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Con frecuencia, utilizamos como sinónimos los términos interacción y comunicación, y también es
bastante habitual el uso aleatorio de comunicación y lenguaje como si estos se correspondieran
exactamente.
Diferenciar estos tres conceptos es fundamental para comprender cómo se produce la adquisición
del lenguaje en las personas en general, y ayuda a comprender por qué las personas con
sordoceguera solo pueden adquirir lenguaje si el proceso es inducido mediante la adecuada
intervención.
Comunicación significa, en cambio, que el efecto de la interacción social se pretende y, por tanto,
se inicia y se sostiene intencionalmente, es decir, de forma deseada, mediante un proceso de
análisis y comparación por parte de ambos interlocutores de los mensajes producidos entre ellos.
La interacción se produce fácilmente porque hasta la más pasiva de las personas llega a
interactuar si el interlocutor es hábil, pero para que esta interacción llegue a ser social y luego
comunicativa debe resultar interesante para la persona hasta el punto de incitarla a que participe y
la provoque intencionalmente, de forma que su acción, que ya tendría un sentido comunicativo,
pueda ser captada por su interlocutor y anime a este a continuar con la interacción.
Puede ser que la reacción del interlocutor sea la esperada o no, pero la persona sentirá, en todo
caso, que está siendo atendida, lo que la animará a hacer otras propuestas de acuerdo a su
repertorio, que, a la vez, provocarán nuevas reacciones del interlocutor. De esta forma, ambos
están creando conjuntamente comunicación.
Si la reacción del interlocutor es la esperada por la persona, esta se siente entendida y vuelve a
manifestar su deseo de la misma forma en otras ocasiones, siempre que quiera obtener la misma
respuesta de su interlocutor. Si la reacción conseguida no es la esperada, la persona adoptará una
actitud que mostrará al interlocutor que no ha sido entendida (pasividad, rechazo…). El interlocutor
puede ofrecer nuevas reacciones (respuestas) de acuerdo con las acciones de la persona o
interrumpir el proceso. Inician así una negociación del significado de sus respectivas acciones, y el
acuerdo en esta negociación es fundamental porque constituye la base de la interacción
comunicativa y del proceso de comunicación.
Imaginemos que tomamos café en una pequeña cafetería sentados en una mesa, estamos solos y
saboreamos el café pensando en nuestras cosas o leyendo el periódico. Cerca de nosotros, en
otra mesa, alguien toma también café (pensemos en alguien que pueda atraernos, para que nos
sea más fácil seguir el ejemplo). No habíamos reparado en esta persona, levantamos la vista y la
vemos casualmente. Volvemos a ensimismarnos en nuestros pensamientos o en nuestra lectura,
pero la consciencia de la presencia de la otra persona cerca, enfrente, por alguna razón llama
nuestra atención y hace que miremos de nuevo con más interés. Desde la otra mesa, la persona
quizá se siente observada, o quizá también por casualidad desvía su mirada hacia nosotros de
forma que las miradas se encuentran por un momento. Si ese encuentro de miradas produce
desagrado o incomodidad, quien se haya sentido molesto volverá a su café y mostrará su rechazo
a otro encuentro visual, evitando un nuevo cruce de miradas e interrumpiendo la interacción
iniciada. Si, por el contrario, algo pasa en ese cruce de miradas, algo despierta un mutuo interés y
la sensación es de agrado, las miradas se alternarán y se mantendrán ya intencionalmente, de
acuerdo a los intereses de cada uno, observando aquello por lo que tienen más curiosidad, al
tiempo que buscan estrategias para conseguir la atención del otro.
