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HISTORIA

ANTROPOLOGIA
Y FUENTES ORALES

28 Escenarios Migratorios
AÑO 2002
3ª ÉPOCA
HISTORIA, ANTROPOLOGÍA Y FUENTES ORALES
Revista Semestral del Seminario de Historia Oral del Departamento de Historia
Contemporánea de la Universidad de Barcelona, Arxiu Històric de la Ciutat y Centro
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HISTORIA
ANTROPOLOGIA
Y FUENTES ORALES

28 Escenarios Migratorios

Escenarios migratorios
Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo.
Maria Antonieta Antonacci . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Migración e identidad multirracial. Elaine Bauer y Paul Thompson . . . . . . 33
Destruir la memoria: El trato a los emigrantes en la isla de Ellis,
Nueva York. Kate Moore y Diana Pardue . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Vivencias de la emigración en Escandinavia. Hanna Snellman . . . . . . . . . 59
La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)
Frédéric Saumade . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

Docencia y selección de proyectos


La historia oral en la Universidad de Malmö
Lars Berggren y Mats Greiff . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Somos historia. Historia oral en Dinamarca
Kirsten Folke Harrits y Ditte Scharnberg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
La identidad de los ferroviarios de RENFE (1941-2001)
a través de las fuentes orales. Pilar Díaz, Pilar Domínguez,
Pilar Folguera y José Mª Gago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
Historia oral: una brújula para los desafíos de la historia.
Marieta de Moraes Ferreira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

La entrevista-VII
El participante invisible: El papel del transcriptor. Shannon Page . . . . . . . 153

Pietermaritzburg 2002
XII Conferencia Internacional de Historia Oral: Conclusiones.
Mercedes Vilanova, Don Ritchie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165

Resúmenes-Palabras Clave / Abstracts-Keywords

Año 2002
Escenarios migratorios

Atravesando el Atlántico: Españolas en


São Paulo

Maria Antonieta Martinez Antonacci

Desde el comienzo de esta investigación,1 teniendo en cuenta que las infor-


maciones y justificaciones de la ausencia de estudios en relación a la inmigración
española en São Paulo fueron pautadas por la inexistencia de registros y materia-
les en proporciones lo suficientemente significativas, para que diesen cuenta de
la participación hispánica en el proceso urbano-industrial paulistano,2 y 3 nuestras
preocupaciones se orientaron hacia la comprensión histórica de este «silencio».
Sacando el máximo rendimiento de nuestros hallazgos, tratamos de potenciar
alternativas en términos de referencias de investigación, y ampliar los procedi-
mientos de estudio sobre migraciones.
Estas preocupaciones ya formaban parte del proyecto inicial y de las publica-
ciones de resultados anteriores,4 que en parte habían sido cotejadas. La cuestión
de la disolución de los españoles en São Paulo, apuntada por estudiosos de la

1. Investigación financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones (CNPq), bienio 1997/99,


con participación de la Prof. Dra. Laura Antunes Maciel (UNESP/Assis) y Florência Vaz do Céu
Pereira (becaria AP). El compromiso y la participación de Laura y Florência en esta investigación
fueron fundamentales, posibilitando su realización.
2. La escasez de registros sobre la participación de españoles en la inmigración a São Paulo está
apuntada tanto en trabajos publicados hace más tiempo –DIEGUES JUNIOR, Manoel. Imigração,
urbanização, industrialização, RJ, MEC, 1963; Antonio NETO y SANTA HELENA, Bosco. O imi-
grante espanhol em São Paulo, SP, Departamento de Imigração e Colonização, 1963, MARTINS,
Jose de Souza. “A imigração espanhola para o Brasil e a formação da força-de-trabalho na eco-
nomia cafeeira: 1880/1930”, en Revista de História, 121, SP, 1989; GONZÁLEZ MARTÍNEZ, Elda.
Brasil: café e inmigración. Los españoles en San Pablo, 1880/1930. Madrid, CEDEAL, 1990–;
como en estudios más recientes –AGUIAR, Cláudio. Os espanhóis em São Paulo, RJ, Tempo
Brasileiro, 1991, GALLEGO, Avelina. “Os espanhóis em São Paulo: presença e invisibilidade”, SP,
disertación de Maestría, PUC/SP, 1993; NASCIMENTO, José Leonardo. “Trabalho e prestígio
social: os espanhóis em São Paulo”, SP, I Congresso Brasileiro de História Econômica, mimeo, 3
1993; KLEIN, Herbert. A imigração espanhola no Brasil. SP, Ed. Sumaré/FAPESP, 1994.
3. Paulistano: natural de –o referente a– la ciudad de São Paulo (N de la T).
4. Cf. ANTONACCI, M. A. y MACIEL, Laura. “Espanhóis em São Paulo: modos de vida e experiên-
cias de associação”, en Revista Projeto História, n. 12, SP, EDUC, 1995, ps. 173/267;
ANTONACCI y MACIEL. “Revisitando a imigração: cultura, cotidiano e experiências de espanhóis
em São Paulo (1890/1930)”, en Revista Margem, n. 6, SP, EDUC, 1997, ps. 61/76; ANTONACCI
y MACIEL, “Os espanõis em São Paulo: cultura, cotián e experiencias de vida”, en Estudios
Migratorios, Santiago de Compostela, Consello de Cultura Galega, 1997, ps. 65/111.

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Maria Antonieta Martínez Antonacci

migraciones, también fue abordada por la historiadora de arte paulista,5 Aracy


Amaral. Estudiando el «pasado paulista desde el punto de vista arquitectónico»,
a fines del siglo XVII, ésta se cuestiona sobre las «preconcepciones, como la del
mantenimiento en la oscuridad hasta fecha reciente, de la importancia de la con-
tribución española en el pasado paulista».6
Trasladando lo que ella denomina «menosprecio tradicional por la contribu-
ción española» hacia otros tiempos e instancias, es necesario destacar dos impor-
tantes consideraciones apuntadas por Amaral. La que se refiere a la presencia del
modo de hablar español en São Paulo, estudiado en 1941 por Oswaldo da
Sylveira al revelar «indagaciones intrigantes a propósito de la hispanidad en São
Paulo, cuando escribió ‘La influencia del Español en el modo de hablar paulista
del siglo XVII’».7 Y la que, para «mencionar o citar la importancia de las cos-
tumbres españolas en São Paulo y su permanencia a través del tiempo», destaca,
siguiendo registros de Saint Hilaire (1820-21), que la «mayor ambición (del
caboclo8 del interior de São Paulo) era siempre un poncho», mientras «la mención
de la plaza de toros existente en São Paulo señala la permanencia, en el siglo XIX,
de ciertos hábitos característicamente españoles. Esa plaza (ubicada donde hoy
está la Plaza de la República) era ‘muy espaciosa, denominada Curro, cuyo nom-
bre quiere decir arena en que se realizaban las toreadas, circundada por arbustos
de cedros, y que tenía su anfiteatro propiamente dicho, construido en madera’».9
La desconsideración de la «españolidad paulista» según el estudio de Aracy
Amaral, viene de otras épocas y no es nada sorprendente que hayan sido retoma-
das, con otros matices, prácticas y mediaciones, del periodo republicano, época
en la que se apeló a los inmigrantes para «hacer São Paulo», a la vez que se des-
calificó a otros potenciales trabajadores brasileños en la región.
Frente a las limitaciones impuestas por la falta de registros acerca de los españoles
en São Paulo o por la escasez, irregularidad y precariedad de documentos sobre sus
formas de participación en los procesos de trabajo y de urbanización de la ciudad a
principio del siglo XX,10 optamos por basarnos en las posibilidades que los pocos
números de diarios hispánicos nos ofrecían,11 a pesar de la intensa proliferación de

5. Paulista: natural del –o referente al– Estado de São Paulo (N. de la T.).
6. AMARAL, Aracy. A Hispanidade em São Paulo, SP, Studio Nobel/EDUSP, 1981.
7. “Llega incluso a atribuirse la expresión ‘bandeira’ o ‘bandera’, ‘abanderar’, por ejemplo, a la pre-
sencia y actividad de los castellanos en São Paulo.” AMARAL, ídem, p. 6
8. Caboclo: mestizo de indio y blanco (N. de la T.).
9. Saint-Hilaire, Apud AMARAL, op. cit., ps. l5/l6.
10. Hasta los años 1930, según estadísticas oficiales, los españoles fueron sólo un poco númerica-
4 mente inferiores a los italianos, de forma que para el periodo 1905/1914, la inmigración espa-
ñola predominó sobre la italiana (cf. Boletim do Departamento Estadual do Trabalho, SP,
Typographia Brasil de Rothschild, 1915). Según el nuevo censo de 1920, São Paulo tendría
577.621 habitantes, siendo el 35.5% (205.245) inmigrantes dividos en 33 nacionalidades, entre
los cuales 24.902 eran españoles (ver Ministério da Agricultura, Indústria e Comércio.
Recenseamento Geral do Brasil, 1920, RJ, Imprensa Oficial, 1962).
11. Trabajamos con números de 3 periódicos españoles localizados en el IHGSP: La Ibéria (1895),
La Voz de España (1902) y Diario Español (1911-1920), que sucedió a La Voz de España, tenien-
do el mismo director-propietario, José Eiras García.

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Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo

estos periódicos en la colonia española de entonces, según un estudio anterior.12 Fue


significativa la presencia y la actuación de españoles en la redacción de periódicos de
diferentes tendencias político-sindicales13 e incluso investigadores como Klein, que
evaluaron como relativamente limitada la participación de españoles como «fuerza
de trabajo» en la ciudad de São Paulo, registran la considerable presencia de éstos,
«desde el principio, en las tentativas de organizar a los trabajadores así como los
movimientos socialistas radicales y anarco-sindicalistas de Brasil».14
Además de esta prensa militante y partidista entre los españoles, acompañamos
expresiones de la vida cotidiana de estos inmigrantes en São Paulo, a través de los
registros en periódicos más efímeros, que surgieron y actuaron fuera de los cir-
cuitos sindicales, enfatizando su neutralidad en asuntos políticos o religiosos.
Además de las secciones convencionalmente investigadas –editoriales, noticias,
informes, telegramas, poemas y cuentos–, que formaron parte de nuestras publi-
caciones anteriores, consideramos relevante explorar las potencialidades históri-
cas de anuncios y propaganda de firmas y servicios prestados por españoles, que
aparecen en los diarios, para comprender sus actividades, costumbres, expectati-
vas, problemas e inserciones en los modos de vida que se constituían/reconstitu-
ían en la metropolización de São Paulo.15
Como síntoma de la creciente expansión de la vida urbana en São Paulo, tam-
bién trabajamos con los diarios en la sección «Personas Perdidas», que permite ver
problemas de la vida cotidiana y privada de estos inmigrantes en ciudades donde
mercancías, máquinas, vehículos, hombres, mujeres y niños circulaban y entre-
cruzaban innumerables caminos, muchas veces perdiendo sus rumbos y contac-
tos. La aceleración y agitación de las vidas urbanas en la paulicéia16 hizo impres-
cindible esta sección periodística,17 que funcionó como medio de comunicación
entre miembros dispersos de la colonia española, no sólo en São Paulo, sino tam-
bién en el resto de Brasil y en el cono sur de América Latina.18

12. En una investigación inicial, listamos 27 periódicos en lengua española en el periodo 1890/1940
y 40 asociaciones españolas en São Paulo en el mismo periodo. Cf. ANTONACCI y MACIEL,
“Espanhóis em São Paulo: modos de vida e experiências de associação”, op. cit., ps. 189/191.
13. Tales como: A Terra Livre, fundado en 1905, por Manuel Moscoso; O Libertário; O Socialista, órga-
no del Centro Socialista de São Paulo; El Grito del Pueblo, fundado por Valentín Diego y Everardo
Dias; Na Barricada (1915/1916), El Progreso, editado por el Centro Republicano Español.
14. KLEIN, Herbert. A imigração espanhola em São Paulo, SP, Ed. Sumaré/FAPESP, 1994.
15. Sobre “la importancia del lenguaje publicitario en la conformación de los procesos culturales en
la actualidad”, ver CRUZ, Heloisa de Faria. “A cidade do reclama: propaganda e periodismo em
São Paulo – 1890-1915”, en Revista Projeto História, n. 13, SP, EDUC, 1996. Sobre sugeren-
cias de “algunas pistas para la investigación histórica de ese tipo de fuente”, ver SANT’ANNA,
Denise Bernuzzi, “Propaganda e História: antigos problemas, novas questões”, en Revista Projeto
História, n. 14, SP, EDUC, 1997.
5
16. Paulicéia: denominación dada a la ciudad de São Paulo (N de la T).
17. Sobre las intensas y complejas relaciones entre prensa y vivir urbano en São Paulo en el pasaje
de los siglos XIX/XX, ver CRUZ, Heloisa de Faria. São Paulo em papel e tinta: periodismo e vida
urbana – 1890/1915, SP, EDUC, FAPESP, Imprensa Oficial, Arquivo do Estado, 2000.
18. Los análisis con los anuncios y propagandas em los periódicos españoles localizados, así como
también en la sección “Personas Buscadas”, forman parte del Informe Parcial de Investigación
enviado a CNPq, en febrero/1999.

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Maria Antonieta Martínez Antonacci

Para realizar este estudio fue fundamental el contacto establecido con la direc-
toría de la Sociedade Hispano Brasileira, fundada en 1898 con el nombre de
Sociedade Hispano Brasileira de Socorros Mútuos, Instrução e Recreio, que puso a
nuestra disposición su importante acervo documental, donde se encuentran pre-
cariamente reunidos, registros dispersos de otras asociaciones de españoles en São
Paulo que ya no funcionan, además de encaminarnos hacia la Sociedade
Beneficente Rosalia de Castro. Creada más recientemente para dar asistencia a
españoles ancianos y sin recursos, gracias a ella llegamos hasta participantes de las
primeras olas migratorias España/São Paulo en el periodo republicano. En la bús-
queda de documentos, encontramos protagonistas que vivieron, de diferentes
formas y con distintos significados, la experiencia de ser inmigrantes españoles en
São Paulo, en las décadas de 1920/1930.
A partir de la metodología de la historia oral, tuvimos la oportunidad de regis-
trar testimonios con integrantes de estos movimientos migratorios, pluralizando
los puntos de vista y las versiones, a partir de experiencias de mujeres inmigran-
tes españolas. Teniendo en cuenta las implicaciones de la investigación histórica
con testimonios orales, los acompañamos de discu-
Registramos testimonios siones sobre las formas de abordarlos, que vienen cre-
con integrantes de ciendo entre los investigadores brasileños de varios
campos del saber a través del intercambio con profe-
movimientos migratorios, sionales del exterior, interesados en el avance de los
19
pluralizando puntos de ejercicios y las reflexiones sobre20la historia oral.
Como ha afirmado Portelli, no podemos ignorar
vista y versiones, a partir 1/ las diferencias entre texto y performance al trans-
de experiencias de mujeres formar la segunda en el primero, fijando sobre una
base material algo que es dinámico e inmaterial,
inmigrantes españolas resultante de las relaciones presente/pasado; 2/ que
lidiamos con montajes, tanto en las preguntas como
en los recortes seleccionados de los testimonios, lo que implica que estos proce-
dimientos incluyen nuestro propio hacernos como historiadores, que investiga-
mos recurriendo a testimonios orales y a la oralidad; 3/ que tratamos con testi-
gos que tienen diferentes capacidades/habilidades de narración y que, además,
dialogamos con trabajos de la memoria. Un campo de luchas que sufre altera-
ciones en función de las experiencias a lo largo de los años, y que pasa por diver-
sos prismas y temporalidades en un continuo rehacerse de recuerdos y ubicacio-
nes, en un trabajo que se expresa a través de la subjetividad con la que los testigos
vivieron sus relaciones sociales.

6
19 Cf. AMADO, J. y FERREIRA, M.(orgs.) Usos e Abusos da História Oral, RJ,FGV, 1996; FERREIRA,
M. (org.) História Oral e Multidisciplinaridade RJ, Diadorim/FINEP, 1994 y Entre-vistas: abor-
dagens e usos da história oral, RJ, Editora da Fundação Getúlio Vargas, 1994; Projeto História, n.
15, “Ética e História Oral”, SP, EDUC, 1997; Projeto História, n. 17, “Trabalhos da Memória”,
SP, EDUC, l998; Projeto História, n. 22, “História e Oralidade”, SP, EDUC, 2001; VILANOVA,
Mercedes. Las mayorías invisibles. Barcelona, Icaria Editorial, 1996.
20. PORTELLI, Alessandro. “Bombardeio como metáfora e mito da memória”, conferencia realizada
en el Programa de Estudios Pos-Graduados en Historia de la PUC/SP, 25/04/2002.

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Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo

Reconociendo los problemas a los que nos enfrentamos en los trabajos con la
memoria, así como su potencial para los análisis históricos, consideramos impor-
tante recurrir a la metodología de la historia oral, que cada vez conquista más espa-
cio dentro del contexto de una historia social volcada en el estudio de las experien-
cias y de los significados atribuidos por sujetos históricos a sus luchas y vivencias.
De ahí nuestro empeño en dialogar con los testimonios de seis inmigrantes espa-
ñolas, con el fin de aprehender ángulos de modos de vida y de trabajo de españo-
les en São Paulo, y entender las dramáticas y diferenciadas historias que llevaron a
hombres, mujeres y niños a emigrar y salir de sus espacios, tiempos, y relaciones,
para desarrollar nuevas formas de convivencia en sociedades de inmigración.
En estas relaciones emigración/inmigración, las reflexiones de Sayad21 sobre
las formas con prejuicios etnocentristas de los estudios centrados en las migra-
ciones, son fundamentales en la medida en que tratan y analizan a los migrantes
sólo a partir de la óptica de una sociedad de inmigrantes, e ignoran y descono-
cen las condiciones y presiones que impulsaron a estos individuos, familias y gru-
pos sociales a abandonar, temporal o definitivamente, sus países o regiones de
origen, sus pertenencias, sus costumbres, y sus lazos
de parentesco. Recurrir a sus recuerdos permite per- A través de voces y
cibir las correlaciones entre los problemas sociales que sensibilidades femeninas
marcaron históricamente los procesos inherentes a
sus condiciones de partida como emigrantes, y cono- vislumbramos diálogos con
cer las fuerzas que los llevaron a determinadas regio- representaciones de
nes, sin perder de vista los sentidos y las sensibilida-
des con los que vivieron sus relaciones de partida y las acontecimientos,
que fueron estableciendo en los lugares de llegada, actividades industriales, la
como inmigrantes.
Los testimonios de emigrantes aportan fragmentos cotidianidad en la ciudad.
de sus vivencias en el país o región de origen, contex-
tos históricos inherentes al proceso migratorio, formas de comprensión de la vida
socio-cultural, relaciones personales y de vecindad construidas en los nuevos des-
tinos, así como «extrañamientos», según sugiere Michael Hall.22
Como destacó Boris Fausto en un balance realizado sobre estudios referentes
a la inmigración en São Paulo: «Algunas de esas dimensiones vinculadas a la sen-
sibilidad no son mensurables, aunque pueden ser aprehendidas a través de fuen-
tes lamentablemente escasas, como la correspondencia entre inmigrantes y sus
familiares en el país de origen o el testimonio de los ancianos».23 En estas consi-
deraciones entre investigadores pioneros en los estudios sobre procesos subya-
centes a la inmigración en São Paulo, ya estaban siendo discutidas problemáticas
referentes a la delimitación de las fuentes disponibles que, en varios sentidos, 7
definían el contorno de la investigación.

21. SAYAD, Abdelmalek. A imigração, SP, EDUSP, l998.


22. HALL, Michael. “Italianos em São Paulo (1880-1920)”, Anais do Museu Paulista, n. 29, 1979.
23. FAUSTO, Boris. “Um balanço da historiografia da imigração para o Estado de São Paulo”,
Estudios migratorios latinoamericanos, Buenos Aires, n. 25, l993, p. 421.

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Maria Antonieta Martínez Antonacci

Considerando importante la continua actualización y problematización de las


fuentes, con el reiterado cuestionamiento al pasado y al presente, al entrar en
contacto con inmigrantes españolas, que se dispusieron a narrar sus recuerdos
sobre la salida de España, la llegada al Brasil y sus formas de sobrevivir en São
Paulo, vislumbramos la posibilidad de dialogar con representaciones de aconte-
cimientos, de actividades industriales, de la cotidianidad en la ciudad, a través de
las voces y sensibilidades femeninas.
Al trasponer los discursos sobre la inmigración en general, como considera-
ciones de naturaleza institucional o demográfica, buscamos percepciones de la
inmigración a partir de las memorias de inmigrantes españolas, y acompañamos
los indicios de ese proceso de transformaciones históricas y culturales con los tes-
timonios de quien vivió, de múltiples modos, la intensificación de las relaciones
urbano-industriales en São Paulo. Creemos que de este modo es posible delimi-
tar posturas y argumentaciones que, o integran al inmigrante en lo «mismo», y
lo diluyen mediante el silenciamiento; o lo colocan como lo «otro», y lo excluyen
y lo niegan una vez más. Por medio de testimonios orales, intentamos aprehen-
derlos más allá de la «frontera entre el ser y el no-ser social», según las palabras
de Bourdieu.24
Las cuestiones que orientaron las entrevistas a los testimonios fueron formula-
das dentro de la perspectiva de intentar captar los recuerdos sobre los modos de
vida y de trabajo de estas inmigrantes en la metrópoli en expansión; sobre cómo
enfrentaron los difíciles problemas de la vivienda, en la cohabitación con perso-
nas de otras etnias y culturas, también empujadas hacia la periferia urbana; o
sobre cómo resolvieron los problemas de empleo, de miedo e inseguridad, fren-
te a una sociedad en continua expansión y heterogéneamente ocupada por flujos
migratorios diversificados. Estas preocupaciones constituyeron nuestro recorte
inicial en torno al hacerse/rehacerse de la vida urbano/industrial de la ciudad de
São Paulo, a partir de las memorias acerca de experiencias sociales de estas inmi-
grantes españolas.
En cuanto a las entrevistadas, priorizamos las de la primera ola migratoria
(1890/1930), mujeres con edades entre 84 y 90 años. Ellas vinieron de la región
de Andalucía cuando eran niñas, acompañando a sus padres, y llegaron a Brasil
en los años veinte. Sus nombres, referencias y performances en los testimonios son
tratados siguiendo el orden de las entrevistas:
Inés Guerrero Cadina Quiroz, 84 años, nació en 1913 en Sevilla, Andalucía,
y llegó a Brasil en 1925, a los 12 años. Fue entrevistada el 11/03/97, por suge-
rencia de la asistente social de la Sociedade Beneficente Rosalia de Castro, en la pro-
pia sede de la Sociedad, donde Doña Inés participaba en las reuniones semana-
8 les. Se mostró un poco aprensiva durante la entrevista, normalmente dando
respuestas cortas, sin entrar en detalles. En relación con algunos temas, dijo que
no preferiría no recordar, y fue respetada. Relató, prácticamente sin alteraciones
significativas en la voz, en un tono bajo, con gestos contenidos y expresión facial
melancólica, especialmente cuando recordaba la dureza de la vida a la que se

24. Cf. BOURDIEU, Pierre. Prefacio a SAYAD, A. A Imigração, op. cit., p. 11.

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había enfrentado desde que llegó al Brasil. Sus dificultades fueron decisivas: tra-
bajó desde temprano y no estudió. Su testimonio fue lento, sin mucha fluidez y,
en algunos momentos, fue preciso estimularla para que continuase hablando,
como si el fardo del trabajo aún le estuviese pesando y trabara su memoria.
Aprovechó una pausa en la grabación para decir que no tenía más nada que con-
tar, cerrando así sus recuerdos. (Duración de la entrevista: 14:30 a 15:55)
Encarnación Jerez Rodrigo, 90 años, nació en 1907 en Murcia y llegó a Brasil
en los años 1920. La entrevista con Doña Encarnación se realizó el 15/04/97, en
la sede de la Sociedade Beneficente Rosalia de Castro, donde residía, y aceptó dar
su testimonio sin ninguna restricción. Su narrativa fue muy conmovedora y difí-
cil, pues lloró durante buena parte de la larga entrevista, donde contó su trayec-
toria desde su infancia en España. Siempre destacó los pasajes más tristes, a veces
dramáticos, que vivió, especialmente después de la muerte de su madre. Sus pala-
bras estaban llenas de detalles y gestos, en un esfuerzo para ser lo más fiel posible
a sus dolorosos recuerdos. Al preguntarle si le gustaría detener la entrevista, dijo
que no, como si hablar fuese menos penoso que callar sus recuerdos. Uno de los
pocos momentos de desconcentración fue ya al final, cuando contó cómo las
mujeres separaban y vendían la plata encontrada en la chatarrería, sin que los
hombres lo supieran. (Duración de la entrevista: de las 14:30 a las 16:30)
María Marín, 89 años, nació en Linares en 1908, provincia de Jaén, y emigró
en 1920. Su entrevista se realizó en la sede de la Sociedade Beneficente Rosalia de
Castro, donde asistía a las reuniones semanales. Durante su testimonio, el
08/04/97, se preocupó por recordar los acontecimientos, describiendo el barrio
de Brás y la trayectoria de su familia inmigrante. Al final complementó sus pala-
bras con una gestualidad expresiva, en la tentativa de narrar mejor una escena que
deseaba recordar. (Su entrevista duró de las 14:30 a las 16 horas)
Isidora Guerrero Domínguez, 81 años, nació en La Línea, y la familia no emi-
gró pero ella fue a visitar a su hermana, alrededor de 1926/1927 y se quedó, a
causa de la muerte de sus padres. Su recomendación como posible testimonio
partió de la Sociedad Benéfica Rosalia de Castro, que la encontró a través de su lista
de asociados. El contacto se realizó a través de Brígida, hija de Doña Isidora,
quien aceptó en nombre de su madre, participar en el proyecto, definiendo que
la entrevista se realizaría en su residencia, el 05/09/97. Su testimonio fue breve,
con pocos detalles, contención de gestos, sin grandes diferencias en el tono de
voz. Los momentos más marcados fueron cuando mostró satisfacción por no
haber trabajado en el campo y cuando expresó tristeza por no haber estudiado.
María de los Ángeles Esparrel Sánchez, 90 años, nació en 1907 en Motril, pro-
vincia de Granada y emigró en 1926, cuando se trasladó con su familia para tra-
bajar en la hacienda de café en Serrana, región de Ribeirão Preto. Las hermanas 9
Esparrel, que viven en el mismo terreno, fueron sugeridas por la Sociedade
Beneficente Rosalia de Castro y las entrevistas se realizaron el 08/09/97. María de
los Ángeles contó que en España hablaban mucho del Brasil y que el padre resol-
vió ir a São Paulo antes de que los hijos tuvieran que servir en el Ejército, y se
emocionó mucho al recordar a la abuela materna despidiéndose de la madre, del
sufrimiento de ésta al tener que ir a Brasil, así como de su propia separación de
su primer novio. Recordó cuando vinieron a vivir a São Paulo, en Moóca, donde

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trabajó en casa como costurera, razón por la cual conoció poco la ciudad. (Su
entrevista duró de las 13:30 hasta las 14:45)
María Angelita Esparrel López, (hermana de Doña María de los Ángeles) 74
años, emigró con apenas 4 años, no recuerda España. Su narración giró alrede-
dor de sus empleos, normalmente en fábricas de tejidos, insistiendo en recordar
que nunca quiso trabajar en casa, como sus hermanas, pues le parecía muy sufri-
do. Se limitó a responder lo que se le preguntaba y cuando le fue pedido que des-
cribiese el barrio de Moóca, dijo que tenía poco que decir pues, a pesar de ir a pie
de la casa hasta el lugar de trabajo, andaba cabizbaja, sin prestarle atención al
camino. Sonrió mucho al decir que en la juventud prácticamente no salía de casa,
pero que ahora solía ir a los bailes para la tercera edad. (Su entrevista duró de las
15:15 a las 16 horas).25
En las memorias de estas mujeres se han trabajado las dimensiones de la inmi-
gración española en São Paulo. En la forma en que rememoran y rehacen hoy sus
experiencias están inscritas impresiones de conflictos y frustraciones inherentes al
ser inmigrante en la ciudad de São Paulo. Llevando
En la forma en que vidas de intenso trabajo y conviviendo con prejuicios
y extrañamientos mutuos, cargan aún en sus recuer-
rememoran y rehacen hoy dos, la pesadilla de haber venido a São Paulo engaña-
sus experiencias están dos por propagandas y cartas de parientes. Doña Inés,
al finalizar la entrevista y como evaluando su trayec-
inscritas impresiones de toria, comentó desolada que su padre «[...] prefirió
conflictos y frustraciones venir para acá y tragarse la mentira que el hermano le
mandó en las cartas». Esta sensación de incomodidad
inherentes al ser aún le pesaba porque volver era imposible: «¿Cómo
inmigrante en la ciudad de iba a hacer? Si no daba ni para comer, ¡¿cómo?!». Pero
el dilema de los inmigrantes aparece con fuerza cuan-
São Paulo do Doña Inés, también al finalizar su testimonio,
rememorando cuando después de su partida de España, se concienció de por qué
no podía volver:
«Porque cuando nosotros vinimos de allá, la gente estaba pasando mucha
hambre; mucho inmigrante vino para acá, ¿no? Allá se pasaba mucha ham-
bre y ni se podía hablar, ¿entiende? No había libertad para quejarse de nada».
Hambre, trabajo, mucho trabajo, poca o ninguna libertad a ambos lados del
Atlántico, son evidencias inseparables de las nuevas diásporas, que marcan el ini-
cio de la travesía de millones de hombres, mujeres y niños que, desde mediados
del siglo XIX, bajo otras condiciones y opresiones, vinieron a hacer las Américas.
Llegaron con la ilusión aportada por parientes o difundida por propagandas de
10 agentes al servicio de los intereses de grandes propietarios rurales y empresarios
urbano-industriales de allá y de acá.
A través de los testimonios de estas inmigrantes, se trasluce cómo experimen-
taron ese violento proceso de expulsión e integración en tierras, relaciones, y acti-

25. Estas descripciones de los testimonios, así como las anotaciones de sus gestos y estados emocio-
nales, fueron realizadas por Laura Antunes Maciel y Florência Vaz do Ceu Pereira, que partici-
paron en todo el proceso de las entrevistas, siendo Florência la que transcribió las grabaciones.

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vidades desconocidas y lo que significó sobrevivir, trabajar y construir modos de


vivir en la ciudad de São Paulo, que se hacía y rehacía bajo el impulso de sus bra-
zos, sus energías y sus fuerzas.
De modo inmediato se hicieron presentes algunos rasgos comunes en las tra-
yectorias de estas inmigrantes. Además de que el periodo de los viajes coincidie-
se (años 1920), las razones de la salida de España presentan semejanzas: los
padres trabajaban en agricultura, como jornaleros, o guardas, es decir, no tenían
tierras (caso de las señoras Inés, María Marín, María de los Ángeles y María
Angelita), o eran pescadores (como la señora Isidora, que el padre tenía un pues-
to en el Mercado de La Línea). En el ámbito de este grupo, la señora Encarnación
es distinta, ya que sus parientes habían trabajado en las minas de España, tenían
conocimientos sobre minerales y se dedicaron, en São Paulo, al trabajo con cha-
tarra y depósitos de chatarrería. Ninguna de ellas fue escolarizada –lo que les
causó una gran angustia–, casi todas fueron primero al interior, a trabajar en
haciendas de café, y ya en São Paulo, en la franja de edad de los doce a los cator-
ce, empezaron a trabajar en talleres y fábricas.
Las narrativas fueron dejando explícita la multipli- Hambre, mucho trabajo,
cidad de medios de acción de los españoles en la ciu- poca o ninguna libertad a
dad de São Paulo, en la lucha por sobrevivir, por esta-
blecer nuevos lazos para enfrentarse a las necesidades ambos lados del Atlántico,
de organización en un medio adverso y sin formas de son evidencias
amparo legal.26 Además de sus sufridas historias sobre
su partida de España, destacan su convivencia con inseparables de las nuevas
actividades en las haciendas de café y, posteriormen- diásporas de quienes,
te, con la agitada vida urbana de São Paulo. Lo
improvisado de las viviendas, su movilidad y la con- desde mediados del siglo
centración de estos inmigrantes en determinados XIX vinieron a hacer las
espacios de la ciudad, que se definían y redefinían en
el cruzamiento de sus hábitos y costumbres con los de Américas
otros inmigrantes y grupos sociales, están presentes
en todos los testimonios, así como sus anhelos y sus aspiraciones, sus expectati-
vas de participar en las fiestas, los paseos y los espectáculos que la paulicéia les
ofrecía.
En el transcurso de las muchas veces que oímos las grabaciones, nos acercamos
a los ritmos inherentes de cada narrativa, a los distintos modos de articular las
palabras, tonos de voz, silencios y manifestaciones de sentimientos y sensibilida-
des que forman parte de las narrativas de sus memorias. Las grabaciones de sus
palabras contienen registros de énfasis, pausas, búsqueda de vocablos, repeticio-
nes de expresiones, llantos, risas, y describen oscilaciones entre las alegrías y las 11

26. Según GALLEGO, Avelina Martinez. “Os espanhóis em São Paulo: presença e invisibilidade”,
maestría en Ciencias Sociales, PUC/SP, 1993, ps. 65-8. El Estado español, opositor a la emi-
gración hacia otros lugares que no fuesen sus colonias (Cuba, Argentina, Puerto Rico), así como
también sus autoridades consulares en Brasil, consideraban a los emigrados unos “traidores” y
“ladrones de su Patria”, y no se involucraban en la creación de órganos de amparo a los españo-
les en Brasil.

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tristezas que forman parte de sus recuerdos. Tales matices, susceptibles de cap-
tarse a través de la transfiguración de sus fisonomías, asociada a actuaciones y ges-
ticulaciones de su cuerpo, según referencias a sus performances, refuerzan la idea
de que los trabajos de la memoria oral salen a la superficie saturados de senti-
mientos y se materializan a través de la presencia del cuerpo, de la articulación de
la voz, de las expresiones y de los gestos.
Le cabe al historiador, situado en su tiempo, sus relaciones y compromisos,
hacerse sensible para oír e interpretar estas señales, que forman parte de las narra-
tivas y adquieren sentido en las experiencias de vida que están siendo rememora-
das y actualizadas. En el cruzamiento de estas evidencias podemos encontrar sen-
sibilidades y significados que, contextualizados e incorporados en el análisis de
sus memorias, adquieren densidad histórica. En la conjugación de estos frag-
mentos salieron a la superficie mucho más que semejanzas, disonancias y dife-
rencias con las que vivieron y trabajaron sus memorias sobre las experiencias
sociales en São Paulo.
Trabajando con las memorias de mujeres, sus testimonios también permiten
explicar cómo se enfrentaron a imposiciones y disciplinas familiares, a veces
esquivando el lugar secundario que ocuparon en la jerarquía doméstica, utilizan-
do originales formas de supervivencia material y emocional, y sacando provecho
frente a lo que les era destinado en los procedimientos de trabajo o transgre-
diendo prescripciones preestablecidas. Aprehender lo femenino como expresión
de relaciones sociales y culturales, vivenciadas históricamente, también implicó
acompañar, en estas memorias, reticencias, sometimientos, retraimientos, y adap-
taciones, tanto como sentimientos de pérdida y lamento por no haber podido ir
a la escuela o por haber sido obligadas a salir de ella.
Al dialogar con los testimonios se explicita cómo estamos aprendiendo a tra-
bajar históricamente con entrevistas orales y cómo percibimos las contribucio-
nes de este conjunto de memorias para reflexionar sobre los conflictos y signifi-
cados subyacentes a los procesos migratorios. Por el hecho de mantener una
continua relación entre presente y pasado, las narrativas están apoyadas en una
cronología fragmentaria, quebrada por interrupciones en los recuerdos, a partir
de la emergencia de acontecimientos que marcaron sus vidas. Como la muerte
de abuelos o padres, el viaje a São Paulo o la presión de tener que quedarse allí;
la huida de los campos de café en dirección a la ciudad de São Paulo; la pérdi-
da de todos los bienes acumulados, por causa de la Revolución de 1924 y la
retomada de los negocios familiares en Santo André, o inclusive el paso de
Washington Luíz –como presidente de la República– por São Paulo y por la casa
de sus parientes, cuando fue recibido con la exquisitez sofisticada de la gastro-
12 nomía española.
Es esa memoria a saltos, llena de regresiones y anticipaciones, constituyendo
una trama pluridimensional, la que permite encontrar la subjetividad con la que
las entrevistadas sistematizaron y narraron sus vivencias de mujeres españolas en
tierras extranjeras. Las experiencias que dejaron fuertes impresiones en sus vidas
y los significados que le atribuyeron a lo que vivieron, permea sus recuerdos y
puede encontrarse en su organización, en el aflorar de sus emociones e intole-
rancias, como así también en otras señales que apuntan las dificultades a las que

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se enfrentaron estas mujeres inmigrantes, en las márgenes de São Paulo, ciudad


que consumió y consume vidas, trabajos, luchas y sueños de hombres, mujeres y
niños anónimos, de diferentes etnias, religiones, nacionalidades, culturas.
En cuanto a la emergencia de subjetividades, vale recordar con Portelli, en A
filosofía e os fatos,27 que el gran desafío de la historia oral y del trabajo con los
recuerdos es que los testigos, no aceptando reducir sus vidas a un conjunto de
hechos, producen narrativas que van más allá de un conjunto de datos, y traen a
la superficie sus subjetividades al interpretar cómo experimentaron las relaciones
y entendieron los acontecimientos. En el lidiar con ese desafío se encuentra el
potencial de la historia oral, que posibilita la escritura de una historia histórica-
mente vivenciada, distante de abstracciones y generalizaciones homogeneizado-
ras de lo social.
Entendiendo que sus memorias, constituidas en un trabajo subjetivo de refle-
xión en las intrincadas relaciones presente/pasado, contienen formas de com-
prensión de sus experiencias en las vidas en São Paulo, abordamos sus narrativas
a partir de los recortes mencionados más arriba, conscientes de la cantidad de
posibilidades de estudio que implican. Construimos
nuestro primer abordaje dentro de un universo pleno La historia oral posibilita la
de experiencias históricas relatadas por mujeres que
contaron sus trayectorias con sentimientos, valores, y escritura de una historia
posturas, que insertas en sus costumbres, género y vivenciada, distante de
condiciones sociales, plasmaron sus cuerpos, sensibi-
lidades, y subjetividades al construir la metropoliza- abstracciones y
ción de São Paulo. Aunque limitada a sondeos inicia- generalizaciones
les, esta experiencia de investigación con trabajos de
memoria oral trajo a la luz la dinámica y la fuerza homogeneizadoras de lo
activa de la memoria que incorpora y traduce al social
ámbito personal, subjetivo, los acontecimientos, las
ideas, las imágenes, los valores y las relaciones socialmente vividos.
Frente a estas cuestiones, uno de los temas identificado como relevante en sus
relatos, se refiere a su presencia en São Paulo. Presencia fugaz y dispersa, inhe-
rente a la limitada circulación por la ciudad, reducida a los barrios donde vivie-
ron y trabajaron, probablemente por el impacto del traslado de las zonas rurales
del otro lado del mar hacia la efervescencia de una ciudad multiétnica y pluri-
cultural. Sus expresiones verbales y sus posturas corporales en los circuitos anda-
dos, las formas en que narraron sus recorridos por São Paulo, manifiestan sus sen-
timientos y sensibilidades al ocupar espacios urbanos de una ciudad en agitada
expansión industrial, coaccionadas por la condición de mujeres en tierras extran-
jeras, en el cruzamiento de varias formas de sometimiento. 13
Doña Inés, hasta casarse, sólo conoció Moóca y Penha, donde iba en las épo-
cas de fiestas de Nossa Senhora da Penha. Recordó: «yo no conocía el centro de la
ciudad [...] no conocía ni la Praça da Sé, ¡no conocía nada! Ni el Parque Dom Pedro.
Todo fue en Moóca [...] y el Alto da Moóca era un monte ¿no?», para reafirmar: «yo

27. PORTELLI, Alessandro. “A filosofia e os fatos”, en Revista Tempo, n. 1, RJ, UFF, 1996.

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no conozco todo São Paulo». Mientras Doña Isidora relató: «Todo en Brás, no sali-
mos de Brás. Tuve mis hijas en Brás, nacieron, se criaron, se casaron, todo en Brás».28
Pero fueron Doña María Angelita y Doña Encarnación las que mejor explici-
taron bajo qué condiciones vivieron y trabajaron en São Paulo. Doña Angelita,
que vivía en la Vila Clélia, en Moóca, contando sobre sus cuatro diarias largas
caminatas de casa al trabajo, a los doce años, en el taller de costura Empório
Toscana, al preguntarle sobre lo que veía en esos viajes, manifestó la vergüenza
que sentía cotidianamente: «yo no me acuerdo de nada, yo no vi nada porque cami-
naba cabizbaja», diciendo que tal vez recordase las piedras y las calzadas o los tro-
lebuses llenos, razón por la cual, ella iba y volvía caminando al trabajo, siendo
que «yo hacía cuatro viajes, venía a almorzar a casa y después volvía»:
«Yo tenía vergüenza de andar en ómnibus, iba a pie [...] y como el trolebús
iba siempre lleno, me daba vergüenza entrar, entonces iba a pie. ¡El trolebús
quedaba redondo de tanta gente! Era eso lo que me llamaba la atención, por-
que yo siempre anduve cabizbaja, nunca [...] le presté atención a las cosas que
me pasaban».
Doña Angelita verbalizó lo desagradable que era y el extrañamiento que sentía
al salir de Moóca y toparse con el movimiento en las calles con los trolebuses lle-
nos. Su vergüenza y el distanciamiento frente a lo que le llamaba la atención –la
cantidad de gente en los trolebuses–, afectó su postura corporal y su campo de
visión, ya que andaba cabizbaja. Esta niña-mujer, que fue a la escuela hasta el ter-
cer grado, momento en que salió para trabajar, a los doce años, en un taller de
costura, una fábrica de juguetes, Matarazzo, una fábrica de tejidos, Secco, la sec-
ción de embalaje de Matarazzo, y regresó a las fábricas de tejido en Bom Retiro,
al rememorar momentos vividos en su territorio, Moóca, espacio que compartía
con sus pares, narró:
«¡Yo jugaba mucho, porque tenía veinte años y todavía jugaba en la calle!. Yo
trabajaba, ¡pero jugaba! Como nunca tuve infancia, entonces estaba crecien-
do y ya siendo señorita, todavía jugaba en la calle. Saltaba la soga, jugaba a
la rueda, esas cosas [...]
Era un barrio muy bueno, nos gustaba, me gustaba mucho Moóca. Había
fiesta en la Iglesia, aquélla... como la que dan en Achiro Pita. ¡De San
Genaro! Para esas cosas, nos animábamos e íbamos [...]
Ahora, el resto... De diversión, mi única diversión fue el cine. En la calle
Piratininga, la del Cine Ideal, el Cine Piratininga allá, en la Avenida Celso
Garcia o Rangel Pestana [...] estaba el Cine Olimpia, entonces nos juntába-
mos las tres: una compañera, mi hermana y yo.
El Cine Ideal era de la Compañía Española. ¡Ah! ¡Cuántos españoles iban!».
14 En el contraste entre los recuerdos de lo que veía en los trayectos casa-trabajo y
en su comportamiento retraído en los espacios abiertos de la ciudad industrial, en
disonancia con el recuerdo minucioso y con las exclamaciones de satisfacción en
relación con el tiempo en que jugaba en Moóca, incluso con veinte años, o se

28. Moóca, Penha, Brás y más adelante, Bom Retiro, Cambuci y Belenzinho, son barrios antiguos y ya
distantes del centro de São Paulo (N. de la T.).

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divertía en las fiestas y en las sesiones del cine de barrio, aprehendemos en sus
memorias matices del ser inmigrante en São Paulo. Las actitudes de intolerancia
física y psíquica frente al trayecto hacia el trabajo, en medio de «trolebuses redon-
dos de tanta gente», cuando con poca edad y desenvoltura, no sabía lidiar con situa-
ciones de exposición al universo urbano, marcan fronteras del vivir en la ciudad
en sus memorias, en relación con los agradables recuerdos de juegos y paseos,
donde convivía con amigas y disfrutaba lo que São Paulo le proporcionaba para y
por medio de españoles y otros inmigrantes, como eran el teatro y el cine.29
En su testimonio, además de que sea posible percibir con qué sensaciones vivió
sus experiencias como mujer inmigrante, se descubren visiones sobre la vida
urbano-industrial de São Paulo. Recuerdos que permiten captar, en los años
1920, tanto el barullo de personas y vehículos en las calles, en el ir y venir a dife-
rentes negocios y quehaceres, como la atracción por actividades cinematográficas,
ya en vigor en la ciudad que se expandía industrial y culturalmente con activida-
des de diversión asociadas a la constitución histórica de percepciones y sensibili-
dades, inherentes a los modos de vivir y trabajar en el universo de la moderniza-
ción capitalista.30 Las memorias de Doña Angelita, así como las de otras testigos,
contienen en sus diferentes miradas y sentimientos, tensiones subyacentes a la
metropolización de São Paulo, proyectando sobre varios ángulos, las arenas del
juego político en que su potencial industrial era construido.
En cuanto a Doña Encarnación, ésta narró una vida marcada por muchas pér-
didas y un continuo re-hacerse –desde la muerte de su madre en España, cuan-

29. Las “sociedades teatrales están en los orígenes del cine realizado en la ciudad de São Paulo, des-
arrollándose junto con la formación de artistas, directores y cinegrafistas. Uno de los pioneros y
más grande empresario en el área de cine de São Paulo, fue el español Francisco Serrador quien,
desde 1905, exhibía películas como ambulante y montó la primera sala fija de exhibición de
películas, denominada Eldorado [...] Este cine producido en São Paulo, nació en Brás, hecho en
buena parte por extranjeros, artistas de teatro, pero también, artesanos, barberos, torneros y
empleados públicos, de manera improvisada en los fondos de las casas, en pocas horas, ‘margi-
nal por definición’”. ANTONACCI y MACIEL. “Espanhóis em São Paulo: modos de vida e expe-
riências de associação”, op. cit., ps. 187/88. Las informaciones sobre teatro y cine en São Paulo
están en GALVÃO, Maria Rita. Crônica do cinema paulistano, SP, Ática, 1975, ps. 18/54.
30. Sobre el cine, producido y consumido bajo los parámetros de la modernización capitalista, en
concomitancia con estrategias de organización de la percepción humana, teniendo en cuenta
reflexiones de Walter Benjamin en el sentido de que “la forma de percepción de las colectivida-
des humanas se transforma al mismo tiempo que su modo de existencia”, ver ANTONACCI. “Do
cinema mudo ao falado: cenas da República de Weimar”, en HISTÓRIA, Revista UNESP/Assis,
n. 10, SP, UNESP, 1991, ps. 43/45.
Bajo la perspectiva de la historicidad de las percepciones, además de las reflexiones de Benjamin
en “A obra de arte na época de suas técnicas de reprodução”, Os pensadores, SP, Abril Cultural, 15
1983; son fundamentales las investigaciones y cuestiones formuladas por E.P.Thompson, sobre
la percepción del pasaje y medición del tiempo en la constitución de las relaciones fabriles en
“Tempo, disciplina do trabalho e o capitalismo industrial”, en Costumes em Comum, SP, Cia.
Das Letras, 1998. En el sentido de una historia de las sensibilidades, son de gran contribución
las investigaciones y abordajes de Alain Corbin, según la entrevista de Denise Sant’Anna, donde
apunta que “frente al desafío de reconstituír una cultura sensible, diferente de la nuestra, nece-
sitamos cuestiones precisas y estar atentos al vocabulario y al sentido de las palabras”. Cf.
SANT’ANNA. “Uma história quase impossível”, Projeto História, n. 19, SP, EDUC,1999, p. 209.

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do su padre acababa de emigrar al Brasil–: el regreso del padre para llevarla junto
con la hermana a São Paulo; las mudanzas y los trastornos que formaron parte de
su trayectoria como inmigrante en el contexto de una familia que, inclusive con
éxitos temporales en los negocios, se enfrentó a problemas de afirmación social
de sus actividades en el proceso de industrialización paulistana. Cuando se le pre-
guntó sobre sus recuerdos de las regiones por donde pasó y de las calles donde
vivió, respondió:
«¡Ah, me acuerdo de todo! Recuerdo cuando el trolebús era en el Largo da Sé,
que doblaba así (gesticula para mostrar el camino del trolebús) venía aquél
que era del abrigo y el trolebús doblaba así para venir, el trolebús Fábrica-
Vila Prudente y el otro, el Cambuci, doblaba así donde está el supermercado
que era el cine del Cambuci. Nunca me dejaban ir al cine».
Recordando todos los lugares de la ciudad por donde pasó en su juventud, en
este fragmento de su testimonio ya percibimos que, en sus memorias, están con-
figuradas las imágenes de conjunto y de detalle de la São Paulo que conoció y de
la ciudad de hoy. Una vez más se habla de los trolebuses y de los cines antiguos,
reemplazados por los supermercados. Además de este cambio en el espacio físico,
mientras que en las memorias de Doña Angelita el
En sus recuerdos están las trolebús era señal de traumas y retracciones corpora-
les, y el cine representaba el disfrute de la vida en la
prohibiciones a su libre ir y ciudad; en las de Doña Encarnación, el trolebús for-
venir por la ciudad, a no maba parte de su cotidiano con tranquilidad, mien-
tras ubicaba controversias familiares en el cine, donde
ser que fuese justificado, nunca le permitieron entrar. Sus recuerdos están mar-
lo que está implícito en su cados con la luz de lo permitido, lo prohibido, y lo
transgredido:
«sin causa digna no podía» «No me daban permiso para salir. Ni tenía amigas; no
me dejaban tener amigas. Sólo con la familia, sólo con la familia; nadie de
afuera [...] A veces yo salía en Cambuci, en el Largo de Cambuci. Entonces
yo decía: ‘Oye, vamos al Largo de Cambuci’. Y mis primas venían a encon-
trarse conmigo. Mi hermana también, a veces, pero sin una causa digna no
podía, por causa de mis tíos».
Habiendo llegado directamente «a São Paulo porque mis abuelos ya estaban
viviendo aquí, mis tíos estaban trabajando, pintando como pintores de paredes» y su
padre, que por las condiciones de trabajo vividas en España podía decirle a los
hijos «Yo no los quiero empleados», las memorias de Doña Encarnación se dife-
rencian de las demás entrevistadas. Vivió bajo otros ángulos el ser mujer inmi-
grante en São Paulo, trabajando con chatarra en los lucrativos y ramificados
16 negocios de su familia. En sus recuerdos, aparecen imágenes abarcadoras de espa-
cios y vivencias en la ciudad de entonces, con percepciones de relaciones de sec-
tores de la élite paulistana a partir de repercusiones e interferencias en las activi-
dades de su familia. En contrapartida, debido a esta vinculación umbilical con el
cotidiano de los negocios familiares, en sus recuerdos están las prohibiciones a su
libre ir y venir por la ciudad, a no ser que fuese justificado, lo que está implícito
en su «sin causa digna no podía». Al estar más protegida, sin necesitar exponerse
para poder sobrevivir en las calles, trolebuses y fábricas de la ciudad, desarrolló

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Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo

un perfil más impositivo, construido a partir de las relaciones con los españoles
empleados por sus parientes y en las intervenciones de sus tíos en su vida perso-
nal, que controlaban sus salidas, paseos y circulación en las programaciones que
la ciudad ofrecía.
A partir de su posición en el ámbito de familia española mejor ubicada y de
sus inserciones en circuitos de apoyo a la expansión fabril de São Paulo –«la idea
de mi padre era abrir un depósito de hierro, en España trabajaban con minas, siem-
pre fueron mineros, mi abuelo Diego en una mina de plomo y mi abuelo Valeriano
en una de hierro»–, sus memorias evidencian la diversidad de las experiencias de
los españoles en São Paulo. Por eso mismo, también permiten vislumbrar otras
sensibilidades y expresiones de intolerancia.
Por dónde andaban, qué veían o dejaban de ver, qué solían visitar y de qué
equipamientos de la vida urbana de São Paulo disfrutaban. Las posturas corpo-
rales registradas en sus memorias y narradas en sus testimonios, expresan sus
modos de vivir y trabajar en la ciudad. Expresiones
subjetivamente construidas a partir de sus sentimien- La vergüenza que le
tos, inseguridades, estímulos y coacciones experimen-
tados en las relaciones con las diversas ciudades que
causan las formas de
podía contener São Paulo. Sus memorias registran convivencia íntima y
referencias a esas diferentes ciudades, vistas desde sus
traslados diarios, desde los medios de transporte,
cotidiana, donde compartía
desde los talleres, las fábricas o los negocios, –es decir, cocina, baño, y lavado de
desde sus lugares donde vivían, trabajaban o juga-
ban–, de cómo vivieron y lo que consiguieron hacer,
ropas, con otros extranjeros
teniendo como límite las calles de los barrios que y trabajadores brasileños,
habitaron: Brás, Moóca, Cambuci, Belenzinho.
En estas ciudades, la primera preocupación y fuen-
con sus idiomas, hábitos
te de muchas aflicciones y problemas cotidianos fue alimenticios, y costumbres
el tema de la vivienda, casi siempre temporal e
improvisada, en la que compartían habitaciones con
distintos
otros inmigrantes y brasileños. En la medida de lo posible y de sus ahorros, se
mudaban a espacios mayores. Según sus recuerdos, en la narrativa de doña
Isadora:
«[...] había una época en que todas éramos pequeñas y no teníamos buenas
condiciones económicas ¿entiende? ¡Y tanto que vivíamos en un conventillo!
Ese conventillo parecía una familia pero ¡hoy se dice conventillo! Pero anti-
guamente era conventillo. [...] Eran trece habitaciones así con dos cocinas,
una al fondo y otra al frente, con dos baños, uno al fondo y otro al frente; o
sea que así, de 1 a 6, la cocina y el baño eran de aquí; de 6 a 13, la otra coci- 17
na y el otro baño, eran para aquellos».
Llama la atención la dificultad, el titubeo y la inhibición para contar que vivió
en un conventillo, yendo y viniendo entre lo que significa conventillo en el pre-
sente y en el pasado, explicando en seguida que «más parecía una familia, pero hoy
se dice conventillo». Su insistencia en aclarar los significados de vivir en un con-
ventillo ayer y hoy –para quien, recién llegado a São Paulo, cohabitó en conven-
tillos típicos de barrios obreros paulistanos–, seguramente proviene de la ver-

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güenza que le causan las formas de convivencia íntima y cotidiana, donde com-
partía cocina, baño, y lavado de ropas, con otros extranjeros y trabajadores bra-
sileños, con sus idiomas, hábitos alimenticios, y costumbres distintos. Situación
semejante fue recordada por Doña Inés:
«Había un conocido nuestro que vivía en una calle de Moóca [...] que nos
consiguió una habitación; pagábamos 70 mil réis.31 Una habitación. Cocina
afuera, el baño afuera para un montón de gente: ¡y a dormir en el suelo, por-
que no podían comprarse muebles! No, porque ahora uno, si viene alguien de
afuera, uno si puede ayudar, ayuda, ¿no? Pero en aquel tiempo, nadie se ayu-
daba. No, en aquel tiempo no se ayudaba. El que tenía para comer, comía; si
no tenía para comer, no comía, ¿eh?».
«De 1930 hasta 1932, llegó a faltar comida. Nos las arreglábamos [...] tra-
bajábamos todo el día, llevábamos pan con banana [...] no se veía leche».
A través de conocimientos surgidos de lo imprevisto de las relaciones que se fue-
ron constituyendo en la vida urbana paulistana, se conseguían lugares para vivir, en
medio de «un montón de gente», expresión que denota
Expresada en la voz tanto cantidad como diversidad, parecida a la de Doña
Angelita cuando se refiere al «trolebús redondo de tanta
y en la gestualidad, gente». Además de la cohabitación, vivieron en gran
y a pesar de que pasaron penuria, ya que dormían en el suelo y comían lo que
tenían o conseguían en periodos de crisis. Llama la
muchos años, aún atención que «en aquel tiempo nadie se ayudaba», dán-
recuerda con indignación dole significados a los «encuentros/desencuentros»32
experimentados por extranjeros y brasileños de dife-
el comportamiento del rentes culturas, idiomas, etnias, situados en difícil con-
jefe que «maltrataba» vivencia por la metropolización de São Paulo. Según
Doña Inés, en otro pasaje de sus memorias:
a las obreras «Pero al italiano no le gustaba el español y al español
no le gustaba el italiano [...] ellos nos molestaban [...] tampoco podían ver a la gente
de color [...] eran prejuiciosos también, ¿vio?».
Recordando cuando, a los 16 años, comenzó a trabajar en los telares de la
Crespe, narró cómo sintió el prejuicio del jefe que «era hijo de italianos y orgullo-
so de serlo, ¿sabe? Entonces, él pensaba que la fábrica era de él [...] Íbamos a hablar-
le sobre trabajo, él iba andando y uno iba atrás ¿no? Porque cuando alguien va a
hablar con otro (con gestos explica que la persona precisa atención) ¿no?».
Expresada en la voz y en la gestualidad, y a pesar de que pasaron muchos años,
aún recuerda con indignación el comportamiento del jefe que «maltrataba» a las
obreras por ser un italiano en una fábrica de italianos.
18
31. Réis: moneda de la época. (N. de la T.).
32. Del horizonte del proceso de formación de las culturas en la ciudad de São Paulo en el pasaje
de los siglos XIX/XX, Heloisa Cruz apunta que “interesa indagar sobre los significados de esos
encuentros/desencuentros entre extranjeros recién llegados, negros recién liberados, hombres del
interior promovidos a la condición de caipiras*, doctores y hombres buenos con el recuerdo
reciente de sus señores.” En CRUZ, São Paulo em papel e tinta, op. cit. p. 63. Caipira: condición
social del habitante del interior cuando llega a la ciudad (N. de la T.).

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En su narrativa, Doña Inés representó el diálogo mantenido con ese jefe


–«¿Usted piensa que voy a andar por toda la fábrica atrás suyo? Usted es jefe, ¡pero su
madre no lo educó!»–, para situar el clima de animosidad vivenciado en sus rela-
ciones como obrera bajo el control de un jefe que, por ser italiano, usaba su auto-
ridad con prejuicios, no teniendo en consideración a las trabajadoras por cues-
tiones de condición social, de nacionalidad y, probablemente, por ser mujeres.
Aunque Doña Inés no haya mencionado esta dimensión discriminatoria, fue en
su subjetividad de mujer española y obrera donde sintió las hostilidades del
jefe.33 Además recordó que las tensiones entre italianos y españoles se intensifi-
caron durante «¡La Guerra Civil! ¿Quién podía con los italianos? Es decir, en aquél
entonces era bien difícil la convivencia entre los inmigrantes».
En sus memorias, donde quedaron fuertes impresiones de las controversias
entre los inmigrantes, Doña Inés llegó a relacionar algunas nacionalidades con
actividades donde éstos sobresalían: «Turcos sólo ropa ¿no? Italiano, italiano tenía
más comercio [...] Y español, ¡sólo si era chatarra! ¡Porque otra cosa...!». En ese sen-
tido son explícitas las memorias de Doña Encarnación, nieta e hija de mineros,
al relatar su trayectoria, acompañando la expansión y decadencia de su familia
con los negocios de chatarra:
«Vivíamos [...] primero en la Muniz de Souza, en una casa alquilada.
Depués fuimos a la calle [...] Marsini, sí, fuimos a la calle Marsini y también
en una casa alquilada. Depués fuimos para la calle Lavapés y comenzamos a
progresar, porque allá era más grande, se compraba chatarra, metal, cobre,
plomo, papel, hueso, vidrio. Vendíamos mucho vidrio para casa... esa casa
de... esa casa que está haciendo esos juegos ¿cómo se llama? ¡Santa Marina! Le
compraban mucho vidrio a mi padre. Camiones y camiones de vidrio roto. O
sea, nosotros separábamos el vidrio roto: el blanco de un lado, los verdes de
otro, y se lo llevávamos».
«Entonces, ganaban bien, ¿no? Ellos compraron un terreno entre Lins de
Vasconcelos, Duarte Leopoldo, Lacerda Franco y Antônio Tavares. […] Una
cuadra entera que, gracias a Dios, estaban bien; fue el primer depósito de cha-
tarra que hubo en São Paulo, era de mi padre».
Los recuerdos de Doña Encarnación, además de hacer presente la heteroge-
neidad de las condiciones de vida y trabajo experimentadas por inmigrantes espa-
ñoles en São Paulo, nos permiten pensar en los orígenes de estas diferencias.
Mientras las otras entrevistadas narran que sus padres trabajaron en España en el
campo o en las ferias, y que habían llegado a São Paulo a través de los campos de
café, de donde huían si podían, los parientes de Doña Encarnación, por haber
sido propietarios de minas en España y haberle pasado a su padre los conoci-
mientos sobre minerales, tuvieron la posibilidad de armar una red de negocios de 19
chatarra. Su familia se hizo proveedora de materias primas para varias fábricas
paulistanas, igual que otros españoles que también se dedicaron a esta lucrativa
actividad en la São Paulo en proceso de industrialización.

33. Sobre “historias de construcción de la subjetividad personal a través de la interpretación de los


demás y de la dimensión subjetiva de las realidades históricas”, ver PORTELLI, A. “A Filosofia e os
Fatos”, op. cit., p. 69.

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Podemos acompañar la constitución histórica de estas diferenciaciones entre


los inmigrantes españoles a través de pasajes de las memorias de nuestras entre-
vistadas. Así, interesa resaltar un tramo de la narrativa de Doña Encarnación,
quien destacó que, pese a las dificultades iniciales, su padre progresó en la reco-
lección y reutilización de la chatarra:
«Pero mi padre decía: ‘Yo no quiero verlos empleados’. Entonces, él comenzó
con una bolsa en la cabeza –esos bolseros de antes– él comenzó así, ¿sabe? Y en
aquel tiempo había mucho de eso, ¿sabe? Porque algunas veces compraba plata,
compraba metal, esas cosas y venían pedazos de bandejas de plata, cucharas de
plata, muchas cosas así, y él, como conocía, los iba vendiendo. Iba progresan-
do. La primera vez compró un caballo, después compró un carrito y después fue
andando, fue progresando, fue progresando con el depósito de hierro».
Mientras las memorias de Doña Encarnación se construyen en la trama de la
saga de su familia en el reaprovechamiento de chatarra y otros residuos con el
respaldo de iniciativas industriales en São Paulo, encontramos en los recuerdos
de la gran mayoría de las otras entrevistadas, la vida
Con un tono de voz bajo, de inmigrantes españoles, que comenzaron en los
campos de café.34 En ese sentido, los relatos de Doña
con el rostro serio, expresó Inés son significativos, con una narrativa asociada a
su dificultad para recordar su crecimiento cronológico. «A los doce años fui al
interior ¡eso sí que estaba bueno!». Con fuerte tono iró-
la dureza de su vida; ¡qué nico, completó: «Allá tuve que usar la azada». Con
penoso fue andar descalza, mucho esfuerzo para soltar la voz, rememora su agi-
tada trayectoria de inmigrante:
trabajar en el cafetal y en «[…] llegamos a Santos, de Santos vinimos para São
el campo, tener que huir Paulo y de São Paulo fuimos al interior. [...] ¡Ah!, la
vida era dura. Era cortar leña, andar descalza, ¿no?
del estanciero! Salía de casa a las cinco de la mañana y volvía a las
cinco de la tarde; pasaba el día entero parada, en el campo, trabajando con
café, plantando maíz, plantando frijoles. Ésa era mi vida. Esta es la vida que
llevé aquí. [...] el estanciero no quería dejar que mi padre se viniese. ¡Entonces
nos escapamos! Viajamos de noche, ¡toda la noche! Para no gastar el dinero
que traíamos del interior, vinimos en el suelo. ¡Vinimos para São Paulo
huyendo, porque viajamos toda la noche a pie!».
Hablando lentamente, con un tono de voz bajo, con el rostro serio, expresó su
dificultad para recordar la dureza de su vida; ¡qué penoso fue andar descalza, tra-
bajar en el cafetal y en el campo, tener que huir del estanciero y viajar «toda la
noche a pie»! Al decir «vinimos en el suelo» a São Paulo, sintetiza en su subjetivi-
20 dad, lo que significó burlar la vigilancia del dueño del campo, dejar el interior y
alcanzar la ciudad. No podemos perder de vista que, al terminar de describir los
trastornos experimentados en los campos de café, dijo «Ésta era mi vida», para

34. Sobre la participación de españoles en trabajos en el interior del Estado de São Paulo y en las
haciendas de café, ver GONZÁLEZ MARTÍNEZ, Elda. “Españoles en Brasil: características genera-
les de un fenómeno emigratorio”. Ciência e Cultura, 42 (5/6): 343, mayo-junio/1990 y Brasil:
café e inmigración. Los españoles en San Pablo (1880/1930). Madrid, CEDEAL, 1990.

