1961), págs. 229-238.


AD QUTSTCTÓK D EL C<.l N<lC IM TF.NTO [ ... ] 235

Lcls <<te111as>> incluían C<lnceptos abstractos como comparaciones y


op11estos, lo que ayudal)a a los lectores a organizar la inforn1ación y pos-
t:erior1r1e11te a recuperarla cuando la necesitaban. ( :orno reco111e11daban
quie11es escribían sobre temas de ed11caci ón, como Erasmo y Vives, los
ter11as in cluía11 también cualidades n1orales como la pn1dencia, la justi-
cia, la forta.leza y la templanza, aco1npañadas a veces l)Or la exposició11
del vicio contrario. Bajo estos ei1cabezamie ntos o epíg·rafes, se s11po nía
qu e los estudiantes anotaban eje mplos llan1 ati vos t<ltnados de Home-
ro, Virgilio u otros autores clásicos con el fin de utilizarlos a la hora de
argumentar ei1 favor <l en co11tra <le una línea de conell1Cta dctermir1a-
da. A menudo se rec11rría a los n1ismos ejer11plos, lo q11e podría expli-
car el liecl1<l de qu e la idea de <<tenia co1nún>> se desplazase g·radual-
m ente del sentielo activo al i)asivo, de un esqt1ema para orga11izar la
ii1formación a lo que nosotros llamamos un clich é ve rbal. 11
El enfoque retórico-mor al encarnado en los libr os de te nias comu-
n es y enseñado en las escu elas y las u11iversidades in f111yó e11 las n1cl<la-
lidades ·de lectura a co1nie11zos de la ed ad m oderna e11ropea y, por lo
tanto, puede ser utilizado por los sabios i)a.r.a r econstruir dicl1as 1noda-
lidades de lectura. ,1\]1í está la historia, por eje1r1plo. Se publicó una se-
rie de tratados sobre el arte de leer los libr<>s ele l1istoria. La obra de
Jea11 Bodi11, lvlethodus ad_(acilem historiarzt11z cognitiorzem [<<lVfétodo para
facilitar la cc)1npre11s ió11 ele la historia>>, 15 66], con un capítulo <<Sobre
el <ltden e n c1u e h an ele leerse los tratados h istór icos>>, constituye el
ejemplo más famoso del gén ero. En su tercer capítulo, <<Sobre e l or-
d enamiento más adecu ado d el m aterial histór ico>>, Bodin aconseja a
sus lectores que apunte11 en un libro los tem as comunes con q11e se van
encontrando en su lectura acerca del pasado y c1ue los divida.11 en cua-
tro subgrupos o tipos: <<In.farnes , honoral)les, útiles e i11útiles>>.
El estudio de la h.istoria se justificó generaln1ente p clr razcJ nes rn o-
rales. Se suponía que los lectclr es de I_,ivio, T ácito <J G11icciardini bl1s-
caban eje111plos in<>r ales: eje1nplos bue11os que se p udieran seguir y
eje mplos mal<)S de lo <1u e h abría que e\1itar. l,as frecuen tes reflexiones
m or ales que ofrecían los historiad ores an tiguos y modernos ayudaban
a lc>s lectores en esta tarea. Las notas m arginales impresas llamaban la
. atención sobre estas re flexiones, y en ocasiones fu eron. impresas apar-
te forma ndo t111 ínelice de máximas o gno11zolo,u;ía. Así p11es, todo parece
indicarnos ql1e el público del sig.lo X\71 leía s11 historia de u11a i11ane t"a

11. Sc.:hmi<lt-Biggen1ann (1983); Blair (1992, 1996); l\1oss (1996).


236 HISTORll\ SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

n1uy diferente a corno la leen muchos lectores de nuestros días. El pú-


blico del siglo XVT, rnás preocupado por los valores n1orales que por los
hechos, prestaba atención a los rasgos generales de una situación y
descuidaba hasta cierto pu11to sus rasgos específicos.
Al leer la historia se tenían también en cuenta los preceptos de la
retórica. Los historiadores del siglo XVI, corno hicieran ya en la Anti-
güedad los de Grecia y Roma, ofreciero11 buena parte de sus explica-
ciones en forn1a de discursos puestos en boca de consejeros, generales
o e1nbajadores. En dichos disclrrsos se argumentaba a favor o en con-
tra de una determinada manera de obrar o se exl1ortaba a las tropas a
la lucha. El escritor profesional Fran~ois de Belleforest, un hornólogo
francés de los poligrafi venecianos, publicó en su día un libro titulado
Hara1zg;ztes [<<Arengas>>, 1573], una antología de discursos entresacados
de destacados historiadores antiguos y 1nodernos. Cada discurso iba
precedido de un resumen del argumento tratado y, en llna narración
que seguía al discurso, se explicaban los efectos que había tenidc). Un
minucioso índice que incluía rnáxi111as y temas cornunes enriquecía lo
que n1uy bien podríamos llamar el valor de referencia de la obra.

L I BROS DE CONSULTA

Si los libros de ternas cornl1nes reforzaron la lectura intensiva, el auge


de los libros de consulta sirvió para estitnular la lectura extensiva, com-
plementaria de la anterior. Este género literario -o 111ejor, este con-
junto de géneros-ya se ha estudiado en este libro desde el punto de
vista del productor (véase, anteriormente, la pág. 219). Ha llegado el
momento de acercarnos a los libros de consulta desde el punto de vis-
ta de la demanda y de preguntarnos qué ofrecían esos libros, a quién
iban destinados y cómo se utilizaron.
Podría1nos afirmar que la nota característica del libro de consulta
reside en. que no está destinado a ser leído de forn1a seguida <<desde la
primera hasta la última página>>, sino tnás bien a <<ser consultado>> por
alguien que <<mira>> o <<se acerca>> a él en busca de una determinada in-
formación: un atajo para acceder al conocimiento. En una de las citas
que figuran al inicio de este capítulo, Jonathan Swif.t señala claramen-
te que el punto clave radica en descubrir <<la puerta trasera>> para ac-
ceder al <<palacio d el saber>>.
i\lguien podría objetar con razón que, desde el pu11to de vista del
lector, no existe eso que se llama un libro de consulta, puesto que cual-
AD<) U IS IC I ÓN !)EL C <) NO C INtl EN'J'() [ ... 1 237

qt1ier libro, incltiso t1na 11ovela, p t1ede ser const1ltado y ct1alqu.i er libro,
incluso una enciclopedia, puede ser leído c.i e for1na seguic.ia. Cuanto
más extenso es un libro, menos probable es que alguien lo lea de pt1n-
ta a cabo. En vez de pensar en t1n corpt1s prefijado de objetos, debería-
mos definir a los libros de consulta a partir d e las prácticas de los lec-
tores.
Al1í está, l)Or ejem plo, el caso de El cortesano d e Baldassare Casti-
g·lione. Es 1nuy probable que el autor d e este diálogo, p trblicado por
primera vez en 152 8, tratase e.le aclarar una serie de cuestio11es acer ca
e.le la educación y la vic.la e11 la cor te, 111ás que de ofrecer respuestas cla-
ras y definitivas. E11 todo caso, la edición orig·inal e11 folio, desprovista
inclt1so de las divisiones en capítulos, hacía - y hace- difícil encon-
trar u.n deterrn.inado tema con rapidez. Ló.. pesar de todo, el libro se
convirtió en un best-seller que llegó a alcanzar las ciento veinti cinco
ediciones, e11 varias lenguas, durante su prixner siglo de vida. Los ejem-
plares qt1e ha11 lleg·ado hasta nosotros muestran que algt1nos lectores
t1tilizaban este libro co1no fu.ente de infor111ación acerca d e lo que se
co11sideral)a buena co11dt1cta e i11cluso ¡1ara extraer d e él anécdotas que
lt1ego contaban a otros. Algunos i111presores explotaron esta posibili-
c.lad y fJcilitaron la recuperación de la it1for111ació11 dividienc.lc> el lilJr<>
e11 capítul<.>s y ofrecié11dolo provisto e.le t1n completo aparato de 11otas
rn.arginales, st1rn.ario e í11dice de 111aterias. En tina palabra, lo transfor-
marc>n en tina especie de libro de consulta. 12
Algunos cambios en el formato fís ico de los libros introducidos a
comie11zos de la edad m oderna muestran de manera cada vez más ine-
quívoca que muchos de esos libros no estaban d estin ados a la lectura
seguida e i11tensiva, sino más l)ien a otros t1sos. Cada vez so111nás fre-
cue11tes los í11dices y listas de materias. La ex¡)resió11 <<tal)la de conte-
1lidos>> se e11tendió a veces literaln1 ent e, en el sentido de qtre la lista de
l<>S capítt1los se st1stitt1yó o co111ple1n.entó en ocasio11es co11 tln-' sinop-
sis en forn1a de tal>las o n1apas conceptuales en qt1e, co11 la ayuda e.le t111a
serie de corchetes, se dil>ujaban las relaciones existentes e11tre cada uno
de ellos. Estas tablas, de las que ya se h a tratado en el capítl1lo 5 (véase la
pág. 130), permitía11 a un determinado lector captar la estructtira del
tratado en cuestión de un vistazo. Anatomía de la melancolía de Robert
Burton , por ejemplo, utiliza esta técnica para mostrar la definición, las
esp ecies, las causas y los sí11tomas de la mela11colía. Los síntomas apa-

12. J3urke (1 995c).


238 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCil\1IENT O

recían divididos en dos grupos: 111entales y físicos; las causas, en gene-


rales y partic11lares, narurales o sobrenat11rales, etc.
Por otra parte, la utilización de las col111nnas paralelas en las tablas
cronológicas facilitaba al lector la tarea de <<sincr onizar>> difere11tes
sistemas de cómputo del tiempo (judío, cristiano, musulmán, etc.) )',
de esa 1nanera, ponía al descubierto posibles <<anacronismos>>. Además de
con el auge de la estadística (véase, anteriormente, la pág. 176), mere-
ce la pena poner de relieve la in1portancia creciente de las tablas n11-
111éricas, al 1nargen de que el libro tratase de astronomía, historia o
econo1nía política. Las tablas facilitaba11 las comparacio11es y los con-
trastes. Los gráficos y otras ilustraciones, frecuentes en rn.uchos tipos
de tratados, desde el libro sobre hierbas h asta el man11al de ejercicios
físicos, perrnitían a los lectores u tilizar los libros sin prestar excesiva
atención al texto. Progresivamen te, a los lectores se les fueron exi-
giendo nuevas habilidades de lecrura o modalidades de alfabetización
para así poder interpretar mapas, tablas nt1méricas, etc.
l,a proliferación de libros planteó el prcllllen1a de có1no comparar
difere11tes relatos del mis1no fenó1neno sin una pérdida excesiva de tie1n-
po. Una rueda - o torno- de libros, diseñada para 1nantener abiertos
varios volúmenes a la vez, hizo algo más fácil la tarea de la compara-
ción. Una rueda de este tipo, de finales del siglo xv1, se conserva toda-
vía en la Biblioteca Herzog-¿i\ugust, en vVolfenbüttel.
Deter1ninados tipos de libro presentaron tina organización que por
sí mis111a se oponía a todo intento de lectura continua, de principio a
fin: por eje1nplo, los diccionarios, los atlas, los catálogos (de estrellas,
plantas o libros), las antologías de máxi1nas o proverbios corno el libro
que hizo fan1oso a Erasmo, los Adag·ia, o las mismas enciclopedias, es-
pecialmente si estaban ordenadas de forma alfabética.

ÜRDEN ALFABÉTICO

Como ya pusiera de relieve D',,i \lembert en s11 introducción a la Ency-


clopédie (véase, anteriormente, la pág. 151), esencialmente hay dos ma-
neras de ordenar la información en las enciclopedias (al menos en Oc-
cidente). En primer lugar está lo que D 'Alembert llamó el <<principio
e11ciclopédico>> o, en otras palabras, la organizació11 temática, el árbol
tradicional del conocimiento. En segt1ndo lugar habría qt1e n1encionar
el llamado <<principio del dicciclnario>> o, en otras palabras, la <lrdena-
ción alfabética de las entradas.
ADQlJJSTCJÓN DF.L CO~OCJlvlJENTO ( ... ] 239

El orden alfabético había sido utilizado por primera vez en el siglo


XI en la enciclopedia bizantina conocida con el título de <<Su.idas>>. En
el siglo XIII los cistercienses y otros utilizaron el orden alfabético para
elaborar í11dices del mismo tipo. 13 La famosa biblioteca de la abadía de
San Víctor en París fue catalogada alfabéticamente a comienzos del si-
glo XVI y Erasmo ordenó su célebre colecció.n. de proverbios, titulada
Adagia (1500), de la n1isn1a manera. La Biblioteca (1545) de Gesner.cc)11-
te11ía listas de lil)ros ordenad(>s alfal)étican1ente .Y su Historia ani1na-
lium (15 51) 11acía lo 111is1110 con los animales. El Indice de libros prohibi-
dos de la Iglesia católica seguía el mis1no principio. 14 Se aplicó incluso
en algunos muscos: por ejemplo, la colección que la familia Farnesio
reunió en su castillo de Caprarola se distribuyó en cajones con etique-
tas de la/\ a la N.
Durante el siglo XVII la orde11ación alfabética se convirtió en prác-
tica cada vez niás frecuente. 15 Tl1or11asJames, responsable de la Biblio-
teca Bodleyana en Oxford, deseaba que el catálogo ele dicha bibliote-
ca, publicado en 1605, estuviera ordenado alfabéticamente, aunqu.e el
fundador, sir Tl1on1as Bodlcy, insistió en la organización tradicional
por disciplinas y James tuvo que contentarse con elaborar un índice al-
fa bético (la versió11 de 1620 del catálogo ya presentó una orde11ació11
alfabética). 16 Entre los diccionarios geográficos no faltaron títulos corno
ABC de tout le 1nonde (1651). La biblioteca del estadista francésJean-
Baptiste Colbert incluía <<tablas alfabéticas>> con listas de n1anuscrit<>S
in1portantes, co1110 n1apas y tratados. 17 Entre los ejemplos fa1nosos de
libros de consulta organizados de esta manera podría1nos citar <<Teatro
de la ·vida humana>> (1631), de Lat1rentius Beyerlinck, una reorganiza-
ción de la enciclopedia temática de Z\vinger; <<Gran diccio11ario histó-
rico>> (1697), de Louis Moréri, que conoció 111últiples ediciones; y fi-
nalmente, Díction1zaire historique et critiqzte (1697), qt1e es la réplica de
Pierre Bayle a Moréri. Al parecer, Bayle escribió incluso por orden al-
fal)étiC(> lc>s artículc)S de su diccionario. 18 A mediados del siglc> XVJTJ,
San1uel Ricl1ardson ofreció a sus lectores el índice 111ás antiguo de que
tengan1os noticias para tina obra de ficción. A finales de ese mis1no si-

