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El debate y la argumentación

Debate

El debate es una discusión ordenada entre varias personas que exponen sus diferentes
opiniones sobre un tema determinado. No se trata de una lucha o una pelea, sino que el
debate es un acto comunicacional que constituye una técnica o modalidad para discutir de
manera formal a través de un moderador que dirige, guía y conduce el intercambio y la
discusión.

Para debatir es necesario argumentar, es decir fundamentar el punto de vista teniendo en


cuenta que, luego de la preparación del debate, comienza la etapa del desarrollo o
discusión, donde se presentan las perspectivas particulares de cada uno sobre el tema en
cuestión. Se debe elegir un tema de debate, un moderador, y determinar la duración de
cada intervención de forma equitativa.

El debate comienza con una breve introducción por parte del moderador explicando la
temática del debate, quien debe señalar el orden de las intervenciones y otorgar el uso de
la palabra al que lo solicite, tratando de evitar las interrupciones a la persona que habla.

El desarrollo del debate debe acontecer en un clima de orden y respeto por las opiniones
de todos, donde los participantes esperan el turno para hablar y respetan el tiempo
asignado para argumentar y defender su posición.

Para finalizar el debate, el moderador realiza un breve resumen de las opiniones vertidas,
sintetizando las diferentes posturas e invitando a los oyentes a formar su propia
perspectiva del hecho o la situación debatida, considerando las opiniones expresadas a lo
largo del desarrollo del debate.

Es muy importante la figura del moderador, que es clave para el éxito del debate. El
moderador es quien determina la duración de cada exposición (5 minutos por ejemplo) en
la cual el participante expondrá los puntos más relevantes de su postura.

Además registra el orden de quienes solicitaron la palabra controlando la situación en


caso de desbordes, verificando los turnos solicitados para hablar, y manteniendo un clima
de respeto y disciplina. Además, es el guía de los participantes en cuanto al desarrollo de
la temática en controversia para avanzar en las etapas del debate.

Es fundamental respetar algunas reglas para que un debate sea exitoso:

 No presentar críticas sin propuestas ya que la crítica debe ser constructiva.


 Argumentar la postura con bases sólidas sin descalificar al otro.
 Escuchar antes de responder, sin interrumpir al interlocutor.
 Expresarse con libertad y seguridad sin temor a las críticas para poder alcanzar los
objetivos del debate.
 Realizar intervenciones breves.
 No tratar de acallar al opositor con gritos y autoritarismo para hacerse escuchar.
 No burlarse ni subestimar otras intervenciones.
 Tener tolerancia y empatía, ubicarse aceptando la diversidad de opiniones.
 Y recordar que toda discusión tiene por lo menos tres puntos de vista: el tuyo, el
del otro, y el de los demás.

Argumentación

Argumentar consiste en defender razonadamente una opinión con el fin de que el


destinatario haga suya la idea que el emisor sostiene. Su eficacia dependerá, pues, de la
consistencia y la fuerza persuasiva de los argumentos.

La argumentación y sus dimensiones

La argumentación consiste en defender una idea u opinión alegando una serie de razones
que la apoyan. El propósito de la argumentación es convencer a alguien de la validez de
una idea o persuadirlo para que adopte un determinado comportamiento. De ahí que en
la argumentación sea posible distinguir dos dimensiones: una lógica, en la medida en que
se aportan razones, y otra práctica, por cuanto la finalidad última es lograr la adhesión del
receptor.

La argumentación tiene una gran importancia en la vida social; a ella acudimos


continuamente para justificar nuestro comportamiento o influir en el de los demás.
Veamos un ejemplo de argumentación:

La violencia es una conducta aprendida y nuestra cultura es una eficiente maestra. Un


dato espeluznante: en más del 15 % de los vídeos musicales dirigidos a niños y
adolescentes aparecen imágenes de niños armados. Las escenas violentas que el niño ve
por televisión «legitiman» la violencia del entorno. José Antonio Marina

Elementos comunicativos de la argumentación

La argumentación se produce en una situación de comunicación peculiar, en la que hay


que tener en cuenta tres elementos: el emisor, el destinatario y el modo de comunicación.

