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Pitagorismo

Amplio movimiento filosófico de origen presocrático basado en las doctrinas atribuidas


a Pitágoras de Samos y sus discípulos más inmediatos. El pitagorismo propiamente dicho es el
movimiento de investigación filosófica, matemática y mística desarrollado durante el siglo V a.C.
por los discípulos de Pitágoras, aunque como tal movimiento se inició ya a partir de la primitiva
secta filosófico-místico-religiosa fundada por Pitágoras en el siglo VI a.C. y, posteriormente,
continuó durante varios siglos bajo la forma de neopitagorismo.

El principal problema que se presenta para el estudio del pitagorismo es el carácter secreto y
cerrado de la primitiva secta pitagórica, agravado por el hecho de que Pitágoras mismo, o bien
no escribió ninguna obra (...), o bien no se conservan sus escritos (...). De hecho, los primeros
escritos pitagóricos conocidos e importantes son obra de Filolao. Por ello es difícil señalar los
límites entre sus enseñanzas y las doctrinas consideradas generalmente como pitagóricas. Esta
dificultad se acentúa aún más si tenemos en cuenta que Pitágoras mismo fue ante todo el
fundador de una secta místico-religioso-política de inspiración órfica (religión mistérica, solo
para iniciados) en la cual la investigación matemática, filosófica y la música estaban al
servicio de las creencias religiosas. Como en toda secta, estaba muy extendida la tendencia a
venerar al fundador, e incluso a atribuirle todos los descubrimientos y todas las doctrinas.
Además, el carácter secreto y esotérico de esta secta impedía que sus doctrinas fuesen expuestas y
difundidas al público no iniciado (Hípaso fue perseguido y asesinado por miembros de la secta
por haber desvelado un secreto de geometría), de forma que esto acentúa aún más la dificultad de
discernir qué se debe a Pitágoras y qué es obra de los llamados pitagóricos. Al parecer, se debe a
Pitágoras mismo las doctrinas religiosas de la inmortalidad y de la transmigración de las almas,
el descubrimiento de las relaciones entre la armonía musical, los acordes y las proporciones
numéricamente expresables, así como los inicios de la matemática especulativa y la cosmología
filosófica.

La escuela pitagórica subsistió durante mucho tiempo, y en su larga tradición se mezclan diversas
doctrinas y teorías, algunas de las cuales pueden haber sido iniciadas en la época misma de
Pitágoras, pero otras son, con toda seguridad, muy posteriores.
...
La concepción pitagórica de los números está fuertemente marcada por el misticismo, y los
consideran tanto responsables de la armonía que gobierna el cosmos (ϰόσμος),
como elementos explicativos de las cualidades morales (deje el móvil por favor, y siga
estudiando). De la misma manera que la armonía musical (expresable mediante relaciones
numéricas) implica la unidad de una multiplicidad de sonidos separados entre sí por intervalos
definidos, conciben el conjunto del cosmos como un todo ordenado por relaciones numéricas que
forman la armonía del cosmos. Esto es así porque la naturaleza misma es mezcla de unidad y
multiplicidad, de lo determinado y lo indeterminado, de lo finito y lo infinito, ya que todo está
regido por los mismos principios del límite y lo ilimitado que rigen los números. Así, todo
fenómeno es expresión sensible de las razones matemáticas ( ).
A su vez, los elementos de los números son lo limitado y lo ilimitado (lo impar y lo par
respectivamente). Puesto que el Uno está compuesto de ambos, ya que, según los pitagóricos, es
simultáneamente par e impar, es el fundamento último de carácter divino. Todos los números
nacen del Uno y sus principios (lo limitado e ilimitado) generan una serie de principios de
opuestos (ver cita) que son los siguientes:
________________Límite Ilimitado
Impar Par
Unidad Pluralidad
Derecho Izquierdo
Macho Hembra
En reposoEn movimiento
Recto Curvo
Luz Oscuridad
Bueno Malo
Cuadrado Rectángulo

Cínicos

Miembros o seguidores de la escuela fundada por Antístenes (hacia 450 a.C.) en el gimnasio de
Cynosarges («el perro blanco»). De ahí deriva probablemente el nombre de cínicos o perros.Pero,
dicho nombre, además de inspirarse en el del lugar de la escuela, designaba también la voluntad
de una vida errante y desapegada de los bienes materiales, y solamente interesada en los bienes
morales. Por otra parte, Antístenes se daba a sí mismo el nombre de aplokyon, «el auténtico
perro», y Diógenes se complacía en llamarse cínico: «discípulo del perro».
Entre los filósofos cínicos más importantes destaca el mencionado Diógenes de Sínope (que murió
hacia 324 a.C.), que es el miembro más conocido de esta corriente de pensamiento, y Crates de
Tebas, el discípulo más célebre de Diógenes, maestro a su vez de Zenón de Citio, fundador
del estoicismo. Otros discípulos de Diógenes de Sínope fueron Mónimo, Filisco y Onesícrito.
También son destacables Hiparquia, mujer de Crates y Metrocles, cuñado de éste. Menipo de
Gadara, Bión de Borístenes, Menodoro, Teletes y Cércidas son otros filósofos cínicos
pertenecientes a generaciones posteriores.
Esta escuela es una de las llamadas escuelas socráticas menores, que junto con la megárica y
la cirenaica comparte el hecho de que sus fundadores fueron discípulos de Sócrates y la
característica común de tener una orientación ética y de recurrir a la dialéctica e ironía
socrática.
La orientación moral de los cínicos estuvo al servicio de una vida ascética y que despreciaba los
bienes materiales. El sabio cínico busca sólo la virtud y no desea ni los bienes ni los placeres,
libre de todo y de todos, desprecia las normas usuales de conducta social e importuna a los demás
provocándolos con la absoluta franqueza.