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enfatizar a continuación «Ésta es la vida que llevé aquí...». Viviendo dificultades


semejantes, tanto en el presente como en el pasado, continuó narrando que en
São Paulo, su padre «Fue a trabajar en la Crespe, como doméstico, limpiaba el min-
gitorio de las mujeres», mientras que «yo fui con él para trabajar con él». Al pre-
guntarle qué era lo que hacía, respondió:
«Yo trabajaba en los telares; estuve muchísimo en los telares, trabajé siempre
hasta un mes antes de casarme. En la Crespe, salí de allá, después entré en otra
firma de seda, porque allá era algodón. Y así, fui trabajando, trabajé en cinco
firmas más, en esa última trabajé trece años: entonces me casé. [...] Trabajé
mucho ¿sabe?».
«¡Había días en que no ganaba ni para el jabón para lavarme las manos! [...]
A veces porque se rompía el telar, otras porque los hilos estaban malos y no ren-
dían».
Se delinea en las memorias de estas mujeres una cotidianidad difícil, con
intrincadas relaciones de subalternidad entre inmigrantes de diferentes naciona-
lidades y condiciones sociales. Más que sobre el tra-
bajo duro, sus recuerdos sacan a la luz las precarias Se delinea en las
condiciones sociales, materiales y emocionales a que
se enfrentaban. El padre de Doña Inés huyó con la
memorias de estas mujeres
familia, durante la noche, de un campo de café para una cotidianidad difícil,
emplearse en São Paulo, en la Algodonera Crespe, de
inmigrantes italianos, como doméstico; mientras su
con intrincadas relaciones
hija Inés, de dieciséis años, tenía que trabajar y temía de subalternidad entre
separarse de su padre, consiguió empleo en los telares
de la propia Crespe, donde «pagaban por trabajo
inmigrantes de diferentes
hecho, si yo trabajaba, me pagaban». Como telares e nacionalidades y
hilos eran de mala calidad, «pagar por trabajo hecho»
significaba vivir en la incertidumbre y «comer lo que
condiciones sociales
tenían», como mencionó más arriba Doña Inés. En esta lucha por la superviven-
cia cotidiana, lo más difícil para doña Inés era decir «Yo no sé leer, no sé escribir»:
«¡Mi estudio fue el trabajo! Mis hermanos eran chicos, mi padre no tuvo
quien le ayudase, por eso nunca estudié. ¡Si sé firmar mi nombre, es porque
aprendí sola! Otras cosas no sé. Ahora, mentalmente, yo hago cuentas, ¿no?
Nadie me engaña. Pero ¿cómo voy a decir que aprendí? ¡Si yo no tengo estu-
dio! Todos mis hermanos estudiaron, pero yo no. Porque ellos eran chicos, tení-
an edad para ir a la escuela, yo tenía edad para ayudar en el trabajo. Vinimos
en 1930 a São Paulo, fui enseguida a la fábrica para trabajar doce horas por
día. ¡No tenía tiempo para estudiar!».
Probablemente escondida en la excusa de la edad, se encontraba una cuestión 21
de género, dado que por los anuncios de la prensa española investigada, la escue-
la era sólo para los varones, además de que era muy cara. Inclusive Doña
Encarnación, que tuvo otras condiciones de vida, por cuestiones familiares fue
retirada de la escuela.
No fue muy diferente el recorrido de las hermanas María de los Ángeles y
María Angelita, que fueron con la familia a una hacienda en Serrana, en la región
de Ribeirão Preto, para recoger café. Doña María de los Ángeles recordó que

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«recogíamos café [...] todo el mundo se reía de mí, porque yo nunca hice eso en España
y yo zarandaba el café, y cuando lo tiraba para arriba, ¡se me caía todo encima!». Más
que en las risas que provocó por no tener habilidad para recoger café, fue al decir
que nunca hizo «eso en España» lo que explicitó su extrañamiento y distancia-
miento frente a aquellos procedimientos de trabajo. Tanto que, con el dinero
recibido, «salimos de allí para venir a São Paulo», donde:
«[...] alquilamos una casa más pequeña porque el dinero no daba, hasta que
comenzamos a trabajar, yo comencé en una fábrica de ingleses, era trabajo de
hilos, hacer hilos, en Ipiranga [...] Era una máquina bien grande, para plan-
char, pero aquello hacía tanto ruido ¡que no aguanté! Y tuve que salir... Y de
allí, ya comencé a coser como yo sabía. En mi casa particular».
Una vez más aportamos registros de memorias que evidencian que fueron las
hijas las que consiguieron trabajo para sostener a la familia, entre sectores empre-
sariales que priorizaban el empleo de niños y mujeres para expandir mejor sus
intereses. También llama la atención la expresión «aquello hacía tanto ruido que
no aguanté», reforzando la intolerancia frente a las prácticas de trabajo y ruidos
desconocidos en su vivir rural en España, donde su
padre tenía el «oficio» de cuidador de las tierras. Doña
Sin aguantar el ritmo y el María de los Ángeles también recuerda «[...] otra her-
ruido de las máquinas, mana, que ya murió, entró en la fábrica de los ingleses
[...] después ella comenzó a decirle a mi padre ‘¡Ay, papá!
preferían ser costureras No puedo, María salió, yo quiero salir, ¡no aguanto el
en casa. El espacio ruido de esa máquina! Entonces mi padre dijo ‘sal’. Ella
salió y aprendió a coser conmigo».
doméstico se constituyó en Así como Doña Inés comenzó a trabajar junto con
un refugio para trabajar su padre, las hermanas Esparrel, sintiéndose inseguras
al trabajar solas en un país extranjero y sin haber des-
sin extrañamientos arrollado sensibilidades para vivir y trabajar en ciuda-
des –cabe recordar que su hermana María Angelita, no
tolerando el barullo de las calles agitadas y los trolebuses llenos, recorría el trayec-
to casa-trabajo-casa a pie– se emplearon en la misma fábrica. Sin aguantar el ritmo
y el ruido de las máquinas, preferían ser costureras en casa. El espacio doméstico
se constituyó en un refugio para trabajar sin extrañamientos, para «coser como yo
sabía», indicio de que su saber hacer había sido desconsiderado y debió sufrir las
intervenciones de las fábricas donde trabajó. Con este procedimiento, acabó trans-
formando su casa en taller de trabajo, confundiendo el espacio privado con el
público. Aunque esquivó las imposiciones del mundo fabril, se enredó en sus des-
doblamientos, quedando sin tiempo disponible para salir. «Nosotros no salíamos
22 mucho. Íbamos al cine. En Moóca estaba el Santo Antônio. Pocas veces iba».
Incluso los hijos de los españoles que no fueron a los campos de café y que,
por alguna artimaña, consiguieron huir de la Hospedaria de los Inmigrantes, no
escaparon del horizonte industrial, todavía chicos, como recordó Doña María
Marín, que llegó en 1920:
«Sí, bajamos del ómnibus en Santos –¡del ómnibus!– del barco. Sí, y vinimos
para la inmigración, me parece que nos quedamos tres días, tres días, sí.
Después, mi primo fue allá y le dijo a mi padre: ‘Tú tienes que salir ensegui-

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da, ven a casa.’ Y así, así y listo, ¡vivíamos así! [...] Después, ya era más seño-
rita, fui a trabajar a la fábrica, porque antiguamente –no es de su tiempo–
antiguamente, ¡la juventud trabajaba sólo en la fábrica, sólo en la fábrica! Y
yo comencé, doce, trece, catorce, comencé a trabajar en la fábrica [...]».
«Penteado era estopa. ¡Aquello era enorme! Y aquello trabajaba por la maña-
na hasta las dos horas, de las dos a las diez horas. Yo y mi hermano, teníamos
de las dos a las diez, descargar hilado; los carreteles llenos, a cargar otros para
llevar. Como trabajábamos desde pequeños en la fábrica, ¡no fuimos a la
escuela! ¡Mi hermano y yo no fuimos a la escuela! Siempre trabajando en la
fábrica».
En la forma que recordó su trabajo y el del hermano, de once años en la fábri-
ca Penteado, con exclamaciones del tipo «¡Aquello era enorme!» –que evoca la ima-
gen de un desconocido monstruo–; «Y aquello trabajaba por la mañana hasta las
dos horas, de las dos hasta las diez horas» –que representa la imagen de algo que
debía ser alimentado continuamente–, aprehendemos en la construcción de su
narrativa un sentido sobre su actividad fabril, que debe haberse quedado en su
imaginario infantil de los doce años. Como en cuen-
tos y ficciones literarias, en su subjetividad se sintió La mayoría sólo tenía una
en la obligación de trabajar como quien alimenta un
extraño y «enorme» devorador de «carreteles».35
carreta, con la que
Y el trabajo fabril, que le consumió la «infancia» a recorrían la ciudad
Doña Angelita, le consumió la «juventud» a Doña
Isidora y a Doña María Marín, quien desde pequeña
juntando trastos para
y acompañada por su hermano, trabajó en la fábrica. venderle a los dueños de
Experimentando la trayectoria de otros españoles,
Doña María Marin fue primero a vivir y a trabajar
los depósitos o eran sus
con su familia, en una hacienda de café, en Baurú. empleados al servicio de la
Después de la muerte de sus padres vinieron a São
Paulo, donde trabajaron en la fábrica de tejidos
selección y clasificación
Penteado. Desde los doce años trabajó en el telar, mientras el cuñado, casado con
la hermana mayor, era feriante.
«Era feriante, después fue a trabajar a la calle Santa Rosa; él trabajaba allá
de cargador de bolsas, pobrecito, en la cabeza; descargaba camiones, ¿no?
Descargaba, cargaba; mis hermanos no, mis hermanos eran del negocio de la
chatarra. Pero no es que ellos tuviesen depósito. Ellos cargaban con una carre-
ta, juntando chatarra y vendían para el depósito».
Muchos españoles trabajaron y aún trabajan en São Paulo con chatarra, sólo
que mientras algunos tenían y tienen depósito y negocian con las fábricas, la
mayoría sólo tenía una carreta, con la que recorrían la ciudad juntando trastos 23
para venderle a los dueños de los depósitos o eran sus empleados al servicio de la
selección y clasificación de los trastos. En este sentido, vale la pena volver al tes-

35. En nuestro imaginario, la narración de Doña Maria Marín trae el recuerdo de Moloch, el mons-
truo proyectado por Fritz Lang em Metrópolis (1926), mientras que tal vez para Doña Maria
Marín, evocase los molinos de Don Quijote de la Mancha, probablemente narrado por su madre
que “era muy estudiada”, hija de mineros, que fue a la escuela entre los dos y los dieciocho años.

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timonio de Doña Encarnación, quien relata la dinámica del depósito de su padre,


denominado Casa La Unión Brasil, inclusive el trabajo de selección preliminar
que era hecho por ella y otras mujeres de la familia. Al preguntársele sobre las
fábricas que compraban sus materiales, explicó:
«También la fábrica de papel Klabim, que queda en Santana, compraba
papel. Y la fábrica Matarazzo de papel y cartón, que quedaba en Osasco, nos-
otros también los proveíamos de papel. [...] Incluso la que hacía las cosas de
lança-perfume [...] nosotros también le vendíamos plomo para hacer tapitas
de envases [...] Otro que compró mucha chatarra para hacer cofres, los pri-
meros cofres que hubo aquí, era Nascimento, es Augusto Nascimento. ¿Conoce
aquella rinconera de las cocinas? Antiguamente era una rinconera; entonces,
ellos las compraban para hacer los primeros cofres de acero. ¡Era un río de
dinero! ¡Era un río de dinero!».36
Empleando a muchos españoles en la diversidad de actividades del depósito
que proveía productos y materias primas para grandes
Los inmigrantes empresas industriales, llegaron a constituirse en un
centro de referencia para los españoles recién llegados
estaban marcados a São Paulo, además de mantener relaciones amiga-
por la reapropiación de bles con el Consulado Español y las instancias guber-
namentales. Toda esa situación de prosperidad e
espacios residuales inclusive de acuerdos con sectores del gobierno –«Era
adaptados para viviendas tanto que, cuando los cien años de la Independencia, el
presidente Washington Luís vino a inaugurar. ¡Él tomó
colectivas que pudiesen café en casa! Tomó café, no. Fue huevos poché, tres hue-
alojar poblaciones vos calientes con anís español»–, se perdió, según relató
Doña Encarnación, con la Revolución de 1924:
recién llegadas «Pero, cuando fue la Revolución del veinticuatro, entra-
ron los soldados y tomaron –porque teníamos caballo, automóvil, todo eso–
ellos acabaron con todo, acabaron con todo. Llevaron, mataron, llevaron los
caballos, llevaron los dos camiones, llevaron un automóvil de paseo, un Ford
de paseo, en fin, y mataron los cerdos –porque criábamos cerdos también–
porque aquello era monte todavía, no era ciudad».
Llama la atención, en las memorias, la precariedad e inseguridad de las con-
diciones de vida y trabajo de los inmigrantes, sin ningún tipo de respaldo ni
reconocimiento; la fragilidad de las relaciones establecidas con las autoridades
gubernamentales y los empresarios, generalmente de otras nacionalidades; las
tenues fronteras entre abundancia y miseria, en una ciudad donde los espacios
y relaciones se constituían y reconstituían al ritmo de las especulaciones inmo-
24 biliarias y la concentración de riquezas y poderes. En su testimonio, Doña
Encarnación también dejó transparentar cuán permeables eran los vínculos
campo y ciudad, al recordar que en 1924 la Avenida Lins de Vasconcelos era
un monte, en el que criaban cerdos, uno de los alimentos básicos de la comida
española.

36. Santana y Osasco: barrio y municipio periféricos de la ciudad de São Paulo. Lança-perfume: espe-
cie de pomo con éter perfumado usado en los carnavales brasileños (N. de la T.).

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Disfrutando incluso en la actualidad de mejores condiciones de vida y de tra-


bajo, y pese a las restricciones familiares impuestas a su autonomía, desde el
punto de vista del testimonio de Doña Encarnación y el de las demás inmigran-
tes españolas, presentimos la configuración de una vida urbana no estable, tanto
en la São Paulo de ayer como en la de hoy.37 Además de acomodarse en habita-
ciones y tener ocupaciones nómadas, los inmigrantes estaban marcados por la
reapropiación de espacios residuales adaptados para viviendas colectivas que
pudiesen alojar poblaciones recién llegadas, y por el ir y venir por los más varia-
dos caminos, circulando en todos los barrios de la ciudad en función de sus acti-
vidades de carreteros y recolectores de restos de materiales de chatarra, reaprove-
chados en la velocidad del expandir industrial paulistano. Estas condiciones
refuerzan la perspectiva de creación de modos de vida efímeros, en un continuo
rehacerse.
En la subjetividad de las memorias de Doña Encarnación, la Revolución de
1924 está representada por la pérdida de una situación familiar de prestigio y de
reconocimiento entre patriotas españoles, y la presión de rehacer sus negocios en
otros lugares y bajo otras condiciones. En su energía y buena disposición, recuer-
da que después de perder el depósito y los fardos de papel que fueron llevados
para hacer trincheras en Cambuci, aún «quedamos con
mucha plata», porque las mujeres hacían la primera Su gran pena era no saber
selección de lo que llegaba al depósito y se llevaban lo
que les interesaba:
leer ni escribir, igual que
«Yo vendía muchos kilos de plata a 80 cruzei- todas las mujeres que
ros38 el kilo; porque cuando comprábamos,
venía pedazos de paraguas, mangos de paraguas
entrevistamos
de plata, pedazos de bandejas de plata; ¿sabe?, venía mucha plata. Entonces,
las mujeres que ya conocían, iban a buscar las platas y ¿sabe? Eso para noso-
tras, para nuestros lujos. Se dividía para nuestros lujos. ¡Pero la que vendía
era yo, era yo! Yo era la mano derecha –aunque no tuviese libertad– pero era
la mano derecha. [...] Eso era cosa de mujeres; todo era dividido entre las
mujeres».
En este pasaje de sus palabras viene a la luz, de nuevo, la fragilidad de sus con-
diciones de vida. Esta vez en el sentido de las relaciones familiares y de la situa-
ción de la mujer española: si eran las primeras que seleccionaban el material, y se
llevaban lo que les interesaba y había muchas cosas buenas entre los restos de cha-
tarra, y eran como Doña Encarnación, la «mano derecha», no tenían autonomía
para tomar decisiones sobre sus propias vidas, ni tenían permiso para estudiar.
Por cuestiones familiares, de comparación entre ella y la hija de la segunda mujer
de su padre, Doña Encarnación fue sacada de la escuela. Su gran pena era no 25
saber leer ni escribir, igual que todas las mujeres que entrevistamos.

37. Trabajando y creando a partir de situaciones de transformación y pérdida de identidad de cier-


tas áreas en la São Paulo contemporánea, la exposición Arte/Ciudad, dirigida por Nelson Brissac
Peixoto, en el SESC/SP, traduce con sensibilidad artística esta continua construcción / destruc-
ción / reinserción en la voraz dinámica de la urbe paulistana.
38. Cruzeiros: moneda que circuló entre 1942 y 1967 (N. de la T.).

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Esta situación ambivalente, entre el poder que ejercía en los negocios y la falta
de libertad para tomar decisiones referentes a su vida, aún reaparece en sus
memorias, cuando recuerda cómo rehicieron sus actividades alrededor del curti-
do, después de haber perdido el depósito de chatarra:
«Porque después que acabó la chatarrería, ellos pusieron unos curtidos en São
Caetano;39 lo que hoy es el centro de São Caetano, en aquel tiempo era un
monte que era de... no recuerdo el dueño del terreno. La curtimbre era un
contrato de la municipalidad, los perros de la carreta, que juntaban y mata-
ban, tenían aquella carreta cerrada y todo, era para la curtimbre y le sacaban
el cuero, ¿no? Con el cuero hacían zapatos y el resto iba a la caldera. Cuando
estaba, por el grifo salía el sebo. El sebo iba por una canaleta así en tambo-
res, para hacer jabón. Y después continuaba y el resto quedaba hecho cenizas,
que era adobe. Se lo vendíamos a esa sociedad japonesa, esa sociedad grande
que está... en Pinheiros. No me acuerdo.
Vendíamos el adobe y los cueros y, cuando eran los caballos, cortaban las cri-
nes y se las vendíamos a fábricas de cepillos. Aquellos que eran así de largos se
lo vendíamos al tecelão, que ellos hacían aquél... para forro de saco masculi-
no...Yo le vendía a la Casa Franca Lança, que queda en la calle Piratininga,
y aquella más pequeñita para fábrica de pinceles. Nos iba bien, ¿no? Después,
a la noche, yo, mi hermana y mi tía, hacíamos fajos así o más grande o más
pequeño, ¿sabe? Entonces, cuando estaba así yo alquilaba un coche y los lle-
vaba a la calle General Flores. Pero todo eso era para las menudencias de las
mujeres. Las menudencias de las mujeres, decían».
En esta otra expresiva narrativa de Doña Encarnación, en la que su familia reto-
ma las actividades en el ámbito industrial de São Paulo y se dedica al que poste-
riormente sería el pujante ABC paulista, el reaprovechamiento de residuos orgá-
nicos de animales, reaparece en sus memorias el lugar ocupado por las mujeres. En
el ámbito doméstico, la reinserción de españoles en la industrialización de São
Paulo –que se ocupaban de las transformaciones de los restos de la vida urbana,
aunque necesarios, eran descalificados–, era vivida por las mujeres de forma pare-
cida. Aunque participaran en todos los procedimientos de trabajo, a las mujeres se
les reservaban los subproductos que, como segundo escalón de la familia, se encar-
gaban de preparar y comercializar. Los recuerdos de Doña Encarnación señalan
esta división entre lo de los otros y lo de las mujeres, al utilizar el pronombre yo.
Yo vendía, yo alquilaba, teniendo presente que estos «restos» para las «menudencias
de las mujeres», era sabido por todos, conforme la expresión «Para las menudencias
de las mujeres, decían». Recordando esta división entre lo que era de los hombres
y lo de las mujeres, también describió otra reutilización del curtido:
26 «El cuero, el sebo y los huesos –cuando el hueso era así de pequeño porque era
de la canilla y se lo vendíamos a la fábrica de botones– era la parte de los
hombres. Era la parte del negocio. Ahora, de la curtimbre, las crines sólo eran
para las mujeres».

39. São Caetano: municipio de la Gran São Paulo que, junto con Santo André y San Bernardo, cons-
tituyen el ABC paulista (N. de la T.).

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Sus recuerdos apuntan a una relación familiar negociada: trabajo y adminis-


tración de la vida doméstica a cambio de formas de circulación por la ciudad para
vender los subproductos que producían. En esta vida de trabajo, dentro de un
rígido contexto familiar, amenizado por los pocos pasajes referidos al padre
–«Porque mientras mi padre vivía, yo era más respetada»–, recordó la muerte de
éste y cómo su familia perdió el negocio, también:
«Lo perdieron porque el terreno era en el monte. Ahora me vino el nombre del
dueño del terreno. Simonsen, era el dueño. Entonces empezó a vender los terre-
nos y, cuando estuvo lleno de gente –porque la curtimbre da un olor feo, de ver-
dad– entonces, la gente empezó a quejarse. Entonces la municipalidad pidió que
cerrasen. Y cerraron la curtimbre, cerraron el terreno. Después falleció mi tío; mi
tía no pagó los impuestos [...] y ella perdió. Quedó sin nada [...] A veces parece
que es mentira ¿no? Pero si fuese mentira no podría decir los nombres ¿no? Porque
el dueño del terreno era ése del que hablé ahora, Simonsen. Roberto Simonsen».40
Su vida fue permeada por tantos trastornos, por una acumulación de pérdidas
y momentos difíciles, que llevaron a Doña Encarnación a rememorar tratando de
apoyarse en nombres de lugares y personas, en la perspectiva de confirmar lo que
estaba narrando. Gracias a esta característica de sus reminiscencias, subyacente en
su tumultuosa vida y en su lucha por la supervivencia
material y psíquica, las memorias de Doña Encarnación Rememorar tratando de
refuerzan otro ángulo de las expropiatorias relaciones del apoyarse en nombres de
empresariado paulista con los inmigrantes. Además de
consumir la infancia y la juventud de las hijas de inmi- lugares y personas, en la
grantes marginados, tales inmigrantes, estando ya en São perspectiva de confirmar lo
Paulo, se transformaron en emigrantes del campo a la
ciudad, dentro de la ciudad, o de la ciudad hacia la peri- que estaba narrando
feria, en sucesivos movimientos. En este instigado nomadismo, expresión de las
relaciones sociales constituyentes de la metropolización de São Paulo, los inmi-
grantes desmataron montes, aplanaron y sedimentaron terrenos, consolidaron y
prepararon espacios valorados por sus trabajos e inversiones. Una vez reinstalados
y habiendo reconstruido sus redes de negocios, eran expulsados bajo diferentes
artimañas, expropiados por distintas instancias.
Como sus memorias están entretejidas y atravesadas por las sofocantes relacio-
nes familiares, que se constituyeron en las relaciones de expansión y reflujo de los
negocios de sus parientes, Doña Encarnación, al narrar cómo vivió y burló las
imposiciones de sus tíos, en el depósito de chatarra y en el curtido, expone den-
sas y pormenorizadas descripciones sobre tales actividades en São Paulo. Nos
pone al alcance, con riqueza de detalles, dimensiones del lado discriminatorio,
confuso y oportunista inherente a la proyección industrial de la ciudad de São 27
Paulo y sus alrededores. Tales dimensiones, aunque presentes en nuestras con-
cepciones e investigaciones sobre la construcción histórica de São Paulo, obtie-
nen densidad y se redimensionan en las relaciones con las voces y las subjetivi-
dades de estas inmigrantes españolas.

40. Uno de los mayores empresarios paulistas de los años 1930/40/50.

HAFO, 2, 28, 2002


Maria Antonieta Martínez Antonacci

Y la trayectoria que la familia de Doña Encarnación experimentó, se confun-


de con la de la propia inmigración española en São Paulo que, sin amparo oficial
del gobierno español, sin respaldo de las autoridades brasileñas y sin el reconoci-
miento del empresariado paulista, se dedicó a actividades consideradas secunda-
rias por basarse en el desarmado y transformación de objetos y restos de anima-
les, y fue diluida y relegada al olvido.
Valiéndose del recurso de testimonios orales, Nascimento también produjo un
importante estudio sobre la participación de los españoles en la comercialización
de trastos (botellas, bolsas vacías), metales (plomo, cobre) y chatarra, como tam-
bién en el ramo de saquerías en São Paulo. Indicando que «como actividad estig-
matizada como marginal en la economía del país, escapó a las estadísticas, núme-
ros y encuestas gubernamentales», apuntó las dificultades que envuelven a los
estudios sobre actividades de esta naturaleza. Aún así, construyó una significati-
va relación entre los españoles –silenciados en la historiografía sobre inmigra-
ción– y la mercancía de trastos, descalificada por ocuparse de «objetos sin
valor».41
Jacob Penteado, en sus memorias se preguntaba: «¿Quién no oyó hablar nunca
del ‘rey de la chatarra’?», afirmando a continuación que siempre hubo «un
monarca de esa especie» en Brás. Según este memorialista, que vivió con su fami-
lia en Brás, Moóca y Belenzinho, los españoles participaron en otras actividades
autónomas, «tales como saqueros, cigarreros, chapistas, remendones, heladeros,
vendedores de juguetes, de frutas, además de compradores y revendedores de
botellas, plomo, metal y cobre».42 Tales actividades, ejercidas por cuenta propia,
como también en el comercio de cafés, hoteles, bares, restaurantes, confiterías,
ramos generales,43 o en la organización de grupos teatrales que están en los orí-
genes del cine producido en São Paulo, evidencian que los españoles llegaron
fuera de la inmigración subvencionada, muchos se escaparon de los órganos de
inmigración y del destino rural, y quedaron libres para establecerse donde qui-
sieran. Este perfil, propio de la expresión española «¿Hay gobierno? ¡Estoy en con-
tra!», también permite pensar cómo se perdieron los contornos de la inmigración
española, lo que no implica menospreciar sus modos de vivir, trabajar y divertir-
se en el ámbito de la cultura urbana de São Paulo en los años 1920-30.
En las narrativas de estas inmigrantes españolas escogidas al azar, según las
sugerencias de asistentes sociales de la Sociedade Beneficente Rosalia de Castro,
hemos visto que las formas de inserción de los españoles en la ciudad de São
Paulo, se dieron en los intersticios de transformaciones de la paulicéia, en situa-
ciones de recuperación de viviendas ruinosas y de reaprovechamiento de mate-
riales en desuso, así como en situaciones de expansión de barrios y periferias, de
28 trabajo y ocio, inscribiendo en las telas urbanas, indicios de sus costumbres, hábi-
tos, gustos y tradiciones.

41. NASCIMENTO, José Leonardo. “Trabalho e prestígio social: os espanhóis em São Paulo”, mimeo.
1993, ps. 11-20.
42. PENTEADO, Jacob. Belenzinho, 1910 (Retrato de uma época). SP, Martins, 1967, ps. 57 y 229.
43. La gran presencia de españoles en este comercio y en la red hotelera encuentra registros en los
anuncios publicitarios de la prensa española investigada.

HAFO, 2, 28, 2002


Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo

Alrededor de la institución y la participación de los inmigrantes españoles en


los ambientes de ocio de São Paulo, además del entusiasmo que Doña Angelita
manifestó al narrar su vida en Brás, con idas a los cines, junto con las amigas, o
el sentimiento de pérdida en los recuerdos de Doña Encarnación, por no haber
recibido nunca autorización para ir al cine, permiten considerar la atracción que
tales espacios conquistaban en la época. Como novedad de una vida urbana en
expansión y «así de gente», con costumbres y lenguajes dispares, la polémica entre
permisos o prohibiciones no se restringió al caso de Doña Encarnación. Doña
Inés, recordando su vida entre «trabajo, casa», comentó con pesar que ni «amis-
tad así tenía»:
«Mi padre no nos dejaba salir de casa. ¡Ni al cine! ¡En aquel tiempo el cine
era barato! ¡Pero ni en la puerta nos dejaba quedar! Y todavía más cuando le
dieron tanto miedo, los españoles vecinos le dieron miedo [...] de que robaban
las muchachas, las niñas. ¡Baile, entonces, ni pensar!».
Estos recuerdos, las evocaciones de Doña Angelita del recorrido casa/trabajo,
los recuerdos de Doña María Marín al explicar por qué
su madre no salía de casa en São Paulo –«¡Como era tiem- El sentimiento de pérdida
po de la inmigración, cada mes venían dos, tres inmigracio-
nes por mes! ¡Mucha gente! Mucha gente, ¿no?»– asociados
en los recuerdos por no
a los ya diversificados habitantes nacionales, permiten haber recibido nunca
aproximaciones a la multiplicidad de paisajes y añoranzas
que convivían y agitaban la vida urbana paulistana.
autorización para ir al cine,
En las memorias de nuestras entrevistadas, también permite considerar la
aparece la diversidad de tratamientos con que lidiaron y
se relacionaron con las efervescencias, miedos y potencia-
atracción que tales
les amenazas a las vidas en las ciudades de São Paulo. espacios conquistaban
Tanto que los recuerdos de Doña Isadora traen momen-
tos de relajación y diversión al transgredir las prohibicio-
en la época
nes familiares y narrar, con satisfacción, «¡Que se escapaba a los bailes! ¡En el
Corinthians, en el Hispano-Americano!». Incluso narró lo que denominaban «fies-
ta española»:
«Mi hermana, mi cuñado, mis otras hermanas también iban, cuando hacían
la “fiesta española” íbamos a ver todo, ¿no? En el teatro Colombo. En el tea-
tro Colombo daban mucho teatro, ¡daban mucho! Nosotros íbamos. La calle
Caetano Pinto en lleno iba allá. Iba porque venían muchos artistas españoles
a danzar y cantar aquí».
En una alta convivencia con los españoles, ya que «La Caetano Pinto, Carneiro
Leão, calle Visconde de Parnaíba, Claudino Pinto, eran todos españoles; eran muy
pocos los italianos y brasileños que había»; en el teatro Colombo y en los cines que, 29
por la denominación, también indica orígenes entre grupos españoles, Doña
Isidora deja ver cómo barrios paulistanos se constituyeron en territorios españo-
les. Con una geografía de diversiones por donde transitaban películas, espectá-
culos, bailes, danzas españolas, construyeron y ocuparon ambientes donde se sen-
tían libres y conservaban costumbres, idioma, y hábitos de vida.
También Doña María Marín, que se casó con un músico portugués, recordó
aún con entusiasmo, cómo participó en fiestas, dramas y bailes en la Federación

HAFO, 2, 28, 2002


Maria Antonieta Martínez Antonacci

Española, que quedaba en la calle del Gasômetro, y en la Asociación Hispano-


americana, en Moóca. En su narrativa, enfatizando la presencia masiva de espa-
ñoles en asociaciones culturales y recreativas, con la preocupación de decir que
así estaba «todo bien», deja entrever, bajo otras brechas de la memoria, la rigidez
en las relaciones entre inmigrantes de diferentes costumbres:
«Todos, todos, todos españoles. Casi todos españoles, iba también un mucha-
chito brasileño porque era... todo bueno, todo interesante [...] Era baile, todo
familiar, todo bueno, no había problemas, no».
Si en estos espacios asociativos «no había problemas, no», sobre la difícil convi-
vencia en las calles de Brás, Doña María Marín trae, en sus memorias, imágenes
de muchos conflictos. Vivir en Brás en 1920, era «¡Huuu! ¡Huuu! ¡Huuu! Eran
españoles, portugueses, italianos, alemanes, así, así de gente (gesticulando para refor-
zar la aglomeración de diferencias) ¡peleas por todas partes!». Reafirmando el testi-
monio de Doña Inés, Doña María Marín asoció el «así de gente» no sólo a la can-
tidad como también a la diversidad de nacionalidades y modos de ser. Mientras
tanto, en sus recuerdos, registró momentos de fiesta, donde todo «Era una be-
lleza»:
«¡Aquellos lindos carnavales em Brás! Cada uno llevaba su silla a la esquina.
Carneiro Leão, calle Caetano Pinto ¡En la esquina y listo! Nos sentábamos,
mira, ¡serpentinas hasta esta altura pisando! (mostrando con la mano apro-
ximadamente diez centímetros del piso) ¡Era una belleza! ¡Una belleza!
Cada carroza, cada... ¡Qué cosas lindas! ¡Bonitas de verdad!».
Incluso sin que sea posible precisar de qué época fueron esos carnavales reme-
morados por Doña María Marín, nos quedamos con la impresión de que el des-
canso carnavalaesco señala, en sus memorias, un tiempo ritmado por una cierta
paulistanidad. Donde el «muchachito brasileño» iba a los bailes del Hispano y
donde «¡Mira, toda aquella italianada, aquella españolada se sentaba en la puerta,
con las puertas abiertas, aquellas conversaciones, aquellas risas, aquello de contar lo
que pasó!» en nítida contraposición con otros tiempos: «¿Hoy? ¡Tenemos las rejas de
la casa así, hasta el techo! ¡Claro, de miedo!».
En el juego de «encuentros/desencuentros» entre los trabajadores que constru-
yeron sus territorios en Brás, en las diferentes temporalidades en que fueron atra-
ídos para hacer la metropolización de São Paulo, Doña María Marín se expresa
con prejuicios en relación a «toda aquella baianada44 que se metió allá».
En el proceso de construcción de sus modos de vivir y trabajar en São Paulo,
tanto reocupando lugares desactivados y viviendo de materiales descartados,
como innovando y diversificando la prestación de servicios en la irresistible
expansión de la red urbana paulistana, en las memorias de estas inmigrantes espa-
30 ñolas se hace audible la institución de nuevos espacios de convivencia.45 Más allá
de las calles agitadas, los trolebuses llenos, los talleres y fábricas, en sus memorias

44. Baianada: grupo de baianos, naturales del Estado de Bahia. El término está usado en uno de sus
sentidos posibles, el peyorativo, significando: vagabundos, fanfarrones, ordinarios (N de la T.).
45. Sobre la institución de nuevos espacios en la São Paulo de comienzos del siglo XX, ver CRUZ,
Heloisa de Faria. Op. cit., p. 63.

HAFO, 2, 28, 2002


Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo

encontramos lugares y tiempos para los juegos, los paseos, las reuniones en aso-
ciaciones recreativas y culturales, idas a teatros y cines que también marcaron las
experiencias sociales de estas mujeres, y trajeron a la superficie cómo vivenciaron
y formaron parte de la constitución de las culturas urbanas de la nueva me-
trópoli.
Sus memorias en la ciudad de São Paulo, cargada de tensiones y voces diso-
nantes, permiten percibir que los españoles «negociaron» con las diferentes cul-
turas que convivían «[...] sin, simplemente, ser asimilados por ellas ni perder
completamente sus identidades». Siguiendo las reflexiones de Stuart Hall sobre
la dialéctica de las identidades en el mundo postcolonial, las narrativas de estas
inmigrantes españolas dejan ver que «cargan los rasgos de la cultura, de las tradi-
ciones, de los lenguajes y de las historias particulares por las cuales fueron mar-
cadas [...] dispersadas para siempre de su tierra natal [...] son, irreversiblemente,
el producto de varias historias y culturas interconectadas».46

Traducción de Marisa Montrucchio

31

46. HALL, Stuart. A Identidade cultural na pós-modernidade. RJ, DP&A, 5 edición, 2001, ps. 88-89.

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial*

Elaine Bauer y Paul Thompson

Introducción
Establecer una relación íntima con una persona de otra raza y emigrar de un
país para instalarse en otro son viajes que nos insertan en otra cultura. Estos via-
jes, antiguos como la humanidad, aparecen ensalzados en el folklore occidental
en los relatos de los viajes de Marco Polo y en la pasión de Marco Antonio y
Cleopatra. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la frecuencia de los viajes
ha aumentado de forma espectacular. Hoy, en nuestro mundo globalizado, tanto
la inmigración como la mezcla racial, sea ésta armoniosa o conflictiva, son un
aspecto cotidiano de la mayoría de las sociedades. Los autores de este artículo
tenemos la convicción de que alcanzar un cierto grado de integración a través de
la inmigración y la mezcla racial será un rasgo esencial del futuro, tanto desde
una perspectiva amplia, la de crear un nuevo orden mundial, como desde una
más específica, en el caso de los países que aspiren a convertirse en «sociedades
arco iris» de esencia multicultural.

*. A fin de mantener la confidencialidad la mayoría de los nombres de los entrevistados citados en


este artículo son seudónimos. Respecto del proyecto Familias Jamaicanas Transnacionales tene-
mos la intención de archivar las entrevistas con objeto de que en el futuro se conviertan en fuen-
te accesible para los estudiosos. Estamos muy agradecidos a todas las personas cuyos testimonios
grabamos por la ayuda que nos han prestado.
Para su investigación sobre las relaciones entre blancos y negros en Canadá, Elaine Bauer desea
dar las gracias en especial a los profesores Stanley Barrett, Frans Schryer y Terisa Turner por sus
orientaciones y apoyo durante el proceso de investigación. También doy las gracias a todos los
participantes por brindarme la oportunidad de acceder a su mundo privado.
Con relación al proyecto Familias Jamaicanas Transnacionales, tenemos una deuda especial por
sus sugerencias e informaciones con Catherine Hall, Harry Goulbourne y Mary Chamberlain; y
por su ayuda para ponernos en contacto con las familias con Anthony Henry de la Asociación
33
jamaicano-canadientse y con Holger Henke del Centro de Investigaciones del Caribe, Medgar
Evans College, Brooklyn, Nueva York. También quisiéramos dar las gracias a la Comisión
Canadiense, a la Fuller Bequest y a la Universidad de Essex por su ayuda con los gastos de via-
jes y transcripción; y también por su fundamental apoyo económico al Instituto de Estudios
Comunitarios de Londres.
Este artículo es una versión revisada de la ponencia presentada originalmente en el XII Congreso
Internacional de Historia Oral celebrado en Pietermaritzburg, Sudáfrica, del 24 al 27 de junio
de 2002.

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Elaine Bauer, Paul Thompson

La cultura del Caribe es tal vez el ejemplo más conocido de sociedad surgida de
la migración y la mezcla. En el Caribe la mezcla racial comenzó a principios del
siglo XVI con la introducción, por parte de una serie de potencias coloniales euro-
peas, de esclavos negros después de que la población autóctona hubiese sido des-
truida por los españoles y sus sucesores. Característica fue la mezcla entre los due-
ños de las plantaciones y sus esclavos. Posteriormente la mezcla racial recibió una
especie de sanción social, ya que el gobierno colonial apoyó deliberadamente al
grupo negro-mulato de piel menos oscura, del cual surgían los administradores
locales, otorgándoles una posición social prominente (Henriques, 1975). En la
actualidad la población caribeña es fundamentalmente heterogénea y, aunque pre-
dominen los individuos de ascendencia africana, es habitual que se formen pare-
jas entre blancos y personas de color, así como entre individuos de ascendencia
africana e hindúes y chinos. A partir del siglo XIX, al producirse los importantes
flujos migratorios que trasladaron a los habitantes del Caribe a América Central y
del Norte, así como a Europa, éstos llevaron consigo esta actitud de apertura cul-
tural, que recientemente se ha visto reforzada por el turismo que afluye a las
Antillas. De ahí que en la Gran Bretaña contemporánea la población antillana se
case con personas de raza distinta en mayor proporción que cualquier otro grupo
inmigrante no blanco; hoy, la mitad de las mujeres
Alcanzar un cierto grado que los varones antillanos eligen para formar pareja
son blancas (Berthoud, 2003, en prensa).
de integración a través de Incluso limitándonos a los continentes atlánticos
la inmigración y la mezcla es importante destacar que existen otras culturas que
se han desarrollado de forma paralela: nos referimos a
racial será un rasgo México y Brasil y algunas zonas de Africa, tales como
esencial del futuro Sierra Leona y Senegal e incluso, inicialmente, la pro-
pia Sudáfrica.
No obstante, a partir sobre todo del siglo XIX se desarrolló, en el sur de los
Estados Unidos y en Sudáfrica, una tendencia completamente opuesta, una tra-
yectoria que fomentaba deliberadamente la segregación racial. El caso sudafri-
cano, con la prohibición de las relaciones sexuales mixtas (1950-1986), resulta
particularmente interesante, puesto que constituyó una campaña política de
primera magnitud desde los años 1920 hasta la década de 1950, en especial con
las elecciones generales de 1938, en las que se exhibieron carteles hostiles de
mujeres blancas que aparecían con sus maridos negros y sus hijos mestizos. Y
sin embargo, los historiadores han mostrado poquísimo interés hacia esta cues-
tión, como si la aceptasen como un inevitable hecho social. El único recurso
que nos queda es obtener de abogados y novelistas indicios de los escasos hom-
34 bres y mujeres que a pesar de las dificultades unieron sus manos para superar
estas barreras sociales; y esas fuentes tienden a concentrarse bien en lo políti-
camente heroico, bien en un sexo violento e indecoroso (Lewin, 1963;
Gordimer, 1990, 2001; Coetzee, 1999). Es tal vez significativo que el insólito
relato autobiográfico de un matrimonio mixto ilegal escrito por Eddie Daniels
(1998), compañero de prisión de Nelson Mandela, resulte por contraste con-
movedoramente normal. Por otra parte, ciertas familias mixtas resultaron par-
ticularmente vulnerables cuando el apartheid impuso barrios raciales segrega-

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial

dos, tal y como ilustra el pionero trabajo de historia oral realizado por Sean
Field en los barrios negros y mestizos de Ciudad del Cabo (Field, 1998-1999:
235-237).
Posteriormente, a pesar de la abolición de las leyes segregacionistas, tanto en
los Estados Unidos como en Sudáfrica perdura un elevado grado de segregación
racial en la vivienda, y los matrimonios interraciales son poco frecuentes. Como
investigadores nos ha impresionado profundamente el contaste entre la mezcla
que caracteriza Toronto o Londres y los barrios ciento por ciento negros en que
viven los jamaicanos en Nueva York, casi tan segregados como en las locations
sudafricanas durante el régimen del apartheid. La segregación voluntaria llevada
hasta ese extremo crea sociedades polvorín en las que pocos miembros de algún
grupo tienen conocimiento directo de los otros y en las que es fácil que estallen
conflictos, disturbios y violencia.
El propósito de este artículo es analizar hasta qué punto puede sostenerse un
enfoque distinto y más positivo del problema. Es probable que tanto la inmigra-
ción como el establecimiento de relaciones con parejas de distinta procedencia
étnica y racial creen dificultades para la identidad individual, rodeen los encuen-
tros de hostilidad y discriminación racial y cuestionen aspectos del patrimonio
que debe transmitirse a las generaciones jóvenes. Este artículo une los resultados
obtenidos en nuestras investigaciones, llevadas a cabo
por separado y centradas, en primer lugar, en las pare- La segregación voluntaria
jas mixtas de caribeños blancos (Bauer, 2001) y, en
segundo lugar, en familias jamaicanas transnacionales llevada hasta el extremo
residentes en Jamaica, Estados Unidos, Canadá y crea sociedades polvorín
Gran Bretaña (Thompson y Bauer, 2000 y 2002).
Comparamos el impacto de la emigración y de las relaciones mixtas en la identi-
dad, estudiamos los distintos tipos de hostilidad y prejuicios raciales que se sufren
y analizamos hasta qué punto los individuos hallan soluciones creativas tenden-
tes a alcanzar nuevas formas de identidad multiétnica y multirracial y se atreven
a soñar con sociedades más tolerantes para el futuro.

El impacto de la emigración en la identidad individual


«La identidad siempre se refiere a la producción en el futuro de un relato del
pasado, es decir siempre se refiere a una narración, a la historia que relatan las
culturas para explicarse quiénes son y de dónde vienen» (Hall, 1992:5). La cons-
trucción de la identidad es un proceso complejo. Y aunque es posible que los
individuos analicen qué papel desempeña la raza en su identidad cultural o en la
identidad que ellos mismos se construyen, lo cierto es que siempre hay otros fac-
tores en juego. En las sociedades pluralistas es frecuente que los individuos se 35
identifiquen a sí mismos de múltiples maneras.
En Canadá, por ejemplo, los individuos se definen en función de la raza, basa-
da en características físicas, en función de la nacionalidad basada en su identifi-
cación como ciudadanos de un país o en su lealtad a una nación-estado, o en
función de una etnicidad basada en la lengua materna y/o en las tradiciones cul-
turales con las que se identifican. «Esas identidades no son mutuamente exclusi-
vas, pues las personas tienen en efecto identidades múltiples, ‘formadas en rela-

HAFO, 2, 28, 2002


Elaine Bauer, Paul Thompson

ción específicamente histórica con los distintos espacios que habitan a lo largo
del tiempo’» (James, 1999:23).
Se ha dicho que «los antillanos se sienten tan incómodos con respecto a su iden-
tidad nacional como con respecto a su identidad racial» (Lowenthal, 1972). El
origen de esta ambivalencia es el legado de la esclavitud, una historia de humilla-
ción que les dejó confusos con relación a su raza, a su cultura y al sentido de su
propio valor y dignidad. Por este motivo preferirían olvidar el pasado caribeño que
identificarse con él. Incluso después de la emancipación y de la independencia de
las potencias coloniales, la persistencia de una enseñanza impartida en escuelas e
iglesias, y basada en criterios europeos inculcó en los caribeños el deseo de guiar-
se por valores europeos. No es raro, incluso hoy, encontrar en la sala de estar de
numerosos jamaicanos de edad una fotografía enmarcada de la reina Isabel II de
Inglaterra al lado de una estampa de Cristo. Lowenthal señala que muchos anti-
llanos todavía se identifican parcialmente en función de una nacionalidad euro-
pea. Y cita una bella parodia de este sentido de la identidad nacional europea que
albergan algunos antillanos (Lowenthal, 1972:265, 280) presentando un frag-
mento de la novela de Naipaul A Flag on the Island:
La esclavitud les «De los jamaicanos que habían oído hablar de su
nuevo héroe nacional, Paul Bogle [el antiguo esclavo
dejó confusos con relación líder de la rebelión de Morant Bay], no pocos compar-
a su raza, a su cultura tían la consternación de aquella señora de clase media
de quien se dice que exclamó: “¡Cómo! ¿Aquel malva-
y al sentido de su do demonio negro?” Pero el taxista, molesto por la
propio valor y dignidad nueva bandera de su país, expresa la quintaesencia del
tono antillano: “Sinceramente, prefiero la vieja bande-
ra de Inglaterra... Nos mandan esa cosa y tratan de endulzárnosla hablando
de que si esto o que si aquello... pero yo prefiero la vieja bandera de
Inglaterra. Eso sí que es una bandera. Esta parece una cosa que se acaban
de inventar. Como dinero extranjero, ¿sabe?» (Naipaul, 1967: 156-157).
Aunque cada vez existe más una sensación de orgullo hacia su nación, sobre
todo en las generaciones de antillanos jóvenes, es posible que tales ambivalencias
hayan facilitado la tarea de adoptar, después de la emigración, una identidad
intercultural.
En cambio, estas identidades matizadas no existían entre los jamaicanos resi-
dentes en Estados Unidos que entrevistamos. Casi todos ellos afirmaban con
rotundidad: «¡Yo no soy americano!» aun cuando poseyesen la ciudadanía nortea-
mericana, y mantenían una firme identidad jamaicana (véase Waters, 1999: 65,
84-87). Muy en particular no quieren que se los agrupe y se los confunda con los
36 «afroamericanos». Como dijo Gene: «No sé de dónde ha salido de repente esa cosa
del afro. La verdad es que no lo sé. ¿Sabe? uno se puede identificar como africano-
africano o cualquier cosa con la que quiera identificarse, pero yo sé que en el fondo...
ya puedes añadirle un guión, un prefijo o lo que quieras, me parece muy bien, pero
¡yo lo que soy es jamaicano!». De todos los jamaicanos que entrevistamos en los
Estados Unidos tan sólo una mujer, una contable de éxito en su profesión, aun
enorgullenciéndose de su patrimonio jamaicano se considera también por medio
de su nacionalidad «una norteamericana muy orgullosa de serlo».

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial

En cambio, los inmigrantes jamaicanos residentes en Canadá o en Inglaterra a


los que entrevistamos, pese a mantener cierto sentido de lealtad hacia su país
natal también se identificaban con su país de acogida, adoptando formas mixtas
de identidad, tales como por ejemplo «jamaicano/canadiense». A veces esos mati-
ces podían resultar muy complicados. Tal vez la más transnacional de todos nues-
tros inmigrantes sea Lola quien, tras vivir veintidós años en Gran Bretaña, lleva
viviendo treinta y un años en los Estados Unidos. Visita periódicamente a sus
hijas, que han regresado a Londres. Ella también exclama: «¡No soy americana!».
Pero a pesar de que Lola afirrma ser jamaicana –«Debo hacerlo; nací allí»– siente
que su corazón está atado a Inglaterra: «En Inglaterra me siento cómoda... Cuando
voy a Inglaterra es como volver a casa».
Así pues, ¿cómo puede haber ese contraste entre los inmigrantes de los Estados
Unidos y los inmigrantes de Canadá y Gran Bretaña? Pensamos en tres posibles
explicaciones. La primera, las diferencias de éxito material. La segunda, las dife-
rencias de actitud generacionales. La tercera, el contraste entre sociabilidad inte-
grada y sociabilidad segregada.

Desigualdades raciales y sociabilidad segregada


La comparación de estadísticas indica que existen poquísimas diferencias en
función de las desigualdades laborales raciales entre Gran Bretaña, Canadá y los
Estados Unidos. En cada uno de esos países las cifras de los censos muestran que
están desempleados el doble de negros que de blancos y que la cifra de negros que
ejercen carreras profesionales es la mitad que la de blancos (Henry, 1994; Small,
1994). En los Estados Unidos los índices salariales son los más elevados. Además,
en ese país los antillanos poseen mejor formación y tienen una ocupación labo-
ral más gratificante que los afroamericanos nativos. De modo que desde una
perspectiva material sería de esperar que los jamaicanos residentes en los Estados
Unidos se identificasen más positivamente con dicho país. Pero hasta el momen-
to los resultados de nuestra investigación sugieren lo contrario. Analicemos algu-
nas de las posibles explicaciones de este fenómeno.
Una de sus causas podría ser el contraste entre generaciones. Los emigrantes
jamaicanos que se establecieron en Gran Bretaña llegaron entre los años finales de
la década de 1940 y los años 1960. Estos primeros emigrantes se habían criado en
Jamaica, en una sociedad en la que raza y clase social estaban estrechamente arti-
culadas, de tal modo que estaban acostumbrados a ver a los blancos en los los esca-
lones más elevados de la pirámide social. Esta circunstancia les indujo a soportar
con mayor resignación el racismo, en aquella época áspero y manifiesto, que expe-
rimentaron en Gran Bretaña como minoría dentro de una población mayoritaria-
mente blanca. A partir de los años 1960 y debido a la nueva y restrictiva política 37
de inmigración instaurada por Gran Bretaña, los jamaicanos emigraron principal-
mente a los Estados Unidos y a Canadá. A causa de los cambios que sufrieron las
condiciones políticas y sociales en Jamaica con la movilización política y cultural de
la mayoría negra, simbolizada por Michael Manley y Bob Marley, la generación
joven que llegó a Norteamérica era racialmente más abierta y se sentía más segura
de sí misma y, por consiguiente, debió de reaccionar con mayor sorpresa y cólera
ante las muestras de racismo que pudieran encontrar allí (Vickerman, 1999:92).

HAFO, 2, 28, 2002


Elaine Bauer, Paul Thompson

Esta explicación posiblemente infravalora la silenciosa militancia de la prime-


ra generación que llegó a Inglaterra, que consiguió éxitos notables, como por
ejemplo convertir los sindicatos en sociedades obreras multirraciales y establecer
esas pautas de viviendas dispersas en barrios de raza mixta y de matrimonios inte-
rraciales que son característicos de Gran Bretaña. Pero lo más importante es que
no explica el contraste entre la actitud de los que emigraron a Canadá y los que
lo hicieron a Estados Unidos.
En los Estados Unidos el movimiento de los derechos civiles de los años 1960
tenía como propósito alcanzar la igualdad de derechos y devolver el poder y el
orgullo a la población negra de ese país. Pero aunque una minoría significativa
de negros norteamericanos haya alcanzado el éxito y logrado salir del gueto, ello
ha producido escaso impacto en la segregación social informal que existe entre
negros y blancos. A los jamaicanos les escandaliza verse catapultados a estos
barrios dominados por la limpieza étnica. Gene había hecho «un montón de ami-
gos blancos en Jamaica», la mayoría turistas europeos y canadienses, pero en
Nueva York, en Brooklyn, tal cosa era imposible:
Aunque una minoría «Aquí apenas se ve a un blanco. [A Paul]: ¡Por eso se te
ve tan raro!». Y a algunos este rechazo social no sólo
significativa de negros les escandalizaba sino que les encolerizaba:
norteamericanos haya «Venir a América es una historia completamente distin-
ta. Una historia completamente distinta. Venir a
alcanzado el éxito y América es como un choque cultural, por las cosas que
logrado salir del gueto, veo que hace la gente a causa del color de tu piel, que a
mí me parecen estúpidas. Si le vas a decir a alguien: ‘Tú
ello ha producido tienes tu dinero pero no puedes vivir en determinado
escaso impacto en la sitio porque eres negro’ o ‘No puedes obtener determina-
do crédito porque eres negro’... para mí es indignante.
segregación social informal Eso es lo que se llama racismo. Y para mí es estúpido..
Cuando lo pienso, realmente me indigno. Porque en lo que a mí respecta, a
todos nos han creado iguales... Te haces un corte y lo que sale es la misma clase
de sangre» (Celia).
En Canadá la situación es un poco distinta. Desde el siglo XVIII las primeras
migraciones de negros consistieron principalmente en estadounidenses que
huían de las serviles condiciones de los Estados del Sur y que inicialmente se esta-
blecieron lejos de las grandes ciudades, a las que tan sólo empezaron a trasladar-
se a partir de los años 1930. La nueva inmigración negra, procedente de las
Antillas y Africa, empezó en los años 1970 y se dirigió principalmente a las gran-
des ciudades.
38 Aunque en las grandes ciudades de Canadá –particularmente en Toronto– se
está formando una amplia comunidad negra y aunque hay discriminación labo-
ral (Henry, 1994) y discriminación por causa de la política de inmigración cana-
diense, hay poca segregación social en relación con la vivienda y la mezcla social.
Los jamaicanos han adoptado esta libertad de movimiento y participación pro-
pia de Canadá y al parecer ellos, más que otros grupos minoritarios, eligen una
pauta de vivienda dispersa (Henry, 1994:28). Es posible que esta circunstancia
sea un factor importante en el sentido de que, pese a que mantienen firmemen-

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial

te la identidad jamaicana, con ello los inmigrantes jamaicanos expresan una cier-
ta vinculación con Canadá.
Estos contrastes se ven reforzados por las diferencias que existen entre los cri-
terios de asimilación en las políticas multiculturales de Estados Unidos y Canadá.
En los Estados Unidos para abordadr la diversidad cultural predomina el enfo-
que asimilacionista (el del crisol o ‘melting pot’), enfoque que presupone que las
nuevas minorías inmigrantes, con objeto de encajar, abandonarán su propia cul-
tura en favor de la de la sociedad de acogida, que es la norteamericana. Tal polí-
tica no sólo es etnocéntrica sino que implica una visión negativa y estereotipada
de las alternativas culturales. Con esta premisa no es de extrañar que los inmi-
grantes jamaicanos en los Estados Unidos tengan dificultades para identificarse
con ese país. Ejemplo ilustrativo es el resentimiento que muchos de ellos mani-
festaron ante el hecho de que hasta muy recientemente sólo podían participar
plenamente de la constitución norteamericana si se convertían en ciudadanos
norteamericanos, proceso que les obligaba a renunciar a su nacionalidad nativa.
En nítido contraste con los Estados Unidos, Canadá posee en su constitución
una Ley Multicultural que manifiesta:
«La Constitución de Canadá... reconoce la importancia de conservar y
destacar el patrimonio multicultural de los canadienses...; [y] el gobierno
de Canadá reconoce la diversidad de los cana-
dienses en lo que se refiere a la raza, el origen Los blancos como los
nacional o étnico, el color y la religión como
característica fundamental de la sociedad
negros se identificaron
canadiense y se compromete a aplicar una en función de la
política de multiculturalismo destinada a con-
servar y destacar el patrimonio multicultural
nacionalidad o la etnia
de los canadienses y al mismo tiempo a trabajar para alcanzar la igualdad
de todos los canadienses en la vida económica, social, cultural y política
de Canadá».
A pesar de que la multiculturalidad canadiense ha sido criticada por conside-
rársela en sus orígenes demasiado moldeada para alojar a una cultura francesa
dentro de un estado mayoritariamente británico, parece que básicamente esta
ideología resulta ser efectiva –teniendo en cuenta el hecho de que desde fecha
muy temprana permitió la doble nacionalidad–,dadas las afirmaciones de los
inmigrantes jamaicanos a los que entrevistamos en Canadá, quienes no tienen
ningún problema en considerar a ese país como parte de su identidad.

El impacto de las relaciones mixtas en la identidad individual


La identidad es una cuestión compleja que se complica todavía más en el caso 39
de las parejas interraciales. Las parejas canadienses de blancos caribeños que par-
ticiparon en este estudio rechazaron en cierto modo la idea de las categorizacio-
nes raciales, cosa que no es de extrañar puesto que estas personas más que nadie
son conscientes de que la raza es un mito y una construcción social. Tanto es así
que para muchas de las personas negras que participaron en el estudio la raza no
constituía un elemento significativo de su identidad. Tanto los blancos como los
negros se identificaron en función principalmente de la nacionalidad o la etnia.

HAFO, 2, 28, 2002


Elaine Bauer, Paul Thompson

«Creo que básicamente formamos parte del mismo entorno. Somos hamilto-
nianos. Pero sé que parte de mi herencia es jamaicana e inglesa. De manera
que sé que hay muchas cosas que intervienen en lo que soy pero básicamente
soy canadiense y eso a causa de mi formación y lugar de residencia. No veo
color; tan sólo veo personas» (Norris, varón negro).
«Mi sentido de la identidad se basa mucho en la de ser humano. Soy cons-
ciente de que soy norteamericana. Soy consciente de que tengo una especie de
raíces ocultas que a causa del racismo del pasado están tan enterradas que no
queda nadie vivo que recuerde cuáles son realmente esas raíces... Soy muy
consciente de que soy un ejemplo de que la raza no es un hecho biológico... Si
pudiéramos ser todos ciegos para el color de la piel, a mí me parecería muy
bien» (Pat, mujer blanca).
Dada la complejidad asociada al sentido de la identidad de un individuo, no
es de extrañar que las relaciones interraciales conduzcan con frecuencia a un cues-
tionamiento de la identidad. La mayoría de los entrevistados se debatían con este
problema y al mismo tiempo se negaban a aceptar todo intento de que se les defi-
niese adscribiéndolos a la categoría de «blancos» o «negros».
«Racialmente me considero igual que cualquier persona
Para algunos blancos blanca. En el aspecto cultural, yo soy yo y voy a seguir
siendo yo. Y la pequeña parte a la que estoy dispuesto a
establecer relaciones con renunciar para abrir la puerta a la cultura de otra per-
negros les ha permitido sona haré lo posible para que se convierta en parte de esa
cultura, siempre y cuando ambos seamos felices en ella»
experimentar por primera (Rick, varón negro).
vez el impacto del racismo «Soy una chica negra atrapada en un cuerpo de blanca.
Soy blanca de piel y creo sencillamente que eso es todo...
La música que escucho, los sitios a los que voy, los hombres con los que salgo,
esas son las cosas que de las que disfruto» (Bula, mujer blanca).
La experiencia de la hostilidad y de los prejuicios raciales en parejas mixtas
blanco/a-negro/a
Al contrario de lo que ocurre con las parejas de la misma raza, las parejas for-
madas por relaciones interraciales son objetos visibles del racismo. El racismo
puede proceder de los propios miembros de la familia, de los amigos o de la
sociedad en general. En circunstancias normales el racismo reduce el contacto de
los blancos a las experiencias de la diversidad cultural, limitando así su conoci-
miento y comprensión del problema. Dada esta falta de contacto, a algunos blan-
cos las personas pertenecientes a otros grupos raciales les producen temor e
inquietud. Como señala la psicoanalista estadounidense Okun (1996), estos mie-
40 dos impregnan sus experiencias hasta tal punto de que evitan todo contacto
visual y físico con las personas de color, temiendo una agresión corporal. Pueden
incluso tener inconscientemente sentimientos de culpa por ser los opresores y en
consecuencia acaban percibiéndose a sí mismos como víctimas de esas «incivili-
zadas» gentes de color. La realidad es que los blancos no han sufrido el racismo
con la vileza con que lo han sufrido los negros y para algunos blancos establecer
relaciones con negros les ha permitido experimentar verdaderamente y por pri-
mera vez el impacto del racismo.