Se establece así una comunicación, un diálogo, que llega a producirse porque hay elementos
significativos, implícitos en una forma determinada de mirar, que tienen un significado claro en
nuestra cultura y que, por tanto, pueden ser interpretados fácilmente por el otro. Es obvio, por
tanto, que este diálogo sería imposible si el significado de esa «forma de mirar» no fuera
compartido. Podríamos también seguir jugando con nuestras miradas y combinarlas de acuerdo a
un lenguaje en el que los elementos significativos serían las miradas, probablemente
acompañadas de gestos de la cara o, en general, del cuerpo (guiñar el ojo, insinuar con el
movimiento de los labios un beso...), porque esta «forma de hacer» tiene un valor simbólico dentro
de la cultura en la nos desenvolvemos y atiende a unas reglas que compartimos quienes
pretendemos el diálogo.
Desde el momento del nacimiento, la persona interactúa con el mundo que le rodea. Comienza a
comunicarse apoyada en la sobreinterpretación que de sus actos interactivos hacen las personas
de su entorno y desarrolla comunicación desde la comprobación de la efectividad que sus actos
tienen en lo que pasa a su alrededor. Así, seleccionando aquellos actos comunicativos más
eficaces e imitando a los que con ella interactúan, estructura poco a poco su comunicación hasta
convertirla en un lenguaje.
Así, cuando un bebé levanta casualmente sus brazos coincidiendo con la presencia de la madre,
esta puede sobreinterpretar que quiere que lo coja y, si lo hace, el niño relacionará, después de
varias veces que esto haya sucedido, la acción de levantar los brazos en presencia de mamá con
que esta le coja, lo que provocará que levante los brazos intencionalmente en presencia de la
madre siempre que quiera que esta le coja.
Las personas que nacen o quedan sordociegas al poco de nacer tienen grandes dificultades para
iniciar el proceso de comunicación. El desconocimiento de quién está o qué hay y qué pasa a su
alrededor, la falta de interés por la interacción que de ello se deriva, la expresión de deseos o
emociones cuyo significado es de difícil comprensión para los demás porque se ajusta a su
experiencia perceptiva esencialmente táctil y no a la de sus interlocutores, que tratan de
interpretarla desde su propia experiencia y cultura visual y auditiva, hacen, si no se interviene, que
el proceso de comunicación quede detenido antes de iniciarse, imposibilitando el desarrollo del
lenguaje.
Para que el proceso de desarrollo de la comunicación tenga lugar en las personas con
sordoceguera congénita es necesario contar con interlocutores competentes, capaces de, a través
de la observación de una acción de la persona sordociega en determinado contexto, inferir su
significado y ofrecer una respuesta (reacción) fácilmente perceptible, coherente y acorde con lo
que la persona con sordoceguera espera. Esta sentirá así que su acción tiene un significado que
es compartido por ella y por su interlocutor, lo que la animará a utilizar la misma acción en
situaciones futuras cuando quiera conseguir la misma reacción. El éxito que su acción le ha
procurado motivará nuevas intenciones comunicativas y acciones cuyo significado deberá ser de
nuevo descubierto para ser compartido.
La «huella» que esa experiencia perceptiva imprime, es decir, la representación mental que esa
experiencia deja, será también necesariamente distinta y, por tanto, distintos serán los elementos
simbólicos que ambos interlocutores usen para expresar dicha experiencia.
En este sentido es fundamental considerar que la adquisición del lenguaje solo se producirá como
resultado, como consecuencia, de un adecuado proceso del desarrollo de la comunicación, y este
proceso implica necesariamente la negociación de significados hasta llegar a significados
compartidos.
Primarios:
• Dislalia funcional
• Retraso del habla (leve, moderado)
• Retraso del lenguaje (leve, moderado)
• Disfasia (receptiva y/o expresiva)
Secundarios a:
• Hipoacusia
• Retraso mental
• Alteración psiquiátrica
• Alteración neurológica (disartria del desarrollo)
• Alteración morfológica (disglosia)
• Disfonías
• Disfemias
• Disartrias del adulto
NORMAS PARA LA VALORACION DE LA DISCAPACIDAD
PRODUCIDA POR LOS TRASTORNOS PRIMARIOS DEL
DESARROLLO DEL LENGUAJE
DISLALIA
- En este caso el patrón de errores del habla (fonológicos y/o fonéticos) es claramente
patológico, estando la evolución ligada al tratamiento rehabilitador.
