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La historiografía
No hay un modelo único de estancia jesuítica, pero sí un conjunto de rasgos comunes o similares que la
caracterizan:
• Casco: el cual, sobre todo en las estancias más grandes, suele ser muy elaborado y macizo. La capilla
o el oratorio no podía faltar aquí
• Rancherías de esclavos, talleres artesanales y frecuentemente también un perchel para almacenar los
granos.
• Marcada tendencia a la diversificación productiva, que presenta no sólo un sector manufacturero más
o menos incipiente sino también, asociadas, actividades agrícolas, frutícolas y ganaderas. Hay
determinados productos que se llevan al mercado y otros que se consumen internamente. Es raro que
falte alguna forma de actividad agrícola y raro también que no se encuentre ganado aunque éste se
consume internamente.
La mano de obra
Esclavos y trabajadores libres, en ese orden de prioridades, configuran la base de la mano de obra de las
propiedades rurales jesuitas. El sector esclavo es, en rigor, la clave para entender el esquema y el proceso
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de producción. La hacienda jesuita se basa en la hiperexplotación del trabajo no libre. Los esclavos
producen su propia manutención y parte del salario de los trabajadores libres. Así como también los
insumos, el mantenimiento del capital productivo y los bienes que se trocan por otros que la hacienda no
produce y consume. Además, las poblaciones esclavas de las estancias jesuíticas tienden a reproducirse
en función de una sutil política demográfica de la Compañía, que se ha esmerado por mantener un
notable equilibrio entre los sexos y ha agrupado en familias a sus esclavos.
El trabajo libre se compone, en parte de un sector asalariado que tiende a ser complemento de la fuerza de
trabajo esclava. Están los peones que se contratan para tareas temporarias y que cobran salarios más altos
y los conchabados que se contratan por períodos más largos, muchas veces por un año. En las estancias
jesuíticas de Córdoba la mano de obra libre asalariada se repartía entre un numeroso sector no calificado
y un grupo reducido compuesto de trabajadores calificados -carpinteros, obrajeros- y los destinados a las
tareas de supervisión como capataces y mayordomos. En el interior también los salarios se pagaban en
plata y especies. El endeudamiento salarial, cuando existió, no fue relevante y no tenía como propósito
retener indefinidamente al peón en la hacienda.
La situación de arrenderos y agregados es muy mal conocida.
Hay mucho por conocer aún acerca de las haciendas jesuíticas del interior. Para ello se necesita un
relevamiento extensivo de inventarios y tasaciones de haciendas y otras propiedades rurales dejadas por
la Compañía de Jesús. Indagar en las tasaciones permitirá comprender las prioridades de inversión de los
jesuitas y su asignación de los recursos productivos. Aún cuando la composición, las funciones y el
salario de la mano de obra libre es bastante conocida es poco o nada lo que sabemos sobre la procedencia
regional, la extracción étnica y la inserción en la estructura agraria de esos conchabados. La función y la
naturaleza de los agregados en las haciendas jesuíticas y no sólo en ellas, son virtualmente desconocidas.
[Carlos Mayo, “Las haciendas jesuíticas en Córdoba y el noroeste argentino”, en Carlos Mayo
(comp.) La historia agraria del interior. Haciendas jesuíticas de Córdoba y el Noroeste, Ceal, Buenos
Aires, 1994, pp. 7-16 ]