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial

En general, las familias negras aceptaban con mayor facilidad las relaciones
interraciales que las familias blancas. Sentimientos del tipo «mis padres estaban
ilusionadísimos y fueron maravillosos» o «creo que tengo mucha suerte porque en mi
familia nadie rechazó a mi novia; a todos les encantó» eran frecuentes entre los
negros que habían formado una pareja interracial. Algunos blancos que habían
formado una pareja interracial también comunicaban la aceptación que habían
recibido de las familias de sus parejas negras. En el caso de algunos entrevistados,
incluso después de haberse roto la relación, la familia negra seguía manteniendo
el contacto con el miembro blanco de la pareja y los niños solían desempeñar un
papel fundamental para que la relación entre las familias no se rompiese. Una
mujer blanca que mantuvo una larga relación con un negro afirmó, después de
la separación, lo siguiente:
«Su familia fue muy cariñosa conmigo, me aceptó enseguida... Seguimos
teniendo mucha relación, nos hacemos regalos, nos felicitamos los cumpleaños
y las fiestas. Nos llamamos bastante por teléfono... Su madre siempre es muy
cariñosa conmigo. Celebramos las navidades juntos. A su familia le encanta-
ría que volviésemos a estar juntos» (Sally, mujer blanca).
De los miembros blancos de las parejas interraciales que entrevistamos una ter-
cera parte sufrió oposición por parte de su familia de origen, aunque dicha opo-
sición no siempre fue unánime entre los miembros de la familia. A menudo eran
pocos los miembros que se oponían. La oposición procedía principalmente del
padre y los hermanos varones de las mujeres blancas y aunque en algunos estas
objeciones eran consecuencia de las actitudes racistas que tenían esos miembros
de familias blancas, en otros se debían a las inseguridades producidas por las pro-
yecciones racistas de otras personas y por la vergüenza masculina que podía deri-
varse de la relación interracial que mantendrían unas mujeres blancas con hom-
bres negros (Hernton, 1965). Esta tendencia quedó claramente ilustrada por
algunos comentarios como los siguientes:
«Mi padre me llevó hacia un lado y se puso a hablarme de lo de la raza, y de
qué pensaba hacer yo con él, como tener hijos... Y luego se llevó a [mi pareja]
a dar una vuelta en coche a solas con él... Y le dijo: ‘¿Cuáles son tus intencio-
nes? No quiero que mi hija se case con un Joe cualquiera’; con Joe quería decir
‘negro’» (Jodi, mujer blanca).
No obstante, una vez que los miembros de esas familias que se oponen a la
relación conocen a la persona de la otra raza, suelen emitir sus juicios basándose
en sus propias experiencias.
«Una vez que nos casamos, no tuve la sensación de que mi familia se negase
a aceptar la situación. Mi madre me dijo años después de que [mi pareja] y
yo nos casáramos, me dijo: ‘¿Sabes? nos ha ayudado mucho ver que tu matri- 41
monio funcionaba’. Porque me dijo que temían mucho que no fuese a fun-
cionar... En cuanto vieron que todo iba bien, entonces estuvieron de lo más
normal» (Willa, mujer blanca).
El hecho de que la mayoría de las familias negras del estudio aceptase con
mayor facilidad que las blancas las relaciones interraciales puede explicarse en
función de tres factores distintos. En primer lugar, la mayoría de las personas
negras del estudio (63%) se encuentran ya mezcladas con otras razas, de manera

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Elaine Bauer, Paul Thompson

que en esas familias ya se había establecido una tolerancia hacia la multirraciali-


dad. En segundo lugar –explicación posiblemente más significativa–, todos los
negros que toman parte en el estudio son caribeños de primera o segunda gene-
ración; y a pesar de que en el Caribe las actitudes racistas hace siglos que existen,
también hace siglos que existen las uniones entre razas distintas. Además, es sabi-
do que los habitantes del Caribe no son nada restrictivos con respecto a la fami-
lia, que suele ser muy amplia e incluir a parientes ficticios, que no tienen relación
de parentesco biológico pero a los que sin embargo se los llama «hermana», «her-
mano», «hijo», «tía» o «primo» y en general se los trata como a tales.
Un tercer factor puede estar relacionado con el complejo de inferioridad inte-
riorizado de algunos negros, resultado de las ideologías coloniales racistas (Fanon,
1967; Henriques, 1975; Lowenthal, 1972). Como los negros son producto de
una sociedad racista, además de esforzarse por adquirir los atributos culturales de
los blancos, algunos negros también aspiran a alcanzar los beneficios sociales de
los blancos. De ahí que casarse con un blanco pueda considerarse inconsciente-
mente un medio de ascender en la escala social. No obstante, ninguno de nues-
tros entrevistados manifestó esta opinión.
En relación con la sociedad en general, la mayoría de los individuos dijeron
que creen que el conjunto de la sociedad todavía considera tabú las relaciones
interraciales. Algunos manifestaron haber experimen-
La mayoría cree que el tado reacciones racistas por parte de amigos, de la
policía, al buscar vivienda y por parte de la sociedad
conjunto de la sociedad en general. Resulta interesante destacar que a pesar de
todavía considera tabú las la tolerancia mostrada por las familias negras, los
entrevistados comunicaron haber experimentado más
relaciones interraciales reacciones públicas racistas por parte de la comuni-
dad negra –y principalmente de las mujeres negras– que de la comunidad blan-
ca. Tanto las mujeres blancas como las negras que tomaron parte en el estudio
dijeron haber sufrido miradas y comentarios poco amables por parte de las muje-
res negras cuando se encontraban en público con sus respectivas parejas. Una
mujer negra mencionó que una amiga se opuso a su relación con su marido blan-
co diciéndole que consideraba tal unión como «una contradicción para el orgullo
negro» y la acusó de «perder color» por «haberse casado para ascender de categoría».
Otro investigador ha sugerido que algunas mujeres negras conservan de los hom-
bres blancos unos estereotipos estrechamente vinculados con el pasado colonial,
la explotación económica, la violación y el acoso sexual que los hombres blancos
infligían a las mujeres negras. Otro punto al que se refieren algunos autores es la
preocupación de las mujeres negras por la competencia que entablan con ellas las
42 mujeres blancas cuando aparece un varón negro atractivo (Spickard, 1989). Pues,
efectivamente, Statistics Canada demuestra que las mujeres negras superan lige-
ramente en número a los varones.
El grado de racismo experimentado refleja tanto el momento histórico como
el lugar en que viven las parejas multirraciales. Un varón blanco que lleva trein-
ta y dos años casado con su pareja observó que en los años 1960 y 1970, época
en que en Canadá las relaciones interraciales eran poco frecuentes, «la gente nos
miraba más. Ahora no nos miran tanto, pero al principio la gente nos miraba y nos

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Migración e identidad multirracial

volvía a mirar». Otra mujer blanca recordaba la hostilidad que le mostraban las
mujeres negras en Estados Unidos, en los años 1960 y 1970, cuando salía con
su pareja:
«Aquellas mujeres negras de los años 60 y 70 eran físicamente hostiles.
Recuerdo una vez en la biblioteca en que una de ellas me arrojó ketchup, y
alguien nos echó barro en el buzón, y los comentarios... Negros que eran hos-
tiles conmigo porque estaba casada con un negro» (Sally, mujer blanca).
En cambio, un varón blanco que emigró de Escocia a Jamaica y de Jamaica a
distintas zonas del Caribe antes de llegar a Canadá descubrió que en esos lugares
ser una pareja mixta era una ventaja que también le reportaba beneficios en todos
los aspectos de su trabajo.
En general los individuos que formaban estas parejas mixtas no parecían
demasiado preocupados por el qué dirán. No negaban que habían tenido que
sufrir muestras de racismo ni tampoco el hecho de que se trata de una actitud
que impregna nuestra sociedad y que probablemente siempre estará presente en
algunos individuos. Y los más optimistas creían que la sociedad canadiense mues-
tra mayor tolerancia hacia las relaciones mixtas entre blancos y negros.

Soluciones creativas Las parejas mixtas tienen


Tanto nuestros inmigrantes jamaicanos como las
parejas interraciales blanco/a-negro/a de este estudio que afrontar la cuestión de
canadiense, pese a que se esfuerzan por cumplir las su identidad en relación a
leyes de la sociedad en que viven, o bien se niegan a
identificarse con esa sociedad o bien intentan formu- su grupo racial y a las
lar nuevas formas de identidad que se adapten a su ideologías con él asociadas
situación vital. Para algunas personas tal cosa podría
significar crear nuevas formas de identificación, mientras que para otras ha sig-
nificado adoptar aspectos de la cultura del país de acogida y al mismo tiempo de
aferrarse simbólicamente a la cultura de su país de origen. Aunque encontramos
en Canadá y en Gran Bretaña algunos inmigrantes que continuaban identificán-
dose simplemente como jamaicanos, en ambos países hubo más que hicieron
referencia a aspectos mixtos.
Algunos reconocían simplemente que el tiempo y la experiencia los había cam-
biado y que sus hijos pertenecían al nuevo país. Así Rose señalaba que los ami-
gos que antes tenía en Jamaica ahora están «esparcidos por todo el mundo... Llevo
viviendo aquí más años de los que viví en Jamaica, donde nací. Así que ¿de qué me
serviría volver?». Dos personas intentaron regresar a Jamaica pero volvieron a
Inglaterra. Otro inmigrante en Gran Bretaña, Jacob, se describía a sí mismo
como «lo más occidental que se pueda ser», a pesar de que mantenía un vivísimo 43
interés por su patrimonio jamaicano, pues estaba confeccionando el árbol gene-
alógico de su familia.
Para las parejas formadas por relaciones mixtas, cada uno de los miembros tiene
que afrontar la cuestión de su identidad en relación a su grupo racial y a las ideo-
logías con él asociadas. Las parejas del estudio canadiense habían construido unas
nuevas identidades que tenían en cuenta las diferencias de sus integrantes en fun-
ción de su historia y su cultura. Se trató de un proceso integrador en el que la raza

HAFO, 2, 28, 2002


Elaine Bauer, Paul Thompson

no se consideró importante y en muchas de ellas se cuestionaron los valores y los


modelos blancos y se establecieron conexiones y asociaciones que se vincularon más
estrechamente a las pautas culturales negras. En el caso de algunos blancos, este
ámbito fue en el que se sintieron más cómodos porque en él se respetaban y com-
partían sus posturas antirracistas. Un varón escocés blanco habló de la positiva
identidad transracial que había desarrollado a consecuencia de haberse casado con
una mujer negra y de haber vivido y trabajado en distintos lugares del planeta:
«Me considero un ciudadano del mundo. No poseo fuertes sentimientos de
patria con respecto a Escocia o Canadá. Tampoco concedo ningún valor espe-
cial a la idea de raza blanca. Soy un habitante del mundo. Ésta es mi iden-
tidad. Y estoy convencido de que puedo viajar a cualquier sitio y encajar»
(Joseph, varón blanco).
Los individuos de ambos estudios también desarrollaron estrategias para
afrontar el racismo que les permitían dominar la situación y vivir una vida lo más
normal posible. Algunos inmigrantes, así como algunas parejas mixtas, han deci-
dido vivir en barrios multirraciales y han alentado a sus hijos a «mezclarse» con
niños de distintas razas y procedencias étnicas y culturales distintas.
Al margen de «mezclarse» como forma de afrontar el racismo, la mayoría de
los individuos que establecen relaciones multirraciales comentan que cuando
hallan reacciones racistas, básicamente las evitan y no perrmiten que influyan en
sus relaciones interpersonales. Como dijo una mujer: «Hago como que no lo veo.
Lo encuentro una tontería». Algunos dicen que seguramente las manifestaciones
racistas se producen más a menudo de lo que son conscientes, pero que como no
se proponen advertirlas, simplemente no las ven.

Sueños de sociedades arco iris


Tanto los inmigrantes como las parejas mixtas expresaron el deseo de que exis-
tiesen sociedades en las que todos pudiesen sentir la libertad de moverse y vivir
en paz entre los distintos grupos raciales y étnicos. Arnold, un jamaicano inmi-
grante en Canadá, nos dio una visión optimista de un futuro transnacional: «Creo
que tal y como va el mundo... no veo a la gente viviendo o naciendo en un lugar y
creciendo y viviendo toda la vida en un solo sitio... Veo a la gente moviéndose mucho
más que en el pasado, teniendo probablemente una doble residencia, en distintas épo-
cas del año o en distintos periodos de su vida». Y describe así las esperanzas para sus
hijos: «Me gustaría que vieran no sólo Canadá como un lugar en el que pueden vivir
y crecer y ganarse la vida, tendrían que poder ver el mundo entero como un lugar que
pueden explorar, conocer y alcanzar».
Algunos participantes en el estudio de relaciones mixtas creen que si la socie-
44 dad «prestara menos atención al color de la piel», las personas se llevarían mejor
entre ellas. Otros, en cambio, alertaban contra la idea de ignorar el color en las
relaciones mixtas entre blancos y negros e insistían en que el color tenía que verse
como una diferencia interesante. Como dijo Sally: «La diferencia existe y en par-
ticular la diferencia histórica... Hemos de conocer bien la diferencia, hablar de ella,
comprenderla y enseñarla a nuestros hijos. Enseñarla a nuestros amigos e intentar
superar el aislamiento y la sensación de gueto». Y al hacerlo tal vez logremos supe-
rar el bagaje histórico con sus connotaciones de superioridad e inferioridad.

HAFO, 2, 28, 2002


Migración e identidad multirracial

Pese a que algunos eran menos optimistas por ser plenamente conscientes de
lo implantada que está en nuestra sociedad la mentalidad y los estereotipos racis-
tas, otros entrevistados sí consideraban el aumento de la mezcla racial como
mecanismo de reducción de los problemas del racismo y de la discriminación en
el mundo. Los entrevistados más optimistas consideraban el aumento de la mez-
cla racial como un acontecimiento inevitable del futuro, dados los movimientos
de personas ocasionados por la globalización y los flujos migratorios, y la opor-
tunidad cada vez mayor de que personas de muchas razas distintas ocupen el
mismo territorio.
«Creo que son muchas las razas distintas que están decidiendo convivir entre
sí y creo que la sociedad tiene que darse cuenta de ello. Es el futuro y conside-
ro que es bueno contribuir a derribar las barreras que separan a las razas.
Creo que valdrá más que [la sociedad] se dedique a ello, porque es el futuro»
(Eddy).
Sólo el futuro dirá si la mezcla de razas fomenta o reduce el racismo.
Solamente nos queda esperar –como tantos de nuestros entrevistados– que los
hijos producto de la mezcla de razas desempeñen un
papel activo y actúen como agentes entre los distintos Sólo el futuro dirá si la
grupos de personas, facilitando la comunicación y la mezla de razas fomenta o
cooperación, y ello les permita extraer de sus distin-
tas experiencias su patrimonio, su identidad y su reduce el racismo
comprensión del mundo en que viven.

Traducción de Montserrat Conill

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HAFO, 2, 28, 2002


Destruir la memoria: El trato a los
inmigrantes en la isla de Ellis,
Nueva York

Kate Moore y Diana Pardue

«La memoria de cada hombre es su literatura privada».


Adlous Huxley

Muchos norteamericanos –alrededor de un 40% de la población según las esti-


maciones– comparten una circunstancia histórica: al menos uno de sus antepa-
sados inmigró a los Estados Unidos a través de la isla de Ellis, en Nueva York
(http://www.ngm.org/Exhibits/Ellis_Island.htm). Sin embargo, algunos inmigran-
tes menos afortunados no fueron admitidos en el país porque se dictaminó que
no estaban mental o físicamente sanos, lo cual hacía obligada su exclusión en
aplicación de la normativa estadounidense. Como señala Ewing (2001), este pro-
ceso de selección que llevó a cabo el Servicio de Inmigración de los Estados
Unidos contribuyó a generar la imagen contradictoria de la isla de Ellis, como
símbolo de benevolencia a la vez que de intolerancia.
En este artículo nos proponemos examinar la atención médica obligatoria que
se prestaba a las personas a quienes inicialmente se había negado la entrada a los
Estados Unidos por razones de enfermedad mental, con especial atención a las
cuestiones asociadas a la terapia de electrochoque. Argumentaremos que, si bien
en la isla de Ellis se ofrecía la atención médica más moderna, en consonancia con
la práctica psiquiátrica a escala nacional, el tratamiento de los inmigrantes –que,
por razones lingüísticas, a veces no podían dar su consentimiento ni tampoco
solicitar otros tipos alternativos de ayuda terapéutica– plantea, no obstante,
importantes interrogantes desde el punto de vista de los derechos humanos.
Consideraremos dos entrevistas significativas: una con un inmigrante polaco que
fue retenido para someterle a pruebas médicas; la otra, con el psiquiatra residen-
te de la isla de Ellis, que preconizaba el uso de la terapia de electrochoque.
La isla de Ellis se utilizó como centro de acogida de inmigrantes del puerto de
Nueva York desde 1892 hasta 1954. Durante ese tiempo, aproximadamente doce 47
millones de inmigrantes llegaron a la costa norte de la isla para pasar los controles
(www.libertystatepark.com/history1.htm). La isla de Ellis fue, por consiguiente, el
servicio central oficial donde se decidió el futuro de millones de personas. Para los
que fueron admitidos sin complicaciones, sobre todo para muchos inmigrantes que
pasaron por la isla en los tiempos en que regían leyes de inmigración permisivas,
ésta fue una puerta de acceso a nuevas oportunidades y a menudo la recuerdan
como un puente hacia el cumplimiento de sus sueños y esperanzas. No obstante,

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Kate Moore, Diana Pardue

para una minoría y para los menos afortunados que quedaron retenidos o fueron
deportados –aproximadamente un 20% de los pasajeros desembarcados durante
los años de inmigración más intensa–, la isla fue una pesadilla, una barrera impe-
netrable que aniquilaba las esperanzas y condenaba a las personas a la deportación
y el desengaño (http://www.internationalchannel.com/education/ellis/detention.html).
El Proyecto de Historia Oral de la Isla de Ellis ha reunido testimonios orales de
las experiencias de los nuevos norteamericanos durante los trámites de inmigra-
ción. Sus relatos son tan variados como sus orígenes étnicos. Muchos cuentan que
en la isla de Ellis se realizaba fundamentalmente un proceso de control burocráti-
co benigno, que era necesario pasar para poder entrar en los Estados Unidos. No
obstante, para algunos, que en el momento de su llegada no entendían el inglés,
las instalaciones aparecen asociadas a veces a la incomprensión y al miedo, sobre
todo en el caso de los niños que recibieron abundantes tratamientos médicos.
Una fuente vinculada al Museo de la Isla de Ellis afirma que los inmigrantes
retenidos por razones médicas en general «se curaban rápidamente y se autoriza-
ba su entrada» (http://www.nbm.org/Exhibits/Ellis_Island.htm). Esta supuesta cele-
ridad tal vez sea cierta vista desde el lado burocrático de la barrera. Sin embargo,
vista desde el otro lado, donde se encontraban los
Para una minoría, extranjeros recién llegados, sabemos que «rápidamen-
te» a veces significaba esperas de días para las perso-
la isla fue una pesadilla, nas retenidas y ansiosas. Los defensores de los proce-
una barrera impenetrable dimientos llevados a cabo en la isla de Ellis también
recuerdan que el gobierno de los Estados Unidos tuvo
que aniquilaba las la generosidad de ofrecer a los inmigrantes atención
esperanzas y condenaba a médica gratuita de alta calidad. Como mostraremos
luego, quienes criticaban esta política médica podían
las personas a la argumentar que esta alta calidad no suponía forzosa-
deportación y el desengaño mente unas ventajas claras, sobre todo cuando inclu-
ía tratamientos obligatorios y dolorosos que podían
no respetar los derechos humanos. De hecho, algunos inmigrantes aceptaron
estos tratamientos porque tenían muy pocas posibilidades de elección: no recibir
tratamiento significaba no entrar en los Estados Unidos. Después de todo lo que
habían soportado esos pasajeros de bodega, ¿podían permitirse acaso rechazar
una oferta tan generosa?
La idea de este artículo surgió, en realidad, a partir del testimonio de un inmi-
grante polaco, que era un niño de ocho años cuando pasó por la isla de Ellis en
1921. El Sr. Capp llegó a los Estados Unidos con un defecto congénito del habla
y con un problema neuromotor que afectaba a su gruesa motricidad. Cuando fue
48 sometido a la inspección médica, dio la impresión de que hablaba de manera
ininteligible y «caminaba como un borracho», según su propia expresión. Sus
anomalías en el habla y motoras eran tan visibles que fueron detectadas en la fila
de inspección. Lamentablemente, Nick Capp no comprendía el inglés.
En cierto momento, mientras esperaba la autorización para entrar, sentado
junto a una mesa con su madre, Nick Capp oyó que una funcionaria gritaba su
nombre. Al oírlo, se levantó y ella se lo llevó. Así empezó la separación del niño
de su madre –que duraría ocho días– y un desconcertante suplicio en el hospital.

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Destruir la memoria: El trato a los inmigrantes en la isla de Ellis, Nueva York

Aunque el gobierno estadounidense hacía todo lo posible para ofrecer intérpre-


tes para el gran número de lenguas distintas, el mero volumen y amplitud del
empeño a veces impedía disponer de personal suficiente para traducirles a todos
lo que estaba ocurriendo. En resumen, Nick Capp tenía nueve años e ignoraba
por completo qué le estaban haciendo los médicos.
Durante su detención de más de una semana, el Sr. Capp fue examinado y se
le dejó en observación. No recuerda que los funcionarios médicos o de inmigra-
ción le ofreciesen en ningún momento ninguna explicación en su lengua natal,
el ucraniano, sobre el tratamiento o sobre las pruebas a las que le estaban some-
tiendo. En aquel momento, no sabía si su madre también había quedado deteni-
da ni si le enviarían de regreso a su puerto de origen. De hecho, en el momento
de la entrevista, pasados setenta y tres años, a la edad de ochenta y tres, Nick
Capp todavía no podía explicarse exactamente qué había ocurrido durante su
detención. Describió la experiencia como sigue:
«Sólo un día, recuerdo que me lo hicieron dos veces, tenían una mesa roja, de
madera… Me condujeron hasta ella desnudo … Era una mesa de operacio-
nes. Encima de mí había como una caja grande, más o menos de este tama-
ño, una bolsa grande, y entonces entraron dos tipos, dos hombres, y ellos…
recuerdo que eran ellos, no sé lo que hicieron,
pero hizo un ruido espantoso». Nick Capp tenía nueve
El Sr. Capp también señaló que el personal le
apoyó la cabeza en una almohada de madera. Luego,
años e ignoraba por
una vez concluido ese misterioso examen médico, completo qué le estaban
recuerda que pudo comer con una mano, algo que era
incapaz de hacer antes del tratamiento. Es decir, que
haciendo los médicos
antes de su ingreso en el hospital de la isla de Ellis, el Sr. Capp sólo podía comer
cogiendo los utensilios con ambas manos. Después de una estancia de ocho días
y de dos tratamientos con la máquina ruidosa que hacía «¡Bam! ¡Bam!», según su
descripción, cuando salió podía comer con una sola mano. El Sr. Capp recono-
ció que el motivo principal por el que había accedido a realizar una entrevista con
los historiadores orales era justamente porque esperaba poder averiguar qué tra-
tamiento había recibido en la isla de Ellis.
Esta entrevista nos planteó algunos interrogantes muy importantes acerca de qué
intentaban hacer exactamente los médicos para conseguir que Nick Capp estuvie-
ra en condiciones de poder ser admitido en los Estados Unidos. ¿Le realizaron
pruebas para determinar la causa y el alcance de sus discapacidades del habla y
motoras? Y en caso afirmativo, ¿por qué duraron ocho días las pruebas? La máqui-
na ruidosa que describió, ¿era un modelo primitivo de aparato de rayos-X o recibió
otro tipo de tratamiento, una terapia de electrochoque, por ejemplo? Habiendo 49
investigado las prácticas medicas desarrolladas en la isla de Ellis, sabemos que ésta
se hizo –tristemente– famosa en el contexto de la selección de inmigrantes enca-
minada a detectar posibles deficiencias mentales. El Almanaque de 1998 del
Instituto Nacional de Salud Mental describe la situación en la isla de Ellis:
«La inspección de los inmigrantes en la isla de Ellis incluía exámenes des-
tinados a detectar a las personas con alteraciones o retraso mentales entre
los miles de hombres, mujeres y niños que llegaban a diario. La gran inci-

HAFO, 2, 28, 2002


Kate Moore, Diana Pardue

dencia de trastornos mentales detectada entre los inmigrantes impulsó el


reconocimiento público de la enfermedad mental como un problema
sanitario nacional».
Encontramos una clave para desentrañar el misterio diez años antes de la lle-
gada de Nick Capp a la isla de Ellis. Una connotación negativa muy notoria de
la isla de Ellis parece estar asociada a las prácticas de detección empleadas por el
destacado psicólogo estadounidense Henry H. Goddard. Éste y su ayudante de
investigación, Elizabeth Kite, realizaron tests de inteligencia en la isla de Ellis.
Ambos eran partidarios entusiastas del movimiento eugenésico, que también se
ha designado como «racismo científico».
El servicio médico de la isla de Ellis se vio envuelto en una controversia sobre
las pruebas psicológicas realizadas por Goddard, sobre todo porque con ellas
intentaba determinar si ciertos grupos étnicos presentaban una «debilidad men-
tal» hereditaria. Más adelante calificó a algunos de los recién llegados a la isla
como miembros de razas «defectuosas degeneradas». Los inmigrantes de la
Europa oriental, categoría en la que seguramente fue clasificado Nick Capp,
parecen haber sido el blanco predominante de esas acusaciones.
De hecho, según el informe de resultados de
Las pruebas psicológicas Goddard de 1912, un 83% de los inmigrantes judíos
examinados en la isla de Ellis eran deficientes menta-
intentaban determinar les, al igual que un 87% de los rusos. Los resultados
si ciertos grupos obtenidos a partir de la investigación realizada en la
isla de Ellis, indujeron más adelante a Goddard a
étnicos presentaban una apoyar la esterilización forzosa de las personas diag-
«debilidad mental» nosticadas como de carácter inherentemente degene-
rado.
hereditaria El movimiento eugenésico gozó de un fuerte
apoyo internacional a principios del siglo XX y fue la ideología predominante en
el campo de la psicología. Goddard se situó en la vanguardia de este movimien-
to, como adalid de las pruebas de inteligencia. También escribió un libro sobre
el tema, que fue un éxito de ventas. Su investigación psicológica tuvo tanta
influencia que la esterilización forzosa se legalizó en los Estados Unidos. Más de
60.000 norteamericanos fueron esterilizados como resultado, con el fin de evitar
la propagación de lo que Goddard describía como la degeneración de la sociedad
americana. Su trabajo contribuyó, además, a la aprobación del Decreto de
Restricción de la Inmigración de 1924, que permaneció en vigor hasta 1965.
Por lo tanto, volviendo al caso de Nick Capp, sabemos que llegó a los Estados
Unidos justo después de que Goddard alcanzara la cima de su influencia. En con-
50 secuencia, parece plausible que el Sr. Capp permaneciese detenido porque los
médicos deseaban conocer el origen y el alcance de su trastorno congénito. Es
posible que el objetivo implícito de interés fuese determinar si era «degenerado»
o «débil mental» en algún sentido y, por consiguiente, incapaz de encontrar un
empleo cuando llegase a la edad adulta.
Por suerte para muchos europeos orientales como Nick Capp, el fundamento
y la metodología de la investigación supuestamente científica de Goddard que-
daron desacreditados posteriormente. Subsiste, no obstante, el uso del término

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Destruir la memoria: El trato a los inmigrantes en la isla de Ellis, Nueva York

«tarado», acuñado por él. La deshonrosa vinculación de Goddard con la isla de


Ellis, que se ha mantenido hasta la fecha, la convierte, sin embargo, en una visi-
ta adecuada para que los estudiantes de psicología puedan constatar sobre el
terreno las consecuencias sociales de amplio alcance que puede tener una inves-
tigación errónea.
La investigación de Goddard puso de relieve la importancia de cuestionar el
uso de los inmigrantes como conejillos de Indias para diversos proyectos cientí-
ficos. Sobre todo, lo más importante es que ha hecho emerger problemas éticos
complejos en relación con la política aplicada y con el trato dispensado a los
extranjeros que llegan al país. Un editorial reciente del New York Times (8 de sep-
tiembre de 2001) intentaba evocar el ambiente más bien siniestro de los pabe-
llones de la isla de Ellis, dedicados al tratamiento de las enfermedades mentales:
«La parte que llama más la atención del mundo que encierra la verja es el
hospital psiquiátrico, donde los funcionarios enviaban a los inmigrantes
que sufrían –o al menos parecían sufrir– alguna dolencia mental. La gale-
ría abierta de lo que se designaba como el Pabellón de Psicópatas está cerra-
da por una reja oxidada de hierro forjado que parece sacada de un campo
de prisioneros. Las habitaciones todavía están inquietantemente amuebla-
das con camas oxidadas y tienen las puertas, las ventanas e incluso los ven-
tiladores eléctricos que se usaban para refrescar el ambiente cubiertos por
rejas. Los 29 edificios del recinto son en su mayor parte hospitales donde
se ingresaba a los inmigrantes recién llegados para dar a luz, recibir trata-
miento para las enfermedades curables o morir de las incurables».
Para ser justos, es preciso señalar que el hospital que describió el periodista
dejó de funcionar en la primera mitad del siglo XX. Muchas instalaciones psi-
quiátricas de aquella época parecen ahora reprensibles vistas retrospectivamente.
Mientras intentábamos determinar qué tipo de tratamiento había recibido el
Sr. Capp, consultamos la entrevista del Dr. James Baker. El principal testimonio
oral sobre el tratamiento psicológico dispensado en la isla de Ellis es el del Dr.
James Baker, un defensor de la terapia electroconvulsiva (de electrochoque).
Nacido en Louisetown, Pennsylvania, el Dr. Baker se graduó en la Universidad
de Florida. Recibió una formación psiquiátrica inicial en la Institución
Correccional Penitenciaria de Chillicothe, Ohio. Luego, el joven médico se tras-
ladó a Nueva Orleáns, Louisiana, para realizar sus prácticas generales como resi-
dente en el hospital del Servicio de Sanidad Pública nacional. En 1942 comple-
tó su formación como residente en la isla de Ellis, donde volvió a trabajar más
adelante, entre noviembre de 1949 y marzo de 1951. Posteriormente, dirigió el
tratamiento psiquiátrico ofrecido en la isla.
Entre 1949 y 1951, el Dr. Baker estuvo al frente de un equipo de cuatro médi- 51
cos residentes y tres psiquiatras. Su tarea consistía principalmente en atender las
necesidades médicas de los marineros y guardias costeros. También trataban a
pacientes inmigrantes, pero éstos eran una minoría, dado que en aquella época
ya se había iniciado el cierre gradual de las instalaciones de la isla.
El Dr. Baker llegó a la isla de Ellis con una experiencia exitosa, fruto del tra-
bajo realizado mientras estuvo destinado en el Servicio de Sanidad Pública
Nacional en Fort Worth. Allí practicó con su equipo un tratamiento pionero que

HAFO, 2, 28, 2002


Kate Moore, Diana Pardue

obtuvo resultados tan buenos con una combinación de terapia de choque y


Thorazine que un 80% de los pacientes se recuperaban y conseguían una mejo-
ría tan notable que se les podía dar de alta y enviarles a casa.
La entrevista con el Dr. Baker no sólo nos ayudó a aclarar el dilema de Nick
Capp, sino que además puso al descubierto otros problemas éticos relacionados
con el examen y el tratamiento de los inmigrantes. Según Baker, la atención psi-
quiátrica dispensada en la isla de Ellis incluía la práctica bastante arriesgada de la
insulinoterapia de choque, hidroterapia, psicoterapia y terapia electroconvulsiva,
así como la prescripción de diversos fármacos. Por lo que respecta al caso del Sr.
Capp, las declaraciones del Dr. Baker descartan la posibilidad de que el inmi-
grante polaco recibiese terapia de electrochoque, ya que Capp entró en el país en
1921, mucho antes de que se desarrollara por primera vez este tipo de trata-
miento, en 1938. Nuestra investigación sobre la suerte corrida por el Sr. Capp
condujo, sin embargo, nuestra indagación hacia el tema crucial del electrocho-
que y el intento de hacer más aceptables y «curar» a los inmigrantes que exhibí-
an conductas que eran causa de «exclusión obligatoria».
La terapia electroconvulsiva (ECT) administra una corriente eléctrica al cere-
bro con el fin de provocar una convulsión cerebral.
El uso de los Algunas personas contrarias a esta terapia electrocon-
vulsiva o de electrochoque, como se designa popular-
electrochoques en la isla mente, la consideran como un intento de rehabilita-
de Ellis concordaba con el ción forzosa aplicada a los «indeseables» para evitar
que incurran en conductas antisociales. En otras pala-
tratamiento institucional bras, según algunos críticos, la ECT puede ser un
aplicado en todos los acto político. Quienes se oponen a ella la consideran,
por lo tanto, punitiva; la popular novela de 1962 de
Estados Unidos Ken Kesey Alguien voló sobre el nido del cuco refleja
esta posición. En 1975, la película basada en esta novela best-seller, con su repre-
sentación de los electrochoques como un medio de tortura y de control de los
individuos no conformistas, contribuyó a impulsar una reacción pública contra
la ECT en los Estados Unidos.
El uso de los electrochoques en la isla de Ellis concordaba con el tratamiento
institucional aplicado en todos los Estados Unidos. Algunas fuentes afirman que
en 1942 casi el 86% de las instituciones psiquiátricas estadounidenses utilizaban
alguna forma de terapia de choque para el tratamiento de las dolencias mentales
(http://www.sydpeug.au/cvag/cect.htm). Por otra parte, es un hecho bien demos-
trado que en aquella época se consideraba conducta antisocial no sólo la psico-
manía o la esquizofrenia, sino también la homosexualidad.
52 Los partidarios de la ECT sostienen, en cambio, que este tratamiento se ha
demostrado muy eficaz para el tratamiento de ciertos tipos de conducta antiso-
cial, como la esquizofrenia o la depresión suicida. Algunos de los inmigrantes que
llegaron a la isla de Ellis sufrían estas dolencias, lo cual se esgrimía como motivo
para vedarles el acceso al país. Los defensores de los electrochoques alegan que
otras formas de terapia, como el psicoanálisis, habrían requerido años. Las impli-
caciones de un tratamiento prologado en el caso de la inmigración son obvias: el
coste prohibitivo de este tipo de tratamiento habría obligado a deportar a un

HAFO, 2, 28, 2002


Destruir la memoria: El trato a los inmigrantes en la isla de Ellis, Nueva York

mayor número de recién llegados o éstos habrían tenido que permanecer deteni-
dos y recluidos durante un período indefinido hasta que el psicoanálisis hubiese
logrado resultados tangibles.
En contraste, los partidarios de la ECT, como el Dr. Baker en la isla de Ellis,
señalan que ésta conseguía excelentes resultados a corto plazo y ayudaba a los
inmigrantes afectados a recuperar una conducta funcional normal. Por consi-
guiente, la ECT contribuyó a agilizar el procedimiento de inmigración y ayudó
a algunos inmigrantes a obtener la admisión en los Estados Unidos.
Un defensor de la ECT, el Dr. Zigmund M. Lebensohn, profesor clínico de
Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown, señala
que la gran importancia que se concede a la formación psicoanalítica en las facul-
tades de medicina es otro factor que también contribuye a los prejuicios contra
la ECT. Lebensohn observa que la formación psicoanalítica fue la orientación
analítica dominante impartida en las facultades de medicina a partir de la
Segunda Guerra Mundial, una práctica que se mantuvo hasta mediados de la
década de 1990. Durante los últimos cincuenta años, muchos estudiantes de
medicina superaron, de hecho, sus exámenes de especialidad sin haber tenido
ningún contacto con la ECT y sin haber administrado ni presenciado nunca el
uso de los electrochoques para el tratamiento de las dolencias mentales. En otras
palabras, Lebensohn argumenta que se puede estable-
cer una relación entre esta falta de contacto y de for- «Jamás he tenido noticia
mación en el nivel de estudios de postgrado y la opo-
sición contra la ECT: de que nadie pidiera más
«La actitud hacia la ECT manifestada por sesiones de electrochoque»
muchos psiquiatras y psicoanalistas docentes
ha oscilado entre el antagonismo declarado y una altanera condescenden-
cia. A menudo se consideraba al psiquiatra que continuaba administran-
do la ECT con la misma mirada que los ginecólogos solían reservar para
sus colegas que practicaban abortos en los tiempos anteriores a la legali-
zación».
Al igual que Lebensohn, el Dr. Baker de la isla de Ellis también observaba que
algunos de sus colegas tenían algunas reticencias con respecto a la ECT: «Había
una cierta reticencia a usar la terapia de electrochoque. Bueno, debo decir que una
parte del personal era reacio a usar la terapia de choque, pero ésta se aplicó amplia-
mente a pesar de la opinión de algunos miembros del personal».
Al ser preguntado por los motivos de la reticencia del personal, el Dr. Baker
respondió: «[Se basaba] sobre todo en sus efectos punitivos. La consideraban un pro-
cedimiento punitivo», una posición que el doctor desdeñó, no obstante, como
«ridícula». En respuesta a la pregunta sobre si los pacientes también se mostraban 53
escépticos con respecto al tratamiento de choque, el Dr. Baker reconoció que, en
efecto, los pacientes también se mostraban reacios, pero añadió que esto era refle-
jo de una aprehensión general hacia la administración de cualquier tipo de trata-
miento. En un momento posterior de la entrevista, al preguntarle si el trata-
miento de choque continuado generaba algún efecto de dependencia, el doctor
se rió y respondió: «No, jamás he tenido noticia de que nadie pidiera más sesiones
de electrochoque».

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Kate Moore, Diana Pardue

Otro defensor de la ECT es el Dr. Rael Jean Isaac, coautor de Madness in the
Streets: the Psychiatry and the Law Abandoned the Mentally Ill [La locura en las
calles: la psiquiatría y la ley abandonaron a los enfermos mentales]. El Dr. Isaac
alega que un efecto secundario importante de la ECT es la posterior afectación
de la memoria del paciente. El Dr. Isaac describe este trauma como secuela del
tratamiento de ECT:
«Todas las personas sometidas a una serie de ECT pierden una parte de
los recuerdos de los sucesos ocurridos en los meses inmediatamente ante-
riores y posteriores al tratamiento; cuanto mayor es el número de trata-
mientos, mayor es también la pérdida de memoria. El mayor impacto
sobre la memoria afecta a los seis meses anteriores y los seis meses siguien-
tes, pero fuera de eso los efectos son sumamente variables».
El Dr. Isaac asocia este efecto secundario con la controversia en torno a la ECT.
No obstante, cita en defensa del tratamiento de electrochoque la declaración del
profesor del Instituto Psiquiátrico del estado de Nueva York, D.P. Devanand, M.
P., en el American Journal of Psychiatry: «En los estudios de casos no existe ningu-
na prueba de lesiones cerebrales estructurales como
La mayor parte de los resultado de la ECT». Isaac reconoce, no obstante, lo
siguiente en relación con los electrochoques: «Dado
problemas de salud mental que los recuerdos y la identidad personal son insepa-
se detectaban antes rables, incluso la pérdida de recuerdos relativos a un
período limitado de tiempo –el único efecto secunda-
de la partida e impedían rio grave de la ECT– resulta más angustiosa que otros
que los emigrantes efectos secundarios más perjudiciales, como los de
muchos fármacos». Estas afirmaciones también con-
potenciales llegasen a cuerdan con el testimonio del Dr. Baker en el sentido
obtener el visado de que los pacientes consideraban inquietantes los tra-
tamientos de electrochoque:
«La amnesia preocupaba bastante a los pacientes, el hecho de no poder recor-
dar y de sentirse un poco desorientados. En general, ésta desaparecía al cabo
de un tiempo. Cuantos más tratamientos de electrochoque se administraban,
más tardaba en disiparse y la reacción de los pacientes era más intensa».
Baker explica que cuando los pacientes no conseguían recordar ciertos aconte-
cimientos, a veces reaccionaban histéricamente ante la amnesia. Sylvia Plath
alude posiblemente a esta ausencia de recuerdos por efecto de la ECT en “Face
Lift”, donde describe así su propia experiencia de los electrochoques: «la oscuri-
dad me borra como la tiza de una pizarra».
En la isla de Ellis, los electrochoques se usaron sobre todo para tratar la esqui-
54 zofrenia, la excitación catatónica y las depresiones agudas con tendencias suici-
das. El Dr. Baker comenta que, en aquella época, la mayoría de los casos de inmi-
grantes con problemas psicológicos no alcanzaban a llegar a la isla de Ellis. En
otras palabras, la mayor parte de los problemas de salud mental se detectaban
antes de la partida e impedían que los emigrantes potenciales llegasen a obtener
el visado. En la isla de Ellis se trataban posteriormente los casos no detectados en
la fase de selección inicial en los países de origen de los solicitantes o los de quie-
nes habían desarrollado dolencias mentales durante el viaje hasta los Estados

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Destruir la memoria: El trato a los inmigrantes en la isla de Ellis, Nueva York

Unidos. El Dr. Baker señala en este sentido: «La mayoría de los casos correspondía
a personas que, por algún motivo u otro, habían manifestado una enfermedad psi-
quiátrica durante el trayecto o habían sufrido una depresión nerviosa a bordo del
buque que les trajo hasta aquí. O que habían tenido una crisis convulsiva».
Si consideramos la posición de los inmigrantes en aquel momento, podemos
constatar que incluso los inmigrantes sanos se enfrentaban con dificultades insu-
perables para ser aceptados por el servicio de inmigración de los Estados Unidos.
Es un hecho bien probado que muchos viajaron en condiciones deplorables de
hacinamiento durante travesías de varias semanas en las bodegas de los buques.
Además, antes de llegar a los puertos de embarque en sus países de origen, la
mayoría ya habían tenido que pasar por la experiencia de cambios vitales de gran
trascendencia: separación de la familia, pérdida o venta de la mayor parte o la
totalidad de sus bienes materiales, y el paso de unas circunstancias familiares a
otras desconocidas e inciertas. Los psicólogos han observado que este tipo de
cambios vitales son sumamente estresantes y entrañan grandes riesgos para la
salud incluso en el caso de personas bien adaptadas. Por consiguiente, los inmi-
grantes constituían por definición un colectivo de alto riesgo desde el punto de
vista de la salud mental; cuando su salud era buena
antes de su partida, las condiciones inusitadamente Los inmigrantes
adversas durante la travesía podían provocar por sí
solas una depresión que podía acabar determinando constituían por definición
el rechazo por parte del servicio de inmigración. Las un colectivo de alto riesgo
cartas estaban marcadas en cierto modo en contra de
los inmigrantes, de manera que sólo los mentalmen- desde el punto de vista
te más fuertes pudiesen superar el procedimiento de de la salud mental
inmigración a los Estados Unidos. La confirmación
de un diagnóstico o la rehabilitación de las personas psicológicamente destroza-
das que llegaban a ese puerto de los Estados Unidos dependía del Dr. Baker y su
equipo.
Si existen «Los fantasmas de la isla de Ellis», como reza el título del editorial
antes citado (Ghosts of Ellis Island), éstos son los de los interrogantes éticos no
resueltos en relación con la selección de los inmigrantes. El hecho de que el pro-
ceso de acceso a los Estados Unidos fuese a veces arduo y angustioso sólo venía a
incrementar las tribulaciones de muchas personas ya desfavorecidas económica-
mente y, en algunos casos, política y religiosamente oprimidas. Este tipo de pre-
siones psicológicas pueden provocar ataques, desorientación y también paranoia.
Puesto que jamás se ha realizado un examen sistemático de la población de los
Estados Unidos para determinar con precisión la prevalencia de las dolencias
mentales, ¿cómo es posible saber si su incidencia era mayor entre los inmigran- 55
tes que entre quienes ya residían en los Estados Unidos? ¿O exigía acaso este país
de las oportunidades que las personas que llegaban fuesen más ejemplares que las
ya residentes en él?
La historia oral de Nick Capp nos condujo a considerar las complejas cuestio-
nes del proceso de selección de los inmigrantes, los derechos humanos y la suer-
te de los desfavorecidos con escasas posibilidades de elección. A modo de con-
clusión podemos decir, por lo tanto, que la imagen negativa de la isla de Ellis

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Kate Moore, Diana Pardue

resulta muy apropiada y justificada para un pequeño porcentaje de inmigrantes.


A veces se separaba a los niños de sus padres sin que mediase ningún intercam-
bio de información sobre la naturaleza o duración del tratamiento médico admi-
nistrado, como sucedió en el caso de Nick Capp. Además, se enviaba al pabellón
psiquiátrico a los adultos que habían sufrido depresiones nerviosas durante la tra-
vesía hasta América o que presentaban lo que entonces se calificaba como con-
ductas antisociales. Allí, eran los médicos y no los pacientes quienes decidían el
tipo de tratamiento que éstos recibirían. Y, como hemos comentado antes, los
inmigrantes estaban, de hecho, a la merced de la ideología psiquiátrica imperan-
te, de manera que el racismo científico, la insulinoterapia de choque o los elec-
trochoques fueron todos tratamientos viables durante un tiempo. No obstante,
por lo que sabemos, los funcionarios de la isla de Ellis no denegaron deliberada-
mente información a ningún inmigrante. La falta de intercambio de información
parece haberse producido ocasionalmente más bien como consecuencia del
«rodillo burocrático» que de manera malintencionada.
La última observación y la más importante que quizá convenga añadir es que,
en nuestra calidad de historiadoras orales, apoyar el uso de un tratamiento psi-
quiátrico que borra los recuerdos, tanto si el efecto es
La imagen negativa de la transitorio como si es más duradero, parece contra-
isla de Ellis resulta muy decir nuestro impulso intuitivo. Si la memoria es
efectivamente nuestra literatura personal, como afir-
apropiada y justificada ma Huxley, la terapia de electrochoque se puede con-
para un pequeño siderar como una forma de censura no autorizada.
porcentaje de inmigrantes Traducción de Mireia Bofill

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57

HAFO, 2, 28, 2002


Vivencias de la emigración en
Escandinavia

Hanna Snellman

Los intentos de los etnólogos fineses de establecer una periodización de la cul-


tura popular finesa han demostrado que las décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial constituyen un periodo de transición entre lo antiguo y lo
nuevo, quizá tan importante como las épocas de transición bien conocidas de los
inicios de la Edad Media o de la industrialización durante la segunda mitad del
siglo XIX.1 No obstante, hasta la fecha han sido muy escasas las investigaciones
basadas en la historia oral que han tenido en consideración esta época más recien-
te de cambio. Los estudios sobre las innovaciones (la mecanización de la agricul-
tura y la industria, por ejemplo) han olvidado en general al objeto más impor-
tante de la investigación etnológica, a saber, el individuo y sus experiencias. La
emigración masiva desde las aldeas remotas del norte y del este de Finlandia a las
fábricas del sur del país y de Suecia –y muchas veces a la inversa– es un fenóme-
no característico de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo –curiosamente, dada la importancia cultural y económica de este des-
plazamiento masivo tanto para Finlandia como para Suecia– se trata de un tema
sobre el que no hay un análisis etnológico e histórico.
El presente artículo se apoya en los resultados de dos proyectos de historia
oral que he dirigido. El primero, «Gotemburgo: ¿la aldea más grande de Salla?»,
tiene como tema la emigración de la Laponia finesa a Suecia, desde una parro-
quia llamada Salla2, próxima a la frontera rusa, a la ciudad de Gotemburgo,
siguiendo la ruta de la costa occidental de Suecia. Las personas estudiadas habí-
an emigrado del norte de Finlandia a Gotemburgo. El periodo que cubre el
estudio es la segunda mitad del siglo XX, desde la década de 1940 hasta la de
1990, con especial atención a los años sesenta y setenta. El estudio se basa en su
totalidad en entrevistas, la mayoría realizadas por mí. En conjunto, hice treinta
y una entrevistas, de entre una hora y media y cinco horas de duración. Éstas
adoptaron en su mayor parte la forma de conversaciones, en las que yo no lle- 59
vaba una lista de preguntas que deseaba que me respondiesen, sino que por el
contrario intenté averiguar qué consideraban importante los informantes en
relación con el tema.

1. Talve 1990, 413.


2. Sobre Salla, véase INGOLD 1984, 1988.

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Hanna Snellman

También me basaré en las entrevistas realizadas en el contexto de otro proyec-


to, «Trabajadores forestales en una sociedad en transformación», que también he
dirigido. En este proyecto de historia oral entrevistamos a mil trabajadores fores-
tales de Finlandia. Nuestro propósito era obtener un cuadro detallado de los
cambios registrados en la explotación forestal durante los últimos cinco decenios.
A través de las entrevistas con trabajadores forestales averiguamos el tipo de tra-
bajo que se hacía en los bosques y los cambios ocurridos en la vida cotidiana de
las personas que se ganan la vida en el bosque. El centro de atención no eran las
empresas y organizaciones sino los individuos. Algunos de los entrevistados se
habían visto obligados a buscar otras ocupaciones a causa del paro. Algunos se
habían trasladado a Gotemburgo. En este artículo voy a utilizar catorce de estas
entrevistas realizadas por un estudiante de etnología finés y siete entrevistas rea-
lizadas en Salla entre trabajadores forestales que habían permanecido en su parro-
quia natal. En conjunto, en este trabajo analizaré cincuenta y dos entrevistas:
veintinueve con mujeres y veintitrés con hombres. Muchas de estas personas (die-
ciocho en total) habían nacido entre 1931 y 1944, lo cual significa que habían
vivido la Segunda Guerra Mundial. Las nacidas entre 1945 y 1948 (quince en
total) forman parte de una generación nacida después de la guerra, pero que tuvo
que afrontar sus consecuencias: la destrucción de Laponia y los lisiados y huérfa-
nos de guerra. Para el resto, nacidos entre 1949 y 1965, la guerra tenía escasa
importancia, pero se trata de personas nacidas en una Finlandia mucho más
moderna que la de sus padres.
Mi objetivo es intentar descubrir las experiencias clave de los emigrantes fine-
ses que se trasladaron de Salla a Gotemburgo. ¿Qué circunstancias impulsaron a
algunas personas a trasladarse a Suecia? Intentaré examinar los procesos mentales
asociados a la decisión de emigrar. Aunque Finlandia y Suecia son países vecinos
con una historia común, la diferencia entre una parroquia de una zona agreste,
donde los principales medios de vida son la cría de renos y la explotación fores-
tal (Salla) y una animada ciudad con viviendas en los barrios de las afueras y
empleos en la industria (Gotemburgo) es impresionante. En este contexto resul-
ta crucial el tema de la identidad local y el concepto de hogar.
Cuando un antropólogo británico, Tim Ingold, realizó un trabajo de campo
en Salla a finales de la década de 1970, le llamaron la atención los restos oxi-
dados de tractores anticuados que ocupaban los patios de muchas casas aban-
donadas. Describió estos vehículos como conmovedores recordatorios de los
costes sociales del desarrollo tecnológico. Los tractores fueron adquiridos en
una época en que la gente hablaba del «milagro de Salla», cuando Salla estaba
considerada como un distrito agrícola próspero próximo al Círculo Ártico,
60 pero quedaron abandonados cuando se acabó el milagro. Los tractores eran
supuestamente tan sencillos de usar como un caballo: para las tareas agrícolas
en verano y para las tareas forestales en invierno. Sin embargo, pronto quedó
patente que los tractores agrícolas corrientes no eran adecuados para las tareas
forestales y, por lo tanto, se sustituyeron por material más pesado, inadecuado
para las tareas agrícolas. Los agricultores, que dependían económicamente de
la explotación forestal, se encontraron con créditos pendientes en los bancos y
sin recursos para pagarlos. No les quedó más remedio que contemplar como

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Vivencias de la emigración en Escandinavia

espectadores la maquinaria pesada que desfilaba por sus campos, dejando a sus
familias y también a sus tractores en paro durante los meses invernales. Los
hijos sin trabajo suficiente en la explotación del padre podían emplearse como
trabajadores forestales a jornada completa o dejar la zona para buscar un
empleo en otra parte. Muchos agricultores vendieron sencillamente todas sus
fincas a las empresas forestales, llevaron su ganado vacuno y sus renos al mata-
dero, cerraron sus casas y se fueron. Una granja tras otra fueron quedando
abandonadas, mientras la población descendía bruscamente de casi 11.000
habitantes hasta poco más de 7.000 en el espacio de pocos años. Convencidos
de que la agricultura no tenía futuro, las personas en edad de trabajar, sobre
todo los miembros de la generación más joven, emigraron por millares para
ocupar empleos industriales bien remunerados en el sur de Suecia.3 En aquella
época, los que habían decidido quedarse en Laponia decían –bromeando, pero
también con amargura– que Gotemburgo acabaría siendo la aldea más grande
de Salla. Pero no sólo Salla, sino también muchas otras comunidades de la
Laponia finesa fueron quedando abandonadas. En el presente estudio, Salla
cumple casi el papel de metáfora, un símbolo de una
comunidad económicamente periférica y cultural- Salla cumple el papel
mente dependiente de sus bosques. de metáfora, un símbolo
Despoblación rural y migración de una comunidad
Suecia comenzó a reclutar mano de obra para su económicamente
industria en rápida expansión inmediatamente des-
pués de la guerra. En 1946, realizó un estudio sobre periférica y culturalmente
la mano de obra de otros países con el objetivo de dependiente
catalogar a sus trabajadores y contratarlos. Las auto-
ridades laborales recibieron órdenes de entablar de sus bosques
negociaciones para contratar trabajadores proceden-
tes de Italia, Hungría y Austria, y en 1947 se firmó un acuerdo con este objeto.
El censo de la población activa y las previsiones demográficas realizados dos
años después impulsaron a los políticos suecos a actuar y apresurarse a dar los
primeros pasos para adoptar una nueva Ley de extranjería. Hasta entonces, la
legislación tenía como finalidad limitar la inmigración, pero lo que se requería
en aquel momento era una ley que la facilitase. En 1954, se aprobó una nueva
Ley de extranjería; el mismo año en que se firmó un acuerdo por el que se cre-
aba un mercado laboral común escandinavo y los países nórdicos se convirtie-
ron en una zona de libre circulación en la que no se requería el uso de pasapor-
te. Tampoco se requería ya un permiso de residencia ni una invitación. Este
acuerdo mutuo entre los países nórdicos se complementó un año después con 61
un acuerdo en materia de seguridad social que reconocía los mismos derechos
en el país anfitrión. Cuando la nueva Ley de extranjería y el acuerdo laboral
entraron en vigor, los empleadores suecos iniciaron un proceso de contratación
masiva aún más intenso que antes. La oferta y la demanda coincidían: Suecia

3. INGOLD 1984, 119-123.

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Hanna Snellman

necesitaba trabajadores y las regiones rurales de Finlandia, Grecia y Yugoslavia


poseían abundantes trabajadores pero no podían ofrecerles empleo.4
En la década de 1960, los sindicatos comenzaron a pedir que se impusiesen
restricciones a la inmigración, pero los empleadores se oponían a ello. Aun así,
en 1966 se aprobó una iniciativa en virtud de la cual sólo se podría conceder un
permiso de trabajo en Suecia si la solicitud se había presentado antes de la entra-
da en el país. En 1967, se empezó a regular la inmigración mediante la exigencia
de que las personas procedentes de fuera de los países nórdicos tuviesen un
empleo, un permiso de trabajo y un lugar donde vivir para autorizar su entrada
en el país. Estas restricciones no se aplicaban a los fineses y el número de los que
se trasladaban a Suecia fue creciendo y creciendo. La atracción de los mercados
de trabajo suecos comenzó a decrecer a finales de la década de los setenta: los
años de las grandes migraciones habían quedado atrás. Un capítulo aparte es el
de los que regresaron, algunos varias veces.5
La década de 1960 en Finlandia ha quedado inscrita en la literatura de inves-
tigación como la década de la emigración de las regiones rurales. Mientras que
las estadísticas oficiales de finales de los años cincuenta registran unos 10.000
emigrantes, esta cifra se había duplicado con creces al final de la década siguien-
te. El año culminante fue 1970, en el que emigraron más de 40.000 fineses según
las estadísticas. A finales de la década su número se había reducido a menos de
15.000. La cifra más alta de inmigrantes de ascendencia finesa residentes en
Suecia se registró en 1980, cuando sumaban 250.000.6
Sven Alur Reinans estima que en vez del medio millón aproximado de fineses
que emigraron oficialmente a Suecia entre 1945 y 1994, la cifra real fue de sete-
cientos a ochocientos mil. No obstante, sólo una parte de ellos, un total estima-
do de un cuarto de millón, se instalaron allí de forma permanente.7
La mayoría de los fineses que se trasladaron a Suecia en los años de la pos-
guerra se instalaron en Estocolmo y en el valle del río Tornio. En la década de
1960, se adentraron más en el interior, sobre todo hacia las ciudades industria-
les del centro de Suecia, en la región que se extiende entre Gotemburgo y
Estocolmo. En 1998, el mayor número de inmigrantes fineses de nacimiento se
encontraba en Estocolmo (22.287) y el segundo mayor número en Gotemburgo
(9.727). Estas cifras representaban el 3,1 % de la población de Estocolmo y el
2,1% de la de Gotemburgo. En Suecia encontraron empleo sobre todo en la
industria. En los años de la inmigración a gran escala, los inmigrantes solían ser
jóvenes y tener un nivel educativo bajo.8 Según se desprendía de las investiga-
ciones anteriores, el inmigrante típico era una persona con estudios elementales
perteneciente a uno de los grupos de edad más numerosos y procedente de una
62 región rural remota.

4. KORKIASAARI 2000, 146-147.


5. KORKIASAARI 2000, 149.
6. KORKIASAARI 2000, 158, 164.
7. REINANS 1996, 66.
8. KORKIASAARI 2000, 159, 169, 174.

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Vivencias de la emigración en Escandinavia

En 1980, Gotemburgo contaba con un total estimado de unos 28.000 fineses


entre su población. Hacia 1960, éstos constituían el mayor grupo inmigrante de
la ciudad. En 1962, Gotemburgo era el lugar de residencia de 3.213 ciudadanos
fineses. Esta gran ciudad multicultural también había acogido a otros inmigran-
tes en fechas anteriores: noruegos, daneses, alemanes y húngaros. Las estadísticas
de 1970 ofrecen la cifra de 3.825 inmigrantes fineses. Es decir, que en el año en
que la población de Salla disminuyó un 6%, según las estadísticas, la de
Gotemburgo creció un 1%.9

La decisión de emigrar
Los estudios sobre los fineses en Suecia examinan casi sin excepción los moti-
vos de la emigración. Jouni Korkiasaari informa que encuestas realizadas entre
suecos-fineses en la década de 1970 revelaron que factores económicos, como el
paro, la mala situación en Finlandia en materia de empleo, las mejores oportu-
nidades de empleo existentes en Suecia y el nivel más alto de los salarios, figura-
ban entre los principales incentivos para la emigración. La mayoría de los encues-
tados citaron el factor económico como el motivo principal que les indujo a
emigrar. Algunos habían seguido el ejemplo de un amigo o se habían marchado
impulsados por un deseo de aventura o de cambio. Entre las razones circunstan-
ciales figuraba la carencia de un lugar donde vivir o
las malas condiciones de la vivienda en Finlandia.10 Ninguno tenía planeado
Jari Kuosmanen, que se doctoró en 2001 por la instalarse de manera
universidad de Gotemburgo con una tesis sobre el
tema de los suecos-fineses, adoptó un enfoque cuali- permanente en otro país
tativo para examinar los motivos de la emigración. En
un estudio inscrito en el campo de la política social, entrevistó a veintiocho hom-
bres nacidos en Finlandia entre 1920 y 1960 y residentes en Gotemburgo. La
mayoría habían emigrado a Suecia en las décadas de 1960 y 1970. Las entrevis-
tas indicaron las siguientes razones de la emigración: el desempleo, la suposición
de que la vida sería mejor o más fácil en Suecia, la necesidad de alejarse de la vida
que llevaban en Finlandia, un deseo de aventura o de cambio, una variación en
las oportunidades laborales –en el caso de los marinos–, los estudios y el amor.11
En las entrevistas que yo misma realicé en Gotemburgo se dan razones pareci-
das, pero la suposición de que la vida sería mejor en Suecia ocupa el primer lugar.
Muchos emigraron motivados por la esperanza de una vida mejor: mejores opor-
tunidades de empleo, mejores salarios o una vivienda mejor.12 A diferencia de los
que citaban claramente el desempleo en Finlandia como su motivo para emigrar,
su decisión puede no haber estado dictada por la necesidad. Las personas inclui-
das en la categoría que Kuosmanen titula «amor» probablemente habían seguido 63

9. DE GEER 1980, 3, 6.
10. KORKIASAARI 2000, 152.
11. KUOSMANEN 2001, 89-96.
12. Informantes nacidos en 1931, 1932, 1933, 1937, 1939, 1940, 1941, 1944, 1945, 1946, 1947,
1948, 1949, 1951, 1953, 1954, 1955, 1958, 1959.

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a su marido o a su esposa a Suecia aunque personalmente no deseasen emigrar.


También se mencionó ocasionalmente el deseo de aventura, la decepción, la
rebeldía juvenil, e incluso el deseo de alejarse de la vida que llevaban en
Finlandia.
Para muchos, el traslado a Suecia no había sido una decisión largo tiempo
meditada; a veces se habían decidido muy deprisa una vez que les habían confir-
mado que tenían un empleo. En el caso de las chicas, éste a menudo era el de
«canguro» en la familia de un pariente, ocupación que mantenían hasta que tení-
an edad suficiente para obtener otro empleo mejor remunerado en una fábrica.
La «canguro» era casi un miembro de la familia, puesto que vivía con la familia
cuyos hijos cuidaba.13 En el caso de los chicos, era más probable que hubiesen
obtenido una oferta de empleo a través de la bolsa de trabajo.14 No obstante, la
mayoría se había ido a Suecia sin tener ningún empleo definido, confiando en
que algo encontrarían. Todos los entrevistados, con una sola excepción, destaca-
ron que sólo tenían la intención de trabajar en Suecia durante algún tiempo.
Ninguno tenía planeado instalarse de manera permanente en otro país.
Asimismo, a pesar de que un entrevistado llevaba
La emigración en cadena cuarenta años viviendo en Suecia, el sueño de regre-
y la emigración en grupo sar a Finlandia era un tema focal en los relatos de los
fineses de Gotemburgo.
fueron rasgos de la
emigración a Suecia Migraciones en cadena
Al analizar los relatos sobre la emigración, llama la
desde la provincia atención la tendencia que se da a destacar, no los
de Laponia en las décadas motivos para emigrar, sino las personas con quienes
emigró el narrador o narradora y con quienes se reu-
de 1960 y 1970 nió. Aunque no tendría ningún objeto realizar un
análisis cuantitativo de las entrevistas realizadas para
este estudio, no cabe duda de que la mayoría de las personas entrevistadas se tras-
ladaron a Suecia con alguna otra persona o para reunirse con alguien. En conse-
cuencia, se puede argumentar que tanto la emigración en cadena como la emi-
gración en grupo fueron rasgos característicos de la emigración a Suecia desde la
provincia de Laponia en las décadas de 1960 y 1970. En la emigración en cade-
na, una persona sigue a otra persona conocida –por ejemplo un pariente– a otro
país. Muchos de los problemas relacionados con la emigración resultan menores
en este caso que en otros. El emigrante posee de antemano información sobre el
nuevo país y la nueva región, obtiene ayuda para encontrar empleo y residencia,
para entender la lengua e incluso ayuda económica hasta que cobra su primer
64 salario. Lo más importante es, sin embargo, el hecho de que dispone de contac-
tos sociales inmediatos con personas que hablan su misma lengua. Se habla de
emigración en grupo cuando dos o más personas emigran juntas. Con objeto de
maximizar su sensación de seguridad, muchos fineses emigraron a Suecia en

13. Informantes nacidas en 1946, 1949, 1951, 1951, 1953, 1958.


14. Informantes nacidos en 1941, 1959.

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Vivencias de la emigración en Escandinavia

grupo y, además, fueron a reunirse con una persona conocida. Al preguntarles la


razón por la que habían emigrado a Suecia, la mayoría de los entrevistados res-
pondieron que ya conocían a alguien que vivía allí. Las condiciones que dejaron
atrás no tenían necesariamente un peso demasiado grande para ellos y tampoco
tenían grandes expectativas con respecto al futuro. Lo importante había sido la
persona con quien habían ido a reunirse.
A continuación, los propios entrevistados describen los antecedentes de su
traslado a Suecia. Para respetar su intimidad, todos figuran con seudónimo.
Kaija dijo que le había resultado fácil emigrar porque tenía tres hermanos y
una hermana que la esperaban en Suecia, y además otra hermana fue con ella.
Muchos otros dijeron igualmente que les había resultado fácil marcharse. Las dos
hermanas mayores de Keijo vivían en Suecia y cuando una de ellas volvió de visi-
ta a su casa cuando él tenía 16 años, decidió acompañarla a su regreso.15 Ritva y
Raija siguieron asimismo el ejemplo de su hermano y se fueron a Suecia cuando
tenían 16 años.16 Raimo, otro chico de 16 años, se interesó por un empleo en la
bolsa de trabajo de Haparanda y le recomendaron que probase suerte en la fábri-
ca Saab de Trollhättan. Pero, según sus propias palabras, obró sabiamente «dete-
niéndose para visitar a sus hermanos en Eskilstuna», encontró un trabajo allí y pasó
sus dos primeros años en Suecia bajo su protección fraternal. Reima también se
fue a Gotemburgo con su hermana mayor y su familia. Su hermana se había ido
un año antes y convenció no sólo a Reima, sino también a otras hermanas y pri-
mas para que la siguiesen.17
Cuatro entrevistados mencionaron específicamente a un familiar que vivía en
Suecia desde que le habían enviado allí siendo niño, durante la guerra, como la
persona que les había sugerido la idea de emigrar.18 Teniendo en cuenta que los
niños de Laponia fueron enviados expresamente a Gotemburgo, no puedo dejar
de pensar que es muy posible que las primeras personas que emigraron a esa ciu-
dad en particular dispusiesen de contactos en Suecia. Alma, que se trasladó a
Gotemburgo con su marido y dos hijos en 1970, recordaba así su decisión de
emigrar:
«Entonces le escribí a mi... tío que vive, que fue evacuado a Suecia de niño,
durante la guerra, y mi tía también ha vivido toda su vida en Suecia ... de
modo que le escribí a mi tío y le pregunté si había trabajo allí, en
Gotemburgo, para poder ir allí. Y al cabo de poco él… unas semanas más
tarde recibí una carta en la que me decía que había trabajo y que fuera. Así
que entonces, mi marido se fue primero y yo fui un mes más tarde con los críos.
La tribu de mi hermana se fue al mismo tiempo. Unos cuantos a la vez, no
sabíamos gran cosa entonces, que había montones de personas que se estaban
yendo, aunque habíamos oído que otros se habían ido. Que se podía encon- 65
trar trabajo y que los sueldos eran bastante buenos. Pero no puedo decir que

15. Informante nacido en 1946.


16. Informantes nacidas en 1951 y 1953.
17. Informante nacido en 1953
18. Informantes nacidos en 1932, 1939, 1944 y 1953.