• El emisor es la persona que lleva a cabo la argumentación. En ocasiones, el emisor


permanece en el anonimato; es lo que ocurre, por ejemplo, en la mayoría de los anuncios
publicitarios. La naturaleza del emisor, su prestigio o su descrédito, es un factor que añade
o resta fuerza a la argumentación. El emisor se debe expresar de manera sencilla,
ordenada y adaptada a las circunstancias en que se encuentra. El emisor tiene que
exponer sus argumentos basándose en su experiencia personal y en la opinión de
especialistas, intentando ser siempre objetivo.

• El destinatario es la persona o grupo de personas a las que va dirigida la argumentación.


El destinatario puede ser individual o colectivo, concreto (una persona conocida por el
emisor) o genérico (un conjunto potencial de receptores a los que el emisor no conoce).

• El modo de comunicación afecta a cuestiones como el carácter público o privado de la


argumentación, la presencia o ausencia física del destinatario, la posibilidad de réplica por
parte de este, etc.

La argumentación será eficaz en la medida en que el emisor consiga que el destinatario


adopte el punto de vista defendido o bien modifique su comportamiento en el sentido
deseado. Para ello, el emisor habrá de tener en cuenta tanto las características del
destinatario como los factores relacionados con el modo de comunicación.

Los argumentos

La opinión que se sustenta recibe el nombre de tesis y las razones que se alegan en su
defensa se denominan argumentos.

Para que la argumentación resulte eficaz, el emisor debe tener presentes las
características y creencias de las personas a las que se dirige; solo así podrá conocer a qué
argumentos son más sensibles. Además, estos deben estar relacionados con la tesis de tal
modo que la aceptación de los argumentos conduzca a la aceptación de la tesis. En las
argumentaciones es frecuente que el emisor se manifieste en su propio texto (mediante el
uso de la primera persona, por ejemplo) y que se refiera directamente al destinatario con
el fin de implicarle en el discurso.

No obstante, a veces el emisor prefiere dar a su argumentación una apariencia de


objetividad y construye su texto en tercera persona.

Los argumentos se apoyan en unos valores, creencias o premisas que se suponen


aceptados por la mayor parte de los miembros de la comunidad. Tales premisas
compartidas reciben el nombre de tópicos y permiten clasificar los argumentos con
arreglo a su contenido.
Entre los argumentos basados en tópicos, los siguientes se emplean con mucha
frecuencia:

• El argumento de la mayoría se basa en el tópico de la cantidad («Lo mayor o más


numeroso es preferible a lo menor o menos numeroso»). Ejemplo:

• La película ha tenido más de dos millones de espectadores, así que debe de ser muy
buena.

• El argumento de utilidad se basa en el tópico de lo útil («Lo útil es preferible a lo que no


lo es»). Ejemplo:

• Ayudar a los pueblos de África nos beneficiará a todos.

• El argumento ético se basa en el tópico de la moralidad («Lo moral es preferible a lo


inmoral»). Ejemplo:

• Señores miembros y responsables de Europa, es a su solidaridad y a su bondad a las que


gritamos por el socorro de nuestro pueblo.

• El argumento hedonista se basa en el tópico del placer («Lo placentero es preferible a lo


desagradable»). Ejemplo:

• Playa Palmeras: el paraíso en la Tierra.

La fuerza de los argumentos

No todos los argumentos tienen el mismo poder de convicción. La fuerza persuasiva de un


argumento depende de su consistencia interna y del grado de aceptación de la premisa en
que se apoya. Un argumento es consistente cuando está bien construido y sirve para
defender la tesis. En el siguiente enunciado, por ejemplo, se emplea un argumento
consistente:

• Fumar es perjudicial para la salud porque el tabaco origina muchas enfermedades.

No sería consistente, sin embargo, el argumento que se esgrime en este otro enunciado:

• Fumar es perjudicial para la salud porque mi primo sufrió un accidente cuando iba
fumando.
Un modelo para organizar las ideas

La aportación de Toulmin

Las propuestas en el campo de la lógica de la argumentación han postulado la necesidad


de investigar con mayor profundidad el concepto de validez y su aplicación más amplia. En
esta línea de pensamiento se encuentran dos importantes representantes. Uno de ellos es
Klein, quien ha considerado los nexos de validez como regularidades empíricas de tipo
social. Este investigador se ha interesado en estudiar los comportamientos reales que se
siguen durante el consenso. De acuerdo con sus observaciones, el consenso se rige por lo
“colectivamente válido” como principal criterio de validez. Entiende por esto aquellas
convicciones que son compartidas en un determinado momento por determinados
grupos.

