Está en la página 1de 339

Julio Carreras

Cartas a la Humanidad

Quipu Editorial
Quipu Editorial
http://www.quipueditorial.com.ar
2002-2002
Edición final: Septiembre de 2009.

-2-
INTRODUCCIÓ N

Cart as a la Humanidad se inició como un i ntento de


ref lexiona r en conjunto sobre algunos temas que nos
preo cupan desde hace siglo s y aún no encontraron
soluci ón. Podrían resumirse en una sola pregunta: ¿por
qué los humano s, teniendo a mano los recursos
necesa rios para nuest ra f elicidad, somos, en cambio,
generalmente inf elices?
Con la idea de promover est a búsqueda tomé un
puñado de di recciones de co rreo el ect róni co para
envia rles la primera Carta. Algunas pertenecían a
persona s que conozco perso nalmente -Como Raúl
Dargolt z, abogad o y dramaturgo, Alberto Tasso, poeta y
sociól ogo, mi hermano Gustavo, sacerdot e católico y

-3-
docent e universitario, Gabri ele-Aldo Bert ozzi, di rect or
del Instituto d e Artes Comparadas de la Universidad de
Pesca ra, Italia, Al win Nagy, inteli gente sacerdote
alemán co n perf ecto dominio del idioma castellano, o
Ped ro Margolles, director de la agenci a periodí stica
Prensa Latina, de Cuba-. El resto -la mayoría- tomadas
de mensajes recibidos o de sus adjunt os, siempre
rela cionados con la act ividad cultural.
La propuesta no f ue enunci ada, salvo la pregunta:
¿por qué los huma nos, teni endo a mano los recurso s
necesa rios para nuest ra f elicidad, somos, en cambio,
generalmente inf elices? Entusi asmado por los primeros
textos, el ingeniero Roberto Gayrau d sugi rió edita r con
f orma de libro, post eriorment e, los result ados f inales.
Sin embargo, durante el tiempo que duró esa
intenció n, prácti camente sól o el autor de la iniciativa
envió sus trabajo s má s o meno s si stemát icamente.
Los otros apo rtes recibido s, y alguna comunicación
eventu al, se reproducen en el cont exto del libro, como se
verá. Se han respetado las f orma s y térmi nos utili zados
por su s autores. No se reprodu cen, en ca mbio, las
comuni caciones particulares, o algunos archi vos que se
perdi ero n, por ven ir adjuntos.
Más tarde el autor, requerido por numerosas tareas,
decidió dar po r terminados sus artí culos periódicos.
Éstos alcanzaron el número de 14. Inclui mos tambi én,
textualmente, lo s principales f ragment os de la
Introducción.

-4-
Los presup uestos bá sicos de ref lexión debían
sust enta rse sob re los sig uient es esbozo s:
1. Desde los o rígenes hasta f ines del sigl o XVIII -unos
50.000 años- la huma nidad aceptó a las armas como
paradigma excluyente del Derecho. El cri men, por lo
tanto, ha sido la f uente última de leg itimi dad para los
gobernantes; el saq ueo un mét odo legal de recaudaci ón
impositi va.
2. Desde p rincip ios del siglo XIX hasta mediados del
XX -unos 150 años- se desarrolló una evolución
extraord inaria. Durant e ese periodo la humanidad
avanzó, en lo ref erido a sus relaciones sociales, mucho
más que en toda su hi storia anterior. Estos avances
tuvieron como eje a los paí ses de Europa -aunque, de
modo semejant e a lo sucedido co n los griegos- el derecho
de los demás habi tantes del mundo no llegó a
empa reja rse al de sus impul sores durante este
desa rrollo.
3. Hacia f inales del sigl o XX el proceso se bif urcó,
dividién dose en dos a spectos:
a) Una acelerada regresión en las praxis social es y
política s impul sadas desde lo s benef iciari os de esta
inmensa acumulación de poder: los Estados Unido s,
Europa, una part e de Asia.
b) La continuidad del desarroll o con sost enida
regul arid ad excl usi vamente en los ámbitos de la ciencia
y tecnolog ía.

-5-
La idea de dirigi rse a la Humanidad por medio de
epístol as no es nueva. Sus antecedentes ya muy bien
def inidos pod ríamo s hallarlo s en f ilósof os antiguos como
Filón, o en las extremadament e f amosas d el capitán
Saulo. Po r mi part e me sentí induci do a empezar la s
present es mi entras co nocía la extraordi na ria actividad
litera ria de lo s escri tores itali anos del si glo XII y
durant e todo el Renaci miento. Más cerca conoci mos las
Cart as Filosóf icas de Voltaire o a los Poderes de
Antonin Artaud, ent re otras importantes. Aunque el
present e empeño no sería posibl e sin Internet, tal vez su
única ori ginalida d tendríamos que busca rla en su
intenció n. Pues mient ras Voltaire o Anton in Artaud
emitían aquello s trabaj os como expresión argumentati va
de su ideol ogía, nuestros escritos pret enden constituir
sólo un hilo general, capaz de suscita r en los lectores
dif erentes aportes, incluyendo disi dencias o
correccion es. Es deci r, crear, a partir de aquí, un libro
colecti vo.
No es este un mero jueg o intelectual por Internet. La
extraord inaria capacidad dest ructi va acumulada por
quienes detentan el pod er mun dial es tan abrumadora,
que ha converti do al Apocalipsis en amenaza cotidi ana.
Además de esta ref eren cia extrema, es para todos
evident e que la dest rucci ón de la naturaleza ha
adquiri do un ritmo sistemáti co en la etapa actual;
pueden p ercibirse sin necesi dad de instrumento s sus
consecu encia s, no sólo amenazantes resp ecto de la
continuidad de la vida sobre el planet a, si no

-6-
perju dicial es -o por lo meno s ext rema damente
traumát icas- para nuest ra exi st encia presente. A ello
debe ag rega rse -en pa rte como otra de sus consecuenci as
visibl es- el det eri oro de la cultura social, precipit ada en
un pendoleo entre la desesperanza más o scura y la
euf oria inducid a externa mente, cuesti ón q ue parece
llevar a inmenso s sectores de la humanidad hacia el
desbarrancamient o por exist encia s si n sentido. Sólo
esto s f actores ent re ot ros mú ltiples, autorizan al menos -
si no obligan- a conciencias comprometi das por el amor,
a continuar indagando, con el propósit o de hallar la s
raíces de estas inmensa s desviaciones en l a conducta
humana y sus posibles modos de corrección.
Haré un a breve advert enci a: no quiero limitarme, al
ref lexiona r, a f uentes hist óri camente con sagradas por el
pensamient o académico o institucional. Sería
inadecuado, por ej emplo, en un periodo tan alto de la
ciencia, intentar p rescindir de las religiones. Pero
también sería inadecuado dejar f uera al pensamiento
denomina do “esotérico”, tan deci sivo en muchas
circunst ancias crucial es de la evolución h umana.
Asimismo, es impo sibl e pen sar ho y, en el plano de la
economía, las cien cias soci ales o la políti ca sin echar
mano al inmenso aporte ef ectuado por Marx y Engel s,
con la pléyad e su rgida inmediat ament e después de su
irru pción en la historia. O su stentarno s únicamente en
autores del p ensamient o occidental... Intentamos
emprender estas tareas sin prejuicios -o conteniéndolos
lo posible, en tod o caso, si emergen en algún tramo-,

-7-
ejerciend o y soli citando tol erancia, esf orzándonos al
máximo pa ra obtener inf ormación qu e no haya sido antes
explo rada.

Not a par a la edición actual: Las Car tas y los párr afos de la
I ntr odu cción edita dos s e han inclu ido r esp eta ndo la r edacción
or igina l. D eb ido a ello, s e encontr ar án r ef er encias
r elacionadas con el a ño en qu e fu er on es cr it os:2003. Sólo p or
un cr it er io de coher encia conceptual, s e ha r eor ganizado,
levement e, su or dena mi ent o cr onológico. T amb ién s e
inclu yen, más o menos en el or den como fu er on llega ndo,
algu nas r espu estas a temas p lant ea dos p or par ticipant es del
gr up o de int er ca mb io “Car tas”, de Yahoo.

-8-
CARTA Nº 1

Aut onomía, Santia go del Est er o, mar t es 17 de ju nio de 2003 *


(Cu mp lea ños Nº 69 de E lizab et h Reva iner a, mi ma má.)

En Belt rán, a 25 kiló met ro s de Sant iago , hay una


co mu nidad donde se pract ica la just icia. S e lla ma
Co lonia Jaime. Su s mie mbro s const ruyen ent re t odos las
casas par a lo s mat r imo nios jó venes, ayudan en las
amp liacio nes a medid a que la familia va creciendo .
To do s trabajan, d ivid ido s en equipos qu e van rot ando
para cu mp lir u n cronograma co nsensuado. Cu lt ivan la
t ierra, hacen t areas de granja u ot ras que se consid eren
impo rt ant es para la su bsist encia. To do es pro piedad
co mu nal: el product o de la inmensa ext ensió n que poseen
se repart e de acuerdo a un cr it er io racio nal. S i una
familia t iene cinco miembros, recibirá mucho más que
una pareja d e recién casados. Se lo s percibe bien
aliment ados y prósperos, desd e fu era, aunque no parecen
oto rgar impo rt ancia cent ral a las cuest io nes físicas.
Pract ican e l espir it is mo.
Veamo s ahora un eje mplo co nt rar io: el de Rajab,
pro st it ut a que ent regó su ciudad al cr imen. Ocurr ió hace
unos 3.230 años. Gober naba el pr inc ipal imper io un
faraó n, Mer nept a. Los israelit as habían hu ido de su yugo;
bu scaban t ierra en P alest ina. En ese afán, enviaro n dos
esp ías a u na de sus ciudades más ant iguas, Jer icó.

-9-
Algu ien lo s det ect ó ; co rrió a prevenir al r ey. Est e envió
ráp idament e su po lic ía par a aver iguar. Pero la prost it ut a
esco ndió a lo s invasores, y envió a los custo dio s de su
rey po r un ca mino errado. No lo hizo por generosidad:
“... no s ha caído encima u na o la d e t error [...] t oda la
gent e de aquí t iembla ant e voso t ros [...] hemos o ído (que
ext er minast eis a) los do s reyes amorreos” -d ijo-. “Ahora
jurad me [...] que como he sido leal, vosotros lo seréis
co n mi familia, y dadme una señal seg ura de que dejar éis
co n vida a mi padre y a mi madre, a mis her manos y
her manas y a t odos lo s su yos y que no s libraré is de la
mat anza.”
Luego de recib ir t ales segur idades, la prost it ut a
desco lgó a los espías desde su vent ana sobre la part e
ext er ior de la muralla, salvándo lo s.
Alg u no s días d esp ués el eficaz ejércit o isr aelí at acó
co n éxit o fulminant e la ciudad. “Co nsagraro n al
ext er min io t o do lo que había dent ro : hombres y mu jeres,
mu chacho s y anciano s, vacas, o vejas y burros, todo lo
pasaro n a cuchillo .” Únicament e perdonar o n “... la vida a
Rajab, la pro st it ut a, a su familia y a t odo lo suyo [...] po r
haber escondido a los emisar io s que env ió Josué a
exp lo rar Jer icó .” (1)
E l mo do de act uar de Rajab par ece más caract er íst ico
de la cond ic ió n humana que el de lo s int egrant es de la
Co lonia Jaime. No se encuent ran fácilment e ejemplo s
parecido s al de est os esp ir it ist as. Por el cont rario ,
co t id ianament e padecemo s var iant es de la conduct a de
Rajab, a nuest ro alrededor y al parecer en to das las

- 10 -
po blacio nes del mundo, de acuerdo a la in for mació n que
se recibe. E llo nos aut oriza po siblement e a ensayar la
especu lació n que sigue. Para ma yor co modidad de lo s
lect o res, la he div idido en parágrafo s, con sus
co rrespo ndient es su bt ít u lo s:

El motor d e la hu manidad

Ego ísmo llama mo s al co mplejo de co mponent es


psíqu ico s que imp ulsa casi t odas las accio nes hu manas.
De co mp lexió n andróg ina, su pr imog enit ura
in med iat ament e se co nst it uye en dos cualidades ext ernas.
Las deno minaremo s Ast ucia y Vio lencia.
No es d ifícil imag inar de qué mo do se est ableció el
pr imer o rden humano.
Una cr iat ura mascu lina y ot ra femenina compart en
ciert a cueva ent re los cerros menos expuest os a los
mo rt ífero s g lac iares. Son sus caract er íst icas,
po sible ment e: fort aleza e inst int o combat ivo en el
ho mbr e, fecundid ad, du lzura, en la mujer. Se han
bu scado - impu lsados po r el ego ísmo- int ent ando obt ener
lo qu e co nst it uyen su s carencias y el ot ro posee. Ambos
t enían miedo , en so ledad; conv iviendo aument an su
efic iencia, se pro t egen de lo s peligro s, comple ment an su s
habilidades nat urales, for man ciert o inst rument al t écnico
e id eo lóg ico rudiment ar io.
Co mo resu lt ado de sus có pu las, pro nt o obtienen
descend encia, co mpuest a por var io s individuos pequeño s
de lo s dos sexos. Para ent onces segurament e el ho mbre,

- 11 -
ut ilizando su mayor fuerza, ha obligado a la mujer a
ser vir lo .
Pro nto so met erá t ambién a t o dos sus hijos bajo una
reg la inflexible: su beneficio.
Ha nacido el pr imer Est ado . He aquí un rey, su
co nsort e, y lo s pr imero s sier vo s, en ese orden. E l pr imer
ho mbr e, impu lsado por el ego ísmo, valiéndo se de su
ma yo r fu erza física, ha impuest o una for ma de
o rganizació n a la mujer co n sus niño s. Todo adquiere
sent ido en la medid a que sir va a sat isfacer los deseos de
qu ien es capaz de provocar do lor, last imar e incluso
mat ar a los que se opo ngan al orden, est ablecido po r él.

El o rden de la b ruta lidad

Al madurar los niño s y mu lt ip licarse el grupo original,


la o rganizació n va adquir iendo caract er íst icas más
co mp lejas. Ent re los ho mbres, quienes se sient en capaces
de ejercer exit o sament e la vio lencia, van r eclamando
ma yo res beneficio s. Po r su part e, el rey compr ende,
lu ego de duras cont iendas, que le resu lt a convenient e
est ablecer acuerdos con lo s más po derosos de ent re sus
descend ient es. Nace así la pr imera c lase pr ivilegiada.
Est á co mpuest a por los más crueles, los capaces de
asesinar sin remo rdimient o s, de robar sus bienes a los
más débiles sin la meno r co nmiseració n. En est a pand illa
se co ncent ra igualment e el mayor porcent aje de ast ucia.
Algu no s de su s miembro s, infer iores en capacidad de
vio lencia a los ot ros, han descubiert o en camb io el valor

- 12 -
de la int elig encia, co mo ar ma adicio nal, en lo que se ha
co nst it u ido ya en propó sit o medular del embr io nar io
Est ado: impo ner o bediencia y sujeció n a lo s más débiles
(pero que cuent an con el poder, nada desp reciable, de su
cada vez mayo r número).
Est os, a su vez, se han ido convirt iendo,
fu nc io nalment e co n su s obligacio nes, en lo s más
pro duct ivo s. La especializació n de los do minado res en el
uso de la fuerza, para lo cual han d esarro llado ar mas,
delega p au lat inament e en lo s débiles la carga de las
act ivid ades más út iles para t o da la incip ient e sociedad:
agr icu lt ura, const rucció n de viviendas, confecció n de
abr igo s, limpieza, aliment ació n del conju nt o, cuidado de
lo s niño s.

Pri mera est ratificaci ón soci a l

Se est ablece, pues la pr imer a divisió n so cial:


co hesio nado s por su capacidad de hacer daño , los
beneficiar io s del ro bo y el cr imen se const it uyen en clase
do minant e. Po r su part e, los perdedores en lo s pr imero s
co mbat es, se ven obligado s a asu mir las t areas más
pro duct ivas en su condic ió n de do minados.
Ambas c lases cont inúan mo vidas por el comple jo
psíqu ico orig inal, deno minado ego ísmo . Ambas est án
co mpuest as po r ho mbres y mu jeres dispuest os a somet er
al pró jimo para sat isfacer su s ansias. La d iferencia en la
ubicació n obt enida, dent ro del o rden progresivo, se
relacio na d ir ect ament e con su capac idad d e ast ucia o de

- 13 -
vio lencia. A ma yo r peligrosidad de l ind ividuo, a mayor
crueldad o ind ifer encia hacia el sufr imiento ajeno,
ma yo res posibilidades t iene de co nvert irse en gober nant e
de la congreg ació n pr imit iva.
Las mu jeres co mp art en y est imulan las mo t ivacio nes
de su s mar ido s; t ambién, por ciert o, los beneficio s
o bt enido s. Cuant os más brut ales sean lo s asesinat os
perpet rados por est o s primeros gobernant es, ma yor será
la o bed iencia qu e o bt eng an de una po blación
at errorizada. Lo s t iempo s pr imit ivos de la humanidad
deben de haber sido ext remadament e crueles. Co n
segur id ad cada día debía haber ho mbr es confront ándose
de u n mo do bár baro, hast a mor ir a veces, para conqu ist ar
pequeñas pr ivileg io s o afir mar lo s o bt enid os en
ant er iores co mbat es. Deducimo s est o pues ya muy
avanzado el desarro llo inst it ucio nal, en t iempos de los
Asir io s -uno s 1.800 año s ant es de Cr ist o-, la espant osa
crueldad co n que est o s impo nían su yugo a los pueblo s
so juzgado s, indica u n alt ís imo grado de violencia en las
relacio nes hu manas co nsider adas nor males. Téngase en
cuent a que han t ranscurr ido, al menos, unos 50.000 año s
desd e la apar ic ió n sobr e la t ierra del ho mo sapiens
(especie co nsid erada pro piament e humana).
Vo lvamo s a las sociedad es o r ig ina les. Se est ablecen
pues, las pr imeras dos grand es c lases, las de los
do minado res y lo s do minados, sin t ér mino s est r ict os aún,
dada la ext raord inar ia mo v ilidad co nser vada sin duda
durant e esa et apa, en donde todo est aba por hacerse. A
part ir de ent o nces las so cied ades t omaron co mo

- 14 -
refer encia básica para sus inst it u cio nes legales la no r ma
cap it al d el ego ísmo , do lo rosament e impuest a por los
cr imina les y su s có mplices desde los pr incipio s.

Pri meras legislaciones

Lo s ast ut o s, que fuero n ro deando a lo s vio lent os para


ser inclu ido s ent re lo s pr ivilegiado s, fueron concibiendo
reflex io nes, dest inadas a co nso lidar o perfeccio nar el
co nt ro l de su pandilla sobre la crecient e sociedad
pr imar ia. Las d isput as co t idianas por las cuales veían
amenazado el po der do minant e cada día, d eben de
haber les sug er ido la necesidad de nor mas, con el
pro pó sit o de regular lo que perc ib ían co mo peligroso
deso rden. Así, surg iero n las pr imer as le yes. Cast igo para
qu ien deso bedezca las órdenes del rey y sus sir vient es,
cast igo para quien no proveyer a la cant idad de bienes
est ipu lada co mo t ribut o , cast igo para quien se negara
ent regar sus hijas a la lu jur ia d e los band ido s... et cét era.
Pocas y brut ales, las pr imeras leyes deben de haber
co nfo r mado un cuerpo de concept o s memo r izado s y
t ransmit ido s por ciert os personajes select os del grupo
más cer cano al poder. (2)
Aco mpañando a los vio lent os ar mados -embr io nes de
br ig adas milit ares, ya- est os “jueces” segurament e
co menzaro n a reco rrer el t err it o rio so met ido , para
garant izar que cada act ividad social co ncu rra al o bjet ivo
de beneficiar a la clase do minant e.

- 15 -
Po r su part e los débiles, en algún mo ment o de la
evo lució n humana, aprendiero n que uniéndose en gran
nú mero podrían resist ir co n éxit o -e incluso derrot ar- a
las br igadas de bando leros que los explot aban. Est as
pr imer as insurreccio nes populares, en alg uno s casos
t riu nfant es, ind icaro n a lo s ast ut o s en el p oder la
necesidad de co mponer nor mas d e mayor co mplejid ad y
sut ileza, capaces de prevenir revuelt as co lect ivas. Con
ese fin, debiero n ot orgar concesio nes a lo s do minados,
para evit ar la t ransfor mació n de sus innumer ables
penur ias en peligrosas rebeld ías.
Fue así que se echó mano al recurso de est ablecer
le yes supuest ament e prot ectoras de los más débiles, co mo
herramient as necesar ias para co nt ener su insat isfacció n,
perpet ua, dent ro de límit es manejables.

Adveni miento de la relig ión

Lo s menos fuert es d e ent re los poderosos se vieron


animado s a buscar nuevos ele ment os concept uales que les
per mit ieran co nt r ibuir al o rden, est ablecido por la
vio lencia, y obt ener mayor part icipació n en sus
beneficio s. La noció n de Dios fue un halla zgo
so bresalient e para est os rezagados, debido a que no só lo
sir v ió per fect ament e a sus fines, sino pudo proveer les u n
inst rument o capaz de per mit ir les lleg ar a la d isput a del
co nt ro l mismo. Un pr imer co ncept o cent ral debe haber
sido el de “po der o torgado al rey, desde los ámbit os
d ivino s”.

- 16 -
Est o per mit ir ía un avance for midable en la do minació n
del p ueblo . No só lo se amenazaba con do lores fís icos a
qu ienes deso bedecier an las jerarqu ías est ablecidas: desde
lo s p lano s super iores, donde se cont ro laban las
t empest ades, el mo vimient o de las est acio nes y el t rueno ,
venía aho ra el mandat o ost ent ado por el rey co n sus
co labo radores. Bajo est e presupuest o, cuest io nar lo
aparejaba el r iesgo de ser fulminado por una cent ella en
med io del campo.
Deben de haber se est ablecido todo t ipo de mecanis mos
ing enio so s para simular fulminacio nes ejemplar es.
Posiblement e, art ilugio s co mo el Ar ca de la Alianza
hebrea, de cu ya const rucció n se infier e que co nst it uía
una esp ecie d e d ínamo , capaz de provocar choques de
elect r icid ad a quien la t o cara, fueron ideado s t ambién
co n est e fin. (3)

La Trinidad del pod er

De est a manera qu edaro n pu es est ablecidas


defin it ivament e las t res po dero sas co lumn as so bre las
que se so st uvo el po der hast a el pr esent e: la vio lencia,
las leyes y la relig ió n.
Ya en t iempos de Sargon I -uno s 2500 años ant es de
Cr ist o - lo s ejércit os habían alcanzado un
per feccio namient o dest ruct ivo t emible. Todo t ipo de
herramient as bélicas suma ment e mort ífer as habían sido
creadas, lo s milit ar es co nst it u ían ya u na co rpo ración
específica, y cada guerra implicaba mo v ilizar millo nes de

- 17 -
ho mbr es ar mados, disponiendo además de numerosas
máqu inas, el u so de animales, element os químicos,
et cét era. La Táct ica Milit ar se había co nvert ido en u na
ciencia, y la cast a se hab ía est rat ificado orgán icament e,
d ivid iéndose en o fic iales, subo fic iales y so ldado s. (4)
Co n el desarro llo de las civ ilizac io nes, lo que fuese
o rig ina lment e un rudiment ar io esbozo de orden po lít ico
se t ransfo r mó en co mp le jísimas for mas de gobier no.
Durant e los gobier nos faraó nico s, en Egip to, los reinos
babiló nico s, o el imper io chino, las leyes alcanzaro n u n
grado de sut ileza ext raordinar ia, const it uyendo miles de
cláu su las cont enidas en ext enso s vo lúmenes, cuyo
manejo dio lugar al su st ent o de una crecie nt e sub-clase,
ad min ist rat iva.
Po r su part e, los sacerdo t es co nst it uyeron só lidament e
una t ercera su b-clase do minant e, junt o a los milit ares y
lo s leg is ladores. Gigant escos t emplo s fuer on edificado s,
para usu fruct o sect orial, y t est imo nio concret o de su
po der. (5)

Hemo s co menzado con est o el desarro llo sist emát ico


de nuest ras reflexio nes acerca de las razones posibles de
la felic idad o infelic idad en el mundo.
Lo hicimo s desde el punt o de vist a purament e
“o bjet ivo ”, est o es, part iendo de dat os razonablement e
co mpro bables. E xist en numerosas e int eresant ísimas
t eorías (o “co nst at acio nes”, según sus expo sit ores)
pro venient es de las religio nes, corrient es esot éricas, o
invest igacio nes parale las a la ciencia. De mo ment o

- 18 -
prefer imo s dejar las para la pró xima ent rega, que
esper amo s sea mu y pront o .

Me queda, aho ra, sólo despedir me, con un saludo


frat ernal.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

* Sal 110. Lc 7, 31-35. 1981: John Da vid T r oyer ,


mis ioner o menonita de EE. UU., már tir de la justicia en
Guatemala. ( Agenda Latinoa mer ica na 2003. Centr o Nu eva
T ier r a, Car men de Patagones, Pcia. de Bu eno s Air es,
Ar gent ina)
(1) Nueva Biblia Española. Ediciones Cr ist iandad,
Madr id, 1975. Libr o de J osu é, capítu lo 6.
(2) “El suplicio des emp eña, pu es, u na fu nción jur ídico-
polít ica. Se tr ata de u n cer emo nia l qu e t iene por ob jet o
r econstitu ir la sob er anía por un instant e ultr ajada : la r estaur a
ma nif está ndola en t odo su esp lendor . La ejecución pú blica,
por pr ecip itada y cot idia na qu e s ea, s e ins er ta en toda la s er ie
de los gr andes r itua les del p oder eclipsado y r estaur ado
(cor onación, entr ada del r ey en u na ciu da d conqu ista da,
su mis ión de los súb dit os sub leva dos ); por encima del cr imen

- 19 -
qu e ha menospr ecia do al s ob er ano, desp liega a los ojos de
todos u na fu er za invencib le. Su ob jet o es menos r establecer
un equ ilibr io qu e p oner en ju ego, hasta su punt o extr emo, la
dis imetr ía entr e el súb dit o qu e ha osado viola r la ley, y el
sob er a no omnip ot ent e qu e ejer ce su fu er za. Si la r epar ación
del da ño pr iva do, ocas iona do por el delit o, deb e s er bien
pr op or cionada, si la s ent encia deb e s er equ ita tiva, la
ejecu ción de la pena no s e r ealiza par a dar es p ectácu lo de la
mesur a, sino el del des equ ilibr io y del exces o; deb e ex ist ir ,
en esa litur gia de la p ena, una afir mación enf ática del p oder y
de su sup er ior ida d intr íns eca. Y esta sup er ior ida d no es
simp lement e la del der echo, sino la de la fu er za fís ica del
sob er a no cayendo s obr e el cu er p o de su adver sar io y
dominá ndolo: a l qu ebr antar la ley, el infr actor ha atenta do
contr a la per sona mis ma del pr íncip e; es ella - o al menos
aqu ellos en qu ienes ha delega do su fu er za- la qu e s e ap oder a
del cu er p o del condena do par a mostr ar lo mar cado, vencido,
r oto. La cer emonia pu nit iva es, pu es, en su ma,
`ater r or iza nt e´. [...]...una política del t er r or : hacer s ens ib le a
todos, sobr e el cu er p o del cr imina l, la pr es encia des enfr ena da
del s ob er a no. El sup licio no r establecía la jus ticia; r eact ivaba
el p oder .” (M ichel F oucau lt. Vigilar y castig ar. Nacimient o
de la pr is ión. Siglo Veint iu no E dit or es. Méx ico, 1976.)
(3) “Algu nas r ef er encias [...] apuntan más a qu e s e tr atar a
de u na ar ma mor tíf er a qu e u na r eliqu ia sagr ada. As í [...]
atr ibuyer on el der r u mba mient o de los mur os de J er icó a los
extr aor dinar ios p oder es del Ar ca [...]. Poster ior ment e, cua ndo
la r eliqu ia sagr ada cayó en ma nos de los f ilis teos, est os
sufr ier on u na plaga de r atones qu e pr odu jo entr e el pu eb lo
una ep idemia de tu mor es. L os f ilist eos devolvier on p or fin el
Ar ca a los isr aelitas (1 Samu el, 5,6), y fu e entonces cua ndo
los hombr es de Bet Semes s e la qu edar on mir ando f ija ment e,

- 20 -
mur iendo `p or obr a de Ya vé´, 50.000 de ellos (I Samu el,
6:19 ). El ep is odio de los r atones r ecu er da a las plagas de
Egipt o.” (R ob er t G oodma n, “Las ar mas de Yavé”, ar tícu lo
publicado p or la r evista Más Allá de la Ciencia, Monogr áfico
Nº 17, 17 de ju nio de 1996, Madr id, España.)
(4) “La pr imer a dinast ía qu e r ealment e domi nó el N or t e y
el Sur fu e fu nda da alr ededor de 1872 p or Sargon, sacer dot e
de ba ja extr acción de Is htar , diosa de las batallas. [...]
...eligió Akka d par a su capital, pr obablement e p or r azones
militar es, ya qu e en es e pu nt o el T igr is y el Eufr ates s ólo
estaban s epar ados p or una dista ncia de 15 millas. En el
s egu ndo año de su r einado, conqu ist ó E la m, y lu ego sub yu gó
el O est e hasta el M edit er r áneo y Chipr e. S e hizo fr ent e con
fir meza a fr ecu ent es r evu eltas; por ejemp lo, s egú n cu enta la
cr ónica, `convir t ió Kasalla en p olvo y mont ones de r u inas;
destr uyó hasta los nidos de los pájar os ´.
“El instr u ment o básico de gu er r a en M es op ot amia despu és
de 350 0 a. de J.C. fu e el car r o. T ir ados por cuatr o asnos [...]
tienen u n alt o y ver t ica l panel pr ot ect or en el fr ent e, lo cual
sugier e qu e s e usar on nor ma lment e par a ataqu es dir ect os y
fr ontales. La tr ipulación const itu ía de dos hombr es : el
conduct or y u n s oldado ar ma do con la nza y jabalina. La
fu nción pr incipal del car r o mes op ota mio consist ía en car gar y
s embr ar el pánico entr e el enemigo, par ticipando la
tr ipulación en la batalla, pr imer o a media dis tancia con las
jabalinas, y lu ego a cor ta distancia, con las lanzas. [...]La
ma za siempr e fu e u n ar ma en uso constant e, par ticular ment e
apr ecia da por los egip cios; p er o, al apar ecer los fu er t es
cascos, su r oma cab eza fu e menos ef ect iva, y el hacha cobr ó
ma yor imp or tancia.” (Mar iscal M ont gomer y, vizconde de
Ala mein. Historia del Arte de la Guerra. Capítu lo 3. Págs. 33

- 21 -
y 34. T raducción de Jua n Gar cía-Pu ent e. E dit or ia l Agu ilar ,
Madr id, España, 1969.)
(5) Fr agment os del cap ítu lo 1 de u n libr o qu e, con
par ecido pr op ós it o al de estas Car tas, comen cé a es cr ib ir el
año pasado.

- 22 -
CARTA Nº 2

Aut onomía, Santia go del Est er o, 8 de ma yo de 2003 ( día del


cu mp lea ños Nº 50 de mi esp osa G lor ia Gallegos )

Quer idas her manas y her mano s:

E l Señor Feudal “podrá acost arse con la esposa del


recién casado ” d ice un art ícu lo d e la ley Normanda. E n
su redacció n de 14 19, luego de numeroso s conflict os
o currido s por causa de est e derecho est at al, se at enúan
ant er iores dispo sic io nes agregando la posibilidad de
evit ar lo “si ést e (el recién casado) o sus par ient es [...]
ent regan el dinero del rescat e”. (1)
Tal beneficio par a lo s poderosos no merecer ía mayo res
co ment ar ios. Bast a una reflex ió n accesible al cerebro
meno s cu lt ivado para co mprender que, desde lo s or ígenes
de la o rganizació n humana, lo s cr iminales, despiadado s,
ast utos, audaces, fuero n est ablec iendo su do minació n
so bre lo s demás, obligándo los a cu mplir hast a sus
exigencias más humillant es. E l det alle singu lar es, sin
embargo , que qu ienes ejercían est e derecho brut al, de
co pu lar con la jo ven espo sa ant es de su esposo leg al -o
co pu lar, cuando se les ant o jase, con las hijas de las
nu mero sas familias que habit aban sus ext ensos campos-
eran lla mado s “Pr ínc ipes Cr ist iano s”.

- 23 -
La cu est ió n suscit a ent onces la inquiet ud por saber en
cuáles precept o s de Jesús, lla mado “E l Cr ist o ” o “E l
Mesías” fundament aron su legis lació n secular lo s obispos
de la Ig lesia. (2) Pues a part ir de la consagració n del
Est ado a la Ig lesia Cat ó lica, efect uada por el emp erador
Co nst ant ino en 312, la jerarquía episco pal fue
adquir iendo un predo minio ideo lóg ico sobre la sociedad
que alcanzó su mayo r influencia precisament e en la Edad
Med ia. (3)
Veamo s, ent onces, qué dicen lo s Evangelios
(t ranscr ip ció n u niver salment e acept ada de las palabr as de
Jesucr ist o) sobre est e asunt o. “Os han enseñado que se
mandó `No comet erás adult er io ´. Pues yo o s digo: Todo
el qu e mir a a una mujer casada excit ando su deseo po r
ella, ya ha co met ido adu lt er io en su int er ior” (Mat eo
5:27-28).
Parece muy claro. E l cr ist iano ( llamado así por
co nsid erárselo seguido r=imit ador de Jesús) no debe
siqu ier a “exc it ar su deseo ( int er ior ment e) hacia u na
mu jer casada”. Se infier e que menos aún deber ía expr esar
est e deseo ant e ot ras personas, precipit ando más su caída
en el pecado si se at revier a a co nfesar d icho s deseo s a la
seño ra mis ma que est á co diciando . ¿Qu é d ecir del
at revimient o a co pular con ella, y - mu cho peor- o bligar a
su espo so legal a esper ar en la habit ació n cont igua,
co nsu mido por la humillació n y la vergüenza, mient ras el
duque, el conde o el rey, penet ra una y ot ra vez co mo se
le ant o ja a la mujer amada, a la muchacha dulce, que
qu izás ha venerado en secret o el esposo desde la infancia

- 24 -
de ambo s, por la cu al po sib le ment e ha esperado mucho s
año s para ofrecer le ser madre de sus hijos, compart ir la
vid a co n él, para una vez obt enido est e pr ivileg io
sagrado , ver se o blig ado a tolerar de est a manera injur io sa
el mancilla mient o salvaje de su alianza?
No so lament e lo s no r mando s, que do minar on Inglat erra
y gran p art e de Euro pa durant e mucho s siglos, se
go ber naban con est a leg islació n bár bara.
E l “derecho de pernada” era u na cláusula
práct icament e universal en el sist ema que regía al mundo
“cr ist iano ”, durant e más de 1.200 años. Hast a las
pr imer as revo lucio nes burgu esas, que desde el siglo XVII
co menzaro n a poner freno al po der feudal. Pero veamo s
cuál era la relació n de la jer arquía eclesiást ica co n los
no r mando s, cuya leg is lació n sir vió co mo modelo est at al
durant e el per io do mencio nado.
En 1061, el Papa Ale jandro II accedió al t rono
po nt ific io gracias a su s relacio nes co n la nobleza. Amigo
perso nal de Gu iller mo de Nor mand ía, en r et ribució n por
el apo yo prest ado “bendijo su empresa de conquist ar
Ing lat erra”. (4)
Est e pro blema ya había sido puest o bajo prescr ipció n
legal por la t radició n israelit a al menos 1. 200 años ant es
de Cr ist o. Se le dio t ant a impo rt ancia, que al est ablecer
lo s Diez Mand amient os el adu lt er io es mencio nado dos
veces -en la sext a y la décima cláusula. E llo, en un
mó d u lo legal t an escuet o, indica por ciert o una especial
valo ració n d el t ema. E l decálogo de Mo isés ad mo niza:
“No andes co n la mu jer de t u pró jimo” en el versículo 14

- 25 -
del cap ít ulo 20. Para reafir mar : “No codicies su mu jer...”
en el versícu lo 17. (5) Evident ement e, Jesús no hizo ot ra
co sa que resp aldar la leg islació n de lo s isr aelit as, cuya
religió n profesaba y a quienes consideraba insp irado s
d irect ament e po r Dios.
Aho ra bien, lleguemos a l núcleo de la cuest ión.
¿Qué est amos bu scando, at acar a la jerarquía episcopal
cat ó lica? Para nada. Las ot ras organizacio nes llamadas
cr ist ianas, t ant o la de Lut ero, como la de Calvino u ot ros
refo r mado res, no present aro n act it udes dist int as en
relació n co n est e y o t ro s pr ivileg ios d e los bár baros
go ber nant es. E l ang licanis mo t uvo su o rig en en la rupt ura
del re y ing lés Enr ique VIII con el P apa Clement e VII,
que se o ponía al d ivo rc io del rey.
Enr ique d eseaba casarse co n Ana Bo lena. Est e deseo
ind u jo a la Co ngregació n Cat ó lica ing lesa su separació n
de Ro ma, cuando el Papa se negó a abo lir el pr imer
mat r imo nio de E nr ique VIII con Cat alina de Ar agón.
Acusada de t raició n y adu lt er io, fue co ndenada a muert e
y decap it ada. E l rey se procla mó cabeza de la Iglesia de
Ing lat erra en 1534. La do ct rina t eo ló gica cat ólica se
mant u vo al pr incip io int act a. Más adelant e, d ist int as
in flu encias - y en concret o lo s pur it anos- hicieron del
ang lican ismo u na co nfesió n int er media. ¡Crear una
ig lesia nueva para po der cambiar de espo sa! E n est o se
ve la insensat ez que gu ía co n frecuenc ia a la co nduct a
hu mana. ¡Y t odo un pueblo, co nst it uido por millo nes de
perso nas co n int eligencia, acept ar est as impo sicio nes!

- 26 -
Es co nt ra est a insensat ez, est a irrac io nalidad, est a
inhu manidad de lo s hu mano s - valga la aparent e
ext ravag ancia del ep it het o n- y los sist emas de relació n
que han pract icado, durant e su ya larga exist encia so bre
la T ierra, que arremet emo s co n empeño desde nuest ras
mo d est as co municacio nes filo só ficas. E int ent amos
hacer lo en la exist encia co t idiana, desde los año s de
nu est ra juvent ud. Pues de la mis ma bar bar ie dest ruct iva
que ha emanado el “derecho de per nada” en la Ley
Normanda, se han o r iginado gran part e de lo s decr et os
legales, que r igen las inst it ucio nes est at ales aún el d ía de
ho y.
Est a co nsagració n de la vio lencia co mo respaldo
leg ít imo del der echo , del ego ísmo, la mezqu indad, la
amb ició n, co mo eje regu lador de la cult ur a social, impide
el est ablecimient o de aquello s valor es anh elados durant e
milen io s por la ma yor part e de los humanos -los “ot ros”
hu mano s, lo s que no t enemo s (ni qu eremo s) el poder-:
Est o es, la Paz, la Libert ad, la Felic idad.

Lo s saludo co n mi ma yor afect o.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

- 27 -
(1) T r anscr ipt o por J. Bü hler , Vida y cultura en la Edad
Media (pr imer a edición alema na en 1931). La edición de
donde fu e t oma da es la tr aducción al cast ellano de Wences lao
Roces, al cu idado de Da niel C os ío Villegas, publicada en
1946 por el Fondo de Cu ltur a Económica de Méx ico.
(2) La palabr a “Cr isto” pr oviene del gr iego J r istos y del
latín C hr istus, y s ignif ica ungido. “Mes ías” es una palabr a de
los hebr eos, aplica da en sus textos tr adiciona les a qu ien t iene
“la mis ión de lib er ar , e imp la ntar el der echo y la just icia en
el mu ndo ent er o [...] La r elación de a mor y f idelida d entr e el
Mes ías y su pu eblo s e expr esa, como en el AT , (Os 2,16-18),
con el símb olo conyu gal”. (Comentar io de Lu is Alons o
Schökel y Jua n Mateos, jesu itas, dir ect or es de los equ ip os del
I nstitut o Or iental y del I nst itut o Bíb lico de Roma, qu ienes
ju nt o a 14 catedr áticos y nu mer os os miembr os de dichos
inst itut os tr adujer on la Nueva Biblia Español a. Pr imer a
edición, E diciones Cr ist ia ndad, Hu es ca, Madr id, 1975.)
(3) Consta nt ino der r ot ó a su cont endient e –su pr opio
her ma no Majencio–, en su gu er r a por el tr ono dur ant e el año
312. T uvo par a eso el ap oyo esp ir itua l del ob isp o afr ica no
Milcía des (311 -314 ). Pr emió a la Igles ia des echando las
pr opu estas de los donat istas y otr os agr upa mient os cr ist ianos,
par a otor gar a la línea r oma na un pap el r ect or . En 314 el
emp er a dor - no el Ob isp o de Roma- convocó a un gr an s ínodo
epis copa l en su gr an f inca del Lat er ano. Est e encu entr o
cimentar ía las bases de lo qu e lu ego s e iba a conocer con el
nombr e de I gles ia Católica Roma na. Más tar de, en esta mis ma
pr op ieda d, el emp er a dor r oma no constr u ir ía el pr imer gr an
monu ment o del catolicis mo, la basílica “San Juan de L etr án”.
(J os ef G el mi, Die Päpst e in Lebensbildern, Ver lag St yr ia,
Gr az-Viena -C olonia, 1983.)

- 28 -
(4) Isaac As imov. Cr onología del Mu ndo. Pr imer a edición
en inglés : Har per s Collins Publis her s, I nc. Primer a edición en
castella no, tr aducción de Vicent e Villaca mpa: E dit or ial Ar iel,
S.A., Bar celona, 1992.
(5) La Biblia. T raducida, pr es enta da y comen tada “par a las
comu nida des de Latinoa mér ica y par a los qu e buscan a Dios”,
por un equ ip o pastor al bajo la dir ección de R amón R icciar di.
Nihil Obstat Alf ons o Zimmer ma nn C.ss.R. Primer a edición:
Ediciones Paulinas-E dit or ia l Ver b o Divino-E dit or ia l Alfr edo
Or tells, Concep ción, Chile, Madr id, España, 1972.

- 29 -
CARTA Nº 3

Aut onomía, Santia go del Est er o, Ar gent ina, miér coles 14 de


ma yo de 20 03 *

Quer idas amigas y amigos:

“Cuando la det uvieron, encaró a uno de los po licías y


le d ijo , sin miedo:
`Vo s, rat i put o... a mí no me vas a hacer nada. No
po dés to car me, sabés que so y menor, put azo ” [...] “`No
se t rat a de una más de la band a o la cara bonit a del grupo
a la que mandaban a seducir a las víct imas. Est a chica es
la jefa d e la o rganizació n´, d ijo a La Nación una
calificada fuent e de la po licía bo naer ense”. (1)
T iene el pelo t eñido de rosa fur io so y usa zapat illas
que cuest an quinient os pesos -narra el cronist a. Est o se
ent iend e fácilment e, pues co n su banda se dedican
pro fesio nalment e a los secuest ros, y en cada u no de ello s
o bt ienen co mo pro med io ent re 10.000 y 3.000 dó lares,
que se rep art en. E lla, la jefa, t iene quince años.
“S in madre y sin padre, fue cr iada por una t ía en una
villa de emerg encia, en la que diez mil habit ant es
co nviven en casillas de paredes de cart ón o madera,
separ adas po r pasillos laber ínt icos, por donde corre todo
aquello que deber ía ir a las cloacas”. (1)

- 30 -
Una asist ent e social le pregunt ó por qué se había
ded icado a secuest rar gent e; la chiquilla cont est ó : “Un
d ía fu i a robar u n coche. E l aut o no est aba est acio nado .
Lo mane jaba una perso na. En lugar de robar el co che, en
ese mo ment o , p int ó lo del secu est ro y con un novio mío
no s llevamo s a l t ipo . Fue así, pint ó y nada más”. A los
cat o rce año s decid ió fo r mar su propia banda, con jó venes
de su mismo barr io . Se incorpo raron, t ambién, t res
perso nas mayores. Al ser det enid a, hace unos qu ince
d ías, la chica present aba u n embar azo de mes y medio.
Me est remezco al pensar en la candidez de las chicas
de qu ince años que conozco , co mparándo la con la fier eza
salva je de est a muchacha. Mis co nocidas son, claro,
chicas de provinc ia. Est e fact or, cuya validez int ent aré
ju st ificar, puede t ener part icu lar gravit ació n en las
perso nalidades. A él deben sumarse ot ros do s, de mayor
impo rt ancia ind iv idual, pero co ndicio nado s en gran
med ida po r lo s ant er io res: el amor recibid o (o no)
durant e su exist encia, y el miedo.
Veamo s el pr imer fact or, est o es, la densidad
po blacio nal del ámbit o donde nos relacio namos co n los
demás. A quienes pert enecemo s a poblaciones poco
nu mero sas, nos parece inaudit o que se pu eda habit ar en
ciudad es co mo la capit al de Bu enos Air es, sin vo lverse
lo co s. De igu al o pin ió n er a Schumacher (no el corredor
de carreras, ni el ex arquero de la Selección alemana,
sino u n gran eco no mist a, aut or del libro Lo pequeño es
hermoso).

- 31 -
É l so st uvo que una concent ració n ur bana,
so brep asando lo s 25.000 habit ant es, co mienza
pau lat inament e a deshu manizar se. Todo aquello que
co nt iene y regu la no r mas acept ables d e convivencia se
desg ast a y t iende a desaparecer, en relación direct a con
el cr ecimient o de la població n. Es mucho más difícil
co met er un delit o cuando cono cemo s a t odos desde niño s,
y ello s no s co no cen, incluyendo a nu est ros padres,
abuelo s e incluso más. En sent ido inverso, la so lidar id ad
t iene la cat egor ía de un deber, para lo s miembros de est as
pequeñas co munidades. Se t rat a de una simplificació n,
po r ciert o, pero expresiva de las t end encia s genera les,
co mpro badas de un mo do direct o a lo largo de nuest ra
exist encia. S in embar go , cuando mencio namo s las t eorías
de Schumacher, en u na co nversació n con el filó so fo
alemán Kar l Ot t o Apel, est e las desechó cat egóricament e.
“...so n pro puest as idealist as...”, dijo ; “no son
pract icables...” Est e int elect ual de la glo balizació n, cu yo
pensamient o se est ud ia en casi t odas las universidades
del mundo , co nsidera que “no t enemos nin guna
alt er nat iva, por aho ra, a la econo mía de mercado”.
Au nque reco no ce que “Co mo ust ed ha apunt ado , exist e la
cuest ió n de que e l sist ema, el `sist ema ma rco´ del
cap it alis mo , genera más bien una act it ud no-so lidar ia, y
eso est á aso ciado direct ament e co n su basament o en la
co mpet encia.” (2)
Precisament e, es en la co mp et encia, por la cual el
pró jimo se conviert e frecu ent ement e en adversar io feroz,
do nde se desarro llan las cua lidades más deplorables. “E l

- 32 -
in fier no son lo s otros”, acuñó agudament e Jean-Pau l
Sart re. Esto es ap licable t ant o en Par ís como en
Guayamba. Aunque segur ament e en Par ís, donde habit aba
el aut o r de la fr ase, es po sib le co mpro bar la vigencia de
est a oscura cualidad social más fácilment e que en
Guayamba, do nde se pract ica una elaborada cordialidad.
(3)

Vamo s ahora al pr imer fact o r individual: la provisió n


(o carencia) de a mor en el ent orno familia r. No puedo
o lvid ar u na sit uació n viv ida en el campo.
Habit ábamo s, con mi esposa y nuest ras hijit as, una
casa grande y co nfort able en medio de lo s sembradío s, al
lado de un inmenso bo sque nat ural. A unos diez met ros
de d ist ancia hacia la derecha co rría una angost a acequia,
bo rdead a po r elegant es ár bo les que se per dían enfilado s
hacia el hor izo nt e. Una mañana, como a las once y
med ia, est aba escr ibiendo , en una pequeña oficina
co nst ru ida para t al efect o a un cost ado de nuest ra casa.
Llo viznaba de un modo apenas percept ible. Sin quit ar me
las embarr adas bo t as de go ma -pues hab ía est ado
t rabajando en el campo durant e la mañana- est aba
co rrig iendo algú n t ext o , supongo , no lo recuerdo con
clar idad, mient ras mi espo sa cocinaba. De repent e
escu ché lo s gr it o s de mi hija Rocío , de cuat ro años:
“¡Mamá! ¡Papá! ¡La Lupit a se ha caído al agua!...” Ciert a
fuerza co mo la propulsió n d e u n avió n a chorro me
impu lsó desd e la t ráquea y salí vo lt eando la mesit a donde
escr ib ía; nos at ro pella mos co n mi esposa que desde la

- 33 -
co cina se había lanzado hacia fuera de igual for ma. Mis
p ier nas más larg as me per mit ieron llegar más rápido a la
acequia, me met í hast a lo s mu slo s en el agua y co mencé a
caminar con grandes zancad as, resbalando en el mu sgo, a
favo r de la co rrient e. A u no s seis o siet e met ros de
d ist ancia la cabeza de mi h ijit a se levant aba y se hundía
so bre las pequ eñas o las del agua encrespada po r el
vient o . La co rrient e la llevaba ráp idament e hacia un
puent e, sost enido bajo el agua por dos t ubos angost os de
cement o . ¡S i llegaba allí no la podr ía sacar, mis ho mbros
me imp ed ir ían hacer lo au nque me enco giera al máximo !
No sé co mo llegué a ella, cuando le falt aban do s met ros
para llegar hast a los fat íd ico s t ubos; la levant é con to das
mis fu erzas, arrancándo la de la corrient e helada.
Salí co n mi hijit a en brazos, con la mit ad infer ior de la
ro pa negra de lodo y la camisa empapada po r haber me
lanzado en el últ imo t ramo de bru ces, par a poder
alcanzar la, el pelo cho rreando pues ahora llo vía con
fuerza. Y sint iendo el pequeño cuerpecit o t ibio que se
acurrucaba cont ra mi pecho no pude cont ener el llant o.
Mient ras caminaba hacia la casa no podía cont est ar le a
mi espo sa Glor ia, que t amb ién lloraba y hacía pregunt as
co rriendo a mi lado , mient ras la peq ueña Rocío corría y
lagr imeaba t ambién. Rápid ament e la envo lvimo s en una
to alla, so bre la mesa de nuest ra cocina, la secamos bien.
Glor ia le puso pañales limpio s, y u n o sit o. Ot ra vez la
alcé para llevar la a la habit ació n. E lla me miró con
cansada gravedad ; apo yó su cabecit a en mi pecho, y se
dur mió. Guadalupe t enía ent o nces do s año s. Es una

- 34 -
her mo sa muchacha de 18, ho y, y t iene no vio . Su caráct er
es muy agradable y repo sado. ¿Qué hubier a o currido de
no est ar allí su padre o su madre para salv ar la del agua?
¿Qué suced e cuando no t enemos a nad ie cuidándo nos,
durant e la infancia?

----------
NOT A: Aqu í he deb ido int er r u mp ir ayer la r edacción de
esta Car ta. Retomo, hoy:

Ju eves 15 de ma yo de 2003 **

En la esqu ina, casa de por medio con nosot ros, habit a


el jefe d e la Po licía Federal co n su familia. Tiene cu at ro
perro s. Lo s hemo s vist o pocas veces, pues son
su mament e feroces. E vident ement e el je fe t iene miedo.
De o tro mo do no se exp lica qu e t enga allí, at ados en el
pat io de su casa, a do s gigant esco s rob wyler ( ¿se escr ibe
así? me refiero a eso s feo s animales negro s, con algo de
bu ll-do gs y dogos) que ladran const ant ement e.
Y en su galer ía delant era -t ot alment e cercada por rejas
que se u nen con el t echo y se abr en só lo po r un sist ema
elect rónico de co nt rol remo t o- ot ro perrazo co mo para
una pelícu la de t erro r. Su espo sa -que t ambién t rabaja en
la Po lic ía Federal- ha sa lido a veces a pasear fugazment e
co n el cuart o perro: es pequeñit o , blanco, coqueto. T iene
vo z fin it a, co mo corresponde.
Co no cemo s las vo ces de t odos los perros pues ladran,
co mo d ijimo s, co nst ant ement e. El más pet izo aúlla a
veces de do lor, señal quizás de a lgún t arascón de lo s más

- 35 -
grandes -aunque nos ha dicho su vecina in mediat a que lo s
t ienen separado s ent re sí, po r rejas cubiert as co n t elas
met álicas. Una vez su bí al t echo de mi casa y vi ese
pat io : es un campo de co ncent ració n. Se p erciben ámbit os
d ifer enciado s, co nfir mando lo d icho por nuest ra vecina
int er med ia, en recuadro s t abicado s por estruct uras
alambrad as. Al fo ndo lo que parece un par de celdas, de
só lido aspect o .
To do muy pro lijo, pint ado de verde sapo, co mo los
cuart eles milit ar es.
Pero vo lvamo s al miedo. Nad ie sensat o se at rever ía a
acercarse a lo s perros de mi vecino el po licía. Aho ra
bien, est o no se debe a que los animales sean
nat uralment e vio lent o s, sino que se han convert ido en eso
po r causa del malt rat o recibido . Pese a que est án
per fect ament e aliment ados y limp io s -co mo lo s chicos
no rt eamer icano s que t o man un fusil para disparar so bre
sus co mpañeros- su fr iero n desde su in fancia el miedo
t errible d e no saber jamás co n precisió n algo aunque
fuera d e lo que sucede en el ext er ior. (4) Lo s co mparo
co n aquellos perr illo s vag abundo s, sucios, a veces con
algu na llaga, que ho lgazanean en la plazo let a a la cual da
el p at io trasero de mi casa. Uno puede acercarse
t ranqu ilament e a ello s y acar iciar lo s, po r grandes que
sean. So n pobres pero t ranqu ilos.
Co mpensan la carencia de aliment os o cuidados
co rrecto s co n su libert ad.
E llo s habit an g eneralment e casuchas de la ext endida
urban izació n humilde que circu nda a nuest ro barr io de

- 36 -
clase med ia. Los perro s co mpart en habit acio nes co n lo s
hu mano s, a veces duer men ent reverado s con ello s, en el
suelo o so bre sencillo s camast ros. También t ienen afect o.

La muchacha p ist olera... ¿lo hu biera sido de vivir en


Sant iago ? No hu biera llevado el p elo t eñido de “rosa
fur io so ”, segurament e, pues su s amigos la hubier an
cargado (aquí es inevit able est ar siempr e rodeado de
amigos; la g ent e t iene mucho t iempo para co mpart ir). Esa
chiqu illa secuest rado ra... ¿hu biese sido t an agr esiva, si la
hu b iesen cr iado un padre afect uo so y u na madre?...

No deseo redact ar corolar io s para est as sencillas


o bser vacio nes que quise co mpart ir ho y. S i ellas sir ven
para mot ivar algu na conclus ió n desde ust edes, que a su
vez sir va para mejorar un poco el espacio cósmico do nde
–nos gu st e o no– conviv imo s t o dos... ¡me sent iré mu y
feliz!

Un saludo afect uo so, de

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

- 37 -
* Matías. Hch. 1, 15-17,20,26. Sal 112/Jn,15 9-17.
1811: D ía de la I ndep endencia de Par aguay. 1904: Mu er e
Mar iano Avella na, mis ioner o eva ngeliza dor del pu eb lo,
clar et iano, en C hile. 1980 : Masacr e del r ío S u mpu l, en El
Salva dor . 1980: Juan Ccaccya Chipa na, obr er o, militant e,
víct ima de la r epr es ión p olicia l en P er ú. 1981: E l sacer dot e
Car los Gálvez Galindo es ases ina do p or parapolicia les en
Guatemala. 1991: P or f ir io Suny Qu isp e, educador y miembr o
de or ganizaciones de s olidar ida d, es as es ina do p or
par apoliciales en P er ú. (Fuent e: Agenda Latinoa mer icana-
Mundial 2003. C entr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones,
Ar gent ina.)
(1) D iar io La Nación, Bu enos Air es, domingo 11 de ma yo
de 200 3, página 18. Aclar ación: supusimos “puto”, “putazo”
donde s ólo s e hab ía impr es o “p...”
(2) “El diálogo entr e p obr es y r icos no s ólo es pos ib le,
sino el ú nico ca mino”. E ntr evista con Kar l O tto Ap el. D iar io
El L ib er al, s ección Cultur a, Pag. 1, sábado 9 de octubr e de
1993.
(3) Guaya mba. Pueb lo entr e las s er r anías, casi en el límit e
de Sant ia go del Est er o con la pr ovincia de Catamar ca.
Semeja nt e a nu mer os os pu eblos de la r egión, me atr evo a
ins er tar un fr agment o de u n viejo cu ent o, con la idea de qu e
pu ede s er útil par a imaginar los : “[...] es u n pequ eño
conglomer a do de casas antiguas, sencillas y bien cu idadas,
entr e las sier r as. [...] Me hallaba, dos o tr es días despu és de
llegar , meditando s er ena ment e en la her mosa placita de
Belén, mientr as avanzaba suavement e s obr e los ár boles el
cr epúscu lo pr ima ver al. Acababan de r egar las calles de t ier r a
y f lotaba en el air e u n olor a hu meda d, qu e mezcla do al de las
flor es y hojas r ever decient es de los cent enar ios ár boles,
pr oducía en el esp ír itu como u na s ensación edénica de

- 38 -
tr anqu ilidad. E n el moment o en qu e comi enza n a des dib ujar s e
los cont or nos y las casas par ecen f lotar en el air e t enu e, fu e
qu e vi la apar ición de esa mu jer .” (El Mala m or, 1982)
(4) N ota de 2009. R ecient ement e, con mot ivo del
inca lif icable desp edaza mient o de u n niñit o p or el dogo de u na
abogada de ap ellido L edes ma, mi a migo Alejandr o Br uhn
Gauna, esp ecia lista en p er r os, me ha exp licado lo sigu ient e:
tanto los dogos, como los r ott weiler (ahor a apr endí a
escr ib ir lo gr acias a mi a miga Ama lita), son r azas
“ar tif iciales”. Es decir , fu er on cr eadas, por medio de lar gos
y tr abajos os entr ecr uza mient os genét icos, qu e inclu yer on
tr atamient os qu ímicos, par a obtener r esu ltados esp ecíf icos.
¿Y cuáles er an los ob jet ivos de tal ma nipu lación? Obt ener
p er r os ef icaces par a matar .

** Is idr o Labr ador . Juana de L est onna c. Hch. 13,13-25/Sal


88/Jn 13,16-20.
1903: Fusila n en C hir iqu i, Pana má, al gener a l y gu er r iller o
Vict or ia no Lor enzo, hér oe nacional. 1986 : Nicolás Chu y
Cu mes, pastor eva ngélico, már tir de la lib er t ad de expr es ión
en G uatema la. 1987: Már tir es indígenas, víct imas del desp ojo
de sus t ier r as, en Baga dó, Colomb ia. Día Int er naciona l de los
Objet or es de C onciencia. (Fuent e: Agenda Latinoa mer icana-
Mundial 2003. C entr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones,
Ar gent ina.)

P.D.: Agr adezco las r espu estas r ecib idas. Particu lar ment e
la calidez de algu nas, como las de Car los R. Zur ita o Víct or
M.S. Maldona do, qu ienes ta mb ién envía n u n cor dial salu do
par a mi esp osa Glor ia, qu e cu mp lió años el 8 de ma yo.
T ambién las de I lea na Álvar ez, Jor ge Canllo y J os é Adet. H e
r ecib ido algu nas sin nada escr it o, como la de “Díaz Lannes ”:

- 39 -
int er pr et o qu e pu edo cont inuar enviándoles mis car tas, con
una fr ecu encia más o menos s ema nal. Si no es así, por favor
cor r íja nme. Finalment e, aunqu e no en ú lt imo lu gar , cont est o a
Víct or : ¡S í, Raúl Dar goltz es u n a migo entr añable, además de
un extr aor dinar io ar gent ino! ¡M e a legr o de qu e compar tamos
el pr ivilegio de su a mistad! Nu eva ment e, u n salu do
afectu os o.

- 40 -
CARTA Nº 4

Aut onomía, Santia go del Est er o, ju eves 29 de ma yo de 2003 *

¿Qué t ienen los europeo s que no t engamo s nosot ros?


Muchas cosas.
Part icu lar ment e eso : co sas. Aparat os, edificios,
aut o mó viles. Eso t ienen. Co nfro nt ados a tant a
d ispo nib ilidad no sot ros aparecemo s desvalidos. Una
belga que nos vis it aba en 1988 est uvo un rato o bser vando
a mi espo sa quien, muy co nt ent a, preparaba exquis it o s
hu evos revuelt os con cebo llas en u na gran sart én,
so st eniendo la t apa co n u na mano y cant urreando. Una
vaharada, saliendo po r los cost ados de la sart én nos
envo lvía. De rep ent e, la belga habló, co mo quien piensa
en vo z alt a:
-¡Cu án po bres so is! -dijo .
- ¿Po r qué? -pregu nt ó mi espo sa.
-En Euro pa hubiésemo s hecho esa co mida en poco s
minut o s y sin humo, con una sart én neumát ica...**
Ot ra anécdo t a: est ábamo s t rabajando y t omando mat e
en u n g igant esco galpón donde había por ent onces
carp int er ía y curt iembre. Eran co mo las t res de la t arde,
hacía u n calo r int enso -no r mal en Sant iago durant e el
verano -.
En eso llegaron do s ale manes. Venían sud orosos,
encend ido s. Eran do s jó venes univer sit ar ios, que est aban

- 41 -
haciendo una pasant ía en nuest ro campo eco log ist a.
Habían est ado t rabajando, junt o a obreros regulares de la
co o perat iva, en la const rucció n de un in menso edific io,
de fo r mas circu lares, que se levant aba par a vivienda de
lo s alu mno s. Uno de ello s -el más agracia do, que se
parecía u n po co a Leonardo Di Capr io, aunque más rubio
y meno s áspero - mient ras rec ib ía el mat e me dijo:
-Vuest ros o breros so n muy vagos. Lo que nosot ros
hic imo s en t res ho ras, ello s lo hacen en u n d ía ent ero.
-Bueno , le dije, cont empor izador, pero vo s no t rabajas
en eso todo s lo s días. E llos sí.
-No -insist ió el alemancit o-. Es su for ma de t rabajar.
Los he venido o bser vando desde hace var io s meses...
ellos t rabajan mu y desp acio... y si no lo s cont rola
algu ien, ensegu ida descansan... Mira -alegó, para
reafir mar su t esis- en Ale mania, lo s obrer os de la
co nst rucció n hacen, en u na hora, lo que nosot ros hicimo s
en t res... ¡y t us obrero s lo hacen en un día!
-Mir a, Ulli - le rep liq ué, t odavía con mucha paciencia-.
Hay fact o res muy import ant es que det er minan las
d ifer encias. Por ejemp lo : un obrero alemán, t er mina de
t rabajar y puede bañar se en inst alacio nes adecuadas,
puede camb iar se de ro pa, dejando el equ ipo de t rabajo en
un ar mar io , para convert ir se en ciudadano prolijo igual
que lo s demás. Luego to ma su pro pio aut o, vuelve
t ranqu ilament e a una casa co nfort able, dond e lo espera
una sucu lent a cena, co nst it uida por aliment os de calidad,
co n las calor ías, vit aminas y prot eínas necesar ias par a
reno var sus fuerzas de un mo do super abundant e. Cuent a

- 42 -
co n el confo rt necesar io para repo sar luego , hast a el día
sigu ient e, en que vo lverá al t rabajo t ranquilo y con la
segur id ad de que nada le falt ar á a él y a sus hijo s.
“E l albañ il de aqu í, co n la mis ma ropa sucia que ha
usado para t rabajar vu elve a su casa, en una bic iclet a
derrengada cuando la t iene, para encont rar allí, con
suert e, un po co de mat eco cido y t ort illa. ( 1)
“E nco nt rará t ambién en su rancho a una esposa flaca,
arru inada por las t areas y la int emper ie, at r ibulada por
las car encias, y a unos hijos t r ist es, con fr ecuencia
desnut r ido s, a quienes no sabe si podrá mandar a la
escu ela al día sigu ient e, pues muchas veces no t ienen
d inero para compr ar zapat illas. A la no che dormirá
hacinado con su familia, sobre el suelo o cat res
incó mo do s, bajo t echos de ramas infest ados con insect os
veneno so s, padec iendo fr ío o calo r pues no suelen t ener
elect r icid ad en sus viviend as. ¿Te das cuent a, Ulli, por
qué el o brero del ca mpo sant iagu eño no puede
co mparar se jamás co n el o brero alemán?
E l alemancit o me miró con escept icismo y ensegu ida
co nt est ó :
-Bueno , pero lo s europeo s no siempre t uvieron todo lo
que t ienen aho ra. Nosotros t ambién hemo s sido po bres,
hemo s su fr ido mucho. Pero nos hicimo s r ico s a fuerza de
t rabajo . Yo creo que es una cuest ión de caráct er: lo s
euro peos so n t rabajadores, los lat inoamer icanos son
vagos.
Ent o nces dije lo que por cort esía y respet o hu mano
había est ado evit ando:

- 43 -
- ¿Sabes po r qué los euro peos son r ico s, Ulli? -dije-
Pues po rque han pro fanado y saq ueado las r iquezas de
to do el rest o del mundo. Esa es quizá la mayor cualidad
euro pea: su imp iedad. E l ego ísmo, la crueldad, la ast ucia
de su s dir igent es -pr incipalment e los ang lo sajo nes y
ger mánico s, pero t ambién los lat inos o his panos-, la
brut alidad d e su s ejércit o s, fueron el fact or det erminant e
para que Europa se desarro llara ( y más t arde los Est ados
Unidos), mient ras Amér ica Lat ina -sus víct imas- iba
su miéndo se cada vez más en la pobreza y el at raso . Aquí
no había desnut r ic ió n cuando lleg aro n los europeos.
Cuat rocient o s años de saqueo s, asesinat os, explot ació n
salva je, dejaron a lo s abor ígenes no sólo desnut r idos,
sino despo jado s de casi t odas su s r iquezas. El oro, la
p lat a, el cobre, fueron ro bado s sist emát icament e por los
euro peos, para sat isfacer su ansia de progreso. Cada
fábr ica de I ng lat erra u Ho landa lleva en sus ladr illo s el
est ig ma d e un lat rocinio: lo s dia mant es del Áfr ica, el
est año de Amér ica Lat ina, las sedas de China, arrancadas
lu ego de masacr ar, o primir y sup erexplot ar a sus
in mensas po blacio nes: he ahí lo s fundament os de la
r iqu eza euro pea. Los euro peos no son ni más ni meno s
t rabajado res qu e cualqu ier o tra població n del mundo. Tal
vez sean más neuró t ico s, más depend ient es de la acció n
ext erna, por gener acio nes de o presió n int erna d e su s
exp lo t ado res, lo s capit alist as europeos. Pero sin e l
in menso financia mient o que significó para ello s durant e
lo s sig lo s XVI, XVII, XVIII y XIX el robo de las

- 44 -
r iqu ezas de t odo el mu ndo , no t endr ían ni el 10 po r
cient o de lo que ost ent an ahora.
Se quedó callado . Creo que lo impr esio né mucho. La
mirada perp leja y asust ada de sus o jos azu les me hizo
t emer, sin embargo , haber expresado con demasiada
vio lencia mis argu ment o s.