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Hanna Snellman

hubiese una avalancha, que todo el mundo se marchase ... o al menos yo no


era consciente de ello. Lo que nos decidió a marcharnos fue sólo la situación
que había entonces».19
El hermano menor de Alma les siguió un año más tarde:
«Había una caravana bastante larga de coches [cuando nos fuimos]. Iban
nuestros primos y ... otros primos y... más y más primos y ... dos coches y nos-
otros teníamos dos, tres coches. Habían vuelto [a la aldea natal] para pasar las
vacaciones de verano y yo me fui con ellos, ellos se habían ido el año anterior.
Supongo que tuvieron que irse, no podían hacer nada aquí. El trabajo del
campo no daba y ya no había trabajo en el bosque. Parecía que ya no había
ningún futuro».20
Todas las familias tenían a alguien que se había ido antes. Akseli y Ruut son
hermanos y el que primero que se marchó fue Akseli, en 1967. Su relato sobre el
viaje es característico, en el sentido de que los momentos decisivos se han ido
depurando con el paso del tiempo, tal vez por la frecuencia con que se ha repe-
tido la historia:
«Me quedé sin empleo, pero luego conseguí un trabajo temporal en el servicio
de carreteras y canales. Llevaba cinco días allí, en Kemijärvi, allí arriba, en
Kallaanvaara, estaban construyendo la carretera allí mismo, junto al lago,
construyendo los taludes, echando grava, y yo la estaba esparciendo. Estaba allí
y entonces me dijeron ... creo que fue un viernes, tuvo que ser un viernes, no
un miércoles, porque ese fin de semana, quiero decir que el viernes iba a ser el
último día, me habían dicho que el viernes sería mi último día, que no hacía
falta que volviese la semana siguiente. Y no había trabajo en ninguna otra
parte. A veces estaba en paro, a veces trabajaba durante un tiempo. Y tenía que
pagar el alquiler y todo eso y toda una serie de cosas que tenía que comprar, y
Olavi pasó por casualidad por allí, usted debe conocerle, y también Kalervo,
los dos eran de Kemijärvi. Yo les conocía bastante... todos habíamos hecho
deporte juntos. Pasaron por allí y me llamaron. Se pararon para decirme
“¿Cómo te va Akseli?”. Y yo les dije: “No me hables, me voy a quedar sin tra-
bajo dentro de dos días y no tengo nada más a la vista”. Entonces los chicos me
dijeron que se iban a Suecia a buscar trabajo. Y yo que les digo, “¿Cuándo os
marcháis?”, y ya estaban en camino … y bueno, en fin, “¿Puedo ir con vos-
otros?” “Bueno, ¿por qué no?, sube”, y yo, sólo llevaba mis botas de goma y no
tenía ninguna ropa buena pero … “Esperadme un segundo y voy a esconder
mi pala allí, junto a la carretera, en la zanja, ya la devolveré cuando vuelva
algún día”. Y dejé la pala en la zanja y la cubrí de arena con el pie».21
Para Akseli, la decisión de abandonar su vida anterior y emigrar a Suecia cul-
66 mina con la pala que estaba usando cuando se decidió, pero que no necesitaría
en su nueva vida. En muchos otros relatos de la emigración también aparecen
objetos equivalentes con una gran carga simbólica y emocional. En el caso de

19. Informante nacida en 1944.


20. Informante nacido en 1953.
21. Informante nacido en 1937.

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Vivencias de la emigración en Escandinavia

Auno, el objeto simbólico era una sierra mecánica. Acababa de concluir la tala en
una parcela y no había perspectivas de más trabajo cuando Auno, inspirado por
sus compañeros, se puso en camino hacia Suecia. Dejó su sierra mecánica en el
galpón de su casa, con la idea de que ya no la necesitaría en su nuevo empleo:
«Vine en marzo de 1969, había estado talando árboles en el bosque. Había
un metro y medio de nieve y había una fiebre por irse a Suecia. Los chicos del
pueblo fueron a verme y les dije: “Yo me largo”. Colgué la sierra mecánica en
el galpón y seguramente todavía debe de estar allí a no ser que alguien la haya
retirado. Viajamos hasta Haparanda en autobús y allí compré un billete de
tren, todavía lo tengo, el billete. Ciento cuarenta y nueve coronas hasta
Landskrona y aquí sigo».22
Poco después de que Akseli se fuera a Suecia, sus cuatro hermanos y sus dos her-
manas fueron a reunirse con él.23 Para su hermana, 17 años menor, el hecho de
que sus hermanos y hermanas estuviesen allí fue una razón clave para emigrar a
Suecia. En su relato, el objeto significativo son los zapatos o más bien su ausencia:
«Vine aquí, a Suecia, cuando tenía 16 años, cuando acabé la escuela en
1970, y me quedé aproximadamente un año. Pero luego yo, no me gustaba y
me sentía fuera de lugar aquí, y nunca hice amigas porque había muchísimas
cosas que… Vaya, que mi hermana tenía cinco
hijos y mi hermano tenía tres. Cuidar a los niños En muchos relatos
era un trabajo inacabable. No tenía ninguna
libertad ni nada. Trabajaba un turno y luego
aparecen objetos con una
otro turno cuidando a los niños y no me queda- gran carga simbólica y
ba tiempo para nada más, o… La verdad es que
no me gustaba estar aquí y pensé que tenía que
emocional
irme, no podía soportar seguir aquí. Y en la pri-
mavera me marché. Creo que fue en mayo que me fui y… mejor dicho, regre-
sé a Finlandia. Hice el curso [un curso de administrativa en Tampere], me
lo pagué yo misma con el dinero que había ahorrado. Luego estuve un tiem-
po trabajando en Muonio, en la oficina de la estación de autobuses. Me gus-
taba de verdad estar allí. Y naturalmente me habría gustado seguir allí, pero
ocurrió que durante las vacaciones de verano … mi hermano vino de vaca-
ciones de Suecia. Y me dijo: “Vuélvete con nosotros”. Era perfectamente libre
de irme, no tenía nada que me retuviese. Estaba de vacaciones y me fui, y
recuerdo que no llevaba zapatos cuando me monté en el coche y me dije, “Qué
diantres, sólo voy de visita, no necesito zapatos en verano”. Llegué aquí, y
cuando se me empezó a terminar el dinero, pensé que no debía preocuparme
pues podía trabajar una semana o dos. Llamé a mi trabajo y les dije que vol-
vería al cabo de una semana. Estuve trabajando una semana y gané más de 67
lo que ganaba en todo un mes en la estación de autobuses. Nada podría hacer-
me volver a Finlandia».24

22. Informante nacido en 1944.


23. Informante nacido en 1937.
24. Informante nacida en 1954.

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Hanna Snellman

Casi todos los hermanos y hermanas de Akseli le siguieron a su nuevo lugar de


residencia, al igual que su esposa y sus hijos. Es posible que la decisión de emi-
grar a Suecia no fuese en realidad tan espontánea como les parecería luego. Desde
el primer momento, quedó claro que su joven esposa y sus dos hijos le seguirían
en cuanto las cosas empezasen a marchar en Gotemburgo. Era casi una norma
que la familia siguiera al marido unos meses más tarde, cuando éste había encon-
trado casa y tenía asegurado el empleo.25
Además de su familia directa, otros parientes y amigos podían seguir también a
un o una emigrante. Los relatos a menudo tienen un toque de «fiebre del oro», la
gente se veía impelida a irse a Suecia como todos los demás. En una época en que
el paro asolaba Laponia y los empleos eran muy inestables, el mero hecho de tener
un empleo ya valía su peso en oro.26 «Había una fiebre por irse a Suecia», dijo Auno
al describir su precipitada decisión de partir rumbo a Suecia con los amigos del
pueblo en 1969. También en su caso, su prometida le siguió al cabo de unos
meses.27 Ella ya tenía una hermana mayor en Suecia y su hermana pequeña emi-
gró con ella el mismo año.28 La emigración a Suecia se encontraba efectivamente
en pleno auge a finales de la década de 1960. Anneli, otra persona que emigró de
Salla en 1969, dijo en una entrevista que todas las aldeas de la parroquia se que-
daron vacías ese año, «la gente de todas las aldeas se tuvo que marchar». Anneli se
trasladó a Gotemburgo con su marido y sus seis hijos.
El mero hecho de El hermano de su marido se había ido un año antes y
ya tenían otros conocidos en su futuro lugar de resi-
tener un empleo dencia. «Teníamos que irnos. Conocíamos a gente en
ya valía su peso en oro muchísimos lugares, que nos telefoneaban y nos decían
‘venid’», recordó Anneli a propósito de su decisión de
emigrar. Sin embargo, no vendieron la casa familiar y ésta sigue siendo propiedad
de la familia, que la conserva –como es característico– para usarla durante sus visi-
tas a Finlandia y29 por si algún día decidiesen regresar.30
La(s) persona(s) con quien(es) el o la emigrante compartió la experiencia eran
tan importantes como la(s) que le siguieron a Suecia. La mayoría de las personas
entrevistadas habían emigrado a Suecia con su marido o su esposa y sus hijos.31
Algunos pocos lo habían hecho con sus padres, hermanos y hermanas.32 También
era frecuente la emigración con el esposo(a) o futuro esposo(a)33 o con amigos o
amigas.34 Dicho en otras palabras, las personas con quienes habían emigrado a

25. Informantes nacidos en 1932, 1933 y 1939.


26. Informantes nacidos en 1931, 1939 y 1949.
27. Informante nacido en 1944.
68
28. Informante nacida en 1946.
29. Informantes nacidos en 1945, 1948, 1949, 1949, 1953, 1953.
30. Informante nacido en 1932.
31. Informantes nacidos en 1932, 1932, 1937, 1937, 1939, 1944, 1945, 1947, 1947, 1948, 1949.
32. Informantes nacidos en 1937, 1951, 1954, 1957, 1965.
33. Informantes nacidos en 1939, 1946, 1950, 1951, 1955, 1958.
34. Informantes nacidos en 1937, 1941, 1941, 1944, 1948.

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Vivencias de la emigración en Escandinavia

Suecia pertenecían a la misma categoría que las que les habían seguido luego. No
es de extrañar, por lo tanto, que muchos emigrasen a Suecia con un hermano o
una hermana mayores.35 A veces, toda una cuadrilla de parientes y amigos habí-
an emigrado a la vez.36
Pocas de las personas entrevistadas habían emigrado a Suecia solas e incluso
éstas habitualmente conocían a alguien con quien podían alojarse. Raili tenía 16
años cuando se fue a Suecia. También ella tenía una hermana que ya vivía allí,
pero tuvo que hacer el viaje sola, lo que no era tan sencillo en el caso de un tra-
yecto desde la orilla septentrional del lago Inari en Laponia hasta el mar del
Norte:
«Y sólo hice hasta el noveno curso [en el colegio], y luego, pues, me fui, me
marché y vine aquí. Es decir que cumplí 16 años en primavera y en otoño,
justo antes de Navidad, me vine aquí, a Suecia. Mi hermana necesitaba
ayuda, tenía un hijo pequeño, un niño de dos años. Necesitaba que alguien
la ayudara a cuidarlo y… Debo decir que a mí no me importó; verá, ella
había vuelto de visita de Suecia y llevaba unos vestidos bonitos y todo eso, ya
sabe, cosas como… mmm, de modo que lo hice [lo decidí] más bien por
curiosidad. Al menos en mi caso, en parte vine por curiosidad. No tenía un
verdadero empleo, sólo cuidar al niño de mi hermana. Papá no estaba en casa
y me crucé con mamá cuando ya me iba, con todos mis trastos. Me crucé con
mamá y ella me dijo … pobrecita, cómo vas a conseguir llegar hasta allí, ni
siquiera has visto nunca un tren. Y yo iba a hacer el viaje en tren. Tenía todos
los billetes, mi hermana me había mandado los billetes para que pudiera ir.
Mamá debía de estar en el trabajo, pues sino, ¿cómo fue que me topé con ella
en el camino?… simplemente nos cruzamos. De manera que no fue una gran
despedida. Simplemente me marché y siempre he vuelto. Es cierto que nunca
había visto un tren, per me las arreglé muy bien. Fui en el autobús de línea
hasta Rovaniemi, claro, y luego desde allí a Haparanda en tren y después
desde Boden en un tren que me trajo directamente hasta aquí, a
Gotemburgo».37
El relato característico sobre la emigración combina una descripción de las
condiciones en el país de origen con la migración en cadena o en grupo:
«Un primo mío había conseguido un trabajo allí, en Skövde, y le escribió a
mi hermano diciéndole que la situación era muy buena aquí. Verá, él era
mucho mayor, mi primo. Y se había ido a trabajar allí, en Skövde, con un
amigo. Así que nosotros [mi hermano y yo] nos dijimos, él estaba afuera cor-
tando leña, “¿Y si también nos fuéramos?”. Papá, bueno, digamos que llori-
queó un poco, porque nosotros lo hacíamos todo en casa. Entonces nos mar-
chamos y nos fuimos a Skövde. Y no conseguimos encontrar trabajo. De 69
manera que en el 69 regresamos a Finnspong, cerca de Norrköping. Allí...
estuvimos talando árboles, no había demasiado trabajo allí, en Laponia, así

35. Informantes nacidos en 1945, 1948, 1949, 1949, 1953, 1953.


36. Informantes nacidos en 1944 y 1945.
37. Informante nacida en 1951.

HAFO, 2, 28, 2002


Hanna Snellman

que nos marchamos, nuestros dos primos y nosotros dos, los dos hermanos.
También fue con nosotros otro chico del mismo pueblo».38

Conclusión
En ningún otro lugar de Europa fueron tan rápidos los cambios estructurales
registrados después de la Segunda Guerra Mundial como en Finlandia. La tran-
sición de las ocupaciones agrícolas y rurales tuvo lugar mucho más tarde que en
otros sitios. La política agrícola finesa se reformó a mediados de la década de
1960 y cuando se suspendieron las subvenciones a las pequeñas explotaciones no
rentables, millares de personas en las regiones rurales se encontraron de repente
sin empleo. Las presiones para abandonar el campo se incrementaron todavía
más tras la reforma de los impuestos sobre la actividad agrícola de 1968 y la
introducción de incentivos a la retirada de tierras del uso productivo y el sacrifi-
cio de ganado en 1969-70. El número de explotaciones agrícolas había aumen-
tado entre 1941 y 1950 como resultado de las medidas gubernamentales de rea-
sentamiento de los evacuados y de los hombres que volvían del frente. Familias
numerosas vivían del producto de pequeñas explotaciones con un nivel de renta
bajo. Muchos agricultores tenían que intentar ganar-
En la sociedad rural finesa, se precariamente la vida realizando trabajos estacio-
nales esporádicos fuera de su granja y con la progre-
el trabajo duro constituye siva mecanización de la tala, ya tampoco fue posible
la base de la autoestima y obtener 39suficientes ingresos adicionales con el trabajo
forestal.
del lugar que ocupa cada La transformación estructural de las regiones rura-
uno en la comunidad les afectó con particular intensidad a las zonas del
norte y del este de Finlandia, donde la explotación
forestal tenía mayor influencia sobre el empleo. La actividad maderera fue una
ocupación estacional intensiva en trabajo hasta una fecha relativamente tardía. A
principios de la década de 1950, las herramientas utilizadas en la explotación
forestal habían quedado claramente obsoletas con respecto a las empleadas en
otros países silvícolas. La cadena de la explotación maderera seguía siendo inten-
siva en trabajo y se basaba en la fuerza física, y se habían introducido escasas
innovaciones a lo largo de un siglo. Se talaban los árboles con sierras manuales y
se transportaban mediante caballos, primero, y luego por vía fluvial. La mecani-
zación, cuando por fin se inició, fue rápida y dramática. Las primeras sierras
mecánicas llegaron al norte de Finlandia a principios de los años cincuenta, ya
eran de uso corriente a mediados de la década, y a principios de los años sesenta
todos los trabajadores forestales tenían una. Los tractores empezaron a sustituir a
70 los caballos en las granjas a principios de los años sesenta y en los bosques a
mediados de esa década. En 1970, los caballos ya eran raros y el uso de tractores,
habitual en los bosques. El transporte de madera sobre el agua no se mecanizó,
salvo la clasificación, pero el transporte de madera flotante que requería mucha

38. Informante nacido en 1945.


39. KORKIASAARI 2000, 140-141.

HAFO, 2, 28, 2002


Vivencias de la emigración en Escandinavia

mano de obra se fue extinguiendo rápidamente, al igual que cualquier otro trans-
porte fluvial.40
Con la mecanización llegaron tiempos difíciles, tanto para los hombres que
trabajaban todo el año en la explotación forestal y el transporte de madera sobre
el agua, como para los pequeños agricultores. Dado que con la disminución del
número de trabajadores forestales también se redujeron otras formas de actividad
económica, el impacto indirecto de la mecanización fue considerable.41 Entre los
afectados estuvieron, por ejemplo, las tiendas, los taxis y los cafés cuyos clientes
eran sobre todo trabajadores forestales. Mientras que a principios de la década de
1960, la tala comercial todavía empleaba a más 160.000 hombres en enero, la
época de mayor actividad, en los diez años siguientes esta cifra se redujo a unos
30.000. La ruptura de la asociación entre la actividad agrícola y el trabajo fores-
tal determinó que muchas pequeñas explotaciones dejaran de ser viables. Muchos
pequeños agricultores se habían comprado un tractor con la idea de poder utili-
zarlo como solían hacer con sus caballos, para el trabajo forestal remunerado en
el bosque y para el trabajo en la granja. Luego el tractor agrícola quedó obsoleto
cuando salieron al mercado los tractores forestales más potentes y eficaces, y a
menudo quedó abandonado en el patio. Mientras en
1950 más de 250.000 personas se ganaban la vida La emigración a Suecia
con el producto de explotaciones agrícolas de menos
de cinco hectáreas, en 1980 su número se había redu- supuso para muchos una
cido a sólo 16.000. El transporte de madera sobre el oportunidad de justificar
agua continuó ofreciendo trabajo estacional, pero
con la interrupción del transporte fluvial de madera su existencia siendo unos
flotante y la reducción de esta modalidad de trans- buenos trabajadores
porte en general, en las regiones rurales remotas dis-
minuyeron las oportunidades de ganar dinero. Coincidiendo con la reducción
del trabajo disponible en las zonas rurales, alcanzó la edad laboral la población
nacida después de la guerra.42
En la sociedad rural finesa prevalece una intensa ética laboral austera.
Reforzada por una fuerte tradición de luteranismo evangélico, ésta subraya que
el único camino para vivir bien pasa por el esfuerzo físico y mental incesante,
cuya motivación ha de ser interna. El trabajo duro constituye la base de la auto-
estima y del lugar que ocupa cada uno en la comunidad.43 Hasta la década de
1950, los muchachos de la zona rural del norte de Finlandia sabían que cuando
completasen la enseñanza obligatoria podrían trabajar en el bosque igual que lo
habían hecho sus padres. Las chicas, a su vez, podían esperar encontrar trabajo
como cocineras en los campamentos madereros o como ayudantes en los cafés
hasta el momento de casarse, a partir del cual su trabajo –el cuidado de los hijos 71
y del ganado– se desarrollaría en el entorno familiar. Con la progresiva reducción

40. SNELLMAN 1999, 202.


41. Véase también HANSEN 1998.
42. KORKIASAARI 2000, 141; RANNIKKO 1999, 216; SNELLMAN 1999, 197.
43. HOIKKALA 1999, 399; INGOLD 1984, 132–133.

HAFO, 2, 28, 2002


Hanna Snellman

de la demanda de trabajadores, los muchachos ya no pudieron confiar en esta vía


de empleo, pero en la región no había nuevas oportunidades que la reemplaza-
sen. Cuando el ideal del trabajo y el abrirse camino con el propio esfuerzo topó
con el paro y el temor a éste, el resultado fue un callejón sin salida. Por grande
que fuese el deseo de ganarse un lugar en la comunidad trabajando esforzada-
mente, esto ya no era posible. La emigración a Suecia supuso para muchos una
oportunidad de trabajar y de justificar su existencia siendo unos buenos trabaja-
dores. En consecuencia, las fábricas suecas acogieron con agrado a los trabajado-
res fineses. Éstos trabajaban esforzadamente sin quejarse, puesto que desde niños
les habían enseñado a valorar el trabajo por encima de todas las cosas. Cuando se
analizan las causas y las consecuencias de la emigración, el material de la historia
oral permite realizar interpretaciones centradas en los motivos y en las experien-
cias subjetivos de la gente.

Traducción de Mireia Bofill

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HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en
México: Del toro al guajolote (pavo)*

Frédéric Saumade

La introducción de equinos y bovinos en la empresa española llevada a cabo


durante la colonización española del territorio mexicano, tuvo el carácter de una
auténtica revolución, tanto en el ámbito militar, político y económico como en el
del imaginario, en el que la importación de las corridas y su integración en las fes-
tividades populares mesoamericanas fue un elemento decisivo. Sin embargo, más
allá de las particularidades de la historia de la tauro-
maquia y de los fenómenos de difusión que ésta impli- ¿Por qué han trastocado
ca, en este contexto vamos a centrar la atención en la los mexicanos los códigos
transformación indígena de la práctica taurina a partir
de la técnica paradójica de la monta del toro.1 europeos relativos al uso
Inicialmente, en las haciendas de la época colonial, del caballo y del toro a
dado que el uso del caballo les estaba prohibido por
ley, los peones indígenas aprovechaban las ocasiones través de su concepción
festivas para entretenerse provocando al toro, mon- particular del deporte
tándolo como si se tratase de un caballo. Este proce-
der resultaba absurdo para el modo de pensar europeo de la arena?
y, dicho sea de paso, la monta del bovino todavía sigue
estando excluida en la actualidad del campo de las prácticas tauromáquicas, salvo
en los casos totalmente excepcionales en que algún matador iconoclasta la intro-
duce con ánimo subversivo y paródico.2 Aun así, en México se desarrollaron en
torno a esta burla gestual dos modalidades de juego taurino-ecuestre: la charrea-
da, «deporte nacional» oficial, y el jaripeo ranchero. El presente artículo se propo-
ne aclarar el siguiente enigma: ¿Por qué han trastocado los mexicanos los códigos

*. El presente artículo es la versión reducida y traducida de F. Saumade, 2001, «Du taureau a din-
don. La domestication du métissage dans le Nouveau Monde Mexicain», Etudes rurales 157-158: 73
107-140.
1. El origen de este interés antropológico por la monta del toro en México tiene como anteceden-
te los trabajos de D. Fournier (1995).
2. Por ejemplo, el famoso torero español de los años 1960, El Cordobés, tuvo en una ocasión la ocu-
rrencia de montar al toro que acababa de torear. Treinta años más tarde fue imitado por otro
matador provocador, Jesulín de Ubrique. Invariablemente, este tipo de actuación suscita la irri-
tación escandalizada de los puristas de la corrida. Sobre la dialéctica de lo serio y de la burla en
el universo tauromáquico europeo, véase Saumade, 1998.

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

europeos relativos al uso del caballo y del toro a través de su concepción particu-
lar del deporte de la arena? ¿Qué les indujo a relativizar de este modo la distancia
que establece el español entre esos dos seres y que se complace en reafirmar con
soberbia en el rito tauromáquico, donde los enfrenta en un combate mortal?
Y, además, para empezar, ¿la monta del toro –al margen de la violencia que
puede caracterizarla en el tumultuoso jaripeo ranchero, como veremos luego–, es
siempre un combate? Esto no parece demasiado claro cuando se observan con
atención algunos detalles etnográficos. Así, por ejemplo, en el estado de Tlaxcala,
donde realizamos una encuesta –es decir, en una zona geográfica con un intenso
mestizaje, dominada por una burguesía criolla que se caracteriza por su afición a
la corrida–, vaqueros especializados doman toros-cebúes, que ensillan y bridan
para el trabajo con los rebaños, y se sienten lo suficientemente orgullosos de ellos
como para presentarlos en las grandes ferias agrícolas, donde ofrecen a los hijos
de los visitantes la posibilidad de montarlos. En este caso, el bovino se ha con-
vertido en un auténtico sustituto del caballo, igualmente dócil y, en palabras de
nuestro informante, más adecuado para la tarea de conducir a sus pares.
En el altiplano mexicano, montar el toro no es, por lo tanto, simplemente una
provocación indígena frente a un mandato espiritual y político, impuesto por la
fuerza hasta no hace mucho. Más bien se trataría de la
El mestizaje confunde las respuesta lógica de una sociedad constituida a la som-
bra de la caballería de los españoles frente a un men-
categorías de las especies saje recibido a través del contacto imperialista. A par-
y de las razas que la razón tir de esta respuesta se desarrolla un sistema semántico
que organiza la cultura original de un nuevo mundo
occidental separa donde la obsesión hispánica por la pureza –de la que
el caballo y el toro de lidia son un ejemplo– se ve
enfrentada con una realidad ineludible: la del mestizaje que confunde las catego-
rías de las especies y de las razas que la razón occidental separa. La etnografía de
los juegos taurino-ecuestres de origen mexicano y su prolongación paródica en
algunas fiestas aldeanas incorpora una jerarquía animal que tiene como vector la
monta del toro y sus diversas modalidades técnicas; como veremos, este «nuevo
orden zoológico» es homólogo a las distinciones sociales que tienen su origen en
la contradicción entre la ideología colonial y el mestizaje. Evidentemente, una
representación de este tipo sólo tiene sentido porque se inscribe en un contexto
más amplio que incluye a los animales conocidos por los indios antes de la llega-
da de los españoles y que, en el contexto del contacto, aparecen como mediado-
res, como «pasadores de frontera», gracias a los cuales la pareja europea caballo-
toro ha podido convertirse en una pareja mesoamericana de pleno derecho. Y es
74 por esta vía que la evocación del toro y del caballo acaba conduciendo a la apari-
ción de las figuras del ciervo y del pavo en un contexto totalmente inesperado...

La charreada, deporte nacional mexicano


Los jinetes charros tlaxcaltecas, practicantes del «deporte nacional» ecuestre, la
charreada, creen a pies juntillas que su práctica favorita es de origen local. Esta
pretensión se apoya en el hecho de que, en el siglo XVI, los nobles indios de
Tlaxcala fueron los primeros que recibieron autorización para montar a caballo,

HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

Fig. 1. México D.F. (Fotografía de F. Saumade). Monumento al charro. Museo de la Charrería.

como recompensa por la alianza establecida con Cortés para invadir a sus ene-
migos comunes, los aztecas. La teoría etnocéntrica resulta particularmente poco
convincente cuando se considera la extracción social de la mayoría de esos cha- 75
rros, burgueses de buena familia cuyo tipo físico europeo recuerda sólo muy raras
veces y de manera muy distante la ascendencia indígena que se proclama en este
contexto.
La charreada es la expresión intrínseca de esta paradoja; sus exégetas, impreg-
nados de nacionalismo, quieren ver en ella unos orígenes prehispánicos. Sin
embargo, el lugar que se asigna a la equitación de alto estilo y a los trajes lujosos
–caracterizados por las guarniciones de plata y el famoso sombrero de ala ancha,

HAFO, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

que evocan el barroco español– indica la distancia que separa este deporte de las
poblaciones indígenas menesterosas. Por añadidura, la charreada margina la
monta del toro, que la leyenda asocia al talante autóctono, y la integra como un
interludio secundario con respecto a los ejercicios ecuestres.
Todo esto nos parece indicativo de una fascinación no confesada por el mode-
lo español, que se expresa a través de las estrechas relaciones entre el medio cha-
rro y el medio taurino mexicano. En sus orígenes, el propio término charro desig-
na a la persona nacida en la provincia de Salamanca y su traje tradicional
desbordante de colores; se ha asociado luego, por una extensión propiamente
mexicana, al mal gusto del que exagera sus tendencias en la ostentación en el ves-
tir.3 La arena charra, el lienzo, por su parte, presenta el aspecto de una deforma-
ción de la plaza de toros, cuyo modelo arquitectónico, concebido en el siglo XIX
en las haciendas de cría de vacunos, pasó a convertirse en un elemento del paisa-
je humano a partir de los años veinte. El equipamiento se compone de un ruedo
y de un largo pasillo, con unos corrales al fondo, que permite lanzar a los ani-
males al galope. Merece la pena señalar que no existe un lienzo charro de pueblo,
a diferencia de lo que sucede con las plazas de toros, que en España se encuen-
tran en versiones modestas en las zonas rurales más
Sumamente codificada, remotas.
Sumamente codificada, marcada por el aparato
marcada por el aparato patriótico y militar, la charreada sigue un esquema
patriótico y militar, dramático inamovible. Dos jueces diplomados por la
federación nacional, que aplican exclusivamente los
la charreada sigue criterios extremadamente técnicos y minuciosos defi-
un esquema dramático nidos en el reglamento, controlan su desarrollo. Más
allá de este rigor, un locutor comenta los diferentes
inamovible ejercicios de manera voluble, con el aditamento de
melodías populares interpretadas por una fanfarria o,
en una modalidad más clásica, por un grupo de mariachis. Estos últimos ofi-
ciantes, vestidos al estilo charro, han estado asociados tradicionalmente a la cele-
bración de las bodas.4
Cada equipo está formado por entre cinco y ocho charros a caballo. El primer
número, la cala de caballo, es una demostración de la doma del caballo por un cha-
rro consagrado, suficientemente acomodado desde el punto de vista económico
para poder disponer de un buen caballo de cala –que también puede ser una yegua,
este aspecto les es indiferente a los charros–, es decir, una montura de gran lujo y
hermoso porte, en un estado físico destacable y con un excelente adiestramiento.
Manteniendo la simetría –y la intención simbólica es evidente–, el espectáculo se
76 acaba con el paso de la muerte, el salto de un charro joven del lomo de un caballo

3. Diccionario básico del Español de México, México, El Colegio de México 1986. Curiosamente, el
término también se sigue utilizando todavía hoy para calificar a los sindicatos adulterados que
el antiguo partido político oficial convirtió en un hecho habitual para los mexicanos al cabo de
setenta años...
4. Etimológicamente, mariachi viene del francés «mariage» (matrimonio); una banda de mariachis
continúa animando actualmente las bodas burguesas en México.

HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

domado, montado a pelo, al de una potranca no domada, «bruta». La moraleja de


la charreada, que se despliega de manera regresiva, es que el afinado dominio de la
equitación garantiza a su vez el dominio de las fuerzas de la naturaleza, desde las
más altas esferas de la cultura (el jinete calador) hasta los ritos de paso que trans-
forman al adolescente en un hombre hecho y derecho (el paso de la muerte).
Las pruebas intermedias (piales, coleadero, terna, manganas) ponen de manifies-
to, además del talento de los jinetes y la nobleza de su montura, el diestro mane-
jo de la reata, un lazo de longitud variable según el tipo de ejercicio, de entre doce
y cuarenta y cinco metros. Este instrumento está hecho con fibra de maguey (ixtle
en náhuatl, lechuguilla en español de México) conforme a una técnica artesanal de
origen precortesiano, que ofrece a los charros una sensación de fidelidad a su míti-
ca ascendencia indígena.5 La reata se usa para ejecutar movimientos estéticos codi-
ficados (floreo de reata), pero sobre todo también para atrapar alternativamente a
los potros y a los novillos durante el desarrollo de ejercicios que se pueden consi-
derar como una mimesis de las técnicas de la cría de ganado tal como se practica-
ban en el siglo XIX, la edad de oro de la hacienda. La suerte más apreciada es la
de las manganas, que consiste en atrapar, a pie o a lomos de un caballo, a una potra
lanzada al galope, lazando sus patas delanteras. Una vez conseguido esto, el cha-
rro enrolla rápidamente la cuerda alrededor de su cintura (o de la perilla de su
montura, según los casos) para detener y derribar a la potra. Una hazaña que se
intenta algunas veces es la mangana del ahorcado: el hombre desliza el extremo de
la reata –previamente anudado como la cuerda de una horca– alrededor de su cue-
llo; en cuanto consigue atrapar las patas del animal, se inclina hacia atrás para fre-
nar el tirón con los pies, hasta que sus nalgas tocan el suelo, mientras derriba al
animal gracias a la resistencia de sus músculos cervicales. Este efecto escenifica la
metáfora matrimonial contenida en el arte de «echarse la soga al cuello», como lo
indica el comentario picante que dedica el locutor de turno al manganeador vic-
torioso o los piropos que le reservan las mujeres que ocupan las gradas.
Las «potras» que se exhiben en el espectáculo son de raza cruzada «criolla» y su
destino suele ser el matadero, excepto aquellas pocas cuyo porte físico y com-
portamiento sobre la pista complazca al arrendador (tratante de ganado y doma-
dor) que las alquila a los organizadores de la charreada. En cuanto a los novillos,
se compran a una ganadería para su consumo como carne y, una vez utilizados
en el espectáculo, en principio se revenden al matadero. Proceden de una raza
cruzada o híbrida, en general un cruce de cebú y «toro corriente», también lla-
mada «criolla», por ser un producto local al que la mezcla de los más diversos orí-
genes genéticos acaba confiriendo un tipo identificable. En cualquier caso, el
requisito exigido en materia de comportamiento es una relativa docilidad; el
hecho de que el animal carezca de cuernos, como suele ocurrir con frecuencia –ya 77
sea porque nació así (algo que ocurre sobre todo en el caso de los cebúes), ya sea
porque el criador los ha serrado por la base para evitar accidentes en el rebaño–,
carece de importancia.

5. Antes de la conquista, la fibra de ixtle era un artículo de trueque fundamental, sobre todo entre
los otomi que empleaban, entre otras armas, lazo y redes de ixtle (sâhi) para cazar conejos y cier-
vos (Soustelle, 1993: 30, 509).

HAFO, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

Como salta a la vista, la representación del toro en la charreada es opuesta a la


que caracteriza a la corrida. Durante el jineteo del toro a lo largo del coleadero
hasta llegar al ruedo, el novillo presentado sólo demuestra en general una agresi-
vidad limitada. Inmovilizado previamente en un cajón, los charros ayudantes le
ciñen dos cintos de cáñamo (pretales), uno alrededor de las ancas, que le aprieta
los testículos, el otro alrededor del pecho: el primero, llamado pretal beligero,
sirve para irritar al animal, el segundo ofrece un agarradero para el jinete.6 Este
último ocupa su puesto una vez instalado el dispositivo de las sogas; los ayudan-
tes abren simultáneamente la puerta del cajón para que el toro montado se pre-
cipite corcoveando (reparando) hacia la pista. El hombre, un charro debutante,
debe resistir hasta que el animal deje de corcovear y se amanse, como un caballo.

Caballo, familia... patria


A la vista de lo anterior, el «deporte nacional» mexicano parece ser privativo de
una élite. Los charros actuales, herederos directos o indirectos del universo de las
haciendas del siglo XIX, muchas veces son hombres de ciudad. Aunque algunos se
han mantenido fieles a la explotación de la ganadería o la agricultura en extensio-
nes de terreno más modestas que las de los latifundios de sus antepasados, un gran
número de ellos son médicos, abogados, arquitectos,
La representación ingenieros, empresarios o ejecutivos. Están inscritos en
una asociación, reconocida por la Federación Nacional
del toro en la charreada de la Charrería, que reúne a los miembros de su fami-
es opuesta a la que lia que practican dicho deporte. Los que disponen de
medios son propietarios de un rancho de «placer»
caracteriza la corrida donde palafreneros indios o mestizos (caballerangos)
–jóvenes campesinos que sólo pueden satisfacer su
pasión ecuestre al servicio de un propietario– cuidan de sus caballos.
En su escalafón más alto, la charreada supone la pertenencia a las asociaciones
más encopetadas, dotadas de una infraestructura que incluye un lienzo con sus
dependencias y el dominio de caballos con un pedigrí de calidad. En el espectá-
culo charro se pueden ver diversos tipos de caballos de raza cruzada, pero la raza
más apreciada es la del quarter horse norteamericano (cuarto de milla), o sea, un
cruce de pura sangre inglés y de una yegua cimarrona o criolla, cuyos antepasa-
dos lejanos pertenecieron, por lo tanto, a los rebaños huidos de las ganaderías
para reproducirse en libertad (Digard, 1992: 260 y sigs.). No obstante, no se
debe suponer que el medio aquí evocado es completamente homogéneo.
También hay charros procedentes de los niveles más modestos, algunos de los
cuales llegan a convertirse en charros profesionales, que a veces también ejercen
78

6. El uso del término español jinete es espurio en este contexto. El jinete era en principio el caba-
llero aristócrata del siglo XVI que montaba a la jineta, según la técnica adoptada de los árabes
en la época de las guerras de reconquista. Considerada superior a la técnica tradicional de la
«brida», la monta a la jineta fue adoptada y exhibida en espectáculos lúdicos de los jóvenes aris-
tócratas en el marco de las fiestas reales oficiales y, en particular, en las lidias de toros en las pla-
zas mayores (véase Saumade, 1994 & 1998). D. Rubio (1925) precisa que el verbo significa
«montar los toros».

HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

Fig. 2. Estado de Puebla. (Fotografía de F. Saumade). Jaripeo, salida del cajón.

los oficios de domador y tratante de ganado. Mediante la marginación


Evidentemente, los charros aficionados, cuyo envi-
diable estatus social es producto de un legado fami-
del profesionalismo,
liar, tienden a denigrar a estos profesionales que ven- la charreada ha mantenido
den su talento al público y se apartan del «espíritu
tradicional». Más aún, la federación nacional prohibe
su carácter de pasatiempo
expresamente el profesionalismo y prevé fuertes aristocrático
penas de suspensión para los miembros que acepten
dinero por sus actuaciones, pero esta normativa no se aplica ya que provocaría
una escisión entre los numerosos profesionales no declarados y los demás charros,
con el consiguiente debilitamiento de la agrupación oficial.
Mediante la marginación del profesionalismo, la charreada ha mantenido, por
lo tanto, su carácter de pasatiempo aristocrático. La asociación es una peña
estructurada a través de las relaciones familiares; la condición de charro se trans-
mite de padres a hijos y de madres a hijas, puesto que las mujeres tienen su lugar
en el deporte y en el espectáculo. Las escaramuzas son jóvenes amazonas vestidas
con trajes de volantes multicolores cortados según un patrón muy similar –aun-
que más recatado– al del traje de lunares andaluz: el traje nacional femenino, lla-
mado paradójicamente traje de china poblana.7 Agrupadas también en equipos,
ejecutan coreografías ecuestres que a veces se intercalan como un intermedio del 79
espectáculo «principal», el de los hombres, y otras adoptan la forma de competi-

7. El folklore mexicano ha hecho de la «China de Puebla» un paradigma del mestizaje más desva-
lorizado. Según Humboldt (1953: 87), en el siglo XIX «se llamaba chinos a los descendientes
de negros y de indios». Aplicado inicialmente a las mujeres mestizas de los medios populares
(León, 1971: 66-67), el término china poblana ha acabado designando al traje tradicional que
visten las mujeres de la burguesía criolla con motivo de las fiestas charras.

HAFO, 2, 28, 2002


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ciones entre asociaciones. Sin embargo, la mujer madura deja de participar en las
escaramuzas a partir de una cierta edad, tradicionalmente después del matrimo-
nio y la maternidad, aunque esta tradición tiende a hacerse más flexible.
Finalmente, los niños y adolescentes tampoco permanecen al margen, ya que
existen categorías «infantiles» (a partir de los 8-10 años) y «juveniles» que les per-
miten iniciarse en la competición charra. Este medio asociativo representa, sin
duda, la integridad familiar tal como la idealizan las clases acomodadas de la
sociedad.

Charreada y cultura criolla


Pero si todo esto son hechos probados, ¿por qué diantres también los charros
reivindican gustosamente unos orígenes revolucionarios? Dicen que Francisco
Villa y Emiliano Zapata fueron charros notables y se da por sentado que los
actuales adeptos del deporte nacional, soldados del ejército de reserva de la
República, autorizados hasta hace poco años a llevar la pistola al cinto, sabrán
hacer honor a sus gloriosos predecesores en caso de necesidad. De hecho, el régi-
men político vigente y el partido que ha monopolizado el poder durante más de
setenta años, hasta el año de nuestra investigación (2000), también son un lega-
do de la Revolución, a pesar de su orientación neoliberal pronorteamericana, y
algunos de los charros más influyentes participan en ellos. Así, por ejemplo, el
Presidente de la Federación Nacional de la Charrería que pudimos conocer,8 ele-
gido conforme a unas normas estatutarias calcadas de las normas constituciona-
les de la República mexicana, había desarrollado anteriormente una carrera de
diputado. En los años 30, en Tlaxcala, el fundador de una gran dinastía de cha-
rros ocupó sucesivamente los cargos de gobernador del estado y de presidente de
la federación.
Resulta aún más sorprendente la tendencia de los charros a considerarse
herederos de los antiguos mexicanos, cuando su tipo físico y sus costumbres
parecen emparentarles más bien con los europeos. También en este aspecto se
hacen eco de la ideología nacionalista oficial, la visión criolla del mundo que a
partir del siglo XVIII basó la identidad mexicana en el esplendor rehabilitado
de las civilizaciones mesoamericanas anteriores a la conquista, ese paraíso per-
dido por culpa de los españoles. En la práctica, este rousseauismo criollo impli-
caba la alianza matrimonial, política y económica entre las burguesías criolla y
mestiza. Con ello, los mestizos que habían ascendido cortaban definitivamen-
te sus lazos con el universo indígena estigmatizado, el de la servidumbre y la
pobreza. Al mismo tiempo, ello permitía mantener a distancia al indio real
–dado que toda posibilidad de ascenso social pasaba necesariamente por el
80 mestizaje, es decir, por el «blanqueo» de la piel y de la cultura– y vincular a su
gloriosa ascendencia azteca el conjunto de una sociedad que continuaba estan-
do marcada por la sangre indígena, toda vez que ésta formaba parte de su com-
posición plural.

8. «Conocer» es sin duda una expresión exagerada ya que, a pesar de nuestras repetidas solicitudes,
nos fue imposible mantener una entrevista con ese caballero, casi tan bien protegido por sus
secretarios como si fuera un jefe de Estado.

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La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

El criollo-mestizo querría expulsar al español, del que procede, en nombre de


una fantasmagórica pureza indígena perdida; con ello, margina al indio real
«abastardado» en nombre de esa misma concepción purista que, de hecho, no es
otra que la de la antigua ideología hispánica de la casta, que se siguió mante-
niendo a pesar del desmoronamiento del orden colonial. En el medio charro, este
tejido de contradicciones adquiere una coherencia a través de las estrategias
matrimoniales, cuyo sentido es indisociable de la representación del caballo. En
efecto, la reproducción de esta élite establece un sabio equilibrio entre consan-
guinidad –heredada directamente de la aristocracia española–, homogamia –la
práctica o la pasión charra compartidas son signos de identificación en este sen-
tido– y alianzas con pares procedentes de las regiones europeas más prestigiosas:
España, sin duda, pero también el Reino Unido, Francia o Italia.9 Encontramos
aquí una analogía entre las prácticas de la alianza y las de la selección genética de
los caballos. Igual que en el caso del famoso «cuarto
de milla» –resultado del cruce de un pura sangre La reproducción de esta
inglés con una yegua criolla–, se valora la mezcla de
los orígenes europeos procedentes directamente del
élite establece un sabio
exterior, por un lado, y por el otro lado, «criolliza- equilibrio entre
dos», o sea, enraizados en México por obra de la tra-
dición familiar y el patriotismo «proazteca».10
consanguinidad,
homogamia, y alianzas con
El jaripeo ranchero, o la suerte de los
«bastardos»
pares procedentes de las
En contraste con el carácter compuesto, colectivo regiones europeas más
y rígidamente codificado de una charreada, domina-
da por la figura del caballo y el manejo pautado de la
prestigiosas

9. Portadores del proyecto independentista en el siglo XVIII, los criollos muy pronto procuraron
forjar alianzas matrimoniales con los burgueses mestizos pero también con los europeos que acu-
dían a establecerse en México. Estas aportaciones se intensificaron a finales del siglo XIX con la
llegada de nuevos colonos, empresarios atraídos por la política de Porfirio Díaz, sumamente gene-
rosa con los capitales extranjeros. Las costumbres matrimoniales de la gran burguesía charra han
continuado estando marcadas desde entonces, por lo menos en Tlaxcala, por la dialéctica de la
consanguinidad y de la alianza con extranjeros «de valía», europeos y norteamericanos.
10. La raza equina llamada «azteca» –creada recientemente bajo la égida de la casa Domecq espa-
ñola por su adecuación para el ejercicio de la charreada–, aunque todavía no ha alcanzado la
importancia que querrían conferirle sus promotores en el medio charro, ofrece un ejemplo par-
ticularmente interesante de las proyecciones ideológicas de los criollos sobre la selección de los
caballos. Estas son las palabras de uno de sus panegiristas, don Rodolfo Garcia-Bravo (citado
por Chávez, 1993: 22-23): «... es cierto que el caballo cuarto de milla, con todas sus buenas
características, difería del antiguo caballo mexicano [...] Es justamente el antiguo caballo criollo
81
mexicano de indiscutible calidad y belleza el que se busca, y ya empieza a encontrarse, en el
caballo azteca de nuestros días».
Es preciso tener presente que para recuperar esa «pureza original» del caballo mexicano, los zoo-
técnicos y genetistas que participan en la empresa han decidido cruzar a purasangres andaluces
(los caballos de Cortés...) con yeguas «cuarto de milla» o criollas de características bien marca-
das (ibídem: 22). Esta combinación persigue el objetivo de recuperar una raza «azteca» eviden-
temente mítica (los aztecas no conocían el caballo), pero que tiene el mérito imaginario de situar
el ideal criollo bajo la égida de la gran civilización mexicana.

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cuerda de ixtle, la reata, el jaripeo ranchero es un deporte individual que tiene


como únicos protagonistas al jinete que monta el toro y su adversario animal.11
La difusión geográfica de este espectáculo, lejos de tener un alcance nacional, se
limita al medio rural o suburbano de algunos estados del centro y el sur de la
República Mexicana con abundantes comunidades indígenas (Morelos o Oaxaca,
por ejemplo). En la región escogida para nuestro estudio, el valle poblano-tlax-
calteca, existe una frontera que separa una zona septentrional mestizo-criolla,
situada entre las ciudades de Tlaxcala y Huamantla, donde se practica única-
mente la charreada y la corrida, y una zona meridional que abarca toda la parte
sur del estado de Puebla, donde confluyen las laderas meridionales del volcán La
Malinche y las laderas orientales del Popocatépetl que todavía albergan comuni-
dades de habla náhuatl. En casi todos los pueblos de esta segunda zona, se cele-
bran jaripeos con ocasión de las fiestas patronales.
Hasta los años 1970, el jaripeo en su forma corriente era un deporte de cam-
pesinos que montaban sus propios toros de labor y en
El rodeo, de origen el que participaban peones, equipados con sarapes a
guisa de capotes, y jinetes montados sobre caballos de
mexicano, emblemático de labranza, que agitaban desordenadamente sus reatas
los Estados Unidos y de en una violenta parodia de la charreada.12 Luego, a
partir de los años 1980, se empezó a desarrollar el
sus cow-boys, se ha jaripeo ranchero «profesional», una forma de espectá-
difundido luego en México culo más estructurado, con influencias del rodeo nor-
teamericano. En relación con este particular, resulta
a través de un efecto de curioso, por otra parte, que el rodeo, de origen mexi-
«aculturación de retorno» cano, haya llegado a ser emblemático de los Estados
Unidos y de sus cow-boys, para difundirse luego en
y como modelo para México, a través de un efecto de «aculturación de
transformar el jaripeo retorno», y para servirlo de modelo para la transfor-
mación del jaripeo en un espectáculo.
en un espectáculo El jaripeo ranchero, que está destinado a evolucio-
nar más aún, de momento sigue siendo un espectá-
culo rural y festivo ofrecido por las mayordomías. Estas cofradías cívico-religiosas,
acogidas al amparo del santo patrón del pueblo o del barrio, tienen como finali-
dad recoger a lo largo del año las aportaciones de sus habitantes para garantizar
el cumplimiento de la obligación festiva: procesiones, fuegos artificiales, música,
bebidas alcohólicas, comidas y finalmente también espectáculos de jaripeo.13

82 11. Debemos destacar, no obstante, la existencia de una competición charra interindividual, el cha-
rro completo, en la que un mismo ejecutante realiza todos los números antes descritos excepto la
terna. Esta forma, aunque muy apreciada, no deja de ser excepcional.
12. Se puede encontrar una magnífica descripción en la famosa novela de Malcolm Lowry, Au-des-
sous du volcan, París, Buchet-Chastel 1971, ps. 289-317 (traducción castellana: Bajo el volcán,
Barcelona, Tusquets, 1999).
13. Evidentemente, los recursos agrícolas no bastan por sí solos para financiar las fiestas. En este
aspecto, es de primordial importancia la aportación de los aldeanos emigrados a Puebla, en
México, o a los Estados Unidos.

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La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

Existe una comisión especializada para cada uno de estos apartados, que se encar-
ga de reunir los fondos necesarios. Un jaripeo puede costar, según los casos, entre
7000 y 16 000 pesos, o sea, entre 760 y 1980 euros, sin contar la música.
El terreno de juego, de superficie variable, es una arena desmontable de tubos
metálicos o a veces de vigas de madera, instalada en un campo yermo o en la
plaza del pueblo. Está equipada con un «cajón» parecido al que se utiliza en las
charreadas, pero más grande, y un corral que comunica con la pista. Los toros lle-
van un nombre de tipo metafórico (El Avión, El Tyson –por el nombre del boxe-
ador–, El Tigre, etc.) que evoca la fuerza combativa que les ha hecho famosos.
Pueden pesar hasta 800 kg. y ofrecen una apariencia de solidez que contrasta con
la de los novillos utilizados en el deporte charro. Mucho mayores que los ante-
riores (de cinco a diez años como media), comparten sin embargo dos rasgos
importantes con ellos: algunos carecen de cuernos, lo cual se considera irrelevan-
te también en este contexto, y todos son de origen bastardo, o sea, producto de
cruces entre las razas suiza, criolla y cebú. Dicen que el animal de pura raza no
es adecuado para esta práctica, ni siquiera el toro bravo de las corridas.
En general, los ganaderos no dedican su propio ganado a la reproducción, sino
que compran toros adultos a otros criadores que se dedican sobre todo al abaste-
cimiento de los mataderos, de los pequeños rancheros e incluso de campesinos
que poseen algunas cabezas de ganado de labor. Estos animales «cansados» se
prueban luego en el espectáculo. Si se muestran suficientemente agresivos, pue-
den hacer carrera y su valor económico pasa de los 5000 pesos (530 euros) para
el toro de engorde hasta los 70 000 pesos (7600 euros) para el toro de reparo.
A semejanza de lo que ocurre con el ganado, también los jinetes que se presen-
tan en la arena se caracterizan por su mestizaje, pero en su caso lo que destaca son
las connotaciones más desvalorizantes de éste, debido a una excesiva proximidad
con el indio «de verdad». Son jóvenes de origen social sumamente modesto, cam-
pesino, criados en los pueblos o en los barrios populares de ciudades como Atlixco
(Puebla), o también incluso en comunidades indígenas de cuya existencia preca-
ria intentan huir practicando un deporte sin duda peligroso, pero relativamente
bien pagado en comparación con los trabajos del campo. Según la categoría del
espectáculo y la fama del jinete, los que actúan como «profesionales» pueden per-
cibir entre 200 y 2000 pesos (entre 21 y 210 euros). De hecho, son raros los jine-
tes profesionales que se dediquen exclusivamente al jaripeo; la mayoría tiene un
trabajo más o menos estable o trabajan en el campo en la época de las cosechas.
Estos valerosos oficiantes carecen de un estatus reconocido y no cuentan con una
cobertura social ni una organización corporativa que les defienda. La única estruc-
tura colectiva que les engloba es efímera, puesto que apenas dura el tiempo de un
espectáculo; se trata de la palomilla, el equipo de jinetes, asociados así metafórica- 83
mente a los «parásitos» sociales. Esta palomilla está dirigida por un «jefe» o «capi-
tán» que es el encargado de contratar y pagar a los jinetes con cargo al montante
global que ha recibido del organizador. Una vez concluido el espectáculo, nada
une ya a los miembros de la palomilla como no sea la amistad.
Como los «vaqueros solitarios», a quienes admiran disimuladamente, la
mayoría de los jinetes son jóvenes solteros más bien aficionados a las aventuras
fáciles y a la sexualidad libre; cuando deciden casarse y fundar un hogar, aban-

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donan la carrera de los ruedos. Su tipo físico está fuertemente marcado por la
ascendencia indígena y a veces incluso africana. En la arena, les gusta acentuar
su aspecto de outsiders luciendo sombreros de estilo tejano o chaparreras de vivos
colores, adornadas con estrellas y pintura fluorescente, que proclaman su nom-
bre artístico. El uso de espuelas en forma de espolones que, clavadas en los flan-
cos del toro, les permiten resistir mejor la prueba que deben sufrir, acentúa su
porte agresivo. Estos accesorios y vestimenta les distinguen claramente de los
charros, que no tolerarían estas fantasías tan poco compatibles con su ideología
purista.
Otro rasgo distintivo: los jinetes no han llegado a serlo por tradición familiar
sino claramente en virtud de una vocación individual fortalecida por lazos extra-
familiares. Instigados por sus compañeros y por el ambiente de las fiestas de pue-
blo, primero empezaron montando animales diversos: burros, corderos, mulas, y
a entrenarse con un «toro mecánico» fabricado por ellos mismos (un barril metá-
lico suspendido por cuerdas de las ramas de un árbol, que se hace «bailotear» imi-
tando a un toro furioso). Luego se lanzaron a esa breve y casi desesperante carre-
ra en la que viven en contacto con una muerte virtual, «por gusto» y para
conseguir algún dinero y lucirse ante las jóvenes, que evidentemente están exclui-
das del espectáculo y sólo forman parte del público.
El caballo no interviene aquí; presente en la forma original del jaripeo que
hemos recordado antes, el proceso de codificación lo eliminó, al igual, por otra
parte, que el uso de capas de torero o de sarapes por los peones (los caporales
que acompañan al ganadero), una técnica que obligaba al toro montado a bajar
la cabeza en detrimento del jinete. Se saca al animal, sujeto por delante con un
lazo de cáñamo prolongado por una cuerda de nailon (o al revés, según los
casos) y se le conduce a través de la pista. Ésta está ocupada por una diversidad
de ayudantes y aficionados más o menos ebrios a los que el comentarista reco-
mienda –sin ningún éxito, por cierto– que abandonen la zona. Conviene seña-
lar, dicho sea de paso, que los campesinos del altiplano utilizan de manera
habitual la técnica de sujeción con dos cuerdas bastas y de materiales distintos,
anudadas entre sí, para manejar sus burros o sus mulas. En el contexto de la
arena, ésta evoca la bastardía que caracteriza el jaripeo, en contraste con el esen-
cialismo de la charreada, representado, además de por el caballo, por el uso de
la reata, la cuerda de ixtle, vínculo simbólico con una ascendencia indígena ide-
alizada.
El toro de jaripeo, dirigido «como un mulo» por los caporales de a pie y por el
propio ganadero, se encierra en el cajón de monta. Una vez allí, se desliza un pre-
tal de sujeción bajo su pecho y un pretal beligero, adornado con campanillas que
84 cuelgan a la altura de sus testículos, alrededor de las ancas. Se supone que este
aparejo excita la combatividad del animal, puesto que le «hace cosquillas» en el
órgano genital a la vez que reproduce el sonido dulce y familiar de las vacas cuan-
do pacen en los prados. Finalmente, se recubren con fundas de cuero los cuernos
del toro, si los tiene.
El jinete, apostado sobre el cajón, con las piernas separadas, los brazos incli-
nados hacia abajo y las manos asidas al pretal, da la señal de comenzar. Todo el
acto se desarrolla entonces en un santiamén: el hombre se sienta y los caporales

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La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

abren simultáneamente la puerta del cajón. El toro, al sentir a la vez el peso del
jinete y el espolón de «castigo» de las espuelas –con un efecto comparable al de
una pica de corrida, según un ganadero–, se precipita furioso hacia la pista. Otros
caporales intentan atraer su atención haciendo girar lazos de cuerda de cáñamo o
de nailon sobre su cabeza. Para resistir los violentos reparos del toro, el jinete debe
acoplarse a su ritmo mediante un balanceo hacia atrás y hacia delante de las cade-
ras, que evoca de manera muy clara el acto sexual. El comentarista puntúa su dis-
curso con gritos de «¡Compadre!» dirigidos al hombre para animarlo. Es bien
conocida la importancia que tiene en México la institución del compadrazgo,
prolongación ritualizada del grupo familiar (Nutini & Bell, 1989), pero en este
caso no existe, de hecho, ninguna relación de este tipo entre el jinete y el comen-
tarista. Según un informador, los hombres no se tratan de compadre a menos que
en verdad lo sean, salvo en el caso de que hayan mantenido relaciones extracon-
yugales con la misma mujer. En el caso que aquí nos ocupa, es posible que el
comentarista pretenda indicar, simbólicamente, que el toro es esa amante común,
tal como sugieren las innumerables alusiones al apareamiento que, por otra parte,
también profiere.
Con los temibles animales de jaripeo, los acciden-
tes son, sin embargo, frecuentes y graves, mortales a El jaripeo es un avatar
veces, sobre todo cuando el jinete se ve arrojado de su
montura sin haber podido desprender las espuelas y
combinado de la cultura
es arrastrado cabeza abajo, suspendido por los pies. campesina mexicana,
Cuando esto sucede, la intervención de los caporales,
que se encargan de distraer al toro y capturarlo con el
la fiesta foránea y
lazo, es decisiva. Otro personaje, que sólo está pre- las costumbres
sente en los jaripeos «de gala» y es objeto de un res-
peto casi supersticioso, es el payaso. Con la cara pin-
noctámbulas urbanas
tada, vestido de harapos, éste si sitúa frente al toro, a
algunos metros de distancia, para provocarlo con la ayuda de un trapo rojo o
multicolor, una capa de torero grotesca. En caso de accidente, es el primero en
acudir a salvar al jinete y puede ser que reciba una malintencionada cabezada
como pago por su valor. Todos los jinetes lo dicen: «el payaso puede salvarte la
vida», aunque sólo intervenga en el espectáculo como un elemento adoptado del
rodeo norteamericano.
Para apaciguar la tensión provocada por la actuación de los jinetes, pero tam-
bién, desde un punto de vista más prosaico, para llenar los largos tiempos muer-
tos entre monta y monta, se proponen juegos burlescos en los que pueden par-
ticipar los niños y jóvenes presentes entre el público. Los participantes reciben
premios otorgados en función del aplaudímetro; este mismo procedimiento, 85
eminentemente popular, también se aplica, por otra parte, para designar al
mejor jinete al final de la competición. Mientras tanto, la comisión festiva
encargada de esta importante tarea reparte gratuitamente el tecuin, una especie
de ponche de aguardiente y fruta cocida. El público familiar lo agradece y tam-
bién los jinetes, que encuentran en el alcohol y más discretamente también en
la marihuana o la cocaína buenos estimulantes para enfrentarse con la violencia
del toro y las miradas de las jóvenes a las que desean. El jaripeo es un avatar

HAFO, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

combinado de la cultura campesina mexicana, la fiesta foránea y las costumbres


noctámbulas urbanas.

«Toritos» artificiales y pavos, o la burla festiva de la monta


En casi todos los pueblos del valle poblano-tlaxcalteca, las fiestas patronales o
de carnaval incluyen el baile de un torito de cohetes, un pequeño toro adornado
con cohetes de fuegos artificiales. Éste es un maniquí de hechura grosera, for-
mado por una armadura de cañas secas y un revestimiento de papel de embala-
je pintado de negro y blanco para evocar el pelaje del ganado vacuno. La cabe-
za está provista de cuernos de papel mâché o de cuernos auténticos. El cuerpo
está enmarcado por los extremos del armazón, destinados a sostener los cohetes
pirotécnicos. La «quema del torito» (en la que, de hecho, sólo se queman los
cohetes, mientras que el cuerpo se mantiene intacto y se puede volver a utilizar)
tiene lugar en un momento clave de la festividad, ya sea la vigilia del santo
patrón, ya sea como conclusión (remate) del carnaval. Sin embargo, antes de que
llegue ese momento, la figura animal se pasea en procesión o en un desfile, o
bien se exhibe sencillamente ante el público en el lugar donde se van a encen-
der los cohetes que sostiene, la mayoría de las veces el atrio de la iglesia. Dos
momentos en los que se puede observar, por lo tanto, una modalidad técnica
que constituye una inversión burlesca de la monta del toro: cuando se trans-
porta para presentarlo (ofrendarlo, cabría decir) y «quemarlo», un hombre lleva
en andas sobre la espalda, cabeza y hombros al «torito» y lo hace bailotear mien-
tras se abre paso entre la multitud. En esta inversión lúdica tanto del jaripeo
como de la charreada, ¡un toro monta al hombre que brinca!14 Un hombre cual-
quiera, además, puesto que en principio no existe el oficio de portador del «tori-
to». Quienes lo desean se hacen cargo de ello y el juego consiste en pasarse el
objeto de uno a otro, a fin de que cada voluntario pueda disfrutar de él un rato.
Evidentemente, no deja de ser un ejercicio peligroso y los accidentes causados
por cohetes incontrolados son frecuentes. La normativa federal prohibe, por lo
demás, este juego, aunque la prohibición nunca se ha aplicado. ¡Qué lejos nos
encontramos de la ceremoniosa charreada criolla, sus emblemas nacionalistas y
su reglamento que obliga al mexicano empírico –una flor no hace verano– a res-
petar escrupulosamente la ley!
San Miguel Tenancingo, en el extremo sur del estado de Tlaxcala, es un pue-
blo náhuatl actualmente mestizo en gran parte y urbanizado, aunque todavía se

14. En México existen una gran diversidad de «toritos» y de formas ritualizadas de hacerlos bailar
86 (Galinier 1990; Reifler Bricker 1986; Soustelle 1941). El rasgo común es que el «torito» se
transporta alzado sobre la cabeza, de manera que parece montar al hombre.
En la época prehispánica, el transporte de mercancías y de personas se realizaba mediante
porteadores (tamemes) que los cargaban sobre la espalda. Si a ello se suma la importancia
ritual y mitológica de los teomama, los porteadores de los dioses de origen chichimeca que
también llevaban su carga sobre la espalda (Duverger, 1983: 188, 210), se puede proponer
una hipótesis estimulante: aunque el caballo y el toro eran desconocidos para los indios, el
procedimiento de la monta era absolutamente habitual entre ellos antes de la llegada de los
españoles.

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La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

observe una tasa relativamente elevada de endogamia territorial.15 Durante el


carnaval, el «torito» constituye aquí el verdadero contrapunto del charro, que cie-
rra un ciclo de alteración ritual del orden impuesto por este último. Aunque el
personaje del charro puede participar con sus atributos clásicos en algunos car-
navales del valle poblano-tlaxcalteca,16 en Tenancingo se trata de una caricatura
del hombre blanco, cuyos signos distintivos más evidentes son la máscara de bur-
gués a la moda de 1900, el lujo barroco de su atavío y el manejo de un látigo de
ixtle, llamado cuarta o chirrión, que la memoria colectiva asocia con los terribles
capataces mestizos de las haciendas.
Cada uno de los seis barrios tradicionalmente endogámicos en los que se divi-
de la villa cuenta con una camada de charros organizada por una comisión de
barrio, constituida siguiendo el modelo de una «mayordomía» con su sistema de
cuotas. El objetivo de cada camada es superar a sus rivales en número de parti-
cipantes, en la interpretación de las coreografías preestablecidas y, sobre todo, en
el lujo de los trajes que luce. Los charros, flanqueados por una orquesta que
interpreta melodías programadas y repetitivas, en una parodia de las contradan-
zas francesas del siglo XIX, que probablemente se
remonta a la época del Imperio de Maximiliano, des- Entre los charros,
filan bailando por turnos desde su barrio hasta la
plaza del pueblo. Subrayan sus movimientos con un sus acólitos y la muñeca,
agudo grito de júbilo, que evoca al macho en celo vemos perfilarse un
pero también –luego volveremos sobre esta impre-
sión personal– el cacareo de un pavo. En su coreo- ideal de mestizaje que
grafía, forman un círculo en torno a sus vasallos y concuerda con la
vasallas, hombres de diferentes edades, enmascarados
y vestidos al estilo de los criados europeos de la belle evolución exogámica
époque, y muchachas núbiles que acompañan la modernizante del pueblo
música agitando un sonajero de origen prehispánico.
Estas últimas van vestidas como las misses de los concursos de belleza, sin más-
cara, con el rostro cobrizo descubierto. Una de ellas es la encargada de dirigir la
procesión haciendo bailar una muñeca tipo «Barbie», de piel sonrosada y cabe-
llos rubio platino, que sostiene entre sus manos. La muñeca –que en el contex-
to de ese pueblo significa la otredad absoluta, la güera criolla, pero también el
sex symbol procedente del norte, de los Estados Unidos, a donde han emigrado
muchas gentes de Tenancingo y que permiten mantener la tradición gracias a

15. Se trata de una endogamia no sólo a escala del pueblo sino también del barrio. En efecto, tra-
dicionalmente la gente se casa con personas del mismo «distrito» (el pueblo está dividido en cua- 87
tro distritos, a los que hace poco se añadieron dos «colonias»). No obstante, esta tendencia se ha
debilitado un poco desde hace treinta años, con el progresivo mestizaje de Tenancingo a través
de la integración de poblaciones exógenas.
16. Por ejemplo, en Santiago Xalizintla, una comunidad náhuatl emplazada en las laderas del vol-
cán Popocatepetl (en el estado de Puebla), las autoridades municipales entregan el bastón de
mando a charros enmascarados, que son los encargados de mantener el orden, justo antes del
inicio de un combate ritual entre los jóvenes de los dos barrios antagonistas del pueblo (comu-
nicación personal de Ricardo Romano Garrido).

