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.P ETER BURKE
HISTORIA SOCIAL
DEL CONOCIMIENTO
De Gutenberg a Didedot ·
-
P1\IDO S
•
Quedar. rii¡ura>.1n1cntc prohib:das, sin :11 autori2aciór: escri:a de 1<,s ~i: u:a1"<?s dcl ...C<>p~•ri P.ht.», b11jo lus "'n..:ione;
CST !!.hl,:;t.idoc~ en l"s lefe.S, • T"f'rOrt1 u-dé, ·<11'1 <> I'"r:·i,,I rte.""' '' nl,rn [-;,>r c11.,'c¡11r"r mecli<• •> pr;,u-~r.l'mi,~1<•,
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Lima, 3 - OR0.30 Barct:lona
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> 1c>gratta................. . .. . . ........ . ... . .... . .
Índice an~.\litico •vele no111bres ............. . . ........... .
j
Prefacio )1 ag·radecin1ientos
Este lil)f1) debe st1 origc11 l<1illO al cstL1c.ii<) c.ie l<.)S te.x.t<)S nl<><lcr1l<.)s
tern pra nos a 1o largo de cua.ren ta a.iios co111<.) a la consulta ele la bibliog·ra ~
fía secl1n d ~~ria reciente. Sin e111bargo, las notas a pie c.ic página y la bi-
bliografía se ref.i erc11 sólo a las i11vestigacioncs de loS: cstt1diosos ino ·
dcr11os, dcj:c111do la prcsc11t~1ció11 de las fuc11t cs pri111arias p<tra el Cl1crp o
del tc.xco. ,:\u11quc r11i csLttclio se cc11lra c11 las cslruc'turas y las tcndc11-
ci as 111ás q\1e en 1os i nd i·vid ucJs, es iJ11¡1osible abt)rdar u1i.. tc111a co1110 el
qu e n<)S -ila il ocl1 ~la r aq\1 í si11 in t rodl1ci r cient os de 110J11 l)rcs. A~lrovc
cho J,1 ocasión pa ra c1)111\1n icar al lector ql1c en el índice <lnalítico fi nal
encon tra r ~ re11nid;1s ta n re) las fechas co1J.l() breves descripcion es de ca(la
11 no de los i1erso najes n1encion:idos en el texto.
El esu1dio aql1Í pl1blica.do es el rcS1.1ltado ele u11 pro}"Ccto a largo pla-
7.0 ql1e ha dado lt1gar a toda u11a serie de arcícnlos }' ~l ponencias e11 sc-
111i n;1rios iJ11parti lios en Ca111bridge, D clfos, Lov:aina, L-u11d, Oxford,
Pekín, Siio Pa\1lc) )'San Petersb11rgo. Despl1és de un largo perÍt)do de
cale nta o.i ien t<), el pr<)}'ec t1) ent r{., fin al111entc c11 cbull ici,)11 c11 vi..t·t11d
c1e la in,rit.ación 1111e reci hí ¡1ara i1npart.i r lc:1 pri111 era serie de (_~-on fe ren-
ci as \ -'í>nhoff e11 la l Jni, ersida<l de (.;.r<)ninga.
1
pa rtes del n1anl1scrito, J11e sie11tc>en del1da C<)ll C hris lla1dy, ~·rancisco
l~ethencc)urt: .;\1111 IJl:úr, (--i-regc>ry· Blue, l)a\11 Cc>11nerc:c)n , ílrenda11 Üc)<>-
le}', }'}c1rike F g111<>11cl,] ()Sé l\·iaría (.;.c>11zález c-:;arcía, J01111 rIea<l le}', l\1i-
10 HIST<)RIA SO(:IAL DEL C<)N<)C L\lllEN-r O
chael Ht1nter, Ncil Kenny, Christel Lane, Peter l\!lason, .Ñlark Phillips,
John Thompson y Zhang Zilian. 1\tli mujer, 1\tlaria Lúcia, leyó todo el
manuscrito, me planteó provechosamente algunas cuestio11es delicadas
y 1ne sugirió diversas 111ejoras. A ella le dedico el libro.
' .
Cttpítitlo 1
I. "''iener (1948), pág. 11; BeU (197 6); Bohrne y Stehr (1986); Castells (1989);
Poster (1990); Stebr (1994); 'Vebster (1995).
2 . Macblup (1962, 1980- 1984); Rubín y Huber (1986).
3. Schi11er ( 1986, 1996).
4. Berger y l,uckn1ann (1966); i\.1endelsolin (1977); Ziman (1 978); I .uhn1a nn (1990).
12 HISTORL>\ SOCIAL DEL CO N OCIÑllENTO
l "-. ,~e:·.)1e.1
( 1906, J918, [ <) 19); vé;l:;e l .1n1n de Espinosa, Go11:1.á!e1, (iar<:Ía y Torre'
~\ibero (~ 994), p:ígs. 3~0-3 Só.
1 ) . \ 1ehlen ( 1918~, pág:;. 1-2.
16 IIIST<>RI A S<)CIAL DEL CON<)CIMIENT<>
crc>es11acic>s en que actúa11, <le sel e l abo r~ t<)ri<)S ha.e; ta bi l>li<>tt:<.:as. ~~ E11este
senticlo, el nuevo enfoqu e se ace rca a la antropo lc>gía }',<.le l1cc-110, la ex-
presión (<antropologí~ del conocin1 iento» se ha empe:lado a uti li7.;\ r <le
manera rcgt1lar. ~ 9
E11 cuarto lug-a r, cuancle> lc>s soció logos ti c la escuela Jle111ana afir-
111aba11 q ue el conocin1 ie ntc> s1rrgía en· un cc)ntcxtc> !>ucial, es taban pen-
S<lllc.io sobre tocio en 1 ~ clase sc>cial (au11yuc .!VIa111il1eill1, por lo n1enc>s 1
t:i n1l1 ié n nivo en cuenta las gen erac:io11cs).·10 .P or ot ra 11art.e, en la fase
;\cr11al se presta más atención al gén ero y <l la gcogra fí,1.
En el ámbito del géne ro, se l1a realizado 11na serie ele estuclios so-
l>re la <<Carrcr<4 de ol):>l<'Í culo s·» a que tic11cn c¡uc enfrentarse las ntuj ercs
q uc.: aspira11 a ser alg·o ei1 el c.1111 p<> de 1as hu111a n i<la<les o <le las cie11cias.
En cualquier casu, se l1c1ce necesa r io t1n estuclie> ccl1nparativu <le l1as ta
qu é pu11to se ll<l cxcl11ic{o a las n111jeres <le la vitla intelectual c11 dife-
re ntes lugares, épocasycliscipl inas.-1 1 Descle Ull Jlllllto <.le vist<l posi r.i,~c),
lc:is fe1r1inisr.as l1an clefen <licfc> que el género cu11tribuyc a forn1c:ili7.ar la
experiencia, <le suerte que h ay que contar con << n1~neras específica-
111ente fen1en i11as ele conoc.:Cr>>.4·?
Lcls geógrafos ha11 crr1pc:t.ado a i11tc.:rc.:sarse por el cenia ele la clistri-
l>11ció n espacial <lcl ccJ11cJci111ic.:11tu }'• lo que no es 111enc>s i111l1ortante,
pc>r lc>s fallt>s ~•1 su <listribl1Ció11, por s u resrr icció11 ;t cletermínallc>s
grt1pos en cleter11lli1a<los lugares:'; Pa radójica 111enre, la c.:c>J1tríl>uci<'>n i11á:>
notoria a la geografía del co noci 1ni ento se la c{el>en1c>s a un crítico li te-
rario. En un estu dio qu e suscitó consiclerahle clehate, E<l\vard Said, si-
guic.:11do el eje111plo de Foucat1lt~ analizó el <<<lrientalismO>> es deci r, el
co11uci..i11ic11to qu e se tiene c11 Occi<lente <le Oriente Pró:x.i1110 - co1110
ull<l Íllsti tu ción al servícicl elel im perialismo.44
i\ \1nq11e s11 a11tc)r es 11n histc>riatlc>r sc>c.i al }'cultural, este li bre) pre-
tende ecl1ar 111 a11c> ele ni uc hc>s ele estc>s e11fuq t1cs ('011 el fl 11 de C<lrr egi r
l,l csr1eciali7.ación y consiguier1te f['agmentació n tan caracter ística ele
nucstrc> pr<>pÍ<> n1t111<.lo ele <.:onocimicnto.
4-5. Or11~teh1 ( 191 3), µ(i.15-s. ix-x¡ véasi.: Lux (I 99l a, 199 1b).
46. Ri11gcr (1990, 1992).
SOCI OLOGÍAS E HISTORIAS DEL COKOC:l.\l lE'.\rTO: I)lTRODUCCICÍ N 23
ocasión serán objeto <le debate en las pági11as ql1e siguen. Aql1Í tal vez
baste con decir que la i1nportancia del nuevo medio no sólo radicó en
el hecho de dar una difusión más amplia al conocimiento y de hacer <le
don1i11io público saberes que hasta entonces habían pertenecido al ám-
bito de lo relativamente pri,rado o i11cluso secreto (desde secretos técni-
cos hasta secretos de Estado). La impre11ta facilitó ade111ás la interacción
e11tre diferentes co11ocimie11tos, u11 ten1a recurre11te en este estudio.
Unifor1nó el co11ocirr1ie11to al posibilitar que lectores situados en 1nuy
diferentes lugares leyese11 idénticos textos o a.n.alizasen las 1nisn1as i1ná-
genes. Por otra parte, irnpulsó el escepticisrno, corno se sugerirá en el
capítulo 9, al per111itir que la misma persona con1parase y contrapusie-
se relatos antagonistas e incompatibles del mismo fenómeno o aconte-
cimiento.4'
to mucl10 1nás limitado qt1e antes (al margen de que esta n1e11or an1pli-
tucl se haya visto compe11saela con t1na 1nayor pre>fl.1nclidacl). Ho)r, co-
11ocimientos alter11atívos tratan de captar nt1estra atención y cada elec-
ción tiene su precio. Cua11do se qt1iere actt1alizar t111a enciclopedia, se
prescinde de cierta informació11 qt1e aparecía en ella para poder incor-
porar 11ueva información. Así, por ejemplo, para c ier tos tipos de con-
sulta es preferible recurrir a la u11décima edición de la E1i~yclo¡Jaedia
Brita1i1iica ( 1910- 1911) que a la edición actual. En la Europa 1noderna
te1n¡)ra11a, la <<exp losió.n del conocimie11to>> se produjo co1no co11se-
cuencia de la invención de la imprenta, de los gra11eles c.iescul>rimie11te>s,
de la llan1ada Revolució11 cie11tífica y ele otr<>s fact<>res. Sin e111l>argo,
esta acumulación ele cc>11ocímientos creó problemas al mismo tie1npo
(1ue solucionó otros, nt1evo terna que aparecerá de vez en ct1a11do en las
, . .
paginas qt1e siguen.
Ni qt1e decir tiene que mi propio conocimie11to del conocimiento
es inco1npleto y que será necesario limitar esta iniciativa tanto crono-
lógica como geográfica )r social1ne11te. El libro tt1vo su orige11 en t111a
serie de confere.n cias y prete.n de ofrecer t111a visió11 de co11ju11t<> de un
dilatado á1nbito i11telectual. Es u11 e11sayo, más qt1e tina enciclopedia.
La virtt1al restricción ele este lil>ro a for1nas do1ninantes de conoci-
1niento 111erece una explicación más por1nenorizada.
li'u11da111e.ntal111en te, este libro está basado e11 textos publicados e11 los
siglos XVI, XVlI y XVIII. Tratará de evitar ta11to el grafoce11tris1no, so-
111etienc.io a debate el co11oci111ie11to <>ral, co1no el logocentris1no, tra-
tanc.io las i111ágenes (1napas incluidos) con10 vías de comu11icación de
conocirnie11to e i11cluye11do ilustraciones. D e vez e11 ct1ando se men-
cio11ará11 tan1bién objetos materiales, desde conch as hasta monedas y
desde cain1anes disecados hasta estatuas, puesto que en ese período se
coleccionaron con entusiasmo, se clasificaron y se expusieron e11 v itri-
nas)' inuseos.49 E11 la definició11 de co11ocimie11to se i11clt1irá11 ta111bié11
¡)rácticas 110 verbales, co1110 la constrt1cció11, el arte de coci11ar, la teje-
dt1ría, el arte de curar, la caza, el cultivo de la tierra, etc. A pesar de
49. Lugli ( 198 3); In1 pey y .i\1acgregor (1985); Pornian (198 7); Findlen (1989,
1994).
SOClOLOGÍAS E l IISl'ORI:\S DEL (;()~OC l.\I IEN'fl): INTROI)UCCIÓ~ 27
50. Rossi (1962), pág. 15; véase Roche (1981), parte 3; Bohme (1984); Worslcy
( 1997).
51. Berger y Luckrnann ( 1966), pág. 26.
52. Gurvitch (1966).
53. Figueiredo (l 984); Bayly (l 996); Grove (1996); ;\;lundy (1996); Edney (l 997),
págs. 68, 76, 81, 98, 125.
28 HISTORIA. S()CIAL D EL CONOCI.?.1IEKTO
Conocer ( ... ] w1a profesión r...] f]UC nos dora <le luz
para ver m;ís lejos que otros ho1ubres.
BARRO'.\/
Se l1a afirmado con frec11encia q11e el intelectual s11rgió por p ri111era vez
en la Rusia de 111ediados del siglo XIX, cua11do se ac11ñó el térn1i.no in-
telligentsia para referí rse a aq·uellos 110111bres de letras q11c o n o q11i-
sieron o n o fueron capaces de g·anarse un p11esto en la burocracia. Se-
J. Mannl1ein1(1936), págs.137-138.
34 IISTORI:\ S(>CIAL DI::L C() }. ()CL\•11.EN'f()
gún otra opinión, el orige n del grupo 11abría q ue sit uarlo a finales del
sigl<) x1x, en el C<)ntexto del deh,~te r¡11e se desencaclenó e n Franc.i<l en
torno a la culpabilidad o la inoce11cia del ca11ir~r1 Dre1'n1s, coocretan1en-
te ccn1 ocasió11del2\11'1.nifeste des j?ltetiett11.elr a fi1vor del capitán.2 .::\ lgunos
historiadores, cc>n<:retan1e11te J acques Le Goff, habla n de los inte lec-
tuales en la Edad iVIeJ ia, al men<>s en el co ntexto de las u n i~rersi<lad es. !
Esta:> discrepa11c:ias gi ran e11 parte e11 t<>rno a defin icio11es o cc>nce¡)tos,
per o l<l1nbié11 revela11 UJ1a prl>fu11cla clifure11cia ele <>pi11ión sc>l>re la ím -
¡1orta ncia relativa del ca1r1bio }' la co11tinuiciarl en la hist<>ria cul tural
europea.
Seg11n una ''isión an1plian1en re din1nclida de los intclectu;ilcs 1110-
dern<>s, éstos so11 desce11cl ic ntcs de la intclcctualid;}d radical clel sig·lo
XIX, la cual es continuadora de los philosopl1es de la Ilustración, que, a
su vez, son e> bien una ''ersió n secular de l<l clerecía prolcsta11Le o bic11
lo:> <lcscc11<licntes ele lc>s hun1a11istas de l Renacin1iento. 'TI1l visió11 111ucs-
tra u11 scsg<> excesi"·a111e11te «a<:n1a l izador>>, e n el sen tjdo de que c~plo
ra el pasaclo co11 la ü11it·a preocu¡>acic) n ele e11ccH1trarse con gente 111;)s
O n1enos parecida a llOSC)tros. i\ 1lic:he[ J:4'c)UCault no fl1e el prin1er<) ell .c;e-
fla lar el ca r;)cter prot1lemático (\e esta visión actua lizaciora y· conti1111is-
ta, a11nql1e de todos 111odos ha sido el crític<> más radical de estos su-
pu estos aceptados ti c 1nancra gc11eralizada.
L11a hi storia foucaultia11a ele los i11tclccruales está en co11<licic>11es de
pon er e11 tela de j11icio la disco11ti11uidad entre la ir1telli,'l,lt'IJtsi1' <leci1r1<>-
11ó11ica, c¡ue desealla su hv·e rti r el a n li guo régi111e11 e11 4 ue vi\•Ían , )' los
philosophes clel siglc> xv1 11 , <1ue cfeseaha n refor111ar el Su}:O. Por otra par-
te~ ¡>uecle señ ala r la l>recha entre lc>c; pl1i/¡¡~ojJhes antic lericales}' los clé-
rigos puritanos ingleses cfel siglo .'ot'\lll, CJlle h ~1 n sido <lesc.ri tos co1110 e 1
pri n1er ejc n1plo en la historia tlé «i11 telecn1nles radicales>> en tlll •l so-
c.icdad tr<\dicio.11al, «libera<lc>S de ccn1exiones feudal es>>.~ Sin e111bargo,
'
la ;1u céntic;1 ''ocació11 o <<ll<lmada» gen eral que sentían personaln1en-
lc estos puriLa11os i10 cr~1 11i el saber 11i la actividad pc>lítica, que sin1-
plen1entc les se r\"Ía11 de tllC(lios µara un fin inás elc11a<lc>: la religió11. S11
ideal era el del <<sa n lo>>, }' esle objelivo Cl>I1ciuj<> a algu11c>s <le ellc>s a ex-
presar ciertas ~ cti r11des anti in teleetualcs. 5 Oua (\isco11ti11ui<l aci es la que
existe entr e el clero protestante }r s11s p reclecesores, los h umanistas clel
Re nal' Í111 i cnto , y ot ra final n1e n t·e es la. C) Ue separa a los l'ln n1 a11 istas ele
los fi lósofcls escolá~ticos ;\ q 11ienes tan freC\1 Cnte111en te <le nclSta ])a n,
j)ero que segú11 Le G off serían l<>s intelect\léllcs n1cd ie,,.3.les.
l'ar:i evi tar co11fu sioncs: 11<> sería 111ala id ea scgtti r el ejc1nplo de S;1-
r1111el C t>lcric.lgc y F.rn e.st ('";ell11cr y (lt:scribir •1 los e~pcci<1lisl<.lS c11 sa-
l>er t> C(>11ocin1ic:n1o con1c> u11a <<<.:lcrl!cÍ<t>~." F.n .1clela11tc c111v lca ré este
tér111iUel dt' vci', en cu;1ncl<> J>ara t.lt'sig;11ar a gr11p<>s sc>ci al c~ cuyos n1 i cJ~1-
br cls se ronsid cran a. sí 1nis111c>:;, <1 u11que rle d iversas 111a11eras. « l\0111 l>res
S<t bios)> (d'>r.1 i, er11diti, s1,11.irt1its, (:ie.lt>hrle11) \1 << he>n1L>r e:; <.i e 1erra'\).> (iirtl'-
·r nti, h o11111~cs de lrtt1-c~s). F.n este con text(> lettr<~s sign i rica <<4'aher>> y r1<>
(él.nto •<liter3.tt1r:.l>> (de al1í };111cccsicl:J.cl e.le añ<tdi.r un acijc tivo> c<l me> t'n
l<'l ex¡1resic)n fra ncesa belles-lcrrrcs).
])el siglo x\.: al $ÍgJo x \.:Jn, lc>s sa l>ios ~t1ell:Il a11COj) res e n tarse con10
ciuclacla11e>s e.le la <<-.RCJ? lÍ l>I ica de las 1c.: tras>> (R e:>piiblica littc:r1t1·i11 ), u11;1
frase <.1uc cxµ rcs.1 ba s11 se11ric1<) ele pcrtc11c11cia a una cc>111u11i<lac.l que
sc>brt!pas a 1><1 l<tS (ronte ras 11aci<H1ales. Se trat~ l"l<t e"encia h11c11tc e.le u na
C')r11unidad i111a gin;1cia, i1e rc> qLte, ele todos 111oci rls: clab;¡, lugar a usc>s
pr,)¡) i<1s cc11110 el in tercambi') de carl<lS, Hhros ~' ''isitas: µ1)r rl') 111cnci c)-
nar l;;is forn1as ri n1alizacla~ co11 que los sahios 1ná.<; j<)vcnes <1frc cía n s11s
r espetos a los colegas ma¡·orcs qt1c podían a~'lldarles <.le alg ún 111 000 en
sus c;1rrera-.:•
El c1bjetivo <le este ca.IJÍLulo es son1eter a c.lebat c lo que lLll conc>ci-
dc1ensa}rc>sc>cic>lógico clc 19·1() dc!;cri l>ic) <.:0111<.> <<~l vapcl social Je] ho1r1
!)re sahic>>> .~ l l c>y, t'Sa ex.pres ión nos 1>ia11tc;J. irrcsistil) lc111 ente la <:ttcs
tión acerca t.le las ruujcres sa llia.s ele la é!J<><.:a. Con1 o a111tn te) e 1 filó::.ofo
ti·ancés clel siglo ).\."f l Po11lai n rle la Barre en su trar.a cfo 5)tJbrc /11 ;_~1111/
dad de l'Js rloi sexos (16i J), las m ujeres se vieron n1;1s o n1e11os ~cxclu i
clas>> <le la búsqu cda de1saber.
Es vcrt.h1 t.l que <t lo lnrg<> e.le ese pcríoclo existieron r1111jercs de letras
o <<r11ujcrcs sal"li;1s>>, :iu11que c:I tér111i110 bl-1tcs1oc:J:iJ1g 1,-..r11a risabidilla» I
11<>se ;J.l't11ió l1<1s1 :i fin a les de l ~iglo XVIII. Entre estas r11u jcrc;:; iaJ11osa.s
algl1r1as de 1~1s 111ií.s ccln c>ci elas f ucro11: ( :h rist ine ele P i:-.a11, al~tora en e)
siglo X\,. de l;1 o bra f ,t! ci1Jlft1.d tle l1ts da'/Jlas, Nlarie Le J ars de (~ournay,
qu e cdi 1ó los F,nsa_J·os ele 1\·l o11t;1 igne, esn1dió al<¡uimi<t y cscril1i611n tra -
tado so l1rc la ig-ualc.lacl de hon1l1res }' n1uieres; 1<1 sal)ia 11niversal 1\11ne-
~1Iaric Sch11urn1an, que vivió c11 la. l~e¡1úl>lica hol;1 nd cs;\. asi sric) a con -
LA EDAD lVIEDJ,\
F.I cje n1plo <.le Eloísa, que hal>ía .siclo al11n1na <ie ,<\belardo an tes de t·o11-
vertirse e n su arr1aute, 11<>S recuer(l<1 <111e ya en el siglo XII nos poclía11\ os
encontrc1r con n1ujeres sa bias. Precisan1ente en esa época, por prin1era
\~e7. desde el fina l ele la Eda<l Antigua, hizo acto <le presencia en. el
111\11i.do 'l111a clcrccí<i europea fuera <le l<>S m<> nasceríc>s. Este desar rollo,
n1a ele clerecía. i\lgunc>s hal1ían reci l>icie> las círcíe11es sagra<Jas, 1>ere>m u-
cl)os utros eran laicos; ei1seiiaban en esct1elas <> ttniversiLlaLles o ejer-
cían de tutores priva<Jus u estab;\n al servicio de gene.rosos 111ccenas.
