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UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO

EN LAS ORGANIZACIONES1
CHRISTOPHE DEJOURS2

INTRODUCCIÓN
Sabemos, desde hace mucho tiempo, que el desarrollo de la actividad productiva se origina de una
lógica en la que los juegos de la competición económica ocupan un lugar central. Es común considerar-
se que, de modo general, esa actividad trae, para los hombres y para la sociedad, retornos favorables:
por el efecto de un aumento del consumo doméstico, y, además de eso, de una mejoría del confort
material.
Pero, al mismo tiempo, la búsqueda de mejores desempeños productivos genera, en la propia em-
presa, problemas sociales y humanos que tienen, a su vez, consecuencias a veces menos ventajosas
sobre la vida común y la salud de los hombres y mujeres que ella emplea.
Beneficiario de la producción, el hombre es, a menudo en el mismo movimiento, víctima del trabajo.
Es la paradoja cuyo alcance se trata de medir aquí, paradoja en virtud de la que los objetivos de la
producción son, para el mundo exterior a la empresa, promesa de felicidad, mientras en su interior ellos
son frecuentemente, como es necesario reconocer, promesa de infelicidad.
Conviene aún subrayar desde luego que las relaciones entre sufrimiento y organización no caminan
siempre en ese sentido y que el trabajo puede también ser fuente de placer, y aún mediador de la sa-
lud. El objetivo de este capítulo es precisamente introducir matices en el análisis de los lazos entre su-
frimiento humano y trabajo.
Disponemos hoy de conocimientos más profundizados en esa área, gracias a una corriente de inves
tigaciones, generalmente francesas, inspirada por la emergencia de una disciplina nueva: la Psicopato-
logía del Trabajo.
No se trata aquí de proceder a una revisión de los trabajos publicados (que serán citados solamente
como referencia), pero de concentrar la discusión sobre la cuestión, deliberadamente limitada mas
esencial, del sufrimiento en el trabajo.
Abordaremos primeramente las articulaciones entre sufrimiento singular, heredado de la historia psí-
quica propia a cada individuo (dimensión diacrónica), y sufrimiento actual, surgido del reencuentro del
sujeto con la situación del trabajo (dimensión sincrónica). Estaremos entonces en condiciones para es-
tudiar los destinos posibles de sufrimiento, con relación a los que intentaremos mostrar como son con-
trastantes y, sin embargo, “tipologizables”. A veces, en su lucha contra el sufrimiento, sujeto llega a ela-
borar soluciones originales que, como mostraremos, son en general favorables simultáneamente a la
producción y a la salud: caracterizaremos entonces ese sufrimiento denominándolo sufrimiento creati-
vo. Al contrario, en esa lucha contra el sufrimiento, el sujeto puede llegar a soluciones desfavorables a
la producción y desfavorables también a su salud. El sufrimiento entonces será calificado como sufri-
miento patogénico.
Seremos llevados a analizar ese eslabón insólito que parece asociar, en un destino común, salud y
producción. Pero llegaremos sobre todo a elucidar las condiciones organizacionales que, conforme los
casos, presiden el enganche de los individuos en el sentido del sufrimiento creativo o en el sentido del
sufrimiento patogénico.
Además del análisis de las relaciones entre sufrimiento y trabajo, nos colocaremos en este capítulo
un segundo objetivo: levantar una serie de cuestiones sobre la extensión del campo de responsabilida-
des humanas y sociales de las organizaciones.
Como decíamos, el sufrimiento en el trabajo articula datos relativos a la historia singular y datos rela
tivos a la situación actual, es decir, él es enteramente traspasado por la dimensión temporal. De hecho,
él se desdobla más allá del espacio, en la medida en que el sufrimiento no sólo implica procesos cons-
truidos en el interior del espacio de la fábrica, de la empresa o de la organización, sino convoca, por
añadidura, procesos que se desarrollan fuera de la empresa, en el espacio doméstico y en la economía
familiar del trabajador.
De ahí derivan las cuestiones fundamentales relativas a la influencia de las organizaciones sobre la
ciudad. El conocimiento de las consecuencias sociales del sufrimiento en el trabajo ¿modificaría, a cam
bio, las concepciones en materia de administración, de dirección y de gestión del personal, y de la or-
ganización del trabajo? Es la pregunta que, surgiendo lógicamente de ese análisis, puede ser colocada,
porque nada excluye que se pida algún día a la empresa que se preocupe con sus contaminaciones psí

1
El presente texto fue extraído del siguiente libro: CHANLAT, Jean-François (coord. 1993). O INDIVÍDUO NA
ORGANIZAÇÃO. DIMENSÕES ESQUECIDAS, Vol. I, 2ª ed. Trad. Tania Mendes. São Paulo: ATLAS/CETAI (Centre
d’éstudes en administration internationale), pp. 149-173..
2
El autor es psiquiatra y psicoanalista, Jefe de la Clínica del Hospital d’Orsay, Titular de la cátedra de Psicología del Trabajo,
Conseil National des arts et métiers, Paris, Francia (N.T.).
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quicas y societarias como, actualmente, se exige de ella que administre sus contaminaciones físico-quí-
micas fuera de su propio espacio. La ecología ¿quedará limitada al bios, o se decidirá a tiempo a estén-
der su campo al socius?