HAFO, 2, 28, 2002


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sus ingresos– es la mascota de la «camada». Entre los charros, sus acólitos y la


muñeca, vemos perfilarse un ideal de mestizaje que concuerda con la evolución
exogámica modernizante del pueblo. Nos encontramos ante una representación
del orden ilustrado de los criollos… que prevalece hasta que aparecen los «tore-
ros» y su «torito», el domingo siguiente al Miércoles de Ceniza, para el «rema-
te» del carnaval.
Ese domingo, a las ocho de la mañana, cuando el pueblo todavía está impreg-
nado de las melodías alegremente mecánicas que amenizaron la actuación de las
bandas de charros, seis hordas de personajes amenazadores, los «toreros», salen de
sus barrios respectivos, ya ebrios de alcohol y cocaína, y confluyen en la plaza
repleta de gente. Aunque sus vestimentas delirantes son distintivas de cada
barrio, se trata de hombres anónimos que no se conocen entre sí, cada uno de los
cuales ha decidido por su cuenta salir «de torero». Pavorosos, con una mala fama
general de tunantes o incluso de violadores en potencia, lucen, en vez de los ros-
tros de aristócratas blancos, máscaras de animales salvajes (lobos, osos), de mons-
truos fantásticos o de luchadores de feria. Debido a su presencia inquietante,
algunos padres se resisten a permitir que sus hijas formen parte del grupo de
«vasallas», las jóvenes casaderas vestidas a la moda sexy norteamericana, expuestas
a las miradas lúbricas.
Salta a la vista que los toreros y los charros del carnaval de Tenancingo son
figuras opuestas, igual que sucede con los charros serios y los jinetes del jaripeo.
En contraste con los charros y sus vasallos, que representan la integridad familiar
y el equilibrio del «buen mestizaje», los toreros son la expresión de la cara oscu-
ra del proceso que reduce ineluctablemente a las sociedades indígenas a un pobre
residuo: su combate entre barrios parece un último coletazo de la endogamia tra-
dicional, que poco a poco va perdiendo peso frente a la renovación humana del
pueblo. Se trata de un enfrentamiento colectivo a golpes de chirrión, de una vio-
lencia espantosa. El objetivo es obviamente acabar imponiendo la supremacía de
un barrio sobre los demás; los medios para conseguirlo, relativamente codifica-
dos al principio (azotar la tibia protegida de los adversarios), muy pronto se des-
controlan. Algunos emergen del zafarrancho con el pecho o la cara ensangrenta-
dos, otros no soportan el «estilo» del enfrentamiento y llegan a las manos.
Afortunadamente, cada grupo está dirigido por seis «patrones» que ordenan el
cese de las hostilidades y la retirada al barrio de origen cuando la situación se
encona demasiado. La última cuadrilla de toreros que queda en la plaza, después
de una hora larga de encarnizada lucha, es proclamada vencedora.
Los toreros ya no vuelven a salir hasta la noche, cuando acuden a quemar el
«torito» de su barrio en el atrio de la iglesia. Con este objeto, designan a un por-
88 teador, un antiguo «torero» acostumbrado al ejercicio, que debe obtener una
autorización de la policía municipal. Sus compañeros le «torean», disfrazados,
bailando en corro a su alrededor mientras dan toda la vuelta al atrio. Con ello
consagran su disociación de las gentes corrientes del pueblo, arrebatándoles –con
la colaboración paradójica de las fuerzas del orden– un juego que en su plantea-
miento general (véase antes) corresponde a una fantasía popular que se desarro-
lla espontáneamente al margen de todo marco legal. Una vez quemado el «tori-
to», cada cuadrilla de toreros se reúne con la camada de su barrio en la plaza para

HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

Fig. 3. San Miguel Tenancingo, Tlaxcala. (Fotografía de F. Saumade). Toreros de carnaval preparan-
do la pelea.

bailar con los charros rodeando a los vasallos y vasallas. Ésta es la señal que marca
el fin del Carnaval y el comienzo de la Cuaresma.17 y 18
El final del carnaval, incorporado a la dramaturgia escatológica tradicional de
los nahuas, coincide con el momento ritualizado en el que los toreros, después de
quemar su «torito», se incorporan al grupo de los charros, esto es, el momento en
que el «mestizaje malo» –demasiado cercano al indio– anula los efectos del «mes-
tizaje bueno» y condena a la cultura local a hundirse en la insignificancia, supe-
rada por la inevitable modernización del pueblo. Esta representación constituye
una amenaza para la virginidad de las jóvenes «confirmadas», de unos quince
años de edad, y por lo tanto para su idoneidad para ser entregadas honorable-
mente en matrimonio.
En Tenancingo, esta amenaza se conjura por medio de un rito nupcial extrarre-
ligioso, que una vez más adopta la forma de una danza. Después de que los invita-
dos hayan compartido el mole de guajolote, el padrino de boda ofrece a los recién
casados una gran cesta que contiene una pierna de cerdo cruda y varias botellas de
aguardiente; el padre de la novia le entrega a cambio una cesta con dos pavos gui-
sados y un pavo crudo, que debe ser obligatoriamente macho. La orquesta inter-

89
17. Sin embargo, en casi todo el estado de Tlaxcala, las camadas vuelven a salir todos los fines de
semana siguientes hasta la Pascua, una manera evidentemente muy curiosa de respetar el perio-
do cuaresmal.
18. Muy significativamente, el principal organizador de la camada de charros más importante de
Tenancingo nos dijo que en el pueblo era tradicional casarse con personas de otro barrio. Es una
manera de «olvidar» la realidad endogámica de los barrios para elevar a la categoría de tradición
una tendencia exogámica acorde con el «buen mestizaje» que preconiza la ideología criolla
dominante.

HAFO, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

preta entonces una melodía de carnaval y el abuelo inaugura el baile cogiendo el


cesto que contiene el cerdo y las botellas y haciéndolo circular entre cuantos quie-
ran sostenerlo, del mismo modo que pasa de mano en mano el «torito» iluminado
cuando no lo acaparan los «toreros». El padrino de bodas coge un pavo guisado por
las patas y lo desliza por encima del hombro y por su espalda; luego le pasa el ave
a un compañero, conforme al mismo principio rotatorio, para coger luego al pavo
vivo por las patas y sostenerlo por encima del hombro, siguiendo el compás. El
hombre «montado por los pavos» acaba pasándole el animal a un compadre mien-
tras los demás invitados bailan en corro a su alrededor sosteniendo toda clase de
objetos domésticos. La casa baila y todo baila: cestos, cucharas y cucharones de
madera, ollas, cántaros, jarrones de flores y botellas de ron...
El origen de esta curiosa coreografía es manifiestamente posterior a la
Conquista, igual que las de la danza del «torito» y del carnaval a las que remite
implícitamente.19 Según todas las hipótesis, es el resultado del contacto intercul-
tural (o mestizaje) que permitió contraponer el pavo, animal doméstico mesoa-
mericano, al toro, animal doméstico europeo pero que por su comportamiento
agresivo siempre está expuesto a ser reenviado, junto con el hombre que lo pro-
voca, a la categoría de lo salvaje. La asociación con
El origen de esta esta agresividad explica, evidentemente, la peligrosi-
dad de la danza del «torito» y el hecho de que en
curiosa coreografía es el Tenancingo ésta se confíe a violentos toreros de car-
resultado del contacto naval, disfrazados con máscaras de monstruos y ani-
males salvajes. Para contrarrestar esta amenaza, un
intercultural (o mestizaje) personaje emblemático de la respetabilidad social, el
que permitió contraponer padrino de bodas, que por otra parte suele desempe-
ñar a menudo el papel de charro o de vasallo duran-
el pavo al toro te el carnaval, hace bailar al pavo, que sostiene como
si fuese un «torito», o sea, como si el animal montase al hombre, pero en este caso
sin ningún riesgo, sino más bien como augurio de la estabilidad del nuevo enla-
ce en una sociedad donde el mestizaje se considera una virtud.20 Podemos empe-
19. Ni Sahagún (TII, 1938: p. 150 sq), ni Acosta (1940: p. 266) ni Torquemada (TIV, 1977: p. 153
sq), ninguno de estos cronistas clásicos del universo prehispánico menciona el rito cuando se refie-
ren a las ceremonias matrimoniales entre los nahua. Cuando D. Muñoz Camargo (1986: p. 166),
el primer historiador mestizo de Tlaxcala describe, en el siglo XVI, los banquetes de bodas de tra-
dición prehispánica, no incluye al pavo en la composición del «menú» y cita sobre todo a los ani-
males de caza, como el ciervo o las aves. Todo hace pensar, por lo tanto, que la danza del pavo, así
como la omnipresencia de la carne de este animal en las comidas festivas, son rasgos culturales pos-
teriores a la Conquista. La presente descripción etnográfica es parcial, ya que existen otras varian-
tes de este rito en el estado de Tlaxcala (véase, por ejemplo, Corona Popocatl, 1970: p. 50) en las
90 que se mantiene, no obstante, el principio del baile con el pavo sostenido sobre el hombro.
20. Aunque el rito sea posterior a la Conquista, la asociación del pavo con las convenciones matrimo-
niales y sexuales parece ser de origen prehispánico. Según Guilhem Olivier, cuando analiza la mito-
logía azteca relativa al dios Tezcatlipoca (1997: p. 138): «La asociación del pavo con el pecado y la
suciedad se contrapone a la del perro y el buitre. En efecto, se suponía que dicho animal moría
cuando entraba en contacto con personas adúlteras y que la carne de la protuberancia que exhibe
en la cabeza tenía la propiedad de causar impotencia [...] El papel del pavo es ambiguo, puesto que
puede intervenir como culpable de Tamoanchan (la transgresión original, NDLR) pero también
como el vehículo del castigo de los culpables de transgresiones, sobre todo sexuales.»

HAFO, 2, 28, 2002


La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

zar a otorgar, por consiguiente, un cierto crédito a la intuición antes expuesta, en


el sentido de que el charro caricaturesco que participa en el corro coreográfico
que rodea celosamente a las jóvenes vasallas emite un grito codificado cuya tona-
lidad burlona recuerda el cacareo de un pavo.21

El ciervo, cuarta figura


Si ahora podemos explicarnos por qué los mexicanos del valle poblano-tlaxcal-
teca se «dejan montar» paródicamente por toros y pavos, todavía nos falta resolver
el interrogante inicial: ¿por qué montan a los toros y por qué los han «tomado por
caballos»? Hasta el momento, hemos deducido los detalles de una explicación en
términos sociológicos de la contraposición entre la charreada de las élites y el jari-
peo popular en torno a tres ejes técnicos: la importancia relativa de la monta del
toro, escasa en la charreada, esencial en el jaripeo; el uso del caballo, esencial en la
charreada, casi inexistente en el jaripeo; y el empleo de la soga, de carácter purista
y estetizante en la charreada, bastardo y utilitario en el jaripeo. Con respecto a esta
última técnica, cabe señalar que, igual que en la cultura europea implica connota-
ciones simbólicas evidentes de orden sexual y matrimonial –como indican metáfo-
ras tópicas como la de «echarse la soga al cuello»–, ésta parece revestir una signifi-
cación análoga en el universo prehispánico (Lockhart, 1999: 495). Por
consiguiente, el refinado manejo de una reata de ixtle
para lazar a las «yeguas salvajes» y a los «toritos domés- ¿Por qué montan a los
ticos» evocaría el buen matrimonio que está destinado
a hacer el charro, sucesor de los grandes hacendados toros y por qué los han
ganaderos mestizo-criollos. En la jerga de los criadores «tomado por caballos»?
de toros, el término reata designa la ascendencia fami-
liar consanguínea de los ejemplares bien seleccionados. Finalmente, la palabra tam-
bién puede designar en lenguaje vulgar el sexo masculino (Santamaría, 1959). En
contraste con esta reata sobrevalorada, el uso frustrante de cuerdas de materiales
diversos e innobles –reservados habitualmente para los burros y mulos– para con-
ducir a un toro peligroso y sexualmente ambiguo, fruto de un cruce estéril (que no
se reproduce directamente), montado por un individuo marginal y también estéril
(puesto que el matrimonio y la procreación son incompatibles, en principio, con la
actividad de jinete), remite a un medio mestizo-indígena miserable, estigmatizado
y condenado a la inexistencia social. El carnaval y los ritos matrimoniales en el pue-
blo de Tenancingo expresan, por su parte, en torno a las figuras de los charros paró-
dicos, de las vasallas, de los monstruos toreros, del «torito» y del pavo, la tensión
entre esos dos polos irreconciliables de la sociedad mexicana. Es preciso añadir que
los charros serios y los jinetes de jaripeo no se relacionan, no se conocen y los unos
no se interesan en absoluto por el espectáculo de los otros. Nos encontramos ante 91
un avatar de la antigua sociedad colonial de castas raciales, cuya génesis histórica
deberemos reconstruir ahora con el fin de resolver el enigma inicial de la monta del
toro desde un punto de vista antropológico.

21. En esta especie de gallináceas sólo el macho cacarea. Recordemos, no obstante, que el pavo que
se utiliza en la danza matrimonial debe ser necesariamente macho.

HAFO, 2, 28, 2002


Frédéric Saumade

Las crónicas de la Conquista coinciden en señalar que cuando llegaron los


españoles, los indios tomaron a los caballos por ciervos (maçatl, en náhuatl).
¿Cómo podían montar esos extraños hombres barbudos a un animal salvaje par-
ticularmente esquivo, una pieza de caza por excelencia, que los otomi acostum-
braban a cazar en batidas, en las que empleaban redes y lazos de cuerda de ixtle,
además de arcos y flechas? Era como para creer que se trataba de seres divinos y
los otomi, en efecto, lo creyeron hasta que en medio de la batalla, librada sin el
apoyo de sus maestros tlaxcaltecas, consiguieron matar tres caballos. Embajadores
tlaxcaltecas acudieron luego a excusarse ante Cortés, a quien explicaron que los
«bárbaros» otomi habían actuado al margen de sus órdenes y que estaban dis-
puestos a pagar ellos mismos por los caballos muertos en señal de desagravio. El
capitán español, que en realidad estaba rabioso porque los indios habían descu-
bierto el carácter mortal de los caballos, les dio entonces la respuesta genial de un
gran colonizador:
«... disimulando la pena, que tuvo, de que los Indios huviesen entendido,
que los caballos eran mortales: dixo, que no queria paga, porque presto le
vendrian otros muchos, de donde aquellos avian nacido».22
Con lo cual venía a decir: es cierto que el caballo
Los indios tomaron es mortal y lo habéis constatado, pero con la difusión
de la domesticación y la ganadería, de la que consti-
a los caballos por ciervos, tuye la representación más prestigiosa, su presencia
lo creyeron hasta que llegará a ser inmortal y el hombre español dominará
por esta vía el «Nuevo Mundo».
en medio de la batalla Este relato, redactado en fecha tardía por el monje
consiguieron matar Torquemada (la primera edición de Monarquía india-
na data de 1615), a partir de crónicas anteriores que
tres caballos por otra parte ofrecen versiones distintas del episodio
citado, tiene un claro aroma mitificador. Se trata del mito originario de una
sociedad que pasó de un universo prehispánico donde la domesticación de los
animales, limitada prácticamente al pavo y al perro, tenía muy poca importan-
cia, a un universo en el que todo estaría determinado por la domesticación de los
animales, pero también de los hombres, relegados dentro de un orden de castas
que los asimilaba a los animales.23 Era el mito originario de un poder que duran-
te largo tiempo se abstuvo de autorizar a los indios a montar a caballo, situando
al animal de la Conquista en un reducto separado, reservado para el uso de los
«hombres de razón», una manera de mantener entre los autóctonos la convicción
del carácter divino del caballo y, por lo tanto, de su calidad de «ciervo montado»,
un ser en el que se confundían a sus ojos las categorías de la naturaleza y la
92 cultura.

22. Torquemada, 1943: 419.


23. Sobre la importancia muy relativa de la domesticación en el México prehispánico, véase J.-P.
Digard (1992). En los inicios de la colonia, los españoles distinguían entre los «indios domésti-
cos» (indios mansos) del centro de México, que se habían sometido a su yugo y a la explotación
agrícola occidental, basada en el uso de animales, y los «indios salvajes» (indios bravos) del norte,
cazadores-recolectores que se resistían a adaptarse al molde «domesticador» europeo.

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La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)

De todo ello quedó el uso del término náhuatl maçatl (ciervo) para designar a
los caballos24 y, sobre todo, la clasificación indígena del ganado bovino, que for-
maba junto con el caballo el núcleo central del sistema agrícola de los españoles,
en una categoría intermedia. El bovino tenía cuernos como el ciervo y estaba
domesticado como el caballo, y en el proceso de domesticación podía perder sus
defensas, como resultado de los cruces genéticos y de los despuntes practicados
por los ganaderos, como el ciervo macho pierde las suyas por obra de la natura-
leza. Al montarlo como pasatiempo, o sea, al emplearlo como un caballo, los
peones de las haciendas resolvían el problema creado por la confusión de sus
antepasados: lo transformaban en ciervo, ya que su instinto lo impulsaba enton-
ces a corcovear para expulsar violentamente a quien lo montaba.25
El toro montado como pasatiempo, con su agresividad, era la configuración
que permitía establecer la equivalencia entre el ciervo –súmmum del salvajismo,
indomesticable y evidentemente imposible de montar, recurso de los grupos de
cazadores recolectores del Altiplano considerados, análogamente a lo que ocurría
con los otomi, como seres «primitivos» por los cultivadores nahuas– y el caballo,
súmmum de la domesticación, signo de la domina-
ción de la civilización europea.26 Esta representación, El toro montado como
intolerable para los espíritus racionalistas coloniales,
se invertiría en las fiestas de las comunidades aldeanas pasatiempo era la
donde el torito «montaba» al hombre corriente para configuración que permitía
simbolizar el ideal del mestizaje bien modulado, ideal
que amenazan los toreros de Tenancingo que arreba- establecer la equivalencia
tan la figura animal a la población para reservarse su entre el ciervo y el caballo,
uso con fines transgresores. Rizando el rizo, el pavo,
animal doméstico prehispánico, al «montar» al hom- signo de la dominación de
bre garantiza, con su padrinazgo, la validez social del la civilización europea
matrimonio en el seno de una comunidad que se está
abriendo, ineluctablemente, al exterior.

24. En el diccionario náhuatl-español de Remi Simeón (1977), publicado originariamente en 1885,


maçatl significa ciervo, animal salvaje; por extensión, caballo. Como puede verse, la confusión
fue pertinaz. Es preciso añadir también que el ciervo desapareció del altiplano central después
de la Conquista, diezmado por los colonos que dirigían a los indios en batidas masivas, y su
dimensión mítica se acrecentó a partir de entonces a los ojos de aquellos cuyos ancestros lo habí-
an cazado. Todavía en la actualidad, los bordados otomi siguen dando fe de esta fascinación por
el ciervo.
25. La lengua otomi establece claramente esta relación lógica entre ciervo, caballo y bovino; el tér-
mino p’ani, originariamente «ciervo», se empleó después de la Conquista para designar asimis-
mo tanto al buey como al caballo (Soustelle, 1993: 257). 93
26. Es cierto que el caballo no domado también corcovea cuando se lo monta, pero el objetivo es
educarlo, tal como se expresa en el espectáculo de la charreada, y no fomentar su agresividad
como se hace con el toro de jaripeo. En cuanto al ciervo, éste aparece ciertamente como un
arquetipo del salvajismo en el universo prehispánico: «Los nacidos bajo el signo de mazatl, que
quiere decir ciervo, eran hombres de montaña con una inclinación hacia todo lo relacionado
con la montaña y la caza, recolectores de leña, fugitivos, peregrinos enemigos de su medio natu-
ral, que gustaban de viajar a tierras extranjeras y establecerse allí, desentendiéndose de su padre
y de su madre a los que abandonaban con facilidad». (Duran, 1951: 261).

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Frédéric Saumade

¿Qué cabe decir entonces de la curiosidad geográfica que se ha señalado al


principio de este ensayo: el toro montado pacíficamente para su uso agrícola,
«educado» como un caballo? Digamos que a semejanza del pavo, esa ave terres-
tre que no sabe volar, se trata de un toro que no sabe corcovear... o de un ciervo
que no sabe huir. Es al toro de jaripeo lo que el pavo es al gallo de pelea, otro ani-
mal importado por los españoles y de presencia probada en todas las ferias y fies-
tas patronales que hemos podido observar. En efecto, evidentemente –y se trata
de otro de los malentendidos que forjaron el sistema colonial–, los nahua llama-
ron «pavo de Castilla» (caxtillan huexolotl) al gallo,27 la escenificación de cuya
«corrida» forma un contraste con la imagen del ave doméstica prehispánica aná-
logo al que contrapone el combate a la danza, la guerra a la alianza matrimonial
y la naturaleza a la cultura.

Traducción de Mireia Bofill

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MUÑOZ CAMARGO, Diego, 1986, Historia de Tlaxcala, Edición de Germán
Vázquez, Madrid, Historia 16.
94

27. Lockhardt (1999: 405). Para rizar el rizo de la animalidad doméstica en México, podríamos
plantearnos como un enigma por resolver el hecho de que, a pesar del ejemplo de los gallos de
origen español, los nahuas poscortesianos no utilizasen al pavo, animal con un potencial agresi-
vo notable, como animador de combates lúdicos. Por lo que respecta al perro, la raza prehis-
pánica xoloitzcuintzli, dedicada a satisfacer las necesidades de la alimentación ritual-sacrificial,
entró obviamente en decadencia después de la Conquista y actualmente sólo subsiste como un
vestigio zoológico.

HAFO, 2, 28, 2002


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95

HAFO, 2, 28, 2002


Docencia y selección de proyectos

Historia oral en la Universidad de


Malmö

Lars Berggren y Mats Greiff

La Universidad de Malmö y la comunidad


Malmö es la tercera ciudad de Suecia por su tamaño. La Universidad de Malmö
se creó en julio de 1998. Hasta entonces, los estudiantes de esta ciudad tenían que
trasladarse a Lund, también en el sur de Suecia, o acudir a cualquier otra de las uni-
versidades suecas. Uno de los objetivos de su creación fue aumentar la proporción,
en comparación con el alumnado de las universidades tradicionales, de alumnos
pertenecientes a grupos sociales sin una tradición consagrada de estudios académi-
cos, principalmente de clase obrera e inmigrantes. También existía el propósito
declarado de que el trabajo de investigación realizado en la universidad fuese signi-
ficativo para la región y para su desarrollo.1 La creación de la universidad, con sus
objetivos particulares, tuvo como trasfondo los considerables problemas económi-
cos y sociales que experimentó la ciudad en las décadas de 1980 y 1990.
A finales del siglo XX, Malmö, que en el pasado fue el centro industrial del sur
de Suecia, se vio seriamente afectada por la desindustrialización. La ciudad había
recibido una considerable inmigración procedente del sur de Europa, sobre todo en
las décadas de 1950 y 1960 cuando las industrias contrataron a un gran número de
trabajadores.2 Durante el último cuarto del siglo XX se registró una inmigración de
nuevo cuño. A Suecia acudieron refugiados procedentes sobre todo de países asiá-
ticos y africanos. Puesto que para entonces ya se había iniciado el proceso de des-
industrialización, a los nuevos inmigrantes les empezó a resultar cada vez más difí-
cil hacerse un lugar en la sociedad. Comenzó a poderse apreciar una segregación
étnica en muy diversos aspectos. A pesar de los indicios de recuperación económi-
ca, asociada a la instalación de nuevas empresas de tecnología informática y de
comunicaciones, a la mejora de la infraestructura y a la reciente construcción del
puente entre Malmö y Copenhague, en Dinamarca, muchas personas viven en la
actualidad gracias a las prestaciones sociales o de desempleo. Una proporción sig-
nificativamente elevada de los inmigrantes de finales de los años 1980 y de la déca- 97
da de 1990 viven en estas condiciones. Se ha producido una marginación étnica.3

1. Högskola i Malmö, SOU 1996: 36.


2. Berggren, Lars & Greiff, Mats, “The Malmö Region in Southern Sweden”, en Schulze, Rainer
(comp.) Industrial Regions in Transformation, Essen 1993.
3. Berggren, Lars & Greiff, Mats, Från sillamarknad till SAAB-fabrik, Ystad 1992, pp 51-61;
Stigendal, Mikael, Sociala värden i olika sociala världar, Lund 1999.

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Lars Berggren, Mats Greiff

La Universidad, a diferencia de muchas otras de reciente creación, no tiene


como eje central los campos de las ciencias y la tecnología, sino el de las ciencias
sociales, las bellas artes y los estudios humanísticos. Dada nuestra intensa dedi-
cación a la elaboración de una didáctica de la historia, el objetivo de la
Universidad de Malmö nos plantea un reto. ¿Cómo hacer de la historia una
materia capaz de atraer e influir a personas de clase obrera e inmigrantes? ¿Cómo
hacer de la historia una materia apreciablemente significativa para los habitantes
de la región? Puesto que llevábamos muchos años utilizando la historia oral en
nuestro trabajo de investigación –no exactamente como método, sino como
enfoque–, reconocimos las posibilidades de utilizar esa orientación histórica
como enfoque principal en los nuevos cursos. No concebimos la historia oral
exactamente como un método, sino como una perspectiva desde la cual enfocar
los estudios históricos. El uso de fuentes orales permite conectar con personas,
trabajadores, mujeres de clase obrera e inmigrantes, entre otros, que muchas
veces no tienen la posibilidad de expresar sus experiencias a través de las fuentes
escritas. En palabras de Gary Y. Okihiro:
«La historia oral no es sólo una herramienta o un método para recuperar
la historia; también es una teoría de la historia que
No concebimos la historia mantiene que el pueblo llano y los desposeídos tienen
una historia y esta historia se debe escribir».4
oral exactamente como Paul Thompson ya señaló que la historia oral
un método, sino como entraña en sí misma una finalidad democrática y
social.5 Como han destacado muchos historiadores
una perspectiva desde orales, existen unos estrechos lazos entre la historia
la cual enfocar oral y la historia «desde abajo». Por su carácter y fina-
lidad, la historia oral ofrece la oportunidad de traba-
los estudios históricos jar con la historia conforme al objetivo de la nueva
Universidad de Malmö. Los grupos que la Universi-
dad se propone atraer, están formados justamente por el tipo de personas cuya
participación en la historia oral consideramos necesario promover.
Toda vez que la historia oral, como una forma de historia «desde abajo»,
requiere una intensa vinculación entre los historiadores académicos y las perso-
nas corrientes, que han sido los actores en el escenario del siglo XX, se trata de
una manera de abordar la historia muy adecuada para la Universidad de Malmö.
También ha sido bien aceptada por las gentes de clase obrera y por otros colecti-
vos de inmigrantes de Malmö. A través del uso de la historia oral como método
y como enfoque de la historia, se establece una relación dialéctica entre la inves-
tigación académica y las experiencias de las personas corrientes.
98 «La historia oral puede transformar la práctica de la historia en otros
aspectos, porque se basa en una relación humana activa entre los histo-
riadores y sus fuentes. El testimonio oral grabado no es sólo una fuente
histórica de la que se puede extraer información y que el entrevistador y

4. Okihiro, Gary Y, “Oral History and the Writing of Ethnic History”, en Dunaway, David K &
Baum, Willa K (comps.) Oral History. An Interdisciplinary Anthology, Walnut Creek 1996, p.
209.

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral en la Universidad de Malmö

otros historiadores pueden someter a una interpretación histórica. En una


entrevista, el narrador no sólo recuerda el pasado, sino que también ofre-
ce una interpretación de éste. En efecto, la historia oral puede cuestionar
el estatuto especial del historiador y democratizar la práctica de la histo-
ria».6
Las personas corrientes pueden adquirir a través de la participación en estudios
o proyectos de historia oral una percepción más profunda de su propio papel en
los procesos históricos y llegar a comprender que, de hecho, han tenido un papel
en la construcción de la historia. Esta consecuencia emancipadora aporta a los
estudiantes y también a otras personas un impulso para la modificación de su
propia situación.7

El plan de estudios de historia


Los alumnos pueden estudiar historia durante uno, dos o tres semestres, cada
uno de ellos equivalente a veinte semanas de curso a jornada completa. El pri-
mero comienza con un módulo introductorio de dos semanas sobre las cuestio-
nes relativas a qué es la historia y por qué es esencial. Se discuten los aspectos his-
toriográficos y teóricos. Durante las diez semanas siguientes, los alumnos siguen
un curso general en el que se hace un repaso a la his-
toria mundial y a la historia de Suecia desde la anti- En una entrevista, el
güedad hasta el presente, con especial atención a los narrador no sólo recuerda
siglos XIX y XX. Se ofrece una visión de amplio
alcance de la historia, en la línea de la Historia de la el pasado, sino que
sociedad de E. J. Hobsbawm.8 La clase, el género, la también ofrece una
etnicidad y la generación son aspectos esenciales den-
tro de este módulo. El objetivo es presentar una pers- interpretación de éste
pectiva general que deberá servir de base para los pos-
teriores estudios centrados en el campo cultural y social. Las cuatro semanas
siguientes se dedican a profundizar en los conocimientos de los alumnos en un
módulo sobre el trabajo y la cultura, desde los modos preindustriales de produc-
ción hasta el presente. Las cuatro últimas semanas del primer semestre se con-
centran en el examen y uso de los métodos de la historia oral. Como parte de este
módulo, los alumnos deben realizar un pequeño trabajo de campo en el que se
ejercitan en el uso de los métodos de la historia oral y en la interpretación de los
resultados.
El segundo semestre comienza con un módulo de cinco semanas centrado en
los aspectos teóricos y metodológicos. Un objetivo importante es que los alum-
nos adquieran una comprensión teórica más profunda de los conceptos de clase,
99
5. Thompson, Paul, “The Voice of the Past: Oral History”, en Perks, Robert & Thomson, Alistair
(comps.), The Oral History Reader, Londres 1998, ps. 21-28.
6. Thomson, Alistair, “Unreliable Memories? The Use and Abuse of Oral History”, en Lamont,
William (comp.), Historical Controversies and Historians, Londres 1998, p. 25.
7. Greiff, Mats, “Arbetarhistoriska forskningscirklar”, en Industrialismens kulturarv. Rapport fra
Farums Arkiver & Museer, Farum 2000, p. 38.
8. Hobsbawm, Eric J. ”From Social History to the History of Society”, Daedalus, 100, 1971.

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Lars Berggren, Mats Greiff

género, etnicidad y generación. En el aspecto metodológico, la atención se cen-


tra en la crítica de las fuentes, la explicación histórica y la aplicación de métodos
antropológicos en historia. Durante las siguientes diez semanas, los alumnos
estudian diferentes aspectos de la nueva historia cultural. Deben elegir entre
diversos temas, que estudiarán en grupos más reducidos, como por ejemplo las
relaciones sociales en los inicios de la edad moderna, la evolución de los patrones
de delincuencia a lo largo de la historia, la cultura juvenil en el siglo XX, la trans-
formación de los rituales laborales, la historia social del deporte, etc. Deben estu-
diar obligatoriamente dos temas distintos. Durante las cinco últimas semanas del
semestre, los alumnos elaboran un informe de investigación sobre un tema de su
elección, bajo la supervisión de un profesor. Es de esperar que la mayoría escojan
un tema que les permita aplicar métodos de historia oral. Confiamos en que los
estudiantes puedan formar grupos más reducidos dedicados a desarrollar proyec-
tos sobre la historia de Malmö en el siglo XX vista «desde abajo».
El módulo principal del tercer semestre consiste en un informe de investiga-
ción más amplio basado en fuentes primarias. Cada alumno debe elegir un tema
o un problema histórico sobre el cual deberá escribir luego. Se espera que el des-
arrollo de esta tarea ocupe diez semanas. Los otros
La historia oral permitiría dos módulos, de cinco semanas cada uno, están dedi-
cados a profundizar en los aspectos teóricos y temáti-
modificar la concepción cos. Igual que en el segundo semestre, nuestro pro-
de los niños y los jóvenes pósito es inducir a los alumnos a participar en
proyectos más amplios, en los que cada uno realice su
sobre qué es la historia parte.
e introducir nuevos Además, en la formación específica de educadores
de la Universidad de Malmö, todos los alumnos que
temas en las aulas hayan elegido la historia como asignatura principal
deben hacer un curso sobre historia de Suecia en el
siglo XX. Como parte del mismo, deben realizar un trabajo individual consis-
tente en la redacción de una breve biografía basada en datos orales.
Una parte significativa de los estudiantes de historia trabajarán como profeso-
res de enseñanza primaria y secundaria una vez completada su formación. Es de
esperar que la historia oral, como método y también como visión de la historia,
les resulte tan sugerente que les anime a trabajar en diferentes proyectos de histo-
ria oral con sus alumnos y alumnas. Ello permitiría modificar la concepción de los
niños y los jóvenes sobre qué es la historia e introducir nuevos temas en las aulas.9

Experiencias de trabajo con el alumnado


100 El curso de historia oral del primer semestre comienza con una breve intro-
ducción sobre qué es ésta. Se considera la historia oral como método, como teo-
ría y como enfoque histórico. A continuación, se estudian los aspectos metodo-

9. Alistair Ross señala cuán fructífero puede resultar el uso de la historia oral en las escuelas. Ross,
Alistair, “Children becoming historians. An Oral History Project in a Primary School”, en
Perks, Robert & Thomson, Alistair (comps.), The Oral History Reader, Londres 1998, ps. 432-
447.

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral en la Universidad de Malmö

lógicos –por ejemplo, cómo hacer una entrevista, la interpretación de las entre-
vistas y la crítica de las fuentes– y se examinan los problemas que plantean. Otro
tema de debate es la historia entendida como construcción y reconstrucción. Se
utilizan diversos manuales, entre otros La voz del pasado de Paul Thompson y
partes de The Oral History Reader, compilado por Robert Perks y Alistair
Thomson.
Los alumnos escogen muy pronto su campo de interés. Tras una breve super-
visión, se les pide que formulen un objetivo y un problema importante dentro de
ese campo.
A los alumnos les puede resultar difícil localizar informadores en el lapso de
un curso de cuatro semanas y esta tarea les ocuparía mucho tiempo. Por ello les
aconsejamos que escojan para su proyecto un campo de estudio en el cual pue-
dan entrevistar a personas de su entorno. Pueden ser familiares, vecinos, amigos
u otras personas que éstos les sugieran.
Mientras los alumnos están desarrollando el trabajo de campo, les ofrecemos
seminarios periódicos en los que se plantean y discuten cuestiones relacionadas
con sus interpretaciones y métodos. Esto permite llevar a cabo algo así como una
supervisión pública, que puede ser útil para todos los estudiantes, además de la
supervisión individual clásica.
Como examen de fin de curso, se pide a los alumnos que desarrollen un deba-
te metodológico en el que relacionen los manuales con sus propios resultados
empíricos e interpretaciones. Puesto que se trata de un curso básico, que se
imparte en el primer semestre, los resultados presentan a veces algunas deficien-
cias, sobre todo en relación con los aspectos teóricos y metodológicos. Aun así,
los resultados empíricos son a menudo interesantes y un número apreciable de
los textos presentados por los alumnos son de bastante calidad. Por lo tanto, con-
sideramos que este curso cumple su objetivo, que es sentar las bases para los estu-
dios posteriores y fomentar el interés por la historia oral.

Proyectos
Como ejemplo de la diversidad de proyectos desarrollados por los alumnos,
presentamos una lista de los realizados en la primavera de 2001:
• De Serbia a Suecia en la década de 1960
• La vida cotidiana de los jóvenes en Limhamn en la década de 1940
• La familia Andersson-Rundkvist
• Una vida de lucha durante el siglo XX
• “Homosexuales, lesbianas o lo que sea”. Cuatro mujeres lesbianas de dos
generaciones
• ¿Tenéis miedo? El miedo infantil en las distintas generaciones 101
• Historia de un pescador
• La escuela en los viejos tiempos
• Óscar y la comunidad
• La vida en la Polonia comunista
• Enfermedades comunes a lo largo del siglo XX
• Juegos infantiles de ayer y de hoy
• Las mujeres del pueblo de Söndraby

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Lars Berggren, Mats Greiff

• Vida cotidiana en la República de Irlanda durante los años de lucha


• Tras el telón de acero
• La comunidad y el equipo de bomberos del pueblo de Sätofta
Salta a la vista que muchos alumnos escogen temas relacionados con sus pro-
pios orígenes y de una cierta importancia para su identidad. Uno de ellos son las
experiencias de la inmigración desde países extranjeros o de pequeñas localidades
rurales suecas. Otros escogen, entre otros, temas relacionados con la vida de sus
familiares de más edad.
Han salido a la luz varios resultados interesantes. Katarina Ek entrevistó a dos
hermanas y analizó y comparó los recuerdos que tenían de su madre. En su tra-
bajo, describe muy bien la vida cotidiana de una mujer nacida en 1890. La madre
nació en el campo y se casó con un granjero en 1912. Tuvo nueve hijos, de los
que siete sobrevivieron hasta pasada la niñez. La mujer murió de cáncer a los 59
años.10 El método basado en el análisis de la diferente visión de ambas hermanas
sobre su madre es un valor metodológico especialmente destacable del trabajo de
Katarina Ek.
Susanna Johansson escribió otra historia de vida. El centro de atención son las
condiciones con que se encontraban las estudiantes
El método basado de secundaria en torno a 1930. La informante, Anna-
Lisa, recuerda el momento en que dejó la enseñanza
en el análisis de la secundaria:
diferente visión de ambas «La mayoría de mis amigas tuvieron que buscarse un
empleo. Muchas empezaron a trabajar como oficinistas
hermanas sobre su madre en diferentes empresas de venta por correo, pero había
es un valor metodológico que tener dieciséis años para conseguir un empleo allí. Yo
era un año menor que las demás y, por lo tanto, no pude
especialmente destacable entrar a trabajar allí. Gracias a que a partir de 1928 se
permitió que las chicas estudiasen en el instituto mascu-
lino de Borås y el año siguiente se creó una nueva rama de estudios de cien-
cias, pude continuar mi formación. Me parecía muy emocionante…
Fui la primera de mi familia que tuvo la oportunidad de ir al instituto. Mi
padre jamás habría tenido dinero suficiente para enviarme al instituto feme-
nino de Gotemburgo, lo que requería pagar gastos de alojamiento. Sólo las
familias más ricas se lo podían permitir».11
Sin embargo, cuando Anna-Lisa llegó al instituto masculino de Borås, su per-
fil no correspondía al tipo habitual de alumno, ni por su clase ni por su sexo. El
encuentro con una cultura masculina de clase media consolidada fue una expe-
riencia dura para una joven de clase trabajadora:
102 «Dos chicas empezamos los nuevos estudios de ciencias en septiembre de 1929,
Märta y yo. Teníamos la experiencia de haber estudiado en una escuela mixta
y estábamos acostumbradas a tener a chicos como compañeros de clase. En cam-

10. Ek, Katarina, Britta och Stina minns sin mor, trabajo no publicado, Universidad de Malmö,
enero de 2001.
11. Johansson, Susanna, Ung kvinna, gymnasist och student i 1930-talets Sverige, trabajo inédito,
Universidad de Malmö, enero de 2001, p. 3.

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Historia oral en la Universidad de Malmö

bio, los chicos no estaban acostumbrados a encontrarse con chicas en el colegio


y al principio se sentían un poco confusos. Los profesores tampoco estaban acos-
tumbrados a tener alumnas. Por ejemplo, el profesor de física se acercaba a
nosotras durante las clases de laboratorio y decía: A ver cómo trabajan hoy las
niñas torpes. Algunos tenían este tipo de actitudes. Sin embargo, la mayoría se
portaban correctamente, a pesar de que muchos mantenían una actitud críti-
ca con respecto a que las chicas estudiasen matemáticas y ciencias».12
Después de tres años de estudios, Anna-Lisa pasó su examen. La descripción
del día de su graduación acaba así:
«Me examiné en mayo de 1932, cuando tenía casi dieciocho años. Mi tía de
Lund fue a vernos y muchos amigos míos y de la familia lo celebraron con-
migo. Un hijo de los vecinos llevó su gramófono. Escuchamos ‘Es gibt nur ein-
mal, es kommt nicht wieder’ y estuvimos bailando hasta tarde. Luego se
celebró el baile de graduación, en el que participaron estudiantes y profesores.
Recuerdo especialmente que el profesor de física se excusó por habernos insul-
tado al principio a las chicas. Ahora comprendía que las chicas también podí-
an estudiar ciencias».13
Anna-Lisa completó sus estudios y llegó a ser farmacéutica.
En cuanto al tema de las experiencias de los inmigrantes, algunos trabajos tra-
tan sobre los recuerdos de los países de origen y otros se centran en sus primeros
tiempos en Suecia. Entre los primeros, hay varios que describen las condiciones
de vida en la Europa del Este. Agnes Marx entrevistó a una pariente mayor,
Mona, nacida en Hungría durante la Segunda Guerra Mundial. Mona vivió de
niña con su madre y tres hermanos. Su padre desapareció durante la guerra.
«Esperábamos con ansia su regreso de la guerra. Cuando ésta se acabó, libe-
raron a muchos de los prisioneros de guerra capturados. Muchos hombres
regresaron al pueblo en aquella época. Naturalmente, esperábamos que papá
volviese a casa. Nunca nos comunicaron que hubiese muerto en la guerra.
Pero supusimos que debía de haber sido así, puesto que nunca regresó… En
los años cincuenta todavía regresaron al pueblo algunos hombres que habían
sido prisioneros de guerra en la Unión Soviética. Pero papá nunca volvió».14
Mona cuenta las penurias que pasó durante su niñez y sobre todo los esfuer-
zos de su madre para mantener a sus hijos. Eran unas circunstancias duras para
una madre sola enferma de tisis. Sin embargo, la vida también tenía un lado más
alegre. Mona recuerda que de joven acudía a los bailes del lugar:
«Las mujeres mayores se sentaban en los bancos de las esquinas de la sala de
baile y chismorreaban sobre los vestidos de cada una, quién bailaba con
quién, por qué cierto chico no había sacado a bailar a una chica, y quién no
se casaría. Y luego, naturalmente, también teníamos el cine. Eran las dos posi- 103
bilidades de diversión que teníamos...

12. Johansson, Susanna, p. 3.


13. Johansson, Susanna, p. 5.
14. Marx, Agnes, Bakom järnridån, trabajo no publicado, Universidad de Malmö, junio de 2001,
p. 2.

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Lars Berggren, Mats Greiff

Más adelante, cuando estuve trabajando en Budapest y tenía unos quince


años, había otras actividades de ocio. La más habitual eran las danzas popu-
lares y en las ocasiones especiales se ofrecían diferentes espectáculos de danza y
musicales. Con mis amigas, a veces íbamos de excursión a otras ciudades o al
campo. En aquella época no se podía viajar al extranjero. Pero, en realidad,
pasábamos la mayor parte del tiempo trabajando».15
Según dice Mona, muchas personas creían que con el comunismo mejorarían
las condiciones de vida de la gente. Sin embargo, relata varios ejemplos de res-
tricciones de la libertad política durante la época comunista. También señala la
falta de libertad personal; en cuanto a las posibilidades de viajar, por ejemplo.
Esto se acentuó tras la represión de la rebelión de 1956.
Mona acaba su relato con una opinión ponderada sobre la Hungría comunista:
«La situación tampoco era mejor en los viejos tiempos. A una nunca le gusta-
rá ese tipo de control, y el Estado siempre debía intervenir y controlar la vida
cotidiana de las personas. Debe haber un cierto grado de libertad, de mane-
ra que no sientas que alguien controla cada paso que das. De hecho, había
algunas cosas buenas si se considera el conjunto de la
Para intentar averiguar sociedad. Por ejemplo, una siempre tenía trabajo y, si
una trabajaba, más o menos podía vivir con lo que
los cambios recientes ganaba. Pero sólo se podía vivir, raras veces alcanzaba
en las condiciones de para comprar otras cosas. Si querías hacerte una casa o
comprarla, necesitabas un montón de dinero que prime-
vida y los procesos ro tenías que ganar, y raras veces bastaba con un solo
16
culturales en curso, sueldo».
Dada la estructura social y económica de Malmö
es preciso contar con una ya descrita, no resulta difícil encontrar diversos temas
perspectiva histórica importantes que tratar en el contexto de una investi-
gación de historia oral. Para intentar averiguar los
cambios recientes en las condiciones de vida y los procesos culturales en curso, es
preciso contar con una perspectiva histórica.

La historia oral y la emancipación de las mujeres, los trabajadores y los


inmigrantes en Malmö
Un resultado del uso de la historia oral en la investigación académica es la posi-
bilidad de contribuir a que las personas corrientes con quienes se colabora en una
entrevista adquieran conciencia de su papel como participantes activos en los
procesos históricos. De este modo, la historia oral no sólo contribuye al desarro-
llo del conocimiento histórico, sino que también cumple un objetivo emancipa-
104 dor, por ejemplo en el caso de los grupos marginados y oprimidos de la sociedad.
Los inmigrantes de distinto origen constituyen uno de estos grupos. A par-
tir de 1945 se reclutaron trabajadores del sur de Europa para cubrir la escasez
de mano de obra en las diferentes empresas industriales. En 1946, Kockum’s

15. Marx, Agnes, ps. 5-6.


16. Marx, Agnes, p. 9.

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral en la Universidad de Malmö

Engineering Works, unos importantes astilleros, contrataron a obreros del


norte de Italia. Más adelante, les siguieron alemanes, yugoslavos y portugueses.
Las esposas y otras mujeres de la familia de los trabajadores inmigrantes de los
astilleros encontraron empleo en las grandes fábricas textiles o en la industria
alimentaria. ¿Cómo vivieron los trabajadores inmigrantes su estancia en
Suecia? ¿Qué les indujo a trasladarse allí, y obtuvieron lo que esperaban? ¿Qué
dificultades encontraron en los centros de trabajo y en la sociedad sueca? Se
trata de temas importantes para la creación de las identidades de los hijos e
hijas y los nietos y nietas, que actualmente a menudo tienen problemas con su
identidad. Los grupos de inmigrantes llegados en fecha más reciente encuen-
tran muchos más problemas para incorporarse a la sociedad que los llegados en
las décadas de 1950 y 1960. Los nuevos grupos están formados sobre todo por
refugiados procedentes de Asia y África, con diversidad de orígenes culturales.
Dado que no han llegado contratados directamente como trabajadores y la
situación económica ha sido comparativamente mala, se han encontrado con
serios problemas para conseguir ser admitidos en el mercado de trabajo.
También estas personas experimentan problemas
con su identidad. Muchas señalan que no se consi- Contribuir a que las
deran suecos ni tampoco somalíes, por ejemplo.
También tienen dificultades para ver alguna pers- personas corrientes con
pectiva de futuro en uno u otro de ambos países. Las quienes se colabora en una
mismas preguntas que hemos planteado antes tam-
bién son significativas en el caso de los refugiados entrevista adquieran
no europeos. Además, es importante considerar las conciencia de su papel
diferentes concepciones sobre las relaciones entre los
sexos de algunos grupos de inmigrantes comparadas como participantes en los
con el discurso sueco dominante. Muchas niñas y procesos históricos
jóvenes inmigrantes observan la libertad relativa de
que gozan las mujeres suecas e intentan alcanzar la
misma situación. Esto genera graves tensiones en el seno de muchas familias
inmigrantes, pues la emancipación entra en conflicto con un sistema de valo-
res patriarcal anterior.
Otro grupo lo forman las numerosas trabajadoras empleadas en las fábricas
textiles y en la industria alimentaria. ¿Cómo vivieron su trabajo? ¿Qué hacían
exactamente en el trabajo? ¿De qué modo se traducía la división del trabajo en
una división sexual del trabajo? ¿Cómo eran las relaciones entre hombres y muje-
res dentro de los sindicatos? ¿Cómo vivieron el cierre de fábricas de la década de
1960? El sector público creció de manera significativa a partir de esas fechas y
hasta los años ochenta. Ello supuso la apertura de oportunidades de empleo en 105
la sanidad, la educación, los servicios sociales, etc. Una gran parte del personal
del sector público es femenino. ¿Cómo eran las condiciones de trabajo en el sec-
tor público? ¿Qué tareas realizaban las mujeres? ¿Se mantuvo la división del tra-
bajo según criterios de género? ¿Qué diferencias había entre el trabajo sindical en
el sector privado y en el sector público? ¿Cómo organizaban el trabajo domésti-
co las familias en las que ambos cónyuges estaban empleados a jornada comple-
ta en el mercado laboral?

HAFO, 2, 28, 2002


Lars Berggren, Mats Greiff

A través de los contactos con los investigadores académicos y los estudiantes,


las personas corrientes tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre su propia
participación en la historia y adquirir conciencia de ella. Esto es particularmen-
te cierto en el caso de los grupos de personas sin una tradición de estudio de la
historia. El enfoque «desde abajo» de la historia oral deja clara, sin embargo, la
perspectiva de que todas las personas participan de maneras diversas en los pro-
cesos de cambio social. Como resultado, las personas también obtienen instru-
mentos para cambiar su situación y las condiciones de su grupo, una tarea esen-
cial que la Universidad de Malmö debe facilitar.

Crear una conciencia histórica o prepararse para el futuro


La ventaja que ofrece la finalidad específica de la historia oral en el marco de
los cursos para historiadores y futuros enseñantes es que, además de obtener apti-
tudes para utilizarla, también adquieren, igual que sus informantes, una con-
ciencia de su papel como actores de la historia. De este modo, los cursos no con-
tribuyen únicamente a ampliar sus conocimientos, sino también al desarrollo de
una conciencia histórica. Muchos no habían reflexio-
nado hasta entonces sobre de qué modo las personas
La historia oral deja clara corrientes de carne y hueso son esenciales para la
construcción de la historia. El ejemplo de Anna-Lisa
la perspectiva de que (citado antes) revela cómo una chica corriente de
todas las personas clase obrera pudo superar las barreras de género y de
clase y contribuir así al desarrollo de la igualdad en el
participan de maneras ámbito de la educación en Suecia. Los trabajos de los
diversas en los procesos alumnos contienen numerosos ejemplos de recuerdos
análogos.
de cambio social Por lo general, el uso de la historia oral despierta
entusiasmo e interés entre el alumnado. Muchos han
señalado en las evaluaciones la importancia de trabajar con la microhistoria y, por
lo tanto, desde perspectivas distintas de las que se ocupan de las élites políticas
dirigentes y de las guerras. Muchos alumnos han ofrecido testimonios de la
importancia que ha tenido la realización de las entrevistas para su autoconciencia.
El historiador danés Bernhard Eric Jensen ha planteado, entre otros, la idea de
que la conciencia histórica afecta a la concepción básica de las personas sobre la
vida y la sociedad.
«Podemos hablar de conciencia histórica cuando las personas asocian
sus interpretaciones del pasado no sólo a la comprensión del presente
sino también a la configuración de sus expectativas con respecto al
106 futuro».17
La vinculación entre pasado, presente y futuro adquiere, por consiguiente, un
papel central. Harvey J. Kaye ha relacionado la conciencia histórica «con una
percepción de la construcción de la historia, una conciencia del ‘esfuerzo y del

17. Jensen, Bernard Eric, “History and the Politics of identity: Reflections on a Contested and
Intricate Issue”, en Ahonen, Sirkka et al. (comps.), Historiedidaktikk i Norden 7, Trondheim
1999, p. 58.

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral en la Universidad de Malmö

sacrificio que el presente ha costado al pasado y que el futuro está costando al


presente’».18 La comprensión de las demás personas en un contexto social per-
mite ampliar la comprensión de uno mismo. Por consiguiente, el uso de la his-
toria oral puede aportar al estudio de la historia no sólo una dimensión emanci-
padora, sino también una dimensión existencial.

Traducción de Mireia Bofill

Bibliografía

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18. Kaye, Harvey J, “Why Do Ruling Classes Fear History?”and Other Questions, Nueva York 1997,
p. 134.

HAFO, 2, 28, 2002


Somos historia. Historia oral en
Dinamarca

Kirsten Folke Harrits y Ditte Scharnberg

En la actualidad no se valora la experiencia. La importancia generalizada que


se otorga a la información y a la sociedad de la información la relega a un segun-
do plano. Hablar personalmente con la gente se está convirtiendo en una activi-
dad de segundo orden comparada con la de sentarse frente a la pantalla del orde-
nador. El proyecto Somos historia se puso en marcha en Dinamarca bajo los
auspicios de un programa de ayuda mutua entre per-
sonas mayores, inspirado por la constatación de que El objetivo era crear
el potencial cultural que contiene la experiencia de
vida acumulada por las personas mayores permanece
contextos en los cuales las
ignorado la mayoría de las veces y sólo se revela en el personas mayores pudieran
contacto directo con estas personas.
El objetivo del proyecto, que se inició en 1997 y
intentar expresar su
todavía continúa, era crear contextos en los cuales historia de vida, narrando o
las personas mayores pudieran intentar expresar su
historia de vida, narrando o escribiendo sus recuer-
escribiendo sus recuerdos
dos. Además de realizar la labor creativa que ello
implica, los mayores también debían tener la oportunidad de desarrollar una
conciencia cognitiva. Muchos de ellos, en particular los que no han completa-
do ningún tipo de formación escolar, se debaten bajo el peso de una marcada
tendencia a minusvalorarse como personas culturalmente creativas y cogniti-
vas. El proyecto tenía como objetivo contrarrestar esa tendencia. El propósito
era organizar el trabajo de rememoración de forma que desembocase en con-
textos colectivos y en la formación de redes. La perspectiva cultural era la de la
historia ignorada.
El objetivo pedagógico global de Somos historia era que los participantes se
convirtiesen en su propio referente de autoridad en el contexto de la tarea de
rememoración de la historia de sus vidas. En consecuencia, la tutela consistió 109
en organizar presentaciones que suscitasen temas de debate. Se planteó la cues-
tión de qué condiciones requiere el proceso de rememoración para poder des-
arrollarse; nos interrogamos sobre su qué y su por qué, pero también sobre el
cómo, un aspecto relacionado con los procesos de diseño lingüístico del pro-
yecto. En efecto, a partir de unas preguntas abiertas, cada participante indivi-
dual puede aportar su experiencia y desarrollar así su propia autoridad como
narrador.

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Kirsten Folke Harrits, Ditte Scharnberg

En este contexto, la tutela consiste en dotar al trabajo y a los debates en torno


a éste de instrumentos y posibles perspectivas. Es preciso despertar y activar un
interés latente por narrar o escribir los recuerdos, a la vez que se estimula y se
sitúa ante nuevos retos a aquellos cuyo interés ya está despierto. Por ello, en este
contexto la tutela no es en ningún caso instrucción. Todos pueden cumplir por
turnos esa función. Este tipo de pedagogía estimuladora e igualitaria permite
fomentar la clase de igualdad entre los participantes que es un requisito previo
para que los recuerdos fluyan libremente.
En conjunto y desde el punto de vista de cada grupo, los encuentros durante
el desarrollo del proyecto se han caracterizado por una alternancia entre la difu-
sión de los conocimientos necesarios, por un lado, y las actividades de los pro-
pios participantes, por el otro, aunque con una tendencia gradual a un creciente
predominio de estas últimas hasta que, finalmente, llegaron a ser exclusivas. Este
proceso tuvo lugar a la par con el desarrollo de la experiencia narrativa y de la
escritura por parte de los participantes. Somos historia constituyó un proceso de
aprendizaje para todas las personas implicadas.

Desarrollo del proyecto en la práctica


Alrededor de un centenar Las actividades en el marco del proyecto se des-
arrollaron entre noviembre de 1997 y noviembre de
de personas mayores 1998 en los distritos daneses de Aarhus, Vejle, y
permanecen vinculadas Ringkøbing. El proyecto Somos historia comprendía
cuatro fases:
ahora por la labor de 1) La primera consistía en reuniones de estímulo e
rememoración en el marco informativas, charlas acompañadas de diapositivas e
información sobre el proyecto.
de la red Somos historia Asistieron 486 personas mayores de quince locali-
dades. Las reuniones cumplieron su fin, pues una ter-
cera parte de los asistentes se inscribió en el curso que se desarrolló a continua-
ción.
2) La segunda era un curso de dos jornadas, que se celebró en ocho localida-
des, y en el que participaron ciento cincuenta personas. Es de destacar, en par-
ticular, que una vez completados los cursos, casi todos los participantes se sin-
tieron motivados a empezar a relatar o a escribir alguna cosa. Se crearon redes
de relaciones, muchas de ellas en forma de grupos de narración o de escritura.
Además, algunas personas decidieron escribir por su cuenta o animar a otros a
hacerlo. En algunos casos, esto supuso reanudar una actividad que esas personas
habían interrumpido por falta de motivación suficiente o por dudas respecto a
110 sus propias capacidades. Otros, que creían haber dicho ya todo lo que podían
aportar, iniciaron nuevos procesos de escritura o narración con mayor nivel de
profundidad.
3) A continuación se organizó una jornada de seguimiento para todos los par-
ticipantes, aunque por razones financieras éstas se celebraron sólo en cuatro de
las ocho localidades en las que se había desarrollado el curso. Ello mermó la par-
ticipación, pues no todos los interesados se sintieron con ánimos para afrontar el
viaje. Asistieron cuarenta y cinco personas en total.

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Somos histria. Historia oral en Dinamarca

4) Y por último, también por razones financieras sólo representantes de los


grupos de escritura activos y algunos autores individuales participaron en la
estancia de dos días en un centro de enseñanza abierta con alojamiento, que com-
pletó el curso.
Durante la estancia en el instituto popular se puso de manifiesto que las reu-
niones conjuntas aportaban una confirmación del valor de su trabajo a quienes
ya venían participando activamente. Y muchos otros, que necesitaban más tiem-
po para despegar, consiguieron ponerse en marcha. Esto sitúa bajo una perspec-
tiva crítica las limitaciones de la jornada de seguimiento, y obliga a concluir que
si éstas se hubiesen celebrado en las ocho localidades en las que se desarrolló el
curso, un número aún superior de personas mayores se habría implicado en la
labor de rememoración.
Cuando finalizó el proyecto, había varias personas individualmente activas,
además de los miembros de veinte redes. Algunas de ellas se han mantenido en
contacto con uno o varios de los gestores del proyecto. En total, alrededor de un
centenar de personas mayores permanecen vinculadas ahora por la labor de reme-
moración en el marco de la red Somos historia.
Es imposible valorar la importancia de la fase de Si no se hubiese puesto
seguimiento en el contexto del curso. Sin los deba-
tes sobre la forma en que se estaban desarrollando en marcha el proyecto,
los procesos de narración y escritura, los partici- gran número de personas
pantes se habrían sentido abandonados. Como dijo
uno de ellos al final de la segunda jornada: «No pue- mayores jamás se habría
den animarnos a empezar y luego dejar que nos las convertido en narrador
compongamos solos». Por otra parte, debemos añadir
que sin dichos debates no hubiésemos podido escri- o autor con una
bir este artículo con un conocimiento equiparable perspectiva cultural
sobre los procesos de trabajo de los grupos autoges-
tionados y las personas individuales, vistos por ellos
mismos. No hemos tenido que conformarnos con suposiciones, sino que
hemos podido basarnos en la experiencia de los participantes tal como la des-
cribieron con sus propias palabras. Las frases que citamos cuentan con la apro-
bación de los participantes.
Como resumen previo, podemos decir que si no se hubiese puesto en marcha
el proyecto, ese gran número de personas mayores jamás se habría convertido en
narrador o autor con una perspectiva cultural, o sea, una historia ignorada,
común.

Reflexión anterior al proyecto y durante su desarrollo 111


Para que quienes lean este artículo puedan comprender por qué Somos historia
acabó constituyendo un proceso de aprendizaje para todas las partes implicadas,
será necesario explicar las consideraciones y perspectivas de fondo que los tuto-
res aportamos al proyecto e intentamos aplicar de manera operativa. El trabajo
de rememoración aparece jalonado por varios conglomerados de problemas,
como losas que es preciso levantar y desplazar a fin de evitar tropezar con ellas y
caer.

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Kirsten Folke Harrits, Ditte Scharnberg

Historia
Un planteamiento universal en el contexto de Somos historia es el reconoci-
miento de que nos encontramos ante un tipo de historia olvidada. Desde la ata-
laya de la historiografía oficial parece una provocación que personas corrientes se
atrevan a afirmar «Somos historia». Normalmente, la escritura de la historia es un
dominio reservado a los historiadores profesionales. Sin embargo, si para las
naciones es beneficioso que se escriba su historia, ¿cuántos beneficios no podrá
reportar a la gente corriente actuar como escriba de su propia historia?
Los tutores del proyecto formularon esta pregunta durante la jornada de moti-
vación por medio de una cita de Bertold Brecht. Y los participantes aportaron la
respuesta hacia el final del curso. Uno de ellos lo expresó así en la jornada de
seguimiento: «Siempre me gustó escribir, pero nunca consideré que mi historia pudie-
ra tener ninguna clase de valor hasta que ustedes comenzaron esta actividad». Otro
participante hizo suya la idea con las siguientes palabras: «Ahora reflexionamos
más atentamente sobre lo que estamos haciendo».
Nuestro trabajo se desarrolla a contracorriente de las ideas predominantes que
equiparan la «historia» con el pasado y entienden éste como algo ya acabado,
muerto, diferenciado del presente y del futuro. La creencia popular nos dice que
es preferible volver la espalda al pasado y concentrar la mirada en lo que tenemos
delante. Un componente del esfuerzo intelectual de narrar o escribir los propios
recuerdos es desgajar, mediante la palabra, el pasado de las posiciones que han
quedado atrás y hacerlo dialogar con el presente. Esto puede servirnos para dar
sentido al presente y al futuro. Y a la inversa, el presente y los problemas que éste
conlleva pueden influir sobre los aspectos recuperados del mundo pasado distin-
to que conserva la memoria. Con ello se genera una tensión en la historia y ésta
adquiere el carácter de un proceso que rompe con la noción imperante compar-
timentada del tiempo.

El tiempo de la narración y los tiempos narrados


Los conceptos de tiempo de la narración y tiempos narrados pueden ser útiles
para percibir la historia como un proceso y captar la posición particular del narra-
dor. El tiempo de la narración es el tiempo presente del narrador y el contexto en
el que cuenta las cosas. Los tiempos narrados abarcan las múltiples situaciones y
condiciones del pasado. El potencial emancipador del narrador se sitúa a caballo
entre ambos conjuntos temporales. Puede evocar el pasado con los criterios de
evaluación y enfoques propios de aquel momento, de manera que él y quienes le
escuchan puedan ver con su ojo interior a las personas y las cosas tal como eran
en aquel entonces. Cuando esto se consigue, puede ocurrir lo siguiente: «He teni-
112 do una experiencia extraña. Mientras estaba escribiendo, todas esas personas estaban
a mi lado. Cuando mi mujer volvió a casa, me leyó lo que había escrito. Entonces caí
en la cuenta de que todos habían muerto y esto me hizo llorar».

La historia no narrada como parte de la historia ignorada


En el tiempo de la narración tiene lugar el proceso de selección y se plantea,
por lo tanto, la pregunta de «¿qué habría que contar?». Sin embargo, la pregun-
ta también puede ser «¿sobre qué es permisible escribir?». Este interrogante indi-

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Somos histria. Historia oral en Dinamarca

ca que las personas se ven enfrentadas con las normas de la historiografía. «¿Se
puede escribir sobre los sueños?», puede que pregunte alguien. «¿Se puede escri-
bir en verso?». ¿Se puede escribir contraviniendo las normas imperantes del pre-
sente y del pasado y desafiando los controles sociales?
Si la respuesta, tras el debate y el diálogo interno, resulta positiva, oiremos el
relato de «cómo me maltrataba mi hermana mayor», veremos perfilarse el peso que
ha gravitado sobre las vidas de la abuela y la madre porque la abuela ocultó su
edad para evitar el estigma social de la época contra el matrimonio con un hom-
bre más joven. Y el relato infantil sobre un padre que fue simpatizante de los
nazis durante la Ocupación puede expresarse después de haber permanecido
reprimido durante tanto tiempo.
No obstante, también existe la posibilidad de que esos relatos continúen silen-
ciados. En efecto, el pasado puede contener la historia ignorada de dos maneras
esencialmente distintas: ésta puede servir de inspiración para los procesos narra-
tivos del presente, es decir, bajo la forma de los recuerdos narrados por genera-
ciones anteriores, pero también puede bloquear toda vía de acceso. Las rupturas
y los conflictos en el curso de la vida de las personas pueden estimular el relato o
frenarlo. Ambas opciones se tienen que formular en el contexto de la labor de
rememoración, pues si no se hace así, la historia no narrada se convierte en un
asunto exclusivamente individual.
Cuando se da forma a la historia ignorada y no La infancia es el mejor
narrada, porque se hace apremiante contarla o por-
que se ha superado el bloqueo, ello aparece asociado
tutor del narrador
a un sentimiento de exaltación, como de liberación.
Este efecto nunca se llega a conseguir si se mantiene el silencio o si «sólo se cuen-
tan los momentos buenos».
Además de la historia no narrada, tampoco hay que pasar por alto el concep-
to de la historia no narrable. La historia que la gente se guarda para sí. Y cada
individuo debe decidir soberanamente sobre su contenido. Es imposible predecir
de antemano dónde se trazará el límite.