¿Me había propasado?... Lo s españo les (ent onces


go ber nado s por un rey alemán, Car lo s V y
ent remezclados co n ellos) ¿no habían sido benévo los co n
lo s abo r íg enes? Alguno s aut o res defienden a la
“evangelizació n”; no se t rat ó de un so met imient o, dicen,
sino de una “int egr ació n”.
En part e, es ciert o . Se “invit aba” a lo s abo rígenes a
ado pt ar el credo cat ólico . Mas previament e debía leérse a
lo s pr isio nero s -ant e escr ibano pú blico- un ext enso
requer imient o, uno de cuyos párrafos cent rales exhort aba
a co nvert ir se a la fe cat ó lica, per suadiendo: “S i no lo
hic iéreis, o en ello d ilació n maliciosament e pusiér eis,
cert ifíco o s que con la ayuda d e Dios yo ent raré
po dero sament e cont ra vo sot ros y os haré guerra por todas
part es y manera que yo pud iere, y os sujet aré al yugo y
o bediencia de la Iglesia y de Su Majest ad y t omar é
vu est ras mu jer es y hijo s y lo s haré esclavos, y co mo t ales
lo s vend eré, y dispondré de ello s co mo Su Majest ad
mandare, y t o maré vu est ro s bienes y os haré todos los
males y daño s que pudiere...” (2)
Est os “civilizadores” so st enían: “no hay mejor
remed io que el t rabajo en las minas para curar la `maldad

- 45 -
nat ural´ de los ind ígenas”. Juan Ginés d e Sepúlveda, el
hu man ist a, sost enía que lo s indios mer ecían el t rat o que
recib ían po rque su s pecados e ido lat r ías const it uían una
o fensa co nt ra Dios. E l conde de Buffo n afir maba que no
se regist raba en lo s indio s, animales fr ígidos y débiles,
`ning u na act iv idad d el alma´”. (4)
En el sig lo XVII, el padre Gregor io García sost enía
que lo s ind io s eran de ascendencia ju día, porque “al igual
que lo s jud ío s so n perezo sos, no creen en lo s milagros de
Jesucr ist o y no est án agrad ecidos a lo s españo les por
to do el bien que les han hecho”. (5)
En No rt eamér ica a los abor íg enes no les fue mucho
mejor. Un recient e est ud io efect uado por Reader ´s Digest
narra lo siguient e: “E n 1830 el Congreso aprobó la Ley
de Remo ció n, que daba al presid ent e poder para
desp lazar a lo s ind io s de sus t ierras, si est aban dent ro de
reg io nes co lonizadas por blancos, hacia zonas
co nsid erad as s in valor [...] ...al final de la Guerra Civil
el esp ír it u d e expansió n hizo que o leadas de granjeros,
cazadores, minero s y leñadores emigraran al Oest e, y de
nu evo las t ierras (do nde habían sido desp lazados lo s
ind io s) fuero n cod iciad as. E l go bier no fed eral, que había
pro met ido so lemnement e pro t eger a los ind ios, respo ndió
co n u na po lít ica nueva. Forzó a las nacio nes indias a
fir mar u n t rat ado med iant e el que ser ían co ncent radas en
reser vas est ablecidas, a camb io de pagos anuales.
“E st a promesa t ampoco fue cump lida y lo s indio s
lu charo n por últ ima vez para remediar lo.

- 46 -
“Fu ero n derrot ados por so ldado s bien ar mados y
aliment ados, y en 1880 fuero n dest ruido s co mo pueblo
ind epend ient e. De lo s casi ocho millo nes de hect áreas
(que les fueran asig nadas por el prop io gobier no de los
EE.UU. en 1830) [...] só lo quedaro n unas cuant as
reser vas en las part es más deso ladas del Oest e.
Act ualment e sus co nd icio nes no son much o mejor es: ha y
1.5 millo nes de est adounid enses nat ivos asent ado s en 285
reser vas en EUA.
“S in poder seguir sus for mas t radicio nales de vida o
hallar empleo en el mu ndo del ho mbr e blanco, un gran
nú mero de indio s de las reser vas llevan vidas de callada
desesp eració n, aq uejados por males co mo la desnut rició n,
el alco ho lis mo , la d isfunció n social y e l suicidio”. (6)
De o tra manera, se no s ha dicho, en Sudamér ica el
abo r igen “fue int egrado”, por medio del mest izaje.
Veamo s algo sobre est a cuest ió n: “(En Sant iago del
Est ero )...el mest izaje se d io siempr e ent re el ho mbre
blanco y la mujer abor igen, nu nca al r evés. Est e habr ía
sido , para el varó n abor igen, su ma yor vejamen hist ór ico.
Por ot ra part e, el hijo mest izo es asumido só lo po r la
madre y negado por el padre. De ahí su pro fundo
resent imient o”. (7)

Lo s alemanes del est e est án resent idos con lo s del


o est e porque hay ent re ello s d iferencias de salar io s.
Mient ras u n empleado co mercia l o bt iene en el oest e
alemán 317 8 euro s mensuales, en el oest e só lo llegan a
2340. Un o br ero indust r ial co bra en el o est e alemán 2307

- 47 -
euro s; en el est e, 1675. (8) Aho ra bien, ¿cuánt o es el
salar io básico de u n emp leado de Co mercio en Sant iago
del E st ero ? “350 peso s” d icen lo s convenios, exhibidos
co mo mu y d ignos po r los burócrat as del sindicat o. Unos
116 euro s, al cambio. 3062 euros menos que sus pares
alemanes. 27 veces y med ia menos.
Una revist a ho landesa no s infor maba en 1 999 que lo s
ho landeses no sabían mu y bien qué hacer con sus
excedent es salar iales. La mayor ía de e llo s programaba
via jes, ot ro s lo s invert ían en bienes raíces. Co mo se ve,
la sit uació n en Euro pa es eco nó micament e desahogada.
Veamo s u na de las fuent es de do nde provino est a
pro sper id ad ho landesa: el t ráfico de esc lavos, de cuyo
co mercio el emperador Car lo s V les había otorgado la
exclu siv id ad, co nvirt ió a la coro na ho landesa en uno de
lo s est ado s más r ico s durant e el per íodo de la co nquist a y
co lo nizació n de Amér ica.
Est a muchacha belga t enía r azo nes, en ver dad, para
decir no s “¡Oh!... ¡cuán pobr es so is!...”, con acongo jada
co nmiseració n. Co n lo s salar io s de Sant iago muy pocas
familias pu eden co mprarse hornos de micr oondas -pese a
que u na t elevisió n machacona nos incit a
per manent ement e.
(Aho ra bien, el concept o de pobreza puede const it u ir
só lo un cr it er io “civ ilizado” -es dec ir, de las ciud ades-,
po co aplicable a la realidad d e muchos habit ant es del
campo . Si se o bser va bien nosot ros no éramo s nada
po bres. Po r las mañanas, a las seis y med ia, un obrero de
la finca no s t raía el balde co n cinco lit ros de leche recién

- 48 -
ext raída -a veces iba a bu scar la yo mis mo. En el invier no
llegaba hu meando , en el verano mis niñas acudían
co rriendo para aprender a ordeñar. Con sus manit as
pequeñas eso era imposible - Ro cío t enía cuat ro año s,
Lupit a t res, Alejandra apenas gat eaba-, pero les aseguro
que se d ivert ían. Co mo éramo s ap icu lt ores, d ispo níamo s
de mie l de la más alt a calidad en cualquie r época del año
y en abu ndancia. Lu ego , co n mu y poco esfuerzo, ya que
casi t o do crecía allí de un modo práct icament e nat ural,
d ispo nía mo s de cebo llas, zanahor ias, rabanit os, lechu gas,
to mat es, acelg a, achico r ia, espinaca, frut illas, naranjas,
mandar inas, po melo s, granad as, higo s, docas, moras,
remo lachas y limo nes. Además en el camp o, creciendo
sin necesidad de cu idado s, había po leo, “dient e de leó n”,
“t é de burro” y o t ros yu yos, co mo se sabe, med ic inales,
además de abu ndant e frut a nat ural, co mo las r iquís imas
t unas, mist o l, algarroba, p iquillín, kishcka loro -”pishca
lo ro ”, decían mis hijas, es u na frut a roja, semejant e a la
t una, só lo que más peq ueña, que crece a los bordes del
camino -, et cét era, t odo a nuest ro alrededo r, sin nada que
no s impida t omar lo . Tenía mo s además agu a corrient e y
elect r icid ad -aunq ue no había mo s pod ido inst alar paneles
so lares, no era muy fácil o bt ener lo s aún-. Con un calefó n
a leña y el pequeño esfuerzo de ju nt ar las ramas secas
que cu br ían el campo para encender el fuego, obt eníamo s
agua calient e a cualqu ier hora en el invier no -que en
Sant iago es muy breve-. Es ciert o que no disponía mo s de
mu cho d inero -ent re ambo s, mi esposa y yo, recibía mos
uno 800 pesos, po r ent o nces 400 dó lares-. Pero t ampoco

- 49 -
lo necesit ábamo s imper iosament e. S in d inero pod íamo s
est ar bien, pues lo esencial, una casa co nfo rt able, la ropa
necesar ia, ¡aliment o de pr imera calidad!, lo t eníamo s al
alcance de la mano. Verdad es que nos hubier a resu lt ado
d ifícil co mprar u n ho rnillo de micro ondas o una sart én
neu mát ica. Pero hast a creo que t ienen mucho mejor gust o
lo s huevo s y las cebo llas cuando se las hace en una vie ja
sart én d e hierro como la nuest ra - y cant urreando po r la
sat isfacció n que provee saber que nuest ros hijos
co merán, relamiéndose, est o s aliment os que elaboramo s
co n u nció n, casi co mo una o bra de art e-.
Difer ent e es la sit uació n en la ciudad: si t ú no t ienes
d inero ... ¡no co mes! S i no est ás empleado y recib iendo
ese d inero regu lar ment e ¡est ás condenado a sufr ir ! Por
ciert o hay en el campo t ambién sit uacio nes de indigencia
cruel, p ero sólo porque a innumer ables familias les ha
sido qu it ado el derecho a la t ierra. S in me d iar esa
in ju st icia, les aseg uro que nadie puede sent ir se pobre en
el campo .)

Bueno , ho y ya he escr it o demasiado. Po r ello


pro viso r iament e me d esp ido, afect uosament e, hast a
nu est ro pró xima Cart a.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

- 50 -
* C or dobazo. E n 1969, obr er os, estu dia nt es y vecinos
tomar on la cap ital de Cór doba -u na de las ma yor es ciu da des
ar gentinas-, ma nif estándos e contr a la r epr es ión militar -
estatal, qu e ya hab ía deja do mu er t os en C or r ient es y El
Chaco. Pusier on en jaqu e a las fu er zas p oliciales, por lo cual
el E jér cit o tu vo qu e ocupar la ciu da d. Gob er naba el país el
gener al Juan Car los O nganía, impu est o p or un golp e militar .
Est e leva nta mient o dio inicio a una etapa de gr an
ef er ves cencia popu lar , qu e inclu yó gu er r illas e insur r ecciones
par ciales. Esta fu e br utalment e r epr imida dur ant e el gob ier no
de Isab el Mar tínez de P er ón y f ina lment e con la dicta dur a
militar de Videla -Mass er a y Agost i, la cual a hogó en la
sangr e de 10.000 mu er t os, 25.000 pr es os p olíticos y 30.000
desapar ecidos a la ola r evolu cionar ia ar gent ina de los ` 70.
** Esta muchacha b elga p or ent onces s e hab ía instala do,
ju nt o a su concub ino, en una f inca mu y cer ca de la ciu da d de
La Banda, pr estada por otr a amiga alema na. Los b elgas t enía n
por ent onces u nos 26 años ( ella) y 34 ( él). La muchacha er a
hija de u n dip lomát ico alemá n, funcionar io en el Par la ment o
Eur op eo. Había n venido al Sur buscando “tier ras sin
conta minar ”, segú n af ir maban. Unos dos años despu és s e
s epar ar on ( él ya venía de u n divor cio ant er ior ). Me ent er é
ent onces qu e a mb os er an dr oga dict os. P er o en el cas o del
hombr e, mezcla do con u n alcoholis mo exacer bado, se hab ía
conver tido en u n pr ob lema gener ador de violencia
ins op or table entr e ellos. Poco despu és de esa separ ación, la
chica abandonó esa finca y s e fu e a vivir s ola en u na ciu dad.
(1) T or tilla, una masa compu esta ú nica ment e por har ina,
gr asa y agua, cocida al hor no o s obr e br asas, mu y habitua l

- 51 -
como ps eu do-a liment o entr e los s ect or es más hu mildes de la
pob lación sant ia gu eña.
(2) Daniel Vidar t. Ideología y realidad de A mérica,
Mont evideo, 1968.
(3) E milio R omer o. Historia Econó mica del Perú. Bu enos
Air es, 1949.
(4) Ant onello G er b i, La disputa del Nuevo Mundo, Méx ico,
1960.
(5) L ewis Ha nke, Estudios sobre Fra y Bartolomé de las
Casas y sobre la lucha por la justicia en la conquista
española de Am érica. Caracas, 1968.
(6) R eader ´s D igest M éx ico. Secretos y misterios de la
historia. “La
últ ima batalla de Cust er ”. I mpr es o en Italia, 1995.
(7) F er ná n Gustavo Car r er as. Notas sobre la cultura
política de Santiago del Estero. I nstitut o San Mar tín de
Por r es, Comu nida des Ecles iales de Bas e. Santiago del Est er o,
2002.
(8) D iar io La Nación. Revista. “Ber lín: el mu r o qu e no
cayó”. Por Martín D inatale, envia do esp ecia l. 11 de ma yo de
2003 .

Respu esta s
(Co n papeló n)

Resu lt a que le escr ibí a Clara Rodr íguez, pidiéndo le


aut o rizació n para co mpart ir su respuest a con to dos
ust edes. E lla mu y cord ialment e me la o t orgó. Pero al ir a
bu scar lo s t ext os enco nt ré que por algú n erro r lo s había
bo rrado . Por ello pido discu lpas...

- 52 -
Deseába mos inc luir, en cada una de est as cart as,
algu nas resp uest as recibidas. E llo con la esperanza de
que pued an mo t ivar ot ros aport es, y suscit ar qu izás el
ger men de una co munid ad virt ual de reflexió n.
Co n el ánimo de remed iar un poco el papeló n que hice
co n Clara, t rat aré de reproducir desde la memor ia
algu no s de los co ncept os recibido s:

Clara Ro dr íguez, per io dist a de Quebec, Canadá, había


d icho que en el país del No rt e se poseían muchos objet os
-hast a el punt o de afir mar que no falt aba práct icament e
nada- pero dudaba de s i la gent e era capaz de t ener
verdader ament e en cuent a al ot ro, co mo ser hu mano. Tal
vez Clar a desee aho ndar un poco más so br e est os
co ncept o s. De algú n modo fue la inspiradora de la
present e cart a.

Ama lia Beat r iz Do mínguez: “...A t u pregunt a de có mo


se escr ibe el no mbr e de eso s perros negros, cruza de
do go y bu lldo g, t e respondo que so n lo s famo sos
ROTT WEILER”...

José Rubén Adet : “...ser ía int eresant e hablar un poco


so bre las religio nes”...

- 53 -
Respu esta de mi sob rin o porteño

Quer ido t ío Julio:

Est e es el pr imer esbozo de respuest a a t us cart as que


me sient o a escr ibir. La escasa cant idad de t ie mpo que
t engo y la r iq ueza de t us reflex io nes me impid en hacer,
po r el mo ment o , más que eso : só lo un esbozo. Aprovecho
la o casió n para celebrar t u iniciat iva y par a dart e las
gracias po r ella. Es, para mí, u n eje mplo, una lla mada a
la reflex ió n y u na fuent e de inspir ació n. Quizás pueda
apo rt ar algu na cuest ión desde un pu nt o de vist a algo
d ifer ent e al t uyo , pero , sin duda, con las mis mas
int encio nes. Digo desd e o tro punt o de vist a po rque,
después d e t o do, y aunque me gu st a el co nt acto con la
nat uraleza (ese que t us reflexio nes t ant o exalt an), sigo
siendo u n animal de la c iudad.
Ap arent ement e (escr ibo est o después d e haber leído la
cart a 3), est á llegando el mo ment o de ordenar y
sist emat izar un poco t us pensamient os, aunque la for ma
algo más fragment ar ia qu e venían t eniendo dejó algunas
punt as mu y int eresant es par a desarro llar. Sobre todo la
cart a so bre el “derecho de per nada” me pareció muy
int eresant e, así co mo t us últ imas líneas so bre la génesis
de la o rganizació n so cial act ual y el or igen del poder ío
euro peo a expensas de los p aíses amer icanos y afr icanos.
Est o y bast ant e de acu erdo co n eso de que el ego ísmo fue
el mo t o r que mo vió est a maqu inar ia mo nst ruosa de

- 54 -
do minació n y so met imient o (algo nos enseñó Niet zsche
acerca de est o, ent re otros).
Lo s ún icos mo ment os en lo s que puedo hablar de
algu na d iscrep ancia con respect o a t u exposició n son
aquello s en lo s que se desliza un ciert o ant agonismo
ent re lo rural y lo ur bano. Pr imero porque la fro nt era que
separ a u na cosa de la ot ra no me parece t an clar a. Digo,
en el sent ido de que difíc ilment e est én exent os en el
campo de todo t ipo de influ encias y co nt act os aunque sea
ind ir ect os con la crecient e t ecno logizació n de la
exist encia y el do minio sin fro nt eras ejer cido por los
med ios d e co mu nicació n en lo que algu no s lla man la er a
de la info r mació n. Segu ndo , porque, aún si supo nemo s
que exist e t al fro nt era, y aú n reco nociendo que la vida
más cer ca de la “nat uraleza” t iene innume rables e
inva luab les vent ajas (ser ía nec io y est úpido negar lo, no
qu isier a que se me mal int erpret e), me par ece que la
exist encia en la ciud ad no s plant ea una ser ie de d esafíos
y u na nu eva for ma de co nceb ir la vida que a mí me gust a
pensar co mo oport unid ades para amp liar nuest ro
ho r izo nt e, sin que est o imp lique la supu est a
deshu manizació n que muchas veces se le imput a. Al
co nt rar io, la int eracció n co n las nu evas t ecno log ías y las
nu evas fo r mas de co mu nicació n nos obligan a amp liar
nu est ra co ncepció n de lo que sign ifica ser humanos y
abo rdar la relac ió n con el ot ro desde una perspect iva
mu cho más amp lia. Las vie jas cat ego r ías de libert ad,
frat ernid ad, ind ividuo, co munidad, et c. son inser vibles si
no so n refor muladas t eniendo en cuent a la aceleració n y

- 55 -
la cr eació n de nuevos espacio s que los últ imo s t iempos
sig nificaron ( y seguir án significando... parece que
nu est ra ont olog ía se seguirá amp liando infin it ament e con
el d escu br imient o - creación de espacio s inaudit os). En
est e sent ido me parece import ant e pensar de manera no
exclu yent e co n respect o a los dist int os espacio s en los
que la vida puede t ener presencia.
Creo que el gran proble ma co n to do est o no es la
urban idad y el avance t ecno ló gico en sí mis mo s, sino el
sist ema en el que ést os t ienen lugar: ju st ament e, el
sist ema o presivo que t us reflexio nes int ent an sabia ment e
desen mascar ar y co mprender, para poder luego subvert ir,
y aq u í es do nde nuest ras int enc io nes vuelven a junt arse.
La denuncia qu e se hace desde esa recient e disciplina
filo só fica lla mada bio-ét ica a los avances t ecno ló gicos y
su ap licació n al ser hu mano parece no ent ender del t odo
el mapa que se est á dibujando : la so lució n no pasa por
repr imir el avance de la ciencia, sino po r el
rep lant eamient o de las relacio nes de poder que se
adueñan de la misma. Algo parec ido sucede con lo s
po lít ico s de derecha que se llenan la boca hablando de la
necesidad de reforzar la represió n de la d elincuencia en
lug ar de preocuparse más po r torcer el ru mbo de las
po lít icas eco nó micas que dejan a u na part e cada vez más
grande de nuest ra sociedad más allá de los límit es de la
marg inalid ad. Co mo bien dijo Fid el Cast ro en su recient e
d iscur so en la Facult ad de derecho de la UBA, se dedica
más t iempo a la medicina t erapéut ica que a la prevent iva.
Ent re ot ras cosas, porque es más rent able t ener a la gent e

- 56 -
enfer ma y gast ando d inero en medicament o s que evit ar
que se enfer me.
Bueno , t endr ía algunas co sas más que decir, pero no
qu iero cansart e. Así que me desp ido por ahora, esperando
po der reto mar algunas de est as ideas en otro mo ment o y
co nt inuar el diá logo. Gracias de nu evo por comp art ir t us
pensamient os con no sot ros, espero ans ioso t u próxima
cart a.

Te mando u n gran abrazo ,

Rafael Mc Namara Carrer as


Bueno s Aires

Respu esta de Ju lio a Ra fael:

Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Sábado 21 de ju nio de


2003.

Quer ido Rafael:

Verdader ament e t ienes razó n. Por un mo ment o creo


que caí en pro yect ar una percep ció n individual, muy
in flu ida por lo s sent imient os, sobre lo generalizable.
Sucedió bajo la evocació n p ersonal de aqu ellos cinco
año s t ranscurr idos en el campo , con nuest ras hijas
pequeñit as. Deber ía haber reflexio nado un po co más
acerca de que -por ejemplo- ese mis mo per iodo no fue
feliz p ara mi espo sa. En cambio , ahora la veo rebo sant e y

- 57 -
mu y realizada, co mo result ado en gran par t e de los cer ca
de 14 año s que lleva mo s ya viviendo, de nuevo, en u na
ciudad. Glor ia -pro ven ient e de San Francisco de Córdoba
-ciu dad 100 x 100 indust r ial, co n 95 % de sus habit ant es
de o rig en no rdeuropeo- es t ambién un “anima l de ciudad”
co mo t e reivindicas.
Yo mis mo puedo comprender las p art iculares
co ndicio nes de felicidad que pueden obt enerse habit ando
en grandes ur bes co mo Bueno s Air es. Lo he descr ipt o,
inc luso , en var ios de mis cuent o s, muchos de ello s
pub licado s en libro, o en mis no velas, par t icular ment e en
una pu blicada hacia 1991, Abelardo . ¿Es que lo había
o lvid ado ?
Sucede, creo, que aunque vivo en un barr io de las
afu eras d e Sant iago (conoces mi casa, sabes que es
amp lia, ar bo lad a, sale a u na bucó lica p laza por det rás,
t enemo s a dos cuadras u n in menso bosque virgen)
padezco po r razo nes laborales los efect os de la capit al
pro vincial (ciudad afeada por todos los vicios de las
grandes urbes, sin sus benefic io s). Pese a ello, creo que
est e t ema da para reflex io nar mucho más, cosa que
segura ment e podremos hacer, a lo largo de est e proyect o
en co mú n emprend ido con las Cart as.

Un gran abrazo .

Julio

- 58 -
CARTA Nº 5

Aut onomía, Santia go del Est er o, mar t es, 3 de ju nio de 2003 *

Po co t iempo después de haber me encont rado con quien


aho ra es mi esposa -sept iembr e de 1973- ella se hizo
at ea. ¿La razón? Había mu ert o su padre.
-No puedo creer que exist a un Dio s bo ndadoso, just o, y
se lleve a un ho mbre co mo mi padre ¡a lo s 54 año s! -
decía.
Tuve mu chas o bjecio nes para est a afir mació n, pero las
callé deb ido a las circunst ancias. Por mi p art e, en ese
mis mo per io do había su fr ido la pérdida d e mi t ío Mar iano
y de mi abuelo (a quienes quer ía t ant o como a mi padr e).
Algo peor: mi no via había muert o, a principio s de ese
mis mo año , lo cual me llevó a rozar el su icidio. Pero no a
perder mi fe relig iosa.
Ho y, t reint a años después, mi esposa ha regresado a su
religió n. Es una cat ólica eje mplar -dir ige, inclu so, la
secció n lo cal de Car it as-, y pr act ica sin objeció n alg una
to do s los precept o s. Yo, en camb io, me he alejado de la
ig lesia inst it ucio nal. No só lo del cat olicis mo, sino de
to da organizació n. Y a decir verdad, pese a haber
t ranscurr ido gran part e de mis 53 años est ud iando o
reflex io nando sobre relig io nes, las numer osas

- 59 -
incert idu mbr es que sust ent a mi razo namie nt o me obligan
a caminar por est o s t errenos en punt as de p ies.
Int ent aré enseg uida esbozar algunos conceptos que fui
hallando , durant e est a búsqueda.

La act it ud religio sa par ece haber sido una necesidad


mu y preco z en la co nd ició n hu mana. Se atr ibuye a las
pr imer as et apas de organizació n, cuando lo s hu mano s se
irgu iero n, el surgimient o de embr io nar ios act o s de
religio sid ad. “Precisament e gracias a la post ura vert ical
puede o rganizar se el espacio confor me a u na est ruct ura
inaccesib le a los preho mín idos -sost iene Mir cea E liade- :
en cuat ro direccio nes hor izo nt ales pro yect adas a part ir de
un eje cent ral d e `arr iba abajo ´. [...] A part ir de est a
exper iencia or ig ina l, la de sent ir se `pro yect ado´ en med io
de u na ext ensió n aparent ement e ilimit ad a, desco nocida,
amenazant e, se elaboran lo s difer ent es medios de
`o r ient at io ´, pues no se puede vivir por mucho t iempo en
med io del vért igo provocado por la d eso r ient ació n. Est a
exper iencia del espacio or ient ado en t orno a un `cent ro´
exp lica la import ancia de las divisio nes y part icio nes
ejemplar es de lo s t err it orios, las aglo mer acio nes y las
viv iendas, así co mo su simbo lis mo cósmico.” (1)
Durant e el sig lo XIX se fo rt aleció en Europa una
co rrient e de invest igació n que su puso nuest ros o rígenes
cu lt urales en la zo na de la Mesopot amia e Irán. Así, E.
Schure in for ma: “La corr ient e se mit a y la corrient e ar ia:
he aqu í po r donde nos han llegado todas nuest ras ideas,
mit o lo g ías y relig io nes, art es, ciencias y filo so fías. [...]

- 60 -
La co rr ient e se mít ica co nt iene los pr inc ipios abso lut o s y
super io r es: la idea de la unid ad y la universalidad en
no mbr e de u n pr incipio supremo que conduce a la
unificació n de la familia humana. La corr ient e ar ia
co nt iene la idea de la evo luc ió n ascendent e en todos los
reino s t errest res y suprat errest res, y conduce a la
d iversid ad infin it a de lo s desarro llo s [...] ( y) las
asp iracio nes mú lt ip les de l alma. E l genio semit a
desc iend e de Dio s al ho mbre; el genio ar io sube del
ho mbr e a Dios”. (2)
Refr endando al parecer est o s crit er ios, ciert a oda
su mer ia a la cual se at r ibuyen al meno s 5.000 años de
ant igüed ad, nos dice:
“¡Amigo , quién se encu mbr ara y pudier a
subir al cielo y mo rar par a siempr e con S hamash!
[...]Po rque cuando lo s dioses cr earon al hombr e
le in fu ndieron la muert e,
reser vando la vida p ara sí mis mos.” (3)
S in embargo parecen haberse gest ado concepcio nes
religio sas más ant iguas, en China y la I ndia. Aunque para
el pro pó sit o de est as reflexio nes se lo mencio na só lo
co mo un dat o adicio nal.
Una de las pr imeras manifest acio nes del mo not eísmo
surg ió en Egipt o , hace 3380 años: “...Akhenat ó n rebajó a
Amó n y a t odos lo s rest ant es dio ses en favor de At ón,
Dios supremo, ident ificado con el disco solar, fuent e
universal de la vida...” (4)
Las refo r mas inst rument adas por Akhenat ón
int ro du jeron t ransfor macio nes revo lucio nar ias en Egipt o

- 61 -
-aunque po r mu y poco t iempo . Ellas se sust ent aban en
una ideo logía bast ant e parecida, en su s precept o s
ext er iores, a la que luego no s present ar ía Jesús, llamado
“Mesías” o “E l Cr ist o ”. Just icia so cial, u n cu lt o
mo no t eíst a… La diferencia - mu y grand e, sin duda- es que
el Far aó n int ent ó est ablecer esas refor mas desde la
cúsp id e del poder, apo yándo se en la est ruct ura del Est ado
y u n po deroso ejércit o, mient ras Jesucr ist o lo hizo a
part ir ú nicament e de su proclamada condició n divina.
Est a ext remadament e su cint a refer encia a las ideas
religio sas t iene co mo pro pó sit o llamar la at enció n sobre
t res concept os, que a mi cr it er io pueden ext raerse de
ellas:
1) La búsqueda de u na Co munidad basada en el amo r.
2) La posibilidad d e u n p lano más per fect o de
exist encia en los Universo s.
3) La art icu lació n de u n sent ido para todo lo
percept ib le.

Lo s segu ido res de Jesucr ist o hicieron realidad por


pr imer a vez en la hist or ia una sociedad comu nist a. “E l
co nju nt o de lo s que hab ían creído vivían unidos;
co mpart ían t odo cuant o t enían, vendían su s bienes y
pro piedades y repart ían después el dinero ent re t odos
segú n las necesidad es d e cada uno”. (5) Dent ro de est e
mis mo grupo inicia l, surgieron t endencias que animaban
a dejar de lado, además, todo int erés por los o bjet os, para
int ent ar la t ransfigurac ió n. Est o se manife st ar ía cu ando

- 62 -
dejáramo s el cuerpo (o vehícu lo ) t errenal, para
emprender una co nt inu idad super io r de la exist encia, est a
vez en u n cuerpo de caráct er más sut il (pu ra energ ía, o
lu z).
E l g nost icis mo , corrient e muy diná mica de est a
pr imer a et apa del cr ist ianis mo, co ncib ió (o recibió por
insp iració n) la t eoría de que el mundo no había sido
creado po r Dios sino po r Sat anás (a quien algunas
int erpret acio nes ident ifican co n Ahr iman, ant iguo dios
persa) o Lucifer. (6) Una singu lar versió n evangélica,
rescat ada d el salvaje an iquilamient o a que fueron
so met idos lo s cát aro s durant e la Edad Media, es la
exposició n ant igua más coherent e de est a do ct rina que he
enco nt rado. Ella afir ma que Sat anás, quien era un
co ord inador g lor io so de las cr iat uras en lo s cielo s “fue
her ido de orgullo [...] y qu iso ser seme jant e al Alt ísimo ”.
En ese p lan efect uó una ext ensa campaña polít ica,
co nvenciendo a innumerables seres espir it uales para
segu ir lo en su avent ura. Mas descu biert o por el Padr e,
est e ordenó “(a sus) ángeles (despo jar lo) de sus
vest id uras, de sus t ronos y de sus coronas ( y asimismo) a
to do s los ángeles que habían escuchado y o bedecido a
Sat anás.”
Ent o nces el ex admin ist rado r de lo s bienes de Dio s,
caído en desgracia, ju nt o a sus nu merosos seguidores,
erró po r un t iempo en el Univer so, sin dest ino fijo, hast a
que: “ro gó al Padre, diciendo: Ten co mpasió n de mí, y t e
lo devo lveré t o do.

- 63 -
“Y el P adre t uvo compasió n de él [...] Y Sat anás se
inst aló en el fir ma ment o , e imperó en el áng el del aire, y
en el ángel del agua. Y est o s levant aron la t ierra, y el
ángel que do minaba sobre las aguas recibió una co rona.
Y co n la mit ad de ella hizo la luz de la luna, y la luz de
las est rellas [...] y creó el t rueno, la lluvia, el granizo y
la nieve.
“[...]Y mandó a la t ierra que pro dujese t odos los
vo lát iles, y t o dos los rept iles, y lo s ár bo les, y las
hier bas. Y mandó al mar que produ jese lo s peces y los
pájaro s del cielo.
“Y reflex io nando ent re sí, qu iso hacer al ho mbr e a su
imagen, y ordenó al ángel del t ercer cielo que ent rase en
un cuerpo de barro.
“Y, to mando una porció n de est e cuerpo, hizo otro
cuerpo en for ma de mujer, y ordenó al ángel d el segundo
cielo que ent rase en el cuerpo de la mujer ”.
¿No es est a la hist or ia del Génesis, no es allí la
creació n at r ibu ida a Dios? S í, pero t al supo sició n ser ía
pro ducto de un engaño . Pues “t omando a una de sus
creacio nes humanas, Enoch, lo inspiró” para que
inst ruyer a a sus seme jant es, dándo les precept os en
no mbr e de Dio s, desd e Abraham a Mo isés. Así, gran
part e de la leg is lació n vet ero t est ament ar ia habr ía sido
insp irad a, en realidad, según est e relat o, para benefic io
del sist ema ad min ist rat ivo de Sat anás.
Dent ro de est a concepció n, la venid a de Cr ist o
adquiere el sent ido de liberar no s de la pr isió n mat er ial:
“E nt o nces los espír it us saldrán de las pr isio nes de los

- 64 -
que no ven [...] Y surgirá de las regio nes infer ior es de la
t ierra u na oscur idad t emero sa [...] ...que co nsumirá t odas
las co sas, hast a el aire del fir mament o. Y el Seño r est ará
en todo el espacio que media ent re el fir mament o y las
reg io nes infer iores de la t ierra.[...] Y lo s just os br illarán
co mo el so l, en el reino de su Padre.” (7)

Ter mino est as reflexio nes sost eniendo creer que en un


universo t an inmenso , en do nde nuest ro sist ema so lar es
apenas, qu izá, co mp arable a u n peñasco en el salit ral, (8)
parece mu y d ifíc il q ue ú nicament e la T ierra est é provist a
de vid a int elig ent e.
S i acept amo s co mo válida la suposició n de que exist an
ot ras fo r mas d e v ida int elig ent e, podríamo s acept ar
t amb ién qu e algu nas de ellas podr ían ser mu y super io r es
a la nuest ra. A su vez, est as for mas su per io res po drían
est ar co ordinad as po r ot ras más avanzadas, y así hast a
llegar a niveles qu e result ar ían inso ndables para nuest ra
rúst ica imag inació n, lo cual habr ía sido resuelt o por
perso nas sensib les co n la invenció n del vocablo “Dios”.
(O Brahma, At ón, YHWH, Alá, Abraxas, “E l Anciano de
lo s Días”...)
Discer nir de qué manera se int egra nuest ra exist encia
en el cont inuo devenir del Co smos, y cuáles so n los
fact o res que o casionan su equilibr io , o desequ ilibr io,
ser ía pu es desde est a co ncepció n el pro pósit o de la
act ivid ad relig io sa.

- 65 -
Co nscient e de que no he hecho sino esbozar los
pr imeros balbu ceos de un t ema muy amplio, espero al
meno s haber acercado un p equeño aport e, para ayudar a
co mprend er lo.

Me desp ido con un salu do afect uoso.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)

* Hch 20,17-27/Sal 67. Muer t e de Jua n XXI I I. Mañana


miér coles 4 de ju nio, s e conmemor a el D ía I nter nacional de
los N iños Víct imas I nocent es de la agr es ión. Pr omu lga do por
la ON U el 19 de octubr e de 1982, ant e la situ ación de los
niños palest inos y libanes es, atr apados p or la agr es ión b élica
isr aelí.
(1) Mir cea E liade. Historia de las creen cias y de las ideas
religiosas. T omo I. Capítulo I. Pág.19. Ediciones Cr istia ndad,
Madr id, España, 1978.
(2) E douar d Schur é. Los grandes iniciados. Edit or es
Mex icanos Unidos. Col. Algar ín, M éx ico. 9ª edición, 1986.
Est e autor , miembr o de la Socieda d T eos óf ica, intr odu ce
dat os mit ológicos en su nar r ación hist ór ica. Pr es enta sin
embar go, de u n modo coher ent e, el cu er p o de ideas qu e
hab ían llega do a ser pr esupu est os ma nif iest os o sub yacent es
en la concepción eur op ea pr edomina nt e, a fines del s iglo
XIX.

- 66 -
(3) Anónimo. Epop eya de Gilgamesh. T r aducción de Est ela
Dos Sant os de la ver s ión italiana de Rina ldi, en Storia dell e
letterature dell ´Antica M esopotamia. C entr o Edit or de
Amér ica Latina, Bu enos Air es, 1981.
(4) Mir cea E liade, obr a cita da. El himno a At ón, cr eación
de la ép oca (tr aducido p or Est ela Dos Sant os ), eleva sus loas
a est e nu evo dios :
“T ú sur ges b ello en el hor izont e del cielo
¡oh! At ón vivo qu e has inicia do el vivir .
Cuando t e leva ntas en el hor izont e or iental
toda la tier r a se llena de tu b elleza.
¡T ú er es gr ande, b ello, es plend ent e, excels o s obr e t odos
los país es”.
A su vez, una de las pr imer as obr as lit er ar ias es cr itas, la
Historia de Sinhue, r ef ier e: “Es u n dios qu e no t iene igua l, no
exist ió ningú n otr o a nt es s emeja nt e a él. ” (T raducción de
Mar gar ita Belgr ano, C entr o E dit or de Amér ica latina, Bu enos
Air es, 1981.) Mika Waltar i cr eó u na magníf ica novela,
insp ir ado p or aqu ellos t ext os ant igu os (Sinu h e el egipcio ).
T al vez p oda mos volver s obr e est e t ema en algu na Car ta
post er ior .
(5) H echos de los Ap óst oles, Cap. 2 Vss 44 y 45. La Biblia
Latinoamericana. E diciones Paulinas, Ver b o Divino, Alfr edo
Or tells. Chile, 1972. En el cap ítu lo 4, ver s ículos 34 y 35,
r eit er an y desar r olla n est e concept o, ins ist iendo además en
qu e, de los b ienes vendidos p or qu ienes t enía n esa pos ib ilida d
“cada uno r ecib ía de acu er do a su neces ida d”. Este concept o
es el mis mo qu e en 1848 s ost ienen Mar x y E ngels, en su
fa mos o af or is mo “D e cada cual, de acu er do a sus
pos ib ilidades y a cada cual de a cu er do a sus necesida des”
(6) Rudolf St einer y sus s egu idor es dif er encian entr e
Satanás, Lucif er y u na ter cer a p ot encia t eneb r osa: Sor at. Así,

- 67 -
cons ider an la op os ición a la obr a de J esucr ist o pr ota goniza da
por tr es gr andes fu er zas:
“Las actuaciones en el á mb ito astr al de Lu cif er y sus
hu est es par a conducir al s er hu ma no a su dest ino ejer ciendo
una lab or op os it or a, media nt e la cual el s er hu mano ha
logr ado obt ener la ilu mina ción necesar ia en s u int elect o par a
iniciar sus pr opios pr oces os de aut o conciencia y desar r ollar
los concept os int electua les de los Ar qu et ip os esp ir itua les de
Ver da d, Belleza y Bonda d. [...]
“Las de Ahr ima n y sus hu est es a nivel et ér ico par a atrapar
en la f or ma el impu ls o lucif ér ico, ejer ciendo una lab or
op os it or a media nt e la cua l contr apesar las fuer zas centr ifu gas
escapistas lu cif ér icas, y qu e como Ps eu do Cr ist o qu eda n
ma nif esta das funda menta lment e en el lla ma do `Esta do del
Bienestar Socia l´ de est e mu ndo de mat er ia (element o ést e
qu e cor r esp onde al dominio asúr ico). S e cana liza n a través de
las cor r ient es qu e bus ca n el Cielo en la T ier r a y cuya
expr esión más clar a ser ía la socieda d a nglosajona,
fu nda menta lment e la Amer icana, aunqu e s e encu entr e t eñida
por los p er ma nent es ataqu es des estabilizador es asúr icos.
“Las de S or at y sus hu est es asúr icas, apor tando a la for ma
ahr imá nica la pesa da mat er ia, pr oduct o de la descomp os ición
del esp ír itu y de las cuales s on legít imos r esp onsab les y qu e,
como aut ént ico Ant i Cr ist o, D emonio Solar o pot encia polar a
la del Cr ist o cu ya máx ima expr es ión es el Amor , s e expr esa a
tr avés del O dio. S e ca naliza n a tr avés de las cor r ient es
gener ador as de destr ucción y sufr imient o en el mu ndo,
alimentándos e o r ecibiendo su tr ibut o, como contr apr estación
por el tr abajo apor tado par a el desar r ollo de la hu ma nidad en
la T ier r a, en sangr e hu ma na y cuant o más inocent e s ea ésta
mejor (s iendo su b oca do más des ea do el su fr imient o y
der r a ma mient o de sa ngr e infa ntil).

- 68 -
“Expr es ión de lo ant er ior son los sacr if icios hu ma nos de
det er mina das cultur as a tr avés de la hist or ia. En ocas iones s e
pr es enta n con la máscar a de u n apar ent e b ien , como es el
caso de det er mina dos or ga nis mos actuales qu e p os een u na
aur eola de pr est igio mu ndia l p er o cu yas decisiones causan
eleva dos niveles de su fr imient o en las sociedades en las qu e
s e aplica n sus r ecomenda ciones. (R ob er t S. Mason, El
advenimient o de Ahr ima n, L ondr es, 1998. El fr agment o
ant er ior p er t enece a la intr oducción hecha por los tr aduct or es
a su publicación española. CERS, Madid, 2000.)
(7) Evang elios apócrifos. T omo I. E l E vangel io cátar o de
Juan. Tr aducción de E dmu ndo G onzález Blanco. Edición a l
cuida do de J or ge Lu is Bor ges. H yspa mér ica Ar gent ina,
Bu enos Air es, 1985.
(8) “El Univer s o es en su cas i tota lida d u n vacío negr o, y
sin embar go el nú mer o de s oles es asombr os o. [...] Sola ment e
en la ga laxia de la Vía Láctea p odr ía hab er cien mil millon es
de mu ndos, ningu no demas ia do cer ca, ningu no demas iado
lejos del s ol loca l, alr ededor del cual cir cu la n en u n
silencios o homena je gr avitator io. ” (Car l Sagan y Ann
Dr uyan, Sombras de ant epasados olvidados, Edit or ia l
Planeta, Bar celona, 1993.)
“...sabemos qu e el u niver s o cons ist e en enja mbr es de
galax ias, cada uno de ellos cont eniendo des de u nas p ocas
docenas a unos millar es de ga laxias individu ales. Cada
galax ia, a su vez, es u n enja mbr e qu e cont ien e des de u nos
miles de millones a algu nos billones de estr ellas.” (Isaac
As imov. Cronología del mundo. Ar iel Ciencia. Colomb ia,
1992.)

- 69 -
Respu esta s

Ho la Ju lio , recibí t u envío, muy int eresant e y real,


gracias.
Te comun ico que me to mé el at revimient o de
reenviar lo a per sonas amigas (de esas que suelen pensar,
po r supuest o) locales y de ot ras provincias, pues me
parece qu e est as verdades hay qu e d ifundir las a los
cuat ro vient o s.
Quedamo s en co nt act o, recibe un abrazo y gracias
nu evament e.

Mar io Cardozo

Respu esta de Ju lio a Ma rio

Muchís imas gracias a t i, Mar io. E l pro pósit o de est as


cart as es apo rt ar aunque fu ese algunas pequeñas ideas
para que nuest ra vida co mo humanos sea un poco mejor.
No se venden ni arro jan o t ro beneficio para el aut or que
la sat isfacció n de haber logrado au nque sea en part e est e
o bjet ivo . De ahí que t u respuest a -co mo las de otros que
las envían amablement e- sea considerada co mo mi
salar io .

- 70 -
Textonautas

Ho la Ju lio , encant ado de conocer le yo me lla mo sant i,


so y u no de los administ rado res de Text onaut as. Me ha
imp act ado su cart a, sobre todo la co nvicció n que
desprende de sus palabras, (co rroboradas por
do cu ment ació n pr ecisa) y po r la ut ilizació n de u n
lenguaje sencillo , claro y fácil de ent ender, lo que se
agradece. Puede ser d iscut ible si lleva razó n o no en todo
(en mu chas cosas sí), po r ejemplo , culpar a Europa de
to do s los males que su fr e el mu ndo act ualment e no me
parece lóg ico . Reco nozco que hist ór icament e ha podido
in flu ir negat ivament e en el present e de esos países, eso
es indud able, pero t ampoco creo que sea (seamos, ya que
so y euro peo) lo s únicos cu lpables.
Pero bueno, no es mi int enció n discut ir, sino
agradecer le que nos haya enviado su cart a y decir le que
me gu st ó. Po r lo que veo es la número 3, lo cual me
ent rist ece porque a nuest ra d irecció n só lo ha llegado
ést a, ni la 1 ni la 2. ¿S er ía t an amab le de r eenviar me las
ant er iores para poder leer las? Es que hemos t enido fuer a
de ser vic io nuest ra cuent a de co rreo durant e algún t iempo
y po sib lement e haya sido po r eso por lo que no llegaron.
Se lo agradezco , reciba un saludo afect uoso

Sant i
t ext o naut as@hot ma il. co m

- 71 -
Respu esta de Ju lio a Santi

Lo s To lt ecas, lo s Mayas, lo s Azt ecas y los


Tavant isu yus (go ber nados por el I nca) eje rcían una
do minació n cruel so bre los pu eblo s bajo su yugo y
efect uaban horrendo s sacr ificios humanos. Un hist or iador
respet ad ís imo hace subir hast a dos mil por año el nú mero
de las víct imas sacr ificadas. He aqu í su descr ipció n: “Las
víct imas del ene migo eran de o rdinar io lo s pr isio nero s
[...] Eran co nducidas al sacr ific io por los sacerdot es, en
pro cesió n, a pasos lent os, al so n de músic a y en medio de
lo s cant o s del r it ual. [...] El pueblo, reunido a lo lejos, lo
co nt emp laba t odo en u n silencio pro fundo. En fin, la
víct ima era t endida so bre la p iedr a fat al. E l sacr ificador
se acercaba a ella ar mado de un cuchillo de piedra, le
abr ía el pecho , le arrancaba el corazón humeant e, y
ro ciaba co n la sangre las imágenes de lo s d io ses. E l
cadáver era ent regado al guerrero que había prendido a la
víct ima en la bat alla, el cual lo o frecía a sus amigos en
un banquet e.” (Diego Barros Arana. Historia de América.
To mo I, Capít ulo II: El ant iguo México. Edicio nes
Ánfor a, Buenos Aires, 1973.) Más adelant e, est e mis mo
aut o r expresa: “Los ant iguos mexicanos t enían fiest as y
d iversio nes de d iferent es especies: cono cían muchos
ju ego s en que eran d iest r ísimo s; celebraban o st ent oso s
banquet es en que se les ser vían delicados manjares; pero
una t rist eza casi const ant e for maba el fo ndo del caráct er
nacio nal. E n med io de l br illo de las r iquezas, el mejicano
viv ía at errorizado por sus preo cupacio nes religiosas, y

- 72 -
abat ido no t ant o po r el despo t is mo del gobier no de la
t ierra cuant o por el t emor a sus horr ibles y sanguinar io s
d io ses”.
Ya que t engo est e to mo abiert o ant e mí, junt o a la
co mput adora, mient ras escr ibo ( y el libro no es pequeño)
apro vecharé para t omar de su narració n otro párrafo:
(Huáscar y At ahu alpa, her manos y gobernant es del
Tavant isu yu) “Durant e cinco año s [...] reinaro n
pacíficament e en sus est ado s respect ivos; pero empeño se
enseguida una guerra t err ible en q ue, desp ués de
sangr ient o s co mbat es, la vict oria quedó para At ahualpa.
Huáscar fue ret enido en una pr is ió n”. (Obra cit ada,
Capít u lo XIV, Conqu ist a del Perú.)
Qu iero decirt e con est o, Sant i, que po sib lement e
hu b iera esperado a lo s millo nes de abor ígenes que
habit aban est e in menso cont inent e padecimient os
similares –o incluso peores– si no hu biesen llegado hast a
aqu í los co nqu ist ado res europeos. Pues si lo s azt ecas y
lo s incas – imper ios po r ent onces do minant es– no habían
expand ido aún más su opresió n so bre las demás razas, era
pro bablement e por falt a de t ecno log ía. Pero como la
reflex ió n debe basarse sobre lo que efect ivament e
suced ió , les ha t ocado ineludib le ment e a lo s europeo s,
qu ienes prot agonizaron hegemó nicament e la co nquist a,
cargar co n la ma yor part e de la responsabilidad. Co mo
les t o ca aho ra a lo s no rt eamer icanos -simient e epidémica
de Ing lat erra- quienes ya cargan sobre sus espaldas el
ho rro r de Hiroshima y Nagasaki, el espant o de Viet nam,
la incalificable masacre y o presió n de Iraq.

- 73 -
No es mi int enció n echar “t o da la culpa” a lo s
euro peos. Y debo aclarart e que no guardo prejuicio
algu no en co nt ra de Europa ( inclu so, muchos de lo s
mo ment os más felices de mi vida lo fueron co n personas
pro venient es de allá, a quienes recuerdo co n inmenso
afect o ). Mi prop ia sangre es, por lo demás, de or igen
remo t ament e europeo.
La int enció n de est as reflexio nes es indagar sobre las
fuent es pr imordia les de lo s peores inst int os,
racio nalizado s en pro yect os y concret ado s en accio nes,
que a lo largo de la hist o r ia hu mana han co nducido a su
in felic idad. Tenía u n p lan para ello: part iendo de algún
hecho emble mát ico (como el “d erecho de pernada”
expuest o en una de las pr imer as cart as) abordar
sist emát icament e la vio lencia, el ego ísmo, la
mezqu ind ad, la ast ucia y develar en lo posible las fo r mas
ins idio sas co mo había ido int erpenet rando la cult ura
hu mana a lo largo de los sig los. Todavía sigu e en pie est e
p lan. Só lo que est amo s dando algunos rodeos,
aparent ement e necesar io s, inducidos por la inspiració n.
Dent ro del est ud io crono lóg ico de los males,
deber íamo s ent o nces analizar la gest ión de los sumer ios -
qu ienes est ablecieron el pr imer I mper io sobre la T ierra-,
lo s egip cio s, lo s babilo nio s, lo s asir io s, los gr iego s y
ro mano s, los chino s, los t árt aro s, lo s hunos, los árabes y
lo s t urcos ant es de llegar a lo s europeos. Ningu no de lo s
mencio nado s fueron ángeles benignos en sus po lít icas de
do minació n.

- 74 -
Espero pues que las Cart as puedan cump lir est os
pro pó sit o s, y si lo s podemo s co mplet ar en for ma
co lect iva, mejo r. Po r ello quiero decirt e que celebro
mu cho t u respuest a, la cual enr iq uece nuest ra labor.
Po r correo apart e envío a t u dir ecció n de e- mail las
Cart as 1 y 2.

Un saludo afect uo so.


Julio

- 75 -
CARTA Nº 6

Aut onomía, Santia go del Est er o, ju eves, 12 de ju nio de 2003


*

So lemo s cr eer que el refinamient o es pat r imo nio de las


clases “alt as”. Me parece que no es así. Mas para
ent end er nos mejor, es necesar io int ent ar una
apro ximac ió n a lo supuest o cuando usamo s la palabr a
“r efinamient o ”.
Durant e el sig lo veint e las masas humanas fuero n
víct imas de las id eas del d ieciocho. Est as par ieron, co mo
uno de su s más grandes logro s, el mat er ialis mo. Por ello,
se llegó a considerar “refinado ” a quien present ara rasgo s
de co mpo rt amient o agradables y ciert a erudició n for mal.
Se emparent ó el concept o con la for ma ext erior de los
o bjet o s. No cabe duda, ent o nces, que La P iedad de
Miguel Angel es u n o bjet o refinado: allí el már mo l
aparece pu lido hast a un grado de maravillosa t ersura.
Est e cr it er io, ser ía t al vez el qu e per mit ir ía inco rporar
a lo s sig n ificado s de la palabra “refina mient o” las
acep cio nes: “ext remada crueld ad en la manera de act uar
de u na perso na” o “ensañamient o, saña”. ( 1) Algunos
reyes franceses del sig lo XVII y su s amigos pract icaban
t rabuco t irando cont ra presos a quienes, ant es de so lt ar

- 76 -
en el bosq ue o rdenándo les correr, los carceleros habían
man iat ado , vendádo nles su s o jo s.
La cint a Los Demo n io s, prot agonizada por Oliver Reed
y Vanessa Redgr ave, ilust ra d icha cost umbre. Allí, los
po bres reos so n además embadur nados en alquit rán y
emp lu mado s, para dar mayor “lu cimient o” al “fest ival”.
En él -u na co lor ida celebració n- part icipan racimos de
no b les, vest idos con lujo d eslu mbrant e, bellas damas,
fu nc io nar io s, clero; t odos asist ido s por servidumbr e
inco nt ab le, asimis mo asaz lujo sa. (2)
Discer nimo s, ent o nces, que es só lo aparent e la
co nt rad icció n. Así, el t ér mino po día ap lic arse a lo s
“no bles” franceses lla mados a est renar más t arde el
invent o del do ct o r Guillo t in; e llos ost ent aban sin dud a
caract eres de “finura, gust o, exquisit ez, delicadeza,
elegancia, dist inció n”, sin por ello est ar exent o s de
“ext remada crueld ad en la manera de act uar” ni de
“ensañamient o, saña” -ot ros significados inclusos en est a
palabra, co mo ya qu edó expresado.
Est a co ncepció n del refinamient o que ho y sust ent an las
masas en las ciud ades europeas o europeizadas surg ió en
el Renacimient o (siglo s XIV y XV). Pero adquir ió
defin ició n ideo ló gica durant e los sig los XVIII y XIX, a
t ravés d e la idealizació n románt ica. Ar no ld Hauser
descr ibe a las clases que le diero n o r igen: “... las co rt es
de lo s pr íncipes it alianos del Renacimient o no persiguen
t an alt o s fines (co mo lo s de la caballer ía medieva l) ; su
co nt r ibució n a la cult ura so cial se limit a a aquel
co ncept o que se difundió en el siglo XVI por influencia

- 77 -
españo la, pasó a Francia y se impu so allí, const it u yendo
la base de la cult ura cort esana y co nvirt iéndose en
mo d elo para t o da Europa.” (2) Permít aseno s otra cit a del
mis mo libro, pues apo rt a caract eríst icas impo rt ant es de
lo s sect ores que const it u yeron -t amizados por el
ro mant icis mo- lo s clissés para el co ncept o occident al de
refina mient o:
“A d ifer encia de la clase señor ial de las ot ras ciudades
it a lianas, en pr imer lugar Florencia [...] la ar ist ocracia de
Ro ma se co mpone de t res grupos per fect ament e
d ifer enciado s. E l más import ant e est á formado por la
co rt e po nt ificia con los par ient es del Papa, el clero más
alt o , lo s d iplo mát icos del país y ext ranjer os y las
in fin it as p ersonalidad es qu e part icipan de la
mag nificencia pont ific ia. [...] Un segundo grupo abarca a
lo s grand es banqueros y r ico s co merciant es, que en la
desp iadada Ro ma de ent o nces, cent ro de la
ad min ist ració n financier a pont ificia, que se ext endía po r
to do el mundo, t enían la me jo r co yunt ura imaginable. E l
banquero Alt o vit i es uno de los más magníficos amigos
del art e de la época, y para Agost ino Chigi t raba jan, con
la excep ció n del enemigo de Rafael, Migu el Ángel, t odos
lo s art ist as famo sos de la épo ca; él d a t rabajo -apart e de
a Rafael- a So doma, Baldassare Peruzzi, Sebast iano del
P io mbo , Giulio Ro mano, Francesco Penni, Giovanni da
Udine y muchos o t ros maest ros. El t ercer grupo est á
fo r mado por los miembros de las ant iguas familias
ro manas, ya empo brec idas, que puede decirse que no
t ienen part e alguna en la vida art íst ica, y mant ienen sus

- 78 -
no mbr es co n lust re gracias a que casan a sus hijo s e hijas
co n lo s vást ago s de burgueses r icos y con ello dan lugar
a una fu sió n d e clases seme jant e, aunque más redu cida, a
la qu e ya ant es se había producido en Flor encia y ot ras
ciudad es a co nsecuencia de la part icip ació n de la ant igua
no b leza en los nego cio s de la burguesía. ”
Ad emás de finas en su s modales y gust os, est as clases
so n ext remadament e crueles cuando lo consider an
necesar io . E l Pr íncipe, de Maquiavelo , ha provist o t al
vez u n modelo insu st it u ible del t ipo de personalidad a la
cual nuest ro concept o, aquí est udiado en sus acepcio nes
o ccident ales, podr ían ap licar se.
Mas po r ho y dejemo s est a facet a del asunt o (en ot ra
o po rt unidad hablaremos de Lord Byro n, S ir Lawrence de
Arab ia y o t ros psicót icos seme jant es, que llegaron a
co nst it u ir verdaderos arquet ipos para Occident e).
Veamo s aho ra la o t ra, la cu al co nsidero mucho más
cercana a la verdadera esencia de la palabra
refina mient o. Para no cansar los, hagamo s aquí una pausa;
co ncédanme, en el int er ín, una pequ eña reco rdació n.

E l seño r Báez me visit aba co n moderada frecuencia en


Fer nández. Cuando est o coincidía con alguna acció n mía
a campo abiert o, so lía co nt emp lar lo avanzando desde la
d ist ancia, perdiendo y recuperando part es de su cu erpo
t ras las ondu lacio nes del camino que co nducía a casa o
lo s edificio s, luego de at ravesar el inmenso pat io cent ral
de la Fu ndació n -alrededo r del cual se levant aban la
curt iembre, la carpint er ía, el laborat or io para la

- 79 -
ext racció n y depósit o de miel, la casa de Josef Majer (de
est ilo seudoalp ino en la sup er fic ie, pero cuyas
habit ac io nes pr incipales, se habían co nst ruido bajo
t ierra), la de Ulr ich Buck enmayer (ot ra joyit a
arqu it ect ó nica, co mpuest a por dos primor osos glo bos de
cement o y ado be, bajo lo s cuales se respir aba u n aire
u mbro so y fr esco, comp let ament e aislados del ext er ior
po r las mejo res mader as en sus abert uras y finas mallas
met álicas par a evit ar el ingreso de insect os, unidos ent re
sí po r una bo nit a galer ía cubiert a, de fo rma rect angu lar),
el g allinero, la Guarder ía (g igant esca co nst rucció n do nde
se había aplicado el cr it er io de las casas-g lo bo,
per feccio nado t ras el efect o un po co gro sero de la Casa
de lo s Alu mno s, más gigant esca aún, poster ior para
ubicar la si co nt inu amo s t o mando co mo referencia e l
camino a casa pero ant er ior en su const rucció n), a la
izqu ierda e l mo lino co n su gigant esco t anque y la huert a
co mu nit ar ia, más t arde el corral de las vacas, aú n más
aqu í ya el cult ivo exper iment al de frut illas y e l de
to mat es per it a, con sus her mét icos t oldos rect angu lares
de mat er ial vinílico para preser var los de l fr ío inver nal,
después d e at ravesar la acequ ia pasando sobre un ancho
puent e, afir mado en só lidos t ubos, el corral de los
chanchos, t ras del cual se había const ruido, co n est ér il
fir meza, la jau la so bre cement o para una yunt a de
pecar íes t raídos de Salt a; enseguida la sen da bordeada
po r “d ient es de leó n” que llevaba a casa, tras la cual se
abr ían cinco hect áreas sembr adas só lo con melilo t us
(para las abejas), el ho r izont e cercano -ocult ador de un

- 80 -
ancho canal-, y e l mo nt e, po r part es negad o, t an
apret adas crecían allí las innumerables plant as que
co nst it u ían su veget ació n. Nuest ra casa er a una
co mpo sició n arqu it ect ónica qu e perso nalment e
imag inara: dos grandes glo bos, unidos en el medio po r un
pr isma rect angular más grand e aún. E l pr imer glo bo fu e
dest inado a sala de est ar; era e l único que había quedado
sin t er minar (pues se me acabó el dinero). El rect ángulo -
cinco met ro s y medio de alt ura y nueve d e largo, con leve
caída hacia el oest e- cont enía la cocina, nuest ro comedor
d iar io, un baño y una pequeña habit ac ió n para huéspedes,
co nst ru ida so bre el baño, a la cual se llegaba por med io
de u na escala mar inera de hierro empot rada en la pared.
E l segu ndo globo (en realidad medias esfe ras, que me
agradaba emparent ar imaginar iament e con vient res
mat er nales en su per iodo de gravidez) albergaba t res
habit ac io nes: una pequeña, al ent rar, hacia la derecha,
do nde yo dor mía habit ualment e; ot ra ma yor -o cupando
casi t o do el esp acio- do nde, en una gran cama hecha en
nu est ra carpint er ía reposaban junt as mi esposa Glor ia co n
nu est ras hijas: Rocío, Lupit a y Alejandra. A su lado, la
cu na, usada cuando eran ch iquit as, abado nada para
siempre luego de haber cumplido un año la más chiq uit a,
Ale jandr a. Por últ imo , a la izquier da, otra salit a pequeña:
mi escr it o r io. Las t res t enían abert uras, proporcionales a
sus t amaño s, de fo r mas o jiva les. Los ambient es est aban
separ ado s só lo por t abiques de ladr illo, que habían sido
levant ado s hast a u no s dos met ros de alt ura, sin llegar al
t echo , de t al manera que mient ras per maneciéramos en

- 81 -
aquello s ámb it os pudiésemos est ar cont inuament e en
co mu nicació n.
E l seño r Báez renqueba levement e. Segurament e por
ello se apo yaba en un sing ular bast ón. A diferencia de lo s
que sue len llevarse en las ciudad es, no present aba
labr anza alguna en su cuerpo ni t er minaba en pu nt era o
mango , mucho menos o st ent aba mar files o met al. Era,
senc illament e, u na rama relat ivament e der echa de algú n
árbo l (est o lo supo ngo) t an irregular co mo fuera gest ada,
cu ya su per ficie a l p arecer había sido bruñida só lo por su
uso y el t ranscurr ir de los años. La ot ra mano venía
o cupada po r un vie jo port afo lio s de cuero sin lust rar.
To do en el señor Báez t ransmit ía la impresió n de haber
sido usado por mucho t iempo. Su t raje gr is, arrugado, la
camisa, que llevaba prend ida en el cuello pero sin
co rbat a - lo cual inducía una aso ciació n con lo s t rist es
daguerro t ipos mo st rando obrero s indu st r iales del XIX-
unos geme lo s descascar ados sost eniendo las mangas. Se
sent aba en la silla que le o frecía fr ent e a mi pequeño
escr it or io (en aquella o fic ina no había lug ar para más de
do s o t res personas) y se rela jaba, co nt ánd ome alguna
hist or ia breve. Nunca per manecía más de media hora.
Viv ía so lo , en u na ru ino sa casucha que ciert a vez vi de
lejos, y - alguien me ind icó - le había dejad o su madre.
Algu ien me había dicho, t amb ién, que era “ho mo sexual”.
Au nque est o po siblement e er a u n infund io de gent es
element ales, co mo la mayor part e de quienes habit aban
est a zo na de chacareros, ant e su s modales cult o s y
at ildamient o ext er io r. Se so st enía con la vent a de libro s.

- 82 -
Los info r mant es - inev it ables en lo s pueblos chico s-
co mp let aban su semblanza afir mando que esos libros los
o bt enía en do nació n, recorriendo ed it or iales, libr er ías u
mu seo s de Bueno s Aires, donde se present aba co mo
“deleg ado de la Dir ecció n de Cult ur a o la bibliot eca de
Fer nández”. Nadie sabía en esos ámb it os siquiera la
ubicació n geográfica de Fer nández, así qu e el asp ect o de
su represent ant e debe de haber les parecido coherent e a
t ales do nant es. De vez en cuando el señor Báez conseguía
pasa jes sin cargo , en las cat egor ías más humild es del
famo so Est rella del Nort e, un t ren que en -con suert e- en
18 t raquet eant es horas de abnegado via je so lía deposit ar
a lo s pro vinciano s (que iban aco mpañado s po r cabr it o s,
gallinas, pert rechados co n t o do t ipo de aliment os en
paquet es) en la est ació n de Ret iro, en Buenos Aires.
¡Bu eno s Aires! Est a referenc ia mág ica t ransport aba la
imag inació n del señor Báez, para quien la inmensa ur be
se present aba posiblement e co mo debió haber lo hecho el
Par is fin isecular en la et apa puebler ina de Rimbaud o
Mo d ig lian i. Me co nt ó ciert a vez u na hist or ia que logró
qu it ar mis o jo s de los fro ndo sos seibos y los pájaro s que
en ello s jugaban, regodeo al que me ent regaba durant e
algu nas visit as pues la vent ana de mi derecha había sido
d ispu est a para facilit ar lo. Fu e la de ciert o viaje q ue, en
el año 1959, había organizado para la Delegació n
Cu lt ural de Fer nández, llevando “lo mejo r del art e local:
po esía, mú sica, danzas” a la Capit al Feder al argent ina.
La descr ipció n de t al gira me provoca algo de sonrojo

- 83 -
aú n ho y, pero él la cont ó pausadament e, sin in mut arse.
Reproduciré só lo la escena de la llegada:
“E n Est ació n Ret iro -dijo el señor Báez- nos esperaba
el int endent e de la ciu dad” ( ¡el int endent e de Buenos
Aires! ¡Un mo nst ruo co n seis millo nes de habit ant es,
yendo a esperar a...! ¡u na delegació n cult ural de
Fer nández, pueblit o agr íco la perdido en la anchura de
Sant iago del E st ero , una de las pro vincias más pobres de
la Arg ent ina!) “Luego de que la Banda de Música
Mu nicip al ejecut ara algunos t emas de Vivaldi, co n
no so t ro s parados en lo s est r ibos del t ren u obser vándo los
desd e las vent anillas, muy grat ificado s... (¡de Viva ldi!
¡la Banda t ocaba t emas, precisament e, de Vivald i!) ...el
int endent e me ent regó las llaves de la ciudad” E l mis mo
recib imient o, en su ma, que en su opo rt unidad merecier an
el pr ínc ipe de Gales o Char les De Gaulle.
E l seño r Báez se ret ir aba, pues, luego de co nt ar me
est as hist o r ias, renqueando , hacia su casit a dist ant e de
do nde noso t ro s vivíamo s co mo un kiló met ro. Lo
aco mpañaba hast a la galer ía, lo obser vaba bajar y subir
las lo mit as hast a perderse en la dist ancia. Me habían
d icho que pasaba d ificu lt ades, por lo cual so lía o frecer le
algú n desayuno o mer ienda.
So lament e acept aba un t é.
La últ ima vez me obsequ ió dos libros. Había ido
pr imero a la casa de Josef Majer, pero el alemán no quiso
co mprar lo s. Lo coment ó sin o to rgar demasiada
impo rt ancia al asunt o. ¿Quer ía ver los? Me los most ró .

- 84 -
Part icu lar ment e u no , Historia de los Papas, de Herder,
me impr esio nó.
Es un t o mo grande, de ed ic ió n lujo sa, t apa
encuader nad a en t ela rugosa bajo la sobr ecubiert a a todo
co lo r, hojas int er io res en p apel grueso, eco lógico. Me
o bser vó manejando el libro con cuidado, disfrut ó del
afect o con que yo daba vuelt a cu idado sament e sus
ho jas... lu ego de un rat o de silencio dijo:
- ¿Le gu st an lo s libro s? Puede qu edár selo s.
Quedé co rt ado . ¡Había venido a vender eso s libros al
alemán, posib lement e po rque no t enía dinero siqu ier a
para co mer... y me los obsequiaba!...
-Seño r Báez...-balbuceé- se lo agradezco, pero no
puedo acept ar lo... Ust ed t iene que vender los, es su
t rabajo ...
-¡No, no! -o rdenó -. ¡Quédeselo s! ¡S e los he
regalado !...
Para no dar más o port unidad de d iscusió n se levant ó,
t rabajo sament e.
Ensegu ida est aba ale jándo se po r el sender o. Su cabello
co rt o, cano, comenzó a confundir se enseguida con el
ho r izo nt e gr isáceo. Y nu nca más lo vi.
Pregu nt é po r su paradero mucho t iempo despu és. Me
d ijero n que había muert o. ¿Có mo fu e? Lo encont ró una
vecina, iba a llevar le t ort illas. Nad a impr esio nant e. Sólo
do rmía. E l dir ect o r de Cu lt ura, que era un ho mbre
sensib le, d ispuso de la caja chica unos pesit os para que
Gr igg io , el carp int ero del p ueblo, le fabr icara un cajó n
(cuat ro t ablit as sencillas).

- 85 -
Una vez adent ro lo ent erraro n, direct ament e, en un
espacio vacant e de la ancha alfo mbra de césped en el
cement er io . S in velor io , pues no t enía familiar es. S in
cruz, pues manifest aba pú blicament e su agnost icismo.

Tengo para mí q ue el verdadero refinamie nt o requiere


ciert as co nd ic io nes, algunas inabordables para las clases
ad inerad as. Las pr imer as de caráct er, au nque obt enibles a
veces bajo la co mb inació n con ot ras de condic ió n
ext er ior. Ent re las pr imeras debe haber hu mild ad, pero
t amb ién ciert a megalo manía. Pues una co ndició n esenc ial
del verdadero refina mient o es la co nst ant e dispo sició n a
sat isfacer las necesidades de lo s ot ro s, no de aquello s
que pued en dar nos algo a camb io , sino de lo s desvalidos,
lo s necesit ado s, lo s anc iano s, los enfer mo s, los
inco mprendidos, abandonados, de los semejant es, en
su ma a qu ien co mpart e lo mejo r de su pat rimo nio magro.
¿Y la megalo manía? se me pr egunt ará. Sólo quienes
sust ent an est e fact o r en su s car act eres pu eden acceder a
la amp lit ud necesar ia co mo para abarcar con su
imag inació n a t oda la human idad, y hast a la nat uraleza
ent era, al pu nt o de sent ir se int egrados en un só lo cuerpo
co n ellas. Buda, Zarat ust ra, Cr ist o, San Fr ancisco de
Asís, eran pro bable ment e ind iv iduos a quienes hu biera
po dido fácilment e acusarse d e megaló man os.
¿Y las co ndicio nes que d ifícilment e puedan alcanzar
lo s r ico s?

