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FACULTAD DE INGENIERÍA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE INGENIERÍA


INDUSTRIAL

INFORME
“La interculturalidad en el Peru”

AUTOR:
GARCIA ALVITES, Miguel Angel

ASESOR:

CASTILLO GARCIA, Arnaldo Justo

Huaraz – Perú

2018
UNIVERSIDAD CÉSAR VALLEJO
FACULTAD DE INGENIERÍA
ESCUELA DE INGENIERÍA INDUSTRIAL
FILOSOFIA

ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………………………………………..3

II. ARGUMENTACIÓN……………………………………………………………………………………………………………….4
III. CONCLUSIONES………………………………………………………………………………………………………………….13

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………………………………………………………....14

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I. INTRODUCCIÓN
La importancia de la interculturalidad tanto en América Latina y en el Perú, llega a ocupar un
lugar muy importante, porque gran cantidad de su población pertenece a la raza indígena y por
lo tanto se reconoce su inclusión en la sociedad de cada país a través de las cuales se afirman
conductas éticas sustentadas en valores democráticos, que se expresan en el respeto de los
principios del derecho, de la responsabilidad individual y social; así como a la reflexión sobre las
vivencias relacionadas con la espiritualidad y trascendencia.

¿Qué es interculturalidad?

La interculturalidad se refiere a la interacción entre culturas, de una forma respetuosa, donde


se concibe que ningún grupo cultural esté por encima del otro, favoreciendo en todo momento
la integración y convivencia entre culturas. En las relaciones interculturales se establece una
relación basada en el respeto a la diversidad y el enriquecimiento mutuo; sin embargo no es un
proceso exento de conflictos, estos se resuelven mediante el respeto, el diálogo, la escucha
mutua, la concertación y la unión. Es importante aclarar que la interculturalidad no se ocupa tan
solo de la interacción que ocurre, por ejemplo, entre un chino y un boliviano, sino además la
que sucede entre un hombre y una mujer, un niño y un anciano, un rico y un pobre, etc.

Por todo ello, nos parece más provechoso dejar de lado ese término para centrarnos en lo que
realmente importa: el estudio de las transformaciones que ocurren en nosotros y que
compartimos con otros al entrar en contacto permanente con personas y grupos que suelen
expresarse, actuar, pensar o sentir de modo distinto al que acostumbramos. Lo importante es
entender de qué manera en el contacto cotidiano entre grupos de orígenes históricos distintos,
ocurren las transformaciones sociales y cómo van de la mano con cambios en las mentalidades,
en los universos simbólicos, en el imaginario de las personas, en sus maneras de sentir y percibir
el mundo y, en especial, en sus maneras de acercarse y enfrentar situaciones nuevas, de
relacionarse con datos culturales distintos a los propios. En este sentido, el mundo andino se ha
caracterizado siempre por una gran diversidad cultural.

Ahora bien, puede ser, muy variada la actitud frente a la diversidad cultural y a las consiguientes
relaciones interculturales en las que uno se encuentra sumergido. Por ejemplo, es posible que
ciertas influencias no sean reconocidas e incluso sean rechazadas. El reconocimiento,
desconocimiento o rechazo de influencias culturales depende, del prestigio que está
socialmente asociado a cada uno de los ámbitos culturales. Pensemos cuánto de influencia
andina habrá en la cultura criolla del Perú, aunque no se la quiera admitir. Es de esperar que
cada persona tienda a reconocer y valorar dentro de sí misma las influencias culturales. Este
proceso es complejo, y depende incluso en parte del contexto en el que se encuentre la persona,
interesa señalar que existen influencias que, pese a no ser reconocidas, actúan eficazmente en
el comportamiento individual o colectivo.