Para ellos, la auténtica virtud es vivir conforme a la naturaleza, según el ideal de la αὐτάρκεια
(autarquía), carencia de necesidades o autosuficiencia, de inspiración socrática, pero entendida
en un sentido individualista y -a diferencia de Sócrates- antiintelectualista. Este
antiintelectualismo les separa de la ética socrática. Por ello, los cínicos, más que forjar un
sistema o una doctrina moral, forjaron ejemplos de comportamiento: la virtud para ellos no es un
saber, sino una forma de conducta o un modo de vida. La autarquía consiste, pues, en lo opuesto
al νόμος (nomos) en cuanto que todas las costumbres regladas, las creencias religiosas
transmitidas por tradición y las leyes son opuestas a la auténtica naturaleza.

Se ha señalado que la aparición del movimiento de los cínicos es expresión de la crisis que
acompaña al nacimiento del período helenístico, y aparece como contrapunto del vasto imperio
que forjó Alejandro Magno que, no obstante, significó el declive de las polis antiguas. El cínico
prefiere una vida natural y sencilla antes que participar en el boato de una sociedad que se le
aparece como inauténtica y en una cultura alienante y, quizás, carente de los medios intelectuales
de oponerse a ésta, adopta un estilo de vida chocante y provocador. De esta manera, prefiere el
modelo de la vida salvaje antes que el de una vida sometida a las reglas de un rebaño ordenado
pero embrutecedor. En el siglo I d.C., la escuela cínica volvió a adquirir una cierta importancia y
sus llamadas a la libertad interior y en contra de la corrupción, provocada por el deseo de los
bienes materiales (ideales que compartían con los estoicos), fueron bien recibidas por los que se
oponían al boato y prepotencia del poder imperial. Entre los miembros de esta última generación
destacan Dión Crisóstomo (s. I d.C.) y Luciano de Samosata (s. II d.C.).
Thomas Samuel Kuhn

Filósofo de la ciencia e historiador americano, nacido en Ohio, en 1922; estudió física en


Harvard y fue profesor de filosofía e historia de la ciencia en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts. Murió en junio de 1996 en la ciudad de Cambridge (Massachusetts).
Es conocido sobre todo por su obras La revolución copernicana (1957) y La estructura de las
revoluciones científicas (1962). Este último es uno de los libros más conocidos y discutidos
sobre filosofía de la ciencia y en él desarrolla la idea de que la ciencia progresa a través de una
sucesión de períodos, cuya secuencia es «paradigma-ciencia normal-crisis-revolución-nueva
ciencia normal-nuevo paradigma» ver esquema más abajo ↓. Se inicia con un período de ciencia
normal, durante el cual la investigación científica, que se caracteriza como una «actividad
dirigida a solucionar enigmas», bajo un modelo, o paradigma, acumula incesantemente nuevos
conocimientos: es la época de crecimiento y desarrollo del conocimiento científico intensamente
acumulativa. La presencia de anomalías o problemas que la teoría del paradigma no es capaz de
solucionar, origina una crisis dentro del paradigma y estimula la búsqueda de nuevas teorías, que
a medida que van teniendo éxito se manifiestan incompatibles con el paradigma antiguo: es la
fase revolucionaria y de ciencia revolucionaria. Si el paradigma alternativo es capaz de
solucionar las anomalías que se presentan, va siendo aceptado y se entra en una nueva fase de
ciencia normal bajo un nuevo paradigma. La adopción de un nuevo paradigma supone
una revolución científica o una ruptura con el paradigma antiguo y aparecen relaciones
de inconmensurabilidad entre el paradigma antiguo y el nuevo. Se ha interrumpido el desarrollo
acumulativo de la ciencia y hay nuevas teorías no compatibles con las anteriores, que suponen un
cambio de configuración total en el universo intelectual.
Este enfoque «historicista» de la ciencia, opuesto a la concepción tradicional excesivamente
teórica y racionalista del positivismo, ha sido criticado por algunos autores, y entre ellos Karl R.
Popper, por considerar que favorece cierto irracionalismo en la ciencia. En sucesivas ediciones
de su libro, y en otros escritos, Kuhn ha mitigado algunas de sus afirmaciones: admite, por
ejemplo, la sustitución de un paradigma por otro sin que sea necesaria ninguna crisis.
(Niccolo Machiavelli) Maquiavelo

Filósofo, político y dramaturgo italiano. Nació en Florencia. En 1498 accedió al cargo de


secretario de la cancillería de la república florentina. Desde este cargo, Maquiavelo
emprendió importantes misiones diplomáticas en la corte papal, en la corte de Francia y
en la del archiduque austríaco Maximiliano I. Estos viajes le reforzaron la idea de la
necesidad de conseguir la unidad italiana en un solo sistema estatal. En 1512, después
de la caída de la república, ha de abandonar la vida pública, y se retira al campo, época
que aprovechará para redactar su obra principal El Príncipe (dedicada a Lorenzo de
Médicis o Lorenzo el Magnífico, escrita en 1513, aunque no fue publicada más que
póstumamente en 1532), y muchas de sus obras fundamentales, como Discursos sobre
la primera década de Tito Livio, y El arte de la guerra. También por esta época escribió La
mandrágora. Se incorporó a la vida política directa a partir de 1520, al servicio de los
Médicis. Cuando de nuevo se restauró la república florentina en 1527 tuvo nuevamente
que abandonar todo cargo político.

Maquiavelo es considerado como el fundador del pensamiento político moderno, ya que


fue el primero en dar a conocer la realidad social y política tal como es, y no tal como
debería ser en función de previas consideraciones morales. Su obra principal, El Príncipe,
de carácter básicamente utilitario, destinada a dar consejos sobre cómo gobernar mejor,
es considerada como descripción y expresión de la separación entre sociedad civil y
poder político propia del Estado burgués. En esta obra, Maquiavelo parte del estudio de
la realidad de su tiempo y da un fiel reflejo de las principales características del moderno
Estado burgués, basándose en el estudio de los mecanismos de poder realmente
utilizados por los «príncipes» de su época.