Por lo n1c11os p~l ra <llgt1t1os de ellos, hl cn.scña.n.~a fltC 1n;ís utl destino fat;\l
qt1c ll.tla vocació11. l Tn l111111c11)isra itali.1110, por cjc111plo, cscri bía trisrc-
111e11tc <1 utro a fiI1e:1les del siglo X\.:: «\·o, que l)asta 11acc puco l)c goz.a-
do de le:1 an1islad de los pr í11cipes,
•
al1or.1, debido <1 111i 111ala estrella, 11c
ab ie rto 11na escuela>>. T,os sueldos relnci\•an1 cntc b.1jos de los profesores
en las esc11elas y 11ni"·ersidacies, e11 llartic11lar en las fncul t adcs cie ciere-
cl1<>, hacer1 <1ue, si11 tener <1ue recur rir 3. ;1 l ~1nas estrellas. con1 prenela-
mos sin el men or esft1erzo sem ejante reaccic) n. l.a enseiianz.a c>frecía la
posibili<.lad Lle vivir del sa ber, at1nque ne> se h·a case de una vicJa mu}r de-
sahogada. 1·
...
L~\ ap~lric ió11 del tér111ino <°'l1u1na11ista>> sugiere q ue, por lo 111enc>s
c11 las u1úvcrsidallts; t:11SCÍi<1t 11u111a11i<la<lcs co11tribuyú a <lcsar roll ar el
sc11tid o de u11a iuc.t1tiua<..i cu111ú11 e11tre l<>s pr<>tcsclres. O tras i.t1iciativas
q11e s11gieren h1 e n1ergencic\ de una idcutida<l colectiva fuerur1 las so-
ciedades <) acn den1ins f11nci~1 ci:1s 1)01' estos l1un1e:1r1istas (<.i c cste:1s institu-
cic>nes se hahlará en el C<lJlÍt11lo .~ ). 14
lJna <l<.: las cu11scc t1c11ci a~ 111ás in111 urta11tes ele la ÍlT\>en cic)n <ie la i n1-
})rC11t<'l fue la Lle a111pliar el aba11icu cJe I)()Si l>ili(la(les r>r{lfesic>nales al>ier-
l O a esta r1ueva clerecía. ;\lgur1os se c<>r1virti erc>11 en i1111>resc>res ele li -
bros eruditos, con10 Aldu s i\1anl1 tius en \ Tenecia. 1i· () tr()S rral>ajarc>11
11ara l..1 in1 pren t<1, por cje n1plo cor rigie ndo p rllcbas, clal)oranclo índices,
rcali?-a11do trc'l dl1ccioncs o cscr ibic11do libros n l1evos por encargo de i1n-
presores editores. Se l1ir.o Ill<lS f¡icil, au11quc co11ti11uaba sic11do d ifícil,
seg-ui r la carrera de u1\ <<hon1bre de letras>>. Por lo i11c110:> co11 sus libros
Erasn1<>nl\'O el éxit<>suficiente con10 para i 11clcpcuui1.<1rsc econó111ic<'l-
n1 e11te cie sus patroci nad<1res. D e hecho, ~orbc.rt Fli<'ls, sig ui c11do el
es<111e111a ele :Vlannhei111 , ]1;1 11i ntacio a lc)c; h u111;1n istas en general }r <l
.Erasmu en J>artic11lar C(>Jl1 e> ejen111l (>S <Íe inr.elecn1;1 les <}lle fl C)tan 1if)re-
13. Krrsccller { l 95 5); l)ionisotci ( J967); Ro:n:i:10 y 'le:ienr.i { l 96i); Hur'.-:e ( 19~6).
14. 13cnz.oni ( J 978), págs . J 59 v :;ig~.
15. Schott::'. nl oht'.r ( l 1J3 5).
P R<) FESJO:-JA LF,S DEL CC)~OC l.\llEN'I'() ( ... ] 39
rnente, c<>11 una actitud desapegada que dependía del hecho d e c1ue go-
zaban de la pos ibilida<i de <<d istanciarse personalmente>> d e todos los
grupos sociales existentes e11 st1 n1undo. 111
En \ Teneci a e11 parti cular, a n1e<.i iados· del siglo XVI lll1 grupo de es-
critor es co11 educaci ó11 .h um a11ista consig uió ga11arse digna1ne11te la
vida con la plun1a, escribie11do Lanto y S<>bre t.e1nas ta11 variados que re-
cibieron el 11ornbre de polig·rafi (véase 111ás a<lelan t.e, ei1 el capíLt1lo 7).
T:1mbién et1 París, L o11dres y otras cit1dades, a fi11ales <.i e l siglo X\II l10-
d ía11 ei1contrarse figuras de estilo pa recido, que e11tre o t ras publica-
ciones prodt1cían cro11ologías, cosmografías, diccionarios y otras guías
para el co11ocirnie n to.
Los grupos n1e11cion ad os h asta aqt1í 110 agota11 las oport1111i<iades ab ier-
t as a los ho111bres de letras e11 el siglo XVI. La Reforrr1a añ aclió otras. Al
1)ri11cipio, la idea de l\!lartí11 Luter o d el sacerdocio <le todos los fie les
pareci é> que 11acía s11perflt10 al cler o . Andreas K arlstadt, colega de L t1-
tero e n la U n iversidad ele vVitte11berg, d efe11dió posturas aún más r a-
dicales, llega.ndc> a st1g·erir la aholició11 si n 1nás d e los títulos acadén1i-
cos. D e todos modos, L utero reaccio11c) a tiempo y apoyó la idea de ru1
clero bien formado, destina do a precli car el Evangelio al pueblo. Esta
últirna i1ostura ·fi1e la qt1e a¡)oyaro11Jean Calvi110 y otros reforr11adores
pr<)testantes. P or par te católica, la fun d ació11 ele serr1inarios desde me-
diaclos d el siglo XVT en ad elante demostró idéntico ii1terés por la ed11-
cación <le l<>S sacerdotes destinados a dirigir las parroqui as. 1' /·\ I pare-
e.e t, a lg t1n os clérig·os educados en estas i11st itucion es descu briero1:J qu e
para ellos el Lral)aj<> i11t electl1al pod ía ser u11a auténtica vocació11, al
1nis1no tie1npo ql1e p restaba11 s t1s servicios a las parroquias. 'lal fue el
caso del pastor luterano P aul Boldt1an, pionero en la com pilación d e
hil)liografías temáticas. D e es ta ma11era se p u e<le afirn1ar que, sin pre-
tencierlo expresa1nente, las Ig lesias conso l i<.i aron la figura <.i el erudito
plena1ne11te e11tregado al trabajo in telectual.
FJ increme11to del n ún1er o de esu1d iantes dt1rante el sig lo XVTy la
pr imera par te ele! XVII se d eb ió, e11tre otras razones, a esta nueva fu n-
dores contaron con asisten tes, a veces hombres de letras como Amelot
de la Houssaie, secretario del embajador francés en Venecia, qt1e apro-
vechó su puesto para ent erarse de las ma11iobras secretas del Estado
venecia110, infor1nación que posteriorn1ente haría pública (véase, 111ás
adelante, la pág. 191 ). ,t\11tes del siglo XVII la f11nció11 de secre tario de
una sociedad científica ya existía. Bernard de Fo11tenelle actt1ó d e se-
cretario para la A .\cade1nia Fra11cesa de las Ciencias; Henry Ol<le11l,urg,
para la Royal Society; Fortney, para la ,_: \cademia de Berlí11; y Per Wil-
helrn vVarentin, para la Academia Sueca. 1\. veces el pt1esto conllevaba
un sueldo, como en el caso de O ldenbt1rg.
D esde mediados del siglo XVII, escritores y sabios pudieron, de for-
n1a cada vez 111ás clara, au11gue todavía con riesgos, ganarse la vida con
el 1necenazgo y la publicació11 de sus obras. Un a11álisis d e quinie11tos
ci11cuenta y nt1eve escritores franceses activos e11tre 1643 y 1665 st1-
giere c1ue, si se ad<>¡Jtal>an las estrategias adecuadas, e11 ac1t1el mc>mento
era posible vivir de la literatura en el sentido arnplio de la palabra, c¡11e
incluía tanto diccionarios v •
obras de h.istoria corno las obras teatrales
de R acine y los poemas de Boileat1. 21
La ruptura con la tradición no debe exagerarse. Las pensiones reales
co11tint1aron siendo u11a i1nportante fuente de ingresos. Por ejemplo,
Luis XI\Totorgó generosas pensio11es no sólo a Boileau, Racine y otros
poetas, si110 ta1nbién al astró1101110 Gian-Do111enico Cassi11i y al filólog·o
C l1arles Du Ca11ge. Juristas co111<> N iche> las de Peiresc y J <>l1n Selden y
rnédicos corr10 T.heodor Zwi11ger y O le Wor111 co11tinuaro11 haci e nde>
importantes aportacio11es a la investig·ación científica en sus ratos li-
br es. El número cie escritores qu e eran clérigos o vivían en contacto
con el clero siguió siendo significa tivo. A decir ,rerdad, en la época de
Luis XIV a buen seguro eran mayoría. 22 I-Iasta el final d e es te período,
e i11clt1so co~1 posterioridad al rnismo, graJ1 parte de las obras publica-
das las escril)ieron perso11as perten ecie11tes al clero.
23. Viala (1985), págs. 270- 280; Vande rn1eersch (1996), págs. 223-224, 246-248.
24. Hall (1965); R.ochot (1966); Solo1non (1972); \\!ebster (1975); Revel (1996).
PROFESIONAL ES D E L C()N()ClJ\11El'\T() [ ... ] 43
co1no curieux daban la i111¡)resión -y sin duda esto era lo que se pre-
tendía- de qu e lo que impulsa ba a estas personas era una curiosidad
intelectual desin teresada.iR
A partir, aproximada1nen te, de 1700 fi.1e posibl e ejercer ¡)rofesio-
nes intelectu ales distintas de las d e IJrofesor o escritc>r, ¡1or ejernplo,
como 1nie111 bros asalariadc>S <.le d eter1ni11adas <>rgar1izaciones cledica<las
al acopi o de co11oci1r1Íentos, concreta1nen te las Academias de C iencias
fundadas y fi11a11cia<.ias e n P arís, Berlín, Estocolmo y San P e tersburgo,
aun co11tandc> con que los lim itados fondos d e que se d ispon ía obli-
gaba11 a los in teresados a co1npleme11tar sus sueld os con ot ros tipos
de e111¡)] eo. Al r11arge11 <.l e q11e a estos hom bres poda1n os calificarlos de
<<científicos>> (tér1nino act1ñado en el sig lo xrx), la g·é11esis de este gru-
po representó scgura1nente t1n rno1nento sig11ificativ<>en la his toria de
la in telectualidad europea. Algunos miernl>r<>s del grupo escogieron su
ocupación prefiriéndola conscient.en1ente a la carrera universitaria tra-
dicional. 29
I11divid uos de la talla de Gottfried J_,eib11iz e Isaac N ewtorl dirigie-
ro11 socieda<.les científicas, co1np agi11ando estos puestos con otras oct1-
paciones. Leibniz, por ejemplo, trabajó corno bibliotecario, otra carrera
que creció ininterrumpidam ente en importancia a comien zos d~ la edad
moderna. Otros bibliotecarios sabios fuero11 Bartc>lcnnrneo Plati11a en el
Vaticano e11 el siglo xv, Ht1go Blotius e11 Viena en el sig·lo X\7J, Gabriel
Naudé en Ro111.a y P arís e11 el sigl o XVII, D aniel i\1orhof:e11 Kiel en el si-
glo xvrr, B11 rkhard Str11ve e n Je11a e11 el sig-lo XVIII y el historiador Lu-
dovico Mur atc>ri e n M óde11a en el siglo XVlll. i\lgunos bibljotecarios de
este períodc> han sido descritos como <<m ediadores>> cruciales en la Re-
p{1bhca de las letras. Verdaderos sabios muchos de ellos, tt1vieron ade-
rnás el 111érito ele hacer q11e st1s colegas dispt1sieran de la i11for1nación y
se 1nostraro111nás reacios l}UC la n1ayoría de sus colegas a abandonar el
ideal del conocimie11to universal. 10
Otra alter11ativa al trabajo e n las u11iversidades fue servir como con-
sejero o historiador oficial de t1n gc>l>erna11te. Pt1estos de trabajo de
este tipo ya se conocíar1 e11 la Edad i\1edia, pero su núr11ero fue cre-
cien.do con el desarrollo de Estad.o s 111ás centralizados a co1n.i cnzos d e
la ed ad 111oderna. J:\ este grupo perteneciero11 sabios ta11 conocidos
cc>1nc> Jean Racine (historiador al servicio de Luis XIV), John D ryden
lDE).l"TTDADRS DE (;RUPO
3 1. Bu.rke (1992).
32. Ringer (1969).
46 HISTC>RlA S<)C:JAL f>EL CO:--J<)CJ.'vllENTO
Com.o Bayle, en este mo1r1ento ta1nbié11 ernigró ele Fra11cia lltl nú-
mero indeterminado de pastores cal\rinistas a co11secuen cia de la r evo-
cación e11 1685 d el e dicto real que había con cedido a los ¡)rotesta11tes
la li bertad de culto. i.\I cons tatar que la oferta de clérig·os calvin istas
s uperaba la den1a11da de pastores y predicadores, algt111os volvieron al
ejercicio de s u ¡)rofesió11 literaria, en partict1lar a la pre11sa periódica
(véase inás a<lela11te, e11 el ca ~1ítulo 7). Estos antiguos pastores se con-
taro11 en trc los pri111eros jo'ltnialists -es decir, <<periodistas>>-, u11 tér-
min o que empezó a utilizarse hacia 1700 en fra11cés, inglés e i taliano
para desig·nar a los escritores qu e colal)oral>a11 e11 los p er iódicos erudi-
tos o literarios, por OJ)OS.ición a los gílzetiers (<<gaceteros>>, <<gacetille-
ros>>), de rang·o ii1fcrior, q ue redactaban 11oticias cortas, <le alca11ce diario
o semanal. De esta ma11era, la imprenta co11ti11uaba generanclc) 1111evas
1)rofesio11es. ·' 6
,\ lo largo del sig·lo xv111 los periodistas ejer cieron cada vez rn.ayor
i11flt1en cia a rnedida q11e proliferaban los periódicos. T am bién aumen-
taro11 las grati íicaciones l'ara los h.om bres de le tras más destaca dos, in-
cl11idos algu11os 11istoriadores (véase n1ás adela nte, e11 el capítulo 8). E11
I11glaterra, Alexa11<ler Pope fue ¡)rese11taclc> co1no el ¡Jri1ner 1101nbre de
letras in dependiente, seguido d e cerca por San1uel Jol111son. 37 E n Fran-
cia, philosophes como .Diderot y otros colaboradores en la redacción de
la Erzcyclopédie siguiero11 el ejemplo de Bayle y Johnson i1roclucie11do
un. libro de co11sulta co11 el fi.11 de poder vivir cic lo c.¡ue escribían, a1111que
el recurso a n11a e11ciclopedia para apo11ar u11 pro)recto político repre-
sentó una 11ovedad de pri1ner ord en.
l ,os eje1n 1)los de todos conocidos de éxito literario 110 de bería11 l1a-
cernos olvidar la <<clan desti11idad literari a>> o Grztb Street, como se de-
signó e11 I11glaterra a le) larg<> c.lel siglo x v 111 .• en otras palabras, el mun-
do de los escritores fracasados y ernpc>l>recidos, descritos por Volt aire
como la ca:naílle de la littértttare. 38 De todos 1nc>clc>s, desd e ur1 ¡Ju11to de
vista comparativo, lo que resulta sorprendente es .que a mediados d el
siglo A.'V1II en la mayor parte de Europa hag·a acto de presc11cia lin gru-
po de 11on1bres de letras más o menos independientes con ideas políti -
cas propi.as, co.ncentrados en algu11as gra11des cit1dacles, co ncretan1e11-
36. Haast.: (1959), págs. 404-417; Labrousse (1963-1964); Yardeni (1973, 1985);
Nlartcns (1974); Gihhs (1975); Bost (1994), p<ígs. 232 -239.
37. Bclja1nc (188 1).
38. Da rnton (1982); .i\tl asscau (1994).
48 H1S'l'()RlA S()ClAL !)EL (:()N()CLVllEN 'f()
EL ISLA~i y CI-IINA
EL REN;\CIMIENTO
13. Stevenson (1927); Pulido R.ubio (1950), págs. 65, 68 , 255-290; Goodman
(1988), págs . 72 -81 .
14. Yates ( 1947); Sealv ( 1981 ); H ankins (1990) .
15. Burke (1983).
58 HIST()RIA SOCIAL D EL CONC)CJ.iVflENT()
Alcalá abrió sus a11las e111508, seis años más tarde que Wittenberg.
S11 fundació11 no p11ede interpretarse corno un triunfo del hu1nanis1no,
puesto que s11s creadores se inspiraron conscientemente en el modelo
de París y se nl1trió de profesores que de una u otra manera en su día
tuvieron vinc11laciones con París o Salamanca. 17 Sin embargo, como en
Wittenberg, el pulso entre el hun1anismo y el escolasticis1110 se d eci-
dió a favor del prin1ero. E .n .J\lcalá se fi.111dó u11 colegio <<trili11g·üe>> para
i1npulsa r el estudio de las tres le11guas l>íblicas -latín, griego y l1e-
breo- alg·unos añc>s antes de que, en 1517, iniciase sus acti,ridades otro
coleg·io de ¡)arecidas características en la vetera11a Universidad de Lo-
vaina. En Alcalá, entre 1514 y 1517, 11n equipo de sabios, en tre los que
se inclu.ía el conocido hu1nanista .Antonio de Nebrija, preparó e impri-
mió la famosa edición políglota de la Biblia. 18
.i\l contrario que Wittenberg y Alcalá, Leiden se f.u11dó, e11 157 5, por
razon es ese.n cialmente ideológ·icas, co1110 una universidad calvinista.
El pri1ner presidente del cc>nsejo universitario, Janus Do11sa, irr1pulsó
el desarrolle> de la instit11ción con 111étodos que hoy se ha11 hecho fa-
n1iliares entre nosotros: ofreciendo elevados salarios a cam bio de car-
g·as docentes reducidas con el fi n de atraer a sabios de primera línea.
Entre otros, _aceptaron su oferta los botánicos Rembert Dodoens y
Charles de l'Ecluse y el filólogo clásico Joseph Scaliger. Aunque Lei-
den no representó u11a 11ovedad por su estr11ctura for1nal , pronto des-
tacaro11 en ella, h asta adquirir una i.m ¡)ortancia notable, dos materias
relativamen te n11evas de.ntro de la fac11ltad de artes: la historia y lapo-
19. Lunsingh Schcurlccr y f>osthumus i\1eycs (197 5); Wa11sink (197 5).
20. Fletcher (1981); Giard (1983 -1985); Rüegg (1992), págs. 456-459; Pedersen
(1996).
2 1. Shapin (1996).
60 HISTORIA SOCIAL DEL CONOC:IhilTENT O
de finales d.e la d.é cada de 1970 l1asta el día ele hoy. Sus at1tores sostie-
nen qt1e el estl1dio de las matemáticas y la filosofía 11atural tuvo lln lu-
gar importante en las universidades y que las críticas co11ten1poráneas
lanzadas contra esas mismas ltniversidades obedecieron o bien a t1na
información deficiente o bie11 a sin1ples errores de apreciación. En el
caso de ()xford, se 11a señalado en diversas ocasiones la fundación de
las cátedras de astronomía y geo1n.etría, en 1597 y 1619 respectiva-
1nente. Se 11a puesto de relieve el interés de los círct1los universitarios
l)Or las nt1evas ideas. Por ejen1plo, los pt111tos de vista de Descartes se
pusieron a debate a veces en la U11iversidad de París, los ele Copérr1i-
co en la de Oxford y los de Nevvton en la ele Leiden. Por le) que se re-
fiere a las críticas de los conter11porá11eos contra las t111iversielacles, se l1a
destacado q11e la Royal Society se hizo publicida<.l y trató d.e ga11arse el
apoyo del público para s11s planes, mientras que Dell y \Vebstcr, ambos
protestantes radicales, tenían ta1nbién sus propios compromisos, por lo
que sus críticas i10 pueden ton1arse al pie de la letra.~ 6
A 111edida que las aguas de la co11troversia volvían a su cauce, se 'rio
rnás clara1r1e11te q11e l111biese sido erróneo lin1itarse a co11trapo11er el pro-
gresis111e> ele las acadernias al conservad11ris1110 de las universidades. Es
difícil 111edir la i1nportancia relativa ele las universidad.es y otras instit11-
ciones, p11esto que 1r111cl1os sabios pertenecieron a a1nbe>s munclc>s. Co1110
sucede tan a ment1do en este tipo de debates, es n.ecesario distir1gt1ir
- entre difere11tes universidades, diferentes momentos, diferentes dis-
ciplinas y diferentes cuestio11es- si las universidades fl1eron incapaces
de plasmar nuevas ideas, se mostraron remisas a la hora de difundirlas
o se opusiero11 activan1e11te a ellas. 27 No obstante todos estos proble-
n1as, parece pos.i ble sacar algi.111as conclusiones provisionales.
En priiner lugar, co1no s11cediera en el n1ovimiento ht1ma11ista, la
proliferación de nuevos tipos ele institucio.n es 1)arece de1n.ostrar qt1e un
considerable núrnero ele clefens<>res elel n1ovi111iento a favor de la re-
forn1a de la filosofía 11atural percibió las t1niversidades como obstáct1- ·
los para la reforma, al menos ei1 los prir11eros estadios ele clicl1c> movi-
mie11to. Estos escenarios ofrecieron microentornos apropiados o bases
n1ateriales para las nt1evas redes, pequeños grupos o «:cornunidad.es
episten1ológicas>> que a men11do han desempeñado un papel muy i1r1-
portante er1 la 11istoria del conocimiento (véase el capítulo 1).
dos del sig·lo XVII qt1e en una universidad de la época. 29 Con todo, es-
tas oportunidades tuviero11 en ocasiones st1 precio. Galileo se vio obli:-
gado a hacer de cortesa110 en Florencia, mientras que la Academia
Fra11cesa de las Ciencias, por instigació11 del gobier110, dejó de lado la
investigación de <<curiosidades>>, descartadas como un <<juego>>, para
dedicarse a <<investigar cosas útiles relacionadas con el servicio del rey
y del Estado>>. 3º
Por otra parte, algunas institucio11es nuevas fueron exclusivistas,
como la Academy of. Sciences y en menor 1nedida la Royal Society, tnien -
tras que otras trataron de ll egar con las nuevas ideas a u.n público cada
vez más amplio. En Londres, por ejemplo, las conferencias en el Gres-
ham College, que dieron comie11zo a principos del siglo X\TJT, es tuvie-
ro11 abie rtas a todo el mundo y en general se dieron en inglés, no en la-
tín , con10 era habitual en las u11iversidades. En París, Théophraste
Renaudot orga11izó confe re11cias sobre un variado abanico de te1nas
para un público amplio en su Bureau d'Adresse a partir de 1633. ElJar-
dín Real de París, abierto al público en 1640, ofreció conferencias pú-
blicas sobre temas de anatomía, botánica y química. 31
E l interés por la llamada <<filosofía mecá11ica>> mostrado por los gru-
pos y las organizacio11es citados en los últitnos párrafos, y el éxito de
esta filosofía en el sig·lo XVIII .n o debería11 hacernos olvidar la <<filosofía
oculta>>, rival de la anterior. El i11terés crecie11te por lo oculto, que fue
otra forma de in11ovacic)n a co111ienzos de la época 111oderna, se dejó
sentir claran1ente en algunas cortes (concretame11te en la de Rodolfo II)
,,, . . . . . .
y, por otra parte, ge11ero sus propias 1nst1tuc1ones y asoc1ac1011es, como
los Rosacruces, tina sociedad secreta ct1ya vida giraba en torno al co-
noc1m1ento secreto.