El problema en este planteamiento empírico es que con él se borran todas las relaciones
internas entre lo que de hecho es aceptado como válido en el sentido de una pretensión
(universal) que trasciende todas las limitaciones locales, temporales y sociales.

El riesgo de esta consecuencia relativista es convertir lo válido y lo cuestionable en un


hecho social y, por tanto, relativo a las personas y a los momentos históricos, con lo cual el
concepto de validez se transforma en lo aceptable socialmente.

Un caso concreto del riesgo que contiene esta aproximación es la política actual de control
del riesgo que contiene esta aproximación es la política actual de control de los
inmigrados en California. La propuesta 187 es un claro ejemplo de lo que colectivamente
es válido para una comunidad que defiende el destino de sus impuestos y se niega a
otorgar servicios a una población que no es estadounidense.

La pregunta acerca de la validez no es fácil de responder; sin embargo, en un momento


determinado es necesario tomar ciertas medidas y la decisión recae sobre la comunidad
que puede ejercer su derecho a dirigir el rumbo de su grupo social. La validez se mueve
entre necesidades, deseos o expectativas de modos de vida particulares y concretos de
una comunidad y los universales concernientes a la naturaleza humana, en general. No
necesitamos ir más lejos: ¿no son acaso los indígenas un caso parecido?

El modelo de Klein es el resultado de concebir la lógica de la argumentación


exclusivamente desde la perspectiva del desarrollo de los procesos de comunicación y
soslayar el análisis de los procesos de formación de un consenso como elementos
esenciales para obtener un acuerdo racionalmente motivado.
Otro problema se origina por olvidar que la argumentación es un discurso con
pretensiones de validez, y por tanto, sujeto a evaluación y corrección. En comparación, el
modelo de Toulmin ofrece un esquema de argumentación “correcta”. Es un modelo ideal
donde se propone un concepto de validez que no se restringe únicamente al concepto de
verdad proposicional en el sentido de lo “colectivamente válido” o de la lógica más
estricta, sino de equiparar validez con aceptación social y cultural, con legitimidad, con
veracidad.

La ventaja de este esquema es que permite el juego plural de pretensiones de validez sin
negar el sentido crítico del concepto de validez. Se pretende con ello lograr un discurso
convincente por su contenido de verdad. Al mismo tiempo, se propone un concepto de
racionalidad que se adapte a los procesos tanto de comunicación como de formación del
consenso en las diversas áreas del comportamiento social.

El problema del modelo de Toulmin radica en la falta de adaptación convincente entre los
planos ideales y abstractos que representan lo lógico y lo empírico con las
argumentaciones reales y cotidianas. Sin embargo, hoy por hoy, es una herramienta de
organización que puede apoyar el proceso de argumentación y de formación de un
consenso en un grupo.

El modelo de Toulmin

Toulmin caracteriza los argumentos de la siguiente forma:

1. Un argumento se compone de una emisión problemática. Este argumento se


caracteriza por su naturaleza declarativa acerca del asunto por discutir o debatir.
Se asienta de manera clara y precisa la pretensión, propuesta, proyecto o acción
que se defiende o se ataca. Debemos considerar esta fase como medular para
nuestra acción argumentativa. A manera de recordatorio: toda argumentación, en
principio, supone la existencia de la duda razonable acerca de un conocimiento,
una actitud, un valor, una norma o un sentimiento, y el debate como
procedimiento debe conducir a precisar, reforzar o modificar el acuerdo
comunitario sobre lo que sea el caso en cuestión.
En síntesis, en esta fase del modelo se expresa el problema que requiere ser
discutido. Una de las mayores dificultades que presenta este paso es la necesidad
de definir tanto los términos como los campos de aplicación. Se recomienda evitar
la ambigüedad y tratar, en lo posible de clarificar y definir con mayor precisión los
términos y nociones.
Cuanto mayor sea la claridad en los planteamientos, mayor será la posibilidad del
público para juzgar acerca de la validez, legitimidad o valor del caso.
2. Dicha emisión –manifestación de la duda- contiene las razones y fundamentos
mediante los cuales pude enjuiciarse la validez, legitimidad o valor de su
pretensión y por lo mismo decidirse acerca de su aceptación o rechazo. Esto es lo
que se denomina bases. La conclusión pueda ser vetada o confrontada por los
oponentes den función de los datos que se brindan, o de la información sobre la
que se sostiene el argumento. Es por ello imprescindible contar con los datos
adecuados y suficientes para no sólo dejar delimitado el contenido, sino también
las inferencias, consecuencias y efectos que la propuesta, conclusión o emisión
tiene para sus posibles implicaciones a corto, mediano y largo plazos.
La tarea no es sólo reforzar la base sobre la cual nuestro argumento está
construido, sino también mostrar que, tomando estos datos y bases como punto
de partido, es posible derivar otra serie de argumentos y posibilidades igual de
legítimas y apropiadas.
Es posible hablar, en esta fase, de ciertos problemas técnicos:
a)La selección, adecuación y presentación de los datos.
b)La coordinación y subordinación de las ideas.
c)El reforzamiento de la conclusión.
d)Las formas de expresión del contenido.