- 86 -
La pobreza y el do lor. La incert idumbr e de no saber si
ho y vas a poder encont rar u no s cent avos para co mprar la
leche de t us hijo s, o una ropit a que necesit an para poder
co ncurr ir a la escuela. E l do lor de innu me rables
sit uacio nes difíciles, la pérdida de quienes hemo s amado
bajo co nd ic io nes de impot encia... son alg unas sit uacio nes
necesar ias para mo ldear las for mas qu e finalment e
emergerán, cuando hay buenas raíces caract erológicas, en
la verdader a no bleza, que es espir it ual.
No digo que sea imposible alcanzar est os requisit os
para u n r ico. La mayor ía no lo hace, aú n más, ni siquier a
les int eresa en lo más mínimo hacer lo.
¿Dó nde enco nt rar refina mient o humano, ent onces?
De hecho puede enco nt rárselo en cualquier part e: en
Amst erd am qu izás o en Qu elimane. Mi exper iencia - la
cual no co nsidero exclu yent e- sin embargo, es haber la
vist o con ma yo r facilidad allí donde no hay demasiadas
co sas para co mprar -ni dinero para hacer lo-, allí do nde la
vid a es hu milde, en los pequeños pueblo s, en lo s cerro s o
valles alejado s, cuant o más ig norados por la civilizació n
o ccident al, mejo r.

Me desp ido con un salu do afect uoso.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

- 87 -
* 2 Cor 3,15 -4, 1, 3-6/Sal 84. Mt 5,20-26. Juan de
Sahagú n. 1514: P or pr imer a vez s e da lectur a al
“Requ er imient o” (al caciqu e Catar apa), en la voz de J uan
Ayor a, en la costa de Santa Mar ta (ver Carta Nº 3). 1981.
Joa qu ín N eves N or te, aboga do del Sindicato de los
T rabajador es Rur ales de Na vir aí, Par aná, Brasil, ases ina do
por par apoliciales. (Fu ent e: Agenda Latinoa mer ica na-Mu ndial
2003. Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.)
(1) E nciclop edia I nt er act iva Santillana. Ver s ión 1.0. 1995.
Santillana. Publis hing Compa ny y Chinon Amer ica I nc.
(2) D ir ect or : K en Russ ell. Guionista: Aldous Huxley.
Estr ena da el 16 de ju lio de 1971 en EE. UU.
(3) Ar nold Haus er . Hist or ia s ocial de la lit er atura y el ar te.
T omo I. Guadar r ama, Madr id, 1972.

Respu esta s

Julio , est e para que mandes a t us amigo s a ver si


co nsigo t rabajo.-Laura:

DESEMPLE ADA, Mart illera y Corredor, Of. De


Just icia Ad-Ho c. Espec ializada en Vio lencia Familiar -
Malt rat o y Abuso Sexual I nfant il. Fu ndadora y Coo rd. de
grupo s de aut oayuda por mas d e l0 años. Con amplias
refer encias, mis grupos han s ido est udiad os por la
Universid ad del Co mahue en casi t o das su s
especialidades sociales. “Una verdadera escue la de

- 88 -
ciudad anía, aprenden sus derechos y sus obligacio nes” un
Grupo no una ser ie;- en fin, mil referencias.
Me o frezco para t rabajar, o rganizar, cont rolar un
Pro yect o product ivo de desarro llo sust ent able.
Cu lt ivar la t ierra y cr iar anima les, para
aut o aliment ació n y co merc io .
Fund ament al: Perso nas que t rabajen aut oest ima
(resiliencia), daño s emocio nales, vio lencia familiar,
malt rat o infant il, abuso sexual infant il.
También: me curo y ayudo a curar el daño emo cio nal
pro ducido por la desocupació n.
Curar her idas emo cio nales y recuperar per sonas.
Co n est o prevenimo s: Delincuencia infant il, embar azo s
en ado lescent es, madres cabezas de familia, prost it ució n,
especialment e la infant il, abando no de hijos –et c. –
dro gad icció n y alco ho lismo -et c.
So y Mamá de t res hijo s, con hambre, u no desnut r ido
( l8 año s- l, 90 de alt ura.-) 6to. Año esc. Técnica, ot ro (l6
año s) su fr iendo malt rat o por part e del padre só lo por
co mida y edu cació n, 3er. Año, Esc. Técnica, la ot ra
Est ud iant e Univer sit ar ia- 6 mat er ias y se recibe de
Traduct o ra de Inglés ( vive co n los abuelo s-Jubilados).
En algu na part e de est e bendit o país necesit ar án de mis
ser vicios, necesit o t rabajar y recuperar a mis hijos.-

Laura Padilla
laurapadilla200 1@yaho o.com
José M. Paz l8 l4- General Roca-Río Negr o
S i no me lo cort an TE: 02941-42779l

- 89 -
Gracias y q ue Dio s me bend iga y t e bend iga.-

Respu esta de Ju lio a Lau ra

Laura, est á mu y buena la present ació n que hicist e por


Au ment o de Cuo t a Aliment ar ia ant e el juzgado de Río
Negro . Me parece fant ást ica esa redacció n cort azar iana
para int ent ar al menos, si no desent umecer un poco las
neuro nas de los qu e “impart en just icia”, dejar un
t est imo n io de po r dónde pasa la vida, usando una
t ermino lo gía que se salt ee eso s alambicados t érmino s
inco mprensibles que han invent ado los t radicio nales
p icap le it os. He aquí el frag ment o inic ial ( es muy larga
para repro ducir la ent era, pero quien la desee co mplet a
po r favo r so licít ese la a su aut o ra):

“Sra. Jueza:
“LAURA ROS ARIO P ADILLA, ESPECI ALIZADA EN
VIOLENCI A FAMI LI AR, co n do mic ilio en José Mar ía
Paz l8 l4 de est a ciud ad, ant e SS me present o y digo :
“I.- Que vengo po r el present e a pregunt ar porque no
me qu iere S.S. at ender en for ma perso nal cuando realizo
la co nsu lt a de “si puedo hablar co n Ud.”, quiero que sepa
y t enga present e mi et er na int enció n de co brar lo s daños
y per ju ic io s que he sufr ido, pero como no me ha quer ido
at ender le vo y a det allar el t ema que quer ía t rat ar co n
Ud. O lo s t emas mejo r dicho, paso det allar el pr imero:
“E n las últ imas fo jas del present e Expt e. tiene que
co nst ar el act a que labró la secret ar ia de su juzgado,

- 90 -
cuando Uds. t o maron not icias de que yo había dejado el
Expt e. en el juzgado Federal; le paso a cont ar co mo fue
el ep isod io co n esa ru bia t arada que co bra sueldo todos
lo s meses y que t iene caca en la cabeza, pr imero me dijo :
seño ra Ud. es mart illera, Ud. Sabe co mo es est e t ema,
además Ud. ya deber ía después de casi diez años haber
rehecho su vida, es decir ded icarse a t ener una pareja, y
ya d ejar de est ar con est o s reclamos qu e sólo le t raen más
pro blemas - me lo d ijo co n u n t o no de voz muy suave, con
gest o s de insinuació n de relacio nes sexuales, me lo dijo -,
es u na d e las t aradas que creen que un ped azo de pene le
so lucio na la vida a una mujer...”

Cent ro Evo liano

Est imado Julio Carrer as.

Le escr ibe Juan Manu el Garaya lde, secret ar io del


“Cent ro de Est udios Evo lianos”.
He leído co n verdadero p lacer las cart as Nro. 3 y 4,
enviad as por ust ed.
La últ ima, so bre t o do , coincide con lo que nuest ro
Cent ro de Est ud io s realiza.
Est amo s dent ro de la co rr ient e t radic io nalist a (René
Guéno n, Ju liu s E vo la, T it us Burkhard, Mircea E liade,
Ibn´Arab i, et c.). Nosot ros no hacemo s dis t inció n ent re
“derechas” o “izqu ierdas”, “cent ro-derecha”, “cent ro-
izqu ierda”. Para no sot ros, hay una so la lucha: ent re
TRADICIÓN y MODERNIDAD. Para algu nos, nuest ros

- 91 -
escr it os les pueden parecer “procesist as” ( defendemos la
cruzad a por las Malvinas), o “subversivos” (defendemo s
el socialismo co mo sist ema de o rganización econó mica ...
la econo mía co munit ar ia).
Fund ament alment e, defendemos la Trad ic ión
Arg ent ina, y el modelo del Mart ín Fierro que rechaza la
“civ ilizació n” liberal t raída po r Alberd i, Sar mient o,
Ro ca, et c. Nuest ro Mart ín Fierro est ablece un puent e
ent re el Hidalgo Do n Qu ijot e de la Mancha, el últ imo
so breviv ient e d e u na épo ca donde el Hono r, la palabra
era un element o que dignificaba a l Ho mbr e.
Ust ed just ament e no s escr ibe desde la Provinc ia que
fue in ic iadora de la co lonizac ió n, y del nacimient o de
ARGENTUM.
Le agradezco sincerament e vuest ros envío s.
Un gran saludo !

Juan M. Garayald e
Secret ar io - Cent ro de Est udios Evo liano s
cent ro evo liano @yahoo.com
Bueno s Aires, Argent ina.
Respu esta de Ju lio a Juan Manuel

Juan Manuel, la t area emprendida con est as Cart as t al


vez resu lt e pequeña po r sus result ados, pero de mí
requ iere ingent es esfuerzos. Me propo rciona, en cambio ,
grandes sat isfaccio nes. Una de ellas, la qu e toda obra de
creació n suscit a en el co razón de su aut or.

- 92 -
Ad emás, est as que co ns idero mi salar io ; es decir, las
respuest as de esp ír it u s sensibles que cada t ant o recibo
(co mpart an o no lo que creo aproximar se a la -t an
elusiva- verdad). Le agradezco que se ha ya tomado el
t rabajo de escr ibir me. Un saludo afect uoso. Julio

Noticia periodí stica en viada por mi sob rino Rafael

Est a not a salió ho y en el gran d iar io argent ino (Já!),


id eal para leer la después de ver Bowling fo r Columb ine.
(Rafael Mc Namar a):

LOS NORTEAMERICANOS: ARMAS, CONSUMO


Y MIEDOS

Radiogra fía de una sociedad i mperia l

Los nort eameri cano s sienten que son un p ueblo


elegido. Tien en la economía capit alista más creativa del
mundo. Unen con inteligencia el puritani smo religi oso
con los negocios. Consumen compul sivamente. Se
alimentan mal: el 31 por ci ento es obeso. Su poderío
militar les permit e hoy ganar las guerras. También
ejercen violenci a cont ra sí mi smo s. Los obsesiona
arma rse y un 70 por ci ento apoya la pena de muerte. En
este inf orme, los su eños, los miedo s, los deseo s y las
conviccion es de un norteamerican o medio.

- 93 -
Mar ina Aizen.
Co rresponsal en Nueva York.

Aq uella fue una noche sin luna en Jarret , Virginia.


Esperé a las puert as de una cárcel, durant e horas y a la
int emper ie, que u no de lo s co ndenados a muert e del penal
fuera ejecut ado . Recién cu ando una ambulancia co n sus
chillido s y su s luces rojas se perd ió en la o scur idad, el
jefe de prensa del penal anu nció la muert e del preso con
la sobr iedad y el envaramient o de un profesio nal, co mo si
hablara de u n asient o co nt able. Cuando todo t erminó, los
per io d ist as part imo s en un aut o que recorrió una rut a
o scura durant e un largo t recho hast a llegar a un Burger
King. Ya en el fast food, vimo s ent rar a tres
no rt eamer icano s gordo s y rubio s, vest idos co n ropas
in fo r males y có modas, co mo las que usa la ma yor ía. Cad a
uno p id ió un licuado . Ant es de t omar lo s, rezaron.
¿Habr ían pr esenciado la ejecució n y ro gaban por el
descanso et erno del mu ert o? No pude saber lo . Pero pensé
que t ant o esa ejecució n o rdenada y ascét ica de un
co ndenado y est a apasio nada plegar ia frent e a un vaso de
p lást ico po dían ser la más cert era post al de los Est ados
Unidos.

Mori r en Miami

To das las sociedades t ienen sus p arado jas. Son, al


mis mo t iempo, virt uosas y vic io sas; maravillo sas y

- 94 -
miserables. Los EE.UU. no só lo t ienen la eco no mía
cap it alist a más creat iva y hegemó nica del mu ndo sino
t amb ién u n po der ío milit ar super ior al alcanzado por
cualqu ier o t ro imp er io en la hist oria de la humanidad. En
no mbr e de su s int ereses, se libran guerras que los
no rt eamer icano s apo yan por var ias razones. Una de ellas
es que no las sufren en casa y suelen mirar las por t evé.
También piensan que las virt udes de los E st ados
Unidos son univer sales. La Casa B lanca siempre
encuent ra, en est a convicció n, la plat aforma para
cualqu ier g est a “civilizat oria” en cu alquier rincón del
p lanet a.
A veces, o curre que esa vio lencia predest inada la
d ir ig en co nt ra sí mis mo s. Ent o nces, la sociedad se t orna
parano ica y se ar ma hast a los dient es. ¿E sto se debe a
que lo s EE.UU. so n la nació n con el nive l más alt o de
mu ert es po r armas de fuego del mu ndo indust r ializado ?
En Su iza, hay práct icament e la mis ma cant idad per capit a
de ar mas que en los EE.UU., pero los suiz os las esco nden
mient ras que los no rt eamer icanos las exhiben para
persuad ir de su po der y por orgullo. E n los años 80,
invent aro n la frase go ing post al para refer irse a quienes
en u n at aque de lo cura mat aban a sus co mpañeros de
t rabajo o a quien se les cruzar a en el camino.
Ent o nces, est o s incid ent es so lían t ener lugar en lo s
co rreo s, y de allí el o r igen d e la frase. Per o est as
masacres po dían o curr ir en cualquier lado.
En u na escu ela, co mo en Co lu mbine ( Co lorado) o en
Miami, do nde hace una semana fuero n acr ibillados dos

- 95 -
argent ino s y u na brasileña po rque est aban escuchando la
mú sica fu ert e.

(Frag ment o )

Respu esta de Ju lio a Ra fael

Rafael, muchas gracias po r el art ículo. I nquiet ant e y


excelent e. Segurament e nos va a ser vir para var ias
reflex io nes post er iores y co mo do cument ació n. Un gran
abrazo . Julio

Las ca rtas...

Amigo Carreras:
Po cas líneas para agradecert e t us cart as... en más de u n
párrafo de ellas he vist o refle jados mis sent imient os.
La realid ad, las du das, la esper anza, el descreimient o y
un mo nt ó n de cosas est án present es. Una pregunt a... No
has pensado en edit ar las, co n for ma de libro ?
Gracias ot ra vez y u n abr azo ,

Ro bert o F. Gayraud
Sant iago del E st ero, Argent ina
Respu esta de Ju lio a Roberto

Est imado ingeniero; necesit aba aunqu e fuese una


pequeña insinu ació n para publicar las. Por lo cu al, corr í a
po ner las en u n nuevo sit io de I nt ernet que ar mé. Ahora se

- 96 -
pueden encont rar las Cart as 1, 2, 3, 4 y 5 en el sit io
ht t p://cart asalahu manidad.galeon.co m
Tal vez sea más có modo leer las grabándo las en su
co mput adora como ht ml; inc lu í en la edic ión algunas
fo t o s.
Muchas gracias y u n gran abrazo.

Julio

- 97 -
CARTA Nº 7

Aut onomía, Santia go del Est er o, lu nes 30 de ju nio de 2003 *

Eva era una her mo sa y b lanca mujer. Medía dos met ros
t reint a. Un vello co br izo recubr ía su pubis , refle jando el
so l. Tenía o jos c laros.
Ad án o st ent aba cabello s cast años, medía do s met ros
co n sesent a cent ímet ro s, era discret ament e mu scu loso .
Para aho rrar les descr ipt ividad agreg aremo s que po r lo
demás era bast ant e parecido a ese act or aust raliano...
Russell Crowe ( ¿se escr ibe así?)...el d e “Gladiador”.
Pese a que est uvieron en la T ierra hace 37.917 años, ya
no po drá afir marse que fueron “la pr imer a mujer y el
pr imer ho mbr e”. Est o parece haber sido un mit o creado
po r nuest ra hu manidad po st er io r. Eva y Adán eran
mie mbro s de una raza cósmica, super ior, y habían sido
t ranspo rt ados al seno de la humanidad - ya exist ent e- en
caráct er de “bio elevado res”. Su propó sit o era “mejorar
las razas humanas”. Pues “Un Adán y E va P lanet ar io s
so n, en po t encia, el don pleno de la gracia física para las
razas mo rt ales. La act iv idad pr inc ipal de dicha pareja
impo rt ada co nsist e en mult ip licar y elevar a los hijos del
t ie mpo.” (1) Pero iban a fracasar en su int ent o (aunque

- 98 -
no se pueda decir qu e fina lment e su exper iencia result ar a
en vano ).
“Tras un esfu erzo de más de cien años [...] no vio
Ad án sino po co s progresos fuera del Jard ín; no parecía
que el mu ndo, en general, est uviese mejor ando
no t ablement e. [...]
“Fu e u na t area abrumado ra acomet er la misió n adánica
[...] (en u n planet a) exper iment al, est igmat izado y
aislado po r la rebelió n [...] (ellos) no t ardaron en t omar
co nciencia de la dificult ad y co mplejidad de su
asig nació n planet ar ia”. Pese a los inco nvenient es,
Russell Crowe y Demi Mo ore (perdón: Ad án y E va)
“emprend iero n deno dad ament e la labor de [...] eliminar a
lo s ano r males y deg enerados de las razas humanas.”

¿De dó nde obt uvimo s est e relat o? De E l Libro de


Urant ia. (2) ¿Y qué es E l Libro de Urant ia? Una
met icu lo sa explicació n, por part es narrat iva, en 20 97
pág inas - impr esas en p apel biblia, co n let ra pequeña y
sin int er lineado-, no só lo de los or ígenes y sent ido de
nu est ro planet a con t odas las esp ecies que lo habit an,
sino del cosmo s -del cua l se hace una descr ipció n
genér ica ocupando unas 500 páginas-, así co mo de los
nu mero so s seres sup er io res que durant e milenios habr ían
efect uado la t areas de crear nuest ra for ma de vida y
co labo rar con su evo lució n.
Est e libro fue dict ado por t elepat ía, a lo largo de
nu mero sas sesio nes, a un grupo de nort eamer icano s,
durant e las décadas del 30 y 40. E llo s habían co menzado

- 99 -
a reunir se en el living de un méd ico psiquiat ra -co n
pro pó sit o s parecidos a los que ahora animan a muchos
grupo s de int ercambio en Int er net -. A pr incipios de la
década fu ero n cont act ado s; d esde ent onces,
rot at ivament e, d iverso s seres (co mo los “Censo res
Universales de Uver sa”, “Po rt adores de Vida de
Nebadó n”, y o t ro s) fu ero n d ict ando los 19 6 document o s -
d ivid ido s cada u no de ello s en u nos 10 capít ulos- que
co nst it u yen est e singular libro. En él se llama “Urant ia”
a la T ierra. Según reveló a su s t ranscr ipt ores el pr imero
de est os seres en co nt act ar los “Urant ia es uno de muchos
p lanet as habit ado s similares que ju nt o s comprenden el
universo lo cal de Nebadó n. Est e univer so, junt ament e
co n o tras creacio nes similar es, for ma el superuniver so de
Orvo nt ó n, desde cu ya cap it al, Uversa, provenimo s.
Orvo nt ó n es u no de lo s siet e univer sos evolucio nar ios del
t ie mpo y del espacio...”
En lo s 50 se decid ió la publicació n de lo s do cu ment os,
y emp ezaro n los conflict os. Una fracció n se apart ó del
grupo principal, pues t enía difer encias pr incipalment e
acerca del modo en que deber ía difu ndirse el Libro. Los
d isident es so st enían que no debía cobrar se d inero algu no
po r su ent rega a quien deseara leer lo, mient ras el núcleo
ma yo r it ar io –quienes al parecer llevan, hast a ahora, las
de ganar en el largo juic io ent ablado ant e t ribunales
no rt eamer icano s- for maro n “una empr esa en regla” par a
ad min ist rar, co n efic iencia anglosajo na, el fo ndo
ed it o r ial para la pro moció n y vent a de est a vo lumino sa
o bra.

- 100 -
S i Adán y E va no fuero n lo s pr imeros hu mano s...
¿Có mo se or ig inó nuest ra especie? No s lo explica, muy
precisament e, E l Libro de Urant ia:
“E l gran aco nt ecimient o de est e per ío do glacial fue la
evo lució n del ho mbre pr imit ivo. Un po co hacia el oest e
de la India, sobre t ierra que act ualment e (1934) est á
su merg id a, y ent remezclados con la cr ía de animales
emigr ado s al Asia, d escendient es de lo s t ipo s
no rt eamer icano s de lémures, aparecieron r epent inament e
lo s mamífero s protohumanos”.
(Do cu ment o 61, Cap. 6, “E l ho mbre pr imit ivo durant e
la Edad Glacia l”, Pág. 700.) Aún an imales, los
proto hu manos co menzaro n a prefer ir el so st enerse sobre
las pat as t raseras; “casi do blaban el t amaño de sus
predecesores” y lo s superaban ampliament e en capacidad
cerebral. Poco t iempo después (considerando los t iempos
evo lut ivo s, cont ado s en miles y a veces millo nes de año s)
ent re ello s “apareciero n repent inament e lo s pr imat es,
t ercera mut ació n vit al. Al mis mo t iempo, una evo lució n
ret rógrada dent ro de la raza de lo s mamíferos int er medio s
d io o rig en a la descendencia símica; y desde aquel d ía
hast a la fecha, la rama humana ha avanzado por
evo lució n progresiva, en t ant o que las t r ibus símicas se
han est ancado o, de hecho, han ret rocedido.” (Ibídem)
Pero, ¿de dónde ven ían evo lucio nando est os mamífero s
que fina lment e culminar ían con una mut ació n rep ent ina
en mu jeres y ho mbr es? Ret rocedamos un poco para
aver iguar lo. “E l padre de los mamíferos placent ar ios fue

- 101 -
un d ino saur io del t ipo pequeño , sumament e act ivo,
car nívo ro y salt ador.” (Do cu ment o 61, Cap. 1, “La edad
de lo s mamíferos pr imit ivo s”, Pág. 693.)
Así que pro venimo s de los d ino saur ios. Esto
co menzar ía ya a arro jar pist as so br e algu nas conduct as
hu manas. Pero dejemo s cuest io nes psico ló gicas y
ret rocedamos aún más, para ind agar de dónde provienen
lo s d ino saur io s, có mo se o riginaron. O mejo r, para
aho rrar suspenso inane, hagamo s un paneo de la
evo lució n bio lógica part iendo de sus or ígenes (según E l
Libro de Urant ia).
Una co mis ió n cient ífica decidió, en plano s super iores,
que aqu í est aban dadas las condic io nes para implant ar
vid a. (3) Dado que se había pro yect ado est a fo r ma de
vid a “a base de c loruro de sodio”, la salo br idad
alcanzad a por lo s océanos const it uyó un d at o
sig nificat ivo. Se efect úan además ot ras consider acio nes,
de las cuales t ranscr ib iremo s só lo algunas que nos
pareciero n esencia les. Co mo la necesidad de eleg ir
“mares int er io res”, “ext ensas aguas cost ales y bahías
prot eg idas”, donde “la luz del so l puede penet rar el
agua”. Lo s inspect ores adviert en que “Fluct uacio nes y
sú bit o s cambio s de t ensió n en la t emp erat ura, gravedad, y
presio nes elect ró nicas mod ifican cualit at iva y
cuant it at ivament e la emanació n de rayo s cortos
espaciales [...] (provenient es) de lo s t ensos campos
eléct r ico s, del espacio ext er ior, o de las vast as nubes de
po lvo de hidró geno.” Por ot ra part e “... las condicio nes
fís icas pueden alt er arse en gr an medida d ebido a que la

- 102 -
rot ación de lo s elect ro nes se halla, en algunas ocas io nes,
en sent ido co nt rario al de la conduct a de la mat er ia más
gruesa”. Dado que “Las vast as nubes de hidrógeno son
verdaderos laborat orios qu ímico s del co smo s” la
nat uraleza de sus co mb inacio nes debe proveer
cir cu nst anc ias ópt imas para el est ablecimient o de la vida
en ello s, las cuales se co nsid eró alcanzad as luego de
co nsid erar el panorama evo lut ivo mat er ial de Urant ia
hacia aq uella época.
Hace 550.00 0.000 de años, pues, un eq uip o int egrado
po r grandes seres llamado s “Port adores de Vida”, en
co o peración con “los poderes espir it uales y las fuerzas
super fís icas”, p lant aron los modelo s orig inales de la
exist encia bio lóg ica, bajo las aguas. Lo hicieron en t res
áreas, deno minadas “cent ral o eurasiát ico-afr icana,
o rient al o aust ralasiát ica” y “o ccident al, englo bando
Groenland ia y las Amér icas”.
Uno s 100.000.000 de año s después se dio la t ransic ió n
de la vid a veget al a la anima l. De aquella et apa aú n
“persist en lo s mo hos de limo ”. Suavement e pero sin
pausa, “surgen esp ecies de vid a animal radicalment e
nu evas. No evo luc io nan a co nsecuencia d e la
acu mu lació n grad ual de pequeñas var iacio nes, sino que
despunt an a fuer de ó rdenes de vida nuevo s, [...] y
aparecen repent inament e.” Aquí nu est ro s guías se
precaven de in for mar no s que “La ap ar ició n súbita (t ant o
est a expresió n co mo “repent inament e” est án siempr e
su brayado s en el or iginal) de especies nuevas y ó rdenes
d iversas de o rganismo s vivient es es del t o do bio ló gica,

- 103 -
est r ict ament e nat ural. No hay nada de lo so brenat ural
vincu lado co n est as mut acio nes genét icas.”
En el agua debimo s ser t rilo bit es, algas, braquiópodos,
art rópo do s -que confor maro n u na fran ja precursora de los
vert ebrados-, peces, anfibio s.
Más t arde, y a lo largo de millo nes de años,
abando nando el agua debimo s at ravesar otras exist encias
bio ló g icas ant es de llegar a humanos. A part ir de ellas
fu imo s emergiendo -to da vez que est uvier on maduras las
co ndicio nes evo lut ivas- en especies super iores por súbit a
mut ació n. Un hit o fu ndament al en la conformació n de
nu est ra humanid ad se la d ebemo s a las ranas.

Hace 140.00 0.000 de años apar eciero n los cocodrilo s,


serp ient es mar inas, rept iles vo lado res y dinosaur io s.
Algu no s millo nes de año s después iban a surgir los
pr imeros mamíferos. 120.000.000 de años ant es de
nu est ro milenio la vida animal llegó sobre la t ierra a su
máx imo t amaño, co n lo s dino saur ios. Pero los más
grandes de ent re ellos -que llegaron a alcanzar los 24
met ro s de largo - se o r ig inaro n... Ad ivinen dónde. Pues en
el o est e de Amér ica del Nort e (región de las Mo nt añas
Ro co sas).
Paso a paso est e singular co mpend io describe las
sucesivas et apas de la exist encia bio lógica sobre la
t ierra, hast a llegar a la apar ic ió n del mamífero
p lacent ar io y descend iendo de est o s los primat es,
mut ació n co n la que hemos co menzado est e panorama.
Debido a t al evo lució n, pues, y hace 1.000.000 de años,

- 104 -
Urant ia ( la T ierra) “fue regist rada en calidad de mundo
habit ado ”. Tal d ist inció n a causa de l apar ecer
“r epent ino ”, ent re los pr imat es, de... ¡dos seres
hu mano s!... Est o o currió en medio del t er cer avance
g lacial. Po r d icha causa es que “lo s únicos super vivient es
de est os abo r ígenes [...], lo s esquima les, incluso ho y d ía
prefier en habit ar los gélidos climas sept ent rionales.”
(Docu ment o 61, Cap. 6, “E l ho mbre pr imit ivo durant e la
Edad Glacia l”, Pág. 700.)

Lo s pr imero s humano s t uvieron no mbres: Andón y


Fo nt a. Tal co sa fue posible d ebido a su inaudit a
int eligencia, la cua l les per mit ió invent ar el lenguaje.
Part iendo de señas y rudiment ar ias elocucio nes, “lo s
mellizo s” ( varón y mu jer) pront o fuero n d ueños de u n
repert o rio compuest o por cincuent a ideas, ut ilizables
para pro fu nd izar su co no cimient o mut uo y el de su
ent o rno .
A lo s nueve años (en aquellos t iempos se alcanzaba la
pr imer a ju vent ud a esa edad) se escabuller on hacia un
flo r ido claro del bosque, ju nt o al r ío, “y sost uvieron una
co nferencia de t rascendent al import anc ia”. Los jóvenes
hu mano id es “llegaro n a co nvenir en que vivir ían el uno
co n el ot ro y e l uno po r el ot ro , y est e fue el pr imero de
una ser ie de co nvenio s que, por fin, culminaro n en la
decis ió n de huir de sus co mpañeros anima les in fer iores y
emprender un via je hacia el no rt e” [...] para “fundar la
raza hu mana”. [...]

- 105 -
“Po co después de que est a pareja jo ven abando nar a a
sus co mpañeros para fundar la raza hu mana, se
desco nso ló su padre pr imat e (su madre ya había muert o)
[...] Se negó a co mer, au n cuando sus otros hijos le
llevaban la co mida. Habiendo perdido a la br illant e
pareja, ya no le pareció que mer eciera la pena vivir ent re
sus seme jant es o rdinar io s; de modo que fue a vagar al
azar po r el bo sque y fue at acado por gibo nes host iles que
lo mat aro n a go lpes” (Docu ment o 62, Cap. 5, “Los
pr imeros seres hu manos”, Págs. 708-709.)
Andón y Fo nt a t uvieron muchos hijo s (19, según el
Libro ), de los cuales se mult ip licar ía nuest ra especie.
Ent re ot ras inno vacio nes, in iciaro n el hábito de vivir en
cuevas o chozas, abandonando la t radició n de habit ar lo s
árbo les. Y t ambién descubr iero n el fuego ... Los humanos
pr imit ivo s -se no s indica- t enían lo s o jo s negros y la t ez
mo rena “algo co mo la de u n cruce ent re la raza amar illa
y ro ja”. S i hay algú n pueblo co nt emporáneo que se
parezca al o r igen de la human idad, est os son los
esqu ima les, afir man nuest ros guías. “Fu ero n las pr imeras
cr iat uras en ser vir se de las p ieles de los anima les para
prot egerse del fr ío ; t enían u n poco más de pelo en el
cuerpo que los hu manos de ho y en día.” (Document o 63,
Cap. 4, “Los clanes andó nicos”, Pág. 713. )
Co n la ayud a de algunos líderes excepcio nales -co mo
Onagar, quien inst ruir ía a lo s ando nit as en la adoració n
de “E l qu e da alient o a lo s ho mbr es y animales”- lo s
hu mano s fueron evo lucio nando, no sin conflict os.

- 106 -
E l más apo calípt ico de ellos ocurr ió 500.000 año s
at rás; de est as circunst ancias surg ir ían las que iban a
lla marse luego “las seis razas de co lor”. En las t ierras
alt as d el noroest e de la I ndia “se libró est a guerra sin
t regua” ( ¿t al vez nos dará referencias de ella e l
Bhag avat -Gu ît â? E l Libro de Uranti a no lo aclara.) De la
pro lo ngad a masacre só lo iban a quedar con vida
alr ededo r de cien familias. “Pero est os sobrevivient es
fuero n lo s más int eligent es y más deseables de t odos los
descend ient es de Andó n y Font a...” Ent onces, una pareja
co menzó “repent inament e a producir una progenie
singu lar ment e int eligent e” de difer ent es colores: ent re
sus d iecinu eve hijo s cinco eran ro jos, dos anaranjados,
cuat ro amar illo s, do s verdes, cuat ro azules y dos índigo s.
Co menzando allí, evo lucio naron co mo razas
nu mero sísimas, cad a cual co n sus respect ivas
caract er íst icas y cualidades. De ent re ella s, mejor result ó
la ro ja, la cual po r su emigració n a las regio nes d e lo que
ho y es Amér ica, dejó el Est e libr e para qu ienes
finalment e prevalecer ían: u na raza azul. Est os “No
t ardaro n en invent ar la lanza y post er ior ment e sent aron
lo s fundament os de muchas de las art es de la civ ilizació n
mo d er na. E l ho mbr e azul t enía la cap acid ad cerebral del
ho mbr e rojo, combinada con el alma y sent imient o s del
ho mbr e amar illo. Los descendient es adánicos los
prefer ían ent re todas las razas de co lo r que perduraron.”
(Docu ment o 64, Cap. 6, “Las seis razas sangik d e
Urant ia”, Pág. 725.) ¿A quiénes ent re las razas mo der nas
po dría haber dado origen est a protoet nia? Y, a quiénes va

- 107 -
ser. “Las invest ig acio nes y exp lo racio nes europeas de la
vie ja ed ad de piedra suponen, en gran part e a la
exhumació n de herramient as, huesos y art esanías de est os
ho mbr es azu les ant iguos [...] Las llamadas razas blancas
[...] son los descendient es de est os ho mbr es azules,
mo d ificado s pr imero con un leve cruzamient o con la raza
amar illa y ro ja, y más ad elant e mejoradas al asimilar la
ma yo r part e de la raza vio let a (co mo se recordará, la raza
super io r ext rat errest re de Eva y Adán)” (I bídem).

E l pr imero de los ext rat errest res que se const it uyó en


Co ndu ct o r Supremo de las legio nes humanas fue
Caligast ia -pr íncipe in fiel. Est e “Hijo Lano nandec, 9.344
de la o rden secu nd ar ia”, se había preparad o por
exper iencia propia en “la administ ració n general del
universo lo cal y, post er ior ment e, en la administ ració n
específica del sist ema lo cal de Sat ania” (Document o 66,
Cap. 1, “E l pr íncipe Caligast ia, Pág. 741). Era el ser
ind icado , pues, para so licit ar el go bier no de la T ierra
(Urant ia), cosa que efect ivament e hizo y se le acept ó.
Aco mpañado de un cuerpo de asist ent es y auxiliares
ad min ist rat ivos seleccio nados “ent re más de 785.999
ciudad ano s ascend ent es de Jerusem q ue se ofreciero n
para embarcarse en la avent ura [...] Cada uno de los cien
eleg ido s pro venía de un planet a diferent e, y ninguno de
ellos era de Urant ia.” (I bídem, Cap.2, “E l séquit o del
pr íncipe”, Pág. 742.)
Luego de la por menor izada d escr ipció n del go bier no
de Calig ast ia y la organizació n qu e impuso a lo s humanos

- 108 -
-co n qu ienes algu nos de est o s seres de otro s planet as se
ent recruzaro n, mejorando las razas- el Libro no s narra su
t raició n a lo s p lanes del Supremo. Sat anás, asist ent e de
Lucifer, in for mó a Calig ast ia de la “Decla ració n de
Libert ad” que lo s ad minist radores celest es de todo el
sist ema iban a pro clamar. Al p legarse a ella, est e pr imer
Pr íncip e de la T ierra cayó en desgracia. Co mo quiero
llegar pro nt o a la sit uació n enco nt rada por Adán y E va,
no descr ibir é en det alle los asp ect os de est a rebelió n y
sus lu chas; diré so lament e que en ella Caligast ia fue
pro clamado “Dio s de Urant ia (T ierra) y su premo ”, só lo
para ser desp lazado más t arde por enviado s legít imo s,
“lo s Hijo s Melqu isedec”, quienes pusiero n más o menos
en o rden al planet a, pero no pudiero n remont ar el
desqu icio y d ivis ió n int roducida por los rebeldes durant e
su larga apost asía. Para obt ener est o iban a ser enviados,
más t arde, Eva y Adán.

Pero la car ne -aú n en las Demi Moore vio let a- da la


impresió n de haber sido ancest ralment e débil. La
cansado ra t area de “e liminar a lo s anor males y
degenerados” sin lo grar con ello un vis ible mejoramient o
en las ho rdas hu manas, había su mido a Adán bajo la más
o scura depresió n. Ent onces -preanunciando algo que
Demi moder na habr ía de hacer para supuest o benefic io de
su mar ido en película co n Robert Redford- a Eva no se le
o currió mejor idea qu e copular co n Cano “quien era un
mag nífico espécimen de la super vivencia del fís ico
super io r e int e lect o dest acado de sus progenit ores del

- 109 -
séqu it o del Pr ínc ipe (Caligast ia) ” (Do cu ment o 75, Cap.
3, “La t ent ació n de E va”, Pág. 842.) ¿Las razones de est a
in fid elidad (apart e del placer) ? Hacer un hijo
“parcia lment e de la raza Vio let a” usando a est e sement al
esco g ido de las mejo res razas humanas, a part ir de lo
cual se esperaba obt ener el eje mplar in icial d el progreso
evo lut ivo para “las nu merosas t ribus expect ant es”. Quien
habr ía act uado como consejero induct or de est a grave
falt a, habr ía sido Serapat at ia, jefe de “la confederació n
o ccident al o sir ia de las t r ibus nodit as”. En la post er io r
narració n de La Biblia -alegór ica-, est e int eligent e
po lít ico iba a ser represent ado como “la serpient e”.
A part ir de est a falt a, pues, co mienza el pro ceso de
degradació n de la raza vio let a, represent ada en el mundo,
hast a ent o nces, ú nicament e por Eva, Adán y sus
descend ient es, quienes fuero n adq uir iendo cada vez más
caract er íst icas hu manas (cuando el pro yecto había sido
o rig ina lment e el inver so ). Pero esto confor ma ya ot ra
hist or ia -por ciert o narrada co n lu jo de det alles en las
pág inas del L ibro de Urant ia, pero demasiado ext ensa
para nuest ro pro pósit o de ho y.
Det eng ámo nos aquí. En la Cart a Nº 8, quiero co mpart ir
co n ust edes mi impr esió n sobre las semejanzas que
parece po sible d iscer nir ent re lo s sust ratos del Libro de
Urant ia y lo s co ncept o s de Darwin, T. H. Huxley,
Gobineau, Mada me Blavat sk y, Lev i Bruhl, Car l Sagan o
lo s Mo r mo nes, ent re ot ros t eóricos occident ales de la
evo lució n bio lógica hu mana.

- 110 -
Saludo s frat er nales, de

...un subalt er no est udiant e de la Sabidur ía expr esada


po r Crist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

* G én 21, 5.8/20. Sal.33. Mt 8,28-34. Día de los már tir es


de G uatema la. 1520: “La noche tr ist e” ( der r ota de los
conqu istador es en M éxico). 1975 :
Dionis io Fr ías, camp es ino, ases ina do p or luchar pidiendo
tier r a par a los p obr es, en la Repúb lica D omin ica na. 1978:
H er mógenes L óp ez, sacer dot e, fu ndador de la Acción
Católica r ural, asesina do p or paramilitar es en Guatema la.
(Fu ent e: Agenda Latinoa mer ica na-Mu ndial 2 003. Centr o
Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.)
(1) “T abama nt ia, super vis or s ob er ano par a la ser ie de
mu ndos decima les o exp er imentales, vino a insp eccionar el
pla neta y, despu és de hab er r ealiza do su estu dio de pr ogr es o
r acial, r ecomendó deb ida ment e qu e a Ur ant ia se le ot or gar an
Hijos Mat er iales. Un p oco menos de cien a ños despu és de
esta insp ección, Adán y E va [...] llegar on y empr endier on la
dif ícil tar ea de int entar des en mar añar los asunt os confus os de
un p laneta qu e s e hab ía atrasado p or la r eb elión y qu e, en
vir tud de u na pr os cr ip ción, había qu eda do en aisla mient o
espir itual” (E l Libr o de Ur ant ia, Docu ment o 73, Intr odu cción:
“El Jar dín del E dén”, página 821.)

- 111 -
“Fuer on Adá n y Eva los fu ndador es de la r aza violeta del
hombr e, la novena r aza hu mana qu e apar eció en Ur ant ia.
T enían Adá n y su pr ole ojos azu les, y s e car act er izaban los
pu eb los violetas por la piel b la nca y p elo clar o - dor ado, r ojo
y castaño.” ( E l Libr o de Ur ant ia, Docu ment o 76, “La hist or ia
de Ur ant ia”, cap ítulo 4, “La raza violeta”, página 850.)
(2) E l Libr o de Ur ant ia. Edición espa ñola. Segu nda
r evis ión. Ur ant ia Fou ndat ion, Chica go, I llinois, US A. 1996.
(3) “Hace 600.000.000 de a ños la comis ión de P or tador es
de Vida envia da de J er us em llegó a Ur ant ia y emp ezó el
estu dio de las condiciones f ís icas, pr epar ator io par a or iginar
la vida en el mu ndo 606 del s ist ema de Satania.
Esta había de s er [...] nu estr a ses enta va op or tunida d de
ef ectuar camb ios e inst itu ir modif icaciones en las
concepciones de vida básicas del u niver s o local.”
(D ocu ment o 58. Cap. 1, “Requis it os pr evios par a la vida
fís ica”, Pág. 664.)

- 112 -
CARTA Nº 8

Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 11 de ju lio de


2003 *

Dice Héct or Schmucler, genial ep ist emó lo go cordobés:


“...E l po bre mit o del siglo XXI fue invent ado poco
después d e la Segunda Guerra Mu ndial: en Est ados
Unidos, es decir, en el lugar donde se piensa el mundo,
surg iero n lo s modelo s y pro yect os más audaces que
d ibu jaro n la t ransició n al t ercer milen io. Una r ica
do cu ment ació n sobre el t ema da cu ent a de cómo se
co nst it u yeron eq uipos que pensaron la t écnica, la ciencia,
la sociedad, con miras a t riu nfar en una posible t ercera
guerra calient e, que no exist ió, o t riu nfar en la Guerra
Fr ía, que señaló la suert e del mundo durant e muchos
año s. Y no les fue mal: t riunfaron. Est udios -que se
hic ieron libros- vat icinaro n el nuevo siglo : r igurosament e
se sabía có mo iba a ser el siglo XXI no por un act o de
ad iv inació n, sino porque as í se lo est aba preparando. Los
“fut uró lo gos” anuncian e l fut uro porque descr ibe lo que
se est á haciendo para que sea de esa manera. Los
paró d ico s profet as de nuest ra época son, en realidad lo s
co nst ruct ores de nuest ra época” (1)
Est imo que la aguda obser vació n de est e cient ífico
puede enfo carse sin d esmedro hacia la int erpret ació n del
pasado. Present ada co mo “hist o r ia nat ural”, “ciencia

- 113 -
ant ro po ló g ica”, “arqueo lo gía”, ¿no encont ramos a cada
paso de lo s grand es “descubr imient os cient íficos”
pro vist o s por Euro pa, singu lar es ar mo nías, confort ables
ensa mb lamient o s, aso mbro sas avenencias?... Como si en
vez de ár ido s discurso s t écnico s se t rat ase de medit adas
co nst ruccio nes arq uit ect ónicas renacent ist as. ¿No es
po sible, ent onces, que del mis mo modo en que los
no rt eamer icano s co nfigur aron durant e el ant er ior fin de
sig lo có mo quer ían que sea el siguient e, los ingleses
hu b iesen preparado el ca mino sust ent ando un
“co no cimient o” univer sal que const it uyese la só lida
est ruct ura so bre la cual afir mar, co mo co ro lar io
ind efect ib le, el fut uro t ecno lóg ico, cient ífico, cult ural –y
po lít ico - del mu ndo ?
S i así fuese, dejar ía de result ar sorprendent e la
co incid encia medular que se encuent ra ent re algunas
do ct rinas relig io sas co mo las de los mor mones, otras de
raíz ecléct ica, como la t eo sofía o El Libro de Urant ia
analizado en la Cart a ant er io r, y lo que Occident e ha
cano nizado co mo La Ciencia cont empo ránea. A
co nt inuació n acercar é algu nos de lo s dat os que me
ind u jero n est a int erpret ació n.

To do s cono cemos las t eorías de Char les Darwin


(aunque casi nadie haya le ído sus libro s, salvo quienes
lo s adapt aro n para convert ir lo s en un cat ecismo laico).
Sus ideas básicas -se nos dice en los libros esco lares- son
“la var iabilidad de la descendencia de una pareja y la

- 114 -
selecció n nat ural o lucha po r la supervivencia, en la que
só lo sobreviven los ele ment os más apt os. (2)
Det eng ámo s unos inst ant es aquí, p ara señalar una
pr imer a ( ¿sorprendent e?) co incidencia ent re la t eo ría del
co nsagrado cient ífico y la narració n qu e seres
( ¿ext rat errest res?) d ict aro n a un grupo de pro fesio nales
universit ar ios nort eamer icanos en lo s años t reint a, y est á
recib iendo empeñosa difusió n ho y bajo el t ít ulo de Libro
de Urant ia:
“E st o s mamífero s protohu manos [...] disponían de
cerebro s más grandes para su t amaño [...] desarro llaron
un esp ír it u t r ibal [...] (eran) so bre maner a beligerant es
[...] no dudaban en hacer les la guerra a sus vecinos
in fer io r es; y así, mediant e la sup er vivencia select iva, la
especie fue mejorando pro gresivament e.” (3) ¿No es una
descr ip ció n mu y gráfica y práct ica de la t eoría de la
selecció n nat ural? Est e libro present a, a todo lo largo de
su escrupulo so relat o de la evo lu ció n bio lógica, un
desp liegue de las t eorías darwinist as, enr iquecidas por
ciert o con los post er iores descu br imient o s genét icos de
Mend el y Morgan, que vinieron a redondear la
perspect iva o r iginal puliendo sus aspect o s menos
defend ib les. La reciclada corr ient e, conocida co mo
neo darwinismo , pro po ne co mo causas de la var iabilidad
de lo s descend ient es las mut acio nes, o camb io s del
mat er ial hered it ar io , y la r eco mbinació n genét ica, o
int ercambio de genes ent re lo s cro moso mas ho mó lo gos
durant e la for mació n de los gamet os. Luego, sobre est as

- 115 -
d ist int as for mas act úa la selecció n nat ural escogiendo las
más ad ecuadas.

¿E n qu é cir cu nst ancia hist ór ica se encont raba


Ing lat erra cuando desde el seno mis mo de su cult ura
ver ía nacer la t eo ría evo lucio nist a d e Dar win? A part ir
del ú lt imo t ercio del siglo XVIII -nos dice un
excepcio na l soció logo “la in vest igació n est á do minada
po r la per spect iva t ecno ló gica”.
Po co ant es provee la sínt esis de u no de lo s pilares
cu lt urales de la ment alid ad inglesa, expresada por medio
de la lit erat ura. “Ro binso n Cru soe - ind ica-, (es) el
ho mbr e que abando nado a sus prop io s recursos domina la
nat uraleza rebeld e y crea de la nada bienest ar, segur idad,
o rden, le y y mo ral... [...] La hist o r ia de su avent ura es un
himno co nt inu ado a la diligencia, a la persever ancia, al
ing enio , al sa ludable buen sent ido que vence t o das las
d ificu lt ad es, en su ma, a las virt udes práct icas burguesas;
es el credo de una clase so cial ambiciosa conscient e de
su fu erza, y al mismo t iempo el programa de u na nació n
jo ven, emprend edora, d isp uest a al do minio mu ndia l. ” (4)
Por ciert o , Ro binso n adquier e pro nt o un cr iado negro
(co mo co rrespo ndía a un ing lés) quien, pese a ser nat ivo
de la reg ió n, nunca se había dado cuent a de la gran
pro sper id ad que pod ía obt ener en base al
apro vechamient o racio nal de su nat uraleza.
Co nt ando la bio grafía de Darwin, Car l Sagan mencio na
su genealo gía cient ífico- familiar de un mo do que t rae
reminiscencias al del apóst ol Lucas cuando desmenuza

- 116 -
lo s ant epasados de Jesús para probar que desc iende
d irect ament e de David, Noé, Mat usalén, Adán... y Dios.
“Erasmu s Darwin, insigne aut o r, médico e invent or, y
Jo siah Wedgewo od, quien se había elevado de la po breza
fu nd ando la dinast ía de ceramist as Wengewood [...]
co mpart ían op inio nes radicalment e progresist as, incluso
llegaron al ext remo de apo yar a las co lo nias rebeldes
durant e la Revo lució n amer icana.” ( !) Permít asenos c it ar
ot ro s frag ment os de Sagan, dado lo represent at ivos que
resu lt an acerca de la ment alidad señalad a por no sot ro s en
lo s su st ratos del pensamient o occident al:
“Su club (el del abuelo de Darw in con sus amigos) se
lla maba La Sociedad Lunar. [...] Eran miembros de él
Willia m S mall, que hab ía enseñado ciencias a T ho mas
Jefferso n (en la Univer sidad de William y Mar y en
Virg in ia y qu ien segú n Jefferso n `pro bablement e decid ió
el d est ino ´ de su vida) ; James Wat t , cuyas máquinas a
vapor pro pu lsaro n el I mper io Br it ánico ; el químico
Jo sep h Pr iest ley, el descu br idor del o xígeno; y un
especialist a en elect r icidad lla mado Benjamin Franklin. ”
Más adelant e, Sagan no s narra qu e el abuelo de Darwin
había co no cido el best sellerat o con t res tomo s (¡en
verso s!) donde expo nía sus especulacio nes so bre la
evo lució n bio lógica de las especies veget ales.
Dado su éxit o, Darwin abu elo decid ió lanzar un
vo lu men de ¡2.500 pág inas!, est a vez en pro sa, lla mado
Zoo no mía, o las leyes de la vida orgánica. En él, ent re
ot ro s co ncept os, el abuelo sost enía que “hay t res grandes
o bjet o s del deseo que han camb iado las for mas de

- 117 -
mu cho s animales en sus esfuer zos por sat isfacer los: el
hambre, la seg ur idad, la lujur ia”.
Vo lvamo s o t ra vez por unos inst ant es al Libro de
Urant ia, só lo para ver que en el capít ulo ant er ior ment e
cit ado se señala, asimismo , que en est o s lemures
prehu manos “E l hambre d e aliment o y el deseo sexual
quedaro n bien desarro llados” mot ivándo lo s a const ant es
avent uras y descubr imient os. Lo transmit ido po r sabio s
ext rat errest res se parece ext raordinar ia ment e a lo
enu nciado po r el abuelo de Darwin: “Hay t res grandes
o bjet o s del deseo que han camb iado las for mas de
mu cho s animales en sus esfuer zos por sat isfacer los: el
hambre, la seg ur idad y la lujur ia”, dice Erasmus, en su
Zoo no mía. Par ece que el viejo daba part icu lar
impo rt ancia a la lujur ia.
Tant o que su últ imo libro se deno minó : Aclamemo s
LAS DIVINIDADES DEL AMOR SEXUAL “... las
ma yúscu las so n suyas”, ac lara Sagan, quien más abajo
no s d ice: “Su niet o Char les [...] leyó Zoo nomía do s
veces; la pr imera a lo s diecieo cho años [...] Est aba
o rgullo so de la precoz ant icipació n d e su abuelo en
algu nas ideas que veint e año s despu és har ían famo so a
Jean Bapt ist e Lamar ck. (5)

E l 18 de dicie mbre de 1912, Art hur S mit h-Wo odward y


Char les Dawson, reco no cido s expert os en prehist oria,
o frec ieron una co nferencia prensa. “Co n elo cuencia
br illant e” - según las crónicas- anunciaron que habían

- 118 -
descu biert o en P ilt do wn, Sussex (I ng lat erra), los rest os
de u n ho mbre prehist ó r ico. Esa mis ma t arde ocupaban las
pr imer as planas de lo s más import ant es diar ios del
mu ndo .
Rebaut izado como Eant hropus Dawso ni, el “ho mbr e de
P ilt do wn” fue co nsiderado po r los invest igado res co mo el
po sible “eslabó n p erd ido”, est o es, la et apa de t ransic ió n
evo lut iva ent re el simio y e l ho mbre. Un so lo det alle
desp ert aba dudas: sus d ient es mo st raban u n desgast e
p lano , fenó meno nu nca vist o en lo s pr imat es. Aunqu e los
rest o s del Eant hro pus no encajaban ent re sí, lo cu al
o blig aba a imag inar demasiadas part es, el hallazgo había
desp ert ado un ent usiasmo ind et enible en los ámbit o s
universit ar ios europeo s.
E l mismís imo T heilard de Chard in refrendó la idea.
Habiendo viajado a Ing lat erra especialme nt e para
co labo rar con los cient íficos, en 1913 dio a pu blicidad el
hallazgo de o t ro canino en P ilt down, lugar que algunas
revist as especializadas empezaban a co nsiderar ya co mo
un sit io clave para la evo lució n de la humanidad. En
1915 sucediero n ot ros hallazgo s en el mis mo lugar. Ot ro
cráneo y u n d ient e de simio co n desgast e plano. Parecía
t rat arse de un seg undo Eant hro pus. Los cient ífico s
ing leses S mit h- Woo dward y Dawson alcanzaron ent onces
el p inácu lo del prest igio mu ndia l.
Pero hacia fines de lo s años 30 co menzaron a surg ir
ciert as dudas. E l Mu seo Br it ánico se negaba a per mit ir el
est ud io de las reliq uias. La Guerra det uvo por un t iempo
las inqu is icio nes. Pero cuando por fin se logró obt ener el

- 119 -
per miso inglés par a so met er a lo s huesos a una prueba de
flúo r, lo s result ado s fueron lap idar io s: ¡el cráneo y las
mand íbu las reve laban respect ivament e 500 y 600 años de
ant igüed ad! En 1953 t er minó de develar se una siniest ra
co nfabu lació n: ¡”alguien” (decían las cró nicas) hab ía
ent errado un max ilar de orangut án y cráneos de ho mbres
mo d er no s.”
Lo s aut o res del fr aude, Dawson, S mit h- Woodward y
Theilar d de Chardin aún vivían, co mo venerables
aut o ridad es de las ciencias ant ropológ icas.
Ningu no de ellos marchó preso. Las pruebas de la
mist ificació n fueron co nsid eradas insuficient es por lo s
t ribu nales br it ánicos. (E l prest igio académico de los
acusado s era ya enor me. En el caso de Theilard de
Chardin, act ualment e se ag igant ó.) Sin duda pesó en esa
co nsid eració n el que t o da la co munid ad cient ífica
euro pea y mundia l se hu biera mant enido engañada
durant e 40 años con la idea de que el ho mbre de
t ransició n a nuest ra act ual humanidad – el t an buscado
“eslabó n perdido” – se había incubado... en I ng lat erra.

Más o menos u n sig lo ant es -en 18 20- ot ro S mit h -”el


pro fet a”- había hecho t ambién un descubr imient o, est a
vez en No rt eamér ica. Joseph, u n ado lescent e débil y
enfer mo, que había qu edado rengo por causa de una grave
enfer medad, t uvo una visió n. É l mismo la narra: “...vi
una co lu mna d e luz, más br illant e que el so l,
d irect ament e arr iba de mi cabeza [...] (y) a dos

- 120 -
Perso najes, cu yo fu lgor y glor ia no ad mit en descr ipció n.
Uno de ello s me habló , llamándo me por mi no mbre, y
d ijo, señalando al ot ro: Est e es mi Hijo Amado:
¡Escúchalo !” (Joseph S mit h, Hist or ia, 1: 15:17.) ¿Y qué
expresó el Hijo ? Que t odas las iglesias de la t ierra “eran
una abo minació n a su vist a”.
Un p equeño libro , pr imo rosament e impreso, enseña
que “Dio s lo había escog ido a él, u n jo ven desconocido
que viv ía en la reg ió n o ccident al de Nueva York, para
llevar a cabo la o bra maravillo sa y el pro digio de
rest aurar el E vangelio y la Iglesia de Jesucr ist o sobre la
t ierra.” (6)
Lo s pro d ig io s recién co menzaban, pues más t arde -
siempre co nducido po r visio nes- Joseph S mit h recibir ía,
de mano s del ánge l Moroni, unas refinadís imas planchas
de o ro , que cont enían sing ulares revelacio nes.
Desp ués de t raducir al inglés el co nt enido de las
p lanchas, el jo ven pro fet a procla mar ía al mundo un dat o
t rascendent al: ¡Jesucr ist o había est ado en donde ahora se
er ig ían lo s Est ados Unido s! ¡No só lo eso, sino que había
ent regado a “lo s gent iles” (ciert os descendient es de razas
que, ju nt o a lo s ind io s, poblaran ant iguament e la
pr ivilegiada reg ió n) document os esencia les para
co mprend er la hist or ia y el sent ido de la humanidad.
¿Qué caract er íst icas t enían esos gent iles, elegido s por
Dios? E l Libro de Mor mó n -const it uido por aquello s
do cu ment os de las p lanchas- no s las descr ibe: “...eran
blanco s y mu y bello s y her mo sos, semejant es a los de mi
pueblo ... [...] el Espír it u del Seño r est aba sobre lo s

- 121 -
gent iles, y prosperaro n y o bt u vieron la t ierra por
herencia...” (7)
Pro nto el jo ven consiguió adept os para su mis ió n,
pr incipalment e ayu dant es par a la t raducción y post er ior
pub licació n de lo s t ext os. Aunque el semianalfabet o
S mit h d ict aba su t raducció n a un amigo, co nsu lt aba las
Tablas en secr et o, sent ado det rás de una sábana co lgad a
de u na cuerda, mient ras el escr iba t omaba not a de sus
palabras desde el ot ro ext remo de la habit ació n.
Est e libro de 650 pág inas revela ent re o tras mu chas
co sas que, ant e la decadencia del pu eblo elegido , en
t ie mpos de Mo isés, Dios separó una rama del t ronco
o rig ina l para co nducir lo s hacia una nueva T ierra
Pro met ida. ¿Y cuá l era esa nueva T ierra P romet ida? Ni
más ni menos que Nort eamér ica.
Co ndu ciendo al grupo a t ravés del Jordán hacia el mar,
y luego por medio de una ser ie de “accident es” hacia la
Nueva T ierra, Dios preser va de est e modo una simient e
para rest it uir el sent ido de su creació n a la humanidad,
cuando lo s jud ío s no le sir vier an más debido a su
“t raició n”.
Mark Twain calificó de “cloro for mo impr eso” a est e
libro , pero debió leer lo aunque no más no sea
parcialment e, del mismo modo que bast ant es
no rt eamer icano s de su épo ca. Pese a la sorna del
no velist a los mor mo nes creciero n y prosperaron sobre
Est ados Unidos, co mo profet izaba su libro . Tant o que
llegaron a fu ndar uno de los est ados más prósperos de ese
país, Ut ah, que aún do minan.

- 122 -
Lamar ck junt o al geó lo go Lyell co nst it uyeron dos de
lo s p ilares do ct rinar ios co nfesado s por Darwin. Pero le
falt aba u na pieza para llegar al cierre de su famo sa
t eoría. Desesperaba de hallar la, mient ras lo aco saba u na
enfer medad padecida desde su ado lescencia:
inso po rt ables do lores de cabeza, nauseas, at aques de
ago t amient o que lo echaban en la cama.
“Darwin est aba ahora seguro de que la mo dificació n de
las especies se producía por una suert e de selecció n” nos
d ice o t ro biógrafo . “¿Pero có mo?”. Debía haber u n
agent e nat ural, para explicar est a causalid ad. E l problema
es que Darwin no lo enco nt raba. “Dur ant e est e per iodo de
int ensa act ividad ment al, mient ras se ha llaba preocupado
co n la busca de la clave de l pro blema que ahora le
o bsesio naba, t omó al azar u n libro con el o bjet o de
d ist raer su ment e fat igada. Era el E ssay on Populati on de
Malt hu s, que pu so a Darwin sobre ascu as. ¡Allí est aba su
mecanis mo: la lucha po r la exist encia!” (8)
Est e libro le iba dar las líneas claves p ara colocar las
p iedras básicas de su doct r ina. “¡Qué fácil de ver
resu lt aba aho ra que esa lucha t remend a po r la exist encia
[...] era una fase co nt inua y vit al de l mu ndo orgánico en
virt ud de la cual só lo pueden so brevivir lo s más apt os!”
(8) Pero, ¿quién er a el t al Malt hus, que t ant o influ yese en
su pensamient o?

- 123 -
Est e cura ang licano -hijo d e otro cura ang licano- había
sido educado en una at mó sfera de cult ura y refinamient o
habit ando “u na mansió n eleg ant e” co nocida co mo “T he
Ro cker y” ( “E l nido de cornejas”). A su cuna nat al, cual
ilu st rado s Reyes Mago s, hiciero n una vis it a dos
co nsp icuo s amigos de su padre... David Hu me y Jean-
Jacq ues Rousseau... Las ideas del fr ancés no har ían mella
en la ment alidad del cur a-cient ífico, de acuerdo a lo
ind icado por él mis mo cuando mencio nó las fuent es de
sus o br as. “Lo s único s aut ores de cuyos escr it o s dedu je
el pr inc ip io que fo r mó el argu ment o pr incipal del Ensa yo
fuero n Hu me, Wallace, el do ctor Adam S mit h y el doct or
Pr ice”. Co mo se sabe, Hume es el padre del posit ivis mo
ing lés; Adam S mit h, fundador de la econo mía capit a list a,
cu yo pr incipio s cent rales post ulan el individualis mo y la
co mpet encia sin t regua co mo lo s motores pr incipales par a
el d esarro llo de las nacio nes. ¿Y qué decía est e Ensayo
de la Població n, pu blicado en 1789 por Malt hus?
Pr incip alment e que “el aliment o y e l sexo eran lo s
po st ulado s básico s de la exist encia”. Por lo t ant o “la
po blació n, cu ando no es regulada, crece de t al for ma qu e
desborda las po sib ilidades objet ivas de sust ent ar la”.
Habida cuent a de est o “hay que cont ener severament e el
crecimient o de la po blació n...” razó n po r la cual las
guerras, pest es o hambrunas que diezman a “los meno s
apt o s” represent an para los humano s el mismo papel que
ent re lo s anima les los p ájaro s que, devo rándose a lo s
insect o s, evit an su per ju dicia l expansió n. Las ideas de
Malt hu s in flu yero n inmediat ament e sobr e la sociedad de

- 124 -
su t iempo : el pr imer min ist ro Willia m P it t , quien en 1796
pensaba qu e “cualq uier ho mbre enr iquec ía a su país”,
decid ió , en 1800, ret irar su proyect o de ayuda est at al a
lo s po bres, declar ando en lo s fundament os de su
present ació n legal el haber sido convencido por el libr it o
del sacerdot e.
Co ncent rado así el núcleo de sus ideas fuerza, Darwin
co nclu yó: “La lucha po r la exist encia alcanza a t odos los
r inco nes de la nat uraleza: insect os, peces, pájaros, frut os,
animales [...] co mpit en acer bament e lo s uno s con lo s
ot ro s, lu chan por la vida, t rat an de so brevivir en u n
mu ndo do nde hay que luchar por la exist encia. Y
med iant e esa lu cha por la exist encia la misma nat uraleza
seleccio na a aqu ellos cu yo s organis mos est án mejor
adapt ados para sobr evivir”. “Las especies que carecen de
capacidad par a var iar con bast ant e rapid ez quedan
rezagadas en la carrera por la vida... `luchar o mor ir ´, es
el u lt imát um de la selecció n nat ural”.
En la recient e invasió n d e Iraq, los nort eamer icano s
mo st raron un eje mp lo de lo que significa est ar
co nvenient ement e equ ipado s par a sobrevivir.
So ld ado s casi ado lescent es pudiero n poner de rodillas
a un ejércit o compuest o po r ho mbres dur ísimo s,
ent renado s físicament e para cualqu ier prueba... pero sin
la t ecno log ía adecuada.

- 125 -
Al co nde fr ancés Art uro de Gobineau le gust aban
mu cho lo s alemanes. Tant o como para publicar que eran
lo s represent ant es más puros de la raza blanca o ar ia,
“sup er io r a todas las demás razas”. Su co ncepció n fue
desarro llada en dos vo lúmenes, bajo el t ít ulo de Essai sur
l ´én egalit é des races humaines, edit ados en Par ís ent re
1853 y 1855 (seis años ant es de la apar ición del Origi n of
Species). Luego de est ud iar arqueo lo gía, ant ro pología,
ling ü íst ica, hist oria, Gobineau había “descubiert o” que la
hu man idad se div id ía en t res razas: “la negra, que
represent a la pasió n, es seme jant e al animal y capr ichosa,
pero no o bst ant e po see lir is mo y t emper ament o art íst ico;
la amar illa, que represent a la med io cr idad, es t erca y
apát ica, pero est á dot ada co n un sent ido del orden y u n
sent ido de lo práct ico ; la blanca, que posee una razó n y
un ho nor seme jant e a lo s dio ses, y es sup er ior en t odo,
part icular ment e en belleza fís ica: los pu eblo s que no so n
de raza blanca pu eden acercar se a la belleza, pero jamás
la alcanzan”. Gobineau se hizo muy amigo de Richard
Wag ner, qu ien le ded icó todas sus obras en prosa. Es que
sus libro s se habían vendido co mo pan ca lient e... no en
Francia, sino en Alemania. Resent ido por la
inco mprensió n de sus connacio na les, a quienes calificó
de “po pulacho galo -ro mano, cuyos inst int os principales
so n la envid ia y la revo lució n”, Gobineau se fue pront o a
viv ir en su “t ierra pro met ida”, cerca de Wagner, y pudo
casar a su hija co n el Barón Vo n Gudencr one, co mo era
de esp erar, de la más pura cepa ar ia ger mánica.

- 126 -
E l co nd e Gobineau mismo decía descender de t al raza:
“mis ant epasados pro vienen de una de las is lit as Skaeren,
en el Mar del Nort e, un pro mont or io rocoso rodeado de
p ino s”, escr ibió. E l pequeño francés t enía el pelo negro y
lo s o jos pardos, pero esto no le impidió -según sus
escr it os- ser descendient e d irect o de Ott ar Jar l, héroe
vik ingo . Ant icip ando una co ndu ct a que luego iba a
repet ir respect o a alg unos de sus líderes, el Est ado
alemán t ampo co t uvo en cuent a su co lor de pelo ni su
est at ura y lo co nvirt ió en un huésped preferencia l,
pro mo viendo la d ifusió n de su o bra y la de sus
nu mero so s discípu los. A lo largo y lo ancho de la pat r ia
de Go et he surg iero n co mo hongo s las “Sociedades
Gobineau”. Uno de sus discípu los fue el co nde ing lés
Houston St ewart Chamber la in. Est e inglés po r ciert o se
fue a vivir en Ale mania y t er minó casándose... co n la hija
de Wag ner. A ciert o parient e su yo, pr imer minist ro de
Ing lat erra, se lo considerar ía luego práct icament e un
có mp lice de la acelerada expansió n belicist a del Tercer
Reich, en lo s pr imeros t ramos del siglo s igu ient e.
Ot ro de los d iscípu lo s de Go b ineau fue Ludwig
Wo lt man (1871-19 07). Su cont ribució n al “conocimient o
cient ífico ” fu e demo st rar que las perso nalidades
universalment e famosas habían sido siempre t eut onas.
S igu iendo la pist a de la cabeza alargada, ojos azules,
cabellera rubia, “demo st ró ” que el it aliano Giott o había
sido en realidad un ale mán llamado Jot he, Leo nardo Da
Vinci era el ger mano Wincke, Tasso era Dasse, Gio rdano
Bru no … Braun... De igual manera, el españo l Velázquez

- 127 -
había sido o riginalment e Velahise, Mur illo era Mo cri y
Vaz era Wat z. Los grandes no mbres de int elect uales
franceses: Aro uet , Didero t y Go unod, se debían ent ender
co mo : Adwid, T iet rot h y Gundiwald.
En lo s Est ado s Unidos, el go binis mo fue manipulado
lig erament e para hacer lo más pot able a lo s
no rt eamer icano s, sust it uyendo su ger manismo por el
lina je anglo sajó n. Mad iso n Gr ant publicó la pr imer a
adapt ació n, The Passing of the Great Race, en 1916 y su
co nt inuació n, The Conqui st of a Continent , en 1933... Un
año ant es de que fuer an ent regados al grupo de Chicago,
po r “ciert os seres super iores”, los do cument o s
co nst it ut ivo s de El Libro de Urantia.