Las nuevas institt1ciones de las que se ha hablado en los párrafos
anteriores no se limitaron al ámbito de la filosofía natural. La Royal
Society, por ejemplo, en las orientaciones dadas a los viajeros (véase,
n1ás adela.n te, la pág. 261), no se interesaba sólo por la fau11a y la flora
de diferentes partes del m1111do, si110 tambi é11 por las costumbres de
sus 11abita11tes. Cua11do, hacia 1670, I ,eibniz proyectó una sociedad ci en-
tífica al e1nana, to111ó con10 modelos la Academy of· Sciences y la Royal
Socíety, at1nque acentt1ó, más que las ii1stituciones i11glesas, la impor-
29. Evans (1973), págs. 196-242; .i\'Ioran (1991), págs. 169 y sigs.; Smith (1994),
páginas 56-92 .
30. Biagioli (1993); Stroup (1990), especialn1ente la pág. 108.
31. llill (1965), págs. 37-61; Mazauric (1997); A1nes-IJe,vis (1999).
INS' f' l1' UC l ():'\IALTZACJÓ N f>F.L C()N()(;J \ IJE 'I"() [ .. . ] 65
rancia d e lo qu e él llamó la res litteraria, es decir, las hum anida des. Los
mt1seos y l(>s gab in e tes de C\1riosi dad es no contenían exclt1si varne11te
co11ch as y ar1i111ales disecados, si110 también monedas ro1nanas l l ol)je-
tos <le p aíses lejanc>s co1no Chi11a o .i\1éxico. ~.\lgunas de las 1n ás farno-
sas sociedad es cie ntífi cas del siglo xv11 se inte r esaron por el lenguaje,
concretamente la Crl1sca <.le F lo rer1cia (que pl1bhcó un diccionario en
161 2), la I•ruchtbr ing·ende Gcsellscl1aft alern an.a, h1ndada en 1617 [lite-
raln1ente, <<Sociedad prodl1ctiva o provech<>sa>>], y la Acadérnie l"ra11s;ai-
se ( 1635). D e este m is1n o estil o fuer on los salones i11fo rm ales que flo -
r ec ieron en Pa rís, aproximadam ente en tre 161O y 1665, bajo el
inecen azgo de mt1jeres cultas de la aristocracia en el i)alacete de R am -
bc>uillet y en otr<)S lugares.' 2
Otras sociedades se interesaron por la histori a, corn <>la Society of
l\11tiqt1aries en l ,on<lres (fundada en la década de 1580) o e l Antikvi-
tetskollegiet en U ppsala (1666). Bibliotecas y laboratorios se C<>11vir-
tieron a \reces e n ll1gar de e nct1entro <l e sabios. Los con\re11tos de las
ór de11es religiosas sirviero11 también en ocasiones de marco para p ro-
)1ectos cien tíficos colectivos, co1no las vidas de san tos que escribieron
los bolandist as en la casa de los jes11i tas e.l e i\Jn be res o las ambiciosas
obras históricas que redactaron los 1nal1ristas e11 el monaste rio be11e-
dicti11 0 d e Saint-G er main-des Prés, lt1gar de encl1e11tros se1na11ales de
debate en los que algunos han visto t1na de tan tas <<acade1ni as>>.33
1<><.las estas nl1eva s <<se des)' lugares de saber>>, como las llan1ó Ba-
con (o <<sedes de co11ocirnie nto>>, en p ala bras del b aconian<> Tho111as
Sprat, historia<.lor de la Rc>yal Society), cornpartieron t1n rasgo cc>1nú11:
repr esentaron otras ta11tas oportunidades para la in 11ovación - nuevas
ideas, nt1cvos en foql1es, n t1evos ternas- y también para los in novado-
r es, al margen ele la r eleva11cia acadé111ica de los mism.os. Otra cosa que
l1al)rÍa que destacar es el h echo de qt1e ei1 estos lugares se itUJ)Ulsó el
debate científico. Los debates intelecu1ales del)e11 rnucho a las formas de
sc>ciabi li<lad y, consecuentem ente, a los rnarcos sociales en que se de-
sarrc>llan, <lesc.ie el aula en qt1e tiene lt1gar t1n semi nario hasta la cafe-
tería. En la prir11er a etapa de la Europa m oclerna, las sociedades cie11-
tíficas cor1trib t1yeron a crear una ide11tidad colectiva e n la <<clerecía>>
e impt1lsaron. el desa rrollo de co1n unidades intelectuales, desde grupos
p eql1eños e íntin1c>s con predorninio de las relaciones person ales has-
32. P ícard (1943); Lougee (1976); Viala ( 1985), págs. 132- 137.
33. Knowles (1958, 19 59) .
66 .H IS'l'()RIA SOCIAL DEL c:<>N(){:L\11EN' r()
LA lLus·rRACIÓN
chos otros l11gares se eri giero n 1111evas acaderni as nobles. Entre 1663 y
1750, en Lo11dres y sus cercar1 ías, así co1no e n varias ciudades pro,rin-
ciales co1n o Warrington en Lancashire (do11de u110 de los profesores
fue el filósofo i1atur alista Joseph Priestlcy), se fundaron cer ca de se-
senta academias para <<dis identes>> de la l glesia de I11glaterra, q11e 11a-
bían sido expulsados de Oxford y Ca111bridge.
L as acade rnias disidentes impartieron un curríc11lo mcnc>s tradicio-
11al c1ue las universidades, pc11sado para futuros 11om bres de negocios y
i10 tantc) para caballeros, que de dicab a especial aten ción a la filosofía
111ode rna (p<>r eje111plo, a las ideas de L ocke), la filosofía natural y la his-
toria rnoderna (u11 111a1111al util izado ¡)or muchas de ellas fue la historia
política de Europa escrita por el j11rista ale1ná11 Sam11el .Pufendorf). A
veces la c11seña11za se i1n partía e11 in glés y 110 en latír1. 3) En Europa
cen tr al se fundaron colegios p ara e11señ ar el arte de gobernar a los fu -
turos fu11cionarios, por ejen1plo la Ka rlsch11le e11 Stuttgart. Ta111bié11 se
:ft.1ndaron n11evas instin1ciones, corresp ond ie11tes a lo qt1e posterior-
1nente sería11 los colegios de tecnología, para enseñar i11g·e11ie ría, mi11e-
ría, i11eta l11rgia y silvicultura: por cjetnplo, el Collegium Caroli11u1n en
Kassel (fundado en 1709), las academias de i11ge11iería de 'Vie11a (17 17)
y Praga (1718), la escuela de silvicultura fun dada en 1763 e11 los m on-
tes H arz y las acadetnias de 1n i11ería de Seln1ecbán)ra en Hungría y F r ei-
berg e11 Sajonia (1765).
E l seg·u11do desarrc>l lo in1po rtar1te c1ue t11vo lugar d11ra11te el siglo
JCTlITI fue la fu11dación de orga11izacio11es desti nadas a ¡)rornover la in-
vestigación. El térrn.i110 inglés researc/1 (recherche e n fra11cés, ricerca e11
italiano, etc.) se deriva, como es o bvio, de search [<<buscar>>] y aparece
ya en los tín1los de algunos libros d~rantc el siglo :X"VI: por ejemplo e n
fra.n cés e11 el título de la obra de Etier1n e Pasquier, Recl1erches de ta
Frattl'e (1560). Se utilizó preferenten1entc e11 plural y desde fi11ales de l
sigl c>XVTI su uso se generalizó, )r más aú11 a finales del siglo XVTII, r efi-
riéndose e11to11ces tanto a las artes corn o a las ciencias, a los estudios
históricos come> a los de te1na 1nédico. J t1n tamente con la p alabra 'rese-
arch, se en1pez,aro11 a lltilizar de forn1a n1ás ge ner al otros términos,
como <<i11vcstigación>> (invest1'.gation y s11 ec1uivale11te italiano: i1zdagi1ze),
que a partir de entonces abarcó \111 sig11ificad o n1ás atnp lio c1ue el que
tenía en su contexto legal origj n al, y <<cxperir11ento>> (experi1nent, ci-
11zento en italiano), qu e r estringió su senti d<> original d e prueba o corn -
A escala m.11cho mayor, Colbert, minjstro <le Luis XTV, gaste) 240.000
libras en investigación en el marco de la Acadc1nia d e las Ciencias, en
parte para pagar a algunos sabios, los pensionnaires, los sueldos que les
per1n iti e ron llevar a cabo proyectos colectivos com o una historia na-
t11ral de las r>la11tas. 36
Estas irliciativas de la década de 1660 se vieron incretnenta<las en el
siglo :>..'VTIT, la época de la acade111ias, q11e generahnente estuviero11 subven-
cionadas por los goberna.n tes. Los s·ueldos que en este co11texto reci-
bier on algunos sabios les per1n itier(>n dir igir sus i11vestigaciones y, de
esa m a11era, desarrollar sus carreras, p(>r lo rnenos a tiempo parcial,
fuera de las universidades. El científicc> prc>fesÍ<)nal del s iglo XIX surgió
a partir de una tradició.n semiprofesional. D11ra11te el siglo .x.v111 se fun-
daro11 u11as sete11ta sociedades científicas i11teresadas tc>tal o parcial-
1nente en la filosofía natural. Entre ellas, las inás farnosas fu erc>11 las
acaden1ias de Berlí11, San ~etersburgo y Estocolmo (Kungliga Svenska
Vet enskapsakaden1ie); en cambio, la Academia J:<'rancesa de Ciencias se
creó en 1699. C(>n un vigoroso ¡)residente (como Banl<s en Londres o
.i\;lat1pertuis en Berlín) y un activo secretario (como Forrr1ey en Berlín
o ·w arge11ti11 e11 Estocol1nc>), estas sociedad es consiguiero11 resultados
verdader a1ne11te notables. Orga nizarc)n expediciones para recoger in -
formación científica (véanse, 1nás adelante, las págs. 168- 169), otor-
garon premios y, gradLtalmente, formarOJl una verdad era red interna-
cio.nal, ii1tercambiando visitas, cartas y pttblicacic>11es y e.n ocasio11es
desarroll ando proyectos en común, participando, asi, e11 el <<negocio>>
y <<Con1ercio>> del saber reco1nendad o por L eibniz: eine1i Handel ztnd
Commercí11,m mit Wissenschaften. 17
Esta organización cada día más formalizada del conocimiento no
fue exclttsiva del esn1dio de la n.atl1raleza. D urante el sig·lo XVIII algunos
monasterios, especial1n e11te be11edicti11os, se co11virtiero11, sig·t1iendo el
ejemplo de los n1a11ristas de fi11ales del siglo A.'VII, aunque ponie11do
más de relieve la investigación colectiva, en importa11tes ce11tros de sa- ·
her histórico en Francia y en la Europa de hal>la g·ertnánica. 38 Leibniz
s11girió gue una de las tareas de la n11eva Acade111ia ele Berlín del)ería
ser la i.nvestigació11 h istórica. Esta i11vcstigación .la e111prendiero11 e11
36. H unter (1989), págs. l , 188, 261, 264- 265; Stroup (1990), pág. 51; Christian-
son (2000).
3i. Hahn (1975); C~illispie ( 1980); lvlcClellan (1985); L ux (1991).
38. Voss (1972), págs. 220- 229; Gasnault (1976); Han11nern1eyer (1976); Ziegler
(1981).
70 l-IIS'f () RlA SOCIAL DEL CONOC;I;\·11.ENTO
39. Voss (1972), págs. 23 0-233; Roche (1976), 1978); Voss (1980).
40. KJaits ( 1971 ); Kee ns-Soper (197 2); Voss (1979) .
41. lm Hoff (1 982; 1994, págs. 105-154); Dülrnen (1986).
4 2. Goo dman(l 994),págs. 53 , 7 3-89;Im Hoff( l994), págs. Jl3 - 11 7.
1:-.:s·rrrl.JCIONALIZACI();\' DEL C00:0CL\.1l.ENT<) [ .. . ] 71
CONCLUSIONES Y COMPARACIONES
50. Repp (1972; 1986, págs. 27 -72); Fleischer (1986); Z ilfi ( 1988).
51. Huff(l993),págs. 71-83, 151-160, 170-186.
52. Eisenstein (1979).
TNS"f'Tl' U(;l()i\"J\T.TZACl Ó;:\ D E L COi'\ OCL\l l E N"l'O ( .. . ] 75
i11stiu1cjonales del sig·l<) XVIII parecen haber tenido impor ta11tes efec-
tos en la práctica de las cli scipli11as. 53 Con todo, es virtual1ncJ1te inevj -
table qt1e a ntes o desptiés las instit uciones se anquilosen y se convier-
tan en obstáct1los para tilteri<)res iru1(>Vacion es. Se co11vie rte11 en sedes
de interes es creados, pobladas por grupos qt1e ha11 invertido e.n el sis-
te1na y que, consect1ente111e11te, ter11en i)ercler st1 ca¡1ital intelectual .
Existe11 razones sociales y 110 sólo it1telectuales para el pre<lo1ni11io d e
lo que Kuhn llama la <<ci encia normal>> .
D e esta m anera, la historia social del co11ocirniento, como la hist<)-
ria sc>cial de la relig·ión, es la historia del paso de las sectas cspo11táneas
a las Ig·lesias establecidas, u11 p aso que se ha repetido muchas veces en
e l transct1rs<> del tie1npo. E s una l1istoria de la interacción entre fran-
cotiradores e i11tegrados, e ntre aficionad os y profesionales, entre em -
prendedores in telectuales y re ntistas intelectuales. Se produce también
t1na inte racción er1tre inn(>Vació11 y rutina, fluidez y fij eza, <<ten den cias
lict1antes y tendencias congelantes>>, conoc i1níento oficial y oficioso.
Por u11a parte, ve1nos redes o círct1los abiertos; ¡1<)r la otra, institucio-
11es co11 afili ación fija y esferas ti e co1npete11cia oficial1ne11te defi11jdas,
leva11ta11do y rnanteniend o barrer as que separan a los 1n i e1n~>rc>s de st1s
r ivales y 1.a1n bién de los profanos.5•1 El lector tal vez sienta 1a t:en tación
ele ponerse ele parte de los innovadores, en co11tra de los qt1e rnantie-
11e11 la tradi ció n, ¡1ero es probable qt1e e11 la larga historia del conoci-
rnier1tc) arnbos grtipos 11aya11 d esernpeñado papeles ig11alrnen tc iinpor-
tantes.
53. Gill ispie (1980), pág. 75; Lux (I99 Ia), pág. 194.
54. Kuhn (1962); Shapin (1 982); Elias (1982), pág. 50.
Capítulo 4
1
1
• 1
.....
····~ ·
~
~
-
.,,..
.
l. '+'<·
(;
F I<~t iRA2. i\r1apa de la provinci a de Nan.ki11g, c.:n M. l\tlartini, Novus / ltias Sinensis
(1\ mstcrda1n, h acia 1655), p~ígs. 96 y 97; copia en la Biblioteca de la Universidad de
Cambridge (atlas 3.65 .12).
111ás im portantes que en otros. 1 Los encuen tros personales fueron más
eficaces qt1e los i11tercam bios de cartas, co mo en el caso de G<>liu s y
Martini. Por otra parte, el efecto de los n1is111os era 1nás profu11dc). Lo-
renzo Magalotti escribió acerca de Chii1 a despt1és de encontrarse en f'lo-
renci a con el misioner o alemánJohan Greul)er, mien tras que la pasión
d e Leib1liz por los estudios chi nos surgi ó tarnbié11 tras t1n c11cucntro
en Ro rna co11 otro 111isio11e ro, C. F. Gri 111aldi.
En segu11do lugar, la hi st<>ria de l e11cuc11tro de L eiden nos recuer-
da la función de las ciudad es C<)1110 en crucij adas y lugares de reu nic)1i..
L as vidas d e Gol i11s •y Martin i er an tan difíciles de sincron izar corno sus
cronolog-ías. M ar tini volvía de China a R o ma p ara infor1nar sc>l:)re su
1nisió11. Dura11tc el viaje cayó c11 m a11os de los holandeses, perc) se le per-
111 it ió em barcar en una n ave destinada a A1nsterdarr1, <l(>nde tenía pre-
2. l(oe111an (1970).
3. Duyvendak(l936).
4. Thrift (1985); Thrift, Driver y Livingstone (1995); véanse Livingstone (1995),
Harris (1 998, 1999) y Jacoh (1999).
80 l-IIS1~ 0RIA S()ClAL DEL CONOCii'v11EN'fO
e11 co11tacto co.n lo que en ese n1omento estaba sucediendo e11 la esce-
na cultural et1ropea suscri bié11dose a periódicos iJ1glcses co1no History
oj· the lVorks of the .l.earned. 14
Rusia entre) a forn1ar parte de la con1t111idad europea de sabios alg·o
más tarde que St1ecia y u11 poco antes que Norteamérica, hacia el final
del reinado del zar P cdrc> el Gra11de. U 11 nc>l>le ruso , Alexandr 1'1e11-
shikov, fue elegido mi en1bro d e la R oyal Society en 17 14, e l m ism o
año en que se ab r ió la pri rner a biblioteca plib li ca en Rusia. L eibniz,
que se preocupó d e lo que él mismo llamaba el <<trasp lar1te>> ele las ar-
tes y ciencias a R11sia, se encontró con el zar c11 diversas ocasiones para
ex11licarle sus ideas. P edro, q11e según parece quedó i1npresio11ado pc>r
lc>s arg11rne11tos d e l filósofo alen1á11, le pagó 1111 sueldo de co11sejero y
cua ncl<>, ei1 1724, fu11dó la Acade1nia d e Ci e ncias de San Pet crsburgo,
se inspiró en el 111odelo de la Acaden1ia de B erlí11, planificad a por
L eib1uz algu11os años antes. F,n el año d e la muer te d el zar, 1 i25 , el as-
trón o mo franc és .Toseph -Nicholas D elisle llegó a San P etersburgo,
donde pasaría los veinte años siguientes forn1ando a astrc)n<>mos r usos.
E.11 la siguien te ge11eración, LVlihail Lomo11osov estudiaría q11 í1nica ei1
.Marburgo, se cartea ría con Voltaire y colaboraría e11 la ft1ndación ele la
·u11iversidad de .Mosc1í. 1s
El lla111ado <<d escubrim ie11to ruso d e Euro1)a>> coiI1cidió co11 el d es-
ct1l>ri111ie11tc> et1ropeo de Rusia. Ai1tes d e 1550, e ra muy escasa la infor-
111ación en letra i1npresa que se podía obte11er acerca d e <<1Vlusco')7>>, que
era con10 er1tonces se cc)11ocía a Moscú . IJa sin1ació11 cambió poco a
poco a partir de 1550 y rápidamente despt1és de 1697, fecha de la <<Gra11
embajada>> de P edro el Grar1de a Occiden te, dura11te la cual u11c>s d os-
cientos cinc11ent a r11sos, entre ellos el mismc) zar, viajaron para realizar
estudios a la República h olandesa, Inglaterra, Francia, Italia y otros lu-
gares. Co1110 co11tra11artida, ei1,rirtud de estos aco11tecimientos, ta111bi é n
los et1ropeos occide ntal es se hiciero11 m ás conscic11tes de Rusia. E11tre los
libros que intrc>ciujero11 a los lectores europeos occiden tales en la cultu-
ra rusa podríam os 111encic>11ar: Prese-rzt Condition of tl1e lv1uscovite Empi1-·e,
de ]. Crull (1699), 'T'h ree Years' Travets, d e E. Y. Tdes (1704), State ofRus-
sia, de J. Per111 (1716), y Das verá.1zderte Rufll1l1tcl, el e F C. vVel1er (172 1),
q11e m11y pronto se tradujo del alemá11 al inglés y al francés. 11i
NAGASAT{l y DF.SHIMA
cisa111en te p ara 111a11 te11er con trolados a los peligrosos . <)cciden tales.
Los cornercia11tes holandeses, m iembros de la Co1npañía de las Indias
Orientales (la VOC), estuvier on confinados en este m icrocspacio de
inter cambjo. Tc>do el corn ercio entre J apón y O ccidente pasó por D e-
shima cles<le 1641 l1asta la década de 1850, Cl1ando J apón se vio forza-
do por una fl ota estadou11i<le11se a a1>rir sus pl1ertos a Occidente. 19
Deshima fue tan1bié11 u n 1nicroentorno i1ara el interca111bio de conoci-
miento, a pesar de los obstáculos oficiales. El gobjerno de J apón
prohibió la exportación de 1na1Jas del p aís y no Facilitó las cosas para
que los extranjeros aprendiesen japonés. L\ pesar de t<><..io, estos obstá-
cl1los pudi eron superarse y entre los occi<lc11tales que resi<liero11 algún
rje111po en D eshi111a tr es d e ellos escribiero11 <..lescripciones de Japón
que encontraron ampl io eco en Europa. E l pr im ero fue f'ran c;ojs Ca-
ron, q ue estuvo al frente del establecimiento de la V O C dur ante los
años 1639-1 640.:o El seg11ndo ft1e Engelbert Kaempfer, u n alemán que
trabajó en D eshi1r1a i1ara la V OC e11tre 1690 y 1692. E l ter cero, ya al
fi11al de Dliestro período, fu e Carl P eter T 11u11berg, un botá.n ico sueco
que ejerció la 1ne<lici11a al serv.icio de la VOC y vivió en D csh i1na en-
tre 1775 y 1776.
EL C.4.MPO Y EL ESTUDIO
Nagasaki era una ciudad importante y, por lo tan to, desde el i1unto de
vista europeo, el centro d e u na periferia. Ta1npoco deber ía olvidarse la
función rn ediadora de impren tas situadas en ciudades esparcidas por
la distan te per ife ria de Et1ropa, com o Goa, 1\1acao, Batavia, ciudad de
lv1érico v •
L i1na .
t\ lgunas de las grandes ciudades europeas fi.1ero11 toclavía más im-
portantes en el proceso <..le trans111isi cín <le co11ocimi entos acerca de otras
p ar tes del in un do a O ccidc11te. Diferentes tipc>s de ciudad -:-puertos,
capitales, ciudades universitarias- desempeña ron diversas funcio11es
al resp ecto, co1110 veremos a su debido ticn1po. Sin eml)argo, en las i1á-
gi11as que siguen se po11drá el acento en la interacción e11tre ¡1eriferias
y centros <>, IIlás concreta1ne11te, entre el ca1npo )! el estu<..iio. Los te-
19. Boxcr (1936), especialn1ente las págs. 58-66; Keene (1952); Good1nan (1967),
págs. 18- 24, 32 -42 .