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II. DESARROLLO
Más allá de la existencia de las relaciones interculturales, la interculturalidad puede tomarse
como principio normativo. Entendida de ese modo, la interculturalidad implica la actitud de
asumir positivamente la situación de diversidad cultural en la que uno se encuentra. Se convierte
así en principio orientador de la vivencia personal en el plano individual y el principio de los
procesos sociales en el plano axiológico social. El asumir la interculturalidad como principio
normativo en esos dos aspectos individual y social constituye un importante reto para un
proyecto educativo moderno en un mundo en el que la multiplicidad cultural se vuelve cada vez
más inevitable e intensa.

En el nivel individual, nos referimos a la actitud de uno mismo y en forma práctica las diversas
influencias culturales a las que podemos estar expuestos, a veces contradictorias entre sí,
siempre fáciles de armonizar. Esto supone que la persona en situación de interculturalidad,
reconoce conscientemente las diversas influencias y valora y aquilata todas. Obviamente,
surgen problemas al intentar procesar las múltiples influencias, pero al hacerlo de modo más
consciente, tal vez se facilita un proceso que se inicia de todos modos al interior de la persona.

La interculturalidad como principio orienta también procesos sociales que intentan construir
sobre la base del reconocimiento del derecho a la diversidad contra todas las formas de
discriminación y desigualdad social, relaciones dialógicas y equitativas entre los miembros de
universos culturales diferentes. ZUÑIGA, menciona que "posee carácter desiderativo; rige el
proceso y es a la vez un proceso social no acabado sino más bien permanente, en el cual debe
haber una deliberada intención de relación dialógica, democrática entre los miembros de las
culturas involucradas en él y no únicamente la coexistencia o contacto inconsciente entre ellos.
Esta sería la condición para que el proceso sea calificado de intercultural".

En este sentido, la interculturalidad es fundamental para la construcción de una sociedad


democrática, puesto que las diferentes culturas que por ella se rijan, convendrán en
encontrarse, conocerse y comprenderse. El asumir así plenamente la interculturalidad implica
confiar en que es posible construir relaciones más racionales entre los seres humanos,
respetando sus diferencias. EL mundo contemporáneo cada vez más intercomunicado, es
también un mundo cada vez más intercultural como situación de hecho en el que, sin embargo,
pocas culturas disponen de la mayor cantidad de recursos para difundir su prestigio y
desarrollarse. Es decir, vivimos en un mundo intercultural en el que tiende a imponerse una sola
voz: la apuesta por la interculturalidad como principio se opone radicalmente a esa tendencia
homogenizante, culturalmente empobrecedora.

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En América Latina las más importantes o quizá visibles modificaciones normativas han ocurrido
en las legislaciones de educación y cultura, dejando desarticulados los espacios relativos a los
derechos estratégicos de los pueblos respecto a la territorialidad o a la tierra y el acceso, en
condiciones de equidad y respeto a sus peculiaridades, a los servicios y necesidades
fundamentales: capital, crédito, tecnología, control de la cadena productiva y de circulación,
poder jurisdiccional, gobierno y gobernabilidad local, espiritualidad, salud, etc.
Pese a la diversidad y singularidad de los movimientos étnicos, existe un denominador común
en todos ellos: sea por la impugnación sea por la negociación o por las dos vías, si en un
momento dado es necesario, sus demandas tienen que ver con la reorganización misma del
poder en las sociedades locales, regionales e incluso nacionales. Estas reelaboraciones políticas,
el modo de organizar las relaciones sociales, económicas y culturales, tienen, claro está, un valor
simbólico, pero también un valor operacional y práctico porque se constituyen en alternativas
distintas a las normadas y están al servicio de la redefinición de la participación en el poder
político. Impugnación y concertación son complementarias y se definen por el contexto y la
coyuntura. Y cada uno de estos campos de acción se constituye en los frentes de lucha del
movimiento popular.