En este sentido, su obra es fruto de su experiencia política, pero ésta está dirigida por los
supuestos propios del naturalismo (como si la política se pudiese explicar a partir de la
naturaleza de las cosas) que impregnaba determinadas corrientes del pensamiento
renacentista, así como por la asimilación de algunos aspectos de la Política de Aristóteles
(obra que, no obstante, Maquiavelo declaró no haber leído), y de los pensadores latinos.
Por otra parte, su intención era fundamentalmente la de conseguir la creación de un
Estado fuerte capaz de unificar, bajo el mando de un príncipe, los pequeños estados y
ciudades-estado de Italia, lo que sólo se conseguiría, pensaba, bajo el poder y la acción
de un personaje excepcional, el príncipe, capaz de imponer una monarquía absoluta
amparada por la razón de Estado.

Acepta la existencia de una naturaleza humana única e inmutable, regida siempre por las
mismas motivaciones y pasiones, que son las que rigen la historia. Justamente porque
enfatiza el aspecto naturalista que rige la historia, considera que ésta es un verdadero
objeto de análisis, en el que pueden hallarse elementos de regularidad, razón por la cual
la política puede ser considerada como una ciencia.

Analizando la historia a partir de los principios naturalistas inmanentes que afirma que la
constituyen, y apartándose de la imagen abstracta del cómo «debería ser» (más próxima
a las consideraciones de los filósofos platonizantes de su época), intenta describir la
sociedad, la naturaleza del poder y los modos de conservarlo. Con ello pone en evidencia,
como lo reconocería posteriormente Francis Bacon, la auténtica escisión existente entre
el ser y el deber ser, y manifiesta de manera realista la profunda crisis de valores
realmente imperante, así como un notable pesimismo antropológico (ver cita).

Considera que en todos los hombres se dan unas determinadas tendencias que les
impulsan, bien a aspirar al poder (tendencia dominante en los jefes o «príncipes», si
saben dominarlo y conservarlo), bien a aspirar al orden y la seguridad (tendencia
dominante en los naturalmente súbditos). Pero puesto que considera que la naturaleza
humana es fundamentalmente corrupta (influencia del pensamiento cristiano y del
estigma del pecado original), piensa que el príncipe, para dominar a los súbditos y
cohesionar la sociedad, es quien tiene que imponer el orden, a través de la coacción y la
fuerza, si es preciso.

En el capítulo XV de El Príncipe describe las formas de actuación del gobernante y las


características básicas que éste debe poseer, que son expresión del cinismo propio del
Estado burgués: el príncipe debe ser, ante todo, hábil y astuto; debe saber utilizar los
halagos para mejor manejar a sus súbditos o a sus competidores, pero también debe ser
implacable y echar mano de la violencia y la fuerza si es preciso; debe carecer de
escrúpulos morales, ya que la moral es propia sólo del hombre privado, mientras que
quien tiene que afrontar la responsabilidad del poder está fuera de toda consideración
moral.

De esta manera, Maquiavelo teoriza la escisión entre la moral y la razón de Estado,


regida por una lógica propia y distinta de la moral que regula la vida privada, e
independiente de supuestos valores trascendentes. Por ello, una teoría del poder del
Estado debe estar más allá de la moralidad, y ha de prescindir de las concepciones
teocráticas medievales (separándose, pues, del poder de la Iglesia): el poder del que
habla Maquiavelo es absolutamente terrenal y se justifica a sí mismo, hasta el punto de
someter la religión al mismo poder estatal, aunque manteniendo su función de cohesión
social.
La concepción teocrática medieval es sustituida por la noción de patria, cohesionadora de
los diversos individuos. El Estado ha de organizar la violencia, pero no a través de
ejércitos de mercenarios, sino mediante milicias autónomas nacionales, reclutadas entre
el campesinado -lo que acerca el campo a la ciudad y refuerza el tejido social.
(Posteriormente, Gramsci retomó esta concepción cohesionadora de Maquiavelo y
propuso un nuevo tipo de príncipe, que debería ser no un individuo sino un intelectual
colectivo o partido político).

La característica principal del príncipe es la virtù, es decir, su capacidad de intervención


política, la fuerza y la astucia -bien alejadas de la humildad y de la resignación-, para
mantenerse a la cabeza del poder, aunque también debe tener en cuenta la fortuna, es
decir, el conjunto de circunstancias que escapan a su voluntad, así como la misma
sociedad civil entendida como naturaleza. Pero la fortuna puede ser cambiada y forzada
por la virtù, ya que la historia se rige por las pasiones e intereses humanos que pueden
dominarla. De esta manera considera como ejemplos históricos de «príncipes», a
Francisco de Sforza, que llegó a ser duque de Milán gracias a su férrea voluntad, al
valor y la astucia, es decir, gracias a su virtù, y a César Borgia, hijo del papa Alejandro VI,
que ejemplifica la forma de llegar al poder gracias a la fortuna.

Esta relación entre virtud (entendida al modo de la areté griega presocrática) y fortuna
expresa también la conflictiva relación entre libertad y necesidad o azar que había
ocupado a los pensadores humanistas. Pero, a pesar de la cruda descripción de las
cualidades que debe tener el príncipe o gobernante que hace Maquiavelo, su ideal es
más bien el del gobernante romano de la época de la república. La cruel descripción de
los mecanismos reales del poder, así como la justificación de éstos, han convertido a
Maquiavelo en el ejemplo más claro del llamado «realismo político» (realpolitik), y en el
exponente más conocido de la apelación a la «razón de Estado», en la que a menudo se
escuda el poder político. La exageración de su pensamiento ha originado el vocablo
maquiavelismo.

maquiavelismo

De manera estricta, designa el conjunto de la teoría política de Niccolò Machiavelli