En cuanto a la selección, adecuación y presentación de los datos basta mencionar


que el efecto buscado puede variar: es posible que se pretenda: l) imponer o
sugerir un punto de vista, ll) aumentar la adhesión del grupo o lll) establecer el
vínculo con el público. De acuerdo con ellos, se elige entonces el medio verbal o
visual necesario para producir el efecto deseado.
Para la coordinación y subordinación de ideas se analiza la jerarquía o los
principios que rigen el tipo de enlace entre dos o más ideas y se establece
claramente el fundamento para la elección.
Cada paso dado en esta fase implica que se está construyendo una estructura de
pensamiento sólida que sostiene y refuerza la conclusión que se ha expresado con
anterioridad, de ahí que los enlaces que se formulen pueden ser del todo a las
partes, de las partes al todo y de las partes entre sí.
En otras palabras, es una tarea de ordenación que obliga a considerar ciertas
relaciones, a reducir las interpretaciones posibles y a reforzar la conclusión.

En las formas de expresión del contenido las opciones son: a) asertiva (de
afirmación contundente) b) imperativa (de deber u obligación) c) interrogativa (de
duda o cuestionamiento) d) optativa (de elección o decisión)
Optar por cualquiera de ellas requiere decidir acerca de una estrategia
argumentativa y un efecto conscientemente deseado.
3. La razón o fundamento obtiene su fuerza gracias a una regla de inferencia, un
principio, una ley, una norma que debe hacerse suficientemente explícita y que
funcione como el aval o garantía de lo dicho, prescrito o supuesto.
En esta fase se invoca con frecuencia al argumento por autoridad, que se
caracteriza por utilizar actos o juicios de una persona o de un grupo de personas
como medio de prueba en favor de una tesis.
Las autoridades invocadas son, la mayoría de las veces, salvo cuando se trata de un
ser absolutamente perfecto, autoridades específicas a las cuales la audiencia les
reconoce su capacidad en el asunto que se debate. La pregunta que se responde
en esta fase es en esencia: ¿Está la autoridad capacitada para juzgar, para tomar
una decisión y zanjar el debate?
Antes de invocar a una autoridad se confirma su capacidad, se consolida, se
fundamenta con una prueba o referencia válida. La mayoría de las veces el
argumento de autoridad, en lugar de constituir la única prueba, viene a completar
una rica argumentación.
4. La regla, norma, valor o acción se apoya en evidencias de tipo diverso. Al conjunto
de experiencias, suposiciones y declaraciones que avalan las bases sobre las que se
apoya la ley o norma se le conoce como respaldo. Una vez que ciertos datos han
quedado suficientemente asentados dentro de la fase de las bases, es necesario
que éstas se refuercen con declaraciones hipotéticas (inferencias-efectos), que
puedan actuar como puentes y autorizar el tipo de conclusiones y prácticas que se
desprenden de nuestro razonamiento.