13. 'Vitty ( 1965); Daly ( 1967); Brincken (l 9i 2); Rouse y Ro use (1982, 1983 ).
14. Taylor (1945), págs. 89-198; 1-Iopkins (1992).
15. Serrai (1988-1992).
16. Clen1ent (1991), pág. 274.
17. Saunders (1991 ).
18. J. . ieshour (1993), pág. 292.
240 HJSTORJA S()CJAL DEL C()N()CJZ.1JENT()

glo, las bibliotecas empezaron a catalogar st1s fondos por medio de tar-
jetas (qt1e originalmente eran cartas de naipes escritas por el reverso),
de manera que a partir de ento11ces fue posible dar cabida a nuevas en-
tradas por orden alfabético. 19
Sin embargo, por obvio que este principio de ordenación nos pt1e-
da parecer ho)', la ordenación alfabética (como criterio opuesto a la or-
ganización temática acompañada de un índice alfabético) sustituyó r11uy
lentan1ente a sistemas Jnás antigt1os. La colección alfabética de pro-
verbios qt1e Erasmo había pt1blicado en 1500 fue sustituida en 1596 por
t1na edición ordenada temáticam ente. A finales del siglo X\'II, la orde-
nación alfabética todavía resultaba tan poco habitual que Barthélemy
d'Herbelot, editor de un libro de consulta acerca del mt1ndo musulrná11
titulado <<Biblioteca oriental>> (1697), co11sideró necesario disculparse
en el prefacio por haber escogido dicho principio de orde.nació.n, de-
clara11do qt1e el método <<de hecho .no prodt1ce tanta conft1sión como
uno podría im.aginarse>>. A pesar de todo, Gibbo11 lame11taría en su
Historia de la decadencia y rui1ia del Imperio romano (capítt1lo 51) qt1e le
había sido imposible <<digerir>> el orden alfabético del libro de Herbe-
lot. En el prefacio de la Encyclopaedia Brita1z12ica (1771) se criticaba tan-
to la enciclopedia de Chambers como la Encyclopédie, por lo que allí se
describía como <<la locura de las tentativas de co1n.t1nicar la ciencia
bajo los diversos tér111inos técnicos ordenados de forma alfabética>>. 2º
El conflicto e.ntre los dos sistemas ilustra perfectamente los pro-
blemas qt1e se plantean cuando la historia del conocirn.iento se presen-
ta como una historia del progreso. El cambio del sistema temático al
sistema alfabético no representa simpleme11te un desplazamiento de
menor a mayor eficacia. Podría reflejar un ca1nbio en las vis.ion.es del
mundo (véase, anteriormente, la pág. 151 ), una pérdida de fe en la co-
rrespo11dencia e11tre el n1undo y la palabra. Corresponde, además, a t1n
cambio e.n las modalidades de lectt1ra.
Es evidente que las enciclopedias tradicionales descritas en el capí-
tulo 5 no era.n del todo adect1adas para una consulta rápida por parte
de los lectores que pretendiesen investigar temas concretos. El orden al-
fa bético permite ahorrar tiempo. Sin embargo, esta solución al pro-
blema de la recuperación de la infor1nación -aquí podríamos hablar
muy bien de <<solución Suidas>>- n1vo tambié11 s11 precio. El comu11i-

19. Wellisch (1991), pág. 319.


20. Yeo (1991, 1996).
ADQUISICIÓN DEL CONOCI.i\:1IENTO [ ... j 241

cólog·o canadie11se Harold In.nis se lar11e11tó en cierta ocasión de cór110


«:las e11ciclopedias podían desm.enuzar el saber y encasillarlo en cajas
alfabéticas>>. 21 Ambos sistemas expresan y estimulan la moderna frag-
mentación del conocimiento. La <<confusión>> a que aludía Herbelo t
fue algo más que el simple fracaso de algunos lectores en su esfuerzo
por adaptarse a las exigencias de un 11uevo siste1na.
Después de todo, la org·anización tradicio11al temática, orgánica u
holística del conocin1iento tiene grandes y evidentes ventajas. Esti1r111-
la a los lectores <<intensivc>S>> para que recc>11c>zcan lo que IJ'AJen1bert
llatnaba <<el encac.iena1nie11to de los co11oci111ientos>> o, en otras pala-
bras, los v:í11culos que existe11 entre las diferentes disciplinas o especiali-
dades, el sisterna su.byacente a las rr1ismas. Las enciclopedias medievales
y renacentistas estaban diseñadas para ser leídas más que consultadas (a
pesar de que algunas de ellas, como el volun1en de Reisch, podían incluir
un índice alfabético).
La arbitrariedad del orden alfabético se podía ver co1n.pe1.1sada -y
d e hecho así era- por medio de r eferencias cruzadas con otras entra-
das sobre temas co11exos. Corno ya 11abía p11estc> de relieve Leil)11iz, el
sistetn.a tenía la ventaja de presentar el n1isn10 material desde diferen-
tes puntos de vista. El trabajo que exigía la con1probación efectiva de
tal es co11sultas cruzadas, con o sin ayudas mecánicas como la rueda de
libros instalada en la Bibhoteca de "''olfenbüttel, vie11e oportunamen-
te a recordarnos que <<la lectura co11su.l tiva>> .n o representa -o al tne-
nos no necesariamente- u11a opc.ió11 fácil. Co1n(> reconocía con p e11a
en 1716 un escritor inglés, My.les Davies, en su Athe1zae Britt11znicae,
<<de entre cie11 lectores 110 hay ni l1no solo que se torne las n1olestias de
'ro},rer hacia atrás o hacia dela11te, com.o exigen tales remisiones suple-
111entarias>>. Sin e111bargo, algunas de las referencias cruzadas propues-
tas en la E1zcycloj>édie lograron seguramente sus fines subversivos aun-
que no se siguiesen al pie de la letra. Bastó con que un artículo sobre
la eucaristía concluyese con la recomendación <<véase ca11íhales>>.

R ECURSOS PAR.t\. L 1\. INVESTIGACIÓN H ISTÓRICA

Co11 el fin de ofrecer un ct1adrc) más vivo de cótno, con el paso de los
siglos, q11ienes estuvieron inter esados en conocer 1nás profundamente

21 . Innis (1980). •
242 HIS'fORIA SOCIAL DEL CONOCIJV!IEK'fO

un determinado tema dispusieron de más recursos, podemos tomar


como ejemplo el can1po de la historia. In1agí11ese, por ejen1plo, a un
sabio deseoso de descubrir la fecha de u11 deterrni.n ado aco.n teci111ie.n -
to o i11forn1ació11 sobre t1n i11dividuo qt1e hubiese vivido varios siglos
antes, o el texto de un docun1ento.
En 1450, el sabio en cuestió11 habría dependido enterarne11te de las
fuentes 111an11scritas. Cien años rnás tarde, habría podido acudir a un
pequeño 11ún1ero de obras de consulta. Para cuestiones de geografía,
por ejen1plo, habría podido echar mano de la <<Cosmografía>> (1540)
de Sebastian ~\llünster. Sobre bibliografía, habría podido consultar la
obra de Gesner (véase, anteriormente, la pág. 124) o la lista de escri-
tores eclesiásticos que compiló el abad alemán Johannes 'frithemius y
fue publicada e11 1494. Sobre la historia de algu11os países e11 concreto,
habría contado con la obra de varios l1u1na.n istas italianos expatriados:
Paolo Emili sobre Fra11cia (publicada en 1516-1520), Luca Iv1ari11eo
sobre España (153 3), Polydore Vergil sol> re Inglaterra (1534) y Anto-
nio Bonfi11i sol>re Hungría (1543). Co11 posterioridad a 1550 fi1e posi-
l>le cc>11s11ltar la obra de Giorgio Vasari sobre las vidas de los artistas
italianos; despt1és de 15 53, el diccionario histórico preparado por el
sabio y a la vez irnpresor francés Charles Estienne; y después de 15 66,
el 1'v1.ethodits de Bodin, que entre otras cosas era un ensayo bibliográfi-
co que abarcaba todo el campo de la historia.
En 1650 la situación había can1biado drásticamente, e.n el sentido
de que las cartas pri,radas que se intercan1biaban los sabios eran com-
ple1ne11tadas cada vez con mayor frecue11cia ¡1or nue,ras fuentes de i11-
formació11, cc>n1c> los ¡1eriódicos y los libros de consulta especializados. 22
La ol>ra de Bodin se complementó co11 la de un profesor de Oxford,
Degory vVheare, Method of ReadiTig Histories (1623), y con la bibliogra-
fía histórica más detallada del pastor alemá11 Paul Bolduan (162 O). Los
atlas de Abral1am O r telius (1570), Gerard Mercator (1585-1595) y de
la familia Blaeu (de 1635 en adelante) simplificaron el problema de lo-
calizar ciudades y regiones citadas en los textos históricos. E.n diversos
libros, entre los cuales l1ay que citar los famosos estudios de Joseph
Scahger (1583) y del jesuita francés Denis Petavius (1627), se ¡1odía11
encontrar tablas cronc>lógicas de la historia del 111undo.
Si lo <¡ue se necesitaba era i11forn1ació11 acerca de perso11as concre-
tas, al1ora se podía echar mano de obras como las siguientes: vidas de

22. Pon1ia11 (1973).


ADQ UISI CIÓN DEL CQ '.¡QC.IMfF.N'fO t... J 243

alem anes famosos, del St1izo H einrich Pantaleon (la obra en cuesti ó n
se )titulaba <<Prosopogr afía>>, 15 65); t111 diccionarie> <le los herejes, en
or den alfabético desde los <<adamitas>> hasta Zt1inglio ( 1569), del fran-
cés Gabriel du Preat1; biografías de artistas 11o landeses ( 1603), del p in-
tor !(arel ·van Mand er ; y vidas de teólogos, juristas y médicos alerr1anes
(publicadas en la década de 1620), de M elchi or Ad am . Sobre pr oble-
m as relacion ados con la gen ealogía, se podía consultar el <<Teatro de
genealogías>> ( 1598), de H enn in ger. P ara aclarar hechos y cifras acer-
ca de países concretos, a p artir de la eléca da de 15 90 los lector es pu-
dieron acudir a la descripción del mundo de G iovanni Botero y, a par-
tir de 162 0, a la serie de obras pu.blicada por 'F.lsevier que ya citan1os
en el capítulo 7 (véase la pág. 212). Entre las coleccio.nes de docu1nen-
tos habría que citar los volú1nen es dedicados a los decretos de los em-
p eradores germánicos y a los textos de cronistas alemanes y bohemios.
Las obras e n lengu as extranjeras podían descifr arse con la ayuda d e
cliccionarios. Si éstos eran raros antes de 1550, un siglo más tarde este
t ipo ele libre)s ele ce>n sulta, en aquel rn om ento in d ispensables, inclt1yó
diccionarios español -i ngl és, italiano-inglés, francés- i11glés, francés-es-
pañol, alemán-latín, aler11án -polaco, latín-suec<> y alg·u11os diccionarios
de ct1atro, siete o i11clt1so 011ce idiorr1as, en tre elle>s el crc>ata, el cl1eco
y el húngaro.
H acia 1750, siem.pre que tuviese acceso a u na biblioteca r azo11able-
men te gran de, el sa bio podía consultar toda una estantería de crono-
logías contrap uestas, incluidas la del inglés J ohn Ñ!arsham y el estu dio
crítice) pul)lica do po r un grupo de be nedi ctinos fr anceses, <<E l arte de
verificar fecl1as>> ( 17 50) . E11tre los atlas ah ora figur aba la edició11 en
seis volúmenes de Blaeu (165 5), el es¡1ecia lizado <<l\tlas histórico>> <le
Chatelain (1 i05) y el <<Gran diccionario gec)gráfico y crítico>> de Hru-
zen d e la Martinicre en diez volúmenes (1726- 1739). Los cliccio11arios
históricos ri,rales de M oréri (1674) y Bayle (1697) tuviero11 var ias ecli -
ciones. Los escri tores an ónimos o que se escondían bajo un pseudó11i-
m o pudieron ser identificad os con la ayuda de diversos diccio11arios,
emp ezando p or el d e P laccius, publicado en 1674. Entre los diccion a-
ri <>s l)iogr áficos h ab ría que señalar el <<D iccion ario de los sabios>>
(17 15), ele 1\'len cke, d edicado a las vidas d e los sabios, y la volt1minos a
c>bra deJean-Pierre :Nicér<>n, <<Ñl e1nori as de ho1n bres ilt1stres>> (43 vo-
lúmenes, 1727-1 745).
Ahora los lectores podían acceder a 1nt1cl1os rr1ás textos de docu-
1nentos com o tratados, cró11icas rnedievales <>clecr etos de los concilios
de la I glesia. Confi guraban conjuntos de volúrr1enes en folio y ft1eron
244 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIA.-1IENTO

editados por sabios con10 el i11g·lés Thomas Ryn1er (20 volúmenes) o


los italia11os Ludovico Muratori (28 volúmenes) y el arzobis¡->o Gio-
vanni Dome11ico Ma11si (31 volúmenes). Las formas arcaicas del latín
dejaron de ser u11 obstáculo insuperable despt1és ele la publicació11 de
un g·losario por parte del sabio francés Charles Du Ca11ge (1678). Los
libros de bibliografía sobre l1istoria incluían ya los cuatro volúmenes
de Cornelis de Beughem, <<Bibliografía histórica>> (a partir de 1685), y
la obra de Burkhard Struve, <<Bibliografía histórica selecta>> (1705),
debidos ambos a eruditos alemanes. En este mismo apartado hay que
inclt1ir dos producciones francesas: <<Biblioteca uni,rersal de los histo-
riadores>> (1707), de Louis-Ellies Du Pin, y <<Método para el est11dio de
la historia>> ( 1713), de Nicolas Lenglet, un ensayo q11e se nlueve de11 tro
de la tradición de Bodin. Buceando e11 las pági11as de diarios científicos
como Nouvelles de la Républiqzte des TJettres o Acta .Eritditoritm de Leip-
zig, el lector podía e11contrar nuevos libros sobre historia y sobre mt1-
chos otros temas.