(o Maquiavelo). No obstante, en general se utiliza para referirse a una concepción política,
atribuida a este autor, en la que prima la razón de Estado por encima de toda otra consideración,
y que sustenta que el político está autorizado (en virtud de la mencionada razón de Estado) a
desarrollar cualquier acción, y está legitimado para actuar sin reparar en los medios que emplea.
Esta actividad se resume en la sentencia (nunca formulada por Maquiavelo): «el fin justifica los
medios». Por extensión, y de manera más general, designa toda acción regida por la astucia, la
mala fe y el cinismo dirigido a la obtención de un beneficio propio.
La razón de Estado (Maquiavelo)

En el principio del mundo, siendo los pobladores contados, vivieron dispersos como
animales. Después, al multiplicarse las generaciones y a fin de defenderse mejor,
buscaron entre ellos al más robusto y esforzado, le hicieron jefe y le obedecieron. De aquí
provino el conocimiento de lo bueno y lo honesto, y su distinción de lo malo y lo
depravado. Observando que si uno dañaba a su benefactor aparecían el aborrecimiento y
la compasión entre los hombres, reprochando a los ingratos y honrando a los
agradecidos, y aún pensando en que ellos mismo podían recibir idénticas injurias, le
obligaron a dar leyes y a ordenar el castigo a quien las quebrantara. De esta forma se
tuvo la noción de justicia. Después, en caso de elegir príncipe, no buscaron al más
vigoroso, sino al más prudente y justo.

N. Maquiavelo: El Príncipe (1513)

Estrictamente hablando, la razón de Estado es un concepto de origen italiano empleado a


partir de Nicolás Maquiavelo (quien lo empleaba con la denominación arte dello Stato) y
utilizado luego por Guicciardini y Giovanni della Casa, aunque solo con Giovanni Botero
se desarrollará como doctrina (Della Ragion di Stato, 1589), para referirse a las medidas
excepcionales que ejerce un gobernante con objeto de conservar o incrementar la salud y
fuerza de un Estado, bajo el supuesto de que la supervivencia de dicho Estado es un
valor superior a otros derechos individuales o colectivos. Maquiavelo define el concepto
en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (lib. III, cap. 41 “Que la patria se
debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará
defendida”):

Esto es algo que merece ser notado e imitado por todo ciudadano que quiera aconsejar a
su patria, pues en las deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se
debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo
laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de
seguir aquel camino que salve la vida de la patria y mantenga su libertad.

RAZÓN DE ESTADO:

El concepto se origina en Maquiavelo y fue desarrollado por los preceptistas italianos del siglo
XVI y por la escuela alemana del siglo XIX. La doctrina de la razón de estado sostiene que el
Estado tiene una tendencia orgánica, natural, a buscar el continuo incremento y consolidación de
su propia potencia, fin para el cual tiende a usar todos los medios, incluso la violencia,
trasgrediendo la moral y el derecho. La razón de Estado presenta un aspecto interno, que es
lograr el dominio eminente del Estado sobre su población y territorio para eliminar la anarquía
interna; y un aspecto externo, que es aumentar la propia potencia y disminuir la ajena, por todos
los medios, que van desde la guerra hasta las alianzas ofensivas y defensivas
Sigmund Freud

Médico austríaco y padre del psicoanálisis. Tras doctorarse en medicina se adentró en el


campo de las enfermedades nerviosas, sobre todo la histeria y la neurosis, desarrollando
teórica y prácticamente su propio modelo de afrontarlas (el psicoanálisis). El simbolismo
de lo sueños, que revela los contenidos ocultos en el inconsciente, la represión o el papel
de la censura en la organización social, constituyen algunos de los elementos de su
propuesta. A pesar de que se discutan en muchos ámbitos la validez de sus teorías,
estas influyen determinantemente en la auto-comprensión del ser humano y sus campos
de expresión (conocimientos teóricos, prácticos, artísticos, sociales). Alrededor de su
obra se han generado escuelas de interpretación psicoanalíticas afines y críticas. Forma,
junto a Nietzsche y Marx, lo que se conoce por “filósofos de la sospecha”.

El retorno de lo reprimido

Freud, en su teoría acerca de la estructura del aparato psíquico, distingue tres


instancias fundamentales:
El Ello: Su contenido es inconsciente y consiste fundamentalmente en la expresión
psíquica de las pulsiones y deseos. Está en conflicto con el Yo y el Superyó, instancias
que en la teoría de Freud se han escindido posteriormente de él.
El Yo: Instancia psíquica actuante y que aparece como mediadora entre las otras dos.
Intenta conciliar las exigencias normativas y punitivas (relativas al castigo) del
Superyó, como asimismo las demandas de la realidad con los intereses del Ello por
satisfacer deseos inconscientes. Es la instancia encargada de desarrollar mecanismos
que permitan obtener el mayor placer posible, pero dentro de los marcos que la
realidad permita. Es además la entidad psíquica encargada de la defensa, siendo gran
parte de su contenido inconsciente.
El Superyó: Instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. El Superyó es
para Freud una instancia que surge como resultado de la resolución del complejo de
Edipo y constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones
parentales.

La teoría psicoanalítica fue construida sobre la premisa de que los deseos inconscientes,
especialmente los representantes psíquicos de los impulsos biológicos y sexuales, son
parte central de la motivación de la personalidad humana. Freud postuló que los
trastornos neuróticos (y también otros trastornos mentales) tenían una causalidad
psíquica (m2), es decir, fundamentada no en lo orgánico, ni en lo hereditario, sino en
un retorno de lo reprimido en forma de síntomas. Postuló que las fantasías y deseos
reprimidos, por su carácter inaceptable para el sistema consciente, habían devenido
inconscientes, pero mantenían sin embargo su eficacia psíquica.
Freud plantea que los contenidos inconscientes tienen un carácter indestructible y que
las representaciones de las pulsiones están permanentemente tratando de abrirse paso
hacia la conciencia para lograr algún tipo de satisfacción, aunque sea amenguada o
sustituta. Las funciones específicas desempeñadas por las tres entidades no siempre son
claras y se mezclan en muchos niveles. La personalidad consta según este modelo de
fuerzas diversas en conflicto inevitable.

