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La muerte de Sofonías Pereira

María Tenorio

El sábado 27 de febrero de este año don Sofonías Pereira vio la luz por última vez . En medio de
una noche revuelta por lúbricos gatos en el tejado, don Chofo dijo adiós sin pompa ni ceremonia,
acostado al lado de la niña Teba.

Varios años vivió entre nosotros este personaje, creado por la pluma de Francisco Andrés
Escobar (1942-2010), en la sabatina sección Croniquillas que se publicaba en La Prensa Gráfica.

Sofonías era un hombre del pueblo en cuyas anécdotas y palabras se dibujaba la salvadoreñidad.
Amaba el atol shuco, disfrutaba las procesiones de Semana Santa, tenía un hijo que había
emigrado a los Estados Unidos y estaba siempre metido donde reventara el cohete. Sus
interlocutores favoritos eran la Teba, su mujer; y Miguel Tadeo, su amigo. Con ellos comentaba
sus preocupaciones cotidianas, sus reflexiones y sus lecturas. Su mundo también estaba rodeado
de personajes de toda calaña, como don Meme que hizo pisto aprovechándose de los pobres.

La desaparición de Sofonías de las páginas del matutino nos puso en alerta sobre su creador,
quien era muy disciplinado y puntual con sus textos. Personas cercanas supieron que Paco
Escobar estaba enfermo, pero no cuán grave era su mal. Dicen algunos que andaba anunciando
que pronto se iba a morir; eso no me consta.

Paco falleció el domingo pasado a sus 67 años en el Seguro Social y dejó instrucciones de que no
le celebraran honras fúnebres y que dispersaran sus cenizas en el océano. La noticia de su deceso
ocupó muchos bites en la red social de Facebook, donde se ha creado la página Relatos sobre don
Paco para recordarlo con sus textos, sus enseñanzas y las anécdotas que de él guardamos quienes
fuimos sus alumnos o colegas en las aulas de la UCA.

A diferencia de don Sofonías, de don Paco sabemos muy poco sobre su vida privada. Fue un
hombre minimalista y, a su modo, excéntrico. Su atuendo, que ha sido destacado en las
caricaturas creadas en su honor, era casi siempre el mismo: camiseta, jeans, chancletas y un
maletín rústico de cuero. Dicen que no tenía casa: vivía en un cuarto en un convento o seminario
cerca de la UCA. Tampoco carro: era usual verlo caminando, por ejemplo, en los alrededores de
Jardines de Guadalupe.
Varias veces me lo encontré en la temporada navideña en la plaza central de Antigua Guatemala
donde me presentó a su hijo. Eso era todo lo que sabía sobre su familia hasta que el martes 11 de
mayo, se mencionara la presencia de sus hermanos y su hijo adoptivo en la misa que ofreció el
departamento de Letras y Comunicaciones de la UCA. La reserva que mantuvo sobre su vida lo
llevó a pedirle a La Prensa Gráfica, contra la norma, que no colocara una foto suya en su
columna sabatina.

Tuve la dicha de ser alumna de Paquito, en Estilística y Teoría Literaria, en mis años de
licenciatura en Letras en la UCA. Lástima que mi carrera, paradójicamente, no incluía cursos de
redacción, me habría encantado tomar con él esa materia que hoy imparto en otra universidad
privada. De sus lecciones recuerdo dos detalles: el xilófono con que nos enseñaba a escuchar el
ritmo de la poesía; y sus exámenes de 30 cuestiones de opción múltiple (a, b, c y d) donde todas
las respuestas eran la misma letra. Esto último --espero que mis alumnos no estén leyendo este
texto-- lo replico de vez en cuando en mis tests.

Para concluir, les cuento una anécdota de hace 20 años cuando él era decano de la Facultad de
Ciencias del Hombre y yo, encargada de Comunicaciones de la UCA. Ambos participábamos en
el acto de graduación de la universidad. Esa tarde de un viernes Paco me agradeció que, en mi
calidad de maestra de ceremonia, lo hubiera presentado como "el escritor Francisco Andrés
Escobar, decano..." y no como "el licenciado". "Le agradezco por el título de escritor", me dijo y
me regaló una sonrisa.

Ilustración: Edwin Renato Mira/Oscar Independiente

12 mayo 2010
Publicado en talpajocote.blogspot.com

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