C.t\.SOS CONCRETOS DE APROPIACIÓN DEL CONOCIMIENTO

Es evide11te que 1nuchos libros de cons11lta estt1vieron destinados a u11


sector concreto del mercado: clero, jt1ristas, nlédicos, mujeres, etc. Por
eje1nplo, en el mt1nclo de habla ger1ná11ica en particular se produjo un
auge de las e11ciclo¡1edias desti11adas en primera instancia a un público
femeni110. 23
Para reconstruir el proceso de adquisición del conocimiento segui-
do por los lectores de comienzos de la edad moderna, igual que el pro-
ceso de utilizació11 de dicho conocimiento, es necesario estudiar tam-
bién algunos casos en concreto. Resulta esclarecedor saber qué libros
de consulta adquirieron los propietarios de pequeñas bibliotecas. Los
inven.tarios d e libros dejados por estt1dia11tes y profesores de la Uni-
versidad d e Can1bridge, ¡1or ejem¡1lo, incluyen una serie de refere11cias
a diccionarios (concreta1nente el i11ve11tario de Ai1tonius Calepinus) y
enciclopedias (en especial el inventario de Gregor Reisch). 24 Queda sin
resolver el problema tnás importa11te y desde luego más escurridizo de
determinar cómo se utilizaban los libros de consulta. Felipe II de Es-

23. Woods (1987).


24. Leedham-Green (1 987), notas 71, 82 y 92.
ADQUISICIÓN DE.L CO)JOCI?vlIENTO [ . .. ] 245

paña ft1e inr11orta1izado e.n e11ie.nzo .n1ie.r1tras utilizaba e] atlas de Orte-


li11s para identificar ale.leas e.le Francia y preparaba la salida de la ar111a-
da española e.n 1588. 25 Por otra par te, al con1entar el c.lesce11so de1no-
g·ráfico en s11 Restaitració11 política de Espa'i1.a (1619), el teólogo Sancho
de lvloncada se refiere repetidas veces a la obra de Botero. Tarr1bién se
han estudiado con cierto detalle las prácticas de lectura de algunos sa-
bios bien conocidos, entre los cuales cabría mencionar a Jea11 Bodin,
John Dee, Gabriel Harveyy Johann Kepler, y se han analizado cuida-
dosa.n 1ente los diferentes canales a través de los ct1ales recibía i11for-
.n1ación Sar11t1e1 Sewall, un aristócrata d e Boston, a cor11ienzos del si-
glo XVIII. 26
Un caso especial1ne11te bie11 c.locun1e11tac.lo e.le avidez lectora es el
del polifacético Peiresc. Nicolas-Claude F'abri de Peiresc :ft.1e un 111agis-
trado con intereses intelectuales surr1arnente amplios. Vivió en Pro-
venza una generación antes del auge del periodismo científico y creó
una red internacional de an1igos, <<personas curiosas como nosotros>>
(ge1is cztrieztx comme nous) con10 él rr1isn10 decía, que le su rtían de noti-
cias relacionadas con la República de las letras. Su an1plísin1a corres-
po11de11cia, gran parte de la c11a] l1a sido publicada, n1enciona repetida-
.n1e.n te libros .nuevos, edicio.r1es de Jos padres de la Iglesia, u11a l1istoria
<le los árabes, el últi1nc> tratado <le Galileo, la serie de Elsevier sobre
descripcio.r1es de Polonia y otros países, las antologías de relatos de
viajes editadas por Richard Hakl11yt y Samuel Purchas )', lo qt1e 110 es
menos importante, hojas informativas o gacetas n1anuscritas o in1pre-
sas de Venecia, Amsterdam, Roma y otros lugares.
Peiresc i10 se informó únicamente a través de Jos libros. f 'ue, ade-
n1ás, un coleccionista obsesivo de objetos con10 r11onedas ron1anas y
1no111ias egipcias. Este caso i1os recuerda que entonces el conocin1ien-
to podía ad(¡uirirse ¡1or mú1tip1es vías y .nos advierte sobre el peligro de
hacer que todo depet1da única.n1e.nte de la lectt1ra. Las colecciones (Íe ob-
jetos curiosos nos ilustran sobre el proceso <le apropiació.n del co.noci-
111iento con especial claridad. Por lo tanto, 111erecería la pe11a que echá-
serr1os 11na ojeada a los objetos expuestos e.ti t1n fa1noso n1useo privac.lo
del siglo xvn, mencionado ya en un capítulo 211terior (véase la pág. 141),
que entre otras cosas albergaba la colecció11pertenecientea1vlanfredo

2 5. .Parker (1992), pág. 13 7; Parker (1998), pág. 2 4.


26. Rrown (1989), págs. 16-41; (irafton y Jardine (1986); Grafton (J 992); Sher-
man (1995); Blair (1997).
246 HIST ORIA SOCIAL D EL CON'OCIMIEN T O

Settala, un clérigo de la nobleza de Milán. En el siglo XVII se publicó


un catálogo de esta colección. Evidentemente, el catálogo ne) sustit11-
ye a los c)bjetc>s e11 sí mismos, pero, en cualc¡uier caso, ha servido para
<¡ue mucha gente se entere de la existencia de las colecciones incluso
en nt1estros días.
Un grabado contemporáneo del m usco de Settala nos produce la
impresión de una variedad aparentemente inagotable. Del techo pen-
den caimanes y peces disecados, las urnas y los bustos se alinean a lo
largo del suelo y el centro de la habitación lo ocupa una serie de gave-
tas. El catálogo refuerza esta impresión del museo como una especie de
tnicrocosmo (véanse las págs. 143 y sigs.), con ejen.1plares de todas las
cosas imaginables del mundo. Un 111useo de este tipo se podría descri-
bir taml)ién como tina especie de escuela que enseña al visitante có1no
se pueden utilizar la madera, el metal, la cerá1nica, etc., )T productos de
diferentes partes del mundo: plata de Potosí, porcelana de China, arcos
y flecl1as del Imperio Otomano y de Brasil, momias de Egipto, textos chi-
nos y japoneses escritos con ideogram as, etc. Las referencias que se ha-
cen en el catálogo a algunos libros - por ejemplo, a la obra de Gonzá-
lez de Mendoza sobre China- o a determinados donantes - entre
otros al arzobispo de Milán (que entregó a Settala un jarrón japonés)-
sugieren qt1e por lo menos el propietario conten.1plaba los objetos en
sus contextos históricos y geográficos y, al mismo tiemp<>, cc>m<> ejem-
plos de diferentes 1nateriales (véase el capítulo 5, págs. 143 y sigs.). 27

DE MoNTi\JG1'TE A .NloN-r ESQtJIEU

Puesto que en un capítulo anterior de este libro se ha puesto de relie-


ve la importancia de las grandes ciudades como Roma y París, podría
ser esclarecedor dedicar cierta atención a algunos indi,riduos que vi-
vieron en el campo. 1enemos pruebas de que a finales del siglo XVI al-
gunos nobles ingleses que vivían en el campo adc1uirían e i11tercan1bia-
ban inforn1ación 11istórica. 28 Acaban1os de citar el caso de Peiresc. Para
percibir el ca1nbio qt1e se produjo a lo largo de este período, podría-
mos con1parar y contraponer dos nobles franceses, buenos conocedo-
res del mundo, con excelentes bibliotecas y amplios intereses; ambos

27. F indlen (1994), págs. 42 -44.


2 8. Levy (1982).
ADQUISICI()N () ~: L c:oNOCI~1IliN'l'O [ . . . ] 247

viviero11 en el cam1)0, cerca de Bur deos, aunque con siglo y 1nedio de


difere11cia. Me estoy refiriendo a Montaignc y a Montesquieu.
Cuando Montaignc se retiró a su finca campestre, se aseguró de
ql1e la torre en que iba a meditar y escribir estuviese l)ie11 ¡)r ovista
de libros. Se sabe que util izó doscie11tos setenta y l1no: sóle> tres sobre
leyes, seis sobre 1nedicina y dieciséis sobre tec>lc>gía, p ero casi cien so-
bre historia, antigua y in oderna. 29 Cc>111c) al1téntico r enacc11tista, Mon-
taigne co11ocía l>ien las obras ele los clásicos gr iegos y latinos y mostró
un aprecio esp ecial pc>r las obras m orales d e Sén eca y Plutarco. Se in-
teresó por la 11istc>ria de su propia región y utilizó repetidamente los
Annales d'Aquitai1ze del hl11na11ista J ean Bol1chet. Sobre la l1istoria de
Fra11cia, leyó las crónicas de J ean Froissart y las n1ernori as d el diplo-
mático Philippe de Cornmynes; sob re Italia, la famosa histori a escrita
por Fran cesco Guicciardini . .N1on taigne u tilizó el 1\-1ethodees de su con-
temporáneo Jean Bodin, así co1no el estudio cc>n1parativo de los siste1nas
políticos, titulado Six livres ele lrt républiq11,e, de ese mismo autor. Su in-
terés por el 111l111do extraeuropec> estl1vo alirnentado ¡)or la historia de
Cl1ina ql1e h al>ía escrito el 1nisionero españc)l Juan González de .Nlen-
doza y por un puñado ele lil>ros sobre ambas Américas: las obras del es-
pañol Francisco López de Górnara y del italiano Girolarno Benzoni
sobre las conquistas españolas, y del cosmógrafo André Thevet y del
1nisionero Jcan de Léry sobre Brasil.
Por lo qu e se refiere al estilo de lectura de Montaigne, a pesar de la
originalidad de 1nuchas de sus obsenraciones, fue el hal)itual de su tiem-
po, al men os en el sentido de que en los lib ros l)uscaba conscien te-
mente ejemplos morales. Aunque rna11ifestó su despr ecio por lo que él
in.ismo lla1n{> <<¡)asteles de ten1as corn.l mes>> (pastissages de lieux commu1zs),
es prol)at)l e q11e llevase llI1 lil>ro o cl1allcrno personal de <<ternas>> y,
desde lu eg·o, a11otalJa los libros que eran d e su propiedad. Por ejemplo,
su copia <le la vida de Alejandro escrita por Quinto Curtio conti en e
an otacion es al margen sobre ternas corno <<carros de guerra>>, <<amazo-
nas>> y <<palabras de Darío>>. L os primeros en sayos de Montaigne pa-
recen ampliaciones de extractos tornados de sus autores fav oritos c>r-
denados de acuerdo con catcg·orías 1norales, y la práctica <<ele re<lucirlo
todo a temas co.m unes>> tarnbi é11 infl.11yó en el título y e11 los conteni-
dos de sus últim os ensayos. 30

29. Villey (1908), vol. 1, págs. 244-270.


30. Vllley (1908), vol. 2, págs. 10 y 52; Goyet (1986-1987); Moss (1996), págs.
2 12-21 3.
248 l-TJSTORTA SOCIAL DEL COKOCilvlIENTO

Los estudios rnás sistemáticos de Montesquieu se inspiraro11 en el


abanico de libros n1t1cho 1nás amplio que estaba al alcance del público en
su tiempo. La biblioteca de su casa de campo en L a Brede tenía unos
tres mil volúmenes. Sus cuadernos, conocidos en su mayoría únicame11-
te por sus títulos, ya han sido mencionados anteriorn1ente en este capí-
tulo. Uno de los que ha11llegado11asta nosc)tros, el llamado S;1icileg·e, nos
desct1bre en cierta 1nanera cÓm(> adquiría Montesquieu la información.
En él se incluyen anotaciones de talante puramente personal sobre li-
l>rc)s que ¡1ensaba cornprar, incluidas las colecciones de libros de viajes
que editabanJohn Harris y los Churchill. rfambién se refiere al conoci-
n1iento obtenido a través del diálogo, por ejemplo, con t1n misionero je-
suita francés que había vuelto de China.
El cuaderno nos muestra dos facetas de 1\1011tesquieu. Por una par-
te nos confirma que éste leía obras fa111osas de historia, por ejemplo la
de Nicolás Maqt1iavelo sobre Florencia, la de Pietro Gia11none sobre Ná-
poles y la de Gilbert Burnet sobre Inglaterra. Por c>tra parte, nos lo
¡1resenta recortando pasajes de periódicos corno la Gazette d'Amste1~­
dam, especial1nente cuando contenían información comercial como la
llegada a Lisboa de barcos procedentes de Río de Janeiro con un car-
gamento de diamantes. En uno de los casos las anotaciones son minl1-
ciosas. Se trata concretamente de la fa1nosa descripción que I{aempfer
hace de Japón (véase, anteriorn1ente, la pág-. 85). Estas 11otas ponen de
manifiesto algu11os de los principios qt1e guiaba11 la selección de i\1on-
tesquieu, concreta111ente su i11terés pc>r la agricultt1ra arrocera como
base de la st1bsiste11cia de los japoneses, lo que explicaría el hecho de
que Japón poseyese una población relativamente densa. El cuaderno
en cuestión, co111pletado con las cartas de Montesquieu, muestra la fa-
miliaridad del pensador francés con una serie de obras de consulta ta-
les con10 los diccionarios históricos de Moréri y Bayle, la C.yclopaedia
de Chambers y los diccionarios jurídicc)S compilados ¡1or el jurista
francés Pierre-} acques Brillo11. 31
Sin pretender c)1nitir o nivelar la idiosincrasia o la origi11alidad de
A-1.011taig11e y de Montesqt1iet1, se podría sostener que el contraste en-
tre estos vecinos es, entre otras cosas, un reflejo de otro contraste: el
que existe entre un estilo de lectura propio del siglo XVI y otro propio
del siglo XVIIT. Montaigne practicó una lectura i11tensiva, lo que le per-
mitió citar pasajes enteros de memoria (como mt1estran ciertas inexac-

31 ..Dodds (1929), págs. 81 , 94-95, 99-100; Shackleton (1961), págs. 229-238.


AD Qursrcró'f\• DEL CONOCIMIENTO [ ... ) 249

titudes de poca r11onta), y atenta a descubrir los ejemplos mor ales. Por
el cor1trario, Mo11tesquie1:i se co11tentc) a ine11udo co11 l1oj ear por e11ci-
111a alg1111os libros, sin leerlos ele pri11cipio a fi11, y buscaba sobre todo
hechos, incl11idas las estadísticas.

EL SABER ADQ U IRIDO DE OTRAS CULTURA S

Montaigne y A-1ontesc1uie11 había11 te11ido en común un vivo interés


pc)r o tras culturas, aunque cada u110 11abía bebido e11 fue11tes difere11-
tes . 1\1ucl1os pen.sa<lc>res europeos d e primera fi la de los siglos XVTT y
XVlII había.u comparti<lc> esta r11is1na curiosidad. U ne> pie11sa, en el caso
de Francia, en Voltaire, Di<lerot y R o11sseau; en el caso de Inglaterra,
en John Locke y Aclaro Smith; y, en el caso <le Ale1nania, e11 Leibniz,
quien en 1697 escri bió a la p rincesa Sofía Carlota para comu11icarle
que pen saba colgar en la puerta de su despach o un letrer o que dij ese
Burea1J.. d'Adresse poztr la Chine para que la gente supiese que podía diri-
girse a él para obte11er i11formación act11alizada sob re este tema.
E11 general, los e·uropeos ed11cados adq11irieron Sll co.n ocimiento
clel rnu11do extrae11rc>peo a partir de l111a serie r elativarnente reducida
de libros, un corpus qt1e g radualmente fue car11biando a le>largo de este
p eríodo. H acia 1600, u11a persor1a interesada, por ejernplo !vlontaigne,
podía leer la obra de González de Mendoza sob re China, la de L ópez
de Gómara sobre M éxico y la de J ean de L éry sobre Brasil. Como
com plemento, se podía11 añadir el relato del jesuita italiano Matteo
Ricci sobre la misicSn de China y el de su colega portugu~s Luis Frois so -
bre una 1nisión sit11 il ar desarrollada en Japón. Sobre Africa, los ·lecto-
res contaban co11 las descripcion es sc>bre el 11orte d el co11tinente de
León el Africano (T-Tassan al-Wazza11), lln t11usuln1á11 que había sido
raptado por los piratas y ll evado a Roma; sobre el Co11go, tenía11 el r ela-
to de D uarte Lopes (de esta obra podían cscc>ger las edicio11es italia11a,
latina, holandesa e i11glesa). Sobre el Imperio Otomano, qt1e susci taba
un miedo casi generalizado, h abía toda una estantería de libros, entre los
cuales se incl11ía un relato de primera mano de la misión escrito por el
<liplornático flame11co Og'ier Ghiseli11 de Busbecq, con ediciones en la-
tín, ale1nán, checo, español, francés e in.glés .
.A. con1ienzos d el siglo X\TTTT, la in for111ación que se podía obtener
era nlucho tnás nun1erosa y los libros citadc>s rnás a 1ne11ud o habían
cambiad o. Se rnante11ía vive> el interés por el I1n perio Otomano, pues-
to que la amenaza de invasión p ersistía. Por otra parte, Chi11a se había
250 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