E l co ro nel no rt eamer icano Henr y Olcott había nac ido


en 1836 de u na familia que afir maba ser d escendient e de
lo s peregr inos del Mayflower (9). “Tras una est r ict a
fo r mació n presbit er iana, lo que él llama `dificu lt ades
financieras´ [...] lo oblig aro n a int errumpir sus est udio s y
ded icar se a la agr icult ura en Ohio . Allí se convirt ió en u n
agr icu lt o r expert o y publicó var ios libros so bre el t ema,
ent re ello s un t rat ado sobre el sorgo y una de sus
var iedad es afr icanas (sust it ut ivo s de la caña de azúcar)
que alcanzó las siet e ed ic io nes. Declinó la invit ació n del
go bier no gr iego para o cupar una cát edra de agr icult ura
cient ífica en At enas y, en lugar de eso, fundó la Escuela
Agr íco la West chest er. Fracasó en est a avent ura y, en

- 128 -
1859, t rabajó co mo responsable de la secció n agr íco la del
New York Tribu ne, pero t ambién t uvo que int errumpir
est a carrera, est a vez por culpa de la Guer ra Civ il, qu e
hizo de él u n o ficial de t ransmis io nes del ejércit o de la
Unió n. Dado de ba ja por invalidez, fue comis io nado
especial de l Minist er io de la Guerra, con el rango de
co ro nel, para invest ig ar a los especuladores y t u vo t anto
éxit o en su funció n que, cuando Abraham Linco ln fu e
asesinado en 1865, Olco t t fue designado co mo uno de los
t res miembro s de la co mis ió n invest igadora de la muert e
del pr esident e. Dejó est a t area al final d e las host ilidades
y, con reco mend acio nes de l minist ro de la Guerra y del
fiscal general del Est ado , est udió abogacía en Nueva
York, donde est ableció su d esp acho poco ant es de 1870.”
(10)
E l 3 de marzo de 1875, el coronel Olcot t recibió u na
cart a. Escr it a en t int a dorada so bre u n pap el verde,
do blado dent ro de un sobr e negro, la remit ía “el Maest ro
Bey Tu it it ”, quien “viv ía en Luxo r, Egipt o”; Luxor era
“la sede” de “la Gran Her mandad Blanca” -a la cual
pert enecía Bey Tuit it . I nvit aba al coronel a que fuera su
d iscíp u lo, super visado po r Madame Blavat sky. Así
co menzó una relació n pública de la que surg ir ían, ent re
ot ro s grandes aco nt ecimient os occident ales, la Escuela
Teosó fica, el libro Isis desvelada, y el ma est ro
Kr isnamurt hi.
Isis desvelada es una exposic ió n del ocult is mo egipcio
y del cu lt o a la Gran Madre. E l libro se d ivid e en dos
part es, la pr imera t it ulada “Ciencia” y la segunda

- 129 -
“Teo lo gía”. La pr imera part e analiza las do ctrinas de
Hume, Darwin y Huxle y, a quienes co rr ige por haber
est rechado el co ncept o de ciencia, ap licándola só lo a las
le yes demo st rables que r igen el univer so mat er ial. E llas
eran pas ib les, según la aut ora, de ser aplicadas “t ambién
a la evo lució n espir it ual” de la hu manidad. La segunda
part e es un ensayo de relig ió n co mparada y una
exposició n del bu dismo co mo la sabia do ct rina do nde
religió n y ciencia se unifican. La pr imera edició n de mil
ejemplar es se vendió de inmediat o a pesar de los at aques
de lo s cr ít icos, que la despreciaro n co mo “basura” (New
York Sun) y un “gran gu iso de cuest iones embro lladas”
(Spr ing field Republican).
Ensegu ida los segu idores de Blavat sk y la co mpararon
co n Darwin, co nsider ando que ella co mple t a su t eoría
cuando afir ma que “la evo lució n del animal hacia el
ho mbr e es mer ament e u n eslabó n en la lar ga cadena que
hace qu e el ho mbre evo lucio ne hacia lo s seres
super io r es”. Blavat sk y co nviert e pues, al darwin is mo,
una t eo ría limit ada so cio bio lóg ica, en la exp licació n de
to do, desde los át omo s a lo s ángeles. Pese a las
reaccio nes ad ver sas de los cient íficos universit ar io s, est a
pr imer a o bra de mad ame Blavat sky -co mo todas las que
escr ib ió- se cont inúan reed it ando hast a el día de ho y. Y
en su t iempo inic iaron una podero sa o rganizació n,
co nst it u ída po r import ant es mie mbros de la burgues ía
no rt eamer icana y la ar ist ocracia inglesa, ent re ellos
fu nc io nar io s gu ber nament ales. E l biógrafo Pet er
Wash ingt on explica qu e “E l libro de Blavat sky respond ía

- 130 -
a necesidades mu y sent idas, en una época en que las
dudas relig io sas est aban impu lsad as po r la pr imera gran
o leada d e la educació n de masas. A finales del siglo XIX
apareciero n numero sos lect ores semieducados, con el
apet it o, las aspir acio nes y la falt a de for mació n
int elect ual imprescind ib le para co nsumir tales t ext os. Era
el amb ient e ret rat ado t an v ívidament e en I nglat erra por
Ber nard S haw, H. G. Wells, George Gissing y Hale
Wh it e: el mu ndo de lo s aut odidact as, per iódicos de perra
go rda, enciclo pedias semanales, clases noct urnas,
co nferencias públicas, inst it ucio nes educat ivas par a
o brero s, debat es sindicales, bib liot ecas de clásicos
po pulares, aso ciacio nes socialist as y clubes de art e, un
mu ndo bu llicio so y ser io do nde lo s lect ores de Ruskin y
Edward Carpent er po dían per feccio narse, do nde lo s
id ealist as de las clases med ias cont r ibu ían a ello, y donde
el nu d ismo y la refo r ma d iet ét ica iban del brazo con la
her mandad univer sal y el cono cimient o o cu lt ist a.” (10)
S in embargo no sólo “lect ores semieducados y
o brero s” ado pt arían el credo inic iado por Mada me
Blavat sk y y el coro nel Olcot t. Dos premio s Nobel, Yeat s
y Bergso n, ser ían t ambién ent usiast as seguidores de est as
do ct rinas, así co mo d iscip linados miembr os de la
Sociedad Teosófica Int er nacio nal. (11)
Igualment e Aldo us Hu xley, niet o del venerable bió logo
Tho mas Henr y Huxley, quien fu era, co mo se reco rdará,
uno de lo s pr incip ales animadores de Dar win para la
pub licació n de su do ct rina evo lucio nist a. Es que hacia
fines del sig lo XIX alcanzó a t ener un poder t an

- 131 -
impo rt ant e ent re las clases ar ist o crát icas de Inglat erra - y
en part e de Europa y Est ado s Unidos- co mo para hacer
inaud it o que no se haya t omado aún demasiado en ser io
la invest igació n de hast a dónde in fluyó la Sociedad
Teosó fica en los grandes aco nt ecimient os mundiales
durant e est e per iodo, pues mu chos de quienes gober naban
o go ber naro n lo s países cent rales eran asiduos
co ncurrent es a las numerosas reu nio nes sociales y cursos,
que o rganizaban Madame Blavat sky con sus seguidores, a
lo largo y lo ancho del mundo.
Vo lveremo s a o cupar nos de est e grupo más t arde.
Dent ro de su fárrago cont enido en siet e t omo s, Isis
desvelad a sost enía ent re muchas ot ras afir macio nes que
la hu manid ad evo lu cio na hacia su per fección por med io
de siet e razas raíces, cad a u na de las cuales do mina la
t ierra dur ant e millo nes d e años para co ncret ar el Gran
Pro yect o Universa l. Est as se subd ividían a su vez en
su brazas, hast a co mp let ar un amp lísimo espect ro. La
predo minant e en la present e et apa de la hist o ria -según el
cr it er io t eo sófico - ser ía “la raza raíz ar ia o blanca”, de la
cual emanaron las subrazas ar iosemít ica, irania, célt ica y
ot ras der ivadas que fueron surg iendo desde el siglo XVII
en el Nuevo Co nt inent e. De ellas “evo lucio nará la sext a
raza” -a la cu al pert enecer ía el fut uro próximo-: “S e
caract er izará –seg ún los t eó sofos nort eños- po r un alt o
desarro llo espir it ual y un sext o sent ido (clar ividenc ia
ast ral) y po blar á lo que ho y llama mos Amér ica del
Nort e...”

- 132 -
Una neblino sa mañana de ju nio de 1858 Darwin recib ió
una cart a. Llevaba el se llo de Ter nat e, una isla del
archip iélago Malayo . Era de Alfr ed Russell Wa llace, un
bió lo go prest igio so, qu ien había viajado a lo que
co nsid eraban el ot ro ext remo del mundo para obt ener
co mpro bacio nes en que afir mar su t eoría. ¿Y cuál era su
t eoría? La enu nciaba en un largo ensayo que acababa -por
fin, luego de largo s años- de escr ibir: On the Tenden ces
of Varieties to Part Indef initely f rom The Original Type.
Darwin se fue al manu scr it o como chancho a los maíces.
A po co de haber co menzado a leer lo, se sint ió
ho rr ible ment e enfer mo . “Cu ando Darwin t er minó de leer
el esqu ema de Wallace quedó co mo her ido por un rayo
no s d ice Ernest Tratt ner (8)-. Nada le había afect ado
t ant o hast a ent onces; allí, ant e sus o jo s, t enía u na
exposició n de su pro pia t eoría so bre la selecció n nat ural
casi p alabra por palabra”. Co mo aquel p erso naje del
famo so po ema de Bécquer (Cuando me lo contaron, sentí
el f río de una hoja de acero en las ent rañas... et cét era),
lu ego de un t iempo indefinib le Darwin reaccio nó. Est aba
la cart a. ¿Qué decía? É l t amb ién había leído el Essay on
Populat ion de Malt hus ( import ant e co incidencia)
llegando a co nclu sio nes semejant es a las de Darwin
(aunque aún no lo sabía). S i el largo art ículo que le
enviaba le parecía d igno de publicar se, pedía que su
amigo (Darwin), lo enviara a una import ant e revist a

- 133 -
cient ífica, de la Linnaeam Societ y, y a sus co mu nes
amigos, lo s cient íficos Lyell y Hooker.
Lyell mis mo, junt o a Huxle y, aconsejaro n a Darwin
que no publicara el art ículo hast a haber escr it o su propio
ensa yo , para ganar pr imacía so bre la t esis de la Selecció n
Nat ural. Tot al el ot ro est aba demasiado lejo s co mo para
prot est ar. Así se hizo . Ent re todos se ocuparon de
mant ener ent ret enido a Wallace durant e bast ant e t iempo.
Fina lment e, en no viembre d e 1859 -un año y med io
después que Wallace env iara sus co nclusiones- apareció
el libro Origin of Species, co n la fir ma de Char les
Darwin.
S imu lt áneament e el gru po de “amigos” cump lió el
ped ido de Wallace, publicando su art ículo . Pasó
desapercibido. E l éxit o del libro de Darwin, que obligar ía
a impr imir pro nt o nuevas edicio nes, lo sepult ó para
siempre.
Darwin, sin embar go , anunció durant e un encuent ro
especial co n la Socied ad Linneana que Wallace y él
habían llegado a esas conclusio nes al mismo t iempo. A
lo s cient ífico s de la so cied ad les pareció una not a
perso nal demo st rat iva de la acendrad a probid ad del
escr it or. Pero no to maron de mas iado en cuent a a sus
t eorías.
Debemo s aclarar po r fin que Darwin no era ni bió lo go,
ni arqu eó logo, ni geógrafo , si a est o se ent iende co mo
algu ien que ha recibido sus conocimient os en u na
universid ad y po r ende el correspo ndient e t ít ulo,
licenciat ura o doct orado . Los est udios regu lares de

- 134 -
Darwin habían llegado hast a do s cursos en Edimburgo, en
lo s que no pudo alcanzar calificacio nes su ficient es co mo
para ser acept ado en la Facu lt ad de Med ic ina, y t res años
est ud iando el sacerdocio, que t ampoco alcanzó.

Dado el import ant e papel q ue lo s Hu xley cu mplieron


en relació n con el desarro llo del pensamient o cient ífico
darwinist a, no queremo s ir nos sin cit ar a ot ro de ellos,
Ju lian Hu xley, qu ien en un párrafo t omado... casi al
azar... d ice: “No hay, pues, duda de que, desde t o dos los
punt o s de vist a, las ranas son realment e descendient es de
lo s peces, aunque quizá de ningu no de los t ipo s co munes
que no s so n familiares...” (11) El Libro de Urant ia
co mp lement a la in for mació n: “E nt re lo s anima les
t errest res” -d ice- “las ranas a lcanzaron su clímax [...] ( y)
so breviv iero n, pues po dían vivir larg ament e en los
charco s y lagunas en evaporació n de est os t iempo s t an
remo t os [...] Durant e la decadencia de la edad de las
ranas se produ jo en Áfr ica el pr imer paso de la evo lució n
de la rana al rept il.” (Do cu ment o 59, Cap. 6, “La edad de
la t r ibu lació n bio ló gica”, Pág. 683.)

Jefferso n, Wat t , Benja min Franklin, Malt hus, Crusoe,


el mit o del ho mbre blanco que const ruye riqueza a part ir
de su pro pia int eligencia, t rabajo y vo lu nt ad... ¿no
co nfigura t o do esto el imag inar io so bre el cual basaron
su hist o ria los pu eblo s nordeuropeos con sus
descend ient es? Est o incluye su t ecno logía y su

- 135 -
met afísica. En est e aspect o, la presencia d e Bergso n,
Huxley y un niet o de Hu me en la sociedad eso t érica de
Mada me Blavat sk y deber ían bast ar para que
co nsid eremo s algu na relació n ent re lo esot érico y los
manejo s de las pandillas de c ient íficos -o pseudo-,
po lít ico s, milit ares, t eólogos, que han const ruido las
id eas de Occident e. Lyndon Laro uche, u n polít ico
demó crat a nort eamer icano, que se o puso a las guerras
co nt ra Afganist án en Iraq, denu nció que t ras la camar illa
que ro dea a Bush, con Hut t ingt on (Guerra de
Civ ilizacio nes) ent re sus coo rdinadores, co n Zbig niew
Brzezinski y Henr y Kissinger co mo asesores, exist e u na
sect a esot ér ica que cree ser represent ant e exclu siva de la
Gran Her mand ad Blanca en el mundo, lo cual la
aut o rizar ía para act uar co mo “po lic ías del mundo”. (12)
“Cuando se sost iene -nos d ice Héct o r Schmucler en la
mis ma co nfer encia con que abr imos est a Cart a-, y se
rep it e sist emát icament e, que det er minados procesos son
inev it ables, cuando est a inev it abilid ad alu de a
realizacio nes que so n pro duct o s del hacer humano, la
expres ió n `pro cesos inevit ables´ puede ser banal y
t errible al mis mo t ie mpo. Otra cosa es co nsiderar
aquello s hechos que se escapan a la vo lunt ad humana y
que se escapan porque la t rascienden: nadie, por ejemp lo,
lo gr ará evit ar el mist er io de la muert e que, de paso sea
d icho , es el que fu nda ese ot ro mist er io, el de la vida.
Afir mar qu e algo del hacer humano -co mo el act ual hacer
t ecno ló g ico, co mo la crecient e mercant ilizació n de las
relacio nes- es inevit able, y con ello significar que no

- 136 -
só lo debemo s acept ar lo sino t ambién celebrar lo , es
renu nciar a la responsabilid ad de nu est ro s propios act os”.
Es por no renunciar ent onces a nuest ra responsabilidad
int elect ual, po r no co nsiderar que hemos llegado al “fin
de la hist or ia” ni de la ciencia, que est amos escr ibiendo
est as Cart as, sin at aduras ni preju ic ios hacia doct rinas
“int o cables”, por inst it ucio nalizadas que est as se
encuent ren -aunque est o pueda excit ar alg unas
imp aciencias. To davía t endremo s que vo lver sobre var io s
de lo s per sonajes mencio nado s aquí, part icular ment e
so bre sus doct rinas. Lo haremo s, si t o do and a bien,
co mbinándo las con nuest ros est udios de diferent es et apas
de la hist or ia, seleccio nadas a modo de muest reo que no s
per mit a int ent ar descu br ir las raíces de la infelic idad
hu mana, y - si est o es posible- a lgunas sendas para
vis lumbrar nuest ra felic idad.
Me desp ido con un salu do muy afect uo so.

Julio Carreras ( h)

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o .

Aut o no mía Sant iago del E st ero, Argent ina

- 137 -
* G én 49, 29-32/Sal 104/Mt 10, 24:33. 1968. Fundación
del M ovimient o I ndio de los Esta dos Unidos. 1977. Car los
Ponce de L eón, ob isp o de San N icolás, már tir de la Justicia
en la Ar gent ina. ( Agenda Latinoa mer ica na. Centr o Nu eva
T ier r a.)
(1) “El inqu ieta nt e futur o de la lengua en la pr ensa de
hab la espa ñola”, ponencia de H éct or Schmu cler , dir ect or del
Centr o de Estu dios Avanzados de la Univer sida d Naciona l de
Cór doba, Ar gent ina, dur ant e el Pr imer C ongr es o
I nt er naciona l de la Lengua Española (Zacatecas, México, del
6 al 11 de abr il de 1 997. Salvo algu nos br eves párr afos
publicados dur ant e es e mis mo año p or la s ección Cultur a de
La Voz del I nt er ior , Cór doba, p er manece inédita s egú n cr eo.
La cita mencionada la extr aje de la ver s ión comp leta qu e
pos eo, t ip ea da y envia da por su autor a mi p edido.)
(2) Enci clopedia Santillana. Chinon Amer ica Inc., bajo
convenio con Sant illa na Publis hing C ompany, Inc.,
G er ma nt own, US A, 1995.
(3) El Libro de Urantia. Edición espa ñola. Segu nda
r evis ión. D ocu ment o 62.
Cap. 2, “Los ma míf er os pr ot ohu ma nos”. Pág. 704. Ur antia
Fou ndation, Chicago, I llinois, US A. 1996.
(4) M endel, Gr egor (H einzendor f 1822 - Br ünn, actual
Br no 1884 ) Sacer dot e, pr of es or de la es cu ela moder na de
Br ünn, donde r ealizó sus exp er iment os s obr e la tr ans mis ión
de los car act er es her editar ios, cons ider a dos hoy como
fu nda menta les par a el desar r ollo de la genét ica. En 1866
publicó los r esu ltados en u n p equ eño b olet ín de su ciu da d,
con el títu lo de E nsa yos sobr e los híbr idos vegeta les, p er o su
apor tación pasó p or comp let o desap er cib ida hasta qu e en
1900 el b otá nico holandés D e Vr ies, qu e había llega do a sus
mis mas conclus iones, des cubr ió el ar tícu lo y decidió

- 138 -
deno minar los meca nis mos de la her encia como ley es de
Mendel. Las leyes de M endel explican y pr edicen cómo van a
s er las car acter íst icas de los descendient es par tiendo de las
car acter íst icas de los pr ogenit or es.
Mor ga n, T homas Hu nt. (L ex ingt on, K entu cky 1866 -
Pasadena, Calif or nia 1945) Biólogo esta dou nidens e. Fu e
autor de la teor ía cr omos ómica de la her encia , qu e
r elacionaba genes y cr omos omas y qu e expus o en sus obr as
Meca nismo de la heren cia mend eliana (1915 ) , Bases físicas
de la herencia (1919) y La teoría del gen (19 26). Es famos o
por sus nu mer os os exp er iment os con la mos ca de las fr utas
Dr os op hila. Recib ió el pr emio N ob el de medi cina y f is iología
en 193 3.
(4) Ar nold Haus er . Historia Social de la Literatura y el
Arte. T omo II. Capítu lo VI II : Rococó, clas isis mo,
r oma nt icis mo. 2, El nu evo púb lico lect or . Pág. 213. Ediciones
Guadar r ama, Madr id, 1969.
(5) Car l Sagan y Ann Dr u yan. Sombras de an tepasados
olvidados. Edit or ia l Pla neta, Bu enos Air es, Ar gent ina, ju nio
de 199 3.
(6) Nuestro Legado. Una br eve hist or ia de la I gles ia de
J esucr ist o de los Sant os de los Últimos D ías. Salt Lake Cit y,
Uta h, E.U. A., 1996.
(7) El Libro de Mormón. Otr o t esta ment o de J esucr ist o. 1
N ef i, 13: 15, Pág.18. Tr aducción or iginal de las pla nchas al
idioma inglés p or Jos é S mit h, hijo. Pr imer a edición: 1830,
Palmyr a, Nueva Yor k, E.U. A. E dición espa ñola, Salt Lake
Cit y, Uta h, 1992.
(8) Er nest R. T rattner . Ar qu it ect os de ideas. Hist or ia de las
teor ías cient íf icas qu e tr ansf or mar on el mu ndo. Dar win.
T eor ía de la evolu ción. Cáp. 13, Pág. 235. Ediciones Siglo
Veint e. Bu enos Air es, Ar gent ina, 1972.

- 139 -
(9) Mayf lower . Nombr e de la embar cación qu e tr asladó a
Amér ica a los pr imer os coloniza dor es ingles es qu e, en
nú mer o de 102, hab ían salido de S out ha mpt on en 1620.
Llegar on a las costas de la actual Massachus etts y fu ndar on la
ciu da d de P lymout h. Entr e ellos había nu mer os os pur ita nos,
conocidos hoy como “L os padr es p er egr inos”, qu e hu ían de la
p er s ecu ción de qu e er an ob jet o en I nglat er r a y H ola nda.
Enciclop edia Sant illana. Chinon Amer ica Inc., bajo convenio
con Santilla na Publis hing C ompany, I nc., Ger ma nt own, US A,
1995.
(10) P et er Washingt on. El mandril de Madam e Blavatsky.
Hist or ia de la teos of ía y del gur ú occidenta l. T radit io,
Va lencia, España, 2001.
(11) Yeats, Willia m But ler (Sandymou nt, Dub lín 1865 -
Roqu ebr une-Cap-Mar tin, Var 1939) Escr it or ir landés. A
tr avés de su obr a r evalor izó los t emas célt icos pr opios de su
país y p er s onalment e par ticip ó en la lu cha por la identida d
cultur al y la indep endencia ir la ndesa, llega ndo a ser elegido
par a el Sena do en 1922. Cult ivó la poes ía y el t eatr o y fu e el
fu ndador del T eatr o Nacional ir la ndés ( 1901) , qu e dir igió
hasta su mu er t e. Sus obr as más r ecor dadas s on, en p oes ía, Las
peregrina ciones d e Oisin (1889), El viento entre las cañas
(1899), Innisfree, la isla del lago (1924) y La torre (1928); el
ensayo El cr epúsculo celta (1893 ) y, en t eatr o, Deirdr e
(1907) y El gato y la luna (1924). En 1938 p ublicó su
Autobiografía. Recib ió el pr emio N ob el de liter atur a en 1923.
Ber gs on, H enr i (Par ís 1859 - íd. 1941) F ilós of o fr ancés. En
1928 obtu vo el pr emio N ob el de lit er atur a. Cons ider a la
r ealida d como «imp uls o vital», como ener gía cr ea dor a qu e
sigu e en su evolución dos ca minos: el ascend ent e, qu e or igina
la vida, y el des cendent e, qu e s e concr eta en la mat er ia. A su
vez, los hu ma nos “pos een dos tip os de conocimient o: el

- 140 -
int electua l, qu e conoce media nt e el aná lis is y capta la
ext er ior idad tr ans mis ible de las cosas, y el intuit ivo, qu e
p enetr a en el int er ior de lo r ea l y capta lo qu e ést e tien e de
único, de inexpr esable”. Algu nas de sus obr as más
imp or tant es s on: La evolución creadora ( 190 7), La intuición
filosófica (1911), y, s obr e todo, Las dos fuentes de la moral y
la religión (1932).
(12) Ju lian Hux ley. La heren cia. Y otr os ens ayos de
ciencia p opu lar . Pr imer a edición en cast ellano. E dit or ial
Losa da, Bu enos Air es, Ar gent ina, 1940.
(13) D ion For tu ne, es cr it or a es ot er ista y fu ndador a de la
socieda d inglesa T he I nner Light, cons ider a qu e as í como
exist en delincu ent es y cr imina les en el mu ndo f ís ico, los ha y
tamb ién entr e las anoma lías qu e a mena zan el mu ndo
metaf ís ico. C onf iesa en u no de sus libr os haber sido lla ma da
ent onces por los miembr os de la Gr an H er ma nda d Bla nca,
par a int egr ar los cu er p os esp ecializados de r epr es ión a la
delincu encia en los p la nos metaf ís icos, br iga das a las qu e
lla ma Policía Astr al. T he I nner L ight ex ist e en la actualida d.
Dos de los r equ is it os impr escindibles par a ser miembr o de
esta socieda d s on: p er t enecer a la r aza anglos ajona y t ener el
inglés como idioma pr incipal.

- 141 -
Respu esta a Daniel Yépez

Daniel escr ibió :

Est imado Julio :


No simpat izo co n el cr imen, menos con las páginas
ro jas de lo s per ió dicos, pero el asesinat o de dos
jo vencit as en su pro vinc ia est á convulsio nando la
“est abilid ad” po lít ica del juar is mo y conmoviendo al
est ablishment lo cal.
Hast a fue allanada la casa del capo di t ut i cap i de la
represió n sant iagueña. Qu izás u na mirada minu cio sa
desd e su ó pt ica arro jar ía un poco de luz a t ant a oscur idad
o bv ia. Qu izás u na cart a, dent ro de su est ilo t an
part icular, pueda aport ar nuevos dat os para co mprend er
lo qu e est á a la vist a, pero no se ve. Nat uralment e, de
ning u na manera quiero co mpro met er lo con un t ema t an
esp ino so . Sólo tó melo co mo una inquiet ud de un lect or
de su s cart as. Gracias por su t iempo y est aré at ent o a su
respuest a.
At ent ament e lo saluda desde San Miguel de Tucumán,

Daniel Yépez, un amigo de Raú l Dargo lt z.-

- 142 -
De Julio:

Aut onomía, Santia go del Est er o, Sábado 21 de ju nio de 2003 .

Est imado Daniel:

Leila Bashier Nazar era una bo nit a chica de La Banda.


E l jueves 16 de enero de 2003 por la noche fue co n su
amiga Cr ist ina Juárez a un ho t el cént r ico , para
enco nt rarse co n dos forast ero s. Al salir de allí -co mo a
las 2:30 de la madrugad a- anduviero n con ot ro s amigos,
est a vez locales. Cr ist ina quiso cont inuar la fiest a, que
iba subiendo de tono -según ella. Leila en cambio fue a
Saravah -u n sit io en la co st anera, con fama de ser út il
para “levant es”. Allí - ju nt o a más amigos- planearon
t erminar el fin d e semana “en grande”. Para ello, en
var io s vehículo s, part iero n hacia Guayamba (un pueblit o
parad is íaco , en el límit e con Cat amar ca, ahora sat urado
po r una invasió n de ad inerado s y mediopelo s
sant iagueño s inic iada unos 15 año s at rás). Después de
abu ndant es libacio nes, ingest ió n de drogas, en medio de
la o rgía, regresaro n a Sant iago . En viviendas de alg unos
mie mbro s de l grupo, co nt inuaro n co n su s exceso s. La
vio lencia est alló en alg ún mo ment o y t er minó co n la vida
de Leila. Su s co mpañero s de farra, al t omar conciencia
de su est ado, la habr ían llevado a un hospit a l para
reanimar la. Al no consegu ir lo , por consejo de Musa
Azar*, padre de uno de ello s, la habr ían llevado a la

- 143 -
finca de est e indiv iduo -donde ent re o tras “exquis it eces”
po seen u n zo ológ ico pr ivado - para desint egrar la con
ácido . Luego de ello , habr ían esparcido sus rest os por el
sit io desca mpado -en el ot ro ext remo de la ciudad- donde
finalment e la enco nt raron.
Pat ricia Villa lba era u na mu chacha robust a y
simpát ica. Podía decirse de ella que era at ract iva, pero
carecía del refinamient o de Leila. Pese a ello eran
co mpañeras de grupo . Al p arecer u no de los part icipant es
en el asesinat o se habr ía desaho gado cont ándo le lo
suced ido . Al r ecap acit ar y co nsult ar su “error” con ot ros
imp licados, habr ían d ecid ido asesinar la. Para eso fueron
a esp erar la a la salida de una verduler ía, d onde Pat r icia
t rabajaba. La no che de su muert e salió como a la 1.00 de
la madrugad a. Fue la ú lt ima vez qu e se la vio co n vida. A
la mañana siguient e su cad áver, con mucho s daños, fue
hallado mu y cerca de lo s rest o s de Leila Bashier Nazar.
Est o o curr ió el jueves 6 de febrero. Hast a aquí más o
meno s lo qu e d icen las invest igacio nes publicadas.

Lo que me co nt ó un jo ven qu e frecuent a la noche


sant iagueña ( y t amb ién se droga): Leila vivía en
Tucumán, más po r cuest io nes familiares que de
est ud io .** Junt o a Pat ricia, Cr ist ina Juárez y ot ras chicas
t rabajaba para u na banda cu yos pr inc ipale s rubros eran la
pro st it ució n de ciert o nivel y el t ráfico de drogas. Est a
banda est ar ía manejada por una de las alas del gobier no
pro vincial (o t ro “desliz”, la muert e de una jovencit a de
17 año s, le cost ó el puest o al go ber nador Díaz, pues el

- 144 -
pro st íbu lo er a manejado por su cuñado y lo t enía, segú n
se ru mo reó , a él t ambién co mo hab it ué). Leila y P at r icia
habr ían “me jicaneado” a la band a, desviando fondos de
lo s carg ament o s de hero ína que la muchacha habr ía
t ranspo rt ado regu lar ment e desde Tucu mán. Concert ando
negocios po r su cuent a, ambas muchachas habr ían
o bt enido alguna ganancia adicio nal. Est o ocasio nó su
co ndena ( la cual deb ía ser “ejemplar”). La ocasió n para
ejecut ar la habr ía sido el mencio nado per iplo (do nde
habr ían so met ido a Leila a todo t ipo de tort uras). Pat ricia
en camb io , que er a mu y fuert e, habr ía opuest o gran
resist encia, lo cual habr ía ob ligado a los delincuent es a
asesinar la casi en el act o . Fin de est a parte de la hist or ia.

Lo que no t rasciende en la pro fu sa infor mació n


d ifu nd ida por los medios, es que se ha precip it ado al
parecer u na guerra de bandas. Sus det onant es pr incipales
habr ían sido do s:
1) La vo lu nt ad inclau dicable de lo s padres de las
chicas po r co nocer la verdad (co mo fu era en el caso
Mar ía So ledad***).
2) El int ent o de la go ber nado ra, Nina de Juárez, po r
apro vechar po lít icament e est o s cr ímenes. Veamo s.
Nót ese que uso el po t encial, pues si bien se conocen
est o s datos, no es fácil encont rar element os t ang ibles que
puedan u sar se co mo prueba fehacient e ant e la “Ju st icia”
lo cal (ent reco millad a po rque es abso lut ament e
depend ient e del la camar illa gober nant e).

- 145 -
Ent o nces, Musa Azar manejar ía bandas delict ivas con
po der principalment e en t res rubros:
a) Ro bo de ganado, asalt o a camio nes con mer cader ías
en t ránsit o, ot ras “t areas” en las amplias rut as
sant iagueñas. Est ar ía int egrado por po licías en act ividad,
parapo lic iales y delincuent es co mu nes.
b) Pro st it ució n y t ráfico de drogas.
c) “S egur idad” ( las pr inc ipales empresas sant iagueñas
est án int egradas por sus ag ent es).
Habr ía ent rado en co lis ió n co n ot ras bandas de
cuat rero s (en las cuales revist ar ía el grup o de Llugdar,
hast a aho ra el único procesado en la cau sa). También con
ot ras bandas qu e o peran en Segur idad (como la que
co nducir ía el ma yo r D´Amico , un milit ar sant iagueño
co mpañero de Rico en su rebe lió n co nt ra el go bier no de
Alfo nsín, para ev it ar el juzgamient o de lo s genocidas de
la d ict adur a, desde hace año pro t egido de lo s Juárez y
cu ñado de u n d iput ado nacio nal por Sant iago del Est ero),
en ju ego s de azar, en drogas, et cét era.
Co mo est as bandas o peran co nst ant ement e para copar
la sucesió n de los Juárez ( ya mu y anciano s), Nina habr ía
quer ido repet ir con el vicego ber nador la jugada que le
per mit ió desembar azar se de Díaz, gober nador elect o,
para hacerse d e nuevo con el po der (ella fue elegida
vicego ber nado ra, y con e l pret ext o de “la moral”, co mo
se sabe vieja t ret a de las ar ist ocracias corrupt as, ya que
Díaz se vio salp icado por el cr imen de una chica en un
pro st íbu lo regent eado po r un par ient e, lo dest it u yó). Así,
aparecen implicado s los hijo s de Dar ío Moreno (un ex

- 146 -
simpat izant e de Mo nt o neros, ot rora mu y ast uto, ahora
premat urament e det er iorado quizá por excesos y las
co nst ant es d isput as en el seno del po der).
No supusieron aparent ement e que se iba a
desencadenar u na gran mo vilizació n social. Anoche hu bo
grandes mult it udes desfilando po r Sant iag o. Ho y
d ifu nden const ant ement e sus imágenes t odos lo s medios
nacio nales, incluso algunos int er nacio nales. Part icipamo s
de est as mo vilizac io nes co n u n part ido formado
recient ement e, “Movimient o Vecinal”.

En 1990 publicamo s en la revist a Qu ipu d e Cult ura,


que me t o có dir igir, un art ículo de mi co mpadre Albert o
Tasso so bre lo que est aba su cediendo en Cat amarca co n
Mar ía So ledad Morales. Luego de la g igant esca saga que
se desenvo lv ió en la Arg ent ina a part ir de ese cr imen,
cu ya descr ipció n excede las po sibilidades de est a br eve
no t a, el Juez que resu lt ó irreprochablement e elegido (por
presió n popular) para d ict aminar finalment e en la cau sa,
to mó est e art ícu lo co mo sust ent ador de los fundament os
ét icos so bre lo s cuales basar ía su fallo. En est e fallo se
co ndenó , co mo se recordará, a u n hijo de un diput ado y
uno de su s amigo s, y sus repercusio nes pr o dujero n
pro fu ndos camb io s en la po licía, así co mo el
derr ibamient o del go bier no cat amarqueño. Qué decía est e
art ículo , cu yo valor se agig ant a t eniendo en cuent a que
aú n no había co menzado la cat arat a de reflexio nes so bre

- 147 -
est o s t emas que se desencadenó después. Veamo s alguno s
de su s párrafo s:

“...No es (una) convuls ió n azarosa [...] lo que est á en


cuest ió n, sino lo s mo vimient o s so ciales desat ados a
part ir, no de un cr imen, co mo se dice con ing enua
facilidad, sino de muchos años de opr iment e silencio
[...].
“...po cas dudas caben de qu e la po lít ica y la so ciedad
cat amarqueña no serán al fina l las mis mas que al
co mienzo .
“[...]Desd e luego , ese det onant e [...] no po dría haber
act uado sin un eno r me desco nt ent o po pular [...] (Tal)
...desco nt ent o no puede co mprend erse sin t ener en cuent a
el t ipo de sociedad y econo mía cat amarqueñas, y el de la
po lít ica lo cal. [...]...hay muchos rasgo s de Cat amar ca
co mu nes a las provincias noroést icas: econo mía agrar ia y
mu cha po blació n rural, vast o s sect o res popu lares que no
part icipan po lít ica ment e y so bre lo s cuales se ejerce
int ensa manipulació n para cond ucir su voto; r ígida
d ivis ió n d e clases co n huellas est ament ales y de cast a
que perduran desde el per íodo co lo nial.
“[...]...el enor me po der acu mulado [...] ejemplifica el
papel del p ero nismo en el no roest e, como una fu erza
po lít ica fuert ement e co nser vadora, que desplazó a otros
sect o res polít icos, pero refo rzó el modelo de la r íg ida
deno minació n social que est aba vigent e desde hace
mu cho s año s. [...]

- 148 -
“A p art ir del caso Morales, se empezó a evidenciar qu e
ese sist ema no había sido t an eficaz, o más bien que
había requer ido para mucho s act ores sociales un precio
t an alt o que aho ra se sent ían con capacidad de
reaccio nar. Las mo vilizacio nes d e la sociedad civil -que
no so n sect o res o rganizado s, sino masivas expr esio nes de
repu lsa sin cód igo ident ificat o rio algu no-, est án
cuest io nando, en lo su st anc ial, la legit imidad del
ejercicio del po der [...].
Hast a aquí las cit as de est e import ant e artícu lo de
Tasso.**** Lo d icho allí puede aplicarse per fect ament e a
Sant iago del E st ero , en lo relacio nado co n el caso
present e de las do s chicas asesinad as. Por aquella mis ma
épo ca, desde Qu ipu de cult ur a denunciábamo s t ambién el
asesinat o de Mir ia m Judit h Herrera, de 17 año s,
presu nt ament e v íct ima de una pat ot a depend ient e de l
po der, cu ya muert e –seg ún versio nes- pese a haber se
encarcelado por breve per íodo a un ho mbr e, per manecer ía
en realidad imp une.
No s quedan mucho s aspect o s de la cuest ión por
desarro llar. Vo lveremo s so bre est o s en pr óximos
art ículo s, que vamo s a difund ir por un flamant e recur so
de Int er net , que est amos const ruyendo ahora: Indymed ia
Sant iago del E st ero . En t ant o, esperamos que est e
pequeño apo rt e haya ser vido para ubicar u n poco mejor el
sesgo su bt erráneo de lo que est á sucediendo hoy en
Sant iago . Un saludo afect uoso para todos.

Julio

- 149 -
* Musa Azar . Policía de or igen ár abe ( et nia de la cual
pr oviene u na gr an par te de la p ob lación de Santia go del
Est er o: s e notar á que L eila ta mb ién er a hija de ár abes ). D e
simp le agent e, s emia na lfab et o, es caló a los más altos niveles.
Pr omociona do p or Car los Ar tur o Juár ez, fu e mu y útil a la
dicta dur a militar , pues de acu er do con las consta ncias
publicadas en el libr o Nu nca Más, se esp ecializó en la tor tur a
y as es inato de det enidos p olíticos. E n es e p er íodo fu er on
ases ina dos, aplicando los p eor es mét odos ima ginab les, unos
40.000 ar gent inos, en su ma yor ía jóvenes u niver s itar ios de
entr e 16 y 25 años. Las invest igaciones publicadas en el libr o
Nunca Más, indica ndo algu nos de los más consp icu os
r esp onsab les de es e genocidio, fu e r ealiza da por una comis ión
gub er na mental dir igida p or el es cr it or Er nest o Sábato -bajo el
gob ier no democr át ico de Raúl Alf onsín. Al r egr esar al poder ,
Juár ez cons olidó a Musa Azar . Este au ment ó su poder , anu dó
alia nzas con la plut ocr acia loca l y los nu evos dignatar ios. Se
le atr ibu ye contr ol s obr e u na gr an p or ción de la activida d
polít ica, económica y par ticu lar ment e p olicia l en Sant iago.
** E l padr e de L eila es u n inmigr ant e pa lest ino qu e llegó a
esta pr ovincia en 1975. T iene en la actualidad u nos 48 años.
La ma dr e, tamb ién de or igen ár abe, tr ató de matar a Leila,
cuando t enía 14 años... no lo cons igu ió, p er o le dejó tr es
balas calibr e 22 adentr o - dos de ellas cer ca del cer ebr o.
Lu ego de est o, la joven mu jer s e suicidó. Bashier estaba
ausent e. Al par ecer no ma nt enía u na r elación mu y ar mónica
con su es p osa, y pr obablement e p or ent onces ya vivía n
s epar ados.
*** E l cas o de Mar ía Soleda d M or ales fu e pa r ecido. Su
mu er t e lu ego de u na ju er ga con int egr ant es del p oder
catamar qu eño, fu e t oma da como bas e par a una pelícu la del

- 150 -
talent os o dir ect or ar gentino H éct or O liver a. Además de su
éxit o de ta qu illa, esta sir vió - ju nt o a la inau dita actividad de
los medios mas ivos de difus ión- par a concientizar a la
inmensa comu nida d ar gent ina de u n es qu ema de cor r upción
f eu dal imp er ant e en muchas pr ovincias, cu yas víct imas s olían
r esu ltar con fr ecu encia muchachitas como la menciona da. El
lar go juicio fu e tr ans mit ido en vivo p or var ios canales de
televis ión, const itu yendo f ina lment e u n ver dader o pleb iscit o
naciona l donde la op inión púb lica t er minó ob ligando a l
ca mb io de ju eces, la r evis ión de las actuaciones tant o de la
policía como de los ju eces, y la caída de u na dinastía p olít ica
gob er na nt e (ta mbién de inmigr a nt es ár abes) p ar ecida en sus
mét odos p olít icos a la qu e ejer cen N ina de Ju ár ez y Car los
Ar tur o Juár ez en Sant iago.
**** “E l caso Catamar ca. Una socieda d contr a el poder ”.
Alb er t o T asso. En r evista Quipu de Cultur a, página 16,
Navidad de 199 0. Se pu ede consu ltar el fallo fina l del juicio
sobr e el cr imen de Mar ía Soleda d M or ales, en cu yos
fu nda ment os éticos s e cita est e ar tícu lo, en el sitio web del
gob ier no de la pr ovincia de Cata mar ca, la sección P oder
Judicia l, “Caso Mar ía Soleda d M or ales ”.

- 151 -
CARTA Nº 9

Aut onomía, Santia go del Est er o, lu nes, 21 de julio de 20 03.

E l presid ent e Car lo s Menem visit ó Sant iago el año


1990. Su secret ar io perso nal habr ía hablado por t eléfo no
co n el correspondient e del go ber nador It urre, para
reco mend ar la garant ía de un det alle. E l P r imer
Mand at ar io argent ino habr ía so lic it ado “dos chicas, de
ent re 19 y 23 años, de buena familia, u niversit ar ias”. Qu e
no se preo cuparan aqu í – habr ía d icho-: ser ían bien
pagad as. La Presidencia d e la Nació n t end r ía –según est a
versió n- fo ndos reser vado s para eso s pequ eños
“acceso r io s” de la labor presidencial. E l secret ar io del
go ber nado r, habr ía co nt est ado que no, que cómo se le
o curría: Sant iago t ambién t enía recursos p ara at end er
asu nt o s de gobier no. Y además, co mo el p resident e iba a
co mpro bar, las me jo res ch icas, las más du lces y
refinadas. E l president e llegaba al aero puerto cerca del
med iod ía. Luego del co nsabido almuerzo y sus
act ivid ades o fic iales, descansar ía en las Ter mas de Río
Hondo para regresar al d ía siguient e a Buenos Aires. Las
chicas deber ían esperar lo desd e las nu eve y media de la
t arde, en la su it e presidencia l del lujo so hot el. Así se
habr ía imp lement ado. Dos muchachas muy bonit as,
licenciadas univer sit ar ias, además d e empleadas del
go bier no , habr ían esp erado al por ent onces sexagenar io

- 152 -
presid ent e, para evit ar que el t edio cayer a sobre sus
ho ras, fuera de agenda. Est a versió n me fue narrada po r
un alt o fu ncio nar io guber nament al, unos d ías después de
la vis it a d e Menem a nuest ra provincia.
No es que t ranscr iba est a anécdot a ahora, 13 años
después, para d emo st rar la fr ívo la, cicat era lubr ic idad del
gero nt e que gober nó a 40 millo nes de arg ent ino s durant e
do s per ío dos. Deben exist ir miles de sit uacio nes
semejant es en t al sent ido, muchas de ellas públicas, lo
cual co nvert ir ía a lo narrado en un simp le chisme menor.
Se t rat a en camb io de sust ent ar el asert o de que los
hu mano s no hemo s podido const ruir un orden social
ar mó nico , just o y super io r, po rque venimo s rep it iendo
lo s mismo s erro res durant e más de cinco mil años.

Hace 470 0 año s ya po día encont rarse un compendio de


to do lo que la cod icia o la sensualidad humana pueden
d isfr ut ar sobre el mundo , en cant idades abso lut ament e
impo sib les de ser gust adas po r una so la persona aunque
su exist encia hu bier a po dido prolongarse por 500 año s.
La med ic ió n regu lar del t iempo con calendar ios de 12
meses, en años de 365 días, se había ideado en Egipt o,
hace u nos cinco mil años y er a de uso regular. En muchos
de lo s pr incipales cent ro s urbanizado s del mundo se
pract icaba la prost it ució n “sagrada”. Est a consist ía en
que las familias debían co nceder al t emplo de Isht ar -
d io sa alt ament e célebre po r esas épocas- su mejor hija
virg en, la más du lce y bella, para que dur ant e ciert o

- 153 -
per ío do del año se pro st it u yer a, con el o bjet o de sost ener
el cu lt o .
Qu iere decir qu e ya ent onces -co mo ahora- los
ad inerado s pod ían co mprar inc luso mejores muchachas
que las o bt enid as en Sant iago por Menem (d ifícilment e
de caráct er virg inal).
Ya el far aón Khu fu ( Keops par a los gr iegos), 4530
año s at rás, había co nst ruido la Gran P irámid e, singular
mansió n mo rt uor ia de 145 met ro s de alt o y 226,5 met ros
de ancho - lo cual represent aba una super ficie cu biert a de
5 hect áreas. E l lu jo co n que se dotó a sus habit ac io nes, la
exquis it ez d e los deco rado s art íst icos en su int er ior,
hacen que la mansió n const ru ida por Menem en Anillaco ,
represent e un chist e, co mparándo la só lo con aquel lugar
dest inado ... al cadáver de un gober nant e. Imaginémo nos
lo qu e deben de haber sido las habit acio nes de los
palacio s faraón ico s. “Su ma jest ad ha co nst ruido una
residencia qu e lleva por no mbre `Grande en Vict or ias´.
Est á ent re S ir ia y Egipt o , replet a de co mida y
pro visio nes. E l so l sale y se po ne en su ho r izo nt e. To do s
han abando nado la ciudad do nde vivían para est ablecerse
en su s vecind ades”, narra un papiro dat ado 3.000 años
at rás, refir iéndose a una de las mansio nes donde vivió
Ramsés II.
Est a co nt aba con un “escaparat e para grandes
fest ivales, co n sus palac ios decorado s con azu lejo s de
lo sa fina, dependencias con co lumnat as y puert as de
gran it o ”. Pi- Ramses era, seg ún los t ext os ant iguo s “de
her mo so s balco nes y pat ios deslumbrant es de t urquesa y

- 154 -
lap izlázuli [...] Lo s jóvenes vist en de manera fest iva
durant e el d ía y se acicalan el p elo con aceit e. Durant e
lo s fest ivales los vemos junt o a las pu ert as de sus casas
so st eniendo ramas de ár bo l. [...] Aquí (est án) los
ed ific io s guber na ment ales, las mansio nes para los alt os
fu nc io nar io s, almacenes replet os de grano y lo s t emplos
ded icados a Re, Set h, Amó n y Pt ah.” (1)
Cuando el far aón Ramsés II conso lidó la glor ia
mat er ial de Eg ipt o, hacia 1320 aC, las clases do minant es
de aquel imper io podían co nsiderarse co mo las más
refinadas del mu ndo. Y posiblement e no hayan exist ido
lu ego grupos ar ist o crát icos de ma yor so lidez cult ural,
eco nó mica, milit ar, po lít ica y relig iosa que ellos.
Po r lo que se refiere a po der milit ar y t áct icas bélicas
de o presió n, los as ir io s habían desplegado básicament e
to do lo que se pod ía esperar de la vesania humana. So lían
to mar miles de pr is io neros, para hacer lo s sent ar sobre
largo s palos pu nt iagudo s, co n lo s que flanqueaban
k iló met ro s ent ero s de sus recorr idos: desangrándose, las
víct imas debían ser vir de mu est ra de su capacidad
guerrera para mant ener el “resp et o” de lo s viajeros. “Est e
pueblo fero z adoraba al severo dios Assur . [...] Los
o ficia les del ejér cit o eran t amb ién sacerdo t es, y la
palabra “rebeld e” sig nificaba lo mis mo qu e “pecador”, es
decir, un ho mbr e merecedor de ser cast igado con la
máx ima sever idad. [...] Después de una vict oria, se
dego llaba a lo s pr is io nero s mient ras celebrábanse r it os
religio sos. Los asir io s no aport aron beneficio alguno a

- 155 -
lo s pueblo s por ello s so met idos. Por el cont rar io,
p illaban t o das las t ierras”, además de mu jeres y bienes.
“T ig lat h P hileser I, refir iéndose a sus víct imas, se
vanag lo r iaba así: `Yo he hecho co rrer su sangre en lo s
valles y en lo s alt os lugar es de las mo nt añas. Co rt é sus
cabezas, y, fuera de sus ciu dades, co mo mo nt ones de
grano s las ap ilé. Sus despo jos y po sesio nes en nú mero
inco nt ab le t ransport é´.” Pese a ello, nuest ro narrador, el
vizco nde Mont go mer y de Ala mein, expresa a
co nt inuació n: “[...] est a po lít ica era realis t a. Sit uada en
una zo na infecunda del alt o T igr is, As ir ia t enía la
alt er nat iva de per manecer pequeña y po br e, o de hacerse
r ica po r la co nquist a. S i había de expandir se, t enía que
aseg urar sus front eras orient al y mer idio nal, y do minar
co mp let ament e en el Nort e y el Oest e.” (2)
Yo t engo una grabació n d e la voz de un anciano , ex
embajado r de la Repú blica de Iraq en la Argent ina,
mient ras caían las bo mbas so bre Bagdad, durant e la
recient e invasió n no rt eamer icana. La t omé de la radio.
Co nfieso que no pude cont ener mis lágr imas mient ras lo
escu chaba: el ho mbre no po día creer lo qu e le sucedía,
ver su ciud ad dest ruida, recibir en su casa a mujeres y
niño s at erro rizados, sin agua, sin luz, en las calles
cadáveres por todos lados mient ras las bombas -cada una
de u n co st o rondando el milló n d e dó lares- despedazaban
sist emát icament e la ot rora gran capit al. La valoració n d el
“r ealis mo milit ar” que t iene Mont gomer y, y la
co ncepció n malt husiana d esp legada en su s escr it os
arro jan p ist as no só lo so bre las co ncepcio nes

- 156 -
expansio nist as que alent aron lo s aut ores del imp er ialis mo
br it án ico , sino t ambién sus me jo res alu mno s, los
ang lo sajo nes nort eamer icano s. Pero como se percibe
o bser vando a los asir io s, no invent aro n casi nada, si
hacemo s abst racció n de la t ecno lo gía.

A lo s 26 año s me t o có est ar preso de la dict adura


milit ar argent ina (1976-1983). E llo s nos habían hacinado
en co nd icio nes infer iores a las que se otorgan a los
animales. La cárcel de Córdoba t enía en sus pabe llo nes
“co mu nes” celdas para cinco y diez personas.
Int ro duciendo cuchet as (camast ros met álicos dobles, u no
arr iba del ot ro) po dían met er a más pr is io neros. El
go bier no ant er ior había co nst ruido pabellones especiales,
“celu lares”, co n celdas ind ividuales para los presos
po lít ico s, pues se nos consideraba de “máxima
peligro sidad”. Finalment e habían alo jado allí a las
mu jer es. La celd a que me t ocó habit ar est aba ocupada po r
27 co mpañeros. A los ve int e que ent rábamos en cuchet as
se agreg aban ot ros que habían llenado el espac io co n
camast ro s simples, dejando apenas un pequeño pasillo.
Los milit ares ent raban p ara go lpear no s y asesinar nos
durant e la no che o en cualqu ier mo ment o, debido a lo
cual, habíamo s dispuest o rot ar en los lugares que
o cupábamo s para do r mir. E llo en razó n de que cuando
ent raban bruscament e a las celdas, lo s pr imeros en
recib ir lo s go lp es eran q uienes do r mían más cer ca de la
puert a. Por ello pu de ver, una noche que me t ocó dormir

- 157 -
exact ament e delant e de la puert a, en u na cama simp le,
có mo sacaron a Larguirucho para asesinar lo.
“Larg u ir ucho” Tramo nt ini era un jo ven de 24 años,
est ud iant e universit ar io de vio lo ncello, que había ca ído
preso en el 75, durant e el copamient o de ciert a unidad
milit ar. Muy alt o , t enía algú n parecido en su rasgo s a ese
act o r no rt eamer icano de lo s 50, Car y Gr ant . Decían que
su espo sa era mu y bella, que t enía cabello s rubios y
vaporo sos; decían que su hijit o , t ambién muy rubio, era
algo bo nit o de ver. Eso decían lo s co mp añero s –no
mu cho s- que habían est ado presos desd e el per io do
demo crát ico, cuando lo s presos po lít icos est aban bajo el
rég imen co nst it ucio nal y po dían recibir visit as.
La jo ven esposa de Largu ir ucho lo ven ía a vis it ar
t rayendo su hijit o desde S int ra, una lo calidad cordo besa
ent re las serranías.
Recu erdo que escu ché el ru ido del candado en la
puert a met álica y levant é apenas la cabeza en la
o scur id ad - la puert a est aba a u no s t res met ros y med io de
mi ca ma, hacia lo s pies. Para ese ent onces - invier no de
1976- ya había aprendido a no mo ver me cuando ent raban
lo s milico s, sin que ellos me lo indicaran. La puert a se
abr ió bru scament e y vi t res o ficiales. Llevaban cascos, la
lu z del t echo arrojaba so mbra so bre sus o jo s, uno de
ellos, mu y jo ven, co n bigo t e rubio, miró hacia donde yo
do rmía: t enía o jos azules, en ellos t it ilaba la muert e. Me
est remecí. Venían ro deado s de subo ficia les, hast a donde
se po d ía ver, cargando fusiles FAL, bayo net as caladas,
p ist o las al cint o . Uno de ello s -gigant esco , o así me

- 158 -
pareció - se aso mó al umbral y gr it ó: “Tramo nt in i”. A
Largu iru cho le había t ocado en su ert e dormir hac ia el
fo ndo de la celda est a vez, pero no le sir vió de nada. Vi
co mo lo o bligaban a bajar la cabeza, para vendar su s
o jo s. Vi co mo le at aban las muñecas, co n una gruesa soga
vin ílica, so bre la espalda. Luego todos debía mos
do rmir no s.
No iba a ser el pr imer co mpañero que mat aban. Los
llevaban a u n campo milit ar, los hacían ar ro dillar y les
daban u n t iro en la nuca. Solían remat ar lo con ot ro de
calibre mayo r en el co razón, pero esto variaba: podían
acr ib illar lo co n ráfagas de met ralla, o torturar lo ant es.
To davía no había mo s recibido ninguna no ticia sobr e la
suert e de Largu irucho, cuando algunos compañeros,
después d e algún ro deo, empezaro n a pro poner el repart o
de su s pert enencias. Est as eran t an miserables, que daba
vergüenza la so la idea de que alguien las pidiera: una
co lchit a, un par de sábanas mugr ient as, ¡un poncho!...
do s pares de medias, ¡un calzo ncillo largo!... Nadie se
o puso y dos o t res co mpañeros co menzaron a alegar su s
carencias, argument ando su fr ir de sabaño nes o co sas así,
para su st ent ar sus mayo res derechos a la propiedad de lo s
bienes. ¡Me parecieron mercachifles regat eando con
ast ucia en el mercado para obt ener mayores ganancias!...
Co mo Largu irucho había s ido uno de mis mejores
amigos, me diero n ganas de llo rar. Pero lo gré cont ener me
y creo que lo disimu lé.
Es que lo s milit ar es nos habían quit ado todo lo que
pud iera br indar nos un mínimo co nfort . Durant e ese

- 159 -
inv ier no en que la t emperat ura llegaba a los cinco grados
bajo cero , habían ret ir ado las frazad as, dejándo nos
so lament e co n u na co lcha. Se ocuparo n de romper a
cu lat azo s los vidr io s de las vent anas, para hacer nos
sent ir el r igo r del aire fr ío. Co mo nosot ros t apamo s lo s
hu eco s luego, con pedazo s de plást ico o btenidos de
bo lsas vacías, nos obligaro n a qu it ar lo s uno por uno. Me
to có est ar en la plant a alt a, por lo cual el fr ío era mayor.
Por lo demás, só lo no s sacaban una vez por día para ir al
baño, diez minut os a cada celd a, a eso de las siet e de la
mañana. Los guardiacárceles nos per mit ían t ener en cad a
celda u n t arro , fabr icado con los de ho jala t a que
o rig ina lment e cont enían cinco lit ros de aceit e. Allí
o rinábamo s y algu no s co n pro ble mas de regulació n
t amb ién defecaban durant e la noche. Se imaginará
ent o nces el o lor que había en las celdas, ocupadas
no r malment e por veint e o t reint a pr isio neros. Si a est o se
agrega qu e únicament e no s daban unos minut os más para
bañar no s, lo s sábado s por la mañana, puede co mplet arse
el p ano rama. A veces, no abr ían las celdas por un día
ent ero . Sin dar nos ning una exp licació n. ¿Para qué? S i
est ábamo s t o do s “muert os”, como no s anu nció a los
gr it os el general Sas iaiñ, al “inaugurar” est e rég imen.
Nos habían quit ado ho jit as de afeit ar, t ijer as, espejo s,
peines. Así que a lo s t res meses ya t enía mo s el pelo
largo , al igu al que la bar ba. A algu nos se no s habían
hecho llag as bajo la pela mbrera, por la fa lt a de higiene.
Se había reducido la co mida a: un pan, que se repart ía
po r la mañana co n el mat eco cido - muy acuoso y sin

- 160 -
azúcar-; u na so pa, al mediod ía, ot ra vez mat ecocido
chir le a eso de las t res de la t arde y nuevament e sopa a
las seis d e la t arde. El pan debía durar nos para
aco mpañar t odas las “co mid as”. Los que est aban desde
ant es del go lpe de est ado recordaban que so lían ser
grandes y se repart ían a discreció n, por lo cual nadie
so lía preocupar se po r el pan. Los milit ares habían
rebajado su t amaño , “po r razo nes de presupuest o” hast a
un vo lu men que nos parecía do lo rosament e pequeñit o.
Dos veces po r semana ser vían p lat os “de lu jo ”: po lent a y
gu iso de lent ejas. Est o s solían ser co nsist ent es, a
d ifer encia de la so pa, y llegaban más calient es. Por ello
se lo s esp eraba co n ans ias. Co mo para hacer el repart o de
co mida se so lic it aban “vo lunt ar io s”, luego de r ísp idas
d iscu sio nes “po lít icas” se hab ía co nvenido ent re las
o rganizacio nes que ocupábamo s las celdas ir rot ando
t amb ién en est e ofrecimient o cot idiano.
Es que lo s dos desig nado s par a el r epart o,
“o bviament e”... ¡favorecían a sus celd as!. .. Se había
llegado al ext remo de qu e cuando alcanzaban las celdas
del fo ndo las o llas hab ían sido complet ament e vac iadas
de lo s t ro zo s de carne u ot ro element o sust ancio so,
llegando al fina l só lo el líqu ido chir le y fr ío ... (Puse
ent re co millas “obv iament e” pu es se su ponía que
no so t ro s, aún pert eneciendo a organizacio nes po lít icas
d ifer ent es, t eníamo s en co mún nuest ra lucha po r el
Hombr e Nuevo , cuyo modelo pro pusier a nuest ro t amb ién
co mú nment e admirado Ché Gu evara, y que debíamo s
empezar co nst ru yéndo lo en nosotros mis mos... ¡Pero al

- 161 -
caer en sit uacio nes cr ít icas nos d isput ábamo s u n t rocit o
de car ne, o nos abalanzábamos co mo buit r es so bre las
pert enencias de un co mpañero muert o!...)
Hacía po co habían t raído desde Cruz del E je a un
co mpañero del PRT. Era un muchacho reservado y
bo nachó n, per io dist a, a quien calculé u nos t reint a años.
Ciert o día se sent ó frent e a mí y r epent inament e me dijo:
“acer cá t u p lat o”. Lo mir é so rprendido: “¿qué quieres
hacer ?”, pregu nt é. “Te vo y a pasar un poco de carne... a
mí me ha t o cado mucho, vos no t ienes nad a”.
Tenía razó n, llegando al final del repart o, había
co mido ya un ped acit o pequeñísimo que me tocara y
lid iaba co n el líq uido so lo , haciendo durar el pan. ¡Pero a
él t ampo co le habían t o cado más que dos pedazo s! ¡No
lo s había co mido y pret end ía dár me los!... Cuando los
o jo s de t odos reco rrían co mo halco nes los plat os de los
demás, acechando el alt ament e hipo t ét ico caso de que
algu ien, por desco mpost ura o stress, pudiera renunciar a
algú n ped acit o de co mida par a pedírselo , que alguien
o frec iera la su ya result aba u na ano malía increíble!... Yo
había o bser vado ya que Andr és Cañas -pues de él se
t rat aba- había cedido espo nt áneament e la mit ad de su pan
a ot ro co mpañero, lo cual result aba igu alment e inaudit o .
A part ir de allí, no dejé de ver que cada día, co n todas
las co mid as, est e compañero renunciaba una y ot ra vez a
un p edazo de car ne, a part e de su pan... ¡a veces a su pan
ent ero , cuando veía qu e ot ro compañero est aba
su mament e decaído!...

- 162 -
¿Có mo podía hacer lo ? Co nfieso co n vergüenza que no
só lo jamás renuncié s iquiera a un pedac it o de car ne o
hu eso co n fila ment os durant e ese per iodo aciago, ni a u n
po co de polent a o guiso calient e, ni a un pedazo de pan,
no só lo jamás co mp art í mi co mida, sino que además
acept é var ias veces el pedazo de pan que Cañas me
o frec ía co n o bst inada ins ist encia, o su única car ne para
co mér mela. Andr és Cañas era el único comp añero en
ejercer t al co nduct a, ent re 27 revo luc io nar io s guevar ist as
que o cupábamo s esa celda.
Lo he vist o renunciar no só lo a co mida, sino quit arse
su saqu it o viejo, de lana, que quién sabe cómo había
po dido salvar de la depr edació n milit ar, para dárse lo
inapelab lement e a un co mpañero que t ir it aba, at acado por
la gr ip e y e l fr ío de ese s it io t remendo. No he podido
o lvid ar lo en t odo s est os año s, y aprovechando que el
do mingo pasado se celebró el Día del Amigo en la
Arg ent ina, he quer ido ho y reco rdar lo. Pero no sólo por
ser mi amigo , sino porque, así co mo la anécdot a de
Mene m sir vió para d emo st rar que la est ult icia y la
cicat er ía pueden repet ir se u na y o t ra vez a lo largo de la
hist or ia, no impo rt a el grado de saciedad alcanzado por
sus g eneralment e poderosísimo s su st ent adores, t ambién
exist e en los humano s la nobleza sub lime, esa
genero sidad sin condic io nes que nos puede convert ir en
“seme jant es a lo s áng eles”.

Hacia el año 2002 supe algo , por fin, de Cañas. Que la


ed it o r ial Co lihue había publicado un libro , Caminos de

- 163 -
Nuestra Améri ca, donde mi amigo de la cárcel vo lcar a
co nver sacio nes co n el Premio Nobel de la Paz Ado lfo
Pérez Esqu ive l, e l urug uayo E leut er io Fer nández
Huido bro y el venezo lano Hugo Chávez, ent re ot ros. (3)
También supe que aho ra vive ot ra vez en Có rdoba, muy
senc illament e. Y co menzamo s a escr ibir nos y lla mar no s
po r t eléfo no de vez en cuando. Él no debe imaginar que
yo recuerdo to do lo que cont é ant es. De haber le
co nsu lt ado jamás me hu biese per mit ido publicar lo. Pero
meno s mal que lo hice. Pues Andrés Cañas co mpart e con
no so t ro s las Cart as, en est a list a... y ya no podrá
imp ed ir me el haber lo menc io nado. ¡Un abrazo , Andrés!

Est imados lect o res y co laborado res, ahora dejaré a


vu est ras elevad as int eligencias el ext raer conclusio nes. Y
aho ra mismo me desp ido, hast a la próxima o port unidad.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

(1) Rams és II. Faraón de Egipto. (Rams es II : Magnificence


on t he N ile; E qu ip o cient íf ico coor dina do p or David
O ´C onnor , Rita E. Fr eed, K ennet h A. K itchen .) Tr aducción al
español: Migu el I zqu ier do. T ime L if e Books I nc. Edita do en
España por Ediciones F olio, Bar celona 1995.

- 164 -
(2) Mar iscal M ont gomer y, Vizconde de Ala mein. Historia
del Arte de la Guerra. T raducción: Jua n Gar cía Puent e.
Edit or ia l Agu ilar , Madr id, España, 1969.
(3) Andr és Cañas. Caminos de Nuestra América. Edit or ia l
Colihu e, E diciones del P ensa mient o Naciona l, Bu enos Air es,
1999. En su contr apor tada dice:
“El p er iodista ar gent ino Andr és Cañas convo ca en Ca minos
de nu estr a Amér ica a figur as r epr es entat ivas de diver sas
exp er iencias. Dia loga n, en sus páginas p olít icos de acción y
p ensa mient o, pr ota gonistas todos de int ensas ep op eyas : el
bolivia no Juan L echín O qu endo, el ur uguayo Eleut er io
Fer nández Hu idobr o, los ar gent inos Adolf o Pér ez Es qu ivel,
Andr és Fr amini y Car los O. Suár ez, los venezola nos L ino
Mar tínez y el coma nda nt e Hu go C hávez Fr ías, hoy pr es ident e
constitu cional de su país; el colomb ia no Javier Calder ón, el
cubano F er nando Mar tínez H er edia y el mex icano p or
adopción E nr iqu e Duss el.
“Cañas ha estr uctur ado lo qu e inicia lment e f u er on
entr evistas individuales en u na mesa r edonda vir tual en la
qu e f lu yen las ideas con la es p ontaneida d pr opia de los más
apasiona dos debat es. Están allí L echín, qu ien encab ezó u n
movi mient o insur r ecciona l obr er o ca mp es ino; Fer ná ndez
Huidobr o, jef e de la gu er r illa tupamar a; Javier Calder ón,
r epr es enta nt e de los alzados colomb ia nos; Mar tínez H er edia,
vocer o de la ú nica ciu dadela s ocia lista vigor osa y en p ie; está
tamb ién el pr es ident e C hávez qu ien expr esa el r ena cer , en los
alb or es del s iglo XX I y a contr a mano de las op iniones
moder niza nt es qu e p ostu laban su agota mient o, del mod elo de
caudillo militar nacionalista de ta nta tr adición en Amér ica
Latina.
“Int electua les y p olít icos compr omet idos con las fu er zas
popu lar es expr esan ca minos diver gent es qu e conf lu yen, s in

- 165 -
embar go, en la meta qu e los gu ía y qu e comp ar timos : la lu cha
por la dignida d hu ma na en nu estr a tier r a.
“Los t est imonios de las f igur as r eunidas aqu í, sus lectur as
del pasado, sus anális is del dur o pr es ent e y sus vis iones del
r ostr o futur o de la Patr ia Grande hacen de ést e u n libr o
necesar io par a afr ontar el desánimo y comenzar a andar los
nu evos ca minos.”

- 166 -
Fecundas cart as

Me han parecido muy sabia s todas las cartas, hasta


ahora. Me gust aría una ref lexión sobre el tema del
suicidi o y la poesía. El espírit u de autoan iquilación
ligado a la poesí a.
Hay un problema d e f ondo: un tabú, o una lógica de la
conduct a común, le ha negado compasi ón históricamente
a los que ca en bajo la desgracia del suici dio: tienen su
círculo en el inf ierno, su exco munión en l a tierra,
etcét era.
En muchas pa rtes, como en Inglat erra, se llegó al
extremo ab surdo de con denar a muerte a quienes
cometían el delito de int enta r suicidarse.
El tema es du ro y resbala dizo. Ahí lo dejo.

Francis Sánchez
Ciego de Ávila, Cuba

- 167 -
Respu esta
ACERCA DEL SUICIDIO

Aut onomía, Santia go del Est er o, 24 de ju nio de 200 3

Hacia o ct ubre de 1976 el diar io argent ino La Nació n


ded icó to da una pr imera plana de su sección Cult ura a un
art ículo asu mido por “Mons. Dr. Oct avio Der issi”, que
co menzaba narrando el su icidio de Cesare Pavese.
Der issi - a la sazón obispo auxiliar de La Plat a y rect or de
la Un iver sidad Cat ólica Argent ina- at r ibuía el suicid io de
est e gigant esco po et a al “vacío ex ist encia l”. Según aquel
art ículo -que regresaba u na y ot ra vez sobre el eje mplo-
Pavese, a t ravés del cult ivo exquis it o de su alma, hab ía
alcanzado alt uras vert ig ino sas con la evo lució n de su
pensamient o. Pero “po r ser co mu nist a - y por t anto at eo-”
su imag inació n no le habr ía per mit ido “enco nt rar a
Dios”. Pavese habr ía ascendido, ent onces, a la más alt as
cimas co n su imag inació n... só lo para encont rar que
allí... ¡no había nad a!... Y si el ser exist ía para girar
finalment e en t o rno de la Nada... pues no valía la pena
exist ir. To do esfuerzo esp ir it ual, por encima de su
feracidad o bjet iva, result aba inút il.
Pese a la o port unidad d e est a publicació n ( la Argent ina
viv ía bajo u na sangr ient a dict adura milit ar
ant ico mu nist a) y la t rayect oria del aut or (del más est r ict o
co nser vado r ismo ideo lóg ico ) su argument ació n

- 168 -
persuad ía, ent re ot ras cosas por su prolija coherencia
int er na.