20. L achyK.ley (l993),pág. 1.855 .
86 I-IlSTORIA SOCIAL DEL CONOCLvllENTC)
2 5. Sardella (1948).
26. Doria (1986); Burke (2000a). .
27. Ambrosini (1982); Caracciolo ;\rico (1990).
LOCALIZACié N DEL (~()~()C l.\ !IEN'f(): CEN'rROS Y PERIFERIAS 89
ve tiem po, a mediados del siglo XVI), Amsterdam y Londres. ·,_i \mberes
fue un centro clave en el comercio del conocin1iento y• de otras iner-
cancías, un ce11tro de cartografía, especialmente en tien1pos de Abra-
l1a1n Ortelius, y de publicació11 de relatos de países lejanos, desde el
qt1e h.izo Herná11 Cortés acerca de México (1522) hasta las cartas que
los jesuitas enviaban desde Japó11 (desde 1611 h.asta 1632).
Er1 A1nsterdan1, la Casa de las Indias Orientales (véase la figura 3)
y la Casa de las I11dias Occidentales to1naro11 el relevo de casas de co-
mercio más antiguas, ct1yo modelo i111itaro11. A la Casa de las l11dias
Orientales llegaban los informes ant1ales de las ofici11as que la VOC te-
nía en Batavia, que abarcaban el conjunto de las actividades de la com-
pañía en el Oriente asiático (véase, más adelante, la pág. 203). La Bolsa
de i\.1nsterda111 (véase la figura 4), especialn1ente se11sible a las noticias
acerca de st1min.istros de especias y otras 111ercancías , fue otro de los
ce11trc)S de i11forn1ació11 sobre ultramar. 28 Algunas mi11orías ét11icas
(cotno los jt1díos eSl)añoles y portugueses, los 111arinos esca11dinavos y
los refu.giados religiosos ingleses y franceses) fueron i111portantes fue11-
tes de infor1nación en L\msterdam, como lo había11 sido los griegos, los
eslavos, los españoles y los turcos en Venecia, los españoles y los italia-
nos e11 A1nberes y los genoveses en Sevilla. La in formación que llegaba
al centro fi11a.n ciero de la ciudad a través de sus ca11ales volvía a salir de
nuevo co11 11otable rapidez a través de algu11os periódicos (véase, inás
adelante, la pág. 216) y otros medios de comt1nicación. De esta 1na11e-
ra, Amsterdam se convirtió e11 <<ur1a central de intercambio de infor-
maciones para toda Europa>>.:9
CAPITALES D EL CONOCI~IIENTO
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L<)C:\LTZ ,\CTÓ~ DEL C0:'\'()(~ 1 \I IENTC): CEN'T'ROS Y PER IFERIAS 91
31. Chabod (1934); Al bonico (1992); John Headley prepara un estudio de Botero
desde esta perspectiva.
LOCALIZACIÓN DEL CON'OCI.\>11ENTO: CENTROS Y PERIF ERIAS 93
32. Rochot (1966); Solomon (197 2), págs. 60-99; Mazauric (1997).
33. H all(l965, 1975); Hu nter(l989).
94 J~IISTORIA SOCTAL DEL CC>N<)Cli\!IIEN'!'()
cías pú blicas sobre filosofía natural y otros tem as. Lo mismo s11cedió
en el Colegio d e Nfédicos, en "V\larwick Lane, que un m édico q11e es-
crilJía. en 1657 describí(> con10 r1na ge11u i11a Casa de Salomó11. P ara las
11ur11a11idades estaba la Sociedad de i\ n tic1Larios, que desd e nlás e) n1e-
nos 1586 l1asta ap roxírn adarnen te 1608 se reunía pa ra discu tir sobre
t e1nas de la 11istoria de Inglaterra en el H erald's Office de la Derby
T-Iouse, cerca ele la catedral de San P ablo . E,11 se11ticio liter al, L o ndres
car ecí<) de universidad, p ero algl1nos ha11 c.i escri to cor110 l111a tercer a
un ivers idad la sede de los Colegios de Abc)gados, escuelas donde se
for111aban los ju rí stas. 34
Inrnigrantes p rocede11tes de otras ¡Jartes <le E urOJ)a desembarcaron
en L ondres car gados co r1 su conc)ci r11ie11to y de esta n1an era se acre-
centaron las p osil> ilidades <lel saber en la ciudad. El mism o Oldenburg
e ra originar Í<) de Bren1en y su conocido l l artlib , de Elbing (hoy F.1-
blag, e11 Pol o ni a). Co1110 er1 el caso de 1\rnsterdarn , algt1n os refug·iados
pr otestar1tes fr a11ceses, entre los que h abía alg11nos 110111bres e.le letras,
se establecieron en L on clres en el último c11ar to c.iel siglo X\FIT (véase,
an teriom1ente, la pág. 47) .
fue ron muy ra ras en esta zona, aunque la biblioteca ducal de Wolfen-
büttel tenía veintiséis nlil volúme11es en 1661, la bjblioteca 11niversita -
ria <le Gotinga ci11ct1e nta 1nil volúmenes e11 1760 y la biblioteca real de
Berlí11 ocl1e11ta mil volúmenes e11 1786.
I-Iay dos l1echos que 11os sugieren que el acceso al conocimie11to era
más difícil en estas region es que en la Europa occidental. En primer
lugar, la emigració11 de sabios l1acia Occide nte, ya fu ese para gozar de
las fac ilidades en el uso de las bibliotecas, co1110 fu e el caso de los ale-
manes y esca11dinavos que durante el sjgJo XVII visitaron la Biblioteca
Bc><ll eya11a en Oxford, o para vivir durante años, como el sal>ic> bc)he-
1nio Ja.n A111os Cor11enius e11 Lo11dres o A1nstcrdam . .En segu11do lugar,
la tentativa de lc>s gobiernos de P rusia)' Rusia a co1nicnzos del siglo xvrn
de convertir Berlín y San P ete rsburgo e11 centros del saber, importa11-
do -según los consejos de L eibniz- a sabios extranjeros, entre otros
a matemáticos c.:01no Nicolas y Da11i el Ber11oulli, Leonhard Eu.ler y
Pierre l•viaupertt1is.
Co11 ciertas limitaciones, c11 la Et1ropa oriental o central-oriental
fue posible seguir una carrera de sabio en pequeñas ciudades. Pc>r ejem-
plo, el l1istoriador Matthias Bél pasó su vida en P ozsony, pero tral>ajó
e11 ten1as de l1istoria de su ¡)ropia regjón. Bartl1olo1neus Kccker1nat1n
pasó la 111a):or parte de st1 vida en D a11zig (G-dansk) y, sin embargo, p11-
blicó más de veintici11cc> libros, aunque en est e caso se trató ft1nda-
mentalmente de un sistematiza dor de disciplinas académicas q11c ape-
o.as 11ecesitó recu rr ir a inform.aciones i11accesibles.
J_,a 1nisma adquisición de los conoci111ie11tos ci en tíficos b<ísicos su-
po11ía n1ayores esft1erzos para los europeos que 110 tu viesen C<)mO len-
gt1a 1nater11a el italiano, el español, el francés, el alemá11, el neerlandés
o el i11glés. Sólo n1uy poco a poco empezaron los eur<>peos ce11trales y
orie11tales a prc>dt1cir libros de consulta e11 sus propias lenguas verná-
culas: Ja Enciclopediti hitng·ara d e Apáczai CsereJános (1653) o la p ri-
mer a enciclope<lia en ¡10Iaco, la Nowe Ate1iy de Chmiclowski, p11blica-
da a mediados del siglo XVl'JT.
Co1110 ejemplo llamativo de los proble mas a que se viero11 enfre11-
tados los sabios más alejados de los centros del saher podemos co11si-
de ra r el caso de Carlos de Sigüenza y Góngora en México. La ciudad
dond e vivía era gra11de y te.nía universidad, e11 la q11e él 1nisn1c> enseña-
ba matemáticas, e i11cluso impulsaba la creació11 de i111prentas. No obs-
tante, al escrit>ir acerca de la l1istoria y las antigüedades de su ¡) ro¡1io
país, in cluid a la escritu ra pictográfica utilizada antes d e la conquista
española, Sigüenz.a n<> tuvo n.1ás remedio que referirse a libros de a11to-
98 HISTORIA SOCL<\L DE L CON()Cli\1IF.KT()
res europeos como Samuel Purch.as y Atha11asius Kircher. Sólo e11 es-
tos lil)ros extranjeros era posible estudiar e11tonces las ilustraciones
in1presas de estos pictogramas. Incluso para ecl1ar un vistazo a los ma-
ntiscritos, que llevaron a Europa los españoles y estaban dispersos en
varias bibliotecas, Sigüenza hubiera te11ido que visitar ciudades tan
alejadas de México como Roma y Oxford. 38
y Du H alde sobre China. 47 Por regla general, todas las grandes ciudades
contaron con sabios sedentarios de este tipo, cuyo trabajo complc1nen-
tó la obra de recolectores itinerantes de co11ocimiento como Her11án-
dez, Kaempfer o Martini. D e Laet trab ajó e11 J_,eiden y pudo consultar
libremente una i1nportante cc>lección d e libros y manuscritos orienta-
les que, como se ha pc>dido demostrar d espués, fueron esenciales para
su descripción del I1nperio <le] Gran Mogol. Varenius trabajó en .A111s-
terdam. Kircl1er residió cuare.n ta años e11 Roma, lo qt1e le pern1itió ac-
ceder a la info rmación que traían consigo los misioneros qt1e volvían
de Oriente, como Michael Boym y !v1artino Martini de China, Hein-
ricl1 Roth de la India y Filippo ~1ar.i.ni de Tc>nk:ín y Macao. 1ambién
Du H alde, que vivió en París, habló con misio11eros que habían vuelto
de China y publicó sus i11forrnes pc>r n1edio de UI1a serie de <<cartas edi-
ficantes>> (L ettres édifiantes).
Sin pretender menoscabar los logros de estos hombres o de st1s co-
legas (Giovanni Battista Ramt1sio en Venecia, Joáo Barros en Lisboa,
Giovan11i Botero en Roma, Richard H akluyt en L ondres,Jean-Baptiste
d'Anvill e y D enis Diderot en París o Caspar Barlaeus, Olfert D ap¡)er
y Jan Blaeu en Amstcrdarn), sí se ha de decir que todos ellc>s supiero11
aprovechar las 0¡1ortunidades que les brindaba el hech<> <le vivir en un
centro importante de informació.n.
'f ra bajadores de <<campo>> como el jesuita italiano Martino M ar-
tini, co11 quien abríamos est e capítulo, comprendieron muy bien la
necesidad de 111antenerse en contacte> con estos ce11tros. Co11creta-
mente, Martin i tuvo contactos regulares con Roma y, co1no ya hemos
v'Ísto, visitó Amster<la rn para entregar algunos de sus mapas al irnpre-
sor J an Blaeu. Frani;ois Bern.ier, un médico que entre 1655 y 1668 vi-
vió la mayor parte del tie111¡)0 en la India, envió ¡1or corresponde11cia
in forn1ación a sus amigos de París y a su vuelta a F,uropa publicó un
libro sc>bre la India. La información recogida por Bernier la utiliza-
rían más tardeJohn Locke y Charles de Montesqui eu para apoyar sus
t eorías generales acerca de temas tan diversos como las leyes y los
fantasmas. 48
Rlaet1 en la década de 1670 (por orden del st1ltán i\1ehn1ed IV). 53 Estas
traducciones no pasaron del estadio de n1an11scritos, pero entre el pt1-
ñado de libros que salieron de la imprenta durante el breve período
qt1e ésta estuvo at1torizada en el Imperio Otomano en 1727 se encon-
traba una tradt1cción de López de Gómara.
Naturalme11te, Europa ya había sido desct1bierta por los árabes an-
tes de 1450. Para ¡)oder hablar de interés i1or u11a Europa ~1revian1e11-
te desconocida, se hace .n.ecesario volve r la vista al lejano Oriente. F.n
Chi11a, a fi11ales del siglo A.'\.'l el 1r1isio11ero jes11ita italiano A1atteo
Ricci desplegó en st1 alojamie11to tln mapa del n111r1do de estilo
et1ropeo. 1\trajo cierta atención. El e1nperador poseía una copia y el
1napa fue reproducido en los tratados chinos de geografía, aunq11e
el hecho parece que no tuvo mucha influencia en la tradició11 carto-
gráfica cl1.i11a. 54
El tibio ir.1terés por Occide11te man_ifestado por los cl1jnos contrasta
co11 la situación e11Japón. A pesar c.ie -o tal vez debido a- la política
gt1berr1an1e11tal de <<aislamie11to>> (véase la pág. 84), algt1nos ja¡)oneses
desarrollaron t1n vivo ir1terés por la cu.ltura extranjera, especial1r1ente
a partir de t111ales del siglo xv111. Los intérpretes de Nagasaki constitt1-
yeron uno de los primeros grt1pos en manifestar su interés por el saber
occidental, identificado en aquel mon1ento con el <<saber 11olandés>>
(Ra11gakzt, de <<Oranda>>, tértnino japonés para desig·nar Holanda). Un
bio111l)o ja¡1onés co11stru.ido hacia 162 5 1r1t1estra un 1r1apa del 1r111ndo
inspirado en el 1nar>a de P la11ci11s de 1592, ¡1ero el shogun ¡1oseyó muy
pro11to un mapa del 1r1t111do de Blaeu de 1648. J_,a curiosidad creció y
algunos sabios japoneses e1r1pezaro11 a visitar Nagasaki para apre11der
más acerca de Occidente. Por ejemplo, Arashiyama Hoan estudió en
esa ciudad la i11edicina occidental y en 1683 pt1blicó t1n n1ant1al sobre
la inateria. Una sección de la traducció11 l1olandesa de la geografía de
Hüh11er se pt1blicó en japonés en 1772. Un grupo de rnédicos japone-
ses tradl1jo del holandés 11n n1ant1al de a11aton1ía y lo publicó en 1774.
Después de haber visitadc) ~agasaki, el sabio Otst1ki Gentakt1 pt1blicó
t1na ir1troducció11 al saber occidental en 1788. Hasta el año 1800 los
especialistas no descubrieron en Ra11gakt1 que el holandés i10 era 11e-
cesarian1ente la len gua occidental inás útil entre las que podía11 est11-
diarse. 55
VARIEDADES DE CONOCIMIENTO
6. 1\ckerrnan (1949).
114 His·r oRIA SOCIAL DEL C()l\'()(;11\1'.!ENTO
tesis que este atrevido sabio, todavía joven, propuso defender en pú-
blico debate en Ro1na en 1487. A Pico lo describió un personaje del
diálogo Ciceronianzts (152 8) de Erasrno como t1n <<ingenio hecho a todo>>
(inge1zium acl om1iia factum).
Conocerlo todo, o al menc)S conocer algo acerca de todo, siguió
constituyendo un ideal a lo largo de este período. Era el ideal del <<apren-
dizaje general>>, de la polymtzthia o pansophia. Esta última fue una pala-
bra clave en los escritos del reformador educativo checo Jan Amos Co-
menius y sus seguidores. Como afirmó el profesor de Cambridge Isaac
Barrow en su tratado Of Industry, <<difícilmente puede ser un auténti-
co sabio quien no sea un sabio universal>>. El conocimie11to ge11eral se
hizo necesario por la <<interconexión de las cosas y la dependencia de
los conceptos>>, de tal manera que <<tina parte del aprendizaje confiere,
de hecl10, luz a la otra>>. Este ideal del cc)nocimie11to mayoritario estu-
vo representado por algunos individuos notables como el magistrado
francés Nicolas de Peiresc, que se interesó por temas de derecho, his-
toria, matetnáticas y egiptología; el académico sueco Olaus Rudbeck,
que trabajó en campos como la anatomía, la botánica, la medicina y la
historia; el jesuita alemán Athanasius Kircher, que escribió, entre otras
cosas, sobre magnetismo, mate1náticas, minería, música y filología; y
Daniel Morhof, cuyo libro sobre el polyhistor (1688) contribuyó a que
se extendiera el uso de este término para describir el ideal del conoci-
miento general. 13
A pesar de todo, este ideal fue quedando gradualmente en el olvi-
do. El escritor religioso Richard Baxter ya observaba con pena lacre-
ciente fragn1entación del conocimiento en st1 Holy Commo1zwealth (1659):
<<Nosotros fragrnentamos las artes y las ciencias de acuerdo con la es-
trechez de nt1estras capacidades, y no somos tan pansóficos como para
'rer el conjunto uno intztitu>>. El artículo sobre los <<literatos>> (Ge1is ele
lettres) de la E1zcyclopédie mostraba una actitud más resignada, decla-
rando que <<el saber universal ya no está al alcance del ho111bre>> (la
science 'lt1iiverselle 1Z 'est plus a la portée de l'homme). Lo único que se po-
día l1acer era tratar de evitar una especialización de cortas 1niras dan-
do alas a t1n <<espíritu filosóficc) >>.
El <<conocin1iento libresco>>, corno se decía a veces, se diferenció en
ocasiones, incl11so por parte de miembros de la intelectualidad, delco-
·~f·
FIGURA 5. Arbol del conoci1niento, cubierta del Arbor Scientiae, de R. Llull (1515; reim -
presión 1635). Copia de la Biblioteca de la Universidad de Ca111bridge (Pry111e 3.52).
y los oficios e.le Fra11cia>> (véase la figura 6), mientras que e11 1612 el ju-
rista alemán Ludwig Gilhausen publicó un tratado titulado Arhor Jit-
diciaria (<<El árbol de los juicios>>).
La idea del árbol sugería una distinción en tre dominan te y subordi-
11ado, entre tro11co y ramas. Llull y Gilhausen siguieron la metáfora en
sentido desce11dente hasta las raíces y en sentido ascende11te hasta las
las ran1itas, flores y frutos. La i1nagen d el árbol ilustra un fenómeno
central en la histori a cultural: la naturalizació11 ele lo convencional o la
presentació11 de la cultura co1no si se tratase de naturaleza, d el inve11to
cor110 si fuese un desct1brir11iento. Esto implica 11egar que los grupos so-
ciales son responsables de las clasificaciones, con lo cual se refuerza la
reprodt1cción cultural y se opone r esistencia a la innovación.
CL1\SIFICACIÓN DEL CONOCI~lIENTO [ ... ] 119
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1 e
,
" ,
. 'ir.- ....~(;_ ..\rbt1 I d'= lr.¡s ofi•.ic.:: frances es, en Charles de Fig·on , Discours des Et.ats (Pa-
r1s, 1) 79), Biblioteca de la Universidad de Ca111br1dge (Pryme D .T, lamina plegable).
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l22 1-!ISTORTA SOCIAL DEL CONOCTMTF.NT()
D1sc1PLlNA Y ENSEÑAN ZA
Sería fáci l torn ar el len guaje de las <<fa cultades>> demasiado liter al-
mente y de esa m an era exagerar la impc)rtancia de las fronteras exis-
tentes entre materias en la <<academia>> de cc>mienzos de la edad .m o-
d erna. Un pequeño grupo de 11ombres dotados de talento asin tió
gustosamente a enseñar diversas materias y el sistetna académ ico se
lo pern1itió. El <<químico>> Andr eas L ibavius enseñó historia y poesía
en J e11a, mientras que el <<científico político>> Herman Conring ense-
ñó medicina en Helmstedt. El filósofo naturalista ho landés Herman
Boe rl1aave dividió st1s conoci mi entos en cátedras de tnedicina, botáni-
ca y quím.ica al mismc> tiempo en la Universidad de L eiden. El proble-
n1a de la <<autono1rtía>>, o tra rnetáfora reveladora qt1e confirrna las ana-
logías de Elias en tre departam.entos universitarios y naciones-Estados
(véase la p ág. 52), todavía no se había planteado, al n1enos de fc>rtna.
cr ítica. Por ejemplo, las 1nate1náticas y la astronorr1ía 11an sido descri-
tas como materias <<semiliber adas>> en O xford y Cambridge. En p rin-
cip io, continuaron form an do parte de la filosofía, aunque en la prácti -
ca g·ozaron d e cierta indepen dencia. 22
27. Besterman (193 5); Pollard y Ehrn1an (1965); Serrai (1988-1992); Nlc.Kitterick
(1992).
28. Serrai (1990; 1988-1992, volun1e112, págs. 211-571); Zedelmaier (1992), pá- .
ginas 3-153.
29. Drcge (1991); Guy (1987).
126 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO
TENIAS CC.>MUNES
Alcl1emia!.
•
· r!Di¡t{lio.~ CÍrfNMt¡~·
·J..
, ·Jl11tNr11tio
· '\.. E1rmtnl/lfti1fj Pr•Íi!fi»; •
FIGURA 7. Tabula primi libri, en i\n<lreas Libavius, Alchenzia (Francfort, I 597), sig. b2 ,
verso; copia en la Biblioteca de la Universidad de Carnbridge (L.4.14).
F rGt.JR.i\ 8. Ch. Savign y, Tabteau.x acconzplis, 158 7, París, Bihlioteca N acion al.
física, la ética y la cronología. E n el centro de la. i1n age11 flotan otros se-
tenta. }7 cinco óvalos, ata(los por cuerdas co1110 si ele ristras de g-Iobos se
tratase, e11 los que se explicitan sub<.iivisio11es ele las clieciocho discipli11as
principales. FJ g·ráfico inuestra ele una for111a. 1nás flexible que las dico-
to111ías de Ran1us las conexiones i11terdisciplinarias (o, en palabras del
mismo Savigny, la sztite et liaison de todas las artes y ciencias).
132 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO
41. Rossi (1960), págs. 179-184, 239; Schmidt-Biggemann (1983), págs. 100-139.
4 2. Kusuka'\'a (1996), esp. las págs. 51-5 2.
43. Lemaineyotros (1976), págs. 1-23.
CLASIFTCJ\C IÓN' DEL CON<JCIMIEN'l'O [ .. . 1 133
47. Bakcr (1935); Broc (1975, 1980); Cor1nack (1997), págs. 14-15, 27-30; J acob
(1999).
48 . Brockliss (1987), págs. 393 -394; .i\tl andosio (1993).
