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1BUSCANDO LOS NAHUA DE NICARAGUA

1 ... ENCONTRANDO ???:


INVESTIGACTIONES RECIENTES EN SANTA ISABEL

Geoffrey G. McCafferty, Depto. de Arqueología, Universidad de Calgary

Ponencia preparada para el 1er Congreso de Arqueología de El Salvador, Estudios de


Cultura Nahua, San Salvador, El Salvador, 26-28 de Octubre, 2005

RESUMEN:
Las fuentes históricas indican una ocupación del istmo de Rivas (Nicaragua) por grupos con
orígenes mesoamericanos, incluyendo los Chorotega y los Nicarao, durante el Posclásico.
Comenzando en el 2000, un equipo arqueológico de la Universidad de Calgary (Canadá) ha
investigado el sitio de Santa Isabel, ubicado al norte de San Jorge por la costa del lago de
Nicaragua. La meta del proyecto fue encontrar los restos arqueológicos que pueden facilitar
comparaciones con la cultura material conocida de zonas Nahuas de México. Las
interpretaciones preliminares no apoyan la idea de que los habitantes de Santa Isabel eran
afiliados con los Nahuas. Un conjunto de fechas de carbono-14 nos da algo de explicación,
porque de 12 fechas todos son del periodo Sapoá, entre 900-1250 dC (2 sigma). Esta ponencia
presentará resultados de las excavaciones y fechamiento, con implicaciones a las revisiones de
la cronología Postclásica de la Gran Nicoya y sugerencias sobre la identidad étnica de la
población de Santa Isabel.
.

INTRODUCCION: LA ARQUEOLOGIA DE ETNICIDAD


En esta ponencia presentaré los resultados preliminares de cuatro temporadas de
investigación arqueológica en el sitio Santa Isabel. Santa Isabel se ubica en los
márgenes del Lago de Nicaragua, o Cocibolca, a cinco kilómetros al norte del pueblo
actual de San Jorge, en el departamento de Rivas. El sitio de Santa Isabel fue
descubierto inicialmente por Gordon Willey en 1959 (Norweb 1964), y su descripción
fue incluida en el estudio de Paul Healy sobre La Arqueología de la Región de Rivas,
Nicaragua en 1980. En un estudio de patrón de asentamiento de la ribera del lago,
Karen Niemel (2003) estableció que Santa Isabel fue el sitio más grande del
Postclásico en la región. Esta área fue conocida como centro de cultura Nahua durante
la época de contacto con España, y entonces fue seleccionado para un investigación
dirigida a cuestiones de etnicidad y continuidad cultural de los grupos migrantes de
México central.

La etnicidad es un tema difícil en la antropología cultural de grupos modernos, y desde


la perspectiva de la arqueología puede ser un tema complejo de abordar. La etnicidad
es una identidad dinámica, con rasgos seleccionados estratégicamente, que depende
de contextos sociales que pueden variar en varios momentos. Antropólogos como
Barth (1969) y Hodder (1987) comentan sobre la dificultad, en términos empíricos, de
identificar rasgos étnicos en la cultura material (también Banton 1981; Despres 1975;
DeVos y Romanucci-Ross 1975; Keyes 1981). En su libro sobre la arqueología de la
etnicidad, Sian Jones (1997) concluye que, 2 sin evidencia histórica, es casi imposible
inferir la etnicidad en el pasado (pero véase Bentley 1987).
La arqueología tradicional ha pensado en igual forma con respecto a otras formas de la
identidad, por ejemplo el género (Conkey y Spector 1984), pero algunas
interpretaciones sofisticadas se han realizado en este campo. En el caso de los
Nahuas de Centroamérica existen fuentes ethnohistóricas que guían e informan sobre
los rasgos culturales y que puedan relacionarse con características étnicas. En mi
opinión, entonces, la búsqueda de las Nahuas en Nicaragua ofrece una oportunidad
excelente para evaluar un problema étnico en la arqueología.