Según un estudio realizado el año 2005, el país latinoamericano que más preocupa en términos
de cultura social autoritaria y de ilegitimidad del sistema democrático es el Perú. Al parecer, los
peruanos preferimos el orden al ejercicio de las libertades, de ahí la demanda social de
liderazgos personalizados fuertes que ofrecen orden y disciplina. La educación no ha hecho nada
significativo para erradicar el autoritarismo como cultura social. Si no priorizamos la educación
ciudadana en la educación pública, el retroceso continuará, la gobernabilidad democrática será
cada vez más frágil y la institucionalización del país seguirá siendo una retórica sin contenido.

El estado actual de la cultura ciudadana y de la legitimidad del sistema democrático en el Perú


es deplorable. Y si comparamos estos fenómenos con los otros países de la región el panorama
es bastante preocupante. Frente a la "cultura autoritaria instalada en el sentido común", ¿qué
podemos y qué debemos hacer? Una primera posibilidad es ajustarnos a estas expectativas y
empezar a ofrecer una educación conservadora que refuerce los prejuicios existentes. De no ser
atacada desde sus raíces la cultura social, el autoritarismo social seguirá creciendo y la
legitimidad social de las opciones políticas autoritarias irá en aumento.

Si las prácticas democráticas de resolución de conflictos vía deliberación en común están


ausentes en el día a día de la vida escolar, los educandos incorporarán los hábitos autoritarios
que encuentran e internalizarán los valores antidemocráticos que la cultura de la escuela les
inculca.

La noción de "mestizaje cultural" ha tenido cierto éxito en el Perú al buscar dar cuenta del
encuentro -o del choque si se prefiere- de las culturas autóctonas con la de los colonizadores
españoles. Tal vez el término pueda seguir siendo interesante para expresar la voluntad de
quienes, desde tradiciones étnicas y culturales diversas, buscan construir un terreno común de
entendimiento. Sin embargo, expondremos ahora varias razones que nos hacen pensar que en
la actualidad su uso no es muy conveniente.

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El término se deriva de la simplificación extrema operada por la gran división colonial,


jerarquizante y excluyente, entre "indios" y "españoles", supuestamente reconciliados en el
"mestizaje". Se pasa así alegremente por alto la gran riqueza de la multiplicidad cultural. Se
confunde además en una sola categoría realidades culturales muy distintas (por ejemplo no es
igual el "mestizo" de las antiguas ciudades coloniales que el "indio" que ha adquirido hábitos
urbanos). Y finalmente, la noción de "mestizaje cultural", aunque construida a base de las
categorías coloniales, tiende a eliminar la percepción de la relación de dominación propia de la
situación colonial y heredada de ella. Es decir tiende a suponer armonía entre todos, dejando
de lado la desigualdad real de condiciones de los grupos sociales y étnicos, en el acceso a los
recursos culturales ajenos y en las posibilidades de desarrollo y difusión de los propios.

En términos más teóricos, se critica también esta noción porque como lo señalara Fernando
Fuenzalida (1992) trata las culturas como si fueran entidades corpóreas con capacidad de
mezclarse de modo similar a los seres orgánicos. Para nosotros, en cambio, la cultura no tiene
existencia en sí misma, sino que se refiere a actitudes acostumbradas y a maneras de ser
compartidas (dimensión social) de las personas en concreto (dimensión individual). Por esta
razón, en el mejor de los casos, podría hablarse de "mestizaje" en un sentido metafórico, pero
es una metáfora que, lejos de ayudar a entender la realidad, más bien conduce a confundirla.

Por todo ello, nos parece más provechoso dejar de lado ese término para centrarnos en lo que
realmente importa: el estudio de las transformaciones que ocurren en nosotros y que
compartimos con otros al entrar en contacto permanente con personas y grupos que suelen
expresarse, actuar, pensar o sentir de modo distinto al que acostumbramos.

Lo importante es entender de qué manera, en el contacto cotidiano entre grupos de orígenes


históricos distintos, ocurren las transformaciones sociales y cómo van de la mano con cambios
en las mentalidades, en los universos simbólicos, en el imaginario de las personas, en sus
maneras de sentir y percibir el mundo y, en especial, en sus maneras de adaptarse y enfrentar
situaciones nuevas, de relacionarse con datos culturales distintos a los propios

Desde hace aproximadamente diez años, se hace un seguimiento sostenido sobre el estado de
la ciudadanía y la evolución de los grados de apoyo y de satisfacción con la democracia en un
conjunto de países latinoamericanos, entre ellos el Perú.