CL ASIFICACIÓN DF.t CC> N<><: IMTENT() ( ... 1 135
Asimistno, e11 relación co11 las bibliotecas se suscit(> el interés por la re-
clasificació11, en parte como resultado de los ca111bios que se habían
prod11cido en la organizaciór1 de las u11iversidades y ta111bién co1110
consecr1encia de la rnL1ltiplicación de los libros q11e siguió a la inven-
ció11 de la irnprenta. El torrente de libros alarmó a algunos sabios. Un
escritor italiano, Antonfrancesco Doni, ya se quejaba en 1550 de que ha-
bía <<tantos libros q11e no tenemos ni tien1po de leer los títulos>>. Co-
meni11s se refería a <<la enorr11e cantidad de libros>> (granditas librorum) y
un sabio francés de finales del siglo )(\!JI, Basnage, al <<diluvicJ>> de li-
bros. ~ 4 A11tes q11e el orden de los libros, lo que n1uchos co11te1nporá11eos
percibían era el <<desorden de los libros>> q11e tenía que ser sornetido a
control. Incl11so Gesner, q11e ac11ñó la expresió11 ordo librorum (<<fila/hi-
lera de libros>>), se quejaba de <<esa co11fi1sa e irrita11tc n1ultitud de li-
bros>> (co1ifi1sa et no~-cia illa libro'rum 1nztltitudo).55
En este ámbito, la frontera intelecu1al era necesariamente más abier-
ta que e11 el caso del currícu.l o, puesto que, al tratarse de objetos r11ate-
riales, los libros tenían que colocarse e11 algú11 lugar y r>c)día suceder
muy bien q11e no e11cajasen de11tro de 11inguna categc.>ría tradicio11al.
Por eje111plo, los libros sobre política proliferaror1 er1 este período,
co1no queda clara1nente reflejado en bibliografías ternáticas como el De
stittlio
, político ordirtando (1621), del académico alemán Christoph Cole-
rus, o la Bibliographia politica (163 3), del sabio y bibliotecario francés
Gabriel Naudé. Las bibliografías, u11a forn1a de .l ibro de co11sulta cuyo
52. Mc::ier (1966), pág. 214; Larrere (1992); Stichweh (1991), pág. 4.
53. i'vfeinel (1988); I.owood (1990).
54. Licshout ( 1994), pág. 134.
55. Zedelm aier(l992), pág. 19n .
138 HIS1' 0RIA SOCIAL DEL CONOCIJ\1IEN'l'O
uso se difundió sin cesar en este período (véase, 111ás adelante, la pág.
244), han sido descritas como <<bibliotecas sin muros>> capaces de via-
jar a través de toda Europa. 56
Los catálogos opusieron sin duda menor resistencia a la novedac.i
que los currículos . .Por eje1nplo, la bibliografía general de Gesner de
1548 ya dedicaba un espacio a la política jt1nto a 111aterias co1no filoso-
fía económica, geografía, magia y artes mecánicas. Esta biblioteca ima-
ginaria sirvió de base para los catálogos de bibliotecas concretas) como
la biblioteca in1perial de Viena en la época en que estuvo de bibliote-
cario el 11u1nanista Hugo Blotius. E .l sabio español Fran.cisco de i\ráoz
propt1so u11 siste111a nt1evo y cornplejo en el tratado titulado Cónto or-
ganizar una biblioteca (1631). Aráoz distribt1y{> lc>s libros ~n quince <<pre-
dicamentos>> o categorfas. Cinco de estas categ·orías eran religiosas:
teología, estudios bíblicos, historia eclesiástica, poesía religiosa )' las
obras de los padres de la Iglesia. Diez eran de tipo secular: diccionarios,
obras sobre temas comunes, retórica, historia civil, poesía profana,
matemáticas, filosofía natural, filosofía moral, política y derecho.
Una solución más sencilla para este problema es la qt1e refleja un
grabado qt1e representa el interior de la biblioteca de la Universidad
de Leiden en 161 O (véase la figura 9). En él se rnuestran los libros dis-
tribuidos en siete categ·orías: las facultades tradicionales de teología,
derecl10 y medicina, junta111ente con mate111áticas, filosofía, literatura
e historia. El catálogo de esta misma biblioteca, publicado en 1595,
utiliza las siete categorías citadas, mientras que el catálogo de 167 4
añadió una octava categoría: <<libros orientales>> (en ese mon1ento la uni-
versidad ya era amplia1nent~_cotíocida
-- por su co11tribución a los estt1-
dios orientales).
Otra sol11ción sencilla fue la s11g·erida por Gabriel Naudé. En suAd-
vis. pour dresser une bibliotheque (162 7), cuyo séptin10 capítulo está dedi-
cado a la cuestión de la clasificación, Naudé declaraba qt1e tin 111ontón
de libros no era una biblioteca, de la m isma manera que una m asa de
soldados no era un ejército, y criticaba la famosa Biblioteca A111brosiana
de Milán por carecer de una clasificación ternática y porque sus libros
<<están a111ontonados confu.sarnente>> (peslemelez). Ta1nbié11 criticó los
<<caprichosos>> esque1nas de clasificación porque lo decisivo de un es-
quen1a era simplemente encontrar libros <<sin fatiga, sin dificultad y
sin confusión>>. Por esta razón, él recornendaba seg·uir el orden de las
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140 HI S"f()H I A SOCIAL D EL C()_N()CJMIENTO
fact1ltades ele teología, de medicina y de der echo, juntam ente con <<la
historj a, la fil osofía, las matemáticas, las humanidades y otras>>.57
E stas soluciones eran de tipo pragmático. Barajaban las cartas de
las diversas disciplinas, pero dejaban en suspenso otros prc>blernas más
ft1ndan1entales. Parafrasea11do a Platón, n1e atrevería a decir que para
pon er orden en el munclo de los libros se r eqt1iere11 o bien fi lósofos bi-
bliotecarios o bien biblioteca rios filósofos, con1binan do los talentos
del fil ósofo p ragn1atistaJohn D ewey ccJn los de Melvil D ewey, el cr ea-
dor del famoso sist ema deci1nal de clasificación. 58 A fin ales del siglo
XVII este ideal lo encarnó ¡1c>r breve tiempo la perso11a d e Leibn iz, que
ft1e el ei1cargado de la b ibli o teca ducal de Wolfenbüttel. G racias a este
in1pulso, Leib11iz, que en una carta de 1679 escribió que <<una biblio-
teca debería parecerse a una enciclopedia>> (il faut qz1!une Bibliotheq1.te
soit 'ltne Erzcyclopédie), ideó un <<Plan p ara ordenar u na biblioteca>> (Idea .
bibliothecae ordina1zdae). Leibn iz dividía el conocimie11tc> e11 nueve apar-
tados, tres de los cuales correspon dían a las facultades superiores tra-
clicionales de teología, derecho y medicina. L os restantes ap artados co-
rrespondían a la filosofía, las rn aten1áticas, la física, la filología, la historia
y miscelán ea. D e rnanera parecida, Acta Eruditor1.t1n de L eipzig, un pe-
riódico que pu bl icaba r eg·ularmen te recen sion es de libros nuevos, los
catalogaba den tro de siete categorías: teología (incluida la historia
eclesiástica), d erecho, medicina (inclt1ida la física), m atem áticas, histo-
ria (incluic.la la geografía), filosofía (incluida la filología) y <<Iniscel<í-
n ea>>.59
Merece la p ena qt1e a la categoría etiquetada c<> mo <<miscelán ea>> le
prestemos algo más de aten ción de lo que habitualmente se ha hec.ho.
l \. decir verdad, podría afin11arse que u11 estudio de los c.ü ferc11tes asuntos
que h an sido adscritos a esta categoría a lo larg·o de los siglos r epr ese11-
taría una aportación significativa a la historia intelectual, al destacar
todo aqt1ello qt1e se ha resistido a las sucesivas modalidades de clasifi-
cación. Samuel Quicch eber g, autor de una guía para orden ar coleccio -
nes (véase, más adelante, la pág. 144), utilizó la <<filología >> co111<> su ca-
tegoría 111iscelánea, incluye11do en ella asu ntos con10 la gt1erra )' la
arquitectura. El bibliógrafo francés La (~ro i x clenomi11<) <<mezclas>> (mé-
lt1nges) a tma de sus siete categ·orías. Abarcaba lc>s siguientes ten1as: las
- ,,.
-• -
~
-
- -
1
143
tálogu revela un aban ico todavía inás a1npl io de objetos, ei1tre ellos
una mon1 ia egipcia, una antigua fíbu];1 r<)n1 a.11a, din<:r<> tle J ª''<l, 111a11us-
cri tos <le Etioµía y Ja~1c)n y tabac.:t) y pi¡1as de Rrasil, así c<>n1c> n1llcl1as
a11tigüeJades nÓt(licas: arpones de (-;r<>enl:-indh1: un ar<.'<> <le T,:1!)0nia ,
esquís de }-'inhu1dia }' un a11 riguo cscu<lo <le :'\or11ega.
Si11 ern~>argo, observaclas niá~ atentam en te 1:-is cosas expuest.'ls, la
aparente l1eter<>gcncic.'lad de la.s n1 is111as re,rel a un deseo clasific::icJc>r. El
n111seo ele \•Vorn1 i ncl u)'e cajones cuida<losan1en te cliq ucta<lc>.c;: <~ ~'fe
ral:.>, <Pie<lra>>, '(<.:V1a<.icra>>, «<Co11chas>>, <-<H ierbas>.>, <<Raíces>>, ere. f ,os
1
vasos de cuerno está11 expuestos al !ad<> <le las cc>rnan1c11ta:> c1c.: c:iervc>
pc)rq uc :>on del 111 is1110 111ateri;1 l. T,a cle~c.:ri¡>c..: i c)n de 1a colcc.:cic)11, pu bl i-
ca<l:i por el l1i je> <le \\ror111, está repa rt icla et1 ctu1tr<> 1ibros, dedica<los
res¡iecrivamen te a las r1ietiras }' lc>S n1era les, las plan t.'l.S, 105 ¡1 n i111a}es, )!
los <>bjeros construi<ios por el l1c>n1hre (a1i'ificiosa). En otr:15 !)<tlabras,
las f>ie1..'ls e-xpuesras en el niuse<>, ya se u·atc de objet<)S n aturales o ar-
ti ficia les, no ha11 sido clasifica<las <le acuerdo con el luga.r de donc.le
proceden o la época a que pcrtcnece11, si110 <.ic ac.:uercl<> con las sustan-
cias <le que cst<111 hechas. !\1Ta11freJo Setra la de J\·l ilán acluptc) esta 111is-
n1 a c)asificació11 scg·ún la 111 a teria pri111a, refor7.á11close e.le esta 111a ncra
la i111µrcsi{>n cie qu e el 1nu.c; eo era un r1iicr<)C:<)s111os, u11 universc> en n1i-
•
111atura.
Por su parre: A.ldrO\'ancli tr<llÓ de <>r<lenar si1 colección repartiéndo-
la en sesenta},. ~eis cajones (cassette),
, subdi\ididos c11 no menos <le sie-
te n1il c.omparri111icntos. LJn <<1I1dicc>> qu e <>cupaba dos a111plios vc)lú-
menes f<lcili taba la tarea <le e11co11Lrar un objete> concrelo. Durante el
siglo A.'"\'Il se publ ica.ron los cat;ífogos Je algunas de eslas coleccit>n c.:s.
incl uidas las <le Setlala }' \;'\'<>m1, ~, ei1 ellos quecla clara la lógica que 11a-
bía presidido las .c;c> lucio11<:s 111useísticas adoptad as."'
l1arecidos ¡>rc>b len1as se ¡.> tantearon a lc1 l1ora ele ordenar las colec-
ciones de in1ágenes . .i\ld rovandi, por ejen1plo, en cargc) a algunos pin-
lores <1ue c;1ptasen en ~11s cuadros la ªl'aric.ncia físic;1 <le anima les y pá-
jarc)S. ()trc) ejc111pl<>famoso es el <<museo de pa])el>> (111:u.reo ca1T11ceo) de l
' 'irtuoso ro111ano Cassia110 del P ozzo, qu e exhibía it11ág·c11cs de.: la an ti-
giicc.iad clásica y otras 111uch,1s cosas. El tercer ejen1plo. reprcscntatlo
por t111a obra i1nprcsa, es la ser ie ele volún1e11es <<L ;1 :-intigiicdad e.x.pl1-
cada e11 figu ras>> (desde 1719), p11blicada ¡.>c>r el sal>ic> l>e11eclic:tino Rer-
narci de J\íonrfu11co11, <.' <>n 111il ciento vc i11lc: lároinas que ilu.i;rrnn dife-
re11tcs aspectos del 111w1do a11Liguo: dioses. c.ulLos, vida colidia11a, g1.1e-
rra, t\1111 b;-1s, etc.61
T.a in11)ortancia <le la orcienación cielos ohjetos ran1l1i én se pc>ne de
manifiesto en textos como los siguientes: Sanluel Quiccheberg, <<Ins-
c.ripciones» ( 15 65); j acques Oisel, ~/ l esorería de monedas a11tigt1as>>
(1677) }' John .E1lely11, Discourse of1'\.1edals (1693 ). Quiccheberg, por eje111-
plo, aconsejaba cli,ri<lir el contenido ele los 111useos en cinco categorías,
u11a de las cuales era <<t1atura leza». Oisel <livi<lió las 111011e<las clásicas
c11 l<\S diez, clases siguie11tes: en1pera<l<>res, pr<>,rincias, dioses, virtudes,
g\1erra, juegos, apolcosis. edificios públicos, sacerdoles y 1uiscelá1\ea.
F:i.'e ly"TI cie<l icó a1gi1 .1.1as pági.1.1as de su tra t<lclo, dirigiclo a posibles col ec-
cionistas: al <<n1 étocfo para ordenar, el asificar }' colocar>> medallas, ob-
senrando, por ejcn1plo, q1.1c las vei11te 111il 111cdallas del ga bi1lcte del re}'
de Francia estaba11 <<ordc11adas por SllS fccll~lS>>. El i11tcrés de r:i.'ely·n
por los aspectos n1etodológicos de la orga11i7.ació11 de los 111useos -él
hab laba <le 'nlcthodi.zt'ng- parece prove11ir de Ra1nus y La111bié n de Cia-
bricl ~Tau<l~, CU}"<> de bate sobre có1110 ordenar los 11111seos traclujc>
Evelv11 . al ing·lés.
...
~~o ti et1e 11ada de extrañe>, pues, que en el ciesarrc>l lc> apare11ten1en-
te i rresistiblc de los museos en esta época se hay·a querido \rer no sólo
u11 indicio efe la e.itpansión de la curiosidad, sino tambié11 un intento
por controlar la <<crisis de conoci1niento>> que se prodt1jo tras la riadcl
de objetos JlllCVOS que llegaron a Europa desde el Nuevo .N1undo }7
otros lugares: cai111a11cs, arn1adi llos, tocaclos de i1lun1as, 1nomias eg-ip -
cias reciente111e11te desctibiertas, pc>rcela11as chinas, etc.:. E.stos objetos
no encajal>a11 fác il t11e11tc etl las categc>tías tra<licic111ales.º 1
E11 el caso ele las enciclopedias, lo que ilupulsó el ca111bio fue, u11a ve7. in:ís,
la i.11. ve11ción <le la i1npre11ta. El desarrollo de la i11d ustria editorial tui.•o
dos co11sccuencias im11<>rta11tes c11 esLe terret10. R11prin1er111gar, hiz<>
q1.1e, ei1 efecto, las enciclc>pedias esnrvieran tuás fáciln1e11te al alcance
6~. ()ln\i (1992); I Iaskell (1993), págs. 13 1- 135; Croppery Dernpsey (1996), págs.
110- 11, .
64. FinJJeu (1994), págs. 3 y 50.; véase [,\tgli (1983); I1npe}'Y .'Vl ac ~regor (1985);
Po1nisJt (l 9S'7).
c:r . A <;TFIC:.\c:ró'\ Dtl.. CO~OCl..\·llt:.'l'l·O Í ...1
de la mane), }' aden1ás para un púl)l ico más a1npliu. En segund<) lugar,
ltiz.o que las e11cicJopedias ft1 era11111ás 11cccsarias que antes de la i11ve11-
ción de la in1pre11ta. J>ara ser n1 ás exactos, w1;1 <le las ÍWlciones <le este
tipo <le libros se l1izo cada ' 'ez 111;is 11eceS<lria: la de g·uiar a lc>s lect<>re.i;
a trtlvés <lcl bcisc1ue -1)<)1' 11<) decir j\1ngla- c11 co11til1ua ex¡>ansi()ll ele!
. . .
co11oc111ueuL<J in1pres<>.
Los redactores de encicl<)pedias adoptaro n \1na actitttd cada vez
111ás a udal. en sus mc>dificacio11es del siste111(} de c;1tcgorí~s tradicional.
.))•1itn:):es (1575- 1576), el atrevido intento de P ierre G régoire <le cc)m-
¡>cnd iar «t odas las cie11cias :~ l as artes>>, dedicó seccio11cs especiales a
las artes 111cc<tnicas, ade111ás <le estudiar por separado el tc111a <l<.: la pin -
tura ·v , los rcs ta11tcs tc111as t radicio11ales en rorno a la claboració11 de
pa ñ C)s, Ja guerra, l<l l l t\ vcgació11, la 111cclici 11a, l;1 el gric\1lt\1ra, la caz.a y la
aJ'C)t1itect11r<1. T.n clasificació11 de Ilacc>11 parece q11e ejerció \10 il1ílujo
especi;1l. Por ejen1plo, el debate de Naudé S<)hre la form,1ción de una
t)i h 1ioteca adop tó t1r1a estructura l>acc)n i ana. ~: t ohis110 ira Ti ano .i\nto·-
11io /.ara puso en i1r<1c:rie<1 lo qt1c Bacon proclamal>a co11 st1 sistcn1a de
trei nta j' seis i11atcri<lS ordc11adas dentro de las tres categorías básicas
de la n1emoria, la i11 telige11ci <1 y la i111ag·inación. Ep hrai111 (; l1a111bers
divi<li{>el conc)cin1ie11to en productos de los sentidos, <le la razó11 )'de
la i111ag111ació11.tis f) '!\ Ien1 l)erl debatió las i<l<.:as <le Ilac<)n e11 s11 d isCltr-
s<> ¡)reli1ninar <le la l~11c,yclnpédíe.
Sin eml>arg<), <lesde cc>n1ier1zos del siglo X\.'Jl pudo percil>irse un can1-
bio todavía más l1roft1ndo en 1,1 organización de las e11c.·.iclc)pedi:is: el
orden alf.il)ético. ~:ste t ipo de ordcn<l ción )'ª se había con ocido en la
Edad .!\Iedia. Lo nue''º e11 el siglo X\'lI li.1c que este método para orde-
1
65 . .\'C<'l (1991).
146 HISTORIA S()(:IAL DEL C:()NOCI1\1IF.NT0
·- - .. ,. ,-l.-
· ~ .._! "' '
___,
. _.-1.
~ ~
.
.;.... •
inglés J oseph Glanvill adoptó el lema del emperaclor Carlc)S v·) PLUS l."1.-
TR...\ (<<más a ll ~» -se c1lriendc-- de las Colt1mnas de IIércules), como
títt1lo de u110 de SllS libros}! ta1r1bién Lcib1úz csta111pó estas i11isr11as pa·
labras c11 l (1 cabccera ele un n1a11uscrito c11 el q uc cst u' 'º t rabaja11do cr1la
década de 1670 }' ql1e trataha sobre el progreso ... de las cie•lcias.
Bac.:on an1bícionaha claran1ente 5er un Coló11 inte lect11al dísp11eslo
a <<tra7.ar ele nueve) el mapa eiel saber>>. Con10 ejem plo c.oncret<) de este
avance <lel saher, tc)n1emos de nue''º en consideración los tnapas de la
época. Los at las, igual que las e11ciclc)pedias, tendiero11 a aun1entar i11-
ccsantcmcnte de tamaño en las sucesi''ªS ediciones. Ortelius pidió a
st1s lccttJrcs que le cnviase11información 4ue pudiera mejorar sus atlas,
y algu11os lectores respo11dierc>r1 ptJsitivamente. 6 ~ La iclea ele lJrc>greso
o <<111cjora>> del co11oci11lie11to reaparece una y otra vez en Inglaterra,
con ecta n.do el entt1siasn10 1nile narista de la década de 1650 con las es-
peran7.~s n1ás lín1ítadas de la década de 166() 1' años posteriores, expre-
s,1das Cl) obras COll l O Plus u-ltJ-a (otra alt1sió11 a las Colt11r1nas de Ilér-
cules) de Joscpl1 Glanvill }! Ess1ry C'o1icen1.inp; HtJ.-r11an [l11tlerstantling
[<<U n e•lSa}'º sobre el e11t.e ndi111Íc11to l1u111a110,»., 1690] ele Jol111 Locke.
Otro eje1nplo íl11strati,,.-o nos lo ofrece \In corlo tratado sobre la fu11 -
c.:ión ciel «c:onser,,.-ador de bí hliotecas>> l)\1blicado po r John Dt1ric e11
1650; este a11tc>r ,c;ostiene que un hibliotecario de u11i·versídad está obli-
garlo a rendir a11ua lmente <<cuentas» de <<SU gana11cia en este c:on1erc.io»,
es decir, del vc)lun1en de sus adq uisiciones, descritas con10 «Ía pro,~ísió n
de conoci miento>> . 6~ Durante el siglo }..'\1nr, el ideal de la exploración i11-
telecrual se expresó a veces <le fc)r111a su1naria cc)n una cita de Horacio,
sac.:acla ele su contexto or iginal y corrverricla en el lema «¡...\tré·1.rete a c:eJ-
noccr!>> (s11pere 1111de). ·u
El ideal académico rnoder110 pt1ede consielerarse cornc>la cristali-
z.ación normalizada de estas aspiraciones de los siglos X\TI y x\'III. En-
tre las funcio11cs básicas q uc l1oy se atribt1:'en a las instituc.iones de edu-
cació11 superior está la i1u1ovación intelectual, más que la transmisión
ele la t.radició11) de fur111a {l uc n ormalmc11te !iC espera 4 uc los ritula<lc>s
Sttperiores u11iversitarios l1aya11 l1ecl10 u11a <<C011tribuciú11 al C(Jll(Jci-
n1icnto>>. En este 1nisn10 sentido, a los acaclérr1ícos se les apre111ia - a
pes~ r de que no falta n pres iones e11 se ntido cont rario, q11e l1an sido
71. D ieckmann (1961); Gandt (1994); Nlalhcrbc (1994), esp. las págs. 29-31.
72. D arnton (1984) .
152 l·llS"fO RI A SOCIAL DEL C<)N0Cll'v1IENT O
l. Deutsch (1953).
154 1-IIS"f ORIA SOCIAL DEL CO NOCIMIENTO
2. Carter (1964); AgTell y Huldt (1983); Bely (1990); .i\1arshall (1994); Preto
(1994).
3. Glass (1973); Herlihy y Klapisch (1978); Rassem y Stagl (1980); Buck (1977,
1982).
4. Bayly (1996); Cohn (1996); Mundy (1996); Edney (1997); Drayton (1998).
5. Siebert (1965); Santschi (1978); Duke yTamsc (1987); Roche (1989); lvlycrs y
Harris (1992).
EL CON'rRO L DEL CO NOCIA,IIENTO: IGLESIAS Y ESTADOS 155
6. Corrnack (1997).
7. c:ohn (1996), págs. 16 y 53; Bayly (1996), págs. 56-96, 315-337; Pinch (1999),
esp . las págs. 394-39 5.
l56 FlISTORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO
EL D ESARRC>LLO DE LA .BURC)CRACIA
11 . Nigro(l991).