Una rama de la arqueología en donde la etnicidad ha sido un tema importante es la


arqueología histórica (McGuire 1982; Schuyler 1980). En ciertas investigaciones
practicadas en los Estados Unidos, algunos estudios sobre la esclavitud de los negros
o de los chinos del oeste sirven como casos comparativos útiles para construir modelos
de cómo buscar la etnicidad en contextos arqueológicos. Según estos estudios, y
apoyados en investigaciones antropológicas, la alimentación es uno de los rasgos
étnicos más resiliente al cambio (Johnsson 1986; McCafferty 1989). Ya que un gran
porcentaje de la evidencia arqueológica que recuperamos se relaciona con los modos
alimentarios, podemos observar apropiadamente los comportamientos en la
preparación y consumo de alimentos en el pasado. En el Proyecto Santa Isabel nos
hemos enfocados al estudio de las formas de vasijas cotidianas como marcadores de
los modos alimentarios (Steinbrenner 2002) y también en otros objetos asociados con
la preparación de alimentos, por ejemplo, los raspadores pequeños, probablemente
utilizados en la preparación de platillos de yuca (Debert 2005).

Una tema muy relacionado a la etnicidad, especialmente relevante por el problema de


los grupos mesoamericanos en América Central, es la migración. Aunque un tema
importante en la arqueología de los principios del siglo veinte, en años más recientes
no fue tan popular entre los participantes en el llamado ‘nuevo arqueología’ (Trigger
1989), porque no tiene mucho poder interpretativo. Unos investigadores (Anthony
1990; Burmeister 2000) han sugerido la re-introducción de la migración, pero en una
practica más teórica, con énfasis en las causas y explicaciones por los movimientos.

Con estos conceptos teóricos y metodológicos ¿cuáles podrían ser los indicadores
étnicos de los Nahuas en Nicaragua? Las fuentes históricas hablan reiteradamente de
los migrantes de México central, como los Chorotegas y los Nicarao (Abel-Vidor 1981;
Bobadilla 1998; Chapman 1974; Fowler 1989; Incer 2003; Oviedo 1950, 1976; Romero
Vargas 1998; Torquemada 1975-83). Según las interpretaciones tradicionales, los
Chorotega hablaban un dialecto del oto-mangue y los Nicarao hablaban el náhuatl. Es
ambiguo cuándo fue que llegaron estos grupos, pero la interpretación más común es
que los Chorotega aparecieron en la costa del Pacífico en Nicaragua y en Costa Rica
durante el Postclásico Temprano, alrededor de 800 d.C., y los Nahuas no llegaron
hasta el Postclásico tardío, cerca del 1300 d.C. (Franco 2002). Estas fechas
corresponden, entonces, a las fases cronológicas Sapoá (800-1300 dC) y Ometepe
(1300-1530 dC). Tipos distintos de cerámica 3 policromada se han empleado para
distinguir estas fases, y se han asociado con los grupos étnicos respectivos (Abel-Vidor
et al 1987; Bonilla et al. 1990; Healy 1980; Niemel, Román Lacayo, y Salgado González
1997).
Mucho más se conoce de los Nicarao con base en las fuentes históricas. Por ejemplo,
los Nicarao utilizaron una forma de calendario mesoamericano con veinte días
denominado casi igual al de los Mexica de México Tenochtitlán. Un panteón de dioses
también tenía su paralelo con el de los Nahuas, incluyendo al dios del viento Ehécatl y
al de la lluvia Quiateot (Tláloc). Se practicaba también el sacrificio humano, parecido al
de los Nahuas, y también otros ritos religiosos como el del volador amarrado de los
pies que desciende desde lo alto de un poste de madera hasta el suelo. Los Nicarao
tenían una organización social estratificada tipo señorío, con un ejército y grupos
especiales de mercaderes como los pochteca.

LA EVIDENCIA MEXICANA
Evidencia de las migraciones prehispánicas de México central a Centroamérica derivan
del texto de Juan de Torquemada (1975-83), escrito en los principios de siglo XVII.
Torquemada habla de un grupo que salió de Cholula, huyendo de los Olmecas
históricos, que se detuvieron en la zona del Soconusco, y que al final llegaron a
Nicaragua siendo los Chorotega y los Nicarao. Este relato implica que los dos grupos
llegaron juntos, y el autor dice que este hecho sucedió ‘hace 7 o 8 edades de un
anciano’. Según el historiador Nigel Davies (1977), una ‘edad de anciano’ indica dos
ciclos de 52 años, o sea 104 años. Siete u ocho de estas ‘edades corresponden a 728-
836 años, en consecuencia entre el 800 y el 900 d.C. Aunque este tipo de cronología
tiene problemas obvios, resalta en particular el inicio del Postclásico en Mesoamerica y
en la Gran Nicoya.