PSICOPATOLOGÍA DEL TRABAJO Y


MODELO DEL HOMBRE CONCRETO
Las primeras investigaciones en Psicopatología del Trabajo, en los años cincuenta, fueron dedica-
das al estudio de las perturbaciones psíquicas ocasionadas por el trabajo. Utilizando la metodología ba-
sada en entrevistas individuales, y referida al modelo teórico de la psicofisiología pavloviana, un plantel
de clínicos llegó a determinar y a describir síndromes estrechamente asociadas a la situación del traba-
jo: ellos describieron también la “neurosis de las telefonistas” (operadoras de centrales telefónicas) y la
“neurosis de los mecanógrafos” (Le Guillant, 1963). Fueron publicados estudios monográficos sobre la
psicopatología de las empleadas-para-todo-servicio (Le Guillant, 1963). Finalmente, un estudio, en el
cual las referencias teóricas son más heterogéneas, fue publicado sobre los problemas psicopatológi-
cos surgidos en los mecánicos de los ferrocarriles, por la introducción de un nuevo dispositivo de tránsi-
to (alerta automático VACMA), que modificaba sensiblemente la relación de los agentes con su trabajo
(Moscowitz, 1971).
Debido a los límites encontrados por el referencial pavloviano para dar cuenta de situaciones más
diversificadas que las encontradas en el trabajo repetitivo bajo presión de tiempo, de una parte, y debi-
do a los impulsos que modificaron el panorama teórico de la Psicopatología (hegemonía del Psicoanáli-
sis al final de los años sesenta), de otra parte, la investigación en Psicopatología del Trabajo marcó pa-
so durante años.
La principal dificultad encontrada por la Psicopatología del Trabajo advenía de su dependencia exce
siva de los modelos médicos clásicos: como en patología profesional y en medicina del trabajo, en don-
de se puede poner en evidencia enfermedades ligadas al trabajo (el polvo del carbón causa la silicosis
de los mineros, los vapores de plomo desencadenan el saturnismo en los fundidores y tipógrafos), se
buscaba describir en la Psicopatología del Trabajo enfermedades mentales del trabajo.
Esa búsqueda no tiene salida porque las presiones normativas de la vida del trabajo son suficiente-
mente selectivas para eliminar de la empresa a los sujetos que sufren de síntomas mentales o distur-
bios del comportamiento, aunque sean leves. De manera que, en la empresa, la mayoría de los trabaja-
dores está en el límite de la normalidad. Los estudios clínicos clásicos, como las encuestas epidemioló-
gicas, son decepcionantes e inconclusivos.
Sin duda, fue por ello que en la misma época triunfaron en ese campo los estudios que se referían a
la teoría del stress. Esta última, de hecho, está más bien posicionada para penetrar en un dominio en
el cual el psiquismo de los trabajadores no sale de la normalidad.
El inconveniente de ese abordaje es el de no ser propiamente psicopatológico, es decir, de no estar
en condiciones de dar cuenta de mecanismos propiamente psíquicos, ni de los eslabones intermedia-
rios entre el trabajo y la salud mental. De hecho, los criterios de evaluación, en ese caso, son principal-
mente criterios somáticos y biológicos. Y, si medimos la variación de la frecuencia cardiaca o del corti-
sol plasmático, esas variables no son específicas y no permiten una aproximación con las cuestiones
relativas a la significación ni a la vivencia subjetiva de los trabajadores.
Cuanto a las encuestas de opinión, de motivación y de satisfacción, hacia las cuales se volvieron
otros autores, realizadas con ayuda de cuestionarios, sabemos que también son poco precisas y poco
discriminantes.
El nuevo desarrollo de la Psicopatología del Trabajo fue posible a partir del momento en que, asu-
miendo la normalidad de los trabajadores en situación de trabajo, llegamos al punto de realizar un giro
epistemológico. Ahora, la normalidad es considerada un enigma. ¿Cómo los trabajadores, en su mayo-
ría, consiguen, a pesar de los constreñimientos de la situación del trabajo, preservar un equilibrio psíqui
co y mantenerse en la normalidad?
Planteando esta pregunta, fuimos llevados a conducir la investigación no más en la dirección de las
“enfermedades mentales”, sino en la dirección de las estrategias elaboradas por los trabajadores para
enfrentar mentalmente la situación de trabajo. La normalidad aparece entonces como un equilibrio pre-
cario (equilibrio psíquico) entre constreñimientos desestabilizantes del trabajo, o patogénicos, y defen-
sas psíquicas.
El equilibrio sería el resultado de una “regulación” que requiere estrategias defensivas especiales,
elaboradas por los propios trabajadores. Aún siendo testigos de que la enfermedad mental fue puesta a
distancia, el equilibrio, la estabilidad, la normalidad no son, sin embargo, datos naturales. Son antes el
indicio de una lucha contra la enfermedad mental. La normalidad conquistada y conservada por la fuer-
za es, al contrario, enteramente traspasada por el sufrimiento. El sufrimiento es entonces definido como
el espacio de lucha que cubre el campo situado entre, de un lado, el “bienestar” (para retomar aquí el
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término consagrado por la definición de salud propiciada por la OMS), y, de otro, la enfermedad mental
o la locura.
Cabe señalar que la locura, cuando surge, hace aparecer síntomas – delirio, depresión, fobia, inhibi-
ción, excitación etc. – cuya forma se origina más de la organización de la personalidad, de la historia y
del pasado de cada individuo, que de la situación de trabajo sirviendo como desencadenadora de la en-
fermedad. Ahí reside también una de las razones del fracaso de una investigación clínica más centrada
en las enfermedades que en el análisis de los mecanismos subyacentes a la normalidad sufridora. En-
tonces, a partir del inicio de los años ochenta, la Psicopatología del Trabajo se preocupó principalmente
en fundamentar la clínica de ese sufrimiento en la relación psíquica con el trabajo.
Fue posible mostrar que las presiones del trabajo que ponen particularmente en cuestión el equili-
brio psíquico y la salud mental se derivan de la organización del trabajo – al contrario, los constreñimien
tos peligrosos para la salud somática de los trabajadores se sitúan en las condiciones de trabajo, es de-
cir, en las condiciones físicas (ruido, temperatura, vibraciones, irradiaciones ionizantes etc.), químicas
(polvos, vapores etc.) y biológicas (virus, bacterias, hongos), que tienen el cuerpo como blanco prin-
cipal. Por organización del trabajo es necesario entender, de una parte, la división de las tareas (llegan-
do a la definición del modo operatorio) que alcanza directamente la cuestión del interés y del tedio en el
trabajo; de otra parte, la división de los hombres (jerarquía, comando, sumisión) que alcanza directa-
mente las relaciones que los trabajadores establecen entre sí en el propio local de trabajo.
Así, se destaca una interfaz entre organización del trabajo y salud mental, que se puede enseguida
estudiar y analizar de forma circunstanciada en cada situación de trabajo.

Las Defensas

Entre la organización del trabajo y el funcionamiento psíquico se interponen, por tanto, estrategias
defensivas cuya existencia fue señalada arriba.
Entre esas defensas, pudimos descubrir estrategias defensivas desconocidas hasta entonces. A sa-
ber, defensas construidas por el colectivo de trabajadores que, para funcionar, requieren la participa-
ción de todos los miembros del colectivo. A esas defensas fueron dados los nombres de defensas colec
tivas y de ideologías defensivas de profesión, según el caso (Dejours, 1980b).
El interés de esas defensas para la Psicopatología del Trabajo es su alta especificidad. Ellas son,
de hecho, marcadas de manera notablemente discriminatoria por las presiones organizacionales del tra
bajo contra las cuales son construidas.
Pero, las defensas colectivas y las ideologías defensivas de la profesión no son las únicas a ser utili
zadas para luchar contra la enfermedad mental y aliviar el sufrimiento. Las defensas individuales, clási
camente listadas por la Psicopatología y por el Psicoanálisis, también desempeñan un rol. Entre esas úl
timas, fue reconocido un lugar importante para la “represión pulsional”, principalmente en las tareas re-
petitivas de la organización científica del trabajo – represión pulsional: modalidad defensiva que se dis-
tingue de la represión y que actúa con menor amplitud que ésta, en la propia fuente de la pulsión (La-
planche y Pontalis, 1967). Ahora bien, esa defensa preside el surgimiento de enfermedades del cuerpo
(y no el surgimiento de enfermedades mentales) en respuesta a presiones organizacionales. De mane-
ra que una parte de la investigación fue transferida para el estudio de la psicosomática en el campo del
trabajo y sugiere que las presiones psíquicas del trabajo no se limitan a la salud mental, sino que ponen
en causa también la salud física, y no se puede dejar de recordar aquí la serie de fenómenos descrip-
tos bajo el nombre de stress.

El Confronto entre Organización de la Personalidad


y Organización del Trabajo

Para penetrar más a fondo en la relación psíquica entre el trabajador y la situación de trabajo es ne-
cesario, si no queremos huir de las cuestiones esenciales, considerar dos enfrentamientos fundamenta-
les:
- el encuentro entre registro imaginario (producido por el sujeto) y el registro de la realidad
(producido por la situación de trabajo);
- el encuentro entre registro diacrónico (historia singular del sujeto, su pasado, su memoria, su
personalidad) y registro sincrónico (contexto material, social e histórico de las relaciones de
trabajo).
Del análisis de esas articulaciones deduciremos una concepción de hombre diferente de la habitual-
mente presente en las ciencias de la administración y de la gestión: la del hombre concreto, vivo, sensi-
ble, reactivo y sufriente, animado por una subjetividad; concepción diferente de la de un tipo-ideal pro-
medio, que remite a un modelo abstracto de hombre (Politzer, 1974).
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El análisis de la articulación entre organización de la personalidad y organización del trabajo pasa


por una referencia privilegiada en la clínica psicoanalítica. De hecho, es en el campo de esa experien-
cia clínica que podemos captar mejor la amplitud de la incidencia del pasado del sujeto sobre su con-
ducta actual.

Referencia al Desarrollo
Ontogenético de la Personalidad

Del Psicoanálisis aprendemos que los rasgos más estables de la personalidad se enraízan en la in-
fancia y en las experiencias precoces. Según esa teoría, la organización mental no está estructurada
en el nacimiento, sino que pasa por etapas. Cada una de ellas es marcada por las relaciones entre la
criatura y sus padres. Se cristalizan así formas que esbozan las líneas de la personalidad. No sin obstá
culos, no sin incidentes, hasta que se estabilice, en sus fuerzas y fragilidades, el yo adulto.

Angustia de los Padres y Sufrimiento de la Criatura


Los obstáculos con los cuales se choca el desarrollo psico-afectivo de la criatura ocuparán posterior
mente un lugar central en la relación psíquica del adulto con el trabajo.
En el inicio de la infancia, la criatura parece tan sensible a la angustia de sus padres, que ésta luego
se vuelve su propio problema. La criatura lucha entonces contra el sufrimiento de sus padres, como si
se tratara de su propio sufrimiento. El sufrimiento que nace en ella, lo vive ella en primera persona. No
está a su alcance percibir que él se origina de la angustia de sus padres. Para metabolizar su sufrimien
to, la criatura tendría necesidad de hablar con sus padres sobre aquello que la hace sufrir. Pero, lo que
la hace sufrir es exactamente lo que hace también sufrir a sus padres. De manera que aventurarse en
esa área trae el riesgo de desencadenar la angustia en los padres y agravar su propia angustia. La cria
tura aprende a contornear ese terreno movedizo pero, en ella, se cristaliza entonces una zona de fragili
dad psíquica.