E l licenciado Ferrer a De Cast ro me result aba


ant ipát ico a la dist ancia. Lo conocía por los diar io s y lo
había vist o de cerca só lo u na vez, cargand o naft a a su
po dero so auto en una est ació n de ser vic io. Por ese
ent o nces era u n impo rt ant e fu nc io nar io con rango
min ist er ia l, en e l go bier no de Car lo s Art uro Juárez. Su
mejor amigo era Juan Jo sé Lapro vit t a (un méd ico
u lt raderech ist a, acusado de to rt urar a milit ant es de
izqu ierda en Córdo ba), en aquel mo ment o minist ro de
Bienest ar Social. A su aut orid ad o ficial, Ferrera de
Cast ro su maba u n at ildamient o indu ment ar io que podía
resu lt ar insoport able. De fr ent e muy ancha, su cabello
lu cía br illant e y per fect ament e alisado hacia at rás, a la
go mina. Perpet uament e de t raje, se capt aban br illo s leves
pero sunt uoso s desde sus car ísimas co rbat as o sus puños.
Por lo demás, era port eño ,* llevaba una barbit a recort ada
escrup u lo sament e alrededor de su boca despect iva - lo
cual refer ía un aire segur ament e buscado a la ico no grafía
de lo s Habsburgo-, su gest ualidad era la pro pia de
perso najes acost u mbrado s a considerar se impunes. Se
co mprend erá ent onces que me recorr ier a un
est remecimient o cuando se acercó a ofrecer me su mano
en 1991, durant e un act o de ho menaje a un anciano
escr it or, o rganizado por la revist a Quipu de Cult ura en la
librer ía Dimensió n. Po r ciert o luego que hubieran
t ranscurr ido u n par de minut os co mo para no result ar

- 169 -
gro sero , apro vechando mi caráct er de organizador y el
est ar co mpart iendo la co nversació n co n una bo nit a chica,
me apart é raudament e, hacia el o t ro ext remo de la sala.
Co mo unos quince días después, se presentó de repent e
en la libr er ía Dimensió n -donde por ent onces yo
t rabajaba. De só lo ver lo ent rar vo lví a exp er iment ar u n
escalo fr ío ; pero est a vez no t endr ía escapatoria. Era una
siest a de ext remado calor, apart e de noso tros dos y lo s
mo zo s del bar, no había casi nadie en t o da la ext ensa
galer ía. Se dir igió rect ament e a mí, para d ecir me que
había leído ya dos veces u na novela breve que por
ent o nces publicáramos. Rele ía u na y ot ra vez alguno s de
sus p árrafos, dijo (para probar lo me mo st ró el libro :
est aba ner vio sament e su brayado, co n pro fusas
ano t acio nes, hechas co n let ra eleg ant e y abigarrada en
lo s márgenes) ; en e llos, se había sent ido ident ificado.
Volv ió a recorrer me un est remecimient o cuando me d io a
leer el p asaje en el cual se sint ió expresad o. Est e narraba
un mo ment o culminant e en la depresió n del p erso naje,
qu ien se había abandonado , cayendo en u na especie de
cat alepsia, de la cual lo salvaro n forzando la puert a de su
depart ament o . (1)
Desp ués de aquella present ació n más ext ensa “Chacho”
- lo llamaban así familiar ment e-, me visit ó casi t o dos los
d ías. Co nfieso que hast a el últ imo de ellos est o siguió
resu lt ando para mí un t rago difícil: además de las
caract er íst icas refer idas br evement e, Chacho cargaba en
su baga je ideo lóg ico paut as fundadas en u n cat olicis mo
lefebvr iano , develando a cada t ramo de la conver sació n

- 170 -
sus p ilares int elect uales: lo s más co nspicuos exponent es
de la u lt raderecha arg ent ina, ant ico munist a, ant isio nist a,
ant isinarquist a, et cét era. El único punt o de co incidencia
ind udable que hallábamo s - y al cual apelábamos
co nt inua ment e- era una pro fu nda co nvicció n int er io r
so bre la exist encia d e Dios.
Algo se hab ía resquebr ajado en su est ructura
id eo ló g ica fascist a, sin embar go . Abordaba de pront o los
t emas po lít ico s desde u n nacio nalis mo ant iimper ialist a,
la do ct r ina cr ist iana esforzándo se por dest acar aspect os
so cializant es. Esto se percib ía t ambién en su ext er ior: si
bien segu ía usando sus ro pas muy caras, las llevaba aho ra
co n ciert o descu ido; la bar ba no lucía ya
met icu lo sament e recort ada, llegando inclu so a present ar
algu nas t ardes, en el espacio que debía ser est r ict ament e
rasurado , una ext end ida so mbr a de pequeños pelo s sin
afeit ar. Su pelo, lacio , liso, mu y fino, ¡le caía un poco
so bre la fr ent e a veces!; al parecer se o lvidaba ahora de
endurecer lo con fijador.
La repet ició n de sus vis it as me fue per mit iendo
vis lumbrar una ext raordinar ia co mple jidad en su caráct er.
Había co menzado a t rabajar co mo per iodist a en el Nuevo
Diar io ; algu no s de sus cuent o s fueron publicados en la
secció n cult ural. ¡Escr ibía muy bien!... En sucesivo s
encuent ro s fu i ent erándo me que at ravesaba dificu lt ades
eco nó micas, pero principalment e ex ist enciales. Era o se
había co nvert ido en alco hó lico, aunqu e esto era muy
d ifícil d e percibir s i no se lo cono cía de muy cerca. **
Cuando d ispo nía de algún d inero insist ía en invit ar me a

- 171 -
co mer algo ; un par de veces acept é. El breve per íodo que
duró ese acercamient o bast ó para ent erarme de sus
ma yo res t ribulacio nes: su espo sa, según él, no solament e
lo hab ía arru inado desde u n pu nt o de vist a econó mico ,
sino le impedía aho ra part icipar en e l afecto de sus hijo s.
E lla era u na jueza, miembro de la podero sís ima “Rama
Femen ina” del part ido gober nant e, lo cual le había
per mit ido práct icament e proscr ibir lo –me cont ó.
Alg ú n t iempo después (creo que durant e el verano de
1992), Chacho se suicidó. Habit aba so lo en u na casa
alejad a del cent ro. Lo enco nt raron dos días después de
haberse pegado un t iro en la cabeza, co n el cuerpo ya un
po co hinchado po r la desco mposic ió n.

En 1969, Jo sé Mar ía Arguedas, ext raordinar io


no velist a peruano, se suicidó en Chile. Algunos exéget as
especu laro n sobre la influ encia sobre su dest ino de la
t ensió n po r pert enecer a u na raza despreciada, réproba,
ago biada por t ant as humillacio nes co mo es la indígena.
Est o parece ser u n t ema o bsesio nant e para los peruanos,
ya q ue se present a con machaco na recurrencia en sus
o bras lit erar ias. Se ensayaba en t al sent ido un paralelo
co n la hist oria perso nal de César Vallejo, ot ro peruano
genial, ext rañado y muert o en Par ís. Se ensayó, ent onces,
co mo po sible razón para el suic idio la de pert enecer a
una raza de p ar ias.

Pero en el verano de 1962 se había su icidado Mar ylin


Mo nro e. Tal vez t o mara co mo ejemplo a Miroslava St ern,

- 172 -
de 29 año s, de quien se había dicho que “no pudo
so port ar el hast ío y la so led ad”, mat ándose con
barb it úr ico s a los 29 años. Ambas eran her mosas hast a el
vért igo , famo sos, r icas, aduladas en pr ivado y en público,
pert enecient es a las razas co nsideradas como las más
evo lucio nad as de la esp ecie.

Po co ant es del fin de sig lo se pegó un t iro Kurt


Co vain, líder del grupo Nir vana. No po día at ribuir se el
su icid io al fracaso, ni a la po breza, ni a la so ledad, ni al
sent imient o de pert enecer a u na raza despreciada. Kurt
era blanco , ang lo sajó n, adiner ado. Se culpó ent onces de
esa d ecis ió n al fr enesí inducido en su men t alidad por el
co nsu mo de drogas.

Hace u na semana se su ic idó en La Banda - Argent ina-


Nelly Or iet a. Nelly era p int o ra -pr incipalment e
grabado ra-. Tenía un só lido prest igio reg ional, u na
po sició n econó mica est able, su per sonalid ad era
t ranqu ila, t rad icio nalist a y conser vadora, mas de caráct er
to lerant e en su ideo log ía. Ja más co nsumió dro gas de
ning ú n t ipo , est aba ya ju bilada co mo profesora de Art es.
Gozaba de la admiració n po r su obra, el afect o y el
respet o de t o da la sociedad.

Co mo puede infer ir se d e lo s poco s ejemplos hu manos


to mado s arr iba sint ét icament e, difícilment e pueda
at ribu ir se só lo a la carencia de fe religio sa mot ivacio nes
su icid as. Los do s pr imeros ejemplo s muest ran a un

- 173 -
co mu nist a-at eo y a un fascist a-relig io so desembocando
unívo cament e en u n d esenlace similar. Asimis mo podrán
enco nt rarse co mu nist as- at eos exuberant es y gozado res de
la vida hast a el ú lt imo alient o , como Jorge Amado, Pablo
P icasso , Albert i, et cét era, y t ambién fascist as que jamás
hu b ieran pensado en qu it arse la vida e incluso
mant u viero n hast a el fina l de sus días act it udes
su mament e vit a les. Co mo Camilo José Cela, quien se
mur ió de vie jo, no sin ant es haber o bt enid o el Premio
Nóbel. Po dríamo s co nt inu ar est a línea d e razonamient o
co n lo s eje mp lo s co nt rapuest os que se enu nciaro n a
co nt inuació n: Arguedas-Mar ylin Monroe; Kurt Covain-
Nelly Or iet a.
Puede hallar se ent re los suicidas gran var iedad de
caract er íst icas d isímiles: u nos vivían so los, ot ro s
ro deados po r sus fa miliares o amigos; hay ent re ellos
qu ienes se drogaban, ot ros ni siquier a conocían est o. Lo
cual me induce a pensar que las mot ivacio nes para el
su icid io pueden surgir en cualquier sect o r de la so ciedad,
dent ro de cualqu ier cult ur a, a cualquier edad, en
cualqu ier mo ment o hist ór ico. Respo nden, en inst ancia
ú lt ima a fact o res muy ind ivid uales, cuya generalizació n
po dría ser, desde un punt o de vist a de la responsabilidad
int elect ual, po co recomend able.

Respect o de las reaccio nes condenat o rias, al


sent imient o de ext endid a desazó n, al fast idio u obst inada
vo lu nt ad de ocult amient o que induce en quienes

- 174 -
quedamo s vivo s, t ampo co sient o la segur idad suficient e
co mo para po der exp licar sus o r íg enes.
Es sabido que la t radició n cr ist iana co loca al suicidio
ent re las ma yores desgracias para el alma, la cual deber á
purgar su error en diver so s purgat orios, de acuerdo a casi
to das las int erpret acio nes. Co mpart e est a concepció n co n
la ma yo r ía de las grandes religio nes.
Pero t ambién la t radició n eso t érica -al me nos su
vert ient e “blanca”- considera a dicho act o como una de
las peo res calamid ades esp ir it uales.
“E l act o de quit arse vio lent a y vo lu nt ar iament e la vida
-d ice el Diccio nar io Eso t ér ico de Zaniah- o rigina al
causant e el más last imo so est ado. Un inex presab le y
angust io so sent imient o de vacuidad y el po der de
o bser var a aquello s a quienes ha last imado con su muert e
vio lent a, le hacen sent ir se más vivo que nunca. La part e
del aura ovo id e en que generalment e se encuent ra el
cuerpo denso se vacía y aunque el cuerpo de deseos
ado pt a la for ma del cuerpo denso perdido, se sient e co mo
si fu era u na cáscara hueca, porque el arquet ipo creador
del cuerpo en la reg ió n del pensamient o concret o persist e
co mo mo lde vacío durant e t ant o t iempo como debió vivir
el cuerpo denso.” (2)
Es un cr it er io co mún por ot ra part e, en las doct rinas
reencar nacio nist as, que el suicida vo lverá a est e mundo
lu ego de un per iodo acot ado. Y nuevament e deberá
enfrent ar las co ndic io nes que lo su mieron en la
desesp eració n, hast a enco nt rar la for ma de superar las.

- 175 -
En relac ió n con el suicid io y la poesía: cr eo que los
art ist as, po r su oficio, suelen desarro llar un grado
super io r de sensib ilid ad. E llo lo s hace alt ament e
pro clives a caer en est ados depresivo s -o de exalt ació n
eu fó r ica- en circunst ancias qu e podr ían result ar nor males
a la ma yo r ía de las per so nas. T ienen, en compensació n,
la vent aja de po der canalizar a t ravés de su obra est os
sent imient os, sin necesidad de llevar lo s a la realidad en
su exper iencia perso nal -de hecho, un verdadero art ist a
vive efect ivament e su o bra en el mo ment o de crear la. (3)
Por ello me par ece qu e u n po et a, un pint or, o un
no velist a, aú n con t endencias a t rat ar el t ema del suic idio
o la muert e, es meno s probable que caiga verdader ament e
en ello s. No así las perso nas no r males, quienes carecen
del recurso de represent ar simbó licament e su
fallecimient o, debiendo efect uar la exper iencia en su
pro pio cuerpo. El haber t rascendido numerosos suicid io s
de po et as se debe, segú n creo , no a que efect ivament e
est a decis ió n se ver ifique en ma yor cant idad, sino a su
caráct er de perso najes generalment e co nocidos.

No s queda el recur so bio lóg ico. Vit us Dröscher narra


que el cala mar hembra, luego de poner sus huevos “deja
de pro ducir jugos gást r icos” y por lo t ant o de comer. “Al
cabo de cuarent a y do s días los nuevos calamarcit os sa len
de su s huevos. Poco después la madre muere. [...] Jero me
Wo d insk y [...] ext irpó dos glándulas (sit uadas det rás de

- 176 -
lo s o jos)” a un cala mar hembra. “[...]...el animal vivió
nu eve meses más. Además, durant e todo ese t iempo
sigu ió co miendo [...] con buen apet it o. Ent re ot ras
presas, devoró t ambién a sus prop io s hijo s”. Döscher
co nclu ye, ent o nces, que est as glándulas, a las que llama
“mo rt uo rias” po dr ían ser un mecanis mo dispuest o por un
o rden nat ural, que forzar ía a los anima les a la
aut o eliminació n, cu ando pueden co nvert ir se en un peligro
ext remo para la super vivencia de su especie. ¿Podr ía
at ribu ir se, quizá, la co mpu ls ió n psico lógica hacia el
su icid io a alguna “g lánd ula mo rt uo ria” ocult a en el
o rganismo humano, sea en su cuerpo bio ló gico o en el
“met afís ico”? Est o, si seguimo s el razo namient o de
Dröscher, deber ía ocurr ir cuando el humano afect ado se
co nviert e en u na amenaza para sus congéneres. Pese a la
sugest iva t ent ació n que est e ejemplo o frece, result a, a
po co de reflexio nar, de difíc il ap licació n. Exist en ent re
lo s hu mano s numerosís imo s casos co nt rar ios -ent re los
cuales po demos mencio nar al azar los de Iván el Terr ible,
St alin, P ino chet , Pol Pot h o George W. Bush- para
imp ed ir no s, po r simp le est adíst ica, t al cr it er io .

¿Conclu sión?

Creo que ju nt o al arrebat amient o amoro so, la renu ncia


a las co nvencio nes so ciales, y ot ras decisio nes “locas” de
algu no s humanos -con fr ecu encia pr ecip it ado ras de
vu elco s import ant es no so lament e en sus vid as, co mo en
el caso de San Francisco de Asís, sino de toda la

- 177 -
so ciedad-, la del su icidio pert enece al ámbit o de los
mist er io s inso ndables d el espír it u hu mano . Aquellos que
únicament e ese ego, único en t o da la hist or ia, podr ía
develar. Mist er io s que, desgraciadament e, suele llevarse
a la t u mba (o al Más Allá), sin dar nos ninguna
o po rt unidad cient ífica de cono cer lo s en el plano mat er ial.
Personalment e, op ino que el est ado psíquico previo al
su icid io const it uye una ano malía. (No incluyo en est a
caract er izació n ni al “su icidio asist ido”, co mo se lo
lla ma ho y, ni a lo s “at ent ados suicidas”. Est os no
co nst it u yen, según mi cr it er io, suic idio s en un sent ido
est r ict o , po r lo cual no son co nsiderados aquí).
Un agud ís imo est ado depresivo suele preceder al
su icid io ; es lo qu e me induce a co nsiderar lo co mo una
enfer medad. Dado que su fact or det erminant e es
pro fu ndament e int er io r, creo posible halla r, t ambién, el
ant ído to únicament e en noso t ros mis mo s.
Para producir lo, est imo que so n necesar io s: un cuerpo
sano , una ment e lúcid a, un co razó n capaz de encont rar la
felic idad – inc luso sin la int er venc ió n d irect a de fact o res
ext erno s. Est os requisit o s no so n algo muy fácil de
o bt ener, pero t ampoco inalcanzables, aunque pueda ser
necesar ia t o da una vida para ello.
Ser ía mu y ext enso pro fundizar en est o; además,
segura ment e vo lveremo s so bre cuest iones relacio nadas
una y o t ra vez, a lo largo de nuest ras Cart as. Por ahora,
debo desped ir me, hast a el pró ximo encuent ro.
Co n u n sa ludo afect uo so.
Julio

- 178 -
* S e lla ma “por t eños ” en la Ar gent ina a las per s onas
or iu ndas de la Capital Feder a l (Bu enos Air es ). Sus modales
ost enta n u na actitu d extr ema da ment e comp et itiva, pr opia sin
du da de las gr andes ur b es. Ello, u nido a su tona da
(alt is onant e, de pr onu nciación veloz, p os iblement e inf lu ida
por los alt ís imos niveles de inmigr ación italiana qu e
constitu yer on su et nia) su “sincer ida d” impacient e, y cier ta
escr upu los idad atilda da en el vestuar io, pr ovoca la
p er cep ción de s u pr es encia como ir r itativa y p edant esca en
las socieda des del int er ior ar gent ino, gener a lment e de
moda les contr ola dos, de aliños menos es mer a dos, de
apr oxima ción menos dir ecta a las cuest iones más conf lict ivas
de la r elación s ocia l. D eb emos aclar ar, pes e a ello, qu e la
modest ia f or ma l de los pr ovincia nos par a nada significa una
gener aliza da sup er ior idad esp ir itual. El pr ovincia no ar gent ino
con fr ecu encia es astuto, la dino, egoísta, y pu ede llegar a ser
ef ect iva ment e mucho más p eligr os o o cr u el qu e cualqu ier
por t eño. Sólo qu e p or condiciona mient os hist ór icos y una
tr adición ar caica, ha modela do su p er s onalidad dentr o de u na
cultur a sinu osa. Menem viene a s er un ar qu et ip o de esta
actitu d, falsa ment e hu milde p er o ver dader a ment e
ma qu ia vélica, pr es ent e en las p ob laciones del int er ior con
mucho ma yor p or centa je de lo qu e su ele ima ginar se.
(1) H e a qu í par te de los pár r afos qu e F er r er a hab ía
subr ayado:
“Decidí, lu ego de u n t iemp o br eve en es e est ado, r enu nciar
a mi tr abajo y aislar me en el depar tament o. El mur mu llo de la
ciu da d y los háb it os de la gent e s e me hab ían vu elt o
ins op or tables. Adelga cé nu eva ment e mu chos kilos. Pedía p or
teléf ono los envíos de comest ib les, y padecía una angustia
mor ta l en la esp er a, por el t er r or de ver al emplea do qu e los

- 179 -
tr aía. Sólo veía t elevis ión y dor mía. La bar ba me cr eció hasta
el cu ello. [...]
“Entr é en el p eor p er íodo de mi vida. El cu er po s e me
emp ezó a sacudir p or los t emb lor es; ya no pu de leva ntar me
del s ofá. Dor mía de a r atos, con tr es almoha dones bajo mis
espaldas, fr ent e a l t elevis or encendido; veía o s oñaba es cenas
catastr óficas, donde s e mezclaban N ina Hagen, el Papa,
Videla y batallas y ca mp os hu mea nt es con s onidos de r áfagas
de metr alla.
“Una noche me dor mí más honda ment e qu e la s ant er ior es y
desp er t é en el hosp ital de p olicía. Un vecino hab ía
denu ncia do qu e en mi depar tament o sucedía algo s osp echos o,
y los policías, r omp iendo la pu er ta, se hab ían halla do con el
caos qu e er a mi hogar ent onces, y conmigo t ir ado, con
aspect o de mu er t o, ant e el t elevis or encendid o con la pantalla
en b la nco.” (Abelardo, cap ítu los 17, Pág.107 y 18, Pág. 110;
edit or ial D imens ión, Sant iago del Est er o, Ar gentina, 1991.)
** Hab ía hecho acu er dos con los emp lea dos de las
conf it er ías qu e fr ecu entaba. Así, en pr es encia de extr años,
lla maba al mes er o y con ademá n s eñor ial le decía: “Otr o vaso
de a gua... bien lleno y con hielo”. Un a migo comú n me hizo
ca er en la cu enta qu e es e “ vaso de a gua” -r ep et ido con
ver t iginosa fr ecu encia- cont enía, en r ea lidad. .. ginebr a.
(2) Zania h. Diccionar io Es ot ér ico. S exta edición, cor r egida
y au mentada. Pág. 435. Edit or ia l K ier , Bu enos Air es, 1992.
(3) Hallo u n ejemp lo - entr e los innu mer ables qu e p odr ía n
dar s e- de esta facu ltad de mor ir y r enacer p or la poes ía, en
esta bella comp osición de Rafa el M or ales :

ALBA NOCTURNA

Tan clar a era la noche,

- 180 -
t an p lenament e aurora de la luna,
t an t ier no amanecer
t erco de est rellas,
que no sab ía si llamar la Concha.

Qué lejo s ya la hora


que u na mañana pura
alzó sus naranjales,
lo s t empranos celindros
de t u cálida nieve
y abr ió lent a la t ier na corola de t us labio s.

Pero en la no che llegas


auro ra siempr e de mi sangre t uya,
pero en la no che llegas
co n t us frescos jardines
y amaneces co nt inua
abr iendo en la t r ist eza
que la so mbr a const ru ye
lo s pét alos más claros que t iene la alegr ía.

(Rafael M or ales. Poemas I nédit os. Zar za Rosa. Revista de


poes ía. Pág. 10. Valencia, España, Abr il-Ma yo de 1986.)

- 181 -
CARTA Nº 10

Aut onomía, Santia go del Est er o, miér coles 2 7 de agost o de


2003. *

Leó n To lst oi recoge est a leyenda: E n t iempos mu y


remo t os vivía en u na is la so lit ar ia un sant o ermit año.
Ciert o día desembarcan p escadores, ent re ellos un vie jo
t an rúst ico que apenas po día expr esarse - y no sabía rezar.
E l so lit ar io quedó pro fundament e t urbado ant e t al
ig no rancia y le enseñó “co n mucha pena y fat iga” el
Padrenuest ro. El viejo dio las gracias y d ejó co n los ot ros
pescado res la isla. Después de algún t iempo, cuando la
barca ya casi había desap arecido a lo lejo s, vio el sant o
de repent e una fig ura hu mana en el hor izont e, que,
mar chando por encima del agua, se aproximaba a la isla.
Pro nto reconoció al v iejo , su d iscípu lo, y le salió al
encuent ro , cuando est e pisó el suelo de la is la, sin
palabras y emocio nado . Tart amudeando, el viejo le dio a
ent end er que había o lv idado la oración. “Tú ya no
necesit as rezar ” -respo nd ió el er mit año- “t u anhelo de
Dios es t an grand e, que É l mis mo t e llevar á de la mano”-
y desp id ió al viejo , que, vacilando por encima del agua,
co rrió nu evament e t ras la barca de los pescadores. (1)

- 182 -
Necesidad de Dios

Ent re las palabr as más buscadas usando Int ernet


figuran en pr imer lugar “Dio s” y “sexo”. Est o puede
sig nificar un anhelo por comprender lo s sent imient os
co nfusos, sensacio nes s in exp licació n, int uicio nes,
sueños o visio nes que a lo largo de su exist encia en la
T ierra han aco mp añado indefect ib lement e a la co nciencia
hu mana. Hacia u nos 5.000 años ant es de Cr ist o ya se
había co nso lid ado, para designar los, la idea de Dio s. S i
bien co n d iferent es int erpret acio nes y mat ices, ningún
pueblo ant iguo carecía de cult os relig ioso s, desde las
feraces y civ ilizadís imas r iberas del Nilo hast a las
t amb ién refinadas civilizacio nes chinas, pasando por la
Ind ia o Grecia, sin d ejar fuera a los mu y t o sco s euro peos,
qu ienes represent aban por ent o nces la fr anja más
at rasada de la humanidad.
¿So bre qué bases est aban fu ndadas t ales r elig io nes? No
t enemo s ninguna prueba de la exist encia d e Dios. Un
sacerdo t e (pro bablement e) escr ibió de At ón “t ú has
in ic iado el viv ir ”:
...Tú haces las est acio nes
para que se desarro lle t o do lo creado:
el inv ier no para refrescar lo ,
el verano po rque t e gust a.
[...] La T ierra est á en t u mano
co mo t ú la has creado .
S i t ú resp land eces ella vive,
si t e o cult as ella muere.

- 183 -
Tú eres la duració n mis ma de la vida,
y se vive de t i... (2)
Pero esto s verso s, co mo ot ras co mpo sic io nes lit erar ias
o narracio nes míst icas, no aport an dat os cient ífico s que
puedan o to rgarnos cert idumbre acerca de la exist encia de
un Ser super io r (o var ios).
Es algo hast a ahora impo sib le, sin embar go, pro bar
fehacient ement e la exist encia de cualquier afir mac ió n
hu mana. ¿Quién puede asegurar, por ejemplo, la abso lut a
cert eza de su prop io exist ir ? Los sent idos (t acto, visió n,
o ído , o lfat o, gusto ) nos dan el paradig ma esencial de l q ue
part en t o do s lo s co nocimient os co nsiderad os cient íficos.
Part icu lar ment e nuest ra vis ió n ocular. Pero ¿podemo s ver
nu est ra esp alda? Pro voca un pat ét ico est remecimient o el
co mprend er que no podemo s ver direct ament e la mayor
part e de nuest ro cuerpo (que supuest ament e ot ros ven).
Ni siqu ier a nuest ra cara, dado que la imag en del espejo
es so lament e una reproducció n, muy esquemat izada, de
las prop iedades que se reflejan. (3)
La pelícu la T he Mat r ix jueg a con la idea de que en
ú lt ima inst ancia “t o do sucede dent ro de nosot ros” y no
t enemo s demasiados element o s como para arr ibar a la
cert idumbre de si lo que est amos viviendo es real. En un
mu ndo que han do minado las máqu inas - luego de una
guerra sangr ient a- ellas so met iero n a los humanos
reduciendo su fu nció n práct ica únicament e a la de
pro veedo res de energ ía. Para t al co sa lo s mant ienen
do rmido s y lat ent es, dent ro de sarcó fagos de met al, en
in menso s depósit o s subt erráneo s, donde los aliment an

- 184 -
po r so ndas y proveen a sus ment es con una ilusió n de
exist encias. La ilusió n es per fect a, e inclu so puede ser
“eleg id a” por las inclinacio nes psíqu icas del quiescent e:
hay so ciedades mu y d esarro lladas, con gobier nos,
t ecno lo g ía de punt a, y millo nes de c iudadano s que nacen,
van al kind er, aman, se afanan buscando el éxit o
pro fesio nal o se psicoanalizan, gener ació n t ras
generació n… sin d arse cuent a en abso lut o que esa
exist encia le est á siendo transmit ida, durant e toda su
“v ida út il”, a t ravés de u n cable co nect ado a la nuca.

La ilu sión de las percepcion es

S i lo s micro bio s est u viesen dot ados de pensamient o


racio nal, pro bab lement e no se dar ían cuent a de la
exist encia de los humano s. Al menos co n el sig nificado
que damo s nosotros a t al co ncept o. Pues tant o lo que
co nsid eramo s “co nscienc ia” co mo su s result ados so n
pro ducto de ciert o t ipo de percepcio nes, que nos pro veen
de có d igo s part icu lares para int erpret ar a ese co njunt o
que deno mina mo s luego “exist encia”. También est á
present e la po sib ilidad de numero sos t ipos de co nciencia
-po r lo cual no deber íamos negar cat egór icament e su
po sible ejercic io a los micro bios. Sus percepcio nes
po drían desenvo lver se po r camino s inaccesibles para
no so t ro s, como lo ser ían los nuest ro s para ello s.
Pero supo ngamo s para sust ent ar est a propo sició n que
lo s micro bio s est uviesen dot ados de un t ipo de
co nciencia exact ament e igual a la ejer cida po r nuest ro

- 185 -
cerebro . Tampo co t endr ían ni la más remo t a idea del
aspect o general y las fo r mas t ot ales de un ho mbr e o una
mu jer. Co mo máximo represent ar íamo s, para su
imag inació n, port ent osos objet os nat urales, moviéndonos
mu y lent ament e en el gigant esco Espacio , de parecido
mo do al que asumen ant e noso t ros lo s planet as.
Aú n do t ado con est e t ipo de conciencia, p ara un
micro bio habit ando nuest ra piel ser ía imposible capt ar,
desd e allí, ot ra cosa que no fuesen accident es nat urales,
t al co mo no sot ros vemos a lo s desiert os neuquino s, a los
bo squ es del Amazo nas o a la co rd illera de los Andes.
Precisamos advert ir lo, para t ener present e que cuando
el ser hu mano t rat a de ent ender lo s p lano s met afís icos,
debe abandonar los preco ncept os y mucho s de lo s
co nocimient os su st ent ado s en nuest ras per cepcio nes. Del
mis mo modo que si un microbio, dot ado de consciencia,
se pro pusiera empr ender algú n est udio serio sobre la
co ndició n humana.
Bien. No quiero hacer demasiado larga est a cart a, por
ello ir é dir ect ament e al eje de lo que quie ro proponer ho y
co mo t ema de reflexió n.
S i exist e Dio s evident ement e nos implica a todo s. Pues
para ser Dio s debe ser I nfinit o, es decir sin límit es. Con
lo cu al deber ía impreg nar To do, por fuera y por dent ro :
cada co sa o ser deber ía est ar at ravesada hast a en sus
part ículas más infinit esimales po r Dios y exist ir, a su
vez, rodeada por Él. Y si no exist e, podr íamo s ser
ent o nces una creac ió n se mejant e a lo s muertos-vivo s de

- 186 -
Mat r ix, co n lo cua l t ampoco nuest ra pro pia exist encia
t endr ía fu ndament o real.
To mando proviso r iament e co mo más posible la
exist encia D ios, parece evident e que al fo r mar part e de
to do s -Ser Todo lo que exist e- su preo cupació n cent ral
deber ía ser la Ar mo nía. De o t ro modo -si no le import ara
que su pro pio cuerpo fuese un cao s- ser ía un Dio s lo co , o
más bien u n demo nio .
Apro vechándo me u n po co de la co nfianza que me han
br ind ado hast a ahora, co mpart iré ent onces co n ust edes mi
co nvicció n per so nal: la de que Dio s ha sid o expresado de
manera per fect a en el mundo a t ravés de las enseñanzas
de Jesucr ist o . No só lo en lo que se refier e a ejemp lo
perso nal y mo delo de vida ind ividual, sino t ambién en lo
relacio nado con nuest ra o rganizació n social. Pero al
parecer Jesús, más que inst it uir un cult o, se int eresó por
crear las raíces de u na co mu nidad que sir vier a co mo
mo d elo de co nvivencia para t odo s los ser es humanos, sin
d ist inc io nes.

La Co munidad de Jesú s

¿For mó Jesucr ist o una pr imer a Iglesia?... Ningú n


t est imo n io docu ment al indica que dur ant e su minist er io
se est ablecier a una “nueva religió n”.
Est o en el sent ido de fundament ar un orden jerárqu ico
o rit uales. (4) S in embargo, es posible q ue hubiesen
surg ido espont áneament e agrupacio nes comunit ar ias, en
las diferent es lo calidades que con su cort ejo vis it aba E l

- 187 -
Maest ro . Y algú n t ipo de organizació n rudiment ar ia,
igu alment e espont ánea, con el fin de o frecer
co mo d idades suficient es a lo s her mano s predicado res
cuando est o s llegasen a cada lugar.
E l mét o do de difusió n ut ilizado por Jesucr ist o se
apo yaba pr incipa lment e en la prédica amb ulant e. Debido
a ello , elig e a doce apóst oles (apóst o l = mis io nero) a
qu ienes enco mienda difundir el novedo so cuerpo de ideas
po r med io de co nferencias públicas. Jesucr ist o es el
pr imer predicado r: de su s co nferencias sur ge la doct rina
esencial.
La import ancia qu e el Ho mbre-Dios otorgaba a est e
recurso queda t est imo niada en e l post er ior envío de
set ent a y dos d iscíp ulos más par a refo rzar la red difusora
de id eas nuevas. (5)
Es evident e que en cada població n se esperaba con
gran expect at iva la visit a de Jesucr ist o con sus apóst oles.
En algu nas de ellas lo co nocían, lo amaban, y habían
preparado verdader as fiest as po pu lar es para recib ir lo.
También se habían organizado pequeños grupos del
ent o rno crist iano, que hacían el papel de “adelant ados”.
E llo s se o cupaban segurament e de que las condicio nes
fuesen ó pt imas para la predicació n.
Un d at o impo rt ant e es que casi t o das las predicac io nes
de Jesucr ist o se desarro llaron en el campo , o en pequeñas
ciudad es habit adas por po blacio nes “heleníst icas”. Est o
es, ámb it o s do nde coexist ían jud íos regresados de países
gr iego s, ju nt o a conver so s y gran cant id ad de paganos o
de ot ras co nfesio nes. Asimis mo, en su vis it a a est as

- 188 -
ciudad es, la act iv idad cr ist iana se desarrollaba
no r malment e en la per ifer ia de e llas, no en sus cent ros
cív ico s. Quiere decir que lo s numeroso s grupos que
segu ían a Jesu cr ist o est aban co mpuest os pr incipalment e
po r: campesino s, jud íos “gr iego s”, converso s jud íos, y
una gran cant idad de cur io sos o insat isfecho s de las o t ras
religio nes en bo ga.
Luego de la crucifix ió n, se evidencia est a red en la
prest eza co n qu e cust o dian y prot egen al Salvador,
t urnándo se para co nt rolar, inclu so luego de su ent ierro,
que no se pro fanara su cuerpo . Igualment e al resucit ar,
Jesucr ist o es recibido por grupos que se han t ransmit ido
ráp idament e la not icia y lo esperan, en sit io s adecuado s,
para escuchar su Palabr a y recib ir el legado que Dios
dejará.
Ent o nces, puede sost ener se con segur idad que, al d ejar
la T ierra el cuerpo de Jesús (según el E vangelio de
Valent ino , o nce años después), exist en comunidades
o rganizadas, con el pro pósit o de pract icar y t rans mit ir la
do ct rina. Su jerarquía son los apóst oles. De ellos, en
pr imer lugar los do ce, lu ego los set ent a y dos (en t ot al:
o chent a y cuat ro ). Junt o a esto s, y en iguald ad jerárquica
la Virg en Mar ía, y Mar ía Magdalena, “la discípula
prefer ida de Jesú s”, de acuerdo con document os de esa
épo ca. Así se co nst it uyó, pues, la Co munidad de Jesús.

- 189 -
Algun as característi cas de las p ri meras comunidad es

Debemo s imaginar las predicacio nes de Jesús y sus


d iscíp u los co mo un acont ecimient o ext raord inar iament e
impo rt ant e para las poblacio nes de aquel t iempo y
aquella reg ió n. Aú n para qu ienes no creían en sus
argu ment o s, o no necesit aban sus ser vicio s.
Po demo s sit uar lo ent onces en u n mundo agro pastoril,
do nde lo s so nidos más pot ent es eran los mart illeo s en
herrer ías o t alleres de frag ua, las sierras manuales en
carp int er ías, lo s chirr idos de lo s engranajes en arados,
carro s u ot ro t ipo de maqu inar ias, generalment e de
madera, prop ias de la época. Est e era un mundo libr e de
lo s innumer ables bramido s, bo cinas, t raquet eo s, sirenas,
u lu leo s, caramillo s, chiflido s, musiquillas ciber nét icas,
ro nqu idos, redobles, cornamusas, ro nroneos met álico s,
raspas, voces dist orsio nadas, berreos, con que nos
envuelven las ciudades act uales de un mo do
in int erru mp ido. Tampoco impr egnaban el ét er lo s
zu mb ido s co nst ant es de lo s generado res eléct r icos, su
pro ducto y los innu merables aparat os que esa energía
impu lsa a t iempo co mplet o en millo nes d e ed ific io s. Ni la
po lució n de ondas elect ro mag nét icas o her t zianas,
emit idas por miles de propaladoras d e t elevis ió n, radio,
Int ernet o sat élit es, que at raviesan con una pr iet a red
inv is ib le nuest ra at mósfera.
Qu iere decir qu e las voces de Jesús o sus discípulos no
necesit aban de grandes esfuer zos para ser escuchadas por

- 190 -
cinco mil per so nas, co mo sucedió en el mont e de
T iber íades.
Ot ro dato a t ener en cu ent a es que esas poblacio nes
est aban ejer cit adas en escuchar co nferenc ist as. E l mu ndo
de ent o nces co nt aba con lo s o radores públicos co mo uno
de su s pr incipales at ract ivo s cult urales. De est a manera
se t ransmit ía la info r mació n po lít ica, se daban a cono cer
hist or ias o composicio nes art íst icas, se difund ían
do ct rinas filo só ficas, religio sas, prediccio nes o
escat o lo g ías.
E l grupo de Jesu cr ist o debe de haber sido muy
at ract ivo. Co mpuest o por nu merosos discípu lo s, ent re
qu ienes o cupaban u n lugar dest acado t ambién muchas
mu jer es, su t raslado de un pueblo a otro recorr iendo el
país, en sí mis mo , co nst it u yó sin duda un espect ácu lo
mu y int eresant e.
Es bast ant e probable que en cada zo na vis it ada por
Jesús se co nfor mar an espo nt áneament e comunidades de
vecino s, quienes se co mpro met ían a cult iv ar en su seno la
no vedo sa doct rina. La Iglesia de Jesús se fue
co nst it u yendo , pues, en nu mero so s “t emplos sin
Temp lo ”, ámbit os nat urales, co munit ar io s, como pat ios
de casas d e familia o espacios en e l campo, en algún
bo squ e, en las serranías.
No hay ninguna prescr ipció n d e Jesucr ist o en el
sent ido de const ru ir t emp lo s para la práct ica de su fe.
También en est e caso, como casi siempre que se le
requer ía respuest as sobr e t emas mat er iale s o
co nt ingent es, sus palabras no autorizan a una

- 191 -
int erpret ació n aplicable ob jet ivament e de un modo
est r ict o .
En lo s único s pasajes de los E vangelio s sinópt icos
do nde mencio na al t emp lo, es par a decir que “lo dest ruirá
y reco nst ruir á en t res d ías” (aunque se nos aclar a que se
refier e al “t emplo d e su cuerpo”, Juan, 2:19-21). O para
anat emat izar lo: “¡Jeru salén, Jeru salén, la que mat a a los
pro fet as y apedrea a lo s que le son enviados!... / Pues
bien, se o s va a dejar desiert a vuest ra casa”. (Mat eo,
23:37-38). Su act it ud parece suger ir u n cult o libre, en
med io de la nat uraleza o en ámb it o s familiar es. Así en el
Evangelio de To más -t ext o del cual ho y se sost iene que
po dría ser el pr imer E vangelio escr it o -, cuando dice:
“P art id la mader a, allí est oy. Levant ad la piedra y allí me
enco nt raréis.” (To más, 77) Esto induce a creer que
Jesucr ist o se consideraba present e, como esencia de
Dios, abso lut ament e en todos lo s ámbit os có smicos.

Ideo logía y composi ción socia l de las p ri meras


comunidad es

Saber que el Templo co nst it uía el negocio del que se


valían t odas las clases sociales de Jerusalén para
su bsist ir nos ayudará a ent ender algu nos aspect os
esenciales de l mo vimient o de Jesús.
La ar ist o cracia u saba su condic ió n de cent ro religio so
co mo un fact or esenc ial de do minació n polít ica,
eco nó mica y cult ura l. E l clero por ciert o est aba
imp licado de lleno en su ut ilizació n par a est os fines. Por

- 192 -
lo demás, t o da la poblac ió n de Jerusalén obt enía algún
t ipo de benefic io de la inmensa est ruct ura. Muchos co mo
emp leado s, ot ros como proveedores, casi t odos como
beneficiar io s de las fest ividades, que at raían mult it udes
de todas las regio nes del imper io, que comían, se
alo jaban y co nsumían pro duct o s locales. (6) De acuerdo
co n dat o s o ficiales, al co menzar su reinado Herodes (39
aC) co nt rató 11.000 empleados para desempeñar t areas
en el t emp lo . Est a cifra había ascendido hast a 18.000
cuando mur ió (4 aC).(7)
E l pro curado r ro mano, en t ant o, est aba per fect ament e
in fo r mado de la sit uació n y pract icaba una caut elo sa
d ip lo macia co n relació n a lo s int ereses que se mo vían
alr ededo r del t emp lo . Est o debido, además, a la debilidad
po lít ica qu e ese cargo t enía en el esquema del imp er io.
Así, Po ncio P ilat o s no era más que un jer arquizado
buró crat a, so met ido a la t r iple aut oridad d el go ber nador
de S ir ia -un ro mano de mayor jerarquía- el emperador y
el senado . Con frecu encia est as aut oridades ro manas no
vacilaban en desaut orizar a sus procuradores, con t al de
no desest abilizar el delicado equilibr io mant enido con
relació n a lo s reyezuelo s jud ío s, su ar ist ocracia y su
levant isco pueblo .
To do esto explica, ent onces, la aparent e cont radicc ió n
de que luego de ser recibido con júbilo por una mult it ud
al ent rar a Jerusalén, Jesús sea condenado a muert e por
ot ra mu lt it ud, pocos días más t arde. La pr imer a mult it ud
eran los per egr ino s, que habían co ncurr ido para la fiest a
de la Pascua: en su mayo r part e campesinos, o foráneo s,

- 193 -
en su mayor ía simpat izant es o amigos de Jesús. Quienes
lo co ndenaron eran poblado res de Jerusalén: la préd ica
su bver siva del Hijo del Dio s po nía en r iesgo al sist ema
que les d aba de co mer cada día.
La prosper idad de Jeru salén era co nsid erada espur ia
po r la mayo r ía de la població n israelit a de Palest ina,
pr incipalment e por dos razo nes:
1) Est aba conducida por una jerarquía fraudu lent a. Los
sacerdo t es del ú lt imo sig lo provenían de los capr ichos
ar ist ocrát icos y no de la leg ít ima su ces ió n sadoquist a.
Tampoco sus reyes, no só lo est aban fuera de la sucesió n
legal, sino que ni siquier a eran isr aelit as sino idu meo s.
(8)
2) Nacía del so met imient o a una pot encia imp er ialist a.

La economía de Jesucri sto

Jesucr ist o no co braba... no ejerció, durant e su


pred icació n, ning ún t rabajo “r emuner at ivo”... t ampoco
pagaba lo que consu mía o usaba... Esto parece suger ir la
do ct rina de qu e lo s bienes nat urales so n propiedad de
qu ien los necesit a verdader ament e, no de qu ien se
apro p ia de ello s par a acumu lar los e in fu ndir les un uso
lu crat ivo .
Lo s Hechos de lo s Apó st oles, t ext os reconocidos por
to do s los sect ores cr ist ianos act uales co mo aut ént ico s
escr it os de las pr imeras co munidades cr ist ianas,
co nfir man est a int erpret ació n. En dos pasajes sust ent an
clarament e la doct rina del repart o solidar io : a cada

- 194 -
qu ien, de acu erdo a sus necesidades, de cada quien,
segú n su s posibilid ad es. Debido a ello es que los r icos
ant es de ser acept ado s en la Co munidad de Cr ist o, deben
vender t o do s sus bienes y po ner el producto a disposició n
del repart o. Es t an est r ict a est a condició n que lo s t ext os
sagrado s dan cuent a de u n t al Ananías, quien “de acuerdo
co n su mu jer, Safira... vendió una prop ied ad y... a
sabiendas de ella, ret uvo part e del precio ” y puso el r est o
a d ispo sició n de la Co munidad. “Pedro le dijo:
-Ananías, ¿có mo es que Sat anás se t e ha met ido
dent ro ? ¿Por qué has ment ido al Espír it u Sant o
reser vándot e part e del precio de la finca? [...]
No has ment ido a los ho mbr es, sino a Dio s.
A est as palabras Ananías cayó al su elo y exp iró y
to do s los que se ent eraban quedaban sobrecogidos.
Fuero n lo s jó venes, lo amo rt ajaron y lo llevaron a
ent errar”. Igual suert e corrió luego la mu jer. (9)
Tal sever idad indica que la abo lic ió n de la propiedad
pr ivada no era una ley menor de la Co munid ad Cr ist iana
o rig ina l, sino por el cont rar io , uno de sus pr incipales
p ilar es.

La ig lesia de San Pab lo

Teniendo consciencia de t ales precedent es, se present a


co mo ext raordinar ia la d iferencia ent re est a for ma de
o rganizació n co munist a y la Iglesia convert ida en
g ig ant esco poder est at al, co n la que nos enco nt ramos
co nso lidad a hacia el siglo XV, pero se perfila clarament e

- 195 -
co mo t al ya u nos t rescient os años despu és de la
encar nació n de Cr ist o. Señalando co mo dato de gran
relevancia que eso s est ados sust ent aban, en d icho s
per ío do s, o rganizacio nes po lít icas feudales o esclavist as.
Sau lo de Tarso , un represor far iseo, converso mediant e
ciert o fenó meno del cua l ún icament e él mismo podía
t est imo n iar, logra co nvert ir se en fact or det erminant e p ara
el d esarro llo de est a brusca mo d ificació n de rumbos en la
Co munid ad o riginal. No es infr ecuent e est a
co ncent ració n del po der en manos de un advenedizo, en
lo s mo vimient o s t ransfor madores o revo lu cio nar io s. La
hist or ia po st er io r no s dará eje mplo s seme jant es, como lo s
de la Revo lució n Rusa, donde St alin emer ge del pelot ó n
para co nvert ir se en f actotum de lo s dest inos del
g ig ant esco Est ado Soviét ico durant e su et apa
fu nd ament al. Así t ambién en la revo lu ció n argelina, en el
Co ngo , et cét era.
Ent o nces, no sin luchas sordas, las concepcio nes de
Sau lo van imponiéndose paulat inament e, sobre las del
pro pio Jesú s. Mient ras el Dio s Encar nado práct icament e
ig no raba las aut o ridades imper iales, Saulo dest aca su
co ndició n de “ro mano”. Jesucr ist o sost iene un orden en
el cual mu jeres, ho mbres y ancianos d is fr ut an de
igu aldad. Dándo le pr ivilegio s únicament e a los niño s.
Tampoco convalidó , en abso lut o, la esclavit ud,
caract er íst ica do minant e en el Est ado de ent onces.
Sau lo, en cambio, afir ma, refir iéndose a lo femenino:
“Las mu jeres est én su jet as a sus mar idos, co mo al Señor ;
po rque el mar ido es cabeza d e la mujer, así co mo Cr ist o

- 196 -
es cabeza de la ig lesia, la cual es su cuer po, y é l es su
Salvado r”. (Co l. 3.18; 1 P. 3.1 - Efesio s 5.21-22.)
Y acerca de los esclavit ud: “Que lo s esclavos se
so met an en t odo a sus amos, que t rat en de dar les
sat isfacció n y evit en cont radecir lo s. Que no les roben,
sino que aparezcan dig nos de t o da co nfian za”. (E fesio s,
6, 5:9.)
Co n t ales presupuest o s, es co mprensible que t res siglos
después d e la muert e de Jesús, la “evo lució n ideo lóg ica”
de algu nas ramas de la po r ent onces masiva congregació n
cr ist iana, haya per mit ido al r égimen imper ial otorgar le la
cat ego ría de Relig ió n de Est ado .
Pero esto es part e de ot ra hist oria, que segurament e
habrá o port unidad de desarro llar en ot ra cart a. De
mo ment o, me queda só lo desp ed ir me, con un saludo
afect uo so .

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)

Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina

- 197 -
* 1828. Se f ir ma el Acu er do de M ont evideo, qu e as egur a la
indep endencia del Ur ugua y -ba jo la atenta vigilancia de Gr an
Br etaña. 1993. La ley 70/93 r econoce los der echos
ter r it or ia les, ét nicos, económicos y s ocia les de las
comu nida des de color en Colomb ia. 1999. Fallece el ob isp o
br asileño D om H elder Cámar a, “her ma no de los p obr es,
pr of eta de la paz y la esp er anza”. ( Agenda Latinoa mer icana
2003.)
(1) L eón T olst oi. Cuentos Po pulares. Citado por A. Haus er
en H ist or ia Social de la Lit er atur a y el Ar t e. T omo I II.
Natur alis mo e impr es ionis mo.
3. La novela social en Inglaterra y Rusia. Edit or ia l
Guadar r ama, Madr id, 1969.
(2) Himno a Atón. Hacia 1700 a.C. T raducido por Estela
Dos Sant os, sobr e la ver s ión italia na de D ona doni, en su
Storia della letteratura Antica egiziana. I ncluido en la
ant ología : Gilgam esh, Chilam Balam y otros textos antiguos.
Centr o E dit or de Amér ica Latina, Bu enos Air es, 1981.
(3) E l f ísico Da vid Bohm hab la de “u na nu ev a descr ipción
de la r ea lida d” a par tir de los a vances pr ovist os p or la fís ica
cuánt ica. En est e s ent ido af ir ma: “L os par apsicólogos ha n
buscado en va no la ener gía qu e pu ede tr ans mit ir la telepatía,
la psicokines is, la cur ación, et cét er a. Si est os suces os
pr ovienen de fr ecu encias qu e tr ascienden el espacio y el
tiemp o, no tienen p or qu é s er tr ans mit idos. Son
pot encialment e s imu ltáneos y está n en cua lqu ier par te”. (K.
Wilb er , D. Bohm, K. Pr ibr am, M. Fer gus on, F. Capra, R.
Web er . El paradigma holográfico. Edit or ia l Kair os.
Bar celona, España, 1987.)
(4) Salvo la C ena, qu e de acu er do a los E vangelios fu e
única ment e la consa gr ación de est e encu entr o con f ines
alimenticios como u n acto sa gr ado. Por lo cu al pu ede

- 198 -
legít ima ment e inf er ir s e qu e cualqu ier cena ( o inclus o el
mis mo act o de comer ju nt os) deb er ía ser una “comu nión”.
(5) Lucas, 10: 1-12.
(6) G er d T heiss en. So ciología del movimi ent o de Jesús.
(Soziologie der Jesusb ewegung. Kais er Ver lag. München. )
T raducción de J os é Ant onio Jaur egu i. Edit or ial Sal T er r ae,
Santander , 1979.
(7) Fla vio Jos ef o. Antiguos judíos.
(8) C. Vidal Manzanar es. Los esenios y el Ma estro de
Justicia. Edit or ial Mar tínez R oca. Bar celona, España, 1991.
(9) H echos de los Ap óst oles, 5, 1:11. Nueva Biblia
Española, Tr aducción de los t ext os or iginales dir igida por
Luis Alons o Schökel, pr of es or del I nst itut o Bíb lico de R oma
y Juan Mat eos, pr of es or del I nst itut o Or iental de R oma,
Edit or ia l Cr istia nda d, Madr id, pr imer a edición, 1975.

- 199 -
CARTA Nº 11

Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 19 de s ept iembr e de


2003. *

Schémata y espi ritualismo en el amor de pareja

En est a Cart a int ent amos est udiar la energía que surge
ent re un ho mbre y u na mujer cuando se ag radan,
llevándo lo s a int ent ar la unió n. Buscamo s saber si los
sent imient os, sensacio nes y vivencias inmanent es a t al
fenó meno po drían deno minarse “amor”. La siguient e
anécdot a transcurre en dic iembre d e 1967:

Una adolescente bonita

Co n Car lo s Sánchez Gra majo , (Chongo), mi mejo r


amigo de ent o nces, fuimo s a bañar nos en el canal San
Mart ín. Eran co mo las dos de la t arde; Chongo t enía
d ieciséis año s y med io , yo diecis iet e. No debíamo s
demo rar mucho : a las cinco había ensayo. ** Por ese
ent o nces t o cábamos en u n co njunt o llama do Lo s Hipp ies.

- 200 -
É l la segunda gu it arra, yo la pr imera. Pese a t al no mbre
no llevába mos el pelo largo (salvo “E l Fla co”, pianist a,
qu ien había venido de Buenos Aires, y co mo foráneo
carecía de at aduras sociales). Habíamo s ido direct ament e
a un lug ar apart ado, co mo dos kiló met ros más allá del
Balnear io . Para evit ar lo s rapaces, las fa milias
ensu ciando todo con los rest o s de sus co midas y la
mú sica vu lgar. Por ello no s sorprendimo s cuando, al
at ravesar la valla d e veget ació n virgen que prot egía las
barrancas, d ivisamo s, uno s cincuent a met ros adelant e, a
do s mu jeres. Una, que parecía mayor - más bien gorda-
est aba sent ada so bre un t oalló n; la ot ra chapot eaba en el
agua so mera del borde. Habían elegido una playit a
nat ural, alfo mbrad a de césped y arenilla fina.
Ver salir del ag ua a la muchacha me provocó un
vu elco . ¡Tenía pier nas muy largas, robust as!... No era
abso lut ament e simét r ica: mas la verd adera belleza, co mo
se sabe, nunca debe ser lo . Trajo a mi memoria lo s fr esco s
de Cnoso s. Su cuerpo , en breve t anga, lucía dorado bajo
el so l. Su cabello mo jado, ro jizo a la dist ancia,
co nst elaba de go t as unos só lido s brazos, en ángulo para
man io brar la gran peinet a (po r ese t iempo co menzaban a
verse en t ales ad min ículos co lor idas inflo rescencias).
-Her mano -silabeé co n expresiva dubit ación- ¿qué
po demo s invent ar para acercar no s? Co n Cho ngo solía mo s
co mpart ir un magnet ismo glo bu lar ; en él act uábamos
co mbinad ament e, abst eniéndono s de explicacio nes.
-Dejalo po r mi cuent a -cont est ó. Haciendo chasquear
do s veces co nt ra su palma el paquet e recién abiert o

- 201 -
ext rajo un cigarr illo. S in vacilar, caminó elegant e hacia
las muchachas. (Debo mencio nar que ya est ábamos en
sho rt.)
Cho ngo era alt o, t enía cint ura angost a, hombro s
ancho s; bast ant e musculo so en su de lgadez: pract icaba
pesas. Pelo cast año claro, corto , ordenado con fijado r
so bre u na frent e muy ancha, llevaba u n bigot it o
o bst inado bajo la nar iz int répida.
Lo vi efect uando esos mo vimient os cort eses, palmas
arr iba, meneos bien regu lados de su cabeza, masculinas
so nr isas. La mujer rellenit a hurgó en su bolso; sacando
un encendedor lo acercó al cig arr illo de Cho ngo. Lo vi
sent arse; casi po día escu char su d iscur so educado,
enhebrando argu ment os.
Ensegu ida escuché r isas de mujer ; mi cuerpo se aflo jó.
Est aba hecho . No me so rprendió ver lo avanzar hacia mí,
enseguida, ni escuchar:
-Ya est á, vení, t e las vo y a present ar.

El fuego interior

En la pelícu la E l p acient e ing lés, un agraciado


perso naje -al cua l luego sabemo s checo o algo parecido,
au nque p asa po r inglés-, esp ía ale mán, se enamora de la
bella espo sa de u n fu ncio nar io (est e sí, genu ino inglés).
Ocurre durant e la seg unda Gu erra Mu ndia l. Áfr ica
pro vee del escenar io adecu ado para est a abrasadora
pasió n. La represent ació n de los act o res es mag nífica. No

- 202 -
so nr íen, no ejer cen lo s aco st umbrado s vis ajes o
co med imient o s prop io s de los cort ejos erót icos.
Ensegu id a su cu mben a un t orbellino int er ior que los
supera en cada inst ant e, co nvirt iéndo lo s en pr is io neros
de su ru mbo , co mo el simún po dr ía hacer lo con un par de
gavio t as arrast radas al desiert o. Sus rostros, durant e el
breve lap so de su ingober nable deseo , aparecen t ensos,
incend iándo se desde dent ro, incapaces de apelar a
co nvenció n alguna, angu st iado s po r la necesidad de
co rrer hacia el cuerpo del ot ro, en pos de la ilusió n
po sesiva efímera.
Así durant e un vict o riano almuerzo con funcio nar io s
ing leses y árabes occident alizados ella se ret ira u n
mo ment o hacia la t oilet t e y él, desafiando toda cordura,
la alcanza en un pasillo ; virt ualment e se est rujan, co mo
desesp erado s, ambos se abandonan sin rep aro s a un
vért igo irrefrenable. Finalment e e l esposo conoce el
adu lt er io y se suic ida, mat ando t ambién a la infie l con el
recurso de est rellar co nt ra el suelo la av io net a en que
via jaban junt os. Se me han borrado mucho s det alles
argu ment ales de est a película. La vi u na sola vez, en
casa, me mant uvo absorto el núcleo ígneo de esa pasió n,
t an bien represent ada; es lo ú nico que me quedó
ind eleble ment e grabado. Creo que él luego cae pr isio nero
de lo s ale manes, a quienes demu est ra que en realidad
t rabajaba para ello s, pero por su nacio nalidad indefinida
su fr e algu no s percances; luego , t rasladado en un avió n
alemán cae bajo fuego de bat er ías inglesas. Escapa de las
lla mas co n el cuerpo ent erament e incinerado. Y es desde

- 203 -
esa co nd ició n, co n aspect o monst ruoso por las
quemadur as, convalec ient e en una abadía it a liana,
co nvert id a en ho spit al por los ing leses, que recuerda
o bsesiva ment e su recient e hist o r ia de amo r ant e una
enfer mera lésbica.
¿Amo r ?... He co menzado a escr ib ir con abund ant es
t it ubeos para indagar los po sib les alcances de est a
palabra, usada co n recurrencia para deno minar lo s
sent imient os y sensacio nes que suelen sur gir,
galvanizando a ho mbres y mujer es, cu ando nos impulsan
ciert as co nfu sas at raccio nes.

Por t ra s de un senti miento lejano

A pr inc ipio s de 1968, pocas semanas después de u n


ro mance est roboscópico con la muchacha del cana l ( se
lla maba Mar ía Eugenia, t enía... ¡t rece año s!) decidí
via jar a Mar de l P lat a. E lla er a de allí. (1) No me importó
que “E l Flaco” -a la sazó n dir ect or del grupo- me
ad virt iera que si me ausent aba perder ía el puest o. Se
acercaban lo s bailes de Car naval, er a el per io do más
pró spero del año para los conjunt os, pues se t rabajaba
desd e las ho ras de siest a hast a el amanecer, sin pausas.
No iban a resignar los suculent o s cont rat os por mi
capr icho de salir disparado hacia una ciudad lejana,
“det rás de una minit a”. E l result ado de dicho viaje er a,
po r lo demás, inciert o: yo no sabía si est a chica siquier a
querr ía ver me al est ar allá, t al vez t uviera novio. E n fin.

- 204 -
Pero me había d icho a mí mis mo, luego de analizar
co ncienzud ament e mis sent imient os: “E st oy enamorado”.
E llo , t ras mis lect uras ado lescent es de las Leyend as de
Bécq uer, just ificaba cualquier acció n, aunque pareciera
descabellada.
Mi madre vivía en Bueno s Air es, debido a lo cual
pro yect é hacer esca la ahí, hast a obt ener lo s pasajes. E l
d ía de mi llegada por la t arde llamé a Car mina P et t raglia,
una muchacha co n quien vivier a, t ambién, un int enso
acercamient o do s años ant es, cuando ambos t eníamos
d ieciséis año s. Gr it ó al escuchar mi voz en el t eléfo no
(era gr inga), y quiso enco nt rar me de in me d iat o. Al ver la
me qu edé aso mbrado . Se había hecho modificar la nar iz,
o peració n por ent onces in frecuent e (pero su padre era
méd ico en el Hosp it al It aliano, lo cual g ar ant izó eficacia
especial y el uso de avanzada t ecno logía - segú n me
exp licó ). De la operació n había result ado una for ma sut il,
adecuada a su faz pequeña, de fr ent e huid iza y mandíbu la
angular. En verd ad present aba un ro st ro per fect o (en algo
semejant e al d e aquella act r izuela ho y o lvidada, aunqu e
po r ent o nces desco nocida aú n: Bo Derek). No habla mo s
est o al enco nt rarno s, po r ciert o, sino más t arde, en la
aco gedo ra penu mbr a de u na co nfit er ía dest inada a
parejas. Era sumament e rubia, de pelo finísimo y lacio ,
derramándose so bre lo s ho mbro s y part e d e las espaldas.
De t alle fino, más alt a que yo (cuest ió n que por poco me
d isuade cuando iba a inv it ar la a bailar, du rant e aquel
baile sant iagueño de car naval). Sus pier nas merecían la
más at ent a consideració n: de proporcio nes ar monio sas,

- 205 -
las ost ent aba sin exagerar, pero con abso lut a solvencia,
en u n t iempo en que co menzaban a impo nerse las
min ifa ldas.
La inu sual afect ividad co n qu e la jo ven me at end ió,
unid a al reencuent ro co n un co mp inche po rt eño de otra
et apa (Héct or De la Fuent e, quien so lía darse aires de
“Rey d e la Noche”), hic iero n t rast abillar mi decisió n de
via jar a Mar de l P lat a. Car mina diseñó par a mí una
agend a apret ada: al d ía s iguient e, almuerzo con ella y su
madre (su padr e est aba de gu ard ia, lo cual fue
apro vechado por las mu jeres pues él no debía conocer mi
exist encia). Más t arde aco mpañar ía mos a la madre al
dent ist a, ant es de dir ig irse a su t rabajo: er a pro fesora de
ing lés en un co legio . Co mo a las cuat ro y media
quedamo s libres co n Car mina hast a las nueve de la
no che, ho ra en que debía est ar ot ra vez en casa.
Acud imo s al cine y luego co quet a pizzer ía. Lo s días
sigu ient es fueron deslizándo seme ent re d isquer ías,
bo liches no ct urnos, t iendas donde se pod ían conseguir
mag nífico s pant alo nes import ados (compr é t res o cuat ro,
ent re lo s que recuerdo uno verde muy suave, Levi´s, de
co rdero y fino, y ot ro de hilo blanco, ent erament e bordado
co n filigr anas del mismo valor t onal, camisas, remeras,
et cét era) y encuent ro s cada vez más ínt imos con
Car mina. Tozudament e vo lv ía a mi ment e el co mpro miso
de via jar a Mar del P lat a, po r la mañana, al despert ar.
Pero se iba ale jando esa vaga culpa. Mi “amo r” po r Mar ía
Eugenia casi había desapar ecido, desleído bajo las mieles
pro digadas po r Car mina. Fu e el ú lt imo día, po co ant es de

- 206 -
via jar o tra vez a Sant iago, que ella me confesar ía la
verdad.
Llamó por t eléfo no: no iba a venir a despedir me. Tenía
“v isit as” en casa. Me lo había o cult ado , hast a ent onces,
pero algu na vez debía decír me lo: era un joven y su
familia qu ien la vis it aba, de part icular agr ado para sus
padres. E lla sent ía po r él “gran afect o , debido a una
amist ad de in fancia”. Hubier a sido un sacr ilegio
co nt rar iar a lo s familiares de ambo s. Ant iguos lazos
pro fesio nales, so ciales, cult urales, lo s unían. E lla debía
cu mp lir de un modo inexorable co n ese compro miso.
To do esto me lo sugir ió, con frases inco mp let as, con
argu ment o s co nfusos, por t eléfo no. Lloraba. Mas no por
ello renegó de lo que consideraba “su deber”.

La est ació n de Ret iro me pareció más inmensa y


bu llic io sa al desembocar so lo, con mis valijas, en su s
anchís imo s corredores. Por ese ent o nces los port eños
so lían vest ir se co n ext remad a elegancia; el t ipo europeo
predo minant e ent re sus t ranseú nt es pro vocaba, al
co mbinar se co n e l at ildado vest uar io, sus modales
ar ist ocrát icos, su s vo ces met álicas de dicció n per fect a,
un co nfuso sent imient o de infer ior idad en quienes
acud íamo s desde las provinc ias. En lo s andenes
co menzaba a mixt ur arse la mult it ud, y co mo una
co rrient e de agua pro ven ient e del mar, que
int ro duciéndo se en las barrancas del r ío comenzar a a
t eñir se co n los desprend imient os t erro sos de las
barrancas, o scureciendo y densificando pro gresivament e

- 207 -
su t ono , así, a medid a que nos acercábamo s a los est r ibos
del t ren co menzaban a percibir se desaliño s, desco lor idos
saco s de t ela barat a, rostro s oscuro s, cabeller as
deso rdenad as, ásperas, so nidos gut urales y t onos
medro so s en las conversacio nes de la t umult uosa
co nglo mer ació n humana. Eran los provinc ianos,
regresaban al int er ior, o llegaban. “Cabecit as negr as”.
Así los habían baut izado lo s port eños, a fines de lo s `40,
cuando se lanzaron masivament e sobre Buenos Aires,
para t rabajar en las fábr icas. Eran quienes habían
cat apu lt ado hacia el poder a Perón. Eran los responsables
ind ir ect os del nacio nalis mo “Flor de Seibo”, de los
sind icat o s, de que Argent ina haya prot egido
so lap adament e a lo s prófugo s nazis. La “g ent e cu lt a”,
educada en Vo lt aire y Malt hus –e incluso Mar x–, los
det est ó en aqu el t iempo , cuando for maban part e del po der
y les t emía. Lo s despreció después, ya der ro cado su
go bier no por un sangr ient o golpe milit ar ; toda la pequeña
burguesía po rt eña de t ez blanca co laboraba con la
represió n cu lt ural, asumiendo con ent usiasmo sus raíces
euro peas.
“Cabecit as negras”, no s llamaban. Aunque más o
meno s blanco, más o menos agraciado, más o menos cult o
y refinado en mis mo dales... yo era uno de ést os.
Aho ra só lo había vivido -co mo ello s- un espejis mo de
int egració n. Por un per iodo había gozado el favor de u na
mu chacha rubia, me había sent ido un “niño bien”, en el
exclu sivo barr io de Olivo s, cuando fuimo s a pasar un día
en la coquet a casa de su abuela, había cr eído “pert enecer

- 208 -
al pr imer mundo ” mient ras elegant es mo zos que bien
po drían haber sido escand inavos o franceses no s ser vían
co n escrupu lo sa dist inció n en rest aurant es o bo liches.
Fue só lo una eficaz far sa, impro visada co n so lt ura por la
mu chacha y su madr e, con el o bjet o de proveer a la
ado lescent e u n intermezzo refr escant e, similar a las
“S elvas Libr es” co n que finalizan sus có nclaves los
Leo nes (2) ; só lo para vo lver después a sus celosas
co nvencio na lidad es: “S í, doct or”, “Có mo le va
licenciada”, “Mandemé lo s pap eles del balance co n su
emp leado ”. Su realidad. “Se lva Libr e”: só lo co mo un
desaho go sagaz, só lo para no explot ar.
Po r ese ent onces, claro , con diec isiet e años, no
ad vert ía co n n it idez la sit u ació n. Un leve desasosiego me
aco ngo jaba, a veces, co mo cuando una t arde pr imaveral
de 1968 confesara a mi amigo Ramó n Mar co s, quien me
int ro ducir ía después en el Mo vimient o Familiar
Cr ist iano: “qu is iera po ner me de no vio ser iament e, con
pureza, casar me, fo r mar u na familia... est oy agobiado
po r el deso rden sent iment al en que he vivido hast a
aho ra”.
¡Ago biado!... ¡A los 18 años!...
E l inst int o de autojust ificació n cont rar iab a, sin
embargo , lo s cabildeos que se iban ins inuando . A fines
de febr ero , al regr esar a Sant iago, me disgust é bast ant e
co n Cho ngo, pues me habían de jado fuera del grupo y él
co nt inuaba allí. Pret end ía de Cho ngo un gest o de
so lidar idad, pues cuando se inic iara el co njunt o “E l
Flaco ” no había quer ido segunda gu it arra, consideraba

- 209 -
que co n cu at ro músico s - bat er ía, órgano , bajo y pr imer a-
ya era su ficient e; y t enía razón, pero yo había insist ido
en la necesidad de u na segunda guit arra, hast a el punt o
de su bo rd inar mi acept ació n a qu e se inc luyera a Cho ngo:
so lament e po rque era mi me jo r amigo. Yo le había
enseñado a tocar la gu it arra. Todos los recursos de que
aho ra d isponía mi amigo - los rasg uidos de blues, bossa
no va, ro ck- nos habían co st ado horas de ensayo , durant e
lo s cuales nos encerrábamos en el liv ing d e su casa, con
su gu it arra eléct r ica y e l equ ipo, recomenzando cient os
de veces u n mo vimient o de mano , una po sició n de la púa,
el mo do en que hab ía que t omar el mást il y la manera
más ad ecuada de acar iciar las cuerdas de acero con la
mano hecha un cuenco , para o bt ener el son, el r it mo, los
t ranspo rt es per fect os. Aho ra él segu ía t ocando , lo más
pancho , mient ras a mí me echaban. Desde el pu nt o de
vist a de la sensat ez t enía r azó n. Yo había emprendido
aquel viaje co nt ra todo crit er io razo nable. ¿Debía at arse
a mis devaneo s? Nada me d ijo . Pero est aba imp líc it o en
el mo do “nat ural” co mo se manejaba. I ncluso había
puest o su gran casa, donde viv ía so lament e con una
her mana ado lescent e y su madr e, a disposició n del grupo.
Tampoco yo mencio né siquier a el asunt o. Me guardé mi
amargura bien adent ro , aunque t odos nos dimo s cu ent a.
Llegué aque lla t arde del pr imer día de mi regreso a
Sant iago a vis it ar a mi amigo y me encont ré, en el ancho
ent rep iso , co n t odos lo s int egrant es del gr upo afiat ando
lo s inst ru ment o s, co n gran est ruendo, para ensayar.