El período 800-900 dC corresponde al periodo del Epiclásico en México central, y ésta


fue una época de grandes cambios culturales: rasgos mayas introducidos en sitios
como Cacaxtla y Xochicalco, la fundación de Tula con la influencia de Chichén Itzá, y el
apogeo de Cholula, la gran ciudad religiosa y comercial (McCafferty en prensa).
Cholula es un enigma en estos años, porque surgió como un centro de gran
importancia después del abandono de Teotihuacan. La Gran Pirámide de Cholula
adquirió en esta época las mayores dimensiones alcanzadas hasta convertirse en el
monumento más grande del mundo prehispánico. Fue también en estos siglos que los
alfareros de Cholula combinaron en sus pinturas el estilo de la iconografía religiosa
llamado ‘Mixteca-Puebla’ (McCafferty 1994, 2001). El estilo Mixteca-Puebla es famoso
por localizarse en varias partes de Mesoamérica como un rasgo diagnóstico del
Postclásico (Nicholson 1982), y su presencia en América Central es un indicador fuerte
del intercambio cultural (Day 1994; McCafferty y Steinbrenner en prensa).

He tenido varias oportunidades de estudiar la arqueología de Cholula, incluyendo


excavaciones correspondientes a las áreas del Clásico, Epiclásico y Postclásico
Temprano. En el rescate R-106 encontramos 4 restos domésticos con fechas de
radiocarbono entre 400 a 650 d.C. (McCafferty 1996, 2000). En otro rescate practicado
en una plataforma de la Gran Pirámide excavamos etapas constructivas de un palacio
del Epiclásico. En mi investigación doctoral (McCafferty 1992) analicé materiales
domésticos de un conjunto residencial del Postclásico Temprano, designado UA-1.
Con base en estas excavaciones y en los análisis practicados tenemos una secuencia
bien establecida para la transición del Clásico al Postclásico (McCafferty 1996, 2000).
Como esta época corresponde precisamente a los siglos en los que las migraciones
hacia Nicaragua se produjeron estamos en buena posición para inferir el tipo de
contacto que pudo existir.

Cholula experimentó cambios étnicos durante estos siglos de transición, su gente


mostraba similitudes con los precedentes pobladores de Teotihuacan. En el Epiclásico
llegaron grupos extranjeros con origen en el Golfo de México, cerca de la Laguna de
Términos, y con características Mayas (McCafferty en prensa). Esta población,
llamada los Olmecas-Xicalancas, probablemente también tuvo relaciones con Cacaxtla
y Xochicalco en el Altiplano Central. En Cholula este grupo preservó evidencia de su
origen en el Golfo, a través de las representaciones en el arte monumental como son
las estelas y altares de la plaza sur que muestran estos rasgos, así como en el uso de
particulares colorantes y símbolos en su cerámica. Los Olmecas-Xicalancas
dominaron a Cholula aproximadamente 500 años. Cerca del 1200 d.C. el cambio en la
cerámica policromada indica otro cambio étnico: la llegada de los grupos Nahuas
referidos como los Tolteca-Chichimeca. Aunque al principio éstos estaban
subordinados a los Olmecas-Xicalancas, en el Postclásico Tardío los Nahuas
dominaron. Como centro urbano, Cholula fue multi-étnico y existe evidencia de que los
Olmecas-Xicalanca mantuvieron por largo tiempo una presencia fuerte en el pueblo
(McCafferty 2000; Olivera y Reyes 1969).