La “Epistemofilia”
Más tarde, cuando alcanza la edad de hablar, la criatura se preocupa por comprender qué pasa en
esa tierra incógnita en la que, cada vez que en ella penetra (voluntariamente o por casualidad) vive la
experiencia dolorosa de la angustia, de la soledad, del abandono, es decir, del rechazo de sus padres.
¿Qué preocupa a tal punto a los padres, en esa zona, al punto en que ella no puede más sentirse ama-
da por ellos? Así, la angustia, el sufrimiento y las preocupaciones fundamentales de sus padres se
vuelven un enigma que la criatura va a cargar consigo a lo largo de su vida de adulto. Ese enigma esta-
rá en el origen de una curiosidad jamás satisfecha, de un deseo de saber y un deseo de comprender,
periódicamente reactivados por las coyunturas materiales y morales, cuya forma evoca las preocupacio
nes parentales. Damos el nombre a esa curiosidad, en Psicoanálisis, de epistemofilia. La criatura cons-
truirá así, al compás de su desarrollo cognitivo, una serie de teorías infantiles que se sucederán, sin
sustituirse una a otra. La criatura de otrora continuará ocupando ciertas posiciones en el espacio psí-
quico del adulto que está por venir.

El Juego
Muy temprano, la criatura busca poner en escena su deseo de comprender y sus teorías explicati-
vas. Para tanto, ella utiliza el juego (Winnicott, 1975): invitación dirigida a los padres para representar
un teatro intermediario, imaginario y humorístico (por tanto, menos amenazador que el terreno movedi-
zo inicial), teniendo su sufrimiento como enredo.
Inagotable, insaciable, la actividad lúdica es una forma mayor de experimentación de las teorías in-
fantiles.

El Teatro del Trabajo


El trabajo es la ocasión de transportar una vez más el escenario original del sufrimiento hacia la rea-
lidad social; sin embargo, es un teatro menos generosamente abierto que el precedente, al libre vuelo
de imaginación.
De esta vez, los pares del escenario no son más los padres ni sus sustitutos directos. Son los traba-
jadores, otros adultos. Y el objetivo no es únicamente el placer del juego, pero la acción en el campo de
la producción, de las relaciones sociales, es decir, de lo político.
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El paso del teatro psíquico al teatro del trabajo corresponde a aquello que en Psicoanálisis denomi-
namos, en términos técnicos, cambio de objeto (de la pulsión) y cambio de fin (de la pulsión). Destinos
pulsionales propios a la sublimación, cuyas etapas de construcción acaban de ser esquemáticamente
retrazadas en términos ontogenéticos (en cuanto a la terminología en términos de pulsiones, y no de
teatro, remite al registro psico-económico – Freud, 1968).
Esas transposiciones entre el teatro psíquico, el teatro del juego y el teatro del trabajo no son auto-
máticas. Para que la última transposición sea posible, es necesario que exista, entre el teatro del traba-
jo (es decir, las condiciones concretas del trabajo) y el teatro psíquico heredado de la infancia, analo-
gías de estructura o de forma. Analogías que no implican ni identidad ni equivalencia absoluta. Entre el
teatro de la infancia y el teatro del trabajo se interponen, inevitablemente, diferencias o desvíos, que
crían ambigüedad, una equivocación: el teatro del trabajo funciona como un “relé”, como una ocasión
de volver a representar un escenario próximo del escenario inicial del sufrimiento. Pero, es exactamen-
te la ambigüedad la que moviliza la imaginación y la creatividad. Ella es también el medio de conjurar la
repetición exacta y estéril de las cuestiones esenciales. Tal equivocación, tal ambigüedad, se sitúan
exactamente en la esencia de la simbolización (Laplanche y Pontalis, 1967).
A esa ambigüedad damos el nombre de resonancia simbólica (Dejours, 1987, 1988).

Resonancia Simbólica e Historia Singular

Cuando existe la resonancia simbólica entre el teatro del trabajo y el trabajo |sic| del sufrimiento psí-
quico, el sujeto aborda la situación concreta sin tener que dejar su historia, su pasado y su memoria “en
el vestidor”. Al contrario, ella confiere a la situación de trabajo el poder de “enganchamiento” para reali-
zar, a través del trabajo, su curiosidad y su epistemofilia. El trabajo le ofrece de alguna manera una si-
tuación suplementaria de perseguir su cuestionamiento interior y de trazar su historia. Por la intermedia
ción del trabajo, el sujeto se engancha en las relaciones sociales, hacia donde él transfiere las cuestio-
nes heredadas de su pasado y de su historia afectiva. La resonancia simbólica aparece entonces como
una condición necesaria a la articulación bien exitosa de la dicotomía singular con la sincronía colecti-
va. Ese punto es esencial porque, con relación a la producción y a la calidad del trabajo, la resonancia
simbólica permite hacer el trabajo beneficiarse de la fuerza extraordinaria que la movilización de los pro
cesos psíquicos nacidos del inconsciente confiere. La resonancia simbólica es, por decirlo así, una con-
dición de la reconciliación entre el inconsciente y los objetivos de la producción.

Condiciones de la Resonancia Simbólica

¿Es posible precisar las condiciones concretas del establecimiento de la resonancia simbólica?
La elección de la profesión es la condición primera de la resonancia simbólica. Y ésta depende, pri-
meramente, del sujeto y no del trabajo, aunque el contexto socio-histórico ocupe aquí un lugar importan
te, puesto que él favorece o entorpece la posibilidad, para el sujeto, de adquirir la formación que la pro-
fesión de su elección requiere, en función de sus orígenes sociales (Bourdieu y Passeron, 1970). Ade-
más de la elección de la profesión, falta, sin embargo, evaluar las condiciones reales del trabajo. Por-
que entre “profesión” y “función” aparecen, en una organización, diferencias a veces importantes.
La inversión sublimatoria y la resonancia simbólica ocurren entonces en un espacio limitado, con
precisión, por las responsabilidades en materia de concepción (por oposición a la actividad de ejecu-
ción). Ahora bien, es fácil mostrar que, en la situación real, la laguna que cada trabajador debe necesa-
riamente gestionar entre organización prescripta del trabajo y organización real requiere siempre una
actividad de concepción. Es esa actividad de concepción la que toma el lugar de la actividad de experi-
mentación, ocupada otrora, en la criatura, por el juego.
Además de esas dos condiciones necesarias al establecimiento de la resonancia simbólica (elec-
ción profesional y actividad de concepción en la tarea), existe aún una tercera, ligada al carácter colec-
tivo del trabajo en situación real. La sublimación implica, como vimos, un cambio de pares. El par de la
sublimación está enteramente situado en el espacio social, y no más en el espacio privado. Freud ha-
bla, a propósito de la sublimación, de una actividad útil y socialmente valorada. Lo que supone un juicio
pronunciado por otro: los alter ego, los pares, la comunidad a la que se pertenece. El juicio sólo puede
tener sentido para el sujeto si fuere pronunciado por los pares que poseen competencia para juzgar la
calidad del trabajo. El juicio de los pares no puede ser contorneado (aun cuando, además, el sujeto pue
da buscar el juicio de un auditorio más amplio, como toda la sociedad, buscando la celebridad).
Toda creación implica esa confrontación. Aún el artista, el pintor, por ejemplo, por más aislado que
esté en su atelier, no puede escapar del deseo de conocer el juicio de otros artistas, de otros artistas
plásticos, y aún de los pintores inscriptos en la misma corriente, en la misma escuela de pensamiento
que él. El juicio de los más cercanos es el más temible y también el más severo, pero es el juicio decisi-
vo. El criador no puede sustraerse de las relaciones sociales de trabajo. Igualmente, él no puede esca-
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par de las relaciones de mercado. El artista se expone al público y a los críticos. Debe pasar por exposi
ciones, por remates, por marchands y correctores, por museos y galerías etc.
Esa relación con la comunidad a la que pertenece pesa sobre el artista y contribuye a construir el
contexto socio-histórico de toda obra, que, en función de ello, carga, a su vez, la marca de ese contexto
y de las formas sociales y culturales de la época y del país de origen. Ciertamente, es debido a ello que
podemos identificar la obra de un artista, sin siquiera conocerle el nombre.

