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Líquido cefalorraquídeo

El líquido cerebroespinal o cefalorraquídeo, conocido como LCR, es un líquido de color transparente,


que baña el cerebro y la médula espinal. Circula por el espacio subaracnoideo, los ventrículos
cerebrales y el canal medular central sumando un volumen entre 100 y 150 ml en condiciones normales.

El líquido cefalorraquídeo puede enturbiarse por la presencia de leucocitos o la presencia de pigmentos


biliares. Numerosas enfermedades alteran su composición y su estudio es importante y con frecuencia
determinante en las infecciones meníngeas, carcinomatosis y hemorragias. También es útil en el estudio
de las enfermedades desmielinizantes del sistema nervioso central o periférico.

Función del LCR

El líquido cefalorraquídeo tiene 3 funciones vitales importantes:

1. Mantener flotante el encéfalo, actuando como colchón o amortiguador, dentro de la sólida


bóveda craneal. Por lo tanto, un golpe en la cabeza moviliza en forma simultánea todo el
encéfalo, lo que hace que ninguna porción de éste sea contorsionada momentáneamente por el
golpe.
2. Sirve de vehículo para transportar los nutrientes al cerebro y eliminar los desechos.
3. Fluir entre el cráneo y la médula espinal para compensar los cambios en el volumen de sangre
intracraneal (la cantidad de sangre dentro del cerebro), manteniendo una presión constante.

Formación del LCR

El LCR es producido en un 70% en los plexos coroideos de los cuatro ventrículos cerebrales, sobre todo
los laterales y 30% en el epéndimo a razón de 0.35 ml/minuto ó 500 ml/día. Un adulto tiene 150 ml de
éste y se renueva cada 3 ó 4 horas.

La eliminación del líquido cefalorraquídeo se lleva a cabo a través de las vellosidades aracnoideas,
proyección de las células de la aracnoides sobre los senos vasculares que alberga la duramadre. Estos
senos desembocarán directamente en el torrente sanguíneo. En la región más anterior del cerebro está
el espacio subaracnoideo de los lóbulos olfatorios, que se continúa con un espacio alrededor de los
nervios olfatorios (por lo tanto, queda muy cerca de la mucosa olfatoria y del espacio aéreo de la nariz).
Desde esta región pasa a los ganglios linfáticos.

El fluido cerebroespinal está compuesto por: sodio, potasio, calcio, cloro, sales inorgánicas (fosfatos) y
componentes orgánicos (glucosa).

Circulación del LCR

La circulación del líquido cefalorraquídeo comienza en los ventrículos laterales, continúa hacia el
tercer ventrículo por el agujero de Monro y luego transcurre por el acueducto cerebral (acueducto de
Silvio) hasta el cuarto ventrículo. Desde allí fluye, a través de un conjunto de orificios, uno central
(agujero de Magendie) y dos laterales (agujeros de Luschka), que ingresan en la cisterna magna, un
gran depósito de líquido ubicado por detrás del bulbo raquídeo y por debajo del cerebelo.

La cisterna magna se continúa con el espacio subaracnoideo que rodea todo el encéfalo y la médula
espinal. Luego, casi todo el líquido encefalorraquídeo fluye a través de este espacio hacia el cerebro.
Desde los espacios subaracnoideos cerebrales, el líquido fluye en las múltiples vellosidades o
granulaciones aracnoideas que se proyectan en el gran seno venoso sagital y otros senos venosos. Por
último, se vacía en la sangre venosa a través de las superficies de las vellosidades.
Punción lumbar

Luego de palpar una vez más los reparos anatómicos, se inserta la aguja con el mandril firmemente colocado
en su lugar, en la cara superior de la apófisis espinosa inferior, en la línea media, dirigida hacia arriba con una
inclinación aproximada de 15º, “apuntando” hacia el ombligo del paciente. Datos recientes indican que el uso
de una aguja con “punta de lápiz” puede disminuir el riesgo de cefalea pos punción, permitiendo que el LCR
salga más por dispersión que por la rotura de las fibras del saco dural. Si se utiliza una aguja biselada más
común, el bisel debe quedar en el plano sagital, de manera que el LCR salga más por dispersión que por la
rotura de las fibras del saco dural, el cual corre paralelo al eje vertebral.

Bien colocada, la aguja atraviesa la piel, el tejido celular subcutáneo, el ligamento supraespinoso, el ligamento
interespinoso entre las apófisis espinosas, el ligamentum flavum, el espacio epidural, incluyendo el plexo
venoso vertebral interno, la duramadre y la aracnoides, en el espacio subaracnoideo entre las raíces
nerviosos de la cola de caballo. Cuando la aguja atraviesa el ligamentum flavum, se puede sentir la sensación
de algo que estalla. En ese momento se retira el mandril a intervalos de 2 mm para evaluar el flujo del LCR.
Si no se logra llegar al canal medular y se choca con el hueso, se retira la aguja hasta el tejido subcutáneo,
sin sacarla de la piel, y se vuelve a introducir corrigiendo la dirección. Si fluye LCR es que se ha llegado al
espacio subaracnoideo. Si la punción fue traumática, el LCR puede salir teñido de sangre. A menos que el
origen de la sangre sea una hemorragia subaracnoidea, el LCR se va aclarando a medida que fluye. Si el flujo
es escaso, es conveniente rotar la aguja 90º pues su extremo puede estar obstruido por una raíz nerviosa.

Presión de apertura

La presión de apertura puede medirse solo en los pacientes en decúbito lateral. El cono de la aguja se une al
manómetro mediante un tubo flexible. Esto debe hacerse antes de la obtención de las muestras. Se toma el
valor de presión cuando la columna de líquido deja de subir. En ocasiones, se pueden observar oscilaciones
que coinciden con el pulso cardíaco o los movimientos respiratorios.

Recolección de muestras

El LCR gotea en los tubos recolectores y nunca debe ser aspirado, porque aún una presión negativa muy baja
puede precipitar una hemorragia. El volumen recolectado debe ser el menor necesario; en general, 3-4 mL. Si
la presión de apertura fue medida girando la llave hacia el paciente y el líquido se recogió en un tubo, el
líquido debe recogerse del manómetro. Luego de recoger una muestra adecuada, se vuelve a colocar el
mandril y se retira la aguja.

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