12. Parker (1998), pág. 48.
13. Kelly (1994).
158 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCI:\1IEN'l'O
lar las vidas de sus súbditos, bien para cobrarles impuestos, para enro-
larlos e.n el ejército o para alimentarlos en épocas de hambre. Sin em-
bargo, el hecho de que el co.n ocimie.n to se fuera act1mula.n do en algu-
nos despachos de la ad111inistración no implicaba qt1e siempre llegase
hasta el gobernante o funcionario que lo necesitaba. Ct1anto mayor era
la organización, 1nayor era ta111bié11 el peligro de que la información que
llegaba a st1 poder se detuviera antes de alcanzar la cin1a. En otras pa-
labras, los historiadores, igt1al que los gobier11os, han de preoct1parse
por sí mismos de eso que podríamos llamar la <<movilización>> de la in-
formación.14
La bibliografía secundaria no nos permite conocer detalladamente
la cuestión, sin duda no carente de importancia, de en qué medida las
prácticas y tendencias expuestas en este ca¡1ítulo fueron exclusivas del
mu11do occidental. Está claro que los gob.i ernos de algunos gra.n des
Estados asiáticos, e.n tre ellos China, el Imperio Otomano y el Imperio
Mogol de la India, se mostraron mucl10 111ás precupados por recoger
inforn1acic)n. En el Imperio Chi110, por eje111plo, se realizaron censos
en 1380 y de nuevo en la década de 1390. Se imprimieron nu111erosas
guías y enciclopedias para ser utilizadas por los funcionarios chinos.
En el Imperio Otomano, los registros de las inspecciones territoriales
realizadas a intervalos regt1lares con finalidades impositivas, mt1chos
de ellos conservados todavía en los archivos, son impresionantes. Tam-
bién en la India de los mogoles existió un interés oficial por los datos
estadísticos, a la vez que u.n elaborado s.i stema d e recogida de .i nfor-
1.nación al servicio de la vigilancia. 15 Mapas, planos y cartas de navega-
ción no fueron monopolio de los occidentales. China, Japón y el !111-
perio Oto111ano los utilizaro11 ya co1no l1erramientas de gobierno en
este período, como nos ha recordado el ejemplo de Piri Reis (véase, an-
teriormente, la pág. 79). 16
Hasta que no se lleven a cabo comparaciones más sistemáticas será
prematuro sacar t1na conclusión terminante. Mi impresión es que ha-
cia 1450 los gobiernos más importantes de Europa contaban con unos
servicios de recogida de infor111ación que seguían 111ostrando u.n claro
retraso co.n respecto a los de China y el Imperio Oton1ano. En cam-
son disidentes? [.. .] ¿IIay en tu parr oquia alguna escuela p ública o be-
néfica? ¿Cuen ta tu parroqu ia con algún hospicio, hospital u otra fun-
dació n caritativa? ¿Con qué frecuencia se lee el servicio religic>so pti-
blico en tu iglesia? [...l ¿Cc>n qué frecuencia y en qué ocasiones realizas
la catequesis en tu iglesia? >>: 1 El vínculo entr e la recogida de inforn1a-
ción y el d eseo de las au t or idades relig·iosas de controlar sus rebaños
parece bastante claro.
L a institución eclesiástica 111ás pre<><..-upada p<>r recoger informa-
ción fue la Inquisición , en España, I talia y ot rc>s lugares. Las personas
sospechosas de herejía eran sometidas a in terrogatc>ri<>s sisten1áticos y
rigurosos acerca de su edad, lug·ar d e nacimiento y profesión, así con10
acerca de sus creencias, y todo lo que decían se hacfa constar cuic.i ado-
samente por escri to. Así p ues, los arch ivos de las diversas Inquisiciones
constituyen un <<banco de datos>> del que los historiadores sociales han
aprendido rnuchas cosas, sobre todo en la última generación. Sin em-
bargo, la reco gida de inforrnación p<>r parte de los inquisidores no n1e-
rece la atención de los h istoriadores ú11icam e11te como una fuente,
sino también con10 un fenómeno por derech<) propio, com o ejem plo
pionero a comienzos de la edad moderna de una búsqueda de infor-
rnació11 1notivada ¡1or el deseo de control. 22
Es tentadc>r especu lar sobre si los tres cardenales que tuvieron un
papel tan destacado en el gobiern o secular a mediados del siglo XVTT
-Richelieu y M azarinc> en F rancia y su coetáneo Melchior Khlesl en
el impe rio de lc>s Habsburgc>- adaptarc>n los 1nétodos de la Ig lesia a
las necesidades del Estado. D e tc>dos n1odos, la in teracció11 entre los
poderes tempor ales y los espi r ituales en el ámbito del conocimien to es
/ , .
un reina que reaparecera en estas pagi nas.
Por lo que a la rec:ogida de ii1forn1 ació11 se r efiere, conve.n.dría dis-
tin guir el conocin1iento adquirido po r los go l)ernantes acerca de sus
vecinos, r ivales o enemigos del conocimiento que esos mismos gober -
n.antes posey'erc)n acerca de sus p ropios dominios, ya fi1esen in1perios
o <<nacio11es n1 adre>>.
ASUNTOS EXTRANJEROS
24. Ivfattingly (1955), págs. 244-246, 259-261; Preto (1994), págs. 90, 133-134.
25. Burke (l998a), pág. 103.
26. Carter (1964), esp. las págs. 6 y 123; Echevarría Bacigalupe (1984); .i\1arsl1all
(1994), págs. 134-135, 247 .
27. Bély ( 1990).
164 H I STO RI A SOCIAL DE L C<> r>;<>C:lM IE:--STC)
cril)ir un libro S(>l)re crítica del arte que con el ticn1po se convertiría en
llll clásico en este carnpo.J8
33 . Hurke (2000b).
34. Bu rke (1979).
35. Bustaman te García (1997).
EL <~ O:\TTROL I>EL (;()NC)CJ~II E:NTO: IG LESIAS Y ESTAD<>S 167
tíru.1 antes }Tvisten ahora, y si antiguar11ente solfan estar más o menos sa-
nos que al1ora y a qué ca\1sas pode1nos atribuir eso. 36
bir al tron o, el r ey niño Carl<>s IX. Este m étodo directo conti11uó pr ac-
ticándose durante todo el períc>do. F ederico el Grande, al me nos al co-
.m ienzc> ele su reinacio, viajó por su reino .has ta estar bie n informaci<> del
111is111<). I,a visita ele Catalina la Gran de a Nueva Rusia en 1787 es bie11
co11<>cida gr acias a la historia que narra có1no se supon e que la engañ ó
su favorito, G r igorij P otemkin, quien ordenó la construcción de una
ald ea n1odelo desmon table que fue colc>cando ei1 diversos lugares para
que la emperatr iz la inspeccionase una y otra vez. 42
Sin embar go, los gobernantes burócratas di sp usier on cada vez de
m en os tiempo para \riajar a1npliarnente pc>r sus r einos. 'l bvjer on acceso
a m ucha nlás in formación que st1s predecesores, pero la recibiero n de
segu11da 111ano, en for111a de r elaciones o informes ese.ritos. F'ederico el
Grande, por ej e n1plo, ordenó a su.s func ionarios que viajesen, a fin de
familiari zarse con sus r egiones, y que le enviasen n oticias acerca d e lo
e ncontrad<>. Uno de los consejos que dio Leibniz al zar Pe<lr<> el Gran-
de fue <<tener l111a descripció11 exacta de los product<>S clel ca1npO>>.
Co1n o ejemplo del nuevo siste111a que se abría pase>poderr1os volver
al monar ca de despacho par excellence, F elipe II. D urante su r einado se
hicier on informes detallados, que al1ora se conocen co1no las Relaciones
topogrtijicas, acer ca de unas seiscientas al deas de Castilla la Nueva. Es -
tos informes se confeccionaro n a partir de las respt1estas dadas a cues -
tio11arios (i1iterrogatorios) enviados en 1575 y 1578 (cincue11ta y siete
pregu11tas, o capítulos, en el pri111er caso y cuarenta y cinco en el segt1n -
do). Entre esas preguntas, algunas se referían a cuestiones prácticas de
tipo ad111i11istrativc), a privilegios y a te n1as co1no la calidad de la tierra
y el 11úmero de hospitales. Otras, sin em bargo, t enían que ver con la
vida religiosa de sus habitantes, con sus santos y festividades favoritos,
lo que parece confrrmar la teoría de las visitas e¡1iscc>pales co1110 1nodelo
st1byaccnte de estas enCl1estas . Otro posib le n1odelo era la <<corografía>>
humanista, una descripción histórico-geográfica de una región deter-
minada. El paralelis1no con la inspección r ealizada en Nueva España en
15 69 ci tada anteric>r111ente (véase la pág. 166) es bastante claro. L as Re-
laciones topográficas nos ofrecen un ejen1p lo de i11spección del centro si-
guien d o un 111c)delo de insp ección pensado para la periferia.·H
Coll1ert fi1e otro enarnorado de los cu estionari os. En 1663 pidió a
sus r e11resentantes en las provi11cias, los intendan.ts, que le e11viasen in-
42. Boutier, D e,verpe y ~ord1 nan (1984); Wolff (1994), págs. 130-134.
4 3. Cline (1964), pág. 344; Bon7.a (1992), págs. 90-100; P arker (1998), págs. 59-65.
EL CO.Nl' ROL !)EL CONOCL\IIEXTO : IGLESIAS Y ES'r..\DOS 171
él tenía; otros, a los espías que había colocado por doquier>>. En ambos
casos, los 1nétodos del Cardenal eran considerados como algo diabóli-
co. E l proceso no terminó con Richelieu. El París de Luis XIV y Luis
XV era observado de cerca por informadores a sueldo, más co11ocidos
como mo1tches, tantas eran las <<moscas>> que llenaba11 las paredes de los
cafés y otros lugares donde pudieran oírse ri1mores de sedició11. I-Iacia
1720 oct1paban st1s puestos en u11os cuarenta cafés d e la capital de
Fra11cia. A finales del siglo XVIII, los i11formes o dossiers de la p<)licía
franc esa tenían ya expedientes ¡Jersonales sobre los principales sospe-
chosos, co11 retratos i11cluidos. 50
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EL CONTRO L D EL C ON OCL\11Er\T O: I GLESIAS Y ESTADOS 17 5
EL DESARROLLO DE LA ES'rADÍS'TICA
Una de las razones que explican este renovado interés oficial por los
mapas es que éstos presentan informació11 cuantitativa, mostrada a es-
cala. A los g·oberna11tes de estos primeros siglos de la edad 1noderna y
a st1s ministros les i11teresaro.r1 cada vez más los 11ú1neros, igual que los
11echos. Les preocupaba especialrnente saber ct1ántos habitantes vivían
en sus dominios. Los gobiernos anteriores ú11ica1nente habían estado
e11 condiciones de 11acer <<conjeturas total1ne.r1te descabelladas>>. Por
ejemplo, el gobierno inglés creía que en 13 71 el país tenía cuarenta mil
parroquias, cuando su número real rondaba las ocho mil seiscientas. 59
En una época en que el tamaño de los ejércitos crecía ta11 rápidan1en-
te como sucedía en el siglo XVII, los gobier11os .r10 pudiero11 permitirse
por más tiernpo este tipo de ig·norancia.
Ta111bié11 ernpezó a recogerse i11forn1ació11sobre11aci1nientos, ma-
trimonios y muertes. Un estímulo para esta recogida de datos fue la epi-
den1ia qt1e afectó, por eje1nplo, a Italia con especial vin1lencia en 15 75 y
1630, y a Londres en 1665. Ht1bo otras razo11es para que creciese el in-
terés por la demografía. A mediados del siglo :X.'\lJI, en la República ho-
lai1desa el abogado y estadista Jan de Witt ya utilizó las tasas de 1norta-
lidad para orga11izar un siste1na de re11ta vitalicia ad1ninistrado por el
gobierno. En Suecia, do11de el gobierno se preocupó por estin1ular
el crecimiento de la població11 basá11dose e11 el principio de que <<u11a
gran abt1nda11cia de ge11te pobre es la mayor riqueza de u.n país>>, el
clero estuvo obligado legalmente desde 1736 a dar las cifras anuales de
nacirr1ientos y muertes en cada una de las parroquias, y en 1748 las auto-
ridades ordenaron la realización de un censo nacio11al. Al Parlamento
inglés se le prese11tó en 17 5 3 u11 proyecto de ley del censo, au11que,
como <.1ato revelador del clirna de opinic)11 existente e11 aquel n1omen-
to, t ambién hay que decir <1ue dicho proyecte) fue rechazado, igual que
la propu esta hecha en 17 58 para h acer obljgatorio el registro d e naci-
n1ientos, matrimon ios y defunciones. 60 A partir del último cuarto d el
siglo XVIII, el censo n acional se fl:1e convirtiendo e11 un acc)nteci1nien -
to r egular en cada uno de los países occide11tales. En. 1769 se llevó a
cabo el censo de Dína1narca y de Noruega. Ese mis1110 año se hizo
ta1nbié11 e11 España y, a conti11uación , en los recientemente in depe11di-
zados Estados U nidos de A1n é rica (1790), en el R eíno Unido (1801) y
en Francia ( 1806).61
A menor escala, el ce11so 11acío11al tuve> num erosos i1recedentes, sea
a nivel de ciudad o de diócesis. E11 ple110 sigl<> XV, las ciudades-Estado
de Flore11cia y '\Tenecía nos c>fr ece11 ejernplos ten1pranos de ton1a d e
concien cja de los usos de la i11forrnación prese11tada e11 cifras. Florencia
y Venecia fueron pioneras en este t erreno tal vez porque eran cil1dades
i1equeñas: lo pequeño es eficaz y al mismo tiempo bello. P or otra parte,
Flore11cia y Venecia eran también repúblicas dornínadas por co1nercian-
t~s co11 u11a <<mentalidad aritmética>> estimulada por el siste1na educati-
vo , concretan1e11te por las escu elas de ábaco que aseguraban una difu-
sión nada habitual de la co1npeten cia en el cálculo. Obviam ente, a los
gobiernos les r esul ta rnás fác il recoger este tipo de información si las
personas individt1ales ya sc>n conscientes del valor de la 1nisn1a. 62
P or alguna razó11, aunque esencialn1en.te p<>r 111otivos fiscales, en 142 7
el gobierno de I~'lorencia realizó un censo de la ciudad y de stts territo-
rios.63 L a inspección en cuestión resultó tan cara qt1e sólo se repitió en
raras ocasiones, pero el ejemplo de Florencia se siguió en otros lugares.
En la pro,1 incia de H olanda, por ejemp lo, la Ir1vestigación de 1494 y la
lnfc>rmacióxl d e 1514 supusiero11 inspecciones de puebl o en pt1eblo y
respuestas a un cuestic>nario acerca del 11ú1nero de hogares y los i111-
puestos. El gc>bierno de Enriqu e \7J1I ordenó al clero de las parroquias
llevar el registro de nacimien tos, m atrin1onios y defunciones. D urante
el siglo XVI, el gobierno vex1eciax10, que también utilizaba al clero de las
parroquias para recoger la infon11ación, se sirvió de for1nularios impre-
sos para garantizar ql1e los datos recog·idos se pudiesen prese11tar de una
inan era 1nás o 1nenos homologada, en tablas con encabezaro.ientos co1110
70 . Nordenmark (1939), págs. 232 -269; Confino (1962), págs. 160- 164; Reich-
1nann (1968); Glass ( 1973); Rasscm y Stagl (1980), pág. 18; Klueting (1986).
71. Burke (1987); Glass (1973), pág. 19.
72 . Bautier (1968).
EL CONTROL DEL CONOCJ,\.1 IE.NTO : IGLESIAS Y ESTADOS 181
73 . Clanchy (1979), págs. 138 y sigs.; Guénée (1980), págs. 91-100; Wernl1a1n
(1956),pág.13.
74. Ranu1n (1963 ); Bautier (1968); D'Addario (1 990); Parker (1997), págs. 28-29.
182 HIST()Rl;\ SOCTAL J)RL CO::--IOCTlvTJRN'r()
LA CENSlJRA
Gran parte de la información sobre la que hemos J1ablado hasta este 1110-
mento era TOP SECRET, como solía etiquetar estos asuntos el ejérci-
to l)ritánico. Por este y otros motivos funcionaba t1n sistema de con-
trol o censura. En Venecia, por ejemplo, estaba totaln1ente controlado
el acceso a los ar~hivos. Ni siquiera al dux le estaba permitido entrar
solo al archivo. Unica1nente los mie1nbros del Senado podían entrar
en él y sólo los mien1bros del collegio podían llevarse documentos. Para
77. Boislisle (1874), pág. iii; Baschet (1875), págs. 26-29, 37, 93 -103 ; Church
(1972); Pomian (1972); Kolmar (1979); Saunders (1991).
78. King (1949), págs. 147-153.
184 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCiiYlIENTO
79. Baschet(l875),págs.175-176.
80. Prosperi (1997).
.
EL CO)JT ROL DEL CO OC f;\I IE~TO: I G LESIAS Y ESTADOS 185
81. Pardo Tomás (l99l), pág. 298; lnfelise (1999b), pág. 55.
82. Santschi(1978).
186 1-fl STC)RIA S()C!AL DEL C:()0.'()(~ IN1 IEN'f0
LA DIFUSIÓN DE LA INFORMACIÓN
Scientia donurn dei est, unde vendi non potcst («El conoci-
1níento es un don de llíos, razón po r la cual no puede
venderse»).
A.FOR ISM O M.ED!EVAL
Una razón para afirma r q11e act11al1nente vi,ri mos en una sociedad
de la infor1nación es que, de hecho, la ¡1rc>ducción y la venta de la in-
formación r epresentan una parte itn.portante <le las economías m ás de-
sarrolladas . i\lgunos economistas norteam.ericanos ya h ab ían llamado
la atención sobre este punte> hace una generación. f,11 la <lécacla de 1960,
uno d e ellos sostuvo que s11s colegas había11 dejaclo de lado << los aspectc>s
mercantiles del conocimiento>>, describió las máquin as co1no <<conoci-
m ien to congelado>>y s11girió que el desarro llo económico era <<esencial-
mente 1In proceso de conocimi ento>>. Por esas mismas fechas, otro eco-
nomista p11bljcó u n amplio est11dio del conocimiento como producto,
co nsid erando s11s existencias, costes y precios. 1 M ás recientemente se
l1an pubh.cado riadas de hbros y artículos sobre la industria de la infor-
mación, el m ercado de la inforrnación , lc>s servicios de la i11formación y
la gestión de la inform ación. 2
Una vez más merece la pena plantearse una cuestión ql1e se ha re-
petido a n1ent1do en este libro: en todo esto, ¿qt1é hay realmente de nt1e-
vo? No pretendo negar la i111portancia de las tendencias recientes en fa-
vor de la m ercantilización del conociiniento. 3 De todos 1nodos, 111erece
la pena tratar de sitt1ar dichas tendencias en la perspectiva de cambios
niás graduales producidos a largo plazo. En este contexto es i111portan-
te -aunque no suficiente- invocar la Ley de los derechos de autor de
1709, aprobada, de acuerdo con lo qt1e se dice en el preámbulo, <<para
que los hombres de letras se animen a componer y escribir libros ú ti-
les>>, es decir, de conocimiento más que de ficción. Es necesario am-
pliar el horizonte y remontarse mucho inás en el tie111po. La idea de
vender conocimie.n to, por ejemplo, es corno mínin10 tan antigu.a con10
la crítica de Platón a los sofistas p<)r esta práctica. La idea del C<)noci-
rniento como propiedad (possessio) fue for1nulada por Cicerón. En la an-
tigua Roma, el término jJlagiari1l.r, que orig·inalmente se refería a quien
había robado t1n esclavo, lo aplicó el poeta Mar cial al robo literario. El
térn1ino compilatio también se refirió al plagio, visto como un saqueo
del autor originaJ.-l Dt1rante la Ed.a d Media, la acción de <<compilar>>
-o <<recopilar>>- se convirtió en algo respetable, lo que indicaría que
el sentido de la propiedad intelectual perdía nitidez. Lo cierto es que du-
rante el siglo XIII el argumento legal tradicional según el cual el cono-
cimiento era <<un don de D ios que no puede venderse>> fue puesto en
tela de juicio por el nuevo principio según el cual los profesc>res mere-
cían recibir una paga por su trabaje>.5 En el siglo XTV, el poeta P etrarca,
en su libro De remediis ut'riusq1Je fortztnae, criticó a qt1ienes consideraban
los libros algo así con10 una nlercancía (quasi merci1Jm).
Durante el Renacin1iento, las disputas sobre plagios se hicieron
cada vez más frecuentes, a pesar de (o debid.o a) la dificultad de definir
la propiedad intelecn1al. Los humanistas del Renacimiento se acusa-
ban regularmente unos a otros de <<robo>>, aunque todos afirn1aban
practicar simplemente una forma de <<itnitación>> creativa. Durante el
siglo XVII se publicaro.n diversas exposiciones generales del tema. Es-
critores e impresores se disputaron entre sí lc>s derechc>s de propiedad
sobre el textc>. Tales disputas l1abría que relacionarlas con el <<indi-
vidualisn1<>>>, la emulación y la autoconciencia de que habló Jacob Burck-
3. Schiller (1996).
4. JJindey (1952); Hathav.·ay (1989).
5. Post (193 2); Post, Giocarini y Kay ( 195 5).
LA Vt:N' l'A DF.I. CONOCI.i\1IE.>!'I'O: EL M ERCADO Y LA l i\.1P RENTA 195
l1ardt en. su. famoso libro La cultura del Renacimiento en. Italia (1860).
~~stán conectadas con la génesis de la idea de <<genio>>, co11 los oríge-
11es de la <<orig·inalid ad >>, el declive del concepto de <<autoridad>> y el
<<n acimiento del al1tor>>. Esas dis1)utas revela11, adernás, cambios e11 el
equilibrio en tre nlonopolio y co1npetencia en el catnpo clel conoci-
miento, temas abordados a nl ediadc>s del siglo XX por Karl lviannl1eim
y Harold In nis.6
D os ejen1plc>s t<>Inados de i\ lemania a comienzos del siglo XVI ilus-
tran la creciente preocupación por la propiedad de los textos y las ideas.
El p ri1ner caso, en 15 3 3, fue una disputa entre dos impresores, de F ra11c-
fort y Estrasbl1rgo respectivamente, sobre el uso de xilog·rafías plagiadas
para ilt1strar un tratado sobre las hierbas. El in11)resor acu.sadc> de I>l a-
gio se defendió pretexta nclo ql1e la difusión del co11c)cimien to era u11
<<beneficio para la h t1manidad>>. El segi.1ndo caso fue una disputa entre
escritores, en la cual u n divulgador de la fi losofía naturalista fue acu -
sado de plagi o por varios sabic>s, entre ellos Conrad Gesner (el biblió-
grafo citado anterior111e11te, véase la pág. 12 5).7
Por lo que a la pro1)iedacl intelectual se refiere, el movimiento co-
nocido actual1nente como la Revolución científica revela no sólo am -
. bigiiedad, sino ta1nbié11 cierta ambivalencia. Por una parte, se tomó
muy en serio el icleal de hacer público el conoci1nie nto para bie11 de la
humanidad en general. Por otra parte, n o poden1os pasar p<)r alto la exis-
tencia de amargas dispu t as entre diversos indivicluc>s por la 1)rioridad
en descubri1nientos que van desde el telescopi<) h asta el cál.cu lo .