LA ARQUEOLOGIA DE SANTA ISABEL


Con base en los antecedentes previos y en los resultados del Proyecto Santa Isabel
haré comparaciones haciendo uso de los datos etnohistóricos y de los datos
arqueológicos de Cholula. Empecé mis investigaciones en el año 2000 en el montículo
3, y después de la temporada de análisis fue posible regresar tres años más, del 2003
al 2005. En total hemos excavado aproximadamente 90 m 2, e hicimos una red de
sondeos (de pala) que cubren casi 5 hectáreas, incluyendo las muestras tomadas de
diez montículos.

Los pozos de sondeo están excavados cada 10 m, y consisten en muestreos de 40 cm


de diámetro hechos con pala para determinar la densidad de materiales por debajo de
la superficie. Las densidades varían de 0 a más de 1000 artefactos por sondeo. Los
pozos efectuados sobre los montículos presentaron la mayor cantidad y las áreas entre
montículos generalmente presentaron una cantidad menor, entre 0 y 50 artefactos.
Esto implica que la basura de las zonas residenciales se depositó alrededor de las
casas.
Excavaciones más amplias se han efectuado 5 en los montículos 1, 3, 6, y 8, con
operaciones predominantemente en sentido horizontal para identificar restos
arquitectónicos y artefactos en asociación contextual. Otros pozos se han excavado
hasta la capa estéril para determinar la duración de la ocupación cultural. Con estas
investigaciones hemos recuperado aproximadamente 500,000 artefactos de diversos
materiales: hueso, cerámica, y lítica, así como varios rasgos arquitectónicos
pertenecientes a estructuras residenciales. Y por primera vez podemos discutir
prácticas domésticas del Postclásico de Nicaragua con un rango demográfico que
brinda ejemplos de una sola comunidad.
Arquitectura
Los habitantes de Santa Isabel vivían en casas construidas con materiales
perecederos, de bajareque (estacas de madera entretejidas) y cubiertos con lodo. Una
vez que el lodo secaba se quemaba con fuego profiriéndole un color amarillo a
anaranjado. Restos de bajareque quemado se encontraron en las excavaciones, y
capas del recubrimiento de adobe colapsado también se localizaron sobre los pisos.

Los pisos se construían de varias maneras. Lo más comunes fueron de tierra


compactada. En el Montículo 6 un piso presentaba manchas de arena gris sobre la
tierra compactada, y en un nivel por debajo del montículo presentaba tiestos de
cerámica incrustada. Los pisos mejor construidos se encontraron en el Montículo 3,
con una consistencia tipo cemento suave. Este material se analizó con la técnica de
difracción de rayos-x y los resultados indicaron la presencia de fosfatos, probablemente
una forma de aglutinante natural logrado probablemente mediante la incorporación de
desechos orgánicos animales. Los pozos profundos realizados en el Montículo 3
indican una secuencia de ocho etapas de construcción con pisos construidos con la
misma técnica constructiva.

En contraste con la evidencia que se ha identificado en Mesoamérica y en relación con


las fuentes etnohistóricas no hemos encontrado pirámides escalonadas, tampoco
evidencia del uso de piedra en las formas constructivas, ni tampoco el uso de bloques
de adobe. Los montículos de Santa Isabel están constituidos en gran parte por la
acumulación de restos domésticos y el derrumbe de las estructuras perecederas.

Alimentación
Otro rasgo cultural importante que hemos investigado en Santa Isabel es la
alimentación. La mayoría de los artefactos encontrados se relacionan con la
preparación de comida, y las técnicas de preparación. Gracias a las excelentes
condiciones de preservación, los huesos animales abundan, incluyendo los delicados
esqueletos de pescado (contra Pohl y Healy 1980). Las especies de pescados
provenían del lago, especialmente las variedades de la especie Cichlasoma. Otros
animales ya identificados son: venado, jabalí, conejo, iguana, serpiente, tortuga, y
algunos moluscos del lago. Es notable que los restos óseos de perro son muy
escasos, a pesar de que los perros fueron una parte importante de la dieta
mesoamericana.
6
Entre los objetos encontrados hay evidencia de herramientas utilizadas para la
obtención y la preparación de alimentos. Los pesos de cerámica fueron reutilizados
para pescar con las redes, posiblemente hechas de algodón, de acuerdo con las
fuentes históricas (Oviedo 1976). También hemos encontrado anzuelos de hueso. Las
puntas de lanza pudieron ser empleadas para cazar venados o jabalí. Pequeñas
esferas de barro cocido se utilizaron como balas de cerbatana, posiblemente para
cazar aves.