Sublimación – Reconocimiento e Identidad

El sujeto que, sometiendo su trabajo a la crítica, solicita el juicio de los pares, puede esperar, a cam-
bio, ser reconocido. El reconocimiento es la retribución fundamental de la sublimación. Eso significa
que la sublimación tiene un rol importante en la conquista de la identidad. Reconocimiento social e
identidad como condición de la sublimación confieren a esa última una función esencial en la salud men
tal. De hecho, no podemos perder de vista que todo el proceso descrito aquí se refiere al sufrimiento
fundamental, originado de los reveses del desarrollo psíquico de la criatura. Atormentado por ese sufri-
miento, el sujeto adulto puede, gracias a la resonancia simbólica, encontrar en el trabajo la ocasión de
retomar, allá en donde las había dejado, las cuestiones sin respuesta que producen en la organización
de su personalidad una brecha: zona de fragilidad para su equilibrio psíquico y su salud mental, y mis-
mo somática.
Cada vez que, en su actividad de trabajo, el trabajador lleva a cabo la resolución de problemas que
le son planteados (actividad de concepción) y que obtiene a cambio un reconocimiento social de su tra-
bajo, es también el sujeto sufriente, movilizador de su pensamiento, quien recibe un reconocimiento
subjetivo de su capacidad para exorcizar la angustia y dominar su sufrimiento. No nos olvidemos de
que el placer obtenido de esa gratificación es de corta duración y que el sufrimiento resurge, impulsan-
do el sujeto hacia otras situaciones de trabajo, nuevas apuestas organizacionales y nuevos desafíos
simbólicos. Podríamos denunciar en ese proceso el juego de la compulsión a la repetición y temer que
toda esa agitación sea bastante estéril. A no ser que de teatro en teatro, de situación de trabajo en si-
tuación de trabajo, de reconocimiento en reconocimiento, se dibuje poco a poco una serie continua de
acontecimientos, de acciones, y aún de creaciones, que confieren, gracias a su característica de algo
concreto y a su inscripción durable en la realidad, una gran consistencia y una mayor estabilidad a la
identidad.
Utilizando los término creación y obra, podríamos pensar que la resonancia simbólica y el proceso
de sublimación involucran no sólo algunos privilegiados o algunas personalidades particularmente dota-
das. No es absolutamente así. La sublimación es, en proporciones variables, una potencialidad amplia-
mente distribuida. Ella es inclusive más bien distribuida que la capacidad de construir una economía
erótica estable. Muchos sujetos sólo consiguen salvar su equilibrio y obtener satisfacciones afectivas
gracias al trabajo. De manera que trabajo y sublimación aparecen como operadores fundamentales de
la salud mental.
En cada trabajador se disimula un sufrimiento que no desea nada más que transformarse en curiosi-
dad e interés por el trabajo bien hecho. Por lo menos, eso es lo que muestran de modo convincente los
estudios de campo en Psicopatología del Trabajo. Daremos un ejemplo de ello más adelante (Dejours,
1980b; 1987; Roche, 1988; Cru, 1985).
Por ahora, parece útil precisar que muy frecuentemente la traba del juego de la sublimación no resul
ta tanto de la incapacidad psíquica del sujeto cuanto de la ausencia de las condiciones organizaciona-
les necesarias al establecimiento de la resonancia simbólica.
La diferencia es de tamaño, porque, en la imposibilidad de elaborar en las organizaciones esas con-
diciones favorables, el sujeto no puede beneficiarse del trabajo para dominar su sufrimiento y transfor-
marlo en creatividad. Entonces, la única salida para el sufrimiento es engancharse en un círculo vicioso
en el que él contribuye para desestabilizar el sujeto e impulsarlo hacia la enfermedad. En ese caso, ha-
blaremos de sufrimiento patógeno.

Sufrimiento y Motivación

La Psicopatología del Trabajo pone el sufrimiento en el centro de la relación psíquica entre el hom-
bre y el trabajo. Ella hace del sufrimiento un operador de la inteligibilidad que vale no sólo en el dominio
de la subjetividad y de las conductas, sino también en el de la producción.
Preocupados con la salud de los trabajadores o con la eficacia de la empresa, numerosos especialis
tas gustarían de orientar las acciones en el sentido de hacer desaparecer el sufrimiento. Tal objetivo es
vano, sino absurdo. Primeramente porque, tan pronto es alejado, el sufrimiento resurge y se cristaliza
bajo otras formas ofrecidas por la realidad. A continuación – y ese punto es esencial para la compren-
sión de las situaciones concretas – porque los trabajadores, si invierten esfuerzos impresionantes para
luchar contra el sufrimiento, no buscan situaciones de trabajo sin sufrimiento. Frecuentemente ellos las
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detestan. Ellos no dudan en enfrentar las dificultades y la adversidad de las situaciones de trabajo.
Ellos llegan inclusive al punto de buscar los desafíos. Porque la realidad del trabajo es un terreno propi-
cio para jugar y re-jugar con el sufrimiento, en la esperanza de que éste desemboque en los descubri-
mientos y en las creaciones socialmente, y aún humanamente, útiles. Con efecto, es entonces, y sólo
entonces, que el sufrimiento adquiere un sentido. La creatividad confiere sentido porque ella trae, como
contrapartida al sufrimiento, reconocimiento e identidad. Y el sentido aleja el sufrimiento porque, como
contrapartida a la repetición (resurgimiento del sufrimiento), él da acceso a una historia (la experiencia
vivida): cada innovación es diferente de las otras. Por la serie encadenada de sus descubrimientos o de
sus invenciones, el sujeto se experimenta y transforma (sería pertinente, al respecto de eso, hablar de
una exigencia de trabajo del sufrimiento, homólogo a lo que Freud designa en la expresión exigencia de
trabajo de la pulsión).
Hay que precisar este punto: comprendemos bien cómo, definitivamente, el placer en el trabajo es
un producto derivado del sufrimiento. Pero, en el proceso de sublimación, estamos lejos del masoquis-
mo. Este último asocia sufrimiento y placer en una trayectoria común a través de la dilucidación de un
lazo tan estrecho – la erotización del sufrimiento – que los hace cubrir el uno al otro. Al contrario, la su-
blimación es fundamentalmente una operación de subversión del sufrimiento que recomienza siempre,
que destaca el sufrimiento de su origen y elimina la repetición (Bouchard, 1988). Desde esa perspecti-
va, comprendemos fácilmente el error que significaría querer eliminar el sufrimiento del trabajo. El pro-
blema planteado a la administración sería, antes, conseguir elaborar condiciones en las cuales los tra-
bajadores pudiesen gestionar ellos mismo su sufrimiento, en pro de su salud y, a consecuencia, en pro
de su productividad. El desafío aquí sería reconciliar salud mental y trabajo, así como, a propósito de
un problema vecino, no parece imposible reconciliar seguridad y productividad (Simard, 1988).
Al término de este recorrido, vemos que el modelo del hombre construido por la Psicopatología del
Trabajo es enteramente centrado en el sufrimiento y sus destinos, en función de la situación real del tra
bajo y de las características de la organización del trabajo.
La famosa motivación para el trabajo queda ahora “problematizada” según otra lógica. No se hará
más referencia a las categorías abstractas de un Maslow (1970) ni a cualquier otra jerarquía universal
de necesidades. La misma noción de motivación será sustituida por la noción más dinámica de sufri-
miento. Esa última trae la ventaja sustancial de articular la historia singular con la situación actual, el pa
sado de cada trabajador con los datos reales de la organización del trabajo que él enfrenta. Además, la
noción de sufrimiento presenta la ventaja de articular aquello que existe de más singular en el comporta
miento de cada sujeto con la dimensión colectiva de la acción, gracias a la noción de sublimación. En
fin, la problemática del sufrimiento permite dar cuenta, de manera igualmente satisfactoria, tanto de la
motivación y del placer en el trabajo como de la desmotivación y los efectos patógenos del trabajo.
A lo sumo, si el problema fundamental planteado a la administración es el de la naturaleza y de la
gestión de los “recursos humanos”, esa nueva visión del sufrimiento humano en las organizaciones, na-
cida en la Psicopatología del Trabajo, podría traer una contribución para el debate. Esa concepción de
sujeto-trabajador es ciertamente menos simples que las precedentes. En contrapartida, ella tiene la
ventaja de proponer en el campo del trabajo una problemática que lleva en consideración los conoci-
mientos adquiridos hace casi un siglo en el dominio de la experiencia clínica, es decir, en la psicología
del hombre concreto.
Probaremos ahora la teoría del sufrimiento en las condiciones reales de trabajo, a modo de:
 ilustrar los procesos especialmente movilizados que conducen, algunos al sufrimiento pa
tógeno, otros al sufrimiento creativo;
 traer a la luz la influencia de la administración sobre la evolución y el curso de esos pro-
cesos.

EL SUFRIMIENTO PATÓGENO
Estudiemos los efectos de las organizaciones del trabajo inspirados o derivados del taylorismo so-
bre la salud de los trabajadores. El problema psicopatológico esencial viene de las presiones psíquicas
que la separación taylorista entre trabajo de concepción y trabajo de ejecución ocasiona (Taylor, 1957).