La importancia de la infancia
La infancia es el mejor tutor del narrador. Si uno es capaz de establecer un diá-
logo con su infancia, podrá dar voz a los aspectos que son distintos, tanto en la
vida de cada individuo como, de manera recíproca, entre los diferentes partici-
pantes. Esto sienta las bases para un diálogo emergente con una historia igno-
rada.
En los relatos sobre la infancia quedan de manifiesto las estructuras sociales de
una sociedad y, puesto que cada individuo nace dentro de ellas, éstas afloran en 113
forma de experiencias y no como opiniones. Es de fundamental importancia para
la labor de narración que se renuncie, desde el principio, a todo intercambio de
opiniones para adentrarse en el terreno de lo vinculado a la experiencia. Las opi-
niones forman parte del campo del debate; la experiencia, en cambio, tiene su
lugar dentro del proceso de rememoración y narración.
Si dirigimos la mirada a la infancia, en vez de volverle la espalda, conseguire-
mos el máximo grado de proximidad mutua, como participantes en plano de

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igualdad con todas nuestras características distintivas. La dignidad, el sentido del


humor y la indignación también pueden encontrar expresión en este contexto.
Una narradora nos cuenta que aprendió a guardar silencio en el colegio. Era hija
de un peón en paro y fue al instituto, como una rara excepción, porque su abue-
la le pagó los estudios. Como todos los demás, hablaba basándose en la expe-
riencia de su entorno real. Pero un día, el director la llamó a su despacho y la
reprendió por su exceso de imaginación. Otro de los participantes comentó: «Lo
consideraron producto de su imaginación, en vez de verlo como lo que era, una parte
de la realidad de ese colegio».
Otro narrador quería titular sus memorias «Sueños infantiles», porque de niño
soñaba y ahora, de viejo, soñaba con su niñez. La pregunta que le preocupaba
era: «¿dónde hay que situar los sueños infantiles de un tiempo mejor?».

La vida laboral
Somos historia saca de la sombra la historia de cada individuo. En el proyecto
calibramos la dimensión social de las historias de vida, o sea, la vida laboral. Esa
parte de la vida que ocupa la mayor parte del tiempo a menudo tiene un peso
insignificante en la enseñanza de la historia y también, dicho sea de paso, en el
campo de interés de los medios de comunicación. En
Cuando se incluye el Somos historia se concede un papel central a la vida
trabajo como tema laboral; no a expensas de los tiempos de ocio ni de las
fases anteriores y posteriores a la vida activa, sino con
principal, el relato narrado un enfoque global. Cuando se incluye el trabajo
por el individuo adquiere como tema principal, el relato narrado por el indivi-
duo adquiere una finalidad colectiva, distinta de la
una finalidad colectiva estrictamente biográfica. Esto nos permite evitar que
se genere la situación pedagógicamente fútil en la que
una persona narra algo y todos los demás sólo pueden decir: «Sí, claro, tú lo vivis-
te así, pero ¿qué tiene que ver eso conmigo?». El mero hecho de incluir el trabajo
puede resultar provocador para algunos; lo cual sólo demuestra que la opinión
pública habitualmente no suele prestar atención a la vida laboral como factor
generador de cultura.
A lo largo de todas las actividades organizadas, los temas relacionados con la
vida laboral se enfocaron desde dos puntos de vista: uno es la de la satisfacción
por el trabajo bien hecho y el otro el de la opresión, los abusos, los sufrimientos
y la resistencia frente a todo lo anterior. Esta perspectiva dicotómica es necesaria
si se quiere evitar que los relatos y las preguntas procedan exclusivamente del
camino real de la historia y que puedan recuperarse temas relegados por las per-
114 sonas y las ideas dirigentes. Esto permite abrir una brecha para el debate sobre la
historia ignorada de la sociedad y del individuo.

La relación entre la forma oral y la forma escrita


Otro aspecto de la historia ignorada afecta a la relación entre la forma oral y
la forma escrita. En un país como Dinamarca, la historia académica se basa pri-
mordialmente en fuentes escritas. En Somos historia se sitúa en un primer plano
la forma oral porque la historia ignorada se alberga entre las personas que han

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Somos histria. Historia oral en Dinamarca

asistido durante poquísimo tiempo a la escuela y no utilizan la escritura como un


modo de expresión esencial en su trabajo. En todos los casos en que la escritura
ha quedado relegada a un segundo plano, el lenguaje hablado adquiere una pre-
eminencia particular. No obstante, en nuestro tipo de sociedades, el predominio
de la escritura es tan grande que la habilidad narrativa se valora poco en nuestro
sistema educativo y en los medios de comunicación. De hecho, en la década
actual, ciertos sectores del público han adquirido un nuevo aprecio por el acto de
escuchar relatos. Las personas cuyos relatos son apreciados tienden a ser narra-
dores destacados que obtienen sus materiales de los mitos, las leyendas, los cuen-
tos de hadas y las Escrituras. En cambio, en el proyecto Somos historia, se ha des-
arrollado una nueva categoría de narradores, también tradicional no obstante,
cuyo objetivo era y sigue siendo la transmisión de experiencias, tanto en el con-
texto de una misma generación como entre generaciones distintas.
La tradición en la que se inscribe el narrador se fue perdiendo a partir de la
Primera Guerra Mundial. Se desarrolló vinculada a los oficios en los que el narra-
dor seguía el ritmo del trabajo. El tiempo no era entonces el factor importante y,
como en un trabajo de lacado, el artesano podía ir superponiendo sucesivas
capas. Bajo el sistema industrial, se modifican las condiciones del trabajo artesa-
no y también las relaciones interpersonales entre los trabajadores. Cada vez queda
menos tiempo para charlar durante el trabajo, las pausas se hacen más escasas y
cada vez más breves, y el individuo está cada vez más aislado, inmerso en sus pro-
pios procesos de trabajo. La tradición oral se ve amenazada en el contexto de la
vida laboral y esta tendencia se propaga al resto de la sociedad. El proyecto
demuestra, no obstante, que si se pone en contacto a los narradores con la tradi-
ción, a través de conferencias y de su propia experiencia, éstos pueden recono-
cerse como un eslabón de una larga cadena de tradición oral.
Desde el inicio del proyecto, se concedió un lugar destacado a la expresión oral.
Sin embargo, dada la procedencia social muy distinta de los participantes, se con-
cedió una importancia equivalente a la forma escrita; como hemos señalado,
muchos participantes han creado grupos de escritura o escriben por su cuenta. Sin
embargo, en las actividades de escritura ha tenido un peso decisivo la adopción de
la expresión oral como modelo para las formas escritas de comunicación. El marco
de referencia es la literatura sobre la vida laboral y el género de memorias asocia-
do a ésta. Ello puede conducir a la actitud siguiente: «Se pueden escribir las cosas
igual como se cuentan. Sólo es cuestión de decidirse a empezar». Y esta visión de
la norma con respecto a la escritura ha permitido a varios participantes superar un
bloqueo que en algunos casos habían arrastrado durante toda la vida.
Uno de los autores expresó así el respeto que le inspira la expresión oral: «Mi
padre era un hombre sabio a pesar de que no sabía ortografía ni aritmética». Otro 115
expresó su esperanza de que una vez que el grupo hubiese adquirido algún roda-
je, podrían «entrar en la fase de la narración».

Reflexión
Los obreros y campesinos no suelen usar la palabra reflexión referida a ellos
mismos. Como dijo uno de ellos: «Si intentas discutir el sentido de las palabras, te
acusan de quisquilloso. Y si intentas hablar de ti mismo, te consideran raro».

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Si la tradición narrativa aún se mantuviese oficialmente viva y si fuese una


práctica habitual transmitir las propias experiencias de vida en el contexto
familiar y laboral, no sería necesario mantener una actitud deliberada con res-
pecto a la narración y la labor narrativa. Un narrador de una cultura en la que
predomine la forma oral no tendrá que reflexionar sobre el «diálogo interno y
externo», ni tampoco sobre el sentido de los términos contemplación o refle-
xión. Formará parte de una tradición viva en la que será normal, por ejemplo,
que la gente joven se junte con las personas mayores en las cocinas y en los
mercados, en la que los jóvenes escuchen a los viejos y les hagan preguntas y
reciban consejos.
Si queremos que la narración se mantenga viva en una sociedad dominada por
la escritura, como es la nuestra, es necesario practicarla y defenderla consciente-
mente, pues ya no es una costumbre aceptada como algo natural. Quienes deben
hacerlo son personas a quienes la sociedad no considera habitualmente como cre-
adoras de cultura y que a menudo se minusvaloran exactamente del mismo modo
ellas mismas. Por consiguiente, los participantes deben adquirir conciencia de su
calidad de narradores a través de la práctica colectiva y la reflexión personal, de
manera que esto les permita tomarse en serio sus
Si queremos que la esfuerzos de narración y escritura. «Adquirimos con-
ciencia del significado de lo que estamos haciendo
narración se mantenga viva [cuando narramos y hablamos para nuestros aden-
en una sociedad dominada tros]. Y es bueno tomar conciencia de ello aquí».
Esta reflexión incluye la tarea de narración y escri-
por la escritura, es tura como un trabajo intelectual no reconocido y
necesario practicarla y también como una realidad descuidada en una socie-
dad dominada por la escritura y orientada hacia la
defenderla conscientemente información.
Uno de los participantes expresó así la importancia de incorporar la reflexión
como perspectiva de la labor de rememoración histórico-vital y como elemento
de la comprensión de uno mismo: «Hemos empezado cincuenta años demasiado
tarde». Cuando se le preguntó por qué, respondió: «Porque si hubiésemos empeza-
do entonces, habríamos vivido de otra manera». Los participantes en el proyecto
Nosotros somos historia han constatado que la reflexión y la revisión se pueden
combinar cuando, en su calidad de narradores, rescatan al pasado, con su poten-
cial no explotado, de su condición de olvido: «Estamos revisando nuestras vidas. Es
duro y es divertido».
Lo escrito y lo que parece ser un resultado final se pueden volver a desmenu-
zar mediante la contemplación y la autorreflexión para generar nuevos procesos.
116 Como lo expresó una mujer después de leer en voz alta material procedente de
su aportación a una recopilación de memorias promovida por el archivo del
Movimiento Obrero, el Museo de los Trabajadores y el Museo Nacional: «Ahora
las tengo totalmente controladas. Ahora voy a volver a empezar para desplegarlo todo
de nuevo». Otra hizo el siguiente comentario: «Esto me ha servido mucho. He podi-
do revisar lo que había escrito. Si no lo hubiese hecho, habría tenido que olvidarme
de todo». Todas las personas que habían «completado» la redacción de algún
texto, pasaron por la experiencia de observar lo que habían narrado otros o los

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Somos histria. Historia oral en Dinamarca

interrogantes que habían planteado; sus presentaciones y discusiones mutuas vol-


vieron a poner en marcha el proceso de rememoración. De este modo, el objeti-
vo pasó a ser «profundizar más en las cosas».
Estos procesos de reflexión también pueden liberar algunos de los relatos petri-
ficados y no narrados del pasado por otras vías. Así ocurrió con una participan-
te que jamás había conseguido escribir nada, pero que al finalizar el primer día
del curso se fue directamente a casa y estuvo un día entero escribiendo. Los
recuerdos iban fluyendo libremente y por primera vez pudo escribir sobre las
palizas que le daba su padre cuando era niña. La distancia que le daba la refle-
xión, le permitió aproximarse tanto a la situación de la niña como a la del padre.
Ya no estaba encadenada a la visión de la niña y de la relación familiar, sino que
pudo beneficiarse de la libertad que le concedía la distancia entre el tiempo de la
narración y los tiempos narrados. La figura del padre pudo perfilarse así no sólo
a través de la relación familiar en su calidad de padre, sino también a través de
las relaciones en las que le había inscrito la sociedad en su calidad de estibador
en paro que, en su impotencia, azotaba a su hija. El relato había puesto a su
alcance tres puntos de vista: el de la niña y el de dos personas adultas, o sea, el de
su padre y el suyo propio. Como resultado, como
autora, pudo sentirse solidaria tanto con la niña Narrar a otras personas la
como con su padre. historia de la propia vida
La omnipresencia del plano de la reflexión dentro
del proyecto respondió al propósito de crear una requiere un sentimiento de
situación en la que los participantes, fuesen tutores o comunidad y de confianza
alumnos, estuviesen en condiciones de paridad pese a
su diversidad. y lo promueve

Igualdad
Cuando se trabaja con personas mayores, a veces se habla de «la parte débil y
la parte fuerte». En el proyecto Somos historia, la igualdad es un aspecto esencial.
Cualquier tipo de demostración de poder por parte de los tutores o los partici-
pantes bloquearía el proceso de rememoración y dejaría silenciada la historia
ignorada. Si queremos avanzar en el mundo de la narración a través de la escu-
cha y la interrogación, debemos tener el valor de interrogarnos y hacer pregun-
tas… sin conocer las respuestas. La presión sólo servirá «para detener algo», como
dijo un participante. «Han puesto algo en movimiento y con ello nos han ayudado a
comprenderlo un poco más».
Narrar a otras personas la historia de la propia vida requiere un sentimiento de
comunidad y de confianza y lo promueve. Los relatos sobre la infancia pueden
servir para sentar las bases para ello. En efecto, en esa fase de la vida uno no es 117
«culpable» de las relaciones de poder. Si se consigue conjurar en el discurso al
niño que el adulto lleva dentro, se podrá exorcizar el lenguaje del poder.

Perspectivas
Una perspectiva pedagógica
El desarrollo del proyecto demuestra que cuando se aplica una faceta colecti-
va a la narración y a la escritura de recuerdos y se brinda a los participantes la

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oportunidad de trabajar de manera reflexiva y autoreflexiva, éstos pueden adqui-


rir seguridad como narradores: «Adquirimos conciencia de lo que estamos hacien-
do». Este método de trabajo permite que los participantes adviertan que cuando
transmiten su historia no actúan como individuos aislados. Al contrario, pueden
verse a sí mismos como un eslabón de una cadena que se remonta hacia atrás y
se extiende hacia delante en el tiempo a través de la comprensión de la historia
que tendrán las generaciones futuras.
El desarrollo del proyecto Somos historia demuestra asimismo que si las activi-
dades se llevan a cabo mediante el diálogo, si se da importancia a los procesos de
la tarea de rememoración y a las conexiones colectivas, y si se procura hacer emer-
ger las diferencias entre las distintas historias de vida desde la perspectiva de la
historia ignorada, las personas mayores pueden transmitir muchas percepciones
útiles, fruto de su experiencia vivida. Y pueden hacer que emerja de una dimen-
sión social de las actividades culturales e históricas, que confiere a la tarea que se
está llevando a cabo una función de creación de redes.
El proyecto, como actividad innovadora dirigida a
Para que los individuos las personas mayores, ha demostrado claramente que
no se debe subestimar la necesidad de estímulos inte-
puedan hacer hincapié en lectuales por parte de éstas. Al contrario, hay que
la historia ignorada, confiar en la capacidad individual y colectiva; como
lo expresó un participante: «Recibir críticas y apoyo;
necesitan encontrar eso es valioso». Otro destacó que: «Ustedes han situado
respuesta y estímulo en perspectiva las cosas y han hecho que no parezcan tan
sencillas como parecían antes. Y hemos aprendido de
en la vida real ello».
Para que estos procesos pedagógicos complejos se puedan desarrollar y puedan
resultar esclarecedores, es muy necesario que ambos tutores se mantengan con-
juntamente alerta y activos.

Necesidades futuras
Por otra parte, al finalizar el proyecto también había quedado claro para los
participantes que la rememoración es un proceso que en el futuro planteará nue-
vos problemas a los grupos individuales. Éstos preveían también una creciente
necesidad de adquirir conocimientos y expresaron el deseo de continuar reu-
niéndose e intercambiar experiencias en relación con la labor de rememoración.
Desearían poder reunirse con los tutores un par de veces al año. Se prevé que este
tipo de actividades de seguimiento cumplan un propósito informativo y sirvan
como fuente de inspiración. La actividad de seguimiento debería contrarrestar
118 asimismo una reducción previsible del grado de actividad. Se requiere un gran
esfuerzo para oponerse a la tendencia cultural dominante de la sociedad y hacer
hincapié en la propia historia. La red debe mantenerse vinculada y viva para que
los miembros de los distintos grupos puedan unir sus fuerzas con el fin de seguir
adelante con las actividades de narración y escritura.
A ello deben sumarse las necesidades todavía no identificadas de las personas
que tomaron la iniciativa de crear grupos de narración y escritura para otras per-
sonas mayores.

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Somos histria. Historia oral en Dinamarca

Un proceso dinámico
La persona que desee aprovechar la oportunidad que ofrece la labor narrativa
y de contemplación puede encontrarse ante una situación difícil si ha «estado
cuarenta años sentada frente a una máquina de coser y no de escribir». Ésta es,
no obstante, una diferencia superable si uno se empeña en lograrlo, fuera del
marco de las exigencias del trabajo asalariado. Sin embargo, con ello no basta. Es
necesario desbrozar el camino para el desarrollo de la narración oral y de la tra-
dición narrativa olvidada, y es preciso tejer redes como Somos historia. En el
transcurso del proyecto escuchamos varias veces el comentario: «Sin ustedes,
jamás habríamos comenzado». Para que los individuos puedan hacer hincapié en
la historia ignorada, necesitan encontrar respuesta y estímulo en la vida real. El
colectivo de grupos y la presencia de los tutores pueden tener una importancia
continuada al respecto.
En resumen, podemos extraer la siguiente lección del proyecto Somos histo-
ria. Cuando se brinda a las personas mayores la oportunidad de desplegar su
potencial cultural como narradoras de su experiencia vivida y se les ofrece el
apoyo pedagógico y financiero necesario, se pone en marcha un proceso diná-
mico que no se detendrá nunca; un proceso que sólo la muerte podrá inte-
rrumpir.

Traducción de Mireia Bofill

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HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de
RENFE, 1941-2001 a través de las
fuentes orales

Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, y José María Gago

El diseño del proyecto


La historia de los Ferrocarriles Españoles ha sido ampliamente estudiada en los
últimos años. No obstante, la importante obra realizada en las dos últimas déca-
das contrasta con la sustancial ausencia de trabajos referidos a la organización
interna de la Red Nacional de los Ferrocarriles
Españoles (RENFE), y más concretamente a la vida y En la relación de las
a la experiencia de sus trabajadores.1 personas entrevistadas
La inexistencia de fuentes escritas que hagan refe-
rencia específica a este tema hace necesario recurrir a se ha tratado de incluir
las fuentes orales, y más concretamente a entrevistas las diferentes categorías
realizadas a los trabajadores y trabajadoras que han
desarrollado la totalidad de su vida profesional en profesionales de
RENFE, compañía que en los años cincuenta y la infraestructura
sesenta contaba con el mayor contingente de trabaja-
dores de todo el país.2 de la compañía
La decisión sobre el número y el tipo de personas
a quien entrevistar es determinante en este tipo de proyecto para el desarrollo y
el resultado final del mismo. Como es sabido, no se plantea en ningún caso la
utilización de criterios cuantitativos de análisis; por ello la metodología emplea-
da parte de criterios cualitativos, de forma que en la relación de las personas
entrevistadas se ha tratado de incluir, en la medida de lo posible, las diferentes
categorías profesionales de la infraestructura de la compañía.
La complejidad de la historia de RENFE desde 1941, año de su creación, hasta
la actualidad, induce a establecer una cierta periodización con el fin de reflejar la
vida y la experiencia de las personas, que en la mayoría de los casos, han dedica-

121
1. Esta comunicación incluye algunos de los aspectos más relevantes de un trabajo de investigación
titulado “Historia oral del trabajo en Renfe. Los trabajadores de la Infraestructura” que ha realiza-
do el equipo formado por: Folguera, P. (Directora), Díaz, P, Domínguez, P, y Gago, J.M.
2. Excelentes trabajos los de COMÍN COMÍN, F., MARTÍN ACEÑA, P., MUÑOZ RUBIO, M.,
VIDAL OLIVARES, J.(1998): 150 Años de Historia de los Ferrocarriles Españoles. Fundación de
los Ferrocarriles Españoles y Anaya. Madrid. MUÑOZ RUBIO, M., SANZ FERNÁNDEZ, J.,
VIDAL OLIVARES, J.(1999): Siglo y medio de ferrocarril en España. Economía, Industria y
Sociedad. Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Madrid

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

do prácticamente toda su vida laboral a la compañía. Por consiguiente se han


establecido tres periodos: 1941-1961, 1961-1981, 1981-2001. Entre las razones
que nos han inducido a establecer estas tres etapas caben destacar los importan-
tes cambios tecnológicos y en la organización del trabajo que se producen en cada
uno de los intervalos de tiempo.
Otro criterio que se ha considerado de gran importancia al diseñar la muestra
ha sido la diversidad geográfica. Obviamente, las posibilidades de entrevistar a
personas de toda la geografía española son limitadas. Así, se han elegido las ciu-
dades y los nudos ferroviarios más significativos de la geografía ferroviaria. La rea-
lización de las entrevistas en estos grandes nudos se ha llevado a cabo teniendo
en cuenta las características globales de cada uno de los centros de población.
La relación de personas que han sido entrevistadas ha cubierto gran parte de
las categorías profesionales que existían en los primeros años de la historia de la
empresa y parte de las categorías que existían en los años setenta y ochenta. De
igual forma, se han obtenido testimonios de aquellas personas que hoy continú-
an desempeñando su actividad profesional en la compañía.
El cuadro nº 1 incluye todas las categorías entrevistadas. En varios casos las
personas entrevistadas quedan reflejadas en varias categorías, ya que, dado lo dila-
tado de sus carreras profesionales, han ocupado a lo largo de los tres periodos
señalados hasta cinco categorías diferentes.
En cuanto al contenido del proyecto, ha sido diseñado en base a los aspectos
que parecían más relevantes sobre la biografía personal de los entrevistados, su
trayectoria profesional y todos aquellos aspectos que podían aportar información
sobre la organización interna de RENFE y sobre la relación que existía entre los
entrevistados y la propia compañía. Los aspectos más significativos que han sido
analizados durante la realización del proyecto han sido los siguientes:
Los datos objetivos de los informantes tienen una crucial importancia a la hora
de diseñar su biografía. Datos tales como la edad, el lugar de nacimiento, la pro-
fesión de los padres, la profesión de la pareja, el número de hijos, el nivel de estu-
dios, los trabajos realizados, los destinos ocupados a lo largo de su trayectoria
profesional, la situación actual laboral y la fecha y lugar de realización de la entre-
vista. Todos estos datos han ayudado enormemente a situar de partida a nuestros
informantes en su contexto vital y profesional.
Aspectos sobre la vida familiar. En este apartado se ha tratado de conocer a
fondo el ambiente familiar donde se desarrolla la infancia y la juventud de la per-
sona entrevistada, así como sus primeros estudios. Temas como la procedencia
social y geográfica de sus familias, la profesión de los padres, el espacio domésti-
co, la educación recibida en el seno familiar, las ideas religiosas, la educación ins-
122 titucional, el nivel de estudios, los valores religiosos, las ideas políticas, el ambien-
te en el barrio, muy especialmente si su infancia se desarrolló en las casas
facilitadas por RENFE, el servicio militar y todos aquellos aspectos que ayuden
a definir los primeros años de la vida de los informantes entrevistados.
En cuanto a los primeros trabajos e ingreso en la compañía, los temas que
han sido objeto de estudio en este apartado se refieren a las formas de acceso a
RENFE y el tipo de actividad que desarrolló el trabajador en sus primeros
años.

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

Cuadro 1. CATEGORÍAS PROFESIONALES DE LA MUESTRA


1941-1961 1961-1981 1981-2001
Ingeniero Encargado de Presidente Director General de
Renovaciones Infraestructura y Servicios
Jefe de Sección de Vía y Obras Jefe de División de Inspector General
Instalaciones Fijas
Sobrestante Jefe de Obras e Instalaciones Jefe Delegado de
Infraestructura
Oficial Electricista Delegado de Instalaciones Jefe de Infraestructura
fijas
Ayudante de Línea Electrificada Encargado de Sector Subjefe de Sección de
Eléctrico Electrificación
Ayudante Electricista Encargado de Línea Encargado de Línea
Electrificada Electrificada
Guardesa Encargado de Subestación Jefe de Equipo de Línea
Electrificada
Guardesa Montador Electricista Encargado de Subestación
Engrasador de Enclavamientos Oficial de Comunicaciones Jefe de Equipo de Línea
Electrificada
Oficial Montador Jefe de Brigada de Línea Jefe de Sección Eléctrica
Electrificada
Oficial Mecánico de Montador Eléctrico de
Instalaciones de Seguridad Instalaciones de Seguridad
Montador Electricista Oficial de Telecomunicaciones
con Especialización
Montador Mecánico de Jefe de Distrito
Instalaciones de Seguridad
Capataz Obrero Especializado
Jefe de Maquinista de Jefe de Equipo de Instalaciones
Vía y Obras de Seguridad y Enclavamientos
Subjefe de Sección

En lo que se refiere a la vida laboral, se ha pretendido conocer la trayectoria


profesional de la persona entrevistada desde su ingreso en la empresa hasta su
jubilación, si es que ésta se ha producido. Igualmente, se ha buscado analizar los
incentivos para la promoción vertical u horizontal, las condiciones de salubridad
y seguridad en el trabajo, los salarios y en general hacer un estudio de la compa-
ñía desde la propia experiencia de la persona entrevistada. 123
La actividad social que se desarrolla en el seno de la compañía constituye uno
de los rasgos característicos de la cultura empresarial en nuestro país. Desde su
creación en 1941, RENFE auspicia diversas actividades: enseñanza de adultos,
enseñanza profesional, Colegio de Huérfanos, actividades recreativas, economa-
to, pensiones, anticipos, viviendas, construcción de barrios de ferroviarios, asis-
tencia médica, casas de salud y otras muchas prestaciones cuyo alcance real debe
analizarse.

HAFO, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

En cuanto a la conflictividad laboral, los trabajadores de RENFE han prota-


gonizado desde hace muchos años grandes conflictos que además han tenido y
tienen una importante incidencia entre el conjunto de la población. La actividad
de las centrales sindicales incide directamente en la negociación de las condicio-
nes de trabajo de los trabajadores. Los testimonios de los trabajadores sobre este
punto han formado parte de las entrevistas realizadas. No obstante, en este aspec-
to, han sido destacable las dificultades para obtener una información fiable y
fidedigna y han hecho evidente la necesidad en el futuro de abordar el análisis de
la conflictividad laboral en una empresa como RENFE.
Grado de identificación con el trabajo. Por todos es reconocido que pertene-
cer a RENFE supone algo más que desarrollar una jornada de trabajo. Gran parte
de sus empleados se considera, aunque actualmente en menor medida, como
parte integrante de la compañía, de forma que el «ser ferrovario» constituye un
rasgo distintivo respecto a otros trabajadores y respecto a otras compañías.
Acceder al trabajo a partir de unos mismos antecedentes familiares, pertenecer a
un grupo, realizar actividades sociales con otros compañeros de RENFE, vivir en
casas pertenecientes a la compañía, supone un rasgo diferenciador y al tiempo un
grado de identificación muy singular. Todo ha sido analizado en este apartado,
así como otras cuestiones que los propios entrevista-
El «ser ferroviario» dos han sugerido a lo largo de las entrevistas reali-
constituye un rasgo zadas.
distintivo respecto a otros Identidad ferroviaria
trabajadores y respecto a La tradición familiar ferroviaria, en España, se
remonta a varias generaciones, llegando incluso hasta
otras compañías mediados del siglo XIX con las compañías ferroviarias
existentes antes de la formación de la RENFE en
1941. Esa tradición, que hoy en día está a punto de extinguirse, englobaba, tam-
bién, a toda una parentela extensa dentro de una misma generación.
Un primer testimonio nos servirá para ilustrar la vinculación generacional y
familiar al ferrocarril: «...Totalmente, mira, te cuento: por parte de mi padre, por
empezar por eso, mi abuelo era ferroviario, mi abuela era guardabarreras, guardesa,
también ferroviaria; por parte de mi madre, mi abuelo era capataz de vía y obras,
que por cierto tenía en la brigada al hermano de mi padre y a mi padre. Mi abuela
materna no estaba en la RENFE, pero antiguamente la llamaban la capataza, por-
que mandaba más que mi abuelo. Además tíos míos, por parte de mi padre, los tres,
eran mi padre y dos hermanos, una hermana y un hermano, los dos hermanos esta-
ban vinculados con la RENFE, uno era de vía y obras, que por cierto lo tenía mi
124 abuelo en la brigada, y el marido de la hermana de mi padre, que sería mi tío, tam-
bién era de la brigada; es decir prácticamente se movían todos en torno a la
RENFE».3
Dicha tradición ha tenido un evidente trasfondo económico, por cuanto que
esos trabajadores se han incorporado a la RENFE, como ya lo habían hecho en

3. J.L. S. G. Oficial de telecomunicaciones con especialización.

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La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

Fig. 1. El trabajo se realizaba bajo el atento control de los mandos superiores.

las compañías concesionarias del siglo XIX y princi- La familia fue una escuela
pios del XX, con un bagaje de conocimientos y expe-
riencias muy beneficiosos para la compañía. Así, de formación sin coste
pues, no fue en absoluto un aspecto testimonial, sino adicional para la empresa
que la familia fue una verdadera escuela de formación
sin coste adicional para la empresa. Asimismo sirvió también de modelo de com-
portamiento personal, y mecanismo ideológico de cohesión social, en lo que ha
sido, sin duda alguna, una primera seña de identidad ferroviaria.
El acceder, por una parte, al centro de trabajo de los padres y/o abuelos, o al
material móvil sobre el que desempeñaban su trabajo suponía no sólo un ele-
mento de identificación con la empresa, sino también un mecanismo de apren-
dizaje. Por otro lado, esas enseñanzas se complementaban en la propia vivienda
familiar, con toda una panoplia de ejemplos, comportamientos y comentarios,
que los adultos dirigían deliberadamente o de manera involuntaria a su progenie;
muchos de los interlocutores que han prestado su testimonio para el estudio del
trabajo en la infraestructura del ferrocarril recuerdan que sus abuelos y sus padres
les hablaban de la RENFE y del oficio que ellos desempeñaban en la compañía.
Hoy estamos convencidos de que aquel mensaje, que iba acompañado de su pro-
pia experiencia y observación, iba calando en los futuros ferroviarios. El resulta-
do fue la continuidad generacional de miles de hijos de ferroviarios que llegaron 125
a ser también probos agentes del ferrocarril.
Sin duda la Compañía, inspirándose en la experiencia de años anteriores, favo-
reció la entrada de los hijos y familiares en la red mediante mecanismos de acce-
so privilegiado, consolidando derechos ventajosos para estas personas a la hora
del ingreso.
En el supuesto de que la entrada en la RENFE se produjera como consecuen-
cia de una decisión personal y deliberada del nuevo trabajador o trabajadora,

HAFO, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

estas conductas siempre estuvieron respaldadas por la familia, que no sólo consi-
deraba la medida acertada, sino lógica y normal; como una proyección de la pro-
pia familia en la persona de los interesados. En muchos casos es lo que se espe-
raba de alguno o varios miembros de la familia, en particular de los varones. No
ha sido extraño, pues, que cuando esa decisión o circunstancia no se producía en
las generaciones más jóvenes, la familia se preguntase a qué se debía esa negativa
o imposibilidad de incorporarse a la compañía ferroviaria.
Si la identidad y el espíritu ferroviario se ha fraguado, en gran medida, en la
familia, no ha sido menos importante el papel socializador y de cohesión identi-
taria de los barrios creados por la empresa o surgidos por la acumulación de fami-
lias ferroviarias en un mismo entorno geográfico. Los barrios de los que procedí-
an y vivían muchos de los actuales agentes de la RENFE eran entornos sociales
bastante cerrados, y prácticamente el mundo de los empleados de la red era el
único que se conocía y se entendía. Esta circunstancia si bien facilitaba el que el
destino laboral y personal de muchas personas fuera el ferrocarril, suponía, tam-
bién, una concepción de la vida un tanto peculiar.
Los barrios de los actuales Las narraciones de algunos agentes ferroviarios, al
referirse a su infancia y juventud, sirven para resumir
agentes de la RENFE de manera clara ese ambiente que se percibía entre los
eran entornos sociales ferroviarios y sus familias, sobre todo cuando se trata-
ba de barrios enteramente o mayoritariamente habita-
bastante cerrados, dos por empleados del ferrocarril: «Nosotros vivíamos
y prácticamente el mundo en unas casas de RENFE, del servicio eléctrico, porque mi
padre trabaja en electrificación y entonces vivíamos allí,
de los empleados de la en Burgos, al lado de la estación, en unos bloques que
red era el único que se hicieron para la gente de electrificación y de subestacio-
nes, y lo recuerdo como una vida muy normal, viviendo
conocía y se entendía en las casas estas, claro, todo el vecindario eran ferrovia-
rios, era con la gente con la que teníamos más amistad y todo eso, y una vida muy nor-
mal lo que pasa que muy ligados al tren, pegados al tren, porque vivíamos allí mismo
y el barrio era de ferroviarios; bajamos allí a jugar, al patio de al lado de la estación»,
«...a mí siempre me chocaba, y eso lo observaba cuando hablaba con amigos o... con
niños, el que ellos vivieran en pueblos en los que no había tren; entonces a mí me lla-
maba mucho la atención que existieran pueblos en los que no había tren, yo lo tenía
tan asimilado que.... A todos los sitios donde yo iba había tren y, claro, me llamaba
mucho la atención que alguien me dijera que en su pueblo no había tren, no me lo
acaba de creer; pero, claro, es una cosa que la tienes muy asimilada....».4
Para los adultos la situación era muy similar, ya que familiares, compañeros y
126 amigos vivían en el barrio y se relacionaban permanentemente con ellos, tanto en
espacios públicos como privados, y tanto para hablar del trabajo como de otros
temas de la vida cotidiana.
En los últimos años los barrios ferroviarios se han ido desintegrando, la vida
comunitaria en ellos es muy poco intensa y aunque quedan estos barrios y los

4. M.C. G. G. Montador eléctrico.

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La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

Fig. 2. Agentes ferroviarios a mediados de los años sesenta en la estación de La Robla (Leon).

ferroviarios tienen locales de la empresa en donde se reúnen, las nuevas genera-


ciones viven poco en el barrio y mucho más fuera de ese entorno ahora bastante
agobiante y limitado.
Aunque no hayan trabajado directamente en RENFE, el espíritu ferroviario
afecta a todos los miembros de la familia, es algo que no se olvida y que impri-
me un cierto carácter. Las mujeres y las hijas o nietas de los trabajadores ferro-
viarios no han necesitado trabajar directamente en la red para sentir tanto más
que sus maridos, padres o abuelos el espíritu ferroviario, en muchos casos son
ellas las que han mantenido ese espíritu épico del grupo ferroviario que va más
allá de la construcción o el mantenimiento de la red ferroviaria y que se asienta
en una forma de entender la vida muy mediatizada por las condiciones laborales,
pero también por las condiciones sociales y personales de un colectivo como los
trabajadores del ferrocarril: «... Ella lo lleva bien, porque ya viene de padres ferro-
viarios, incluso más que yo, ella tiene más arraigo ferroviario que yo, la abuela era
ferroviaria, el abuelo era ferroviario, el padre... La abuela era guardabarreras, se lla-
maban guardesas, el abuelo era de vía y obras, capataz, el padre jefe de estación, y dos
hermanos que tiene también en RENFE, dos cuñaos míos, esos entraron como yo,
desde militares; por eso ella lo vive..., lo vive más todavía que yo, es más ferroviaria
que yo casi [..]. A mi mujer si le digo, por ejemplo, que nos dan una vivienda de esas 127
que alquilan las estaciones, estaría como loca, le gustaría mucho vivir en la estación,
vivió mucho tiempo, claro, toda la vida [...] Ella lo vive mucho».5
La incorporación a la RENFE, ha tenido, por regla general, como conse-
cuencia la plena identificación del trabajador con la empresa, que ha llegado

5. J. P. O. Oficial de comunicaciones.

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Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

a considerarla como algo suyo, algo que tiene que defender y conservar; algo
de lo que hay que obtener ciertas ventajas: «Bueno, para nosotros RENFE era
nuestra, era una cosa nuestra, porque viviendo al lado de la estación, en las casas
de la RENFE, siempre tratando con hijos de ferroviarios, vecinos ferroviarios y
todo. Pues prácticamente RENFE para nosotros es una familia, es parte de nues-
tra vida, es... no es decir... es donde ha trabajado mi padre, no, no, ni es donde
trabajo yo ahora, tampoco, sino que es una institución que la quieres, que has
vivió de ella, que has comida de ella, y que siempre te gusta y que te es difícil mar-
char de RENFE».6
Durante las cuatro primeras décadas de la historia de RENFE el espíritu
colectivo y la creencia de pertenecer a una empresa común estuvo permanente-
mente presente. La inmensa mayoría de los trabajadores se sentía plenamente
identificada con sus compañeros de trabajo a la vez o a través de la compañía
estuvo acompañada de la identificación con el resto de los trabajadores de la
compañía, a pesar de la dispersión geográfica esa identidad estaba siempre pre-
sente, entre los trabajadores de a pie. No importaba que un trabajador o traba-
jadora fuera de infraestructura y otro u otra de mate-
En muchos casos son ellas rial móvil, o de circulación, todos ellos eran de la
las que han mantenido ese RENFE y por tanto solidarios entre sí. Esto era par-
ticularmente visible a la hora de los desplazamientos
espíritu épico del grupo en el trabajo o en las averías y accidentes, pero tam-
ferroviario que va más allá bién funcionó fuera del trabajo: «Cuando hacíamos
esos viajes tan largos (mi padre) hablaba más amisto-
de la construcción samente con todo tipo de gente, con los de las estaciones,
o el mantenimiento con el jefe de estación; con el interventor..., me imagi-
no que es otra cosa diferente a si tú vas en el tren como
de la red ferroviaria un pasajero normal», «...que siempre me hace gracia,
porque en RENFE se les dice a los que han entrado
desde fuera (de entornos y familias no ferroviarias) ¡los de la calle!, los demás somos
los de RENFE, como de la familia, y los demás son de la calle».7
El que la red ferroviaria fuera un monopolio natural de transporte ferroviario
ayudó a que los trabajadores que participaban en ella tuvieran una mayor con-
ciencia de pertenecer a una empresa única y diferenciada, que prestaba unos ser-
vicios que nadie más podía prestar y que eran muy importantes para el conjun-
to de los ciudadanos de nuestro país.
No menos importante para la identidad ferroviaria fue el tipo de trabajo que
se llevaba a cabo en la vía y en los talleres, en ambos espacios se generó una cul-
tura del trabajo muy similar y propia del trabajo específico, el derivado de los ofi-
128 cios ferroviarios. Asimismo tuvo lugar un doble proceso que afectó por igual al
consentimiento de los trabajadores en la producción y al fenómeno de arreglár-
selas, y que podríamos resumir en el término resignación, resignación a la hora
de la dureza y condiciones de trabajo y resignación ante la escasez de material; en

6. F. P. G. Encargado de sector mecánico de instalaciones de seguridad.


7. M.C. G. G. Montador eléctrico.

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

ambos casos la empresa tampoco fue ajena a su constitución, como no lo fue el


régimen político que siempre que pudo actuó directamente sobre la empresa,
dando a ésta un carácter militarizado y jerarquizado que siempre ha tenido hasta
los últimos años: «... al principio las pasamos canutas, porque en el año 41, recién
terminada la guerra, ¡eh!, con toda la..., con todo el desecho que produce una guerra
en materiales, en todo. Los coches todos..., no había baterías para reemplazar, no
había elementos para reemplazar, te tenías que valer como podías, casi, como se suele
decir, atarlo hasta con cuerdas para que aquello funcionara. Nos tocó una vida perra,
perra, perra. Después ya, claro, a medida que transcurrieron los años aquello ya se fue
modernizando, se estabilizó, se fue estabilizando todo, RENFE ya fue prosperando y
entonces ya cuando se adelantó en el bienestar general de España entera, pues ya se
modernizó la RENFE...».8
Otra vía de penetración identitaria fue la obra social de la RENFE, que abar-
có aspectos muy diversos y numerosos. La compañía puso especial empeño en
mantener un espíritu colectivo de grupo diferenciado mediante determinadas
prestaciones sociales, que en muchos casos revistió la forma de salario diferido;
pero no se descuidó la formación específica o la socialización del grupo ferrovia-
rio. Así se fomentaron los colegios de huérfanos, las escuelas de aprendices, los
regimientos ferroviarios, los economatos, las viviendas de la compañía, las escue-
las dependientes de la RENFE, los pases de transporte: los kilométricos o la prio-
ridad para acceder a un puesto eventual o fijo en la red, dentro de lo que se
podría denominar mercado interno de trabajo: «...los que no tenían derecho a
vivienda, pues podían acceder a una casa como ésta, por una módica cantidad, que...
bueno, a lo primero no era mucho, después pasaron muchos años y no se subió, es más,
bajaron hasta la renta. Yo recuerdo aquí que entramos pagando 230 pesetas y después
a los dos o tres años bajaron a 205 pesetas (años cincuenta). Claro, que es cuando
vinimos aquí, y encima entraba el agua, no se pagaba ni agua, ni luz de la escalera,
dentro de eso iba ese precio, y estuvimos pagando 205, y después ya de diez o doce
años, o más, nos subieron a 280, pero después ya de mucho tiempo, o sea que han sido
casas baratas, después ya subió más, y ahora ya más caras, claro, pero de aquella eran
baratas, eran muy asequibles».9
La identidad ferroviaria se plasma tanto en relación con sus afines como fren-
te a los que no lo son; es decir su identidad se consolida cuando se identifican
con los de su familia, que es ferroviaria, con los de su barrio que también son
total o mayoritariamente ferroviarios, con sus compañeros de trabajo; pero tam-
bién salen reforzados en sus señas de identidad al contraponerse a los distintos, a
los diferentes.

RENFE, paradigma de empresa paternalista 129


El estudio de RENFE con fuentes orales permite estudiar el modelo de empre-
sa paternalista –paradigma organizativo de las dictaduras europeas–, desde todos
sus ángulos, extrapolando el proceso de análisis a otras empresas de similares

8. A. R. Ayudante electricista.
9. F. P. G. Encargado de sector mecánico de instalaciones de seguridad.

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Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

características en otros países.10 En efecto, tanto en España como en Italia o


Alemania, los regímenes autoritarios imponen un modelo de organización labo-
ral basado en el intento de unir de «forma vertical» los intereses de la patronal,
con los de los trabajadores. Las empresas se conciben como una gran familia en
la que el «gestor», es el padre tutelar de toda la clase trabajadora a la que se deno-
mina de forma aséptica con el calificativo de «operarios», eliminando así el tér-
mino obrero o trabajador, tratando de evitar el posible carácter confrontador de
esta expresión.
Las empresas son unidades autosuficientes de las que sus miembros reciben
todas las prestaciones que deberían percibir por parte del Estado: escuelas, eco-
nomatos, orfanatos, servicios de salud o viviendas.11 Además, claro está, de un
sueldo y de una «carrera profesional» de la que el sujeto se siente responsable. Ello
provoca, por una parte una dependencia muy estrecha del individuo con la
empresa, y por otra el desarrollo de una autonomía personal.
En relación al sueldo, RENFE pagó desde sus orígenes un salario por debajo
del resto de las empresas del ramo. Pagaba poco y
El estudio de RENFE además repartido en diversos conceptos, por lo que
era muy difícil fijar un salario único que sirviera de
con fuentes orales permite referencia comparativa a los propios trabajadores. Por
abordar el modelo de otro lado el relacionar producción y prestación, esta-
blecía una jerarquía de capítulos que individualizaba
empresa paternalista, la percepción del salario. La argumentación de que el
desde todos sus ángulos, sueldo era bajo porque se cobraba en prestaciones,
atajaba cualquier atisbo reivindicativo y estaba asu-
extrapolando el proceso mido por todos, y todas las trabajadoras. De hecho la
de análisis a otras mayoría de los trabajadores entrevistados afirman su
compromiso con RENFE al sentirse estrechamente
empresas de otros países ligados a la empresa. Explican con gran verismo
cómo su trabajo rozaba el hambre, pero no caían en
ella. Hay una frase recogida en varios testimonios y que ilustra de manera clara
este argumento: «En RENFE el hambre pasaba por la vía, pero no entraba en la
casa».
El hecho de recibir de la empresa las ayudas que afectan a la familia y que
deberían ser competencia del Estado, hace que se perciba la remuneración como
un elemento que afecta de una manera muy especial al bienestar familiar. Existía
el temor de que la más mínima sanción podía repercutir directamente en la pro-
pia familia. Por ejemplo los traslados, muy comunes en esta profesión, compor-
taban el cambio de domicilio familiar, ya que la vivienda, en algunas categorías,
130 por ejemplo en la de capataz de vía y obras, iba unida al desempeño de la activi-

10. Ver BABIANO, J., “Paternalismo industrial y disciplina fabril en España (1938-1958). Madrid,
CES, 1998 y también COMIN, F., MARTÍN ACEÑA, P. MUÑOZ, M., Y VIDAL, J., 150
Años de historia de los ferrocarriles españoles, Madrid Anaya y EFE, 1998. ARTOLA, M. Los ferro-
carriles en España 1844-1943, Madrid, Servicio de Estudios del Banco de España, 1978.
11. Ver FERNER, A., “El Estado y las relaciones laborales en la empresa pública. Un estudio com-
parado de Renfe y British Railways. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1990.

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La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

dad. El ascenso de categoría o la ejecución de una tarea específica de forma even-


tual, dependía del mandato del superior y su decisión comprometía la estabilidad
familiar, y no sólo en relación al salario.
La individualización del trabajo y la percepción del salario específico contri-
buyen a dar una idea de autonomía que, tanto los trabajadores varones como las
mujeres, valoran de forma especial, a la vez que contribuye a ligar los intereses de
la empresa con los intereses de la mano de obra. La idea que difunde este tipo de
sociedades es que «el bien de la empresa es el bien de todos». De modo y manera
que se procure el máximo compromiso.
Los testimonios orales nos hablan de la vida en las «casillas» (viviendas de
ferroviarios levantadas en la misma vía) y nos trasmiten la idea de «la gran fami-
lia ferroviaria» en donde la solidaridad de todos los miembros suple el aisla-
miento del trabajo. En los años del hambre, inmediatamente después de la gue-
rra civil, los trenes que circulaban con carbón en ocasiones arrojaban a su paso
algo de combustible que permitía a las familias de las casillas sobrellevar mejor
los rigores de la carestía: «pitaba bien el maquinista,
[..] y como teníamos la chapa de carbón, [..], tiraban Los trenes que circulaban
‘las briquetas´ de carbón, tiraban dos o tres y tenía mi
madre para echar carbón... pues unos días, nos autoa-
con carbón en ocasiones
bastecíamos y (era) la colaboración del resto de los ferro- arrojaban a su paso algo
viarios...».12
De otro lado, los ferroviarios de los años cincuen-
de combustible que
ta y sesenta, tenían una disponibilidad absoluta para permitía a las familias
el trabajo. No tenían festivos, ni descansos asegura-
dos, todos ellos tenían asumido que si la empresa
de las casillas sobrellevar
necesitaba de sus servicios debían acudir a la hora y mejor los rigores
día en que se requiriera su asistencia. Un trabajador
lo expresa así: «Vivía solamente para la empresa, cuan-
de la carestía
do estaba en funciones de monitor, solamente para la
empresa ...[..] descansos domingos..., lunes de madrugada.. cuando fuera .., manda-
ban el Land Rover a casa, [..].., a medianoche o cuando fuera un descarrilo que hay...
en “equis”..., donde fuera..., las vacaciones de tres o cuatro veces interrumpidas..».13
La conformidad con el trabajo era por consiguiente muy grande y el grado de
compromiso que unía al trabajador con la empresa muy estrecho. Las fuentes
orales nos trasmiten este sentimiento y la mayoría de los encuestados dejan entre-
ver la «inversión del gran esfuerzo» que han depositado en la misma. Hay que seña-
lar que al final de su vida laboral, en la mayoría de los casos jubilados o pre-jubi-
lados la sensación que trasmiten es la de «ingratitud» por parte de RENFE.
Consideran que el grado de entrega que han tenido con su trabajo no se ha visto 131
recompensado, más bien piensan que se les ha traicionado, de ahí la sensación de
frustración y amargura.

12. Entrevista a G. C. Jefe de distrito de vía y obras de RENFE. En activo.


13. Entrevista a J.S.A. Capataz de vía y obras, entró en RENFE en 1951 y se jubiló a petición pro-
pia en 1981.

HAFO, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

Otro de los aspectos que afloran en los testimonios recogidos es la relación


entre los trabajadores varones y las mujeres que trabajaban en el ferrocarril.14 Hay
que señalar que RENFE es una empresa muy masculina, fuertemente marcada
por un carácter de género. La mayoría de actividades, o profesiones, relacionados
con los ferrocarriles suelen tener que ver con oficios varoniles. Los instrumentos
de trabajo e incluso los uniformes de faena contribuyen a esta consolidación.15
Pues bien, cuando en los años ochenta se produce una incorporación importan-
te de las mujeres a la empresa, las dificultades con las que se encuentran ponen
de manifiesto esta jerarquización de oficios y la dificultad añadida para las muje-
res. Cuando entran mujeres que trabajan de factoras, maquinistas o en vía y
obras, la experiencia de entrar en un mundo laboral que hasta entonces ha esta-
do vetado o muy limitado a las mujeres nos ofrece un análisis pormenorizado de
elementos de análisis en los que se entiende que «lo personal también es políti-
co». Nos referimos a los monos de trabajo (diseñados sin pensar que puedan ser
utilizados por mujeres), a la soledad en las residencias de ferroviarios y por últi-
mo a las dificultades de ascenso y categoría de activi-
Recogemos los relatos dades a desarrollar.
de los supervivientes Cuando llegamos a los años ochenta el modelo de
RENFE cambia totalmente. En 1989 se aprobó por
de un oficio que ha sido parte del Consejo de Administración, un programa
pionero en la historia denominado Principios generales de modelo de gestión.
En él básicamente subyace una única idea: el servicio
contemporánea y asistimos ferroviario debe adecuarse a las necesidades del mer-
al cambio del trabajo cado y por lo tanto deberá mejorar la calidad del pro-
ducto y hacerlo competitivo y rentable. Aparecen las
ferroviario por un Unidades de Negocio (UN) auténticos pilares organi-
modelo de trabajador zativos de la empresa, con autonomía suficiente para
gestionar por su cuenta los distintos sectores del tra-
polivalente y eventual bajo ferroviario. Surgen las «contratas», servicios pri-
vados concertados por RENFE para llevar a cabo
determinados trabajos. Esto trae consigo un excedente de personal que se tradu-
ce en prejubilaciones y jubilaciones masivas que hace que en pocos años se renue-
ve, en buena medida, la plantilla ferroviaria. La aparición de las líneas de alta
velocidad, la más importante el AVE, alteran de forma sustancial el modelo que
venimos analizando.
Todo esto repercute de forma sustancial en «el sentir ferroviario» y el carác-
ter de empresa matriz desaparece. La mano de obra que asiste a este cambio

132
14. Ver RIVAS, J.C., “Sólo el 7,88% son mujeres” en Vía Libre, enero de1989.
15. Historia y evolución del uniforme ferroviario. Imágenes para el recuerdo. Madrid, ed. Fundación de
los Ferrocarriles españoles, 1993. En este libro se puede observar el carácter casi militar del uni-
forme ferroviarios y como se adapta al momento histórico y coyuntura política.
Ver también DIAZ SÁNCHEZ, P., “El trabajo en Renfe: un análisis de género (a partir de
1960)”, ponencia presentada en AULA DEL MOVIMIENTO OBRERO: Mujer y trabajo en la
España Contemporánea, febrero de 2002, Facultad de C. Políticas y Sociología, Campus de
Somosaguas, UCM (en prensa).

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

ve alterada su relación con el traba-


jo y encaja con gran dificultad los
cambios. Los testimonios orales
nos aportan evidencias de esta pér-
dida de oficio que destruye la cul-
tura de trabajo en la que se basa-
ban los altos rendimientos y el
compromiso con la empresa.
Recogemos los relatos de los super-
vivientes de un oficio que ha sido
pionero en la historia contemporá-
nea y asistimos al cambio del tra-
bajo ferroviario por un modelo de
trabajador polivalente y eventual.
La mayoría de la labor que se reali-
za en las nuevas contratas es lleva-
da a cabo por personal que viene
de otros sectores y que está en la
vía de forma aleatoria: «hoy ya no
hay nada, hoy trabajas en RENFE y Fig. 3. Instalación de un cambio de vía por tra-
trabajas en una empresa, trabajas en bajadores de Enclavamientos, años noventa.
una empresa...».16 El sentimiento
de pérdida que trasmiten los viejos ferroviarios es un testimonio para la his-
toria.

Mujeres del mundo ferroviario: las guardesas


El discurso de la domesticidad vigente bajo el franquismo consideraba el tra-
bajo de la mujer fuera del hogar como algo excepcional. El hombre era el «bre-
adwinner», encargado de conseguir el sustento familiar, mientras que el puesto
de la mujer estaba dentro de la familia; por ello, cuando ésta trabajaba fuera de
casa, lo hacía subordinando esas tareas a su papel en el hogar.17 Esta división
genérica del trabajo en el seno de la familia influía en el hecho de que mujeres y
hombres no compitieran por los mismos puestos en el mercado laboral, lo cual
significaba que, incluso dentro del mercado interno ferroviario, a las mujeres les
estaba reservado el empleo en determinadas labores, a menudo relacionadas con
su papel doméstico como la costura o la limpieza. La mayoría de los trabajos en
el ferrocarril les eran vedados a las mujeres, que se encontraban prácticamente
ausentes del mundo ferroviario si exceptuamos su presencia masiva en las tareas
de la vigilancia de vía, labor de las guardesas.18 133

16. Entrevista a C. LL. G. Jefe de distrito de vía y obras de RENFE. Prejubilado en abril del 2000.
17. GALVEZ, Lina (1997). “Breadwinning Patterns and Family Exogenous Factors: Workers at the
Tobacco Factory of Seville during the Industrialization Process, 1887-1945”, en International
Review of Social History, nº 42, ps. 87-128.
18. Por lo menos hasta la aplicación de la Ley de Igualdad de Derechos Políticos, Profesionales y de
Trabajo de la Mujer, de 22 de julio de 1961, dentro del Reglamento de RENFE de 1971.

HAFO, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

En la vigilancia de la vía el empleo había sido tradicionalmente hereditario,19


lo cual suponía que las compañías ferroviarias privadas, anteriores a la creación
de la red, podían conseguir una mano de obra dócil y barata si acudían a los
familiares de sus trabajadores, las mujeres e hijos de los ferroviarios. El carácter
endogámico de la profesión de guardabarrera estaba regulado por los reglamen-
tos que daban prioridad a las hijas y esposas de los ferroviarios, en especial de
los obreros y capataces de vía y obras.20 Dichas categorías tenían la ventaja aña-
dida de utilizar como vivienda para sus familias las casillas situadas junto a las
vías del tren.
Las guardesas se ocupaban de la difícil tarea de la vigilancia y cuidado de los
numerosos pasos a nivel del ferrocarril que cruzaban toda la geografía españo-
la. Desde finales del siglo XIX21 el trabajo de vigilancia de la vía lo realizaban
las mujeres de agentes ferroviarios en horarios siempre diurnos; la prohibición
del trabajo nocturno para las mujeres –legislado en el Fuero del Trabajo
(1938)– obligaba a que fueran guardabarreras varones los que guardaran los
pasos durante la noche. El número de guardesas era elevado, suponía el 16,5%
del total del personal de infraestructuras de la RENFE, en 1944. Esta mano de
obra fue disminuyendo hasta 1971, entonces se suprimió la categoría de guar-
desa y pasó a llamarse guardabarrera. Todavía en 1972 las guardabarreras repre-
sentaban más de la cuarta parte, el 26%, de las empleadas en la red;22 eran casi
ochocientas, frente a cuarenta mujeres con titulación superior. En este sentido,
las guardesas son el grupo más representativo de las empleadas de la red en sus
primeras décadas.
El trabajo de guardesa reunía las características de las ocupaciones asignadas
tradicionalmente a las mujeres: se situaba en los escalones inferiores de la pirá-
mide jerárquica, tenía salarios inferiores a los varones de su categoría y en muchos
casos era un trabajo precario, ocupado por contratadas «eventuales». Las mujeres
trabajaban durante el día en las incómodas garitas o en las casillas de los pasos a
nivel del campo o la ciudad en turnos de ocho o doce horas. Su jornal era signi-
ficativamente inferior al de sus homólogos masculinos, que hacían el mismo tra-
bajo en horario nocturno. La segregación laboral que sufrían las mujeres guarde-
sas se mantuvo desde los orígenes del ferrocarril hasta los años setenta, cuando
dicha categoría femenina fue abolida.

19. Como han estudiado E.Ballesteros y T.Martínez Vara (2000) la estructura de empleo de las
grandes compañías privadas, la Compañía de Ferrocarriles del Norte y MZA, estaba caracteri-
zada por unos “mercados de trabajo internos muy heterogéneos y fuertemente segmentados”.
20. El Reglamento de RENFE de 1947 (p. 3) especificaba que el cargo de guardabarrera será con-
134 fiado en general, a mujeres de los capataces u obreros que vivan en las casillas de los pasos a nivel.
21. BALLESTEROS, E. Y MARTÍNEZ VARA, T. (2001). “El mosaico de las profesiones ferrovia-
rias. El caso de la Compañía de Madrid a Zaragoza y Alicante, 1857-1936”. En ARENAS, C.
FLORENCIO, A. PONS, G. Trabajo y relaciones laborales en la España Contemporánea, Sevilla,
ps. 53-64.
22. ESCARDELL, Leticia (1972). “La mujer en el trabajo, Renfe como muestra”. Vía Libre, año 8,
n.º 104, p. 36: “Sobre una plantilla de 83.000 empleados aproximadamente 3000 son mujeres.
De ellas 767 son limpiadoras, 785 oficiales de oficina, 794 guardabarrera, 40 tituladas superio-
res, 70 tituladas de grado medio y toda clase de oficios desde costurera a programadora”.

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

Los principales testimonios que hemos utilizado proceden de dos guardesas;


ellas son mujeres criadas en el ambiente rural ferroviario, hijas y a veces nietas de
guardesas23 y obreros de vía y obras. En el transcurso de los relatos orales, las
mujeres de RENFE nos han hablado de su pasado y su origen social; aparecen así
elementos que conforman su identidad subjetiva.
E.B., guardesa en El Espinar (Segovia) durante los años cuarenta y cincuenta,
contaba así sus orígenes: «Nací yo en una casilla en una estación de El Escorial, y
siempre de trenes, de trenes... ¿Mis padres? Pues era, primer obrero, era de vías y obras
y mi madre pues era guardesa, pero luego se trasladaron a El Espinar, cuando yo tenía
cinco años y allí he desarrollado mi vida hasta los veintisiete, los veintiocho; en El
Espinar».24
El testimonio de la guardesa de San Fernando, R.M., está marcado por la inse-
guridad que le daba su semi-analfabetismo, pues –como tantas otras niñas de la
posguerra española– no tuvo apenas acceso a una educación escolar. Este rasgo
introduce también ciertas peculiaridades en el discurso, con una forma de expre-
sión más concreta y dificultosa de lo habitual.25 Su relato comienza así: «Nací en
Coslada en una casilla doble que había y luego ya me bautizaron allí. Mis padres se
fueron luego a otra casilla doble a Humanes, que era de
Guadalajara, también doble y mi madre estaba allí de Las mujeres de RENFE
guardesa».26
Las entrevistas evidencian cómo la identidad de las
nos han hablado de su
guardesas va muy unida a la memoria familiar, for- pasado y su origen social;
mada por un conjunto de recuerdos relativos al pasa-
do del grupo de origen, donde también se incluyen
aparecen así elementos
representaciones, valores y normas. La figura de la que conforman su
27

madre, también guardesa es clave en esta transmisión


de valores; ella servía de modelo en el trabajo de la
identidad subjetiva
casa y en el ferrocarril. Al preguntarle cómo aprendió
el oficio, R.M. afirmaba: «Pues ya como estaba mi madre pues yo ya... yo ya lo sabía.
Teníamos que poner el banderín, coger el banderín cuando venía un tren. Si pasaba
un camión, una bicicleta o algo, ibas, hacías así (hace señales), abrías la barrera y ya
pasaba y ya está; que eso lo sabía yo ya, así que eso no había que estudiar».28 En este
proceso también se transmitía de madres a hijas una «cultura ferroviaria», unida
al aprendizaje genérico de los trabajos domésticos. La familia era el núcleo de
donde partía el aprendizaje del oficio y a menudo toda la educación que las jóve-

23. A veces el oficio se remonta a más de tres generaciones, como era el caso de las guardesas de la
línea de Ariza a Valladolid (Información proporcionada por Olga Macías). 135
24. Entrevista a E. B. Guardesa, realizada por Pilar Domínguez.
25. Rasgos de los analfabetos que señala VILANOVA, Mercedes (1996) Las mayorías invisibles.
Explotación fabril, revolución y represión. Ed. Icaria, Barcelona, p. 25.
26. Entrevista a R. M. Guardesa realizada por P. Domínguez.
27. CUESTA, Josefina (1995) “Memoria e historia”, en ALTED, Alicia (coord.) Entre el pasado y el
presente. Historia y memoria. UNED, Madrid, p. 69.
28. Entrevista a R.M. Guardesa.

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Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

nes recibían en su vida. Incluso era frecuente que madre e hija –en el caso de
R.M.– se turnaran en el horario de trabajo, tanto en casa como en el paso a nivel:
«Pues a la seis de la mañana, hasta las dos de la tarde, me parece que era mi madre
o yo, lo mismo nos daba, como estábamos juntas, lo mismo nos daba. A las dos. Y
luego otra hasta la diez de la… no, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y
diez, sí. A las dos de la tarde mi madre y entraba yo, pero como estábamos allí las
dos… o entraba ella, lo mismo nos daba. Y luego a las diez de la noche iba un señor,
un hombre».29
Los recuerdos de las guardesas se organizan en gran medida en torno a la vida
familiar y doméstica, como ocurre con frecuencia entre las mujeres. La cercanía
entre el paso a nivel y la vivienda, entre el trabajo remunerado y el doméstico,
refuerza su doble identidad como ferroviarias y como mujeres de familia. La
empresa propiciaba esta unión de lo privado y lo público, la familia y el traba-
jo al establecer de modo excepcional en sus normas sobre las guardesas que, «el
trabajo atribuido a esta categoría se estima compatible con las ocupaciones del
hogar».30
En la práctica esto era muy difícil, cuando las «ocupaciones del hogar» de las
mujeres ferroviarias no eran tareas sencillas, pues incluían trabajos como el cui-
dado de los animales y del huerto familiar. R.M. describía así la rutina diaria:
«Había que abrir la puerta lo primero, por la mañana, soltar las gallinas, luego
echarles de comer, barrerlo, porque se barría todos los días... Unos chozos que hizo mi
padre, de traviesas de eso de la RENFE, lo hizo muy bien. Y lo del cochino igual, lo
de los cerdos, había que limpiárselo, se le barría todos los días, echarlos de comer y
todo. Y luego los conejos que teníamos y las palomas... todos los días se limpiaba... A
lo mejor me metía yo pá dentro, sabes, lo limpiaba y ella se quedaba por allí fuera
sentada o barriendo toda la calle y ya tenía cuidao del paso a nivel».31
Además las ahora labores domésticas en los años cuarenta y cincuenta se reali-
zaban en condiciones muy duras; dice E.B: «Teníamos que ir a lavar al río –pre-
cisa– y a por agua a la estación pa beber y luego había allí unos manantiales cerca de
la casa y se cogía el agua. Pues al río a lavar, íbamos a lavar... y no nosotros, to’l pue-
blo».32
Poder hacer compatible –en teoría– la vigilancia del paso con las tareas domés-
ticas se traducía en una minusvaloración de su trabajo profesional. La escasa con-
sideración social y económica que merecía el trabajo doméstico se trasladaba aquí
a la actividad laboral, que era poco apreciada no sólo por parte de la empresa,
sino por parte de las mismas trabajadoras. En los testimonios, las guardesas con-
sideran su trabajo en la vía algo secundario respecto a sus labores domésticas, que
les correspondían en la división del trabajo por género dentro de la familia. Ello
136 es debido a que esta pequeña remuneración se consideraba como «una ayuda»
para el grupo familiar, más que el fruto de un verdadero trabajo, que era llevado

29. Entrevista a R.M. Guardesa.


30. Reglamento para la conservación y vigilancia de la vía (1947 y 1962).
31. Entrevista a R.M. Guardesa.
32. Entrevista a E.B. Guardesa.