Pequeñas piezas de pedernal blanco fueron montadas en madera para raspar la yuca.
El análisis de estos objetos con microscopios electrónico de barrido revelan un pulido
fino en su superficie (Debert 2005). Manos y metates de basalto también se
encontraron y estas probablemente se usaron para moler maíz. Actualmente estamos
en el proceso de estudiar e identificar los restos vegetales extraídos de las piedras de
molienda.

Entre los restos de semillas carbonizadas no hemos observado maíz. Lo más común
es el jocote, una semilla de fruta agria que fue utilizada para fermentar una especie de
vino. También tenemos semillas de paraíso, frijol y cacao. La excepcional preservación
de restos orgánicos también incluye varias maderas carbonizadas, hemos identificado
al menos quince especies distintas.

La antigua población de Santa Isabel contaba con un medio ambiente abundante en


recursos, y la mayoría de la evidencia arqueológica indica que era una población en
gran parte de cazadores y recolectores. Aunque las plantas domesticas están
implícitas con base en los raspadores de pedernal y las manos y metates, es probable
que la yuca tuviera más importancia que el maíz. Este dato se opone a la conocida
preferencia alimentaria mesoamericana de la Postclásica, y también contrasta con las
fuentes etnohistóricas que describen que los Nicarao se alimentaban
predominantemente de maíz.

Otra manera de inferir la alimentación es por medio de las formas de la cerámica


utilitaria. En Santa Isabel se utilizaron ollas y cazuelas, indicando una comida líquida,
del tipo sopa, o caldo (Steinbrenner 2002). Esta interpretación se apoya en las vasijas
de servicio, que son cajetes con paredes altas. Vasijas con paredes bajas, tipo platos
son muy escasos. El comal, una vasija utilitaria empleada para preparar y calentar
tortillas en el México central no aparece en Santa Isabel, aunque se menciona en las
fuentes que fueron usados por los Nicarao en el Postclásico. En Cholula, en tiempo
contemporáneo con Santa Isabel, los comales consistieran de 20-25% de los bordes en
contextos domésticos, indicando una gran distinción con las herramientas de cocina en
Santa Isabel, en donde no hemos encontrado ni uno.

Producción Especializada
Además de los productos de subsistencia, 7 en Santa Isabel se encontraron varios
artefactos que indican producción especializada. Herramientas de hueso pulido,
ruecas (o malacates) de barro cocido indican la producción de textiles. Además de la
ropa tejida, la fabricación de hilo fue importante para la producción de redes para
pescar y hamacas.

Varios pedazos de piedra verde fueron encontrados, incluyendo núcleos con huellas de
corte hecho con sierra en piezas ya pulidas. La evidencia indica la producción de
joyería en jade, especialmente cuentas y pendientes. Pocas piezas completas se
encontraron, implicando que la mayoría de la producción era de exportación, o bien
materia de tributo.

También encontramos restos de concha de mar cortada, para la producción de joyería


como pendientes. Se encontraron algunos ejemplos de objetos completos, pero la
mayoría de la concha de mar fue como escombros del proceso productivo.

La evidencia de la producción de productos especializados implica que los habitantes


de Santa Isabel participaron en una sistema económico amplio, y contaban con acceso
a recursos foráneos. Esto corresponde a la información etnohistórica, que Smith y
Berdan (2003) llaman la ‘sistema mundial del Postclásico.’ Al mismo tiempo, es notable
que son pocos los objetos de origen mesoamericano; un material indicativo es la
obsidiana, que presenta una baja frecuencia de aparición en el contexto arqueológico,
correspondiendo a menos del 0.1% del total de la lítica localizada.

Cosmovisión
La última rama de evidencia que se tiene en relación con las prácticas domésticas de
los habitantes de Santa Isabel es la cosmovisión e ideología social. Rasgos
pertinentes a ella incluyen los patrones funerarios, la iconografía en la cerámica
policroma, las figurillas y la ornamentación.