El informe del 2005 hace un sugerente balance comparativo de la evolución de los grados de
apoyo y satisfacción con la democracia en América Latina durante los últimos diez años. El Perú
es el país que más preocupa en términos de cultura social autoritaria y de ilegitimidad del
sistema democrático. Independientemente de los éxitos macroeconómicos, que hasta ahora no
han tenido ningún efecto significativo en términos de reducción de la pobreza. En general los
datos del Perú son muy preocupantes por el impacto negativo que está teniendo en la cultura
política y cívica.

Podemos decir enfáticamente que en términos de cultura política y cultura cívica, no sólo hemos
"experimentado un grave retroceso en los últimos años, sino que somos el país que más ha
retrocedido en toda la región. Este retroceso se evidencia: primero, en el hecho de que en
nuestro país -a diferencia de los otros países de la región el índice de "apoyo a la democracia"

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ha descendido 18 puntos (de 63 % en 1996 a 45 % en el 2004 %) el índice de descenso más alto


de la región-, y que tengamos el índice más bajo en AL de satisfacción con la democracia (7 %,
nos sigue luego Paraguay con 13 % , Ecuador con 14 % y Bolivia con 16 %).

La diversidad cultural no es un problema. Puede ser más bien, como decía Basadre del Perú, una
posibilidad. El problema no está en la diversidad misma sino en la manera de percibirla. Es decir:
el problema es considerarla un problema. Es frecuente la comparación con países europeos,
asiáticos o incluso latinoamericanos (Chile o Argentina por ejemplo), para mantener esa
afirmación. Curiosamente la referencia a los Estados Unidos debería abrirnos a otra percepción:
un país de inmigrantes de orígenes tan diversos como Estados Unidos fue capaz de convertirse
en el país más poderoso del planeta.

Obviamente, detrás de esta percepción, asoma claramente el racismo que percibe la diversidad
y el "problema" solo ante una población no "blanca". Somos así tributarios de una construcción
ideológica que creó lo "occidental" y lo "blanco" a lo largo de la historia de la colonización
europea y al servicio de ella.

La percepción de la diversidad cultural como un problema va a la par con el hábito compartido


de ubicar a las personas dentro de una escala valorativa de prestigio social de acuerdo a los
rasgos que ostentan y que las diferencian de otras. Para señalar solamente el caso más patente,
el tener la piel clara y hablar el castellano ubica a las personas "espontáneamente" por encima
de quienes tienen la tez oscura y hablan quechua. No solo el poder y la riqueza se asocian más
fácilmente con los primeros, sino también la belleza y la bondad.

Los cánones de belleza son particularmente rígidos en una sociedad que pone en la escala más
alta la nariz respingada y el cabello rubio y desprecia el color oscuro o la nariz aguileña. De los
patrones estéticos se pasa fácilmente al juicio sobre los valores morales de las personas: un
muchacho "guapo", joven y vestido con elegancia de revista, será normalmente creído más
fácilmente que un moreno viejo y andrajoso.

El luchar contra estos prejuicios no es fácil porque los hemos internalizado profundamente y
porque son compartidos por todos. En especial son patrones internalizados también por quienes
se encuentran desfavorecidos por el estereotipo y se lamentan por no poseer los rasgos (físicos
y culturales) que les darían prestigio en la sociedad. Desarrollan entonces una actitud ambigua:
por un lado, frustración y hasta desprecio por los propios rasgos, con la ambición de acceder por
lo menos parcialmente al modelo de mayor prestigio (véanse por ejemplo los tratamientos de
belleza, que aspiran a acercarnos al ideal de belleza reconocido), y por otro lado, odio oculto y
reprimido hacia ese modelo que se sabe inalcanzable.