- La primera exploración puede hacerse después de los tres o cuatro años, debiéndose
confirmar a los seis meses de la misma.
- En algunos casos, dentro de esta categoría diagnóstica, puede llegarse a una discapacidad
leve pero permanente de la capacidad oral, si coexisten otros factores.
- Esta valoración sería provisional, debiéndose revisar hacia los siete años de edad, en las
que el niño habrá superado las dificultades más relevantes, pudiendo persistir escasos errores del
habla, sin gran repercusión sobre la inteligibilidad o eficiencia funcional de la expresión oral.
- Puede haber remisión total o parcial a los siete años, pero la valoración de las secuelas
definitivas deberá hacerse a partir de los catorce.
DISFASIA
- El término “disfasia”, dentro del marco de los trastornos del desarrollo del lenguaje, designa
los retrasos más graves y duraderos que de forma sistemática, por su mala evolución, determinan
una limitación permanente en el desarrollo cognitivo y en la capacidad para adquirir y manejar
otros códigos lingüísticos (lenguaje lecto - escrito).
- Con referencia a este trastorno, se habla de disfunción en los mecanismos o sistemas
cerebrales implicados en la comprensión, elaboración y producción del lenguaje.
- En la disfasia receptiva – expresiva el trastorno primario se asienta en la dificultad para la
decodificación del mensaje verbal, que suele acompañarse de un déficit equivalente en la
expresión. En la disfasia expresiva, la dificultad estriba en una alteración de los mecanismos
implicados en la codificación, encontrándose preservada al menos parcialmente, la comprensión.
- Dependiendo del nivel afectado se pueden distinguir diferentes sub tipos: fonológico –
sintáctico mixto, semántico - pragmático o léxico – sintáctico. Aunque no sean exactamente
trastornos difásicos, incluimos aquí por su gravedad extrema la agnosia auditivo – verbal y la
apraxia del habla. En el primer caso, el proceso alterado es la decodificación fonológica y en el
segundo la programación fonológica y codificación del programa motor que sustenta el habla.
- En muchas ocasiones, el niño disfàsico tiene un primer diagnóstico de retraso moderado o
grave del lenguaje, retardándose hasta los cinco o siete años la confirmación de disfasia.
- Las secuelas permanentes derivadas de este trastorno deben valorarse a partir de los
catorce años.
AFASIA INFANTIL
Secundario a Hipoacusia
La gravedad del trastorno dependerá de los siguientes factores:
- prelocutivas cuando se inician antes del desarrollo del lenguaje es decir, antes de los dos años
de edad.
- perilocutivas cuando se inician durante el desarrollo del lenguaje, entre los dos o cinco o
seis años.
- poslocutivas serían las sorderas que se inician tras la consolidación del lenguaje, después
de los seis años de edad.
Dentro de las prelocutivas debemos a su vez distinguir las congénitas de las adquiridas, ya
que observan diferencias en la evolución del deficiente auditivo, según haya o no tenido
experiencia auditiva antes de los dos años.
La evolución más frecuente de una sordera profunda prelocutiva es hacia una discapacidad del
desarrollo del lenguaje expresada en una importante limitación para comprender o expresarse.
- Las disglosias son alteraciones del habla o en su caso del lenguaje, secundarias a
alteraciones morfológicas de órganos articulatorios. Teniendo en cuenta las técnicas actuales, la
mayoría de los casos mejorarán tras el tratamiento quirúrgico y rehabilitador.
- Cada malformación o deformidad (labio leporino, fisura palatina, fisura submucosa, velo
corto, maloclusiones dentarias) determinará una alteración fonética.
- Cuando la patología morfológica es relevante, de inicio pre o perilocutivo y sin un
tratamiento correcto, puede haber repercusión a nivel fonológico, uniéndose al trastorno fonético
un posible retraso del habla.