Consecuencias
Consecuencias de la Organización Científica
del Trabajo sobre la Salud Mental

Confiscándoles la concepción, la organización científica del trabajo crea entre los trabajadores una
escisión entre el cuerpo y el pensamiento. En ese sistema, el cuerpo queda sometido a directivas elabo
radas por una voluntad exterior al sujeto (por cuerpo se debe entender, de preferencia, la motricidad, co
mo en el caso de las tareas de mantenimiento clásico, que exigen, por parte de los trabajadores, esfuer
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 8
Christophe Dejours

zos musculares. Hoy, el taylorismo colonizó el sector terciario, gracias, principalmente, a la informática.
También en ese caso la concepción queda separada de la ejecución, como quedaba en las tareas de
mantenimiento. Las actividades cognitivas, que distinguiremos de la vida afectiva, serán situados del la-
do del cuerpo y no del pensamiento imaginativo invertido en la actividad de concepción).
En las tareas de mantenimiento, así como en las tareas repetitivas de procesamiento de informacio-
nes, el pensamiento originado del proceso de sublimación (actividad de concepción) sólo dispone de un
espacio limitado.
Los fantasmas, la imaginación y el sufrimiento creativo llegan a entrar en competencia con la obliga-
ción de ejecutar un modo operatorio prescripto y rígidamente definido. A tal punto que los trabajadores
llegan a luchar contra su propia actividad de pensar espontánea, porque esta última tiende a desorgani-
zar su actividad, a perturbar sus cadencias, y a ocasionar errores (actos fallidos). El trabajador es pron-
tamente obligado a luchar contra las emergencias de su pensamiento y de su actividad fantasmática.
Ahora bien, los estudios clínicos muestran que no existe un medio simples a disposición del sujeto
para detener su pensamiento, y que le es necesario recurrir entonces a estrategias defensivas muy par-
ticulares: el objetivo del trabajador, molestado por su actividad psíquica espontánea, consiste no en de-
sechar esta última, lo que se revela efímero porque ella siempre retorna, sino en paralizarla. Para tanto,
la mayoría de los trabajadores acelera el ritmo del trabajo. El trabajador se “engancha” frenéticamente
en la aceleración, de manera a ocupar todo su campo de conciencia con las presiones senso-motoras
de su actividad. Saturando su campo de conciencia con una sobrecarga perceptiva, el sujeto llega, en
corto plazo, a cerrar la conciencia al pensamiento organizado que viene del interior. Con la ayuda de la
fatiga, el trabajador llega a paralizar su funcionamiento psíquico (Dejours, 1980b).
Infelizmente, esa estrategia defensiva, a la cual damos el nombre de represión pulsional (para signi-
ficar que se trata en ese caso de paralizar la pulsión desde su origen, antes mismo de que ella haya da-
do origen a sus representaciones psíquicas) es difícil de ser organizada. La adquisición de la represión
pulsional por auto-aceleración es penosa y dolorosa. Una vez alcanzada, ella no se mantiene por sí mis
ma, sin estabilización de la presión repetitiva. De manera que esos trabajadores son frecuentemente
llevados a recurrir a sustitutos de la cadencia de trabajo fuera de la empresa, para mantener la repre-
sión durante el tiempo fuera del trabajo. Ellos se imponen otras cadencias, en los transportes urbanos,
en las actividades domésticas o recurriendo, si necesario, a una segunda tarea en las horas suplemen-
tarias. Con efecto, se revela psíquicamente menos costoso para ciertos trabajadores mantener la repre-
sión psíquica sin ruptura, que tener que reconstituirla al día siguiente, después del fin de semana o des-
pués de los feriados. El embrutecimiento se instala progresivamente en un clima de sopor psíquico, del
cual los trabajadores tienen generalmente una conciencia dolorosa. Ellos se sienten cada vez más iner-
tes y sin reacción. Hasta que, en el límite, se instala un estado de semi-embotamiento, en el cual el su-
jeto no sufre más, y reina un estado cercano al de la anestesia psíquica.
Ahora bien, ese estado mental es encontrado, fuera de la empresa, en la clínica psicopatológica, en
circunstancias bien diferentes y especiales. Se trata de aquello que los autores franceses describen ba-
jo el nombre de depresión esencial con pensamiento operatorio (Marty, 1968) y los autores americanos
bajo el nombre de alexitimia (Sifneos, 1975). Tal estado mental pudo ser reconocido específicamente
como asociado a la eclosión de enfermedades somáticas crónicas o al agravamiento de enfermedades
pre-existentes.
Ello fue lo que llevó a los psicopatólogos del trabajo a interesarse por los estados mentales provoca-
dos por la reacción defensiva (represión) en el caso de las exigencias del trabajo repetitivo. Descubrie-
ron que, frecuentemente, esos estados mentales (depresión esencial) se hacen acompañar de manifes-
taciones agudas de enfermedades somáticas.
Así, el punto final del sufrimiento psíquico ocasionado por las tareas anti-sublimatorias puede mani-
festarse por el surgimiento de una enfermedad física y no de una enfermedad mental.

Consecuencias del Sufrimiento Patógeno en el Ambiente

La represión del funcionamiento psíquico podría tener consecuencias no sólo sobre el propio trabaja
dor sino, fuera de la empresa, sobre personas prójimas. Con efecto, el sujeto en estado de represión
psíquica se muestra poco inclinado a desempeñar un papel activo en la economía de las relaciones
afectivas familiares. Peor aún, él teme las solicitudes afectivas que podrían desestabilizar la represión
psíquica que le costó tanto establecer. El principal peligro es entonces representado no sólo por su cón
yuge y sus amigos, sino, principalmente, por sus propios hijos. El trabajador se desliga de ellos como
se desliga de sus amigos y se aísla, prefiriendo la soledad a la vida social común. Las criaturas, sobre
todo cuando son chicas, están, al contrario, enteramente volcadas hacia la actividad lúdica y a las inter-
acciones fantasmáticas.
Al volver a casa, el trabajador difícilmente soporta los juegos de las criaturas y menos aún las expre
siones del sufrimiento infantil. Intolerante, él reacciona frecuentemente con violencia contra sus hijos,
que no pueden ayudarlo de forma mejor que curvándose al silencia y a la inmovilidad. Cuando las cria-
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 9
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turas hacen suya la lucha psíquica del padre que trabaja, ellas aprenden, a su vez, precozmente, a cul-
tivar el parálisis del funcionamiento psíquico. El equilibrio puede así ser obtenido bajo la condición de
una identificación de las criaturas, y del cónyuge, con la economía psíquica del padre que trabaja. En
función de ello, es todo el desarrollo psíquico de la criatura que corre el riesgo de ser alcanzado, con el
riesgo capital, para esa última, de orientar su organización mental en el sentido de un pensamiento ope
ratorio inevitablemente asociado, también aquí, a una gran vulnerabilidad somática.
Esa cuestión psicopatológica necesitaría de amplios desarrollos. Detengámonos, sin embargo, en
esa constatación de que las consecuencias del taylorismo sobrepasan ampliamente el campo de la sa-
lud mental y física de los trabajadores, y pueden extender su alcance sobre los prójimos y hasta mismo
perjudicar el desarrollo mental de la segunda generación.

Incidencia del Sufrimiento Patógeno sobre la Productividad

Investigaciones de Psicopatología del Trabajo, iniciadas a pedido de la dirección de diversas empre-