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

a cabo por el cabeza de familia. Así lo recuerda R.M.: «Yo me apañaba con eso.
Cuando me casé me apañaba con eso y lo del sueldo de mi marido, claro. Y mi madre
con eso se ha apañao toda la vida».33
Las guardesas aceptaban sin críticas sus ínfimos sueldos y valoran cuestiones tan
elementales como el hecho de tener un sueldo fijo a fin de mes, aunque fuera
pequeño. Éste es el sentido de las palabras de R.M.: «RENFE siempre ha pagao
bien. No es como otras empresas que si están de huelga por pagos, en la RENFE no, yo
nunca lo he oído, nunca jamás. Y fíjate tú que he nacido en casilla con mi madre y mi
padre y... eso, la RENFE siempre ha pagao bien, eso es lo que ha tenido siempre».34
En consonancia con este carácter secundario respecto a las tareas domésticas,
ellas no tomaban su jornal como algo propio, sino perteneciente al grupo fami-
liar, por lo que era el padre quien lo administraba. A menudo las mujeres e hijas
de ferroviarios ni siquiera lo recibían y no recordaban la cantidad que cobraban.
Al preguntarle por su salario E.B. contestaba: «¿Lo del sueldo? Mi padre se queda-
ba..., mi padre iba a cobrar a la estación, cobraba lo de él, lo de mi madre y lo mío
y a mí no me daba nada. Hombre, cuando yo les decía darme, me voy a comprar esto,
me voy a comprar lo otro, pues me daban dinero».35
Por estas mismas razones las mujeres entrevistadas
no valoraban apenas sus conocimientos del mundo Ellas no tomaban su
ferroviario, a diferencia de otros trabajadores que
hablan con orgullo de sus habilidades en el oficio
jornal como algo propio,
ferroviario. Para ellas se trataba de un trabajo sencillo, sino perteneciente al
aunque con mucha responsabilidad. E.B. afirma:
«Difícil no era el servicio. Porque cierro esta puerta,
grupo familiar, por lo que
abro esta puerta, ten cuidao de este disco, del otro disco; era el padre quien lo
una cosa que te tenías que estar pendiente de que no te
pasara nada».36
administraba
A pesar de no ser un trabajo duro el oficio de guar-
dabarrera tampoco estaba bien considerado entre los ferroviarios. Tenían mucha
responsabilidad, estaba mal remunerado y, «era muy aburrido, muy cansao, muy
monótono, estar ahí pendiente de cuando viene el tren».37 Por ello, a menudo los
obreros preferían realizar otras tareas en la vía. La guardesa de Alovera –entrevis-
tada en los años setenta por la periodista Leticia Escardell– venía a decir lo
mismo, con otras palabras: «¡Ocho horas sin salir de la garita, como un chucho, digo
yo, y que no puedo dejar de mirar!».38
Sin embargo, las guardesas entrevistadas mostraban una notable conformidad
con su trabajo y con el funcionamiento de la empresa. Este rasgo es más acusa-

137
33. Entrevista a R.M. Guardesa
34. Entrevista a R.M. Guardesa.
35. Entrevista a E.B. Guardesa.
36. Entrevista a E.B. Guardesa. A la pregunta de cómo había aprendido el oficio contestaba: “¡Andá!
Eso no se aprende.... Eso es viéndolo”.
37. Entrevista a A.A. Guardabarrera, realizada por P. Domínguez.
38. ESCARDELL, Leticia, “La mujer en el trabajo, Renfe como muestra” (op. cit).

HAFO, 2, 28, 2002


Pilar Folguera, Pilar Díaz, Pilar Domínguez, José María Gago

do en R.M.: «Y yo me ha pasao igual (que a mi padre), eh, yo me ha gustao mucho.


Y ahora como digo, estoy durmiendo y siento el tren. Vivo al lao.... Yo creo que he
nacido en la casilla y me voy a morir en la casilla, en el tren».39 En su discurso no
aparece ni una sola crítica a la red, de la que se muestra siempre orgullosa con
frases como éstas: «Me encanta la RENFE ... Como RENFE no hay otra cosa, de
verdad».40
Este hecho puede relacionarse con su bajo nivel cultural, pero también con el
orgullo de ser ferroviario, rasgo común a muchos de los trabajadores de RENFE,
como ya se ha explicado anteriormente. Su identificación con la empresa deriva-
ba de la socialización e integración de los trabajadores dentro del estrecho mundo
ferroviario, teñida a su vez por una ideología paternalista que hablaba de la
RENFE como una «gran familia».
Este mundo ferroviario de los años cuarenta, cincuenta e incluso de los sesen-
ta, fue cambiando poco a poco por la evolución de la economía española y la con-
siguiente modernización de RENFE. En este contex-
Su identificación con to, algunas tareas como la vigilancia de los pasos a
nivel, van desapareciendo al ser sustituidas por siste-
la empresa derivaba de la mas de seguridad más eficaces. Al mismo tiempo, en
socialización e integración los años sesenta, los trabajadores –hombres y mujeres
del medio rural– empiezan a echar en falta una serie
de los trabajadores dentro de servicios sociales que ya estaban al alcance de la
del estrecho mundo población urbana. Para las mujeres trabajadoras era
fundamental conseguir un bienestar para sus hijos, del
ferroviario, teñida a su vez que ellas nunca habían disfrutado; R. M explica con
por una ideología sencillez cómo dejó la casilla y el paso a nivel: «Que por
eso como en el año 64, la chica, dije que iba hacer ella
paternalista que hablaba los seis años, ¿te acuerdas? Y digo, mama, ya con la niña
de la RENFE como no puedo (trabajar) porque tiene que ir al colegio a estu-
diar y yo estaba embarazá, me quedé embarazada en
una «gran familia» junio y digo, yo aquí no estoy, tú dime a mí ahora que
nazca el otro, aquí en el campo con los dos, yo no, yo ya
lo dejo. Y luego digo, para marzo nacía el niño así que cogí y por eso lo dejé también...
Dice mi madre, sí hombre. Digo tú crees que yo voy a dar a luz, me tengo que ir allí
quince días o un mes, lo que me den y luego me tengo que venir aquí con los dos, que
se pongan malos de noche y todo, que no, que no. Y ya por eso pedí la excedencia... Y
ya me fui a Torrejón».41
Las estrategias familiares de los trabajadores estaban cambiando y ya no les
interesaba permanecer en el medio rural. Así, parte del personal que trabajaba en
138 la vía se sumó a la fuerte corriente migratoria del campo a la ciudad en busca de
mejores salarios y de un acceso a la educación para sus hijos que el aislamiento
de la vía les había impedido.

39. Entrevista a R.M. Guardesa.


40. Entrevista a R.M. Guardesa.
41. Entrevista a R.M. Guardesa.

HAFO, 2, 28, 2002


La identidad de los ferroviarios de RENFE, 1941-2000 a través de las fuentes orales

A juzgar por los testimonios orales, puede decirse que a finales de los años
sesenta se interrumpe en RENFE el relevo generacional de sus trabajadores,
hombres y mujeres nacidos y criados en la vía, hijos y nietos de ferroviarios Las
nuevas generaciones ya no van a continuar en la profesión como guardabarreras
y la mayoría ni siquiera trabajarán en el ferrocarril.
En suma, los testimonios de las personas entrevistadas durante la realización
de este proyecto nos han permitido reconstruir diversos aspectos del trabajo en la
infraestructura en una empresa tan emblemática como es RENFE. Desde estas
páginas queremos recordar a todas aquellas personas que han colaborado con sus
testimonios, sus recuerdos, sus fotografías y sus documentos, que en la mayoría
de las ocasiones han ayudado de forma determinante a reconstruir la historia oral
de los trabajadores de RENFE.

139

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral: una brújula para los
desafíos de la historia

Marieta de Moraes Ferreira

Grandes transformaciones marcaron el debate historiográfico en los últimos


tiempos. Pero muy pocos historiadores han preservado la creencia en la capaci-
dad de la historia de producir un conocimiento totalmente objetivo y recuperar
el pasado. La objetividad de las fuentes escritas con que trabaja el historiador ha
sido definitivamente cuestionada.
Como se sabe, la historiografía de la Antigüedad Nuestra intención es
Clásica recurrió a los testimonios directos para cons- destacar cómo puede la
truir los relatos. Ese tipo de fuente fue desclasificado
en el siglo XX por historiadores que defendían la vali- historia oral ser un
dez del estudio del tiempo presente. Sin embargo, la instrumento de crítica y
incorporación a la disciplina histórica del estudio de
la historia reciente y del estudio de fuentes orales no renovación de la Historia
es indiscutible: muchas veces se ve con sospecha y de como disciplina en el
forma negativa.
La propuesta de este texto es discutir el porqué de siglo XXI
esta situación. Para hacerlo, no hay nada mejor que
enfocar la mirada sobre la historiografía y observar cómo la historia reciente y las
fuentes orales han sido encaradas por diferentes concepciones de la historia, lo que
condujo, en cada caso, a la desconfianza y a la descalificación de ambas por los his-
toriadores. Nuestra intención es destacar cómo puede la historia oral ser un ins-
trumento de crítica y renovación de la Historia como disciplina en el siglo XXI.

La emergencia del oficio de historiador, la eliminación de la historia


reciente y el uso de testimonios directos
¿Por qué, en el siglo XIX, la historia reciente, llamada entonces contemporá-
nea, se volvió un objeto problemático? El punto de partida para entender el pro-
ceso es la constatación del triunfo de una determinada definición de la historia, 141
a partir de la institucionalización de la propia historia como disciplina universi-
taria. Dicha definición, fundada sobre una ruptura entre pasado y presente, atri-
buía a la historia la interpretación del pasado y consideraba que sólo los indivi-
duos que tuviesen una formación especializada podrían ejecutar correctamente
esa tarea.
Antes de 1880, la historia en Francia era una disciplina sin real autonomía,
dominada por la literatura y la filosofía y subordinada al juego político de las

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Marieta de Moraes Ferreira

coyunturas. La investigación histórica estaba bajo control de los eruditos tradi-


cionales, hostiles a la República, y no había una enseñanza especializada de his-
toria. La ausencia de formación para la investigación histórica explica la gran
heterogeneidad de normas para su práctica (Noiriel, 1990).
Gabriel Mond, fundador de la Revue Historique (1876), afirmaba en el primer
número de la revista que casi todos los predecesores eran autodidactas. En los
libros de historia se destacaban dos tipos de personas. En las ciudades, los profe-
sionales liberales, principalmente los abogados, hacían el papel de historiadores:
en el mundo rural, los cuadros de la sociedad tradicional, miembros de la Iglesia
y de la nobleza, dominaban los estudios históricos (Carbonell, 1976).
Solamente a principios de la III República, en los años 1870, se alteró el lugar
de la historia en la sociedad francesa, y se establecieron las reglas y las prácticas
del métier, en un inmenso esfuerzo colectivo para romper con el antiguo estado
de cosas. Las nuevas élites republicanas –preocupadas con la utilización política
que los conservadores hacían de la historia–, se empeñaron desde la llegada al
poder en asumir el control de las instancias de producción de la memoria colec-
tiva del país.
Fue en ese contexto de afirmación de los historiadores profesionales que se
planteó una condición indispensable para elaborar
El doumento y su crítica una historia científica: la visión retrospectiva. ¿Qué
eran esenciales quería decir eso exactamente?
La afirmación de la historia como una disciplina
para distinguir que poseía un método de estudio de textos que le era
la historia científica propio, con una práctica regular para descifrar docu-
mentos, resultó en la concepción de la objetividad
de la historia literaria como un distanciamiento con respecto a los proble-
mas del presente. Por lo tanto, sólo un retroceso en el
tiempo podría asegurar una distancia crítica. Si se creía que la capacitación del
historiador se debía al hecho de que sólo él podía interpretar los rasgos materia-
les del pasado, su trabajo no podría empezar verdaderamente sino cuando ya no
hubiese testimonios vivos de los mundos estudiados. Para poder interpretar los
rasgos, era necesario que hubiesen sido archivados. Desde que se producía un
acontecimiento, éste pertenecía a la historia; pero para que se tornase en un ele-
mento del conocimiento histórico erudito, había que esperar varios años a que
los rasgos del pasado pudiesen ser archivados y catalogados (Noiriel, 1998).
Charles Seignobos, coautor, con Charles Langlois, de Introdution aux études
historiques, manual publicado en 1898 cuyo texto definía las reglas de la historia
escrita, pretendía divulgar los procedimientos y principios de la práctica de la his-
142 toria científica entre jóvenes estudiantes e historiadores. A su juicio, la historia
tenía como objetivo describir «por medio de documentos» a las sociedades pasa-
das y sus metamorfosis. El documento y su crítica eran esenciales para distinguir
la historia científica de la historia literaria (practicada por la generación prece-
dente), o sea, los profesionales de los ensayistas.
Para Seignobos, la práctica científica de la historia debía limitarse a la ense-
ñanza superior y a los periodos anteriores. En su concepción, para escribir la his-
toria contemporánea serían impracticables las reglas del méthode historique (Prost,

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Historia oral: Una brújula para los desafíos de la historia

1994). Por lo tanto, los historiadores profesionales debían rechazar los estudios
sobre el mundo contemporáneo, pues en ese terreno sería imposible alejar a los
aficionados.
El desprecio de los historiadores universitarios hacia la historia reciente explica,
asimismo, el porqué de la descalificación de los testimonios directos. Ese campo de
los estudios históricos terminó convirtiéndose en monopolio de los historiadores
aficionados. La situación se explica debido al hecho de que el periodo reciente no
exigía una amplia cultura clásica, ni el control de los procedimientos eruditos del
método histórico. Quienes se interesaban por lo contemporáneo concebían, en rea-
lidad, la investigación histórica como un medio de acción política.
Se tomaron algunas iniciativas con el propósito de romper esa barrera y
ampliar el espacio temporal de los estudios históricos. Pero, en gran medida, se
mantuvo la eliminación de los estudios de los periodos recientes.
La historia contemporánea pasó a tener un carácter esencialmente pedagógico,
pues su práctica escapaba a las reglas básicas del método histórico científico. Los
historiadores profesionales republicanos decían que la historia contemporánea
trataba de eventos muy próximos y no se la podía separar de la política.
¿Cómo justificar que historiadores profesionales como el propio Seignobos y
Lavisse escribiesen libros sobre el periodo reciente? La respuesta era de que se tra-
taba de obras de vulgarización elaboradas para la enseñanza secundaria, que tení-
an carácter pedagógico y debían formar ciudadanos. Su finalidad no era produ-
cir hechos nuevos, sino divulgar interpretaciones nuevas de hechos ya conocidos.
Los autores agregaban a ese argumento que la historia contemporánea, esencial-
mente política, se basaba en fuentes oficiales. Como esas fuentes eran considera-
das auténticas, la crítica de las fuentes, inherente al método histórico aplicado al
pasado, podría ser dispensable (Prost, 1994).
Esa forma de pensar la historia en general y lo contemporáneo en particular,
fue objeto de intensos debates a fines de siglo entre historiadores y sociólogos
(Reberioux, 1992). Los sociólogos vinculados a Durkheim, en particular
Simiand, formularon críticas vehementes a Seignobos y al método de investiga-
ción que él concibió para asegurar la objetividad. A su juicio, retroceder en el
tiempo no garantizaba la objetividad de la historia, pues todo historiador es tri-
butario de su época.
Los sucesores de Seignobos intentaron mostrar que era posible utilizar el méto-
do histórico para estudiar la época contemporánea. Dichas iniciativas de los his-
toriadores profesionales pretendían retirar la historia reciente de manos de los his-
toriadores aficionados. Pero permaneció la desconfianza sobre el tiempo reciente.
Después de haber disfrutado de amplio prestigio, la concepción de historia
basada en las conjeturas del méthode historique formuladas por los historiadores 143
en la segunda mitad del siglo XIX entró en un proceso de decadencia.

* * *
La creación, en Francia, de la revista Annales, en 1929, y de la École Pratique
des Hautes Études, en 1948, daría impulso a un profundo movimiento de trans-
formación en el campo de la historia. En nombre de una historia total, una nueva
generación de historiadores, conocida como École des Annales, pasó a cuestionar

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Marieta de Moraes Ferreira

la hegemonía de la historia política, atribuyéndole un interminable número de


defectos –era una historia elitista, anecdótica, individualista, factual, subjetiva,
psicologizante. En contrapartida, el grupo defendía una nueva concepción, en
que lo económico y lo social ocupaban un sitio privilegiado.
Esa nueva historia sostenía que las estructuras durables son más reales y deter-
minantes que los accidentes coyunturales. Sus conjeturas eran que los fenómenos
inscritos en una larga duración son más significativos que los movimientos poco
amplios, y que las conductas colectivas tienen más importancia sobre el curso de la
historia que las iniciativas individuales. Las realidades del trabajo y de la produc-
ción, y ya no de los regímenes políticos y los eventos, tendrían que ser objeto de la
atención de los historiadores. Lo fundamental era el estudio de las estructuras, en
que asume la primacía ya no lo que está al descubierto, lo que se ve, sino lo que
está por detrás. Lo que importa es identificar las relaciones que, independiente-
mente de las percepciones y de las intenciones de los individuos, dirigen los meca-
nismos económicos, organizan las relaciones sociales, engendran las formas del dis-
curso. De ahí la afirmación de una separación radical entre el objeto del
conocimiento histórico propiamente dicho y la conciencia subjetiva de los actores.
Esa nueva forma de hacer historia no alteró la posición anterior en lo que res-
pecta al periodo en causa y a las fuentes. De la misma forma que en la historia
llamada événementielle, los periodos que recibieron mayor atención y se tornaron
objeto de estudios renovadores fueron prioritariamente el medieval y el moder-
no. El siglo XX recibió el estigma del objeto de estudio problemático, y la legiti-
midad de su abordaje por la historia fue cuestionada constantemente. La impo-
sibilidad de retroceder en el tiempo, aliada a la dificultad de apreciar la
importancia y la dimensión a largo plazo de los fenómenos, al igual que el ries-
go de caer en el mero relato periodístico, fueron presentados una vez más como
impedimentos para la historia del siglo XX. Y aunque Jacques Le Goff haya seña-
lado la conquista de la historia contemporánea por la nueva historia como una
tarea urgente, poco se hizo en ese sentido. Lo contemporáneo podía ser materia
de las ciencias sociales en general, pero no de la historia. Con ello, la historia
reciente se convirtió en una historia sin historiadores.
La inmensa transformación que tuvo lugar en el campo de la historia a partir
de Francia, y que se difundió hacia otros países, tampoco cuestionó la valoriza-
ción de las fuentes escritas. Al contrario, la reafirmó. Al valorizar el estudio de las
estructuras, de los procesos de larga duración, la nueva historia atribuyó una
importancia fundamental a las fuentes seriales y a las técnicas de cuantificación.
En contrapartida, al desvalorizar el análisis del papel del individuo, de las coyun-
turas, de los aspectos culturales y políticos, también descalificó el uso de los rela-
144 tos personales, de las historias de vida, de las autobiografías. Se condenaba su
subjetividad, se levantaban dudas sobre las visiones distorsionadas que presenta-
ban, se subrayaba la dificultad de lograr relatos fidedignos. También se alegaba
que los testimonios no podían ser considerados representativos de una época o
de un grupo, pues la experiencia individual expresaba una visión particular que
no permitía generalizaciones. No es necesario decir que los historiadores identi-
ficados con la tradición de Annales excluyeron la posibilidad de valorizar los tes-
timonios directos y las fuentes orales.

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Historia oral: Una brújula para los desafíos de la historia

Asentada en principios que sostenían la necesidad del distanciamiento tempo-


ral del investigador ante su objeto, por medio de lo que los historiadores suelen
llamar visión retrospectiva, o sea, la posibilidad de trabajar con procesos históricos
cuyo desenlace ya se conoce, la historia creaba limitaciones para el trabajo con la
proximidad temporal, por temer que la objetividad de la investigación pudiese
verse comprometida.
Sin embargo, a partir de los años ochenta, se registraron transformaciones
importantes en los diferentes campos de la investigación histórica. Se revalorizó
el análisis cualitativo y se rescató la importancia de las experiencias individuales;
o sea, se trasladó el interés de las estructuras hacia las redes, de los sistemas de
posiciones hacia las situaciones vividas, de las normas colectivas hacia las situa-
ciones singulares. Paralelamente, la historia cultural logró un nuevo impulso,
hubo un renacimiento del interés por lo político y se incorporaron a la historia
el estudio de lo contemporáneo y los debates en torno a la memoria.

La memoria a debate
La profundización de las discusiones sobre las relaciones entre pasado y pre-
sente en la historia, y la ruptura con la idea que iden-
tificaba objeto histórico y pasado, definido como algo La expansión de los
totalmente muerto e incapaz de ser reinterpretado en
función del presente, abrieron nuevos caminos para
debates sobre la memoria
el estudio de la historia del siglo XX. A su vez, la y sus relaciones con la
expansión de los debates sobre la memoria y sus rela-
ciones con la historia ofreció las llaves para una nueva
historia ofreció las llaves
inteligibilidad del pasado (Rousso, 1993). para una nueva
Según Patrick Hutton (1993), el interés de los his-
toriadores por la memoria fue, en gran medida, ins-
inteligibilidad del pasado
pirado en la historiografía francesa, sobre todo la his-
toria de las mentalidades colectivas que emergió en los años sesenta. En esos
estudios, que se centraban principalmente en la cultura popular, la vida familiar,
los hábitos locales, la religiosidad, etcétera, la cuestión de la memoria colectiva ya
estaba implícita, aunque no fuese directamente abordada.
Uno de los primeros autores que llamó la atención sobre el tema de la memo-
ria, según Hutton, fue Philippe Ariès, quien destacó el papel de los rituales con-
memorativos con el propósito de fortalecer los lazos familiares a fines del siglo
XVIII e inicio del siglo XIX. Ariès llamaba la atención sobre el papel de los
monumentos, de las conmemoraciones en torno de ilustres figuras políticas a lo
largo del siglo XIX, y de cómo ellos se relacionaban con la emergencia de los
Estados nacionales. Siguiendo el sendero abierto por Ariès, en los años ochenta 145
surgió un nuevo género de historiografía: la historia de las políticas de conme-
moración (history of the politics of commemoration). El pionero en ese género fue
Maurice Agulhon, quien analizó la imagen de la República en Francia (1789-
1879) en su obra Marianne au combat (1979).
El trabajo de Agulhon inspiró a mucha gente y, algunos años después, el tema
de la memoria política, principalmente los temas vinculados al proceso de cons-
trucción de imágenes en las prácticas conmemorativas, planteó una cuestión cen-

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Marieta de Moraes Ferreira

tral en la producción historiográfica. En ese contexto, se destaca la formulación


teórica del sociólogo Maurice Halbwachs, pasando a integrar el universo teórico
de los historiadores. De acuerdo con Halbwachs, la memoria envuelve una rela-
ción entre la repetición y la rememoración. Cabe resaltar que, al analizar la repe-
tición de las memorias, Halbwachs observó que ello ocurre juntamente con su
revisión. Otro punto relevante de la investigación es la formulación de que la
memoria colectiva depende del poder social del grupo que la detenta. Porque, en
la rememoración, nosotros no nos acordamos de las imágenes del pasado como
sucedieron, sino de acuerdo con las fuerzas sociales del presente que están
actuando sobre nosotros (Hutton, 1993).
Ese aporte ofrece elementos para elaborar una historia de las conmemoracio-
nes. Al investigar las imágenes en las cuales los actores históricos representan su
mundo, los historiadores pueden identificar las estructuras de la imaginación
colectiva y el poder del grupo social que las creó.
Tomando como referencia los aportes de Halbwachs, en su obra Les lieux de
mémoire, Pierre Nora plantea una nueva historia de las políticas de memoria y
una historia de las memorias colectivas de Francia.
La valorización de una historia de las representa-
La memoria es flexible, y ciones, del imaginario social y de la comprensión de
los usos políticos del pasado por el presente, promo-
los eventos son recordados vió una reevaluación de las relaciones entre historia y
a la luz de la experiencia memoria; y permitió asimismo a los historiadores
repensar las relaciones entre pasado y presente y defi-
subsiguiente y de las nir el estudio de los usos del pasado para la historia
necesidades del presente del tiempo presente. Nora profundiza la distinción
entre el relato histórico y el discurso de la memoria y
los recuerdos. La historia trata de producir un conocimiento racional, un análi-
sis crítico por medio de una exposición lógica de los acontecimientos y vidas del
pasado. La memoria también es una construcción del pasado, pero pautada en
emociones y vivencias; es flexible, y los eventos son recordados a la luz de la expe-
riencia subsiguiente y de las necesidades del presente (Vilanova, 1994).
Dicha perspectiva, que explota las relaciones entre memoria e historia, permi-
tió una apertura hacia la aceptación del valor de los testimonios directos, al neu-
tralizar las críticas tradicionales y reconocer que la subjetividad, las distorsiones
de los testimonios y la falta de veracidad que se les imputa pueden ser encaradas
de una nueva manera, no como una descalificación, sino como una fuente adi-
cional para la investigación (Pollak, 1993).
Si, por una parte, las transformaciones en el campo de la historia pueden ser
146 consideradas positivas, en la medida en que permiten una reflexión histórica
menos segura de ella misma, pero más viva, algunos diagnósticos recientes de
especialistas de renombre llaman la atención sobre la crisis epistemológica que
acompaña el estremecimiento de las antiguas certezas de los historiadores.
El cuestionamiento de la creencia en un pasado fijo y determinable, la pérdi-
da de confianza en la cuantificación, el abandono de ciertos objetivos históricos
o el cuestionamiento de nociones como mentalidad, de categorías como clases
sociales, de clasificaciones socio profesionales y de modelos de interpretación

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Historia oral: Una brújula para los desafíos de la historia

(estructuralista, marxista, demográfico) hicieron que la historia, a juicio de Roger


Chartier (1993), perdiese su posición de disciplina aglutinadora de las ciencias
sociales. A su vez, el reflujo de los grandes modelos explicativos condujo a una
gran dispersión, haciendo que las principales tradiciones historiográficas perdie-
sen su unidad, explotando en proporciones múltiples y, a veces, contradictorias.
Todos esos cambios crearon un espacio nuevo para el estudio de los periodos
recientes y la incorporación de fuentes orales, pero permitieron asimismo la per-
manencia de antiguas resistencias.

La fuerza de las tradiciones


La recolección de testimonios personales mediante la utilización de una gra-
badora se inició en los años cuarenta con el periodista Allan Nevins, quien des-
arrolló un programa de entrevistas volcado en la recuperación de informaciones
acerca de la actuación de los grupos dominantes norteamericanos. Dicho pro-
grama constituyó el Columbia Oral History Office, organismo que sirvió de
modelo para otros centros creados en los años cincuenta en bibliotecas y archi-
vos en Texas, Berkeley y Los Ángeles. Ese primer ciclo de expansión que se llamó
historia oral privilegió el estudio de las élites y se atribuyó la tarea de llenar las
lagunas del registro escrito mediante la formación de
archivos con cintas transcritas. La historia oral se afirmaba
La expansión plena de ese proceso, que constituyó
un verdadero boom, tuvo lugar en la segunda mitad como un instrumento
de los años sesenta, prolongándose a lo largo de los de construcción de
años setenta, especialmente en los EEUU. Las luchas
por los derechos civiles, libradas por las minorías, identidad de grupos y de
negros, mujeres, inmigrantes etcétera, serían ahora las transformación social
principales responsables de la afirmación de la histo-
ria oral, que trataba de dar voz a los excluidos, recuperar las trayectorias de los
grupos dominados, retirar del olvido lo que la historia oficial había sofocado
durante tanto tiempo. La historia oral se afirmaba como un instrumento de cons-
trucción de identidad de grupos y de transformación social –una historia oral
militante.
La introducción de la historia oral en la comunidad de los historiadores, pese
a algunos puntos de afinidad con la nueva historia, que valorizaba el estudio de
los excluidos, siguió pues enfrentado fuertes resistencias. Es cierto que en los
EEUU y en Inglaterra el uso de las fuentes orales encontró mayor aceptación,
propiciando el desarrollo de una línea expresiva de trabajo volcada en el estudio
de la clase trabajadora y de las minorías. Cabe señalar la originalidad de la histo-
ria oral británica, que no se caracterizó prioritariamente como académica o uni- 147
versitaria.
En Francia, la fuerte presencia de la École des Annales y el dominio de aborda-
je estructural y cuantitativo de la historia, como ya dijimos, se revelaron factores
inhibidores del uso de las fuentes orales, asegurando el culto al registro escrito.
Lo que se puede percibir, por lo tanto, es que la historia oral se desarrolló de
entrada, en gran medida, fuera de la comunidad de los historiadores. Aunque
guardando las especificidades propias de los diferentes países con sus distintas tra-

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Marieta de Moraes Ferreira

diciones historiográficas, el fetichismo del documento escrito, la creencia en la


objetividad de las fuentes y la concentración del interés en los periodos más
remotos del tiempo, han destinado a la discusión sobre la historia real –o inclu-
sive solamente sobre el uso de las fuentes orales– un espacio bastante limitado en
el contexto de los debates técnico-metodológicos de los historiadores.
Sin embargo, las transformaciones recientes que tuvieron lugar en el campo de
la historia, en general, y en la historia del siglo XX, en particular, generaron una
nueva discusión sobre el papel de las fuentes históricas, permitiendo que la his-
toria oral ocupe un nuevo espacio en los actuales debates historiográficos.
Veamos cuáles son esas transformaciones.
En primer lugar, la emergencia de la historia del siglo XX con un nuevo esta-
tuto, que algunos definen como la historia del tiempo presente, por lo tanto que
tiene la singularidad de convivir con testimonios vivos quienes, bajo cierto aspec-
to, condicionan el trabajo del historiador y le obligan a centrarse en los testimo-
nios orales. Además, las propias transformaciones de las sociedades modernas y
los consecuentes cambios en el contenido de los archivos, que pasan cada vez más
a disponer de registros sonoros, impulsan la tendencia a una revisión del papel de
las fuentes escritas y orales.
El retorno de lo político y Por otra parte, el retorno de lo político y la revalo-
rización del papel del sujeto estimulan el estudio de
la revalorización del papel los procesos de toma de decisión. Ese nuevo objeto de
del sujeto estimulan el análisis también da mayor oportunidad al uso de los
testimonios orales. Los archivos escritos difícilmente
estudio de los procesos de dejan transparentar los meollos tortuosos de los pro-
toma de decisión cesos decisorios. Muchas decisiones son tomadas a
través de la comunicación oral, de articulaciones per-
sonales; el número de problemas resueltos por teléfono o personalmente no cesa
de crecer. Para suplir esas lagunas documentales, los testimonios orales son suma-
mente valiosos.
La línea historiográfica que explota las relaciones entre memoria e historia
rompe con una visión determinista que limita la libertad de los hombres, pone
en evidencia la construcción de los actores de su propia identidad y replantea las
relaciones entre pasado y presente al reconocer claramente que el pasado se cons-
truye según las necesidades del presente. Aunque basada en las fuentes escritas,
permite una mayor apertura, capaz de neutralizar, en parte e indirectamente, las
tradicionales críticas al uso de las fuentes orales, consideradas subjetivas y distor-
sionadas.
Al investigar los usos políticos del pasado reciente o al proponer el estudio de las
148 visiones del mundo de determinados grupos sociales en construcción de respuestas
para sus problemas, esas nuevas líneas de investigación permiten asimismo que las
entrevistas orales sean vistas como memorias que reflejan determinadas representa-
ciones. De ese modo, las posibles distorsiones de los testimonios y la falta de vera-
cidad que se les atribuye pueden ser encaradas de una nueva manera, no como una
descalificación, sino como una fuente adicional para la investigación.
Todos esos aspectos que han caracterizado las transformaciones en el campo de
la historia a partir de los años ochenta abrieron un espacio, sin duda, para el

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Historia oral: Una brújula para los desafíos de la historia

reconocimiento del uso de las fuentes orales. Sin embargo, para que se pueda ase-
gurar una mayor legitimidad para la historia oral en el universo de los historia-
dores, se plantean nuevos desafíos y dificultades.

Historiadores y history makers


Los cambios drásticos y acelerados en las sociedades contemporáneas generan
movimientos sociales mayoritariamente fragmentados, locales, con objetivos
específicos y efímeros. En ese contexto, las personas tienden a reagruparse en
torno a entidades primarias (religiosas, étnicas, territoriales, nacionales) como
forma de lidiar con la extinción de fronteras y el resquebrajamiento de las tradi-
ciones y de los lazos interpersonales (Castells, 1999).
Esa búsqueda desenfrenada de la identidad es la principal fuente significativa
en un periodo histórico que se caracteriza por la amplia desestructuración de las
organizaciones, la deslegitimación de las instituciones, el debilitamiento de
importantes movimientos sociales y la emergencia de expresiones culturales efí-
meras.
La aceleración del tiempo y la preocupación por la pérdida de sentido del pasa-
do y por el aumento de la capacidad de olvidar, han conducido a las sociedades
contemporáneas a demostrar gran interés en recupe-
rar la memoria y la historia.
Finalmente, ¿cuál es la razón del interés reciente
¿Volver a los orígenes
por temas como memoria e identidad, que se mani- significa reconstituir el
fiesta en una búsqueda generalizada de orígenes fami-
liares, institucionales y sectoriales? Tal vez ésa sea la
trayecto recorrido para
contrapartida de un proceso de globalización que ha definir el rumbo del viaje?
transformado visiones del mundo y conductas, acele-
rando el tiempo de la historia y produciendo un sentimiento de seguridad.
¿Volver a los orígenes significa reconstituir el trayecto recorrido para definir el
rumbo del viaje?
Dicha tendencia es detectada por David Lowenthal (1996) cuando afirma:
«No sólo los aristócratas obcecados por los ancestros, ni solamente los super-ricos
coleccionistas de antigüedades, o los anticuarios académicos, o gentry visitantes
de museos: ahora, millones de personas persiguen sus raíces, protegen escenas
amadas, se tornan devotas de pequeñas reliquias del pasado. Esa búsqueda de la
tradición refleja los traumas de pérdidas y cambios, al igual que los miedos ante
un futuro sobrecogedor» (Apud Kammen, 2000: 233).
El diagnóstico de John Gillis (1994) es de que la memoria se ha convertido en
un gran negocio y, con ello, la conmemoración en sí pasó a tener más importan-
cia que lo que está siendo recordado. La memoria adquirió, así como casi todo el 149
mundo contemporáneo, un atributo de mercadería. Las exposiciones en los
museos, al igual que los eventos conmemorativos, se parecen cada vez más a
espectáculos, afirma Gillis. Entre las múltiples memorias en circulación, sólo
quienes puedan referirse al individuo, de modo casi particular, han pasado a ser
objeto de acometidas, de celebraciones. La memoria invade lo cotidiano, pero en
la mayoría de las veces sólo como un producto más para satisfacer parcialmente
una demanda de identidad.

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Marieta de Moraes Ferreira

Ese interés por el pasado se ha manifestado de forma variada y ha establecido


una confusión entre historia y memoria y entre lo que es ser historiador y history
maker. Esa denominación es atribuida a los autores que escriben sobre el pasado
sin utilizar las reglas establecidas por la comunidad académica, o que recogen tes-
timonios orales convencidos de que el relato individual expresa en sí mismo la
historia. En fin, se generaliza una confusión entre historia-objeto e historia-cono-
cimiento, entre historia vivida e historia como una operación intelectual. Ha sido
creciente en los últimos tiempo la demanda del gran público por la historia vivi-
da y la valorización de las obras de los history makers. Esa producción fue consi-
derada la más atrayente por presentar una narrativa de lectura más agradable y de
más fácil comprensión. Se establece pues una competencia entre dos formas de
acceso al pasado y se reactualiza la disputa entre aficionados y profesionales. La
historia oral, un instrumento privilegiado para recuperar memorias y rescatar
experiencias de historias vividas, ha sido ampliamente utilizada por esos sectores
y llevada a la condición de una disciplina. En ese
La historia oral es un caso, la recolección de testimonios y su publicación se
camino rico para superar transforman en un fin en sí mismo y no deben ser
sometidos al análisis crítico de la investigación histó-
las oposiciones entre rica
memoria e historia, y abre
Historia oral: un laboratorio de reflexión meto-
posibilidades para dológica
entender los caminos de Las críticas constantes de los historiadores tradi-
cionales a la historia oral estimulan a quienes la prac-
construcción de la tican a hacer una permanente reflexión y evaluación
memoria, sus funciones y de sus procedimientos de investigación. Ese esfuerzo
de respuesta a las críticas recibidas ha tenido un saldo
sus usos políticos positivo que no debe ser subestimado. La historia oral
tiene como primer objetivo la producción de entre-
vistas que serán utilizadas como fuentes históricas. Exactamente por trabajar con
testimonios directos, en coyunturas y procesos históricos cuyos desenlaces aún no
se conocen a consecuencia de la proximidad de los fenómenos estudiados, la his-
toria oral exige un cuidado y una atención redoblada de los investigadores al con-
ducir sus proyectos de investigación.
Al poner en evidencia las condiciones de producción de las fuentes y la rela-
ción de éstas con el investigador, la historia oral crea problemas a la propia
noción de fuente. Tal vez sea ése el gran aporte metodológico de la historia oral
en la actualidad. Al estimular ese tipo de debate ella puede funcionar como una
150 brújula no sólo en la detección de problemas, sino también indicando caminos
para enfrentar la emergencia de nuevos tipos de archivo (sonoros, visuales y vir-
tuales).
Por otra parte, la aceleración del tiempo y la extinción de fronteras, a que asis-
timos hoy día, conducen a una búsqueda generalizada de la memoria. La histo-
ria oral es un camino rico para superar las oposiciones entre memoria e historia,
y abre posibilidades para entender los caminos de construcción de la memoria,
sus funciones y sus usos políticos.

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Historia oral: Una brújula para los desafíos de la historia

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152

HAFO, 2, 28, 2002


La entrevista VII

El participante invisible: El papel del


transcriptor

Shannon Page

¿En qué consiste transcribir? Cuando en la universidad me dispongo a formar


a transcriptores recién contratados, les reparto unas pautas muy pensadas y cui-
dadosamente preparadas para que las lean, les enseño muestras de transcripcio-
nes y me preocupo de que tengan a mano un ejemplar actualizado del Manual
de Estilo de Chicago, así como un folio con las normas de estilo de nuestro pro-
grama. Antes de empezar contesto a cuantas preguntas deseen hacerme y com-
pruebo que dispongan de un equipo que funcione y de un lugar relativamente
silencioso en el que trabajar. Pero para concluir les
digo: «Limitaos a escuchar la grabación y mecanogra- «Limitaos a escuchar la
fiad lo que oigáis».
Aunque la verdad es que no es tan sencillo. El pro- grabación y mecanografiad
ceso mediante el cual una persona inteligente, educa- lo que oigáis»
da y culta se convierte en un transcriptor útil y com-
petente exige meses de esfuerzo continuo al alumno y en menor grado también
al profesor, y no es infrecuente que para que esa persona se convierta en un exper-
to, sensible a las necesidades de los distintos investigadores y proyectos y solici-
tado por ser capaz de producir resultados de calidad en un periodo razonable de
tiempo, hayan de pasar años. Se trata de un proceso participativo en el que cola-
boro yo (la directora de la oficina y antigua transcriptora), el entrevistador (que
suele ser alguien que jamás ha transcrito) y el nuevo transcriptor, que se esfuerza
por satisfacer las demandas, sutiles y a veces contradictorias, que exige el perma-
necer fiel no sólo a las palabras textuales del entrevistado, a su sentido y a los
requisitos del entrevistador sino también a las rigurosas exigencias de la correc-
ción gramatical, y trata de integrar todos estos elementos en un sistema median-
te el cual una cinta pueda traducirse y quedar convertida en un documento escri-
to, fluido, legible y lleno de significado, satisfactorio a la vez para el entrevistador,
el entrevistado y el investigador que no ha tomado parte en la entrevista. 153

La transcripción puede ser la etapa más costosa de un proyecto de historia oral


y los entrevistadores, que deben ajustarse a un presupuesto, siempre procuran
hallar modos de reducir ese coste. Una escuela de pensamiento minoritaria de esta
disciplina afirma que, dado que las cintas grabadas se consideran en general el
documento primario, la transcripción no sólo es innecesaria sino que en realidad
constituye una corrupción del material. Véase, por ejemplo el Archivo Virtual

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Shannon Page

Oral/Sonoro de Historia de la Universidad Estatal de California, Long Beach.1 La


página inicial de esta web presenta la colección de grabaciones de historias de
mujeres y promete al investigador que «oirá las auténticas palabras pronunciadas
por las narradoras de historias orales en lugar de contemplar una versión escrita en
forma de transcripción».2 Con una breve mención se señala que «en otro lugar se
hallan disponibles transcripciones sumamente retocadas de cinco mujeres»,3 pero
la página no especifica cuáles son esas cinco de entre las ocho mujeres. En la colec-
ción de Long Beach, los recursos que podían haberse destinado a realizar meticu-
losas transcripciones se han utilizado en una interesante página web interactiva
llena de elementos audio completos, aunque a veces confusos y poco inteligibles.
Pese a lo inmediato y satisfactorio que es oir las voces auténticas de las entrevista-
das, sería de agradecer cierta ayuda para distinguir las palabras de estas grabacio-
nes realizadas hace treinta años con mujeres ya de edad.
La verdad es que, como señala Kate Moore en su perspicaz artículo de 1997,
«... tan pronto como las grabaciones se transcriben, pocos historiadores consul-
tan el material primario; prefieren trabajar con la versión escrita».4 A Moore le
desespera un poco el hecho de que «... la mayoría de los historiadores orales tra-
bajan mejor con la información escrita, actitud que refleja la educación tradicio-
nal y su preferencia por la letra impresa»5 pero no discute la utilidad de la trans-
cripción. Cualquier proyecto de historia oral que económicamente pueda
permitírselo pretende transcribir. Y sin embargo es un hecho que la transcrip-
ción, además de cara y lenta, es un proceso que, en relación con quienes trans-
criben, siempre se cuestiona. ¿Por qué no se puede sencillamente escuchar la gra-
bación y mecanografiar las palabras que en ella se pronuncian? ¿Para qué se
necesita tanta formación y experiencia? ¿No podría un voluntario, cualquier per-
sona lista y dotada de buen oído, que supiera escribir a máquina a cierta veloci-
dad, realizar esta tarea?
Pues sí y no. Efectivamente, hay que ser listo y tener buen oído, y sí, escribir
a máquina con rapidez ayuda, sin duda alguna; pero cualquier entrevistador que
haya utilizado a un transcriptor novel sabe que el resultado final no compensa el
dinero que se ha ahorrado. La transcripción resultante es una acumulación
lamentable de «humms» y «ahs» y falsos inicios de frase. El texto está compuesto
por un solo párrafo larguísimo o a veces incluso por una sola frase. Es denso e
impenetrable para la vista. El sentido queda oscurecido por el peso de palabras
innecesarias, por una puntuación insuficiente e incluso por algún que otro cómi-
co error. Cuando el entrevistador ha terminado de revisar escrupulosamente la
transcripción, añadiendo signos de puntuación en aras de una mayor claridad y

154
1. http://back.acs.csulb.edu:8080/oralhistory/index.html.
2. Página inicial del web de Long Beach.
3. Web de Long Beach, página inicial de Suffragists.
4. Kate Moore, «Perversion of the Word: The Role of Transcripts in Oral History», Words and
Silences: Bulletin of the International Oral History Association. Istanbul: Bogazici University Press,
Vol.III, No. 1, Junio 1997, p. 14 [versión española en Palabras y Silencios, nº 1, junio 1997, p. 12].
5. Moore, p. 16.

HAFO, 2, 28, 2002


El participante invisible: El papel del transcriptor

eliminando los elementos sobrantes, se ha empleado más tiempo –y por consi-


guiente más dinero– que si desde el principio se hubiesen utilizado los servicios
de un transcriptor profesional.
Pero por experiencia propia sé que los transcriptores expertos, incluso los bue-
nos y bien considerados, nunca son iguales. A pesar de haber recibido una for-
mación similar, cada uno desarrolla unas técnicas particulares para producir una
transcripción de historia oral que resulte útil y posea sentido. Aprenden a medi-
da que trabajan, escuchando con atención lo que contiene la grabación y refle-
xionando sobre ello. Incorporan sugerencias de los entrevistadores para utilizar-
las en futuras transcripciones. Y realizan su tarea con sus propios prejuicios,
individuales e inmutables. Los mejores transcriptores de historia oral procuran
convertir la palabra hablada en un texto escrito que sea fiel al momento concre-
to del diálogo y a la intención del entrevistado y al mismo tiempo resulte fluido
y legible para el investigador. La transcripción de calidad es un arte, no un pro-
ceso mecánico. Y el arte varía según el individuo y de
acuerdo con unas formas que pueden ser profunda- La transcripción de calidad
mente significativas para un proyecto de historia oral.
es un arte, no un proceso
Si revisamos la escasa literatura que existe sobre la mecánico. Y el arte varía
transcripción en historia oral advertiremos que se
produce un cambio a lo largo del periodo, se adopta según el individuo y de
un enfoque cada vez más profundo, intelectual y eru- acuerdo con unas formas
dito del sentido de la historia oral, se determinan los
objetivos de este método de investigación y se cues- que pueden ser
tionan, a la luz de una nueva reflexión, unos métodos profundamente
previamente aceptados. Los consejos que se dan a los
primeros transcriptores aparecen publicados en significativas para un
forma de simpáticos folletos tales como «Transcribir proyecto de historia oral
sin lágrimas: Guía para la transcripción y edición de
entrevistas de Historia Oral» de Mary Jo Deering y Barbara Pomeroy,6 que pro-
pone el concepto de «transcriptor/editor» y lo encarna en una única persona que
escucha la grabación «retocando mentalmente a medida que trabaja»7 y no tras-
lada una sola palabra al papel hasta que mentalmente no la haya arreglado y
corregido convirtiéndola en frases y párrafos, ardua tarea en una época en que
aún no existía el ordenador. O la obra de Willa Baum de 1977, Transcribing and
Editing Oral History,8 todavía útil y aún en el mercado, pero que no tiene incon-
veniente en aconsejar al transcriptor que elimine prácticamente todas «las mule-
tillas y carraspeos... que sirven bien como pausa para pensar en lo siguiente que
hay que decir, bien para comprobar si la otra persona escucha»,9 así como «los 155
comentarios del entrevistador, que claramente tan sólo indican que está escu-

6. Washington, D.C.: Oral History Program, George Washington University Library, 1976.
7. Deering y Pomeroy, p. 14.
8. Nashville: American Association for State and Local History.
9. Baum, p. 29.

HAFO, 2, 28, 2002


Shannon Page

chando... tan sólo sirven para estorbar al lector y hacer que el entrevistador parez-
ca un cabeza de chorlito».10 O The Handbook of Oral History: Recording Life
Stories11 de Stephen Humphries, que compara «la transcripción auténtica» con «la
transcripción corregida» y se inclina firmemente a favor de la segunda.
Humphries reconoce que «cuando se realiza una transcripción corregida es impo-
sible tener en cuenta los intereses de todo el mundo. Un extracto que un trans-
criptor omite por considerarlo irrelevante podría tener interés e importancia para
un futuro lector».12 No obstante, luego continúa imaginando al destinatario de
un proyecto de investigación –en su ejemplo escolares– y termina diciendo: «Es
absurdo transcribir literalmente todas las digresiones, repeticiones y errores gra-
maticales si lo que se pretende es estimular la imaginación de quienes no están
iniciados en las complejidades de las formas de habla narrativas. Sin duda algu-
na, este es un caso que requiere una transcripción corregida».13 Y con esto con-
cluye su análisis de la transcripción.
En estudios más recientes se reconocen con mayor seriedad las tensiones exis-
tentes entre el material oral y el texto escrito, así como las diversas necesidades de
los distintos usuarios del material que toman parte en un proyecto de investiga-
ción de historia oral. Ron Grele14 escribe sobre el uso de la transcripción como
instrumento de enseñanza, definiéndolo como «un ejercicio de traducción de la
sintaxis hablada a la sintaxis escrita [que] requiere tomar en consideración el
papel de la gramática y de la ortografía en la presentación del testimonio».15 Pero
su instrumento de enseñanza como tal está destinado a los alumnos de su semi-
nario de posgrado sobre investigación de historia oral: los estudiantes aprenden
a ser buenos historiadores orales transcribiendo, y por consiguiente revisando, sus
propias entrevistas.
J.A. Progler16 presenta un fascinante caso de estudio sobre los distintos modos
en que transcribió y utilizó sus entrevistas con el Dr. Lejaren Hiller, diferentes
según quién imaginaba que sería el destinatario de la entrevista: primero efectuó
una transcripción completa, literal, «la transcripción al pie de la letra en tanto
que registro escrito de todo cuanto fue auditivo durante la entrevista»,17 como si
se tratase de una transcripción judicial excepto que utilizó «un estilo de presen-
tación del tipo flujo de conciencia o monólogo interior caracterizado por un
escaso o nulo uso de las mayúsculas y de la puntuación»,18 con objeto de evitar

10. Baum, p. 30.


11. Londres: Inter-Action Trust Limited, 1984.
12. Humphries, p. 43.
156 13. Humphries, p. 46.
14. Ronald J. Grele, «Values and Methods in the Classroom Transformation of Oral History». Oral
History Review, Vol. 25. No. 1-2 (Verano-Otoño, 1998), ps. 57-70.
15. Grele, página desconocida (descargado de Internet).
16. «Choices in Editing Oral History: The Distillation of Dr. Hiller», Oral History Review, Vol. 19,
No.1-2 (Primavera-Otoño 1991), ps. 1-16.
17. Progler, p. 3.
18. Progler, p. 3.

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El participante invisible: El papel del transcriptor

«el método de transcripción poético e intrusivo».19 Este producto, apenas legible,


estaba destinado a que el destinatario pudiera captar el sabor de las palabras del
Dr. Hiller, desgraciadamente desvirtuado a causa de la mala salud del entrevista-
do. Después Progler reelabora en varias etapas esta presentación «podada»,20 rea-
lizando varias versiones corregidas en las que va eliminando elementos, añadien-
do al final algo de puntuación y por último dejándola convertida en una
«transcripción en prosa» de la que ha eliminado todas las intervenciones del
entrevistador. Ahora su versión va dirigida a un destinatario interesado en la obra
del Dr. Hiller que pretende conocer el relato pero no necesariamente de qué
manera exacta fue narrado. Y sin embargo, a través de todas estas mutaciones
Progler, el investigador, es también el transcriptor que va modificando y masaje-
ando su material de acuerdo con determinadas líneas de trabajo a medida que
avanza en su investigación.
El ensayo de Moore, que he citado anteriormente, es un provocador análisis
del proceso de traslación de la palabra hablada a la escritura y de los diversos obs-
táculos que pueden encontrarse en el camino. Primero reclama que los historia-
dores orales se doten de «un sistema de notación» susceptible de ser utilizado en
todas las transcripciones, «evitando con ello la confusión y los errores de inter-
pretación creados por los estilos individuales de los transcriptores».21 Discrepa de
Baum y de otros autores en lo relativo a la eliminación de los pequeños murmu-
llos de aliento por parte del entrevistador, citando la observación de Duncan
(1974) de que esas vocalizaciones sirven para dirigir el flujo de la narración y
guían al hablante haciéndole penetrar profundamente en una historia que de lo
contrario, sin ellas, hubiese considerado poco importante o interesante y hubie-
ra cortado en seco. Y por último reclama la reducción e incluso la eliminación de
una tarea de corrección cuyo propósito es traducir la entrevista a un inglés están-
dar, «correcto», hecho de frases completas y exento de rasgos dialectales. Y refu-
tando la postura del historiador oral, que propugna eliminar elementos en la
transcripción con el argumento de que a los lectores potenciales les desagradará
leer un inglés que no sea neutro, defiende su postura aduciendo con absoluta
validez que los novelistas contemporáneos de éxito utilizan «un lenguaje estiliza-
do... [que incluye] vacilaciones, carraspeos, falsos inicios y otros elementos pro-
sódicos, precisamente los elementos que los historiadores orales borran de las
transcripciones. De manera que podemos formular la conclusión de que los lec-
tores –el público en general– están muy acostumbrados a ver en letra impresa
prosa hablada llena de lo que tradicionalmente se llaman imperfecciones».22
Inmediatamente después del artículo de Moore, en el boletín Words and
Silences figura un comentario de Michael Frisch,23 quien se muestra de acuerdo
con los supuestos básicos de Moore pero cuestiona alguna de sus conclusiones, 157

19. Progler, p. 4.
20. Progler, p. 3.
21. Moore, p. 16.
22. Moore, p. 22.
23. ps. 26-31 [versión española en Palabras y Silencios, ps. 23-28].

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Shannon Page

en particular su llamamiento a adoptar un sistema de notación. Frisch sostiene


que es preciso otorgar un papel más importante «a la cuesión de la legibilidad...
puesto que casi todo el mundo reconoce que los documentos vertidos mediante
sistemas de notación complejos, pese a que son indudablemente importantes
para muchos propósitos, sencillamente no resultan legibles en el sentido normal
del término y de la experiencia... y la lectura es inevitablemente el modo en que
el sentido salta desde la letra impresa y se convierte en voz dentro de la cabeza
del lector».24 Llega a la conclusión de que el proceso de transmitir el contenido
de una entrevista de historia oral al entrevistador y al público en general es de
colaboración, no sólo entre el entrevistador y el entrevistado sino que incluye
también al transcriptor y al editor.
Un interesante punto de vista procedente de una estudiosa «marginal» (es
decir, marginal para la historia oral) es el de Margaret Sandelowski,25 que trabaja
en el campo de la medicina y proporciona una penetrante visión sobre la natu-
raleza de la transcripción. Sandelowski señala que pese a que muchos investiga-
dores consideran la transcripción como una copia exacta y literal de lo ocurrido
durante la entrevista (de nuevo como en el caso de una transcripción judicial),
«la transcripción es un proceso que supone la transformación del objeto de dupli-
cación en otra forma (de lenguaje oral a letra impresa) de la que sólo es parcial-
mente representativa pero nunca isomórfica».26 Analiza las decisiones de trans-
cripción tomadas durante el proceso –incluidas la puntuación y la división en
párrafos– y concluye que lo que con ello se crea es una realidad construida, no
objetiva: «el proceso de transcripción pone de manifiesto la importancia de cap-
tar las palabras de los participantes en la investigación, pero también otorga al
investigador una gran autoridad como editor, traductor e intérprete de esas pala-
bras».27 A esta ecuación yo quisiera añadir, junto con Frisch, también al trans-
criptor, puesto que los estudiosos del campo de la medicina rara vez transcriben
sus propias investigaciones, como pone de relieve el gran número de solicitudes
laborales de antiguos transcriptores médicos que recibe nuestro departamento.

La Oficina Regional de Historia Oral (Regional Oral History Office, ROHO)


se fundó en 1954 en la Universidad de California, Berkeley. En ella llevamos a
cabo proyectos de investigación de historia oral de distinto nivel, entrevistando a
individuos a fin de recoger su biografía completa y al mismo tiempo realizando
entrevistas de corta duración centradas en un acontecimiento concreto o en un
tema específico. Desde hace tiempo confeccionamos con dichas entrevistas unos
volúmenes encuadernados y dotados de índices e ilustrados con fotografías y
otros materiales de apoyo. El personal transcriptor con que contábamos al reali-
158 zar el estudio que detallo más abajo consistía en dos personas a tiempo comple-

24. Frisch, ps. 27-28.


25. «Focus on Qualitative Methods: Notes on Transcription», Research in Nursing & Health, 1994,
17: ps. 311-314.
26. Sandelowski, p. 311.
27. Sandelowski, p. 314.

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El participante invisible: El papel del transcriptor

to, varios alumnos que trabajaban a tiempo parcial y el supervisor de la trans-


cripción, un antiguo transcriptor que de vez en cuando seguía transcribiendo
alguna que otra grabación para no perder la práctica. Además, cuando había
mucho trabajo utilizamos entonces (y seguimos haciéndolo) a algún transcriptor
que no era de la casa.
Para este estudio, llevado a cabo en el verano de 2000, elegí a cuatro personas
consideradas por la mayoría de nuestros investigadores como nuestros mejores
transcriptores. Les pedí a cada una de ellas que transcribiesen el mismo segmen-
to de grabación, de diez minutos de duración. Sabían que me proponía utilizar
este trabajo en mi ponencia, de modo que supongo que se esforzaron al máximo.
La verdad es que la entrevista se realizó específicamente para este estudio. Se tra-
taba de una entrevista entre dos miembros del personal de ROHO; tres de los
cuatro transcriptores conocían a las dos personas que aparecían en la grabación y
estaban familiarizados con sus voces, modos de hablar y personalidad.
Es de gran ayuda conocer, aunque sea superficialmente, las circunstancias de
los transcriptores pues permite comprender mejor su modo concreto de abordar
la labor. La transcriptora A llevaba en ROHO casi
quince años. Empezó como alumna a tiempo parcial Para este estudio elegí a
y aprendió el oficio mientras trabajaba, siguiendo cuatro personas
nuestras directrices escritas e incorporando las suge-
rencias de quienes editaban la entrevista. Su método consideradas por la
de trabajo consistía en transcribir la cinta grabada mayoría de nuestros
hasta el final, creando los párrafos y plasmando el
sentido a medida que trabajaba. No tenía la costum- investigadores como
bre de revisar sus transcripciones y corregirlas des- nuestros mejores
pués. En cambio, hacía referencia a las notas que le
había proporcionado el entrevistador, deteniéndose transcriptores
para comprobar las cosas cuando lo necesitaba.
Conservaba los llamados falsos inicios si consideraba que tenían sentido.
(Naturalmente, no era raro que después los editores los eliminasen). Sus trans-
cripciones solían ser las más literales de las cuatro.
La transcriptora B sólo llevaba seis meses con nosotros; había realizado trans-
cripciones antes, pero no de historia oral. Hablaba con fluidez varios idiomas y
era traductora titulada. Era bastante perfeccionista; transcribía con cuidado, pero
después también revisaba su trabajo y consultaba hasta las referencias más insig-
nificantes. Le molestaba dejar las cosas a medias, aun cuando la entrevistadora le
hubiera asegurado que revisaría la ortografía.
La transcriptora C trabajaba en su domicilio. Era una profesional indepen-
diente que llevaba ocho años dedicándose exclusivamente a transcribir historias 159
orales. Tenía una nutrida cartera de clientes pero llevaba varios años trabajando
con bastante regularidad para ROHO, de modo que se había familiarizado con
nuestro estilo y nuestras preferencias. Nunca había estado en la oficina (no había
estado nunca en California) ni conocía personalmente a ninguno de nosotros. Al
igual que la transcriptora A, realizaba su trabajo de una tirada, haciendo referen-
cia a las notas del entrevistador y a veces corrigiéndolas. Utilizaba con frecuencia
la indicación [sic] cuando un hablante no se expresaba con absoluta corrección

HAFO, 2, 28, 2002


Shannon Page

gramatical y a menudo, cuando tenía conocimientos que ampliaban (o contra-


decían) lo que se afirmaba en la grabación, añadía entre paréntesis y en cursiva
comentarios propios.
La transcriptora D trabajaba en ROHO desde hacía dos años y medio. Tenía
grandes conocimientos musicales, tocaba un instrumento y era profesora de
música. También había escrito una novela y en su solicitud de trabajo escribió
que no quería perder la oportunidad de trabajar con palabras. Su amor por el len-
guaje y su oído musical le permitían transcribir con un estilo que trataba de ayu-
dar a que tanto el entrevistador como el entrevistado se mostrasen en el papel
bajo su mejor aspecto. Su método de trabajo era transcribir inicialmente con
rapidez y luego revisar el texto corrigiéndolo con firmeza, eliminando falsos ini-
cios y creando frases a partir de fragmentos mediante una liberal utilización de
los paréntesis.

La grabación en la que trabajaron las cuatro transcriptoras que hicieron de


conejillos de Indias era una entrevista con Bob, quien tras permanecer un año en
ROHO se marchaba para ingresar en la Escuela de Bibliotecarios de UCLA,
(Universidad de California Los Angeles). Fue entrevistado por Sara, ayudante
editorial. En el segmento de diez minutos de que se trataba, Sara le pregunta a
Bob por el trabajo que realiza en ROHO, concretamente por sus obligaciones
como secretario de Willa Baum, entonces nuestra directora. Utilizo como refe-
rencia para la comparación la transcripción de la transcriptora A porque es la más
literal de las cuatro, aunque naturalmente, como luego veremos, «literal» puede
ser a veces un juicio un tanto subjetivo, según quien sea la persona que escuche
la grabación.
Al principio del segmento Sara le pregunta a Bob en qué consiste ser el secre-
tario de Willa y entonces se interrumpe para decirle: «O primero podrías descri-
bir su mesa de trabajo y luego decirme...».
Bob, un joven amable y educado del Midwest, reacciona con nerviosismo a la
pregunta. Porque la mesa de trabajo de Willa era de esas cosas que crean leyen-
da. Evidentemente, todo el personal estaba de acuerdo en que si estaba como
estaba era porque no teníamos espacio suficiente en la oficina. Willa no tenía
sitio donde guardar las carpetas de los numerosos proyectos que dirigía al mismo
tiempo. En cualquier caso, Bob, consciente de que le están grabando, no sabe
cómo responder a la pregunta.
«Describir...» empieza, y luego se ríe un poco y vuelve a empezar otra vez. Siente
que debe defender a su jefa antes de decir algo concreto sobre su mesa de trabajo.
Y dice: «Bueno, Willa es una persona sumamente interesante. Una persona
160 enormemente inteligente».
Luego, como se le ha formulado una pregunta concreta y no hay manera de
esquivarla, sigue diciendo:
«Su mesa de trabajo... Su mesa de trabajo es otra cosa. Hay muchos papeles en
esa mesa».
Pero otra vez vuelve a defenderla:
«Pero siempre consigue, cuando está trabajando en una cosa, saber exacta-
mente en qué está trabajando. No es de las que pierden algo y luego se olvidan».

HAFO, 2, 28, 2002


El participante invisible: El papel del transcriptor

La distinta manera en que las cuatro transcriptoras vierten este breve pasaje es
realmente fascinante.
La transcriptora A, como hemos visto en la transcripción que acabo de utili-
zar, deja el vacilante falso inicio en el que Bob repite la palabra de Sara, «descri-
bir», y también su risa nerviosa. También conserva la repetición «Su mesa de tra-
bajo es... Su mesa de trabajo es otra cosa». Estas dos decisiones tomadas por A
reflejan el rechazo de Bob a criticar a Willa y, al mismo tiempo, muestran su
esfuerzo por contestar sinceramente a la pregunta.
La transcriptora B, la traductora perfeccionista, deja «describir» pero no indi-
ca que Bob se ríe. También decide eliminar la repetición de «su mesa», decisión
que da como resultado una frase más clara, más fácil de leer, pero que también
puede dar la impresión de que Bob facilita voluntariamente la información.
La transcriptora C, la profesional independiente que no pertenece al departa-
mento, elimina tanto el falso inicio de «describir» como la risa que lo acompaña
y simplifica también la frase relativa a la mesa de trabajo: «Su mesa de trabajo es
otra cosa». De nuevo tenemos una transcripción limpia, coherente y la que posi-
blemente se parecería más a un producto final, editado, pero que oculta la vaci-
lación de Bob. (Puede ser importante tener en cuenta que C es la única trans-
criptora de las cuatro que nunca había visto la mesa
de trabajo de Willa y por lo tanto carecía de una ima-
gen que se le presentase inmediatamente a la vista al
Quien leyera las cuatro
oir la pregunta de Sara). transcripciones se llevaría
La transcriptora D –la intérprete de música y nove-
lista– indica la vacilación pero como en sus transcrip-
cuatro impresiones
ciones prefiere construir frases, completa la primera distintas
frase con paréntesis: «Describir [su mesa de trabajo]».
Indica la risa y luego, en lugar de repetir «Su mesa está...», introduce la indica-
ción [pausa] después de esa frase: «Su mesa de trabajo[pausa] es otra cosa».
No es difícil darse cuenta de que estas pequeñas decisiones por parte de las
transcriptoras pueden dar como resultado importantes diferencias en la trans-
cripción.