Esta fase es delicada, tanto para el oponente como para el que propone; en una
negociación, de esto depende poder lograr el consenso paulatinamente, o en casa
del oponente, localizar la falla, o la falacia en el argumento o la propuesta. La
forma usual en la que se presenta este tipo de argumentación es: si D, entonces C;
en la mayoría de los casos no se presenta tan claramente, ya que es posible
expandir o hacer más explícitas las conexiones. Por ejemplo, podrían enunciarse
como: “Datos como D nos dan derecho a concluir…, o a hacer propuestas o
demandas de que…, o como en el caso C, o alternativamente a…, o dados los datos
D…, uno puede tomarlo como C”.
5. Se contempla en cada caso la posibilidad de modificar o recortar la pretensión de
validez, lo que llamamos factor negociador. Hay que considerar los topes máximo y
mínimo.
El tope máximo se refiere a la aspiración mayor, a lo que se considera como todo
lo que se desea lograr sin hacer ninguna concesión. En cambio, el tope mínimo se
refiere a aquello que sería como lo menos que se desea conseguir.
Incluir dentro de la argumentación el factor negociador implica la existencia de una
voluntad de moderación por parte del hablante. Mediante la actitud negociadora
se proyecta también la seguridad y confianza en lograr un acuerdo o consenso por
la vía de la argumentación. Se provee de un terreno donde el participante admite
la existencia de diversos grados e interpretaciones de la realidad, de jerarquías y
principios sujetos a la crítica y más que nada proyecta la certeza de que no hay
verdad absoluta ni una solución única, sino un buen argumento y la mejor
propuesta razonable.
Con esta actitud negociadora se abre el campo del debate a la argumentación con
horizontes de racionalidad y esto favorece que la audiencia escuche con menos
reservas su planteamiento. También es cierto que puede actuar en su contra e
indique precisamente su inseguridad: esto depende estrechamente de si este
factor negociador se presenta como punto de arranque del debate o, por el
contrario se guarda hasta el final.
Otra forma de considerar el factor negociador es como la frontera que tiene el
participante para moverse en su intención argumentativa y en su temática.

Consideraciones generales del modelo

a) Tiene que quedar clara la clase de asuntos que intenta abordar el argumento y
circunscribir el campo de la argumentación al tipo de discurso, ya sea estético,
práctico-moral. Científico u otro.
b) Debe quedar asentado el propósito subyacente en el debate.
c) Las razones o fundamentos en que se base la argumentación tienen que ser
relevantes en relación con la emisión problemática planteada en el argumento, y
ser suficientes para apoyar la conclusión a la que conduce.
d) La garantía con que se cuenta para asegurar la fuerza de convicción del argumento
tiene que ser aplicable al caso que se discute y tiene que basarse en un sólido
respaldo de una autoridad o ley.
e) La fuerza de tal pretensión resultante tiene que hacerse explícita y han de
entenderse bien las posibles refutaciones o excepciones.
f) Toda argumentación debe contemplar dentro de sus límites la conciliación y
modificación de la pretensión de validez para ser considerada como razonable.
Técnicas y estrategias argumentativas

Consideraciones preliminares

Este apartado normalmente se dedica a transcribir todo tipo de taxonomías para


clasificar las falacias recurrentes en la argumentación. Sin embargo, al calor o frío de
una discusión difícilmente se tienen a la mano dichas falacias y por más que se
hubieran memorizado y practicado, algo siempre falla y la atención, más que dirigirse
hacia el contenido de lo que se quiere o desea objetar, se pierde en consideraciones
de tipo lógico, que no conducen realmente al punto deseado y sí pueden hacer
confuso la objeción, o convertirla en mero recurso técnico.

Creemos que, más que aprender un manual de técnica o recetas, es necesario precisar
ciertos mecanismos en torno al proceso de argumentación que es deseable tener en
cuenta, lo que no obsta para recomendar el empleo de la estrategia que, en el
contexto de las reglas de juego y en vista del tipo de público que se tenga, prometa el
resultado más favorable.

Los campos y los tipos de argumentación

Así como a cada campo de estudio, sea historia, lingüística, química o computación, le
corresponde un cierto tipo de lenguaje técnico y de auditorio, de la misma forma
también le son propios ciertos mecanismo de argumentación. Por eso, no sólo el tipo
de discurso –teórico-instrumental, práctico, estético o terapéutico-, sino el campo de
estudio, deben considerarse cuando de un debate se trata, tanto si se sostiene la
proposición o si se objeta.

Como venimos señalando a lo largo de este texto, a cada tipo de argumentación le


corresponde una pregunta específica; es ésta la que orienta y organiza la estructura
temática del debate o, al menos debiera serlo. Dicha pregunta representa el criterio o
estándar que idealmente no sólo marca la dirección de los presupuestos o
afirmaciones de nuestro argumento, sino orienta la búsqueda de las premisas
necesarias para sustentarlo u objetarlo, e incluso marca la relevancia o irrelevancia de
las pruebas. Por lo regular, provee los medios para juzgar la pertinencia del respaldo y
apoya en el juicio acerca de la validez o invalidez de las inferencias a las que conducen
las conclusiones. Finalmente, ayuda a acreditar como verdadera o falsa la pretensión
emitida en la conclusión.