Una manera de luchar contra esta realidad es buscando invertir el valor atribuido al estereotipo:
convertir en positivos los rasgos despreciados. Una buena expresión de esa actitud se vio en el
movimiento negro en Estados Unidos al reivindicar la negritud bajo el lema "black is beautiful"
(lo negro es hermoso). Esa es en general la actitud de los movimientos étnicos, como es el caso
del indigenismo en nuestros países latinoamericanos. El buscar afirmar identidad de ese modo
permite sin duda desarrollar la autoestima de las personas, combatiendo antiguos sentimientos
de inferioridad, pero deben estudiarse el costo y los peligros de esa manera de enfrentar el
problema.

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Por un lado, no desaparece fácilmente la ambigüedad con respecto a las marcas del poder
identificado en términos étnicos: la oposición radical muestra la fuerza de atracción que sigue
teniendo el modelo dominante para los oponentes. Por otro lado, la perspectiva sigue
concediendo pertinencia a estos rasgos étnicos (que siguen apareciendo como realidades
naturales aunque no lo olvidemos son construcciones sociales) y por tanto acepta reglas del
juego originadas en la relación colonial

 El contexto

La diversidad etnolingüística y cultural peruana es un hecho socialmente reconocido desde


hace al menos dos décadas. El rostro multilingüe del Perú nos remite a la existencia de
minorías y mayorías étnicas de diferentes troncos sociolingüísticos. Sin embargo, es en el
escenario de la civilización andina donde han ocurrido las experiencias precursoras de
educación bilingüe. De hecho, como en Ecuador y Bolivia, la educación bilingüe se remonta
a la década de los cuarenta en la escuela puneña.41 De modo más sistemático y ya en los
años setenta, surgieron valiosas experiencias en la región andina, y ya en la década de los
ochenta también en la región de la selva amazónica.

 El marco normativo

La Constitución Política del Perú, como otras de la subregión, reconoce la igualdad ante la
ley de todos los peruanos así como a la identidad étnica y cultural:
A la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo,
idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole. A su identidad
étnica y cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación.
Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un
intérprete.

En cuanto a los derechos educativos, el Estado peruano reconoce el derecho a una


educación que respete la identidad (título I, De la persona y de la sociedad, cap. II, De los
derechos sociales y económicos, art. 15) y reconoce como personas jurídicas a las
comunidades campesinas y a las comunidades nativas, con su propia identidad cultural
(título III, Del régimen económico, cap. VI, Del régimen agrario y de las comunidades
campesinas y nativas, art. 89)

En materia de educación bilingüe declara: Así mismo fomenta la educación bilingüe e


intercultural, según las características de cada zona. Preserva las diversas manifestaciones
culturales y lingüísticas del país. Promueve la integración nacional. (Título I, De la persona
y de la sociedad, cap. II, De los derechos sociales y económicos).

Respecto al estatuto de oficialización de algunas lenguas nacionales la Constitución señala:


Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el
quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley. (Título II, Del Estado y la
Nación, cap. I, Del Estado, la Nación y el Territorio, art. 48).

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El caso peruano respecto a la oficialización de las lenguas vernáculas es uno de los más
paradigmáticos y muestra hasta qué punto iniciativas democráticas que vienen desde el
Estado, cuando no existe el suficiente apoyo político de las bases sociales, pueden caer en
el vacío. Ya en 1972 el gobierno «revolucionario» peruano tomó la iniciativa de la
oficialización del quechua y, como vimos, tal precepto se repite en la Constitución de 1993.
Así mismo, el gobierno militar de los 70 creó los dispositivos institucionales para promover
no sólo el desarrollo de esta lengua andina mayoritaria, sino para sentar las bases de una
educación bilingüe innovadora, reconociendo la idiosincrasia cultural de un Perú
multilingüe y multicultural.