puesto de 1noda y .M o.n tesquieu no fue el único que echó 1nano de la


Descriptio1z de la Chi1ze (173 5), en cuatro volú111enes, del jesuita francés
Jean-Baptiste du Halde, para infc>rmarse sobre el tema. Ta111bién el in-
terés por J apó11 estaba en alza, a li1nentado por el rninucioso relato de
Engelbert Kaen1pfer, publicado en inglés en 1727 y en francés e11
1729. A Kaempfer lo leyeron con atención no sólo Montesquieu, sino
también el historiador alemán de filosofíajohannjacob Brucker,Jean-
Jacqucs Rousseau, Diderot y otros colaboradores de la E1zcyclopédie. 32
Sobre África, al relato d el viajero port ugués Duarte Lopes se aña-
dió al1ora el del 111isionero jesuita Jerónimo Lobo sobre i\bisi11ia, d el
que se hizo una edición reducida en 1673 (en él se inspiraría un siglo
después San1uel Johnson ¡1ara escribir la 11ovela Rasselas [1759]). A par-
tir de 1704, a estos relatos se añadió la 4escripción de Guinea del co-
rnerciante holandés Wille1n Bosma11. Este dividió dicha zona de la
costa africana en Costa de Oro, Costa de los Esclavos y Costa de Mar-
fil. Sólo a mediados del siglo xv111, empezó a disponerse de informa-
ción detallada sobre el interior de Africa. ~ 3
Ta1nbién creció paulatina111ente el interés por América del Sur. Vol-
taire tenía trece libros sobre esta región en su biblioteca. Entre ellc)s es-
taba el relato que Charles-Marie <le La Condar11ine hizo de su 1nisión
oficial a Perú y de su ulterior descenso del Arnazonas. La obra de La
Condami11e sería citada con respeto por el naturalista Buffon, el philo-
sophe Holbach y Willia1n Robertson, rector de la Universidad de Edin1-
burgo y autor de una History ofA1nerica (1777) que tuvo 1nucho éxito. 34
Los lectores que no dispo.nía11 del ti empo necesario o si1nplemen-
te no estaban dispuestos a leer n1onografías cc>111c> las citadas hasta
aquí, sie1npre podían recurrir a u11a enciclopedia co1110 las de Moréri,
Bayle o la ETicyclopédie, au11que estas c>bras de consulta no eran del todo
fiables pc)r le> que a la información sobre Asia, África y i\mérica se re-
fería. 35
Si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente sobre los sistemas de
hacer anotaciones, podría ser pertinente resumir el conocin1iento que
tenía el lector normal de comienzos de la edad nloderna del n1undo ex-
trae uropeo por medio de una serie de reinas cor11unes acerca de los es-
clavos, los déspotas, lc>s bárbaros y los caníbales. Por ejen1plo, el Im-

32. Nakagawa (1 992), págs. 247-2 67.


33. Santos Lo pes ( 1992).
34. Duchet (1971), págs. 69, 72, 93 , 109-1 10.
35. Switzer (1967); Nliller (1981).
ADQ UISICIÓN DEL CONOCIMIENTO ( ... ) 251

perio Otomano evocaba, por 11na parte, la idea de los nuevos sultanes
matando a sus l1ermanos con 111<)tivo de la subida al trono y, por otra
parte, la imagen del l1arén o serrallo. 36 India significaba filósc)fos des-
nudos ( <<gi1nnosofistas>>) y creencias destructivas. Una conferencia en
la Universidad de Caen en 1663 describía Calicut con las siguientes
palabras: <<Los habitantes no conocen el uso del pan,9rechazan la cas-
tidad y a veces intercambian sus esposas>>. 37
.A cierto .n úmero de lectores parece h.aberles interesado de forma
especial algi.1nos métodos exóticos de escritura. En los m11seos de Set-
tala y Worn1 se exhibían textC)S escritc)S en árabe, etíope, chino y japonés .
.i\r1éx_ico se asociaba C<)n el uso de pictograrnas o <<jeroglíficos>> y Perú
con el 11so de qzti¡1u, un sistema mnemónico basado en los n11dos. Los
pictogramas mexicanos se imprin1ieron por primera ''ez en 1625 en
una colección de libros de viajes editada por Samuel Purchas. El sabio
holandés Johannes de Laet utilizó la edición de Purchas para presen-
tar la cultura mexicana en su obra <<Nuevo mundo>> (163 3). 'fambién
el polifacético jesuita Athanasius l{ircher recurrió a Purcl1as en el ca-
pítulo sobre M.éxico de su arnbicioso estud.io comparativo de los jero-
glíficos titulado <<El Edipo egipcio>>, 1652-1655.
Para analizar con n1ayor detal le el conocimiento q11e los lectores
occidentales tenían del rn.undo extraet1ropeo podernos fijarnos en los
casos de Japón y China. En 1500 pocos europeos conocían la existen-
cia misma de Japón, a pesar de que recientemente se había editado por
primera vez el relato de los viajes de Marco Polo en una traducción la-
tina. Marco Polo hablaba de una extensa isla, denominaba <<Cipangu>>,
cuyos habitantes eran 1nuy educados y en la cual <<ab11ndaba el oro>>.
Apenas daba más informacio.nes. Las cartas del misionero español Fran-
cisco Javier ponían de relie,,e el sentido del hon.or de los japoneses, idea
que enseguida se convirtió en un tópico. En s11s Merveilles (1553), el
orientalista Guillaume Poste] presentaba <<Giapan>> CC)mo un país que
e11 realidad ya era cristiano antes ele que lleg·asen los rnisioneros. Las
fuentes de la informació11 de Postel habían si<.io <<Schiabier>> - como
él llamaba a Javier- y otros jesuitas y presentaba a <<Xaca>> -es de-
cir, Buda- corno a Cristo y al emperador como a un <<soberano pon-
tífice>>. 38

36. Cirosrichard (1979).


37. Brockliss (l 98 7), pág. 15 5.
38. Bernard-1\tlaltre (1953); Lach (1965), págs. 657, 660 y .nota; Lach (1977), págs.
267-268.
252 HIST()RJA S()CJAL DEL CQl\'()CJMJF.NT ()

También Botero había bebido en fu.e ntes jesuíticas al poner de re-


lieve los siguientes aspectos: el sentido del honor y la seriedad de los ja-
poneses (que él comparaba con el de los españoles), la frecuencia de
terremotos en aquel país y la preferencia de los japo11eses por el agua
1nezclada con <<t1n precioso polvo que ellos denon1inan cha>>, es decir,
té. Con el paso del tiempo, los tópicos fueron multiplicándose. Por
ejemplo, e.n 1669 la Royal Society publicó ei1 st1 revista Philosophical
Transactio1zs <<Algu.nas observacio11es sobre Japó.n realii',adas por una
persona con inge11io que ha residido muchos años e11 ese país>>. Las
observaciones en cuestión se reducían a veinte puntos e incluían afir-
maciones como las siguientes: <<Los japoneses escriben de arriba aba-
jo. Su gobierno es despótico. [... ] Su mano izquierda es la más honora-
ble>>. De todos modos, continuaban existie11do importantes lagunas en
el conocimie11to y, a finales del siglo XVII, lino de los más destacados
cartógrafos franceses, Delisle, seguía po11iendo en tela de juicio si Ja-
pó.n era una isla.
En el caso de China, los tópicos ft1eron especialmente numerosos.
Entre otros podríamos mencionar los siguientes: la idea de que el em-
perador de China era una figura puramente decorativa; qt1e (con10 el
filósofo Paolo Mattia Doria, amigo de Vico, afirmó en st1 tratado so-
bre <<l,a vida civil>>, pt1blicado en 1709) los chinos eran un pueblo p()CO
belicoso ql1e se defendía de los bárbaros dejando que éstos lo conquis-
tasen para luego ter1ninar domando a sus conquistadores; qt1e los chi-
nos habían utilizado la escritura antes que los occidentales, con ideo-
g·ramas en lugar del alfabeto; y que los chinos habían inventado la
pólvora y tal vez tan1bién la imprenta. Montaigne había indicado que
la imprenta y la pólvora eran mil años más antiguas en China que en
Et1ropa, y la historia de la imprenta escrita por el sabio y librero Pros-
per Marchand (1740) planteaba la r>osibilidad de que este invento se
hubiese difundido en Occidente a partir de Oriente.
Robert Burton, un profesor de Oxford culto pero que no estaba
especializado en los esn1dios orientales, se refirió a China en numero-
sas ocasiones en su 44'natomía de la mela1zcolía (1621). Burton se mostraba
especialmente im11resionado i1or la posició11 de los mandarines, los li-
terati, con10 él los llamaba (véase la pág. 49). Otros aspectos que le i11e-
recieron alg·ún comentario fueron: la ausencia de mendigos en China;
la práctica del suicidio ¡1<)r la vergüetlza de haber st1spendido lln exa-
me11 y el contraste existente entre las medicinas china y occidental. Se-
gún Burton (que a su vez se basó en iVIatteo Ricci), en China <<los mé-
dicos mandan cosas totalmente opuestas a las que nos mandan aquí [... ]
AD QlJISI CI()~ DEL CON()CliVlIEKT() Í ... ) 253

en conjunto, ellos t1tilizan raíces, hierbas y cosas n aturales en sus n1e-


dicamentos y tod a su 1nedicina está comprendida, en cierta manera, en
un h erbario: n.ada de ciencia, 11i de escuela, ni de arte, ni de títulos,
sino que, corno ur1 cornercio, cada t1110 recibe instrucciones en privado
d e su dueño>> (libro 2, parte 4 , sección 1, 5).
Si toda,ría no lo eran en el moment<> de ser e.nunciadas, las obser-
vaciones de Burton se co.n virtieron r11uy ¡)r<>11to e.n tópicos, una lista
(¡t1e seguiría acrecentándose con nuevos ternas. Al hacer la recensión
d e u11 libro r eciente sobr e China en 1666, la revista Philosophical Tran-
sactions <>bservaba qt1e los chinos <<aprecian en alto gra do la r aíz de gi11 -
se11g>> y prescribe.n el uso del té con10 u11 n1edicamcnto. A lo largo del
siglo X \ l II la filc>sofía y la n1edici11a cl1inas suscitaron el interés de los
occidentales y Confucio e1npezó a ser considerado, juntamente con
Sócrates, un ejernplar de virtudes paganas. 39
L a asimilación de este conocin1ie.nto exótico ll evó aparejado natu-
raln1e11te u11 proceso de do111esticación o ester eotipia. Incluso los ob-
servadores occidentales de <<Can1po>> percibieron las ct1lturas que no les
eran fan1i liares en términos de ester eotipos. J\lgun os de estos cli chés,
con10 el de los caníbales a1n ericanos y el de los déspotas orie11tales, exa-
gera ron la distancia cultural e.n tre la cu.l tura extranjera y la ct1ln1ra del
observador. Otros actuar<>11 en sentido totalmente contrario. P or ejern-
plo, el marino p<>rtugués Vasco da G ama penetr ó en Calicut en un
t emplo indio y lo percibió con10 u.n a iglesia. La combinación de Brah-
n1a, Visnú y Sl1iva la i11terl1retó co1110 una i1nage.r1 de la Sat1tísi1na Tri-
nidad. Francisco J avier vio <<hidalgos>> y <<universidades>> e11 el Japón,
mi en tras que la figura del emperador i1ipór1 le recordó tnuy d e cerca a
la del .P apa. Los jesuitas llevaron consigo a Ch ina las categorías aristo-
télicas y, consect1.e.nte1ne11te, interpretaron los p r i11ci¡1ios del yin y el
yan g C<>n10 equivalentes de la <<n1ateria>> y la <<for111a>>. Quienes se limi-
taban a leer m1 libr o en su casa no estaba11 evidentemente e.n co11dicio-
nes de criticar estos est er eotipos. Sus libros de temas comunes y de tó -
picos se transfor1naron a r11 ent1do en s in1¡1les antologías de preju icios.
A pesar de todo, no h er11os de aceptar si11 m ás que los lectores de
comjenzos de la edad 1noderna creyera11 a pies juntillas todo lo que leían
acer ca del mt1ndo extrae11ropeo o de ct1a lquier otro tema. L a fia bilidad
del cor1ocin1iento será el terna de tiebate - o, 111ás exactan1e.nte, de los
1núltiples debates- del capítulo sigt1ie11te.

39. Pinot (1932); T,ach y Kley (1993) .


Capítulo 9

Conocimiento fiable y
conocimiento no fiable:
Conclusión

Los antiguos esc.:éplicos, que nunca reconocerían haber


encontrado una verdad, nos n1ostraron a pesar de codo
el mejor can1ino para buscarla. [... ] Quien evita la frivo-
lidad disputadora (de los escép ticos), aceptando, no
obstante, [...] como un reLo personal la li bertad de bús-
queda (de aquellos hon1bres), se cnc.:ucntra en el único
carnino que en todo tipo de estudios cnnduce y perma-
nec.:e abierLo hacia el santuario de la ve rdad.
SELDEN

La fiabilidad del conoc.irn.i ento no es algo que pueda darse por des-
contado. Los criterios d e fiabilidad tluctúa11 y ca111bian e11 diferentes
culturas y épocas. 1 Una de las te11den cias intelectuales rr1ás irnportan-
tes en los primeros siglos de la edad m oderna fue el auge del escepti-
cis1no de diversos tipos frente a las pretensiones de conocer. Es i111po-
sible valorar exacta1nente esta tendencia y sería presun t t1oso tratar de
e.xplicarla. 1a1n.bién. el siguie11te informe, que ob,ria1nente y por nece-
sidad incurre en si1nplificaciones y especulaciones, se del>cría leer cor1
algo de escepticistno.
Como paso p revio, tal vez m er ezca la pena distinguir un cscepti-
cism.o filosófico o g·eneral, c1ue calificare1nos de <<superior>> , del escep-
ticism o espec.ífico o práctico, c1ue tildar e111os de <<Í11ferior>> o simple-
mente <<bajo>>. En el plano de la práctica, J ea11 Bodir1, p or eje1nplo, se
mostró crítico con el h istc)riador italiano Paolo Giovio: <<Co11tó mu-
ch as cosas de los In1perios de los persas, de lc>s abisinios y de los tur-
cos, pero n i éJ mismo sabía si tales cosas eran verdaderas, puesto que

1. Zin1an (1978).
256 HISTC)RIA SOCIAL DEL CONC)Cllv1IEN'f()

ace11tó ru1nc>res>>. Alguien puede comparar estas palabras con la reacción


de Samuel Johnson frente a la obra Del espíritu de las leyes, de l\1ontes-
quieu, 1nanifestada a Boswell de la manera brusca que era habitual en
él con ocasión de u11a visita a Skye en 1773: <<Sie1npre qt1e [M.ontes-
quieu] desea apoyar una opinión extraña, te cita la práctica de Japón o
de algún otro país lejano del que en realidad no sabe nada>>. La inte-
racción entre este escepticismo filosófico <<superior>> y la desconfianza
práctica y más de andar por casa frente a las pretensiones de conocer
constituirá. uno de los gra11des temas de este capín1lo.