- 210 -
Co no cí inc luso al gu it arr ist a que me iba a reemplazar: se
lla maba Tot i Sequeira, t enía cara de ind io .
Para mi desco nsuelo , a po co de que comenzara a t o car
supe qu e ni siqu ier a po dr ía so lazar me en su incapacidad.
To caba mejor que yo. Fue el pr inc ipio del inexorable
alejamient o que est aba próximo a so brevenir, ent re yo y
mi amigo . Fue el pr inc ipio, t ambién, de mi más
invet erad a so ledad.

Un amor in mo rtal

“Un d ía do mingo de 1250, una dama bella y ho nrada,


lla mada Ambrosia di Cast ello , o r ig inar ia de Géno va, se
d ir ig ía, co mo de co st umbre, a o ír misa en la iglesia de
Par ma, pueblo de la is la de Mallorca. En ese mo ment o
pasó po r la calle un jinet e, de aspect o dist ing uido y r icas
vest id uras qu e, al ver la, se sint ió sacudid o como por un
rayo . La dama ent ró en la iglesia y desapareció
ráp idament e en la so mbra del gran pórt ico. El caballero,
sin saber lo que hacía, espo leó su cabalgadura y ent ró en
ést a en med io de lo s fie les esp ant ado s. El aso mbro y el
escándalo fueron mayúsculo s. E l caballer o era muy
co nocido ; se t rat aba del Señor Raimundo Lu llio, Senescal
de las Islas y Mayor del Palacio. Tenía esposa y t res
hijo s, mient ras Ambro sia d i Cast ello t ambién est aba
casada y gozaba, además, de irrepro chable reput ació n.
Por ello, Raimundo Lu llio fue co nsiderado t remendo
libert ino . Su ent rada ecuest re en la iglesia de Par ma fue
prego nad a po r todo el pueblo, y Ambrosia, mu y confusa,

- 211 -
p id ió co nsejo a su espo so. Est e era aparent ement e un
ho mbr e sensat o y no cons ideró que su consort e hubiese
sido agraviada po rque su belleza t rasto rnara la cabeza de
un no b le jo ven y br illant e. Pro puso que Ambrosia cur ase
a su admirado r con una lo cur a t an grot esca co mo la po r
él pro t ago nizada. Mient ras t ant o , Raimu ndo Lu llio ya
había escr it o a la dama, para d isculpar se, o más bien par a
acusarse aú n más. Lo que le impulsar a, decía, era algo
“ext raño , so brenat ural, irresist ible”. [...] Juzgaba que su
imprud encia debía expiar se con abneg ació n, grandes
sacr ificio s y milagro s por cumplir, con la penit encia de
un est ilit a y las hazañas de u n caballero and ant e.
“Ambro sia le cont est ó : `Responder adecuadament e a
un amor que vos d enomináis sobrenatu ral requeri ría una
exist enci a inmortal. Si este amor se sacrif icase
heroi camente ante nuest ros respectivos deberes, mient ras
vivan quienes amamos, creará sin duda, de por sí, una
eternidad, en el instante en qu e la conci encia y el mundo
nos permitan amarnos mut uamente. Se dice que hay un
elixir d e vida; procurad descub ri rlo, y cuando tengái s la
segu ridad de haberlo logrado, veni d a verme. Hasta
entonces, vivi d para vu estra esposa y vuestros hij os,
como yo mi sma vi viré para el esposo a quien amo; y si
me encon trái s en la call e no dei s muestras de
reco nocerme. ´
“E vid ent ement e, la mis iva implicaba u n sut il abur, que
desp edía al amant e hast a el día del Juicio Fina l; pero
aquél no lo ent endió así y desde ent onces el no ble alegre

- 212 -
desapareció para dar lugar al alquimist a ser io y
reflex ivo . Do n Ju an se co nvirt ió en Faust o.
Transcurr ieron mucho s año s; la esposa de Raimundo
Lullio falleció ; Ambro sia di Cast ello enviudó; el
alqu imist a parecía haber la o lvidado, enfr ascado
únicament e en su labor sublime.
“Al fin, un día, est ando so la la viu da, Raimundo Lullio
fue anu nciado , e ingresó en la casa u n anciano calvo y
macilent o , que so st enía en su mano una redoma llena co n
un elix ir br illant e y ro jizo. Avanzó con paso inseguro ,
bu scándo la con los o jo s. Lo que buscaba est aba ant e él,
pero no recono ció a la que, en su imaginació n,
per maneciera s iempre jo ven y bella.
“-So y yo-d ijo al fin-. ¿Qu é queréis de mí?
Al o ír la vo z, el alq uimist a quedó azorado. Reconoció
a la mu jer que t ier nament e juzgara inmut able. Se
arro dilló a sus p ies, y le o freció su redo ma, d iciendo : -
To mad, bebed, es vida. Aqu í se encierran t reint a año s de
mi exist encia. Yo lo he ensayado y sé que es el elixir de
la in mo rt alidad.
“- ¿Qué? -pregunt ó Ambro sia, co n u na t rist e sonr isa-.
¿Vos mis mo lo habéis bebido?
“-Después de beber -rep licó Raimundo - una cant idad
del elix ir aquí cont enido, me abst uve durant e do s meses
de todo otro aliment o . El hambre me at orment ó pero no
só lo no me mor í sino que t engo conciencia que ent raron
en mí fuerza y v ida sin p aralelo .

- 213 -
“-Os creo- d ijo Ambro sia- mas est e elix ir, que
preser va la exist enc ia, es impot ent e para rest aurar la
ju vent ud perdida. Pobre amigo mío , mir aos.
“E nt o nces alzó u n espejo ant e él. Raimundo Lullio
ret roced ió pues segú n afir ma la le yenda jamás había
reparado en su perso na durant e su s t reint a año s de
t rabajo s.
“-Y aho ra, Raimu ndo -cont inuó Ambro sia- mir adme.
“E nt o nces ella so lt ó su cabe llo, blanco co mo la nieve;
aflo jó lo s cierr es de su vest ido y le exhib i ó su seno
co rro ído por un cáncer.
“- ¿E s est o -dijo last imerament e- lo que deseáis
in mort alizar ?
“Lu ego , al ver la co nst ernació n del alquimist a,
co nt inuó : -Os he amado durant e t reint a años y no os
co ndenar ía a pr isió n p erpet ua en el cu erpo de un débil
anciano . Haz lo pro pio: no me condenes ent onces a mí.
Ahó rrame est a muert e que deno minas vida. Déjame sufr ir
el camb io necesar io ant es que pueda yo vivir nuevament e
de verdad: reno vemo s nuest ra nat uraleza con una
ju vent ud et erna. No ansío t u elixir que só lo prolonga la
no che de la t u mba: yo asp iro a la inmort alidad.
“E nt o nces, Raimundo Lullio arro jó al suelo su redoma,
que se d espedazó.
“-Os libero -d ijo - y por vo s per manezco en pr is ió n.
Viv id en la in mort alid ad de lo s cielo s, mient ras yo so y
co ndenado para siempre a vivir la muert e en la t ierra.
Luego , Raimu ndo ocult ó su rost ro co n las manos y se
mar chó llorando.” (3)

- 214 -
Belleza y amo r

¿Qué co sas so n las que impu lsan a un ho mbre hacia


una mu jer y a est a hacia él co n pot encia ir resist ible?
¿Qué lo cura los arrebat a, hast a el punt o de inducir lo s a
efect uar accio nes irracio nales? Po dr íamo s señalar el
ego ísmo (ot ra vez) en el ansia de po sesió n del Pacient e
Ing lés, la ardient e ilusió n míst ica sublimando un
repr imido impu lso sexual, en el alquimist a, la desvalidez
de u n ado lescent e conflict uado y provinciano, int ent ando
ejercer u n it iner ar io byro niano co mo compensació n de
sus carenc ias. Se present a co mo insuficient e. Hast a el d ía
de ho y - hace poco , el 19 de agost o, he cump lido 54 año s-
no he po d ido explicar me est e impu lso, que suele surg ir
de impro viso po r un est ímulo que se present a ext erno,
au nque no s deja la sensació n de haberse or iginado en
algú n recodo de los laber int os en nuest ro int er io r.
P lat ó n sost enía que el amor es el deseo de lo bello:
so bre t o do , “el deseo de la et ernidad, en el sent ido de
que med iant e la pro creació n busca hacerse per manent e
[...] La belleza es aquello que el amo r busca y que no
po see” (4)
Est o parece co herent e co n lo o curr ido ent re los
prot ago nist as de la película. Ambo s eran bellos, se
suscit a u na at racció n ext rao rdinar ia, quizá no
necesar iament e part iendo de lo ext er ior, pero que t iene a
la belleza fís ica co mo un co mpo nent e indubit able. Est e
ro mance hubiese sido impro bable, por ejemplo ent re
Ar ie l S haron, por mencio nar alguien y, digamos,

- 215 -
Made leine Albr ight . Y aún en el remot o caso de surgir:
ser ía impresent able en u na película, nad ie se ident ificar ía
para est a funció n precisa con t ales per sonajes. Quier e
decir, ent o nces, que la belleza fís ica juega un ro l
det er minant e en est o que so lemo s deno minar amo r. Al
meno s relacio nándo lo al propósit o de su represent ació n
art íst ica.
Es un t ema ext rao rdinar iament e co mp lejo y ext enso.
Tal vez u no de los esenciales p ara o bt ener algu na luz
so bre el sent ido de la exist enc ia humana (si es que t iene
algu no ). No hemo s hecho ot ra co sa que despunt ar el
pro blema. En muchas próximas Cart as recurr irá, no
necesar iament e en la que sig ue, para cont inuar co n el
pro pó sit o expresado de proponer los t emas esencia les
só lo en esbozos pálidos, al pr inc ipio, para ir ahondando
en ello s a med ida qu e cont inuemo s abordándo los.
Po r aho ra solo me qu eda despedir me, expr esando el
anhelo de no haber resu lt ado confuso y aburr ido en est a
int er venc ió n.

Un su balt er no est udiant e de la Sabidur ía expresada po r


Cr ist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

P.D.: Amalia (Beat r iz Do mínguez): sé que has leído el


libro La llama doble, de Oct avio Paz. Porque t e lo he

- 216 -
prest ado , hace co mo t res años, y me lo has devue lt o
lu ego de un t iempo , creo que, además, me hicist e algún
co ment ar io. Yo no lo he leído aún. No he quer ido hacer lo
aho ra, de apuro , só lo para su st ent ar est a Cart a (además,
po r un secret o t emo r de ser influido po r de más). ¿Ser ías
t an amable de enviar nos algu na reflexió n, para
co mpart ir la co n nuest ros amigos de la list a? Desde ahora
t e agradezco. Vale.

* 1973. Juan Als ina, sacer dot e mis ioner o es p añol, es


ases ina do en Chile p or la p olicía de P inochet . 1983.
I ndep endencia de San Cr ist óba l y N evis. 1985. T er r emot o en
la ciu dad de M éxico. 1986. Char lot Jaqu eline y compañer os
alfab et iza dor es, már tir es de la E ducación L ib er a dor a, en
Haití. (Fu ent e: Agenda Latinoa mer icana-Mu ndial 2003.
Centr o Nu eva T ier r a, Car men de Patagones, Ar gent ina.)
** D os mes es ant es había n as esina do en la s elva bolivia na
a Er nest o C hé Gu evar a -ju nt o a San Mar tín nu estr o más
glor ios o ar gent ino. Per o por ent onces yo ap enas estaba
ent er a do el asunt o. M e conmovió mucho -r ecu er do- ver p or
televis ión, y lu ego en la f ot o, la fa mosa fot o de nu estr o
gu er r iller o t ir ado, con los ojos abier t os. Por un moment o me
sugir ió s emeja nzas con cier t os Cr istos, par ticular ment e los de
Caravaggio y El Gr eco. Per o lu ego volví a mis r elat iva ment e
fr ívolos afanes de a doles cent e, mu y p oco p olit iza do.
(1) La r evelación de su eda d pr ovocó en mí u n
estr emecimient o místico. E n es os días había mos salido ju nt os
-sin qu e nos abandonar a nu nca Ana Per eyr a, una pr ima
adoles cent e, mu y linda y a quien s e ocupaba ef icazment e de
entr et ener Chongo- pr actica ndo los ar r umacos pr opios de la

- 217 -
estación y nu estr o ciclo vital, lo cual de pr onto s e me
pr es ent ó con u n dejo s ombr ío p or tratar se de una niña, casi.
Per o sus for mas r otu ndas y su estatur a des ment ían el dat o.
Ello me sir vió ens egu ida para desalentar todo pr eju icio,
asegur ándome en el fu er o íntimo qu e me hab ía r elaciona do
con una mu chacha excepciona lment e a dela ntada. Afir mé s in
más medr os idades mi entus ias mo, da do qu e b ien p oco tiemp o
nos qu edaba, pu es s e me hab ía ocur r ido pr eguntar le la edad -
tan r ápido había sucedido t odo- r ecién u nas pocas hor as antes
de su r egr es o a Mar del Plata.
(2) Club de L eon es (L ion´s Club I nt er nationa l). Esp ecie de
mas ones libr es, s emeja nt es a los del R otar y Club, en gener al
un p oco menos pudient es qu e est os. Con s ede en Estados
Unidos, sus miembr os s e r ecluta n entr e las pequ eñas
bur gu es ías acomoda das de t odo el mu ndo.
(3) E lip has Levi ( Alp hons e L ou is C onstant ). Historia de la
Magia. Ver s ión espa ñola de H éct or V. Mor el. Libr o V. L os
adept os y el sacer docio. Capítulo III. L eyend a e hist or ia de
Raimu ndo Lu llio. Págs. 200 a 202.T er cer a edición, 1988,
Edit or ia l K ier , Bu enos Air es, Ar gent ina.
(4) Raymond Ba yer . Historia de la Estética. T raducción de
Jasmin R eut er . Pr imer a par te. Ant igü eda d y Eda d M edia.
Capítulo I I. La est ét ica de Plat ón. B) E volu ción de la est ét ica
platónica. Pág. 37.

- 218 -
Acerca del sui cidio, 2

Est imado Julio :


Gracias por t us cart as. Admiro t u erudició n, t u t iempo
pro vinciano , t u paciencia. Aqu í corremo s siempre y no
no s su ic idamos, no s gast amo s. En t odo de acuerdo con t u
defin ició n qu e caract er iza a port eño s y pr ovincianos. Hay
de todo. La so ledad de la “gran put a del P lat a” (co mo yo
la lla mo) o bliga a cu idar el corazón, suavizar lo, hacer lo
más bueno .
To do lo cont rar io de lo que se cree. Po r aqu í ( vivo a
57 Km. de Baires) so mos amigo s o no somos. Te estoy
hablando con el alma a lgo cargada de sent imient os
enco nt rados: he vuelt o hace u nas horas del ent ierro de un
vio lin ist a, un músico víct ima del pro ceso que est uvo en
Euro pa, que Char ly Gar cía lo recuperó para uno de sus
d isco s, cuando vo lvió . Vivía en mi pu eblo (Ber isso) con
po breza, so po rt ando la est ult icia de lo s dueños act uales
del po der. En fin, no fu i muy amigo de él pero lo crucé
var ias veces en la FM do nde t enía mo s programas. Era un
perso naje en el más bello y el más pat ét ico sent ido de la
palabra. En e l funeral hubo mú sica, aplausos,
inst rument os que se t iraron so bre su at aúd para
sepu lt ar lo s co n él; su mujer cant ó bella y
desg arradament e. Llo r amos mu cho.
Te mando mi abr azo . Me gust ar ía saber algo concreto
de t u persona: no hace fa lt a el número de do cument o ni
la edad. Eso sí: ¿v ivís en u n p araíso a pesar de las

- 219 -
barbar idades que se co met en en esa ser ie de
repu bliquet as bananeras que for man algunas de nuest ras
pro vincias del NOA?
Co nt ame. Esclareceme. No est ar ía ma l un ciber mano a
mano .

Mar iano García Izq uierdo.

Respu esta de Ju lio a Mariano

Quer ido Mar iano , en pr imer lugar debo decirt e que me


co nmo vió mucho la narració n que haces del velor io de t u
amigo. Uno sient e ciert a rabia cósmica cuando seres
valiosís imo s padecen do lor y fallecen sin que la gent e
co mprend a su elevado apo rt e -en t ant o canallas co mo
Macr i capt an la ad mir ació n popular. Tu sensible
narració n suscit ó inmed iat ament e en mí mo vimient os
esp ir it u ales que me ser ía imposible expresar po r escr it o
mejor que nuest ro Pablo :

Ent re p lumas que asu st an, ent re noches,


ent re magno lias, ent re t elegramas,
ent re el vient o del Sur y el Oest e mar ino ,
vienes volan do.

Bajo las t umbas, bajo las cenizas,


bajo lo s caraco les co ngelados,
bajo las ú lt imas aguas t errest res,
vienes volan do.

- 220 -
Más abajo, ent re niñas sumergidas,
y p lant as cieg as, y p escado s rotos,
más abajo, ent re nubes ot ra vez,
vienes volan do.
.

Más allá de la sangre y de lo s huesos,


más allá del pan, más a llá del vino,
más allá del fuego,
vienes volan do.

Más allá del vinagre y de la muert e,


ent re put refaccio nes y vio let as,
co n t u celest e voz y t us zapat os hú medos,
vienes volan do.

So bre d iput acio nes y far macias,


y rued as, y abogado s, y navíos,
y d ient es rojos recién arrancados,
vienes volan do.

Junt o a bo degas donde el vino crece


co n t ib ias mano s t urbias, en silencio ,
co n lent as mano s de mad era ro ja,
vienes volan do.

Ent re aviado res desapar ecido s,


al lado de canales y de so mbr as,

- 221 -
al lado de azucenas ent erradas,
vienes volan do.

Ent re bo t ellas de co lor amargo,


ent re anillo s de anís y desvent ura,
levant ando las manos y llor ando
vienes volan do.

So bre t u cement er io sin par edes


donde lo s mar ineros se ext ravían,
mient ras la llu via de t u muert e cae,
vienes volan do.

Mient ras la llu via d e t us dedos cae,


mient ras la llu via de t us hueso s cae,
mient ras t u médu la y t u risa caen,
vienes volan do.

So bre las piedras en que t e derr it es,


co rriendo , inv ier no abajo, t iempo abajo,
mient ras t u corazón desciend e en got as,
vienes volan do.

No est ás allí, ro deado de cement o,


y negro s co razones de not ar ios,
y enfurecidos hueso s de jinet es:
vienes volan do.

No es verd ad t ant a so mbra per sigu iéndot e,

- 222 -
no es verdad t ant as go lo ndr inas muert as,
t ant a reg ió n o scura con lament os
vienes volan do.

E l vient o negro de Valp araíso


abre su s alas de car bó n y espu ma
para barrer el cielo do nde pasas:
vienes volan do.

Hay vapores, y un fr ío de mar muert o ,


y s ilbat os, y mesas, y u n o lor
de mañana llo viendo y p eces su cio s:
vienes volan do.

Hay ro n, t ú y yo, y mi alma donde lloro ,


y nad ie, y nada, sino una escaler a
de peldaños qu ebrados, y un par aguas:
vienes volan do.

Allí est á el mar. Bajo de noche y t e o igo


venir vo lando bajo el mar sin nad ie,
bajo el mar que me hab it a, o scurecido:
vienes volan do.

Oigo t us alas y t u lent o vuelo ,


y el ag ua de lo s mu ert o s me go lpea
co mo palo mas ciegas y mo jadas:
vienes volan do.

- 223 -
Vienes vo lando, so lo so lit ar io,
so lo ent re muert os, para siempre so lo,
vienes vo lando sin so mbra y sin no mbr e,
sin azú car, sin boca, sin rosales,
vienes volan do.

(Pablo Neruda, “Albert o Rojas Giménez viene


vo lando ”, Residencia en la tierra II, 1935.)

Yendo a los t emas que t e int eresan:

Se puede hablar bast ant e de la elevada calidad int er ior


de lo s port eño s. Por deco ro no debo narrar vivencias
co mpart id as con ciert as muchachas, una de Almagro y
ot ra de La P lat a, a qu ienes t uve la gracia de cono cer en
su sent ido bíb lico. Aún dejando eso de lado, uno de mis
mejores amigos (aclaro t ener po cos amigo s), es port eño
hast a la médula. Se llama Jorge Ru lli. Tal vez hayas o ído
hablar de él, pues const it u yó un ico no del Peronismo
Revo lu cio nar io (ahora recic lado eco logist a).

Respect o de si vivo mi paraíso aq uí... No. Sant iago es


una ciudad med io cr e. En t odo sent ido. Por su cant idad de
habit ant es (u no s 300.000) y por su idio sincracia. Por sus
habit ant es, no es lo su ficient ement e grande co mo para
d ispo ner la d iversidad de posibilidades que br indan
Có rdo ba, Rosar io , Mendo za o Buenos Air es. Por su
id io sincr asia... est e es un pu eblo do minado durant e 400
año s po r sist emas feudales... el ca mino para subsist ir que

- 224 -
enco nt ró es el ser vilismo, el fing imient o, la adulació n, la
hipo cresía... pero en ese camino la gran mayor ía de est e
pueblo perdió la dig nidad.

¿Do nde me hubiese gust ado vivir ? E n el campo (por


ejemplo, en Fer nández; a llí viv í durant e cinco años,
desd e 1985 a fines del 89). Se t rat a, sin embar go, de una
percep ció n per so nal, creo que inducida por mi pro fesió n
de escr it o r, po r mi deseo nunca saciado de escuchar
mú sica, po r una at racció n int er ior irr esist ible que me
lleva hacia la t ierra, las plant as, los pequeños bichit os
que habit an ent re ellas... t ambién por el hart azgo que
sient o hacia las guerras...

S in embargo creo que la posibilidad de ser feliz


depend e en in menso po rcent aje de nosotros mis mo s (es
decir, de nuest ro int er ior). Por ello sigo siendo feliz de a
ratos -como corresponde-. Alcanzo ret azos de felicidad
cada d ía, accesibles, según creo, no por vivir en Lo bit o
(Ango la) o Lausanne (Su iza)... Sino por haber est ado
gran p art e de una exist encia acechándo la ( a la felic idad):
lu ego de muchos años se adqu iere una cie rt a t écnica para
llegar, de vez en cuando , a cazar la. Pues se t rat a, co mo a
lo s “panaderos”, no só lo de pillar lo s, sino de que cada
uno de su s infinit esimales pelit os, pueda per manecer
int act o so bre la palma de la mano, de t al manera que a l
so p lar lo, pueda elevarse glor io so nu evame nt e, hacia el
cielo .

- 225 -
Te envío u n salu do afect uo so.

Julio

P.D.: Tengo par ient es en Ber isso. No puedo enumerar


sus no mbr es, po rque so n legió n. E migraro n en lo s años
30-40, me d ijero n. Alg uno s de ello s: Pat r icio Carreras -
co n casi t odo s los Carreras d e allá-, y lo s Ojeda, segú n
creo .

- 226 -
PARAMILITARES EN SANTIAGO

--- -- Original Messa ge - --- -


From : “Daniel_ Yép ez” danyep ez@arn et.com. ar
To: “Julio Carreras (h) ” jubipen@yahoo.co m
Subject: Opinión
Date: W ed, 24 Sep 2003 07:11:25 -0 300

Est imado Julio :


Mi sobr ina me r emit ió est o. ¿Qué opin ió n t e mer ece?
S i t enés infor mació n al respect o , agradeceré que me la
hagas llegar. Saludos cord ia les y u n abr azo.

Daniel Yépez - San Mig uel de Tucu mán - Argent ina

----- Or i gina l Messa ge -----


Fr om : l fl or es@ a rn et . com . a r
T o: da n yep ez @ a rn et . com . ar
Sen t : Mon da y, Sept em ber 22, 2003 11: 58 AM
Subj ect : NOT ICIA E NVIADA P OR Li l i a n del Val l e Fl or es

Lilian del Va lle Flor es qu ier e compar tir con usted la


sigu ient e not icia qu e leyó en Pagina12/WE B

Las g uardias blancas, grupos paramilit ares en Sant iago

- 227 -
El M ovimient o Ca mp es ino de Sant ia go del Es ter o denu nció
qu e en la pr ovincia de los Juár ez los du eños de la tier r a
ma nt ienen ba ndas ar madas qu e int imida n, secu estr an y
balea n. La denu ncia fu e t oma da p or la CIDH, qu e r ecib ió
f otos de u na de las “guar dias b lancas” pr ivadas en acción.
A las denu ncias por p er s ecución p olít ica, esp ionaje a
ciu da da nos, tor tur as a chicos y adolescent es, entr e otr as
violaciones a los der echos hu ma nos en Sant ia go del Est er o,
Página/12 agr ega ahor a un nu evo dato del t er r or en t ier r as
donde r eina el matr imonio Juár ez: la ex ist encia de gr up os
par amilitar es or ganizados y contr olados p or ter r atenient es,
hacenda dos y gana der os -ba jo el a mpar o policia l y polít ico-,
ar mados par a combatir con mét odos de t or tura,
desapar iciones, mu er t e o a medr enta mient o a los ca mp es inos
de dist intas r egiones de la pr ovincia. Este dia r io r evela en
exclus iva las denu ncias de los ca mp es inos y las fot os qu e las
pr ueba n.
El mat er ial f ot ogr áf ico fu e r ecogido p or la Comis ión
I nt er a mer ica na de D er echos Hu ma nos como d ocu ment o de
estos nu evos ejér cit os ir r egu lar es.
Cuando Sant ia go del Est er o comenzaba a buscar con fu er za
un ca mino naciona l par a r omp er el cer co qu e silenciaba las
denu ncias p or violaciones a los der echos hu manos, Luis
Eduar do Du ha lde pr onu nció u na palabr a: “Guar dias bla ncas”.
En es e mo ment o, el s ecr etar io de D er echos H u manos estaba
s entado a una mesa de tr abajo. A u n la do t enía a Gustavo
Beliz y del otr o a un pu ña do de ca mp es inos qu e f inalment e
hab ían cons egu ido espacio en la agenda de visitas del
ministr o de Just icia. Duha lde hab ía ent endid o lo qu e aqu ellos
ca mp es inos decía n. Mencionó sus exp er iencias r ecogidas
como fu ncionar io de or ganis mos int er naciona les, y encuadr ó
las denu ncias bajo es e nombr e.

- 228 -
Fuer a del país, las Guar dias Blancas son denunciadas por
los miembr os del M ovimient o de los Sin T ier r a del Br asil o
los chiapat ecos en M éx ico. La Secr etar ía de D er echos
Hu ma nos analizó esta nu eva p esadilla de Santiago como par t e
del r eleva mient o jur ídico- inst ituciona l encar ado por el
gob ier no nacional. Ba jo el apar tado de “p eon adas ar madas”,
el inf or me da cu enta del
anda miaje económico, jur ídico y p olicial qu e alienta la
pr opalación de est os nu evos es cuadr ones de la mu er t e
f or mados p or par amilitar es.
Las Guar dias Bla ncas nacier on en la ex Unión Soviét ica,
despu és de la Revolu ción del '17. La página web del C entr o
de I nvest igaciones Económicas y Polít icas de Chiapas da
cu enta de los comienzos de est e t ip o de or ga nizaciones, par a
situar las más tar de en la top ología social de
Amér ica lat ina, donde en los ú lt imos a ños s e fu er on
r ep lica ndo. “En la Revolu ción de Octubr e, el gob ier no
soviét ico opt ó por r epar tir la tier r a per o s e encontr ó con la
r es ist encia de la policía par ticu lar de los pr opietar ios : s e las
lla maba guar dias bla ncas - exp lica la página web-, en
contr apos ición con las guar dias r ojas or ga nizadas por el
gob ier no par a r ecup er ar las.” En
Méx ico, los ejér cit os par alelos t omar on car ácter de
inst itución a par tir de un decr et o de 1961 qu e habilitaba a los
ga nader os a usar ar mas y contr atar policías par ticular es.
Santia go del Est er o no está lejos de es e mod elo.

Los casos

“Cuando a mí me s ecu estr ar on, me des nu dar on al lado del


r ío Sala do dur ant e t odo un día y t oda una noche. M e qu er ían
ob ligar a acusar a los compañer os y compa ñer as como

- 229 -
ladr ones de vacas.” Adolf o Far ías es u no de los ca mp es inos
del M ocas e, el M ovimient o de Ca mp esinos de Sant ia go del
Est er o, qu e viene denu nciando la ex ist encia de los gr upos
ar mados. “Mientr as me t enía n s ecu estr ado - dice- p ens é en mi
fa milia, en mis compa ñer os, y cua ndo apar ecía el miedo lo
mataba p ensando qu e er a mejor or gu llo estar siendo apr etado
y qu izás hasta ases ina do par a qu e nos haga mos más fu er t es. ”
La Mesa de T ier r as coor dinada p or el Ob ispa do de
Santia go r elevó u na ser ie de s ituaciones s imi lar es en dist int os
depar tament os de la pr ovincia.
Los r esu ltados del inf or me f or ma n par te de u n docu ment o
qu e fu e pr es enta do a los fu ncionar ios de la Comis ión
I nt er a mer ica na de D er echos Hu ma nos dur a nte su r ecient e
paso por allí.
“En nu estr o lot e viven tr es fa milias”, comien za otr o de los
test imonios, esta vez de u na de las fa milias del lot e 55 del
depar tament o de Mar ia no Mor eno. “El día 27 -cont inúa-, el
supu est o du eño fu e con la policía de Añatu ya y de L os Jur íes.
Un gr up o de 15 ca mp es inos apoyaba a las
fa milias, llegar on patr uller os de Jur íes, Bander a, y
G endar mer ía diciendo qu e t enía n or den de detención par a
Ser gio L edes ma y Rob er t o D osp lat, por usur pación de ca mp o
y hur to de pr oduct os f or esta les. N o mostr ar on la or den del
ju ez, entr ar on a buscar a Dosp lat, dis cut ier on con él,
emp ezar on a p egar y tir ar con ar mas, hir iend o a uno de los
muchachos, qu e a hor a está int er nado. ”
La denu ncia no t er mina allí: en es e mis mo moment o, “a
otr o de los chicos lo golp ea n a patadas en el pis o con las
ma nos atadas con el cor dón de las zapatillas. Reconocimos al
oficial N iet o, qu e el día ant er ior andu vo en u na ca mioneta
con emp lea dos de Nazar , qu e estaban encapuchados, y el
oficial Galvá n qu e dijo 't ir en a matar '“.

- 230 -
Mir ta Quir oga, otr a de las mu jer es del M ocas e, exp lica
algu nas de las causas de los host iga mient os. “La pr áctica de
r eu nir nos una y otr a vez par a tratar de ent ender lo qu e nos
pasaba con los apr iet es qu e nos hacían la policía, y otr os
ma nda dos p or el gob ier no - dice-, nos ha hecho olvidar el
miedo. ”

Los derechos

Como ocur r e con los pu eblos abor ígenes, los ca mp es inos


cu enta n con u n anda mia je jur ídico qu e gar antiza sus der echos
sobr e los su elos. El gr u es o de estas fa milias es pos eedor a de
las tier r as qu e dur ant e var ias gener aciones han ocupa do, p er o
no t ienen r egu lar izada su situación dominia l. “Si bien el
der echo asist e a la gr an ma yor ía de los ca mp esinos - dice el
inf or me de la Subsecr etar ía de D er echos Hu ma nos -, la L ey de
Pr escr ip ción Veint eña l es mu y comp leja.” R equ ier e de
“car ísimas mensur as, además de qu e el p lazo de p os es iones es
excesiva ment e lar go, y r equier e de u n s ost enido, pr ecis o y
cost os o ases or a mient o lega l qu e imp ide tácit ament e el acces o
a la Justicia”.
Esta condición de inacces ib ilida d a la Justicia por
cu est iones de p obr eza es uno de los pu nt os nuclear es del
pr ob lema en Sant ia go. Segú n el inf or me, los pr ob lemas con la
Justicia dispar an los sigu ient es ef ect os :
- “Muchos de los ca mp es inos t enedor es de der echos son
injusta ment e desa lojados de sus legít imas p os esiones p or
supu est os du eños o compr ador es”.
- “Otr os ter mina n acepta ndo tr atos desfa vor ables, s iendo
lit er alment e ar r incona dos en mínimas sup er f icies”.
- “Como cons ecu encia, se det er ior an las condiciones
económicas de las fa milias ca mp es inas, pier den su ent or no

- 231 -
socia l y cu ltur al, lo qu e au menta la expu ls ión hacia las
ciu da des”.
Con est os datos, la Comis ión r ealizó u no de s us
dia gnóst icos más cr ít icos s obr e la violación a los der echos
hu ma nos en la pr ovincia: “La pr oblemát ica de la t enencia y
pos es ión de la tier r a es u na de las pr incipa les cu est iones de la
agenda de der echos hu ma nos sant ia gu eña, ya qu e el pr oces o
de a vance indiscr imina do de la fr ont er a agr ícola de las
olea ginosas con eje en la soja, atenta no s ólo contr a los
der echos r eales de la p os es ión s ino ta mb ién contr a el
patr imonio a mb ienta l de las comu nida des ca mp es inas”.

El modelo

Las denu ncias y las entr evistas r ealizadas du r ante u n mes


con dist int os int egr ant es de los centr os ca mp esinos de la
pr ovincia p er mit ier on qu e los t écnicos de la Secr etar ía
elab or ar an un “ modelo de conf lict o de apr opiación” ilega l de
las tier r as. Es un mét odo en tr es fas es, des cr ipto en el
inf or me del M inist er io de Just icia:
- Pr imer a fase: E l supu est o du eño o ap oder ado s e pr es enta
ant e la comu nida d, aduciéndos e como legít imo du eño de los
ca mp os. I nt enta o b ien llegar a un acu er do p or lo gener a l mu y
desfa vor able par a los ca mp es inos o, dir ecta ment e, los
amena za con el desalojo ju dicia l o extr aju dicial (par a militar ).
El enga ño está monta do sobr e u na situación r egistr al bastant e
difusa, con sup er p os ición de t ítu los dominia les, inscr ipción
de escr itur as de du dosa conf ección y dest itu ción de la just icia
de der echos ya consagr ados de legít imos p os eedor es
veint eñales r egu lar izados.
- Segu nda fas e: L os supu est os du eños pr odu cen sus pr opias
mar cas de ocupación: ala mbr ados, mens ur as, des mont e,

- 232 -
qu emas ilega les de mont es. Esto inclu ye la destr ucción de
mar cas de los ca mp esinos, element os pr obat or ios de la
ocupación veint eña l y del a nimo domini. E ntr e las pr ácticas
de pr es ión, ex ist e el tap onado u obstr ucción del acces o a los
pozos de agua, cier r e de ca minos vecinales, envenena mient o
dolos o de a nima les y la a mena za consta nt e de desalojo p or la
fu er za y extr aju dicialment e ef ectua da por p eones contr atados
por los t er r atenient es como p or per s onal p olicia l.
- T er cer a fase: Gr acias a una lectur a ses gada del ar tícu lo
182 bis del Código pr ovincia l, el supu est o pr op ietar io su ele
obt ener una or den de desalojo con u n desp liegu e
despr op or ciona l de fu er za p or par te de la policía, lo qu e
aumenta la pr esu nción de comp licida d o coop tación de la
Justicia y de la fu er za de s egur idad.
Dur ant e los r eleva mient os s e det ectar on casos de p er s onal
policia l monta do en las ca mionetas de los t er r atenient es,
oficiales qu e aca mpa n en sus bases o situaciones de expu ls ión
sin or den ju dicial, o donde los of iciales de Ju sticia no s e
hacen pr es ent es. E ntr e otr os casos, los t écnicos r ecogier on
dos r elatos cla ves : la exp er iencia de u n ca mp esino lla ma do
Oscar Per alta, del lot e 42, qu e el 28 de f ebr er o de est e año
r ecib ió u n impact o de ba la 9 mm en su p ier na izqu ier da y el
desalojo de las fa milias del lot e 55, donde s in or den ju dicial
la policía abr ió fu ego lu ego de golp ear a los int egr ant es de
tr es fa milias.

“Peo nes ar mados”

Las imá genes f ot ogr áficas pr es enta das hoy p or est e diar io
mu estr an a los gr upos qu e la Secr etar ía de D er echos Hu ma nos
def ine como “par amilitar es ” o “bandas de p eones ar ma dos”.
Estos nu evos ejér cit os estar ían mostr ando u na nu eva f or ma de

- 233 -
apr opiación ilega l y extr aju dicial de las tier r as. La escena,
dicen los t écnicos, “par ecer ía s er un indica dor del ca mb io del
modelo pr es entado, a par tir de la pr es encia en la zona de
p eones ar mados ”. El gir o de modelo estar ía basado, dicen,
“en el abandono de la insta ncia ju dicia l p or par te de los
supu est os compr ador es par a pasar a la or ganización de gr up os
de p eones ar mados con escop etas y p er r os, qu e media nt e
int imida ción con dispar os al air e, obstr ucción de ca minos,
ex hib ición de ar mas de fu ego y 'r ef lect or eo' noctur no de las
viviendas int enta n el r et ir o y a medr enta mient o de los
ca mp es inos p os eedor es de las tier r as”.
Las fot os f or ma n par te del cú mu lo de docu ment os
exp lor ados en Sant iago p or la Secr etar ía y por los int egr ant es
de la Comis ión I nt er a mer ica na encab ezada p or Rober t
Goldma n dur a nt e su paso p or la pr ovincia de los Juár ez.
Página/12 r ecib ió las imá genes de ma nos de s us pr opios
autor es, los ca mp es inos del lot e 20, un par aje cer cano a la
ciu da d de P int o. Las fot ogr afías mu estr an a un gr upo ar mado
y f ina ncia do apar ent ement e p or el s eñor Dutto, el supu est o
compr ador de esas tier r as, segú n las denu ncias.
Un empr esar io de la localida d de T int ina habló s obr e est e
tema con los miembr os de la Comis ión encar ga da del inf or me
qu e pr epar ó la Secr etar ía de D er echos Hu ma nos. “H emos
toma do conocimient o - dice el inf or me- de la exist encia de
r eu niones p er iódicas de empr esar ios en Añat uya cu yo
ob jet ivo es la or ganización y f inancia mient o de gr up os
ar mados par a el desalojo extr aju dicial de los ca mp es inos,
agr avado con el host iga mient o a la actividad del M ocas e y
otr os gr up os de ca mp es inos.”
La Def ens or ía del Pu eb lo de la pr ovincia asegur a qu e u nos
24 mil ca mp es inos, p os eedor es legít imos de las tier r as, están

- 234 -
expu est os a ser desa loja dos p or medio de ma niobr as como
éstas.

De Julio a Daniel

Fr om: “Julio Car r er as (h)” jub ip en@ yahoo. com


T o: “Daniel_ Yép ez” danyep ez@ar net.com.ar
Subject :R e: Op inión
Date: Wed, 24 S ep 2003 09 :35 :26 -0300

Est imado Daniel: efect ivament e, en la ciudad de


Sant iago del E st ero se manejan dat o s acerca de la acció n
paramilit ar en el campo , especia lment e en las zonas de
P int o y Lo s Jur íes. Es decir, lo s lugares donde los
campesino s más humildes han co brado conciencia de su s
derechos y se han o rganizado para defenderse.
Po dría habér selo s llamado “parapo licia les”; pero la
palabra “p aramilit ar” est á bien usad a, ya que -según
fuent es jud iciales- lo s ent renó un milit ar: el Mayor
D´Amico . Est o habr ía surgido de ciert o eclipse
mo ment áneo padecido por D´Amico hace cuat ro o cinco
año s, debido a su co mpet encia feroz co n Musa Azar por
el do min io del negocio de la “segur idad”. En efect o,
ambo s se desempeñaban en esa área guber nament al,
fu ng iendo el t r ist ement e célebre co mo Secret ario de
Segur idad y D´Amico co mo Subsecr et ar io. Luego el
milit ar pasó a desempeñarse co mo Secret ar io y Musa
co mo Sub. Pero parece que Mu sa ap eló a sus relacio nes
co n el P J, co n Nést or Ick (dueño del Banco de Sant iago

- 235 -
del E st ero y el 60 % de lo que t iene valor en la ciudad) y
demás ángeles, para desplazar a D´Amico.

Del chupadero al monte

Cuando D´Amico se quedó “sin t rabajo” habr ía ideado


est as organizac io nes paramilit ares, que lla mó “Po lic ía de
Mo nt e” para vendérselas a grandes empresar ios que, se
est án abalanzando sobre Sant iago empeñados como
bu it r es en lucrar con la producció n de so ja. No olvid ar
que Sant iago t iene u na sup er fic ie física casi t an grande
co mo Francia o Ale mania, gran part e de ella t odavía
mo nt uo sa. Po co se ha d icho de las inver siones de So ros y
ot ro s capit alist as, que durant e los `90 depredaron la
fro nt era ent re Sant iago del Est ero y E l Chaco, asesinando
a miles de an imales de t o do t ipo e incend iando el bosque
para cu lt ivar algodón. *
D´Amico es u n carapint ada que junt o al inefable Rico
se rebeló cont ra el juzgamient o del mayo r Barreiro,
o rig inando la t rágica insurrecc ió n de Semana Sant a.
Casado con una sant iagueña, hija de u n t enient e coronel
(po r supuest o) pero nist a. Su esposa además es her mana
del u lt rachupamedias “Chacho” P int o, un médico que no
ejerce pu es desd e hace año s es mant enido por lo s Juár ez
co lgando de la t et a del Est ado, sea como funcio nar io, sea
co mo “leg is lador”.
Segú n fu ent es po lic iales D´Amico cont rola direct a o
ind ir ect ament e en un 30 % el negocio de la “segur idad”
en Sant iago. La o t ra part e (más de la mit ad) est á

- 236 -
co nt ro lad a por Musa Azar. En est a franja se ent ret ejer ían
inst it u cio nes po licia les, bandas delict ivas, t raficant es de
dro gas, cuat rero s, narco lavado res, t ravest is, chu los,
pro xenet as y o t ro s serafines, lo cual explica el inmenso
po der dest ruct ivo acumu lado po r est as cofrad ías 666.
Para decir lo claro, en Sant iago, si no t e mat a la cana t e
mat an lo s cho ros para int ercambiar co rt esías. E llo
in fu nde u n gran miedo en la po blació n. Un co merciant e
amigo me dijo est ar seguro de que quienes le robaron de
una manera a levo sa e impu ne, llevándo lo casi a la ruina,
lo hic iero n po rque se había negado a pagar “prot ección”
a lo s canas, así co mo sat isfacer lo s const ant es mangueos
(pues lo s canas más chicos t e piden mo nedas, o que les
pagues sanguches d e milanesas, fasos, bir ra, et cét era).
Encima est e co merc iant e es de izquierda; así que t e
imag inarás: “pap it a pa´l loro ”.

Nueva devastación del bosque

Bueno , vo lviendo al t ema: el últ imo eclipse de


D´Amico fue hace po co -creo que para el 17 de Oct ubre-
cuando la señora Nina vo lvió a echar lo por haberse
equ ivo cado en la organizació n de un act o que ella quer ía
mo st rar a Duhalde. Est úp idament e, asignó sect ores
co nt iguo s a lo s “barras br avas” de Mit re y Cent ral, a
qu ienes suelen “est imu lar” con vino, mer cancías y ot ros
“benefic ios” para concurr ir “vo lunt ar iament e” a los act os
en camio nes pú blico s. En Sant iago Mit re y Cent ral so n
co mo Boca y Ríver, as í que t e imaginas el qu ilo mbo que

- 237 -
se ar mó . La t elevis ió n nacio nal se hizo una fiest a co n las
p iñas, lo s cont uso s, una mujer que había r esu lt ado
quemad a, et cét era... y D´Amico vo ló ot ra vez. Po r ello no
ser ía avent urado imaginar qu e vo lvió a requer ir lo s
favo res de sus amigot es del campo.
Ot ro t ema, lat eral pero de gran impo rt anc ia, y que no
veo t rat ado en el art ículo de P/12, es el inmenso daño
que est á cau sando al medio ambient e la nueva
dest rucció n de bo sques en S ant iago ( lo s últ imo s que
quedan). Vienen mercenar io s cont rat ado s po r empr esas -
cu yo s g erent es ni siquiera se t oman el t rabajo de ver los
campo s, manejan t odo desde Buenos Air es o, a veces,
desd e o tro s países. Los capat aces ( no hace mucho el
campo est aba lleno de franceses y argelinos) t ienen el
mandat o de convert ir las adqu is icio nes de sus pat rones en
“áreas pro duct ivas”. Suena lindo. Para ello generalment e
incend ian los bo sques co n to do lo que t iene adent ro:
guasunchas (especie de cer vat illo s locales),
qu irq u inchos, zo rros, pumas, e incluso alguno que ot ro
so breviv ient e preh ist órico de la fauna local, de alt ís imo
valo r bio ló gico y cult ural. Pront o est os campos quedan
co nvert idos en una bocha pelada, donde est os personajes
levant an galpones de chapa, silos met álicos e int roducen
maqu inar ia para el cu lt ivo de so ja. Cuando la t ierra no
sir ve más, se van. Tal co mo hicieron los ingleses,
dejando cient os de pueblos fant asma ( Comala d ixit ) en
nu est ra acosada provincia.
Amigo, espero haber sat isfecho algo de t u saludable
inq u iet ud. Creo que es import ant e difund ir to do esto, y t e

- 238 -
ruego t ransmit as a t u so br ina mi felicit ació n po r haber lo
hecho . Un abrazo.

Julio Carreras ( h)

* “La campaña 99/2000 en la producc ió n fibra de


algo dón t iene buenas perspect ivas. En Sant iago del
Est ero, segundo product or de fibra del p aís, est e año el
precio ascender ía a U$S 400 la t onelada y se preve que la
zo na de secano rendir ía unos 2000 kg x ha.
“E l depart ament o Felipe I barra, al NE de la provincia,
se vio invad ido po r pro ducto res sant afesin os que ven un
gran fut uro en el negocio de la fibr a. Inversio nist as
ext ranjero s visit an lo s campos en busca de calidad y
r ind e para expo rt ar fibra a mer cados asiát icos y
euro peos.
“E s que la Ond a Verde t rajo de nuevo la moda del
algo dón en las prend as d e vest ir. Pero la eco logía
t amb ién enseña que ha y que preser var lo s ecosist emas.
En est e campo , en la zona de Pozo del Toba, y Campo del
Cielo , no se t iene en cuent a la flora y la fauna aut óctona.
“To do el Chaco Sant iagueño es r ico en qu ebrachos,
algarro bo s, guayacán, palo amar illo, garabat os, et cét era.
Allí viven oso s ho r miguero s, guasunchas, corzuelas,
yaguaret és, t ort ugas, chorot es, et cét era.
“To do el hábit at de est os anima lit os est á siendo
depredado por las t opadoras de empresas ext ranjeras,
pr incipalment e AVENTIS (Ex- Agr evo) que en sociedad
co n la alemana Ho esch, est á incendiando miles de

- 239 -
hect áreas d e ár bo les y aniquilando to do t ipo de animales
para exper iment ar product os químico s allí. También el
mag nat e Soros ha co mpr ado 10.000 ha, a las que est á
dando un t rat amient o similar, para explot ar las co mo
sembrad ío de algodó n.
“E s conmo vedor ver a los an imalit o s huye ndo del
fuego co n que se elimina el bosque - nos dice un
arqu it ect o , que por falt a de emp leo t uvo que acept ar uno
allí.
“Lo s go bier no s, t ant o nacio nal co mo pro vinc ial, no
regu lan la defo rest ació n de est a r ica zona del NE
sant iaguaño , que día a d ía pasa a ser un desiert o, debido
a la ma la ap licació n de u na agr icult ura especu lat iva y de
un manejo ind iscr iminado de los agroquímicos.
“A pr inc ip io s de sig lo empresas ing lesas aniqu ilaron el
bo squ e en grandes zonas de Sant iago del Est ero,
co nvirt iéndo las en desiert os. Luego se fueron, dejando
las ru inas de su s inst alacio nes aqu í. ¿P asará aho ra lo
mis mo co n la franja E st e de la provinc ia?” [“Dest rucció n
de animales y bosques en Sant iago”, Julio Carreras ( h),
Quipu de Cult ura, no viembre d e 1999.]

- 240 -
LA SALAMANCA

Po r: Juan M. Gara yalde


(Bueno s Aires)

A 450 años de la fundació n de Sant iago del Est ero

“Y en las no ches de luna se pu ede sent ir


a Mand inga y los d iablo s cant ar”
(La Salamanca - Zamba de Art uro Ávalo s)

I – LOS QUE PACT AN

En est o s días se co nme mora lo s 45 0 años de la


fu nd ació n de la ciudad más ant igua del país: Sant iago del
Est ero.
Co mo muchas pro vinc ias, padece del depo t ismo de
po lít ico s, a los que se lo s deno mina “caud illo s”, siendo
que, el ú lt imo y verdadero Caudillo que t uvo est a
pro vincia fue Do n Felipe I barra, durant e el per iodo de la
Co nfed eració n Argent ina que t uvo a Juan M. de Rosas
co mo su supremo insp irador.
En las t radicio nes que viven en e l alma del pueblo
sant iagueño , y en gran part e de las provincias del nort e,
est a la le yenda de la Salamanca, un lug ar do nde se
desarro lla una cer emo nia p erpet ua, presidida por la cort e

- 241 -
de Lucifer, Mand inga, por el Macho Cabr ío que hast a la
p int ura de Go ya inmort alizó.
La Sala manca ha sido descr it a co mo un socavón de la
ladera de u n cerro, t ambién co mo una cueva ocult a en la
pro fu ndid ad del mo nt e, o en un lu gar o cu lto al bo rde de
un r ío . So n po co s lo s que pueden po r las noches escuchar
lo s cant o s que nacen de ese lugar prohibid o, y menos son
lo s que lo gran ver su ent rada.
A ese lugar, convergen lo s diablos, los co ndenado s, lo s
po seído s, los brujo s y bru jas que van a me jorar sus art es
lu cifer inas. También, llegan lo s que bu scan u n favor de
Mand inga: concret ar un pact o con él, para adquir ir una
habilidad sobrenat ural a cambio de ent regar el alma. Es
un co nt rato fir mado con sangr e.
Allí se dice que ca yero n grandes cant ores, oradores,
jinet es des lumbrant es, mu jeres de belleza exót ica,
grandes poet as, guit arr ist as co n una magia deslumbrant e
en su s manos. To das personas que no pueden soport ar la
med iocr id ad de sus vidas, y buscan dest acarse a cost a de
perder la verdadera vida qu e nace en la muert e.
No todo s cump len co n su cont rat o. Sant os Vega, el
gran p ayador, fue uno de ellos. Hubo de perder una
payad a con el mismo Mandinga (Juan sin Ropa) para
t ener que acept ar su t rág ico dest ino fina l.

II – COMO INGRES AR

To do s lo s que ingresan a la Sala manca, o han vendido


su alma al d iablo, o van en camino a hacer lo. No es

- 242 -
precisament e una t ierra par a t urist as. No hay fo r ma de
que lo s incr édulo s pued an ver la Salamanca.
Est a carece de exist encia fís ica. Só lo la volunt ad de la
perso na hará posib le hallar la puert a de ingreso a la
mis ma.
E l asp ir ant e co noce a t ravés de la t radició n o ral, y de
un co mu nicado r válido –inic iado-, el lugar donde se halla
la cueva, y las pruebas a las que será so met ido por
Mand inga, quién probará su t emp le al at reverse a hacer
un co nt rato cara a cara co n él.
Una vez que se llega al lugar donde se hallar ía la boca
de acceso a la Sa lamanca, el aspirant e deberá desnudar se,
y esperar at ent o alg ún sonido o signo que lo guíe a la
cueva. De est a manera, pued e ser una lechuza, un cuer vo
negro , el so nido de un arpa o la huella d e un basilisco el
que lo gu íe. (1)
En la puert a de ent rada será recibido por víboras de
o jo s cent elleant es, y ot ros rept iles de gran t amaño que no
aparecen en ningú n libro de zo olo gía. E l vis it ant e ser á
ro deado por ofid io s que se le enroscarán en su cuerpo, y
po r arañas qu e se le irán subiendo, acar iciándo le co n sus
p ieles rugo sas. Uno deberá pasar esa prueba con
serenid ad y no caer en el pánico, a r iesgo de perder la
vid a. Ya dent ro , deber á sort ear un aru nco, un chivo de
mal asp ect o y de pest ilent e o lo r, que trat ará
ins ist ent ement e de embest ir lo para empujar lo hacia el
int er io r de la cueva. Allí, será un cuer vo negro el que
hará de gu ía, después de decir en voz alt a la co nt raseña
que u n in iciado le ha revelado. Lo primer o que hallará en

- 243 -
el d escenso , será un cru cifijo invert ido, al cual deberá
escu p ir y blasfemar para cont inuar.
S i el aspirant e vacila, dejará de ver la ent rada y se
hallará en medio de una o scur idad agobia nt e. Po drá salir
de esa sit uació n, pero con segur id ad padecerá de
per manent es cr is is espir it uales que lo acosarán durant e
to da su vid a.

III – EL TEMPLO

La t rad ició n nos revela que el int er ior de la Salamanca


es deslumbrant e y t error ífico al mismo t iempo : se halla
ilu minado co n lámparas de aceit e humano, grandes
co rt inado s de t elas y mar mo ler ía fast uosa, que los
t emp lo s gr iego s envidiar ían. E n el fo ndo de la mis ma,
est a el asient o de Mand inga, rodeado de los animales más
t errorífico s del reino de las t inieblas.
Allí, el vis it ant e que viene a hacer su pact o, se
apro xima al t ro no.
A su alrededor, bailan y danzan lo s condenados:
hechicero s, brujas, her mo sas do ncellas que nunca ven la
lu z del so l, serpient es de gran t amaño, sapos, culebras,
cerdo s, lechuzas, qu irquincho s, lobizo nes, y los diablo s.
Frent e al Pr ínc ipe de lo s Rebeldes, el aspirant e
fo r mula su deseo. El d iablo le hará pasar por nuevas
pruebas para ser merecedo r del acu erdo perpet uo. Los
que han revelado alg unas de esas pru ebas, hablan de
t ener que mo nt ar so bre una best ia salvaje para do mar la.

- 244 -
En o t ras, se le hace caminar so bre el filo de un puñal
co lo cado ent re dos abis mos sin fo ndo.
Fina lment e, para probar su fo rt aleza y fidelidad a
Mand inga, deber á hacer u n daño a su s ser es más
quer ido s.
La prueba de fuego , que Dios exigió de Abraham el
o rdenar sacr ificar su ú nico hijo... a d iferencia de que e l
Diablo , no se caract er iza po r cambiar de opinió n.
Una vez cump lida t odas las pruebas, Mandinga ent rega
al ya in ic iado un champ i (2), el cual deber á t ener
co nsigo , y que le será d e su enlace mágico con la
sabid ur ía lucifer ina. Fina lment e, la cu eva est alla en una
fiest a infer nal, demenc ial. Se desat a la bacanal, el
eno r me banquet e, la música at urdidora, el baile lu jur ioso
de las do ncellas y de jó venes desnudo s que invit an a
to do s los present es al in icio d e la gran orgía.

IV – EL RETORNO A LA CAVERNA

La act ual Sant iago del Est ero, cuna de la argent inidad
co n su s 450 años de vida, es una fuent e de sabidur ía que
emana de l po lvo de sus calles, del aro ma de sus ár bo les,
del cant o de sus pájaros, de los alt os t ejad os. Pero en
ella, co mo en muchas grandes ciudades, caminan
ind iv iduo s que so n ext raño s a su espír it u. Ho y, poca
gent e de las pro vinc ias argent inas creen en la Sala manca.
Sólo po r alg unas cancio nes fo lclór icas, y po r personas
“crédu las” que alejadas de lo s cent ros urbanos siguen
hablando de esa caver na invis ib le, que alg unos la han

- 245 -
vist o en el cerro de Huanchar en Jujuy, o en el camino a
Oran en Salt a, donde co mienza la gran cur va del
Ber mejo . Y así, la Sala manca vive do nde los iniciados
est én para guiar a aquello s que le suplican la revelació n
del secret o.
En t ant o avanza la decadencia, la Salamanca pasa al
o lvido . Las perso nas que creen en esas leyendas, so n los
que viven las t radicio nes de est a t ierra, y po r lo t anto,
saben rechazar la moder nidad cuando est a les llega a
ro bar le el espír it u. S in embargo , esas per so nas que est án
abiert as a una realid ad supranat ural, no han ent endido
que la Salamanca ya no t iene mot ivo por el cual exist ir:
lo s mald it o s han abando nado la cueva infernal, y ho y
do minan Argent um. Mand inga no necesit a más iniciados.
T iene t o do s lo s que necesit a par a esclaviz ar est a t ierra.
Sus pr incipales d iscípu lo s, han sido los oradores, los
encant ado res de masas, que han vend ido riquezas
imag inar ias a lo s crédulo s, y est os lo s han elevado co mo
caud illo s de est a t ierra.
La Sala manca ya ha cu mp lido su co met ido. Sus
leg io nes ahora vagan por nuest ro s campos y ciudades
dest ru yendo todo , robando las almas de lo s moradores de
est a t ierra.
Su creació n más su blime, ha sido las enor mes ur bes,
t umbas d el esp ír it u leg io nar io que su po exist ir.
Lo s que ent ienden el simbo lis mo de est a decadencia,
deberemo s crear nuest ra propia Salamanca, donde
lo gr emos alcanzar u n est ado del esp ír it u apto para
revert ir la oscur id ad que se ha apoderado de la

- 246 -
super ficie. Allí, en esa cat acumba, deberemo s recuperar
lo s r it o s de inic iac ió n que nos per mit an a lcanzar un
co nocimient o super ior al act ual. Y co mo la Salamanca,
no to do s podrán ver est a nueva caver na.
En ella, una gran Cruz de P lat a evit ará e l ingr eso de
lo s cond enados, de lo s necio s y de los t ibios. So lo
aquellas per sonas co n la fir me vo lunt ad de renunciar a lo
que es super ficia l, podrá recién ver y segu ir el vuelo del
Có ndo r que lo acercar á a nuest ra caver na, aquella que
René Gu enó n descr ibió co mo la qu e cont endr ía lo s
Hombr es que dar ían in ic io a u na nueva edad dorada.
Inicie mo s ent onces, el descenso.

( 1) Basilisco: S er p ient e con cr esta de ga llo. Or iginado en


un hu evo p equ eño pu est o p or una gallina viej a o un gallo
color a do. Su nacimient o es pr esa gio de des gr acias. Con su
mir a da pu ede matar a los qu e lo ven. Par a destr uir lo, se dice
qu e s e deb e p oner esp ejos en t odas las hab itaciones de la
casa. Sin embar go, otr as tradiciones dicen qu e es un a nima l
imp os ib le de matar .
(2) T alis má n en f or ma de ins ect o.

- 247 -
Carta de Raúl Dárgoltz
29 de ju lio de 2009

Quer ido s amigo s


Deseo hacer los part ícipes de est o que escribí. Perdón
que sea u n poco ext enso .

Raú l Dárgo lt z

EL ROSTRO DE LA HIS TORIA

La marcha del vier nes en ho menaje de las dos chicas


brut alment e asesinadas fue realment e espect acular y muy
emo t iva. Los cálculo s más opt imist as hablan de 20.000
perso nas, pero realment e no las puedo d imensio nar, ya
que la marea humana me arrast ró en un moment o de la
mis ma.
Yo me inco rporé recién al fr ent e de la Iglesia San
Francisco , junt o con el obispo Maccarone y una mult it ud,
a siet e k iló met ros del or igen de la mar cha, en la ciudad
de La Banda, y al pasar po r la plaza pr incipal se s iguió
su mando muchís ima más per sonas. Un fr io int enso no s
“exig ía” gr it ar y a ap lau dir co nt inuament e clamando por
Just icia.
To do s nos mirábamo s a lo s rost ro s y deséabamo s
reco no cer nos, abrazar no s, sent ir nos que seguíamo s vivo s

- 248 -
en u na pro vincia que est aba, hast a hace mu y poco,
tot alment e dor mida.
Reco rdé las palabras de Sca labr ini Ort iz cuándo
descr ib ía el 17 de oct ubre de 1945, “...era el sust rat o de
nu est ra idio sincrasia y de nuest ras posibilidades
co lect ivas allí present e, en su pr imord ia lidad, sin recat os
y s in d isimu los. Era el nadie y el s in nada, en una
mu lt ip licid ad infinit a de ga mas y mat ices humano s...
Éramo s br iznas de mult it ud y el alma de t odos nos
red imía. Present ía que la hist or ia est aba pasando frent e a
no so t ro s y no s acar iciaba suavement e co mo la br isa
fresca de l r ío... el espír it u de la t ierra est aba present e
co mo nu nca creí ver lo ...”
Y caminamo s alrededor de la P laza pr incipal, pasando
frent e a la Ig lesia Cat edral y el viejo Cabildo convert ido
en sed e cent ral de la po licía y no s dir igimos en direcció n
de la Casa de Go bier no, co mo las ant er iores veces, pero
una mu lt it ud de po lic ías fu ert ement e ar mados nos
imp id ió nuevament e el paso. Nadie t enía miedo , pese a
las amenazas vert idas en los diferent es medios por el
go bier no provincial, que se ausent ó de la provincia, de la
exist encia de infilt rados.
Luego de fina lizada la marcha, al frent e de la Iglesia
Cat edral, y despu és de lo s d iferent es discursos, fue la
misa y las palabr as sent id as y just as del o bispo
Maccaro ne. La inco rporació n d el o bispo fue sumament e
impo rt ant e, co mo lo fue la acció n de Gerardo Sueldo.
Les aseguro que est e día vier nes 25, día d e
co nmemo ració n de lo s 450 años del nacimient o de

- 249 -
Sant iago del E st ero , vivir á por siempr e ent re nosot ros,
po rque est e día, co mo lo sint ió Scalabr ini, “yo vi el
ro stro de la hist oria en t oda su esplendoro sa plenit ud....”
Al d ía siguient e en nuest ro Cent ro Cult ural Hacha y
Quebracho t ot alment e co lmado , represent amos la obra E l
Enemigo del Pueblo de Ibsen en u na ver sió n libre
adapt ada a nuest ra realidad sant iagueña q ue escr ibiera
en el año 1996.
Decid imo s reponer la en est os t iempos que viv imo s
po rque ent iendo que debemo s realizar t odos los d ías de la
semana d iferent es accio nes, y no sólo durant e las
mar chas de los vier nes y porque en est a obra refleja mo s
la acció n del o bispo Sueldo, la lucha por la verdad cont ra
el caud illis mo y el client elis mo .
Lo s padres de Pat r icia Villa lba est uvieron present es
desd e b ien t empr ano mu y sat isfechos y conmo vido s por
la ext rao rdinar ia marcha que prot ago nizó el pueblo
sant iagueño , mient ras no sot ros realizábamos lo s últ imo s
aprest o s.
Yo lo s inv it é a e llos, u no s minut os ant es de dar
co mienzo a la fu nció n y a Car lo s Scr imin i y su esposa,
uno de nuest ros héroes del S ant iagueñazo, a que no s
to máramo s de las mano s co njunt ament e con lo s act ores
para dar nos fu erza y ánimo, co mo siempr e lo hacemo s
ant es de cad a represent ació n.
T it o Diaz, uno de los más vet eranos del grupo,
pro nu nció u nas sent idas palabras, y ellos, lo s padres de
Pat ricia, nos rat ificaron que no p iensan “aflo jar ” en su
lu cha po r la verdad.

- 250 -
La funció n fue realment e espect acular, muy emot iva,
co mo emo t ivo fue el ho menaje fina l que les hicimo s a
Car lo s y a Olg a y Juan Villalba est os do s pequeños
grandes perso najes, que han co nmocio nado a la sociedad
sant iagueña po r sus esp ír it us inc laud icables.
Reco rdé de nuevo a Scalabr ini Ort iz porque sé y est o y
seguro que so y uno cualquiera y sin emba rgo, como un
t remendo vendava l, me sacude el orgu llo de est ar
abr iendo el cauce de los t iempos venideros..”

Un abr azo.
Raú l Dárgo lt z

- 251 -
CARTA Nº 12

Aut onomía, Santia go del Est er o, vier nes, 23 de octubr e de


2003. *

For mamo s part e de un co njunt o cu yos element os


percib imo s só lo dent ro de límit es est recho s: los de
nu est ro s cinco sent ido s. S i desarro llamo s algu nas
facu lt ad es po dremo s llegar a percibir realidades más
int eresant es que las ped est res. Co mo la d eno minada por
Ju ng “sincronicidad”. O el maravillo so br illar de lo s
hu mano s cuando hacen el amo r.