sas industriales y de servicios, permitieron percibir con precisión las relaciones entre subjetividad y pro-
ductividad. Procederemos así a una investigación sobre el comportamiento de los trabajadores de una
central nuclear, comportamiento ése que suscitaba perplejidad e inquietud en la dirección, en razón de
un creciente individualismo, de un “desinvolucrarse” subjetivo, de una desmotivación generalizada del
personal, que amenazaba la calidad del trabajo y ponía en causa, en el límite, la seguridad de las insta-
laciones nucleares. A lo sumo, una situación banal para suscitar una demanda de estudio en psicopato-
logía social. Intentaremos resumir lo que un enfoque basado en la Psicopatología del Trabajo permite
capturar.
Para los ejecutivos y la directiva de la empresa, el análisis de la situación conduce a una interpreta-
ción construida alrededor de los siguientes puntos:
 el retorno de los intereses y de las inversiones afectivas hacia la esfera privada sería un
fenómeno de civilización o de sociedad que, por ósmosis, contaminaría las relaciones de
trabajo, hasta dentro de la empresa.
 El carácter rutinario del trabajo generaría el tedio y la desmotivación del personal.
 El comportamiento de ciertos trabajadores estaría en el límite de lo patológico (robos, vio
lencia, saboteos, destrucción del material, rehusarse a trabajar, mala voluntad).
 La disciplina se estaría aflojando, debiéndose punir los trabajadores. Pero el estatuto del
funcionalismo público confería gran seguridad, y hasta mismo impunidad de los agentes
en el empleo.
 Contrariamente, las nuevas condiciones relativas al empleo (saturación del ámbito de
centrales nucleares, edad promedio bajo de los agentes) limitarían las posibilidades de
progreso y de gratificación de los trabajadores por los servicios prestados.
 Frente a esos datos objetivos de la situación, la mayoría de los trabajadores reacciona-
ría con un comportamiento juzgado infantil, inmaduro e individualista, sin consideración
por la causa común ni por la empresa, ni por las presiones económicas. Estaríamos vien
do una erosión generalizada del sentido de responsabilidad.
Una investigación de Psicopatología del Trabajo es entonces aceptada por la dirección. Ella había
sido originalmente solicitada por un grupo de trabajadores de la base, que fuera sucesivamente escu-
chado por el médico del trabajo y por el comité de higiene y seguridad. Esa participación de diversos ni-
veles jerárquicos, con puntos de vista diferentes, hace aparecer una diferencia en la demanda. Por el la
do de la dirección, la demanda consiste en obtener de especialistas en Psicología (o en Psicopatología)
una evaluación de la situación, un análisis de las conductas observadas y consejos para la administra-
ción. Consejos que deberían propiciar a los ejecutivos una técnica suplementaria para entender y geren
ciar mejor el comportamiento de los trabajadores. Por el lado obrero, la demanda se centraba en las
cuestiones relativas al sufrimiento y a la salud de los trabajadores sometidos a una degradación del cli-
ma y de las relaciones de trabajo, que les es cada vez más difícil asumir.
La investigación de Psicopatología del Trabajo incluye sesiones de trabajo que reúnen grupos de
obreros y jefes que intervienen directamente en la situación de trabajo. Ella revela que la organización
del trabajo prescripta por el sector de sistemas y métodos (que prepara el trabajo) no puede ser aplica-
da “al pie de la letra”. La “prescripción” tiene siempre que ser objeto de reajustes, y aún de reinterpreta-
ciones por los trabajadores, en la situación de trabajo, para ser operacional. Aunque se tratara de una
tecnología rigurosa, aún era necesario apelar hacia la iniciativa e inteligencia de los obreros, técnicos y
maestros. Se revela, así, a partir del testimonio de los propios trabajadores, una inadecuación irreducti-
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 10
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ble entre organización del trabajo prescripta y organización del trabajo real. Esa discordancia es, de ma
nera general, desconocida por la dirección. Esta última, apoyándose en una experiencia de muchos
años de producción, cree poseer el dominio perfecto de la tecnología nuclear y afirma haber alcanzado
la fase de exploración rutinaria. Esa aserción es desmentida por los estudios hechos en el campo de
trabajo y por el testimonio de los trabajadores.
Pero, el error de apreciación no es sólo de la dirección. Los mismos trabajadores, gracias a las se-
siones de trabajo y a las discusiones colectivas en presencia de los investigadores, descubren la impor-
tancia y el alcance de los problemas concretos para los cuales ellos deben encontrar respuestas prácti-
cas en la situación de trabajo, en el cotidiano.
Es por su testimonio y en su testimonio que ellos mismos se sorprenden en el acto de propiciar a los
investigadores que vienen desde afuera informaciones relativas a su trabajo, cuya importancia ellos ig-
noraban hasta el momento en que las formulaban por primera vez.
Ese desconocimiento de los mismos trabajadores con relación a la realidad de su experiencia y de
sus conocimientos resulta, según la Psicopatología del Trabajo, del juego eficaz de las estrategias de-
fensivas contra el sufrimiento ocasionado por las presiones de la organización del trabajo prescripta.
La investigación permite ir más allá de ese descubrimiento de la discordancia entre organización
prescripta y organización real del trabajo. Ella permite llegar a las diversas maneras de gestionarla en
el trabajo común. Se revela, con efecto, que cada grupo de trabajo, cada equipo, elabora insensible-
mente un estilo de trabajo, es decir, de interpretaciones contrastantes de la organización prescripta. Ha
bría, entonces, diversas maneras de “fraudar” la organización prescripta, para construir una o más orga
nizaciones reales.
El término fraude, surgido en el propio hablar de los trabajadores, atestigua precisamente la dificul-
tad psicológica que ellos tienen que enfrentar: en una tecnología que implica riesgos enormes hacia el
ambiente, severamente supervisados, reajustar la organización del trabajo prescripta conduce, de he-
cho, a ponerse en la ilegalidad. Esa situación, inevitable, es incómoda y angustiante. Cuando la jerar-
quía de la central adopta un estilo de dirección excesivamente normativo y prescriptivo, el fraude se
vuelve psicológicamente insoportable para los obreros. Ellos se defienden de ello encubriendo los ajus-
tes (que, de cualquier manera, son obligados a hacer) con el velo del silencio. El secreto cae sobre la
organización real del trabajo. Y el secreto incluye también las variaciones que aparecen aquí y allí entre
los modos operatorios adoptados por tal o cual equipo.
Las contradicciones ligadas a los modos operatorios incompatibles hacen surgir, a veces, conflictos
graves entre dos equipos que se suceden en la misma cantera. Dada la imposibilidad de levantar la tác
tica defensiva del secreto, la incomprensión va creciendo, hasta ocasionar fricciones entre jefes de equi
po o entre supervisores.
Es ese círculo vicioso que deteriora la atmósfera y las relaciones de trabajo. El secreto y la incom-
prensión generalizados desembocan en comportamientos individuales ininteligibles. La desconfianza
emerge y cada uno se vuelca hacia un individualismo defensivo y prudente, cuyo origen es ocultado, es
atribuido, por falta de alternativas, a una causalidad externa, e inclusive a la evolución societaria o la
crisis de la civilización.
Vemos, en esa reconstitución evidentemente resumida y esquematizada, cómo el sufrimiento y las
defensas contra el sufrimiento engendrados por la organización prescripta del trabajo provocan una
desorganización de la cooperación, introducen la desconfianza entre los trabajadores de varios niveles,
alteran la calidad de la producción y amenazan hasta la seguridad de la central nuclear. Lo que importa
destacar aquí es el lugar y la función de la administración en este proceso. La dirección comete un
error fundamental: ella se apoya, para intervenir en la organización del trabajo, en la referencia casi
exclusiva a la técnica y a la ciencia. Actuando así, ella continúa ignorando el origen de las discordan-
cias que surgen en la organización real con relación a la organización prescripta, y la atribuye indebida-
mente a manifestaciones de indisciplina caracterizada o a perturbaciones del comportamiento rayando
la irresponsabilidad.
Aunque se trate de una tecnología bastante diferente de la clásica cinta rodante de la industria auto-
movilística, estamos aquí en una lógica gerencial siempre taylorista. En virtud del hecho de ésa apoyar-
se en las tecno-ciencias, la administración se instala en posiciones prescriptivas y renueva la escisión
entre trabajo de concepción y trabajo de ejecución.
La lógica de esa postura gerencial es, al final, desmovilizar a los trabajadores y destruir la resonan-
cia simbólica, es decir, el cuadro humano que haría posible la utilización de la imaginación, de la creati-
vidad y de la iniciativa obreras.
De esta forma, separando excesivamente concepción y ejecución, no sólo desorganizamos lo que
es el propio fundamento del “recurso humano” en el plan singular, sino quebramos la transparencia y
las relaciones de confianza necesarias para la construcción y estabilización del grupo de trabajo y del
sentimiento de pertenencia a esa comunidad. Así procediendo, socavamos las propias bases de la
cooperación.
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 11
Christophe Dejours

DEL SUFRIMIENTO PATÓGENO AL SUFRIMIENTO CREATIVO


Se trata ahora de ilustrar con datos empíricos las condiciones que permiten la transformación – la
subversión – del sufrimiento en creatividad. La presentación será más viva si proseguimos en el mismo
campo de investigación.
Ya situamos dónde, según todo lo indica, se localiza el drama del sufrimiento patógeno: en la nega-
ción puesta por la gerencia al reconocimiento de una discordancia irreducible entre organización del tra
bajo prescrita y organización del trabajo real.
Cuando el consenso es obtenido (no sin obstáculos, incluso) sobre el interés de proceder a un aná-
lisis de los comportamientos adoptados por los trabajadores en el campo, la investigación puede comen
zar. La aceptación del propio principio de sesiones de trabajo (entrevista de grupo voluntaria, con un
equipo de investigadores externos a la empresa) supone que, además del consenso, los participantes
aceptaron la idea de tomar la palabra. Este punto es esencial, y volveremos a él.