EL RESURGIMIEN'I'O DF.L PIRR<>NISMO

En un plano 1nás general, a comie11zos de la edad moderna un nú1nero


considerable de personas se interesó por el escepticis1no filosófico o
<<pirronismo>>, así llamado en recuerdo del filósofo griego Pirrón de
Elis. Las obras de Pirrón se habían perdido, como las de otros pirro-
nistas como Carneades. Sin ernbargo, un texto grieg·o i1c)sterior, los
liypotyposes (<<Bocetos>>) de Sexto Empírico, ha hecl10 ll egar hasta no-
sotros u11a síntesis de sus afirmacic)nes. Según Sexto E1npírico, la di-
versidad de lc>s puntos de vista es una razón qt1e debe llevar11os a suspe11-
der el juicio acerca de todas las pretensiones de conocer que vayan 1nás
allá de las apariencias. 2 El texto de Sexto E1npírico fue redesct1bierto
en la Italia del Renacimie11to. En 1562 se publicó en Francia y en 1569
fue tradt1cido allí mismo al latín. l\tlontaigne conoció este texto, que le
inspiró su famoso lema Que sais-je?, una interrogación que sugiere que
Sexto Empírico era escéptico incluso acerca d el escepticismo. Por su
parte, Pierre Charron, discípulo de Montaig·ne, prefirió el lema 1nás
dogmáticamente negativo Je ne sais [<<no sé>> o <<no co11ozco>>]. A prin-
cipios del siglo XVII un g·rupo de sabic>s franceses, los lla1nados libertins
érztdits, encontró atractivas estas ideas. 3
Se ha afirrnado que el interés por las doctrinas escépticas durante
los sig·los XVI y X\lII en Europa fue una especie de reacción frente a lo
que se ha lla1nado la <<crisis intelectual de la Reforma>>. Co1no razón se
aduce el hecho de qt1e en las controversias entre católicos y protestan-
tes sobre los fundamentos de la fe religiosa, las Escrituras o la tradi-

2. Popkin (1960).
3. Pintard (1943); Gregoty)r otros (1981).
CONOCii\•UENTO FV\.BLE Y CONOCiiYIIENTO NO FIAJ3LE: CON C;LUSI()l\' 257

ción de la Ig·lesia, cada u11a de las partes resultó 111ás convincente ata-
car1do a sus oi)on entes que clefendiento la propia posición. 4 El argu-
m.ento tiene visos ele plausibilidad. Si11 embargo, al tnargen de có1110
etnpezase, el escep ticismo ter1ni11ó extendiéndose a campos qtie exce-
dían claramente el de las n1aterias religiosas
Por ejerr1plo, F r an«;ois La Mothe Le Vayer, escritor francés del si-
glo XVII, sostuvo que las obras de historia no eran fia bles porque los
1nis1nos aco11tecimie11tos parecían diferentes desde clistintos puntos de
vista, ta11to n.acio11ales co1no relig·iosos. Segú11 La Motl1e, el prol)lerna
residía esencial111ente en la parcialidad. Así, ¡)or eje111plo, los españoles
o los católicos exagerabar1 los éxitos y 111ini111izaban los fracas<)S del
pr<)pi<) ¡1artido. Pie rre Bayle suscribió esta opinió11, llegando ir1cluso a
afirrnar que él leía a los hist<)riadores modernos ¡)ara con ocer de cerca
sus prejuicios, nlás q11e ¡)ara inforrnarse acerca de los hechos. A decir
verdad, el problerna de la parcialidad, del interés o <<sesgo>> fue t1no de
los g·randes temas debatidos en los tratados sobre cómo había que es-
cribir la historia durante el siglo XVII. 5
O tro problema que preocupó a los sabios fue el de disti11guir los
textos auté11ticos de aqu ellos otros qu e había11 sido falsificados en el
pasado. l ,os relatos de la g··u erra de Troya que circulal)at1 {)ajo los no111-
bres de <<Dares>> y <<Dictys>> ¿erar1 g·er1uin<)S o espurios? Las obr as atri-
l)uidas a <<H ertn.es Tris111eg-isto>>, que parecían p reanunciar alg·unas
doctrinas cristianas, ¿fuero11 redactadas real111ente en el antig·uo Egipto
o escritas co11 posterioridad al nacimie11to de Cristo? Las obras atribui -
das a los padres de la Iglesia ¿ft1eron escritas todas ellas por san Agustín,
san i\mbrosio, etc.? Y, continuando en este mismo terreno, ¿hasta qué
punto fue fiable la atribució11 de las obras clásicas griegas y rornanas a
Platón, Ho1nero, Virgilio, Horacio, etc.? Jean Hardouin, jesuita fra11-
cés de con1ienzos del siglo XVIII, se hizo farnoso por ¡1oner e11 tela d e
j11icio la autoría de la 1nayor parte d e los clásic<)S. Sl1s opir1ior1es gen e-
ral1nent e fueror1 recl1azadas co1110 exageradas, pero otros sabios C<)Ill-
l)artieron su escepticis1no acerca de la aut<)ría de deter1niI1ados textos
antiguos. 6 U n caso tnu y conocido fue el de las llamadas <<Cartas de F a-
laris>> (un antiguo tira110 de Sicilia). E11 1699, el sabio i11glés Rich ard
Bentley demostró que eran 11na falsificación posterior. El archiescép-

4. Popkin (1960), págs. 1-16.


5. Borghero (1983); Vólkel (1987); Burke (1998b).
6. Yates (1964), págs. 398-431; Sgard (1987); Grafton (1990).
258 I-IISTORIA SOCIAL DEL COl'<<.)CllvlIENTO

tico Jean Hardouin no estaba del todo en desacuerdo con el espíritu de


su tiempo. Los debates sobre la autenticidad impulsaron la producción
de una serie de obras de co11sulta que desenn1ascararon a muchos auto-
res anó11i1nos y pseudoanóni1nos, por eje1nplo el libro <<Sobre escritos
anónir11os>> (1674), del polifacético a11tor ale1ná11 Vincent Placci11s.
Si los testi111011ios no eran auté11ticos, ¿qué decir de las historias
que ellos nos contaron? Los sabios en1pezaron a preguntarse si Eneas
había visitado o no algt.1na vez Italia (p11esto que Virgilio escribía una
obra de ficción) o si era posible conocer algo sobre los primeros siglos
de la antigua historia de Roma (puesto que el historiador Tito Livio
escribió siglos después de los aco11tec.in1ientos que narró).
Otro án1bito i1n1)orta.n te en que se debatieron las exigencias plan-
teadas al conocin1ie.n to fue la filosofía 11atural, especial1ne11te dura11te
el siglo X\lJJ. En este terreno, el escepticis1no se vio i1111)ulsado por el
descubri1nie11to de un mu11<lo situado rnás allá de las aparienc.ias -por
ejen1plo, el mundo de los átomos- y por las controversias subsig11ien-
tes acerca de la naturaleza de este mundo. En este contexto, resulta
particularmente apropiada la afirmación tantas veces citada de John
Donne: <<La i1ue''ª filosofía lo pone todo e.n duda>>. En Francia, los fi-
lósofos naturalistas Pierre Gassendi y Marin Mersen11e, por eje1nplo,
profesaron un escepticis1no moderado o <<n1itigado>> respecto a las
esencias de las cosas; admitieron u11 <<conocimiento de las apariencias>>
(scientia appa'rentiae), basado en la descripción, pero excluyeron la ex-
plicación. 7 F,n Nápoles, el médico Leonardo de Capua negó la certeza
del conocimiento médico.
En Londres, Robert Boyle expresó sus puntos de vista a través de
un personaje llamado <<(:arneades>> en su diálogo Sceptical Chymist (1661).
Precisamente con el fin de poner de relieve el carácter provisional de
sus escritos, Boyle tomó prestado de Mo11taig11e el térn1ino essa:y (<<e11-
sayo>>) para descril>irlos. Tan1l>ién utilizó frases corno <<no es i1nproba-
l>le>> para expresar lo que él llamó <<u11a desconfianza <le las opiniones
hacia las que 1ne incli110>>. 8 Otro miembro de la Royal Society, J oseph
Glanvill, publicó un ensayo en defensa del escepticismo moderado, ti-
tulado The Vanity of Dog;matisin,t;;. En su obra An Essay Concerning IJz¡,-
man Understartdi12g (1690), concretamente al estudiar las diferencias
entre <<conocimiento y opinió11>>, John Locke afir1nó que <<.n uestras fa-
cultades no está11 capacitadas para penetrar en la estructura interna y

7. Gregory (1961), pág. 4 1.


8. Van Leeu\ven (1963); Shapin y Schaffer (l 985), pág. 67.
CO~OCTJ\,fIENTO FIABLE Y CONOCLMIE NTO " O Fl.-1 BLE : CONCLCS1(>N 259

las esencias reales de los ct1erpos>> (libro 4, capítulo 12). l<~l pu11to de
vista de Locke sobr e las limitaciones de las fact1ltades humanas nos re-
cuerda a Gasse11di, mie11tras que el uso del término essay, con la impli-
cación de qu e sus C(>nclt1siones so11 sólo provisio11ales, lo sitúa, igual
que a Boyle y Glanvill, e n la tradició11 de Mo11taigne.

F.scEPTICIS MO PRAGMÁTI CO

P aralelame11te a este movirnie11to filosófico se fue desarrc>ll ando t111 es-


cepticisn10 práctico o pragrn<1tico que, probable111e11te, a la larga afec-
tó a más p erso11as que el pri111ero. Se so1netió a crítica la autoridad de
los antiguos , especialn1e11te de Aristóteles. También lo fue la noció11
misma de <<autoridad>> inte lectt1al en las universidades y fu era de ellas.
El t érminc> <<crítico>>, e1npl cado anteriormen te para d escribir lo que
11<>S<>tros ll a.1naría1nos crítica. <<textual>> o literar ia, se co11virtió en u11a
palabra de sig·nificado más general, positi vo y de moda a fina.les ciel si-
glo XVII y co1nienzos del siglo XVIII. Una señal del ca111bio ft1e la fre-
ctrencia con que el adjetivo <<crítico>> em pezó a aparecer en tí tulos de li-
bros. H e aquí algunos ejemplos: Richard Simon , <<Histc>ria cr ítica del
i\ntiguo T estamento>> (1678); Pierre Bayle, Dictio11naire historiqite et cri-
tiqzte (1697); Pierre L e bru11, <<l-1istoria crítica de las prácticas supersti -
ciosas>> (1702) y la <>l)ra del 1no11je español Be11ito Jeróni n10 Feijoo,
Teatro crítico universal (8 volúmenes, 1726-1739).
Al desa rrollo del escepticismo pragm ático no contribuyeron sólo
los del>ates fil osóficos, sino también la difusión del m aterial i1npreso y
la explosió11 de la información, u11 tema al que se le ha prestado especial
interés e11 las pági11as de este libro. La impre11ta pt1so e11 circulaci{>n
pm1tos de vista opuestos y les dio una difu sión qt1e 11trnca a11tes habían
conocido: Montaigne, por ejemplo, leyó, co n10 ya hen1cJs visto , al pro-
español L ópez de Gó1nara y al a11tiespa ñol Be11zoni sol>re la conquista
española, y al católico André The,ret y al protestante J ea11 de Léry so-
bre Brasil. Por otra parte , en sus .Essais (lil>ro 3, capítulo 7) señaló con
cierto sarcasmo que hal>ía estaclo leye11do dos tratados escoceses sobre
t eoría políti ca ¡1ráctica111e11te al mis1no tiernpo y que había comproba-
<lo que las visi ones de ambos so bre la monarquía no podían ser más
opuestas: <<E l demócrata pone al r ey por de bajo de un carretero; el mo-
nárquico lo coloca mu)' por encima de Dios er1 poder y sot>eranía>>.
La to111a de co11ciencia d el problema de q11e diferentes <<autorida-
des>> se co11tradicen mutuamente 110 fue, de hecho, 11t1eva: en el siglo XII,
260 H IS'fORIA SOCIAL D EL C.ONO<: INI IEN'l'O

el tratado Sic et 1Vo1z (<<Sí y No>>) del filósofo Pedro Abelardo ya había
explotado estas contradicciones. Sin embargo, la multiplicidad de li-
bros probablem ente hizo que más personas tomaran conciencia de las
numerosas discrepancias entre diferentes descripciones del 1nis1no fe-
nómeno o distintos relatos del misrno aconteci1niento. 9
Las descripciones de viajes fueron sometidas a exa111en crítico con
el mism o rigor que los relatos de aconteci111ientos. L!\. n1edida que
au1nentó el número de viajeros a países lejanos que pt1blicaron relatos
de lo que h abían visto, se hicieron m ás evidentes las contradicciones
entre ellos. Algunos viajeros criticaron las inexactitudes de otros. Por
ejemplo,
, el m isionero dominico Joao dos Santos criticó la descripción
de Africa h ech a por Duarte Lopes. Para otros, algunos escritores más
antiguos h abían sido simplemente t1nos mentirosos, ya que nunca ha-
brían estado en los lugares que afir1naban haber visto. Varios libros de
viajes adoptaron la for111a de relatc)s de ficción, desde los viajes de <<sir
Jc)l1n Mandeville>>, que R icl1ard Haklt1yt eliminó deliberada1nente de
la segunda edición de su fan1osa colección, hasta la <<Descripción his-
tórica y general de Formosa>> (1704) de George Psal111anazar.
Psalmanazar fue un francés qt1e se trasladó a Inglaterra, donde tra -
tó de pasar por un nativo de Formosa. Su <<Descripción>> .incluía datos
tomados de anteriores relatos sobre la isla, aunque añadió por s11 cuenta
ciertas informaciones que él 111ismo se había inventado, desde la afir-
111ación de qt1e Formosa pertenecía a Japón hasta la descripción de un
alfabetc> lc>cal. Antes de que se descubriera su fraude, Psalmanazar fue
invitado a visitar la Royal Society y a co1ner con sir Hans Sloane, y
rnientras tanto su libro fue traducido al francés y al alemán . Cuando
Gilbert Burnet, obispo de Salisbury, pidió al impostor que demostrase
que realn1ente era formosano, P salmanazar le respondió preguntán-
dole a su vez cómo podría él 1nismo de1nostrar que era u.n inglés en
Formosa, ya que real1nent e parecía un holandés. l_,o cierto es que su
fraude fue desen1nascarado por un jesuita qt1e en 1705 escribió un ar-
tículo sobre el te111a en uno de lc>s nuevc>s periódicc>s eruditos, el]oitr-
nal de Trévoux.10
Además de desen111ascarar a posibles impostores, los críticos de los
libros de viajes se preoct1paron cada vez más de precisar h asta qué
punto incluso los auténticos viajeros utilizaban o copiaban textos an-