Dos patrones mortuorios distintos fueron encontrados en Santa Isabel. El más común
consiste en entierros dentro de urnas cerámicas de la forma llamada ‘patojo’: vasija
ovoide que tiene una apertura lateral. En general la apertura se cubría con una cajete
policromo. Las urnas contenían esqueletos de infantes o niños jóvenes, pero en unos
casos también incluyeron piezas dentales de adultos, posiblemente como ofrendas.
Una urna de montículo 8 contenía una espina de manta-raya como ofrenda. Estos
entierros fueron depositados entre montículos, en donde no existía deposición de otros
materiales. Por ejemplo, al oeste del montículo 5 encontramos un grupo de cinco
urnas, y entre los montículos 3, 5, y 6 excavamos dos, uno directamente sobre otro.

Un adulto y un niño fueron encontrados en el montículo 5. El adulto fue un hombre que


tenía entre 40 y 60 años de edad que yacía enterrado sobre su lado izquierdo, y el niño
tenía entre 6 y 8 años de edad yacía sobre su lado derecho de frente al adulto. El
individuo adulto tenía como ofrenda una vasija zoomorfa y unas piezas trabajadas en
piedra verde, una especialmente dentro de 8la boca. El infante tenía la cabeza sobre un
caparazón de tortuga. Otro infante, en entierro primario, fue depositado en el montículo
3.

La mayoría de los entierros de Santa Isabel fueron de infantes. Entonces la cuestión


es: ¿dónde están enterrados los demás adultos de la población? La hipótesis evidente
es que había uno o varios cementerios en alguna zona del sitio que aún no hemos
explorado. Miembros de la comunidad actual, incluyendo los huaqueros, nos han dado
información sobre cementerios que tienen grandes cantidades de materiales, algunos
valiosos como vasijas policromas y metates.

Otra característica de la cultura material que se relaciona con la ideología es la


cerámica decorada. La cerámica de servicio en Santa Isabel es notable por la alta
calidad en su decoración, presenta la combinación de diferentes colores y variedad de
diseños. Están representados varios tipos de cerámica policroma de acuerdo con la
clasificación establecida por Healy (1980), Abel-Vidor et al. (1987), y Bonilla et al.
(1990). En oposición con la cronología establecida, donde los tipos como Madeira,
Vallejo y Castillo Esgrafiado son diagnósticos del Postclásico Tardío/Ometepe, estos
aparecen en los contextos correspondientes al Postclásico Temprano/Sapoá mezclados
con variedades del Policromo Papagayo (McCafferty y Steinbrenner 2005). La
cerámica de Santa Isabel asociada a 12 fechas de radiocarbono-14 es muy útil para la
re-interpretación de la cronología Postclásica de la región de la Gran Nicoya. Además
de los cambios cronológicos este hecho significa que rasgos iconográficos presentes
pertenecen a los grupos pre-Nicarao.

Es notable entre la cerámica de Santa Isabel las representaciones de serpientes


emplumadas. Algunos historiadores del arte como Samuel Lothrop (1927) y Jane Day
(1994) indican que estas imágenes se identifican con la tradición gráfica
mesoamericana “Mixteca-Puebla.” Otros diseños policromos tienen sus paralelos en
los policromos famosos de Cholula (McCafferty 2001; McCafferty y Steinbrenner en
prensa). Un elemento específico común del tipo Cuaxiloa Mate de Cholula y también
de Isla de Sacrificios Veracruz (García Payón 1971) se ha identificado en la cerámica
que presenta una decoración en el borde y que consiste en grupos de líneas verticales
de color anaranjado. Diseños geométricos distintos, como la xicalcoliuhqui, también
indican una relación de los elementos policromos de Santa Isabel con el altiplano de
México (Day 1994).

Los soportes en las vasijas reproducen formas que pueden relacionarse con la
ideología. Rostros humanos con bocas alongadas y pintadas en rojo pueden ser
representaciones del dios del viento, Ehécatl, o el dios Hecat de los Nicarao. Una
figurilla representando a esta deidad cuenta con gorro cónico, y con mejillas
extendidas, simulando el acto de soplar.

