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IMPLANTACION DE LA ESTRATEGIA

Implantar una Estrategia es un concepto asociado a la Acción. No se trata de diseñar


grandes estrategias que no vamos a ser capaces de implantar. El diseño de la estrategia ha
de ir encaminado a su ejecución y, por tanto, tener en cuenta todos los aspectos internos
relevantes de la organización. Siempre dará mejor resultado diseñar una estrategia no tan
brillante pero 100% ejecutable.

Si definir la estrategia tiene su complejidad, su implantación no suele ser más fácil. Las
barreras habituales que nos encontramos son:

Foco. ¿Está la organización alineada con la estrategia? ¿Tenemos medidas para medir el
grado de implantación de la estrategia?
Recursos. ¿Dedicamos los recursos necesarios? ¿Estamos realizando planes de
adaptación en toda la compañía?
Operaciones. ¿Las operaciones de la compañía soportan la estrategia? ¿Los procesos
claves dan, realmente, valor al cliente?
Equipo. ¿Conoce y entiende la estrategia? ¿Tiene capacidades para conseguirla y
predisposición para implantarla?
Información. ¿Tenemos la información adecuada para tomar buenas decisiones? ¿La
infraestructura informática soporta la estrategia definida?
Para asegurar una eficaz y rápida implantación de la estrategia, en nuestros proyectos
aplicamos una metodología basada en la utilización de los mapas estratégicos (Kaplan y
Norton) con los siguientes apartados:
Revisión DAFO y clarificación estratégica. Inicialmente, retomamos las conclusiones
de la definición estratégica y del DAFO / SWOT (debilidades, amenazas, fortalezas y
oportunidades) con el objeto de asegurar que el enfoque es el adecuado y no se requiere
una reformulación de la estrategia.
Creación del Mapa estratégico. Se basa en definir los objetivos estratégicos clave. Es
importante estructurar el mapa incluyendo, como punto de partida, la misión de la
compañía (objetivo a largo plazo) y definir los objetivos estratégicos bajo cuatro
perspectivas que aseguran la implantación de la estrategia en todos sus aspectos:
financiera, cliente, procesos y recursos.
Cuadro de Mando. Es la herramienta que utilizamos para medir el avance del proceso
de implantación. En el cuadro de mando determinamos los indicadores más relevantes y
sus metas para cada uno de los objetivos estratégicos clave con lo que aseguramos un
camino convergente en el proceso de implantación de la estrategia.
Iniciativas. Para conseguir los objetivos estratégicos clave deberemos realizar una serie
de iniciativas y acciones concretas. El éxito de estos objetivos vendrá condicionado por
la correcta ejecución de éstas. Por tanto, es importante tener en cuenta, por una parte, que
se deberán poner a disposición unos recursos financieros; dedicación del equipo humano;
infraestructura; equipos informáticos, etc. y, por otra parte, se deberá llevar un control de
su ejecución y su interrelación con otras iniciativas mediante alguna herramienta
tipo pert.
El proceso de evaluación y selección de estrategias

En el proceso de dirección estratégica clásico, una vez fijados la misión y los objetivos
de la empresa, y tras analizar su contexto externo e interno, se plantean las distintas
opciones estratégicas disponibles tanto en el ámbito corporativo como de negocio. En
este punto, a la empresa se le presenta la necesidad de elegir una de las alternativas
identificadas, para su adopción y puesta en marcha.

Esta decisión es especialmente relevante, ya que implica optar por una estrategia y
descartar, en la mayoría de los casos, otras estrategias. En general, podemos decir que a
partir de este punto comienza la implantación o puesta en marcha de la estrategia, y rara
vez es posible una vuelta atrás modificando la decisión que ha sido adoptada. Por tanto,
en este momento la empresa empieza a desarrollar el futuro y a tener éxito o fracaso en
su actuación.

De todo lo anterior se deduce la importancia que debe darse al proceso de evaluación y


selección de estrategias, que es un paso esencial en el proceso de dirección de una
empresa (Rumelt, 1993, pág. 61). El problema con el que nos encontramos es la dificultad
para establecer un proceso racional para elegir la opción estratégica adecuada, debido
tanto a la complejidad de la propia decisión como a la gran incertidumbre de futuro que
la rodea. Por ello, en este módulo vamos a tratar de recoger y analizar algunas
consideraciones que ayuden a los decisores, la alta dirección de las empresas, a dotar de
racionalidad este proceso.

Sin embargo, en el panorama empresarial actual, las decisiones no siempre obedecen a


criterios de racionalidad económica y estratégica, sino también a otros factores no tan
racionales, tales como las creencias subjetivas o la intuición del empresario, los intereses
y motivaciones implícitos de los directivos, las relaciones de poder de los distintos grupos
que participan en la organización, o incluso factores más aleatorios como la moda de la
estrategia del momento o, en cierta medida, el azar. La existencia de estos factores "no
racionales" también debe ser tenida en cuenta.

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