Las Dificultades Técnicas Encontradas en el Trabajo

Numerosas dificultades técnicas son progresivamente reveladas por el testimonio y los intercambios
inter-subjetivos. Si las características del oficio son bien definidas por la habilidad y las competencias
profesionales, ello no impide que, en las condiciones reales de trabajo, sea frecuentemente difícil ejer-
cer su profesión, stricto sensu.
De hecho, el flujo se desenvuelve en condiciones en las cuales el tiempo es medido porque las insta
laciones deben ser inmovilizadas durante el menor tiempo posible. El enorme número de sectores a ser
coordinados en ese lapso de tiempo trae inevitablemente reajustes e improvisaciones importantes al
plan de trabajo inicialmente previsto. Por tanto, si es necesario alcanzar un objetivo, el camino a reco-
rrerse obliga los trabajadores, algunas veces, a violentar las reglas.
Por otro lado, las “listas de chequeo” (“escalas”), que sirven de guía y recuerdo para cada sector, no
están siempre correctas con relación a los datos de la situación real. Frecuentemente, es “necesario to-
mar libertades” en relación con la escala. Por ejemplo, las escalas no llevan en consideración dificulta-
des de proveimiento de piezas y herramientas, ni de las condiciones a veces penosas debido al calor, o
angustiantes, como en los casos en que se debe entrar en galerías pequeñas, que apenas dejan el es-
pacio necesario para arrastrarse.

Las Presiones Psíquicas Encontradas en el Trabajo

Es aún a través de la dilucidación de la discusión colectiva y del testimonio obrero que tenemos
acceso a esa dimensión desconocida de la carga de trabajo: la cuestión de los arbitrajes. Como vimos
anteriormente, reajustar la organización del trabajo prescripta conduce frecuentemente el trabajador a
meterse en la ilegalidad e, inclusive, a asumir riesgos. Cada sector exige, por tanto, que se tomen deci-
siones y se hagan elecciones entre diferentes maneras de proceder, diferentes maneras de alcanzar
los objetivos, diferentes modos operatorios, diferentes maneras también de “fraudar”.
A pesar de que las decisiones tomadas por los trabajadores sean siempre motivadas técnicamente,
ellas no son justificables del punto de vista de las medidas reglamentares. A propósito de esas decisio-
nes, frecuentemente surgen conflictos entre los trabajadores, o entre la base y la jefatura. La cuestión
fundamental, en ese caso, es la de los criterios de arbitraje entre las diversas elecciones posibles. Los
argumentos no son solamente técnicos, a pesar de que éstos son considerados en los criterios de elec-
ción. Hay también argumentos de experiencia, de intuición, y argumentos que implican la subjetividad,
la inter-subjetividad y la ética. Ello quiere decir que no es raro que sean evocadas en el asunto las posi-
ciones personales y que intervengan las personalidades, los temperamentos, los caracteres, las opinio-
nes.
Es fundamentalmente a propósito de esas decisiones que se plantea la cuestión de la cooperación
entre los trabajadores – cooperación horizontal – y la de la cooperación entre trabajadores y gerencia –
cooperación vertical. Porque, frecuentemente, es útil obtener el consenso y tener el apoyo del jefe. O
entonces, referirse a la decisión del jefe, en los casos en que el consenso no es posible.
Así, el riesgo psíquico circula entre todos los actores en escena, de un lado a otro y de arriba hacia
abajo. Y, se quiera o no, ese riesgo hace parte integrante de la carga de trabajo.
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SUFRIMIENTO HUMANO EN LAS ORGANIZACIONES

Del Espacio
Espacio de Palabra al Espacio Público: las condiciones concretas de la
Sublimación

Es gracias a la reconstitución de un espacio de palabra – la discusión colectiva necesaria para la in-


vestigación en Psicopatología del Trabajo – que puede emerger al final una inteligibilidad de los compor
tamientos. Es gracias al espacio de palabra que surgen conocimientos sobre el trabajo real, que hasta
entonces estaban parcialmente ocultos por el sufrimiento y las defensas contra el sufrimiento: sufrimien
to correspondiente al riesgo moral del fraude, defensa contra ese sufrimiento a través de la estrategia
del secreto.
Tan pronto es constituido, ese espacio de palabra modifica sensiblemente las conductas individua-
les y las relaciones, tanto en los locales de trabajo como en la cafetería o en el vestuario. Estando resta
blecida la palabra sobre el trabajo, es también la palabra común que resurge en las diversas circunstan
cias de la vida práctica en la fábrica.
Una condición para la reconducción de ese espacio de palabra se revela entonces esencial: la trans
parencia, es decir, la visibilidad del trabajo efectuado por cada trabajador, el acceso abierto a los otros
de todas las secuencias de trabajo efectuadas por cada uno. Parece que es necesario, a veces, hasta
sobrepasar la transparencia, ir hasta un “exhibicionismo”, o sea, hasta la demostración pública de su
manera de trabajar, de forma que los colegas puedan ver y conocer cada compañero.
Tanto la construcción de relaciones de confianza entre trabajadores como la reconducción de un es-
pacio de palabra dependen de la transparencia y de la exteriorización de las maneras de hacer.
La discusión contradictoria puede entonces sustituir el conflicto, mientras los arbitrajes, las eleccio-
nes y las decisiones se vuelven “administrables” colectivamente. Si el espacio de esa discusión es ame
nazado, la solidaridad puede venir en auxilio. Esencialmente movilizada por la adversidad, ella comple-
ta la confianza indisociable de la iniciativa y la creatividad. Confianza y solidaridad son los dos instru-
mentos respectivamente ofensivo y defensivo de lo colectivo, y aún de la comunidad de pertenencia.
El espacio de palabra no es necesario sólo para los arbitrajes, él es el lugar en donde se desenvuel-
ve el proceso del reconocimiento y de la afiliación (precisamente opuesta al individualismo).
La diversidad, la personalización, la singularización de los modos operatorios, de los savoir-faire y
de las habilidades individuales pueden ser discutidas ahí, legitimadas y reconocidas. Ese reconocimien-
to mutuo está en la base de la afiliación y de la construcción de lo colectivo de trabajo.
Esta serie de términos sucesivos: espacio de palabra, inteligibilidad, transparencia, visibilidad, exte-
riorización, confianza, solidaridad, reconocimiento, hace aparecer, en las relaciones de trabajo, una di-
mensión diversa de la técnica.
¿Cuál es la relación existente entre los elementos constitutivos de esa dimensión no-técnica, de un
lado, y los procesos psíquicos mencionados a propósito del sufrimiento creativo y del sufrimiento pató-
geno, de otro?
La respuesta no es obvia. La confianza pasa frecuentemente por un sentimiento. Ello significa una
entidad relevante de la psicología. Investigaciones en curso, iniciadas recientemente (Cottereau, 1987),
sugieren un punto de vista sensiblemente diferente. Nosotros estaríamos más inclinados, bajo reserva
de confirmaciones ulteriores, a considerar hoy que la confianza no se deriva del campo de la psicodiná-
mica. Ella pertenece, antes, al dominio de la ética (Pharo, 1988). Si ese fuera el caso, toda la serie de
términos enumerados arriba pertenecería al campo de la ética de las relaciones de trabajo.
Tomando en consideración la heterogeneidad esencial entre lo ético y lo psíquico, somos llevados a
plantear la siguiente hipótesis: los componentes éticos de los cuales recién hablamos constituirían las
condiciones necesarias (pero no suficientes) para que se pudiesen establecer las relaciones intersubje-
tivas tomadas ahora en su sentido psicodinámico. A las relaciones intersubjetivas sería destinada la fun
ción de construir las defensas colectivas contra el sufrimiento y de dar al sufrimiento su significación: su
frimiento patógeno o sufrimiento creativo.
Así, la producción, inclusive para una tecnología tan rigurosa como la nuclear, se revela enteramen-
te traspasada por usos no técnicos: éticos y psíquicos. De manera que la transformación del sufrimien-
to en iniciativa y en movilización creativa depende fundamentalmente del uso de la palabra y de un es-
pacio de discusión en donde perplejidades y opiniones son públicas.
Convencionaremos considerar ese espacio como un espacio público, aún tratándose de un espacio
público interno a la empresa.
No obstante, ese espacio público necesario no excluye que los trabajadores y la gerencia necesiten
de escalas y de la organización prescripta del trabajo. Si, para trabajar, ellos tienen que ponerlas en dis
cusión en un determinado punto, ninguno de ellos pide su supresión. Es que el ejercicio de la palabra
en el espacio público supone una referencia común, formada precisamente por la organización del tra-
bajo prescripta. Y los cuestionamientos surgidos aquí y allí no son ni anti-legalistas ni delincuentes.
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 13
Christophe Dejours

Para resumir ese enfoque del sufrimiento creativo, sería posible decir que la transformación del sufri
miento en creatividad pasa por un espacio público en la empresa. A cambio, cada vez que el espacio
público tiende a cerrarse, la creatividad estará amenazada.