9. Eisenstein (1979), pág. 74.


10. Rennie (1995), esp. las págs. 54, 73 , 75; Stagl (1995), págs. 171-207.
COKOCIMIENTO fTABLF. y C:ONOCli\1IENTO N() rr ~ LI LE : CCJNCLlj Sfé)N 261

teriores; en lugar de hacer c>bse.rvaciones sobre lo que habían visto con


sus propios ojc>s. Ei1 <>tras ¡)alabras, tan1bié11 en este campo se t rató d.e
so¡)esar el valor ele los diferentes testi111011ios. Lo que real1nente hi zo
aprc1niante la crítica de la hteratura de viaj es Fue el hecho de qu e la
Royal Society y o tras asociaciones parecidas es parcidas por toda Eu-
ropa contaran con observaciones s obre fenórne11os natu rales hech as
p or viajer os en otr as partes del mu ndo. Dichas asociaciones trataron
d e guiar las observacio11es de sus colaborad ores elaborandc> e i11cluso
imprimiendo cuestio11arios, aunque el problem a <le valc>rar los t esti-
rno11ios concretos siguió sin resolverse. Pc>r ejcm¡)lo, en su estudio so-
bre lc>s efectos del frío, Boyle utilizó el testi rn onio escrito ele Samuel
Cc>llins, un 1nédico que había visitaclo Rusi a en la década de 1660.
FJ uso <le la trac.lició11 c>ral como fuente histórica no dejó de perder
peso a lo largo del siglo XVII, debido a las crecientes dudas que sobre
st1 fía bilidad expres ar on los historiad ores . E l anticuario inglés J oh n
1\ubrey vinculó la decadencia d e las <<antiguas fábulas>> acerca d e las
hadas con el auge de la letra impresa, que segú11 él <<se puso de moda [... ]
un poco antes d e las guerras ci \ iles>>. 11
1

E11 este mis1no se.n tido i11fluyeron los ¡)aníletos y sobre toclc> los
periódicos. Durante el siglo X\TT¡)aníletos co11trapuestos -¡)or eje rn -
p lo, los rniles de fo ll eti11es publicados C<>Il <>casión de la Refortna ale-
n1ana o ele la r ebelión h ola11desa contra J-<:sparia- se dedicaron a r eba-
tir los argume11tos <le la parte contraria p ara una audiencia cada vez
m ás amplia. P ara decirlo con una p alabr a muy del gusto de la ép oca,
cada p arte trataba de <<desen1nascarar>> las m entiras y los verd ad eros
m otivos de la parte co11traria, induciendo de est e modo a los lectores a
mirar con sospecha los argumentos de todas las faccio11es, algo que ya
apuntó Karl Mannheim (véase, a11teriorrne11te, la pág. 16) en el ct1rso
de u11a situació.n histó rica sirnilar e11 la décacla·cie 1930.
I~s ¡)robable qu e ciertas discrepancias e11tre cii fere11tes relatc>s e.le
los rn isrnos aconteci1nie11tc>s redactados poco <lespués de que éstc>s se
produjesen hayan influ idc> para que h ubiera m ás lectores ele la Eu ropa
<le cc>n1i enzos de la edad 1noderna que se vc>lviesen escépticos en la
práctica. E n 1569 com entaba un perso11aje ingl és: <<Cada día recibimos
varias noticias, a veces contradictorias, y; sin. e111 bargo, todas se nos cx-
po11e11 como verdader as>>. 11 El auge de las hoj as i11for1nativas dur a11t e

11. Shapin y Schaffer (1985), pág. 39; \Voolf ( l 988); Shapin (1994), págs. 251-
252; Fox (1999), pág. 258.
12. Shaaber (1929), pág. 24 1.
262 H IST()RI A SOCIAL !)EL CON<)ClJVIlEN'l'O

el siglo X\711 provocó qt1e 111ucl1os 111ás lectores se l1iciese11 i11ás co11s-
cientes de la falta de fiabilidad de los inforrnes de <<hecl1os>>, ya q11e el
inis1no día podían llegar a las grandes ciudades relatos contraptiestos y
discrepantes de los mismos acontecimientos, por ejemplo de una bata-
lla. Como es obvio, a los lectores de la época les resultaba fácil com-
parar y co11trastar tales relatos. La honradez 111is111a de los primeros
periódicos, que 110 dt1daban en corregir en núrneros posteriores los
errores que se 11abían colado en i11for111es 11ecl1os a toda prisa e11 nú-
rneros anteriores, contribuyó probable1nente a desarrollar el ojo críti-
co co11 que los lectores leían las noticias. J,os historiadores de finales
del siglo X\711 desecharon frecuenten1ente las obras de otros colegas al
corn¡)ararlas o bien con. <<11ovelas>> (romances) o bien co11 <<gacetillas>>
(gazettes), dos térrninos qtie en este contexto fuero11 virtual1nente si-
nóni1nos. 13
Es bien sabido que los historiadores utilizan con excesiva frect1en-
cia expresiones grandilocuentes como <<crisis>> y <<revolución>>, con lo
que las vacían de su valor intelectual. A pesar de todo, las razones
111encionadas anterior111e.n te nos dicen qt1e no estaría del todo fuera de
lugar 11ablar de una <<crisis del co11oci1nie11tO>> en la Europa de finales
del siglo Xv7TT. Sería una prolo11gación de la <<crisis intelectual de la Re-
for1na>> citada anterior111ente o, ¡)or citar la célebre frase acuñada i1or
el historiac.lor intelecttial Paul Hazard para referirse al períoc.io co111-
pren<lido e11tre 1680 y 1715, de la <<crisis de la concie11cia etiropea>>. 14
<<Crisis>> fue originalmente un término médico con el que se aludía al
1no111ento <<crítico>> de una enfer1nedad en el que la recuperación o la
muerte del paciente podían inclinar la balanza a su favor. Si adaptatnos
este término, sin renu11ciar por ello a tratar de ser precisos, podemos
utilizarlo para referir11os a 11n período relativamente corto de confu-
sión o turbulencia que conduce a una transición de u.n.a estructura i11-
telectual a otra.
Al inargen ele que a finales del siglo X\TfT se produjese o 110 u11a cri-
s.is de la conciencia, lo qt1e sí hubo fue ciertarnente tina conciencia de
crisis. Filósofos y. c>tros i11telectuales trataron de dar con u11a solt1ció11
al problema del conocimiento y encontraron dos posibilidades, dos
rnétodos.

13 . MacDonald y l\.1urpl1y (1990), pág-. 306; Dooley (1999), págs. 3, 81, 88, 119
.
y stgs.
14. Hazard (1935).
CONüC:IIVllENTO FIABLE Y CONOC.l.t\1IENT O NO FIABLE: C01'CLl JSIÓN 263

EL Ñl ÉTODO GEO .\ilÉTRICO

U110 ii.1e el método geo1nétrico, vincu1 ado a René D escartes, quien ya


había enco11trado por 111edio clel mi sr110 la solt1ción a su prop ia crisis
escéptica, como él mis1n o n <>s cuenta en el Discurso del método (163 7),
deduciendo su sisten1a intelectual <le un nú1nero mínimo de axiomas.
Esta solución tuve> un r1otable éxito en Francia y e11 otros países. En el
prefac io a su historia <le la Academia Francesa de Ciencias, pt1l)li.cada
er1 1709, Berr1ard de Fontenellc hizo un encen dido elogio de este en-
foque. He aquí sus palabras: <<E l espíritu geon1étri co no está tan estrc-
cha111en.te vinculado a la geo1netría co1r1<> para qt1e no pueda ser apli-
cado a otros ámbitos del conocin1ie11to (a d'1iutres connaissances). Un
libro sobre moral, política o crítica, o incluso tal vez sobre oratoria,
ganaría en calidad, en igual<la (Í de condiciones, de h aber estado guia-
do por la mano de un ge<)1n etra>>.
Hoy, esta afir1nacic)n puede parecernos exagerada, pero J::'ontenelle
110 era el úrúco qt1e creía que el método geométrico era apli cable más
allá de1 áml)it<> de las m atemáticas. Por eje1nplo, el jansen.ista Pierre
N icole escribi ó un <<ensayo geom étr ico>> sobre la teología <le la g racia.
E11 su <<Demostración del Eva11geli o>> (1679), Pierre-Da11i el Ht1et,
obispo de Avranc hes, trató de demostra r la verdad del. cristianismo
como r eligión histórica p artien do de <<axiomas>> como el siguiente:
<<G11a obra histórica es ver az siempre que narre los hechos como lo ha-
cen muchos .l ibros coetáneos, o rnás o rn.e11os coctá11eos, de los aconte-
cimie11tos 11arra<l<>S>>.
El e11tu siasmo en favor del método geométrico traspasó 1as frc >nte- ,
ras de Francia. Spinoza, por ejemplo, completó el t ítulo <le su Etica
con el subtítulo <<demostrada por el m étodo geom étrico>> (ordine geo-
metrico demo1zstrata). En su /ln Essa_y Concerning l:Iuman Understanding
(1690), John L ockc defen dió u11 punto de vista 1nuy p arecido, incll1-
yendo la m or alidad, junto con las rnate1náticas, <<entre las cien cias que
admiten la demostración>>. En sus Rules of Historical Evide1zce [<<R.e glas
de la de1nostració11 históri ca>>, 1699], John Craig, seguidor de I saac
Newton, discutió el n1éto<lo histórico recurrien do a axiomas y teore-
mas corno el siguiente: <<L a fiabilidad de las fuentes varía en función
de la distancia de la fuente a.1 acontecimien to narrado>>.
Leibn.iz se 1nostró escéptico en lo que a la apli cación gen e ral del
1néto <lo geométrico se refiere, aunque de l1 ecl10 albergó Ja esper anza
de dar con una esp ecie de matemáticas u niversales que permitieran a
los filósofos disidentes sentarse a ¡1en.sar y calcular Ja verdad. Para al-
264 HIS1'0RIA SOCIAL DEL CüNOCIMlEN'fO

canzar este fin, era necesario diseñar un <<lenguaje general>> o <<alfabe-


to de los conocimientos>> (alphabetuni co,e;nitionztni). La creencia en un
lenguaje universal d e este tipo no constituyó t1n fenó1ne110 raro en el
siglo X\71J. Una de las tentativas 111ás conocidas en este terreno la llevó
a cabo el obispo i11glés Jol111 Wilki11s, que ta1nbién fue 1nie1nbro de la
Royal Society. Inspirado en las nlatemáticas y en los signos utilizados
para escribir el chino, su Essay towards a Real Character and a Philoso-
phical Language (1668) ofreció un sistema de signos referidos directa-
mente a cosas, y no a palabras. 15

EL AUGE DEL EMPIR ISMO

Aden1ás de t1tilizar el método gec)111étrico, la crisis intelectual se inten-


tó superar con otros 1nedios. Uno de ellos, que en su n1omento no sus-
citó excesivo interés pero que más t arde se haría famoso, lo formuló
Giambattista Vico en su obra Principi della scienza nuova (sección 331).
El principio del verunz-factztm, la <<verdad incuestionable, era el si-
guiente : que el n1undo d e la sociedad civil es, sin duda, tina creación
humana y que, por lo tanto, sus principios se han de l)uscar dentro de
las mc)dificaciones de la prc)pia mente l1umana>>.
Otra respuesta a la crisis ft1e el desarrollo de un método experi1nen-
tal, conte1nplado <<co1110 un medio sistemático de ge11erar co11ocimien-
to natu ra l>>, al menos en determinados ámbitos. 16 La teoría de Bacon
de <<formular preguntas a la naturaleza>> y la práctica de Boyle -su
bomba d e aire, por ejemplo- fueron ejemplares al respecto. L a expe-
rime11tación sistemática no fue un l1alllazgo del siglo XVII. D espués de
todo, u11 filósofo d el siglo XIII l1allía utilizado bolas de cristal y redo1nas
de agua para explicar el arco iris como un fenómeno de reflexión y re-
fracción de los rayos solares. Lo rcal1nente nuevo fue la amplia difusión
del 1nétodo experimental y su creciente aceptabilidad como <<práctica
capaz de generar conociiniento>>. 17
Por desgracia, era imposible estudiar a través del experin1ento el
nlundo de la naturaleza e11 su conjunto, si n 111encionar al mundo social.
E ste m étodo, qt1e resultaba eficaz en el campo de la física y la química,

15 . .Rossi (1960), págs. 23 5-258; Slaughtcr (1982); Eco (199 5), esp. las págs. 238-
259, 269-288.
16. Shapin y Schaffer (1985), pág. 3.
17. Crombie (1953), pág~. 233-23 7; Shapin (1996), págs. 96-117.
CONOCilvfIENTO FIABLE Y CONOCTMfF.NTO )JO Fl:' ilLE: <:<>N<.:LUSJÓN 265

110 podía u11iversalizarse. La astrono1nía y la botá11ica, por ejemplo, exi-


gían otros n1étc>dos . Sin eml>argo, siempre se contó con la inducción o
el ernp irisrno, método (citado en el capítulo 1, pág. 30) que podría1nos
descri bir co1no u n a versió.n debilitada o menos sistem ática del experi-
1nento, perc> que tenía la ve11taja de ser aplical1le de forn1a 111ás g·e.11eral.
Puede parecer estran1bótico describir el e111piris1110 co1r10 t111a r eac-
ción fr e11te al escepticism o o, e11 otras palab ras, corno un hallazgo o
descubr imien to que tuvo lugar e11 u11 m o111e11t<) en particular. Proba-
blemen te resulte obvio qu e el em piris1no <> la inducción es un mét odo
un iver sal que rn uchos de .n osotros utili za111os co11 la misma .11aturalidad
con qt1e el personaje de Mc>licre 1no11sieur J ourdain hablaba en prosa,
es decir, si.11 se r co11scientes de ello. U n e11sayo r eciente sobr e la histo-
ri a de la verdad sugier e que únicamen te hay cu atro razones para acep-
tar com o verdadero ttn en unciado: el sen timiento, la autoridad, la r azón
y la percepción sensorial. Aun que <<las cuatro categorías 11a11 estado
siempre de por medio>>, el equilibrio e11tre ellas varía cor1 las cuíturas y
las épocas. 1R A co1nie11zos de la edad 1noder11a, este equilibrio se incli-
n aba a favor de tina con1binación de r azón y percepción sensori al (a ve-
ces directa, a veces m ediada a través de instrumentos como el telesco-
pio y el microscopio). L o que entonces r epresentó una n ovedad fue una
toma de cor1cie11cia cada ver. má.s aguda del m étodo, vinculada a la uti-
lizació11 d e ins tru111e.n tos científicos, a la recogida cada ,rez 111ás siste-
mática de h echo~ concr etos. D e ahí el auge que ex¡)eri r11entaron los
1nanu ales prácticos: n ada le hace a un o tan co11scie11te del pr<>I)ÍO r11éto-
do com o el h echo de ten er que describirlo por escrito.
Pero volva1nos al ámbito superio r de la filosofía. A pesar de su inte-
r és por los eje1nplares de plantas o siste111as políticos, Aristóteles había
descartado el co11oci1niento de lo particular, afir1nando c 11 sus A1ialíti-
cos segz¡,ndos o poste'riores q ue <<el conocimiento depende del recon oci-
mi ento de lo u tliversal>>. Las cosas con cr etas podían ser objeto de una
d escripción (historia), com o trató d e p oner en práctica el mismo Aris-
tóteles e11 c>tra de st1s obras, Historia de los animales. Sobre la b ase de
esa d escripción se podía11 establecer generalizaciones, pero sin que
constitt1yera11 u11 verdader o con oeimie11to p<>r sí rnist11as . L os n1édicos,
desde H ipócrates h ast a (;aJen o, tomaron más en serio el C<>nocirnien -
to de las cosas con cr etas. El tér n1i110 <<er11píricos>> se acu ñó precisa-
men te en la G r ecia an tigua para design ar u na escu ela rnédica opu esta