Otros soportes y figurillas representan animales, incluyendo jaguares, águilas, loros y


serpientes, entre otros. Según las fuentes
9 históricas, los indígenas de Nicaragua
tenían una religión animista (Franco 2003), en donde los espíritus de los animales
contaban con poderes sobrenaturales. Las representaciones en barro pueden
relacionarse con estas creencias.

Otro grupo de figurillas importantes representan a mujeres embarazadas o sentadas.


Tienen detalles pintados que pueden indicar el uso de vestido, o tatuaje en el cuerpo.
Estas figurillas pueden relacionarse con creencias religiosas sobre una diosa
importante, o bien resaltar la posición central de las mujeres en la organización socio-
política del pueblo (Brannen 2005). Según las historias, los Chorotegas tenían mujeres
entre sus líderes (Werner 2001).

Otras clases de artefactos de Santa Isabel indican el concepto de identidad social,


como es el estatus. La ornamentación existe en artefactos manufacturados en diversos
materiales tales como: la cerámica, la concha, el hueso trabajado, la jadeita y el metal.
Discos y óvalos de barro, retrabajados de tiestos de cerámica cocida y perforada son
objetos decorativos comunes. Tubos de barro cocido y pulido funcionaron como
orejeras. Las cuentas de barro son de varias formas, incluyendo una grande de forma
esférica con la representación del rostro del dios de la lluvia, Tláloc entre los Nahuas.

Cilindros de hueso fueron perforados para ser usados como pendientes. Uno fue
grabado con los rostros de un pájaro y una serpiente en los dos extremos, pero otros
de la misma forma pueden representar etapas incompletas en el proceso de
producción. Un hueso esgrafiado presenta incisiones que representan la mandíbula de
un cocodrilo, y tenían huecos para la incrustación de piedras preciosas. Otros
pendientes están hechos de concha de mar. Los pendientes y las cuentas de jadeita,
fueron posiblemente fabricados en el sitio.

Una figurilla pequeña de forma antropomorfa está manufacturada en metal.


Posiblemente se trata de una aleación de oro y cobre, llamada tumbaga u oro de los
tontos. Es uno de los pocos objetos de metal localizados en contexto arqueológico en
Nicaragua.

Estas características de la cosmovisión y la ideología social proveen datos interesantes


sobre la identidad de los habitantes de Santa Isabel. El patrón de enterramiento en
urnas tipo ‘patojo’ es distinto a las practicas mortuarias de Cholula en el Postclásico,
aunque en algunos casos del Epiclásico los entierros en urnas también fueron una
práctica común. Las diversas formas de decoración indican mucho interés en la
ornamentación personal, posiblemente relacionada con la jerarquía social. Los objetos
más ricos, como la figurilla de oro y los pendientes de jadeita, se encuentran en el
montículo 3, posiblemente la zona residencial de más alto nivel de élite.

La cerámica decorada, incluyendo las figurillas y los soportes presentan muchos


detalles iconográficos, y algunos se relacionan con la tradición Mixteca-Puebla del
México central, especialmente de Cholula. 10Estudios detallados están en proceso, pero
la impresión inicial es que la cerámica tiene gran potencial para evaluar las relaciones
internacionales entre los habitantes de Santa Isabel y las culturas de Mesoamérica
(McCafferty y Steinbrenner en prensa).

CONCLUSION
El Proyecto Arqueológico Santa Isabel fue desarrollado como oportunidad de evaluar la
presencia de grupos mesoamericanos en Nicaragua con datos arqueológicos. En base
a las fuentes etnohistóricas y antecedentes arqueológicos de México central,
incluyendo Cholula, habían expectaciones detalladas de como vivían migrantes Nahuas
en América Central (Creamer 1989; Fowler 1989; Kirchhoff 1968; Lange 1992-93). La
evaluación de estas hipótesis con datos contextuales de Santa Isabel indica pocas
similitudes, con la conclusión de que no eran Nahuas étnicas.