- Unicamente en malformaciones graves y no tratadas o cuando se añaden otros factores
individuales o sociales, podría afectarse el desarrollo del lenguaje, con repercusiones a nivel
sintáctico, semántico o pragmático. En este caso, tendríamos que considerar el trastorno del habla
y del lenguaje para la valoración de la discapacidad.
- Para la evaluación en adultos, se aplicarán los criterios descriptos en la Tabla 4.
- Como caso particular, en un paciente adulto con disglosia que, de forma altamente
improbable (sólo por asociación de factores limitantes), presente limitación en su desarrollo
lingüístico, habría que aplicar los criterios de valoración del desarrollo del lenguaje.
- Siempre habría que considerar si se han tomado todas las medidas terapéuticas y
rehabilitadoras antes de efectuar una valoración de discapacidad permanente.
TRASTORNO DEL LENGUAJE ESCRITO
Se considera que la limitación de la lecto – escritura forma parte del trastorno del lenguaje,
pudiendo ser secuela de retrasos en el desarrollo del lenguaje o disfasias. Al considerarse un
síntoma dentro de un síndrome, no requerirá valoración específica.
Los trastornos adquiridos del lenguaje escrito suelen acompañar a las afasias y se valoran como
trastornos del lenguaje establecido.
AFASIAS
- La afasia es un trastorno del lenguaje, como forma de la función simbólica, que puede
afectar tanto a la expresión como a la comprensión verbal o gráfica (lecto – escritura). La
valoración de la discapacidad lingüística se sustentará en los resultados obtenidos en las
diferentes pruebas aplicadas para el diagnóstico de la afasia.
- Las áreas básicas sujetas a la valoración de un paciente afásico son: Expresión oral,
comprensión oral, comprensión del lenguaje escrito y escritura. La áreas exploradas deberán ser
las siguientes:
1 – fluidez
2 – comprensión auditiva
3 – denominación
4 – repetición
5 – habla automatizada
6 – lectura y escritura
A través de esta exploración deberá identificarse la forma clínica de la afasia.
- La valoración sólo se dará como definitiva al año de haberse instaurado el cuadro afásico,
salvo en pacientes mayores de 65 años, en los que puede establecerse la discapacidad
permanente a los tres meses.
- Todo paciente afectado de una lesión cerebral (traumática, vascular, tumoral, etc.) puede
manifestar alteraciones conductuales o alteraciones de las actividades mentales superiores, por lo
que deberá ser explorado en este sentido.
- En el caso de trastornos afásicos secundarios a traumatismos craneoencefálicos, procesos
vasculares, tumorales, etc., en los que la alteración afásica es el núcleo del problema, será
necesario combinar esta discapacidad a otras posibles discapacidades neurológicas, según las
normas expuestas en el capítulo Sistema Nervioso.
- Los cuadros afásicos pueden formar parte de un síndrome de deterioro neuropsicológico,
en cuyo caso la valoración de la discapacidad se deberá establecer en base al trastorno del que
forma parte. En estos casos, las tablas de valoración de los trastornos afásicos serán sólo
orientativas.
Sordera postlocutiva
- Aunque el período sensible para el desarrollo del lenguaje se sitúa en torno a los cinco
años, consideraremos que la sordera profunda postlocutiva aparecida antes de los catorce años se
valorará como trastorno del desarrollo del lenguaje, como sordera pre o perilocutiva. Por encima
de los catorce años, se aplicará la Tabla 2.
- La valoración se hará siempre de forma individualizada, ya que cada paciente tiene una
propia adaptación a su sordera, teniendo ésta diferente repercusión sobre la capacidad de
comunicación.
DISFONIAS
- Para considerar que un sujeto padece este trastorno, deberán coexistir tres aspectos junto
a la falta de fluidez: Tensión muscular excesiva durante el habla y ritmo respiratorio inadecuado;
ansiedad ante ciertas situaciones de comunicación social, y expectativa negativa del sujeto
tartamudo ante su habilidad en la dicción. Se suman, pues, factores fisiológicos, psicológicos y
situacionales.