El inconsciente
(...) Pero la plena importancia del inconsciente aparece con el psicoanálisis de Freud. Dicho
autor (que tuvo en consideración los precedentes de autores como Charcot, Ribot o Janet que
habían estudiado el inconsciente en relación con la hipnosis) distingue (en un primer momento de
su obra) tres niveles de la actividad psíquica: el consciente, el preconsciente y el inconsciente.
Mientras el preconsciente (que pertenece al yo) está constituido por los contenidos psíquicos
-recuerdos- que son solamente inconscientes de manera latente y que son susceptibles de ser
conscientes, el inconsciente (un sistema -al que llama sistema Inc- más bien propio del ello)
alberga los deseos y pulsiones reprimidos o censurados que no afloran a la conciencia y que
son atemporales, es decir, no sujetos a las categorías habituales del tiempo. Los contenidos del
preconsciente pueden estar disponibles para la conciencia, mientras que los del inconsciente
nunca pueden llegar a aflorar a este nivel.
En una primera etapa (anterior a 1923) Freud coloca en el inconsciente los deseos reprimidos,
que son la expresión psíquica de excitaciones somáticas o pulsiones, generalmente constituidos
por deseos infantiles censurados o reprimidos, que tienden a ejercer una fuerte presión sobre la
conciencia,
La energía del inconsciente está regida por el principio del placer, que se opone al principio de
realidad, y sus manifestaciones más destacables son los sueños y los actos fallidos.
A partir de 1923 Freud distinguió tres instancias formadoras de la personalidad: el ello (o id), el
superyo (o super ego) y el yo (o ego). El ello o id representa las tendencias inconscientes e
instintivas, regulado por el mencionado principio del placer, pero no se confunde con todo el
inconsciente, que abraza también algunos aspectos del propio yo y del superyo.
Jung modificó las tesis freudianas y destacó el papel de lo que él llamó el inconsciente colectivo,
que generalizaba la concepción freudiana del ello y se abría a una interpretación de índole más
mística. Más recientemente J. Lacan ha proseguido el psicoanálisis freudiano pero ha
reformulado la noción de inconsciente en una dirección que podríamos denominar estructuralista
o post-moderna, donde lo simbólico tiene una fuerte importancia.

El complejo de Edipo
En psicoanálisis, el complejo de Edipo, a veces también denominado conflicto edípico, se
refiere al agregado complejo de emociones y sentimientos infantiles caracterizados por la
presencia simultánea y ambivalente de deseos amorosos y hostiles hacia los
progenitores. Se trata de un concepto central de la teoría psicoanalítica de Sigmund
Freud, expuesto por primera vez dentro de los marcos de su primera tópica (modelo o
paradigma). En términos generales, Freud define el complejo de Edipo como el deseo
inconsciente de mantener una relación sexual (incestuosa) con el progenitor del sexo
opuesto y de eliminar al padre (genérico) del mismo sexo (parricidio). El complejo de
Edipo es la «representación inconsciente a través de la que se expresa el deseo sexual o
amoroso del niño».

La teoría de Freud distingue en el desarrollo psicosexual de los niños tres etapas


principales: la oral, la anal y la fálica. El período de manifestación del complejo de Edipo
coincide con la llamada fase fálica (nótese el "olvido de lo femenino" de Freud, como
hemos comentado en clase) del desarrollo de la libido, es decir aproximadamente entre
los 3 y los 6 años de edad y se acaba con la entrada en el período de latencia. De
acuerdo con la teoría freudiana, el complejo se revive en la pubertad y esta reaparición
declinaría a su vez con la elección de objeto, que abre paso a la sexualidad adulta.

El complejo de Edipo es considerado la piedra angular de la teoría de Freud. Es un


concepto clave del psicoanálisis tanto como fundamento de la teoría, como construcción
explicativa en la clínica (terapia psicológica): para la teoría, porque constituye el eje
central de la teoría pulsional y de la metapsicología con la que Freud pretende explicar
el funcionamiento psíquico y la estructuración de la personalidad; para la clínica, debido a
que del desarrollo, evolución y forma de resolución de la conflictiva edípica derivará la
estructura y la forma en que se presentarán los síntomas en las distintas modalidades
patológicas.

Freud, en "Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", asegura que en los niños es
recurrente la fantasía incestuosa de expulsar y sustituir al progenitor rival, es decir el
padre para el niño, y la madre para la niña, pero esas ideas suscitan un intenso
sentimiento de culpa y temor al castigo.

La historia del psicoanálisis en su conjunto está fuertemente ligada a la historia del


complejo de Edipo y a las discusiones en torno a su significación. El concepto también ha
suscitado desde su origen muchas críticas, tanto internas al psicoanálisis como desde
otras disciplinas y corrientes teóricas.

El término complejo (del latín complectere: abrazar, abarcar; participio perfecto:


complexum) es un término que indica un conjunto que totaliza, engloba o abarca una
serie de partes individuales (hechos, ideas, fenómenos, procesos). Se utiliza en forma
general en psicología para indicar la integración de vivencias o experiencias individuales
en una experiencia de conjunto o totalizadora.El uso del término se le atribuye a Carl
Gustav Jung.