Diferencias existían en varios rasgos de las practicas domesticas. En la arquitectura,


por ejemplo, los habitantes de Santa Isabel no usaron ni piedra ni bloques de adobe en
su construcción, y hasta el momento no hemos encontrado ejemplos de edificios
ceremoniales. En el área de la alimentación, existen distinciones importantes, como la
presencia de las raspaditas para preparar la yuca, y la falta de evidencia conclusiva por
el uso de maíz. Relacionado con la falta de evidencia por el maíz es la ausencia de
comales en el complejo cerámico de Santa Isabel. El consumo de perros domésticos
también es distintivo de grupos mesoamericanos pero esta mínimo en Santa Isabel. En
el tema de cosmovisión, es notable que la gente de Santa Isabel enterraron los infantes
difuntos en urnas de forma patojo, y los adultos y niños en posición extendida, patrones
distintos de México central en donde se practican la cremación (entre los Aztecas) o
entierros en posición asentado (en Cholula). Otro rasgo mesoamericano sumamente
importante en la religión mesoamericana son los incensarios, y es notable que no
hemos encontrado ni un ejemplo de incensario en Santa Isabel.

Similitudes entre los restos de Santa Isabel y las expectaciones también están
interesante, aunque, en mi opinión, no tan fuertes que las diferencias. Estos incluyen
unas variedades de la cerámica policromada, y la iconografía Mixteca-Puebla de
representaciones de serpientes emplumadas y otros temas religiosos.

Aunque consistente con datos presentados anteriormente por investigadores como


Lothrop y Stone por relacionar la Gran Nicoya con Mesoamérica en el Postclásico,
tengo dudas si estas observaciones estilísticas están suficientes para identificar los
habitantes de Santa Isabel como colonia mesoamericana. En mi opinión, son los
demás rasgos de las practicas domesticas que cuentan más, y entonces la conclusión
es que los de Santa Isabel no son Nahuas, pero si tenían influencias con unos rasgos
culturales, especialmente ideológicos. Investigaciones en la etnicidad de los habitantes
debe continuar, con un enfoque en grupos culturales locales, posiblemente los Chibcha.

El problema con esta posibilidad es que, como Santa Isabel pertenece a la fase Sapoá,
o el Postclásico Temprano, si había gran cambio
11 en los patrones de asentamiento en la
región entre la fase anterior, Bagaces (300-800 dC), y el Sapoá. Además, la cultura
material entre las dos fases está muy distinta, incluyendo grandes cambios en la
cerámica. Según estos datos, si habían cambios culturales profundos en precisamente
la época de las migraciones históricas, pero no necesariamente de gente
mesoamericana. Posiblemente los pobladores de Santa Isabel llegaron del norte de
América Central, de donde fueron desplazados por emigrantes de más al norte.

Igual a los problemas de la fundación de Santa Isabel, su abandono correlaciona con la


época de llegada histórica de los Nahuas, por 1300 dC, aproximadamente. Hasta el
momento no hemos encontrados restos más tardíos en el sitio, y con los cambios en la
secuencia de cerámica por las nuevas fechas absolutas casi no hay restos seguros del
Postclásico Tardío en Nicaragua bien establecidos. Investigaciones futuras deben
buscar sitios correspondientes a la fase Ometepe para clarificar la situación cultural,
incluyendo la presencia de grupos mesoamericanos.

En conclusión, los resultados del Proyecto Santa Isabel han establecido una base de
datos rica por una comunidad de la fase Sapoá, de 900 a 1250 dC, que presentan
mucha información sobre las practicas domesticas del grupo. En comparación con las
expectaciones etnohistóricas de migraciones de gente del altiplano de México, y con
observaciones anteriores de la arqueología de los Nahuas de México central, los datos
de Santa Isabel no corresponden muy bien. Unas excepciones, como la cerámica
policromada y la iconografía Mixteca-Puebla, pueden ser los resultados de intercambio
o participación hegemónica en un culto religioso del dios de los mercaderes, Ehecatl-
Quetzalcoatl (Ringle, Bey, y Gallareta Negrón 1998). Como siempre, más investigación
es necesaria para clarificar los enigmas que quedan en este tema.
12
REFERENCIAS

Abel-Vidor, Suzanne
1981 Ethnohistorical Approaches to the Archaeology of Greater Nicoya. In
Between Continents/Between Seas: Precolumbian Art of Costa Rica,
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