Por su parte, el mundo académico impulsó procesos de investigación y de formación de


recursos humanos sin precedentes en los países andinos de la subregión. Muchas nociones
de la sociolingüística latino-americana y de la antropología andina se forjaron a la luz de
pensadores vinculados con la Universidad de San Marcos y con el Instituto de Estudios
peruanos. Sin embargo, la participación indígena fue prácticamente inexistente y los
larvados prejuicios sobre las formas culturales del altiplano funcionaron una vez más para
desdeñar y dejar morir la iniciativa de oficialización del quechua y las experiencias de EBI
impulsadas por la Universidad.

El llamado Plan de Fomento Lingüístico, por ejemplo, emprendió la tarea de describir las
variantes del quechua y el quichua, y los estudios comparativos de las lenguas andinas
dieron lugar a la creación de estudios descriptivos y filológicos que, en los ochenta,
contribuyeron al desarrollo de la lingüística andina.

Hace 20 años, en 1976, y en la misma región de Puno, con apoyo de la GTZ, el Ministerio de
Educación emprendió un programa de escuela primaria en quechua y en aimara. En el
marco de dicho programa se desarrolló el concepto de EBI, germen de la propuesta que, a
inicios de los noventa, impulsaba la «interculturalidad para todos».

Los conocidos acontecimientos políticos derivados de la presencia de Sendero Luminoso en


todo el Perú y particularmente en el sur andino donde, por así decirlo, se acumulaban las
experiencias de EBI, terminaron por crear un clima inseguro para estas experiencias. La
política oficial, a su vez, restringió la educación pública con esta modalidad y fueron las
ONGs y las iglesias las que asumieron la responsabilidad de continuar con las experiencias
educativas de EBI.

La Dirección General de Educación Bilingüe, DIGEBIL, es reemplazada en la actualidad por


una Oficina de Educación Bilingüe. Para el Ministerio de Educación la EBI es la modalidad
adecuada para la población indígena. Conceptualmente se reconoce que es necesaria la
constitución de una escuela que reconozca la diversidad y sea culturalmente pertinente.

La interculturalidad que a veces se antepone al bilingüismo (EIB) se entiende como un


intercambio equitativo que propicia relaciones dialógicas y supone, además, un
enriquecimiento y la posibilidad de transferencias mutuas entre las culturas. El país se
reconoce como plurilingüístico y pluricultural.

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 Políticas y estrategias para la Educación Intercultural Bilingüe EIB

Las estrategias impulsadas por el Ministerio de Educación, en concordancia con otras


políticas públicas, incluso expresadas en la Constitución, son las de la descentralización y la
modernización.

La formación de los docentes bilingües estará a cargo de 4 institutos pedagógicos de EBI,


que en Perú tienen nivel universitario. Y es de destacar aquí que en Iquitos, para una decena
de lenguas de selva, y en Puno, para las dos lenguas andinas, existen planes universitarios
que ofrecen programas de formación de recursos humanos para la EIB.
Principales problemas y avances

Quizá uno de los principales problemas actuales es la falta de apoyo político a la EBI estatal,
pero igualmente la falta de participación de las organizaciones indígenas. Además, existe
por parte de los maestros un rechazo a la formación en educación bilingüe en los institutos
pedagógicos, tal vez por falta de difusión de las innovaciones y quizá también por el temor
de los maestros de responder a algo que desconocen, aunque sean bilingües. Según fuentes
oficiales, el Ministerio no responde a toda la demanda (sólo cubre un 15% de la misma).

Los avances más significativos, como se ha subrayado previamente, son el apoyo de las
ONG al desarrollo de experiencias locales, y el hecho de que la EIB peruana parte de y tiene
la posibilidad de ampliar su cobertura a partir de experiencias propias. Así mismo, la
aportación académica que ha contribuido al desarrollo de las ideas, especialmente en
Ecuador y Bolivia.

Estos son algunos de los países en Latinoamérica que han empezado a tomar acciones en
favor de la interculturalidad.