Un cono húmedo

E l vier nes est uvo lluvio so desde t emprano. Como a las


siet e y media t er miné mi desa yu no; luego de lavar el
p lat o, la t aza, sacudir el mant el, guardar lo , me aso mé en
el vent anal que da al p at io . Ent re el lavadero de casa y
mi hab it ació n hay u na dist ancia co mo de diez met ros;
calcu lé que podr ía salvar la sin mo jar me demasiado y me
larg ué, con grand es t ranco s por sobre el veredón de
p iedra. A bu en reparo , en la p ieza, me puse ent onces a
co nt emp lar desde el u mbral las her mo sas tonalidades

- 252 -
langu idecient es d el cielo. Sobre su fondo se mo vían,
ar mo niosament e, cuat ro o cinco capas de nubes, de
d ifer ent e valo r. El jacarandá ya muy alt o que ha crecido
ju nt o a mi habit ació n present a campanit as de un suave
lila; a su lado, cast añuelas, nor malment e en par ejas.
Obser vaba la mar avillo sa co mbinació n de capas y
mat ices, el limo nero de un verd e br illoso, las dos
enredaderas que cubren la pared - flores blancas y ro jas,
en cier nes- la hu med ad en filament os cr ist alino s
fo r mando vo lut as al aire, cuando advert í algo co mo una
pequeña nu be en medio de lo s ár bo les, que se elevaba
hast a esfu mar se por comp let o . Al obser var la co n at enció n
vi qu e fo r maba u n embudo , con su pico hacia abajo, en el
cual se mo vían ciert o t ipo de part ículas t ransparent es.
¡I nsect os!... Unas especies de mar iposillas, de largas
alas, vo laban ent re la llo vizna elevándose en t irabuzó n.
Est e se hacía más amplio a med ida que t omaba alt ura,
hast a diso lverse en el o scuro cielo, ant es de alcanzar la
co pa del jacarandá. S ig uiendo la dir ecció n de la nut r id a
co lu mna, co mpro bé que se o r ig inaba en el suelo, desde
un agu jero recién abiert o so bre la t ierra mojada. Me
acerqu é y vi u na sit uació n que me pareció ext raordinar ia:
había o curr ido una especie de est allido, al parecer, pues
lo s bo rdes del agujero est aban desmoro nados, como si
hu b iese sido provocado por una fort ísima presió n
vin iendo de lo subt erráneo . Por él emergían millar es de
bich it os, apret ujándo se, pugnando para abandonar el
hu eco , t an compact o s en su amo nt onamiento que daban la
impresió n de un grueso cho rro de miel quemada, ant es de

- 253 -
surg ir po r co mp let o y po nerse a vo lar. Cada bichit o
p isaba la boca del agujero, caminaba unos po co s paso s,
sacu d ía las alit as co mo para est ir ar las y se ponía a vo lar,
sigu iendo la co lumna en t irabuzón que ordenadament e
t erminaba abr iéndose en t odas direccio nes a su fina l.
¡Ho r mig as!, pensé. Me cost ó creer lo. Est aba co menzando
a llo ver co n go t erones más gruesos. Me acerqué aún más
para co mprobar si eran hor migas: no lo parecían; más
bien luciér nagas, en su co nfor mació n fís ica, como un
cucuruch it o rosáceo, dot ado de un par de alas semejant es
a las de las libélu las, en proporción. Pensé en
in mo v ilizar una para mirar la a mis anchas, pero me
co nt uve. Segur ament e si int ent aba t omar la dañar ía su
cuerpecillo de u n modo irremediable. E llas no medían
más de u n par de milímet ro s, su cuerpo daba la impr esió n
de ser mu y blando. Ahora llo vía bast ant e fuert e. Pero las
ho r mig as co nt inu aban saliendo y for mando su cono,
ina lt erable, hacia el c ielo . ¿Adó nde ir ían? Pronto perdía
uno de v ist a a las qu e llegaban a lo más ancho del
abanico , y desde allí ro mp ían for mació n hacia la
t angent e, cualqu ier a que fuese (para nu est ra percepció n).
Me d ije qu e est os got ero nes que caían debían de result ar
abru mado res para lo s anima lit os, en caso de encont rarse
algu no d irect ament e con ello s. E fect ivame nt e, por
pr imer a vez co mencé a ver la caíd a de algunas pocas
ho r mig as. Quedaban at ont adas, mu y cerca de su agujero;
una que o bser vé, parecía bo rracha, por mo ment o s se
d ir ig ía hacia su hor miguero, co mo si fuese a int roducirse
ot ra vez en él, mas enseguida cambiaba de rumbo,

- 254 -
regresando a la deso r ient ació n. Unas cuat ro o cinco
quedaro n así, so bre las lajas, muy mo jadas. Me apart é de
ellas por un rat o, ent rando en mi habit ació n. Cuando
regresé, co mo a la ho ra, no había ning una. Ya no llo vía,
el suelo había absorbido la hu medad, poniéndose oscuro.
E l ho r miguero no ex ist ía -al meno s hacia el ext er ior-, la
febr il act ividad de los animalit os había cesado por
co mp let o, no pude enco nt rar ninguno, ni siqu iera en las
ho jas d e los ár bo les. Tampoco hallé alguno muert o. “Sus
alas se deben haber secado , y luego han id o volando a... a
do nde t uvier an que ir”, pensé, con opt imis mo .

Una “insectidad”

Mient ras est uve mirando a las hor migas se me o curr ió


algo sing ular. Me pareció que ellas for maban una
co mu nidad grand ís ima, organizada, con sus lenguajes,
sus le yes, sus propósit os, su sist ema po lít ico, su
t radició n cult ural. ¿Por qué no habr ía de ser así? ¿Qué
no s aut o riza a creer qu e est os seres no dispongan de
sist emas ideo ló gicos, de ciert as sensacio nes equivalent es
a lo que en los humano s deno mina mo s “sent imient o s”, de
ciert as vivencias ho mo lo gab les a lo que en humano s
mencio namos co mo “int eligencia”?

Cuando mis hijas eran chiq uit as y d escubr ían algún


insect o en el campo, al p ercib ir en su act it ud algún signo
amenazador, las ad vert ía: “¡No vayan a hacer le daño!”...
Ant e su s o jazos int errogant es, repet ía:

- 255 -
“¿Qué les par ece si a ust edes las p isot ea o agarra
brut alment e algún gigant e?... I mag inen si anduvier a un
g ig ant e, paseando por la T ierra, y de repent e las
enco nt rara en su camino ... ¿les gust ar ía que las levant ase
bru sca ment e ent re sus garras, o las ap last ara con un pie?”
“¿Co mo King Kong?”, pregunt aba la Lupit a (las había
llevado al cine, a ver la pelícu la King Ko ng, fue para
ellas u na exper iencia ext raordinar ia, desde ent onces el
go rila pasó a ser, en su imaginer ía, parad ig ma de
g ig ant e).
De verdad cre ía en est o (mejor d icho era, es, co mo una
vaga int u ic ió n). Que la T ierra y lo s planet as, con t odo lo
demás que percibimos en la p art e del Universo a nuest ro
alcance, so n po rcio nes de cuerpos g igant escos, t an
in menso s que no s result a imposible ver los. Por lo demás,
só lo una presunt uosidad est úp id a puede convencer no s de
que para ser cons ideradas int eligent es las fo r mas de vida
deben present ar caract eres hu mano ides. Recuerdo no sin
so nreír el argument o que expuso un dir ect or del diar io
do nde t rabajé algu na vez par a “demo st rar” la inexist encia
de ext rat errest res. El ho mbre -do ct or en Filo so fía y
Derecho - afir maba ( más o meno s) en ciert o párrafo de su
ext enso art ículo : “... la prueba más co nt undent e de que
lo s marcianos no pueden exist ir ( llamaba “marcianos” a
lo s ext rat errest res), la prueba abso lut a de la inexist encia
de est os eng endros, es su fealdad... Porque Dios no pudo
haber jamás haber creado algo t an feo .” ¿Có mo sabía él
que lo s “mar ciano s” eran feos? No lo aclaraba. ¿S e
gu iaba de lo represent ado en las pelícu las quizás? ¿Se

- 256 -
est aba refir iendo, po r ejemplo, a represent acio nes co mo
el ET ? ¿O t al vez habr ía qu edado impr esionado po r una
especie de p aro dia cine mat ográfica de La Guerra de las
Galaxias, cuyo no mbr e exact o no recuerdo, prot agonizad a
po r Jack Nicho lso n, que present aba unos ext rat errest res
ho rr ibles y mu y agresivo s?...
S in embargo , a imaginacio nes menos limit adas les fue
dado supo ner exist encias co mo ést as:
“... A la t arde, cuando el mar fósil yacía inmó vil y
t ibio , y las viñas se ergu ían t iesament e en los pat ios, y en
el d ist ant e y r eco gido pueblit o marciano nadie salía a la
calle, se po día ver al señor K en su cuart o, que leía un
libro de met al con jero glífico s en relieve, sobre lo s que
pasaba su avement e las mano s co mo quien to ca el arpa. Y
del libro , al co nt act o con los dedos, surgía un cant o, una
vo z ant igua y suave que hablaba del t iempo en que el mar
bañaba las co st as con vapores rojos [...]
“E l seño r K y su mujer vivían desde hacía ya veint e
año s a o rillas del mar muert o, en la mis ma casa en que
habían vivido sus ant epasados, y qu e gir aba y seguía el
curso del so l, co mo una flor, desd e hacía diez sig los.
“E l seño r K y su mujer no eran vie jo s. Tenían la t ez
clara, u n poco parda, de casi t odo s los marcianos; los
o jo s amar illos y rasgados, las voces suaves y musicales.
“E n ot ro t iempo habían pint ado cuadros co n fuego
qu ímico , habían nadado en los canales, cu ando corría por
ellos el lico r verde de las viñas y habían hablado hast a el
amanecer, bajo los azules ret ratos fosforescent es, en la

- 257 -
sala d e conver sacio nes.” (Ray Bradbur y. Crónicas
Marcianas, 1955.)

En el monte

E l do mingo salí a ca minar en direcció n al mo nt e. Eran


co mo las nueve de la mañana. Co mo había llo vido
durant e el vier nes y algo del sábado , la t ierra est aba
hú meda po r to das part es, la veget ació n limpia. E l so l era
relat ivament e suave y se o cu lt aba de a rat os ent re las
nu bes mo rosas. La t emperat ura resu lt aba muy agradable,
au xiliad a po r una delicadís ima br isa. To mé la rut a que va
a Cat amarca. Allí, a uno s dos kiló met ros, hay u n sit io
que perso nas para mí desconocidas han ded icado al
Gauchit o Gil. Una especie de sant uar io. Me sorprendí al
ver lo s progresos que había exper iment ado en los últ imo s
t ie mpos. Lo que era un rúst ico quincho apenas prot egido
co n alambres herrumbrado s, y una casillit a bajo de un
árbo l, ahora t iene u na fla mant e const rucció n, muy
pro lija, ins inu ándose co mo un t emplet e de ho menaje al...
¿sant o ? No sé có mo llamar lo . Vagament e sé del Gauchit o
Gil qu e era un ho mbre “bueno ”, fís icament e agraciado,
que t uvo algún t ipo de desdicha... ¡ay, no prest é mucha
at enció n a la hist o ria cuando me la co nt aron! ¡No sé si su
mu jer le met ió lo s cuer no s, si lo t raicio naron cuando iba
en busca del sust ent o asesinándo lo por la espa lda o si
mur ió en u n accident e! Lo ciert o es que lo convirt ieron
en íco no de devo ción po pular. (2) Me sorprend í más aún
al est irar para ver la una bandera, nueva, sunt uo sa, de

- 258 -
co lo r rojo -como to dos los o bjet os relacio nados co n Gil-
que co lgaba de un mást il. “UNSE - Clu b Ciclist a de la
Universid ad Nacio nal de Sant iago del Est ero - Gracias
Gauchit o Gil”, habían hecho est ampar co n let ras do radas
lo s o fr endant es. ¿S er ían est ud iant es? ¿O pro fesores? ¿O
ambo s, co mo en el Consejo Acad émico ? Obvia ment e no
est aban in flu idos po r el mat er ialismo cient ífico.
Inspeccio né todo met icu losament e, mient ras reflexio naba
acerca del o r igen de lo s cu lt o s, recordando aquella
hist or ia de l g uerrero que cust o diaba de por vida un
mo nt ículo de piedras dedicado a ciert a dio sa ger mán ica,
co n que co mienza Frazer su clásico t rat ado “La Rama
Dorada”. También recordé que la ú nica fo r ma de ganar el
“pr iv ileg io ” de d icha cust o dia, ent re aquello s habit ant es
de lo s Alp es Su izo s, era co mbat ir a muert e con el
guerrero -eleg ido desde su más t ier na in fancia para dicho
pro pó sit o -, luego de cu ya derrot a (y fallecimient o) el
desafiant e po día recién ocupar se de cust odiar las piedr as,
aliment ado po r todo el pueblo.

Un crimen ali menta rio

Sat isfecho co n mi inspecció n, t omé por el caminit o que


se ins inuaba con ca lidez a u n cost ado del sant uar io. Mi
pro pó sit o era evit ar las alt as t orres de elect ricidad a las
que esa senda llevaba, int er nándo me en el mont e p leno
apenas hallase u na “p icada” co n aspect o confiable. Por
de pro nt o, ya est aba cesando -gracias al dist anciamient o-
el ner vio so ru mor de la ciudad ; de vez en cuando pasaba

- 259 -
algú n aut o mó vil de ida o vuelt a por la ruta, a unos
cincuent a met ro s de allí, se po dían escuchar con mayor
nit idez lo s cant os de los pájaro s, los nume rosos zumbido s
de lo s insect os. Caminé, pues, t ranquilament e por esa
franja, bo rdeada a sus lados con ramaje seco, señal de
que po r allí habían p asado personas cort ando arbust os
para t ransfo r mar los en leña. Pront o me t opé con un
remo lino de bicho s vo lado res, co mponiendo un cono
semejant e al d escu biert o en casa, só lo que est a vez ¡er an
ho r mig as muy grandes! ¡Co mo la mit ad de mi dedo
meñ ique, só lo en sus cuerpos!, marrones oscuras, casi
negras, co n a las seme jant es a las del alg uacil. Ot ra vez
me pu se a mirar las hor migas. Est a vez era más fácil,
pues hab ía so l, además de ser las present es al meno s diez
veces mayo res en t amaño a las de mi casa. Quién sabe
adó nde ir ían. Tamb ién las act uales creaban una especie
de tolva, que a d iferencia de ést as se reso lvía en
ascendencia, pero cuando se enanchaba hacia el cielo
d ispo nían las hor migas abandonar la mult it ud,
emprend iendo un camino mist er ioso para mi ent ender,
pues t ampo co parecen imp ulsadas, todas, hacia un mis mo
lug ar. E l silencio me per mit ió percib ir cierto zumbido y
al segu ir lo encont ré, en el suelo , a una gigant esca
ho r mig a que se había caído. Pugnaba por salir de una
especie de t rampa, for mada de mo do accid ent al con
rest o s de ramit as secas, amo nt o nándose en parvas,
delgad as, pero cuyos hilo s habían urdido un t echo,
in menso proporcionalment e, apresando al animalit o , que
una y o t ra vez ca ía, al no acert ar con un espac io

- 260 -
su ficient e en el ent ramado , chocando con las ramit as,
vio lent ament e, y derrumbándose al parecer más
debilit ado cada vez. Me sent é en cuclillas allí, a un
co st ado , só lo co n el ánimo de obser var. Ent onces percibí
un mo vimient o sig ilo so, rap id ísimo, ent re las ramas; algo
co mo un refucilo dorado, que se insinu aba y desap arecía
sin el menor so nido. ¡Una araña! ¡Acechaba a su presa!
Inmó vil co nt emplé lo s acercamient os de la araña. Lu ego
de t res o cuat ro ágiles salt o s, se sit uaba un poco más
cerca de su fut ura víct ima pero se det enía, vigilándo la
co n o jo s que recordaban a lo s de John Fo rd, sin qu e ella
siqu ier a sospechase la o mino sa presencia. La pobre
ho r mig a, absort a en su desvent ura, parecía relamerse
her idas, apo yando el hocico for mado con pinzas, o ra
so bre su pecho, o ra so bre un cost ado, sin int ent ar vo lar
ot ra vez, só lo desplazándo se t orpement e en círculos por
so bre el barro, pugnando con la enr edada t rama de
ramit as secas, en las que t ropezaban su s fr ágiles pat as y
perd ía p ie, sin per mit ir le asent arse un po co siquiera
co mo para descansar. Los segundos que t ranscurr ían
ent re lo s paulat ino s acercamient os de la araña me
resu lt aro n angust io sos. Pero el met álico anima l ( est a vez
me recordó al Mar iscal Mo nt go mer y acechando a
Ro mmel) no parecía impacient arse en lo más mínimo.
Venía segura, imp lacable, hacia el himenó pt ero,
descansando de a rat os en las umbrosidades del fino
ramaje, co mo un t anque israelí podr ía hacer lo al dir ig ir se
a at acar un objet ivo palest ino. Y con la mis ma impavidez
que o to rga la super io r idad de recur sos. De repent e la

- 261 -
araña salt ó sobre la hor miga marró n y la inmo v ilizó,
clavándo le su aguijó n en la nuca. La hor miga se ret o rció
de do lo r, pero no int ent ó el menor mo vimi ent o para
resist ir. Co n crueldad pro fesio nal la araña siguió
per fo rando a la ho r miga en su cer v iz, hast a que el pobre
animalit o dejó de pat alear. Lu ego la arrast ró, llevándo la
hacia el int er io r de los yu yo s, hast a que no los v i más.
Me levant é perp lejo y depr imido. ¡Podr ía haber sa lvado a
la ho r mig a! De hecho había act uado así en ot ras
o po rt unidades, ¿por qué no ahora? Me había dejado
llevar por el “espír it u cient ífico”. Un mod o de co mp lacer
al ego ísmo .

Pro nto me int er né en el mo nt e. Debí poner la mayor


at enció n p ara discer nir caminos, pues muchos claro s
suelen ser engañosos; con fr ecuencia nos llevan a quedar
encerrado s ent re t up ido s ár bo les y est án cust odiados po r
to das part es con mat as espino sas (el mo nt e sant iagueño
es muy espino so, const ant ement e uno debe mirar a lo s
co st ado s, pues suele haber p lant as co n esp inas pequeñit as
pero duras, agudas co mo agu jas, de las cuales nos damo s
cuent a a veces so lament e cuando se han clavado en
nu est ra piel o lo que es peo r -co mo me pasó est a vez-
desd e arr iba en el cu ero cabelludo por un error de cálculo
al at ravesar las). E l afán me har ía o lvidar los sent imient o s
suscit ado s por el asesinat o de la araña. A po co de
avanzar o í u n ru ido que co nst it uye para mí desde hace
t ie mpo un impo rt ant e enigma. Es semejant e al de una
t umbado ra con parche bien t emplado. No sé si lo pro voca

- 262 -
un p ájaro u otro animal. Concent rado, como decía, en
hallar camin it os con menor cant idad de espinos, co loqué
al int eresant e sonido en lo subco nscient e. Cuando a la
izqu ierda surgió -co mo suele ocurr ir en el mont e- un
u mbro so hueco y alcancé a ver ciert a so mbra avanzar
unos paso s t ambaleant es, en sent ido co nt rar io al qu e yo
llevaba, y levant ar vuelo... ¡Un pájaro!... ¡Parecía muy
pesado! Apenas alet eó ruidosament e por bajo la pr iet a
ar madura que for maban las cerrad as copas y las lianas.
Me había cost ado alg ún esfu erzo lleg ar hast a ahí, pero
decid í regresar, con el mayor sigilo posible, para
o bser var lo de cerca. Ya había sent ido -como cada vez
que escucho el g ut ural so n- ese ingo ber nable
est remecimient o. Me acerqué en p unt as de p ie, y al llegar
casi ado nde había vist o descender la for ma, vo lvió a hu ir,
est a vez ráp ida ment e, perd iéndose ahora ent re las co pas y
alcanzando un hueco hacia arr iba que le per mit ió acelerar
su vuelo . Era u n pájaro, quizá del t amaño de u na perd iz
en su cu erpo, pero de alas po sib lement e mayores a las de
un g avilán; alas ext rañas, co mo las de un avió n, y una
co la muy larga, rect angu lar, más del doble de su t alle,
to do esto de un co lo r ocre anaranjado, con rayas, o
cuadro s, en la co la, de co lo r marró n o scur o, bruñido.
¡Ay! ¡No pude ver su rost ro!... Tampoco sé si al fin he
descu biert o al enig mát ico animal qu e se expresa co n voz
pro fu nda, ago rera, como si lo hic iera adent ro de un
t ro nco ahuecado, o golpeara dent ro de él con un pa lo
t erminado en po mpón semejant e a los usados para el
bo mbo de orquest a. Me int er né en el mo nt e ot ra vez. Me

- 263 -
engulló la veget ació n. Sent í esa espir it uosa alegr ía que
in fu nde est a t ierra.
Anduve bast ant e. Me det uve var ias veces a obser var
singu lar es p lant as o insect os raros; lo s pájaros huyen, a
veces no s obser van desde prudent e dist ancia. Con
esfuerzo y cu idado para no dañar al ár bo l, bast ant e alt o -
y no dañar me las manos con las espinas-, co rt é para
mo st rar a mi hija Ro cío dos ramit as de una ext raña
p lant a, con ho jas co mo per fect as espadas de gladiador.
Dur ísimas las ho jas, co mo si est uviesen hechas de met al,
y co mo ést e, su mament e br illo sas. Ya no se escuchaba el
ru ido de la ciudad. Sólo un rumor bronco , apenas
percept ib le, referenciaba su exist encia en est e sit io.

Stress. Stress

Llegó la ho ra de lo s libro s. Vit us B. Dröscher


mencio na en su libro Sobreviv ir (1) int eresant es
exper iment o s efect uados con animales. To mar emos
algu no s relacio nados con el st ress. Est e, según el
mencio nado autor, “no es u n específico acompañant e de
la razón humana, sino que act úa en u n amplio campo de
sensac io nes y sent imient os, la angust ia, al que est án
so met idos po r igua l t ant o el ser hu mano como lo s
animales rest ant es”. Co mo buen prag mát ico, desde u nas
pág inas ant es venía propo rcio nando abundant es ejemplo s.
Hemo s seleccio nado cuat ro:
“[...]en cualqu ier mo ment o -sigue Dröscher- es posible
causar la muert e por st ress de u na abeja en un simp le

- 264 -
exper iment o . Lo s do ctores Roy J. Pence, Ro bert D.
Chamber s y Manuel S. Vir ay, ent omó logos de la
Universid ad de Califor nia en Lo s Ángeles ( la famo sa
UCLA), apresaron algunas abejas mient ras se hallaban
libando y las encerraron, por separado, en unas pequ eñas
redes de g asa dent ro de las cuales co locaron diminut o s
recip ient es llenos d e mie l.
“A n inguna de las buscadoras de néct ar se le ocurr ió la
id ea de libar su aliment o favo r it o. Revo lo t earon como
dement es en el int er ior de la t upida red, zumbando y
g irando incesant ement e, y al cabo de do s ho ras est aban
mu ert as.”
E l exper iment o de los do ctores (de la famosa UCLA)
me d ejó co mpung ido. ¿Era impr escindib le tort urar a estos
do s maravillosos bichit os para ext raer la conclusió n de
que u n ser vivo so met ido a la desesperación debe
t erminar mur iendo ?... Veamos que dice Dr öscher:
“Pro fu ndas invest igacio nes han probado que el
encierro causa u na invasió n de hor mo nas del st ress en la
co rrient e sangu ínea de las abejas que, a su vez, provo ca
en el insect o un at aque de pánico y una ex t rema
no st alg ia, un deseo irresist ib le de vo lver al ho gar.” Ah,
era necesar io , ent onces. Disient o con ello. Pero luego
hablaremo s de eso , si o s int eresa.
Lo s no rt eamer icano s hiciero n escuela con sus
“exper iment os” so bre animales: de millo nes, Dröscher
mencio na otros. “I nvest ig adores del hosp it al Mo nt e
S inaí, en Nueva York, sit uaro n a uno s rat ones en un

- 265 -
est ado de at emperado st ress, most rándo les un gat o a
co rt o s periodo s de int er valo.
“Mu y pro nt o los rat ones enfer maron y cogiero n la
lo mbr iz so lit ar ia. E l cont inuado est ado de angust ia les
ro bó to das sus fuer zas defensivas, necesar ias para
enfrent ar se co n las infeccio nes. En u na sit uació n
semejant e, las rat as enfer man de cáncer”.
Ot ra hist o ria:
“[...] en Hagenbeck, el zoológico de Hamburgo , en
1970. En el recint o reser vado a una especie de mo nos de
la I nd ia se produjo un número exces ivo de nacimient os,
co n gran regocijo de los asist ent es habit uales a ese lugar,
co nocido co mo el Mo nkey-Sa loon. Lo s visit ant es del zo o
pud iero n pasar u n lindo rato.
“P ero un buen día el recint o se convirt ió en un
in fier no. Co n d iabó lico gr it er ío aquello s cincuent a
animales que hast a el d ía ant er ior for maro n u na aut ént ica
co mu nidad pacífica, se lanzaro n unos cont ra ot ros
t rat ando de darse muert e a mord iscos.
“«Co menzaro n a luchar ent re sí - infor ma Günt er
Niemeyer, escr it or espec ializado en vida anima l-. No se
libraro n ni las hembr as ni las cr ías. E l gr it erío result aba
enso rdecedo r, el pelo vo laba por los aires y la sangre
bro t aba de las her idas producidas por los mordiscos y de
las orejas arrancadas».
“[...] La superpo blació n -concluye Drö scher-, como
vemo s, puede dar lugar a un st ress social que t er mina en
vio lencia y asesinat o”.

- 266 -
Aú n t o maremo s un últ imo eje mp lo de est e libro: “E l
pro feso r Diet r ich v. Ho lst , de la Univer sidad de Mu nich,
ha realizado una ser ie de sorprendent es exper iment os con
las t upayas.
“S e t rat a de anima lit os que t ienen ciert o parecido con
nu est ras ard illas co munes, pero que son ant epasado s
pr imit ivo s de lo s prosimio s y, po r lo t ant o, del ho mbre.
Pert enecen a la familia d e lo s pr imat es. [...] cuando se
hallan so met idos al st ress [...] se produce en ellos una
erecció n d el pelo , so bre t o do del de la co la, que, por lo
general, se encuent ra liso y pegado a ella, pero que en
caso s de fuert e presió n emo cio nal se er iza y da al rabo un
aspect o de limpiabot ellas.
“E st o s mamífero s que viven en el sud est e de Asia, so n
[...] víct imas de una gran t rist eza anímica cuando ven
cerca a u n co ngénere que no pert enece a su propia
familia, est o es, su hembr a o sus cr ías. Surge en ellos
est a man ifest ació n de st ress cuando t ienen ant e su vist a a
un macho de su especie, inc luso si ést e fue ant er io r ment e
vencido po r ellos.
“E n el t iempo co mprendido ent re las seis de la mañana
y las se is de la t arde si una t upaya se ve o bligada a ver
durant e dos horas a un «ma l» enemigo, logra dominar su
st ress de manera razo nable. S in embar go, si la sit u ació n
de st ress se pro longa algún t iempo más, la hembr a se
vu elve caníbal y devora a su s propios hijo s. Esto ocurre
siempre.
“E l fenó meno no se present a de improviso , sino que al
pr incip io sigue amamant ando a sus cr ías co n el car iño de

- 267 -
siempre. Pero cuando la presió n del st ress se hace
demasiado fuert e, salt a de manera imprevist a y devo ra a
sus hijos u no t ras otro. Además, deja de comport arse
co mo hembra y t rat a de aparearse co n otras hembras
co mo si de repent e si hubiera vuelt o macho .”

Los “Maest ros Gigantes”

En la pelícu la La co nfesió n, de Cost a Gavras, el


siempre co rrect o Ives Mont and represent aba a un
co mu nist a caído en desgracia co n el régimen dict atorial
de St alin. Lo habían encerrado en una celda pequeña, alt a
y lisa, ilu minada co nst ant ement e con un reflect o r, lo cual
pro vo caba u na irrealidad mu y pert urbadora, pues imped ía
d iscer nir el t iempo. (3) Ent re muchas t orturas que
pract icaban so bre él, u na co nsist ía en despert ar lo
imprev ist ament e, a cualquier hora, con fuert es alar mas.
Evit aban con ello que el pr isio nero dur miese por más de
po co s minut o s, co n lo cual iban desequ ilibrando su
cerebro , somet ido al st ress per manent e, con el propó sit o
de co nvert ir lo en dó cil arcilla para sus requer imient os.
Los méd icos o bser vaban con fr ío int erés las cond uct as
del pr eso : les ser vía para co mprobar o refut ar algu nas de
sus t eo r ías; en su s ment alidad es, const it u ía un
exper iment o .
Ot ra vez se me ocurre la idea de que pueda haber seres
g ig ant escos exper iment ando con nosot ros. El lunes,
le yendo en el pat io - mag níficament e cubie rto po r una
alfo mbr a de campanillas liláceas que han caído de los

- 268 -
jacarandáes-, sient o a una hor miga bast ant e grande su bir
po r mi p ier na d erecha. Rápid ament e la disuado con un
pap iro t azo, t irándo la lejo s. Debe ser un golpe rap idís imo,
para no dañar al anima lit o, só lo debe impulsar lo lejos
para ind icar le clarament e qu e se est á equivo cando de
camino . Tengo exper ienc ia en est o, pues en cada
pr imavera me ocurre u na y o t ra vez, al sent ar me, en
sho rt, a leer bajo lo s ár bo les. No recuerdo ningu na
ho r mig a que luego de est a disuasió n haya regresado,
empeñándose ot ra vez en su int ent o. Ahora bien, si est o
suced iera, y el animalit o persist iese en el error de t rat ar
de ascend er ( me imag ino que lo s pelo s deben de
represent ar para ella una especie de bosqu e ralo), si u na
y o t ra vez vo lvier a, emp ezando a morder me cada vez que
int ent o expulsar la, quizá só lo me dejar ía el recur so de
eliminar la.
¿No o curr irá algo semejant e co n noso tros? ¿Cuando
per fo ramos mo nt añas con dina mit a, cuando despo jamo s
espacio s anchís imo s de su veget ació n nat ural, cuando
so met emo s a la t ierra a t rat amient os químicos... no
est amos mo lest ando quizá a ser es gigant escos?... ¿No
int ent an d isuad ir no s ellos, qu izá, con lo que no sot ros
percib imo s co mo t emb lo res de t ierra, hur acanes,
to rnado s, t erremo t os?... Finalment e, ant e nu est ra
o bst inació n, por más p acient e que fuese el gran ser a
qu ien ya dañamo s, co n su s int ent os para disuadir nos de
nu est ro error, puede t erminar por aniquila rnos... ¿No
habrá sido algo así el dilu vio ?... ¿No habr á sido algo así

- 269 -
la d esapar ició n de Po mpeya bajo la lava?. .. El Po pol Vuh
cuent a, en t al sent ido , una hist o ria est remecedora:
“[...] fueron t r it urados, fu ero n pulver izado s, en cast igo
de su s rost ros, po rque no habían pensado ant e sus
Madres, ant e sus Padr es, los Espír it us de l Cielo llamados
Maest ro s Gigant es. A causa de est o se o scureció la faz de
la t ierra, comenzó la lluv ia t enebrosa, llu via d e d ía,
llu via de no che. Lo s animales pequeños, lo s animales
grandes, llegaro n: la mad era, la piedra, manifest aro n su s
ro stros. Sus piedras de mo ler ( met ales), sus vajillas de
barro , sus escudillas, sus o llas, sus perros, sus pavos,
to do s hablaro n; t odos, t ant o s cuant os había, manifest aron
sus rost ro s. «Nos hicist eis daño, nos co mist eis; os toca el
t urno ; seréis sacr ificado s», les dijeron sus perros, sus
pavos. Y he aquí ( lo que les d ijero n) sus piedras de
mo ler: «Ten íamo s cot id ianament e que ja de vosot ros;
co t id ianament e, por la noche, al alba, sie mpre:
`Descort eza, descort eza, rasga, rasga´ sobre nuest ras
faces, po r vo sot ros. He aquí, para co menzar, nuest ro
cargo a vuest ra faz. Ahora que habéis cesado de ser
ho mbr es, probaré is nuest ras fuerzas: amasaremos,
mo rd eremo s vuest ra carne», les dijero n sus piedras de
mo ler. Y he aquí q ue [...] sus perros les dijero n: «¿Po r
qué no no s dábais nuest ro aliment o? Desde que éramo s
vist os no s persegu íais, no s echábais fuera: vuest ro
inst rument o para golpear nos est aba list o mient ras
co míais. [...] aho ra sufr iréis lo s hueso s de nuest ra boca
[...].» Y he aquí que a su vez sus o llas, sus vasijas de
barro , les hablaro n: «Daño, do lor, no s hic íst eis,

- 270 -
car bo nizando nu est ras bocas, car bo nizando nuest ras faces
[...]: vo so tros lo su fr iréis a vuest ro t urno , os
quemaremo s» [...]. De ig ual manera las p iedras de l hogar
encend ieron fuert ement e el fuego puest o cerca de sus
cabezas, les hiciero n daño. Empujándose ( lo s ho mbres)
co rriero n, llenos d e desesperació n. Quisie ro n subir a sus
mansio nes, pero cayéndo se, sus mansio nes les hic ieron
caer. Qu isieron sub ir a lo s ár bo les; lo s árbo les lo s
sacu d iero n a lo lejo s. Qu is iero n ent rar a los agujeros,
pero lo s agu jeros despreciaron a sus ro st ros. Tal fue la
ru ina de aquello s ho mbr es [...]; sus bocas, sus rost ro s,
fuero n t odos dest ruidos, aniquilados. Se dice que su
po st erid ad (so n) eso s mo no s que viven act ualment e en las
selvas [...]. (Popol Vuh, Libro del Consejo de los
Ant iguos Quichés. Traducció n de lo s orig inales mayas:
Geo rges Raynaud, Mig uel Angel Ast ur ias, J. M. Go nzález
de Mendo za, en la Escuela d e Alt os Est udio s de Par ís.
Décima ed ició n, Ed it o r ial Lo sada, Buenos Aires, 1985.
Capít u lo 4, páginas 20, 21 y 22.)

Sincronicidad

E l mart es me visit ó un past o r de los Test igo s de


Jeho vá. Es un enó logo maduro , de personalid ad apacible
e int eligencia de singu lar met odicidad. É l me d ejó las
revist as Despert ad y At ala ya, co mo ot ras veces. En la
pr imer a el art ículo pr inc ipal se llama “La co municació n.
Esencia l p ara el ecosist ema mundial.” Trat a
pr incipalment e so bre lo s modo s en que se co munican

- 271 -
ent re sí lo s animales. Ot ra vez me so rprende est a...
co incid encia. E n u n mo ment o cuando discurro durant e
var io s días so bre la vida de lo s anima les, viene un amigo
y me ent rega una revist a apo rt ando just ament e
¡info r mació n so bre los anima les!... Digo me sorprend e
“o t ra vez” pues a lo largo de mi v ida me ha ocurrido
necesit ar infor mació n acerca el át o mo (supo ngamo s) y
que me llegue por correo un CD just ament e so bre “el
desarro llo de la invest igació n nuclear en Ho land a”, por
ejemplo. O abr ir al azar u n libro en alguna librer ía, para
enco nt rar me con un párrafo que co nt est a precisament e lo
que est aba int ent ando co mprender afano sament e quizá
durant e var ias semanas, sin haber logrado llegar a un
resu lt ado .
Bien. La revist a Despert ad -por ot ra part e
bellísima ment e ed it ada, con ilust racio nes a todo color-
d ice: “[...]ant es que llegue el inv ier no en la helada
Ant árt ida, los pingü ino s emper adores realizan el r it ual
del co rt ejo , durant e el cual el macho y la hembra se
lanzan gr it os el uno al ot ro. Y no es un juego, pues la
vid a del fut uro polluelo depende de ello . ¿Por qué?
“Una vez puest o el huevo, la hembra se lo deja al
padre para que lo empo lle en su bo lsa incubado ra
mient ras e lla sale al mar a aliment ar se. Al cabo de unos
sesent a y cinco días regresa t ras haber reco rrido hast a
150 k iló met ros caminando con paso bamboleant e o
deslizándose so bre el vient re por el hielo. Ya es
so rprend ent e que encuent re a su co lonia, pero ¿có mo se
las arreg la p ara reconocer a su pareja y al polluelo ent re

- 272 -
la alg arabía de decenas de miles de pingü inos? Dur ant e
la p arada nup cial, cada u no memor iza t an bien la voz del
ot ro que, t ras meses de sep aració n, co nsiguen
lo calizarse.”
Más adelant e ind ica: “Mucho s anima les envían señales
a lo s demás valiéndose de las ferono mas - po derosas
sust ancias qu e su elen pro ducir se en glándulas especiales-
, sea que las emit an d irect ament e o mezcladas con la
o rina o las heces fecales. [...] las ferono mas [...] Son
co mo un t ablero de anu ncio s químico que ot ros anima les
«leen» co n at enció n. E l libro How Anima ls Co mmu nicat e
ind ica que cada señal o lfat iva «pro bablement e inclu ye
dat o s ad icio nales sobre el resident e, t ales co mo su edad,
sexo , fort aleza y ot ras habilidades, [así como] la fase del
ciclo reproduct ivo en que se encuent ra»“. Est a
o bser vació n cient ífica me exp licó por fin la recurrencia a
revo lcar se en el césped una y ot ra vez de nu est ra perra.
Creo que ya les co nt é que det rás de nuest ra casa hay una
t ranqu ila placit a. Allí, por las mañanas muy t emprano,
salimo s con nuest ra perra a t omar el pr imer aire. Pues
bien, ella o lfat ea concienzu dament e el césped, en
d ifer ent es lugares, que evident ement e no han sido
eleg ido s al azar. Repent inament e, sue le revo lcar se en un
sit io que par ece haber enco nt rado, con manifiest o
rego cijo . Obser vándo la a veces me t rajo a la memor ia
una de las pr imer as enseñanzas de Don Juan a Cast aneda,
cuando lo dejó en el pat io de su casa co n el desafío de
que “encont rara su lugar”. (4)

- 273 -
La cu est ió n es que eso s sit ios donde se revuelca la
Lucero -así se lla ma nuest ra perra- suelen cont ener or ín o
excrement o s de o tros anima les. Est o fast idia mucho a la
familia (una de esas veces, para peor en invier no, me
llevó más de una hora quit ar le, co n agua calient e y un
cep illo de cerda dura, una gruesa capa de mierda seca
que se le había peg ado al secarse, alrededor del cuello y
en part e de la espalda; no la había mo s descubiert o hast a
que aclaró bien y co mprobamos que era de su cuerpo de
do nde provenía aqu el fét ido o lo r difundiéndo se desd e
t emprano ). “La Lu chi” (est e es el apodo de la Lucero),
me d ije, lu ego de leer est e art ículo “det ect a en ese
pred io , quizás, el cód igo feronó mico de algún perrazo
elegant e y v ir il, un verdadero pr íncipe azul, con quien
ensa ya aco plamient os espir it uales a t ravés de sus
revo lt ijo s so bre lo s excre ment os dejados,
deliberad ament e, en ese lugar por el Don Juan”.

Humano s en el mont e

La incur sió n en e l mo nt e del do mingo pasado fue muy


út il pu es cu mplió co n lo s propósit os que me fijar a, est o
es, descubr ir senderos nuevos hacia punt os aún no
exp lo rados y que co municaran, t ambién, con ot ros
lug ares ya visit ados muchas veces ( incluso con mis
hijit as, cu ando eran p equeñas: ahora ya no les int eresa
aco mpañar me ni t ampoco ir al mo nt e, salv o Rocío que
est ud ia Ingenier ía Fo rest al y p art icip a en expedic io nes ya
mu y cient íficas al Chaco o a la Reser va de Copo

- 274 -
o rganizadas por su Facult ad), co mo La Lagunit a, La
Lagu na Grande o El Bosqu ecit o de Tunas. También se
puede salir de allí a rut as nacio nales, co mo la que lleva a
Cat amarca y La Rio ja u ot ra que va hac ia Tucumán,
Salt a, Ju juy... y Bo livia. O emerger de un modo
imprev ist o -co mo me ocurr ió est a vez, pues yo creía que
iba a salir en La Laguna Grande- en una calle muy ancha,
abiert a evid ent ement e co n el ú nico propósit o de albergar
a g ig ant escas t o rres met álicas t er minad as en pu nt a,
so st enedo ras de podero sos t ransfo r mado res y muy
grueso s cables co nduc iendo elect r ic idad. Quer ía eludir
esa franja, precisament e, por lo que me lancé a la
pr imer a sendit a ent re lo s ár bo les que enco nt ré. Pero
pro nt o me hallé en medio de un t upido encierro veget al;
po r o bst inació n co nt inué, aunque no podía vis lumbrar ni
un so lo sit io hacia el cielo donde se separ asen un po co
las co pas d e los ár bo les, y allí fue que se me clavó esa
esp in it a en el cu ero cabe lludo al pasar caminando como
una rana por debajo de ella, lo cua l d emo st ró ser
insu ficient e. Ya habit uado a mo ver me en el mo nt e me
quedé in mó vil apenas sent í el pinchazo, pues de haber
avanzado más la espina iba a abr ir me u na zanja, fina pero
do lo ro sa. Con suma d elicadeza la quit é, me puse “cuerpo
a t ierra” luego y así lo gré pasar. Fue en vano, pues debí
regresar, ant e la seg ur idad ya de que no iba a hacer más
que int er nar me ent re mat as cada vez meno s penet rables.
De mala gana emprendí el camino ancho y ár ido de las
to rres, que lleva hacia la Rut a Nacio nal. No me agradan
ni las t o rres ni la elect r icidad. Ni el suelo pelado,

- 275 -
amar illo , po lvor ient o, que queda cuando las máquinas
to padoras han eliminado el mo nt e. Mis rezongo s
int er io res se diluyeron cuando ot ra vez encont ré una
send it a: est a vez er a más nít ida, demasiado lisa co mo
para ser nat ural, pero t ampoco con la aspereza del
callejó n de la elect r icidad. Ent ré allí; enseguida me di
cuent a que había sido hecha po r los innumerables paso s
hu mano s, incluso se per cib ían en el suelo
ext rao rdinar ia ment e liso algu nas huellas de bic iclet a y de
carro s. Co mo para co nfir már melo escuché un ruido det rás
y no t é que avanzaba u n ho mbre en bic iclet a. Si bien no
mu est ro signo s co mo los pelo s erect os de las t upayas,
hu mano s impr evist o s suelen pro ducir me un moderado
st ress (o d io confesar lo), especialment e cuando quiero
est ar abso lut ament e so lo. Co n ánimo s cordiales me gr it ó:
“¡Amigo ! ¿Qué p asa con las iguanas?”
“¡No pasa nada!”, le gru ñí, e inmed iat ament e, co mo él
puso cara de so rpresa, aclaré “Ando paseando,
so lament e”.
E l t ipo , que llevaba leña en el port aequipaje, no
co nceb ía u na salid a al mo nt e para ot ra cosa que no
t uviese algú n fin ut ilit ar io ... como yo llevaba un palo
bast ant e grand e en la mano... Pero lo hab ía tomado,
seleccio nando cuidadosament e uno delgado y só lido, só lo
para apart ar las espinas.
Me o curr ió algo int eresant e luego de avanzar u n po co
más. Ya iba per fect ament e seguro de que el camino -
bast ant e ancho, por ot ra part e- me llevar ía hast a donde se
va “civ ilizando” el mo nt e, para desembocar luego de un

- 276 -
claro , en las bo nit as casas d e mi barr io, por lo cual mi
ment e se libró de prevencio nes para ent regarse a la mer a
co nt emp lació n y alg ún devaneo liber al.
E mpecé a pensar ent onces, u na y o t ra vez “Qué
her mo so lug ar para hacer me una casit a”, y así, cada vez
que me agrad aba un sit io “Aquí podr ía ser ”, só lo para
hallar ensegu ida un co njunt o de arbo lit o s, cact us
elegant es, enredad eras, ar bust os con t allo s recu biert o s
po r escamas de plat a, “no, no, est e lugar es mejor, aquí
vo y a co nst ruir mi casa, lo más adent ro del mo nt e, de t al
manera que nad ie pu eda lleg ar fácilment e a mo lest ar”.
Así iba, cada vez más ent usiasmado con el pro yect o de
mi casit a -con for ma de media esfera, cual pecho
mat er nal- cuando hallé u na send it a pr imor osa, blanca,
apenas su fic ient e co mo para que ent rase u na persona
delgad a, un hilit o de t ierra blanca que vibo reaba
ág ilment e int ro duciéndose ent re alt ísimos arbo lillos
rest allant es de flores rojas. Conversando conmigo mismo,
ya en vo z alt a, d ije:
-¡Est a va a ser la ent rada hacia mi casa! -y me lancé
co n det er minació n en el desvío . Avancé con rapidez unos
veint e met ros, embr iagado de suave alegr ía, imag inando
el sencillo po rt al de mi casa, cuando de improviso me
to pé co n una pareja. ¡E l ho mbre lanzó una exclamació n
de su st o y abr ió los brazos, que hast a el moment o
envo lvían a la chica! Per cibí el descender co mo un t elón
de la remera so bre el t o rso de la muchacha, a quien ni
siqu ier a alcancé a dist inguir clar ament e, ya que est aban
en u n sect or o scuro de la veget ació n, apo yados sobre

- 277 -
algo que me d io la impresió n d e ser pared de una casilla -
pero debe de haber sido só lo un t ronco mu y grueso,
quemado. El ho mbre me miró con t erro r (claro, yo
llevaba u n p alo en la mano, debo de haber present ado un
aspect o fiero , luego de haber andado durant e más de dos
ho ras al so l, arrast rándo me a veces y recogiendo
esp in it as y cad illo s sobr e mi camisa). Inst ant áneament e
co mprend í la sit uació n y me apart é sin decir nada,
vo lv iendo a la “rut a nor mal”. Al pasar por una
perspect iva qu e me per mit ió visualizar lo s fugazment e,
ad vert í que el jo ven había dejado a u n cost ado a la chica,
que per manecía inmó vil y en so mbr as, y él se había
puest o de bruces cont ra un ár bo l, co mo qu ien no puede
salir de u na gran impr esió n.
No pude explicar me est e sust o del muchacho, por más
que mi asp ect o pueda haber sido fiero . Esa mis ma t arde,
vis it ando a mi amigo Mar io Cardozo (uno de los
mie mbro s de est a list a) le narré lo sucedido.
-And á a saber a qu ién est aba “marcando” el t ipo - me
d ijo, ac larándo me quizá la cuest ión. No se me había
o currido que t al vez sorprend iera a u na pareja
co nsid erad a ilegal.

Luciérnaga s

La ecó lo ga Susan Tweit sost iene en un artículo


repro ducido po r “Despert ad” que las luciérnag as manejan
ciert o s có digo s co municacio nales semejant es a nuest ro
“mo rse”. Sólo que ellas lo efect úan con lu ces. “E l

- 278 -
vo cabu lar io lu mino so de est os coleópt eros va desde la
simple alert a hast a un co mp lejo s ist ema de lla madas y
respuest as ent re el pr et endient e y la cort ejada. E l co lor
de la lu z var ía ent re verde, amar illo y nar anja. Dado que
las hembr as no suelen vo lar, la mayo r ía de lo s
resp lando res que vemo s procede de lo s machos. Cada una
de las 1.900 especies de luciér nagas ( llamadas t ambién
gusanos de luz) poseen su pro pia paut a de cent elleo .”
En u n recu adro , t it u lado “La fr ía luz de las
lu ciér nag as”, “Despert ad” in for ma: “Las lámparas
incand escent es pierd en alrededo r del 90 % de la energía
en fo r ma d e co lor. Sin embargo, las luciér nagas emit en
una luz -pro ducto de co mp lejas reaccio nes químicas- que
apro vecha ent re el 90 y el 98 % de la energ ía, de mo do
que no se desperdicia casi nada en fo r ma de co lor, razón
po r la qu e se la deno mina luz fr ía. Las reaccio nes
qu ímicas que se ut ilizan para ello t ienen lugar en unas
célu las espec iales designadas fotocit os, lo s cuales se
encienden o se apagan gracias a ciert os nervio s.”
Est a manera d e co mu nicarse para hacer el amor
recuerda a u n her mo so cuent o que publicamo s hace poco
en Qu ipu ( ht t p://ed it orial-quip u.galeo n.com), y cr eo
habérselo s enviado t ambién a ust edes. Po r si no lo
hu b iera hecho , lo reproduzco aquí:

En Orgo nó n, p lanet a de cinco lunas de la co nst elac ió n


de Acuar io, pudimo s gozar de uno de los espect áculo s
más her mo so s de t odo nuest ro viaje: cuando hacen el
amo r, lo s habit ant es de Orgonón se iluminan.

- 279 -
No se t rat a de una lu mino sidad repent ina y fugaz, sino
que va naciendo de a poco , apenas el macho se encuent ra
co n la hembra. Pr imero se ilu minan lo s o jo s y, en
segu id a, el rest o del cuerpo empieza a cambiar d e co lo r
en fo r ma radia l a part ir del sexo , co mo una got a de t int a
en u n papel secant e. Cuando se abrazan, se inic ia un
t enue chisporrot eo por toda la piel. Leve, cadencio so,
co n u n r it mo preciso y cas i musical. A me dida que se
hace más int enso el ro ce de las p ie les, los cuerpos se
parecen cada vez más a do s lampar it as eléct ricas o a do s
lu ciér nag as. Lent ament e el chisporrot eo deja lugar a una
lu minosidad co nt inua y d ifusa que llega a su máximo
esp lendo r en la culminació n del act o.
Es mar avillo so, por las no ches, ver las vent anas de las
casas, las calles y lo s parques iluminados por el amor.
En Orgo nó n, desgraciadament e, sus hab it ant es no
pueden apreciar est os espect áculo s, pues ello s so n ciegos
a lo s co lo res sit uado s por debajo del ult ravio let a. En est e
sent ido - y só lo en est e sent ido- los orgónicos son
parecido s a noso t ro s, los t erráqueo s, que tampo co somos
capaces de go zar de los esp lénd idos tornaso lados
in frarro jo s de nuest ro s cuerpos amándose.

(Jo sé Lu is D´Amat o , “La luz”. San Marco s S ierra,


Có rdo ba, Argent ina, 1997)

Tengo deseo s de seg uir escr ibiendo, pero not o que est a
Cart a se ha puest o bast ant e larga. Por ello , para no

- 280 -
ago biar a mis a migo s, me despido en est e mis mo inst ant e,
hast a la próxima oport unidad.

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, lunes, 26 de o ct ubre
de 2003.

(1) Vitus B. Dr ös cher . Sobr evivir . La gr an lección del


r eino anima l. T r aducción de J oaqu ín Adsuar Or tega. Edit or ia l
Suda mer ica na/Pla neta. Bu enos Air es, 1983.
(2) Otr o f enó meno de “s incr onicida d”: anoche me acer qu é
a mi p or tafolios par a sacar algo y encontr é a su lado u n
ejemp lar de u n p er iódico quincena l edita do por la izqu ier da
democr át ica ar gent ina, de algu nos mes es atr ás. No lo había
leído, ni siqu ier a r ecor daba hab er lo hojea do, qu izá por hab er
llega do ju nt o con otr as publicaciones qu e me int er esar on más
en su mo ment o. Es una r evista útil; la hojeo y me encu entr o
en sus pá ginas centr ales, siempr e con gr andes fot os a color ...
¡u n inf or me esp ecial s obr e la celebr ación del Gauchit o G il en
Lomas de Za mor a!... D e allí extr aigo, pu es :
“Ant onio G il er a un hombr e de pu eblo, hu mil de y honr ado,
qu e vivió en C or r ient es, a media dos del s iglo XIX. [...]
decide escapar a la leva f or zosa. Vive como “gaucho matr er o”
y des er t or hasta qu e lo apr esa n, y u no de los guar dias
encar ga dos de llevar lo hasta la capital lo mat a” As í hab ía

- 281 -
sido la hist or ia. ¿Por qu é lo tr ansf or mar on en santo p opu lar ?
Aqu í está : “[...] el ases ino, qu e t enía u n hijo mu y enf er mo, s e
arr ep ient e de su cr imen, p ide p er dón al gauchit o y pr omet e
llevar una cr uz al lu gar de su mu er t e. As í lo hace y al
r egr esar a su casa, descubr e el mila gr o: su hijo s e había
r ecup er ado. Allí, donde fu e as es inado, s e er ige hoy el altar
pr incipal del Gauchit o G il, p er o ha y cient os de ellos por todo
el pa ís.” (Sof ía Fuhr ma n, “El gauchit o de los mila gr os ”,
r evista “Acción”, Año 37, Nº 884, segu nda quincena de ju nio
de 200 3.)
(3) Vi la p elícu la a los 21 años; esta celda me hor r or izó,
me par eció incr eíb le qu e hu bier a gent e ta n p er ver sa como
par a encer r ar a otr os en cub ícu los como ést e. Tamb ién s ent í
un es calofr ío de s ólo p ensar qu e u n hu ma no debier a
sobr evivir dur ant e mu chos días allí. Ni s e me pasó por la
cab eza la supos ición de qu e algu na vez me ver ía somet ido a
una situación s emeja nt e, como ocur r ió cuando deb í ocupar
cier ta celda de castigo en la cár cel de Sier r a Chica,
constr uida en el siglo X IX.
(4) “Seña ló qu e yo estaba mu y cansa do s enta do en el
su elo, y qu e lo adecua do er a hallar un «s it io» en el su elo
donde pu dier a sentar me s in fatiga. [...]
“Don Juan [...] r ecalcó qu e u n sit io s ignif ica ba un lu gar
donde u no podía s ent ir s e f eliz y f u er t e de ma ner a natur al.”
(Car los Castaneda. Las ens eña nzas de D on Ju an. Fondo de
Cultur a Económica, M éx ico, 1979.)

- 282 -
CARTA Nº 13

Aut onomía, Santia go del Est er o, sábado 19 de s ept iembr e de


2004.

Quer idas amigas y amigos:

Juan Cast iglio ne me ha enviado ciert o art ículo. Lleva


co mo t ít u lo “E l Hecho y su cont ext o”, con una vo lant a
abajo : “La est afa de E l Có digo Da Vinci: un best -seller
ment iro so”. Est á fir mado por Pedro J. Ginés Rodr íguez,
presu mib le ment e pu blicado po r algún per ió dico en
España, sin esp ecificar.
E l envío no es ar bit rar io. Sucede que Juan concurr ió a
la d isert ació n de u n p anel, en el cu al se reflexio nó sobre
part e de mi o bra lit erar ia. E n ese cont ext o, Amalia
Beat r iz Do mínguez d ijo , apro ximadament e, que la no vela
Berto zzi, publicada en It alia hacia 1996, se sost enía
so bre u n presupuest o id eo lógico semejant e al de El
Código Da Vinci. Con generosa so lidar id ad, se quejó
t amb ién de que pese a ello mi nove la per manece en el
ano nimat o, mient ras que la de Dan Bro wn se ha
co nvert ido en un libro vend ido por cient os de miles.
To do esto hubiese quedado allí si Juan no mandaba el
art ículo mencio nado , donde se analiza de un modo
agudament e adverso el cont en ido del best seller. Ju an me
hizo saber t ambién q ue no compart ía los co ncept os
so st enido s po r el aut or del art ículo . Las razones por las

- 283 -
que me lo remit ía –dijo -, es pues lo co nsideraba
“est imu lant e” y po rque est aba t eniendo una
ext rao rdinar ia difusió n.
Ama lia me hab ía enviado - mucho ant es- por e-mail,
una versió n dig it al de El Códi go Da Vin ci . Mot ivado por
las cr ít icas que se le hacían, decidí otorgar le un espacio
co t id iano y t er miné de leer la no vela de Dan Brown la
semana pasada.
Ap art e de alg unos concept o s esencia les, provenient es
de la t rad ició n relig iosa u niver sal - la pública y la o cu lt a-
me p arece que est e best seller difiere de mi novela en su
co ncepció n cent ral, t ant o lit er ar ia co mo religio sa. Así
pues, mient ras Bert ozzi int ent a present ar una obra de art e
do nde se sugier a y per mit a al lect o r la recreació n de
element o s vit a les, El Código... t rabaja co n el mét odo del
“su spense”, sin prest ar la necesar ia at ención a la belleza
de las fo r mas, apelando a todo t ipo de recursos, hart o
pro bados, para precip it ar una lect ura voraz. Y
práct icament e se facilit an t o das las respuest as
impo rt ant es.
Pese a ello - y a ot ros vicio s concept uales y lit er ar ios-
creo que el libro aport a numerosos concep to s
verdader ament e valio sos, para quienes est ud iamo s los
fenó meno s relig io so s co n el ánimo sincero de descubr ir
la verdad. Lo s enu mer aré de un mo do crono lógica ment e
inverso :

1) La leyenda del Sant o Grial alud e simbó licament e a


la sag a de una no t able progenie Euro pea, los

- 284 -
mero ving io s, cuyo s int egrant es ser ían descend ient es
d irect o s de Jesús.
2) Po r lo t ant o Jesús habr ía sido casado. Su esposa
habr ía sido Mar ía Magd alena, quien luego de la
crucifixió n de su mar ido , habr ía sido trasladada a Europa
po r los apóst o les, más precisament e a la Galia, desde
do nde pro lo ng ar ía la descendencia sagrada.
3) Jesú s no habr ía sido “el Hijo de Dio s”, sino un
pro fet a del “verd adero cult o sagrado”, en cu yo cent ro
reinaba u na deidad femen ina. E n est e cred o, Mar ía
Magd alena act uaba co mo Suma Sacerdot isa.
Co ns idero sumament e int eresant es est os supuest os,
po rque resumen concepcio nes barajadas de un mo do
co nfuso durant e sig lo s, a t ravés de múlt ip les vert ient es
religio sas. Que se convirt iero n en esot éricas debido a la
fero z persecució n su scit ada, desde el sect or que
gradualment e fue conso lid ándo se en e l poder de la
Ig lesia Cat ólica. E l mér it o de est e resu men t ampoco es de
Bro wn, co mo descu br ir ía d espués, t ambién gracias a la
ayuda de Ama lia Beat r iz Do mínguez, co n quien no s une
además de mú lt ip les afin idades espir it uale s la búsqueda
sincera de la verdad, desd e muchos años at rás. Junt os
descu br imo s, hace apenas unos días, El Enigma Sagrado,
libro publicado en españo l hacia 1985. Bajo una idea de
Henr y Linco ln, guio nist a de la BBC, Richard Leigh,
no velist a, y Michael Baigent , licenciado en psico log ía,
to do s expert os en t emas relacio nado s co n el Gr ia l, se
co nst ru yó est e libro que ro za las 500 pág inas. En él se
desarro lla, so bre bases document adas cuidadosament e, la

- 285 -
hist or ia qu e en sus concept os básicos d ifundir á luego la
ho y mu y le ída El Código Da Vinci. Hast a el no mbr e de su
perso naje pr incipal, Sau nière, el cur ador jefe del Museo
del Lo uvr e y Gr an Maest re de una orden secret a, la que
cust o d ia el Sant o Grial, es el mismo de u n perso naje r eal,
Franco is- Bérenger Saunièr e, cura de fines del XIX, quien
efect úa un mist er io so hallazgo en su parroquia, ubicada
en u na bella zona mo nt año sa habit ada ot rora por cát aros
y t emp lar io s. Esto no quit a mér it o, segú n mi modest o
ent end er, a El Código Da Vinci, pues resume de un mo do
esqu emát ico y medu lar lo s co ncept o s largament e
desmenuzados y so st enidos con abundant es cit as, mapas
y fot o grafías en El enigma sagrado. La ráp ida
d ig est ib ilidad de la novela p er mit e, parecidament e a los
bu enos v ideo s de Car l Sagan, acceder a un conocimient o
que de o t ro mo do po dría quedar algo desdibujado, en un
libro t an ext enso y minucio so co mo el ant er ior.
Pues bien, en est a Cart a a las amigas y amigos que
int egran est a congregació n espo nt ánea, propongo dividir
nu est ro anális is en do s part es: pr imero, los argument os
esenciales de la no vela - y po r end e, de su sost én
id eo ló g ico , El enigma sagrado-. Segundo , las
argu ment acio nes del art iculist a Ginés Rod r íguez, que
co nsid ero una reacció n visceral, desde el ext remo
simét r icament e opuest o a la po st ura concept ual
mant enid a po r los aut ores de ambos libro s.
Co mencemo s con el t ema de la su puest a descendencia
de Jesú s.

- 286 -
Rey de Isra el

Segú n las líneas hist óricas reconst ru idas en base a


do cu ment os –pero principalment e a imaginació n- (1) por
lo s aut ores mencio nados, Mar ía Magdalena, luego de la
mu ert e de Jesús, habr ía sido llevada secret ament e hacia
Euro pa por un select o grupo de apóstoles. Ést a,
co nfo r mada bajo expresas direct ivas de Jesús, habr ía
est ado co nducida por Lázaro y José de Ar imat ea. Su
mis ió n sagrada era preser var a la sacerdot isa, Mar ía
Magd alena, por ento nces embar azada, y su progenie.
Hast a el mo ment o oport uno , en que se su scit aran las
co ndicio nes necesar ias p ara rest ablecer el reino de la
est irpe leg ít ima de la Casa de Israel, que Jesús
represent aba, por sus do s líneas genealóg icas
ascendent es. En t al sent ido, d icen lo s aut ores de E l
enig ma sagrado : “E l evange lio de Mat eo afir ma
exp lícit ament e que Jesú s era de sangre real: un rey
aut ént ico , heredero po r línea dir ect a de Salo mó n y David.
S i est o es verdad, d isfrut ar ía de un derecho legít imo al
t ro no de una Palest ina unida, y p uede inc luso que go zara
del d erecho legít imo. Y la inscr ipció n que se hizo en la
cruz ser ía mu cho más que u na simple bur la sádica, pues
Jesús ser ía de veras el «re y de los judíos». En muchos
sent ido s, su posició n ser ía análoga a la de, pongamos por
caso , el pr íncipe Car los Est uardo en 1745. Y, por ende,
engendr ar ía la opo sició n que engendró exact ament e
debido a est a co nd ició n: la de rey sacerdot e que t al vez
unificar ía a su país y al pueblo jud ío, con lo qu e

- 287 -
represent ar ía una ser ia a menaza t ant o para Herodes co mo
para Ro ma”.
De t al maner a, la ejecució n in famant e de est e pr íncipe
de Israel no habr ía sido, como pret ende la t radic ió n
sinó pt ica, un hecho relig io so inducido por los hebreos,
sino u n act o polít ico , co nsiderado imprescind ib le po r el
I mper io Ro mano , para sost ener su po der ant e el
ad versar io más import ant e que t uviesen durant e t oda su
do minació n. En t al sent ido co nt inúan argu ment ando
Linco ln y su s co mpañero s, para demost rar que exist ía u na
genuina “fa milia real” con legít imo derecho a reclamar la
devo lució n del t ro no de Israel.
“S egú n t o das las crónicas d el Nuevo Test ament o -
d icen Leigh, Linco ln y Baigent -, Jesús era del lina je de
David y, por ende, t ambién mie mbro de la t ribu de Judá.
A o jo s de lo s benjamit as est o le co nvert ir ía, al menos en
ciert o sent ido, en un usurpador. Sin e mbar go, una
o bjeció n de est a índo le habr ía quedado superada de haber
co nt raído Jesús mat r imo nio con una mu jer benja mit a.
“Un mat r imo nio d e est a clase hubier a const it uido una
impo rt ant e alianza d inást ica, u na a lianza cargada de
impo rt ancia po lít ica. No sólo habr ía pro porcio nado a
Israel u n po dero so rey- sacerdo t e, sino que, además,
habr ía cu mp lido la funció n simbó lica de devo lver Israel a
sus pro p iet ar ios or ig inales y legít imos. De est a manera
habr ía ser vido para est imular la un idad y el apo yo del
pueblo , apart e de co nso lidar el der echo al t rono que
pud iera poseer Jesús.

- 288 -
“[...] Jesú s ser ía u n rey-sacerdot e del linaje de David
que po seía u n derecho leg ít imo al t rono. Conso lidar ía su
po sició n mediant e u n mat r imo nio dinást ico
simbó licament e impo rt ant e. Luego est ar ía en co ndicio nes
de u nificar a su p aís, mo vilizar al pueblo t ras él, expulsar
a lo s o presores, depo ner a su mar io net a abyect a y
rest aurar la g lo r ia de la mo narqu ía t al como era bajo
Salo mó n. Un ho mbre así habr ía sido verdaderament e «r ey
de lo s jud ío s».” (2)
Pues bien, en est a línea de razo namient o, la
preser vació n de la est irpe de Jesús ser ía necesar ia par a el
est ablecimient o del “Reino de Dio s” so bre la T ierra,
cuando se present ara o tra oport unidad adecuada ( la
pr imer a habr ía s ido durant e la v ida de Jesús). Est a
segu nda opo rt unidad, según el cr it er io sust ent ado po r
est o s libro s, bien podr ía haber sido el per íodo de las
Cruzad as. Allí, un maduro ejércit o cr ist iano se vuelca de
un mo do irresist ible so bre el Israel h ist órico. ¿Y qu iénes
ser ían el núcleo cent ral de est a gigant esca avent ura, a la
vez en el plano milit ar t ant o como en lo espir it ual? Lo s
Temp lar ios. E n ellos -así co mo en una mist eriosa orden
secret a, aut ora de to dos los t rasamient os polít ico s
fu nd ament ales- se enco nt rar ían jugando papeles claves
lo s descendient es d irect os de Jesús, quienes habr ían
co nst it u ido, desde sus o r ígenes, a la noble est irpe
mero ving ia. Prueba co nt und ent e de t al razo namient o
ser ía la elecció n de Godofredo de Bouillo n - y a su
t emprana muert e la de su her mano, Balduino I-, co mo
reyes de Jeru salén.

- 289 -
De t al maner a, durant e el deslumbrant e aunqu e
precar io reinado europeo sobre Palest ina - 1099-1187-, se
habr ía cu mp lido , pues, una nu eva et apa de est e repet ido
int ent o : co locar t o da la t ierra bajo “un genuino y dir ect o
represent ant e de Dio s”.
Est a aseveració n, su byacent e en lo s escr it os de El
Enigma Sagrado, más direct ament e su ger ida en El
Código Da Vinci result a seduct ora para una ment alidad
ro mánt ica y algo cándida. Co mo lo son las de la gran
ma yo r ía de lo s humanos en el mundo, en est o no se
d ifer encian su st ancialment e las razas. S in embargo
present a u na gig ant esca debilidad concept ual. Es que
to da la document ació n exist ent e - las narracio nes
evang élicas, t ant o de lo s evangelio s canó nico s co mo la
de lo s desest imados por el cat olicis mo- dest aca de un
mo do indudable que Jesús jamás pred icó un reino d e est e
mu ndo . Por el cont rar io, se ident ifica a las cuest io nes
po lít icas, econó micas o so ciales, co mo accesor ios a la
verdader a mis ió n de lo s humanos so bre la T ierra:
per feccio narse para la vid a sup er ior, est o es, espir it ual,
que po drá vivir se en p lenit ud, ú nicament e, luego de
abando nar nuest ro vehículo t erreno, el cuerpo fís ico. Un
ant icipo de ella puede exper iment arse, ent regándose por
co mp let o a la vida espir it ual, en co mu nidad. ¿Có mo es
est o ? Amando po r igual a t odos, y co mp ar t iendo todas
nu est ras posesio nes co n lo s demás. O sea, un t ipo de
co nvivencia que per fect ament e po dr íamo s llamar
“co mu nis mo ”. Al parecer hast a el siglo III hubo mu chos
grupo s de seguido res de Cr ist o que llevar on a la práct ica

- 290 -
de u n mo do eficaz t ales precept o s, part icular ment e en
Eg ipt o y Grecia.
Po r lo expresado , d ifícilment e podr ía haber int eresado
a Jesús pro mo ver el cuid ado de “su semilla” -aun
co nced iendo que hu biese sido casado - co n el propósit o de
que nueve siglo s después, hordas ar madas con espadas de
cinco k ilo s, mazas er izadas de púas y hachas,
arrebat aran, de un modo sangr ient o, a ot ras hordas
semejant es, el do minio de u n reino const it uido
mer ament e por objet o s y t ierras.