18. Fernández-1\rmcsto (1997), págs. 4-5 .


266 HIST ORIA SOCIAL DEL C01"'0Cl i\·1 IEl\T()

a los <<dogmáticos>>. Sin. en1bargo, por lo qt1e a la episte n1olog·ía se re-


fiere , los en1píricos no fuer<)n tomados 11unca tan. en serio como lo
hizo Aristóteles.
Por otra parte, a partir del siglo XVI se dio más importancia que an-
tes al co11<)CÍJniento <le las cc>sas concretas, de los detalles (cognitio sin-
gt,1,lariur1z), en diversos á.mbitos intelectuales, desde la 1nedicina l1asta la
l1istoria. Este e11foque más favorable a lo concreto lo defen.cliero11 filó-
sofos como Bacon y Lockc. El mismo término <<e1npiris1no>> para cle-
signar esta .n ueva orientación fue acuñ ado en el siglo XVIII. 19
Los deta lles, como ha sostenido Cario Ginzbt1rg e11 un fan1oso e11-
sayo, empczaro11 a ser to1nados en serio por c<)I1sti tuir <<claves>> o <<in-
dicios>> de algo mayor. 20 Durante rnt1cl1<> tie1npo, los 111édicos habían
diagnosticado la enfer1nedad a partir ele <<síntomas>> ap arentemente
tri,riales. Dt1rante el siglo XVI, algunos filósofos naturalistas se deci-
dieron a tomar rnás en serio <le lo que había sido habitual hasta enton-
ces la <<historia natural>>, es decir, la observación. y la descripció11. 21 Por
eje1nplo, el botá11ico italiano Picr A11drea .M attioli defendió la i111p<)r-
tan.cia <le la observación de prim era tna110 e.l e ciertas <<111i11ucías>> (mi-
nutiae). En el siglo X\'Il, o tal vez a11tes, los expert<)S - entre ellos un
médico como Giulio Mancini- diagnosticaro11 la at1tenticidad de al-
gunas pinturas basándose e11 cietalles aparc11te1nente n1e11ores.22 La ob-
servación, cada vez 111ás cuidadosa y precisa gracias a los observatorios,
telescopios, n1icroscc>pi<>s y otros i11strurnentos, empezó a desempeiíar
un papel 111ás i111porta11te e11 el procesamiento o la producció11 del co-
11ocimien to del mundo natural - y, por lo visto, t ambién del 1nu11dc)
social, dado el auge que alcanzaron los tratados sobre el <<arte ele via-
jar>>, e11 el sentido de téc11ica de observació11 de las costurr1bres ele pafses

extra11Jeros.
Si la ct1ración (i11cluida la práctica de los <<empíricos>>: véase, ante-
riorm ente, la pág. 30) fue u11 mc>cielo para la reconstrucción de teorías
del conocimiento, el otro fue la actividad práctica de administrar justi-
cia en los tribu11ales. Las analogías entre la práctica de los juristas y la de
los l1istoria<lores al jt1zgar la fiabilidad de los testigos aume11taron con el
paso clel tierr1po. Con10 re;1,aba la frase, <<los testin1onios deber.ía11 sope-
sarse, y no contarse>>, con el f'in de determinar la medida de st1 i11clepen-

19. Scifert (1976), esp. las págs. 97 y sigs., 116 y sigs.; H assinger (1978) .
20. Ginzburg (1 978).
21. D aston ( 1991), pág. 340.
22 . C.;inzburg (l978), págs. 108- 111.
C()NOCL.Vll E:'-J'f O .FlAJ3LE Y CONOCilv1IENTO N() i:;'L1 BLli: CONCLUSIÓN 267

de11cia. Esta acción de sopesar incluía una consideración de lo que el ju-


rista del siglo X\lJll sir Geoffrey Gilbert llan1ó el <<crédito o co1npete11cia
de los testigos>>. Tanto en el caso de los experi1ne11tos cie11tíficos co1110
en los trib11nales, el crédito de u11 testigo esu1vo relacionado con Sll es-
tatus social, puesto que la palabra de lin caballero se consideró 1nás clig-
na de crédito que la de otra perso11a de ra11go S<>cial inferi<>r. 23
Es probable ql1e los juristas aprencliesen de los filósofos naturalis-
tas, y ,riceversa, y que utilizaran con 1nayor frecue11cia testigos <<exper-
t<)S>> es1)ec.ializados. La verificación de pretendidos milagros representó
11n acto central en el proceso de canonización de los santos, que a co-
mienzos de la edad moderna se hizo 111ás riguroso cada vez. La Roma
de los <<procesos>> en torno a la santidad no estaba ta11 alejada de la
Roma de los Lincei. 24 En los procesos co11tra las br11jas de los siglos
XVII y X.Vlll tambié11 se percibe ltn interés crecie11te por la evicle11cia.
En ellos, los jueces que aceptaba11 si11 dificultad la existencia de las
brujas co.nsideraro11 a 111e11l1clc> q11e los cargos contra perso11as ei1 con-
creto carecía11 de la aclecl1ada verificació11.
Lo que nos<>tros llarnar11os <<crítica textual>>, es decir, el intento de
rec<)nstruir lln texto original que ha estado sometido a un proceso de co-
rrupción prog·resi,ra por la serie de copistas que lo han ido transmitien-
do, ta1nbién se desarrolló durante los siglos X\'I y XVII. El leng11aje de
estos críticos delata el inf1l1jo de los tribunales de j11sticia. Alg1111os edi-
tores l1un1a11istas co1no Erasmo exa1.ninaron cada 11no de los ma11\1scri-
tos de un autor ¡)artic11lar co1110 si fuese11 otros tant<>s <<testigos>> en re-
lació11 con el texto original ql1e tratal>an de reconstruir, evaluando e11
q11é 1.nedida era i11depe11diente el testimonio de cada Lino de ellos. 25
Además, la palal)ra <<investigación>> y SlIS equivalentes en otras len-
guas (recherche, inclagine, etc.) parece11 proceder de los exámenes e in-
d.a gaciones legales (véanse, anteriormente, las págs. 67-68). Antes de
que lo t1tilizasen regularmente los filósofos e historiadores en sus es-
critos, el término <<evidencia>> resonó e11 los disc11rsos de los juristas.
La palabra <<hecho>> (en latín, factum) se escuchó e11 los tribunales de
justicia, en expresio11es como <<u11 có111¡)lice del 11echo>> -es decir, lln
cómplice e11ct1bridor- o <<c11estiones de hecl10>> (disti11tas de las <<Ct1es-

23. Shapin y Schaffcr (1985), págs. 58-59; Daston (199 1), pág. 349; Shapin
( 1994), esp. las págs. 65-125.
24. Burke (1984).
25 . l(e11ney(l9i4).
268 H ISTORIA SOCIAL DEL CONOCi f\1lENTO

tiones de ley>>), antes de que apareciese en los tratados sobre el méto-


do histórico o científico. 26 Los mismos historiadores y filósofos n atu-
ralistas de la época establ ecieron analogías entre su p ropio trabajo y la
práctica de los tribunales de jt1sticia. Robert Boyle, por ejemplo, con1-
paró a los testigos para u11 experi111e11to co11 los testigos en un juicio
por asesinato. 27 Algunos historiadores afirr11aron escribir con la in1par-
cialidad d e u11 juez, co1no fue el caso de Gottfried Arnold e11 lmpartial
I-Iistory of the Chztrch a1zd of Heretics (1699-1700).
Con10 reacción al punto de vista de los pirrónicos, que afirmaban
que el conocimiento histórico era imposible, los filósofos empezaron
a insistir en la p robabilidad más que en la certeza y a distinguir dife-
rentes <<grados de asentimie11to>>, para decirlo con palabras de Locke.
Por ejen1plo, era razo11able creer qt1e u11 hombre lla111ado Julio César
hubiese vivido siglos atrás en Roma porque esta <<Cuestió11 de hecho>>
estaba confirn1ada por <<el testi111011io concurrente de testi gos no sos-
pechosos>> (An Esstl)' Co1zcerning !-fuman Understanding, libro 4, capítulo
16). Historiadores y jt1ristas siguieron esta inis1na senda. E11 su tratado
sobre The Law of Evidence (1759), sir c.;eoffrey Gilbert h izo suya la idea
de Locke de los <<grados de asentimiento>> y debatió el tema d e la evi-
dencia de acuerdo con lo que él denomi11ó <<escala de probabilidad>>
(prueba, verosimilitud, etc.).28

EL AUGE DE L.4.S J\TOTAS A PIE DE PÁGINA

La nueva irnpor tancia <>torgada a lo particular introdt1jo cambios en la


práctica cie11tífica a nivel cotidiano. Entre los filósofos naturalistas y
los burócratas creció la confianza en los números, asociada al ideal de
u11 conocirnie11to imparcial o impersonal (posteriormente esta actitud
a11te el conocimiento recibiría el nombre de <<Objetividad>>). 29 Entre los
historiadores, el auge d e la inducción estuvo vinculado al auge de las
notas a pie de pági11a. 30 El tér1nino <<nota a pie de página>> 110 debería
ente11derse den1asiado Jiteral1nente. Le> 1nás i111porta11te fue la difusión

26. Seifert (1976), págs. 163-178; Daston (1991), pág. 345 ; Shapiro (1994).
27. Shapin y Schaffer (1985), pág. 56.
28 . liacking (1975); Shapiro (1983), págs. 30-31, 81-85.
29. Gilhspie (1960); Daston (1991).
30. Lipking (1977); Grafton (1997).

COJ\iOCil\'lIENTO FT:\.BLE Y CONOCL\1IENTC) NO liL~ llLE: CONCLUSI(>N 269

de la práctica de ofrecer algún t ipo de orientación al lector de lln texto


en particular yue le sirviera para ver clara111ente las cosas o para corn -
pletar la información. F.sta i11form ación ad icion al se le o frecía o bien
en el texto mismo o en el rnargen (<<not a al margen>>) o en la parte in-
fe rior de la página (<<notas al pie de p ágina>>) o al fi nal del libr o o en
apéndices especiales q ue recogían doct1n1e ntc>s. E11 st1 Diccio1lario, Pie-
rre Bayle utili zó tanto las 11otas margin ales (ofrecían referencias) con10
las n otas a pie de página (incluíru1 citas y ataq11es contra otros sal>ios) .
E l p rincipal in terés de estas prácticas r adicó en el hecho de faci litar
una -v11elta a las <<fu e11tes>>, contando con que la información, corn o el
agi.1a, es más pura ct1anto n1ás cerca está de la fuente. Las notas h istó-
ricas, coi110 la d escripció n detallada de u n experi1ne11to, debían per mi-
tir que el lector repitiese la experiencia del autor, si así lo deseaba.
La vuelta a las fuentes (ad fontes) fue u n lema tanto de los humanis-
tas del Re naci11úento corno de los reformadores pr<>testantes y algu11os
l1istori adores del siglo XVI se preocupar on de citar ct1idadosa111ente los
1na11t1scri tos q11e les 11abía11 servido de base ¡)ara co11strt1ir sus visio11es
del pasado. (~on10 práctica generalizada, sin er11bargo, el hecho de poner
11otas a pie de página provie11e del siglo XVll. J ohn Sel den, por cjer11plo,
llenó los márgenes de su History of Tithes (1618) con refer encias a las
fuentes, explica11do orgullosan1ente en st1 prefacio que <<los testimon ios
fuer on escogid os por st1 valor, 110 po r su nún1er o, y proceden dir ecta-
m ente de las fuen tes citadas, nw1ca <.ie at1to res de segu11da n1a110>>. In-
cluso obras menos eruditas, como La resta1tración política de España
(16 19) de Sa11ch o de i\1oncada, tin panfleto típico de la é¡1oca, citaban
regular111ente autoridades en los már genes, incl11idos algunos libr os de
const1lta co1no la geografía del mundo de Botero, la Biblia y los clásicos.
El ejernplo de Selden y de otros sabios con10 él suscitó cada vez
rnás seguidc>r es desde fina les del siglo X\TJ]. En su e11sayo sobre la fia-
bilidad de los l1istoriadores (Defide historica, 1679), el sabio alemán J o-
h annes E isenh art subrayó la im por tancia de citar las fu entes. 1\i1ás o
men os a par tir de esa épc>ca, las rn onogr afías histór icas tuvier on por
costun1bre citar <<d ocun1e11tos origi11ales>> y a men tido insistían en el
h ech o de ql1e ellos así lo ha.cían. En \Ina 11ota preli111ínar, Lol1is Main1-
bourg decía con orgullo a los lect ores d e su <<H isto ria de la Liga C ató-
lica>> (1684) que él había señalado las fu e11tes en que h abía bel)ido. P or
su parte, e n su <<llist oria de Francia>> (17 13), Gabr iel Daniel ponía de
relieve el valor de sus n otas rnargin ales <<para niostrar a los lectores las
fuentes de do11de pr oceden las cosas ql1e se les cuentan>> (les sou1·ces tl'oz/,
l'on a tiré les choses q1t'on leur raco1'. te).
270 HIST<>RIA SOCIA.L DEL CONOCilvlIE~TTO

Como prueba de los can1bios introducidos en la renovada práctica


de los eruditos, podernos utilizar las excusas que ofr eció D avid Hlr111e
a un malhumorado lector (H orace \i\.Talpole) por la falta de <<notas n1ar-
ginales>> e11 su Histor:y of En?,land. En una carta e11viada e11 1758 a Wal-
pole, H um e declaraba sen tirse <<seducido por el eje1n1)lo de todos los
mejores 11.istor.i adores>>, cc>n10 Maquiavelc> y Sarpi, sir1 darse cue11ta de
que la práctica de ofrecer referencias, <<un.a vez introducicla, debería ser
seguida por cada uno de los escritores>>. Hume se mostró realmente
algo anticuado al respecte>, puesto que a comi enzos del siglo 21..'Vll algu-
nos historiadores ya l1abían hecho rcferc11cia a sus fu entes. El 1)rocedi-
111iento e.le a1i.aclir notas a pie de página, seguido todavía l1 oy en tantos
trabaj c.>s h istóricos -i11cluido el nuestro- , se desarrolló a co111ienzos
<le la edad rn odema a partir de los debates que e11tonces se suscitaron
en torno al problema del conocinliento.