 De educación bilingüe a educación bilingüe intercultural: el reconocimiento de la


diversidad cultural en la educación

Lo que podríamos considerar una primera instancia de reconocimiento "oficial" de nuestra


diversidad, por tanto base para la emisión de políticas que respondan a ella, se ha originado
siempre en las capas intelectuales, las que en unos momentos más que en otros han llegado
a influir en los círculos de decisión política y en la promulgación de dispositivos legales, el
efectivo reconocimiento oficial, los que infelizmente no han alcanzado hasta el momento
mayor repercusión en la sociedad nacional.

Los primeros indicios de las exigencias educativas que emanan de la diversidad cultural de
nuestro país se dieron en las, José Carlos Mariátegui y Luis E. Valcárcel. Conjuntamente con
las necesidades de orden étnico y cultural, ellos percibieron agudamente las necesidades
socioeconómicas de las poblaciones quechuas y aimaras. Por esta razón, Mariátegui postula
que el problema del indio en el Perú es el problema de la tierra. Valcárcel, desde su rol de

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educador, plantea el funcionamiento de Núcleos Escolares Campesinos que ofrecieran una


educación integral a los niños, con un componente laboral, agropecuario y técnico.

Las implicancias que debería tener en el sistema educativo la diversidad cultural de origen
étnico y lingüístico fueron señaladas por los estudiosos de las nacientes ciencias sociales en
el país en la "Mesa Redonda sobre el Monolingüismo Quechua y Aymara y la Educación en
el Perú" convocada por José María Arguedas, Director de la Casa de la Cultura en 1963. La
especial preocupación de Arguedas por la valoración de la cultura andina es por todo
conocido. Las recomendaciones dadas en esa reunión sobre la necesidad de tener en
cuenta las lenguas y culturas involucradas en un proceso educativo tardaron casi una
década para llegar a formar parte de la Política

En lo que a nosotros nos concierne, no hemos hecho nada significativo desde la educación
para erradicar el autoritarismo como cultura social y para Sentar las bases de una cultura
cívica y ciudadana que le dé legitimidad y sustento a la democracia incipiente que tenemos.

Ni la deliberación pública ni la participación política son hábitos sociales, y la tolerancia ni


el respeto a las diferencias son virtudes públicas. Se entiende que las virtudes de la vida
pública se deberían aprender en los espacios de socialización secundaria, y de manera
privilegiada en la escuela. Pero para ello habría que transformar la cultura de las escuelas y
hacer de ellas espacios privilegiados de formación ciudadana.

Pero si persistimos en no hacer de la educación ciudadana la columna vertebral de la


educación pública, la involución de la ciudadanía y la praxis de la anti política continuarán
en ascenso. Y es que en educación no hay estancamientos, o se avanza o se retrocede. Si
no se implementan procesos formativos que integren a las culturas, los procesos
reformativos no se detienen.

La identidad cultural se afirma, desde los primeros años de vida, con la comunicación a
través de la lengua materna, porque ésta expresa la cosmovisión de la cultura a la que es
estudiante pertenece. El dominio de la lengua, aprendida desde la infancia, posibilita el
desarrollo de la función simbólica de la que se vale el pensamiento para representar la
realidad y comunicarla a través del lenguaje.

Las instituciones educativas fomentan una educación intercultural para todos


contribuyendo a la afirmación de la identidad personal y social del estudiante como parte
de una comunidad familiar escolar, local, regional, nacional, latinoamericana y mundial.
Esta es la condición para que el estudiante comprenda la realidad en la que vive, se sienta
parte importante de ella y construya relaciones equitativas entre hombres y mujeres.

La gran tarea a futuro que nos concierne a todos es la de construir políticas de Estado
auténticas, es decir, desde abajo. Y para ello tenemos que aprender a partir del
reconocimiento de la diversidad cultural y del pluralismo político que nos conforma como
el punto de partida de los consensos a largo plazo que aún no hemos sabido construir en el
país.