El concepto fue desarrollado por Sigmund Freud, quien se inspiró para su denominación
en el mito de Edipo de la mitología griega clásica, más precisamente, en la versión de
Sófocles en la tragedia Edipo Rey: Edipo es el hijo de Layo y Yocasta. Layo, para evitar
que se cumpla el horrible destino que el oráculo le ha anunciado (que va a ser asesinado
por su propio hijo), entrega a Edipo recién nacido a un sirviente para que lo abandone en
un cerro de Citerón. Desobedeciendo al rey, el sirviente lo entrega a un pastor, quien lo
acoge y finalmente lo entrega al rey de Corinto, Pólibo y su esposa Mérope, quienes lo
adoptan, le dan un nombre (Edipo significa «pies hinchados») y lo crían cual si fuera su
propio hijo. Sin embargo el joven Edipo, al escuchar rumores acerca de que el rey y la
reina no son sus padres, consulta al oráculo de Delfos, quien le revela que su destino
será dar muerte a su propio padre y que se casará con su madre. Edipo, creyendo que
sus padres eran quienes lo habían criado, decide no regresar nunca a Corinto para huir
de su destino. Emprende un viaje y, en el camino hacia Tebas, Edipo se encuentra
con Layo, que viajaba a Delfos, en una encrucijada. El heraldo de Layo, Polifontes exigió
a Edipo que le cediera el paso pero ante la demora de éste, mata a uno de sus caballos.
Edipo se encoleriza y mata a Polifontes y a Layo sin saber que era el rey de Tebas, y su
propio padre. Es así entonces que Edipo asesina a Layo y se casa con Yocasta para
más tarde descubrir la desastrosa verdad de que son sus padres. Cuando Yocasta
descubre que Edipo es su hijo se suicida. Edipo, incapaz de soportar el horror que el
parricidio y el incesto le provocan, se saca los ojos y en total humillación, abandona la
ciudad para vagar como un pordiosero por toda Grecia, atendido por su hija Antígona.

La primera vez que el complejo de Edipo aparece mencionado en la obra freudiana es en


1910, aunque existen razones para suponer que cuando Freud se refiere en 1908 a los
“conflictos nucleares” (Kernkonflikte) ya está aludiendo a la conflictiva edípica. Carl G.
Jung desarrolló de forma análoga el «complejo de Electra» describiéndolo como la
atracción sexual inconsciente que siente una niña hacia su padre.

Freud nunca aceptó las aportaciones de Jung (...) fue expulsado de la escuela
psicoanalítica, prueba de que el psicoanálisis más que una teoría científica era una
dogmática

(....) Freud argumenta sobre la universalidad del complejo de Edipo. Se trata de un


fenómeno universal, que ocurre con independencia de factores como la educación, la
pertenencia étnica o la cultura. Freud desarrolla esta idea en su obra Tótem y
tabú sirviéndose de una metáfora, de una suerte de "mito científico" propio, para
argumentar la universalidad del complejo de Edipo. Freud plantea el escenario en que
podría haberse instaurado el tabú del incesto e inaugurado la cultura, y en concreto la
religión (totémica):
En una época indeterminada de las hordas primitivas, los hombres vivían en pequeñas
agrupaciones dominadas por un macho poderoso y tiránico (el padre) que tenía el
privilegio de poseer a las hembras. Los machos jóvenes de la horda primitiva deciden
rebelarse contra el padre, lo asesinan y se comen su cadáver. La cena totémica habría
involucrado además una dimensión simbólica muy importante: no sólo se habrían comido
el cuerpo, sino que principalmente también sus atributos espirituales, lo que da por
resultado una identificación con el padre. El arrepentimiento y los sentimientos de culpa
que surgieron tras el asesinato los llevaron a instaurar un nuevo orden social basado en
la exogamia, es decir, en la prohibición (o tabú) de poseer a las mujeres del clan, al
tiempo que instauraron el totemismo (tabuización de dar muerte al tótem (figura que
sustituye simbólicamente al padre)). El padre asesinado, sin embargo, tiene más poder y
autoridad que el padre vivo, concluye Freud, puesto que la obediencia retroactiva que se
le presta se basa en el sentimiento de culpa. Las prohibiciones del totemismo (el incesto
y matar al tótem) representan los dos deseos inconscientes centrales del conflicto
edípico. Concluye Freud en esta obra que el complejo de Edipo es la condición central
del totemismo, por lo tanto, universal y fundante de la cultura en cualquier sociedad de
seres humanos.

El conflicto de edípica debe ser cancelado -superado- (no necesariamente por el


mecanismo psíquico de la represión) para posibilitar el desarrollo de la sexualidad del
niño. En el inconsciente se pone en funcionamiento el llamado complejo de castración,
que aporta al niño una respuesta rudimentaria al enigma que le plantea la diferencia
anatómica de los dos sexos (posesión o privación del pene), que el niño atribuye al
cercenamiento del pene en la niña. El niño teme el cercenamiento del pene como castigo
por sus deseos incestuosos y actividades sexuales, lo cual le provocará una intensa
angustia de castración. En la niña, la ausencia de pene es percibida como un daño
(envidia del pene)* que, según el psicoanálisis, ella misma intentará negar, compensar o
reparar durante su desarrollo.

* Podríamos hacer mención, otra vez, del férreo patriarcado (masculinismo) que suponen
las tesis psicoanalíticas, en tanto define lo femenino, como una carencia

Superhombre. Nietzsche

“Escuchad y os diré lo que es el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. Que


vuestra voluntad diga: sea el superhombre el sentido de la tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos míos,
a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe a los que os hablan de esperanzas
ultraterrenas! Son destiladores de veneno, conscientes o inconscientes. Son despreciadores de la
vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La Tierra, está
cansada de ellos: ¡muéranse pues de una vez!” (“Así habló Zaratustra”).

Hombre nuevo que aparece tras la “muerte de Dios”. Nietzsche lo concibe como el individuo
fiel a los valores de la vida, al “sentido de la tierra”.

 El hombre al que hay que superar es el que se somete a los valores tradicionales,
a la “moral del rebaño”, a la moral basada en la creencia de una realidad
trascendente que fomenta el desprecio por la vida, la corporeidad y la diferencia
individual. El superhombre sólo es posible cuando se prescinda absolutamente
de la creencia en Dios -de las ideas absolutas-, cuando se realice hasta el final
la “muerte de Dios”;
 el nazismo defiende el culto a la raza y al Estado, predica la superioridad del
grupo sobre el individuo, pero es esencial a la filosofía nietzscheana la tesis de
que no existe lo universal: Nietzsche no cree en realidades universales, para él
no existe la Humanidad, ni la Raza, ni la Nación. La estética nazi, el gusto por
los uniformes, la disciplina militar, las manifestaciones en las que la
muchedumbre oculta y anula al individuo, son signos menores pero claros de la
importancia que esta ideología da al grupo en menosprecio del individuo. La
noción de Raza, de Destino de un pueblo, de Estado, de Nación, en las que cree
el nazismo son diversas máscaras bajo las que se oculta lo Absoluto.