Espacio Público y Recurso Humano

Por tanto, al final del recorrido, la mirada de la Psicopatología del Trabajo sobre el sufrimiento huma
no en las organizaciones conduce a conferir un lugar fundamental al espacio público. A partir del mo-
mento en que ése es constituido o reconstituido, uno se queda estupefacto frente a la emergencia de
conductas completamente contrarias al individualismo y a la negligencia tan repetidamente denuncia-
dos en las organizaciones: involucramiento apasionado, sentido de responsabilidad, movilización de la
creatividad se invierten nuevamente en el trabajo.
Dos puntos deben ser señalados aquí. De una parte, la sublimación que está en la base, en el ori-
gen de la creatividad, no aparece como un proceso puramente privado y secreto. Al contrario, ella pare-
ce requerir, como ya intentamos mostrar, la visibilidad, y hasta la expresión pública.
De otra parte, la construcción del espacio público moviliza no sólo la responsabilidad de la base y
las cualidades individuales de los obreros. Ella exige también un tipo específico de administración. La
administración participativa insiste sobre todo en la movilización de los cuadros intermedios. El modelo
de administración sugerido por la referencia al sufrimiento propondría, antes, que los propios adminis-
tradores se enganchen, a su vez, en el espacio público. Es decir, que asuman el riesgo no sólo de tole-
rar la construcción de una espacio público en la empresa, sino que se decidan a incorporarse en él co-
mo los trabajadores de la base. No sólo “en calidad”, sino involucrándose personalmente.
El principio de la universalidad del significado de las conductas o de los comportamientos adoptados
por los trabajadores es también válido para la gerencia y para la dirección. La participación de la geren-
cia en el espacio público interno de negociación de la organización real del trabajo permite, con efecto,
traer a la luz también las estrategias defensivas de la gerencia contra su sufrimiento. Pudimos, así, en
la investigación realizada en la industria nuclear, desvelar y analizar la ideología defensiva de la geren-
cia, lo que se reviste de una importancia considerable para la reciprocidad del sentido y el mantenimien
to del espacio público (Dejours, en publicación).
Llegados casi al término de ese recorrido, estamos en condiciones de concluir que el proceso que
permite transformar el sufrimiento en creatividad implica dos articulaciones fundamentales: la resonan-
cia simbólica, de una parte, y el espacio público, de otra.
Hemos insistido sobre todo en la importancia de ese proceso del punto de vista de la productividad.
Podríamos temer haber abandonado en el camino cuestiones relativas a la salud. No es útil aquí reto-
mar los encadenamientos intermedios de los procesos psíquicos movilizados para el ejercicio de la su-
blimación. Basta remitir el lector hacia la primera parte de este capítulo para concluir que, si la realiza-
ción de la sublimación no es una garantía absoluta de salud mental y física, las condiciones organizacio
nales propicias a la creatividad tienen, en todo caso, para el sujeto, el interés de hacer de su trabajo un
teatro de lucha para negociar su sufrimiento y conquistar su identidad. Si el trabajo hace, de hecho, re-
saltar su sufrimiento, él le promete, a cambio, un placer que podría jugar en pro de su equilibrio psíqui-
co y de su salud mental.

Sufrimiento Humano y Responsabilidad


Responsabilidad de las Organizaciones

Acabamos de esbozar las relaciones entre sufrimiento y productividad, y el papel decisivo de la ad-
ministración y de la organización del trabajo en los destinos del sufrimiento: utilización o desperdicio.
Para terminar, falta considerar algunas cuestiones relativas a la responsabilidad, es decir, a aquello que
la economía del sufrimiento en relación con el trabajo implica para las organizaciones en el plan de las
responsabilidades cívicas.
Las investigaciones de Psicopatología del Trabajo de las cuales hablamos a propósito de la central
nuclear (y ese análisis es válido para la mayoría de las situaciones de trabajo) sugieren que calidad del
trabajo y seguridad de las personas están íntimamente ligadas. La calidad parece, por otro lado, indiso-
ciable del ejercicio del placer en el trabajo, mientras la seguridad originada de la investigación de la cali
dad implica y redobla la gestión de la temática de la salud de los trabajadores.
Al asumir los objetivos de calidad, los trabajadores y el colectivo del trabajo asumen de facto com-
promisos con la conservación, el mantenimiento, la buena utilización y el cuidado de las instalaciones e
instrumentos de producción. En el caso de una central nuclear, si esas ventajas indirectas del debate
se desarrollaran en el espacio público de la empresa, alcanzan una dimensión suplementaria, que es la
dimensión de la seguridad: seguridad de las instalaciones en relación, esta vez, a los riesgos de perdí-
das de productos radioactivos hacia fuera de los lugares cerrados (accidentes nucleares), por tanto,
riesgos en relación con el ambiente y hacia la población. Trabajan en las centrales ingenieros y equipos
UNA NUEVA VISIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LAS oRGANIZACIONES 14
Christophe Dejours

especialmente encargados de cuidar la seguridad de las instalaciones. Ahora bien, el propio ejercicio
de esa vigilancia depende grandemente de la buena voluntad de los trabajadores. Cuando se desorga-
niza el espacio público interno, estos últimos llegan no sólo a dejar de cooperar entre sí, como son tam-
bién lógicamente llevados a disimular, al mismo tiempo, la realidad de sus modos operatorios y ciertas
informaciones capitales para la evaluación correcta y realista de la seguridad. Varios accidentes son así
guardados en secreto, y no pueden ser objetos de peritajes, de análisis, y ni de mediciones correctivas.
Al final de cuentas, la propia seguridad del material industrial no resulta, así como la organización
del trabajo, únicamente de servicios especializados, aunque sean los más rigurosos y los más compe-
tentes. Una parte fundamental de la seguridad y protección de las poblaciones resulta de la calidad de
funcionamiento de un espacio público interno y de la manera por la cual los trabajadores se ligan a él.
Con otras palabras, la lucha contra las amenazas al ambiente no es de la competencia exclusiva de
los ecólogos ni de los políticos responsables. Ella es, de hecho, una responsabilidad puesta en los hom
bros de los trabajadores. En ese sentido, la administración tiene, a su vez, una responsabilidad funda-
mental hacia la sociedad civil: la de asegurar la permanencia de ese espacio público (de voz y de deci-
sión), en donde puedan confrontarse en un mismo teatro las opiniones de los diversos actores, ya sean
obreros, gerentes o especialistas.

Trabajo, Sufrimiento y Salud Pública

Vimos anteriormente como la lucha psíquica indisociable del sufrimiento en el trabajo involucra no
sólo a los trabajadores, sino sus prójimos, lo parientes, la familia, las criaturas. El espacio interno y el
espacio externo a la empresa son fundamentalmente indisociables del punto de vista del análisis psico-
patológico. Señalemos que lo mismo ocurre, en ese aspecto, con el análisis sociológico, a partir del mo
mento en que comprendemos que las relaciones de producción no son interpretables sin referencia a
las relaciones de reproducción (Kergoat, 1973).
Cuando intentamos llevar en consideración la continuidad del espacio interno a la empresa y el es-
pacio externo de la familia, y mismo de la ciudad, comprendemos fácilmente que una administración
que dirige sin principios la dimensión psíquica de la relación con el trabajo corre el riesgo de ocasionar
efectos psicopatológicos mucho más allá de la propia empresa. La salud de las criaturas depende en
gran parte – la clínica lo atestigua – de los métodos de organización y de administración a los cuales
los padres están sometidos.
Más allá aún, pudimos mostrar cómo los efectos de las presiones de la organización de trabajo taylo
rista sobre el funcionamiento de los trabajadores tienen incidencias indirectas sobre la violencia social
en la ciudad.
El poder de acción del que la administración dispone sobre el destino del sufrimiento – su orienta-
ción en el sentido del sufrimiento creativo o del sufrimiento patógeno – la inviste al mismo tiempo de
una responsabilidad cívica. Hoy, conferimos a la empresa, cada vez más, nuevas responsabilidades en
relación a los riesgos que ella presenta hacia el ambiente (reinos mineral, vegetal y animal). No es impo
sible la emergencia, un día, de la noción de responsabilidad empresarial con relación a la salud mental
de las poblaciones que dependen afectivamente y socialmente de los trabajadores que ella emplea. Por
lo menos, se trata de una interrogante que no puede dejar de surgir de esa nueva visión del sufrimiento
humano en las organizaciones.

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