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Folklore y basket

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La ruta es plateada, brumosa -del ocre que dispara el calor de la siesta y su marca rectilínea
divide el profundo interior de la Pampa. Con su ansiedad la emigración ha depositado en
pequeños pueblos las necesidades e ilusiones. Los edificios han crecido mezclados con un
acento típico e inestable.
En las tardes del domingo el tenue sonido del folklore les convoca al estudio de las típicas
danzas del país. Entre la muchedumbre un hombre largo es capaz de balancearse entre la
multitud. El edificio se parece a un budín de pan a punto de romperse y desplazar a los
asistentes hasta el confín del calor derretido aquí y allá. Los bailarines ejecutan el desacierto de
la tercera generación que les acerca al sueño americano.
El tipo muestra su fastidio, o quizás un cierto nerviosismo. Masculla un deseo, tal vez el partido
de basket que arbitrará por la tarde, dos rivales, el de casa y el Velez. “La clase media y los
negros” -piensa. Aprieta los nudillos hasta que su sonido se escapa del infierno que allí traman.
Arquea el bigotito, tan característico al ser una fina corona casi al final de su altura rectilínea y
frágil. El pantalón de poplin* gris se ajusta a su cintura como una bandera de identidad.
Repasa su reloj y mira hacia el estrado donde una de sus hijas se esfuerza, una deliciosa
sonrisa le devuelve el saludo. Una mujer se ha puesto a su lado dispuesta a reemplazarle, la
saluda y se marcha. La puerta de salida se estrecha ante la aglomeración de paisanos, les
empuja. Fuera el calor le abruma, el asfalto le derrite y se pega en sus zapatos. 
¿Hacia dónde ir? Escoge a la derecha, ve en la esquina como la joyería de Gómez marca el
final de la acera, hace un leve esfuerzo, un giro y es posible ver el club.
El Independiente es para él un mástil donde aguantar el tedio. Atraviesa la puerta, un salón
espacioso describe una superficie en la cual treinta mesas redondas trazan la frontera con la
barra. Las paredes dejan ver un derroche de trofeos que hablan del pasado de la institución. Su
mirada encuentra una mesa y se dirige hasta ella, la silla desconchada y dispuesta a
soportarle, los otros tres le miran –es quizás la astucia quien crece, como delicado musgo entre
ellos. Los naipes se separan y reparten dando por hecho el comienzo del juego. En la base de
la silla recién ocupada, un insecto -la juanita-, mueve las alas y deja correr un líquido que cae
lánguido en dirección al suelo. Dos mundos que coexisten y se toleran aguantan desde hace
años, el tipo del bigotito respira varias veces, previene en voz alta que la mano de la suerte le
cautiva y acaricia. Los otros tres le miran, no saben si es acierto, o drama, o mentira disuelta en
cerveza.

Serie de cuentos: Adiós Luis

 q.p.d.e
Luis Veneranda
Telefonista, arbitro de basket
Año de fallecimiento 2004

*Poplin: material inventado en EEUU

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