El co mp lejo nord eu ropeo

Ot ro aspect o meno s su st ent able pero de alto valo r


especu lat ivo es que, aú n conced iendo un propósit o de
preser vació n dinást ica y la pert enencia de Jesús “y su
espo sa” a una clase so cial de gran prosapia, result a poco
razo nable que hayan eleg ido, para exiliar se, la Galia.
¿Co n qu é propósit o s una familia noble, de educació n
refinada, buscar ía fijar su nueva residencia en lo que
ent o nces era co nsiderado -co n perdón de la palabra- “el
cu lo del mu ndo ”? Los mis mos ro manos -cult ura recient e,
para el per íodo mencio nado - despreciaban a lo s
habit ant es d e toda la reg ió n ubicad a a sus espa ldas, lo
mis mo que lo s est ado unidenses desprecian
pro fu ndament e a lo s mexicanos. Para aqu el ent onces, la
Civ ilizació n, la Cult ura, las Art es, la Sabidur ía
t rascendent al, todos lo s element os necesario s para un
bu en nivel de vida est aban u bicado s pr incipalment e en

- 291 -
do s grand es regio nes: Egipt o y Babilo nia. Lo s mis mo s
gr iego s -cult ura ant igu a y exquis it a- rendían t ribut o a la
t radició n cult ural as iát ica, co mo lo más elevado que
po día enco nt rarse en el mundo por aquello s t iempos. Así
Cleo pat ra y su co rt e -que no eran egip cio s sino gr iegos,
descend ient es de las casas no bles que acompañaron a
Ale jandro- habían ado pt ado tot alment e la civ ilizació n
eg ipcia co mo pro pia.
S igu iendo una lóg ica pedest re se puede ar gument ar que
el ex ilio de la noble Magdalena y su co rt e en t ierra
euro pea, const it u ye algo semejant e a decir que Máxima
Zorreguiet a, en vez de casarse con un pr íncipe de
Holand a, hu biera elegido para t al propósit o a un hijo de l
presid ent e de Guinea- Bissau.
Puede escond erse, ent onces, t ras est a ima g inat iva
co nst rucció n de una línea genealó gica dir ect a, que unir ía
a la no bleza mero vingia - y más t arde a la t eutona e
ing lesa po r co nsanguinidad- co n las más ant iguas est irp es
asiát icas, hast a el inicio mis mo de la hu manidad, puede
haber aqu í, dec íamo s, t al vez, la única necesid ad de
leg it imar el derecho de franceses, ingleses, alemanes y
nó rd ico s en gener al a la cat egor ía de cult ura super ior.
Es mu y not able en la lit erat ura nord europea est a
necesidad de dig nificar hast a u n nivel sublime lo que al
parecer co nsid eran -de u n mo do subco nscient e- sus
habit ualment e feos o r ígenes. Así enco nt ramo s que
aut o res t an só lidos y pro fundos co mo Mir cea E liade, o
James G. Frazer, caen bajo est e comple jo de infer io r idad
su bco nscient e. Ambo s pret enden equipar ar, sut ilment e,

- 292 -
co n lo s refinadísimos cult os ant iguos -eg ipcios,
su mér icos- a r it o s burdo s y pr imit ivo s, como lo s
man ifest ado s por las t r ibus bár baras que habit aban las
reg io nes helad as d e Dinamar ca o Los Alpes euro peos.
Así, la adoració n de t o rpes mo nt ículos de piedra -E liade-
o el cust o dio cr iminal de u na lagunit a ent re lo s r isco s -
Frazer- so n co locados, argu ment at ivament e, en cat egorías
semejant es a lo s co mp lejos sist emas t eo lógicos,
desarro llados alrededor de relig io nes co mo las de Isis y
Osir is, el cu lt o a Ast art é, o lo s ant iguos dualismo s
babiló nico s.
Es casi seguro que la pred icació n de Jesús fue u na
br illant e coronació n de t odas las ant iguas t radicio nes
religio sas or ient ales menc io nad as, pero no es nada seguro
de que est a haya t enido cont inuidad precis ament e en las
t radicio nes relig io sas europeas. Mas dejar emos est e hilo
de nuest ra reflexió n aqu í, para no alejar no s de los t emas
cent rales.

Estado civi l de Jesu cri sto

E l segundo t ema, la vid a en pareja de Jesús, t iene para


nu est ro gusto una part icular benevo lencia. S i Jesús
hu b iese sido casado, ello echar ía po r t ierr a de una vez
para siempr e la espant o sa penumbra de pecamino sidad
co n que se mancilló hist ór icament e a las relacio nes
sexu ales en nuest ra cu lt ura cr ist iana ( y t ambién dent ro de
la mu su lmana, en gran part e der ivada de la cr ist iandad).

- 293 -
De haber result ado Jesús un ho mbre casado -co mo se
so st iene co n argument os su ficient ement e considerables
en El enigma…- las relacio nes humanas podrían cambiar
ext rao rdinar ia ment e.
Bajo la per spect iva de que la sexualidad y el amor de
pareja no so n cuest iones sucias, dest inadas a pract icarse
en zo nas u mbr ías y no sin un dejo d e culpabilidad, sino
lo co nt rar io , part e de la sagrada enseñanza t ransmit ida
po r nuest ro mayor Maest ro , la gent e podría quit arse de
encima u na láp ida qu e mot ivar a, durant e siglo s, gran
part e de lo s ma yores padecimient os ocurridos so bre la
T ierra. Tan es así que grandes filó so fos como Wilhelm
Reich at r ibu yeron a lo s conflict os psico ló g icos de la
sexu alidad e l or igen de una fracció n in mensa de la
energ ía so cia l deso rdenada que se canaliza, luego , a
t ravés d e las grandes guerras. E l nazis mo , según Reich,
ser ía u n eje mp lo parad igmát ico de la sublimació n,
erró nea, de in mensas acumu lacio nes de energ ías,
exist ent es en el pueblo alemán debido a la gravit ació n
po dero sa de lo s co mplejo s sexuales.
Po r nuest ra part e, una mu y t rau mát ica exper iencia en
t ales campos no s ha co nvencido de que la sexualidad es
só lo un aspect o -aunque sumament e cent ral- de las
necesidades nat urales de lo s humanos, que en su co njunt o
po drían configur arse d ent ro de aquel pilar esencial de
nu est ra co ndició n hu mana, genér icament e deno minado
Amo r. ¿Por qué ha sido co nfinado al calabozo de
mart ir io, ado nde lo condu jero n las cult uras de casi t odas
las razas que habit an la T ierra? Me pregunt o esto casi

- 294 -
desd e la infancia y ho y - a lo s 55 años, cumplidos el 19
de ago st o - no hallé respuest a clara aún.
E l mat r imo nio de Jesús, ent onces, podr ía indu cir un
g iro benéfico y alt ament e pur ificador en nuest ra
co nvicció n cr ist iana, pues dar ía a la concepció n nat ural
de la vid a u na just ificació n div ina, de otro modo puest a
en duda por un celibat o sacerdo t al cuya necesidad no nos
cierra.
Do s pasajes del E vangelio de Fe lipe sost ienen est a
id ea. Lo s t ranscr ib imo s a cont inuació n:

“36. Había t res mujeres llamadas Mar ía, quienes


caminaban con el Señor Jesú s todo el t iempo: su madre,
su her mana y la magdalena, la que es llamada su pareja.
Así fue que su Madre, Her mana y Pareja, ( las t res) se
lla maban «Mar ía». ”

Y:

“59. La sabidur ía qu e lo s humano s lla man est ér il, es la


Madre de lo s Ángeles. Y la par eja de Cr is to es Mar ía
Magd alena. E l Señor amaba a Mar ía más que a todo s los
demás discíp ulo s, y él la besaba a menudo en su boca.
“É l abrazaba t ambién a las o t ras mujeres, mas est as le
d ijero n: ¿Por qué la amas a ella más qu e a todas
no so t ras? || E l S alvador respondió, diciéndoles: ¿Por qué
no o s amo a vo sot ras como a ella?...”
Est a pregunt a, al menos en la t ranscr ipció n hallada en
1945 bajo Nag Hammad i - y dat ada por los cient íficos

- 295 -
hacia el sig lo III de la er a cr ist iana- queda sin respuest a,
po r haberse dest ru ido el fr agment o co rrespondient e.

La divinidad de Jesú s

Po r últ imo, la div inidad de Jesús. Tal concept o result a


finalment e su jet o a lo que vu lgar ment e suele mencio nar se
co mo “cu est ió n de fe”. En El enigma sag rado y El
Código Da Vinci se bosquejan alt er nat ivament e do s
t eorías: la de que Jesú s no ser ía port ador de el E spír it u
Div ino , co mo difundiero n las doct r inas so brev ivient es de
la raíz cr ist iana, sino t al p apel lo habr ía cumplido Mar ía
Magd alena, su sacerdo t isa. Se argument a que el género
de la deidad, en lo s Espacio s Celest es, habr ía sido
o rig ina lment e femenino. Mar ía Magdalena, ent onces,
después d e la crucifixió n habr ía co nt inuad o con su
fu nc ió n cent ral, est a vez para llevar al por ent onces
nu evo cont inent e (Europa bár bara) “el Gr ial”. Est e no
ser ía o t ro que su propio vient re, donde albergar ía, co mo
en u n sant ificado cánt aro, la progen ie del Señor.
La ot ra versió n -au nq ue expresada con gran t imidez-
habla de que podr ía no haber exist ido una crucifixió n.
Tal rupt ura no se habr ía ver ificado en la vida de la pareja
sagrad a, pues ant es de que algo seme jant e ocurriese,
habr ían emigr ado ju nt o s al sit io ya mencionado . Est a
versió n nos habla de un Jesús anciano, regando
apacib le ment e su huert a en el Languedo c, hacia el sur de
Francia, hast a el final de sus años.

- 296 -
No resu lt a coherent e ningu na de las do s versio nes, aún
dent ro de un cont ext o únicament e esot ér ico (es decir,
basado en t ext os ant iguos y t radicio nes usualment e no
acept ado s co mo válidos po r el cr ist ianis mo inst it ucio nal).
Pues de u n mo do unánime las relig io nes ant iguas
co nsagran co mo Verdad ero Dios a una cat egor ía de
exist encia mu y super ior a lo alcanzable p or cualqu ier
t ipo de razo na mient o humano. De ningún modo podr ía
asig narse un g énero det er minado a t ales t ipos de
deidad es, pues, debido a que est e requis it o puede
cu mp lirse so la ment e po r criat uras de un nive l infer ior,
co mo ser íamos lo s humanos, anima les o plant as. En t odo
caso , a modo simbó lico , las relig io nes ant igu as
refer encian a deidades andró ginas en do nde conflu ir ían,
de u n mo do ar mónico, ambas fraccio nes de la ex ist encia
t errenal, est o es, lo por nosot ros llamado “fe menino ” con
“lo masculino ”.

El Opus Dei

Vemo s ahora el art ículo de Ginés Ro dr ígu ez. Lo que


segú n nuest ro mo dest o cr it er io suscit a su fuert e reacc ió n,
es el at aque hacia el cat olicis mo que ent rañan muchas de
las afir mac io nes del Da Vinci - y su base de sust ent ació n
co ncept ual, E l en igma sagrado . Est as so n, por ciert o,
excesivas, mo t ivadas por el et no cent r ismo , en part e (3),
en part e po r necesid ades dramát icas llevadas hast a la
t rucu lenc ia. Con t al presupuest o lo s obispo s y mie mbros
de la cur ia so n present ados como una so spechosa elit e,

- 297 -
p lut o crát ica, mient ras a los miembros del Opus Dei
d irect ament e se lo s present a co mo especie de monst ruos
de psico log ía t o rt uosa, fundament alist as, de un modo que
resu lt an ser u n verdadero peligro social.
Se ent iende ent o nces la reacció n de un cat ólico
pract icant e, como evident ement e lo es el autor del
mencio nado art ículo . Pero por lo general sus argument os
so n meno s só lidos que los ut ilizados por quienes at aca.
No s o cuparemos aquí ú nicament e de lo s relacio nados
co n la Ig lesia Cat ó lica y el Op us De i - lo s más urt icant es
en la defensa ejer cida po r el art iculist a-, aunque t odos
lo s demás merecer ían ser debat idos profu ndament e. Est a
es u na t area que vamos a empr ender, segurament e, pero
en ot ra o casió n.
So bre el pr imer t ema Ginés Rodr íguez adjudica
irónicament e a lo s aut ores de El Código Da Vinci la
sigu ient e int enció n co ncept ual: “La malva da Iglesia
Cat ólica invent ada po r Const ant ino en el 325 persigu ió a
lo s t o lerant es y p acíficos adoradores de lo femenino,
mat ando millo nes d e bru jas en la Edad Media y el
Renacimient o, dest ruyendo todos los evangelios
gnóst ico s que no les gust aban y dejando sólo lo s cuat ro
evang elio s que les convenían bien ret ocado s.”
Debemo s decir que si bien Const ant ino “el Grande” no
invent ó el cat olicis mo , sí fue el fact or deter minant e para
su o rganizació n y co nso lidació n co mo part e del Est ado, y
co mo t al co gober nant e ju nt o a los más poderosos de la
T ierra. Est o no puede neg arse, pues lo hallamos
su ficient ement e document ado hast a en lo s mismos t ext os

- 298 -
cat ó licos. La Historia de los Papas, de Joseph Gelmi,
impresa por la ed it o r ial cat ó lica Herder, dice, en las
bio grafías de Milc íades y S ilvest re I, Papas durant e
Co nst ant ino ( fragment os):

“Co nst ant ino o to rgó al obispo Milc íades su gran finca
del Lat erano (Let rán), que fue la res idencia de los papas
hast a fina les del siglo XIV.
“Allí h izo t ambién el emp erado r const ruir la pr imera
de las grandes basílicas de Ro ma, que más t arde recibió
el no mbr e de San Juan de Let rán.”

“[...] Dant e [...] escr ibió (de S ilvest re I) en su Divina


Co med ia: «¡Ah, Const ant ino ! Semilla de corrupción
sembró , no t u baut ismo, sino el do n del que disfrut ó el
pr imer padre r ico». [...] Aunque la donación de
Co nst ant ino sea una ficció n, lo ciert o es que el
emperado r mejo ró la sit uació n mat er ial del obispo
ro mano . Y no podemos dejar de refer ir no s al hecho de
que Const ant ino levant ase en 325 sobre la t umba d e San
Pedro una iglesia de 5 naves, en la co lina vat icana.” (4)
Not emos que est o lo escr ibe u n aut or que proclama, en
el pró logo : “...el papado fue inst it uido por Jesucr ist o,
cuando le dijo a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre est a
p iedra ed ificaré mi Ig lesia, y lo s poderes del in fier no no
prevalecerán so bre ella. »“
E l art ícu lo de Ginés Rodr ígu ez sost iene más adelant e:
“E n la no vela el maqu iavélico Opus Dei t rat a de impedir
que lo s héro es saqu en a la luz el secret o : que el Gr ial so n

- 299 -
lo s hijo s de Jesús y la Mag dalena y que el pr imer dio s de
lo s «cr ist ianos» g nóst ico s era femenino”.
No s det endremo s ap enas u n poco más sobr e el
gnost icismo , aqu í simplificado po r el per iodist a.
Est e so st iene: “M ient ras que lo s evangelio s canónicos
so n del s.I, ningún t ext o gnóst ico es ant erior al s.II.
Muchos so n del s.III, IV o V. A mediados del s.II la
Ig lesia ya t enía claro que lo s evangelio s de Mat eo,
Marco s, Lucas y Juan eran lo s insp irado s po r el Espír it u
Sant o , y só lo dudaba en el cano n de un par o t res de
t ext o s.”
Po r el cont rar io , César Vidal Manzanares, licenciado
en Derecho y Teo log ía, t raduct or de var io s de los
manuscr it os de Nag Hammadi, dice en e l prólogo a su
o bra Los Evangelios Gn ósti cos:
“Hast a qué punt o el gno st icis mo había penet rado en el
cr ist ian ismo a finales del sig lo I y pr incip io s del II lo
po ne de manifiest o el hecho de que, si except uamos el
Nuevo Test ament o y lo s escr it os judeocr ist iano s, cabe
afir mar que la pr imera lit erat ura t eo ló gica cr ist iana y la
pr imer a poesía cr ist iana fuero n o bra de au to res
gnóst ico s.” Para su st ent ar aú n más su afir mació n cit a a
lo s sig u ient es t ext o s: I.Quast en, Patrol ogí a, Vol. I,
Madr id 1984, pp. 253 y ss.; R. M. Grant , La gnose et les
origin es ch réti ennes, Par ís, 1964, e íd. Gnostici sm and
Early Chi stianit y, Lo ndres, 1959.
Más adelant e, el per iod ist a españo l cuyo art ícu lo
analizamo s afir ma:

- 300 -
“S egú n lo s pro t agonist as de la no vela, «durant e
t rescient os año s la Ig lesia quemó en la est aca la
aso mbro sa cifra de cinco millo nes d e mujeres». Est a es
una cifr a repet id a en la lit erat ura neopagana, wicca, new
age y fe min ist a rad ical, aunque en o t ras webs y t ext os de
bru jer ía act ual se habla de 9 millo nes. Los neopagano s
necesit an u na «shoah» prop ia. Cuando acudimo s a
hist or iadores ser io s se calcula que ent re 1400 y 1800 se
ejecut aro n en Europa ent re 30.000 y 80.00 0 perso nas por
bru jer ía. ”

E l mismo argument o de quienes defienden a la


d ict adura milit ar de Videla en la Argent ina: “no fueron
30.000 lo s desaparecidos... apenas 5.000, segú n lo s
hist or iadores “ser io s”.
Po r lo demás, apart e de las numerosas y horribles
pruebas sobre las accio nes de la inqu isic ión,
do cu ment adas po r la hist oria y que incluso mot ivaron una
aut o crít ica del pap a act ual, cit aremo s só lo al pasar
do cu ment ació n propia:
“... lo s nat ivos emp lean pó cimas con yu yos y plant as
que abu nd an en la zona, co n lo s cuales curan t ant o
her idas del alma co mo del cuerpo que só lo conocen los
curanderos o “brujo s”, co mo los lla mar ían los sacerdot es.
Eso s nat ivos er an conocedores del Cosmo s; t enían miedo
al t rueno, al relámpago, creyendo que sus dioses est aban
eno jados. E l gober nador del Tucumán, Don Ramírez de
Velazco, conocedor de esas sup erst icio nes, debe t omar
med idas drást icas para co mbat ir las. Y ordena que 50

- 301 -
“bru jas” o “hechiceras” sean quemadas vivas, en la
ho guera, en la localidad d e Sumampa, al sur de la
pro vincia.” [de Sant iago del Est ero] (5)
E l mismo libro co nsu lt ado , present a ot ro test imo n io:
[...]...el sig uient e docu ment o , exist ent e en el Archivo
Hist ó rico de la Provincia d e Sant iago del Est ero:
“E n la causa cr iminal qu e de o ficio de la Just icia que
ant e mi Ju zgado pende co nt ra Juana Past eles, India del
pueblo de Tuama po r las muert es del I ndio Pedro y de su
mar ido y d el I nd io que co nfiesa del pueblo de Guaipe
nat ural del Salado que d ichas muert es ejecut ó con el mal
art e de hech isos y encánt o s que por las pr uebas y su
co nfes ió n const a cont ra la d icha Juana Past eles, vist o los
aut o s y mér it o s del proceso y además que ver se debe:
“Fallo que haciendo Just icia debo condenar y condeno
a la d icha Juana Past eles en pena d e muert e para la cual
será sacada de la cárcel pública y pr isio nes y mo nt ada
so bre u na best ia co n albar da con soga al cuello y llevad a
púb licament e po r las calles públicas de est a ciudad co n
vo z de pregonero que manifiest e su delit o hast a el lugar
del sup lic io ext ramuros do nd e se le dará q ue
nat uralment e muera. Y est ándo lo será quemada en una
o guera que para el o bjet o se prebendará para ello que su
d icho cuerpo encenizado se reduzca debajo de custodia
en co nd ig na pena de su delit o . Y por est a mi sent encia
defin it ivament e juzgando asi pronuncio y mando y fir mo.
Dn. Juan de Paz y Figuero a.” (6)
Bajo el subt ít ulo “Gnost icis mo al ser vicio del
feminis mo rad ical”, el aut o r de la cr ít ica a E l Código Da

- 302 -
Vinci se pregu nt a y co nt est a, parafraseando sat ír ica ment e
al no velist a Dan Bro wn:
“¿Po r qué el mundo va t an mal, hay guerr as, vio lencia
y co nt aminació n? La respuest a del fe minismo radical y
de El Código Da Vin ci es sencilla, la cu lpa es del
cr ist ian ismo, que es mach ist a”
Alg u nas resp uest as so bre el Opus Dei y e l mencio nado
machis mo parecen surg ir en part e de los párrafos que
co p iaremo s a cont inuació n.
Una señora, con quien mant uve correspo ndencia,
afir mó al respect o en una cart a que mant engo en mi
archivo ( fr agment os):
“[...] Cono zco bast ant e bien al opus (est oy casada con
un ex agregado de la prelat ura) [...] Mi visió n es que el
o pus es co mo una iglesia dent ro de la Iglesia, una su ert e
de est ado dent ro del Est ado . Tiene sus propias reglas y su
cat ecismo ; hay cosas que u n cat ó lico común y corr ient e
puede hacer que a ello s no se les per mit e, por ejemplo:
ado pt ar niños de quienes no se sepa su procedencia o que
se so sp eche que son «ilegít imo s» (aberració n jur ídica
feliz ment e dest errada hace muchísimos año s de nuest ro
derecho civil). Lo s numerar io s y agregado s ( mie mbro s
célibes) no pueden ser padr inos de baut ismo ni asist ir a
lo s casamient os de su s her mano s, salvo a saludar a la
salid a de la ceremo nia. Divo rciarse y aú n anular
religio sament e el mat r imo nio es cau sal de exp ulsió n ( se
per mit en hast a est ar po r encima del Tr ibunal
eclesiást ico).

- 303 -
Ot ra perso na, t ambién relacio nada de cerca co n el
Opus Dei, me dice en cart a perso nal (repr oducida aqu í
co n su aut orizac ió n) lo sigu ient e:
“Aco rdat e el caso de la per iodist a que publicó las fot o s
de las t o rt uras de Irak, la echaron del emp leo y ent ró en
list a negr a porque se consideró que vio ló un secret o de
Est ado y puso en r iesgo la segur idad nacional.
“Lu ego cuando lo s vid eos y t odo el mat er ial saliero n
en todo s lo s medio s del mundo, recién reconociero n que
hu bo «exceso » y se t omar ían medidas co nt ra los
to rt urado res. Son t remendos, t ienen una doble moral
per manent e.
Y au nque US A es un país de t radició n pro t est ant e, t e
cuent o que el jefe de la CI A es del Op us. Cuando lo
descu br ieron hizo lo que hacen t o do s ello s, lo negó a
mu ert e, pero cuando se hizo demasiado evid ent e...dijo
que sí que er a mie mbro pero que eso no era ningún
pecado ni t enía nada de malo ; qu e él era cat ó lico práct ico
y qu e la sant a sede reco nocía al Opus co mo prelat ura
part icular.”
Alg u no s frag ment o s del inst ruct ivo para sacerdot es del
Opus Dei:
“S ie mpre se ha viv ido, hast a en el det alle más
pequeño , esa dist ancia —cincuent a mil kilómet ros—
ent re lo s varo nes y las mujer es de la Obr a, sin co nsent ir
nu nca, po r ningún mo t ivo, la más pequeña excepció n a
est e pr incip io t an claro del espír it u del Opus Dei; y est o
se ap lica, co n más r igor si cabe, a los sacerdot es.

- 304 -
“Nuest ro Padre coment ó algu na vez que prefer ía q ue
sus hijas mur ier an sin lo s últ imo s sacrament os —porque
est aba ciert o de que aun así mor ir ían co mo unas sant as—,
a que los sacerdot es fu eran sin necesidad a los Cent ros
de mu jeres.
“[...] El qu e celebra Misa en un Cent ro de mujeres no
desa yuna allí, salvo cu ando no puede t omar lo en ot ro
sit io y va a co nt inuar después var ias horas en ese Cent ro ;
en est e caso, se le deja preparado el desayuno corrient e.
“[...] S i po r algu na cir cunst anc ia u n seg lar de la Obra
lleva a u n sacerdo t e, en co che, a un Cent ro de mu jer es, lo
deja en un sit io pró ximo. De t odos mo dos, est o será muy
raro , puest o que, en la med ida de lo po sible, t odos los
sacerdo t es saben co nducir aut o mó vil.
“E n lo s Cent ro s de mujer es, cuando la vela al
Sant ísimo co mience por la no che, después de cenar, es
mejor que vayan dos sacerdot es para hacer la Exposició n
del S ant ís imo, si es po sib le. Pero si es preciso
desp lazar se a u n lugar lejano del prop io Cent ro, o pasar
po r zo nas de la ciudad de ambient e peligr oso, resu lt a más
prudent e que lo s sacerdot es no acud an a hacer la
Expo sició n.
“E n est os caso s, es sufic ient e co n que la vela se haga
abr iendo la pu ert a que o cu lt a la de cr ist al del sagr ar io.
“[...] Para llevar la co munió n a una enfer ma, fuera de
un Cent ro de mujer es, hace el t rayect o ordinar ia ment e
aco mpañado de ot ra persona: mejor, u n par ient e próximo
de la enfer ma. S i est o no es posible, en vez de acudir
so lo en t axi, va co n él un mie mbro de la Obra — llevando

- 305 -
el coche, o aco mpañándo le en el t axi— hast a la puert a de
la casa. Co mo es nat ural, allí habr á siemp re ot ra perso na:
la madre, alguien de la Obra, et c.
“Cuando predican a mujeres, los sacerdot es evit an
cualqu ier co ment ar io —po r ejemp lo , anécdot as, o dato s
so bre la labo r— que haga referencia al apostolado de los
varo nes.
“ [...]Para administ rar el sacr ament o de la Penit encia a
una perso na enfer ma que guard a cama, o que, sin guardar
cama, la enfer medad o la ed ad mu y avanzada le impide
salir de su casa, se deja co mplet ament e abiert a la puert a
de la habit ació n. E l co nfesor se co loca a la dist ancia
co nvenient e de la cabecera, y procura co mport arse co n
especial gravedad, recordando que los sacerdot es, sin
rarezas n i brusquedad es, han de dist ing uir se, más po r su
prudencia y su sent ido sobrenat ural, qu e p or su
amabilid ad en el t rato.
“A u na mujer que, sin g uardar cama, t iene algún
imp ed iment o fís ico para acud ir al co nfes ionar io, se le
puede at ender excepcio nalment e en la sacr ist ía o en u na
sala d e vis it as. En ese caso, se ut iliza siempre una rejilla
po rt át il y, desd e luego , la puert a de la habit ació n se deja
co mp let ament e abiert a.
“[...] si alg una penit ent e consult a a un sacerdot e jo ven
algú n pro blema mo ral que exija t rat ar esas mat er ias co n
det alle, le exig e, amable ment e, que se limit e a lo que es
ind isp ensable par a la confesió n, y la r emit e a un
sacerdo t e anciano, si d esea descender a otros det alles. En
el caso de que la penit ent e insist a en hablar sobre eso s

- 306 -
aspect o s, se negará con fir meza, llegando a int errumpir
la co nfesió n, si es preciso.
“Lo s sacerdo t es de la Prelat ura at ienden char las de
d irecció n esp ir it u al de mujeres só lo en el confes io nar io.
Bajo ningún pr et ext o admit en co nver sacio nes en ot ro
lug ar.” (7)
Po r mi part e, co nt inuar ía desarro llando algunos
aspect o s de los numero sos asunt os que sur gen de la
lect ura de est os dos libros y de la respuest a (una de
cient o s suscit ada por est as obras, part icular ment e El
Código…).
Mas po r respet o al t iempo de mis amigos, po r ahora
só lo me desp ido, con la esperanza de que el hiat o en
nu est ras co mu nicacio nes no sea est a vez tan largo como
el t iempo transcurr ido desde nu est ra Cart a ant er ior.
Saludo s mu y afect uoso s de

...un subalt er no est udiant e de la Sabidur ía expr esada


po r Crist o :

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

(1) Qu ier o dejar consta ncia qu e no cons ider o a la


ima ginación u n fact or poco imp or tant e par a el des cubr imient o
de la ver da d. Pr ecisa ment e f u e deb ido a ella qu e gr andes

- 307 -
hallazgos cient íf icos -como las r uinas de T r oya, la
gr avitación de los pla netas o la r elativida d- f u er on
conceb idas por sus autor es. Una r ef lex ión t eológica de Lu is
Alons o Schökel y Jua n Mateos, qu ienes dir igier on la
tr aducción de la her mos ís ima Nu eva Bib lia Española, dice
más o menos así ( cit o de memor ia) : “Dios su gier e a tr avés de
las nar r aciones b íb licas y los salmos qu e la ima ginación es el
instr u ment o es encial par a el dis cer nimi ent o de la Ver da d en
los p lanos esp ir ituales”.
(2) El enigma sagrado. Micha el Baigent, Richar d L eigh
and H enr y Lincoln, 1982. T he Holy Blood and t he H oly Gr ail,
publicado p or Jonat han Cap e Ltd., L ondr es, 1985. Tr aducción
de J or di Beltr án pub licada en 1985, por Ediciones Mar tínez
Roca S.A., España. La edición consu ltada fu e impr esa en
1989 por Ediciones M.R. Ar gent ina. Págs.287-299.
(3) As í, los fr ances es son consider a dos sut ilment e
inf er ior es p or un nob le inglés ( y por el mis mo autor , salvo
una mu chacha r ubia, her oína pr incipa l, qu e f inalment e r esu lta
pr oduct o de a ntiguas familias sajonas), al igu al qu e españoles
e italia nos, y La ngdon, hér oe mascu lino de la novela, es una
equ ilibr ada mixtur a de la tr adición nor d eur op ea... per o de
naciona lida d esta dou nidens e.
(4) J os ep h G elmi. Los Papas. R etr atos y s embla nzas.
Edit or ia l H er der . Bar celona, España, 1986.
(5) Maximina G or ost iaga de M ema. El drama aborigen.
Monogr afía pr es enta da en el E ncu entr o del Vº Cent enar io del
Event o Colomb ino– Amer ica no, or ganizado p or la Socieda d
Ar gent ina de H ist or ia dor es, filial Sant ia go del Est er o,
Facultad de Hu ma nidades, Univer s ida d Nacional de Sa ntia go
del Est er o, 17 al 19 de octubr e de 1991. Lu ego edita do en
1992, su segu nda edición a mp lia da se pr oces a actualment e.

- 308 -
(6) Andr és Figu er oa. Ant igu os pu eb los indios . Santia go del
Est er o, 1949
(7) Pr elatur a Opus Dei. Va demecu m de Sacer dot es. Roma,
25- VI -87.

- 309 -
Un ángel llamado Ricard o Fermín Chávez

Mis qu er ido s co mpañero s y amigos, el jueves 23 de


mar zo , mi co mpañero Ricardo Fer mín Chávez falleció en
un accid ent e aéreo en Cat amar ca. Dejó est a t ierra en las
mis mas mo nt añas do nde decid ió aprender a vo lar. Me
dejó co n u na in finit a t rist eza pero llena de amor,
enseñanzas y recuerdos. Est os cinco año s que co nviví co n
él equ ivaliero n qu izá a t o da una vida. Era un ser
mar avillo so que alg uno s de ust edes t uvier on el pr iv ilegio
de co no cer. En alguno s mo ment os de su paso por est e
mu ndo , se jugó la vid a po r sus ideales, en est os
mo ment os est aba emp eñado en t er minar de const ruir su
ho gar ju nt o a mis hijo s y a mí y en at ravesar los cie lo s de
nu est ra pat r ia, a la que amaba pro funda ment e; además en
apo yar lo s proyect os que para él nos co nducir ían a un
mu ndo más just o y so lid ar io.
No hay palabr as qu e puedan calmar el do lo r pero
necesit o compart ir mi t r ist eza con t odos ust edes.
Les mando un abr azo enor me. Seguiré luchando como
lo hice t o da mi vida por mis hijos y por lo s ideales que
t eníamo s junt os.

Su esposa:
Mónica para algu nos,
Mar iana Chávez par a otros.

- 310 -
CARTA Nº 14

Domingo, 7 de a gost o de 2005

La Co munión

1) La humanid ad no ha creado en t oda su ya lar ga


hist or ia nada más import ant e para su exist encia que la
Co munió n. Y es que la Co munió n, en verdad no fu e
creada po r humano s sino po r el mis mo Dios.
Aq u í po dr íamo s det ener no s ant e un agudo inqu is idor
que no s pregunt ase: “P ero, ¿qué, o quién es Dio s?” Pues
Dios, segurament e no puede ser co mprend ido clarament e
po r la co nciencia humana, sa lvo que renu ncie a
pro nu nciar su no mbre. Dado que es y no es al mis mo
t ie mpo la mat er ia, el sist ema so lar, el universo, lo
in fin it o hast a u n grado que nu est ro cerebr o no t iene
po sibilidad alguna de alcanzar, y es y no es al mismo
t ie mpo el más pequeño escarabajo que se desliza
penosament e sobr e un malvó n, resu lt a evident ement e
impo sib le encerrar su “ser y no ser” en un no mbre. Así,
Dios puede ser ent endido única ment e si r enunciamo s al
ent end imient o .
¿De qué manera creó Dio s, ent onces, la comunió n? A
t ravés d e su Hijo , Jesú s, quien según creemo s era Dio s

- 311 -
mis mo encar nado, para facilit ar la co mprensió n humana.
Pero si algu ien no cree que Jesús era Dio s mismo
encar nado , est á en su der echo, sin qu e ello quit e en lo
más mín imo el sent ido a lo que aquí pret endemo s
man ifest ar. Es decir, que la Co mu nió n es la enseñanza
más impo rt ant e que la humanidad recibió a lo largo de
to da su exist encia. Pret endemo s demo st rar aún más: que
sin co mu nió n se hace impo sib le cualqu ier for ma de
exist encia, no só lo hu mana, sino de cualquier t ipo que en
est e planet a se pueda deno minar co mo “v ida”.

2) ¿Y qu é es la co munió n? Pu es co merse
simbó licament e el cuerpo del o t ro. Más bien, mejor:
co merse, simbó licament e, el cuerpo de todos, el cuerpo
de la Hu manid ad. O to davía más y mejor: co merse
simbó licament e el cuerpo del Univer so , con to das sus
mir íad as o millo nes d e seres y exist encias diver sas,
d ist ant es o próximas, semejant es a nosot ros o
in imaginab les. Esto es, asumir conscient ement e la
co nvicció n de que no so mos algo separ ado, en
aislamient o, sin co nexió n más que ext er ior con el Todo:
sino so mos, en realid ad, part e act iva, infusa vit alment e,
in mer sa pro fundament e en el To do.

S ímbo lo según Jung no es una imagen o act o que


resu lt e alegór ico (est o es, no co nsist e en una
“r epresent ació n de”): símbo lo , es, en el in conscient e
ind iv idual o co lect ivo, “un mot or para la acció n o la
mat er ializació n”. En est a aproximació n cient ífica, el

- 312 -
símbo lo es co mprend ido ent onces co mo un embr ió n
met afísico de la manifest ació n objet iva.

Co mer el cuerpo de to do s, ser ía, si co mb inamos la


int erpret ació n de Jung con el act o mismo enseñado por
Jesús, la vivencia co nscient e de que no soy únicament e
un cuerpo co n apt it udes mecánicas numer osas, sino
t amb ién t odo s lo s cuerpos que se manifiest an en el
Universo, con sus infinit as var ied ades, pero t ambién lo
que co nllevan dent ro esas var iedad es.

3) En un sent ido práct ico, ¿para qué sir ve la


co mu nió n? P ara cumplir lo s do s pr imeros mandamient os,
aquello s consider ados co mo lo s más import ant es: “Amar
a Dio s po r enc ima de t o do”... “Amar al pr ójimo...”

E l amo r es impo sib le sin la renu ncia a l eg oísmo . Y la


renu ncia al ego ísmo es impo sible si creemos tozudament e
que so mo s ú nicament e un cuerpo , al cu al est amo s
o blig ado s a sat isfacer co nst ant ement e en t o dos sus
requer imient os. El amor más grand e que puede conocer
un ser hu mano , est o es el amo r a los hijo s, sig nifica
precisament e est o: una co nst ant e renu ncia a la pro pia
id ent idad, para hacer se uno co n ello s, pr ior izar sus
necesidades por sobre las nuest ras, sufr ir infinit ament e
co n su s do lo res hast a ext raer la últ ima mo t a de
padecimient o de su s cuerpecit os -esp ecialment e cuando
so n mu y niño s- para abso rber lo s nosot ros hast a las heces,
co n t al de librar lo s de ese mal. Un padre o una madre que

- 313 -
pasa la noche en vela junt o a la cunit a d e su niñit o
enfer mo, qu iere mo r ir inclu so, quit arse t oda vit alidad
hast a su provis ió n t ot al de sangre si es necesar io, para
salvar a ese niño que ama co n t odas sus fu erzas, co n toda
su exist encia, pues por un mar avillo so milagro de
co nsubst anciació n, ese padre, esa madr e, ya no es él
mis mo ... se ha convert ido, efect ivament e, para t o da
co nsid eració n, en su hijo . Eso es el amo r, el amor de
verdad: es “dar la vid a po r los demás”.
No co n “act os hero ico s” co mo se int erpr et ó, ni
defend iendo supuest o s int ereses “pat r iót icos” o
“po pu lar es”, sino en lo s más mo dest os e ínt imo s act os de
cada d ía, cuando por amor procuramos únicament e y en
pr imer lugar la felic idad de los que amamos.

4) Lo s que amamo s pueden ser dos o t res, sin embargo ,


o t amb ién u na co mu nidad, o hast a un p aís o una raza: y
el amo r ent onces queda co nfinado a un egoísmo en
co o perat iva.

Pues bien, por eso la co munió n es el act o simbó lico


más grand e que podemos ejecut ar lo s humanos, ya que
no s indu ce a la práct ica del amor... hacia t oda for ma de
vid a, hacia t oda la exist encia univer sal.

Y d ije, ¿”sin co mu nió n se hace imposible cualquier


fo r ma de exist encia”?... Así es. Dado que result a mu y
fácil co nsiderar al ot ro como enemigo, si est amos
co nvencidos de que est á fuera de noso t ro s, que es u n

- 314 -
“element o ext raño ”, de ahí a eliminar lo hay mu y po cos
paso s. No hace falt a que desarro lle demasiado est e punt o,
ser ía su best imar la capacidad int e lect ual de mis lect ores:
só lo mencio naré el o mino so aniver sar io, ayer, del más
ho rrendo cr imen qu e vivió la T ierra, est o es, la bo mba
at ó mica lanzad a sobr e la població n de Hir oshima.
Co ns ideremo s bajo su fant asmagór ico resplandor,
ent o nces, qué fut uro le espera a nuest ro planet a si t odos
no s co nsider amos co n derecho a eliminar n os, los unos a
lo s o t ro s.

5) Las últ imas co nsid eracio nes práct icas, no por ello
meno s import ant es, según mi mod est o cr it er io: hablar de
co mu nió n, es decir les “t o me la ho st ia, co ncurr iendo a
una misa en la ig lesia cat ó lica”?
Bueno , si ust ed es cat ó lico, no t engo nada para o bjet ar
a que lo pract ique así. Pero si no es cat ó lico, o ni
siqu ier a cr ist iano, t ambién puede t omar la comun ió n,
cada d ía, o en var io s mo ment o s del d ía. P ues el act o
mis mo est ablecido por Jesús no fue una ceremo nia en un
t emp lo , sino una reu nió n de amigos, donde levant ando el
pan simbó licament e É l dijo: “est e es mi cuerpo”; y
levant ando el vino, t ambién dijo “est a es mi sangre”.
Y Teilhar d de Chard in d ijo, algu nos sig lo s después:
“la hu manidad es el cuerpo ext endido de Jesú s sobr e la
T ierra”.

Ent o nces, si la humanid ad es el cuerpo de Jesucr ist o


ext end ido sobre la T ierra, cualq uier cosa que hagamos

- 315 -
so bre la hu manidad lo est amo s haciendo sobre Jesús. S i
la ama mo s, si amamo s a t o dos como a no sot ros mismo s,
amamo s t ambién a Dios. S i o diamo s, est amo s od iando a
Dios.
Cualqu ier aliment o que tomamo s -eso qu iso significar
Jesús, según creo- cualquier bebida que degust amo s...
puede ser el cuerpo y la sangre d e la humanidad t o da... si
lo s inger imo s con devoció n y co nciencia. E l desayuno, el
almuerzo , la cena, un pequeño pan con un pedazo de
queso dent ro, que co memo s afir mado s en el mo st rador de
un k io sco de un país le jano... puede ser el cuerpo de
Jesús ( y de la Human idad) si lo efect uamo s con devoció n
y co nciencia.
Int ro ducir en nuest ro organis mo, co nscient ement e,
cuat ro o cinco veces en el d ía, el cuerpo de todos, el
cuerpo de la Humanidad, es el único camino ent onces
para evit ar la dest rucció n co lect iva de est a especie, el
único camino real para la paz.

Julio Carreras ( h)
Aut o no mía, Sant iago del Est ero, Argent ina.

- 316 -
Me han hecho llega r esta belleza

Est imado Julio :


Qu iero co mp art ir co nt igo y lo s list eros est e escr it o que
me env iaro n mis co mpadres de España. Encierra una
belleza y una sensibilidad muy esp ecial.
Un co rdial saludo

Mar ía de Arza

El Dios en quien no creo

Po r Juan Ar ias *

Yo nu nca creeré en:


E l Dio s que “sorprenda” al ho mbre en u n pecado de
debilidad
E l Dio s que co nd ene la mat er ia
E l Dio s que ame el do lo r
E l Dio s que ponga luz roja a las alegr ías humanas
E l Dio s mago y hechicero
E l Dio s que se hace t emer o no se deja t utear
E l Dio s que se haga mo no po lio de una ig lesia, de una
raza, de u na cult ura o de una cast a
E l Dio s que juega a condenar
E l Dio s que “manda” al infier no

- 317 -
E l Dio s incapaz de perdo nar lo que mucho s ho mbres
co ndenan
E l Dio s incapaz de co mprender que los niño s deben
manchar se y so n o lvidadizo s
E l Dio s que exija al ho mbre, para creer, renu nciar a
ser ho mbre
E l Dio s a quien no t emen los r ico s a cuya puert a yace
el hambre y la miser ia
E l Dio s al q ue adoran los que van a Misa y s iguen
ro bando y calumniando
E l Dio s que no sup iese descubr ir algo de su bond ad, de
su esencia, allí do nde vibre un amor por equ ivo cado que
sea.
E l Dio s que co nd ene la sexualidad
E l Dio s para qu ien fuese el mis mo pecado co mp lacerse
co n la vist a de u nas p ier nas bo nit as que calumniar y
ro bar al pró jimo o abusar del po der para medrar o
vengar se.
E l Dio s mor fina para la refor ma de la t ierr a y só lo
esper anza para la vida fut ura
E l Dio s de lo s que creen qu e aman a Dio s porque no
aman a nad ie
E l Dio s que dé po r buena la guerra
E l Dio s que pret enden que e l cura ro cíe con agua
bendit a lo s sepulcros blanqueado s de sus juegos sucio s
E l Dio s que neg ase al ho mbre la libert ad de pecar
E l Dio s a quien le falt e perdón para algún pecado
E l Dio s que acept ase y diese por bueno t odo lo que los
curas decimo s de E l

- 318 -
E l Dio s que ponga la ley por encima de la conciencia
E l Dio s que prefiera la pureza al amor
E l Dio s que no pueda descubr ir se en lo s ojo s de un
niño o de una mujer bonit a o de una madr e que llora
E l Dio s que se case con la po lít ica
E l Dio s que aniquilara para siempre nuest ra car ne en
lug ar de resucit ar la
E l Dio s que acept ara por amigo a quien pasa por la
t ierra sin hacer fe liz a nad ie
E l Dio s que al abrazar al ho mbre aquí en la t ierra no
sup ier a co municar le el gu st o y la felicid ad de todos los
amo res hu mano s junt os
E l Dio s que no se hu biera hecho verdader o hombr e con
to das sus co nsecuencias
E l Dio s en el que yo no pueda esperar co nt ra toda
esper anza.
S í, mi Dio s es el ot ro Dios.

* Juan Ar ias es es cr it or y p er iodista, cur só es tudios de


T eología, Filos of ía, Psicología, L enguas s emít icas y F ilología
compar ada en la Univer s idad de R oma. Dur ant e cator ce a ños
fu e cor r esp onsal en Ita lia y en el Vaticano pa r a el diar io E l
País. Ant er ior ment e hab ía cub ier to par a el desapar ecido
diar io Pu eb lo los tr abajos del C oncilio Vaticano II.
Con Pablo VI y Juan Pablo II ha r ea lizado innu mer ables
viajes alr ededor del mu ndo. En la bib liot eca Vat ica na
descubr ió el único códice ex ist ent e es cr it o en el dialect o de
J esús de Nazar et, busca do des de hacía var ios siglos. Es autor
de nu mer os os libr os, entr e ellos cab e destaca r : El dios en

- 319 -
quien no creo, Savat er: El arte de vivir, El dios del Papa
W ojtyla, Un dios para el 2000 y Las confesio nes del
peregrino, y su últ imo libr o Las galletas profanadas de mi
madre y otras historias de mi vida.
Su libr o Jesús, es e gran descon ocido edita do por Maeva,
ha cons eguido u n gr an éx it o de ventas y cr ít ica y ha sido
tr aducido en nu mer os os pa ís es. El aut or ha sido galar dona do
con el pr emio a la cultur a de la pr es idencia del gob ier no y el
pr emio a l mejor cor r esp onsal extr anjer o. Act ualment e es
cor r esp onsa l de El País en Br asil y miembr o del comit é
cient íf ico del inst itut o eur op eo de D es ign.

- 320 -
Apéndice

Incluiremos aquí alguno s text os que, o bien llegaron


después que hubiéramos cerrado el ci clo de nuestras
carta s, o bien desarroll an temas rel acionados.

- 321 -
Nuestra familia

“L eí el artí culo de Carrera s y lo disf ruté mucho,


aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dice. Incluso
esto y en desacuerdo totalmen te con la idea de Carrera s
de que todos somos «una sola f amilia» y que nuestra
propia f amilia no exi ste: pen sar eso es ingenuo y
peligroso; la f amilia nuclea r es sup rema y la Iglesia
moderna ha perdido de vi sta eso, con toda su tontería
ecumenist a y su cooperación con «los mu chachos que
gobiernan el mund o» es d eci r, los ri cos y poderosos...”

T imo t hy Cu llen
21 de d iciembr e de 2007
(Traducció n del ing lés: Ama lia Do mínguez)

E l párrafo cit ado en el ep ígr afe pert enece a un escr it or


cat ó lico ir landés. Una amiga co mún le había enviado un
art ículo – “E l simbo lis mo de la Navid ad”- , publicado por
E l Pu nt o y la Co ma. Y él co nt est ó enseguida por medio
del co rreo elect rónico.
En verdad para mí t ambién ha sido siempr e una p iedra
co mp leja de discer nir la de lo s pasajes bíblicos do nde
Jesús u bica en aparent e co nt radicció n lo s afect os
familiares con el camino hacia Dio s.

- 322 -
Especia lment e est o s:
“E l que a ma a su padre o a su madr e más que a mí, no
es d igno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a
mí, no es digno de mí”, dice Jesús según el pr imer
Evangelio (Mat eo, 10:37).
“... Algu ien le d ijo: « ¡O ye! ahí fuera est án t u madre y
t us her manos qu e desean hab lart e.» Pero él respond ió al
que se lo decía: « ¿Qu ién es mi madre y qu iénes son mis
her mano s?» Y, ext end iendo su mano hacia sus discípulos,
d ijo: «E st o s son mi madre y mis her manos. Pues todo el
que cu mp la la vo lu nt ad de mi Padre celest ial, ése es mi
her mano , mi her mana y mi madre. » (Mat eo, 12, 47-50)”.
*
A lo s efect os de est a breve respuest a me parecen
su ficient es y c laras só lo est as dos cit as.
Po r mi part e, luego de var ios años de discernimient o,
había llegado a la co nclusió n de que el amor al pró jimo
no t enía por qué exclu ir al sust ent ado hacia la propia
familia. Co mo el amor a lo s demás no excluye al amo r a
sí mis mo, sino por el cont rar io . Erich Fromm en su
famo so t rat ado El art e de amar, afir maba incluso que
qu ien no es capaz de amar se a s í mis mo, no es capaz de
amar a ot ro.
Claro que si co nsideramo s que “amar nos” es
co nsid erar a los demás al ser vic io nuest ro, nos
equ ivo caremo s mucho. En Fro mm est e concept o parece
sig nificar que debe mos amar nos de u n mo do sensat o,
sust ent ando un equilibr ado aprecio hac ia nosot ros

- 323 -
mis mo s, sin por ello caer ni en e l ego ísmo irracio nal ni
en el narcis ismo.
Parecido cr it er io es el que debemos pro yect ar sobre
nu est ra familia: “amar al pró jimo”, sign ifica, segú n
nu est ro mo dest o discer nimient o, amar a nuest ros padres,
nu est ra espo sa, nuest ro s hijo s, pues so n lo s que más
cerca t enemo s para pract icar est e mandamient o
(pró jimo =próximo ). Pero ello no significa confo r mar con
ellos u n clan de depr edadores, que acecha a la co munidad
do nde vive co mo a u n coto de caza, donde le est á
per mit ida cualquier t ramp a (o vio lencia, si puede
ejercer la) para arrebat ar sus bienes a los d emás, mient ras
ello per mit a fort alecer el pat r imo nio de su familia.
Creo que no hace falt a pro fu nd izar demasiado en est o,
pues cu alquier hu mano , sin haber leído ni una palabr a de
lo s Evangelios, co mpr enderá per fect ament e su sent ido.
Segú n Jesús deber ía ocurr ir lo cont rar io: si ama mos a
to do s, co mo si fu esen nuest ra familia, evit ar íamos
hacer les daño, so pena de cargar graves sent imient os de
cu lpa po st er io r ment e. Y si amamo s a lo s anima les, los
árbo les, la t ierra, co mo si t ambién for masen part e de
nu est ra familia, la humanid ad evit ar ía prop inar los daños
grav ísimo s que han llevado al mundo hast a una sit u ació n
cr ít ica. [1]
Pero est a mañana, luego de tomar mat e amargo co mo
hago habit ualment e, recibí u na pequeña sorpresa que
vino a ampliar mis limit ado s co nocimient os sobre est e
t ema. Ocurr ió debido al hábit o de casi t oda mi vida, que
es mirar La Bib lia, cada d ía, ant es que nin gún ot ro t ext o

- 324 -
(siendo escr it or, se co mprend erá que mi pr incipal
act ivid ad fue siempr e o leer o escr ibir). Hacia lo s 80
amp lié est as lect uras a lo s Evangelios no canónicos,
mu cho s de los cuales había ido adquir iend o.
Al abr ir al azar u n Evangelio, pues (el de Valent ino),
lo pr imero en hallar mi vist a fue lo sigu ie nt e:
“...Salo mé se levant ó y dijo (a Jesús): Señor, t ú nos
has d icho : Qu ien no deje a su padre y a su madre para
segu ir me no es digno de mí.
“...Mas, Seño r, est á escr it o en la Ley de Mo isés que el
que abando ne a sus padres debe mor ir. ¿E s, pues,
co nt rar io a la Ley lo que t ú nos enseñas?
“...Mar ía Mag dalena, inspirada por la fuer za de la luz
que había en ella, d ijo al Salvador: Señor, per mít eme que
hable a mi her mana Salo mé para explicar le t us palabr as...
“...Y cuando el S alvador [se lo per mit ió ] Mar ía fue
hacia Salo mé y le d ijo:
“Her mana Salo mé, t ú has cit ado la Ley d e Moisés, que
d ice que debe mo r ir quien abando na a sus padres.
“Mas la Ley se refier e a los cuerpos y no al alma.
“...Y o curr ió que cuando el Salvador o yó las palabras
de Mar ía, la felicit ó grandement e” (Valent ino, XLVIII,
4-18). **
Desd e una per spect iva esp ir it u al ( y par a un religio so,
lo espir it u al es s inó nimo de esencial), est a me parece una
exp licació n per fect a. Jesú s no quer ía ind icar el abando no
de la familia “en cuerpo” (penalizado por la Ley de
Mo isés). S ino se refer ía a la act it ud del alma, de acuerdo
co n la cual t odo lo que exist e, el aire, la nat uraleza y el

- 325 -
Universo, est á ligado a noso t ros. Por un lazo
imp ercept ible para lo s sent idos, pero no po r ello menos
fuert e. Y si hacemos alg ún daño, a cualquier a de est os
element o s... “a no sot ros mismos nos lo haremos”.

Julio Carreras ( h)
22 de d iciembr e de 2007

[1] La condiciones sociales imp er ant es bajo nu estr a


civilización, imp iden p or cier to ejer cer esta cultur a del a mor .
Más bien nos ob liga n a concentr ar los afanes en el p equ eño
nú cleo fa miliar , par a pr es er var lo en lo p os ib le del a lta ment e
host il ent or no qu e nos r odea. Esto no deb e o bscur ecer , sin
embar go, la compr ens ión de qu e lo pr edicado por Jesús y sus
apóst oles es cor r ect o y u n ob jet ivo centr al a p er s egu ir .
* La Santa Biblia (Ver s ión Biblia de J er usalén, 1976).
** Evangelios apócrifos. T omo II. T raducción de E dmu ndo
González Blanco. Edita dos por J or ge Lu is Bor ges.
Hyspa mér ica Ediciones, Madr id, Bu enos Air es, 1985.

- 326 -
De la cumbre al abismo

Por Julio Carreras ( h)

E l de albañil es uno de los o ficios de ma yor


impo rt ancia para la co mu nidad. S in embar go, los obreros
de ese sect o r se cuent an ent re los menos valo rado s.
Hace algu nos días el o brero Rolando Barraza quedó
at rapado en un ascensor del Grand Hot el. Est aba
cargando ladr illo s para llevar los desde la p lant a baja al
décimo piso , cuando inesperadament e el ascensor
arrancó , y lo arrast ró hacia arr iba at rapándolo por las
p ier nas ent re las puert as y la pared. Por reflejo y pese al
do lo r que sint ió, Ro lando Barraza logró bajar la
palanquit a y det ener lo.
Lo demás fue de novela. E l grupo esp ecial de la
po lic ía dest ruyó los d iscos de la amo lado ra sin poder
co rt ar el acero del ascenso r para sacar al accident ado.
Ent onces su s prop io s co legas albañiles empezaron a
ro mp er la pared. Luego de do s horas lo graron rescat ar lo
de aquella t rampa, que de ot ra manera po dr ía haber
resu lt ado mo rt al.

Const ru cto res de felicidad

Lo s albañiles se cu ent an ent re los t écnicos más


impo rt ant es de la especie humana. Exist en cuat ro

- 327 -
requ isit os mat er iales básico s para la su bs ist encia de la
hu man idad; ello s son: 1) la aliment ació n; 2) el aire; 3) la
pro creació n, 4) la viv ienda.
Cualqu iera de est o s requis it o s que falt ase, podría
po ner en ser io peligro de desapar ició n a la vida humana
so bre la T ierra.
Co mo se ve, la casa do nde lo s humanos habit an, for ma
part e de sus necesidades más import ant es. Po r lo t ant o,
qu ienes t ienen la capacidad de const ruir las, deber ían ser
co nsid erados per so nas dest acadís imas en la o rganizació n
so cial, d igno s del ma yo r respet o, consider ació n y hast a
ho nores por part e del est ado.
No es así. Los albañiles -de quien se t rat a- a lo largo
de lo s sig los no han cesado de perder jerarquía dent ro de
lo s sist emas econó mico s en el mundo, sean est os
cap it alist as o comun ist as, occident ales u or ient ales.
De t al maner a asist imo s ho y a la desvalor izació n de
est o s art esanos excepcio nales, cuyo o ficio es uno de los
más co mple jo s y d ifíc iles de aprender. S i hay alguna
duda acerca de est a afir mació n, invit amos a cualquier
lect o r sin exper iencia en la t area, que int ent e revocar una
pared (co n revoque grueso , para no hablar del fino o los
t erminado s especia les que un med io ofic ial albañil
efect úa co n velo cidad y prec isió n).
Lo s que hist óricament e fueron co nst ruct ores de
felic idad p ara sus seme jant es ( ¿q uién puede negar la
alegr ía que se sient e al acceder a la casit a propia?), son
cat alo gado s sin embargo , en la valor ació n pública, co mo
uno de lo s sect o res sociales de menos imp ort ancia

- 328 -
eco nó mica. Y mu y pocos padres, ho y, recomendar ían a
sus hijos que abr acen la act ividad de lo s albañ iles para
defender su fut uro .
Inclu so los especia list as t eóricos de la const rucció n –
maest ro s mayor es de o br as, arquit ect o s- pasan ho y en d ía
po r ser mie mbros de un franja so cial de dudosa
pro sper id ad y re lat ivament e o paco prest igio.
Pero, ¿fue siempre así?

Const ru cto res de cated ra les

En la cat edral de Amiens ( Francia), los ret ratos del


o bispo fu ndador y lo s t res “maest ros de obra” est án
escu lp ido s en már mo l blanco so bre el már mo l negro del
cent ro del laber int o. Los rodea la siguient e inscr ipció n:
“E n el año de gracia d e 1220 se inició la edificació n de
est a ig lesia. E l o bispo de est a diócesis era Évrard; y el
rey d e Francia, Luis, hijo de Felipe Augusto . El maest ro
de o bras se llamaba Maest ro Robert de Luzarches, luego
vino Tho mas de Cor mo nt y después de ést e, su hijo
Renaud”. 1 ¡Ju nt o a lo s no mbres del o bisp o y del rey... el
de lo s co nst ruct ores!
Segú n las crónicas, ya desde el sig lo VII exist ían en
Sev illa co rporacio nes de “machios” (“albañiles”,
“hacedores”), cu yo maest ro recibía su pod er d irect ament e
del re y. Est as co rporacio nes so lían po nerse generalment e
bajo la d irecció n de un canó nigo del capít u lo.

- 329 -
Trabajaban en ellas numero sos obrero s, a quienes se
les pag aban salar io s de buen nivel, acorde con la
impo rt ant e responsabilidad que t enían.
La pert enenc ia a est as aso ciacio nes const ruct oras era
cu idad a celo sament e. La canció n de gest a “Cuat ro hijos
de Aymo n” narra que el noble Renaut de Mont auban,
para exp iar sus culpas, se enro la co mo vo lunt ar io en la
co nst rucció n de la cat edral de Co lo nia. Pero pro nto
recibe una p aliza, y es arrojado al Rin por los
co nst ruct ores pro fesio nales, irr it ados por esa
“co mpet encia desleal”.
Exist ía u na verdader a escuela d e d iscipulado en el
o ficio. Los más jó venes empezaban t ranspo rt ando piedras
y o t ro s mat er iales en las cant eras y las obras. Luego
aprend ían a desbast ar los bloques; más t arde a hacer
mezclas de yeso y mo rt ero , se o cupaban del
mant enimient o de las herramient as y manejaban lo s
aparat o s acceso r ios. De acuerdo co n ello, y co n mucho
esfuerzo , se iban calificando para los o fic io s super iores.
Pocos maest ros est aban dispuest os a comp art ir sus
secret o s, y lo hacían só lo co n los mejores.

“Ulti mo orejón”

Es ciert o que el t rabajo de aquello s albañiles


legend ar io s, que fueran capaces de const ruir Co lo nia o
Not re Dame, era en gran p art e muy dist int o al de lo s
act uales. Part iendo de que se t rabajaba habit ualment e con
p iedra, y d e que ent re las fu ncio nes del albañil - en dos

- 330 -
de su s esp ecia lizacio nes- est aban las de t allar y esculp ir
lo s genia les decorados de est os monument o s. Eran pues,
en algu no s casos, genu ino s escult o res, que dot aban a su s
o bras de u na belleza y magnificencia capaces d e
est remecer al co nt emplado r.
Pese a ello, la t area de lo s albañiles act uales no es
meno s d ifíc il, met icu lo sa, y hast a creat iva. En nu merosas
o casio nes los o ficia les y medio o ficia les deben reso lver,
so bre la marcha, sit uacio nes co mplejas qu e no habían
sido previst as en lo s pro yect o s, part icu lar ment e en lo que
se refiere a la co mb inació n de lo s mat er iales. No por ello
reciben mayor aprecio de la op inió n co lect iva, co mo se
ha señalado más arr iba ya.
¿A q ué se debe est e descenso del prest igio social de
est a act ividad ? “Noso t ro s so mo s el ú lt imo orejón del
t arro”, no s dijo ciert a vez u n albañil cordobés,
co ment ándo no s las dificu lt ades salar ia les por las que
pasaba su gre mio .
Mucho s de lo s fact ores de est e ret roceso est án
segura ment e relacio nado s co n lo s parámet ro s de la
so ciedad cap it alist a, do nd e u na est rat egia co mún consist e
en la desvalor izació n deliberada de algu no de lo s
co mpo nent es del sist ema product ivo , para ext raer
ma yo res ganancias para lo s otro s.
Est e pro gresivo desgast e no hubiese sido posible, sin
embargo , sin la invo lunt ar ia, es ciert o, pero corrosiva
pérd ida de la aut oest ima surg ida en el seno mis mo de
est o s trabajado res art esano s. Qu izá e l ind ividualis mo
pro pio del o fic io, cont r ibuyó de maner a progresiva para

- 331 -
el d et er io ro de la va loració n propia. Lo cierto es que
po cas act ividades exist en t an po co apreciadas por sus
mis mo s su st ent ado res.
Creemo s que se hace necesar io una revalo r izació n de
est e ant iquís imo o ficio . Tant o por una cu est ión
hu man it ar ia, co mo de just icia. Pero t ambién por la salud
est ét ica y la ca lidad de vida de la humanidad. Cada vez
se ven menos co nst ruccio nes elaboradas con art e, y en
camb io , surgen por todas part es feís imas est ruct uras de
mat er iales premo ld eados, hierros, vidr io s y plást ico,
co lo cados en mu chos casos sin el meno r co nciert o.

(Publicado en La Razón del C onsu midor , mar zo de 1 999.)

1 Los últimos misterios del mundo. Reader ´s Digest.


Divis ión libr os. M éx ico, diciembr e de 199 8. Pág. 76.

- 332 -
Definición del amor

Para el Día Internacio nal de la Mujer

Kier kegaard consideró que el amor es simplement e una


ilu sió n creada por la apet encia sexual. La at racció n de
lo s cuerpo s, según el filóso fo , es encubier t a por
fabu lacio nes e innumerables art ific io s del pensamient o,
para present ar la de una manera su blime.
Max Heindel po r el co nt rar io señaló que en el amor
“pr imero se enamo ran las almas”. Segú n est e filóso fo del
sig lo XIX, el acercamient o sent iment al de dos personas
se su scit a po r haber se “reconocido” esas almas co mo
afines.
Obser vando la co nduct a de lo s hu mano s enamorados y
las de lo s perro s en celo , no s sent imo s t ent ado s a darle
razó n al filóso fo exist encia list a.
Una insist ent e int u ic ió n no s inclina sin embar go a
co nsid erar con mucho aprec io la afir mación del filó so fo
ro sacruz.
Personalment e no s parece que el amor es una
co mbinació n equilibrada de t res concept os: at racción
mut ua, respet o, responsabilidad.
La pr imera es imprescindible, pues si forma p art e de la
nat uraleza no hay razón para exclu ir la. La segunda y la
t ercera adqu ieren cr ecient e valo r en caso de concert ar, de
co mú n acuerdo , la co ncr eció n de ese at ract ivo en pareja.

- 333 -
Pues un fact or ineludib le d e la sexualidad es la
pro creació n. Est imar la en su aspect o orgásmico
únicament e la mut ila, co nvirt iéndo la en mo nst ruo sidad.
Cuando u na relac ió n sent iment al engendra hijo s,
asu mir co n respet o, alegr ía y respo nsabilidad esos
víncu lo s de po r vida... Est e para mí es el r equisit o
esencial par a que nuest ro s sent imient os pueden
deno minar se co n propiedad “amor”.

- 334 -
Jesús y las mujeres

En el largo Evangelio de Va lent ino, Jesús inic ia su


enseñanza a los d iscíp ulos pr iv ilegiando a Mar ía
Magd alena: “Eres dichosa, Mar ía, y yo t e inst ruiré de
to do s los mist er io s concer nient es a las reg io nes
super io r es”.
Ensegu ida, reafir ma: “Hab la co n sincer idad, t ú, cuyo
co razó n est á más end erezado que el de to dos t us
her mano s hacia el Reino de los C ielo s”.
Tal t rat amient o, sin du da preferencial, mo lest a a San
Pedro quien, seg ún est e mismo E vangelio, más adelant e
prot est a:
“...Y Pedro se adelant ó, y dijo: Señor, no per mit as
hablar sie mpre a est a mujer, porque ocupa nuest ro puesto
y no no s deja hablar nu nca.
“Y Jesús d ijo a su s discípulo s: adelánt ese y hable
aquel en quien o bre la fuerza de la int eligencia”.
E l evangelist a Valent ino es quien const ant ement e
dest aca la part icipació n de las mujeres, encabezadas por
Mar ía Magd alena y Mar ía Madre de Jesús, en el proceso
de enseñanza po st er ior a la Resurrecció n. Según est e,
Jesús habr ía per manecido en el mundo un ext enso
per io do después de su Resurrecció n. Y lo habr ía usado
para su st anciar la Co munidad Or iginar ia, co mpart iendo
co n lo s discípulo s el Cono cimient o Super ior.
No es el único en señalar est e aspect o (la vit al
part icipació n de mujer es ent re las co nduct oras del

- 335 -
pro ceso ). Ot ro s evangelist as co mo Felip e, To más, o el
del lla mado “E vangelio de Mar ía”, muest ran clarament e
un pro t ago nismo inusual de las mujeres en la conducc ió n
co mu nit ar ia.
Pero ningu no de esos Evangelio s int egra la po st erior
ed ició n de La Biblia, basada en t ext o s seleccio nados po r
la Ig lesia Ro mana.
Est e grupo de poder, impuest o t ras algo más de 200
año s de lu chas -a veces sangr ient as- ent re los propio s
cr ist iano s, desechar ía cuid ado sament e aqu ellos escr it o s
do nde se co locaba a las mujeres en igualdad de derecho s
co n lo s varo nes.

El rol de “san ” Pab lo

Ningu no de est o s evangelio s - lla mados “apócr ifo s” por


el po der o fic ial eclesiást ico t res siglos después-,
mencio na a Sau lo de Tarso ni a su su puest a conver sió n.
Las Cart as del llamado “apó st ol Nº 13”, son sin
embargo inclu idas en el “canon” romano. Su profu sa
ut ilizac ió n po st er ior, permit e afir mar incluso que la
co nst rucció n del sist ema organizat ivo eclesial moder no,
y su plat afor ma co ncept ual, reposan en su mayor
po rcent aje so br e las id eas de Pablo .
A lo largo del ocult ado Evangelio de Valent ino Jesús
habla só lo de 12 apó st oles. Est o deja a Pablo clarament e
fuera d e aquella Iglesia Or ig ina l, est ablecida
d irect ament e po r El Mesías. En camb io mencio na

- 336 -
co nst ant ement e a Mar ía Magda lena, Mar ía Madre de
Jesús y a ot ras mujeres.
(En o tro art ícu lo especial no s o cuparemo s de Pablo ,
co nt inue mos ahora con el ro l femenino en la Iglesia
o rganizada po r Jesús.)
Hemo s le ído un sing ular est udio, efect uado por un
mie mbro act ivo de la Iglesia Cat ó lica de EE.UU., donde
se afir ma que inc lu so los E vangelio s canónicos, fuero n
“r et o cado s” por la jerarquía eclesial ro mana. * Y una de
las co nsig nas pr inc ipales -según ese est udio- fue quit ar a
las mu jeres su espacio igualit ar io en la comunidad. E l
cual, segú n do cument o s ant er iores, fuera inst it uido por el
mis mís imo Jesús.
La invest igació n arg ument a ext ensament e acerca de
que el E vangelio de San Ju an -ú nico que mencio na a un
“d iscípu lo prefer ido ”-, habr ía sido adult er ado. Pues no se
t rat aba de un ho mbr e, sino de una mujer: Mar ía
Magd alena. E lla habr ía sido pues, la discípula prefer ida
de Jesú s.
Respet ar co mo venía t ranscr ibiéndo se el t ext o
evang élico imp licó durant e sig lo s acept ar la igualdad
ent re ho mbres y mu jeres de u n modo irrefut able...
Ent onces, simplement e, los jer arcas consolidados
o rdenaro n su mo dificació n. Y en las po st er iores
ed icio nes eclesiást icas, la discípu la, Mar ía Magdalena, se
t ransfo r mó, por art e de los escr ibas, en “el discípulo ”:
Juan.
En cambio , se dio t oda la fuer za del poder acumulado
en Ro ma a la co ncepció n machist a de “san” Pablo:

- 337 -
“S ed imit ado res mío s, co mo yo lo so y de Cr ist o”, dice
Pab lo , para asegurar, más adelant e que: “la cabeza de
to do varó n es Cr ist o ” y “la cabeza de t o da mujer es el
varó n”. Por esto, el varó n pu ede exhibir co n o rgullo su
cabeza, mient ras que la mujer no ; por el co nt rario, debe
cu br ír sela co n u n velo. Y si no es capaz de cumplir con
est e mandat o masculino ... pues bien, “que se la rape”,
o rdena “san” Pablo.
¿Hace falt a algú n co ment ar io sobr e el machis mo de
Pab lo ? Pues bien, so bre est as piedras - y no sobre la de
Pedro - se fu ndó lo que llama mo s ho y “iglesia Cat ólica”.
La cu al, según nu est ra mo dest a opinió n, difiere, en
gran cant id ad de aspect o s esenciales, de la verdader a
Ig lesia d e Jesús.
Mas ho y no s limit aremo s a señalar só lo est e, que nos
pareció de esp ecial relevancia.

* Ra món K. Jusino. M.A. “Mar ía Magda lena : ¿Aut or a del


Cuar to Evangelio?” http ://r a mon_ k_ jus ino.tr ipod.com/

- 338 -
Quipu E dit or ia l
http :// www. qu ipu edit or ial. com.ar
Sept iembr e de 200 9

- 339 -

También podría gustarte