E n el caso del telescopio, tln pulidor de lentes holandés solicitó en
1608 la patente para un in stru1ne11t<> c1ue hacía que los objetos distan-
t es pareciesen cercanos. Galileo tuvo noticias de este mecanismo a tra-
vés de su an1igo Pac>lo Sarpi, un fraile venecia11c) cuya red internacio-
nal d e correspc>nsales lo l1abía convertido en u11a especie de ag·ente
intelectl1al de can1bio al estilo ele lviersenne (véas~ la pág. 42). E stimu-
lado por esta noticia, Galileo constn1yó por su cuenta un ·t elescopi o
tres veces más potente que el prototipo holan dés . Sin embargo, Giam-
battista D ella Porta, r epresentante napolitano de la filosofía naturalis-
ta, escribió a un amigo que <<la invención del ocular en ese tubo fue
cosa mía y Galileo, profesor en Padua, la ada1)tÓ>>.
6. Burckl1ardt (1860); Nisard (1860), esp. el vol. 2, págs. 12 y sigs; Zilsel (192 6);
1Vlannhein1 (1929); lnnis (1950); Viala (1985), págs. 94-103; Chartier (1992).
7. Eamon (1994), págs. 11 O y 384. Véase Tennan t (1996).
196 HISTORIA soc:IAL DE L CONOCIMIEN·ro
Según todas las aparie.ncias, dt1rante los sig·los XVII y XV1II creció la
cc)ncie11cia de los ví11ct1los existentes entre conocimiento v •
mercado .
Para el baconia110 J ohn D11ri e, lln buen bibliotecario es como <<un agen-
te o comercia11te de ayudas para el aprendizaje>>. La historia de Thomas
Sprat de la Royal S ociety está llena de m etáforas económicas (por
ejemplo, la Society se equipara a un <<banco>> o <<puerto>> del conoci-
m iento) . En 1715 el sabio alemán J ohann Burchard l\lfencke redacte)
una en érgica denuncia de lo que él denominó la <<charlatanería>> de los
sabios, es decir, el arte del autobombo por nle<lic><le vestidos raros, pom-
posos títulos para sí 111is111os y para sus lil>r<>S, ataq11es a otros sabios y la
dedicatoria de sus propias obras a perso11ajes iinportantes, dedicatorias
que i\1encke describió como ve11tas disfrazac.ias de regalos.
La relación entre los <lc>s árn.bitos era c.ie doble sentido. Como nos rc-
c11erda ut1a <le las citas que encabezan este capítulo, 11arx consideraba
las nuevas actitudes con respecto al con ocimiento como otros tantos efec-
tos del desarrollo del capitalismo en la superestl'UCtura c11ltural. Sin em-
bargo, como h an sostenido muchos sabios y trata de 1nostrar tan11>ién
este capítulo, los efectos del nuevo conoci m.iet1to sobre la eco1101n.ía
fueron, asimisn.10, susta.n ciales.' 1
14. Gerulaitis (197 6), págs. 3 5-36; Landau y Parshall (1994), pág. 362.
15. Schottenloher (193 3); Armstrong (1990); Feather ( 1994); 'fennant (1996);
Johns (1998), págs. 326-379.
L A VENTA DEL CO~OCLvllE~TO: EL .\lERC..\DO Y LA L\fP RE0T ..\ 199
ESPIONAJ E INDUSTRI1\L
Co~\1ERC10 E INFORMACIÓN
2 J. c.;eertz (l 979).
22. Bcc (1967); H ccrs (1976).
2 3. Doria. (1986).
202 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCLVIIENT<)
Et ORIGEN DE LA BOLSA
r1oticias. A fi11ales del siglo XVII, Edward Lloyd poseía una cafetería en
Lornbard Street, el antiguo distrito de los negocios de la City. Natu-
ralmente, los comerciantes, n1uchos de ellos interesados en recoger in-
formación sobre las entradas y salidas de los barcos, frecuentaban ese
establecirniento. A partir de aquí, no tiene nada de extraño que Llo)rd
decidiese fundar un periódico especializado en la información sobre
transporte 1naríti~o ni tampoco que desarrollase los seguros maríti-
mos en Londres. Este y no otro es el motivo por el que hoy los segu-
ros marítimos siguen estando estrechamente asociados a su no111bre:
Lloyd. 33
50. D ahl ( 193 9); l)avies (19 52); G ibbs (1971 ); Hots (1983 ); Berkvcns-Stevelinck y·
otros (1992).
51. Shaw (1996) , pág. 164.
52 . D avies (1952); D avies (1954), págs. 61 y sigs.; Kley (197 1), pág. 31.
LA VENTA DEL c:<)NC)CL\ll l EN1'(): EL J\.1 ERC·A U() Y LA L'VIPREN'l'A 213
El mercado inglés del libro de los siglos X\ll )l xvn ha sido calificado de
<<esencialmente provinciano>> en comparación con el mercado conti-
nental. Hasta la década de 1730, el número de libros importados por
los ingleses superaba al nún1ero de los libros exportados. Hasta me-
diados de] siglo XVIII, I11glaterra no co11tó co11 11ingu11a editorial im-
portante.54 Sin e111bargo, al fi11alizar e] período estudiado en este libro,
la situación cambió, y Jo hizo rápida111ente. Hacia 1777 J,ondres con-
taba co11 setenta y dos libreros, cantidad apenas superada por ninguna
otra cit1dad europea de acruel tie111po (aunque Ve11ecia tenía noventa )r
seis libreros e i1npresores en 1736). 55 La expresión <<el co111ercio>> se
aplicó a los libreros como si éstos se hubiesen co11vertido et1 los co-
. exceiience. Ya en 172 5, Daniel Defoe había declara do
merciantes •oa1·
que <<la escritura [...]se ha con,rertido en una rama muy importante del
comercio inglés>>. Defoe co111paró a los libreros con <<los i11aestros in-
dustriales>> y a los escritores con los <<obreros>>. Conviene añadir que,
de entre estos obreros, e11tonces albrunos ya estaba11 bien pagados. Por
den cia que sus predecesores del siglo XVI, lospoligrafi, que vivieron de
la edición de libros y la corrección ele pruebas.
Conten111le1nos ah<>ra estos ca1nbios desde la perspectiva de1 irr1-
presor. Con g·astos C<>1no éstos, los impresores necesitaron disponer de
un capi tal de cierta i1nportancia, sobre todo si tenemos en cuenta q ue,
después de pagar por adela11tado al autor y de imprin1ir el 1ibro, el i1n-
presor ¡>odía verse perjudicado por la pi ratería reinante en los te1npes-
tu<>sos rnares del saber. Los piratas litera ri os actt1aron de ordinario
fu era de las fronteras de los Estados centralizados, en zonas donde los
pr ivilegios de los editores no podían ser gara11tizados. i\. inediados del
siglo xv111, la ciudad de Dublí11 se hizo fa1nosa co1110 centro de edicio-
nes piratas de libros ingleses, Ginebra y otras ciudades suizas de libros
franceses y Amsterda1n de hbros en ambas lenguas. P ara sobrevivir en
un mundo corno éste, cada vez más co1npetitivo, impresores y librer<>s
se aliaron C<>11 mayor frecuencia, especialmente en Gran Bretaña. ·En
el sig-lo XVlT, la Compañía de P apeler os estableció s t1 prc>pio <<fonclo
social >>. A. lo largo del siglo XVIII se formó u11a asociació11, denomina-
da The Conger (<<El congrio>>), que d esarrc)ll ó tin sindicato o sistema de
alianzas entre en1presas co11 e.l fin de cornpartir r iesgos y be11eficios.
Así, el Dictionar.y de Johnson lo fi11anció t111 gru110 de ci11co <<empresa-
rios>>, entre los cuales aparecían tres noml)res m uy conocidos: Thornas
Lon gman , Andrew !vlillar y William Strahan. 59
Una man era de ol>tener <."linero por adelantado fue publicando 111e-
diante suscripción . De 11101nento se l1an co1nprobado ocl1enta y siete
casos de pul>licació n de obras in glesas por suscripcic511 antes de 1700.
J o l1 n Ogill>y, por ejemplo, pubhcó algunas traducciones de Virgilio y
H on1erc> de esta 1nanera, y de los ejemplares n o vendidos se desl1izo
mecliante la lotería. Este mis1110 autor r ecurrió a la lotería para fi11a11-
ciar tina descripción de Chi11a, titula cla Rmbassy fronz the East India
Company (1669). 60 La práctica de la suscripción se divulgó todavía m ás
dura11te el siglo XVIII, especialme11te p ara libros caros, y las listas de los
suscriptores se pt1hlicaron a 111enudo en lc>s l1bros v·endidos de esta for-
ma con el fi11 de a11 irnar a otros a seguir e1 ejen1plo. Se han descubier -
to más de dos rr1il hstas de ese tipo y se ha calculado que el nú1nero de
individuos que durante el siglo XVIII co1npraron libros por suscripción
en In glaterra supera 1os cie11 n1il.61
ENCICLOPEDI AS
71. T,ankhorst(1983).
222 HIST ORI A SOCIAL DEL CONOCilvllENT O
72. Proust (1962); Lough (1968), págs. 466-473; Quedenbaum (1977); Carcls y
Flory (1981).
7 3. Garofalo (1980); Bradsha\v (198 1a).
74. Bradsha\\1 (198Ib).
LA VENTA DEL COKOC l.'v1 1EN'I'O: F.L l\1ERCADO Y LA IMPRENT A 223
alcanzar si11 años de estuelio. Por otra p arte, las person.as podían de-
senvolverse· en s11 vida cotidiana conocie11do unos dos inil signos, y h ay
pruebas s uficientes para pen sar c1u e los habitantes or dinarios de las
ciudades, tanto hombres como 1nujeres, alcanzaron a m enudo ese ni-
vel.81 L as pubhcaciones l>aratas, inclt1idc>s al1n a11aques y peq11eñas en-
ciclop edias, abundaron y los impresores de la provincia de Fukien se
especializaron en este tra1n o fin al del 111ercado. E11 otras palabras, en
China, igual que en E uropa, se desarrolló la ten dencia a la <<n1er canti-
lización>> de la infor1nación, aunque dicha tendencia parece que se de-
tu,ro antes de ll egar a la en ciclopedia.
La tradición enciclopéelica cl1in a arran có en el siglo l lI de nt1estra
era y, al co11trario que la tradición. clásica occidental, se desarrolló de
forma co11ti1111a, sin apenas interr·upciones. D el período Ming (1368-
1644) ya se conoce11 cien to treinta y nueve enciclopedias. Por otra par-
te, las en ciclopedias chinas alcanzaro11 vastas proporciones mucho an-
tes de q11e lo hicieran las occidentales. Yórlgie d1idian, el e pr incipios del
siglo XV, contó con cerca d e elos mil colaboradc>res y lleg·ó a tener n1ás
de cliez mil \rolúmen es, por lo que su reimpresión res11ltó excesivan1e11-
te costosa y su preservación para la posteridad rnuy difícil (ele h echo, lo
que de esta en ciclop edia ha llegado h asta n osotros n o representa ni si-
quiera el 4 % del total de la obra). En sus comienzos, concretarnen11te
en 1726, la época Qing· fue testigo de la· publicación, bajo los auspicios
ele la casa irr1perial, de u11a obra más descorr1unal todavía, la Qinding
Gz¡jin tushu jiche1lg, con r11ás de setecientas ci11cuen ta rn il páginas, lo
qt1e la convierte, con toda probabilidad, en el libro impreso más ex-
ten so del m11ndo . Con esta iniciati,ra se pr etendió r ecoger el saber tra-
dicion al, obj etivo al que aspiró también ,)i/eu Qztanshu, una selección
de cerca de tres n1il qt1inientos libros qt1e elel>ían conservarse en copias
111a11uscritas depositadas en siete lugares difere11tes. Esta empresa se
llevó a cabe> entre 1772 y la década de 1780. 82
M erece la pena que comparemos brevemente las en ciclopedias chi-
nas y las occide11tales desde el punto de 'rista de su organización, fun-
ció11 y tipo de lectc)res. Po r lo me11os desde la dinastía Tang, las enci-
clopedias chi11as se crearc>n ante todo para respon der a las 11ecesidades
de los can didatos que te11ía11 <1ue someterse a las pruebas d e acceso a la
burocracia imperial. L as p rt1el>a..'> escritas co11sistieron en ensa)ros que te-
LECTURA y 1\.CEPTACIÓN
corpus jurídico romar10. P ara adquirir esta fam ili aridad, los estudiantes
po<.iían practicar el arte clásico de la <<n1en1oria artificial>>, (1ue consis-
tía en esforzarse por as<)ciar cada un.a de las cosas que cleseaban recor-
dar con imágenes pintorescas y drarnáticas situadas en <<lugares>> im a-
ginarios, corr10 un templo o un teatro.¡
El poder de las asociaciones y la importancia de la localización con
vistas al acto de recordar habían sido reconoci<los siglos ant es de Marcel
Proust y su conte1np<>ráneo el sociólogo ~1auri ce I-Ialbwachs. 'l a l vez
por esta razón, sir Robert Cotton h abía descrito las principales seccio-
nes <.le su biblioteca por medio de nombres de emperadores ron1anos
cuyc>s bt1stos presidían las esta11terías. Joseph Williainson, secretario
de Estado dtirantc el r ei11ado de Carlos 11, organizó st1s docume11tos
utilizando un sistema paree.i do a éste. 8
Como medid a altern ativa, los estudiantes pc>d ían tornar notas sc>-
bre los textos. El hecho de que esta práctica persista actualmente n o
si gnifica que poda1n os aceptarla sin cuestionam iento alguno o st1poner
que no haya cambiado nu11ca. Una historia de la práctica de tomar no-
t as e11 clase, si alguna vez alguien se decidier a a escribirla, representa-
ría u11a irnportante co11tribución a la historia intelect11al. Esta historia
p<>dría i11cluir an(>taciones sobre co11fere11cias, de las cuales h a11 llega-
do h asta nosotros un número indeterminaclo de ejemp.l ares de los si-
glos A.'\.rI y XVII, y anotaciones sobre viajes, hechas a mentido por razo -
nes pedagó gicas y por jóvenes de la nob leza con ocasión del Grand
Tour curopeo. 9
L as anotaciones podían h acerse sobre los n1is111c>s textos: el lector
subrayaba detern1inados pasajes o escribía e11 el margen un encabeza-
miento o las palabras <<Advierte bie11>> (nota bene), sirr1bolizadas a veces
por la i1nagen de un dedo que a11untaba en deter111i11a<.la dirección. 1\l-
gu11<>s impresores i11cluycrc>11 a veces en sus e<lj ciones notas marginales
d e este tipo con el fin de facilitar la tarea a los estudiantes. En otras
ocasiones, las notas fueron tomadas en cuadernos especiales. Los sabios
bien organizados podían disponer de diferentes cuadernos de notas
para diferentes materias, como hizo 1\.1ontesquieu con sus anotaciones
sobre historia, geografía, der echo, política, 111itología, etc. A lo larg<>
del siglo XVIII, si no antes -¿de qué otro modo podrían haber trabaja-
L I BROS DE CONSULTA
qt1ier libro, incltiso t1na 11ovela, p t1ede ser const1ltado y ct1alqu.i er libro,
incluso una enciclopedia, puede ser leído c.i e for1na seguic.ia. Cuanto
más extenso es un libro, menos probable es que alguien lo lea de pt1n-
ta a cabo. En vez de pensar en t1n corpt1s prefijado de objetos, debería-
mos definir a los libros de consulta a partir d e las prácticas de los lec-
tores.
Al1í está, l)Or ejem plo, el caso de El cortesano d e Baldassare Casti-
g·lione. Es 1nuy probable que el autor d e este diálogo, p trblicado por
primera vez en 152 8, tratase e.le aclarar una serie de cuestio11es acer ca
e.le la educación y la vic.la e11 la cor te, 111ás que de ofrecer respuestas cla-
ras y definitivas. E11 todo caso, la edición orig·inal e11 folio, desprovista
inclt1so de las divisiones en capítulos, hacía - y hace- difícil encon-
trar u.n deterrn.inado tema con rapidez. Ló.. pesar de todo, el libro se
convirtió en un best-seller que llegó a alcanzar las ciento veinti cinco
ediciones, e11 varias lenguas, durante su prixner siglo de vida. Los ejem-
plares qt1e ha11 lleg·ado hasta nosotros muestran que algt1nos lectores
t1tilizaban este libro co1no fu.ente de infor111ación acerca d e lo que se
co11sideral)a buena co11dt1cta e i11cluso ¡1ara extraer d e él anécdotas que
lt1ego contaban a otros. Algunos i111presores explotaron esta posibili-
c.lad y fJcilitaron la recuperación de la it1for111ació11 dividienc.lc> el lilJr<>
e11 capítul<.>s y ofrecié11dolo provisto e.le t1n completo aparato de 11otas
rn.arginales, st1rn.ario e í11dice de 111aterias. En tina palabra, lo transfor-
marc>n en tina especie de libro de consulta. 12
Algunos cambios en el formato fís ico de los libros introducidos a
comie11zos de la edad m oderna muestran de manera cada vez más ine-
quívoca que muchos de esos libros no estaban d estin ados a la lectura
seguida e i11tensiva, sino más l)ien a otros t1sos. Cada vez so111nás fre-
cue11tes los í11dices y listas de materias. La ex¡)resió11 <<tal)la de conte-
1lidos>> se e11tendió a veces literaln1 ent e, en el sentido de qtre la lista de
l<>S capítt1los se st1stitt1yó o co111ple1n.entó en ocasio11es co11 tln-' sinop-
sis en forn1a de tal>las o n1apas conceptuales en qt1e, co11 la ayuda e.le t111a
serie de corchetes, se dil>ujaban las relaciones existentes e11tre cada uno
de ellos. Estas tablas, de las que ya se h a tratado en el capítl1lo 5 (véase la
pág. 130), permitía11 a un determinado lector captar la estructtira del
tratado en cuestión de un vistazo. Anatomía de la melancolía de Robert
Burton , por ejemplo, utiliza esta técnica para mostrar la definición, las
esp ecies, las causas y los sí11tomas de la mela11colía. Los síntomas apa-
ÜRDEN ALFABÉTICO
13. 'Vitty ( 1965); Daly ( 1967); Brincken (l 9i 2); Rouse y Ro use (1982, 1983 ).
14. Taylor (1945), págs. 89-198; 1-Iopkins (1992).
15. Serrai (1988-1992).
16. Clen1ent (1991), pág. 274.
17. Saunders (1991 ).
18. J. . ieshour (1993), pág. 292.
240 HJSTORJA S()CJAL DEL C()N()CJZ.1JENT()
glo, las bibliotecas empezaron a catalogar st1s fondos por medio de tar-
jetas (qt1e originalmente eran cartas de naipes escritas por el reverso),
de manera que a partir de ento11ces fue posible dar cabida a nuevas en-
tradas por orden alfabético. 19
Sin embargo, por obvio que este principio de ordenación nos pt1e-
da parecer ho)', la ordenación alfabética (como criterio opuesto a la or-
ganización temática acompañada de un índice alfabético) sustituyó r11uy
lentan1ente a sistemas Jnás antigt1os. La colección alfabética de pro-
verbios qt1e Erasmo había pt1blicado en 1500 fue sustituida en 1596 por
t1na edición ordenada temáticam ente. A finales del siglo X\'II, la orde-
nación alfabética todavía resultaba tan poco habitual que Barthélemy
d'Herbelot, editor de un libro de consulta acerca del mt1ndo musulrná11
titulado <<Biblioteca oriental>> (1697), co11sideró necesario disculparse
en el prefacio por haber escogido dicho principio de orde.nació.n, de-
clara11do qt1e el método <<de hecho .no prodt1ce tanta conft1sión como
uno podría im.aginarse>>. A pesar de todo, Gibbo11 lame11taría en su
Historia de la decadencia y rui1ia del Imperio romano (capítt1lo 51) qt1e le
había sido imposible <<digerir>> el orden alfabético del libro de Herbe-
lot. En el prefacio de la Encyclopaedia Brita1z12ica (1771) se criticaba tan-
to la enciclopedia de Chambers como la Encyclopédie, por lo que allí se
describía como <<la locura de las tentativas de co1n.t1nicar la ciencia
bajo los diversos tér111inos técnicos ordenados de forma alfabética>>. 2º
El conflicto e.ntre los dos sistemas ilustra perfectamente los pro-
blemas qt1e se plantean cuando la historia del conocirn.iento se presen-
ta como una historia del progreso. El cambio del sistema temático al
sistema alfabético no representa simpleme11te un desplazamiento de
menor a mayor eficacia. Podría reflejar un ca1nbio en las vis.ion.es del
mundo (véase, anteriormente, la pág. 151 ), una pérdida de fe en la co-
rrespo11dencia e11tre el n1undo y la palabra. Corresponde, además, a t1n
cambio e.n las modalidades de lectt1ra.
Es evidente que las enciclopedias tradicionales descritas en el capí-
tulo 5 no era.n del todo adect1adas para una consulta rápida por parte
de los lectores que pretendiesen investigar temas concretos. El orden al-
fa bético permite ahorrar tiempo. Sin embargo, esta solución al pro-
blema de la recuperación de la infor1nación -aquí podríamos hablar
muy bien de <<solución Suidas>>- n1vo tambié11 s11 precio. El comu11i-
Co11 el fin de ofrecer un ct1adrc) más vivo de cótno, con el paso de los
siglos, q11ienes estuvieron inter esados en conocer 1nás profundamente
21 . Innis (1980). •
242 HIS'fORIA SOCIAL DEL CONOCIJV!IEK'fO
alem anes famosos, del St1izo H einrich Pantaleon (la obra en cuesti ó n
se )titulaba <<Prosopogr afía>>, 15 65); t111 diccionarie> <le los herejes, en
or den alfabético desde los <<adamitas>> hasta Zt1inglio ( 1569), del fran-
cés Gabriel du Preat1; biografías de artistas 11o landeses ( 1603), del p in-
tor !(arel ·van Mand er ; y vidas de teólogos, juristas y médicos alerr1anes
(publicadas en la década de 1620), de M elchi or Ad am . Sobre pr oble-
m as relacion ados con la gen ealogía, se podía consultar el <<Teatro de
genealogías>> ( 1598), de H enn in ger. P ara aclarar hechos y cifras acer-
ca de países concretos, a p artir de la eléca da de 15 90 los lector es pu-
dieron acudir a la descripción del mundo de G iovanni Botero y, a par-
tir de 162 0, a la serie de obras pu.blicada por 'F.lsevier que ya citan1os
en el capítulo 7 (véase la pág. 212). Entre las coleccio.nes de docu1nen-
tos habría que citar los volú1nen es dedicados a los decretos de los em-
p eradores germánicos y a los textos de cronistas alemanes y bohemios.