Por tanto, los factores a los que hay que atender se centran no en mecanismos
puramente lógicos y aplicables a cualquier discurso, sino idealmente en recursos de
memoria, atención y asociación de ideas que favorezcan seguir de cerca el proceso
argumentativo propio y ajeno. Otros factores se refieren a la necesidad de atender al
contexto del debate, a las reglas a las que estamos sometidos y a los límites
considerados tanto aceptables como apropiados para el campo de estudio y por el tipo
de auditorio.

En otras palabras, lo importante es que toda nuestra argumentación en este tipo de


discurso enfile sus baterías a responder las cuestiones: ¿Cómo sabes? ¿Cómo sabe él?
¿Qué es lo que sabe? ¿Lo que sabe es válido? ¿Es aplicable al caso? ¿Lo que propone
es deseable para todos o para quiénes?

Otro asunto es cuando hablamos del tipo de discurso teórico e instrumental, ya que en
ellos las preguntas se concentran en contestar a preguntas como: ¿Lo que se dice
acerca del mundo –el qué- puede ser demostrado o probado? A partir de las bases, el
respaldo y las evidencias presentados, ¿las conclusiones son concluyentes? ¿Las
inferencias que se desprenden de sus declaraciones son probables? ¿Su conclusión es
necesaria? ¿Está completa? Con estas preguntas en mente se abre el debate
enfocándose directamente al contenido mismo de lo que se quiere defender como
argumento a favor o en contra. No podríamos hablar de un procedimiento
suficientemente eficaz que pudiera abarcar cada uno de los tipos de discursos o
campos. Más bien podemos considerar, en cambio, ciertas técnicas y estrategias
orientadas hacia la compatibilidad y coherencia en los planteamientos de acuerdo con
el tipo de argumentación.

Los principios de no-contradicción, coherencia y aplicabilidad

La pregunta central en el tipo de discurso teórico-cognitivo e instrumental es acerca


de la validez y la eficacia de lo que se enuncia. Toda estrategia tendrá, por tanto, a
cuidar los siguientes aspectos:

a) La no-contradicción entre los datos, las bases y el respaldo.


b) La coherencia entre la tesis, las hipótesis y las conclusiones.
c) La aplicabilidad en el contexto real.
d) La construcción de un sistema de proposiciones necesarias que no
dependan idealmente del acuerdo o consenso, sino que se aceptan por ser
irrefutables, sea porque responden al modelo lógico de inferencias o por la
confiabilidad y significancia de los resultados obtenidos mediante la
probabilidad y la estadística.

Ciertas técnicas para restablecer la compatibilidad o probarla incompatibilidad son


consideradas como las más importantes en cualquier debate. La máxima aspiración es
lograr que la propuesta por si misma sea capaz de engendrar inexorablemente el acuerdo
y la convicción de los oyentes. La contradicción aparente o real entre premisas, bases y
respaldo convierte a la conclusión en incoherente y, por consiguiente, inadmisible.

Si el adversario logra eficazmente presentar la contradicción en el planteamiento del


contrario, esto significa que toda la construcción lógica sobre la que se basa el argumento
se deshace y su conclusión es invalidada. Así, se obliga al contrario a renunciar a su
pretensión o, al menos a replantear los términos y alcance de su propuesta. La misión del
contraargumento es refutar a toda costa la validez o eficacia. Para ello cuenta con los
recursos suministrados:

a) Por las fallas en el marco conceptual, sean por razones de inadecuación, de


incoherencia o de confusión.
b) Por la metodología empleada.
c) Por las pruebas poco confiables os significativas.
d) Por plantear premisas que no se comprueban y conclusiones que en la experiencia
prueban su debilidad o invalidez.

Procesos de aclaración e interpretación

A diferencia del discurso teórico, donde un conocimiento o medida se justifica por un


modelo lógico, por estadísticas o probabilidades, en las discusiones, en el discurso
práctico se recurre, con mucha frecuencia, al estudio de casos, ejemplos o similares: es
por ello que las estrategias en este tipo de argumentación se enfocan, la mayoría de las
veces, en:

a) Clarificar las nociones empleadas.


b) Precisar las reglas para que la aplicación de lo estipulado por la norma en el caso
particular pueda resolverse sin dificultad.
c) Asentar los mecanismos de prueba,
d) Demostrar la relación entre causa y efecto.
e) Establecer el enlace entre las premisas y las conclusiones.
f) Ejemplificar adecuadamente.
g) Probar sin lugar a dudas la legitimidad de lo que se defiende o ataca.