CREDUL I DAD , IN CRE D ULI DAD Y LA SC>CI C>LOG ÍA DEL CO NOCi i\-tIEN 1.- o

Los debates en tc.>rn<J a la probabilidad y la certeza dentro de u.r1a deter-


minada discipli na académica, o entre vari as disciplinas, son relativa-
111ente fáciles de documentar. Los cambios a ni,rel pragmático, para vol-
ver a la clisti11ció11 hecha a11terior 111ente, son me11os perceptil>les ..A decir
verdad, res ulta difícil dar t1na respuesta a la cuestic)n <le si - o n.o- la
gente ordi11aria se hizo menos crédula a fi11ales clel siglo }..'VII. U na razón
de esta dificultad es que lo que se entiencle por <<Credulidad>> varía con la
cultura. Si11 embargo, la historia ele la palabra tal vez tenga algo que de-
cirnos . ....\unque aquí ponga111os con10 eje1nplo el idioma inglés, podrían
contarse otras historias 1)arecidas acerca de ]os términos equivalentes e.11
italian.o y e11 fra11cés - y tal vez tambiér1 en otras le11guas.
En inglés, el t énn i110 credulit:y (<<creduljdad>>) sig11itl.có origir1aln1e11-
te <<fe>>, <<creencia>>. A los ojos de algun os escritores cristianc)S antiguos,
se trataba de una virtud. A lo largo del siglo A.'VII, el ténnino fue adqui-
riendo un se.n tido peyorativo para referirse fina l111ente a aquellas perso-
nas que estaba11 dispuestas a creer cc>11 excesiva facilidad (es decir, de for-
111a poco crítica). Por ejernplc>, J <>seph Glanvill l1abló de <<una credulidad
infundada>>. I11clusc> el clérigo conservador M eric Casaubon, en su tra-
tado On Credulit:y and lncredulity (1688), esencial1nente un ataque contra
el ateísmc>, se preocupó ele rechazar la credulidad en el sent ido de fe
<<imprudente>>, <<precipitad.a>>, <<fácil>> o <<infundada>> ..Por el contrario,
el tér111ino <<incredulidad>>, que original n1er1te tlrvo el se11ticio peyorati-
COKOCiiV1IENTO FIA.RLE Y C()N()CTMIENTO ~O 1:1ABLE: CON CL USIÓN 271

vo d.e <<ateísn10>>, pasó a significar una forma 1nás an1plia y 1nás vaga de
no creencia en todo lo qtie 110 era <<creíble>>. Creduli<la<l e i11cre<lulidad
se convirtieron en tér1ni11os opuestos comple1nentarios, con10 en Casau-
bon, que los calificó.de <<e.>..1:remos viciosos>>, o en He11ry Hally,-vell, que
en su obra 1vlelampro1zea: or, A Discourse ofthe }Jofity and &1z,gdom oj'Dark-
ness (1681) trazó w1 camino intermedio entre la <<incredulidad atea>>, por
UI1a parte, y la <<credulidad atolondrada>> o <<alocada>>, por otra. 31
El hecho de qt1e cada vez se analizasen co11 mayor frect1e11cia las cau-
sas del errc>r y lc>s c>bstáculos para alcanzar la verdad puede i11terpretar-
se co1no u11a consecuencia y, al mis1110 tiem¡J<>, co1no u11a señal del i11te-
rés creciente por la episte1nología. En llll ¡)asaje fa1noso ele su Novu1n
Organum (libro 1, seccio11es 39-44), Frai1cis Baco11 disti11guió cuatro ti-
pos de <<ídolo>> que <<acosan de tal n1anera las rnentes de los hotnbres que
la verdad difícilmente puede entrar en ellas>>. Los <<Ídolos de la tribt1>> se
fundame11ta11 en la misma naturaleza humana y hacen al hombre medida
de todás las cosas. Los <<ídolos de la caverna>>, por el contrario, son erro-
res individuales. I. .os <<ídolos del teatro>> son aquellos que 11an penetrado
en las 111entes <<por obra de Jos diversos dogn1as y filosofías>>, que Bacon
rechaza co1110 <<otras tantas representaciones teatrales>>. La parte más
<<S<>cic>lógica>> del a11álisis <le Bacc>n -para decirlo con u11 anacro11ismo
que viene al caso- fue la dedicada a los <<ídolos del foro o del 111erca-
do>>, <<formados a partir de la interrelación y la asociació11 (le los hom-
bres entre SÍ»·. En el siglo XVlII, Giambattista Vico 110S ofreció su propi(>
a11álisis de los ídolos o, para decirlo co11 sus palabras, de la <<arroga11cia>>
(horia), concretame11te de la arrogancia de la 11aciones, cada t1na de las
cuales pretende haber descubierto la civilización, y de la arrogancia de
los sabios, que creen que sus ideas son tan antiguas como el mundo
(Pri1zcipí della-scienza 1zuova, seccio11es 124-128).
Lc>s a11álisis ele Bacc>n y <le Vice> se cue11ta11 entre los más origin.ales
y perspicaces de comienzos ele la eda<l mc><lerna y los historiadores ir1-
telectt1ales seguran1ente tiene11 bu.enos motivos para prestarles ate11-
ción. Sin embargo, en tina historia social del co11ocimie11to es r11ás im-
portante aún si cabe subrayar el desarrollo de las formas cotidianas de
epistemología histórica en la época estudiada. El le11guaje <<parcial>> o
<<sesgado>> se hizo cada vez inás habitual.1\!Ietáforas como <<máscaras>>,
<<111a11tos>>, <<capas>> o <<\'elos>> se e1nplearo11 a menudo para señalar po-
sibles engaños (de ahí la descripción qt1e hace 1\1ilto11 del historiador

31. CitadocnClark(1997),pág.183.
272 1-ITSTORTA SOCTAL DEL CONOCIMTENT()

Paolo Sarpi como <<el Gran Desenmascarador del Concilio de Tren-


to>> ). En el contexto de la <<crisis intelectual de la Reforma>> (tema tra-
tado anteriormente) y de las posteriores guerras de religión, algunos
individuos y grupos de talante escéptico sostuvieron que el recurso a la
religión no era más que un camt1flaje.
Por ejernplo, algunos representantes de la llamada línea politique en
Francia durante las guerras de religión del últi1110 cuarto del siglo XVI
afirmaron que los extre1nistas, tanto católicos co1110 protestantes, actua-
ban por n1otivos políticos más que religiosos. Así, el magistrado francés
J acques-Au.g uste de Thou habló de <<aquellos que utilizan la religión para
l1acer una capa española que cubra su ambición>>. De manera parecida, el
historiador monárquico Edward I-Iyde condenó a quienes se oponían a
Carlos I en la guerra civil inglesa casi en los mismos términos: <<Han he-
cho de la religión tina capa para cubrir sus engañosos designios>>.
Al 1nirar retrospectivamente la historia l1umana a gran escala, algu-
nos anticlericales como Thornas Hobbes )r James Harrington condena-
ron lo que a finales del siglo XVII e1npezó a denominarse en inglés
priestcraft - es decir, <<supercl1ería sacerdotal>>-, ya fuese católica o
protestante, egipcia, judía o musulmana. El tratado anónimo publicado
a comienzos del siglo XVIII en que se estigmatizaba a Moisés, a Cristo y
a Maho1na con10 los <<tres impostores>> que habían sido capaces de
convencer a los crédulos de su especial relación con Dios representa el
ejemplo rnás notorio de una tendencia qt1e se prolongó dt1rante la Ilt1s-
tración e incluso n1ás allá. 32
Todos estos tipos de frat1des se explicaron generalmennte en fun-
ción de unos determinados <<intereses>>. La palabra <<interés>> empezó
a utilizarse en inglés a finales del siglo XVI y su uso se extendió más y
más durante los siglos X\!11 y XVIII para referirse tanto a la política
como a la economía, a los asuntos públicos y a los privados, a los inte-
reses de los Estados o de los individttos. 33 El duque Henri de Rohan
pt1blicó el libro: <<Los intereses de los príncipes y de los Estados en la
cristiandad>> (1624). La famosa historia de las guerras civiles de Fran-
cia [<<Las guerras civiles de Francia>>, 1630] de Enrico Davila explica-
ba estos acontecimientos ya en su primer párrafo como cont1ictos de
<<intereses privados>> disimulados bajo <<variados pretextos>> como la
religión. Muy parecida fue la in terpretación propuesta por John Sel-

32. Gol die (1987), esp. la pág. 212n; Berti (1992); Benítcz (1993).
33. Ñleinecke (1924-1925); Guru1 (1969); Hirschrnan (1977).
CO:'-JOCI.1'-UEf\·ro f1ABLE y CONOClh1JENTC) N () FT.l llL.E: COKCLUSIÓN 273

den de la guerra civil inglesa en una observació11 con.signada e11 su


<<charla de sobremesa>>: <<El verdadero secreto de 1nezclar la relig·ión
en todas las guerras es ql1e en esta última todos los hombres pl1eden
tener in.terés. En la religión, el mozo de mulas tiene tanto i11terés
C<>mo el señor. Si se t:ratase de tierras, 1nie11tras uno posee 1.000 h ec-
táreas, el c>tro ape11as cuenta co11 1 y, natt1ral1nente, éste no estar ía dis-
puesto a correr tantos ri esgos como el qu e tiene 1.000 hectáreas>>.
Una explicación más general de la relación <}ll e existía entre intereses
)' creencias fue la ofrecida por el obispo i11glés F,d\varcl Stillingfleet en la
introducción a su obra e11 defensa del cristianismo Origi1zs of the Sacred
(1662). Dando u11a versión propia de los <<ídolos>> de Bacon, Stillingfleet
trató de ex11licar <<por qué hay ta11 pocos aspira11tes al conoci1niento que
erlcuentran la verdad>>. E11 este contexto, debatió conceptos como <<par-
cialidad>>, <<prej11icio>>, <<sesgo>>, los variopi11tos <<espectáculos>> de Ja au-
toridacl, la costu1nhre )' la educación, y la <<correspondencia>> entre ideas
.
e <<llltereses>>.
Karl Mannheim fu e muy con.sciente de la relevancia, para la socio-
logía del conocimiento, de las guerras civiles de los siglc>s XVI y XVII y
de las luchas de partido e11 la Ingla terra del siglo XVITI. Mannhei111 ra-
zonaba así: <<Básicamente, en las luchas políticas los hotnbres to1nar<>n
co11cie11cia por primera vez de las motivacio11es colecti\ras inco11scie11-
tes que sie1npre l1abían guiado la direcció11 del pensamiento. [...] El
descubrimiento de las raíces sociales-situacionalcs del pensamiento se
proclujo, en un primer rr1omento, en fortn a de desenmascaramiento>>.
Corr10 otras fortnas de saber, la sc>ciología del conocimiento es tam -
bién alg·o socialtn ente si tuaclo. 34
Otro texto del sig·lo XVTIT, q11e i\tla11n.hei1n 11c> ciel>atió, nos traslada
d.e las guerras civiles a la batalla de los se.xos. WomrJn 1Vot Inferior to
JV!an (1739), pubhcado por <<Sophia, u11a Perso11a de CaJ1clacl>>, s<>stc-
nía que la doctri11a de la inferioridad femenina er a u11 error q11e 11al>ía
q11e explicar en fu11ción del <<interés>> o <<parcialidad>> niasculinos. D e
1nanera rnuy parecida, el filósofo fran cés Fran~ois Poulain de L a Ba-
rre, en la obra Sobre la igualdad de tos dos sexos (1673), había atacado los
<<prejuicios>>1nascl1li11os, que cab ría explicar como <<int ereses>>. 1\1erc-
ce la pe11a no percler de vista aq11ellos aspectos ele la sociología del co-
nocin1ie11to del siglo XX c1ue 111uestra11 t1n.a relación de co11ti1111idad co11
actitudes de co1nie11zos de la eclad nloderna .

. 34. !Vlannhein1 (1936), págs. 35 y 56.


Bibliografía

Ha)r 1nt1chos libros relacionados co11 este estudio. La lista siguiente se


lnnita a las obras secu11darias citadas e1.1 las notas a pie de ¡1ági11a a11terio-
res. A menos qt1e se especi.fiquc de ()tro 111c)do, el lugar de pt1blicació11 de
los libt<)S en i11glés es J ,011dres, y el de los libros en francés, P arís.

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Peter Burke adopta en este libro un enfoque
sociocultural para analizar los cambios producidos
en la organización del conocimiento en Europa
desde la invención de la imprenta hasta la publicación
de la Encyclopédie francesa.
El libro comienza con una valoración de diferentes
sociologías del conocimiento, de Mannheim a
Foucault e incluso autores posteriores, y pasa
después a debatir el tema de los intelectuales
como grupo social y de las instituciones sociales
-especialmente universidades y academias- que
impulsaron o entorpecieron I~ innovación
intelectual. A continuación, a lo largo de varios
capítulos, Burke investiga aspectos como la geografía,
la antropología, la política y la .economía del
conocimiento, poniendo de relieve el papel de
algunas ciudades, academias, Estados y mercados en
el proceso de recopilación, clasificación, difusión y
a veces eliminación de la información. Los capítulos
finales tratan del conocimiento desde el punto de
vista del lector, del oyente, del contemplador o del
consumidor individuales. En estos capítulos se
aborda también la fiabilidad del conocimiento, tema
objeto de intensos debates durante el siglo XVII.
Uno de los rasgos más originales de este libro, que
puede interesar tanto a historiadores y sociólogos
como al público en general, es la consideración de
la pluralidad de aspectos del conocimiento. Se cen-
tra en el conocimiento impreso, especialmente el
académico, pero estudia la historia de la «explo-
sión» del conocimiento posterior a la invención de
la imprenta y al descubrimiento del mundo
transeuropeo como un proceso de intercambio o
negociación entre diferentes tipos de conocimiento,
a saber, masculino y femenino, teórico y práctico,
de rango super ior y de rango inferior, europeo y
no europeo.
Escrito básicamente como contribución a nuestra
historia social o sociocultural, el texto puede inte-
resar también a historiadores de la ciencia, a soció-
logos, antropólogos y geógrafos.

<<En las expertas manos de Peter Burke,


el concepto de historia social del
conocimiento se desprende de sus matices
más filosóficos y se convierte en algo
1 ( '
comprensible para todos e históricamente
enriquecedor.>>
Steven Shapin, autor de La revolución
científica (también publicado por Paidós)
y profesor de Sociología de la Universidad
de California, San Diego

<<Hoy estamos inmersos, al menos según algunos sociólogos,


en una "sociedad del conocimiento" o "sociedad de la
información", dominada por expertos profesionales y sus
métodos científicos. Según algunos economistas, vivimos en
una "economía de la información", caracterizada por la
expansión de las actividades relacionadas con la producción
y la difusión del conocimiento. Por otra parte, el conocimiento
se ha convertido en un problema político de primer orden,
centrado en la cuestión de si la información debería ser
pública o privada, tratada como una mercancía o como un
bien social. No tendría nada de extraño que los historiadores
futuros se refieran al período en torno al 2000 como a la
"edad de la información" . Curiosamente, coincidiendo con la
afirmación del conocimiento en la esfera pública, muchos
filósofos y otros han puesto en tela de juicio la fiabilidad del
mismo de forma cada vez más radical, o por lo menos con
voces cada día más perceptibles. Lo que nosotros solíamos
considerar un descubrimiento se describe ahora a menudo
como algo simplemente "inventado" o " construido". De
todos modos, los filósofos están de acuerdo con los
economistas y los sociólogos en que nuestro tiempo se defi-
ne en función de su relación con el conocimiento.>>
PETER BURKE

ISBN 84-493- 1220-5


7 1 0 32

9 117 88449 11 3 12205

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