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En las sociedades pluriculturales como la nuestra, la construcción de consensos


interculturales es la base de la gobernabilidad democrática sobre la que se erige la
posibilidad del desarrollo humano como realidad tangible. Sin gobernabilidad no hay
desarrollo humano. La verdadera gobernabilidad se logra generando procesos amplios de
consulta y deliberación pública inclusivas de la pluralidad política y la diversidad cultural.

La deliberación pública sobre los asuntos públicos es la esencia de la democracia Deliberar


es construir dialógicamente soluciones compartidas a problemas comunes. La deliberación
es el punto de partida de la praxis política basada en el debate racional y la concertación de
voluntades; es la negación de la violencia como medio para solucionar problemas.

La participación y el buen gobierno presuponen una cultura política intercultural común y


una ética de la responsabilidad compartida que es preciso construir en el día a día, en el
aula, en la escuela, en la universidad, etc. Para que los canales institucionalizados de
participación y deliberación pública funcionen como debe ser, se requiere instalar hábitos
sociales de participación ciudadana. Se requiere la formación de una cultura política pública
que sea transcultural, es decir, que incorpore y no censure las diversas maneras
culturalmente diferenciadas de entender el buen gobierno.

Pero sólo desde Estados multiculturales inclusivos de la diversidad es posible impulsar


procesos sociales significativos de educación ciudadana intercultural para todos. Los
Estados nacionales mono culturales colocan y están destinados a colocar, por ideología, la
educación ciudadana intercultural como un tema marginal de la educación pública,
prescindible, descartable. Esto quiere decir que el cambio cultural que nuestro país
requiere involucra un cambio de modelo de Estado, no sólo la descentralización la cual ya
tenemos, implica su modificación sustancial. Pero el Estado nacional moderno no tiene -en
este campo- capacidad de auto transformación. Esto es tarea de los movimientos sociales,
es el gran reto de la sociedad civil en las sociedades pluriculturales y por qué no, el gran
reto de la educación nacional.

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III. CONCLUSIONES
 La interculturalidad es importante para poder compartir nuestras riquezas culturales que
nos permiten conocer las diferentes formas de vida.

 Desde mi punto de vista como futuros ingenieros, es que debemos reconocer los derechos
que tienen las personas de diferentes pueblos indígenas y preocuparnos por que estas
personas sean reconocidas como parte de la sociedad, con igual dignidad que el resto de
las personas y por tanto merecen el respeto y una protección adecuada.

 Cada cultura presenta diferentes formas de vida que se caracterizan por su particularidad
en religión, vestimenta, costumbre, dialecto propio, etc.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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occidente". En: Páginas, Nº 79, setiembre.

 ANSION, Juan. 1989. La escuela en la comunidad campesina. FAO - COTESU - Ministerio


de Educación - Ministerio de Agricultura. Lima.

 ANSION, Juan. 1994. "Transformaciones culturales en la sociedad rural: el paradigma


indigenista en cuestión". En: DANCOURT, Oscar, et al. Perú El problema agrario en
debate - SEPIA V. SEPIA. Lima.

 ANSION, Juan. 1994. "La interculturalidad como proyecto moderno". En Páginas, Nº129,
Lima. 1995. "Del mito de la educación al proyecto educativo". En: PORTOCARRERO,
Gonzalo y Marcel Valcárcel (editores). El Perú frente al siglo XXI. PUCP - Fondo Editorial.

 DEGREGORI, Carlos Iván. 1986. "Del mito de Inkarrí al mito del progreso". En: Socialismo
y participación.

 GODENZZI ALEGRE, Juan. 1996. Educación e interculturalidad en los Andes y la


Amazonía. Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Casas". Cusco.

 FULLER, Norma. 1992. "La educación intercultural: retos y propuestas". En:


Anthropologica, Nº 10. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. Pp. 79-93.

 ZUÑIGA, Madeleine. 1991. Educación bilingüe intercultural. Reflexiones y desafíos.


FOMCIENCIAS. Lima.

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