El superhombre no se puede identificar con una clase social :

1. Rechaza la moral de esclavos: la humildad, la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía,


la castidad, la obediencia como sometimiento a una regla exterior, la paciencia consecuencia del
sometimiento a un destino o a un mandato, el servilismo, la mezquindad, el rencor.
2. Rechaza la conducta gregaria: detesta la moral del rebaño, la conducta de los que siguen a la
mayoría, de los que siguen normas morales ya establecidas; como consecuencia de su capacidad
y determinación para crear valores, no los toma prestados de los que la sociedad le ofrece, por lo
que su conducta será distinta a la de los demás.
3. Crea valores: los valores morales no existen en mundo trascendente, son invenciones... El primer
rasgo del superhombre es precisamente éste: inventa las normas morales a las que él mismo se
somete; pero este rasgo no es suficiente para definir al superhombre, pues no vale que cree o
invente cualquier valor, además ha de crear valores que sean fieles al mundo de la vida y que le
permitan expresar adecuadamente su peculiaridad, su propia personalidad y riqueza.
4. Vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, no cree que la vida tenga un
sentido, como no sea el que él mismo le ha dado; acepta la vida en su limitación, no se oculta las
dimensiones terribles de la existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte), es dionisíaco.
6. Es contrario al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida, le gusta desarrollar en él mismo y
en los demás aquello que les es más propio; no tiene miedo a la diferencia.
7. Ama la intensidad de la vida: la alegría, la ebriedad, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la
belleza corporal y espiritual; puede ser magnánimo, generoso, como una muestra de la riqueza de
su voluntad.
8. En conclusión: el superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el creador y dueño de sí
mismo y de su vida, es un espíritu libre.

En “Así habló Zaratustra” nos cuenta tres transformaciones del espíritu: cómo el espíritu se
transforma en camello, el camello en león y, finalmente, el león en niño. El camello representa el
momento de la humanidad que sobreviene con el platonismo y que llega hasta finales de la
modernidad; su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con
paciencia las pesadas cargas, la carga de la moral del resentimiento y la culpa hacia la vida.
El león representa al hombre como crítico, como nihilista activo que destruye los valores
establecidos, toda la cultura y estilo vital occidental. Y el niño representa al hombre que sabe de
la inocencia del devenir, que crea valores, que toma la vida como juego, como afirmación, es el sí
radical al mundo dionisíaco. Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre.

“Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿qué es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león
haya podido hacer? ¿Para qué, pues habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí,
hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”: el espíritu lucha
ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.” (“Así
habló Zaratustra”).

Verificabilidad

 Verificabilidad
(del latín verificare, presentar como verdadero)
Condición fundamental que se exige a una hipótesis para que pueda ser considerada científica
(ver texto).Verificable es aquella propiedad de una hipótesis -m3- que permite contrastarla con
los hechos -m1-.
A decir, un tanto poéticamente, de Carl G. Hempel, «es hacer precisa la vaga noción de
"descansar" -o, más bien de poder descansar- en la experiencia».
Se han determinado diversos procedimientos o criterios de verificabilidad.
El Círculo de Viena defendió inicialmente el llamado criterio empirista del significado*, en un
sentido muy restrictivo, que luego suavizó (ver texto 1, y texto 2 ).Frente a la
verificabilidad, Popper defendió la refutabilidad -falsacionismo- de los enunciados empíricos (ver
texto ).

* Criterio empirista del significado


Es el mismo principio de verificabilidad**, propuesto por el neopositivismo no sólo como criterio
del carácter científico de un enunciado, sino también como criterio de demarcación -la norma
para distinguir la ciencia de las pseudociencias o lo que no es ciencia- entre
enunciados con significado y enunciados sin significado, y, en general, entre lo que es ciencia y lo
que no lo es.
Los únicos enunciados científicos y significativos son o enunciados analíticos***, propios de
las ciencias formales, como la matemática y la lógica, o los enunciados sintéticos***, o empíricos,
propios de las ciencias fácticas o empíricas. Sólo estos últimos se refieren a la experiencia y
pueden compararse con los hechos, siendo los únicos susceptibles de contrastación con lo que
venimos llamando M1. La experiencia (el experimento o la observación) los confirma o
desconfirma.
Ese criterio, igual que su homónimo, el principio de verificabilidad, ha ido variando su
formulación con el tiempo. Autores que sostenían la necesidad de un criterio estricto o de una
verificación completa han pasado -por la imposibilidad de sostener la verificación estricta de
enunciados universales, recuerda el famosísimo pavo inductista- a defender, no la verificación,
sino sólo la confirmación de las hipótesis científicas mediante la comprobación
de predicciones que se cumplen.
Una teoría científica, o un enunciado con sentido, según este último criterio empirista, no
puede estrictamente verificarse, pero sí ser de algún modo confirmado por la experiencia.