Más tarde, en el mismo segmento, Sara le pregunta a Bob por una de sus tare-
as, que consiste en revisar el correo electrónico de Willa e imprimir solamente los
mensajes relevantes. Bob describe la curva de aprendizaje que supone determinar
qué significa «relevante»: «Diría que se tarda un poco en aprenderlo». Reconoce
que al principio seguramente imprimió demasiados mensajes de correo electró-
nico que Willa no tenía interés en leer y que ella pronto le corrigió: «Nada de
dudas, ella te lo dice». 161
Sara profundiza: «¿Y cómo lo hace? ¿Cómo suena cuando te...?».
Bob la interrumpe riéndose: «Pues es... Es muy sincera. No es de las que se
anda con rodeos. Te dice: “Éste no sirve para nada. Éste no necesito leerlo”».
Nuevamente no quiere dejar en mal lugar a su jefa. Escoge «sincera» para descri-
bir su actitud franca y directa.
Las transcriptoras A y B indican ambas la risa con la que Bob interrumpe la
pregunta de Sara y su esfuerzo por hallar la manera justa de contestar. La trans-

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Shannon Page

criptora B incluso oye a Bob decir: «Veamos», cosa que no escucha ninguna de
las otras tres.
La transcriptora C convierte la pregunta de Sara en una frase completa: en
lugar de «¿Cómo suena cuando te...?», escribe: «¿Qué te dice?». Elimina la risa de
Bob y el falso inicio de «Pues es...». Al reformular la pregunta de Sara hace que
la contestación de Bob tenga más sentido (porque él da un ejemplo de lo que
Willa dice) y crea una transcripción más limpia pero menos fiel al contenido de
la grabación.
La transcriptora D deja interrumpida la pregunta de Sara e indica la risa de
Bob, pero corrige la respuesta del segundo: «Sí, es muy sincera».
Nuevamente señalo que estas diferencias pueden parecer sutiles pero quien
leyera las cuatro transcripciones se llevaría cuatro impresiones distintas tanto de
la oficina como de Bob, el entrevistado.

¿Qué significado tiene todo esto para el historiador oral diligente, el historia-
dor comprometido con la tarea de producir el resultado final que más sentido
tenga? ¿Debe dedicarse a transcribir todas sus grabaciones porque tan sólo él
conoce la historia completa, así como el ambiente, los
Els transcriptor matices y la personalidad del entrevistado y sólo él
puede interpretar correctamente estos elementos y
desempeñará mucho mejor representarlos por escrito?
su trabajo si se le da Afortunadamente la respuesta es no. El historiador
oral no tiene por qué arrebatar horas a sus investiga-
alguna indicación relativa ciones y entrevistas de historia oral para convertirse
al contexto y al subtexto también en transcriptor, siempre y cuando dedique el
tiempo necesario a seleccionar y preparar bien a sus
de la entrevista transcriptores y siempre y cuando después de la trans-
cripción escuche las cintas alguien, sea el entrevistador, sea como mínimo una
tercera persona. En primer lugar, como ya he señalado anteriormente, es de suma
importancia utilizar a un transcriptor que posea una buena formación, un trans-
criptor que sepa qué es la historia oral y que tenga la inteligencia y la experien-
cia necesarias para trasladar la conversación grabada y convertirla en un docu-
mento escrito dotado de sentido. Pero esto es sólo el principio. El transcriptor
desempeñará mucho mejor su trabajo si se le da alguna indicación relativa al con-
texto y al subtexto de la entrevista. (Piénsese en la pobre transcriptora C, que des-
conocía por completo el aspecto que tenía la mesa de trabajo de Willa.) Cuando
un entrevistador entrega las grabaciones está invitando a una tercera persona a
penetrar en la entrevista.
162 Es de crucial importancia recordar cualquier cosa que pueda ayudar al trans-
criptor a dotar de sentido las palabras grabadas en la cinta magnetofónica. ¿Es el
entrevistado una persona mayor o joven, una persona que tiene que debatirse con
una memoria deficiente o por el contrario, alguien que arde en deseos de relatar
su vivencia? ¿Muestra hostilidad hacia el proyecto? ¿Es tímido? ¿Acaso en la
misma habitación se encuentra su esposa, que lo escucha con gesto de recrimi-
nación? ¿Hay galletas en la mesa, animales de compañía en la falda, niños jugan-
do en el jardín? ¿Hay una secretaria tratando de cortar al entrevistador para que

HAFO, 2, 28, 2002


El participante invisible: El papel del transcriptor

pueda entrar la siguiente visita? ¿Es la habitación espaciosa y aireada o está mal
ventilada y llena de cachivaches? ¿Funcionó correctamente y desde el principio el
material de grabación o tuvo el entrevistador que pelearse con un aparato defec-
tuoso, cambiar las pilas, pedir un bolígrafo o reparar una cinta rota? Toda esta
información ayudaría a comprender al transcriptor qué hay detrás de una risa
nerviosa, un falso inicio o una pausa.
A continuación, mientras revisa la transcripción, el entrevistador debe consi-
derar el enfoque específico del transcriptor. ¿Ha dejado acaso falsos inicios que
son verdaderamente falsos –simplemente reflejo de que al entrevistado se le traba
la lengua– o balbuceos que reflejan respuestas en las que el entrevistado vuelve a
pensar a medida que habla, indicios de que por algún motivo se está autocensu-
rando? (Naturalmente, en ese caso es preciso decidir cómo actuar respecto de esa
autocensura) ¿Ha influido el transcriptor correcta o involuntariamente en algún
aspecto por el hecho de crear un párrafo en un pasaje determinado? ¿Ha simpli-
ficado con objeto de crear frases armoniosas y completas pero omitido con ello
información significativa?
Por último, el elemento final y a mi juicio el más
importante que puede aportar un historiador oral El elemento final y a mi
para garantizar la calidad de una transcripción es
escuchar las cintas. Se trata de un proceso largo, por juicio el más importante
lo que los entrevistadores a veces se muestran reacios que puede aportar un
a ponerlo en práctica, en particular si la transcripción
parece buena y tiene un sentido lógico. Pero por muy historiador oral para
preparado y experto que sea un transcriptor, o por garantizar la calidad de
muy bien informado que esté, no se halló presente en
la entrevista. No miró al entrevistado a los ojos, no una transcripción es
pudo ver su lenguaje corporal, no contempló su cuar- escuchar las cintas
to de estar o su despacho, no vio sus gestos ni sus
expresiones. No pudo ver una sonrisa irónica, unos ojos en blanco, unos dedos
indicando «entre comillas». Dada la distancia inevitable entre el momento de
celebrar la entrevista y el de recibir la transcripción, es probable que el entrevis-
tador también haya olvidado estos matices. Escuchar las cintas mientras se revi-
sa la transcripción permite ayudar al transcriptor a añadir elementos importan-
tes que éste necesariamente desconoce.

Partiendo de la base de que actualmente la transcripción es la expresión más


utilizada de la entrevista de historia oral, el historiador oral diligente, que se sien-
te obligado a producir las transcripciones lo más fieles y llenas de sentido posi-
ble, unas transcripciones que retraten correctamente al entrevistado y documen- 163
ten su historia, no descuidará el proceso de transcripción por el equivocado
objetivo de ahorrar unos cuantos dólares. Normalmente los investigadores pro-
fundizan lo más posible en el tema de estudio, establecen una buena relación con
sus entrevistados, invierten en material tecnológico de calidad, haciendo cuanto
está en su mano para obtener una buena grabación de una entrevista, pero luego
prestan escasa atención a la siguiente, y crucial, etapa de este proceso de colabo-
ración. Los transcriptores no son máquinas: son seres humanos inteligentes y,

HAFO, 2, 28, 2002


Shannon Page

efectivamente, falibles. Si los entrevistadores se toman la molestia de prepararlos


suficiente y adecuadamente de antemano y si después revisan su trabajo, las
entrevistas en soporte de papel serán tan fascinantes y estarán tan llenas de vida
como en el momento de su grabación.

Traducción de Montse Conill

164

HAFO, 2, 28, 2002


Pietermaritzburg 2002

XII Conferencia Internacional de


Historia Oral: Conclusiones

Mercedes Vilanova

¡Amigos! Es para mí una gran alegría poder estar hoy aquí ante esta audiencia
de la IOHA. Las palabras de conclusión que se me han pedido, se desarrollarán
en torno a cuatro dichos españoles con una significación universal que dedico a
varios historiadores orales.
El primero es muy popular, se lo dedico a Alessandro Portelli: «Todos los cami-
nos llevan a Roma». El segundo surge de raíces milenarias y bíblicas que, sin
duda, Philippe Denis conoce bien: «No hay mal que por bien no venga». Este
dicho se lo dedico a Lluís Ubeda. El tercero en catalán reza así: «Roda el món i
torna al Born». Este dicho nos urge a viajar por todo el mundo, pero nos con-
mina a regresar a nuestras raíces, a nuestros orígenes, a volver con los nuestros a
nuestro hogar, a nuestro mercado. Este tercer refrán se lo dedico a Pilar Folguera
y a Pilar Domínguez y también a François Bédarida porque los tres representan
este origen al que me debo. El último refrán: «Dios escribe recto con renglones
torcidos», lo dedico a esta asamblea de la IOHA, es decir a todos nosotros.
No me cabe la menor duda, el primer punto de esta conclusión lo debe cons-
tituir Roma. Y es obligado dedicarle un canto de alabanza a la habilidad de mi
amigo Sandro. Es el más imaginativo de todos los historiadores orales, también
es un encantador de serpientes avispado y un magnífico contador de historias, un
vero story teller. En la próxima conferencia de Roma no hará falta que venga nin-
guna narradora de cuentos africana porque el mismo Sandro oficiará como tal.
Su imaginación y su arte son insuperables y ha conseguido ser el primero de nos-
otros que organizará una conferencia internacional sin pertenecer al Consejo de
la IOHA. Es como un pájaro que vuela demasiado alto para ser atrapado en una
red. Y, además, ha hecho un gesto extraordinariamente audaz, ha pedido ayuda
política a la IOHA para salvar a nuestra querida Italia de las garras de la derecha.
Sandro Portelli en su exposición de ayer sobre la memoria de los bombardeos
nos habló de los daños colaterales y del terrorismo. Mientras le escuchaba recor- 165
dé dos hechos cruciales para España. La Hispania romana fue la provincia más
romanizada del imperio, la más culta, de la que surgieron los mejores guerreros,
filósofos y emperadores y pronto fue el baluarte del cristianismo mundial. Y es,
precisamente, en el norte de la península ibérica, en el País Vasco, donde se ha
creado la guarida del terror. Allí no llegó la romanización, se habla, pues, el eus-
kera un idioma no latino. Esas circunstancias me han hecho pensar que si Sandro
pide a la IOHA ayuda para derrotar a la derecha italiana, sería lógico pedirle

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Mercedes Vilanova, Don Ritchie

ahora que nos mande a un lugarteniente suyo para acabar de romanizar España
y solucionarnos uno de los problemas más graves con el que nos enfrentamos...
Digo uno de los problemas más graves, porque sin duda, y me hago eco aquí de
las voces de las mujeres africanas que en esta conferencia han insistido en este
tema, el problema español de mayor calado es la matanza o asesinato de mujeres
a manos de sus cónyuges o compañeros que se ha cobrado muchas más víctimas
que las ocasionadas por el terror etarra.
Mi segundo refrán, ya os lo he dicho, es: «No hay mal que por bien no venga».
Voy a aclarar por primera vez ante esta asamblea mi posición respecto a la can-
didatura de Barcelona para organizar la próxima conferencia internacional. Y lo
primero que quiero hacer es felicitar a Lluís Ubeda públicamente por su tesón y
arrojo, por su firmeza, por su bien hacer. También quiero felicitarle porque ha
perdido pues en democracia lo decisivo es participar sin trampa alguna y no
ganar desvirtuando el proceso electoral. Quiero decirle a él y a todos vosotros, lo
que su derrota ha significado para mí y creo que también para él. La derrota de
la candidatura de Barcelona para Lluís sin ninguna duda y de forma asombrosa
le ha representado el abrazo de toda España. Desde aquí quiero darles las gracias
a Pilar Domínguez y a Pilar Folguera por su apoyo a la candidatura de Barcelona.
Para mí su derrota significa por fin la libertad para buscar otros horizontes y no
verme sujeta a los compromisos que asumí en Göteborg: básicamente impulsar
la IOHA democráticamente, abrirle las puertas más allá de Europa, y facilitar el
relevo generacional del que Ubeda es un claro exponente. Curiosamente mi tar-
jeta de identificación pone que pertenezco a Turquía y no a España. Creo que
Philippe Denis confundido por mi gran amistad con Günhan Danisman ha cre-
ído que después de Estambul me había hecho ciudadana turca... No me impor-
taría pues la cultura turca es extraordinaria. Günhan, por ejemplo, es el hombre
más versátil de esta asamblea, organizó nuestra última conferencia internacional
porque Estambul es una capital europea, pero en el consejo actual figura como
representante asiático...
Por primera vez desde la creación de la IOHA hablaré como española pues
quiero aclarar mi postura a los amigos de las Américas, del Norte, Centro y Sur.
A todos vosotros os he querido en la IOHA y he luchado para conseguir vuestra
presencia en la asamblea y en el consejo. Anne Ritchie lo sabe muy bien, como
lo saben muchas otras personas en esta audiencia. No obstante, mis raíces son
catalanas y catalán es la lengua materna de mis nietos. Pertenezco a las tierras que
en su día configuraron la Marca Hispánica del imperio carolingio y hace apenas
unos siglos mis paisanos lucharon para hacer de París su capital. Llevo a Francia
en el corazón y siento gran admiración por la historiografía francesa. No puedo
166 dejar de recordar a François Bédarida, por lo mucho que hizo por el desarrollo
de la historia oral en el mundo y porque, como explicaré después, si no hubiera
sido por él seguramente hoy no estaríamos reunidos aquí en Sudáfrica. Bédarida
conjuntamente con Danièle Voldman y Philippe Joutard organizó en 1983 en
Aix-en-Provence nuestra cuarta conferencia internacional de historia oral. El
pasado mes de septiembre nos dejó y quisiera ahora rendirle un homenaje.
Bédarida es uno de los más grandes de la historia oral europea que desaparece y
la IOHA debe guardarlo en su memoria. En la conferencia celebrada en el mes

HAFO, 2, 28, 2002


XII Conferencia Internacional de Historia Oral: Conclusiones

de Octubre de 1999 en Alaska por la Asociación de Historia Oral de los Estados


Unidos, Philippe Denis me abordó en francés presentándose además de parte de
Philippe Joutard. Mi asombro fue considerable y, desde el primer momento,
aposté por él por su cultura francesa y por venir de parte de uno grupo extraor-
dinario, me refiero a Temoignage Chrétien del que Bédarida formó parte.
Voy a referirme ahora al refrán «roda el món i torna al Born» al que antes me
he referido, porque es el que me permite estar feliz hablando con vosotros. En ese
viaje que he realizado a través de varios continentes para impulsar la creación de
la IOHA fuera de Europa, lo decisivo fueron los inicios y por eso comenzaré
dando las gracias a Paul Thompson, a Ronald Grele y a Birgitta Skarin Frykman
porque sin ellos nuestra asociación no existiría. En Göteborg, como primera pre-
sidenta elegida, mi primer acto fue querer reconocerle públicamente sobre todo
a Paul el trabajo que había realizado, Sandro es un testigo privilegiado de lo que
estoy afirmando. No sé si Paul está en esta asamblea pero desde aquí quiero agra-
decerle su labor y el haber querido acompañarnos en Sudáfrica.
Durante estos inicios de la IOHA, de la mano de Marieta y claro está de
muchos de vosotros, todos aceptamos grandes retos y riesgos. El primero fue cru-
zar el Atlántico e ir a Río de Janeiro para celebrar la décima conferencia interna-
cional de historia oral. El segundo reto fue confiar en una persona jovencísima y
cuyo país atravesaba por una situación política difícil. Me refiero claro está a Arzu
Öztürkmen, a quien también la IOHA debería enviar un saludo desde aquí. El
tercer reto y quizá el mas arriesgado fue aceptar la candidatura de Sudáfrica para
celebrar la doceava conferencia internacional de historia oral.
Visto el camino recorrido el regreso a Europa se impone porque también fue
una de las promesas realizadas en Göteborg y porque una gran mayoría de nues-
tros miembros son europeos. Sin duda de la mano de Portelli es un regreso fácil,
el nuevo consejo no tiene, pues, nada que temer, Sandro sabe a qué horizontes
nos quiere llevar. Por otra parte la primera conferencia internacional de historia
oral se celebró en 1976 en Bolonia, por lo que Roma significa un retorno a nues-
tros orígenes.
En este viaje que estoy describiendo el estar hoy con vosotros tiene para mí una
significación especial. Como sabéis he vivido un problema de salud grave y, por
otra parte, me había comprometido conmigo misma después de Estambul a
hacerme «invisible» por lo que en todo momento he procurado mantener un per-
fil bajo. Pero ha podido más que la salud la ilusión de estar con vosotros y de
compartir esta nueva experiencia. Como dijo ayer Tali Nates nuestra compañera
de Johanesburgo, en una de las mejores intervenciones a que ha dado lugar esta
conferencia, hemos de intentar vencer la tentación que sufrimos todos de ser «by
stander» y no participar. 167
Como conclusión final afirmar una vez más que, contrariamente al lema que
preside esta conferencia «The Power of Oral History» no creo en el poder de la
historia oral pues de siempre he sido partidaria de una historia bien hecha con
fuentes orales, pero sin adjetivos. Tampoco creo en el poder de la IOHA y no
pienso en absoluto que vayamos a salvar a Roma de ningún partido político. En
todo caso el poder de la IOHA es el ser una plataforma que libera, un encuentro
y una fiesta profesional que da vida.

HAFO, 2, 28, 2002


Mercedes Vilanova, Don Ritchie

Como sabéis me he especializado en el estudio de los comportamientos elec-


torales y asamblearios y, especialmente, en los mecanismos que suponen las dife-
rentes leyes electorales. En este sentido me fascinó la presentación que realizó
Helen Andreoni refiriéndose a niños de origen italiano pero culturalmente japo-
neses que son rechazados por su aspecto: «When the face does not fit». La IOHA
pretende ser democrática, pero en la última asamblea celebrada hace dos días se
utilizó un procedimiento de voto decidido por un pequeño grupo sin consultar
al resto del consejo del que yo formaba parte y sin consultar tampoco a la asam-
blea para decidir entre todos el procedimiento a seguir para votar. Y, por prime-
ra vez entre nosotros, después de varias décadas de existencia, se recurrió al voto
secreto decidido por una minoría de dos, tres o cuatro reunidos al margen del
Consejo de la IOHA tal como obligan nuestros Estatutos. Cuando en privado
protesté por ese comportamiento como mínimo poco cortés, se me dijo que lo
habían decidido porque el voto secreto permite la libertad tal como ciertamente
postula la democracia burguesa, pero entre nosotros el voto secreto puede facili-
tar un volta face y, en todo caso, ha impedido que alguno de mis amigos votaran
abiertamente por Roma sin dejar por ello de seguir siendo mis amigos... Noblesse
oblige. Éste es un mensaje que quisiera esta asamblea comprendiera. Porque la
sinceridad y la transparencia facilitan las relaciones francas y en ningún caso el
miedo debiera presidir nuestras decisiones respecto a los procesos elegidos y a las
opciones adoptadas.
Y ya sólo unas palabras finales. Como me dijo hace dos días Philippe Denis la
apuesta que hicimos en Alaska fue acertada. Por lo que me alegra poderle decir a
Philippe: Merci pour ton courage. C’est pour ça que me derniers mots seront clairs et
forts: Gracias Philippe por existir.

* * *
Don Ritchie
Este congreso debe mucho a Philippe Denis y al resto de miembros del comi-
té organizador, que han sido siempre amables y hospitalarios e imperturbables en
la resolución de todas las contingencias que han ido surgiendo a lo largo del con-
greso. Los problemas de la economía internacional y otros imprevistos de la vida
cotidiana obligaron a que el comité rehiciera el programa de algunas sesiones, e
incluso estas sesiones reprogramadas mantenían un notable grado de coherencia.
Estos encuentros bianuales internacionales de historia oral son en gran medida
una reunión. Los participantes traban nuevas relaciones, esperan reencontrarse
con sus colegas en los próximos congresos y echan de menos a los que no están,
168 como por ejemplo ha ocurrido este año con la delegación argentina al completo,
cuya participación se vio frustrada por la terrible situación económica de su país.
Delegados de casi treinta países estuvieron representados en Pietermaritzburg,
incluyendo a los de ocho países africanos. El comité organizador reconoció inte-
ligentemente que, incluso a pesar de la sorprendente transformación de Sudáfrica
durante la última década, este país no representa la totalidad del continente afri-
cano. Era conveniente que este primer encuentro de la IOHA en África ofrecie-
ra una imagen diversa de la historia oral del continente africano, y proporciona-

HAFO, 2, 28, 2002


XII Conferencia Internacional de Historia Oral: Conclusiones

se una idea de la gran variedad de identidades que hay en él. El éxito de este
encuentro debería animar a la IOHA a considerar la celebración de futuras reu-
niones en otros lugares de África.
Todos estamos agradecidos a Mercedes Vilanova, cuya concepción de futuro
ayudó a transformar la Asociación Internacional de Historia Oral en una organi-
zación auténticamente global. Tuvo la visión y la fuerza de llevar los tres últimos
encuentros a Brasil, Turquía y Sudáfrica. La migración global de la IOHA ha que-
dado reflejada en la rica diversidad de las ponencias de las sesiones de este año.
Individualmente, trabajamos en distintos países y en distintas disciplinas,
entrevistamos a gente distinta con propósitos distintos, y este encuentro nos
recuerda de nuevo los temas comunes de la historia oral. La inadecuación de la
documentación escrita y de los archivos tradicionales en tiempos de cambios
radicales, como ocurrió en la Sudáfrica del apartheid, han acelerado la necesidad
e incluso la demanda de historia oral. Los impulsos democráticos de la historia
oral han convencido a muchos especialistas, en palabras de un ponente, «es hora
de dar cancha a la gente». Distintos ponentes describieron proyectos que están
llevando a cabo para entrenar a la gente en sus comunidades, especialmente a la
gente joven, para que ellos mismos sean los que registren las entrevistas.
El continuo deseo de crear una nueva historia reflejó otro punto en común, en
especial las sesiones sobre religión, que tuvieron gran importancia en el progra-
ma, y trataban de un componente clave de los valores esenciales de la gente y de
las identidades, que muy a menudo no se tiene en cuenta en las reuniones pro-
fesionales. En el pasado, la historia religiosa se reflejaba generalmente a través de
la vida y la forma de pensar del clero, que normalmente era quien escribía esa his-
toria. Una sesión presentó escritos de distinta procedencia, desde los indios semi-
nolas en Florida, a los católicos africanos en Zimbabwe, al papel de las mujeres
en la religión en Sudáfrica, a los luteranos suecos. Y a pesar de su diversidad,
todos apoyaban la noción de que hay mucho más que aprender de las historias
orales sobre religión a partir de la experiencia cotidiana de la gente, que de los
líderes religiosos.
Hay otro punto común que es la habilidad de la historia oral de confundir,
más que de confirmar nuestras teorías. Aquellos a los que entrevistamos nos
exponen a perspectivas inesperadas. Nos miran a los ojos y nos dicen que esta-
mos equivocados. El valor de las entrevistas no proviene de la resistencia ante esa
información que nos confunde, sino de escucharla, aprender de ella, evaluarla e
interpretarla. Por ejemplo, un entrevistador, que asuma de forma natural que los
emigrantes que vuelven, aquellos que han emigrado a otro lugar, y vuelven a casa,
afrontan problemas más amargos, se opone a la serie de recuerdos positivos acer-
ca de las aventuras de juventud de estos emigrantes, sea cual sea su resultado 169
final, y que como conjunto de fenómenos representa claramente algo más que
pura nostalgia. Las entrevistas con inmigrantes jamaicanos en los Estados
Unidos, Canadá y Gran Bretaña de forma similar nos confrontan a asunciones
previas y estereotipos sobre la experiencia de los inmigrantes.
En concreto, nuestros colegas de Brasil están realizando algunos estudios fas-
cinantes sobre la migración portuguesa, mediante la comparación de las expe-
riencias de inmigrantes a Brasil, país de habla portuguesa, y a países de habla no

HAFO, 2, 28, 2002


Mercedes Vilanova, Don Ritchie

portuguesa como Alemania. Sus entrevistas han recogido las reacciones profun-
damente distintas de las segundas o terceras generaciones de inmigrantes portu-
gueses a sus hogares, y sus vínculos con el país de origen. Quizá los recuerdos más
vívidos que tengo de este congreso son los de un pase de diapositivas sobre un
monumento que un inmigrante, Manoel Giesteira, erigió en una colina cuando
volvió a Portugal, para conmemorar el recuerdo de su familia y de otros inmi-
grantes, que demostraba la fuerza de la añoranza de aquellos que se habían ido y
no querían que se olvidara su experiencia. Más que tratar los temas eruditos sobre
la inmigración y la emigración, estos estudios están construyendo de forma
mucho más compleja la narrativa histórica, a la vez que la hacen mucho más inte-
resante.
Una aspecto problemático que se discutió en el congreso fue la transposición
de datos de un soporte tecnológico a otro. Los historiadores orales se enfrentan a
una revolución digital que amenaza con convertir en obsoletos muchos sistemas
de trabajo útiles hasta ahora. El plan más audaz para la digitalización masiva de
los programas a gran escala ya existentes y en marcha fue el ofrecido por el
Cuerpo de Archivistas de los Marines de Estados Unidos. Me recuerda al dicho
«the Marines take the hill and then the Army holds the hill». En este caso, los
marines se han comprometido a atacar el problema de la digitalización. Tienen
tanto la fortaleza como los medios para hacerlo. Nosotros, un ejército mayor de
historiadores orales querríamos aprender más acerca de sus progresos antes de
ocupar esas alturas digitales, para poder afrontar los problemas que de forma
inevitable han comenzado a aparecer. Para todos estos problemas que la revolu-
ción digital plantea, Internet está uniendo a la comunidad global. Igual que la
IOHA depende del correo electrónico para su funcionamiento entre congreso y
congreso, el resto de nosotros tenemos acceso a una serie de webs donde pode-
mos beneficiarnos de la gran variedad de proyectos de historia oral en el mundo.
Las ponencias en esta reunión demuestran ampliamente el uso creativo de
Internet para el aprendizaje, la investigación y la difusión de archivos orales.
Una precaución que hay que tener con la globalización es la diferencia de
recursos entre las distintas regiones. Tenemos que tener cuidado en no definir los
métodos de la historia oral de tal forma que privilegiemos a los que pueden dis-
poner de los equipos más sofisticados en detrimento de los que no pueden hacer-
lo. Pero es esperanzador saber que los cincuenta y cuatro países de África tienen
acceso a la web que les ofrece la esperanza de perpetuar la relación que hemos
establecido aquí, aunque las reuniones de la IOHA se celebren en otros conti-
nentes.
También fue importante que los ponentes se asegurasen de recordar el acuer-
170 do en cuanto a metodología y nuestras principales preocupaciones sobre ésta. Fue
valioso, por ejemplo, tener la perspectiva de un transcriptor en historia oral, y fue
sorprendente constatar que cuatro transcriptores competentes pueden realizar
cuatro transcripciones distintas de una misma grabación. Una vez más Internet
puede fortalecer el proceso, ya que la habilidad de proporcionar tanto el registro
sonoro como las transcripciones online pueden forzar a los transcriptores a cons-
treñirse a la palabra hablada, mientras que deja de ser necesario duplicar el
mismo registro en forma oral y escrita.

HAFO, 2, 28, 2002


XII Conferencia Internacional de Historia Oral: Conclusiones

Para finalizar, la serie de iniciativas en historia oral presentadas en Sudáfrica


merecen especial elogio. Algunas ponencias se centraron en temas de salud y en
el valor terapéutico de la historia oral; y la Universidad de Natal, reconociendo
que la crisis del SIDA está dejando un asombroso número de huérfanos, ha ini-
ciado el Memory Box Project (Proyecto de las cajas de memoria), en el que los
parientes enfermos registran sus historias de vida, y a partir de ellas sus hijos pue-
den afrontar mejor la falta de los padres, retener su identidad familiar, y desarro-
llar mayor capacidad de adaptación. Aquí, en Sudáfrica, donde los recuerdos son
un componente crítico de la curación y la reconciliación, un programa creativo
de historia oral se está desarrollando para entrevistar al líder del Congreso
Nacional Africano. En Robben Island, los antiguos presos políticos están reali-
zando entrevistas de historia oral con otros prisioneros políticos. En la Universi-
dad de Cape Town fue recientemente constituido un Centro de Memoria
Popular. Estos proyectos reflejan un nuevo despertar del reconocimiento de la
historia oral entre los funcionarios del gobierno, así como entre colegas acadé-
micos que anteriormente habían sido reticentes a las fuentes orales. Este cambio
de dirección podrá verse aún más claramente en el 2004 cuando la IOHA se
reúna en Roma, una ciudad antigua que está empezando a descubrir ahora su
pasado más reciente. Esperamos poder seguir el desarrollo de estos aconteci-
mientos en nuestra próxima reunión en Roma.

Traducción de Victoria Pradilla

171

HAFO, 2, 28, 2002


Resúmenes-Palabras Clave/Abstracts-Keywords

Atravesando el Atlántico: Españolas en São Paulo


Maria Antonieta Antonacci
[(2002) 28; 3-31]

Resumen
Recurriendo a la metodología de la historia oral, trabajamos con los testimo-
nios de seis inmigrantes españolas que llegaron a São Paulo en los años 1920. En
diálogo con la dinámica de sus memorias, tratamos de aprehender las dimensio-
nes y los significados de su cotidianidad en esta ciudad en expansión, sus modos
de vivir, trabajar y crear ambientes de convivencia y ocio en la vida urbano-indus-
trial paulistana, sin perder de vista extrañamientos, intolerancias, adaptaciones e
interacciones subyacentes a los procesos migratorios.
Palabras Clave: Subjetividades, sensibilidades, representaciones de lo vivido.

Abstract. Crossing the Atlantic: Spanish women in Sao Paulo


Using the methodology of oral history, we work with the accounts of six
Spanish immigrants who arrived in Sao Paulo in the 1920’s. We establish a dia-
logue with the dynamics of their memories and try to capture the dimensions
and meanings of their daily existence in this expanding city, their ways of living,
working and creating communal and leisure environments within Sao Paulo’s
urban-industrial life, without losing sight of the underlying distancings, intole-
rances, adaptations and interactions inherent to migratory processes.
Keywords: Subjectivities, sensibilities, representations of lived experiences.

Migración e identidad cultural


Elaine Bauer y Paul Thompson
[(2002) 28; 33-46]
173
Resumen
Este artículo está basado en testimonios orales de dos proyectos separados, uno
sobre relaciones de parejas negro-blanco en Canadá y Gran Bretaña (Elaine
Bauer), el otro sobre familias jamacainas transnacionales (Paul Thompson y
Elaine Bauer). Ambos proyectos están basados en entrevistas de historia de
vida/historia oral, el primero con ambos componentes de cada pareja, el segun-
do con cinco miembros de la misma familia actualmente residente en los Estados

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


Unidos, Canadá, Jamaica y Gran Bretaña. En las relaciones de las parejas mixtas,
muy a menudo un componente es inmigrante; mientras muchas de las familias
transnacionales incluyen ambos blancos o negros, y a veces también indios o chi-
nos, abuelos o parientes actuales.
Tanto la migración como el establecer relaciones con un cónyuge de diferente
origen étnico son retos a la identidad individual, e igualmente ambos producen
consecuencias en la herencia que se transmite a los hijos. Este artículo compara
el impacto de la migración y de las relaciones mixtas en la identidad, los dife-
rentes tipos de hostilidad y prejuicios raciales que se experimentan, y el marco en
el cual los individuos encuentran soluciones creativas - por lo que se refiere a con-
seguir nuevas formas de identidad étnica multirracial, y sueños de sociedades
«arco iris», pasado y futuro.
Palabras Clave: Identidad cultural, migración, relaciones de las parejas mixtas,
familias transnacionales, discriminación racial, identidad étnica multirracial.

Abstract. Migration and cultural identitie


This paper is based on oral evidence from two separate projects, one on black-
white couple relationships in Canada and Britain (Elaine Bauer), the other on
transnational Jamaican families (Paul Thompson and Elaine Bauer). Both pro-
jects are based on life story/oral history interviews, the first wherever possible
with both partners of each couple, the second on up to five members of the same
family now living in the USA, Canada, Britain and Jamaica. In the mixed cou-
ple relationships, very often one partner is a migrant; while many of the trans-
national families include both white and black, and sometimes also Indian or
Chinese, ancestors or current kin.
Both migration and forming relationships with partners of different ethnic
background are challenges to individual identity, and similarly both raise issues
for the heritage to be passed on to children. This paper compares the impact of
migration and of mixed relationships on identity, the different kinds of hostility
and racial prejudice which are experienced, and the extent to which individuals
find creative solutions - in terms of reaching out to new forms of multiracial eth-
nic identity, and dreams of rainbow societies, past and future.
Keywords: Cultural identitie, migration, mixed couple relationships, transna-
tional families, racial discrimination, multiracial ethnic identity.

Destruir la memoria: El trato a los emigrantes en la isla de Ellis,


Nueva York
174 Kate Moore y Diana Pardue
[(2002) 28; 47-57]

Resumen
Este artículo examina la atención médica obligatoria dada a los inmigrantes
retenidos en la isla de Ellis, el centro de inmigración en el puerto de Nueva York
desde 1892 hasta 1954. Los inmigrantes que llegaban a la isla de Ellis viajaron
en tercera clase y alguno de ellos tenía visibles problemas mentales y físicos y

HAFO, 2, 28, 2002


anormalidades. Basándose en entrevistas de historia oral, se argumenta que si
bien en la isla de Ellis se ofrecía a los detenidos la atención médica más moder-
na, se plantean, no obstante, importantes interrogantes desde el punto de vista
de los derechos humanos ya que, por razones lingüísticas, a veces los inmigran-
tes no podían dar su consentimiento ni solicitar otros tipos alternativos de ayuda
terapéutica. Por ello, los detenidos estaban a expensas de la ideología psiquiátri-
ca imperante y, en consecuencia, el racismo científico, la insulinoterapia de cho-
que y la terapia electroconvulsiva eran viables. Sin embargo, los procedimientos
médicos adoptados en la isla de Ellis eran acordes con el tratamiento que en aquel
tiempo imperaba en los Estados Unidos. No encontramos evidencia que sugiera
que en la isla de Ellis se ocultara deliberadamente información a los inmigrantes.
En cambio, es más probable que el volumen total y la complejidad de procesar a
millones de personas, contribuyó a la falta de una comunicación suficiente con
los detenidos.
Palabras Clave: Migración, memoria, atención médica, psquiatría.

Abstract. Destroying memory: Treating Emigrants at Ellis Island, New York


This paper explores the mandatory medical care given to detained immigrants
at Ellis Island, the immigration station at the the port of New York from 1892
until 1954. Immigrants who arrived at Ellis Island travelled in steerage and some
had visible mental and physical disorders and abnormalities. Based on oral his-
tory interviews, it is argued that while Ellis Island offered state-of-the-art medi-
cal treatment for detainees, important human rights issues were nevertheless
involved since for linguistic reasons, some could not grant consent or request
althernative modes of therapeutic help. As such, detainees were at the mercy of
the prevailing psychiatric ideology so that principles of scientific racism, insulin
coma therapy and electrconvulsive therapy were all viable. Nevertheless, the
medical procedures adopted at Ellis Island were consistent with the treatment in
the United States at the time. We found no evidence to suggest that Ellis Island
purposely withheld information from the immigrants. Instead, it is more likely
that the sheer volume and complexity of processing millions contributed to lack
of sufficient communication to detainees.
Keywords: Migration, memory, medical attention, psychiatry.

Vivencias de la emigración en Escandinavia


Hanna Snellman
[(2002) 28; 59-72]
175
Resumen
Los intentos de los etnólogos fineses de establecer una periodización de la cul-
tura popular finesa han demostrado que las décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial constituyen un periodo de transición entre lo antiguo y lo
nuevo quizá tan importante como las épocas de transición bien conocidas de los
inicios de la Edad Media o de la industrialización de la segunda mitad del siglo
XIX. Finlandia difiere en este aspecto de otros países del norte de Europa, donde

HAFO, 2, 28, 2002


el proceso de modernización tuvo lugar mucho antes. Sin embargo, hasta la fecha
han sido muy escasas las investigaciones basadas en la historia oral que han con-
siderado esta época de cambio más reciente. Los estudios sobre las innovaciones
(la mecanización de la agricultura y la industria, por ejemplo) han olvidado en
general al objeto más importante de la investigación etnológica, a saber, el indi-
viduo y sus experiencias.
El artículo examina las experiencias de los individuos en una sociedad en
transformación. ¿Qué circunstancias impulsaron a algunas personas a trasladarse
a Suecia? Aunque Finlandia y Suecia son países vecinos con una historia común,
la diferencia entre una parroquia de una zona agreste, donde los principales
medios de vida son la cría de renos y la silvicultura (Salla) y una animada ciudad
con viviendas en los barrios de las afueras y empleos en la industria
(Gotemburgo) es impresionante. El estudio se basa en su totalidad en entrevis-
tas, la mayor parte realizadas en el marco de dos proyectos de historia oral.
Palabras Clave: Migración, Suecia, Finlandia, etnología.

Abstract. Lived experiences of the migration in Scandinavia


Finnish ethnologists’ attempts to periodize Finnish popular culture have
shown that the decades after World War II are perhaps as important a transition
period between the old and the new as are the wellknown transition periods at
the beginnings of the Middle Ages and industrialization in the second half of the
19th century. In that respect Finland is different from the other North European
countries, where the process of modernization took place much earlier. Yet so far
there is very little ethnological research which has considered this era of change.
Research about innovations (e.g., mechanization in agriculture and industry)
have mainly forgotten the most important target of ethnological research, i.e.,
the individual and their experiences.
This article discusses the experiences of individuals in a changing society.
Which were the circumstances which led some people to move to Sweden? Even
though Finland and Sweden are neighboring countries with a common history,
the difference between a parish (Salla by the Russian border) in the wilderness
with forestry and reindeer herding as main sources of livelihood and a lively city
(Gothenburg in the Swedish west coast) with homes in the suburbs and occupa-
tions in industry is striking. The study is entirely based on interviews collected
in two oral history projects.
Keywords: Migration, Sweden, Finland, ethnology.

176 La domesticación del mestizaje en México: Del toro al guajolote (pavo)


Frédéric Saumade
[(2002) 28; 73-95]

Resumen
La importación del toro y del caballo en la Mesoamérica y la difusión corela-
tiva de la corrida como representación ostensible del poder español llevaron con-
sigo la transformación de la estructura original del juego taurino-ecuestre. El

HAFO, 2, 28, 2002


principio de aquel sistema es una paradoja tecnológica : la monta del toro, o sea
una inversión de la equitación cuya iniciativa histórica la tomaron los peones
indígenas que eran excluidos de la práctica ecuestre durante el periodo colonial.
Desde un enfoque etnográfico de los tres tipos de juegos taurino-ecuestres crea-
dos en México (charreada, jaripeo, danza del torito), el autor se propone resolver
el enigma. Así que salen a la luz las características respectivas de la pareja caballo-
toro al centro de la representación política, económica y social de la España
imperial, y de la imagen de los animales de crianza y de caza que fueron para-
digmáticos de los antiguos mexicanos.
Palabras Clave: Etnología, mestizaje, tauromaquia, México.

Abstract. Domestication of miscegenation in Mexico: from the bull to the


guajolote (rooster)
The importance of the bull and the horse in Mesoamerica and the correlative
spreading of bull-fighting as an ostensible representation of Spanish power trans-
formed the original structure of the bullfighting-equestrian game. The principle
of the system is a technological paradox: the mounting of the bull, i.e., an inver-
sion of horse-riding as a result of an historical initiative of native farm hands,
excluded from horse-riding during the colonial period. The author tries to solve
the enigma considering the three types of bullfighting-equestrian games develo-
ped in Mexico (charreada, jaripeo, danza del torito) from an ethnographical pers-
pective. This approach brings to light the characteristics both of the horse-bull
pair, occupying the centre of imperial Spain’s political, economical and social
representation, and of the image of husbandry and game animals that were para-
digmatic for ancient Mexicans.
Keywords: Ethnology, miscegenation, tauromachy, Mexico.

La historia oral en la Universidad de Malmö


Lars Berggren y Mats Greiff
[(2002) 28; 97-107]

Resumen
La Universidad de Malmö se fundó en 1998. Uno de sus propósitos fue
aumentar la participación de estudiantes pertenecientes a grupos sociales sin nin-
guna tradición establecida de estudios académicos. También se quería destacar el
hecho de que la Universidad fuera relevante en el desarrollo de la región, no sólo
en términos económicos. De acuerdo a estos principios, decidimos hacer de la
historia oral el principal método de investigación de la historia de Malmö. El 177
artículo trata sobre cómo dicho tema se ha creado en la Universidad de Malmö
y de las experienias hasta ahora.
Nuestro objetivo es hacer de la historia una fuerza emancipatoria para inmi-
grantes, trabajadores, mujeres y otros grupos marginados en la sociedad. A través
de la historia oral este objetivo se puede alcanzar, pero la historia oral también
reta y transforma con ilusión la conciencia histórica que los estudiantes traen de
la enseñanza secundaria.

HAFO, 2, 28, 2002


Palabras Clave: Historia oral, conciencia histórica, emancipación, programa de
estudios.

Abstract. Oral History at Malmö University


Malmö University was established in 1998. One of the purposes was to incre-
ase the share of students belonging to social groups without any established tra-
dition of academic studies. It was also pointed out that the university should be
of relevance for the region’s development, not only in economic terms. According
to this background we decided to make oral history as the main approach to
History in Malmö. The article deals with how the subject is created at Malmö
University and the experiences hitherto.
Our aim is to make history as an emancipatorical force for immigrants,
workers, women and other suppressed groups in the society. By the use of oral
history this aim can be achieved, but oral history also challenge and hopefully
transform the historical consciousness the students bring with them from
school.
Keywords: Oral history, historical consciousness, emancipation, syllabus.

Somos historia. Historia oral en Dinamarca


Kirsten Harritsand y Ditte Scharnberg
[(2002) 28; 109-120]

Resumen
Los antecedentes para iniciar el proyecto Somos historia en Dinamarca se basan
en la percepción de que el potencial cultural que contiene la experiencia de vida
de las personas mayores es ignorado la mayoría de las veces, y sólo se revela en el
contacto directo con estas personas.
El objetivo del proyecto era crear contextos en los cuales las personas mayores
puedan intentar expresar su historia de vida. Además de realizar la labor creativa
que ello implica, los mayores también debían tener la oportunidad de desarrollar
una conciencia cognitiva. El propósito era organizar el trabajo de rememoración
de forma que desembocase en contextos colectivos y en la formación de redes. La
perspectiva cultural era la de la historia ignorada.
Ello dio lugar a que Somos historia constituyó un proceso de aprendizaje para
todas las personas implicadas.
Palabras Clave: Historia de vida, conciencia cognitiva, historia oral.

178 Abstract. We oursevelves are history. Oral History in Denmark


The background for initiating We Ourselves Are History as a project in
Denmark is the perception, that the cultural potential found in the life-expe-
rienced gleaned by the elderly is most frequently overlooked, and will only be
revealed when people meet face to face.
The purpose of the project was to create contexts in which the elderly may
work towards expressing their life history. The elderly should not only carry out
the creative work entailed, they should also have the chance of becoming cogni-

HAFO, 2, 28, 2002


tively aware. Recollection work was to be organized and executed in such a man-
ner that it leads into collective contexts and to the formation of networks. The
cultural perspective was the ignored history.
It turned out that We Ourselves Are History became a learning process for all
parties involved.
Keywords: Life story, cognitive conscience, oral history.

La identidad de los ferroviarios de RENFE (1941-2001) a través de


las fuentes orales
Pilar Díaz, Pilar Domínguez, Pilar Folguera, y José María Gago
[(2002) 28; 121-139]

Resumen
La Compañía de los Ferrocarriles Españoles es, desde su creación en 1941, una
de las principales empresas españolas, y en determinados momentos de su histo-
ria, la que ha contado con mayor número de trabajadores de todo el país. No obs-
tante, hasta el momento, apenas se conocen aspectos sobre la vida y experiencia
de estos trabajadores, que en su mayoría muestran como su trayectoria vital y su
identidad personal se encuentran ineludiblemente vinculadas a RENFE. El artí-
culo muestra, a través de los testimonios recogidos en treinta entrevistas, las señas
identitarias que se nuclean en torno al concepto de «ser ferroviario» que consti-
tuye un hecho distintivo respecto de otras empresas. Acceder al trabajo a partir
de los mismos antecedentes familiares, realizar todo tipo de actividades sociales
con otros compañeros, vivir en barrios ferroviarios, definen la pertenencia al
grupo.
Palabras Clave: Identidad de clase, historia oral, España.

Abstract. The identity of RENFE’s railway workers (1941-2001) through oral


sources
The Spanish Railway Company (RENFE) has been, since its founding in
1941, one of the main Spanish companies and, in certain moments of its his-
tory, the one employing the biggest number of workers in the country.
However, until nowadays, very little is known about the life and experiences of
these workers, whose life paths and personal identities are unavoidably linked
to RENFE. The article shows, through the testimonies gathered in thirty inter-
views, the identity signs converging around the notion of “being a railway wor-
ker”, as a distinctive trait in comparison with other companies. Entering the job
with the same family background, sharing all kinds of social activities with other 179
work mates, living in railway workers neighbourhoods, contribute to define
group membership.
Keywords: Class identity, oral history, Spain.

HAFO, 2, 28, 2002


Historia oral: una brújula para los desafíos de la historia
Marieta de Moraes Ferreira
[(2002) 28; 141-152]

Resumen
Grandes transformaciones marcaron el debate historiográfico en los últimos
tiempos. Pero muy pocos historiadores han preservado la creencia en la capaci-
dad de la historia de producir un conocimiento totalmente objetivo y recuperar
el pasado. La objetividad de las fuentes escritas con que trabaja el historiador ha
sido definitivamente cuestionada.
La propuesta de este texto es discutir el porqué de esta situación. Para hacer-
lo, no hay nada mejor que enfocar la mirada sobre la historiografía y observar
cómo la historia reciente y las fuentes orales han sido encaradas por diferentes
concepciones de la historia, lo que condujo, en cada caso, a la desconfianza y a
la descalificación de ambas por los historiadores. Nuestra intención es destacar
cómo puede la historia oral ser un instrumento de crítica y renovación de la his-
toria como disciplina en el siglo XXI.
Palabras Clave: Historiografía, historia oral, historia contemporánea.

Abstract. Oral History: a compass to front History’s challenges


Great developments have marked the historiographical debate lately. But very
few historians have preserved any faith in history’s ability to produce a totally
objective knowledge and to recover the past. The objectivity of the written sour-
ces on which the historian works has been definitively challenged.
This text proposes a discussion of why this situation has come about. For this
purpose, nothing better than focusing on historiography and observing how dif-
ferent conceptions of history have dealt with recent history and oral sources, lea-
ding in both cases to a mistrust and a disqualification of both by historians. Our
purpose is to stress how oral history could be an instrument for criticism and
renewal of History as a discipline in the 21st century.
Keywords: Historiography, oral history, contemporary history.

El participante invisible: El papel del transcriptor


Shannon Page
[(2002) 28; 153-164]

Resumen
180 En las historias biográficas orales que produce la Oficina Regional de Historia
Oral, tiende a olvidarse con demasiada frecuencia el papel del transcriptor.
Como es natural, al final de cada entrevista se mencionan los nombres de los
transcriptores y en cada proyecto se especifican las horas que le han dedicado,
pero ¿se tiene realmente idea del esfuerzo y las horas que se emplean en el pro-
ducto acabado? Porque puede que la entrevistadora/editora trabaje tan a menu-
do con un transcriptor determinado que no advierta el grado de inteligencia y
la labor de traducción que aporta el transcriptor a la tarea. Pero si la transcrip-

HAFO, 2, 28, 2002


ción resultante se nota «distinta», seguro que pone pegas a la incorporación de
un nuevo transcriptor.
Esta ponencia analiza los distintos métodos que utilizan los transcriptores con
objeto de producir unas transcripciones de historia oral útiles y plenas de signi-
ficado. ¿Qué características posee un buen transcriptor? Algunos trabajan en dos
etapas: primero mecanografían las palabras casi literalmente y luego revisan el
texto con objeto de dividirlo en párrafos, puntuarlo, corregir la ortografía y com-
probar que el conjunto tenga sentido. Otros lo hacen todo de una vez, con mayor
lentitud, traduciendo el sentido a medida que van trabajando. Y todos los bue-
nos transcriptores tienen en cuenta las directrices de los entrevistadores y ajustan
su labor para cumplir instrucciones distintas y en ocasiones contrapuestas.
Palabras Clave: Historia oral, transcripciones.

Abstract. The invisible participant: The role of the transcriber


All too often, in the full biographical oral histories that the Regional Oral
History Office produces, the role the transcriber plays becomes forgotten. Of
course they are credited at the end of each interview, and the hours that they
spend are duly charged to the project, but does anybody really think about what
has gone into the finished product? The interviewer/editor may work with a par-
ticular transcriber so often that she no longer notices the degree of intelligence
and translation the transcriber brings to the task. She will then balk at the intro-
duction of a new transcriber when the resultant transcript feels «different».
This paper examines the different methods transcribers use in producing use-
ful, meaningful oral history transcripts. What makes a good transcriber? Some
work in two phases, typing out the words nearly verbatim and then returning to
the text to paragraph, punctuate, check spellings, and see that it all makes sense.
Others go through once, more slowly, translating meaning as they go. And all
good transcribers respond to the feedback of the interviewers, shaping their work
to meet various and sometimes conflicting instructions.
Keywrods: Oral history, transcripts.

181

HAFO, 2, 28, 2002


Colaboradores

Maria Antonieta Martinez Antonacci. Profesora de Historia Contemporánea y


de Brasil en el Departamento de Historia y en el Programa de Estudios
Posgraduados de la Pontifícia Universidade Católica de San Pablo (PUC-SP).
Investigadora del Consejo Nacional de Investigación (CNPq). Editora de la
Revista Projeto História de la PUC-SP. Miembro del Consejo Editorial de diver-
sas revistas. Autora de artículos sobre: Trabajo, Inmigración, Educación, Cine,
Cultura Popular, Historia Oral y Religiosidad. Es miembro de la Asociación
Brasileña de Historia Oral (ABHO); de la Asociación Internacional de Historia
Oral (IOHA); y de la Asociación Nacional de Investigación Universitaria en
Historia (ANPUH).

Elaine Bauer. Investigadora del Instituto de Estudios Comunitarios de Londres


y está terminando una tesis doctoral en el Goldsmiths College de la Universidad
de Londres.

LarsBerggren. Profesor Asociado de Historia de la Universidad de Lund y de la


Universidad de Malmö. En 1991 presentó su tesis doctoral, titulada: World of
Steam Whistles. Labour Process and Trade Union Organisation at Kockum’s
Engineering Works and Carl Lund’s Factory in Malmö 1840-1905.

Pilar Díaz Sánchez. Catedrática de Enseñanza Secundaria. Doctora en Historia


por la UCM. Ganadora del XI Premio Victoria Kent de la Universidad de Málaga.
Miembro del Seminario de Fuentes Orales. Miembro del Instituto de Estudios
Feministas de la UCM. Miembro de la Junta Directiva de la Asociación
A.E.I:H..M. Autora de El trabajo de las mujeres en el textil madrileño.
Racionalización industrial y experiencias de género (1959-1986) (2001). Autora de
100 mujeres del siglo XX que abrieron camino a la igualdad en el siglo XXI.
Coautora del libro El trabajo en la Infraestructura ferroviaria. Una historia oral (en
prensa, 2002). 183

Pilar Domínguez. Profesora de Historia Contemporánea e Historia de los


Movimientos Sociales Contemporáneos en la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria. Miembro del Seminario de Fuentes Orales de la UCM. Doctora en
Historia Contemporanea y autora del libro Voces del exilio. Mujeres españolas exi-
liadas en México (1994) . Otras publicaciones: Las mujeres españolas de la
República al franquismo: imágenes y testimonios orales (2000), Los Hermanos Mayo

Historia, Antropología y Fuentes Orales, 2, 28, 2002


y la imagen del exilio español en México (2001). Coautora del libro El trabajo en
la Infraestructura ferroviaria. Una historia oral (en prensa, 2002).

Marieta de Moraes Ferreira. Doctora en Historia. Profesora del Departamento


de Historia de la Universida Federal de Río de Janeiro – UFRJ. Investigadora del
Centro de Investigación y Documentación de Historia Contemporánea de Brasil
de la Fundación Getulio Vargas-CPDOC/FGV. Presidenta de la Asociación
Internacional de Historia Oral (IOHA) 2000-2002.

Pilar Folguera. Profesora Titular de Historia Contemporánea. UAM. Titular de


la Cátedra Jean Monnet de Historia de la Construcción Europea. Miembro del
Seminario de Fuentes Orales. Autora, entre otras: Vida cotidiana en Madrid.
Primer tercio de siglo a través de las fuentes orales (1986), Las mujeres en la Historia
de España (1997), «La mujer» Historia de España Menéndez Pidal (2001),
Aquellos que construyeron Europa. Una historia oral (en prensa, 2002). Coautora
del libro El trabajo en la Infraestructura ferroviaria. Una historia oral (en prensa,
2002).

Kirsten Folke Harrits. Historiadora. Ha presentado en 2002 su tesis doctoral,


titulada: As many Reports, As many Questions. Workers’ Life Historical Stories as a
Learning Process. Desde 1982 dirige proyectos junto a Ditte Scharnberg, entre
ellos varios centrados en historias de vida de trabajadores, con la colaboración de
los testimonios y sus sindicatos. De todo ello se han realizado dieciocho publica-
ciones. Desde 2001 es directora de proyectos, junto a Diite Scharnberg, de Åste-
det-Archive and Cultural Workshop for the Ignored History, Århus, Dinamarca.

José María Gago. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad


Autónoma de Madrid, es Catedrático de Enseñanza Secundaria en el I. E. S
“Calderón de la Barca” de Madrid. Miembro del Seminario de Fuentes Orales de
la Universidad Complutense de Madrid. Con una Tesis, en curso, titulada: El
Pequeño Comercio en el Periodo Autárquico, 1939-1959; con fuentes orales.
Coautor del libro: El Trabajo en la Infraestructura Ferroviaria. Una Historia Oral
(en prensa, 2002).

Mats Greiff. Profesor Asociado de Historia de la Universidad de Malmö. Su tesis


doctoral, presentada en 1992, se titula: The Clerk – From The Right Hand of The
Boss To A Proletarian. Proletarianisation, Feminsation and Trade Union Organising
Among White-Collar Workers in Sweden 1840-1950. Ha investigado también
184 sobre el desempleo en Suecia durante las décadas de 1920 y 1930 y sobre los tra-
bajadores textiles de Irlanda del Norte.

Kate Moore. Catedrática en la Universida de Tecnología de Tampere y profeso-


ra adjunta de la Universidad de Helsinki. Ha escrito y presentado programas de
radio sobre vidas de inmigrantes escandinavos. Ha trabajado como entrevistado-
ra, transcriptora y productora para el Ellis Island Oral History Project.

HAFO, 2, 28, 2002


Shannon Page. Licenciada por la Universidad de Berkeley, California, en la espe-
cialidad de retórica. En 1986 inició su trabajo en la Regional Oral History Office
(ROHO) como transcriptora, y desde entonces ha desempeñado diversas fun-
ciones: editora de historias orales de ciencia y medicina, directora de producción
y, en la actualidad, es directora adjunta de la ROHO.

Diana Pardue. Directora de la División de Servicios del Museo de la Estatua de


la Libertad NM, en la isla de Ellis.

Frédéric Saumade. Profesor titular de antropología social en la Universidad de


Montpellier, miembro del Institut d’Ethnologie Méditerranéenne et
Comparative (IDEMEC) de Aix-en-Provence. Ha publicado dos libros sobre el
tema de los toros, Des sauvages en Occident. Les cultures tauromachiques en
Camargue et en Andalousie, París, MSH 1994, y Les tauromachies européennes. La
forme et l’histoire, une approche anthropologique, París, CTHS 1998 (que será edi-
tado próximamente en versión castellana por las ediciones de la Universidad de
Granada). También está a punto de publicar un ensayo sobre el pensamiento fas-
cista a través de la obra del escritor francés Drieu La Rochelle (Ediciones Berg
International). Sus últimos trabajos se ubican en México, donde vivió un año
haciendo trabajo de campo sobre la representación del toro y del caballo; está
preparando un libro al respecto.

Ditte Scharnberg. Bibliotecaria, documentalista y editora. Desde 1982 dirige


proyectos junto a Kirsten Folke Harrits. Codirectora de proyectos de Åstedet -
Archive and Cultural Workshop for the Ignored History, Århus, Dinamarca.

Hanna Snellman. Profesora del Departamento de Etnología de la Universidad


de Helsinki. Sus investigaciones se centran en temas nórdicos y metodología, así
como en estudios sobre el significado de la vida en zonas de bosque y grandes
ríos. Su tesis doctoral, presentada en 1996, versa sobre los madereros de la
Laponia finlandesa. Editora del volumen dedicado a memoria y recuerdo del
Journal Ethnologia Fennica (1997), y en colaboración editó Nordic anthology of
forest history Skogsliv (2000). En 2001 publicó Khants’ Time. En la actualidad
dirige un proyecto de investigación titulado “Interactions across the Gulf of
Bothnia – Swedish in Finland – Finnish in Sweden”.

Paul Thompson. Catedrático de la Universidad de Essex. Es fundador y editor


de Oral History y fundador también de la Colección nacional de biografías depo-
sitada en el Archivo Sonoro Nacional de la Biblioteca Británica, Londres. Entre 185
sus libros destacan The Voice of the Past, The Edwardians, The Work of William
Morris y (con Raphael Samuel) The Myths We Live By.

HAFO, 2, 28, 2002


Colaboraciones

Los artículos que se presenten para ser publicados en Historia, Antropología y


Fuentes Orales, han de ser originales y de carácter estrictamente científico. Los artí-
culos se presentarán bajo la forma de diskette compatible PC. Junto con el original
y copia, se adjuntará un resumen del artículo de 10 a 15 líneas, unos 4 o 5 párra-
fos extraídos del artículo por ser los de mayor relevancia, y el currículo del autor.
Las notas irán correlativamente numeradas a lo largo del texto y aparecerán a pie
de página de la manera siguiente:

A/Para citar un libro:


Nombre del autor en versalitas, coma,
Título de la obra en cursiva, punto.
Lugar, coma, editorial, coma, y año de edición, coma,
p. o ps.
Ejemplo:
R. FRASER, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Barcelona, Crítica, 1979, ps.
105-106.
Si una obra ha de ser citada varias veces, la primera mención será íntegra y las
siguientes abreviadas.

B/Para citar un artículo de revista, acta de congreso, homenaje, etc.:


Nombre del autor en versalitas, coma,
Título del artículo, acta, etc., en cursiva, coma,
Nombre de la revista, congreso, etc., entre comillas, coma, el número del volu-
men (en cifras romanas o arábigas, según conste), lugar y fecha de edición
entre paréntesis, coma,
p. o ps.
Ejemplo:
R. SAMUEL, Local History and Oral History, “History Workshop”, 1 (Henley-
186 on-Thames, 1976), ps. 191-208.
Si un mismo artículo ha de citarse varias veces, la primera mención será ínte-
gra y las siguientes abreviadas.
Se acepta el uso de las abreviaturas normalmente admitidas. Las citas han de
presentarse entre comillas.

Toda la correspondencia dirigirla a: Historia, Antropología y Fuentes Orales. Sta.


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Avilés: Clarín. París (Francia): Espagnole.
Badajoz: Universitas. Pontevedra: Michelena.
Barcelona: Abacus. Alibri. Austral. Puebla (México): Benemérita
Balmes, 21. Catalònia. La Central. Universidad Autónoma de Puebla.
Documenta. Hormiga de Oro. Laie. Sabadell: Tapide.
Passim. Pròleg. Puvill.
Salamanca: Cervantes. Víctor Jara.
Bilbao: Binario. Cámara. Oniense.
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Cádiz: Mignón. y Técnicos. Internacional.
Calella: La Llopa. Sant Cugat: Paideia.
Córdoba: Andaluza. Luque. Santander: Estudio.
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Girona: Geli. Pla Dalmau. Follas Novas. González.
Universitària, 22. Sevilla: Al-Andalus. Antonio
Granada: Centro de Investigaciones Machado. Céfiro. El Giraldillo.
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Granollers: La Gralla. Vitruvio.
La Laguna: Tinerfeña. Tarragona: Adsera. VYP.
Las Palmas: Nogal. Terrassa: El Cau Ple de Lletres.
León: Ordoño. València: Tirant Lo Blanch. Tres i
Quatre. Viridiana.
Lleida: Caselles.
Valladolid: Clamor. Maxtor. Sandoval.
Madrid: La Biblioteca. CELESA.
Crisol. Cuatro Caminos. DELSA. Vic: La Tralla.
Díaz de Santos. Espasa-Calpe. Vilanova i la Geltrú: Uni-Llibres 187
Facultad de Derecho. Facultad de S.C.P.
Filosofía y Letras B. Fuentetaja. León Zaragoza: Cálamo. Central. Certeza.
Sánchez Cuesta. Marcial Pons. General. Hesperia. Pórtico.
Miessner. Polifemo. Tipo. Visor.
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Historia, Antropología y Fuentes Orales.


Sta. Llúcia, 1. 08002 Barcelona. Tel. 93-318 11 95. Fax 93-317 83 27.
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Historia, Antropología y Fuentes Orales, 1, 25, 2001


Imagen de portada:
© Arxiu Històric de la Ciutat
Arxiu Fotogràfic. Frederic Ballell, «Embarque de
ochocientos emigrantes hacia Sudamérica”
(Barcelona, 1910)
© Publicacions Universitat de Barcelona
© Asociación Historia y Fuente Oral
Fotografía:
© 2002 Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona.

© Arxiu Històric de la Ciutat


© Publicacions Universitat de Barcelona
© Asociación Historia y Fuente oral
Redisseny: Ramon Cortés Rosich
Imprimeix: Impremta Municipal
ISSN: 1136-1700
Dipòsit legal: B. 45.175-2000
Exp: 20021835

www.hayfo.com
Nº 28 Escenarios Migratorios
página
Atravesando el Atlántico
Maria Antonieta Antonacci . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Migración e identidad multirracial


Elaine Bauer y Paul Thompson . . . . . . . . . . . . . . . . 33

Destruir la memoria
Kate Moore y Diana Pardue . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

Vivencias de la emigración
Hanna Snellman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

La domesticación del mestizaje: Del toro al pavo


Frédéric Saumade . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

La historia oral en la Universidad de Malmö


Lars Berggren y Mats Greiff . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

Somos historia
Kirsten Folke Harrits y Ditte Scharnberg . . . . . . . . . . 109

Los ferroviarios de RENFE


Pilar Díaz, Pilar Domínguez, Pilar Folguera y
José Mª Gago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

Una brújula para los desafíos de la historia


Marieta de Moraes Ferreira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

El participante invisible: El papel del transcriptor


Shannon Page . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153

XII Conferencia Internacional de Historia Oral:


Conclusiones
Mercedes Vilanova, Don Ritchie . . . . . . . . . . . . . . . . 165

AÑO 2OO2 (3ª Época)

HA
FO UNIVERSITAT DE BARCELONA
PUBLICACIONS
Institut de Cultura

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