Las obras e n lengu as extranjeras podían descifr arse con la ayuda d e
cliccionarios. Si éstos eran raros antes de 1550, un siglo más tarde este
t ipo ele libre)s ele ce>n sulta, en aquel rn om ento in d ispensables, inclt1yó
diccionarios español -i ngl és, italiano-inglés, francés- i11glés, francés-es-
pañol, alemán-latín, aler11án -polaco, latín-suec<> y alg·u11os diccionarios
de ct1atro, siete o i11clt1so 011ce idiorr1as, en tre elle>s el crc>ata, el cl1eco
y el húngaro.
H acia 1750, siem.pre que tuviese acceso a u na biblioteca r azo11able-
men te gran de, el sa bio podía consultar toda una estantería de crono-
logías contrap uestas, incluidas la del inglés J ohn Ñ!arsham y el estu dio
crítice) pul)lica do po r un grupo de be nedi ctinos fr anceses, <<E l arte de
verificar fecl1as>> ( 17 50) . E11tre los atlas ah ora figur aba la edició11 en
seis volúmenes de Blaeu (165 5), el es¡1ecia lizado <<l\tlas histórico>> <le
Chatelain (1 i05) y el <<Gran diccionario gec)gráfico y crítico>> de Hru-
zen d e la Martinicre en diez volúmenes (1726- 1739). Los cliccio11arios
históricos ri,rales de M oréri (1674) y Bayle (1697) tuviero11 var ias ecli -
ciones. Los escri tores an ónimos o que se escondían bajo un pseudó11i-
m o pudieron ser identificad os con la ayuda de diversos diccio11arios,
emp ezando p or el d e P laccius, publicado en 1674. Entre los diccion a-
ri <>s l)iogr áficos h ab ría que señalar el <<D iccion ario de los sabios>>
(17 15), ele 1\'len cke, d edicado a las vidas d e los sabios, y la volt1minos a
c>bra deJean-Pierre :Nicér<>n, <<Ñl e1nori as de ho1n bres ilt1stres>> (43 vo-
lúmenes, 1727-1 745).
Ahora los lectores podían acceder a 1nt1cl1os rr1ás textos de docu-
1nentos com o tratados, cró11icas rnedievales <>clecr etos de los concilios
de la I glesia. Confi guraban conjuntos de volúrr1enes en folio y ft1eron
244 HISTORIA SOCIAL DEL CONOCIA.-1IENTO
titudes de poca r11onta), y atenta a descubrir los ejemplos mor ales. Por
el cor1trario, Mo11tesquie1:i se co11tentc) a ine11udo co11 l1oj ear por e11ci-
111a alg1111os libros, sin leerlos ele pri11cipio a fi11, y buscaba sobre todo
hechos, incl11idas las estadísticas.
perio Otomano evocaba, por 11na parte, la idea de los nuevos sultanes
matando a sus l1ermanos con 111<)tivo de la subida al trono y, por otra
parte, la imagen del l1arén o serrallo. 36 India significaba filósc)fos des-
nudos ( <<gi1nnosofistas>>) y creencias destructivas. Una conferencia en
la Universidad de Caen en 1663 describía Calicut con las siguientes
palabras: <<Los habitantes no conocen el uso del pan,9rechazan la cas-
tidad y a veces intercambian sus esposas>>. 37
.A cierto .n úmero de lectores parece h.aberles interesado de forma
especial algi.1nos métodos exóticos de escritura. En los m11seos de Set-
tala y Worn1 se exhibían textC)S escritc)S en árabe, etíope, chino y japonés .
.i\r1éx_ico se asociaba C<)n el uso de pictograrnas o <<jeroglíficos>> y Perú
con el 11so de qzti¡1u, un sistema mnemónico basado en los n11dos. Los
pictogramas mexicanos se imprin1ieron por primera ''ez en 1625 en
una colección de libros de viajes editada por Samuel Purchas. El sabio
holandés Johannes de Laet utilizó la edición de Purchas para presen-
tar la cultura mexicana en su obra <<Nuevo mundo>> (163 3). 'fambién
el polifacético jesuita Athanasius l{ircher recurrió a Purcl1as en el ca-
pítulo sobre M.éxico de su arnbicioso estud.io comparativo de los jero-
glíficos titulado <<El Edipo egipcio>>, 1652-1655.
Para analizar con n1ayor detal le el conocimiento q11e los lectores
occidentales tenían del rn.undo extraet1ropeo podernos fijarnos en los
casos de Japón y China. En 1500 pocos europeos conocían la existen-
cia misma de Japón, a pesar de que recientemente se había editado por
primera vez el relato de los viajes de Marco Polo en una traducción la-
tina. Marco Polo hablaba de una extensa isla, denominaba <<Cipangu>>,
cuyos habitantes eran 1nuy educados y en la cual <<ab11ndaba el oro>>.
Apenas daba más informacio.nes. Las cartas del misionero español Fran-
cisco Javier ponían de relie,,e el sentido del hon.or de los japoneses, idea
que enseguida se convirtió en un tópico. En s11s Merveilles (1553), el
orientalista Guillaume Poste] presentaba <<Giapan>> CC)mo un país que
e11 realidad ya era cristiano antes ele que lleg·asen los rnisioneros. Las
fuentes de la informació11 de Postel habían si<.io <<Schiabier>> - como
él llamaba a Javier- y otros jesuitas y presentaba a <<Xaca>> -es de-
cir, Buda- corno a Cristo y al emperador como a un <<soberano pon-
tífice>>. 38
Conocimiento fiable y
conocimiento no fiable:
Conclusión
La fiabilidad del conoc.irn.i ento no es algo que pueda darse por des-
contado. Los criterios d e fiabilidad tluctúa11 y ca111bian e11 diferentes
culturas y épocas. 1 Una de las te11den cias intelectuales rr1ás irnportan-
tes en los primeros siglos de la edad m oderna fue el auge del escepti-
cis1no de diversos tipos frente a las pretensiones de conocer. Es i111po-
sible valorar exacta1nente esta tendencia y sería presun t t1oso tratar de
e.xplicarla. 1a1n.bién. el siguie11te informe, que ob,ria1nente y por nece-
sidad incurre en si1nplificaciones y especulaciones, se del>cría leer cor1
algo de escepticistno.
Como paso p revio, tal vez m er ezca la pena distinguir un cscepti-
cism.o filosófico o g·eneral, c1ue calificare1nos de <<superior>> , del escep-
ticism o espec.ífico o práctico, c1ue tildar e111os de <<Í11ferior>> o simple-
mente <<bajo>>. En el plano de la práctica, J ea11 Bodir1, p or eje1nplo, se
mostró crítico con el h istc)riador italiano Paolo Giovio: <<Co11tó mu-
ch as cosas de los In1perios de los persas, de lc>s abisinios y de los tur-
cos, pero n i éJ mismo sabía si tales cosas eran verdaderas, puesto que
1. Zin1an (1978).
256 HISTC)RIA SOCIAL DEL CONC)Cllv1IEN'f()
2. Popkin (1960).
3. Pintard (1943); Gregoty)r otros (1981).
CONOCii\•UENTO FV\.BLE Y CONOCiiYIIENTO NO FIAJ3LE: CON C;LUSI()l\' 257
ción de la Ig·lesia, cada u11a de las partes resultó 111ás convincente ata-
car1do a sus oi)on entes que clefendiento la propia posición. 4 El argu-
m.ento tiene visos ele plausibilidad. Si11 embargo, al tnargen de có1110
etnpezase, el escep ticismo ter1ni11ó extendiéndose a campos qtie exce-
dían claramente el de las n1aterias religiosas
Por ejerr1plo, F r an«;ois La Mothe Le Vayer, escritor francés del si-
glo XVII, sostuvo que las obras de historia no eran fia bles porque los
1nis1nos aco11tecimie11tos parecían diferentes desde clistintos puntos de
vista, ta11to n.acio11ales co1no relig·iosos. Segú11 La Motl1e, el prol)lerna
residía esencial111ente en la parcialidad. Así, ¡)or eje111plo, los españoles
o los católicos exagerabar1 los éxitos y 111ini111izaban los fracas<)S del
pr<)pi<) ¡1artido. Pie rre Bayle suscribió esta opinió11, llegando ir1cluso a
afirrnar que él leía a los hist<)riadores modernos ¡)ara con ocer de cerca
sus prejuicios, nlás q11e ¡)ara inforrnarse acerca de los hechos. A decir
verdad, el problerna de la parcialidad, del interés o <<sesgo>> fue t1no de
los g·randes temas debatidos en los tratados sobre cómo había que es-
cribir la historia durante el siglo XVII. 5
O tro problema que preocupó a los sabios fue el de disti11guir los
textos auté11ticos de aqu ellos otros qu e había11 sido falsificados en el
pasado. l ,os relatos de la g··u erra de Troya que circulal)at1 {)ajo los no111-
bres de <<Dares>> y <<Dictys>> ¿erar1 g·er1uin<)S o espurios? Las obr as atri-
l)uidas a <<H ertn.es Tris111eg-isto>>, que parecían p reanunciar alg·unas
doctrinas cristianas, ¿fuero11 redactadas real111ente en el antig·uo Egipto
o escritas co11 posterioridad al nacimie11to de Cristo? Las obras atribui -
das a los padres de la Iglesia ¿ft1eron escritas todas ellas por san Agustín,
san i\mbrosio, etc.? Y, continuando en este mismo terreno, ¿hasta qué
punto fue fiable la atribució11 de las obras clásicas griegas y rornanas a
Platón, Ho1nero, Virgilio, Horacio, etc.? Jean Hardouin, jesuita fra11-
cés de con1ienzos del siglo XVIII, se hizo farnoso por ¡1oner e11 tela d e
j11icio la autoría de la 1nayor parte d e los clásic<)S. Sl1s opir1ior1es gen e-
ral1nent e fueror1 recl1azadas co1110 exageradas, pero otros sabios C<)Ill-
l)artieron su escepticis1no acerca de la aut<)ría de deter1niI1ados textos
antiguos. 6 U n caso tnu y conocido fue el de las llamadas <<Cartas de F a-
laris>> (un antiguo tira110 de Sicilia). E11 1699, el sabio i11glés Rich ard
Bentley demostró que eran 11na falsificación posterior. El archiescép-
las esencias reales de los ct1erpos>> (libro 4, capítulo 12). l<~l pu11to de
vista de Locke sobr e las limitaciones de las fact1ltades humanas nos re-
cuerda a Gasse11di, mie11tras que el uso del término essay, con la impli-
cación de qu e sus C(>nclt1siones so11 sólo provisio11ales, lo sitúa, igual
que a Boyle y Glanvill, e n la tradició11 de Mo11taigne.
F.scEPTICIS MO PRAGMÁTI CO
el tratado Sic et 1Vo1z (<<Sí y No>>) del filósofo Pedro Abelardo ya había
explotado estas contradicciones. Sin embargo, la multiplicidad de li-
bros probablem ente hizo que más personas tomaran conciencia de las
numerosas discrepancias entre diferentes descripciones del 1nis1no fe-
nómeno o distintos relatos del misrno aconteci1niento. 9
Las descripciones de viajes fueron sometidas a exa111en crítico con
el mism o rigor que los relatos de aconteci111ientos. L!\. n1edida que
au1nentó el número de viajeros a países lejanos que pt1blicaron relatos
de lo que h abían visto, se hicieron m ás evidentes las contradicciones
entre ellos. Algunos viajeros criticaron las inexactitudes de otros. Por
ejemplo,
, el m isionero dominico Joao dos Santos criticó la descripción
de Africa h ech a por Duarte Lopes. Para otros, algunos escritores más
antiguos h abían sido simplemente t1nos mentirosos, ya que nunca ha-
brían estado en los lugares que afir1naban haber visto. Varios libros de
viajes adoptaron la for111a de relatc)s de ficción, desde los viajes de <<sir
Jc)l1n Mandeville>>, que R icl1ard Haklt1yt eliminó deliberada1nente de
la segunda edición de su fan1osa colección, hasta la <<Descripción his-
tórica y general de Formosa>> (1704) de George Psal111anazar.
Psalmanazar fue un francés qt1e se trasladó a Inglaterra, donde tra -
tó de pasar por un nativo de Formosa. Su <<Descripción>> .incluía datos
tomados de anteriores relatos sobre la isla, aunque añadió por s11 cuenta
ciertas informaciones que él 111ismo se había inventado, desde la afir-
111ación de qt1e Formosa pertenecía a Japón hasta la descripción de un
alfabetc> lc>cal. Antes de que se descubriera su fraude, Psalmanazar fue
invitado a visitar la Royal Society y a co1ner con sir Hans Sloane, y
rnientras tanto su libro fue traducido al francés y al alemán . Cuando
Gilbert Burnet, obispo de Salisbury, pidió al impostor que demostrase
que realn1ente era formosano, P salmanazar le respondió preguntán-
dole a su vez cómo podría él 1nismo de1nostrar que era u.n inglés en
Formosa, ya que real1nent e parecía un holandés. l_,o cierto es que su
fraude fue desen1nascarado por un jesuita qt1e en 1705 escribió un ar-
tículo sobre el te111a en uno de lc>s nuevc>s periódicc>s eruditos, el]oitr-
nal de Trévoux.10
Además de desen111ascarar a posibles impostores, los críticos de los
libros de viajes se preoct1paron cada vez más de precisar h asta qué
punto incluso los auténticos viajeros utilizaban o copiaban textos an-
E11 este mis1no se.n tido i11fluyeron los ¡)aníletos y sobre toclc> los
periódicos. Durante el siglo X\TT¡)aníletos co11trapuestos -¡)or eje rn -
p lo, los rniles de fo ll eti11es publicados C<>Il <>casión de la Refortna ale-
n1ana o ele la r ebelión h ola11desa contra J-<:sparia- se dedicaron a r eba-
tir los argume11tos <le la parte contraria p ara una audiencia cada vez
m ás amplia. P ara decirlo con una p alabr a muy del gusto de la ép oca,
cada p arte trataba de <<desen1nascarar>> las m entiras y los verd ad eros
m otivos de la parte co11traria, induciendo de est e modo a los lectores a
mirar con sospecha los argumentos de todas las faccio11es, algo que ya
apuntó Karl Mannheim (véase, a11teriorrne11te, la pág. 16) en el ct1rso
de u11a situació.n histó rica sirnilar e11 la décacla·cie 1930.
I~s ¡)robable qu e ciertas discrepancias e11tre cii fere11tes relatc>s e.le
los rn isrnos aconteci1nie11tc>s redactados poco <lespués de que éstc>s se
produjesen hayan influ idc> para que h ubiera m ás lectores ele la Eu ropa
<le cc>n1i enzos de la edad 1noderna que se vc>lviesen escépticos en la
práctica. E n 1569 com entaba un perso11aje ingl és: <<Cada día recibimos
varias noticias, a veces contradictorias, y; sin. e111 bargo, todas se nos cx-
po11e11 como verdader as>>. 11 El auge de las hoj as i11for1nativas dur a11t e
11. Shapin y Schaffer (1985), pág. 39; \Voolf ( l 988); Shapin (1994), págs. 251-
252; Fox (1999), pág. 258.
12. Shaaber (1929), pág. 24 1.
262 H IST()RI A SOCIAL !)EL CON<)ClJVIlEN'l'O
el siglo X\711 provocó qt1e 111ucl1os 111ás lectores se l1iciese11 i11ás co11s-
cientes de la falta de fiabilidad de los inforrnes de <<hecl1os>>, ya q11e el
inis1no día podían llegar a las grandes ciudades relatos contraptiestos y
discrepantes de los mismos acontecimientos, por ejemplo de una bata-
lla. Como es obvio, a los lectores de la época les resultaba fácil com-
parar y co11trastar tales relatos. La honradez 111is111a de los primeros
periódicos, que 110 dt1daban en corregir en núrneros posteriores los
errores que se 11abían colado en i11for111es 11ecl1os a toda prisa e11 nú-
rneros anteriores, contribuyó probable1nente a desarrollar el ojo críti-
co co11 que los lectores leían las noticias. J,os historiadores de finales
del siglo X\711 desecharon frecuenten1ente las obras de otros colegas al
corn¡)ararlas o bien con. <<11ovelas>> (romances) o bien co11 <<gacetillas>>
(gazettes), dos térrninos qtie en este contexto fuero11 virtual1nente si-
nóni1nos. 13
Es bien sabido que los historiadores utilizan con excesiva frect1en-
cia expresiones grandilocuentes como <<crisis>> y <<revolución>>, con lo
que las vacían de su valor intelectual. A pesar de todo, las razones
111encionadas anterior111e.n te nos dicen qt1e no estaría del todo fuera de
lugar 11ablar de una <<crisis del co11oci1nie11tO>> en la Europa de finales
del siglo Xv7TT. Sería una prolo11gación de la <<crisis intelectual de la Re-
for1na>> citada anterior111ente o, ¡)or citar la célebre frase acuñada i1or
el historiac.lor intelecttial Paul Hazard para referirse al períoc.io co111-
pren<lido e11tre 1680 y 1715, de la <<crisis de la concie11cia etiropea>>. 14
<<Crisis>> fue originalmente un término médico con el que se aludía al
1no111ento <<crítico>> de una enfer1nedad en el que la recuperación o la
muerte del paciente podían inclinar la balanza a su favor. Si adaptatnos
este término, sin renu11ciar por ello a tratar de ser precisos, podemos
utilizarlo para referir11os a 11n período relativamente corto de confu-
sión o turbulencia que conduce a una transición de u.n.a estructura i11-
telectual a otra.
Al inargen ele que a finales del siglo X\TfT se produjese o 110 u11a cri-
s.is de la conciencia, lo qt1e sí hubo fue ciertarnente tina conciencia de
crisis. Filósofos y. c>tros i11telectuales trataron de dar con u11a solt1ció11
al problema del conocimiento y encontraron dos posibilidades, dos
rnétodos.
13 . MacDonald y l\.1urpl1y (1990), pág-. 306; Dooley (1999), págs. 3, 81, 88, 119
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•
CREDUL I DAD , IN CRE D ULI DAD Y LA SC>CI C>LOG ÍA DEL CO NOCi i\-tIEN 1.- o
vo d.e <<ateísn10>>, pasó a significar una forma 1nás an1plia y 1nás vaga de
no creencia en todo lo qtie 110 era <<creíble>>. Creduli<la<l e i11cre<lulidad
se convirtieron en tér1ni11os opuestos comple1nentarios, con10 en Casau-
bon, que los calificó.de <<e.>..1:remos viciosos>>, o en He11ry Hally,-vell, que
en su obra 1vlelampro1zea: or, A Discourse ofthe }Jofity and &1z,gdom oj'Dark-
ness (1681) trazó w1 camino intermedio entre la <<incredulidad atea>>, por
UI1a parte, y la <<credulidad atolondrada>> o <<alocada>>, por otra. 31
El hecho de qt1e cada vez se analizasen co11 mayor frect1e11cia las cau-
sas del errc>r y lc>s c>bstáculos para alcanzar la verdad puede i11terpretar-
se co1no u11a consecuencia y, al mis1110 tiem¡J<>, co1no u11a señal del i11te-
rés creciente por la episte1nología. En llll ¡)asaje fa1noso ele su Novu1n
Organum (libro 1, seccio11es 39-44), Frai1cis Baco11 disti11guió cuatro ti-
pos de <<ídolo>> que <<acosan de tal n1anera las rnentes de los hotnbres que
la verdad difícilmente puede entrar en ellas>>. Los <<Ídolos de la tribt1>> se
fundame11ta11 en la misma naturaleza humana y hacen al hombre medida
de todás las cosas. Los <<ídolos de la caverna>>, por el contrario, son erro-
res individuales. I. .os <<ídolos del teatro>> son aquellos que 11an penetrado
en las 111entes <<por obra de Jos diversos dogn1as y filosofías>>, que Bacon
rechaza co1110 <<otras tantas representaciones teatrales>>. La parte más
<<S<>cic>lógica>> del a11álisis <le Bacc>n -para decirlo con u11 anacro11ismo
que viene al caso- fue la dedicada a los <<ídolos del foro o del 111erca-
do>>, <<formados a partir de la interrelación y la asociació11 (le los hom-
bres entre SÍ»·. En el siglo XVlII, Giambattista Vico 110S ofreció su propi(>
a11álisis de los ídolos o, para decirlo co11 sus palabras, de la <<arroga11cia>>
(horia), concretame11te de la arrogancia de la 11aciones, cada t1na de las
cuales pretende haber descubierto la civilización, y de la arrogancia de
los sabios, que creen que sus ideas son tan antiguas como el mundo
(Pri1zcipí della-scienza 1zuova, seccio11es 124-128).
Lc>s a11álisis ele Bacc>n y <le Vice> se cue11ta11 entre los más origin.ales
y perspicaces de comienzos ele la eda<l mc><lerna y los historiadores ir1-
telectt1ales seguran1ente tiene11 bu.enos motivos para prestarles ate11-
ción. Sin embargo, en tina historia social del co11ocimie11to es r11ás im-
portante aún si cabe subrayar el desarrollo de las formas cotidianas de
epistemología histórica en la época estudiada. El le11guaje <<parcial>> o
<<sesgado>> se hizo cada vez inás habitual.1\!Ietáforas como <<máscaras>>,
<<111a11tos>>, <<capas>> o <<\'elos>> se e1nplearo11 a menudo para señalar po-
sibles engaños (de ahí la descripción qt1e hace 1\1ilto11 del historiador
31. CitadocnClark(1997),pág.183.
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Znanieckí, F., The Social Role of the Man of Knowledge, Nueva York, 1940.
Peter Burke adopta en este libro un enfoque
sociocultural para analizar los cambios producidos
en la organización del conocimiento en Europa
desde la invención de la imprenta hasta la publicación
de la Encyclopédie francesa.
El libro comienza con una valoración de diferentes
sociologías del conocimiento, de Mannheim a
Foucault e incluso autores posteriores, y pasa
después a debatir el tema de los intelectuales
como grupo social y de las instituciones sociales
-especialmente universidades y academias- que
impulsaron o entorpecieron I~ innovación
intelectual. A continuación, a lo largo de varios
capítulos, Burke investiga aspectos como la geografía,
la antropología, la política y la .economía del
conocimiento, poniendo de relieve el papel de
algunas ciudades, academias, Estados y mercados en
el proceso de recopilación, clasificación, difusión y
a veces eliminación de la información. Los capítulos
finales tratan del conocimiento desde el punto de
vista del lector, del oyente, del contemplador o del
consumidor individuales. En estos capítulos se
aborda también la fiabilidad del conocimiento, tema
objeto de intensos debates durante el siglo XVII.
Uno de los rasgos más originales de este libro, que
puede interesar tanto a historiadores y sociólogos
como al público en general, es la consideración de
la pluralidad de aspectos del conocimiento. Se cen-
tra en el conocimiento impreso, especialmente el
académico, pero estudia la historia de la «explo-
sión» del conocimiento posterior a la invención de
la imprenta y al descubrimiento del mundo
transeuropeo como un proceso de intercambio o
negociación entre diferentes tipos de conocimiento,
a saber, masculino y femenino, teórico y práctico,
de rango super ior y de rango inferior, europeo y
no europeo.
Escrito básicamente como contribución a nuestra
historia social o sociocultural, el texto puede inte-
resar también a historiadores de la ciencia, a soció-
logos, antropólogos y geógrafos.
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