Debido a que en este tipo de argumentación lo que se pone en juego es la legitimidad de


una norma, actitud o comportamiento gran parte de la organización lógica del
razonamiento se concentra en aclarar los términos sobre los que se apoye la norma y las
secuencias que acarrean la aceptación o rechazo de ésta.

6. Las incompatibilidades surgen cuando la situación en la que debe aplicarse la noma


no es clara, ya sea porque dicha norma práctica o estética no es del todo aplicable
al caso concreto, o debido a que la definición delos términos es muy extensa o
restringida, o si se presentan una contradicción. Las opciones para evitar la
incompatibilidad pueden variar, pero ésta se intenta resolver con las siguientes
estrategias:
i. Incluir en la presentación o reformulación de la norma las dificultades en su
comprensión o aplicación, los problemas posibles y las interpretaciones
probables, así como los casos no previstos.
ii. Solucionar el problema de decisión mediante la ejemplificación de otros
casos parecidos –dentro de esa comunidad o apelando a otra-,
especificando la forma en que fueron resueltos y los efectos producidos por
su aplicación, para con ello asentar un precedente que permita tener
mayor cantidad de elementos para enjuiciar la norma.
iii. Posponer toda decisión debido a que, al menos en ese momento y dad las
circunstancias, no parece aconsejable oponerse o defender la regla, ni
tomar una postura en cuanto al conflicto por la incompatibilidad que se
manifiesta entre lo que se considera como realidad y la norma, o entre el
contexto y la aplicación.

Lo que hay que tener en cuenta es que, mientras no se desee un cambio, no hay razón
para plantear o explicar incompatibilidades. Al hablar tanto de discurso práctico como de
crítica estética, una de las cuestiones implícitas es que se debate sobre valores y normas.

Los enlaces: jerarquización de valores

Algunos de las estrategias planteadas para el discurso práctica se emplean también para la
crítica estética. Sin embargo, lo más característico en este tipo de argumentación es la
discusión de valores y su dilema. El dilema radica en que sólo se puede considerar como
válidos universalmente a aquellos valores que se presentan de manera abstracta y sin
especificar su contenido. Estos pueden ser: lo verdadero, el bien, lo bello, lo absoluto, lo
gracioso, lo trágico y otros, ya que es necesario llevar estos valores a lo concreto (acto u
objeto), a lo particular y necesitamos de la adhesión de un auditorio específico: al que
debemos convencer, persuadir o motivar para aceptar, modificar o restablecer el valor
que deseamos destacar. La dificultad mayor es cuando el consenso que requerimos de
una comunidad está en pugna o diferencia con la valoración que defendemos o atacamos
y es cuando se precisa de la actividad argumentativa.

Los lugares comunes pueden dar lugar a grandes debates, especialmente cuando la
discusión se centra en conflictos entre calidad y cantidad, por ejemplo ¿qué es mejor,
incrementar el número de alumnos para obtener mayores recursos, o mejorar la
educación para menos alumnos y con mayor costo?
En especial, hay que cuidar para este tipo de discurso y argumentación varias estrategias,
entre ellas:

I. La selección de los datos y su efecto. En la práctica argumentativa los datos


constituyen los elementos objetivos sobre los cuales parece existir un acuerdo; lo
que se convierte en motivo de controversia es la interpretación que de dichos
datos se deriva. Lo que generalmente se apoya u objeta es la elección que se hace
entre significaciones diversas. La buena interpretación es aquella que logra que el
auditorio apruebe la relación entre ella y los datos. El adversario enfocará su
atención precisamente a las interpretaciones y buscará en ese terreno todo tipo de
incompatibilidad y contradicción en los argumentos.
II. Precisar la definición de los términos y la identificación de los enlaces entre dos o
más premisas. En realidad, y esto vale para todo tipo de argumentación, el proceso
de definición e identificación de relaciones entre un concepto y otro, entre la causa
y el efecto, entre la parte y el todo, o entre las partes entre sí, es la fuente de los
conflictos de comunicación grupal más común. Todo uso de conceptos, toda
aplicación de una clasificación, todo recurso al ejemplo, todo paso de lo particular
o lo general implica la reducción o ampliación de la significación y sentido de
términos.