** Principio de verificabilidad
En sentido amplio, todo principio que precise en qué consiste la verificabilidad de una hipótesis.
Por antonomasia, el llamado «criterio empirista del significado», o criterio con que los autores
que se agrupan en el Círculo de Viena, defensores del positivismo lógico, identifican a los
enunciados dotados de sentido (ver texto). Según este principio, un enunciado constituye una
afirmación significativa si
1) es un enunciado analítico o contradictorio, o si
2) es un enunciado empírico capaz de ser contrastado por la experiencia.
En consecuencia, muchas afirmaciones de la filosofía tradicional, o de la metafísica, carecen
de sentido y, en consecuencia, han de ser consideradas como pseudoenunciados. Algunas de
ellas ni siquiera cumplen con las reglas lógicas de construcción de enunciados.
Los autores del Círculo de Viena y los defensores del positivismo lógico dieron diversas
formulaciones del principio de verificabilidad. En un primer momento, y siguiendo a Wittgenstein,
se hace coincidir el significado de un enunciado con el método de su verificación. En estos
primeros momentos el Círculo de Viena sostenía una postura rigorista, según la cual un
enunciado tenía sentido empírico si, al menos en principio, era posible su
verificación completa por medio de la experiencia.
Este criterio de verificabilidad, sin embargo, excluía la posibilidad de verificar las leyes
científicas que se construyen con enunciados universales -problema de la inducción-. En
consecuencia, se modificó el primer criterio riguroso de verificabilidad y se sustituyó por otras
formulaciones en las que se habla de confirmabilidad (entiéndase probabilidad) parcial o
indirecta. Así, por ejemplo, Carnap para quien un enunciado es verificable si es confirmable. Al
criterio de verificabilidad y al de confirmación se opuso Karl R. Popper, proponiendo el
de refutabilidad (ver cita), según el cual un enunciado tiene significado empírico si puede ser
refutado, o negado, por un enunciado observacional. A esta postura se objeta comúnmente que,
como consecuencia, carecerán de significado empírico hipótesis o enunciados existenciales.

*** Enunciados analíticos


El enunciado o proposición verdaderos en virtud del significado de sus términos. El simple
análisis de los términos permite ver que el sujeto pertenece necesariamente al predicado, o que
éste incluye a aquél. Por constituir una verdad por definición, una verdad analítica o una verdad
conceptual, su negación es una autocontradicción

«Todos mis hermanos son mayores que yo» es una proposición sintética
« Mis primos hermanos son los hijos de mis tíos o de mis tías» es una proposición analítica.
«Ser o no ser», es una proposición explícitamente analítica y tautológica.
«Círculo es la superficie plana limitada por una circunferencia» es una proposición
implícitamente analítica y es una definición.
«Los delfines son mamíferos» es implícitamente analítica hoy en día, aunque en alguna época no
lo fuera.
«Los negocios son los negocios» es una proposición aparentemente analítica, pero en realidad
-atendiendo a su significado- no lo es. Puede considerarse también una aparente tautología.
La distinción entre enunciado (propiamente juicio) analítico y sintético fue introducida
por Kant (ver texto ),
*** Enunciados sintéticos
(...) La verdad de los juicios analíticos se reconoce a priori, sin recurrir a la
experiencia, y la de los sintéticos a posteriori,recurriendo a ella.
Se definen como analíticos aquellos enunciados que son verdades lógicas, o son
reducibles a ellas,
(Ver ejemplo ↓)
«Los solteros no son casados», es una verdad lógica si se recurre a sinónimos:
siendo «no casado» sinónimo de «soltero», se puede decir, y es una verdad lógica
-una tautología-, que «ningún hombre no casado es un hombre casado».

o aquellos, cuya negación es contradictoria.


[Contraer]

(Ver ejemplo ↓)
La negación del enunciado «Los triángulos tienen tres lados», que equivale a
«Algún triángulo no tiene tres lados» es autocontradictoria.

Falsacionismo

La teoría sobre el método científico, de Popper, basada en su concepción de la ciencia


como sistema de conjeturas y refutaciones, según la cual una hipótesis* o teoría científica
es un enunciado universal**, cuya verdad no puede demostrarse, porque ninguna serie
finita de observaciones -ningún procedimiento inductivo- puede establecer la
confirmación de una hipótesis, pero cuya falsedad sí puede determinarse, mediante la
refutación o falsación de la misma.

Imre Lakatos, filósofo húngaro, distingue una versión ingenua, atribuible a Popper, y una
versión refinada, la del propio Lakatos (ver texto), que admite una cierta aceptabilidad o
una cierta verificabilidad (una cierta verdad) de las hipótesis.

* (del griego ὑπὁθεσις, hypóthesis, del verbo hypotíthemi, poner debajo: propuesta,
suposición) Es una suposición, o un supuesto, con miras a explicar algo. Referida a la
ciencia, es una generalización o enunciado general (todo x es p) que, en principio,
supone una interpretación de determinados hechos, y que adoptamos transitoriamente
como verdadera mientras la sometemos a confirmación o refutación.
No toda hipótesis científica es una generalización: hay hipótesis particulares, como lo fue
en su día «la Tierra gira en torno al Sol», o la del descubrimiento del planeta Neptuno por
las irregularidades en la órbita de Urano.

** Los enunciados (frases susceptibles de ser verdaderas o falsas) son, según la


cantidad, universales o particulares.

El enunciado universal afirma un predicado de toda la clase nombrada por el sujeto


El enunciado particular, de parte sólo de la clase.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que aquello de lo que se habla es, en todo
momento, de la clase misma. Los juicios universales versan sobre características
esenciales para definir esa clase y que, por tanto, todos sus miembros han de poseer
("todo humano es animal"), y los particulares de propiedades que no son incompatibles
(contradictorias) con las anteriores, pero que tampoco son necesarias o esenciales, sino
que pueden ser o no poseídas (accidentales) por los miembros de la clase ("algún
humano es concejal"). Existen también enunciados singulares, cuando se refieren a un
solo individuo: "Sócrates es ateniense"

Las proposiciones son también, según la cualidad, afirmativas o negativas. La


proposición afirmativa afirma el predicado de toda la clase o de parte de la misma
nombrada por el sujeto. La negativa, niega que el predicado convenga a toda la clase o a
parte de la clase nombrada por el sujeto.

Universal afirmativa: Todo S es P


Universal negativa: Ningún S es P
Particular afirmativa: Algún S es P
Particular negativa: Algún S no es P

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