- Por tanto, para valorar la tartamudez será preciso atender a varios niveles: fluidez, tensión
muscular y actitud ante la comunicación.
- No deberá abordarse la valoración de la discapacidad asociada a la tartamudez antes de
los catorce años.
- Previamente a la valoración deberán haberse agotado todas las medidas terapéuticas.
- Dado que la conciencia del trastorno y la valoración negativa de la dicción pueden tener
una repercusión negativa (diagnosogenia), deberá consultarse al especialista la posible
repercusión negativa de la valoración del trastorno como una discapacidad.
- Si la tartamudez forma parte de enfermedades neurológicas que cursan con disartria o
afasia, limitación intelectiva o trastorno del desarrollo del lenguaje, la valoración se hará siguiendo
los criterios de estos apartados.
- La valoración de la disfemia/tartamudez se hará siguiendo los criterios descriptos en la
Tabla 4 (habla – articulación). En el caso de tartamudez muy grave, se asignaría una discapacidad
de Grado II B (24 – 35%) de Discapacidad para la C.V.
- Las disartrias son alteraciones del habla debidas a trastornos del control neuromuscular de
los mecanismos de expresión del lenguaje. La lesión puede por tanto estar a nivel del Sistema
nervioso, Sistema nervioso periférico o en el propio músculo.
- La valoraciópn de la disartria estará ligada al carácter de la lesión neuromuscular que la
originó. Así, en lesiones no evolutivas, secuelas de TCE, secuelas de ACVA, etc., podrá hacerse
una valoración provisional una vez pasada la fase aguda, pero la valoración definitiva se efectuará
tras un año de evolución.
- Sin embargo, las disartrias secundarias a enfermedades neurológicas progresivas o
degenerativas (esclerosis múltiple, ELA, Parkinson, etc.), exigen una valoración periódica o tras
cada nuevo episodio de reagudización.
- En todos estos casos en que el trastorno del lenguaje sea un síntoma más dentro de un
síndrome neurológico, la valoración se hará según lo especificado en el capítulo Sistema Nervioso.
- El tratamiento rehabilitador en las disartrias sólo compensa parcialmente, pudiendo ser
suficiente la aplicación del mismo durante seis meses para proceder a la valoración de
discapacidad permanente.
DISGLOSIAS
La discapacidad para la comunicación verbal en los trastornos del desarrollo del lenguaje debe
valorarse conforme a los criterios expuestos en el Capítulo “RETARDOS MENTALES,
TRASTORNO DEL DESARROLLO, DEL COMPORTAMIENTO Y DE LAS EMOCIONES”.
A continuación se incluyen las Tablas que deben manejarse para la valoración de las restantes
discapacidades para la comunicación verbal.
Clase II 26 - 40%
Limitación MODERADA
• Pérdida de la fluidez del habla sin limitación significativa de su forma de expresión.
Puede tener dificultad para encontrar la palabra adecuada, el discurso puede ser impreciso y a la
vez la articulación lenta torpe y distorsionada. Se hace difícil la intelegibilidad en ambientes
ruidosos.
• La dificultad de compresión se hacen patentes. Los problemas pueden ser compensados
con la ayuda de un interlocutor o diferentes estrategias utilizadas por el paciente.
• La escritura se limita a una o mas frases o consigna una lista extensa (cinco o más) de
palabras de significado.
• Muestra dificultad de compresión en lectura de oraciones simples.