Tan importante para el debate es evitar la incompatibilidad como evitar el ridículo. La risa,
recordemos, es la sanción que se otorga a un argumento absurdo, incoherente o
inaplicable. Una afirmación es ridícula cuando entra en conflicto, sin justificación alguna,
con una opinión sostenida por el grupo. Decimos “sin justificación” debido a que en
ocasiones estas afirmaciones resultan ser la mejor estrategia para romper las
expectativas, modificar un estado de ánimo e introducir de manera abrupta un nuevo
cuestionamiento, o incluso como recurso para llamar la atención.

Por lo regular se considera como ridículo aquello que va contra la lógica, un equívoco en la
pronunciación o en la comprensión de los términos, o una falla en la enunciación de los
hechos. Imputar de ridícula una aseveración o de ridículo un hecho implica que, de alguna
manera, ésta o éste ha quebrantado algún principio lógico o sociocultural y que, por tanto,
es rechazado o sancionado. La tendencia en un grupo es a favor de la conservación y
fomento de lo que está admitido. Decir que una persona y sus opiniones son inadmisibles
porque las consecuencias serían ridículas, es normalmente considerado como una de las
más graves objeciones que pueden presentarse en la discusión.

Enlaces: persona-acto
El problema de la argumentación en el tipo de discurso terapéutico se centra en las
nociones de persona y de acto en su enlace, y en su independencia relativa, por el otro. La
veracidad tiene que ver con la posibilidad de analizar en la persona el grado de solidaridad
entre el que dice ser y lo que hace.

La disociación entre el acto y la persona siempre es parcial y precaria, pero en ocasiones


es necesaria para explicar en contextos diferentes, distintas reacciones que pueden
tomarse como falta de veracidad.

Por otra parte, también cuenta el grado de conocimiento personal que se tiene de sí y la
honestidad con que se admiten prejuicios o tendencias subjetivas. Probarle a alguien que
actúa por sus prejuicios es delatar su ignorancia con respecto a sus actitudes y reacciones.
Los prejuicios raciales pueden hacer variar un veredicto de culpable o inocente en un
juicio por asesinato. Si el jurado desconoce sus prejuicios, éstos actuarán en contra de una
decisión justa y pueden ofuscar la evaluación del hecho. Actuar y decidir bajo el influjo de
concepciones heredadas o sin analizar puede ser la causa más importante de incurrir en la
falta de veracidad.

La veracidad de las emociones expresivas que se dan en el discurso terapéutico no puede


fundamentarse, sino sólo mostrarse. La no veracidad puede delatarse en la falta de
consistencia entre una manifestación y las acciones vinculadas internamente a ella.

Enlaces: signo-símbolo-objeto

Dado que la pregunta esencial en este tipo de discurso es la inteligibilidad (comprensión) y


corrección de los productos simbólicos, toda argumentación puede girar en torno a la
forma en que se hallan construidos los marcos conceptuales, ya sea en forma de
definiciones, nociones, términos, conceptos y/o cualquier otro. Sin embargo, el foco de
interés se concentra en el enlace simbólico, o sea la conexión entre el nombre del objeto
(signo-símbolo) y el objeto en sí. Este enlace no es puramente convencional, pues se
establece una relación entre el símbolo (imagen y significado) y el signo (significante y
significado) entre la significación y su representación.

Cualquier símbolo puede utilizarse como signo y servir de medio de comunicación, con la
condición de que se integre en un lenguaje comprendido por una comunidad. Sea cual sea
la génesis del nexo simbólico, el símbolo se modifica por su uso. También es cierto que, al
no ser convencional en el enlace simbólico, ni estar basado en una estructura de lo real
universalmente conocida y admitida, la significación de un símbolo puede reservarse sólo
a los iniciados y permanecer para otros incomprensible por completo, como si se tratara
de una lengua extranjera. Lo que era símbolo pierde totalmente este carácter si falta ese
lazo de significación y representación.
En este tipo de discurso el empleo de la analogía, la metáfora y la metonimia son los
principales recursos para entablar los enlaces entre la imagen-significación-cosa y el
símbolo.

En cuanto a la analogía, es preciso considerar la interacción que se establece entre un


objeto y otro, una idea y otra, un evento y otro y así entre el símbolo y los simbolizado.

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