Entendemos a las “buenas prácticas” como las relaciones entre las personas que conviven a diario
en la sociedad que constituimos. Las “buenas prácticas”, bajo este entendido, tienen que ver con
los vínculos sociales, con el contacto diario que desarrollamos indispensablemente para nuestra
vida en sociedad. Vínculos que establecemos con personas a las que estamos muy cercanos/as:
familia, amistades, compañeros/as de trabajo, de estudio. Así como con personas desconocidas en
nuestra vida privada, eventuales o circunstanciales, transeúntes con quienes compartimos un
mismo espacio urbano, un mismo servicio, un mismo transporte colectivo, espacios públicos de
ocio. De aquí que lo que entendamos por “buenas prácticas” tendrá un grado de condicionamiento
respecto a las pautas que cada sociedad ha venido construyendo e instaurando para su
organización y funcionamiento micro, cotidiano.
A modo de realizar un rápido recorrido por las diversas vías y formas de comunicación, las mismas
pueden ser agrupadas básicamente en tres: medios escritos, medios auditivos y medios visuales.
Todos ellos pueden encontrarse conjuntamente en una sola vía de trasmisión del mensaje, o por
separado.
Para cualquiera de los casos es imprescindible que en una comunicación inclusiva se tenga en
cuenta cómo se nombra a las personas con discapacidad:
La interpretación en LSU no es ni puede ser textual, sino que es una representación conceptual del
contenido del mensaje, del diálogo que se está estableciendo. El/la intérprete necesita tiempo y
detalles para lograr trasmitir con exactitud ese contenido.
Se representa una entrevista entre dos personas sentadas una persona sorda... y un periodista,
éste dirige el micrófono al entrevistado. Se ven 3 personas sentadas, la persona entrevistada junto
a su intérprete y el periodista ubicado frente a estas dos personas, el micrófono del periodista va
dirigido hacia el/la intérprete, aunque su mirada va dirigida al entrevistado.)
• Si se reúne con una persona con hipoacúsia (pérdida auditiva parcial), pregúntele dónde sería
mejor que se ubique.
• Si hay varias personas en la reunión es necesario sentarse en semicírculo para que la persona
tenga visión de todas las demás y pueda saber quién está hablando.
• Si la persona realiza lectura labial mírela directamente y háblele de manera natural y clara.
Asegúrese de que la persona está comprendiendo el mensaje. Recuerde que no todas las
personas realizan lectura labial.
• No es necesario levantar la voz, a no ser que la persona solicite que se le hable más fuerte.
• Sea expresivo/a al hablar ya que los movimientos faciales y corporales ayudarán a la persona a
comprenderlo. Especialmente si el/la interlocutor/a tiene barba o bigote.
Una consideración sumamente importante para las personas sordas o hipoacúsicas es que la
iluminación debe permitir una buena visibilidad del entorno. Una iluminación intensa no permite la
visión necesaria como para realizar una correcta lectura labial y/o de la interpretación en LSU.
• Verifique que ha comprendido lo que le quiere trasmitir. • Asegúrese de que entendió el mensaje
correctamente.
• Por el contrario, si usted no entiende, pida que la persona repita lo que quiere trasmitir.
Existe la creencia errónea de que las personas en situación de discapacidad auditiva pueden
escribir y leer con facilidad. Esto no es así para todos los casos. El español escrito para las
personas sordas es su segunda lengua. No tiene que ver con su capacidad de aprendizaje, sino
con el manejo de una segunda lengua. La LSU es la primera lengua de la persona sorda y así lo
reconoce la legislación de nuestro país.
Existe la creencia errónea de que las personas en situación de discapacidad visual tienen mayor
capacidad a nivel de oído, tacto o de memoria, cuando lo que en realidad sucede es que optimiza
la información recibida de los demás sentidos.
Limitación en la producción del lenguaje oral:
• Tenga presente que el tiempo, el ritmo y la pronunciación son distintos.
• Si no comprende lo que le dice, hágaselo saber para que lo repita o lo comunique de forma
alternativa.
• Realice preguntas cortas y que requieran respuestas cortas.
• Es muy importante el manejo del tiempo en la comunicación. Mantener su atención, sosteniendo
la mirada ante la espera de la respuesta.
• La dificultad es en el habla, no es cognitiva; por tanto no está comprometida su capacidad para
responder.